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La misión o función misional porta en sí mismo un significado: qué elementoso valores la significan o mueven. Es este significado el que oferta unafunción social, podemos apreciar que en principio es a individuos pero sinduda alcanza a conformar un colectivo, convirtiéndose en utopía, con sucarácter y valor propios.

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  • LA MISIN Y LOS JESUITASEN LA AMRICA ESPAOLA, 1566-1767:

    CAMBIOS Y PERMANENCIAS

  • P U B L I C AC I O N E S D E LCONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTFICAS

    ESCUELA DE ESTUDIOS HISPANO-AMERICANOS

    N. general catlogo 445

    Este libro ha sido impreso con la ayuda de Bischfliche AktionAdveniat. Hilfe der deutschen Katholiken fr die Kirche inLateinamerika, Essen (Deutschland).

    Las noticias, asertos y opiniones contenidos en este trabajoson de la exclusiva responsabilidad de los autores. ElConsejo Superior de Investigaciones Cientficas slo res-ponde del inters cientfico de sus publicaciones.

  • JOS JESS HERNNDEZ PALOMORODRIGO MORENO JERIA

    (COORDINADORES)

    LA MISIN Y LOS JESUITASEN LA AMRICA ESPAOLA, 1566-1767:

    CAMBIOS Y PERMANENCIAS

    SEVILLA, 2005

    En el V centenario de san Francisco Javier SI,

    paradigma del espritu misional ignaciano.

  • res del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la repro-duccin total o parcial de esta obra por cualquier medio oprocedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informti-co, y su distribucin.

    Consejo Superior de Investigaciones CientficasDepartamento de PublicacionesVitruvio, 828006 Madrid. EspaaTfno. 915 629 633 [email protected]://www.eeha.csic.es/Publica.htm

    Jos Jess Hernndez Palomo Rodrigo Moreno Jeria

    Portada: JEAN GURARD, 1634(Paris, Bibliothque Nationale).

    NIPO: 653-05-111-9ISBN: 84-00-08368-7Depsito legal: M. 51.265-2005Edicin al cuidado de Jos Jess Hernndez PalomoImpreso en Espaa

    Maquetacin: Juan Gallardo Blanco

    MINISTERIODE EDUCACINY CIENCIA

    CONSEJO SUPERIORDE INVESTIGACIONESCIENTFICAS

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titula-

    Realizacin: DiScript Preimpresin, S. L.

  • N D I C E G E N E R A L

    Introduccin: Jos J. Hernndez Palomo.......................................... 9-13

    Presentacin del Simposio: Francisco Jos Ruiz Prez, S.I. ............ 15-16

    MANUEL RUIZ JURADO(Pontificia Universidad Gregoriana, Roma)

    Espritu misional de la Compaa de Jess ............................. 17-42

    FERMN DEL PINO DAZ(Centro de Humanidades, CSIC, Madrid)

    Los mtodos misionales jesuitas y la cultura de los otros... 43-68

    JOHANNES MEIER(Johannes Gutenberg-Universitt, Mainz)

    y qu bien estos indios saben tocar el rgano, qu bienhan aprendido a tocar el violn y a cantar. La importanciade la msica en las misiones de los jesuitas ............................ 69-86

    JOS J. HERNNDEZ PALOMO(Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC, Sevilla)

    Accin misionera y espacio en Mxico: un proyecto de divi-sin provincial .......................................................................... 87-115

    JOS DEL REY FAJARDO(Universidad Catlica Andrs Bello, Caracas)

    Aportes para el estudio de cambios y permanencias en lasmisiones jesuticas de la Orinoquia ......................................... 117-150

    7

  • PETER DOWNES(Pontificia Universidad Catlica, Santiago de Chile / Johannes Gutenberg-Universitt, Mainz)

    Jesuitas en la Amazona: experiencias de Brasil y Quito ........ 151-186

    FRANCISCO DE BORJA MEDINA ROJAS(Institutum Historicum Societatis Iesu, Roma)

    Exploradores o evangelizadores? La Misin de los Mojos:cambio y continuidad (1667-1676)........................................... 187-238

    RODRIGO MORENO JERIA(Universidad Adolfo Ibez, Chile)

    Metodologa misional jesuita en la periferia austral de Am-rica ............................................................................................ 239-263

    MICHAEL SIEVERNICH(Johannes Gutenberg-Universitt, Mainz)

    La Misin en la Compaa de Jess: Inculturacin y proceso 265-287

    ndice general

    8

  • INTRODUCCIN

    Desde hace unos aos son numerosos los estudios y encuentros que sehan realizado sobre la Compaa de Jess en Amrica. Recientemente enAlemania, a propsito del V centenario del nacimiento de san FranciscoJavier, sobre 30 investigadores analizaron el papel de los jesuitas en el campode la fe, sociedad, cultura e inculturacin y el arte. Estos estudios apuntabana repensar el papel de la Compaa en el contexto de la globalizacin, que yadesde el siglo XVI, est inserta en la constante interrogante en torno a laConquista y Colonizacin americanas.

    El ao pasado la Pontificia Universidad Catlica del Per en Lima orga-niz un Coloquio Internacional sobre Los Jesuitas y la Modernidad enIberoamrica, 1549-1773, (8-11 abril 2003), en l se trataron temticas muydiversas como la evangelizacin y las misiones, la educacin y cultura, elpensamiento moderno en Amrica y su relacin con los jesuitas, la economay los avances tcnicos para terminar finalmente con la expulsin de la ordenen 1767 y su supresin en 1773.

    El 51 Congreso Internacional de Americanistas, Santiago de Chile (14-18 julio 2003), integr un Simposio sobre Cultura y Evangelizacin en lasHaciendas jesuitas de la Amrica Espaola, que tuvo como tema central elsurgimiento, desarrollo y administracin de las haciendas jesuitas, dedican-do tambin una parte al impacto social y cultural.

    El pasado mes de agosto (21-24), la Universidad Catlica de Crdoba(Argentina) organiz las X Jornadas Internacionales sobre MisionesJesuticas, en el Auditorio Diego de Torres S.I., con dos grandes Simposiosy dos comisiones, todas ellas en torno a las misiones abordando todos lostemas derivados de la empresa misionera como el medio, vida cotidiana,haciendas, misioneros, indgenas, Las comisiones se centraron en losGuaranes y en la evangelizacin y construccin social.

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  • El tema de la misin mantiene una actualidad que se reflej en laConferencia Episcopal alemana, reunida en septiembre pasado en Fulda. Enella se trat como tema principal una amplia reflexin sobre la misin, redac-tndose, as, una carta pastoral titulada La labor misionera de la Iglesia conocasin del 1.250 aniversario de la muerte de san Bonifacio

    Poco despus, 4 de octubre 2004, Amde Grab, presidente de laConferencia Episcopal Europea, obispo de Chur, manifest en Leeds (UK):Nuestra cultura es el contexto de nuestra Misin, y cuanto ms la entenda-mos y la respetemos, menos se dar el problema de entender a los que vivenen ella.

    Hace pocos das, el 16 de este mes, el card. Karl Lehmann, presidente dela Conferencia Episcopal alemana, en una visita a Turn ha planteado el temade la identidad y el dilogo, sintetizando en este binomio la misin en tiem-pos de globalizacin. Y en una entrevista al diario Avvenire ha planteadocmo desde sus orgenes el cristianismo ha sabido ensanchar los propiosconfines culturales, geogrficos e incluso lingsticos, manteniendo as unaposicin optimista si profundizamos y aceptamos y respondemos a la misincomo cristianos, atendiendo a las tensiones sociales que estn surgiendo.

    En gran parte, podemos constatar que este planteamiento fue una reali-dad en el mundo americano y de forma especial en la accin misionera.

    Tambin en estos das podemos recordar los 40 aos de la promulgacinde un documento central del Vaticano II como es la Lumen gentium (21-noviembre-1964), que la refiero por significar un hito por todo lo concer-niente a la Misin.

    Precisamente el pasado da 21 se present el primer volumen delCongreso Humanismo cristiano en el tercer milenio: la perspectiva de SantoToms (celebrado en Roma, 21-25 de septiembre de 2003), tituladoAntropologa e Historia, en que aparecen estudios sobre Espaa y Amrica,en un trasfondo marcado por el contacto y realidades culturales.

    En este contexto consideramos de inters reunir en este pequeoSimposio a unos especialistas de primera lnea en temas jesuticos, a los queagradezco su disponibilidad desde un primer momento.

    Es nuestra intencin aportar estas investigaciones sobre la concepcin,metodologa y desarrollo de la Misin, y es objetivo primordial ofrecer ele-

    Introduccin

    10

  • mentos de reflexin, plantearnos interrogantes y aproximarnos a respuestasal pasado y al presente.

    As, el tema que hemos considerado bsico es la Misin en los Jesuitasen la Amrica espaola, con sus cambios y permanencias. Es evidente que laMisin es sin duda uno de los distintivos, si no el fundamental, de la ordendesde sus inicios. De hecho, consideramos que todas las dems facetas de laCompaa, que son variadsimas, no se pueden comprender sin la base fun-damental que era la misin y sus formas. La Compaa se lanz resultantede sta su raz fundadora a una expansin misional que responda al espri-tu ignaciano y evanglico usque ad ultimum terrae, e, impregnado de uncarcter paulino terra marique, signific el rejuvenecimiento de la Iglesiade la poca.

    La Misin, en sus variantes o significados, es un elemento y parte funda-mental de la accin y factor incidente en la conformacin del orden colonial.Pero, cabra preguntarse qu punto represent a lo largo de todo el ampliomarco continental americano y en espacios concretos.

    A travs de experiencias regionales, con que se encontraron los jesuitasdesde su tarda llegada a Amrica, se expondrn anlisis concretos y compa-rativos, debates y conclusiones que nos permitirn dimensionar en su justamedida el aporte que sobre la materia hicieron estos agentes de colonizacin,y que sin duda conformaron un sistema de convivencia social, poltico y eco-nmico.

    En suma, hay una realidad, se trata de un Encuentro marcado esencial-mente por una conjuncin de experiencias, de forma que estos tres das sernde reflexin, de intercambios y de confrontacin de conocimientos en tornoa un tema tan actual como el elemento de la Misin, no slo en cuanto a laConquista o la colonizacin como en el devenir histrico de Amrica quealcanza al presente.

    La visin o la imagen de la Iglesia, como institucin inserta en el deve-nir histrico pero fuera de ella, ha desembocado al extremo de estudiarla o almenos considerarla como una simple ciencia auxiliar de la Teologa, comoelemento puramente sobrenatural, aspecto superado ya ampliamente.

    Sin entrar en la consideracin de su naturaleza divina, todas las manifes-taciones de la Iglesia estn inmersas en la sociedad colonial y no puedensepararse como un objeto de estudio independiente, lo que no significa o

    Introduccin

    11

  • impide un anlisis en profundidad de temas especficos como en este caso laMisin, y especialmente porque aportara un elemento fundamental a estu-dios de conjunto ms amplios, que en ocasiones adolecen de un mejor cono-cimiento de aspectos concretos, enmarcados en su tiempo, su lugar y suproceso intrnseco, y que realmente los validan como definitivos.

    En cada momento de la historia de la Iglesia catlica se ha planteado elhecho de la Misin como comunicacin de un mensaje que le viene explici-tado siempre como el ms oportuno, siguiendo a san Pablo: ahora es la horafavorable, ahora es el da de la salvacin (II Cor. 5, 2). En este marco denovedad, que represent Amrica, abordamos los cambios y permanencias,los surgidos en una sociedad muy compleja, pluritnica y lingstica, y parala llegada de los jesuitas segunda mitad del siglo XVI con un mestizaje queno era ya slo tnico.

