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Actas de las I Jornadas Prebendado PachecoTRANSCRIPT
La historia en activo: Actas de las I Jornadas <(Prebendado Pacheco)>
de Investigación Histórica
Roberto González Zalacain (Coord.)
Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Tegueste
LA HISTORL4 EN ACflVO
Titulo I!J historia en activo: .fletas de las 1 Jornadas <<Prebendado Pacheco)) de Investigación Histórica
Edita: Concejalía de Educación y Cultura llustre Ayuntamiento de la Villa.de Tegueste
Coordina la edici6n: . Roberto ·González Zalacain
bnpdm~ . Litomaype, S.L. C/. Doctor Zamenhof, 34 . 38204 La Laguna - Tenerife
Dep6sito Legal: TE 213/2007
LS.B.N.: 84-930723-4-6
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PArnECO>> DE lNvE.rnGAaóN HlSTÓRICA
, INDICE
Remedios de León Santana Presentación................................................................................................................................................. 5
Juan Manuel Bello León Introducción................................................................................................................................................. 7
Prehistoria e Historiografia
~ Esther Chávez Alvarez, Francisco Pérez Caamaño, Elena ez González, Javier Soler Segura, Amaya Goñi Quinteiro, y Antonio Tejera Gaspar Propuesta de categorización arqueológica de los yacimientos aborígenes de la comarca isorana (I'enerift) ........... 11
José A. Afonso Vargas Aplicaciones de la Microscopía Analítica a la investigación arqueológica de las Islas Canarias:jitolitos y almidones en la reconstrucción de las pautas alimenticias de época aborigen e histórica ........ ......... .................. ................. 31
José Antonio García de Ara Elías Sen-a Ráfolsy las reseñas bibliográficas en la Revista de Historia de Canarias.................................... 43
El Antiguo Régimen
Roberto González Zalacain Familia y análisis histórico ......... ............ ........... .......... ............... ... .... ..... ... .......... ......... .............. ......... ......... 59
Francisco Báez Hernández Algunas consideraciones sobre la población de la comarca de T egues/e a lo largo del siglo XVI.......................... 71
Mariano Gambín García Instituciones jurídico políticas en Tenerife tras la conquista............................................................................ 81
Miguel Ángel Gómez Gómez LA industria del agua: molinos, sie"as y batanes .......................................................................................... 93
Reyes Amador Amador Aproximación al estudio de las fuentes documentales para la historia del arte: los archivos familiares .... ....... .. 109
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LA HI.ITORIA EN ACJ1VO
Canarias Contemporánea
Jesús de Felipe Redondo Republicanismo y movimiento obrero en Canarias (18 60-1914 ). U na aproximación a la aparición del trab"!}ador como sJ!ieto político .................................................................................................................. ~.................... 123
Jorge Sánchez Morales La. conflictividad comunal en Canarias. nuevas aportaciones teóricas.............................................................. 135
Blanca Divassón Mendívil La construcción de la identidad política de pueblo durante la revolución democrática de 1868 en T enerift ....... 143
Victoria Heredero Gazcueña La educación popular y el imaginario moderno. Tendencias recientes en Historia de la Educación ............... .... 155
Raquel -pérez Brito La creatividad en la investigación histórica.................................................................................................... 165
Roberto González Zalacain Conclusiones de las Jornadas ..... ... ........ ........................ ........... ..................... .......... .....•.................... ............ 17·5
Programa de las I Jornadas Prebendado Pacheco de Investigación Histórica: la Historia en Activo ..... ..... ... 181
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ACTAS DE LAS] joRNADAS «PREBENDADO PAaiECOJ> DE lNvEsnGAOÓN HisTóRICA
PRESENTACIÓN
El .Área de Educación y Cultura del Ayuntamiento de la Villa de Tegueste, ha centrado su labor
gestora en la creación y fomento de proyectos que posibiliten, a la totalidad de nuestra ciudadanía,
independientemente de la edad, nivel de estudios, status social, etc., el acceso a actividades que provean
de nuevos conocimientos, incentiven el pensamiento crítico y permitan disfrutar de un tiempo de ocio
de forma amena y distendida.
Dentro de este marco conceptual y siguiendo esta línea de actuación desarrollamos actividades
en todos los barrios de Tegueste, centrados fundamentalmente en los distintos centros culturales donde
se llevan a cabo cursos y talleres de muy diversa índole a lo largo de todo el año.
También, son fruto de esta filosofía de trabajo, la Sala de Exposiciones Prebendado Pacheco,
uno de los entornos culturales más entrañables de la villa, ya que sirvió de ubicación ·a la primera
escuela del municipio. En ella, podemos acercarnos a muestras artísticas de fotografía, pintura, escultura,
maquetismo ... , así como, conocer las nuevas tecnologías o la multitud de trabajos fruto de los Concursos -
Escolares (Día del Libro, Nacimientos y Postales Navideñas ... ), en los que participa el alumnado de
los Centros de Infantil y Primaria e Instituto del municipio. Asimismo, la Escuela de Música <<Fermín
Cedrés», la Biblioteca Pública, el Archivo Municipal o el Teatro «Príncipe Felipe>>, entre otros, ponen a
disposición de los usuarios espacios de aprendizaje y de disfrute de la Cultura . ..
En un municipio donde contamos con medio millar de universitarios y universitarias, que cursan
sus estudios tanto en nuestra región como en la península e incluso en el extranjero, nos hemos fijado
un objetivo: contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a que sus inquietudes formativas también
tengan respuesta dentro de los límites geográficos de nuestro pueblo. De ahí, la celebración de sucesivas
ediciones de la Universidad de Otoño, cuyos cursos se respaldan con créditos de libre configuración y
suponen una amplia y variada oferta temática, al igual que la organización y desarrollo de Jornadas
como las que ahora nos ocupan, así como otras relacionadas con diferentes ámbitos de conocimiento.
Las I Jornadas «Prebendado Pacheco» de Investigación Histórica: La Historia en Activo, han
significado para el Ayuntamiento de Tegueste la concreción y expresión pública de un interés que
siempre ha estado latente en las manifestaciones culturales y sociales de nuestro pueblo. Con ellas,
además, se ha querido dar apoyo a aquellos jóvenes investigadores que, aún teniendo mucho que
comunicar, no han logrado tener un foro amplio donde hacerlo. Los diferentes puntos de vista y los
distintos campos de trabajo han conferido a estas jornadas úna amplitud que _enriquece el conocimiento
global y «diacrónico» de la investigación histórica en Tenerife.
La publicación que tiene en sus manos, recoge los trabajos presentados en estas jornadas y
quiere ser una referencia para las presentes y futuras líneas de investigación que se desarrollen en
nuestra isla, ya sea para profundizar en el conocimiento de este u otros territorios, porque todos ellos
conforman los cimientos sobre los que se construye nuestra realidad actual. Somos fruto de lo acontecido
a lo largo de cientos de años.
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LA HISTORIA EN ACJWO
. Finalmente, queremos agradecer al Vicerrectorado de Extensión Universitaria, en la persona del
Vicárrector Cándido Román Cervantes, por el apoyo dado y la acreditación académica que se ha otorgado
a estas Jornadas; al Departamento de Historia por respaldar desde el inicio este proyecto tan ilusionante
para nosotros; a los profesores Juan Francisco Navarro Mederos, Miguel Ángel Cabrera Acosta y Juan
Manuel Bello León, por su implicación y colaboració1_1 desinteresada; a todos los ponentes, que han
compartido y hecho público el resultado de sus investigaciones y han demostrado ser unos magníficos
comunicadores e interlocutores; y, de modo especial, ~joven investigador Roberto González ~alacain
por su esfuerzo y dedicación en la organización y coordinación de las Jornadas.
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Remedios de León Santana
2a Teniente de Alcalde
Concejal del Área de Bienestar Social
AcrAS DE LAS 1 joRNADAS <fl'REBENDADO PAOiBCOJ> DE lNvBsnGAaóN HIJTóRICA
INTRODUCCIÓN
Juan Manuel Bello León
Por razones estrictas de orden académico, el que estas líneas escribe fue en su momento director
científico de las 1 Jornadas «Prebendado Pacheco» de Investigación Histórica: la Historia en Activo, celebradas en
la villa de Tegueste durante el mes de abril del presente año. En calidad de tan rimbombante
nombramiento escribo estas páginas de presentación de las jornadas, y lo hago muy gustosamente, aún
sabiendo que no soy la persona más indicada para ello porque este seminario fue concebido y coordiriado .
por el que ya comienza a mostrarse como gran historiador e incansable inve~tigador, mi colega Roberto
González Zalacain. Creo que él sabrá mejor que nadie glosar el .fruto y contenido de estas jornadas;
días que, para los que allí estuvimos, no precisan mucho comentario, pues el valor científico de lo allí
expresado y la calidad humana de todos sus ponentes y coordinadores son su mejor alabanza.
Este seminario que ahora inicia su andadura se planteó desde su concepción para la realización
de un balance historiográfico, con el objetivo de acercarse a un estado actual de la investigación y del
quehacer -especialmente ente los jóvenes- de los historiadores canarios, dentro de un ·marco que
desde el principio también quedó claro; no se trataría únicamente de un periodo cronológico o temático
de nuestro pasado, sino que el objetivo era implicar a investigadores y becarios de múltiples disciplinas,
que, aunque agrupados en torno a un eje cronológico definido por la propia realidad de nuestra materia,
no pretendía una fragmentación temática que hiciera imposible la presentación de los problemas, logros
y perspectivas que nos impidiera comprender la situación ·actual de la historiografía canaria. En ~os . . ~
momentos en los que las vocaciones para formar parte del «oficio de historiador>> tropiezan con grandes
difi~tades derivadas de la inestabilidad laboral, falta de expectativas, o incapacidad de las instituciones
académicas, que un amplio abanico de investigadores y asistentes reflexionaran durante dos días sobre
lo que se ha aportado y piensan aportar a nuestro conocimiento del pasado canario es motivo de
alegría, satisfacción y esperanza para los que nos dedicamos a las tareas docentes en la Universidad.
Sobre todo, si tenemos en cuenta que ejemplos como los patrocinados por el Ayuntamiento de Tegueste
no abundan.
Y es que en una no muy lejana glosa (año 1999) que el profesor García de Cortázar realizó sobre
la historiografía medieval española -creo que es extensible a otras áreas- advertía sobre un hecho q~e
hasta hace poco era evidente: la inexistencia de una reflexión historiográfica entre lqs profesionales de
nuestra disciplina era un serio obstáculo para el avance de la investigación, ya que sin análisis críticos
sobre lo producido difícilmente se puede caminar hacia la comprensión de un periodo o tema de
estudio. Y atribuía el mencionado profesor esa circunstancia a varios factores que también han es~do
presentes en el desarrollo de la historiografía canaria.
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U HISTORIA EN ACllVO
En primer lugar, el escaso aprecio que tiene entre muchos historiadores encuentros de este tipo,
en los que escuchar o leer a los demás con el ánimo de enjuiciar y deducir sus métodos, formación y
conclusiones, produce rechazo, animadversión o incluso miedo ante lo que consideran, en algunos
casos, valoraciones que pueden estar contaminadas por razones ajenas a lo estrictamente académico.
La lectura atenta y detallada de una obra con el objetivo de valorar su aportación al área en la que se
inscribe despierta recelos en el autor y desasosiego entre los posibles lectores-enjuiciadores.
En segundo lugar una realidad presente en muchos de los trabajos -cada vez más abundantes
que se han realizado en el Archipiélago en las últimas décadas. Me refiero a que en muchas ocasiones
carecemos de un método y proyecto definido de investigación, lo que nos ha llevado a acumular datos
y fuentes prescindiendo de lo que otros autores hayan podido decir o interpretar de problemas y
situaciones semejantes.
En tercer lugar, y derivado quizás de esto úl~o, hay que tener en cuenta la realidad académica
impuesta en la Universidad española en los últimos años, donde, para buscar la estabilidad profesional,
ha importado más la cantidad -de alú el vertiginoso aumento de publicaciones- que el sosiego intelectual,
provocando una carrera continua para sacar a la luz trabajos poco elaborados, cuando no claramente
inmaduros.
Con este conjunto de circunstancias, no es extraño que la historiografía española no contara aun
que se viene corrigiendo en los últimos años- con análisis de su producción ni con muchas oportunidades
para valorar del camino recorrido. Si a este hecho le unimos la circunstancia de que a algunas de las citas
realizadas hasta ahora han faltado los balances de la producción canaria, se· comprenderá mejor el valor
de la reuniÓn celebrada en Tegueste y de la edición que el lector tiene entre su~ manos.
En cuanto a la relación de ponentes -de los que luego se hará una breve glosa-, hay que recordar
aquel.viejo dicho que alude a que «SOn todos los que están» pero, evidentemente, no «están todos los
que son». Está claro que el balance historiográfico que aquí se presenta podría haberse realizado sobre
una selección de investigadores distinta, que sin duda habría aportado, a tenor de su trayectoria personal,
otros puntos de vista o elementos abiertamente discrepantes con los expuestos en estas jornadas. No
renunciamos a que otros ponentes y otros criterios temáticos contribuyan, en futuras jornadas, a
enriquecer lo que ahora se propone. Contamos para ello con el apoyo -y me atrevería a decir que con
el entusiasmo-· de unas autoridades municipales que nos han asegurado toda su colaboración para
futuras empresas semejantes a las· que ahora nos ha reunido.
Así pues, la obra que sale ahora a la luz representa, por tanto, una aportación que pretende
sumarse a las primeras experiencias que ya se han realizado en Canarias, y que en su momento coordinaron
los profesores Antonio Bethencourt, .Agustín Millares Cantero, Santiago de Luxán, etc. Si con los
trabajos propue~tos se consigue presentar al lector una reflexión sobre la tarea realizada y lo que ·está
pendiente de desarrollar habremos cumplido los objetivos que no_s marcamos y el Excmo. AyuntaÍniento
cie Tegueste habrá abierto renovados horizontes y dado nuevo aliento a la investigación que realizan los
jóvenes historiadores canarios.
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ACTAS DE~ 1 joRNADAS <<PREBENDADO PACHECOJ> DE lNvE.mGAOÓN HISTóRICA
I SESIÓN
PREIDSTORIA
E
HISTORIOGRAFÍA ..
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS <fPRBBBNDADO PACHECOJ> DE lNVEmGAaóN HisróRICA
PROPUESTA DE CATEGORIZACIÓN ARQUEOLÓGICA DE LOS
YACIMIENTOS ABORÍGENES DE LA COMARCA ISORANA {TENERIFE)
Ma Esther Chávez Alvarez, Francisco Pérez Caamaño, Elena Pérez González, Javier Soler Segura,
Amaya Goñi Quinteiro y Antonio Tejera Gaspar
El interés mostrado por el Ilustre Ayuntamiento de Guía de Isora en el conocimiento del pasado
aborigen del municipio y su determinación a la hora de hacerlo público, le llevó a adjudicar al equipo de
investigación que suscribe este artículo el «Proyecto de Estudios Arqueológicos del período aborigen
en el Municipio de Guía de Isora (Tenerife), para la elaboración de la Monografía científico-divulgativa
Los Guanches en Guía de Isora. Territorio y Sociedad».
El trabajo realizado ha atestiguado una gran complejidad en lo que a las formas de asentamiento
aborigen se refiere. A diferencia de la visión eminentemente troglodita que ha .caracterizado el estudio
arqueológico de Tenerife, el registro material detectado en esta parte de la Isla demuestra cómo el
hábitat preferente es el poblado en superficie. Aspectos como la densidad y variabilidad del registro
arqueológico de estos enclaves obligan a reconsiderar el ordenamiento arqueológico territorial de la
comarca isorana, en el sentido de incorporar una mayor complejidad en su organización. Así, por
ejemplo, el hábitat permanente y en superficie de las medianías, que articula al poblamiento aborigen
en to~a la comarca, es necesario relacionarlo, por ejemplo, con la localización de las cuevas sepulcrales
o las manifestaciones rupestres.
Sin embargo, y como paso obligado para dilucidar dicha relación, es necesario abordar una
sistematización de la documentación arqueológica obtenida en el trabajo de campo. En ella es posible
diferenciar una serie de regularidades que permiten su ordenación y caracterización tipológica. Así, de
los 190 yacimientos arqueológicos localizados hasta el momento en el trabajo de prospección pueden
distinguirse poblados, paraderos pastoriles, asentamientos estacionales, manifestaciones rupestres,
necrópolis y cuevas sepulcrales, así como otros lugares de actividad, entre los que pueden diferenciarse
abrigos y cuevas de hábitat, canteras de obsidiana ignimbrítica y concheros.
POBLADOS. EL HÁBITAT PREFERENTE
La visión más extendida sobre el hábitat del aborigen de Tenerife concibe que el guanche elegía
preferentemente el hábitat en cueva. Sin embargo, las conclusiones alcanzadas en anteriores trabajos de
investigación (Pérez Caamaño et al, 2005, Chávez Alvarez et al, 2006), ya hacían sospechar que, en la
zona sur de la Isla, esta realidad no era tan categórica como hasta el momento se había afirmado.
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U HISTORIA EN AClWO
El trabajo intensivo de campo ha permitido identificar una serie de yacimientos arqueológicos
que, por sus características, obligan a d~finirlos como hábitat de superficie. La configuración geomorfológica
de la comarca suroeste de la Isla, y concretamente Guía de Isora, no facilita una gran predisposición
para la existencia de cuevas naturales susceptibles de· haber sido ocupadas como viviendas por la sociedad
aborigen.
Independientemente de esta realidad, también se observa que la cantidad de cuevas naturales es
significativamente mayor en esta zona de la isla que en otros territorios sureños (como Arico, Granadilla
o Arona). Sin embargo, las escasas cuevas naturales que contuvieron las condiciones idóneas para el
hábitat aborigen, como ocurre en la vertiente norte, apenas fueron aprovechadas para tal fin. Esto hizo
pensar que, de existir un importante poblamiento aborigen en la zona, éste no había tenido lugar en
cuevas naturales, sino en otro lugar.
Al mismo tiempo que se constataba la parquedad del hábitat en cueva, la prospección iba
exponiendo la presencia de numerosos yacimientos en superficie, que se revelaban como lugares de
actividad al aire libre. La cuestión que se nos presentaba era determinar arqueológicamente las
características, intensidad y amplitud de tal actividad, yacimiento por yacimiento, y ello sirvió de
argumentación para definir un tipo de hábitat ya caracterizado en otras investigaciones: el de poblados en
superficie (Pérez Caamaño et al, 2005).
Por poblado hacemos referencia a aquellos enclaves en los que la densidad y variabilidad del registro
arqueológico permiten inferir el desarrollo de distintas actividades simultáneas de forma recurrente a
lo largo de un periodo de tiempo dilatado. El registro arqueológico de lo que hemos definido como
poblado tiene en cuenta, como para el resto de tipologías localizadas, cuatro aspectos fundamentales:
variabilidad, amplitud, densidad y existencia de estructuras arti·ficiales. La categorización arqueológica
de un yacimiento como poblado depende de, al menos, la presencia de tres de estas características. Así,
identificamos poblados que, pese a no distinguirse en superficie estructuras artificiales, sí poseen una
gran amplitud, variabilidad y densidad de materiales arqueológicos.
El registro arqueológico identificado en la mayoría de los poblados localizados se caracteriza por
los aspectos anteriormente descritos (p. ej. Lomo de la Espina IV, Altavista 1 o Vera de Erques 111). En
cuanto a su variabilidad, se relaciona especialmente con la diversidad de restos materiales observados
en superficie, denotando el desarrollo de una intensa ·actividad cotidiana realizada por una o varias
unidades domésticas, las cuales formarían parte de una colectividad social más amplia. El tipo de restos
materiales que aparecen en superficie con mayor frecuencia son, evidentemente, aquéllos que han
resistido con menos problemas el paso del tiempo y la afección de los procesos postdeposicionales,
especialmente los inorgánicos. Así, los restos líticos, mayoritariamente basalto y obsidiana (sobre todo
desechos de la actividad de talla, y en menor medida útiles), y los fragmentos cerámicos (bordes, con o
sin decoración incisa, diversos tipos de asas, amorfos, bases, carenas, etc.), componen el grueso de los
materiales más comunes. Otros menos habituales son los elementos de adorno personal (cuentas de
collar) de barro cocido, y fragmentos de molinos de mano (de basalto vacuolar). La presencia de estos
restos se ve frecuentemente acompañada en los poblados por otro tipo de desechos, en este caso
orgánicos, como conchas de patellas Qapas) y restos de fauna (huesos).
Si se atiende a la densid~d con la que aparecen estos restos sobre la superficie de los poblados,
hay que decir que, generalmente, suele tratarse de concentraciones abundantes de material arqueológico
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS «PREBENDADO PACHECO>> DE ]NVESI1GAQÓN HISTóRICA
cuyo origen es, esencialmente, estratigráfico. Esto quiere decir que, si bien es cierto que su localización
en superficie ha estado en constante movimiento postdeposicional, en el caso de los poblados se observa
que la procedencia del material de superficie se encuentra tanto en los desechos generados aquí como
en capas estratigráficas más profundas. En todos los casos, los poblados se ubican e~ zonas que han
sido desde antaño roturadas, y tal roturación ha levantado material arqueológico que había quedado
sepultado. Este proceso, como se verá, no ocurre con otro tipo de yacimientos.
Por otro lado, la densidad del material arqueológico debe combinarse con otros elementos para
ser considerado un aspecto definidor de un poblado. Uno de ellos es la amplitud. Este parámetro tiene
que ver con la dispersión del material en la superficie; una densidad relevante que ocupe un área lo
suficientemente considerable como para que una o varias unidades domésticas desarrollen actividades
cuyas huellas se identifican en superficie, resulta un elemento importante por cuanto permite, a la hora
de valorar y explicar los modos de vida, reconocer varios aspectos. En primer lugar, la posible extensión
originaria del poblado, en segundo lugar, profundizar en la organización del espacio habitado y, en
tercer lugar, adquirir elementos materiales que posibiliten definir a los poblados como lugares de constante
actividad, y, por tanto, de hábitat permanente.
Un último aspecto en la valoración arqueológica de un poblado es la existencia de estructuras
artificiales de piedra, si bien su presencia no es un aspecto exclusivo de un poblado, puesto que se han
identificado en yacimientos no considerados como tal. Además, su condición de elemento valorativo
viene dada en conexión con los anteriores aspectos y con otros, como la ubicación topográfica, que se
analizará posteriormente.
De estas estructuras artificiales solamente se han identificado, en su inmensa mayoría, muros, o
trazos de muros, parte de los zócalos que sirvieron de basamento a recintos de mayores dimensiones.
Generalmente de tendencia circular o semicircular, a tenor de lo que se ha podido observar en aquellos
recintos menos deteriorados, suelen aparecer en los poblados en pequeños grupos y, en función del
grado de conservación del yacimiento, su número varía desde ningún ejemplar hasta conjuntos de ocho
o más estructuras. En muchas ocasiones sólo se conservan lo que se denomina .fondos de cabaña, que son
espacios cuya delimitación no viene dada por piedras en disposición muraria (porque han desaparecido),
sino por un denso espacio de material arqueológico que mantiene una forma circular o semicircular.
Las dimensiones de estas estructuras varían entre recintos de apenas un metro cuadrado y otros de
hasta cinco metros de diámetro, si bien la tendencia general sitúa a la mayoría de estas estructuras entre
el metro y medio y los dos metros y medio de diámetro. Por último, suelen estar rodeadas, y contener al
mismo ti~mpo, restos arqueológicos, con una densidad relevante en algunos casos.
Junto a estas características, los yacimientos arqueológicos catalogados como poblados reproducen,
en líneas generales, unos patrones de localización topográfica similares aunque, evidentemente, existen
excepciones. La identificación de los poblados, y de cualquier tipo de yacimiento arqueológico, suele
depender de las condiciones generales de conservación natural del paisaje. La gran roturación y
transformación del territorio costero y de parte de la medianía en espacios agrícolas parcelados, muchos
de ellos con invernaderos, ha condicionado el hallazgo de yacimientos. Independientemente de esta
realidad, hemos observado que los poblados se ubican en cotas altitudinales que oscilan entre los 200 y
los 800 metros sobre el nivel del mar (en adelante m.s.n.m.), aunque su presencia es más frecuente en la
medianía, entre los 400 y los 600 m.s.n.m.
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LA HISTORIA EN AC17VO
Si atendemos a su distribución cuantitativa, es necesario indicar que la existencia de poblados es
mayor en el sector sur del municipio. Aunque posiblemente pueda ser explicado en relación a variables
socioculturales, lo cierto es que no puede negarse que actualmente el sector norte se encuentra más
transformado y roturado que el sur, sobre todo en la zona costera, lo cual incidiría de forma relevante
en la escasez de poblados en este sector.
En cuanto a la localización topográfica concreta de los poblados isoranos es posible observar
unas características que se reproducen con gran frecuencia. El primer aspecto que destaca es la ubicación
sobre los lomos que sirven de interfluvios de los barrancos o grandes vaguadas. Dentro de éstos, es
frecuente su localización sobre las coronas más prominentes de los lomos, que permiten un gran
dominio visual sobre el territorio más inmediato. El dominio visual es consustancial a la ubicación de
los poblados, hasta tal punto es así, que la mayoría de ellos no sólo dominan aquellos territorios que
pudiesen considerarse de carácter socioeconómico (recorridos costa-cumbre, espacios agropecuarios
inmediatos, etc.), sino otro tipo de espacios que pudieran considerarse de tipo social, cultual o simbólico
(espacios funerarios, elementos naturales destacados, o incluso la visibilidad de otras islas). Al mismo
~empo,.es frecuente la intervisibilidad entre los distintos poblados de un territorio concreto, así como
de otros lugares de actividad, lo que permite establecer criterios de vinculación y asociación entre los
distintos espacios sociales.
Un poblado de medianía: Lomo de Piedra de Jos Molinos III
El lomo que aparece como interfluvio entre el Barranco Rodrigo-Rama/lo y el Barranco de Himeche
contiene diversos yacimientos arqueológicos, siendo uno de ellos un poblado. El lomo inicia su recorrido
en la alta medianía, a unos 1.200 m.s.n.m., y finaliza en el cruce de cauces que forman los barrancos
anteriormente mencionados. Se localiza por debajo de la carretera C-822, sobre una loma prominente
situada a la izquierda del Barranco Rodrigo-Ramal/o. La loma conserva bancales agrícolas que llevan
abandonados varias décadas, y sobre ella cruza un camino real en desuso. Justo por debajo de este
camino, y junto a los restos de un pajar antiguo, evidencia material de una explotación agrícola tradicional,
se sitúa el poblado.
En función de la amplitud, variabilidad y densidad del material arqueológico disperso por la
superficie, ocupa una zona de unos 150 m2, y posee una morfología ciertamente compleja, por cuanto,
al característico registro arqueológico de superficie (cerámica, lítico y malacología), se suman diversas
estructuras de piedra. De ellas se contabilizaron al menos cinco, formadas por zócalos de piedra basáltica
de tendencia semicircular y circular, con diverso material arqueológico en el interior y en el exterior. Sin
embargo, y pese a su deterioro, la estructura más llamativa por sus dimensiones es un zócalo que dibuja
un recinto de tendencia circular de unos 6 m de diámetro. La cercanía de los restos de un pajar hizo
pensar en primera instancia que podía tratarse de una era, sin embargo, no responde a las características
peculiares que estos lugares 'de trilla poseen en Guía de Isora. Se trata de un recinto cuyo interior
contiene una abundante cantidad de basalto tallado, especialmente grandes bloques partidos
intencionalmente, y que pudo haber sido algún lugar de producción lítica. Al exterior de esta estructura
se localizan otras de menor tamaño a modo de cabañas. Lo más interesante es la existencia de grabados
rupestres sobre piedras exentas que forman parte, o bien de las estructuras pequeñas cercanas a la
mayor, o bien de los muros modernos que delimitan las parcelas de la. loma. Incluso se localizaron
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <fPREBENDADO PACHECO» va lNVF-mGAaóN HI.ITóRICA
grabados rupestres en piedras exentas dispersos junto al resto del material arqueológico del poblado.
La adscripción de esta estructura al poblado aborigen resulta compleja si no se realiza un estudio más
minucioso, sin embargo, la existencia de estructuras similares en otros yacimientos aborígenes (Pérez
Caamaño et al, 2005), nos hace sospechar que es probable su pertenencia al registro material aborigen.
El poblado posee un gran dominio visual del territorio circundante. Controla el acceso al lomo
por cualquiera de sus puntos cardinales, desde el mar hasta la cumbre y de norte a sur. Al mismo
tiempo visualiza otros poblados situados tanto ~n otros lomos anexos como en el suyo propio, y
dispone de un terreno inmediato cuya explotación ganadera y agrícola serían óptimas.
PARADEROS PASTORILES. LUGARES DE FRECUENTACIÓN ESPORÁDICA
El concepto de paradero pastoril implica la asunción de una serie de consideraciones previas que
es necesario especificar. Sugerido y utilizado por primera vez por Luis Diego Cuscoy (1968), en el
contexto de su interpretación general sobre el poblamiento aborigen de Tenerife, en origen surgió para
definir aquellos yacimientos arqueológicos que se interpretaban como el resultado de la actividad
ganadera, predominante, según Diego Cuscoy, en todo el sur de la Isla.
La multiplicidad de pequeños yacimientos arqueológicos identificados por Diego Cuscoy en el
sur de Tenerife y, en general, en las cumbres de la Isla, le llevó a interpretarlos como lugares donde los
pastores aborígenes realizab~ altos en el camino. Las paradas tenían como finalidad apacentar y/ o
abastecer de agua al ganado, tiempo durante el cual los pastores llevaban a cabo diversas actividades,
principalmente la talla de útiles líticos. Si el lugar era frecuentado con cierta asiduidad, los pastores
construían pequeños recintos de piedra para diversos fines, tales como resguardarse de las inclemencias
del tiempo, de la noche si la estancia en el lugar superaba uno o varios días, o dedicados al almacenaje
de diversos utensilios del pastor como vasijas cerámicas, útiles líticos, etc.
Como descripción de paradero pastoril asumimos, en líneas generales, la definición propuesta
por Diego Cuscoy, sin embargo, consideramos que la importancia, dimensión y trascendencia teóricas
que el autor otorgó a este tipo de yacimientos es radicalmente distinta a lo que las evidencias materiales
muestran, tanto en el territorio isorano como en otros territorios s~eños (Pérez Caamaño et al, 2005;
Chávez Álvarez et al, 2006).
Proporcionalmente, el paradero pastoril es el tipo de yacimiento arqueológico más abundante en
Guía de Isora. Se trata de lugares que presentan siempre unas características arqueológicas similares en
su composici<?n material. En primer lugar, la variabilidad del registro arqueológico identificable en
superficie suele ser, en la mayoría de los casos, limitada, destacando el material lítico, concretamente
restos de la talla de obsidianas y basaltos, y fragmentos cerámicos, siendo anecdótico otro tipo de
material arqueológico, como la malacofauna, los elementos de adorno personal o los restos óseos de
fauna. Por otra parte, es frecuente identificar paraderos pastoriles en los que sólo existe un tipo concreto
de material, normalmente obsidiana.
Sin embargo, es la densidad y amplitud del registro arqueológico de estos lugares los elementos
que permiten configurar una defmición arqueológica de paradero pastoril que posibilita a su vez, junto
a otros aspectos como su patrón topográfico de ubicación, explicarlos en el contexto social que los
generó. Así, la densidad del material arqueológico que caracteriza a los paraderos pastoriles es inferior
-15-
U HISTORIA EN ACIWO
a la que define a los poblados y, en la mayoría de los casos, no parece desarrollarse sino en la superficie
y de forma discontinua.
Su amplitud se reduce a ocupar pequeños espacios concretos, lo cual da como resultado un tipo
de yacimiento que se caracteriza por una dispersión superficial del registro arqueológico que sólo permite
lecturas horizontales. Esta realidad implica que su interpretación deba generarse a partir del ~álisis de
su distribución por el territorio y su relación con otros lugares de actividad humana. Así, se deduce que
los paraderos pastoriles fueron lugares con una frecuentación esporádica que generó un tipo de registro
material como el ya descrito, y en función de estas especificidades, se hace casi necesario vincular los
paraderos a actividades que requerían una gran movilidad territorial, como la ganadería.
Ocasionalmente, los paraderos pastoriles contienen estructuras de piedra a modo de cabañas,
conservando sólo los zócalos de piedra. Pro~ablemente muchos las tuvieron, pero las roturaciones
posteriores las hicieron desaparecer. Estas estructuras no difieren en su morfología a las que pu~den
encontra~se en los poblados, si bien, suelen presentar una única estructura o a lo sumo dos. Sin embargo,
es necesario anotar algunas diferencias entre los paraderos situados en la cumbre y los ubicados en la
medianía o la costa. En los primeros es mucho más frecuente la existencia de estructuras, creemos que
debido a dos razones principales. En primer lugar, a que la zona cumbrera ha sufrido en menor medida
la roturación agrícola, lo que ha permitido una mejor conservación de las estructuras, y en segundo
lugar, a que la mayor lejanía de los pastizales de cumbre de las zonas de poblado, situadas en la medianía
o la costa, posiblemente obligaba a construir refugios para pasar la noche. La característica más relevante
de los paraderos pastoriles, en relación a este aspecto, es que se pueden localizar en cualquier cota
altitudinal del municipio. Probablemente sería correcto enunciar que hay paraderos pastoriles allí donde
los aborígenes apacentaron al ganado y, por lo detectado sobre el territorio isorano, cualquier espacio
que contuviese vegetación susceptible de ser aprovechada por el mismo fue frecuentado por los pastores.
Los restos materiales de las actividades que allí se llevaron a cabo es lo que hoy consideramos como
paradero pastoril.
Estos yacimientos se ubican, por lo general, en lugares que poseen un amplio dominio visual:
pequeñas elevaciones, promontorios, montañas, márgenes de barrancos, etc., permitiendo el control y
la vigilancia del ganado en el territorio más inmediato. Pero al mismo tiempo posibilita al pastor observar
si otros pastores se aproximan al lugar que éste ha elegido para apacentar a su ganado. Si bien es cierto
que los paraderos pastoriles están repartidos por todo el territorio isorano y que uno de sus criterios de
localización es la existencia o no de pastizales, es posible detectar una importante presencia de paraderos
en aquellos lomos que desarrollan una continuidad geomorfológica desde la medianía hasta la cumbre;
son lomos que permiten un acceso más cómodo hacia la cumbre y, que en tiempos ya históricos,
también fueron utilizados como vías de acceso hacia Las Cañadas. En numerosos puntos elevados de
estos lomos es habitual localizar un tipo de registro material que indica que allí se pararon los pastores
aborígenes con su ganado.
Un paradero pastoril en la baja medianía: La Crudta
El sector norte del municipio está, en su mayoría, ocupado por lavas históricas y subhistóricas,
sobre las cuales la presencia de yacimientos arqueológicos es escasa. El único espacio que quedó al
margen de las erupciones recientes es el lomo sobre el cual se sitúa el núcleo de Chío, aunque en su
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AcrAf DE LAS 1 joRNADAS <fPREBENDAoo PACHECOJ> DE INvE.mGAaóN HlrróRICA
zona baja se sobreponen lavas subhistóricas que, en sentido noreste-suroeste, colapsaron esta parte del
lomo. Sobre ella, a unos 300 m.s.ri.m., se sitúa el paradero pastoril de LA Crucita, concretamente sobre
una cresta lávica de pendiente pronunciada, que separa dos vaguadas que fueron roturadas y abandonadas
hace muchas décadas, cubiertas en la actualidad por tabaibas de gran porte. Sobre un pequeño espacio
que interrumpe la pendiente aparece una estructura circular construida a base de grandes piedras y de
dos metros de diámetro. En su interior apenas se documentó material arqueológico en superficie, sin
embargo, justo al exterior de la estructura muraria apareció, mezclada con la vegetación, una importante
cantidad de restos arqueológicos, como fragmentos cerámicos (piezas amorfas, bordes decorados y sin
decorar), desechos de la talla de obsidianas y basaltos, malacofauna, y restos óseos de fauna, algunos de
ellos con signos evidentes de haber sido expuestos al ·fuego.
Con la finalidad de descartar la posibilidad de que se estuviese ante los restos de un yacimiento
de mayores dimensiones, como un poblado, se prospectaron intensivamente los bancales roturados
que se disponían a derecha e izquierda de la cresta lávica en la que se situaba este hallazgo, pero no
aparecieron evidencias de ningúti tipo. Así pues, la amplitud, la densidad y las dimensiones del yacimiento
arqueológico lo convertían en un paradero pastoril.
La cabaña se sitúa en una zona que dispone de una gran visibilidad sobre la plataforma costera
del municipio, así como de los lomos y llanos que ascienden hacia la medianía. El aprovechamiento
ganadero pudo ser intenso en esta zona, así que los pastores construyeron una. estructura habitacional
(posiblemente hubo otras), para resguardarse mientras el ganado pastaba. En las cercanías hay·varios
paraderos pastoriles más que indican que esta zona fue objeto de una frecuentación esporádica por
parte de los pastores aborígenes con el objeto de aprovechar sus recursos ganaderos.
ASENTAMIENTOS ESTACIONALES. EL PASTOREO DE CUMBRE
La ocupación y explotación que del territorio efectuaron los aborígenes de esta parte de la Isla
alcanza cierta intensidad cuando se analiza, especialmente, su organización socioeconómica. El uso y
aprovechamiento del territorio no sólo distribuyó por la comarca isorana evid~ncias arqueológicas
como las descritas (poblados y paraderos pastoriles), sino que tales actividades comportaron la presencia
del aborigen en todo tipo de espacios. Así, la producción resultante de la explotación ganadera parece
haber tenido lugar no sólo a través del apacentamiento del ganado en la costa y la medianía, sino
también en la cumbre, como se ha demostrado con los paraderos pastoriles. Sin embargo, la frecu~ntación
esporádica en zonas de pastizal de cumbre y que implicó la generación de un registro arqueológico que
hemos identificado con los paraderos pastoriles, resulta un argumento demasiado débil para explicar e
interpretar un tipo de yacimiento arqueológico cuya variabilidad., densidad y amplitud en el registro
arqueológico de superficie supera con creces al de un paradero pastoril. De esta forma, hemos propuesto
la caracterización de un tipo de yacimiento que, relacionado con la explotación ganadera, se emplaza en
cotas superiores a los 1.500 m.s.n.m., y que hemos denominado como asentamiento estacional. Definimos
el asentamiento estacional como un tipo de yacimiento arqueológico en el que las actividades que en él
se llevaron a cabo supusieron una envergadura material, una intermitencia temporal y una fuerza de
trabajo humana de mayores dimensiones que las que puede albergar un paradero pastoril.
El estudio de las prácticas ganaderas aborígenes es uno de los temas más frecuentes en la
bibliografía arqueológica de Tenerife (Diego Cuscoy, 1968 y 1979; Tejera Gaspar y González Antón,
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.L4 HISIURIA EN ACfiVO
1987; Arco Aguilar et al, 1992; González Antón et al, 1995; Velasco Vázquez el al, 1999; Chávez
Alvarez el al, 2006; entre otros) y, en especial, los movimientos que los pastores aborígenes realizaban
en la. vertical para aprovechar los pastos de cumbre durante las estaciones más secas. Este tipo de
yacimiento arqueológico debe ser explicado en relación a estos movimientos. La denominación de
asentamiento viene a expresar que es el resultado de la prolongación de las actividades ganaderas en la
zona de cumbre durante los periodos más secos del año, único momento en el que las condiciones
climáticas y la disponibilidad de pastos lo permiten. Los esfuerzos realizados por los pastores para
construir refugios que garantizasen la estancia durante el tiempo de aprovechamiento de los recursos
montanos les llevó a diseñar estrategias de hábitat en la cumbre que superasen las características que,
por lo general, tenían los paraderos pastoriles, puesto que la frecuentación de estos lugares extralimitaba
lo esporádico, por lo que estos asentamientos pueden considerarse de carácter estacional
La varia~ilidad del registro arqueológico es similar a la de un poblado de costa o medianía. Se
compone de numerosos fragmentos cerámicos, entre los que destacan los bordes, algunos decorados y
las asas de variada morfología. La presencia de este tipo de formas cerámicas es muy significativa por el
hecho de que su cantidad y calidad expresan la existencia de numerosos y diferentes recipientes cerámicps,
lo que vendría a sumar argumentos materiales para hablar de un uso ciertamente prolongado y frecuente
en el tiempo de estos lugares.
Otro tipo de residuos habituales son los desechos de la talla de obsidiana y basalto. Se conoce
que gran parte de la materia prima obsidiánica se obtenía de los filones que de este vidrio volcánico
existen en Las Cañadas y en la zona cumbrera de La Guancha (Hernández Gómez, et al, 2000). Los
asentamientos estacionales de Guía de Isora se sitúan en la cercanías del círculo de Las Cañadas, por lo
· que el aprovisionamiento de obsidiana, tanto para el uso in situ como para trasportarla hasta las zonas
de poblado en la costa y la medianía, no debía representar más objeciones que las que impusiese el
control social de este recurso. Sin embargo, el basalto de buena calidad para la talla de útiles con esta
roca volcánica está menos extendido que en cotas más bajas. A pesar de ello, los pastores aborígenes
proCuraban que sus asentamientos estacionales de cumbre contasen en las cercanías con filones o
diques basálticos para su extracción y uso, aunque ilo siempre se da esta condición. En algunos
asentamientos estacionales se han localizado fragmentos de basalto vacuolar con signos evidentes de
haber sido utilizados como manos o piedras de molino. Por ·otra parte, no se han localizado evidencias
de conchas marinas, desechos frecuentes en los poblados de la medianía y la costa. El escaso tiempo
que permanecen en buenas condiciones para el consumo estos moluscos hizo, probablemente, que no
compusiesen parte de la dieta ~e los grupos que pasaban varias semanas, o incluso meses, en tierras tan
altas, a menos que llevasen a cabo técnicas de procesado y conserva~ón, de lo cual no habrían quedado
evidencias materiales en estos yacimientos, por lo menos en superficie. -
En cuanto a la densidad y la amplitud del material arqueológico de superficie, también son siinilares
a la~ que caracterizan a los poblados. El material se concentra de forma abundante en determinados
espacios de estos yacitlüentos, e incluso en ocasiones, pueden observarse concentraciones más específicas
. de restos arqueológicos.· Al mismo tiempo se aprecia que en algunas p~es se des~rolla una cierta
estratigraña vertical. Los asentamientos estacionales tienen, generalmente, una amplitud importante,
en la que la dispersión del material suele variar entre los 100 y los 300m2•
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PACHBCO» DE lNvEmGAaóN· Hr.rróRICA
Exceptuando tres asentamientos estacionales (Cueva de S amara, El Calderón y E/Naterito de Chasogo),
que combinan el establecimiento en cuevas o covachas, y al aire libre, el resto se desarrollan en ~uperfi~e,
erigiéndose estructuras de piedra para ello. Éstas no difieren en su morfología a las que pueden verse en
los poblados y paraderos pastoriles: zócalos de piedra de tendencia circular o semicircular de unos dos
metros de diámetro como media. Sin embargo, y esta es la novedad, varios de estos asentamient~s contienen uno o. varias estructura~ circulares, de las cuales sólo se conserva la planta, de entre 4 y 6 m
de diámetro. En realidad no está claro si estas estructuras forman parte de espacios en los que se
realizaban actividades concretas, o si bien se trata de grandes cabañas de habitación destinadas al resguardo
de las inclemencias. Lo cierto es que su presencia en los asentamientos estacionales de cumbre es
habitual.
Por último, habría que señalar que estos asentamientos suponen, por una parte, la finalizacióf:1 de
la actividad que conlleva el movimiento en la vertical con el ganado y, al mismo tiempo, un punto de
partida y de llegada en los cortos movimientos que el pastor realiza con su ganado en el aprovechamiento
diario d~ los pastos cumbreros. Así pues, es característico que estos lugares se localicen en los tramos
altos de los lomos que han servido de ruta para el ascenso hacia la cumbre. Suelen elegirse, además,
espacios amplios y generalmente llanos, con amplio dominio visual e importantes recursos forrajeros,
en los que el apacentamiento del ganado puede estar controlado y resulta cómodo. Al mismo tiempo,
la amplia visibilidad se convierte en un elemento característico de estos lugares, lo que· permite no sólo
vigilar al ganado, sino observar .cualquier movimiento de otros pastores y ganados.
El asentamiento estacional de Montaña Gangarro II
El lomo que asciende por la margen derecha del Ba"anco de Erques lo hace desde los 300 m.s.n.m.
(denominado aquí Lomo de la E_spina), hasta la Degollada de Boca de Tauce, a 2.100 m~s.n.m., constituyendo
la falda sureste de los Roques de Chabao. En su trayectoria s.e ubica el núcleo de Vera de Esques, en la
medianía, y eñ la zona del límite del pinar se alza, precediendo a los Roques de Chabao, la Montaña
Ganga"o, un gran cono volcánico de casi' 2.200 m de altitud y en cuya ladera. suroeste se ubican ~os
asentamientos estacionales: Montaña Ganga"o 1 y 11.
El segundo caso es el que aquí vamos a describir. Se localiza sobre un llano cubierto de un pinar
semi-disperso, retamas y escobones, y que precede a una pendiente pronunciada del lomo sobre el que
·se sitúa. En este espacio se ubica un asentamiento estacional caracterizado por la dispersión de material
en superficie, con cierta entidad, amplitud y densidad, y donde destacan abundantes fragmentos cerámicos
(bordes decorados y sin decorar, diversos tipos de asas, amorfos, etc.), restos de la talla lítica, útiles
como tahonas de obsidiana y raederas de obsidiana y basalto, e incluso un esferoide de basalto de S cm.
de diámetro. El material se asocia a varias estructuras, habiéndose identificado cinco de tendencia
semicircular, algunas apoyadas sobre la roca madre, ·con tinos dos metros de diámetro, y dos grandes
estructuras circulares de unos cinco metros de diámetro, una de ellas completa y la:. otra conservando
sólo Q.na sección de la planta.
Este asentamiento estacional posee un gran dominio visual tanto sobre el lomo en el que se ubica
como de los lomos anexos a su derecha; especialmente el que permite el acceso desde la medianía hasta
la cumbre por el núcleo de Chirche. A un kilómetro de distancia en sentido ascendente se sitúa el
asentamiento estacional de Montaña Ganga"o 1, de similares características, así como Roques de Chabao
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L4 HISTORIA EN AC11VO
m, entre dicha montaña y la loma que conecta con los Roques de Chabao. La presencia de yacimientos
arqueológicos en esta zona indica que fue objeto de una intensa ocupación durante el periodo aborigen.
MANIFESTACIONES RUPESTRES. TERRITORIALIDAD Y SIMBOUSMO
Desde que a principios de los años ochenta del siglo pasado se dieran a conocer los grabados de
Aripe (Balbín Behrmann y Tejera Gaspar, 1983), se ha asistido a una proliferación muy relevante en el
descubrimiento de este tipo de manifestaciones en Tenerife. Dicho hallazgo constituyó un punto de
inflexión en lo que al estudio de lo rupestre se refiere. Así, la relevancia de Aripe debe valorarse desde
dos puntos de vista. En primer lugar, porque supuso la localización e identificación, por primera vez en
la Isla, de un aspecto del registro arqueológico no contemplado hasta la fecha, lo que implicaba el
reconocimiento, por parte de la comunidad científica, de la existencia de grabados rupestres en Tenerife.
Y en segundo lugar, porque la singularidad de los motivos de Aripe constituyen una excepción en el
conjunto global de manifestaciones en Tenerife. Tanto los antropomorfos como el resto de la figuración
zoomorfa presentes en el yacimiento no tienen, de momento, correlato con otras estaciones rupestres
de la Isla. Por el contrario, los motivos que se repiten de forma constante entre las manifestaciones
insulares, con especial profusión en Guía de Isora, muestran unas peculiaridades que han contribuido
a promover tradicionalmente la visión de estos petroglifos como inscripciones etnográficas o de la
postconquista europea, descartándose hasta hace p·oco su adscripción al mundo aborigen por
investigadores y neófitos.
Así, y dejando de lado la excepcionalidad de los grabados deAripe, el conjunto de manifestaciones
rupestres de la comarca puede caracterizarse, en líneas generales, por una magnitud y vistosidad reducida,
por reproducir motivos geométricos de aparente poca complejidad y por mostrar, en la mayoría de los
casos, una gran invisibilida~.
De forma genérica pueden integrarse dentro del grupo d~ las manifestaciones rupestres todos
aquellos motivos, independientemente de su adscripci,ón cronológica, elaborados en una superficie
pétrea. Esta falta de concreción y laxitud, que llega a aglutinar a una serie muy heterogénea de elementos,
ha motivado en muchos casos que este campo de la investigación arqueológica preste más esfuerzo a la
elaboración de tipologías y categorías descriptivas que a la búsqueda de explicaciones de las distintas
manifestaciones rupestres. Además, esta confusión terminológica, que ha terminado polarizándose en
la discusión sobre el «arte rupestre» ha impedido abordar, de forma singularizada, aspectos relacionados
con las asociaciones del registro mate~, perdiendo así la oportunidad de valorar su integración dentro
de los modos de vida de las poblaciones que los realizaron (Soler Segura, 2005). Así, y sin,necesidad de
conocer previamente el significado de 'lo rupestre, es posible abordar su estudio analizando este tipo de
manifestaciones de forma espacial, es decir, inscribiéndolas dentro del entramado de relaciones sociales
que definen a las comunidades humanas desde el punto de vista de su asociación territorial.
Sin embargo, y aunque se abogue por un estudio de las manifestaciones rupestres que se centre
en su plasmación en el territorio, lo cierto es que también debe prestarse atención al motivo, soporte y
entorno inmediato de esos grabados, en la medida en que dichas asociaciones pueden contribuir a
explicar las razones por las que se eligen unos lugares y no otros.
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PAa-IECO» DE lNVES71GAaóN HISTóRICA
En este sentido son complejos los procedimientos técnicos y estilísticos de los grabados localizados
en el trabajo de prospección. Desde el punto de vista de la técnica de ejecución, y siguiendo el estudio
de José Juan Jiménez (1996), los grabados que se distribuyen por el municipio isorano están realizados
mediante la incisión, sea esta fina o gruesa. En muchos de ellos puede distinguirse el uso posterior de
la abrasión, que aparece en las incisiones más gruesas, contribuyendo así a su ensanchamiento, algo que
podría vincularse con prácticas tendentes a incidir de forma reiterada sobre los paneles. De igual forma
se han identificado grabados ejecutados a partir de rayados, presentando líneas fmas, reiterativas y
superficiales. En la mayoría de las ocasiones ofrecen composiciones geométricas muy complejas, al·
tiempo que se asocian a nombres de personas, fechas y números de época histórica (por ejemplo Los
Almácigos 1).
Así, y con la excepción de Aripe I y El Jaral I, entre los grabados de adscripción aborigen domina
la temática geométrica, representada por líneas individuales y paralelas, verticales, horizontales o
transversales, cruciformes, reticulares, rectangulares, trapezoidales, circulares o romboidales.
Acompañando a estos motivos es posible distinguir temáticas figurativas (como antropomorfos,
zoomorfos y embarcaciones) y alfabéticas (representaciones probablemente del alfabeto hbico-bereber).
Dada la escasez de estudios sistemáticos sobre la localización y ubicación de lo rupestre en la
arqueología de Tenerife, resulta a todas luces precipitado plantear una sist~matización. No obstante, y
aunque sea a nivel descriptivo, lo cierto es que pueden exponerse algunas regularidades en la distribución
espacial que se han evidenciado en este trabajo de prospección.
Como ocurre en otras partes de la Isla (Tejera Gaspar, 1992; Jiménez González, 1996), las
manifestaciones rupestres del municipio isorano se ubican en las proximidades de emplazamientos
elevados y dotados de cierto aislamiento y singularidad espacial como montañas, roques y pitones,
filones rocosos y cornisas de barrancos. Así, el patrón es posible rastrearlo en yacimientos como Lomo
de Himeche I o El Bailadero. Algunos de ellos, como por ejemplo· el de Las Cabezadas, pueden vincularse
a zonas o rutas de tránsito natural hacia Las Cañadas, por lo que resulta plausible relacionarlo con la
práctica del pastoreo. De igual forma, un ejemplo que reproduce perfectamente la localización en
emplazamientos singulares es Montana de T gina, en cuya cima es posible distinguir, en asociación con
otras tipologías de yacimient<:>s, un conjunto de cazoletas y grabados geométricos que permiten
testimoniar la importancia que dicha montaña debió poseer para los aborígenes de esta parte de la isla.
Sin embargo, y junto a esta localización de la mayoría de grabados, lo cierto es que pueden
singularizarse dos pautas también recurrentes. Por un lado, se han identificado asentamientos
permanentes con manifestaciones rupestres en sus cercanías o incluso entre las estructuras habitacionales.
Así, poblados como Altavista 1, Las Tabladas I o Lomo Piedra de Los Molinos 111, presentan grabados en los
límites del propio asentamiento. Aunque es cierto que su tipología no puede compararse con la magnitud
de otras estaciones como Aripe I, la relevancia y significación de estos grabados debe analizarse a partir
de su peculiar contexto. Las relaciones que se establecen entre grabados y poblados no puede ser la
misma que las correspondientes a grabado-zona de tránsito.
Finalmente, un tercer patrón de localización que se ha detectado en el trabajo de campo ha sido
el de aquellas manifestaciones rupestres que, a diferencia de los dos casos anteriores, no parecen asociarse
a elementos arqueológicos o naturales específicos. Aunque no son muy numerosos, lo cierto es que el
no poder relacionar, al menos en un primer análisis, estos grabados con ningún ítem arqueológico los
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LA HI.ITORIA EN ACfiVO
hace destacar del conjunto de manifestaciones rupestres. Aunque finalmente pueda deberse a un
problema de representatividad, es decir, que las alteraciones antrópicas hayan hecho desaparecer los
referentes arqueológico.s con los que se asociaban, puede argumentarse que la elección del lugar no
responqe a caprichos o arbitrariedades guiadas por actitudes inconscientes. Si bien es cierto que las
características del soporte condicionan la realización de paneles rupestres, también lo es que los
parámetros socioculturales deben haber intervenido decisivamente en la elección de los lugares, en la
medida en que se han descubierto superficies que reúnen unas condiciones extraordinarias para la
ejecución de grabados que no han sido aprovechadas, al tiempo que hay yacimientos, como por ejemplo
Las Tabladas IV, en los que la superficie de grabado presenta muchas imperfecciones.
Los grabados rupestres de Las Cabezadas 1
Entre los muchos aspectos arqueológicos que singularizan la zona que rodea la Montaña de T gina,
posiblemente uno de los que más destaque sea la distribución de los grabados rupestres. Aunque aún es
pronto para interpretar dicha asociación, lo cierto es que el perfil de esta montaña resulta relevante para
la organización espacial de algunas manifestaciones rupestres. Buen ejemplo de ello parece ser Las
Cabezadas 1.
Pese a estar catalogado como un único yacimiento, lo cierto es que se trata de dos estaciones
rupestres bien singularizadas, la primera con seis paneles y la segunda con cinco. Se ubican en un
pequeño espolón amesetado que tiene dos pequeñas coronas, a escasos metros del lomo, que asciende
desde el caserío de Las Fuentes, teniendo a su izquierda el Ba"anco de Guaría, cuya verticalidad es en esta
parte muy pronunciada.
Los paneles están ejecutados mediante líneas incisas paralelas y horizontales, con rayados profundos
y orientados al este y noreste, hacia el lomo contiguo, que constituye una subida natural e histórica
hacia la cumbre. Su peculiar ubicación y lo llamativo de sus motivos (los grabados pueden distinguirse
a cierta distancia), los singulariza del conjunto de manifestaciones rupestres de Guía de Isora. Por otro
lado, su localización le infiere una gran visibilidad, sobre todo con respecto a la medianía y a la Montaña
deTgina.
Aunque los grabados se asocian a una zona de paradero pastoril que conserva los restos de una
estructura semicircular y fragmentos de obsidiana, cerámica y basalto; parece que Las Cabezadas 1 se
conforma como una excelente zona de paso hacia Las Cañadas. Sin embargo, y a falta de estudios más
específicos que valoren la distribución del resto de evidencias arqueológicas de la zona, la ubicación de
este tipo de manifestaciones puede responder, tal y como se ha vénido proponiendo tradicionalmente,
a divisiones intertribales, a áreas de pastoreo, puntos de agua, marcas de parentesco o bien a indicaciones
sobre recintos cultuales.
NECRÓPOLIS Y CUEVAS SEPULCRALES. MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Los «muertos» constituyen uno de los aspectos de la arqueología canaria que más expectación e
interés despierta entre el público. Sin entrar a valorar las razones históricas y disciplinares que explican
este hecho, lo cierto es que sus consecuencias son varias, e inevitablemente terminan condicionando la
práctica de la arqueología. Por una parte, el interés en la «búsqueda de huesos» afecta muy
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS ((PREBENDADO PAaiECOJ> DE lNVEmGAQÓN HISTóRICA
significativamente a las condiciones de conservación del registro material, en este caso a la presencia o
no de restos óseos. La práctica cotidiana del vaciado de las cuevas para <<rescatar>> las piezas del interior
hace que cerca del95°/o de estos yacimientos estén expoliados, con la consecuente descontextualización
y pérdida de información que esto genera. El trabajo de prospección ha podido detectar tan sólo una
treintena de cuevas sepulcrales, proporción muy por debajo de las expectativas que tradicionalmente la
investigación tenía para esta zona de la isla.
Por otra parte, el mundo de los muertos pasa a convertirse en referente para entender y explicar
el período aborigen en el imaginario colectivo, llegando a considerarse irrelevante cualquier otro tipo
de manifestación material del pasado. Entre el público en general, la idea del hábitat troglodita y de
necrópolis llenas de esqueletos es una constante, hasta tal punto que la única información oral ofrecida
por los habitantes del municipio hacía referencia a indicaciones sobre cuevas sepulcrales.
Tradicionalmente, este tipo de yacimientos arqueológicos ha sido denominado como cuevas de
enterramiento, con el fin de enfatizar su carácter funerario y oponerlo al hábitat en cueva, en la medida
en que, como ya se indicó, ésta era la única forma en que podía concebirse el asentamiento humano. Sin
embargo, y desde el punto de vista conceptual, el término enterramiento resulta incorrecto en la medida
en que no define objetivamente qué es lo que se encuentra en este tipo de yacimientos. A diferencia de
lo que podría interpretarse aplicando tal término, las características del patrón identificadas en este tipo
de yacimientos hacen referencia a la~ acción de depositar más que a la de enterrar. Cuando se introduce
un cuerpo en una cueva no se está, tal y como indicaría el término de enterramiento, practicando un
hoyo en la tierra sino, por el contrario, depositando el cadáver sobre su superficie, por lo que en dicha
acción no se realiza ninguna remoción de tierra. Así, y a diferencia de las prácticas funerarias realizadas
por los aborígenes de Gran Canaria, en las que el enterramiento en túmulos está normalizado, lo cierto
es que para Tenerife sólo puede hablarse de deposiciones. En este sentido entendemos gue resulta más
correcto usar el término de ct1evas sepulcrales para referirse a este tipo de yacimientos arqueológicos.
En líneas generales, las cuevas sepulcrales localizadas durante el trabajo de campo quedan definidas
a través de la presencia de un material arqueológico muy específico: los restos humanos. A excepciÓn
de algún caso singular, se han adscrito a esta categoría todas aquellas oquedades que contenían en su
interior, o en sus alrededores, fragmentos y piezas óseas interpretadas como humanas. Sin embargo, y
de la treintena de cuevas localizas, no se han podido constatar claramente restos humanos en todas. En
la mayoría de las ocasiones sólo quedaban constancia de pequeños fragmentos óseos indeterminados
ocultos bajo bloques de piedras, así como de <<polvillo» que podía interpretarse como mezcla de madera
y descomposición del hueso. En aquellos casos en los que no quedaba clara la presencia ósea, adquiría
una mayor relevancia la valoración de las condiciones de habitabilidad de la cueva. En la medida en que
se ha podido comprobar que la mayoría de oquedades estrechas y de difícil acceso se destinaron a
prácticas funerarias, y que normalmente van acompañadas de un pequeño muro en la entrada, aquellas
cuevas con claras evidencias de expolio y que reunían estas características han sido catalogadas como
sepulcrales.
El reconocimiento visual de las cuevas del Ba"anco de El Pozo 111-W, el Ba"anco de Erques 1 o las
de Ce"o Gordo 1-W, permiten identificar pautas funerarias que reproducen las regularidades señaladas
por otros estudios realizados para Tenerife (Arco Aguilar, 1976). Así, y a la espera de posibles excavaciones
que confirmen estos datos, se constata la ausencia de criterios específicos en el acondicionamiento
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l...A HISTORIA EN ACIJVO
interno de la cueva (cuando se realiza se emplean materiales de los alrededores), así como en su ajuar
(cuando aparece puede estar integrado por fibras vegetales, lanzas y bastones de madera, material lítico,
útiles óseos, cerámica, adornos y/ o huesos de animal). El único criterio que parece repetirse, aunque
no se llega a generalizar, es el empleo de un muro de piedras en la entrada y el uso de nichos o repisas
naturales donde colocar los esqueletos.
Lo que sí parece plausible mantener es, como hipótesis, el uso repetitivo de estas oquedades, es decir,
la posibilidad de estar ante yacimientos funerarios secundarios, en los que las distintas deposiciones de
cadáveres se acompañarían de una reestructuración interna de los restos, ya depositados con anterioridad en
alguna parte de la cueva, con el fin de dejar espacio a los nuevos restos.
Finalmente, es necesario indicar que ha sido posible localizar agrupaciones de cuevas sepulcrales
conformando verdaderas necrópolis. Éstas, pese a haber sido también expoliadas, presentan un mayor
nivel de evidencias, en la medida en que han desaparecido las piezas más vistosas (cráneos, huesos
largos, etc.), quedando, normalmente agrupadas en una zona del interior, el resto de piezas óseas.
Como ya se ha indicado, la configuración geomorfológica de la comarca del suroeste favorece,
sobre todo para la mitad sur del municipio isorano, la presencia de cuevas naturales. Sin embargo, son
muy pocas las que ofrecen condiciones de habitabilidad suficientes para su ocupación como vivienda,
quedando por tanto un número significativo de ellas para su empleo como cuevas funerarias. Así, a lo
largo de. todo el perímetro de los grandes barrancos (Erques, El Pozo, Tejina, Himeche, Rodrigo), es
posible identificar, a diferente altitud y nive~ gran cantidad de oquedades que reproducen las características
físicas de cuevas sepulcrales conocidas en la vertiente norte de Tenerife. Sin embargo, y pese a reunir
esas condiciones físicas necesarias, muchas de ellas no han sido utilizadas por los aborígenes de esta
parte de la Isla, o si lo fueron ya no quedan evidencias de ello. Aunque es cierto que las condiciones
físicas son relevantes para explicar su orientación funeraria, en ocasiones es posible detectar agrupaciones
de cuevas que, por razones aún desconocidas, no fueron utilizadas por los aborígenes. En este sentido,
el entorno natural no parece ser el elemento definidor del patrón de distribución, siendo necesario
recurrir a condicionantes socioculturales.
Así, la mayoría de necrópolis detectadas durante la prospección arqueológica se ubican en las
cercanías de poblados u otros asentamientos de superficie, siendo predominante la ubicación de estos
en los lomos más cercanos. Aunque es posible encontrar cuevas sepulcrales relativamente aisladas, y sin
una clara asociación con el hábitat de superficie, esto no ocurre con las necrópolis, pues con la excepción
del Barranco de Rodrigo, en la que todos los llanos circundantes han sido ocupados por edificaciones, es
posible asignarle a cada necrópolis un poblado que ofrece una densidad y variabilidad alta del registro
material.
La necrópolis de Cerro Gordo
Cerro Gordo conocido por Diego Cuscoy como Majagora (1986:770-773), es un conjunto arqueo
lógico muy interesante, compuesto por una necrópolis (seis cuevas sepulcrales aunque en dos de ellas
no quedan restos), y un poblado de superficie ubicado en una vaguada. A diferencia de las pautas de
distribución del resto de poblados del municipio, que preferentemente se distribuyen en lo alto de
lomos en los que la visibilidad del entorno parece ser un criterio relevante, este poblado se localiza en
una zona muy acotada, en el interior de una pequeña hondonada que le impide controlar el terreno
circundante. Las cuevas sepulcrales se sitúan en lo alto de la ladera sur de un filón rocoso que fue
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ACTAf DE LAS 1 jORNADAS <fl'REBENDADO PACHECOJ> DE ]NVESTIGAGÓN Hl.rróRICA
rodeado por una colada lávica en época aborigen. Dicha colada no afectó a la necrópolis, pero sí
destruyó una parte importante del poblado, aunque dejó intacta otra en la que se comprueba
perfectamente cómo la lengua de lava fue sepultando distintas áreas de actividad.
Las características y contenido de las cuatro cuevas sepulcrales son muy heterogéneas, aunque las
singularizan el gran expolio al que fueron objeto. La primera de ellas, Cerro Gordo I, presenta escasos y
muy fragmentados restos óseos. Es relativamente abierta y de fácil acceso, lo que parece haber favorecido
su expolio. Se orienta al sur-sureste y se localiza en la parte alta del filón rocoso. Es la cueva más alta y
aunque tiene entradas, la más amplia está semi tapiada por un muro de piedras de un metro de altura y
dos de largo. En cambio, la entrada de Cerro Gordo JI se encuentra totalmente derruida, quedando tan
sólo un pequeño hueco de 50 cm que dificulta el acceso e imposibilita conocer su fisonomía interna, y
en la que se localizaron varios restos humanos como un fragmento de cráneo, tres vértebras, un fémur,
una tibia, y numerosas piezas de difícil determinación.
La cantidad de restos podría explicarse por lo complicado de su acceso, algo que no ocurre con
Cerro Gordo III, pues tan sólo contiene algunos restos óseos humanos. Éstos se encuentran dispe~sos y
revueltos por toda la cueva, siendo inviable determinar el número total de individuos depositados. El
interior tiene una tipología irregular con gran cantidad de tierra y varias piedras, observándose cómo
una de las entradas estuvo tapiada, pues hay restos de un murete, aunque el derrumbe parece que lo
cerró ya en época moderna. Finalmente, Cerro Gordo IV, que se sitúa en la parte inferior del filón
rocoso, es la que ofrece una mejor visibilidad de todas las que conforman esta necrópolis. Está expoliada
y en su interior apenas quedan restos óseos, astillados y revueltos. Y de igual forma que las anteriores,
presenta un pequeño murete semicircular que cierra la entrada.
OTROSLUGARESDEACTnnDAD
Integran este apartado todas aquellas tipologías de yacimiento~ que ofrecen, en el total del estudio,
un porcentaje de representación reducido. Así, pueden distinguirse un conjunto heterogéneo de lugares
de actividad que van desde los abrigos, a los concheros, cuevas de hábitat o canteras de obsidiana
ignimbrítica. El elemento definidor es, por tanto, el referente cuantitativo, lo que no significa que su
importancia para entender la concepción del territorio de los aborígenes pueda ser infravalorada.
Ejemplos significativos del papel fundamental de estos enclaves son los concheros o las canteras de
obsidiana ignimbrítica. Ambas indican un tipo de actividad fundamental para el desarrollo de la vida
cotidiana de los pobladores de esta parte de la isla pues, tanto el aprovechamiento de los recursos
marinos como la explotación de la obsidiana, constituyen una constante que puede ser rastreada en el
registro material de la mayoría de asentamientos de Tenerife.
Las razones que explican la escasa presencia de estos yacimientos son varias y complejas, ya que
es necesario barajar tanto condicionantes medioambientales y antrópicos, como las propias peculiaridades
socioculturales aborígenes que terminan favoreciendo, el asentamiento preferente en superficie, quedando
reducida la ocupación de cuevas a aquellas que ofrecen unas condiciones óptimas de habitabilidad.
Como no podía ser de otra manera, la variabilidad en este conjunto heterogéneo de yacimientos
es muy elevada. Por ejemplo, para los abrigos y cuevas de hábitat, podemos hablar de oquedades de
diferentes tamaños que concentran en su interior o proximidades una intensidad de materiales
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L4 HISTORIA EN AQlVO
arqueológicos muy desigual (desde restos cerámicos, pasando por fragmentos de obsidiana, basaltos,
malacofauna, restos de animales, etc.). El acondicionamiento de estas cuevas es fruto de los avatares
históricos, ya que pueden encontrarse sin alteraciones importantes o modificadas mediante la
construcción de pesebres, muros de entrada o reutilizadas como cuartos de apero. Tampoco su
localización parece responder a criterios muy específicos, pues es posible hallarlas a muy distin~ altitud,
en zonas de vaguadas, llanos, interior de barrancos, o en el propio malpaís. En este sentido, la visibilidad
no siempre adquiere relevancia pues, si bien en yacimientos como la cueva del Barranco de Himeche 'VI,
parece ser el elemento definidor del enclave, en otros como las del Barranco de Chabugo II, el control
visual queda muy limitado.
Sin embargo, el aspecto que podría establecer la localización de este tipo de enclaves sería la
orientación económica. Si como ya se indicó con anterioridad la actividad pastoril articuló una parte
importante de la economía aborigen, estas cuevas serían aprovechadas por los pastores en sus
desplazamientos con el ganado. Dicha actividad, que ha sido una constante en la historia de esta comarca,
explicaría la intensa reutilización de estos yacimientos en épocas posteriores. Así, las cuevas del Barranco
de Guaria, la de Himeche IV o la del Ramal de Erques V, contienen numerosos restos de época histórica
mezclados con el material arqueológico aborigen. En casi todas las ocasiones debió producirse una
limpieza y acondicionamiento de la cavidad, llegando al vaciado total o parcial de la cueva.
No obstante, es necesario aclarar que algunas de las cuevas identificadas como de habitación
están asociadas al hábitat en superficie. Tal y como puede observarse en las cuevas de J:....omo Alto III o
Abama II, la cercanía a los poblados es evidente, por lo que su funcionamiento y ocupación debió estar
condicionada a dichos enclaves.
La diversidad de entidades que conforman este epígrafe, así como la escasa representatividad en
el cómputo general del trabajo, condicionan enormemente las inferencias que sobre su localización
puedan realizarse. Los únicos yacimientos que están definidos exclusivamente por las características
físicas del medio, y que determinan su patrón de distribución, son las canteras de obsidiana ignimbrítica.
Como se ha mencionado de forma reiterada, la obsidiana constituyó la materia prima lítica por excelencia
entre los aborígenes de Tenerife. Aunque es cierto que el empleo de rocas de grano grueso (basalto,
traquitas, fonolitas, etc.) queda constatado en la mayoría de yacimientos detectados, la abundancia y
facilidad en su obtención impiden, de momento, valorar las connotaciones socioeconómicas que pudo
tener en la configuración territorial aborigen. Sin embargo, y como ha sido apuntado por otros
investigadores (Galván Santos y Hernández Gómez, 1996; Hernández Gómez, et al, 2000), la
concentración del material obsidiánico de calidad en zonas muy específicas de la isla (E/ Tahona/ Negro
en Las Cañadas y E/ Tahona/ de Los Guanches en Icod de los Vinos), debió generar un acceso diferencial
a esta materia prima, fomentando un cambio en la consideración técnica y social de la obsidiana. Así, la
intensa utilización de este material lítico impulsó a los aborígenes al. aprovechamiento, pese a su escasa
entidad, de aquellas canteras cercanas que permitían cubrir así, aunque fuese parcialmente, la necesidad
de este producto.
