la ficcion - un caso de sonambulismo teo

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LA FICCION

Un caso de sonambulismo terico

Roberto Ferro

Editorial Biblos

87

A la memoria y a la presencia de mis padres

fingere; fingo, finxi, fictum, 3, TR: formar, dar forma, hacer, modelar (ceram, la cera); Herculem f., hacer la estatua de Hrcules; ars fingendi, la escultura; versus f., componer versos, [fig.] a mente vultus fingitur, el rostro es una expresin del alma; ad alicuius arbitrium se f., adaptarse, conformarse a la opinin de uno [esp.] formar cambiando o disfrazando, transformar, arreglar, componer (crinem f., arreglarse el cabello), disfrazar (vultum f.,tomar una expresin fingida) formar, educar (fingi ad rectum, ser educado en el buen gusto), adiestrar (equum, un caballo) concebir, representarse, imaginarse, suponer (ex sua natura ceteros f., formarse una idea de los dems segn uno mismo; es quoe finguntur, los productos de nuestra imaginacin) representar, imaginar, describir (summum oratorem f., hacer el retrato del orador ideal; res ficta, ficcin) fingir, inventar con mala intencin, fraguar (crimina in aliquem, acusaciones contra uno; fictus testis, testigo falso).fictio -onis f.: formacin, creacin; ficcin, simulacin suposicin, hiptesis.

Prolegmenos

La reflexin acerca de la especificidad, los lmites, la pertinencia de la ficcin se ha instalado en los ltimos aos como una preocupacin dominante de los estudios tericos. Todo ello no supone que los debates y asedios a la cuestin se desplieguen en torno de tpicos e interrogantes compartidos; por el contrario, discursos que pertenecen a espacios tericos heterogneos intervienen en ellos desde perspectivas diversas y la variedad de sus configuraciones abren un amplio abanico de posibilidades.Situado en este campo, me interesa sealar dos aspectos que considero fundamentales a los efectos del desarrollo de mi exposicin: en primer lugar, toda reflexin terica que tiene a la ficcin como objeto de estudio, ms all de la diversidad mencionada, implica una toma de posicin, de modo ms o menos explcito, por alguna de las posturas enfrentadas en la polmica que tiene a las relaciones entre lenguaje y mundo como problemtica central; y luego, intentando conjurar el malentendido de que la teora aborda cuestiones intemporales, pretendo imbricar mi planteo en las circunstancias histricas y culturales en que se produce, as como dar cuenta de la genealoga, a veces indefinida y difusa, por la que la ficcionalidad como objeto de indagacin aparece planteada en los trminos en que se la presenta.La ficcin exige un tratamiento que exceda los acotamientos reduccionistas que limitan su especificidad a una caracterizacin que la define como un discurso carente de verdad y/o sin capacidad denotativa.Las tipologas que acotan la ficcin como una especie defectiva aparecen como esfuerzos ms o menos afortunados que se proponen un tabicamiento sedante; sus intentos por hallar un envoltorio adecuado para lo que es la ficcin, en trminos de variedad lingstica bien delimitada, se agotan en la bsqueda de lo que tiene de menos con respecto a los usos rectos, serios, naturales, comunicativos, pragmticos, o como convenga que se designen en cada caso, del lenguaje.Todo esto aparece en un espacio en el que la indagacin terica acerca de cuestiones como autor, texto, referencia, sentido, verdad, hacen de la ficcionalidad un punto nodal de convergencia y divergencia, que exige desconfiar de las seguridades derivadas de una diferenciacin tan firme como las que se impona hasta hace poco tiempo para distinguir ficcin de no ficcin.Es posible ordenar los abordajes a la problemtica de la ficcin en torno de tres ejes: la referencia, la enunciacin y la narracin; en todos los casos con un nivel de complejidad que exhibe la densidad de las cuestiones puestas en juego, haciendo evidente que los parmetros dominantes en la cartografa terica que relevaba esos temas, han perdido su firmeza y capacidad para establecer un orden categorial adecuado para la investigacin.Esta preocupacin por detallar el estado actual del tema no se agota en la pretensin de hacer un inventario crtico ms o menos preciso, sino que implica una necesidad que permita articular una propuesta definida al respecto, con el objetivo de contribuir al sealamiento de una apertura terica que supere muchos de los presupuestos en los que se apoya la reflexin acerca de la ficcionalidad.

Captulo IDe la referenciaUna de las vas ms aceptadas para caracterizar la especificidad ficcional es la de definirla por la falta de referencia o, al menos, de referencia verdadera o real; lo que se imbrica en la antigua tradicin retrica que desde la Rhetorica ad Herennium (I, viii, 12-13) y Sexto Emprico ( Ad math., I, 218 y ss.), continuada luego por Macrobio y San Isidoro, llega hasta la oposicin de narratio authentica y narratio ficta de las artes semocinandi medievales.Aseguinolaza, Fernando Cabo. "Sobre la pragmtica de la teora de la ficcin literaria" en Avances en teora Literaria, Villanueva, Daro (compilador), Universidade de Santiago de Compostela, 1994. Tradicin que en nuestro siglo, es retomada por variantes deudoras de las tesis de Frege, exponentes de la concepcin de que las ocurrencias discursivas ficcionales carecen de referencia (Bedeutung), es decir se sigue explicando la especificidad de las ficciones a travs de la falta de consistencia emprica de los objetos a los que refiere.La lnea de pensamiento que ms ha profundizado en esa direccin es el positivismo lgico o el neopositivismo, que postula la necesidad de superar las trampas que el lenguaje le tiende a todo saber presumiblemente riguroso y metdico; se propone por este camino "aclarar" (nunca se hacen cargo de los usos metafricos de sus precisiones) las interferencias que perturban con sus equvocos el proceso de la investigacin cientfica. Algunas de sus operaciones distintivas pueden sintetizarse as:otorgar prioridad al principio de verificabilidad como criterio legitimador para distinguir las proposiciones con sentido de las que no lo tienen;determinar las condiciones posibles del significado conforme a la verificacin emprica de las proposiciones;elaborar la construccin de la matemtica y de la lgica a partir de un sistema de tautologas;homologar la filosofa con el anlisis sintctico de las estructuras formales del discurso cientfico y el estudio semntico de sus significados proposicionales;establecer una delimitacin precisa entre enunciados propios del saber cientfico y las fantasmagoras metafsicas, que son asimiladas a simples ficciones, es decir entre las proposiciones pasibles de verificacin de las pseudoproposiciones.El criterio de verificacin emprica implica que el significado de una proposicin solamente puede determinarse describiendo el hecho que debera existir en el caso de que dicha proposicin fuese cierta. De lo que se desprende que el significado de un enunciado depende del estado de cosas que supuestamente expresa, es decir, su verdad o falsedad se relacionan directamente con la existencia o inexistencia de la realidad a la que se refiere el contenido proposicional. Ante la dificultad que supone la explicacin del sentido de un enunciado por otro enunciado-definicin lo que traera aparejado nuevos trminos de significado que exigiran un encadenamiento infinito, el criterio de verificabilidad contempla la necesidad de especificar el significado de una proposicin a travs de un eslabn emprico que d cuenta del estado de cosas denotado simblicamente. En otros trminos, la transcripcin de un sentido proposicional exige la transformacin del enunciado mediante sucesivas definiciones hasta el momento en que esas palabras no puedan ser definidas ya ms que ostensivamente. La definicin ostensiva, que segn Bertrand RussellRussell, Bertrand. El conocimiento humano, Barcelona, Orbis, 1983. es el proceso por el cual se ensea a una persona a comprender una palabra por medios diferentes del uso de otras palabras, tiene sus limitaciones pues slo puede aplicarse en el caso en que el referente sea fctico; a pesar de ello sigue siendo el fundamento del criterio a partir del cual se discriminan los trminos ficcin-no ficcin. En definitiva es ms de lo mismo, se impone la definicin de verdad como adaequatio intelectus rem, afirmndola en un plano emprico incuestionable como ltima instancia de remisin en el anlisis proposicional.Cuesta Abad, Jos Manuel. Teora hermenutica y literatura, Madrid, Visor, 1991.Este presupuesto otorga legitimacin epistmica para una delimitacin precisa de los mbitos discursivos ficcional y no ficcional, estableciendo el carcter anmalo del primero de ellos.Los fundamentos referenciales del neopositivismo no tienen pertinencia en el estudio de los discursos imaginarios, de los que la literatura es un modelo paradigmtico, porque para ello deberan considerar la existencia de dominios de referencia distintos del mbito emprico, lo que implica la relativizacin del concepto de verdad y una ampliacin de las operaciones veritativas. Asimismo, adems del principio de recurrencia como procedimiento constructivo del discurso potico, estudiado por Roman Jakobson, la autorreferencialidad, cuya significacin se trama en las remisiones incesantes al intratexto, desconstruye la funcin denotativa del lenguaje, colocando al lenguaje literario fuera de las posibilidades de comprensin de la lgica apofntica. Pero esta seguridad, apoyada en una discriminacin que pone afuera todo aquello que se aparta de un molde rgido, queda socavada cuando se la confronta con las transformaciones que el llamado "giro lingstico" ha operado sobre una tradicin en la que la nocin de verificabilidad como criterio de verdad estaba tan arraigada.La crtica a la concepcin tradicional del lenguaje como un "instrumento" para la designacin de entidades independientes del lenguaje o para la comunicacin de pensamientos prelingsticos, aparece como el comn denominador del "giro lingstico", lo que implica el reconocimiento de que el lenguaje tiene un papel constitutivo en nuestra relacin con el mundo.Tras el "giro lingstico", entonces, la identidad de los significados se transforma en la clave de la explicacin de la intersubjetividad de la comunicacin y, por lo tanto, tambin de la objetividad de la experiencia. Ya no hay posibilidad de garantizar tal objetividad de la experiencia, puesto que no hay argumento suficiente que legitime la unidad del mundo objetivo al que los usuarios del lenguaje se refieren. La inconmensurabilidad de las aperturas lingsticas del mundo convierten a la referencia y a la verdad en magnitudes relativas, dependientes de una constitucin del sentido previa que las haga posibles en cada caso.La concepcin de la preeminencia del sentido sobre la referencia subyace no solamente al "giro lingstico", que podemos filiar genealgicamente en la tradicin filosfica alemana, sino tambin a una lnea que se remonta hasta Frege y la filosofa analtica del lenguaje. Ambas tradiciones comparten el supuesto de la diferencia entre sentido y referencia, y la consiguiente epistemologizacin de esa diferencia por la que se considera dicho sentido como el nico acceso posible al referente. Todo ello supone sustituir la percepcin por la comprensin, circunstancia que trae consigo que dicho acceso al referente se vea mediado por el sentido desde el cual es comprendido.As, el lenguaje se constituye en la condicin de posibilidad del modo en que nos aparecen los referentes y, por lo tanto, la instancia constitutiva del marco categorial fundante de todo lo que se enuncia acerca de un mundo abierto lingsticamente.Concebir el lenguaje como responsable de la apertura del mundo implica el presupuesto de que la designacin de un objeto no se lleva a cabo mediante un nombre segn planteaba la concepcin del lenguaje como instrumento, propia de la filosofa de la concienciaConcepcin del lenguaje que se remonta a Aristteles en De Interpretatione:"Pues bien, los sonidos vocales son smbolos de las afecciones del alma, y las letras lo son de los sonidos vocales. Y as como la escritura no es la misma para todos, tampoco los sonidos vocales son los mismos. Pero aquello de lo que stos son primariamente signos, las afecciones del alma, son las mismas para todos, y aquello de las que stas son imgenes, las cosas reales, son tambin las mismas". (I, 16a 1.)Concepcin que atribuye al lenguaje el carcter de mediador entre dos polos definidos: las cosas externas, por una parte, y las impresiones del alma, por otra. Lnea de pensamiento que llega hasta Kant y que explica el funcionamiento del lenguaje en orden al modelo de la designacin de objetos por medio de palabras. Se reduce de este modo el lenguaje a su funcin designativa, es decir el lenguaje es pensado como un instrumento intramundano representante de objetos existentes con independencia de l. , sino como atribucin de una propiedad a un objeto por la que ste es interpretado como algo. De acuerdo con Heidegger la asignacin de un nombre a un ente es una atribucin indirecta de aquello que dicho ente "es".En Hlderlin y la esencia de la poesa, Barcelona, 1989, Heidegger asevera que la designacin de los entes por medio de los nombres no puede entenderse en el sentido de que algo ya conocido de antemano slo se le dota con un nombre, sino que slo mediante ese nombrar queda establecido lo que ese ente es. As se vuelve cognoscible el ente. En Frege, uno de los iniciadores de la lnea de pensamiento que desemboca en la preeminencia del sentido sobre la referencia, se exhiben las paradojas de la filosofa analtica que, partiendo de una profunda desconfianza hacia el lenguaje como instrumento de conocimiento cientfico, ha derivado, despus de una insistente bsqueda de lenguajes formales alternativos, en la inevitable necesidad de reflexionar sobre el lenguaje comn y de revelar aquellas caractersticas que excedan las limitaciones de la transparencia y del uso serio, hasta llegar a exhibir explcitamente el carcter opaco del lenguaje en cuanto supuesto reflejo del mundo exterior o como vehculo confiable del pensamiento puro. Su itinerario expone el conflicto de todo lenguaje reducido exclusivamente a su funcin dectica u ostensiva, de la que depende su capacidad de hacer referencia al mundo de conceptos y cosas, que se contradice flagrantemente con los valores semiticos, retricos y tropolgicos de ese mismo lenguaje y, tal como lo seala Frege, de la incontenible tendencia metafrica del lenguaje mismo.Al escuchar un poema pico, por ejemplo, nos cautivan, adems de la eufona del lenguaje, el sentido de los enunciados y las representaciones y sentimientos despertados en ellos. Si nos preguntramos por su verdad, abandonaramos el goce esttico y nos dedicaramos a un examen cientfico. De ah que nos sea indiferente el que el nombre Ulises, por ejemplo, se refiera a algo o no, mientras consideremos el poema una obra de arte. Es la bsqueda de la verdad lo que nos incita a avanzar del sentido a la referencia. Frege, Gottlob. Estudios de Semntica, Barcelona, Ariel, 1984.La insistencia en la posibilidad de disciplinar al lenguaje aparece expuesta de modo muy preciso en la pretensin de establecer compartimientos que delimitaran los usos correctos o serios de los usos anmalos, mediante las posibilidades que otorgaba la distincin entre Sinn y Bedeutung, tratando de fijar, finalmente, las condiciones nicas segn las cuales un enunciado puede ser literalmente significativo. Operacin que se fundaba en la necesidad de segregar fuera de los usos correctos todos los enunciados que tuvieran anomalas referenciales, tales como los tropos y, por supuesto, los enunciados ficcionales, para asegurar la transparencia unvoca del lenguaje, para constituirlo, como acertadamente seal Rorty "en espejo de la mente" y, por su intermedio, de la naturaleza. Slo a partir de una concepcin positivista, que se refugia en un dogmatismo lgico, es posible instaurar una verdad unvoca por la va exclusiva de la requisitoria veritativa referencialista, excluyendo y condenando toda otra instancia de relativizar esos trminos. Desde la postura de Rorty el "giro lingstico":