    Esta accin misional se realiza en un marco colonizador pero con dosrealidades muy significativas y fundamentales: de una parte, el ser continen-tal y, de otra, el realizarse sobre un extenso mosaico de culturas y pueblos.

    Es ste un punto crucial: analizar si la misin, desde perspectivas diver-sas, tuvo adaptaciones en el espacio o en el tiempo, y en qu grado se perci-ben.

    Ayer mismo se inaugur en el Centro Cultural Contemporneo deBarcelona una Exposicin sobre cmo influye el entorno en el proceso crea-tivo.

    Es evidente el inters por atender a todos aquellos elementos que repre-sentaron una unidad y a los otros que se tomaron adaptndose a cada reali-dad concreta.

    Ante este planteamiento real nos encontramos con enfrentamientos alinterior de la Compaa de Jess y al mismo tiempo con el reto de analizarlas medidas americanas y las romanas, la obediencia pero no siemprecumplimiento inmediato de stas.

    Qu podemos entrever en el marco de los cambios y de las permanen-cias?

    Qu criterios o elementos prevalecieron en la accin misional enco-mendada?

    Otra realidad es el grado de incidencia de esta accin en los pueblos ind-genas.

    Introduccin

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  • Como conclusin deseo expresar unas reflexiones, que en gran parte res-ponden a nuestro quehacer como historiadores, a nuestra pregunta de qu esla historia?: Es principio fundamental buscar no las causas sino por encimade todo el significado de los acontecimientos o realidades, el sentido.

    La misin o funcin misional porta en s mismo un significado: qu ele-mentos o valores la significan o mueven. Es este significado el que oferta unafuncin social, podemos apreciar que en principio es a individuos pero sinduda alcanza a conformar un colectivo, convirtindose en utopa, con sucarcter y valor propios.

    Deseo para terminar agradecer la acogida del Director del Centro, Dr.Raul Navarro Garca, para celebrar este Encuentro, la presencia del Dr.Francisco Jos Ruiz Prez, Provincial de la Provincia Btica de la Compaade Jess, la ayuda recibida para hacerlo posible de Caja Sur y de la Junta deAndaluca, y de forma especial a todos vosotros que sois los que realmentelo hacis posible.

    Gracias.Sevilla a 24 de noviembre de 2004

    Jos J. Hernndez Palomo

    Introduccin

    13

  • PRESENTACIN DEL SIMPOSIOFRANCISCO JOS RUIZ PREZ, S.J.

    Provincial de la Provincia Btica de la Compaa de Jess

    Estimados amigos:Agradezco al Dr. D. Jos Jess Hernndez Palomo su invitacin para

    asistir a este Simposio sobre La Misin y los Jesuitas en la AmricaEspaola, 1566-1767: cambios y permanencias, Simposio coordinado por lmismo de parte de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, delConsejo Superior de Investigaciones Cientficas y por el Dr. D. RodrigoMoreno Jeria de parte de la Universidad Adolfo Ibez, de Chile.

    Les confieso que este Simposio tiene para m tres coincidencias felices:a) Una coincidencia tiene sabor a memoria histrica. Este Simposio

    sintoniza con la necesidad que experimenta hoy la Compaa deJess de repasar sapiencialmente su historia. No es en vano que cele-bremos en este curso los 450 aos desde que Ignacio de Loyola fun-dara la Provincia jesuita de Andaluca. Nos importa nuestro pasado,pero nos importa porque nos sigue sorprendiendo por la fecundidadapostlica que tuvo. Esa fecundidad existi desde los comienzos.Fjense si no: poco despus de que la Compaa diera sus primerospasos en Sevilla, el jesuita Robert Parsons lidera una institucin enesta ciudad similar a otras existentes en Europa ya en 1592. Ustedesestn ahora mismo en el edificio que fue sede de aquella institucin.Se trataba del Seminario de Ingleses, ideado para responder al desa-fo que se le presentaba a la Iglesia catlica en Gran Bretaa y a lacorrespondiente necesidad de sacerdotes que lo asumieran.

    b) Otra coincidencia tiene sabor a teologa misional. Este Simposio seproduce justamente en un momento eclesial en el que se recobra latemtica de la misin. Y la misin fue precisamente esencial para la

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  • Compaa de Jess y la fuerza centrfuga que nada ms fundarse lallev al extrarradio de Europa. Sevilla se muestra tambin en estocomo un escenario singular. Desde aqu embarcaron muchos jesuitaseuropeos para realizar el salto cultural y religioso al Nuevo Mundo.La saga empez en 1566, cuando zarparon de Sanlcar de Barramedalos primeros diez jesuitas enviados a Amrica. Desde entonces, losjesuitas han intentado entablar un dilogo permanente con las cultu-ras locales, lo que se concret en elaboraciones teolgicas, litrgicase incluso socio-polticas, producidas desde las distintas culturas ysegn las distintas potencialidades de stas. Las Reducciones delParaguay son el gran ejemplo de cuanto eso supuso: una traduccinfeliz de la misin, que ciertamente hoy puede servir de sugerencia ala Iglesia

    c) Finalmente, la tercera coincidencia tiene sabor a creatividad. EsteSimposio coincide finalmente con una situacin en la que necesita-mos encontrar nuevos lenguajes para fronteras inditas. En el marcocultural contemporneo que vivimos se abren tambin NuevosMundos como en el siglo XVI. Y no est nada mal recabar de la his-toria aquellas actitudes que permitieron acertar en la aproximacin alo nuevo. En esto el presente ha de aprender mucho de la historia.

    Son estas coincidencias felices del Simposio con tres vivencias actualesnecesidad generacional de acercarse a la historia, deseo de recreacin delconcepto de misin, apertura ilusionada hacia una creatividad renovada porlas que felicito a los organizadores. No me queda sino desearles que lasponencias y los debates sean realmente fructferos.

    Muchas gracias.

    Introduccin

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  • Espritu misional de la Compaa de Jess

    MANUEL RUIZ JURADO, S.I.Pontificia Universidad Gregoriana, Roma

    Proyecto de vida

    Ya en el proyecto de su forma de vida, presentado por san Ignacio y susprimeros compaeros, al Papa Paulo III, para la aprobacin oficial del nuevoInstituto, se comprenda dentro del primer captulo de los cinco que contenael documento: que el fin de esta Compaa de Jess es, ante todo: procu-rar el provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana por medio delministerio de la Palabra, los Ejercicios espirituales y otros ministerios yobras de caridad. Y en el segundo captulo se especificaba que los miembrosde la Compaa se ofrecan con voto especial a ir a donde, para provecho delas almas y propagacin de la fe, Su Santidad el Papa, Vicario de Cristo qui-siera enviarles, sin tergiversaciones ni excusas; sea que fueran enviados alos turcos, al nuevo mundo, a los luteranos, o a cualquier otro tipo de infie-les o de fieles1.

    Las modificaciones del lenguaje, o ampliaciones de la Frmula, hechashasta llegar a la Frmula definitiva de 1550 (Exposcit debitum), no cam-biaron para nada este sentido misionero universal del Instituto de laCompaa de Jess, ni se ha cambiado hasta nuestros das.

    La primera descripcin de la Compaa de Jess que se hace al candida-to, cuando se examina su vocacin, es sta: Esta mnima congregacin, quepor bula y autoridad del Sumo Pontfice es as llamada la Compaa de Jess,ha sido erecta y confirmadano solamente para la salvacin de las propiasnimas, mas intensamente para ayudar y perfeccionar a las otras de nuestrosprjimos2.

    1 Summa Instituti, en Monumenta Ignatiana. Constitutiones Societatis Jesu, t. I, pgs. 16-17:Monumenta Historica Societatis Jesu 63, Roma, 1934. En adelante: Constitutiones, MHSI, seguido deltomo y la pgina.

    2 Ibdem, t. II, pgs. 4-6: se trata del texto a, primera redaccin de las Constituciones, escritahacia 1546. En los textos posteriores no cambiar la sustancia del contenido aqu expresado.

    La Misin y los jesuitas en la Amrica Espaola, 1566-1767: Cambios y permanencias Pgs. 17-42

  • La inspiracin carismtica de este espritu apostlico universal, comuni-cada por san Ignacio de Loyola a sus compaeros, proceda de sus experien-cias msticas de Manresa. Y as lo fue divulgando en sus conferencias porEuropa el enviado por el santo fundador, P. Jernimo Nadal, aun en vida desan Ignacio: Especialmente en dos ejercicios: del Rey y de lasBanderasentendi su fin y aquello a que todo se deba aplicar, que es elque tiene ahora la Compaa3. La Compaa se siente llamada porJesucristo, Rey eterno y Seor universal4, a ir con l y trabajar como l,aun pasando toda injuria y toda pobreza y humillaciones, a predicar elEvangelio a toda criatura, y ayudar a los hombres de toda clase y condicin,a conseguir el fin para el que han sido creados.

    Para conseguir la realizacin mejor de ese servicio en provecho espiritualde sus prjimos se ofrecieron Ignacio y sus compaeros al Romano Pontficea ser enviados entre fieles o infieles, herejes o cismticos5.

    Su principio y principal fundamento

    Si queremos comprender un poco ms a fondo lo que hicieron los jesui-tas en las misiones de Hispano-Amrica, hemos de partir de este espritu quees el que los anima, el principio y principal fundamento de la Compaa6.As designa al cuarto voto, tpico de la Compaa, al que hemos hecho alu-sin antes (de ir dondequiera que el sumo vicario de Cristo nuestro Seornos enviase), el documento Declarationes circa misiones, apgrafo de sanIgnacio7. A la muerte del Fundador, ya la Compaa se encontraba distribui-da por todo el mundo, organizada en 11 provincias: Portugal, Espaa (quecomprenda tres: Andaluca, Aragn y Castilla), India, Italia, Sicilia, Brasil,Francia, Germania (que comprenda dos: Inferior y Superior). Entre stasprovincias vemos tambin India y Brasil, verdaderos territorios de misin, yuna expedicin misionera se encontraba ya en 1556 camino de Etiopa. Los

    3 P. Hieronymi Nadal; Commentarii de Instituto Societatis Iesu (Nadal,5) Roma 1962: MHSI 90,pg. 40.

    4 Ejercicios espirituales, Sal Terrae, Santander 1987, n. 97; v. n. 95. quien quisiere venirconmigo ha de trabajar conmigo, para que siguindome en la pena tambin me siga en la gloria.

    5 Granero, Jess M.: Espiritualidad ignaciana, Madrid 1987, pgs. 312 ss.6 Constitutiones, t. I, pg. 162.7 Ibdem.

    MANUEL RUIZ JURADO, S.I.

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  • ms de mil jesuitas contaban entonces con unas 100 casas, entre colegios,noviciados, residencias y misiones. Trabajaban entre fieles, en tierras de pro-testantes y de infieles. Haban llegado hasta regiones muy distantes entre s:Brasil, India, Indonesia, Malasia, Japn, a difundir la fe de Cristo y estable-cer la Iglesia, a travs de dificultades y aventuras innumerables8.

    Cuando la Compaa, reunida en la Congregacin General XXXIV(a.1995), ha tratado de renovar su Instituto adaptndose a las necesidades denuestro tiempo, en fidelidad al espritu del Fundador, ha identificado as supropio ser: un grupo de compaeros que es, al mismo tiempo, religioso,apostlico y sacerdotal, unido con el Romano Pontfice por un vnculo espe-cial de amor y servicio9.

