la abuelita mochilera

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Ciudadanos 16 Granada Domingo, 1 de noviembre de 2009 La Opinión de Granada La abuelita mochilera Un macuto lleno de remiendos fue el único acompañante de Kandy, una mujer de 74 años que vive en Carchuna, en su vuelta al mundo. Sus experiencias se resumen en un blog de internet. POR DOMINIQUE BERTHOLET Ω Antoine de Saint-Exupery fue el es- critor francés que creó al Principito, ese niño enamorado de una flor única en el mundo que vivía en un planeta sólo un poco más grande que su casa. Al- guien que, a sabiendas de la libertad que otorga la aventura de cruzar fronteras, dijo un día: “Aquel que quiera viajar fe- liz, debe viajar ligero”. Kandy García San- tos, la abuelita mochilera, hizo suya la frase del padre de ‘Le petit prince’ cuan- do, a los 66 años, recién jubilada, o “ju- bilosa”, como ella prefiere decir, decidió girar alrededor del globo terráqueo con la única compañía de un viejo macuto que tiene tantos remiendos como sole- ra. La mujer que hoy está cerca de cum- plir los 75, fue la primera abogada de Mo- tril. Un alma inquieta que, a mediados de los años setenta, descubrió la Costa Tropical e hizo de ella su hogar. Kandy nació en Valladolid en 1935, aunque se trasladó a San Sebastián cuando era una veinteañera. Allí abrió un camping y co- noció a un holandés que le robó el co- razón, la convirtió en su esposa y se la llevó a su país natal, donde dio a luz a Efrén, su único hijo. Entre expedientes y clientes en des- acuerdo con la justicia, el estrés y un ritmo de vida frenético “soñaba que al- gún día daría la vuelta al mundo”, cuen- ta Kandy, sentada frente al mar en una de las acogedoras mesitas de la terraza de su negocio familiar, el camping Don Cáctus, en Carchuna. Poco a poco se fue liberando de “to- dos esos detalles que condicionan las de- cisiones”. Se separó de su marido, se ju- biló para olvidar las “prisas” de la vida de ejecutiva y compró un billete de avión que, “por algo menos de 500.000 pese- tas, en aquellos tiempos”, le daría la opor- tunidad de recorrer, de este a oeste, un máximo de 72.000 millas. El pasaje se llamaba ‘Vuelta al mundo’. Durante los 365 días que duró su aven- tura, Kandy asegura que lo único de lo que no se separó en ningún momento, fue del colgante que, antes de partir, su hijo le regaló. “Cuando le dije que me iba sola a recorrer el mundo, le iba a dar algo”, recuerda la abuelita al des- pertar, una vez más, a esa niña que aún vive en su interior. “Me dio una cha- pa de las que usan los militares que te- nía mi nombre y su número de teléfo- no inscritos”, explica. La aventura comenzó en el aeropuerto de Madrid, donde la ‘Willy Fog de Car- chuna’ cogió un vuelo hacia Buenos Ai- res (Argentina). “Una vez allí, viajé en pequeños autobuses públicos, que no turísticos, a precios más que asequibles”, relata. Cuando Kandy empieza a ha- blar consigue que el resto de las cosas que rodean la conversación se difumi- nen y desaparezcan. Adorna cada deta- lle con tanta ilusión y alegría que, si se cierran los ojos, resulta fácil acompañarla en sus entrañables cruzadas. Ella no se cansa de repetir que “para viajar no hace falta dinero”. No si uno se acostumbra a dormir en albergues y alquilar “esas casas donde te dan una habitación esté como esté”, apunta. En el interior de su única compañía, aquella mochila rasgada y cosmopoli- ta, “sólo guardaba un par de mudas, una botella de agua mineral y un cuaderno donde apuntaba cada cosa que vivía” con el único objetivo de que, algún día, su pequeña nieta, de un año, pudiera ha- cerse eco de las aventuras que vivió su abuela sin perderse ni un punto ni una coma. “Dependiendo del sitio al que fuera me encontraba con grupitos de jóve- nes mochileros que, cuando me veían, se asombraban tanto que ya no se des- pegaban de mí”, narra, y destaca que “cuando estás lejos de casa, la necesidad de comunicación crece y eso da lugar a que la confianza con la gente que tienes cerca se desarrolle rapidísimo” y las re- laciones sean tan profundas como fu- gaces. Kandy nunca llamaba por teléfono a su familia. “De vez en cuando enviaba un e-mail”, confiesa. Tampoco tenía un destino fijo ni una estancia determina- da para cada lugar. “Cuando llegaba a un pueblo, no sabía el tiempo que iba a quedarme. Todo dependía del interés que cada rincón despertara en mí”, sen- tencia. Recorrió Argentina de punta a punta, estuvo en Chile, Brasil, Colombia y México. Paseó por el centro y el norte América, visitó Asia y volvió a casa des- de Nueva Delhi. “Siempre estaba rode- ada de gente joven que, como yo era más mayor y, por tanto, tenía más historias que contar, me acababan tratando como si fuera su abuela”, dice la jubilosa aven- turera a la que, por eso, nunca le faltó el cariño. Una de las condiciones que se puso durante su gira mundial fue la de no bai- lar al son de los turistas. Ella escogía lu- gares recónditos donde sólo encontraba a gente nativa que apenas conocían la existencia de la cámara de fotos. Por cier- to, Kandy siempre llevaba una y, gracias a eso, ahora tiene un blog en internet (www.laabuelitamochilera.com) donde, cada vez que tiene tiempo, cuelga imá- genes que ilustran las peripecias que vivió en su singular escapada. “Las carreteras de Chile son muy es- trechas”, describe, “tanto que los auto- buses no cabían y teníamos que ir en fur- gonetas con una capacidad para seis u ocho pasajeros”. Nunca olvidará cuan- do, de pronto, el vehículo se paró en seco y, por supuesto, bloqueó el camino. “El conductor decía que había un fallo en el motor”, resume y añade que “aún hoy Publicación. La ‘Willy Fog de Carchuna’, con su libro. D. B. Ciudadanos Valentía. Kandy García, junto a las cataratas de Iguazú. L.O.