Cantera de obsidiana ignimbritica: Barranco de Erques IV
La obsidiana ignimbrítica es un tipo de vidrio volcánico que no es el resultado de un proceso de .
cristalización endógeno de la fonolita basáltica en filones homogéneos y continuos, sino que se trata de
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AaAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PACHECO>> DE lNVESTIGAaóN HISTóRICA
materiales vítreos extraídos desde una cierta profundidad y expulsados a enorme distancia por erupciones
volcánicas y que, generalmente, se asocian a lavas ácidas del tipo de las tobas.
Es relativamente frecuente que en todo el arco sureño que comprende desde Arico hasta Guía de
Isora haya filones de toba volcánica, generalmente rojiza, que contienen incrustaciones de obsidiana
ignimbrítica. Uno de estos casos es el margen derecho del Ba"anco de Erques, donde existen, al menos,
dos filones de este tipo de material volcánico, y tenemos conocimiento de otro muy cercano ya en el
Municipio de Adeje.
Como materia prima para la producción lítica, la obsidiana ignimbrítica posee una composición
mineralógica cuya vitrificación no completa, en la mayoría de los casos, todo el proceso, al mismo
tiempo que suele presentar incrustaciones granulométricas de materiales distintos a la obsidiana, como
calizas, tobas, e incluso es frecuente localizar fonolitas con avanzado proceso de vitrificación, pero que
no ha culminado. Estas características físicas hacen que, desde el punto de vista lítico, las obsidianas
ignimbríticas sean de peor calidad para la talla que las obsidianas de pasta vítrea pura, y que los product?res
aborígenes hayan preferido la explotación de filones de estas últimas, localizadas únicamente en torno
al Círculo de Las Cañadas.
A unos 600 m.s.n.m. y situada en la parte alta del margen derecho del Ba"anco de Erques, se
localiza una cantera de obsidiana ignimbrítica que se ha denominado como Ba"anco de Erques IV. Se
trata de una capa de toba rojiza que se desarrolla debajo de otra basálti~a y que contiene un gran
número de nódulos obsidiánicos. La explotación que los aborígenes realizan de esta cantera queda
evidenciada por una veintena de oquedades horadadas en la toba volcánica, algunas de ellas de dos
metros de profundidad por un metro de alto, aunque la mayoría no supera los O'SxO'S m. Tanto en su
interior como en la boca de estas oquedades se hallan los nódulos de obsidiana, con claras evidencias
de haber sido aprovechados.
La obsidiana ignimbrítica se presenta en la cantera de múltiples formas atendiendo a distintos
momentos en el trabajo y procesado de la misma. En líneas generales, el grosor de los restos obsidiánicos
que se localizan en superficie varía desde las pequeñas esquirlas de pocos milímetros, hasta nódulos de
30x1 O cm. También se encuentran nódulos exentos en la superficie de la ladera de toba, incluso aparecen
casos de grandes nódulos incrustados en el interior de las oquedades horadadas y en los que se pueden
apreciar aún las huellas de la extracción de la obsidiana.
Repartidos por toda esta ladera de toba se localizan restos de obsidiana tallada, así como fragmentos
cerámicos aborígenes, y en el cauce del barranco se halló una cueva sepulcral con algunos restos humanos.
Además se puede asociar esta cantera con la existencia, en los llanos y vaguadas que preceden al margen
derecho de este barranco, de varios paraderos pastoriles, una estación de grabados rupestres que preside
la entrada a la cantera y dos poblados, uno de los cuales destaca sobremanera por la cantidad de
obsidiana que presenta en su superficie, probablemente procedente de esta cantera cercana.
CONCLUSIONES
La propuesta del Ayuntamiento de Guía de Isora d~ elaborar una monografía que definiese las
características esenciales del poblamiento aborigen en el municipio, con el objetivo de incluirla en la
Serie de Estudios Isoranos que publica desde hace algunos años, llevó a nuestro equipo de investigación a
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LA HISroRlA EN ACI1VO
plantear una estrategia de análisis que superase los métodos tradicionales de elaboración de este tipo de
estudios: la recopilación de datos bibliográficos de los antecedentes y la reinterpretación de los mismos
bajo esquemas cronológicos y temáticos rígidos. Se consideró que la mejor forma de conocer la sociedad
aborigen era determinar la manera en que los guanches concibieron y explotaron el territorio isorano
para su reproducción física y social, lo que exigía, desde el punto de vista metodológico, un
reconocimiento total de ese territorio. Así, la prospección arqueológica superficial del municipio se
convertía en la herramienta metodológica necesaria para evidenciar los restos materiales de las actividades
que los guanches llevaron a cabo en esta parte de la Isla, su dimensión, sus relaciones, etc. El objetivo
era conformar una base empírica lo suficientemente amplia como para poder ofrecer una explicación
histórica del poblamiento aborigen de Guía de Isora. Resultado de una primera sistematización del
trabajo lo constituye esta propuesta de categorización tipológica 1•
1 Deseamos agradecer a Alexis Clemente Navarro, Carlos Javier Perdomo Pérez y a Carlos Gustavo González Díaz su inestimable colaboración en el desarrollo de este trabajo.
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ACTAS DE LAS J jORNADAS <<PREBENDADO PACRECO)) DE lNVE.IT1GAQÓN HLrróRICA
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Ul 11/SfORIA EN ACI1VO
Poblado Lomo de Piedra de los Molinos IIJ.
Asentamiento estacional de Monta1ia Gangarro 11.
Grabados de Los Cabezadas l.
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Cantera de obsicliana ignimbrítica del Barranco de Erques I V.
Paradero pastoril de Lo Cmcita.
AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PACHECOJ> DE !NVESTIGAaóN HI.rróRICA
APLICACIONES DE LA MICROSCOPIA ANALITICA A LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA DE LAS IsLAS CANARIAS:
FITOLITOS Y ALMIDONES EN LA RECONSTRUCCIÓN DE LAS PAUTAS ALIMENTICIAS DE ÉPOCA ABORIGEN E HISTÓRICA
José Afonso Vargas1
1. Microscopia y microfósiles: una herramienta de trabajo
El uso del microscopio en Arqueología comienza, al igual que en otras disciplinas, cuando el
tamaño de las cosas que se quieren observar no permite apreciarlas a simple vista. Se abandona entonces
la percepción de todos aquellos elementos con dimensiones macroscópicas, habituales en un contexto
arqueológico, para pasar al estudio de elementos muy diferentes. Este es el caso de los fitolitos2, elementos
microscópicos tomados aquí como fuentes principales de información, que presentan generalmente
un tamaño por debajo de las 250 micras3 (Zucol & Osterrieth, 2002) y una naturaleza química
suficientemente sólida como para perdurar en el tiempo. Hablamos así de microfósiles o partículas
biogénicas invisibles a simple vista que se encuentran en algunos tipos de contextos sedimentarios o
edáficos y cuyo estudio ha sido habitual en limnología, paleontología y paleoecología, y en la actualidad
de forma creciente en arqueología (Coil et al., 2003).
La amplitud del mundo microscópico obliga a delimitar el objeto de estudio ya que son muchos
los elementos que pueden encontrarse en un análisis micro-arqueológico, además de los producidos
por las plantas. Por ello deben acotarse aquellos elementos potencialmente portadores de la información
arqueológica buscada y cuyo recon~cimiento y valoración sea posible desde la práctica experimental o
la bibliografía especializada. En los pocos tipos que nos centramos, fitolitos y almidones4, de operarse
las condiciones idóneas para su preservación, pasan a convertirse en restos de antiguos organismos
vivos y sólo una parte minúscula de estos, por ello algunos autores prefieren englobarlos denominándolos
1 Becario predoctoral de investigación, CC.AA, Dptos. de Prehistoria y Edafología (ULL).
2 Cuerpos microscópicos de forma y tamaño variable generados por las plantas en el interior y exterior de sus tejidos después de un proceso que supone la conversión de iones solubles en la solución del suelo en cuerpos inorgánicos sólidos (biomineralización). Los dos grandes grupos presentes en las plantas actuales están formados por sílice amorfo y/ u oxalatos, aunque puede existir la conjunción de ambos en varias especies botánicas.
3 Existen algunos morfotipos fitolíticos que pueden superar este máximo, caso de las secciones silicificadas de tejidos vegetales denominadas esqueletos silíceos. En las prácticas experimentales se han detectado morfotipos semejantes que llegaban a tener 500 y 600 micras de longitud máxima e incluso tenemos constancia de que pueden ser observados mediante lupa binocular (Albert, 2003, com. pers.).
4 Cuerpos microscópicos de tamaño y forma variable que funcionan como elementos de reserva en las plantas. Por lo general suelen estar concentrados en sus semillas, frutos y tubérculos.
-31-
L4 HISTORIA EN ACIWO
microfósiles (Korstanje,2002). Desde su detección y valoración es posible reconocer la presencia de
una determinada planta, más o menos compleja, en contextos, naturales o antropizados. Pero sólo
cuando alguno de estos materiales se encuentra preparado para una correcta observación pueden extraerse
conclusiones utilizables como documentación de un determinado proceso, relacionado con sociedades
humanas, individuos o contextos naturales. Y es que el empleo del microscopio, como herramienta
rutinaria de investigación, debe acompañarse de técnicas que permitan tratar y extraer, de distinta
forma, conjuntos de micro fósiles de distinta composición como todos los de base silicea5, como fitolitos,
algunos tipos de microalgas6 y espículas de esponjas 7, que resultan muy resistentes al paso del tiempo
de otros que no lo son tanto. Este es el caso de los oxalatos de cálcio, los almidones o las esferulitas8•
Con todos ellos deben emplearse técnicas precisas para su recuperación, observación y valoración
arqueológica diferentes a las anteriores, aunque por el momento no se encuentran tan avanzadas como
para con los de sílice.
La Microscopía Analítica es una disciplina con escasa divulgación pero profunda significación
investigadora, desde ella pueden abordarse cuestiones tan diversas como la amplia gama de estudios
históricos existentes en la actualidad. Desde su empleo es posible acometer el estudio de aspectos
como la funcionalidad de espacios habitacionales, la dieta o la explotación de los recursos vegetales. Y
su aplicación arqueológica, siguiendo criterios cualitativos y cuantitativos, permite conocer algunas de
las características más pequeñas de los registros materiales y en especial sobre su relación con
determinados vegetales, distintas actividades antrópicas, posibles usos y significado social. En la actualidad.
el empleo de tales técnicas sólo es una continuación de una tradición que arranca en el siglo XI con la
utilización de lentes convexas por parte de los eruditos árabes y que supondrá, mediante continuas
aportaciones, el desarrollo del primer microscopio a finales del siglo XVI (González Escalera, 2001).
Si bien el campo de aplicación de este instrumento corresponde de forma rotunda al de las
ciencias naturales, con gran desarrollo en la medicina y la biología, su vertiente paleo botánica se inicia
únicamente desde principios del siglo XX con el reconocimiento de los primeros granos de polen fósil.
Quizás es en la disciplina arqueológica donde instrumental y observador se ponen a prueba de
una manera especial debido a la diversidad de elementos que pueden aparecer en las muestras. Es
entonces cuando la Arqueología Experimental puede facilitarnos el proceso de identificación, ello
supone la reproducción, con materiales actuales, de los procesos que pudieron qar lugar a una industria,
alimento o producto consumido con uno u otro fin. En la disciplina que nos ocupa, poner en práctica
este principio supone dotarnos de una herramienta que permite reconocer un determinado microfósil
desde su comparación con muestras patrones de referencia. La experimentación y las prácticas analíticas
5 Formados por silice amorfo o silice hidratado y que debe diferenciarse de su homónimo mineral que si presenta estructura cristalina interna.
6 Las algas diatomeas y las crisófitas son igualmente microfósiles portadores de información paleoambiental, tanto en su vertiente paleontológica (contextos naturales) como arqueológica (contextos antropizados).
7 Las esponjas son animales acuáticos primitivos que desarrollan en su seno espículas o elementos de base silícea con apariencia tubular y canal interno.
8 Término genérico que define cuerpos microscópicos de tendencia esférica que presentan, en nuestro caso, birrefringencia derivada del comportamiento óptico del carbonato cálcico que las forma. En concreto las esferulitas de fauna ·herbívora son microfósiles que podrían indicar la presencia de ganado.
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A erAr DE LAf 1 j ORNADAS ''PREBENDADO PACHECO» DE ]NVESTJGAQÓN H ISTóRICA
se convierten de este modo en vías de trabajo encaminadas al reconocirrliento de las pautas de
aprovechamiento vegetal y su repercusión dentro del devenir social de un grupo o individuo. Así la
alimentación o el propio entramado cultural de estos pueden ser seguidos desde el tipo de explo tación
ejercido sobre el medio natural nativo o introducido. Se trata en definitiva de una herramienta de
trabajo versátil y con posibilidades de ser aplicada donde exista un proceso histó rico que quiera ser
investigado.
2. Materiales analizados y métodos empleados
Los materiales estudiados siguen el conocimiento ya existente, o el adquirido mediante prácticas
experimentales, sobre biomineralizaciones o elementos microscópicos generados por plantas unicelulares
o vasculares. Los primeros en ser analizados son aquellos que deben servirnos como elementos
comparativos en la determinación de microfósiles como los mencionados. Su estudio puede abordarse
mediante el empleo de técnicas muy conocidas en el ámbito de las ciencias como la incineración, los
cortes y preparaciones histológicas, la digestión en reactivos químicos o la molturación para reducir a
polvo elementos como las semillas (Figuras 1 y 2). Estas labores terminan con la observación al
microscopio óptico que, aunque es superado por los equipos electrónicos SEM, sigue siendo la base de
la investigación de rutina.
Figura 1 (Izqda.): Gránulos de almidón en la lenteja (Lens culinaris), 400x; Figura 2 (Dcha.): Silicofitolito de célula alargada dendriforme en las glumas del grano de cebada (I-lordem11 vulgare L.), 400x. Fotos: José Afonso.
El estudio de la flora nativa, tanto de especies endémicas como autóctonas ha permitido valorar
sus características microscópicas. La complementación de estas con las de tipo introducido como cereales,
leguminosas o frutales permite profundizar no sólo en el aprovecharrliento de la flora local sino de los
cultivares llegados en distintos momentos a las Islas. Para ser analizadas las plantas primeramente
deben ser identificadas correctamente a nivel taxonómico9, pasando en parte a formar de un herbario
de referencia y en otra a los tratamientos de laboratorio. E l protocolo seguido con las muestras debe
garantizar la no-contaminación entre ellas y los materiales circundantes así como el registro de todos
los datos referentes a los tratarrlientos. Las muestras son pesadas y clasificadas con un número de
9 Labor realizada en este caso con el asesoramiento del Dr. A. Santos, Unidad Botánica del Jardín de Aclimatación de La Orotava, sito en el Puerto de La Cruz (fenerife).
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LA HISTORIA EN AClWO
referencia dentro de la colección CER Fitoliteca1 10 pasando a la siguiente fase, su observación alMO y
SEM para realizar estimaciones cualitativas (naturaleza, forma, ornamentación) y cuantitativas (tamaño,
parámetros métricos y número de ejemplares). Las técnicas de tratamiento se emplean en función de
los requerimientos analíticos posteriores y siempre dependen de la naturaleza de los materiales
examinados. Suelos y sedimentos, los materiales más abundantes a nuestra disposición, suelen llevar un
tratamiento diferencial en función del tipo de microfósil buscado. Por ello no se emplean los mismos
reactivos ni temperaturas cuando se buscan fitolitos de sílice que de oxalato cálcico o gránulos de
almidón. En la actualidad existen varias versiones y revisiones de los métodos de tratamiento de muestras,
por lo general todos buscan la obtención de una alícuota representativa que, sin perder ninguno de sus
componentes originales, permita la valoración. del registro micro fósil. Así los empleados en residuos,
cálculos dentales y coprolitos no son tan complejos como los que requieren sedimentos y suelos que
suelen constar de lavados, secado, desagregación química, eliminación de elementos cementantes (materia
orgánica y carbonatos) y concentración de microfósiles en aquellas fracciones (tamaño de partículas)
donde suelen concentrarse estos. De este modo se obtiene una muestra convenientemente preparada
para su estudio alMO y SEM11 tras extraer de ella una alícuota representativa de la muestra total. Las
técnicas de microscopía permiten identificar micro fósiles de sílice amorfo (fitolitos, diatomeas, quistes
de crisófitas, espículas de esponjas, y otros organismos acuáticos) con el empleo de medios de inclusión
adecuados al índice de refracción de este compuesto bajo luz transmitida convencional.
De quererse identificar oxalatos, almidones y microfósiles de base carbonatada, las muestras
dehen ser tratadas con reactivos menos ~ertes que los empleados con los de sílice. Si con estos se
recomienda el uso de ácido clorhídrico en unión de a. nítrico (agua regia) en proporción de11 0°/o (Albert,
1999), para conservar oxalatos y demás sólo puede emplearse acético glacial Ouan-Tresserras, 1997).
Igualmente los gránulos de almidón existentes en muestras arqueológicas o suelos son alterados si se
somete la muestra a calentamiento, aunque sea moderado, y sobre todo si se opera en conjunción con
la inmersión de ésta en medio oxidánte líquido. Existen protocolos que contemplan métodos no lesivos
para recuperar todos los microfósiles mencionados, estos únicamente emplean la disgregación y
separación de la fracción arcillas del resto de las mismas pasando a concentrar, mediante un líquido
pesado (calibrado a densidad 2.3) las fracciones ricas en microfósiles (Coil et al., 2002). Este tipo de
tratamientos permite incluso la preservación de elementos como las esferulitas, elementos especialmente
interesantes para determinar la presencia de herbívoros en contextos naturales y antropizados (Korstanje,
2002). En los residuos de cerámicas de Las Cañadas del Teide (fenerife) también se han aplicado
métodos basados en cortes histológicos y tinción para comparar estructuras internas entre muestras
arqueológicas.y muestras-patrones (Arnay et al., 1985). En el caso del Molino del Barranco del Agua de
Dios, el residuo se extrajo en 198812 de forma superficial de la pieza por lo que no ha podido ser
10 Siglas pertenecientes a Colección Experimental de Referencia Fitolitecat por tratarse de muestras obtenidas mediante · experimentación de laboratorio con la intención de dotarnos de muestras patrones que permitan comparar los micro fósiles
existentes en materiales arqueológicos con los producidos por plantas actuales. Numerosas muestras incluidas en esta colección han sido obterudas mediante diferentes protocolos de actuación para·lograr una aproximación lo más exacta posible a las características de la partículas presentes en cada planta así como la reproducción en laboratorio de los procesos post-deposicionales que les han podido afectar con el paso ~el tiempo.
11 Los equipos de microscopía electrónica de barrido pueden ir equipados con una sonda de Rayos X que permite la cuantificación de elementos fundamentales dentro de una muestra (SEM).
12 Llevado a cabo por el Prof. Navarro Mederos ha quien agradecemos el habernos confiado su análisis.
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A CTAS DE LAS [jORNADAS <<PREBENDADO PACHECO>> DE [ ,,rvE.mGAOÓN HrJTóRICA
aplicado el protocolo habitual basado en lavados diferenciados Ouan-Tresserras, 1997, entre otros).
Por ello se optó por realizar una separación granulométrica de las fracciones que integraban el residuo
consiguiendo una muy fina, inferior a las 50 micras 13, y otra más gruesa superior a este tamaño. D e
ambas se extrajo una alícuota en disolución con pipeta de precisión (500 microlitros desde 2 ml) y se
realizaron preparaciones para ser observadas al microscopio óptico.
3. Resultados y discusión
Previo estudio experimental de la flora local (Afonso, 2003; Afonso, 2004, tesina) se ha podido
contar con muestras de referencia derivadas del tratamiento de ejemplares de las principales familias
botánicas de las Islas. Esto supone poder asumir preguntas-problema relacionadas con la explotación
del medio vegetal, a distinta escala cronológica y espacial. Al respecto de la alimentación, tanto las
fuentes etnohistóricas como las arqueológicas ofrecen muchos datos sobre la dieta aborigen, y también
como ocurre para época histórica sobre especies cultivadas de cereales y leguminosas. En el primer
caso hablamos de plantas que pertenecen al grupo vegetal de mayor producción silícea: las gramíneas
(Poaceae/ Gramineae). A nivel microscópico y en cuanto a registro silicofitolítico este grupo presenta,
entre otros morfotipos, abundancia de células cortas y largas, o la conjunciót} de ambas en los
denominados esqueletos silíceos, y en todos características muy importantes a nivel micro-morfométrico.
Y relacionado con los cereales, y su consumo, seria interesante llamar la atención sobre un producto,
tan codificado por distintas sociedades históricas, como es el pan, del que no suelen quedar trazas de su
existencia a pesar de ser continuamente citado por las fuentes escritas. Este alimento trascenderá su
valor como tal al convertirse en símbolo de la tradición cristiana, o de la necesaria revolución social
propuesta por ideólogos del anarquis~o como K.ropotkin14• Bajo el microscopio, el pan actual más
refinado, presenta una gran riqueza en almidones, en distinto estado de alteración, y escasez en todo
tipo de fibra, es un pan con baja calidad alimentaria, aunque eventualmente calme el hambre. Pero son
Figura 3 (Izqda.): Silicofitolitos en hojas de palmera canaria (PhoemxcanariemisChabaud); Figura 4 (Dcha.): Fitolito de esqueleto silíceo en la cubierta (gluma) del grano de cebada (Hordeum vulgare L.) localizado en una muestra de gofio actual. 400x. Fotos: José Afonso.
13 Uno de los métodos básicos para la separación de las fracciones, que integran un sustrato edáfico o sedimentario, es el granulomérrico empleando tamices metálicos de luz conocida. La mayor parte de micro fósiles, como fitolitos y almidones, suelen agruparse por debajo de las 50 micras mientras que por encima suelen situarse aquellos morfotipos de mayor tamaño que, como los esqueletos silíceos, pueden llegar a tener dimensiones superiores a las 200 micras.
14 La conquista del pan, traducción online, W\V\v.geocities.com
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LA HLITORIA EN ACIWO
los panes denominados <<integrales» (más caros y por ello considerados algo elitistas) los que ofrecen un
aspecto similar a los restos que encontramos en cálculos dentales o residuos· de molturación.
Eran productos aquellos menos refinados, más toscos, pero más ricos en nutrientes y elementos
favorecedores del tránsito intestinal. Mientras que el contenido de un pan industrial actual (no-integral)
presenta mínimos ejemplos de elementos silíceos, propios de un trigo refinado en exceso, los panes
integrales presentan abundantes fibras y esqueletos silíceos. Esto es debido a que es~ elaborados con
harinas de cereales de granos vestidos y poco refinados. La gente del pasado, en especial las de época
histórica que, en ciertos momentos evitará el consumo del centeno para huir de la locura generada por
su temible co~nezuelo15,- podía tener una mejor defecación al consumir harinas poco refinadas y sobre
todo de un cereal, poco consumido en la actualidad, como es la cebada. Por ello en los productos de
desecho de la alimentación individual del pasado (coprolitos) también podrían encontrarse las claves
del comportamiento social, de miedos y posición social.respecto al resto de individuos de una sociedad.
Otras enfermedades, como la pelagra, se han relacionado en Europa con el reemplazo de la cebada por
el maíz, en la confección de gachas y tortas (Flandrin & Montanari, 2004). Para el trabajo que nos
ocupa, un consumo u otro puede ser dirimido mediante el estudio microscópiCo de paleo heces fecales,
o de residuos, porque en ellos pueden conservarse microfó~iles como fitólitos y almidones.
Pero también pueden extraerse lecturas, mediante prácticas experimentales, de productos como
el gofio. Los micro-elementos que forman este alimento (Afonso, 2004, tesina) guardan grandes
similitudes con el pan, sobre todo en cuanto a la gran desproporción existente entre gránulos de almidón
y los muy escasos, especialmente en el de trigo, silicofitolitos. Obviamente existe la salv~dad de que los
productos elaborados por los aborígenes canarios debían ser menos refinados de lo que introducirán
los castellanos en las· Islas. Como se menciona en obras de referencia (López Bellido, 1991, entre
otros), y como hemos podido comprobar a nivel experimental, los distintos cereales no dejan la misma
cantidad de estos elementos. Esta particularidad debe asociarse a si se trata de granos desnudos (sin
glumas adheridas)o a si han·sido sometidos a un proceso de refinado que ha eliminando tales cubiertas
externas, aún adheridas tras la trilla (granos vestidos). Mientras que cereales como la cebada (Hordeum
vulgare _L.), la avena (Avena saliva) y el trigo «escanda>> o «espelta>> (Triticum aestivum spelta) ofrecen en su
polvo molturado, algunos fitolitos de esqueletos silíceos, ~n otros granos como el <<trigo de pan>> o
<<harinero» (Triticum aestivum) son muy escasos o inexistentes. El empleo de un cereal u otro, o su
conjunción, es una cuestión importante a varios niveles. Por ejemplo un elemento que hasta hace poco
no se consideraba oligoelemento esencial como el silicio16, se ingiere en mayor proporción con el
consumo de cebada, o de avena, que con el trigo. Según ller (1979) una mayor o menor ingestión de
sílice puede relacionarse con varios aspectos de la salud humana, entre ellos el desarrollo del tejido
conjuntivo, siendo inocuo siempre que sea ingerido de forma oral y no pulmonar (silicosis). De este
modo cita como a principios del siglo XX en Europa se consideraba el ácido silícico como agente
15 Aunque el centeno servirá en la Europa medieval para sustituir al trigo, su cultivo lleva aparejado el riesgo de desarrollar este hongo ( Claviceps purpurea) cuyo consumo accidental Uegó a producir, desde la Edad Media hasta el siglo XVII, intoxicaciones colectivas y grandes mortandades.
16 Existe una notable diferencia entre el silicio (Si) y el compuesto generado en su unión con moléculas de oxígeno (Si 02) que se denomina sílice; amorfo o hidratado. Aunque los estudios sobre la dieta asumen el silicio como oligoelemento, es su versión hidratada la que contemplamos aquí ya que es la base química de los silicofitolitos, en diferente concentración, en todas sus morfologías.
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PAacECOJ> DE lNvE.mGAaóN HI.ITóRICA
terapéutico contra la tuberculosis y que durante el medioevo, en la zona central, estaba bastante extendida
la utilización tradicional de hierbas ricas en silicio para tratar la enfermedad. Aunque aún se debate
sobre lo que supone un nivel óptimo de sílice en la sangre, podemos relacionar los esqueletos silíceos
de los granos con su funcionamiento como fibra natural insoluble en el tránsito intestinal. Este no sólo
queda facilitado con su consumo sino que nos permite identificar, a nivel microscópico, la presencia de
determinados cereales en restos como los cálculos dentales, los coprolitos' o los residuos de molturaéión.
Tanto silicofitolitos como almidones son elementos comunes en todos los productos elaborados con
granos de cereales. Igtialmente el consumo de plantas con elementos silicificados abre procesos de
micro-estriación dentaria en la dentición humana y animal que pueden informar de los productos
consumidos o procesados (Lalueza et al., 1996, entre otros).
Los primeros resultados confirman la posibilidad del acercamiento al mundo histórico desde la
práctica experimental ya que en las plantas analizadas aparecen morfotipos muy dispares cuyas
características, como ya ha sido comprobado por numerosos investigadores, permiten establecer
parámetros morfométricos para identificar, al menos a nivel de familia y génerp, la planta presente en
un determinado resto arqueológico. Hemos podido observar que la información de este tipo se encuentra .
incluida en mateiiales arqueológicos, que ·incluso museados desde hace décadas, contienen aspectos
cualitativos y cuantitativos insospechados. Esto ocurre con los materiales, que analizamos a modo de
ejemplo, como el sarro dental y los coprolitos de las personas inhumadas durante el siglo XVIII~ en la
Parroquia de la Concepción17 (Sta. Cruz de Tenerife) o los residuos obtenidos en 1988 en una pieza de
molino aborigen hallada en el Barranco del Agua de Dios (fegueste).
En el sarro dental y coprolitos 18 de La Concepción hemos encontrado escasos, y a veces muy
fragmentados, ejemplos de silicofitolitos de células largas dendriformes propios del grupo Triticeae al
que pertenecen el trigo, la cebada, la avena y el centeno pero también gránulos de almidón aislados del
mismo grupo. La información ha sido más amplia en el caso de los coprolitos donde pueden reconocerse
fácilmente fitolitos de células cortas (trapeziformes) y alargadas dendriformes. En los primeros trabajos
al respecto (Afonso, 2003, 2004, tesina) se exponía de modo preliminar que una de estas muestras
permitía plantear el consumo de cereales de al menos dos de los géneros mencionados. Los estudios
experimentales con harinas y productos, como el pan actual o el gofio, ratifican la presencia de los
mismos elementos microscópicos que encontramos en las muestras arqueológicas. Las evid~ncias microscópicas parecen así hacer referencia a productos basados en cereales, probablemente tostados y
luego molturados, en el caso aborigen bajo una forma de gofio o similar, y el pan en época histórica.
Ambos probablemente eran básicos en la dieta pero elaborados con cereales poco refinados en el
primer caso. Sin embargo, en la actualidad sabemos que una alimentación rica en fibra favorece el
tránsito intestinal con un considerable beneficio para la salud individual, y esto era probabl~mente lo
que sucedía entre los aborígenes cuya alimentación se basaba en cereales con escaso refinando o, como
en la cebada, más rica en fibra que el trigo. En época histórica esta tónica parece invertirse ya que la
cebada, como en la actualidad, comienza a ser reservada para fines ganaderos o, previa fermentación,
17 Intervención de 1995 bajo la dirección de la Dra. Arnay de la Rosa (Opto. Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la ULL.
18 Materiales analizados bajo la dirección de la Dra. Arnay para su inserción en el estudio de las pautas alimenticias históricas desde todas las evidencias de origen bioanttopológico.
~37-
L4 HISTORIA EN ACIWO
para la elaboración de bebidas con distinta graduación alcohólica. Es de suponer, que tras el cambio de
estructuras derivado de la plena anexión de las Islas a la corona castellana, y como ocurrió hasta el siglo
XVIII en toda Europa, se incrementara gradualmente la superficie dedicada a la producción de cereales.
Quizás_ en Canarias durante toda la cent:t:ma de 1700 se produce un fenómeno similar al europeo donde
existe, según Flandrin & Montanari (2004), un aumento de la producción cerealera que se .traduce
también en un aumento de la porción de cet:eales consumida en la alimentación popular, a expensas de
la variedad de Ja dieta y de la porción de carne. En todo caso desconocemos aún muchas cuestiones
sobre la producción diferencial de trigo y cebada en el mundo aborigen, su participación en la dieta e
incluso donde se consumía más uno u otro, o si en algún momento hubo conjunción de ambos.
En cuanto al análisis de coprolitos o paleoheces fecales, lamentablemente son elementos
arqueológicos escasos que, o bien no se detectan, o bien no se conservan (Yarnell, 1980). Los coprolitos
derivan, en un enterramiento, de la emisión de heces fecales post mortem, es decir, cuando el individuo es
enterrado muy rápidamente después del óbito (Juan~Tresserras,1997), entonces pueden producirse
defecaciones como consecuencia del relajamiento natural de los esfínteres. El resul~do es un coprolito
que, de sufrir un adeq1ado proceso de fosilización guardará en su interior la información directa de los
últimos productos ingeridos y también de su estado de salud. En una muestra de coprolito de la Parroquia
de La Concepción (Campaña 1995) han aparecido elementos macro y microscópicos que indican el
consumo de varios cereales, de frutos con semillas similares a las de la higuera y de plantas de hojas
comestibles e incluso residuos de lo que podrían ser evidencias de bebidas guardadas en recipientes de
madera. Salvo el primer dato, el consumo conjunto de trigo y cebada que podría suponer un elemento
de diferenciación económica y social que aun debemos definir, el resto aún son evidencias aisladas que
nos obligan a plantearlas como provisionales.
Constituyéndose -como materiales arqueológicos muy comunes en Canarias, y muy útiles para
contrastar la información contenida en el sarro dental mineralizado, los molinos ~culares también son
susceptibles de ser ~alizados. La información microscópica que ofrecen permite identificar el tipo de
producto molturado que, en líneas generales suelen ser ceteales como el trigo, y. la cebada (especialmente
documentada para Canarias). Tanto los gránulos de alt;nidón como los fitolitos de cereal (células cortas
trapeziformes y alargados dendriformes aisladas o en esqueletos sillceos) son también comunes en los
elementos de molturación, funcionando en algunos casos. como ratificación de los anteriores. Su
recupera~ión permite incluso abordar el tratamiento dado a los cereales o leguminosas molturados ya
que el almidón sufre alteraciones, tanto por acción mecánica como térmica, que pueden ser seguidas al
microscopio (Flint, 1996; tfoseney, 1991;Juan-Tresserras, 1997, entre otros).
El residuo del molino del Barranco del Agua de Dios puso a prueba nuestra capacidad para
encontrar evidencias de uso alimentario como las ya referidas. Ratificando las indicaciones de J.R Navarro
Mederos, el aspecto macroscópico del mismo planteaba estar más ante una capa de sedimento con textual,
adherida a la pieza lítica, que ante un residuo propio de los intersticios vacuolares del basalto con el que
suelen estar confeccionadas. La fracción menor de 50 micras esta caracterizada por la presencia de
agregados de arcillas y elementos minerales finos entre los cuales cabe destacar abundantes fragmentos
de microcarbones pero también un variado registro de silicofitolitos. La mayoría de estos se encuentran
insertos en la fracción inferior a las 50 micras (MO-AgD-88-1) aunque en su mayoría no funcionan
como elementos de diagnóstico al estar muy fragmentados o degradados por procesos post-
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A cr,-Lf DE LAS [jORNADAS <<PREBEJ'\1/lADO PAOIECOJJ DE lNVES17GAQÓN HISTóRICA
deposicionales. Por esta razón el número real de morfotipos que podrian facilitar la identificación de
especies vegetales se reduce notablemente (Gráfico 1). Aqui destaca la presencia silicofitolitos propios
de gramíneas como los de células largas lisos (long cells elongate psilate) y dendriformes (long cells
elongate dendriform). Uama la atención, como ya se ha citado anteriormente (Afonso, 2004, tesina) la
existencia de silicofitolitos de forma esférica con decoración de picos (esferic equinate) generados por
la familia de las palmeras (Palmae) y especies como Phoenix canariensis Chabaud y P dacrylifera, ambas
probablemente presentes en la zona de actuación. En esta fracción sólo podemos ratificar indicios de
gránulos de almidón y de células cortas como las que suelen acompañar los morfotipos de células
largas dendriformes propios de los cereales. En la fracción superior a las 50 micras (MO-AgD-2) se
reduce notablemente el número de silicofitolitos totales pero aumenta el ratio de elementos de
diagnóstico, sobre todo en cuanto a esqueletos silíceos, ninguno de células largas dendriformes, y
morfotipos en forma de piezas de puzzle Gig-saw phytoliths). Se introduce así un elemento discordante
con los habituales registros localizados en este, tipo de piezas de molturación. Aqui también aumenta el
tamaño de los microcarbones mientras decrecen notablemente los morfotipos detectados en la anterior.
Igualmente aparecen indicios de morfologías trapeziformes con márgenes lobulados (Fig.6) que algunos
autores relacionan con los granos más comúnmente cultivados, excluyendo el arroz (Kaplan et al,
1992).
Sllcof
n Cél Cel Lar Cel Lar Cel Esl Apen
oonae La Dend Punt Epi
Tp Esq SA Dlatom Criaof
Puzzle
..._MO.AgD-88-1
-MO·AgD-88·2
Gráfico 1: Sernicuantitativo de silicificaciones (fi tolitos y microalgas) localizadas en las dos muestras analizadas. La primera columna (Silicof. Tt.) corresponde al total incluyendo elementos no identificados. Elab.: José Afonso.
La presencia de microalgas de esqueleto silicificado, como diatomeas y quistes de crisófitas, es
episódica ya que sólo se han observado fragmentos de las primeras y algo más de una decena de las
segundas. En todo caso parecen estar presentes al menos dos géneros de diatomeas del grupo pennales
(morfología no-céntrica) que introducen una información paleoambiental y arqueológica complementaria,
como la presencia del enclave del molino en una zona húmeda del yacimiento o posibles procesos de
arroyada. No obstante, no puede descartarse que su presencia también se deba al efecto de la intemperie
que habría afectado a la pieza fuera su emplazamiento original, posiblemente la Cueva de los Cabezazos19
(Bco. del Agua de Dios, Tegueste).
Las pruebas al respecto de la presencia de almidones han sido fundamentales para caracterizar
un registro anómalo en cuanto a los residuos propios de elementos de molturación. Mediante el empleo
19 Según el profesor Navarro Mederos la pieza de molino se encuentra vinculada a este enclave arqueológico aunque fue hallada en su exterior (2006, comun. pers.).
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U HI.ITORIA EN ACIWO
de luz polarizada y tinción yodada se ha comprobado una escasa proporción de almidones, lo que
también confirma estar ante un residuo perteneciente, en su mayoría, al·sedimento contextua! de la
pieza y sólo en una pequeña porción al formado por restos del procesado de cereales u otras semillas
con valor alimenticio. Los silicofitolitos de .palmeras, aunque podrían estar también relacionados con
este fin, habría que considerarlos pertenecientes a restos de tejidos foliares insertos en el sustrato
sedimentario. En todo caso podría plantearse la presencia de dátiles en esta zona, frutos donde la
concentración de este tipo de silicofitolitos es mucho más baja que en los anteriores tejidos mencionados.
En líneas generales, aunque el registro microscópico no confirma la idoneidad del residuo para
realizar lecturas sobre las especies de cereales procesadas, no puede negarse su valor arqueológico.
Dado que parece confirmars~ la presencia de una estructura de combustión (alta concentración de
microcarbones), y la multitud de silicificaciones propias de hojas y tallos de gramíneas, parece que se
trataba de una zona de procesado, que podría ser de cereales, y también de tejidos o frutos de palmeras.
Igualmente se abre una interesante vía, al respecto de otras especies vegetales, con la presencia de
fitolitos tipo puzzle ya que varios autores los identifican como propios de Angiospermas dicotiledóneas,
tanto arbóreas como arbustivas (Bozarth, 1992; Piperno, 2006, entre otros). La escasez de otros elementos
silicificados y de oxalatos, comunes en especies arbóreas, nos inclina a pensar más en otras de menor
porte, como las pertenecientes a la familia Asteraceae (Compositae) donde existen géneros con una
producción silicofitolítica similar, caso de Sonchus sp. que incluye lo que popularmente se conoce como
«cerrajas» o «cerrajones. Igualmente en el grupo'de los pteridofitos (helechos) pueden observarse formas
de piezas de puzzle en sus tejidos foliares como ocurre en Pieridium aquilinum y especialmente en Blechnum
spicant. Aunque las características del residuo inclinan a pensar en procesos post -deposicionales, que
incluyen la remoción de la pieza desde su emplazamiento arqueológico primario, estas primeras
apreciaciones morfológicas pueden tomarse como indicios de tales plantas en el abanico de especies
explotadas por los aborígenes de la zona. No obstante, debería contrastarse esta hipótesis con el análisis
de un mayor número de muestras locales y en especial de la Cueva de los Cabezazos así como con
estudios morfométricos detallados, también con respecto a las colecciones de referencia.
Tampoco puede descartarse la pérdida de parte del registro por procesos de alteración acaecidos
en el sustrato sedimentario ya que estos pueden llegar a ser muy dinámicos tanto a nivel físico-químico
como mecánico. Se han detectado indicios de esta alteración, relacionados con la disolución del sílice
amorfo, en numerosos morfotipos de tamaño medio y sus fragmentos, que podrían indicar afectación
por pH básico extremo y circulación hídricá, todo ello ya propuesto para otros enclaves arqueológicos
de la Isla (Afonso, 2004, tesina).
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Acr/lS DE LAS f } OKNATH!S <<PREBENDADO PACIIECO>> DE INVESTIGACIÓN HISTóRICA
Figura 5 (lzqda.): Silicofitolito en forma de pieza de puzzle; Figura 6 (Dcha.): Silicofitolito trapeziforme con márgenes lobulados y fragmentos de micro carbones. 400x. Fotos: José Afonso.
4. Conclusiones
Las técnicas empleadas, y en especial las experimentales, pernúten identificar elementos, como
fi tolitos y alnúdones, y con ello elaborar lecturas relacionadas con la alimentación de las antiguas
sociedades canarias, tanto prehistóricas como históricas. Los análisis de materiales bioantropológicos y
residuos confirman la presencia de este tipo de microfósiles en distintos materiales aportando con ello
información directa e indirecta sobre el uso de distintas plantas, tanto nativas como introducidas.
Igualmente puede confir marse en las mues tras MO-AdD-88 la presencia de estos tipos de núcrofósiles
así como la idoneidad de los métodos empleados para comprobar como se adapta al estudio de la
alimentación aborigen. En todo caso dichos métodos permiten valorar la entidad arqueológica de este
tipo de materiales y la confección de lecturas que ratifican, modifican o descartan la hipótesis de partida.
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L4 HISTORIA EN ACJWO
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ACTAS DE LAS J jORNADAS «PREBENDADO PACHECO)> DE [1\.'VF...mGAOÓN HISTÓRICA
EllAs SERRA RÁFOLS
Y LAS RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
EN LA REVISTA DE HISTORIA DE CANARIAS
José Antonio García de Ara
Don Elías recibía puntualmente el dato nuevo, la información fresca, la noticia del más reciente descubrimiento,
pero yo obtenía a cambio, con sus observaciones y consejos, indicaciones para que el trabajo siguiera buen
rumbo o críticas siempre entendiblesy valiosas. (Diego Cuscoy, L RHC T. XXXIV, 1971.)
Luis Diego Cuscoy pudo hablar en estos términos de su amigo y maestro Elias Serra Ráfols
porque tuvo la oportunidad de recibir enseñazas directas como alumno del historiador afincado en La
Laguna, pero también desde el conocimiento que da el trato directo de muchos años de trabajo en
común. Nosotros, dado el paso del tiempo, no tenemos la oportunidad de recibir directamente las
enseñanzas del profesor, pero si tenemos oportunidad de seguir parte de sus enseñanzas cuando
repasamos, estudiamos o simplemente ojeamos sus múltiples reseñas en la Revista de Historia de
Canarias. Reseñas qu<: abarcan una gran cantidad de libros, artículos y ponencias, con temática diferente,
aunque todas con una característica común, su referencia obligada a los problemas históricos relativos
a Canarias. En ellas dejó el Profesor parte de su saber sobre la materia de la cual fue estudioso, la
Historia, en este caso de Canarias.
Elias Serra Ráfols, ocupó un puesto de singular importancia en la historiografía canaria del siglo
XX. Su extensa obra se fundamentó, de forma más acentuada, en el estudio y publicación de las
fuentes docúmentales existentes en los Archivos canarios, pero también, sobre una extensa bibliografía
de interés historiográfico contenida en las ya mencionadas Recensiones Bibliográficas de la Revista de
Historia de Canarias. Desde esta perspectiva, no se pretende estudiar en estas pocas lineas la obra de
Elias Serra como historiador, siendo su intención, la de mostrar desde el punto de vista cuantitativo la
importante obra crítica que este investigador vertió en sus recensiones a múltiples obras sobre la historia
de Canarias, recogidas en su totalidad en la Revista de Historia de Canarias, en un periodo que va desde
el nombramiento de Elias Serra como director de la Revista, hasta la muerte acaecida en 1972.
Para la realización de estas lineas, hemos utilizado todo el material impreso que nos dejó Elias
Serra en la Revista de Historia de Canarias, aunque sólo se ha cuantificado lo relativo a la sección de
recensiones de la dicha revista. Además para los datos referidos a la biografía de Elias Serra se ha
utilizado la información existente en el Archivo General de la Universidad de La Laguna.
1 - EÚAS SERRA RÁFOLS
Ellas Serra Ráfols, nació en Mahón el 20 de julio de 1898 de padres catalanes. Su infancia
trascurrió en Gerona donde su padre fue profesor auxiliar en el instituto de la ciudad. Se graduó de
-43-
L4 HI.ITORIA EN ACTIVO
bachiller en Gerona, en 1915, obteniendo la Licenciatura en Filosofía y Letras, Sección de Ciencias
Históricas, en la Universidad de Barcelona el 3 de julio de 1919. Ya estudiante en la Facultad de
Letras de aquella Universidad se formó con un grupo de jóvenes profesores representantes de las
nuevas corrientes historiográficas entre los que se encontraban: Pére Bosch Gimpera, La Torre, Balcells,
Amorós, Serra Hunter, entre otros. Recuerda Luis Pericot en el homenaje que la Universidad de La
Laguna dedicó al profesor Elías Serra, como los hermanos Serra, Elías y José de Calasanz, fueron
alumnos desde el primer momento de Pére Bo.sch Gimpera 1, muy queridos por este y con un futuro en
la Prehistoria2• Mientras su hermano José de Calasanz, se dedicó por completo a la Arqueología formando
parte del equipo de Pére Bosch Gimpera. Elías Serra, se inclinó pronto por la Historia Medieval siendo
discípulo de Antonio de La Torre y del Cerro, historiador medievalista especialista en los Reyes Católicos
y el estudio de las fuentes archivísticas3, formación que no abandonaría a Elías S erra durante su carrera
de investigador. Se doctoró en la misma Sección en la Universidad Central de Madrid el 9 de febrero
de 1925 con la tesis titulada <<Fernando el Católico y los payeses de remensa». En esta misma Universidad,
estudió un año con los profesores Antonio Ballesteros y Manuel Gómez Moreno\ especialistas
respectivamente de Historia Antigua y Medieval y de Arqueología Árabe. Desde el 22 de febrero de
1926, fue Catedrático numerario por oposición de Historia de España del preparatorio de Derecho
de la entonces Sección de Estudios Universitarios de La Laguna. Rehabilitado tras su depuración5, se
mantiene en la cátedra interrumpidamente hasta su cese por jubilación en 1968.
La figura de Elías S erra cobra toda su categoría cuando la unimos al centro de enseñanza en
el que desarrolló su dilatada carrera docente. Dentro de la Universidad de La Laguna fue Vicerrector
en 1935-1936 y de nuevo en 1945-1947, y en este segundo periodo encargado expresamente del
Rectorado. Al crearse en 1940 la Facultad de Filosofía y Letras, fue nombrado Decano, cargo en
1 Pére Bosch Gompera: (1891-197 4). Considerado uno de los representantes más cualificados de la escuela histórico-cultural; colaboró en la Revista de Occidente, impulsora de tal teoría en España con su director Ortega y Gasset al frente. En España el Historicismo Cultural tuvo un gran auge por los años 20' de siglo XX, con una gran difusión de sus ideas entre los intelectuales españoles. Pére Bosch Gimpera, estudió en Alemania becado por la Junta de Ampliación de Estudios OAE) y desde allí importó el método histórico cultural. En 1925 escribía para la Revista de Occidente un artículo sobre <<Los pueblos primitivos de España» en el que deja plasmado las bases fundamentales del método historicista. No podemos olvidar que Elías Serra tuvo una gran influencia en sus estudios de los componentes de la Escuela Catalana de Arqueología formada desde 1916 por Pére Bosch Gimpera quien tendrá como discípulos y colegas a Josep de Calasanz Serra-Ráfols (1902-1971), Uuís Pericot i Garáa (1899-1978) y Josep Colominas i Roca (1883-1958).
2 Uuís Pericot García: Nació en Gerona el 5-IX-1899 y murió en la misma ciudad el12-XII-1978. Fue catedrático de Historia J\ntigua y Medieval de España. Fue amigo de la infancia y juventud de Elías Serra en Gerona, donde compartieron clases en el instituto de esa ciudad y luego fueron compañeros en las oposiciones a sus respectivas cátedras en Madrid. Dejó escrito en el homenaje que la Universidad de La Laguna dedicó al Dr. Serra un recordatorio de aquellos años. <<Elías Serra Rafols. Recuerdos de una vieja amistad» en Homenaje a Elías Serra Rafols, T. III, pp. 131-136, Universidad de La Laguna, Secretariado de Publicaciones, 1970.
3 Antonio de la Torre y del Cerro (1878-1966). Por traslado desde la Universidad de Valencia ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona en 1918. Diccionario Akal de Historiadores españoles contemporáneos. Ignacio Peiró Martín y Gonzalo Pasamar Alzuria, pp. 622-623, Akal, Maclird, 2002.
4 EL DIA -13-marzo-1969. Entrevista de Luis Alvarez Cruz. 5 En abril de 1939, ya se le había comunicado a Elías Serra la incoación de expediente disciplinario. Por estas fechas y, por
medio de la Universidad de Barcelona, remite desde esta ciudad al Rectorado de la Universidad de La Laguna una carta en la que comunica haber incoado expediente de rehabilitación y solicita información sobre el cobro de~.&US remuneraciones, con la intención de reincorporarse a su residencia habitual en La Laguna. Archivo Universidad de La Laguna. Sig. C.9.10/234. Salida: 286. 1939-21-Iv. El expediente abierto aSerrase cierra en 1941 siendo reintegrado al servicio sin sanción alguna.
-44-
AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADO PACHECO)> DE INvEmGAaóN Hr.rróRICA
el que permaneció hasta el26 de junio de 1959. En la Facultad, además, dirigió desde su fundación
los Seminarios de Historia y de Paleografía hasta su jubilación en 19686• Aún así, continuó vinculado
a la Universidad de La Laguna como profesor emérito hasta su muerte, ocurrida a los 74 años de
edad el 27 de julio de 1972 en Santa Cruz de Tenerife. Elías Serra quiso ser enterrado en la ciudad
de La Laguna de la que fue hijo adoptivo y en ella yace.
2 -LA LABOR DE SERRA EN LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
La larga permanencia de Elí~s Serra en la Universidad de La Laguna fue en gran manera fructífera,
tanto para el desarrollo de su actividad docente e investigadora como, también, para la gran cantidad de
alumnos que a lo largo de muchos años se formaron con el maestro. Fue de los pocos catedráticos de
la Universidad de La Laguna que ocuparon su cátedra de forma efectiva desde el momento de su
nombramiento. Hecho aún más sorprendente, si tenemos en cuenta la costumbre de muchos de los
nuevos catedráticos de firmar la cátedra y no aparecer por las islas, hasta conseguir un traslado a otra
Universidad7•
La labor de Elías Serra, que es considerado por la mayoría de estudiosos de la Historiografía
canaria, como el renovador de la metodología de la Historia en Canarias y creador y alma mater de una
escuela de historiadores originada en la Universidad de la Laguna, fue ante todo en este sentido
propedéutica. Además de la cátedra en la que fue titular, y dada, en muchas ocasiones la escasez de
personal en la Facultad de la que formó parte, el Dr. Serra tuvo siempre a su cargo alguna otra
materia, y así impartió Historia General de la Cultura, Historia U ni versal, Filología Catalana,
Literatura Portuguesa, Historia del Arte, Hi·storia de la Antigüedad Clásica, etc. Asimismo explicó
numerosos cursos monográficos, especialmente sobre Historia de Canarias a la vez que pronunció
un sinnúmero de conferencias en todos los centros culturales de las Islas, ya en cursos de extensión
universitaria, ya en ciclos organizados por las mismas entidades8• Es pues esta visión propedéutica
de su labor en la Universidad, uno de los factores más reveladores, si queremos entender el trabajo de
Elías Serra dentro de la enseñanza y la investigación de la historia en Canarias.
El otro punto importante en la trayectoria de Elías Serra, fue su dedicación a la gestión, de la que
es muestra los muchos cargos que durante su vida profesional ocupó, todos relacionados con la docencia
y la investigación. Fue Elías Serra: Secretario-Fundador del Ateneo de Lérida en 1924; miembro de
la Comisión Bibliográfica de la Unión Académique lnternationale (Bruxelles), órgano de la Sociedad
de Naciones, hoy dependiente de la UNESCO; de la Societat Catalana d'Estudis Histories, filial
del lnstitut d'Estudis Catalans, de Barcelona; del Instituto de Estudios Canarios, incorporado al Pa
tronato <yosé María Cuadrado», del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, desde su
fundación en 1932, y desde entonces Presidente de su Sección de Historia, salvo en el periodo que
fue Director de dicho Instituto; de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife,
6 Archivo de la Universidad de La Laguna. Secretaría. Currículum Vite de Elfas Serra Ráfols ..
7 « ... y luego oposité, y al fin, gané la cátedra de Historia de España, del preparatorio de Derecho de la entonces Sección de Estudios Universitarios de La Laguna, en 1926. Aunque de momento pensé, como todos, en marcharme cuanto antes, de un lado no tuve ocasión inmediata para ello y de otro empecé a echar raíces y a interesarme por la historia insular.». EL DIA -13-marzo-1969. Entrevista de Luis Alvarez Cruz.
8 Archivo de la_Universidad de La Laguna. Secretaría. Currículum Vite de Elfas Serra Ráfols.
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LA HISroRIA EN AOJVO
desde 1940, de la que ha sido Vicedirector; Vocal Honorario del Patronato «Marcelino Menéndez
Pelayo», del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, desde 1942; de la Associazione
Intemazionale di Archeologia Classica, Roma, desde 1948; Magister Maioricensis Scholze Lullisticae,
Palma de Mallorca, desde 19 50; Miembro de Honor del Instituto de Estudios Hispánicos, del Puerto
de la Cruz, desde 1953; Comisario de Excavaciones Arqueológicas en Tenerife, .y luego, desde
19 55, Delegado de Zona del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas con jurisdicción
en Canarias y Africa Occi-dental; del Instituí Havrais de Sociologie Economique et de
Psychologie des Peuples, Le Havre, desde 1957, etc9•
3 - REVISTA DE HISTORIA
La historia de la Revista de Historia tiene dos etapas marcadamente distintas. Abarca la primera
desde su fundación en 1924 hasta 1941, año en que pasa a ser órgano científico de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna; en esta segunda etapa de Revista de Historia, Elías
Serra se ocupó de su dirección durante 30 años. La Revista de Historia fue el medio con el que el Dr.
Serra llevó a cabo la renovación de la Historiografía en Canarias. Desde ella realizó una labor de crítica,
en ella vertió todo su saber y su guía enjuiciando los trabajos de los más importantes investigadores
canarios. Logró hacer de 1~ Revista el órgano científico de la producción histórica y de las Ciencias
Sociales de su momento en canarias. Desde su revista, comenta Juan Régulo, <(Elías Serra trabaja en sus
creaciones sobre historia de canarias, en la Revista de Historia, Serra escribió mucha de sus monografías
y cientos de recensiones de los libros de historia 'más diversos».10
Elías Serra y su equipo dotaron a la Revista de Historia de un nuevo concepto, más riguroso y abierto
a la vez, en la concepción de los trabajos publicados y también dotaron a la Revista de Historia de un nuevo
estilo. Crearon nuevas secciones con las• que pretendían abarcar no solo la investigación, sino también la
difusión cultural en general. Gracias a su esfuerzo la Revista de Historia, se convirtió en un referente de
la historiografía regional canaria.
<<Con todo nuestra REVISI'A DE HISrORIA seguirá siendo una revista local, consagrada a los estudios
históricos canarios solamente, si bien damos la máxima amplitud a ambos conceptos, pues incluimos
en el de históricos todas las ciencias afines: lingüística, literatura, sociología, etc.; y en el de canarios,
todo lo que enlaza a estas Islas con España y el Mundo. A cambio de esta limitación, nos preciamos de
alcanzar, dentro de ella, un nivel no inferior al de cualquier otro grupo de investigadores».11
La idea con la que Elías Serra tomó el relevo en la Revista de Historia, fue la de contar, en la
recién creada Facultad de filosofía y Letras, con un Órgano de expresión, cauce en el que se pudieran
publicar los avances logrados en investigación sobre Canarias, ya sea de inyestigadores canarios o
foráneos.
«El que suscribe estas líneas era entonces Decano, siquiera accidental, de nuestra Facultad,
y promovió el acuerdo movido por razones muy concretas: deseaba que la Facultad contase
con una publicación solvente, en la que pudiese verter estudios de temas canarios, históricos,
9 Archivo Universidad de La Laguna. Currículum Vite Elías Serra Ráfols.
10 Régulo Pérez,J.»Don Elías Serra: el hombre y el maestro», RHC, XXXIY, pp. 6-13, 1972.
11 Serra Ráfols, E. «Un cuarto de siglo», RH, T. XV, pp. 1-4,1949.
-46-
ACTAf DE LAS] jORNADAS «PREBENDADO PACHECO>> DE lNVEf11GAQÓN HISTÓRICA
tanto debidos a profesores y alumnos de la misma Facultad, como de escritores ajenos
materialmente a ella, pues estimaba indispensable el crear o mantener en las Islas un ambiente
de estudio para que la labor docente no quedase reducida a fabricación de grados académicos,
sin eco en la cultura del país y en los círculos científicos exteriores»12
Pero, también nos pone en la pista de este interés de Serra por dotar a la Universidad de La
Laguna de una Revista sólida, su labor investigadora sobre los temas de la historia de Canarias
relacionados con sus fuentes primarias y también sobre la Arqueología y la Prehistoria. La «historia
documentada de Canarias está por hacer>>13, esta frase, o mejor dicho, en esta idea insiste Serra durante
toda su labor científica en Canarias.
4- ELÍAS SERRA HISTORIADOR
Elías Serra se formó como historiador, en una etapa en la cual la investigación histórica se
entendía desde los postulados y métodos positivistas, de los que aprendieron el oficio toda una generación
de historiadores para los cuales, una de las primeras tareas era la creación del documento, su puesta en
orden y su veracidad. Entiéndase aquí el término positivismo en el sentido de conocimiento y rigurosa
exigencia en el tratamiento técnico de toda una serie de fuentes e, incluso, convicción acerca de la
necesidad de ediciones y variados repertorios de las mismas. Alejandro Cioranescu nos propone catalogar
la obra y el pensamiento histórico de Elías Serra de postpositivista, en la que el esfuerzo mayor va
dirigido a positivar la integridad de los documentos14•
Esta formación adquirida en la Universidad española de la época, fue una gran novedad en la
anquilosada Universidad lagunera15• Por entonces, en 1926, la llegada de dos jóvenes catedráticos como
eran Ángel Valbuena Prat16 y Elías Serra, supuso un toque de prestigio para nuestra Universidad y,
también, un acicate para los historiadores no profesionales que hasta ese momento habían copado la
producción histórica en Canarias. Historiadores, que en su mayor parte detentaban un prestigio en este
campo del saber más por su condición de escritores -que comprendía una actividad cultural diversificada
en la que el cultivo de la literatura abarcaba desde la poesía al artículo de periódico, tocando también
obras de erudición histórica- que por un efectivo trabajo profesional y cie~tífico de la Historia. La
Universidad no se ocupaba por ese entonces de la historia como ciencia investigadora y los grupos de
interesados, aglutinados en torno a la tradición de los centros culturales, no ejercía como un colectivo
12 Serra Ráfols, E.»Treinta años después» RHC, T. XXXIII, pp.1-5, 1970.
13 Antonio Rumeu de Armas. Don Pedro Cerón, Capitán General de la Isla de Gran Canaria. El Museo Canario, VII, no 17 (1946). RH. T. XIII, 1947. Notas Bib. Recensión Elías Serra.
14 Cioranescu, A. <<La obra histórica de Elías Serra Ráfols», RHC, T. XXXIV, 1972.
15 Mientras que en el resto de España se instituían centros regionales de investigación, en canarias la lucha se centró en la consecución de un proyecto tantas veces frenado, como fue la obtención de una Universidad para las islas. La Sección Universitaria de La Laguna se había creado por real decreto de 11 de abril Cl! 1913 con las enseñanzas correspondientes a los del primer curso de la Facultad de Filosofía y Letras y el preparatorio de Derecho, adscrito al Instituto General y Técnico de Canarias y dependiente del rectorado de la Universidad de Sevilla. La consolidación de esta Sección Universitaria no llegaría hasta años más tarde cuando se completan los estudios de Derecho y se crea su Facultad y se incluyen desde 1922 en el escalafón general a los catedráticos de esta sección. Núñez Muñoz, M.F.»Historia de la Universidad de La Laguna>>, Servicio Publicaciones, Universidad, 1998.
16 Angel Valbuena Prat, (1900-1977). Catedrático de Literatura de la Universidad de La Laguna.
-47-
LA HISTORIA EN AC11VO
de profesionales, sino más bien, de aficionados y amantes de las curiosidades históricas del Archipiélago.
En este sentido no podemos hablar de un grupo de científicos canarios, o de una escuela o de nada 17•
En palabras del propio Serra, en los años en que llegó a Canarias, la historia como ciencia estaba en
pañales. Y así lo reconoce el propio Serra en sus críticas a la historiografía canaria del primer cuarto del
siglo XX. Su idea de la historia, positiva y académica, no encajó con la idea de historia provinciana, no
científica y si anecdótica que se realizaba en canarias. <<A Don Elías le debo el haber aprendido a amar
la Historia de Canarias en su propia salsa, sin las adulteraciones a que la habían sometido el paletismo
y el provincialismo de quienes se ocuparon de ella después de Viera y Clavijo».18
Las novedades que aportara Elías Serra, no dejaron de sorprender en la Universidad lagunera y
así, sus más cercanos colaboradores recuerdan lo que significó para la nueva concepción de la historia
en Canarias su rigor tanto en la metodología a aplicar, como en la teoría que la envuelve. Con la llegada
a Canarias del profesor Serra, la investigación histórica se inserta en las corrientes metodológicas más
depuradas de la época. «Fue pues preciso que llegara don Elías Serra, para que se iniciara un replanteo,
una reestructuración desde su raíz misma de la Historia de Canarias, despojada de la máscara de la
anécdota, devuelta a los causes de la historiografía moderna».19
Uno de los rasgos que Juan Régulo resalta de las dotes como investigador de Elías Serra, es
precisamente su lento pero seguro método. Para Don Elías, primero había de conocerse todo lo hecho
con anterioridad en la Historia de Canarias, para luego poder opinar y participar en la misma.
Efectivamente, desde su llegada a Tenerife pasaron algunos años antes de que Elías Serra comenzara a
publicar trabajos de investigación referentes a la Historia del Archipiélago20• Juan Régulo comenta:
«Ello se debió a que su independencia en la estructuración e interpretación de la Historia de Canarias
se basaba en la dura verdad que tesoneramente iba arrancando a la Arqueología, a las Crónicas, a los
archivos.»21 • Este rasgo que, desde pronto, puso en evidencia Elías Serra en lo referente a la investigación
histórica, no sería el reflejo de un relajado interés, o de pereza hacia los problemas históricos canarios,
todo lo contrario, fue la primera evidencia de una forma de entender la Historia en la que no había
cabida para la improvisación ni la especulación. Elías Serra basó todo su trabajo en la veracidad del (
dato, que en palabras próximas a las suyas, hubo de ser entresacado laboriosamente de los textos
guardados en los destartalados archivos canarios y que tan pacientemente él y un grupo de estudiantes
y profesores de esta universidad, también por él formados, supieron sacar a la luz.
La estrategia investigadora de Serra desde el neopositivismo y el historicismo cultural, no fue
otra que acopiar el mayor número de material procedente de todas las ramas del saber histórico, como
el textual de las fuentes escritas canarias, esto es, conocer el estado de la información con la que se
podía contar y completar el cuadro de elementos informativos sobre la Historia de Canarias. Conocer
ti La labor de investigación en la historia y prehistoria de las islas había sido y seguía siendo dirigida por instituciones de índole cultural, no académica: Museo Canario, Gabinete literario, Cosmológica, lEC, etc. Una gran parte de esta investigación estaba en manos de eruditos no académicos, que además desde finales del siglo XIX y buena parte de las dos primeras décadas del siglo XX, se llevó a cabo por investigadores extranjeros.
19 Régulo Pérez,J. «Don Elía,s Serra Ráfols: El Hombre y el Maestro». RHC. T. XXXI'.~ 1971-1972. 20 « ... Quién me atrajo especialmente al campo histórico canario fue mi recordado amigo Buenaventura Bonnet; con él
publiqué una fuente histórica inédita, la «Crónica Lacunense», en 1933, en el recién fundado Instituto de Estudios Canarios.» (El DIA -13-marzo-1969).
21 Régulo Pérez,J. «Don Elías Serra Ráfols: El Hombre y el Maestro». RHC. T. XXXIv, 1971 -1972.
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AcrAS DE us 1 joRNADAS «PREBENDADO PAameo» DE lNvE.rnGAaóN HlsróRICA
positivamente los el~mentos de esta historia, como nos recuerda su disdpulo y colaborador Luis Diego
Cuscoy: «Vista hoy con buena perspectiva aquella etapa alboreante, si no se es miope se descubre sin
esfuerzo la otra cara del método basado en un principio lógico: trabajar desde dentro, conocer bien lo
que está dentro, a lo que iba dirigida la labor de recopilación y acopio de bibliografia y materiales». 22
Para edificar toda esta labor, Elías Serra se baso en una concepción del trabajo en equipo, que él
vio como un elemento fundamental para cualquier tipo de empresa cultural, tal como lo llevó a cabo en
su Revista de Historia de Canarias. De esta forma nos dejó escrita su visión del trabajo del investigador;
su visión de lo que debe ser una Escuela, reflejo de la de sus maestros.
«No obstante, esta clase de labores no la hacen en realidad las entidades, sino individuos concretos;
si un maestro animoso sabe rodearse de un grupo de disdpulos activos, puede hacer lo que no
serían capaces de llevar a cabo siete academias». 23
5- RESEÑAS Y CRíTICAS BIBliOGRÁFICAS HECHAS POR ELÍAS SERRAEN REVISTA
DE HISTORIA DE CANARIAS
En el tomo correspondiente a 1941, se comienza a publicar en Revista de Historia una sección
que pronto se convertirá para los responsables de la misma en la sección de mayor prestigio, ya que
para ellos lo que señalaba una estructuración de carácter científico y de obra plenamente responsable
en Revista de Historia era su sección de reseñas críticas de libros referentes a Canarias. Para sus editores
y comité de redacción, está sección era con mucho de las más importantes de la revista, la que según
ellos daba la talla científica de la misma. Además, el prestigio de la Revista de Historia se midió en gran
parte en el interés que está sección despertó entre los estudiosos tanto canarios como del resto de
España y extranjeros de los temas relacion~s con la historia, la antropología, la arqueología, la fil?logía,
la geología, la botánica etc., de Canarias. Pero no es esta sección la única que tiene una gran importancia
en la revista, Elías Ser~a y su equipo habían ideado todo un repertorio de secciones para su revista
a las que prestaban también gran atención: DE LA REDEACCIÓN; COMUNICACIONES A LA
DIRECCIÓN; RESEÑAS Y NOTAS BIBUOGRÁFICAS; VARIA en la que se incluyen todo tipo
de noticias culturales de la Islas.
Con motivo de los treinta años de la publicación de la Revista, Elías Serra al referirse a las
dificultades comenta como una de sus mayores preocupaciones, la de mantener vivas las secciones que
daban cuerpo a la revista, entre ellas la de Recensiones y Reseñas Bibliográficas.
<<En realidad, nunca nos han faltado originales para lle-nar una primera sección de artículos
con trabajos de investigación, que además podía extenderse o restringirse libremente, a
. tenor de nuestras conveniencias de ajuste; pero las secciones fijas -para nosotros esenciales
de recensión de libros y revistas y de información cultural regional, han contado con
pocas aportaciones y a menudo han sido un fracaso, como cuando se intentaron secciones
de crítica de artes plásticas, de vida musical, y aun de critica literaria, que ha vivido casi
22 Diego Cuscoy, Luis. «Don Elías Serra Ráfols y la época heroica de la arqueología canaria». RHC, T. XXXIv, pp.14-19, 1971-72.
23 Menéndez Pidal, R. <<El Romance tradicional en las Islas Canarias», RHC, T XXII, pp. 108-109, 1956. Recensión Elías Serra Ráfols.
-49-
LA HLSTORL4 EN AClWO
siempre azarosamente. No hemos hallado voluntarios dispuestos a sujetarse al necesario
trabajo sistemático y a su continuidad.» (Serra Ráfols, E. RHC. T. ~II.)
Pero además, de todo este interés y cuidado por la sección de Reseñas Biliográficas, la prueba
de la dedicación y cuidado con que Elías.Serra trató esta sección, la encontramos· en la gran cantidad
de reseñas que firmó el propio Director de la revista.
Este aspecto de la actividad educativa y orientadora del Dr. Serra, una de sus labores más
importantes para la historiografía canaria, se halla casi por completo en nuestra Revista de HISTORIA
(hoy Revista de Historia de Canarias). Durante esta etapa de la Revista que va desde 1941, año en que
Elías Serra se hizo cargo de la dirección. de la misma y 1972 año de su fallecimiento, publicó en la
sección de Reseñas Bibliográficas un total de 394 reseñas (Gráfico 1 ), referidas a diversos campos de
estudio que tuvierru;t relación con Canarias, de un total de 964, esto supone el 40,8°/o del total de
Reseñas publicadas. Lo que nos demuestra la importancia que el Director qe la Revista le dio a esta
sección, como él mismo dejó escrito:
«Pero como siempre prestamos la máxima atención al estudio crítico de los libr?s, tanto científicos
como literarios, de estas islas o a ellas referentes. Esta información y esta crítica, cuidadosa e
independiente, es el instrumento que ha de permitir a nuestros lectores ~barcar y valorar la labor
científica que en torno a nuestros problemas históricos se realiza y apreciar el nivel y la ambición
literaria de las nuevas generaciones canarias. Los artículos originales de redactores y prestigiosos
· colaboradores forman, es claro, el cuerpo de la Revista. Con ello y las series documentales que
publicamos o extractamos tenemos motivos para creer que R.H. constituye una digna aportas:ión
a la labor universitaria española ... ». (Serra Ráfols, E. RHC. T. XV, 1949 .)
5.1 -IMPORTANCIA DE LA RECENSIÓN EN LA CRÍTICA CIENTÍFICA
. En estas recensiones hechas por Serra durante treinta años, podemos observar varias formas de
ejercitar la crítica de textos y bibliografía histórica; aunque todas están hechas con un principal objetivo
que es el de dar a conocer a la comunidad de estudiosos canarios las últimas novedades, tanto canarias
como extranjeras. En gener~ podemos hacer una simple descripción de la estructura de estas recensiones
agrupándolas en tres apartados:
1. · Hay recensiones en la que prima la descripción del contenido sobre la valoración crítica, estas
son recensiones en. las que Elías Serra pone el acento sobre los datos que se recogen en el
escrito original, casi siempre para contrastarlos con otros datos aportados por el y para
puntualizar sobre algún pormenor no resaltado por el autor.
2. Otra serie de recensiones son más de índole puramente crítica, en el sentido de criticar
totalmente el contenido del texto y la intencionalidad del mismo.
3. Otro tipo de recensiones son en las que además de criticar los pormenores del texto Elías
Serra deja constancia de su saber sobre la teoría de la historia y sobre la metodología de la
misma.