    El espritu misionero no se haba quedado en la letra de los documentos.En tiempo de san Ignacio haban sido enviados jesuitas en misin, comohemos dicho, a las Indias occidentales y orientales, a Etiopa para procurar launin de los cristianos, a consolidar la Iglesia en pases protestantes o evitarla escisin. El P. Lanez, poco tiempo despus de haber sido elegido General(1558), escribi una carta a toda la Compaa en la que animaba a los jesui-tas a considerar siempre un gran beneficio el ser llamados a las misiones dela India, no slo por la excelencia del ministerio que han de realizar all, sinopor la prerrogativa personal de los que han de trabajar en l. A su vez, exhor-taba a los misioneros a cultivar las virtudes slidas para llegar a ser instru-mentos tiles en manos de Dios: el amor y santo temor de Dios, la prudencia,el recogimiento de espritu diario y el retiro durante algunos das cada ao, yen todo la obediencia10.

    Las primeras misiones en Hispano-Amrica

    A la Florida

    Por diversas razones histricas que conocemos, slo el 28 de julio de1566, siendo General san Francisco de Borja, pudieron zarpar hacia laAmrica Espaola los Padres Pedro Martnez y Juan Rogel con el H. Fran-

    8 Synopsis historiae Societatis Jesu, Ratisbonae 1914, col. 28; Dalmases, Cndido de: El PadreMaestro Ignacio, BAC, Madrid 1986, pgs. 256-258.

    9 Constituciones de la Compaa de Jess. Normas Complementarias, Roma 1995, pg. 260. 10 Epistolae Praepositorum Generalium, 2. ed., Rollarii 1909, pgs. 49-54.

    Espritu misional de la compaa de Jess

    19

  • cisco de Villarreal, enviados a la Florida. El Adelantado Pedro Menndez deAvils, despus de reconquistar la Florida haba pedido al Rey Felipe II quele enviase misioneros jesuitas. Iban provistos de las cdulas reales, para queles proveyesen de lo necesario, ornamentos para el culto y una buena canti-dad de libros, a costa de Avils (como un preanuncio de los que haba de serel estilo de su misin en Hispano-Amrica: pobreza, disponibilidad al marti-rio, ardor apostlico eclesial, especial dedicacin a la predicacin y a la ense-anza). El P. Martnez, que iba como superior, muri poco despus de saltara tierra los indios le aplastaron la cabeza, a golpe de macana, el 6 de octubrede 156611.

    El otro Padre y el Hermano, tras peripecias y gravsimos peligros en elmar, llegaron a La Habana el 10 de diciembre. Mientras esperaban a Avils,el P. Rogel se dedic a catequizar a algunos indios trados de la Florida, aaprender cuanto pudiese el idioma de ellos y a hacer un vocabulario; atendatambin al cultivo espiritual de los espaoles y a evangelizar a los negros,muy abundantes en La Habana: signo tambin de lo que haba de ser bastan-te comn en las misiones de los jesuitas en esas tierras. Acompaado porAvils, el P. Rogel lleg a la Florida en el invierno de 1567, y all soportnumerosas dificultades hasta principios de 156812.

    El 25 de diciembre de 1566 anotaba san Francisco de Borja en su Diarioespiritual: Por la Florida se haga oracin continua, hasta la pascua de resu-rreccin13. La noticia de la muerte del P. Martnez aument el fervor de losjesuitas espaoles. El P. General Borja, form una nueva expedicin, queconstaba de tres Padres, tres Hermanos y tres aspirantes a la Compaa.Partieron de Sevilla el 13 de marzo de 1568. Salieron, junto con la expedi-cin enviada al Per, bajo P. Jernimo del Portillo, nombrado Provincial. Yste nombr Vice-provincial de la Florida al P. Bautista Segura al comienzodel viaje14.

    11 Astrain, A.: Historia de la Compaa de Jess en la Asistencia de Espaa, t. 2, Madrid 1905,pgs. 288-289; Polanci complementa, t. 2, MHSI 54, Madrid 1917, pgs. 670, 78; Sanctus FranciscusBorgia, t. 4, MHSI 38, Madrid 1910, pgs. 431-432.

    12 Astrain, A.: Historia de la, t. 2, pg. 291.13 San Francisco de Borja: Diario Espiritual (1564-1570), Mensajero-Sal Terrae, Bilbao 1997,

    pg. 301.14 Astrain, A.: Historia de la, t. 2, pg. 292.

    MANUEL RUIZ JURADO, S.I.

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  • El santo General, comentaba el acontecimiento de la muerte del P. Mar-tnez en carta a Diego de Avellaneda, P. Provincial de Andaluca, al que pedaque proveyese al P. Portillo en lo necesario para su viaje, firmada el 11 demarzo de 1567: hase sentido la falta que le da el buen padre Martnez, elcual tenga nuestro Seor en su gloria. Deseamos que sean los que pasaron ala India no slo animosos para morir, sino avisados para conservar la vida,para mejor emplearla en el servicio de Dios nuestro Seor; que no se ofreceac causa bastante para que hubiese de salir en la barca a tocar lengua de latierra un Padre de la Compaa, cuya salud tanto importaba15.

    La generosidad de su espritu y la conciencia de la vocacin misionera dela Compaa no faltaron nunca en los superiores de la Orden, ni en los sb-ditos, que continuaron a ofrecerse y a manifestar a los superiores sus deseosde ser enviados a estas tierras, donde saban que les esperaban sufrimientossin cuento, dificultades para su trabajo, y quizs el martirio, para concretar laoblacin que haban hecho a Jesucristo, Rey eterno y Seor universal, alpracticar los Ejercicios espirituales de san Ignacio16.

    La Instruccin de que iba provisto el P. Portillo, dada por el santoGeneral, puede servir para indicarnos el espritu y estrategia con que comen-zaron estas misiones de los jesuitas, influidas en este caso por el resultado dela primera expedicin, pero cargada del estilo prudente con el que los Gene-rales procuraban moderar el fervor misionero para lograr una actuacin msprolongada, y eficiente a la larga, de la Compaa en Amrica.

    Los puntos ms destacados de esta Instruccin son: 1.No repartirse enmuchas partes los pocos que se envan; porque conviene ayudarse mutuamen-te, consolarse y edificarse. Si alguno ha de quedar ms lejos, que su espritu yprudencia sean tales, que puedan dar razn de su ministerio y ocupacin amayor gloria de Dios. 2.Atender ante todo a los que ya son cristianos, y des-pus a la conversin de los no bautizados. Se recuerda el adagio que el quemucho abarca poco aprieta. Es intencin de Su Santidad que no se bauticen

    15 Sanctus Franciscus Borgia, t. 4, pgs. 431-432.16 As reza esa oblacin en los Ejercicios espirituales, n.98: Eterno Seor de todas las cosas, yo

    hago mi oblacin con vuestro favor y ayuda, delante vuestra infinita bondad y delante vuestra Madre glo-riosa, y de todos los santos y santas de la corte celestial, que yo quiero y deseo y es mi determinacin deli-berada, slo que sea vuestro mayor servicio y alabanza, de imitaros en pasar todas injurias y todo vituperioy toda pobreza, as actual como espiritual, querindome vuestra santsima majestad elegir y recibir en talvida y estado.

    Espritu misional de la compaa de Jess

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  • ms de los que se pueden mantener en la fe. Hay que fortificar poco a poco loya ganado. 3.Tener residencia en donde ya la tiene el Gobernador, con igle-sia y lo necesario para los sacramentos, misa y predicacin. Desde ese puntode residencia se pueden hacer las excursiones apostlicas cuando sea menes-ter, volviendo a la residencia firme. 4.Informarse bien de las cualidades einclinaciones de las gentes a las que van a evangelizar, y de sus circunstancias:errores, sectas, personas de crdito entre ellos (para tratar de ganarlos a lacausa del Evangelio: y con los dems entendimientos procure antes consuavidad de palabras y ejemplo de vida aficionarlos al verdadero camino, quecon otros rigores); reflexionar sobre los medios ms oportunos para aplicar-los en el caso. 5.No ponerse fcilmente en peligro de vida con gente no con-quistada an, porque, aunque a ellos sea muy provechoso morir en esaempresa, dejaran de ser tiles para el bien comn a que han sido enviados,pues hay falta de obreros y dificultad de enviar otros. 6.Que se comuniquencon la cabeza de la Orden sobre lo que conviene, para que se pueda actuarmejor en orden al servicio divino y bien de las almas17.

    Se observa fcilmente el sentido de discrecin que se desprende de todaesta Instruccin. Sin apagar los fervores, que se suponen ardientes, se reco-mienda la prudencia y visin de futuro en la actuacin de la misin. Msatencin a la profundidad que a intentar la rapidez y la multiplicacin deadeptos sin conviccin. Lo que san Ignacio llamaba discreta caridad, conla que haban de comportarse los jesuitas ya formados18.

    Si queremos encuadrar este sentido de discrecin en el marco del celoapostlico de la Compaa de Jess, nos ayudar aqu recordar la carta de sanIgnacio a los estudiantes del colegio de Coimbra, donde se formaron muchosde los misioneros de las primeras generaciones jesuticas. Es una carta queha seguido siendo, de generacin en generacin, modelo de estmulo a la per-feccin del espritu propio de la Compaa. Despus de haberles recordadocunto deben al Seor por haberlos llamado a la Compaa de Jess, y haber-les descrito su vocacin como esencialmente apostlica, afirma: Que no so-lamente entre hombres, pero entre los ngeles no se hallan ms noblesejercicios que el glorificar al Criador suyo y el reducir las criaturas suyas a

    17 ARSI, Hisp.1567-1569, fol. 41.18 Const., n. 582; vase sobre este punto de la discreta caridad, Aldama, A. de: La vida reli-

    giosa en la Compaa de Jess. Comentario a la parte VI de las Constituciones, CIS, Roma 1989, pgs.273-278.

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  • l, cuanto son capaces19. O, como dir poco despus: nuestro instituto,que es no solamente servir a Dios para vosotros mismos, pero atrayendo aotros muchos al servicio suyo y honra (n. 2).

    En esa misma carta san Ignacio espolea a los jvenes estudiantes deCoimbra con el argumento que ha de ser esencial para cualquier jesuita: enagradecimiento por la sublime vocacin recibida, todo celo ferviente serpoco para corresponder debidamente al Seor, aadiendo: Pero sobre todoquerra os excitase el amor puro de Jesucristo, y deseo de su honra y de lasalud de las almas, que redimi, pues sois soldados suyos con especial ttuloy sueldo en esta Compaa (n. 3). Y echando una mirada al mundo, a la luzde ese amor de Cristo y deseo de su honra, continuar: Mirad dnde sea hoyhonrada la divina Majestad, ni dnde sea acatada su grandeza inmensa,dnde conocida la sapiencia, y dnde obedecida su santsima voluntadMirad tambin vuestros prjimos como una imagen de la santsima Trinidady capaz de su gloria mirad digo en cuanta miseria se hallan, en tan pro-fundas tinieblas de ignorancia, y tanta tempestad de deseos y temores vanosy otras pasiones, combatidos de tantos enemigos visibles e invisibles, conriesgo de perder, no la hacienda y vida temporal, sino el reino y felicidadeterna y caer en tan intolerable miseria del fuego eterno (n. 4).

    La afirmacin de este celo es esencial. Celo nacido de la caridad sobre-natural, engendrada en el corazn humano por la fe, pero es en l, donde hayque evitar la desviacin hacia formas exageradas, sugeridas por el enemigo,para que se impida un bien mayor. Las penitencias exageradas o impruden-tes, a las que se daban aquellos jvenes, podran impedirle la perseveranciaen el bien que se espera de ellos. Como suele no acabar el camino el caba-llo muy fatigado en las primeras jornadas, antes suele ser menester que otrosse ocupen en servirle a l (n. 5). No quiere san Ignacio que por crucificar alhombre viejo se crucifique al hombre nuevo; sin la discrecin el bien se con-vierte en mal, y la virtud en vicio (ibid.).

