Diana Marcela Mora G.

Shirley Nieto R.

María Isabel Prada C.

Ilustraciones de

Shirley Nieto R.

LA LLEGADA DEL GRAN

WASAMAMAYA

En la aldea Dulima vivía un niño llamado Arturito, al

cumplir diez años sus padres le dieron el regalo más

grande, algo que jamás imaginó; una hermosa caja de

madera, se sintió emocionado y al abrirla… ¡Que sorpresa!

Sus ojos brillaron dibujando una gran sonrisa en su rostro.

Metió la mano en la caja y con mucho cuidado sacó aquel

ser, lo observó y detalló en él, el largo de su cola, sus ojos

saltones y ese color brillante. Mirándolo a los ojos le dijo:

necesitas un nombre…mmm…te llamaré Wasamamaya.

Arturito y Wasamamaya se convirtieron en amigos

inseparables, compartían muchos

momentos, jugaban, leían historias, pero lo que más

disfrutaban eran las caminatas de exploración al bosque

azul. Que estaba lleno de gran variedad de plantas y

árboles legendarios, fuertes y misteriosos que custodiaban

el bosque, y cubrían con su sombra frutos brillantes y

coloridos.

Cuando el niño veía que su amiguito iba a comer algún

fruto, de inmediato exclamaba ¡Wasamamaya tui! Y el

animal entendía que ese fruto no se podía comer, pues el

padre de Arturito le había advertido que las personas que

probaban los frutos se convertían en seres espantosos

que huían a lo más profundo del bosque.

Arturito lo tenía muy claro, pero Wasamamaya en un

descuido de su amigo no pudo evitar la tentación y se

comió un par de pichigüelas. De camino a casa el

animalito se sentía cansado, tanto, que se metió a su caja

y se durmió profundamente, el niño comió algo liviano y

luego se metió entre las cobijas de su cama.

Al entrar la media noche un ruido extraño y una presión en

el pecho despertaron a Arturito, no podía respirar

bien, trató de gritar pero no pudo, abrió sus ojos y quedo

atónito con lo que vio…una masa gigantesca, fría y amorfa

estaba sobre él. Como pudo la levantó y de un gran salto

salió de su cama, sus ojos brillaron como el día que recibió

su regalo.

Wasamamaya había crecido descomunalmente y dormía

plácido sin enterarse de lo sucedido. Arturito lo

observó, cayó en cuenta y gritando dijo:- ¡Comiste de los

frutos prohibidos! ¡Te has convertido en una lagartija

superdesarrollada! La algarabía del niño despertó a

Wasamamaya quien al verse, gritó:- ¡Nooo!, y Arturito con

otro grito exclamó:- ¡Hablas!.. Se miraron y cayendo en un

silencio profundo, como si se comunicaran mentalmente

salieron de casa.

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MANOS DE RAMA

Se dirigieron al bosque azul, por ahora, ese era el lugar

más apropiado para que Wasamamaya viviera

cómodo, seguro y feliz. La noche traía un manto blanco y

helado que cubría el bosque, se avistaba una tormenta, los

relámpagos y truenos iluminaban el sendero, el viento

susurraba entre los árboles invitándolos a bailar y las

ramas de estos se estremecían ante el son tímido de las

gotas de lluvia que empezaban a arreciar.

Arturito se abrigó lo mejor que pudo y caminó lado a lado

con su amigo. Ni la lluvia, ni los rayos, ni los truenos los

detendrían. Al poco tiempo Wasamamaya observó que su

amigo estaba cansado y le dijo: –Súbete en mi lomo, así

nos rendirá-, el niño aceptó la propuesta y marcharon a

paso firme.

Cuando los sorprendió la aurora divisaron cerca a un

riachuelo una cueva que sobresalía entre una cortina de

lianas y pequeños arbustos - ¡Wasamamaya la

encontramos! ¡ Es perfecta para ti!, exclamó el niño y la

Cuando ingresaron se dieron cuenta que era una gran

cueva y con sigilo la recorrieron boquiabiertos; la

naturaleza que había allí era aún mas extraña que la del

bosque azul. Decidieron descansar un rato quedándose

dormidos, hasta que de pronto…

Un cosquilleo los despertó; frente a ellos estaba una

mujer con cabello de enredadera, ojos café brillantes, piel

azul y brazos con manos de rama. - ¿Quién se atreve a

entrar a la casa de la Madremonte? Con voz temblorosa

Arturito respondió: -disculpa, sólo buscaba un lugar

seguro para mi amigo.

Con curiosidad este ser escuchó al niño; le pareció revivir

su historia, ella había sido una de las personas que había

comido de los frutos prohibidos y cuando se transformó

huyó al sentirse rechazada por los suyos. Ahora era una

de los guardianes del bosque azul, ese era el destino de

aquellos que osaban probar sus frutos.