Elías Serra reseña muchos libros en otras lenguas: francés, alemán, inglés, Portugués etc. Este es
un ejercicio de gran dedicación, ya que precisa de muchas horas de lectura tomando notas y empleando
-50-
ACTAS DE LAS] joRNADAS «PREBENDADo PACHECO» DE lNvEsnGAaóN HI.rróRICA
de toda una serie de técnicas de evaluación para hacer una redacción critica que sirva para evaluar la
obra.
En general da la impresión al leer estas reseñas que su autor no prestó mucha atención a la
posibilidad de que sus reseñados se ofuscaran con él. Siempre en sus recensiones fue crítico y hasta
mordaz. En este sentido Serra se quejó de la falta de capacidad de debate en el ámbito de la academia
canaria, comentando lo dificil que resultó tener un grupo de interesados en mantener estas reseñas.
Quizás por eso hizo tantas Don Elías.
Las recensiones también las podemos agrupar atendiendo a su procedencia, ya sean de revistas,
monograñas etc.
1. Las recensiones sobre los artículos procedentes de Revistas, al menos en los años iniciales
(1941 y hasta la década de los 50' y ,60), eran siempre hechas con retraso, por varias razones:
a) El retraso crónico que se sufría en la adquisición de publicaciones extranjeras y peninsulares.
b) En las revistas canarias, por retraso.en la publicación de los números correspondientes. e)
por falta de personal dedicado a las recensiones y la consigüiente acumulación de lecturas.
2. Revistas especializadas canarias: En canarias sólo se pu~de hablar de la Revista del Museo
Canario y la de los Anuarios de Estudios Atlánticos como las más recensionadas.
3. Las Recensiones sobre monograñas de investigadores de temas relacionados ~on canarias
son muchas y abarcan temas muy variados desde la historia a la geología pasand9 por la
literatura o las artes plásticas.
·Tres ideas en defensa de las recensiones:
1. Fortalece el debate intelectual. Pocas veces se da este apartado, ya que no hay, son contadas
las excepciones, un debate o réplica a las lecturas recensionadas. Si hay algunas controversias
como la mantenida por Benítez en relación al artículo de Serra y Cuscoy sobre molinos de
mano.
2. Capacidad de comunicar información dentro y fuera de la disciplina, lo que si se consiguió
desde la Revistá de Historia, siendo además quizás el primer interés de Ellas Serra, que quería
hacer de la Revista un referente por el que se interesaran tanto la comunidad docente e
investigadora de las Islas como el público en general.
3. Capacidad de contribuir a la aparición de nuevas revistas: Aunque Elías Serrano fue partidario
de la aparición de muchas revis~s que para él eran flor de un día. Su idea era la de una revista
que tuviera la fuerza necesaria para llegar a muchas personas.
-51-
U H/SfORIA EN AOJVO
6 - ESTADÍSTICAS:
Valoración del número de MONOGRAFÍAS y el de ARTÍCULOS en las recensiones llevadas a
cabo por Serra en Revista de Historia de Canarias.
RECENSIONES
16
o Monografías
• Artículos
O Ponencias
Gráfico 1: Número de recensiones procedentes de Monografías, Aró culos y Ponencias.
De las 394 recensiones que Ellas Serra realizó en la RHC. en el periodo estudiado, 160 tienen
origen en publicación Monográfica, mientras que 206 pertenecen a artículos procedentes de un total de . .
1 OS revistas de diferentes campos de la historia y de diversa nacionalidad. E n menor medida 16 del
total corresponden a ponencias publicadas en Actas o resúmenes de congresos tanto nacionales como
extranjeros. Q ueda un pequeño remanente de recensiones de estas 394 que no se pueden adscribir a
ninguno de estos apartados por no estar ~ebidamente identificadas.
- 52-
BCanarias
• Inglaterra
oRumanía
Autor-Nacionalidad
12
; . ~~ .· ~-> '·
'\ ..
-~~ · .. ··• 76
·-,=
. . . . -·.- . ·--~' .. . .
• 1 .,..;
• Resto de España O Francia O Alemania
• Austria
•Suecia
•Italia o U. S.A.
e Brasil •Mexico
•Portugal
•Belgica
•Argentina
Gráfico 2: Descripción del número de recensiones según la nacionalidad de los autores.
ACTAS DE LAf 1 j ORNADAS <<PREBENDADO P AOIECOJJ DE l NVESTIG/IGÓN H 1S1úRICA
Elias Serra hizo reseñas a lo largo de los años estudiados de 76 autores canarios, aunque esto no
signifique que este sea el número total de reseñas sobre trabajos producidos en canarias puesto que hay
un remanente de reseñas que no tienen autor por ser revistas o publicaciones anónimas. Resaltar en
este gráfico la dedicación que Elias Serra mantuvo hacia la producción Canaria.
TEMAS
. .
··.· ,, ··. ~ ~ ~
r 18%
45%
• H1 • C. Colo. OArq. OAntrop. • Guias • Prehist. • Geolog. O Filo/o. • Geograf. • Bol. O Otros
Gráfico 3: Descripción de las Recensiones atendiendo a su temática. Historia, Conquista y Colonización, Arqueología, Antropología, Guias, Prehistoria, Geología, Filología, Geografia, Botánica, Otros.
Elias Serra tocó en sus recensiones todos los temas relacionados con las Ciencias Sociales y
algunos sobre Ciencias Naturales que en su momento se publicaban sobre canarias.
Como es de suponer el grueso de estas recensiones se centran en el tema del cual Elias Serra es
especialista, esto es la HISTORIA, aunque en este caso hay que precisar que en la temática historia se
han agrupado todas aquellas recensiones cuya temática tenga una cronología posterior al siglo XVI.
Siguen en orden de importancia las recensiones dedicadas al periodo de la Conquista y Colonización
de las Islas Canarias, periodo histórico al que Elias Serra dedicó la mayor parte de sus investigaciones,
ya desde la trascripción, anotaciones y valoración de las fuentes escritas existentes en los archivos
canarios, ya desde sus estudios sobre el adelantado o la relación de Canarias con Portugal y la navegación
de Mallorquines en Canarias.
Gran importancia dio también en sus recensiones a la Arqueología, Prehistoria y Antropología
referidas a las Islas. Campos estos que en la mitad del siglo XX ocuparon un gran espacio en la producción
historiográfica en Canarias y a los que Serra, sobre todo, en el caso de la Arqueología apoyó de forma
contundente.
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Úl HI.ITORJA E.!'l ACn VO
Rev. Recensionadas 2< veces
50 T---~~--~~~~--------~----------------~~~~--~--~--. 45
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REVISTAS
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r:J IEH • ACT •AE.ARQ •AMPURIAS
O IFAN O lEA o BRSEHN . ssF
•MH • EEHA • RH • RHA
Gráfico 4: Revistas con artículos recensionados más de dos veces. Anuario de Esructios Atlánticos; Museo Canario; Instiruto de Esructios Canarios; Centro Superior de Investigaciones Científicas; Faycan; ( HESR); Artículos de Prensa local; Falange; Hespéris; Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología Etnografía y Prehistoria; Instiruto de Esructios Hispánicos; Aula de Cultura de Tenerife; Anuario Español de Arqueología; Ampurias; Revista de lnctias; Informes y Memorias de la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas; Real Sociedad Geográfica; Bulletin de l' Instirud Francais d 'Afrique Noire; Instiruto de Esrudios Africanos; Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural; Societes Scientarum Fenruca; Real Sociedad Económica Amigos del País de Tenerife; Tagoro; Cuadernos de Historia Primitiva del Hombre; Missionalia Hispanica; Escuela de Esructios Hispanoamericanos; Revista de Historia; Revista de Historia de América (Mexico); (SPCI1); Revista de D ialectología y Tradiciones Populares; Man.
D estacar el Número de Reseñas procedentes de las Revistas canarias, sobre todo de las publicadas
en Gran Canaria.
Autores recenslonados 5< veces
• Alvarez Delgado, J . • Bonnet Reverón, B. Borges, A. O Bravo, T.
• Cioranescu, A. • De la Rosa Olivera, L. • Diego Cuscoy, L. • Hemández Bem1ez, P.
• Jiménez Sánchez, S. • Ruméu de Annas, A. 111 Verlinden, Ch.
Gráfico 5: Autores recensionados más de cinco veces.
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AcrAf DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADo PACHECO» DE [NVE.mGAaóN HI.rróRICA
Los autores cori mayor número de Reseñas son todos canarios, destacando los dedicados a la
Arqueología y la Prehistoria de las islas, como son Luis Diego Cuscoy con un total de 24 reseñas y
Sebastián Jiménez Sánchez con un total de 23 reseñas.
BIBLIOGRAFíA
SERRA PUIG, EVA. Homenaje a los hermanos Serra Rafols. Ponencia !Jornadas Rubicenses, Yaiza, 1404-2004. Ayuntamiento de Yaiza, Lanzarote, 2002.
En Revista de Historia de Canarias:
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DIEGO CUSCOY, LUIS. Don Elías Serra Ráfols y la época heroica de la arqueología canaria. RHC, T. XXX.Iv, 1971.
RÉGULO PÉREZ, JUAN. Biografia de «Revista de Historia. RHC, XIX, 1953.
SERRA RÁFOLS, ELÍAS. Un cuarto de siglo. RHC, T. XV, 1949.
SERRA RÁFOLS, ELÍAS. Treinta años después. RHC, T. XXXIII.
Archivo Universidad de La Laguna:
Currículum Vitae de Elías Serra y Ráfols.
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ACTAS DB LAS 1 jORNADAS <fPRBBENDADo PACHECO» DB lNvE.mGAQÓN HISTóRICA
II SESIÓN
EL ANTIGUO
RÉGIMEN
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADo PACHECO» DE lNvB.mGAaóN HlsróRJCA
FAMILIA Y ANÁLISIS HISTORICO
Roberto González Zalacain 1
La historia de la familia constituye uno de los ámbitos en los que la historiografía se ha mostrado
más dinámica en los últimos afios. En las páginas siguientes trataré de relatar de forma sucinta el por
qué de ese interés, haciendo un breve repaso historiográfico que permita comprender la evolución que
ha seguido su estudio en las últimas décadas, y aludiré igualmente de forma genérica a las posibilidades
explicativas que tienen este tipo de estudios y sus perspectivas de desarrollo en los próximos años. · 1
Como ha ocurrido con otras tantas <<modas» historiográficas, buena parte de la eclosión de estudios
relativos a la familia es debida a la necesidad actual de explicar una institución que está en el centro del
debate social, y que para algunos sectores de la opinión pública y publicada está en declive. La solidaridad
familiar, que desde la crisis de inicios de la década de los setenta ha sido percibida con claridad en la
sociedad española, no es fruto de una estrategia coyuntural respuesta a una situación determinada sino
que responde a una tradición y a unas prácticas culturales de raíz secular, que tienen a la familia como
punto de apoyo y referencia en la realidad diaria y en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. La
capacidad integradora de la familia en el entramado social se ha mostrado de forma aún más evidente
cuando el acceso de la mujer al trabajo y el proceso de envejecimiento de la sociedad, con la necesaria
atención a los mayores, han generado fricciones en los tradicionales entramados familiares que vemos
en nuestra realidad cotidiana. Con otras palabras, lo que la sociedad actual ha descubierto es que la
familia es un suje~o histórico y sociológico activo, que debe de ser estUdiado detenidamente, tanto en el
plano individual de cada familia, entendida en sentido amplio desde la perspectiva del parentesco,
como en la proyección de un conjunto de familias unidas por razones sociales, económicas, políticas o
de clase.
El otro aspecto que hay que tener en cuenta es que la familia es un ente ~omplejo. Para que nos
hagamos una idea de la dificultad inherente a su análisis sirva el ejemplo recogido de un reciente trabajo
de sistematización del estado de la cuestión de los estudios sobre historia la familia, coordinado por
Francisco Chacón, wio de los mayores especialistas de nuestro país en este tema2, y realizado por varios
investigadores del ámbito iberoamericano. En el repertorio bibliográfico que acompaña a los diferentes
artículos se recogen más de 1.400 referencias, y eso que únicamente pretende ser una selección cualitativa,
referidas al ámbito hispanoamericano. Y sin embargo, no es esto lo más interesante del mismo, sino
que lo que realmente llama la atención es la compartimentación temática que de dichas referencias
t Becario del Programa de Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación y Ciencia. Universidad de La Laguna.
2 CHACÓN jiMÉNEZ, Francisco, Sin distancias. Familia y tendencias hirtoriográficas en el siglo XX, Murcia, Universidad de Murcia, 2003. He utilizado varias reflexiones de los diferentes artículos que allí aparecen para elaborar el desarrollo historiográfico de los estudios sobre historia de la familia.
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LA HLITORIA EN ACIWO
hacen estos autores. La lista es larga, pero creo que vale la pena mencionarla para ver las amplias
posibilidades de investigación que nos ofrece la familia: regjonalización,· aproximación demográfica y composición
del grupo doméstico; estudio del hogar y de las estructuras familiares; economía doméstica; sistemas de herencia y transmisión
de la propiedad; matrimonio y alianzas familiares; sexualidad y transgresiones;parentesco y relaciones de poder; legislación,·
familia, mujer y crianza,·familia y gnpos socioeconómicos;familia y grupos étnico-sociales,· y varios, apartado éste que,
como se puede suponer, engloba otra gran variedad de perspectivas temáticas de menor calado.
Con estos ejemplos lo que pretendo señalar es la absoluta vigencia del estudio de la familia. Éste,
desde los múltiples aspectos que puede ser planteado, es mucho más que un ejercicio erudito o una
curiosidad marginal: en todas las etapas históricas la persona ha nacido en un entorno familiar que lo ha condicionado para el futuro, y que le ha otorgado buena parte de sus atributos individuales.
Para entender por qué ha tardado tanto tiempo en ser situada en un lugar central del análisis
histórico co~viene tener presente la conceptualización, firmemente enarbolada durante mucho tiempo
por la historiografía marxista, de familia como símbolo de una estructura burguesa contra la que había
que combatir, lo que ha llevado durante mucho tiempo a despreciar su estudio3• La familia ciertamente
es una institución que corresponde en muchos sentidos a valores arraigados, pero no sólo ha de verse
como refugio de la tradición y .símbolo de estabilidad. Los estudios llevados a cabo en los últimos años
nos la presentan también como impulso de movilidad y recurso de adaptación. Además, estos estudios
también nos muestran que, para conocer mejor las sociedades del pasado, y de esta manera estar en
mejores condiciones de modificar positivamente nuestro presente y futuro, el estudio de las estructuras
familiares es imprescindible. Partamos del principio de que lo que en todo momento ha de motivarnos
en la investigación de nuestro pasado es la pregunta, crucial a todas luces, acerca de las enormes diferencias
socioeconómicas y culturales que caracteriz~ a la composición de nuestras sociedades contemporáneas.
Pues bien, incluso en nuestros días, la en teoría ejemplar legislación igualitaria de los países del mundo
occidental, entre las que la española se encuentra a la vanguardia, no nos engaña. No todos los individuos
tienen las mismas oportunidades, no todos los padres pueden satisfacer de igual forma las necesidades
más elementales de sus hijos, y no todos los ~udadanos están en condiciones de ejercer los derechos
que las leyes cie~ente no les niegan. Puede que las clases sociales no hayan existido desde los
remotos tiempos de la Prehistoria, pero es innegable q~e en todos los momentos de la Historia ha
habido unos grupos, y por ende unos individuos, más favorecidos que otros. Y si lo que verdaderamente
queremos conocer es el por qué de esos desniveles, y no recrearnos en el conocimiento erudito de
detalles aislados de la vida de nuestros antepasados, debemos partir de la base de que en las estrategias
de creación y consolidación de esta diversidad de expectativas vitales, el papel de la familia como sujeto
activo es innegable.
Pasemos ya conocer un poco más en profundidad la fructífera relación establecida entre familia
e Historia.
El interés por la familia en España está muy marcado por la importancia que tenía la institución
familiar en las sociedades de siglos precedentes. Ello era debido a la fuerza que adquirió la <<limpieza de
3 Esta idea surge desde los propios orígenes del pensamiento marxista, con la célebre obra de Friedrich Engds, E/ origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, aún en nuestros días frecuentemente reeditada. En ella aparece indisolublemente unida familia monógama y capitalismo, con lo cual con la superación de la segunda, la primera, con sus dementas añadidos --adulterio y prostitución- quedarían igualmente superados.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS ((PREBENDADO PAOIECOJ> DE lNvE.mGAaóN HISTóRICA
sangre» entre todos aquellos que querían verse libres de persecuciones inquisitoriales o acceder a todos
los niveles del poder y reconocimiento social. Ello se materializó en la proliferación de historias locales,
casi hagiografías, que trataban de reivindicar la limpieza de sangre mora o judía de los protagonistas de
las mismas4• Esta búsqueda en los antepasados de los grupos dirigentes, enlaza y explica, a la vez, la
tradición biográfica alcanzada en la historiografía española desde fmales del siglo XVIII, y que tiene en
obras como el Diccionario Ca"affa o la biblioteca genealógica de Luis de Salazar y Castro algunos de sus
principales puntos de referencia5•
Partiendo de ese interés secular, ya en el siglo XIX encontramos referencias en pensadores de la
talla de Segismundo Moret, preocupados por la trascendencia de la familia como actor económico6, o
en la obra de Joaquín Costa, significativa del interés que el derecho de familia tiene en la explicación del
proceso histórico en España. Es en esta época cuando se va fraguando el eje binario, consolidado
durante largo tiempo en la historiografía hispana, que confronta dos bloques de reparto de herencia
diferenciados: primogenitura contra igualitarismo, y que pretende explicar prácticamente por sí sólo el
por qué de la prosperidad o penuria de las diferentes regiones españolas.
Otro ejemplo de que para la sociedad culta de la España de los siglos XIX y XX las prácticas
familiares son trascendentales para la comprensión del ente social es el premio convocado por la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas a partir de 1898, por el que se premiaba cada año la memoria
de una provincia sobre Derecho Consuellldinario y Economía Popular, que guarda una estrecha relación con
la diversidad jurídica del derecho de familia en los distintos reinos, y que enlaza plenamente con la línea
intelectual de los trabajos anteriormente citados del pensador aragonés Joaquín Costa. Y otro hito
importante en este sentido es la encuesta coordinada por el Ateneo de Madrid en 1901 sobre Coslllmbres
Populares de Nacimiento, Matrimonio,y Muerti, otra muestra de la convicción mantenida por la elite intelectual
hispana de la trascendencia que para la organización social y para la vida política, cultural y simbólica,
tenía la familia.
Todo lo relatado hasta el momento explica la fuerza de lo biográfico en el panorama hispánico. Y
sin embargo en los años centrales del siglo xx ese interés no se concreta en la praxis de los investigadores
de lo social. Para comprender su casi nula presencia en el discurso historiográfico español debemos
tener presente la ausencia del mismo en las grandes corrientes internacionales de la época: materialismo
4 Los nobiliarios y relatos genealógicos son muy abundantes en toda Europa, e incluso en Castilla son algo más tardíos, ya que hasta mediados del siglo xv los linajes no se consolidan de una forma tal que requieran de una justificación memorial. BECEIRO PITA, Isabel, y CóRDOBA DE LA LLAVE, Ricardo, Parentesco1 poder y mentalidad. La nobkza casteilana siglos XII-XV, Madrid, CSIC, 1990, p. l6. Sin embargo, la creación de la Inquisición a partir.
5 Diaionario Herá/Jico y Genealógico de Apellidos Españoles y Americanos (de Antonio y Alberto Garda Carraffa), Nueva Imprenta Radio, Madrid, 1958. Es una obra incompleta por la muerte de ambos autores a principios del siglo XX. Aún así llegaron a editarse 87 vols., que incluyen los apellidos desde la A hasta la URR. Luis Salazar y Castro fue un importante genealogista del tránsito del siglo XVII al XVIII, Buena parte del fruto de su labor recopilatoria descansa en la Real Academia de· la Historia. El Índice de su colección documental fue publicado por esa institución entre 1949 y 1979, y
. consta de 49 ejemplares, lo que da buena idea de la magnitud e importancia del personaje. Y su biblioteca constaba de miles de ejemplares referidos al tema que nos ocupa.
6 En su La familia jora/y la familia caste/lana1 un trabajo que fue premiado por la Academia Matritense de Jurisprudencia en su redacción de 1863, y que vio la luz como publicación en 1929.
7 Esta encuesta ha servido de base para realizar uno de los más interesantes trabajos que para la familiá en la etapa contemporánea se han llevado a cabo en España, el de Muño López, Pilar, Sangre~ amor e interés: la familia en la España de la Restauradón1 Madrid, Marcial Pons-Universidad Autónoma de Madrid, 2001.
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LA HIJTORIA BN ACTIVO
histórico, inicios de la sociología histórica y p~sitivismo. En otras palabras, en España el interés social,
jurídico, político y cultural de la familia no se transformó llegado el momento en interés científico por
explicar la organización social desde esa perspectiva. La historiografía dominante en estos momentos
no tiene entre sus objetivos a la familia, lo que la relega a un plano privado, el de las biografias elaboradas
por y para las clases dirigentes, que siguen manteniendo su interés por su pasado genealógico, pero más
por curiosidad familiar que como factor explicativo de la realidad social.
Y si hasta mediados de la década de los años 1930 la situación era equiparable a grandes rasgos
con el contexto europeo coetáneo, en España este abandono historiográfico se refuerza aún más tras el
golpe de Estado de 1936 y el conflicto bélico subsiguiente. A partir de 1939, y como consecuencia del
estado autoritario surgido de la guerra civil, se produce un cambio radical en la historiografía española,
muy especialmente en la historia social. Las depuraciones llevadas a cabo por el estado franquista,
sumadas al exilio de buena parte de la intelectualidad de tendencia progresista, provocarán un descenso
evidente en la cualificación historiográfica de los cuerpos investigadores, a lo que hay que agregar el
intervencionismo en todos los ámbitos culturales y educativos. Sumando todo nos vamos a encontrar
con una orientación histórica dirigista, de corte y explicación triunfalista que no muestra el más mínimo
interés por analizar realidades sociales, y que nos aleja de las corrientes internacionales.
No será hasta finales de los años 50 y principios de los 60 cuando comiencen a aparecer algunas
figuras aisladas, entre las que podemos incluir a Joan Reglá, Vicens Vives, Julio Caro Baroja o Antonio
Domínguez Ortiz, que tratarán, bajo nuevos presupuestos e influidos por las nuevas tendencias, de
realizar una recuperación que intenta llenar ese gran vacío historiográfico. Éste será ocupado
principalmente por la historiografía francesa a través de sus tesis regionales y estudios cuantitativos.
Entre ellos, la reconstrucción de familias, dentro de los apartados correspondientes a la demografía
histórica, alcanza una fuerte infl~encia convirtiéndose, como ocurre en casi toda la historiografía
internacional, en el punto de partida y origen de los futuros estudios sobre familia y sociedad. La
familia entendida en su complejidad, multiplicidad y diversidad, sigue ausente de las preocupaciones
históricas, pero el mérito de la demografía histórica radica en que logró recuperar no sólo las variables
demográficas mediante el método agregativo, sino otros elementos fundamentales de la vida familiar
como el matrimonio,_ a través de las referencias nominativas, lo que alumbró la posibilidad de levantar
genealogías sociales y trazar trayectorias de vida más allá de las tradicionales genealogías de las oligarquías.
A esta influencia de las corrientes francesas generadas al amparo de la revista Annales hay que añadir,
desde finales de los setenta, la que comienza a tener la historiografía británica, y muy especialmente la
del conocido como Gnpo de Cambridge, que aglutina a un grupo de estudiosos bajo la dirección intelectual
de Peter Laslett', y que centran su interés en los grupos domésticos más que en las familias en sentido
estricto.
Con todas estas influencias, el panorama de la historia de la familia en España a finales de los
años setenta se nos presenta en una fase iniciática, en la que el estudio del matrimonio, en su vertiente
más demográfica, y la reconstrucción de familias, unidos al análisis tipológico de los hogares y a la
elaboración de síntesis regionales, comienzan a aportar resultados en un volumen considerable. Tras
esta primera etapa introductoria, a finales de los setenta y hasta m~diados de la década de los ochenta se
8 Autor del célebre E/ mundo t¡ue hemos perdido, explorado de nuevo, Madrid, Alianza Editorial, 1987.
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ACTAf DE LAS l joRNADAS <<PREBENDADO PAGIBCO)> DE lNvB.rnGAQÓN Hr.rróRJCA
da un paso adelante muy significativo al romper los estudios el aislamiento de la familia nuclear. Será a
partir de ese momento cuando la familia pase apercibirse en forma de proceso, sincrónico y diacrónico,
pasando de la realidad de familia a la de familias. Nos vamos acerc.ando cada vez más a la familia como
eje esencial de la red social.
Para explicar y entender esta evolución hay que situarse en un recorrido temporal e historiográfico
que se inicia a partir de finales de la década de los setenta9, y que tiene un componente antropológico,
ya que el parentesco y el matrimonio pasan a convertirse en objetos centrales de análisis. Es el momento
en que comienzan a realizarse con profusión trabajos basados en la estructura del hogar y su relación
con pautas culturales del tipo del estudio de la edad de las primeras nupcias femeninas y los distintos
sistemas de transmisión de la herencia, que derivó en una geografía de las formas familiares a la que se
dedicó la primera generación de historiadores de la familia, y que entronca a su vez con esa tradición
que comentaba antes del debate entre reparto igualitario o primogenitura que tanto preocupó a los
estudiosos españoles de finales del siglo XIX y principios del xx. El avance teórico y metodológico se
explica en parte por la repercusión que comienzan a tener las críticas al grupo de Cambridge, centradas
en la duda acerca de la posibilidad de establecer una geografía de formas familiares de explicación
absoluta y universal, tal ·y como proponía en un principio el entorno de Laslett10• Paulatinamente se
pone de manifiesto la necesidad de romper y eliminar el sentido de aislamiento, de familia como algo
único y casi encerrado en sí mismo, que ofrecen los primeros estudios, para pasar a un estadio superior
en el que sea la sociedad y los procesos que ésta desarrolla los verdaderos protagonistas. Ello implica
tener en cuenta la necesaria e imprescindible relación entre individuo; familia y comunidad. Es a raíz de
esa toma de conciencia cuando el problema historiográfico de la familia comienza a situarse en términos
adecuados, y la progresiva recuperación de la realidad social histórica de la familia en España comienza
a contrastar, incluso notablemente, co? los esquemas, hipótesis y estereotipos de otros espacios de
investigación europeos.
Este contraste viene determinado por el propio discurrir histórico de los diferentes reinos
hispánicos, y fundamentado en factores como la presencia de varias etnias y culturas en ellos. En
nuestro caso, es imposible comprender la historia sin analizar la fuerza de la <<limpieza de sangre», de
instituciones como la Inquisición o las Órdenes militares, o los requisitos para ingresar en algunos de
los cuerpos de la Monarquía o el Imperio. Todos ellos se asientan sobre la institución familiar,
9 Y que en España se materializa unos cuantos años después. Véase por ejemplo PERISTIANY, John G. (comp.), Dote y matrimonio en los paises meáilm'áneos, Madrid, CIS, 1987. A finales de la década, de los ochenta y principios de la de los nov~nta asistimos a la publicación de varios trabajos de antropología que comienzan a aplicar la visión diacrónica al análisis del parentesco, como por ejemplo: CARDESÍN DíAz, José María, <<Redes de relaciones y estructura polítiCa. formal. Parentesco y sistema político en la España del XIX»; PELEGIÚ 1 AixuT, Dolors, <<La mujer tes.tadora. Estrategias de transmisión de la propiedad en les Garrigues (1800-1860)»; o GoMILA 1 GRAu, Maóa Antonia, <<Derecho y familia. Sistemas de transmisión hereditaria de la familia mallorquina. Sineu, 1860-1960)», todos: ellos recogidos en ROIGÉ 1
VENTURA, Xavier ( ed.), Perspectivas en el estudio del parentesco y la jfllllilia. VI Congreso de Antropología, Tenerift, 199 3, Santa Cruz de Tenerife, Asociación Canaria de Antropología, 1993.
10 En resumidas cuentas, se trataba de una vuelta al debate ya señalado sobre primogenitura o igualitarismo en el reparto de herencia, que marcó los estudios españoles sobre la familia de principios del siglo xx. Resulta muy ilustrativa la revisión historiográfica que se hace en la obra de BEL BRAvo, María Antonia, ú familia en la historia, Eneuentro, Madrid, 2000, pp. 23-56. Es muy interesante porque divide el análisis del desarrollo historiográfico entre la historiografía francesa e inglesa, y permite observar qué ha influido y en qué medida en la historiografía española.
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L4 Hl.ITORIA EN AClWO
transformándola en el vehículo que permitió cons~ una sociedad basada, fundamentalmente, en los
lazos de parentesco y en las relaciones clientelares y de patronazgo.
Será desde mediados de la década de los ochenta cuando en España la historia de la familia
comience a independizarse de las corrientes teóricas imperantes tanto en el ámbito anglosajón como
en el francés, fruto esta vez no de un aislamiento, sino de la elaboración de propuestas pro-pias que
surgen del análisis sólido y cualificado de la propia realidad. En 1987 ve la luz el primer libro dedicado
íntegramente a la historia de la familia en España, que incluye un célebre artículo introductorio de
Francisco Chacón, que significativamente lleva el título de «La familia española: una historia por hacet>>11•
Esta ~eflexión partía de la convicción de que la familia fue la institución social a través de la cual se
llevaba a cabo no sólo la reproducción de todo el sistema social, sino también las posibilidades o no de
movilidad de los distintos grupos sociales. Por ello, para poder analizar los mecanismos de funcionamiento
del conjunto de la sociedad y el proceso económico en el que se desenvolvía, se hada necesario relacionar
las estructuras de la población -el análisis demográfico que había imperado hasta entonces- con el
control económico sobre los recursos de una comunidad, que determinados grupos sociales obtenían
y/ o consolidaban a través de las alianzas y estrategias matrimoniales establecidas entre las familias
pertenecientes a los grupos de poder12• Desde estas bases, en la segunda mitad de la década de los
ochenta se plantea una nueva etapa en la que se incorporan perspectivas y miradas antropológicas,
culturales y regionales, cuyas bases he referido anteriormente. Es la etapa en que se analizan profusamente,
a nivel local, los regidores y grupos de poder concejiles, y también se abordan desde nuevas perspectivas
trabajos sobre distintos sectores más conocidos en la historia social, como el campesinado, el artesanado
o la burguesía.
A partir de este momento la familia pasa a estudiarse ya como herramienta de la red social,
rompiendo definitivamente los muros de la casa y saliendo al exterior. A esa perspectiva hay que añadir
otra que comienza a destacar en los últimos años, aunque aún con escasos frutos, que llega de la mano
de la nueva historia cultur~ y busca en el individuo la respuesta a los peligros de las generalizaciones
abusivas. El mejor ejemplo para el caso español lo constituye la obra de María Antonia Bel Bravo13
publicada en el año 2000. En ella la familia es analizada desde la p(!rspectiva femenina, y ahonda en una
serie de parámetros como el cariño, la afectividad, o la educación infantil. La otra, la que ha llegado de
la familia a la red social, es la que explicaré al final como aportación fundamental de los estudios sobre
historia de la familia en los próximos años.
Pero antes de centrarme en ese punto me interesa detenerme, aunque sea brevemente, en el
estado de la cuestión de los estudios sobre historia de la familia en Canarias. Podría pensarse que el
camino desarrollado es similar, pero nada más lejos de la realidad. Tomemos como ejemplo el libro que
mencioné al prit)cipio coordinado por Francisco Chacón, quien a su vez es el encargado de realizar la
recopilación bibliográfica del ámbito español. Pues bien, de 228 títulos que recoge en los distintos
apartados, no hay ni un solo trabajo acerca de Canarias. Ello no implica que no se hayan llevado a cabo
11 En Lz Familia en la España Mediterránea (Siglos XV-XIX), Centre d'Estudis d'Historia Moderna Pierre V.tlar-Crítica, Barcelona, 1987, pp. 13-35.
12 Ibid., p. 14. 13 Véase nota 1 O.
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Acr.AS DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PAalBCOJ> DE INvEsnGAaóN HisTóRICA
aproximaciones, pero éstas siempre han sido muy concretas y circunscritas a un aspecto determinado,
o por el contrario se encuentran enterradas en trabajos con otros objetivos que lo utilizan como herra
mienta auxiliar. Y eso que en el Archipiélago tenemos los mismos vestigios del interés pasado que he
comentado para el caso hispano. En nuestro caso fue Francisco Fernández de Béthencourt quien
escribió un Nobiliario de Canarias, que fue completado por una junta de especialistas y publicado en
1954, y Juan Bethencourt Alfonso quien elaboró un tratado sobre Costumbres populares canarias de nacimiento,
matrimonio y muerte14• Incluso cabe destacar que el i.Q.terés por obras de marcado carácter genealógico
continúa vigente prácticamente hasta hoy15• Sin embargo, en el archipiélago ese interés aún no se ha
consolidado en proyectos de investigación de la envergadura de los que se han desarrollado para otras
partes del territorio españoP6•
Por contra sí han tenido cierta trascendencia estudios prosopográficos, como por ejemplo los de
Adolfo Arbelo para la isla de Tenerife o los de Elisa Torres y Alexis Brito para la provincia oriental del
Archipiélago17• Hay también trabajos sobre aspectos conccetos referidos al ámbito familiar, como por
ejemplo las dotaciones para formar matrimonio18, o relacionados con trabajos de demografía histórica
a partir· de registros parroquiales19• Hay incluso trabajos que han tratado, aunque no con aspiraciones
de sistematización, de conocer de forma más o menos global el funcionamiento de la familia en la
14 BETHENCOURT ALFoNso, Juan, Coslllmbres populares canarias de nacimiento, matrimonio y muerte (mtroducción, notas e ilustraciones, Manuel A. Fariña González), Museo Etnográfico-Cabildo Insular de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1985. Se trata de las respuestas dadas en Canarias a la encuesta anteriormente mencionada promovida por d Ateneo de Madrid.
15 ZARA TE y CóLOGAN, Melchor, Genealogía y heráldka de apellidos de/Archipillago ataJos en el Nobiliario de Canarias, La Orotava, Imprenta Atlas, 2003, obra que no aporta ninguna novedad pero que nos sirve para comprobar cómo sigue vigente ese interés por la genealogía y heráldica. No obstante, sí conviene señalar que desde el ámbito académico los trabajos genealógicos fueron modificando el objeto de análisis, abandonando progresivamente las elites para centrarse en otros sectores de la sociedad que pudieran resultar de interés. Pionero en estos trabajos fue Leopoldo de la Rosa, quien desde los años cincuenta realizó algunos trabajos muy interesantes sobre las genealogías de los reyes aborígenes tinerfeños del momento de la conquista, y cómo quedó la situación de sus familiares en la nueva sociedad.
16 Actualmente las Universidades punteras en estos estudios son la de Murcia, con el grupo liderado por Francisco Chacón y Juan Hemández, y la del País Vasco, que tiene entre sus más destacados investigadores al equipo formado en torno a José María Imízcoz Beunza. Aún así cabe señalar que en la mayor parte de Universidades españolas ya se han leído tesis doctorales que toman a la familia de Antiguo Régimen como centro de estudio, algo de lo que carecemos en las universidades canarias, si exceptuamos la tesis doctoral del profesor de Historia Antigua de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Manuel Ramírez Sánchez Epigrafta y organización soda/ en la región celtibérica: los grtljJos de parentesco, que no se refiere al ámbito canario.
17 ARBELO GARctA, Adolfo, L1 burguesía agraria del Valle de la Orotava: (1750-1823), La Orotava, Ayuntamiento, 1986; ARBELO GARCfA, Adolfo, Lar mentalidades en Canarias en la crisis del antiguo régimen: élites agrarias y comportllllliento soda/ en Tenerife (1750-1823), La Laguna, CCPC, 1998; BRITo GoNzALEZ, Alexis D., LDs extranjeros en las Canarias orientales en el siglo XVII, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 2002; ToRRES SANTANA, Elisa, L1 burguesía mercantil de las Canarias Orientales: (1600-1625), Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991.
18 RivERa SuAREz, Benedicta, «Las dotes en Gran Canaria en la primera mitad del XVI>>, en Strenae Emmanvelae Marrero Oblatae, pars altera, La Laguna, Universidad, 1993, pp. 355-366.
19 RoDRÍGUEZ CALLEJA, Jesús Emiliano, <<Consanguinidad y parentesco en Teror (1675-1700): análisis de registros y dispensas matrimoniales», en História dar 1/has Atlánticas: (arte, comercio, demografoz, litera/lira) (Actos do IV ColtJquio Internacional de História dar libas Atlánticas), Canárias, Gran Canaria /Tenerife, 9 al 14 de oulllbro de 1995) Vol 11, Madeira, Centro de Estudos de História do Atlintico, 1997, pp. 269-292; RoDRÍGUEZ CALLEJA, Jesús Emiliano, «Padrinazgo y parentesco espiritual en Telde durante el siglo XVI», en XIV Coloquio de Historia Canario-Americana, Cabildo Insular, Gran Canaria, 2002, pp. 948-974.
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LA HISTORIA EN ACJ1VO
sociedad canaria del pasado20• Pero sólo hay uno que haya abordado el análisis del entramado familiar
en toda su amplitud y con una cierta intención de profundidad, aunque limitado cronológicamente al
período inmediatamente posterior a la finalización de la conquista de las islas por los castellanos21• Al
analizarse únicamente apenas una treintena de años la perspectiva diacrónica, la que.nos permite pasar
de estudiar la familia a las familias; se pierde. Se hace por ello necesario en el Archipiélago el desarrollo
de estudios de largo alcance dedicados a lo que voy a comentar para finalizar.
Retomemos para ir finalizando la senda del discurrir historiográfico de la familia, esa última
etapa que antes dejaba señalada se ha ido desarrollando en los últimos diez años, en lo que algún autor
ha dado en catalogar como una «revolución silenciosa>>22, que ha afectado a la historiografía a escala
internacional. Hemos pasado de una historia social en la que los protagonistas eran grupos sociales
amplios e instituciones predefinidas, en sus límites y en sus características principales, a una historia en
la que los protagonistas son grupos e instituciones reducidos en su tamaño, fluidos en su contenido,
cuyas fronteras y atributos se definen en el curso de la investigación en función de la problemática
tratada y de las observaciones empíricas conseguidas. :No olvidemos que la primera historia social
estuvo muy influida por las propuestas teóricas de la Sociología, que h3:bía determinado la ·prevalencia
de las categorías «clase~ sociales» en el análisis de la sociedad, y se había tomado el modelo para aplicarlo
al pasado. Bien es cierto que la aplicación del modelo estuvo motivado por la certeza de que estas
categorías fueron especialmente útiles para una explicación del cambio social desde la economía, esto
es, siguiendo las pautas que se podían observar en el siglo XIX para la formación de la sociedad industrial.
De este modo, la primera historia social, hegemónica hasta los años 1970, fue una historia socioeconómica
en la que los <<grUpos sociales» se definían esencialmente a partir de las diferencias económicas, en
principio como grupos separados y más o menos antagónicos por su diferente posición en el aparato
de producción y por sus divergencias de intereses. La plasmación en la práctica historiográfica se
materializó en aquel modelo, tan cultivado por la historia regional de los años 70 del siglo XX, en el que
las diferencias econórpicas determinaban la definición de los <<grupos sociales» y desembocaban en la
consolidación del antagonismo social, qu~ se materializaba en las tensiones y conflictos que jalonaban
la historia hasta la revolución burguesa. Sin embargo, aquel modelo de pensamiento partía de la confusión
de la desigualdad con la separación, propia del proceso de formación de las clases contemporáneas, o
al menos de los valores de clase, y definía los «grupos sociales» sobre la base de la separación de los
«diferentes» y no de la vinculación real de los actores sociales, de modo que el sistema. de relaciones
propio -de la sociedad del Antiguo Régimen quedaba ocultado, resultaba difícilmente visible, o; en
cualquier caso, marginal.
20 HERNANDEZ GoNzALEz, Manuel, «La familia canaria en el Antiguo Régimen», Tebeto, 2, 1986.; HERNÁNDEZ GoNzALEz, Manuel, «Familia y etnicidad canaria en Francisco de Miranda», Montalbán, 23, 1991; TEJERA GASPAR, Antonio, <<Parentesco, familia y.matrimonio en las culturas prehistóricas de las Islas Canarias», en BERMEJO BARRERA, José Carlos (coord.), Parentesco,familiay matrimonio en la historia de Galicia, Semata, n° 2, Tórculo Edicions, Santiago de Compostela, 1989, pp. 321-332; ALEMAN Rmz, Esteban, «La familia desde la óptica de la Iglesia Canaria del Antiguo Régimen>>, en XI Coloquio de Historia Canario-Americana, tomo II. Cabildo Insular de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1994, pp. 487-511.
21 GoNzALEz ZALACAIN, Roberto J., Familia y sociedad en Tenerife a raiz de la conquista, La Laguna, lEC, 2005.
22 Son palabras de DEDIEU, Jean-Pi erre, en el «Prólogo» de la obra de lMízcoz, José Maria ( dir.), Redes familiares y patrona!(gO. Aproximación al entramado social del País Vasco y Navarra en el Antiguo Rigimen (siglos XV-XIX), UPV, 2001, p. 9.
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ACTAS DE LAS !joRNADAS «PREBENDADO PACHECOJ> DE [NVESTIGAQÓN HJ.rróRICA
Hoy, sin embargo, consideramos esencial valorar adecuadamente la entidad y el significado de las
formas relacionales de las organizaciones sociales. Los vínculos más característicos del Antiguo Régimen
no eran simplemente relaciones interpersonales entre individuos de una sociedad atomizada que se
asocian sin más, según su adhesión libre y voluntaria, idea a la que podríamos llegar embaucados por
una traslación anacrónica de las relaciones entre individuos que nos planteamos, al menos de forma
teórica, en nuestras sociedades actuales. Lo que relaciona a los individuos del Antiguo Régimen son
vínculos dados por el nacimiento, como la pertenencia a una familia, comunidad o señorío, o contraídos,
como los lazos de aplistad, las alianzas matrimoniales o las relaciones de clientela, que implicaban unas
pautas de comportamiento e intercambios y obligaciones más o menos explícitos como tales. Eran
fundamentales porque articulaban la autoridad, la integración y la subordinación; los derechos y
obligaciones; estaban en la base de las empresas, economías e intercampios de servicios. Aglutinaban a
los hombres y mujeres en torno a grupos o redes que actuaban habitualmente de forma solidaria en el
campo social, en negocios comunes, conflictos y luchas por el poder, configurando la trama grupal de
una sociedad.
Pero no debemos caer en el determinismo relacional que nos lleve simplemente a identificar
vínculos que por sí solos expliquen no sabemos a ciencia cierta qué cosas. Todas aquellas relaciones no
tenían el mismo significado ni la misma virtualidad aglutinadora, y por tanto deben ser juzgadas siempre
en su contexto y valía real. La familia y el parentesco, en particular, eran vínculos inmediatos,
particularmente densos, que organizaban en gran medida la vida colectiva como primeras articulaciones
sociales. La casa, como primera instancia organizativa, era un cuerpo político, social y económico,
presidida por una autoridad de gran significado· como modelo político; una unidad de trabajo, de
producción y de consumo, básica en la organización de la agricultura, la industria y el comercio. La
familia se prolongaba mediante relaciones de parentesco que tenían un significado mucho más amplio
e intenso que el contemporáneo.
Los conjuntos familiares que resultaban de los diversos vínculos de parentesco podían prolongarse
mediante rel~ciones de amistad y de patronazgo, relaciones más abiertas que las del parentesco pero
también de gran virtualidad. En los últimos años, el análisis de estas relaciones ha cobrado un interés
particular para el estudio de las elites y sus redes de poder, así como para la configuración del Estado y
la articulación política en el Antiguo Régimen y en el siglo XIX. Estas relaciones alimentaban una red
social de amplio alcance que trascendía los marcos más estrechos de la familia y parentela, facilitando el
acceso a ámbitos y negocios que quedaban fuera de la órbita familiar, y daban lugar a intercambios de
servicios entre poderosos, constituyendo un elemento esencial de poder e influencia. Por su parte, las
relaciones de patronazgo y clientelismo23 fueron el núcleo medular de las relaciones de poder entre los
poderosos de la corte y las elites provinciales y locales, constituyendo un vínculo significativo de la
articulación política y social de las monarquías del Antiguo Régimen.
El carácter articulan te se manifiesta, de forma aún más evidente, en las relaciones de dependencia
que se generan entre desiguales. Los vínculos de pertenencia a una comunidad jerárquica tenían una
fuerte virtualidad organizativa, ya que actuaban integrando a los individuos en un grupo, como principal
garantía de su supervivencia, pero al mismo tiempo los subordinaban a una autoridad y a unas reglas
23 Estos aspectos sí que están bien tratados para el siglo XIX canario. Véase el trabajo, ya clásico, de NoREÑA SALTO, ~
Teresa, Canarias: poUtica y sociedad durante la Restauración, Gran Canaria, Cabildo Insular, 1977.
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L4 .HJSTORIA EN ACJlVO
propias. Las estrechas relaciones entre diferentes son la clara muestra de que la desigualdad social no se
manifestaba tanto en una separación en círculos sociales, barrios, actividades o prácticas separadas
-que también en algunos casos, aunque cierto es que compartían otras- como se constata en la sociedad
de clases, sino mediante vínculos de dependencia, en una sociedad basada en relaciones de paternalismo
y deferencia, de dominio y subordinación, y en la medida en que la propia desigualdad era la base de
intercambios de servicios y prestaciones.
Estos vínculos jerárquicos o verticales podían cobrar diferentes valores y vehicular tanto la
protección y la ayuda como el abuso y la explotación, la concordia como el conflicto. Por ello reitero
que este tipo de estudios no han de limitarse a la simple identificación o enumeración de las ?llsmas,
sino que tienen que ir más allá y deben valorarlas cualitativamente. Se entiende que las verticales, las que
se gestan entre poderosos y dependientes, no se daban de una forma genérica, sino en el contexto de
especificas configuraciones grupales, entre aquellos que realmente mantenían relaciones clientelares u
otro tipo de intercambios desiguales de servicios. En estas relaciones, las personas se regían por unas
pautas y expectativas propias de la relación, que gobernaban su funcionamiento colectivo. Podemos
considerar que estas pautas no eran valores abstractos o exteriores al grupo, sino los valores de su
propia economía moral, que correspondían a sus propios hábitos de funcionamiento, su costumbre,
esto es, a la práctica y experiencia de sus miembros. Las relaciones verticales del Antiguo Régimen se
basaban, según la expresión de E.P. Thompson, en «obligaciones mutuas vinculantes»24 que, en principio,
se imponían al más poderoso como al más humilde. Sin embargo, la autoridad estaba en manos de
señores particularés y su aplicación dependía en gran medida del comportamiento personal más que de
un «sistema>> social y político ideal, que requería una regulación religiosa y moral dirigida a la persona,
lo que explica las características de la tratadística sobre la economía y la política. Conocer la economía
moral interna de cada relación permite valorar el ejercicio del poder, su legitimidad o su abuso, no en
abstracto, o con respecto a los valores del historiador, sino con respecto a los códigos de valores de los
prop!os actores sociales.
Es precisamente esta aproximacióp a los vínculos transversales que rompen las tradicionales
divisiones sociales basadas en estamentos o en categorizaciones económicas la que nos permite pensar
que estamos ante una propuesta historiográfica que puede aspirar a una historia global. Esta no lo sería,
como en épocas precedentes, porque analicemos todos los aspectos de la realidad cotidi~a de etapas
anteriores. Esta vez lo global viene porque analizamos a la vez todos los vértices de la estructura social
y lo que les relaciona, en ejemplos concretos susceptibles de extrapolación en según qué circunstancias.
Quiero finalizar poniendo un ejemplo práctico de las posibilidades de esta propuesta de análisis
histórico para comprender la realidad canaria. Para ello me centraré en la composición del cabildo
tinerfeño hasta la muerte de Alonso Fernández de Lugo, acaecida en 152525• Un somero repaso a sus
miembros nos indica una primera clave relacional interesante: que todos sus miembros han participado
24 Citado por IMtzcoz BEUNZA, José María, «Actores sociales y redes de relaciones: reflexiones para una historia global», en IMtzcoz BEUNZA, José María ( ed.), &des familiares y patrona:(¡.o: aproximación al entramado social del País V asco y Navarra en el Antiguo Régimen (siglo xv-xrx), op. cit., p. 27. Esta obra ha inspirado bastantes de las reflexiones recogidas en el texto.
25 Para ver una somera relación biográfica de cada uno de sus miembros recomiendo la consulta de la incluida en la introducción de SERRA RAFoLS, Ellas; RosA ÜUVERA, Leopoldo de la (ed. y estudio),Acuerdos del Cabildo de Tenerije, vol W (1518-1525), FRC XVI, IEC, La Laguna, 1970. La composición de los diferentes cabildos se incluye anexa a cada uno de los volúmenes de acuerdos publicados en la misma colección.
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AcrAr DE LAS !joRNADAS <(PREBENDADO PAalECO» DE lNvE.mGAaóN HISTóRICA
en el proceso de conquista26• Buena parte de ellos tienen, además, vínculos de dependencia con el
adelantado, bien por razones de parentesco, bien por nexos clientelares27• Véase la nómina: como familiares
aparecen: Pedro de Lugo (regidor, sobrino); Fernando de Lugo (alcalde mayor, alguacil, sobrino); Francisco
de Lugo (regidor de Tenerife y La Palma, sobrino); Bartolomé Benítez (regidor, sobrino); Andrés Suárez
Gallinato (sobrino, regidor);Jerónimo de Valdés (regidor, ~obrino); Antón Sánchez de Turiel (regidor, escribano,
<<Sobrino»~; Alonso Benítez de las Cuevas (alguacil mayor, familiar de Bartolomé Benítez), Diego de Mesa
(regidor, <<primo»), Pero Mexía (regidor, primo político); y Pedro de Vergara (regidor, alcalde mayor, pariente
político). Como allegados, todos criados, figuran en la nómina concejil: Juan de Badajoz Gurado), Francisco
de Corvalán (alcalde mayor, regidor), y Juan de Herrera Gurado). A pesar de la dificultad que tenemos de
poder determinar el número exacto de regidores a lo largo de este período29, el porcentaje en que el parentesco
o la dependencia juegan un papel fundamental en la elección de los cargos del cabildo es sin lugar a dudas
muy elevado.
Además de estos ejemplos de clara subordinación, para explicar la creación de la primera oligarquía de
Tenerife es imprescindible conocer al detalle las concesiones otorgadas por Lugo como repartidor de tierras,
que permitieron a determinados personajes adquirir un volumen considerable de posesiones que, bien
gestionadas, están en la base de algunas de las principales fortunas del Antiguo Régimen en la isla, e incluso
en el Archipiélago. Es en este punto en el que nos encontramos, y por el que creo que debería discurrir la
investigación historiográfica en los próximos años. La familia y ia red social creada por Alonso Fernández de
Lugo explican en buena medida la composición de la primera sociedad tinerfeña surgida tras la conquista.
Para conocer su desarrollo y evolución a través de los años necesitamos conocer cómo y de qué forma se
fueron desenvolviéndose esas y las otras personas y patrimonios. Y para ello, para que el análisis no quede
incompleto o distorsionado, comprender la funcionalidad del sujeto familia en esta sociedad resulta
fundamental.
26 Como corresponde a una sociedad de frontera. Véase MENJOT, Denis, «Urbanización fronteriza y control del espacio en la Corona de Castilla en la Edad Media», en Dominar y controlar en Castilla en la Edad Media, Diputación, Málaga, 2003, p. 121. Para ver la incidencia de la identidad militar en la naciente sociedad tinerfeña véase GoNZALEz ZALACAIN, Roberto; BAEz HERNÁNDEZ, Francisco, «Genealogía e Historia Social: el ejemplo de Marina Fernández de Vera en Tegueste», Revista tk Historia Canaria, 187 (Homenaje a Emilio Alfaro Hardisson), 2005, pp. 135-150 y GoNzALEz ZALACAIN, Roberto, <ddentidad y sociedad a fines de la Edad Media: el ejemplo de Tenerifo>, Revista de Historia Canaria, 188,2006, pp. 91-102.
n Las reflexiones fundamentales de lo dicho aparecen ya en GoNzALEz ZALACAIN, Roberto J., Familia y sociedad en Tenerife a raíz tk la conquista, op. cit., pp. 175-184.
28 El entrecomillado indica que Lugo se refería con ese término a ellos, pero los editores no aseguran dicho parentesco.
29 Advertida ya en su momento por AzNAR V All.EJO, Eduardo, La Integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526), Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular, 1992 (2a ed.), pp. 87-88.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PACHECOJ> DE 1NvBsnGAa6N HISTóRICA
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA POBLACIÓN
DE LA COMARCA DE TEGUESTE A LO LARGO DEL SIGLO XVI
Francisco Báez Hernández
Un estudio que pretenda dar una visión aproximada de la población de una de las comarcas
perteneciente a un Concejó de realengo, durante la etapa anterior a la aparición de los primeros censos
de carácter moderno, presenta a priori numerosas dificultades debido en gran medida a la opacidad de
las fuentes, a lo que hay que sumar la fiabilidad de las mismas. Por ello, nuestro interés se centrará en
desentrañar aspectos demográficos de carácter básico como: el volumen, distribución de los efectivos
sobre el territorio, etc. Dentro del marco cronológico en el que nos moveremos -el siglo XVI- el
silencio documental no nos permitirá desentrañar cómo evolucionaron las diferentes variables vinculadas
a la estructura demográfica, aunque sí apuntar cómo evolucionó la dinámica de la población. Dado que
el sujeto de estudio no se manifiesta manejable estadísticamente, ello requiere por tanto un modo
diferente de aproximación al problema.
Con el presente artículo se pretende obtener un acercamiento a la problemática demográfica que
presentan los enclaves rurales en Canarias durante el siglo XVI. En concreto centraremos nuestro análisis
sobre la comarca de Tegueste. Como parece lógico desgranaremos al máximo la información disponible,
confrontándola en lo posible con la referente a otras comarcas rurales próximas. Haremos uso a su vez
de algunos planteamientos basados en la formulación de hipótesis previas a modo de axiomas no
demostrables, por lo que en cierta medida no sería desacertado definir este trabajo como un ensayo. No
obstante, estimamos que a tenor de los apoyos documentales representa un planteamiento serio y
rigurosamente científico.
Antes de entrar en materia, convendría situar al lector en el marco espacial objeto de este trabajo.
La comarca de Tegueste, se ubica en la costa nororiental de la isla de Tenerife, con una extensión
aproximada de unos 70 km2• Englobaría la extensión de lo que hoy en día ocupa el municipio de
Tegueste, así como las áreas de Valle Guerra, Tejina, Punta del Hidalgo, Bejías, Batán, y Chinamada,
pertenecientes al municipio de San Cristóbal de La Laguna. A grandes rasgos se puede hablar de un
área montañosa oriental, que ocuparía la mitad del espacio y con orientación preferentemente ganadera,
frente a una zona occidental con valles más aptos para las prácticas agrícolas. Sobra decir que sería en
. este último sector donde las fuentes localizan las mayores concentraciones poblacionales 1•
1 Este territorio ha sido nuestro objeto de estudio desde la óptica de la organización social del espacio, durante el período que comprende la primera mitad del siglo XVI. Temas cómo la influencia antrópica sobre el espacio, así como aspectos relativos a los repartimientos, la implantación del poderes locales, o la estructura productiva de la comarca, aparecen en Francisco BAEz HERNANDEZ, La Comarca de Tegueste (1497-1550). Un modelo de organizadón del espacio a raíz de la conquista, Ayutamiento de Tegueste, Santa Cruz de Tenerife, 2006.
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LA HISTORIA EN AClWO
Comenzaremos nuestro análisis tratando de acercarnos al proceso de construcción de una
comunidad rural, dentro de una zona de repoblación como consecuencia de una etapa de conquista
previa. No obstante, antes de comenzar a abordar el tema, cabría interrogarse por la suerte que corrió
la comunidad guanche que habitaba la comarca tras la ocupación y control del territorio por parte de
las huestes castellanas. Siendo el menceyato de Tegueste uno de los denominados bandos de guerra, y
si atendemos a la nula información vertida por las diferentes fuentes en las décadas posteriores en
relación al asentamiento de ese grupo étnico en el interior del territorio de la comarca, la conclusión
parece obvia; las comunidades aborígenes debieron haber sido diezmadas y los escasos componentes
autóctonos supervivientes serían desplazados fuera del territorio, hacia otras áreas de la isla, o bien
fu~ra de ella. Sabemos de la existencia de varias decenas de aborígenes que aparecen en la documentación
y que junto a su nombre figura el apelativo de Tegueste, en clara vinculación a su bando de origen2• Pero,
en ninguno de los casos, los vemos vinculados a la comarca de Tegueste. Aún así, cabría conjeturar la
existencia de un grupo de naturales que como pastores de los hatos de conquistadores y colonos,
continuarían ejerciendo sus prácticas tradicionales ganaderas tomando como base el territorio de la
comarca, especialmente en la zona montañosa oriental, lo que explicaría en cierta medida la conservación
de la toponimia de raíz aborigen a diferencia de la del resto del territorio -zonas de valles con predominio
agrícola-, donde predominan los topónimos de origen castellano.
Tras este planteamiento previo, pasemos a ver qué es lo que ocurre con la nueva población que
se asienta sobre el territorio. El estudio demográfico lo llevaremos a cabo en dos fases sucesivas: en una
primera, que abarca hasta 1550, en donde predomina la ausencia de cifras;_ frente a la otra fase que
desarrolla la segunda mitad del XVI, en la que disponemos de mayores datos cuantitativos, pero con un
menor conocimiento histórico de sus aspectos económicos, institucionales, etc. De resultas de todo
ello, se ha de tener mucha cautela a la hora de plasmar las conclusiones que se puedan obtener.
Tal y como hemos mencionado, para la etapa cronológica que abarca hasta mediados del Quinientos,
los datos disponibles son mayoritariamente de carácter cualitativo. Proceden en su mayor parte de
contratos celebrados ~te las diferentes escribanías de la isla, en los que unos individuos se autotitulaban
en dichos documentos como vecinos de algún lugar de la comarca. Estos lugares serían: Tegueste,
Tejina y Punta del Hidalgo. La información recopilada -en su mayoría de fuentes impresas-, se recoge
en la tabla que figura en el anexo 1 de esta. comunicación. A tenor de lo expuesto en ella, se pueden
extraer algunas observaciones.
Desde los primeros momentos de la ocupación, se instalan en el núcleo de Tegueste dos familias
de conquistadores que ocupan grandes superficies en el valle. Son de origen castellano en combinación
congenie de las islas. A los pocos años, Tejina centrará el interés de otro contingente de colonos. Será en
este enclave en donde se asiente un grupo familiar del norte de Portugal. Estos nuevos pobladores a
pesar de morar en el valle de Tegueste, durante los primeros años, solamente hacen mención a su
condición de vecino, pero no a su vinculación con el área de residencia. Tendrán que transcurrir más de
quince años desde su asentamiento para que estos y otros personajes, comiencen a denominarse en los
contratos en los que intervienen, como ·vecinos de Tegueste o de Tejina. Esta identificación con el
2 Agradezco esta información al investigador Miguel Angel Gómez Gómez, quien la ha recabado a través de numerosos contratos notariales en los que los intervinientes hacen referencia a su bando de origen.
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS <<PREBENDADO PACHECO>> DE lNvE.rrrGAOÓN HIJTÓRICA
lugar, se establece antes que sobre el territorio se asienten los diferentes poderes locales, ya sean civiles como religiosos3
• U na posible explicación para tales apelativos, es posible rastrearla en el despegue demográfico que comienza a vislumbrarse a nivel insular en esos momentos4, lo que implicaría una homonimia de muchos de sus vecinos, por lo que se crea la necesidad de la diferenciación entre sujetos según la adscripción territorial. Ello puede constituir uno de los gérmenes de la identidad rural.
Observamos igualmente que a lo largo de la década de 1520, se van asentando sobre el territorio otros nuevos vecinos5
, que comienzan a dibujar desde fases tempranas una dualidad en la ocupación del espacio comarcal, ya que la adscripción de éstos se dirige hacia uno de los dos enclaves principales de la comarca. Este factor identitario parece tener que ver con un sustrato de procedencia común para el caso de Tejina (portugueses del norte), que parece concentrar al30o/o del volumen la población de la comarca, frente a los residentes en Tegueste cuya procedencia resulta más heterogénea6•
Durante la década siguiente (1530-1540), y a pesar del escaso número de fuentes consultadas para ese período, parece evidenciarse un incremento en el número de nuevos vecinos que fijan su residencia sobre la comarca. Aventurando una cifra podríamos decir que, hacia mediados de' dicha década el número de vecinos residentes en la comarca rondaría los 237
• De su análisis se extrae que el peso demográfico de Tejina pasa a constituir el40°/o8
, posiblemente en clara vinculación a la expansión de los cultivos de regadío con la viña como primer representante. Esta proporción parece mantenerse a tenor de las pistas que nos ofrece 1a tazmía de 15529
, puesto que hemos comprobado que fue elaborada inscribiendo primero a los vecinos residentes en Tegueste y posteriormente a los que se asentaban sobre la zona de Tejina. Asimismo aparecen por primera vez vecinos identificados a un nuevo enclave, La Punta del Hidalgo, en donde predominarían las familias de origen gomero10
•
llegados a este punto, nos adentraremos a partir de ahora en el comportamiento demográfico que se observa en la segunda mitad del siglo XVI. Los datos globales conocidos que hacen expresa referencia a la comarca en su conjunto o a los diferentes enclaves, son sumamente precarios. Por lo cual hemos creído conveniente ampliar los mismos, utilizando tanto las estimaciones obtenidas hacia mitad de la década de 1530, como una media de los padrones del obispo Bartolomé García Jiménez del
3 La primera referencia que poseemos de la erección de una iglesia en la comarca es de 1530 para Tegueste y 1536 para Tejina. En 1530, se cría el cargo de alguacil del lugar, mientras que el oficio concejil de alcalde de lugar, no se instaura hasta 1538. Véase Francisco BAEZ HERNÁNDEZ, Lz Comarca de Tegueste (1497-1550), •.• , op. cit. pp. 109-146.
4 Para obtener una visión de conjunto del ámbito insular, exite un estudio reciente que aborda las principales v~ables demográficas, además de analizar las características de la dinámica y estructura de la población, sin olvidar la procedencia de los primeros repobladores. Roberto GoNzAI.Ez ZAI.ACAIN, Familia y sociedad en T enerife a raíz de la conquista, Instituto de Estudios Canarios, 2005.
5 Puesto que la mayoría de las tierras ya habían sido repartidas, en su conjunto estos sujetos se asientan sobre el territorio en calidad de arrendatarios de medianas propiedades o de fracciones de una gran propiedad, pudiendo únicamente acceder a la condición de propietarios mediante una vía indirecta, comocompra-ventas, o bien, recibiendo la oportuna dote tras el correspondiente enlace matrimonial. Véase Francisco BAEz HERNANDEZ, Lz Comarca de Tegueste (1497-1550), ... , op. cit. pp. 67-106.
6 Hemos detectado portugueses pero procedentes del Alentejo (zona central de Portugal).
7 Vid. Anexo 1.
8 En nuestra opinión esta proporción parece ir lentamente decantándose, ya avanzado el siglo XVII, hacia una posición de equilibrio en cuanto al peso demográfico entre los dos principales enclaves de la comarca.
9 AMLL, Sección 111., E-XIII, 4. En el anexo 11 se transcribe íntegramente la parte referida exclusivamente a Tegueste y Tejina de la tazmía de 1552, publicada en su momento por Francisca MoRENo FUENTES, «Tazmía de la isla de Tenerife en 1552», en Anuario. de Estudios Atlánticos, n° 25, Madrid-Las Palmas, 1979, pp. 411-485.
10 Para·un mayor conócimiento del coritigente de gomeros vinculados a La Punta del Hidalgo y de la problemática que provocó su asentamiento en dicho sector, véase en Pedro MARTfNEZ GAUNDO, <<Integración de los gomeros en las partes de Daute y sur de Tenerife durante la primera mitad del siglo XVI», en Strenae Emmanvelae Marrero Oblatae, parts altera; Universidad de La Laguna, 1993, pp. 7-50.
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LA HISTORIA EN ACIWO
último cuarto del siglo XVII11• Para el cálculo del número de personas emplearemos la media obtenida
para la comarca .de los coeficientes personas/vecmos, de las respectivas tazínías de 1552 y 156112, cuyo
resultado arroja la cifra de 5,37. A fió. de realizar una lectura crítica de cada una de las fuentes de
procedencia, hemos procedido a volcar los datos en la tabla siguiente:
Fuente Año Vecinos Personas
Estimación Anexo 1 1535 23* 124*
Tazmía 1552 33 169
Tazmía 1561 37 208
Censo Inquisición 1605 150 806*
Padrón Obispo Garcfa J. 1680 931**
* Estimaciones ** Medias aritméticas
Indudablemente la información que nos ofrecen las tazmías, presenta un alto grado de fiabilidad,
debido a que son un reflejo directo de la información captada sobre el terreno por el escribano que
acompañaba a los regidores comisionados para cada una de las comarcas que integraban la isla. Por
ejemplo, en la parte correspondiente a nuestra comarca, dentro de la tazmía de 1552, se hace mención
primeramente al título de casa de, que se repite en todos los asientos menos en el último, cuestión que
merecería ser analizada 13• A continuación, se nombra al cabeza de familia o jefe de la unidad doméstica
de producción indicando el número de las personas que de él dependen, así como el número de fanegas
de determinados cereales que poseen 14• La variedad de las cifras puestas en juego en dichos recuentos,
contrasta notablemente con los múltiplos de diez que arrojan las cantidades ofrecidas por el censo
inquisitorial de .160515, y al que hemos de aplicar un coeficiente multiplicador para averiguar qué número
d~ personas son representadas por esos vecinos. Como resulta evidente este tipo de fuente presenta un
grado de fiabilidad inferior a la que nos ofrecen las tazmías, pero no por ello desecharemos los datos
que nos aporta.
11 José SANCHEZ HERRERO, «La Población de las islas Canarias en la segunda mitad del siglo XVII (1676 a 1688)»,Anuario de . EsllliliosAtlánticos, 21, Madrid-Las Palmas, 1975, pp. 237-415. ·
12 Los datos que poseemos de la.tazmía de 1561, lo dio a conocer por primera vez Juan NÚÑEZ DE LA PEÑA, Conquista y Anliguedades de las Islas de la Gran Canaria y su descripción, edición facsímil, Servicio de publicaciones de la ULPGC, 1994, f. 490, quien lo tomó del Archivo dei Concejo insular, AMLL, Ubro n° 11 deAmerdos del Cabildo (1558-1563), oficio primero, ff. 1 r~2r, (Ta:qnla de vecinos y personas y trigo que se hizo en esta ysla 'en el mes de ftbrero de 1561), que en donde se pueden apreciar las cantidades de cereal almacenados en cada uno de los lugares ~e la isla. En nuestro caso nos interesa los datos · relativos a Tegueste-Tejina, 37 vs., 208 pers., sin referencia a trigo; Taganana,'24 vs., 141 pers., trigo 7 fs.; Tacoronte, 56 vs., 342 pers., trigo 139 fs.; El Sauzal, 71 vs., 404 pers., 82 fs.; Acentejo, 40 vs., 249 pers., trigo 387 fs.
13 Por ejemplo, esta referencia a casa de no tiene su reflejo en el recuento de los vecinos de Acentejo, mientras que para los lugares del Sauzal y Tacoronte, no figura en los primeros vecinos de sus respectivas listas y sí. del resto.
14 Lamentablemente la tazmía realizada en 1559, no contiene referencia explícita alguna a las comarcas de· ,Te~esteTejina, Tacoronte, El Sauzal y Acentejo. Ello nos habría permitido acercarnos al proceso de evolución de las diferentes familias, así como la formación o desap~ción de otras. AMLL, Sección la, E-XIII, 5.
15 Este censo tiene su origen en un intento de traslado de la sede del tribunal del Santo Oficio desde la ciudad de Las Palmas a la isla de Tenerife. De los datos que nos ofrece seleccionaremos algunos refentes a la isla de Tenerife: Taganana y barrios 100, Tegueste el viejo con Tejina y La Punta, 150; Tacoronte, 300; El.Sauzal, 150; Matanza, 50; y Acentejo, 100. Referencias tomadas de Manuel Loso CABRERA, <<El tribunal de la inquisición de Canarias: intento de traslado a Tenerifo>, en Revista de Historia Canaria, 17 4, La Laguna, 1984-1986, pp. 107-114.
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PAOiECO» DE lNvE.mGAaóN Hr.rróRICA
Poseemos un dato parcial que conviene ser tenido en cuenta, pero valorado en su justa medida.
Durante la inspección que realiza el visitador del obispo Diego de Deza, a la iglesia de Tegueste con
motivo de la festividad de su patrón -San Marcos Evangelista-, en abril de 1557, el entonces mayordomo,
Gregorio Albonoz, esgrime entre otras razones para la instalación de una pila bautismal en dicho
templo, la de ser el dicho lugar de más de tr~nta ve~nos, e de cada día se espera que se yrá avmentando16• Entendemos
que tal afirmación se nos antoja un tantó abultada, si como parece, se refiere exclusivamente a los
vecinos asentados bajo la jurisdicción de San Marcos, puesto que en 1552 no superaban la veintena.
Llegados a este punto, dediquemos un momento a reflexionar sobre lo que ocurre no sólo en
nuestra comarca sino en otros términos circunvecinos durante el período 1552-1561, cuyos datos
sintéticos mostramos en la tabla siguiente:
. Periodo 1552-1561 Taganana Tegueste Tacoronte Sauzal Acentejo Costa
Tejina Nororiental
· vs. tazmía 1552 24* 33 SS 61 49 222
pers. tazmía 1552 141* 169 317 298 276 1.201
Coef. persJvs. 1552 S,12 S,76 4,89 5,63
fs. de trigo tazmía 1552 193 1.64S 938 1.045
vs. tazmía 1561 24 37 56 71 40 228
pers. tazmía 1561 141 208 342 404 249 1.344
Coef. persJvs. 1561 S,88 S,62 6,11 S,69 6,2
fs. de trigo tazmía 1561 7 139 82 387
cree. anual pob. (por mil) 25,6 8,8 39,5 -10,9 13,2
Atendiendo a los valores globales o por comarcas, se puede observar cómo durante este período
(1552-1561 ), el conjunto de la población de los territorios del noreste de isla de Ten~rife experimentaron·
un crecimiento anual de la población de un 13 por mil, cifra está próxima a la tasa máxima anuai de
crecimiento vegetativo (1 O por mil) para sociedades del Antiguo Régimen~ Sin embargo, en la comarca
de Tegueste se aprecia un claro despegue, lo que sólo es explicable a través de un componente inmigratorio
a tener en cuenta. No obstante, estos saldos migratorios positivos van a verse iñcrementados conforme
avanza la segunda mitad del siglo XVI17•
Tratar de discernir sobre la fiabilidad de una fuente resulta un tanto arriesgado, pero en ocasiones
las matemáticas nos ayudan apuntalar el discurso histórico. En este sentido, disponemos para la zona
nororiental de la isla de Tenerife de una cifra claramente intencionada al alza 18, y que nos merece poca
credibilidad. Se tra~ del informe elevado a la corte por Alonso Calderón, regidor del Cabildo, y que
transcribimos a continuación:
16 Archivo Parroquial de San Marcos de Tegueste, Ubro 1' de Fábrica (1530-1582), f. 28v, publicado en Francisco BAEz HERNANDEZ, La Comarca de Tegueste (1497-1550), ... op.cit. p. 270.