    A Mxico

    El 13 de junio de 1572 salieron para Mxico, a las rdenes del P. PedroSnchez, nombrado provincial, 12 jesuitas escogidos entre las 4 provincias

    19 Obras de san Ignacio de Loyola, BAC, Madrid 1997, pg. 797, n. 1.

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  • de Espaa. Los enviaba el mismo san Francisco de Borja, a peticin de Feli-pe II, y llegaron a su destino en el Nuevo Mundo, en septiembre, cuando yase encontraba Borja moribundo en Roma, de vuelta de la misin a que lohaba enviado el Papa san Po V, como compaero del cardenal legado, paraconsolidar la alianza en las cortes de Madrid, Lisboa y Pars y apoyar la causacatlica en Francia20.

    En continuidad, con la Instruccin antes indicada, encontramos lasconclusiones de la primera Congregacin Provincial de Mxico, celebrada en157721. Los Padres de la Congregacin se muestran favorables a establecerinternados en los colegios para hijos de espaoles y a que se funden colegiospara indios que ayuden a preparar clero indgena. Piden que se enve msbien gente virtuosa y que venga de buena gana, que no hbiles y con dese-os de hacer milagros y predicar; y que sean avisados los superiores, que seocupen del gobierno de los suyos. Diramos adems, que apuntan ya la ideade lo que sern ms tarde las reducciones de los jesuitas: poblaciones dis-tintas y apartadas, para que su modo de vivir sea muy fuera de la vileza ypoquedad de su natural y antiguo modo de vivir; y as les ensearn cmohan de ser buenos casados y saber regir sus haciendas y criar y casar sushijos, y tener ms cuenta en esto que hasta aqu, porque ni atesoran para ellos,ni les dan dotes, sino que se han casi como animales22.

    En Mxico se fundaron ya en 1576 dos Congregaciones Marianas, una demayores y otra de menores. Estas Congregaciones son asociaciones de losjvenes ms destacados por su piedad y estudio en los colegios. Se asocianpara ayudarse en su progreso espiritual y en su accin apostlica, caritativa yejemplar. Haban comenzado haca pocos aos en el Colegio Romano y lasque se iban fundando se irn agregando a la Prima primaria de Roma paramantener el mismo espritu en todo el universo23.

    Para 1580 eran ya 107 los jesuitas que trabajaban en Mxico. El testimo-nio del Arzobispo de Mxico, D. Pedro Moya de Contreras, dado en 1582

    20 Ruiz Jurado, M.: 15 das con Francisco de Borja, Ciudad Nueva, Madrid 2004, pg.15;Dalmases, C. de: El Padre Francisco de Borja, BAC, Madrid 1983, pgs. 230-240.

    21 Astrain, A.: Historia de la, t. 3, pgs. 142 ss.22 Ibdem, pgs. 144-145.23 Wicki, Josef: Le Pre Jean Leunis S.I. (1532-1584), fondateur des Congrgations Mariales,

    IHSI, Roma 1951; Villaret, Emile S.I.: Les Congrgations Mariales. I. Des origines la suppression dela Compagnie de Jsus (1540-1773), Beauchesne, Pars 1947.

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  • ante la Audiencia de la capital, confirma que los jesuitas, aunque no recibenlimosnas por misas, capellanas y entierros, pues se lo prohiben susConstituciones, eran gente ejemplarsima y de grande erudicin y doctri-na, teniendo estudios de latinidad y retrica, artes (filosofa) y teologa,especialmente en esta Corte, y los que son buenos estudiantes en laUniversidad son discpulos de la Compaa, y esto es de lo que ms se pre-cian 24. Las dems Ordenes (afirma) reconocen en ellos esta ventaja. Andande ordinario por misiones, particularmente en los pueblos y en las minas (enCuaresma y Adviento) con gran provecho de naturales y espaoles. El pro-vincial con gran celo y caridad atiende a la perfeccin de ellos, ordena queaprendan las lenguas de los naturales Confiesan a todas horas y a todasgentes, predican en las crceles, consuelan a los presos, los domingos y fies-ta predican en las plazas y ensean la doctrina muchas veces con procesio-nes, a espaoles y naturales, a nios, a indios y negros y personas de servicio.Se advierte el cambio en la frecuencia de sacramentos y en la conducta. Sifaltaran, sera la mayor ruina en lo espiritual que pudiese suceder25.

    El P. Aquaviva, desde el principio de su generalato (1581), consciente dela vocacin misionera de la Compaa, la describe en su carta de 28 de juniocomo un ejrcito de hijos de Dios, que nuestro Seor se ha dignado congre-gar con una especial vocacin, para que le sirvan con caridad no fingida,nimo generoso y gran corazn (2 Cor 6,6); y para que le ayuden a llevar, poras decirlo, el peso de la cruz reconduciendo al cielo las ovejas perdidas26.Recuerda las normas de la parte VII de las Constituciones ignacianas, por lasque han de guiarse los superiores sobre quines han de ser enviados y cmo,a una misin o a otra, insistindoles en que no miren slo por sus colegios ypor su propia utilidad, y no caigan en la tentacin de enviar a misiones a lossujetos que desean alejar de la provincia27.

    Aquaviva, como Lanez, considera que en la misin entre infieles se rea-liza de un modo preclaro la gracia de la vocacin, ya que en ella slo se hade buscar dedicarse con especial cuidado a la conversin de los indgenas pri-vados de la luz de la fe. Para este fin de hacer llegar a los paganos el fruto de

    24 Astrain, A.: Historia de la, t. 3, pg.149.25 Ibdem, pg. 150. 26 Epp. Praep. Gen., pg.77.27 Ibdem, pg. 114.

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  • la redencin de Cristo, no se han de ahorrar los trabajos de aprender las len-guas, de afrontar sufrimientos, dificultades, contradicciones28.

    En 1615, al trmino del generalato del P. Claudio Aquaviva, eran ya 56(en 1609 eran 44) los jesuitas de la provincia de Mjico que trabajaban direc-tamente en las misiones. Segn la informacin enviada a Felipe III por elvirrey Luis de Velasco en 1609: adoctrinaban a gente brbara, desnuda ymuy pobre, donde no llegan clrigos, ni religiosos, por las asperezas de la sie-rra y rudeza de los naturales, de cuya causa padecen muchas incomodidadestemporales y soledad29.

    Zacatecas era la residencia de jesuitas, primera estacin para acercarse aaquellas misiones, con 5 Padres y 4 Hermanos, que mantenan una escuela deleer y escribir. En Durango tenan 3 Padres y 3 Hermanos, en San Luis de laPaz 2 Padres y un Hermano. En la misin de Sinaloa haba 13 Padres y 4Hermanos, repartidos por varios pueblos. En San Andrs tenan 6 Padres, 5 enTopia, otros 5 en Tepehuanes, y 5 tambin en Parras. Se mantenan con laslimosnas que reciban del Rey y de los particulares. No tenan deudas y viv-an contentos con su pobreza. En Sinaloa, donde no bastaba la pensin real,pusieron unos animales bajo el cuidado de un Hermano, para subvenir a lasnecesidades de la comunidad. El obispo de Guadalajara los visit, y afirmasobre ellos el ao 1613: cumplen con muy grande ejemplo y provecho susobligacionesy pluguiese a Dios que todas las doctrinas de los indios estu-viesen tan bien administradas y servidas como lo estn estas misiones Quesi estas misiones fuesen bien ayudadas y socorridas es mejor modo de ganaralmas y dilatar la cristiandad que por conquistas ni entradas30.

    Al Per

    Sabemos ya que partieron de Sevilla el 13 de marzo de 156831. Al Virreydel Per pedan los jesuitas terreno para edificar colegio. Llegados a Lima,sus ministerios fueron sobre todo la predicacin e influjo con su consejo a losespaoles, dar ejercicios espirituales, impartir catecismo y educacin a los

    28 Ibdem, pgs. 217-218.29 Relacin a Felipe III, de 24 de mayo de 1609, en AGI, Mxico, 58-3-16.30 Carta de Fr. Juan del Valle, obispo de Guadalajara, a Felipe III, AGI, Mxico, 67-1-34.31 Vase texto correspondiente a la nota 13.

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  • espaoles y a los negros, siempre con procesiones y actos pblicos de granplasticidad, tratando de integrarlos en la sociedad. Pronto pudieron estable-cer un noviciado.

    En noviembre de 1569 lleg otra expedicin de 12 jesuitas con el VirreyFrancisco de Toledo. No se entenda fcilmente que los jesuitas no quisieranparroquias, porque les pareca que no seran tiles en lo principal: las doctri-nas a los indios y su conversin. El santo General Borja tuvo que explicar ala autoridad del Per el gran deseo que tena la Compaa de servir segn lopropio de nuestra vocacin, e.d. sin rentas ni estipendios por sus ministeriosal pueblo, disponibles a misionar as, sin la injerencia que las autoridadesciviles solan tener en las parroquias, donde los trataban como si fueran dio-cesanos, y no religiosos: que podran tambin interceder por los presos ymaltratados, sin embarazarse en cosa ninguna de jurisdiccin32.

    Es otra de las caractersticas del apostolado de la Compaa de Jess, quedesean conservar en todas partes: la libertad de espritu para realizar sumisin proftica, sin sentirse ligados por favores de nadie. Todas las perso-nas que estn a obediencia de la Compaa, se acuerden que deben dar gra-tis lo que gratis recibieron, porque as pueda con ms libertad y msedificacin de los prjimos proceder en el divino servicio33.

    Es un punto que desde el principio se presenta por los diez compaerosy se conserva en todas las sucesivas redacciones de la Frmula del Institutoconfirmada por la experiencia evanglica, y basada en lo que consideran supropia vocacin: nuestra profesin. As lo escribir el mismo san Ignacio,cuando explica los motivos para mantener la ms estricta pobreza aun en lassacristas de las casas de los profesos: Esta eligiendo todos diez, nemine dis-crepante, tomamos por cabeza al mismo Jess, nuestro Criador y Seor, parair debajo de su bandera para predicar y exhortar que es nuestra profesin34.

    Los del Per eran ya 110 en 1580. En 1615 haba ya en Per 365 jesui-tas. En la casa de probacin haba 42 de ellos (6 Padres, 7 Hermanos coad-

    32 Astrain, A.: Historia de la, t. 2, pg. 31433 Const., n. 565.34 Deliberacin sobre la pobreza, en Obras de san Ignacio de Loyola, pg. 338. En Mxico, el

    P. Nicols Arnaya, escriba a su provincial el 8 de febrero de 1601: Y una de las cosas que ms los muevea creer ser verdad lo que los nuestros les predican y ensean, es verlos desinteresados y que no les pidencosa alguna, antes les dan de lo que tienen, como ellos mismos lo declararon.., Monumenta Mexicana,IHSI, Roma 1981, t. 7, pg. 374.

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  • jutores, 18 novicios en orden al sacerdocio y 12 novicios coadjutores). Loscolegios eran 8. Slo en el de Lima haba 138 jesuitas (38 ya sacerdotes, 59estudiantes an y 41 Hermanos coadjutores), 32 en el de Cuzco, como 32tambin en el de Quito, 22 en el de Potos, y otros menores. En la residenciade Juli haba 11 jesuitas (8 Padres ms 3 Hermanos) y en Santa Cruz de laSierra 10 (7 Padres y 3 Hermanos).

    Antes de finalizar el siglo XVI el colegio de Lima contaba con ensean-za correspondiente a la universitaria y gozaba de gran prestigio. LasCongregaciones Marianas se haban extendido a seglares adultos y pronto seform tambin una Congregacin de negros, que contaba con unos doscien-tos35. Aquaviva no haba querido que se hiciera casa profesa en Lima, por-que: Visto, escriba, lo que ensea la experiencia de las que son ya fundadasen esas provincias de Indias no ser conforme al fin que la Compaa pre-tende en enviar sus hijos a esas casas, dejando de hacer misiones, que es loque ms importa para utilidad y provecho de esos naturales36.

