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La Ley y la Dama Por Wilkie Collins

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LaLeyylaDama

Por

WilkieCollins

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CAPÍTULOI

Elerrordelanovia

«Porque, desde el principio de los tiempos, las mujeres santas queconfiabanenDiossehonrabansometiéndosea susesposos;SaraobedecíaaAbraham,llamándoleseñor,ytambiénsushijasylashijasdesushijas».

Conestasconocidaspalabrasmitío,elreverendoStarkweather,pusofinalaceremoniadelmatrimoniosegúnelritodelaIglesiaanglicana.Luego,cerrósulibroymemiródesdeelaltar,conunacariñosaexpresióndeinterésensuanchaycoloradacara.Almismotiempo,mitía,laseñoraStarkweather,depiejuntoamí,mediounossuavesgolpecitosenelhombroymedijo:

—¡Yaestáscasada,Valeria!

¿Pordóndevagabanmispensamientos?¿Enquéseentreteníamimente?Estabatanconfusaquemeeradifícildeterminarlo.Meestremecíymiréalqueyaeramimarido.Elpobreparecíatanaturdidocomoyo.Creoquealosdossenoshabíapasadoporlacabezalamismaidea:¿Eraposibleque,apesardelaoposiciónde sumadre a nuestra boda, fuéramosyamaridoymujer?Mi tíazanjólacuestiónconunnuevogolpecitoenmihombro.

—¡Cógetedesubrazo!—susurróconeltonodeunamujerquehaperdidolapaciencia.Obedecí—.¡Sigueatutío!—remachó.

Bienagarradadelbrazodemimarido,seguíalreverendoStarkweatheryalvicarioquelehabíaayudadoenlaceremonia.Losdosclérigosnoscondujeronalasacristía.

LaiglesiaestabaenunodeesostristesysombríosbarriosdeLondresqueseextiendenentrelaCityyelWestEnd.Eldíaeragris;laatmósfera,húmedaypesada, y nosotros componíamos un pequeñoymelancólico cortejo dignodelbarriotristeydeldíagris.Alaceremonianohabíanasistidoniparientesniamigos de mi marido. Su familia, por lo poco que yo sabía, no aprobabanuestroenlace.Enmicaso,sólomistíoshabíanacudidoalaboda,algocasilógicoteniendoencuentaquemispadreshabíanmuertoyqueyocontabaconpocos amigos. Mi apreciado Benjamin, el anciano y fiel empleado de mipadre,habíavenidopara«llevarmealaltar»,comosesueledecir.Meconocíadesdequeeraunaniña,ycuandoquedéhuérfana,sehabíaportadoconmigocasitanbiencomounpadre.Comoeshabitual,quedabaunúltimorequisito:lafirmaenelregistromatrimonial.Enmediodelaconfusióndelmomento(ysinnadiequemeavisara),cometíunerror—ominoso,enopinióndemitía—:firméconmiapellidodecasada,enlugardeescribireldesoltera.

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—¡Cómo! —exclamó mi tío en tono bromista—. ¿Ya has olvidado tuapellido? ¡Bien! ¡Bien! Esperemos que nunca tengas que arrepentirte dehabertelibradotanprontodeél.Inténtalootravez,Valeria,yahorahazlobien.

Con dedos temblorosos, taché la primera firma y escribí mi apellido desoltera:ValeriaBrinton.Mequedómal,comopuedeobservarse.

Cuandolellegóelturnoamimarido,observéconsorpresaquetambiénsumano temblaba, llevándole a trazar una muy pobre muestra de su firmahabitual:

Luego se le pidió a mi tía que firmara como testigo; cumplió entreprotestas.

—¡Unmal comienzo!—comentó, señalandocon suplumamiprimeraydesafortunada firma—. Coincido con mi marido. Espero que no vivas paralamentarlo.

Inclusoentonces,enaquellosdíasdeinocenciaydeignorancia,lacuriosaocurrencia fruto del carácter supersticioso de mi tía me produjo ciertodesasosiego. Por eso, fue un consuelo sentir la presión reconfortante de lamanodemimarido,yresultóunaliviotodavíamayoroírlavozafectuosademi tío deseándome felicidad al separarnos.El buen hombre había dejado suvicaríaalnortedelpaís(mihogardesdelamuertedemispadres)conelsolopropósitodecelebrarmiboda.Mitíayélhabíandispuestoregresareneltrendemediodía.Merodeóconsusfuertesygrandesbrazosymediounbesoquedebierondeoírlotodosloscuriososqueesperabanalasalidadelaiglesia.

—Tedeseomuchasaludyfelicidad,miqueridasobrina,detodocorazón.Ya tienesedadparaelegirpor timisma,y—noseofenda, señorWoodville,ustedyyo somos amigos recientes— le ruego aDios,Valeria, que seaparabien.Nuestrohogarestarátristesinti;peronomequejo,querida.Alcontrario,si este cambio en tu vida te hace más feliz, me alegraré mucho. ¡Vamos!¡Vamos!Nolloresahora,otutíaseenfurecerá,yasuedadesonoesbueno.Además,elllantomarchitalabelleza.Sécatelosojosymírateaeseespejodeahí;yaveráscomotengorazón.¡Adiós,hijita,yqueDiostebendiga!

Tomó a mi tía del brazo y ambos salieron apresurados. A pesar de lomucho que amaba amimarido, no pude evitar que el corazónme diera unvuelcocuandovialejarseamis tíos, losqueridosprotectoresdemisdíasdeadolescente.

LellególuegoelturnoaBenjamin.

—Tedeseotodolomejor,queridaniña.Nomeolvides.

No dijo más; pero con estas palabras volvieron a mi mente los viejostiemposencasa,cuandomipadreaúnvivía.EntoncesBenjamincenabacon

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nosotros todos los domingos, y siempre aparecía con algún regalo paramí.Emocionada por esta evocación, estuve a punto de «marchitar mi belleza»(comohabíadichomi tío) cuandoacerqué lamejillaparaqueBenjaminmebesara. Le oí suspirar, como si él tampoco esperase demasiado de mi vidafutura.

La voz demimaridome devolvió a la realidad yme llevó a pensar encosasmásagradables.

—¿Nosvamos,Valeria?—mepreguntó.

Cuando salíamos, le detuve para seguir el consejo de mi tío. En otraspalabras, para mirarme en el espejo que colgaba sobre la chimenea de lasacristía.

¿Quéimagenrefleja?

Elespejomuestraaunajovendeveintitrésaños,altayesbelta.Peronoesenabsolutolaclasedemujerquellamalaatenciónporlacalle,puesnotieneeltípicopelorubionilasmejillassonrosadas.Supelonegroestápeinadoengrandesrizosquepartendelafrente(comosi lollevaseasídesdehaceañospara agradar a su padre), y recogido en un sencillo moño, similar al de laVenusdeMédicis,quedejaelcuelloaldescubierto.Sucutisespálido,salvoen momentos de agitación violenta. Sus ojos, de un azul tan oscuro queparecennegros,estánenmarcadosporunascejasdeunabellaforma,aunquedemasiado oscuras y marcadas. La nariz es un poco aguileña y resultaexcesivamente larga para aquellas personas difíciles de contentar enmateriade narices. La boca, su mejor rasgo, posee una forma delicada y muyexpresiva.Encuantoalrostroenconjunto,esdemasiadoalargadoensuparteinferior,ydemasiadoanchoycortoenlazonadelosojosylafrente.

La imagen, tal como se refleja en el espejo, representa a una mujer decierta elegancia, demasiado pálida y demasiado seria en los momentos desilencio;enresumen,unapersonaquenollamalaatencióndeunobservadorocasionalaprimeravista,peroqueganamuchoenunasegunda,eincluso,unaterceracontemplación.

Porloquerespectaasuformadevestir,lajovendisimulaaconciencia,envezdeproclamarlo,que sehacasadoesamismamañana.Llevauna faldayuna túnica de lana de cachemir gris, rematadas con seda del mismo color;como complemento, luce un sombrero a juego, adornado con una pluma demuselinablancayunarosaroja,cuyocolormásalegreponelanotadeefectocontrastantealconjunto.

¿Helogradoonotrazarunaadecuadadescripcióndemipersona?Nosoyquién para decirlo; pero en todo caso he hecho lo posible por evitar dosvanidades:eldesprecioyelelogiodemiaspectofísico.Porlodemás,bieno

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malescrito,graciasaDiosyaestáhecho.

¿Yaquiénveojuntoamíenelespejo?

Esunhombrealgomásbajoqueyoycon ladesgraciadeaparentarmásedad de la que tiene. Su frente presenta una calvicie prematura, y tanto ladensa barba castaña como el largo bigote ya están tiñéndose de gris. Noobstante, su rostro tiene el color que quisiera para elmío, y el vigor de sufiguralaquerríaparamí.Mecontemplaconlosojos(decolorcastañoclaro)más tiernosycálidosquehevisto jamásenel rostrodeunhombre,yposeeunasonrisadulceyamable.Susmodales,pausados,modestosypersuasivos,poseenunirresistibleatractivoparalasmujeres.

Cojea ligeramente al andar, a consecuencia de una herida sufrida haceaños, cuando era soldado en la India, y lleva un bastón de bambú, con uncurioso puño (su favorito) que le ayuda a ponerse de pie. Aparte de estepequeño defecto (si es que puede considerarse como tal), todo en él esarmoniosoy elegante.Precisamente, esa levecojera al andar tiene—talvezsóloparamiparcialmirada—unciertoencanto,yresultamásagradablequelosmovimientosbruscosdeotroshombres.Porúltimo,ylomásimportantedetodo,¡leamo!,¡leamo!

Yésteeselretratodemimaridoeneldíadenuestraboda.Elespejomehadichotodoloquequierosaber;ahoraporfinsalimosdelasacristía.

Elcielo,nubladoyadesdelamañana,sehaoscurecidomientrasestábamosen la iglesia, y ahora comienza a llover con fuerza. Fuera, los curiosos noscontemplanbajosusparaguasmientraspasamosentreellosyapresuradosnosmetemos en el coche. Sin saludos, sin sol, sin flores a nuestro paso, sin ungran banquete, sin discursos grandilocuentes, sin damas de honor, sinbendicionesdelpadreydelamadre:unatristeboda,paraquénegarlo,y(simitíanoseequivoca)¡unmalcomienzo!

Habíamos reservado un compartimento en un tren. Elmozo, diligente ypendientedelapropina,bajalaspersianasdelasventanaslateralesdelvagónparaocultarnosdelasmiradasindiscretas.

Despuésde loquemepareceunaespera interminable,el trenseponeenmarcha.Mimaridomerodeaconsubrazo,meatraesuavementehaciaélymesusurra,conunamorensumiradaquelaspalabrasnoaciertanadescribir:

—¡Alfin!

Acaricio su cuello ymis ojos responden a los suyos.Nuestros labios seencuentranenunbeso,largoylento,elprimerodenuestravidadecasados.

¡Cuántos recuerdos de ese viaje reviven amedida que escribo! Déjame,lector,quemesequelosojosyguardeelcuadernoporhoy.

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CAPÍTULOII

Lospensamientosdelanovia

Llevábamospocomásdeunahoradeviaje,cuandoseprodujoennosotrosuncambioperceptible.

Sentadosmuyjuntos,conmimanoentrelassuyasymicabezaapoyadaensu hombro, poco a poco nos fuimos quedando en silencio. ¿Es que yahabíamos agotado el limitado pero elocuente vocabulario del amor? ¿Ohabíamosdecidido,porconsentimiento tácito, trasdisfrutarde lapasiónquehabla, pasar a la profundidad y el éxtasis de la pasión que piensa? Apenaspuedoexplicarlo;sóloséque llegóunmomentoenque,bajoalgunaextrañainfluencia,nuestroslabiossecerraronalavez.Seguimosviajando,cadaunoabsorto en sus propias reflexiones. ¿Pensaba él tan sólo en mí, como yopensaba tansóloenél?Antesdequeelviaje terminara,ya teníamisdudas.Algomástarde,meenterédequesuspensamientos,bienalejadosdesujovenesposa,secentrabanensupropiadesgracia.

Paramí,encambio, resultaba todoun lujoelplacersecretodesaberquesóloélllenabamimentemientraslesentíaamilado.

Mevinoentoncesalamemoriaelrecuerdodenuestroprimerencuentro.

Cercade lacasademi tío,unfamosorío trucherodiscurría,espumosoybrillante,porunbarrancodelpáramorocoso.Aquellatardeoscuraydefuerteviento,conelfondodeuncielonublado,lapuestadesolteñíaderojotodoeloeste.

En un rincón del río, un remanso tranquilo y hondo junto a la orillainclinada, un pescador solitario lanzaba su caña, en cuyo anzuelo habíaensartado una mosca. Mientras tanto, en la parte más alta de la orilla, novisibleparaelpescador,unachica—yomisma—esperaballenadeansiedadaquesalieralatrucha.

Llegóelmomento;elpezmordióelanzuelo.

Andando por el banco de arena de la orilla o (cuando la corrientecambiaba)porlasaguaspocoprofundasquecorríansobreellechoderocas,elpescador seguía a la trucha capturada, al tiempo que dejaba ir el sedal y loenrollabanuevamente,eneldifícilydelicadoprocesode«agotar»alpez.Yoleseguíaporlaorilla,deseosadeverenquéparabaaquellaluchadehabilidade ingenioentreelhombrey la trucha.Hacía tiempoquevivíaconmi tío,elreverendo Starkweather, y él me había contagiado su entusiasmo por los

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deportesalairelibre,ysobretodo,porelartedelapesca.

Caminandoalmismoritmoqueeldesconocido,conlosojosfijosencadamovimientode su cañaydel sedal, noprestaba atención al terrenodesigualporelquecaminaba,asíquetropecéconunmontículodetierradelaorillaymecaíalagua.

Ladistanciaerainsignificante;elagua,pocoprofunda;ellechodelrío,porsuerte,eradearena.Apartedelsustoydelremojón,portanto,noteníadequéquejarme.Alcabodeunmomentoyaestabaotravezdepieyfueradelagua;avergonzadaperoensuelofirme.

Pasó muy poco tiempo, pero el justo para que el pez se escapara. Elpescadorhabíaoídomigritoinstintivodealarmay,dejandoaunladosucaña,se había vuelto para ayudarme. Fue la primera vez que estuvimos frente afrente,yoenlaorillayélenelagua.Nuestrasmiradasseencontraronycreo,deverdad,quenuestroscorazonesseencontraronenesemismoinstante.Loséconcerteza,porquenosolvidamosdelaeducaciónrecibidaynosmiramosenapasionadosilencio.

Yo fui laprimeraen reaccionar. ¿Qué ledije?Apenasmusitéquenomehabíahechodañoyalgunaotratonteríamás;luegoleinstéparaquevolvieracorriendoytrataraderecuperarelpez.

Éldiounoscuantospasos,sinmuchointerés,yenseguidaregresójuntoamí,ysinelpez,naturalmente.Sabiendolodecepcionadoquesehabríasentidomitíoensulugar,medisculpécomopude.Enmideseodehacermeperdonarmeofrecíinclusoparaenseñarleunrecododelríoendondepodríaintentarlodenuevo;peroélnoquisonioírhablardelasunto.Mesugirióquefueraacasaacambiarmederopa,yaunquenomeimportabaestarmojada,leobedecísinsaberporqué.

Seofrecióamablementeaacompañarme,aduciendoqueelcaminohacialavicaría le quedaba de paso hacia su posada. En el trayectome dijo que nohabíavenidoaestaregiónapescar,sinoprincipalmente,coneldeseodepasarunos días en un lugar pequeño y tranquilo donde hallar paz y sosiego.Mehabía visto varias veces desde la ventana de su habitación en la posada, yquisosabersiyoeralahijadelvicario.

Lecontestéqueelvicariosehabíacasadoconlahermanademimadreyqueamboshabíanejercidodepadresdesdequequedéhuérfana.MepreguntósipodríavisitaralreverendoStarkweatheraldíasiguiente,mencionandoaunamigo suyo que, según creía, también tenía amistad conmi tío. Le invité avisitarnoscomosilacasafuesemía.Estabarealmentehechizadaporsuvozysumirada.Avecesmehabíacreídosinceramenteenamorada;peronunca,encompañía de un hombre, había experimentado las sensaciones que ahora

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despertabaenmílapresenciadeestehombre.

Cuando él me dejó en casa tuve la impresión de que la noche caíasúbitamente sobre el paisaje.Me apoyé en la verja de la vicaría. No podíarespirar;nopodíapensar;elcorazónmelatíacontalfuerzaqueparecíaquererescaparsedelpecho.¡Ytodoporundesconocido!Enrojecídevergüenza;peroaunasí,¡mesentíatanfeliz!

Yahora,apenasunassemanasdespuésdeaquelprimerencuentro,leteníaa mi lado. ¡Y era mío, mío para siempre! Alcé mi cabeza, apoyada en supecho, paramirarle; al igual que un niño con un juguete nuevo, necesitabaasegurarmedequeerarealmentemío.

Miesposonosemoviódesurincón.¿Seguíaabsortoensuspensamientos?¿Estabapensandoenmí?

Volvíaapoyarmicabezaensuhombrosuavemente,paranodistraerle,ymimenteevocóunanuevaescenadelagaleríadoradadelpasado.

El escenario era el jardín de la vicaría. El momento: la noche. Noshabíamoscitadoensecreto.

Paseábamosdespacio,asalvodelasmiradasquepudierandirigirnosdesdelacasa,porelbosquecillodearbustosybajolaluzdelalunaqueiluminabalahierba.

Yanoshabíamosdeclaradonuestroamoryqueríamosunirnuestrasvidasparasiempre.Nuestrosproyectoseintencionescoincidían,ycompartíamoslasalegríasylaspenas.

Aquella noche yo había salido al encuentro de Eustace bastante abatida,coneldeseodehallarconsueloensupresenciayánimoensuvoz.Élnotóquesuspirécuandomeabrazóy,dulcemente,alzómicabezahacialaluzdelalunaparaleerenmirostroloquemepreocupaba.¡Cuántasveceshabíaleídoenélmifelicidadenlosprimerosdíasdenuestroamor!

—Traesmalasnoticias,ángelmío—dijo,apartándomeelpelodelafrentemientrashablaba—.Veoaquíunasarrugasquerevelanansiedadydolor.Ojaláteamaramenos,Valeria.

—¿Porqué?

—Porque podría devolverte la libertad. Sólo con dejar el lugar, tu tío sequedaríatranquiloytúteveríaslibredetodastuspenas.

—¡Nohables así,Eustace! Si quieres que olvidemis tristezas, dimequemequierescomonunca.

Él contestó con un beso, y vivimos un instante de exquisito olvido, unmomento de deliciosa absorción mutua. Después, volví a la realidad,

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fortalecida y serena, recompensada por lo que había sufrido y dispuesta asufrirdenuevoporotrobeso.Dadleamoraunamujerynohabránadaqueellanohaga,sufraoarriesgue.

—¿Hanpuestonuevosimpedimentosanuestraboda?—preguntómientrasreanudábamoselpaseo.

—No,noeseso;porfinhanreconocidoqueyatengoedadparaelegirpormímisma.Peromehansuplicado,Eustace,quetedeje.Mitía,aquiencreíafuerte, ha llorado por primera vez desde que la conozco; ymi tío, siempreamableybondadosoconmigo,sehamostradohoymásamableybuenoquenunca.Mehadichoque,siinsistoensertuesposa,nomedejarásolaeldíadela boda, que dondequiera que nos casemos, allí estará él para oficiar laceremonia,ymitíatambiénasistiráalaboda.Peroélmeruegaqueconsidereseriamente loquehago,yqueconsientaunabreveseparaciónentrenosotrosmientrasconsultaaotraspersonas,yaquenotengoencuentasuopinión.¡Oh,amor mío, desean separarnos, como si fueras el peor y no el mejor de loshombres!

—¿Haocurridoalgo,desdeayer,quehayahechocrecersudesconfianza?—preguntó.

—Asíes.

—¿Dequésetrata?

—¿Recuerdasquelehablasteamitíodeunamigocomún?

—Sí;elmayorFitz-David.

—Mitíolehaescrito.

—¿Porqué?

Pronuncióesapreguntaconuntonotandiferentedelhabitualquesuvozmepareciódesconocida.

—¿Noteenfadarássitelodigo,Eustace?—ledije—.Mitío,porloqueleconozco, decidió escribir al mayor por varios motivos, entre ellos, parapreguntarlesiconocíaylepodíaproporcionarladireccióndetumadre.

Eustacesedetuvoenseco.

Yohiceunapausa, sintiendoquenopodía aventurarmea irmás allá sinriesgodeofenderle.

En honor a la verdad, la primera vez que Eustace le habló a mi tío denuestro compromiso, su conducta había sido (si las apariencias no engañan)tan extraña como poco seria. El vicario, lógicamente, le había preguntadosobresufamilia;yEustacesehabíalimitadoadecirquesupadrehabíamuerto

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y,trasciertasreticencias,habíaconsentido,aunquenodemuybuenagana,enanunciarelcompromisomatrimonialasumadre.Noscontóquetambiénellavivía en el campoynosdijoque iría a verla parahablarle denuestra boda;peroenningúnmomentomencionósudirección.

Dos díasmás tardeEustace había regresado a la vicaría con unmensajesorprendente. Sumadre no deseaba ofendernos, ni amí ni amis tíos, perotantoellacomoelrestodesufamiliadesaprobabanelmatrimoniodesuhijo,porloquerehusabanasistiralaceremoniasiEustaceinsistíaenmantenersucompromisoconlasobrinadelreverendoStarkweather.

Cuando se le pidió que explicara la razón de tan sorprendente einexplicablereacción,Eustaceselimitóadecirquesumadreysushermanasesperabanquesecasaraconotramujer;demodoquesehabíansentidomuydolidasydecepcionadasalsaberqueélhabíaelegidoaunaextraña.Porloqueamírespecta,estaexplicaciónresultósatisfactoria,ycasimepareciótodouncumplido;puesponíademanifiestolamayorinfluenciaqueyoejercíasobreEustace,algoqueunamujersiemprerecibeconplacer.

Peroesamismaexplicaciónnoconsiguióenabsolutosatisfaceramistíos.ElvicarioexpresóalseñorWoodvilleeldeseodeescribirasumadre,omejoraún,deverla,paraobtenerdirectamentedeellaunaaclaracióndesuextrañaconducta.

Eustacesenegóobstinadamenteadarladireccióndesumadre,afirmandoquecualquierintentodelvicarioseríainútil.Deestaactitudmitíoextrajosuspropias conclusiones, deduciendo que aquella misteriosa actitud de miprometidorespectoasumadreindicabaquealgoibamal.RechazódenuevoconcedermimanoaEustaceWoodville,yaquelmismodíaescribióunacartaasuamigo,elmayorFitz-David,paraaveriguaralgomássobremiprometido.

Enestascircunstancias,hablardelosmotivosdemitíoeraaventurarmeenterreno resbaladizo. Eustace me libró del apuro preguntándome algo que síestabaenmimanocontestar.

—¿HarecibidotutíoalgunarespuestadelmayorFitz-David?

—Sí.

—¿Tehadejado leerla?—suvozseapagóalpronunciaresaspalabras,ysurostrorevelóunasúbitainquietudquemedolió.

—Traigolarespuestaparaenseñártela.

Casimelaarrancódelasmanos,ysin lamásmínimaconsideración,mediolaespaldaparaleerlaalaluzdelaluna.Lacartaeratanbrevequeseleíaenapenasunossegundos.Yopodríahaberlarecitadodememoria;ysoycapazderepetirlaahora:

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QueridoVicario:

ElseñorEustaceWoodvilleestáenlociertoalafirmarqueesuncaballeropornacimientoyporposición,yquehereda(segúneltestamentodesudifuntopadre)unarentadedosmillibrasalaño.

Quedaasudisposición,

LawrenceFitz-David

—¿Puede alguien desear una respuesta más clara que ésta? —preguntóEustace,tendiéndomelacarta.

—Siyohubierasolicitadoinformessobreti—contesté—seríalobastanteclara.

—¿Yparatutíonoloes?

—No.

—¿Quétehadicho?

—¿Porquétepreocupatantosaberlo,amormío?

—Necesitosaberlo,Valeria.Nodebehabersecretosentrenosotrosenesteasunto.¿Dijoalgotutíocuandotemostrólacartadelmayor?

—Sí.

—¿Quéfue?

—Mitíomehizoobservarquesucartaconstabadetrespáginas,yquelarespuesta delmayor se limitaba a una frase.Dijo: «Debo ir a ver almayorFitz-David para hablar del asunto. Está claro que no le presta la debidaatención.LepedíladireccióndelamadredelseñorWoodvilleyélhapasadoporaltomipetición,aligualquehaevitadotodoelasuntodelmatrimonio.Selimitadeliberadamentealenunciadoescuetodelosbienesdetuprometido.

Usa tusentidocomún,Valeria.¿Noesestounagroseríamásquenotablepor parte de un hombre que no sólo es un caballero, por nacimiento y poreducación,sinoquees,además,amigomío?».

Eustacemedetuvoenestepunto.

—¿Lerespondisteatutío?—preguntó.

—No.Únicamenteledijequenoentendíalaconductadelmayor.

—Yél¿quérespondió?Simequieres,Valeria,dimelaverdad.

—Empleóun lenguajemuy fuerte,Eustace.Peronodebesofenderte;mitíoesunanciano.

—Nomeofendo.¿Quétedijo?

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—Dijo literalmente: «Fíjate en mis palabras, Valeria. Hay algo bajo lasuperficie,enrelaciónconelseñorWoodvilleoconsufamilia,queelmayornotienelalibertaddecontar.Interpretándolaconpropiedad,estacartaesunaadvertencia.MuéstraselaalseñorWoodvilleyexplícale,siquieres, loqueteacabodedecir».

Eustacemeinterrumpióotravez.

—¿Estásseguradequeesasfueronsuspalabras?—preguntó,examinandoatentamentemirostroalaluzdelaluna.

—Completamente. Pero yo no opino igual que él. ¡Te ruego que no lopienses!

De repente, me estrechó en sus brazos y fijó sus ojos en los míos. Suexpresiónmeasustó.

—Adiós,Valeria,miamor—medijo—.Intentapensarbiendemícuandoestéscasadaconotrohombremásfeliz.

¡Teníalaintencióndedejarme!Meaferréaél,enunaagoníadeterrorquemehizotemblardelacabezaalospies.

—¿Qué quieres decir?—pregunté tan pronto como pude hablar—. Soytuya y solamente tuya. ¿Qué he dicho, qué he hecho para merecer esasterriblespalabras?

—Debemos separarnos, ángelmío—contestó con tristeza—. Pero tú notienes la culpa; es a mí a quien persigue la desgracia. ¡Mi Valeria! ¿Cómopuedescasarteconunhombrequeessospechosoparatusfamiliaresyamigosmáscercanos?Mividaha sidoespantosa;nuncahehalladoenningunaotramujer lacomprensión,eldulceamory lacompañíaque túmehasofrecido.Poreso¡nosabescómomedueleperderte!¡Quéduromeresultavolveramividasolitaria!Ysinembargo,debohacerestesacrificioporti,miamor.

Nosémejorquetúporquéesacartaescómoes.Pero¿mecreeríatutío?¿Me creerían tus amigos? ¡Un último beso,Valeria! Perdóname por haberteamadoapasionadamente,devotamente.¡Perdónameydejaquemevaya!

Leretuve,presadeunadesesperacióntemeraria.Sumiradamepusofuerademí;suspalabrasmellenarondeunacongojadelirante.

—Veadondequieras—dije—.¡Peroyo irécontigo!Amigos, reputación,nadame importa;ni loquepierdoniaquiénpierdo. ¡Oh,Eustace, sólo soyunamujer!¡Nomevuelvasloca!Nopuedovivirsintiyvoyasertuesposa.¡Tengoqueserlo!

Esaspalabras irreprimiblesfuerontodoloquemefueposibledecirantesdequeunatristezainfinitamehicieraestallarensollozosylágrimas.

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Él se rindió.Me calmó con su cautivadora voz y borrómi angustia consuaves caricias. Luego puso al cielo por testigo de que iba a dedicarme suvida, y juró, con palabras tan solemnes como elocuentes, que su únicopensamiento,nocheydía,seríamostrarsedignodemiamor.

¿Acasonohabíacumplidoconnoblezasujuramento?¿Nohabíaseguidoala promesa comprometida en esamemorable noche la promesa hecha en elaltar,anteDios?¡Ah,quévidatandichosateníaantemí!¡Quéfelizmesentía!

Alcédenuevo lacabezapara saboreareldeleitedeverle juntoamí.Mivida,miamor,mimarido.¡Mío!

Apenas me recobré de los absorbentes recuerdos del pasado, volví a laamable realidad del presente, y rocé la mejilla de Eustace con la mía,susurrándolecondulzura:

—¡Cuántoteamo!¡Cuántoteamo!

Alcabodeuninstante,retrocedí,ymicorazónsedetuvo.Poséunamanoen mi cara. ¿Qué sentí en mi mejilla? (Yo no había estado llorando; erademasiadofeliz).¿Quésentíenmimejilla?¡Unalágrima!

ElrostrodeEustacemirabahaciaotrolado.Conmismanos,leobliguéavolversehaciamí.

Lemiré.Yviamimarido,eneldíadenuestraboda,conlosojosllenosdelágrimas.

CAPÍTULOIII

LasarenasdeRamsgate

Eustaceconsiguiócalmarmiinquietud;peronopuedoafirmarquelograraconvencermeporcompleto.

Medijoquehabíaestadopensandoenelcontrasteentresuvidapasadaylapresente. A su memoria habían acudido amargos recuerdos de los años yalejanos, y eso le había hecho dudar de su capacidad para hacerme feliz. Sepreguntabasinomehabríaconocidodemasiadotarde;sinoerayaunhombreamargado y destrozado por las decepciones y los desencantos de la vida.Dudascomoéstas,quecadavez lepesabanmás,habíanhechobrotardesusojos las lágrimas que yo había descubierto, lágrimas que ahora, por missúplicasymiamorhaciaél,tratabadehacermeolvidarparasiempre.

Le perdoné, le conforté, le di ánimos, pero el recuerdo de lo que habíapresenciado me preocupaba en secreto; había momentos en los que me

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preguntaba sideverdadmimarido teníaplenaconfianzaenmí, comoyo lateníaenél.

Nos bajamos del tren enRamsgate, ciudad de veraneo que ahora estabacasidesierta,puesla temporadayahabíaterminado.Nuestroviajedenoviosincluía un crucero por el Mediterráneo en el yate que un amigo le habíaprestadoaEustace.Alosdosnosgustabamuchoelmar,yademás,teniendoen cuenta las circunstancias enquenoshabíamos casado, deseábamospasarinadvertidos.Conestepropósito,ytraslabodaíntimaenLondres,habíamosdecidido encontrarnos en Ramsgate con el patrón del yate. En el puerto,terminada la temporada turística,podíamosembarcarasolas,adiferenciadeloqueocurriríasihubiésemosidoalaIsladeWight.Transcurrierontresdías,díasdedeliciosasoledad,deexquisitafelicidad,quenuncaolvidaremos,yquejamássevolveránarepetirentodanuestravida.

En la mañana del cuarto día, poco antes del amanecer, tuvo lugar unincidente insignificante que, no obstante, creo digno de mención por loextrañoquemeresultóyporloquemeafectó.

De forma súbita e inexplicable, desperté de un sueño profundo con unasensación de nerviosismo que afectaba a todomi ser, algo que nunca anteshabíaexperimentado.Enmisañosenlavicaría,mifamadedormilonahabíadadopieanumerosasbromasinofensivas,puesdesdequerecostabalacabezaenlaalmohadahastaqueladoncellallamabaalapuerta,nosabíaloqueeradespertarme. En cualquier época del año disfrutaba de un reposo largo eininterrumpido,comoeldeunniño.Yahoraestabadespierta, sinunacausaobjetivayvariashorasantesdelohabitual.

Traté de conciliar el sueño de nuevo; pero fue inútil. Me sentía tandesasosegada que no era capaz de permanecer en la cama. A mi lado, mimaridodormíaprofundamente.Temiendomolestarle,melevanté.Mepuselabataylaszapatillas,ymeacerquéalaventana.

Elsolcomenzabaaelevarsesobreunmargrisyencalma.Duranteunosinstantes, el majestuoso espectáculo que tenía a la vista ejerció un efectosedante en mi estado de agitación. Pero enseguida volví a notar el mismodesasosiego. Recorrí despacio la habitación, hasta que me cansé de lamonotonía del ejercicio.Cogí un libroy lo dejé.Nopodía concentrarme; elautornoconsiguióretenermiatención.

Me acerqué a Eustace, y le admiré en su reposo tranquilo. Regresé a laventana,perolahermosamañanayanomeatraía.Mesentédelantedelespejoymecontemplé.¡Quéojerosaycansadaestabaporhabermedespertadoantesde tiempo! Me levanté otra vez, sin saber qué hacer. El encierro entre lascuatroparedesdelahabitaciónsemehacíainsoportable,asíqueabrílapuertaqueconducíaalvestidordemimaridoyentréenél,conlaesperanzadequeel

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cambiodeambientemealiviara.

Loprimeroquevifuesumaletíndeaseo,abiertosobreeltocador.

Saquélosfrascos,loscepillos,lospeines,lanavajaylastijerasdeunodeloscompartimentos,ylosobjetosdeescribirdelotro.Olílosperfumesylascremas.Limpiécuidadosamentelosfrascosconmipañueloamedidaquelosibasacando.Pocoapoco,fuivaciandodeltodoelmaletín.Estabaforradodeterciopeloazul,yenunaesquinaviunacintadesedadelmismocolor.Tirandode ella y levantándola, descubrí un doble fondo que ocultaba uncompartimentosecretoparacartasydocumentos.Dadamiraramaneradeser—curiosae inquisitiva—meatraíasacar lospapeles,comohabíahechocontodolodemás.

Halléunasfacturas,quenoteníanelmenorinterés;unascartas,quenoesnecesario que diga que aparté (aunque después demirar las direcciones), ydebajo de todo, una fotografía, colocada boca abajo y con unas palabrasescritasaldorso:Amiqueridohijo,Eustace.

¡Su madre! ¡La mujer que tan obstinada y despiadadamente se habíaopuestoanuestromatrimonio!

Llenadeansiedad,dilavueltaalafoto,esperandoveraunamujerdemalcarácter y con un semblante duro y severo. Para mi sorpresa, su rostromostraba el rastro de una gran belleza, y su expresión, aunque denotabafirmeza,todavíaconservabaatractivo,ternurayamabilidad.Ladamalucíaunelegantesombreroconunsencillolazo,yelpelogrislecaíaaambosladosdelacabeza,formandounoscuriososrizospasadosdemoda.Enunextremodelabocaseveíaunamarca,talvezunlunar,queañadíaunanotacaracterísticaasurostro.

Contempléatentamenteelretrato,tratandoderetenerloenmimente.Estamujer, que casi nos había insultado amis tíos y amí, era,más allá de todadudaodiscusiónysi lasaparienciasnoengañan,unapersonaqueposeíaunatractivo poco corriente, alguien a quien sería un placer y un privilegioconocer.

Meditésobremihallazgo.Aquellafotografíamehabíatranquilizadocomonadahastaentonceslohabíahecho.

Lascampanadasdelrelojdelhallmeadvirtierondelpasodeltiempo.Consumocuidado,fuiguardandotodoslosobjetos(comenzandoporlafoto)enelmaletín, exactamente tal y como los había encontrado; luego regresé aldormitorio. Mientras contemplaba a mi marido, dormido plácidamente, mevinoalamenteunapregunta:¿Cuálseríalacausadequesumadre,unamujerde aspecto tan agradable, quisiera separamos cruelmente? ¿Por quédesaprobabanuestromatrimoniodeformatanfríaydespiadada?

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¿PodíapreguntárseloaEustacecuandosedespertara?No;nomeatrevíaairmáslejos.Habíamosacordadoquenohablaríamosdesumadre,yademás,podíaenfadarsesiseenterabadequehabíaabiertoelcompartimentoprivadodesumaletín.

Esamañana, después del desayuno, tuvimos al fin noticias del yate. Yahabíallegadoapuertoyelpatrónesperabarecibirlasórdenesdemimarido.

Eustacevacilóalpedirmequeleacompañaraalbarco.Teníaqueexaminarelinventarioydecidirdiversascuestiones,carentesdeinterésparaunamujer,relacionadas con los planes de ruta, barómetros, provisiones y agua. Mepreguntó si noprefería quedarmey esperar hasta que él volviera.El día eramuyhermosoy lamareaestababajando,asíquemostrémideseodedarunpaseoporlaarena,yladueñadelhotel,queestabaenesemomentoenlasala,seofrecióparaacompañarme.Acordamospasearpor laplayaendirecciónaBroadstairs,dondeEustacesereuniríaconnosotrastrashaberlodispuestotodoenelyate.

Mediahoramástarde,ladueñayyosalimoshacialaplaya.

El panorama de aquella agradable mañana de otoño era encantador: lafuerte brisa, el cielo brillante, el mar de un azul intenso, los acantiladossoleadosylaarenatostadaasupie,laprocesióndebarcosdeslizándoseenlagran carreteramarina delCanal de laMancha, todo era tan estimulante, tandelicioso, que creo de verdad que, de haber estado sola, hubiera bailado degozo como una niña. El único obstáculo para la felicidad completa era lalengua incansable de la dueña del hotel, unamujer descarada, bonachona ycabezahuecaquenoparabadehablar,tantosilaescuchabacomosino,yqueteníalamalacostumbredellamarme«señoraWoodville»,envezde«señora»,lo que me parecía excesivamente familiar; parecía querer demostrar laigualdadentre suposicióny lamía.Llevábamos, segúncreo,másdemediahora paseando, cuando alcanzamos a una señora que nos precedía. En elmomentoenquenosdisponíamosaadelantarla,sacóunpañuelodesubolsoy,sin darse cuenta, dejó caer una carta en la arena. Yo estaba muy cerca, larecogíyseladevolví.

Cuando se volvió para agradecérmelo, me quedé paralizada. ¡Era eloriginal del retrato del maletín! ¡Era la madre de Eustace, cara a cara!Reconocílosoriginalesrizosgrises,laexpresiónsuaveyafable,ellunarenunextremodelaboca.Imposibleequivocarse:¡erasumadreenpersona!

La anciana, como es natural, atribuyó erróneamente mi confusión a latimidez, y con gran tacto y amabilidad, entabló conversación conmigo. Alcabo de unminuto, yo caminaba junto a la mujer queme había repudiadocomo miembro de su familia. Me sentía, lo confieso, terriblementedesconcertada,ynosabíasidebíaonoasumirlaresponsabilidad,enausencia

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demimarido,dedecirlequiénerayo.

Alcabodeotrominuto,lacampechanadueñadelhotel,situadaalotroladodemisuegra,decidiópormílacuestión.SemeocurriódecirqueyadebíamosdeestarcercadeBroadstairs.

—¡Ohno, señoraWoodville!—gritó la irresponsablemujer, llamándomepormiapellido,comosolíahacer—.¡Nadadeeso!

Conelcorazónpalpitandoconfuerza,miréalaanciana.

Paramicompletasorpresa,surostronorevelóni lamásmínimamuestradereconocimiento.¡LaancianaseñoraWoodvillesiguióhablandoconlajovenseñoraWoodville con tanta tranquilidad como si en suvidahubiera oído supropioapellido!

Mi cara y mis gestos debieron delatar mi agitación, pues mirándomemientrashablaba,laseñorasedetuvoymedijoconamabilidad:

—Me temo que ha hecho usted demasiado ejercicio. Estámuy pálida ypareceexhausta.Venga,siénteseaquíydejequeleofrezcamifrascodesales.

Laseguí,impotente,hastalaescollera,dondeunosbloquesdepizarraquese habían desprendido cumplieron su papel de asientos. Apenas oía la vozpreocupadadeladueñadelhotel.Conungestomecánico,aceptéelfrascodesalesqueme tendía lamadredemimarido, despuésdehaber escuchado sunombre,comodetalleamableparaconunadesconocida.

Sihubierapensadosóloenmí,creoquehabríapedidounaexplicaciónenel acto. Pero debía pensar en Eustace. Ignoraba por completo la clase derelación,amistosauhostil,queexistíaentresumadreyel.¿Quépodíahacer?

Mientras tanto, la anciana señora seguía hablándome con comprensión ydelicadeza. Ella también estaba fatigada, dijo. Había pasado una nocheagotadorajuntoallechodeunaparientecercanaquellevabaunatemporadaenRamsgate.

Justoeldíaanteriorhabíarecibidountelegramaqueleanunciabaqueunadesushermanasestabagravementeenferma.Ycomoellatodavíaera,graciasaDios, unamujer activa y fuerte, había creído su deber partir cuanto antesparaRamsgate.Porlamañana,elestadodelaenfermahabíamejorado.

—El médico me ha asegurado, señora, —dijo mi suegra— que no haypeligro inmediato, y he pensadoqueme sentaría bien un largopaseopor laplaya,despuésdelanocheenvela.

Yooíalaspalabras,comprendíasusignificado,peroaúnestabademasiadoaturdida e intimidada por la extraña situación creada como para seguir laconversación.Ladueñadelhotelfuelasiguienteenhablar,yestavezhizouna

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sugerenciasensata.

—Ahívieneuncaballero—medijo,señalandoendirecciónaRamsgate—.Usted no puede volver así. ¿Quiere que le pidamos a ese caballero que nosenvíeuncochedesdeBroadstairs?

Elcaballeroseibaaproximando,yladueñadelhotelyyolereconocimosenseguida; era Eustace, que venía a reunirse con nosotras, tal y comohabíamosquedado.Lairresponsabledueñadioriendasueltaalaexpresióndesussentimientos:

—¡Oh,señoraWoodville,quésuertelanuestra!¡EselseñorWoodvilleenpersona!

Denuevomiréamisuegra.Ydenuevoviqueaquelapellido, supropioapellido,noleproducíaelmásmínimoefecto.Suvistanoeratanagudacomolanuestra,por loqueaúnnohabía reconocidoa suhijo.Peroél sí lahabíavisto. Se detuvo estupefacto. Después, avanzó con el semblante pálido, laemocióncontenidaylamiradafijaensumadre.

—¿Túaquí?—ledijo.

—¿Cómoestás,Eustace?—preguntó ella tranquilamente—.¿También túhassabidodelaenfermedaddetutía?¿SabíasqueestabaenRamsgate?

Élnocontestó.Ladueñadelhotel,sacandolasinevitablesconclusionesdelaspalabrasqueacababadeoír,nosmiróamisuegrayamícontalestuporquehasta su lenguasequedóparalizada.Yoobservé fijamenteamimarido,esperando su reacción. Si hubiera tardado más en presentarme a su madre,habríacambiadoelcursodemivida.Lehabríadespreciado.

Peronovaciló.Vinojuntoamíymecogiólamano.

—¿Sabesquiénes?—lepreguntóasumadre.

Ellamemiróyasintióconunasuaveinclinacióndecabeza.

—Una dama que he conocido en la playa, Eustace, y que, muyamablemente,medevolvióunacartaquesemehabíacaído.Creorecordarquesunombreera…—sevolvióaladueñadelhotel—.¿SeñoraWoodville?

Losdedosdemimarido,inconscientemente,presionaronmimanocontalfuerzaquemehizodaño.Después,Eustaceinformóasumadre,sinvacilaciónnicobardía,justoesdecirlo.

—Madre—ledijoconmuchatranquilidad—.Estaseñoraesmiesposa.

Si hasta ese momento había permanecido sentada, mi suegra se levantóahora lentamentey se enfrentó a suhijo en silencio.A su rostro asomóunaprimeraexpresióndesorpresa,seguidaporlamiradamásindignadayllenade

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desprecioquehayavistojamásenningunamujer.

—Puescompadezcoatuesposa—dijo.

Conestaspalabras,yniunamás,moviólamanoenseñaldedespedidaycontinuósupaseocomolahabíamosencontrado,sola.

CAPÍTULOIV

Devueltaacasa

Nosquedamossolos.Trasunmomentodesilencio,Eustacehabló.

—¿Te sientes con fuerzas para regresar caminando? —me dijo—; ¿oprefieresquevayamoshastaBroadstairsyvolvamosentrenaRamsgate?

Hizoestapreguntacontantaserenidadycomposturaqueparecíaquenadaextraordinariohubiesepasado.Perolosojosyeltemblordesuslabiosdejabantranslucirunintensosufrimiento.

Aquelhechotanfueradelocomúnqueacababadevivir,lejosderestarmeánimos,mehabíadevueltoelautodominio.Laextrañaconductade lamadredemimarido, despuésdequeEustacemepresentara, habíaheridomi amorpropio y había hecho crecer mi curiosidad hasta extremos insospechados.¿Cuál era el secreto que le había llevado a despreciar a su hijo y acompadecerme?¿Cuáleralarazóndesuincomprensibleindiferenciatrasoírpronunciardosvecesminombre?¿Porqué sehabía ido,comosi la ideadepermanecerconnosotrosleresultarahorrenda?Elmáximointerésdemividaera aclarar estemisterio. ¿Caminar?Estaba tan impaciente y expectante quemesentíacapazdeandarhastaelfindelmundocontaldeseguiralladodemimaridoypreguntarletodoloquemeintrigaba.

—Estoymejor—dije—.Volvamoscomohemosvenido,apie.

Eustacemiródereojoaladueñadelhotel.Ellaleentendió.

—No quiero molestarles, señor—dijo bruscamente—. Tengo que hacerunos recados en Broadstairs, y como estoy tan cerca, aprovecharé para irahora.Buenosdías,señoraWoodville.

Pronunciómi nombre con énfasis y, antes demarcharse,me dirigió unasignificativamiradaquecon lapreocupacióndeentoncesno logréentender;pero no era el momento de preguntarle qué quería decir. Con una pequeñareverenciadirigidaaEustace,sefuecomomisuegrasehabíaido,caminodeBroadstairsyandandodeprisa.

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Alfinestábamossolos.

Nodudéuninstante,ycomencémiinterrogatoriosinderrochartiempoenpalabrasinútilesnicircunloquios.LepreguntéaEustaceenlostérminosmásprecisos:

—¿Quésignificalaconductadetumadre?

Envezdecontestar,miesposoestallóenunataquedecarcajadas,tanaltas,tangroseras,tandistintasdelasquenormalmentebrotabandesuslabiosquemedejóparalizadaenlaarena,muydisgustada.

—¡Eustace!¿Quétepasa?¡Meestásasustando!

Nomehizoelmenorcaso.Parecíapensarenalgomuydivertido.

—¡Dignodemimadre!—exclamó,comosisesintieraencantadoporunafelizydivertidaocurrencia—.¡Cuéntametodoloquesepas,Valeria!

—¿Contarteyoati?—repetí—.Despuésdeloocurrido,seguramenteerestúquiendebeiluminarme.

—¿Novesqueesunabroma?

—Nosólonoaciertoa entender labroma,Eustace, sinoque tepidounaexplicaciónseriaquejustifiqueellenguajeylaconductadetumadre.

—¡QueridaValeria!Siconocierasamimadretanbiencomoyo,laúltimacosaqueesperaríasdemíseríaunaexplicaciónseriadesuconducta.¡Tomaren serio a mi madre!—y volvió a estallar en carcajadas—. ¡Querida! ¡Nosabescómomediviertes!

Todo aquello resultaba falso, poco natural. ¡Él, el más delicado, el másrefinadodeloshombres—uncaballeroenelmásnoblesentidodelapalabra—secomportabaahoracomountipogrosero,ruidosoyvulgar!Micorazónsellenó de una aprensión repentina, que, a pesar de lo que le amaba, me eraimposibleevitar.Con inquietudyalarma,mepregunté:«¿Estáempezandoadecepcionarmemimarido?¿Estáinterpretandounamalacomediacuandonollevamosniunasemanadecasados?»

Opté por ganarme su confianza con otros recursos. Era evidente que élestaba dispuesto a imponerme su punto de vista. Yo, por mi parte, decidíaceptarlo.

—Dices que no entiendo a tu madre —añadí con tacto—. ¿Podríasayudarmeaconocerla?

—No es fácil ayudarte a entender a unamujer cuando ni ellamisma seentiende —contestó—. Pero lo intentaré. La clave está en su carácter; mipobreyqueridamadrees,enunapalabra,unaexcéntrica.

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Sihubieraqueridoelegirlapalabramenosapropiadadetodoeldiccionarioparadefiniralamujerqueacababadeconocerenlaplaya,esapalabrahubierasido«excéntrica».HastaunniñopodíaverqueEustace tratabadeocultar laverdadconunaexplicacióntrivial.

—Fíjateenloquetedigo—continuó—y,siquieresentenderamimadre,hazloquetehepedidohaceuninstanteycuéntametodoloquehaocurrido.¿Cómoempezasteisahablar?

—Yatelocontótumadre,Eustace.Yoibaandandodetrásdeella,cuandoaccidentalmenteselecayóunacarta…

—Nada de accidentalmente —me interrumpió—. Ella tiró la cartadeliberadamente.

—¡Imposible!—exclamé—.¿Porquéibaahacertalcosa?

—Usalaclavedesucarácter,querida.¡Excentricidad!Éstehasidoelardidquehaingeniadomimadreparaconocerte.

—¿Conocerme?Teacabo,dedecirqueyo ibadetrásdeella.No teníaniideademiexistenciahastaqueyomeacerquéadevolverlelacarta.

—Esoesloquetúsupones,Valeria.

—Estoyenlocierto.

—Discúlpame,amormío,pero túnoconocesamimadre tanbiencomoyo.

Empecéaimpacientarmeconél.

—¿Quieres darme a entender que tumadre ha ido hoy a la playa con elexpresopropósitodeconocerme?

—Notengonilamásmínimaduda—respondióEustaceconcalma.

—¡Perosinisiquierareconocióminombre!—estallé—.Pordosvecesladueña del hotelme llamó señoraWoodville en presencia de tumadre, y tedeclaro,bajomipalabradehonor,quenocausó lamenor impresiónenella.Memiróyactuócomosiensuvidahubieseoídosupropioapellido.

—«Actuó», esa es la palabra adecuada —dijo mi marido, tantranquilamente como antes—. Las actrices no son las únicas mujeres queactúan. Mi madre pretendía conocerte y ganarse tu confianza sin que túsupierassuidentidad.¡Estanpropiodeelladarrodeoscontaldesatisfacersucuriosidad sobre la nuera que desaprueba! Si yo no hubiera aparecido, tehabría sometido a examen, interrogándote sobre ti y sobre mí; y tú,inocentemente,lehabríasrespondidosinsospecharnada,comoquienlehablaa un conocido agradable. ¡Así es mi madre! ¡Reconozco su estilo en cada

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detalle!

Recuerdaqueellaestuenemiga,notuamiga:nobuscatusvirtudes,sinotusdefectos. ¡Ynoentiendesporquéni se inmutóaloír tunombre! ¡Pobreinocente!Recuerda:hastaqueyoospresentéyaclarélaconfusión,sóloveíasel lado bueno demimadre. Pero después viste cómo se enfadó, y ahora yasabesporqué.

Se calló y yo no añadí nadamás. Sus palabrasme habían sumido en eldolor, y en una abrumadora mezcla de desilusión y rabia. El ídolo de miadoración, el compañero, el guía y protector de mi vida, ¿había caído tanbajo?,¿serebajabaaesosinfundiosdesvergonzados?¿Habíaunasolapalabraverdadera en todo 1o que había dicho? ¡Sí! Si yo no hubiera descubierto elretratodesumadre,nohabríasabidonisospechadoquiéneraesaseñora.Elrestoeratodomentira,unasartadetorpesmentiras,que,almenos,decíaalgoenfavordeEustace:quenoestabaacostumbradonialafalsedadnialengaño.¡Dios mío! Si tenía que creer a mi marido, su madre nos había seguido aLondres,alaiglesia,alaestaciónyaRamsgate.Afirmarquemeconocíadevistacomolamujerdesuhijo,quemehabíaesperadoenlaplayayquehabíatiradolacartaconelpropósitoexpresodeconocermeeraafirmarquetodasycadaunadeesasmonstruosasimprobabilidadeseranhechosciertos.

No pude decir nada más. Caminaba a su lado en silencio, tristementeconvencidadequeelsecretodesufamiliahabíaabiertounabismoentremiesposoyyo.Sinoencuerpo,almenosenespírituahoraestábamosseparados.¡Ysólohacíatresdíasescasosquenoshabíamoscasado!

—Valeria.¿Notienesnadaquedecirme?

—Nada.

—¿Notehasatisfechomiexplicación?—preguntóconunligerotemblorenlavoz.

Por primera vez desde que estábamos hablando, su tono era el que yoasociaba con los estados de ánimo que ya le conocía. Entre los cientos demilesde influenciasmisteriosasqueunhombreejercesobre lamujerque leama,nocreoquehayaunamás irresistibleque ladesuvoz.Yonosoyunamujerquelloreantelamínimaprovocación;supongoquenoespropiodemicarácter.Perocuandonotéeseligerocambioensutono,mimenteregresó(nosé por qué) a los días felices en que por vez primera le confesé mi amor.Entoncesnopudecontenermeymeechéallorar.Eustacesedetuvo,mecogiódelamanoytratódemirarme.

Yoseguícabizbajayconlamiradafijaenelsuelo.Mesentíaavergonzadademipropiadebilidadymifaltadevalor,peroestabadecididaanomirarle.

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Elsilencioseprolongóhastaque,súbitamente,miesposocayóderodillasantemí,dandoungritodedesesperaciónquemecortócomouncuchillo.

—¡Valeria!¡Soyunhombredespreciable,falsoeindignodeti!Nocreasniunasolapalabrade loque tehedicho. ¡Todosonmentiras,cobardesyvilesmentiras!Nosabesporloquehetenidoquepasarnilossufrimientosalosquemehevisto sometido. ¡Amormío,nomedesprecies!Nosabía loquehacíacuando te hablé como lo hice. Parecías tan herida, tan ofendida que yo nosabíaquéhacer;hequeridoahorrarteeldolor,hequeridoevitarlo restándoleimportancia a lo ocurrido. ¡Por Dios, no me pidas que te diga nada más!¡Amormío,ángelmío!Esalgoentremimadreyyo.Peronoteinquietes;noesnadaqueteafecte.

Tequiero,teadoro;micorazónymialmasontuyos.Conténtateconestoyolvidaloocurrido,porfavor.Jamásvolverásaveramimadre.Saldremosdeaquímañana;partiremosenelyate.¿Quéimportadondevivamos,sivivimoselunoparaelotro?¡Oh,Valeria,Valeria,perdonayolvida!

Su rostro y su voz revelaban una tristeza indescriptible. Recuerda esto,lector.Yrecuerdaqueleamaba.

—Es fácil perdonar—le respondí con tristeza—. Por ti y por tu amor,Eustace,tambiénintentaréolvidar.

Diciendo esto, le alcé con suavidad. Él me besó las manos, como unhombre humillado que no se atreve a expresar su gratitud con familiaridad.Mientras comenzábamos a andar despacio, nos sumimos en un silencio tanviolento que tuve que buscar un tema de conversación para romper aquellatensión,comosiestuvieraencompañíadeundesconocido.Compadeciéndole,lepedíaEustacequemehablaradelyate.

Él se aferró a aquel tema como un náufrago se agarra al brazo que lerescata.Durante todo el camino de regreso, habló, habló y habló del barco,comosisuvidadependieradeello.Meapenabaoírle,ypodíapercibirsupesaral tener que forzar de aquelmodo su naturaleza y sus costumbres—era unhombre silencioso y pensativo—. Haciendo un gran esfuerzo, me mantuveserenahastaquellegamosalapuertadelacasaenquenosalojábamos.Allí,conelpretextodequemesentíamuycansada,lepedíquemedejaradescansarunratoenlasoledaddemihabitación.

—¿Partimos mañana? —me preguntó de repente, mientras yo subía laescalera.

¿Partir hacia elMediterráneo al día siguiente con él? ¿Pasar semanas ysemanascompletamenteasolasconél,enlosestrechoslímitesdelbarco,conel horrible secreto que se interponía entre nosotros separándonos más cadadía?Meestremecísólodepensarlo.

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—Mañanaesdemasiadopronto—ledije—.¿Puedesdarmealgomásdetiempoparaprepararlotodo?

—Sí, tómate todo el tiempo que gustes —contestó de mala gana—.Mientrastúdescansas,creoqueiréotravezalyate.Quedanunpardecosaspendientes.¿Hayalgoquepuedahacerportiantesdeirme,Valeria?

—Nada,Eustace.Gracias.

Salióapresuradohaciaelpuerto.¿Leasustabaquedarsesoloencasa?¿Eramejor que ninguna la compañía del patrón del yate? Era inútil hacersepreguntas.¿Quésabíayodeélodesuspensamientos?Subíymeencerréenmihabitación.

CAPÍTULOV

Eldescubrimientodeladueña

Mesentéenlacamatratandoderecobrarlosánimos.Ahoraonuncadebíadecidirquéhacerconrespectoamimaridoyamímisma.

El esfuerzo me superaba; agotada tanto mental como físicamente, eraincapazdepensar.Pero,porotro lado,sentíaquesidejabalascosas talcualestaban ahora, jamás podría borrar la sombra que se cernía sobre nuestrarecientevidadecasadosquetanbienhabíacomenzado.Podríamoslimitarnosavivirjuntosparamantenerlasapariencias;masolvidarloquehabíasucedidoo conformarme con mi situación significaba ir más allá del poder de mivoluntad.

Mi tranquilidad como mujer, y quizá mi máximo interés como esposa,dependían de que pudiera aclarar la misteriosa conducta de mi suegra ydescubrirelverdaderosentidodelaspalabrasllenasdedoloryreprochequemiesposomehabíadirigidocuandovolvíamosacasa.Teníaqueclarificarmisituación,sinirmásallá;perocadavezquemepreguntabaquécaminotomar,mimentesellenabadeconfusiónydeduda,yyometransformabaenlamásindefensaeindecisadelasmujeres.

Alfinabandonélalucha.Presadeunatorpeyobstinadadesesperación,meeché en la cama y, vencida por el cansancio, caí en un sueño intranquilo yvariasvecesinterrumpido.

Medespertóungolpeenlapuertadeldormitorio.

¿Sería mi marido?Me incorporé sobresaltada por esa idea. ¿Pondría denuevo a prueba mi paciencia y mi fortaleza? Nerviosa e irritada, pregunté

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quiénera.

Mecontestólavozdeladueñadelhotel.

—¿Puedohablarconustedunmomento,porfavor?

Abrí lapuerta.Apesardeamarle tantoydehaberdejadocasayamigospor él, no puedo ocultar que fue un alivio saber que Eustace aún no habíaregresadoacasa.

Ladueñaentróytomóasientojuntoamísinesperaraqueseloindicara.Yanolebastabatratarmecomoasuigual;subiendootropeldañodelaescalasocial, sehabíacolocadoa laalturade laclasealtaymedirigióunamiradacaritativayprotectora,comosiyofueradignadelástima.

—AcaboderegresardeBroadstairs—empezóadecir—.Esperoqueustedmehagalajusticiadecreerquelamentosinceramentelosucedido.

Melimitéaasentir,sindecirnada.

—Aunque rebajada por las desgracias familiares a regentar un hotel—prosiguió la dueña—, yo también pertenezco a una buena familia; soy unadama,ycomotal,sientosimpatíaporusted.Esmás,meatrevoadecirquenolaculpo.No,no.Medicuentadequelaconductadesusuegralasorprendióylaafectótantocomoamí.Yyaesdecir.

Sinembargo,hedecumplirundeber,ypormásqueresultedesagradable,nodejadeserundeber.Soysoltera,noporquemefaltaranoportunidadesdecambiar de estado, ¿comprende?, sino por propia elección.Enmi situación,sólo recibo en mi casa a personas respetables, por lo que no puede habermisteriosenlavidademishuéspedes.Lasituaciónmisteriosadeunhuéspedsupone… ¿cómo le diría?, una cierta mancha. Muy bien; ahora apelo a susentidocomún.¿Puedeunapersonaenmisituaciónexponerseaunamancha?No es mi intención ofenderla. Le hago estas observaciones con espíritucristianoyfraterno;yusted,siendounadama(inclusomeatrevoadecirqueunadamacruelmentetratada),seguroqueentenderá…

Nopudesoportarlomás.Lainterrumpíjustoahí.

—Comprendo—le dije en tono cortante—.Usted desea que dejemos suhotel.¿Cuándoquierequenosvayamos?

Ladueñalevantólamano,larga,flacayroja,enseñaldeprotestafraternaypesarosa.

—No, por favor. No se lo tome usted de ese modo. Es natural que seenfade;pero,porfavor,tratedecalmarseyjuzgueporsímisma,seloruego.Digamosquepueden irseenelplazodeunasemanaapartirdelaviso.¿Porqué no me trata como a una amiga? No sabe qué sacrificio, qué cruel

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sacrificio,hehechosóloporusted.

—¿Usted?—exclamé—.¿Unsacrificio?

—Ungransacrificio—repitióladueña—.Meherebajadocomomujer;herenunciado al respeto a mi misma para ayudarla —hizo una pausa y, derepente,mecogiólamano,presadeundeliriodeamistad—.¡Pobrecitamía!—sollozóaquellamujerintolerable—.¡Lohedescubiertotodo!Esemalvadolahaengañado.¡Ustedestátancasadacomoyo!

Arranquémimanodelassuyasymelevantéfuriosa.

—¿Estáustedloca?

Ladueñaelevósusojosaltecho,comoquienhamerecidoelmartirioyseentregaaélconalegría.

—Sí —contestó—. Empiezo a creer que estoy loca, loca por habermevolcado en favor de una mujer ingrata, de una persona que no acepta misacrificiocristianoyfraterno.¡Bien!Noloharémás.Queelcielomeperdone.¡Noloharémás!

—¿Hacerqué?—preguntéintrigada.

—Seguir a su suegra—sollozó la dueña, abandonando el aire demártirparaadoptareldeunaarpía—.Sólodepensarloenrojezco.Seguícadapasodeesarespetableseñorahastaquellegóalapuertadesuhotel.

Hastaentonceselorgullomehabíasostenido.Peroyanopudesoportarlomás.Medejécaerenlasilla,sindisimulo,temiendoloqueibaaescuchar.

—Lehiceaustedunaseñacuandoladejéenlaplaya—continuóladueñacreciéndose,ymásrojaamedidaquehablaba—.Unamujeragradecidahabríaentendidoesamirada.¡Noimporta!Noloharémás.

Alcancéasusuegraalpiedelacantilado,ylaseguí.¡Ahoramesientotandesgraciada por haberlo hecho! La seguí hasta la estación de Broadstairs.RegresóentrenaRamsgate.YovolvíentrenaRamsgate.Sedirigióasucasa.Yo la seguí hasta su hotel, como un sabueso. ¡Qué vergüenza! Por suerte,comoentoncespensé—noséquépensarahora—,eldueñodelhotelresultóser amigomío, y resultó que estaba en casa. Tratándose de los clientes, notenemossecretosentrenosotros;asíqueestoyensituacióndepoderdecirle,señora,cuáleselverdaderonombredesusuegra.EllanosabenadadeunatalseñoraWoodvilleporunamuybuenarazón:suapellidonoesWoodville.Suapellido (y por tanto, también el de su hijo) esMacallan. Ella es la señoraMacallan, viuda delGeneralMacallan. ¡Sí, señoramía!Sumarido no es sumarido; y usted no está soltera ni casada ni viuda.Usted es peor que nada,señora,ytienequeirsedemihotel.

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Tras esta explicación sedirigió a la puerta para salir.Pero la detuve.Derepenteyohabíarecuperadotodomivalor.Ladudaqueaquellamujerhabíaarrojadosobremimatrimonioeramásdeloqueyopodíatolerar.

—DemeladireccióndelaseñoraMacallan—ledije.

Elenojodeladueñadejópasoalasombro.

—¿Noquerrádecirmequevaairaveralaseñora?

—Nadieexceptoesadamapuededecirmeloquenecesitosaber—contesté—.Sudescubrimiento(comoustedlollama)puedebastarleausted,peronoamí.¿QuiénledicequelaseñoraMacallannosehacasadodosvecesyqueelapellidodesuprimermaridonoeraWoodville?

Elasombrode ladueñacedióelpasoa lacuriosidad.Comoyahedichoantes,enelfondoeraunamujerbonachona,ysusarranquesdegenioerandecortaduraciónyfrutodeunarrebato;surgíanyseaplacabanconfacilidad.

—¡Un momentito! —exclamó—. Si le doy la dirección, ¿prometecontarmealavueltatodoloqueaverigüe?

Seloprometíy,acambio,obtuveladirección.

—Sin malicia —sentenció la dueña, volviendo de repente a su antiguocompañerismo.

—Sinmalicia—contestéconlamayorcordialidad.

Diezminutosdespuésestabayoenelhoteldondesehospedabamisuegra.

CAPÍTULOVI

Mipropiodescubrimiento

Afortunadamente, cuando llaménomeabrió el dueño, sinouna estúpidadoncella,quemedejópasarsintansiquierapedirmeelnombre.

La señoraMacallan se encontraba en casa y no tenía visitas, según meinformó la sirvientamientrasme conducía al piso superior; sin anunciarme,meintrodujoenelsalón.

Misuegraestabasentadajuntoaunamesadecostura,haciendopunto.Encuantoaparecíen lapuerta,dejó la labory,poniéndoseenpie, seanticipóamispalabrasconunleveyautoritariogestodesumano.

—Sé para qué ha venido. Quiere hacerme preguntas. Pues bien, puedeahorrárselas,porqueleadviertoquenoresponderéaningunacuestiónrelativa

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amihijo.

Sutonoerafirme,peroexentodedureza.Lecontestédelamismaforma:

—No estoy aquí, señora, para preguntarle por su hijo.He venido, simedisculpa,paraconfirmaralgoreferidoausted.

Se sobresaltó y me miró con interés por encima de sus gafas.Evidentemente,lahabíacogidodesprevenida.

—¿Dequésetrata?—quisosaber.

—Acabodeenterarme,señora,dequesuapellidoesMacallan.SuhijosehacasadoconmigoconelapellidoWoodville.Laúnicaexplicaciónhonorableparaestacircunstancia,porloquesé,esquemimaridoseafrutodesuprimermatrimonio. Está en juego mi felicidad. ¿Podría tener en consideración miposición? ¿Me permite preguntarle si ha estado casada dos veces y si elapellidodesuprimermaridoeraWoodville?

Reflexionóduranteunossegundosantesderesponder.

—Lapregunta esperfectamentenatural en su situación—dijomi suegra—.Sinembargo,prefieronoresponderla.

—¿Puedosaberporqué?

—Desde luego. Si le respondiera, surgirían más preguntas y me veríaobligada a declinar contestarlas. Siento decepcionarla, pero le repito lo quedije en la playa. Me inspira usted una sincera simpatía, y si me hubieraconsultadoantesdecontraermatrimonio,conmuchogustolehabríahabladoconconfianza.Ahoraesdemasiadotarde.Yaestácasada.Lerecomiendoquesaqueelmáximopartidodesusituaciónyqueseconformeconlascosastalcomoestán.

—Discúlpeme,señora—leobjeté—.Talcomoestánlascosas,nisiquierasésiestoycasada.Todoloquesé,amenosqueustedmeilumine,esquesuhijosehacasadoconmigousandounapellidoquenoeselsuyo.¿Cómopuedosabersisoyonosuesposalegal?

—Yocreoquenohaylamenordudadequeesustedlaesposalegaldemihijo—asegurólaseñoraMacallan—.Detodosmodos,esfácilconsultarconunabogadosobreeltema.Sielabogadoafirmaquenoestáustedlegalmentecasada, mi hijo le hará justicia. A pesar de sus errores y defectos, es uncaballero, incapaz de engañar deliberadamente a lamujer que le ama y queconfía en él. Por mi parte, también le haré justicia. Si la opinión legal esadversa a lo que usted, con todo derecho, reclama, le prometo responder atodaslaspreguntasquedecidahacerme.Peroenmiopinión,usted,querida,eslaesposalegaldemihijo.Ylerepito:saqueelmáximopartidoasusituación,ysiaprecialapazinteriorylafelicidadvenidera,conténteseconladevoción

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afectuosaquesientesumaridoporusted,yabsténgasedeintentarsabermásdeloquesabe.

Sesentódenuevo,paraindicarquehabíadichosuúltimapalabra.Habríasidoinútilprotestar;loviensucara,lopercibíensuvoz.Medilavueltaparaabrirlapuertadelsalón.

—Esustedduraconmigo,señora—ledije,mientrasmedisponíaasalir—.Peroestoyasumercedydeboresignarme.

Memiróymecontestóconunligeroruborensurostrobelloyamable.

—Dios es testigo, niña, de que la compadezco desde el fondo de micorazón.

Trasesta inesperadaefusiónsentimental,cogióconunamanosu labor,yconlaotrameindicóqueladejara.

Medespedíinclinándomeensilencioysalí.

Había entradoen la casa sin saberquécaminodebía seguir en el futuro.Salídeallítotalmentedecidida—pasaraloquepasara—adescubrirelsecretoque madre e hijo me ocultaban. En cuanto al tema del apellido, ahora locontemplababajolaluzconquedeberíahaberlovistodesdeelprincipio.SilaseñoraMacallanhubieraestadocasadadosveces(comomehabíaprecipitadoensuponer)habríadadoalgunamuestradereconocimientoanteelapellidodesuprimermarido.Sientodolodemáshabíamisterio,ahínohabíaninguno.Cualesquiera que fueran las razones, era indudable que Eustace se habíacasadoconmigobajounapellidosupuesto.

Cuandomeaproximabaanuestrapensión,vi amimaridopasear ante lapuerta;evidentementemeestabaesperando.Porsimehacíaalgunapregunta,decidícontarleconfranquezadóndehabíaestadoyquéhabíaocurridoentresumadreyyo.

Seapresuróairamiencuentroconseñalesdeinquietudensurostroyensusgestos.

—Tengo que pedirte un favor, Valeria —me dijo—. ¿Te importaríaregresar conmigo a Londres en el próximo tren?—lemiré perpleja. Comosuele decirse, no daba crédito a lo que oía—. Es un asunto de negocios—continuó—queme interesamuchoyque requieremipresencia enLondres.Según entendí, no te agradaba la idea de embarcamos de inmediato; perotampocoquierodejarte aquí sola. ¿Tienes inconveniente enquepasemosundíaodosenLondres?

Nopuseningunaobjeción,porqueyo también estaba ansiosaporvolver.EnLondrespodríaconsultaraunabogadosobrelavalidezdemimatrimoniocon Eustace, y contaría con el apoyo incondicional de Benjamin, el fiel

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empleadodemipadre.Podíaconfiarenélmásqueennadie.Respectoamitío, el reverendo Starkweather, a pesar de lo mucho que le quería, no meatrevía a explicarle la delicada situación en la que ahorame encontraba. Suesposahabíahabladodeunmalcomienzocuandomeequivoquéen lafirmadelregistromatrimonial,y,loconfieso,elorgullomeimpedíareconocerqueellahabíatenidorazón,yquesusnegrospresagiossehabíancumplidoantesdequeterminaralalunademiel.

Dos horas más tarde estábamos otra vez en la estación. ¡Qué contrasteofrecíaestesegundoviajeconelprimero!YendohaciaRamsgate,saltabaalavistaqueéramosunaparejadereciéncasados.DevueltaaLondres,nadielohabríanotado;todoelmundohabríadadoporsupuestoquellevábamosañosdematrimonio.

NosalojamosenunhoteldelbarriodePortlandPlace.

Alamañanasiguiente,despuésdeldesayuno,Eustacemeanuncióqueibaa atender sus asuntos. Yo ya le había comentado que quería hacer unascompras,yélmepermitióirsolaconlacondicióndequeusaraelcochequeelhotelponíaanuestradisposición.

Aquella mañana me sentía triste, porque percibía el crecientedistanciamientoquenosestabaseparando.Mimaridoabriólapuertaparasaliry luego regresó junto amí para darme un beso antes de dejarme sola. Esedetalledeternurameconmovió,yactuandobajoelimpulsodelmomento,leatrajeconsuavidadyleabracé.

—Querido —musité—, ten plena confianza en mí. Sé que me amas.Demuéstramequetambiénconfíasenmí.

Eustacesuspiróamargamenteyseapartócontristeza,perosinenfadarse.

—Creí que habíamos acordado,Valeria, que no volveríamos a tratar eseasunto—dijo—.Sóloconsiguesinquietarteeinquietarme.

Salió de la habitación bruscamente, como si temiera hablar más de lodebido. Es preferible que no me detenga a explicar lo que sentí al vermerechazada. Pedí enseguida el carruaje, pues ansiaba evadirme de mispensamientosydecidísalircuantoantes.

PrimeromedirigíaunastiendasycompréloquelehabíadichoaEustacecomopretextoparasalir.Luegomedediquéaloqueembargabamicorazón:fuiacasadelancianoBenjamin,enlosalrededoresdeSt.John'sWood.

Encuantosuperólasorpresadeverme,Benjaminnotóqueestabapálidaypreocupada. No vacilé y le confesé en el acto que tenía problemas. Nossentamosjuntoalachimeneadesupequeñabiblioteca(enlamedidaenquesusmediosselopermitían,coleccionabalibros)ylecontéconfranquezatodo

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loqueaquíhenarrado.

Cuando concluí, mi viejo amigo estaba demasiado afectado para hablar.ApretómimanoydiograciasaDiosporquemipadrenohubieravividoparaoír lo que él acababa de escuchar. Luego, después de una pausa, repitió elnombredemisuegraconuntonointerrogante,deduda.

—¿Macallan? Macallan… ¿Dónde he oído ese nombre? ¿Por qué mesuenatanto?,¿porquénomeesdesconocido?

Dejódebucearensusrecuerdosymepreguntó,conlamayorseriedad,quépodíahacerpormí.Lecontestéquenecesitabasuayuda,enprimerlugar,paraponerfinalainsoportabledudadesabersiestabalegalmentecasadaono.Aloírme,Benjaminrecobrósuenergíadelosviejostiempos,cuandollevabalosnegociosdemipadre.

—El carruaje está en la puerta, querida—propuso—.Vamos a ver amiabogadosinperdermástiempo.

NosdirigimosaLincoln'slnnFields.

Atendiendoamisruegos,Benjaminleexpusomicasoal letradocomosifuera algo que le había sucedido a una amiga. El abogado respondió sinvacilar. Yo me había casado creyendo de buena fe que el apellido de mimaridoeraaquélconelquelehabíaconocido.Lostestigosdelmatrimonio—mitío,mitíayBenjamin—habíanactuado,comoyo,detotalbuenafe.Porlotanto no había ninguna duda. Yo estaba legalmente casada. Macallan oWoodville,yoeralaesposadeEustace.

Esta respuesta decisiva me liberó de una acuciante ansiedad. Acepté lainvitacióndemiviejoamigopararegresarconélaSt.John'sWoodyhacerdesu cena tempranami comida.En el caminode regreso volví a tratar el otroasunto que ocupaba mi mente, y le reiteré a Benjamin mi resolución dedescubrirporquéEustacehabíamentidorespectoasuapellido.

Mi amigomovió la cabeza en señal de desaprobación yme sugirió quepensarabienloquemeproponíahacer.Suconsejoeraelmismoqueeldemisuegra—¡de qué modo tan extraño se unen los extremos!—, repetido casipalabraporpalabra:

—Deja las cosas como están, mi querida pequeña. En interés de tutranquilidadydelapazconyugal,conténtateconelafectodetumarido.Sabesqueeressuesposayqueteama.¿Notebasta?

Sólo tenía una respuesta para eso.Vivir así, en las condiciones descritaspormibuenamigo,seríainsufribleparamí.Nadapodíacambiarmidecisión,porlasencillarazóndequenomeveíacapazdeconvivirconmimaridoenlostérminos en que estábamos viviendo por aquel entonces. Sólo me quedaba

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preguntaraBenjaminsiestabadispuestoaayudarmeono.

Larespuestadelancianofuemuypropiadeél.

—Dimequéesloquequieresdemí,querida—yesofuetodo.

En esemomento circulábamos por una calle cercana a Portman Square.Estaba a puntode responderle cuando las palabras quedaron suspendidas enmislabios.Acababadeveramimaridobajandolaescaleradeunacasa,comosisalieradehacerunavisita.Tenía losojos fijosenelsueloyno levantó lamiradaanteelpasodenuestrocarruaje.Cuandoelcriadocerrólapuertatrasél,viqueelnúmerodelacasaeraeldieciséis.Enlasiguienteesquinamefijéenelnombredelacalle.EraVivianPlace.

—¿NosabrásporcasualidadquiénviveenelnúmerodieciséisdeVivianPlace?—lepreguntéaBenjamin.

Élsesobresaltó.Mipreguntaerarealmenteextraña,despuésdeloquemeacababadesugerir.

—No—contestó—.¿Porquélopreguntas?

—PorqueacabodeveraEustacesaliendodeesacasa.

—Bien,hijamía.¿Yquétieneesoderaro?

—Mimenteestáalterada,Benjamin.Todo loquehaceodicemimaridosin que yo lo entienda me parece sospechoso —Benjamin alzó sus manosenvejecidasylasdejócaersobrelasrodillas,enseñaldemudalamentación—.Telorepito,Benjamin—continué—.Mividaesinsoportable.Norespondodeloquehagasi tengoquevivirdudandodelhombrequemásamo.Tú tienesexperiencia;supónquetevesexcluidodelaconfianzadeEustace,comoesmicaso.Supónque le amas tantocomoyoyque sientes tu situacióncon tantaamarguracomoyo.¿Quéharías?

Lapreguntaeradirecta.Benjaminseenfrentóaellaconunarespuestaenlamismalínea.

—Creoqueacudiría aun íntimoamigode tumarido,querida,y leharíaunascuantaspreguntasdiscretasconelfindeaclararlascosas.

—¿Algúnamigoíntimodemimarido?

Reflexionéuninstante.Sóloconocíalaexistenciadeunamigo,elhombrequeescribióami tío:elmayorFitz-David.Micorazónseacelerócuandoelnombre surgió en mi memoria. Supongamos que siguiera el consejo deBenjamin. Supongamos que me dirigiera al mayor Fitz-David. Aunque éltambiénrehusaracontestaramispreguntas,misituaciónnoseríapeorquelaactual.Resolvíarriesgarme.

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El único escollo de momento era averiguar la dirección del mayor. Yohabíadevuelto sucarta ami tío, apetición suya,yaunque recordabaque lacartaprocedíadeLondres,noteníamásdatosrespectoalremitente.

—Gracias, amigo. Acabas de darme una idea —le dije a Benjamin—.¿Tienesunaguíadedireccionesentucasa?

—No, querida—respondió con aspecto perplejo—; pero podemos pedirunaprestada.

Regresamosacasa,yenelactoBenjaminmandóaunacriadaalalibreríamás cercana para pedir la guía. Volvió con el libro justo cuando nossentábamos a cenar.Al buscar el nombre delmayor en la letra F, un nuevodescubrimientomedejóestupefacta.

—¡Benjamin!—grité—.¡Quéextrañacoincidencia!¡Miraaquí!

Él leyó lo que yo le señalaba. La dirección del mayor Fitz-David eraVivianPlace,númerodieciséis.¡Lamismacasadelaquehabíavistosaliramimarido!

CAPÍTULOVII

ElmayorFitz-David

—Sí—reconocióBenjamin—.Realmente es una coincidencia. Pero aunasí…

Sedetuvoymemiró.Parecíatemermireacciónanteloqueibaadecirme.

—Continúa—lerogué.

—Aun así, querida, sigo sin ver nada sospechoso en lo ocurrido. A mimododever,esmuynaturalquetumarido,estandoenLondres,visiteaunode sus amigos; y es igualmente lógico y normal que hayamos pasado porVivianPlacepararegresaracasa.Todoestomeparecedelomásrazonable.¿Quéopinastú?

—Ya tehedichoquemimenteestámuyconfusaen todo loqueatañeaEustace, pero creo que hay unmotivo de fondo en su visita almayor Fitz-David.Noesunavisitacorriente, ¡estoyconvencidadequenoesunavisitacorriente!

—Supongamos que continuamos cenando —dijo Benjamin, conresignación—. Aquí tenemos un lomo de cordero, querida, un vulgar ycorriente lomo de cordero. ¿Hay algo sospechoso en eso? Muy bien, pues

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demuéstramequeconfíasenelcordero.Porfavor,come.Yaquíestáelvino.Nohaymisteriosenestetinto,Valeria.Juroquenoessinouninofensivozumodeuva.Sinopodemoscreerennadamás,creamosenelzumodeuva.Atusalud,querida.

Me adapté como pude al curioso sentido del humor del viejoBenjamin.Comimos,bebimosyhablamosdelpasado;asíduranteunratofuicasifelizenlacompañíademiamigopaternal.¿Porquénoseríayotambiénunaanciana?¿Por qué no habría renunciado al amor, con sus tristezas, sus deleitespasajeros,suscruelespérdidasysusdudosasalegrías?Lasúltimasfloresdelotoño recibíanen laventana losdébiles rayosdel sol.ElperrodeBenjamindigería su cena al calor del hogar. El loro de la casa vecina emitía alegressonidos.Nodudoqueseaunprivilegioserunhumano.Pero,¿noposeenundestinomásfelizlosanimalesylasplantas?

Pronto se disipó ese breve descanso y volvieron a asaltarme misinquietudes. Una vez más, al levantarme para despedirme, me sentíapesadumbrada,sumidaenlasdudasyeldesasosiego.

—Hagas lo que hagas, querida, prométeme que serás prudente y no teprecipitarás—dijoBenjaminmientrasabríalapuerta.

—¿Esunaimprudenciairaveralmayor?—pregunté.

—Sí, si vas sola.No sabes qué clase de hombre es ni cómo te recibirá.Dejaquevayayoprimeroyteallaneelterreno,comosesueledecir.Confíaenmiexperiencia,querida.Enestetipodeasuntos,esmejorprepararelterreno.

Reflexionéunmomento;eraundeberhaciamibuenamigoantesdedecirqueno.

Ylareflexiónmellevóaasumir laresponsabilidaddeaquellaentrevista,cualquieraquefueseelresultado.Buenoomalo,compasivoocruel,elmayoreraunhombre,demodoqueelhechodesermujermeserviríaparaapelarasucaballerosidad y ganarme su confianza, algo fundamental para lograr elobjetivo que tenía en mente. Pero no era fácil decirle esto a Benjamin sinhacerle sufrir; así que acordé con el anciano que me visitaría a la mañanasiguienteparavolverahablardelasunto.Meresultadesagradableañadirque,por mi parte, ya había decidido (si lo conseguía) ver antes al mayor Fitz-David.

—No te precipites, querida. Te lo ruego por tu propio bien. No teprecipites.

ÉstasfueronlasúltimaspalabrasdeBenjaminantesdesepararnos.

Deregresoalhotel,viqueEustacemeesperabaenelsalón.Parecíamásanimadoquelaúltimavezquelehabíavisto;vinoalegreamiencuentrocon

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unpapelenlamano.

—Hesolucionadoelasuntoantesde loqueesperaba,Valeria.¿Hahechoyasuscomprasmibellaesposa?¿Tambiénestáslibre?

Yahabíaaprendido(¡queDiosmeperdone!)adesconfiardesusarranquesdealegría.Congrancautelalepregunté:

—¿Quieresdecirquesiestoylibrehoy?

—Librehoy,mañana,lasemanaqueviene,elmesquevieneytambiénelaño que viene y los que le sigan—contestóEustace, de excelente humor yrodeándomelacinturaconelbrazo—.¡Miraesto!—prosiguió,mostrándomeuntelegramaparaelpatróndelyate,enelqueleanunciabaqueregresábamosesa noche a Ramsgate y que estaríamos listos para navegar por elMediterráneoconlapróximamarea—.Teestabaesperandoparaenviarlo.

Mientras hablaba, cruzó la habitación para llamar al timbre. Pero yo ledetuve.

—Losiento,cariño,peronopuedopartirhoyparaRamsgate.

—¿Porquéno?—preguntó,adoptandosúbitamenteuntonobrusco.

Aunqueaalguien lepuedaparecerridículo, laverdadesque,cuandomepasóelbrazoporlacintura,meechéatrásenladecisióndeiraveralmayorFitz-David. Incluso una caricia pasajera, viniendo de él,me cautivaba ymehacía ceder. Sin embargo, su nuevo cambio de tono hizo demí otramujer.Sentí,otravezymásquenunca,queenmisituaciónerainútilquedarsequieta,ypeorqueinútildarmarchaatrás.

—Sientocontrariarte—contesté—.PerocomoyatedijeenRamsgatenopuedoprepararlotodoparasalircontanpocaantelación.Dametiempo.

—¿Paraqué?

Nosólo su tono, sino también sumiradaalhaceresta segundapregunta,mecrispólosnervios.Nosédecircómooporqué,peroenmimenteresurgióel sentimiento de indignación y de reproche por haberse casado conmigousando un apellido falso.Me diomiedo precipitarme en la respuesta, deciralgo quemás tarde pudiera lamentar, así que preferí no responder. Sólo lasmujerespodránapreciar lomuchoquemecostóguardarsilencio.Ysólo loshombres comprenderán lo irritante que mi silencio debió resultarle a mimarido.

—¿Quieres tiempo?—repitió—. Te lo pregunto por segunda vez. ¿Paraqué?

El autocontrol, llevado al límite, terminó por fallarme, y de mis labiosbrotólarespuestaprecipitada,comounpájaroquesalelibredesujaula.

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—Necesitotiempoparaacostumbrarmeamiverdaderonombre.

Enelacto,Eustacediounpasohaciamí,conmiradasombría.

—¿Quésignificaesodetu«verdaderonombre»?

—Como bien sabrás, yo pensaba que era la señora Woodville. HedescubiertoquesoylaseñoraMacallan.

Retrocedió ante el sonido inesperado de su propio apellido, como si lehubiera golpeado. Retrocedió y se puso tan pálido que temí que se fuera adesmayar a mis pies. ¡Mi lengua! ¡Mi lengua! ¿Por qué no había sabidodominaresalenguamiserableymalademujer?

—No he querido alarmarte, Eustace—le dije—.He hablado sin pensar.Porfavor,perdóname.

Él agitó lamano con impaciencia, como simis palabras hirientes fueranobjetostangiblesquequisieraalejardeél(tanmolestas,comolasmoscasenelverano).Conuntonograveysevero,preguntó:

—¿Quémáshasdescubierto?

—Nadamás,Eustace.

—¿Nadamás?—repitió,pasándoselamanoporlafrente—.Nada,claro,onoestaríaaquí—dijo,hablandoconsigomismo;luegoguardósilencioporunmomentoymeobservóconcuriosidad—.Norepitasnuncamásloqueacabasdedecir—continuó—.Por tupropiobien,Valeria…yporelmío—sedejócaerenlasillamáscercanaynoañadiónadamás.

Yo escuché la advertencia, pero las únicas palabras que realmente meimpresionaron fueron las anteriores, las que Eustace se había dirigido a símismo: «Nada, claro, o no estaría aquí». ¿Qué había querido decir? Si yohubiera averiguado otra verdad, aparte de la de su apellido, ¿me habríaimpedidovolverasu lado?Eldescubrimientoalqueserefería¿eraalgo tanespantosoquenoshabríaseparadoenelactoyparasiempre?Guardésilencioe intentébuscarensu rostro la respuestaaesas terriblespreguntas. ¡Eustaceeratanelocuentecuandomehablabadeamor!Peroahoraparecíaincapazdedecirnadamás.

Continuó sentado sin mirarme, perdido en sus propios pensamientos.Luego,selevantóycogiósusombrero.

—Elamigoquemeprestóelyateestáenlaciudad—dijo—.Supongoquelomejorseráiraverleyexplicarlequehemoscambiadodeplanes—diciendoesto,rompióeltelegramaconresignación—.Esevidentequeestásdecididaanoembarcarte conmigo, así que lomejor seráque renunciemosal viaje.Noveoquéotracosasepuedehacer,¿nocrees?

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Su tono era casi de desprecio; pero yo estaba demasiado triste por mímismaydemasiadoalarmadaporélcomoparasentirmedolida.

—Decide loque creasmejor,Eustace—dije con tristeza—,en cualquiercaso,laperspectivaesdesesperada.Sinomerezcotuconfianza,pocoimportasivivimosentierrafirmeoenelmar:nuncaseremosfelices.

—Si lograras dominar tu curiosidad —me recriminó con severidad—,podríamosser felices.Penséquemehabíacasadoconunamujerqueestabaporencimade las flaquezasvulgaresde su sexo,peroyaveoquenoesasí.Una buena esposa debe permanecer al margen de aquellos asuntos de sumaridoqueaellanoleconciernen.

Eradurosoportaraquello;perolosoporté.

—¿Nomeconcierne—preguntécasicondelicadeza—quemimaridomehayaocultadosuidentidad?,¿quesehayacasadoconmigousandounapellidofalso? ¿No debe importarme que tu madre diga que se compadece de tuesposa?Eresmuy injusto,Eustace, al acusarmede curiosidadpornoquereraceptarlasituaciónenlaquemehaspuesto.Tucruelsilencioeslanubedemifelicidad y una amenaza para mi futuro. ¿Y me culpas por sentirmedecepcionada?

Dicesquemeentrometoenasuntosquesóloatiteincumben;peronosonsólotuyos:tambiénamímeafectan.¡Amormío!¿Porquéjuegasconnuestroamoryconnuestramutuaconfianza?¿Porquémetienesaoscuras?

Surespuestafuetanbrevecomocruel.

—Portupropiobien.

Me alejé de él en silencio; me estaba tratando como a una niña. PeroEustacevino trasdemí,mecogiócon fuerzaporunhombroymeobligóamirarlecaraacara.

—Escúchame bien, y te lo digo por primera y última vez, Valeria. Sialgunavezdescubresloqueahorateoculto,desdeesemomentotuvidaseráunatorturaytutranquilidadsehabráterminado.Tusdíassellenarándeterrorytusnochesdepesadillas,sinqueyotengalaculpa.¡Fíjatebien!¡Sinqueyotengalaculpa!Noverásmásquemotivosdedesconfianzaymiedo,yestaráscometiendolamayorinjusticiaconmigo.

Te lo suplicopormi fe cristianaypormihonorde caballero, nodesunpaso más en este asunto, Valeria. Si lo haces, pondrás el punto final a tufelicidad.Meditabienloquetehepedido;tienestiempoparareflexionar.Voya decirle a mi amigo que hemos abandonado la idea del crucero por elMediterráneo,ynoregresaréhastaelanochecer—suspiróymemiróconunatristezaindescriptible—.Teamo,Valeria.Apesardetodoloocurrido,pongoa

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Diosportestigodequeteamomásquenunca—asíhablóyasímedejó.

Sinpretenderanalizarmismotivos,niadivinarcómohabríanactuadootrasmujeresenmilugar,hededecirqueaquellaterribleadvertenciademimarido(másterribleaúnporsumisterioysuvaguedad)nomeprodujoenabsolutounefectodisuasorio.Muyal contrario, sólo sirviópara afianzarmidecisióndedescubrirloquemeocultaba.Nohabíantranscurridonidosminutosdesdelamarcha de Eustace, cuando llamé al timbre para pedir el carruaje que mellevaríaalacasadelmayorFitz-David,enVivianPlace.

Estaba tan inquieta que me era imposible permanecer sentada mientrasesperaba,ytuvequecederalimpulsodelevantarmeyponermeadarvueltasporlahabitación.Casualmente,mevireflejadaenunespejo,ymeasustéantelaimagendemirostro:estabaojerosayexaltada.Todomifuturodependíadela primera impresión que le produjera al mayor Fitz-David; ¿podíapresentarmeanteélyobtenersuopiniónfavorableconaquelaspecto?Llaméotravezaltimbreypedíqueunadelascamarerasacudieraamihabitación.

Yo no tenía doncella personal, pues se supone que la camarera del yatehabría sido mi asistente si hubiésemos cumplido lo planeado. Pero no meimportaba, siempre que hubiera alguien queme ayudara. No puedo ofrecermejorpruebademiestadodeánimoenaquelmomentoque laconfesióndequeconsultéconunaperfectadesconocidalacuestióndemiaspectopersonal.

La camarera apareció por fin.Era unamujer demediana edad, con granexperienciadelmundoyconlamaldadescritaporigualensusmodalesyensuexpresión.Pusedineroensumano,lobastantecomoparasorprenderla,ymeloagradecióconunasonrisacínica,dandounainterpretacióndiabólicaalhechodequeyolasobornara.

—¿Qué puedo hacer por usted, señora? —preguntó en un susurroconfidencial—.¡Nohablealto!Haygenteenlahabitacióndeallado.

—Quiero arreglarme —le dije— y la he mandado llamar para que meayude.

—Comprendo,señora—afirmóenelmismotonodecomplicidad.

—¿Quéesloquecomprende?

Moviósignificativamentelacabezayexclamó:

—¡Que Dios la bendiga! ¡Estoy acostumbrada! Hay un caballero pormedio,¿verdad?Nosepreocupepormí,señora,soymuydiscretaynovoyadelatarla—sedetuvoymelanzóunamiradacrítica—.Yo,ensulugar,nomecambiaríadevestido—prosiguió—.Elcolorlesientademaravilla.

Erademasiadotardeparaprotestarpor la impertinenciadeaquellamujer.Lanecesitabayera laúnicaquepodíaayudarme.Además, teníarazónen lo

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delvestido:eradelcolordelmaíz,untonodelicado,yestabarematadoconunbello lazo. Ciertamente, no podía llevar nada que me sentara mejor. Sinembargo,micabellorequeríaunpocodeatención,ylacamareraseocupódeélconmanoágilydiestra,demostrandoquenoeraprincipianteenelartedelpeinado. Luego dejó los peines y los cepillos, me miró y miró al tocador,buscandoalgoque,alparecer,noencontraba.

—¿Dóndeloguarda?—preguntó.

—¿Quéquieredecir?

—Miresucutis,señora.Siéllaveasí,seasustará.Debeaplicarseusteduntoque de color. ¿Dónde lo guarda? ¡Cómo!, ¿que no tiene? ¿Nunca lo usa?¡Diosmío!

Porunmomento,lasorpresalaprivódesuautodominio.Yarecobrada,mepidiópermisopararetirarseunminuto.Ladejésalir,sabiendoloquehabíaidoa buscar, y regresó enseguida con una caja de polvos y pinturas. Yocontemplabaenelespejocómomipieladquiríaunabellezafalsa;lasmejillas,uncolorfalso;losojos,unbrillofalso,peronomeacobardé,¡no!Dejéqueelodioso engaño continuara. Incluso admiré la extraordinaria delicadeza yhabilidadconquelacamareratrabajaba.«Cualquiercosa,penséenla locuradelmomento,contaldeganarmelaconfianzadelmayor.Cualquiercosacontaldedescubrirelsignificadodelasúltimaspalabrasdemimarido».

Latransformacióndemirostroyaestabacompleta.Ladoncellaseñalóendirecciónalespejo.

—Recuerde, señora, el aspectoque teníausted cuandomemandó llamar—dijo—.Yahoraveaporsímisma…Eslamujermásguapa—ensuestilo,claro— de todo Londres. ¡Ah, las maravillas que hace el polvo de perlacuandounasabeusarlo!

CAPÍTULOVIII

Elamigodelasmujeres

Es imposibledescribir loque sentíamientras el cocheme llevabaa casadelmayorFitz-David.Dudoinclusodesirealmentesentíaopensabaalgo,deacuerdoconelsignificadoestrictodeesaspalabras.

Desdeelmomentoenquemepuse enmanosde ladoncella,meparecíahaber perdido mi identidad, haber abdicado de mi manera de ser.Habitualmente, yo era una persona nerviosa, inquieta y con tendencia aexagerar los obstáculos que se levantaban a mi paso; pero en otras

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circunstancias, ante la perspectiva de una entrevista con un desconocido,habríasopesadoloqueseríamássabiomencionaryloqueseríamásprudenteomitir.Enaquelmomento,sinembargo,noledediquéniunsolopensamientoa la inmediataentrevistaconelmayor.Teníaunaseguridad irracionalenmímismayunafeciegaenél.Nomepreocupabanielpasadonielfuturo;ahorame limitaba a vivir el presente de forma irreflexiva.Miraba las tiendas queíbamos dejando atrás y los coches que nos adelantaban, y percibía—¡sí, ydisfrutaba!—lasmiradasdeadmiraciónquemedirigían los transeúntes.Medije:«¡Buenaseñalparamiperspectivadetrabaramistadconelmayor!».

Cuando llegamos a la puerta de Vivian Place, no exagero si digo quealbergabaunasolainquietud:encontrarleensucasa.

Abrió la puerta un criado sin librea, un anciano que parecía haber sidosoldadoensusañosmozos.Deentradamedirigióunamiradaescrutadora,quepocoapocosetrocóendisimuladaaprobación.LepreguntéporelmayorFitz-David,ylarespuestanofuemuyestimulante:elhombrenoestabasegurodesisuseñorsehallabaencasa.

Misiguientepasofueentregarlemitarjeta,unadelasquehabíamandadoimprimir para la boda, y en las que figuraba el nombre falso: Señora deEustaceWoodville.Elsirvientemecondujoaunsalónydesaparecióconmitarjetaenlamano.

Mientras aguardaba, eché una ojeada a mi alrededor, y vi frente a laventana una puerta que comunicaba con otra habitación. No era una puertacorriente,sinodecorredera.Meacerquéypudeverquenolahabíancerradoporcompleto;quedabaunpequeñoresquicio,suficientecomoparaquellegaraamisoídostodoloquesucedíaalotrolado.

—¿Qué le has respondido cuando te ha preguntado por mí, Oliver?—quisosaberunhombre,envozbajaycautelosa.

—Quenoestabasegurodequesehallaraustedencasa,señor—contestólavozdelsirvientequemehabíadejadoentrar.

Se hizo una pausa. El primer interlocutor era, evidentemente, el mayorFitz-Davidenpersona.Esperéparaoírmás.

—Creoquelomejorseránorecibirla,Oliver—prosiguióelmayor.

—Muybien,señor.

—Dígalequehesalidoyquenosabecuándoregresaré.Rueguealadamaquemeescribasitienealgúnasuntoquetratarconmigo.

—Sí,señor…

—¡Espere,Oliver!

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Oliver esperó. Nueva pausa; esta vez más larga. Después, el amo seinteresóporlaopinióndelcriado.

—¿Esjoven,Oliver?

—Sí,señor.

—Y…¿guapa?