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Un reportaje de Dominique Bertholet para La Opinión de Granada

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Page 1: La abuelita mochilera

Ciudadanos

16 Granada Domingo, 1 de noviembre de 2009 La Opinión de Granada

La abuelita mochilera

Un macuto lleno de remiendos fue el único acompañante de Kandy, una mujer de 74 años que vive enCarchuna, en su vuelta al mundo. Sus experiencias se resumen en un blog de internet. POR DOMINIQUE BERTHOLET

! Antoine de Saint-Exupery fue el es-critor francés que creó al Principito,ese niño enamorado de una flor únicaen el mundo que vivía en un planeta sóloun poco más grande que su casa. Al-guien que, a sabiendas de la libertad queotorga la aventura de cruzar fronteras,dijo un día: “Aquel que quiera viajar fe-liz, debe viajar ligero”. Kandy García San-tos, la abuelita mochilera, hizo suya lafrase del padre de ‘Le petit prince’ cuan-do, a los 66 años, recién jubilada, o “ju-bilosa”, como ella prefiere decir, decidiógirar alrededor del globo terráqueo conla única compañía de un viejo macutoque tiene tantos remiendos como sole-ra.

La mujer que hoy está cerca de cum-plir los 75, fue la primera abogada de Mo-tril. Un alma inquieta que, a mediadosde los años setenta, descubrió la CostaTropical e hizo de ella su hogar. Kandynació en Valladolid en 1935, aunque setrasladó a San Sebastián cuando era unaveinteañera. Allí abrió un camping y co-noció a un holandés que le robó el co-razón, la convirtió en su esposa y se lallevó a su país natal, donde dio a luz aEfrén, su único hijo.

Entre expedientes y clientes en des-acuerdo con la justicia, el estrés y unritmo de vida frenético “soñaba que al-gún día daría la vuelta al mundo”, cuen-ta Kandy, sentada frente al mar en unade las acogedoras mesitas de la terrazade su negocio familiar, el campingDon Cáctus, en Carchuna.

Poco a poco se fue liberando de “to-dos esos detalles que condicionan las de-cisiones”. Se separó de su marido, se ju-biló para olvidar las “prisas” de la vida deejecutiva y compró un billete de aviónque, “por algo menos de 500.000 pese-tas, en aquellos tiempos”, le daría la opor-tunidad de recorrer, de este a oeste, unmáximo de 72.000 millas. El pasaje sellamaba ‘Vuelta al mundo’.

