la herencia kantiana

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LA HERENCIA KANTIANA La visión más cómoda de la que podemos partir para acercarnos al ámbito filosófico de primeros del XIX es sin duda desde la obra de Kant. Pasar por Kant no significa necesariamente que nos venga a la memoria que éste hizo uno de los mayores esfuerzos por sustraer lo más valioso del empirismo y del racionalismo y unirlos bajo el rótulo de idealismo trascendental o que fuera por antonomasia el filósofo más moderno e ilustrado de la época. Aunque no sean del todo falsos estos argumentos distan bastante de la realidad el que con frecuencia se suela etiquetar la filosofía kantiana como una síntesis en la que convergen sin dificultad empirismo y racionalismo. Ahora bien, si le otorgamos a “síntesis” un sentido más próximo hacia el vocabulario hegeliano el argumento es mucho más cogente y persuasivo: síntesis de racionalismo y empirismo entendida como la actividad de incorporación de originalidad kantiana de manera que trasciende a los elementos mismos. Para comenzar, cada sistema de creencias, aquello que podemos llamar cosmovisión tiene su momento, y el de Kant también lo tubo. Con esto se pone de relieve que la articulación de su idealismo trascendental dista de ser arbitrario y debe mucho tanto al contexto histórico como al filosófico. Descartes motiva la toma de consciencia en una situación histórica de revueltas, donde parece que ningún sistema anterior politico-ideológico ha dado seguridad ni certeza, por ello debe de empezar a replantearse las bases de lo que consideramos conocimiento. El problema cardinal que abarca la filosofía moderna será de calibre epistémico. Con Descartes comienza una nueva forma de mirar, y se abre paso una nueva concepción epistémica: el idealismo. En una menor o mayor medida toda la filosofía moderna partirá de las bases de un paradigma idealista: mantiene que el conocimiento de la realidad (objeto) no es independiente del sujeto cognoscente. Hasta el momento había primado el realismo, la tesis opuesta, que establecía que todo el peso del conocimiento recaía en el objeto, en la realidad, como si entrañase un valor sacrosanto y el sujeto por tanto debía de esforzarse al máximo por intentar desvelar sus secretos. El papel que juega el sujeto en el paradigma realista es nulo, se limita a estudiar lo que tiene o ve ante sus ojos. El idealismo trunca con esto al darle papel al sujeto, ya que él interfiere en el proceso del conocimiento. Kant obviamente es heredero de estos problemas, como también de las respuestas que abarcan las dos escuelas “antagónicas”, racionalismo y empirismo. Cronológicamente Kant se formó bajo las enseñanzas de Wolff sobre Leibniz, pero el contacto que tubo con los empiristas británicos: Locke y Hume le hicieron despertar del sueño dogmático. Por otra parte, el interés de Kant por comprender el universo hace que se incline hacia el estudio de las ciencias naturales, en la época agrupadas bajo el nombre Ciences de la vie, es por ello que fija su atención en los escritos y las investigaciones de la físico-matemática de Newton. Kant comienza la aventura del pensamiento motivado por problemas epistémicos, y más interesado

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El legado de Kant nos deja un mundo complejo, bifurcado entre razón y sensibilidad, naturaleza y libertad. Los románticos, todos formados en el kantismo propondrán nuevas soluciones para realizar la insidiosa síntesis

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Page 1: La herencia kantiana

LA HERENCIA KANTIANA

La visión más cómoda de la que podemos partir para acercarnos al ámbito filosófico de primeros

del XIX es sin duda desde la obra de Kant. Pasar por Kant no significa necesariamente que nos

venga a la memoria que éste hizo uno de los mayores esfuerzos por sustraer lo más valioso del

empirismo y del racionalismo y unirlos bajo el rótulo de idealismo trascendental o que fuera por

antonomasia el filósofo más moderno e ilustrado de la época. Aunque no sean del todo falsos estos

argumentos distan bastante de la realidad el que con frecuencia se suela etiquetar la filosofía

kantiana como una síntesis en la que convergen sin dificultad empirismo y racionalismo. Ahora

bien, si le otorgamos a “síntesis” un sentido más próximo hacia el vocabulario hegeliano el

argumento es mucho más cogente y persuasivo: síntesis de racionalismo y empirismo entendida

como la actividad de incorporación de originalidad kantiana de manera que trasciende a los

elementos mismos.