—Másqueguapa,señor,amimododever.

—¿Sí?Loquetúllamasunamujerexquisita,¿eh,Oliver?

—Ciertamente,señor.

—¿Alta?

—Casitantocomoyo,mayor.

—¿Sí?¿Sí?¿Buenafigura?

—Tanesbeltacomounjuncoytantiesacomoundardo.

—Pensándolomejor,Oliver,estoyencasa.¡Hágalapasar!¡Hágalapasar!

Hasta ahí, por lomenos algo estaba claro: había hecho bien en dejarmemaquillarporladoncella.¿CuálhabríasidoelinformedeOliversimehubierapresentadoconlasmejillaspálidasyelcabellodespeinado?

Regresó el criado y me condujo, cruzando el vestíbulo, a la habitacióncontigua.ElmayorFitz-Davidavanzóhaciamíparadarmelabienvenida.

¿Cómoeraelmayor?

Bien. Puedo describirle como un caballero muy bien conservado de,digamos, sesenta años de edad; más bien bajo y algo encorvado, en cuyorostro destacaba la extraordinaria longitud de su nariz. Tras este llamativorasgo, destacaría también una hermosa peluca de color castaño; unos ojosvivos,brillantesygrises;unatezsonrosada;labarbacorta,alestilomilitar,yteñida a juego con el bigote; una blanca dentadura y una sonrisa seductora.Vestía una levita azulmuy elegante, con una camelia en el ojal, y lucía unanilloespléndido,adornadoconunrubíqueresplandecióensudedomeñiquecuando,conunacordialcortesía,elcaballeromeindicóquemesentara.

—¡QueridaseñoraWoodville,quéamabilidaddesuparte!Estabadeseosodequellegaraelfelizmomentodeconocerla.Eustaceesunviejoamigomío,y le felicité cuando me enteré de su boda. Pero ¿me permite hacerle unaconfesión?,ahoraquehevistoasuesposa,leenvidio.

El futuro de mi vida pendía, tal vez, de las manos de este hombre. Leestudiéconatención,tratandodeleersucarácterenelrostro.

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Laexpresividaddesusojuelosbrillantessesuavizóalmirarme,ysuvozfuerte y vigorosa sonó más aterciopelada cuando me habló. Su actitudmostraba,desdequeentréenlahabitación,unafelizmezcladeadmiraciónyrespeto.Elmayorarrimósusillaa lamía,comosiconsideraraunprivilegioestarmuycercademí; luego, tomomimanoenguantaday se la llevóa suslabios,comosifueraellujomásdeliciosodelmundo.

—Querida señoraWoodville—dijo, colocándome con suavidad lamanoenelregazo—,seaindulgenteconesteviejoamigoqueadoraasuencantadorsexo.Ustediluminaydabrilloaestacasaapagada.¡Estalplacerverla!

No era preciso que me hiciera esa pequeña confesión. Las mujeres, losniñosylosperrossabenporinstintoproverbialaquiénesgustan.Ysindudaalguna, lasmujeres tenían en elmayor Fitz-David a un buen amigo y a unentregadoadmirador,talvezunpeligrosoadmirador.Esoeratodoloquesabíade él antes de que me acomodara en la silla y abriera los labios pararesponderle.

—Gracias,mayor, por su amable recibimiento y por sus cumplidos—ledije,aproximandomitonoaldemianfitrión,aunqueconmáscomedimiento—.Ustedyahahechosuconfesión.¿Puedohaceryolamía?

El mayor Fitz-David me cogió una mano nuevamente y acercó cuantopudosusillaalamía.Lemirécongravedadindicándolequesoltaramimano;peroelmayorseresistióypasóaexplicarmeelporqué.

—Acabo de oírla hablar por primera vez—dijo— y aún estoy bajo elhechizodesuvoz.¡QueridaseñoraWoodville,seatoleranteynomeescatimeunplacertanpequeñoeinocente!Présteme—desearíapoderdecirdeme—subonitamano.Soyungranadmiradordelasmanosbonitas,ypuedoescucharmuchísimomejorconunoshermososdedosentrelosmíos.Lasdamassiempresonindulgentesconmisdebilidades.Porfavor,seaustedtambiénindulgente.¿Sí?¿Quéibaustedadecir?

—Iba a decirle, mayor, que le agradezco enormemente su amablebienvenida,porquelociertoesquevengoapedirleunfavor.

Mientras hablaba, era consciente de que me iba aproximando condemasiadabrusquedadalobjetodemivisita.Sinembargo,laadmiracióndelmayorFitz-Davidpasabadeunclímaxaotroconuna rapidez tanalarmantequecreíconvenientefrenarle.Confiéenqueesaspalabras,«pedirleunfavor»,actuaran de freno. Y no confié en vano; el maduro admirador soltó congentilezamimano,y,conlamayoreducaciónposible,cambiódetema.

—Déporhechoelfavor,naturalmente—afirmó—.Ydígame,¿cómoestánuestroqueridoEustace?

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—Inquietoydesalentado—respondí.

—¡Inquietoydesalentado!—repitióelmayor—.Elhombreenvidiablequese ha casado con usted, ¿inquieto y desanimado? ¡Monstruoso! Eustacemedisgustacompletamente.Leborrarédelalistademisamistades.

—Enesecaso,bórremeamí también,mayor,puesmesiento tanabatidacomoél.Ustedesunviejoamigodemimarido,poresomeatrevoaconfiarlequenuestravidadecasadosnoes,enestemomento,feliz.

ElmayorFitz-Davidalzólascejas(teñidasajuegoconlabarba)enseñaldesorpresacortés.

—¡Vaya!—exclamó—.¿DequéestáhechoEustace?¿Esquenoaprecianila belleza ni la gracia? ¿Es que es acaso el más insensible de los sereshumanos?

—Eselmejoryelmáscariñosodeloshombres—respondí—.Perohayunterriblemisterioensuvidapasada…

No pude seguir: el mayor Fitz-David me detuvo de forma deliberada,aunqueconlamáximaeducación,yviensusojillosunaexpresiónquedecíaconclaridad:«Siquierearriesgarseenterrenomovedizo,señora,nomepidaquelaacompañe».

—¡Mi encantadora amiga! —exclamó—. ¿Me permite llamarla miencantadora amiga? Usted tiene, entre otras miles de cualidades deliciosas,una viva imaginación. ¡No se deje dominar por ella! Siga el consejo de suviejo amigo, y no se deje dominar por ella. ¿Qué le puedo ofrecer, queridaseñoraWoodville?¿Unatazadeté?

—Por favor, llámeme por mi verdadero nombre, señor —repliqué,lanzándomealvacío—.Hehechoundescubrimientomuyinteresante,yahorasétanbiencomoustedquemiapellidonoesWoodville,sinoMacallan.

Elmayorsesobresaltóymemiróatónito.Susademanessetornarongravesysutonocambiócompletamentecuandohablóacontinuación.

—¿Puedopreguntar si ha informado a su esposodel descubrimientoquemeacabademencionar?

—¡Por supuesto!—respondí—. Considero que mi marido me debe unaexplicación. Le he rogado que me aclare qué significa su extraña eincomprensibleconducta,yélsehanegadoenuntonoquemeasusta.Mehedirigidoasumadre,yellatambiénharehusadodarmeunaexplicaciónconunlenguaje humillante. Querido mayor Fitz-David, no tengo amigos a quienrecurrir;notengoanadieexceptoausted.Hágameungranfavor.¡DígameporquésuamigoEustacesehacasadoconmigobajounnombrefalso!

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—Hágameustedamíelmásgrandede todos los favores—respondióelmayor—.Nomepidaquelediganiunasolapalabraalrespecto.

Apesardesu insatisfactoria respuesta,parecíasentirlo realmentepormí.Decidí poner en juego mis máximos poderes de persuasión; no quería serderrotadaalprimergolpe.

—Deboinsistirenpedírselo.Pienseenmisituación.¿Cómovivirsabiendolo que sé y sin saber nadamás?Prefiero oírle contar lamás horrible de lasverdades que ser condenada, como lo estoy ahora, a la duda y a la intrigaperpetuas.Amocontodomicorazónamimarido,peronopuedovivirconélen estas condiciones; la tristeza me haría enloquecer. Sólo soy una mujer,mayor.Sólocuentoconsuamabilidad.¡Porfavor,seloruego,nomedejeenlaoscuridad!

Nopudedecirnadamás.Llevadaporlaemocióndelmomento,meaferréasumanoylaacerquéamislabios.Elancianogalánsesobresaltó,comosilehubieradadounadescarga.

—¡Miqueridaamiga!—exclamó—.¡Nosabecuántolosiento!Ustedmehechiza,medesconcierta,mellegaalcorazón.¿Quépuedodecir?¿Quépuedohacer? Sólo puedo imitar su admirable franqueza, su candor puro. Me haexplicadoustedsusituación;ahorapermítameexplicarle,amivez,cuáleslamía. ¡Serénese, se lo ruego, serénese! Aquí tengo un frasco de sales adisposicióndelasdamas.Permítamequeseloofrezca.

Metrajoelfrascodesales;pusounpequeñotaburetebajomispiesymesugirióquemetomaraeltiemposuficienteparatranquilizarmeantesdeseguirhablando.

—¡Loco infernal!—oíque sedecía a símismo,mientras se apartabaunpocodemíporconsideración—.¡Siyohubierasidoél,pasaraloquepasara,lehabríadicholaverdadamiesposa!

¿SeestabarefiriendoaEustace?¿Ibaahacerloqueélhubierahechoenellugardemimarido?¿Ibaadecirmerealmentelaverdad?

Estaba contemplando esas posibilidades cuando me sorprendió unallamada, fuerte y perentoria, en la puerta de la calle. Elmayor se detuvo yescuchó con atención. Al cabo de un momento, pude oír el sonido de unvestidodemujerenelhall.Elmayorcorrióhacialapuertadelahabitaciónenquenoshallábamosconlaagilidaddeunhombrejoven;peroerademasiadotarde.Lapuertaseabrióviolentamentejustocuandoéllahabíaalcanzado.Yunamujerirrumpióenlahabitación.

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CAPÍTULOIX

Laderrotadelmayor

Quien llegaba de visita a casa del mayor era una joven vestida conexcesivaaparatosidad,deojosgrisáceos,cutisrojizoycabellodecolorpaja.Trasmirarmeatónita,dirigió,únicamentealmayor,unaspalabrasdedisculpaporhabernosinterrumpido.Eraevidentequelacriaturamehabíatomadoporelnuevoobjetodeidolatríadelancianocaballero,ynotuvoespecialcuidadoendisimularsuscelosaldescubrirnosjuntos.

ElmayorFitz-David, con su irresistible tacto,puso las cosas en su sitio:besólamanodelaemperifolladajovencontantadevocióncomohabíabesadolamía,yelogiósuaspectoencantador.Luegolacondujo,consufelizmezcladeadmiraciónyrespeto,hacia lapuertapordondelachicahabíaentrado, lasegundapuertadelasala,quecomunicabadirectamenteconelrecibidor.

—Noesnecesariodisculparse,queridamía—dijo—.Estadamaestáaquíporcuestióndenegocios.Encontrarásalprofesordecantoesperándotearriba.Empiezalaclaseymereunirécontigodentrodeunosminutos.Aurevoir,miencantadoraalumna,aurevoir.

La joven respondió a la cortés charla con un susurro, fijando enmí unamiradadedesconfianzamientrashablaba.Luegolapuertasecerrótrasella.ElmayorFitz-Davidyaeralibreparaaclararelincidenteconmigo.

—Aesajovenladefinocomounodemismásfelicesdescubrimientos—dijocomplacidoelcaballero—.Posee,novaciloendecirlo, lamejorvozdesopranodetodaEuropa.¿Puedeustedcreerquelaconocíenunaestacióndetren? Estaba detrás del mostrador, pobre inocente, enjuagando vasos ysirviendo refrescos. La oí cantar mientras trabajaba, ¡y cómo cantaba, Diosmío!Susagudosmeelectrizaron.Medije:«Heaquíaunaprimadonnanata;lasacarédeaquíylalanzaré».

Es la tercera protegida que tengo. La llevaré a Italia cuando hayaadelantadolosuficienteensueducación,yperfeccionarásutécnicaenMilán.Enesajoveningenua,miqueridaseñora,estáustedviendoaunadelasfuturasdivas del canto. ¡Escuche! Está iniciando las escalas. ¡Qué voz! ¡Brava!¡Brava!¡Bravísima!

Lasnotasagudasde la futura reinade lacanciónempezarona invadir lacasamientraselmayorhablaba.Nohabíaningúngénerodedudaconrespectoa la fuerza de su voz. Ahora bien, su dulzura y pureza eran perfectamentediscutibles.

Tras pronunciar las palabras corteses que requería la ocasión, atraje de

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nuevolaatencióndelmayorFitz-Davidhaciaeltemaqueestábamostratandoantesdequelavisitanteirrumpieraenlahabitación.Peroélsemostrabamásquereacioadiscutirelpeligrosoasuntoqueacabábamosdeiniciarjustoantesdelainterrupción.Marcabaelritmodelcantoconeldedoíndice,seinteresópor mi voz y por si yo cantaba.Me dijo, con énfasis, que la vida le seríaintolerablesinamorysinarte.

En mi lugar, un hombre habría perdido toda la paciencia y habríaabandonadolalucha.Siendomujeryconunobjetivotanclaroalavista,miresoluciónerainvencible.Agotélaresistenciadelmayory,condiscreción,leobligué a rendirse.Debo añadir, en justicia, que cuando se decidió a hablarotravezdeEustace,lohizoconfranquezayfuedirectoalasunto.

—Conozco a sumarido—empezó a decir— desde que era un niño. Enciertoperiododesuvida,unadesgracia terriblecayósobreél;perosólosusamigosmásíntimosconocenelsecreto,yloguardanconunsilencioreligioso.Eselsecretoqueélleestáocultandoaustedyquenuncaledesvelarámientrasviva.Yélmehaobligadoaguardarsilenciobajomipalabradehonor.Usteddeseaba, querida señora Woodville, conocer mi situación con respecto aEustace.¡Yalaconoce!

—InsisteenllamarmeseñoraWoodville—ledije.

—Eustace así lo quiere —contestó el mayor—. Tomó ese apellido,temiendo dar el suyo, cuando visitó por primera vez la casa de su tío, elvicario.Ahoranoreconoceráotro.Protestaresinútil;tieneustedquehacerloquelosdemáshacemos,miqueridaseñora:cederanteunhombreirracional.Sienotrosaspectoseslamejorpersonadelmundo,enestacuestiónesdelomástercoyobstinado.

Ahorabien, siquiereustedconocermiopinión, ledirésinceramentequecreoqueEustacecometióunerroralcortejarlaycasarseconustedbajounaidentidadfalsa.Alhacerlasuesposa,leconfióaustedsuhonorysufelicidad.¿Porquénoleconfiótambiénlahistoriadesuspenas?

Su madre comparte plenamente mi parecer en esta cuestión. No debeculparla por haberse negado a confiar en usted después de su boda: ya eratarde. Pero sepa que antes del enlace, hizo cuanto pudo—sin traicionar elsecretoque,comobuenamadre,estabaobligadaamantener—parapersuadirasuhijodequeactuaseconlealtadyjusticiaanteusted.Nocometoningunaindiscreción si le digoque ella rehusó aprobar sumatrimoniomásquenadaporhabersenegadoEustaceaseguirsuconsejo.

Por lo que a mí respecta, hice también cuanto estuvo enmi mano paraapoyar a la señora Macallan en el curso de los acontecimientos. CuandoEustacemecomunicóporescritoquesehabíaprometidoenmatrimoniocon

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una sobrina de mi buen amigo el reverendo Starkweather, y me rogó queaceptaraofrecer referencias sobre él al vicario, le contesté advirtiéndolequeyo no quería implicarme en el asunto amenos que revelara toda la verdadsobre sí mismo a su futura esposa. Se negó a escucharme, como habíarehusadoescucharasumadre,ymerecordó,almismotiempo,mipromesadeguardarelsecreto.

CuandoelreverendoStarkweathermeescribió,yosóloteníadosopciones:overme involucradoenun engañoquedesaprobaba, o contestar enun tonoreservado y breve para así dar por terminada la correspondencia en el acto.Escogíestaúltima,ytemohaberofendidoamibuenamigoelvicario.Ahorapuede usted ver la penosa situación en que me encuentro. A esto hay queañadir la visita quemehahechoEustace hoymismo, para avisarmedequeestuvieraalertaenelcasodequeustedsedirigieseamí¡conlapretensiónqueacabadeexponerme!Meexplicóqueporunadesafortunadacasualidad,ustedhabíaconocidoasumadre,yquehabíadescubiertoelverdaderoapellidodelafamilia.

Eustace me dijo también que él había venido a Londres con el expresopropósito de hablar de este asunto conmigo y en persona, y me advirtió:«Conozcotudebilidadconlasmujeres.Valeriasabequetúeresungranamigomío, y seguramente te escribirá; puede que incluso se atreva a visitarte.Renueva tupromesadeguardar el secretode la gran calamidaddemivida,bajotupalabradehonorybajojuramento».Éstasfueronsuspalabrasexactas,sinolasrecuerdomal.Intentéquitarhierroalasunto,yridiculicésuabsurdoconcepto teatral de «renovar mi promesa» y todo eso. ¡Inútil! Se negó aconcedermeautorizaciónparahablar.Como justificacióna su terquedad,merecordó sus inmerecidos sufrimientos del pasado, ¡pobre amigo!, y terminórompiendoallorar.

Usted le quiere y yo también. Se preguntará por qué cedo. Me sientodoblemente obligado a no decirle nada por la promesamás sagrada que unhombrepuedahacer.Miqueridaseñora,cuentaustedcontodamisimpatíaenesteasunto,ydesearíadecorazónaliviarsuansiedad.Pero,¿quépuedohacer?

Terminódehablary,conexpresiónsombría,esperóaoírmiréplica.

Yo le había escuchado de principio a fin, sin interrumpirle. Elextraordinariocambioacaecidoensusademanesyenlamaneradeexpresarsemientras hablabadeEustace,me alarmó comonadahasta entonces lo habíahecho. «¡Qué terrible, pensé, debe de ser ese secreto nunca contado, si elsimplehechodereferirseaélhacequeelfrívolomayorFitz-Davidhablecontanta seriedad y tristeza, sin sonreír, sin dedicarme sus cumplidos y sinpercibirsiquieralamúsicaquellegadearriba!».

Anteestaconclusiónelcorazónmediounvuelco.Porprimeravezdesde

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que llegué a la casa estaba a punto de quedarme sin recursos: no sabía quédecirniquéhacer.Peropermanecíasentada,ymiresolucióndedescubrir loquemimaridomeocultabaestabamásarraigadayfirmequenunca.Nopuedoofrecer en esta confesión una explicación acerca de la extraordinariaincongruencia de mi conducta; sólo puedo describir los hechos tal y comoocurrieron.

Las notas del canto continuaban llegando desde arriba. El mayor Fitz-David aún esperaba oír lo que yo tenía que decir y saber cuál iba a sermiresolución.

Antes de que yo hubiera decidido nada, tuvo lugar otro incidentedoméstico. En otras palabras, otra llamada en la puerta principal anunciabauna nueva visita; pero en esta ocasión, únicamente entró el mayordomo,portando en la mano unmagnífico ramo de flores con unmensaje: Con elrecuerdo afectuoso de lady Clarinda. Para recordarle su cita al mayor Fitz-David.

¡Otramujer!;estavez,unamujercontítulo.Unagranseñoraqueenviabafloresymensajes sinocultarlo, abiertamente.Elmayor, despuésdepedirmequeledisculpara,leescribióunaslíneasdereconocimientoyselasenvióconel mensajero. Cuando la puerta quedó de nuevo cerrada, eligiócuidadosamenteunadelasfloresmásbonitasdelramo.

—¿Me permite preguntarle —dijo, ofreciéndome la flor con ademángalante—sientiendeahoralodelicadodemiposición?

Lacortainterrupcióncausadaporlallegadadelramohabíadadounnuevoimpulsoamisreflexionesy,enciertomodo,mehabíaayudadoarecuperarme.Al fin podía decirle al mayor que su explicación, considerada y cortés, nohabíasidoinútil.

—Leestoysinceramenteagradecida,mayor.Mehaconvencidodequenopuedohacerlerenunciaralapromesaqueustedlehahechoamimarido,unapromesa sagrada que no puede romper y que yo también estoy obligada arespetar.Locomprendoperfectamente.

Conunlargosuspirodealivio,elmayorsonrióymediounapalmadaenelhombro,enseñaldeaprobación.

—¡Admirablementeexpresado!—dijo,recobrandosumiradaalegreysusmodos caballerosos—. Mi querida señora, usted tiene el don de lacomprensión; ve con exactitud cuál esmi situación. ¿Sabe queme recuerdamucho a la encantadora lady Clarinda? Ella también tiene el don de lacomprensiónymeentiende.Seríaparamíunplacerpresentarlas—concluyóelmayor,hundiendoconéxtasissularganarizenlasfloresdeladyClarinda.

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Peroyotodavíateníaquelograrmiobjetivo;y,siendo(comoellectoryahabrápercibidoaestasalturas)lamásobstinadadelasmujeres,aúnteníaunpropósito.

—SerádeliciosoconoceraladyClarinda—respondí—.Mientrastanto…

—Organizaré una cena íntima —prosiguió el mayor en un brote deentusiasmo—. Usted, lady Clarinda y yo. Nuestra pequeña prima donnavendráal anochecerynosdeleitaráconsucanto.Pensemosenelmenú.Midulceamiga,¿cuálessusopadeotoñopreferida?

—Volviendoaloqueestábamoshablandohaceuninstante…—insistí.

Lasonrisadelmayorsedesvaneció,ysumanosoltólaplumadestinadaainmortalizarelnombredemisopadeotoñofavorita.

—¿Tenemosquevolverahablardeeso?—preguntólastimosamente.

—Sólounmomento—respondí.

—Ustedmerecuerdatambién—prosiguióelmayorFitz-David,moviendotristemente la cabeza— a otra amiga mía encantadora, una dama francesa,madameMirliflore.Ustedtieneunatenacidadprodigiosa;madameMirlifloretieneunatenacidadprodigiosa.YresultaqueestáenLondres.¿Lainvitamosanuestracenaíntima?

Elmayorseentusiasmóconlaideay,cogiendolaplumadenuevo,retomóeltemadelacena.

—Dígame,porfavor,¿cuálessusopadeotoñopreferida?

—Discúlpeme—porfié—,estábamoshablando…

—¡Dios mío! —exclamó el mayor Fitz-David—. ¿Otra vez ese tristeasunto?

—Sí,otravezeseasunto.

El mayor dejó por segunda vez la pluma y se despidió de madameMirlifloreydelasopadeotoño.

—¿Sí?—dijocontonopacienteysonrisasumisa—.¿Ibaadecir…?

—Ibaadecir—proseguí—quesupromesasóloleobligaanodesvelarelsecreto que Eustace me oculta. Mas usted no se ha comprometido a norespondermesiyolehagounascuantaspreguntas.

ElmayorFitz-David levantó lamanoen señaldeadvertenciaymemiróconsusojuelosgrises.

—¡Deténgase! —dijo—. Mi dulce amiga, ¡deténgase! Sé a dónde mellevarán sus preguntas y qué ocurrirá si empiezo a contestarlas. Cuando su

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esposo estuvo aquí hoy, aprovechó la ocasión para recordarme que en lasmanos de una damahermosa soy tan débil comoun pajarillo.Tenía toda larazón:nopuedonegarlenadaaunamujerbella.

Miqueridayadmiradaseñora,¡noabusedesuinfluencia,porfavor!¡Noobligueaunsoldadoafaltarasupalabradehonor!—tratédedeciralgoenmidefensa,peroelmayorsefrotólasmanosymemiródeunmodosuplicante—.¿Para qué forzarme?—preguntó—.No ofrezco resistencia; soy un cordero.¿Por qué sacrificarme? Reconozco su poder y me arrojo a merced de supiedad.Todaslasdesgraciasdemijuventudydemimadurezmehanvenidodel brazo de las mujeres; y no me reformo con la edad. Con un pie en latumba,sigoamandoalasdamasysigodispuestoaquemeengañencomohanhechosiempre.Chocante,¿verdad?¡Perocierto!Mireestamarca—selevantóunrizodelapelucacastañaymemostróunacicatrizterribleenlacabeza—.Estaherida,consideradamortalensuépoca,melacausóunabaladepistola.Y no la recibí por el servicio prestado a la patria, ¡no, querida!; la recibí(sirviendoaunadamamaltratada)demanosdeunmaridocanalla,enundueloenelextranjero.Peronomeimportó.¡Ellalomerecía!—sebesólamanoenmemoriade aquelladamay señalóuna acuarelaque colgabaen lapareddeenfrente,unabonitacasadecampo—.Esahermosafincaqueveustedahí—continuódiciendo—unavezmeperteneció.Perolavendíhaceunoscuantosaños. ¿Quién se quedó con el dinero? Lasmujeres. ¡QueDios las bendiga!¡Siemprelasmujeres!Ynololamento.Situvieraotrafinca,nodudodequeacabaríaigual.

Como ve, le he dedicado a su adorable sexo mi vida, mi tiempo y midinero.¡Ybienvenidosea!

Lo único que me queda ya es mi honor. ¡Y ahora está en peligro! Sí,porque sé que si usted me formula sus inteligentes preguntas con esospreciososojosyesavoztansuave,sémuybienloqueocurrirá.Meprivarádelúltimoymejordemisbienes.¿Merezcoquemetrateasíprecisamenteusted,miencantadoraamiga?¿Usted,entretodaslaspersonasdelmundo?

Hizounapausaymededicóunaexpresiónde súplica ingenua, ladeandolevemente la cabeza. Traté de abordar de nuevo la causa de aquella disputaentrenosotrosdesdemipuntodevista;peroelmayorFitz-David imploróalinstantemipiedadcontonolastimero.

—Pídamecualquierotracosaenelmundo—dijo—,peronomeexijaquesea falso con mi amigo. Ahórreme eso y no habrá nada que no haga porsatisfacerla.¡Fíjeseenloquedigo!—continuó, inclinándosemáshaciamíyhablandoconuntonomásformal—.Creoqueaustedlahantratadomuymal.Esmonstruosoesperarqueunamujerensusituaciónconsientaenquedarseaoscurasparasiempre.¡No!¡Noesjusto!Poreso,silavieraenestemomentoa

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puntodeaveriguarporsímismaloqueEustaceinsisteenocultarle,recordaríaquemi promesa, como todas las promesas, tiene sus límites y reservas.Mihonormeobligaríaanoayudarla,peronolevantaríaundedoparaevitarqueusteddescubrieselaverdadporsímisma.

Alfinestabahablandoconlamayorseriedad.Pusoungranénfasisensusúltimas palabras. Y yo, espoleada por un repentino impulso, me levantésúbitamente de la silla, dando un salto. El mayor Fitz-David acababa desugerirmeunanuevaidea.

—¡Ahoranosentendemos!—exclamé—.Aceptosuscondiciones,mayor.Nolepediréaustednada,exceptoloqueacabadeofrecermevoluntariamente.

—¿Quéacabodeofrecerle?—preguntóalarmado.

—Nadadeloquetengaquearrepentirse—respondí—.Nadaquenoleseafácilconceder.¿Puedohacerleunapreguntaatrevida?¿Puedesuponerqueestacasaseamíaenvezdesuya?

—Considérelasuya—dijoelgalanteanciano—.Desdeeldesvánhastalacocina,¡considérelaporenterosuya!

—Mil gracias, mayor. La consideraré mía por ahora. Usted sabe, comotodoelmundo,queunadelasmuchasdebilidadesdelamujereslacuriosidad.¿Puedesuponerquemicuriosidadmellevaaexaminartodoloquehayenminuevacasa?

—¿Sí?

—Supongaquevoydehabitaciónenhabitación,queloobservotodoyqueme asomo por todos lados. ¿Cree que habría alguna posibilidad de…?—elmayor,perspicaz,seanticipóamipregunta.Siguiendomiejemplo,éltambiénsepusodepieconunanuevaideaensumente—.¿Hayalgunaposibilidad—continué—deencontrarenestacasaelcaminohaciaelsecretodemimarido?Digaunapalabra,mayorFitz-David.¡Unasolapalabra!¿Síono?

—¡Noseexcite!—merogóelmayor.

—¿Síono?—grité,conmásvehemenciaquenunca.

Después de considerarlo unmomento, elmayor Fitz-David contestó porfin:

—Sí.

¡Larespuestaqueyoesperaba!Peroahoraquelahabíaconseguido,nolaconsideraba lo bastante explícita comopara satisfacerme.Sentí la necesidaddeentrar,sieraposible,endetalles.

—¿Significa «sí» que hay aquí algún tipo de pista queme conduciría a

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desvelarelmisterio?—pregunté—.¿Algo,porejemplo,quemisojospuedenverymismanostocarsóloconencontrarlo?

Lo volvió a considerar. Vi que había logrado interesarle de un mododesconocido para mí, y esperé pacientemente a que el mayor estuvierapreparadopararesponderme.

—Loqueustedmenciona—dijo—, lapista, comousted la llama,puedeservistaytocada,suponiendoquelaencuentre.

—¿Enlacasa?—pregunté.

Elmayordiounpasomásyañadió:

—Enestahabitación.

La cabeza empezó a darme vueltas. El corazón me latía con violencia.Intentéhablar,perofueenvano;elesfuerzocasimeahogaba.Enelsilenciopodíaoír la leccióndemúsicaquecontinuabaenelpisodearriba.Lafuturaprimadonnahabíaterminadodevocalizaryahoraestabaprobandosuvozconseleccionesdeóperas italianas.Enaquelmomento interpretabaunahermosaaria de La sonnambula de Bellini, «Come per me sereno». Desde ese día,siempre que escucho esa deliciosa melodía me siento instantáneamentetransportadaaaquellasalafataldeVivianPlace.

Elmayor,muyafectado,fueelprimeroenromperelsilencio.

—Siénteseotravez—dijo—yhágalo,porfavor,enesasillamáscómoda.Estámuyalteradaynecesitadescansar.

Tenía razón. No me sostenían las fuerzas, y me dejé caer en la silla.Entretanto, elmayor Fitz-David llamó al timbre e intercambió unas cuantaspalabrasconelsirvienteenlapuerta.

—He estado aquímucho tiempo—musité débilmente—.Dígame si voyacercándome.

—¿Acercándose? —repitió el mayor, con su irresistible sonrisa—. ¡Seolvidadequeestáustedensupropiacasa!

Elsirvienteregresótrayendounabotelladechampányunplatorepletodeunasgalletasdeliciosas.

—Tengoestechampánexpresamenteparalasdamas—dijoelmayor—,ylasgalletasme las traendirectamentedeParís.Como favorhaciamí acepteesterefrigerio.Yluego—sedetuvoymemiróconatención—.Yluego,¿quéleparecesimevoyarribaconmiprimadonnayladejoaustedaquísola?

Era imposible insinuar con mayor delicadeza la única petición que mequedabaporhacer.Leestrechélamanocongratitud.

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—Latranquilidadylafelicidaddemividafuturaestánenjuego.Cuandome quede aquí sola, ¿me permitirá su generosa comprensión examinar todocuantohayenestahabitación?

Antesdedarmeunarespuesta,merogóquebebieraunpocodechampányquetomaraunagalleta.

—Esto esmuy serio—dijo—.Por esoquieroque esté usted enperfectaposesióndesusfacultades.Recobreprimerolasfuerzasyluegolehablaré.

Hice loquemepidió, yunminutodespuésdehaberbebido el deliciosovinoespumosoyamesentíareconfortada.

—¿Essudeseoexpreso—prosiguió—queyoladejeaquísola,paraquepuedaexaminarlahabitación?

—Esmideseoexpreso—contesté.

—Asumolaresponsabilidaddeaccederasupetición;perolohagoporquecreosinceramente,comousted,quesufelicidadylapazdesuvidavenideradependendeldescubrimientodelaverdad—diciendoesto,sacódosllavesdesu bolsillo—. Naturalmente, sospechará usted de todas las puertas cerradasqueencuentre.Losúnicoslugarescerradosconllaveenestahabitaciónsonlaspuertas de los armarios inferiores de la librería y la puerta del bargueñoitaliano que hay en ese rincón. La llave pequeña abre los armarios de lalibrería;lagrandeabreelbargueño—conestaexplicación,dejólasllavesantemí, sobre la mesa—. Hasta ahora —dijo— he respetado estrictamente lapromesaquelehiceasumarido,yseguiréfielamipromesaseacualfuereelresultadodesuexamendelahabitación.Mihonormeimpideayudarla,nidepalabranidehecho.Nisiquieratengolalibertadparaofrecerlelamásmínimainsinuación.¿Comprendido?

—Sí.

—Muy bien. Me queda por hacerle la última advertencia, y ya habrécumplido.Siporcasualidadustedconsiguedarconlaclave,recuerdeesto:eldescubrimientoqueharáacontinuaciónseráterrible.Sidudadesucapacidadparasoportarunaconmociónqueleafectaríahastalomáshondodelalma,lesuplicoporDiosqueabandone,enelactoyparasiempre,laideadeaveriguarelsecretodesumarido.

—Le agradezco su advertencia, mayor. Pero he de enfrentarme a lasconsecuenciasdeldescubrimiento,sealoquesea.

—¿Estácompletamentedecidida?

—Completamente.

—Muybien.Dispongadel tiempoqueguste.Lacasay todos losqueen

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ellavivimosestamosasudisposición.Conunallamadadetimbre,apareceráel mayordomo; si llama usted dos veces, entrará la doncella. De vez encuando,yomismovendréporaquíparasabercómovalabúsqueda.Mesientoresponsabledesucomodidadydesuseguridadmientrasmehagaelhonordepermanecerbajomitecho,miqueridaseñora—acercómimanoasuslabiosyfijóenmíunaúltimamiradaatenta—.Esperonoestararriesgandodemasiado—dijo,másparasíqueparamí—.Siempremehearriesgadoporlasmujeres.Mepregunto siustednomeha llevadoacometer el actomás imprudenteytemerariodemivida.

Conestas siniestraspalabras, se inclinóantemícongesto solemneymedejósolaenlahabitación.

CAPÍTULOX

Labúsqueda

Elfuegodelachimeneanoeramuyvivo,yenelexterior,por loqueyohabíanotadomientrasmedirigíaalacasadelmayor,latemperaturaeracasiinvernal.

Sin embargo, cuando el mayor salió de la estancia, me sentí febril,sofocada y presa de una fuerte agitación nerviosa. Como resultado natural,respirabacondificultad.Mequitéelsombrero,lacapaylosguantes,yabrílaventana. Fuera no se veía nada, salvo un patio empedrado, cerrado en suextremo por el muro del establo y con un tragaluz en el centro. Aquellosinstantes junto a la ventana me aportaron frescor y serenidad. La cerré denuevoydielprimerpasoendirecciónaldescubrimiento.Enotraspalabras,comencé a examinar las cuatro paredes que me rodeaban y todo lo queencerraban.

Me sorprendía mi propia determinación. Tal vez mi entrevista con elmayorhabíaagotadomicapacidaddeexperimentarcualquierotraemoción,almenosporahora.Peroencualquiercaso,eratodounalivioencontrarmesolaypoderiniciarlabúsqueda.

Lahabitaciónteníaformarectangular.Delasdosparedesmáscortas,unadeellasestabaprácticamenteocupadaporlaampliaventanaquedabaalpatio;enlaotrasehallabalapuertacorrederayamencionada.

Centrándomeenestaúltimapared,pudeveracadaladodelapuertaunamesacubiertaconuntapete,ysobrecadaunadelasmesas,sendosjarronesdeporcelanafijadosconunsoportealapared.Abríloscajonesdeestasmesas,pero no contenían nada, excepto varias barajas con sus marcadores. Todas,

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salvo una de ellas, estaban aún envueltas, tal como debieron llegar de latienda. Examiné el juego abierto, carta tras carta: ninguna marca o señalvisible.

Subidaenlaescaleradelalibrería,measoméalinteriordelosjarronesdeporcelana.Ambosestabanvacíos.¿Tendríaqueexaminaralgomáseneseladode la habitación? En las esquinas había dos sillas de madera, con susrespectivosalmohadonesde seda roja.Di lavueltaa las sillasy las reviséaconciencia;peronohiceelmenordescubrimiento,asíquevolvíacolocarlasensusitio.Mibúsquedaenaquelladodelahabitaciónhabíaconcluido,yporahoranadahabíallamadomiatención.

Crucélahabitaciónhastallegaralaparedopuesta.

Laventana,queocupaba,comohedicho,casitodaestapared,eradetrashojasyestabaenmarcadaporunasbonitascortinasdeterciopelogranate.Losamplios pliegues del terciopelo sólo dejaban sitio en las esquinas para dosantiguosbargueñositalianosdecoradosconnácarypiezasdemarquetería,queteníansendas filasdecajonesysosteníandos reproducciones,enbronceyatamañoreducido,delaVenusdeMiloydelaVenusCalípiga.Contabaconlaautorizacióndelmayorparahacerloquegustara,asíque,sinmásvacilación,me dispuse a abrir los seis cajones de cada bargueño para examinar sucontenido.

Comencéporeldelrincónderechoyprontoterminélabúsqueda.Losseiscajones contenían una colección de fósiles, que (a juzgar por las etiquetasfijadasenalgunos)seremontabaaunaépocapasadadelavidadelmayorenlacual sehabíadedicado, sinéxito, a lasexcavaciones.Trascerciorarmedequeaquelloscajonessóloalbergabanfósilesyetiquetas,meaproximéhastaelotrobargueño,enelcual,porelcontrario,saltabaalavistaunagranvariedaddeobjetos;enconsecuencia,elestudiomellevómástiempo.

En el cajón superior había una colección completa de herramientas decarpinteríaenminiatura;reliquiasdelalejananiñezdelmayor,regaladas,muyposiblemente,porsuspadresosusamigos.Elsegundocajónestabarepletodejuguetes de otro estilo, obsequios hechos al mayor por sus bellas amigas:tirantes bordados, elegantes cofias de estar en casa, originales acericos,preciosas zapatillas, relucientes monederos, todo daba testimonio de lapopularidaddelamigodelasmujeres.

El contenido del tercer cajón era menos interesante: viejos libros decuentas,queabarcabanunperiododemuchosaños.Despuésdemirardentrodecadalibro,deabrirloysacudirloenbuscadealgúnpapelsueltoquepudieraser una pista escondida entre las hojas, abrí el cuarto cajón y encontrémásreliquiasde transaccionespecuniariasen formade facturasatadasen fajosyconunainscripciónenelreverso.Entrelasfacturas,habíacasiunadocenade

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papelessueltos,todossinimportancia.

Elquintocajónestabamuydesordenado,ysucontenidotambiéneradelomás variopinto. Primero extraje un paquete de tarjetas decoradas, con losmenúsdelosinnumerablesbanquetesalosqueelmayorhabíaasistidoenelpasado, tanto en Londres como en París. Luego saqué una caja repleta dedelicadasplumasdeave(evidentemente,regalodeunadama),viejas tarjetasdeinvitación,libretosmanoseadosdediversasobrasdeóperayteatrofrancés,un sacacorchos de bolsillo, un mazo de cigarrillos y un manojo de llavesoxidadas.Porúltimo,aquelquintocajónconteníaunpasaporte,un juegodeetiquetasdeviaje,unatabaqueradeplatarota,doscigarrerasyunviejomapadeRoma.«Nadaquemepuedainteresar»,pensémientraslocerrabaparaabrirelsextoyúltimocajón,quemeresultótansorprendentecomodecepcionante.Literalmente,noteníanadasalvolosfragmentosdeunjarrónroto.

Estaba sentada frente al bargueño, en una silla baja. Irritada por haberhalladoelúltimocajónvacío, levantéelpieparacerrarlo;enese instante seabriólapuertaquecomunicabaconelrecibidor,yelmayoraparecióantemí.

Sumiradaseencontróconlamíaymerecorrióhasta llegaramipie.Alver el sexto cajón abierto, se operó un cambio en su rostro. Fue sólo unmomento,peromeobservóconunamezcladesorpresayrecelo,comosimehubieracogidoconlasmanosenlaclave.

—Disculpe,porfavor;nodeseointerrumpirla—dijo,azorado—.Sólomeheasomadoparahacerleunapregunta.

—¿Quédeseasaber,mayor?

—¿Haencontradoalgunademiscartasenelcursodesuspesquisas?

—Aúnnohehalladonada similar—contesté—.Perono sepreocupe; sidescubroalgunacarta,déporsupuestoquenometomarélalibertaddeleerla.

—Sólo quería pedirle ese favor —prosiguió—. Se me ocurrió hace unmomento,ahíarriba,quemiscartaspodríanturbarla.Naturalmente,yoensulugar desconfiaría de aquello que no pudiera examinar con libertad. Sinembargo, creo que podemos llegar a un acuerdo para resolver este asuntoevitándonoscualquiermolestia.Nofaltoamipromesasiledigosimplementequemi correspondencia no le será de utilidad en su descubrimiento; por lotanto,puede,contodaseguridad,apartarlacomoalgoquenovalelapenaparausted.Esperoquemecomprenda.

—Mesientoobligadahaciausted,mayor.Loentiendoperfectamente.

—¿Estácansada?

—Enabsoluto,gracias.

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—¿Todavía tiene la esperanza de lograrlo? ¿No se estará empezando adesanimar?

—Deningunamanera,mayor.Tengolafirmeintencióndeperseverar.

Hablábamossinqueyohubieracerrado todavíaelcajóndelbargueño,y,casi de forma instintiva, eché un vistazo a los trozos del jarrón roto. Paraentonces,elmayoryaeradueñodesusemociones.Tambiénéllosmiró,ahoraconaparentedespego;peroyonoolvidabalasospechosaexpresiónquehabíaadoptado al entrar en la habitación, y eso me llevó a deducir que suindiferenciaerafingida.

—Estonoparecemuyprometedor—dijoconunasonrisayseñalandolosañicosdelcajón.

—No hay que fiarse de las apariencias —repliqué—. En mi situaciónactual,lomássabioserásospechardetodo,inclusodeunjarrónroto.

Mefijéenélalhablar.Cambiódetema.

—¿Lemolestalamúsicadearriba?—preguntó.

—Nilomásmínimo,mayor.

—Pronto terminará. El maestro de canto se va y el maestro de italianoacabadellegar.Comove,noescatimoesfuerzosparahacerdemijovenprimadonna lamás experta cantante.Aprender a cantar exige conocer también ellenguajedelamúsica.HaréqueperfeccionesuacentocuandolalleveaItalia.Mimáximaambiciónesque,cuandocanteenpúblico,latomenporitaliana.¿Hayalgoquepuedahacerantesdedejarlaasolasotravez?¿Mandoqueletraiganmáschampagne?¡Leruegoquedigaquesí!

—Milgracias,mayor.Pero,porahora,nomáschampagne.

Allegaralapuerta,sevolvióparaenviarmeunbeso;yeneseinstantevicómosumiradasedesviabahacialalibrería.Fuesólounsegundo;apenaslonoté,elmayoryaestabafueradelahabitación.

Asolasdenuevo,observélalibreríaconatenciónporprimeravez.Eraunprecioso y elegante mueble antiguo de roble tallado, que abarcaba toda lalongituddeotradelasparedes,salvoelespacioocupadoporlasegundapuertade la habitación, la que daba al vestíbulo. La balda superior de la libreríaestabadecoradaconjarrones,candelabrosyparejasdeestatuascolocadosenhileras. Observando esas hileras descubrí un espacio vacío en el extremocercanoalaventana.Enelbordeopuesto,juntoalapuerta,habíaunhermosojarrónpintadoconundiseñopeculiar.¿Dóndeestabaelotrojarrónquehaciajuego?

Volví al sexto cajón del armario, aún abierto, y miré de nuevo su

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contenido.Nohabíaerrorposibleencuantoaldiseño.El jarrónqueocuparaensudíaelespacioahoravacíode la libreríaeraelmismoqueyacíahechopedazosenelcajón.

Tras este descubrimiento, saqué todos los fragmentos, hasta el últimoañico,ylosexaminécondetenimiento,unoauno.

Erademasiadoignoranteeneltemacomoparacalcularelvalordeljarróno su antigüedad, e incluso, para saber si se trataba de un modelo inglés oextranjero. La base estaba esmaltada en un delicado color crema, y unasucesióndeguirnaldasycupidosrodeabatodoeljarrónformandomedallones.Dentro de cadamedallón se podía ver, pintado con exquisita delicadeza, elrostro de una mujer: una ninfa, una diosa o, quizá, el retrato de una damacélebre;yonosabíalosuficientecomoparadeterminarloconexactitud.Otromedallónencerrabaelrostrodeunhombre,tambiéndeestiloclásico.Pastoresy pastoras tumbados, luciendo trajes deWatteau voluptuosos e idealizados,aparecíandispersosaquíyallá,rodeadosdeovejasyperros;todoeseconjuntoconstituía ladecoracióndelabase.Asíhabríasidotambiénelotro jarrónensus días prósperos, cuando estaba expuesto en la librería. ¿Cómo se habríaroto?¿Porquésehabíaalteradoelsemblantedelmayoralverqueyohabíadescubiertolosrestosdeestaobradearteenelcajóndelbargueñoitaliano?

Noteníarespuesta:aquellosfragmentosnomedecíanabsolutamentenada.Ysinembargo,sisepodíaconfiarenloquehabíaobservadoenelmayor,laclavequebuscabadebíaestarrelacionada,directaoindirectamente,conaqueljarrónroto.

Erainútilaspirara irmáslejossinsaberlosuficiente.Volvía la librería.Hastaentonces,habíadadoporsupuesto(sinunarazóndepeso)quelaclavedebería revelarsenecesariamenteen formadeunpapelescrito;perodespuésdeloquehabíadetectadoenelmayor,semeocurriópensarquepodíatenerformadelibro.

Repaséel estante inferior, acercándomeparapoder leer los títulosde loslomos.AllíestabanVoltaireenpielroja,Shakespeareenazul,WalterScottenverde, laHistoria de Inglaterra enmarróny elAnnualRegister en amarillo.Hice una pausa, cansada y desalentada ante losmuchos volúmenes quemequedabanpor revisar. «¿Cómovoya examinar todos estos libros?,pensé.Yaunquellegueaverlostodos,¿quéesloquetengoquebuscar?».

ElmayorFitz-David sehabía referido auna terribledesgraciaquehabíaoscurecido el pasado de mi marido. ¿Cómo podía hallar el rastro de esadesgracia,oquizásunapistarelacionadaconella,enlosarchivosdelRegistroAnualoenlaspáginasdeVoltaire?Lasolaideameparecíaabsurda;cualquierintentoenesadirecciónera,seguramente,unapérdidadetiemposinsentido.Ahorabien,elmayorhabíamirado fugazmentea la librería.Yen la librería

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había ocupado un lugar aquel jarrón roto. ¿Justificaban estas circunstanciasque relacionase el jarrón con la librería como elementos gemelos que mecondujeran al descubrimiento?De improviso, la cuestiónno era tan fácil deresponder.

Examiné los estantes superiores. Allí los libros eran más pequeños yvariados,ynoseveíantanbiendispuestoscomoenlasbaldasinferiores.Unosestaban encuadernados en tela; otros, sólo protegidos con forros de papel.Algunos se habían caído y estaban tumbados en el estante. Por todos ladoshabíahuecosdejadosporlosejemplaresquesehabíansacadoyquenohabíanvueltoasulugar.

Enresumen,nomedesilusionédeltodo.Eldesordensugeríaque,aunquefuerademanerafortuita,podíallegaradescubriralgo.Decidí,pues,registrarafondolalibreríacomenzandoporlasbaldassuperiores.

¿Dóndeestabalaescalera?

La había dejado apoyada en el tabique que separaba la habitación delrecibidor. Mirando hacia allí necesariamente veía también la puerta decorredera que daba acceso al salón principal, la que me había permitidoescucharlaspreguntasqueelmayorFitz-Davidlehacíaasusirvienteacercademiaspectopersonalcuandolleguéalacasa.Durantetodamivisita,nadiehabíamovidoesapuerta.Todoslosquehabíanentradoysalidohabíanusadolaotra.

Enelpreciso instanteenqueyo lamiraba,algosemovióenelsalón.Elmovimiento dejó espacio libre para que la luz entrase por el quicio de lapuerta. ¿Mehabíanestadoobservando?Meacerquésuavementeydeslicé lapuerta.¡Ahíestabaelmayor,enelsalónprincipal!Suexpresiónledelató:¡Mehabíaestadoespiandomientrasyoexaminabalalibrería!

Tenía el sombrero en la mano. Era evidente que iba a salir y, muyhábilmente,aprovechóestacircunstanciaparaofrecermeunabuenarazónqueexplicaraporquésehallabatancercadelapuerta.

—¡Esperonohaberlaasustado!—dijo.

—Bueno;mehasobresaltadounpoco,mayor.

—¡Nosabecuántolosiento,deverdad!Precisamenteibaaentraradecirlequemeveoobligadoasalir.Herecibidounmensajeurgentedeunadama,unapersonaencantadora.¡Megustaríatantoquelaconociera!Lapobrecillatieneun tristeproblema:unas facturasdepoca importancia,ya sabe,yacreedoresdesagradables que reclaman su dinero.Y unmarido, ¡Diosmío!, unmaridocompletamenteindignodeella.

Sí,eslamásinteresantedelascriaturas.Ustedmerecuerdaunpocoaella;

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las dos tienen el mismo porte. Bien, sólo estaré fuera media hora. ¿Puedohacer algo más por usted? Parece fatigada. Le ruego que me permitaobsequiarleconmáschampagne.¿No?Bueno,puesprométamequellamaráaltimbresiemprequeloprecise.¡Esoes!¡Aurevoir,miencantadoraamiga,aurevoir!

Cuando me dio la espalda, cerré la puerta y me senté un rato pararecobrarme.

¡Mehabíaestadoobservando!Elhombrequecontabaconlaconfianzademimarido,elhombrequesabíadóndeseencontrabalaclave,mehabíaestadoobservando.Ahorayoyanoteníadudas:muyasupesar,elmayorFitz-Davidmehabíamostradoelesconditedelsecreto.

Miréconindiferencialosotrosmuebles,situadosenlacuartaparedyqueaúnnohabíaexaminado.Repasé,sinlamenorcuriosidad,todosloselegantesdetallitos repartidospor lamesay la repisade la chimenea,quemehabríanresultadosospechososenotrascircunstancias.Inclusolasacuarelasdejarondeinteresarme en el estado actual de mi mente. Observé que la mayoría eranretratosdemujeres—ídolos,sinduda,delafáciladoracióndelmayor—ynoprestémás atención.Mi asunto en esa habitación—¡ahora estaba segura!—empezabayterminabaenlalibrería.

Medirigíabuscarlaescalera,decididaaempezarlainvestigaciónenlosestantessuperiores.Decamino,pasépordelantedeunadelasmesasyvilasllavesqueelmayorFitz-Davidhabíapuestoamidisposición.Lamenordelasdosme recordó en el acto los armarios inferiores de la librería. Por extrañoque parezca, los había pasado por alto.Me invadió una cierta desconfianzaantelaspuertascerradas,unadudavagaacercadeloquepodríanocultarme;dejélaescaleraensusitioymedispuseaexaminardeinmediatoelcontenidodelosarmarios,queerantres.

Cuandoibaaabrirelprimero,lamúsicacesóenelpisodearriba.Duranteunmomento tuve una sensación opresiva causada por el repentino paso delsonido al silencio; supongo que estaba nerviosa. El siguiente ruido que seprodujoenlacasa—elcrujidodeunasbotasdehombrealbajarlaescalera—me sobresaltó. Indudablemente, se trataba del maestro de canto, que semarchabatrashaberimpartidosulección.Oícerrarselapuertadelacasaymeestremecí, como si fuera algo terrible que nunca antes hubiese escuchado.Despuésreinóotravezelsilencio.

Mereanimécuantopudeyempecéarevisarelprimerarmario,queestabadividido en dos compartimentos. El superior no contenía más que cajas depuros,ordenadasenhileras.El inferiorestabaocupadoporunacoleccióndeconchas,todasamontonadasdecualquiermanera.Eraevidentequeelmayorvaloraba más los puros que las conchas. Examiné con atención este

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compartimento,porsiocultabaalgo interesante;pero,apartede lasconchas,nohallénadamás.

Al abrir la segunda puerta, me di cuenta de que la luz empezaba adebilitarse.Miréhacia laventana;peroaúnnoeradenoche, laoscuridadsedebíaa lasnubes.Finasgotasdelluviacomenzabanacaerenelcristal,yelvientootoñalsilbabalúgubreporlasesquinasdelpatio.Avivéelfuegoantesde proseguir mi búsqueda. Supongo que los nervios me fallaron de nuevomientras volvía hacia la librería, porque sentí un escalofrío y lasmanosmetemblaban.Nosabíaquémeestabaocurriendo.

Labaldasuperiordelsegundoarmarioestabaocupadaporunoscamafeosrealmente bonitos, sin montar, colocados sobre algodones y guardados enprimorosas cajasde cartón.Enun rincón,medio escondidasbajounade lascajas,asomaban lashojasdeunmanuscrito.Peroresultóserelcatálogoquedescribíaloscamafeos.¡Nadamás!

En la balda inferior encontré curiosidades más valiosas, como tallas demarfil del Japón y muestras de raras telas de seda de la China. Empecé asentirme bastante harta de desenterrar los tesoros del mayor. Cuanto másbuscabamásmeparecía alejarmedelobjetoquedeseabahallar.Despuésdecerrar la puerta del segundo armario,me cuestioné si valía la pena abrir latercerayúltimapuerta.Unabrevereflexiónmeconvenciódequeeraprecisoperseverarhastaelfinal.

Abrí el último armario. En el compartimento de arriba había un únicoobjeto,de solitariagrandeza:un libromayorde lohabitual, en comparacióncon los volúmenesmodernos, y bellamente encuadernado en terciopelo azulenriquecidoconadornosdeplata repujada en formadepreciosos arabescos;uncierredelmismometalprotegíael librodelosfisgones.Alsacarlomedicuentadequenoestabacerrado.

¿Tenía derecho a aprovecharmede este accidente para abrir el libro?Heformulado esta pregunta desde entonces a algunos demis amigos de ambossexos. Todas las mujeres están de acuerdo en considerar plenamentejustificado —teniendo en cuenta los intereses en juego— aprovechar laocasiónylaventajaquemeofrecíaellibrodelmayor.Loshombresdifierendeestaopiniónydeclaranquenosólotendríaquehaberguardadoelvolumensin abrirlo, sino que debería haber evitado la tentación devolver a verlocerrandoconllaveelarmario.

Meatrevoadecirqueloshombresestánenlocierto.Sinembargo,siendomujer, abrí el libro sin vacilar. Las hojas eran del más fino papel, conilustracionesdemuybuengustoenlosbordes.¿Quéconteníanestaspáginastan ornamentadas? Para mi indecible sorpresa y disgusto, se trataba demechonesdecabello,esmeradamentefijadosenelcentrodecadapágina,con

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susdedicatoriasalpiequedemostrabanserprendasdeamordevariasdamasquehabíantocadoelsusceptiblecorazóndelmayorendiferentesperiodosdesuvida.

Lasdedicatoriasestabanescritasendiversas lenguas,apartedel inglés,ytodasteníanelmismocuriosopropósito,asaber,recordaralmayorlasfechasenlasquesusrelacioneshabíanllegadoaldesdichadofin.Laprimerapáginaexhibíaunmechóndepelomuyrubio,conestas líneasdebajo:«MiadoradaMadeline.Constancia eterna.Desafortunadamente: 22de juliode1839».Lasiguiente mostraba un cabello más oscuro, con una dedicatoria en francés:«Clémence.Idoledemonâme.Toujoursfidéle.Hélas:2meAvril,1840».Leseguíaunmechónpelirrojo,conunalamentaciónenlatín.Lanotaadjuntaalafecha de ruptura, en este caso, afirmaba que la dama en cuestión eradescendiente de los antiguos romanos, y por esa razón había sidoinmortalizada en latín por su devotoFitz-David.Nuevosmechones de otrosmuchos tonos con sus respectivas dedicatorias ocupaban las páginassiguientes,hastaquemecansédemirar.

Muy enfadada, dejé sobre una mesa aquel bochornoso libro y a lascriaturasquehabíanayudadoallenarlo.Perotrasunosinstantesdereflexión,lovolvíacoger.Hastaesemomentohabíabuscadopistasentodoaquelloqueestuvieraantemivista.Resultaraonoagradable,eradevitalimportanciaparamispropiosinteresesquecontinuaraenlalíneainiciadayexaminaraellibroentero.

Fui pasando las hojas hasta que llegué a la primera página en blanco.Viendoque,apartirdeahí,todaslasdemásestabanvacías,levantéellibroporlas tapasy, comoúltimamedidadeprecaución, lo sacudí con suavidadparaversicaíaalgúnpapelquepudierahaberpasadoinadvertidoentrelashojas.

Estavez,mipacienciaseviorecompensadaporundescubrimientoquemeirritótantocomomeinquietó.

Un pequeño retrato,montado sobre cartón, cayó del interior del libro; aprimeravistaerandospersonas.

Enunadelasdosreconocíenseguidaamimarido.

Laotraeraunamujer.

Su cara me resultó totalmente desconocida. No era joven, y la foto lamostrabasentadaenunasilla,conmiespososituadojustodetrás, levementeinclinado hacia ella y sosteniendo unamano de la dama entre las suyas. Elrostrodelamujerteníaunosrasgosdurosyfeos,yenlasarrugasdesufrentese podía leer un fuerte carácter y una férrea voluntad. Pero, a pesar de suescasoatractivo,sentíunapunzadadecelosalnotarelafectofamiliarconqueelartista(conelpermisodelosretratados,claro)habíarelacionadoalasdos

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figuras.Durantenuestronoviazgo,Eustacesehabíareferidobrevementealasveces enque sehabía creído enamorado antesde conocerme. ¿Podría habersidoestamujertanpocoseductoraunodesusobjetosdeadmiración?¿Habíasido una persona tan querida y cercana como para ser inmortalizada con sumanoentrelasdemimarido?Miréelretratounayotravezhastaqueyanopude soportarlo más —las mujeres somos criaturas extrañas, misteriosas,incluso para nosotras mismas— y arrojé la foto a un rincón del armario.Estabafuriosaconmimarido.Odiaba,¡sí,odiabacontodamialmaycontodomi corazón! a la mujer que tenía su mano entre las de mi esposo, a ladesconocidadeexpresiónseverayvoluntariosa.

Durante todo ese rato, el compartimento inferior del armario seguíaesperandoaquelorevisara.

Mearrodilléparaexaminarlo,ansiosaporalejardemimente,sipodía,loscelosdegradantesquehabíantomadoposesióndemí.

Pordesgracia,aquelcompartimentosólo teníareliquiasde lavidamilitardelmayor,comosuespada,laspistolas,suscharreteras,sufajínyotrascosaspor el estilo; ninguno de estos objetos despertó mi interés. Mis ojos sedirigierondenuevoal compartimentodearribay, locacomoestaba (nohaymejorpalabraparadescribirmeenesemomento), saquéotravezel retratoysentíunarabiainútilalvolveracontemplarlo.Estavezdescubríalgoquenohabía captado antes. Al dorso de la foto había unas líneas escritas por unamano de mujer. Era una dedicatoria: Para el mayor Fitz-David, con dosjarrones.DesusamigosS.yE.M.

¿Era uno de ellos el que se había roto? ¿Se debía el cambio que habíanotadoenelmayoraalgunaasociaciónconelpasadoque,enciertomodo,meafectaba?Podíaonotratarsedeeso;perolociertoesquenoestabadispuestaacaer en especulaciones sobre este asunto mientras surgieran en mi mentepreguntasmásimportantesreferidasalasinicialesdeldorsodelretrato.

¿«S. yE.M.»?Las dos últimas letras eran seguramente las iniciales delnombre demimarido—su verdadero nombre—, EustaceMacallan. En esecaso,laprimeraletra,«S.»,seríacontodaprobabilidadlainicialdelamujer.¿Quéderechoteníaarelacionarsedeestamaneraconél?Meditéduranteunosmomentos, tratandodehacermemoria.DerepenterecordéqueEustaceteníahermanas.Mehabíahabladodeellasenmásdeunaocasiónantesdecasarnos.¿Habíasidotanlocacomoparatorturarmesintiendocelosdeunahermanademimarido?Podría tratarse de eso perfectamente.La «S» sería la inicial delnombredesuhermana.Meavergoncédemímismacuandocaíen lacuentadelnuevoenfoquedelasunto.¡Quégraninjusticiahabíacometidocontraellosenmipensamiento!Arrepentidaypesarosa,dilavueltaalafotoparaapreciarelretratoconmásobjetividadyamabilidad.

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Naturalmente, ahora buscaba algún parecido familiar en los dos rostros.Pero, con franqueza, no encontré ninguno; al contrario, sus rostros diferíannotablementeenformayenexpresión.¿Eraaquellamujersuhermanadespuésdetodo?Observésusmanos,talcomoseveíanenelretrato.Laderechaestabaentre lasdeEustace.La izquierdadescansabasobreel regazo,yenel tercerdedo, a todas luces visible, lucía una alianza. ¿Estaba casada alguna de lashermanas de mi esposo? Yo misma se lo había preguntado cuando él lasmencionaba, y recuerdo perfectamente que me había dado una respuestanegativa.

¿Era posible que el primer impulso de celos me hubiera llevado a laconclusión correcta? Si así fuera, ¿qué significaba la asociación de las tresletras? ¿Qué significaba la alianza? ¡Santo cielo! ¿Estaba viendo en aquelretratoamirival,aunamujerquegozabadelafectodemimarido?¿Eraesarivalsuesposa?

Tiré la fotografía con un grito de horror, y viví un momento terrible,sintiendo que perdía la razón. No sé qué habría hecho si mi amor haciaEustacenosehubieraimpuestosobrelasemocionescontradictoriasqueenesemomento me torturaban. La certeza de su fidelidad logró tranquilizarme yhacerrevivirmissentimientosmásnobles.¿Eracapazelhombrequellenabatodomicorazóndecometerlafeloníadehabersecasadoconotramujer?¡No!Labajezaeramía,ymíaeralamaldadporhaberpensadotalcosadeél.

Recogí del suelo aquel retrato detestable y volví a guardarlo en el libro.Apresuradaynerviosa,cerrélapuertadelarmario,fuiabuscarlaescaleraylaapoyéenlalibrería.Miúnicaobsesióneraahuyentarlosmalospensamientospormediodelaactividad;pero,apesardelesfuerzo,laodiosasospechaquemedegradabavolvíaunayotravezamicabeza.¡Loslibros!¡Loslibros!Miúnicaesperanzaeraconcentrarme,encuerpoyalma,enloslibros.

Habíasubidounescalóncuandooíabrirselapuertaquecomunicabaconelvestíbulo.Me volví, esperando ver al mayor. Pero no era él, sino la futuraprimadonna,que,apoyadaenelquiciodelapuerta,memirabafijamente.

—Puedoaguantarmucho—empezóadecircontonoinsolente—,peroestonoloaguantomás.

—¿Quéesloquenoaguanta?—pregunté.

—Queustednollevaaquíunosminutos;llevadoshorascompletamenteasolasenelestudiodelmayor.Soymuypropensaaloscelos—prosiguió—.Sí,losoy.Yquierosaberquésignifica«esto»—seaproximó,muyacalorada,yme dedicó una mirada amenazante—. ¿Acaso él también la va a lanzar almundodelaescena?—preguntóbruscamente.

—Claroqueno.

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—Noestaráenamoradodeusted,¿verdad?

En otras circunstancias le habría pedido a aquella intrusa descarada quesaliera inmediatamente de la habitación. En mi crítica situación, la solapresenciadeunacriaturahumanaresultabatodounalivio.Inclusoestajoven,con sus preguntas imprudentes y sus groseros modales, era una compañíabienvenida para mi soledad: gracias a ella podía olvidar los problemas, almenosporunrato.

—Supreguntaesmuyindiscreta—ledije—.Detodosmodos,ladisculpo.Quizásnosepaquesoyunamujercasada.

—¿Yesoquétienequever?—replicó—.Casadaosoltera,almayorledaigual.LacínicaydesvergonzadaquesehacellamarladyClarindaestácasada,yleenvíaramosdeflorestresvecesalasemana.Noesqueesomeimporte,fíjese, ¡elviejo loco!Peroheperdidomiempleoen la estacióny tengoquevelar por mis intereses. Y no sé lo que pasará si dejo que otra mujer seinterponga entre él y yo.Ahí es dondeme duele, ¿no lo ve?; nome quedotranquilaviendoqueladejaaustedaquí,dueñadehacerloqueseleantoje.¡Noseofenda;megustahablarclaro!Quierosaberquéesloqueseproponehacer, sola, en esta habitación. ¿Cómo conoció al mayor? Él nunca me hahabladodeustedhastahoy…

Bajoelegoísmoylagroseríadeaquellaextrañajoven,latíaunafranquezayunalibertadquedecíanmuchoensufavor.Pormiparte,lerespondítambiénconlamayorfranquezaylibertad.

—ElmayorFitz-Davidesunviejoamigodemiesposo—lerepliqué—,yesamableconmigoúnicamenteporlarelaciónqueleuneconmimarido.Mehapermitidorevisarestahabitaciónpara…

Medetuve apensar cómo lepodíadescribirmi actividad, sindecir nadaquelellevaraadesconfiardemí.

—Revisarestahabitación,¿paraqué?—preguntó,dirigiendosumiradaalaescaleradelalibrería,queestabaamilado—.¿Parabuscarunlibro?

—Exacto—respondíaprovechandolaidea—,parabuscarunlibro.

—¿Yaúnnolohaencontrado?

—No.

Me miró fijamente, considerando, sin el menor disimulo, si le estabadiciendolaverdadono.

—Usted parece buena persona—dijo, tras decidir la cuestión—. No espresumida.Laayudarésiquiere;herevueltoestoslibrosmuchasvecesylosconozcomejorqueusted.¿Quélibrobusca?

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Mientrasme formulaba esta incómoda pregunta, divisó el ramo de ladyClarindaenlamesadondelohabíadejadoelmayor.Olvidándosedemíydemilibro,lacuriosachicaseprecipitófuriosasobrelasflores,¡ylaspisoteó!

—¡Estoes!—gritó—.¡SiestuvieraaquíladyClarinda,latrataríaasí!

—¿Quévaadecirelmayor?—pregunté.

—¿Y amí quéme importa? ¡No creerá queme asusta! Precisamente lasemanapasadarompíunodesusfinoscacharrosy¡todoporlaladyClarindaesaysusflores!

Señalóhacia laparte superiorde la librería, hacia el huecopróximoa laventana. Cuando mis ojos siguieron la dirección que su dedo indicaba, elcorazónmediounvuelco.¡Ellahabíarotoeljarrón!¿Semeibaarevelarelcamino hacia el descubrimiento a través de esta joven? Mis labios eranincapacesdearticularniunsonido.Sólolamiraba.

—Sí—dijo—.Élsabelomuchoqueodiolasfloresdeesadescarada,yporesolasponeenalgúnjarrónqueestéfuerademialcance.Enesedeahíestabapintada lacaradeunamujer,yelmayormedijoqueera laviva imagendeladyClarinda.Perolociertoesquenoseparecíamásaellaqueamí.Mepusotanfuriosaquelancéellibroquetenía,enlamanocontraesacarapintada;yeljarrónseestrellóenelsuelo.¡Espereunpoco!Mepreguntosinoseráeseellibroqueestábuscando.¿Esustedcomoyo?¿Legustaleerlibrosdejuicios?

¿Juicios? ¿La había oído bien? Sí, había dicho libros de juicios.Afirmécon un leve movimiento de cabeza. Estaba todavía sin habla. La joven seacercó pausadamente a la chimenea, cogió las tenazas y volvió junto a lalibrería.

—Ahí es donde cayó el libro—dijo—, en el espacio quequeda entre lalibreríaylapared.Voyasacarlo.

Esperésinmoverunsolomúsculoysinarticularpalabra.

La futuradivasemeacercócon las tenazasenunamanoyunvolumen,sencillamenteforrado,enlaotra.

—¿Esésteellibroquebuscaba?—preguntó,entregándomelo—.Ábraloymírelo—cogíellibro—.Esmuyinteresante—continuódiciendo—.Yoloheleídomás de dos veces, y le advierto que… soy de las que creen que él esculpable.

¿Culpabledequé?¿Aquiénserefería?¿Dequéestabahablando?Intentépreguntárselo.Luchéenvanoparasercapazdepreguntarletansóloeso:

—¿Dequéestáustedhablando?

Ellaparecióperderlapacienciaconmigo.Mearrancóellibrodelasmanos

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ylodejóabiertoantemí,sobrelamesaquehabíaanuestrolado.

—¡Es usted tan inútil como un recién nacido! —dijo con severidad—.¡Mírelo!¿Esésteellibro?

Leílasprimeraslíneasdeltítulo:

INFORME COMPLETO DEL JUICIO CONTRA EUSTACEMACALLAN

Me detuve y miré a la joven. Ella retrocedió con un grito de horror.Atónita,volvíamirareltítuloyleílaslíneassiguientes:

PORELPRESUNTOASESINATODESUESPOSA

Enese instante,Diosseapiadódemí.Enese instante,mesumergíenelnegroabismodeundesmayo.

CAPÍTULOXI

Elregresoalavida

Tras recobrar el conocimiento,mi primera percepción fue una oleada desufrimiento,deagonía;mesentíacomosimehubieranretorcidoyarrancadocadanerviodelcuerpo.Todomisertemblabayseagitabaporlaluchamudayterrible quemanteníami naturaleza contra los esfuerzos que hacían quienesmerodeabanparatraermedenuevoalavida.Habríadadocualquiercosaporpodergritarysuplicarlesquemedevolvieranalamuerte.Nosécuántoduróesaagoníasinhabla,ysólodespuésdeuntiemposentíunciertoalivio.Meoíarespirar trabajosamente,ymismanos semovíande formadébilymecánica,como las de un niño. Me sentía como si hubiera muerto y me hubieradespertadoenunmundonuevo,connuevassensaciones.Logréalfinabrirlosojosymiraramialrededor.

Laprimerapersonaquevijuntoamíeraunhombre,undesconocidoquese alejó de mi vista en silencio, haciéndole señas a alguien mientrasdesaparecía.

Ese«alguien»,lentoyreacio,seacercóalsofáenelqueestabatumbada.Al reconocerle seme escapó un débil grito de gozo y traté de tenderle lasmanos: ¡eramimarido! Lemiré llena de ansiedad; pero nome devolvió lamirada. Con los ojos fijos en el suelo, con la confusión y la inquietuddibujados en el rostro, también él se alejó demí.Elmismodesconocido deantesleacompañófueradelahabitación.

Le llamécasi sin fuerzas:«¡Eustace!».Perono respondiónivolvióami

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lado.Haciendo un gran esfuerzo, giré la cabeza paramirar al otro lado delsofá. Entonces, como en un sueño, apareció ante mí otro rostro familiar.Sentado ami lado y observándome con lágrimas en los ojos, allí estabamibuen Benjamin. Se levantó y me cogió la mano en silencio, a su manerasencillaycariñosa.

—¿DóndeestáEustace?—lepregunté,angustiada—.¿Porquésehaidoymehadejado?¡Llévameasulado!

Todavíameencontrabamuydébil,ymisojosrecorrieronmecánicamentetoda la habitación mientras hacía esta pregunta. Allí estaba el mayor Fitz-David, junto a la mesa donde la joven cantante había abierto el libro paraenseñármelo. Vi también a la muchacha, sentada sola en un rincón yenjugandosullantoconunpañuelo.Deformamisteriosa,recobréentonceslamemoria,yelrecuerdodeltítulofataldellibroregresóamimenteconhorror.Mi único deseo era volver a ver a Eustace, para arrojarme a sus brazos ydecirlequecreíafirmementeensuinocenciayqueleamabacontodamialma.RocéaBenjaminconmanostemblorosasydébiles.

—¡Tráelejuntoamí!—lesupliquécontodasmisfuerzas—.¿Dóndeestá?Ayúdamealevantarme.

Unavozdesconocidacontestó,amableperofirme:

—Tranquilícese, señora. El señor Woodville espera en la habitacióncontiguaaqueustedserecupere.

Lemiréy reconocí al extrañoquehabía seguidoamimaridomomentosantes.¿Porquéhabíavueltosolo?¿PorquéEustacenoestabaconmigocomotodoslosdemás?Intentéincorporarmeyponermedepie;pero,consuavidad,eldesconocidomeobligóareclinardenuevolacabezaenlaalmohada.Quiseresistirme;perofueinútil,claro.Sumanofirmememantuvoenelsofá.

—Ahora tiene usted que descansar —dijo—. Beba un poco de vino ytúmbese.Sihaceelmásmínimoesfuerzosevolveráadesmayar.

El viejo Benjamin se inclinó hacia mí y me susurró unas palabras deexplicación.

—Eselmédico,querida.Debeshacerloqueteordena.

¿El médico? ¡Habían llamado al médico! Empecé a entender que midesmayo debía de haber presentado síntomas más serios que los desmayosfemeninosengeneral.Contonoindefensoyquejumbroso,leroguéaldoctorquemedierarazóndelainexplicableausenciademiesposo.

—¿Por qué le ha dejado salir de la habitación?—pregunté—. Si yo nopuedoir,¿porquénoletraeaquíconmigo?

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Elmédicoparecíanosaberquécontestar.Trasalgún titubeo,sedirigióaBenjamin:

—¿QuiereustedhablarconlaseñoraWoodville?

Benjamin,asuvez,miróalmayorFitz-Davidylepreguntó:

—¿Seríatanamabledehacerlousted?

Elmayorlesindicóquesalieran,ylosdossedirigieronalsalóncontiguo,cerrando lapuertadecorredera trasellos.Cuandoyasehabían ido, la jovenquemehabíareveladoelsecretodemimaridodeunmodotanextraño,dejósurincónyseacercóalsofá.

—Supongoqueyotambiéndeboirme—ledijoalmayor.

—Porfavor—contestóél,conmuchafrialdadsegúnmepareció.

Ellamovióbruscamentelacabezaylediolaespaldacongranindignación.

—¡Tengoquedeciralgoenmifavor!—gritóaquellaextrañacriaturaenunhistérico rapto de energía—. ¡Tengo que decirlo o estallaré! —tras eseextraordinario preámbulo, se volvió súbitamente hacia mí y un torrente depalabrasbrotóa raudalesdesuboca—.¿Haoídocómomehacontestadoelmayor?—empezó a decir—.Me culpa, ¡pobre demí!, de todo lo sucedido.Perosoytaninocentecomounniño,porquelohiceconlamejorintención.Yocreíaqueustedquería ese libro; y aúnno sépor qué sedesmayó casi hastamorircuandoloabrí.¡Yelmayormeacusa!¡Comosiyotuvieralaculpa!

Yonosoydelasquesedesmayan.Perolepuedodecirquelosiento.¡Sí!,lo siento aunque nome desvanezca.Me llamoHoighty, señoritaHoighty, yvengodeunafamiliarespetable,seloaseguro.Soytanrespetablecomousted,sihemosdellegarhastaahí.Mispadressededicanalcomercio,ymimadrehavisto mejores días, en los que frecuentaba las más selectas compañías. Yotambiéntengomiamorpropio,yahoraestáheridoporquemeveoacusadasinmerecerlo.Si alguien se lomerece esusted, señora. ¿Acasonomedijoqueestababuscandounlibro?¿Noseloofrecíyoconlamejordelasintenciones?Creoquedeberíausteddecirlo,ahoraqueelmédicolahareanimado.Creoquedeberíahablarclaroenfavordeestapobrechicaquetrabajahastamorirporelcantoylosidiomas;unapobrechicaquenotieneanadiequehableporella.

LaseñoritaHoightyacercóelpañuelohaciasucaraconmodestiayrompióallorar.

Ciertamenteera injustohacerla responsablede loocurrido.Respondícontantaamabilidadcomopude,ytratédehablarensudefensaconelmayorFitz-David.Peroél,conscientedelaansiedadquemeoprimíaenaquelmomento,senegódeformaeducadaaoírunapalabramás,yasumiólalabordeconsolarasujovenprimadonna.Loqueledijonilooínimeimportaba.Sóloséquele

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hablóenunsusurrohastaquesellólapazconellabesándolelamano.Despuésla acompañó —como si de una gran duquesa se tratara— fuera de lahabitación.

—Espero que esa alocada joven no le haya molestado en un momentocomoéste—dijo inquieto, al regresar junto amí—.Nopuedoexpresarle lomucho que lamento lo sucedido. Se lo advertí seriamente, ¿lo recuerda?Detodosmodos,siyohubierapodidoprever…

No le dejé seguir. Lo ocurrido era imprevisible. Además, por espantosoque fuera el descubrimiento, prefería sufrir por su causa que permanecer aoscuras,ignorante.Asíseloindiquéalmayor;yluegovolvíaltemaquemásmeinteresaba:midesgraciadomarido.

—¿Quiénlehatraídoaquí?—pregunté.

—LlegóconBenjamin,pocodespuésdequeyoregresara—respondióelmayor.

—¿Muchodespuésdequeyomedesmayara?

—No.Acababayodeavisaralmédico,sintiéndomeseriamentealarmadoporusted,cuandoEustacesepresentó.

—¿Meechóenfaltaalvolveralhotel?

—Sí.Porlovisto,regresóantesdeloesperadoyleextrañónoverlaallí.

—¿SospechabaEustacequeyoestabaaquí?¿Vinodirectamentedesdeelhotel?

—No;sedirigióprimeroacasadeBenjamin. Ignoro loqueBenjamin ledijoasuesposo,perolociertoesquellegaronjuntos.

Laexplicaciónerabreveperosuficienteparamí.Comprendíloquehabíaocurrido.EustacehabríaasustadoconfacilidadalpobreBenjaminhablándoledemiausenciadelhotel;yunavezalarmado,BenjaminlehabríarepetidolaspalabrasquehabíamosintercambiadosobreelmayorFitz-David.Lapresenciademimaridoenlacasadelmayorestaba,pues,plenamentejustificada;perosu conducta me resultaba incomprensible. El mayor Fitz-David se mostróconfusoyazoradocuandolepedíunaaclaración.

—Apenassécómoexplicárselo—dijo—.Eustacemehasorprendidoymehadecepcionado,seloaseguro.

Habló con un tonomuy apagado, y su mirada no me dijo más que suspalabras.Mealarmé.

—¿Nosehabráenfadadomiesposoconusted?—lepregunté.

—¡Oh,no!

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—¿Élsabequeustedhamantenidosupromesa?

—Sí.Mijovensoprano,laseñoritaHoightyledijoalmédicoexactamenteloquehabíaocurrido,yelmédico,ensupresencia,selorepitióaEustace.

—¿Llegóelmédicoaverellibro?

—NielmédiconielseñorBenjaminhanvistoellibrosobreeljuicio.Loheguardadobajollave,ymantengoelsecretodesurelaciónconelacusado.Benjamintienesussospechas;peronielmédiconilaseñoritaHoightytienenlamenor idea de la causa de su desmayo. Los dos la creen víctima de unadepresión nerviosa, y ambos piensan que el apellido de su marido esWoodville.

Mi estimada amiga, todo lo que elmás sincero amigo podría hacer paraahorrarlesufrimientosaEustace,yolohehecho.Peronoobstante—sequejóelmayor—,élinsisteenculparmeporhaberladejadoentrarenmicasa.Yloque es peor, mucho peor, insiste en declarar que el suceso de hoy le hadistanciadofatalmentedeusted.«AhoraqueellaestáenteradadequeyosoyelhombrejuzgadoenEdimburgoporelenvenenamientodesuesposa,mehadicho,eselfindenuestromatrimonio».

Meincorporéenelsofá,atónita.

—¡Dios mío! —exclamé—. ¿Es que Eustace cree que dudo de suinocencia?

—Élestáconvencidodequenadiepuedacreerensuinocencia—replicóelmayor.

—¡Ayúdemeairhastalapuerta!—grité—.¿DóndeestáEustace?¡Tengoqueverle!

Caíexhaustaenelsofámientraspronunciabaestaspalabras.

Elmayor Fitz-Davidme sirvió un vaso de vino de la botella que estabasobrelamesaeinsistióenquelobebieramientrasmedecía:

—Yaleverámástarde;seloprometo.Elmédicolehaprohibidosalirdeestacasahastaqueustedlehayavisto.¡Perodebeesperarunpoco,miqueridaseñora!; sólo serán unosminutos, hasta que usted se reponga y recobre lasfuerzas.

No tenía más elección que obedecerle. ¡Oh, esos minutos inútiles en elsofá!Nopuedoescribirsobreellossintemblaralrecordarlo,inclusoahoraquehapasadotantotiempo.

—¡Tráigaleaquí!—insistí—.¡Seloruego,porfavor!¡Tráigale!

—¿Quién puede convencerle de que venga? —preguntó el mayor con

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tristeza—. ¿Cómo puedo yo…, cómo se puede persuadir a un hombre, casidiríaaunloco,quedejaasuesposajustoenelmomentoenqueellaabresusojos?HehabladoasolasconEustaceenlahabitacióndeallado,mientraselmédico la atendía; he tratado de hacerle razonar; he intentado vencer suobstinadadesconfianzahacia ustedyhaciamí—que le creemos inocente—con lasmejores razonesqueunamigopuedaencontrar.Hehechocuantohepodido;peroélsehalimitadoadarunasolarespuesta.Insisteenreferirsealveredictoescocés.

—¿Elveredictoescocés?—repetí,sorprendida—.¿Quéeseso?

Elmayorseasombrómuchoantemipregunta.

—¿Nuncahaoídohablardeljuicio?

—Nunca,mayor.

—Yamepareciómuyraro—continuó—quecuandoustedmeconfióquehabía averiguado el verdadero nombre de su marido, no se le ocurrieraasociarlo con aquellos hechos dolorosos. No hace más de tres años, todaInglaterrahablabadesumarido,señoraWoodville.¡Esfácilentenderporquéseescondióbajounnombrefalso!¿Dóndeestabaustedenesaépoca?

—¿Hadichoquefuehacetresaños?—pregunté.

—Sí.

Entendí entonces por qué yo ignoraba lo que todo elmundo sabía. Tresaños antes,mipadre aúnnohabía fallecido, y ambosvivíamos en Italia, enuna casita de campo en plena montaña, cerca de Siena. Nunca vimos unperiódico inglés ni coincidimos con ningún compatriota viajero; así durantesemanasysemanas.TalvezhuboalgunaalusiónaljuicioescocésenlascartasquerecibíamipadredeInglaterra;perosiasífue,élnuncamecomentónada.Ysilohizo,yolohabíaolvidadoconelpasodeltiempo.

—Perodígame—lepreguntéalmayor—,¿quétienequeverelveredictoconelhechodequemimaridodudedenosotros?Eustaceesunhombrelibre,puestoqueelveredictofue«Inocente»,¿no?

Elmayor,pesaroso,negóconlacabeza.

—No exactamente —dijo—. Eustace fue juzgado en Escocia, y la leyescocesapermiteunveredictoque,porloquetengoentendido,noreconocenlasleyesdeningúnotropaíscivilizadoenelmundoentero.CuandoeljuradodudaentrecondenaroabsolveralacusadoquehasidollevadoantelaCorte,en Escocia esa duda puede expresarse con una fórmula específica. Si no sedisponedepruebas suficientespara culpar al acusado,peronohay tampocoevidencias claras para probar su inocencia, el jurado puede recurrir alveredicto«Sinpruebas».

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—¿Fue ése el veredicto pronunciado en el juicio contra Eustace? —pregunté.

—Asíes.

—El jurado no estaba plenamente convencido de la culpabilidad de miesposo ni plenamente seguro de su inocencia. ¿Es esto lo que significa elveredictoescocés?

—Exacto.Desdehacetresaños,ladudadeljuradolepersigue.

¡Pobre amormío! ¡Mimártir inocente! Al fin yo lo había comprendidotodo:elapellidofalsobajoelquenoscasamos,lassuplicantesyatormentadaspalabrascon lasquemerogóparaque respetarasusecreto, ladudahorriblequeyoleinspirabaenesemomento,todoeralógico.Ahoratodoestabaclaroparamí.

Me levanté del sofá, espoleada por las renovadas fuerzas que me habíainfundido el veredicto escocés; decidida a actuar. Había tomado unaresolución;peroerademasiadosagradaydesesperadacomoparaconfiárselaaotrohombrequenofueramimarido.

—LlévemejuntoaEustace,mayor—dije—.Mesientolobastantefuerteparasoportarlotodo.

Despuésdemirarmeconincredulidad,elmayormeofrecióensilenciosubrazoysalimosjuntosdelahabitación.

CAPÍTULOXII

Elveredictoescocés

Trascruzarelvestíbulo,elmayorFitz-Davidabriólapuertadelasaladefumar,unahabitaciónlargayestrechasituadaenlaparteposteriordelacasayqueseextendíaalolargodelpatiohastaelmurodelestablo.

Mimaridosehallabasoloenaquellaestancia,sentadoalfondo,juntoalachimenea.Cuandomevioentrar,sepusodepieymemiróensilencio.Conlamayordiscreción,elmayor se retirócerrandosuavemente lapuerta.Eustacenovinoamiencuentro,talcomoyoesperaba;yocorríhaciaél,leabracéylebesé.Nomedevolvióelabrazo.Nomedevolvióelbeso.Losrecibiópasivo;nadamás.

—¡Eustace —exclamé—, nunca te he amado como ahora! ¡Nunca hesentidoportiloqueahorasiento!

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—Gracias, Valeria —contestó, con un tono calculadamente frío—. Nopodíasdecirnimásnimenosdespuésdeloquehaocurrido.

Se liberó de mis brazos, y me indicó, con la cortesía mecánica de undesconocido,quemesentara.Luegoseapartóy,conlamiradabaja,empezóacaminardespacioconlaclaraintencióndesalirdeallí.Leseguí,meadelantéymecoloquéentrelapuertayél.

—¿Porquémedejas?—ledije—.¿Porquémehablasconesacrueldad?¿Estásenfadado,amormío?Eustace,sienalgoteheofendido, teruegoquemeperdones.

—Soy yo quien debe pedirte perdón —replicó—. Te suplico que meperdones,Valeria,porhabertehechomiesposa.

Pronunció estas palabras con una humildad desesperada, conmovedora,espantosadecontemplar.Puseunamanoensupechoylegrité:

—¡Eustace,mírame!

Lentamentealzó losojoshaciami rostro,ojos fríos,claros, sin lágrimas,quememirabanconunaserenaresignación,condesesperacióninconmovible.En la tensión de aquel momento, yo empezaba a reaccionar de forma tanestoicacomomimarido.Mehabíacontagiadosufrialdad,suhielo.

—¿Es posible—le dije—que nome creas convencida de tu inocencia?¿Cómopuedesdudardequeconfíoenti?

Dejó la pregunta sin respuesta. Suspiró con amargura y, como si secompadecieradeunadesconocida,selimitóamusitar:

—¡PobreValeria!¡Pobrecilla!

El corazónme creció como si me fuera a estallar. Quité la mano de supechoylaposéensuhombroconlaesperanzadehacerlerecapacitar.

—Notepidoquemecompadezcas,Eustace;tepidoquemehagasjusticia.Ynoestás siendo justoconmigo.Simehubieras confiado laverdadcuandosupimosquenosamábamos,simelohubierascontadotodo,todoloqueahorasé, ¡pongoaDiospor testigodeque, inclusoasí,mehabríacasadocontigo!¿Todavíadudasdequeyotecreaunhombreinocente?

—Nolodudo—dijo—.Tehascomportadocongrangenerosidad,ytantotus sentimientoscomo tuspalabrasmeparecensinceros.Peronomeculpes,mipobreniña,siveomásalláquetú,sivislumbroloquenosespera,casicontotalseguridad,enelcruelfuturo.

—¡Elcruelfuturo!—repetí—.¿Quéquieresdecir?

—Afirmasquecreesenmiinocencia,Valeria.Peroeljuradodudódeellay

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de esa duda ha quedado constancia en los documentos. ¿Qué razones tienesparadiscrepardelveredicto?

—¡Nonecesito razones!Creoen ti,Eustace, apesardelveredicto,yesomebasta.

—¿Ytusamigos,ytufamilia?¿Opinaráncomotú?Cuandotustíossepanlo ocurrido —y tarde o temprano lo sabrán—, ¿qué van a decir? Dirán:«Empezómal.Ocultóanuestrasobrinaquehabíasidojuzgado,ysecasóconellabajounnombrefalso.Élpuedeproclamarsuinocencia,peronosotrossólotenemossupalabra.Aunqueelveredictofue“Sinpruebas”,esononosbasta.Sieltribunalhasidoinjustoconél,siesinocente,quelodemuestre».Estoesloquetodoelmundopiensaydicedemí.Yllegaráundía,Valeria,enquetú,inclusotú,pensarásqueestabasequivocadayquelosdemástienenrazón.

—¡Esedíanunca llegará!—contesté convehemencia—. ¡Meconfundes,meinsultasalcreerqueesoesposible!

Apartómimanoyretrocedióunpaso,conunasonrisaamarga.

—Sólohemosestadocasadosunosdías,Valeria.Ahoratuamoresnuevo,joveneintenso.Peroeltiempo,quetodoloconsume,tambiénacabaráconelfervordetussentimientos.

—¡Nunca,Eustace!¡Eso,jamás!

Retrocedióunpocomás.

—Miraa tualrededor,amormío—dijo—.Hasta losmásfelicesesposostienensusmalentendidosysusdesacuerdos.Lavidamatrimonialmásbrillantepresentasusnubespasajeras.Ycuandoesosdíasnoslleguen,lasdudasylostemoresqueahoratodavíanoteasaltan,surgirán.

Cuando se nuble nuestra vida matrimonial, cuando tengamos nuestraprimeradiscusión,cuandoyodigamiprimerapalabraduraytúmerespondasdeformaalterada,entonces,en lasoledadde tuhabitación,enelsilenciodeunanocheenvela,pensarásen lamiserablemuertedemiprimeraesposa,yrecordarás que me hicieron responsable de ella y que nunca se probó miinocencia. Entonces te preguntarás: «¿Empezaría todo con una palabraviolenta de él y una respuesta alterada de ella? ¿Acabará Eustace conmigocomoeltribunalsospechóqueacabóconella?».

¡Terribles preguntas para una esposa! Las sofocarás; como buenamujer,retrocederásanteellasconhorror.Sinembargo,cuandoalamañanasiguientenosencontremos,estarásenguardia;yyosabré,enelfondodemicorazón,loque eso significa. Y cuanto más amargado me sienta al percibir tu actitudtemerosaydesconfiada,másduraspuedensermispalabras.Ytúterecordarásmás vívida e imprudentemente, que tu marido fue una vez juzgado por

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envenenadoryquelamuertedesuesposanuncafueaclarada.¿Vescómoseiráconstruyendonuestroinfiernodoméstico?¿Creesahoraquefueexageradoygratuitorogartequeabandonaraslabúsquedadelaverdad?

Apartirdeahora,¿podrévelaralacabeceradetucama?,¿podrécuidartecuandoestés enferma, sin recordarte conmis accionesmás inocentes loqueocurrió en otro lecho cuando estuve casado con otra mujer? Si te doy unmedicamento,cometeréunactosospechoso;dijeronquelahabíaenvenenadoañadiendoelarsénicoasumedicina.Siteofrezcounatazadeté,tellevarélasombra de la duda, porque dijeron que vertí el veneno en su té. Si te besocuandosalgade lahabitación, te recordaréquemeacusarondebesarlaparaguardar las apariencias y causar una buena impresión a la enfermera.¿Podremosvivir juntosenestascondiciones?Ningunacriaturamortalpodríasoportarlo, Valeria. Hoy mismo te he dicho: «Si das un paso más en esteasunto,pondráselpuntofinalatufelicidad».Yahasdadoesepaso,yésteesel fin de tu felicidad y de la mía. ¡La duda ha matado nuestro amor y haarruinadoelrestodenuestrasvidas!

Hasta ahí me había esforzado en escucharle; pero con estas últimaspalabrasestabatrazandoelnegrocuadrodeunfuturoinsoportable.Meneguéaoírmás.

—Estás dibujando un futuro de horrores —dije—. ¿Crees acaso que anuestra edadpodemos renunciar al amory a la esperanza? ¡Loquedices esunablasfemiacontraelamorycontralaesperanza!

—Espera hasta haber leído el juicio—contestó—. Porque supongo quetendráslaintencióndeleerlo.

—Deprincipioafin;ysóloporunarazón,Eustace,queaúnnoconoces.

—Ninguna de tus razones, Valeria, ni tu amor ni tu esperanza podránalterar los hechos inexorables. Mi primera esposa murió envenenada, y elveredicto del tribunal no me ha absuelto totalmente de la acusación de suasesinato.Mientrashubierasignoradoelasunto,lasposibilidadesdeserfelicesestaban a nuestro alcance. Ahora que lo conoces, te lo repito: nuestromatrimoniohaterminado.

—No, muy al contrario—dije—. Ahora sé que nuestra vida en comúntienefuturo;quenuestroamortieneunanuevarazóndeser.

—¿Quéquieresdecir?

Meacerquéaélylecogíunamano.

—¿Qué es lo que el mundo, según me has dicho, opina del caso? —pregunté—. ¿Qué es lo que, según tú, comentarán mis amigos de ti?: «Elveredictofue“Sinpruebas”.Peroesononosbasta.Sieljuradohasidoinjusto

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conél,siEustaceesinocente,quelodemuestre».Estashansidolaspalabrasque has puesto en boca de mis allegados. ¡Pues bien, yo también las hagomías!Digoqueelveredicto«Sinpruebas»nomebasta.Demuestraquetienesderecho,Eustace,alveredicto«Inocente».¿Porquéhasdejadopasartresañossinhacernada?¿Loadivino?;hasqueridoesperaraque tuesposa teayude.Puesbien,aquíestáella,querido,dispuestaencuerpoyalmaademostraraltribunalescocésquesumaridoesunhombreinocente.

Conforme hablaba sentí que me había ido exaltando; mi pulso se habíaaceleradoymivozretumbabaenlahabitación.¿Habíalogradoanimarleaél?Aguardéexpectantesurespuesta.

—Leeeljuicio—esafuesurespuesta.

Espoleadaporladesesperaciónylaindignación,lecogídelbrazoyselosacudí con todami fuerza. ¡Que Diosme perdone!, le habría golpeado allímismoporeltonoenquehablóyelmodoenquememiró.

—Yatehedichoquetengolaintencióndeleerlo—repliqué—.Yloharécontigo, línea a línea. Cometieron algún error imperdonable, algo se lesescapó, lo sé. No hallaron una prueba decisiva a tu favor. No investigarontodas las acciones sospechosas. No interrogaron lo suficiente a otrosimplicados. ¡Eustace,cariño,estoyconvencidadequepasaronalgoporalto!Corregireseveredictovilfueloprimeroquemepropusecuandooíhablardeélporprimeravezenlahabitacióndeallado.¡Locorregiremos!Loharemosporti,pormíypornuestroshijos,siDiosnosbendiceconellos.¡Amormío,nomemiresconfrialdad!¡Nomecontestescondureza!¡Nometratescomoaunalocaounaignorante,comosiloquetepropongofueraimposible!

A pesar de mi apasionada arenga, no conseguí alentarle. Pronunció lassiguientespalabrasconmáscompasiónquefrialdad:

—Midefensaestabaenmanosdelosmejoresabogadosdelpaís—dijo—.Despuésdequeesoshombreshicierancuantoestabaensusmanosyfallaran,mipobreValeria,¿quépuedeshacertú?¿Quépuedohaceryo?Sólonosquedaresignarnos.

—¡Nunca! —grité—. Incluso los mejores abogados son humanos ycometenerrores;esonopuedesnegarlo.

—Leeeljuicio.

Porterceravez,esascruelespalabras.Nadamás.

Desesperada al verme incapaz de conmoverle, sintiendo amargamente(debo confesarlo) su despiadada superioridad sobre todo lo que yo le habíadichocon tantoamor,penséqueelmayorFitz-Davideramiúltimorecurso.Confusacomoestaba,enesemomentonosemeocurriópensarqueelmayor

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yahabíaintentadorazonarconélyquedenadahabíaservido.Alavistadeloshechos, tenía fe ciega en la influencia que pudiera ejercer su viejo amigo,siempreycuandoestuvierademiparte.

—¿Nohaymododeconvencerte?—dije.Eustacemiróhaciaotrolado,sincontestar—. Espera al menos un momento. Quiero que oigas otra opiniónapartedelamía.

Salíyregreséalestudio,peroelmayorFitz-Davidyanoestabaallí.Llaméalapuertaquecomunicabaconelsalón,yelpropiomayoracudióaabrirla.Elmédicosehabíaido,peroBenjaminseguíaaúnallí.

—¿PuedevenirahablarconEustace?—empecéadecir—.Siustedledicesóloloqueyoquieroquediga…

Antesdepoderañadirunapalabramás,escuchéabrirseycerrarselapuertade la casa. El mayor Fitz-David y Benjamin también lo habían oído. Semiraronensilencio.

CorríhacialahabitaciónenlaquehabíadejadoaEustaceantesdequeelmayorpudieradetenerme.Estabavacía.Mimaridohabíaabandonadolacasa.

CAPÍTULOXIII

Ladecisióndelhombre

MiprimerimpulsofuecometerlaimprudenciadecorrertrasEustaceporlacalle, abiertamente;peroelmayoryBenjaminme lo impidieron.Primeroapelaron a mi propia dignidad, sin éxito por lo que recuerdo. Pero luegoacertaronalsugerirmequetuvierapacienciaconmimarido,ymerogaronque,porconsideraciónhaciaél, leconcedieramediahora.Sinoregresabaenesetiempo,ellosmismosmeacompañaríanabuscarlealhotel.

ConsentíenesperarsóloporEustace.Masnohaypalabrasqueexpresenloquesufríante lanecesidadforzosadepermanecerpasivaenesacrisisdemivida.Lomejorseráquecontinúelanarración.

Benjamin fue el primero en preguntarme lo que había ocurrido entremiesposoyyo.

—Puedeshablarconlibertad,querida—dijo—.SéloquehapasadodesdequellegastealacasadelmayorFitz-David.Yqueconstequenadiemelohadicho;loheaveriguadopormímismo.Sirecuerdas,mesorprendiómuchoelapellido «Macallan» la primera vez que lomencionaste enmi casa. En esemomentonolograbasaberporqué.Ahorayalosé.