17 Louis HENRY, Manllfll de demografía histórica, Ed. Crítica, Barcdona, 1983. 18 En d mismo sentido se había manifestado ya con respecto a dicho expediente, Manud LoBo CABRERA, «La Población
de Tenerife en d siglo XVD>, en Anuario de Estudios Atlánticos, 33, Madrid-Las Palmas, 1987, pp. 379-416, quien nos alumbra el dato pero no transcribe d texto. Este documento datado hacia finales de la década de 1560, fue confeccionado por d antiguo Concejo insular, con motivo de contrarrestar d intento de compra por parte dd regidor Pedro de Ponte, dd lugar y término de Adeje; en él se exponen los perjuicios que supondría a los intereses del reino -y de paso a la . oligarquía insular- ia enajenación de cualesquiera de los términos que conformaban la isla de Tenerife en esos momentos
-75-
L4 HISTORIA EN ACIWO
Lo otro porque asimismo, en los lugares e términos de/ Taganana e la Punta tkl Hidalgo e T egina e T egueste/ aho y baxo e T acoronk e Valle Guerra e Zauzal/ e Sentgo que están de la otra uanda de la dicha pun-/ fa de Anaga ha!{ja la uanda del norte qy muchos/ puertos muy apargatlos e cómodos para cargar y/ descargar e qy grandes heredades tk ingenios de/ tlfiiCar e tie"as tk pan e uiñas en tanto que se/ cogen en ellos mas tk cinquenta mil/ hanegas de/ pan en cada un año e ay casi setecientos vezinos e/ yglesias instilllitlas e grandes montañas e tierra// mi!J fertil de ganados por donde no conuiene en ella/ dar juristlicion alguna a ningun partimlar. / 19
En esta visión conjunta de los términos de Taganana, Tegueste-Tejina, Tacoronte, El Sauzal y Acentejo, procedemos a diseccionar el dato de sus 700 vecinos en función de la proporción que de
éstos, nos ofrece la tazmía de 1561 para cada una de las comarcas aquí citadas. El valor obtenido ~ara
nuestro territorio representaría el16,23°/o de ese global, lo que equivaldría a 114 vecinos, cifra bastante
desproporcionada si atendemos a la cantidad de 37 vecinos que nos ofrece la tazmía de 1561. Lo cual
generarla un cambio de tendencia en la curva demográfica difícilmente interpretable.
Recurriremos ahora a la inferencia de resultados para evaluar el volumen de la población de
nuestra comarca durante el último cuarto del siglo XVI. El hecho de no ser consideradas como parroquias
las iglesias de San Marcos y San Bartolomé hasta· finales del primer decenio del siglo xvn20, explica su
ausencia en el cómputo de vecinos adscritos a sus respectivas iglesias parrqquiales, dentro del informe
emitido por el obispado de Canarias en 1585, a petición del monarca Felipe II unos años antes21• No
sería de extrañar que los vecinos de la comarca estuviesen computados en el asiento referente a La
Laguna, con 1.300 vecinos, pero resultaría demasia9o aventurado emitir una opinión en el sen_tido de
cuántos de éstos figuraban adscritos al território estudiado. Por el contrario, si sería posible esgrimir
alguna cifra, si partimos de un crecimiento demográfico similar a otros enclaves como son: Taganana
que figura con 70 vecinos, mientras que Tacor~nte, El Sauzal y Acentejo juntos, con .300. Aplicando un
sencillo cálculo de equivalencias, y tomando como· base la tazmía de 1561, tendríamos por ut].lado que
us_ando ambos datos nos genera un resultado para Tegueste-~ejina de 72 vecinos, lo que supone 387
personas; mientras que si descartamos el dato de Taganana, nos sale un resultado similar: 66 vecinos, lo
que supone 354 personas. Ante esta similitud de resultados nos quedamos con su media aritmética, con
lo cual el volumen demográfico de la zona analizada queda fijado en 69 vecinos, lo que implica una
población aproximada de 371 personas.
A finales del siglo XVI y comienzos de la siguiente centuria, la demografía histórica en Canarias
cuenta con una serie de informes y descripciones como son: el informe del tío del Licenciado Valcárcel,
la descripción de las islas Canarias de Leonardo Torriani, la_ o~ra de Saudades da Terra de Gaspar
Fructuoso, todos los cuales emiten algunos datos de carácter númerico, especialmente el primero de
ellos; pero salvo la referencia a 100 vecinos para el lugar de Acentejo en 1590, no existe ningún otro
suceptible de ser aprovechado, por lo que resulta insuficiente realizar la más mínima inferencia. No
obstante, y tal como hemos enunciado con anterioridad, disponemos de las cifras del censo de la Santa
Hermandad elaborado en 1605. Para confrontar su exactitud necesitamos disponer de otra fuente
19 A.G.S. Expedientes tk Hacienda, Leg. 209, ff. 30v-31r.
20 Véáse Antonio PEREmA PAcHEco, Hirtoria tk Teguesk (1848), edición y estudio crítico de Manud Hernández González, Ayto. de Tegueste, 2001, para la creación de la parroquia de San Marcos, y Leopoldo de la RosA ÜUVERA, «Noticias históricas de la Parroquia de San Bartolomé de Tejina>>, en Revista de Historia Canaria, 62, 1943, pp. 85-98, en lo que concierne a la de Tejina. .
21 José SANCHEZ HERRE.Ro, «Aspectos de la organización eclesiástica y admnistración económica de la diócesis de Canarias a finales dd siglo XVD>, Revista tk Historia Canaria, n° 170, La Laguna, 1973-1976, p. 81.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADO PAOiECO» DE lNVESTIGAaóN HISTóRICA
adicional altamente fiable, para una vez confrontada con la anterior, valorar la veracidad de los datos
vertidos en el informe inquisitorial. Para ello, hemos optado por la utilización de los padrones realizados
durante el último cuarto del siglo XVII, bajo el gobierno del obispo Bartolomé Jiménez. Avanzamos
desde este momento que sí el resultado gráfico de la curva de la evolución de la población de nuestra
comarca, genera un cambio muy acusado de pendiente, influirá de forma notable en la valoración de
dicha fuente.
Sin más demora y teniendo en juego una serie de datos significativos y distribuídos a lo largo de
la etapa estudiada, pasemos ahora a configurar la gráfica de la evolución demográfica22, exclusivamente
de nuestra comarca durante un arco temporal que abarca una parte importante del Antiguo Régimen.
Todo ello nos conforma una curva teórica que nos despierta una serie de interrogantes:
700
1: -8400 '!: 300
200
100
Evolución de la población de la Comarca de Tegueste
o~,--~--~·~--~--~~--~--~~-
1520 153) 1540 1550 158) 1570 1580 1590 1600 1610 1620 16:J) 1640 1650 1660 1670 1680 1690
En primer lugar, se observa durante el período 1535-1552 un crecimiento anual de la población
de un 21,3 por mil, experimentando un pequeño repunte durante el período entre tazmías 1552-1561
con un valor de 25,6, cifra que aunmentará a 32,7 durante el siguiente período 1561-1585, y que alcanza
una cifra aún mayor durante el P..eríodo finisecUlar de 1585-1605 con 58,6. Todas estas cifras anteriores
sólo pueden ser explicadis a través de la llegada a la comarca de un número cada vez mayor de nuevos
repobladores. Sin embargo, en contraposición durante gran parte del siglo XVII la población va a
experimentar un lento crecimiento 2,1 por mil que induciría a pensar en un pequeño saldo migratorio
negativo, es decir de ser un territorio de inmigrantes pasa a constituirse en un espacio que arroja
algunos emigrantes hacia el exterior.
En nuestra opinión debemos interpretar el acusado cambio de pendiente en dicha curva
demográfica, en el sentido de una sobrevaloración de la cifra del censo de 1605, pero aún así llegaría un
momento, que no sabemos determinar, hacia fmales del siglo XVI o principios del siglo XVII, en donde
la tendencia claramente inmigratoria experimenta un parón. Lamentablemente existen pocos estudios
que cubran el período en cuestión, pero a priori se podría conjeturar que para la comarca de Tegueste
el siglo XVII, no fue en líneas generales un período tan próspero como refleja la historiografía para el
22 Para su confección hemos procedido a unir los diferentes intervalos entre datos, no con un desarrollo lineal, sino mediante la función logaritmo neperiano, que se aproxima más al crecimiento real de una población.
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LA HISTORIA EN AC11VO
conjunto insular. llegar a las claves del enigma es algo sumamente complicado, puesto que aún no
disponemos de estudios que traten su crecimiento vegetativo, ni los saldos migratorios durante la
segunda mitad del siglo XVI.
Pero insertemos a nuestra comarca en su entorno, y observemos cómo evolucionó en relación a
los otros territorios que nos han servido como referencia, para lo cual confeccionamos la siguiente
gráfica:
1800
1600
1400 ... G)
'C12oo
S :a 1000 as .e G) 800 , ~ 600
400
200
Evolución de la población de los diferentes términos de la costa nororlental de Tenerlfe durante el s. XVI
- ~-- Taganana - Teglna-Teguesto ---6- Tacoronte •• ·•· •• sauz al - • •-. Acento jo
0 ~~~----~----~----~--------------~--~----~----~--~1" 1
c____1-55_0 __ 15-55--1-56-0--15-65--1-57-0--15-75--15_8_0 --1-5-85--15_9_0 --1-59-5--16_0_0 _-=----:J En líneas generales el análisis del gráfico nos muestra que salvo Tacoronte, que experimentará un
notable desarrollo poblacional que continuará durante el siglo XVII, el resto de las comarcas se mueven
en una franja más o menos similar. Taganana experimentará un desarrollo interrumpido23, mientras
que El Sauzal sufre una cierta desaceleración, siendo la comarca de Acentejo la más parecida en línea de
tendencia con respecto a la de Tegueste.
Cabría una última reflexión sobre el peso demográfico de nuestra comarca en relación con estas
otras. El hecho que Tegueste-Tejina, aparezca en la descripción del obispo Cámara y Murga de 1635,
teñida con un matiz negativo, así como de no hacer mención a sus cifras demográficas, a diferencia de
lo que ocurre con Tacoronte y El Sauzal, parece llevarnos a pensar sobre la poca importancia económica
que despertaba sobre la cámara episcopal el territorio que estudiamos.
23 Juan Sebastián LóPEZ GARcíA, «Taganana, Un núcleo de desarrollo interrumpido», en Strenae Emmanvelae Ma"ero, pars prior, Universidad de Laguna, 1993, pp. 599-607.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PAQ-IECO» DE INvE.mGAaóN HISTóRICA
ANExol RELACIÓN DE VECINOS ADSCRITOS A LOS DIFERENTES LUGARES DE LA COMARCA
Nombre del vecino Origen calidad Lugar 1• ref. ult. ref.
Juan de Almansa castellano vecino Tegueste 1497 1529
Pero López de Villera castellano vecino Tegueste 1497 1511
Asenjo Gómez portugués vecino Tejina 1503 1513
Gonzalo de Oporto portugués vecino Tejina 1504 1524
Gonzalo González portugués vecino Tejina 1505 1527
Cristóbal Velasco vecino Tegueste 1510 1534
Diego Alvarez vecino Tegueste 1519 1544
Nuño Álvarez vecino Tegueste 1519 1527
Juan Luis, labrador vecino Tegueste 1520 1534
Juan Martín vecino Tegueste 1520 1534
Alonso Jiménez de Cáceres vecino Tegueste 1522 1534
Alonso Yanes portugués vecino Tejina 1520 1536
Afonso Yanes portugués vecino Tejina 1522 1522
Pedro Álvarez vecino Tegueste 1523 1530
Bartolomé Luis vecino Tegueste 1524 1536
Alvaro de Sáez vecino Tejina 1526 1526
Francisco Afonso, labrador vecino Tegueste 1526 1538
Francisca Monso portugués vecina Tejina 1527 1563
Juan Rabelo vecino Tegueste 1527 1527
Francisco Suárez vecino Tegueste 1527 1544
Marina Hernández de Vera de las islas vecina Tegueste 1530 1564
Bartolomé Alonso vecino Tejina 1534 1534
Bartolomé Gómez vecino Tejina 1534 1559
Domingos Landín portugués vecino Tejina 1534 1552
Juan de Almansa (hijo) vecino Tegueste 1534 1544
Francisco González vecino Tejina 1534 1538
Francisco Pérez portugués vecino Tejina 1534 1544
Francisco Yanes vecino Tegueste 1534 1534
Gonzalo Yanes portugués vecino Tejina 1534 1542
Hernán Gómez portugués vecino Tejina 1534 1542
Juan de Morales ~ vecino Tegueste 1534 1534
Juan González, labrador vecino Tegueste 1534 1544
Juan Yanes vecino Tegueste 1534 1547
Lope Hernández portugués vecino Tegueste 1534 1563
Pedro López vecino T~gueste 1534 1544
Luis Hernández gomero vecino La Punta 1534 1534
Pedro Rodríguez vecino La Punta 1534 1534
Bartolomé Gómez vecino Tegueste 1537 1537
Diego Gómez vecino Tejina 1537 1540
Diego Melián vecino Tegueste 1537 1547
Hernán Pérez vecino Tejina 1537 1537
Diego González morisco Tejina 1539 1539
Luis González vecino Tegueste 1538 1538
Alonso ... ez, pescador morador Tegueste 1538 1538
Vasco Rodríguez, herrero vecino Tegueste 1542 1542
Juan Rodríguez estante Tegueste 1549 1549
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L4. HISTORIA EN AClWO
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ANExo 11 FRAGMENTO DE LA TAZMÍA DE 1552 REFERIDA A LA COMARCA DE TEGUESTE
Tegina y Tegueste en veynte e ~co de otubre
III Casa de Gon~alo Peres, tres personas, seis hanegas de trigo
v Casa de Juan Luis, ~co personas, trigo nichil
rr Casa de Gaspar Dias, dos personas, trigo nichil
III Casa de Mateos Martín, tres personas, trigo nichil
v Casa de Diego Sanches, tres personas, trigo nichil
VI
VIII° Casa de Juanianes, criado del dotor, ocho personas, trigo seis hanegas VI
III Casa de la de Almansa, tres personas, trigo nichil
VIII° Casa de Juanianes, ocho personas, trigo ~quenta hanegas L
IIII° Casa de Gonzalo Peres, quatro personas, trigo seis hanegas VI
Iill° Casa de la de Ximenes, quatro personas, trigo vna hanega
III Casa de Cosme Gon~ales, tres personas, trigo nichil
x Casa de Pero Lopes, diez personas, trigo treynta hanegas XXX
rr Casa de Juan de Castro, dos personas, trigo nichil
VI Casa de Fran9sco Dias, seis personas, trigo diez hanegas
IX Casa de Lope Hernandes, nueve personas, trigo nichil
III Casa de Xeres, tres personas, trigo diez y siete hanegas
VI Casa de Antón Perdomo, seis personas, trigo nichil
v Casa de Juana de Velasco, ~co personas, trigo nichil
IIII° Casa de Gaspar Martín, quatro personas, trigo dos fanegas
IIII° Casa de Juan Hernandes, quatro personas, trigo quinze fanegas
IIII° Casa de Bastián Rodrigues, quatro personas, trigo nichil
VII Casa de Domingos Landín, siete personas, trigo ocho fanegas
IIII° Casa de Juan Gon~ales, quatro personas, trigo quatro fanegas
VII Casa de Fran9sco Peres, siete personas, trigo nichil
11 Casa de Juan Y nfante, dos personas, trigo nichil
VII Casa de Fran9sco Afonso, siete personas, trigo nichil
XI Casa de Bartolomé Gomes, honze personas, trigo siete fanegas
VI Casa de Salvador Martín, seis personas, trigo nichil
X
XVII
II
XV
vmo
VII
VI Casa de Donis Hernandes, seis personas, trigo dos hanegas 11
11 Casa de Hernán Peres, dos personas, trigo nueve hanegas IX
Casa de Pedro Yanes, vna personas, trigo veynte fanegas en la 9hdad xx en casa de Bastián Gon~ales, cuchillero
v Casa de Damián Gon~ales, sinco personas, trigo ninguno en este lugar
x Pedro Guerra, diez personas, trigo nichil
AcrAr DE us 1 joRNADAS <<PREBENDADO PAOIECOJ> DE lNvE.rnGAaóN HISTÓRICA
INSTITUCIONES JURÍDICO POLiTICAS EN TENERIFE TRAS LA CONQUISTA
Mariano Gambín García
1.- Introducción
La conquista de la isla de Tenerife en 1496 proporcionó a los conquistadores un medio geográfico
en el que todo estaba por hacer. Al contrario que en la reconquista del reino de Granada no hubo
ciudades previas, ni trama política prehispánica relevante, en suma, nada era aprovechable1•
A esto se unían otros problemas del momento y que hacían poco atractiva la colonización de la
Isla, como la lejanía de la Península, tierras sin roturar, escasez de agua y coincidencia con la guerra de
Granada y el descubrimiento de América, destinos más atrayentes para el repoblador castellano.
Sin embargo, habrá otros atractivos en la formación de una sociedad de frontera, donde los
rígidos encorsetamientos sociales se verán suavizados ampliamente, y donde el progreso económico
individual podrá depender más del esfuerzo propio que de situaciones preestablecidas, como ocurría
en la Castilla peninsular. Así, todos los repobladores van a disfrutar de una base social y jurídica común,
todos van a partir del mismo punto de salida, con pocas diferencias cualitativas entre ellos, con lo que
formarán un grupo bastante homogéneó, en el que destaca la ausencia total de nobleza, que tanta
influencia tenía por entonces en el entorno europeo.
2.- La organización politica: El concejo
Los Concejos fueron las instituciones gubernativas de Canarias en los siglos XV y XVI. El concejo
castellano de la Baja Edad Media, estaba constituido por una serie de oficiales «rectores», que componían
el Regimiento. Junto a éstos, existían otros auxiliares, que se encargaban de llevar a cabo el cumplimiento
de las decisiones tomadas por lo.s primeros o se ocupaban del mantenimiento administrativo y funcional
de la institución. El Regimiento estaba conformado por los regidores, con voz y voto en las decisiones
que afectaban al ámbito municipal. Presidía las reuniones el Justicia Mayor, que en la Castilla peninsular
era el Corregidor, y en Canarias y en Indias fue el Gobernador. Junto a estos oficiales con capacidad de
decisión se encontraban otros que poseían voz en las reuniones del regimiento, denominadas cabildos,
pero no voto. Éstos últimos eran los jurados y el personero.
Junto a los gobernadores se encuentran oficiales auxiliares de éstos, como el teniente de
gobernador, que lo sustituía en su ausencia o por delegación; el alcalde mayor, con competencias
judiciales delegadas del gobernador; el alguacil mayor, brazo ejecutor de las decisiones concejiles. Los
1 Roldán Verdejo, Roberto: <<Concejos y ciudades medievales en las Islas Canarias (perspectiva de conjunto), en Concgos y ciudades en la Edad Media Hispánica, León, 1990, p. 279
-81-
J.....t HISTORIA EN ACIWO
regidores tendrán competencia sobre la creación, vigilancia del cumplimiento y ejecución de las
ordenanzas municipales; los fieles ejecutores son inspectores de determinadas facetas de la vida
económica municipal; el personero y los jurados, representantes elegidos por los vecinos, con voz pero
sin voto en los cabildos, defensores de los intereses populares frente a los posibles excesos del regimiento.
Por otro lado, aparecen los oficiales concejiles <<administrativos», designados generalmente por el
concejo. Era el caso del mayordomo, gestor de la hacienda municipal; los escribanos del concejo,
secretarios de la actividad concejil; alcaldes y alguaciles ordinarios, representantes del gobernador; y
otra serie de oficiales menores, como porteros, pregoneros, alcaides de la cárcel, que auxiliaban en el
funcionamiento de la corporación y en la ejecución de sus decisiones.
·La misma persona en la que recaía la presidencia del concejo era la principal responsable de -la
administración de justicia en el territorio; el gobernador era el juez supremo en primera instancia. Para
el ejercicio de esta función, se auxiliaba en la mayoría de las ocasiones de un letrado, el alcalde, que le
asesoraba legalmente y en el que muchas veces delegaba la resolución de los pleitos.
El gobernador debía desempeñar la administración de justicia, los repartimientos de tierras, el
trato a los pobladores, la manera de realizar las cabalgadas a otras islas, las posibles rentas de la isla, la
construcción de poblaciones y la atracción de mercaderes. Es un elenco amplio de competencias: por
un lado, las judiciales, de por sí lo suficientemente importantes como para hablar de ella de forma
separada; por otro lado, la supervisión y control de la distribución territorial de la población y de su
riqueza; sigue la integración de los aborígenes en el modo de vida y cultura castellanas así como la
definición de su estatuto jurídico; también las facultades militares para desarrollar ataques en el territorio
enemigo circundante, con el posible botín como fuente de riqueza. Los impuestos y recursos municipales,
esenciales para la supervivencia y desarrollo de la incipiente institución concejil; el desarrollo poblacional
de modo ordenado y siguiendo las pautas metropolitanas, sin olvidar las obras públicas; y finalmente, la
promoción del comercio como motor de la economía insular.
La lejanía del Archipiélago Canario de la Corte podría hacer pensar que las actuaciones de los
oficiales reales tendrían un débil control por parte de la Corona. Para evitar este peligro, los monarcas
desarrollaron una serie amplia de instrumentos de control que aplicaron cuando lo creyeron conveniente.
El más utilizado fue la comisión; se trataba de una orden individual a un oficial para que realizase
una misión determinada en relación a una petición concreta; generalmente se trataba de hacer justicia
a un agraviado que se quejaba a la Corte, siendo designados para cumplir esa labor tanto los gobernadores
ejercientes en cada isla, como otros jueces designados al efecto, residentes en la Castilla peninsular o en
el propio Archipiélago.
. Un sistema parecido, pero de facultades más limitadas, era el de la pesquisa. Los monarcas enviaban
a una persona de su confianza, generalmente un letrado, para que realizara una investigación sobre el
terreno sobre un asunto concreto. A menos que tuviera facultades expresas para juzgar, su misión se
limitaba a enviar el informe una vez terminada su pesquisa.
Otro instrumento era el juicio de residencia; a través del él, la Corona enjuiciaba la labor en el
ejercicio del cargo de los oficiales que la representaban en los concejos, aunque más tarde se hizo
extensivo a prácticamente la totalidad de los oficiales municipales. El Rey enviaba a un juez de residencia,
que con sus propios oficiales, suspendían y sustituían en el cargo al gobernador, su alcalde y alguaciles,
-82-
ACTAS DE us 1 joRNADAS <<PREBENDADO PAa-lECOJ> DE lNVEITIGAaóN HISTÓRICA
iniciándose un procedimiento judicial por el que se investigaban y castigaban las posibles irregularidades
que hubieran podido cometer durante su mandato.
Otro proceso era el de la «reformación de repartimientos». Al igual que en el caso anterior, la Corona
enviaba a un juez, llamado reformador, dotado de facultades mucho más concretas, que eran las de
revisar la distribución de la propiedad y reparto de tierras y aguas en las islas, comprobando si el
proceso de reparto se había ajustado a la legalidad, estando apoderado para reformar todo lo que
considerase irregular.
Finalmente, otro método de los monarcas para supervisar el correcto funcionamiento de las
instituciones en estas islas fue la imposición de tenientes de gobernador nombrados por la Corona en
Tenerife y La Palma, de forma que actuaran junto al gobernador Alonso de Lugo y se convirtieran en
un medio de garantizar la legalidad de sus actuaciones, estando facultados para administrar justicia en
su lugar.
3.- Evolución polftica de la gobernación de Alonso de Lugo
En la primavera de 1496 se consideraba fmalizada la conquista de Tenerife. Lugo acudió ese año
a la Corte a fin de que se le hiciera efectiva la promesa de nombramiento de titular de la gobernación de
las dos islas conquistadas que los monarcas católicos le habían otorgado los años anteriores. Es en los
meses finales de 1496 cuando los reyes nombran oficialmente a Alonso de Lugo gobernador de
Tenerife2 y La Palma, con el especial e insólito carácter de cargo vitalicio, posiblemente reflejo de las
capitulaciones que Cristóbal Colón concertó a su vez con la Corona y en las que le otorgaron el mismo
privilegio.
Lugo volvió a Tenerife, con sus nombramientos en mano, en la primavera de 1497. Traía también
consigo su principal baza de poder, la facultad de repartir tierras, prácticamente a su libre albedrío,
entre los pobladores de las islas recién conquistadas3• Los primeros meses, dedicados a crear las
infraestructuras básicas de los pobladores europeos en un entorno natural, apenas modificado por la
mano del hombre, tuvieron que ser muy duros. Tal vez esto explique que hasta octubre de ese año no
se plantee el gobernador la creación formal del concejo de la isla, que hasta ese momento se había
regido con criterios de jerarquía militar. El 20 de octubre de 1497 se formaliza la elección de los
miembros del concejo y es la fecha en la que comienza su funcionamiento oficial4•
El asentamiento de nuevos pobladores en la isla será paulatino, tal vez con cierta lentitud, debido
a la falta de otro incentivo que no fuera el duro trabajo de la tierra. Alonso de Lugo, siempre endeudado,
no terminó de saldar sus cuentas con sus acreedores con la conquista de Tenerife, por lo que, siempre
obedeciendo a una política económica que podríamos calificar de huída hacia adelante, se embarcó en
diversas expediciones-aventuras en un intento de mejorar su situación hacendística. En 1498 contrajo
matrimonio con Beatriz de Bobadilla, viuda del señor de la Gomera y madre de los pres~tos herederos
2 Archivo Municipal de La Laguna (en adelante AMLL), Reales Cédulas, 5 de noviembre de 1496.
3 AMLL, Reales Cédulas, 5 de enero de 1497.
4 Cabildo de 20 de octubre de 1497, en Acuerdos del Cabildo de Tenerije1 vo/.1 1497-1507, edic. de Serra Ráfols, E., La Laguna, 1996 (2• edición) p. III.
-83-
. U HISTORIA EN ACIWO
del señorío de las Islas. Así accedió a la tutoría de los menores hijos de su esposa y por tanto, a compartir
el poder político y económico sobre las islas· de El Hierro y La Gomera5•
El ánimo de Lugo y sus buenas relaciones con la Corte provocaron que, a petición suya, fuera
nombrado Capitán General de Berbería, con poder efectivo sobre el trato comercial con los vecinos
africanos. Una nueva expedición de Lugo en 1501, esta vez a la costa del actual Marruecos con la
intención de establecer unas bases permanentes castellanas en suelo africano terminó en completo
desastre, con la mayoría de los expedicionarios muertos o capturados. El mismo Lugo se salvó
milagrosamente, logrando escapar con lo puesto, abandonando toda la inversión realizada en la
expedición. Lugo perdió parientes, ~gos y hacienda, más de 30.000 ducados, y se vio imposibilitado
de hacer frente a los préstamos concedidos para la empresa6• Aquí acabarían sus aventuras conquistadoras,
limitándose en lo futuro a la vida local en el Archipiélago.
No obstante, los monarcas reconocieron el esfuerzo de Lugo concediéndole el título de Adelantado
de la Islas «de Canaria>> el12 de enero de 1503, título en este caso de contenido exclusivamente honorífico,
ya que no llevaba aparejada jurisdicción especial alguna7•
El primer problema que indispuso al gobernador con muchos de los pobladores de Tenerife se
centró en el reclutamiento de los hombres necesarios para llevar a cabo sus empresas africanas. Al no
tener otra opción, y haciendo gala de una concepción de su gobernación como si de un señoríó se
tratase, obligó por la fuerza a embarcarse a los vecinos de Tenerife reacios a su expedición. Otra
muestra de la coerción a que fueron sometidos algunos vecinos de Tenerife la vemos en otra expedición
que en 1503 hizo Lugo a la islas de Fuerteventura y Lanzarote con la intención de tomar posesión de
ellas en nombre de Guillén Peraza, el hijo de Beatriz de Bobadilla en primeras nupcias y uno de los
herederos del señorío, y que se hizo efectiva en la primera isla, pero no en la segunda, donde no llegó a
desembarcar por la actitud beligerante de sus vecinos, partidarios de otros aspirantes al señorío8•
Un grupo importante de los componentes de estas dos expediciones de Lugo no acudieron a su
llamada de grado, no cobraron salario alguno ni obtuvieron ganancia de ninguna clase por ayudarlo9•
Esta sucesión de aventuras sin beneficio en las que Lugo se embarcó en pocos años provocaron la
creación dentro del vecindario de Tenerife de un grupo de oposición que se manifestaría a la primera
ocasión que tuvieran.
Además del reclutamiento forzoso, el gobernador tampoco se creó simpatías en el ejercicio de su
facultad de repartir tierras entre los pobladores. Del mismo modo que repartió tierras sin seguir un
esquema fijo creando desigualdades patentes, cuando las tierras repartidas no fueron aprovechadas
5 Vtña Brito, A.: <<Señorío y realengo en Canarias. A propósito de la curaduría de don Alonso Fernández de Lugo», Ve.gueta, 7. Las Palmas de Gran Canaria (2003), pp. 23 y ss.
6 Rumeu de Armas, A.: España en el Ajrica Atlántica, (2a edic. ampliada), Las Palmas, 1996, vol. 1, pp. 345 y ss. 7 Archivo General de Simancas (en adelante AGS), &girtro General del Sello (en adelante RGS), 12 de enero de 1503.
8 Al final, Lugo y Bobadilla tuvieron que salir de Fuerteventura, al comprobarse que Inés Peraza había anulado el mayorazgo a favor del hijo de aquélla, Guillén Peraza, poco antes de su muerte. Éste quedaría como señor únicamente de las islas de La Gomera y El Hierro. La muerte de Beatriz de Bobadilla en 1504 provocó que Lugo se mantuviera como curador de los menores hijos de ésta hasta su mayoría de edad, lo que con el tiempo le traerla conflictos con Guillén Peraza, que siempre quiso independizarse del Adelantado.
9 Así se deduce de la comisión a Lope de Sosa para que falle la reclamación de sueldos de la gente de Tenerife reclutada por el Adelantado para ir a Berberia, La Gomera y Fuerteventura. AMLL, Reales Cédulas, 27 de junio de 1511.
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PAOIECOJ> DE lNvE.rnGAaóN HISTÓRICA
diligentemente por los adjudicatarios, no tuvo mayor problema en despojarles de ellas y volver a repartirlas
entre otros pobladores. De igual manera que repartió tierras a particulares, también lo hizo para el
aprovechamiento comunal, otorgando en 1505la dehesa de La Laguna a tal uso10•
Las quejas sobre la actuación de Lugo en su gobernación comenzaron a llegar a la Corte con una
frecuencia que llamó la atención de los consejeros reales. En 1504los monarcas encargaron al gobernador
de Gran Canaria, Lope de Sosa, que investigara algunas denuncias contra Alonso de Lugo11• En 1505 se
le revocaba la capacidad de resolver las apelaciones en los pleitos dictados por él mismo o por sus
alcaldes o jueces auxiliares, lo que consistió en el primer medio de control utilizado por la Corona para
recortar el poder del Adelantado12•
Posiblemente los informes de Lope de Sosa provocaron que en 1506 los reyes resolvieran enviar a un
juez real con el encargo de solucionar uno de los más graves problemas sobre el que se vertían quejas
en todas la islas de realengo, el del reparto de tierras entre los pobladores. 1
El licenciado Juan Ortiz de Zárate fue designado reformador de repartimientos de las islas de
Gran Canaria, Tenerife y La Palma el 31 de agosto de 1505. Zárate debía revisar todos los repartos
realizados hasta el momento, confirmando los correctos y anulando los irregulares, además de repartir
tierras entre los que las solicitaban. El 8 de marzo de 1506 comenzó su gestión en Tenerife13, que
desarrolló de un modo normal en los primeros meses. A Zárate debe atribuirse la fundación del primitivo
caserío de lo que luego sería la villa de La Orotava. También ratificó en julio de ese año la propiedad de
varios bienes comunales, como la dehesa comunal, varios nacientes de agua y otras tierras14•
Los problemas con el Regimiento comenzaron cuando el reformador, de acuerdo con instrucciones
del Rey, interrogó a varios vecinos sobre la correcta gestión gubernativa de Lugo y de los oficiales
concejiles15• Los miembros del cabildo exigieron a Zárate en un primer momento que no se entrometiera
en cuestiones de gobierno16• Como Zárate hizo oídos sordos a los requerimientos del concejo, Alonso
de Lugo decidió.acudir a la Corte a solicitar la remoción del reformador17• En octubre de 1506, en
ausencia del Adelantado, el Regimiento, y a propuesta del teniente de gobernador, se aprobó de nuevo
que « ... le sea notyjicado un requerimiento e mandamiento, so cierta pena, para que él se e~ma del dicho oficio ... » 18• La
confrontación entre reformador y cabildo llegó a su fin en noviembre, cuando llegó a la Isla Pedro de
Lugo, hijo del gobernador, con poder para sustituirle cuando comenzaron los disturbios en Castilla
subsiguientes a la muerte del rey Felipe. Pedro y su hermano Fernando tenían la misión de evitar ,
10 Diligencia de S de febrero de 1505. AMLL, Reales Cédulas. En este documento encontramos la designación de propios de la Isla, de acuerdo con la orden real, en el que se incluye la dehesa para propios.
11 AGS, RGS, 10 de julio de 1504. 12 AMLL, Reales Cédulas, 8 abril de 1505.
13 &formación del &partimiento de Tenerife en 1506, La Laguna, 1953, p. 9. 14 Sentencias de confirmación de repartimientos de 14 de julio y 9 de diciembre de 1506.
15 La pregunta número XII excedía claramente de las competencias del reformador, ya que entraba directamente en un · tema de gobierno: «lten, si saben y conocen que los ve:(jnos des/a isla ayan seido bien tratados e administrados con }111/icia por los
ministros e oficiales del/a ••. » Interrogatorio del reformador, pregunta XII, en Reformación del Repartimiento ••. , op. cit. p. 81.
16 Serra Ráfols, E.: ACNerdos del Cabildo de Tenerife 1, 1497-1507, op. cit., p. 89. 17 1bídem. 18 Ibídem.
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LA Hl.ITORIA EN ACTIVO
cualquier intento de desestabilización política en Tenerife y La Palma, defendiendo, según las instrucciones
de su padre, la causa de la reina Juana frente a las intromisiones de la nobleza en el gobierno de Castilla.
Pedro de Lugo, nada más tomar posesión de la lugartenencia de gobernación, expulsó a Zarate
de la Isla. El reformador, a pesar de que algunos regidores contrarios a Lugo le pidieron que se quedara,
no quiso ser motivo de confrontación violenta, y decidió abandonar Tenerife rumbo a Gran Canaria19•
Estas irregularidades en la finalización de la reformación de Zárate en Tenerife fueron consecuencia
de la inesperada muerte del rey Felipe y el vacío de poder efectivo en que quedó Castilla los meses
siguientes a su muerte. De nuevo el rey Fernando se hizo cargo de la situación, y todos aquellos que
habían apoyado al anterior monarca en detrimento del rey aragonés vieron comprometida su situación.
Entre ellos el Duque de Medina Sidonia, a quien Lugo tanto debía. El gobernador tinerfeño, que estaba
en Andalucía, cayó bajo sospecha, posiblemente infundada, de apoyar al duque contra los intereses
reales. A esto se unió la presencia en la Corte de varios vecinos de Tenerife, un regidor, el bachiller
Pedro Fernández, y un personero, Alonso Sánchez de Morales, que se habían desplazado a presentar
quejas contra Lugo y a solicitar que se le realizase juicio de residencia20•
Este conjunto de circunstancias provocó que en marzo de 1508 se emitiera la orden de realizar
juicio de residencia a Lugo y a sus oficiales21, siendo el encargado de llevarlo a cabo el gobernador de
Gran Canaria, Lope de Sosa. Éste comenzó el proceso, sustituyendo transitoriamente a Lugo en la
gobernación en la primera quincena de julio22, realizando la correspondiente pesquisa secreta al tiempo
que recibía las denuncias de los vecinos agraviados por los oficiales enjuiciados.
Lugo, viendo el cariz que tomaban los acontecimientos, en que las quejas presentadas contra su
gestión crecían cada día, resolvió, al igual que en el caso de Zárate, trasladarse a la Corte y tratar de
utilizar sus influencias para cesar al juez de residencia. El Rey recibía la petición de Lugo de que se le
reintegrase la gobernación de las islas al comienzo del otoño de 1508, solicitud que aceptó, mediante
carta de 3 de octubre, aunque imponiendo condiciones23•
La vuelta de Lugo a la gobernación era, en cierta manera, provisional, ya que quedaba a expensas
del resultado del juicio de residencia, y se le imponía la renovación total de los miembros del concejo,
todos sujetos a la obligación de someterse al proceso inspector. También se ordenaba al gobernador
que no entendiera en ningún pleito en los que una de las partes fuera cualquiera de sus acusadores,
juicios que se reservaban al juez de residencia.
En diciembre, una vez de vuelta Lugo en la Isla, presentó la carta real al concejo desde que tuvo
ocasión, tomando de nuevo las varas de gobernación sustituyendo en el poder al juez Sosa. Éste no
presentó ninguna resistencia al cambio de la situación, e interpretando la reposición de Lugo en la
gobernación como una muestra de confianza de la Corona, dejó en suspenso las actuaciones judiciales.
19 Ibídem. <<. •• que por evitar el escandalo, qué/ queria ser obidiente e salirse de la isla, que el afrenta a quien la hazian, darian quenta e satisfacion ... ».
20 Respuesta del testigo Benítez a la sexta pregunta propuesta en descargo del Adelantado, abril de 1509, en E/ Adelantado D. Alonso de Ligo y su residencia por Lope de S osa, La Laguna, 1949, p. 52.
21 AGS, RGS, 4 de marzo de 1508. 22 Serra Ráfols, E.:Amerdos del Cabildo de Tenerife, voL 11, 1508-1513, La Laguna, 1952, p: 4. 23 AGS, RGS, 3 de octubre de 1508.
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AcrAf DE .lAf 1 joRNADAS «PREBENDADO PArnECOJ> DE lNVEmGAaóN HISTóRICA
La Corte instó a Sosa para que finalizara el proceso, aún manteniéndose Lugo como gobernador,
lo que desvirtuaba la función inquisitorial del juicio de residencia, ya que cualquier denunciante corría
peligro de. ser represaliado por el gobernador.
Sosa continuó con varias diligencias judiciales en marzo de 150924, sin estar nunca convencido de
la efectividad de su cometido. La llegada a principios de mayo de una sobrecarta real ratificando a Lugo
en la gobernación terminó de quitar las pocas ganas que Sosa tenía por seguir con el proceso, por lo
que decidió paralizarlo y volver a su gobernación de Gran Canaria25•
Entre febrero y marzo de 151 O la Corona concedió una serie de privilegios a la isla de gran
importancia. Por lin lado, un escudo de armas a la isla, alto honor que evidencia una especial consideración
de la Corona hacia sus ~abitantes. Desde el punto de vista de ingresos municipales y exenciones tributarias,
se confirmaba la renta de varias fuentes hacendísticas locales, como tres ventas, la mancebía y las tasas
del peso de la isla, para lo que se expidió copia del arancel existente en Gran Canaria; también quedaban
los pobladores exentos del pago de alcabalas y otros tributos durante veinticinco años desde la finalización
de la conquista. Por otro lado, el importante oficio de escribano quedaba en manos del concejo, con
firmando los cinco escribanos existentes y encargándose el concejo de examinar a los futuros aspirantes,
facultad que hasta ahora exclusiva de la Corona. Finalmente, otro importante logro fue la atribución al
regimiento de la resolución de las apelaciones en aquellos pelitos cuya cuantía no superase los diez mil
maravedíes, lo que evitaba los excesivos gastos de seguir apelaciones en las ·Audiencias peninsulares26•
A pesar de su gran influencia en el ambiente cortesano, las quejas contra el Adelantado continuaban
llegando, por lo que se planteó como necesario controlar al gobernador tinerfeño. Fruto de esta
orientación hallamos un conjunto de provisiones fechadas en Sevilla en junio de 1511 dirigidas a Lope
de Sosa, el juez de residencia para que finalizara el proceso inacabado27• Sin embargo, Sosa no estaba
por la labor de retomar todo ~1 asunto, que consideraba inútil, y así se lo hizo saber al Consejo Real.
Esto explica que los altos consejeros decidieran buscar una alternativa de control diferente al juicio de
residencia, que se había revelado poco eficiente. El nuevo medio de inspección elegido consistió en la
colocación, junto al gobernador, de tenientes de gobernador nombrados por la Corona y fieles a ésta.
El nuevo teniente se ocuparía conjuntamente con el gobernador de las tareas de gobernación y de
administración de justicia, relegando a su titular a un segundo plano en la toma de las decisiones
importantes de la isla28• Se limitaba drásticamente el poder del Adelantado, a quien se le impondría en
todas las decisiones la conformidad de su lugarteniente.
El primer teniente de designación real fue el licenciado Cristóbal Lebrón, que además debía
cumplir las provisiones dirigidas a Lope de Sosa29• Los pobladores contrarios a Lugo, descontentos y
24 Primer párrafo del memorial de descargos de Lugo, en 30 de marzo de 1509, en E/ Adelantado D. Alonso de Lugo ..• , op. ck, 5.
25 Lope de Sosa se trasladó a Gran Canaria a finales de mayo de 1509. Una vez retornado a su gobernación, Sosa decidió enviar todas las actuaciones al Consejo Real para que allí se determinara qué es lo que había que hacer a cóntinuación. Den11ndadón e información promovida por Hernando del Hf!Yo ... , Ibídem, p. 287-289.
26 AMLL, Reales Cédulas, 20 de marzo de 151 O y siguientes.
7:1 AMLL, Reales Cédulas. La primera de 2 de junio de 1511 y las dos siguientes del 7 del mismo mes.
28 Carta de nombramiento del teniente de gobernador Cristóbal de Lebrón. AGS, RGS, 20 de junio de 1511.
29 AMLL, Reales Cédulas, 20 de junio de 1511, apenas dos semanas después de las anteriores.
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LA HJ.STORIA EN ACTIVO
desencantados por el fallido juicio de residencia, miraron con escepticismo al nuevo teniente cuando
tomó posesión de su cargo el 30 de octubre de 151130• A pesar de que Lebrón hizo gala de una gran
prudencia en el desempeño de sus funciones los primeros meses, el hecho de que Lugo tuviera que
consultarlo todo con él incomodaba al gobernador en gran manera, por lo que trató de desplegar
métodos para quitarse de en medio el estorbo que suponía la presencia del teniente. Su petición de que
se le permitiera revisar en apelación las sentencias dictadas por Lebrón, claro método para controlarlo,
quedó en nada31•
En abril de 1512, seis meses después de la llegada a la Isla, el teniente Lebrón se sintió con fuerza
suficiente como para presentar sus credenciales que le permitían la continuación del proceso de residencia
inacabado por Sosa. Esta decisión, que podría haber tenido graves consecuencias para el Adelantado y
el resto de sus oficiales, no tuvo la trascendencia esperada, ya que apenas tenemos noticias de la actuación
de Lebrón en la continuación del proceso. Da la impresión de que la actividad cotidiana ocupó al
teniente de tal manera que no pudo o no quiso reiniciar el juicio de residencia inacabado32• Tal vez no
encontrara apoyos en su entorno y prefiriera demorar las sentencias pendientes hasta un mejor momento
político, todo en aras de la buena gobernabilidad de la Isla.
Esta situación de relativa tranquilidad institucional se vio quebrada en septiembre de 1512, cuando
el Adelantado pretendió designar varios oficios de regidores que se encontraban vacantes. El teniente
Lebrón, en su calidad de defensor de la legalidad y de las prerrogativas de la Corona, se opuso al nuevo
nombramiento, alegando que la elección de regidores era competencia exclusiva de la Reina, por lo que
su designación por Lugo era ilegal. El Adelantado impuso su voluntad en la reunión del cabildo en que
tuvo lugar esta discusión, reprendiendo duramente a su teniente, a quien su oposición y el anuncio de
tomar medidas legales contra el gobernador provocaron que éste lo considerara como enemigo político33•
No obstante, es a partir de esta fecha cuando los regidores elegidos por Lugo solicitara~ la ratificación
del desempeño de sus cargos a la Corona directamente, por la posible pérdida de legitimidad del
gobernador.
Adelantándose a la misiva que Lebrón pretendía enviat a la Corte con la noticia de estos hechos,
Lugo resolvió repetir la táctica que tan buenos resultados le había dado con Lope de Sosa de acudir una
vez más a la Corte para lograr la remoción de su molesto teniente.
La ausencia del Adelantado de Tenerife hizo que sus opositores e~ el cabildo tomaran fuerza~ presentando una moción censurando las últimas decisiones· del gobernador ausente. Sin embargo, el
grupo de regidores que permanedan fieles al Adelantado votaron en contra y la iniciativa quedó estancada.
En noviembre de 1513 volvió Lugo a Tenerife, pero esta vez no traía consigo la carta de deposición
del teniente. La fuerza de sus influencias en la Corte había decrecido, y, a falta de documento que nos
revele lo sucedido, creemos que el Adelantado volvía sólo con promesas de los consejeros reales.
30 Cabildo de 30 de octubre de 1511; en Amerdos del Cabi/Jo de Tmerife, volll1508-1513, op. cit., p.127. 31 El Consejo Real encargó el gobernador de la vecina isla que emitiera un informe al respecto. El informante no era otro
que Lope de Sosa, por lo que el informe, que no conocemos, no hay duda que fue negativo, por lo que Lugo se quedó como estaba. AGS, RGS, 7 de mayo de 1512.
32 Así, Lebrón y Lugo conjuntamente realizaron una visita de términos en La Palma en abril de 1512, lo que también ocurrió en Tenerife. Cabildo de 17 de abril de 1512, enAmerdos de/Cabildo de Tmerife, volll 1508-1513, op. cit., p.152.
33 Cabildo de 1 de septiembre de 1512; en Amerdos del Cabildo de Tmerifo, volll1508-1513, op. cit., p. 158.
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS <<PREBENDADO PAQ-lECO>> DE INVE.STIGAQÓN HISTóRICA
No obstante, el ánimo decidido del gobernador no se arredró e intentó lograr por medios jurídicos
lo que no había conseguido con sus influencias cortesanas. El acoso al teniente comenzó con la
prohibición por parte de Lugo a Lebrón de que votara en las sesiones del cabildo, ya que el voto del
Justicia Mayor era único y le correspondía a éP4•
Antes de que los problemas de convivencia política entre los miembros del cabildo fueran a m~s,
la tensa situación se resolvió el26 de abril de 1514, día en que se presentó en el cabildo el licenciado
Cristóbal de Valcárcel, recién nombrado sustituto de Lebrón como teniente real de Tenerife y La
Palma35• Aunque Valcárcel no pudo presentar corre~tamente los documentos de sus poderes por algt41
motivo que desconocemos, Lugo se apresuró a obviar el detalle y aceptó al nuevo teniente, quedando
cesado Lebrón, que debía someterse al correspondiente juicio de residencia a celebrar por Valcárcel. Si
Lugo se hizo ilusiones de que su situación de poder fáctico iba a mejorar con la llegada del nuevo
. teniente tardó poco en darse cuenta de su error. Valcárcel no permitió al gobernador que intentara
dominarlo, como quedó en evidencia en sus primeros meses de mandato. Lugo trató en un inicio de
apartar a Valcárcel de la toma de decisiones gubernativas, alegando que el teniente se encontraba muy
ocupado en varias pesquisas judiciales ordenadas por la Corona, por lo que resolvió elegir un alcalde
mayor para que se ocupara de la administración de justicia ordinaria. Valcárcel reaccionó con fuerza a
este intento de coartar su trabajo, protestando la decisión, pero sin conseguir por el momento que
Lugo depusiese al alcalde mayorl6•
Valcárcel no aceptó la situación sin más, y contribuyó poco después a elevar la tensión dentro del
cabildo, vetando la elección d<:! un procurador del concejo nombrado por Lugo para presentar peticiones
en la Corte. Dos años antes, la oposición a Lugo dentro del cabildo, encabezada por el regidor Fernando
del Hoyo, había logrado la aprobación de una serie de capítulos destinados a la Corona claramente
contrarios a Lugo. El Adelantado había logrado evitar su envío por la fuerza, pero ahora recibía la
~sma medicina al ver la elección su propio procurador puesta en tela de juicio37• El elegido, el regidor
Alonso de las Hijas, declinó prudentemente la designación, por lo que los capítulos se quedaron en
Tenerife por tiempo indefinido38•
1
Para Lugo la conducta del teniente era claramente una usurpación de funciones que no quería
tolerar, por lo que, haciendo una interpretación muy amplia de sus poderes originales, por los que
podía nombrar a sus oficiales, resolvió en noviembre de 1514 nada menos que deponer al teniente de
designación real y nombrar otro por su cuenta39• Valcárcel, que se encontraba realizando la visita de los
34 Cabildo de 9 de diciembre de 1513, en Acuerdos del Cabildo de Tenerife, volll 1508-1513, op. cit., p. 173.
35 Cabildo de 26 de abril de 1514, en Acuerdos del Cabildo de Tenerife, vollll 1514-1518, edición de Serra Ráfols, E., y Rosa Olivera, L. de la., La Laguna, 1965, p. S.
36 La respuesta de Valcárcel se hizo en estos términos: « .. fuese seguro que el dicho Señor Adelantado no le había de ponerenpedimiento ninguno en el administracion de la justicia, e usaría en la misma manera que avía usado el l.Jcenciado Cristoval Lebron sin le remover ni poner otro teniente ni juei: Y que aunque no había traido por escrito la provision, como la habia traído Lebron, que en la verdad era de la misma manera y que es servicio del&!}' que usase del cargo como Lebron ... ». Cabildo .de 17 de julio de 1514, en Acuerdos del Cabildo de Tenerife, vol. III. 1514-1518, op. cit., p.22.
37 Cabildo de 21 de agosto de 1514, Ibídem, p.43.
38 Las Hijas presentaría el 22 de septiembre de 1514 un escrito por el que se excusaba de ir a la Corte como procurador «visto que ha.habido diferencias en su nombramiento». Ibídem, p. 44.
39 Cabildo de 8 de noviembre de 1514, Ibídem, p. 55.
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LA HISTORIA EN AC11VO
términos de la Isla se encontró con los hechos consumados a su vuelta a la villa de San Cristóbal, no
teniendo otra opción que poner el asunto en conocimiento de la Corte.
Cinco meses tardó Valcárcel en conseguir que por parte del Consejo Real se tomara la
determinación de reponerlo en su cargo. El15 de marzo de 1515la Reina ordenaba a Lugo sin paliativos
que repusiera en su cargo a Valcárcel con todas las prerrogativas otorgadas en su momento, lo que se
hizo efectivo el20 de abril, fecha en que Valcárcel presentó la carta real en el cabildo tinerfeño40•
Una respuesta tan contundente evidenciaba que el gobernador estaba perdiendo las influencias
cortesanas que tanto le habían valido los años anteriores, lo que era del agrado de sus opositores en la
isla. El propio Lugo tuvo que cambiar de táctica en la vida política tinerfeña. Al menos consiguió
detener una iniciativa de sus detractores de enviar unos capítulos a la Corte solicitando la finalización
del juicio de residencia comenzado siete años antes41•
Estando así las cosas, desde el verano de 1515 comenzó un período de tranquilidad institucional
que benefició sin duda a la Isla. Encontramos en las actas del cabildo a un Lugo colaborador con su·
teni~nte: <<ahora él y el Ledo. goviernan y administran justicia en pav concordia y que el Ledo. administra libremente
justicia, sin que él/o constriña, y antes se rige por el parecer y consejo del LedO>> 42•
La nueva política de Lugo de acercamiento a su teniente se evidenció en el otorgamiento de
varios repartos de tierras a su favor, y sobre todo en atraerlo a su grupo familiar, promoviendo la boda
de Valcárcel con una sobrina suya.
Pero este esfuerzo de adaptación de Lugo a las nuevas circunstancias no tendría muchos resultados
ya que el teniente Valcárcel fue sustituido en su cargo a finales de ese año.
El 14 de febrero de 1516 comparecía ante el cabildo el doctor Sancho de Lebrija presentando su
carta de nombramiento como nuevo teniente del gobernador de Tenerife y La Palma43•
Lugo ya estaba escarmentado con los tenientes, por lo que adoptó una actitud positiva ante la
llegada del nuevo teniente, interviniendo cada menos en cuestiones de gobierno, salvo aquellos casos
en que tuviera interés personal en ellos. Los años 1516 y 1517 son tranquilos en la Isla. En el cabildo no
hubo discordias ni discusiones; las cuestiones. de organización municipal se tramitaron con rapidez y
solían tratar de temas de abastecimientos, ya sea de aguas,~ maderas o de alimentos; se celebraban las
noticias de subida al trono y llegada a Castilla del rey Carlos; en suma, el discurrir ordinario de la vida de
.la isla, sin mayores 'sobresaltos.
La llegada d~ Carlos I a Castilla en 1517 provocó un cambio de orientación en la política interior
castellana que en Tenerife se dejó sentir por el nombrámiento de un nuevo juez de residencia para la
40 La carta en AGS, RGS, 15 de marzo de 1515. La presentación en Cabildo de 20 de abril de 1515, en Acuerdos del Cabildo de Tenerife, vol 111. 1514-1518, op, cit.,p. 78.
41 Cabildo de 15 de julio de 1515, Ibídem, p. 94. 42 Cabildo de 22 de julio de 1515, Ibídem, p. 111. 43 La carta en AGS, RGS, 11 de octubre de 1515. La presentación en Cabildo de 14 de febrero de 1516, en Acuerdos del
Cabildo de Tenerife, vol III. 1514-1518, op. cit., p. 150. No tenemos constancia de que Lebrija residenciara a Valcárcel, El licenciado cesado se quedó a residir en la isla, ejerciendo la abogacía. La integración de Valcárcel en la vida tinerfeña fue total, siendo elegido regidor de su cabildo por la Reina poco después.
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS <<PREBENDADO PACHECO>> DE 1NVEJ71GAQÓN Hl.rróRICA
Isla. En junio de 1518 se presentó en el cabildo el licenciado Sebastián de Bricianos con su nombramiento
de juez sustituto del gobernador44•
El juicio de residencia que comenzó Bricianos contra los oficiales tinerfeños se dirigió princi
palmente contra la gestión de los tenientes Valcárcel y Lebrija. Tenemos constancia de varia~ sentencias
condenatorias contra ambos tenientes por las apelaciones que presentaron ante el Consejo Real45•
El propio Adelantado también fue enjuiciado, aunque en menor medida, ya que siempre opuso
que todas las decisiones de gobierno habían sido obra de sus tenientes, por lo que consideraba que su
responsabilidad era mínima. Sólo tenemos constancia de condena en relación a los procesos incoados
por las denuncias de su eterno enemigo el regidor Hernando del Hoyo. En febrero de 1519 se tramitaba
la apelación en el Consejo Real, momento en que se citaba a los herederos de Hernando del Hoyo a
presentar sus alegaciones en la apelación46, ya que mientras tanto, el denunciante había fallecido.
El licenciado Bricianos había actuado como juez de residencia en Gran Canaria el año anterior y
al igual que ocurrió en aquella isla, en Tenerife le tomó apego a la gobernación. A pesar de las actuaciones
del juicio de residencia contra los oficiales tinerfeños estaban fmalizadas al final del verano de 1518, no
las envió a la Corte, paso previo a la finalización de su misión. La correspondiente protesta por la
demora presentada por Lugo y la orden real de enviar el proceso fueron obedecidas sin mucha diligencia
por Bricianos. El adelantado, exasperado, decidió, como en ocasiones anteriores, dirigirse en persona a
la Corte para solucionar tan desagradable situación. La decisión fue acertada para sus intereses, ya que
Lugo se encontró en los primeros meses de 1520 una situación política agitadísima en Castilla. La
revuelta de los comuneros posibilitó que los consejeros reales, que debían hacer frente a la crisis en
ausencia del Rey, evitaran crearse nuevos enemigos y favorecieran las peticiones de Lugó. Se expidió
una orden por la que se devolvían a Lugo las varas de justicia, y lo que era mejor para él, sin imponerle
la presencia de un teniente de designación real a su lado47•
Con las cartas en la mano se presentó Lugo en Tenerife en la sesión del Cabildo de 23 de mayo48•
Quedó cesado Bricianos como gobernador sustituto, saliendo de la Isla tan rápido que no dio tiempo
a realizarle el correspondiente juicio de residencia, ya que Lugo no había sido facultado para realizarlo.
Poco antes del cese de Bricianos, en 1519 se emitió una provisión estableciendo el número de
regidores que debía haber en el cabildo, que debía ser de ocho, dándose el problema de que por elección
regia el número se había acrecentado hasta dieciséis. Las regidurías se consumirían a la muerte de los
titulares hasta volver al número inicial49•
Respecto a Alonso de Lugo, a pesar de que aparentemente volvía a recobrar, para inquietud de
sus enemigos, el poder casi absoluto que tuvo antes de 1508, lo cierto es que no todo fue igual que
44 La carta de nombramiento en AGS, RGS, 20 de marzo de 1518. La presentación en Cabildo de 11 de junio de 1518, en Act~erdos del Cabildo de Tenerife, vol 111. 1514-1518, 9P· cit., p. 226.
45 AGS, Consdo Real, Leg. 452, núm. 4, fols. 16 V0 al229 r0• AGS, RGS, 22 ele octubre de 1519. AGS, Consgo Real, Leg. 452,
núm. 4, fols. 1 al 16 r0•
46 AGS, RGS, 8 de febrero de 1519.
47 AMLL, Reales Cédulas, 25 de septiembre de 1519. 48 Cabildo de 23 de mayo de 1520;Act~erdos del Cabildo de Tenerife, vol IV 1518-1525, La Laguna, 1970, p. 56. 49 AMLL, Reales Cédulas, 20 de agosto de 1519.
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LA HISTORIA EN ACI1VO
antes. Así, la elección del teniente por parte del Adelantado estuvo negociada previamente en la Corte.
El elegido, de conformidad con el Consejo Real, fue de nuevo el doctor Sancho de Lebrija50•
Sin embargo, la convivencia entre estos personajes no tardaría en deteriorarse. Las injerencias de
Lugo en el trabajo de Lebrija provocaron que éste se quejara a la Corte. Cuando el Adelantado tuvo
conocimiento de esta queja, el 20 de diciembre de 1520 resolvió nombrar a otro regidor como alcalde
mayor, desposeyendo de facto a Lebrija de sus facultades judiciales. A pesar de las protestas del teniente
el alcalde siguió en su cargo51 • Lebrija continuó como teniente, apareciendo esporádicamente en las
sesiones del cabildo de los años siguientes, por lo menos hasta enero de 1523, mes en que desaparece
definitivamente. Esta ausencia tuvo que obedecer a continuos problemas con el Adelantado.
Encontramos a un Lebrija desalentado en la Corte en los primeros meses de ese año presentando su
queja contra Lugo. En julio se resolvió la cuestión mediante carta llbrada por el Rey que ordenaba a
Lugo que cumpliera el concierto realizado en su día con el teniente, de forma que éste volviera a ejercer
la administración de justicia en la Isla52• Lebrija volvió a Tenerife y fue aceptado sin más problemas por
el regimiento, continuando su actividad hasta 1525. En el año anterior se constata la presencia en la.
Corte de varios vecinos de e~tas islas .presentando escritos contra del gobernado~3• El conjunto de
denuncias motivó que el Rey designara el 4 de enero de 1525 al licenciado Bartolomé Suárez como
nuevo juez de residencia de Alonso de Lugo y de sus oficiales54, que llegó a la isla cuatro días después
del fallecimiento del Adelantado, que se produjo el 20 de mayo de 1525.
50 Cabildo de 23 de mayo de 1520; Amerdos del Cabildo de Tenerift, voliV 1518-1525, La Laguna, p. 56. Se había pactado que la duración en el cargo del teniente debía ser cÍe seis años. Carta de 4 de julio de 1523. Valladolid.
51 <~1 Dr. I:...ebrixa dijo que él tenía la vara de la justicia por seis años, por comisión y mandamiento del Sr. Adelantado, el mal tiene jurado y hecho pleito homenaje de no lo revocar, y está presto de mostrar la dicha promisión, y que antes de los seis años no ha lugar otra comisióm>.Bxtracto de los acuerdos del cabildo de 12 de diciembre de 1520, Ibídem, p. 73.
52 AMLL, Reales CédUlas. Cuatro cartas de 4 de julio de 1523.
53 AGS, RGS, 23 de junio de 1523, 4 de julio de 1523, y 11 de julio de 1523.
54 AGS, RGS, 4 de enero de 1525.
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ACTAS" DE lAS [jORNADAS <<PREBENDADO PACHECO» DE lNvEmGAaóN HisróRICA
Lt INDUSTRIA DEL AGUA: MOLINOS, SIERRAS Y BATANES
Miguel A. Gómez Gómez
Entendiendo la importancia que el agua tiene para los seres humanos, es posible encontrar una
relación entre la forma de procurarse el agua, cómo se gestiona en cada momento histórico y su influencia
sobre los modos de vida de cada comunidad a través de sus usos: agrícolas, tecnológicos, económicos
o las relaciones interpersonales. Por eso presentamos este trabajo como una parte del Proyecto en el
que actualmente nos ocupamos y que trata de conocer todos los matices vinculados a la Historia del
Agua en Canarias. De ahí entresacamos algunas de las aplicaciones de la energía hidráulica en la isla de
Tenerife, durante el Antiguo Régimen. 1
La titularidad y propiedad del agua tras la conquista de la Isla, su explotación y los diversos
aprovechamientos: alimentarios, agrícolas, industriales, etc., han sido estudiados ampliamente tanto en
sus aspectos históricos como jurídicos 1• Sin embargo, falta ·una visión de conjunto de esta cuestión
esencial en la vida de nuestras islas, por nuestra parte intentaremos aproximarnos al conocimiento que
nos permiten las fuentes documentales. Si partimos de la situación actual donde hoy existe un panorama
generalizado sobre la gestión y propiedad privada del agua, y retrocedemos hasta los inicios del siglo
XVI, cuando se otorgan la mayor parte de las tierras y aguas de Tenerife, resulta complejo detectar el
proceso privatizador y los argumentos jurídicos utilizados, no obstante, nos acercaremos tratando de
comprender la evolución.
1. Los REPARTIMIENTOS
La organización del esquema social y económico que se implanta una vez terminada la conquista,
va a favorecer de una forma destacada a los que ayudaron, tanto económicamente, como a los que se
implicaron con su aportación personal a las campañas. Se repartirán tierras y agtias en relación a los
méritos de cada uno, primando a determinados grupos vinculados, por razones económicas o familiares,
al Adelantado, con tierras generalmente de regadío en las zonas más productivas. Al mismo tiempo, se
1 Existe una extensa bibliografia Vid. RosA ÜUVERA, Leopoldo, Antecedentes históricos de los heredamientos y comunidades de aguas en Canarias. Estudios de Derecho Administrativo Especial Canario, Santa Cruz de Tenerife, 1969; PERAZA DE AvALA, José, <<El Heredamiento de aguas de La Orotava», Anales de la Universidad de La Laguna, Facultad de Derecho, La Laguna, 1968; GuiMERA PERAZA, Marcos, «Algunas precisiones sobre la Ley de Heredamientos de aguas en Canarias», Anuario de Estndios Atlánticos, n°. 3, Las Palmas, 1957, pp. 61-91; QUIRANTES, Francisco, El Regadío en .Canarias, Editora Interinsular Canaria-ULL, Sta. Cruz de Tenerife, 1981; RoDRÍGUEZ Y ANES, José Miguel, El Agua en la comarca de Daute, ACT, Santa Cruz de Tenerife, 1988; MAciAs HERNANDEZ, Antonio Manuel, <<De 'Jardín de las Hespérides' a 'Islas sedientas'. Por una historia del agua de las Canarias c.1400-1990», El Agua en la historia de España, Universidad de Alicante, 2000, pp.171-269.
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U HISTORIA EN ACflVO
favorece la implantación de ingenios azucareros, otorgando numerosos privilegios para esa industria,
que prometía un éxito asegurado con unos mercados europeos demandando el producto. Por eso, se
van a conceder exenciones fiscales, tierras e importantes cursos de ~ necesarios no sólo para el
riego de los cañaverales, sino para la instalació~ de molinos. Los propietarios de ingenios van a disponer,
además, de licencia para cortar madera, necesaria para los edificios, prensas o leña para las ~alderas, un
beneficio que el Cabildo vetaría con frecuencia al resto de la población. Igualmente, el Adelantado
tuvo la iniciativa, desde los primeros momentos, de señalar tierras y aguas concejiles, para asegurar
pasto y abrevaderos para los ganados. En 1501 el Cabildo acordó destinar para dehesa una franja en
Anaga, desde Punta del Hidalgo hasta Tejina y a la sierra del Obispo y de allí, por el barranco de
Tahodio, hasta el mar. Posteriormente, en 1505, se acota como dehesa de PropioJl un triángulo que iba
desde el Peñol de Tegueste, al camino de la Villa, en la salida de la ciudad, hasta la Fuente del Adelantado.
En La Orotava, Tacoronte, Güímar, Adeje, Chasna, etc., también se irán reservando zonas para dehesa
y pastos comunales.
Dentro de esa dinámica de reservar recursos hídricos para uso público, en diciembre de 1506, el
Adelantado asigna como bienes de Propios: el agua de la Punta del Hidalgo y las dos aguas del valle
donde moraba el Obispo y el agua que estaba detrás de la. casa del Obispo, con el encargo de que el
Concejo, la trajera hasta la plaza pública de la ciudad para provisión de los vecinos. Posteriormente,
estando al frente del gobierno de la isla el reformador Ortiz de Zárate, se reservan para los Propios, además de las aguas señaladas, las que procedían de la Fuente del Gobernador, la Fuente de los Berros,
la Fuente de Juan Fernández con el agua de Guillén Castellano y el agua que sale en Tacoronte junto al
mar, debajo de las tierras del Adelantado, así como el agua de la montaña de García, para ser utilizada
por los vecinos y ganados de la zona:
E /qego se acordó e mandó que por la nesfesidad que al presente ay de agua en esta pbdad, así para servipo de Jos vecinos como para abrebadero de gan11dos. Acordóse que ef agua de Gar(Ía se saque al camino del Arabtava,junto a la canfela de Juan f;apata, e se haga allí vn pilar de cantería, e estando aquel lleno, la n-emaniente se eche por el pago de Tacoronte abaxo en canales e se haga vnos dornajos enpma del ban-anco de Alvaro Váe!V junto a la montañeta que dizen de Gama de Akubillo, e allí se haga otro pilar de cantería grande e para esto Jos vecinos dizque se an ofrecido a dar do~entas doblas e dende arriba como parefe, que del/o dixo tener en su poder Pedro de Trugillo, n-ej.
El poder de repartir venía dado a Alonso Fernández de Lugo por la carta de los Reyes Católicos
el cinco de noviembre de mil cuatrocientos noventa y seis en Burgos en la que se señala que:
« se asentó con 110s por nuestro mandado, que acabada de ganar la dicha isla, mandaríamos nombrar una persona que, juntamente con vos, entendiese en el repartimiento de las tierras, casas y heredades que en la dicha isla ay, para Jo dar y repartir a las personas que a ella fuesen a_ poblar, lo cual repartiesedes según,que a vosotros bien visto fuese, e poque agora nuestra merced e voluntad es que vos solo entendaís en hazer e hagaís el dicho repartimiento, eto> 4
de lo que se desprenden dos cuestiones, la primera se refiere al núinero de repartidores, que originalmente
serían dos, además del Adelantado ·otra persona nombrada por los reyes, en consecuencia, a partir de
2 Bienes públicos cuya renta era utilizada por d Cabildo para su mantenimiento y obras pública~ 3 AMil.., Acuerdos dd Cabildo, Libro 9, 1553, mayo 12, fl. 393 v. 4 SERRA RAFoi.S, Ellas y RoSA OLIVERA, Leopoldo, Reformación del Repartimiento de Tenerife en 1506 y colección de documentos
sobre e/ Adelantado y 111 Gobierno. FRC VI, lEC, La Laguna, 1953, p. 12.
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AcrAS DE .LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PAa-IECOJ> DE !NVE.ITIGAaóN HI.IT6RICA
esta carta depositan en Lugo el cometido del repartimiento, y la segunda cuestión, es que no se especifica
expresamente el reparto de las aguas, que se puede entender como adscritas a las tierras que se entregan.
Pero como veremos posteriormente, se llegará a un momento, cuando han pasado pocos años después
de la conquista, que el agua va a ser un bien estratégico y de vital importancia, hasta el punto en que se
otorgarán Datas exclusivamente de agua.
De forma habitual, los repartimientos de tierras y aguas estuvieron sujetos a una serie de
condiciones y obligaciones. Una de ellas era la de avecindarse en la isla o residir en ella trayendo sus
mujeres e hijos en un plazo de dos años desde la concesión de las tierras y no vender en un plazo de
cinco años. En unos casos se observa que no siempre se cumplieron las normas, en otros, encontramos
bastantes cambios en la titularidad de las Datas porque los nuevos vecinos se habían marchado o
incluso no habían venido a la isla nunca5• Generalmente la entrega de tierras y aguas se hace eón la
condición de un cultivo determinado, a veces azúcar, otras viñas o cereales, pero son frecuentes l~s
Datas sin especificar el cultivo y ni siquiera los ·límites, si bien en muchas ocasiones se añade la coletilla
de que no se perjudique a otras personas. Aunque también podemos encontrar ocasiones donde se
concede el agua de un manantial, arroyo o barranco con 'toda la tierra que se pudiera aprovechar y a
veces se _hace con limitaciones temporales como las repartidas en Icod y Los Realejos, donde se pone
como condición el poder usar el agua hasta que se necesitara para las cañas de azúcar o estuVieran
trabajando los molinos de esa zona que en aquellos momentos estaban en construcción.
En algunos casos el datario se obligaba a construir caminos y acequias y a sacar el agua a su costa
limitando el tiempo de disfrute del agua por un periodo concreto, para que más tarde esta agua pasara
a ser de dominio realengo6• Por último, están las particularidades de las concesiones de alguna fuente o
manantial señalando que se puede disfrutar de la propiedad con la condición de que el datario construya
abrevaderos, franqueando el acceso al ganado de la zona.