    Desde Per se haban ya extendido a Quito en 1586 y all fundaron cole-gio. Se ganaron la simpata por su dedicacin a los afectados por el terremo-to de 1587 y a los apestados de 1589. En 1594 se encomend a la Compaade Jess el seminario de San Luis, que el Obispo de Quito quiso construirsegn la forma indicada por el Concilio de Trento37.

    En el Nuevo Reino de Granada

    El presidente Antonio Gonzlez llam a los jesuitas al Nuevo Reino paraque predicaran a los espaoles, promovieran la instruccin pblica y, sobretodo, catequizaran a los numerosos indios que habitaban aquella regin.Llegaron a esas tierras en 1589. Este ao de 2004 se cumple el cuarto cente-nario de la vice-provincia del Nuevo Reino de Granada, dependiente de laprovincia del Per. Se inici el proyecto con varios Padres llegados aCartagena en 1604. Desde 1607 ya no dependera de la provincia del Per38.

    35 Garca-Villoslada, Ricardo: Manual de historia de la Compaa de Jess, Aldecoa, Madrid1941, pgs. 245-246.

    36 ARSI, Per, Epp. Gener. I, carta a Juan Sebastin de 1 de febrero 1611. 37 Garca-Villoslada, R.: Manual de historia, pg. 247.38 Ibdem., pgs. 247-248.

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  • Cuando llegaron los Padres, iniciaron catequesis y fundaron Congrega-ciones de diversas edades y condiciones. Se logr mucho fruto con las de losnegros en conversiones, recepcin de sacramentos, organizacin de proce-siones, etc. Encontraron en ellos gran capacidad para recibir la fe. El P.Sandoval se dedicara especialmente a ellos desde 1607, y luego le seguirael que se firmara esclavo de los negros, nuestro San Pedro Claver.

    Tradujeron tambin los jesuitas las enseanzas principales del cristianis-mo y las oraciones ms usadas a la lengua de los indios y abrieron misionesy residencias entre ellos.

    La Congregacin Provincial de 1610 escribe en sus Actas: En cuanto anosotros, como simples misioneros que somos, trabajemos humildementecon abnegacin cuanto podamos en remediar, cuanto alcanzaren nuestrasfuerzas, las calamidades espirituales y temporales de tan pobrecitas almas39.El procurador, nombrado por esa misma Congregacin llevaba el encargo derecabar, en cuanto fuera posible, las actuaciones oportunas del Rey o delPapa, por intercesin del Rey, para evitar los abusos que se cometan en aque-llas tierras.

    La persuasin del General Aquaviva era que el estado religioso se mani-fiesta ms admirable en los misioneros entre infieles, pues la dedicacin asolo Dios y a procurar su gloria requera una donacin de s mismos espe-cialmente generosa y el ejercicio ms continuamente heroico de la caridad.Consideraba que nada es ms ignominioso e infeliz para una criatura queignorar a Dios y estar sin l, y nada ms injurioso para la Majestad divina.40

    En Chile

    Chile era considerado entonces como una prolongacin del virreinato delPer. En 1593 siete jesuitas fueron enviados a Santiago de Chile por el pro-vincial del Per. All fundaron un colegio y atendan tambin con sus minis-terios a negros e indios. Junto al colegio de Santiago se abri un convictorio,de donde salieron buenos eclesisticos y ciudadanos civiles41. A Santiago se

    39 ARSI, Acta Congregationum Provincialium (Novi Regni et Quitensis, 1610); Astrain, A.: t.4, pgs. 602-603.

    40 Epp. Praep. Gen., t.1, pgs. 115 y 216-222.41 ARSI, Per, Litterae Annuae, 1611.

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  • trasladaron tambin los estudios de teologa de Crdoba, con motivo de latempestad ocurrida all.

    Durante el generalato de Aquaviva, los jesuitas se alejaron tambin de lasciudades donde existan colegios y casas de la Compaa, para adentrarse enterritorios de indios y fundar all misiones. El venerable P. Juan Sebastindispuso en 1593 una expedicin de ocho jesuitas entre los cuales iban el P.Gabriel de la Vega, autor de una gramtica y vocabulario de la lengua deChile, y el P. Luis de Valdivia que, conocedor de la situacin como nadie,propondr al Consejo de Indias y al Rey su famoso plan de la guerra defen-siva, l se gan la simpata de los araucanos por su celo ardiente y sus obrascaritativas42. Los indios rodeaban con ternura y simpata a los padrecitos,y esperaban de ellos el socorro de sus necesidades y la proteccin contra losdesmanes de los espaoles que los cometan43.

    Sera ya en 1625 cuando se hizo Chile una viceprovincia dependiente dela del Per.

    Evolucin de las misiones jesuticas en los siglos XVII-XVIIIDurante el siglo XVII los jesuitas continuaron en Mxico el ejercicio de

    su celo apostlico de modo semejante a como lo hacan en Espaa pero conalgunas diferencias: predicando los domingos y fiestas, confesiones y direc-cin espiritual, visitando a los presos en las crceles y a enfermos en los hos-pitales, y saliendo a misionar a los pueblos cercanos a los colegios conmisiones populares.

    Los jesuitas se encargaron de seminarios como el de Guadalajara (1696)y el de Puebla (1702). Las clases de filosofa y teologa del colegio deMxico eran muy frecuentadas y alcanzaron especial estima por la compe-tencia de sus profesores. En 1681 se abri un colegio en Chiapas, en 1705 enGuatemala, con clases de filosofa y teologa, en 1715 en Monterrey y en1718 en Chihuahua. Y continuaron abriendo colegios, como el de La Habana(1724), y casi contemporneamente el de Quertaro (colegio-seminario),siguiendo los de Len (1731) y Guanajuato (1732)44.

    42 Garca-Villoslada, R.: Manual de, pg. 249.43 Astrain, A.: Historia de la, t. 4, pg. 796; Garca-Villoslada, R.: Manual de, pg. 249.44 Garcia-Villoslada, R.: Manual de, pgs. 242-243 y 367-368.

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  • Se abrieron ya algunas casas de ejercicios. La primera que se construyen Amrica, segn parece, fue la de Puebla hacia 172545; luego sigui otra enMxico (1751) con los 10.000 pesos dejados para este fin por el Marqus deVillafuerte46.

    Pero los jesuitas trabajaron tambin en aquellos aos enseando el cate-cismo a los pobres y nios, organizando procesiones de la doctrina con can-tos, o coplas de la doctrina, cantadas por centenares de nios; e instruanadems en la fe a los negros, y a los indios establecidos en la cercana o alre-dedores de la poblacin espaola.

    El P. General Carafa exhortaba en su carta a la Compaa en 1646 a con-servar y desarrollar el espritu primitivo de la Compaa. Para ello haba quealejarse de los asuntos propiamente seculares y atender a los ministerios queles son propios, entre los cuales ocupa el primer lugar el cuarto voto de losprofesos sobre las misiones: recorriendo diversos lugares, predicando,oyendo confesiones, etc. con la ayuda de la gracia47, y segn el estilo evan-glico de pobreza y humildad que describen las Constituciones de san Ignacio.En 1653 haba en la provincia de Mxico unos 336 jesuitas, de los cuales unos60 en las misiones entre infieles. Estas misiones recibieron particular impulsoen los generalatos de Oliva (1661-1681) y de Tirso Gonzlez (1687-1705).

    En 1656 el General Goswinus Nickel escribir para advertir a los jesui-tas sobre el peligro del provincialismo, o nacionalismo, o de cualquier parti-cularismo en la Compaa que, por naturaleza y origen, tiene una vocacinuniversal. Recuerda con nfasis, cmo forma parte de su historia que los pre-dicadores, profesores y otros fueran enviados de unas provincias a otras, o ala ciudad eterna (Roma) o a las misiones lejanas, o cambiados en su destinoa un slo indicio de la obediencia, sin ninguna queja ni demora48.

    Y de nuevo en 1756, el P. General Luis Centurione insistir en exhortaral celo ardiente por la gloria de Dios y la salvacin de las almas, recordandoque la nota tpica de la Compaa es la de procurar la propia santificacinprecisamente en el trabajo por la salvacin y santificacin de los prjimos:

    45 Alegre, Francisco J.: Historia de la Provincia de la Compaa de Jess de Nueva Espaa,IHSI, Roma 1959, pg. 260.

    46 Ibdem, pg. 293.47 Epp. Praep. Gen., t. 1, pgs. 466-467.48 Ibdem, t. 2, pg. 122.

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  • defendiendo la fe entre los herejes, sembrndola entre los paganos, aprove-chando en el espritu a los catlicos con prontitud, ardor y diligencia49.

    Los misioneros andaban a descubrir, convertir, catequizar y civilizar losindios, que andaban perdidos en zonas inexploradas. Se iniciaba y desarro-llaba una epopeya, que quedar inmortalizada para el futuro con las conoci-das como reducciones. Los jesuitas procuraron mantener libertad deaccin. Espaa enviaba expediciones de veinte, cuarenta y hasta 60 misione-ros; y, desde mediados del siglo XVII, tambin llegaron bastantes alemanese italianos50.

    Las reducciones del norte

    En torno al centro de operaciones de Sinaloa se fueron formando grupi-tos de aldeas cuidados por dos misioneros, llamados partidos o doctri-nas. Los misioneros tenan que aprender cada uno dos o tres lenguas,administrar lo espiritual y tambin lo temporal. De esto ltimo se pudierondescargar los Apstoles y ellos no, asistiendo, al menos, a la construccin deiglesias y casas que cada pueblo necesitaba.

    Como escriba uno: Si los de la primitiva Iglesia peleaban con la sabi-dura del mundo, aqu se pelea contra la ignorancia, en lo cual, por ventura,hay de suyo ms dificultad51. La vida en estos pueblos se desarrollaba segnun decurso ritmado por la prctica religiosa. Maana y tarde se reunan losindios para aprender con devocin los cantos de la doctrina y para rezar. Sevolvan a sus casas con la bendicin de los Padres y sus recomendacionessobre lo que haban de hacer. El rgimen era bastante patriarcal. Los mdi-cos consultaban al Padre sobre lo que haban de hacer con los enfermos. Loalcaldes sobre cmo resolver sus pleitos.

    Los mayos pidieron ponerse a la obediencia de los Padres, ofreciendoreunirse en pueblos, como los indios de Sinaloa. Entre 1614-1620 lograrontener cinco grandes pueblos de cristianos, que pasaban algunos de 1.000

    49 Ibdem, t. 2, pgs. 230-231.50 En esta poca llegaron dos misioneros que se haran clebres por sus misiones en el norte de

    Mxico y las extenderan hasta California, los italianos Juan Mara Salvatierra y Eusebio Francisco Kino,Astrain, A.: Historia de la, t. 6, pgs. 482 ss.

    51 ARSI, Mexicana. Varia, n. 10.

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  • vecinos; y a lo largo del ro Carapoa, en la distancia de unas diez leguas,habitaban unos 30.000 cristianos.