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Después de escucharle, les conté sin reservas lo que le había dicho aEustaceyelmodoenqueélhabíareaccionado.Paramidecepción,ambossepusierondelladodemimaridoycoincidieronencalificarloqueyopretendíacomo un sueño. Dijeron exactamente lo mismo que él: «No has leído eljuicio».

Sentíverdaderarabia.

—Loshechosnomebastan—dije—.SabemosqueEustacenoesculpable,pero¿porquénosehaprobadosuinocencia?¡Tenemosquedemostrarloyloharemos!Siel juiciomedicequees imposible,meniegoacreerlo.¿Dóndeestá el libro,mayor?Déjenmecomprobarpormímisma si sus abogadosnohandejadoalgúncabosueltoparaqueloatesuesposa.¿Lequeríancomoyolequiero?¡Entréguemeellibro,mayor!

ElmayorFitz-DavidmiróaBenjamin.

—Siselodoy,sóloconseguirépreocuparlamás—dijo—.¿Noopinaustedlomismo,Benjamin?

IntervinedenuevoantesdequeBenjaminpudieracontestar.

—Siustednome loda,mayor,meobligaa ir a la tiendamáscercanaacomprarlo.Estoydecididaaleerlo.

EstavezBenjaminsepusodemiparte.

—Nadapodráempeorarmás lascosas,señor—dijo—.Simepermiteunconsejo,dejequeestavezsesalgaconlasuya.

Elmayorse levantóysacóel librodelbargueñoitaliano,donde lohabíaguardadoparamantenerloasalvo.

—Mijovensopranomehacontadoquelainformóausteddellamentableataquedenerviosquetuvohacealgunosdías—medijoelmayor,mientrasmetendíaelvolumen—.Yonosupequélibroteníaensupodercuandoperdióelcontrol y rompió el jarrón.Hoy, cuando la he dejado a usted en el estudio,creíaqueelinformedeljuicioestabaensulugaracostumbrado,esdecir,enelestante superior de la librería, y confieso que sentí curiosidad por saber siusted ibaaexaminareseestante.El jarrón roto, resulta inútilocultárseloya,es, juntoconelotrodelapareja,unregaloqueEustaceysuprimeraesposamehicieronjustounasemanaantesdequeellamurieradetanhorribleforma.Presentí que estaba usted al borde del descubrimiento cuando la encontrémirandolostrozos.Creoquelainquietudmetraicionó,ymeparecequeustedsediocuenta.

—Lopercibí,mayor;y también tuve lavaga ideadequeyoestabaenelbuencamino.¿Seríatanamabledemirarsurelojydecirmesiyahapasadolamediahora?

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Mi impaciencia era cada vezmayor.Aún no había transcurrido el plazoacordado.

Pocoapoco,lentamente,transcurríanlosminutos,ymimaridoseguíasinvolver.Tratamosdecontinuarlaconversación,peronoloconseguimos.Noseoíanada;sóloelruidoquellegabadelacallerompíaelsilenciomortal.Enmimente iba tomandocuerpounaamarga idea:meestremecía laposibilidaddequenuestravidadecasados terminaradeesemodo.¿YsiEustacemehabíaabandonadodeverdad?

ElmayorintuyóloquelapercepciónmáslentadeBenjaminaúnnohabíadescubierto: que mi fortaleza empezaba a tambalearse bajo el peso de laintrigaydeaquellaespera.

—¡Vamos!—dijo—.¡Vayamosalhotel!

Quedabancincominutosparalamediahora,peroelmayorhabíadecididoahorrármelos.Lemiréagradecida,puesenesosmomentosmesentíaincapazdehablarniconélniconBenjamin.Ensilencio,subimoslostresalcocheynosdirigimosalhotel.

Ladueñanosrecibióenlapuerta,ynosdijoquenosabíanadadeEustace,peroquearriba,sobrelamesadelasaladeestar,meesperabaunacarta.Unmensajerolahabíadejadoenelhotelhacíasólounosinstantes.

Temblorosay sin respiración, subícorriendo laescalera.Misdosamigosmesiguieron.Nohabíaduda:laletradelsobreerademimarido;elcorazónmediounvuelcoalreconocerla.Sólounarazónjustificabaquemeescribiera:aquelsobreencerrabasuspalabrasdedespedida.Mesentéconlacartaenelregazo,angustiada,paralizada,incapazdeabrirla.

El amable Benjamin intentó reconfortarme. Pero el mayor, más expertoconocedordelossentimientosfemeninos,lerogóqueguardarasilencio.

—¡Espere!—oí que le decía en voz baja—. Hablarle ahora no le haráningúnbien.Deletiempo.

Enun impulso repentino le tendí la carta almayor.SiEustacemehabíaabandonado, cadamomento era de una importancia vital, y esperar era unaformadeperderle,eraperderlaoportunidadderecuperarle.

—Ustedes suamigo,mayor—dije—.Abra lacarta, se lo ruego,y léalapormí.

ElmayorFitz-Davidsacólacartaylaleyóparasí.Alterminar,laarrojóalamesaconungestocasidedesprecio.

—Sólounacosaleexcusa—murmuró,conenojo—.Sehavueltoloco.

Estas palabras me lo dijeron todo. Ahora ya sabía lo peor y estaba

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preparadaparaleerla.Aquellacartadecíalosiguiente:

MiqueridaValeria:

Estaslíneascontienenmidespedida.Vuelvoamisoledad,alavidaamargaycarentedeamigosquellevabaantesdeconocerte.

Queridamía,quécrueldestinoeltuyo.Tehasvistoatrapadaalcasarteconunhombreacusadopúblicamentedehaberenvenenadoasuprimeraesposayquenosehavistolibredeloscargosdeformahonorable.¡Ylosabes!

¿Podríasvivirconmigo,amarmeyconfiarenmísabiendoquesemeacusade ese crimenyquevivo junta a ti en esa situación?Habríamospodido serfelices si hubieras ignorado la verdad. Ahora que lo sabes todo, ya no esposible.

Séquesólodejándotepuedoexpiarmiculpa;yquetuúnicaoportunidadpara ser feliz es romper, de una vez por todas, con todo aquello que terelacioneconmideshonra.Teamo,Valeria,consinceridad,condevoción,conpasión. Pero el espectro de lamujer envenenada se alza entre nosotros.Noimporta que yo sea inocente incluso de pensamiento; mi inocencia no fueprobada, y en estemundo nunca podrá demostrarse. Eres joven y cariñosa,generosa y optimista. Bendice a otro, Valeria, con tus deliciosos dones yatractivos, porque a mí de nada me sirven ya. La mujer envenenada seinterponeynossepara.Sivivesconmigo,laverástalcomoyolaveo.Perono,esonovaaocurrir;novoyasometerteasemejantetortura.Teamo.Yporesotedejo.

¿Creesquesoyduroycruel?Esperaaqueel tiempocambie tumododepensar. Conforme pasen los años, te dirás: «Me engañó vilmente, pero fuegeneroso,ylobastantehombrecomoparaliberarmedellazoquenosunía».

Sí,Valeria.Yo, plena y libremente, te libero de todo compromiso. Si esposible anular nuestro matrimonio, haz que así sea. Recupera tu libertad atravésde losmediosque teaconsejen;puedesestar segura,deantemano,demi entera e implícita aceptación. He dejado las disposiciones necesarias enmanosdemisabogados;bastaconquetutíosepongaencontactoconellos.Creoquequedarásatisfechodemidecisióndehacerte justicia,porqueahoranotengomásobjetivoenlavidaquetubienestarytufelicidad,quenohabríashalladojuntoamí.

Nopuedoescribirmás.Estacartateesperaráenelhotel.Peroporfavor,notrates de encontrarme, porque conozcomi debilidad, Valeria;mi corazón tepertenece,yséquepodríacedersiteveodenuevo.

Muéstrale estas líneas a tu tíoy a cualquier amigocuyaopiniónvalores.Sólo tengo que firmar conmi nombre deshonrado y todos comprenderán y

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alabarán los motivos por los que te escribo en estos términos. Mi nombrejustificaestacarta.Perdónameyolvídame.¡Adiós!

EustaceMacallan

Con estas palabras semarchó demi lado.Habíamos estado casados seisdías.

CAPÍTULOXIV

Larespuestadelamujer

Hasta ahora he escrito sobre mí con toda franqueza y, creo que puedoañadir,sinperderelánimo.Perolafranquezaylosánimosmeabandonancadavezquerecuerdolacartadedespedidademimaridoylatormentadepasionesen conflicto que desató en mi alma. ¡No! No soy capaz de describir mireacciónen aquellos terriblesmomentos. ¡Hombres!Teneden cuenta loquehabéis observado en las mujeres y podréis imaginar lo que yo sentía.¡Mujeres!Miraddentrodevuestroscorazonesysabréisporvosotrasmismasloqueyosufría.

Más fácil me resulta contar lo que hice una vez que logré recuperar lacalma:contestéalacartademimarido.

Mi respuesta aparecerá en estas páginas, ymostrará, en ciertomodo, elduraderoefectoqueprodujoenmimentesuabandono;perotambiéndesvelarácuálfuelarazónquemesostuvo,laesperanzaquemeanimóenminuevayextrañavidaquedescribiránlospróximoscapítulos.

MellevarondelhotelacasadeBenjamin,dondemiviejoypaternalamigome había preparado una habitación. Allí me instalé y allí pasé la primeranochetrasmiseparación.Mimenteestabatanalteradaquenologréconciliarelsueñohastaelamanecer.

Alahoradeldesayuno,nosvisitóelmayorFitz-Davidparainteresarsepormí. El día anterior se había ofrecido amablemente para ir a hablar en minombre con los abogados de mi marido. Ellos admitieron saber dónde seencontraba Eustace, pero declararon, al mismo tiempo, que se les habíaprohibido terminantemente comunicar su dirección a nadie. Respecto a las«Disposiciones»enrelaciónconlaesposadesuclienteeran—comoteníanelplacer de expresar— «cumplidamente generosas». Yo sólo tenía queescribirlesellosmefacilitaríanunacopiaavueltadecorreo.

Estas eran las noticias queme trajo elmayor. Evitó, con el tacto que ledistinguía, hacerme preguntas que fueranmás allá demi estado de salud, y

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obtenidalarespuesta,sedespidióhastaeldíasiguiente.LuegoélyBenjaminmantuvieronunalargacharlaeneljardín.

Mientrastanto,yomeretiréamihabitaciónyescribíamitío,contándoleexactamente loocurridoy adjuntándoleuna copiade la cartademimarido.Hecho esto, salí un rato para respirar aire fresco y pensar; pero pronto mecansé y regresé a mi habitación con el propósito de descansar. El amableBenjaminme dejaba total libertad para estar sola siempre que gustase, algomuyde agradecer.Hacia la tarde empecé a encontrarme comoen los viejostiempos;quierodecirconestoquepodíapensarenEustacesinromperallorarypodíahablarconBenjaminsininquietarleniasustarle.

Esanochedormíunpocomejor,yalamañanasiguientedisponíayadelasfuerzasnecesariaspara enfrentarmeal primerymás importantedeber, el decontestaralacartademiesposo.

Heaquímirespuesta:

Todavía estoy demasiado débil y cansada, Eustace, para escribirte unalargacarta.Perotengoclaralamente;meheformadounaopinióndetiydetuspalabrasysémuybienloquevoyahacerahoraquemehasdejado.Otramujer, enmi situación, podría pensar que has perdido todo el derecho amiconfianza.Yonolocreoasí;poresoteescriboparahacertesaberconlamayorbrevedadyclaridadcuálesseránmispasosdeahoraenadelante.

Dicesquemeamas,ymeabandonas.Yonopuedoentenderqueamandoaunamujer,selaabandone.Peroaunasí,apesardelaspalabrastandurasqueme has dirigido, a pesar de tu cruel abandono, te amo, Eustace, y nunca tedejaré.¡No!Jamásrenunciaréati,porquetengolaintencióndeseguirsiendotuesposamientrasviva.

¿Tesorprendemidecisión?Amítambién.Siotramujerlerespondieraasíal hombre que se ha portado con ella como tú te has portado conmigo, nosabríacómoexplicarsugesto; tampocomesientocapazde justificarelmío.Sé que debería odiarte, pero no puedo evitar seguir queriéndote. Meavergüenzodemímisma,peroasíes.

No temas; no trataré de averiguar tu paradero ni deseo convencerte paraque regreses a mi lado; no me creas tan loca. Sé que por ahora no teencuentrasensituacióndevolverjuntoamí.Estásequivocadoentodo,amormío,deprincipioafin;perocuandorecapacites,mivanidadmehacecreerquevolverásamípor tupropiavoluntad.¿Serédébily teperdonaré? ¡Sí!Claroqueserétandébilcomoparaperdonarte.

Peroahoramepregunto,¿cómollegarásadartecuentadetuerror?Lohemeditadodíaynoche,ymiopiniónesquenuncareconocerástuerroramenosque yo te ayude a recobrar la calma y el sentido común. ¿Y cómo puedo

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ayudarte?

Aesoserespondefácilmente.LoquelaLeynohaconseguidohacerporti,tu esposa lo hará. ¿Recuerdas lo que te dije cuando estábamos en casa delmayor Fitz-David? Te comenté que lo primero que pensé tras conocer eldictamen del tribunal escocés, fue que lucharía para corregir ese ofensivoveredicto.¡Bien!Tucartahalogradoqueesepropósitoarraigueenmimenteconmás firmeza que nunca. La única opción queme queda para traerte denuevojuntoamí,comounmaridopenitenteycariñoso,escambiareseturbioveredicto escocés de «Sin pruebas» por el honorable veredicto inglés de«Inocente».

¿Te asombra tal conocimiento de la ley en una mujer ignorante? Estoyaprendiendomucho,querido:laLeyylaMujerestánempezandoaentendersemutuamente.Dichomásllanamente,heconsultadoelDiccionarioImperialdeOgilvie,yOgilviemehadicho:«Elveredicto“Sinpruebas”sóloindicaque,enopinióndeljurado,hayunadeficienciaenlaspruebaspresentadas,quenoson tan sólidas como para condenar al acusado. El veredicto de “Inocente”implicaenel juradolatotalcertezadequeelacusadonocometióeldelito».¡AmadoEustace!Éstaserálacreenciadelmundoengeneralydeltribunalenparticularconrespectoatucaso.¡Eseserámiúnicoobjetivoapartirdeahora!¡Aesovoyadedicarelrestodemivida,siDiosmelaconcede!

¿Quiénmeayudarácuandolonecesite?Aúnnolosé.Hubountiempoenquealberguélaesperanzadequetúyyotrabajáramosjuntos,manoamano,dedicados plenamente a esa tarea; pero tal esperanza se ha truncado.Ya noespero nada de ti, ni te pido queme ayudes, porque un hombre que piensacomo tú no puede ayudar a nadie. Su triste situación le impide teneresperanzas.¡Muybien!Yotendréesperanzaporlosdosytrabajaréporambos.

No puedo anticiparte nadamás acerca demis planes, porque aún no heleídoelproceso.Mebastaconsaberqueeres inocente,ycuandoalguienesinocente, tienequehaberunaformadeprobarlo; tansólohacefaltahallarla.Tarde o temprano, con o sin ayuda, yo la encontraré. ¡Sí! Aun antes deconocerlosdetallesdelcaso,afirmoconrotundidadquelaencontraré.

Quizátehagareírmiconfianzaciega,otalveztehagallorar.Nopretendosabersisoyobjetodeburlaodepiedad.Deunasolacosaestoysegura:tengola firme intencióndequevuelvasconmigo, rehabilitadoanteelmundoysinunasolamanchaentuapellidograciasatuesposa.

Escríbeme algunavez,Eustace, y créeme—apesar de la amargura— tufielyamante

Valeria

¡Ésa fuemi respuesta!Una redacción pobre, lo reconozco (ahora podría

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escribir una carta mucho mejor). Pero tenía, si se me permite decirlo, unmérito: era la expresión sincera y espontánea de mis sentimientos y mispropósitos.

Se la leí a Benjamin, y levantó las manos, gesto habitual en él cuandoestabacompletamentedesconcertadoyconsternado.

—Es la cartamás imprudenteque seha escrito jamás—dijomiqueridoanciano—,ynosédeningunamujerquehayahecho loque tú tepropones.¡QueelSeñornosayude!,nologroentenderaestanuevageneración.Ojalátutío, el reverendo Starkweather, estuviese aquí; me pregunto qué diría antesemejantepretensión. ¡Diosmío! ¡Vayaunacartadeunamujerasuesposo!¿Deverdadtieneslaintencióndeenviársela?

Paramayorsorpresademiamigo,leexpliquéquenoibaaservirmedelaoficinadecorreos.Comodeseabaverlas«Disposiciones»demimarido,habíadecididoacudirconlacartaalbufetedelosabogadosdeEustace.

La compañía estaba compuesta por dos socios, y ambos me recibieron.Unoeraunhombreflaco,desonrisaamargaydemodalessuaves;elotroeragordo,conunascejasanchas,expresióndemalgenioymodalesbruscos.Deentrada, los dos me disgustaron mucho. Ellos, por su parte, parecíandesconfiardemí.Meenseñaronlasdisposicionesdemimarido,yestipularon,entreotrascosas,unapensiónanualequivalentealamitaddelosingresosdeEustacemientraselviviese.Rechacéporcompletotocarniunpeniquedesudinero.

Los abogados se quedaron atónitos antemi decisión. En el curso de susmuchos años de ejercicio, jamás les había ocurrido algo semejante.Discutieronconmigoyprotestaronfervientemente.Denadalesvalió.Elsocioceñudoquisoconocerlasrazonesdemidecisión;peroeldelasonrisaamargarecordósatíricamenteasucolegaqueyoeraunadamayque,porlotanto,notenía por qué dar razones. Yo me limité a decirles: «Tengan la bondad dehacerlellegarmicartaamiesposo,caballeros»,ylesdejé.

En estas páginas no deseo atribuirme honores que sinceramente nomerezca, y lo cierto es que sólo el orgullome impedía aceptar la ayuda deEustace, ahora que él me había abandonado. Yo contaba con una pequeñarenta personal de ochocientas libras al año que me había sido asignada alcasarme,ycomoesoeramásdeloquehubieraqueridodesoltera,decidíquebastaría en mi nueva situación. Además, Benjamin había insistido en queconsiderasesucasacomomihogar,demodoqueenesascircunstancias,misúnicos gastos serían los procedentes de mi resolución: aclarar los hechosrelacionados con el pasado demimarido.Me podía permitir el lujo de serindependiente,ydecidíserlo.

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Mientrasmededicoaconfesarmisdebilidadesyerrores,deboañadirque,apesardelomuchoqueamabaamidesgraciadoyequivocadomarido,habíaalgoquenomeresultabafácildeaceptar.Leperdonabatodoexceptoquemehubieraocultadolaexistenciadeunaesposaanterior.Nosoycapazdeexplicarporqué,peroesaverdadmecausabaunagranamargura.Supongoque,enelfondo,setratabadevulgarescelos;masyonoeraconscientedeestarcelosa,sobretodocuandopensabaenlamiserablemuertedelapobremujer.Inclusoen losmomentosmalos, cuandome sentía desanimadaydemal humor,mesolíadecir:«Eustacenodeberíahaberguardadoese secreto…deberíahaberconfiado en mí. ¿Qué habría dicho él, si yo le hubiese ocultado que eraviuda?».

Estaba anocheciendo cuando volví a casa de Benjamin. Él parecía estaraguardándome,puesantesdequeyollamaraaltimbreyamehabíaabiertolaverjadeljardín.

—Prepárate para una sorpresa, querida —dijo—. Tu tío, el reverendoStarkweather,hallegadodelnorteyquiereverte.RecibiótucartaestamañanaytanprontolaleyócogióelprimertrenaLondres.

Momentos después, los fuertes brazos de mi bondadoso tío meconfortaban.Enmisituacióndeabandono,agradecímucholaamabilidaddelvicario al haber viajado hasta Londres para consolarme y saber cómo meencontraba. Lloré sin amargura en su hombro, lo que me sirvió de grandesahogo.

—Hevenido,miqueridaniña,parallevartederegresoatuantiguohogar—dijo mi tío—. No hay palabras para expresar lo mucho que tu tía y yolamentamosquenosdejases.¡Peroenfin!Nohablemosmásdeello;eldañoyaestáhecho,yloquehacefaltaahoraesarreglarlolomejorquesepueda.¡Sipillo a tumarido,Valeria…! ¡QueDiosmeperdone,meestoyolvidandodequesoysacerdote!Noséquéolvidaréacontinuación.

Porcierto,tutíatemandarecuerdos.Estámássupersticiosaquenunca,yesteasuntotantristenolahasorprendidoniunápice.Dicequetodoempezócuandoteequivocastealfirmarenelregistrodelaiglesia.¿Teacuerdas?¡Quéneciaesestamujermía!Noselotengasencuenta,puessuintenciónesladeunalmabuena.Habríaviajadoconmigohastaaquísilahubieradejado.Peroledije:«No,túquédateaquíycuidalacasaylaparroquia;yyotetraeréalamuchacha».

Tendrásotravez tuviejoyqueridodormitorio,Valeria,elde lascortinasblancas;yasabes, lasdel lazoazul.Volveremosa lavicaría (si te levantasatiempo)mañanaporlamañana,eneltrendelasnuevecuarenta.

¡Volver a la vicaría! ¿Cómo iba a hacer tal cosa? ¿Cómo iba yo a

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dedicarme al único objeto de mi existencia si me enterraba en un puebloremotoalnortedelpaís?Meerasencillamenteimposibleacompañaramitíoensuregresoacasa.

—Teloagradezcodetodocorazón,tío—meapresuréacontestar—.PeronocreoquepuedairmedeLondresporahora.

—¿Que no puedes irte de Londres por ahora?—repitió—. ¿Qué intentadecirestajoven,Benjamin?

Benjamineludióunarespuestadirecta.

—Sidecidequedarseaquí,conmigo,yolareciboconlosbrazosabiertos,reverendo.

—Ésa no es una respuesta —prosiguió mi tío, a su manera torpe peroeficaz.Luegosevolvióhaciamí—.¿Quéesloqueteretieneaquí?—preguntó—. Antes odiabas Londres; supongo que tendrás una buena razón paraquedarte.

Considerabaqueeraundeber inevitableparaconmibuen tutoryamigoconfiarlemispropósitos tardeo temprano.Yahoraque le teníadelanteoptépor reunir todas mis fuerzas y contarle con toda franqueza lo que tenía enmente.Elvicariomeescuchóconsternado.Cuandoterminé,miróaBenjaminconelasombroylainquietudreflejadosenelrostro.

—¡QueDios la ayude!—clamó—. ¡Los problemas le han trastornado elcerebro!

—Yasabíayoqueustedlodesaprobaría,señor—dijoBenjaminenuntonomuchomásmoderado—.Leconfiesoquetambiényolodesapruebo.

—«Desaprobarlo»noeslapalabra—replicóelvicario—.Nolodigacontanpocaconvicción,por favor.Unactode locura,esoes, siquieredefinirlobien,loqueValeriaacabadedecirnos.

Sevolvióhaciamíymemirócomosolíahacerloeneloficiodelatarde,cuandocatequizabaaunniñoobstinado.

—Noesésatuintención,¿verdad?

—Siento decepcionar tu buena opinión, tío —repliqué—. Pero he dereconocerquerealmenteésasíesmiintención.

—Dicho en otras palabras —prosiguió el vicario—, tu vanidad te hacecreerquepuedesteneréxitoallídondelosmejoresabogadosdeEscociahanfracasado.Ellosnopudieronprobar,trabajandoenequipo,lainocenciadeesehombre.¿Ytú,sinayudadenadie, lavasademostrar? ¡Caramba!Debesdeserunamujermaravillosa—gritómitío,pasandodelaindignaciónalaironía—.¿Lepermitesaestehumildehombredecampo,quenoestáacostumbrado

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alastogasdelosabogados,preguntarcómopiensaslograrlo?

—Empezaréporleereljuicio,tío.

—¡Bonita lectura para una joven dama! Supongo que luego querrás leeruna colección de esas desagradables novelas románticas francesas, tan pocorecomendables.Bien.¿Yquéharásdespuésdehaberleídoelproceso?¿Yalohaspensado?

—Sí, tío, ya lo he pensado. Primero, trataré de sacar alguna conclusiónacerca de la persona que realmente pudo cometer el crimen. Después,confeccionaré una lista de los testigos que declararon en defensa de mimarido, iréavisitarlos,me identificaréy lesexpondréquées loquequiero.Les formularé aquellas preguntas que los abogados consideraron pocooportunas o indignas de hacer, y las respuestas que obtenga me orientaránrespecto a los pasos a seguir. Y no me desanimaré, a pesar de todas lasdificultadesquepuedaencontrar.Ésteesmiplan,queridotío,porahora.

ElvicarioyBenjaminsemiraronpasmados,sinterminardecreerseloqueacabandeoír.Alfinmitíotomólapalabra.

—¿Quieresdarmeaentender—dijo—quevasavagabundearporelpaís,amerceddelacompasióndeunosdesconocidosyarriesgándoteaafrontar lospeligros que puedan surgir en el curso de tus viajes? ¡Tú, unamujer joven!¡Abandonada por el marido! ¡Sin nadie que te proteja! ¿La ha oído bien,Benjamin?¿Dacréditoasusoídos?¡Clamoalcieloquenosprotege,nosésiestoydespiertoosoñando!Mírela.¡Mírela!Ahílatiene,sentadatantranquila,comosinoacabaradedecirnadaextraordinario,comosinopretendierahacernada fuera de lo corriente. ¿Qué puedo hacer con ella? Ésta es la seriacuestión.¿Quédemoniosvoyahacerconella?

—Déjamealmenos intentarlo, tío,porprecipitadoqueparezca—dije—.Ningunaotracosapodráaliviarmeoproporcionarmereposo.YDiossabe lomucho que necesito alivio y reposo. No creas que es terquedad; estoydispuestaaadmitirquehaydificultadesseriasenelcaminohacialaverdad.

Elvicariovolvióasutonoirónico.

—¡Ah!—dijo—.¿Asíqueesoloadmites?¡Vaya,algoesalgo!

—Muchas mujeres antes que yo —proseguí— se han enfrentado aproblemasdifícilesyloshansuperado,porelhombrealqueamaban.

El reverendo Starkweather se puso lentamente de pie, como quien hallegadoallímitedesupaciencia.

—¿He de entender que todavía estás enamorada del señor EustaceMacallan?—preguntó.

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—Sí—contestéconlamayorfirmeza.

—¿El héroe del famoso juicio del veneno? —prosiguió mi tío—. ¿Elhombrequetehadecepcionadoyabandonado?¿Yaúnleamas?

—Leamomásquenunca.

—Benjamin—dijoelvicario—.Simisobrinarecuperaeljuiciodeaquíalas nueve de lamañana, envíela con su equipaje al hotel Loxley, dondemealojo.Buenas noches,Valeria.Consultaré con tu tía qué es lo que convienehacer.Yoyanotengonadamásquedecir.

—Porfavor,tío,dameunbesoantesdeirte.

—Muybien,Valeria, tedaréunbesosiesoes loquequieres. ¡QueDiosme asista! Pronto cumpliré sesenta y cinco años, y creía saber algo de lasmujeresaestasalturasdemivida;peroahoraresultaquenosénadadenada.Recuérdelo,Benjamin,estoyenelhotelLoxley.Buenasnoches.

Benjaminteníaungestoseriocuandoregresóamilado,despuésdehaberacompañadoalvicariohastalaverjadeljardín.

—Acepta el consejo, querida —dijo—. No te pido que consideres mivisióndeesteasunto;perosílaopinióndetutío.

Norespondí.Era inútilañadirnada,puesyamehabíahechoa la ideadesoportarlaincomprensiónyeldesánimo.

—Buenasnoches,miqueridoamigo—fuetodoloquedije.Luegomedimedia vuelta, confieso que con lágrimas en los ojos, y me refugié en midormitorio.

Lapersianaestabasubiday la lunadeotoño inundabadebrillante luz lapequeñahabitación.

Apoyadaenlaventana,evoquéotranocheluminosaenlaqueEustaceyyopaseábamosporeljardíndelavicaríaantesdecasarnos;fueaquellanoche,delaqueyahehablado,en laquesurgieronseriosobstáculosanuestrabodayEustacemeofrecióliberarmedelcompromiso.Denuevovisurostroquerido,mirándome a la luz de la luna. Una vez más oí sus palabras y las mías.«Perdóname, me había dicho él, por haberte amado apasionadamente,devotamente. ¡Perdóname y deja queme vaya!». Y yo le había contestado:«¡Oh,Eustace,sólosoyunamujer!¡Nomevuelvasloca!Nopuedovivirsinti, y voy a ser tu esposa. ¡Tengo que serlo!». Y ahora, después de que elmatrimonionoshubieraunidoparasiempre,¡estábamosseparados!Separadosaunque nos amábamos más apasionadamente que nunca. ¿Y todo por qué?Porqueélhabía sidoacusadodeuncrimenquenohabíacometidoyporqueaquelcondenadotribunalescocéshabíafracasadoenelcometidodeprobarsuinocencia.

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Mirélaluzdelaluna,rodeadaderecuerdos.Mequemabaunnuevoardor.«¡No!,medije.Ningúnpariente,ningúnamigoharáquelefalleamimarido.A partir de ahora, la única razón de mi vida será la proclamación de suinocencia.¡Ycomenzaréestamismanoche!»

Bajélaspersianasyencendílasvelas.Enaquellanochetranquila,estandosolaysinayuda,dielprimerpasoenelarduoypenosocaminoqueteníaantemí.Desdeeltítulohastalaúltimapágina,sinunmomentodedescansoysinsaltarunasolalínea,leíelinformeoficialdelprocesocontramimaridoporelasesinatodesuprimeraesposa.

CAPÍTULOXV

Historiadeljuicio.Lospreliminares

Antesdecomenzarconelrelatodeljuicio,permíteme,lector,queconfieseotra demis debilidades. No soporto reproducir por segunda vez el horribletítulo del libro, que expone a la ignominia pública el amado nombre demiesposo. Lo he escrito una vez en el capítulo décimo; de modo que ya essuficiente.

Al pasar a la segunda página del informe, hallé una nota que daba fe allectordelaabsolutaveracidadyexactituddelatranscripcióndelproceso.Elcompiladorhabíagozadodeciertosprivilegios,pueselpropiopresidentedelTribunal había revisado el expediente destinado al jurado, y tanto el fiscalcomo el abogado defensor, siguiendo el ejemplo del juez, también habíanrevisado susdiscursosa favoryencontradel acusado.Porúltimo, sehabíacuidadoespecialmentelatranscripciónfieldelasdeclaracionesdelosdistintostestigos. Sentí cierto alivio al leer esta nota yme satisfizo que el relato deljuiciofueratandetalladoymeticuloso.

Lapáginasiguientemeinteresóaúnmás,puespresentabaalosactoresdeldramajudicial, loshombresencuyasmanosestuvoelhonory lavidademimarido.

Heaquílarelación:

MagistradosdelTribunal

ElpresidentedelTribunalLordDrumfennick

LordNoblekirk

MinisterioFiscal

DavidMintlaw,fiscaldelaCorona

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DonaldDrew,ayudantedelfiscal

RepresentantedelaCorona

JamesArliss

AbogadosDefensores

ElseñorFarmichel,decanodelColegiodeabogados

AlexanderCrocket,abogado

Representantesdelacusado

ElseñorThorniebank

ElseñorPlaymore

Acontinuaciónseexponíanloscargosformuladoscontraelacusado,quehabíansidopresentadosenlavistapreliminardeljuicio.Nopiensoreproduciresaspáginas—llenasdetérminosgroseroseinsultantes,redactadas,sialgosé,con una pésima gramática, y plagadas de repeticiones innecesarias— queacusabanfalsaysolemnementeamiinocentemaridodehaberenvenenadoasuprimeraesposa.Cuantomenosaparezcanenesterelatoesosodiososcargosqueseleimputaban,mejor.

Paraserbreve,pues,aEustaceMacallanseleacusó«ainstanciadelseñorDavid Mintlaw, fiscal de la Corona, de un delito de asesinato por elenvenenamiento con arsénico de su primera esposa, en su residencia denombreGleninch,enelcondadodeMid-Lothian».Sealegabaqueelarsénicohabíasidoperversaycriminalmenteadministradoporelacusadoasuesposa,Sara,bienvertidoenelté,mezcladoconunmedicamento«oconalimentosobebidas desconocidos por el fiscal, o de otra manera desconocida por elfiscal».Másadelantesedeclarabaque laesposadelacusadohabíamuertoacausadelaingestióndelvenenoadministradoporsumaridoenunaoendosocasiones,yque,porlotanto,habíasidoasesinadaporsumarido.

ElsiguientepárrafodeclarabaqueelmencionadoEustaceMacallanhabíafirmadoenEdimburgounadeclaración (fechadael29deoctubre) en laqueproclamaba su inocencia en el crimen alegado, en presencia del señor JohnDaviot, abogado y ayudante del juez del condado de Mid-Lothian. Estadeclaración se reservaba, junto con ciertos documentos, papeles y artículosenumeradosenuninventario,parausarsecomopruebacontraelacusado.Eltexto de la acusación concluía declarando que, en el caso de que el delitoimputado fuese demostrado, él, el susodichoEustaceMacallan, «debería sercastigado a la pena indicada por la ley para evitar que alguien cometacrímenessemejantesenelfuturo».

¡Hastaahílaacusación!Yaheterminadoymealegro.

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El inventario de papeles, documentos y objetos que se habían aportadocomopruebasocupabalastressiguientespáginas;acontinuaciónfigurabanlalistadelostestigosylosnombresdelosmiembrosdeljurado(quinceentotal)designados para juzgar el caso. A partir de ahí comenzaba el informe delproceso. En mi mente ese juicio se reducía a tres grandes preguntas.Permíteme,lector,queloofrezcaaquítalycomoyoloveía.

CAPÍTULOXVI

Primerapregunta:¿Lamujermurióenvenenada?

Elprocesocomenzóaladiezenpunto.ElacusadofueconducidoanteelAltoTribunaldejusticiadeEdimburgo;hizounarespetuosareverenciaalosmagistrados, a modo de saludo, y solicitó en voz baja el veredicto de«Inocente».

Todos los presentes pudieron observar que su rostro revelaba un intensosufrimiento. Estaba mortalmente pálido, y no dirigió la mirada ni un solomomentoalamultitudquellenabalasala.Cuandollegabanlostestigosdelaacusación, les prestaba una atención momentánea. Luego, su mirada sequedaba fija en el suelo. Cuando los testigos se referían a la enfermedad ymuertedesuesposa,elconvictosemostrabamuyconmovido,cubriéndoseelrostroconlasmanos.Causósorpresageneralque,siendounhombre,poseyeramenos entereza que la acusada anterior, unamujer juzgada por asesinato ycondenadaporevidenciasaplastantes.

Algunos de los presentes —lamentablemente, sólo una minoría—considerabanqueesafaltadeserenidadporpartedelacusadoeraunelementoa su favor.El dominio de símismo en una situación tan espantosa como lasuya, se hubiera asociado, según ellos, con la completa insensibilidad y lasangrefríadelcriminal,yhabríasupuestoporconsiguiente,noinocencia,sinoculpabilidad.

Sellamóalprimertestigo,elseñorDaviot,ayudantedeljuezdelcondadodeMid-Lothian.Interrogadoporelfiscal,dijo:

—Elacusadocomparecióantemíeldía29deoctubreporloscargosqueseleimputan.Enmipresenciahizoyfirmóunadeclaraciónlibreyvoluntaria,trashabersidoinformadodedichoscargos.

Despuésdeidentificarladeclaración,elayudantedeljuezfueinterrogadopor el decano del Colegio de abogados, principal letrado de la defensa, ycontinuóconestaspalabras:

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—La acusación de asesinato presentada contra el inculpado le fuecomunicadaantesdequehicierasudeclaración.Elinterrogatoriofuerealizadoenpartepormíyenparteporelfiscal;yelacusadocontestóconclaridady,por lo que pude juzgar, sin reserva. Las respuestas contenidas en ladeclaraciónsontodaslasqueelacusadodioalaspreguntasqueleformulamoselfiscaloyo.

Un funcionario, que había actuado como testigo en la declaración,corroborólodichoporelayudantedeljuez.

La aparición del siguiente testigo causó sensación en la sala. Se tratabanadamenosquedelaenfermeraquehabíaatendidoalaseñoraMacallanensuúltimaenfermedad.SunombreeraChristinaOrmsay.

Despuésderesponderaunascuantaspreguntasprotocolarias,laenfermera,interrogadaporelfiscaldelaCorona,iniciósudeclaración:

—Me llamaron el día siete de octubre para que atendiera a la difuntaseñora.Entoncesellapadecíaunfuerteresfriado,acompañadodeunaafecciónreumáticaenlaarticulacióndelarodillaizquierda.Meinformarondequesusalud,porlodemás,erabuena.

Noresultabaunapacientedifícil,salvoporsucarácter.Elmayorproblemaresidíaensugenio.LaseñoraMacallannoeramala,perosítercayviolenta.Ensusarranquesdecólera,perdíaelcontroldesímismaydecíaohacíacosasexaltadas e imprudentes; pero en esos momentos, yo creo que ella no eraconsciente de nada.Mi opinión es que su irritabilidad provenía de una vidaconyugaldesgraciada.

No puede decirse que fuera una mujer reservada. Al contrario, teníatendencia a ser quizá demasiado comunicativa, y le gustaba hablar sobre símismaysusproblemasconpersonascomoyo,queestábamospordebajodeella en la escala social.Cuandoya llevábamos algún tiempo juntas, no tuvoescrúpulosendecirme,porejemplo,quenoerafelizensumatrimonio,yquesesentíapreocupadaporlarelaciónconsumarido.Unanocheenqueestabadespierta,medijo…

Elabogadodefensorlainterrumpióahíparahablarennombredelacusado,yapelóalosjuecesparapreguntarsiesaopinióntanpocofidedignapodíaseraceptadaporeljurado.

Elfiscal,hablandoennombredelaCorona,reclamóelderechoarevelaresaopinión.Erademáximaimportanciaenestecaso,mostrar—atravésdeltestimonio de una testigo sin prejuicios— en qué condiciones vivían losesposos.Latestigoeraunamujerrespetable,ysehabíaganadolaconfianzadelainfelizmujeralaqueatendióensulechodemuerte.

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Trasunabreveconsultaconjunta,losjuecesdecidieronunánimementequeesaopiniónnoeraadmisible,yqueloúnicoquesepodíaaceptarcomopruebaera lo que la testigo había visto y observado en las relaciones entre losesposos.

Elfiscalreanudóelinterrogatoriodelatestigo.ChristinaOrmsaysiguiódeestamanera:

—MicondicióndeenfermeramellevónecesariamenteatrataralaseñoraMacallan más que cualquier otra persona de la casa. Por lo tanto, puedohablar, con conocimientode causa, demuchas cuestionesdesconocidasparaquienessólovisitabanlahabitaciónaratos.

Por ejemplo, en más de una ocasión observé que el señor y la señoraMacallannoeran felices juntos.Puedoofrecermúltiplesejemplosde loquedigo, detalles no sacados de lo que otros me hayan dicho, sino observadosdirectamentepormí.

Enlosúltimosdíasdemiestanciaenlacasa,llegóaGleninchparapasarunos días la señora Beauly, una joven viuda prima del señorMacallan. LaseñoraMacallanteníacelosdeesadamaylosmostró,enmipresencia,eldíaanterior a sumuerte, cuando el señorMacallan entró en su habitación parapreguntarlecómohabíapasadolanoche.Ellalerespondió:«¿Quéteimportaaticómohayadormido?¡Tetienesincuidadosiduermobienomal!¿Cómohapasado lanoche la señoraBeauly? ¿Estámásbellaquenunca estamañana?Vete con ella. ¡Te ruego que te vayas con ella! No malgastes tu tiempoconmigo».Comenzódeestaformayterminócayendoenunodesusataquesde furia. Yo estaba cepillándole el pelo en ese momento y, creyéndomeinoportuna, traté de salir de la habitación. Ella me lo prohibió. El señorMacallan considerabaque erami deber retirarme, y asíme lo dijo con todaclaridad. Pero la señora Macallan insistió en que me quedara usando unlenguaje tan insolente hacia su marido que el terminó por decirle: «Si nopuedes dominarte, o sale la enfermera o salgo yo». Incluso entonces, ellarehusó ceder. «Buena excusa, dijo, para irte con la señora Beauly. ¡Puesvete!». El señorMacallan tomó sus palabras al pie de la letra y salió de lahabitación.Apenashabíacerradolapuerta,suesposaempezóainjuriarledelamaneramás espantosa. Entre otrasmuchas cosas, afirmó que la noticia quemás le alegraría a su marido sería la de su muerte. Me aventuré, muyrespetuosamente,allevarlelacontraria.Entoncesellaagarróelcepilloymelotiró;luego,allímismoyeneseinstante,medespidió.

Opté por dejarla y esperé abajo a que su ataque de cólera se hubieracalmado.Despuésregreséamisitio,juntoasucama,yalcabodeunratotodovolvióalanormalidad.

Creo que no está fuera de lugar añadir algo que ayudará a entender los

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celos que la señora Macallan sentía por la prima de su marido. La señoraMacallaneraunamujersinatractivo.Teníaestrabismoenunojoy—sisemepermiteusarlaexpresión—unodeloscutismásterrososyllenodemanchasque he tenido la desgracia de ver en el rostro de una persona. La señoraBeauly,porelcontrario,eraunadamamuybella.Susojoseranlaadmiraciónde todo elmundo y su tez tenía un color claro y delicado.La pobre señoraMacallandecíadeellaqueseaplicabacolorete,locualnoeracierto.

No. Los defectos del cutis de la difunta señora no eran en absolutoatribuiblesasuenfermedad.Yolosllamaríadefectosinnatos.

Suenfermedad, si semepideque ladescriba,diríaqueera simplementemolesta,nadamás;yhastaelúltimodíanopadeciósíntomasalarmantes.Porsupuesto,elreumatismodelarodillaleresultababastantedoloroso,sobretodocuando la movía; y la reclusión en cama era pesada y molesta, sin dudaalguna.Sin embargo, no había nada inquietante en la situación de la señoraantesdequesucedieraelataquefatal.

Tenía sus libros y su recado de escribir sobre unamesita graduable quepodía colocarse en la posición que le fuera más cómoda. En ocasiones, laseñora leía y escribía mucho; pero otras veces, se quedaba casi inmóvil,absortaensuspensamientos,obiencharlabaconmigooconamigasyvecinasdelosalrededoresqueibanavisitarlaconfrecuencia.

Por lo que yo sé, se dedicaba sobre todo a escribir poesía, y teníasensibilidadparacomponer.Sóloenunaocasiónmedejóleeralgunosdesuspoemas; y yo no sé juzgar esas cosas, pero creo que eranmuy lúgubres; sedesesperabadesímismaysepreguntabaporquéhabíanacidoytonteríasasí.Sumaridoaparecíamásdeunavez,yellaleatacabacondurezaporsucruelcorazónypor ignorar lasvirtudesde suesposa.En resumen, sedesahogabaconlaplumayconlalengua.Habíaveces,demasiadoamenudo,enqueniunángeldelcielohabríaconseguidosatisfaceralaseñoraMacallan.

Alolargodesuenfermedad,ladifuntaseñoraestuvosiempreenlamismahabitación,ungrandormitoriosituado(comotodoslosmejoresdormitoriosdelacasa)enelprimerpiso.

Sí, el plano de la habitación que ahora me muestran está trazado conexactitud,segúnyolorecuerdo.Laprimerapuertaconducíaalpasillogrande,alquedabantodaslasdemáspuertas.Lasegundapuerta,(marcadaconunaBenelplano)comunicabaconeldormitoriodelseñorMacallan,ylatercera,enel lado opuesto (marcada con una C en el plano), conducía a un pequeñogabinete donde, según me contaron, dormía la madre del señor Macallancuando pasaba temporadas en Gleninch. Pero, salvo ella, casi nadie másentrabaallí.YellanovisitóGleninchenaquellosdías;demodoquelapuertaquecomunicabaeldormitoriodelaseñoraMacallanyelgabinetesemantuvo

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cerradaconllave,ylallavenuncaestuvoenlacerradura.Ignoroquiénlateníaysihabíamásdeuna,peroqueyosepa,mientrasyopermanecíenlacasa,esapuerta nunca se abrió. Yo sólo entré en una ocasión en el gabinete,acompañadaporelamadellaves,perofueatravésdeunasegundapuertaquedabaalpasillo.

Solicito ahora hablar, porque puedo hacerlo por experiencia, de laenfermedaddelaseñoraMacallanydelcambiorepentinoqueculminóconsumuerte. Por indicación delmédico, anoté fechas, horas y otros datos por elestilo;yherepasadoesasnotasantesdeveniraquí.

Desdeeldíasietedeoctubre,cuandome llamaronparaasistirla,hastaelveintedelmismomes,lasaluddelaseñoramejorólentaperoconstantemente.Su rodilla todavía le dolía, sin duda alguna, pero la inflamación ibadesapareciendo.Encuantoalosotrossíntomas,exceptoladebilidad,derivadade su postración en la cama, y su irritabilidad habitual, no había nadaimportante. Tal vez debería añadir que la señora dormía mal. Pero esto loremediamosmediantesedantesrecetadosporelmédico.

Enlamañanadeldíaveintiuno,alasseisypocosminutos,mealarméporprimera vez al notar que algo no iba bien.Me despertó, en la fecha que hemencionado,lallamadadeltimbrequelaseñorateníaensumesitadenoche.Permítanme decir queme había quedado dormida en el sofá del dormitoriopasadas las dos de lamadrugada, de pura fatiga. La señoraMacallan habíapadecido insomnioesanoche,ademásdeotrodesusataquesdemalhumor.Yo había intentado convencerla de que me dejara quitar su neceser de lamesita,trashaberlousadoparaelaseodelanoche;ocupabamuchoespacio,yella no lo necesitaría hasta lamañana siguiente. Pues no, insistió en que lodejaraporqueteníadentrounespejo,y,aunqueeratanpocoagraciada,nuncasecansabademirarseenél.Comoviqueestabademalhumor,optépornollevarlelacontrariaynotoquéelmaletín.Noleapetecíahablarmeysenegóatomarseelsedantequeledi.Asíquemetumbéenelsofá,alpiedesucama,ymedormí,comoyahedicho.

Pero en cuanto llamó al timbre, me levanté y me acerqué a su cama,dispuesta a serle útil. Le pregunté cómo se encontraba; ella se quejó dedebilidad y de depresión, yme dijo que se sentíamuymal. Quise saber sihabía tomado algún medicamento o algo de comida mientras yo estabadormida,ymecontestóquesumaridohabíaentradohacíaunahorayque,alencontrarladesvelada,lehabíaadministradoélmismoladosisdesedante.

Mientrashablábamos,sereunióconnosotraselpropioseñorMacallan,quedormía en la habitación contigua y que por tanto, también había oído eltimbre. Escuchó lo que la señora Macallan dijo sobre la dosis delmedicamento, pero no hizo el menor comentario; me pareció que también

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estabapreocupadoporladebilidaddesuesposa.

Sugerí a la señora que tomase un poco de vino o coñac con agua. Perocontestóquenopodríatragaralgotanfuerte,porquesentíaunagudodolordeestómago.Conmuchasuavidad,lepresionéelabdomen;ellasequejóygritócuandoselotoqué.Estesíntomanosalarmó,porloqueenviamosabuscaralmédicodelpuebloquelaatendíadurantesuenfermedad;untaldoctorGale.

El médico no se podía explicar el cambio para mal que habíaexperimentado la paciente. Al oír que se quejaba de sed, le dio a beber unpocodeleche.Perodespuésdetomarla,laseñoraMacallanseencontrópeor.Luegocomenzóasentirsueñoyporfinsequedódormida.EldoctorGalenosdejó,conlainstrucciónprecisadequeleavisáramossilaseñoranomejorabaosesentíapeor.

Nadadeesoocurrió.Nohuboningúncambioenlassiguientestreshoras.Laseñorasedespertóhacialasnueveymediaypreguntóporsumarido.Leinforméquesehabíaretiradoasuhabitaciónymeofrecíparaavisarle.Peroelladijo:«No».Luegolepreguntésideseabacomerobeberalgo.Denuevomecontestó«No»conairedistraído,ymeindicóquebajaraadesayunar.

Albajarmeencontréconelamadellaves,queamablementemeinvitóadesayunarconellaensuhabitación,envezdeenlasaladeloscriados,comoerahabitual.Estuveconellapocotiempo:nomásdemediahora.

Subiendo las escaleras, me crucé con una criada que barría uno de losrellanos;ellafuequienmeinformódeque laseñoraMacallanhabía tomadouna taza de té durantemi ausencia.El ayudade cámara del señorMacallanhabía pedido el té para su señora cumpliendo el mandato de su amo, y lacriada lo había preparado y lo había subido a la habitación de la señoraMacallan.El señor, segúnmedijo ella, le abrió lapuerta cuando llamóy lecogiólatazadeté.LachicapudoverlosuficientecomoparaestarseguradequenohabíanadieconlaseñoraMacallan,salvosumarido.

Trasestabrevecharlaconlacriada,volvíalahabitación.Laseñoraestabasola y tranquila, con la cara vuelta hacia el lado contrario al que yo meencontraba.Meacerquéalacamaytropecéconalgoquehabíaenelsuelo:eraunatazahechapedazos.Sorprendida,pregunté:«¿Quéhapasadoconlataza,señora?». Sin volverse siquiera y con voz apagada, la señoraMacallan mecontestó: «Seme ha caído». «¿Antes de que se tomara usted el té?», quisesaber.«No,después,dijo,aldevolverlelatazaalseñorMacallan».Leformulétal pregunta para saber si se había derramado el té al caérsele la taza y sihabríaqueprepararotro.Estoyseguradequerecuerdobientantomipreguntacomo su respuesta. Luego le pregunté si había estado mucho tiempo sola.Replicóescuetamente:«Sí,he intentadodormir».«¿Seencuentracómoda?»,le dije. Contestó: «Sí». Durante todo este tiempo seguía con la cara vuelta

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hacialapared,yhablabademalagana.

Meinclinéparaarreglarlelassábanasymiréhacialamesa.Elrecadodeescribirestabaentotaldesordenyhabíatintaenunadelasplumas.Pregunté:«¿No habrá estado escribiendo, señora?». «¿Por qué no?No podía dormir»,contestó. «¿Otro poema?», quise saber. Ella dejó escapar una risa amarga ycorta,ydijo:«Sí,otropoema».«Esoestábien,sentencié.Parecequevuelveaserustedlamismadeantes;creoqueporhoyyanonecesitaremosalmédico».No respondió a mis palabras de ánimo, y se limitó a hacer un gesto deimpaciencia que yo no entendí. Después, ya con tono de enfado, me dijo:«Quieroestarsola.Déjeme».

Noteníaotraelecciónsinohacerloquemeordenaba.Porloqueyohabíaobservado,no leocurríanadadegravedady laenfermerano teníanadaquehacerallí.Puseelcordóndeltimbrealalcancedesumanoymefuiabajootravez.

Transcurrióunamediahora,durantelacualmemantuvemuyatenta,alaesperadequelaseñoramellamara.Peronolohizo.Sinsaberporqué,yonoestabatranquila;esetonoapagadoconelquemehabíahabladocontinuabaenmimente.Nomeagradabadejarlasoladurantemuchotiempo,perotampocome atrevía a subir a verla antes de que me avisara, pues me arriesgaba aprovocarunodesusataquesdemalgenio.Meaventuréairalahabitacióndela planta baja, llamada Salón de la Mañana, para consultar con el señorMacallan.Normalmenteélsolíaestarallíhastaelmediodía.

En esa ocasión, no obstante, cuando llegué al salón lo encontré vacío.Instantes después oí la voz del señor fuera, en la terraza. Salí y le encontréhablandoconuntalseñorDexter,viejoamigosuyo,y—aligualquelaseñoraBeauly— invitado de la casa. El señor Dexter estaba sentado junto a laventanadesuhabitación,arriba(setratabadeuncaballeroinválido,sólopodíamoverseensusilladeruedas),yelseñorMacallanlehablabadesdeabajo.

«¡Dexter!,leoídecir.¿DóndeestálaseñoraBeauly?¿Lahasvisto?».

ElseñorDextercontestóasumanerarápidaybrusca:«¡No!Nosénadadeella».

Me adelanté y, disculpándome por interrumpir, le mencioné al señorMacallanmi duda: no sabía si acudir o no a la habitación de su esposa sinesperaraquemellamara.Antesdequepudieraorientarme,aparecióellacayoparadecirmequelaseñoraMacallanestaballamandoviolentamente.

Erancercadelasonce.Subílaescaleraatodaprisaycorríaldormitorio.Antesdeabrirlapuerta,yaoígemiralaseñora:medijoquesentíaundolorespantosoyun intenso fuegoque lequemabaelestómagoy lagarganta.Laencontré muy mal y, aunque no soy médico, pude ver en su rostro que,

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efectivamente,estesegundoataqueeramuchomásgravequeelpadecidoporlamañana.DespuésdellamaraltimbreparaqueavisaranalseñorMacallan,corrí a lapuertaparaver si algunode los sirvientes estabaal alcancedemivoz.PeroenelpasillosólovialaseñoraBeauly.Salíadesucuarto,segúnmedijo,parainteresarseporlasaluddelaseñoraMacallan.Yolecontesté:«LaseñoraMacallanvuelveaestargrave,señora.¿Puededecírselo,porfavor,alseñor Macallan para que haga llamar al médico?». Ella corrió hacia lasescaleras,paracumplirloquelehabíapedido.

No llevaba mucho tiempo a la cabecera de la cama, cuando entraron,juntos,elseñorMacallanylaseñoraBeauly.LaseñoraMacallanleslanzóunamiradaextraña(unamiradaquenopuedodescribir)yleshizounaseñaparaque se fueran. La señora Beauly, muy asustada, se retiró de inmediato. ElseñorMacallan,porelcontrario,diounoodospasoshacialacama.Perosuesposaledirigióotramiradaindescriptibleygritó,enuntonoentrelasúplicaylaamenaza:«¡Déjameconlaenfermera!¡Vete,porfavor!».Élsóloesperóparasusurrarme:«Elmédicoyaestáavisado»;yluegosaliódeldormitorio.

AntesdequellegaraeldoctorGale,laseñoraMacallanhabíaempeoradosúbitamente; de su boca salía ahora una mezcla turbia, espumosa yligeramente teñida de sangre. Cuando el doctor Gale la vio, adoptó unaexpresiónmuyseria,yleoímusitar:«¿Quésignificaesto?».Hizotodoloquepudo por aliviar a la señoraMacallan, pero sin ningún resultado visible.Alcabo de un rato, la señora parecía sufrir menos. Luego reapareció el dolor,seguidodeotrointervalodecalma.Observéquesusmanosysuspiesestabanmás fríos cada vez que los tocaba. También el informe delmédico sobre elpulso era alarmante: «bajo y débil». Asustada, le pregunté al doctor Gale:«¿Quépodemoshacer,señor?».Yélselimitóaresponder:«Yosolonopuedoasumirlaresponsabilidad.NecesitoconsultarconunmédicodeEdimburgo».

Se ató el carruaje al caballo más rápido del establo de Gleninch, y elcochero partió veloz hacia Edimburgo en busca del famoso doctor Jerome.Mientras esperábamos su llegada, el señor Macallan entró de nuevo en lahabitación de su esposa, esta vez acompañado por el doctor Gale. Aunqueestabaexhausta, laseñoralevantóenelactolamanoyle indicóquesaliera.Conpalabras afectuosas, él tratódepersuadirla paraque le dejaraquedarse,¡pero no!, ella insistió en enviarle fuera. El señor pareció sentirlo, dada laemocióndelmomentoy lapresenciadelmédico.Antesdequesuesposaseapercibiera,consiguióacercarsealacamaybesarlaenlafrente.Ellaretirólacabezadandoungrito.Entonces,eldoctorGaleintervinoycondujoalseñorMacallanfueradelahabitación.

EldoctorJeromeno llegóhastapor la tarde.Entróen lahabitación justocuando la paciente sufría otro ataque grave, y la observó con atención, sindecirunasolapalabra.Dejóqueeldolorsecalmaraycontinuósuexamen,en

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completo silencio. Pensé que nunca acabaría de examinarla.Cuandopor finterminó,mepidióqueledejaraasolasconeldoctorGale.«Laavisaremosausted,dijo,cuandolanecesitemos».

Transcurrió mucho tiempo antes de que me llamaran. Entretanto, elcochero había salido de nuevo hacia Edimburgo con unmensaje del doctorJerome para su mayordomo en el que le informaba que no regresaría a laciudad ni a su consulta hasta varias horas después. Alguno de nosotrospensamosqueesonoeraunabuenaseñalparalapobreseñora.Otrosdecíanqueesopodíasignificarqueeldoctorteníaesperanzasdesalvarla,peroquelellevaríatiempo.

Alfinfuerequeridamipresencia.Cuandoentréeneldormitorio,eldoctorJerome salió para hablar con el señor Macallan, dejando al doctor Galeconmigo.Apartirdeesemomentoyhastaquelapobreseñoramurió,nuncamedejaronasolasconella;siempremeacompañabaunodelosmédicos.Selespreparócomida,perolatomaronporturno,relevándosealpiedelacama.Si le estuvieran realizando curas a la paciente, no me habría extrañado suproceder.Sinembargo,elestadodelaseñoraparecíairremediable,ylatareade los doctores en el cuarto se limitaba a la mera observación. Me quedéperplejaantelaconductadelosmédicos.Mepareciómuyextraña.

Cuandoencendimoslaluzdelahabitación,mepercatédequeelfinestabacerca.LaseñoraMacallanparecíasufrirmenos,exceptuandounoscalambresocasionales en las piernas. Sus ojos estaban hundidos en el rostro; su pielestaba fría y húmeda, y los labios tenían una palidez azulada. Se hallabasumida en un letargo del que ya nada la sacó, salvo la última tentativa delmaridoporverla.ElseñorMacallanentróconeldoctorJerome,yteníatodoelaspecto de un hombre asustado. Su esposa ya apenas podía hablar, pero encuanto le vio, emitió gritos y sonidos ininteligibles que mostraban suresolucióndenodejarleacercarse.ÉlsedesconcertótantoqueeldoctorGaletuvo que acompañarle mientras salía de la habitación. A nadie más se lepermitióvisitaralapaciente.ElseñorDexterylaseñoraBeaulypreguntabandesdeelotroladodelapuerta.Alanochecer,losmédicossesentaronaamboslados de la cama de la paciente, observándola, esperando su muerte ensilencio.

Hacia las ocho, la señora Macallan perdió el movimiento de manos ybrazos,queestabanyertosencimadelassábanas.Algomástarde,cayóenunaespeciedesueñoprofundo.Pocoapoco,elsonidodesurespiracióntrabajosase iba debilitando. A las nueve y veinte, el doctor Jerome me pidió queacercara la lámpara a la cama.Observóa la señoray lepuso lamanoenelcorazón. Luego me dijo: «Puede bajar la lámpara, enfermera: todo haterminado». Se dirigió entonces al doctorGale: «¿Podría preguntar al señorMacallansinosdedicaunminuto?».AbrílapuertaaldoctorGaleyleseguí

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fuera;peroeldoctorJeromemellamóymepidióqueleentregaralallavedelapuerta.Seladi,claro,aunquepenséqueaquelloeramuyraro.Cuandobajéa lasalade loscriados,halléunsentimientogeneralde temor.Sinsaberporqué,todosteníamoslaintuicióndequealgoibamal.

Poco después se fueron los dos médicos. El señor Macallan se habíasentido incapaz de recibirles y de oír lo que le tenían que decir. Ante estadificultad,losdoctoreshabíanhabladoenprivadoconelseñorDexter,comoviejo amigo del señor Macallan y único caballero que se encontraba enGleninch.

Antesdelahoradedormir,subíaprepararlamortajadeladifuntaseñora.Peroresultóquetodaslaspuertasdelahabitaciónestabancerradas,yqueeldoctor Gale se había llevado las llaves. Además, tanto la puerta quecomunicabaconeldormitoriodelseñorMacallancomolaquedabaalpasilloestabancustodiadaspordoscriados,quehacíanguardiafueradelahabitación.Todoloquemedijeronesquealascuatrodelamañanadejaríandevigilar.

A falta de una orden o explicación, me tomé la libertad de llamar a lapuerta del cuarto del señor Dexter. Y de sus labios oí por primera vez lasestremecedorasnoticias:¡Losmédicossehabíannegadoaextenderelhabitualcertificadodedefunción!A lamañana siguiente se iba a realizar la autopsiadelcuerpo.

Ahíacabóelinterrogatoriodelaenfermera,ChristinaOrmsay.Apesardenoserunaexpertaenleyes,pudeintuirlaimpresiónqueestetestimoniodebiódecausaren losmiembrosdel jurado.Despuésdedemostrarquemimaridohabía tenido dos oportunidades para administrar el veneno, una vez en elsedante y otra en el té, el fiscal concluyó afirmando que el acusado habíaaprovechado esas ocasiones para librarse de una esposa fea y celosa, cuyotemperamento detestable ya no podía soportar. Tras dirigir el interrogatoriohaciaellogrodeesteobjetivo,elfiscalhabíaterminadoconlatestigo.

El abogado defensor, actuando en favor de los intereses del acusado, selevantó entonces para presentar el lado positivo del carácter de la esposainterrogando a la misma testigo. Si lo conseguía, el jurado podría volver aconsiderarlahipótesissegúnlacualelinsoportablecarácterdelaesposahabíaexasperadoalmaridohastaelpuntodellevarlealasesinato.Presentandounanueva visión de la esposa, el jurado se preguntaría: ¿Quémotivo tuvo paraenvenenarla?¿Enquésebasalaculpabilidaddelacusado?

Presionadaporestehábilabogado,laenfermerasevioobligadaadescribira la señora Macallan bajo un prisma completamente nuevo. He aquí, enesencia,loqueelabogadodefensorextrajodeChristinaOrmsay:

—Insisto en declarar que la señora Macallan poseía un carácter muy

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violento. Sin embargo, también es cierto que tenía la costumbre de pedirperdónporsusofensas.Cuandoestabatranquila,siempresedisculpaba,y lohacía con elegancia. En esos momentos, sus modales eran inclusoencantadores, porque hablaba y se comportaba como una dama muy bieneducada.

Encuantoasuaspectopersonal,apesardequesurostronoeraagraciado,laseñoraMacallanposeíaunabonitafigura,ysusmanosysuspiesparecíanmodeladosporunescultor.Teníaunavozagradabley,segúnmeinformaron,cuandogozabadesaludcantabamuybien.Eratambién(sisepuedeconfiarensudoncella)modélicaenlorelativoalvestir;tantoqueotrasdamasdelazonalaimitaban.

Por loque respectaa laseñoraBeauly,aunque laseñoraMacallansentíaunos celos mortales de la joven y bella viuda, era capaz de controlarse ydisimularlos.FueellamismalaquehabíahechoposiblequelaseñoraBeaulyse encontrara en la casa.Enotraspalabras: la señoraBeaulyhabía sugeridoposponersuvisitadebidoalestadodesaluddelaseñoraMacallan.PerofuelapropiaseñoraMacallan,ynosumarido,quienhabíadecididonodecepcionaralaviudaeinvitarlaaGleninch.Además,laseñoraMacallan—apesardesutemperamento— era querida por sus amistades y por los sirvientes. Hubomuchaslágrimasenlacasacuandosesupoqueestabamuriéndose.Porúltimo,enlospequeñosdesacuerdosdomésticosquehabíapresenciadolaenfermera,elseñorMacallannuncahabíaperdidolosnerviosyjamáshabíaempleadounlenguajeviolento.Élparecíamásdolidoqueenfadadocuandosepeleaban.

Moraleja para el jurado: ¿Era ésta la mujer que había hecho la vidaimposible al marido hasta el punto de que él no viera más salida queenvenenarla?Y¿eraésteeltipodehombrecapazdeenvenenarasuesposa?

Tras haber suscitado esta impresión contraria, el abogado defensor sesentó.Acontinuaciónsellamóalosmédicos.

Ahílaevidenciafuesimplementeirrefutable.

LosdoctoresJeromeyGale juraronque lossíntomasde lapacienteeranlospropiosdelenvenenamientoporarsénico.Elcirujanoquehabíapracticadolaautopsiadeclaróacontinuaciónqueelaspectoquepresentabanlosórganosinternos demostraba que los doctoresGale y Jerome estaban en lo cierto alafirmarquesupacientehabíamuertoenvenenada.Porúltimoyparacompletareste testimonio desconcertante, dos químicos analistas presentaron ante eltribunalelarsénicoquehabíanencontradoenelcuerpo,cuyacantidadhabríasido suficiente para matar a dos personas en vez de una sola. Con estaspruebasnoteníasentidounnuevointerrogatorio.

La primera pregunta —¿murió la mujer envenenada?— quedaba

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contestadaafirmativamenteysinposibilidadesdeduda.

Lospróximostestigosteníanrelaciónconlasegundapregunta,unaoscurayterriblepregunta:¿Quiénlaenvenenó?

CAPÍTULOXVII

Segundapregunta:¿Quiénlaenvenenó?

Eltestimonioaportadoporlosdoctoresylosquímicoscerróelprimerdíadeljuicio.

Elsegundodía,lacuriosidadyelinterésgeneralprecedieronalostestigosqueibaapresentarlaacusación.LasalasedisponíaaoírloquehabíanvistoyhecholaspersonasoficialmenteencargadasdeinvestigarelcasodeGleninch.Elfiscaldelcondado,designadoparainstruirlasdiligenciaspreliminares,fueelprimertestigoenestesegundodíadelproceso.

Interrogado por el fiscal de la Corona, su colega ofreció los siguientesdatos:

—EldíaveintiséisdeoctubrerecibíuncomunicadodeldoctorJerome,deEdimburgo, y del doctor Alexander Gale, médico general que reside en elpueblooaldeadeDingdovie,cercadeEdimburgo.Elcomunicadosereferíaalamuerte,encircunstanciassospechosas,delaseñoradeEustaceMacallanenla casade sumarido, un lugarmuy cercano aDingdovie llamadoGleninch.Adjuntaban, además,dos informes;unodescribía el resultadode la autopsiapracticadaaladifuntaseñora,yelotroenunciabaloshallazgoshechostraselanálisis químico de las vísceras. El resultado en ambos casos reveló que laseñoraMacallanhabíamuertoporenvenenamientoconarsénico.

A partir de ahí puse en marcha la investigación en Gleninch, con elpropósitodearrojarluzsobrelascircunstanciasquehabíanrodeadolamuertedelacitadaseñora.

Hededecirque,enrelaciónconestamuerte,nosepresentóenmioficinaningunadenuncia,niporpartedelosmédicosnipromovidaporningunaotrapersona.

La investigación en Gleninch comenzó el veintiséis de octubre y secompletóelveintiocho.Despuésdeestaúltimafechaybasándomeenciertoshallazgos y en el examen de cartas y otros documentos, presenté unaacusaciónformalcontraelimplicadoyobtuveautorizaciónparasudetención.Elveintinuevedeoctubre,elseñorMacallanfueinterrogadoporelayudantedeljuez,yremitidoaestetribunalparasersometidoajuicio.

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Tras esta declaración, se le formularon al fiscal varias preguntas sobrecuestionesdecaráctertécnico.

Sellamóacontinuaciónaaquellosfuncionariosdesuoficinaquepodíanaportar datos de interés. Suyos habían sido los hallazgos fatales quejustificaron los cargos contra mi marido. El primero de los testigos era unoficialdelayudantedeljuez,llamadoIsaiahSchoolcraft.

InterrogadoporelseñorDrew(representantedelaacusaciónjuntoconelfiscaldelaCorona),IsaiahSchoolcraftdeclaró:

—Elveintiséisdeoctubreobtuvelaautorizaciónpararealizarunregistroen lacasadecampocercanaaEdimburgo, llamadaGleninch.MeacompañóRobert Lorrie, ayudante del fiscal. Comenzamos la investigación en eldormitorio donde había fallecido la señoraMacallan. Encima de la cama ysobreunamesagraduableaneja,habíalibros,materialdeescritorioyunpapelmanuscrito con unos versos inacabados. Su letra se identificó como de ladifunta.Introdujimosestosobjetosenunsobreyloprecintamos.

Actoseguidoabrimosunarmario indioquehabíaen lahabitación,yallíencontramosmuchosmáspoemas con lamisma letra y varias cartas.Enunrincónlocalizamosuntrozodepapelarrugadoydescoloridoque,examinadomásdecerca,resultóserunaetiquetadeunproductoquímico.Ensuspliegueshallamosunosgranosdepolvoblanco.Tantoelpapelcomolascartasfueronprecintadosyrequisados.

El registro de la habitación no reveló nadamás que pudiera arrojar luz.Examinamos la ropa, las joyas y los libros de la difunta, guardándolo todoposteriormentebajollave.Tambiénnoshicimoscargodesumaletíndeaseo;loprotegimosconunprecintoynoslollevamosalaoficinadelfiscal, juntoconlosotrosobjetosquehabíamoshallado.

Al día siguiente continuamos nuestras pesquisas en la casa, después derecibir nuevas instrucciones del fiscal. Empezamos el trabajo en el estudiocontiguoaldormitoriodeladifuntaseñoraMacallan,quehabíaestadocerradocon llave desde su muerte. Al no encontrar ahí nada de importancia, nosdirigimos a otra habitación del mismo piso, donde, según se nos informó,estabaelacusado,enfermoyencama.

Senosdescribiósuenfermedadcomounadolencianerviosacausadaporlamuertedesuesposayporlasmedidasquesehabíantomadoacontinuación,yse nos indicó que el acusado era completamente incapaz de hacer elmenoresfuerzoydeveraextraños.Noobstante,insistimos(cumpliendolasórdenesqueteníamos)enseradmitidosensuhabitación.Nonosrespondiócuandolepreguntamossisehabíallevadoalgodesudormitoriohabitual(contiguoaldesuesposa)alqueahoraocupaba.Todoloquehizofuecerrarlosojos,comosi

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ladebilidadleimpidieravernosohablarnos.Antelaimposibilidaddecontarcon su colaboración, optamos por no molestarle más, y comenzamos ainspeccionarlahabitaciónylosobjetosqueallíhabía.

Mientrasnosocupábamosenesta labornos interrumpióunextrañoruidoprocedentedelpasillo;parecíaunsonidoderuedas.Seabriólapuertayentróde pronto un caballero inválido que conducía su propia silla de ruedas. Fuedirectamente hacia lamesilla de noche y le susurró al acusado algo que nopudimos oír. El acusado abrió los ojos y le contestó con un gesto rápido.Comunicamosalcaballeroimpedidoque,contodoslosrespetos,nopodíamospermitirlequeestuvieraen lahabitaciónenesosmomentos.Peronoparecióimportarlelomásmínimo;selimitóaresponder:«MellamoDexter,ysoyunodelosmejoresamigosdelseñorMacallan.Ustedessonlosintrusos,noyo».

Lereiteramosqueteníaeldeberdeabandonarlahabitaciónyleindicamos,además, quehabía colocado la silla de ruedas de talmodoquenos impedíaregistrarlamesilla.«¿Esquenosedancuenta,dijo,dequeestoesunamesillay nadamás?». Como respuesta, le advertimos que estábamos actuando conautorización legal y que podía tener problemas si obstaculizaba elcumplimientodenuestrodeber.Comonohubomaneradeconvencerle,decidíempujarlasilladeruedasparadesplazarla,mientrasRobertLorrietrasladabala mesilla al otro extremo del cuarto. El caballero impedido se enfurecióconmigoporhabermeatrevidoatocarsusilla.«¡Lasillasoyyo!,gritó.¿Cómoseatreveaponermelasmanosencima?».Anteestareacción,abrílapuertayluego,paracomplacerle,lediunbuenempujónalasillaconmibastón,ynoconlamano.Yasílaenviéyleenviérápidamentefueradelahabitación.

Trascerrarconllavelapuerta,conelfindeevitarmásintromisiones,mereuníconRobertLorrieparaprocederaregistrarlamesilladenoche,queteníaunsolocajónyestabacerrado.

Lepedimoslallavealacusado,peroél,lisayllanamente,rehusódárnoslay replicó que no teníamos ningún derecho a abrir los cajones. Estaba tanenfadado que llegó a decirnos que teníamos suerte de que su debilidad leimpidiera levantarse de la cama.Con tono educado, le contesté que nuestrodebernosobligabaaexaminarelcajónyque,sisenegabaadamoslallave,nosveríamosforzadosallevamoslamesillaparaquelaabrieseuncerrajero.Estábamosdiscutiendocuandollamaronalapuerta.

Abríconsumacautela,esperandoencontrarmedenuevoalseñorDexter,pero en lugar del inválido, apareció un desconocido. El acusado le saludócomoamigoyvecino,y,ansiosamente,lepidióqueleprotegieradenosotros.Estehombre,detratoagradableybuenasmaneras,nosdijoqueeraabogadoyquehabíasidoavisadoporelseñorDexter.Nospidióqueleenseñásemoslaordenderegistro,ydespuésdeleerla,comunicóenelactoalacusado(ypara

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susorpresa)quedebíapermitirqueregistraranelcajón,aunqueteníaderechoa formular una protesta. Sinmás, élmismo cogió la llave y abrió el cajón.Dentrohabíavariascartasyunlibrogrande,sincierre,queteníaimpresaenletrasdoradaslapalabra«Diario».Porrutina,sacamoslascartasyeldiarioyloprecintamostodoparaentregárseloalfiscal.Alpropiotiempo,elabogadoredactó la protesta en nombre del acusado y nos entregó su tarjeta. En ellapudimos ver su nombre: señor Playmore, ahora uno de los abogados delacusado. La tarjeta y la protesta fueron depositadas, junto con los otrosdocumentos,bajo lacustodiadel fiscal.NohicimosmásdescubrimientosdeimportanciaenGleninch.

LainvestigaciónnosllevóacontinuaciónaEdimburgo,enconcretohastael farmacéutico al que correspondía el trozo de papel arrugado. Tambiénhablamos con otros farmacéuticos, a quienes teníamos que interrogarsiguiendo lasórdenes recibidasdel fiscal.Elveintiochodeoctubre, el fiscaltomóposesióndetodalainformaciónrecogiday,paraentonces,nuestrodeberestabacumplido.

Así concluyó el testimonio deSchoolcraft yLorrie.Nohuboposterioresinterrogatorios.Elbalancefuesencillamentedesfavorableparaelacusado.

Las cosas empeoraron todavíamás cuando se llamó al siguiente testigo.Subióalestrado,parahacerquelasituacióndemidesgraciadomaridofueramáscríticaquenunca,elfarmacéuticocuyonombrefigurabaenlaetiqueta.

AndrewKinlay,farmacéuticodeEdimburgo,declarólosiguiente:

—Tengo un registro especial para las ventas de venenos, en el cual lasanototodas,comopuedenver.Enlafechaahíconsignada,elacusado,elseñorEustace Macallan, entró en mi farmacia y dijo que deseaba adquirir ciertacantidaddearsénico.Lepreguntéquéuso ibaadarle,ymecontestóquesujardinero lo queda para eliminar los insectos del invernadero. Se identificócomoelseñorMacallan,deGleninch.Enelactoleordenéamiayudantequeprepararaelarsénico(dosonzas)yanotéelpedidoenmilibroderegistro.ElseñorMacallanfirmóenélyyofirmédebajo,comotestigo.Pagóelarsénicoyselollevóenvueltoendospapeles,unodeloscualesteníaunaetiquetaconminombre,midirecciónylapalabra«veneno»enletrasgrandes,talcomoseveeneltrocitodepapelencontradoenGleninch.

El siguiente testigo, Peter Stockdale, otro farmacéutico de Edimburgo,dijo:

—Elacusadovinoamifarmaciaenlafechaindicadaenmiregistro,pocosdías después de que acudiera al establecimiento del señor Kinlay. Queríacomprararsénicoporvalordeseispeniques,ymiayudante,aquienelseñorMacallan se había dirigido,me pidió que saliera, pues enmi tienda es una

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regla estricta que nadie excepto yo venda veneno. Quise saber para qué lousaría,ymerespondióquelonecesitabaparamatarlasratasquehabíaensucasa,llamadaGleninch.Lepregunté:«¿TengoelhonordehablarconelseñorMacallan, de Gleninch?». Me respondió que así se llamaba. Le vendí elarsénico,alrededordeunaonzaymedia,ypuseenelfrascolaetiquetaconlapalabra«veneno», escrita conmi letra.Firmóenel registroy, traspagar, semarchó.

Nuevos interrogatorios a los dos hombres por parte de la defensaconsiguieron poner algunas objeciones técnicas a sus declaraciones. Sinembargo,era innegableelhecho terribledeque fuemipropiomaridoquienhabíacompradoelarsénicoenamboscasos.

Lossiguientestestigos,eljardineroyelcocinerodeGleninch,fueronotroseslabonesenlacadenadeevidenciashostilesalacusado.

Alserinterrogado,eljardinerodeclaróbajojuramento:

—Nuncaherecibidoarséniconidelacusadonidenadie,nienlafechaalaque se refiere ni en ninguna otra. Nunca lo he usado ni he permitido a loshombresquetrabajanparamíquelousennieneljardínnienelinvernaderode Gleninch. No me gusta el arsénico como medio para exterminar a losinsectosnocivosqueinfestanfloresyplantas.

El cocinero, cuando subió al estrado, habló con tanta seguridad como eljardinero:

—Nolepedínialseñornianingunaotrapersonaquemeproporcionaraarsénicoparaacabarconlasratas,porquenuncahetenidonecesidaddehacersemejantecosa.Declaro,bajojuramento,quejamáshevistoratasnienlacasanienlosalrededores,niheoídodecirquelashaya.

Se interrogó luego a otros sirvientes de la casa, pero todos ofrecierontestimoniosparecidos.Nadaseobtuvodesusdeclaraciones,por tanto, salvoque cabía la posibilidad de que hubiesen ratas enGleninch sin que ellos losupieran.Laposesióndelvenenoseñalabadirectamenteamimaridoyanadiemás.Queéllohabíacompradoestabaatodaslucesdemostrado,yqueélselohabíaquedadoeraunadelasconclusionesalasquesellegabadespuésdelodeclaradoporlosúltimostestigos.

Los citados a continuación hicieron todo lo posible para que los cargosrecayesenenelseñorMacallan,ynoenloshabitantesdelacasa.

Unavezquetuvoelarsénicoensupoder,¿quéhizoconél?Lossiguientestestimoniosdieronlaspistasaljurado.

Elayudadecámaradelacusadodeclaróquehacialasdiezmenosveintedelamañanadeldíaenquemuriólaseñora,elseñorlehabíapedidounatazade

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té para ella. El sirviente había recibido el encargo ante la puerta abierta deldormitoriode la señoraMacallan,ypodía jurarquenohabíanadie conellaexceptosumarido.

Acontinuaciónprestódeclaraciónlacriada,quienafirmóqueellamismahabíapreparadoeltéylohabíasubidoalahabitacióndelaseñoraMacallanantes de que dieran las diez. Cuando el señor abrió la puerta para hacersecargodelataza,lasirvientahabíapodidoverquelosespososestabansolosenlahabitación.

Laenfermera,ChristinaOrmsay,fuellamadadenuevoalestradoyrepitióloquelaseñoraMacallanlehabíadichoalasseisdelamañanadelúltimodíade su vida: «El señor Macallan vino hace una hora, y, como me encontródesvelada,me dio el sedante». Eso había ocurrido una hora antes,mientrasChristina Ormsay dormía en el sofá. La enfermera llegó a afirmar que alrevisarlasmarcasdibujadasenelfrascoparamedirlasdosis,pudocomprobarque había una menos desde la última que ella le había administrado a laseñora.

Enesta fasedel juicio, lossiguientes interrogatoriosdespertaronespecialinterés,pueslaspreguntasdirigidasalacriadayalaenfermerarevelaronporprimeravezcuálibaaserlaestrategiadeladefensa.

EldecanodelColegiodeabogadoslepreguntóalacriada:

—CuandolimpiabaelcuartodelaseñoraMacallan,¿vioalgunavezsielaguaquequedabaenlapalanganadespuésdelaseoteníauncolornegruzcooazulado?

Latestigorespondió:

—Nuncavinadaporelestilo.

Elabogadoprosiguió:

—Halló alguna vez, bajo la almohada de la cama o en otro lugar deldormitorio de su señora, algún libro o folleto en el que se hablara de lostratamientosparaelcuidadodelcutis.

—No—contestólasirvienta.

—¿Oyó en alguna ocasión a la señora Macallan hablar del uso delarsénico, en forma de medicina o de loción, como buen método paraembellecersurostro?

Latestigodijo:

—Jamás.

Preguntassemejantes lefueronformuladasa laenfermera,quientambién

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contestódeformanegativa.

Heahí,apesardedichasrespuestasnegativas,laestrategiadeladefensa,evidenteporprimeravezparaeljuradoyparaelpúblico.Conelfindeevitarcualquier error enunasunto tan serio, elpresidentedelTribunaldirigióunapregunta muy concreta a los abogados defensores, una vez se hubieronretiradolostestigos:

—Eltribunalyeljurado—dijosuseñoría—deseanentenderconclaridadelobjetodesuinterrogatorioalacriadayalaenfermera.¿SugiereladefensaquelaseñoraMacallanpudousarelarsénicoquelecomprósumaridoconelpropósitodemejorarlosdefectosdesucutis?

Elabogadodefensorcontestó:

—Eso es exactamente lo que sostenemos, señoría, y lo que nosproponemos demostrar como base para la defensa. No podemos discutir laevidenciamédicaquedeclaraquelaseñoraMacallanmurióenvenenada.Peroafirmamos que pudo morir por una sobredosis de arsénico ingerido en laintimidad de su propia habitación como remedio para los defectos,demostradosyadmitidos,desucutis.Ladeclaracióndemidefendidoanteelayudantedeljuezdelcondadoexpresóconclaridadqueélcompróelarsénicoapeticióndesuesposa.

ElpresidentedelTribunalpreguntósihabíaalgunaobjeción,poralgunadelaspartes,paraqueseleyeraenlasaladichadeclaraciónantesdequeeljuicioprosiguiera.A lo cual, el abogado defensor replicó que agradecía que fueraleídaloantesposible,porque,siselepermitíausarlaexpresión,esoallanaríaelcaminoparaladefensa.

Elfiscaltambiénsemostródispuestoahaceresaconcesión,puessabíaquesi las afirmaciones de la declaración no estaban apoyadas por pruebas, eldocumento podría volverse contra la defensa y convertirse en una pruebafavorable para la acusación.Así pues, él también estaba deseoso de que seleyera.

Portanto,seprocedióaleerenpúblicoladeclaracióndelacusadoenfavordesuinocenciaalhabersepresentadounaacusacióncontraélporelasesinatodesuesposa;yésteessucontenido:

Comprédospaquetesdearsénico,enamboscasosapeticióndemiesposa.Laprimeravezmedijoqueselohabíapedidoeljardineroconelfindeusarloenelinvernadero.Lasegunda,mecomentóqueibaausarloelcocineroparaexterminarlasratasdelsótanodelacasa.

Entreguélospaquetesdearsénicoamiesposanadamásvolveracasa,yyanotuvenadaqueverconelveneno,pueseramiesposa,ynoyo,quiendaba

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lasórdenesaljardineroyalcocinero.Yonuncamantuvecomunicacióndirectaconellos.

Novolvíapreguntarleamimujeracercadelusodelarsénico,porquenome interesaba lomásmínimo el asunto.No entré en el invernadero durantemeses;meimportanpocolasflores.Encuantoalasratas,dejéelproblemaenmanos del cocinero y los otros criados, del mismo modo que delegabacualquierotroasuntodomésticoenellos.

Mi esposa nuncame dijo que quisiera el arsénico paramejorar su cutis;seguramente, yo sería la última persona a quien le haría partícipe de esesecreto.Yocreíloqueellamedijo,asaber,queelvenenoeraparalosfinesyaseñalados.

Afirmo rotundamente que vivía en buena relación con mi esposa,admitiendo,porsupuesto,ocasionalesmalentendidasydesacuerdospropiosdelavidamatrimonial.Cualquierdecepciónenrelaciónconmimatrimonioquepuedahabersentidoenprivado,selaheocultadoamiesposa,considerándolomi deber como marido y como caballero. No sólo me siento dolido yespantado por su muerte, sino que me domina el temor de no haberledemostradodeformaadecuadamiafectoymiconsideraciónmientrasvivió.

Declarosolemnementequenosécómoingirióelarsénicoencontradoensucuerpo. Soy inocente incluso de pensamiento. Le administré ami esposa ladosisdesedanteexactamentetalcomoloencontréenelfrasco;despuésledila tazade té,exactamente talcomomelaentregó lamanode lacriada.Unavezqueelarsénicoestuvoenpoderdemimujer,novolvíaverlo,eignoroporcompletoloquehizoconélodóndeloguardó.

Declaro, ante Dios, que soy inocente de este horrible crimen que meimputan.

Con la lectura de estas sinceras y conmovedoras palabras, terminó elsegundodíadelproceso.

Hastaaquídeboconfesarque,porahora, lalecturadel informedel juiciomehabíaresultadodeprimenteydesesperante.Elpesodelaspruebas,alfinaldelsegundodía,estabaencontrademimarido.Apesardesermujeryapesardeserparcial,inclusoyoteníaquereconocerlo.

Elcruelfiscal(¡confiesoqueleodiaba!)habíademostrado:1)queEustacehabía comprado el veneno; 2) que los fines para los que había adquirido elarsénico no eran verdaderos; 3) que había tenido dos oportunidades paraadministrarleelvenenoasumujer.

De otra parte, ¿qué había demostrado la defensa? Hasta entonces,desgraciadamente nada. La declaración de inocencia era, como bien había

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indicado el fiscal, una afirmación sin pruebas. Ningún testimonio habíademostrado que fuera la esposa quien hubiera usado el arsénico en secretoparaelcuidadodesucutis.

Mi único consuelo por ahora era que la lectura del juicio me habíamostrado las figurasdedos amigosdeEustace en cuya simpatíay fidelidadpodíaconfiar.El inválidoseñorDexter,especialmente,habíademostradoserun buen aliado demi esposo.Mi corazón se enternecía por el hombre quehabía movido su silla para impedir el registro de la mesilla de noche, elhombrequehabíaluchadohastaelfinalpordefendereldiariodeEustacedelosdespreciablesqueseloqueríanllevar.

Decidí,ahíyentonces,queelseñorDexterseríalaprimerapersonaaquienconfiaría mis aspiraciones y mis esperanzas. Si él tenía alguna dificultad oalgúnreparoparaaconsejarme,medirigiríaentoncesasurepresentantelegal,elseñorPlaymore,elsegundobuenamigoquehabíaprotestadoformalmenteantelaconfiscacióndeldiariodemimarido.

Fortalecidaporestaresolución,dilavueltaalapáginaymesumergíenlahistoriadeltercerdíadeljuicio

CAPÍTULOXVIII

Tercerapregunta:¿Cuálfueelmóvil?

A la primera pregunta —¿murió la mujer envenenada?— se habíacontestado de forma afirmativa.La segunda—¿quién la envenenó?—habíaquedado respondida aparentemente. Quedaba la tercera y última pregunta:¿cuálfueelmóvil?

Los primeros testimonios relacionados con la búsqueda de esa tercerarespuestafueronaportadosporlosparientesyamigosdelaesposamuerta.

Lady Brydehaven, viuda del Contraalmirante Sir George Brydehaven,interrogadaporelseñorDrew,declarólosiguiente:

—LadifuntaseñoraMacallaneramisobrina,hijaúnicademihermana,yvivió bajo mi techo desde la muerte de su madre. Yo me opuse a sumatrimonioporrazonesque,parasusamigas,eranpuramentesentimentalesyfantásticas. Me es extremadamente doloroso tener que contar lascircunstanciasenpúblico,peroestoydispuestaahacerelsacrificiosilosfinesdelajusticialorequieren.

El acusado, en la época de la que hablo, estaba invitado en mi casa.Mientrasmontabaacaballotuvounaccidentequelecausóungravedañoen

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las piernas. Previamente, prestando servicio en el ejército, en la India, lehabían herido en una pierna, y esta circunstancia hizo que las secuelas delaccidente fuesen más delicadas. El señor Macallan se vio obligado apermanecer tumbado en un sofá durante semanas, y las señoras de la casahacían turnos para distraerle leyéndole algún libro o hablando con él. Misobrina Sara era quien más se prestaba a acompañarle; tocaba el pianoadmirablementeyresultóquealenfermotambiénlegustabamucholamúsica,loqueluegofuedesafortunado,comodemostrólosucedido.

Las consecuencias de este trato, perfectamente inocente, fuerondeplorables para mi sobrina. Se enamoró perdidamente del señor EustaceMacallan, sin ser correspondida. Hice todo lo que pude por evitarlo condelicadeza;peropordesgracia,Saranoconfióenmí.InsistíaennegarquesussentimientoshaciaelseñorMacallanfueranmásalládeunasimpleamistad,por lo cual,me resultó imposible separarlos sin dar abiertamente una razónpara hacerlo y sin provocar un escándalo que habría podido afectar a lareputacióndemisobrina.

En esa época mi marido aún vivía, y como única medida posible enaquellascircunstancias,yorecurríaélylepedíquehablaraenprivadoconelseñor Macallan y que apelara a su honor para superar aquel problema sinperjuicioparaSara.

El señorMacallan se comportó comounperfecto caballero.Aunqueaúnnoestabadeltodorecuperado,encontróunabuenaexcusaparadejarnos,ydosdíasdespuésdequemimaridohablaraconél,yasehabíaidodecasa.

El remedio era bienintencionado; sin embargo, llegó demasiado tarde yfalló por completo: el daño ya estaba hecho. Consumida por la pasión, misobrina languidecíavisiblemente.Ni laayudamédicanielcambiodeaireylugar le sirvieron. Al cabo del tiempo, una vez que el señor Macallan serecuperó del accidente, averigüé que Sara mantenía correspondenciaclandestina con él pormedio de su doncella. Las cartas del señorMacallanestabanescritaseneltonoconsideradoyllenodetactopropiodeunamigo;noexpresaban sentimiento amoroso alguno.Noobstante, creí quemideber erainterrumpiraquellacorrespondencia.

Mi acción —¿qué otra cosa podía hacer?— provocó una crisis. Unamañana, mi sobrina no apareció a la hora del desayuno. Al día siguientesupimosquelapobresehabíapresentadoencasadelseñorMacallan,yhabíasido descubierta, escondida en el dormitorio del joven, por unos amigossolteros que habían ido a visitarle. De este desastre no se podía culpar enabsoluto al señor Macallan. Al oír pasos fuera, el pobre hombre sólo tuvotiempodesalvarlaocultándolaenlahabitaciónmáscercana,yéstaresultósersudormitorio.

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Sehablómuchodelasunto,quefuemalinterpretadoporlagenteruin.Mimarido mantuvo otra conversación privada con el señor Macallan, quienvolvióacomportarseadmirablemente.Declarópúblicamentequemisobrinalehabíavisitadoencalidaddeprometida,ysólodossemanasdespués,silencióelescándalodelúnicomodoposible:secasóconella.

Me quedé sola cuandome opuse almatrimonio. En esemomento yo loconsiderabaunerrorfatal,comosedemostróluego.YaerabastantetristequeelseñorMacallansehubieracasadoconellasinestarenamorado;peroesque,paramayordesesperanza,élmismoeravíctimaenaquellaépocadeunamorimposiblehaciaunadamaqueestabacomprometidaconotrohombre.Sébienqueéllonegóporcompasión,delmismomodoquefingióestarenamoradodemisobrinacuandosecasóconella.Perosuamordesesperadoporladamaqueacabodemencionareraunhechonotorioentresusamigos.

No creo que esté fuera de lugar añadir que el matrimonio de la damaprecedió al suyo.Cuando se apiadó demi sobrina, el señorMacallan habíaperdido irremediablementea lamujerqueamabayyano teníaesperanzasoaspiracionesenlavida.

Enconclusión, sólopuedorepetirqueningunadesgracia (siSarahubierapermanecido soltera) habría sidomayor, enmi opinión, que la de una bodacomo la suya. Creo sinceramente que nunca ha habido unmatrimonio peoravenidoqueeldelacusadoysudifuntaesposa.

Esterelatodelatestigoprodujounfuerteimpactotantoenelpúblicocomoenlosmiembrosdel jurado.LosinterrogatoriosposterioresconsiguieronqueladyBrydehavensereplanteasealgunasopinionesyreconocieraqueelafectoque el acusado sentía por otra mujer era sólo un rumor. Pero aún así, loshechos eran inalterables y daban verosimilitud a la posibilidad del crimenimputadoalacusado.

Se llamó luegoaotrasdosdamas, amigas íntimasdeSaraMacallan.NocoincidieronconladyBrydehavenensuopinióndelmatrimonio,perosíenlasotras cuestiones, de forma que apoyaron el testimonio de la primera yconfirmaronlaimpresiónquesehabíaproducidoentodalasala.

La siguiente prueba propuesta por el Ministerio fiscal era la evidenciasilenciosadelascartasydeldiariohalladosenGleninch.Elfiscaldeclaróquelascartashabíansidoescritaspordiversosamigosdelacusadoydesudifuntaesposa, y que algunos fragmentos tenían que ver directamente con lascircunstancias de su vida matrimonial. Más valioso como evidencia era eldiario, que contenía notas del acusado sobre asuntos domésticos, y lospensamientosolossentimientosqueenéldespertaban.

Unaescenadolorosasiguióaestaexplicación.

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Aun tratándose de sucesos pasados, no logro todavía dominarme aldescribir con detalle lo que mi desgraciado marido decía o hacía en eseinquietante periodo del juicio. Profundamente afectado por el testimonio deladyBrydehaven,aEustacelefuedifícilcontenerseynointerrumpirla.Acabóporperder el control y, conun tonodesgarradorque resonóen toda la sala,protestócontraloqueibaaserlaviolacióndesussecretosmássagrados.

—¡Ahórquenme,aunqueseainocente!—clamó—.¡Peroevítenmeesto!

El efecto que su estallido produjo en el público aparece calificado en elinforme como indescriptible. Algunas de las mujeres presentes se pusieronhistéricas, y los magistrados tuvieron que intervenir para imponer silencio,aunquesinéxito.Alfinalserestableciólacalmagraciasalabogadodefensor,que logró tranquilizar al acusado y, dirigiéndose a los jueces, les pidióindulgencia para con su desgraciado cliente con un lenguaje elocuente yconmovedor.Sudiscurso,unaobradeartedeoratoriaimprovisada,concluyócon una protesta moderada, aunque enérgica, contra la lectura de losdocumentosrequisadosenGleninch.

Los tres magistrados del Tribunal se retiraron para deliberar sobre lacuestiónlegalqueseleshabíaplanteado,ylasesiónsesuspendiódurantemásdemediahora.

Comoeshabitualenestoscasos,elinterésdelasalasecontagióhastalamultitud que se arremolinaba en la calle. La opinión general—dirigida poralgunodelosfuncionariosdeinferiorrangorelacionadoconelprocesolegal—eradecididamenteadversaalaposibilidaddequeelacusadoselibraradelapenademuerte.

—Siseleenlascartasyeldiario—dijoalguienentrelamuchedumbre—,leahorcarán.

Cuando los magistrados volvieron a la sala, se anunció que habíandecidido, por mayoría de dos a uno, permitir que los documentos sepresentaran como prueba; cada uno de los jueces, por turno, expuso lasrazonesquelehabíanllevadoatomaresadecisión.Hechoesto,sereanudóelprocesoconlalecturadediversosextractosdelascartasydeldiario.

Lasprimerascartaspresentadassehabíanhalladodentrodelarmarioindio,enlahabitacióndelaseñoraMacallan.Todasestabandirigidasaladifunta,ylas remitentes eran amigas íntimas suyas con las que solía mantenercorrespondencia.Seseleccionaron,paraleerenlasala,extractosdetrescartasescritasportrespersonasdiferentes.

PRIMEREXTRACTO:

Nome siento capaz,mi querida Sara, de expresar lomucho queme ha

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inquietadotuúltimacarta.Teruegoquemeperdonesporcreerquetusensiblenaturaleza exagera o malinterpreta, claro que de forma inconsciente, elabandonodelquetesientesvíctimaporpartedetuesposo.Nadapuedodecirdel carácter de tu marido, pues no le conozco lo suficiente. Sin embargo,queridamía, soymuchomayor que tú y tengomás conocimiento de lo quesuelenllamarse«laslucesysombrasdelmatrimonio».

Hablandoporexperienciatediréloqueheobservado.Lasjóvenesreciéncasadas,quesientenunprofundoamorporsusesposos—ytalestucaso—,suelencometerunmuygraveerror:comoreglageneral,esperandemasiadodesusmaridos. Los hombres,mi pobre Sara, no son como nosotras. Su amor,incluso cuandoes sincero, no es comoel nuestro; no es tan constantey fielcomoelquenosotras lesofrecemos,noessuúnicaesperanzani la razóndesus vidas, como lo es para nosotras. Por mucho que los amemos y losrespetemos, no tenemos más remedio que reconocer y aceptar esta notablediferenciaentrelanaturalezadelhombreyladelamujer.

Yonodisculpoenningúnmomentolafrialdaddetumarido.Hacemal,porejemplo,ennomirartecuandolehablas,oennopercibirloqueteesfuerzasporagradarle.Muchopeor—omáscruel,siloprefieres—eselhechodequenuncatedevuelvaelbesocuandotúlebesas.Sinembargo,queridamía,¿estáscompletamenteseguradequeélessiemprefríoycruelapropósito?¿Quiéntedicequesuconductanoesfrutodelaspreocupacionesqueleagobianyquetúno puedes compartir? Si analizas su conducta bajo este prisma, entenderásmuchas cosas que ahora te asombran y te causan dolor. Sé paciente con él,niña mía. No te quejes en su presencia, y nunca te acerques a acariciarlecuando esté preocupado o alterado. Sé que es un consejo duro de seguir,amándole tan apasionadamente como le amas, pero convéncete de que paranosotras, las mujeres, el secreto de la felicidad se encuentra —¡ay, condemasiadafrecuencia!—enesaresignaciónycontenciónquetuviejaamigaterecomienda.Piensa,queridamía,enloqueteescriboyenvíamenoticias.