2. EL CULTIVO Y EXPORTACIÓN DEL AZÚCAR. MOTOR DE CAMBIOS TECNOLÓGICOS
Son abundantes los trabajos históricos que existen en Canarias en relación al periodo azucarero
que abarcó casi todo el siglo XVI7, si bien durante el último cuarto del siglo su importancia fue decayendo
progresivamente quedando limitada a lugares concretos de las islas. En relación con las exigencias de
agua, la caña de azúcar es un cultivo que precisa un riego abundante y frecuente. Otras necesidades son
para los molinos de caña, cereales y las labores propias del ingenio para el cocimiento de las mieles. En
ese sentido el Adelantado va a favorecer, dado el interés en la producción azucarera, a los propietarios
de ingenios, otorgándoles tierras y aguas en cantidad suficiente para mantener la industria, lo cual llevó
aparejado la puesta en marcha de una serie de acciones de recogida de aguas, presas y minas, además de
la construcción de una red hídrica basada en estanques, cantoneras, tornas y acequias para transporte
5 Ibídem, p.13.
6 SERRA RAFor.s, Elías, La.r Datas de Tenerife. Fontes XXI, lEC, La Laguna, 1978, 1504, mayo, 28, «A!fonsyanes porlllgués (. .. ) Digo que os do la dha tim-a con tal condición que/ agua sea realenga y que vos os aprovecheir del/a ..• de la fuente seaís obligado a hacer entren bu9es y yeguas, etc.» p. 77, 332-59.
7 F ABRELLAS JUAN, MAR LUISA, <d.a producción de azúcar en Tenerife», RHC, n°. 100, La Laguna, 1952; RivERa Su.AR.Ez, Benedicta, E/ a:qícaren Tenerife, CSIC, La Laguna, 1990; VIÑA BRITo, Ana, <<El azúcar: base económica para la consolidación
· de una elite», XI Coloquio de Historia Canario-Americana, Las Palmas, 1994, pp. 357-370.
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Lt HI.ITORIA EN AOWO
de agua a los campos de cultivo, que podrian ser labradas en tosca, argamasa o madera, según las
circunstancias de los terrenos, y se construyen canalizaciones para alimentar los molinos de caña de los
ingenios, molinos de cereales, sierra~ de agua y batanes, además de organizar un sistema de abastecimiento
urbano por medio de chorros públicos, lavaderos y abrevaderos para los animales.
3. LAs ORDENANZAS SOBRE EL AGUA
El Cabildo de Tenerife desde sus inicios va adoptando las Ordenanzas que regulaban la vida
ciudadana sir?- una particularidad propia e influenciada por las vigentes en Gran Canaria y Sevilla. Las
primeras medidas de comenzar una regulación fueron tomadas en 15208, cuando se_ solicita aprobación
real para .los Propios del Cabildo. Luego, en 1540, siendo gobernador el Ledo. San Juan Verdugo, se
propone una recopilación de Ordenanzas y la aprobación real. Posteriormente se van incorporando
normas de buen gobierno sin que haya una clara derogación de algunos artículos y la puesta en activo
de otros, ya que muchas de las. normas tenían una evolución. Finalmente nos han llegado a través de
una recopilación de Núñez de la Peña de 1670, porque los originales se han perdido. En ellas se fijaban
una serie de normas en relación al agua y su gestión. Aunque desde .1527 ya .se habían regulado unas
<?rdenanzas del agua para La Orotava9, dadas las especiales características de esa zona en cuanto a la
importancia de los nacientes y a los aprovechamientos privados de los. mismos derivados de la forma
en que se otorgaron las Datas.
En cuanto a los cargos públicos se ordenaba que hubiera un maestro de aguas, que era el encargado
de cuidar y aprovechar las aguas en toqa la isla de manera que no se pierdan e incluso sacar nuevas.
Asimismo se establece que haya_~ alcalde de aguas en los heredamientos de La Orotava para el riego
común, que velaría por las canalizaciones y la correcta distribución de las aguas, el cual tenía incluso
jurisdicción para sancionar las faltas y daños, podía tener a su cargo un acequiero y un repartidor de
agua pagado por repartimiento entre los aduladosl0• En base de ello, quedan fijadas las penas por robo
de agua de las acequias o saltarse los turnos, además de cualquier desperfecto ocasionado por las
carretas a los caños enterrados o roturas voluntarias de los mismos. Un asunto que preocupa y para ello
se toman medidas, es la limpieza y cuidado de los chorros, impidiendo llevar animales a beber a los
pilares públicos ·limitando el acceso por medio de pilones y destinando dornajos para beber el ganado.
Del mismo modo se va a tener especial cuidado en los daños que se pueden producir en las fuentes y
manantiales al cortar los árboles del entorno ya que entienden conservaban y fijaban el agua. Por
último quedaba prohibido el lavado de ropa y lino en las fuentes y abrevaderos, para ello se recomendaba
utilizar cajas y tinajas.
4. MEDIOS DE ALMACENAMIENTO Y CANALIZACIÓN
Disponemos de numerosas referencias documentales respecto a los medios utilizados en los sistemas
de riego y transporte del agua, además de las citas en relación a la recogida y almacenamiento que se reflejan
8 PERAZA DE AYALA,José, Las Ordenanzas de Tenerife, ACf, Santa Cruz de Tenerife, 1976, p. 181.
9 RosA OUVERA, Leopoldo y MARRERo RoDRÍGUEZ, Manuela, Acuerdos del Cabildo de Tenerife V (1525-1533), FRC XXVI, lEC, La Laguna, 1986, pp. 181-184. También publicadas por Peraza de Ayala en El Heredamiento de La Orotava, «Anales de la Universidad de La Laguna, 1968, pp. 37-40.
1° Conjunto de propietarios que se benefician de un caudal de riego común.
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ACTAS DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PACHECO» DE lNvE.mGAaóN HISTóRICA
en los inventarios y compraventas de ingenios y otras propiedades. Reswniendo, lo habitual era que la
hacienda tomara el agua de un curso cercano, arroyo o fuente y tuviera el agua en exclusiva o compartida con
otros propietarios. La lejanía del lugar de procedencia determinaba las técnicas de transporte, unas veces eran
canales de madera, de las que prefería la ted1 y el barbiiSano, siempre elevadas sobre esteor2, otras, son acequias
de argamasa y cantería, y otras, donde el territorio lo permite, labradas en tosca. La utilización de caños de
barro cocido (atanores) susceptibles de ser enterrados ya que era un producto caro y que se traía del sur
peninsular, su utilización quedaba limitada al abastecimiento urbano y a sectores donde la inversión pública
costeaba el transporte, un ejemplo de este procedimiento lo encontramos en San Cristóbal de La Laguna.
La importancia dada a los sistemas de canalización queda patente en los contratos donde se
señala con precisión quien va a estar al cuidado y mantenimiento, el adobo13 de las canales, e incluso, en
algunos casos, va a quedar a cargo de los propietarios de las. tierras mudar las canales del tanque a los
terrenos en los días que les tocaba regar. No obstante siempre hay continuas J.J.an:ladas de atención para
que se cuiden las canales para evitar las pérdidas:
Y ten que, por quanto en las canales de molinos y yngenios e sim-a de agua y en los cabucos del/os es notorio que se pierde mucho agua por falta de no estar las canales adobadas e los cabucos hechos de argamasa, que el dicho alcalde de agua pueda mandar e mande a CNa/quiera de los dichos srs. de yngenios e molinos e sim-as de agua que adoben las dichas sus canales e cabucos en perlo término ( ..• ) e si en el dicho término no lo hif(jere e CNmjJiiere conforme a lo que foere mandado que el dicho alcalde le pueda mandar quitar la servidumbre de la dicha agua, quebrándole las_ canales de talyngenio o molino (. •• ) so pena de dos mili mrs ... 14
A veces, cuando el sistema de duJas15 es comunitario, como el caso de La'Orotava, se solía rematar
una serie de dulas del caudal común, para el mantenimiento de las canales, eran los conocidos como los
veinte días de mayo, diez de cada estanque16•
El sistema de almacenamiento de agua, vitai en la industria y en la agricultura, se solucionaba por
medio de embalses, represas y estanques, pudiendo tener varios cada hacienda aprovechando el desnivel
de terreno. En el caso de los ingenios azucareros solían instalarse los estanques antes y después de los
molinos, tanto de azúcar como de cereales, para posteriormente regar los cultivos, podemos ver varios
ejemplos:
En el heredamiento de Güímar, con plantaciones de caña por todo el valle y las instalaciones del
ingenio en la zona alta del valle (San Juan), el agua para los molinos se canalizaba desde el barranco del
11 CoELLO GóMEZ, M' Isidra, RoDRíGUEZ GoNzALEZ, Margarita Y PARRILLA LóPEZ, Avelino, Protocolos de Alonso Guti~ (1522-1525), FRC ~ IEC-ACT, La Laguna, 1980, doc. 1019. Juan González se obliga a entregar a Ant9n Ponte cinco docenas de tablas de pino de tea para canales del ingenio.
12 GóMEZ GóMEZ, Miguel Ángel, El valle de Gtíimar en el siglo XVI. Protocolos de Sancho de Urtarte, Ayuntamiento de Güímar, 2000, p. 202, 1577, mayo, 9. ( ... ) donde fuere menester poner esleos y traviesas, sea obligado a ponerlas y ha de ser cada canal de 25 pies de lea y asimismo los esleos y traviesas han de ser de lea, también ha de hacer paredón de piedra seca donde conviniere, cada canal ha de ser de palmo y medio en t~~adra y 1 palmo y torno en abertura de boca y fondo, ha de poner las dichas canales en el barranco y rio del reino de Giiímar con sus riostes de lea como convengan, sin que en ello ht!Ja falta alguna ... J>
13 Técnica para asegurar la estanqueidad de las canales por medio de trapos y aceite en las juntas de las maderas. 14 RosA ÜUVERA, Leopoldo y MARRERO RoDRíGUEZ, Manuela,At~~erdos del Cabildo de Tenerife V (1525-1533), FRC
XXVI, lEC, La Laguna, 1986, 1527, junio, 28, p. 183. 15 Turno de riego que corresponde a cada propietario de un caudal determinado. 16 PERAZA DE AY ALA, José, «El Heredamiento de aguas de La Orotava>>, Anales de la Universidad de La Laguna, Facultad de
Derecho, La Laguna, 1968, p. 7.
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U HISTORIA EN AClWO
Río, pasando luego a un primer estanque en la zona que se denomina todavía E/ Riego, desde alli, por
medio de acequias, a un segundo estanque de argamasa y cantería en lo que es hoy la Plaza de San Pedro
donde se encuentra la iglesia de San Pedro cuya primera construcción, que data de 1602, se llamó San
Pedro del tanque, para continuar hasta un tercer estanque con el que se regaban las cañas plantadas en
Chinguaro.
En La Orotava van a existir dos estanques principales, el de Bartolomé Benítez de Lugo, por
debajo del convento de Santo Domingo17, que va a ser del depósito distribuidor de las dulas de la zona
este del lugar, con· la excepción de la viña de los dominicos, las tierras de Antonio Franchy y de
Francisco Alfaro que la tomaban de una torna cercana. El segundo depósito es el que construyeron los
herederos de Diego de Sanmartín en el otro extremo de la población, en el camino que va a Los·
Realejos, conteniendo al principio sólo la azada de agua del propietario e incorporando posteriormente
la azáda de Pedro de Lugo y otros remanentes.
En la hacienda de los Príncipes en El Realejo, el depósito principal era el Tanque Grande situado
en La Azadilla, que recogía las aguas del barranco de Godinez, y ~esde alli se iba distribuyendo por
medio de acequias. Un caudal.importante venía a un segundo depósito, que llamaban el Tanque del
Ingenio, con el que se regulaba el agua necesaria para los molinos.
5. LAs MEDIDAS DE AGUA
Los nuevos pobladores de Canarias, aportan en esta tierra una tradición heredada del mundo
grecorromano sobre la medida de las aguas, ya que si en algunos casos se mide en relación a la superficie
de tierra a regar, hablándose de fanegas, lo habitual y lo que terminará imponiéndose es designar el
chorro con el diámetro de los orifi~os o caños por donde salía. Realmente no se tenía en cuenta que el
caudal ~ra el producto de la sección transversal por la velocidad, un principio desarrollado por la
ciencia helenística, en concreto por Herón de Alejandría en su obra Dioptría, por eso se siguió calculando
el agua en función de la sección hidráulica, con su unidad básica, la paja de agua, a la que se van a referir
todas las demás, utilizada de forma habitual en .las donaciones a conventos y en repartos urbanos,
medidas de manantiales y en el abastecimiento público, algunos autores han estimado un caudal de un
cuartillo por minuto18
Para medir y hacer la división del caudal se utilizaban cantoneras, una especie de depósitos,
generalmente de mampostería, con una serie de bocas iguales que desaguaban una cantidad estimada,
normalmente una azada. En los casos que la cantonera quedara cerrada por maderas se denominaban
cajas de agua y también arcas de agua19•
17 El estanque se construye sobre un solar que Francisco Benítez compró a Juan de Agreda, ante el escribano Rui García de Estrada. AHPT. PN 2787, 1546,junio, 30, s.f.(roto).
18 GoNzALEz RoDRÍGUEZ, José Manuel, «Tecnología popular tradicional de los sistemas de riego en Canarias», Anuario de E.rhldios Atlánticos, n°. 37, Las Palmas, 1991, p.14.
19 RoDRÍGUEZ Y ANES, José Miguel, El agua en la comarca de Daute, ACT, Santa Cruz de Tenerife, 1988, p. 25.
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ACTAr DE I.AJ !joRNADAS «PREBENDADO PACHECOJJ DE 1NVES11GA06N HISTóRICA
La fanega de agua era la cantidad necesaria para regar una fanegada de tierra. Va a ser la unidad
utilizada en La Orotava por lo menos hasta 154320• A partir de la segunda mitad del siglo XVI, se
alternarán las medidas por superficie con medidas temporales: días, horas y minutos.
6. Los MOLINOS
6.1.LA ENERGÍA HIDRÁULICA Y SU CONOCIMIENTO EN LA ANTIGÜEDAD
Los primeros textos que hablan de molinos hidráulicos aparecen en torno al siglo 1 a.d.C. Antípates
de Salónica y Vitrubio se refieren a molinos de rueda vertical
impulsada por agua. En los siglos posterio res, los árabes perfeccio
nan el molino hidráulico e introducen el molino de rueda horizontal
que permanece con pocos cambios durante todo el periodo me
dieval. En la etapa moderna, personajes como Jpanelo Torriani21 ,
dedicaron un gran esfuerzo a la tecnología de los molinos hidráulicos
y a difundir su conocimiento. Esos sistemas se mantuvieron vigentes
hasta finales del siglo XIX, cuando fueron sustituidos por los
combustibles y electricidad.
6.2. TIPOS DE MOLINOS
Por la fuerza empleada en la tracción los molinos se agrupan en tres categorías:
Por la fuerza empleada en la tracción los molinos se agrupan en tres categorías:
1.- Molinos de sangre, que son los movidos por la acción humana o animal (tahonas) .
2.- Molinos de agua, de acequia o río, y de marea. Según sea el m ovimiento se dividen en aceñas
(vertical) o rodezno (horizontal) .
3.- Molinos de viento, de eje vertical o de eje horizontal.
6.3. MoLINOS HARINERos
Las aguas y el viento fueron las dos fuerzas que la naturaleza de las islas ofrecía a la población.
Con la ayuda de alarifes y carpinteros supieron transformarlas en una potente energía al servicio de la
industria. Los molinos de viento tuvieron un notable desarrollo en la isla sobre todo en La Laguna,
pero en una relación bastante menor que los molinos movidos por agua, que terúan menos limitaciones
y que durante un largo periodo que va desde principios del siglo XVI hasta el siglo XIX van a mantener
su actividad en la mayor parte de las comarcas tinerfeñas.
La técnica de los molinos de cereales movidos por energía hidráulica, ya era conocida en el
mundo romano y fue perfeccionada en la época alto medieval. E l sistema de ruedas que friccionan en
un movimiento lento era ideal para resolver la molienda de cereales, el principal alimento de las
comunidades europeas.
20 En esas fechas se dice gue había 1203 fanegas de agua, igual a cuatro azadas, la equivalencia se establecía a razón de 300 fanegas y nueve almudes por azada. Véase P ERAZA DE AYA LA, José, «El heredamiento .. . , p. 47.
21 En la obra Veinte y 1111 libros de ingenios y máquinas de Juane/lo Torriani se recoge la mayor parte del conocimiento tecnológico del siglo XVI mandado a recopilar por Felipe 11 a su ingeniero mayor Juanello. De ellos nos interesan el libro once que trata de los Molinos, y el libro trece, que describe los batanes, de los cuales hemos tomado la mayor parte de las ilustraciones.
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LA HISTORIA EN AC11VO
Las ruedas horizontales se adaptaban bien a los esquemas de los caudales disponibles en las islas,
donde no existían grandes saltos de agua, por esos los molinos llamados aceñas, contaron con aplicaciones
más limitadas en Canarias. Lo habitual van a ser los molinos de rodetflO donde la fuerza de una turbina
(rueda con palas sobre las que caen chorros de agua a presión) imprime el movimiento de las piedras,
también llamadas «muelas». La isla contaba además con una gran abundancia de canteras donde sacar
la llamadas <<piedras molineras». La otra variedad frente al rodetflO son los sistemas que tienen una aceña,
que consiste en una rueda con palas introducidas en el canal o alimentadas por la parte superior y que
transmite el movimiento hacia las piedras u otras aplicaciones comó sierras y batanes22•
6.4. p ARTES DE LOS MOLINOS HARINEROS
La estructura de los molinos se divide en tres cuerpos: el cubo, el salón, con dependencias para ~as
labores de la molienda y vivienda del molinero y en un piso inferior está el caboco.
En los casos en que se dispusiera de un caudal de
agua suficiente23, se elevaba por medio de canales hasta
la altura adecuada conduciéndola en pendiente hasta una
obertura estrecha donde sale el agua con la presión
necesaria para mover la turbina24. Para los casos en que
la pendiente no fuera favorable un avance favoreció la
instalación de molinos en los lugares de caudal más
escaso. En estos casos el agua se conducía a un recipiente
alto desde donde se impulsaba el agua, es el denominado
cubo. Éstos no tenían un diseño fijo, quedaban a la
experiencia y costumbre del diseñador del molino, entre
los modelos más frecuentes encontramos cuatro tipos, tres de argamasa y cantería, y el último, de
madera: los de forma cilíndrica, también denominados cubos de vaso, los de forma cuadrada escalonados,
los de forma troncocónica escalonada y los de forma cuadrada, en madera y refuerzos del mismo
matei:ial25•
El agua se precipitaba desde lo alto y en ese proceso se produce la transformación de la energía
potencial del agua en energía cinética, de acuerdo con una ley que viene descrita por lo que se conoce
como principio o ecuación de Bernouilli. A fin de conseguir una mayor eficiencia motora en el impacto, la
boca de desagüe se estrecha hasta un orificio llamado bocín, desde el que el agua con gran velocidad
golpeaba las cucharas o alabes haciendo girar las ruedas y el eje que, acoplado a la piedra o muela
22 En Tenerife la mayor concentración de aceñas la tendremos en la zona de Anaga, por las características de los heridos de agua y al no necesitarse una gran envergadura en la industria, ya fuera para harina o para el enfurtido de los paños. Además va a ser esa comarca donde se ha conservado toponimia alusiva. Numerosas referencias en ese sentido pueden consultarse en EFF-DARWICH, Angel, 500 mios de historia del pago de Los Batanes, La Laguna, 2005.
23 El caudal se media en azadas y normalmente bastaba con unas dos azadas para un molino de tamaño regular.
24 Este sistema se utilizó en numerosas ocasiones, por ejemplo en la Hacienda de los Príncipes en El Realejo o en Garachico, siempre aprovechando una gran pendiente del terreno.
25 AHPT, escribano Bartolomé Joven, PN 204, 1535, febrero, 19, fl. 355 r. Luis Velásquez contrata a un carpintero para hacer un mbo para rma amia, este ha de ser de chaplones de barbwano de rmos 30 palmos de alto por4 palmos de gmes, unos 6, 24m. de alto por 83 cms. de grosor.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADO PACHECO>> DE !NvEmGAaóN Hr.rróRICA
superior, trituraba el grano. En un costado del canal que alimenta el cubo se encontraba el aliviadero o
rebosadero, que desviaba el agua cuando el nivel era excesivo o cuando se debían realizar reparaciones,
la limpieza, etc. Se permitía así la continuidad de la corriente hasta el molino siguiente. En otro cuerpo
anexo se hallaba el salón de moler, donde estaba la maquinaria del molino, con su tolva, un recipiente en
forma de pirámide invertida en la que se introduce el grano que cae en las piedras o muelas, para su
molienda. La caída del grano era regulada por un sistema que al imprimir un movimiento rítmico a la
canaleta evitaba un vertido continuo. La piedra superior que recibe el nombre de volandera, gira sobre la
inferior llamada solera, que permanece fija, ambas eran protegidas por una estructura de madera que las
cubre llamada tambor y también guardapolvo. Un cuidado a tener para que las piedras cumpliesen con
su labor eficazmente, era el de realizar el picado, con cierta frecuencia, golpeándolas con la picare/a y para
ello era necesario mover las piedras sirviéndose del pescante, una grúa elemental que facilitaba dicho
trabajo.
El caboco o cabuco, también conocido como el infierno del molino, se encontraba situado _en la parte
inferior del salón, debajo de las piedras y era el lugar donde se ubicaba el rodeifto. Es el último elemento
del molino, que se consideraba terminado cuando esta rueda quedaba en su lugar6• El rodeifZO giraba en
un eje vertical apoyado mediante una pieza de metal con forma de cruz, la cruceta, en un dado de madera.
Debajo queda una pieza sujeta por un lado y por el otro libre, donde se insertaba el aliviadero, un
mecanismo de hierro que se puede mover desdé el salón de la molienda y que permitía la subida o ba
jada del puente presionando _sobre los ejes y provocaba que la piedra superior del molino se juntase o
separase de la inferior para producir una harina o gofio más o menos grueso. Finalmente, el agua
tornaba a la acequia y seguía su rumbo hacia los demás molinos, donde se repetía el mismo proceso y
al final continuaba dirigida al riego de los diferentes cultivos.
6.5. MoUNos DE AZúCAR
Utilizando el agua como fuerza motriz con sistemas similares a los molinos harineros, funcionaban
los molinos de caña, sólo que en este caso las piedras giraban sobre los cantos por la dureza de la
corteza de la caña.
Estos molinos trabajaban en determinados periodos del año, solamente cuando se cortaba la
caña, ya que es el momento en que la planta se encuentra en el punto óptimo con máximo nivel de
sacarosa. Si no se hace en los momentos inmediatos al corte, la concentración de azúcar va disminuyendo
progresivamente, por eso se co~verge el trabajo en deter-minados días del año, en los que incluso la
Iglesia, co_ncedía licencia para que se pudiera trabajar los domingos y festivos durante la zafra.27
Después de la expansión del cultivo de la caña por tierras americanas aparece en Brasil el molino
de cilindros de madera de forma vertical que se va a imponer sustituyendo a los de piedras, primero en
26 AHPT, Escribano Sebastián Páez, 1506, septiembre, 17, fl. 111. Luys Afonso, carpintero se concierta con Diego Sardina, portugués para la construcción de un ingenio en Taganana, tanto las dependencias como el molino, el pago, 31.000 mrs. se ha de efectuar: la mitad estando la rueda del dicho yngenio montada en los exes e asentada en su cab11co e la otra mitad despt~és de ser fecho el dicho yngenio en tjlnnze dias proximos sigt~ientes •. • ». . ·
n La planta de caña de azúcar era procesada al menos dos veces al año. La cosecha de mayor rendimiento en los ingenios orientados al sur de Tenerife era la que se cortaba a comienzos de marzo, una segunda recolección se efectua~a en octubre.
-101-
LA HLITORIA EN Acnvo
América y posteriormente llega a introducirse en algunos ingenios y trapiches28 canarios, la mayor parte
en franco proceso de desaparición o disminución de la actividad29 por la falta de rentabilidad de las
producciones.
7. AsPECTOS ECONÓMICOS DE LOS MOLINOS
7 .1. Los PROPIETARIOS
Por medio de los contratos de arrendamiento queda
patente que muchos de los molinos de cereales instalados
no tenian una explotación directa del dueño, sino que
constituye un elemento que genera una renta, pues la mayoría
de los propietarios de la primera mitad del siglo XVI van a
ser personajes destacados, regidores o familiares de Lugo.
Una vez que la obra del molino se concluye los ponen en arrendamiento recibiendo un porcentaje de la
<<maquila>>30 y estando libre de moler la producción de su hacienda.
Los molineros, para ejercer el oficio tenían que jurar ante el escribano del Cabildo y depositar
una fianza. Siempre hay una preocupación de las autoridades por evitar los fraudes, por eso, ante las
irregularidades se multaba a los infractores. Las condiciones de los arrendamientos de los molinos
generalmente eran al partir:
Juan Jácome de Carminates, v~ da a partido a Diego GonzáleiJ su criado, 1111 molino que tiene en la LAguna, como molinero estante en é4 por todo el atio próximo, todo el tiempo que tuviere agua para moler (. . .) con las condiciones siguientes: Diego González time que residir y estar en el molino y en m despacho el dicbo mio y que no esté otra persona por él por traspaso, salvo por voluntad de Juan Jácome de Carminates,y aprovechar las aguas y acequias del dicho molino para lo gratyear y remediar como el otorgante hace. Carminates le ba de dar limpias las acequias y el albercón,y un peón que le qyude a adobar las aceqrlias y albercón,y todo lo necesmio con tal de que el otorgante le dé el molino moliente y coniente,J' se lo devolverá al final del tiempo. Diego González se obliga a tener apar~jados y en servicio del111olino y despacho tres as11os y todo el aparejo para recoger, llevar el trigo y barina, moler en el molino todo el tie11po que tuviese agua para moler, que se entiende el inviemo. De todo lo que Dios diere de gana11cia para el molino el dicho inviemo se ba de bacer dos partes)' cada 1mo ha de llevar la SI!Ja.31
Del texto entres~camos una característica habitual de los molinos, especialmente en La Laguna,
donde todos eran conocidos como molinos de invierno. Al estar situados en el cauce del barranco de Las
Carnicerías su funcionamiento quedaba condicionado a los momentos en que el barranco corriera y
eso era solamente en invierno. Otro detalle es la obligación del molinero de tener animales para llevar
el trigo al molino y devolverlo en forma de harina. El Cabildo controlaba la operación por el pesado
28 Sistemas de molienda donde la fuerza de tracción era proporcionada po r animales en vez de energía hidráulica. 29 En algunas zonas de la isla las cañas disminuyeron aunque no fueron sustituidas totalmente por otros cultivos, ya que
interesó fabricar aguardiente de caña, producto demandado en el suministro de los barcos que recalaban en la ruta americana y también para fabricar licores y mistelas o repostería, y que todavía forman parte de las tradiciones gastronómicas canarias.
30 Parte que corresponde al molinero como compensación por moler el grano. Las Ordenanzas de Tenerife permitían que se pagara en grano o en dinero. En 1507 se estableció en 15 mrs. el precio de la molienda de una fanega de trigo o cebada.
31 ALFARO H ARDISSON, Emilio, Protocolos de H emá11 Goll[{fÍiez (1534-35), FRC XXXVII, lEC, La Laguna, 2000, 1534, marzo, 15, p.83.
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ACTAf DE LAS J jOR.N;IDAS ((PREBEN!MDO PACHECOJJ DE ! NVESflGAQÓN HISTóRICA
del grano y la harina y señalando que el molinero no podia parar en ningún sitio, bajo sanción, entre el
lugar de la pesada y el molino. En este caso se trata de un concierto de a medias, pero lo más frecuente
son los conciertos donde el propietario tiene franquicia para moler su producción y del resto que la
industria diera, él se llevaria dos partes y el molinero una32. La labor del molino era un trabajo familiar
que involucraba a todos los miembros.
Entre las ordenanzas de los molinos se cuidan los detalles del transporte del grano para evitar
los fraudes y de ello se tiene que encargar el molinero, controlando el peso en varios momentos de la
operación, al principio y al final. En los casos de gofio, las labores de tostado podian llevarse a cabo en
dependencias cercanas al mismo molino o bien era un trabajo realizado en otro lugar o por los propios
interesados y asi llevaban su grano ya tostado al molino.
8.- ÜTRAS APUCACIONES: Los BATANES
Entre los usos de la energia hidráulica en la industria,
encontramos en Tenerife la introducción del sistema de levas capaz
de conseguir movimientos alternativos o de vaivén. Su desarrollo
corresponde a la Baja Edad Media y se difunde por la facilidad en
la aplicación a martinetes, fuelles o en sierras para madera, para
fabricar pólvora o papel, entre otras. Muchas de aquellas técnicas
no serían sustituidas hasta la llegada de las máquinas a vapor.
El abatanado hidráulico introdujo cambios en el proceso de fabricación de paños, facilitando la
labor y situando la industria en los lugares cercanos a la materia prima (lino o lana) y a los cursos de
agua. Desde la antigüedad se sometía a los tejidos, de forma especial a los paños, a una serie de maniobras
que los adecuaban antes de proceder a la confección. Entre esas labores ocupaba un lugar destacado el
proceso de abatanado. Su función consistía en lavar el paño para liberarlo del aceite, cola y polvo, hacer
el tejido más compacto dándole cuerpo y a la vez el nivel de resistencia necesario, además de recubrirlo
de una especie de pátina que le hace suave al tacto. Esta operación es conveniente no sólo para el lino,
sino también para la lana.
Los batanes vinieron a solucionar de forma mecánica aquellas labores que antes se hadan a mano
y generalmente se encontraban emplazados junto a una corriente de agua cuya energia se aprovechaba
para 'mover una rueda o aceña aplicada sobre un eje con unas levas que impulsaban grandes martillos
de madera. Covarrubias (1611) definía los batanes como cierta máquina ordinaria de unos mafOS de madera
tlii!J gmesos, que mueve una meda con el agua, y éstos hieren a vezes en un pilón donde batanan y golpean los paños para
que se limpien el awtey se incorporen e se tupar?3•
La necesidad de estar instalados cerca de cursos de agua condiciona a que la mayor parte de los
batanes se encontraran alejados de los centros urbanos, por otro lado, el ruido y las propias labores de
32 MARRERO RoDRÍGUEZ, Manuela, Extractos de los Protocolos de los Realqos (1521 -1524 y 1529-1561), FRC XXXIV, lEC, La Laguna, 1992, 1536, agosto, 2, « Gregorio Pérez toma renta el molino de Domerúco Rizo por dos años con una renta de 105 fanegas de trigo de maquila y ha de moler el trigo, cebada y centeno que le lleva.ren de la hacienda sin maquila alguna».
33 Citado por CARO BAROJA, Julio, Temología popular espaiiola, Editora nacional, Madrid, 1983, p. 451 y 452. De la obra de Sebastián Covarrubias hay una edición actualizada al cuidado de Felipe Maldonado en Editorial Castalia, Madrid , 1995.
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LA HlSTORIA EN AcnYO
enriado de los linos y otras operaciones con las fibras, a las que había de macerar en agua, añadiendo
ciertas tierras34 e incluso orines, constituyen tareas poco salubres y molestas, por lo que no es de
extrañar que se sacaran fuera en la periferia de los núcleos habitados. El proceso llevaba aparejado un
incesante trasiego de unos talleres a otros pues las telas y la confección de trajes era una operación
enteramente del mundo urbano.
Uno de los aspectos que han sido determinante a la hora de la conservación de restos materiales
de aquella industria es que la mayor parte de las instalaciones ~erían de madera, e incluso los mbos, que
en el caso de los molinos hidráulicos, al estar construidos de argamasa y cantería, han soportado mejor
el paso del tiempo y siguen siendo testigos de una actividad industrial, al ser los batanes, estructuras de
una envergadura menor y siendo de madera se entiende que no se hayan conservado restos materiales
al ser un elemento de fácil reutilización.
En la isla se van a concentrar las instalaciones para batanes en la comarca de Anaga al tener las
características necesarias: situado en la periferia de La Laguna, abundantes saltos de agua y cultivo de
fibras vegetales, por otro lado es donde han quedado topónimos alusivos. de la actividad, además de
numerosas referencias documentales35•
8.1. LAs SIERRAS DE AGUA
Las necesidades del trabajo de la madera para edificios, acequias, cubos, barcos, elementos de
los Ingenios de azúcar, etc., demanda grandes cantidades de madera, algunas bien trabajadas y en
disposición de ser utilizadas en procesos industriales, por eso se favorece la instalación en la Isla de
varios aserraderos. Desde un punto de vista tecnológico una sierra de agua es en esencia una aceña a la
que se acopla una rueda de sierra metálica en ·su extremo.
Lugares como Garachico, Los Realejos y La Orotava, van a contar desde fechas muy tempranas
con sierras de agua. En ese sentido encontramos referencia en las Datas: en 1504 se le concede a
Cristóbal de Ponte en Garachico un herido para sierra36• En 1514 Vasco de Bahamonde recibe <<Wl
heridq para sierra» en La Orotava37 encima del último molino harinero. Dentro de la política del
Adelantado de atraer los profesionales necesarios para la Isla, en 1504 premia el trabajo de Pedro
Gomendio38 con un solar en la calle real, por su oficio: <<maestro de sierras de agua>>, interesaba que se
radicara en ella por sus conocimientos, y tuvo que ser así porque en 1507 lo vemos tomando a renta la
sierra de agua que era de Rafael Ponte en La Orotava. Para ello se concierta con el mercader Francisco
de Florencia, que actúa en nombre de Ponte que le arrienda además de la sierra que se encuentra
situada en el agua que viene de La Orotava, en su comienzo, cerca del pinar, los montes y los bosques que la
rodeaban. La renta sería pagada en tablas de pino, además de 20.000 mrs. que recibe para poner en
34 Algunos tipos de arcillas desgrasantes.
35 Pueden consultarse notas referentes a batanes en el trabajo de EFF-DARWICH, Angel, 500 años de historia del pago de LJs Batanes, y BAEz HERNÁNDEZ, Francisco, La comarca de Tegueste (1497-1550).
36 MoRENO FuENTES, Francisca, Las Datas de Tenerife, libro V de Datas originales, FRC XXVIII, lEC, La Laguna, 1988, p. 175. Era el propietario del Ingenio de Garachico, en sociedad con el Adelantado y Gerónimo de Valdés promueven la instalación de la sierra de agua.
37 SERRA R.AFOLS, Elías, Las Datas de Tenerife ... Fontes XXI, doc.1072, 2.
38 MORENO FUENTES, Francisca, Las Datas de Tenerife .•• Fontes XXVIII, doc. 91.
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ACTAS DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PACHECO» DE lNvE.rnGAaóN HISTóRICA
marcha la industria y comprar bueyes39• También se puede observar, de la misma forma que 'hemos
visto con los molinos, que las sierras no eran explotadas directamente por el propietario sino que
normalmente se arrendaban40•
9. AsPECTOS SOCIALES DE LOS MOUNOS
Los molinos generaron urbanismo en su entorno ya que se convirtieron en un lugar de relación
y en los tiempos más modernos llegaron a convertirse en los <<mentideros» del lugar. Se puede observar
en aquellas disposiciones urbanas que todavía conservan un número importante de edificios de ese
tipo como en La Orotava, Güímar, Adeje, etc., que hay una gran vinculación entre la industria del agua
y sus aspectos sociales, pues siempre los vamos a encontrar asociados a los lavaderos públicos y a los
pilares de agua. Esa forma de distribución va a ser una constante hasta el primer cuarto del siglo XX,
cuando la mayoría de las localidades de Tenerife acceden al abastecimiento de agua a domicilio. Hay
además todo un imaginario en relación a los molinos y lavaderos públicos que han dejado huellas en la
música y la literatura.
Si bien nos hemos fijado como marco cronológico el Antiguo Régimen, no queremos terminar
sin señalar que la utilización de la energía hidráulica continuó vigente hasta bien entrado el siglo XX. La
perforación de galerías, a partir de la primera mitad del siglo XIX, supuso un cambio al obtenerse
importantes cantidades de agua produciendo resultados beneficiosos para Tenerife como fue la puesta
en regadío numerosas tierras en el sur de la Isla, comarcas habitualmente limitadas a cultivos de s~cano,
o también obtención de electricidad a partir de los saltos de agua a principios del siglo XX, lo que
supuso para algunos municipi~s tinerfeños (La Orotava, Güímar, Los Realejos), un cambio social y
económico importante, mejorando el alumbrado público, las industrias, el turismo y un notable bienestar
. en los hogares: cocina, planchado, lavado, etc. Todo ello pone de relieve el papel fundamental que han
tenido los usos industriales del agua, un bien limitado y escaso. Aunque hoy el motor de nuestra industria
venga de otras fuentes, requiere de nosotros una mentalización de ahorro y de eficiente utilización.
l9 MARRERo RoDRíGUEZ, Manuela, Protocolos del escribano ]11an Rlliz de Berlanga, FRC XVIII, lEC, La Laguna, 1974, p. 56.
40 GoNzALEz Y ANES, Emma y RoDRíGUEZ MARRER.o, Manuela, Protocolos del escribano Hernán G11erra (1508-151 0), 1508, octubre, 26. Rodrigo de la Fuente arrienda la sierra que el Adelantado tiene en Los Realejos, p. 198.
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ACTAf DE LAS 1 jORNADAS «PREBENDADO PAOIECOJ> DE lNvE.rnGAOÓN HisTóRICA
.APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LAS FUENTES DOCUMENTALES
PARA LA HISTORIA DEL ARTE: Los ARCHIVOS FAMILIARES
Reyeslunadorlunador
En los estudios de fuentes documentales para la Historia del Arte1, los archivos familiares han
cobrado especial importancia. El conjunto de legajos que conserva una familia producto de su actividad
durante diferentes generaciones, nos permite estudiar de forma conjunta las tipologías documentales
que pueden proporcionarnos información sobre la obra artística.
Abordamos estas fuentes con la aplicación de técnicas pertenecientes a las llamadas ciencias
auxiliares de la Historia. Por una parte la Diplomática2, para establecer pautas en la búsqueda de
documentos susceptibles de contener información relacionada con Iá promoción de obra artística, y
por otra, la Archivística3, desvelando los entresijos de la organización de los archivos familiares4•
Nuestro interés en el estudio de los archivos familiares radica en que la producción documental
de un arChivo familiar, generada en el ejercicio de su actividad, tiene el sentido de valoración del linaje
con fines obviamente económicos y concluye en el patrocinio del arte como forma de obtención de
prestigio social.
1 Sobre documentación para la historia del arte véase, La do&Nmentadón para la investigación. Homenaje a José Antonio Martín Fuertes, 2v., Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León, 2002 y también <<La sección de documentos y papeles. La reproducCión artísti~a>>, en el Catálogo de la exposiciónArle en Canarias [siglos XV-XIX} una mirada retrospectiva, tomo 11 Viceconsejería de Cultura y Deportes, Tenerife, 2001, pp.251-385. La publicación de. fuentes documentales en España es 'tradicional y la bibliografia muy extensa -Garcla Chico, Marco Dorta, González de Arribas, Arribas Arran2, Camón Aznar-. En Canarias contamos entre otras, con las recopilaciones documentales que conforman la serie Fontes Rerum Canariarum publicadas por el Instituto de Estudios Canarios, especialmente, Do&Nmentos para la historia del arte en las islas Canarias, 1959, de Miguel Tarquis y Antonio VIZcaya. Asimismo las colecciones publicadas por el Aula de Cultura de Tenerife, y los esfuerzos editoriales de los Cabildos del r~sto las islas, nos ofrecen textos extractados de documentación notarial, concejil o religiosa.
2 La Diplomática es una ciencia cuyo objeto es el estudio crítico del documento con el fin de determinar su valor como testimonio histórico: para la historia social, económica, de la lengua, historia en general [dentro de ella obviamente la historia del arte], ver la página personal de Manuel Romero Tallafigo http://www.personal.us.se/tallafigo.
3 Archivística: Ciencia que tr~ta de los aspectos teóricos y prácticos de los archivos y de su función. Luis GARCÍA EJARQUE, Diccionario del Archivero Bibliotecario, Trea, 2000. Entendemos por archivos tanto los documentos como su entorno, es decir, su organización en edificios e instalaciones.
4 La bibliografía sobre el tema está publicada en gran parte por la Asociación Española de Archiveros, Bibliotecarios, Museólogos y Documentalistas (ANABAD), Revista d'Arxivística Catalana ·(LLIGAL), Asociación Asturiana de Bibliotecarios, Archiveros, Documentalistas y Museólogos (AABADOM), Anales de Documentación, y otras muchas en cuyas páginas han escrito los ya consagrados Borja Aguinagalde, Vicenta Cortés, Oiga Gallego, y Vicente Pons Alós, entre otros. Su actividad teórica se ha fundamentado en la práctica y en la necesidad de comprender la génesis del archivo familiar para proceder a su organización a través de las pautas archivísticas.
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LA HISTORIA EN ACIWO
LA HISTORIA DEL ARTE y LA ARCHIVÍSTICA
A nadie se le oculta que la principal fuente de la Historia del Arte son las mismas obras de arte.
Por ello la labor de campo, contemplar, medir e incluso andar la obra de arte es tarea fundamental. Sin
embargo al hacer historia científica, la fuente archivística se impone como ineludible, como arma eficaz 1 { ' ••
para enfrentarse a las obras que documentan, asimismo tenemos. los libros -la biblio-grafía- que permiten
la contex~ación d~ artista y de la .obra en su dimensión histórica, en su rica variedad de literatura
artística y de historiografía.
La documentación de la obra en su proceso creativo desde la demanda, proyección, ejecución,
compraventa, restauración, transformación e incluso destrucción, conforman el proceso completo de
una auténtica Historia del Arte. La mayor parte de ese proceso de documentación debemos hacerla en
los archivos.
Entre los diferentes tipos de archivos existente~ hemos elegidos los archivos familiares, en el
convencimiento. de su creciente importancia histórica y cultural, aunque la .tónica general era delegarlos
a un segundo plano frente a la documentación histórica de tipo institucional.
La localización de los archivos familiares es uno de los pasos necesarios para evitar su. destrucción
física, cuidando de su organización ~ descripción según los procedimientos archivísticos para poder así
disponer de la máxima información de la memoria escrita5•
Se precisa una concordancia entre instituciones y los titulares de archivos familiares donde conjugue
la buena disposición de ambos. Desde el ámbito institucional se debe garantizar la instalación, personal
cualificado y método de trabajo acordes con las tareas archivísticas. Tenemos constancia del interés
5 Oiga Gallego en su libro, Man11al de Archivos familiares, ANABAD, Madrid, 1993, incluía un listado de los Archivos Familiares censados en los Arclúvos del Estado, para el caso de Canarias cita los que se encuentran en los Archivos Históricos Provinciales de Las Palmas ( Sall, León y Castillo) y Santa Cruz de Tenerife (Román), además de citar «otros arclúvos»: Van de Walle, Fierros, Massieu, Briler[sic] Monteverde en Tenerife y en las Palmas, los archivos del Conde de la Vega Grande y el Marques de Villafuerte. La autora tenía datos referidos a las provincias que se pueden ampliar hoy a través de la página web www.culturadecanarias.com/ ahpt/ www~culturadecanarias.com/ ahplp o en la del ministerio de cultura http:'/ fwww.mcu.es/arclúvos/index.jsp En Tenerife entre otros de titularidad privada y acceso publico, tenemos: fondo Van-de Valle, familia instalada en la isla de la Palma desde el siglo XVII, una parte del fondo lo conserva la familia y otra fue legado al Arclúvo Histórico Diocesano de Tenerife presuntamente por el párroco Don Manuel González Méndez (con 47 unidades de instalación). En este archivo Diocesano se encuentra además el valioso fondo del Conde de Sietefuentes, correspondiente al linaje Hoyo-Solórzano (donación) con 239 unidades de instalación. En cuanto al Arclúvo Histórico Provincial de Tenerife, de acceso y titularidad pública, aparte del referido Fondo de la Familia Román, se encuentra el Zárate-Cólogan, en depósito desde 1995, contiene documentación de tipo epistolar siglos XVII-XVIII; judicial; notarial, económica (libros de contabilidad); Milicias (Regimiento de Abona, siglo XVIII) eclesiástica (bulas); genealogías, parti~s. Así como el arclúvo privado personales de: Jesús Hemández Perera, Emma Martínez de la Torre, Westerdahl (siglo XX, indispensable en el estudio de las vanguardias artísticas) Hamilton (libros de cuentas s. X\1,:1-XX) el arclúvo privado económico de Diego Vega Sarmiento. La colección documental Aguilar y Paz, Biblioteca Municipal de S/C de Tenerife, archivo personal de Pérez Galdós (en su casa museo en Las Palmas) archivo familiar Lorenzo-Cáceres donado al Ayuntamiento de Garachico; En La Laguna, en el Instituto de Estudios Canarios los archivos familiares Machado, Montañés (mcompleto ). y el fondo de Tomás Cruz Garda (genealogías del sur) así como una donación de partituras de Claudia Amirrato. En La Real Sociedad Económica de Amigos del País (tiene guía) los fondos Nava, Moure, Gutiérrez Penedo, Cifra, Alicia Navarro, Aguilar, Escobedo y Alberú. En el Archivo Municipal de La Laguna, el Fondo Ossuna, y parte de Montañés. Archivos familiares .de titularidad y acceso privado: en El Puerto de la Cruz, Ruiz-Benítez de Lugo, Alvarez Rixo y el de Borges Estévanez. Por poner algunos ejemplos. José Peraza de Ayala.ya nos dio las pautas para esa primera búsqueda en los fondos documentales existentes en las islas guiado por un afán divulgador véase <<Investigación histórica sobre familias canarias» en José Peraza de Aya/a. Bibliografía, Genealogía, Biografla, V ario.s; Tomo m Consejería de La Presidencia Gobierno de Canarias, Tenerife,1988, pp.61-72.
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ACTAS DE LAr 1 joRNADAS <fl'REBENDADO PACHECOJ> DE lNvE.mGAaóN HlsróRICA
especial y particular de propietarios de archivos familiare~ de titularidad privada y acceso restringido,
por conservar y gestionar la elaboración de instrumentos de descripción con el anhelo de propiciar en
un futuro la difusión de su rico legado patrimonial.
Diferentes autores6 han trabajado específicamente los archivos familiares. Se nos presenta un
problema terminológico en cuanto a la definición de archivo familiar, a modo de resumen nos parece
clara y concisa la aportación de José Fernández Trabal7; este autor define archivo familiar y patrimonial,
como el conjunto de documentos sea cual sea su soporte material producidos y conservados por una
familia o linaje y que son el resultado de sus vidas de relación, de la actuación de sus miembros en los
diferentes momentos históricos y de las actividades relacionadas con la formación y gestión del
patrimonio. Añade a las tradicionales definiciones de archivo el concepto de patrimonio, ya que ambos
elementos son inseparables y no tienen existencia histórica por sep_arado. La familia no se puede mantener
ni reproducir sin la existencia del patrimonio, el cual, a su vez, va necesariamente ligado a la existencia
de la familia.
Si atendemos a la titularidad jurídica la mayor parte de los archivos familiares pertenecen como
apunta Oiga Gallego, al ámbito de los archivos privados, aunque algunos se conserven, por donación o
venta, en centros públicos8• Blasco Martínez señala que un archivo privado, no es un archivo familiar,
se trata de dos realidades distintas, sin embargo, su situación jurídica es la que ha propiciado incluir
ambos conceptos en el mismo saco, y siempre en contraposición a los archivos públicos.
Un archivo familiar debe ser contemplado como un espacio multifuncional que por un lad9
acoge la gestión de los asuntos ordinarios que suceden en la vida de una familia y por otro los intereses
personales de ·los individuos que la constituyen. Por eso en un archivo familiar pueden encontrarse
archivos personales. Durante el Antiguo Régimen el vínculo parental, en cierta forma aseguraba la
continuidad del archivo familiar ligado al lugar de residencia. Durante la época contemporánea el
individualismo acentúa ésa disgregación y la sucesiva aparición de muchos archivos familiares,
consecuencia de un modelo de familia nuclear9•
Dentro del grupo que Oiga Gallegos denomina archivos privados tenemos los archivos puramente
personales (papiers de fonction) que agrupan documentación relacionada con los cargos ocupados por un
importante personaje y su prestigiosa trayectoria cultural, eclesiástica, social o económica. Los archivos
de sociedades, históricos o actuales, y las colecciones10• Éstas, ·formadas con criterios arbitrarios, son
6 Son importantes las aportaciones de: Oiga Gallego Donúnguez, con su Manual de archivos familiares, Anabad, Madrid, 1993. Borja Aguinagalde, publicó un manual resultante de un master sobre archivos familiares, Archivo de Familia. Materiales par un manual, Gaiak, Vitoria, 1991. Vicente Pons Alós, en su publicación <<Los archivos familiares: realidad y prospectiva desde la óptica del historiador de los archivos» en Primer Simposium sobre los archivos familiares en España. Estado de la mestión. Santander, 1996. Rosa Blasco Martínez con su trabajo <dos archivos familiares. Planteamiento general y cuestiones para el debate» en VI C,ongreso Internacional de Historia de la Culfllra Escrita, 2 Alcalá de Henares, 200~.
7 FERNANDEZ TRABAL, J. <<Los archivos familiares y patrimonhíles. Problemática, caracterización y metodología» en Uigal, Revista de la Asociación de Archiveros de Cataluña, 1991, p. 3.
8' GALLEGO DOMÍNGUEZ, 0., Manual de archivos familiares, ob.cit., p. 13.
9 Rosa María BLASCO MARTÍNEZ, Los archivos familiares ... ob. cit. p.396.
10 Sobre colecciones documentales: Gloria DíAZ PADILLA, La colección documental de la Gomera del Fondo Luis Fernández (1536-1646):estudio paleográfico, diplomático e histórico, San Sebastián de la Gomera, 1996, y Vttginia CUÑAT CISCAR, <<La creación de colecciones documentales como proyecto personal o colectivo», en. VI Congreso
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L4 HISTORIA EN AcnYO
producto de una reunión artificial ya que no existe vínculo alguno entre los documentos que la integran.
Un ejemplo lo constituye la colección documental y bibliográfica de la Casa de Ossuna, que unida a su
archivo familiar configuran un fondo muy interesante.
TRATAMIENTO ARCHIVÍSTICO
La diversidad de fondos, la presencia de colecciones, las diferentes ordenaciones, traslados y
divisiones por transmisión del archivo, los fondos misceláneos de los siglos XIX-XX, cuando ya 1a.
admiÍlisttación estaba centralizada y el régimen señorial concluido, los protocolos notariales (por compra,
cesión o herencia) o la riqueza de fondos personales, hacen llegar hasta nosotros una parte del archivo,
una selección que hay que recomponer, un vínculo que hay que mantener para poder reordenar o
reconstruir el archivo, la finalidad última de este proceso es la configuración del cuadro de clasificación 11•
Es este objetivo el que aconseja como actividad prioritaria la realización o recuperación de instrumentos
de información 12 de estos fondos por parte de especialistas y el peligro que supone su desordenación,
trabajo incontrolado o agrupación sin criterios .
El tratamiento al que un conjunto de documentos es sometido persigue siempre un doble empeño,
por un ·lado describir documentos, de manera que este trabajo intermediario sirva a terceros para
evaluar su hipotético interés en acceder a la consulta del texto origirial y por otro construir estructuras
de relación entre documentos.
En el caso de que los archivos familiares hayan sido cedidos o donados a centros públicos, lo más
frecuente es disponer de al menos un somero inventario. En estos archivos con un marco cronológico
que llegue hasta el siglo XIX, encontramos inventarios motivados por las desamortizaciones, redenciones
de censos, litigios, etc. Muchos de los inventarios actuales vienen a sobrescribir lós realizados en el siglo
XIX. Pero esto no es ninguna .novedad. El Catálogo del Archivo Municipal de La Laguna, publicado
Internacional de Historia de la Culfllra Escrita, vol. 2, Alcalá de Henares 2002, pp.405-415. Esta autora piensa en la necesaria integración de las colecciones documentales en los archivos familiares, por varias razones, en primer lugar, porque son una realidad ineludible que encontramos en los archivos familiares; en segundo lugar porque son producto de la actividad de una persona, no en el sentido de su vida oficial o familiar- que seria su archivo personal- sino en el sentido de sus intereses y aficiones; y por último, y enlazando con el anterior, en el sentido de que tienen que ser valoradas y estudiadas como una forma de localizar, preservar, y en algunos casos devolver a su lugar de origen documentos dispersos por los muchos avatares de las instituciones a lo largo de su historia.
11 Tabla de clasificación generalmente esquematizada, de los fondos de un centro documentai, que se expone al público, para su conocimiento. Luis Garda Ejarque, Diccionario del Archivero Bibliotecario, Ediciones Trea, Asturias, 2000.
12 O instrumentos de descripción: Guía: cuyo objetivo es dar una visión general de uno o varios archivos, de las series que componen sus fondos y de los servicios que prestan;. Inventario: proporciona información más o menos detallada sobre las series documentales de un fondo. Se debe acompañar de una introducción que haga inteligible la evolución del organismo productor y completarlo con índices correspondientes. Catálogo, tiene la finalidad de describir exhaustivamente, así en sus caracteres internos como los externos, las piezas documentales (documentos sueltos) y las unidades archivísticas (expedientes, seleccionadas según criterios subjetivos (por su valor histórico, para una exposición, publicación ... ) dada su naturaleza pormenorizada no puede aplicarse a una agrupación documental (fondo, sección, serie) salvo que sea muy pequeña, sino a grupos de documentos que presenten un interés especial (mapas, senos, pergaminos) y limitados a un período cronológico concreto. El catálogo es el menos recomendable de los instrumentos de descripción porque necesita una inversión de tiempo, medios humanos (personal) y técnicos que la mayoría de los archivos no cuenta. Cruz Mundet, J.R Manual de archivística ... ob.cit. p.288.
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ACTAf DE .us 1 jORNADAS <<PREBENDADO PACHECO>> DE lNvEsnGAOÓN HI.STóRICA
por partes en la Revista Canaria, por Leopoldo de la Rosa Olivera viene a tomar el mismo cariz, ya que
fue realizado sobre el inventario de Fernaud, elaborado en el siglo XIX13•
Borja Aguinagalde plantea varias fases a la hora del tratamiento archivístico: expurgo de
documentos (seleccionar la documentación con la que formar el archivo y constituir un archivo mixto,
no se elimina pero se separa y guarda por si acaso);' clasificación (según el principio de procedencia) se
divide la documentación por mayorazgos, ya que las propiedades familiares suelen estar para el siglo
XVIII vinculadas bajo esta institución jurídica. De acuerdo con las aportaciones de Aguinagalde en el
proceso archivístico la clasificación temática por tipologías documentales, complementa la división por
mayorazgo o puede también suplantarla. Este momento se corresponde con la identificación documental
en el que se investigan las categorías archivísticas en la que se sustenta la estructura del fondo o fondos
allí reunidos.
Si bien es cierto que cada archivo familiar es diferente es conveniente que su organización esté
basada en la ordenación sistemática y racional. Por ello tomamos la descripción normalizada para un
archivo de estas características. Se toma como objetivo partir de lo general a lo particular, según los
criterios propuestos por la norma internacional de descripción archivística ISAD-G, donde se han
establecido 26 elementos que pueden ser combinados para constituir la descripción de una unidad
archivística, agrupados en siete áreas de información: identificación (donde se incluye información
esencial para identificar la unidad de descripción) contexto (comprende información sobre el origen y
la custodia de la unidad de descripción), contenido (ofrece información acerca de la organización y
materias de la unidad de descripción) acceso y utilización (donde se incluye información acerca de la
disponibilidad de la unidad de descripción) documentación asociada (informa de la relación de los
documentos con la unidad de descripción) notas (donde se incluye información específica y aquella
que no puede ser incluida en otras áreas). Los puntos de acceso a la información se basan en los
elementos de la descripción y su valor se incrementa con el control de los encabezamientos. La norma
ISAD (G) 14 está planteada como un sistema de descripción multinivel que abarca el fondo y sus partes,
de acuerdo con la jerarquía establecida en los puntos anteriores. Se rige además por varios principios.
Una descripción que parta de lo general a lo particular. Presentar una información pertinente a nivel de
13 La primera medida de una cierta sistematización y organización del Archivo se produce el 16 de enero de 1802 cuando el Cabildo acuerda, debido <fa que los archivos de este Ayuntamiento no se hallan en el mgor orden y si con mucha confosión de que proviene deÍ mucho trabajo que es necesario para encontrar malquiera Real Orden que se necesite ... » comisionar a los Regidores Juan Tabares y Miguel de Herrera para que se encargue a Guillermo Reyes, Comisario de Guerra y Secretario jubilado de la Comandancia General de las Islas <fque [se] había ofrecido voluntariamente a esta tarea como obsequio a este Ayuntamiento (. .. ) [para] amglar dichos archivos en el mgor método que los ju~ue para con la mayor facilidad poder tener a mano los papeles que se necesiten, eligiendo para que lleve la pluma el escribiente que más se acomode ... ». Organización del Archivo, exhaustiva y correcta, que si bien puede no adecuarse a unos principios y reglas archivísticas actuales, supone la base de posteriores trabajos de organización del mismo. En este periodo, a diferencia del anterior, se introducen variaciones substanciales, como son la progresiva supremacía del valor histórico, la organización por materias y pequeños atisbos de una cierta accesibilidad. En el año de 1887 se realiza la segunda organización de los fondos del Ayuntamiento, llevada a cabo por Juan Fernaud y Delgado, cuyo trabajo se basó íntegramente en los índices de 1802, invirtiendo para ello un año y cuatro meses. Con muy buen criterio Femaud respetó el orden de numeración establecido por Guillermo Reyes y la estructura temática, completando sus series cronológicamente. Luis GONZÁLEZ DUQUE, El Archivo Municipal de La Laguna. Un legado para el futuro, Diario de Avisos, 30 de octubre de 1991.
14 Este sistema de descripción se está aplicando a los archivos familiares, véase Cristina GONZÁLEZ HERNÁNDEZ y Concepción MENDO CARMONA, Aplicación de la normativa internacional archivística al fondo Luis López Ballesteros, VI Congreso Internacional de Historia de la cultura escrita, vol. 2. oh. cit. pp.453-464.
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U HI.ITORIA EN AClWO
descripción (esto es, a nivel de fondo, serie o documento). La interconexión de las descripciones de
cada unidad con su unidad inmediatamente superior. Y por último no repetir la información. El único
inconveniente es la inversión de tiempo, una aplicación algo más ligera de estos apartados nos
proporcionaran un inventario más selecto, siempre y cu~do tengamos presente el nivel de descripción
que apliquemos (fondo, serie o documento). Se complementa con la norma ISAAR (CPF) sobre
encabezamientos autorizados archivísticos para entidades personas y familias.
LEGISLACIÓN
La tutela y garantía de conservación del Patrimonio Histórico es un mandato constitucional. Hoy
el Estado y las Comunidades Autónomas comparten el control del patrimonio documental español.
Se hace necesario fijar el concepto de patrimonio histórico y en particular el referido a los
documentos y a los archivos. La normativa jurídica española nos proporciona la base ya desde el artículo
45 de la Constitución Española de 1931, la primera en que se incorpora la riqueza histórica o artística
al rango de constitucional. Sobre esta base se asentó. la Ley de Patrimonio Artístico Nacional de 13 de
mayo de 193315 que permaneció vigente hasta la promulgación de la Ley de Patrimonio Histórico
pspañol de 1985.
Los cambios ·efectivos entre las dos leyes van a consistir en una ampliación del texto legislativo,
no sólo en cuanto a la terminología, pues de patrimonio artístico pasa a denominarse patrimonio histórico,
sino que también conlleva un cambio importante en su contenido. La Ley abre el abanico de elementos
relacionados con la cultura, la ciencia, el medio ambiente etc., considerados como bien cultural. Por
tanto el·Patrimonio Documental que hasta el momento había formado parte del aspecto histórico del'
patrimonio español, se convierte en uno de los bienes culturales.
Posteriormente La Constitución EspañÓla de 1978 en su artículo 46 dice: los poderes públicos
garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos
de España y de los bienes que ·1o integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará
los atentados contra este patrimonio.
Con su enunciado el artículo 46 establece que la tutela del patrimonio cultural se convierte en un
valor fundamental del ordenamiento jurídico. Es patrimonio con independencia de su titularidad16• La
Constitución diferencia la propiedad privada de la estatal. Aun siendo propiedad privada, al ser un bien
cultural, los poderes públicos tienen la obligación de garantizar ese disfrute. Pero no olvidemos que la
utilización del bien cultural por el propietario se encuentra supeditado por la función social que debe
cumplir dicho bien.
El título VII de la Ley16/ 1985 del Patrimonio Histórico Español dice que forman parte del Patrimonio
Documental/os documentos de cualquier época, generados,. conservados o reunidos en el gercicio de su fonción por cualquier
organismo o entidad de carácter público, por las personas jurídicas en cuyo capital participe mayoritariamente el Estado u
otras entidades públicas y por las personas privadas, ftsicas o jurídicas, gestoras de servicios públicos en lo relacionado con
la gestión de dichos servicios (art. 4 9.2.)
15 Gaceta de 25 de mayo de 1933.
16 Barrero Rodríguez, LA ordenación ]mú/i((J del Patrimonio Histórico, Instituto García Oviedo, Sevilla, 1991, en Temario específico: Archivística (Cuerpo Superior Facultativo) Centro de Formación Gipal, Granada, 2001.
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADO PAGIECOJ> DE lNVE.mGAaóN HisróRICA
_La Ley 3/90 de 22 de febrero, de Patrimonio Documental y Archivos de Canarias supone la
institucionalización del «Sistema Canario de Archivos», concebido con un carácter insular, en el que se
establecen siete archivos y consejos insulares, un archivo general de Canarias, y un consejo regional de
archivos. Se definen los bienes que constituyen el Patrimonio Documental Canario y se establecen
determinadas normas protectoras del mismo.
El acceso a los documentos es la facultad, concedida por ley, que tienen los ciudadanos a la
consulta de los mismos. La accesibilidad es la posibilidad de consulta de los documentos de archivo por
no estar sujetos a reserva determinada por la normativa vigente reguladora de esta materia. Se consideran
documentos afectados de reserva aquellos que son soporte de los derechos definidos en la Constitución:
derecho de los ciudadanos a su intimidad, a la propia imagen, la seguridad del Estado y la averiguación
de delitos. Estos documentos no son accesibles hasta que transcurren los plazos señalados por las
normas o pueden serlo con anterioridad si lo ordena un juez o se concede una autorización especial de
acuerdo a la normativa vigente.
El acceso de los ciudadanos a la información se recoge en la Ley 16/ 1985 de patrimonio Histórico
Español. Art. 57 .1.a. y c. y 62. Esta ley como sabemos es considerada el desarrollo del artículo 1 05.b de
la Constitución española. Eliminó la tradicional división entre la documentación histórica y la
administrativa al introducir un nuevo concepto, el de. patrimonio documental que quedó definido en el
artículo 49.2 que ya vimos. Se permite pedir autorizacione~ para poder acceder a los documentos que
están excluidos de consulta pública en su artículo 57 .h. y facilita el acceso aquellos documentos integrantes
del patrimonio documental que están en manos de particulares, al establecer en el artículo 52.3 que
esos propietarios habrán de permitir el estudio por los investigadores, previa solicitud razonada de estos. Esta ley
además protege a los documentos de la destrucción, al prohibir su .eliminación ( ... ) en tanto subsista su
valor probatoria de derechos y obligaciones de las personas o los entes públicos .. (artículo 55) y que establece la
obligatoriedad de contar con autorización de la Administración competente para llevarla a cabo.
Sin embargo debemos destacar los aspectos negativos de esta ley17• A pesar de desarrollar el
concepto de patrimonio documental esta sólo se aplica a la documentación histórica, no a la
documentación en trámi~e. Tampoco se regula ni el modo ni los plazos ni la forma de ejercer el derecho
de acceso, sino que reglamentariamente se establecerán las condiciones para la realización de la consulta de los
documentos (artículo 57.2).
FUENTES PARA LA HISTORIA DEL ARTE
En el campo de la historia del arte, las fuentes directas, consideradas como inestimables para el
estudio de la disciplina18, abarcan toda la diversidad de los objetos artísticos: urbanismo, arquitectura,
escultura, pintura, artes suntuarias, grabados, reproducciones.
17 M.• Sandra GARCíA PÉREZ, «La legislación española y el derecho de acceso a los archivos públicos» en Anales de Documentación, no 8, p.77.
18 La interrelación arte-sociedad a través del estudio de las fuentes documentales, ha sido claramente reflejada en las líneas de investigación desarrólladas por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna (Arte Moderno). Se pone de manifiesto en los trabajos de doctores como la profesora Carmen Fraga, cuyos estudios denotan el trasfondo social que rodea tanto al objeto artístico, como a su creador. Ha dirigido muchas de las tesis doctorales de los que hoy conforman el elenco de profesorado de dicha universidad. En esta línea continúan la tesis de Jesús Pérez
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LA HISTORIA BN ACTIVO
Nuestra propuesta es poner a disposición de los historiadores del arte las fuentes documentales
que puede ofrecer un archivo familiar, que nos permitirán catalizar la información obtenida de diferentes
tipologías documentales.
La necesidad de testimonios escritos crece en razón directa con la complejidad de la sociedad
que los produce. Como señala Antonio PazzP9, la historia, o mejor dicho, la nueva historia, representada
por la tercera generación de escuela de los Annaks, ha incidido principalmente en las coordenadas de
referencia de la noción de documento20, como fuente, recupera así su valor autónomo y ocupa un lugar
insustituible en la interpretación historiográfica, y no porque se preste dócilmente a ser instrumento de
un esquema de lectura de tipo ideológico o apriorístico.
Desde la perspectiva del investigador de la historia del arte y desde .la misma problemática e
incertidumbre que en ella se puede plantear, el conocimiento de los medios e instrumentos de trabajo
existentes se convierte en efapoyo inicial e imprescindible de toda investigación21• La preocupación por
encontrar fuentes documentales en las que apoyar las observaciones críticas y teóricas sobre monumentos
y objetos artísticos ha sido constante en el desarrollo de la metodología tradicional de la historia del
arte.
La dificultad que pueden entrañar estas fuentes no son otras que las de su manejo y crítica, a las
que el historiador del arte debe dedicar gran parte de su investigación. La búsqueda, la selección y la
utilización de estas fuentes de archivo, requieren conocimientos de ciencias auxiliares particulares: la
paleografía si se trata de documentos antiguos; la diplomática nos permitan elegir las series documentales
que nos interesen en nuestto estudio, y la Archivística, para saber a que centro dirigir los pasos, como
se organizan y sus Instrumentos de información (guías, inventarios, catálogos).
A medida que nos adentremos en este tipo de fuentes, nos parecerá a primera vista, que sólo
encontraremos materiales circunstanciales y de pequeño relieve, pero éstos pueden reconstruir la
evolución de procesos de largo alcance, como es el cambio de las mentalidades. Como apunta Vicenta
Cortes22 lo importante es que se preparen trabajos encaminados a aclarar los senderos por los que adentrarse en el
inconmensurable mundo de la doeumentación.
Morera, Arte y sociedad en la Palma Jurante el Antiguo Rigimen (1600-177 3) 1993, inédita. Margarita Rodríguez que en su obra Panorama Artístico de Tenerife en el siglo XVIII, Aula de Cultura de Tenerife, 1983, nos muestra a través de la documentación notarial, la etapa fecunda del Puerto de Santa Cruz, particularmente en las creaciones artísticas, reflejándose en el embellecimiento de sus calles, plazas y edificios. En referencia a la documentación la autora señala: los datos que damos a conocer no son sin una mínima porción de las posibilidades que ofrece la consulta tle los textos contemporáneos, en el conjunto tle la isla de Tenerife. Cabe además mencionar el trabajo de José Concepción Rodríguez, Patrona:¡go artistico en Canarias en el siglo XVIII, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1995.
19 PIZZA, Antonio. La conslrllcción del pasado. Intersecciones Arte y Arquitectura. Ediciones Celeste, Madrid, 2000, p.60.
20 La definición de documento en la ley 16/85 de Patrimonio Histórico Español en su artículo 49.1 es la siguiente: toda expresión en lenguaje nafllral o convencional y malquier otra expresión gráfica, sonora o en imagen, recogidas en malquier tipo tle soporte material, incluso los soportes informátkos. En palabras de Pérez Herrero, en su libro El Archivo y el Archivero, Viceconsejería de Cultura y Deportes, 1997, por documento no sólo se entiende el producido por las administraciones públicas (documento diplomático), sino también las fuentes narrativas para la Historia (mscripciones conmemorativas, anales, crónicas, biograffas, etc.) y cualquier otro documento textual, gráfico o en imágenes susceptibles de estudio y conservación, por contener información, ser testimonio de una actividad o permitir la continuidad de una gestión.
21 ARRÚE UGARTE, B.; Fuentes para el esflltlio tk la Historia tkiArte en La Rioja (siglos XVI-XIX) enAdas tle Fuentes y Métodos Je la Historia Local, Instituto de Estudio Zamoranos Florián de Ocampo, CSIC, 1989.
22 CORTÉS, V.,Arrhi110s Je España y América. Materiales para un manual Universidad Complutense de Madrid, 1979, p.317.
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ACTAS DE LAS I jORNADAS «PREBENDADO PACHECOJ> DE lNvEsuGAQÓN HISTóRICA
TIPOLOGÍAS DocuMENTALEs23
La documentación notarial conforma uno de los fondos más importantes pai:a conocer en
profundidad la realidad histórica-artística de una localidad. Los archivos familiares presentan un
porcentaje elevado de esta tipología documental (copias certificadas, imitativas, simples y originales).
Entre los tipos documentales, destacaremos aquellos que de algún modo tienen probabilidades
de contener información en relación a la historia del arte. En el campo de la arquitectura, son
fundamentales los contratos de obras a partir de la publicación de los pregones de las mismas.
Posteriormente se señala una fecha para la subasta de la obra, acto que el escribano suele recoger, en el
plazo de duración de una vela encendida. las posturas que van presentando los maestros concurrentes
a partir de un precio tasado de antemano por el arquitecto que ha realizado la traza. En ocasiones en el
mismo protocolo se reúne .un dossier de los inicio~ del proyecto arquitectónico. A las posturas acompaña
la especificación de las fianzas o fiadores que se comprometen a realizar la obra, según los planos. En
caso de quiebra, abandono o muerte; la previsión de esta circunstancia suele verse también en los
contratos de pintores, doradores, escultores, campaneros, orfebres, etc. Rematada la obra, aparece en
los meses o años siguientes las cartas de pago, reclamaciones, o aprecios.
En la documentación del archivo familiar podemos encontrar e escrituras de compra de materiales
para la obra de tipo religioso: iglesia, convento, ermita, hospital, o documentación que nos puede ser
útil en el estudio urbano y arquitectónico de una zona determinada. En este sentido son fundamentales
los contratos de compraventa de casas particulares, censos impuestos sobre viviendas, ya que detallan
los linderos con relativa claridad. Las reparaciones de casas y tasaciones aparecen frecuentemente en
pleitos, resultan interesantes para analizar la sociología constructiva del momento, los precios, los
procedimientos, el transporte.
En el caso de las artes plásticas apreciamos una tipología documental semejante a la anterior (contratos
para p~tar o dorar imágenes, lienzos, para colocar en retablos, hacer sillerías, pintar capillas, dorar retablos,
etc.). Son muy específicas las escrituras de compra o encargo de objetos litúrgicos de orfebrería.