...hace una contribucin especfica a la filosofa, creo que en absoluto es metafilosfico. Su mayor aporte fue, por el contrario, haber contribuido a sustituir la referencia a la experiencia como medio de representacin de la referencia al lenguaje como tal medio un cambio que, en la medida en que ocurri, hizo ms fcil el prescindir de la nocin misma de representacin.Rorty, Richard. El giro lingstico, Barcelona, Paids 1990. La cita de Rorty corresponde a un apndice "Veinte aos despus" en el que adems agrega lo siguiente:El intento de Dewey de dejar a un lado la problemtica del realismo y el idealismo le envolvi en un intento oscuro y dudoso de ver la experiencia y la naturaleza como dos descripciones de los mismos acontecimientos as como en la idea de que las experiencias se hacen verdaderas. Pero los filsofos como Davidson, que hablan de enunciados en lugar de experiencias, lo tienen mejor.El trmino "experiencia", tal como es usado por filsofos como Kant y Dewey, fue, como el trmino "idea" de Locke, ambiguo entre "impresin sensorial" y "creencia". El trmino "enunciado" utilizado por filsofos de la tradicin de Frege, carece de tal ambigedad. Una vez que la filosofa del lenguaje se vio liberada de lo que Quine y Davidson llamaron " los dogmas del empirismo" en los que la haban enzarzado Russell, Carnap y Ayer (aunque no Frege), los enunciados ya no fueron considerados como expresiones de la experiencia ni como representaciones de una realidad extraexperimental. Ms bien, fueron vistos como sartas de marcas y sonidos usados por los seres humanos en el desarrollo y prosecucin de las prcticas sociales prcticas que capacitan a la gente para lograr sus fines, entre los que no est incluido "representar la realidad como es en s misma". Si confrontamos el propsito inicial de Frege, de otorgar transparencia a las aseveraciones, con los planteos de Quine, para quien la capacidad de asercin depende enteramente del contexto y, por lo tanto, el significado de un enunciado entendido como correspondencia con las cosas, slo tiene sentido en tanto que es atenuado por la relativizacin que supone pensarlo como una determinada interpretacin; queda delineado el itinerario recorrido por un pensamiento que se propuso acotar todos aquellos aspectos del lenguaje que opacaban la transparencia referencial y que deriv en el desplazamiento de su atencin a fenmenos que anteriormente haba considerado marginales y perturbadores.Mientras que en Frege podemos situar el inicio de una genealoga de las aproximaciones analticas del lenguaje y la ficcin, en Saussure se imbrica otra orientacin que reflexiona sobre el sentido y la referencia, en especial a partir de sus tesis sobre la naturaleza arbitraria del signo y el carcter diferencial de ste, las que se constituyen en el punto de partida de un pensamiento que bordea y transgrede los mrgenes de la teora literaria contempornea y de la filosofa hasta hacer indecidibles sus territorios.Jacques Derrida en La voz y el fenmeno fundamenta en la estructura iterativa del signo la afirmacin de que ste est originariamente trabajado por la ficcinVer desarrollo ampliado del tema en Ferro, Roberto. Escritura y desconstruccin -Lectura (h)errada con Jacques Derrida, 2 Ed.,Biblos, Buenos Aires, 1995. . A lo que agrega luego: Es porque el signo es extrao a la presencia as del presente viviente, por lo que se le puede llamar extrao a la presencia en general. De acuerdo con ello, no hay posibilidad de representacin de nada ajeno al discurso mismo, de lo que se deduce una doble consecuencia: por una parte, el discurso es la representacin de s y, por otra, la ficcin es la condicin de posibilidad de todo discursoDerrida, Jacques. La voz y el fenmeno, Valencia, Pre-textos, 1985:Dentro de la pura "representatividad" interior, en la "vida solitaria del alma" ciertos tipos de discurso podran efectivamente tenerse, como efectivamente representativos (sera el caso del lenguaje expresivo y, digmoslo ya, puramente objetivo, terico-lgico), mientras que otros permanecen puramente ficticios (estas ficciones sealadas en la ficcin seran los actos de comunicacin indicativa entre s mismo y s mismo, s mismo como otro y s mismo como s mismo, etctera).Ahora bien si se admite, como hemos intentado mostrar, que todo signo en general es de estructura originariamente repetitiva, la distincin general entre uso ficticio y uso efectivo de un signo se ve amenazada. El signo est originariamente trabajado por la ficcin. Desde este momento, sea a propsito de comunicacin indicativa o de expresin, no hay criterio seguro para distinguir entre un lenguaje exterior y un lenguaje interior, ni en la hiptesis concedida de un lenguaje interior, entre un lenguaje efectivo y un lenguaje ficticio. Una tal distincin es, sin embargo, indispensable a Husserl para probar la exterioridad de la indicacin a la expresin, con todo lo que aquella impone. Al declarar ilegtima esta distincin, se prev toda una cadena de consecuencias temibles para la fenomenologa.. En La diseminacin, Derrida, en estrecha correspondencia con lo anterior, interviene desde una lectura desconstructiva sobre la nocin de mmesis platnica, en primer trmino en "La farmacia de Platn"La mmesis no-culpable. Si se recobra la mmesis "antes" de la "decisin" filosfica, se observa que Platn, lejos de unir el destino de la poesa y del arte a la estructura de la mmesis (o ms bien de todo lo que se traduce a menudo hoy, para rechazarla, por representacin, imitacin, expresin, reproduccin, etc.) descalifica en mmesis a todo lo que la modernidad pone por delante: la mscara, la desaparicin del autor, el simulacro, el anonimato, la textualidad apcrifa. Puede verificarse releyendo el pasaje de la Repblica sobre la digesis simple y sobre la mmesis (393 a ss.). Lo que nos importa aqu es esa duplicidad "interna" del mmeiszai que Platn quiere cortar en dos, para resolver entre la buena mmesis (la que reproduce fielmente y en la verdad, pero se deja ya amenazar por el simple hecho en ella de la duplicacin) y la mala, que hay que contener como la locura (396 a) y el (mal) juego (396 e ).Esquema de esta "lgica": 1 La mmesis produce el doble de la cosa. Si el doble es fiel y perfectamente parecido, ninguna diferencia cualitativa le separa del modelo. Tres consecuencias: a) El doble el imitante no es nada, no vale nada por s mismo. b) No valiendo el imitante ms que por su modelo, es bueno cuando el modelo es bueno, malo cuando el modelo es malo. El es neutro y transparente en s mismo. c) Si la mmesis no vale nada y no es nada por s misma, es nada de valor y de ser, es en s negativa: es, pues, un mal, imitar es un mal en s y no slo cuando se trata de imitar al mal. 2 Parecido o no el imitante es algo, puesto que hay mmesis y mimemas. Ese no-ser "existe" de alguna manera (Sofista). Por lo tanto, a) aadindole al modelo, el imitante viene como suplemento y deja de ser una nada y un no-valor. b) Aadindose al modelo que "es", el imitante no es el mismo y aunque fuese absolutamente parecido no es nunca absolutamente parecido (Cratilo). Ni, por lo tanto, absolutamente verdadero. c) Suplemento del modelo, pero no pudiendo igualarle, le es inferior en su esencia en el momento mismo en que puede reemplazarle y resultar as "primado". Este esquema (dos proposiciones y seis consecuencias posibles) forma una especie de mquina lgica; programa los prototipos de todas las proposiciones inscritas en el discurso de Platn y en los de la tradicin. Segn una ley compleja, pero implacable, esa mquina distribuye todos los clichs de la crtica futura. Derrida, Jacques. La diseminacin, Madrid, Fundamentos, 1975. y luego en "La doble sesin". En este apartado relaciona mimesis y literatura, a la que Derrida considera como el discurso rector de todos los dems discursos; para lo que primero despliega la lgica de la mimesis en trminos de dominio del imitado sobre el imitante, dominio configurado en la preeminencia ontolgica del primero sobre el segundo, en la anterioridad temporal de aqul sobre ste y en la discernibilidad absoluta de ambos. Y sobre esta lgica sobrepone, en un segundo movimiento, que llama "desplazamiento mallarmeano", el mantenimiento de la estructura diferencial de la mmica o la mmesis, pero sin la interpretacin platnica o metafsica. "Con todos sus dobles fondos, sus abismos, sus trompe-l' oeil, semejante organizacin de escrituras no poda ser un referente simple y pretextual para Mmica de Mallarm. Pero a pesar de la complejidad (estructural, temporal, topolgica, textual) de ese objeto-libreto, habramos podido sentirnos tentados de considerarlo como un sistema cerrado sobre s mismo, replegado sobre la relacin, ciertamente muy entremezclada, entre, digamos, el "acto" de mimodrama (aquel del que Mallarm dice que se escribe en una pgina blanca) y el a posteriori del libreto. En ese caso, la remisin textual de Mallarm topara all con una seal de detencin definitiva.Pero no hay nada de eso. Tal escritura que no remite ms que a s misma nos traslada a la vez, indefinida y sistemticamente, a otra escritura. A la vez: es de lo que hay que darse cuenta. Una escritura que no remite ms que a s misma y una escritura que remite indefinidamente a otra escritura, eso puede parecer no-contradictorio: la pantalla reflectora no capta nunca ms que la escritura, sin tregua, indefinidamente, y la remisin nos confina en el elemento de la remisin. Cierto. Pero la dificultad se basa en la relacin entre el medium de la escritura y la determinacin de cada unidad textual. Es preciso que remitiendo cada vez a otro texto, a otro sistema determinado, cada organismo no remita ms que a s mismo como estructura determinada: a la vez abierta y cerrada. Dndose a leer por s misma y ahorrndose todo pretexto exterior, Mmica est tambin surcada por el fantasma o injertada en la arborescencia de otro texto. Del que Mmica explica que describe una escritura gestual que no es dictada por nada y no hace seales ms que a su propia inicialidad, etc....Podramos, en efecto, reconducir a Mallarm a la metafsica ms "originaria" de la verdad si en efecto si toda mmica hubiera desaparecido, si se hubiese borrado en la produccin escritural de la verdad.Pero no hay nada de ello. Hay una mmica. Mallarm est en ello, como en el simulacro[...]Estamos ante una mmica que no imita a nada, ante, si se puede decir un doble que no redobla a ningn simple, que nada previene, nada que no sea ya en todo caso un doble. Ninguna referencia simple. Por eso es por lo que la operacin del mimo hace alusin pero alusin a nada, alusin sin romper la luna del espejo, sin ms all del espejo. "Tal opera el Mimo, cuyo juego se limita a una alusin perpetua sin romper luna." Ese speculum no refleja ninguna realidad, produce nicamente "efectos de realidad". Para ese doble que a menudo hace pensar en Hoffman (citado por Beissier en su Prefacio), la realidad es la muerte. Que se revelar inaccesible, a no ser por simulacro, como la simplicidad soada del espasmo soado o del himen. En ese speculum sin realidad, en ese espejo de espejo, hay ciertamente una diferencia, una dada, puesto que hay mimo y fantasma. Pero es una diferencia sin referencia, o ms bien una referencia sin referente, sin unidad primera o ltima, fantasma que no es el fantasma de ninguna carne, errante, sin pasado, sin muerte, sin nacimiento ni presencia". Derrida, Jacques. La diseminacin, Madrid, Espiral, 1975.Como hemos visto, la especificidad ficcional no puede ser establecida a partir de una distincin entre referentes verdaderos o imaginarios; ese postulado no tiene entidad. Ya sea que se lo revise por va del pensamiento analtico, el cual culmina por desechar los propios puntos de partida desbaratando de manera absoluta el presupuesto adaequatio intelectus ad rem que si en el plano de la investigacin terica ha dejado hace tiempo de tener valor, sigue funcionando como una clusula jurdica en muchos discursos contemporneos, una especie de lugar comn de buena parte de la doxa cientfica, y una de las piedras fundamentales sobre la que se apoyan y articulan vastos encadenamientos de sentido de los imaginarios sociales; ya sea que se lo someta a un intenso escudriamiento por va del pensamiento que hemos filiado desde Saussure y que en Derrida ya no aparece como el trmino defectivo de una jerarqua, sino que, tras una lectura desconstructiva se desplaza hasta convertirse en el elemento capaz de cuestionar cualquier ordenamiento que distribuya rangos dentro del mbito omniabarcador de los discursos.