SEGUNDOEXTRACTO:

¿Cómopuedes ser tan tonta,Sara, comoparamalgastar tu amor con esemarido tanrudoy tan insensible?Paraqueesonomesuceda,aúnnomehecasado.Peroalgúndíamecasaré,ysimimaridometrataalgunavezcomoelseñorMacallantetrataati,nodudaréensepararme.Creoquepreferiríaquemepegase,comoocurreentrelasmujeresdeclaseinferior,aquesecomporteconlaeducadafrialdadyeldesprecioquedescribes.¡Pobrecilla!Meindignosólo de pensarlo; debe de ser totalmente insufrible. No lo aguantes más;abandónale y vente conmigo.Mi hermano, como sabes, estudia leyes; puesbien, lehe leídoalgunos fragmentosde tucartaysuopiniónesquepodríasobtenerfácilmenteunaseparaciónjudicial.Venyconsúltale.

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TERCEREXTRACTO:

Ustedsabe,miqueridaseñoraMacallan,cualhasidomiexperienciaconloshombres,poresosucartanomesorprendelomásmínimo.Enmiopinión,laconductadesumaridosóloapuntaaunaconclusión:estáenamoradodeotramujer;hayalguienenlaoscuridadqueconsiguedeél todoloqueaustedleniega. He pasado por todo ello ¡y lo sé! No ceda; dedique toda su vida aaveriguarquiénesladesvergonzada.Puedequehayamásdeuna.Noimporta.Unaomuchas,siusteddescubreelasuntolograráquelavidadesumaridoseaalmenos tan triste como la suya.Si quierequemi experiencia le ayude, notienemásquedecírmeloymepongoenteramenteasudisposición.PuedoiryquedarmeconustedenGleninchapartirdeldíacuatrodelmesqueviene.

Con estas líneas abominables se concluyó la lectura de las cartas de lasmujeres.Elprimeroymáslargodelosextractosprodujounafuerteimpresiónen la sala. En ese caso, parecía innegable que la remitente era una personarespetableysensata.Detodosmodos,elsentirgeneraleraquelastrescartas,apesardelasdiferenciasabismaleseneltono,llegabanalamismaconclusión.La situación de la señoraMacallan enGleninch—si se podía confiar en elcontenidodelascartas—eraladeunamujerdesgraciadayabandonada.

A continuación se procedió a leer la correspondencia del acusado,encontradajuntoaldiarioenelcajóndelamesilla.

Todas las cartas, excepto una, estaban escritas por hombres, y aunque eltono era más moderado en comparación con las dos últimas escritas pormujeres,sucontenidoapuntabaenlamismadirección:lavidadelmaridoenGleninchparecíasertaninsoportablecomoladesumujer.Unodelosamigosdel acusado, por ejemplo, le escribía invitándole a hacer un viaje en yatealrededor del mundo. Otro le sugería que se ausentase durante seis mesesviajandoporelContinente.Eltercerolerecomendabaquepracticasedeportesal aire libre en la India… En fin, todos los remitentes le proponíansencillamentequeseseparase,biendemaneratemporalodefinitiva.

Laúltimacartadirigidaalacusado,adiferenciadelasotras,estabaescritaconletrademujer,yenlafirmasólofigurabaelnombredepila:

¡Ah,mi pobreEustace, qué cruel es nuestro destino! (Así comenzaba lacarta). Cuando pienso en tu vida, sacrificada a esa miserable mujer, micorazón sangra por ti. Si tú y yo nos hubiésemos casado, si hubieseconsideradomimáximafelicidadamaryprotegeralmejorymásqueridodelos hombres, ¡podríamos haber vivido en un paraíso para nosotros solos,podríamos haber conocido momentos deliciosos! Ahora ya es inútillamentarse; estamos separados en esta vida, separados por lazos que ambossufrimos y que debemos respetar. Pero, ¡mi amado Eustace, hay unmundomásalládeéste!Ahívolaránnuestrasalmasparaencontrarse,yseuniránen

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unlargoabrazocelestial,enunraptoprohibidoparanosotrosaquíenlatierra.

Latristezadetucarta—¡oh,Eustace;¿porquétecasasteconella?—meha arrancado esta confesión de mis sentimientos. Deja que estas líneas tereconforten,peronopermitasqueotrosojoslaslean.Quemaestaimprudentehojadepapelyespera(comoyoespero)unavidamejorquepodráscompartircontuesposa.

Helena

La lectura de esta carta monstruosa provocó una pregunta por parte deltribunal.Unodelosjuecesquisosabersilaremitentehabíahechoconstarlafechaoladirecciónensucarta.

El fiscal contestó negativamente, y mostró el sobre, cuyo franqueo sólopermitíadeducirquehabíasidoenviadadesdeLondres.

—Nosproponemos—continuóel fiscal—hacerpúblicos tambiénciertospasajesdeldiariodelacusado,endondeaparecemásdeunavezelnombredelamujer que firmó la carta anterior.Tal vez encontremosotrosmedios paraidentificar a la remitente antesdeque el juicio finalice, para satisfaccióndesusseñorías.

Lospasajesprometidosdeldiarioíntimodemimaridocomenzaronasalira la luz. El primer extracto se fechó aproximadamente un año antes de lamuertedelaseñoradeEustaceMacallan.Decíalosiguiente:

Noticiasenelcorreodeestamañanaquemehandesconcertado.ElmaridodeHelenamuriórepentinamentehacedosdías,acausadeunaenfermedaddecorazón. Ella está libre. ¡Mi querida Helena está libre! ¿Y yo? Yo estoyencadenadoaunamujerconlaquenotengoniunsentimientoencomún,yheperdidoaHelenapormiculpa.¡Ah!Ahoraentiendocomonuncaloirresistibleque puede ser a veces la tentación, y con qué facilidad el crimen puedeseguirla.Lomejorseráquecierreestashojasporhoy.Meenloquecepensarenestasituaciónoescribirsobreella.

Elsiguientepasaje,fechadopocosdíasdespués,insistíaenlomismo:

Deentretodaslaslocurasqueunhombrepuedecometer,lamayoresladeactuar impulsivamente. Así me comporté yo cuando me casé con ladesdichadacriaturaqueahoraesmimujer.EntoncesmeprecipitéalsuponerquehabíaperdidoaHelena.Sehabíacasadoconelhombreconquiensehabíacomprometidoantesdeconocerme,yéleramásjovenqueyoy,enapariencia,másfuerteymásenérgico.Hastaahí,porloquepodíaver,midestinoestabasellado para siempre. Helena me escribió su carta de despedida,abandonándomepornuestrobien.Mi futuro estaba cerrado;mis esperanzas,perdidas.Nomequedaba ni una sola aspiración en la vida, y no necesitaba

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refugiarme en el trabajo. Una acción caballerosa, un esfuerzo de nobleabnegacióneratodoloquemequedabayparaloqueestabacapacitado.

Las circunstancias del momento se adaptaron, con facilidad fatal, a esaidea.Lamalogradamujerquesehabíaenamoradodemí (¡elcielosabequesin ninguna intención pormi parte!) puso su reputación imprudentemente amerceddelmundo.Demídependíaelsilenciodelaslenguasescandalosasquela injuriaban.HabiendoperdidoaHelena,noesperabaya la felicidad; todaslasmujeresmeeranindiferentes.Yunactodegenerosidadseríalasalvaciónde esa mujer; ¿por qué no realizarlo? Eso me impulsó a casarme con ella,como podría haberme tirado al agua para salvarla de morir ahogada, comopodríahaberpegadoaunhombresilehubieravistomaltratarlaenmediodelacalle.

Y ahora, lamujer por la que he hecho este sacrificio se interpone entreHelenayyo—miHelena, librepara regalarel tesorodesuamoralhombrequeadora el sueloquepisa. ¡Tonto! ¡Loco! ¿Porquénoestrellomi cerebrocontra la pared que tengo frente amímientras escribo estas líneas? En eserincón estámi escopeta; sólohede atar una cuerda al gatillo y apuntar a laboca. ¡Pero no!Mimadre vive, y su amor es sagrado.No tengo derecho aacabar con la vida que ella me ha dado; tengo que sufrir y resignarme.¡Helena!¡Helena!

Eltercerfragmentohabíasidoescritoporelacusadounosdosmesesantesdelamuertedesuesposa.

¡Másreprochescontramí!Noconozcoanadiequesequejemás.Viveenunestadopermanentedemalhumoreinsatisfacción.

Ahorame echa en cara dos nuevas ofensas: nunca le pido que toque elpiano, y, cuando estrena un vestido expresamente para agradarme, nunca lonoto.¡Notarla!¡Santocielo!Simimayoresfuerzovaencaminadoanonotarlaaella,nienloquehacenienloquedice.¿Cómovoyadominarmisnervios,amenos que evite, tanto como sea posible, encuentros y conversaciones conella? Y procuro controlarme, ¡bien lo sabe Dios! Nunca soy duro con ella;nuncausounlenguajeviolento.Haydospoderosasrazonesporlasquedebotenerpaciencia:ellaesunamujerylaleylahahechomiesposa.Noloolvidoyloreconozco,perosoyhumano.Cuantomenoslavea,exceptosihayvisitas,mejorpuedodominarme.

No sé qué es lo que la hace tan poco atractiva para mí. No es nadaagraciada,peroheconocidomujeresmásfeascuyascariciashabríasoportadosin ese sentimiento de rechazo que me invade cuando me veo obligado aaceptarlassuyas.Hedemantenerocultotalsentimiento,porqueellameama,¡pobrecilla! La compadezco. Desearía poder hacer algo; desearía poderdevolverleelamorconqueellamecontempla.Perono,sólolacompadezco.

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Si se conformara con vivir conmigo en términos amistosos y sindemostraciones de ternura, podríamos llevarnos muy bien. Pero ella quiereamor.Desgraciada,¡quiereamor!

¡Mi adoradaHelena!No le puedo dar amor porquemi corazón es tuyo.Anoche soñéquemidesdichadaesposaestabamuerta.El sueñoera tan realque me levanté de la cama, abrí la puerta de la habitación y me puse aescuchar.Surespiracióncalmadayregularseoíaalaperfecciónenelsilenciodelanoche.Saradormíaprofundamente.Cerréotravezlapuerta,encendílavelaymepusealeer,peromeresultabamuydifícilconcentrarmeenellibro.Helenanosemeibadelpensamiento.Sinembargo,cualquiercosaeramejorque volver a la cama y soñar, tal vez por segunda vez, que yo también eralibre.

¡Quévidalamía!¡Quévidalademiesposa!Siseprendierafuegoenlacasa,mepreguntosimeesforzaríaporsalvarla.

Losúltimosdospasajesleídoscorrespondíanafechasposteriores.

Undestellodeluzhabrilladoalfinenmisombríavida.

Helenayanoestácondenadaallutopropiodelaviudedad.Hatranscurridoel tiempoestipuladoyellapuedeaparecerdenuevoensociedad.AhoraestávisitandoasusamigosdeestapartedeEscociay,comosomosprimos,todoscomprenderánquepaseunosdíasenmicasaantesdevolveralsur.

Me ha escrito diciendo que su visita, aunque para nosotros resulte muydelicada,esundeberquehadecumplirparaguardarlasapariencias.¡Benditassean las apariencias!Veré a ese ángel enmi purgatorio, y todo porque a lasociedad de Mid-Lothian le resultaría muy extraño que mi prima no mevisitaraestandoenEscocia.

Pero tenemosque actuar con sumacautela.Helenamehadicho:«Voyaverte,Eustace,comounahermana.Ytúdebesrecibirmecomounhermanoono recibirme.Escribiréa tuesposaparaproponerleeldíademi llegada.Noolvidaré —no lo olvides tú tampoco— que si entro en tu casa es con subeneplácito».

¡Sóloporverla!¡Soycapazdehacercualquiercosaportenerlafelicidaddeverla!

Elúltimoextractoconteníasóloestaslíneas:

¡Nueva desgracia! Mi esposa está enferma; se ha metido en la cama,aquejadadeunbrotereumático,justocuandoHelenallegaaGleninch.Peroenestaocasión(¡loconfiesoconalegría!)Sarasehacomportadomuybien.HaescritoaHelenaparadecirlequesuenfermedadnoesseriayquenohayporquéalterarloconvenido,demodoquelavisitademiprimatendrálugareldía

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previsto.

Paramiesposaestosuponeungransacrificio,yséque lohahechosólopor mí. Celosa de todas las mujeres menores de cuarenta años que se meacercan,naturalmentetambiénsientecelosdeHelena.¡Yahorasecontrolayconfía enmí!Debomostrarlemi gratitud.De hoy en adelante, prometo sermáscariñosoconmimujer.Laheabrazadotiernamenteestamañanayespero,pobrecilla,quenosedieracuentadelesfuerzoquemecostó.

Asíterminólalecturadeldiario.

Las páginas que me resultaron más desagradables de todo el informefueron precisamente las que contenían estos extractos de las más íntimasconfidenciasdemimarido.Ciertasmanifestacionesnosólomedolieron,sinoque afectaron al concepto que yo tenía de Eustace. Creo que habría dadocualquiercosaporhacerdesapareceralgunaslíneasdeesediario.

EncuantoasusexpresionesapasionadasdeamorhacialaseñoraBeauly,todasmehirieroncomounaguijón.Cuandomecortejaba,mehabíasusurradopalabrastancariñosascomoesas;porloqueyonoteníarazonesparadudardela sinceridad de su amor. Pero la cuestión era: ¿Había amado Eustace a laseñoraBeaulytantocomoamíomás?¿Quiénhabíaconquistadosucorazón,ellaoyo?Eustacemedijo,cientosdeveces,queantesdeconocermesólosehabía imaginado lo que era estar enamorado. Le creí entonces y decidí queahoraleseguiríacreyendo.Lecreía,¡peroodiabaalaseñoraBeauly!

Lalecturadelascartasyeldiarioprodujoenlasalaunaimpresiónpenosa;yparecíaimposiblequeesaimpresiónpudieraempeoraraúnmás,peroasífue.Elsiguienteyúltimotestigodelaacusaciónofrecióunaimagentodavíamásdesfavorabledelacusado.WilliamEnzie,ayudantedeljardinerodeGleninch,prestójuramentoydijolosiguiente:

—Elveintedeoctubre,alasoncedelamañana,yomedirigíaalazonadelosarbustos,juntoalllamadoJardínHolandés.Hayenesejardínunaglorietacuyapartetraseralindaconesosarbustos.Eldíaerahermosoycálidoparalaépocadelaño.

De camino al trabajo, pasé por delante de la glorieta y oí voces, una demujer y otra de hombre. La voz de la mujer me era desconocida. La delhombrelareconocíenseguidacomolademiseñor.Sedespertómicuriosidad;meacerquéalaglorietasinseroídoyescuchéloqueocurríadentro.

Las primeras palabras que pude distinguir eran demi señor. «Si hubierapodidopreverqueundíaseríaslibre,leoídecir,¡quéfelizhabríasido!».Lamujer contestó: «No debes hablar así». Él replicó: «Tengo que decir lo quesiento,yloquesientoesqueteheperdido».Ahíélsedetuvounmomentoyluego dijo de repente: «Hazme un favor, ángel mío. Prométeme que no te

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volverásacasar».Lavozde lamujersonóenérgica:«¿Quéquieresdecir?».Miseñorrespondió:«Noledeseoningúndañoalainfelizcriaturaqueesunpesoenmivida,perosupongamos…».«Supongamosnada,lecortólaseñora.Regresemosacasa».

Empezóacaminarporeljardínysevolvió,llamandoconseñasamiamoparaquese reunieraconella.Entoncespudeverconclaridadel rostrode lamujerysupequeeralajovenviudaqueestabavisitandolacasa.Melahabíapresentado el jardinero jefe cuando llegó, para que no la interrumpiera si laveíacortandoflores.LosjardinesdeGleninchseabrenalpúblicociertosdíasal año, y en asuntosde floresdistinguimos, claro está, entredesconocidos einvitadosdelacasa.

Estoycompletamentesegurode la identidadde ladamaquehablabaconmi amo: la señoraBeauly era unapersonagentil e inconfundible.Ella ymiseñorseretiraronjuntoshacialacasa,ynooínadamásdeloquepasóentrelosdos.

El testigo fue interrogado de nuevo con el fin de verificar su capacidadpara identificaraambos interlocutoresy laexactitudde laconversaciónquehabía escuchado en la glorieta. En algún aspecto menor pareció dudar. Sinembargo, insistió en que recordaba a la perfección las últimas palabrasintercambiadasentre suamoy la señoraBeauly,ydescribiócondetallea ladamademostrandoquelahabíaidentificadocorrectamente.

Con esto se llegó al final de los interrogatorios formulados para hallarrespuesta a la tercera pregunta planteada en el juicio: elmóvil que llevó alacusadoaenvenenarasuesposa.

La versión del Ministerio fiscal estaba completa. Los amigos másincondicionalesdelacusadosevieronobligadosaadmitirquelostestimoniosylaspruebas,hastaahí,eranclarayconcluyentementecontrariosaél.InclusoelpropioEustaceparecía sentir lomismo.Cuando se retiró, tras la clausuradel tercer día del proceso, estaba tan deprimido y exhausto que hubo deapoyarseenelbrazodeldirectordelacárcel.

CAPÍTULOXIX

Laspruebasdeladefensa

El interés aumentó prodigiosamente al comienzo del cuarto día. Iban adeclarar los testigos de la defensa, y el primero de ellos era la madre delacusado.Ladamalemirómientrasselevantabaelveloparaprestarjuramento,yélseechóallorar.Enesemomento,lasimpatíaqueelpúblicosentíaporla

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madreseproyectóeneldesdichadohijo.

Interrogadaporelabogadodefensor,laancianaseñoraMacallanrespondióconnotabledignidadyautodominio.

Preguntada sobre ciertas conversaciones privadas mantenidas entre sunuerayella,declaróquelaesposadesuhijoteníaunasensibilidadenfermizaenloconcernienteasuaspectopersonal.Amabaardientementeasumaridoysu máximo deseo era resultarle lo más atractiva posible, por lo que lasimperfecciones de su físico, en especial las de su cutis, la hacían sufriramargamente. Su suegra le había oído decir, una y otra vez, que no habríariesgoquenocorrieraydolorquenopadecieracon taldemejorarlo.«Aloshombres, había dicho su difunta nuera, se les gana por las apariencias; mimaridomeamaríamássiyotuvieramejorcolordepielyuncutismásterso».

Se le preguntó después si los pasajes del diario de su hijo Eustacereflejaban las peculiaridades de su carácter y sus verdaderos sentimientoshacia su esposa.La señoraMacallan lo negó con los términosmás claros yrotundos.

—Losfragmentosdeldiariodemihijosonunacalumnia—dijo—.Ynodejandeserunacalumniaaunqueesténescritosdesupuñoyletra,porquenodanenabsolutoideadesucarácter.Hablandodesdemiexperienciademadre,y conociéndole como le conozco, sé que debió de escribir esos pasajes enmomentosdedepresiónydesesperaciónincontrolables.

Ninguna persona ecuánime puede juzgar a un hombre por las palabrasprecipitadas que se le hayan podido escapar enmedio de la tristeza y de laofuscación. ¿Va a ser juzgado mi hijo por el hecho de que se le ocurrieraescribirsusimprudentespalabras,envezdehaberlasdichoenvozalta?Hayquereconocerquesuplumahasidosuacérrimoenemigoenestecaso,pueslehapresentidoensupeorfaceta.

Él no era feliz en sumatrimonio, eso lo admito, pero siempre fuemuyconsiderado con su esposa.Yo gocé de la confianza de ambos; conviví conellosylosviensusmomentosmásíntimos,ydeclaro,frentealoqueminueraescribióa susamigas,quemihijonunca lediomotivosparaafirmarque latratabaconcrueldadydesprecio.

Estaspalabras,dichasconclaridady firmeza,produjeronungranefecto.Elfiscal,percatándosedequeseríainútilaminorareseefecto,selimitóahacerdospreguntassignificativas.

—Alhablardelosdefectosdesucutis—dijo—,¿serefirióalgunavezsunueraalusodelarsénicocomorecursoparamejorarlo?

LaseñoraMacallancontestó:

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—No.

Elfiscalprosiguió:

—¿Algunavezlerecomendóustedelarsénicoolomencionócasualmenteenelcursodelasconversacionesprivadasque,segúnhadicho,mantenían?

Larespuestafue:

—Nunca.

Elfiscalvolvióasuasiento,ylaancianalaseñoraMacallanseretiródelestrado.

Uninterésdiferentesurgióconlaaparicióndelsiguientetestigo.Eranadamás y nadamenos que la señoraBeauly en persona.El informe la describecomounapersonanotablementeatractiva,deademaneselegantesydiscretos.A todas luces, se sentía turbada por la situación pública a la que se veíaexpuesta.

Laprimerapartedesutestimoniofuecasiunarepeticióndelodichoporlamadredelacusado,conladiferenciadequelaseñoraBeaulydeclaróqueSaraMacallanlehabíapreguntadosobrelosmejorestrucosyremedioscosméticosparaelcuidadodelcutis.Ladifuntaseñorahabíaelogiadolabellezadesupiely se había interesado por los productos que la joven viuda usaba paramantenerlatanbella.LaseñoraBeaulydeclaróquesehabíasentidoofendidapor lapregunta,puesnousabaningúnmedioartificialynoentendía lomásmínimode cosméticos.A partir de entonces un abismode frialdad se habíaabiertoentrelasdosdamas.

Interrogadaacercadesusrelacionesconelacusado,laseñoraBeaulynegóconindignaciónqueellaoelseñorMacallanlehubierandadoelmásmínimomotivodecelosaladifuntaseñora.

Añadió a continuación que no podía marcharse de Escocia, después dehaber visitado a los vecinos de su primo, sin visitar también a su propiopariente;nohacerlohabríasidounagroseríayhabríadadomuchoquehablar.NonegóqueelseñorMacallanfuerasurendidoadmiradorenlosdíasenqueambosestaban solteros;perounavezqueella se casóconotrohombreyélconotramujer,novolvieronamanifestarlaexpresióndesussentimientos.Apartir de entonces, su relación había sido tan inocente como si de doshermanos se tratara. El señorMacallan era un caballero y conocía su deberparaconsuesposayparaconellamisma,afirmólaseñoraBeauly,yañadióqueellanohabríavisitadoGleninchsinestarseguradelasituación.

Enloreferenteal testimoniodelayudantedel jardinero, laseñoraBeaulydeclaróquetodoerapurainvención.Lamayorpartedelaconversaciónqueelhombrehabía reproducidonuncaocurrióen la realidad.Lopocoquesedijo

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fueenbroma,comoreconociómástardeelpropiotestigo.Encuantoalresto,la conducta del señor Macallan hacia su esposa fue siempre amable yconsiderada;concretamenteenaquellasfechas,élestabamuypreocupadoporhallar el medio de aliviar la dolencia reumática que obligaba a la señoraMacallan a permanecer en cama. Por otro lado, él le había hablado de suesposa no en una sino en varias ocasiones, y siempre con afecto y sincerasimpatía. Cuando la señora Macallan les ordenó a su marido y a ella quesalierandelahabitación,eldíadesumuerte,elseñorMacallanlehabíadicholuegoalatestigo:«Debemoscomprenderyperdonarsuscelos,pobrecilla.Anosotros nos basta con saber que no los merecemos». De esta manera tanpaciente,élseresignóalinestablecarácterdesuesposahastaelfinal.

El principal interés de los siguientes interrogatorios se centró en unapregunta que se hizo al final. Tras recordar a la señora Beauly que habíadeclaradobajojuramentoquesunombreeraHelenaBeauly,elfiscalledijo:

—En la sala se ha leído una carta dirigida al acusado y firmada con elnombrede«Helena».Mírela,porfavor.¿Esustedlaremitentedeestacarta?

Antesdequelatestigopudiesecontestar,seelevóenlasalalaprotestadeladefensa.Los juecesaceptaronesaprotestay rechazaron lapregunta.Actoseguido,laseñoraBeaulyseretiró.Aloírmencionarlacartayaltenerlaenlamano, la había traicionado un perceptible nerviosismo que el públicointerpretó de varias maneras. En general, no obstante, se consideró que eltestimonio de la señora Beauly había ayudado notablemente al acusado, aligualquelohabíahechoanteseldesumadre.

Las siguientes testigos, ambas damas y amigas del colegio de la difuntaseñoraMacallan,despertaronunnuevointerésenlasala,yproporcionaroneleslabónquelefaltabaaladefensa.

La primeramujer declaró que ellamisma habíamencionado el arsénicocomo recursoparaembellecerel cutis, enel transcursodeunaconversacióncon la señoraMacallan. Aunque la declarante nunca había llegado a usarlopersonalmente, había leído que entre los campesinos estirios estaba muyextendida la costumbre de tomar arsénico para aclarar el color de la piel yconseguirasíunaaparienciadelozaníaybuenasalud.Ladamajuróqueesofueexactamenteloquelecontóaladifunta,talycomoloestabaexponiendoanteeltribunal.

Lasegundatestigohabíaestadopresenteenlamencionadaconversaciónycorroborólodichoporsuamiga.AñadiótambiénqueapeticióndelapropiaseñoraMacallan,ellamismalehabíaenviadoporcorreoellibroenelcualseexplicabalayadescritacostumbredeloscampesinosestirios.

Sólo había un punto débil en ese testimonio. Y los miembros de la

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acusaciónnotardaronenencontrarlo.

Preguntarona lasdosmujeressi laseñoradeEustaceMacallan leshabíamanifestado, directa o indirectamente, su intención de comprar e ingerir elarsénicoparamejorarel aspectode sucutis.Enamboscasos, la respuestaaestaimportantepreguntafue:«No».LaseñoraMacallanhabíaoídohablardelremedio y tenía el libro, pero no había dicho ni una palabra respecto a susintenciones futuras. Se había limitado a pedir a sus dos amigas quemantuvieranestrictareservasobrelohabladoyahíacabótodo.

Noeranecesario ser abogadoparaverdóndeestaba el puntodébil de ladefensa.Todoslospresentessabíanqueparalograrlaabsolucióndelacusado,sudefensorteníaqueaveriguarelcaminorecorridoporelvenenohastallegaramanosdelaesposa,oalmenos,demostrarunaclaraintencióndeobtenerloporpartedeladifuntaseñora.Encualquieradelosdoscasos,ladeclaracióndeinocenciaquehabíafirmadoelacusadonecesitabapruebasirrefutables.

¿Qué testigo sería citado a continuación? ¿Había agotado la defensa susrecursosotodavíalequedabaunasenlamanga?Lamultitudesperaba,conlarespiracióncontenida,laaparicióndelsiguientetestigo.Prontoseextendióelrumordequelasalaibaaveryaescucharaunviejoamigodelacusado,yamencionadoconanterioridadcomo«elseñorDexter».

Trasunpequeñoretraso,seprodujoentreelpúblicounasúbitaconmoción,acompañadadeexclamacionesdesorpresaycuriosidad.Enesemomento,unfuncionario llamó al nuevo testigo con el extraordinario nombre deMiserrimusDexter.

CAPÍTULOXX

Elfinaldeljuicio

Laaparicióndel testigoprovocóenelpúblicounestallidodecarcajadas,en parte sin duda, por el extraño nombre con que había sido llamado, y enparte también, por el deseo instintivo que tiene una muchedumbre, cuandoardeeninterés,deliberarsedelatensiónconlaprimeraexcusadivertidaquese le presente. La autoridad tuvo que imponer orden, y el presidente delTribunal declaró que haría desalojar la sala si se producían nuevasinterrupcionesenelproceso.

Al anuncio le siguió el silencio; ymomentos después apareció el nuevotestigo.

Conduciendosupropiasilladeruedas,deslizándoseatravésdelospasillos

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que le abría la multitud, una criatura extraña y asombrosa, literalmente lamitaddeunhombre,semostróa lavistadelpúblico.Mientrasatravesabaelgentío, se le cayó la manta que cubría la silla, y esta pérdida expuso a lacuriosidad pública la cabeza, los brazos y el tronco de un ser humanototalmenteprivadodeextremidades inferiores.Parahaceraúnmás terribleychocante esta deformidad, la víctima era, de rostro y de cuerpo, un hombreinusualmenteapuestoyproporcionado.Elcabello,deunbellocolorcastaño,sedosoybrillante,lellegabahastaloshombros,queerantodounejemplodefuerza y apostura. Su rostro destacaba por su vivacidad y su expresión deinteligencia;susojoserangrandesydecolorazulclaro,ysusmanos,blancasy delicadas, parecían las de una mujer hermosa. Podría haber parecidoafeminado, pero en conjunto resultaba muy varonil por la proporciónmasculinadelcuelloydelpecho,ypor labarbayelbigotequelucía,deuntonocastañoalgomásclaroqueelcolordesupelo.¡Unacabezayuncuerpotanmagníficosy,alavez,tanmalogrados!¡NuncacometiólaNaturalezaunerrormásgraveymáscruelquealcrearaestehombre!

Prestójuramentosentadoensusilla,naturalmente.Trasdecirsunombre,sedirigió a los juecesy les pidiópermisopara introducir su testimonio conunabreveexplicación.

—Lagente se ríe cuandooyeporprimeravezminombredepila—dijoconuntonograve,claroyresonantequepenetróenlosrinconesmásalejadosde la sala—. Desearía informar a la buena gente aquí reunida que muchosnombres,inclusolosmáscomunes,tienensusignificado,yelmíoesunodeellos. “Alejandro”, por ejemplo, significa en griego «el que ayuda a loshombres». “David” significa en hebreo «el bien amado». “Francisco” enalemán es «libre». Mi nombre, “Miserrimus”, significa en latín «el másdesgraciado».Mipadremellamóasíaludiendoaladeformidadquetodosven,y con la que tuve la desdicha de nacer. Ya no se volverán a reír de“Miserrimus”, ¿verdad?—se volvió hacia el abogado defensor, esperando aque le interrogase—. Señor letrado, estoy a su disposición. Lamento haberretrasadoelproceso,aunquesólohayasidoporunmomento.

Lodijocongraciaybuenhumor;luego,ainstanciasdelabogadodefensor,ofreciósutestimoniosinlamásmínimavacilaciónoreserva.

—Cuando se produjo la muerte de la señora Macallan, yo estaba, enGleninchcomoinvitadodelacasa—comenzódiciendo—.EldoctorJeromeyeldoctorGalequisieronvermeenprivado,porqueelacusadoseencontrabaentalestadodepostraciónqueleimpedíacumplirconsusdeberesdeanfitrión.En laconversaciónquemantuvimos, losdosmédicosmedejaronperplejoyhorrorizado al declarar que la señora Macallan había muerto envenenada.Dejaronenmismanoslatareadecomunicarleestaterriblenoticiaalesposoymeadvirtieronquehabríadepracticarselaautopsiaalcadáver.

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Si el fiscal hubiera visto la reacción de mi viejo amigo cuando lecomuniquéelmensajedelosmédicos,dudomuchoquesehubieraatrevidoaacusarledelasesinatodesumujer.Amientender,laacusacióneranadamásynadamenosqueunaatrocidad.Animadoporesesentimiento,meresistíaqueconfiscasenlascartasyeldiariodeEustace.

Ahoraquesehahechopúblicoelcontenidodeesediario,coincidoconlamadredelacusadoennegarqueseaunapruebajustaensucontra.Undiario(cuandoencierraalgomásquehechosy fechas)es, engeneral, la expresióndelladomásdébildelapersonaqueloescribe.Ennuevedecadadiezcasos,resultalamásdespreciableexpresióndevanidadypresunción,queelescritornoescapazdeexhibiraningúnmortalexceptoa símismo.Soyelmás lealamigodel acusado, y declaro solemnemente que jamás pensé que escribieratonteríashastaqueescuchélalecturadesudiarioenestasala.

¿Matarélasuesposa?¿Tratarlaelcondesprecioycrueldad?Meatrevoadecir, conociéndoledesdehaceveinte años,quenohayenesta salahombremásincapazdeasesinarydesercruelqueelqueestásentadoenelbanquillo.Esmás,dudoinclusoqueunhombrecruelycapazdeasesinarpudierahacerdañoalamujercuyamuerteeseltemadeesteinterrogatorio.

He oído lo que una enfermera ignorante y parcial, ChristinaOrmsay, hadicho de la difunta señora.Mis observaciones personales la contradicen encadapalabra.LaseñoraMacallan,dejandoaunladosusdefectos,eraunadelasmujeresmásencantadorasqueheconocido,deunaeducaciónexquisita,enelmejorsentidodelapalabra.Nuncahevistounasonrisatandulcecomolasuya,ni talgraciaybellezademovimientoscomolasqueellaexhibía.Si tegustaba la música, ella cantaba maravillosamente, y pocos músicosprofesionalestocabanelpianocontalperfección.Sipreferíashablar,nuncaheconocido al hombre (ni siquiera a la mujer, que ya es decir) a quien noencantara su conversación. Creer que una esposa como ésta pudiera ser,primero, objeto de abandono y crueldad, y después, asesinada bárbaramentepor el hombre—no por el mártir que está ahí sentado, es creer que el solnuncabrilladedíaoqueelcielonoestásobrelatierra.

¡Sí!YaséquelascartasdesusamigasmuestranquelaseñoraMacallansequejabaamargamentede laconductadesumaridoparaconella.Recuerden,sinembargo, loqueunadeesasamigas(lamássabiay lamejor) le replica:«Te ruego que me perdones por creer que tu naturaleza sensible exagera omalinterpretaelabandonodelquetesientesvíctimaporpartedetuesposo».¡Ahí,enesafrase,estátodalaverdad!LanaturalezadelaseñoradeEustaceMacallan era la naturaleza imaginativa y atormentada de un poeta. Ningúnamor mortal habría sido lo bastante puro para ella. Las pequeñeces quemujeresmenossensibleshabríanpasadoporalto,causabanunaagoníapatenteen su exquisito carácter.Haypersonasquenacenpara ser desgraciadas.Esa

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pobredamaeraunadeellas.Dichoesto,yaestádichotodo.

¡No!Quedaalgopordecir.

CaberecordaralMinisteriofiscalquelamuertedelaseñoraMacallanfue,desdeelpuntodevistaeconómico,nefastaparasumarido.Cuandosecasaron,él había insistido en que ella y sus parientes dispusieran de la fortuna de laseñora. Con eso mantenían la casa y los terrenos de Gleninch en todo suesplendor.Los recursos de quedisponía el acusado (ayudadopor sumadre)eraninsuficientesparacorrerconlosgastosqueacarreabavivircómodamenteen el campo. Conociendo estas circunstancias, puedo afirmar rotundamentequelamuertedelaesposahaprivadoalmaridodedosterciosdesusingresos,loquesuponeunserio revés.Y la fiscalía,presentándolecomoelmásvilycruel de los hombres, se atreve a declarar que él la mató deliberadamente,¡cuandotodossusinteresespecuniariosdependíandelavidadesumujer!

Esinútilquemepreguntensipercibíalgoenlaconductadelacusadoodela señoraBeaulyque justificara los celos de la esposa.Nuncaheobservadodetenidamente a la señora Beauly ni he animado al acusado para que mehablaradeella.ConozcobienaEustace,yséquesiemprehaadmiradoalasmujeresbellas,perodeunmodocompletamenteinocente.Poreso,pensarquepudierapreferiralaseñoraBeaulyantesqueasuesposaesalgoinconcebible,amenosquesehubieravueltoloco.Ynuncahetenidorazonesparacreerqueestuvieraloco.

En cuanto a la cuestión del arsénico, es decir, al modo en que llegó amanosdelaseñoraMacallan,puedodeciralgoquetalvezllamelaatencióndeltribunal.

Yo presencié en la oficina del fiscal el examen de los papeles y demásobjetos confiscados enGleninch. Tambiénmemostraron elmaletín de aseoperteneciente a la difunta dama una vez que el mismo fiscal huboinspeccionado su contenido. Resulta que yo tengo el sentido del tactomuydesarrollado,yal tocar la tapadelmaletínporsucarainterna,notéalgoqueme indujo a examinarla detenidamente. En dicho examen descubrí uncompartimentosecreto,escondidoentrelamaderayelfondo.Yeneselugarhalléelfrascoqueahoramuestroalasala.

El interrogatorio se suspendió momentáneamente, mientras el frascopresentadosecomparabaconlosquehabíaenelmaletín.Estosúltimoserande cristal fino, y de forma elegante, por completo diferentes del frascoencontrado en el compartimento secreto, que era de cristal común y con laformacorrientequeteníanlosdelosfarmacéuticos.Enélnoquedabaniunagotadelíquidonirestosólidoalguno.Tampocodesprendíaolory,paramayordesgraciadeladefensa,noteníaningunaetiqueta.

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El farmacéutico que le había vendido el segundo paquete de arsénico alacusado fue interrogado de nuevo, y declaró que el frasco era exactamenteigualaaquelenelqueélhabíaenvasadoelarsénico.Noobstante,tambiéneraexactamente igual a los otros muchos que había en su tienda. Faltando laetiqueta(endondeélmismohabíaescritolapalabra«veneno»),eraimposibleidentificarlo. Elmaletín y el dormitorio de la difunta se registraron a fondoparabuscarla,porsisehubieseseparadoaccidentalmentedelmisteriosofrascovacío;pero labúsqueda resultó infructuosa.Moralmente, era justocreerqueéseeraelfrascoquecontuvoelveneno.Legalmente,nohabíalamenorpruebadeello.

Así acabó el último esfuerzo de la defensa para explicar cómo habíapasadoelvenenodelmaridoalamujer.Enlasalasemostróluegoellibroquedescribía las costumbres del campesinado estirio. Sin embargo, el hecho dequesehubierahalladoenelcuartodeladifunta,¿probabaqueellalehubiesepedidoasumaridoquelecompraraelarsénico?Elpapelarrugadoyconlosrestos de polvo fue identificado por el farmacéutico, quien declaró que elpolvo erade arsénico.Pero, ¿cómodemostrar que fue lamanode la señoraMacallan la que había colocado el paquete en el armario y la que lo habíavaciado?¡Nohabíapruebasdirectas!¡Sóloconjeturas!

El siguiente interrogatorio formulado a Miserrimus Dexter se centró encuestionessecundarias.Luegoseprodujounduelodefuerzasentreeltestigoyel fiscal, que acabó (de acuerdo con la opinión general) con la victoria deltestigo.Sólorepetiréaquíunapreguntayunarespuestaquemeparecierondecapitalimportanciaparaelobjetivoquemehabíafijadoalleereljuicio.

—Creo, señorDexter—dijo el fiscal irónicamente—,que tiene usted supropia teoría sobre este caso, y que la muerte de la señora Macallan norepresentaningúnmisterioparausted

—Tengoideaspropiasenesteasunto,comolastengoencualquierotro—replicó el testigo—. Pero permítame preguntar a sus señorías los jueces siestoyaquíparaexplicarmishipótesisoparareferirmealoshechos.

Anoté esta respuesta. Las «ideas» del señor Dexter eran las de un buenamigodemimaridoylasdeunhombredesagacidadmásquemediana.Seríandeinestimablevalorparaelfuturo,silograbacomunicarmeconél.

Tengo que decir, mientras escribo estas líneas, que añadí luego unasegunda nota con mis propias observaciones. Al aludir a la señora Beaulycuandoprestabasutestimonio,elseñorDexterhabíahabladodeellacontonodespectivo, casi diría que grosero, como sugiriendo que tenía motivos paraserledesagradable(talvezparadesconfiardeella).Denuevosentíqueeradeimportancia vital hablar con el señor Dexter y aclarar, si podía, lo que eltribunal,porconsideraciónalatestigo,habíapasadoporalto.

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Aquíterminóelinterrogatoriodelúltimotestigo.Lasilladeruedas,conelmediohombre, sealejóhastaperderseenunextremode la sala.El fiscal selevantóparadirigirsealjurado.

Nosientoescrúpulosaldecirquenuncaheleídonadataninfamecomoeldiscurso final de este gran letrado. Para empezar, no tuvo el más mínimoreparoendeclararquecreíafirmementeenlaculpabilidaddelacusado.¿Quéderecho tenía a decir nada semejante? ¿Acaso la decisión era suya? Megustaríasabersiélerafiscalyjuradoalavez.Trascondenaralacusadoconsusolaautoridad,procedióatergiversarlosactosmásinocentesdeestehombredesdichadoparapresentarlosbajoelaspectomásruinposible.

Así,cuandoEustacebesóasupobreesposaensulechodemuerte,lohizopara impresionar favorablemente al médico y a la enfermera. O cuando eldolorporlapérdidadelaesposaleabrumó,Eustacesóloestabainterpretandounpapel,mientraslocelebrabaensecreto.Siseescudriñabasucorazón,allísevería el odio diabólico que sentía por la esposa y la pasión loca que leinspirabalaseñoraBeauly.Entodocuantoelacusadohabíadicho,mentía.Entodo loqueel acusadohabíahecho,habíaactuadocomouncanallaastutoeinsensible. Así habló el fiscal refiriéndose a Eustace, que se encontrabaindefenso frente a él. Si hubiera estado en el lugar demimarido, le habríaarrojadoalgoalacabeza.Furiosaeimpotente,melimitéaromperypisotearlas páginas que contenían su discurso. Me sentí mucho mejor después dehaberlohecho,aunqueahorameavergüenzounpocodehabermevengadoenunasinofensivashojasimpresas.

Elquintodíadel juicioseabriócon lasconclusionesde ladefensa. ¡Ah,qué gran contraste entre la sarta de infamias pronunciadas por el fiscal y elalarde de elocuencia del abogado defensor cuando hablaba a favor de mimarido!

Elilustreletradoempezóconmuybuenpie.

—Nadieme gana en la compasión que siento por la esposamuerta. Sinembargo,afirmoqueelmártirenestecasoeselmarido.Sealoquesealoquelapobremujerhayasoportado,elinfelizqueestáenelbanquillohasufridoyestásufriendomuchomás.Sinohubiesesidoelmásamabledeloshombres,elmásdócilyelmásdevotode losmaridos,nuncasehabríaencontradoenesta penosa situación. Un hombre de naturaleza más mezquina y más durahabría sospechado de los motivos que tenía la esposa al pedirle que lecompraraveneno;lohabríavistoenlasexcusastípicasqueellaledaba,ylehabríacontestado:«No»,deformatajanteycruel.

Elacusadonoesesetipodehombre.Esdemasiadobuenoconsuesposa,demasiado ingenuo con ella, o con cualquiera, como para prever losinconvenientesylospeligrosquesufatalsumisiónlepodríaacarrear.Y¿cuál

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eselresultado?Ahíestá,señaladocomounasesino,porquehasidodemasiadonoble,demasiadohonradoparasospechardesuesposa.

Tras afirmar esto del marido, el defensor fue igualmente elocuente eirrebatiblecuandopasóahablardelamujer.

—Elseñorfiscalhaseñalado,conlaironíaamargaquelecaracterizayquelehahechocélebreentodaEscocia,quenohemosconseguidoprobarqueelacusadoledieralosdospaquetesdevenenoasuesposa.Mirespuestaesquehemos demostrado, primero, que lamujer estaba profundamente enamoradadelesposo;segundo,queestabaobsesionadaporlosdefectosdesufísico,enespecial los de su cutis, y tercero, que sabía que el arsénico podía ser unremedio para esos defectos, si se ingería. Para los hombres que conocen lanaturalezahumana,estassonpruebasmásquesuficientes.¿Realmentesuponemicolegaquelasmujerestienenlacostumbredehablardesustrucossecretosy de los cosméticos que utilizan para mejorar su aspecto personal? ¿Suconocimiento del sexo opuesto le hace pensar que una mujer que desearesultarleatractivaaunhombrelediríaaél,oacualquierarelacionadoconél,queelencantoconqueesperaganarsesucorazón—digamoselencantodeunbello cutis— ha sido conseguido de forma artificial y mediante el usopeligrosodeunvenenomortal?¡PorDios!Lasolaideaesabsurda.

Claroquenadiehaoídohablardelarsénicoa laseñoraMacallan.En lostestimonios ya ha quedado patente que no habría confiado su intención deprobarloni siquieraa lasamigasquese lomencionaronyque le llevaronellibro.Dehecho, lespidióquemantuvieranestricta reservasobre lohablado.Desde el principio hasta el final, la pobre criatura guardó su secreto, con elmismoafánysigiloquehabríaguardadoelsecretosiusarapelucaosidebierasusdientesaltrabajodeundentista.Yheaquíasumarido,cuyavidaestáenpeligrosóloporqueunamujersehacomportadocomounamujer;comosusesposassecomportaríanconustedes,caballerosdeljurado,sisevieranenunasituaciónsemejante.

Tras esa gloriosa muestra de oratoria (desearía tener más espacio parareproducirmásfragmentos), resulta tristeydecepcionante leerelsiguienteyúltimodiscursodelproceso:eldelpresidentedelTribunal.

En primer lugar, su señoría dijo al jurado que no se podía esperar tenerpruebas directas del envenenamiento, ya que pruebas semejantes apenas seconsiguenenesoscasos.Habíaqueceñirsea laspruebascircunstanciales (ymeatrevoadecirqueestabaenlocierto).Pero,trashacerestaadvertenciaaljuradosobrelaimportanciadelaspruebascircunstanciales,diolavueltaasuspalabrasyaconsejódesconfiardeellas.

—Deben tener pruebas que les satisfagan y les convenzan —dijo—,dejandodeladotodaslasconjeturas,exceptoaquellasquepuedanparecerles

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justas.

¿Quiénpuededecirloqueesunaconjeturajusta?¿Acasonosebasanlaspruebascircunstancialesenconjeturas?

Conesteejemployanoesprecisoofrecermásextractosdeldiscurso.Eljurado,sindudadesconcertado,dedicóunahoraadeliberarydebatirenunasala reservada. (¡Un jurado formado por mujeres no hubiera tardado ni unminuto en tomar la decisión!).Luego regresaron todos a la sala y dieron sutímidoveredictoescocésconestaspalabras:«Sinpruebas».

Entre el público surgió algún tímido aplauso que fue de inmediatosilenciado.Acontinuaciónseautorizóalacusadoparaquesemarcharaconlasformalidadespropiasdelcaso.Saliódelasalaconlentitud,comounhombrequesufríaintensamente;conlacabezahundidaenelpecho,nomirabaanadieni contestaba a los amigos que le hablaban. El pobre sabía lo que aquelveredicto suponía: una mancha en su honor, una sombra de duda que leperseguiríaduranteel restodesuvida:«Noafirmamosquesea inocentedelcrimendelqueseleacusa;sólopodemosdecirquenohaypruebassuficientescomoparacondenarle».

El proceso acabó con esa conclusión tan poco convincente y tan pocohonorable,aceptadaportodos,exceptopormí.

CAPÍTULOXXI

Veoelcamino

Con la luz azulada del amanecer, cerré el informe del juicio contra mimaridoporelasesinatodesuprimeraesposa.Sorprendentemente,apesardelas muchas horas dedicadas a leer y a pensar, el cansancio no se habíaapoderado demí.Me parecíamuy raro, pero así era. No tenía sueño ymesentíacomosirealmentehubiesedormidoymeacabaradedespertar;eraunamujernueva,conideasnuevas.

Ahoracasi llegabaaentenderqueEustacemehubieseabandonado.Paraunhombredesusensibilidadhabríasidounmartirioinsufribleverasuesposadespuésdequeellahubieseleídoel informe.Losentíacomoél losintió.Almismo tiempo, lamentabaquenohubiera confiadomásenmí, enqueyo leayudaríaaacabarconsumartirio.Quizásterminaraporvolver;peromientrastanto,yconesaesperanza,mecompadecíadeélyleperdonabacontodomicorazón.

Sóloquedabanunasdudasdesagradablesquemeheríancomouncuchillo,

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apesardemicapacidaddecomprensión.¿TodavíaamabaEustacealaseñoraBeaulyensecretoohabíaapagadoyoesapasión?¿CuáleraeltipodebellezadelaseñoraBeauly?¿Nosparecíamosoéramoscompletamentedistintas?

Laventanademihabitaciónestabaorientadaaleste.Levantélapersianayvicómoelsol surgíaenelcieloclaro.Era irresistible la tentacióndesalirarespirar el aire fresco de la mañana.Me puse el sombrero, eché sobre mishombrosunchal,ymellevéelinformedeljuiciobajoelbrazo.Loscerrojosdelapuertatraserasecorríanconfacilidad.AlcabodeunminutoyaestabaenelbonitojardíndeBenjamin.

Reconfortadayfortalecidaporlasoledadatrayenteyelairedelicioso,meanimé para enfrentarme al dilema del futuro. Había leído el juicio; habíaprometidoconsagrarmividaalareivindicacióndelainocenciademimarido.Ahorayoeraunamujersola,indefensa,perocomprometidahastaelfinalporsudecisióndesesperada.Mas¿cómoypordóndeibaaempezar?

La manera más audaz seguramente sería también la más sabia, dada lasituación.TeníabuenasrazonesparacreerquelapersonamásadecuadaparaofrecermeayudayconsejoeraMiserrimusDexter(razonesfundadas,comoyahedicho, en el importante papel desempeñadopor este testigo en el juicio).Cabíadentrodeloposiblequeestecaballerodecepcionaralaesperanzaqueyohabíapuestoenél,orehusaraayudarme,oincluso—comomitíoelvicario—,quepensaraqueyohabíaperdidolacordura.Sinembargo,seguíadecididaacomenzarconél:miprimerpasomellevaríaalhombredeformedelnombreraro.

Suponiendo que me recibiese, que simpatizara conmigo, que mecomprendiera,¿quémediría?Laenfermera,ensutestimonio,habíaafirmadodeélquehablabadeunaformabrusca.Conbastanteprobabilidad,mediría:«¿Quéseproponehacer?¿Cómopuedoayudarla?».

¿Teníayapensadaslasrespuestasaesasdospreguntastanclaras?¡Sí!,simeatrevíaaconfesarloqueteníaenmenteacualquiercriaturahumana.¡Sí!,si me atrevía a confiarle a un desconocido la sospecha que el juicio habíadespertadoenmíyqueinclusotemoexponerenestaspáginas.

Debo,noobstante,mencionarlaahora,porquemisospechacondujoaunosresultadosquesonpartedelahistoriaypartedemivida.Paraempezar,hedeconfesarquecerréelinformeestandodeacuerdoenundetalleimportanteconlaopinióndemienemigoydelenemigodemimarido:¡elseñorfiscal!ÉldijoquelaexplicaciónquehabíaofrecidoladefensaparajustificarlamuertedelaseñoraMacallan era «un torpe subterfugio, en el que ningún ser razonablepodíaverlamásmínimaprobabilidaddecerteza».Sinirtanlejos,yotampocoveíaningúnmotivoparadarporsupuestoquelapobremujerhubiesetomado,porerror,unasobredosisdelveneno.Yocreíaqueellateníaensupoderyen

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secretoelarsénicoyquelohabíatomadoconelpropósitodemejorarsucutis.Peroya nopodía irmás allá.Cuantomáspensaba,másdaba la razón a losfiscales, quienes habían afirmado que la señora Macallan había muerto amanos de un envenenador, aunque se hubieran equivocado por completo alacusaramiesposodelcrimen.

SiEustace era inocente, alguienmás, amimododever, era el culpable.¿Quién,entrelaspersonasquesehallabanenlacasaenesemomento,habíaenvenenadoa la señoraMacallan?Misospechaseñalabadirectamenteaunamujer.Yelnombredeesamujerera¡HelenaBeauly!

¡Sí! Había llegado a esa sorprendente conclusión; ése era el resultadoinevitabledemilecturadeljuicio.

Volvamosaconsiderarporunmomentolacartaquesemostróenlasala,firmada por «Helena» y dirigida al señor Macallan. Ninguna personarazonable puede dudar (aunque los jueces la eximieran de responder a esapregunta)dequelaseñoraBeaulylahabíaescrito.Muybien;puesesacartaofrece, según creo, un testimonio fidedigno del estado de sumente cuandovisitóGleninch.

EscribealseñorMacallanen laépocaenqueellaestabacasadaconotrohombre,conelquesehabíacomprometidoantesdeconoceraEustace.¿Yquéle dice?: «Cuando pienso en tu vida, sacrificada a esa miserable mujer, micorazónsangraporti».Yacontinuación:«Sihubiesesidomifelicidadamaryprotegeralmejorymásqueridodeloshombres,¡podríamoshabervividoenun paraíso para nosotros solos, podríamos haber conocido momentosdeliciosos!».

Siéstenoesel lenguajedeunamujerdesvergonzadayapasionadamenteenamorada de un hombre que no es su marido, ¿qué es? Se siente tanobsesionadaporélqueinclusosuideadelotromundo(véaselacarta)eslade«abrazarelalma»delseñorMacallan.Enesacondiciónmentalymoral,undíapor fin se encuentran libres ella y sus abrazos, gracias a la muerte de suesposo. En cuanto puede realizar visitas decentemente, las hace; y acabasiendo la invitada del hombre al que adora, y cuya esposa está enferma encama.

ElotrovisitantedeGleninchesuninválidoquesólopuedemoverseenunasilladeruedas.Ladamatieneasudisposiciónlacasa,yenellaalobjetodesuadoración.Ningúnobstáculoseinterponeentreellaylafelicidadde«amaryproteger almejor ymásqueridode los hombres», exceptuando a unapobreesposa feay enferma,por laque el señorMacallan jamás sintióni pizcadeamor.

¿Es totalmenteabsurdopensarqueunamujer comoésta, llevadapor sus

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impulsosysuscircunstancias,escapazdecometeruncrimensise leofreceunaoportunidadsegura?

¿Quédicesupropiotestimonio?

EllaadmitequemantuvounaconversaciónconlaseñoraMacallan,en laque ladama«lehabíapreguntadocuáleseran losmejores trucoscosméticosparaelcuidadodelcutis».¿Noocurriónadamásenesacharla?¿Nodescubrióla señora Beauly (lo que después fue fatal) el peligroso experimento quepretendía llevar a cabo su anfitriona paramejorar su rostro poco agraciado?TodoloquesabemosesquelaseñoraBeaulynodijonadadeesto.

¿Qué dice el ayudante del jardinero? Afirma que oyó una conversaciónentre el señorMacallan y la señora Beauly que demuestra que a la señoraBeauly se lehabíaocurrido laposibilidadde convertirse en lanueva señoraMacallan, pero que lo consideraba un tema demasiado peligroso como parahablarlo. El inocente señor Macallan habría seguido hablando; la señoraBeauly,másastutaydiscreta,leimponesilencio.

¿YquénosdiceChristinaOrmsay,laenfermera?

Elpropiodíadesumuerte,laseñoraMacallanexpulsaalaenfermeradesu habitación y la envía abajo. Christina Ormsay deja a la paciente, yarecobradadesuprimerataqueycapazdeentretenerseescribiendo.Permaneceenlaplantabajadurantemediahora,peroseinquietaalnooíreltimbre.

VaalSalóndelaMañanaparaconsultaralseñorMacallanyallíseenteradequefaltalaseñoraBeauly.ElseñorMacallannolaencuentraylepreguntaalseñorDextersilahavisto.ElseñorDexterlerespondenegativamente.¿Aqué hora tiene lugar la desaparición de la señora Beauly? ¡Precisamentecuando Christina Ormsay ha dejado a la señora Macallan sola en suhabitación!Entonces suena el timbre conviolencia.La enfermera regresa alcuartodelapacientealasoncemenoscincoaproximadamente,yseencuentraconquelossíntomasdelamañanaserepiten,peroahoraconmayorgravedad.Descubre tambiénque, en suausencia, leha sidoadministradaa lapacienteunasegundadosisdesedante,y(obsérvese)justoduranteladesaparicióndelaseñoraBeauly.Laenfermera,buscandoayudaenelpasillo,setropiezaconlapropiaseñoraBeauly,quiendeforma«inocente»salíadesucuarto(sesuponeque se había levantado ¡a las once de la mañana!) para interesarse por elestadodelaenferma.

Poco después, la misma señora Beauly acompaña al señor Macallan avisitar a la esposa; pero la moribunda los mira de un modo extraño y lesordena que se vayan. El señorMacallan lo interpreta como la queja de unapersonaatenazadaporeldolor,yaguardaenlahabitaciónhastainformaralaenfermeradequesehaavisadoalmédico.¿QuéhacelaseñoraBeauly?Presa

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delpánico, salede lahabitaciónenel instante enque la señoraMacallan lamira.¡Hastaparecequetengaconciencia!

¿No hay algo sospechoso en todas esas circunstancias, descritas bajojuramentoenelcursodelproceso?

Paramí,laconclusiónestáclara:lamanodelaseñoraBeaulyadministróla segunda dosis del veneno. Admitido esto, es una hipótesis más querazonable suponer que también fue ella quien le dio a la difunta la primeradosis por la mañana. ¿Cómo pudo hacerlo? Repasemos de nuevo lostestimonios.Laenfermerareconocequesequedódormidadesdepasadas lasdosdelamañanahastalasseis.Tambiénellahabladeunapuertacerradaconllave que comunica con la habitación de la paciente. Alguien, nadie sabequién,habíaquitadolallave.Alguienladebióderobar.¿PorquénolaseñoraBeauly?

Unaspalabrasmásyhabréreveladocontotalsinceridadtodoloquebullíaenmimente.

Miserrimus Dexter, en el segundo interrogatorio, había admitidoindirectamente tener suspropias ideas con respectoa lamuertede la señoraMacallan.Además,habíahabladodelaseñoraBeaulyenuntonoquedejabaver bien a las claras que no le agradaba. ¿También sospechaba de ella? Elprincipalmotivo que yo tenía para recurrir a él, antes que a nadiemás, erahacerle esta pregunta en cuanto tuviera ocasión. Si realmente él era de lamisma opinión que yo, ya tendría claro el camino que debía seguir. Elsiguientepasoseríaocultarmi identidadmuycuidadosamenteypresentarmebajoelaspectodeunadesconocidaantelaseñoraBeauly.

Naturalmente,habíaciertasdificultadesenmiplanquedebíaresolver.Laprimera y mayor era conseguir que alguien me presentara a MiserrimusDexter.

Lainfluenciareconfortantedelairefrescodeljardínmehacíaapetecermásdescansarquepreocuparmederesolverproblemas.Pocoapoco,sentíqueelsueñome impedíapensary laperezaapagabamideseode seguirpaseando.Cuandopaséantelaventanademicuarto,lacamameinvitabaadescansar.

Acepté esa invitación y me despedí de los problemas y de laspreocupaciones.Minutosdespuésmequedédormida.

Alcabodenosécuántotiempo,medespertóunallamadasuaveydiscretaenlapuerta,yoílavozdemibuenBenjaminhablandodesdefuera.

—¡Querida!Temo que pases hambre si te dejo dormirmás. Es la una ymedia,yunamigotuyohavenidoacomerconnosotros.

¿Unamigomío?¿Quéamigosteníayo?Mimaridoestabalejosymitío,

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desesperado,tambiénsehabíaido.

—¿Quiénes?—gritédesdelacama.

—ElmayorFitz-David—contestóBenjamin.

Salté de la cama. ¡Justo el hombre que quería ver! Elmayor Fitz-Davidconocía a todo el mundo. Siendo amigo íntimo de mi marido, muyprobablementetambiéntendríarelaciónconotrodesusviejosamigos,comoMiserrimusDexter.

¿Puedo confesar que me esmeré en mi aseo y que hice esperar a loscomensales?Noexistemujerquenohubierahecholomismo,si tuviesequepedirleunfavorespecialalmayorFitz-David.

CAPÍTULOXXII

Elmayorponedificultades

Cuandoabrí lapuertadelcomedor,elmayorseapresuróamiencuentro.Suaspectoeratanrelucientecomoeldeunjoven,consuelegantelevitaazul,su sonrisa atractiva, su anillo de rubí y sus cumplidos siempre a punto.EraagradableencontrarseunavezmásconaquelviejodonJuan.

—No le pregunto por su salud, mi querida señora —dijo el madurocaballero—,porquesusojosyamehanrespondido.Asuedad,dormirmuchoes una verdadera cura de belleza. Dormirmucho; he ahí el sencillo secretoparamantenerunbuenaspectoyparavivireternamente.¡Dormirmucho!

—No he pasado tantas horas en la cama como usted supone, mayor. Siquierequeledigalaverdad,heestadotodalanochedespierta,leyendo.

El mayor Fitz-David arqueó sus bien pintadas cejas, con un gesto desorpresaeducada.

—¿Cuálesellibrofelizquelehainteresadotanto?—preguntó.

—El libro—contesté—es el informedel juicio contramimaridopor elasesinatodesuprimeraesposa.

La sonrisa del mayor se esfumó; y él retrocedió un paso, con aspectoconsternado.

—¡Nomencioneese librohorrible!—exclamó—.¡Nohabledeese tristetema! ¿Qué tienen que ver la belleza y la gracia con los juicios, losenvenenamientosyloshorrores?¿Porqué,miencantadoraamiga,profanasuslabioshablandodesemejantescosas?¿Porquéespantaralamoryalagracia

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que laten en su sonrisa?Complazca a este su amigoque adora al amory lagraciayquenopidenadamásqueelsoldesusonrisa.Lacomidaestálista.Alegrémonos.Riamosycomamos.

Me condujo a lamesa y sirviómi plato ymi copa como si esa fuera laocupaciónmásimportantedesuvida.Benjamintomólapalabra.

—El mayor Fitz-David te trae noticias, querida—dijo—. Tu suegra, laseñoraMacallan,vaaveniravertehoy.

¡Mi suegra venía a verme! Me volví con ansiedad hacia el mayor,reclamandomásinformación.

—¿Sabe ella algo de mi marido?—le pregunté—. ¿Viene para traermenoticiassuyas?

—Creoquealgosabedeél—dijoelmayor—;ytambiénsabealgodesutío,elvicario.Nuestro ilustreamigo lehaescrito, ignoroconquépropósito;pero sé que después de leer la carta, su suegra ha decidido venir a verla austed.Anocheme laencontréenuna fiestay tratécon todasmis fuerzasdeaveriguar si venía comoamigao comoenemiga.Mispoderesdepersuasiónfueroncompletamenteinútilesconella.Elhechoes—dijoelmayor,hablandocomounjovendeveinticincoaños—quenomellevobienconlasancianas.Laintenciónesloquevale,midulceamiga.Heintentadoserleútilynolohelogrado.

Estas palabras me brindaron la oportunidad que esperaba. Decidí nodesaprovecharla.

—Usted me puede ser de gran utilidad de otro modo —dije—, si mepermiteabusardesuamabilidad.Quisierahacerleunapregunta,ycuandomehayacontestado,talvezlepidaunfavor.

Trasllevarselacopadevinoaloslabios,elmayorladejósobrelamesaymemirócongraninterés.

—Susdeseossonórdenes,miqueridaseñora.Soysuyoysólosuyo—dijoelgalantecaballero—.¿Quédeseapreguntarme?

—QuierosabersiconoceustedaMiserrimusDexter.

—¡Santo Dios! —exclamó el mayor—. ¡Esa sí que es una preguntainesperada! ¿Que si conozco aMiserrimus Dexter? Le conozco desde hacetantotiempoquenilorecuerdo.¿Quépretende…?

—Le puedo decir lo que pretendo en pocas palabras—le interrumpí—.QuisieraqueustedmepresentaraaMiserrimusDexter.

Tuve la impresión de que el mayor palidecía bajo el maquillaje. Susojuelosbrillantesmemiraronconalarmanodisimulada.

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—¿QuequiereconoceraMiserrimusDexter?—repitió,comoquiennodacréditoalooído—.¡Benjamin!¿Acasohebebidodemasiadodesuexcelentevino?¿SoyvíctimadeunaalucinaciónorealmentemehapedidonuestrabellaamigaquelepresenteaMiserrimusDexter?

Benjaminmemiródesconcertadoycontestómuyserio:

—Creoqueesoesloquehasdicho,¿no,querida?

—Eso es exactamente lo que he dicho —repliqué—. ¿Qué hay desorprendenteenmipetición?

—¡Ese hombre está loco!—exclamó elmayor—. En toda Inglaterra nopodría haber elegido a una personamenos apropiada para presentarle a unadama que Dexter, especialmente a una joven dama. ¿Ha oído hablar de suhorribledeformidad?

—Sí,yesonomeacobarda.

—¡Quenolaacobarda!Miqueridaseñora,lamentedeesehombreestandeformecomosucuerpo.LoqueVoltairedijosatíricamentedelcarácterdeloscampesinos, es literalmente cierto aplicado a Miserrimus Dexter. Es unamezclade tigreydemono.Almomento tepuedeasustary, al cabodeotromomento, te hará reír a carcajadas.No niego que sea listo; en ciertomodomuylisto,loadmito.Ynodigoquehayacometidoactosviolentosoheridoaalguien, no. Pero no obstante, está loco. Perdóneme si la pregunta esimpertinente.¿Quémotivotieneparaquererqueselopresente?

—Quierohablarconél.

—¿Puedopreguntarlesobrequé?

—Sobreeljuiciodemimarido.

ElmayorFitz-DavidgimióybuscóconsuelomomentáneoenelvinodesuamigoBenjamin.

—¡Ese asunto otra vez! —exclamó—. Benjamin, ¿por qué insiste estaadorabledamaeneseasuntofatal?

—Tengoqueperseverarenlaqueahoraeslaúnicaesperanzademivida—dije—.TengorazonesparacreerqueMiserrimusDexterpuedeayudarmealibraramimaridodelamanchaqueelveredictoescocéshasupuestoparaél.Sea tigre o mono, estoy dispuesta a correr el riesgo. Por eso, le ruego denuevo, tan precipitada y obstinadamente comome temo que usted pensará,que me presente al señor Dexter. No pretendo causarle problemas nimolestarle pidiéndole que me acompañe. Será suficiente con una carta depresentación.

Elmayormiró lastimosamenteaBenjaminymovió la cabeza.Benjamin

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mirólastimosamentealmayorymoviólacabeza.

—Parecequeinsiste—dijoelmayor.

—Sí—dijoBenjamin—.Parecequeinsiste.

—Yonopuedoasumirlaresponsabilidad,Benjamin,dedejarlairsola.

—¿Quiereustedquevayaconella,señor?

El mayor reflexionó. Benjamin, en el papel de protector, no parecíainspirar ninguna confianza a nuestro amigo militar. Tras considerarlo unmomento,seleocurrióotraidea.

—Mi encantadora amiga —dijo, volviéndose hacia mí—, sea másencantadora que nunca aceptando un arreglo. Enfoquemos este problemadesdeunpuntodevistasocial.¿Quélepareceríaunapequeñacena?

—¿Unapequeñacena?—repetísinentenderlomásmínimo.

—Unapequeñacena…—reiteróelmayor—enmicasa.UstedinsisteenqueyolepresenteaDexteryyomeniegoadejarlaasolasconeseloco.Enestascircunstancias,noquedaotraalternativaqueinvitarleydejarqueustedseformesupropiaopinióndeél,bajolaproteccióndemitecho.¿Aquiénmáspodrá usted conocer?—prosiguió el mayor con las mejores intenciones—.Necesitamosununiversodebellezaalrededordelamesa,paraquecompensela presencia de Miserrimus Dexter. Madame Mirliflore todavía está enLondres,yseguroqueausted legustará.Esencantadora,yposeesumismafirmeza y tenacidad. Sí, invitaremos a Madame Mirliflore. ¿A quién más?¿QuelepareceladyClarinda?¡Otradamaencantadora!Puedeestarseguradeque laadmirará.Es tancomprensiva,quemerecuerdaanuestrabellaamigaaquí presente enmuchos aspectos.Sí, ladyClarinda estará entrenosotros, yusted,Benjamin,sesentaráasulado,comopruebademisinceraestimahaciausted.

¿Hacemosquemi jovenprimadonnanosalegre laveladacon sucanto?Creoquesí.Tambiénesguapa,yayudaráadisimularladeformidaddeDexter.Muy bien, ya está la fiesta completa. Esta noche me dedicaré a tratar lacuestióndelmenúconelcocinero.¿Quétalundíadeestasemana—preguntóelmayor,sacandosuagenda—alasochoenpunto?

Acepté el compromiso propuesto, aunque no muy convencida. Con unacarta de presentación, podría haber visto a Miserrimus Dexter esa mismatarde; pero, tal como estaban las cosas, la «pequeña cena» me obligaba aesperar, absolutamente pasiva, toda una semana. De todos modos, no mequedaba más remedio que ceder, porque el mayor Fitz-David, a su modocortés,eratanobstinadocomoyo.Evidentemente,élyaestabadecididoyyonoganabanadaconoponerme.

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—A las ocho en punto, Benjamin—reiteró el mayor—. Anótelo en suagenda.

Benjaminobedeció,mirándomedereojodeunamaneraquesólomástardesupeinterpretar.Amibuenamigonoleentusiasmabalaideadeconocerenlacenaaunhombredescritocomo«mitadtigre,mitadmono»,yelprivilegiodesentarsealladodeladyClarinda,másquetentarle,leintimidaba.Perocomotodoerapormí,aéltampocolequedabaotraelecciónqueceder.

—A las ocho en punto, señor —dijo el pobre Benjamin, anotando elcompromisoobedientemente—.Porfavor,sírvaseotracopadevino.

El mayor miró su reloj y se levantó, pidiendo disculpas por tener quedejarnosdeformatanrepentina.

—Perdonen,peroesmástardedeloquecreía—dijo—.Hequedadoconunamigo;quierodecir,unaamiga,unapersonadelomásatractiva.Ustedmerecuerda un poco a ella, señora; su cutis posee lamisma palidez. Adoro lapalidezcolorcrema.Bien,como ibadiciendo, tengounacitaconunaamigaqueme hace el honor de pedirme la opinión sobre unos encajes. Sémuchosobreencajesantiguosporqueestudiotodoaquelloquemepuedahacerútiloagradable a su encantador sexo.No se olvidendenuestra pequeña cena.Encuanto llegue a casa enviaré la invitación aDexter—elmayorme cogió lamanoylaanalizó,conlacabezaligeramenteladeada—.Unamanodeliciosa—dijo—.¿Noleimportaqueél lamireylabese?Lasmanosdeliciosassonmi debilidad. Perdone mis debilidades. Le prometo arrepentirme yenmendarmeundíadeestos.

—Asuedad,mayor,creoqueno lequedamuchotiempo—dijounavozdesconocidadetrásdenosotros.

¡Lostresnosvolvimoshacialapuerta.Ahíestabalamadredemimarido,sonriendo irónicamente, junto a la tímida criada deBenjamin, que esperabaparaanunciarla.

El mayor Fitz-David fue rápido en la respuesta; al viejo soldado no lepillabanporsorpresa.

—MiqueridaseñoraMacallan, laedadesunconcepto relativo—dijo—.Algunaspersonasnuncasonjóvenes,yotrasnuncaenvejecen.Yomeincluyoenesteúltimotipo.¡Aurevoir!

Conestarespuesta,elincorregiblemayorbesólamanodemisuegraysemarchó.Benjamin,haciendogaladesuesmeradaeducaciónalaantigua,abriólapuertadelabibliotecay,trasfranquearnoselpasoalaseñoraMacallanyamí,nosdejóasolasenlaestancia.

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CAPÍTULOXXIII

Misuegramesorprende

Mesentéaunadistanciarespetuosadelsofáenqueseencontrabalamadredemiesposo;perolaancianaseñoramededicóunacordialsonrisaymerogóquemeacomodaraasulado.Ajuzgarporlasapariencias,noveníaavermeencalidad de enemiga. Quedaba por averiguar si verdaderamente estabadispuestaasermiamiga.

—Herecibidounacartadetutío—empezóadecir—.Mepidequetehagaunavisita,yyomesientofeliz,porrazonesqueahoramismooirás,decumplirsu encargo. Por rara que te parezca mi confesión, mi querida niña, dudomuchoqueenotrascircunstanciasmehubieraatrevidoavenir.Mihijosehaportadocontigodeforma tandébilcomoinexcusabley, realmente,hablandocomosumadre,casimeavergüenzoanteti.

¿Hablabaenserio?Laescuchabaylamirabaestupefacta.

—Lacartadetutío—continuólaseñoraMacallan—meexplicacómotehascomportadoanteladesgraciayquéesloqueteproponeshacer,ahoraqueEustace te ha dejado. El vicario, ¡pobre hombre!, está sorprendido hastaextremosincreíblesdeloqueledijistecuandoestuvoenLondres,ymepideque use mi influencia para convencerte de que abandones tus propósitosactualesyregresesatuviejohogarenlavicaría.

Peroyonocoincidocontutíoenlomásmínimo,querida.Apesardequetusplanesseanunalocuraydequenotengasnilamásremotaposibilidaddellevarlos a la práctica con éxito, admiro tu valor, tu fidelidad y tu feinconmovible en mi desgraciado hijo, después de su imperdonablecomportamiento contigo. Eres una gran mujer, Valeria, y he venido paradecírteloclaramente.¡Dameunbeso,niña!Merecesserlaesposadeunhéroeytehascasadoconunodelosmortalesmásdébiles. ¡QueDiosmeperdoneporhablarasídemipropiohijo!,peroesloquepiensoytengoquedecirlo.

Esta manera de hablar de Eustace era más de lo que yo podía tolerar,incluso viniendo de su propia madre. Recobré el habla en defensa de mimarido.

—Sinceramente, le agradezco mucho su buena opinión, querida señoraMacallan—ledije—.Peromeinquieta,yperdonequeselodigaasídeclaro,oírlehablardeEustaceentérminostandespectivos.Noestoydeacuerdoconustedenquemimaridoseaelmásdébildelosmortales.

—Porsupuestoqueno,querida—replicólaanciana—,porqueeresbuena

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yconviertesenhéroealhombrequeamas,selomerezcaono.Tumaridotienemuchas virtudes, niña, y tal vez yo las conozcamejor que tú. Pero toda suconducta,desdeelmomentoenqueentróenlacasadetutíohastaahora,hasido(lodigodenuevo)ladeunhombreesencialmentedébil.¿Quécreesquehahechoahora,paracolmodemales?SehaalistadocomomiembrodeunahermandaddecaridadyhasalidoparalaguerradeEspañaconunacruzrojaenelbrazo,envezdeestaraquí,arrodillado,pidiéndoleperdónasuesposa.Yodigoqueéstaeslaconductadeunhombredébil.Otraspersonasutilizaríanpalabrasmásfuertes.

Estanoticiamellenódeestuporymeinquietóaúnmás.Podíaresignarmeaperderleduranteuntiempo,perotodomiinstintofemeninoserebelóanteelhecho de verle en peligro y lejos de mí. Eustace había aumentadodeliberadamentemipreocupación,ypenséqueeracruelporsuparte,peronoseloconfeséasumadre.Fingítenersumismacalmaydiscutísusideascontoda la firmeza que pude. La anciana continuó injuriándole másvehementementequeantes.

—Loquelamento—prosiguiólaseñoraMacallan—esquemihijonoteconozca lo más mínimo. Si se hubiera casado con una mujer de cortosalcances,suactitudseríacomprensible.Habríaobradobiensiaunamujerdepocas luces le hubiera ocultado que había estado casado antes y que habíasufrido un juicio público por el asesinato de sumujer.Entonces habría sidocorrecto alejarse antes de que ella pudiese sospechar que la estabaenvenenando,porlapazylatranquilidaddeambos.

Sinembargo, túnoeres tonta.Deesomedoycuenta,aunque teconozcadesdehacemuypoco.¿Porquénoloveéltambién?¿Porquénoteconfióelsecretodesdeelprincipio,envezdeconquistarteconunnombrefalso?¿Porqué planeó (comome confesó) llevarte alMediterráneo y permanecer en elextranjero, por temor a que alguien le traicionara y le señalara como elacusadodelfamosojuicio?¿Cuáleslarespuestamásclaraaestaspreguntas?¿Cuáleslaúnicaexplicaciónposibleparaestaconductairracional?Sólohayunarespuestayunaexplicación:mipobrehijosaleasupadre.¡Nosepareceennadaamí!Esdébilensus juicios,débilensumaneradeactuary,comotodas las personas débiles, testarudo e irracional hasta el límite. ¡He ahí laverdad!

No tepongascoloradani teenfades,Valeria.Lequiero tantocomo tú,ytambiénsévalorarsuscualidades.Yprecisamenteunadelasmejoreseshaberconquistadoaunamujervalerosaydecidida, tan fiely tanenamoradadeélquenisiquieralepermiteasupropiamadrequemencionesusdefectos.¡Niñabondadosa!¡Megustaquemeodies!

—Queridaseñora,¡nodigaquelaodio!—exclamé(¡comosinolaodiara

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portodoloquehabíadicho!)—.Sólomeatrevoapensarqueconfundeustedaun hombre escrupuloso con uno débil. Nuestro querido y desdichadoEustace…

—Es un hombre escrupuloso —dijo la impenetrable señora Macallan,terminando la frase por mí—. Dejémoslo ahí, querida, y pasemos a otroasunto.Mepreguntositampocoestaremosdeacuerdoahora.

—¿Dequéasuntosetrata,señora?

—No te lo diré si me llamas señora. Llámamemamá. Di: «¿De qué setrata,mamá?»

—¿Dequésetrata,mamá?

—DetuideadeconvertirteenuntribunaldeapelaciónyvolverajuzgaraEustace para obligar a todo el mundo a reconocer un veredicto justo deinocencia.¿Esrealmenteéstatuintención?

—Sí.

Misuegrareflexionóseriamente.

—Tú sabes lo mucho que yo admiro tu valor y tu amor hacia midesafortunadohijo—dijo—.Sabes tambiénqueyonomedoblego;peronoentiendo que intentes lo imposible. Y no puedo permitir que arriesgues envanotureputaciónytufelicidadsinadvertírteloantesdequeseademasiadotarde.¡Niñamía!Loquesetehametidoenlacabezanopuedellevarloabuentérminonitúninadie.¡Abandonaesaidea!

—Leagradezcomucho,señora…

—¡Mamá!

—Le agradezco mucho, mamá, el interés que se toma por mí, pero nopuedoabandonaresepropósito.Voyaafrontarlo,voyaintentarlo,conrazónosinella,conriesgoosinél.

LaseñoraMacallanmemirófijamenteysuspiró.

—¡Juventud!¡Juventud!—sedijoasímisma,connostalgia—.¡Quégrancosaesserjoven!—dominólaquejaascendenteysedirigióamísúbitamente,ycasiconfuria—:¿Quépretendeshacer,ennombredelcielo?

En cuantome hizo esta pregunta, seme ocurrió que la señoraMacallanpodíapresentarmeaMiserrimusDexter.Elladebíadeconocerle,yconocerlebien,comoinvitadodeGleninchyviejoamigodesuhijo.

—QuierohablarconelseñorDexter—lecontestéconatrevimiento.

LaseñoraMacallanselevantó,conunaexclamacióndesorpresaymirada

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atónita.

—¿Estásentuscabales?—preguntó.

Ledije,aligualquelehabíadichoyaalmayorFitz-David,quecreíaqueelconsejodelseñorDexterpodíasermeútilcomopuntodepartida.

—YamímeparecerazonablepensarquetodotuplanesunalocurayquepedirleconsejoaDextereslomismoquepedírseloaunloco.¡Noteasustes,niña!: la criaturaes inofensiva.Noesque tevayaa atacaroquevayaa sergroserocontigo;peroMiserrimusDexteres laúltimapersonaconquienunamujerjoven,entusituacióndelicadaydolorosa,deberíarelacionarse.

¡Qué extraño! He ahí la advertencia del mayor repetida por la señoraMacallancasiconlasmismaspalabras.¡Bien!Teníanencomúnelfatalismode la mayoría de las advertencias, pero sólo conseguían aumentar miimpaciencia.

—Me sorprendemucho su afirmación—dije—. El testimonio del señorDextereneljuicioestanclaroyrazonablecomocualquierotro.

—¡Claroquesí!—contestólaseñoraMacallan—,porquelosescribientesloconvirtieronenunlenguajepresentableycoherenteantesdeimprimirlo.Sihubieses oído lo que en verdad dijo, como yo lo oí, te habrías disgustadomucho con él o te hubieras reídode él, de acuerdo con tu formade ver lascosas. Empezó con unamodesta explicación de su absurdo nombre de pila,queenseguidaanimóalasala.Peroluegosalióarelucirsupartetrastornada,que le llevó a mezclar verdades y disparates en una total confusión. Se lellamó al orden varias veces; e incluso le amenazaron con multarle yencarcelarle por desacato.En resumen, era él en esencia, unamezcla de losrasgosmás raros ymás opuestos: a veces perfectamente claro y razonable,comotúacabasdedecir;otrasveces,extasiándosedeunmodoterrible,comoquiencaeenunestadodedelirio.Lapersonamenosidóneaparadarconsejosqueexiste,telorepito.¿Noesperarásqueseayoquientelopresente?

—Nosemehabíaocurrido—contesté—.Perodespuésdeloquehadicho,queridaseñora,abandonolaidea,claro.Nomesuponeungransacrificio;sólotengo que esperar a la cena que dará el mayor Fitz-David dentro de unasemana,alacualmehaprometidoqueinvitaráaMiserrimusDexter.

—¡Así es elmayor!—gritó la anciana—.Tecompadezco si tienes fe enesehombre,puesestanescurridizocomounpez.SupongoquelehaspedidoquetepresenteaDexter,yéltehaprometidoinvitarle,¿estoyenlocierto?

—Sí.

—¡Exacto!PuesDexterledesprecia,querida.ElmayorsabetanbiencomoyoqueDexternoiráalacena,perodaesterodeoparadespistarte,envezde

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decir«No»sencillamente,comounhombresincero.

Ésasíqueeraunamalanoticia.Pero,comoeshabitual,noquisereconocermiderrotaporpuraobstinación.

—Enelpeordeloscasos—dije—,aúnmequedalaopcióndeescribiralseñorDexterypedirlequemeconcedaunaentrevista.

—Ysitelaconcede,¿iríassola?

—Sí,sola.

—¿Realmenteésaestuintención?—seasegurómisuegra.

—Sí.

—Puesnotepermitiréquevayassola.

—¿Puedopreguntarle,señora,cómoseproponeevitarlo?

—Yendocontigo,jovenatrevida.Sí,sí,puedosertantestarudacomotúsiquiero. ¡Fíjatebien!Noquierosabercuáles son tusplanes;noquierovermeinvolucrada.Mihijoseharesignadoalveredictoescocés,yyotambién.Erestúquiennodejalascosastalcomoestán,jovenpresuntuosaytemeraria.Sinembargo,megustas,ynotedejaréirsolaacasadeMiserrimusDexter.¡Ponteelsombrero!

—¿Ahora?—preguntéincrédula.

—Naturalmente.Mi coche está en la puerta. Y cuanto antes acabe esto,mástranquilaestaré.¡Prepárateyvámonos!

Nonecesitéquemelodijeradosveces.Sólodiezminutosdespués,íbamoscaminodelacasadeMiserrimusDexter.

Esefueelasombrosoresultadodelavisitademisuegra.

CAPÍTULOXXIV

MiserrimusDexter.Primeravisión

Habíamos terminadodecomerantesdeque la señoraMacallan llegaraacasadeBenjamin.Laposteriorconversaciónentremiancianasuegrayyo(delaquesóloheofrecidounbreveresumen)duróhastaúltimashorasdelatarde.Elsolseestabacubriendodenubescuandosubimosalcoche,yelcrepúsculoempezóarodearnostristementemientrasíbamosdecamino.

Nos dirigíamos, por lo que pude juzgar, a las afueras de Londres, endirecciónnorte.

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Durantemásdeunahoraelcocheatravesócalles laberínticasdeoscurosladrillos,máspequeñasymássuciasamedidaquenosalejábamos.Cruzamosbarrios que no parecían ni de campo ni de ciudad, sombríos y lúgubres.Aquellos grupos de casas en estado de abandono y con sólo alguna tiendadispersa,parecíanaldeasperdidasenlascercaníasdeLondres,desfiguradasyahumadasporelpasodeltiempo.Laperspectivaeracadavezmástenebrosa,hastaquealfinelcochesedetuvoylaseñoraMacallananunció,asumanerairónicayaguda,quehabíamosllegadoalfinaldenuestrotrayecto.

—ElpalaciodelpríncipeDexter,querida—dijo—.¿Quéteparece?

Miréamialrededor,sinsaberquépensar,enhonoralaverdad.Bajamosdelcarruajeyanduvimosporuncaminodegravaamedioconstruir.Aderechae izquierda, bajo una luz sombría, pude ver cimientos de casas apenasiniciados.Tablonesy ladrillosseesparcíananuestroalrededor,yenalgunossitios,andamiosypoleassealzabancomosi fuesenárbolessin ramasenundesierto de ladrillo. Detrás de nosotras, junto a la calzada, se extendía otrazona descampada, aún sin construir. Sobre la superficie de ese segundodesierto,ybajounaluzmística,destacabanlasblancasfigurasdeunospatosvagabundos.Enfrente, aunadistanciadeunasdoscientasyardas,por loquepude calcular, se levantaba una mole negra que, cuando mi vista seacostumbró al crepúsculo, se convirtió en una casa antigua, larga y baja,rodeadaporunsetodehojasperennesyunavallanegra.

El cochero nos condujo hacia esa valla, a través de tablones y ladrillos,conchasdeostrasyrestosdevajillarotadesparramadosporelsuelo.¡Eseerael«palaciodelpríncipeDexter»!

Había una verja en la valla negra, y también una campanilla, quedescubrimos con gran dificultad. Al llamar, el cochero puso en marcha, ajuzgarporel sonido,unacampanade tamañoprodigioso,másaptaparaunaiglesiaqueparaunacasa.

Mientrasesperábamosaquenosabrieran,laseñoraMacallanseñalóhacialafachadabajayoscuradelviejoedificio.

—¡Heaquíunadesuslocuras!—dijo—.Losconstructoresdeestebarriole han ofrecido no sé cuántos miles de libras por el terreno de la casa.Originariamenteeraunamansión,yDexter lacompróhacemuchosaños,enunadesusrarezasestrafalarias,peronotieneningunarelaciónfamiliarconellugar.

Lasparedesparecenapuntodecaerse;eldineroqueleofrecieronlehabríasido realmente útil. ¡Pues no! Rechazó la propuesta por carta, con estaspalabras: «Mi casa es un monumento pintoresco y bello entre todas lasconstrucciones ínfimas, deshonestas y serviles de esta época inferior,

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deshonestayservil.Conservomicasa,caballeros,comounejemploútilparaustedes. Mírenla mientras construyen en los alrededores, y sonrójense, sipueden,desuspropiasobras».

¿Sehaescritoalgunavezunacartamásabsurda?¡Bah!Oigopasoseneljardín.Ahíllegasuprima.Suprimaesunamujer;tengoquedecírteloporqueenlaoscuridadpodríasconfundirlaconunhombre.

Unavozásperayprofunda,quenuncahabríasupuestoquefuerademujer,nossaludódesdeelotroladodelavalla.

—¿Quiénestáahí?

—LaseñoraMacallan—contestómisuegra.

—¿Quéesloquequiere?

—VeralseñorDexter.

—Nopuedeverle.

—¿Porquéno?

—¿Cuáldijoqueerasunombre?

—Macallan, señora Macallan. Soy la madre de Eustace Macallan,¿comprende?

Lavozgruñóduranteunosmomentosdetrásdelavalla,peroalfinlallavegiróenlacerraduradelaverja.

Admitidaseneljardín,alasombradelosarbustos,nopudevernadadelamujerdelavozáspera,exceptoquellevabaunsombrerodehombre.Sinunapalabradebienvenidaniunaexplicación,cerrólaverjaqueteníamosdetrásynoscondujoalacasa.LaseñoraMacallanlasiguióconsolturaporqueconocíaelcamino.Yoandabatancercadeellacomopodía.

—Unabonitafamilia—mesusurrómisuegra—.LaprimadeDextereslaúnicamujerdelacasa,yesidiota.

Entramos en un salón espacioso, que tenía un techo bajo, iluminadolúgubremente en su extremo gracias a una lámpara de aceite. Vi que habíacuadros colgados en las paredes oscuras, pero los temas que representabaneraninvisiblesbajoaquellaluzdébilysombría.

LaseñoraMacallansedirigióalamujerhoscadelsombrerodehombre.

—Ahoradígame.¿PorquénopodemosveraDexter?

LaprimacogióunahojadepapeldelamesadelsalónyselaentregóalaseñoraMacallan.

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—¡El maestro está escribiendo! —dijo la extraña criatura, en un roncosusurro,comosilasolaideade«elmaestro»laaterrorizara—.Leaesanota,yluegoquédenseováyanse;haganloquegusten.

Abrióunapuertadeunladodelapared,ocultaporunodeloscuadros,ydesapareciócomounfantasma.Nosdejóalasdossolasenelsalón.

LaseñoraMacallanseacercóalalámparadeaceiteyleyólahojaquelamujer lehabíadado.Yo la seguíymeasoméporencimadesuhombro, sinninguna ceremonia. El papel estaba escrito con una letra firme, grande ybonita. ¿Me había contagiado de la locura que impregnaba la casa? ¿Orealmenteteníaantemíestaspalabras?

NOTA

Miinmensaimaginaciónestátrabajando.Visionesdehéroessedesplieganantemí.Reanimodentrodemíalosespíritusdelosgrandesdesaparecidos.Elcerebromehierve.Todoaquelquememoleste,bajocualquiercircunstancia,loharáconpeligrodesuvida.

Dexter

La señora Macallan me miró con aire superior, esbozando su sonrisairónica.

—¿Todavíainsistesenquetelopresente?

Eltonodeburlaconquemehizolapreguntadespertómiorgullo.Decidíquenoseríalaprimeraenceder.

—No, si pongo en peligro su vida, señora —contesté con frescuraseñalandoelpapelqueteníaenlamano.

Misuegravolvióalamesadelsalónydejóallíelpapelsincontestarme.Luegoabrióelcaminohaciaelarcosituadoaladerecha,másalládelcualsólopudedistinguirunampliotramodeescalonesderoble.

—Sígueme —dijo, subiendo los escalones a oscuras—. Sé dóndeencontrarle.

Buscamosatientaselcaminoysubimoslaescalerahastaelprimerrellano.El siguiente tramo, que ascendía en sentido contrario, estaba débilmenteiluminado(comoelsalóndeabajo)porunalámparadeaceitecuyaluzpartíadeunlugaraúnnovisibleparanosotras.Trassubirelsegundotramoycruzarunpequeñopasillo,localizamoslalámparaatravésdelapuertaabiertadeunahabitación circular. Su luz enfocaba un grueso tapiz que colgaba desde eltecho hasta el suelo en la pared opuesta a la puerta por la que habíamosentrado.LaseñoraMacallancorrióaunladoeltapizy,trasindicarmequelasiguiera,lofranqueó.

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—¡Escucha!—mesusurró.

Traspasarpordetrásdeltapiz,meencontréenunarcooscuroounpasaje.Unrayodeluzdelalámparamemostróunapuertacerrada,justoalfinaldelpasaje. Escuché y oí, al otro lado de la puerta, una voz que gritaba,acompañadadeunextraordinario sonido,chirriantey silbante,que ibahaciaadelante y hacia atrás en un espacio grande, por lo que yo podía imaginar.Cuandoelruidoeramuyfuerte,vencíaalsonidodelavoz.Luego,cuandoenla distancia el sonido se tomabamás débil, la voz se hacíamás audible.Lapuerta debía de ser de una solidez prodigiosa. Escuchando con la mayoratenciónposible,yonoconseguíaentender laspalabras (siesque lashabía)que la voz pronunciaba, ni lograba distinguir lo que causaba el sonidochirrianteysilbante.

—¿Quéestáocurriendoalotroladodelapuerta?—lesusurréamisuegra.

—Adelántatesinhacerruido—mecontestó—yvenaverlo.

Colocóel tapizpordetrásdenosotrasparaevitarqueentrasela luzdelahabitación circular. Luego, girando sin hacer ruido el picaporte, abrió lapuerta.

Nosocultamosenlapenumbradelarcoymiramosatravésdelapuerta.

Vi (o creí ver en la oscuridad) una enorme habitación, de techo bajo.Únicamentelaluzmortecinadelachimeneamepermitíavislumbrarobjetosydistancias.Elfuegoteñíaderojolazonacentraldelahabitación,queteníamosenfrente, y dejaba los laterales sumidos en total oscuridad. Sólo eso habíallegadoapercibircuandooíqueseacercabael ruidochirriante.Proveníadeuna silla de ruedas, que semovía en la zona roja y que transportaba a unafiguraoscura,conelpeloflotando.Losbrazossubíanybajaban,confuria,alponer en marcha la maquinaria que iba impulsando la silla a la máximavelocidad.

—¡Soy Napoleón en el amanecer de la Batalla de Austerlitz!—gritó elhombredelasillaalpasarpordelantedemí—.¡Doyunaordenylostronossetambalean,caenlosreyes,lasnacionestiemblan,ymilesdehombresluchan,sangranymueren!

Depronto,perdimosdevistalasilla,yelhombrevociferanteseconvirtióenotrohéroe.

—¡SoyNelson!—se oyó entonces—.Conduzco la flota haciaTrafalgar.Doylasórdenesvaticinandolavictoriaylamuerte.Veomipropiaapoteosis,mi funeral público, las lágrimas de mi nación, mi entierro en la iglesiagloriosa. Las épocas me recuerdan y los poetas me cantan en versosinmortales.

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Elestridenteartefactosedirigióaunextremode lahabitaciónyregresó.Lafantásticaaparición—hombreymáquinatransformadosenunúnicoser—,elnuevocentauro,mitadhombre,mitadsilla,sedeslizóantemídenuevo.

—¡SoyShakespeare!—gritóahoraconfrenesí—.EstoyescribiendoElreyLear,tragediadetragedias.Soyelpoetaqueocupaelpedestalporencimadeantiguosymodernos.¡Luz!¡Luz!Losversosfluyencomolavadelaerupcióndemimente volcánica. ¡Luz! ¡Luz! Para que el poeta de todos los tiemposescribalaspalabrasinmortales.

Las ruedas rechinaron y la figura se precipitó hacia el centro de lahabitación. Cuando se acercaba a la chimenea, un trozo de carbón (o demadera)sequemó,produciendounallamavivaqueiluminólapuerta.¡Enesemomento Dexter nos vio! La silla de ruedas se detuvo de repente con talsobresaltoquehizocrujirelsuelodelahabitación;luegocambiódedirecciónysedeslizóhacianosotrasconlarapidezdeunanimalsalvaje.Retrocedimospara escapar hacia la pared del arco.La silla pasó ante nosotras y apartó eltapiz;entonces,lalámparadelasalacirculariluminóelhueco.

Lacriaturadelasilladetuvolasfuriosasruedasymiróporencimadesuhombro,conunacuriosidadterribledecontemplar.

—¿Las he atropellado? ¿Las he reducido a polvo por haberse atrevido ainterrumpirme?—sepreguntó.Trasexpresaresta«amable»duda,susojosseiluminaron, y sumente se remontó otra vez a Shakespeare y al reyLear—.¡Goneril yRegan!—gritó—.Mis dos hijas perversas y diabólicas, ¡venid amofarosdemí!

—Nada de eso—dijo mi suegra, con tanta calma como si se estuvieradirigiendoaunsercompletamente racional—.Soysuviejaamiga, laseñoraMacallan; y conmigo ha venido a verle la segunda esposa de EustaceMacallan.

Encuantopronunció lasúltimaspalabras,«lasegundaesposadeEustaceMacallan», el hombre saltó de la silla con un grito de horror, como si lehubierandisparado.Duranteunmomentovienelairelacabezayelcuerpo,completamentedesprovistodeextremidadesinferiores.Alinstante,laterriblecriaturacayóalsuelo,apoyándosesobrelasmanos,comounmono.Elhorrorgrotesco de la escena culminó cuando la figura se alejó dando saltos a unavelocidadprodigiosa,hastaquellegóalachimenea.Allíseacurrucóalcalorde las ascuas mortecinas, estremeciéndose, tiritando y murmurando:«¡Apiádensedemí,apiádensedemí!»,docenasydocenasdeveces.

Éseeraelhombreaquienyohabíavenidoapedirconsejoyayudaenminecesidad.

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CAPÍTULOXXV

MiserrimusDexter.Segundavisión

Totalmente descorazonada, disgustada y (si tengo que ser sincera) muyasustada,lesusurréalaseñoraMacallan:

—Meheequivocadoyustedteníarazón.Vámonos.

El oído deMiserrimus Dexter debía de ser tan sensible como el de unperro.Meoyóperfectamente.

—¡No!—gritó—.TráigameaquíalasegundaesposadeEustaceMacallan.Soyuncaballeroydebodisculparmeante ella.Comoestudiosodel carácterhumano,deseoconocerla.

Aquel hombre parecía haber experimentado una transformación radical.Hablabacon lamásgentilde lasvoces,y suspirabacomounamujerqueserecobratrashaberllorado.¿Estabarecuperandoelvalorolacuriosidad?

Cuando la señoraMacallanme dijo: «Ha terminado el ataque. ¿Todavíaquieresquenosvayamos?»,lecontesté:

—No;estoydispuestaaentrar.

—¿Ya has recobrado tu confianza en él? —preguntó mi suegra con suhabitualtonoirónico.

—Yameherecobradodelterrorquemeinspiraba—repliqué.

—Sientohaberlaasustado—dijo lavozsuavedesde lachimenea—.Hayquiencreequeavecesestoyloco.Siesoescierto,supongoqueustedeshanllegado en uno de esos momentos. Admito que soy un visionario; laimaginaciónsemeescapaydigoyhagocosasextrañas.Enestasocasiones,cualquiera que me recuerde ese horrible juicio me traslada al pasado y mecausa un gran sufrimiento nervioso. Soy un hombre muy sensible y, comoconsecuencia inevitable, soy un desdichado. Acepten mis excusas. Entren.Entrenyapiádensedemí.

Ahora,inclusounniñohabríaentradoysehabríaapiadadodeél,sinsentirelmenortemor.

Lahabitaciónseibaoscureciendocadavezmás,yyaapenaspodíamosverlafiguraacurrucadadeMiserrimusDexterjuntoalfuegoqueseapagaba.

—¿Esquenovaahabermásluz?—preguntólaseñoraMacallan—.¿Vaatenerqueverleestaseñoracasiaoscuras?

Dexterlevantóalgobrillanteymetálicoquecolgabadesucuello,ysopló,

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emitiendounacascadadeagudasnotasmusicales.Casialinstantelerespondióotracascadadenotasquesonabanmásdébilesenalgunazonadistantedelacasa.

—VieneAriel—dijo—.Tranquilícese,señoraMacallan;Arielmepondrápresentablealosojosdeunadama.