Muchas veces predominan las escrituras de censos; los contratos matrimoniales y cartas de dote; los
testamentos (disposiciones para destinar dinero a la compra de alguna imagen, construcción de retablos,
etcétera) vínculos o mayorazgos con los inventarios de bienes y las almonedas; las compras de tierras, viñas,
cartas de poder para obligar o representar en instancias judiciales. Este el tipo de documentación que nos
ofrece en gran medida un archivo familiar. Miguel Muñoz Jiménez24 aconseja pasar raudo por encima de
tales documentos, salvo que se relacionen con algún artista destacado. Pero personalmente mantendríamos
una postura más cauta a la hora de desestimar documentación.
23 Las tipologías documentales, definen a grupos de documentos producidos en el desarrollo de una competencia concreta, regulada por una norma de procedimiento y cuyo formato, contenido o soporte son homogéneos. Diccionario de terminología archivística, Ministerio de Cultura, Subdirección General de los Archivos Estatales 1995 ..
24 J. M. MUÑOZ JIMÉNEZ, <<El protocolo notarial como fuente para la historia del Arte» en La investigación y las fuentes documentales de los archivos, Guadalajara, 1996, pp-391-397.
-117-
LA HISlURIA EN AC7WO
Los protocolos notariales ofrecen, por esta causa, una información extremadamente rica. El
volumen y la calidad de esta información convierten al protocolo notarial en la fuente idónea para el
estudio de una sociedad en su conjunto: articulación social, ·vida cotidiana, relaciones económicas25•
Como señala Manuel José Pedraza Gracia26 la actividad notarial fue más rica en tiempos pretéritos
que en la actualidad, Ante notario se testificaban compraventas de bienes muebles, contratos de
capitulaciones matrimoniales, capitulaciones para la constitución de sociedades, perdones por ofensas,
heridas y muertes, inventarios-<<post mortem>>, repartos de bienes, encomiendas de bienes muebles,
contratos de aprendizaje, capitulaciones para la realización de obras o servicios, etc.; en suma, una serie
de actos que actualmente o bien no se realizan ya ante notario, o bien se realizan en menor medida.
Desde luego estamos de acuerdo con este autor en valorar la documentación relacionada con la
compraventa de inmuebles, huertas urbanas, palacios o ermitas, pues su conocimiento es de enorme
interés para la historia del urbanismo. A veces se necesitaba la licencia municipal para acometer la obra
de una nueva fundación religiosa, como un hospicio convento u oratorio.
Una cata en un archivo familiar privado nos permitió analizar la documentación referida a la
Vinculación de Domingo Afonso Salgado, un individuo del siglo XVII que fue alcalde de Los Silos.
Dentro del archivo familar la vinculación referida a este personaje ocupa las primeras cinco unidades
de instalación
· Las posibilidades de lo escrito en un archivo familiar son muy amplias, y a parte de la
documentación notarial, encontramos otros tipos documentales testigos de otras materializaciones de
lo escrito. Como señala Aguinagalde, las relaciones sociales y políticas se manifiestan de forma escrita,
en primer lugar por la vía ejecutiva -los individuos, ~úbditos del monarca o ciudadanos de su villa,
reciben documentos de los poderes políticos a los que están sujetos, esto es la Monarquía y el Concejo
y en segundo lugar por vía contenciosa Gueces), como complemento a la jurisdicción graciosa (notariado).
El recurso a la demanda es muy frecuente, y en los archivos familiares ocupa el segundo lugar en una
cuantificación de tipos documentales. La sociedad del Antiguo Régimen, es una sociedad pleiteadora,
con una fuerte presencia del derecho en las relaciones entre estamentos, y en las relaciones sociales, se
recurre a la autoridad j~dicial para todo género de cuestiones. Entre los tipos documentales frecuentes
están los procesqs de probanza d.e limpieza de ~angre e hidalguía, documentos de formalidades externas
(dibujo en color de las armerías familiares, miniaturas preciosas, iniciales, uso del pergamino como
soporte, que los convierten en auténticas obras de arte). Junto a ellos, las f~as reciben de los trib~ales
de Chancill~rías y Consejos las copias fehacientes de los autos de los pleitos ganados y de los que
solicitan ejecutoria o cumplimiento de sentencia. El archivo familiar contiene una gran representación
de estos tipos documentales generados por los procesos o expedientes judiciales, la profesora Díaz
Padilla las expone claramente: las resoluciones judiciales que emanan directamente de la autoridad
judicial es decir, el auto y la sentencia; las resoluciones de ordenación del proceso (proveídos):
mandamiento, notificación, embargo, pregón, remate, certificación, que se encargan de ejecutar los
26 M.J. PEDRAZA GARCíA, Anales de documentación, n.0 2, 1999, págs. 137-158.
25 Véase. «La documentación notarial y la Historia>>: Actas del 11 Coloquio de Metodología Histórica Aplicada,Santiago de Compostela, Junta de Decanos de los Colegios Notariales de España, Secretariado de Publicacionesde la Universidad de Santiago, 1984.
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AcrAf DE UIS J j oRNADAS (fP REBENDADO PAOIECOJ> DE I NVES11GAQÓN HI.rróRJCA
auxiliares de las justicia, y las actuaciones procesales realizadas o impulsadas por los litigantes o particulares
y las generadas por otras incidencias: petición, confesión o declaración, apelación, depósito, fianza,
información testifical, ratificación de testigos e interrogatorio (para nosotros es bastante interesante
éste último) cuando el tema atañe por ejemplo a cofradías, o otras instituciones religiosas que pleitean
con particulares, en definitiva, muestras relacionadas con el patrocinio de arte.
En cuanto a la documentación pública, su volumen es bastante escaso en los archivos familiares.
La Monarquía Absoluta sólo se dirige con regularidad a particulares en el vértice de la pirámide social,
por tanto resulta difícil conservar series enteras de la correspondencia de las secretarías o los Consejos,
y si lo hace es debido a que un miembro de la familia ha desempeñado cargos públicos, civiles y
militares.
La documentación privada es sin duda la más interesante. La tarea de escribir viene solo mediatizada
por el nivel de alfabetización, pero también por una serie de normas sociales y de buen gusto. La carta
es el vehículo de comunicación por excelencia, es un testimonio cultural importante. Una labor que
ocupaba muchas horas a las semana y estaba sujeta a normas. Durante los siglos XVI-XVII se utilizan
folio~ sueltos o dobles, a tenor de la longitud de la carta, se dej a un amplio espacio al inicio y se apura
la caja de escritura hasta los extremos de la página siendo el espacio interlineal pequeño. Las firmas
suelen ocupar un espacio importante. Para el primer tercio del siglo XVIII se impone el folio doblado
por su mitad, con una escritura de amplio margen lateral izquierdo y sin espacio,libre inicial; las escrituras
de mayor cuerpo son menos cuidadas.
E l archivo de familia es el reflejo a través de esta documentación de los testimonios escritos más
personales sin embargo estos pasan al archivo por azar, ya que la tónica general es destruirlas. Hasta en
estos testimonios en apariencia tan poco formales, en la medida en que no están sujetos a derecho, el
archivo familiar, es un universo ligado estrechamente a lo económico y a un sentimiento práctico de la
memoria del linaje, rara vez mezclado con lo íntimo y personal.
Dibujos realizados en una carta del siglo XVIII, ajenos al contenido.
SociEDAD Y PATRONAZGO ARTíSTICO EN Los PAPELES DE LA FAMILIA
A lo largo del Antiguo Régimen los linajes nobiliarios se suceden en primeras filas de la aristocracia
al tiempo que modifican sus formas de existencia. E l linaje nuevo parte de un grupo de parentesco que
de un modo tímido, se irá promocionando para ascender socialmente. Se realiza a través de un personaje
o personajes concretos, que se convertirán en tronco de la futura estirpe, que encuentran en los
matrimonios una forma de asegurarse la permanencia entre los más poderosos grupos familiares. ·
- 119 -
U HISTORIA EN ACTIVO
Decíamos al principio de esta comunicación que la producción documental de un archivo familiar,
generada en el ejercicio de su actividad, tiene el sentido de valoración del linaje, con fines obviamente
económicos, y el patrocinio del arte como forma de obtención de prestigio social. Compartimos las
reflexiones de Borja Aguinagalde al señalar que el archivo de familia es el reflejo de una estructura
social determina. Se trata de dos realidades que desde el principio hay que distinguir, pues a menudo se
tiende a confundir archivo familiar con estructura social. Una cosa es que el Archivo de Familia sirva
para estudiar este tipo de estructura y otra cosa muy distinta es el hecho de considerar a la realidad
«Archivo de Familia» en sí misma, es decir, como un elemento de. historia propia. De la misma forma
que el coleccionismo privado y el mecenazgo de los artistas es típico de una estructura social y cultural
que se produce en determinado periodo histórico, la existencia de Archivos de Familia es fruto de una
época también concreta, en el sentido de que se establecen una serie de estrategias patrimoniales, qu~
se manifiestan en la jerarquía del linaje.
Un fenómeno importantísimo a la hora de situar la obra de arte en sus auténticas coordenadas es
el encargo, bajo qué condiciones y en que circunstancias ha tenido lugar. En la base del problema nos
encontramos con tres personajes diferentes: el comitente, que encarga al artista una obra concreta y
tiende á ver reflejada en ella distintos intereses27, el mecenas, que· favorece todo tipo de creaciones y
artistas y el coleccionista que puede coincidir o no con los anteriores. El afán de coleccionar, íntimamente
unido a los conceptos de posesión y proyección personal a través del objeto, es tan antiguo como la
propia humanidad. En este sentido el archivo familiar nos ofrece las pruebas de ese patrocinio, traer
esculturas, pinturas, gracias. a sus relaciones económicas-comerciales, pedir licencia para orotario, costear
retablos, edificar ermitas, con la intención de exaltar el linaje familiar pero sobre todo hacer pública
declaración de su piedad y enaltecer de este modo su prestigio social.
27 En el archivo familiar consultado (unidad de instalación 1, legajo 1°, doc. 15, acceso y titularidad privado) tenemos como ejemplo en la continuidad del Vínculo fundado por Domingo Afonso Salgado, cuya heredera es Josefa Teresa Machado (de la Cámara y Ávila) de los bienes vinculados y del patronato (el patronato lo lleva la Iglesia de la Luz, los Silos, y contiene disposiciones para fabricar un altar en dicha iglesia, y colocar tres imágenes (esculturas) una de Ntra Sra. del Rosario, Santa Rosa de Viterbo y manda hacer un San Francisco de bulto redondo con fiesta en sus días. (no hay datos autor ni contratos); -1701,noviembre,14. ·
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ACTAS DE LAS] jORNADAS ((PREBENDADO PACHBCOJ> DE.lNvssnGAaóN Hlsró_RICA .
III SESIÓN
CANARIAS
CON1EMPORÁNEA
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ACTAS DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADO PAatECO>> DE lNvE.mGAaóN HI.rróRICA
REPUBliCANISMO Y MOVIMIENTO OBRERO EN CANARIAs (1860-1914). UNA APROXIMACIÓN A LA APARICIÓN
DEL TRABAJADOR COMO SUJETO POLiTico*
Jesús de Felipe Redondo
En este trabajo realizo una sintética aproximación a algunas cuestiones esenciales que explican la
aparición del movimiento obrero en Canarias, desde el surgimiento de las asociaciones obreras de
ayuda mutua a finales del segundo tercio del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Con ello, pretendo desarrollar algunas de las líneas interpretativas ya expuestas en trabajos anteriores.1
El objeto del presente estudio es el de, analizar el papel des~mpeñado por los movimientos
políticos basados en la noción de «ciudadano productivo» como sujeto de derechos en la construcción
de la identidad de <<ttabajadon>.2 Para ello, parto de la reconsideración crítica de los supuestos explicativos
en los que se ha basado la historiografía del movimiento obrero canario, la cual no será reproducida en
este artículo. 3 Dedico el apartado 1 a resumir los puntos esenciales de dicha crítica y expongo brevemente
cuáles son los fundamentos teóricos de mi explicación.
Como explico en el apartado 11, mi análisis se basa en una relectura de determinados fenómenos,
relegados a un plano secundario en las interpretaciones anteriores, como son las asociaciones de socorro
mutuo y la participación de los trabajadores en la esfera política de la mano del movimiento republicano
desde el Sexenio Democrático (1868-1874). En los apartados 111 y N me centro en el estudio de la
relación establecida entre el movimiento obrero y el republicanismo en el caso canario durante el perio
do señalado. En el apartado lll analizo el movimiento republicano como uno de los principales vehículos
* · La investigación para este artículo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación HUM2004-04562/HIST («La ~onstrucción de las identidades ciudadanas en la España Contemporánea») del Ministerio de Educación y Ciencia, cofinanciado por el PEDER. Quisiera agradecer a Elisa Bonnet, Miguel Ángel Cabrera, Blanca Divassón, Victoria Heredero y Jorge Sánchez los comentarios y observaciones que hicieron a una primera versión de este ensayo. Los errores y limitaciones de los que este trabajo pueda adolecer son de mi exclusiva ~esponsabilidad.
1 FEUPE REDONDO, Jesús de, Origenes del movimiento obrero canario. Una revisión histórica e historiográfica, La Laguna, Artemisa, 2004.
2 A partir de ahora, utilizaré los términos trabajador, obrero y operario en un sentido descriptivo, y «trabajadot» (entre comillas) para referirme a la identidad histórica a través de la que dichos operarios se concibieron como tales a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
3 Para un análisis más extenso de las dificultades explicativas del paradigma objetivista, véase por ejemplo SOMERS, Margaret Ramsay, <<Class Formation and Capitalism. A Second Look ata Classio>, European Jonroal of Sociology, 37:1 (1996), pp. 180-202; JOYCE, Patrick, <<Refabricating Labour History; or, From Labour History to the History of Labour», Lzbour History Review, 62:2 (1997), pp. 147-152 y SCOTT, Joan Wallach, <<Sobre. el lenguaje, el género y la historia de la clase obrera», Historia Social, 4 (1989), pp. 81-98. En el ámbito español, véase AL VAREZ JUNCO, José y PÉREZ LEDESMA, Manuel, <<Historia del movimiento obrero. ¿Una segunda ruptura?», Revista de Occidente, 12 (1982), pp. 19-41. Con respecto a los estudios canarios sobre el movimiento obrero, FELIPE REDONDO, Orlgenes del movimiento obrero canario, pp. 32-91.
-123-
LA. HISTORIA EN ACIWO
de penetración del imaginario social moderno en las capas populares. Me centraré en los primeros
pasos del republicanismo en las Islas, por lo que utilizaré, sobre todo, fuentes hemerográficas del
periodo decimonónico. En el apartado IV realizo una valoración de algunas de las consecuencias de
esta puesta en contacto de los operarios urbanos con las categorías modernas en relación con la forja
de la identidad obrera.
Intentaré demostrar que la movilización republicana constituyó una de las vías fundamentales a
través de la que los obreros entraron en contacto ·con la red de categorías liberales que, al ser aplicadas
para comprender la realidad, permitieron a éstos identificarse como <<trabajadores» y, por tanto, actuar
de una manera distinta a como venían haciéndolo en el marco de las relaciones laborales, sociales y
políticas. La aparición de la identidad de «trabajador» y de las conductas que dicha identidad generó es
lo que explica, según esta interpretación, el origen del movimiento obrero.
I
La crítica a la que se han visto sometidas las interpretaciones objetivistas del movimiento obrero
en el Archipiélago, basadas en la noción ahistórica y esencialista de la clase como concepto analítico
central y en una visión teleológica del proceso histórico, hace necesaria una reconsideración de la
aparición y del carácter de este movimiento a la luz de los nuevos enfoques explicativos surgidos en los
debates historiográficos recientes. En estos debates ha sido revisada la idea clave de que el movimiento
obrero era la consecuencia de la aparición de la clase en la estructura social y de la conciencia de clase
en la superestructura ideológica. Ello llevó a los historiadores a contemplar la formación de las identidades
de los sujetos históricos como un complejo proceso que no podía ser reducido a una mera adquisición
de una conciencia de la realidad objetiva por parte de los actores sociales. Esta circunstancia ha conllevado,
asimismo, el que se hayan ido incorporando a las explicaciones factores de índole cultural que aligeraban
el peso concedido a la causalidad material. Al mismo tiempo, se han realizado nuevas investigaciones
empíricas sobre la manera en que los sujetos históricos concebían el mundo, el lugar que ocupaban en
él y las posibilidades prácticas que tenían para actuar sobre éste, relegando aquellas identidades que los
historiadores solían atribuir teóricamente a los sujetos J:llstóricos y prestando especial atención a las
razones y a los argumentos con que los propios sujetos justificaban sus acciones.
Ahora bien, la reconstrucción histó~ca de las identidades no responde a la cuestión de por qué
surgen y cómo cambian dichas identidades a lo largo del tiempo, sino que genera una aproximación
eminentemente descriptiva a los fenómenos estudiados. A este respecto, los historiadores que se han
preocupado por ofrecer una explicación del cambio histórico siguieron una de las tres opciones siguientes:
continuar remitiéndose a la determinación material (aunque ahora estuviera culturalmente mediada y
sólo influyera «en última instancia»), articular una interpretación subjetivista basada en la autonomía de
los sujetos racionales, o asumir un eclecticismo teórico, con escaso valor explicativo, basado en la
. adición de múltiples factores de naturaleza diversa.
No obstante, en las últimas dos décadas se ha venido desarrollando una propuesta explicativa
distinta, fundamentada en un marco epistémico que pretende constituir una alternativa al de la dualidad
objetivismo-subjetivismo.4 Desde este nuevo enfoque, la identidad y las acciones significativas de los
4 Para un análisis detallado de este nuevo enfoque, véase CABRERA, Miguel Ángel, Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Cátedra-Universitat de Valencia, Madrid, 2001.
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A erAS DE LAS 1 jORNADAS «PREBENDADO PAa-IECOJ> DE l!\o/ESTIGAQÓN HISTóRICA
sujetos históricos no dependen de las circunstancias objetivas ni de su autonomía racional, sino del
marco conceptual que media entre las relaciones materiales y la subjetividad de las personas y con el
que éstas aprehenden y dotan de sentido a la realidad. Dicho marco significativo, denominado <<imaginario
sociah>, tiene una evolución relativamente autónoma, por lo que su aparición, evolución y desaparición
no depende de condicionamientos objetivos o subjetivos, sino de otra serie de circunstancias como la
competencia que establecen con otros imaginarios sociales o la capacidad para dar cuenta de los cambios
que acontecen en la esfera material. 5
Desde este punto de vista, la aparición de la identidad del «trabajador>> que dio lugar al surgimiento
del movimiento obrero no fue la consecuencia de la aparición de la clase en la esfera material6, ni de la
<<invención» de la identidad obrera por parte de los individuos. Más bien, fue uno de los resultados de
la incorporación de la red de categorías del imaginario social moderno -entre las cuales destacan los
conceptos de «trabajo» como actividad productiva y como fuente de derechos, de <<individuo», de
«derechos», de <<libertad>> o de «igualdad>>- a la visión del mundo de los operarios a lo largo de los dos
últimos tercios del siglo XIX. Desde este punto de vista, los cambios en las relaciones materiales
continúan siendo esenciales para la explicación, pero no son las causas determinantes de la conducta de
los sujetos. Esto permite ofrecer una solución alternativa a algunos de los principales problemas generados
por las interpretaciones anteriores, como el de por qué el movimiento obrero canario fue un fenómeno
mayoritariamente integrado por trabajadores cualificados, que tenían poco que ver con la imagen del
obrero proletarizado de las interpretaciones objetivistas. 7
II
Las primeras fases de la historia del movimiento obrero canario han sido tradicionalmente acotadas
en torno a dos acontecimientos considerados como esenciales para la interpretación objetivista: la
aparición de las asociaciones sindicales a principios de la primera década del siglo XX y la implantación
de las agrupaciones socialistas y de las centrales sindicales nacionales (CNT y UGT) entre finales de la
década de 191 O e inicios de la de 1930. En esta acotación, la supuesta aparición de la conciencia de clase
5 Sobre el concepto de imaginario social, véase POOVEY, Mary: «The liberal civil subject and the social in eighteenthcentury British moral philosophy», en Patrick Joyce ( ed.), The S ocia/ in Question. New bearings in history and the social sciences, Routledge, Londres-Nueva York, 2002, pp. 48-51.
6 Durante el siglo XIX se dieron en Canarias relevantes transformaciones materiales, vinculadas al espectacular crecimiento urbano y a la liberalización del mercado de la mano de obra, pero no puede hablarse de un genuino proceso de <<proletarización>> que produjera una clase trabajadora descualificada y homogénea. De hecho, lo que destaca de los sectores trabajadores canarios a principios el siglo XX es su gran diversidad atendiendo a cuestiones como la cualificación, los ingresos salariales, la pertenencia a un oficio, el sexo, etc. A lo largo del siglo XIX, los obreros cualificados fueron los sectores de trabajadores urbanos que más crecieron, cualitativa y cuantitativamente. Véase MARTÍN RUIZ, Juan Francisco: Dinámica y estructura de la población de las Canarias Orientales (siglos XIX y XX}, Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas-Cabildo Insular de Gran Canaria, Madrid, 1985, pp. 523-524.
7 A pesar de que los trabajadores de oficio constituyeron la mayoría de los operarios sindicados hasta la Primera Guerra Mundial, los historiadores del movimiento obrero canario destacaron a los estibadores portuarios como <<prototipo» del obrero proletarizado. Sin embargo, estos obreros se concibieron y movilizaron como «trabajadores», incorporando y adaptando los valores de los trabajadores artesanos a sus propias condiciones laborales, como la noción del «oficio» como comunidad de intereses o la consideración de su trabajo como trabajo cualificado para excluir a los esquiroles. El caso de los estibadores canarios presenta claras similitudes con los estudiados en otras regiones de España (véase IBARZ GELABERT,Jordi, «Oficios y cualificaciones en el trabajo portuario. El caso de Barcelona en la primera mitad del siglo XX>>, Historia S ocia/, 45 (2003), pp. 119-137.
-125-
LA HISTORIA EN ACIWO
marcaba el hito principal que distinguía a un movimiento obrero «incipiente», «moderado» y <ananipulado»
de otro <<maduro», <<revolucionario» e <<independiente». Lo que existió con anterioridad al surgimiento
de los sindicatos fue relegado a un plano secundario, pues quedaba fuera de la interpretación histórica
que convertía a la aparición de la clase en el argwriento explicativo principal.
Sin embargo, estudios recientes han demostrado la importancia esencial que tuvieron la aparición
de las asociaciones de ayuda mutua y la participación de los obreros en el ámbito político en la génesis
del movimiento obrero. En lo que respecta a las asociaciones de socorro mutuo, se han replanteado al
menos tres cuestiones esenciales. En primer lugar, estas sociedades supusieron una experiencia
organizativa fundamental para la posterior organización de los sindicatos -junto con otras organizaciones
anteriores, como las corporaciones gremiales, las cofradías, las hermandades y los montepíos-. 8
En segundo lugar, las asociaciones de ayuda mutua constituyeron la primera plataforma
organizativa que permitió coordinar las acciones de resistencia de los trabajadores. 9 Aunque en las
Canarias del siglo XIX estos casos no se han documentado, sí que existieron conflictos internos entre
algunos sectores de obreros asociados y las instituciones patrocinadoras de las asociaciones, como la
Iglesia y el Partido Republicano.10
En tercer y último lugar, las sociedades obreras constituyeron uno de los marcos principales en
los que se forjó la identidad obrera. A través de las asociaciones y de la legitimación de las mismas en la
esfera pública, los obreros fueron entrando en contacto con las categorías modernas y asumiendo
nuevas identidades, en particular la noción de que eran <<individuos» dotados de derechos y libertades -
entre ellos el mismo derecho de asociación. Al ir incorporando estas categorías a su visión del mundo
y aplicándolas para interpretar sus problemas y sus experiencias cotidianas, los obreros canarios
comenzaron a concebirse a sí mismos como <<trabajadores», es decir, como <<individuos productivos»
en razón de su actividad laboral (manual) y <<Útiles» para el mantenimiento y el progreso de la nación, y
por tanto, como «ciudadanos» iguales a otros.
La forja de la identidad de <<trabajador» también se llevó a cabo en otro ámbito, en la participación
obrera en la esfera política a través de la elaboración de proclamas y protestas públicas, de la organización
y la participación en manifestaciones y del apoyo mostrado a determinados partidos políticos. En la
medida en que el régimen liberal que fue implantándose en España durante el siglo XIX se basó en la
idea del ciudadano varón productivo, que sostenía las instituciones y hacía progresar a la nación a través
de su trabajo, todos aquellos hombres adultos qu~ llevaran a cabo una actividad laboral eran
potencialmente concebibles como los responsables del mantenimiento de la nación. Esto provocó que
aquellos operarios que comenzaron a identificarse como <<trabajadores» se vieran interpelados como
8 BARNOSELL, Genís, Orlgens del sindicalisme cata/a, Vic, Eumo, 1999.
9 En países como Francia existían precedentes de asociaciones de ayuda mutua que combinaban el socorro con la resistencia. Véase ELORZA, «Los orígenes del asociacionismo obrero en España (datos sobre la Sociedad de Protección Mutua de tejedores de algodón de Barcelona, 1840-1855)», Revista de Trab'?io, 37, 1972, p. 126, n. 1 y SEWELL, William H.,Jr., Trab'?ioy revolllción en Francia. Ellengu'?ie de/movimiento obrero desde e/ Antiguo Rigimen hasta 1848, Madrid, Tauros, 1992.
10 Entre esos conflictos sobresalen la escisión de la Asociación Católica de La Laguna (Tenerife) en la década de 1880 (véase CABRERA DÉNIZ, Gregorio José: LA LAguna.· Iglesia y opinión en el último CNarto del siglo XIX, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1992, p. 349) y el enfrentamiento entre los republicanos y el director de la Asociación de Trabajadores de Santa Cruz en 1873, que expondré más adelante.
-126-
AcrAr DE LAS 1 joRNADAr <fPREBENDADO PAamco» DB lNvE.rnGAaóN HlrróRICA
sujetos legítimos para la participación en el sistema político y como garantes de un régimen político y
social que debía estar basado en los principios de la libertad y de la igualdad entre los ciudadanos. Fue
así como determinados movimientos políticos liberales, especialmente el democrático y el republicano,
apelaron a los trabajadores en tanto que ciudadanos miembros del «pueblo productor» y como agentes
del cambio histórico.11
Los historiadores objetivistas han tendido a calificar dichos movimientos liberales como «burgueses>>,
en la medida en que «ocultabam> a los obreros su verdadera naturaleza de clase. Sin embargo, investigaciones
recientes han desvelado que la reducción de estos movimientos populares a los supuestos intereses de una
clase social no sólo es insostenible, sino que dificulta y empobrece los análisis históricos sobre la construcción
de la identidad de los trabajadores a lo largo del siglo XIX.12
Por tanto, la participación de los obreros como <<trabajadores» en el ámbito político y en las
asociaciones obreras estuvo íntimamente relacionada con su progresiva incorporación del imaginario
social modemo.13 En ambas cuestiones, y en lo que respecta a Canarias, los republicanos desempeñaron
un papel esencial.
III
Los primeros grupos republicanos canarios surgieron a finales del decenio de 1860 y fueron
consolidándose y adquiriendo fuerza e influencia popular en las décadas siguientes.14 Con la aparición
de sus principales órganos de prensa, los republicanos comenzaron a invocar a los <<trabajadores» en
tanto que ciudadanos dotados de derechos, y por tanto, como elementos sustanciales del <<pueblo
productor>>. De este modo, el «ciudad~o» que formaba parte integrante del <<pueblo productor>> se
instituyó en el sujeto revolucionario del republicanismo español desde el siglo XIX hasta la Segunda
República (1931-1936).
El <<pueblo» englobaba a la generalidad de los individuos productivos de la nación, en especial los
grupos sociales mayoritarios como las «clases pobres» y «trabajadoras», pero también a los pequeños y
medianos propietarios, a los comerciantes, a los profesionales liberales, y, en diversas ocasiones, a los
militares y a diversos sectores de las clases ricas. Puede decirse, por tanto, que el elemento definidor
esencial del <<pueblo» no es de carácter sociológico, sino político, en la medida en que agrupaba bajo
una misma identidad al conjunto de los ciudadanos que se veían en la imposibilidad de disfrutar de la
totalidad de sus derechos inherentes a su condición de individuos productivos.
11 Sobre la noción de <<pueblo», véase FUENTES, Juan Francisco: «La invención del pueblo. El mito del pueblo en el siglo XIX españob>, Claves de Razón Práctica, 103 (2000), pp. 60-64.
12 THOMPSON, Edward Palmer, The Making of the English Working Class, Aylesbury, Penguin, 1968; JOYCE, Patrick, Visions of the People. IndiiS/rial England and the Qnestion of Class, 1848-1914, Cambridge, Cambridge U niversity Press, 1991 y HATIAM, Victoria C., Labor Visions and Sta/e Power. The Origins of Business Unionism in the United Stallls, Princeto~ Princeton University Press, 1994. Para el caso español, véase TOWNSON, Nigel, «Introducción», en N. Townson (ed.), El republicanismo en España (1830-1977), Madrid, Alianza Editorial, 1994, pp. 13-29.
13 Las asociaciones obreras de ayuda mutua fueron fomentadas por las instituciones públicas desde 1839, labor a la que se sumaron los demócratas-republicanos e instituciones como la Iglesia.
14 La organización formal de agrupaciones y partidos republicanos solamente se produciría en los años inmediatamente anteriores del Sexenio Democrático. Tras el Sexenio, el republicanismo conservó buena parte de su preponderancia social y política en la capital tinerfeña, mientras que en Las Palmas los republicanos estuvieron desorganizados y divididos hasta la fundación del Partido Republicano Federal a principios del siglo XX.
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LA HISTORIA EN ACIWO
Esta exclusión del disfrute de los derechos ciudadanos era percibida por los republicanos como
el resultado de una situación irracional y antinatural, derivada de la imposición de un régimen político
despótico (identificado con la monarquía) basado en el privilegio de la riqueza.15 En lo que concierne a
los <<trabajadores», la desigualdad era causada no sólo por la falta de reconocimiento de sus derechos
políticos (en particular, el derecho al voto), sino también por una organizaci~n social corrupta e inmoral
que ocasionaba la injusta retribución del producto de su trabajo por parte de los patronos. A este
respecto, la <<pobreza>> era concebida como un indicio social de la escasa educación y moralización de
los trabajadores y de la apropiación que los <<patronos egoístas», los <<ricos insolidarios» y la «oligarquía
parásita dirigente>> hacían del fruto del trabajo obrero a través de un salario escaso y de un desequilibrado
sistema impositivo.
El <<pueblo» era el agente llamado a cambiar esta situación e instaurar un régimen genuinamente
liberal, definido por el verdadero respeto a los derechos y las libertades naturales de los individuos
productivos. Pero el <<pueblo» no parecía dar muestras de tener conciencia de su misión histórica: para
los republicanos, yacía dormido en la ignorancia y en la postración derivada de siglos de costumbres
insanas y de superstición religio~a e irracional. Necesitaba de la dirección de «hombres» conscientes y
honrados, salidos de su propio seno, para ilustrarlo en sus derechos y guiarlo por el camino del orden
hasta llegar a la ansiada libertad. De ahí que los republicanos hicieran hincapié en rescatar del ostracismo
y organizar para la lucha por el progreso y la libertad a los elementos productores del pueblo, motores
del progreso material y moral de la nación. Es en este sentido en el que debe entenderse la invocación
republicana a los <<trabajadores» para que participasen en su proyecto democrático:
Artistas y obreros: hoy es el día de nuestros derechos, de nuestras libertades; si queréis que triunfemos en el goce de nuestras aspiraciones, agrupémonos en masa compacta, y no prevalecerá contra nosotros ningún elemento retrógrado, contrario a la causa del pueblo. Agrupémonos, sí, a la bandera Democrática que hemos enarbolado, y de esa manera alcanzaremos el triunfo verdadero de la Soberanía Nacional.[ ... ] [S] ea únicamente nuestro norte la Democracia, pues ella sola es la que da inmensos beneficios a la Patria, y así triunfaremos de esos hombres que no nos dan sino promesas, de esos que comercian con nuestros sudores [ ... ] .16
La clase trabajadora era una parte sustancial del pueblo productor que, como tal, debía tomar
partido en la lucha contra la injusticia y la desigualdad.17 Los republicanos se identificaron con el pueblo
y con los <<trabajadores», y al hacerlo, equipararon las reivindicaciones laborales y sociales de los
<<trabajadores» a la lucha republicana por la democracia y contra el egoísmo de los miembros de la
sociedad que sólo pensaban en sus propios intereses. La lucha del obrero por el producto de su trabajo
era concebida, de este modo, como la lucha del ciudadano por el reconocimiento de sus derechos:
[ ... ] preciso es combatir [ ... ] a los que viendo al país engañado por los que tanto le prometieron, olvidan hoy sus promesas con repugnante cinismo, porque así conviene a sus particulares intereses[ ... ]. [E]l que tal haga y crea no es republicano [ ... ] : es el despreciable satélite de la tiranía: es la sombra denunciadora que se introduce en el taller para robar al trabajador que suspira por la República, sus aspiraciones y sus
15 Para un análisis de la ideología política republicana, véase ÁLVAREZ JUNCO, José, «Los 'amantes de la libertad': la cultura republicana española a principios del siglo XX», en N. Townson (ed.), E/ republicanismo en España, pp. 265-292.
16 <<A nuestros conciudadanos», El Progreso de Canarias, 61, 30/XI./1868. 17 A. Félix Daroca, «El pueblo», El Pueblo. Periódico Republicano-Federal, 17, 18/11/1870.
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ACTAS DE LAS J jORNADAS «PREBENDADO PACHECO>> DE lNvE.mGAaóN HISTóRICA
proyectos de libertad e independencia. [ ... ] A nosotros, trabajadores, que no pensamos más que en nuestro trabajo, y nuestra única aspiración es el reinado de la Democracia: a nosotros nos pertenece sostener esta gloriosa bandera en el puesto del peligro. [ ... ] [E]s necesario no desmayar un momento si queremos ver el fruto de nuestro trabajo y poder al fin llamarnos ciudadanos libres de una nación tan· poderosa como poderosa es la fuerza de las ideas. 18
Dentro de esta identificación entre «trabajadores» y proyecto republicano, era necesario concienciar
a los operarios del importante papel que debían desempeñar como miembros del pueblo destinados a
cambiar la sociedad. A este respecto, los republicanos concebían las asociaciones como un medio
esencial para la emancipación obrera del yugo de la tiranía, de la pobreza y de la ignorancia, y, con ello,
para crear ciudadanos conscientes que participasen en el proyecto republicano. Los republicanos apoyaron
a lós trabajadores en sus luchas laborales y colaboraron o, incluso, encabezaron la creación de asociaciones
de socorro mutuo (y posteriormente también de sindicatos) en lugares en donde no existían con
anterioridad o eran relativamente escasas, como en el Archipiélago Canario, con el doble objetivo de
concienciar a los trabajadores de sus derechos a través de la educación y de solucionar el problema de
la pobreza19:
Cuando un infeliz obrero cae enfermo, [ ... ] el partido que le queda es morir de hambre y de enfermedad, so pena de que si opta por[ ... ] el que le aconseja el instinto de la propia conservación, tiene que [acudir] a la humillante prueba de pedir limosna o a los medios inmorales de [ ... ] faltar a las leyC!s [ ... ] que prescriben el respeto a la propiedad. [ ... ] [S]abed que para conseguir la realización de[ ... ] nuestro más bello ideal ~a República Democrática Federal], necesitamos instruir al pueblo para que pueda comprender sus derechos y sus deberes. Así se abre el camino a la verdadera Libertad. La ignorancia [ ... ] ha sido siempre[ ... ] el pretexto de los tiranos para gobernar despóticamente y a su antojo las naciones[ ... ]. [E]l partido republicano de esta Capital [ ... ] puede y debe [ ... ] llevar a cabo empresas muy útiles en el orden social, estrechando así los lazos fraternales que unen entre sí a todos sus individuos y granjeándose las simpatías de los que aún no son adeptos. [ ... ] (P]odría constituirse una Asociación de Socorros Mutuos y de Enseñanza gratuita para [ ... ] pobres,-consiguiendo por este medio la desaparición de los graves males [ ... ]que son[ ... ] los que más influyen en la postración de nuestras clases trabajadoras.20
Por otro lado, los republicanos abrieron sus partidos a los obreros urbanos, tal y como ocurrió en
Santa Cruz desde el Sexenio y en Las Palmas desde principios del siglo XX. A través de esta vía,
muchos trabajadores comenzaron a interesarse por los acontecimientos políticos y por el papel que
podían desempeñar en ellos, así como por la participación en la dinámica interna de las agrupaciones
18 E.R., «<ntransigencia>>, La Justicia. Periódico Republicano Federal, 2, 1 O /XI/ 1872. Subrayado en el original.
19 El asociacionismo no fue el único fenómeno que los republicanos contribuyeron a extender. El movimiento republicano recogió en su programa las más importantes demandas populares, y contribuyó a extenderlas por lugares en donde ni siquiera existían motivos para tal protesta, vinculándolas a su programa democrático. Por ejemplo, los republicanos canarios denunciaron y movilizaron a la población en contra de las quintas como sistema de reclutamiento durante el Sexenio (Bernabé Rodríguez, «Manifiesto del Sr.D. Bernabé Rodríguez a los electores», El Progreso de Canarias, 75,18/1/ 1869; «Miscelánea>>, La Propaganda. Periódico radical, 82, 4/VII/1872). Sin embargo, las quintas no se impusieron de forma sistemática en Canarias hasta 1882. Véase FERNÁNDEZ VARGAS, Valentina, «Ciudadanía y servicio militar en las Islas Canarias en el siglo XIX», Sociedad y Milicia en Canarias. Siglos XVI-XIX, Santa Cruz de Tenerife, Cátedra Cultural General Gutiérrez-Centro de Historia y Cultura de la Zona Militar de Canarias-Universidad de La Laguna, 2001, pp. 107-120. (Agradezco a la autora el haberme facilitado este trabajo, así como los oportunos comentarios que me hizo sobre esta cuestión).
20 Bernabé Rodríguez, <<A las clases trabajadoras», Eco del Comercio, 1826, 17 /VII/ 1869. El escrito supone un llamamiento para la fundación de lo que más tarde sería la Asociación de Ayuda Mutua y Enseñanza gratuita de Santa Cruz.
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l...A HI.ITORIA EN ACllVO
poüticas que les representaban. Así, un grupo de los obreros afiliados al Partido Republicano de Santa
Cruz tomó parte en los enfrentamientos internos por el control de dicho partido y en las disputas entre
republicanos «benévolos» e «intransigentes» durante el Sexenio.21 Por otro lado, en 1911 un nutrido
grupo de personas de extracción popular, integrado en su mayor parte por trabajadores, se movilizó en
Las Palmas de forma espontánea (aunque a raíz de las críticas formuladas en la prensa republicana
federal) contra la manipulación caciquil del sistema electoral, dando lugar a los trágicos sucesos del 15
de noviembre de ese mismo año. 22
Los republicanos fueron, pues, de los primeros grupos en apelar a las «clases trabajadoras» para
que intervinieran como agentes poüticos en los asuntos públicos. Sin embargo, la clase era, en este
contexto, simplemente un término clasificatorio de la población, no el supuesto central para la
movilización poütica. El sentido poütico con el que se dotó a la «clase» provino de otras categorías
primordiales dentro de la ideología republicana, tal y como se había configurado a partir del imaginario
social moderno decimonónico, como las nociones de «ciudadanía» y de «pueblo productor». La clase
fue rechazada como identidad movilizadora, puesto que suponía la introducción de un elemento
«antinaturab> que interfería en la relación directa que debía existir entre los individuos y el Estado y que,
por ello, rompía la unidad natural de la sociedad liberal de individuos productivos libres e iguales. El
único criterio válido de distinción social procedía de la consideración del trabajo como actividad
productiva, lo que originaba una diferenciación entre «clases productivas» (concepto de origen
saintsimoniano en el que se incluían a todos los que participaran en el proceso productivo, tanto a
obreros como a propietarios y coni~rciantes) e <<improductivas», o bien entre «pueblo productor>> y
«oligarquía parasitaria>>:
El trabajo [ ... ] coloca a todos los hombres en igual categoría [ ... ]. La importancia de toda función natural debe medirse por la importancia de las necesidades y fmes que debe llenar: y si esas necesidades y esos .fines ocupan idéntico lugar en la realización del progreso humano, es necesario rechazar toda distinción que rompa los lazos de identidad que une a todos los hombres. La única división admisible, el único fundamento que puede guiarnos cuando se trate de establecer una desigualdad social, estriba cabalmente en la misma idea del trabajo y de la inercia. El que desde la cuna de su infancia viene apurando la copa de los placeres, el que más tarde se avergüenza de dejar caer una gota de sudor sobre los medios del trabajo sin conocer siquiera esa ley suprema que mide nuestros pasos, no será digno de llamarse hombre, porque hombre es aquel que cumple los preceptos de su naturaleza.23
Para los republicanos, las clases eran, en todo caso, el producto de un régimen poütico y social
injusto y desigual, que privilegiaba a unos individuos con respecto a otros -tal y como ocurría cuando
se hablaba de «clases pobres» y «ricas»-. 24 La «clase» se identificaba entonces con el denostado «estado»
21 Véase SÁNCHEZ DE ENCISO Y V ALERO, Alberto, Republicanismo y republicanos durante el Sexenio &vomcionario. El caso tinerfeño, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991.
22 Sobre los sucesos del 15 de noviembre de 1911, véase FELIPE REDONDO, Jesús, José FranckJ' y Roca (1871-1944), Santa Cruz de Tenerife, Parlamento de Canarias-Fundación Canaria Víctor Zurita Soler, 2005, pp. 66-69.
23 Tomás Garcia, <<El Trabajo es la ley de los iguales», La Justicia. Periódico Republicano Federal, 38, 6/VII/1873.
24 El uso del término de «clase» también adquirió connotaciones morales. De este modo, uno de los debates esenciales que se desarrolló en la España liberal del sigo XIX fue el de dilucidar si las clases «dirigidas», pobres y trabajadoras eran «clases honradas» o si, por el contrario, eran «clases inmorales» y <<viciosas». Véase a este respecto, por ejemplo, A.C., <<Las clases directoras», El Trabajo. Órgano del Partido Republicano Progresista, 513, 27 /V/ 1887.
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AcrAr DE LAS I joRNADAS <(PREBENDADO PACHECOJ> DE lNvE.rnGAcióN HISTóRICA
o «estamento» («el cuarto estado», como se solía denominar a las clases trabajadoras) o con las «castas».
A este respecto, los «trabajadores», gracias a la adecuada instrucción y a su trabajo, estaban destinados
a dejar de ser los <<parias» de la sociedad y convertirse en verdaderos «hombres libres», en auténticos
ciudadanos capaces de reivindicar el reconocimiento de su importante papel en el progreso de la nación
y de la relación de igualdad que les vinculaba con los otros ciudadanos, haciendo desaparecer las
distinciones de clase. 25
Las ideas y conceptos que propagaron los republicanos estuvieron en la base de la creación de
asociaciones en las principales ciudades del Archipiélago a finales del siglo XIX y a principios del XX. 26
Debido, en parte, a la movilización popular republicana y a su afiliación societaria, los operarios urbanos
incorporaron las categorías del imaginario moderno y las aplicaron para comprender su situación
particular. De este modo, algunos comenzaron a concebirse a sí mismos como «trabajadores», en tanto
que individuos que realizaban una actividad productiva.
La aparición de los sindicatos y de la primera oleada de huelgas en las Islas a principios del siglo
XX fue el resultado de la aplicación hasta sus últimas consecuencias de estas nociónes por parte de los
trabajadores a sus situaciones laborales concretas. Resulta revelador que ambos fenómenos se produjeran
en los años inmediatamente posteriores a la «crisis» de 1898, cuando los republicanos radicalizaron su
discurso político, culpando a lo que concebían como el corrupto régimen monárquico y apelando
como nunca antes a las clases trabajadoras para que llevaran a cabo la completa regeneración de la
sociedad.
IV
Sin embargo, este proceso conllevó una serie de consecuencias no previstas (ni deseadas) por
muchos republicanos. Esto se debe a que la aplicación y adaptación de las nuevas categorías para dotar
de sentido a sus situaciones materiales y a los conflictos laborales con sus patronos -algunos de los
cuales eran también republicanos, como ocurría en Santa Cruz- dio como resultado que las concepciones
dé la libertad y la igualdad se aplicaran en un sentido que chocaba con el que proponían algunos grupos
republicanos.
En primer lugar, las asociaciones de ayuda mutua fundadas durante el último tercio del siglo XIX
constituyeron el marco en el se propagaron nuevas doctrinas sobre las posibilidades de actuación de los
«trabajadores» y de sus asociaciones en una futura organización laboral y social más «racionah> y menos
desequilibrada. Así, los republicanos tinerfeños criticaron al presidente de la Asociación de Trabajadores
de Santa Cruz por tildarles de cobardes al no declararse internacionalistas:
25 De ahí que la educación fuera concebida como una actividad regeneradora de los trabajadores que los convertía en «hombres libres»: «el trabajador, que ha de ser hombre como los demás, y no paria; el trabajador, que ha de dejar de pertenecer al cuarto estado, para entrar a formar parte del estado único, debe trabajar ardientemente para conseguirlo [ ... ]./Trabajador: [ ... ] instrúyete, trabaja y pronto podrás dirigir la Sociedad fundando la República del trabajo [ ... ]». (G., <<El paria moderno, Il», La ]mticia. Periódico Republicano Federal, 3, 16/XI/1872. Subrayado en el original.)
26 El surgimiento del sindicalismo y posteriormente del marxismo en Gran Canaria no puede comprenderse sin tener en cue~ta la labor realizada por los republicanos federales. En Tenerife los republicanos respaldaron a los sindicatos (<<A 'El Obrero'», El Ideal, 6, 4/V /1901), y evolucionaron desde el salmeronismo hacia posturas más preocupadas por la movilización masiva de los trabajadores y de las clases populares, como ellerrouxismo.
-131-
LA HI.ITORIA EN AClWO
[ ... ] el Presidente leyó un discurso _en el que trató de considerar como una misma cosa y compaginar la libre asociación o socialismo que tiene por base mejorar las clases obreras, con las teorías de Owen, Saint Simon, Fourier y otros, comparando a su vez las de éstos con las de Castelar y Garrido; y concluyó el ciudadano Zerolo increpando a los federales por no tener el valor suficiente para declararse internacionalis~s, cuya sociedad defendió, leyendo además algunos artículos de sus estatutos. Y aquí debemos hacer constar de una manera terminante, puesto que estamos perfectamente enveredados, que las declaraciones del Presidente son pura y exclusivamente suyas, sin que la Asociación de trabajadores de esta Capital sea solidaria de ellas.27
En segundo lugar, a medida que los operarios de diversos oficios fueron concibiendo las relaciones
laborales a través de las categorías del imaginario moderno, comenzaron a percibir determinadas
situaciones habituales en sus centros de trabajo así como los cambios que algunos patronos querían
introducir en el proceso productivo como un atentado a sus derechos ciudadanos. En este sentido,
situaciones constatadas desde el siglo XVIII, como las jornadas laborales de diez y más horas, comenzaron
a percibirse como una situación de «explotación» a la que los honrados individuos productivos eran
sometidos por los patronos egoístas únicamente interesados en enriquecerse. 28
. En tercer lugar, a principios del siglo XX aparecieron los primeros grupos de anarquistas y de
marxistas que, en sus escritos de propaganda, tendieron a radicalizar la crítica al egoísmo patronal,
concebido como uno de los principales causantes de los males laborales. 29 Dicho egoísmo fue
paulatinamente relacionado con la existencia de grupos o de «clases» con intereses naturalmente distintos
y enfrentados debido a una o-rganización social intrínsecamente corrupta e ~nmoral-como remarcaron
los anarquistas- o derivada de una organización determinada de las relaciones sociales de producción
como sostenían los marxistas-. 30 Republicanos, anarquistas y marxistas se enfrentaron así por el control
de las organizacion~s obreras durante las primeras décadas del siglo XX.
Aún así, la identidad obrera basada en la nociones de «ciudadanía>> y de <<pueblo productoo>
continúo siendo la predominante entre los trabajadores canarios, y tan~o los anarquistas como los
marxistas tuvieron que adaptarse a los términos en los que se había constituido tal identidad si es que
27 «Asociación de Trabajadores», La Justicia. Periódico Republicano Federal, 37, 1/VII/1873. Años antes, Elías Zerolo había escrito un opúsculo sobre las ideas socialistas (Apuntes acerca de la emancipación de las clases trabeyadoras de Canarias, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta de J. Benítez y e•, 1870) y había establecido contacto con la Federación Regional Española de la AIT (<<El ciudadano Ellas Zerolo ... », La Federación [Barcelona], 55, 4/IX/1870, pp. 1-2).
28 FEUPE REDONDO, Orígenes del movimiento obrero canario, pp. 281-403. La prensa republicana tinerfeña mantuvo una actitud ambigua con respecto a las huelgas de los trabajadores portuarios como un medio de resolver las dificultades en sus relaciones laborales con los patronos (véase, por ejemplo, «Del puerto. Conflicto obrero», La Prensa. Diario republicano, 265, 25/VIII/1911), al contrario que los federales grancanarios, que siempre respaldaron incondicionalmente a los trabajadores.
29 La mayor parte de estos anarquistas y marxistas provenían del campo republicano. De hecho, los marxistas grancanarios pudieron consolidarse gracias al apoyo de los republicanos federales de Las Palmas. Véase SUÁREZ BOSA, Miguel, E/ movimiento obrero en las Canarias orientales (1930-19 36). La Federación Obrera de la provincia de Las Palmas, Madrid, Caja Insular de Ahorros de Canarias, 1990, pp. 70-71.
30 Para algunos ejemplos de estos escritos basados en una visión «rupturista» de las relaciones laborales, véase «La revolución social», El Obrero, 96, 13/IX/1902 y Bautista, «Conciencia de clase», El Martillo de/Trabajo, 180, 7/11/1906, además de los escritos reproducidos de diversos socialistas españoles. Los escritos «rupturistas» que se publicaron en la prensa republicana solían tener un carácter ambiguo en la medida en que podían ser interpretados de una forma coherente con el credo republicano, como los publicados en el órgano republicano federal E/ Tribuno (por ejemplo, Gabriel Deville, «La lucha de clases», 214, 24/VIII/1904 o varios artículos firmados por Pablo Iglesias).
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ACTAS DE lAS !joRNADAS <(PREBENDADO PACRECO>> DE !NVESTIGAGÓN HISTÓRICA
querían influir sobre los obreros. A principios del siglo XX, los «trabajadores» seguían siendo concebidos
como los principales sujetos regeneradores de una sociedad carcomida por la inmoralidad y por la
tiranía que unos pocos individuos egoístas imponían a la mayor parte de los ciudadanosY La «clase»
continuaba siendo empleada ocasionalmente de forma explícita como sinónima de oficio u ocupación
laboral.32 Trabajadores y patronos eran percibidos como <<individuos productivos» en muchos oficios, y
la principal reivindicación de los primeros es que fueran tratados dignamente. Tal y como quedó patente
en los debates que llevaron a la aparición de las asociaciones obreras de resistencia, la distinción entre
patronos y operarios era una cuestión controvertida en muchas ramas profesionales.33 Es más, uno de
los objetivos primordiales de las nuevas federaciones obreras era el de conseguir el perfeécionamiento
moral e intelectual por medio de la educación, así como estimular la confraternidad que debía existir
entre todos los asociados. 34
No obstante, también los republicanos se vieron obligados a adaptarse a la evolución de la identidad
obrera que ellos mismos habían contribuido a crear. La pérdida de influencia de los republicanos en las
asociaciones de trabajadores a partir de la Primera Guerra Mundial necesita ser sometida a un nuevo
análisis que tenga en cuenta cómo se desarrolló la identidad obrera de los trabajadores canarios, y que
no conciba tales cambios partiendo del supuesto de la proletarización de las clases trabajadoras.
Conclusiones
El republicanismo desempeñó un papel crucial en la configuración del movimiento obrero en
Canarias por medio de la movilización política de los trabajadores y del fomento de las asociaciones
obreras, tal y como han destacado otros investigadores35, fenómenos a través de los que los obreros de
las principales ciudades del Archipiélago entraron en contacto con el imaginario social moderno,
incorporándolo a su visión del mundo y aplicándolo para dotar de sentido a sus situaciones concretas.
Como resultado de este proceso, los operarios canarios que se movilizaron acabaron concibiéndose
como <<trabajadores», es decir, como individuos productivos dotados de los mismos derechos y libertades
que el resto de los ciudadanos. 36 Este proceso no consistió en una asimilación pasiva de las nuevas
31 A principios del siglo novecientos, la noción del «trabajador» continuaba ligada a la pobreza y a la injusticia cometida por unos cuantos «individuos egoístas» que sometían al obrero a la servidumbre. Véase FELIPE REDONDO, Jesús de, <<La revolución moral. Justicia, Igualdad y Trabajo. Un análisis histórico del periódico El Obrerfh>, Revista de Historia Canaria, 186 (2004), pp. 51-76. Asimismo, en los años finales del ochocientos, el concepto de <<proletariado» seguía ligado a la «cuestión social» concebida como «cuestión de la pobreza>>: «El proletariado comprende toda una clase de sociedad, la clase que no tiene bienes de fortuna, que posee tan sólo los medios irregulares e inconstantes y exactamente indispensables para no morir dulce, bastante para vivir amargo» Qosé Bergara Cádiz [alias de José Cabrera Díaz], «Problema social», LI Úi, 4, 13/VIII/1899).
32 «Herreros y mecánicos», El Martillo del Trabajo, 55, 12/Xl/ 1904.
33 Véanse los debates que esta cuestión generó en José Cabrera Díaz, «Contestando», Unión Conservadora, 209, 17 /VIII/ 1900.
34 <<Bases para la asociación de obreros», Unión Conservadora, 199, 25/VII/1900.
35 MILLARES CANTERO, Agustín, «Trabajadores y republicanos en Las Palmas (1900-1908)», Vegueta, O (1992), pp. 121-136.
36 En este estudio no se han tenido en cuenta otros ejes de diferenciación a partir de los que cristalizó la identidad de los trabajadores, como el género, la cualificación, la religión y el carácter local y urbano. Para un análisis más detallado, aunque aún insuficiente, de estos puntos, véase FEUPE REDONDO, Orígenes del movimiento obrero canario, pp. 147-403.
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LA HISTORIA EN ACflVO
identidades por parte de los operarios, sino en su adaptación a tradiciones culturales laborales anteriores
y a situaciones materiales concretas, dando como resultado una serie de consecuencias no previstas por
los republicanos a las que éstos se vieron obligados a adaptarse si no querían perder su influencia entre
las masas obreras.
La inclinación de determinados grupos obreros por el republicanismo socialista en el siglo XIX
o por el republicanismo federal y lerrouxista, el anarquismo y el marxismo a principios del XX no fue,
pues, la consecuencia de la posición que éstos ocupaban en la estructura social objetiva. Más bien, este
hecho fue el resultado del intento de resolver las dificultades que la aplicación de las categorías del
imaginario social moderno a sus situaciones materiales estaba generando, concretamente el problema
de cómo llegar a disfrutar de todos sus derechos y libertades (en particular el derecho al producto de su
trabajo) en tanto que individuos productivos. 37
En suma, en estas páginas espero haber mostrado que el papel desempeñado por el republicanismo
en la aparición del movimiento obrero canario puede ser reconsiderado a través de nuevas bases
interpretativas que rompan con las concepciones objetivistas y subjetivistas. Sin embargo, y como
señalé en la introducción, el presente trabajo supone simplemente una aproximación a la cuestión, por
lo que es necesario llevar a cabo un análisis empírico más pormenorizado para fundamentar y calibrar
mejor sus posibilidades de aplicación a los estudios históricos del movimiento obrero en Canarias.
37 En este estudio, es extremadamente interesante comprobar que sin la aparición de la noción de individuo dotado de derechos no podría haberse desarrollado la reivindicación obrera del derecho al fruto del trabajo realizado, que aparecerá en Canarias a finaels del siglo XIX.
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADO PAQ-IECO>> DE !NVE.mGAOóN HIST6RICA
LA CONFLICTIVIDAD COMUNAL EN CANARIAS
NUEVAS APORTACIONES TEÓRICAS
Jorge Sánchez Morales.
El propósito de este escrito es ofrecer un resumen de los aspectos más importantes del Trabajo
de Investigación Tutelado que defendimos el14 de julio de 2005, y que llevaba por título La conflictividad
rural en Canarias (siglos XVIII-XIX). Una nueva visión histórica.
Dicho trabajo tuvo dos partes y un doble objetivo. En la primera parte nos propusimos realizar
un análisis de la evolución de la historiografía existente sobre la conflictividad rural de los siglos XVIII
y XIX. La segunda parte consistió en la aplicación práctica de una cierta perspectiva teórica, derivada
del desarrollo de la historia post-social, al estudio de algunos casos de motines, pleitos sobre tierras,
sabotajes, etc., ocurridos en Canarias durante los mencionados siglos. Así, pretendimos comprobar la
capacidad y el alcance explicativo de esta nueva perspectiva teórica. Además, nuestra intención fue la de
comparar nuestros resultados con los de investigaciones anteriores, desarrolladas según los parám~tros
de la historia social.
Antes de continuar, debemos definir qué entendemos por conflictividad comunal. Hemos
denominado de esta manera a todos aquellos conflictos que han tenido como protagonistas a
comunidades locales, principalmente rurales, bien hayan sido emprendidos por vía judicial o a través de
métodos directos o violentos, y bien dichas comunidades fuesen demandantes o demandadas.
El término conflictividad se emplea aquí en lugar de otros conceptos utilizados anteriormente
para defmir estas acciones, como los de resistencia o lucha. Esto se debe a que consideramos que el
concepto de conflictividad nos permitía abarcar un ámbito más amplio de actividades y actitudes. La
utilización de la noción de resistencia da por hecho la existencia de algún tipo de opresión, mientras
que el término lucha hace referencia a enfrentamientos abiertos. Sin embargo, las actitudes de los
vecinos en los diversos enfrentamientos de comunidades rurales entre sí o con elementos externos, no
respondieron necesariamente a situaciones de opresión, concebida como tal por los protagonistas.
Además de que pudieron haber tenido una forma diferente a la de enfrentamientos abiertos entre los
contendientes. Por lo tanto, la noción de conflictividad nos ha permitido investigar casos de acciones
emprendidas por las comunidades en las que la lucha abierta contra la opresión no fue la coordenada
principal y sí lo fueron, por ejemplo, aspectos como el reconocimiento de la identidad comunitaria o
del derecho a la subsistencia.
En cuanto a la vinculación entre conflictividad y comunidad, también ha sido empleada para
sustituir a nociones utilizadas con anterioridad, principalmente la de campesinado. Esta última ha
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L4 HISTORIA EN ACI1VO
englobado en un todo homogéneo a los trabajadores del campo, partiendo de la interpretación materialista
clásica de que su similar posición en las relaciones de producción les hacía poseedores de intereses y
pautas de comportamiento comunes. Es decir, la noción del campesinado como una clase social. Sin
embargo, como veremos a lo largo de este estudio, al menos durante los siglos XVIII y XIX, el
comportamiento de los habitantes de los pueblos de Canarias estuvo motivado por nociones identitarias
diferentes a la de clase. La concepción de lo comunal nos ofrecía, por tanto, unos parámetros más
específicos para estudiar situaciones que estaban fuera del alcance exclusivo de las explicaciones clasistas.
Esto nos permitió captar y-analizar maneras de concebir el mundo más ligadas a la percepción de las
colectividades locales como comunidades basadas en relaciones de reciprocidad entre sus miembros,
en las que lo importante no era a qué estrato social se pertenecía, sino el cumplimiento con las normas
de comportamiento recíproco que identificaban a los vecinos.
Una vez hechas estas aclaraciones conceptuales, continuamos con el resumen de nuestro trabajo.
Comenzaremos por el apartado de síntesis historiográfica, en el que delimitamos tres corrientes teóricas
diferenciadas. La primera fue la desarrollada a partir del materialismo histórico. Según este modelo,
resumido aquí a grandes rasgos, el desarrollo vital de los campesinos estaría condicionado por la existencia
de dos esferas, la estructura material y la superestructura ideológica. El mundo de lo material sería
objetivo, es decir, poseería significados intrínsecos. Estos significados serían impuestos a los seres
humanos en el transcurso de su participación en las relaciones sociales de producción A este proceso se
le ha denominado toma de conciencia. Los individuos insertos en estas relaciones de producción se
agruparían en clases sociales, dentro de las cuales todos compartirían intereses comunes. El carácter
antagónico de estas clases sociales generaría una lucha de clases, que activaría el cambio histórico, y en
la que el proletariado cumpliría el papel de agente del cambio social.
Para analizar las protestas campesinas se aplicaron, casi sin cambios, estas nociones sobre el
cambio social. Así, las condiciones objetivas que debían darse para que el campesinado fuese plenamente
consciente de sus intereses ~e transformación social eran: primero, que en la estructura social hubiese
un alto número de asalariados y de concentración de estos, tanto en sus lugares de habitación como en
las zonas de producción; segundo, que su condición social recogiese los principios de grupo segregado
con una cultura similar; tercero, que participase en un modelo económico de rango estatal; y cuarto,
que a su vez creasen organizaciones de lucha clasista de ámbito nacional, lo que haría que se extendiese
la idea de conciencia de clase.
Sin embargo, este esquema no encajaba con los datos empíricos que se manejaban sobre el
campesinado. Las protestas rurales del siglo XVIII y de buena parte del XIX eran esporádicas, localizadas
geográficamente y con objetivos limitados. Aún así, no se descartó la teoría de la lucha de clases para el
campo, sino que se adaptó siguiendo el modelo marxista de desarrollo progresivo en fases, y se sugirió
la existencia de diferentes niveles de conciencia de clases. Así, el campesinado quedó conceptualizado
como un grupo de baja clasicidad, condenado a desarrollar unas formas de conflictividad que fueron
tachadas de primitivas.
El otro argumento utilizado por la historia social para explicar que los miembros de la clase
campesina no se comportasen de acuerdo con lo establecido por la teoría, fue la hipótesis de la falsa
conciencia. Según ésta, en ocasiones la ideología de una clase dominante consciente era utilizada para
distorsionar la toína de conciencia de la clase campesina, haciendo que ésta se identificase con intereses
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PAQ-IECOJ> DE INvEmGAaóN HI.ITÓRICA
distintos a los previstos.1 Como consecuencia de las desconexiones entre las predicciones teóricas de la
historia social y buena parte de los datos empíricos sobre el comportamiento campesino, a partir de las
décadas de 1960 y 1970 el paradigma socioeconómico sufrió una profunda revisión teórica. Ésta se
basó en la reconsideración del papel que la cultura, y la subjetividad en general, tenían en los procesos
sociales. El universo cultural de los campesinos empezó a ser concebido como un recipiente de
mecanismos de interpretación. Como un sistema de valores a través del cual se decodificaban los
significados de los factores objetivos de la realidad social. Esto suponía admitir que la esfera
socioeconómica no determinaba los comportamientos sociales de manera directa, sino que estos eran
fruto de su interactuación con el rv.undo de la subjetividad. La relación entre ambas esferas fue
reinterpretada por esta nueva historia cultural como un intercambio más que como un efecto de reflejo
de lo objetivo sobre lo subjetivo, aunque siempre se preservaría la primacía causal de lo social en última
instancia. Así, el contexto objetivo delimitaría las posibilidades de la acción humana, pero para que
estos condicionantes estructurales se transformasen en acciones, deberían ser interpretados a través de
los valores culturales de los que son portadores los campesinos.
De esta manera, trabajar como un asalariado en el campo sólo indicaría una potencialidad de conciencia
clasista. Para que ésta se transformase en una realidad vivida como conciencia de clase campesina, debería ser
interpretada como tal a través del tamiz de la visión del mundo del propio campesino. Esto implicaba, a su
vez, que no existirían conciencias verdaderas y conciencias falsas. Así, las posibilidades de conciencia, de
identidad y de acción serían múltiples, y todas igualmente válidas.
Este nuevo enfoque hizo que la reconstrucción de las creencias, intenciones y universos mentales,
alcanzase la niisma importancia que tuvieron las tablas de precios o los análisis sociológicos para los
historiadores sociales clásicos. Las mentes de los campesinos dejaron de ser vistas como 'elementos
vacíos que recibían las coordenadas de comportamiento directamente desde la estructura material,
pasando a ser los portadores de variados utillajes culturales con los que componían su propia visión del
mundo, actuando en consecuencia. 2
1 Algunos trabajos clásicos producidos en el seno de esta corriente son: Labrousse, Ernest, Fluctuaciones económicas e historia social, Madrid, Tecnos, 1980; Lefebvre, Georges, El gran miedo de 1789: la revolución francesa y los campesinos, Barcelona, Paidós, 1986; Soboul, Albert, Problemas campesinos de la revolución 1789-1848, Madrid, siglo XXI, 1980; Hobsbawm, E. J., Rebeldes primitivos, Barcelona, Crítica, 2001; Vilar, Pi erre, <<El «motín de Esquilache» y las «crisis del Antiguo Régimen»», Revista de Occidente, 107, (febrero 1972), pp. 199-249; Bernal, A. Miguel, La lucha por la tierra en la crisis del antiguo régimen, Madrid, Tauros, 1979; Macias Hernández, Antonio Manuel, El motín de 1777. Un análisis de interpretación socioeconómica, Memoria de Licenciatura, Universidad de La Laguna, 1976 y Arbelo García, Adolfo y Hernández González, Manuel, Revolución libera/y conflictos sociales en el Valle de la Orotava (1808-1823), Puerto de la Cruz, Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, 1984.
2 Como los exponentes más significativos del giro cultural recomendamos: Thompson, E. P., «La economía <<moral» de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII», en Costumbres en común, Barcelona, Critica, 1995, pp. 213-293; Scott,James C., Los dominados y el arte de la resistencia, Tafalla, Txalaparta/ERA, 2003; Torras Elías, Jaime, Liberalismo y rebeldía campesina 1820-1823, Barcelona, Ariel, 1976 y González de Molina, Manuel y Sevilla Guzmán, Eduardo, «Perspectivas socioambientales de la historia del movimiento campesino», en Manuel González de Molina, (e4.), La historia de Andalucía, pp. 239-286. Por último debemos puntualizar que el influjo del giro cultural sobre la historiograña canaria ha sido realmente escaso. Algunos de los autores que se han encargado de estudiar las protestas rurales en el archipiélago citan las obras de E. P. Thompson, por ejemplo, pero muy pocos emplean de manera sistemática las aportaciones teóricas de estos. Así, las premisas defendidas por el modelo de interpretación socioeconómico clásico han permanecido intactas hasta la actualidad.
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L4 HISTORIA EN ACllVO
La brecha abierta por el giro cultural en el entramado explicativo del paradigma socioeconó
mico fue ampliándose hasta que, en la década de 1980, algunos investigadores acabaron por romper
con los fundamentos básicos del paradigma objetivista, sentando las bases de una nueva corriente
historiográfica. La critica central se dirigió contra el estatus de determinación ejercido por los factores
materiales y contra su supuesto carácter objetivo. Lo que se puso en entredicho desde los nuevos
planteamientos fue el concepto mismo de realidad objetiva y de su efecto causal sobre la conciencia y·
el comportamiento humano. No se niega que la realidad exista, lo que se discute es que posea significados
por sí misma.
Al ser negada la capacidad de la realidad de ser objetiva, y por lo tanto de producir sus propios
significados, los investigadores tuvieron que buscar un nuevo modelo de interpretación que superase la
clásica visión dicotómica de la relación entre la realidad social objetiva y la esfera ideológica subjetiva.
Así, surgió el denominado giro lingüístico, del que se deriva la historia post-social. Este modelo de
interpretación de los procesos históricos se fundamenta en la noción de discurso o imaginario social
como nuevo motor de la producción de significados. Por discurso se entiende un conjunto coherente
de categorías a través de las cuales los actores sociales dotan de significado el mundo que les rodea y
que, por lo tanto, juega un papel decisivo en la gestación de sus acciones. En los paradigmas anteriores
el discurso o lenguaje cumplía la función de ser un reflejo o un mediador de las condiciones materiales
de existencia. El giro lingüístico no trata al lenguaje como un mero elemento de transmisión de
significados, sino como una variable independiente que participa en la .constitución de los propios
significados. Así, se pretende solucionar lo que ha sido la mayor deficiencia de la explicación social, que
da por sentado que, por ejemplo, el hambre genera por sí misma un determinado tipo de respuesta
(como el motín de subsistencias) sin caer en la cuenta de que ésta depende de los diversos significados
que el hambre adquiere según el imaginario social vigente en cad~ caso. Incluso la existencia misma de
una respuesta depende de que el hambre haya sido hecha significativa, por ejemplo, como un designio
divino, una traición a la voluntad del Rey de proteger a sus. súbditos o una situación de injusticia social
con la que habría que acabar. Ninguna de estas interpretaciones, ni las acciones a las que diesen lugar,
serian más validas que las otras, ya que no existiría un referente objetivo que las determinase. Lo que se
propone, por tanto, es. convertir en objeto de estudio a los co11:textos reales y a los imaginarios sociales
que se encuentran al alcance de los habitantes del campo; y, especialmente, la manera en que los primeros
son hechos significativos a través de los segundos. 3
Para llevar a cabo la aplicación práctica de este nuevo paradigma nos centramos en una serie de
casos concreto~, un pleito por tierras en Arure, el motín por la dehesa de Guriame en Fuerteventura, la
asonada de la pobrera en Lanzarote, y el pleito de La Aldea de San Nicolás en Gran Canaria. En este
texto haremos referencia a este último por ser un caso paradigmático, debido a su duración en el
tiempo y la multiplicidad de conflictos a los que dio lugar.
3 Para obtener una visión más profunda del desarrollo del nuevo paradigma post-social sugerimos la obra Cabrera, Miguel Ángel, Historia, leng11aje y teoria de la sociedad, Madrid, Cátedra, 2001. Si se desea acceder a una aplicación práctica sobre un contexto parecido al que desarrollaremos aquí, recomendamos: Izquierdo Martín, Jesús, El rostro de la com11nidad. La identidad campesina en la Castilla del Antig11o Rigimen, Madrid, Consejo Económico y Social Comunidad de Madrid, 2001.
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AcrAS DE LAS [joRNADAS «PREBENDADO PAGIECO>> DE lNvEmGAaóN Hl.rróRICA
Antes de continuar presentaremos un contexto general de los conflictos comunales canarios
para situar mejor al lector en el ámbito en el que se desarrollaron. La conflictividad rural en Canarias
esta documentada, al menos, desde principios del siglo XVII y hasta principios del siglo XX. Ya en
1616los vecinos de Vilaflor, en la isla de Tenerife, pleiteaban con el mayorazgo ·de los Soler sobre el
uso y aprovechamiento de las tierras colindantes a su comunidad. Y todavía en 1920 se producía un
motín de subsistencias en La Laguna, también en Tenerife. A lo largo de todo este extenso periodo se
sucedieron protestas, ya sea por vías legales o por acción directa, con objetivos diversos. Desde los
levantamientos a favor o en contra de ciertos cargos públicos, hasta la usurpación clandestina de tierras
o aguas, pasando por motines contra la extracción de granos y movimientos antifiscales.