Nombrar la identidadEl cuestionamiento de los presupuestos a partir de los cuales se establece la discriminacin entre discursos ficcionales y discursos que son portadores de informacin "cierta y verdica" acerca del mundo, puede traer aparejada la sensacin de que se entra en una oscuridad retrica en la que todos los gatos son pardos. La situacin, creo, es otra, la luz que pretende iluminar la diferencia, por el contrario, extiende una vasta opacidad que garantiza la labilidad de los lmites y, por lo tanto, la sancin inestable de los bordes discursivos que se deben considerar en cada margen; sin que ello suponga que las determinaciones no varen y que las taxonomas no sean tan flexibles como variadas, pero todas, en algn punto, imponen un baremo, un modo de separar los discursos a los que se les asigna la potestad intransferible de producir verdad de aquellos que la simulan o se despliegan a partir de la imaginacin. Uno de los objetivos buscados en este trabajo es el de dar cuenta de las relaciones que pueden establecerse entre la construccin de identidad que surge a propsito del acto de nombrar y de la verdad que emerge como consecuencia de la concomitancia entre ese acto y lo nombrado por l. En el nombrar se desvelan las relaciones entre lenguaje, lo nombrado y los sujetos que nombran. Cada palabra que nombra nunca se profiere en soledad sino que es parte de un texto en el que se inscribe. El texto es la dimensin en la que acontece el nombrar, la reflexin sobre las condiciones de posibilidad del nombrar puede ser pensado como una mirada inquisitiva sobre la genealoga de la construccin de las identidades y de la verdad que se instaura en cada instancia de correlacinLa palabra textus aparece tardamente en latn (con Quintiliano, Instituto Oratoria, IX, 4,13), como uso figurado del participio pasado de texere, metfora que apunta a caracterizar a la totalidad lingstica del discurso como un tejido. Esta denominacin se refera en especial a la escritura, cuyo tramado grfico configuraba icnicamente una representacin de los enunciados verbales como texturas. Esta traslacin metonmica del cdice continente de los signos implica considerar el texto como un sistema de entidades tejidas que componen la significacin en la trabazn de sus ocurrencias. Ya en sus primeras acepciones, la palabra texto alude a la relevancia de cada signo en el tejido y su relacin virtual con el universo de los discursos presentes y pasados. El sentido del nombrar, aunque la palabra se profiera en soledad, remite necesariamente al todo de la lengua.. Lo que es perturbador de este intento, no es tanto la pretensin de redistribucin genrica entre diversas especies discursivas, sino que implica la relativizacin de los restos sacrales que algunos textos poseen como portadores de la verdad. Hay textos que junto con el discurso acompaan una serie de mandatos de lectura que exigen ser ledos exclusivamente de una determinada manera para revelar el sentido; estas textualidades ejercen no slo la accin de nombrar sino que requieren, imponen una lectura, tal es la univocidad de los textos sagrados. En ellos la identidad es una equivalencia tautolgica. El texto impone una lectura y esa lectura acata la letra, el sentido es lo inscrito literalmente. Sobre los restos sacrales de estas textualidades discursivas se edifica parte de la certeza que articulan los imaginarios sociales hegemnicos. En el arco que se tiende entre el nombre y lo nombrado, que, por lo tanto, determina la identidad, se abren dos instancias: el referir y el significar. La pregunta que inquiere por la identidad, o en todo caso por la estabilidad de la identidad entre el nombrar y lo nombrado, est en la base de la construccin social de la verdad. Este tipo de preguntas se pueden pensar, en principio, como la bsqueda de una referencia que fije una identidad y que no deje indeterminado a ese alguien. Dichas preguntas apuntan, pues, a demandar una especificacin que pertenece al orden del quin y esas preguntas dirigidas en relacin con diferentes individuos deberan especificar un conjunto de referencias: a, b...z, que son los nombres de cada una de las personas sealadas, o de un trmino colectivo o genrico que los abarque a todas. Nombrar es, consiguientemente, establecer una vinculacin que une un trmino identificador con un individuo o un grupo de individuos.Qu significa un nombrar? Cmo se puede especificar, describir la accin de nombrar?Ver en Thiebaut, Carlos. Historia del nombrar, Madrid, Visor, 1990. La pregunta por el nombrar tiene un valor paradigmtico cuando la respuesta es un nombre propio, que es la variante ms usual y la que de modo ms preciso otorga ubicacin gregaria y, acaso, dentro de un inventario ilimitado, la que tiene prioridad desde una perspectiva social para decirnos y decir a otros quienes somos.Entonces, retomando la argumentacin, la pregunta podra expresarse cmo podemos caracterizar la accin de responder con un nombre, a la pregunta quin es? Este parece ser un punto de partida suficientemente preciso para pensar las relaciones entre nombrar e identidad, por una parte, y referir y significar por otra. Un nombre que fija una identidad "es Z" puede ser pensado como el acto de indicar con un nombre "Z" a alguien y nuestra pregunta "en qu consiste el interrogante quin es?" se podra contestar como la bsqueda de la referencia que fije una identidad y que determina a ese alguien. La accin de nombrar, entonces, designa en este caso la relacin que se establece entre un trmino identificador "Z" con un individuo: nombrar es establecer la vinculacin semntica de esa palabra que es un nombre. Pero como decamos anteriormente, no hay palabra que se profiera en soledad y por lo tanto que pueda significar autnomamente. Toda palabra que nombra pertenece a un lenguaje; la indagacin por las relaciones entre ese nombre y su referencia conlleva una reflexin sobre el conjunto del lenguaje, es decir, al conjunto de lo que con ese lenguaje puede decirse y tambin al universo de todas las entidades que pueden ser nombradas por l.La cuestin entonces de la respuesta a la pregunta, quin es? requiere que esas relaciones de identidad no sean separadas del espacio de significacin de la lengua en que es proferido. La respuesta, aunque sea slo el nombre "Z", supone decir en qu punto me sito dentro de las prcticas, cdigos y significados en los que acontece la interrogacin que desencadena el nombre, que es el modo ms elemental de exponer la identidad. Estas dos instancias: la que responde por el nombre y la que implica instalar la palabra que nombra en un entramado de significados, se pueden precisar como "identidad-referencia", la que indica a "Z" e "identidad-sentido", la que corresponde a su ubicacin en la red significativa. La primera abre la reflexin a la dimensin semntica del nombre, la segunda a la pragmtica del texto.Tal como he planteado la problemtica de la identidad entre el nombrar y lo nombrado instala la cuestin en una genealoga indudablemente fregeana que forma parte de una de las polmicas contemporneas de la filosofa del lenguaje de mayor complejidad. Genealoga a la que es necesario apelar para especificar los trminos de la relacin que nos preocupa. Se impone sealar que son las discusiones medievales respecto de la referencia de los nombres las que abren el debate; contemporneamente es posible, y por supuesto sintetizando hasta cierto riesgo de reduccionismo, establecer una distincin fundamental entre la postura de John Stuart Mill, por una parte, y las de Gottlob Frege y Bertrand Russell por otra, las que devienen en dos direcciones opuestas: los seguidores de Mill sealan que los nombres propios slo tienen referencia (Bedeutung), o denotacin, es decir que entre el nombrar y lo nombrado se establece la identidad en trminos de nombre igual referencia; los fregeanos en cambio, consideran que los nombres propios poseen tambin sentido (Sinn) o connotacin y que es por medio de su sentido como alcanzan la referencia.La postura de Mill consiste en la negacin de sentido de connotacin de los nombres propios a los que slo atribuye referencia, todo ello apoyado en el presupuesto de que esos nombres no tienen las mismas caractersticas de las descripciones y que por lo tanto no poseen connotacin.Desde una perspectiva fregeana, en cambio, se seala que cuando los nombres propios forman parte de proposiciones de existencia (por ejemplo "existe Z") tienen tambin contenido conceptual o descriptivo, ya que esa proposicin no se despliega en la suma de un nombre ms la afirmacin de su existencia, sino que expone un concepto y afirma que es el caso de tal concepto. Esto aparece de modo ms preciso si instalamos el enunciado entre proposiciones de inexistencia (por ejemplo no existe Z) en las que a partir de la lgica extensional no se da la posibilidad de pensar una referencia de Z no vinculada a una descripcin, o en otros trminos, a contenido conceptual no ostensivo. Sintetizando la oposicin, que insisto esquematizo en sus trminos fundamentales, lo que supone no atender a una serie de gradaciones y matices, tenemos que segn Mill los nombres propios slo tienen referencia, es decir, define la relacin como identidad-referencia; en cambio, los fregeanos como identidad-sentido, los nombres propios refieren porque connotan, y, entre ambos polos opuestos y contradictorios, se dan algunos intentos que apuntan a construir una alternativa sincrtica.Se pueden considerar dos lneas fuertes que retoman la polmica y se proponen avanzar sobre la oposicin. La primera tiene su punto de partida en el Wittgenstein de las Investigaciones Filosficas, continuada por John Searle.Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones Filosficas, trad. A. Garca Surez y U. Mulines, Barcelona, Crtica, 1988. En ella se seala que los nombres propios tienen una cierta laxitud y, que por lo tanto, poseen una cierta imprecisin. La otra, tiene a Sal Kripke, Hillary Putman y Keith Donellan como sus principales exponentes, quienes insisten en la importancia de la funcin designativa del lenguaje, que como consecuencia del "giro lingstico", ha sido desplazada de la atencin.Para Bertrand Russell, los nombres propios son como abreviaturas de descripciones definidas. John Serle apunta a reelaborar la cuestin, siguiendo las ideas del segundo Wittgenstein, de modo tal que le permita superar las dificultades de la postura de Russell. Plantea que los nombres representan el conglomerado de las caractersticas, concebidas como convergencias de descripciones, que estn vinculadas de modo necesario a un nombre. Es posible que en algn momento se demostrase que ninguna de las caractersticas que se atribuyen a Aristteles es cierta y que este nombre corresponde a otra persona, conjeturemos por ejemplo un comediante que viva en las afueras de Atenas un siglo antes. Dada esta circunstancia, resulta difcil conjeturar que el Aristteles que ahora aparece sea aquel Aristteles en quien pensbamos cuando leamos La tica nicomaquea. El Aristteles comediante no es el que se adecua a la imagen construida a partir de la tradicin clsica, es decir aqul a quien nos referamos al emplear su nombre. De esta manera entonces, el nombre es un conjunto de caractersticas centrales que son las que se refieren a aqul que es nombrado.Resulta utpico establecer un inventario cerrado de todas esas caractersticas y la postura terica de Searle, la de un conglomerado de caractersticas referido por el nombre, se vincula con la concepcin que define a los nombres propios con un grado de imprecisin respecto de la determinacin de las caractersticas que constituyen la referencia del nombre a lo nombrado. As plantea Searle la cuestin:

Adems, ahora vemos cmo satisface el principio de identificacin la emisin de un nombre propio: si tanto el hablante como el oyente asocian alguna descripcin identificadora con el nombre, entonces la emisin del nombre no es suficiente para satisfacer el principio de identificacin, pues tanto el hablante como el oyente son capaces de sustituirlo por una descripcin identificadora. La emisin del nombre comunica al oyente una proposicin. No es necesario que ambos proporcionen la misma descripcin identificadora, suponiendo solamente que sus descripciones son de hecho verdaderas del mismo objeto.Hemos visto que, en la medida en que pueda decirse que los nombres propios tienen sentido, se trata de un sentido impreciso. Debemos explorar ahora las razones de esta imprecisin. La imprecisin por lo que respecta a qu caractersticas constituyen las condiciones necesarias y suficientes para aplicar un nombre propio es un mero accidente, un producto de la carencia lingstica? O deriva de las funciones que nos realizan los nombres propios? Preguntar por criterios de aplicacin del nombre "Aristteles" es preguntar de modo formal qu es Aristteles; es preguntar por un conjunto de criterios, de identidad para el objeto Aristteles. "Qu es Aristteles?" y "Cules son los criterios para aplicar el nombre "Aristteles?" Plantean la misma pregunta, la primera en el modo material de habla y la segunda en modo formal. De esta manera si, antes de usar el nombre llegsemos a un acuerdo sobre las caractersticas precisas que constituan la identidad de Aristteles, entonces nuestras reglas para usar el nombre seran precisas. Pero esta precisin solamente se lograra a costa de que cualquier uso del nombre entraase algunas descripciones especficas. De hecho, el nombre mismo sera lgicamente equivalente a este conjunto de descripciones. Pero si esto fuese el caso solamente estaramos en posicin de poder referirnos a un objeto describindolo, mientras que esto es efectivamente lo que nos permite evitar la institucin de los nombres propios y lo que distingue los nombres propios de las descripciones definidas. Si los criterios para los nombres propios fuesen en todos los casos completamente rgidos y especficos, entonces un nombre propio no sera nada ms que una abreviatura para esos criterios funcionara exactamente igual que una descripcin definida elaborada. Pero la singularidad y la inmensa conveniencia pragmtica de los nombres propios de nuestro lenguaje reside precisamente en el hecho de que nos capacitan para referirnos pblicamente a objetos sin forzarnos a plantear disputas y llegar a un acuerdo respecto a qu caractersticas descriptivas constituyen exactamente la identidad del objeto. Los nombres propios funcionan no como descripciones sino como ganchos de los que cuelgan las descripciones. As pues, la laxitud de los criterios para los nombres propios es una condicin necesaria para aislar la funcin referencial de la funcin descriptiva del lenguaje.Searle, John. Actos de habla, trad. L. Valds, Madrid, Ctedra, 1980, pp. 175/176.