Saltóenlaoscuridad,ayudándosedelasmanos.

—Esperaunpocoytendrásotrasorpresa—meindicómisuegra—.Ahoraverásala«delicadaAriel».

Oímosunasfuertespisadasenlahabitacióncircular.

—¡Ariel! —susurró Miserrimus Dexter con suavidad, ya fuera de laoscuridad.

Paramiasombro,lavozmasculinadelaprimaconelsombrerodehombrecontestó:«¡Yavoy!».

—¡Misilla,Ariel!

Lapersonaasíllamadaapartóeltapizparadejarpasarlaluz,yluegoentróenlahabitaciónempujandolasilladeruedas.SedetuvoylevantódelsueloaMiserrimusDexter, como si fueraunniño.Antesdeque le depositara en lasilla,élsaltódesusbrazosconungritoalegreyaterrizóenelasiento,comounpájaroseposaenunarama.

—Traelalámpara—ordenóDexter—.Yelespejo.Perdónenmepordarleslaespalda—añadió,dirigiéndoseanosotras—.Peronodebenvermehastaqueestépeinado.¡Ariel!Elcepillo,elpeineyelperfume.

Trayendolalámparaenunamano,elespejoenlaotrayelcepillo(conelpeineclavadoenél)entrelosdientes,Ariel,esdecir,laprimadeMiserrimusDexter, se presentó por primera vez ante mí. Pude ver entonces su rostroinexpresivo, redondo y carnoso; sus ojos descoloridos, su nariz gruesa y subarbillaalargada.Eraunacriaturamedioviva,unserimperfectoysinforma.Vestidaconunachaquetademarinoybotasdehombredegrandescordones,sólo una falda vieja de franela roja y una peineta rota en su pelo rubio ydesgreñadoindicabanquesetratabadeunamujer.Asíeralapersonahurañaquenoshabíarecibidoenlaoscuridadcuandoentramosenlacasaporprimeravez.

Esta encantadora sirvienta reunió el instrumental para peinar el hermosopelodesumaestro,ledioaDexterelespejodemanoysedispusoatrabajar.Peinó,cepilló,abrillantóyperfumólosmechonesdecabelloylalargabarbasedosadesuamo,conlamásraracombinacióndetorpezaydestrezaquehevistojamás.Asumodochapucero,hizoeltrabajoalaperfección,encompletosilencio y con una mirada apagada. Desde la silla, Dexter supervisaba con

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espíritu crítico todo el proceso por medio del espejo de mano. Estaba tanenfrascado en la tarea que ni hablaba siquiera, hasta que, dando los últimostoquesalabarba,lallamadaArielsecolocófrenteaélydecaraanosotras.EntoncesDextersedirigióanosotras,poniendoespecialcuidadoennodarselavueltamientrassuaseoestuvieraincompleto.

—Señora Macallan—dijo—, ¿cuál es el nombre de pila de la segundaesposadesuhijo?

—¿Porquéquieresaberlo?—preguntómisuegra.

—Porque no puedo dirigirme a ella llamándola «señora de EustaceMacallan».

—¿Porquéno?

—Porquemerecuerdaalaotra.YsievocolosdíasterriblesdeGleninch,mifortalezacederáymepondréagritarotravez.

Aloírestaspalabrasmeapresuréaintervenir.

—MinombreesValeria—dije.

—Un nombre latino —subrayó Miserrimus Dexter—. Me gusta. Minombre también tiene una resonancia latina. La constitución de mi cuerpotambién habría sido romana, si hubiera nacido con piernas. Me atreveré allamarlasóloValeria,anoserqueustedlodesapruebe.

Meapresuréadecirquenoteníaelmenorinconveniente.

—Muybien—dijoMiserrimusDexter—.Valeria,¿veustedelrostrodelacriaturaqueestáfrenteamí?—señalóasuprimaconelespejodemano,delmismomodoquehabríaseñaladoaunperro.Porsuparte,laprimanoadvirtiómejorqueunperroelmododespectivoconqueél lahabíaseñalado.Seguíapeinando y perfumando la barba, tan tranquila, sin mostrar el más mínimointerés por lo que sucedía a su alrededor—. ¿Es el rostro de una idiota,verdad?—prosiguióMiserrimusDexter—.¡Mírela!Esunmerovegetal.Unacoldelhuertotienemásvidayexpresiónqueestamuchacha.¿Creeustedquehay inteligencia, afecto, orgullo y fidelidad latentes en un ser mediodesarrolladocomoéste?

Realmente me avergonzaba contestarle. ¡Era cruel, inhumano einnecesario!Lajovenimpenetrablecontinuabaarreglandolabarbadesuamo.Niunamáquinahabría sidomenos receptiva frente a loqueallí pasabaqueaquellacriaturaincomprensible.

—Yotengosuafecto,suorgullo,sufidelidadytodolodemásqueenellahaya—prosiguióMiserrimusDexter—.Yoposeo la llavede su inteligenciadormida.Mírelamientrashablo.LallaméAriel,pobredesgraciada,enunode

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mis momentos irónicos. A ella le tiene que gustar su nombre, como a losperros lesgustasucollar.Ahora,Valeria,mireyescuche. ¡Ariel!—elrostroapagadode la jovenempezóabrillar;detuvoelmovimientomecánicode lamanoy sostuvoelpeineenel aire—. ¡Ariel!Hasaprendidoapeinarmeyaperfumarmelabarba,¿verdad?

Surostroseiluminó.

—¡Sí!¡Sí!¡Sí!—contestóansiosa—.Ydicequelohagobien.

—Exactamente.¿Dejaríasquelohicieraotrapersonaentulugar?

En sus ojos apareció por primera vez un atisbo de luz y vida. Su vozbroncaynadafemenina,setornósuave.

—Nadie loharáenmi lugar—dijo,orgullosay tiernaa lavez—.Nadie,mientrasyoviva,letocará.

—¿Ni siquiera esta dama?—preguntó Miserrimus Dexter, señalándomeconelespejodemano.

LosojosdeArielecharonchispasenunataquedecelos.

—¡Dejequelointente!—gritólapobrecriatura,subiendoeltonodevozyagitandoelcepilloantemí—.¡Dejequeletoquesiseatreve!

Dexterseríoanteaquelarranqueinfantil.

—Es suficiente, mi delicada Ariel —dijo—. Puede desaparecer tuinteligencia.Vuelveatuseroriginalyterminaconlabarba.

Conactitudpasiva,lamujerreemprendiósulabor.Laluznuevaquehabíasurgidoensusojos,lanuevaexpresióndesucara,sefueronapagandopocoapocohastaquemurieron.Alcabodeunminuto,surostroestabatanausentecomo antes. Susmanos reanudaron el trabajo con esa destreza sin vida quetantome había impresionado cuando la vi coger por primera vez el cepillo.MiserrimusDexterparecíaestarcompletamentesatisfechodelresultado.

—Pensé quemi pequeño experimento le interesaría—dijo—. ¿Ve cómofunciona? La inteligencia dormida de mi curiosa prima es como el sonidolatente de un instrumentomusical; yo lo toco y ellame responde.A ella legustaque juegueconsusemociones,perosumayordeleiteesque lecuentehistorias. La dejo perpleja, al borde del aturdimiento, y cuanto más laconfundo,máslegustaelrelato.Ésaessumáximadiversión.Debeustedverloundíadeestos—echóunaúltimamiradaalespejo—.¡Ah!—dijosatisfecho—.Estoyaesotracosa¡EsfúmateAriel!

La joven salió de la habitación dando grandes zancadas con sus fuertesbotas,yconlaobedienciamudadeunanimaldoméstico.Cuandopasójuntoamí, le dije: «Buenas noches»; pero ni me devolvió el saludo ni me miró:

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sencillamente, mis palabras no produjeron el menor efecto en sus sentidosapagados.Laúnicavozquelellegabaeraladelsilencio.Sehabíaconvertidouna vezmás en aquella criatura inanimada y vacía que nos había abierto laverja;yasíseguiríahastaqueMiserrimusDextervolvieseahablarle.

—¡Valeria!—dijomisuegra—.Nuestromodestoanfitriónestáesperandotuopiniónsobreél.

Mientrasmiatenciónsefijabaensuprima,Dexterhabíagiradolasilladeruedasparaquedarfrenteamí,conlaluzdelalámparaenfocándoledelleno.Alhablardesupresenciacomotestigodeljuicio,creoquemeheservido(sinquerer)deloquevienaquelmomento.Viconclaridadunrostrointeligente,unos ojos grandes y claros, la sedosa barba ondulada de color castaño, lasmanoslargas,delicadasyblancas,yuncuelloyunpechomagníficos.Yalohedescritotodoenotrolugar.Ladeformidadinferiorquedegradabaydestruíalabelleza masculina de su cabeza y su pecho, quedaba ahora oculta por unatúnicaorientalmulticolorqueestabacolocadaamododecolchasobrelasilla.ElseñorDexterllevabaunachaquetadeterciopeloazul,abrochadaalolargodel pecho con grandes botones de malaquita. Siguiendo la moda del siglopasado, losextremosde lasmangasestaban rematadosconunosvolantesdeencaje.

Talvezsedebieraaunafaltadepercepciónpormiparte,peroyonoveíaningúnrasgodelocuraenél,nadaquemerepelieracuandomemiró.Elúnicodefectoquedescubríensurostroestabaenelbordedelosojos,justodebajodelassienes.Ahí,cuandosereía,yenmenorgradocuandosonreía,lapielsele contraía formando unos curiosos pliegues y unas pequeñas arrugas, quecontrastabanconlaarmoníayelaspectojuvenildesurostro.Encuantoalosotrosrasgos,laboca,porloquedejabanverlabarbayelbigote,erapequeñaydeformadelicada;lanariz,ejemploperfectodelmodelogriego,podíaparecertalvezdemasiadodelgadasilacomparábamosconlasmejillascarnosasylafrenteancha.Peromirándoleenconjunto (yhablandonaturalmentedesdeelpunto de vista de unamujer, no de un fisonomista), sólo le puedo describircomo un hombre extraordinariamente guapo. Un pintor le habría escogidocomo modelo de San Juan, y una joven que no supiera lo que ocultaba latúnica oriental habría dicho con sólo mirarle: «¡Éste es el héroe de missueños!».

—Bien,Valeria—dijotranquilamente—.¿Laasustoahora?

—Enabsoluto,señorDexter.

Sus ojos azules, grandes como los de unamujer, claros como los de unniño,sefijaronenmirostroconunaexpresióncambianteyraraquealavezmeinteresabaymedejabaperpleja.Alprincipiohabíaenellosduda,unadudapenosa e inquietante que luego se tomó en una aprobación tan abierta e

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indisimulada, que una mujer vanidosa habría creído conquistarle a primeravista. Pero de repente, una nueva emoción se apoderó de él. Su mirada sehundió, y Dexter inclinó la cabeza y levantó las manos en señal delamentación.Luegomurmuróalgoparasusadentros,siguiendoalgúnhilodepensamientossecretosymelancólicosquelealejabamásymásdelpresenteyque le sumergía en sus tristes recuerdos. Conseguí captar alguna palabra, ypocoapoco,meencontrétratandodedesentrañarloquepasabaporlacabezadeaquelextrañohombre.

—Unrostromuchomásencantador—leoídecir—.Perono,notieneunafiguramáshermosa.¿Quéfigurahahabidomásbonitaquelasuya?Algodesuencantadoragracia sí tiene,perono toda.¿Endóndeestáelparecidoqueme la hace recordar? ¿Tal vez en el porte de su figura? ¿Tal vez en elmovimientodesutalle?¡Pobreángelmartirizado!¡Quévida!¡Yquémuerte!¡Quémuerte!

¿Meestabacomparandoconlavíctimadelveneno,conlaprimeraesposademimarido?Suspalabrasparecíanjustificarestaconclusión.Entonces,siyoestaba en lo cierto,Dexter había queridomucho a lamujermuerta.El tonoquebradodesuvozalhablardeellanoeraequívoco.Lahabíaadmiradoenviday la llorabamuerta.Suponiendoqueconsiguieraganarmesuconfianza,¿cuálseríaelresultado?¿Salíaganandooperdiendoconeseparecidoqueélhabíadescubierto?¿Leconsolabavermeo leresultabadoloroso?Esperéconansiedadaconocernuevosdatossobrelaprimeraesposa,peroniunapalabramásse leescapóde los labiosaDexter.Unnuevocambioseprodujoenél;levantólacabezaymiróasualrededor,comomiraunhombrecansadoalserdespertadosúbitamente.

—¿Quéhe hecho?—dijo—. ¿Seha extraviadootra vezmimente?—seestremeció y suspiró—. ¡Oh, esa casa deGleninch!—musitó tristemente—.¿Nuncapodréalejarlademispensamientos?¡Oh,esacasadeGleninch!

Para mi decepción, la señora Macallan impidió la revelación de lo quepasabaporsucabeza.ParecíaofendidaporeltonoylaformaenlaqueDexterhabía aludido a la casa de campo de su hijo. Brusca y decididamente leinterrumpió:

—¡Pocoapoco,amigomío,pocoapoco!—dijo—.Creoquenosabe loqueestádiciendo.

Susojosgrandesyazulesresplandecieronalmirarla.Conunmovimientodelamanoacercólasillahastasituarseal ladodemisuegra.Alcabodeuninstante,lacogiódelbrazoylahizoinclinarsehaciaélparapodersusurrarlealgo al oído. Estaba tan agitado que no logró dominar su voz, y pude oírleperfectamentedesdedondeyoestabasentada.

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—¿Quenoséloqueestoydiciendo?—repitióconlamiradafijanoenmisuegra,sinoenmí—.¡Mujermiope!¿Dóndeestánsusgafas?¡Mírela!¿Noveelparecidoenlafigura,quenoenelrostro?,¿noveelparecidoconlaprimeraesposadeEustace?

—¡Puraimaginación!—replicólaseñoraMacallan—.Noveonadadeeso.

Él,impacientemente,lazarandeódelbrazo.

—Notanalto—susurró—.Lapuedeoír.

—Lesheoídoalosdos—dije—.Notienenadaquetemer,señorDexter,sihabladelantedemí.Séquemiesposoestuvocasadoconanterioridadyquesuprimeraesposamuriódeunmodotriste.Heleídoeljuicio.

—¡Haleídolavidaylamuertedeunamártir!—gritóMiserrimusDexter.Derepente,volviósusillahaciamí,ymemirócasiconexpresióndeternura,ycon losojosanegadosen lágrimas—.Nadieapreciósuverdaderovalor—dijo—,exceptoyo.¡Sóloyo!¡Sóloyo!

LaseñoraMacallansepusoaandarimpacienteporlahabitación.

—En cuanto quieras, Valeria, nos vamos—dijo—.No hagamos esperarmásalcocheroenestelugartaninhóspito.

Yoestabademasiado interesada endejar queMiserrimusDexter siguierahablandodelasuntocomoparaquerer irmeenesemomento.Fingínohaberoídoa la señoraMacallan,ydejécaermimano,comoporcasualidad,en lasilladeruedas,paralograrqueDextersiguierajuntoamí.

—Usteddemostróeneljuiciolomuchoqueapreciabaalapobreseñora—dije—;ycreo,señorDexter,quetieneustedsuspropiasideassobreelmisteriodesumuerte.

Élhabíaestadocontempladomimano,posadaenelbrazodesusilla,hastaquemeatrevíadecirleesaspalabras.Eneseinstante,levantósúbitamentelosojosylosfijóenmirostroconexpresióndesospecha.

—¿Cómosabequeyotengomispropiasideas?—preguntóseveramente.

—Lo sédesdeque leí el juicio—contesté—.El letradoque le interrogóusócasilasmismaspalabrasqueyo.Notengolaintencióndeofenderle,señorDexter.

Susemblante sedespejó tan rápidamentecomosehabíanublado.Dextersonrió y puso sumano sobre lamía. Aquel roceme produjo un escalofrío,haciendotemblarcadaunodemisnervios.Rápidamente,retirélamano.

—Le pido perdón—dijo— si la he malinterpretado. Tengo mis propiasideassobre la infelizseñora—hizounapausaymemiróensilencio,con la

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mayorseriedad—.¿Tieneustedalgunahipótesis—preguntó—sobresuvidaosobresumuerte?

Estabatotalmenteinteresada.Ardíaporsabermás.Alomejorleanimabaahablarsierafrancaconél.Lecontesté:

—Sí.

—¿Ideasquelehacomentadoaalguien?—prosiguió.

—Anadie—repliqué—hastaahora.

—¡Quéraro!—dijo,todavíaserioyleyendoenmirostro—.¿Quéinteréspuedeustedtenerenunamujermuertaaquiennisiquieraconoció?¿Porquémepreguntaesoprecisamenteahora?¿Tienealgúnmotivoparaveniraquíaverme?

Conaudacialeconfesélaverdad:

—Tengounbuenmotivo.

—¿EstarelacionadoconlaprimeraesposadeEustaceMacallan?

—Sí.

—¿Conalgoquesucedióestandoellaviva?

—No.

—¿Consumuerte?

—Sí.

Derepente,entrelazólasmanosconungestodedesesperación,yluegoseapretólassienes,comosilehubieraasaltadoundolorsúbito.

—Nopuedoescucharloestanoche—dijo—.Lodaríatodoporhablarconusted,peronomeatrevo,porqueenelestadoenquemeencuentroperderíaeldominio de mí mismo. No tengo fuerzas para rememorar el horror y elmisterio del pasado; no tengo el valor suficiente para abrir la tumba de lamártir. ¿Me escuchó cuando entró aquí? Poseo una imaginación inmensa,desbordante. A veces la dejo volar y me convierto en actor; interpreto lospapelesdetodosloshéroesquehanexistido;meidentificoconsuscaracteres;meconfundoconellos.Entonces soyelhombreque imagino ser.Nopuedoevitarlo;meveoforzadoahacerloporquesi frenarami imaginaciónenesosmomentos, me volvería loco. Me dejo ir, y acabo exhausto, y con lasensibilidadterriblementeagudizada.Enesosmomentos,surgenlamelancolíaylashorriblesasociaciones,ysoycapazdegritarycaerenlahisteria.Ustedyamehaoídogritar.

Pero no; no me verá histérico. No, Valeria; no, inocente reflejo de la

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desaparecida,yono laasustaríaaustedpornadadelmundo.¿Podríavolvermañana,dedía?Tengounacalesayunpony;yAriel,midelicadaAriel,sabellevaruncarruaje:puede ir abuscarlaaustedacasade la señoraMacallan.Hablaremos mañana, cuando esté preparado; pero sepa que me muero porescucharla. Estaré listo para usted por la mañana. Me mostraré cortés,inteligente y comunicativo por la mañana. ¡Y ahora basta! Se acabó esteasunto demasiado interesante y excitante. Debo calmarme ome estallará lacabeza. La música es la verdadera medicina para mi cerebro exaltado. ¡Miarpa!¿Dóndeestámiarpa?

SedeslizóapresuradamentehastaelotroextremodelahabitaciónypasópordelantedelaseñoraMacallan,queseaproximabaparainsistirenquenosfuéramos.

—¡Vamos! —dijo la anciana, muy irritada—. Ya le has visto en plenaacción,Valeria.Sitequedasmástiempo,teaburrirás.Vámonos.

La silla volvió a acercarse lentamente.MiserrimusDexter la dirigía conunasolamano.Enlaotrallevabaelarpa,unmodeloqueyosólohabíavistoenloscuadros;teníapocascuerdasyeratanpequeñaquepodíasostenerlaenmi falda fácilmente. Era el arpa antigua de las musas y de los legendariosbardosdeGales.

—Buenasnoches,Dexter—dijolaseñoraMacallan.

Élalzóunamanoimperiosamente,yleordenóamisuegra:

—¡Espere!Déjelaquemeoigacantar—sevolvióhaciamí—.Meniegoadeberle a nadie mi poesía y mi música, así que yo mismo las compongo.Improviso.Déjemepensar;improvisaréparausted.Cerrólosojosyreposólacabezaenelbordedelarpa.Mientraspensaba,susdedosrozabanlascuerdasconsuavidad.Alcabodeunospocosminutos, levantó lacabeza,memiróytocólasprimerasnotas,elpreludiodelcanto.

¿Erabuenaomalasumúsica?Nisiquierapuedodecirquefueramúsica;setratabadeunasucesiónsalvajeybárbaradesonidos, totalmentediferentedecualquiercomposiciónconocida.Aveces,sugeríaunadanzaoriental, lentayondulante. Otras, los tonos evocaban la armonía más severa del cantogregoriano.Lasestrofasposterioresalpreludioeransalvajesylibresdetodaregla o precepto. Aquella extraña canción estaba, con toda seguridad,inspiradapor laocasión,yyoerasu tema.Conlamásbellayagudavozdetenorquejamásheescuchado,elpoetacantóparamíasí:

¿Porquéhavenido?

Merecuerdaaladesaparecida;

Merecuerdaalamuerta:

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Sufiguraescomolaotra,

Suandarescomoelotro:

¿Porquéhavenido?

¿LatraeelDestino?

¿Recorreremosjuntos

ellaberintodelpasado?

¿Buscaremosjuntos

lossecretosdelpasado?

¿Intercambiaremospensamientos,

suposiciones,sospechas?

¿LatraeelDestino?

Elfuturolodirá.

Quepaselanoche,

Quellegueeldía.

Leeréensumente,

leeráenlamía.

Elfuturolodirá.

Su voz se sumergía lentamente en el silencio. Sus dedos tocaban lascuerdas cada vez con mayor debilidad a medida que llegaba a los últimosversos.Sucerebrosobreexcitadonecesitabareposo.Conlaspalabrasfinales,cerró lentamente los ojos, apoyó la cabeza en la silla y se durmió con losbrazos alrededor del arpa, como un niño se duerme abrazado a un juguetenuevo.

SalimosdepuntillasydejamosaMiserrimusDexter,poeta,músicoyloco,ensusueñososegado.

CAPÍTULOXXVI

Másobstinaciónpormiparte

Abajo,enelsombríosalón,Arielaguardaba,entredormidaydespierta,aque los visitantes semarcharan de la casa. Sin hablarnos, sinmirarnos, nosguio hacia el oscuro jardín y cerró con llave la verja detrás de nosotras.

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«Buenas noches, Ariel», le grité desde el otro lado de la valla. La únicarespuestafueelsonidodesusfuertespisadasqueregresabanhacialacasayelfuerteportazounmomentodespués.

Elcochero,precavido,yahabíaencendido las lucesdelcarruaje.Usandounadeellascomolinterna,nosalumbrómientrasavanzábamosporeldesiertodeladrillo,yasíconseguimosllegarsanasysalvasalacalleprincipal.

—¡Bien!—dijomisuegra,cuandoestuvimoscómodamentesentadasenelcoche—.Ya has visto aMiserrimusDexter; espero que estés satisfecha. Leharé la justicia de afirmar que nunca le he visto tan loco como esta noche.¿Quéopinastú?

—Nomeatrevoa llevarle lacontraria—lecontesté—.Peroyonoestoytanseguradequeseaunloco.

—¿Quenoestáloco?—gritómisuegra—.¿Despuésdehaberpresenciadoesa frenética representación de personajes? ¿Después de haberle vistoexhibirse con la desgraciada de su prima? ¿Después de haber escuchado lacanciónquehacompuestoentuhonorydecontemplarsudecaimientofinal,aún te atreves a decir que no está loco? ¡Oh, Valeria! Dice bien el sabioproverbio:«Nohaypeorciegoqueelquenoquierever».

—Perdóneme. He visto todo lo que usted resalta y en mi vida me hesentido más sorprendida y confusa. Pero, ahora que me he recuperado delasombroypuedopensarconmástranquilidad,todavíadudodesiesehombreestárealmenteloco,enelauténticosentidodelapalabra.

Me parece que él expresa abiertamente, aunque admito que de unmodoraro y violento, aquellos pensamientos y sentimientos que la mayoría denosotrosocultamosporvergüenzaocobardía.Confiesoqueamenudomeheimaginado transformada en otra persona y que he sentido placer al vermedentro de otro personaje. Una de nuestras primeras diversiones cuando aúnsomosniños(siesquetenemosimaginación)essalirdenuestrapersonalidadyjugaraasumirotradiferente:serunhada,serunareina,sercualquiercosa,enresumen,exceptoloquedeverdadsomos.

ElseñorDexter,al igualque losniños,noguardasecretos;ysiaesto lollamamos locura, él está loco. Sin embargo, he observado que cuando suimaginación se calmaba, volvía a ser Miserrimus Dexter y ya no se creíaNapoleónoShakespeare.Además,hayquetenerencuentalavidasolitariaysedentariaquelleva.Nosélobastantecomoparavalorarlainfluenciaqueestetipodevidahayapodidoejercerensupersonalidad;perocreoquehainfluidomuchoensuimaginacióndesbordante.Yrespectoalaexhibicióndesupodersobre la pobre prima y a la canción final, supongo que se debenmás a suexcesivavanidadqueaotracausamásfantástica.

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Espero que esta última confesión que voy a hacerle no rebaje la buenaopiniónquetieneusteddemí,perodebodecirlequehedisfrutadovisitándoley,loqueespeor,¡queMiserrimusDextermeinteresa!

—¿SignificaestasabiadisertaciónsobreDexterquetieneslaintencióndevolverleaver?—preguntólaseñoraMacallan.

—Noséloquepensarémañanaporlamañana—dije—.Enestemomento,decididamente, mi intención es volver a verle. Hablé un momentito con élmientras usted estaba en el otro extremo de la habitación y creo que élmepuedeserdegranutilidad…

—¿Sertedegranutilidad?¿Enqué?—interrumpiómisuegra.

—Enelobjetivoque tengoenmenteyque,miqueridaseñoraMacallan,lamentodecirqueustednoaprueba.

—¿Y vas a confiar en él, a abrir tu mente al hombre que acabamos dedejar?

—Sí,simañanasigopensandolomismoqueahora.Séqueesunriesgo,perodebocorrerlo.Séquenosoyprudente,maslaprudencianoayudaráaunamujerenmisituación.

LaseñoraMacallannoprotestómás.Abrióunbolsilloespaciosoquehabíaenelcocheysacódeélunacajadecerillasyunalámparaportátil.

—Me provocas—dijo la anciana— y me obligas a enseñarte lo que tumaridopiensadetucapricho.Tengoaquíestacarta,laúltimaqueherecibidodeEspaña.juzgaportimisma,pobrecriaturaengañada,simihijosemereceeste sacrificio… este inútil e imposible sacrificio que vas a hacer por él.¡Enciendeunacerilla!

Laobedecíenelacto.DesdequesabíaqueEustacesehabíaidoaEspaña,ansiabatenermásnoticiassuyas,algoquemeayudaseasostenermedespuésdetantosufrimientoydetantadecepción.Hastaentoncesnisiquierasabíasimi marido pensaba en mí en su exilio voluntario; pero había aceptado esaincertidumbreporelmomento,yaqueaúnmeparecíademasiadoprontoparaesperar que se hubiera arrepentido de la precipitación con que se habíaseparadodesuesposa.

Una vez encendida la lámpara, la colocamos en su sitio, entre las dosventanasdelanterasdelcarruaje,ylaseñoraMacallanmeentrególacartadesuhijo.Nohay locura semejantea la locuradeamor;mecostóhorroresnobesarelpapelquehabíatocadolamanoquerida.

—¡Ahí!—dijo mi suegra—. Empieza por la segunda página, la páginadedicadaati.Leesinpararhastalaúltimalíneay¡porDios,niña!,vuelveentiantesdequeseatarde.

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Seguísusinstruccionesyleílosiguiente:

¿Puedoconfiar enmíyescribir sobreValeria? ¡Tengoque saberdeella!Dimecómoestá,quéhace,cuálessuaspecto.Piensoenellaconstantemente,ynopasaundíasinquelamentehaberlaperdido.¡Sisehubieraconformadocon dejar las cosas como estaban! ¡Si nunca hubiese descubierto la tristeverdad!

Cuando la vi por última vez, habló de leer el juicio. ¿Insiste en leerlo?Creo, y lo digo seriamente, madre, que la vergüenza y el horror habríanacabado conmigo si la hubiese visto cara a cara después de conocer laignominia que he sufrido, la infame sospecha a la que he sido expuestopúblicamente. Piensa en esos ojos puros mirando al hombre que ha sidoacusado(ynuncatotalmenteabsuelto)delmásterribleyvildeloscrímenes,yluegopiensaen loqueéldebedesentir,siesqueaún lequedavergüenzayalma.Sóloescribirloyameenferma.

¿Todavíaledavueltasaeseproyectoimposible,fruto—¡pobreángelmío!—desugenerosidadingenuaeirreflexiva?¿Todavíaimaginaqueestáensusmanosproclamaranteelmundomiinocencia?

Madre, si es así, haz todo lo que puedas para que abandone esta idea.Evítale la humillación, las decepciones, incluso los insultos, a los queinocentemente se expondría. Por ella y pormí, no regatees ningún esfuerzohastallegaraestefinjustoybueno.

Noleenvíoningúnmensajepersonal,nomeatrevo.Cuandolaveas,noledigas nadaque la incite a recordarme; al contrario, ayúdala a olvidarme tanpronto como seaposible.Lomejorquepuedohacer,miúnica expiación, esdesaparecerdesuvida.

Así terminaba la carta, con estas terribles palabras. Se la devolví a misuegraensilencio.Porsuparte,elladijobienpoco.

—Siestonotedesanima—indicó,doblandolacartalentamente—,nadalohará.Dejémosloahíynodigamosnadamás.

No contesté. El velo ocultaba mi llanto. Mi perspectiva familiar erarealmente triste. ¡Y mi desdichado marido estaba tan desorientado y tanequivocado!Noentendíaquenuestraúnicaopción(yelúnicoconsueloparamí)eraaferrarnosami resolucióndesesperadamásquenunca.Si loqueyoprecisaba era que algo me confirmara en mi idea y me armara contra lasprotestasdetodosmisamigos,esealgoeralacartadeEustace.Almenos,nosehabíaolvidadodemí;pensabaenmíylamentabahabermeperdidocadadíadesuvida.Esomediosuficientevalorentonces.«SiArielmevieneabuscarmañanaconlacalesayelpony,pensé,meiréconella.»LaseñoraMacallanmedejóencasadeBenjamin.

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Al marcharme, le comenté, dejándolo a propósito para el final, queMiserrimusDexterhabíadispuestoenviarmea suprimacon lacalesaaldíasiguiente.Lepreguntésimepermitíaquefueraasucasaparaaguardarallíalaprima o si prefería enviar la calesa a casa de Benjamin. Esperaba que unarranquedefuriafueralamerecidaréplicaaestaexplicacióndescaradademisplanespara el día siguiente; pero la ancianamediouna sorpresa agradable:demostróquerealmenteyoeradesuagrado,ysecontuvo.

—SiinsistesenvolveracasadeDexter,noloharásdesdemipuerta—dijo—.Esperoqueno insistasyquemañanapor lamañanaseasunamujermássabia.

Alamañanasiguiente,antesdelmediodíallególacalesaalapuertajuntoconunacartadelaseñoraMacallan.

Notengoderechoacontrolartusmovimientos,escribíamisuegra.EnvíolacalesaacasadeBenjaminysinceramenteconfíoenqueno tesubasenella.Desearíapoderconvencerte,Valeria,dequesoytuamiga.Mehepasadotodalanochepreocupadaporti,ymehereprochadomuchasvecesnohaberhechomásdeloquehiceporevitartuinfelizmatrimonio.Peroinclusoahoranosébiencómodeberíahaberobrado.Mihijomecontóquesehabíacomprometidocontigo bajo un apellido falso, pero nuncame dijo cuál era ese apellido, niquiéneras túodóndevivía tu familia.Quizádeberíahaber tomadomedidaspara averiguarlo; tal vez debería haberme entrometido y aclarado las cosas,afrontando incluso el triste sacrificio de hacer de mi hijo un enemigo.Sinceramente,creíquemidebereradesaprobarelmatrimonioyrehusarestarpresenteenlaceremonia.¿Mediporsatisfechacondemasiadafacilidad?Estardeparapreguntárselo.

¿Por qué te molesto con las lamentaciones y las dudas inútiles de unaanciana? Niña mía, si alguien te hace daño, me sentiré indirectamenteresponsable.Eslainquietudqueinvademimenteloquemehaceescribirtesindecirnadaque tepueda interesar. ¡NovayasacasadeDexter,por favor!Eltemor de que vayas allí y de que todo acabe mal me ha estado acechandodurante toda la noche. Excúsate con un pretexto. ¡Mi queridaValeria!Creofirmementequesivuelvesaesacasa,tearrepentirás.

¿Ha existido alguna vez una mujer más claramente advertida y máscuidadosamenteaconsejadaqueyo?¡Puesaunasídesechélaadvertenciayelconsejo!

Deboreconocerquemeimpresionómucholaamableysinceracartademisuegra,aunquenoalterómiresolución.Mientrasvivieraypensara,miúnicopropósitoeraconseguirqueMiserrimusDextermeconfiasesus ideasacercadelamuertedelaprimeraseñoraMacallan.Ésoseranlospensamientosqueme guiaban como estrellas a lo largo del camino oscuro en que andaba.

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RespondíalaseñoraMacallan,talcomomesentía,compungidaypesarosa.

CAPÍTULOXXVII

ElseñorDexterencasa

Encontréatodoslosniñosrevoltososdelbarrioalrededordelacalesaydelpony,expresando,enunajergadesconocidaparamí,lomuchoquedisfrutabanyapreciabanlapresenciadeAriel,consuchaquetaysusombreromasculinos.Elponyestabanervioso;sentíalainfluenciadeltumulto.Laconductora,porelcontrario,semanteníatranquilamentesentada,conellátigoenlamanoyporcompletoajenaalasburlasylasmofasquelarodeaban.

—Buenosdías—ledijealsubiralacalesa.

Arielselimitóagritar:

—¡Arre!—yelponyarrancó.

Decidí realizar en silencio el trayecto hasta el norte de la ciudad. Eraevidentequeresultabainútilcualquierintentodeentablarconversación,pueslaexperienciamehabíaenseñadoanoesperarunasolapalabradeloslabiosdemiacompañante.Noobstante,laexperiencianosiempreesinfalible.

Después de conducir una media hora en silencio, Ariel me sorprendiócuandorompiósúbitamenteahablar.

—¿Sabepordóndevamosapasar?—mepreguntó,mirandofijamenteporentrelasorejasdelpony.

—No—contesté—.Noconozcoelcamino.¿Pordóndepasaremos?

—Porelcanal.

—¿Ybien?

—¡Bien!Sientoganasdearrojarlaallí.

Esteformidableanunciorequeríaalgunaexplicación.Metomélalibertaddepedírsela.

—¿Porqué?—lepregunté.

—Porquelaodio—fuesurespuestafríayfranca.

—¿Hehechoalgoquelahayaofendido?

—¿Quéquieredelmaestro?—preguntóasuvezAriel.

—¿QuieredecirelseñorDexter?

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—Sí.

—Quierohablarconél.

—¡No!Quiere quitarme el sitio.Quiere cepillarle el pelo y perfumar subarbaenmilugar.¡Miserable!

Empecéaentenderlo.LaideaqueMiserrimusDexterlehabíametidoenlacabeza lanocheanteriorcomoburla,habíamadurado lentamenteenel torpecerebro de Ariel, y ahora, unas quince horas después, ella la estabatraduciendoenpalabrasbajolainfluenciairritantedemipresencia.

—Yonopretendocuidarleelpelonilabarba—dije—.Esolodejotodoensusmanos.

Me miró. Su cara rellena se sonrojó y sus ojos apagados se dilataron,porque no estaba acostumbrada a expresarse ni a comprender lo que se lerespondía.

—Dígalootravez—habló—,ydígalomásdespacio.

Selorepetímásdespacio.

—¿Júrelo!—gritó,cadavezmásexaltada.

Yomantuvelacalma(elcanalyaestabaalavista)yselojuré.

—¿Estásatisfechaahora?—pregunté.

Nohuborespuesta;Arielhabíaagotadosusúltimos recursosparahablar.Aquellaextrañacriaturavolvióamiraralfrenteporentrelasorejasdelpony,y emitió un gruñido de alivio.Ya no volvió amirarme, ni habló durante elrestodeltrayecto.Asífuecomopasamosporlaorilladelcanalymelibrédeserarrojadaasusoscurasaguas.

Arielacelerólamarchadelvehículoporlascallesylosdescampados,queahorayoapenasreconocíadebidoalaoscuridaddeldíaanterioryquealaluzdel día parecían aún más sucios y más repugnantes. La calesa entró en unpasajedemasiadoestrechoparaunvehículodemayordimensiónysedetuvoanteunaparedyunaverjaqueerannuevasparamí.Abriendolaverjaconlallaveyguiandoalpony,Arielme introdujoenel jardín traserode laviejaylaberínticacasadeMiserrimusDexter.Elponyechóaandarhaciaelestablo,ymi silenciosa compañerame condujo primero a través de la cocina, vacía ydesoladora,y luegoporunpasillodepiedra.Trasabrirunapuertasituadaalfondo, me hizo pasar a la zona posterior del salón, el mismo salón al quehabíamosaccedidolaseñoraMacallanyyoporlapuertaprincipal.Allí,Ariellevantóunsilbatoquecolgabadesucuelloyemitióunasnotas,cuyosonidoyameerafamiliarcomomediodecomunicaciónentreMiserrimusDexterysuesclava. Tras hacer sonar el silbato, los labios de la esclava lucharon para

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hablarporúltimavez.

—Esperehastaoírelsilbidodelmaestro—dijo—.Luegoyapuedesubir.

¡Asífue!Meteníanquesilbarcomoaunperro;y,loqueerapeor,noteníamásremedioquesometermecomounperro.¿IbaadisculparseAriel?¡Nadadeeso!Mediolaespaldayseesfumóporlazonadelacocina.

Después de esperar durante variosminutos sin escuchar nada en el pisosuperior, me dirigí a la parte más amplia y más luminosa del salón, paracontemplaralaluzdeldíaloscuadrosquehabíavislumbradoenlaoscuridadde la noche. Un texto escrito bajo la cornisa del techome informó de queaquelloscuadroseranobradeltodopoderosoDexter,quenosatisfechoconserpoeta ymúsico, se definía, además, como pintor. En una de las paredes sedescribían los temas como «Ilustraciones de las pasiones»; en otra, como«Episodios de la vida del judío errante». Aquella inscripción rogaba a losespectadores imprevistos como yo que contemplasen los cuadros comoesfuerzosdeimaginaciónpura.«ElseñorDexternosedirigeconsupincelaquien busque lamera naturaleza en las obras de arte, explicaba el texto. Elautorconfíaplenamenteensuimaginación.Lanaturalezaleirrita».

Procurandoahuyentarlanaturalezademimente,empecéacontemplarloscuadrosquerepresentabanlaspasiones.

Yo sabía poco de arte, pero pude percibir queMiserrimus Dexter sabíatodavíamenosdedibujo,colorycomposición.Suscuadroseran,enelsentidoestricto del término,manchas. El deleitemorboso y desbordante con que elpintor representaba los horrores era (con ciertas excepciones que comentarémásadelante)laúnicacualidadnotablequedescubríenestaseriedetrabajos.

Elprimercuadrorepresentabalapasióndelavenganza.Alaorilladeunespumosorío,bajolasombradeunárbolgigantesco,yacíauncadáver.juntoalcuerpoinerte,unhombreenfurecidoblandíaunaespadalevantadahaciaelcielo encapotado, y contemplaba, con una expresión terrible de deleite, lasangre del hombre al que acababa de matar, que brotaba en una procesiónlentadegrandesgotasrojasalolargodelfilodesuarma.

El siguiente cuadro tenía como tema la crueldad, ilustrada a lo largo devariasescenas.Enunadeellas,viuncaballoheridoyespoleadoporsujineteenunacorridade toros.Enotra,unanciano filósofodiseccionabaaungatovivoyparecíarecrearseensutrabajo.Enunaterceraescena,dospaganossefelicitabanmutuamenteporlatorturadedossantos.

Despuésdecontemplarestosejemplos,yanoquiseverniunsolocuadromássobrelaspasiones.Mevolvíhacialaparedopuestaparaconocerlosdeljudío errante. Allí una segunda inscripción me informó de que el pintorconsiderabaqueelholandéserrantenoeraotroqueelpropiojudíoerranteen

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suinterminableviajeporelmar.ElpinceldeDexterhabíaelegidoaventurasmarinaspararepresentaraestepersonaje.

El primer cuadro mostraba un puerto de una costa rocosa. Un timonelcantaba sobre la cubierta de un barco anclado en el muelle. El mar estabanegroy sembradodeolasamenazadoras;nubes tormentosasasomabanenelhorizonte,salpicadasporlaslucesdelosrelámpagos.Elreflejodelosrayos,zigzagueantes e inclinados, dejaba a la vista la forma borrosa del buquefantasma, que se aproximaba al puerto. En esta obra, aunque mal pintada,había indicios reales de una poderosa imaginación, e incluso de un sentidopoéticodelosobrenatural.

El cuadro siguiente mostraba al barco fantasma atracado (para horror ypasmodeltimonel)enelmismopuerto.Eljudíoerrantehabíabajadoatierraysubarcaleaguardaba.Losmiembrosdelatripulación—pequeñoshombresdecarasblancas,vestidosdeunnegro fúnebre—estaban sentadosendos filas,sosteniendo los remos en susmanos alargadas.El judío, tambiénvestidodenegro, tenía alzadas lasmanos y lamirada, implorando al cielo tormentoso.Criaturassalvajesdelatierraydelmar(eltigre,losrinocerontes,elcocodrilo,laserpientedemar,el tiburóny lamanta)rodeabanalmalditoerranteenuncírculomístico,rígidosyfascinadosporsupresencia.Yanohabíarelámpagos;cielo y mar se habían oscurecido hasta adquirir un color negro profundo.Iluminabalaescenalaluztenueymisteriosadeunaantorchablandidaporunespíritu vengativo que giraba en torno al judío, suspendido en el aire y conalasdebuitredesplegadas.

El cuadroera salvaje, perome resultómuy sugestivo.Era indudablequeinfluíanenmíelsilenciomisteriosodelacasaymiextrañasituaciónenaquelmomento.Mientras contemplaba ese cuadro tenebroso, un silbido rompió laquietud. Yo tenía los nervios tan alterados que, sin querer, di un grito dealarma;poruninstantesentíelimpulsodeabrirlapuertaysalircorriendo.Meaterrorizaba la ideadeconfiar,estandosola,enelhombrequehabíapintadoesoscuadrostétricos.

Tuvequesentarmeenunadelassillasdelsalón,ytranscurrieronalgunosminutosantesdequemecalmarayvolvieraamiestadohabitual.Elsilbidosonóporsegundavez,conpremuraimpaciente.Melevantéysubíeltramodelaescaleraqueconducíaalaantesala;retrocederhabríasidodegradanteparamiorgullo.Sinembargo,hedereconocerqueelcorazónmeestallabacuandollegué al final de la escalera y que sólo entonces supe con claridad laimprudenciaqueestabacometiendo.

Habíaunespejosobrelarepisadelachimenea.Apesardelonerviosaqueestaba, me detuve un instante para contemplarme en él. Aunque me habíamovido con cuidado, el oído de sabueso de Miserrimus Dexter escuchó el

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sonidoquehacíamivestidoalrozarelsuelo,ylamoduladavozdetenorquehabíaoídocantarlanocheanteriormellamósuavemente.

—Valeria, ¿es usted? Por favor, no espere ahí. ¡Pase! Entré en lahabitación.

MiserrimusDexter se adelantó para recibirme, avanzando en su silla deruedas tanlentaysuavementequeapenas lapercibí.Metendiólamanocongestolánguido;sucabezaestabaladeadaconairepensativoysusgrandesojosazulesmemiraban lastimosamente.Noquedabaniunvestigiode lacriaturaexaltada de mi primera visita, la que por momentos se creía Napoleón einstantesdespués,Shakespeare.ElseñorDexterdelamañanaeraunhombrecálido,pensativoymelancólico,quesólomerecordabaalseñorDexterdelanocheporsu raravestimenta.Enestaocasión, llevabaunachaquetadesedarosaacolchada,ylatúnicaconqueocultabasudeformidad,yquehacíajuegoconlachaqueta,eradesaténenunbellocolorverdepálido.Paracompletarsuextravaganteapariencia,lucíaenlasmuñecasunaspulserasdeoromacizoqueparecíanmuyantiguas.

—¡Cuántoleagradezcoquehayavenidoaanimaryaadornarmicasa!—dijo con un tono musical y afligido—. Me he vestido expresamente pararecibirla,conlasmejoresropas.Nosesorprenda.Salvoenestesiglonuestro,materiale innoble, loshombressiemprehan lucidoadornosycolores,comolasmujeres.Hacecienaños,uncaballeroadecuadamentevestidousabasedarosa; y hacemil quinientos años, los patricios de la época clásica llevabanpulseras exactamente iguales a las mías. Yo desprecio, de la época en quevivo,eldesdénbrutalporlabellezayelmiedoagastar,quedegradaeltrajedel caballeroy lehacevestir denegroy llevarun solo anillo.Megustan elbrilloylabelleza,especialmentecuandoelbrilloylabellezamevienenaver.Ustednosabelopreciosaquesucompañíaresultaparamí.Hoytengounodemisdíasmelancólicos;sientotristezaylástimapormí;meconsumelapena,suspiroylaslágrimasmebrotanespontáneamente.¡Pienseenloquesoy!Unapobre criatura solitaria, maldita por su terrible deformidad. ¡Digno decompasión! ¡Espantoso!Mi sensible corazón,malgastado;mi extraordinariotalento, inútil y derrochado. ¡Triste! ¡Me siento triste! Le ruego que mecompadezca.

Susojosrealmenteestabanllenosdelágrimas,lágrimasdeautocompasión.Memiróymehablóconlosgemidossuplicantesyquejumbrososdeunniñoenfermoquequierequelecuiden.Yoestabaperpleja,sinsaberquéhacer.Eracompletamenteridículo,peroenmividamehabíasentidomásapurada.

—Leruegoquemecompadezca—repitió—.¡Noseacruel!Sólo lepidounpequeñofavor.HermosaValeria,¡digaquemecompadece!

Leexpresémicompasiónysentíquemesonrojéaldecírselo.

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—Gracias —dijo Miserrimus Dexter humildemente—. Me hace muchobien.Vayaunpocomáslejos.Demeunapalmaditaenlamano.

Intentécontenerme,pero loabsurdode suúltimapetición (¡hechacon lamayorseriedad!)exigíademasiadocontrol,controldelqueyonoeradueñaenaquelmomento.Rompíareíracarcajadas.

MiserrimusDextermemirócontalexpresióndeasombroquemeindujoareír aún más. ¿Le había ofendido? Por lo visto no. Recobrándose de susorpresa, echó la cabeza hacia atrás, como el crítico que presencia unaactuación. Cuando dejé de reírme, exhausta, levantó la cabeza, empezó aaplaudirymehonrópidiéndomeun«bis».

—Repítalo—dijo aún delmismomodo infantil—.AlegreValeria, ustedtiene una risa musical. Yo tengo un oído musical. Repítalo. Esta vez memantuveseria.

—Meavergüenzodemimisma,señorDexter.Leruegoquemeperdone.

No contestó. No sé siquiera sime oyó. Su humor variable parecía estarsufriendounnuevocambio.Mirómivestido(segúnsupuse)confijaatención,sacandosuspropiasconclusionesysiguiendoelcursodesuspensamientos.

—Valeria—dijoderepente—.Ustednoestácómodaenesasilla.

—Perdóneme—repliqué—,peroestoymuycómoda.

—Perdóneme usted a mí —prosiguió—. Hay en el otro extremo de lahabitación una silla india de mimbre que le resultará mucho más cómoda.¿Aceptamidisculpasisoytangroserocomoparapedirlequevayaabuscarlaustedmisma?Tengounbuenmotivo.

¡Queteníaunbuenmotivo!¿Quénuevoaspectodesuexcentricidadibaasacar a relucir?Me levanté y fui a buscar la silla; como era ligera la pudetrasladarfácilmente.Mientrasvolvíaamisitio,notéqueDextersededicabaaescudriñarmivestido;y,loquetodavíaeramásraro,queparecíainteresarleeinquietarle a la vez.Coloqué la silla a su lado.Estaba a puntode sentarme,cuandovolvióaenviarmealotroextremodelahabitaciónconotrorecado.

—Complázcame indescriptiblemente—dijo—. Hay una pantalla para lachimeneaquecuelgadelaparedyquehacejuegoconlasilla.Aquíestamosbastantecercadelfuego;lapantallapuedesernosútil.Perdónemeunavezmássilepidoquevayaabuscarla.Ypermítameasegurarledenuevoquetengounmotivo.

¡He ahí su «motivo» repetido, enfáticamente reiterado, por segunda vez!La curiosidad me convirtió, como a Ariel, en la esclava obediente de sucapricho.Fuiabuscarlapantalla.Cuandoregresabaconella,viquelosojosde Dexter se fijaban con la misma atención incomprensible en mi vestido

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sencillo y nada pretencioso, y que expresaban la misma mezcla curiosa deinteréseinquietud.

—Mil gracias —dijo—. Usted, claro que involuntariamente, me haapenado;peronoporesohadejadodeseramable.¿Meprometenoofendersesi le digo la verdad?—¡me iba a dar una explicación!Nunca prometí nadamásagusto—.Hesidoungroseroalhacerlairabuscarlasillaylapantalla—prosiguió—.Pero,comolehedicho,tengounbuenmotivo;aunquetalvezaustedmimotivolepareceráextraño.¿Hanotadoquelaheestadoobservandoconsumaatención,quizácondemasiada?

—Sí—dije—.Penséqueexaminabamivestido.

Dextermoviólacabezaysuspiróconamargura.

—Su vestido, no—replicó—; ni su rostro. Su vestido no es bonito; surostrotodavíameesextraño.QueridaValeria,loqueyoqueríaeraverlaandar.

¡Verme andar! ¿Qué quería decir? ¿Hacia dónde iba ahora su menteexcéntrica?

—Para ser inglesa, usted tiene un raro talento —continuó diciendo—.Ustedandamuybien.Ellatambiénandababien.Nopuderesistirlatentacióndeverlaaellaalverlaausted.Erasumovimiento,sugraciadulceynatural(no ladeusted) loquecontemplécuandofuealotro ladode lahabitaciónyvolvióhaciaaquí.Laharesucitadomientrasustedsedirigíaabuscarlasillaylapantalla.Perdónemeporhaberlausadodeestemodo.Miintenciónhasidoinocente, y mi motivo, sagrado. Usted me ha inquietado y también me hadeleitado.Micorazónsangrayseloagradecealavez.

Hizounapausaydejócaer lacabeza sobreelpecho.Luego,de repente,volvióalevantarla.

—Seguramente anochehablamosde ella—dijo—. ¿Quédije? ¿Quédijousted? Mi memoria está confusa. Recuerdo algo, pero no todo. Por favor,hágamerecordar.¿Noestaráofendidaconmigo?

Podría haberme ofendido cualquier otro hombre, pero no él. Anhelabaganarmesuconfianza,ahoraquehabíatocadoeltemadelaprimeraesposadeEustaceMacallan.MiserrimusDexternomepodíaofender.

—Hablamos—lecontesté—delamuertedelaanteriorseñoraMacallan.Ydecíamos…

Meinterrumpió,inclinándosehaciaadelanteenlasilla.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Ya recuerdo! —exclamó ansioso—. Y me preguntaba quéinteréspodríatenerustedenelmisteriodesumuerte.¡Dígamelo!¡Confíeenmí!Memueroporsaberlo.

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—Tengo tanto o más interés que usted en este asunto —dije—. Lafelicidaddemividadependedequeconsigaaclararelmisteriodeestamuerte.

—¡SantoDios!¿Porqué?—gritó—.¡Espere!Meestoysobreexcitandoynodebo;tengoquemantenerlacalmaynodistraerme.Elasuntoesdemasiadoserio.¡Aguardeunminuto!

Una cestita elegante colgaba de uno de los brazos de su silla. El señorDexter la abrió y sacó un bordado amedio hacer, además de los utensiliosnecesariosparabordar;todocompleto.Nosmiramos.Élnotómisorpresa.

—Lasmujeres—dijo—sabencalmarseypensartranquilamentehaciendolabores.¿Porquéloshombressontanmezquinosysenieganausaresemismorecursoadmirable,unaocupaciónsencillaquemantienelosnerviosencalmayla mente libre? Como hombre, yo sigo el sabio ejemplo de las mujeres,Valeria;permítamequemesosiegue.

Sosteniendoconseriedadelbordado,aquelextrañoseriniciólalaborconlapacientedestrezadeunabordadoraconsumada.

—Ahora—dijoMiserrimusDexter—,siestáustedlista,yotambién.Ustedhablayyotrabajo.Porfavor,empiece.

Leobedecíycomencé.

CAPÍTULOXXVIII

Enlaoscuridad

AnteunhombrecomoMiserrimusDexteryconelpropósitoqueyoteníaen mente, eran imposibles las medias confidencias. O me arriesgaba arevelarletodoslosinteresesqueestabanenjuegoomeinventabaunaexcusaconvincente y abandonabami experimento en el últimomomento.Dadamisituacióncríticaylamarchadelosacontecimientos,estabadispuestaacorrercualquierriesgo;todoporelplanquemehabíatrazado.

—Hasta ahora, pocoonada sabeusted sobremí, señorDexter—dije—.Creoqueignoraquemimaridoyyonovivimosjuntosenlaactualidad.

—¿Es preciso mencionar a su marido? —preguntó con frialdad, sinlevantarlavistadelbordadoysindejarlalabor.

—Es absolutamente necesario —contesté—. No hay otro modo deexplicarlelasituación.

Inclinólacabezaysuspiróconresignación.

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—Ustedy sumaridonoviven juntos en la actualidad—repitió—. ¿EstosignificaqueEustacelahaabandonado?

—Mehaabandonadoysehaidoalextranjero.

—¿Sinquehayaningunanecesidad?

—Sinlamenornecesidad.

—¿Nolehaindicadocuándoregresará?

—Simantienesudecisión,señorDexter,Eustacejamásregresará.

Porprimeravezlevantólacabezadelbordado,consúbitointerés.

—¿Tanseriahasidoladiscusión?—preguntó—.¿Esustedlibre,hermosaValeria,pormutuoacuerdo?

Eltonoconquehizolapreguntamedesagradó.Lamiradaquefijóenmísugeríaquehabíaconfiadoenélyqueesomeponíaendesventaja.Lerecordéelrespetoquemedebíamásconmismodalesqueconpalabras.

—Está completamente equivocado —le dije—; no hay enfado nimalentendido entre nosotros. Nuestra separación resulta dolorosa para él yparamí,señorDexter.

Aceptólacorrecciónconresignaciónirónica.

—Soy todo oídos—dijo, mientras se dedicaba a bordar otra vez—. Leruegoquesiga.Nolavolveréainterrumpir.

Siguiendosuofrecimiento,lecontélaverdadacercademimaridoydemísin reservas, cuidando, a la vez, el modo en que describía los motivos deEustace.MiserrimusDexterdejóelbordadoenlasillaysonrióconsarcasmo,comosidisfrutarademipobrerelato.Mepusonerviosa.

—Noveoqueseamotivoderisa—ledijebruscamente.

Sushermososojosazulesmemiraronconunasorpresainocente.

—¿Quenohaymotivoderisaenlaexhibicióndelocurahumanaqueustedha descrito? —su expresión cambió repentinamente; se ensombreció yendureció de un modo muy extraño—. ¡Espere! —gritó antes de que yopudiera replicar—. Sólo hay una razón para que se lo tome todo con tantaseriedad,estimadaValeria;ustedquiereasumarido.

—Quererle no es la palabra quemejor lo expresa—repliqué—.Le amocontodomicorazón.

Miserrimus Dexter se acarició la barba y repitió mis palabras con airereflexivo.

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—¿Ustedleamacontodosucorazón?¿Porqué?

—Porquenopuedoevitarlo—lecontestétenazmente.

Sonrióconironíaycontinuóconsulabor.

—¡Curioso!—sedijoasímismo—.LaprimeraesposadeEustacetambiénleamaba.Hayhombresquegustanatodaslasmujeresyhayotrosalosqueellasniprestanatención;enamboscasossinlamásmínimarazón.Unhombreestanbuenocomoelotro;tanguapo,tanagradable,tanhonradoydetanaltorango.Aunasí,porelprimero,ellasatravesaríanfuegoyagua;alsegundo,nisiquiera se volverían a mirarle. ¿Por qué? Ni ellas mismas lo saben, comoacaba usted de decir, Valeria. ¿Hay alguna razón física? ¿Hay algunaemanaciónmagnética poderosa que posea el primero y de la que carezca elsegundo? Lo estudiaré cuando tenga tiempo y esté de humor —habiendoexpuesto la pregunta a su entera satisfacción,memiróotra vez—.Me tienetodavíaaoscurasacercadeustedysusmotivos—dijo—.SigosincomprendersuinterésporinvestigarlatragediadeGleninch.InteligenteValeria,porfavor,tómemedelamanoycondúzcamealaluz.Noseofendaconmigo.Oriéntemey le regalaré este bonito bordado cuando lo termine. Sólo soy un pobre,solitarioydeformedesgraciadoconunadisposicióndeánimoalgorara;noesmideseohacerledaño.¡Perdóneme!¡Seaindulgenteconmigo!¡Ilumíneme!

Recuperóeltonoinfantilylasonrisainocente,yempecéacreerquehabíasidodemasiadoduraconél.Arrepentida,decidímostrarmemásconsideradaconsudeformidaddecuerpoydementeenloquemequedabadevisita.

—Déjeme volver por un momento, señor Dexter, al periodo pasado deGleninch —dije—. Usted coincide conmigo al afirmar que Eustace esabsolutamenteinocentedelcrimenporelquefuejuzgado.Esoesloqueusteddeclaróeneljuicio.

Hizounapausaensulaborymemiróconatencióngrave;surostroofrecíaunanuevaluz.

—Esaesnuestraopinión—proseguí—.Peronofuelaopinióndeljurado.Recuerde que el veredicto fue «Sin pruebas». Dicho en lenguaje llano, eltribunalquejuzgóamimaridosenegóaproclamarsuinocenciaafirmativaypúblicamente.¿Estoyenlocierto?

Envezdecontestar,derepenteguardóelbordadoenlacestitayacercósusillaalamía.

—¿Quiénledijoeso?—preguntó.

—Loheaveriguadopormímisma,leyendoeltextodeljuicio.

Hastaentonces,surostrosólohabíamostradoatenciónconcentrada,nadamás.Ahora,porprimeravez,notéensuexpresiónalgooscuroquemepareció

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desconfianza.

—Generalmente, las damas no tienen la costumbre de preocuparse porespesascuestioneslegales—dijo—.LasegundaesposadeEustaceMacallandebedeteneralgúnpoderosomotivocomoparadedicarseaeseestudio.

—Tengo un motivo más que importante, señor Dexter. Mi marido seresignaalveredictoescocés.Sumadretambién.Susamigos(porloquesé)seresignan…

—¿Ybien?

—¡Bien!Yonoestoydeacuerdoniconmimarido,niconsumadre,niconsusamigos.Yonoaceptoelveredictoescocés.

Encuantopronunciéesaspalabras,parecióasomardenuevolalocuraasurostro,aquella locuraqueyocreía inexistente.Súbitamenteseadelantóenlasilla,seinclinóhaciamíypusolasmanosenmishombros.Susojossalvajesmeinterrogabanconfrenesí,amuypocadistanciademicara.

—¿Quéquieredecir?—gritó,convozresonanteyaguda.

Elmiedomehizotemblar;peroprocuréportodoslosmediosnorevelareltemorqueaquelhombreme inspiraba,y lemostré,con lamiradayconmispalabras,quenoaprobabalalibertadquesehabíatomadoconmigo.

—Retiresusmanos,señor—ledije—,yvuelvaasusitio.

Meobedeciómecánicamente;sedisculpómecánicamente.Sumenteestabaconcentradaenlaspalabrasquelehabíadichoytodavíatratabadedescubrirsusignificado.

—Le pido que me perdone —musitó—. Se lo pido humildemente. Elasuntomeexcita sobremanera,measustaymeenloquece.Ustedno sabe loquemecuestadominarme.Porfavornometomeenserio;noseasustedemí.¡Meavergüenzotantodemímismo!¡Mesientotanpequeñoytanmiserablepor haberla ofendido! Hágame sufrir por eso; coja un bastón y golpéeme;átemeen lasilla.LlameaAriel,quees tanfuertecomouncaballo,ydígalequemesujete. ¡QueridaValeria! ¡OfendidaValeria!Losoportaré todocomocastigosimeexplicaporquédiceustedquenoaceptaelveredictoescocés—arrepentido, separó su silla, mientras preguntaba con mirada lastimosa—:¿Estoyahoralosuficientementelejos?¿Todavíalaasusto?Desaparecerédesuvista,siloprefiere,hundiéndomeenlasilla.

Levantólatúnicaverde;yhabríadesaparecido,comounamarionetaenelteatro,sinolehubiesedetenido.

—Nodiganihaganadamás.Aceptosusdisculpas—respondí—.Cuandoledigoquenoadmitolaopinióndeljuradoescocés,quierodecirexactamente

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lo que expresan esas palabras. Ese veredicto ha dejado una mancha en lareputacióndemimarido,yél la sufreconamargura.Nadie losabe tanbiencomoyo;elhechodesentirseenvilecidolehallevadoasepararsedemí.

A él no le basta que yo esté convencida de su inocencia. Nada le haráregresar;nadaconvenceráaEustacedequeyolecreodignodeserelguíaycompañerodemivida,anoser lapruebadesuinocencia,reconocidaporeljurado y por el público que en su día dudó. Tanto él como sus amigos yabogados,todosdanporperdidalaoportunidaddeencontraresaprueba.Peroyo soy su esposa y nadie le ama como yo le amo. Sólo yo me niego adesesperarmeyaserrazonable.SiDiosmedavida,señorDexter,ladedicaréporenteroalareivindicacióndelainocenciademimarido.Ycomoustedessuviejoamigo,yoestoyaquípararogarlesuayuda.

Pareció que ahorame tocaba amí asustar aDexter. Pálido y demudado,pasólamanoporsufrente,comosiquisieraahuyentaralgunavisiónengañosadesucerebro.

—¿Estoyenunodemissueños?—preguntódébilmente—.¿Esustedunavisiónnocturna?

—Sólo soy unamujer sin amigos—dije— que ha perdido a quienmásamaba,yqueintentarecuperarlo.

Dextercomenzóadesplazarsusillaparaacercarseamídenuevo;peroyolevantélamano,einmediatamenteladetuvo.Nosmiramoselunoalotro,enunsilencioespesoyviolento.Viquesusmanostemblabancuandolasponíasobre la túnica; vi que su cara sevolvía cadavezmáspálidayque el labioinferiorselecaía.¿Quérecuerdosmuertosyenterradoshabíaresucitadoconsuantiguohorror?

Élfueelprimeroenhablardenuevo.

—¿AsíqueésaeslarazóndesuinterésporaclararelmisteriodelamuertedelaprimeraesposadeEustace?

—Sí.

—¿Yustedcreequeyopuedoayudarla?

—Asíes.

Lentamentelevantóunadesusmanosymeseñalóconeldedoíndice.

—Ustedsospechadealguien—dijo.

Sutonodevoz,bajoyamenazante,meadvertíaquedebíairconcautela.Almismo tiempo, si ahorano confiaba en él, perdería la recompensa futuraqueesperabaportodoloquehabíasufridoyporloquemehabíaarriesgadoalconcertarestapeligrosaentrevista.

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—Ustedsospechadealguien—repitió.

—Talvez—fuetodoloquedije.

—¿Estáesapersonaasualcance?

—Aúnno.

—¿Sabedóndeestá?

—No.

Lánguidamenteapoyólacabezaenelrespaldodelasilla,conunsuspirotembloroso y largo. ¿Estaba decepcionado? ¿Estaba aliviado? ¿O estaba,simplemente,agotado?¿Quiénpodíaentenderle?

—¿Meconcedecincominutos?—preguntó,cansadoydébil, sin levantarlacabeza—.YasabelomuchoquemealteraymeexcitacualquierreferenciaalossucesosdeGleninch.Estarélistoparacontinuarconestetemasiesustedtanamabledeconcedermeunosminutos.Enlahabitacióncontiguahaylibros.Porfavor,discúlpeme.

Enelactomeretiréalsalóncircular;élmesiguióensusilladeruedasycerrólapuertatrasdemí.

CAPÍTULOXXIX

Enlaluz

El momento de soledad no sólo fue un alivio para el señor Dexter. Yotambiénlonecesitaba.

Meacosabandudassobrecogedorasmientrasibayveníaporelsalónyelpasillo.Estabaclaroqueyohabíaremovido,deunmodoinocente,lossecretosprofundos que dormían en lamente deMiserrimusDexter. Intentar adivinaresossecretosmeconfundíaymeagotaba.Mástardequedóclaroquetodamiingenuidadsehabíamalgastadoenespeculacionesbien lejanasde laverdad.PeroahorayocreíapisarterrenofirmeylleguéalaconclusióndequeDexterjamáshabíaconfiadoenningúnmortal.Eneljuicionohabíadejadotraslucirlainquietudqueahoramostrabaantemí;nilehabíaconfiadoaningúnamigoíntimoloquesabíadeldramatrágicoyterriblequetuvolugareneldormitoriodeGleninch. ¿Qué influencia poderosa le había llevado a sellar sus labios?¿Había guardado silencio por consideración a alguien o por miedo a lasconsecuencias?¡Imposiblesaberlo!¿Podíaesperarqueélmeconfiaseloquehabíaocultadoalajusticiayalosamigos?Cuandosupieraloquequeríadeél,¿medaríalasarmasparalucharyobtenerlavictoria?

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Resultabaevidentequeesaprobabilidaderamuyescasa;perovalíalapenaintentarlo. Estaba a merced del capricho de un ser tan inestable como eraMiserrimusDexter;masmisplaneseran tanrarosyestaban tanfuerade loslímites de los pensamientos y de las acciones de una mujer, que tal vezatrajeransuatención.«¡Quiénsabe,pensé,quizáspuedaganarmesuconfianzaporsorpresa,simplementediciéndolelaverdad!»

Eldescansollegóasufin.Seabriólapuertaylavozdemianfitriónmerogóqueentrasedenuevoenlahabitación.

—¡Bienvenidaotravez!—dijoMiserrimusDexter—.QueridaValeria,yameheserenado.¿Cómoestáusted?

Memiróymehablóconlacordialidaddeunviejoamigo.Duranteelbreverato en que estuve ausente, este multiforme ser había experimentado otrocambio. Sus ojos brillaban con buen humor, y sus mejillas estaban mássonrosadas. Incluso había variado algo en su vestimenta. Ahora llevaba unimprovisadogorrodepapelblanco;sehabíaremangadolosvolantesdeencajeysehabíapuestoundelantallimpioporencimadelatúnicaverde.Mediolaespaldasonriendo,ymeindicóquemesentaraconlagraciadeunmaestrodedanzayladignidaddeunlord.

—Voyacocinar—anuncióconlamayorsencillez—.Losdosnecesitamosun refrigerio antes de volver a tratar el asunto de nuestra entrevista.Perdónemeporvestirdecocinero;cadacosaexigesusformalismosyyo losrespeto. He bebido un poco de vino. Le ruego que disculpe mi procedertomandounpocoustedtambién.

LlenóunacopadecristaldeVeneciadeunlíquidopúrpura,muyagradablealavista.

—¡Borgoña!—dijo—.Elreydelvino.YésteeselreydelBorgoña:ClosVougeot.¡Beboasusaludyaladesufelicidad!

Se sirvió una segunda copa y honró el brindis bebiendo hasta la últimagota.¡Ahoracomprendíaelbrillodesusojosyelcolordesusmejillas!Comonoqueríaofenderle,tambiényobebíunpoco;ycoincidíconélenqueeraunvinodelicioso.

—¿Qué podemos comer? —preguntó—. Debe de haber algo digno denuestrovino.AAriel,pobredesgraciada,seledabienasaryhervirchuletas,pero no ofenderé a su paladar, Valeria, ofreciéndole los guisos de Ariel.¡Chuletas! ¡Bah!—exclamó con afectado disgusto—.Un hombre que comechuletas,o es caníbaloes carnicero. ¿Medejaquebusquealgomásdigno?Vayamosalacocina.

Giró la silla de ruedas y me invitó a acompañarle con un cortés

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movimientodelamano.Fuiconélhastaunacortinaquecolgabaaunladodelahabitaciónyen lacualyonohabía reparadohastaentonces.Corriendo lacortina,quedóaldescubiertounhuecoocupadoporunpequeñohornilloparacocinar. Alrededor del hueco se distribuían cajones y armarios, platos ycacerolas,todoaescalaminiaturescayescrupulosamentelimpio.

—¡Bienvenidaalacocina!—exclamóDexter.Sacódelaparedunatablademármolqueservíademesayreflexionóprofundamenteconunamanoenlacabeza—.¡Yalotengo!—gritó.

Yabriendounodelosarmarios,cogióunfrasconegrocuyaformameeradesconocida.Loperforóconunabridorysacóunosobjetosnegrosydeformairregular que una mujer acostumbrada al lujo en la mesa enseguida habríareconocido;peroqueparamíeranunacompletanovedad,alhaberllevadounavidasencillaenelcampo,enlacasadeunclérigodepocosrecursos.Nopuderesistirlacuriosidadcuandoviquemianfitrióncolocabaconsumocuidadolaextrañasustancia,deapariencianadaapetitosa,sobreuntrapolimpioyluegosesumergíaunavezmásensuspensamientos.Meatrevíapreguntar:

—¿Quéeseso,señorDexter?¿Vamosacomerlo?

Sesorprendiódemipreguntaymemiróconlasmanosextendidas.

—¿Dónde está el progreso del que todos hablan?—gritó—. ¿Qué es laeducación, sino una palabra? ¡He aquí a una persona cultivada que noreconocelastrufascuandolastienedelante!

—Heoídohablardelastrufas—lecontestéconhumildad—,peronolashabíavistonunca.Enmi casadel norteno teníamos lujos extranjeros comoéste,señorDexter.

MiserrimusDexter levantó con ternura una de las trufas y la sujetó paraqueyolavieraalaluz.

—Aprovechealmáximounadelaspocasnuevassensacionesdeestavidaque no la decepcionará—dijo—.Mírela;medite sobre ella. La va a comer,Valeria, asada con el Borgoña—encendió el hornillo, como si me fuera aofrecerunapruebainestimabledesubuenavoluntad—.Discúlpemesiguardoabsoluto silencio apartir de estemomento—sacóunapequeña sarténde sucolección de utensilios culinarios—. El arte de la cocina no permite ladistracción—continuódiciendocongravedad—.Enestaobservaciónque leacabodehacerhallarálarazónporlacuallasmujeresnosonniseránnuncaexcelentescocineras.

Comoreglageneral,lasmujeressondeltodoincapacesdeconcentrarseenuna sola ocupación durante un tiempodeterminado.Lamente de unamujercambiaconstantementedeobjetodeatención,ypasaconlamayorfacilidadde

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—digamosalgotípicoparailustrarlobien—pensarensuamadoapensarensu nuevo sombrero.Mi apreciada Valeria, el único obstáculo para lograr laigualdadconloshombresnosebasa,comolasmujeressuponenenvano,enlas instituciones defectuosas de la época en que vivimos. ¡No!El obstáculoestá en ellas mismas. Ninguna institución, ni siquiera aquélla creada paraayudarlas,podrálucharconéxitocontralosamadosylossombrerosnuevos.Mire,voyacontarleunaanécdotamásqueilustrativa.

No hace mucho tiempo, contribuí a que emplearan mujeres en nuestraoficina local de correos. El otro díame tomé lamolestia—un asunto serioparamí—debajaryconducirmisillahastalaoficinaparaverquétalibanlascosas.Llevéunacarta,conunadireccióninusualmentelarga,paracertificarla.Lamujerqueestabaenlaseccióndecertificadosempezóacopiarladirecciónen un impreso, de una forma agradable de contemplar. Estaba a la mitadcuandounaniñapequeña,hermanadeunadelasempleadas,entróbrincandoenlaoficinaysemetiódebajodelmostradorparahablarconsupariente.Lamente de lamujer de la sección de certificados se desconcentró en el acto.Detuvo el lápiz, y dirigió su mirada a la chiquilla, con una encantadoraexpresióndeinterés.«¡HolaLucy!,dijo,¿Cómoestás?».Despuéssevolvióaacordardesutrabajoycontinuórellenandoelimpreso.Cuandolocogí,viqueenlacopiasehabíasaltadounalíneaimportantedeladireccióndemicarta.GraciasaLucy.

Un hombre en su mismo lugar no habría visto a Lucy; habría estadodemasiadoocupadoenesemomento.Éstaes ladiferenciafundamentalentrela constitución mental de los sexos, que ninguna legislación podrá cambiarmientras el mundo exista. ¿Qué ocurre? Que las mujeres son infinitamentesuperioresaloshombresenlascualidadesmorales,verdaderosadornosdelahumanidad.¡Conténtense,misequivocadashermanas,conténtenseconeso!

Giródenuevolasilla,poniéndoladecaraalhornillo.Hubierasido inútildiscutirconélestacuestión,aunquemehubieseempeñado.Sequedóabsortoenlasartén.

Miréamialrededor.

El mismo gusto por el horror que se exhibía abajo se repetía aquí. Lasfotografíasquecolgabandelaparedmostrabandiversasformasdelocura.Lasfiguras de escayola colocadas en el estante que tenía enfrente representabanlascabezasdefamososcriminalesejecutados.Unpequeñoesqueletodemujercolgaba en un armario, detrás de una puerta de cristal, con una inscripcióncínicacolocadaencimadelacalavera:«¡Contempladelandamiosobreelqueseconstruyelabelleza!».

Después de este último ejemplo sobre el gusto de mi anfitrión para lascuriosidades,dejédeinvestigaryvolvíamisillaparaesperarlastrufas.

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Alcabodeunratomellamólavozdelpoeta—pintor—músicoycocinero.

El hornillo estaba apagado. La sartén y los demás utensilios habíandesaparecido.Sobre la tablademármolhabíadosplatos,dosservilletas,dospanecillos y una fuente con otra servilleta encima en la que reposaban dosbolitas negras de forma muy original.Miserrimus Dexter, contemplándomeconuna sonrisade interésbenévolo,pusounade lasbolas enmiplatoy sequedóconlaotra.

—Tranquilícese,Valeria—dijo—.Estemomentoharáhistoriaensuvida.¡Su primera trufa! No la corte con el cuchillo. Use sólo el tenedor. Y,perdóneme,peroeslomásimportante,comalentamente.

Seguísusinstruccionesyfingíunentusiasmoque,confiesosinceramente,era falso.Aquellomepareció un alimentomuy rico, pero, de otra parte, nomerecía tantos elogios. Miserrimus Dexter no mostró ninguna prisa enterminardecomersutrufa.BebióasorbossumagníficoBorgoñaycantósusexcelencias como cocinero, hasta casi volverme loca de impaciencia ante laimposibilidad de hacerle regresar al objeto real de mi visita. Con bruscaimprudencia,lerecordéamianfitriónqueestabadesperdiciandoeltiempodequedisponíaparahacermelapreguntamáspeligrosa.

—Señor Dexter —dije—. ¿Tiene alguna noticia reciente de la señoraBeauly?

Antemis palabras apresuradas, la expresión de placer desapareció de surostro,yvolvióaasomarladesconfianzaqueyahabíapercibidoantesensusmodalesyensuvoz.

—¿ConoceustedalaseñoraBeauly?—preguntó.

—Sóloporloqueheleídodeljuicio.

Nolesatisfizomicontestación.

—DebedeteneralgúninterésenlaseñoraBeauly—dijo—onomehabríapreguntadoporella.¿Eselinterésdeunaamigaodeunaenemiga?

Nofuitanimprudentecomoparadarunarespuestadirectaaesapregunta,puesvialgoensuexpresiónquemedeterminóahablarconcautelaantesdequefuerademasiadotarde.

—Sólolepuedocontestardeunamanera—proseguí—.Tendréquevolveralasuntoqueleestandoloroso,aljuicio.

—¡Siga!—dijo en uno de susmomentos de humormacabro—. Soy unmártirenpeligroyestoyasumerced.¡Aviveelfuego!¡Aviveelfuego!

—Sólo soy unamujer ignorante—continué—, y me atrevo a decir quecompletamenteequivocada.Perohayunapartedeljuiciodemimaridoqueno

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mesatisfaceenabsoluto.Meparecequeladefensacometióungraveerror.

—¿Ungraveerror?—repitió—¡Extrañolenguaje,miqueridaamiga!

Dexterintentabahablarconligereza.Cogiósucopadevinoypudeverquemisúltimaspalabraslehabíanimpresionado:sumanotemblóalacercarselacopaaloslabios.

—YonodudoquelaprimeraesposadeEustacelepidieraquelecomprasearsénico—dije—.Nidudoqueellalousaraensecretoparamejorarsucutis.Pero loquenopuedocreermeesquemurieraporunasobredosisdevenenoingeridaporequivocación.

Dejó lacopadevinoen lamesacon tanpoca firmezaquederramógranpartedesucontenido.Duranteunmomentosumiradaseencontróconlamía.LuegoDexterbajólosojos.

—¿Cómocreequemurió?—preguntóenuntonotanbajoqueapenaspudeoírle.

—Amanosdeunenvenenador—lecontesté.

Seincorporócomosipretendieraponersedepieenlasilla,yluegovolvióahundirseenella,presodeunarepentinadebilidad.

—¡Nodemimarido,porsupuesto!—meapresuréadecir—.Yasabequecreofirmementeensuinocencia.

Leviestremecerse,ysusmanosseaferraronalosbrazosdelasilla.

—Entonces,¿quiénlaenvenenó?—preguntó,todavíainerte.

Enesemomentocrítico,elcorajemefalló,ynomeatrevíadecirleenquédirecciónapuntabamisospecha.

—¿Noloadivinausted?—melimitéapreguntar.

Hubo una pausa. Imaginé que Dexter seguía el hilo de sus propiospensamientos.No durómucho.De repente, se alzó en la silla. La debilidadque le mantenía postrado se había esfumado en un instante; sus ojosrecobraron su luz salvaje; lasmanos eran firmes otra vez, y su tez adquiriócolor. ¿Había estadomeditandomi interés secretopor la señoraBeaulyy lohabíaadivinado?¡Sí!

—¡Contéstemebajosupalabradehonor!—gritó—.Nointenteengañarme.¿Esunamujer?

—Loes.

—¿Por qué letra empieza su apellido? ¿Es una de las tres primeras delalfabeto?

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—Sí.

—¿LaB?

—Sí.

—¿Beauly?

—Beauly.

Seechólasmanosalacabezayestallóenunarisahistérica.

—¡Hevividolosuficiente!—dijocomounloco—.¡Alfinheencontradoaotrapersonaenelmundoque love tanclarocomoyo! ¡CruelValeria!¿Porquémehatorturado?¿Porquénomeloconfesóantes?

—¿Qué?—exclamé, contagiada de su excitación—. ¿Son sus ideas misideas?¿EsposiblequeustedtambiénsospechedelaseñoraBeauly?

Éstafuesuextraordinariarespuesta:

—¿Sospechar? —repitió con desprecio—. No existe ni una sombra deduda.LaseñoraBeaulylaenvenenó.

CAPÍTULOXXX

LaacusacióncontralaseñoraBeauly

Mepuse de pie ymiré aMiserrimusDexter. Estaba tan alterada que nopodíanihablar.

Mis expectativas no me habían preparado para el tono de absolutaconvicción que él había empleado. Como mucho, había creído posible quecoincidiera conmigo en sospechar de la señora Beauly. ¡Y resulta que suslabios lohabíandichosin lamenorvacilaciónni reserva!«Noexisteniunasombradeduda.LaseñoraBeaulylaenvenenó».

—Siéntese y hable sin reparos —dijo con calma—. No tiene nada quetemer,porquenadiepuedeoírnosenestahabitación.

Mesentéymerecobréunpoco.

—¿Nunca le ha comentado a nadie lo que me acaba de decir?—quisesaberenprimerlugar.

—Nunca.Nadiesospechódeella.

—¿Nisiquieralosabogados?

—Nisiquieralosabogados.Nohaypruebaslegalesencontradelaseñora

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Beauly.Sólohayunacertezamoral.

—Seguramenteustedpodríahaberencontradoalgunaprueba,silahubierabuscado.

Seechóareírsarcásticamenteantelaidea.

—¡Míreme!—dijo—. ¿Cómo se pueden buscar pruebas estando atado auna silla? Además, hubo otras dificultades. No tengo la costumbre detraicionarme inútilmente; soy un hombre cauto, aunque tal vez usted no lohaya notado. Pero yo no quise ocultar en el juicio el odio que sentía por laseñoraBeauly.Silosojospuedenrevelarsecretos,elladebiódedescubrirenlosmíosqueestabasedientodeverlaenlasmanosdelosverdugos.Desdeelprincipio hasta el fin, le puedo confirmar que la señora Beauly estuvo enguardia contra mí. ¿Puedo explicarle cuán grande es su astucia? Todo midominiodellenguajenobasta;tomemoslosgradosdecomparaciónparadaruna mínima idea. Yo soy positivamente astuto; el demonio escomparativamente astuto; la señora Beauly es superlativamente astuta. ¡No!¡No! Si alguien la descubre con el paso del tiempo, ese alguien no será unhombre,sinounamujer,unamujerdequienellanosospeche,unamujerquelapuedaobservarconlapacienciadeunatigresahambrienta…

—¡Digamos que una mujer como yo! —estallé—. Estoy dispuesta aintentarlo.

Sus ojos resplandecieron; sus dientes asomaron por entre el bigote. Conambasmanosgolpeólosbrazosdelasilla.

—¿Realmenteesesoloquepretende?—preguntó.

—Póngameensulugar—contesté—.Ilumínemeconsucertezamoral—comoustedmismohadicho—yyaverá.

—¡Loharé!—dijo—.Perodígameprimerouna cosa. ¿Cómopuedeunadesconocidacomoustedllegarasospechardeella?

Leexpuselomejorquepudelosdetallessospechososquehabíanllamadomi atención al leer el juicio, haciendo hincapié en el hecho, jurado por laenfermera,dequelaseñoraBeaulydesaparecierajustoenelmomentoenqueChristinaOrmsayhabíadejadosolaensudormitorioalaseñoraMacallan.

—¡Ha acertado! —gritó Miserrimus Dexter—. ¡Es usted una mujermaravillosa! ¿Qué hizo ella lamañana del día en que SaraMacallanmurióenvenenada?Y¿dóndeestuvoenlasoscurashorasdelanoche?Yolepuedodecirendóndenoestuvo;ensuhabitación.

—¿Noestuvoensuhabitación?—repetí—.¿Estácompletamenteseguro?

—EstoysegurodetodoloquedigoconrespectoalaseñoraBeauly.Fíjese

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bienyescuche;estoesundrama,yyodestacoenelgénerodramáticojuzgueporsímisma.Fecha:veintedeoctubre.Escenario:elpasillo,llamadoPasillode los Invitados, enGleninch.Aun lado, unahilera deventanasquedan aljardín; al otro, cuatro dormitorios sucesivos, con sus correspondientesvestidores. El primero, empezando desde la escalera, estaba ocupado por laseñoraBeauly.Elsegundo,vacío.El tercero,eseldeMiserrimusDexter.Elcuartoestávacío.¡Estoencuantoalescenario!

Acontinuaciónestablecemoslahora:lasoncedelanoche.Dexterestáensudormitorio leyendo.EntraenélEustaceMacallanparadecirle:«Mibuenamigo,tenespecialcuidadoennohacerruido;procuranoirdeunladoaotroenlasillaestanoche».Dexterpregunta:«¿Porqué?».Eustaceresponde:«LaseñoraBeaulyhacenadoconunosamigosenEdimburgoyharegresadomuyfatigada. Ha subido a su dormitorio para descansar». Dexter hace otrapregunta (satírica, estavez):«¿Quéaspecto tienecuandoestámuy fatigada?¿Tanbuenocomosiempre?».Respuesta:«Nolosé;nolahevisto.Sedeslizóhastasuhabitaciónsinhablarconnadie».TercerapreguntadeDexter(lógica,en esta ocasión): «Si no ha hablado con nadie, ¿cómo sabes que estáfatigada?».Eustacemetiendeuntrozodepapelycontesta:«¡Noseastonto!Encontréestoencimadelamesadelhall.Recuerdaloquetehedichosobreguardarsilencio.¡Buenasnoches!».

Eustaceseretira.Dextercogeelpapelyleelassiguienteslíneas,escritasalápiz:

Acabo de regresar. Siento retirarme sin dar siquiera las buenas noches,perohehechounesfuerzoexcesivoyestoyagotada.

Helena

Dexter es suspicaz por naturaleza.Dexter sospecha de la señoraBeauly.No importan sus razones; no hay tiempo ahora para entrar en detalles. Seexponeasímismoelcasodeestamanera:«Unamujerrealmenteagotadanosehabríamolestadoenescribiresto.Habíasidomuchomáscómodollamaralsalón mientras pasaba y disculparse de palabra. Aquí hay algo fuera de lonormal,asíquememantendréenvelatodalanoche,alertaenmisilla».

Muybien.Dextercumplelodicho;abrelapuerta,conducesuavementesusillaporelpasillo,cierraconllavelaspuertasdelasdoshabitacionesvacíasyregresa(conlasllavesenelbolsillo)alasuya«Ahora,sediceasimismo,sioigoqueseabreunapuertaenestapartedelacasa,seguroqueseráladelaseñoraBeauly».Entornasupuerta,dejandounpequeñoresquicioparapodermirar lo que suceda fuera; apaga la luz y espera observando a través delresquiciocomoungatoacechanteanteunaratonera.Elúnicolugarquequierevereselpasillo,yallíhayuna lámparaencendidadurante toda lanoche.Elrelojdalasonce;Dexteroyecómosecierranlaspuertasdelpisodeabajo.No

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sucede nada. Las doce y media. Nada todavía. La casa está tan silenciosacomounatumba.Launa;lasdos.Elmismosilencio.Peroalasdosymedia,algollamasuatención;Dexteroyeunruidoenelpasillo;eselsonidodeunpicaporte que se mueve, en la única puerta que se puede abrir, la deldormitoriodelaseñoraBeauly.

Dextersedejacaersobresusmanossigilosamente;se tumbaenelsuelo,frentealresquicio,yescucha.Oyecómolapuertasecierra,yvequeunobjetooscuro pasa rápidamente por delante de él. Dexter asoma la cabeza por lapuerta,arasdelsuelo,dondenadiemiraría,y¿quéve?¡AlaseñoraBeauly!Allí está, llevando sobre sus hombros su larga capamarrón, la que se ponecuandovaencarruaje.Alcabodeunmomentodesaparece,pasadoelcuartodormitorio,ygiraenángulorectohaciaunsegundopasillo,llamadoelPasillodelSur.¿QuéhabitacioneshayenelPasillodelSur?Haytres.Laprimeraesun pequeño gabinete, mencionado en el testimonio de la enfermera; lasegunda,eldormitoriode laseñoraMacallan; la tercera,eldormitoriodesumarido.¿QuéhacelaseñoraBeauly(suponiendoqueestuvieraagotada)enesazonadelacasaalasdosymediadelamadrugada?Dexterdecidearriesgarseaque leveanyparte rumboal descubrimiento. ¿Sabecómo se trasladadeunsitio a otro sin la silla? ¿Havisto a la pobre criatura deforme saltar con lasmanos?¿Quierequelehagaunademostración,antesdeseguirconlahistoria?

Meapresuréaevitarlaexhibiciónpropuesta.

—Le vi saltar anoche y me basta —le dije—. ¡Siga! ¡Le suplico quecontinúeconelrelato!

—¿Legustamiestilodramático?—preguntó—.¿Lepareceinteresante?

—Increíblementeinteresante,señorDexter.Estoyansiandooírmás.

Sonrió,aprobandosupropiotalento.

—También soy muy bueno en el estilo autobiográfico —dijo—. ¿Loprobamos,paravariar?

—¡Comoguste,contaldequesiga!—grité,perdiendolapaciencia.

—Segunda parte: Estilo autobiográfico —anunció Dexter con unmovimientodelamano—:SaltéporelPasillodelosInvitadosygiréhaciaelPasillodelSur.Medetuveanteelpequeñogabinete.Puertaabierta;nohabíanadie. Crucé el estudio hasta la segunda puerta, la que comunica con eldormitorio de la señora Macallan. ¡Cerrada con llave! Miré a través de lacerradura.¿Habíaalgoalotrolado?Nolopuedodecir;sóloséquenoseveíanada,salvounatotaloscuridad.Escuché.Nada.Lamismaoscuridadprofunda,elmismo silencio absoluto en la segundapuertadel dormitoriode la señoraMacallan,laquedabaalpasillo,tambiéncerradaconllave.

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Medirigíentoncesalahabitacióndesumarido,Valeria.MiopinióndelaseñoraBeaulyeratanmalaquenomehabríasorprendidosilahubierapilladoeneldormitoriodeEustace.Mirépor la cerradura; eneste caso,onohabíallaveoestabapuestademaneraquemepermitíaver;nolosébien.LacamadeEustacesehallabaenfrentedelapuerta,ypudeveramiamigo,alaluzdesulamparilla,plácidamentedormido.Ningúnotrodescubrimiento.Reflexionéduranteunossegundos.Laescaleratraseraestabaalfinaldelpasillo,frenteamí.Medeslicéporlosescalonesyrecorríelpisodeabajo,iluminadoporunfarol. Todas las puertas estaban cerradas con llave y ninguna de las llavesestabaen sucerradura, locomprobé.Lapuertaprincipal, atrancadayconelcerrojoechado; lapuertaqueconducea lasdependenciasde laservidumbre,atrancadayconelcerrojocorrido.

Regreséamidormitorioymeditécontranquilidad.¿DóndepodíaestarlaseñoraBeauly? En algún lugar de la casa, seguro.Había revisado todas lashabitaciones,porloqueelcampodebúsquedasereducíaalahabitacióndelaseñoraMacallan, la única que había quedado por examinar.Añádase a estoquefaltabalallavedelgabinetequecomunicabacondichahabitación,segúnel testimonio de la enfermera, y no olvidemos que lo que más deseaba laseñoraBeauly (comoquedópatente en la carta leída en el juicio) era ser lafelizesposadeEustaceMacallan.Combinetodoestoensucabezaysabrá,sinqueyo se lodiga, loque iba sospechandomientrasesperaba, sentadoenmisilla,aquealgoaconteciera.

Hacialascuatro,apesardemifortaleza,caírendidoymedormí;peronopor mucho tiempo. Me desperté sobresaltado y miré el reloj; las cuatro yveinticinco. ¿Habría regresado la señora Beauly a su cuarto mientras yodormía?Salté hacia la puerta de su habitación ymepuse a escuchar.Ni unsonido.Abrílapuertaconsuavidad;eldormitorioestabavacío.Volvíalmíoparaesperaryobservar.Comomecostabaungranesfuerzomantenerlosojosabiertos,abrílaventanaparaqueelairefrescomedespejara,yluchécontramiestadodeagotamiento;peroperdí.Mevolvíadormir.

Estavezmedespertéa lasochode lamañana.Tengounoídoexcelente,comoyahabránotado,yescuchévocesfemeninashablandobajomiventanaabierta.Measomé: ¡la señoraBeaulyy sudoncella enplenaconfabulación!¡Quizás sintiéndose culpables, miraron a su alrededor, temerosas de quealguienlasoyera!«Tengacuidado,señora,oídeciraladoncella;esehorriblemonstruo deforme es tan astuto como un zorro. Vigile para que no ladescubra».LaseñoraBeaulycontestó:«Vetúdelante;yoteseguiré.Asegúratetambién de que nadie nos sigue».Así desaparecieron por una esquina de lacasa.

Alcabodecincominutos,oíabrirseycerraseconsuavidadlapuertadeldormitoriodelaseñoraBeauly.Treshorasmástarde,cuandolaenfermerase

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la encontró en el pasillo, pretextó que iba a preguntar por el estado de laenferma.¿Quéopinadeestascircunstancias,Valeria?¿Quéteníanquedecirsela señoraBeaulyy su doncella queno se atrevieron a hablar en la casa pormiedoaqueyoestuvieraescuchándolastrasunapuerta?¿Quéopinausteddeestos descubrimientos que hice la misma mañana en que enfermó SaraMacallan, el día exacto en que ella murió envenenada? ¿Sigue la pista delculpable? ¿Le ha sido el loco deMiserrimusDexter de alguna ayuda hastaahora?

Estaba demasiado excitada como para contestarle. ¡Al fin encontraba elmediodeprobarlainocenciademimarido!

—¿Dóndeestá la señoraBeauly?—grité—.¿Dóndeestá ladoncellaquefuesuconfidente?

—Noselopuedodecir.Nolosé.

—¿Dóndepuedoaveriguarlo?

Meditóunpoco.

—Hay un hombre que debe de saber dónde está, o que podríaaveriguárselo—dijoalfin.

—¿Quién?¿Cómosellama?

—EsunamigodeEustace;elmayorFitz-David.

—¡Leconozco!Voyacenarconéllasemanaqueviene.Quierequeustedvayatambién.

MiserrimusDexterestallóenunacarcajadadedesprecio.

—ElmayorFitz-Davidsellevamuybienconlasdamas,alparecer—dijo—, porque permite a las damas que le traten como a una especie de perrofaldero. Yo no ceno con perros falderos; así que le he dicho que no. Vayausted; él o alguna de sus amigas puede serle de utilidad. ¿Quiénes son losinvitados?¿Selodijo?

—Había una dama francesa, cuyo nombre no recuerdo…, y ladyClarinda…

—¡Conesabasta!EsamigadelaseñoraBeauly;seguroquesabrádóndeestá.Vengaavermeencuanto tenga la información.Averigüesi ladoncellaestáconella;nosserámásfáciltratarconella.Consólohacerqueladoncellaabraloslabios,yatendremosalaseñoraBeauly.¡Laaniquilaremos!—gritó,cogiendounamoscatanrápidocomounacentella—.Laaniquilaremoscomohe aniquilado esta mosca. ¡Espere! Una cuestión más, una cuestión muyimportantecuandotratemosconladoncella.¿Tieneusteddinero?

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—Mucho.

Conbuenhumor,Dexterchasqueólasyemasdelosdedos.

—¡La doncella es nuestra! —exclamó—. Todo es cuestión de libras,chelinesypeniques.¡Espere!Otroasunto;sunombre.SiseacercaustedalaseñoraBeaulyencalidaddeesposadeEustace,lohacecomolamujerqueleha quitado el sitio y se convertirá en su enemigamortal desde el principio.¡Tengacuidado!

Mis celos hacia la señora Beauly, latentes durante toda la entrevista, seconvirtieronenllamasalescucharesaspalabras.Nopuderesistirlomás,ymesentíobligadaapreguntarlesimimaridohabíaestadoenamoradodeella.

—Dígamelaverdad.¿RealmenteEustace…?

Dexter se echóa reírmaliciosamente.Habíapercibidomis celosyhabíaadivinadomipreguntacasiantesdequelapronunciaranmislabios.

—Sí,Eustacelaamó—dijo—;peronolomalinterprete.Antesdeljuicio,la señoraBeauly tenía sus razones para creer que a lamuerte de la esposa,podríaocuparsulugar.PeroeljuiciohizodeEustaceotrohombre.LaseñoraBeaulyhabíasidotestigodesudegradaciónpública,yesolebastóaEustaceparanocasarseconella.Elrompióenelactoyparasiempreconesadamaporelmismomotivoquelehallevadoasepararsedeusted.LavidaconunamujerquesupieraquehabíasidojuzgadoporasesinatohabríasidoalgoheroicoparaEustace, y no se sintió con fuerzas para soportarlo.Usted quería la verdad.¡Esta es!Debe usted ser cauta con la señoraBeauly, pero no tiene por quésentircelosdeella.Sigaelcaminoseguro;adopteunapellidofalsodeacuerdoconelmayor,ypreséntesebajoeseapellidocuandoconozcaaladyClarinda.

—Puedoiralacena—dije—usandoelapellidoqueEustaceadoptóparacasarseconmigo.Puedopresentarmecomo«laseñoraWoodville».

—¡Bien!—exclamó—. ¡Lo que daría por ver el momento en que ladyClarindalepresentealaseñoraBeauly!Pienseenlasituación:unamujerconunsecretoocultoenlomásíntimodesualma;yotramujerquelosabe;otramujerquenecesita,porlasbuenasoporlasmalas,sacaralaluzesesecreto.¡Quéconflicto!¡Quéargumentoparaunanovela!Sólodepensarlotengounaemociónfebril.MeexaltocuandomiroalfuturoyveoalaseñoraBeaulyalfinderodillas.¡Nosealarme!—gritó,conunbrillosalvajeensusojos—.Micerebro empieza a hervir de nuevo. Debo hacer ejercicio físico. ¡Debodesahogarmeoreventarémichaquetarosaahoramismo!

De nuevo se sintió poseído por la locura. Me acerqué a la puerta paraasegurarme la retirada en caso de necesidad, y sólo después me atreví amirarle; estaba fuera de sí; mitad hombre, mitad silla, volando como un

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torbellinodeunextremoaotrodelahabitación.Nisiquieraeseejercicioeralobastanteviolentoparacalmarelestadoenqueseencontraba.Alcabodeuninstanteestabaenelsuelo,apoyadosobresusmanosymirandoasualrededor,comouna ranamonstruosa.Dandobrincos, saltó sobre todas las sillas de lahabitación.Cuandollegóalfinal,sediolavuelta,supervisólassillastiradasy,animándoseconungrito triunfal, saltóotravezdesillaensilla, impulsandolos hombros hacia adelante y hacia atrás, guardando el equilibrio, de unamaneraalavezextraordinariayhorribledecontemplar.

—¡ElsaltoderanadeDexter!—gritóalegre,apoyadocomounpájaroenlaúltimasillaquequedabaenelextremodelahabitación—.Soymuyactivo,Valeria,teniendoencuentamicondicióndemutilado.BebamosparacelebrarelahorcamientodelaseñoraBeauly.¡OtrabotelladeBorgoña!

Me aferré desesperadamente a la primera excusa que semeocurrió parasalircorriendo.

—Olvidausted—dije—quedeboirinmediatamenteaveralmayor.Sinole advierto a tiempo, puede hablarle demí a ladyClarindamencionando elnombreequivocado.