Durante los 365 días que duró su aven-tura, Kandy asegura que lo único de loque no se separó en ningún momento,fue del colgante que, antes de partir, suhijo le regaló. “Cuando le dije que meiba sola a recorrer el mundo, le iba adar algo”, recuerda la abuelita al des-pertar, una vez más, a esa niña queaún vive en su interior. “Me dio una cha-pa de las que usan los militares que te-nía mi nombre y su número de teléfo-no inscritos”, explica.

La aventura comenzó en el aeropuertode Madrid, donde la ‘Willy Fog de Car-chuna’ cogió un vuelo hacia Buenos Ai-res (Argentina). “Una vez allí, viajé enpequeños autobuses públicos, que noturísticos, a precios más que asequibles”,relata. Cuando Kandy empieza a ha-blar consigue que el resto de las cosasque rodean la conversación se difumi-nen y desaparezcan. Adorna cada deta-lle con tanta ilusión y alegría que, si se

cierran los ojos, resulta fácil acompañarlaen sus entrañables cruzadas. Ella no secansa de repetir que “para viajar no hacefalta dinero”. No si uno se acostumbraa dormir en albergues y alquilar “esascasas donde te dan una habitación estécomo esté”, apunta.

En el interior de su única compañía,aquella mochila rasgada y cosmopoli-ta, “sólo guardaba un par de mudas, unabotella de agua mineral y un cuadernodonde apuntaba cada cosa que vivía” conel único objetivo de que, algún día, supequeña nieta, de un año, pudiera ha-cerse eco de las aventuras que vivió suabuela sin perderse ni un punto ni unacoma.

“Dependiendo del sitio al que fuerame encontraba con grupitos de jóve-nes mochileros que, cuando me veían,se asombraban tanto que ya no se des-pegaban de mí”, narra, y destaca que“cuando estás lejos de casa, la necesidadde comunicación crece y eso da lugar aque la confianza con la gente que tienescerca se desarrolle rapidísimo” y las re-laciones sean tan profundas como fu-gaces.

Kandy nunca llamaba por teléfono asu familia. “De vez en cuando enviabaun e-mail”, confiesa. Tampoco tenía undestino fijo ni una estancia determina-da para cada lugar. “Cuando llegaba aun pueblo, no sabía el tiempo que iba aquedarme. Todo dependía del interésque cada rincón despertara en mí”, sen-tencia.

Recorrió Argentina de punta a punta,estuvo en Chile, Brasil, Colombia yMéxico. Paseó por el centro y el norteAmérica, visitó Asia y volvió a casa des-de Nueva Delhi. “Siempre estaba rode-ada de gente joven que, como yo era másmayor y, por tanto, tenía más historiasque contar, me acababan tratando comosi fuera su abuela”, dice la jubilosa aven-turera a la que, por eso, nunca le faltóel cariño.

Una de las condiciones que se pusodurante su gira mundial fue la de no bai-lar al son de los turistas. Ella escogía lu-gares recónditos donde sólo encontrabaa gente nativa que apenas conocían la

existencia de la cámara de fotos. Por cier-to, Kandy siempre llevaba una y, graciasa eso, ahora tiene un blog en internet(www.laabuelitamochilera.com) donde,cada vez que tiene tiempo, cuelga imá-genes que ilustran las peripecias quevivió en su singular escapada.

“Las carreteras de Chile son muy es-trechas”, describe, “tanto que los auto-buses no cabían y teníamos que ir en fur-gonetas con una capacidad para seis uocho pasajeros”. Nunca olvidará cuan-do, de pronto, el vehículo se paró en secoy, por supuesto, bloqueó el camino. “Elconductor decía que había un fallo en elmotor”, resume y añade que “aún hoy

Publicación. La‘Willy Fog deCarchuna’, con sulibro. D. B.

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Valentía. Kandy García,junto a las cataratas deIguazú. L.O.

                                                                                                 

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sigo sin entender como aquel hombre,aunque tardó seis horas en las que nin-gún coche podía esquivar nuestra fur-goneta para continuar su viaje, pudo arre-glar la avería con la única ayuda de unastenazas y un martillo”. Durante la re-paración del cacharro calló la noche y lle-gó la luna que “parecía una cunita”. Kandyreconoce que, al estar en el hemisferioSur, el cielo era diferente y “nunca ha-bía visto algo tan bonito”.