Esta teora del conglomerado, tambin conocida por teora de la percha, mantiene el ncleo de la alusin a un conjunto de caractersticas como manera ms apropiada de entender qu cosa sea la referencia, evitando asimismo hacerse cargo de la descripcin de esas caractersticas; pero esta argumentacin tiene la vulnerabilidad de arrastrar las crticas que se formulan a Russell, y ello porque en definitiva, afloja y relativiza algunos de sus puntos centrales con el objeto de hacerlas ms viables, quedando a medio camino y agregando las que corresponden a su propia imprecisin. La pregunta por la existencia de Aristteles no puede quedar reducida a la cuestin de la verdad de un conglomerado de caractersticas, es decir de descripciones que usualmente son asociadas de manera laxa a ese nombre. Dado que no exhibe criterios de suficiente validez para explicar cules de esas caractersticas son pertinentes para determinar cundo ese nombre propio corresponde a la identidad mencionada y que tampoco expone cmo determinar por qu sas y no otras. En definitiva, la teora searleana de los nombres propios no precisa los criterios de identificacin entre el nombre y lo nombrado.Los intentos de correccin de la teora tradicional desarrollada por Frege y Russell, ya sea en la lnea de Searle o en la lnea crtica de Strawson, es decir, la "cluster-theory" (que postula que no es necesario que coincidan todas las descripciones asociadas con la expresin referencial sino la mayor parte de ellas) no parece trastornar en gran medida el presupuesto implicado en la base de estas direcciones tericas, es decir, que "referir" quiere decir "identificar" unvocamente; por lo tanto el intento de superar esta dificultad que es producto de la imposibilidad de establecer una identidad de significados aceptada y compartida por todos los usuarios de una lengua, postulando entonces un supuesto acuerdo en torno a una coincidencia aproximada, complica la situacin en la medida en que se mantiene de todas maneras el objetivo de la identificacin unvoca.Ver Apndice I pp--, sobre la cuestin del nombre propio.Frente a la perspectiva que plantea la explicacin del "referir" como dependiente de significados referenciales compartidos que nos permiten identificar lo designado, desde los aos sesenta algunos pensadores inscritos en la tradicin anglosajona han elaborado una versin alternativa, que podemos designar como la teora de la referencia directa. En esta teora ya no se articulan referir e identificar sino que se intenta explicar el referir como una designacin directa o rgida en trminos de Kripke.Donnellan establece una distincin en la que pone de manifiesto algunos de los principales problemas de la teora indirecta de la referencia, la misma distingue el uso atributivo y el uso referencial de las descripciones definidas:

Voy a llamar a los dos usos de las descripciones definidas a los que aludo el uso atributivo y el uso referencial. Un hablante que usa una descripcin definida atributivamente en una asercin afirma algo sobre quienquiera o lo que quiera que sea el as-y-as. Un hablante que usa una descripcin definida referencialmente en una asercin, usa la descripcin para permitir a su audiencia discernir de quin o de qu es de lo que est hablando y afirma algo sobre esa persona o cosa. En el primer caso la descripcin definida se puede decir que ocurre esencialmente, pues el hablante desea afirmar algo sobre aquello que cumple con esa descripcin, sea lo que sea; pero en el uso referencial la descripcin definida es meramente un instrumento para hacer un determinado trabajo llamar la atencin sobre una persona o cosay, en general, cualquier otro recurso elegido para hacer el mismo trabajo, otra descripcin o un nombre, podra hacerlo igualmente bien. En el uso atributivo el atributo ser el as-y-as es lo ms importante mientras que no lo es en el uso referencial.Donnellan, Keith. "Reference and Definite Descriptions" en Schwartz, S.P. /ed) Naming, Necessity and Natural Kinds, N.Y., 1977.

El uso referencial de los enunciados designativos supone que su significado no siempre es constitutivo para nuestro acceso al referente sino un instrumento entre otros para referirnos a ste, sin que ello suponga que ese uso tenga carcter de inmodificable. Tal como lo seala Donnellan:

Hemos visto que cuando una descripcin definida es usada referencialmente se puede decir de un hablante que ha dicho algo sobre algo. Y, al indicar qu es aquello de lo que ste ha dicho algo, no nos hemos de restringir a utilizar la descripcin usada por l o los sinnimos de la misma; podemos referirnos a ello usando cualquier descripcin, nombre, etc. que pueda hacer ese trabajo. Ahora bien, de esto parece resultar un sentido en el que tenemos que ver con la cosa misma y no con la cosa bajo cierta descripcin cuando reproducimos el acto lingstico de un hablante usando una descripcin definida referencialmente.Donnellan, Keith. Op. cit., pp. 64-65.

El referir "a la cosa misma" y no a la cosa "en tanto que cumple con una determinada descripcin" no implica afirmar un acceso inmediato a "la cosa en s", en ningn momento se abandona el presupuesto inamovible de que sin el uso de signos lingsticos o nombres no es posible ninguna referencia, lo que no significa que el significado de las expresiones tenga que ser constitutivo de aquello a que nos referimos mediante ellas.Putman desarrolla esta perspectiva centrado en la formacin de conceptos en las teoras cientficas, a la manera de un modelo privilegiado en el que la preeminencia del significado sobre la referencia aparece con alto grado de plausibilidad. Los conceptos cientficos se introducen discursivamente mediante definiciones ms o menos precisas esto a diferencia de los conceptos que se manejan en el habla cotidiana por lo tanto, resulta evidente que esas definiciones, que constituyen el significado de los trminos, son la va de acceso al referente en cuanto tal. Putman seala que los trminos cientficos son introducidos en el contexto de una teora que los define, precisamente lo que est cuestionando es que esa operacin pueda suponer asimismo las condiciones necesarias y suficientes que tiene que cumplir aquello que se especifique bajo ese contexto:Est fuera de discusin que los cientficos usan los trminos como si los criterios asociados no fueran condiciones necesarias y suficientes sino ms bien caracterizaciones aproximadamente correctas sobre el mundo de entidades independientes de la teora.Putman, Hillary. Mind, Languaje and Reality, Philosophical Papers Bd.2, Cambridge, MA, 1975.Putman apunta desde una perspectiva pragmtica a establecer qu es lo que se pretende hacer cuando se utilizan conceptos cientficos. Esos conceptos designan entidades de las que se supone una existencia independiente de la teora, es decir perteneciente al mundo:

Podemos dar una definicin operativa o un grupo (cluster) de propiedades o lo que sea, pero la intencin nunca es hacer al nombre sinnimo de la descripcin.Ms bien usamos el nombre rgidamente para referirnos a cualquier cosa que comparta la naturaleza que poseen normalmente las cosas que satisfacen la descripcinIdem anterior...

El funcionamiento del lenguaje est bsicamente asentado en la predicacin; en algunos de sus usos especficos se le otorga preeminencia a la designacin, cuya funcin es la de remitir a entidades de las que se supone una existencia extradiscursiva y que han de ser designadas directamente o rgidamente. La designacin rgida no implica una pretensin de alcanzar la cosa en s de modo inmediato o salirse del mbito del lenguaje, sino, antes bien, caracteriza un uso especfico que exige la restriccin del sentido para desplegar sus argumentaciones.La postura de Saul Kripke es una vuelta a las posiciones de Mill, plantea que la identificacin de alguien no es producida por el sentido contextual del nombre, ni por la laxitud de su sentido, sino, por el contrario, por la estabilidad que mantiene todo nombre propio en el universo de variaciones que pueden trastornar los contextos en los que se profiere. Kripke sostiene que los nombres propios carecen de sentido y que refieren y designan rgidamente al referente en todo mundo posible; esa es su condicin de posibilidad: ser nombres propios y no descripciones sometidas a cambios u operacin de falsacin. Su concepcin es que dada la ambigedad e incertidumbre que provoca la identidad-sentido debemos retornar a la seguridad de una identidad-referencia fija e invariable que permanece igual a s misma a lo largo de todos los posibles cambios de sentido que pudieran ocurrir. Al desvincular la referencia del sentido, Kripke se coloca ms all de las dificultades que en este aspecto plantean las teoras de Russell y Searle; pero as como esta perspectiva terica da seguridad acerca de quin estamos hablando, es perturbada por el interrogante de cmo y en razn de qu un nombre le es asignado a alguien en particular.Es decir, si los nombres propios son designadores rgidos, y por lo tanto desvinculados de descripciones finitas que los caracterizan en diferentes contextos o mundos posibles cul es la instancia de asignacin de un nombre a un objeto o a una persona. Segn Kripke, el empleo de un nombre implica acudir a la referencia histrico-causal que ha trasmitido esa referencia de modo no flcido ni evanescente.Pero si en esta instancia de nuestra elaboracin retomamos la postura de Russell o Wittgenstein, asumiendo todas las crticas a que han sido sometidas y, a pesar de que no se identifique el nombre con un conjunto de descripciones de forma definida, debemos aceptar que algn nexo ha de tener ese conjunto de caractersticas para que ese nombre propio, por ejemplo Aristteles, no tenga el mismo rango que un demostrativo o un dectico empleado en la designacin de tal persona como aqul que est ah. Planteo ste que nos obliga a remontarnos a la situacin original, la primera de las designaciones que posibilit la repeticin. La situacin del nombrar primero adquiere una importancia fundamental porque en ella entran en correlacin. El personaje referido, el nombre y el acto en el que se impone la designacin.Esta situacin primigenia necesariamente remite al contexto de significacin, de cdigos, de creencias, en el que aconteci el nombrar. De algn modo cuando nombramos a alguien, si como afirma Kripke acudimos a una referencia lgico causal, la estamos actualizando, aunque no la conozcamos especficamente.El Wittgenstein de las Investigaciones Filosficas seala que nombrar a alguien y preguntarse sobre la verdad de ese enunciado que a l se refiera es investigar la entidad y el valor de las creencias que compartimos con la persona designada. Lo que de algn modo equivale a decir, y sto teniendo en vista la concepcin kripkeana del acto original de nombrar, en el que el nombre refiere el contexto de situacin en el que ocurra y an ocurre (recuperando cdigos y creencias histricas pasadas y a la manera de un complejo palimpsesto, hacerlas presentes al referirnos a ellas) implicando la actualizacin de los criterios de significacin que se pusieron en juego en los sucesivos actos de nombrar. Entonces, lo que hacemos cuando damos y empleamos un nombre es inscribirlo en un contexto de significaciones que estn siempre sujetas a modificacin o rechazo, pero que inevitablemente deben tener el estatuto de presupuestas referidas o relatadas para que la correlacin entre el nombre y lo nombrado pueda constituirse en una designacin. Esto ltimo supone que cuando la pregunta est referida a la identidad, debe no slo ubicarse desde una instancia semntica sino que tambin desde la instancia de la pragmtica del texto en el cual ocurre ese nombre. Arribamos as a un punto de la cuestin en el que el problema consiste en establecer las condiciones de posibilidad discursivas a partir de las cuales en algunas ocurrencias un nombre apunta a una identidad-referencia y en otras slo a una identidad-sentido. Para establecer el modo en que se articulan esas dos instancias en la accin de nombrar, lo que implica preguntarnos de qu manera podemos entender las relaciones que se tienden entre el nombre, su contexto y lo nombrado no recurriendo a las situaciones originales o arquetpicas, teniendo como horizonte inmediato esa tensin entre estos dos polos, es posible sealar que en el acto de proferir un nombre propio se relacionan ambas formas de la identidad y que su distincin emerge en el entramado discursivo a partir de las diversas articulaciones de las diversas formas textuales.En otros trminos, y a modo de sntesis, apuntamos a reflexionar acerca de las relaciones entre el nombre, su contexto y lo nombrado, superando la exigencia de tener que recurrir a genealogas originales o arquetpicas, lo que no implica dejar de suponer un contexto de significacin. La direccin en la que nos estamos colocando considera que en el acto de nombrar se relacionan ambas formas de especificar la identidad y que su distincin emerge de las diversas articulaciones textuales que construyen reflexivamente la identidad del sujeto nombrado, y que no necesita, por lo tanto, de la referencia inmediata. Pero aunque este modo de considerar el nombrar no apele a esa forma de equivalencia exige algn contexto de significacin, una textualidad, es decir, que la significacin producida por la identidad-sentido ejerza funciones de indicacin, para no quedar suspendida en el vaco.El interrogante por la identidad encuentra su respuesta, entonces, en el espacio del texto. Un texto dice algo, sin duda, pero tambin hace algo. Un acontecimiento de escritura nunca se reduce a un querer-decir. Y, con independencia de lo que diga, debe hacer gestos. Estos gestos tienen por funcin producir determinado efecto. La significacin de esa gestualidad deja leer o interpretar a travs del contenido mismo de lo que el texto dice o pretende decir respecto de los enunciados. Los efectos producidos son estructuralmente independientes de la retrica discursiva que acta para persuadir al lector de esto o aquello.Pretendo situar la divisoria de aguas, que nunca puede ser definida de una vez para siempre, que nunca es definitiva: hay textos que exhiben desaforadamente una gestualidad que consiste en presentar, exponer, legalizar y, por supuesto, al hacerlo imponen, autorizan, confieren fuerza de ley a una determinada correspondencia: esto es lo que se quiere decir, o sea correlativamente, es lo que se debe leer, lo que hay que leer y estas son las instrucciones; hay textualidades que previenen que anuncian junto a la enunciacin una clausura de la semiosis, imponen una relacin de identidad-referencia que implica un cierre de la semiosis infinita.Por supuesto que todo ello no implica que consideremos estas textualidades como formas anmalas, ni pseudotextualidades. No estoy estableciendo una valoracin, el punto que me interesa establecer pasa por sealar que estos discursos construyen su sentido a partir de una restriccin que ellos mismos legislan en orden a sus necesidades funcionales. Lo que no significa que sean formas degradadas, sino una modalidad de construccin de saber sobre el mundo; esto ltimo es un modo indirecto, un eufemismo acaso, que seala su incapacidad para ser pensadas como modelo privilegiado de designacin de la verdad.