    En los sitios a donde se aventuraban los misioneros faltaba de todo. El P.Miguel Godnez, clebre por su libro Prctica de la teologa mstica, que tra-baj unos seis aos (1620-1626) entre los tepehuanes, cornicaris y otrosindios de aquella regin de Sinaloa, nos ha dejado unas descripciones que nospueden ayudar a hacernos una idea de la vida y espritu de aquellos misione-ros jesuitas: hambrientos, tristes, perseguidos, pasando a nado los rosms crecidos, a pie montes bien speros y encumbrados, por los bosques,valles, brezos, riscos y quebradas, faltando muchas veces lo necesario para lavida humana, cargados de achaques, sin mdicos, medicinas, regalos ni ami-gos, y con todos estos trabajos, se serva muy bien a Dios y se convertanmuchos gentiles. Vinieron unas pestilencias que mataban millares deellos, y nosotros trabajbamos sumamente con los apestados. Y aade estaobservacin: Conoc a algunos misioneros de stos, a quienes comunicDios altsimo grado de contemplacin infusa, y coga despus en su rincn loque haba trabajado con tantas fatigas en aquellas misiones. A uno conoc queestuvo tres das y tres noches en un xtasis, a otros que estaban cuatro y seishoras gozando de favores celestiales en una altsima contemplacin. Y sehace una consideracin, que da peso de objetividad a sus observaciones ante-riores: pero estos son pocos, y soldados veteranos, porque lo muy bueno,siempre es muy poco52.

    Tuvieron que afrontar traiciones de los convertidos, ataques de los salva-jes vecinos, riesgo de morir aseteados, o degollados53. En la misin de lostepehuanes y en la de los taraumaras tuvieron varios mrtires. En 1638emprendieron con todo fervor la misin de Sonora, en la parte norte del esta-do actual de Sonora. All se distinguieron por su obra los PP. Salvatierra yKino. Hasta la segunda mitad del siglo XVII no penetraron los jesuitas en elterritorio actual de Estados Unidos con las misiones de Colorado y California.En 1680 dieron un poderoso impulso a las misiones del norte de Mxico.

    Cuando en 1712 preguntaron en Madrid al duque de Alburquerque,Virrey de Mxico hasta 1710, cmo proceda la misin y conquista de

    52 Godnez, Miguel: Prctica de la teologa mstica, Puebla 1681, lib.3, c.7.53 En Mxico tuvieron los jesuitas unos 20 mrtires entre 1576 y 1751, la mayor parte asesina-

    dos con lanzas o con flechas, Sinopsis historiae, col. 653-654.

    Espritu misional de la compaa de Jess

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  • California, respondi que no haba existido en realidad conquista en aquellatierra, sino que se fue poco a poco reduciendo por la accin suave de losPadres. A los Padres se entregaba el estipendio que tenan consignado y elloslo distribuan para su manutencin y paga de los soldados. De ese gobiernopatriarcal dependa tambin la economa y el aumento de los indios califor-nianos, el cultivo y la labranza de las tierras, su prudente dominio y suavemanejo ha sido motivo de que se hayan conservado pacficamente y que sehaya propagado la fe54.

    En 1715 el P. Solchaga, fue el primer jesuita que puso los pies en losmontes casi inaccesibles del Nayarit, receptculo universal de todos losforajidos y delincuentes55. En 1725 ya eran 11 pueblos los que se haban for-mado con los Nayares. Segn el P. Jos de Ortega: Acudan todos a la igle-sia, a la doctrina, misa y rosario, con tal puntualidad y devocin, que solanhacer derramar no pocas lgrimas de consuelo a los misioneros56.

    El provincial de Mxico en 1745 propuso al Rey que se traspasasen, alclero secular de la dicesis de Durango, 22 misiones de las ms antiguasdonde ya estaban los convertidos bien arraigados en la fe. La operacin nofue fcil, pues haba peligro de que los indios, aficionados al cuidado de losjesuitas, huyeran de nuevo a las sierras; aunque los Padres se esforzaron enpersuadir a los indios para que recibiesen a los clrigos gustosamente. Dehecho, el obispo de Durango comunicaba en abril de 1754 al Consejo deIndias, que la operacin del traspaso de las 22 misiones a cargo de la clere-ca se haba concluido57.

    Per, Paraguay y las reducciones de Sudamrica

    Se observa una evolucin semejante en Per y los territorios del sudam-rica. En el generalato de Vitelleschi se abrieron cuatro nuevos colegios:

    54 AGI, Mxico, 67-3-28.55 En su relacin del Gran Nayarit dirigida al obispo de Durango el 25-2-1716, ibdem, 67-4-22.56 En su obra, Apostlicos afanes de la Compaa de Jess en su provincia de Mxico, Mxico

    1944, lib. 1, c. 25.57 AGI, Mxico, 67-3-31. En 1617 el P. General Mucio Vitelleschi escriba al provincial del

    Paraguay: Pero que se entienda que ha de ser con gusto del seor obispo y con ojo a salirse los nuestrosde ese cuidado, cuando pareciere expediente, o hubiere quien le tome y les acuda con satisfaccin, ARSI,Paraquaria. Epp. General., carta del 30 de julio de 1617.

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  • Callao, Oruro, Pisco y Trujillo. Los jesuitas pasaron de 370 a 491 (en 1636).Florecieron ms las ciencias y las letras. Clebre lleg a ser el trabajo en lasuniversidades de Lima y de La Paz. En la de Lima se cre en 1725 la ctedrade Surez, no obstante la oposicin de algunos religiosos. Se crearon tambincolegios para hijos de caciques En todos los colegios se emprendan una ovarias misiones al ao a espaoles y, sobre todo, a indios, buscndolos entrequebradas y montes, e instituyendo entre ellos congregaciones o cofradas demayores y de jvenes. El P. General encargaba que no se tuviesen congrega-ciones de mujeres.

    Se comenz en este tiempo la institucin de los donados. En las excur-siones apostlicas a que hemos aludido trabajaron para hacer desaparecer lasidolatras ocultas que conservaban algunos indios, los confesaban y los cate-quizaban. Llegaron a tener unos 73 pueblos de indios. De las doctrinas esta-blecidas en Juli afirmaba el Marqus de Mancera, Virrey del Per: el artecon que los gobiernan, el inmenso trabajo que les cuesta, la puntualidad conque adoctrinan a los indios, la piedad con que los curan y el valor con que losdefienden de las molestias que suelen hacerles los espaoles, es todo dignode admiracin y de que se atribuya a obra ms que humana58.

    Una gloria especial de la provincia del Per fue la misin de los mojos,al norte de Santa Cruz de la Sierra, pero lo ms clebre han sido las reduc-ciones59, que llegaron al nmero de 26 con ms de 77.500 almas, en las lla-madas reducciones del Paraguay. Los guaranes y guaycurus se extendan aleste y norte, desde Brasil y hacia el noroeste. Eran de vida salvaje, habitua-da a la borrachera y hasta a practicar la antropofagia; especialmente notablespor su holgazanera y vagabundeo, los guaycurus. Los jesuitas trabajaron poratraerlos a vida civilizada y a la fe de Cristo. A los indios se les aseguraba noser molestados por los soldados espaoles y no ser sometidos al rgimen deservicio personal. Los Padres lograron que no se pidieran impuestos a losindios reducidos durante los diez primeros aos.

    No me extiendo en describir lo que ya es muy conocido sobre estasreducciones, objeto de tantas investigaciones cientficas, como tambin de

    58 Ibdem, 71-4-3; Astrain, A.: Historia de la, t. 5, pg. 427.59 In generale, le missioni presso gli indios furono condotte nelle cosidette riduzioni, cio in

    villaggi in cui gli indigeni vivevano isolati dai bianchi sotto la guida dei padri Gesuiti (Hartmann, PeterC.: I gesuiti, Carocci, Roma 2003, pg. 59).

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  • interpretaciones, ms o menos fantsticas, por parte de novelistas, dramatur-gos o guionistas cinematogrficos. Lo que quiero recordar aqu es que losjesuitas ciertamente no intentaban construir all ningn reino independientedel Rey de Espaa. La separacin de los espaoles estaba autorizada por elgobernador y confirmada por el Consejo de Indias y el Rey. Los miembrosdel cabildo elegan a los oficiales que les corresponda segn la ley. En lospueblos haba corregidor, dos alcaldes mayores, alfrez real, cuatro regido-res, alguacil mayor, alcalde de la hermandad, procurador y escribano. Lossuperiores deseaban que los jesuitas dejasen los pueblos de indios en manosde los obispos, para que ellos nombrasen prrocos ordinarios como en cual-quier dicesis de Europa, una vez que estuviesen aquellos pueblos slida-mente asegurados en la fe60.

    Tampoco se puede hablar propiamente de comunismo cristiano estable-cido por los jesuitas all. Las haciendas estaban distribuidas a los particularespara que las cultivaran. El fin del depsito comn, que estaba a disposicinde sus dueos, tena por objeto evitar que malgastase cada uno lo suyo o lomalbaratase en pocos das. No habiendo moneda, permutaban los productosagrcolas por otros necesarios, o los cambiaban por gneros intiles a veces.Para que no abusasen de ellos, p.e. en la venta del mate, se encargaban aveces de esa venta, pero para dar a los indios lo suyo.

    Por su parte, los jesuitas llegaron a ser expulsados y vueltos a estas tierrasvarias veces en el siglo XVIII (1725-28 y 1732-35) antes de la expulsin defi-nitiva; a pesar de los elogios extraordinarios que hicieron de ellos el obispo dela Asuncin, Fray Jos de Palos (1724 y 1726) al Rey, que los describa as:Los Padres de la Compaa no slo atienden con fervoroso e infatigable celoen esta ciudad a sus ministerios, sino que una y dos veces corren en misineste obispado, descargndome la conciencia y llenando de celestial cosechalos graneros de Dios; pues en las misiones de la provincia, los ms a veces handetestado sus errores, pidiendo perdn de ellos, y no se les debe poca parte enla pacificacin de los nimos. Son, Seor, aquella semilla que bendijo Dios61.

    Y el gobernador de Buenos Aires, don Bruno Mauricio de Zabala, queponderaba lo bien gobernados que estaban aquellos pueblos por los jesuitas,considerando que excedan al mejor gobierno en lo espiritual y en lo tempo-

    60 Vase la carta del P. Vitelleschi citada en la nota 57.61 AGI, Charcas, 76-5-10.

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  • ral62. En estas regiones de la provincia jesutica del Paraguay dieron su vida,adems de los tres santos mrtires ya canonizados Roque Gonzlez, Juan delCastillo y Alonso Rodrguez, 16 jesuitas ms entre los aos 1628 y 1764, dosms en el Chaco, otros dos en Patagonia, dos ms en Tucumn y otros dosentre los indios itatinos63.

    En Paraguay haba en 1615 unos 122 jesuitas distribuidos en 18 domici-lios. La tercera parte se encontraba al otro lado de la sierra, en Chile. Peroall se instituy pronto una viceprovincia, que a fines del siglo XVII era yaprovincia. La base de la provincia del Paraguay la constituan ocho colegios,con los mismos ministerios que se solan tener en otras regiones. Para 1660haba ya colegios en Asuncin, Crdoba (colegio-seminario), Santiago delEstero, Buenos Aires, Santa Fe, San Miguel de Tucumn, Salta, Rioja, yantes de 1700 se aadieron los de Corrientes y Tarija.

    Antes de la expulsin de los jesuitas de los dominios de Carlos III conta-ba la provincia del Paraguay con 564 sujetos, distribuidos en 13 colegios, 1casa de probacin, 3 casas de ejercicios, 2 residencias y 57 reducciones enlas que habitaban ms de 113.000 indios64.

    El P. General Tamburini se consolaba especialmente en carta de 1727 porel incremento que tomaban en las regiones de Paraguay y Argentina losEjercicios Espirituales, con la institucin de casas para practicarlos, decuya fundacin tenemos noticia ya en 1716, cuando el colegio de Crdobahaba convertido la casa en que habitaban los novicios en casa para dar ejer-cicios. Tamburini ordenaba tres cosas que nos sirven para descubrir un pocoel modo cmo entonces se ordenaban estos ejercicios a seglares: 1que cuan-do se den ejercicios a mujeres no vayan los jesuitas a la casa donde ellas habi-tan, sino que se den las plticas en la iglesia; 2que ni a los hombres ni a lasmujeres se les obligue a hacer la lectura espiritual o meditacin en comn,sino que lo hagan retirados en sus aposentos; y 3.que no pasen de 20 perso-nas las que entren simultneamente en ejercicios. Si son muchos los quequieren hacerlos, se les enva poco a poco, unos cuando vayan acabando losotros. As se haca tambin entonces en Europa. El indecible consuelo delGeneral se deba al ver entablada en casi todos los colegios tan fructuosa

    62 Astrain, A.: Historia de la , t. 7, pgs. 538-539.63 Synopsis historiae, col. 651-652.64 Ibdem, col. 345.

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  • devocin con grande utilidad de las almas y no menos crdito de laCompaa65.