Según se deduce de los estudios históricos que se han elaborado al respecto, parece ser que es
desde el siglo XVIII, sobre todo en la segunda mitad de éste, cuando este tipo de reclamaciones y
alteraciones populares se multiplicó. Se detecta un aumento de las roturaciones clandestinas y de actos
en defensa de los bienes comunales en distintas zonas de la isla de Tenerife. Así, por ejemplo, en 1718
los vecinos de El Tanque se movilizaron contra la usurpación de los llanos de Erjos, en 1772 será en
La Esperanza por la defensa de pastos comunales, entre 1774 y 1775 los vecinos de Arico ocuparon
masivamente los baldíos de la zona, etc. En Gran Canaria se vivió desde el siglo XVII un largo conflicto
entre la comunidad de La Aldea de San Nicolás contra la Casa del Marqués de Villanueva del Prado,
además de levantamientos de diverso tipo como los de Telde en 1750 y 1751, Tejeda en 1752 o Guía en
1799. El resto de las islas también se vió afectada por sucesos similares, como las quejas y levantamientos
antiseñoriales en la Gomera en 1699 y 1743, y por diversos motivos en 1714, 1720 y 1789 en Lanzarote
y en 1720 también en Fuerteventura. En la isla de La Palma y en El Hierro la intensidad fue menor y
sólo se ha registrado uno en cada isla.
Durante el siglo XIX se seguirán produciendo reclamaciones y altercados por parte de las
comunidades rurales, al tiempo que se inicia la paulatina implantación de un régimen liberal en España.
En 1805 los vecinos de Guía de Isora, en Tenerife, se movilizaron para defender su derecho al uso y
aprovechamiento del agua, en 1808 son los de Agüimes en Gran Canaria los que lo hicieron por asunto
de empleos pÓblicos. Mientras, continúo la roturación clandestina de baldíos en el suroeste de Tenerife
y similar demanda de tierras en la misma zona de Gran Canaria. En esta misma isla, desde 17 68 se
venían produciendo altercados entre las comunidades rurales que aspiraban a la utilización de las tierras
de la Montaña Doramas. Esta circunstancia se agudizó a partir de 1808, cuando los vecinos de Guía y
Moya ocuparon los baldíos de la montaña y fueran multados por estos actos, lo que provocó un motín
en·1810. En 1814los vecinos de Teror, Firgas y Arucas atacaron las sementeras de los vecinos de Moya
en Doramas cuyo ayuntamiento, junto al de Guía, había repartido tierras de la montaña. Este intento
de repartimiento se volvió a dar en 1820, sucediéndose los incendios provocados y otro tipo de acciones
violentas hasta 1823. Hacia mediados del siglo XIX este tipo de alteraciones pareció remitir
paulatinamente, reavivándose en el último cuarto de dicho siglo, en el que se vivieron nuevos incidentes
en La Aldea de San Nicolás que acabaron con el asesinato del secretario del Ayuntamiento, y otros
motines contra el impuesto de consumos como los de 1875 en Icod de los Vinos, 1883 en La Orotava,
1891 en Gran Canaria y 1897 en Fuerteventura.
En el caso de La Aldea, al menos desde 1632 los colonos y arrendatarios avecindados en esta
zona de Gran Canaria entraron en conflicto con la Casa de Nava y Grimón. Nuestro análisis partió del
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LA HISTORL4 EN ACTIVO
año 1724. Nos basamos en el estudio de obras que ya habían analizado el pleito y también hicimos una
revisión de algunos de los expedientes judiciales originales. Éstos últimos nos resultaron imprescindibles
debido a que en ellos encontramos a los implicados razonando y dando sentido, a través de los recursos
conceptuales a su alcance, a sus propias acciones. Es mediante estos vestigios de reflexión cómo pudimos
aproximarnos al imaginario social que facilitó a los usurpadores, amotinados o saboteadores, las bases
para creer en la legitimidad de sus actos y para desenvolverse en su cambiante contexto social.
De nuestro análisis pudimos concluir que la reacción de los vecinos ante la escasez de tierra
cultivable no estuvo necesariamente fundamentada en su discernimiento de unas condiciones objetivas
de injusticia o explotación. La interpretaciqn que los vecinos hicieron de su contexto estuvo gobernada
por una lógica diferente, que respondió a una visión del mundo propia del periodo del Antiguo Régimen
y que en Canarias perduró hasta finales del siglo XIX.
La primera característica que destacaremos de este imaginario social, al que denominaremos
comunal, es la existencia de un sujeto identitario particular, el vecino. Este sería el cabeza de familia
(fundamentalmente el varón) que reside y trabaja en la jurisdicción de la comunidad y que colabora en
las prestaciones recíprocas relacionadas con el mantenimiento de los bienes e instituciones comunales,
desde la representación de los vecinos en los cargos municipales al mantenimiento del culto o a la
defensa del territorio. Pero lo que quizá definió de mejor manera al vecino, lo que lo identificó ante los
otros y lo que le otorgó su identidad como tal, fue su actitud de relación recíproca con los otros
miembros de la comunidad. El vecino no debía actuar en solitario, debido a que por su propia definición,
sus intereses eran inseparables de los de la colectividad comunitaria. Las actitudes interpretadas como
desvinculadas del interés vecinal, que se dieron constantemente ya que existieron otras identidades y
motivaciones para la acción, fueron sancionadas por el vecindario, con el fin de garantizar la unidad de
intereses de la colectividad.
La segunda característica es la percepción de la figura del monarca como garante del derecho a la
subsistencia de sus súbditos. El Rey y la Corona aparecían representados como cabeza dispensadora de
privilegios. Mientras las distintas comunidades del reino conformaban un solo cuerpo político y sus
integrantes eran súbditos vinculados a servidumbre económica y a sumisión política. La relación entre la
comunidad local y el monarca estaba sujeta a una serie de convenciones. Los vecinos se comprometían
a ofrecer lealtad, prestaciones y mantenimiento del orden social establecido, siempre y cuando desde el
trono se les garantizasen sus derechos como súbditos. Siendo el más significativo para ellos el derecho
a la subsistencia.
En nuestro caso, los vecinos de La Aldea percibieron que la escasez de tierras disponibles para el
cultivo podía amenazar el cumplimiento de este acuerdo, poniendo en peligro su legítimo derecho al
sustento de las familias que formaban la comunidad. De esta manera podemos argumentar que el
objetivo de los vecinos de La Aldea no era la tierra en si, sino qué ésta fue un medio para alcanzar su
objetivo ~eal, hacer cumplir al Rey con su obligación de darles lo necesario para su sustento y el de sus
familias.
De esta manera, de los propios alegatos de los vecinos a favor del uso y disfrute del realengo se
puede inferir el carácter comunal de su identidad. Pero no en el sentido de un grupo humano con
similares características socioeconómicas, sino en el sentido de comunidad local, es decir, de un colectivo
que se identifica, entre otras cosas, en función de su lugar de residencia, de su pertenencia a un conjunto
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AcrAS DE LAS !joRNADAS «PREBENDADO PAGIECOJ> DE lNvE.mGAOóN HisTóRICA
territorialmente definido. Las fuentes nos muestran un tipo de argumentación en la que el sujeto que
reclamó el derecho al uso y disfrute de los bienes públicos siempre fue el conjunto de los vecinos, es
decir, la comunidad local. Así, observamos cómo la totalidad de los agravios que se exponen, de los que
dicen haber sido víctimas los vecinos por parte de la Casa de Nava y Grimón, se presentan como un
ataque contra la comunidad en su conjunto, no contra ciertos individuos ni contra un grupo de
dimensiones mayores. Del mismo modo, la defensa ante los ataques jurídicos de la Casa se planteó en
términos colectivos comunales.
En nuestra opinión, estas nociones sobre el mundo utilizadas por los aldeanos en sus
reivindicaciones no pueden ser consideradas como meras ficciones ideológicas o efectos subjetivos
secundarios de una determinada estructura social. Tampoco los podemos tomar como el resultado de
una estrategia de manipulación por parte de las elites dominantes, producto de la coerción y el control
socioeconómico. Al contrario, sus reflexiones sobre cuál debía ser el funcionamiento de las cosas, a qué
tenían derecho y por qué, son el producto de la existencia de un imaginario social en el que los aldeanos
se percibían a sí mismos como sujetos de comunidad. Este imaginario habría contribuido de manera
significativa a dar orden y sentido a sus acciones. No se trata, por tanto, de negar que existiese una clara
diferencia en la distribución de la propiedad de la tierra, ni de argumentar que la demanda de tierras de
los habitantes de La Aldea fuese un problema inventado por éstos de manera subjetiva y aleatoria. La
hipótesis que aquí presentamos es que los aldeanos aplicaron un patrón de valores concreto, en el que
la idea de comunidad local basada en la reciprocidad entre sus miembros era de~erminante, a los avatares
de su entorno social, y que fue así cómo se conformaron sus intereses y su práctica como actores
sociales.
Seguir manteniendo explicaciones basadas en nociones como la de falsa conciencia, implicaría
aceptar que las estrategias de oposición de los vecinos no se podrían haber desarrollado, y, sin embargo,
comprobamos cómo constantemente éstos negociaron su papel en el mundo a través de diferentes
tipos de conflicto. También sería difícil seguir defendiendo que todo el proceso fue el resultado de la
determinación estructural a la que estaban sometidos los vecinos de La Aldea. Esto se debe a que,
como reconocen los historiadores que han estudiado el caso de La Aldea, los años de mayor recesión
económica en la zona fueron los comprendidos entre 1817 y 1868, que fue, precisamente, el periodo
donde la conflictividad social fue prácticamente nula. 4 Así, parece descartada también la relación entre
crisis económica y crisis social.
Lo que no puede negarse es que la oposición de la comunidad rural a elementos con mayor
poder socioeconómico y político existió. Los vecinos de La Aldea expulsaron de su comunidad a un
corregidor e~ 1777 y pleitearon durante unos trescientos años con los marqueses de Villanueva del
Prado, que controlaba los medios de producción de los que dependía directamente su subsistencia
material. Sin embargo, no hemos detectado ninguno de los rasgos previstos por la historia social para
la verificación de la existencia de una clase campesina. Esto nos debe llevar a pensar que el conflicto
4 <<Los dos primeros tercios del siglo XIX no suponen ningún avance económico para el pueblo de La Aldea de San Nicolás, al contrario se puede decir que comparativamente con los niveles económicos que alcanzó a finales del siglo XVIII, estos años tiende a cierta recesión económica paralela a la profunda crisis que por estos años afectó a las islas.» Suárez Moreno, Francisco, E/ pleito de la Aldea, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 2001, p. WQ ~
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LA HISTORIA EN ACIWO
estuvo regido por unos cánones diferentes. Es decir, que fueron la comunidad local y no la clase social,
la identidad de vecino y no la de campesino, las piedras angulares de los procesos de conflicto durante,
al menos, el periodo comprendido entre el inicio de nuestra investigación en 1724 y la década de 1870,
momento en el que detectamos que el imaginario social comunitario comenzó a diluirse en el nuevo
contexto liberal.
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-142-
ACTAS DE LAS !jORNADAS <<PREBENDADO PACHECOJ> DE lNvE.mGAOÓN HISTóRICA
LA. CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD POLiTICA DE 'PUEBLO'
.DURANTE LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA DE 1868 EN TENER.IFÉ
Blanca Divassón Mendívil
Tras este estudio habita una inquietud debida a los debates que han ido stirgiendo desde los años
80 en torno a la naturaleza del conocimiento histórico. Debates que se insertan dentro de un proceso
más general. de cambio cultural denominado crisis de la modernidad. La forma en cómo este cambio ha
afectado a la historia se traduce en un desencanto de los modelos teóricos existentes, enraizados en la
tradición moderna. Desencanto que ha llevado a revisar aquellas nociones esenciales del análisis histórico,
como son 'pueblo', 'clase social', 'mujer', etc., sometiéndolas a un proceso de desnaturalización de sus
significados, de manera que ha hecho imposible continuar utilizando estas nociones' en un mismo
sentido, único para todas las épocas y_ para todos los casos, con la misma seguridad epistemológica, que
evidenciaba que la realidad es tal cual es, es decir, objetiva, abordándola a través de una mirada inocente,
y con la misma función analítica para explicar los procesos históricos; esto es, que son categorías que
han perdido definitivamente su capacidad de explicar el porqué de los acontecimientos de la historia
-no son conceptos que en sí mismos puedan analizar y explicar los hechos históricos-.
El período del Sexenio, que abarcaría desde los momentos previos a la revolución de 1868,
denominada La Gloriosa o Septembrina, por originarse en septiembre, hasta el golpe de estado del general
Pavía a comienzos de 187 4, comprende el primer ensayo político que se llevó acabo para institucionalizar
una España republicana. Fue durante· este período cuando se proclamó por primera vez el sufragio
universal reconociendo en el pueblo la soberanía de la nación. Es decir, fue en este momento cuando se
constituyó en Tenerife el pueblo como un sujeto político, definido como un conjunto de individuos
libres e iguales investidos con derechos políticos, y por tanto dotados de voz y de voto, y concebidos
como una fuente de legitimidad política. Puede decirse que la revolución de 1868 instauró la democracia
en las Islas, así entendida, como el <<gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo».
Sin embargo, tras un primer acercamiento a las fuentes bibliográficas enseguida me vi envuelta
en una serie de paradojas. Para empezar, la revolución fue el resultado de una conspiración política y no
de la acción violenta de una multitud alzada. Existe correspondencia privada en la que se dejó constancia
de la t;rama que liberales y militares estaban urdiendo para derrocar al trono de la dinastía Borbón. Sin
embargo, esos mismos liberales y militares canarios que protagonizaron la insurrección re~stieron la
revolución con una envoltura popular. Es decir, que dentro de ese círculo conspirado~ conformado por
1 Lo que expongo a continuación es un breve resumen de mi Memoria de Licenciatura, presentada en la Universidad de La Laguna en 2005. Este estudio se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación HUM 200+4562/Hist del Ministerio de Educación y Ciencia, cofinanciado por el FEDER.
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LA HISTORIA EN ACIWO
unionistas, progresistas, demócratas y republicanos, militares y civiles, parecía quedar perfectamente
asumido que su acción era una reivindicación de carácter popular.2 Este hecho hizo que me preguntase
acerca de esta invocación al pueblo canario para legitimar el golpe de estado militar que a finales de
1868liberales y militares planearon en una acción conjunta. No parecía quedar muy claro el motivo de
que decidiesen apelar al pueblo por primera vez para legitimar un tipo de insurrección como el
pronunciamiento, cuando la propia historia política del XIX español había asumido el golpe de estado
como el modo natural, esto es, legítimo, de hacer los cambios en la esfera pública. Este planteamiento,
en última instancia, me incitó a reflexionar acerca del porqué aparece por primera vez el pueblo como
agente imprescindible para accionar el cambio histórico que pretendían militares y liberales.
Con el rastreo de nuevos datos e introduciéndonos ya en el periodo posrevolucionario, surgió
una segunda cuestión igualmente paradójica. A pesar de verse implicada la voluntad popular en su
insurrección militar, una vez alcanzada la victoria y haber sido derrocada la dinastía borbónica, una
parte de los insurrectos llberales empezaron a plantearse serias dudas sobre la viabilidad de aplicar los
principios de soberanía nacional y sufragio universal que hasta ese momento habían estado defendiendo.
E~ ciertos ámbitos insurgentes comenzó a cuestionarse la posibilidad de que una parte del pueblo -
mayoritaria- pudiera realmente llegar a gobernarse a sí mismo. La pregunta lícita que cabe hacerse es
por qué se estableció finalmente el sufragio universal cuando las nuevas elites políticas revolucionarias
parecían no estar dispuestas a reconocer la soberanía nacional como un principio constitucional de sus
gobiernos liberales democráticos.
Visto en perspectiva, es~os interrogantes apuntaban directamente a la noción de pueblo como la clave
que podría ayudar a resolver sendas paradojas. La cuestión a abordar era a quién se estaban refiriendo cuando
hablaban de 'pueblo' durante y tms la revolución, y por tanto ¿quién era el pueblo?
Los historiadores que han estudiado o se han aproximado al periodo del Sexenio en Canarias han
concebido y tratado al pueblo en clave sociológica.3 En este sentido lo han definido como una realidad
ahistórica y universal, caracterizado desde una perspectiva clasista como una muchedumbre anónima
determinada por unas miserables condiciones de vida -es decir, el pueblo se definiría como una masa
informe de pobres programada para revolucionar-. Partiendo de esta definición de pueblo, los
historiadores han tratado de explicar por qué en algunos lugares el pueblo aparece como un sujeto
pasivo desde el punto de vista político, que apenas dio muestras de activismo durante la insurrección al
2 Ver VILLALBA HERVAs, Miguel, Una página de la Historia PoHtica Je las Islas Canarias, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta de Francisco C. Hemández, 1870, pp. 27-29 [Publicado recientemente en Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2004].
3 SÁNCHEZ DE ENCISO, A., «El Sexenio revolucionario en Tenerife)), en Millares Torres, A., Historia general Je las Islas Canarias. Tomo V, Santa Cruz de Tenerife, Edirca, 1977, pp. 59-77; Ibiá., Las }tmfas revollláonarias canarias áe odllbre Je 1868, Santa Cruz de Tenerife, Secretariado de Publicaciones Universidad de La Laguna, 1984; Ibiá., &publicanismo y republicanos durante el Sexenio retJOÚiáonario. El caso tinerfeño, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991; NOREÑA SALTO, M. T. et al., «La Junta Superior de gobierno de Las Palmas de Gran Canaria. Octubre-noviembre de 1868», &vista de Historia Canaria, XXXVI, 171, 1978, pp. 73-94; NOREÑA SALTO, M. T. y PÉREZ GARCÍA,J. M., <<Canarias y el constitucionalismo hispano», en Morales Padrón, A., Historia de Canarias. Tomo W, Las Palmas de Gran Canaria, Prensa Ibérica, La Provincia-Diario de las Palmas, 1991, pp. 753-768; PÉREZ GARCÍA,J. M., La sifllaáón poHtica y soda/ en las Canarias Orientales durante la etapa isabelina, Las Palmas de Gran Canaria, Real Sociedad de Amigos del País, 1989, pp. 228-244; Ibid., ((Las elecciones a Cortes Constituyentes de 1869 en las Canarias Orientales», V «Neta, 1992, o, pp. 111-119.
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS «PREBENDADO PAOiECO» DE lNvE.mGAOÓN HisróRJCA
trono borbónico y completamente desinteresado en los sucesos que acontecían a su alrededor, mientras
que, en otros lugares el pueblo sí tuvo una participación directa y activa durante o tras proclamarse el
triunfo del golpe de Estado.
En el primer caso, donde parece advertirse una atonía popular, los revolucionarios llamarían al
pueblo a la insurrección utilizándolo como un instrumento, o herramienta política, en su enfrentamiento
contra otras elites sociales, tratando de asegurar o de conquistar el poder dentro de la maquinaria de
control social denominada Estado. Es decir, utilizando el nombre de 'pueblo' en vano tratarían de
asegurar o conquistar las esferas de poder. En el segundo caso, en el que es el propio pueblo el que se
moviliza, las razones esgrimidas suelen apelar a la lógica del progreso, mediante la cual el historiador
asume una visión teleológica que, en el caso del Sexenio, se traduce en una explicación causal de la
democratización política como un proceso intrínseco del propio devenir histórico. Puesto que la sociedad
dirige sus pasos hacia la democracia, dado que todos los individuos son potencialmente sujetos con
derechos políticos, inherentes por naturaleza a su condición humana, para el historiador, la historia
sería un proceso por el cual se va reconociendo la personalidad política de un número cada vez mayor
de personas. En 1868 le tocó el turno al pueblo, en el siglo XX le tocará a otros sujetos, como las
mujeres. Por tanto, la conclusión que se desprendería sería que la revolución de 1868 fue una etapa de
avance en el inevitable proceso de democratización a que estaban abocadas las Islas, en la que el pueblo
actuó de manera entusiasta porque había visto reconocidos sus derechos políticos.
Sin embargo, sendas explicaciones, tanto la que declara la actuación de1 pueblo como un proceso
inevitable de ampliación de los derechos políticos, como la que advierte su presencia en la historia
como resultado de un juego de intrigas políticas, coinciden en un mismo punto. El que se acabe o no
concediendo el sufragio a un mayor número de electores potenciales dependerá de, o quedará
determinado por, las circunstancias socio-económicas vigentes y el entramado de intereses políticos
que éstas generen en cada m~mento histórico. Para los historiadores del período las circunstancias
socio-económicas son los factores causales de la ralentización o la aceleración de la marcha progresiva
hacia la democratización de la sociedad. Es por ello que, mientras que en los casos en que se observa un
comportamiento entusiasta del pueblo éste se interpreta como un activismo político popular acorde
con la conquista de los derechos y libertades a los que aspira todo individuo como fórmula emancipadora
de sus precarias circunstancias de vida, en aquellos casos en los que, por el contrario, se ve una clara
falta de interés político, indiferencia ante sus derechos y rechazo al progreso, ello se interpreta como
resultado de la manipulación del pueblo por parte de las elites políticas, que ponen un velo ante los ojos
de los individuos para que no se den cuenta de que son hombres libres y así poder controlar los
sistemas de re-producción del poder estatal y económico.
No obstante, el modo en que la historiografía ha abordado la cuestión del pueblo durante el
Sexenio no ha logrado esclarecer de manera satisfactoria, a mi entender, las paradojas que se me plantearon
al abordar el período, y que eran, en resumen, 1) por qué en 1868 se invocó por primera vez al pueblo
para legitimar el golpe de estado y 2) por qué le reconocieron sus derechos políticos de soberanía
popular y sufragio universal si después los insurgentes no pensaban contar con el pueblo para establecer
el nuevo modelo democrático de Estado.
Consideramos que sus explicaciones son demasiado mecanicistas, de manera que siguiendo un
patrón explicativo estándar, válido para todos los casos y para todas las épocas, cuando el pueblo tiene
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LA HISTORIA EN ACIWO
un comportamiento políticamente activo, es porque obedece a la llamada democratizadora y, cuando se
muestra pasivo e indiferente, es porque está siendo presa de las maquinaciones gestadas en la cúpula
del poder por las clases altas. Sin embargo, a pesar de tener respuesta para todo al mismo tiempo, esta
perspectiva no es capaz de afrontar el problema paradójico de po_r qué se establece en ese determinado
y preciso instante el sufragio universal. ¿Qué motivos había para que fuese en el siglo XIX cuando se
sublevase el pueblo y no lo hiciera antes? ¿Qué razones existen para que no se le hubiese concedido el
voto hasta ese momento?
En este sentido, y según se desprende de ambas paradojas, el pueblo queda planteado como un
concepto cuya definición resulta problemática. En los últimos veinte años han ido surgiendo una serie
de trabajos tanto teóricos como empíricos en los que se ha criticado los usos que los historiadores han
hecho del concepto de pueblo y el modo en cómo han enfocado los estudios sobre el mismo. Enmarcados
algunos dentro del paradigma teórico denominado posestructuralista, o teoría post-social,4 y surgidos
otros dentro de la propia Historia Social desde una revisión critica de su modelo explicativo,5 lo que
vienen a plantear es que el pueblo es una categori~ construida históricamente y no una realidad objetiva
pensada como una entidad única con significado propio, universal y ahistórico, y por tanto como un
sujeto que preexiste al relato histórico y que se introduce en el mismo como agente. El pueblo, por el
contrario, se concibe como un proceso histórico en sí mismo que como tal proceso debe ser explicado.
Para estos autores los sujetos se constituyen a través de las identidades, pero estas identidades no son
atribuidas a los sujetos de una forma naturalmente dada. Es decir que su identidad no es mero reflejo
de lo que ese sujeto es en realidad. Y por tanto, no existe ninguna relación natural entre el concepto y
la realidad que define que esencialice y fije una identidad determinada, como pueblo, en una realidad
c¿rpórea concreta. De esta manera, frente a la historiografía anterior, el pueblo deja de definirse como
una muchedumbre hambrienta que vive en condiciones precarias, y por tanto, critica el hecho de que
toda muchedumbre pobre no tiene por qué ser, por el hecho de ser pobre y muchedumbre, denominada
como pueblo. Se rompe así con la determinación designativa o denominativa, que relacionaba de manera
referencial el lenguaje con la realidad.
Teniendo en cuenta esto, y situándonos en el caso concreto del Sexenio, el pueblo a que hacían
referencia los revolucionarios liberales, o dicho de otra manera, la concepción que poseían los insurgentes
de pueblo difería de esta definición de clases bajas muertas de hambre. Imbuidos dentro del discurso
democrático liberal (o imaginario moderno, siguiendo a Charles Taylor) mediante el cuál concibieron,
plantearon y planearon su revolución contra el trono de Isabel II de Borbón, los insurrectos apelaron
4 Son particularmente relevantes los estudios de POOVEY, Mary, 'The liberal civil subject and the social in Eighteentecentury British moral philosophy', Public Cu/Jure, 14, 1, 2002, pp. 125-145; TAYLOR, Charles, Modern Social Imagjnaries, Durham~London, Duke University Press, 2004; MOUFFE, Chantal y LACLAU, Ernesto, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia 11na radicalización de la democracia, Madrid, Siglo XXI, 1987 [1985], ·concretamente capítulo cuatro, pp. 167-217. Sobre la teoría postsocial y el debate teórico surgido en Historia en las últimas décadas ver CABRERA, Miguel Angel, Historia, lenguaje y teoría de la sociedad, Cátedra-Universitat de Valencia, Madrid, 2001.
5 Ver FERNÁNDEZ SEBARTIÁN, Javier y FUENTES, Juan Francisc~ 'Historia, lenguaje y sociedad: conceptos y discursos en perspectiva histórica', introducción al Diccionario político y social del siglo XIX español, que ambos autores dirigen, así como la voz 'Pueblo'. Madrid, Alianza, 2002, pp. 23-60 y 586-593. Ver también los estudios sobre el pueblo de FUENTES, Juan Francisco, 'Concepto de pueblo en el primer liberalismo español', Trienio, 1988, 12, pp. 176-209; 'La invención del pueblo. El mito del pueblo en el siglo XIX español', Claues de Razón Práctica, 2000, 103, pp. 60-64; FUENTES, Juan Francisco y ROJAS FRIEND, Antonio, 'El discurso liberal sobre el pueblo: la polémica entre E/ Español y El Eco del Comercio (1835-1837), Trienio, 1997, 30, pp. 65-89.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PACHECO» DE lNvE.rnGAQÓN HrsróRJCA
al pueblo en un sentido abstracto. Era una formulación teórico-política heredada de la revolución
ilustrada francesa, a raíz de lo cual lo definieron como el conjunto de individuos libres e iguales entre sí,
dotados de derechos políticos y que en su interrelación acababan asumiendo obligaciones mutuas. Es
decir, el pueblo se definía, desde este punto de vista teórico, como la comunidad política surgida de y
basada en el contrato social. Su surgimiento en el debate político liberal de mediados del XIX tinerfeño
vino motivado por la aparición del discurso democrático y el despliegue significativo de sus tres principios
básicos: libertad, igualdad y fraternidad.
La revolución de 1868 fue el instante preciso en que se produjo una mutación sin precedentes en
la historia canaria: el cambio de una sociedad desigual basada en el privilegio político del sufragio
censitario, en otra, democrática, que fundamentaba su visión de la esfera política en el supuesto de que
todos los varones eran iguales al nacer y tenían iguales derechos y deberes de participar en las decisiones
concernientes a la nación. Es decir, que todos los hombres por igual tenían el derecho y la obligación
de autogobernarse a sí mismos, sin depender de más tutores (reyes, gobiernos censitarios, dictadores,
etc.).
En este sentido el pueblo era una identidad política concebida a partir del discurso democrático
como la comunidad política de todos los hombres varones mayores de edad. Teorizada de esta manera,
la categoría de pueblo establecía su razón de ser en la existencia de un régimen político segregacionista
al que se oponía. En este sentido, en Tenerife la democratización implicó un cuestionamiento de los
valores e instituciones políticas del régimen isabelino. Dicho régimen se fundamentaba en los preceptos
del doctrinarismo liberal, instaurado en España a principios del siglo XIX. Basado en el principio de
soberanía compartida trataba de establecer un equilibrio de poder entre las Cortes y el rey; entre una
monarquía hereditaria, y una ciudadanía capacitada por su condición de propietaria a ejercer a intervenir
en los asuntos de Estado mediante sufragio censitario, al ser poseedores, mantenedores y generadores
directos de la riqueza, el bienestar y la prosperidad de la nación. El criterio sobre el que fundamentaba
el doctrinarismo liberal este último tipo de soberanía era la propiedad, convirtiendo el estatus de
ciudadanía en un privilegio de ricos.
Durante el proceso revolucionario de 1868 todas estas premisas que sustentaban una soberanía
compartida, monárquica y censitaria, fueron rechazadas. Para los revolucionarios el ciudadano no era el
que poseía riquezas sin_o el que-las producía, es decir, el contribuyente. El hombre verdaderamente
independiente y autónomo era el que era capaz de producir con su trabajo para sobrevivir él, alimentar
a su familia y contribuir al enriquecimiento de la nación. El propietario, sin embargo, al solo poseer
pero no producir riquezas no contribuía al bienestar de la nación, sino solo a sus deseos egoístas de
acrecentar su patrimonio personal. Según la visión democrática debía ser el pueblo español, o de manera
más genérica, los individuos productores quienes representasen a la ciudadanía soberana. Tal afirmación
suponía, por un lado, la abolición del sistema de sufragio censitario y una ampliación del voto al conjunto
de los españoles, todos ellos contribuyentes al progreso y la riqueza nacional. Por otro, implicaba que si
la comunidad política debían conformarla únicamente los individuos productores, debían ser arrojados
de sus filas los 'parásitos' sociales, los 'presupuestívoros' o devoradores de impuestos, que hubiesen
estado viviendo a costa de la riqueza nacional sin reportar algún tipo de beneficio a la comunidad.
La lógica de la equidad en que quedaba sustentado el 'nuevo régimen' revolucionario contraponía,
así, ei privilegio del rico a la igualdad de todos los ~ombres y por ende, el gobierno de una oligarquía al
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LA HlJTORIA EN AClWO
de una democracia investida por la soberanía popular. El pueblo entonces se instituía como fuente de
legitimidad política.
Periódicos como El Insular radicalizaron su posicionamiento subversivo haciendo un llamamiento
«a los ciudadanos a la lucha política>>6:
«La política es la vida nacional, es el progreso de las sociedades, es el interés de los pueblos, es la
moralidad, es la ciencia, es el porvenir del hombre, es una religión que tributa acatamiento a las
leyes y defiende su pureza>>.
En una palabra la política es todo. La política es la vida. El hombre es político porque es sociable,
porque requiere vivir en asociación con los demás hombres para la consecución de sus propios intereses,
que es al mismo tiempo el interés común, pues de otro modo sería el ser <<más desventurado del
Universo»:
«. . . todos tienen obligación indeclinable de intervenir activamente en la política, defendiendo
cada uno las ideas que considera mejores para hacer feliz y poderosa la Nación.
¿Habrá alguno de los nobles y liberales hijos de Canarias que se muestre indiferente a este deber?
... ¿Habrá alguno que huye de la política?
No; no podemos suponer que el egoísmo llegue a tal exageración».
La política se concibe como un acto de amor, de fraternidad, de «caridad», que hace a cada
hombre responsable de la existencia de los otros:
«si, porque la política es la caridad.
¿Qué hombre, aun suponiendo que haga abnegación de sí mismo, no tiene un padre, un hijo, un
hermano, un amigo? Ninguno. Pues si este hombre no se ocupa absolutamente de la política
nacional, no ama a su padre, ni a su hijo, ni a su hermano, ni a su amigo, cuya persona no podría
defender, cuyos intereses no podría amparar, cuyos derechos no podría garantizar, cuyas voluntades
no podría cumplir, abandonando la política ... » . . Y al ser un acto de responsabilidad cívica y humana, es por tanto, un deber. Para los liberales
revolucionarios, la política quedaba definida como una obligación de todo ser humano:
«Poseídos de esta convicción, no vacilamos, al reanudar nuestras tareas, en llamar a la discusión
política, a todas las inteligencias, interesando a los ciudadanos que pagan, (y los que pagan son
todos, desde el potentado al bracero), y a unos y a otros los llama un deber imposible de declinar
a ocuparse de la cosa pública, que no tolera abdicaciones, porque abdicar es morir».
Si esto es cierto, y la documentación manejada parece apuntarlo, creemos que el motivo por el que se
apeló al pueblo durante la revolución de 1868, legitimando así la insurrección, fue porque, cuando los liberales
revolucionarios apelaban al pueblo, no hacían referencia a una realidad objetiva preexistente conformada de
clases bajas, a la que resultaba rentable democratizar o que reclamaba el reconocimiento de sus derechos
políticos. En realidad hacían referencia a una abstracción teórica política que formaba parte del discurso
democrático del que ellos mismos se hallaban imbuidos. Dicha abstracción teórica articuló gran parte de la
6 J. V., 'La política en Canarias', E/ lnst~lar, n° 3, 08-03-1868, p. 1. Las citas que ponemos a continuación son distintos fragmentos de este artículo.
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ACTAS DE LAS 1 joRNADAS <tl>REBENDADO PACHECO» DE lNvE.rnGAaóN HLrróRICA
crítica realizada al modelo de cuerpo social disimétrico regido por las instituciones borbónicas,
contraponiéndolo a un modelo alternativo de sociedad igualitaria. Las razones que pudieron motivar la
búsqueda de alternativas estarían relacionadas con la progresiva política de represión y censura del gobierno
isabelino durante los años anteriores, la cual habría ido cerrando las vías que hasta ese momento habían
posibilitado la acción en la esfera pública de una ciudadarúa censitaria que habría visto perder, así, la garantía
de sus derechos. 7 La creciente crispación antiborbón y antimonárquica tendió hacia la democratización de las
ideas políticas y a la aceptación cada vez mayor de la soberanía nacional como la mejor opción -como la
opción más lógica- frente a la dinastía real, hasta que quedó finalmente grabado en el sentido común de los
insurgentes.
Sin embargo, la alternativa democrática empezó a generar algunas contradicciones cuando, una vez
triunfado el golpe, los liberales trataron de llevarla a la práctica a través de sus manifiestos y programas
políticos.
Efectivamente, cuando se trató de aplicar en la práctica cotidiana esta noción de pueblo a la
realidad social canaria de finales de 1860 comenzaron a surgir los problemas. Mientras estt.:tvo falto de
referentes sociales reales y era utilizado para criticar las desigualdades sociales y los privilegios del
régimen de Isabel 11, el concepto de pueblo no suscitó dudas en cuanto a su existencia y definición. Y
mientras fue así, el concepto mantuvo una relación armoniosa con los principios democráticos.
Pero cuando triunfó la Septembrina y llegó la hora de aplicar la noción política de pueblo como
el conjunto de los individuos libres productivos para la nación, advirtieron la presencia de esos otros
inadecuados que, según la lógica del propio concepto, pasarían a constituir la mayoría del cuerpo electoral.
Se trataba de la masa informe de brazos que, empleada en los talleres y en los campos, componía la . parte esencial del cuerpo social, siendo el verdadero motor generador de gran parte de la riqueza del
país. Su función social les confería derechos políticos, eso era indiscutible. Pero también era innegable
que se trataba de hombres máquina, preparados desde el nacimiento para trabajar como animales, sin
cultura ni instrucción alguna, siendo analfabetos casi en su totalidad. La evidencia de un pueblo no
ilustrado fue el motivo de que algunos liberales insurrectos comenzasen a plantear la necesidad de
matizar el principio de soberanía nacional, generando con ello una relación paradójica entre su noción
de pueblo basada en el principio de igualdad y una visión disimétrica de la sociedad que distinguía entre
ilustrados (y, por tanto, capacitados) y analfabetos y, en razón de la cual, se habría de limitar a estos
últimos sus derechos políticos hasta que no hubieran superado su estado de ignorancia. Es decir, que
de alguna manera saber leer y escribir acabó constituyéndose en un elemento de diferenciación social
que cuestionaba los principios democráticos sobre los que trataba de erigirse la nueva sociedad. La
cuestión provocó disputas, primero, entre los propios liberales, generando un duro enfrentamiento
político en la capital canaria y, después, entre los liberales y los trabajadores analfabetos, siendo estos
últimos quienes, reclamándose como pueblo pidieron la totalidad de sus derechos y libertades políticas
y que les dejaran de considerar como un sujeto incompleto, en parte inhumano o mecanizado.
7 Un ejemplo de la paulatina pérdida de derechos y sus consecuencias sobre la ciudadanía fue el protagonizado por los estudiantes, canarios entre ellos, que se manifestaron en la primavera de 1866 en protesta por la circular mandada por el gobierno de Narváez que impedía a los profesores públicos hacer críticas a las ideas religiosas y a las instituciones imperantes, coartando de este modo la libertad de pensamiento dentro de las universidades. Ver PÉREZ VIDAL,José,
. 'Los canarios y la.noche de San Daniel', El Museo Canario, 1935, n° 7, pp. 6-23.
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LA HISTORIA BN ACIWO
· Vemos, por tanto, como las dificultades que surgieron para poner en práctica la noción democrática
de pueblo acabaron generando la ruptura entre el grupo de liberales insurrectos, que se habían mantenido
unidos mientras formaron la oposición antiborbón, así como la aparición de nuevos conflictos sociales,
fruto de lo que hemos denominado como paradojas democráticas.
Efectivamente, a la hora de confiar a la soberanía popular los destinos de la patria mediante el
pnncipio de representatividad, los insurrectos se dieron cuenta de las deficiencias que, desde ·su punto
de vista, padecía la gran mayoría del electorado en ra2:ón de su educación y de cómo la noción de
pueblo o comunidad política en realidad englobaba un paisaje social que era muy disímil. Su inquietud
e incertidumbre venían motivados por las nefastas consecuencias que podría traer delegar a un.os
analfabetos la elección de decidir los designios de la nación:
« ... hoy el hombre se cree igual al hombre y nada hay que entre ni los separe; hoy el ignorante se
cree igual que el sabio; mañana el bandido será en todo igual al hombre honrado ... ¿De dónde
parten estas ideas extraviadas, gangrena de nuestra sociedad, amenazando derrumbar el edificio
de nuestra soberanía? ¿De dónde viene el soplo destructor, que todo los trastorna, que todo lo
avasalla?
La igualdad, la fraternidad tiene sus límites. Ellas no pueden estar en íntimo consorcio con el
envilecimiento de unos y el noble comportamiento de los otros; porque la ignorancia, el
embrutecimiento y los vicios son incompatibles con la moral y la ilustración, como son
incompatibles la noche y el día, el fuego y el agua.
Ya todos tratan en las discusiones lo más difícil que hay que discutir: la religión y la política.
Todos se creen igualmente ilustrados para dilucidar asuntos que no entienden ... porque muy
pocos son los que recibieron la educación de los pueblos libres». 8
De alguna manera, por tanto, la ignorancia, unida a la pobreza y al envilecimiento, se contrapusieron
a la ilustración, asociada al bienestar, a la prosperidad económica y ~ la virtud. La cuestión suscitó el
debate entre las filas liberales y terminó por separarlas en dos posiciones enfrentadas, la monárquica
democrática y la republicana. La primera proponía formar, previamente, una ciudadanía instruida y
educada en sus derechos y debe~es políticos. Opinaba por tanto que había que educar a los individuos
antes de ser proclamados la totalidad de sus derechos políticos:
«Si todos los hombres tuviesen una regular instrucción, buenas ideas de orden sin ambiciones, y
se respetas~n mutuamente, casi podríamos asegurar que sería innecesario. el Monarca o el
Presidente, el gobierno y las autoridades; pero ... desgraciadamente no sucede así porque una
_ gran parte del pueblo español no tiene instrucción suficiente para conocer sus verdaderos derechos
y respetar los de los d~más .... lnterin esto se verifica creemos muy conveniente que debería
formarse en las Cortes Constituyentes, una constitución basada en los principios democráticos
proclamados por el partidos progresista designándose un Monarca electivo ... que su misión sea
solamente la de sancionar leyes, cuidar de su más exacto cumplimiento y procurar siempre que el
gobierno se componga de los hombres más sabios, virtuosos, de mejores ideas y que merezcan la
confianza del pueblo».9
8 'El bajo pueblo se desborda', El Instilar, 0° 61, 18-09-1869, p. 1. 9 'A los electores', El Inst~lar, no 75, 25-11-1868, pp. 1-2.
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ACTAS DE LAS] jORNADAS «PREBENDADO PACHECO» DE INvE.mGAaóN HLrróRICA
La republicana, por el contrario, confiaba en que un pueblo libre era un pueblo sabio y en que la
propia práctica política iría curtiendo su carácter como individuos responsables. Lo importante no era,
por tanto, que fuese un pueblo culto sino que fuese un pueblo libre de decidir su destino:
«0 negamos que el espíritu es libre, matando así las más nobles· aspiraciones del hombre,
reduciéndole a la miserable condición de bruto; o aceptamos las consecuencias de esa libertad, a
saber: la diversidad de juicios y sus naturales manifestaciones en el espacio y en el tiempo: las
esmelas, las sectas, los partidosJ>.10
Observamos en el texto una diferencia fundamental con respecto a la idea de libre opinión
defendida desde El Insular. El bruto no era el ignorante sino el esclavo. Aquel que no era capaz de
actuar, pensar o decir en libertad estaba condenado a una <<miserable condición de bruto». Por tanto el
problema no era la falta de criterio que conllevaba un estado de ignorancia sino la falta de poder
emplearlo con libertad: 1
<<Nosotros profesamos la libertad del pensamiento, porque nadie tiene derecho a impedir que
pensemos, ni a contener esa función de nuestra inteligencia ... y por eso respetamos al hombre
que piensa, aun cuando sus ideas sean erróneas; más aún, notoriamente disolventes si se quiere,
pues ese hombre piensa y cumple así un fin intelectual». 11
Las discrepanQas surgidas en el grupo tuvieron consecuencias prácticas en la nueva legislación,
la cual fue resultado de enconados debates en torno al modo de llevar a cabo el principio de soberanía
nacional o el modelo de gobierno del consenso social o representativo: a qué edad se debía votar y, por
tanto, quiénes conformaban la ciudadanía, 12 y cómo se debían elegir los candidatos políticos, si por
designación desde abajo, esto es, por los propios electores que conformaban el nuevo electorado, o por
decisión de los de arriba, es decir, por los liberales insurrectos, quienes designarían a los gobernantes
políticos más adecuados.
En este último debate se vio reflejada la posición de cada uno de los grupos en la manera de
preparar las elecciones a Cortes Constituyentes. En estas Cortes se iba a decidir si la soberanía nacional
debía ser compartida con una monarquía electa -volviendo en cierto sentido al principio de soberanía
compartida del doctrinarismo liberal, y quedando así la revolución como una mera ampliación del
electorado al conjunto de los españoles. Los monárquicos antiborbónicos o quienes pedían una transición
a la democracia paulatina, apostaban por la que denominaron como 'monarquía democrática'. Su partido,
denominado Monárquico Demócrata, pensaban en la estabilidad que representaba una Corona como
figura mediadora y arbitraria en el parlamento, y creyendo en la incapacidad de la mayoría ciudadana de
decidir, designaron desde arriba los candidatos que debía votar el pueblo desde abajo. Los pertenecientes
al Partido Republicano, que pedían un cambio radical e inmediato, optaron por un modelo afín al ideal
de comunidad política que reclamaba el discurso de la democracia. El propio pueblo elegiría a los
candidatos que debían presentarse posteriormente a las elecciones.
10 VILLALBA HERVAs, Miguel, Los partidos poHticos y las sectas religiosas ante la ra~n y el derecho natural, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta J. Benítez y C. •, 1869, p. 11.
11 FILOLECTO, La libertad de pensamientQ, E/ Progreso de Canarias, 0° 6, 21-05-1868, p. 1. 12 Los monárquicos proponía como edad limite de voto los 25, los republicanos los 20 años. Ver 'El sufragio universal', E/
lnst~/ar, o0 76,28-11-1868, p. 1 y 'La juventud y el sufragio universal', & de/Comenio, 0° 1762,2-12-1868, p. 1.
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L4 Hl.STORIA EN ACIWO
Ambas fueron cuestiones de primer orden generadas por esa configuración disimétrica de la
sociedad según criterios educativos. Una configuración que escindió al pueblo, según vemos, en lo que
los contemporáneos denominaron una nobleza de mérito o aristocracia, por un lado, conformada por
los liberales revolucionarios y, un bajo pueblo o pueblo no ilustrado, por otro, en los que se inscribió a
los trabajadores manuales analfabetos. 13 Esta dicotomía noble/bajo pueblo acabó creando relaciones
políticas de subordinación que terminaron siendo definidas como opresivas e injustas tras el triunfo
monárquico en las primeras elecciones democráticas a Cortes Constituyentes y la reinstauración de la
institución monárquica, en 1869.
A los movimientos anti-monárquicos en el verano del 69 sucedió la suspensión de las garantías
constitucionales. Las medidas represoras se tradujeron en deportaciones, destituciones de cargos públicos,
cierres de las redacciones de los periódicos de izquierda, siendo prohibidas las asociaciones políticas y
clausuradas las ya existentes aunque no fueran políticas (como el Gabinete Instructivo o la Asociación
de Socorros Mutuos y Enseñanza Gratuita de Santa Cruz de Tenerife, fundada por Bernabé Rodríguez
para educar a las clases trabajadoras).
Sin embargo, hubo respuestas contra esta política represiva. Interpretada como un atentado
contra las libertades generó la aparición, en la esfera pública, de nuevas voces procedentes de esa masa
electoral despreciada por su ignorancia, que advirtieron en el retorno del rey su permanencia como un
sujeto disminuido, vejado en sus derechos políticos, cuya dignidad como ser humano igual a los demás
hombres no estaba siendo tenida en cuenta. Serán por tanto los mismos trabajadores analfabetos objeto
de debate político los que, al asumir la identidad política de pueblo, irrumpieron en la esfera pública
reclamando tener voz propia. Las denuncias y reivindicaciones realizadas a través de los periódicos
fundados por artesanos republicanos, 14 reclamando <<No queremos clases privilegiadas, queremos la igualdad de
todos y para todos (sic)», 15 evidenciaron la existencia de dos paradojas: una, la implantación de una monarquía
·en una nación que se había declarado previamente soberana, contraviniendo los derechos fundamentales
de los hombres a vivir como individuos autónomos capaces de decidir por sí mismos. Y, otra, la originada
por la aparición de una nueva aristocracia dentro un cuerpo social fundamentado en los principios de
igualdad y de libertad; y según los cuales nadie estaba por encima del resto ni podía decidir por el otro.
Para los iletrados quedaba claro que la revolución había sido una farsa y que con la monarquía en
el poder quedarían de nuevo sometidos al antiguo estado de esclavitud del que se habían liberado.
Por otro lado, el partido republicano tomó una conducta moderada tras la represión del 69, y un
escepticismo creciente empezó a extenderse entre las huestes de la aristocracia republicana con respecto
a la actitud del pueblo trabajador iletrado en las urnas (al haber votado la mayoría de los españoles, y
tinerfeños, la opción monárquica):
«Oh pueblo, pueblo infeliz. Despierta de tu letargo; abre tus ojos a la luz de la razón y de la
justicia; rechaza esas necias y ridículas preocupaciones con que se quiere oscurecer tu inteligencia:
13 Ver VILLALBA HERVAs, Miguel, 'La soberanía nacional y la verdadera aristocracia', El Progreso de Canarias, n° 10, 10-06-1868, p. 1
14 Nos referimos a E/ Pueblo. Periódico Republicano Federal, editado entre 1870 y 1971, y que reapareció de nuevo en 187 4 y a La Justicia. Periódico Republicano Federal, 1872-1873.
15 'No queremos rey', La justicia, n° 17,27-02-1873, p. 2.
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AcrAS DE LAS 1 joRNADAS «Plu:BBNnAoo PACHBCO» DE lNvB.mGAaóN HJSTóRICA
acógete a los salvadores principios de la democracia, que te devuelve tu dignidad; demuestra, por
una vez si quiera, que es una gran verdad, y el principal atributo de tu soberanía la libertad de tu
sufragio universah>. 16
Todo ello llevó a que la aristocracia y el bajo pueblo acabasen distanciados. dentro del eje
republicano. De alguna manera, terminaron por desconfiar el uno del otro. La elite política izquierdista ·
optó por la vía de la negociación con el partido en el poder y abandonó la idea de dejar en manos del
pueblo el cambio político definitivo. El bajo pueblo, por el contrario, optando por la vía de la
<<intransigencia>>, creyó ver en la actitud «benevolente» de los ilustrados una traición a la revolución y a
sus justos ideales democráticos:
« ... en nuestro partido había una aristocracia que no quería sino figurar, imponiéndose siempre
a la clase trabajadora; las divisiones existen en el partido desde que se hacen observaciones por
algunos y se combaten los proyectos liberticidas de esa aristocracia; y que los que pertenecen a
di~ha fracción no buscaban sino empleos ... cie aquí que se acentuasen más esas divisiones». 1.7
El punto de inflexión se produjo con ~1 intento de fundar un partido, denominado Centro
Republicano Reformista, con el que el bajo pueblo pretendía iniciar solo su andadura política. 18 Sin
embargo, finalmente, la iniciativa quedó frustrada por el golpe de estado de Pavía en 1874. No obstante,
su formulación supuso la primera propuesta política conocida de formar un partido político de
trabajadores que salía del circulo de los artesanos.
A modo de conclusión es posible afirmar que durante el Sexenio se produjo en la isla el surgimiento
y transformación de la categoría histórica de pueblo como sujeto político. Fue un proceso mediante el
cual la aplicación a la realidad canaria decimonónica del imaginario liberal y la noción abstracta de
pueblo, concebido como la comunidad política de los hombres, acabó produciendo nuevos sujetos y
agentes históricos que respondiendo a su invocación política como individuos productores útiles a la
' nación, acabaron identificándose como pueblo y reclamaron ser reconocidos como ciudadanos libres
capacitados para participar en la esfera política con total autonomía, denunciando la discriminación
ejercida contra ellos por .su condición de hombres disminuidos, por ser iletrados. Así, el pueblo se
constituyó a lo largo de estos seis años como una identidad política que subvirtió aquellas relaciones
disimétricas que al quedar establecidas dentro de una sociedad de iguales, y por tanto, de un cuerpo
social basado en el principio de soberanía nacional, se interpretaron siempre como relaciones opresivas
y discriminatorias. ·Sin duda, el ideario político democrático en el que se hallaron imbuidos políticos,
intelectuales y trabajadores manuales tuvo efectos sobre la cotidianidad de sus vidas que fueron
irreversibles, en el sentido de que no pudieron parar un proceso que ellos mismos habían iniciado y que
desembocó en una constante revisión y reinterpretación, que no cuestionamiento, de los principios
16 E/ Progreso de Canarias, 15-02-1869. Cita tomada de SÁNCHEZ DE ENCISO, Alberto, Republicanismo ... , op. cit., p. 155.
17 'Reunión republicana', La Justicia, n° 42, 26-07-2873, p. 3. Ver asimismo E. R., 'Intransigencia', La JIISiicia, n° 2, 10-11-1872, p. 1-2 y la respuesta de los 'benevolentes' en !....a Federación, n° 404, 21-03-1873, p. 1.
18 «Es evidente que, en el partido avanzado, se ha verificado un cisma; los unos no quieren seguir adelante, cansados del camino, y piden retroceder; los otros no temen a las fatigas de la jornada y piden avanzar, para cumplir, como buenos, con su propósito; ... Es necesario, pues, que haya como un depósito, como un poder custodio de la idea santa de la democracia, donde se erija el cumplimiento de los modernos principios en el orden poHtico y social; a este sentimiento noble de pureza republicana obedece la instalación del CENTRO REFORMISTA de esta Capital>>. 'El Centro Republicano Reformista', !....ajusticia, no 46, 11-08-1873, pp. 1-2.
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LA HISTORIA EN AQ'WO
democráticos que constituían su identidad política como pueblo. De esta manera, si bien los golpistas
fueron los primeros en asumir, implantar y poner en práctica la idea de pueblo en su lucha contra los
privilegios políticos establecidos por el sistema político Borbón, más tarde fueron los trabajadores
manuales los que apropiándose de la categoría de pueblo y en su nombre, se rebelaron contra las
posiciones diferenciales fijadas a partir de criterios educativos por la nueva elite política insurgente.
Ninguno de ello, sin embargo, pensó en la posibilidad de obviar este término político. El pueblo definía
una realidad política a la que sólo podía oponerse el anterior sistema regio y censitario, sin que cupiesen
más opciones. Más allá de esta oposición rey/ pueblo ningún otro modelo de sociedad o cuerpo social
era imaginable, quedando atrapados entre la idea de una sociedad de privilegio o la visión de una
comunidad de iguales. Y conforme a esto actuaron en consecuencia; si bien jamás pudieron prever, ni
mucho menos controlar, las consecuencias de dichos actos. ¿Cómo, si no, hubieran actuado los
monárquicos durante la revolución de 1868, de haber imaginado que dos años después iba a surgir un
foro público de artesanos ~xigiendo su cupo de poder político, o los republicanos durante las elecciones
a Cortes Constituyentes de haber previsto que del espíritu libre de un pueblo iletrado resultaría una
mayoría pro monárquica?
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ACTAS DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PACHECO» DE lNvE.rnGAaóN HI.rróRICA
LA EDUCACIÓN POPULAR Y EL IMAGINARIO MODERNO.
TENDENCIAS RECIENTES EN HISTORIA DE LA EDUCACIÓN 1
Victoria Heredero Gascueña
En este breve trabajo, realizaré un estado de la cuestión sobre la dinámica teórica de la Historia
de la Educación, tanto a escala nacional como internacional, que me servirá de base para una posterior
formulación propia. Para ello, tras establecer mi objeto de estudio, expondré algunas de las características
particulares de la investigación histórico-educativa y analizaré brevemente las tendencias teóricas más
relevantes en su seno.
Cuando inicié los estudios de doctorado, decidi centrar mi investigación en la educación popular
durante la II República2• Más concretamente, quise analizar las claves qile explicaban la encarnizada
disputa política que en torno a ella se había generado. Me llamaba la atención la confrontación que
provocó este asunto entre las más dispares fuerzas políticas y la pervivencia de algunos de sus polos de
discusión en la actualidad política de nuestro país. De hecho, con una rápida mirada a la prensa del
momento pude apreciar la relevancia con la que fueron abordados los debates sobre este tema en las
Cortes Constituyentes repl}blicanas, las ambiciosas iniciativas gubernamentales centradas en materia
educativa y cultural, las resistencias a las mismas tanto desde la derecha como la izquierda y las particulares
propuestas con las que cada grupo socio-político trató de adecuar el sistema educativo nacional a sus
principios ideológicos. Sin embargo, por encima de todos estos hechos históricos había un elemento
que me llamó particularmente la atención. Este crispado disenso descansaba, a su vez, sobre un profundo
e incuestionado consenso. Me estoy refiriendo al hecho de que la práctica totalidad de las fuerzas vivas
de la escena política, al tiempo que pugnaban duramente por establecer sus principios pedagógicos y su
idea de cultura, aceptaban incondicionalmente que la educación redimiría a España de sus males, ya
fueran estos el c.apitalismo burgués, el laicismo masónico, o el oscurantismo clerical. Es decir, todos
concebían la educación de masas como un medio imprescindible y consustancial para el éxito de sus
proyectos políticos y sociales.
1 Este artículo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación HUM2004-04562/HIST (<<La construcción de las identidades ciudadanas en la España Contemporánea») del Ministerio de Educación y Ciencia, cofinanciado por el PEDER.
2 Aunque no voy a entrar en este trabajo en el debate en torno al polisémico término de educación popular, considero conveniente matizar mi concepción del mismo. Utilizo educación popular en un sentido muy general. No tanto para referirme exclusivamente, como se hace en ocasiones, a las iniciativas educativas paralelas y/ o enfrentadas a la educación institucional sino, más bien, como un sinónimo de educación de masas. Independientemente de sus características (públicos o privados, laicos o confesionales, de adultos o de niños), incluyo en esta categoría a todos los proyectos educativos que concibieron que, para tener éxito en sus aspiraciones político-sociales, era necesario integrar al grueso de la población en un proceso de escolarización.
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U HLSTORIA EN ACIWO
Sin embargo, esta fe en el poder transformador de la educación y el debate en torno a su naturaleza
y finalidad social no eran fenómenos nuevos. Los contornos de este debate aparecieron con nitidez
desde finales del Siglo XVIII y resurgieron con fuerza en diversos momentos de nuestra historia
contemporánea hasta alcanzar, durante la 11 República, su máxima expresión. Por tanto, para entender
el significado con el que los españoles conceptualizaron el papel de la educación durante este perio9o,
era imprescindible situar correctamente la génesis y evolución de este concepto durante la modernidad,
así como las éonsecuencias históricas que de todo ello se derivaron.
De esta forma, una vez delimitado mi objeto de estudio, inicié el rastreo bibliográfico con la
finalidad de establecer los principios teóricos sobre los cuales se había analizado el surgimiento de la
. escuela de la modernidad. Con ello, pretendí acercarme a una dinámica disciplinar que prácticamente
desconocía. Y en este proceso descubrí, no sin cierta sorpresa, que la Historia de la Educación es un
campo disciplinar con unas características teóricas y metodológicas muy particulares, en ocasiones
bastante alejadas de las dinámicas de la historiografía general.
Algunas de estas peculiaridades derivaban del surgimiento de la propia disciplina en los primeros
años del siglo XIX. Y es que, aún tomando en sus orígenes algunas pautas teóricas y metodológicas de
la historia académica de su tiempo, su vinculación fundacional con la Pedagogía y la Filosofía dejó una
huella teórica apreciable hasta, ·cuanto menos, los años 70 del siglo :XX3• Sin embargo, respecto a su
propia razón de ser, la Historia de la Educación quedó marcada hasta la actualidad por una doble
naturaleza. Por un lado, como un ·área ejemplarizante para el desarrollo y mejora de las técnicas
pedagógicas. Es decir, como un arcón lleno de teorías e iniciativas educativas del pasado al que acudir
para estimular la formación de los futuros docentes. Y, al mismo tiempo, como un campo de investigación
necesitado del uso de un aparato teórico y metodológico útil para el análisis histórico4• De esta forma,
la disciplina adaptó para sus fines formativos pedagógicos una serie de nociones propias del historicismo
tradicional, que han resistido los avatares institucionale~ y las modas historiográficas más contrapuestas.
Generalizando, podríamos destacar tres características básicas que, obviamente, repercuten en las
explicaciones aportadas en torno al s.urgimiento de la escolarización popular y, por ello, deben ser
tenidas en cuenta.
En primer lugar, la historia de la educación es una disciplina particularmente descriptiva. Los
investigadores histórico-educativos se han afanado hasta fechas muy recientes en recoger y detallar los
contenidos de las obras de los gr~des pedagogos o de las ideologías educativas. En elaborar largas
listas sobre.la sucesión de reformas escolares o en describir el papel de irispirados ministros de instrucción
pública en su preparación. Por este motivo, tienden a dejar en un lugar secundario las complejas causas
que motivaron dichas reformas, su aceptación o rechazo, su intensidad o su velocidad5• De hecho, hasta
la historia social de la educación, paradigma con una evidente vocación analítica, adolece de ese hábito
3 ESCOLANO BENITO, Agustín, <<La historiografía educativa. Tendencias generales>>, en VIÑAO FRAGO, Antonio y GABRIEL, Narciso de (Ed.): La investigación histórico-educativa. Tendencias aclllaks, Ronsel, Barcelona, 1997, pp. 52-53.
4 VJÑAO FRAGO, Antonio, <<La Historia de la Educación ante el siglo XXI: tensiones, retos y audiencias en FERRAZ LORENZO, Manuel (comp.): Repensar la Historia de la Educación; nuevos desafíos, nuevas propuestas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2005, pp. ·149-152.
5 RUIZ BERRIO,Julio, <<El método histórico en la investigación histórico-educativa>>, en VIÑAO FRAGO, Antonio y GABRIEL, Narciso de (Ed.): La investigación histórico-educativa ... , pp. 149-151.
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AaAS DE us 1 joRNADAS «PREBENDADO PACHECOJ> DE lNVE.mGAaóN HrsróRICA
disciplinar de extenderse más en la detallada descripción de los hechos, que en la búsqueda de sus
posibles causas. En palabras de Manuel Ferraz, la investigación educativa ha estado más centrada
tradicionalmente en el «qué», el «cuándo» y el «dónde>> que en el «cómo» y el «pqr qué»6•
La segunda característica, presente en un buen número de obras de Historia de la Educación, se deriva
de esta debilidad analítica. La constatación de dicha carencia ha llevado a numerosos investigadores histórico
educativos a incorporar de manera acrítica y un tanto ecléctica propuestas teóricas provenientes de la Historia,
la Sociología y la Antropología. Esta interdisciplinariedad teórica que, en sí mismo, puede suponer un
enriquecimiento de nuestras perspectivas analíticas, se convierte en un problema cuando se realiza de manera
superficial. Es decir, cuando se combinan en un mismo trabajo nociones epistemológicas contrapuestas e,
incluso, irreconciliables. De esta particularidad se deriva la dificultad para establecer escuelas teóricas, en el
sentido fuerte del término, en esta disciplina 7•
Sin embargo, la tercera característica es, en mi opinión, la más relevante para comprender las
conclusiones que sobre la escuela moderna ha formulado la investigación hasta (echas muy recientes8•
La gestación disciplinar en el seno del idealismo alemán decimonónico dotó a la Historia de la Ed~cación
de una poderosa noción de progreso social y de una invariable fe en la perfectibilidad humana, a través
de la educación adecuada. Es decir, desde sus inicios está disciplina se.mantuvo coherentemente inserta
en dos de los pilares básicos de la racionalidad moderna9• Por tanto, no es de extrañar que la investigación
educativa tienda a reproducir las ideas-fuerza de las obras pedagógicas de los ilustrados, conciba la
secularización de la enseñanza como un proceso lógico e irrevocable o analice la pugna político-educativa
durante nuestra II República desde los supuestos de sus protagonistas, aceptándolos como naturales.
Al operar en la misma lógica discursiva de sus contemporáneos, han construido un· relato histórico
lineal, acumulativo y coherente de la escolarización. Un relato que, una vez superadas las barreras que
impiden el desarrollo de un sistema escolar pleno, desembocaría en la emancipación del hombre por el
hombre.
No obstante, a pesar de estos rasgos comunes, en el seno de la historiograña educativa existen
diversas propuestas teóricas, cuyos fundamentos trataremos de exponer brevemente. Entre todas ellas
podemos delimitar dos_ paradigmas hegemónicos, que suelen denominarse como la historia tradicional
6 FERRAZ LORENZO, Manuel, <<La historia postmodema (o postsocial) y sus influencias en la historiografía de la Educación», en FERRAZ LORENZO, Manuel (comp.): Repensar la Historia de la Educación ... , p.185.
7 En este sentido, resultan característicos algunos trabajos teóricos de Juan Manuel Fernández Soria, en los que trata de reconciliar, con inciertos resultados, la historia social, la historia <:ultural y el giro lingüistico. FERNANDEZ SORIA, Juan Manuel, <<La Historia de la Educación ante la segunda Dustración» en !bid.
8 Cuando utilizo el término esCIIela moderna no pretendo referirme a la propuesta pedagógica racionalista de Francesc Ferrer i Guardia. Sino, más bien, al tipo de institución escolar surgida y generaliZada desde el siglo XIX en Europa occidental, que supondría la base de nuestros sistemas educativos nacionales. Institución educativa de masas, pública y laica. Una escuela para construir al sujeto racional moderno. ·
9 Una interesante reflexión sobre la poderosa influencia de la noción de progreso en la Historia de la Educación, d~sde posiciones teóricas un tanto eclécticas, la ha realizado recientemente Raimundo Cuesta. CUESTA FERN.ÁNDEZ, Raimundo, <<La escuela y el huracán del progreso. ¿Por qué todavía hoy es necesaria una crítica histórica de la escolarización de masas?», en Indaga, 4, 2006, pp. 53-94. Para el caso de la Sociología de la Educación, disciplina en la que progreso y emancipación juegan un papel no menos importante, nos servimos de los análisis de José Luis Castilla. CASTILLA VALLEJO, José Luis, «¿Qué hay de Foucault en los análisis foucaultianos de la Sociología de la Educación?>>, en Témpora, segunda época, volumen 2, 1999, pp. 275-308.
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LA HISTORIA EN Acnvo
y la historia social de la educación. Sin embargo, en los últimos años, ha surgido un tercer modelo
teórico en discordia, derivado de la irrupción del debate posmoderno en el terreno educativo.
Denominado de diversas maneras, me referiré a él como la historia posmodema de la educación debido,
precisamente, a la gran heterogeneidad de propuestas que puedeti agruparse bajo esta denominación.
Historia tradicional de la educación
En primer lugar, y como planteé anteriormente, la historia tradicional de la educación apareció
en el entorno pedagógico germánico a comienzos del siglo XIX. Respondía así a la necesidad de crear
una fuente de reflexión, experiencia e inspiración en orden a la preparación profesional y cultural de los
futuros maestros del Estado prusiano.
Sus primeros investigadores, adaptando la metodología historicista a las necesidades pedagógicas
y filosóficas de la disciplina, se centraron en la recopilación, acreditación y descripción de los hechos y
documentos relacionados con la Educación. Dado que la mayoría de ellos habían sido generados por el
Estado, los pedagogos insignes y las instituciones educativas más relevantes, la investigación histórica
los convirtió en protagonistas indiscutibles, dotando a sus acciones de una dinámica interna basada en
la racionalidad y la intencionalidad. La narración histórica resultante, idealista y descontextualizada,
respondía a la ordenación normativa y acumulativa de los conocimientos generados por estos agentes
educativos, privilegian~o así el modelo descriptivo y episódico de exposición, en un trazado lineal,
coherente y progresivo hacia el presente10• Consecuente con esta noción de la historia, la visión que
esta teoría produjo sobre la génesis y función de la educación durante la modernidad podría resumirse,
generalizando hasta el extremo, en la siguiente descripción.
Partiendo de su capacidad de autonomía racional e individual, los ilustrados habrían generado, en
el contexto de su proyecto civilizador, una idea de educación que liberaría al hombre de las sombras
que el oscurantismo y la ignorancia habían proyectado sobre él. En este proceso, los grandes pedagogos
habrían trasladado estos principios al terreno educativo, formulando teorías pedagógicas más acordes
con la verdadera naturaleza humana, innatamente perfeccionable. Por su parte, el Estado, a través de
sus perspicaces políticos (el caso paradigmático en nuestra historia sería el de Romanones), habría
reflejado el relevante papel de la educación, !equisito al tiempo que derecho, del ejercicio de la ciudadanía
política. En este proceso, el Estado y las elites modernizadoras, .tras vencer la resistencia de enemigos
del progreso como la Iglesia o el movimiento obrero, habrían instaurado los sistemas educativos de
masas, públicos y progresivamente laicos, de los que disfrutaríamos actualmente.
En el caso particular que nos ocupa, el de la educación popular durante la II República, la
aproximación historicista construirá su relato histórico desde los parámetros antes comentados. Es
decir, considerará incuestionable el carácter bondadoso, positivo y moderno de las iniciativas educativas
republicanas, que tuvieron una tortuosa existencia debido a la oposición retrógrada de la Iglesia católica
y la impaciencia del movimiento obrero. Por tanto, desde este punto de vista, si la República no logró
10 Para una completa caracterización de los inicios de esta escuela teórica véase ESCOLANO BENITO, Agustín, <d...a historiografía educativa ... , pp. 53-57.
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ACTAS DE IAr 1 joÍwADAs «PREBENDADO PAaiECOJ> DE lNvE.mGAaóN HlsróRICA
consolidarse fue, entre otros factores, por que faltó tiempo para que su infalible sistema educativo
creara ciudadanos críticos y democráticos 11•
Historia social de la educación
Hasta el último tercio del siglo XX este planteamiento teórico se mantuvo con escasas
modificaciones. Sin embargo, durante los años 70 se produjo una confluencia entre los historiadores de
la educación y la historiograña general. En estos momentos, la escuela historiográfica pujante en el
ámbito internacional era la historia social, con lo que sería esta visión histórica la que irrumpiría con
fuerza en la nueva generación de investigadores histórico-educativos. De esta forma, los historiadores
sociales de la educación comenzaron a considerar su trabajo como una ciencia histórica sectorial, integrada
en el proyecto de la historia total. De hecho, desde este momento hasta la actualidad, su vinculación
con la dinámica teórica de la historiograña general no dejará de aumentar, tornando su tradicional
autonomía en una creciente dependencia. La capacidad analítica y la particular metodología que la
historia social aportó a la disciplina fue tal, que algunos autores consideran que su irrupción supuso
una auténtica refundación12• En este sentido, destacaremos las variaciones más importantes.
En el plano teórico, los nuevos historiadores sociales de la educación desplazaron su interés
desde la subjetividad intencional de los grandes agentes educativos hacia las estructuras socio-económicas
que, en su opinión, prefijaban la naturaleza y finalidad del sistema educativo. Es decir, concibieron que
las dinámicas educativas a lo largo de la historia no fueron producidas de forma autónoma por pedagogos
y filósofos, ni ejecutadas en el tránsito hacia la democracia por avezados políticos. Más bien, incidieron
en la naturaleza superestructura! de la escuela, como un reflejo instrumental de los sistemas capitalistas
contemporáneos. Al fijar la causalidad en la estructura social, estos investigadores buscaron en disciplinas
como la Sociología o la Historia una metodología que les ayudara a desentrañar las condiciones sociales
de las que había surgido la necesidad de educar a las poblaciones europeas. Y, en este proceso,
incorporaron nociones propias del materialismo histórico como la lucha de clases, la ideología o la falsa
conciencia.
Desde esta perspectiva objetivista, la escuela de la modernidad emergió vinculada a la Revolución
Industrial y al orden social clasista. En el contexto económico capitalista, la burguesía habría establecido
el sistema escolar como un medio de adoctrinamiento y reproducción social. Es decir, la educación
popular era una más de las instituciones ideológicas que legitimaban este orden social clasista, al tiempo
que un adecuado espacio formativo y moralizante para la mano de obra proletaria. Con esta doble
11 Los trabajos que aplicaron en profundidad este planteamiento teórico en nuestro país correspondieron a Víctor Garcla Hoz y a Ángeles Galino. A finales de los años 50 del siglo pasado, Galino encarnó la fusión entre historicismo y positivismo en la Historia de la Educación hispana, acercando la historiografia nacional a la dinámica investigadora del resto del continente. En la actualidad, podemos apreciar parcialmente esta línea teórica «liberab> en un buen número de investigadores. Destaco, en nuestro país, algunos trabajos de Manuel de Fuelles o de Emilio Ortega. Véase, por ejemplo, PUELLES BENÍTEZ, Manuel; Educación e idto!IJgía en la España Contemporánea, Labor, Barcelona, 1991; PUELLES BENÍTEZ, M~uel de, <<Secularización y Enseñanza en España (1874-1917)», en GARCIA DELGADO, José Luis (coor.): España entre dos sig!IJs (1875-1931), Siglo XXI, Madrid, 1991 y ORTEGA BERENGUER, Emilio, <<La reforma de la enseñanza en el primer bienio de la Segunda República», TUÑON DE LARA, Manuel; La II &ptíblica española. El primer bienio. Siglo XXI, Madrid, 1987, pp. 285-300.