Para comenzar, cada sistema de creencias, aquello que podemos llamar cosmovisión tiene su

momento, y el de Kant también lo tubo. Con esto se pone de relieve que la articulación de su

idealismo trascendental dista de ser arbitrario y debe mucho tanto al contexto histórico como al

filosófico. Descartes motiva la toma de consciencia en una situación histórica de revueltas, donde

parece que ningún sistema anterior politico-ideológico ha dado seguridad ni certeza, por ello debe

de empezar a replantearse las bases de lo que consideramos conocimiento. El problema cardinal que

abarca la filosofía moderna será de calibre epistémico. Con Descartes comienza una nueva forma de

mirar, y se abre paso una nueva concepción epistémica: el idealismo. En una menor o mayor

medida toda la filosofía moderna partirá de las bases de un paradigma idealista: mantiene que el

conocimiento de la realidad (objeto) no es independiente del sujeto cognoscente. Hasta el momento

había primado el realismo, la tesis opuesta, que establecía que todo el peso del conocimiento recaía

en el objeto, en la realidad, como si entrañase un valor sacrosanto y el sujeto por tanto debía de

esforzarse al máximo por intentar desvelar sus secretos. El papel que juega el sujeto en el

paradigma realista es nulo, se limita a estudiar lo que tiene o ve ante sus ojos. El idealismo trunca

con esto al darle papel al sujeto, ya que él interfiere en el proceso del conocimiento. Kant

obviamente es heredero de estos problemas, como también de las respuestas que abarcan las dos

escuelas “antagónicas”, racionalismo y empirismo. Cronológicamente Kant se formó bajo las

enseñanzas de Wolff sobre Leibniz, pero el contacto que tubo con los empiristas británicos: Locke y

Hume le hicieron despertar del sueño dogmático. Por otra parte, el interés de Kant por comprender

el universo hace que se incline hacia el estudio de las ciencias naturales, en la época agrupadas bajo

el nombre Ciences de la vie, es por ello que fija su atención en los escritos y las investigaciones de

la físico-matemática de Newton.

Kant comienza la aventura del pensamiento motivado por problemas epistémicos, y más interesado

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en la calidad que en la cantidad, el ideal de sabio de la antigüedad queda ya como un punto más en

la historia. La pretensión de Kant no es por lo tanto elaborar un nuevo sistema filosófico, sino

establecer el fundamento y los límites de lo que la razón puede afirmar con certidumbre.

El centro neurálgico donde queda desarrollada la filosofía kantiana es en las tres críticas. Es a partir

de 1770 cuando Kant tiene asegurada la cátedra de metafísica y lógica en la universidad de su

ciudad, Königsberg que le garantiza el sustento y ello le permite comenzar con comodidad a

dedicarse con esmero a la filosofía. De la pregunta inicial ¿qué es el hombre? se ramifican otras tres

que dan origen a la temática de las críticas. De la primera de ellas ¿qué puedo conocer? florece la

primera crítica. La primera tarea de la primera de las críticas es preguntarse: ¿qué puedo conocer

con necesidad y universalidad?, en esta restricción, necesario y universal podemos observar lo

deudora que es esta pregunta del cuerpo teórico científico. La importancia que tiene esta obra

resultará decisiva dentro de la época moderna ya que aunque no despeje todas las dudas acerca del

conocimiento, se plantea con conciencia plena la problemática relación sujeto-objeto en el proceso

del conocimiento.

Por tanto Kant intentará ver si es posible emular la manera de proceder de la ciencia, donde existe

avance y certidumbre y extrapolarla al campo de la filosofía, de la metafísica, pero de la metafísica

entendida como una ciencia acerca de los principios que hacen posible el conocimiento de las cosas;

de las posibilidades de conocimiento1. Por metafísica también se refiere Kant como la filosofía

primera, tanto por su larga tradición histórica como por la inclinación natural que tienen todos los

individuos para cuestionar cosas trascendentales. En Kant, la metafísica debe ser . Las expectativas

que tiene la Crítica de la razón pura no dejan indiferente a nadie, ya que parece que por fin pueden

esclarecerse las cuestiones acerca de las bases de la metafísica y del agente encargado de

desarrollarla, si pertenece al ámbito de la razón pura, vacía de toda experiencia, o no. Para tratar

este tema Kant se remonta a las cuestiones epistémicas fundamentales: cómo conoce el ser humano.

En la introducción de la Crítica ya se vislumbra que la aportación de Kant hacia la epistemología

moderna es revolucionaria. “No hay duda de que todo nuestro conocimiento comienza con la

experiencia... Pero aunque todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, no por eso

procede todo él de la experiencia”2. Aquí Kant ya está estableciendo una restricción, y es que

coincide con la tradición empirista en que, para que algo se considere conocimiento (algo que se

puede estudiar, tomar datos, investigar... etc) ha de tener su origen en la experiencia, es decir, un

dato exterior que impresione a los sentidos, esto lo recoge la facultad de la sensibilidad. Ahora

bien, pero al aclarar que no todo depende de la experiencia pone en boga la acción de otras

facultades que son decisivas por la interacción en el ejercicio del conocimiento, esta facultad es la

del entendimiento y la imaginación, sin la cual el objeto no sería pensado. La síntesis que realizan

1 X.Zubiri, Cinco lecciones de filosofía, Madrid: Alianza Editorial, 1985 p.702 I.Kant, Crítica de la razón pura, Madrid: Turus, 2010 pp 27-28

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ambas facultades permiten dar existencia al objeto en cuanto que fenómeno, es decir, la cosa-para-

mí. El hombre no puede conocer la realidad sino a través de sus propios marcos receptores y

ordenadores, por lo que, “para él”, el conocimiento del mundo fenoménico, del mundo tal como se

nos aparece es el resultado de la aplicación de ciertas condiciones epistémicas (las formas puras de

la sensibilidad y categorías o conceptos puros del entendimiento) a la “materia bruta” de nuestras

percepciones. En este punto es donde se ensalza el papel del sujeto, el hombre, dentro del proceso

de conocimiento, pues es gracias a sus categorías que subsumen al objeto para que pueda

presentarse como objeto de conocimiento. La importancia de estos esquemas conceptuales si

suponemos que son condición de posibilidad de todo conocimiento entonces son necesariamente

universalizantes y comunes a todos los hombres.