    Las casas de ejercicios se difundieron por Europa especialmente en elsiglo XVII y eran lugares de recogimiento, donde se formaban en su vidainterior hacia la santidad y se llenaban de celo apostlico los futuros colabo-radores seglares o religiosos de la Compaa de Jess, y de donde procedanmuchas vocaciones. Algunos bienhechores de la Compaa ofrecieron fuer-tes cantidades o donaciones para fundar casas de ejercicios, para que se dedi-caran a ejercitar en ellas los jesuitas un ministerio de tanta gloria de Dios66.As se fund la casa de Santiago del Estero.

    Desde las posiciones conquistadas para el Reino de Cristo, los misione-ros emprendan entradas a las nuevas tribus de las ms diversas y extraasdenominaciones. Su celo no tena lmites. Tambin llegaron hasta los indiospampas en la regin del suroeste de Buenos Aires hacia el estrecho deMagallanes, a donde primero haban llegado desde Chile67.

    Chile se haba convertido en provincia independiente del Per en 1684.Para 1710 haba en ella unos 155 sujetos, en 1757 se contaban ya 315, y en1762 ms de 350. All llegaron remesas de misioneros venidos de Espaa;pero haba en Chile noviciado y casa de tercera probacin, dos colegios enSantiago, uno en Concepcin, Mendoza, Bracalemu, tres colegios incoados y4 casas de misin. Tambin se establecieron casas para dar ejercicios, comoen Mxico y Paraguay68.

    Por el norte de Per, la provincia de Quito se hizo independiente de la deNueva Granada en 1696. Ya tenan colegios en Panam, Popayn (colegio-seminario), Cuenca, Quito (colegio-seminario), Latacunga, Ibarra69. El deGuayaquil se fund en 1705, para establecerlos tambin ms tarde en Pastoy en Riobamba, Loja y Buga, en Ambato se abri una residencia (colegioincoado en 1749) y el ltimo domicilio abierto en el siglo XVIII en aquellaprovincia fue el establecido en Piura.

    65 Cartas de los Generales, 6-septiembre 1727; Astrain, A.: Historia de la, t. 7, pgs. 481-482 y 610-611.

    66 Astrain, A.: Historia de la, t. 7, pgs. 610-612.67 En 1740 fue acometida la empresa, ibdem t. 7, pgs. 623-626.68 Ibdem, pgs. 690 ss.69 Ibdem, pgs. 362-368.

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  • Si en 1711 contaba con 169 sujetos, en 1762 eran ya 268. Tuvieron a sucargo las misiones del Maran, Mainas y Colorados. All dieron su vidacomo mrtires: Wenceslao Richter (1695), Francisco Real (1745) y JosCasado (1754)70.

    En Nueva Granada, provincia independiente del Per desde 1607, se rea-liz un avance semejante en las posiciones de los jesuitas y en el estilo de susministerios. El colegio de Santa Fe pudo otorgar grados (1623), con lo quenaci la Universidad Javeriana. Se convirti en colegio la residencia deHonda (1634), puerto sobre el ro Magdalena, y otro en Momps (1643); otrocolegio se haba fundado en Pamplona (1624), y uno ms en las afueras deBogot (Colegio de las Nieves), en Cartagena, en Antioquia (1727), enSanto Domingo, aun con la posibilidad de dar grados acadmicos, y un cole-gio-incoado tambin en Caracas a mediados del siglo XVIII71.

    Como en otras provincias se mantuvieron las misiones volantes, perotambin se renov la de Los Llanos, interrumpida en 1628. En la del Orinoco(1679) los misioneros hubieron de sufrir varias veces las incursiones de loscaribes y la destruccin de los pueblos fundados. All destac el gran misio-nero Jos Gumilla (muerto en 1750), organiz los pueblos slivas y ordenla construccin de un fortn para defensa contra las incursiones de los cari-bes, fue nombrado superior de las misiones de los Llanos y reclut nuevosmisioneros72.

    En 1652 haba unos 180 jesuitas en la provincia del Nuevo Reino deGranada y Quito. San Pedro Claver haba bautizado, antes de morir enCartagena el 8 de septiembre de 1654, a unos 300.000 negros73.

    Cuando la pragmtica de Carlos III expuls a los jesuitas de sus domi-nios, la provincia contaba con 227 religiosos, de los cuales 114 sacerdotes,57 estudiantes y 56 Hermanos74.

    70 Garca-Villoslada, R.: Manual de, pgs. 370-371.71 Pacheco, J. M.: en Diccionario histrico de la Compaa de Jess, Madrid-Roma 2003, vol.

    1, pgs. 861-863, voz Colombia.72 Rey Fajardo, Jos del: Ibdem, vol. 2, pgs. 1.848-1.849, voz Gumilla, Jos.73 Pacheco, J. M.: Ibdem, vol. 1, pg. 823, voz Claver, Pedro.74 Pacheco, J. M.: Ibdem, vol. 1, pgs. 861-863, voz Colombia.

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  • Buceando en el espritu

    Si de la observacin de este tipo de apostolado de los jesuitas en lasmisiones de Amrica pasamos a penetrar un poco ms en el espritu que losanimaba, podremos llegar a concluir la existencia de algunas constantes quenos permiten descubrir algunas caractersticas de su espritu.

    1.Desde el principio fue creciendo la conviccin de que haban de esta-blecer el ministerio de los colegios y Universidades, en donde y cuando fueraposible. Esto les permita, por una parte, cultivar el buen ejemplo de los cris-tianos espaoles y las buenas disposiciones de la clase dirigente para ayudary no estorbar su labor misionera; por otra, realizar entradas misioneras endiversas pocas del ao para evangelizar y cultivar a los indios cercanos, enpobreza y sin ningn emolumento material. El buen ejemplo y la vida de ora-cin y sacramentos son la fuerza principal del apostolado La unin del ins-trumento con Dios, segn san Ignacio, es ms eficaz que los medios que losdisponen para con los hombres. Y, porque el bien cuanto ms universal esms divino, la ayuda que se hiciese a gentes grandes como a las Indias, o apueblos principales o a Universidades, donde suelen concurrir ms personasque ayudadas podrn ser operarios para ayudar a otros75. Cuando se poda,se estableca seminario junto en el mismo colegio para formar el clero de laregin.

    2.Nunca se olvid, ms an se procur siempre penetrar ms y ms enregiones salvajes para llevar el evangelio a los ms alejados o ignorantes;procurando la instruccin necesaria para que la adhesin no fuese simple-mente al nmero de los que se renen en los templos, sino a la fe y entregalo ms convencida posible y hecha vida en la vivencia de los convertidos.Segn el principio ignaciano que caeteris paribus, se debe escoger en lavia tan espaciosa de Cristo nuestro Seor la parte de ella que tiene msnecesidad, as por la falta de otros operarios, como por la miseria y enferme-dad de los prjimos en ella y peligro de su eterna condenacin76.

    3.En cuanto a las actividades preferidas, pudindose emplear los de laCompaa en cosas donde se pretenden bienes espirituales y tambin corpo-

    75 Const., n. 622.76 Ibdem.

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  • rales donde se ejercita la misericordia y caridad, en cosas de su mayor per-feccin y menor siempre deben preferirse las primeras a las segundas77;como tambin las de ms universal bien y que se extienden a la ayuda de msprjimos, como el predicar y leer, a otras ms particulares; y las ms dura-bles a las menos durables78.

    Si se quiere entender un poco el espritu de las misiones jesuticas, hayque ponerse bajo esta ptica del magis: el bien mayor y el ms universal,lo que contribuye a la mayor gloria de Dios y mayor provecho de las almas.Es el espritu aprendido en los Ejercicios espirituales, hecho vida propiacomo ideal, repetido en las exhortaciones de los superiores y en las cartas delos Generales. Como dijo Juan Pablo II con motivo de la canonizacin de sanRoque Gonzlez y sus compaeros, mrtires del Paraguay, hay que relacio-nar la actividad y el martirio de estos santos con las palabras del Evangelio:Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos (Jn.15,13).Ah est la clave ms profunda. Ellos haban entendido y experimentado, sinduda, esta enseanza. Por eso fueron capaces de abandonar la vida tranquiladel hogar paterno, el ambiente y las actividades que les eran familiares, paramostrar la grandeza del amor a Dios y a los hermanos. Ni los obstculos deuna naturaleza agreste, ni las incomprensiones de los hombres, ni los ataquesde los que vean en su accin evangelizadora un peligro para sus propios inte-reses, fueron capaces de atemorizar a estos campeones de la fe79.

    Con esto no quiero decir que no hubiese habido debilidades y aun algu-nos casos de indignidad, o manifestacin excesiva de orgullo, o empecina-miento en los propios derechos o privilegios, algunas veces enfrentamientoso pleitos con las autoridades eclesisticas o civiles del lugar, que los supe-riores mayores hubieran querido evitar y que siempre desaconsejaron.

    Pero el espritu que guiaba a aquellos hombres, desde dentro, a inmolarsus vidas lejos de sus tierras y de sus familias, a emprender aventuras quejams en fro habran podido ni imaginarlas, no era otro que el de los quems se querrn afectar y sealar en el servicio de su Rey eterno y Seor uni-versal, que haciendo contra su propia sensualidad y contra su amor carnal y

    77 Ibdem, n. 623.78 Ibdem.79 Acta Apostolicae Sedis 80 (1988) 1608. Se pueden contar ms de 80 jesuitas martirizados en

    las regiones de Amrica hispana en la poca a la que nos referimos en este artculo: Sinopsis historiae,col. 662-663.

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  • mundano, se ofrecieron con una oblacin de mayor estima y mayormomento a seguir a Cristo en la pena, para seguirle tambin en la gloria80,y todo ello en consecuencia con el cuarto voto de su profesin81.

    Otros pudieron ir a Amrica a buscar otros tesoros o algn modo de triun-far en esta vida terrena, pero el espritu que gui a los miembros de laCompaa de Jess al embarcarse hacia esas tierras fue el amor y servicio deJesucristo, la mayor gloria de Dios, que la vean en la salvacin de aquellasalmas; generalmente pidieron ir all y los envi la obediencia de los superio-res82. Muchos fueron con deseo de obtener la gracia del martirio y la obtuvie-ron. Otros perseveraron a pesar de todas las dificultades, mientras pudieronejercitar all el amor y servicio de su Rey y Seor, o volvieron, si as lo quisola providencia de Dios, pero todos conscientes de que lo hacan por amor y ser-vicio de su Rey eterno y Seor universal con Quien quisieron estar siempre.

    Podra servirnos de resumen del espritu misional que animaba a laCompaa de Jess como ideal en esta misiones hispanas la carta de unmisionero en Per a su provincial:

    Persudase V.R., Padre mo, que ms me llama el Seor para indios quepara otro ministerio, y as haec sit pars mea (Salmo 72,26), y sindolo conmucho consuelo mo, puedo decir que sortes ceciderunt mihi in praeclaris(Salmo 18,6), y en el Cuzco con tanta y tan buena mies hallo medida de mideseo; porque segn las ocupaciones de indios, siempre parece SemanaSanta, porque nunca da el hombre conclusin a las que se le ofrecen, y assiempre quedan de un da para otro, y como quien habla con su verdaderopadre hablo con V.R. con llaneza: el da que no confieso, ahora camine o esten casa, ese da no me sabe bien la comida por parecerme que no la merez-co, y ms viendo cmo a ratos en estas ocupaciones da el Seor cntuplo quepromete en esta vida83.