Ensuestado,hablarledeprisaseradarle ideasparadivertirse.Soplóconfuria su silbatopara traer aAriel de la cocinaybailó con lasmanos, enundeleitefrenético.

—Ariel le pedirá el coche que la conducirá a galope a casa del mayor.¡Tiéndale la trampa sin perder un minuto!—gritó— ¡Qué día! ¡Qué aliviolibrarmedel terriblesecretoycompartirloconusted!Mesofoca lafelicidad.SoycomoelespíritudelaTierradelpoemadeShelley—recitóunosversosmagníficosdelPrometeoencadenado,enlosquelaTierrasienteelespíritudelAmor y rompe a hablar—: «¡El gozo, el triunfo, el deleite, la locura! Lafelicidad ilimitada y desmesurada. La exaltación leve y libre. El deleiteanimadoquemeenvuelvecomounaatmósferadeluz,yquemellevacomoelvientoalanube».¡Estoesloquesiento,Valeria!¡Estoesloquesiento!

Crucéelumbralmientrasélseguíahablando.Loúltimoquevideélfuesucuerpodeformeposadoenlasilla,ysucaraalzadahaciauncielofantástico,de su propia creación. Me deslicé suavemente a la antesala. Cuando salí,escuchégritosagudos,yel ruidodesusmanosenel suelo.Ahoraavanzabaporelsueloyvolabaporencimadelassillasimpulsadoporsusalto

Enelsalón,Arielmeaguardaba.

Mientrasmeacercaba,mepuselosguantes.Medetuvoy,cogiéndomedelbrazoderecho,levantómimanohaciasucara.¿Melaibaabesaroamorder?Ningunadelasdoscosas.Laoliócomounperroylasoltóconunarisaronca.

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—Nohueleasuperfume—dijo—.Ustednolehatocadolabarba;ahoralacreo.¿Quiereuncoche?

—Gracias.Caminaréhastaencontraruno.

Semostrabamuyeducada,ahoraquesabíaconcertezaqueyonolehabíatocadolabarbaasumaestro.

—¡Oiga!—exclamóconvozgrave.

—¿Si?

—Mealegrodenohaberlatiradoalcanal.

Mediounamistosogolpeenelhombro,tanfuertequecasimehizocaer;yal cabo de un instante, volvió a su actitud y a su mirada impasibles. Mecondujoalapuertaprincipal,yoísurisaroncamientrascerrabaconllavelaverja trasdemí. ¡Al finmeguiabaunaestrella!EnunmismodíamehabíaganadolaconfianzadeArielyladesuamo.

CAPÍTULOXXXI

LadefensadelaseñoraBeauly

Los días que transcurrieron antes de la cena ofrecida por elmayor Fitz-Davidfueronpreciososparamí.

LalargaentrevistaconMiserrimusDextermehabíainquietadomuchomásde lo que suponía entonces. Pero hasta unas horas después de habermemarchado no empecé a percibir lo mucho que había puesto a prueba misnervios con todo lo visto y oído en su casa. Estaba tensa y nerviosa; mesobresaltabaporelruidomásligero;teníaespantosaspesadillas;aveces,measaltabaeldeseodegritarsinningúnmotivo;otras,meencolerizabasinrazón.Necesitabareposoabsolutoy—graciasamibuenBenjamin—lotuve.

Miqueridoanciano,preocupadopormiestadodeagitación,prescindiódelaspreguntasquedeseabahacermeenatenciónamibienestar.EntrenosotroshabíaelacuerdotácitodeposponerelasuntodemivisitaaMiserrimusDexter(que, no hace falta que lo diga, él desaprobó) hasta que el reposo hubieracalmadomiansiedad.Benjaminnomepermitiórecibirvisitas,aunquetantolaseñoraMacallancomoelmayorFitz-Davidacudieronacasa;laprimeraparaenterarsedelaconversaciónqueyohabíamantenidoconMiserrimusDexter;elsegundo,parahacermepasarunratoagradableconlosúltimoschismorreossobrelosinvitadosdelainminentecena.

Benjaminsetomólamolestiadedisculparseenminombreparaevitarme

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el esfuerzo de recibirlos. Alquilamos un pequeño carruaje abierto y dimoslargospaseosporlosbonitoscaminoscampestresquetodavíahayasólounaspocasmillasdelnortedeLondres.Encasa,nossentábamosyhablábamosdelosviejos tiempos,o jugábamosalbackgammonyaldominó.Yasí,duranteunosdías,lavidatranquilayreposadamesentómuybien.Cuandollegóeldíade la cena,mi salud estaba restablecida, y yome sentía ansiosa de quemepresentaranaladyClarindaydedescubriralaseñoraBeauly.

Benjaminmiró con un poco de tristeza mi rostro sonrojado cuando nosdirigíamosacasadelmayorFitz-David.

—¡Ah,querida—dijoa sumanerasencilla—, teveomuybienotravez!¡Tehanbastadounosdíasdereposo!

Mis recuerdos e impresiones de los sucesos y de las personas queacudieronalacenasonconfusos.Recuerdoquelopasamosmuybien,conlacordialidad y la familiaridad de amigos de toda la vida.MadameMirlifloresuperabaalrestodelasmujerespresentesenlabellezaperfectadesuvestidoyen la justicia que le hizo a la exquisita cena. Recuerdo también a la jovenprima donna del mayor, con los ojos desorbitados, vestida de un modorecargado, más llamativa y extravagante que nunca. Recuerdo al mismomayor, siempre besándonos las manos, siempre tentándonos con platosdelicados y bebidas exquisitas, siempre cortejándonos, siempre detectandoparecidos entre nosotras, siempre «bajo nuestro encanto» y ni una sola vezfueradesupapeldeDonJuan,desdeelprincipiohastaelfinaldelavelada.RecuerdoamiqueridoBenjamincompletamentedesconcertado,refugiadoenun rincón, sonrojándose cuando alguien le dirigía la palabra, asustado anteMadame Mirliflore, vergonzoso con lady Clarinda, sumiso con el mayor,sufriendoporlamúsicay,enelfondodesucorazón,deseosodevolveracasa.

Mimemoriaeslimitadaencuantoalosmiembrosdeesaagradablevelada,salvo una excepción; recuerdo la aparición de lady Clarinda como si fueraayer;ynoexagerosidigoquepuedorepetirdememoria,palabraporpalabra,laconversaciónquemantuvimosenprivadohaciaelfinaldelavelada.

Veoaladamayoigodenuevosuvozmientrasescribo.

Iba vestida con esa aparente sencillez que es toda una muestra deelegancia, y que cautiva por su irresistible encanto. Llevaba un traje demuselina y seda blanca, sinmás accesorios ni detalles de ninguna clase. Suabundante pelo castaño, peinado desafiando a la moda, se recogía desde lafrenteenunsencillomoño,sinmásadornos.Ensucuello,unacintablancaypequeña, rematada por la única joya que lucía: un diminuto broche dediamantes. Su belleza era incuestionable, pero nada delicada. Su rostropertenecíamásbienaltipoduroyangulosoqueestanfrecuenteenlasmujeresinglesas: nariz y barbilla prominentes y de forma demasiado marcada; sus

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grandes ojos grises estaban llenos de dignidad, pero carecían de ternura yexpresividad.

Sus modales y ademanes tenían toda la distinción de una buena cuna;perfecta educación, exquisita finura, equilibrada cordialidad; junto a estascualidades,demostrabaunamodestayesmeradaseguridadensímisma,loque—en Inglaterra—parece seruna cualidadnatural de la aristocracia.Si se lajuzgabapor loque aparentaba, sepodríadecir: «Heahí elmodelodemujernobley completamente libredevanidad».Pero, si alguien se tomara algunalibertadconella,convencidodeloanterior,selorecordaríahastaelúltimodíadesuvida.

Congeniamosadmirablemente.Según lo acordadoconelmayor, a travésde Benjamin, fui presentada como «la señoraWoodville». Antes de que lacenaterminara,habíamosprometidoquenosvisitaríamos.Yosóloesperabalaocasión para llevar la conversación hacia la señoraBeauly, pues quería queellameinformase.

Alfinllegóelmomento.

Huyendodelaterriblebravuradelaestridenteprimadonnadelmayor,mehabíarefugiadoenelsalóntrasero.Comohabíaimaginadoyprevisto,alcabodeunratovinoabuscarmeladyClarinda,alecharmeenfaltaenelgrupoentornoalpiano.Sesentóamilado,fueradelalcancedelosotrosinvitadosy,parami alivio y placer infinitos, tocó el tema deMiserrimusDexter por supropia voluntad. Algo que yo le había dicho, cuando se mencionófortuitamentesunombreenlacena,sehabíagrabadoensumemoriayesonosllevó,deunmodocompletamentenatural,ahablardelaseñoraBeauly.«¡Alfin,pensé,merecompensalacenadelMayor!»

¡Yquérecompensa!Ahoracuandolopienso,elcorazóntodavíamedaunvuelco,comosesobresaltóenaquellavelada.

—¡AsíqueDexterlehablódelaseñoraBeauly!—exclamóladyClarinda—.Nosabelomuchoquemesorprende.

—¿Puedosaberporqué?

—¡Éllaodia!Laúltimavezquelevinisiquieramepermitiómencionarsunombre; es una de sus innumerables rarezas. Si en su naturaleza cabe lasimpatía, a él debería gustarle la señora Beauly, porque ella es la personamenos convencional que conozco. La pobrecilla, cuando se enfada, dice yhacecosastanimprudentesquesondignasdelmismoDexter.Nosésiaustedleagradaríaconocerla.

—Ustedhasidomuyamablealinvitarmeasucasa,ladyClarinda.TalvezpuedaconocerallíalaseñoraBeauly.

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LadyClarindasonrió,comosilodicholadivirtiera.

—Nocreoquepuedaesperarhastaqueesoseaposible—dijo—.ElúltimocaprichodeHelenaes imaginarsequesufre,deentre todaslasenfermedadesdel mundo, ¡gota! Ahora está en un precioso balneario de Bohemia o deHungría(norecuerdocuál)yescompletamenteimposiblesaberloqueharáoadónde irá a continuación. ¡Querida señora Woodville! ¿No está usteddemasiadocercadelachimenea?Laveomuypálida.

Lo noté. Me produjo una gran conmoción enterarme de que la señoraBeaulynoestabaenInglaterra;mepillódesprevenidaymedesanimó.

—¿Quiere que nos vayamos a otra habitación? —me preguntó ladyClarinda.

Salir de la habitación habría significado cambiar de conversación; y yoestabadecididaaevitaresacatástrofe.Lomásprobableeraqueladoncelladela señoraBeaulyyano estuviera a su serviciooque sehubiesequedadoenInglaterra.Miinformaciónnoseríacompletahastaquenosupieraelparaderodeladoncella.Alejémisilladelachimeneaycogíunabanicodelamesaquetenía al lado; podía sermeútil para ocultarmi cara si todavíame esperabanmásdecepciones.

—Gracias, lady Clarinda. Tiene usted razón; me encontraba demasiadocercadelfuego;peroaquíestarémuchomejor.MesorprendeustedconlodelaseñoraBeauly.PorloquemedijoDexter,mehabíaimaginado…

—¡Oh,no se crea loque ledigaDexter!—interrumpió ladyClarinda—.Leencantadesconcertaralagente,ynotengolamenordudadequelaengañóapropósito.Sitodoloquedicefueraverdad,éltendríaqueconocermejorquenadielasrarezasylosantojosdeHelenaBeauly.Contodo,élladescubrióenunadelasaventurasdeHelenaenEscocia,quemerecuerdalahistoriadelapreciosaóperadeAuber.¿Cómosellama?¡Lopróximoqueolvidaréseráminombre!Merefieroa laóperaenquedosmonjasseescapandelconventoyvanaunbaile.¡Escuche!¡Quéextraño!Esajovenvulgarestácantandojustoahoralacancióndelascastañuelasdelsegundoacto.¡Mayor!¿Cómosellamalaóperaqueestáinterpretandolaseñorita?

Elmayorseescandalizópor la interrupción.Acudióapresuradoanuestrasalaysusurró:

—¡Shh!¡Shh!,miqueridaseñora.EselDominoNoir—yvolviótambiénapresuradamentehaciaelpiano.

—¡Claro!—dijoladyClarinda—.¡Quéestúpidasoy!,DominoNoir¡Quéextrañoqueustedtampocolorecordara!

Lorecordabaperfectamente,peronomeatrevíaahablar.Si,comocreía,la

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«aventura»mencionadaporladyClarindasereferíaalmisteriosoprocederdelaseñoraBeaulyenlamañanadelveintiunodeoctubre,estabaapuntodedarcon el descubrimiento que tanto me interesaba. Oculté mi rostro tras elabanicoydijeconlavozmásfirmequepude:

—¡Leruegoquesiga!¡Leruegoquemecuentesuaventura!

AladyClarindalahalagómiansiosodeseodeoírsurelato,yseadentróenél.

—Esperoque lahistoriaseadignadesu interés—dijo—.SiconocieseaHelena, ¡es tan propia de ella!Debe saber que fue su doncella quienme locontó.HelenasehaidoaHungríaconunamujerquehablalenguasextranjerasymehadejadoasudoncella,¡queesuntesoro!Ojalápudieratenerlasiempreamiservicio.Sólotieneundefecto,unnombrequeodio:Phoebe.

¡Bien! Phoebe y su señora estaban en un lugar cercano a Edimburgo,llamado,segúncreo,Gleninch.LacasapertenecíaauntalseñorMacallan,quedespués fue juzgado —lo recordará, claro— por haber envenenado a suesposa.Uncasoterrible,peronosealarme,mihistorianotienenadaqueverconeso.SólotienequeverconHelenaBeauly.

Unanoche,mientrasellaestabaenGleninch,fueinvitadaacenarporunosamigos ingleses que estaban de visita en Edimburgo. Esa misma noche,tambiénenEdimburgo,habíaunbailedemáscaras,ofrecidoporalguiencuyonombre he olvidado. El baile (¡un acontecimiento sin par en Escocia!) nogozaba, al parecer, de buena reputación, pues allí iba toda clase de gentedivertida; damas de dudosa virtud, ya sabe, y caballeros que rozaban loslímites de la sociedad respetable. Las amigas de Helena se las habíaningeniadoparaconseguir invitaciones,y,apesardelasobjeciones,pensabanasistir de estricto incógnito, por supuesto, y amparadas en sus máscaras.Helenaquería irconellas,peronodeseabaqueseenteraranenGleninch.ElseñorMacallaneraunadeesaspersonasremilgadasquenoaprobabanelbaile;decíaqueningunadamapodíaparticiparenesadiversiónsincomprometersureputación.¡Quétontería!Bien,puesHelena,enunodesusarrebatos,dioconel modo de asistir sin ser descubierta; un truco tan ingenioso como elargumentodeunacomediafrancesa.

FuealacenaenuncarruajedesdeGleninch,trashaberenviadoaPhoebeaEdimburgo.Noeraunagrancena,sinounapequeñareuniónfamiliar.CuandollególahoraderegresaraGleninch,¿quécreequehizoHelena?¡Envióasudoncellaensulugar!Phoebesecubrióconlacapa,elsombreroyelvelodesuseñora. Tenía orden de subir corriendo a la habitación de su ama nadamásllegar a la casa, no sin antes dejar en la mesa del hall una breve nota dedisculpa (¡escrita por Helena, naturalmente!), alegando cansancio comopretextoparanodarlasbuenasnochesasuanfitrión.Laseñorayladoncella

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eranmásomenosdelamismaestatura.

Loscriados,comoesnatural,nuncadescubrieronelengaño.Phoebellegósanaysalvaalcuartodesuseñora.Allíteníaqueaguardarhastaqueenlacasatodosestuvierandormidos,ysóloentonces,deslizarseasupropiocuarto.Peromientrasesperaba,lajovensedurmió.Sedespertóalasdosdelamadrugada,omás tarde.Pensandoqueesono tenía lamenor importancia, sedeslizódepuntillas fuerade lahabitaciónycerró lapuerta.Antesde llegaral finaldelpasillo,creyóoíralgo.Esperóparaestarseguraymiróporlabarandilla.AhíestabaDexter,brincandosobresusmanos—¡muypropiodeél!¿lohavistousted alguna vez? ¡Es la exhibición más grotesca y horrible que se puedaimaginar!—.Bueno, pues ahí estabaDexter, digo, dando brincos ymirandoporlascerraduras;evidentemente,enbuscadelapersonaquehabíasalidodesucuartoalasdosdelamadrugada.EsindudablequeDextertomóaPhoebeporlaseñoraBeauly,porqueladoncellahabíaolvidadoquitarsesucapa.

Alamañanasiguiente,muytemprano,HelenaregresódeEdimburgoenuncochealquilado,llevandounsombreroyunacapaquelehabíanprestadosusamigasinglesas.Dejóelcocheenlacarreterayentróenlacasaporeljardín,sin ser descubierta esta vez ni por Dexter ni por nadie. Lista y atrevida,¿verdad?Y,comoledije,unanuevaversióndelDominoNoir.

Se preguntará, como yo me pregunté, por qué Dexter no armó un granalborotoporlamañana.Sindudaalguna,lohabríahecho;peroinclusoéltuvoqueguardarsilencio(comomedijoPhoebe)anteel terriblesucesoque tuvolugaren lacasaesemismodía…¡MiqueridaseñoraWoodville!Elcalordeestahabitaciónesenverdaddemasiadofuerteparausted.Tomemifrascodesalesypermítameabrirlaventana.

Sólolepudecontestar:

—¡Leruegoquenodiganada!¡Déjemesaliratomarelaire!

Conseguípasarinadvertidahastallegaralrellano,ymesentéenlaescaleraparaserenarme,allídondenadiemepodíaver.Alcabodeunmomentosentíqueunamano seposabacon suavidadenmihombro,ymeencontré conelbueno deBenjamin, quememiraba con consternación.LadyClarinda,muyconsiderada,lehabíaavisado,ayudándoleasalirmuydiscretamentedelsalónmientraslaatencióndelanfitriónseconcentrabaenlamúsica.

—Miqueridaniña—susurró—,¿quéocurre?

—Llévameacasaytelocontaré—fuetodoloquelepudedecir.

CAPÍTULOXXXII

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Unejemplodemisabiduría

Laaccióntienequeseguirmismovimientos;yahoralaescenasecierraenLondres por un tiempo para abrirse en Edimburgo.Habían transcurrido dosdíasdesdelacenaofrecidaporelmayorFitz-David.Ahorapodíarespirarcontranquilidad,despuésdeltotalderrumbedemisplanesparaelfuturoydelasesperanzasquehabíadepositadoenellos.

Me di cuenta de mi triple error; había hecho mal al sospechar, de unamanera precipitada y cruel, de unamujer inocente;me había equivocado alcomunicarmissospechas(sinhaberlasverificadopreviamente)aotrapersona;ymehabíaprecipitadoalaceptarlasdeduccionesyconclusionespocoseriasdeMiserrimusDextercomosi fueranverdades irrefutables.Meavergonzabademilocuraalrecordarlo.Estabatandesanimadaymesentíataninseguraalpensarenelfuturoque,porprimeravez,aceptéelconsejosensatoquesemeofrecía.

—Querida —dijo el buen Benjamin, después de que hubiésemoscomentadoloocurridomientrasvolvíamosacasa—.Ajuzgarporloquemecuentas,nomegustanadael señorDexter.Prométemequenovolverásasucasamientrasnolohayasconsultadoconalguienmásadecuadoqueyoparaguiarteenestepeligrosoasunto.

Seloprometíconunacondición:

—Sinoconsigoencontraraesealguien—dije—,¿meayudarástú?

Benjamin,solícitocomosiempre,seofreciódebuenagana.A lamañanasiguiente,cuandomecepillabaelpelodándolevueltasalasunto,recordéunadeterminación que había tomado mientras leía el juicio de mi marido. Merefieroa ladecisióndedirigirme,simefallabaMiserrimusDexter,aunodelos dos abogados representantes de Eustace que habían colaborado en sudefensa,esdecir,alseñorPlaymore.Nohayqueolvidarqueestecaballerosemerecíamiconfianzaporsuintervenciónamistosaenelmomentoenquelosfuncionariosdelfiscalrequisabanlosdocumentosdemimarido.Repasandoeltestimonio de IsaiahSchoolcraft, había sabido queMiserrimusDexter habíallamado al señor Playmore para que ayudara y aconsejara aEustace. Por lotanto,nosóloeraunamigoenquienpodríaconfiarsino,además,unconocidodelmismoDexter.¿Habíaunhombremásadecuadoparadisiparlaoscuridadenlaquemeveíasumida?

Cuando se lo propuse a Benjamin, reconoció que en esta ocasión habíahechounaelecciónsensata,yseofrecióenelactoparaayudarme.Élmismoseenteró(atravésdesupropioabogado)deladireccióndelosrepresentantesdelseñorPlaymoreenLondresy,graciasaellos,meconsiguióunacartade

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presentación para el señor Playmore.No tenía nada que ocultar ami nuevoconsejero y en la carta se me denominaba «la segunda esposa de EustaceMacallan».

Esamisma noche partimos ambos en el tren nocturno hacia Edimburgo.Estavez,Benjaminsenegóadejarmeviajarsola.Antesdesalir,yolehabíaescrito aMiserrimus Dexter (siguiendo el consejo de mi viejo amigo) paracomunicarlequemeveíaobligadaaausentarmedeLondresporunosdíasyque ya le informaría a mi regreso del resultado de mi entrevista con LadyClarinda.SusingularrespuestamellegóconAriel.

ApreciadaValeria: Soy un hombre de percepción aguda y puedo leer sucartaentrelíneas.LadyClarindahahechotambalearsuconfianzaenmí.Muybien; yo le prometo que haré tambalear su confianza en ella. No estoyofendidonileguardorencor,yesperoconserenidad,elhonoryelplacerdesunuevavisita.Telegrafíemeparadecirmesiquieretrufasotravezosiprefierealgomássimpleymásligero,comoeseincomparableplatofrancés:párpadosdecerdoytamarindos.

Créamesuseguroaliadoyadmirador,supoetaycocinero,

Dexter

Cuando llegamos a Edimburgo, Benjamin y yo tuvimos una pequeñadiscusión,motivadapormideseodeirsolaaldespachodelseñorPlaymore.Benjaminqueríaacompañarme,peroyodeclinésupropuesta.

—Aunque no tengo una gran experiencia del mundo —le dije—, heobservadoqueennuevedecadadiezcasos,unhombrehaceconcesionesaunamujer si ella acude sola, y no se muestra tan locuaz si otro hombre estápresente.Noséporqué;sóloséqueesasí.SiveoquenomeentiendoconelseñorPlaymore,lepediréunasegundacitay,enesecaso,túmeacompañarás.Nocreasquesoyterca;déjameprobarsuerteyyaveremossiresulta.

Benjamin cedió, tan considerado como siempre. Envié la carta depresentaciónaldespachodelseñorPlaymore,ensucasacercadeGleninch.Elmensajeroregresóconunarespuestaeducadaenlaquemeinvitabaavisitarleaprimerahoradelatarde.Alahoraconvenida,llaméaltimbredesucasa.

CAPÍTULOXXXIII

Unejemplodemilocura

LaincomprensiblesumisióndelosescocesesalatiraníaeclesiásticadelaIglesiaoficialhaprovocado,creoquedemodonatural,unavisiónequivocada

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delcarácterdeestepueblo.Quienseparaaanalizarlainstitucióndeldomingoen Escocia no le encuentra paralelo en el resto de la cristiandad por suausteridad rígida y sin sentido.Ve a una nación contenta de que su clero laprivedetodoplacerundíaalasemana:prohibidoviajar;prohibidotelegrafiar;prohibidocenarcaliente;prohibidoleerelperiódico.Enresumen,sóloselespermiten dos libertades, la libertad de asistir a la iglesia y la libertad dealejarsede labebida.Estoes loqueobserva laopiniónpública,y llegaa laconclusiónrazonabledequelagentequeseresignaaestasleyessocialeseslamás austera, la más imperturbable y la más triste de toda la tierra. Así sesupone que son los escoceses, vistos a distancia. Pero, ¿cómo son losescocesesvistosdecerca?Despuésdeconocerlos,sepuedeaventurarquenohay gente más animada, más sociable, más hospitalaria y de ideas másliberalesentodoelgloboquelaqueseresignaaobedeceraldomingoescocés.Los seis restantes días de la semana reina entre todos los escoceses unambientedetranquilidad,deungenialsentidocomún;yesuncompletoplacerpodervivirlo.Sinembargo,alséptimodía,esosmismoshombresoiránaunodesuspastoresafirmarseriamentequepasearendomingoesunaprofanación.Nomeveocapazde explicar esta anomalíade su carácternacional.Sólo loapunto como preámbulo antes de introducir enmi relato a un personaje nomuyfrecuenteenloslibros:unalegreescocés.

Todas lascualidadesdel señorPlaymoresepuedendescribiren términosnegativos.Noeranijovenniviejo,niguaponifeo;ynoencajabaconlaideaqueunotienedeunabogado;suingléseramuybueno,aunqueconunligeroacentoescocés.

—TengoelhonordeserunviejoamigodelseñorMacallan—dijoamodode bienvenida, estrechándome la mano con cordialidad—, y me sientosinceramentefelizdeconocerasuesposa.¿Dóndequieresentarse?¿Cercadela luz? ¿Es su primera visita a Edimburgo? Me sentiré encantado depresentarle a la señora Playmore, y le ruego que nos permita alegrar suestancia en la ciudad, donde nosotros también estamos pasando unatemporada.Ha llegado laópera italianay tenemosunpalcoparaestanoche.¿Será tan amable de prescindir de toda etiqueta y quedarse a cenar connosotrosparaluegoiralaópera?

—Esustedmuygentil—contesté—.Perotengounapreocupaciónquenomedejaríaserunacompañíadignadesuesposa.Creoquemicartamencionaquehevenidoapedirleconsejoacercadeunasuntodegranimportanciaparamí.

—¿Sí?—prosiguió—.Enhonoralaverdad,aúnnoheleídosucarta.Leíelremiteydedujequedeseabavermeenmibufete.Enviéunanotaasuhotelyluegomedediquéaotrosquehaceres.Leruegoquemedisculpe.¿Setratadeunaconsultalegal?Porsupropiobien,esperoqueno.

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—No es exactamente una consulta profesional, señor Playmore. Meencuentroenunasituacióndolorosaybastantefueradelocomún,yhevenidoapedirleconsejo.Sesorprenderámuchocuandooigaloquetengoquedecirle,ycreoquelerobarémástiempodelonormal.

—Mi tiempo y yo, señora, estamos a su entera disposición —dijo—.Dígamequépuedohacerporustedydígaloasumodo.

La amabilidad de su lenguaje armonizaba con la caballerosidad de susademanes.Selocontétodo,todamiextrañahistoria,sinexagerarnisuprimirnada.

ElseñorPlaymorenohizonadaporocultarlaimpresiónqueleprodujomirelato,yleinquietóespecialmentemiseparacióndeEustace.Encuantoamidecisión de poner en tela de juicio el veredicto escocés y mis injustassospechas respecto a la señora Beauly, primero, sonrió sorprendido. PerocuandoledescribímiextraordinariaentrevistaconMiserrimusDexteryminomenos sorprendente conversación con ladyClarinda, percibí en él una granconmoción.Porprimeravezlevicambiardecolor;sepusodepieymurmuró,comosisehubieraolvidadodemíporcompleto:

—¡Diosmío! ¿Es esto posible? ¿Se encuentra la verdad ahí, después detodo?

Me tomé la libertad de interrumpirle. No quería que se guardara suspensamientosparaélsolo.

—¿Lehesorprendido?—pregunté.

Sesobresaltóconelsonidodemivoz.

—¡Lepidomilperdones!—exclamó—.Nosólomehasorprendido,sinoquehaaportadoustedunenfoquetotalmentenuevo,uncampoinexploradodeinvestigación,quemehaceentreverunaposibilidad,unanuevayasombrosaposibilidad,enrelaciónconelenvenenamientodeGleninch,quenuncahastaahorasemehabíaocurrido.Noestánadamal—añadió,volviendoasubuenhumor—.Aquíestáelclienteguiandoalabogado.Miqueridaseñora,¿quiereustedmiconsejoosoyyoquiennecesitaelsuyo?

—¿Puedoconocersunuevahipótesis?—pregunté.

—Porahorano,siustedmelopermite—contestó—.Sea indulgenteconmiprudenciaprofesional.Ynoesquedeseeactuarcomounprofesionalconusted, todo locontrario.Sinembargo,elabogadosuperaalhombreyrehúsadesaparecer; realmente no sé si explicarle lo que seme está ocurriendo sinformularleantesunascuantaspreguntas.Hágameungranfavor.Volvamosarepasardenuevoloshechosydéjemequelevayapreguntandomientrastanto.¿Tienealgoqueobjetarantesderesponderme?

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—Enabsoluto,señorPlaymore.¿Aquéperiodonosremontamos?

—A su primera visita a Dexter. Cuando le preguntó por primera vez siteníasuspropiasideassobrelamuertedelaseñoraMacallan,¿dicequeélsemostródesconfiado?

—Muydesconfiado.

—Ysetranquilizódenuevocuandoustedleexplicóquesupreguntahabíasurgidoaraízdeloleídoenelinformedeljuicio.

—Sí.

El señor Playmore sacó un papel de un cajón de su escritorio, mojó laplumaeneltintero,reflexionóunpocoymeofrecióunasillaasulado.

—Elabogadodesaparece—dijo—yelhombrevuelveaocupar susitio;nohabrásecretoprofesionalentreustedyyo.Comoviejoamigodesumarido,señora, siento algo más que un interés corriente por usted. Creo necesarioadvertirleantesdequeseademasiadotarde,yesosólolopuedohacersicorroun riesgo que pocos hombres en mi lugar correrían. Personal yprofesionalmente, voy a confiar en usted, ¡aunque sea escocés y abogado!Siénteseaquíyleaporencimademihombromientrastomounasnotas.Así,veráloquesemevaocurriendo.

Mesentéasuladoymiréporencimadesuhombro,sinvacilar.Comenzóaescribirlosiguiente:

El envenenamiento de Gleninch. Interrogantes: ¿Qué relación tieneMiserrimusDexter con el envenenamiento?Y ¿qué sabe (presumiblemente)delasunto?

Susideassonsecretas;perotemehaberlasreveladoopuestoaldescubiertodeunamaneraquedesconoce.Semuestraclaramentealiviadocuandovequeésenoeselcaso.

Laplumasedetuvo,peroelinterrogatoriocontinuó.

—Pasemosasusegundavisita—dijoelseñorPlaymore—,cuandovioaDexter a solas. Repítame lo que hizo y cómo reaccionó él cuando usted leanuncióquenoestabasatisfechaconelveredictoescocés.

Leexpuseloqueyahecontado.Laplumadelabogadoregresóalpapelyañadióestaslíneas:

Levisitanadamásynadamenosqueunapersonaquese interesaporelcaso,queseniegaaaceptarelveredictodeljuicioMacallanyqueseproponereabrirlainvestigación.¿Cómoreaccionaél?

Muestra todos lossíntomasdeunataquedepánico; sevea símismoen

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peligro;semuestrafrenéticoprimeroyservicialluego;tienequesabercuálesla intención de esa persona y qué es lo que ella sabe. Cuando recibe lainformacióndeseada,seponepálidoynodacréditoasussentidos.Después,sin nada que lo justifique, pregunta a su visitante si sospecha de alguien.Interrogante:cuandodesaparecedeunacasaunapequeñacantidaddedineroyseinterrogaalaservidumbre,¿quépensamosdelcriadoquehablaprimeroydice?:«¿Sospechandemí?».

ElseñorPlaymorevolvióadejarlapluma.

—¿Correcto?—preguntó.

Empecéacomprenderadóndeconducíanlasnotas.Envezdecontestarle,lesugeríquemedieraunaexplicaciónconvincente.Levantóeldedoíndiceenseñaldeadvertenciaymedetuvo.

—Aúnno—respondió—.Unavezmás,¿estábienporahora?

—Correcto.

—Muy bien. Ahora cuénteme lo que hizo Dexter a continuación. Noimportasiserepite.Demetodoslosdetalles,unotrasotro,hastaelfinal.

Le conté todos los detalles, tal como los recordaba. El señor Playmorereemprendiólatomadenotasportercerayúltimavez:

Seleaseguraindirectamentequeélnoeslapersonasospechosa.Sehundeenlasilla,respiraprofundamenteypidequedarsesolounrato,conelpretextodequeelasuntolesobreexcita.Cuandolavisitanteregresa,Dexterhaestadobebiendo. La visitante retoma el asunto, noDexter. Ella está convencida deque laprimeraseñoraMacallanmurióamanosdeunenvenenadory lodiceabiertamente. Dexter se hunde de nuevo en la silla, como si se desmayaraposeídoporelhorror¿Porqué?Esfácilentenderlo,silodenominamoshorrorculpable.Yvamásalládelocomprensible,silodenominamosdeotromodo.Dexter vuela de un extremo a otro de la sala; está indescriptiblementeencantadodedescubrirquelassospechasdelavisitantesedirigenhaciaunapersonaausente.Entonces,ysóloentonces,seamparaenlacoincidenciaconlavisitanteencuantoalsospechoso.Éstossonloshechos.¿Aquéconclusiónapuntan?

Terminó de escribir y, observándome fijamente, esperó a que yo hablaseprimero.

—Lo comprendo, señor Playmore—empecé a decir impetuosamente—.UstedcreequeelseñorDexter…

Sudedoíndicemeadvirtióquenosiguiera.

—Cuénteme—interrumpió—qué fue lo que le dijoDexter al confirmar

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sussospechasacercadelapobreseñoraBeauly.

—Dijo: «No existe ni la menor sombra de duda, la señora Beauly laenvenenó».

—Lo mejor que puedo hacer es seguir un ejemplo tan bueno, con unadiferencia «insignificante». También yo digo: «¡No existe la menor duda!Dexterlaenvenenó».

—¿Estábromeando,señorPlaymore?

—Nunca he hablado más en serio. Su visita precipitada a Dexter y suextraordinariaimprudenciaalconfiarenélllevanaesteresultadoasombroso,señora.LaluzquelamaquinariadelaLeyhasidoincapazdearrojarsobreelcasodeGleninch, laha traídoaccidentalmenteunamujerque seniegaaoírrazonamientosyqueinsisteenhacerlascosasasumodo.¡Quéincreíbley,noobstante,quéverdadero!

—¡Imposible!—exclamé.

—¿Quéesimposible?—preguntótranquilamente.

—QueDexterenvenenaraalaprimeraesposademimarido.

—¿Yporquéesimposible,sihaceelfavor?

CasimeenfurecíconelseñorPlaymore.

—¿Cómopuedehacermeestapregunta?—repliquéconindignación—.Yale he dicho que le oí hablar de ella en términos de respeto y afecto queenorgullecerían a cualquier mujer. Dexter vive recordándola. Le debo surecibimientoamistosoaalgúnparecidoqueélcreeverentremifigurayladeladifunta.Hevistolágrimasensusojosyhenotadoquelavozlefallabayletemblaba cuando hablaba de ella. Puede que sea el hombre más falso queexista, pero nomiente con respecto a ella; en eso nome ha engañado.Hayindicios que nunca le fallan a unamujer cuando un hombre le dice lo queguardaensucorazón;yolosvi.Loqueustedindicaestanciertocomodecirque yo la envenené. Me avergüenza tener una opinión contraria a la suya,señorPlaymore,peronolopuedoevitar.¡Casiestoyenfadadaconusted!

Parecióqueleagradaba,envezdeofenderle,lamaneradirectaenquemeexpresaba.

—Miquerida señora, ¡no hay razónpara que se enfade conmigo!Enunaspecto,compartoporcompletosupuntodevista,conladiferenciadequeyovoyunpocomáslejosqueusted.

—Noleentiendo.

—Meentenderáalaperfección.UsteddescribelossentimientosdeDexter

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por la anterior esposa de Eustace como una mezcla feliz de respeto y deafecto.Le puedo asegurar que sus sentimientos eranmuchomás entusiastasquetodoeso.Ledebolainformaciónalapobreseñora,quemehonróconsuconfianzaysuamistaddeporvida.AntesdequeellasecasaraconelseñorMacallan—lomantuvoensecretoyserámejorqueustedhaga lomismo—,MiserrimusDexterestabaenamoradodeella.Éllepidió,deformecomoera,lepidióseriamentequefuerasuesposa.

—¡Yanteesto—grité—,ustedafirmaqueéllaenvenenó!

—Lo afirmo, sí. No encuentro otra conclusión posible, después de loocurrido durante la visita que le hizo. Usted le asustó hasta casi hacerledesvanecer.¿Quétemía?

Intentéencontrarunarespuesta.Inclusomeembarquéenunacontestaciónsinsaberadóndeiríaaparar.

—MiserrimusDexteresunantiguoybuenamigodemimarido—empecéa decir—. Cuandome oyó decir que no estaba satisfecha con el veredicto,debiódealarmarse…

—¡Debió de alarmarse ante lo que sufriría su marido si se reabría lainvestigación!—dijo el señorPlaymore, acabando la frase irónicamente pormí—. ¡Muy inverosímil, señora Macallan! Y nada consistente, teniendo encuentasufeenlainocenciadesumarido.Eliminedesucabezaunerrorquelapuedeconfundirsi insisteustedenseguirporesecamino.Créamesi ledigoqueMiserrimusDexterdejódeseramigodesumaridoeldíaenqueEustacese casó con su primera esposa. Le garantizo que Dexter supo guardar lasapariencias, tanto en público como en privado. En el proceso ofreciótestimonioafavordesuamigoconelafectoprofundoquetodosesperábamosde él. Sin embargo, creo firmemente que el señor Macallan no tenía unenemigopeorqueMiserrimusDexter.

Medejóhelada,porquehastaahí,almenos,Playmoreestabaenlocierto.Mimaridohabía cortejadoy conquistado a lamujer quehabía rechazado laproposiciónmatrimonialdeMiserrimusDexter.¿EraDextereltipodehombrequeperdona?Mipropiaexperienciamecontestóqueno.

—Grábeseenlamemorialoquelehedicho—prosiguióelseñorPlaymore—.Yahorapasemosasupropiasituaciónenesteasuntoyalosinteresesqueestánen juego. Intenteadoptarmipuntodevistaporahoraypensemosquéposibilidadestenemosdeavanzarhaciaeldescubrimientodelaverdad.Puedeusted albergar la certeza moral —como yo la tengo— de que MiserrimusDexter es el hombre a quien deberían haber juzgado por el asesinato deGleninch.Otracosaesque,conelpasodeltiempo,demosconlapruebaquepuedajustificarlaproclamacióndesuculpabilidad.Ahíreside,talcomoyolo

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veo, la dificultad insuperable del caso. A menos que esté completamenteequivocado,lacuestiónsereduceahoraaesteesquema:laafirmaciónpúblicadelainocenciadesumaridodependeenteramentedelaafirmaciónpúblicadelaculpabilidaddeDexter.¿Cómovaustedaobteneresteresultado?Noexisteningunapruebaensucontra.SólosepuedecondenaraDexterporsupropiaconfesión.¿Meestáustedescuchando?

Leescuchaba,perosinelmenorinterés.SielseñorPlaymoreestabaenlocierto,elasuntohabíallegadoaunasituacióncrítica.Peronopodía,apesardetodomirespetohaciasumayorconocimientoyexperiencia,nopodía,insisto,convencerme de que el amable abogado tenía razón. Y se lo confesé, conhumildadsentida.Sonriódebuenhumor.

—En cierto modo —dijo— admitirá que Dexter, hasta ahora, no haexpresadolibrementesuspensamientos.Todavíaleocultaalgoqueaustedleinteresadescubrir.

—Sí,esoloadmito.

—Muy bien. Su visión del caso es similar a la mía. Según usted, él seguardalainformaciónqueacusaaotrapersona.Yodigoqueloqueélocultaes su propia culpabilidad. Empecemos por este supuesto. Confesión oinformación,¿cómovaustedaconseguirquelereveleloqueahoraleoculta?¿Quéinfluenciapodráejercersobreélcuandoleveadenuevo?

—Seguramentepodríapersuadirle.

—Cierto. Pero, y si la persuasión falla, ¿entonces qué? ¿Cree usted quepodráhacerlehablartendiéndoleunatrampaoasustándole?

—Si usted consulta sus notas, señor Playmore, verá que he logradoasustarle,aunquesóloseaunamujeryesanofueramiintención.

—¡Muybiencontestado!Usteddecideeltruco.Loquehahechounavez,puede repetirlo. ¡Bien! Si está decidida a intentarlo, será conveniente queconozcaunpocomásaDexter.AntesdequeregreseaLondres,supongaquesolicitamosinformaciónaalguienquenospuedeayudar.

Me levanté y eché un vistazo a la habitación. Élme impulsó a hacerlo;habíahabladocomosilapersonaquenosteníaqueayudarestuvieseallíconnosotros.

—¡Nosealarme!—dijo—.Eloráculoesmudoyestáaquí.

Abrióconllaveunodeloscajonesdesuescritorio;sacódeélunlegajodecartasyextrajouna.

—Cuandopreparábamosladefensadesumarido—dijo—,creímosdifícilincluir a Miserrimus Dexter entre los testigos. No teníamos la más ligera

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sospechadeél,nohacefaltaqueselodiga.Perotemíamossuexcentricidad,einclusoalgunodenosotrosteníamiedodequesucomparecenciaeneltribunalle excitara hasta llevarle a la locura. Ante esta situación imprevista, nosdirigimos a un psiquiatra en busca de ayuda. Pretextando algo que ya heolvidado,lepresentamosaDexter.Yasudebidotiemporecibimoselinformemédico.Aquíestá.

Abriólacartay,marcandounpasajeconlápiz,melatendió.

—Lealaslíneasqueheseñalado—dijo—;bastaránparanuestropropósito.

Leíaquellaspalabras:

Resumiendo los resultados de mi examen, mi opinión es queindudablemente existe locura latente y previsible en este caso, aunque lossíntomas activos aúnno se hanpresentado.Creoque el señorDexter puedecompareceranteel tribunalsintemoraconsecuenciasgraves.Talvezdigaohagatodotipoderarezas.Sinembargo,sumenteestátodavíabajoelcontrolde suvoluntad,ypuedenconfiar enque suamorpropio le convertiráenuntestigodeinteligenciasingular.

Por lo que respecto al futuro, no me es posible, claro está, hablarcategóricamente.Únicamentepuedoofrecermiopinión.

Que el señorDexter acabará loco (si vive) es indudable. La cuestión escuándosemanifestarálalocura,yesodependeporcompletodesuestadodesalud.Susistemanerviosoesmuysensibleyhaysignosquedemuestranquesumododevidayalohadañado.Sivencelosmaloshábitosaquehealudidoen la primera parte de este informe, y si pasa muchas horas al díatranquilamentealaire libre,puedepermanecersanodurantemuchosaños.Sipersisteenllevarlavidaactualosisusistemanerviososufrealgúndaño,sucaída en la locura tendrá lugar cuando el daño haya alcanzado su puntoculminante.Sinqueloadviertanadie,nisiquieraélmismo,todasuestructuramentalcederá,ycuandoseencuentreactuandotranquilamenteohablandoconla inteligencia que le caracteriza, el hombre caerá —si se me permite laexpresión—enlalocuraoenlaidiotez.Encualquieradeamboscasos,cuandolacatástrofehayaocurrido,sólopuedoañadirasusamistadesquenoesperen(como creo) su curación. Una vez perdida la razón, estará perdida parasiempre.

Asíterminabalacarta.ElseñorPlaymorevolvióaguardarlaenelcajón.

—Acaba de leer la opinión de una de las mayores autoridades enpsiquiatría —dijo—. ¿Ha pensado que Dexter tiene alguna posibilidad derecuperarse?¿Velosobstáculosyelpeligroaqueustedseexpone?

Misilenciofuemirespuesta.

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—Supongamos que usted vuelve a ver a Dexter —prosiguió—. Ysupongamosque laopinióndelmédicoexageraelpeligro. ¿Quévaahacer,señora? La última vez que le vio tuvo la inmensa ventaja de cogerle porsorpresa. Sus nervios sensibles cedieron y le demostró el miedo que usteddespertóenél.¿Podrásorprenderledenuevo?¡Ustedno!Yaestáprevenidoynobajarálaguardia.Sinoseencuentraustedconnadapeor,almenostendráque tratar con alguien muy astuto. ¿Le seguiría el juego entonces? Si nohubiesesidoporladyClarinda,lehabríadespistadoporcompletoenelasuntodelaseñoraBeauly.

Tampoco ahí había respuesta. Fui lo suficientemente loca como paraintentarlo.

—Élmedijolaverdadenlamedidaenquelasabía—dije—.RealmentevioloquemecontóquehabíavistoenelpasillodeGleninch.

—Él le dijo la verdad —prosiguió el señor Playmore— porque fue lobastante astuto como para ver que la verdad le ayudaría a exacerbar sussospechas, señora. ¿No creerá que lo que hizo fue compartir con usted suhipótesis?

—¿Yporquéno?—contesté—.ÉlignorabaloquehabíahecholaseñoraBeaulyaquellanoche,tantocomoyohastaqueconocíaladyClarinda.Quedapor ver si no se sorprenderá tanto como yo cuando le cuente lo que ladyClarindamedijo.

EstarespuestarápidaprodujoenelseñorPlaymoreunefecto inesperado.Para mi sorpresa, abandonó la discusión de una manera brusca. Parecíadesesperadopornopoderconvencerme,yasíloconfesóindirectamenteensussiguientespalabras:

—¿Es que nada de lo que le diga—preguntó— le hará ver este asuntocomoyoloveo?

—Notengonisuhabilidadnisuexperiencia—contesté—.Sientodecirlequeyonosoydesumismaopinión.

—¿EstáverdaderamentedecididadeveraMiserrimusDexterotravez?

—Mehecomprometidoavolverleaver.

Esperóunpocoymeditó.

—Usted me ha honrado pidiendo mi consejo —dijo—. Pues bien, leaconsejomuyseriamentequerompaesecompromisoconDexter.Inclusovoymáslejos.Lesuplicoquenolevuelvaaver.

¡Exactamentelomismoquemehabíaaconsejadomisuegra!¡Exactamentelo queBenjamin y elmayor Fitz-David habían dicho! Todos estaban enmi

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contra;pero,aunasí,resistí.Ahora,cuandolopienso,noentiendocómopudeser tan obstinada. Casi me avergüenza confesar que no contesté al señorPlaymore.Él esperabami respuesta.Memolestó sumirada inquisidora.Melevantéymequedéanteélconlavistaclavadaenelsuelo.

Éltambiénselevantó.Comprendióquelaconversaciónhabíallegadoasufin.

—¡Bien! ¡Bien! —dijo con un humor amargo—. Supongo que no esrazonableesperarqueunajovencomoustedcompartalaopinióndeunviejoabogadocomoyo.Permítame recordarle, tan sólo, quenuestra conversacióndebequedarcomoalgoestrictamenteconfidencialporelmomento.Yahora,cambiemos de tema. ¿Hay algo que pueda hacer por usted? ¿Está sola enEdimburgo?

—No.Heviajadoconunviejoamigo,quemeconocedesdelaniñez.

—¿Yestaránaquímañana?

—Creoquesí.

—¿Meharíaunfavor?¿Querrápensarenloquehemoshabladoyveniravermedenuevomañanaporlamañana?

—Conmuchogusto,señorPlaymore,aunquesóloseaparaagradecerlesuamabilidad.

Llegamos a ese acuerdo y nos separamos. Él suspiró; el hombre alegresuspiró al abrirme la puerta. Las mujeres somos criaturas contradictorias.Mientrassalíaymedirigíaalacalle,esesuspiromeafectómásquetodossusargumentos,sentíquemesonrojabapormitercaresistenciaanteél.

CAPÍTULOXXXIV

Gleninch

Encontré a Benjamin en el hotel, con un periódico entre las manos yabsorto en resolver uno de los jeroglíficos semanales que el directorpresentabaaloslectores.Miviejoamigoeraungranaficionadoaesospuzzlesverbales,yhabíaganadotodotipodepremiosporelingenioconquehallabala solución correcta. En esos momentos, mientras estaba ocupado en sudiversión favorita, era inútil cualquier tentativa de llamar la atención. Sinembargo,elinterésqueteníaporconocerelresultadodemientrevistaconelabogadofuesuperioraldespertadoporelenigmadelperiódico.Locerróencuantoentréenlahabitaciónymepreguntóansioso:

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—¿Quénoticiastraes,Valeria?¿Quénoticiastraes?

Se loconté, respetandonaturalmente la confianzaqueel señorPlaymorehabíadepositadoenmí.DemislabiosnosalióniunapalabraenrelaciónconlaterriblesospechaqueelabogadoalbergabarespectoaMiserrimusDexter.

—¡Ajá!—dijoBenjamin,complacido—.¡Asíqueelabogadoopinacomoyo!¿Leharáscaso,aunqueamínomelohayashecho?

—Tienes que perdonarme —repliqué—. Siento haber llegado a esteextremo.Peropormásquelointento,nopuedoseguirlosconsejosdenadie.AlveniraEdimburgo,teníaelfirmepropósitodedejarmeguiarporelseñorPlaymore.Nuncahabríamoshechoeste largoviajesiésenohubierasidomideseo sincero. He intentado, y no sabes hasta qué punto, ser una mujerrazonable,dócil;perohayalgoenmíqueserebela.SientodecirtequepiensovolveravisitaraDexter.

HastaBenjaminperdiólapacienciaconmigoestavez.

—Genio y figura hasta la sepultura—dijo, citando el refrán—. Siemprehassidolaniñaobstinadaquerevolucionabaelcolegio.¡Diosmío,tendríamosquehabernosquedadoenLondres!

—No—repliqué—.AhoraquehemosviajadohastaEdimburgo,veremosalgo,quemeinteresa,yquenuncahabríamosvistosinoshubiésemosquedadoen Londres. La casa de campo de mi marido está a pocas millas de aquí.MañanairemosaGleninch.

—¿La casa donde envenenaron a la pobremujer?—preguntó Benjaminconunamiradalánguida—.¿Terefieresaeselugar?

—Sí.Quiero ver la habitación en quemurió; y también recorrer toda lacasa.

Benjamin cruzó lasmanos en señal de resignación y las dejó caer en suregazo.

—Trato de comprender a la nueva generación —dijo con tristeza elanciano—;peronoloconsigo.Estanuevageneraciónmesupera.

MesentéaescribiralseñorPlaymorepara informarlesobre lavisitaqueplaneabahaceraGleninch.Lacasaenlaqueocurriólatragediaquearruinólavidademimaridoera,paramí,lamásinteresantedetodoelgloboterráqueo.LaperspectivadevisitarGleninchhabíainfluidomucho(enhonoralaverdad)enmi decisión de consultar al abogado de Edimburgo. Le envié la nota alseñor Playmore con un mensajero y recibí una respuesta muy amable. Siesperabahastalatarde,adelantaríaeltrabajodeldíaynosllevaríaensucocheaGleninch.

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La obstinación de Benjamin podía ser tan firme como la mía. Habíadecidido, comomiembro de una generación anterior, no tener nada que verconGleninch.Nosoltóniunapalabra sobreel tema,hastaqueel cochedelseñorPlaymore llegóa lapuertadenuestrohotel;peroenesemomento tanoportuno,BenjaminseacordódeunviejoamigoqueteníaenEdimburgo.

—¿Teimportaríaexcusarme,Valeria?MiamigosellamaSaundersyseríaunadescortesíapormipartenocenarconélestanoche.

Apartedemiasociaciónconellugar,nohabíanadaenGleninchdignodelinterésdeunviajero.

El campo era bonito y estaba bien cultivado. Nada más. El parqueresultabademasiadoagresteparauninglés,yestabamalcuidado.Eledificiose había construido hacía setenta u ochenta años. Por fuera, carecía deadornos,comosideunafábricaounaprisiónsetratara.Pordentro,latristezamortalylasoledadopresivadelaviviendadesiertacansabanlavista,yhacíanaquellugardesagradabledesdeeltejadohastaelsótano.

La casa había estado cerrada desde el juicio. Un matrimonio anciano ysolitario tenía las llaves y se encargaba de su cuidado. Cuando el señorPlaymorelepidióalmaridoqueabrieralaspuertasylascontraventanasyqueencendieraelfuegodelachimeneaoscurayabandonada,elhombremoviólacabeza en silencio, como si desaprobara con tristeza nuestra intrusión. Laschimeneasde labibliotecayde lagaleríade loscuadrosestabanencendidasparamantener libresde lahumedad los tesorosqueguardaban.Alprincipio,nofuenadafácilcontemplar las llamassin imaginarsea loshabitantesde lacasayendoacalentarse.

Subimos luego al piso superior, y vi los dormitorios que ya me eranfamiliaresporelinformedeljuicio.Entréenelpequeñogabinetecuyallave,la que comunicaba con el dormitorio, había desaparecido. En los estanteshabía muchos libros antiguos. Examiné después la habitación en la que lainfelizdueñadeGleninchhabíasufridoymuerto.Lacamasehabíamantenidoen el mismo lugar; el sofá en el que la enfermera se había procuradomomentos de reposo, seguía frente a la cama; el armario indio, donde seencontró el papel con restos de arsénico, todavía guardaba su pequeñacolección de curiosidades.Moví lamesa giratoria, en donde SaraMacallanhabíacomidoyescritosuspoemas,¡pobrecilla!Aquellugarresultabatristeyterrible. Parecía que el aire denso todavía arrastrara su horrible carga deamarguraydesconfianza.Poresoagradecísalirdenuevo—despuésdeecharunvistazoalahabitaciónqueocupóEustace—alpasillodelosinvitados.AhíestabalapuertadetrásdelacualMiserrimusDexterhabíaestadoesperandoyobservando; y el suelo de roble también seguía ahí. Miserrimus Dexter lohabíaatravesadodandobrincos,siguiendolospasosdeladoncelladisfrazada

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conlaropadesuseñora.Fueraadondefuera,meseguíanlosespectrosdelosmuertosyde los ausentes.Fuera adonde fuera, elhorrory la soledadde lacasameadvertíanconvocessilenciosasyterroríficas:«¡Yoguardoelsecretodelveneno!¡Yoocultoelmisteriodelamuerte!».

Aquellacasameagobiabatantoquenopudesoportarlomás.Deseabaairefrescoycieloazul.ElseñorPlaymorelonotóyloentendió.

—¡Vamos!—dijo—.Yahasidosuficiente.Vayamosaverlosjardines.

Enlaquietudgrisdelanochecer,paseamosporlosjardinessolitariosynosacercamosa losarbustos, espesosyabandonados.Dandovueltasdeun ladoparaotro fuimosapararal jardínde lacocina,que teníaunazonacultivadaporelmatrimonio.Elrestonoeramásqueunmontóndemalashierbas.Enunextremodeljardín,yseparadoporunavallademadera,seextendíaunterrenobaldío resguardado por árboles. En un rincón apartado del terreno, algomellamólaatención;eraunbasurero.Sugrantamañoysurarasituacióndespertópor un momento mi curiosidad. Me detuve y contemplé la basura y lascenizas, las piezas rotas de una vajilla y una vieja plancha. Aquí había unsombrero roto; allí, los trozos podridos de unas botas viejas,muchos trapossuciosyunapequeñapapelera.

—¿Quéestámirando?—mepreguntóelseñorPlaymore.

—Nadamásynadamenosqueunbasurero—lecontesté.

—Supongo que en la pulcra Inglaterra habrían quitado todo esto y lohabrían puesto fuera del alcance de la vista —dijo el abogado—. Eso noimporta tanto en Escocia, siempre y cuando el basurero esté apartado de lacasaynollegueelolor.Además,partedelabasura,seleccionada,esútilcomoabonopara el jardín.Aquí, como el lugar está desierto, no se ha retirado labasura.TodoloquehayenGleninch,señoraMacallan(incluidoelbasurero)esperalasórdenesdesunuevadueña.Puedequeundíadeestosseaustedlaseñoradellugar.¡Quiénsabe!

—Habré terminado conGleninch, señor Playmore, cuandome vaya hoymismo.

—No esté tan segura de eso —prosiguió mi compañero—. El tiemposiemprenostraesorpresas.

Dimoslavueltayregresamosensilenciohastalaverjadelparque,dondenosesperabaelcarruaje.

Mientras regresábamos a Edimburgo, el señor Playmore dirigió laconversación hacia temas ajenos por completo a nuestra visita a Gleninch.Comprendió quemimente necesitaba distraerse y él afablemente se ofrecióparaentretenerme.Loconsiguió.Cuandollegábamosalaciudad,sacóeltema

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demiregresoaLondres.

—¿YahadecididocuándoseirándeEdimburgo?—preguntó.

—Nosiremos—repliqué—eneltrendemañanaporlamañana.

—¿Todavía no ve ninguna razón para cambiar la opinión que expresóayer?¿Esoesloquesignificasumarchaapresurada?

—Metemoqueasíes,señorPlaymore.Cuandotengamásaños,quizásseamássabia.Mientrastanto,sólopuedoconfiarensubenevolenciasicontinúoandandoaciegas.

Sonriócomplacidoymediounosgolpecitosenlamano.Luegocambióderepenteymemiróconexpresióngrave,antesdevolveraabrirsuslabios.

—Es laúltimaoportunidadquemequedaparahablarconustedantesdequesevaya—dijo—.¿Puedohablarleconfranqueza?

—¡Por supuesto, señor Playmore! Me diga lo que me diga, siempre leagradecerésuamabilidad.

—Tengo poco que decir, señora, y empezaré con unas palabras deadvertencia.AyermecomentóquecuandovisitóporúltimavezaMiserrimusDexter,fuesola.Novuelvaahacerlo.Vayaconalguien.

—Entonces,¿creequecorroalgúnpeligro?

—No,enelsentidoestrictodelapalabra.Perocreoqueunamigopuedeayudarla a mantener a raya la audacia de Dexter (es uno de los seres másinsolentesqueexisten).Y,encasodequemencionealgodignoderecordaroque afecte al asunto, un acompañante de confianza puede servir de testigovalioso. De verdad, yo en su lugar llevaría a alguien para que tome notas.Supongo que, por ser abogado, me preocupo demasiado por estasmenudencias; pero permítame insistir en este punto: pida a alguien que laacompañecuandovisitenuevamenteaDexter,yprevéngaseparacuandoenlacharlasurjalaseñoraBeauly.

—¿Quemeprevenga?¿Quéquieredecir?

—La práctica, mi querida señora Macallan, me ha hecho un granconocedordelasdebilidadesdelanaturalezahumana.Ustedtiende,comoesnatural, a sentir celos de la señora Beauly, y, en consecuencia, puede queolvide su sentido común cuando Dexter la mencione para desorientarla.¿Hablocondemasiadafranqueza?

—¡Enabsoluto!Sientoque loscelospor la señoraBeaulymeenvilecen.Mivanidadsufresóloconpensarlo.Peromisentidocomúnserindeantemisconvicciones.Meatrevoadecirquetieneustedrazón.

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—Mealegrasaberqueenalgoestamosdeacuerdo—dijoconsupeculiarsentidodelhumor—.Nomecansaréde intentarconvencerlaconrespectoalserioasuntoqueesmotivodediscusiónentreustedyyo.Esmás,siustednoconsiguenada,haréqueDextermeayude—esodespertómi curiosidad.Dequémanera podía Dexter ayudarle era una cuestión fuera demi alcance—.UstedseproponerepetiraDextertodoloqueladyClarindalecontósobrelaseñora Beauly —prosiguió—. Y cree probable que Dexter se quedeboquiabierto cuando oiga la historia, al igual que le pasó a usted. Voy aarriesgarmeahacerleunaprofecía.AfirmoqueDexterladecepcionará.Lejosdequedarseatónito, ledirá enérgicamentequeha sidoustedvíctimadeunatergiversacióndeliberadadeloshechos,inventadaypremeditadaporlaseñoraBeauly para defender sus intereses culpables. Ahora dígame, si él intentarenovar su sospecha infundada de una mujer inocente, ¿afectará esto a supropiaopinióndelasunto?

—Desconfiaréporcompletodemipropiaopinión,señorPlaymore.

—Muybien.Espero queme escriba para darme la razón y antes de quetermineestamismasemana.Mantengaenestrictosecreto todoloque ledijeayersobreDexter.Nisiquieramencioneminombrecuandolevea.Teniendoencuentaloquepiensodeél,¡ledaríalamanoaunverdugoantesqueaesemonstruo!¡QueDioslabendiga!Adiós.

Éstas fueron sus palabras de despedida a la puerta del hotel. Amable,afable, inteligente, pero ¡qué lleno de prejuicios y qué obstinado en quecompartierasuopinión!¡Yquéopinión!Meestremecísólodepensarlo.

CAPÍTULOXXXV

LaprofecíadelseñorPlaymore

Llegamos a Londres esa noche, entre las ocho y las nueve. Siempremetódico,Benjaminhabía telegrafiadoasuamade llavesdesdeEdimburgo,paraordenarquenostuvieranlacenaalasdiezyqueelcocheroqueestabaasuserviciofueraabuscarnosalaestación.

Cuandonosaproximábamosalacasa,tuvimosqueesperarparadejarpasarunacalesatiradaporunponyquepasómuydespacio.Laconducíaunhombrede aspecto toscoque llevabaunapipa en la boca.Si nohubiese sidopor elhombre,juraríaqueelponynomeeradeltododesconocido.Pero,talycomoestabanlascosas,nopensémásenello.

LaviejayrespetableamadellavesdeBenjaminabriólaverjadeljardínymeasombróalestallarenunaseriedeexclamacionesdegratitudalavistade

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suamo.

—¡LoadoseaelSeñor!—gritó—.¡Penséquenuncavolvería!

—¿Algo va mal? —preguntó Benjamin con su tono tranquilo eimperturbable.

Elamadellavesseestremecióycontestóconestasenigmáticaspalabras:

—Estoypreocupada,señor,ysilascosasvanbienomalesmásdeloquepuedodecir.Haceunashoras,vinoundesconocidoypreguntó…—sedetuvocomosiestuviera totalmentedesconcertada;miróconfundidaasuamoy,derepente,sedirigióamí—ypreguntócuándolaesperábamosderegresohoy,señora. Le dije que mi amo nos había telegrafiado y el hombre replicó:«Espere un poco; ahora mismo vuelvo». Volvió en menos de un minuto,trayendo en sus brazos una cosa queme heló la sangre; sí, y queme hizoestremecer desde la punta del pelo hasta los pies. Sé que debería haberloevitado,perolaspiernasnomerespondieronynopudeecharalhombre.

Entrósinpermisodenadie,señor;entróconlacosaensusbrazos,directoa su biblioteca. Y ahí está eso desde entonces. Ahí sigue eso ahora. Hellamadoalapolicía,peronointervendrá.Quéhaceresmásdeloquemipobrecabezapuedepensar.¡Noentresola,señora!¡Ledaríaunsustodemuerte!

Insistíenentrar.Graciasalpony, resolví fácilmenteelmisteriodel relatoincomprensible del ama de llaves. Cruzando el comedor —donde estabapreparadalacena—,miréatravésdelapuertamedioabiertadelabiblioteca.

Si. ¡Ahí estaba Miserrimus Dexter, ataviado con su chaqueta rosa ydormidoenel sillón favoritodeBenjamin!Estavez,nadacubría suenormedeformidad; su extraordinario traje no hacía concesiones al decoro. ¡Yaentendíaporquélapobreamadellavessehabíaestremecidodepiesacabezaalhablardeél!

—¡Valeria!—dijoBenjamin,señalandoalfenómenodelsillón—.¿Quéeseso?¿Unídoloindioounhombre?

Ya he dicho queMiserrimus Dexter tenía el oído sensible de un perro.Ahora supe que también tenía el sueño ligero de un perro. A pesar de queBenjamin había apenas susurrado, la voz desconocida despertó a Dexter alinstante. Se frotó los ojos y sonrió como sonríe unniño inocente cuando sedespierta.

—¿Cómo está usted, Valeria?—dijo—.He tenido un agradable y brevesueño.Nosabelofelizquemesientoalverladenuevo.¿Quiénesése?

SefrotóunavezmáslosojosymiróaBenjaminsinsaberquéhacerenesasituaciónimprevista.Lepresentéaldueñodelacasa.

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—Disculpe que no me levante, señor —dijo Miserrimus Dexter—. Nopuedohacerlo.No tengopiernas.Creoqueheestadoocupando su sillón.Sisoyun intruso,sea tanamabledecolocarunparaguasdebajodemíydéungolpe.Asícaerésobrelasmanos,sinofendermeconusted.Aceptaréquemeempuje y que me regañe, pero, por favor, no me destroce el corazónechándome.Estahermosamujeravecesescruel,señor,siledaunarranque.Sefuecuandomásnecesitabahablarconella;sefueymedejóconmisoledadyconmiincertidumbre.Soyunpobredesgraciadodeforme,debuencorazóny(talvez)deinsaciablecuriosidad.Lacuriosidadinsaciable—¿algunavezlahasentido?— es una calamidad. La soporté hasta que me estalló la cabeza, yentoncesmandéllamaramijardineroparaquemecondujerahastaaquí.

El ambiente que desprende su biblioteca me sosiega, y la visión de laseñora Valeria es un bálsamo para mi corazón herido. Ella tiene algo quecontarme, algo quememuero por oír. Si no está demasiado cansada por elviajeysilepermiteustedquemelocuente,leprometoquemeiréencuantohaya terminado. Estimado señor, es usted el refugio de mi aflicción. Estoymuyafligido.Estrechémonoslasmanoscomobuenoscristianosyacéptemeensucasa.

Extendió la mano. Sus suaves ojos azules expresaban una súplicalastimosa. Completamente estupefacto por el discurso sorprendente queacababadeescuchar,Benjaminestrechólamanoqueseleofrecíacomoquienestásoñando.

—Esperoqueestéustedbien—dijomecánicamente,yluegomemirósinsaberquéhacer.

—SéloquequiereelseñorDexter—lesusurré—.Déjameloamí.

Benjaminlelanzóunaúltimamiradadeestuporalobjeto,seinclinóanteélconesaeducaciónquenuncalefallaba,y,todavíacomosiestuvierasoñando,seretiróalahabitacióncontigua.

Unavezasolas,Dexteryyonosmiramosensilencio.

Mi corazón se llenó de compasión, no sé si porque, como todas lasmujeres, tengo una gran reserva de indulgencia para con el hombre queconfiesa necesitarla, o porque lamentaba la horrible sospecha que el señorPlaymore albergaba respecto a él. El caso es que le compadecí en esemomentocomonunca,yqueno le llamé laatención,cosaquehabríahechoconcualquierotrohombrequesehubiesetomadolalibertaddeentrar,sinserinvitado,enlacasadeBenjamin.

Élfueelprimeroenhablar.

—¡Lady Clarinda ha destruido su confianza en mí! —empezó a decir

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brutalmente.

—Lady Clarinda no ha hecho nada semejante —repliqué—. No haintentadoinfluirenmiopinión.Meviforzada,comoledije,amarcharmedeLondres.

Suspiróycerrólosojosconsatisfacción,comosilehubieralibradodeunenormepeso.

—Tengapiedaddemí—dijo—ycuéntemealgomás.¡Mehesentidotantriste con su ausencia!—de repente, volvió a abrir los ojos ymemiró consumo interés—. ¿Se siente cansada por el viaje? —prosiguió—. Estoydeseandoenterarmede loqueocurrió en la cenaofrecidapor elmayor. ¿Escruelpormipartedecirleesto,cuandoaúnnohadescansadodelviaje?¡Sólounapreguntaporestanoche!Y ladejarédescansarhastamañana.¿QuédijoladyClarindasobrelaseñoraBeauly?¿Todoloqueustedqueríaoír?

—Esoymás—contesté.

—¿Elqué?¿Quémás?—gritóimpaciente.

Tenía bien presente en mi pensamiento la profecía del señor Playmore.Habíaafirmado,deunmodorotundo,queDexterinsistiríaenconfundirme,yquenomostraríaperplejidadcuandolerepitieraloqueladyClarindamecontóde la señora Beauly. Resolví poner a prueba la profecía del abogado en loconcerniente a la perplejidad.No ofrecí aDexter ni una palabra amodo deprólogoointroducción.Lesoltélasnoticiascontantabrusquedadcomopude.

—LapersonaqueustedvioenelpasillonoeralaseñoraBeauly—dije—;era su doncella, vestida con la capa y el sombrero de su señora. La señoraBeaulynoestabaenlacasa;habíaidoaunbailedemáscarasenEdimburgo.Esto es cuanto la doncella le contó a lady Clarinda y esto es lo que ladyClarindamenarróamí.

Selodijetodomuyrápido.YMiserrimusDextercontradijoporcompletolaprediccióndelabogado.Seestremecióyabriólosojosconasombro:

—¡Repítalo!—gritó—.Nolopuedoasimilarenelacto.Estoyaturdido.

Yo quedé más que contenta con este resultado. Había triunfado. Teníarazonesparasentirmesatisfechademímisma.Enmidiscusiónconel señorPlaymore,yohabía adoptadoel ladocristianoypiadoso.Podía compartir lahabitación con Miserrimus Dexter y sentir que no estaba compartiendo elmismo aire con un envenenador. ¿No había valido la pena la visita aEdimburgo?

Alrepetirmispalabras,segúnerasudeseo,tuveespecialcuidadoendarletodoslosdetallesquehacíancoherenteyverosímilelrelatodeladyClarinda.Loescuchócontantaatenciónqueparecíacontenerlarespiración,repitiendo

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laspalabrasquemásleimpresionaban.

—¿Qué más se puede decir? ¿Qué más se puede hacer? —preguntódesesperado—.Tengoquecreérmelo.Deprincipioafin,parecelaverdad.

(¿QuéhabríaopinadoelseñorPlaymoresihubieseoídoestaspalabras?Lehicelajusticiadecreerquesehabríaavergonzadodesímismo.)

—No hay nada que decir —proseguí—, salvo que la señora Beauly esinocente y que hemos cometido una grave injusticia con ella. ¿No está deacuerdo?

—Porcompleto—contestósinvacilar—.LaseñoraBeaulyesunamujerinocente.Ahoraresultaqueladefensaeneljuicioactuóconpropiedad.

Satisfecho,secruzódebrazos,comosifueraadejarelasuntoahí.Yonocompartíasucriterio.Paramisorpresa,¡yoeralamenosrazonabledelosdos!

MiserrimusDexterfuemásrazonable,incluso,deloqueesperaba.Nosólohabíahecho loqueyohabíaprevisto, esdecir, contradecir laprediccióndelseñor Playmore, sino que, además, había ido más lejos. Yo reconocía lainocenciadelaseñoraBeauly,perohastaahíllegaba.Siladefensaeneljuicioestuvo acertada, ¡ya me podía despedir de la esperanza de demostrar lainocenciademimarido!Meaferré a esa esperanza, comomeaferraba amiamoryamivida.

—Habla sólo por usted —dije—. Mi opinión acerca de la defensapermaneceinalterable.

Dextersesorprendióyfrunciólascejas,comosilehubieradecepcionadoydesagradado.

—¿Significaesoqueestádecididaaseguirconelasunto?

—Exactamente.

Estaba manifiestamente enfadado conmigo. Su habitual educacióndesapareció.

—¡Absurdo! ¡Imposible! —exclamó con desprecio—. Usted misma hadichoquecometimosunainjusticiaconunamujerinocentealsospechardelaseñora Beauly. ¿Podemos sospechar de alguien más? ¡Qué pregunta tanridícula!NonosquedaotraalternativaqueaceptarloshechostalcomosonynoremovermáselasuntodelenvenenamientodeGleninch.Esinfantildiscutirconclusionesevidentes.Tienequerendirse.

—Puede enfadarse conmigo si quiere, señorDexter.Ni su enfado ni susargumentosmeharánrenunciar.

Hizo un esfuerzo y se controló. Cuando volvió a hablar fue educado y

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correctootravez.

—Muy bien. Perdóneme unmomento sime vuelvo a quedar absorto enmispensamientos.Quieroabordaralgoqueaúnnohehecho.

—¿Dequésetrata,señorDexter?

—VoyametermedentrodelapieldelaseñoraBeaulyyapensarconlamentedelaseñoraBeauly.Demeunminuto.Gracias.

¿Quéqueríadecir?¿Quénuevatransformaciónibaarealizarantemivista?¿Haexistidoalgunavezunhombretanenigmáticocomoéste?Quienlevieraahora,concentradoensuspensamientos,¿lereconoceríacomoaquellacriaturainfantilquesehabíadespertado tan inocentementeyquehabíaasombradoaBenjamin con su sarta de tonterías? Se dice, y es cierto, que el carácterhumanoposeemuchasfacetas.LasmúltiplesfacetasdeDextersesucedíandeunmodotanvertiginosoqueeraimposiblecontrolarlas.

Levantólacabezayfijóenmíunamiradainterrogante.

—YahesalidodelapieldelaseñoraBeauly—anunció—.Yhellegadoaeste resultado: somos dos personas impetuosas y nos hemos precipitado ennuestras conclusiones —se detuvo. No dije nada. ¿Empecé a percibir lasombradeunaduda?Esperéyescuché.Dexterprosiguió—.EstoyplenamentesatisfechoconlaverdaddeladyClarinda;yenconsecuencia,veoloqueantesno supe ver. La historia admite dos interpretaciones, una superficial y otraprofunda. Rastrearé por debajo de la superficie en atención a sus intereses,Valeria.AfirmoqueesposiblequelaseñoraBeaulyhayasidotanastutacomopara adelantarse a la sospecha y buscarse una coartada —me avergüenzaconfesar queno entendí lo quequería decir con la últimapalabra: coartada.Comovioquenoleseguía,loexplicódeunamaneramássencilla—.¿Fueladoncellaalgomásquelacómplicepasivadesuseñora?—dijo—.¿Fueellalamanoqueutilizósuseñora?¿IbaadarlaprimeradosisdevenenoalaseñoraMacallan cuando la vi en el pasillo? ¿Pasó la señora Beauly la noche enEdimburgoparaasítenerunacoartadasilasospecharecaíasobreella?

Lasombrademidudaseconvirtióendudasustancialcuandooíeso.¿Lehabía absuelto antes de tiempo? ¿Quería renovar mi sospecha de la señoraBeauly, como había predicho el señor Playmore? Esta vezme vi forzada acontestar. Al hacerlo, empleé inconscientemente las palabras que habíapronunciadoelabogadoenmiprimeraentrevistaconél.

—Esopareceinverosímil,señorDexter—dije.

Paramialivio,nohizoelmásmínimointentopordefendersunuevateoría.

—Es inverosímil —admitió—. Cuando digo que es posible, aunque nopretendamuchoconello, lodigosólocomohipótesis.Deseche la teoríapor

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ridícula. ¿Qué va a hacer ahora? Si la señora Beauly (o su doncella) noenvenenó a Sara Macallan, ¿quién lo hizo? Ella es inocente. Eustace esinocente. ¿Hay alguna otra persona sospechosa? ¿La he envenenado yo?—gritó,conlosojoscentelleantesyuntonoalterado—.¿Sospechausteddemí?¿Sospecha alguien de mí? Yo la amaba, la adoraba. No he sido el mismohombredesdesumuerte.Lecontaréunsecreto. (Nose lodigaasumarido;sería el fin de nuestra amistad.) Me habría casado con ella antes de queconocieraaEustace,sihubieseaceptado.Cuandolosmédicosmedijeronquehabíamuertoenvenenada,¡pregúntelealdoctorJeromeloquesufrí!¡Élpuededecírselo!Todaesahorriblenochelapaséenvela, ¡buscandolaoportunidaddeacercarmeaella!Entréeneldormitorioymedespedídelosrestosfríosdelángelalquetantohabíaamado.Lloréporella.Labeséporprimerayúltimavez. Robé unmechón de su cabello, que ha ido siempre conmigo. Lo besonocheydía.¡Dios!¡Suhabitaciónreviveantemí!¡Surostrotambiénrevive!¡Mire!¡Mire!

Sacó un pequeño guardapelo que llevaba colgado de su cuello con unacinta y que escondía en su pecho. Lo arrojó hasta donde estaba sentada yrompióallorar.

Un hombre, en mi lugar, habría sabido cómo actuar. Siendo sólo unamujer,cedíaunimpulsocompasivo.

Me levanté y crucé la habitación para consolar a Dexter. Le devolví elguardapelo y puse lamano, sin saber lo que hacía, en el hombro del pobredesdichado.

—Soyincapazdesospechardeusted,señorDexter—ledijeconsuavidad—.Esaideanomecabeenlacabeza.Lecompadezcodesdeelfondodemicorazón.

Cogió mi mano entre las suyas y la devoró a besos. Sus labios mequemaron como el fuego. De repente, se inclinó en la silla y me rodeó lacintura con su brazo. En medio del terror y la indignación del momento,luchandoinútilmente,gritépidiendoayuda.

LapuertaseabrióyBenjaminaparecióenelumbral.Dextermesoltó.

Corrí haciaBenjaminy le impedíque entrara en lahabitación.Nunca lehabíavistoenfadado,yesoqueleconocíadesdeniña.Enestemomentolevimás que enfadado. Estaba pálido. ¡El anciano paciente y tranquilo estabapálidodeira!Lesujetécontodasmisfuerzasenlapuerta.

—¡No puedes ponerle lamano encima a unmutilado!—le grité—.Hazquevengaabuscarlesusirviente.

Hice salir de la habitación a Benjamin y cerré con llave la puerta de la

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biblioteca. El ama de llaves estaba en el comedor. La envié a buscar alconductordelacalesa.

El hombre entró, el mismo hombre tosco que había visto cuando nosaproximábamosalaverjadeljardín.Benjaminabriólapuertadelabibliotecaencompletosilencio.Talvezfueraindignopormiparte,peronopuderesistirlatentacióndemirardentro.

MiserrimusDextersehabíahundidoenelsillón.Elhombrerudolevantóasuamoconunadelicadezaquemesorprendió.

—Escóndeme la cara —oí que le decía Dexter con voz quebrada. Elhombreabriósuburdachaquetadepilotoyocultódebajolacabezadesuamo,y así salió en silencio, con la criatura deforme junto a su pecho, como unamujerquecobijaasuhijo.

CAPÍTULOXXXVI

Ariel

Pasélanochedesvelada.

El ultraje de que había sido objeto me había dolido de por sí. Pero lasconsecuenciasmeafectaronmuchomás.En lamedidaenqueel logrode loque más quería dependía de mi relación con Miserrimus Dexter, se habíalevantadoantemíunobstáculoquemeparecíainsuperable.Inclusoteniendoencuenta los interesesdemimarido,¿debíapermitirque semeacercaradenuevoelhombrequemehabíainsultadodeformatangrosera?Aunquenomeconsiderabaunamojigata,medesagradabasobremaneralaidea.

Melevantétardeymesentéenelescritoriotratandodereunirlasfuerzassuficientes para escribir al señorPlaymore. Fue en vano.Hacia elmediodía(mientrasBenjaminestabafuera),elamade llavesmeanunció la llegadadeotravisitaparaelladesconocida.

—Estavezesunamujer,señora,oalgoparecido—dijoconfidencialmente—. Una criatura grande, corpulenta, rara y estúpida, que lleva puesto unsombrerodehombreyen lamano,unbastón tambiéndehombre.Dicequetraeunanotaparaustedyquenoseladaráanadiemás.Lomejorseráquenoladejeentrar,¿verdad?

Reconociendo al original del retrato, dejé pasmada al ama de llaves alrecibirinmediatamentealamensajera.

Ariel entró en la habitación con su habitual silencio imperturbable. Sin

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embargo,notéuncambioenellaquemesorprendió.Susojos,normalmenteapagados,estabanahorarojoseinyectadosensangre.Ensusmejillascarnosaseranvisibleslashuellasdelaslágrimas(segúnimaginé).Cruzólahabitaciónpara acercarse a mi silla, con pasos menos decididos de lo que en ella eranormal.«¿PuedeAriel,mepregunté,sermujerquellora?¿CabelaposibilidaddequeArielsedirijaamícontristezaycontemor?».

—Mehandichoquetraealgoparamí—dije—.¿Noquieresentarse?

Me tendió la carta, sin contestar y sin sentarse. Abrí el sobre. La cartaestabaescritaporMiserrimusDexter.Conteníaestaslíneas:

Tratede apiadarsedemí,Valeria, si esque aún lequedapiedadparaunhombremiserable.Heexpiadoconamarguramilocuramomentánea.Siustedpudiera verme, se daría cuenta de cuán duro ha sido el castigo. ¡No meabandone, por Dios! Estaba fuera de mí cuando dejé que me controlara elsentimientoqueustedmehabíainspirado.Nuncamásvolveráamanifestarse.Seráunsecretoquellevaréamitumba.¿Puedoesperarquemecrea?No.Nolepediréquemecrea,nilepediréqueconfíeenmíenelfuturo.Siconsienteenvermedenuevo,queseaenpresenciadeunatercerapersona,elegidaporusted, para protegerla. Me lo merezco y lo acepto. Esperaré hasta que eltiempohagadesaparecersudisgusto;perotodoloqueahoraleruegoesqueme permita tener esperanzas. Dígale a Ariel: «Le perdono, y un día lepermitiréquemeveadenuevo».Ellalorecordaráporelamorquesientehaciamí. Si la envía de regreso sin mensaje, me enviará al manicomio.Pregúnteselo,sinomecree.

MiserrimusDexter

Terminéde leer laextrañacartaymiréaAriel.Ellapermanecíadepieyconlamiradafijaenelsuelo;metendióelbastónquellevabaenlamano.

—Cojaelbastón—fueronlasprimeraspalabrasquemedirigió.

—¿Paraqué?—lepregunté.

Luchóunpococonsumentetorpeyespesay,congranlentitud,tradujoapalabrassuspensamientos.

—Usted está enfadada con el maestro—dijo—. Desahóguese conmigo.Ahítieneelbastón.Golpéeme.

—¿Quelagolpee?—exclamé.

—Mi espalda es grande —dijo la pobre criatura—. No me quejaré; losoportaré. ¡Maldita sea, coja el bastón!No le aflija.Azóteme en la espalda.¡Golpéeme!

Conunmovimientobruscopusoelbastónenmimano.Mediolaespalda

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ymeofreció suspobreshombros, aguardando lapaliza.Resultaba terribleyconmovedor contemplarla. Seme saltaron las lágrimas. Intenté razonar conella,conamabilidadypaciencia.Fueinútil.Estabaempeñadaencargarconelcastigodesuamo.

—Noleaflija—repitió—.Pégueme.

—¿Quésignificaque«noleaflija»?—lepregunté.

Tratódeexplicármelo,peronoconsiguiódarconlaspalabras.Comounasalvaje, demostró lo que quería decir por medio de la imitación. Dio unaszancadashacialachimenea,seagachóenlaalfombraysefijóenelfuegoconuna terriblemirada de demente. Luego se golpeó la frente con lasmanos yempezóamecersehaciaadelanteyhaciaatrás,sindejardemirarfijamentealfuego.

—¡Asíescomosesienta!—dijoenunarranque—.¡Horasyhoras,asísesienta!Nosedacuentadenada.Lloraporusted.

La escena que había representado me recordó el informe médico sobreDexterylaadvertenciadirectadelpsiquiatraacercadelpeligroquecorríaenelfuturo.Aunquemehubieseresistido,sentítemordelasconsecuenciasymeestremecí.

—¡Nohagaeso!—grité.Todavía semecía imitandoal«maestro»,yaúnmiraba fijamente al fuego con lasmanos en la cabeza—. ¡Le ruego que sepongadepie!Yanoestoyenfadadaconél.Leperdono.

Seincorporóhastaquedarapoyadaensusmanosyensusrodillas,yesperómirándomea la cara.En esapostura,máspropiadeunperroquedeun serhumano,repitiósupeticiónhabitual, laquesolíahacercuandoqueríagrabaralgoensumente.

—¡Repítalo!

Hiceloquemeordenó,peronopareciósatisfecha.

—Dígalo como pone en la carta—prosiguió—.Dígalo como elmaestromelodijo.

Repasé la carta y repetí el mensaje del final, palabra por palabra: «Leperdonoyundíalepermitiréquemeveadenuevo».

Sepusodepiedeunsalto.Porprimeravez,desdequehabíaentradoenlahabitación,surostroapagadoempezóaadquirirluzyvida.

—¡Esoes!—gritó—. ¡Escucheaver si lodigoyo también! ¡Escúchemeparaversimelosédememoria!

Enseñándole, igual que le habría enseñado a un niño, fui fijando

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lentamenteelrecado,palabraporpalabra,ensucabeza.

—Ahoradescanseunpoco—ledije—,ydéjemeofrecerlealgodecomerydebeberparaqueserecuperedesulargoviaje.

¡Comosileestuviesehablandoaunasilla!Agarrósubastón,queestabaenelsuelo,ysoltóungritoroncodealegría.

—¡Melosédememoria!—gritó—.Estocalmaráalmaestro.¡Hurra!

Salióapresuradadelahabitación,comounanimalsalvajequeseescapadesujaula.Sólomediotiempodeverlaabrirlaverjadeljardínyemprenderelcaminoderegresoaunpasoqueeraimposibledealcanzar.

Volvía lasaladeestarymepuseameditarunacuestiónqueno lograbacomprender. ¿Podía un hombremalvado haber inspirado un sentimiento tanfiel como el que había inspirado Dexter en la mujer que se acababa demarchar,oenel tosco jardineroquecon tantadelicadeza lehabíacogidoenbrazoslanocheanterior?¡Quiénsabe!Hastaelpeordeloscanallastieneunamigo:unamujerounperro.

MesentédenuevoenelescritorioparaintentarescribiralseñorPlaymore.

Cuando recordaba,para anotarlo en la carta, todo loquemehabíadichoMiserrimus Dexter, mi memoria hacía hincapié de manera especial en losextrañossentimientosquelellevaronadelatarelsecretodesuenamoramientodelaprimeraesposadeEustace.Viotravezlahorribleescenadeldormitoriodelamuerta:lacriaturadeformellorandosobreelcadáver,enlaquietuddelashorasanterioresalamanecer.Aquelcuadroterriblesemequedógrabado.Melevantéparadarvueltasporlasalaeintentarcambiardepensamientos.Noloconseguí; la escena estaba demasiado arraigada en mi cerebro y no pudealejarla.YomismarecorríelpasilloqueDexterhabíacruzadoparadespedirsedeella.

¿El pasillo? Me detuve. De repente, mi pensamiento siguió un nuevorumbo, sin que hubiese intervenido mi voluntad. ¿Con qué relacionaba elpasillo,apartedeconDexter?¿ConalgoquehabíavistodurantemivisitaaGleninch? No. ¿Con algo que había leído? Cogí el informe del juicio paraaveriguarlo,yloabríenlapáginaqueconteníaeltestimoniodelaenfermera.Volví a leerlo sin encontrar nada, hasta que llegué casi al final de sudeclaración:

Antesdelahoradedormir,subíaprepararlamortajadeladifuntaseñora.Peroresultóquetodaslaspuertasdelahabitaciónestabancerradas,yqueeldoctor Gale se había llevado las llaves. Además, tanto la puerta quecomunicabaconeldormitoriodelseñorMacallancomolaquedabaalpasilloestabancustodiadaspordoscriados,quehacíanguardiafueradelahabitación.

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Todoloquemedijeronesquealascuatrodelamañanadejaríandevigilar.

¡Ahíestaba loqueyo relacionabaconelpasillo! ¡Esoera loquedeberíahaberrecordadocuandoMiserrimusDextermecontósuvisitaal lechodelamuerta!

¿CómopudohaberentradoenelcuartosilaspuertasestabancerradasyeldoctorGale se había llevado las llaves?Sólo había una puerta cerrada cuyallavenoteníaeldoctorGale;laquecomunicabaelestudioconeldormitorio.Esa llave había desaparecido. ¿La habían robado? ¿Era el señor Dexter elladrón? Pudo haber pasado por entre los hombres que vigilaban mientrasestabandormidos,ohaberatravesadoelpasilloenelmomentoenquecesaralavigilancia.Pero,¿cómopudoentrarenelcuartosinoatravésdelapuertadelestudio?¡Éldebíadetenerlallave!¡YdebiódemantenerlaocultadesdesemanasantesdelamuertedelaseñoraMacallan!Laenfermeradeclaróque,cuandoellallegóaGleninch,elsietedeesemes,lallaveyafaltaba.

¿A qué conclusión apuntaban estas consideraciones y hallazgos? ¿HabíapuestoMiserrimusDexterenmismanoslaclave,enunmomentodeagitaciónviolenta? ¿Era la llave desaparecida el eje en torno al cual giraba todo elmisteriodelenvenenamientodeGleninch?

Volvíporterceravezalescritorio.Laúnicapersonaenquienconfiaryquepodía dar respuesta a estas preguntas era el señor Playmore. Le escribí unrelatocompletoydetalladode losúltimossucesos.Lepedíqueperdonarayolvidaramiingratitudantelosconsejosquetanamablementemehabíadado,yle prometí no actuar ante la situación imprevista que tenía frente a mí sinconsultarleantes.

El día era bueno para la época del año. Llevé al correo la carta para elseñorPlaymorey,así,pudehacerunpocodeejercicio,quemehabíamerecidotraslassorpresasylaactividaddelamañana.

Alregresaracasa,medijeronqueotravisitaesperabaverme.Estavezsetratabadeunavisitantecortésquehabíadadosunombre:misuegra,laseñoraMacallan.

CAPÍTULOXXXVII

Juntoallecho

Aun antes de que empezara a hablar, vi en su rostro que traía malasnoticias.

—¿Eustace?—dije.

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Mecontestóconunamirada.

—¡Cuéntemelo enseguida! —grité—. Si hay algo que no soporto es laincertidumbre.

Mi suegra levantó la mano y me enseñó un telegrama que llevabaescondidoentrelosplieguesdesuvestido.

—Confíoentuvalor—dijo—.Notengoqueprepararte,niña.Leeesto.

Leí el telegrama. Lo enviaba un cirujano de un hospital de campaña.ProcedíadeunpueblecitodelnortedeEspaña.

El señor Macallan gravemente herido en una escaramuza por una balaperdida.Hastaahora fueradepeligro.Cuidadospertinentes.Esperepróximotelegrama.

Desviélacaraysoportélomejorquepudelapunzadadedolorquesentíalleeresaspalabras.Sabíalomuchoqueleamaba,peronuncasupecuántohastaesemomento.

Misuegramerodeóconsubrazoymeabrazóconternura.Meconocíalosuficienteparasaberqueeramejorquenomehablaseeneseinstante.

Mereaniméyseñalélaúltimafrasedeltelegrama.

—¿Tienelaintencióndeesperarmásnoticias?—pregunté.

—¡Niundía!—contestó—.Voya iralForeignOfficeaconseguirmeunpasaporte.Ahímepuedendarcartas,consejosyayuda.¡SalgoestanocheentrenhaciaCalais!

—¿Se va? —le pregunté—. ¿Acaso supone que la dejaré ir sin mí?Consígame un pasaporte amí también. Esta noche, a las siete, estaré en sucasa.

Intentó protestar, ponderando los peligros del viaje. La detuve a lasprimeraspalabras.

—¿Aúnnosabe,mamá, loobstinadaquepuedoser?Puedeque lehaganesperarenelForeignOffice.¿Porquépierdeuntiempopreciosoaquí?

Cedióconunadulzuraquenoeracorrienteensucarácter.

—¿AlgunavezsabrámipobreEustace lamujerque tiene?—fue todo loquedijo.Mebesóysefueensucarruaje.

Mis recuerdos del viaje son vagos e imperfectos. Cuando intento hacermemoria, la evocación de sucesos más recientes y más interesantes, quetuvieronlugardespuésdemiregresoaInglaterra,seinterponeyborramiviajea España, como si lo cubriera con una sombra que lo aleja. Me acuerdo

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confusamente de retrasos y de temores que pusieron a prueba nuestrapaciencia y nuestro coraje. Me acuerdo de cuando encontramos amigos(graciasalascartasderecomendación)enlaSecretaríadelaEmbajadayenelMensajerode laReina,quenosayudóyprotegióenunmomentocríticodelviaje. Recuerdo también una larga sucesión de hombres en el transcurso denuestro viaje, todos notables por sus sucias capas y la ropa limpia, por suextremadacortesíaconlasmujeresysucrueldadbárbaraconloscaballos.Porúltimo,ylomásimportantedetodo,veootravez,conmásclaridadqueotracosa, la mísera habitación de una pequeña posada de pueblo, en dondeencontramosanuestropobreEustace,postradoentrelavidaylamuerte,ajenoatodoloquepasabaasualrededor.

El accidente que había puesto en peligro la vida demimarido no teníanadaderománticonideinteresante.Eustacesehabíaarriesgadoalacercarsedemasiado a la escena del conflicto para rescatar a un pobremuchacho queyacíaheridoenelcampo,mortalmenteheridocomoluegosedemostró.Unabala de fusil alcanzó también ami esposo. Sus compañeros del hospital decampaña le llevaron al cuartel jugándose la vida, pues Eustace era muyquerido entre ellos.Paciente, amableyvaliente; si hubieragozadodemejorjuicio,habríasidoelmejorreclutadelacompañía.

Tras decirme esto, el cirujano añadió con amabilidad y delicadeza unaspalabrasdeadvertencia.

La fiebre, causada por la herida, iba acompañada de delirio, ymi pobremarido,enlamedidaenquesepodíaninterpretarsuspalabrasinconexas,sólopensabaensuesposa.Elayudantemédico,porloquelehabíaoídodecir,creíaque si Eustace me reconocía (una vez estuviese recuperado) sufriríaconsecuencias lamentables. Tal y como estaban las cosas en aquel tristemomento, podía hacer turnos para acompañarle sin peligro de que medescubriese,talvezinclusodurantesemanas.Peroeldíaenqueledeclarasenfueradepeligro,siesedíafelizllegaba,deberíaabandonarmipuestojuntoasulechoytendríaqueesperaraqueelcirujanomepermitieseverledenuevo.

Misuegrayyonosturnábamosdíaynocheensuhabitación.

Ensushorasdedelirio,horasquesesucedíanconregularidadimplacable,minombresiempreestabaenloslabiosfebrilesdemidesgraciadoesposo.Laterrible ideaque ledominaba era lamismaqueyohabía intentadocombatirinútilmenteennuestraúltimaconversación:lasentenciadeltribunalimpedíaatodoelmundo,incluidasuesposa,creerqueeraunhombreinocente.Todoloque veía en su imaginación se inspiraba en esa convicción inalterable. Seimaginabaviviendo conmigo en esas condiciones espantosas.Hiciera loquehiciera, yo siempre le recordaba la terrible experiencia por la que habíapasado.Élrepresentabasupapelyyoelmío.Medabaunatazadetéyyole

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decía:«Ayernospeleamos,Eustace.¿Estáenvenenado?».Élmebesabaparareconciliarnosyyomereíaydecía:«Ahoraaúnesdedía,querido.¿Moriréesta noche, a las nueve?». Yo estaba en cama, enferma, y él me daba unamedicina.Yyo,conunamiradainterrogantelepreguntaba:«Estásenamoradodeotramujer.¿Hayalgoenlamedicinaquenosepaelmédico?».Taleraelhorrible drama que se representaba en lamente deEustace. Se lo oí repetircientos y cientos de veces, casi siempre con las mismas palabras. Enocasiones, sus pensamientos derivaban hacia mi plan desesperado deproclamar su inocencia. Entonces, se reía o lloraba. Otras veces, Eustaceinventabatrucosparaponermeobstáculosinsalvablesenmiinvestigación.Eraespecialmente duro conmigo cuando, como medida preventiva, pedíaalegrementealaspersonasqueleayudabanquenovacilaranenofendermeoenatemorizarmesifuesepreciso:«Noimportasilaencolerizáis;noimportasilahacéisllorar.Todoestoesporsubien,porsalvaralapobrelocadelpeligroquenisiquieraimagina.Noosapiadéisdeella,siosdicequelohacepormí.¡Entendedlo!Lavanainsultar;lavanaengañar;vaadeshonrarsesindarsenicuenta.¡Detenedla!¡Detenedla!».

Sé que fui débil. Tenía que asumir que mi esposo desvariaba, que suspalabraseranfrutodesudelirioenesosmomentos.Peronomientosidigoquelashorasquepasé juntoa lacabeceradesucamafueronhorasde tristezaysufrimiento,cuyainocentecausaeraél,mipobreEustace.

Pasaban las semanas y todavía se debatía entre la vida y lamuerte. Noguardonotasdeentonces,yahoranopuedoasegurarconexactitudlafechaenqueseprodujouncambiofavorable.Sólorecuerdoquefuehaciaelamanecerde una bonita mañana de invierno, cuando nos libramos al fin de laincertidumbre que nos apesadumbraba.El cirujano estaba precisamente a suladocuandoelpacientesedespertó;yloprimeroquehizo,despuésdemiraraEustace,fueindicarmeconungestoquemecallaraymemantuviesealejadadesuvista.Misuegrayyosupimosloqueesosignificaba,yledimosgraciasaDiosdetodocorazónporhabernosdevueltoalmaridoyalhijo.

Esamismanoche,asolas,hablamosdelfuturoporvezprimeradesdequehabíamossalidodecasa.

—Elcirujanomehadicho—meconfiómisuegra—queEustaceaúnestádemasiadodébilparasoportarunsobresalto.Tenemostiempoparadecidirsiledecimos o no que debe su vida tanto a tus cuidados como a losmíos. ¿Tesientes con fuerzas para abandonarle, Valeria, ahora que Dios nos lo hadevuelto?

—Siselopreguntaratansóloamicorazón—contesté—,nuncaledejaríadenuevo.

—¿Aquémásselohasconsultado?—preguntó.

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—SiDiosnosdavida—repliqué—,tengoquepensarenlafelicidadfuturadesuvidaydelamía.Creoquetengomuchoaguante,mamá,peronopodríasoportarlatristezadequemeabandonaraporsegundavez.

—Teequivocas,Valeria; sí, tienesunconceptoequivocadodeEustace sicreesposiblequetevuelvaaabandonar.

—Querida señoraMacallan, ¿ha olvidado lo que las dos le hemos oídodecirdemímientrasestábamosjuntoasulecho?

—Hemos oído los desvaríos de un hombre delirante.No puedes hacerleresponsabledeloquedijoestandoinconsciente.