Mundos posiblesEntre las aproximaciones tericas que se proponen establecer la especificidad distintiva de las ficciones literarias tomando como eje privilegiado el estatuto de la referencia, la perspectiva de los mundos posibles ha generado una vasta y compleja ramificacin de sus aspectos relevantes, as como ha sido objeto de fuertes controversias y del consiguiente rechazo. Este marcado inters acaso pueda explicarse porque la idea de mundos posibles se conecta con la intuicin compartida por los modos de lectura ms difundidos, articulados en torno de la idea de que los textos literarios tienen como referencia mundos especficos con una coherencia propia. La distincin, que contrapone la realidad como elemento dado, estable y uniforme, por una parte, al mundo narrativo ficcional, por otra, no es ms que una variante del paradigma que concibe a la ficcin como un discurso anmalo o incompleto. El linaje de la nocin de mundo posible tiene su punto de partida en la filosofa de Leibniz y ha tenido una profusa descendencia en la teora literaria y en la esttica.En la filosofa de Leibniz el principio de continuidad y el de razn suficiente estn ntimamente relacionados con el de plenitud. Esta plenitud es la consecuencia de su concepcin del mundo de las esencias (o los posibles) y su relacin con las existencias. Leibniz supone que los posibles se caracterizan por su disposicin a existir y que el mundo resultante es aqul en el cual se realiza la serie mxima de posibilidades. Lo que tambin puede ser pensado en los siguientes trminos: todo posible que no sea contradictorio, est destinado a existir; siempre que no haya obstculos a su realizacin todo posible se hace actual es decir siempre que haya una razn suficiente para que se constituya hay un nmero infinito de mundos posibles pero uno slo ha llegado a la existencia. En la concepcin de Leibniz ese mundo es el mejor tanto en sentido moral como metafsico; es decir mejor significa el que es perfecto y tambin el ms pleno. Es como si de entre una infinita cantidad de posibles se constituyera el mundo que fuese efectivamente el ms real. Es necesario sealar que el inters despertado por las teoras ficcionales de los mundos posibles definidos por su posibilidad respecto del real est ntimamente ligado con la crisis de la potica realista y el resquebrajamientro del paradigma rector de la imitacin de la naturaleza.La atencin que reciben actualmente las teoras de los mundos posibles es consecuencia de su uso por parte de la semntica lgica en el tratamiento de los problemas del valor de verdad de los diversos tipos de proposiciones. En la dcada del sesenta, Kripke esboza una direccin terica en la que intenta formular las condiciones de posibilidad de los valores de verdad para los operadores modales de necesidad y posibilidad, en las que el punto de convergencia eran las relaciones de accesibilidad entre el mundo actual y los otros mundos posibles. Esta problemtica no est escindida de los intentos de explicacin de la ficcionalidad desde la semntica lgica o formal, en esta perspectiva los mundos posibles aparecen como una va adecuada para el tratamiento de las condiciones de verdad de las proposiciones ficticias.La cuestin clave de todos estos desarrollos tericos est ya en la filosofa de Leibniz: la concepcin de realidad o mundo actual, en su caracterizacin definida y aproblemtica, sigue siendo el elemento regulador de modo ms o menos manifiesto segn sea el caso, pero siempre imponindose como el modelo desde el cual se explicita todo diseo de los mundos posibles.Esto ltimo tambin alcanza a Lubomr Dolezel, a pesar de que se considera a s mismo como contrario a toda semntica mimtica; en su reflexin los mundos posibles ficcionales son concebidos como construcciones de la actividad textual con total autonoma en relacin con el mundo real. Pero, a pesar de ello, cuando postula la distincin entre dos grandes clases de textos radicalmente diferentes entre s: la de los textos descriptivos y la de los textos constructivos, emerge de modo manifiesto la jerarqua que le otorga al mundo actual en relacin con los mundos posibles ficcionales.

Los textos descriptivos son representaciones del mundo actual, de un mundo existente que es anterior a toda actividad textual; por el contrario los textos constructivos son anteriores a sus mundos; los mundos ficcionales son dependientes y estn determinados por textos constructivos.Dolezel, Lubomr. Mimesis and Possible Worlds, Poetics Today, N 9, pp. 475-496.

La prioridad jerrquica de la realidad efectiva del mundo actual como un a priori necesario con coherencia y estructurado en s mismo es todava ms evidente en el caso de los tres modelos de mundo, verdadero, ficcional verosmil, ficcional no verosmil considerados por Toms Albaladejo. La diferencia entre ellos reside en que el texto tenga como modelo de mundo la realidad efectiva o, por el contrario, que el texto genere uno propio, que ser verosmil si respeta las leyes de estructuracin y funcionamiento de la realidad fctica:

Los modelos de mundo de lo verdadero estn formados por instrucciones que pertenecen al mundo real efectivo, por lo que los referentes que a partir de ellos se obtienen son reales. Los modelos de mundo de lo ficcional verosmil, por su parte, contienen instrucciones que no pertenecen al mundo real efectivo, pero estn construidas de acuerdo con ste; por ltimo, los modelos de mundo de lo ficcional no verosmil los componen instrucciones que no corresponden al mundo real efectivo ni estn establecidas de acuerdo con dicho mundo.Albaladejo, Toms. Semntica de la narracin: la ficcin realista, Madrid, Taurus, 1992. El criterio de distincin que permite establecer esta tipologa radica en el modo en que el texto exhibe la configuracin de su modelo de mundo; si es el de la realidad actual, esa premisa permite asignarle la categora de verdadero, en cambio, si el texto produce una configuracin no verificable en trminos de espacio tiempo ser ficcional, pudiendo ser verosmil o no, de acuerdo con el grado de acatamiento que tenga esa configuracin de las leyes de estructuracin y funcionamiento del mundo real.Con el objeto de establecer el estatuto ontolgico de los objetos ficcionales, Alexander von Meinong distingue entre ser y ser tal. El fundamento de esta diferencia reside en el presupuesto de que la existencia de un objeto no depende de la asignacin de una serie de caractersticas. Es posible, por lo tanto, enunciar proposiciones verdaderas o falsas sobre objetos que no existen. Como por ejemplo Pegaso tiene alas. Este enunciado es falso, puesto que es sabido que el objeto Pegaso tiene entre sus caractersticas la de ser alado, aunque no exista. Esta lnea de pensamiento habilita la posibilidad de conformar predicados denotativos para objetos inexistentes en el mundo actual, pero que s tienen sentido en un mundo definido por la referencia.Meinong plantea que cuando algo puede ser pensado es un objeto y lo es en condiciones de descripcin: A es un objeto si compatibiliza las condiciones de su descripcin en un enunciado gramaticalmente correcto con valor de verdad. Entonces toda descripcin aceptable gramaticalmente y definida por sus trminos designa un objeto.De todos modos, el deslizamiento a la teora literaria de la nocin de mundos posibles, ms all de la cuestin de la dependencia jerrquica con el mundo actual, trae aparejado el riesgo de la confusin sustancialista. Por la puerta, o mejor digamos por la ventana de la teora de los mundos posibles, ingresan las discusiones sobre las propiedades o adecuaciones de tal o cual descripcin de Erdosain o sobre el futuro de Juan Dalman despus del fin del duelo. Ficcin y mundos posibles no pueden ser identificados, ya que hacer depender la especificidad de la ficcin del modelo de mundos posibles es equivalente a creer que los mundos ficcionales existen independientemente del texto, son un inventario abierto dentro del cual el texto elige una posibilidad para desplegarse. Esto no sera ni ms ni menos que una recada en la dicotoma fondo y forma y en la concepcin de sta como un recipiente donde se vierten las variantes de contenido.La ficcin no es el resultado de un encadenamiento de series de proposiciones, es un modo de accin textual cuya verosimilitud y credibilidad no est referida al mundo actual, una puesta en escena, una esceno-grafa, que instaura su propio juego. La cuestin de la referencia de la ficcin no parece poder resolverse constituyendo a la metafsica o a la lgica modal como una especie de metalenguajes rectores, sino apuntando a los diversos regmenes de produccin de sentido.