La abuelita mochilera asegura que la“inmensa mayoría de las aventuras” quevivió fueron “preciosas”. Todas inolvi-dables, pero admite que también se lle-vó algún susto. “Cuando estaba en Co-lombia cogí un autobús público que mellevaba a la Catedral de la Sal –una igle-sia que había sido construida en mitadde unas minas de sal alucinantes–”, cuen-ta. En una de las paradas se subió un en-capuchado que sostenía una pistola.Cuando cambiaba de país, siempre de-jaba un libro en cada albergue y se hacíacon otro nuevo que le aportara infor-mación sobre el próximo rincón que sedisponía a visitar. “No podía viajar car-gada”, comenta. En el ejemplar quehablaba de Colombia, su autor advertíade la falta de seguridad de la nación, cre-ada por una serie de delincuentes quese dedicaban a secuestrar a europeos yamericanos que acudían a su tierra parapasar sus vacaciones. “Cuando vi a aquelmuchacho, recordé lo que había leído yme fui hacia él para decirle que si bus-caba a una turista, la única allí era yo, yni eso, porque yo no soy turista sinoviajera”, confiesa. “No tengo dinero, sóloesta mochila que no contiene nada devalor, soy mayor, no hay nadie que meespere al que puedas pedir plata y mirala pinta que tengo, así que no pierdasel tiempo aquí porque no vas a conse-guir nada”, dijo. Después de eso, ase-gura que el ladrón le guiñó y cariñosa-

mente le pidió que se sentara para,acto seguido, abandonar el autobús.“Cuando las puertas se cerraron conaquel personaje fuera, todos los colom-bianos me aplaudieron y gritaban ¡Vivala abuela más valiente!”, relata Kandy,orgullosa de su hazaña.

En su ruta por el mundo, Kandy se viosorprendida por los monzones que, du-rante su estancia en la India, “el lugardonde, sin entender ni una palabra, hedado y recibido más amor”, argumenta,se le cayó, literalmente, el techo de la ha-bitación donde dormía, encima. En Chi-le, cumplió su sueño de conocer a unatribu de Mapuches, hombres de la tie-rra. Comió con ellos en sus casas re-dondas de paja (rucas), habló con una‘Machi’, o mujer que actúa como guíaespiritual y comunica a los humanos conlos dioses e, incluso, pisó su campo sa-grado y tocó la piedra que ellos consi-deran más especial. En Hong Kongfue chantajeada por un grupo de filipi-nos de los que, ahora, sólo siente penapero, en aquel momento, lograron asus-tarla cuando, “por poco” acaba en la cár-cel asiática.

Tantas historias le regaló su viaje que,al final, aquel diario que llevaba para sunieta se ha convertido en un libro que,al igual que su blog, ha titulado ‘La abue-lita mochilera’, publicado por la editorialAutopublish.es, y que, dentro de poco,firmará a aquellos que se acerquen acomprarlo a la librería Picasso, en Gra-nada.

“Viajar es un placer que recomiendoa todo el mundo”, dice Kandy cuando,además, asegura que “no hace falta serrico para moverse”, que es un vicio queya nunca la deja y que cada dos mesessiente una “necesidad incontrolable” deembarcarse en una de sus cruzadas.“A veces repito destinos pero, como siem-pre vivo sensaciones diferentes, nuncame canso”, comenta.

Vive en una casa maravillosa a ori-llas del mar de Carchuna junto a su fa-milia y su mochila. Una compañera deviajes que, “aunque está vieja, no puedoabandonar porque ha sido, en muchasocasiones, la única a la que podía contarlos momentos tan apasionantes que estaviviendo”, concluye quien promete, asus 74 años, que aún le esperan muchasexperiencias por vivir.!

La Opinión de Granada Domingo, 1 de noviembre de 2009 Granada 17

Tantas experiencias le regaló su viaje que, al final, aquel diario que llevaba para su nieta se ha convertido en un libro

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Anécdotas.Kandy, en un ‘árbol telefónico’ queencontró en Argentina. L. O.