—¡Qué duro me resulta —dije— hacer frente a su madre cuando ledefiende!¡Miqueridaymejoramiga!YonohagoresponsableaEustacedeloquedijobajo losefectosde la fiebre,perosíquemedoyporadvertida.Susdelirantespalabrashan sido el eco fiel de loquemedijo cuandogozabadesalud y fuerza. ¿Qué esperanza tengo de que cuando se recobre alberguepensamientos distintos a los que le atormentaban? Ni la ausencia ni elsufrimiento los han cambiado; tanto en el delirio de la fiebre como cuandoestaba en perfecta posesión de sus sentidos mi esposo sostiene la mismaterribledudarespectoamí.Sóloveounmododerecuperarle.Deboarrancarde raíz el motivo que le llevó a abandonarme. Es inútil que yo crea en suinocencia;esodenadalesirve.Tengoquedemostraralmundoyaélqueesunhombreinocente.

—¡Valeria! ¡Valeria! Estás perdiendo tiempo y palabras. Ya lo hasintentadoysabes,tanbiencomoyo,queloquequieresesimposible.

Noteníarespuestaparaeso.Yanopodíadecirnadamás.

—SupónquevuelvesaveraDexter,movidaporlacompasiónparaconundesdichadoymísero locoque teha insultado—prosiguiómisuegra—.Sólopuedesvolveracompañadapormíoporotrapersonadeconfianza.Leveráseltiempo suficiente para complacerle en sus caprichos y para tranquilizarduranteunratosucerebroalterado.Hechoeso,estáhechotodo.Tevas.

InclusosuponiendoqueDexterpudieraayudarte,¿cómoloconseguirássinoletolerasningunaconfianza,ningunafamiliaridad?;¿cómopiensaslograrlosi no le tratas, en resumen, como a un íntimo amigo? Contéstamesinceramente: ¿te rebajarías a esto después de lo que ocurrió en casa deBenjamin?

YolehabíacontadomiúltimaconversaciónconMiserrimusDexterconlaconfianzanaturalqueellameinspirabacomoparienteycompañeradeviaje,¡yasíescomoellausabalainformación!Supongoquenolapodíaculpar,queteníamotivosquelaautorizabanahablarmeasí.Enciertomodo,yonotenía

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máselecciónqueofenderlaoresponder.Lerespondí.LehicesaberquenuncamáspermitiríaaMiserrimusDexterquemetrataseconfamiliaridad,comounamigoíntimoydeconfianza.

LaseñoraMacallan,implacable,aprovechólaventajaqueteníasobremí.

—Muybien.Sieserecursoyanotesirve,¿quéesperanzatequeda?¿Quévasahacer?

No podía enfrentarme a esa pregunta en la situación en que ahora mehallaba. No tenía respuesta. No me reconocía a mí misma. Me resigné ensilencio, y la señora Macallan asestó el último golpe para completar suvictoria.

—MipobreEustaceestádébilycansado—dijo—,peronoesunhombreingrato. ¡Niñamía!Tú lehasdevueltobienpormal, hasdemostradoque leamasfielyfervorosamente,sufriendoycorriendopeligrosporél.¡Confíaenmíyconfíaenél!Noterechazará.Déjalequeveaelrostroqueridoconelqueha estado soñando,mírale de nuevo con todo tu amor, y será tuyo una vezmás,hijamía,¡tuyoparasiempre!—selevantóyacercósuslabiosamifrente.Suvozadquirióuntonotiernoquenuncaanteshabíapuestoenjuego—.¡Diquesí,Valeria!—susurró—¡Ytequerremosmásquenunca!

Micorazónse inclinabadesu lado.Mienergíaestabaagotada.NohabíallegadoningunacartadelseñorPlaymoreniparaguiarmeniparaanimarme.Habíaaguantadotantoytanenvano;habíasufridoeintentadotanto;mehabíaenfrentadoatantosdesastrescruelesyatantasdecepciones…yélestabaenlahabitación,volviendodébilmentealaconcienciayalavida.¿Cómomepodíaresistir? ¡Todo había terminado! Al decir que sí (si Eustace confirmaba laseguridad que su madre tenía de él) me despediría de mi más queridaambición,delaesperanzamásnobledemivida.Losabíaydijequesí.

¡Así que adiós a la gran lucha! ¡Y bienvenida la nueva resignación alfracaso!

Misuegrayyodormimosjuntasenelúnicolugarquenospudieronofreceren la pensión, una especie de desván en la partemás alta de la casa. En lanoche que siguió a nuestra conversación hizo mucho frío; sentimos latemperaturahelada,apesardeprotegernosconlosabrigosytodanuestraropade viaje. Mi suegra pudo dormir, pero para mí no hubo descanso. Estabaansiosayabatidaalpensarenmicambiodeactitud,yaúnnosabíacómomerecibiríamimarido;asíquenologrédormir.

Supongo que pasé algunas horas absorta en mis pensamientosmelancólicos, cuando de repente fui consciente de una extraña y nuevasensaciónqueme alarmó.Me incorporé en la cama, desconcertaday con larespiracióncontenida.ElmovimientodespertóalaseñoraMacallan.

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—¿Estásenferma?—mepreguntó—.¿Quétepasa?—tratédeexplicárselolomejorquepude;peroellaparecióentenderantesdequelohubierahecho;meabrazótiernamenteymeapretócontrasupecho,susurrando—:Mipobreniñainocente,¿esposiblequenolosepas?¿Tengoquedecírtelo?

¿Olvidaré algunavez la acumulaciónde sentimientosquedespertaronenmísussusurros,laextrañamezcladegozoytemor,dealivioydemaravilla,deorgulloyhumildad,quemellenóporcompletoyquemehizounamujernuevaapartirdeesemomento?¡Porprimeravezlosupe!SiDiosmeconcedíaunoscuantosmesesmás,ibaaconocerelmásduraderoysagradodelosgozoshumanos:¡elgozodesermadre!

No sé cómo transcurrió el resto de la noche. Sólo recuerdo que llegó lamañana y que salí sola a respirar el frío aire invernal en el páramo que seextendíadetrásdelaposada.

Hedichoquemesentíacomounamujernueva.Lamañanameencontrórevestida con una nueva tenacidad y un nuevo valor.Cuando pensaba en elfuturo,yanoteníaquepensarsóloenmimarido.Subuennombreyanoeraúnicamentesuyoymío.Prontoseríalaherenciamáspreciosaqueledejaríaasu hijo. ¿Y cómo es que hasta ahora yo nome había dado cuenta de esto?TeníamosquelimpiarsunombredelamanchaquehabíaadquiridoalosojosdelaLey.Nuestrohijonopodíavivirexpuestoalaslenguasmalévolas:«Tupadre fue juzgado por el más vil de todos los crímenes y nunca fuecompletamenteabsueltodelaacusación».

¿Podríaenfrentarmealosgloriosospeligrosdelpartoconestaposibilidadfija en la mente? ¡No! ¡No hasta que hiciera otro esfuerzo y consiguieradesnudar a mi vista la conciencia de Miserrimus Dexter! ¡No hasta querenovaralaluchaydescubrieralaverdadquereivindicaríaalpadreymarido!

Volví a la casa, espoleada por mi nuevo valor. Le abrí el corazón a miamiga y madre, y le expliqué con franqueza el cambio que habíaexperimentadodesdelaúltimavezquehablamosdeEustace.

Se sintió más que decepcionada. Casi se ofendió conmigo. Dijo que loúnicoquequeríamosyaloteníamos.Lafelicidadquetraeríaunhijoseríaunnuevolazoentremimaridoyyo.Cualquierotraconsideracióndelasuntoseríapurafantasía.SiahoradejabaaEustace,cometeríaunalocurayundisparate.Lamentaríahastaelfindemisdíashaberdesaprovechadounaoportunidaddeoroparasalvarmimatrimonio.

Mecostómuchodecidirme;meoprimíaunadolorosaduda,pero,estavez,me mantuve firme. El honor del padre y la herencia del hijo eran misconstantesobsesiones.Avecesdesfallecíayeraunapobrelocaqueseechabaa llorar y se avergonzaba de sí misma después. Peromi innata obstinación

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(como dijo la señoraMacallan)me sostenía hasta el fin.De vez en cuandoechabaunvistazoaEustace,mientrasdormía,yesomeayudaba.Aunquemeproducían dolor y tristeza, estas visitas furtivas a mi marido más tarde meinfundían fuerzas. No puedo explicar cómo ni por qué (parece tancontradictorio).Sólopuedocontarlocomounaexperienciamáseneseperiododepreocupaciones.

LehiceunaconcesiónalaseñoraMacallan.ConsentíenesperardosdíasantesderegresaraInglaterraporsicambiabadeidea.

Mevinobienaceptar.Alsegundodía,eldirectordelhospitaldecampañaordenó ir a la oficina de correos de la poblaciónmás cercana a recoger lascartasdirigidasaéloalagentequeestuvieraasucargo.Elmensajeroregresóconunacartaparamí.Penséquereconocíalaletrayteníarazón.¡AlfinteníarespuestadelseñorPlaymore!

Sihubieseestadotentadadecambiardeidea,elbuenabogadomehabríasalvadoaúltimahora.Elsiguientefragmentocontieneloesencialdesucarta,y muestra lo mucho que me ayudó justo cuando más necesitaba palabrasamistosasyoptimistas.

Déjemecontarle(escribía)loquehehechoparaverificarlaconclusiónalaqueapuntabasucarta.

He buscado, y hallado, a uno de los criados que vigiló en el pasillo lanoche en que la primera señora Macallan murió en Gleninch. El hombrerecuerdaperfectamentequeMiserrimusDexter,ensusilla,aparecióanteélysucompañerodespuésdeque reinara la tranquilidadde lanocheen lacasa.Dexter les dijo: «Supongoquenohaynadamalo enquevaya al gabinete aleer.Nopuedodormirdespuésdeloocurrido,ytengoquerelajarmedealgúnmodo». Los hombres no tenían órdenes con respecto a franquear o no elacceso al gabinete. Sabían que la puerta que comunicaba con el dormitorioestabacerradacon llaveyque las llavesde lasotrasdospuertas las teníaeldoctorGale.Porlotanto,permitieronqueDexterentrara.

Él cerró la puerta que daba al pasillo, y permaneció un rato allí, en elgabinete, según creyeron los hombres, y en el dormitorio, según creemosnosotrosporloqueDextercontóensuconversaciónconusted.Pudoentrarenel dormitorio, como usted supone bien, sólo de unamanera: teniendo en supoder la llave que faltaba. No he averiguado cuánto tiempo estuvo en lahabitación. Tampoco es que eso tenga gran importancia. El criado recuerdaque salió del gabinete «tan pálido como un muerto» y que se dirigió a sucuartosindecirunapalabra.

Éstos son los hechos. La conclusión a la que llevan es extremadamenteseria.JustificaqueconfiaseenustedenmioficinadeEdimburgo.Recuerdelo

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queledije.Nadamás.

Y ahora algo que le concierne a usted. Inocentemente ha despertado enMiserrimusDexterunsentimientoquenointentodescribir.Ciertamente—yomismolovi—hayalgoensufigurayensumovimiento,señora,querecuerdaa la primera señoraMacallan, y que, evidentemente, ha afectado a lamenteenfermizadeDexter.

Sininsistirmásenesteasunto,permítamerecordarleque,porlainfluenciaqueejerceustedsobreél,sehavistoincapazdepensarantesdehablarcuandoestabausteddelante.No es sóloposible sinomuyprobable que se traicioneaúnmássiustedledalaocasión.Seloconfieso—conociendosusintereses—porquequieroexpresarmeconclaridadenestepunto.Notengolamenordudade que usted ha dado un gran paso hacia su objetivo desde que salió deEdimburgo.Veo en su carta (y enmis pesquisas) la evidencia irrefutable deque Dexter debió de tener una comunicación secreta con la difunta señora(inocente,claroestá,enloqueaellaconcernía),nosóloenelmomentodesumuerte,sino,ademásyprobablemente,semanasantes.Nopuedoocultarlelafuerteconvicciónque tengodeque, si lograusteddescubrir lanaturalezadeesacomunicación,descubrirálaverdaddelcasoydemostrarálainocenciadesu marido ante el mundo. Mi sinceridad me impide ocultárselo; pero deboañadirque,apesarde la recompensaque tieneusteda sualcance,arriesguesóloloquedebayloquepuedaarriesgarcuandoveadenuevoaMiserrimusDexter. En este asunto difícil y delicado, no puedo ni quiero asumir laresponsabilidad. La decisión final es suya. Únicamente le pido un favor:anúnciemeloquedecidahacerencuantoustedmismalosepa.

Lasdificultadesquemivalioso remitenteveíano loeranparamí.Yonoposeía la mentalidad jurídica del señor Playmore. Pasara lo que pasara, yohabíatomadoladecisióndevolveraveraMiserrimusDexterantesdehaberterminadolalecturadelacarta.

ElcorreoparaFranciasalíaaldíasiguiente.Habíaunsitioparamí,si loaprovechaba, bajo la protección del conductor. Sin consultárselo a nadie,precipitadaylanzándomedecabezacomosiempre,locogí.

CAPÍTULOXXXVIII

Elregreso

Si hubiese viajado de vuelta a casa en mi propio coche, nunca habríaescritoloscapítulosquequedan.Antesdequellevásemosunahoradecamino,habríallamadoalconductorylehabríapedidoquedieselavuelta.

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¿Quiénpuedeserdecididohastaelfinal?Alhacerestapreguntahablodelasmujeres, no de los hombres.Yo había sido decidida al contradecir amisuegra,yalocuparunlugarenelcochecorreofrancés.Diezminutosdespuésdedejarlaposadamefallóelvalor.Medijeamímisma:«¡Desdichada!¡Hasabandonado a tu marido!». Horas más tarde, si hubiese podido detener elcorreo,lohabríahecho.Odiabaalconductor,unhombremuyamable.Odiabaa los caballos españoles que nos llevaban, unos animales alegres que almoversehacían sonarunos cascabeles.Odiaba el día preciosoque lovolvíatodo agradable, y el aire vigorizante queme impulsaba a respirar hondo, loquisieraono. ¡Nohahabidounviajemás tristequeelmíohasta la fronterafrancesa!

Peroundetallemeayudóasoportareldolorconresignación:unmechóndelpelodeEustace.Porlamañana,cuandoEustaceaúndormía,pudeentrarsigilosamenteensuhabitación,besarle, llorarsuavemente juntoaélycortarunmechóndesucabello,sinpeligrodequemedescubriesen.Aúnnosécómomedecidíadejarle.Creoquemisuegrameayudó,sinningunaintenciónporsuparte.Entróenlahabitaciónconlacabezaerguidayunamiradafría,ymedijoconimplacableénfasis:

—Sivasairte,Valeria,elcocheyaestáaquí.

Ningunamujer, por poco corazónque tuviera, querríamarcharse en esascircunstancias. Yo sí, y lo hice. Y después lo lamenté. ¡Qué insignificantessomoslossereshumanos!

Escélebrelaafirmacióndequeeltiempocuratodasnuestrasaflicciones.Enmiopinión,selehasobrevalorado.Ladistanciatambiénejerceuninflujobeneficioso,muchomás rápido y (si le ayuda la suerte)muchomás eficaz.Camino de París me vi capaz de adoptar un punto de vista sensato conrespectoamisituación.Reconocíqueelrecibimientodemimarido(unavezhubiesepasadolaprimerasorpresaylafelicidaddelreencuentro)noledaríala razón a su madre. Si admitimos que corría un riesgo al volver a ver aMiserrimus Dexter, ¿no me habría precipitado, aunque de otra manera, sihubieseregresado,sinser llamada,al ladodeunmaridoquehabíaafirmadoquenuestrafelicidadconyugaleraimposibleyquenuestromatrimonioestabacondenadoalfracaso?Además,¿quiénpodíadecirquelossucesosfuturosnomedarían la razón, no sólo amí sino también a él? Podía oírle decir: «Erainquisitiva,cuandono teníaqueaveriguarnada;eraobstinada,cuandodebíaatender a razones;me abandonó, cuandootramujer se habría quedado amilado;pero,alfinal,loconsiguió.¡Teníarazón!»

PaséundíaenParísyescribítrescartas:unaaBenjamin,paradecirlequeme esperara al día siguiente por la noche; otra al señor Playmore,comunicándolecontiempoqueibaahacerunúltimoesfuerzopararesolverel

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misterio deGleninch, y la tercera aEustace (sólounas cuantas líneas), paraconfesarle que había estado a su lado en el periodo más grave de suenfermedad,explicarlelaúnicarazónqueteníaparamarcharme,yrogarlequecambiasedeopiniónenloqueamíserefería,hastaqueeltiempodemostraraqueleamabamásquenunca.

Esta última carta se la dirigí a mi suegra, dejando a su discreción queeligiera el momento adecuado para dársela a su hijo. De todos modos, leprohibírotundamentealaseñoraMacallanquelehablaraaEustacedelnuevolazoquenosunía.Aunqueélfueelquemeabandonó,noqueríaquelosupierade otros labios que no fuesen losmíos. ¡No importa el porqué!Hay ciertosasuntosquesonsólomíos,yésteesunodeellos.

Escritaslascartas,habíacumplidoconmideber.Estabalibreparajugarmiúltimabazaeneljuegoturbio,cuyasposibilidadesnoestabanniafavorniencontra.

CAPÍTULOXXXIX

OtravezDexter

—¡Declaro ante el cielo, Valeria, que la locura de ese monstruo esinfecciosayquetehacontagiado!

ÉstaeralaopiniónqueBenjaminteníademícuando,trasregresaracasa,lecomuniquémiintencióndedevolverlavisitaaDexter.

Decidida a hacerlo, intenté persuadirle con dulzura. Le rogué ami buenamigoquetuvieraunpocodepacienciaconmigo.

—Ynoolvidesloqueteacabodedecir—añadí—.EsmuyimportantequeveadenuevoaDexter.

Sóloechémásleñaalfuego.

—¿Verle de nuevo?—repitió indignadoBenjamin—. ¿Verle, después deque teofendieragroseramente,bajomi techo,enestamismahabitación?Nopuedoestardespierto.Debodeestardormidoysoñando.

Fueunerrorpormiparte,losé.PerolajustaindignacióndeBenjaminmemolestó. No pude evitar escandalizarme ante su sentido de la propiedad yadoptéunpuntodevistaliberalparaenfocarelasunto.

—¡Cuidado,Benjamin,cuidado!—dije—.Tenemosqueserbenevolentescon un hombre que sufre una deformación física y que lleva una vida deenclaustramiento.Ylaindignaciónnodebellevarnosadejardeserrazonables.

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Empiezo a creer que me porté como una remilgada en ese momento. Unamujerdignayenamoradadesumaridonopuedesentirseseriamenteofendidasiundesgraciadoinválidocometelagroseríadeponerelbrazoalrededordesucintura.Unexcesodeindignaciónvirtuosaes,aveces,pocovalioso.

Además,yoyaleheperdonadoytútienesqueperdonarletambién.Nohayquetemerquevuelvaapasar,sitúestásallíconmigo.Sucasaesmuycuriosa;estoyseguradequete interesará.Sóloporloscuadros,yamerecelapenaelviaje. Le escribiré hoy, y mañana iremos juntos a verle. Tenemos quedevolverlelavisita,aunquesóloseaporcortesía(siesquenoseladebemosaDexter).Piénsalo,Benjamin,yverásquelabenevolenciaparaconlosdemáses lamáxima virtud de la época en que vivimos. El pobre señorDexter semereceelbeneficiodelamodareinante.¡Vamos!¡Adáptatealaépoca!¡Abretumentealasnuevasideas!

Envezdeaceptarestaeducadainvitación,Benjaminseenfrentóalaépocaenquevivimoscomountoroembisteuncapote.

—¡Las nuevas ideas! ¡Las nuevas ideas! Por supuesto, Valeria,¡bienvenidasseanlasnuevasideas!Laantiguamoralidadestabaequivocada;lasviejasmanerasestánagotadas.Adaptémonosalaépocaenquevivimos.Laesposa en Inglaterra y el esposo enEspaña, casados o no casados, viviendojuntos o sin vivir juntos, todo da igual para las nuevas ideas. Iré contigo,Valeria;serédignodelageneraciónenquevivo.CuandohayamosterminadoconDexter,noharemoslascosasamedias.Vayamosyescuchemoslascharlassobrelasnuevasciencias.Oigamosalprofesormásreciente,elhombrequehapresenciadolaCreaciónysabealdedillocómosehizoelmundoycuántosetardó en hacerlo. Oigamos luego a otro colega. Que no se nos olvide elmoderno Salomón, que nos ha dejado sus proverbios, el filósofo de nuevocuñoqueconsideraelconsuelodelareligióncomounpasatiempoinofensivoyque,muyamablemente,nosdicequehabríasidofelizsiaúnfueraunniñoypudiera entretenerse con él. ¡Las nuevas ideas! ¡Las nuevas ideas! ¡Quédescubrimientostanreconfortantes,elevadosyhermosossehanhechoconlasnuevasideas!¡Todosfuimosmonosantesquehombresymoléculasantesquemonos! ¿Y eso qué importa? ¿Qué le importa a nadie? Estoy de tu parte,Valeria.¡Estoylisto!Cuantoantes,mejor.¡VamosaveraDexter!

—Estoymuycontentadeque temuestresde acuerdoconmigo—dije—.Perononosprecipitemos.AlseñorDexterleirábienquevayamosmañanaalastres.Escribiréinmediatamenteylediréquenosespere.¿Adóndevas?

—Voyaliberarmimentedehipocresías—contestóBenjaminseveramente—.Mevoyalabiblioteca.

—¿Quévasaleer?

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—VoyaleerElgatoconbotasyLashabichuelasmágicas,ocualquierotracosaquenovayaconlaépocaenquevivimos.

Conesegolpealasnuevasideas,Benjaminmedejó.

Despaché la carta y, con cierta angustia, volví al tema de la salud deMiserrimusDexter.¿Cómosehabríasentidomientrasyomeencontrabafuerade Inglaterra? ¿Podría alguien darme noticias suyas? Preguntar a Benjaminhabríasidoprovocarleunataquedefuria.Mientrasyolomeditaba,elamadellavesentróenlahabitación.Lepreguntésiporcasualidadhabíasabidoalgo,mientrasyomeencontrabaausente,deesapersonaextraordinariaquetantolahabíaalarmadolavezanterior.

El ama de llavesmovió la cabeza con expresión de desagrado, como siencontrarademalgustoquelevolvieseasacareltema.

—Aproximadamenteunasemanadespuésdequeustedsefuera,señora—dijo, con una actitud seria y cuidandomucho las palabras que escogía—, lapersona a la que usted se refiere tuvo la insolencia de mandarle una carta.SiguiendolasórdenesdelseñorBenjamin,seinformóalmensajeroqueustedhabíaviajadoalextranjeroytantoélcomosucartafuerondespachados.

Nomuchodespués,señora, resultóquevidenuevoa lapersona,cuandomeencontrabatomandoel téconelamadellavesdelaseñoraMacallan.ÉlmismosepresentóenlacasadelaseñoraMacallanparapreguntarporusted.Cómose las ingeniapara sentarse, sinpiernasque lepuedanequilibrar,estámásalládemientendimiento,peroesonoimporta.Conpiernasosinellas,elamadellaveslevio,ydice,comoyodigo,quenoleolvidarámientrasviva.Ella le contó (cuando se recobró del impacto) la enfermedad del señorMacallan y que usted y la señoraMacallan habían salido al extranjero paracuidarle.Élsefue,segúnmecontóelamadellaves,conlágrimasenlosojosymaldicionesyjuramentosenloslabios,unaimagencompletamentechocanteparaella.Estoestodoloquesedeél,señora,yesperoquemedisculpesimeatrevo a decirle que el asuntome es (por buenosmotivos) extremadamentedesagradable.

Hizounareverenciaformalysaliódelahabitación.

Ya a solas, me sentí más insegura y ansiosa que nunca al pensar en elexperimento que íbamos a realizar al día siguiente. Prescindiendo de lasexageracionesdelamadellaves,ladescripcióndeMiserrimusDextersaliendodelacasadelaseñoraMacallan,dabaaentenderquenohabíasoportadobienmi ausencia y que su alterado sistemanervioso estaba todavíamuy lejos dehallarelreposonecesario.

Lamañana siguienteme trajo la respuesta del señor Playmore a la cartaqueyolehabíaenviadodesdeParís.Eraunabrevemisivaqueniaprobabani

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condenabamidecisión, pero en la que reiteraba suopinióndeque lomejorseríaquemeacompañaraun testigoenmipróximavisitaaDexter.Lapartemásinteresantedelacartaestabaalfinal.

Tiene que estar preparada —escribía el señor Playmore— para ver unempeoramientoenDexter.Hacepocosdías,unamigomíoestuvoconélporcuestión de negocios y se quedó sorprendido del cambio que haexperimentado. Su presencia le afectará con toda seguridad, de un modo uotro.No la puedo orientar al respecto. Serámejor que se deje guiar por lascircunstancias.Supropiadiscreciónledirásiconvieneanimarleahablardelaanterior señoraMacallanono.Todaprobabilidaddequese traicione (segúncreo)giraentornoaesteasunto:condúzcalehaciaél,sipuede.

Luegohabíaañadidounaposdata:

PregúntelealseñorBenjaminsiélestabacercadelapuertadelabibliotecacuandoelseñorDexterlecontóquehabíaentradoeneldormitoriolanochedelamuertedelaseñoraMacallan.

Le formulé esta pregunta a Benjamin cuando nos disponíamos a comer,antesdesalirhaciaellejanosuburbioenelquevivíaMiserrimusDexter.Mianciano amigo no aprobaba en absoluto la excursión que íbamos a hacer.Cuandomecontestó,lohizoconunagravedadyunasequedadpococorrientesenél.

—No suelo escuchar lo que se dice en otra habitación —dijo—. Peroalgunaspersonashablanenvoztanaltaqueobliganaqueselesoiga.ElseñorDexteresunadeellas.

—¿Estosignificaqueleoíste?—pregunté.

—Nilapuertanilaparedpudieronamortiguarsutonodevoz—prosiguióBenjamin—.Leoíypenséqueerainfame.

—Ahoraquieroquehagasalgomás—mearriesguéadecir—.Megustaríaque tomarasnotade loquedigael señorDexter.Túsolíasanotar loquemipadredecíacuandotedictabacartas.¿Tienesalgúncuadernopequeño?

Benjaminlevantólamiradadelplatoymemiróconsternado.

—Unacosaes—dijo—escribir loquetedictaungrancomerciante,quemantieneunaampliacorrespondenciaparaganarmilesde librasa travésdelcorreo, y otramuy distinta es apuntar los disparates de unmonstruo loco yextravagante que debería estar encerrado en una jaula. Tu padre, Valeria,nuncamehabríapedidoquehicieraalgoasí.

—Perdóname, Benjamin; no tengomás remedio que hacerlo. ¡Fíjate! EsideadelseñorPlaymore,nomía. ¡Vamos!Consienteporestavez,porfavor.Hazlopormí.

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Benjamin bajó la mirada a su plato, con una triste resignación que merevelóqueyolohabíaconseguido.

—He estado ligado a ella toda la vida—murmuró para símismo—. Estardeparadejarla.—Memiróotravez.—Penséquemehabíajubilado,peropareceserquevuelvoatrabajar.¿Bien?¿Quécometidoseesperademíestavez?

Justo cuando me hizo esta pregunta, nos anunciaron que el coche nosestabaesperandoenlaverja.Melevanté,lecogídelbrazoylediunbesodeagradecimientoensumejillaajadaysonrosada.

—Sólodoscosas—dije—.SiéntatedetrásdelasilladelseñorDexter,demaneraqueélnopuedaverte.

—CuantomenosveaalseñorDexter,mejor—gruñóBenjamin—.¿Yquéhagocuandoestésentadodetrásdeél?

—Esperaaqueyotehagaunaseña.Cuandolaveas,comienzasaanotarentu cuaderno lo que el señor Dexter diga. Así hasta que veas otra seña quesignifique:«Para».

—¿Bien?—preguntóBenjamin—.¿Cuáleslaseñaparaempezarycuáleslaseñaparaterminar?

Noestabapreparadaparacontestar.Lepedíquemeayudaraconungesto.¡No!Benjaminnoteníaquetomarparteactivaenelasunto.Élseresignabaaparticipar como instrumento pasivo y ahí acababa su labor en lo que a élconcernía.

Recurrí ami ingenio, pero nome resultó nada fácil inventar un sistematelegráfico que pusiese sobre aviso a Benjamin sin que Dexter sospechara.Miréalespejo,paraversihallabaunaideaenalgoquellevasepuesto.Laideamelaproporcionaronlospendientes.

—Procuraré sentarme en un sillón—dije—. Cuando veas que apoyo elcodoenelsillónyquelevantolamanohastaunpendiente,comosijugaseconél,escribeloquediceysigueasíhastaque…bien,digamosquehastaquemeoigascorrerelsillón.Coneseruido,paras.¿Entendido?

—Entendido.

SalimoshacialacasadeDexter.

CAPÍTULOXL

¡Justiciaalfin!

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Estavezel jardineronosabriódiligentemente laverja.Había recibido laordenantesdequellegásemos.

—¿LaseñoraMacallan?—preguntó.

—Sí.

—¿Ysuamigo?

—Ymiamigo.

—Haganelfavordepasar.Yaconocenlacasa.

Alcruzarelrecibidor,medetuveymiréelbastónqueBenjaminllevabaenlamano,sufavorito.

—Elbastónteestorbará—dije—.¿Porquénolodejasaquí?

—Puedesermemuyútilahíarriba—replicóBenjaminbruscamente—.Noheolvidadoloquepasóenlabiblioteca.

Noeramomentoparadiscutir.Leguiehacialaescalera.Alcanzábamoselúltimo tramo cuando oímos, estupefactos, un grito procedente de arriba.Parecíaunaullidodedoloryserepitióantesdequellegásemosalaantesalacircular.FuilaprimeraenentraralasalayenveralpolifacéticoMiserrimusDexterconunaspectomuydistinto.

LainfortunadaArielestabadepiedelantedeunamesayfrenteaunplatode pastelillos. Alrededor de las muñecas tenía atada una cuerda, cuyosextremos sujetaba Miserrimus Dexter, situado a unos pocos centímetros dedistancia.

—¡Inténtalo otra vez!—le oí decir cuando me detenía en el umbral—.Cogeunpastel.

Anteesaorden,Arieltendió,sumisa,elbrazohaciaelplato.Justocuandotocabaunpastelconlapuntadelosdedos,sumanoseseparabaporuntiróndelacuerda.Aquelloeratancruelytandiabólicamenteviolentoquemesentíinclinada a arrebatar el bastón a Benjamin para romperlo en la espalda deMiserrimus Dexter. Esta vez, Ariel sufrió el dolor con silencio espartano.Podíavermedesdeellugarenqueestaba.Medescubrió.Apretólosdientes,yenrojecióporelesfuerzoquehacíaporcontenerse.Niunsuspiroseleescapóenmipresencia.

—¡Quítele las cuerdas! —grité indignada—. Suéltela, señor Dexter, oabandonarésucasa.

Alsonidodemivoz,Dexterestallóenunagudogritodebienvenida.Susojosmeenvolvieronconunamiradadeplacersalvaje.

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—¡Entre! ¡Entre! —exclamó—. Vea a lo que me rebajo con laenloquecedora incertidumbre demi espera.Vea cómomato el tiempo en suausencia. ¡Entre! ¡Entre! Estoy en uno de mis momentos de mal humor,causadosóloporusted,pormisdeseosdeverla.Cuandoestoydemalhumor,tengoquehaceralgoquemedivierta.EstoydivirtiéndomeconAriel.¡Mírela!No ha comido nada en todo el día y aún no se ha movido con la rapidezsuficienteparaalcanzaruntrozodepastel.Notienequecompadecerla.Arielnotienenervios.Nolehagodaño.

—Ariel no tiene nervios —repitió como un eco la pobre mujer,frunciéndomeelceñoporhabermeentrometido—.Élnomehacedaño.

OícómoBenjaminempezabaamoversubastóndetrásdemí.

—¡Quítelelascuerdas!—reiteréconmásvehemencia—.¡Tírelasosaldréinmediatamentedeaquí!

Los delicados nervios de Miserrimus Dexter se estremecieron ante miviolencia.

—¡Qué vozmás gloriosa!—exclamó, dejando caer las cuerdas—.Cogelospastelillos—añadió,dirigiéndoseaArieldemaneraimperativa.

La joven pasó junto a mí con las cuerdas colgando de sus muñecashinchadasyllevandoelplatodelospastelillos.Hizoungestodesafianteconlacabeza.

—Arielnotienenervios—repitióorgullosa—.Élnomehacedaño.

—Yave—dijoMiserrimusDexter—,nolehehechodaño,yademás,hesoltadolascuerdascuandoustedmelohaordenado.Noempiecesiendoduraconmigo,Valeria,trassulargaausencia.

Hizounapausa.Benjamin,queestabasilenciosojuntoalapuerta,lellamólaatenciónporprimeravez.

—¿Quiénesése?—preguntó,acercandosusillaconsuspicacia—.¡Yalosé!—gritóantesdequelepudiesecontestar—.Eselbondadosocaballeroqueparecíaelrefugiodelosafligidoslaúltimavezquelevi.Desdeentonceshacambiadoustedparamal,señor.Haadoptadounanuevapersonalidad.Ahorapersonifica a la justicia Retributiva. Su nuevo protector, Valeria. ¡Ya loentiendo! —se inclinó ante Benjamin, con gran ironía—. Soy su humildeservidor,señorJusticiaRetributiva.Melomerezcoyloacepto.¡Entre,señor!Procuraréque sunuevaoficina seade suagrado.Estadamaes la luzdemivida.¡Cójame,sipuede,faltándolealrespeto!—lediolaespaldaaBenjamin(queleescuchabaensilenciodespectivo)ylasillaseacercóadondeyoestaba—.¡Sumano,luzdemivida!—murmuródulcemente—.Sumano,sóloparademostrarme que me ha perdonado —le di la mano—. ¿Una? —susurró

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suplicante—.¿Sólouna?—melabesóenelacto,respetuosamente,ylasoltócon un suspiro—. ¡Ah, pobre Dexter!—exclamó, compadeciéndose con lasinceridadpropiadesuegocentrismo—.Unbuencorazónechadoaperderporlasoledadyladeformidad.¡Triste!¡Muytriste!¡Ah,pobreDexter!—dijoenotroarranquedeironía.SediolavueltahaciaBenjamin,conburlescacortesía—. Hermoso día, señor. Propio de la estación, después de las lluviasincesantes.¿Lepuedoofrecerunrefrigerio?¿Porquénosesienta?LaJusticiaRetributiva,cuandonoesalta,estámejorsentada.

—Yunmonoestámejorenuna jaula—replicóBenjamin, furiosopor laalusiónsatíricaasucortaestatura—.Estoyaguardando,señor,aquesesubaalcolumpio.

La respuesta noprodujo elmásmínimo efecto enMiserrimusDexter; lepasó inadvertida. Otra vez había cambiado: ahora se mostraba manso ypensativo.Susojosestabanfijosenmí,conatencióntristeyensimismada.

Mesentéenelsillónmáscercano,mirandodereojoaBenjamin,loqueélentendióinmediatamente.SesituódetrásdeDexter,enunángulodesdeelqueveía mi sillón. Ariel, devorando los pastelillos en silencio y sentada en untaburete a los pies de su «maestro», miraba a Dexter como un perro fielcontemplaasuamo.Sehizounmomentáneosilencioy,porprimeravezdesdequehabíamosentradoen lasala,pudeobservardetenidamenteaMiserrimusDexter.

Nosóloestabasorprendida,sinotambiénalarmadaanteelempeoramientoquehabíasufridodesdenuestroúltimoencuentro.LacartadelseñorPlaymorenomehabíapreparadoparaelgravedeterioroqueahoraadvertía.

Surostroestabapálidoycansado,ydesdelaúltimavezquelehabíavisto,habíaperdidoenrobustezyentamaño.Losojoshabíanperdidolasuavidad;ahora, inyectados en sangre, miraban de un modo vacío y lastimoso. Susmanos, antes firmes, estaban ahora envejecidas. Las veía temblar sobre latúnicaquelecubría.Lapalidezdesucara(exagerada,talvez,porlachaquetadeterciopelonegroquellevaba)ledabaunaspectosudorosoyenfermizo.Suhermosoperfilhabíadesaparecido,ylasabundantesarrugasenelcontornodelosojoseranmásprofundas.Hundiólacabezaentreloshombrosyseacurrucóensusilla.Parecíaqueparaélhubiesenpasadoaños,ynomeses,mientrasyohabíaestadofueradeInglaterra.RecordandoelinformemédicoquemedioaleerelseñorPlaymore,recordandolaopinióndelmédicodequelacorduradeDexter dependía de la salud de sus nervios, sentí que había hecho bien alregresardeEspaña(siesqueteníaalgunaperspectivadeéxito).Sabiendoloquesabía,y temiendo loque temía,creíquesucaídaen lademenciaestabacercana. Cuando por casualidad nuestras miradas se encontraron, sentí quecontemplabaaunhombrecondenadoalalocura.

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Lecompadecí.

¡Sí! ¡Sí! Sé que compadecerle era incompatible con el motivo que mehabía llevado a su casa, e incongruente con la posibilidad de que fueraculpabledelamuertedelaprimeraseñoraMacallan.YosabíaqueDextereraun hombre cruel; le creía falso. Pero, incluso así, ¡le compadecía! ¿Hay unfondocomúndemaldadentodosnosotros?¿Eslaeliminaciónoeldesarrollodedichamaldadunacuestióndedominioodetentación?¿Notenemosenelfondoalgodeeso,cuandocompadecemosalmalvado,cuandoacudimosaunjuiciocriminal,cuandoaldespedirnosestrechamoslamanoalmásvildelosmonstruos,quevaasercarnedehorca?Nosoyquiénparadecirlo.SólopuedodecirquecompadecíaaMiserrimusDexteryqueélsediocuenta.

—Gracias—dijo súbitamente—.Usted entiende que estoy enfermo y losiente.¡MibuenayqueridaValeria!

—El nombre de esta dama, señor, es señora Macallan —interrumpióBenjamin,hablandoseveramentedetrásdeél—.Lapróximavezquesedirijaaella,recuerde,porfavor,queustednotienenadaqueverconsunombredepila.

La censura de Benjamin pasó, como su réplica anterior, inadvertida.ParecíacomosiMiserrimusDextersehubieraolvidadoporcompletodequehabíaotrapersonaenlasala.

—Usted me alegra con su presencia —continuó—. Añada el placer depermitirmeoírsuvoz.Háblemedeusted.CuéntemeloquehaestadohaciendodesdequesaliódeInglaterra.

Eranecesarioparamiobjetivomantenerlaconversaciónafloteyéstaeraunamaneratanbuenacomocualquierotra.Lecontéclaramenteenquéhabíaempleadoeltiempodurantemiausencia.

—¿AsíquetodavíaquiereaEustace?—preguntóconamargura.

—Leamomásquenunca.

Levantólasmanosysetapólacara.Esperóunratoycontinuóhablando,deunamanerararayapagada,todavíaconelrostrooculto.

—¿YledejaenEspaña?—dijo—.¡YsevuelvesolaaInglaterra!¿Quélehizoactuarasí?

—¿Qué me hizo venir aquí por primera vez y pedirle que me ayudara,señorDexter?

Dejócaerlasmanosymemiró.Viensusojossorpresayalarma.

—¿No hay manera—preguntó— de que deje en paz ese triste asunto?¡TodavíasiguedecididaaentrometerseenelmisteriodeGleninch!

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—Sí,señorDexter,yaúnesperocontarconsuayuda.

La vieja desconfianza que recordaba tan bien le oscureció el rostro encuantopronunciéesaspalabras.

—¿Cómopuedoayudarla?—preguntó—.¿Puedoalterarloshechos?—sedetuvo;sucararecobróelcolor,comosihubiesesentidounaliviorepentino—.Traté de ayudarla—prosiguió—.Le conté que la ausencia de la señoraBeauly fueuna estratagemaparaprotegersede la sospecha.Le contéque elvenenoselopudodarladoncelladelaseñoraBeauly.¿Hareflexionadoysehaconvencido?¿Vealgoenlaidea?

LaalusiónalaseñoraBeaulymediolaprimeraoportunidadparadirigirlaconversaciónhaciaesetema.

—No veo nada en esa idea—contesté—. No veo el motivo. ¿Tenía ladoncellaalgunarazónparaserenemigadelaanterioresposadeEustace?

—¡Nadie tenía ninguna razón para ser enemigo de la anterior esposa deEustace! —estalló fuerte y vehementemente—. Era toda bondad, todaamabilidad.Nunca hizo daño a ninguna criatura humana, ni de hecho ni depensamiento. Era una santa en la tierra. ¡Respete sumemoria! ¡Deje que lamártirdescanseensutumba!—cubriódenuevosurostroconlasmanosyseestremecióenelparoxismodelaemociónqueyohabíadespertado.

Derepenteyconsigilo,Arielselevantódesutabureteysemeacercó.

—¿Vemisdiezdedos?—susurróenseñándomelasmanos—.Siinquietaalmaestrootravez,¡sentirámisdiezdedosensucuello!

Benjamin se levantó de su asiento: había visto la acción sin oír laspalabras.Leindiquéquesequedaraensulugar.Arielregresóasutabureteymiróalmaestro.

—No llore—dijo—.Vamos; aquí están las cuerdas.Diviértase otra vez.¡Hágamegritarotravez!

Dexternicontestónisemovió.

Ariel inclinó su lenta cabeza para descubrir la manera de llamarle laatención.Lonotéensuceñofruncido,ensusojosincolorosquememirarondeunmodovacío.Derepente,diounapalmadaconalegría.Lohabíalogrado.Teníaunaidea.

—¡Maestro! —gritó—. ¡Maestro! Hace mucho que no me cuenta unahistoria.Sorprendaamicabezaespesa.Póngamelacarnedegallina.Vamos.Unabuenaylargahistoria.Concrimenyconsangre.

¿Habíadadoporcasualidadconlasugerenciaadecuada?Yoyaconocíalaalta estima enqueDexter tenía su«estilo dramático».Sabíaqueunade sus

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distraccionesfavoritaseradejarperplejaaArielcontándolehistoriasqueellano entendía. ¿Se evadia a la región de los cuentos? ¿O recordaba que miobstinación todavía le amenazaba con reabrir el caso de la tragedia deGleninch?¿Usadasuastuciaparaconfundirmeconalgunanuevaestratagema?Meparecióque,porloqueleconocía,seguiríaesteúltimocamino.Pero,paramisorpresayalarma,mefallólaexperienciapasada.¡Arielconsiguiódesviarsumente del asuntoque le ocupaba!Dexter volvió amostrar su rostro, conuna amplia sonrisa que se debía al amor propio complacido. ¡Fue losuficientementedébilcomoparadejarqueArielsedirigieseasuvanidad!Lonotéconciertotemor,preguntándomesinohabíallegadodemasiadotarde.Mequedéheladadepiesacabeza.

MiserrimusDexterhablóconAriel,noconmigo.

—¡Pobrecilla!—dijo,dándolepalmadasen la cabeza—.Noentiendesniunasolapalabrademishistorias,¿verdad?Aunasí,puedolograrquesepongalacarnedegallinaen tucuerpo torpe.Aunasí,puedo impresionar tumenteanquilosada y hacer que te guste. ¡Pobrecilla! —se reclinó en su sillaserenamente y me miró. ¿Le recordada las palabras que habíamosintercambiadonohacíaniunminuto?¡No!Meestabasonriendocomohabíasonreído a Ariel: con orgullo y satisfacción—. Yo destaco en el estilodramático,Valeria—dijo—.Y lacriaturaqueestáaquí,enel taburete,es lapruebaviviente.Cuando lenarrounodemis relatos, esdignadeunestudiopsicológico.Esrealmentedivertidoverlosesfuerzosdesesperadosquehacelainfelizbobaparaentenderme.Lepondréunejemplo.Heestadomuyabatidomientras usted se encontraba lejos. Hace semanas que no le he contadohistorias.Ahoralecontaréuna.¡Nocreaqueesomesuponeunesfuerzo!Miinventivaesinagotable.Seguroqueledivertirá.Ustedesdenaturalezaseria,peroseguroqueledivertirá.Yotambiénsoydenaturalezaseriaysiempremeríodeella.

Arielaplaudióconsusgrandesmanos.

—¡Siempre se ríe de mí!—dijo, dirigiéndome una mirada orgullosa desuperioridad.

Yo estaba confundida, seriamenteperpleja, sin saber quéhacer.La crisisque había provocado en Dexter al hacerle hablar de la anterior señoraMacallanmeindicóquedebíairconcuidadoyesperarotraocasiónmejorparavolver al tema. ¿Cómo podía desviar la conversación para llevarle, poco apoco,haciaeldescubrimientodelossecretosquemeocultaba?Conestaduda,sólohabíaunacosaclara:permitirlequecontaraunahistoriaseríaperderunosminutos preciosos. Con el recuerdo reciente de los «diez dedos» de Ariel,decidí, no obstante, cortar a Dexter en la primera oportunidad que se mepresentara.

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—¡Ya,Valeria!—empezóadecir,contonoaltivo—.Escuche.¡Ya,Ariel!Concentratucerebro.Improvisopoesía;improvisoficción.Empezaremosconlaviejafórmuladeloscuentosdehadas.Habíaunavez…

Estaba esperando la oportunidad de interrumpirle, cuando él mismo lohizo.Sedetuvoconunamiradadedesconcierto.Pusosumanoenlacabezaysefrotólafrente.Seríodébilmente.

—Necesitoanimarme—dijo.

¿Estaba ido? No había mostrado señales de demencia hasta que, pordesgracia,despertéelrecuerdodelamuertadeGleninch.Ladebilidadquelehabía notado, el desconcierto que acababa de ver, ¿eran atribuibles a lainfluenciadetrastornospasajeros?Enotraspalabras,¿nohabíasidotestigotansólo de un primer aviso para él y para nosotros? ¿Se recuperaría pronto siéramospacientesyledábamostiempo?InclusoBenjaminseinteresabaalfin.Le vi intentando mirar a Dexter desde su rincón. Hasta Ariel estabasorprendidaeinquieta.Yanomelanzabamiradassiniestras.

Todosesperábamosloqueharíaydiríaacontinuación.

—¡Miarpa!—gritó—.Lamúsicamedespertará.

Arielletrajoelarpa.

—¡Maestro!—dijoperpleja—.¿Quélehapasado?

Élagitólamanoordenándolesilencio.

—Odaa la Inventiva—anuncióarrogante,dirigiéndoseamí—.Poesíaymúsica improvisadas por Dexter. ¡Silencio! ¡Atención! Sus dedos pulsarondébilmentelascuerdasdelarpa,sindespertarunamelodíanisugerirpalabras.Alcabodeunrato,dejócaerlamano;sucabezaseinclinóhaciaadelanteconsuavidad y quedó apoyada en el arpa. Me levanté y me acerqué. ¿Estabadormidooeraundesmayo?

Letoquéelbrazoylellaméporsunombre.InmediatamenteArielavanzóhasta situarse entre los dos, mirándome amenazadora. En ese momentoMiserrimusDexter levantó la cabeza.Había oídomi voz.Memiró con unacuriosaquietudcontemplativa,algoquenuncaanteshabíavistoenél.

—Llévate el arpa—ledijo aAriel con tono lánguido, como si estuvieraagotado.

Ariel,porpuraestupidezoporpatentemaldadhaciamí,noestoysegura,comenzóaprovocarle.

—¿Porqué,maestro?—preguntó,mirándolefijamenteyconelarpaensusmanos—.¿Quélehapasado?¿Ylahistoria?

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—Nosotros no queremos escuchar la historia—interrumpí—.Tengo quedecirlealseñorDextermuchascosasqueaúnnolehedicho.

Ariellevantólamano.

—¡Tendráqueoírla!—dijoysemeacercó.

Enesemomento,lavozdelMaestroladetuvo.

—¡Guarda el arpa, tonta!—repitió con severidad—.Y espera la historiahastaqueyodecidacontarla.

Sumisa, Ariel guardó el arpa en su sitio, en un extremo de la sala.MiserrimusDexteracercósusillaalamía.

—Sé lo que me despertará —dijo confidencialmente—. El ejercicio.Últimamentenohehechomuchoejercicio.Espereunpocoyverá.

Puso las manos en la silla y empezó a recorrer la sala. Pero había uncambio.Ahora,noexhibíalavelocidadfuriosaqueyorecordaba.Lasruedasde la silla no chirriaban; la silla se movía lentamente. De un lado a otro,Dexter la impulsaba con dolor y fatiga; luego se detuvo: le faltaba larespiración.

Le seguimos. Ariel iba la primera, y Benjamin a mi lado. Dexter,impaciente,leshizoseñasparaquesequedaranatrásymeacercarayosola.

—Heperdidolapráctica—dijomuydébilmente—.Nomehesentidoconfuerzas para hacer rodar las ruedas y para hacer temblar el suelo mientrasustedestabafuera.

¿Quiénnosehabríaapiadado?¿Quiénhabríarecordadosugroseríaenesemomento? InclusoAriel lo sintió. La oí gemir y lloriquear detrás demí. Elmagoquepodíadespertar la sensibilidaddormidade sunaturaleza, la habíadespertado ahora por su desaire. Su grito fatal volvió a sonar, con un tonotriste,quejumbroso.

—¿Quélepasa,maestro?¿Sehaolvidadodemí?¿Ylahistoria?

—Noimporta—lesusurréaDexter—.Necesitaustedairefresco.Llamealjardineroydaremosunpaseoensucalesa.

Fue inútil.Arielqueríaque leprestase atención.Volvióa emitirungritotriste.

—¿Ylahistoria?¿Quépasaconlahistoria?

Dextersereanimó.

—¡Desgraciada! ¡Desalmada! —gritó, dando la vuelta a la silla yponiéndosefrenteaella—.Yavienelahistoria.¡Puedocontarla!¡Lacontaré!

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¡Vino! Idiota llorona, tráeme el vino. ¿Por qué no lo pensé antes? ¡El realBorgoña! Eso es lo que necesito, Valeria, para que se encienda y brille miinventiva. ¡Copas para todos! Honremos al rey de los vinos. ¡El real ClosVougeot!

Ariel abrió un armario y sacó el vino y las copas de cristal veneciano.DextersebebiódeuntragosucopallenadeBorgoña,ynosobligóabeber(o,almenos,afingirquebebíamos)conél.HastaArielparticipóestavezyvaciólacoparivalizandoconelmaestro.Aquelfuertevinoselesubióalacabezacasi al instante. Empezó a cantar con voz ronca una canción de su propiainvención, imitando al señor Dexter. No era más que la repetición, unainterminablerepeticiónmecánicaymonótona:

—¡Cuéntanoslahistoria,maestro!¡Maestro,cuéntanoslahistoria!

Absortoenelvino,elmaestrollenósucopaporsegundavez,ensilencio.Benjaminmedijoaloído,mientrasnadienosmiraba:

—Siguemiconsejo,Valeria,almenosporunavez;¡vámonos!

—Unúltimoesfuerzo—lesusurré—.¡Sólouno!

Arielseguía,soñolienta,consucanción.

—¡Cuéntanoslahistoria,maestro!¡Maestro,cuéntanoslahistoria!

MiserrimusDexter apartó lamirada de la copa. El generoso estimulanteempezabaahacerleefecto.Viqueelcolorasomabadenuevoasurostro;viquesusojosvolvíanabrillarconvivezaeinteligencia.¡ElBorgoñalehabíadespertado!¡Elbuenvinomeofrecíalaúltimaoportunidad!

—¡Yahoralahistoria!—gritó.

—¡La historia, no!—dije—.Quiero hablarle, señorDexter.No estoy dehumorparahistorias.

—¡Noestádehumor!—repitió,conundestellodeironíaensurostro—.Esoesunaexcusa.¡Yaséloquees!Ustedcreequeyanotengoinventiva,yno es lo suficientemente franca como para reconocerlo. Le enseñaré que seequivoca.LedemostraréqueDextereseldeantes.¡Silencio,Ariel,osaldrásdelahabitación!Latengoaquí,Valeria,conescenasypersonajescompletos—se tocó la frente y me miró con astucia, antes de añadir las palabrassiguientes—.Esexactamenteloqueleinteresa,mibellaamiga.Eslahistoriadeunaseñorayunadoncella.Acérquesealfuegoyescúchela.

¿La historia de una señora y una doncella? Si aquello tenía sentido, sereferíaalahistoriadelaseñoraBeaulyysudoncella¡enclave!

El título y lamirada que se le escapó cuando lo anunció hizo revivir laesperanza que prácticamente había muerto en mi interior. Al fin se había

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reanimado,yvolvíaaserdueñodesuastucia.ConelpretextodecontarleunahistoriaaAriel,ibaaintentarconfundirmeporsegundavez.Laconclusiónerairrefutable.Parausarsuspropiaspalabras:Dextereraeldeantes.

MecogídelbrazodeBenjaminmientrasregresábamosjuntoalfuego.

—Todavíamequedaunaoportunidad—lesusurré—.Noolvideslasseñas.

Cada uno se sentó en su sitio.Arielme lanzó otramirada amenazadora.Trasvaciarsucopadevino,aúneracapazdeestaralacechoporsiyovolvíaainterrumpir. Naturalmente, procuré que nada de eso sucediera. Tenía tantasganascomoArieldeescucharlahistoria.Eltemaestaballenodetrampasparael narrador. En cualquier momento, presa de la excitación, la memoria deDexter se vería reflejada en las circunstancias de la historia ficticia. Encualquiermomentopodíatraicionarse.

Miróasualrededorycomenzó.

—Mi querido público, ¿estáis sentados? Mi querido público, ¿estáispreparados?—preguntóalegremente—.Valeria,vuelvasurostrounpocomáshacia mí —añadió en un tono suave y tierno—. No le pido demasiado,¿verdad?Mire a esta humilde criatura que se arrastra.Míreme y permítamebuscar la inspiraciónensusojos.Permítamealimentarmiadmiraciónporsufigura. ¡Vamos! Conceda una sonrisa compasiva al hombre cuya felicidadusted ha echado a perder. ¡Gracias, luz demi vida, gracias!—me envió unbesoysesituóenlasilla.Luegoprosiguió—.Lahistoria¡Alfinlahistoria!¿Cómo la estructuro? En forma dramática. ¡El modo más antiguo, másverdaderoymásbrevedecontarunahistoria!

Primero, el título. Un título corto, atractivo: «La señora y la doncella».Escenario: la tierra del amor, Italia. Tiempo: la edad del amor, el sigloXV.¡Ajá!MireaAriel.NosabemásdelsigloXVqueelgatodelacocina,peroyaestáinteresada.¡FelizAriel!

Ariel me miró desafiante, doblemente intoxicada por el vino y por eltriunfo.

—Nosémásqueelgatodelacocina—repitiósonriendoconvanidad—.Yosoyla«felizAriel».Yusted,¿quées?

MiserrimusDexterestallóenunaestruendosacarcajada.

—¿Nose lodije?—preguntó—.¿Noesdivertido?Personajesdeldrama—prosiguió—. Tres en número; sólo mujeres: Angélica, una noble dama;nobletantodeespíritucomodecuna.Cunegonda,unhermosodiabloenformademujer,yDamoride,suinfortunadadoncella.

Primeraescena.Unaoscurasalaabovedadaenuncastillo.Hora:lanoche.Losbúhosululanenelbosque;lasranascroanenelpantano.¡MireaAriel!Se

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leponelacarnedegallina,seestremece.¡AdmirableAriel!

Mirivalenlosfavoresdelmaestromemiródesafiante.

—¡AdmirableAriel!—repitiócontonosoñoliento.

Miserrimus Dexter hizo una pausa para coger su copa de Borgoña,colocadaalalcancedelamanosobreunamesitaplegablequeteníaenlasilla.Leobservédetenidamentemientrassorbíaelvino.Elrostromanteníasucolorytodavíahabíabrilloensusojos.Dejólacopaycontinuó:

—Personajes presentes en la sala abovedada: Cunegonda y Damoride.Habla Cunegonda: «¡Damoride!». «¿Señora?». «¿Quién está enfermo en lahabitacióndearriba?».«LanobledamaAngélica,señora».(Pausa.Cunegondavuelve hablar). «¡Damoride!». «¿Señora?». «¿Cómo te trata Angélica?».«Señora, la noble dama, dulce y buena con todo aquél que se le acerca,tambiénesdulceybuenaconmigo».«¿Lehashechocompañía,Damoride?».«Aveces, señora, cuando la enfermera estaba fatigada». «¿Ha tomadode tumano su medicina?». «Una o dos veces, señora, cuando yo me encontrabaallí».«Damoride, tomaestallaveyabreesecofrequeestáahí,encimadelamesa». (Damoride obedece). «¿Ves un frasco verde en el cofre?». «Lo veo,señora».«Sácalo».(Damorideobedece).«¿Vesunlíquidoenelfrascoverde?¿Puedesadivinarquées?».«No,señora».«¿Telodigo?(Damorideseinclinarespetuosamente), es veneno». (Damoride se sobresalta y retrocede ante elveneno;debuenaganalohabríaapartado.Suseñoraleindicaquelocoja.Suseñora habla). «Damoride, te he contado uno de mis secretos. ¿Te cuentootro?». (Damoride espera, con temor. Su señora habla). «Odio a la nobleAngélica.Suvidaseinterponeentrelaalegríademicorazónyyo.Tienessuvida en tus manos». (Damoride cae de hinojos; es una persona piadosa; sesantigua y luego habla). «Señora, ustedme espanta. Señora, ¿qué es lo queescucho?». (Cunegondaseadelantay sepone frenteaella, lamiraconojosterriblesysusurralassiguientespalabras).«Damoride,Angélicadebemorir,ynadiepuedesospechardemí.Angélicadebemorirportumano».

Dexter hizo otra pausa. ¿Para beber un trago de vino?No, para bebersetodalacopa.

¿Empezabaafallarleelestimulante?

Lemiréconatenciónmientrasseapoyabaenlasillaparareflexionarantesdeproseguir.Elcolordesurostroeramásvivoquenunca,peroelbrillodesusojos empezaba a apagarse. Noté que cada vez hablaba más lentamente amedidaque avanzaba el diálogode la escena. ¿Le costabaungran esfuerzohacer funcionar su inventiva? ¿Había llegadoelmomento enque el vinoyahabíahechotodoloquepodíaporél?

Esperamos.Arielleobservabaconojosybocamudos.Benjaminesperaba

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imperturbablemente laseña: teníaabiertoelcuadernoensus rodillas, tapadoconsumano.

MiserrimusDextercontinuó.

—Damoride oye esas terribles palabras. Damoride enlaza las manos,suplicante: «¡Oh, señora, señora! ¿Cómo voy a matar a la noble y queridadama?¿Quémotivotengoparahacerledaño?».Cunegondacontesta:«Tieneselmotivodeobedecerme».ElrostrodeDamoriderozaelsuelo,alospiesdesuseñora.«¡Señora,nopuedohacerlo! ¡Señora,nomeatrevo!».Cunegondaresponde: «No corres ningún riesgo: tengo un plan para evitar que nosdescubran».Damoriderepite:«¡Nopuedohacerlo!¡Nomeatrevo!».LosojosdeCunegondarelampagueandeira.Sacadelesconditedesupecho…

Sedetuvoamitaddelafraseypusosumanoenlafrente,nocomoquiensufre,sinocomoquienhaperdidolaidea.¿Ysiyoleayudasearecuperarla?¿Oseríamejorguardarsilencio(siesqueeracapaz)?

Podía ver claramente la intención de su historia. Su propósito, bajo eldisfraz de una novela italiana, era destruir mi objeción a sospechar de ladoncella de la señora Beauly: la mujer no tenía ningún motivo paracomprometerse en un asesinato. Si él podía contradecirme, descubriendo unmotivo razonableyprobable,habría conseguido supropósito.Laspreguntasqueyomehacía,yquepodíanconcernirledirectamente,severíandesviadashacia la persona equivocada. La inocente doncella no resistiría un examenestrictoyelseñorDexterseescudaríatrasella.

Decidídarletiempo.Niunapalabrasaliódemislabios.

Losminutossesucedieron,yyoesperéansiosa;eratodaunapruebaenunmomento crítico. Si él lograba ofrecer un motivo verosímil y hacer queencajara enelpropósitode suhistoria, demostraríaque todavía lequedabanreservasensumente,loqueelojoclínicodelmédicoescocésnohabíasabidover.Perolacuestiónera:¿loharía?

¡Lohizo!Nodeunmodonuevo;nodeunmodoconvincente;nosinunesfuerzo doloroso evidente. Sin embargo, bien o mal hecho, encontró unmotivoparaladoncella.

—Cunegonda —prosiguió— saca del escondite de su pecho un papelescritoylodesdobla.«Miraesto»,dice.Damoridemiraelpapelysepostraalospiesdesuseñora,llenadehorrorydesesperación.Cunegondatieneensupoderunsecretovergonzosodelavidapasadadesudoncella;puedehacerlechantaje: «Elige la alternativa. O te decides a obedecerme o te rindes a ladesgraciatuyaydetuspadresparasiempre».

Damoride se entregaría a la desgracia si sólo la afectara a ella. Pero sus

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padres son gente honrada y no puede permitir que les salpique la deshonra.Concibe un último recurso; ya no espera ablandar el duro corazón deCunegonda;ahorasuúnicorecursoesponerdificultades.Intentademostrarlequehayobstáculos insalvablesentreellayelcrimen:«¡Señora! ¡Señora!—exclama—.¿Cómovoyahacerlo?Laenfermeramepuedever›.Cunegondacontesta: «A veces la enfermera duerme; a veces se ausenta». Damorideinsiste: «¡Señora! ¡Señora! La puerta está cerrada con llave y la enfermeratienelallave».

¡La llave! Inmediatamente me vino a la mente la llave desaparecida deGleninch.¿Se lehabíaocurrido lomismoaDexter?Sedetuvocuandose leescapólapalabra.¡Decidíhacerlaseñaconvenida!Apoyéelcodoenelbrazodelsillónyempecéajugarconmipendiente.Benjaminsacósulápizypusoelcuaderno de forma que Ariel no pudiese ver lo que hacía si se le ocurríamirarle.

EsperamoshastaqueMiserrimusDexterquisoproseguirconlahistoria.Lapausafuelarga.Volvióaponerlamanoenlafrente;teníaunamiradaopaca.Cuandohablónofueparaseguirelrelato,sinoparahacerunapregunta.

—¿Endóndemehequedado?

Mis esperanzas decayeron tan rápido como habían surgido. De todosmodos,melasarregléparacontestarsinmostrarningúncambiodeactitud.

—Se ha quedado —dije— en el momento en que Damoride estabadiciendoaCunegonda…

—¡Sí!¡Sí!—interrumpió—.¿Quéledecía?

—Ledecía:«Lapuertaestácerradaconllave,ylallaveestáenpoderdelaenfermera».

Eneseinstante,Dexterseincorporóenlasilla.

—¡No!—contestó vehementemente—. Se equivoca. ¿Llave? ¡Tonterías!Nuncahedichonadadeunallave.

—Creoquesí,señorDexter.

—¡Nunca!Hedichootracosayustedlahamalinterpretado.

Opté por no discutir, temiendo las consecuencias. Esperamos otra vez.Benjamin,cediendoamicapricho,habíaapuntadolaspreguntasyrespuestasque acabábamos de intercambiar Dexter y yo. Con gesto mecánico, teníaabiertoelcuadernoypreparadoel lápizpara seguircopiando.Ariel, todavíasomnolienta por efecto del vino mientras oía la voz de Dexter, se sintióinquietaanteelsilencio.Atisbóasualrededorcondesasosiego;luegolevantólamiradahaciaelmaestro.

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Ahíestabaél,silencioso,conunamanoenlafrente,luchandotodavíaporordenarsusideas,tratandodeencontrarlaluzenlaoscuridaddesumente.

—¡Maestro!—gritóAriellastimosamente—.¿Quépasaconlahistoria?

Élsesobresaltó,comosi lehubierandespertadodeunsueño.Movióconimpaciencia la cabeza, como queriendo alejar algún pensamiento que leoprimiese.

—¡Paciencia!¡Paciencia!—dijo—.Lahistoriacontinúa—seapresurócondesesperación a retomar el hilo perdido, sin saber si era el correcto o no—.Damoride se postró de hinojos. Rompió a llorar. Dijo…—Dexter se parónuevamente,ysumiradasedirigióalvacío—.¿Cómollaméalaotramujer?—preguntó,noamíniamiscompañeros; se lopreguntabaa símismooalaire.

—LallamóCunegonda—dije.

Anteelsonidodemivoz,susojossevolvieronlentamentehaciamí,perosin conseguir verme. Apagados y ausentes, fijos e imperturbables, parecíandirigirseala lejanía.InclusosuvozsealterócuandoDextervolvióahablar;adoptóuntonohueco,monótonoydébil.Merecordóamimarido,cuandoyole cuidaba en la época de su delirio y sumente no era capaz de traducir apalabrassupensamiento.¿Estabatanpróximoelfin?

—LallaméCunegonda—repitió—.Yalaotra…

Sedetuvodenuevo.

—YalaotralallamóDamoride—dije.

ArielmiróaDextercondesconcierto,ycongestoimpaciente,letiródelamangadesuchaqueta,parallamarsuatención.

—¿Esasílahistoria,maestro?—preguntó.

Élcontestósinmirarla;susojosimperturbablestodavíaestabanfijosenlalejanía.

—Así es la historia—dijo, ausente—. Pero, ¿por qué Cunegonda? ¿PorquéDamoride?¿Porquénolaseñorayladoncella?Esmásfácilderecordar,señoraydoncella…

Dextervaciló.Temblóalincorporarseenlasilla.Luegoparecióanimarse.

—¿Quédijeron la doncella y la señora?—murmuró—. ¿Qué? ¿Qué?—vacilódenuevo.Después,inesperadamente,pareciócomprenderalgo.¿Habíatenido una nueva idea? ¿Había recuperado una idea perdida? ¡Imposiblesaberlo! Continuó, súbita y rápidamente, con estas extrañas palabras—: Lacarta.Ladoncella…Lacarta. ¡Dios,micorazón!Cadapalabraesunadaga.

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Unadagaenmicorazón.¡Lacarta!Horrible,horriblecarta.

¿De qué estaba hablando, en nombre de Dios? ¿Qué significaban esaspalabras?

¿Estaba recordando inconscientemente hechos fragmentarios y borrososdelpasadodeGleninch,atravésdelailusióndelahistoria?¿Eralamemorialaúltimafacultadenfallarle?¿Estábamosvislumbrandolaverdad,laterribleverdad, a través de la sombra proyectada por el eclipse de su cerebro? Larespiraciónmefallaba;unhorrorindeciblerecorriótodomicuerpo.

Benjamin, conel lápiz en lamano,me lanzóunamiradadeadvertencia.Arielestabatranquilaysatisfecha.

—Continúe,maestro—fuetodoloquedijo—.¡Megusta!¡Megusta!Sigaconlahistoria.

Élretomóelrelatocomounsonámbuloquehablaensueños.

—Ladoncellaledijoalaseñora.No;laseñoraledijoaladoncella…Laseñoradijo:«Enséñalelacarta.Debes…debeshacerlo».Ladoncellacontestó:«No, no debo hacerlo. No se la enseñaré». «Tonterías. Déjala que sufra.Podemossalvarla».«¿Mostrársela?No».«Dejaqueocurralopeor.Enséñala».La señora dijo…—Dexter hizo una pausa y pasó rápidamente lamano pordelantedesusojos,comosiquisieraespantaralgunavisiónconfusaoalgúnenredo—.¿Quéfueloúltimo?—dijo—.¿Señoraodoncella?¿Señora?No.Ladoncellahabla, claro.Alto, enérgica. ¡Sinvergüenza, aléjesedeesamesa!ElDiario está ahí.Número nueve.Caldershaws…Pregunte porDandie.Ya notendráelDiario.Unsecretoensuoído…ElDiariolecolgará.Yonoharéquele cuelguen. ¿Cómo se atreve a tocarmi silla? ¡Yo soymi silla! ¿Cómo seatreveatocarme?

¡Las últimas palabrasme iluminaron! Las había leído en el informe deljuicio, en el testimonio del funcionario de la oficina del fiscal.MiserrimusDextersehabíaexpresadoenesostérminos,cuandointentóenvanoqueesehombrenorequisaralosdocumentosdemimaridoycuandoelmismohombrele empujó la silla hasta sacarle de la habitación. No había duda de lo quepasabaporsumente.¡ElmisteriodeGleninch!¡Elvuelodesuspensamientosseremontaba,cadavezconmásdebilidad,haciaelmisteriodeGleninch!

Ariel le despertó. Ella no le compadecía; insistía en oír la historiacompleta.

—¿Porquésepara,maestro?¡Siga!¡Siga!Cuéntenosquéledijolaseñoraaladoncella.

Élseríosinfuerzasytratódeimitarla.

—¿Qué dijo la señora a la doncella? —repitió. La risa se desvaneció.

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Siguióhablando,másrápidoymáshueco—.Laseñoradijoaladoncella:«Lehemossalvado.¿Ylacarta?Quémala.Nohayfuegoenlachimenea.Nohaycerillasenlacaja.Casapatasarriba.Servidumbrefuera.Rómpela;mételaenlapapeleraymézclalaconel resto.Agita lapapelera.Tírala».Desaparecidaparasiempre.¡Oh,Sara,Sara,Sara!¡Desaparecidaparasiempre!

Arielaplaudióyleimitó.

—¡Oh,Sara,Sara,Sara!—repitió—.Desaparecidaparasiempre. ¡Esoeslomejor,maestro!Díganos:¿quiéneraSara?

LoslabiosdeMiserrimusDextersemovieron,perosutonodevozeratandébil que apenas se podía oír. Comenzó de nuevo, con la misma fórmulamelancólica.

—La doncella dijo a la señora. No: la señora dijo a la doncella…—sedetuvo bruscamente, incorporándose en la silla; se echó ambas manos a lacabezayestallóen terriblescarcajadas—.Ja, ja, ja, ja! ¡Quédivertido!¿Porquénoseríen?Divertido,divertido.¿Ja,ja,ja,ja….

Dexter se derrumbó en la silla. Aquella risa espantosa y estridente seconvirtióenunsollozo;luego,unalargayprofundarespiracióndecansancio.Después, nadamás que un rostro vacío ymudo elevadohacia el techo, conmirada ciega y los labios contraídos en una mueca rígida y sin sentido.¡Locuraalfin!Lamuertepresagiadalehabíallegado.Eradenoche.

Sinembargo,unsentimientomeanimaba,unavezpasadoelprimersusto.Inclusoelhorrorquehabíacontempladoaumentólapiedadquesentíaporeldesdichado.Mepusedepieimpulsivamente.Noveíanipensabaennadaquenofueralafiguraindefensadelasilla.Saltédemiasientoparalevantarle,pararevivirle, para hacerle volver en sí (si es que era posible). En cuanto di elprimerpaso,notéqueunasmanosmeagarrabanconfuerza.

—¿Estásloca?—gritóBenjamin,arrastrándomehacialapuerta—.¡Mira!

Miréenladirecciónqueseñalaba.

Arielsemehabíaadelantado.Habíaincorporadoenlasillaasumaestroylerodeabaconunbrazo.Enlamanoqueteníalibreblandíaunamazaindia,arrancadadeunacoleccióndearmasorientalesquedecorabalapared,sobrelachimenea. ¡Estaba transfigurada! Sus ojos inexpresivos me miraban con lafuriadeunanimal.Susdientesrechinabanenelfrenesíquelaposeía.

—¡Usted ha hecho esto!—megritó, agitando lamaza por encimade sucabeza—.¡Acérqueseaélylesacaréelcerebro!¡Lamachacaréhastaquenolequedeniunsolohueso!

Benjamin,arrastrándomeconunamano,abriólapuertaconlaotra.Ledejéque hiciera conmigo lo que quisiera, porque Ariel me tenía fascinada; sólo

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podíamirarlaaella.Elfrenesíledesapareciócuandovioquenosretirábamos.Dejócaerlamaza;leechólosbrazosaDexteryrecostólacabezadelmaestrosobresupecho.Sollozabaylloraba.

—¡Maestro! ¡Maestro!Yano lemolestaránmás.Mireotravez.Ríasedemí,comosolíahacerantes.Diga:«Ariel,eresunatonta».¡Vuelvaasereldeantes!

Benjaminmellevóalahabitacióndeallado.Desdeallípudeoírunlargo,grave y quejumbroso grito de tristeza. La pobre criatura le amaba con lafidelidaddeunperroyelfervordeunamujer.Secerrólapuerta.Meencontréenlaantesala,llorandodepenayabrazadaamiviejoamigo,tanindefensaytaninútilcomounaniña.Benjamincerrólapuertaconllave.

—Esinútilquellores—dijoconserenidad—.DebesdargraciasaDiosporhabersalidosanaysalvadeesahabitación.Venconmigo.

Sacó la llave de la cerradura y me condujo abajo, al vestíbulo. Traspensarlounpoco,abriócondecisiónlapuertaprincipaldelacasa.Eljardineroestabatrabajandolatierratranquilamente.

—Suseñorhaenfermado—ledijoBenjamin—y lamujerqueestáa suserviciohaperdidolarazón,siesquealgunavezlahatenido.¿Dóndeviveelmédicomáscercano?

ElafectoqueeljardinerosentíaporDextereraelmismoqueeldeAriel,alamaneratoscadelhombre.Arrojólapalaprofiriendounjuramento.

—¿Queelseñorhaenfermado?—preguntó—.Iréabuscaralmédico.Leencontraréantesqueusted.

—Dígale al médico que venga con otro hombre —añadió Benjamin—.Puedenecesitarayuda.

Eljardinerosediolavuelta.

—Yoleayudaré—dijo—.Nadiemás.

Nos dejó.Me senté en una de las sillas del vestíbulo, haciendo todo loposible por serenarme. Benjamin andaba de un lado a otro, meditandoprofundamente.

—Ambosleaprecian—oíquesedecíaasímismo—.Mediomono,mediohombreyambosleaprecian.Esomesupera.

Eljardineroregresóconelmédico,unhombresereno,sombríoyresuelto.Benjaminseadelantóasuencuentro.

—Tengolallave—dijo—.¿Suboconustedes?

Sin contestar, el médico se llevó aparte a Benjamin, a un rincón de la

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entrada.Hablaronenvozbaja.Alfinal,elmédicodijo:

—Entréguemelallave.Ustednonoshacefalta.Supresenciasóloirritaríamásalajoven.

Conestaspalabras,llamóconunaseñaaljardinero.Ibanhacialaescaleracuandomeatrevíadetenerle.

—¿Puedo quedarme aquí, doctor? —pregunté—. Desearía saber en quéacabaesto.

Memiróunmomentoantesderesponder.

—Serámejorquesevayaacasa,señora—respondió—.¿Sabeeljardinerosudirección?

—Sí,señor.

—Muybien.Atravésdeljardineroleinformarédecómoacabaesto.Sigamiconsejoyváyaseasucasa.

Benjamin me cogió del brazo. Miré hacia atrás y vi al médico y aljardinero subiendo juntos la escalera, camino de la habitación cerrada conllave.

—¡Nome importa lo quediga elmédico!—susurré—.Esperemos en eljardín.

Benjaminnoqueríanioírhablardeengañaralmédico.

—Tengolafirmeintencióndellevarteacasa—medijo.

Lemirésorprendida.Miviejoamigo,siempre tansumisoydócilcuandonohabíaimprevistos,pusodemanifiesto todalareservalatentedeenergíaydecisiónquealbergabaensunaturaleza,comonuncaanteslohabíahecho(almenos,porloqueyoleconocía).Mecondujoaljardín,dondenosesperabaelcoche.

Mientrasregresábamosacasa,Benjaminsacósucuaderno.

—¿Qué haremos, querida, con las tonterías que he escrito aquí? —preguntó.

—¿Lohasanotadotodo?—ledijesorprendida.

—Cuandoasumoundeber, lo cumplo—contestó—.Nuncame indicasteque lo dejara; nunca moviste el sillón. He escrito todas y cada una de laspalabras.¿Quéhago?¿Lotiroporlaventana?

—¡Dámelo!

—¿Quévasahacerconesto?

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—Aúnnolosé.LoconsultaréconelseñorPlaymore.

CAPÍTULOXLI

ElnuevocarácterdelseñorPlaymore

Aunquenomeencontrabaensituacióndehaceresfuerzos,enelcorreodeesamismanocheleenviéalseñorPlaymoreunacartaenlaqueleexplicabatodolosucedidoylepedíatodasuayudayconsejo.

LasnotasdeBenjaminestabanescritasen taquigrafía,por locualnomeeranútileseneseestado.Antemipetición,hizodoscopiasdelatranscripción.AdjuntéunadeellasalacartadelseñorPlaymore;laotraestabaamilado,enlamesitadenoche.

Una y otra vez, durante esa noche que pasé desvelada, leía y releía lasúltimaspalabrasquebrotarondeloslabiosdeMiserrimusDexter.¿Eraposibleinterpretarlasdeacuerdoconmipropósito?

Alprincipioparecíandesafiar cualquier interpretación.Despuésdehabertratado inútilmente de solucionar el problema, hice al final lo que deberíahaber hecho al principio. Dejé el papel desesperada. ¿Dónde estaban misperspectivasdeéxitoydedescubrirlaverdad?¡Lashabíaarrastradoelviento!¿Había alguna posibilidad, por remota que fuera, de que aquel hombrevolvieraalarazón?Recordabademasiadobienloquehabíavistocomoparateneresaesperanza.LasúltimaslíneasdelinformemédicoquehabíaleídoeneldespachodelseñorPlaymorevolvieronamimemoria,enmediodelsilenciode la noche: «Cuando la catástrofe haya ocurrido, sólo puedo añadir a susamistadesquenoesperen(comocreo)sucuración.Unavezperdidalarazón,estará perdida para siempre.» No tardó en llegar la confirmación de eseterriblediagnóstico.

Alamañanasiguiente,eljardinerotrajounanotaconlainformaciónqueelmédicomehabíaprometidoeldíaanterior.MiserrimusDexteryArieltodavíacontinuaban dondeBenjamin y yo les habíamos dejado, en la sala. Estabanbajolaobservacióndevariosespecialistas,quienesesperabanladecisióndelparientemáscercanodeDexter:unhermanomásjovenquevivíaenelcampoyaquienhabíanenviadountelegrama.HabíaresultadoimposiblesepararalafielArieldesuamosinelempleodelafuerza,medidaqueseadoptabasóloencasosdedemenciaviolenta.Tantoelmédicocomoeljardinero(ambosdefortalezainusual)habíanfracasadoensuintentodesacaralapobremuchachade la habitación. Finalmente, habían optado por dejarla regresar junto a sumaestro, y desde ese momento Ariel se había mostrado completamente

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tranquilaycontentasóloconquelepermitieransentarseasuspiesymirarle.

Aquello resultaba desolador, pero aún lo era más el informe acerca delestadodeMiserrimusDexter.

«Mi paciente se encuentra en un estado de absoluta imbecilidad», habíaescritoelmédico;elrelatodeljardinerolasdefiniócomolasmejorespalabrasquepodíanaplicarsealcaso.DexternoeraconscientedelafectodelapobreAriel;parecíanoreconocersupresenciaenlasala.Llevabahorasensusilladeruedas,enunestadodetotalletargo,ytansólomostrabauninterésanimalenlacomidayundisfruteanimalenlabebida.Esoeratodo.

—Estamañana—medijoeljardineroaldespedirse—,nosparecióquesedespertabaunpoco.Miróasualrededor,haciendogestosrarosconlasmanos.Nosupedescifrarlos,nielmédicotampoco.Ellasí losupo,¡pobrecilla!Fuepor el arpa y se la puso en lasmanos. ¡QueDios la bendiga!Fue inútil. Élpodíatocartantocomoyo.Lahizosonarconunamuecayfarfullóalgo.No,nuncavolveráasereldeantes;esolovecualquiera,aunquenoseamédico.Comecongusto,comolehedicho,peroesoestodo.Lomejorquelepodríapasar es queDios se lo llevara.Nohaynadamásque contar.Ledeseoquepaseunbuendía,señora.

Semarchócon lágrimasen losojosymedejó, lo confieso, tambiénconlágrimas.

Una hora después llegaron más noticias que me reanimaron. Recibí untelegramadelseñorPlaymoreconestasgrataspalabras:«VoyaLondresestanoche.Espérememañanaparadesayunar.»

Altelegramalesiguiólaaparicióndelabogadoalahoradeldesayuno,talycomohabíadispuesto.Susprimeraspalabrasmealegraron.Paramiinfinitasorpresayalivio,élestabalejosdecompartirmipesimismo.

—No niego —dijo— que haya serios obstáculos en su camino. Sinembargo,nohabríavenidoaquíantesdeatenderunnegocioenLondressilosapuntesdelseñorBenjaminnomehubiesenproducidounafuerte impresión.Por primera vez, según creo, tiene usted verdaderas perspectivas de éxito,señora. Por primera vez me ofrezco a ayudarla y con razón (aunque bajociertascondiciones).Eseinfeliz,enelcolapsodesuinteligencia,hahecholoquenuncahabríahechoestandoenposesióndesussentidosydesuastucia.Noshaconducidoavislumbrarlaverdad.

—¿Estásegurodequeeslaverdad?—pregunté.

—Séqueesverdad—contestó—pordosdetallesimportantes.Laideaqueusted tenía de él era correcta. La memoria (como usted suponía) era sufacultad menos dañada, y fue la última que Dexter perdió al esforzarse en

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contar esa historia. Creo que era su memoria la que hablaba(inconscientemente)entodoloquedijo,desdequeserefirióa«lacarta»hastaelfinal.

—¿Peroquésignificaesodelacarta?—pregunté—.Estoycompletamenteaoscuras.

—Y yo—contestó francamente—. Elmayor obstáculo de los que le hemencionadoesprecisamenteesacarta.Debede teneralguna relacióncon laanterior señora Macallan, o Dexter no habría hablado de ella calificándolacomo «una daga en su corazón». Él nunca habría asociado el nombre de ladifuntaconladescripcióndeunacartarotaytiradaalapapelera.Llegoaestaconclusión con certeza, pero no puedo ir más allá. No sé mejor que ustedquién escribió la carta o cuál era su contenido. Si queremos descubrirlo—probablemente el descubrimiento más importante de todos— tenemos quedirigirnuestrainvestigaciónaunadistanciadeunastresmilmillas.Dichoenlenguajellano,miqueridaseñora,tenemosquedirigimosaAmérica.

Tal afirmación, naturalmente, me cogió por sorpresa. Ansiosa, quiseenterarmedeporquéteníamosquedirigirnosaAmérica.

—Dependedeusted—prosiguió—.Cuandooigaloquetengoquedecirle,debedecidirsicorreráconlosgastosdeenviarunhombreaNuevaYorkono.Puedo encontrar al hombre adecuado y estimo el coste (incluyendo untelegrama)…

—¡Nome importa el coste!—interrumpí, perdiendo la paciencia con elenfoque escocés del caso, que ponía a mi monedero en el primer lugar deimportancia—. No me preocupa el gasto. Quiero saber lo que usted hadescubierto.

Playmoresonrió,ysedijocontonomelifluo:

—Aellanolepreocupaelgasto.¡Quépropiodelasmujeres!

Yo podría haberle contestado: «Y él pone los gastos por encima decualquierotracosa.¡Quépropiodelosescoceses!».Perotalcomoestabanlascosas,mesentíademasiadoansiosacomoparahacerunabroma.Sólogolpeéimpacientementelamesaconlosdedosyleapremié:

—¡Cuénteme!¡Cuénteme!

SacólacopiadelcuadernodeBenjaminqueyolehabíaenviadoydestacóéstasdeentretodaslaspalabras:«¿Ylacarta?Quémala.Nohayfuegoenlachimenea.Nohaycerillaenlacaja.Casapatasarriba.Servidumbrefuera.»

—¿Ustedentiendeloquesignifica?,pregunté.

—He repasado los hechos—respondió—y comprendo perfectamente lo

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quequieredecir.

—¿Puedeexplicármelo?

—Muy fácil. En esas frases incomprensibles, lamemoria deMiserrimusDexterharevividocorrectamenteciertoshechos.Sólotengoquecontárselosaustedyloentenderátanbiencomoyo.

Enlaépocadeljuicio,unamañanasumaridomesorprendióymeinquietóal insistir en despedir a todos los criados deGleninch.Me encargó que lesadelantara una cuarta parte del sueldo, que escribiera buenos informes detodosellosyquenoquedasenadieenlacasaalcabodeunahora.Elmotivoque teníaEustace para proceder así era elmismo que tuvo hacia usted. «SialgunavezregresoaGleninch,decía,nopodrémiraranuestrossirvientesalacaradespuésdelainfamiadehabersidojuzgadoporasesinato».¡Esaerasurazón!Nadade loque ledijehizocambiarsu resolución,pobrehombre.Enconsecuencia,lesdespedíatodos.

Alcabodeunahora,abandonaronlacasadejandosinhacereltrabajodeldía.Lasúnicaspersonasquequedaronal serviciodeGleninchvivíanen lasafuerasdelparque,esdecir,elguarda,suesposaylahijadeambos.Elúltimodíadel juicio, encarguéa lahijaque limpiarayordenara lashabitaciones lomejorquepudiera.Eraunabuenamuchacha,peronoteníaexperienciacomocriada: no le entraba en la cabeza, por ejemplo, que tenía que dejar laschimeneasdelashabitacionespreparadasparaencenderseoquedebíareponerlascajasdecerillasvacías.EsaspalabrasquedejóescaparDexterdescribían,sindudaalguna,elestadodesuhabitacióncuandoregresóaGleninchtraseljuicio,paraacompañaralacusadoyasumadre.Queélrompieralamisteriosacarta en sucuartoyque (careciendodemediosa sualcanceparaquemarla)tirara los fragmentos a la chimenea vacía o a una papelera es la conclusiónmásrazonablealaquepodemosllegarporloquesabemos.Encualquiercaso,no dispondría demucho tiempopara pensarlo; ese día todo se hizo deprisa.Eustace y su madre, acompañados por Dexter, salieron para Inglaterra esamisma noche en el tren nocturno.Yomismo cerré la casa y le entregué lasllavesalguarda.Sehabíaacordadoqueélseencargaríadelmantenimientodelossalonesdelaplantabaja,yquesuesposaysuhijaharíanlopropioenlashabitacionesdearriba.

Alrecibirsucarta,señora,medirigíenelactoaGleninchparahablarconla mujer acerca de las habitaciones, especialmente de la de Dexter. Ellarecordaba bien la época en que la casa estuvo cerrada, al asociarla con elperiodoenqueunataquedeciáticalaobligóaguardarcama.Estabaseguradenohaber cruzado el umbral de la casa almenos enuna semana (si nomás)despuésdequeGleninchquedara a cargode sumaridoy suhija.Cualquiercosa,comoairearyarreglarlashabitaciones,lahizosuhija;portanto,ellay

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sóloelladebió tirar labasurade lahabitacióndeDexter.Puedoafirmarqueahora no queda ni un resto de papel allí. ¿Dónde encontró lamuchacha lostrozosdelacarta?Y¿quéhizoconellos?Éstassonlaspreguntasque(siustedlo aprueba) hemos de dirigir a tresmilmillas de distancia, por una sencillarazón: la hija del guarda se casó hace más de un año y el matrimonio semarchóaviviraNuevaYork.

De usted depende decidir lo que se hace. No quiero infundirle falsasesperanzas.¡Noquieroquepierdadinero!Inclusoaunquelamujerrecuerdeloquehizoconelpapelroto,lasposibilidadesdeencontrarunsimpletrozo,conelpasodeltiempo,sonremotas.Noseprecipiteensudecisión.Tengocosasquehacerenlaciudad,asíquepuedetomarsetodoeldíaparapensarlobien.

—EnvíealhombreaNuevaYorkenelpróximobarco—dije—.Éstaesmidecisión,señorPlaymore,ynonecesitohacerleesperar.

Movió la cabeza, censurando mi impetuosidad. En mi anteriorconversaciónconélnohablamosdedinero.¡Ahoraconocía,porprimeravez,elladopuramenteescocésdelcarácterdelseñorPlaymore!

—¡Pero si no sabe ni lo que le costará! —exclamó, escandalizado, ysacandodelbolsillouncuaderno—.Esperehastaquesumeeltotal—dijo—,enmonedainglesayamericana.

—¡Nopuedoesperar!¡Necesitohaceryaalgúndescubrimientosólido!

No prestó atención a mi interrupción: continuó haciendo sus cálculosimperturbablemente.

—Elhombre irá en segunda clasey compraráunbillete de idayvuelta.Muybien.Elbilleteincluyelacomida,ycomograciasaDios,esabstemio,nosegastaráeldineroencomprarbebidasalcohólicasabordo.UnavezestéenNuevaYork,iráaunapensiónbarata,endonde,segúnmisfidedignasfuentesdeinformación,sealojaráalpreciode…

Para entonces (con la paciencia completamente agotada) yo ya habíasacadomi talonario del cajón de lamesa, había firmado un cheque y se lohabíatendido,enblanco,amiconsejerolegal.

—Relléneloconloqueelhombrequiera—dije—.Y,¡poramordeDios,volvamosaDexter!

ElseñorPlaymoresedejócaerenunasillaylevantólasmanosylamiradaaltecho.Nomehabíaimpresionadoenabsolutosusolemneconfianzaenlospoderes de la aritmética y del dinero. Insistí enérgicamente en que meproporcionaramásinformación.

—Oiga —le dije, leyendo las notas de Benjamin—. ¿Qué quería decirDexter con: «Número nueve, Caldershaws Pregunte por Dandie. Usted no

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tendráelDiario.Unsecretoensuoído.Eldiariolecolgará»?¿Cómollegóaconocer Dexter el contenido del diario de mi marido? ¿Y qué significa«Númeronueve,Caldershaws»ytodolodemás?¿Sondatos?

—¡Son datos! —contestó el señor Playmore—. Juntos y revueltos,digamos,perosondatosciertos.Caldershawsesunode losdistritosdepeorreputacióndeEdimburgo.Unodemisempleados(quesueletrabajarparamíconfidencialmente)fueallí,voluntariamente,parapreguntarpor«Dandie»,enel «Número nueve». Era un asunto delicado en todos los sentidos y mihombre, muy sabiamente, fue con otra persona conocida en ese barrio. El«Número nueve» resultó ser una tienda de alfombras y hierros viejos, y«Dandie» era un sujeto sospechoso que comerciaba, además, con objetosrobados.Graciasalainfluenciadesucompañeroyalrefuerzodeunbilletedebanco (que, por cierto, ha de ser restado del presupuesto de gastosamericanos),miempleadoconsiguióhacerlehablar.

Paranomolestarlacondetallesinnecesarios,elresultadoensustanciafueel siguiente. Unos quince días antes de la muerte de la señora Macallan,«Dandie» recibió dosmodelos en cera de dos llaves que le llevó un nuevocliente. El misterio que envolvía el asunto despertó la desconfianza de«Dandie». Había observado en secreto al hombre, antes de entregarle lasllavesyterminópordescubrirquesuclienteera¡MiserrimusDexter!¡Espereunpoco!Aúnnohe terminado.Añádaseaesta informaciónelconocimientoincomprensiblequeDexter teníadel contenidodel diariode sumarido, y elresultadoesquelosmodelosenceraquellegaronalatiendadeCaldershawspertenecíanalallavedeldiarioyalallavedelcajóndelamesaenqueestabaguardado.

Tengomispropiasideassobretodoesto,siustedmesiguehastaaquí.Noimportaqueselasadelanteahora.Dexter(selodigootravez)esresponsabledelamuertedelaanteriorseñoraMacallan.¿Enquémedida?;ustedestáenelbuencaminoparaaveriguarlo.Esmás,ahoralepuedoconfirmarloqueantesnomeatrevíaadecir.Esmideberparaconlajusticiayundeberparaconsumaridoarrojar luzsobreesteasunto.Encuantoa lasdificultades futuras,nocreoqueladesalienten.Todoslosobstáculoscederánanteusted,si losatacaconlatriplealianzadepaciencia,resoluciónyeconomía.

Poniendoénfasisenestasúltimaspalabras,misabioconsejero,conscientedel paso del tiempo y de los negocios que le esperaban, se levantó paradespedirse.

—Unúltimofavor—lepedímientrasmetendíalamano—.¿Podríaustedver aMiserrimusDexter antes de regresar a Edimburgo? Por lo queme hadichoeljardinero,suhermanodebedeestarasulado.Mealiviaríasaberalgodeélysaberloatravésdeusted.

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—EsunodelosasuntosquetengopendientesenLondres—dijoelseñorPlaymore—.Pero¡cuidado!Yono tengoesperanzasdequese recobre.Sóloquierocomprobarquesuhermanoquiereyescapazdecuidarle.Enloqueanosotros nos concierne, señora, ese desgraciado ha pronunciado sus últimaspalabras.

Abriólapuerta,sedetuvo,reflexionóyvolvióamilado.

—PorloquerespectoalhombrequeenviaremosaAmérica—prosiguió—,tengoelpropósitodeentregarleaustedunbreveextracto…

—¡Oh,señorPlaymore!

—Unbrevepresupuesto,señoraMacallan,delosgastosestimadosdetodala operación. Usted lo considerará, hará alguna observación, tendiendo a laeconomía, sobre todo lo que le sugiera el presupuesto. Y, si lo aprueba, lequedaré muy agradecido cuando haya rellenado el espacio en blanco delcheque con la cantidad necesaria en cifras y en letras. ¡No, señora! Miconciencia no puede cargar con un documento tan inseguro y tan peligrosocomounchequeenblanco,seríaunatotaldesconsideraciónhacialaprudenciay la economía que supone esta pequeña hoja de papel, y, nadamás y nadamenos,queunacontradicciónconlosprincipiosquerigenmivida.Nopuedocaerenesacontradicción.Buenosdías,señoraMacallan,buenosdías.

Haciendounalevereverencia,dejóelchequesobrelamesaysemarchó.Entre todos los tipos de estupidez humana que a veces saltan a la vista, lamenosdisculpableesseguramenteladeaquélque,hoyendía,aúnsepreguntacómolosescoceseshanconseguidotriunfarenlavida.

CAPÍTULOXLII

Mássorpresas

Esamismanocherecibíelpresupuestodemanosdeunodesusempleados.

Era un documento absolutamente peculiar. Se calculaban los gastos enchelines,incluyendohastaelúltimopeniquedemaneraimplacable;encuantoa las instruccionesque se lehabíandadoanuestrodesafortunadomensajerocon respecto al dinero, se detenían en unas sutilezas tales que le habríanamargado suvidaenAmérica.Comomedabapena,me tomé la libertad, alcontestaral señorPlaymore,deaumentar ligeramente la sumaque teníaqueconstarenelcheque.Tendríaquehaberconocidomejoralapersonaconquienmantenía correspondencia. La respuesta del señor Playmore (informándomequenuestroemisarioyahabíazarpado)adjuntabaelreciboy¡todalacantidad

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extra!

Unaslíneasapresuradasacompañabanalpresupuesto;sereferíanalavisitaque había hecho el abogado a Miserrimus Dexter. No había mejoría nicambios.Elhermanohabíallegadoalacasaencompañíadeldoctorquesolíaatenderalenfermo;peroelmédicodeclinóofrecerundiagnósticodefinitivodelcasohastaqueno lohubieraestudiadodetenidamente.AmbosacordarontrasladaraMiserrimusDexteralhospitalpsiquiátrico,delqueelmédicoerapropietario, en cuanto todo estuviese preparado para su ingreso. La únicadificultadquequedabasereferíaalafielcriaturaquenuncahabíaabandonadoasuamo,nocheydía,desdequesucediólacatástrofe.Arielnoteníaamigosni dinero. El propietario del hospital psiquiátrico no podía ingresarla sin elpagoacostumbrado,yelhermanodelseñorDexter«lamentabatenerquedecirqueélnoeralobastantericocomoparacorrerconlosgastos».Laseparaciónforzosa del único ser humano a quien amaba o el ingreso, en calidad deindigente, en un hospital público era la perspectiva que le esperaba a ladesafortunadamuchacha,anoserquealguienintervinieseensufavorantesdequeterminaselasemana.

En esas tristes circunstancias, el buen señor Playmore, pasando de lasconsideracioneseconómicasa lashumanas, sugirióquepodríamosorganizarunasuscripciónprivadayseofrecióélmismoparaencabezarlalista.

EnviédeinmediatounacartaalseñorDexter(elhermano)paraasumirlaresponsabilidadenloconcernientealdinero,mientrasserecogíaatravésdelasuscripción, y para estipular que cuando llevasen al hospital a MiserrimusDexter, le acompañara Ariel. Esto fue concedido de buena gana; perosurgieronserios impedimentoscuandopedíque lepermitieranaArielcuidarde su amo en el hospital, tal como solía hacer en la casa. Las reglas delestablecimiento loprohibíany laprácticauniversalenesoscasos también loprohibía y…De todosmodos, a fuerzadeperseverar y persuadir, logré unaconcesiónrazonable.Durantealgunashorasaldía,yconciertasrestricciones,Arieltendríaelprivilegiodecuidardesuamoydeacompañarle,llevándolelasillaensuspaseosporeljardínparaquetomaraelaire.Tengoqueañadir,parahonradelahumanidad,quelaresponsabilidadeconómicaquehabíaasumidonollegóaexigirdemasiadodemisrecursos.LalistadesuscriptoresprogresórápidamenteenmanosdeBenjamin.Amigos,einclusodesconocidos,abrieronsuscorazonesysusbolsilloscuandoconocieronlatristehistoriadeAriel.

EldíaquesiguióalavisitadelseñorPlaymoremetrajonoticiasdeEspañaatravésdeunacartademisuegra.Essencillamenteimposibledescribirloquesentíalromperelselloyleerlasprimeraslíneas.DejemosquehablelaseñoraMacallanenestaocasión.Estofueloqueescribió:

Prepárate,mi queridaValeria, para unamaravillosa sorpresa. Eustace ha

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sido digno de mi confianza. Cuando regrese a Inglaterra, y si tú le dejas,quierevolvercontigo.

Esta decisión, permite queme apresure a asegurártelo, no se debe amisdotes de persuasión, sino al agradecimiento y al amor de tu marido. Lasprimeraspalabrasquemedijo,encuantopudohablar, fueron:«SivivoparapodervolveraInglaterrayalladodeValeria,¿creesquemeperdonará?».Túeres la única, querida, que puedes contestar. Si nos aprecias, contéstanos avueltadecorreo.