    80 Ejerc., nn. 97 y 93.81 Sievernich, Michael: Vision und Mission der Neuen Welt Amerika bei Jos de Acosta, en

    Ignatianisch. Eigenart und Methode der Gesellschaft Jesu, Herder, Freiburg-Basel-Wien 1990, pg. 303.82 Testimonio del ideal misional sentido en la Compaa en todas las pocas son las abundantes

    cartas de jesuitas que solicitan al P. General ser destinados a misiones (indpetas) y se conservan en elArchivo Romano S.I., vase Huonder, A.: Deutsche Jesuitenmisionare des 17. und 18. Jahrhundert,Freiburg 1899, pgs. 11-12 y 207-211; Guibert, J. de: La spiritualit de la Compagnie de Jsus, IHSI,Roma 1953, pgs. 277-280.

    83 Monumenta Peruana, MHSI, Roma, 1981, t. VII, pg. 724.

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  • Los mtodos misionales jesuitas y la cultura de los otros1

    FERMN DEL PINO DAZCentro de Humanidades (CSIC)

    Orgenes clsicos del conocimiento humano

    Los griegos, uno de los pueblos que se tuvieron a s mismos por ms civi-lizados hasta el punto de llamar brbaros2 a casi todos los dems se carac-terizaron por enfatizar el inters de hacer historia del propio conocimiento.Los dems pueblos historiaban las cosas, fabricando complicados calenda-rios; ellos historiaban a los hombres. Sus dioses tenan mitologas e historiasmuy humanas que contarse acerca de ellos. Que se diga hoy que la historiacon mayscula nace en Grecia con Herdoto o con Tucdides, tal vez seaen parte efecto del etnocentrismo griego. Pero no deja de testimoniar algoespecficamente griego: el hbito de interesarse por los rasgos humanos detodas las historias. Al hacer entrar en la narracin los sucesos particulares delos hombres normales, y no solamente de los gobernantes o de los sacerdo-tes y dioses, convirtieron la escritura base de la memoria y de la difusin delos conocimientos en materia histrica. Las guerras entre naciones, los via-jes al extranjero, los dichos ms o menos ingeniosos, los pensamientos siste-mticos pasaron a formar parte de la escritura. La posteridad puede hoypor ello saber la historia cotidiana griega con ms prolijidad que la de otrospueblos, sin tanta necesidad de excavaciones arqueolgicas.

    Hace tiempo que se dijo que Herdoto era tambin el padre de la antro-pologa, no slo de la historia, por haber contado en sus Historias no sola-

    1 Este ensayo es un desarrollo posterior de una conferencia titulada Estrategias misionalesjesuitas y variedad cultural. Reflexiones sobre la contribucin misional al surgimiento de una imagenantropolgica de la humanidad, dictada en Sao Paulo en el mbito de las IX Jornadas Internacionalessobre las Misiones jesuticas, octubre 2002, que se halla indita.

    2 Eran brbaros los otros, aunque slo fuese por su mala pronunciacin de la lengua griega, antela cual tartamudeaban: que eso quiere decir la reiteracin de la raz bar/bar.

    La Misin y los jesuitas en la Amrica Espaola, 1566-1767: Cambios y permanencias Pgs. 43-68

  • mente cosas griegas sino tambin de sus enemigos, los persas, y hasta de losprimitivos escitas. Frente a la historiografa habitual, que cuenta cosas delpropio pueblo o del vecino y conectado con nosotros, la antropologa sueleocuparse de los otros pueblos. No solamente de los hombres primitivos, lla-mados pueblos naturales o de la Edad de piedra, o como se quieran deno-minar, sino tambin de los aldeanos y campesinos, de las civilizacionesarcaicas, de las minoras culturales, de las poblaciones en riesgo, etc. Los vie-jos manuales de historia de la antropologa (Haddon, Penninam,Cunningham, Broca, Quatrefages, etc. ) se referan a los orgenes griegos, eincluso adoptaban el aforismo ubicado en el frontispicio del templo de Delfoscomo la piedra miliar de la disciplina: concete a t mismo, nosce te ipsum,knosos te auton. As lo recoga un trabajo histrico de Paul Broca, el mdicoantroplogo fundador de la Socit dAnthropologie de Paris, en 18593.

    El propio Scrates que adapt para s mismo la mxima de Delfos seescandalizara, si entendiese que los mdicos modernos estaban empleandoese antiguo aforismo moral para sealar el inters del conocimiento del cuer-po y la naturaleza (o peor an, de los monstruos de la naturaleza), porque loque l propona a los sofistas era que dejaran de mirar a la naturaleza y a losastros como objeto primero de conocimiento, y comenzaran por el hombremismo, es decir, por sus propios sentimientos y visiones. Porque l crea queel verdadero conocimiento humano no vena de fuera sino que estaba dormi-do en el hombre mismo, y su mtodo dialgico slo pretenda despertarlo: eneso consista para Scrates el conocerse a s mismo, en conocer la propiacapacidad de conocer.

    Pero los modernos estudios de historia intelectual cuestionan tambin lasupuesta originalidad antropolgica griega, especialmente en el caso del inte-rs por los pueblos brbaros. Arnaldo Momigliano, un gran especialista desa-parecido no hace mucho que s ha instaurado a Herdoto como padre de lahistoria, le cuestiona su paternidad antropolgica. A decir verdad, lo que

    3 Su colega espaol, Gonzlez de Velasco, creador de la primera Sociedad Antropolgica espa-ola en 1865 y constructor a su costa del primer Museo antropolgico en Espaa en realidad, primera-mente un museo anatmico con numerosas piezas disecadas por el director, e incluyendo en cloroformomonstruos de la naturaleza, hizo caso absoluto a la tesis clasicista de Broca, y construy para tal Museoun edificio helnico que imitaba la forma del Partenn, frente de la estacin de ferrocarril de Atocha: a supuerta se alineaban las estatuas de dos mdicos insignes (el griego Galeno y el espaol Valls), y comolema del mismo inscribi esa frase en el frontispicio: Nosce te ipsum, tapada por restauraciones sucesivas,y que acaba de descubrirse al pblico.

    FERMN DEL PINO DAZ

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  • cuestiona es que los griegos le valoraran sus juicios histricos cuando con-tenan apreciaciones de los modos de vida persas, tradicionales enemigosnacionales contra los cuales sostuvieron numerosas guerras. Lo queHerdoto de Halicarnaso s recoga eran las tradiciones locales de su lugar denacimiento, vecino a los persas4.

    Parece que los persas s tenan un sentido equilibrado acerca del intersde los otros pueblos, y a ello se debe que sus reyes supieran varias lenguascomo Mitrdates y que sus edictos se grabaran de modo polglota, como lafamosa piedra roseta conservada en el Museo Britnico, e interpretada porel arquelogo francs Champolion, escrita en jeroglfico, demtico y grie-go. Fue la tolerancia persa, no la griega, la que Herdoto nos transmite, y loque los lectores modernos a partir del Renacimiento reconocen. Por suparte, los griegos mismos llamaron mentiroso a Herdoto por hablar as delos persas y escitas, y los sofistas prefirieron en sus discursos elegantesemplear ms bien las oscuras descripciones de los hombres monstruosos (sincabeza, sin estmago, con pies gigantes, etc.) que cuadraba mejor con susideas de brbaros, y que Herdoto haba incluido como parte de las narra-ciones hindes, no bien cribadas. Segn Momigliano:

    Es finalmente de Tucdides, no cabe dudarlo, de donde procede el juicio de losantiguos sobre su predecesor. El haba ledo (o escuchado) con cuidado aHerdoto, y conclua que no era seguro el mtodo histrico encarnado por l.Para escribir la historia con seriedad, hay que ser contemporneo de los relatosrecogidos y capaz de comprender por s mismo el lenguaje de los actores. El his-toriador serio no puede interesarse por pases lejanos, sino solamente en loslugares donde ha vivido y con los hombres de quienes puede expresar sin difi-cultad su pensamiento en su propio lenguaje Ahora sabemos nosotros queTucdides era insensible a la tentativa osada de Herdoto por abrir a la investi-gacin histrica las puertas del pasado y las de pases extranjeros.En el siglo XVI, los historiadores se pusieron a viajar en pases extranjeros, ainterrogarse sobre la poblacin local, a remontar del presente al pasado al reco-ger tradiciones orales. Iban a veces como embajadores, a veces como misione-

    4 Se trata de la actual Bodrn, en Asia menor, ocupada muchas veces por los persas y por losgriegos a lo largo de la historia antigua. De Herdoto, vase Momigliano, Arnaldo: Ancient history andthe antiquarian. Contributo alla storia degli studi classici, Storia e Letteratura, 47, Roma, 1955, pgs. 67-106; y The place of Herodotus in the history of the historiography. Secondo contributo alla storia deglistudi classici, Storia e Letteratura, 77, Roma, 1960, pgs. 29-44.

    Los mtodos misionales jesuitas y la cultura de los otros

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  • ros y exploradores: raramente se trataba de historiadores de profesin. Peroescriban de historia, una historia que recordaba extraordinariamente a Herdotopor su estilo y mtodo La nueva diplomacia supona un examen cuidadoso delas tradiciones de pases extranjeros; la propaganda religiosa impona sin demo-ra presentar un retrato objetivo de los pueblos a convertirLo que nos importa es que hicieron justicia a Herdoto al mostrar que se podaviajar al extranjero, relatar historias extraas e informar de acontecimientospasados sin ser necesariamente un mentiroso. Los especialistas de la antigedadtomaron pronto conciencia de las implicaciones de estos descubrimientos, yestuvieron encantados de hallar en el Nuevo Mundo un testimonio favorable alos autores clsicos Herdoto ha reconquistado su reputacin a lo largo delsiglo XVI gracias al nuevo inters por la etnografa5.

    En toda la antigedad clsica, con alguna rara excepcin, no hubo otrosabio de su altura dispuesto a cantar las excelencias de los dems pueblos,aunque Herdoto tuvo muchos seguidores: entre otros, el conocido PublioCornelio Tcito, que aplic algunas de las categoras escitas a los Germanos,con la buena intencin de pedir su respeto por el pueblo romano6. Un segui-dor tardo de Herdoto, interesado en describir minuciosamente a un puebloajeno, fue el veneciano Marco Polo, que pas varios aos en la corte mongolde Gran Khan y escribira a su vuelta sus memorias. Estas fueron ledas ensu tiempo como libro de las maravillas, y as se titul Il Milione por lasmuchas cosas increbles que contena: sa era la opinin de sus contempor-neos cristianos, que imitaban en eso la actitud de los griegos con Herdoto.Poco posteriores son las magnficas narraciones del imperio mongol de losmisioneros franciscanos Piano Carpini y de Rubruquis, enviados por el reyfrancs y el Papa, que no se publicaron sino mucho ms tarde. Luego de ello,se suceden algunos pocos relatos de navegantes italianos y portugueses, edu-cados en el Renacimiento italiano, como los viajes de Alvise Cadamosto porla costa de Guinea.

    5 Momigliano, A.: The place, traduccin nuestra.6 A esa conclusin sobre Tcito y Herdoto lleg Margaret T. Hodgen (Hodgen, M. T.: Early

    Anthropology in the Sixteenth and Seventeenth centuries, Univ. of Pennsylvania Press, Philadelphia,1964). Sobre el valor propio de Herdoto y la incredulidad contempornea griega, vase John H.