12 TIANA FERRER, Alejandro, «La Historia de la Educación en la actualidad: viejos y nuevos campos de estudio» en FERRAZ LORENZO, Manuel (comp.): Repensar la Historia de la Educación ... , p.105.
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Ll Hl.STORIA EN AClWO
función, la escuela moderna contribuía decisivamente a la reproducción y perpetuación de la dominación
burguesa.
Sin embargo, tal y como planteamos en un principio, la historia social de la educación mantuvo
intacta la creencia en el poder liberador de la educaCión. En este caso,. el potencial emancipador recaía
en la autoeducación obrera. En la medida que esta formación contribuyera a despertar la conciencia de
clase de los trabajadores y les dotara de las capacidades intelectuales necesarias para gobernarse a sí
mismos, facilitaría el cambio en las relaciones de producción y el establecimiento de una sociedad más
justa e igualitaria. Por tanto, progreso y emanqpación volvían a ser las claves de la investigación histórico
educativa. Sobre esta di~éctica entre reproducción social y emancipación se fundamentaron buena
parte de los análisis materialistas de la educación popular durante la II República. Según esta visión, los
gobiernos republicanos, al garantizar en la práctica las condiciones sociales capitalistas, habrían orientado
su esfuerzo educativo a fren~ las iniciativas de autoinstrucción obrera, valiéndose para ello de un
discurso culturalista mistificador e ideológicamente manipulador. Por tanto, la confrontación político
ed\l;cativa habría sido .un reflejo superestructura! de un proceso histórico· a gran escala, cuyo motor
sería la lucha de clases 13•
En los años 90, y nuevamente a_ raíz de las dinámic~s propias de la historiografía general, este
estructuralismo fue _matizado por la irrupción de la histori~ socio-cultural. La principal aportación de
esta tendencia teórica consistió en establecer una mayor flexibilidad en el determinismo economicista
de la historia social, introduciendo explicaciones de tipo multicausal. En este sentido, aún man~eniendo
la existencia y relevancia causal de la estructura social,- reivindicaron que la misma sólo condicionaba la
acción: de los individuos a través de su experiencia histórica. Con lo cual dotaron de una dinámica
propia a la esfera cultural y reinttodujeron una cierta autonomía intencional a los sujetos históricos14•
Esta parcial modificación en el modelo teórico de la historia social fue bien acogida por parte de la
investigación histórico-educativa. De hecho, puede afirmarse que en el ámbito internacional es
actualmente la tendencia mayoritaria, y que en el contexto español ha irrumpido con gran fuerza y ha
provocado una importante renovación temática y metodológica. La mayoría de estos estudios, con
importantes reminiscencias antropológicas y microhistóricas, hacen hincapié en el papel de los actores
anónimos de la escuela, los discursos y lenguajes escolares, los hábitos propios de las instituciones . ,
educativas y su incidencia sobre otras áreas de la sociedad como la familia o el ttabajo15 •
. Respecto al proceso de escolarización, encontramos más variedad en sus planteamientos que en
los modelos teóricos anteriores. En líneas generales, estos estudios mantienen la influenc~a del sistema
13 Los investigadores que han realizado estudios sobre la cul~ y la educación desde el paradigma materialista, aún manteniendo ciertas diferencias teóricas, serían, entre otros muchos; Manuel Tuñon de Lara, Alejandro Tiana Ferrer, Pere Sola, José Luis Femández Soria, Agustín Escolano Benito, José Antonio Piqueras Arenas o Pilar Muñoz. Sin embargo, en los últimos años, algunos de ellos han variado su posicionamiento teórico hacia postulados más socioculturales. Mención apart~ merecen las aproximaciones en esta línea desde la Sociología de la Educación, a las que aludiremos más adelante. ·
14 CABRERA ACOSTA, Miguel Ángel: Historia, kngllt!ie y teoría de la sodedaJ, Cátedra-Universitat de Valencia, Madrid, 2001, pp. 48-49. .
15 Uno de los principales exponentes de la historia socio-cultural de la educación en nuestro país es Julio Ruíz Berrio. Véanse sus planteamientos sobre la cultura escolar en RUÍZ BERRIO,Julio (Ed.), La mllllra escolar de Europa. Tendencias históricas emergentes, Biblioteca Nueva, Madrid, 2000, o en GUEREÑA Jean-Louis, RUÍZ BERRIO, Julio y TIANA FERRER, Alejandro: Historia de la Educación en la España Contemporánea. Diez años de investigación, CIDE, Madrid, 1994.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS ((PREBENDADO PAQ-IECOJ> DE lNvEmGAaóN HrsróRICA
capitalista en la configuración de los sistemas educativos nacionales, pero lo ponen en relación con
otros procesos como la cultura política, la sociabilidad, el lenguaje o el género, que habrían condicionado
el desarrollo de este proceso, complejizando con ello la realidad histórica de la escuela moderna16•
Una de las aplicaciones más acabadas de esta tendencia respecto a la educación popular republicana
corresponde a la obra de Sandie Holguín. Esta autora concibe la confrontación en torno a la educación
como una pugna por la hegemonía cultural (retomando nociones gramscianas). Dado que el estado
republicano había tratado de establecer, con su política educativa y cultural, una identidad nacional
homogénea en una realidad socio-cultural mn heterogénea como la española, habría atizado las respuestas
contrahegemónicas de diversos grupos enfrentados, como los anarquistas, nacionalistas o católicos,
cuyas nociónes de ciudadanía y de nación eran significativamente opuestas a la del Estado republicano.
Así pues, esta incapacidad por establecer úna hegemonía cultural habría desembocado en la Guerra
Civil17•
Como valoración general, considero que la multicausalidad de la historia de la educación socio
cultural no conlleva necesariamente una mejor comprensión de los procesos histórico-educativos. Si
bien es cierto que esta aproximación introduce un mayor respeto hacia la complejidad social de nuestro
objeto de estudio y amplia temáticamente el trabajo de los investigadores, no por ello aporta un análisis
coherente y bien estructurado. En algunos casos no supone sino una simple acumulación de ingredientes
que, por generación espontánea, habrían dado lugar a la escuela popular. En otros, una simple vuelta al
historicismo y al subjetivismo tradicionales.
Historia posmoderna de la educación
A pesar de lo reciente de la contribución sociocultural, no es esta la última corriente teórica que
ha influido en la Historia de la Educación. ·Desde la última década del siglo XX, y nuevamente a
remolque de los debates surgidos en la Historia y en las Ciencias Sociales en general, se ha configurado
una heterogénea propuesta teórica derivada de la irrupción del debate posmoderno en el ámbito
educativo. Su característica distintiva sería el cuestionamiento de la lógica constitutiva de la modernidad,
presentándola en sus análisis como un imaginario social puramente histórico. Es decir, estos
investigadores aspiran a deconsttuir los principios que han sido naturalizados y universalizados durante
más de 200 años e incorporados a los análisis de las Ciencias Sociales. Las implicaciones de esta ruptura
epistemológica han sup~esto un auténtico reto para la Historia de la Educación. Esta disciplina,
constitutivamente imbuida de la racionalidad moderna, ha recibido el reto posmoderno con grandes
16 En· cuanto a la influencia de la ciudadanía y la cultura política republicana en la escolarización, GRANDÍO SEOANE, Emilio: «La memoria de la ciudadanía: la construcción de una cultura cívica en la Galicia de la 11 República», Cuadernos republicanos, 58, 2005, pp. 33-56. Respecto a la sociabilidad en el seno del movimiento obrero, destacaría propuestas como la de GUEREÑA, Jean-Louis y TIANA FERRER, Alejandro (Eds.), Clases populares, m/tura, educación, Casa de Velázquez, Madrid, 1989, o GUEREÑA,Jean-Louis «Hacia una historia socio-cultural de las clases populares en España (1849-1920)», en Historia Socia4 Valencia, N° 11, 1991, pp. 147-164. Sobre el papel del lenguaje, desde la perspectiva de Roger Chartier, VIÑAO FRAGO, Antonio: <<Lenguaje y realidad. El discurso histórico y su aplicación al ámbito histórico», , Anales de pedagogla, núm. 14, 1996. En relación al concepto de género y la historiografía feminista de la educación, las aportaciones teóricas más recientes han venido de la mano de Pilar Ballarín. Véase, BALLARÍN DOMINGO, Pilar, La educación de las mll}eres en la España contemporánea (s. XIX-XX), Síntesis, Madrid, 2001 o «Género y discriminación curricular en la España decimonónica», en RUÍZ BERRIO, Julio, La mltura escolar de Europa ••.
17 HOLGUIN, Sandie, Reptíblica de ciudadanos. Cultura e identidad nacional en la España republicana~ Critica, Barcelona, 2003.
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lA HJ.ITORIA EN ACIWO
reticencias. En el caso español, por ejemplo, solo a finales de los años 90 parece haberse propiciado un
debate en términos muy limitados, marcado por una gene(alizada posición de rechazo.
La argumentación de partida que camcteriza a todas estas aproximaciones parte de un desencantamiento,
de corte nietzscheano, con respecto a las promesas de la educación ilustrada. Encontramos en las palabras de
Sol Cohen y Marc Depaepe, editores de un monográfico dedicado al posmodernismo en Paedago¡jca historica,
una breve valoración de este diagnóstico decepcionante:
La educación moderna de la raza humana no ha mejorado la moral, ni ha contribuido a la igualdad ni ha mejorado la configuración del mundo según. criterios racionales. Caen con ello, una por una, las promesas de la llustración. La idea pedagógica de la modernidad, según la cual los humanos únicamente se convierten en verdaderos humanos a través de la educación, dudosamente ha contribuido a que la gente fuera más moral y más civilizada. Y es que, en demasiadas ocasiones, en lugar de crear individuos educados, sabios y prudentes, nuestra educación ha dado lugar, en el mejor de los casos, a ambivalencias, y en el peor de ellos, a monstruos totalitarios, ejecutores complacientes y compañeros de viaje acríticos18
•
Partiendo de este desencanto radical, existe otra característica común en la mayoría de los
historiadores posmodernos de la educación. Se trata de la notable influencia de la obra del pensador
francés Michel Foucault. Es tal su incidencia.en este ámbito de la investigación que, siguiendo a José
Luis Castilla, la clasificación de las tendencias que componen este paradigma de final de siglo pueden
realizarse en torno a la mayor o menor proximidad con los postulados foucaultianos y a la intensidad de
su gesto crítico con la Modernidad19•
En el plano teórico, los investigadores foucaultianos de la educación utilizan el método genealógico
para replantear los estudios sobre el pasado educativo, desterrando la aproximación evolucionista y
haciendo hincapié en las discontinuidades, rupturas y realidades fragmentadas20• Para ello, esta
metodología se centra en el estudio de formas históricamente construidas de razón. Es decir, en <dos
sentidos comunes», que enmarcan, disciplinan y ordenan nuestra percepción y participación en el mundo.
En este sentido, los historiadores foucaultianos se sirven de la noción de «discurso» esbozada por
Foucault y algunos de ellos se apoyan en su particular desarrollo por parte del giro lingüístico. De esta
18 Citado por TENORTH, Heinz- Elmar, «Nueva historia cultural de la educación. Perspectiva del desarrollo de la historia de la investigación de la educación», en PEREYRA-GARCíA CASTRO, Miguel Angel, FRANKLIN, Barry M. y POPKEWITZ, Thomas ( coor.), Historia mltllraly educación: ensqyos críticos sobre conocimiento y escolarización, Ediciones Pomares, Barcelona-México, 2003, p. 87.
19 Castilla Vallejo, José Luis, <<¿Qué hay de Foucault ... , p. 284. En este sentido, es necesario aclarar que la crítica foucaultiana a la Razón moderna está presente tanto en los trabajos sociológicos materialistas de Julia Varela y Álvarez Uría, como en las aproximaciones más postestructuralistas de Sol Cohen o Ian Hunter. Por tanto, en este apartado únicamente pretendo establecer las líneas generales de una perspectiva teórica en absoluto compacta, rescatando posibles conexiones con las que caracterizar y sintetizar las últimas aportaciones teóricas en esta disciplina. Obras de referencia para apreciar las profundas discrepancias entre los herederos histórico-educativos de Foucault podrían ser; VARELA, Julia y ÁLVAREZ-URÍA, Fernando, Arqueología de la Esmela, La Piqueta, Madrid, 1991; HUNTER, lan, &pensar la esmela. Subjetividad, burocracia y crítica, Ediciones Pomares-Corredor, Barcelona, 1998; y COHEN, Sol, KINCHELOE,Joe L. y STEINBERG, Shirley (Eds). Challenging Orthodoxies: Toward a New Cullllral History of Educa/ion. Peter Lang Publishing, New York, 1999.
20 ESCOLANO BENITO, Agustín, <<La Historia de la Educación después de la posmodemidad», en RUÍZ BERRIO, Julio (Ed.), La mllllra escolar •.• , p. 305.
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ACTAS DE LAS [jORNADAS <(PREBENDADO PACHECOJ> DE INvEsnGAaóN Hl.rróRICA
forma, conciben el lenguaje como un elemento generativo de los significados de la realidad, más que
como un producto o reflejo de la misma21•
Estrechamente asociada a la noción de discurso, la analítica foucaultiana se fundamenta en la
relación entre conocimiento y poder. Su concepción de este último se opone a la noción represiva
propia del materialismo, que lo consideraba como un hecho asociado al dominio de las relaciones de
producción. En lugar de ello, Foucault lo concibe más como una relación productiva desarrollada a
través de las prácticas de los individuos. La confluencia de dichas relaciones de poder con el corpus de
certezas con las que operan los humanos (el conocimiento) habría configurado durante la modernidad
una clase de gobernación (o <<gubernamentalidad») entre la sociedad y el individuo caracterizada por la
autoreflexividad, por el gobierno de uno mismo. Será aquí donde los investigadores foucaultianos de la
educación doten de un nuevo sentido la investigación histórico-educativa22•
Según esta perspectiva, la escuela de la modernidad apareció como una tecnología de poder, al
tiempo que como un modo de transmisión de conocimiento. A través de ella, y de una serie de
instituciones de regulación social y moral, se habría constituido el individuo moderno, capaz de gobernarse
a sí mismo y a la comunidad. En otras palabras, la administración social de la libertad en las sociedades
occidentales, legitimada por el conocimiento experto (pedagogos, higienistas, científicos, etc.), consistió
en producir un tipo particular de sujeto disciplinado, de sujeto educado, libre tlel control policial experto.
Para ello, los incipientes estados liberales readaptaron disciplinas propias de la educación pastoral cristiana
que adquirirían una nueva significación a través del pensamiento ilustrado. Surgiría entonces un nuevo
espacio discursivo, fundamentado en la capacidad del hombre para producirse a sí mismo a través de un
método pedagógico autorizado, basado en la Razón y la Ciencia. La educación sería investida en este
proceso como el requisito indispensable para cualquier sociedad que quisiera fundamentarse en los
dictados de la Razón. Este principio legitimador, construido históricamente, marcaría los registros
discursivos sobre los que se desarrollaría la escolarización moderna23•
21 Esta historia discurshra de la educación (me refiero al giro lingüistico) estaría represen~da en el contexto iberoamericano por Antonio Nóvoa y Magaldy Téllez. Véase NÓVOA, Antonio, «Textos, imágenes y recuerdos. Escritura de nuevas historias de la educación>>, en PEREYRA-GARCÍA CASTRO, Miguel Ángel, FRANKLIN, Barry M. y POPKEWITZ, Thomas ( coor.), Historia culmraly educación ... , pp. 61-84 y TÉLLEZ, Magaldy, «El concepto de Educación como cuestión pública: un legado de la Ilustración.» Témpora~ Vol. 1(segunda época), 1998, pp. 143-167.
22 SIMOLA, Hannu, HEIKKINEN, Safari y SILVONEN,Jussi, «Un catálogo de posibilidades: Historia foucaultiana de investigación de la verdad y la educación>>, en POPKEWITZ, Thomas y BRENNAN, Marie (comp.), El desafio de Foucault: Discurso, conocimiento y poder en la Educación, Ediciones Pomares-Corredor, Barcelona, 2000, pp. 79-11 O.
23 Las líneas básicas de esta argumentación, aún con numerosos matices, son reconocibles en los trabajos desarrollados por lan Hunter, Lynn Fencller, Thomas Popkewitz, Miguel Ángel Pereyra, Barry Franklin y David Hamilton. HUNTER, Ian, &pensar la escuela ... ,· FENDLER, Lynn, «¿Qué es imposible pensar? Una genealogía del sujeto educado», En POPKEWITZ, Thomas y BRENNAN, Marie (comp.), El desafio de Foucault ... , pp. 55-80; PEREYRA-GARCÍA CASTRO, Miguel Ángel, FRANKLIN, Barry M. y POPKEWITZ, Thomas, «Historia, el problema del conocimiento y la nueva historia cultural de la escolarización: Una introducción.», en PEREYRA-GARCÍA CASTRO, Miguel Ángel, FRANKLIN, Barry M. y POPKEWITZ, Thomas, Hislon'a cultura/y Educación ... , pp. 12-48; y HAMILTON, David, «Notas desde aquí y ahora. Sobre los inicios de la escolarización moderna», en Ibíd., pp. 186-204.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <(PREBENDADO PAGIECOJJ DE lNvE.mGAaóN HISTóRICA
LA CREATIVIDAD EN LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
Raquel Pérez Brito
A modo de presentación
La siguiente comunicación tiene por objetivo hacer una reflexión crítica sobre la labor que tenemos
hoy, las y los investigadores en Historia, sobre el significado que le estamos dando al hacer histórico y
el modo en que lo construimos. El reto es quizás demasiado pretencioso, dada mi escasa experiencia
como investigadora, y el título escogido muy amplio. Pero asumido el riesgo de teorizar sobre mi
particular labor empírica, quise también provocar la atención de las/ os posibles interlocutores. Para
ello me he ayudado de una técnica tomada del llamado Teatro Social. Consiste en la trasgresión consciente
del funcionamiento lógico para la puesta en escena de una obra: se rompe un modo de operar donde el
grupo sigue las pautas de un director/ a, para generar una propuesta común que surja de la interacción
de cada uno/ a de los/ as participantes. Lo que traducido al caso que nos ocupa, se convierte en presentar
el título o guión del ensayo no como una afirmación tajante y cerrada de quien expone, sino como una
invitación a desarrollar entre todos/ as una creación colectiva. Es decir, construir entre todas/ os nuestro
enfoque de la finalidad y forma de hacer Historia. El .camino recorrido hasta ahora por las distintas
corrientes historiográficas, así como las conclusiones a las que han llegado las metodologías empleadas
para el cónocimiento histórico, son nuestro punto de arranque. De cada una podemos extraer aquello
que más nos convenga o convenza, sin abandonar la necesidad de realizar nuestro examen reflexivo.
En nuestra calidad de personas librepensadoras, podemos ejercer el derecho a tener un pensamiento
crítico hacia cualquier corriente historiográfica y lo más importante, estamos en la capacidad de generar
nuevas maneras de interpretar la Historia y nuevos modos de abordarla. La creatividad residirá en
nosotras/ os mismos, ayudándonos del cruce de los diversos criterios historiográficos, del estudio y
contraste de la experiencia vivida por cada una/ o y de lo aprehendido en la práctica compartida.
Para guiar este pequeño ensayo sobre la investigación histórica, me he apoyado en dos temas que
sirvan de ejemplificación de los debates teóricos, uno referido al pasado histórico y otro vinculado al
presente. Preferentemente, la historia del movimiento obrero ocupa el centro de mi atención, ya que
ha sido el objeto de análisis de mi investigación en la fase de la tesina doctoral y continúa siéndolo para
la tesis. En qtras ocasiones más esporádicas utilizo como punto de mira la realidad actual de las personas
migrantes africanas. De tal forma que si no se dispone del suficiente conocimiento histórico para
seguir la discusión teórica sobre un proceso social pasado, se abre la posibilidad de llevarlo a cabo con
una situación social presente. La finalidad es contrarrestar cómo interfiere el significado y la metodología
que le otorgamos a la Historia en una materia concreta de análisis. El texto lo he articulado pues, en
base a dos preguntas básicas: ¿para qué la Historia? y ¿cómo estudiar la Historia? Las conclusiones
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LA HISTORIA EN ACIWO
finales constituyen un intento de configurar mi método personal de hacer historia, que por supuesto se
nutre de las aportaciones que considero más apropiadas de las diferentes corrientes historiográficas.
¿Para qué la Historia?
Según afirma Pere Gabriel <<no hay duda, ahora, y desde hace ya bastantes años, que la historiografia
del movimiento obrero tiene en España muy mala prensa»1, reconociendo a la vez que han sido los propios
historiadores los que han construido una imagen pesimista y defensiva del movimiento obrero españoL
Durante los años 60 y 70, algunos historiadores contemporáneos sensibilizados con la izquierda, se sintieron
cautivados por una nueva corriente de la historiografia francesa: la historia social y con ella, la historia del
movimiento obrero. Su estudio se convirtió en un campo preferente dentro del ámbito de la historia
contemporánea a lo largo de varios años. Entre uno de sus principales impulsores habría que nombrar a
Manuel Muñón de Lara, organizador de los conocidos Coloquios de Pau (Francia, 1970-1980) y
posteriormente, de los Coloquios de Historia Contemporánea en España. Aún con todo, estos estúdios
sociales que sacaban a la luz pública la historia de los <<Vencidos», llegaban con retraso al mundo académico
y profesional. Pues tuvieron que ser los protagonistas de la guerra civil española los primeros en dar cuenta
al mundo de la historia silenciada. Muchos de los activistas y militantes de las organizaciones sindicales,
sobre todo anarquistas, fueron los que se arriesgaron a escribir la historia del movimiento obrero. Aprovechando
la coyuntura del exilio político, a partir de la década de los años 40 y 50 comienzan a publicarse numerosas
obras sobre el anarquismo y el movimiento obrero en España. Nombres como los de Anselmo Lorenzo,
José Peirats, Manuel Buenacasa, Abel Paz, Juan Gómez Casas, etc., ofrecieron testimonios de primera mano
a la Historia del anarquismo y el movimiento obrero en España.
A partir de los años 80 y más especialmente de los 90, surgen nuevas críticas y valoraciones sobre
la hlstoriografia realizada del movimiento obrero. La primera que llama la atención es la desconsideración
de determinados estudios históricos por su marcado carácter partidista o panfletario. El hecho de que
se diera más importancia a mostrar una clara actitud antifranquista que a descifrar las claves de un
proceso social que condujo a los ·trabajadores/as a emprender una transformación de su sociedad,
impedía una evaluación adecuada. Pero al aplicar esta valoración sobre la totalidad de los trabajos
históricos en una etapa señalada, se está haciendo un juicio injusto y en toda regla desigual, dado que las
motivaciones que impulsaron a unos/as y a otros/as a escribir la Historia del movimiento obrero,
fueron absolutamente opuestas. Mientras para el colectivó de historiadores/as profesionales se trataba
de cumplir con unas expectativas académicas, tal y como lo ratifican José Álvarez Junco y Manuel Pérez
Ledesma en su divulgado artículo «Historia del movimiento obrero, ¿una segunda ruptura?>>2, para los
militantes/ as sindicalistas las razones eran otras. En el prólogo a la segunda edición (1969) de la obra
La CNT en la revolución española, José Peirats (su autor), declara de ella que: <<No es un libro objetivo y así
ha de quedar. Solamente pueden ser fríamente objetivos quienes vieron la guerra civil española a través
1 GABRIEL, Pere: <<A vueltas y revueltas con la historia social obrera en España. Historia obrera, Historia popular e Historia Contemporánea», Historia Soda/, n° 22, 1995, p.43.
2 Una de las razones nos la apuntan José Alvarez Junco y Manuel Pérez Ledesma en su difundido artículo «Historia del movimiento obrero. ¿Una segunda ruptura?», Revista de Occidente, n° 12, 1982, p.22: Desde luego, eljoven licenciado que adoptaba esta pos/lira podla sufrir sofisticadas represalias burocráticas o problemas con la censura pero, mal que bien, acababa Cllbriendo los requisitos académicos sin cometer delitos punibles.
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ACTAS DE LAS J jORNADAS ((PREBENDADO PACHECO>> DE fNvE.rnGAOÓN HISTóRICA
de las fichas bibliográficas. El autor es un militante anarcosindicalista desde su mocedad. Y al pasar de
hacer historia a tener que escribirla no se puede ser frígidamente objetivo. Estas ventajas, más que las
habilidades del escritor, permitiéronme abordar los temas del anarquismo español de los años 30 como
tal vez no pueda hacer un historiador profesionah>. Ya en la introducción a la primera edición (1953), el
autor también había hecho explícita su intencionalidad no sin disculparse además de los errores que
pudiese cometer: <<Destacar el papel de la organización confedera! a lo largo del proceso revolucionario
es misión principal de las líneas que se leerán. Para este propósito hemos puesto a prueba toda nuestra 1
capacidad objetiva. Corresponde al lector comprobar en qué medida hemos salido airosos. Por la parte
que nos corresponde, y en nuestra calidad de juez y parte, confesamos nuestros temores. En todos los
casos nos remitimos a la indulgencia dellecton>. 3
Descar~do los juicios de valor emitidos hacia las/ os que han ejercido el derecho a escribir la
Historia Social, derecho que no tiene por qué ser exclusivo de un grupo corporativo (el de los
historiadores/as profesionales)\ los debates historiográficos de la posmodernidad han introducido
puntos de inflexión importantes en el fondo y la forma de hacer Historia. Para Francisco Vázquez
García, estos debates historiográficos son un reflejo de la buena acogida de los trabajos de Foucault en
los niveles universitarios. 5 La aportación primordial de la crítica foucaultiana ha sido la demostración
del carácter histórico, particular y accidental de las creencias y valores sobre los que nos movemos. De
tal manera que toda evidencia de la realidad asumida, constituye una forma de racionalidad provisional
en el tiempo. Las causas universales, el humanismo, el bien común, el progreso, son conceptos relativos.
«Todos sus análisis van en contra de la idea de las necesidades universales en la existencia humana>>6· La
teoría social subjetivista retoma el protagonismo del sujeto para hacer una reconstrucción de su
racionalidad, una historia o evolución de su manera de percibir e interpretar lo que le roaea. La
arbitrariedad del pensamiento humano e incluso de la consideración de lo <<humano» impide la
construcción de una Historia. Sólo son posibles historias parciales. La Historia pasa de tener una
función emancipadora para convertirse únicamente en una manera de comprender el presente. La
defensa del relativismo conduce a un triunfo del presentismo. Es una filosofía del «saber por el saben>. 7
La funcionalidad de la Historia guarda una estrecha relación con su marco geopolítico y cultural.
A una etapa de auge de los movimientos sociales y del movimiento obrero en particular, correspondía
atribuir a la Historia Social la misión de ser portavoz de los vencidos. En un momento en el que
predomina un sentimiento de desencanto, una crisis de confianza en las ideas emancipadoras, una
3 PEIRATS, José: La CNT y la RetJol11ción Española (3 tomos), Edición Cali (2), Colombia, 1988, tomo 1, pp.14 y 17 respectivamente.
4 Son numerosas las aportaciones que desde ámbitos como la filosofía, la literatura o los/ as trabajadores autodidactas, se han hecho al conocimiento y debate histórico: Albert Camus, Ernesto Sábato, Abel Paz, Anselmo Lorenzo, etc. Precisamente de manos de un filósofo, Foucault, se han extraído muchos de los debates hoy vigentes en el campo de la Historia Social.
5 VÁZQUEZ GARCÍA, Francisco: «Foucault y la Historia Sociah>, Historia Social, no 29, 1997, pp.145-159.
6 SANTANA PÉREZ, Manuel y Antonia M' PÉREZ RODRÍGUEZ: <<Haberlas y Foucault modernidad, posmodernidad y teoría de la Historia», V~11eta, no 4, 1999, p.lll.
7 En un artículo dedicado_ a la guerra civil española,Julián Casanova, se muestra partidario de que el historiador se limite a reconocer un pasado que ocurrió, sin dar la razón a unos u otros <~ulián Casanova: En Canarias no hu~o guerra, pero sí una altísima represión», E/ Día, 3/06/2001.
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L4 H1JTORL4 EN AClWO
pérdida de valores compartidos, se impone el escepticismo. A pesar de las valiosas. contribuciones de la
crítica posmoderna a las disciplinas sociales, no se debe perder de vista que también su razón de ser
guarda una estrecha relación con el cambio cultural sufrido en las sociedades occidentales durante las
últimas décadas. Se me ocurre que existe una similitud entre el subjetivismo absoluto defendido por
una parte de la -posmodernidad y la subjetivación que plantea la sociedad actual cqn las injusticias
sociales. Ante problemas generales originados por la desigualdad social, problemas como el de la vivienda,
el trabajo, las drogodependencias, las migraciones forzosas, etc., se oferta como solución la individuali
zación de cada caso, convirtiendo a la/ s persona/ s que lo sufren en <<pacientes» a los que tratar o
ayudar. Los reality show, las entrevistas personales, las terapias, los apadrinamientos, etc., ocUltan las
situaciones generales de explotación y por tanto, nunca propondrán un mejoramiento de las condiciones
objetivas de existencia. Un derecho fundamental como lo es el de la vivienda se resuelve por un sorteo
del que nos debemos sentir agraciados mientras que el derecho a la propiedad privada de los más ricos
se defiende a la fuerza. En la medida que no reconocemos necesidades universales, que somos el
producto de nuestro pensamiento, que dispersamos una situación social en una multiplicidad de pequeñas
realidades, abandonamos la responsabilidad de afrontar en colectivo la forma en que vivimos y en la
que queremos vivir.
El individualismo actual de las sociedades occidentales, que nada tiene que ver con el de un siglo
atrás pues no parte de una toma de conciencia de sí mismo sino responde más bien a una estrategia de
supervivencia dentro del modelo consumista, adquiere connotaciones de frivolidad y deshumanización.
La traducción de esta diferencia de sensibilidad es constatable en cualquier tipo de acontecimiento de
trascendencia internacional, por ejemplo lo que viene sucediendo con los migran tes africanos en Canarias.
La preocupación social, impulsada y reforzada por la actuación política y mediática, responde al miedo
de perder un nivel de vida asentado en cierta comodidad material. La vulneración de los derechos
humanos o la empatía hacia el sufrimiento de otras personas, queda relegada a un segundo plano pues
en el primero está el pequeño paraíso de cada una/ o.
Pero ¿hacia dónde queremos caminar? ¿Cuál es nuestro sentido de la Historia? Puede suceder
que no nos hayamos detenido a indagar cuál es el papel que asignamos a la labor de hacer Historia, bien
porque inconscientemente tengamos asumido el sentido estándar de nuestro contexto socio-político,
bien porque pensemos que no es potestad nuestra el establecerla, a pesar incluso de ser nosotros
sujetos históricos de nuestro presente. En cualquier caso, voluntaria o involuntariamente, las personas
como seres sociales que somos, tenemos una idea o percepción de nuestra realidad en todos sus ámbitos,
incluido el sentido de la Historia. Por mucho que lo pretenda, el historiador/ a no se puede convertir en
un/ a observador/ a exterior al mundo y a la sociedad. No puede buscar la <<Verdacb> en abstracto. Su
mir~da hacia el pasado refleja también una manera de mirar el presente, una forma de sentir y de actuar.
Es imposible que se introduzca en todas las variedades de la razón, en cualquier construcción del
razonamiento para explicar los procesos sociales, salvo que este ejercicio lo haga desde un punto de
vista puramente filosófico. Si tuviésemos que historiar la sociedad actual, nuestro día a día, ¿qué tipo
de calific~tivo le otorgaríamos a los sucesos ocurridos el mes de octubre de 2005 cuando cientos de
migrantes intentaron saltar las vallas de Ceuta y Melilla? ¿Muertes por accidente o muertes por asesinato?
¿Hablamos de capitalismo o de economía ele mercado? ¿Decimos imperialismo o globalización? ¿Un
despido colectivo es un expediente de regulación de empleo o un ejemplo del despido libre? ¿Las
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS ((PREBENDADO PADIECO» DE lNvE.rnGAOÓN HISTóRICA
mujeres somos la mitad de la humanidad o minorías? ¿Ya no hay pobres sino excluidos?8 Cualquier
interpretación lleva implícita una sensibilidad, una empatía hacia una opción u otra. No se puede conocer
sin más, sin otorgar ni quitar razones, porque en el mismo instante que escribimos un concepto u otro
para definir un hecho o proceso social estamos imprimiendo una orientación. Por tanto, el sentido que
le damos á la Historia nos descubre ante los demás, nos obliga a posicionarnos.
¿Cómo estudiar la Historia?
N o existe una metodología para la investigación histórica. Existen diferentes propuestas
metodológicas que van ligadas a una filosofía y teoría de la historia. La finalidad de este apartado es tan
sólo la de hacer unas consideraciones previas a cualquier proceso investigador, consideraciones que
afectarán al desarrollo posterior. Entre las criticas vertidas hacia la historiografía del movimiento obrero
se han apuntado ciertas deficiencias y/ o incongruencias importantes. No obstante, me limitaré sólo a
mencionar aquellas que me parecen más significativas para la finalidad de este artículo. La generalidad
de las censuras ha ido dirigida hacia el modelo historiográfico utilizado para la Historia del movimiento
obrero. Un modelo o paradigma que no modificaba, en su mayor parte, el seguido para la historia
tradicional. En el lugar que antes ocuparon las elites políticas o militares, luego se colocaron a los
líderes obreros y donde se narraban batallas bélicas después se ubicaron las huelgas o los motines
populares. Las estructuras de confección del discurso para la explicación de las relaciones sociales se
mantuvieron intactas. Lo social ha sido cons~do desde la superposición de las condiciones
socioeconómicas objetivas de los grupos o clases sociales. Los fenómenos sociales llevan im~:>lícitos un
significado que condiciona la percepción de las pers<?nas que los viven, de los sujetos históricos. Es lo
que se ha llamado paradigma objetivista.9
En el lado opuesto, el nuevo paradigma subjetivista de la posmodernidad, que ha dado lugar a
diversas corrientes historiográficas: microhistoria, historia cultural, giro lingüístico, etc. De las historias
universales sustentadas en las grandes estructuras y las causas objetivas, a las historias fragmentadas
donde un proceso social es interpretado según una multitud de experiencias individuales y subjetivas.
Las relaCiones humanas y la significación de los hechos históricos son comprendidas desde 1as
percepciones que de los mismos tienen los sujetos históricos. Para la posmodernidad, las personas
condicionan su existencia y su respuesta &ente a determinadas condiciones objetivas de vida a la
percepción que tienen del mundo, a las categorías histórico/ culturales que predominan en su contexto
social. Razón por la que son comunes en la posmodernidad, los estudios acerca de los significados que
los sujetos históricos han dado a ciertos conceptos.
Sin embargo, esta encrucijada no tiene por qué ser resuelta inclinando la balanza hacia uno u otro lado.
Es más, en tanto que cada uno de estos dos paradigmas plantea una bipolaridad absoluta entre lo objetivo .y
lo subjetivo, está partiendo de un error de análisis. Si estamos investigando el movimiento obrero, debemos
8 En los años 90 el término «exclusión» reemplazó a la palabra «desigualdades» en el ámbito político y científico francés. El sociólogq francés Alain Touraine afirmaba en 1992 que se había pasado de una sociedad vertical (unos arriba y otros abajo) a una horizontal en la que unos están dentro y otros fuera (excluidos). FASSIN, Didier: <<La patetización del mundo. Ensayo de antropología política del sufrimiento» VIII Congreso de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, 5,6 y 7 diciembre de 1997.
9 CABRERA A COSTA, Miguel: «La crisis de los social y su repercusión sobre los estudios históricos», Pasado y Memoria, Revista de Historia Contemporánea, no 2, 2003, pp.273-286.
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LA HISTORIA EN ACIWO
conocer no sólo las condiciones.materiales·de vida de la población (vivienda, estratificación social, aspectos
laborales, higiene, demografía, etc.) sino además su dimensión <<irracional»/ simbólica de ese tejido
(motivaciones, valores, costumbres, mentalidad, etc.) No todas las situaciones sociales poseen el mismo peso
y/ o equilibrio entre una naturaleza 9bjetiva y una percepción subjetiva. En el mes de mayo de 1906 hubo una
manifestación de vagabundos en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, en su mayoría mujeres (unas 40), que
se dirigió al Gobernador Civil para protestar por su situación ~es dieron Cua.tro panes a cada una). Es
evidente que ante una realidad sangrante como lo es el hambre, la guerra, la cárcel, la represión ... no podemos
saltamos la prioridad que impone!?- ~tas situaciones a la vida y existencia de las personas. Hablar aquí
únicamente del mundo de las percepciones y de las subjetividades se transforma en una justificación en sí
misma del lenguaje del poder. Si trasladamos este anáJisis a las causas de la emigración africana en la actualidad, claro que encontramos que en la. mentalidad de los/ as que arriesgan sus vidas ~y una idealización de esta
parte del mundo, percepción concep~ que les da el último empujón hacia el mar. Pero aún admitiendo esta
categoría cultural del mundo paradisíaco occiden~ ¿huirían de cualquier manera y a cualquier coste, ~es y
miles de personas de un lugar por alcanzar un sueño imaginado? ~Qué tenemos que decir del expolio que
hacen las potenciaS europeas y norteam~canas de Africa? ¿Acaso no son esas las verdaderas culpables de su
empobrecimiento?
Los conceptos, el lenguaje, la evolución del pensamiento son ejes transversales en los estudios
históricos. Sus significaciones sufren variaciones en el tiempo y en el espacio histórico, incluso entre los
distintos sujetos históricos. Hasta aquí, se da un cie~o consenso. El problema se plantea cuando el
hist<;>riador/ a pierde de vista que también él/ ella parte de una significación particular devenida de su
medio cultural/ideológico, lo que le afectará en su manera de interpretar. Los historiadores hoy se han
limitado a cuestionar las percepciones que tenían otros en el pasado, manteniéndose ellos al margen y
libres de toda influencia. Y de la misma manera, el investigador/ a está condicionado por su ideología,
por su observación personal y su experiencia. Es decir, nosotros/as somos partícipes y actuamos,
cons?ente o inconscientemente, a la hora de interpretar un proceso o hecho histórico.
Esta reflexión, en ap~encia ~vidente, es obviada por algunos historiadores/ as que analizan las
actuaciones colectivas desde la distancia humana. Hago una parada aquí para apuntar una segunda
sugerencia metodológica que tiene que ver con la manera de investigar una realid~d concreta. Se habla
de «conciencia obrera», <<revolu~ón social», etc., como términos solamente concebidos por los sujetos
históricos, sin tener en cuenta que en la interpretación del investigador/ a influye además sus nociones
y experiencias previas. No hay un contacto directo con el objeto de estudio. Se trata más bien, de un
acercamiento intelectual, fuera del reconocimiento del investigador/ a como sujeto histórico y por ello,
como profesional que actúa en su contexto. Miguel Escobar, profesor de la Universidad Autónoma de
Méjico, dice de la ·propia universidad que «en este lugar ( ... ) se aprende a saber por medio de la letra
muerta, obligando a las personas a seguir un camino que no tiene más luz que la del pensamiento en sí
mismo, la luz de la letra muerta que llega a través de úna transmisión de conocimientos acabados, dogmáti
cos, fríos y estáticos:. para copiarlos en la memoria, como si el pensamiento fuese una fotocopiadora.
De esta forma las personas están obligadas a construir una realidad virtual, metiendo el pensamiento
en una especia de cárcel, en donde está condenado a realizar un ejercicio gimnástico de abstracción, sin
ningún vínculo con la realidad reab>.10
1° COLLADO, Manuel: <<La educación popular a la luz de la globalización capitalista. Educación popular y sociedad del siglo XXI», Rescoldos, n° 13, zo semestre 2006, p.46.
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ACTAS DE LAS 1 jORNADAS <(PREBENDADO PACHECO)> DE 1NVES11GAQÓN HI.rróRJCA
La última apreciación que quiero constar, en este caso favorablemente, de la posmodernidad es
el paso adelante que ha supuesto la Historia de las mujeres. La Historia de las mujeres resquebraja el
paradigma androcéntrico de la historia y los valores culturales masculinos proyectados como pautas
neutras de las personas. El objetivo de reconocer a la mujer como sujeto histórico presupone además
construir otros modelos de entender y percibir el mundo que le rodea. La incorporación en el estudio
social del ámbito privado y el ámbito doméstico, la reconstrucción de las variables formas de identidad,
el reconocimiento de las diferencias y la pluralidad, son, entre otras tantas, algunas de las perspectivas
novedosas que han incorporado la Historia de las mujeres. Mary Nash lo define como una manera de
repensar la historia desde claves femeninas.1 1
Para. el caso de la Historia del movimiento obrero, las mujeres también han sido las grandes
silenciadas. Exceptuando trabajos recientes de investigación y en su mayoría elaborado por mujeres, no
se ha abordado en profundidad la participación de las mujeres en los movimientos sociales, en las
huelgas, en los motines de subsistencia y otras acciones de protesta. Tampoco se han analizado hasta
qué punto los derechos y libertades defendidos en la esfera de lo público por el movimiento obrero se
han afirmado o negado en la esfera de lo privado. «El ámbito doméstico es donde la esencia de la
persona se desarrolla y por eso es tan importante como el sindicah>. Estas palabras fueron expresadas
por Manuela, una experimentada y antigua militante anarcosindicalista, que participó en el Congreso de
Historia «Mujeres, libres y libertarias», celebrado en Madrid del6 al 8 de mayo de 2005. La Historia del
movimiento obrero requiere ser replanteada desde la visión de las mujeres. La Historia Social puede ser
un espacio de encuentro entre las variables de género y clase social.12
Algunas conclusiones
Se ha planteado una dicotomía entre el proselitismo y/ o panfleto político, del que hicieron
alarde algunas investigaciones históricas posfranquistas, y ~1 relativismo filosófico que plantean otros
estudios posmodernos hoy. Pero el abanico de posibilidades es más amplio. Se afirma que los estudios
sobre el movimiento obrero ya h~ quedado superados, ahora inquietan otras cuestiones. Sin embargo,
no considero que existan temas agotados en la Historia, ni tampoco que unas líneas de estudios estén
obsoletas y otras sean las de actualidad. Me parece que es en la forma de mirar al pasado, en la manera
de abordar los análisis, en la metodología empleada para obtener información, en la construcción
personal de un discurso y un eje de argumentación, donde reside la creatividad en la investigación
histórica. Podemos ser capaces de generar nuevas visiones o como mínimo, otras visiones de la Historia
que no necesariamente hayan sido abordadas con anterioridad.
Existe una premisa para que esta creatividad sea viable desde mi opinión, y es que toda incursión
en el pasado, así como en el presente, debiera partir de las inquietudes personales de quien analiza e
interpreta. El estudio de un proceso social histórico requiere además de un método, de una sensibilidad
subjetiva hacia el tema que le facilite su comprensión. Carlos Seco Serrano designa esta sensibilidad de
la siguiente manera: «Ser objetivo no exige, a mi entender, un distanciamiento adusto del objeto histórico
estudiado, sino más bien al contrario: requiere una simpatía universal, un desdoblamiento del propio yo
11 NASH, Mary: Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos, Alianza, Madrid, 2004, p.20.
12 RAMOS,~ Dolores: «Historia social: un espacio de encuentro entre género y clase», Ayer, n° 17, 1995, pp.SS-102.
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LA HISTORIA EN ACIWO
para captar la esencia -la <razón>- del otro. No me refiero sólo al <otro> individual; me refiero
también al hombre como ente social>>. 13
En la medida que la Historia tiene como objeto de estudio la vida social de las personas, debería
de valorarse también la dimensión humana (que sí reconozco como entidad universal) como otro de
los factores que influyen en una realidad concreta. Las emociones, las contradicciones, la improvisación
están presentes tanto en las conductas humanas individuales como colectivas, y por tanto, en los procesos
sociales. Además, no podemos obviar que el historiador/ a es también una persona de su tiempo y
espacio, está conqicionada/ o por su percepción de la realidad y, lo más importante, no dispone de
ningún salvoconducto que le permita ser absolutamente imparcial. Expresado de otra forma, es lícito .
que pretendamos ser lo más objetivos posibles a la hora de abordar una investigación histórica, pero sin
olvidar que este «cientificismo» residirá más en la demostración empírica y la documentación contrastada
de las tesis argumentadas que en la supuesta <<no declaración ideológica» del lenguaje que utilizamos.
Toda elaboración de un razonamiento, toda utilización de una jerga lingüística implica un carácter de'
voluntariedad y compromiso con lo que se defiende. Los eufemismos y las disertaciones teóricas de la
que están impregnadas algunas investigaciones sociales recientes bajo la máscara de la <<neutralidad»
también conforman, aún a su pesar, una postura. En este sentido apuesto porque el investigador/ a, al
que le atribuyo una labor de intérprete social, reconozca su subjetividad sin temores. <<L'historien est un
homm:e de sori temps, c'est sa limite, mais c'est aussi sa force. Le passé est loin de lui, illui échappe
done pour une grande part; mais la perite part qu'il peut en saisir, c'est la: qualité de sa sensibilité
présente qui lui en a permis l'acces».14
A raíz de los debates posmodernos, las disciplinas sociales, desde la Literatura a la Historia,
pasando por la Sociología, la Antropología o la Psicología Social, han cambiado una manera de mirar la
realidad. Pero los resultados de las actuales corrientes historiográficas han sido heterogéneos y en
direcciones diversas. Por un lado, tal y como ya he expuest<?, los nuevos paradigmas han abierto puertas
hacia una mejor comprensión de la complejidad social (por ejemplo; con la Historia de las mujeres, de
las mentalidades, de la sociabilidad, etc.). Por otro, se ha desviado la atención de los problemas globales
hacia los particulares, descomponiendo las identidades colectivas en una multiplicidad de pequeñas
realidades individuales. Pedro !barra, catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco,
hace un diagnostico de ciertos efectos que está provocando la posmodernidad: «conduce a una
fragmentación radical del sujeto y tal pluralidad infinita es incapaz de crear sentido ( ... ) esta ruptura
interna está forzando búsquedas desesperadas de otras identidades colectivas. Así, la crisis generada
por la posmodernidad, la crisis surgida por el fin de los grandes, y pretendidamente universales, relatos
históric~s, está empujando a las gentes a buscar identidades/ refugio ( ... ) el rechazo a cualquier pretensión
de otorgar estabilidad, densidad, relevancia y perfiles a las identidades en general. Niegan las identidades
colectivas» 15
Ya hemos comprobado a dónde nos conduce la competitividad y el individualismo en las que
hemos sido educadas/ os: a levantar fronteras infranqueables entre nuestros semejantes para salvaguardar
13 «Criterios bis toriográficos», Carlos Seco Serrano, dossier Culturas, Diario 16, 26111 11988. 14 CANAL, Jordil: <<Maurice Agulhon: historia y compromiso republicano», Historia S otial, n° 29, 1997, p.4 7 (fexto de
Maurice Agulhon). 15 !BARRA, Pedro: Nacionalismo. Ra~ny pasión, Ariel, Barcelona, 2005, p.49.
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ACTAf DE LAS 1 jORNADAS «PREBENDADO PACHECO» DE 1NVES11GAQÓN HISTÓRICA
unas pequeñas porciones de privilegio. Es urgente construir un nosotras/ os, replantear las identidades
colectivas y levantar, en vez de muros y vallas, puentes de acercamiento. La excesiva disgregación de la
realidad no favorece los lazos de entendimiento, ni en el presente ni el conocimiento del pasado histórico.
La probabilidad de los estudios locales o fragmentarios no debiera desestimar la exigencia al mismo
tiempo de las investigaciones globales. Si peligroso son las generalizaciones excesivas, que impidan o
estrangulen las libertades de las personas, no menos peligroso está resultando la dinámica (política) de
subjetivar el sufrimiento. Lo que se traduce en no reconocer los problemas sociales, los problemas
colectivos, los problemas de todos nosotras/ os.
No hay porqué desechar todo lo pasado, ni tampoco todo lo presente, lo que sí e~ esencial es que
seamos críticas/ os. Vivimos en una sociedad consumista, acelerada, donde se instruye a las personas a
vivir un tiempo rápido y absorber una información superficial sin posibilidad de contrastarla.
Reproducimos una escala de valores donde predomina el conflicto a la colaboración, la oportunidad a
la constancia, el miedo en vez del compromiso. La sombra del éxito de unos pocos/ as se transforma en
la frustración de muchos/as. El mito de la comunicación nos ha llevado a un mundo de soledades,
donde no se comparten alegrías ni desgracias. No podemos ser tan ingenuos/ as y pensar que en nuestro
quehacer histórico no estamos reflejando igualmente una manera de razonar. La Historia Social tiene
una responsabilidad adquirida en esta encrucijada. La Historia por sumar conocimientos, por alcanzar
el triunfo, por llenar las estanterías de libros o los expedientes académicos de títulos, se convierte en
una documentación sin digerir. La Historia también tiene su ritmo, sus tiempos, que no tiene porqué
coincidir con el tiempo real de nuestra existencia. Para comprenderla, para aprehenderla es indispensable
que no siga los pasos de la ideología dominante de cada etapa y contexto. Ir acorde a <dos tiempos que
corren>> es en parte adoptar los valores que se defienden en ese tiempo. Es ineludible que la Historia se
pregunte más allá de los horizontes qtie le ofrece su presente, que no se limite a otorgar la verdad al
pensamiento único. Creo que la función de la Historia no se restringe al entendimiento del presente,
además debe inducir a la reflexión y el cuestionamiento de los problemas humanos y sociales desde el
lado de las personas que «sufren y hacen>> la Historia. Hay que retomar los estudios de las condiciones
objetivas porque el Fondo Monetario Internacional, las Fuerzas Armadas norteamericanas o los planes
de urbanización que se están aplicando en las Islas Canarias, no son <<percepciones de la realidad>>, son
realidades en sí mismas que determinan la vida a miles de personas y favorecen un orden político/
económico, el del neoliberalismo. Que la respuesta de los/ as actores históricos no venga prescrita con ·
su situación económica/ sociai, pues hay un margen de subjetividad que nos distingue como personas
únicas, no implica que esas condiciones materiales de vida sí influyan en una gran proporción las
opciones de respuesta. ¿Acaso conocemos alguna manifestación de burgueses hambrientos? Si nos
interesan el mundo de las conceptualizaciones del razonamiento humano, ¿por qué buscamos la
deslegitimación de las luchas por la emancipación de los trabajadores en lugar de analizar los discursos
de la burguesía? ¿Qué nos impulsa a seguir hurgando a los pobres en vez de a los ricos? ¿Dónde están
las investigaciones que cuestionen el reino del progreso y el bienestar del capitalismo? Si no confiamos
en los principios del Humanismo, busquemos otros valores de convivencia que nos aproximen a la
justicia social, pero no podemos abandonar el mundo a la indiferencia o el pragmatismo. Porque sí
existen cuestiones universales que afectan a una generalidad de la población, condiciones objetivas que
inducen a la desesperación y reclaman una transformación social.
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LA HISTORIA EN ACIWO
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AcrAS DE lAr 1 joRNADAS <fl'RBBENDAoo PACRECOJ> DE lNvBsnGAaóN HI.rróRICA
CoNCLUSIONES DE LAS JoRNADAS
Roberto González Zalacain
No procedía concluir esta publicación de los resultados de las I Jornadas Prebendado Pacheco de
Investigación Histórica: la Historia en Activo sin hacer al menos una mención a lo que fue una de sus
principales aportaciones para el público: el debate generado entre los participantes. La intención inicial
de fomentar la interactuación entre ponentes y oyentes cumplió ampliament~ las expectativas creadas,
y las tres sesiones se cerraron con más de una hora de intercambio de impresiones sumamente productivo
a todos los niveles.
Es también éste el lugar para hacer referencia a aquellas ponencias que no se han visto reflejadas,
por diversas circunstancias, en la publicación final1• Iremos desgranando paso a paso estos dos aspectos
siguiendo el programa, y comenzaremos por ello con· la sesión dedicada a la prehistoria e historiografía.
Quede claro, en todo caso, que la valoración que aquí presentamos es totalmente arbitraria, ya
que lo único que queremos hacer llegar al lector -además de la información básica de las conferencias
que no se publican- es el espíritu del debate, muy sugerente en lo temático y avanzado en lo teórico y
metodológico, de esa Historia en activo que se está desarrollando en los últimos años en la isla de Tenerife.
La primera sesión estaba dedicada a los especialistas en Prehistoria e Historiografía. Una de las
ponencias allí defendidas no aparece en la versión definitiva de estas Actas. Se trata de la conferencia
impartida por Eduardo Mesa titulada Aprovechamiento de los recursos marisqueros en la prehistoria de Tenerift.
A través de la misma pudimos comprobar los resultados de sus investigaciones recientes, que inciden
en la importancia que el.mar tuvo para los aborígenes de Tenerife como fuente principal de recurso.s. El
desarrollo de actividades productivas como la pesca, el marisqueo y la recolección de una amplia
diversidad de productos -sal, conchas, algas, etc.-, ha dejado un importante bagaje testimonial. Los
textos sobre la conquista y colonización de las islas recogieron, a menudo, información referente al uso
que los aborígenes hicieron de los recursos del mar, siendo considerado el marisqueo, desde entonces,
una actividad secundaria frente al importante desarrollo de una economía agro-pastoril que marcaría el
modo de vida aborigen en todas sus esferas. La visión del «guanche pastor», que hunde sus raíces en las
fuentes narrativas de entre los siglos XIV a XVII, alcanzará su pleno desarrollo bajo la pluma de ilustrados
del XVIII y científicos del XIX que llevarán a su máxima expresión la noble figura del guanche y su
rebaño. Tal visión perdurará en el tiempo hasta la introducción de la ciencia arqueológica como método
de análisis de esta formación social.
1 Para ello trataremos de reproducir de la manera más fiel posible los resúmenes que los propios autores aportaron para la elaboración del dossier entregado a los asistentes como guía orientativa de lo que en las Jornadas se iba a tratar.
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LA HISTORIA EN ACIWO
El valor de los datos arqueológicos se impondrá a medida que empiezan a desarrollarse las
primeras intervenciones arqueológicas en el Archipiélago. Aunque en un primer momento el objet!.vo
principal de todas ellas no fuese otro que comprobar empíricamente la información contenida en las
fuentes escritas, los resultados de esas primeras campañas, vinculados a los primeros trabajos de
prospección arqueológica en las islas, albergarán nuevos datos e interpretaciones sobre el modo de
vida aborigen.
La reciente irrupción de la <<multidisciplinariedad» en la investigación arqueológica canaria,
supondrá la aplicación y desarrollo de modernas disciplinas científicas, siendo la zooarqueología una
de las más tempranas. Desde finales de la década de los ochenta del pasado siglo, comenzarán a surgir
los primer9s trabajos zooarqueológicos en Canarias. Es en este contexto donde aparecerán los primeros
análisis arqueomalacológicos.
Esta línea de investigación que viene desarrollando Eduardo Mesa en l~s últimos años, constituye la
piedra angular desde la que plantea el análisis de los registros malacológicos recuperados en contextos
prehispánicos de Tenerife. Cuestiones tales C<?mo la identificación taxonómica de las muestras, cuantificación,
análisis tafonómico y biometría de las conchas, biología marisquera, análisis isotópico, etc.; así como los
resultados obtenidos de investigaciones paralelas tendentes a la reconstrucción paleodietética y nutricional
de la población guanche, constituyen un amplio espectro de análisis necesario a la hora de entender y explicar
la práctica del marisqueo entre los aborígenes de Tenerife.
Precisamente el debate correspondiente a esa primera sesión, moderado por el profesor Juan
Francisco Navarro Mederos, arrancó con una serie de cuestiones referidas a esa conferencia centrada
en el análisis de los concheros, más concretamente cuestionando su funcionalidad real y simbólica, y
con preguntas de índole metodológica, como la que trataba de conocer un poco mejor la utiliZación de
los isótopos estables como medidores estacionales de actividad marisquera, sumamente interesantes al
aportar información importante para el conocimiento de pautas alimentarias en las poblaciones
aborígenes.
Las dos conferencias siguientes en el correspondían al mismo proyecto de investigación,
desarrollado en el municipio de Guía de Isora -y que en la publicación aparecen refundidas en un solo
texto-, y suscitaron también un intenso debate. Éste fue motivado fundamentalmente por la matización
de bastantes tópicos referidos a la prehistoria de Tenerife, como por ejemplo el hábitat mayoritario en
cuevas o la definición más o menos concreta del concepto paradero pastoril En ambos· casos los dos
representantes del proyecto abogaron por la profundización en el conocimiento arqueológico del
territorio para poder definir mejor muchas cosas que la historiograña ha dado por sentadas, pero que
requieren de un grado de matización aún por determinar.
Siguiendo el desarrollo cronológico del debate le llegó el turno de respuesta a José Afonso, que
había impartido una sugestiva charla acerca de nuevas técnicas aplicadas al estudio de restos arqueológicos,
realizadas tomando como objeto micropartículas -por ejemplo los fitolitos- que se pueden convertir
en potentes marcadores que aporten información relevante para múltiples campos del conocimiento
de las sociedades del pasado. En el caso concreto de la pregunta que le hizo un asistente acerca de la
viabilidad del estudio de las diatomeas con el objeto de detectar posibles cambios medioambientales y
climáticos, la respuesta fue afirmativa, señalando incluso cómo se están desarrollando ya estudios con
ese perfil en otros lugares.
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AcrAr DE LAS 1 joRNADAS <<PREBENDADO PACHECOJ> DE lNvE.mGAaóN HISTÓRICA
Al igual que la sesión de conferencias, el debate se cerró con las preguntas que se le hicieron a
José Antonio García de Ara, quien nos había expuesto un trabajo ya presentado en el Coloquio de Historia
Canario-Americana sobre _las recensiones de Elías Serra Ráfols, padre de la historiografía en Canarias,
publi~adas en la Revista de Historia Canaria.
La sesión de la tarde arrancó con cierto retraso con respecto al programa, aunque siguiendo el
orden de participaciones previsto en el mismo. De las distintas charlas no consta en la presente publicación
la interesante disertación de Alejandro Larraz Mora titulada ¿Vender la Historia? La investigación histórica
como actividad profesionaL
Como señalaremos ~ás adelante su contenido fue uno de los que más interés despertó entre los
asistentes, al hablarnos su autor de algunas de las posibles salidas profesionales que tiene la licenciatura
de Historia en el mercado laboral. Su discurso arrancó desde el principio de que, en los últimos años, la
sociedad de nuestro país ha experimentado una notable evolución en su percepción de la Historia
como rama del saber. Sin entrar en su origen, esta evolución tiene dos expresiones principales. La
primera es la ampliación del espectro de destinatarios de la producción intelectual de los historiadores,
hecho que ha roto las barreras del ámbito científico y ha convertido a la Historia en un fenómeno de
consumo generalizado. Baste señalar como prueba de ello la consolidación en el mercado audiovisual y
literario de productos encuadrados en la llamada «divulgación histórica>> (novelas, revistas temáticas,
programas de TV) que, con mejor o peor fortuna, satisfacen la demanda constante de un público no
especializado.
La segunda, que es la que más interesaba exponer en las Jornadas, es la nueva concepción de la
Historia o, mejor, de los resultados de la investigación histórica, como un recurso socioeconómico que
puede (y en ocasiones, debe) ser objeto de explotación por parte de instancias públicas o privadas. Este
último caso está íntimamente ligado a los profundos cambios habidos en la concepción, gestión y uso
del llamado <<patrimonio histórico», así como a la aparición de una oportunidad de negocio basada en la
presentación del conocimiento histórico como parte de la oferta recreativa y sociocultural .
. El objetivo de esta charla fue llamar la atención y suscitar el debate -que efectivamente se produjo
sobre la investigación contratada como una de las posibilidades de desarrollo profesional de los licenciados
en Historia. Partiendo del concepto y práctica de la investigación al uso en la Universidad, estableció
los parámetros básicos de un escenario de trabajo ajeno al ámbito universitario y, de manera somera,
analizó las similitudes y diferencias entre ambas formas de actividad investigadora. Al mismo tiempo,
utilizando como fuente la experiencia adquirida en la realización de diversos estudios para empresas e
instituciones, hizo una reflexión sumamente sugerente acerca de las virtudes y desventajas de este tipo
de actividad. La parte final de la charla la dedicó a la exposición de algunas pautas de conducta útiles
para concluir con éxito este tipo de trabajos.
La dinámica del turno de debate de esta sesión fue diferente a la de la primera. El moderador -
Juan Manuel Bello León, a la sazón director científico de las Jornadas- optó en esta ocasión por un
desarrollo del debate no secuenciado en función del programa y, sin tener en cuenta el orden de
intervención de los participantes, se siguió el esquema temático surgido de la curiosidad de la audiencia.
De esta forma comenzó con varias preguntas realizadas a Alejandro Larraz relativas a la excesiva
orientación de la licenciatura de Historia hacia la docencia y la investigación universitaria, sin tener en
cuenta otras posibles alternativas. Cierto es que, como bien señaló el propio conferenciante, la duda
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L4 HISTORIA EN ACIWO
estriba en saber si de esa excesiva especialización es culpable la Universidad o es un problema de la
propia sociedad, dilema de dificil solución en ese tiempo limitado de debate.
Miguel Angel Gómez fue cuestionado posteriormente acerca de la relación entre agua y poder.
Ésta es indudablemente muy clara, en tanto en cuanto la construcción de las estructuras relacionadas
con el acceso y la movilización de recursos hídricos resulta sumamente costosa, y su gestión implica la
ostentación y uso de un poder evidente y eminente. Y señalando ya más especialmente a los molinos,
fueron también germen de conflicto por ser fuente de alimentos de primera necesidad sujetos a gestiones
de dudosa honorabilidad.
El debate. fue avanzando en torno a la conferencia de Roberto González ·relativa a la teórica
<<naturalidad» de la familia a lo largo de la historia, a lo que respondió reflexionando en torno a la familia
como hecho biológico innegable, relacionado con la reproducción de la especie. De alú que efectivamente
considerase a la familia como algo existente en todas las sociedades y momentos. Lo que hay que
definir, lo que varia, es la forma, significado y utilidad que cada sociedad da a ese hecho que en la
nuestra hemos dado en llamar familia.
Este turno de debate se cerró con una pregunta a Mariano Gambín referida a la existencia de
inclividuo·s portugueses osten~do cargos de regidor en el naciente concejo tinerfeño surgido tras la
conquista de la Isla. El conferenciante explicó que la no correspondencia de la población lusa con su
representatividad en los diferentes cargos concejiles era debida al tipo de colonización que ellos llevaron
a cabo, convirtiéndose en un sustrato de población dedicada a la explotación de sus propiedades en
régimen de autosubsistencia, que no consiguió, al menos en esos primeros momentos, intercalar a
ningún cote:rtáneo entre las elites gobernantes de Tenerife.
El cierre de las Jornadas vino de la mano de los jóvenes mvestigadores dedicados al mundo
contemporáneo: También de esta sesión una de las charlas no aparece en estas páginas, la de Joaquín
Carreras Navarro, quien realizó una exposición muy amena relativa a E/ mundo campesino en Tegueste, que
lógicamente resultó sumamente interesante para los asistentes. Su objetivo era comprender cómo el
campesino de Tegueste (y, por ende; el de Tenerife) percibe la naturaleza y el espacio en el que existe.
Hizo hincapié en el hecho de que al referirse al campesino no se refería al tradicional concepto clasista
con que se ha categorizado a un sujeto perpetuamente explotado debido a su posición en las relaciones
sociales de producción. Por el contrario, al hablar de campesino lo hacía con respecto a un colectivo
con una forma particular de entender la naturaleza y de relacionarse con ella, dotándola con una
significación particular, en donde todos sus elementos parecen tener connotaciones animistas y
providencialistas.
En ese sentido, el mundo campesino en el municipio de Tegueste parte con dichas prerrogativas.
Todos los elementos de la naturaleza, para el campesino, están vivos y poseen racionalidad e intencionalidad
propia. Dualidades propias de la modernidad como cultura-naturaleza, racionalidad-instinto o humanidad
animalidad, por citar tres casos paradigmáticos, no parecen apropiadas para explicar la forma en que el
campesino tinerfeño y teguestero entiende la naturaleza y se relaciona con ella.
A partir de este planteamiento, desarrolló dos casos particulares propio~ de Tegueste y sus
habitantes del campo.
Uno es el de los encantamientos existentes en el Monte de Pedro Alvarez, del que, quizás, el
ejemplo paradigmático sea Las Helecheras. Dicho espacio tiene unas connotaciones y unos poderes
-178-
AcrAr DB LAS 1 joRNADAS <<PRBBBNDADO PAD-lBCOJ> DB lNVES11CAaóN HISTóRICA
que no están presentes por igual en otros. El espacio de Las Helecheras tiene poderes, allí suceden
cosas <<particulares» que hacen que el campesino teguestero lo perciba de una manera especial, que
denota que ese espacio, como todos los elementos de la naturaleza desde la perspectiva campesina
teguestera, tiene poderes y una racionalidad propia que contrasta enormemente con la concepción
territorial moderna.
El otro caso es la concepción de los pájaros desde la perspectiva campesina teguestera, que
reafirma la idea de que los elementos de la naturaleza, de su naturaleza, tienen un significado diferente
al que el imaginario moderno le otorga.
El debate que cerró las Jornadas fue moderado por el profesor Miguel Ángel Cabrera Acosta,
profundo conocedor de las conferencias y los conferenciantes que habían participado en la sesión. El
desarrollo siguió el esquema ~e la sesión dedicada al Antiguo Régimen, orientándose en todo momento
en función de las preguntas del público asistente.
De esta forma fue a Raquel Pérez Brito a quien se preguntó en primer lugar. Concretamente se
le pidió que desarrollase un poco más la relación, barajada en su comunicación, entre irracionalidad y
realidad, en definitiva el debate constante de 'la disciplina entre objetividad, subjetividad, y análisis
histórico. A raíz de esta formulación se fue desencadenando una discusión en la que participaron
prácticamente todos los conferenciantes de la mesa redonda, y en la cual paulatinamente entraron en
liza otros temas sumamente polémicos, como el de la neutralidad del historiador. Lamentablemente
por distintas circunstancias no podemos reproducir esa interesante discusión. Eso sí, la impresión
fundamental que subyace es que el debate en la historia está vivo, y hay diferentes concepciones de la
sociedad y del individuo que confrontan impresiones entre sí, de lo que se obtiene un avance constante
en la reflexión de nuestro trabajo. El debate entre la historia social y la postsocial ni mucho menos está
cerrado, y cabe esperar del mismo importantes aportaciones en los próximos años.
Al margen de este debate parte del público también se interesó en conocer otros aspectos
alternativos. Concretamente a Joaquín Carreras se le cuestionó acerca de la ausencia de especialización
en Antropología existente en nuestra Universidad, al ser su área de investigación un espacio propicio a
recibir el auxilio de otras ramas del conocimiento de lo social .
. Estas fueron, a grandes rasgos, las principales aportaciones de las Jornadas que no se reco~en en
las páginas precedentes. Con ellas queremos dar por concluida una publicación que recoge un
acontecimiento que desafortunadamente no suele tener la frecuencia que deberían tener eventos de
estas características. En ellos aprendemos todos: presidentes de mesa, ponentes, y público en general.
Fue una oportunidad -que esperamos que no sea única- de acercar nuestro trabajo a un auditorio
aficionado a la historia que no suele tener la oportunidad de oír las investigaciones recientes, a pesar de
que se desarrollan bajo los más rigurosos criterios metodológicos.
Por ello no queda más que agradecer al Ayuntamiento de Tegueste la iniciativa, y convocar a
todos los interesados -que esperamos que sean más que en la presente edición- para las II Jornadas
Prebendado Pacheco de Investigación Histórica.
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ACTAf DE LAS 1 joRNADAS «PREBENDADO PAGCECO>> DE lNvE.rnGAQÓN HI.rróRICA
I joRNADAS <<PREBENDADO PACHECO>>
. DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA:
LA HISTORIA EN ACTIVO. TEGUESTE 2007
Jueves 20 abril, de 9:00-14:00 horas Prehistoria e Historiografia
9:00 - 9:30. Recogida de material
9:30- 10:00. Presentación de las Jornadas
10:00 - 11 :30. 1 a Sesión Eduardo Mesa Hernández Aprovechamiento de los recursos marisqueros en la prehistoria de Tenerife
Francisco Pérez Caamaño, ~ Esther Chávez Álvarez, Elena Pérez González, Javier Soler Segura, Amaya Goñi Quinteiro, y Antonio Tejera Gaspar El territorio arqueológico isorano. Hacia una nueva explicación de la sociedad aborigen del sur de Tenerife
Javier Soler Segura,~ Esther Ch~vez Álvarez,.Francisco Pérez Caamaño, Elena Pérez González, Amaya Goñi Quinteiro, y Antonio Tejera Gaspar Guia de Isora: Arqueología y Gestión Patrimonial
11:30 - 12:00. Descanso
12:00- 13:00. 2a Sesión José A. Afonso Vargas Aplicaciones de la Microscopia Analitica a la investigación arqueológica de las Islas Canarias
José Antonio Garcia de Ara LAs Recensiones de Elies S erra i Rafols en la Revista de Historia de Canarias
13:00- 14:00. Mesa Redonda. Moderador: Juan Francisco Navarro Mederos
Jueves 20 abril, de 16:00 - 20:30 horas El Antiguo Régimen
16:00- 17:30. 1 a Sesión Roberto González Zalacain Familia y análisis histórico
Francisco Báez Hernández La creación de una nueva sociedad: T egues/e tras la incorporación de Tenerife a la corona castellana
Mariano Gambín Garcia Instituciones jurídico políticas en Tenerife tras la conquista
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U HISTORIA EN ACIWO
17:30- 18:00. Descanso
18:00 - 19:30. 2a Sesión Alejandro Larraz Mora ¿Vender la historia? La investigación histórica como actividad profesional
Miguel Angel Gómez Gómez La industria del agua:· molinos, sierras y batanes
Reyeslunadorlunador Aproximación al eshldio de las foentes dommentales para la historia del arte: los archivos familiares
19:30 - 20:30. Mesa Redonda. Moderador: Juan Manuel Bello León
Viernes 21 de abril, de 9:00 - 14:00 horas Canarias Contemporánea
9:00 - 10:30. 1 a Sesión Jesús de Felipe Redondo La mestión de los orígenes del movimiento obrero en Canarias. Una nueva aproximación
Jorge Sánchez Morales La conflictividad mral en Canarias (siglos XVIII-XIX). Nuevos debates
Blanca Divassón Mendívil La conslrllcción de la identidad poUtica de pueblo durante la revolución democrática de 1868 en Tenerife
10:30 - 11:00. Descanso
11 :00 - 12:30. 2a Sesión Joaquín Carreras Navarro El mundo campesino en Tegueste
Victorio Heredero Gazcueña La Educaci~n Popular y el imaginario moderno. Nuevas tendencias en Historia de la Educación
Raquel Pérez Brito La creatividad en la investigación histórica
12:30 - 13:30. Mesa Redonda. Moderador: Miguel Angel Cabrera Acosta
13:30- 14:00. Clausura de las Jornadas
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