Eso fue loquedijocuando le comuniquéque tú le cuidaste.Y recuerda,aunquenoloparezca,queestámuydébilparahablaryquesihabla,lohacecondificultad.Todavíaguardotucarta.MiintenciónesdarleaEustacetiempoparaquepiensey,sitehabloconfranqueza,esperandoquemientrastantonoseproduzcaalgúncambioensudecisión.

Hanpasadotresdíasynohahabidoningúncambio.Sólotieneunaidea:anhelafervientementeeldíaenquepuedareunirseconsuesposa.

Perohay algomás en relación conEustacequedebes saberyque esmideberdecirte.Eltiempoyelsufrimientolehancambiadoenmuchosaspectos,Valeria.Sinembargo,nohavariadolomásmínimosuaversión,casidiríasuhorror, a tu deseo de investigar las circunstancias que concurrieron en lalamentablemuertedesuprimeraesposa.Nomeatrevoadarletucarta:sitocoeltema,leirritoyleinquieto.«¿Sehaolvidadoyadeesaidea?¿Mepuedesasegurarqueyasehaolvidadodeesa idea?».Unayotravezmehaceestaspreguntas.Ylehecontestado—¿quéotracosapodíahacerenelestadodébilenqueseencuentra?—de lamaneraquemás lepueda tranquilizar:«Olvidaya ese asunto. Valeria no tiene más elección que olvidarse de tal idea; losobstáculosqueselepresentansoninsuperablesylahabrándesanimado».

Si lo recuerdas, esto era lo que pensé que sucedería cuando tú y yohablamos por última vez del penoso asunto y, como no he tenido noticiastuyas,miopiniónnohacambiadolomásmínimo.Siestoyenlocierto(comole ruego a Dios), sólo has de confirmármelo en tu respuesta y todo estarásolucionado. En caso contrario, es decir, si todavía sigues empeñada en tuinútil proyecto, prepárate para enfrentarte a las consecuencias. Si pones aprueba los prejuicios de Eustace, perderás la gratitud de tu esposo, suarrepentimientoysuamor,y,segúncreo,noleverásnuncamás.

Meexpresodeformatanterminanteentupropiointerés,querida.Cuandomecontestes,escribeunaspocaslíneasaEustaceyenvíalasjuntoalacarta.

Encuantoa lafechadenuestrasalida,mees todavía imposibleofrecerteinformaciónconcreta.Eustace se recuperamuy lentamente,yelmédicoaúnnolepermitelevantarsedelacama.Cuandopodamosviajar, loharemospor

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etapas. Transcurrirán almenos unas seis semanas, como poco, antes de quepodamosestardenuevoenlaviejayqueridaInglaterra.

Contodomiafecto

CatherineMacallan

Dejé la carta e hice cuanto pude (aunque sin éxito al principio) porserenarme. Para comprender la situación en que me encontraba, sólo senecesita recordarunacircunstancia.Elmensajeroque llevabaacabonuestrainvestigaciónestaba,enesemomento,cruzandoelAtlánticocaminodeNuevaYork.

¿Quésepodíahacer?

Vacilé.Porchocantequepuedaparecer,vacilé.Peronodebíaprecipitarmeenladecisión.Teníatodoeldíapordelante.

Salíadarunpaseosolitarioymeditéelasunto.Regreséacasayledimásvueltasjuntoalalumbre.Ofenderyrechazaramiamadocuandoélvolvíaami ladopor supropiavoluntad, eraalgoqueningunamujer enmi situaciónhabría hecho. Aun así, por otra parte, ¿cómo podía, en nombre de Dios,abandonarmi plan en elmismomomento en que el sabio y prudente señorPlaymore veía más posibilidades de éxito e incluso se había ofrecido paraayudarme?Anteestasdosopcionescrueles,¿quéextremopodíaelegir?

Considera,lector,tuspropiasflaquezasyséindulgenteconlasmías.Dilaespaldaaesasdosopciones.Dosdiablosagradables,laMentirayelDisimulo,metendieronlamanosuavemente:«Notecomprometasdeningunamanera,querida—medecíanpersuasivamente—.Escribelojustoparatranquilizaratusuegraycomplaceratumarido.Tienestiempopordelante.EsperayverásqueelTiempoestuamigoyquetesacarádelapuro».

¡Infameconsejo!Aunasí,loseguí.¡Yo,quehabíasidoeducadaenelbieny que debía ser sincera! Quien lea esta vergonzosa confesión habría sidosincero, estoy segura. Tú, lector, no estás incluido entre los «miserablespecadores»delosquesehablaenelLibrodePlegarias.

¡Bien!¡Bien!Serévirtuosaycontarélaverdad.Alescribiramisuegra,lecomuniqué que había sido necesario trasladar a Miserrimus Dexter a unhospitalpsiquiátricoydejéqueellasacarasuspropiasconclusiones,sindarleuna sola palabra de información adicional.Delmismomodo, le conté amimaridounapartedelaverdadynadamás.Ledijequeleperdonabacontodomicorazóny¡lohice!Ledijequesóloteníaqueveniramíyquelerecibiríacon losbrazosabiertosy ¡así loharía!Encuantoal resto,hededecircomoHamlet:«Elrestoessilencio».

Una vez despachadas mis indignas cartas, me sentí inquieta y supe que

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necesitaba un cambio. Teníamos que esperar, como mínimo, unos ocho onuevedíaspararecibiralgúntelegramadeNuevaYork.MedespedíporunatemporadademiqueridoyadmirableBenjaminymefuiamiviejohogardelnorte, la vicaría de mi tío el vicario Starkweather. Mi viaje a España paracuidar de Eustace me había llevado a firmar la paz con mis parientes; noshabíamos carteado y les había prometido que sería su invitada en cuantopudierasalirdeLondres.

Pasé una temporada tranquila y (considerándolo todo) feliz en los viejosparajes.Visitédenuevolaorilladelrío,dondeEustaceyyonosconocimos.Anduveotravezpor lahierbaypaseé juntoa los arbustos,nuestros lugaresfavoritosendondetantasveceshabíamoshabladodenuestraspreocupacionesparaolvidarlasconunbeso.¡Dequémaneratantristeytanraranoshabíamosseparado!¡Quéinseguroeratodavíanuestrofuturo!

Los recuerdos me enternecían el corazón y elevaban mi ánimo. Mereprochéconamarguranohaberle contado todoaEustacede forma sincera.¿Por qué había vacilado en sacrificar por él todas mis esperanzas y misintereses en la investigación? Él no había vacilado, pobrecillo: su primerpensamientohabíasidoparasuesposa.

LlevabacincodíasconmistíoscuandorecibínoticiasdelseñorPlaymore.Su carta me decepcionó indescriptiblemente. Un telegrama de nuestromensajeronoscomunicóquelahijadelguardiánysumaridohabíansalidodeNuevaYorkyaúnignorabasuparadero.

No había nada que hacer salvo esperar pacientemente mejores noticias.Permanecíenelnorte,siguiendoelconsejodelseñorPlaymore,porqueestabarelativamente cerca deEdimburgo en el caso de que tuviera que consultarlealgo en persona. Pasaron tres semanas más de espera hasta que recibí lasegunda carta. Esta vez era imposible definir las noticias como buenas omalas. Eran sencillamente desconcertantes. Al mismo señor Playmore ledejaronperplejo.Éstaseranlasúltimaspalabras,brevesdebidoalaeconomía,que nos trajo el telegrama de nuestro agente en América: Busquen en elbasurerodeGleninch.

CAPÍTULOXLIII

¡Alfin!

La carta del señor Playmore y el extraordinario telegrama del agente noteníannadaqueverconeloptimismoqueelabogadohabíamostradoencasadeBenjamin.

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Sieltelegramatienealgúnsentido—escribía—,significaquelostrozosdelacartafueronapararalcubodelacriada(juntoalpolvo,lacenizayelrestodelabasuradelahabitación),yluegotodoesosetiróalbasurerodeGleninch.Apartirdeentonces,losresiduosacumuladosdelaslimpiezasperiódicasdelacasa,duranteuntiempoaproximadodetresaños,—incluyendo,naturalmente,lacenizadelaschimeneas,encendidaslamayorpartedelañoenlabibliotecaylagaleríadeloscuadros—habránsidoarrojadosalbasurero,dejandocadavez más enterrados los preciosos fragmentos de la carta. Aun teniendo laposibilidaddeencontrarlos,¿quéesperanzapodemosalbergar,conel tiempoque ha transcurrido, de recuperarlos en buen estado de conservación? Leestaríamuyagradecidosimediesesuopiniónavueltadecorreo.SilefueraposiblehablarpersonalmenteconmigoenEdimburgo,ahorraríamostiempo,loqueesdegranimportanciaenestemomento.LacasadeldoctorStarkweathernoestálejos.Piénselo.

Lo medité seriamente. La principal cuestión que debía resolver era larelativaaEustace.

LasalidadeEspañademimaridoymisuegrahabíasufridotantosretrasosporórdenesdel cirujanoque,por loquemehabíadicho la señoraMacallanhacíatresocuatrodías,debíandeestaralaalturadeBurdeos.Contandoconunintermedioparadescansarendichaciudadyteniendoencuentalalentitudconqueviajaban,podíaesperarquellegasenaInglaterrapocoantesdequeelagentemandaramásnoticiasdeAméricaalseñorPlaymore.Enestasituación,no podría reunirme con el abogado en Edimburgo después de recibir a mimaridoenLondres.LomejorseríacontarlesinceramentealletradoqueyanoeradueñademismovimientosyquemeenviasesupróximacartaacasadeBenjamin.

Mientras escribía a mi abogado, tengo que añadir algo con respecto albasureroyalacartarota.

Poco antes de que mi padre muriera, viajamos juntos a Italia, y en unmuseodeNápolesvinumerososrestosdeunaépocamuyantiguaquehabíansidodescubiertosenlasruinasdePompeya.ParaanimaralseñorPlaymore,lerecordé que la erupción que destruyó la ciudad salvó, durante más de milseiscientos años, objetos tan perecederos como la paja que envolvía unavajilla,laspinturasmuralesdeunacasa,lasropasquellevabanloshabitantes,y(lomásllamativodetodoparanuestrocaso)untrozodepergaminocubiertode ceniza volcánica.Si tales hallazgos habían aparecido enbuen estado traspermanecermilseiscientosañosenterradosbajounagrancapaderocasydeceniza, podríamos esperar que algo se salvase, si sólo habían pasado tres ocuatroaños,bajounapequeñacapadepolvoydeceniza.Dandoporsupuestoque se pudiesen recuperar los fragmentos (lo que era dudoso), estabaconvencidadeque la escriturapermanecería legible, aunquedescolorida.La

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acumulación de basura que lamentaba el señor Playmore era el medio quehabría mantenido la carta a salvo de la lluvia y de la humedad. Con estassugerenciasmodestas acabé la carta. ¡Gracias ami viaje alContinente pudeenseñarlealgoamiabogado!

Transcurrióotrodíasinquerecibieranoticiasdelosviajeros,yempecéasentirme inquieta.Esanochehice lospreparativosparaelviajede regresoacasa.DecidísalirparaLondresalamañanasiguiente,anoserquelaseñoraMacallanmecomunicaraalgúncambiodeúltimahora.

El correo del día siguiente decidió el curso de los acontecimientos.Metrajo una carta demi suegra, que añadía una fechamemorable a las demicalendarioprivado.

Eustacey sumadrehabían llegadoaParís, pero allí tuvo lugarungravecontratiempo.Lafatigadelviajeylaexcitaciónantenuestroencuentrohabíanresultadofatalesparamiesposo.Habíaaguantado,aunquecongrandificultad,hasta París; pero ahora tenía que guardar cama de nuevo por haberexperimentado una recaída. Esta vez los médicos no temían por su vida,siempreycuandohicierareposoabsolutoduranteuntiempoprolongado.

En tusmanos está, Valeria—escribía la señoraMacallan— fortalecer yreconfortar aEustaceen sunuevacalamidad.Nosupongasque teculpoporabandonarleenEspañaenelmomentoenqueelcirujanoledeclarófueradepeligro.«Fuiyoquienlaabandonó,medijolaprimeravezquesacamosestetema,ymiesposatienetodoelderechodeesperarqueseayoelqueregreseasulado».Éstasfueronsuspalabras,querida,yhaobradodeacuerdoconellas.Indefensoenlacama,pidequedesporcumplidasuvoluntadyquetereúnascon él enParís.Creo que te conozco bien, niñamía, y sé que lo harás. Sinembargo,antesdecerrarelsobre,quisieraañadirunaspalabrasdeadvertencia.Evita cualquier alusión no sólo al juicio (lo harás espontáneamente), sinotambiénalacasadeGleninch.Podráscomprenderloquesiente,enelestadoactualdedepresiónnerviosaque sufre, cuando tedigaquenuncamehabríaatrevidoapedirtequeviniesesaquísitucartanomehubieseinformadodequehanterminadotusvisitasaDexter.¿PodráscreerqueestanvívidosuhorroralpasadoquemehapedidoelconsentimientoparavenderGleninch?

AsíseexpresabalamadredeEustace,peronodebíadeestarmuyseguradesupoderdepersuasión,porqueadjuntaba,enunahojaaparte,doslíneasalápiz,¡tansuavesyborrosas!,escritaspormipobreamado:«Estoytandébilquenopuedoseguirviajando,Valeria.¿Vendrástúymeperdonarás?».Habíamásletras,peroilegibles.Esasdoslíneasledejaronexhausto.

Séquenodigomuchoenmi favor,perosiconfiesomiserrores tambiénhablarédemisaciertos.Decidíeneseinstanteolvidartodolorelacionadoconlacartarota.SiEustacemepreguntabaalgo,queríacontestarleconsinceridad:

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«Mehesacrificadoportutranquilidad.Lohedejadotodopormimarido».

Altomarestadecisióntodavíateníamuypresenteelmotivoquemellevóde España a Inglaterra: descubrir que iba a ser madre. La única diferenciaradicabaenqueahoraloquemásimportabaeralatranquilidaddemimarido.Pero yo aún tenía esperanzas respecto ami investigación, pues confiaba enqueEustace,alsaberqueibaaserpadre,sintieraqueerasudeberproclamarsuinocencia,undeberqueledebíaasuhijo.

EsamismamañanaescribíalseñorPlaymoreunavezmás,contándolemisituación y retirándomedefinitivamente de la investigación delmisterio queestabaescondidoenelbasurerodeGleninch.

CAPÍTULOXLIV

Nuestranuevalunademiel

No tengo que ocultar ni negar que al volver a Londres me sentía muydesanimada.

Abandonarelplanmásqueridocuandohabíasufridotantoporllevarloalapráctica,ycuando(segúnlasapariencias)estabatancercadeconseguirloquetantoesperaba,suponíaunadurapruebaparalafortalezadeunamujeryparasusentidodeldeber.Pero,aunasí,nomearrepentíadehaberleescritoalseñorPlaymore,aunquesemeofrecieralaoportunidadderectificar.«Yaestáhechoy bien hecho,me dije.Me conformaré en cuanto le dé el primer beso amimarido.»

Había pensado llegar a Londres a tiempo para coger el tren nocturno aParís.PeroeltrenenqueviajabadesdeelnortehabíasufridodosretrasosynomequedabamásremedioquepasarlanocheencasadeBenjaminyposponerlasalidahastalamañanasiguiente.

Me fue imposible avisar a mi amigo del cambio de planes, y, enconsecuencia, mi llegada le sorprendió. Le hallé solo en la bibliotecailuminadaporlámparasyvelas,absortoenunostrozosdepapelrepartidosenlamesa.

—¿Quédemonioshaces,Benjamin?—pregunté.

Benjamin se sonrojó, iba a decir que como un adolescente. Pero, en laépocaenquevivimos,losadolescentesyanosesonrojan.

—¡Oh,nada,nada!—dijoconfundido—.Nadaquevalgalapena.

Recogió con lamano todos los trocitosdepapel de lamesa; aquellome

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pareciósospechosoyledetuve.

—¡Has tenidonoticias del señorPlaymore!—ledije—.Dime la verdad,Benjamin,¿síono?

Benjaminsesonrojóaúnmásycontestó:

—Sí.

—¿Dóndeestálacarta?

—Nopuedomostrártela,Valeria.

Estarespuesta(¿tengoquedecirlo?)hizocrecermiresolucióndeleerla.LamejormaneradeconvenceraBenjaminparaquemeladieraerahablarledelsacrificioqueacababadehacerpor expresodeseodemimarido.Al final ledije:

—Ya no poseo voz ni voto en este asunto. El señor Playmore tiene lalibertad de elegir si quiere seguir o dejar el proyecto. Ésta es la últimaoportunidadquemequedadedescubrirloquepiensahacer.¿Nomemerezcotuconsideración?¿Notengoderechoaleerlacarta?

Cuandooyólosucedido,Benjaminestaba tansorprendidoy tancontentoque no pudo resistirse a mi súplica.Me dio la carta. El señor Playmore leescribía confidencialmente, dirigiéndose a Benjamin en su calidad decomerciante.Ensulargacarreraenelmundodelosnegocios,posiblementesehabríaencontradoconcasosenquelosdocumentossehabíantraspapeladoyroto,bienporaccidenteoadrede.Sinofueraésteelcaso,leagradecíaquelemencionase alguna autoridad de Londres que le pudiese aconsejar sobre elasunto.Paradarsentidoaestaextrañapetición,elseñorPlaymoreserefirióalas notas que había tomado Benjamin en casa de Miserrimus Dexter y lecomunicó la gran importancia que tenían esas «tonterías» inconexas que élhabíaapuntadoapesardesusprotestas.Lacarta terminaba recomendándoleque mantuviese en secreto la correspondencia entre ambos, pues si yo meenterabapodíacrearmefalsasesperanzas.

Ahora entendía el tono del mensaje que me había enviado mi valiosoconsejero. Su interés en encontrar la carta mencionada por Dexter era tanpoderosoque,porprudencia,meloocultabaporsiluegoresultabaunfracaso.El señor Playmore, por lo tanto, no iba a abandonar la investigación ni aretirarse del caso. Miré con interés creciente los fragmentos de papel queBenjaminteníaencimadelamesa.

—¿YasehadescubiertoalgoenGleninch?—pregunté.

—No—respondióBenjamin—.Estaba haciendo un experimento con unpapelantesdeescribiralseñorPlaymore.

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—¿Asíquetúhasrotoelpapel?

—Sí. Y para hacer aún más difícil la reconstrucción, he mezclado lostrozosenunapapelera.Amiedad,queridaniña,esunadistraccióninfantil…

Secalló,avergonzadodesímismo.

—Bien—continué—,¿yhaslogradoyaencajarlaspiezas?

—No es nada fácil, Valeria. Pero estoy empezando a conseguirlo. Es elmismoprincipioqueeldelospuzzles,alosquedeniñoeramuyaficionado.Siconsiguesdarconlasesquinasylapartecentral,elrestodelpuzzleestaráhechomás tardeomás temprano.Por favor,querida,nose lodigasanadie.Podríanpensarqueyachocheo.

QuienpensaseesonoconocíaaBenjamincomoyo.Recordélomuchoquedisfrutaba solucionando las adivinanzas de los periódicos y pude entenderperfectamentelaaficiónqueenélhabíadespertadoelnuevopuzzle.

—Es casi tan interesante como resolver los enigmas del periódico,¿verdad?—ledijemaliciosamente.

—¡Enigmas! —repitió Benjamin con desprecio—. Esto es mejor quecualquierenigma.¡Pensarque,despuésdetodo,lastonteríasdemicuadernotienenunsignificado!HerecibidolacartadelseñorPlaymoreestamañanay,casimedavergüenzadecírtelo,desdeentoncesheestadohaciendounapruebatrasotra.Nomevasareñir,¿verdad?

Lecontestéconunfuerteabrazo.AhoraqueBenjaminhabíadejadoaunladosurigidezmoralysehabíacontagiadodemientusiasmo,¡lequeríamásquenunca!

Sin embargo, no me sentía completamente feliz, aunque lo fingiese. Apesar de mi decisión de abandonar el proyecto, me dolió tener quemantenermealmargendelainvestigaciónenesemomento.MiúnicoconsueloerapensarenEustace,ymiúnicoalivioyfuentedevaloreraconcentrarmeenla mejoría que había experimentado mi perspectiva familiar. Ahí, por lomenos,nodebía temerningúndesastrey,sinceramente,podíapensarqueenesohabíaobtenidountriunfo.Miesposoregresabaamiladoporsupropiaylibrevoluntad.Nosehabíarendidoanteelduropesodelaevidencia,sinoquehabíacedidoalainfluenciamásnobledesuamorydesugratitud.Yyovolvíaa acogerle de todo corazón, no porquemi descubrimiento no le dejaramásopción que vivir conmigo, sino porque yo creía en la buena voluntad deEustace; le amaba y confiaba en él sin reservas. ¡Valía la pena el sacrificiopara llegar a este resultado! Ésta era la verdad. Pero, incluso así, estabadesanimada. ¡Bien!El remedio lo tenía al alcancedeuncortoviaje.CuantoantesestuvieseconEustace,mejor.

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Alamañanasiguiente,muytemprano,salídeLondresendirecciónaParís.Benjaminmeacompañóalaterminaldeltren.

—EscribiréaEdimburgoantesdequesalgaelcorreodehoy—dijo,pocoantes de que el tren se pusiera en marcha—. Creo que podré localizar alhombrequepuedeayudaralseñorPlaymore,siesqueéldecidecontinuarlainvestigación.¿Quieresqueledéalgúnrecado,Valeria?

—No,yanotengonadaquever,Benjamin,ninadamásquedecir.

—¿Te escribo para contarte cómo acaba, si el señor Playmore hace elexperimentoenGleninch?

Contestétalcomomesentía,conamargura.

—Sí—dije—.Escribeycuéntamesielexperimentofracasa.

Miviejoamigosonrió.Meconocíamejorqueyomisma.

—¡Está bien! —dijo resignado—. Tengo la dirección de tu agenciabancaria en París. Habrás de ir allí para sacar dinero, querida; puede queencuentres una carta esperándote en la oficina cuando menos lo esperes.Hazmesabercómosiguetumarido.¡AdiósyqueDiostebendiga!

EsamismanochemereuníaconEustace.

Estaba demasiado débil, pobrecillo, como para levantar la cabeza de laalmohada.Mearrodilléasuladoylebesé.Susojoslánguidosycansadossellenarondevidacuandomislabiosrozaronlossuyos.

—Tengoquevivir—musitó—,porti.

Misuegra,condelicadeza,noshabíadejadoasolas.Cuandoéldijoestaspalabras,nopude resistir la tentacióndecomunicarle laesperanzaque ibaanacerennuestravida.

—Tienesquevivirahora,Eustace—dije—,poralguienmás,apartedemí.

Memiróinterrogante.

—¿Terefieresamimadre?

Apoyélacabezaensupechoylehabléenunsusurro.

—Merefieroatuhijo.

¡Enesemomentoobtuvelarecompensaportodoloquehabíasufrido!Meolvidé del señor Playmore;me olvidé deGleninch. Nuestro nuevo viaje denovioscomienza,enmimemoria,apartirdeesedía.

El tiempo transcurría tranquilay lentamente en la casa enquevivíamos,dondepermanecíamosajenosalbullicioyaltumultodelavidadiariaparisina.

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Aunquemuydespacio,Eustace iba recuperando las fuerzas.Losmédicos ledejaronenmismanosconunaspalabrasdeprecaución.«Ustedessumédico,dijeron.Cuantomásfelizsea,antessecurará».Larutinatranquilademinuevavida no me cansaba en absoluto. Yo también necesitaba reposo y nada meinteresabaoatraíafueradelahabitacióndemimarido.

Unavezysólounasenublólaplacidezdenuestravidaconunaalusiónalpasado. Algo que se me escapó sin querer le recordó a Eustace la últimaconversaciónquemantuvimosencasadelmayorFitz-David.Condelicadezaserefirióaloqueyoledijesobreelveredictoymehizoentenderque,conunasolapalabrademislabiosqueconfirmaraloquesumadrelehabíadicho, letranquilizaríaenelactoyparasiempre.

Larespuestanoeradifícilnidelicada.Ledijesinceramentequesusdeseoseran ley para mí. Pero me temo que, por ser mujer, no me pude contentardejándolaasí.PenséqueEustaceteníaundeberparaconmigo:cederenalgo,paratranquilizarmetambiénamí.Comosiempremeocurre,alpensamientolesiguieronlaspalabras.

—Eustace—lepregunté—,¿estástotalmentecuradodeesadudacruelquetellevóundíaaabandonarme?

Su contestación (como luego él mismo me contó) me hizo sonrojar deplacer.

—Valeria, si te hubiese conocido tan bien como ahora, nunca te habríadejado.

Asídesaparecieronlasúltimassombrasdedesconfianzadenuestrasvidas.

EmpezabaaborrarsedemimemoriaelrecuerdodelaconfusiónydelosproblemasdelosdíaspasadosenLondres.Nosamábamosotravez;estábamosabsortoselunoenelotro;casipodíamosimaginarquenuestromatrimoniosehabía celebrado uno o dos días antes. Sin embargo, me faltaba un últimotriunfosobremímismaparaquemifelicidadfuesecompleta.Ensecreto,enlos peligrososmomentos en queme quedaba sola, seguía deseando saber sihabíanencontradoono lacarta rota. ¡Quécriaturas tancomplicadas somos!Teniendo todo loqueunamujerquerríapara ser feliz,yoestabadispuestaaponer en peligro esa felicidad por negarme a ignorar lo que ocurría enGleninch.Bendecíeldíaenquemimonederovacíomeofreciólaexcusaparairalbancoyrecoger,así,lascartasquemeesperasen.

Pedíeldinerosinprestaratención,preguntándomesiBenjaminmehabríaescrito.Misojosrecorrieronlosmostradoresdelaoficinaenbuscadealgunacarta.Novinada.Noobstante,unhombresaliódeundespacho:unhombreconsiderablementefeo,peroqueparamíresultóatractivo,porlasencillarazóndequellevabaunacartaenlamano,ydijo:

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—Esparausted,señora.

Un vistazo a la dirección me mostró la letra de Benjamin. ¿Habíanintentadoencontrarlacarta?¿Habíanfracasado?Alguienmeentregóeldineroy,cortésmente,meacompañóhastaelcochealquiladoquemeesperabaenlapuerta. No recuerdo nada con claridad, excepto que leí las noticias deBenjaminyendo a casa.Susprimeraspalabrasme contabanque el basurerohabíasidoexaminadoyque¡habíanhalladolostrozosdelacarta!

CAPÍTULOXLV

Elbasurerorevuelto

Experimenté una sensación de vértigo, y me vi forzada a esperar paracalmarmeantesdeseguirleyendo.

Alreleerlacarta,unadelasúltimasfrasesmesorprendióymeprovocóunescalofrío.

LepedíalconductorquedetuvieraelcochealprincipiodelacalleenqueseencontrabanuestracasayquemellevaraalparquemásbonitodeParís,elfamoso Bois de Boulogne.Mi propósito era ganar tiempo para leer toda lacartayparadecidirsimidebereraocultarlaantesdellegaracasa.

Con esta preocupación, pues, leí el relato que el buen Benjamin habíaescritocontododetalle.Metódicoymeticuloso,comenzabaconelinformedenuestroagenteenAmérica.

Nuestrohombrehabíalocalizadoalahijadelguardayasumaridoenunapequeña ciudad de un estado del oeste. La carta de presentación del señorPlaymoreleaseguróelrecibimientocordialdelmatrimonioylapacienciaconqueescucharonelmotivoquelehabíallevadoacruzarelAtlántico.

Las primeras preguntas del emisario no obtuvieron resultados demasiadoestimulantes.Lamujerestabaconfusaysorprendida,yparecióquelecostabarecordar lo que a nosotros nos podría ser útil. Afortunadamente, sumaridodemostróserunhombremásdespierto.Llevóapartealenviadoyledijo:«Yoentiendo a mi esposa mejor que usted. Dígame exactamente qué es lo quequiere saber y deje que sea yo el que descubra lo que recuerda y lo que haolvidado».

El emisario aceptó encantado esta sensata sugerencia, y esperó losacontecimientosduranteundíayunanoche.

Alamañanasiguiente,muytemprano,elmaridoledijo:«Hableahoracon

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miesposayyaverácómotienealgoquecontarle. ¡Perofíjese!Noseríadeellasilecuentacosasquenovenganalcaso.Ledavergüenzahastadelantedemí. Cree que los hombres estamos por encima de esas cuestiones. Escuchetranquilamenteydéjelahablar.Asíloconseguirá».

Nuestrohombresiguiólasinstruccionesyloconsiguiódelsiguientemodo:

LamujerrecordabaperfectamentequelemandaronlimpiaryordenarlosdormitoriosdespuésdequetodosloshabitantessehubieranidodeGleninch.Sumadre estabamal de la cadera en esa época y no pudo ir con ella paraayudarla,cosaquelacontrarió,porquenolehacíademasiadagraciairsolaalacasagrandedespuésdelosucedido.

Cuandosedirigíaaltrabajo,seencontróadosniñosdelosaldeanosdelazonajugandoenelparque.ElseñorMacallansiemprefuemuybondadosoconsus arrendatarios y nunca se opuso a que los pequeños corriesen por sustierras. Los dos niños la siguieron hasta la casa. Ella les dejó entrar. No legustaba el lugar, como ya se ha dicho, y pensó que los niños le haríancompañíaenaquellashabitacionessolitarias.

Comenzósutrabajoenelpasillodelosinvitados,dejandoparaelfinaleldormitoriodelotropasilloenelquehabíamuertolaseñora.

Habíamuypocoquehacerenlasdosprimerashabitaciones.Trasbarrerelsueloy limpiar las chimeneas, sólo llenóhasta lamitad el cuboque llevabaconsigo.Losniñoslasiguierony,dadalasituación,resultaronunacompañíamuybuenaenaquellugardesierto.

El tercerdormitorio (esdecir, el quehabía sidoocupadoporMiserrimusDexter) estaba en peor estado y requería una limpiezamás a fondo.Allí lachica se había olvidado de los niños, dedicándose por completo a la tarea.Limpió la alfombra y barrió la ceniza y el hollín de la chimeneadepositándolos en el cubo. Pero en un momento dado, tuvo que prestaratención a los niños al oír que uno de ellos lloraba. Echó un vistazo a sualrededorynolosdescubrió.Lossollozoslaguiaronenladireccióncorrecta,ylocalizóalospequeñosdebajodeunamesaenunrincóndelahabitación.Elmenordelosdossehabíametidoenunapapelera.Elmayorhabíaencontradounboteviejodepegamento,consupinceleneltapón,yestabaembadurnandola cara del pequeño con los restos que quedaban en el bote. La naturalresistenciaporpartedelacriaturaterminóconlapapeleravolcadayelllantoconsiguientedelpequeño.

La joven aplicó enseguida el remedio a la situación: le quitó el bote alchicomayorylediounbuencachete.Pusodepiealmenor,yluegomandóaambos «al rincón», para que se estuvieran quietos. Hecho esto, barrió lostrozosdepapelquesehabíancaídoalsueloylos tiróa lapapelera, juntoal

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pegamento;fueabuscarelcuboyenélvaciólapapelera.Despuéspasóalacuartayúltimahabitacióndelpasillo,dondeterminóeltrabajodeaqueldía.

Éste fue el resultado de los recuerdos que tenía la mujer sobre lascuestiones domésticas de Gleninch. La conclusión a la que llegó el señorPlaymore,apartirdeloshechosaquínarrados,fuequecabíalaposibilidadderecuperar la carta. Tirados encima de la ceniza que había en el cubo de lacriada y cubiertos después por la basura de la cuarta habitación, losfragmentos se vieron protegidos, tanto por arriba como por abajo, cuandofueronapararalbasurero.

Las semanas y los meses siguientes resultaron ser otros factores deprotección,porqueseañadieronnuevosresiduos.Enelestadodeabandonoenqueseencontrabalatierra,nadiefueabuscarabonoalbasurero,demodoqueallí seguía, intacto desde la época en que la familia había abandonadoGleninch hasta el día de hoy. ¡Y allí tenían que estar los trozos de la carta,escondidosenalgúnlugar!

Taleseranlasconclusionesdelabogado,yhabíaescritoinmediatamenteaBenjamin para comunicárselas. Y, entretanto, ¿qué había estado haciendoBenjamin?

Despuésdeponerapruebasuhabilidadparalareconstruccióndesupropiacorrespondencia, la perspectiva de intentarlo con la misteriosa carta habíaresultadounatentaciónirresistibleparaél.

Empiezoacreer,querida,queesteasuntotuyomehahechizado,escribía.Tengo la desgracia de ser un hombre caprichoso.Dispongo de tiempo y dedinero.Y,alfinal,resultaqueaquíestoy,enGleninch,comprometido(conelpermisodelbuenseñorPlaymore)¡enelexamendelbasurero!

A continuación de esas líneas tan particulares venía la descripción queBenjaminhacíadesuprimeravisióndeGleninch.

Perome la salté sincontemplaciones.Mi recuerdoera tanvívidoquenonecesitaba que me estimularan la memoria. Veía otra vez, a la luz delcrepúsculo, el feomontículoquedemodo tan singularmehabía llamado laatención. Oía de nuevo las palabras con que el señor Playmore me habíaexplicadolacostumbredeamontonarlabasura,comúnenlascasasdecampoescocesas.¿QuéhabíanestadohaciendoBenjaminyelseñorPlaymore?¿Quéhabían encontrado? Para mí, ahí residía el verdadero interés de la carta, y,ansiosa,busquéesaparteenlapáginasiguiente.

Habíanactuadoconmétodo,naturalmente,conunojopuestoenlaslibras,los chelines y los peniques, y el otro en el objeto que perseguían. EnBenjamin, el abogado había encontrado lo que no halló en mí: una mentecomprensiva,conscientedelvalorde«unpresupuestodegastos»yposeedor

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delamásrentabledelasvirtudeshumanas,ladelahorro.

Ensólounasemana,habíanempleadoaunoshombresparaquebuscaranentrelosescombrosylaceniza;habíanalquiladounostoldosparaprotegerdelvientoydelas inclemenciasdel tiempoelrevueltobasurero;despuéshabíancontratadolosserviciosdeunjoven(conocidodeBenjamin)quetrabajabaenunlaboratoriodirigidoporunprofesordequímica,yquehabíadestacadoporsuhábil tratamientodel papel enun reciente casode falsificaciónplanteadoporunacélebrecompañíadeLondres.Armadosdeestamanera,comenzaronel trabajo.Benjaminy el jovenquímicovivían enGleninchyhacían turnosparasupervisarelproceso.

Durante los tres primeros días, la pala y el cedazo no aportaron nadaimportante.Noobstante,elasuntoestabaenmanosdedoshombrestranquilosyresueltos.Senegaronadesanimarse.Continuaron.

Alcuartodíaaparecieronlosprimerostrozosdepapel.

Tras ser sometidos a examen, resultaron ser parte del catálogo de untendero. Sin desmoralizarse, Benjamin y el joven químico perseveraron. Alfinal del día se hallaron nuevos fragmentos. Esta vez tenían algo escrito.Consultaronacercade la letra con señorPlaymore (que seunía a ellos cadanoche tras finalizarsu jornadacomoabogado).Laexaminódetenidamenteyafirmó que aquellas frases interrumpidas habían sido escritas, sin ningúngénerodeduda,¡porlaprimeraesposadeEustaceMacallan!

Estehallazgoelevóelentusiasmodelosinvestigadoresaungradofebril.

Apartirdeesemomento,palasycedazosfueronutensiliosprohibidos.Pordesagradableque fuese la tarea, sólo seusarían lasmanos enel examendelbasurero.Eradeprimordialnecesidadcolocarlostrozosdepapel(encartonespreparadosconesefin)siguiendoelordenenqueseibanencontrando.Llególa noche; se despidió a los ayudantes, pero Benjamin y sus dos colegassiguierontrabajandoalaluzdeunalámpara.Losfragmentoshabíanaparecidopordocenas,nodeunoenuno,odedosendos.Labúsquedaavanzóaesteritmohasta queyano aparecieronmás. ¿Sehabían recuperado todos? ¿0 sereanudaría la búsqueda? Se retiraron con cuidado las siguientes capas debasurayasíllegaronalgrandescubrimientodeldía.¡Allí(bocaabajo)estabaelbotedepegamentodelquehabíahablado lahijadelguardián!Y, todavíamejor,¡debajohabíamástrozosdepapelescrito,todospegadosentresíporlasúltimasgotasquesehabíanderramadodelbote!

El escenario se trasladó al interior de la casa. Cuando se reunieron losinvestigadores, se encontraron ante la mesa grande de la biblioteca deGleninch.

La experiencia que Benjamin había adquirido con los puzzles de su

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infancia fue de gran utilidad para sus compañeros. Los fragmentos pegadosentresíporaccidenteencajarían,muyprobablemente,unosconotros,yserían—encualquiercaso—losmásfácilesdereconstruir,demaneraqueserviríandepuntodepartida.

Ladelicadalabordesepararlaspiezasydemantenerlasenelordenenelquesehabíanpegado fueasignadaa losdedosexperimentadosdelquímico.Perolasdificultadesdelatareanoterminabanahí.Laescritura(comoocurreen casi todas las cartas) ocupaba ambas caras del papel, y sólo se podríareconstruir completa si cada trozo se separaba endoshojasy sedejabaunacaraenblanco,sobrelaquesepudieraextenderunpocodegomaparaunirlosfragmentosensuformaoriginal.

ParaelseñorPlaymoreyBenjamin,laperspectivadereconstruirlacarta,con estos inconvenientes, era poco menos que imposible. Su hábil colegaprontolesdemostróloequivocadosqueestaban.

Dirigiósuatenciónalpapelenelquesehabíaescritolacarta,queeradeexcelente calidad y de doble grosor, similar al papel con el cual habíatrabajado en el caso de falsificación. Por tanto, al joven le resultórelativamente fácil (ayudado por los instrumentos que se había traído deLondres) separar en dos láminas cada trozo de papel, de tal manera que lareconstruccióndeltextopodíacomenzaraquellamismanoche.

Tras esta explicación, se aplicó a su trabajo. Mientras Benjamin y elabogadoestudiabanlargaydetenidamentelosprimerosfragmentosdispersosdelacarta,eintentabandistribuirlos,elquímicodividióendoshojaslamayorparte de los trozos que se le habían confiado, y reunió correctamente unascincooseisfrasesdelacartasobreuncartónpreparadoespecíficamenteatalefecto.

Todoscontemplaronansiososlaescriturareconstruidahastaesemomento.La reconstrucción estaba bien hecha: tenía completo sentido. Ese primerresultado les compensó de todo el esfuerzo realizado. Se identificaba conclaridadlapersonaaquienlaanteriorseñoraEustacehabíadirigidolacarta;esapersonaeramimarido.

Y, si resultaba fidedigno el testimonio circunstancial, esa misma cartadebía ser la queMiserrimusDexter había ocultado en el juicio y que luegodestruyó rompiéndola en pedazos. Éstos eran todos los descubrimientoshechoshastaelmomentoenqueBenjaminmeescribía.Habíaestadoapuntodeenviarsucartaantes,peroelseñorPlaymorelesugirióqueesperaseunosdías por si surgíanmás noticias. «A ella le debemos estos resultados, habíadichoelabogado.Sinohubiesesidoporsuresoluciónysu influenciasobreMiserrimusDexter,nuncahabríamosdescubiertoloqueelbasureroescondía;nohabríamosconseguidomásquevislumbrarlaverdad.Tieneelderechode

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recibirlainformaciónmáscompleta.Hagámosloasí».

Acordaronguardar la carta tresdíasmás.Eseperiodo sehabía resumidocon prisas en la carta, y concluía en unos términos que me alarmaronindeciblemente.

El químico progresa a pasos agigantados (escribía Benjamin), y yo heconseguidoreunirunaparteconciertosentido.Lacomparacióndeloqueélhalogrado con lo que yo he obtenido nos ha llevado a unas conclusionessorprendentes.Anoserqueel señorPlaymoreyyoestemoscompletamenteequivocados (¡y ruego a Dios que así sea!), es de vital importancia quemantengas en absoluto secreto la tarea de la reconstrucción de la carta. Larevelación que ofrece el contenido que por ahora ha salido a la luz es tanespantosa y desgarradora, que nome siento capaz de escribirte una palabrahastaquemeveaforzadoahacerlo.Teruegoquemeperdonesporinquietarteconestanoticia;pero tardeo tempranodeberemoshablartedeesteasuntoycreemosqueesmejorirpreparándoteporloquepuedapasar.

AestoleseguíaunapostdatadelseñorPlaymore:

Posdata:Leruegoquemantenga laestrictareservaque le indicaelseñorBenjamin. Y téngalo en cuenta, además, como advertencia mía. Siconseguimos reconstruir la carta entera, a la última persona a quien se ledeberíapermitirverla(enmiopinión)essumarido.

Leí esas estremecedoras palabras ymepregunté quepodía hacer yo.Talcomoestabalasituación,latranquilidaddemimarido,pordecirloasí,estabaenmismanos.Eramideberparaconél,tenerencuentalacartadeBenjaminylapostdatadel señorPlaymore.Almismo tiempo,eramideberconfesarleaEustacequemanteníacorrespondenciaconGleninch,perohabiendorecibidomásnoticiasantesdehablarle.

Asírazonabaconmigomisma.Y,hastahoy,noestoyseguradesipensababienomal.

CAPÍTULOXLVI

Lacrisis,aplazada

—¡Cuidado, Valeria! —me dijo la señora Macallan—. No te preguntonada, sólo teprevengoen tupropio interés.Eustacehanotado loqueyohenotado;tumarido,querida,hapercibidouncambioenti.¡Tencuidado!

Así me habló mi suegra, al final del día, cuando estuvimos a solas. Yo

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habíahechotodoloposibleporocultarelefectoquemehabíanproducidolasterribles y extrañas noticias deGleninch. Pero, ¿quién, que hubiese leído loqueyohabíaleídoysentidoloqueyosentía,habríamantenidolaserenidad?Aunhabiendosido lapersonamáshipócritadelmundo, inclusoasí,nocreoquehubierapodidoguardarelsecretosinrevelarloenelrostro,teniendoenlamentelacartadeBenjamin.

Tras prevenirme, la señora Macallan no añadió nada más. Me atrevo adecir que tenía razón; pero me resultaba muy difícil, sin una palabra deconsejoodecomprensión,decidirpormímismacuáleramideberparaconmimarido.DarleaconocerelrelatodeBenjamin,enelestadodesaludenquese encontraba y teniendo en cuenta la advertencia que mi viejo amigo medirigía, era algo impensable. Al mismo tiempo, era igualmente imposible,sobretododespuésdehaberpercibidouncambioenmí,mantenerleaoscuras.Lo medité durante toda la noche. Cuando amaneció, decidí recurrir a laconfianzaquemimaridoteníaenmí.Fuidirectaalasunto,enestostérminos:

—Eustace,tumadremedijoayerquehasnotadouncambioenmídesdequeregresédelpaseo.¿Esesocierto?

—Sí,Valeria—me contestó, en un tonomás apagado del habitual y sinmirarme.

—Ahora no tenemos secretos entre nosotros—continué—. Esmi deberdecirte,ylocumplo,querecibíenelbancounacartadeInglaterraquemehainquietado y alarmado. ¿Me dejas que sea yo quien elija la ocasión parahablartedesucontenido?¿Creerás,amormío,queestoycumpliendoconmisdeberesdeesposaalpedirteestefavor?

Hice una pausa. Eustace no respondió: me di cuenta de que estabamanteniendounaenconadaluchainterior.¿Habíaidodemasiadolejos?¿Habíasobrevalorado la influencia que yo ejercía en él? Mi corazón latía a granvelocidad,lavozsemequebraba;peroreunílasfuerzassuficientesparadarlelamanoyhacerunúltimointento.

—¡Eustace!—dije—.¿Nomeconocesyalobastantecomoparaconfiarenmí?

Se volvió hacia mí por primera vez, y la última huella de duda queasomabaensusojossedesvaneciócuandoseencontraronconlosmíos.

—¿Me prometes que, tarde o temprano,me contarás toda la verdad?—dijo.

—¡Contodomicorazón!

—Confíoenti,Valeria.

El brillo de sus ojos me confirmó que mi esposo sentía lo que decía.

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Sellamosnuestropactoconunbeso.Pidoperdónpormencionarestosdetalles,peroestoyescribiendo,siamablementeserecuerda,sobrenuestronuevoviajedenovios.

En el correo de ese día saliómi carta dirigida aBenjamin, en la que leexponía lo que había hecho, rogándole que, si él y el señor Playmoreaprobaban mi conducta, me mantuvieran informada de los descubrimientosfuturosquetuviesenlugarenGleninch.

Trasunintervalo,quemeparecióinterminable,dediezdíasomás,recibílasegundacartademiviejoamigo,conotrapostdatadelseñorPlaymore.

Estamos haciendo progresos en la reconstrucción de la carta, escribíaBenjamin.Uno de nuestros últimos descubrimientos es de gran importanciapara tumarido. Hemos reconstruido unas frases que afirman, con lamayorclaridad,queelarsénicoqueleproporcionóEustacefuecompradoapeticióndesuesposayqueellaloteníaensupoderenGleninch.Recuerdaqueestoloescribe su primera esposa y que ella misma lo firma, como hemoscomprobado. Desafortunadamente, me veo obligado a añadir que laadvertenciaquetehicimosenlaúltimacarta,esdecir,quenolecomunicarasnadaa tumarido, sigueenpieymásquenunca.Cuantomássabemosde lacarta,másinclinadosestamos(sisólotuviésemosencuentalossentimientos)atirarlaotravezalbasurero,porrespetoalamemoriadeladesgraciadaquelaescribió.Dejaréestaslíneasfueradelsobreduranteundíaodos.Sihaymásnoticiasparaentonces,telascontaráelseñorPlaymore.

AcontinuaciónveníalapostdatadelseñorPlaymore,fechadatresdíasmástarde.

ElfinaldelacartadelaanteriorseñoraMacallanasuesposo—escribíaelabogado—haresultadoserlaprimeraparte,locualhasidounéxitofortuito.Con la excepción de alguna laguna dispersa, los últimos párrafos han sidoperfectamente reconstruidos. No dispongo de tiempo ni de humor paraescribirle detalladamente sobre este triste asunto. Dentro de dos semanas,comomuytarde,leenviaremos,segúnespero,unacopiacompletadelacarta,desdelaprimerahastalaúltimalínea.Mientrastanto,esmideberdecirlequehayun aspecto positivo en este deplorable y sorprendente documento: tantodesde el punto de vista legal como moral, reivindica absolutamente lainocenciadesuesposoypuedeusarseconestefin,sielrespetoalamemoriadeladifuntalepermiteexponerlapúblicamenteanteeltribunal.Entiéndame,nopuedenvolverajuzgarleporelmismodelito,porciertasrazonestécnicasque no le voy a explicar ahora para no importunarla. Sin embargo, si loshechos que rodearon el juicio criminal pueden darse en un caso civil (y, eneste caso, sí pueden), el asunto puede llegar a constituir una nuevainvestigaciónlegal,ysepuedeconseguirelveredictodeunsegundotribunal

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que reivindique a sumarido.Tenga en cuenta esta informaciónpor ahora, ymantengalaposturaquetansensatamentehaadoptadoconrespectoaEustacehastaquepuedaustedleerlacartareconstruida.Cuandolahayaleído,señora,creoquenoseatreveráustedadejárselaasumaridoporconsideraciónhaciaél.Otracuestión,queyadiscutiremoscuandonosveamos,escómopodremosmantenerleignorantedenuestrodescubrimiento.Hastaquellegueesedía,sólomequedarepetirlemiconsejo:espereaquelelleguennoticiasdeGleninch.

Esperé.NoimportaniloquesufríniloqueEustacepensarademí.Nadaimporta,salvoloshechos.

Antes de que se cumpliese el plazo de las dos semanas, se completó latarea de restaurar la carta. Salvo algunos fragmentos que se dieron porperdidosdefinitivamenteycuyosentidohabíasidodeducidodeacuerdoconlaintencióndelaremitente,todalacartaencajaba.LacopiaprometidamellegóaParís.

Peroantesdedaraconocerelcontenidodeesaespantosacarta,esprecisorecordarbrevemente lascircunstanciasenqueEustaceMacallansecasóconsu primera esposa: la pobre mujer se enamoró de el sin ser correspondida;cuando él lo supo, se alejó de ella e hizo cuanto pudo por evitarla. Pero ladamasepresentóensuresidenciadeLondressinprevioaviso.Eustacehizodenuevo cuanto pudo por salvar la reputación de la joven; fracasó, sin serculpable, y acabó casándose con ella apresuradamente para silenciar elescándaloque,deotromodo,habríaarruinadolavidadelajovenparaelrestodesusdías.Esprecisotenerpresentetodoesto(afirmadoendeclaraciónbajojuramentoportestigosrespetables),ynoolvidartampocoque—apesardeloque escribió Eustace sobre su esposa en su diario, de manera alocada ycensurable— él demostró haber hecho cuanto estaba en sus manos paraocultarle laaversiónquelapobrele inspiraba,yqueélfuesiempre—segúnopinabanlosquemejorlepodíanjuzgar—unmaridocortésyconsiderado,yaquenopodíasernadamás.

Ahorayapuedeleerselacarta;perotalycomorequiereserleída,alaluzdelaenseñanzadeCristo:«Nojuzguesynoserásjuzgado».

CAPÍTULOXLVII

Laconfesióndelaesposa

Gleninch,19deoctubre

Esposomío:

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Debo comunicarte algomuy doloroso sobre uno de tusmejores amigos.Nuncamehasdadopieparahacerteconfidencias.Simedejarasacercarmeati,comolasesposasseacercanasusmaridos,telohabríadichoenpersonayno a través de una carta. No sé cómo reaccionarías ante lo que tengo quedecirte si lopronunciaramiboca.Asíquehedecididoescribirte.Elhombrecontraelqueteprevengoesuninvitadodeestacasa:MiserrimusDexter.Nohayen la tierracriaturamás falsanimásmalvada. ¡Noechesaun ladoestacarta!Heesperadoatenerpruebasconvincentesparadecírtelo.Yalastengo.

Talvez recuerdesquemeatreví a expresarmidesaprobacióncuandomecomunicaste que le habías invitado. Si me hubieras dado tiempo paraexplicarme, habría tenido el valor de darte una buena razón para avalar laaversiónquemeinspiratuamigo.Peronoesperaste.Meacusaste,precipitadae injustamente, de estar predispuesta contra esa criatura miserable por sudeformidad. Ningún sentimiento distinto de la compasión ante las personasdeformesme ha cabido en la cabeza; realmente, casi me inspiran simpatía,siendoyomismalomáscercanoaunserdeforme:unamujerfea.

Me opuse a queDexter fuese tu invitado porque tiempo atrásme habíapedidoquefuerasuesposa,yporqueyoteníamotivosparapensarquetodavíamemiraba(despuésdemimatrimonio)conunamorculpableyhorrible.¿Noera mi deber, como buena esposa, oponerme a que fuera tu invitado enGleninch?¿Noeratudeber,comobuenesposo,animarmeaquetelocontara?

¡Bien!elseñorDexterhasidotuinvitadodurantesemanasysehaatrevidoahablarmeotravezdesuamor.Mehainsultadoytehainsultadodeclarandoqueélmeadorayquetúmeodias.Mehaprometido,comoamante,unavidade pura felicidad en un país extranjero; y me ha profetizado una vida detristezainsoportableenmihogar,conmimarido.

¿Por qué no me quejé ante ti para que echaras de nuestra casa a estemonstruodeunavezyparasiempre?

¿Estás seguro de que me habrías creído si me hubiera quejado y si tuamigo del alma hubiese negado su intención de insultarme? Una vez te oídecir(cuandonotedabascuentadequeyopodíaescucharte)quelasmujeresmásvanidosaseransiemprelasmásfeas.Mehabríasacusadodeservanidosa.¿Quiénsabe?

Peronodeseodefendermeconesaexcusa.Soyunacriaturadesdichadaycelosa, siempre dudosa de tu amor, siempre temerosa de que otramujermesustituyaentucorazón.MiserrimusDexterhajugadoconmisdebilidades.Haafirmadoquemepuededemostrar (si se lopermito)quemeaborrecesen lomásprofundodetucorazón;queevitasacariciarme;quemaldiceslahoraenquelalocuratellevóahacermetuesposa.

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Dosdías y dos noches he luchado contra la tentaciónde pedirle quememostrarasuspruebas.Eraunatentaciónterribleparaunamujerqueestálejosde sentirse segura de la sinceridad de tu afecto. Acabó por debilitar miresistencia. Perversamente le oculté el disgusto que el desgraciado meinspiraba;perversamente ledi laocasióndequeseexplicara;perversamenteconsentí que este enemigo, tuyo ymío, contara enmí. ¿Por qué?Porque tequeríaatiysolamenteati,yporquelaproposicióndeMiserrimusDexter,enelfondo,eraelecodeladudaquemeroíapordentro.

¡Perdóname,Eustace!Ésteesmiprimerpecadocontrati.Seráelúltimo.

Noocultarénada;escribiréunaconfesióncompletadeloqueledijeydeloque él me dijo. Seguramente te enfurecerás cuando sepas lo que he hecho,pero, almenos, te serviráde advertencia en suprecisomomento: verás a tufalsoamigoalaluzverdadera.

Empecé por preguntar a Dexter: «¿Cómo puede demostrarme que mimaridomeodiaensecreto?»

Él contestó: «Se lo puedo demostrar de su puño y letra. Lo verá en suDiario».

Yolerepliqué:«ElDiariotieneuncierre,yelcajónenqueloguardaestábajollave.¿CómopuedeabrirelDiarioyelcajón?»

Dexter respondió:«Puedo llegar a ambos sinelmenor riesgodequemedescubrasumarido.Todoloquetienequehacerustedesdarmelaoportunidadde verla en privado. A cambio, me comprometo a llevarle el diario a suhabitación».

Lepreguntédenuevo:«¿Cómopuedodarleesaoportunidad?¿Quéquieredecir?»

Señalólallavedelapuertaquecomunicabamihabitaciónconelpequeñoestudio,ydijo:«Conmideformidadnomeresultaráfácilvisitarlaaquísinservisto.Tengaqueelegirelmomentoy lamaneradeverlaensecreto.Déjemellevarmelallave,dejandolapuertacerrada.Cuandosedescubrasufalta,ustedsólotendráquedecirquelapuertaestácerradayquenosemolesteenbuscarlallave;asínohabráconfusiónenlacasayyoestaréenposesióndelmediodecomunicaciónsinquenadiesospeche.¿Lohará?».

Lohehecho.

¡Sí!Meheconvertidoencómplicedeesemiserablededoscaras.Meherebajadoyteheultrajadoconcertandounacitaparacuriosearentudiario.Séquemiconductahasidovil;notengodisculpa.Sólopuedorepetirqueteamoyque,amipesar,creoquetúno.MiserrimusDextermeofrecelaoportunidaddeterminarconmisdudasmostrándometuspensamientosmássecretosdetu

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puñoyletra.

Vaaveniravermeconesaintenciónenlaspróximasdoshoras,mientrastúestásfuera.Fingiréquenoestoysatisfechaconunsolovistazoatudiarioyconcertaréotracitaconélparaquemelotraigadenuevomañanaalamismahora. Antes de ese momento, tú recibirás estas líneas de manos de laenfermera.Salde tuhabitacióndespuésde leerlas;peroregresaensecretoyabre el cajón en el que guardas tu diario: comprobarás que no está ahí.Acércatesigilosamentealgabinete,ycuandoMiserrimusDextersalgademihabitación,hallaráseldiarioenlasmanosdetuamigo.

Nota del señor Playmore: Lasmayores dificultades en la reconstrucciónestuvieronenestaprimerapartedelacarta.

Enelcuartopárrafo,contandodesdeelprincipio,noshemosvistoforzadosa añadir palabras en nada menos que tres huecos. En los párrafos noveno,décimo y decimoséptimo fue necesario seguir el mismo procedimiento, enmayoromenorgrado.Entodosloscasos,noshemosesforzadoalmáximoporsuplir las deficiencias de acuerdo con lo que parecía ser el propósito de laremitente,comosedesprendíadelosrestantestrozosdelmanuscrito.

20deoctubre

Yaheleídotudiario.

Al fin sé lo que piensas de mí. He leído lo queMiserrimus Dexter meprometió: la confesiónde la repugnanciaque te inspiroescritade tupuñoyletra.

Norecibirásloqueteescribíayernienlahoranidelamaneraquehabíapensado.Largaesestacarta,perodespuésdeleertudiariotodavíatengoqueañadir algunas palabras. Cuando haya cerrado y sellado el sobre y lo hayadirigidoa ti, loguardarédebajodemialmohada.Allí loencontraráncuandoyo descanse en la tumba. Sólo entonces, Eustace, cuando ya sea tarde, teentregaránmicarta.

Sí,yahevividobastante.Sí,quieromorir.

Lohesacrificadotodopormiamorhaciati,salvomivida.Ahoraqueséquemiamornoescorrespondido,miúltimosacrificioesfácil.MimuertetedarálalibertadparaquetecasesconlaseñoraBeauly.

No sabes lomucho queme costó controlar el odio que siento por ella einvitarlaaquenosvisitara.Nuncalohabríahechosinotequisieratantoysinotemierairritarteconmiscelos.¿Ycómomehasrecompensado?¡Dejaqueconteste tu Diario!: «La he abrazado con ternura esta mañana y espero,pobrecilla,quenodescubrieraelesfuerzoquemehacostado».

Bien, ya lo hedescubierto.Séque en lomás íntimopiensas que tu vida

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conmigo es «un purgatorio». Sé que por compasión has disimulado el«sentimientoderechazoqueteinvadecuandotevesobligadoasoportarmiscaricias». No soy más que un obstáculo, un obstáculo «completamenterepugnante» entre túy esamujer a la que amasde talmodoque«adoras latierraquepisa».¡Bien,puesasísea!Yanomeinterpondrémásentucamino.Noessacrificioniméritopormiparte.Lavidameesinsoportableahoraqueséqueelhombrealqueamocon todamialmaymicorazónmerechazaensecretocadavezqueleacaricio.

Tengoalalcanceelmedioquemeproporcionarálamuerte.

El arsénico que en dos ocasiones te pedí que me compraras está en mimaletíndeaseo.Teengañéusandofalsospretextosparaquemelocompraras.Laverdaderarazónparaprobarloeraversipodíamejorarmifeocutis,noporvanidad: sólo paramejorarmi aspecto y hacermemás agradable a tus ojos.Conestepropósitohe tomadounpoco;peromequeda todavíamuchoymepuedomatarconél.Alfinal,elvenenomeseráútil.Talveznohayaservidoparamejorarmicutis,peronofallaráparalibrartedetufeaesposa.

No permitas que me examinen después de morir. Muestra esta carta almédico que me atiende; le revelará que me he suicidado y evitará quesospechendeunapersonainocente.Noquieroqueacusenocondenenanadie.Quitarélaetiquetafarmacéuticayvaciaréconcuidadoelfrascoquecontieneelveneno,paraquenadiesufrapormiculpa.

Tengoqueesperarydescansarunpoco.Luegovolveréacogerlacarta.Yaesdemasiadoextensa,peroéstassonmispalabrasdedespedida.Seguramenteexplicarémiúltimaconversacióncontigo.

21deoctubre.Lasdosdelamañana

Te eché de la habitación ayer, cuando entraste para preguntarme cómohabíapasadolanoche.Ycuandosaliste,hablémaldetialaenfermeraquemecuida,Eustace.Perdóname.Estoyfuerademí.Yasabesporqué.

Lastresymedia

Esposo mío: ¡He dado el paso decisivo que te librará de la esposa queodias!He tomadoel veneno, todo loquequedaba en el paquete, el primeroqueheencontrado.Siestonomemata,tengomásenelfrasco.

Lascincoydiez

Acabas de salir, después de haberme dado el sedante. Mi valor flaqueacuando te veo. Pensé: «Si me mira cariñosamente, le confesaré lo que hehechoy ledejaréquemesalve lavida».Peronomehasmiradoniunasolavez.Sólotehasfijadoenlamedicina.Tehedejadomarcharsindecirteniunapalabra.

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Lascincoymedia

Empiezoasentirelefectodelveneno.Laenfermeraestádormidaalpiedemicama.Nolepediréayuda.Noladespertaré.Moriré.

Lasnueveymedia

Laagoníaera insoportable,yhe tenidoquedespertara laenfermera.Hevistoalmédico.

Nadie sospechanada.Es raro,pero eldolormehadesaparecido. ¿Habrétomado poco veneno? Tengo que abrir el frasco que contiene una cantidadmayor.Afortunadamentenoestáscercademí.Midecisióndemorir,omejor,miaversióna lavidapermanece inalterable.Para asegurarmeelvalor, leheprohibidoalaenfermeraqueteavise.Acabadebajaradesayunar,cumpliendomisórdenes.Puedosacarelvenenodemimaletín.

Lasdiezmenosdiez

Después de que la enfermera saliera, he tenido que esconder el frascocuandotúhasentradodenuevoenmihabitación.

Tuveotromomentodeflaquezaalverte,ydecidídarmeotraoportunidadparavivir;esdecir,decidíofrecertelaúltimaocasiónparatratarmeconcariño:tepedíqueme trajerasuna tazade té.Sialhacermeestepequeño favormehubierasanimadoconunapalabraounamiradacariñosa,yohubieraoptadopornotomarlasegundadosisdeveneno.

Cumpliste mi deseo, pero no fuiste cariñoso. Me diste la taza de té,Eustace, como quien le da de beber a un perro, y luego te extrañaste —supongoquecontumentepuestaenlaseñoraBeauly—dequesemecayeralatazaaldevolvértela.Nolopudeevitar;mimanotemblaba.Enmilugar,latuyatambiénhabríatembladoteniendoelarsénicobajolassábanas.Antesdesalirmedeseastequeeltémesentarabieny¡Dios,nisiquieramientrasdecíasesofuistecapazdemirarme!Mirabaslostrocitosrotosdelataza.

Encuantosalistedelahabitación,toméelveneno:estavez,dobledosis.

Tengoquehacerunapetición,mientraspiensoenello.

Despuésdequitarlaetiquetadelfrascoydespuésdeguardarloyalimpioen mi maletín, se me ocurrió que no había tenido la misma precaución (aprimerahoradelamañana)conelpapeldelpaquetevacíoqueteníaelnombredel otro farmacéutico. Lo había dejado encima de la colcha, entre otrospapelessueltos.Lamalhumoradaenfermerasequejódeldesorden,losrompiótodosy lospusoenalgún lugar.Esperoqueel farmacéuticonosufrapormidescuido.Nodejes,porfavor,queleacusen.

Dexter.AlgomehacerecordaraMiserrimusDexter.Haguardadotudiario

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en el cajón y me ha presionado para que le dé una respuesta a susproposiciones.¿Esquenotieneconcienciaestefalsodesgraciado?Silatiene,sufrirácuandomimuerteleresponda.

Laenfermerahaentradootravezenmicuarto.Laheechado.Lehedichoquedeseoestarsola.

¿Cuánto tiempo ha pasado? No encuentro mi reloj. ¿Me estaréparalizando?Aúnnosientoningúndoloragudo.

Encualquiermomentoapareceráeldolordenuevo.Todavíahedecerrarlacartaydirigirlaati.Y,además,deboahorrarfuerzasparaesconderladebajodelaalmohada,conelfindequenadielaencuentrehastadespuésdemimuerte.

Adiós,querido.Ojaláhubiesesidounamujerbella.Nopudeserunamujermás enamorada de ti. Incluso ahora temo contemplar tu rostro tan querido.Inclusoahora,simepermitieseellujodemirarte,nosésibajotuencantoteconfesaríaloquehehechoantesdequeseademasiadotardeparasalvarme.

Peronoestásaquí.¡Esmejorasí!¡Esmejorasí!

¡Adiós,unavezmás!Tedeseolafelicidadqueconmigonohastenido.Teamo,Eustace.Teperdono.Cuandono tengasnadaenquepensar,piensaunpoco,conelmayorcariñoposible,entupobreyfea

SaraMacallan

NotadelseñorPlaymore:

Son tan escasas las palabras y las frases perdidas que hemos tenido quesuplir en la parte final de la carta que no es preciso comentarlas. Losfragmentosqueencontramospegadosentresíyqueconstituyenlapartedelacarta que primero se reconstruyó empiezan a partir de: «Hablé mal de ti,Eustace»yterminanconlafraseinacabada:«Sialhacermeestepequeñofavormeanimasesconunapalabraounamiradacariñosa,decidiríano tomar…».Conelmétodoyacomentado, la tareadehacerencajar lapartecentralde lacarta(fechadael20deoctubre)conelfinalfuesencillaencomparaciónconlasdificultadescasi insuperablesqueencontramosparareconstruir lostrozosrevueltosenlaspáginasprecedentes.

CAPÍTULOXLVIII

¿Quémáspodíahacer?

Tan pronto como me sequé los ojos y me serené, después de leer ladolorosa y terrible despedida de la esposa,mi primer pensamiento fue para

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Eustace,ymimayorinterés,desdeesemomento,fueevitarqueleyeraloqueyohabíaleído.

¡Sí!Yohabíallegadoaestefinal.Habíadedicadomividaaconseguirunobjetivo, yya lohabía alcanzado.Ahí estaba, frente amí, sobre lamesa, lapruebavictoriosadelainocenciademimaridoy,porconsideraciónhaciaélyhacialamemoriadesuesposa,¡miúnicaesperanzaeraquenolaviesenunca!

Repasélasextrañascircunstanciasenlasquesehabíadescubiertolacarta.Todosedebíaamí,habíadichoelabogado.Sinembargo,yohabíaactuado,porasídecirlo,aciegas.Elincidentemástrivialpodríahaberalteradoelcursode los acontecimientos.Había tratado de interrumpir aAriel una y otra vezcuando le suplicabaalmaestroque«le contaraunahistoria».SiAriel no sehubiesesalidoconlasuya,apesardemioposición,lamemoriadeMiserrimusDexternuncahabríarevividolatragediadeGleninch.Ysiyohubieramovidomi sillón, como seña que indicase a Benjamin que dejase de tomar notas,nunca tendríamos apuntadas las palabras inconexas que nos llevaron aldescubrimientodelaverdad.

Repasandoloshechosconesteestadodeánimo,lameravisióndelacartamehorrorizabaymehacíaenfermar.Maldijeeldíaenquesedesenterraronlosfragmentos y se sacaron de su sucia tumba. Justo ahora, cuando Eustacerecuperabalasaludylasfuerzas,cuandoestábamosunidosyfelicesdenuevo,unmesodosantesdeconvertirnosenpadres,ademásdeesposos,el terribledocumentodelsufrimientoydelpecadoseinterponíaentrenosotroscomounespírituvengador.Ahíestaba,enlamesa,antemí,amenazandolatranquilidaddemimarido;mejordicho,siéllaleíaenelestadocríticodesurecuperación,¡amenazabainclusosuvida!

Elrelojdelarepisadelachimeneadiolascampanadas.EralahoraenqueEustace venía a visitarme. Podía llegar en cualquiermomento; podía ver lacarta; podía arrancármela de las manos. Llena de terror y odio, cogí lasperversashojasylasarrojéalfuego.Fueunasuertequemehubiesenenviadouna copia. Creo que si se hubiera tratado del original, lo habría quemadoigualmenteenesemomento.

Apenas se había consumido entre las llamas el último trocito, cuando seabriólapuertayentróEustace.Sumiradasedirigióalfuego.Todavíaflotabaenel fondode la lumbrealgunapavesa.Eustaceestabapresente cuandomehabíantraídolacartaalahoradeldesayuno.¿Sospechabaloquehabíahecho?Nodijonada.Permanecíadepie,mirandoelfuego.Luegoseacercóadondeyoestabayfijósumiradaenmí.Supongoquemeviomuypálida,porquemepreguntósimesentíamal.

Estabadecididaanoengañarlenisiquieraencosasdepocaimportancia.

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—Estoyunpoconerviosa,Eustace—contesté—.Esoestodo.

Me miró de nuevo, como esperando que añadiera algo más; pero yopermanecíensilencio.Entoncesélsacóunacartadelbolsillodesuamericanay la dejó encima de la mesa, frente a mí, ¡justo donde había estado laconfesiónqueacababadedestruir!

—Yotambiénherecibidounacartaestamañana—dijomiesposo—.Yyo,Valeria,notengosecretosparati.

Entendí el reproche que expresaban sus palabras, pero no traté decontestarle.

—¿Quieres que la lea? —fue todo lo que dije, señalando el sobre queestabaencimadelamesa.

—Yatehedichoqueno tengosecretospara ti—repitió—.Elsobreestáabierto.Miraloquecontiene.

Saqué no una carta, sino un párrafo impreso, recortado de un periódicoescocés.

—Léelo—dijoEustace.Leílosiguiente:

EXTRAÑOSSUCESOSENGLENINCH.Pareceserqueunmisteriotienelugar en la casa de campo del señor Macallan. Se están realizandoexcavaciones secretas —si nuestros lectores nos perdonan la alusióndesagradable—enelbasurero.¿Justoahíentretodosloslugaresdelmundo!

Seguramenteyasehadescubiertoalgo,peronadiesabequé.Lociertoesque desde hace semanas, dos desconocidos llegados de Londres (bajo lasupervisióndenuestrorespetableconciudadanoelseñorPlaymore)hanestadotrabajandodíaynocheenlabibliotecadeGleninch,encerradosbajollave.¿Serevelará alguna vez el secreto? ¿Arrojará alguna luz sobre aquel sucesomisteriosoysorprendente,quenuestroslectoresaúnrecordarán,delahistoriapasada de Gleninch? Tal vez el señor Macallan pueda responder a estaspreguntascuandoregrese.Entretanto,estamosalaesperadeacontecimientos.

Dejé el recorte sobre la mesa, experimentando unos sentimientos nadacristianosconrespectoalaspersonasquelohabíanescrito.AlgúnperiodistaávidodenoticiashabíaestadohusmeandoporlastierrasdeGleninch,yalgúnentrometidodelosalrededores,contodaprobabilidad,habíaenviadoelrecorteaEustace.Completamentedesconcertada,esperéaquemimaridodijeraalgo.Nodurómuchomiintriga.Eustacemeinterrogóenelacto.

—¿Sabesdequésetrata,Valeria?

Fuisincera:leconfeséquelosabía.Esperóunmomento,porsiyolefueraadeciralgomás.Peromerefugiéenloúnicoquemequedaba:elsilencio.

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—¿Yanovoyasabermásdeloquesé?—prosiguióEustacetraslapausa—.¿Nomevasaexplicarloqueestáocurriendoenmipropiacasa?

Esdeobservacióncomúnque lagentepiensa con rapidezen situacioneslímite.Sólohabíaunasalidaalapuroenquemehabíancolocadolasúltimaspalabras demimarido. Supongo que el instintome enseñó esa salida, y laaproveché.

—Hasprometidoconfiarenmí—dije.Admitióqueasíera—.Tengoquepedirteporti,Eustace,queconfíesenmíunpocomás.Simedasalgomásdetiempo,teofreceréunaexplicaciónconvincente.

Surostroseensombreció.

—¿Cuántotiempotendréqueesperar?—preguntó.

Viquehabíallegadoelmomentodeutilizarunaformadepersuasiónmásconvincentequelaspalabras.

—¡Bésameantesdequeteloexplique!—exclamé.

Él vaciló (¡qué propio de un marido!) y yo insistí (¡qué propio de unamujer!).No le quedómás elección que ceder.Después de besarme (no conmuchapasión),insistióunavezmásensabercuántotendríaqueesperar.

—Megustaríaqueaguardaras—contesté—hastaquehayanacidonuestrohijo.

Lacondición le sorprendió.Lecogíunamanosuavementey lemirécondulzura.Medevolviólamirada(afectuosa,estavez,locualmecomplació).

—Dimequeaceptas—lesusurré.

Aceptó.

Así que volví a aplazar el día de la verdad. Y así gané tiempo paraconsultarconBenjaminyelseñorPlaymore.

Mientras Eustace permaneció conmigo en la habitación, fui capaz dehablar con él sosegadamente. Pero cuandome dejó sola de nuevo, meditarsobreloquehabíaocurridoentrenosotrosyrecordarelmodotancariñosoenque había cedido a mi petición me hizo pensar con tristeza en esas otrasmujeres (algunas de ellas, mejores esposas que yo) cuyos maridos, encircunstanciassemejantes,leshabríanhabladocondurezaeinclusosehabríancomportadoconcrueldad.Elcontrasteentresusuerteylamíameimpresionó.¿Qué había hecho yo para merecer la felicidad? ¿Qué habían hecho ellas,pobrecillas, para merecer su desgracia? Me atrevo a decir que estabasobreexcitada después de leer la terrible confesión de la primera esposa deEustace.Alfinalacabéechándomeallorar,¡apesardequetodohabíasalidobien!

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CAPÍTULOXLIX

Pasadoyfuturo

Ahora escribo de memoria, sin la ayuda de notas o diarios; por eso nopuedodeterminarconexactitudeltiempoqueresidimosenelextranjero.Perocontodaseguridadtranscurrieronvariosmeses.AunbastantedespuésdequeEustacesesintieraconfuerzasparaviajaraLondres, losmédicosinsistieronen retenerle enParís.Aún teníadañadounode suspulmonesy losdoctoresque le atendían, viendo que le sentaba bien el clima seco de Francia, leaconsejaronquenoseapresurasearespirarelairehúmedodesupaís.

AsíqueaúnestábamosenParíscuandorecibínoticiasdeGleninch.

Pero en esta ocasión no fue a través de una carta. Para mi sorpresa yalegría, Benjamin se presentó una mañana en el salón de nuestro hogarfrancés. Estaba tan elegante con su traje y tan ansioso (al estar mi maridopresente)dedecirnosqueelmotivoquelehabíatraídoaParíserapasarunasvacaciones,quemehizosospecharenelactoquehabíacruzadoelCanalconunadoblepersonalidad;digamosquecomoturistaenviajedeplacercuandoestaban presentes terceras personas, y como embajador del señor Playmorecuandonosquedábamossolos.

Mástardemelasingeniéparavernosasolasyprontopudecomprobarquenoestabaequivocada.BenjaminhabíavenidoaParís,porexpresodeseodelseñor Playmore, para hablar del futuro y para informarme del pasado. Sepresentóconsuscredenciales:unanotadelabogado.

Hay unos cuantos aspectos del misterio de Gleninch, escribía el señorPlaymore, que la carta reconstruida no aclara.He hecho cuantome ha sidoposible,conlaayudadeBenjamin,paraencontrarunaexplicaciónadecuadaaestas cuestionesdebatibles, y finalmentehedecidido enfocar el asunto, paraserconciso,enformadepreguntasyrespuestas.¿Meaceptacomointérprete,despuésdeloserroresquecometícuandohablamosenEdimburgo?

AdmitoqueloshechoshandemostradoquemeequivoquéporcompletoaltratardeprevenirlaconrespectoaunanuevavisitaacasadeDexteryqueerréenpartealsospecharqueDextereradirecta,ynoindirectamente,responsablede lamuertede laprimera señoraMacallan.Se loconfiesocon franquezaydejo que sea usted quien le diga a Benjamin si cree que merece la penaexaminarminuevocatecismoono.

Penséquedecididamentevalíalapenaexaminarsu«nuevocatecismo».Siellectornocompartemiopiniónyquierelibrarsecuantoantesdemirelatoy

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demipersona,¡puedepasaralsiguientecapítulo!

Benjaminsacó lahojaconelconjuntodepreguntasyrespuestas,yyo leroguéquemelasleyera.

Preguntas que sugiere la carta descubierta en Gleninch. Primer grupo:Preguntas relativas al diario. Primera pregunta: Al tener acceso al diarioíntimodelseñorMacallan,¿poseíaMiserrimusDexterunconocimientopreviodesucontenido?

Respuesta: Es poco probable que conociera previamente su contenido.SeguramentetuvoocasióndeobservarconcuántocuidadoguardabaelseñorMacallan su diario y, a partir de ahí, debió de deducir que sus páginasencerraban la existencia de secretos familiares peligrosos. Cuando mandóhacer las copias de las llaves, tramó servirse de esos secretos en su propiointerés.

Segundapregunta:¿AquémotivoatribuimoslaoposiciónqueMiserrimusDextermostróaquelosfuncionariosjudicialesrequisaraneldiariodelseñorMacallanjuntoconotrosdocumentos?

Respuesta: Para responder a esta pregunta, primero tenemos que hacerjusticiaalmismoDexter.Apesardesuconductainfame,estehombrenoerauncompletodesalmado.SonhechosinnegablesenestecasoqueélodiabaalseñorMacallanensecreto,comosurivalenelafectodelamujerqueamaba,yquehizocuantopudoporinduciraladesafortunadamujeraqueabandonaraalmarido.Deotraparte,esjustoreconocerqueeraincapazdepermitirqueporsu culpa juzgasen por asesinato al amigo que confiaba en él y que erainocente,sinesforzarseensalvarle.

Comoesnatural,nuncaseleocurrióalseñorMacallan(siendoinocentedelamuertedesuesposa)destruirsupropiodiarioysuscartas,anteeltemordequesepudieranusarensucontra.Hastaquelaprontaysecretaactuacióndelfiscallecogióporsorpresa,laideadeseracusadodelasesinatodesuesposanuncaselehabíapasadoporlacabeza.Sinembargo,Dexterdebiódeenfocarel asunto desde otro punto de vista. En sus últimas palabras inconexas(pronunciadas poco antes de perder la razón) se refiere al diario en estostérminos: «El diario le colgará.Yo no haré que le cuelguen». Si él hubieseencontradolaoportunidaddellegaraldiarioatiempo,osinoselehubiesenadelantadolosfuncionariosnoexiste lamenordudadequeDexter lohabríadestruido, previendo las consecuencias de su lectura ante el tribunal. Tanfuertesdebierondeserestasconsideraciones,queinclusoopusoresistenciaaquelosfuncionariosejecutaransudeber.Laangustiaconquemandóbuscaralseñor Playmore para que interviniera fue atestiguada por este caballero y(puede que no esté fuera de lugar añadirlo) era una angustia sincera,indiscutible.

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Preguntasdelsegundogrupo:relativasalaconfesióndelaesposa.Primerapregunta: ¿Por qué no destruyóDexter la carta cuando la descubrió bajo laalmohadadeladifunta?

Respuesta: Los mismos motivos que le llevaron a oponerse a que serequisaraeldiarioyatestificareneljuicioenfavordelacusado,leindujeronaguardarlacartahastaquesehicierapúblicoelveredicto.Repasandounavezmássusúltimaspalabras(talcomoBenjaminlasanotó),podemosdeducirquesielveredictohubiesesido«Culpable»,Dexternohabríavaciladoensalvaralmarido inocente entregando la confesión de la esposa. En todamaldad haygrados, yMiserrimus Dexter era lo bastante malvado como para ocultar lacarta, que hería su vanidad al describirle como un ser repugnante ydespreciable,peronohabríasidotanvilcomoparapermitirdeliberadamentequeun inocente pereciera en el patíbulo.Fue capaz de exponer a su odiadorivalalainfamiayalatorturadeseracusadopúblicamentedelcrimen;pero,encasodeunveredictoadversocontraEustace,Dexternohabríacometidolacrueldaddedejarqueleahorcaran.

Piense en lo quedebió sufrir,malvado comoera, al leer la confesióndeSaraporprimeravez.Dexterhabíacontadocondestruirelamorqueaquellaesposa sentía por sumarido. ¿Y a dónde le habían conducido sus cálculos?¡Había llevado a la mujer que amaba al último y más terrible refugio: lamuerteporsuicidio!Sopeseestasconsideracionesycomprenderáqueaún lequedasealgunavirtudaestehombrecomofrutodesuremordimiento.

Segundapregunta:¿QuémotivólaconductadeMiserrimusDexter,cuandola señora Valeria Macallan le comunicó que se proponía reabrir lainvestigaciónacercadelenvenenamientodeGleninch?

Respuesta:Contodaprobabilidad,supropiosentimientodeculpabilidadlesugirióaDexterquepudoservistolamañanaenqueentróaescondidaseneldormitorio de la difunta. Al estar acostumbrado a escuchar detrás de laspuertas y amirar por las cerraduras, no tenía escrúpulos en creer que otraspersonaspodíanhacerlomismo.PensóqueValeriaMacallanpodríaaveriguarquiéneralapersonaquelehabíaestadoobservandoyenterarsedeloqueesapersona había descubierto, a no ser que él la desviara en su investigacióndesde el principio. Los celos de Valeria Macallan la habían llevado asospechar de la señora Beauly, y Dexter aprovechó la ocasión propicia,animado,además,porsupropiahostilidadhaciaesadama.DexterconsiderabaalaseñoraBeaulycomolaenemigaquedestruyólapazenelhogardeSara,laseñora de la casa; él amaba a la señora y, en consecuencia, odiaba a suenemiga.Ocultar su secretoculpableyacusar a la señoraBeauly, ¡heahí eldoblemotivodelaconductaadoptadaporMiserrimusDexterenrelaciónconlasegundaseñoraMacallan!

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Benjamindejólasnotasysequitólasgafas.

—Hemoscreídoquenosonnecesariasmásexplicaciones—dijo—.¿Creesquequedatodavíaalgúnpuntoporaclarar?

Reflexioné.Queyorecordase,nohabíanadade importanciasinexplicar.Peroquedabaunpequeñoasunto(sugeridoporlarecientealusiónalaseñoraBeauly)queyodeseaba(sieraposible)esclarecerdeltodo.

—¿Alguna vez habéis hablado el señor Playmore y tú del afecto de mimaridohacia la señoraBeauly?—pregunté—.¿TehacontadoalgunavezelseñorPlaymoreporquéEustacenosecasóconelladespuésdeljuicio?

—Yo mismo le hice esta pregunta al señor Playmore —respondióBenjamin—. Y la contestó al instante. Siendo el abogado y el amigo másíntimodetumarido,Eustaceleconsultódespuésdeljuicio,yantesdeescribira laseñoraBeauly.Élmerepitiólaesenciadelacarta,antemisruegos.¿Tegustaríaoírloquerecuerdodeella?

Le confesé que deseaba oírle. Lo que escuché de labios de Benjamincoincidía con lo que me había contado Miserrimus Dexter, narrado en eldecimotercercapítulodemirelato.LaseñoraBeaulyhabíasidotestigodeladegradaciónpúblicademimarido, y eso le bastó aEustaceparano casarseconella.Rompióconellaporlamismarazónquesehabíaseparadodemí.LavidaconunamujerquesupiesequehabíasidojuzgadoporasesinatoeraalgoaloqueEustaceeraincapazdeenfrentarse.Lasdosversionescoincidíancontododetalle.

Unavezapaciguadamicuriosidadcelosa,Benjamindejólascuestionesdelpasadoypasóaltemamáscríticoymásinteresantedelfuturo.SusprimeraspreguntasserefirieronaEustace;quisosabersimimaridosospechabadelossucesosquehabíantenidolugarenGleninch.Lecontéloquehabíaocurridoycómo me las había ingeniado para aplazar la revelación inevitable de laverdad.Elrostrodemiviejoamigoseserenómientrasmeescuchaba.

—Es una buena noticia para el señor Playmore —dijo—. Nuestroexcelenteamigo,elabogado,sientemuchoquenuestroshallazgos tepuedancomprometerante tumarido.Deunaparte,desea fervientementeahorrarleaEustaceeldisgustoquesentiríasileyeralaconfesióndesuprimeraesposa;deotra, nopodemos, en justiciapara con el hijoquenaceráde sumatrimonio,ocultareldocumentoquelimpialamemoriadesupadredelacalumniaquelesupusoelveredictoescocés.

Leescuchabaconatenciónporque, alhablardel futuro,Benjaminestabatocandoeltemaquemásmepreocupabaenesemomento.

—¿CómoproponeelseñorPlaymorequemeenfrenteaestadificultad?—

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pregunté.

—Sólo de una manera —replicó Benjamin—. Propone que selles elmanuscrito original de la carta y que añadas un enunciado claro de lascircunstancias en que fue descubierta, avalado por su firma y lamía, comotestigosdeloshechos.Hechoesto,dejaentusmanosqueseloconfíesensumomentoatumarido.EntoncesseráEustacequientendráquedecidirsiabreelsobreosilodejasellado,comoherenciaparasushijos,ydependerádesudiscreciónque lohaganpúblicoono,cuando tengan laedadsuficienteparapensarporsímismos.¿Aceptas,querida?¿OprefieresqueelseñorPlaymoreveaatumaridoyactúeentulugarenesteasunto?

Decidí, sin vacilar, asumir la responsabilidad. En lo que se refería a ladecisión deEustace, consideré quemi influencia era superior a la del señorPlaymore.Mi elecciónmereció la total aprobación deBenjamin; y resolvióescribir enseguida aEdimburgopara aliviar la inquietuddel abogado con elcorreodeesedía.

SólomequedabapendientededecidirelregresoaInglaterra;peroenesacuestión, los médicos eran la autoridad. Decidí consultarles en su próximavisitaaEustace.

—¿Tienesalgomásquedecirme?—preguntóBenjamin,mientrassacabaelpapeldecartas.

Pensé en Miserrimus Dexter y en Ariel, y le pregunté si tenía algunanoticia reciente de ellos. Mi viejo amigo suspiró y me advirtió que habíasacadountemadoloroso.

—Lomejorquelepuedeocurriraesedesdichadoesprobablequeocurra—dijo—. El único cambio que ha sufrido es la amenaza de una parálisis.Quizás te llegue la noticia de su muerte antes de que hayas regresado aInglaterra.

—¿YAriel?

—Comosiempre—contestóBenjamin—.Completamentefeliz,siempreycuando esté con su «maestro». Todo lo que sé, pobrecilla, es que no ve enDexter a un ser mortal. Se ríe ante la idea de su muerte y espera,pacientemente,aqueéllareconozca.

LasnoticiasdeBenjaminmeentristecieronymehicieronguardarsilencio.Ledejéescribirlacarta.

CAPÍTULOL

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Elfinaldelahistoria

DiezdíasdespuésregresamosaInglaterra,encompañíadeBenjamin.

Lacasade la señoraMacallanenLondresnosbrindóunespacioampliodonde instalarnos de momento, y aceptamos encantados su proposicióncuandomisuegranosinvitóaquepermaneciéramosconellahastaquenacieranuestrohijoytuviésemostrazadosnuestrosplanesparaelfuturo.

Las tristes noticias del hospital psiquiátrico (para las que Benjamin mehabíapreparadoenParís)mellegaronalpoco tiempodevolveraInglaterra.Lentamente,MiserrimusDextersefueliberandodelasamargurasdelavida;pocashorasantesdequeexpirara,recuperólaconcienciayreconocióaAriel,que estaba junto a su lecho. Pronunció débilmente su nombre, la miró ypreguntópormí.Pensaronllamarme,peroerademasiadotarde.Antesdequeelmensajerosaliese,Dexterdijo,recobrandosuvanidad:«¡Silenciotodos!Micerebroestácansado;voyadormir».Cerrólosojosconsueñoynuncamássedespertó.¡Asílellegóelfin,sindolornipesar!¡Asícorrióhaciasudestino,comoenunsueño,esteserextrañoypolifacético,consuculpaysumiseria,consusdestellosdepoesíayhumor,consualegría,sucrueldadysuvanidad!

¡PobreAriel!Habíavividoparaelmaestro.¿Quépodíahacerahoraqueelmaestrosehabíaido?Podríamorirporél.

Le permitieron asistir al funeral deMiserrimus Dexter, creyendo que laceremonia la convencería de sumuerte. Pero su reacción no respondió a loprevisto.Ella insistíaennegarqueDexter lahubieseabandonado.Sevieronobligadosa separarlapor la fuerzacuandobajaronelataúda la fosa,y sólocon los mismos medios la pudieron sacar del cementerio cuando acabó elentierro.Apartirdeentonces,suvidaalternó,durantesemanas,entredelirioseintervalosdesopor.

En el baile anual del hospital, cuando la estricta supervisión de lospacientesserelajaunpoco,cundiólaalarma,pocoantesdemedianoche:Arielse había escapado. La enfermera de turno la había dejado dormida y habíacedido a la tentación de bajar a ver el baile. Cuando lamujer regresó a supuesto,Arielhabíadesaparecido.Lapresenciadeextrañosylaconfusióndelfestival le ofrecieron la posibilidad de escapar que antes no se le habíapresentado.Esanochelabúsquedafracasó.

La mañana siguiente trajo consigo la terrible y conmocionante noticia.Ariel se había dirigido al cementerio, y hacia el amanecer la encontraronmuerta, a causadel frío, sobre la tumbadeMiserrimusDexter.Fiel hasta elfinal,Ariel había seguido almaestro. Fiel hasta el final,Ariel habíamuertosobrelatumbadelmaestro.

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Escritas estas últimas palabras, paso a un tema menos doloroso. LossucesosmehabíanalejadodelmayorFitz-David,despuésde lacenaenquetuvolugarmimemorableencuentroconladyClarinda.Desdeentonces,pocoonadasupedelmayorymeavergüenzadecirquemehabíaolvidadodeélcasipor completo, cuando la sorprendente llegada a casa de mi suegra de unainvitacióndebodadirigidaamímehizorecordaralmodernodonJuan.Alfinelmayorsentabalacabeza.Y,loqueeraaúnmásmaravilloso,elmayorhabíaelegidocomodueñalegaldesuvidaala«futuradivadelacanción»,lajovenemperifolladadelaestridentevoz.

Asudebidotiempolevisitamosparafelicitarle.RealmentenosalegramosmuchoporelmayorFitz-David.

Lavidamatrimonialhabíacambiadotantoamialegreygalanteadmiradordel pasado que apenas le reconocí. El hombre había perdido todas suspretensiones de aparentar menos edad; se había convertido, inevitable eindisimuladamente,enunanciano.Depiejuntoalasillaenlaquesujoveneimperiosa esposa estaba entronizada, él lamiraba sumiso antes de dirigirmedos palabras, como si esperase su permiso para abrir los labios y hablar.Ycada vez que ella le interrumpía, que eran muchas y sin ceremonia, él sesometía con una docilidad senil y una admiración a un tiempo absurda ychocantedecontemplar.

—¿No es bella?—me dijo (¡al alcance del oído de su esposa!)—. ¡Quéfigurayquévoz!¿Recuerdasuvoz?¡Esunapérdida,miqueridaseñora,unapérdida irreparable para elmundode la ópera! ¿Sabe?Cuandopienso en loqueestavaliosacriaturapodríahaberhecho,mepreguntosirealmenteteníaelderecho de casarme con ella. ¡Pormi honor queme siento como si hubiesecometidounfraudealpúblico!

En cuanto al objeto de esa curiosamezcla de admiracióny lamentación,estaba encantada de recibirme como una vieja amiga. Mientras Eustacehablaba con el mayor, la esposa me llevó aparte, fuera del alcance de susoídos,ymeexplicósusmotivosparacasarse,conuncandorcompletamentedesvergonzado.

—¡Yavequeformamosunagranfamiliabastanteimprevista!—susurróenmioídoladescaradajoven—.Estámuybienquehabledemícomouna«divadelacanción»ytodoeso;pero¡Diosnoslibre!,yahetenidobastanteóperayhe aprendido mucho de mi maestro de música, lo justo para saber lo quecuestaserunabuenacantante.Yonotengolapacienciadeesasextranjeras:unmontóndedescaradasjezabeles.Lasodio.¡No,no!Entreustedyyo,meeramuchomásfácilganardinerocasándomeconelancianocaballero.Aquíestoyyo, y aquí está todami familia con la vida asegurada y sin nada que hacersalvo gastar dinero. Quiero a mi familia; soy una buena hija y una buena

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hermana.¡Losoy!

Mire cómovoy vestida;mire losmuebles: no he jugadomalmis cartas,¿verdad?Esunagranventajacasarseconunanciano:lepuedesmanejarconeldedomeñique.¿Feliz?¡Oh,sí!Soymuyfelizyesperoqueusted también losea.¿Dóndevivenahora?Prontoleharéunavisitaylecontaréchismorreos.Usted siempreme ha caído bien y (ahora que estoy a su altura) quiero queseamosamigas.

Le di una respuesta breve y cortés, decidiendo para mis adentros quecuandoaquella jovenmevisitara,nopasaríade lapuertade la casa.Nomeimporta reconocer queme disgustaba profundamente. Cuando unamujer sevendeaunhombre,elnegocioesvileinfame,porqueseburladelaIglesiaydelaLey.

Mientras evoco los recuerdos, sentada en mi escritorio, el cuadro delmayor y de su esposa se desvanece de mi memoria y, lentamente, vaapareciendolaúltimaescenademihistoria.

Ellugaresmidormitorio.Laspersonassomosmihijoyyo.Élyatienetressemanas y duerme profundamente al lado de su madre. Mi querido tío, elreverendoStarkweather,vieneaLondresparabautizarle; la señoraMacallanserá la madrina, y los padrinos serán Benjamin y el señor Playmore. Mepreguntosielbautizoserámásfelizquemiboda.

El médico acaba de marcharse, perplejo conmigo. Me ha encontradodescansandocomosiempre(últimamente)enmisillón;peroenestaocasión,ha percibido síntomas de agotamiento, que, dadas las circunstancias, leparecen incomprensibles. Haciendo uso de su autoridad me ha enviado denuevoalacama.

Lo cierto es que no le he hecho confidencias al médico, pero hay doscausasa lasqueachacar este agotamientoque tanto leha sorprendidoy susnombresson:AnsiedadeIntriga.

Un día reuní por fin el coraje suficiente para cumplir la promesa que lehabía hecho a mi esposo en París. Hasta ahora Eustace sabe que se hadescubierto la confesión de su esposa; sabe (por la autoridad del señorPlaymore) que la carta, si él así lo quiere, puede ser un medio dereivindicación pública de su inocencia ante la Ley; y, lo último y másimportante de todo, sabe que la confesión es ahora un secreto sellado porconsideración a su paz y su tranquilidad, y por respeto a lamemoria de ladesdichadaquefueunavezsuesposa.

Estas explicaciones necesarias se las comuniqué a mi marido, no depalabra (porque cuando llegó el momento no me atreví a hablarle de suprimeraesposa),sinoa travésdelenunciadodelascircunstancias,sacadoen

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sumayorpartedelascartasdeBenjaminydelseñorPlaymorequerecibíenParís.Ahoraéldisponedetiempoparaleertodoloquelehabíaescritoyparameditarloenlasoledaddesuestudio.Estoyesperandoconlacartafatalenlamano,ymisuegraaguardaenlahabitacióndeallado,paraoírdelospropioslabiosdeEustacesidecideromperelselloono.

Losminutospasanyaúnnoescuchamossuspasosenlaescalera.Midudaen cuanto a su decisiónme afectamás amedida que espero; y tener en lasmanoslacarta,enelestadopresentedemisnervios,meoprimeymesubleva.Nomeatrevoatocarlaniamirarla.Lamuevoincesantemente,deunlugaraotrodelacama,yaunasínomelaquitodelacabeza.Alfinsemeocurreunaidea rara. Levanto unamano del bebé y pongo la carta debajo de ella. Asírelacionoelterribledocumentodemiseriaypecadoconalgoinocenteybonitoquelopurificayloredime.

Pasan los minutos; el reloj de la repisa de la chimenea anuncia que hatranscurridomedia hora larga. ¡Al fin le oigo! Llama suavemente y abre lapuerta.

Está muy pálido. Creo notar huellas de lágrimas en sus mejillas. Peroningunaotraseñaldeagitaciónse leescapacuandosesientaami lado.Veoque,poratenciónamí,haesperadohastapodercontrolarse.

Cogemimanoylabesaconternura.

—¡Valeria!—dice—.Dejaqueunavezmástepidaperdónporloquedijeyloquehiceenelpasado.Puedequenoentiendaotrascosas,peroestosí:sehaencontradolapruebademiinocencia,yseladeboenteramentealvaloryalamordemiesposa.

Esperounpoco,paradisfrutardelplacerdeoírlehablar,paradeleitarmeconelamorylagratitudquehumedecensusojoscuandomemiran.Después,medecidoyhagolapreguntatrascendentaldelaquedependenuestrofuturo.

—¿Quieresverlacarta,Eustace?

Envezdecontestardirectamente,mehaceotrapregunta.

—¿Latienesaquí?

—Si.

—¿Sellada?

—Sellada.

Aguardaunosinstantes,pensandoloquevaadeciracontinuación.

—Déjamequemeaseguredequeséexactamenteloquetengoquedecidir—dice—.Supongamosqueinsistoenleerlacarta…

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Ahí le interrumpo. Sé que mi deber es contenerme, pero no puedocumplirlo.

—¡Cariño,nohablesdeleerlacarta!Teloruego,porfavor,ahórrate…

Levantalamanoparapedirmesilencio.

—No estoy pensando en mí mismo —dice—. Estoy pensando en miesposamuerta.Simeniegoalareivindicaciónpúblicademiinocenciaenloquemequedadevida,sidejoelsellointacto,¿crees,comoelseñorPlaymore,queobrarédemaneracompasivayrespetuosahacialamemoriademiesposa?

—¡Oh,Eustace!¡Sindudaalguna!

—¿Compensaré el dolor y el sufrimiento que sin querer le haya podidocausarestandoenvida?

—¡Sí!¡Sí!

—Y,Valeria,¿tecomplaceré?

—¡Cariño,meharásinmensamentefeliz!

—¿Dóndeestálacarta?

—Enlamanodetuhijo,Eustace.

Sedirigealotroladodelacamayacercaasuslabioslamanitasonrosadadel bebé.Espera así un rato, en triste y secretameditación.Veo a sumadreabrir suavemente la puerta y observarle comoyo le observo.Al cabode unmomento,laintrigaconcluye.Dandoungransuspiro,Eustacevuelveadejarlamanodelniñosobre lacartasellada,comosiconesegestoquisieradecir«¡Lodejoentusmanos!»

¡Y así termina todo! No como pensé que acabaría. ¿Qué sabemos denuestra propia vida? ¿Qué sabemos de las satisfacciones de nuestros deseosmásqueridos?SóloDioslosabe,yesoeslomejor.

¿Tengoqueguardarelpapel?Sí.Nadamequedayaporescribiroporleer.Exceptoesto:unapostdata.Esperoquetú,amablelector,seasindulgenteconlas locuras y los errores de la vida de mi esposo. Sé injusto conmigo, siquieres,peropiensabiendeEustace.Hazlopormí.

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