Captulo IIDe la enunciacinLa teora de los actos de habla de Austin ha servido como punto de partida de una perspectiva pragmtica de definicin de la ficcin. Para Austin las normas del sistema lingstico son la condicin de posibilidad del acto locutivo; el fin del acto de habla es dar cuenta del significado del acto ilocutivo, es decir de la fuerza ilocutiva de una emisin.Explicar la fuerza ilocutiva supone especificar las convenciones que posibilitan la realizacin de los actos ilocutivos, lo que se hace para prometer, jurar, ordenar. De acuerdo con Austin, adems de la emisin de las palabras de un enunciado aseverativo, si se pretende afirmar que el performativo se ha realizado con xito, tienen que ser llevadas a cabo correctamente una serie de otras operaciones, de acuerdo con reglas socialmente establecidas. Austin impone una condicin fundamental para esa realizacin:

Claro est que las palabras deben ser dichas "con seriedad" y tomadas de la misma manera. No es as? Esto, aunque vago, en general es verdadero: constituye un importante lugar comn en toda discusin acerca del sentido de una expresin cualquiera. Es menester que no est bromeando ni escribiendo un poema. Nos sentimos inclinados a pensar que la seriedad de la expresin consiste en que ella sea formulada ya por conveniencia, ya para fines de informacin como (un mero) signo externo y visible de un acto espiritual interno.Austin, John. Cmo hacer cosas con palabras, Buenos Aires, Paids, 1982.Richard Ohmann parte de la postura de Austin para revisar la situacin de los enunciados literarios desde la teora de los actos de habla. Las definiciones locutivas, formalistas, toman como eje el texto; las definiciones perlocutivas, sociolgicas, los efectos del texto; Ohmann, en cambio, apunta a establecer una definicin ilocutiva, es decir qu acto cumple el hacer literario. El primer movimiento de su argumentacin consiste en considerar la obra literaria como un discurso abstrado o separado de sus circunstancias y condiciones que hacen posible los actos ilocutivos; es un discurso, por tanto, que carece de fuerza ilocutiva. Este presupuesto le permite definir el acto del enunciador ficticio como un quasi-acto, es decir un acto ilocutivo sin fuerza de tal:

El acto del escritor es un acto de citar o relatar un discurso[...]El escritor finge relatar un discurso y el lector acepta el fingimiento. De modo especfico el lector construye (imagina) a un hablante y un conjunto de circunstancias que acompaan al "quasi acto de habla" y lo hacen apropiado[...]Su fuerza ilocutiva es mimtica. Por "mimtica quiero decir intencionadamente imitativa, de un modo especfico una obra literaria imita intencionadamente (o relata) una serie de actos de habla que carecen de otro tipo de existenciaOhmann, Richard. "Speech acts and the definition of literature", en Phylosophy and Rhetoric, N4.. Para Searle, en la misma direccin, el ser o no ficcional no depende de propiedades discursivas o textuales sino de la intencionalidad del autor, es decir de la posicin del locutor respecto de su discurso. Desde la perspectiva pragmtico-intencional, Searle pretende delinear la diferencia entre los enunciados ficticios y enunciados serios, para lo que retoma, en el marco de la teora de los actos de habla, la distincin de Austin llamando serios a aquellos enunciados que cumplen una serie de reglas para la realizacin de un acto ilocutivo. Los enunciados ficcionales no cumplen en su realizacin con esas reglas; segn Searle, el emisor de enunciados ficcionales hace "como si" hiciera una asercin: imitando el acto de hacer aserciones, finge que declara, que afirma.En "Firma, acontecimiento, contexto"Derrida, Jacques. "Firma, acontecimiento, contexto" en Mrgenes de la filosofa, Madrid, Ctedra, 1989., Derrida desconstruye la oposicin de Austin entre enunciados serios y enunciados no serios, que ste haba llamado parasitariosEl lenguaje en estas circunstancias, no se usa de una forma especial con seriedad inteligiblemente, sino en un sentido parasitario respecto a su uso normal, un sentido que entra en la doctrina de las degeneraciones del lenguaje. Ob., cit.:Un enunciado performativo podra ser un xito si su formulacin no repitiera un enunciado "codificado" o iterable?, en otras palabras, si la frmula que pronuncia para abrir una sesin, botar un barco o un matrimonio no fuera identificable de alguna manera como "cita".Searle responde a ese artculo para hacer una reafirmacin del planteo de Austin, sealando que la existencia de la forma fingida del acto de habla es dependiente lcitamente de la posibilidad del acto de habla no fingido, del mismo modo que cualquier forma fingida de comportamiento depende de formas no fingidas de comportamiento, y en este sentido las formas fingidas son parasitarias de las no fingidasSearle, John. "Reiterating the Differences: A Reply to Derrida", Glyph, 1977..Searle, para establecer las razones por las que un acto fingido es dependiente de un acto no fingido, afirma que no podra haber promesas hechas por actores en una obra si no existiera la posibilidad de hacer promesas en la vida real. Pero es evidente que se puede plantear la relacin de dependencia tambin en otro sentido, invirtiendo la jerarqua. Si no fuera posible para un personaje de una obra hacer una promesa, no habra promesas en la vida real, ya que lo que hace posible el acto de prometer, como lo seala Austin, es la existencia de un procedimiento convencional, de frmulas que se repiten. Para que se pueda prometer en la vida real, de acuerdo a ello, tiene que haber procedimientos repetibles, como los usados en el escenario. Los enunciados serios son una variante de esa condicin de posibilidad y no la norma cannica. Es decir, el caso cannico de prometer debe ser reconocible como repeticin de un procedimiento convencional, y la interpretacin de un actor en el escenario es un modelo acabado de esa repeticin. La posibilidad de enunciados performativos serios depende de la posibilidad de las actuaciones, porque las performativas dependen de la repetitividad que se manifiesta de modo explcito en las actuaciones. Un enunciado puede ser una secuencia significativa slo si es repetible, slo si se puede repetir en varios contextos serios y no serios, es decir, citados y/o parodiados. La imitacin no es una contingencia que depende de un original sino, antes bien, su condicin de posibilidad. Lo que reconocemos como el estilo original de Borges es tal porque se lo puede citar, imitar y parodiar; para que ese estilo exista tiene que haber caractersticas reconocibles que lo distingan y produzcan sus efectos distintivos, para que sean reconocibles, a su vez, debe ser posible aislarlas en elementos repetibles, entonces esa posibilidad repetible que se manifiesta en la copia, en lo derivado, en lo imitativo es lo que posibilita el original. Habida cuenta de que cualquier performativa seria se puede reproducir de varias maneras y es en s misma una repeticin de un procedimiento convencional, la posibilidad de repeticin no es algo externo que pueda afectar negativamente a las performativas serias. Derrida insiste en que la performativa se estructura desde el principio por su plausibilidad:

Esta plausibilidad forma parte del as llamado caso "regularizado". Es la parte esencial, interna y permanente, y excluir de la propia descripcin lo que el mismo Austin admite que es una posibilidad constante equivale a describir algo distinto del as llamado caso desregularizado.Derrida, Jacques. Limited Inc., Evanston, Northwestern U. P., 1988.La discusin de fondo que emerge en la lectura que Derrida hace de Austin y en su polmica posterior con Searle, atae a la exigencia a la que se ven obligados los tericos de los actos de habla: hacer depender el sentido de un enunciado de la presencia significativa en la conciencia del emisor, en definitiva todo depende de la intencin del hablante.Es posible extender esta problemtica a la distincin entre enunciados serios y enunciados ficcionales, que como hemos visto, Ohmann y Searle hacen depender de un simular o fingir del enunciador el sentido ltimo. En la lectura de Derrida la categora de intencin no desaparece, tiene su lugar pero, desde ese lugar, no puede gobernar toda la escena y todo el sistema de enunciacin. Adems, la oposicin entre enunciados citacionales y enunciados-acontecimientos singulares y originales, deja de ser pertinente, dada la estructura de iteracin, la repeticin de marcas o cadenas de marcas es la condicin de posibilidad de sentido. De igual modo, la especificacin de todas las caractersticas de un contexto que afecta el xito o fracaso de los actos de habla queda cuestionada, si bien no se puede especificar ningn significado fuera de su contexto, no hay ningn contexto que permita su saturacin.De lo anterior se desprende que el criterio de diferenciacin construido a partir de la teora de los actos de habla, la nocin de simulacin o fingimiento, no es pertinente, puesto que slo funciona como una forma de restriccin. Esto ltimo tambin alcanza a las correcciones a la tesis de Searle que Genette, sin apartarse de la perspectiva de una lgica de cuo pragmtico, ha marcado en Ficcin y diccinGenette, Gerard. Barcelona, Lumen, 1993., para establecer el estatuto de la ficcin. Genette parte del presupuesto de que los actos ilocutivos de los personajes de ficcin son verdaderos en toda su fuerza ilocutiva, se plantea, entonces, la cuestin acerca de qu ocurre con los actos constitutivos del contexto en que se producen, es decir con los actos de habla del autor. Genette para cumplir con su propsito debe llevar a cabo un recorte, deja de lado la ficcin en primera persona o los relatos homodiegticos cuyos actos ilocutivos son los del narrador-personaje. En la narracin heterodiegtica, en cambio, no hay marcas que permitan establecer el origen del acto ilocutorio. Para Genette afirmar que los enunciados de ficcin son aseveraciones fingidas, de acuerdo con Searle, no excluye que ellos sean al mismo tiempo actos de habla indirectos que tienen por funcin producir una ficcin; los considera como formas de ofrecimiento a participar en un mundo ficcional: Imaginen conmigo que haba una vez un hombre escribiendo un artculo para una revista literaria que... sta sera una descripcin ms o menos adecuada del acto de ficcin declarado; pero tambin es habitual que este ofrecimiento pueda estar implcito y no ser declarado, se da culturalmente por adquirido y el acto de ficcin toma la forma de una declaracin. Las declaraciones son actos de habla por los que el enunciador, que se haya investido de un poder, ejerce esa accin sobre la realidad. Este poder tiene carcter institucional como cuando un sacerdote dice "os declaro marido y mujer". Segn Genette, hay en el autor de ficcin un acto ilocucionario declarativo del tipo "hgase", en virtud de un poder creativo demi-dirgico. La convencin literaria permite al autor poner en acto las secuencias discursivas ficcionales sin solicitar acuerdo del lector precisamente por este a priori: el derecho al hacer, al producir, al hgase.De lo anterior es posible deducir las dificultades y condicionamientos que supone la teora de los actos de habla como paradigma para especificar la ficcionalidad; sus limitaciones se ponen de manifiesto especialmente porque las reglas y convenciones de asercin que sirven para distinguir los usos serios de los no serios suponen un reduccionismo del concepto mismo de lo verdadero. En toda comunicacin, los participantes no se adscriben de modo radical a la verdad o no verdad de un enunciado; aparecen los matices de la opinin, la creencia, la conviccin, la adhesin. Adems, y vinculado estrechamente con lo anterior, el concepto mismo de comunicacin y situacin comunicativa es muy distinto en la pragmtica conversacional que en las narraciones ficcionales. La concepcin que esa corriente terica tiene del sujeto hablante y de la situacin actual "en presencia" del discurso que concibe, se adapta con dificultad a la narracin ficcional, que es estructuralmente una experiencia en ausencia. En la narrativa ficcional participan la distancia, la parodia, la irona y el intertexto de modo tal que interfieren hasta hacer imposible la determinacin unvoca de la performatividad.Del mismo modo, en relacin con la capacidad figurativa del lenguaje ficcional, la teora de los actos de habla sobreimpone restricciones y mandatos que reducen la actividad a una mascarada evidente y burda, sin contemplar que las narraciones ficcionales, en particular las literarias, han tematizado la problematizacin de los roles que se intenta circunscribir quirrgicamente. La teora de los actos de habla pretende definir la especificidad de la ficcin como dependiente de actos pragmticos que son pensados como un fenmeno de estatuto lgico-lingstico, es decir la ficcin aparece como una secundariedad lgica.Rosa, Nicols. El arte del olvido, Buenos Aires, Puntosur, 1990.LandwehrLandwehr,J. Text und Fiction, Mnchen, 1995. establece una distincin entre "ficticio" y "ficcional". "Ficticios" son todos aquellos objetos y hechos cuya entidad es modificada intencionalmente, es decir, alguien le atribuye una modalidad distinta de la que tiene vigencia en un determinado mbito cultural. "Ficcionalidad" refiere la relacin del enunciado con los elementos constitutivos de la situacin comunicativa: enunciador, enunciatarios y mbitos de referencia, a condicin de que al menos uno de estos elementos sea ficticio, es decir intencionalmente modificado en su entidad normal.Los enunciados ficcionales, reconoce Landwehr, no tienen marcas semnticas o sintcticas que permitan distinguirlos como tales. Cualquier enunciado y cualquier forma de actualizacin puede ficcionalizarse si uno de los componentes de la situacin comunicativa es ficticio. La ficcionalidad es para Landwehr una magnitud relacional ligada a la actualizacin de enunciados en una situacin comunicativa en la que uno de los constituyentes ha sido intencionalmente modificado por el enunciador. La ficcionalidad es, pues, una categora que se constituye pragmticamente. Para Landwehr, igual que en Searle y en Ohmann, la especificidad de la ficcin depende de la intencionalidad de un sujeto que la configura en una actitud consciente y voluntaria.Sin salir del marco de la teora de los actos de habla, la revisin de algunas variantes discursivas permiten dar cuenta de las limitaciones de su propuesta de caracterizacin de la ficcionalidad. Austin seala que para que un acto de habla sea serio se deben cumplir las siguientes condiciones:A.1) Tiene que haber un procedimiento convencional aceptado que posea cierto efecto convencional, dicho procedimiento debe incluir la emisin de ciertas palabras por parte de ciertas personas en ciertas circunstancias. Adems,A.2) en un caso dado, las personas y circunstancias particulares deben ser las apropiadas para recurrir al procedimiento particular que se emplea.B.1) El procedimiento debe llevarse a cabo por todos los participantes en forma correcta y B.2) en todos sus pasos.T.1) En aquellos casos en que, como sucede a menudo, el procedimiento requiere que quienes lo usan tengan ciertos pensamientos o sentimientos, o est dirigido a que sobrevenga cierta conducta correspondiente de algn participante, entonces quien participa en l y recurre as al procedimiento debe tener en los hechos tales pensamientos o sentimientos, o los participantes deben estar animados por el propsito de conducirse de la manera adecuada, y, adems,T.2) los participantes tienen que comportarse efectivamente as en su oportunidad.Ob. cit.