Después, ella les brindó alimento y bebida, en medio de

la comida, la Madremonte le dijo a Arturito que el destino

de Wasamamaya era cuidar el bosque y que había

llegado en el momento indicado; pues el bosque estaba

en peligro. Otsugua, lo estaba destruyendo y eso mataría

EL SEÑOR DE LAS AGUAS

Al atardecer salieron de la cueva subidos en

Wasamamaya y fueron guiados por la Madremonte, ella

los llevaría al sitio donde Otsugua tenía concentrada la

energía de su maldad. Despejando el camino con su

poder mental, los árboles, arbustos y enredaderas los

dejaron pasar y aclararon la visión del niño. Lo que Arturito

observó lo dejó aterrado, con lágrimas en los ojos vio

como Otsugua vertía una sustancia sobre los árboles del

bosque azul que les hacía perder su colorido.

Este, al caer al piso se transformaba en un líquido

viscoso, negro y brillante, que Otsugua transformaba en

energía que lo alimentaba y fortalecía. Era tanto el líquido

que Otsugua no alcanzaba a recogerlo todo y este se

deslizaba lentamente hasta el río; formando una capa

densa y asfixiante que destruía todos los seres que

habitaban allí.

Entonces la Madremonte le dijo a Arturito :- ¿Ves cuánta

maldad está concentrada en este sólo ser?, y

Wasamamaya exclamó:- ¡Debemos detenerlo o si no

acabará con la vida del bosque azul y el río! Arturito

angustiado respondió: -Pero nosotros tres somos pocos

para el gran poder de Otsugua. La Madremonte al sentir el

espíritu solidario de sus compañeros, se le ocurrió una

idea:- Invoquemos al Señor de las Aguas. Así que tomados

de la cola de Wasamamaya enfocaron su pensamiento a

llamar aquel ser, quien al sentir tanto poder surgió de lo

más profundo de las aguas.

UNA PEGAJOSA SOLUCIÓN

Al ver semejante aparición, Arturito y Wasamamaya

abrieron sus ojos enormemente; allí estaba un hombre

de estatura mediana con cabello largo y oscuro. En su

mano llevaba un chinchorro manchado con el líquido

viscoso, y se notaba mal humorado y frustrado.

La Madremonte lo saludó: - Te hemos invocado

Mohán, sentimos dolor de ver como el bosque y el río

están siendo destruidos. Seguidamente presentó a sus

amigos. Y así los cuatro observaron la magnitud del

problema al cual unidos se iban a enfrentar.

Entonces comenzaron a pensar cual sería la mejor

manera de destruir a Otsugua pero ninguna de ellas era

lo suficientemente acertada para ello, después de largas

horas de estrategias Arturito y Wasamamaya cayeron

rendidos siendo custodiados por la Madremonte y el

Mohán. El niño en su sueño visualizó como

Wasamamaya destruía con su baba a Otsugua.

Despertándose Arturito le contó la idea a la Madremonte y

al Mohán. Y sentados todos mientras Wasamamaya

dormitaba idearon la forma más rápida y silenciosa de

hacer llegar la baba de la lagartija hasta Otsugua para

destruirlo.

Entonces pegados al plan, la Madremonte empezó a cortar

largas lianas de su cabello entretejiéndolas con el fin de

crear una banda gigante y elástica que pudiera sostener

un gran peso, luego que ella terminó, el Mohán manifestó-

Ahora es mi turno y con la gran fuerza que lo caracterizaba

tomó la gran banda y la anudó a los dos árboles más

grandes que se encontraban cerca al escondite de

Otsugua; ahora a Arturito le correspondía despertar a

Wasamamaya y contarle el plan, en el cual él era el

protagonista.

El inmenso animal se dirigió a donde estaba la banda y se

ubicó en posición de lanzamiento; el Mohán tomó la

banda, retrocedió fácilmente unos cuantos pasos para

tomar impulso y poder arrojar certeramente a

Wasamamaya sobre Otsugua. Con un fuerte grito el

Mohán soltó la banda haciendo volar la lagartija , quien

una vez allá arriba y cumpliendo las indicaciones de

Arturito empezó a escupir la baba como si fuera lluvia.

LA CONFORMACIÓN DE LA LIGA

Y esta, al tener contacto con la sustancia se evaporó y

desapareció neutralizando su poder. En ese momento el

bosque empezó a recobrar su color, Otsugua al ver esto

corrió a refugiarse pero Wasamamaya sacó con gran

impulso una descarga de baba que cayó sobre él

minimizándolo; a tal punto que el Mohán lo pudo tomar con

sus manos y a pesar de que Otsugua pataleaba y

vociferaba era tan chico que ni se escuchaba.

Wasamamaya cayó sobre una red de ramas que la

Madremonte con su poder había organizado para detener

la caída del animal. Arturito gritando de alegría corrió hasta

él diciendo- ¡Wasamamaya lo logramos!, ¡somos un gran

equipo!

Juntos celebraron y unieron sus fuerzas para limpiar el

desastre que el mal había dejado, entonces la

Madremonte hizo más tupido el chinchorro del Mohán y

este se arrojó al río atrapando el líquido viscoso.

Sentados en la orilla observaron como jugueteaban de

nuevo los peces y desde ese momento pactaron los

cuatro trabajar juntos por el cuidado de la

naturaleza, conformando así la liga de los mitos.

Detrás de un árbol se encontraba una mujer que al

escuchar el pacto rompió en llanto; era la Llorona, quien

exclamó: –Me encantan los finales felices.

FIN.