La articulación de este sistema de conocimiento supone renegar de la metafísica, apartarla de las

pretensiones de ser una ciencia, ya que cadece de objeto propio. Los grandes temas de la metafísica:

la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y la libertad no tienen materia propia de

conocimiento, no operan con ningún dato, y obstaculiza cualquier intento por conocer su materia

bajo el dictamen de la razón vacía de la experiencia. La metafísica pues se plantea como una

ilusión, inoperable para ejecutar juicios sintéticos a priori. Pero no todo resulta ser tan negativo.

Aunque, no se pueda avanzar en el conocimiento de la metafísica porque no hay objeto propio del

cual podamos conocer, si lo podemos pensar, en el estatuto de ideas. Para Kant, las ideas son

conceptos que no son adecuadamente subsumibles por las categorías. Las ideas de la razón teórica

son exigencias del intelecto humano que aspira a “lo incondicionado” o a la “totalidad” de las

condiciones de representación.

Finalmente, la Crítica de la Razón pura ha alcanzado sus objetivos, ya que ante la pregunta ¿Qué

puedo conocer? Con necesidad y universalidad (aunque no se exime en dificultad), es aquello que

tenga objeto, el dato que nos proporcione la experiencia.

Antes de comenzar a tratar las influencias que ejerció Kant en la filosofía posterior es pertinente

señalar que aunque fuera en Alemania donde más se acogió la doctrina kantiana no todo se redujo a

él. Otros factores fueron decisivos, y es en idealismo alemán donde más se ha hecho ver. La

peculiar situación político-social de Alemania jugó su papel: a principios de siglo XIX estaba

atrasada económicamente, el proceso de industrialización comenzó más tarde. A eso tendría que

sumarse la división de estados que la componían y tenemos un ambiente de descontento, donde se

sueña, se fantasea y se piensa otra posible forma de nación.

Tras la obra de Kant, el idealismo tomó un giro vertiginoso y radical que Kant no pudo preveer. Y

es que parece paradójico que, tras la conclusión de la Crítica de la razón pura donde la

especulación reflexiva se considera metafísica consumada, florezca uno de los mayores sistemas

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metafísicos de la historia: el idealismo alemán. Comprender el alcance que tubo la obra de Kant y

las diversas exégesis y apropiaciones que se hicieron de ella los movimientos filosóficos posteriores

es un punto fundamental que ayuda a entender la filosofía posterior.

Aunque Kant rechazó abiertamente en vida los que pretendían ser sus herederos, como es el caso de

Fichte y su intento de mejorar la filosofía crítica, no hay duda de que contra su voluntad, los tuvo.

Es el caso de Fichte, Schiller, Schelling, Hegel que fundarán el idealismo alemán. Por otra parte,

también con influencia epistémica se encuentran los casos de Comte y Husserl. El principal

representante del positivismo fue Agust Comte y en su carta de presentación se declaraba como

<<un kantiano>>. Bajo el lema “saber para prever, prever para proveer” el positivismo hizo

público la incapacidad de la metafísica para establecer conocimiento, solo aquello de lo que el ser

humano puede establecer conocimiento ha de remitirse a los hechos que se muestran en la

percepción. A finales de s.XIX bajo el lema <<volver a Kant>> entraron en escena las escuelas

neokantianas, como la de Marburgo, donde culminó con la elaboración del método fenomenológico

de Husserl. Este método, inspirado en Kant ofrece importantes variaciones, al darle valor a la

conciencia en el proceso del conocimiento.

El movimiento romántico conecta directamente con Kant a través de La Crítica del Juicio, escrita

en 1790 fue una de las obras más estudiadas por los artistas y filósofos románticos. Kant se planteó

el problema estético años antes con la publicación de Observaciones sobre el sentimiento de lo

bello y lo sublime, pero hasta 1787 no pensó seriamente en la posibilidad de construir una estética

como ciencia. En la Crítica del juicio Kant modifica una perspectiva estética centrada en el objeto

hacia una estética centrada en el juego de sentimientos del sujeto. La importancia de esta Crítica es

doble: primero, que en ninguna otra crítica se abordaba el sentimiento y el placer estético que

acompaña a nuestro sentimiento de las cosas. Lo bello por antonomasia era la naturaleza y se

caracteriza por una perspectiva de finalidad y libertad, algo que en la primera crítica se negaba y en

la segunda relegaba a lo suprasensible. La segunda observación es que con la publicación de esta

obra ayudó a afirmarse de manera rotunda la legitimación de la estética como una rama componente

de la filosofía.