Pero estas afirmaciones se tornan paradjicas frente a algunas situaciones. Desde su asuncin como presidente de la Repblica Argentina, Carlos Sal Menem, de acuerdo con la Constitucin vigente, todos los 1 de mayo se ha hecho presente en el Congreso de la Nacin, en su carcter de Jefe del Poder Ejecutivo, para leer ante la Asamblea Legislativa, en la que participan ambas cmaras, la de senadores y la de diputados nacionales, su mensaje de apertura de las sesiones ordinarias. Tras la lectura del mensaje del 1 de mayo de 1996, el diputado opositor Carlos lvarez hizo una serie de crticas al discurso del primer mandatario, en la que sealaba las contradicciones entre su exposicin y los problemas de la realidad social del pas. Preguntado, en esa oportunidad, por si haba alguna cuestin que consideraba positiva, dijo, no sin irona, que desde que Gustavo Bliz no redactaba los discursos presidenciales, stos eran considerablemente ms breves.No cabe ninguna duda que de acuerdo a los requerimientos de Austin, el discurso del presidente Menem cumple con todas las exigencias para ser tomado como un acto de habla serio, tanto por el marco institucional como por su calidad de emisor; as lo entiende el receptor Carlos lvarez, que somete sus dichos a una minuciosa crtica, pero ese mismo receptor que ha tomado el discurso con toda seriedad, no ignora que el autor de los anteriores mensajes ha sido Gustavo Bliz, sustituido esta vez por otro amanuense. Entonces: quin est fingiendo?, lo que ha hecho Carlos Menem es realmente imitar mimticamente a Gustavo Bliz antes y ahora a otro escriba?, en cuyo caso est llevando a cabo una actuacin no seria y por lo tanto parasitaria y ficcional. La circunstancia de que sea de pblico conocimiento que la redaccin de los discursos presidenciales sea obra de otra persona, no le ha quitado en absoluto a su acto efectividad institucional. De todos modos, la separacin asptica entre actos de habla fingidos y no serios queda seriamente cuestionada en el ejemplo citado, que es extensible a todos los casos de escritores fantasma, un sujeto fcticamente escribe y otro se hace cargo de la autora, y todo ello no como parte de una actuacin teatral.Tampoco la teora de los actos de habla parece poder dar cuenta de la escritura en colaboracin, que por sus caractersticas distintivas problematiza el dogma del autor nico.Para este tema ver Lafon, Michel. "Una escritura Atpica: la escritura en colaboracin", en Actas II Jornadas Rioplatenses, Instituto de Literatura Hispanoamericana, en prensa.En los ltimos aos, motivado por el cruce de diversos discursos, el periodstico, el antropolgico, el histrico, entre otros, ha surgido un gnero discursivo, el testimonio, que se presenta como garanta de verdad de los sucesos y procesos sociales que expone. La sola cita de un prrafo de la "Introduccin" de Biografa de un cimarrn de Miguel Barnet Barnet, Miguel. Biografa de un cimarrn, Buenos Aires, Cedal, 1977., texto cannico del gnero, da cuenta de las aporas de la pragmtica de los actos de habla en torno de la cuestin de la ficcionalidad:

La historia aparece porque es la vida de un hombre que pasa por ella. En todo el relato se podr apreciar que hemos tenido que parafrasear mucho de lo que l nos contaba. De haber copiado fielmente los giros de su lenguaje, el libro se habra hecho difcil de comprender y en exceso reiterante, sin embargo, influimos cuidadosos en extremo al conservar la sintaxis cuando no se repeta en cada pgina. Sabemos que poner a hablar a un informante es, en cierta medida, hacer literatura. Pero no intentamos nosotros crear un documento literario, una novela.

El imperativo de corregir la voz del entrevistado, el ex-esclavo cimarrn Esteban Montejo, para que su discurso tenga mayor comprensin y fluidez, lo lleva a cabo Miguel Barnet, el entrevistador, "copiando fielmente los giros de su lenguaje". Es decir: fingiendo mimticamente, procedimiento propio de la potica realista. La constancia explcita de esa intervencin apunta a legalizar el artificio confesndolo. Acaso Searle considerara serio el procedimiento, puesto que Barnet no finge que finge, a pesar de que es un artificio literario el que le otorga a la narracin la validez de su literalidad, de su verdad designativa. Ver apndice I La verdad (co)rregida del testimonio. (Ver apndice La verdad (co)rregida del testimonio)De los cuestionamientos que se desprenden al revisar las propuestas de la pragmtica de los actos de habla acerca de la ficcin, a modo de corolario, sealar dos que considero incontrastables: en primer lugar, el que surge de la lectura derridiana, lo cual produce un desplazamiento de la jerarqua impuesta de actos serios y no serios, por la consideracin de la estructura iterativa de marcas como la condicin de posibilidad de todos los enunciados y, luego, que la instauracin del discurso en el que se engendra el sujeto de la enunciacin, es consubstancial a la ficcin y, por ende, sta se inscribe como dato primario y no como forma posterior a la existencia de la realidad.Rosa, Nicols. Ob. cit.La escisin constitutiva que se da entre el sujeto de la enunciacin agente de un acto situado e irrepetible que se produce por la puesta en juego de una estructura de marcas iterativas y, el sujeto del enunciado, en el caso de la escritura instancia de la letra, por lo tanto re-enunciable en contextos intrnsecamente diferentes en cada oportunidad, que en ningn caso, afirmacin absoluta, se recubren ni pueden ser considerados idnticos ni tampoco co-referenciales, obliga a descartar la va pragmtica para distinguir, o segregar, enunciados considerados no serios o ficcionales como variante parasitaria.Por una parte, dada la estructura de iteracin, la intencin que anima toda enunciacin no estar nunca presente totalmente a s misma y a su contenido; y, por otra, la diferencia y la brecha entre los sujetos de la enunciacin y del enunciado, el recurso de apelar a la teleologa de una conciencia que controle los efectos sistemticos del lenguaje y asegure la literalidad ostensiva, revela una exigencia dogmtica de discriminacin que tiene por objeto institucionalizar la clausura de sentido como requisito para enunciar la verdad.

Captulo IIIDe la narracinLa narratividad se caracteriza, ms all de la multiplicidad, acaso inabarcable de sus manifestaciones, por su rasgo distintivo de universalidad; no hay cultura alguna, ni sociedad ni pueblo, por distante que sea su localizacin geogrfica y por excntricas que parezcan sus tradiciones, que no disponga de un corpus de narraciones para constituir y difundir los saberes tanto acerca de s mismos como del mundo conocido o desconocido.Plantear la cuestin de la naturaleza de la narracin es suscitar la reflexin sobre la naturaleza misma de la cultura y, posiblemente, incluso sobre la naturaleza de la propia humanidad. Es tan natural el impulso a narrar, tan inevitable la forma narracin de cualquier relato sobre cmo sucedieron realmente las cosas, que la narratividad slo podra parecer problemtica en una cultura en la que estuviese ausente. White, Hayden. El contenido de la forma, Barcelona, Paids, 1992.La capacidad narrativa puede ser pensada, a partir de ello, como una modalidad privilegiada de la referencia. Pero mientras que la funcin designativa del lenguaje refiere a objetos o sujetos en