la mujer de los labios rojos

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Page 1: La Mujer de Los Labios Rojos
Page 2: La Mujer de Los Labios Rojos

La Mujer de los Labios Rojos

Manuel Peña Muñoz

Ilustraciones

Geraldine Gilmore

Page 3: La Mujer de Los Labios Rojos

1 El Viaje al Desierto

Todos los años, cuando se aproximaba el verano A.t ' varo Fuenzalida sentía un pequeño cosquilleo en el estó l\lago porque pronto iba a reunirse otra vez con sus ªtnig ' os en el pueblo. Aunque fuese por un solo día al año , 'sabia que era hermoso volverlos a ver y que seguramente ellos, en Arica, en Mejillones o en Quillagua, estaban ta . , 1'1b1en pensando en que iban a juntarse todos otra vez , ese último sábado de noviembre, en la Oficina Sa . 0tiago

Humberstone.

Alvaro con su familia eran de los primeros en lle ~ar al

poblado salitrero, porque vivían más cerca, en un él casa tic madera de pino Oregón, en la calle Zegers de Iq"· 4 tque. Era una casa grande, de dos pisos, corredores, un . patio de luz, una azotea para mirar los barcos del 0 , ~eano

Pacífico y una buhardilla para guardar las cosas . . viejas de la pampa. A Alvaro le encantaba subir allí e im . agmar

Page 4: La Mujer de Los Labios Rojos

i---4 __,I LA MUJ[íl De Los LABIOS ROJOS

historias del tiempo de los piratas o de cuando llegaron

las farnilias inglesas a construir palacios encantados en

el puerto.

Muchas tardes, cuando iba con sus amigos a jugar a

alguna calle, observaba las casas pintadas de blanco en

donde, a veces, una anciana de pelo canoso se sentaba a

bordar ~n una mecedora. Alvaro se imaginaba entonces

que eU~ era una condesa o que en otros tiempos había

sido un.a concertista de piano del Teatro Municipal.

A Alva:r0 le gustaba mucho su ciudad y especialmente

su teatr-o. Su abuelo le decía que cuando estuvo a punto

de ince:tidiarse, los bomberos no habían apagado el fuego

con agl..la, sino con las lágrimas de los iquiqueños que

no que:t-ían que se les quemara el teatro.

Esa tar lt Alv 11 11 e 1ahn intranquilo y ansioso de viajar

al pueb 1 11 l 111l'di11 del desierto. Por lo menos

una ho 1 , 1 v• qc dt i..rle lquique hasta

MANUEL PEl'IA MUl'JOZ ._i 5 __

Santiago Humberstone. En realidad no era una "oficina",

como todos le decían, sino una ciudad, o mejor dicho un

pueblo fantasma. Así llamabaI). algunos a ese territorio

encantado donde era posible ser completamente feliz,

aunque sólo fuera un día al año ...

/\Alvaro le fascinaba ir ese día mágico a la ciudad de su

padre y de su abuelo. Hacía mucho tiempo, ellos habían

vivido allí y guardaban unos recuerdos muy profundos

d 1• l'Sa ciudad desierta. Tan emotivos y sinceros eran esos

1 1 1 11 1.!rdos que todos los años llevaban a cabo una

1 nnonia nostálgica entre todos los vecinos, para que

1 1 l1111tasmas nunca se apoderaran totalmente del pueblo.

Page 5: La Mujer de Los Labios Rojos

_!_J LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Al menos ese día la ciudad recobraba su alma. Volvían a

poblarse sus casas y las calles de madera se llenaban

otra vez de vida. Los niños volvían a correr por las

plazoletas y el quiosco lucía otra vez impecable con Ja

música alegre de la banda municipal.

-Alvaro, no te olvides de la vitrola -le dijo su padre

desde el desván polvoriento, donde estaba sacando

álbumes de fotografías y el acordeón del abuelo, que

permanecía oculto el resto del año.

Pero Alvaro ya había guardado en el auto la vi trola y los

discos antiguos que eran del abuelo.

MANUEL PElilA MUl'.IOZ ¡~7 __

Algunas tardes subían al altillo y ponían en el gramófono,

con mucha delicadeza, un disco de tango o un bolero.

El abuelo sonreía y, sentado en un sillón desvencijado,

cantaba una canción sentimental del tiempo de cuando

trabajaba en las minas del salitre y se reunían a tocar en

las "filarmónicas" , como llamaban en ese tiempo a los

salones de baile.

- Esa sí que era música -exclamaba el abuelo moviendo

la cabeza, mientras hojeaba unos inmensos álbumes con

sobres de color barquillo, donde se guardaban los discos.

Page 6: La Mujer de Los Labios Rojos

_ _ 8_,\ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

El abuelo leía: "En el bosque de la China", "Damisela

Encantadora", "Los Pintores de Victoria", "Antofagasta

Dormida" ...

A su lado, Alvaro le preguntaba por la vida en la pampa

del Tamarugal, de cuando llegaban los ingleses en el

tren del desierto o de las "llaretas", que crecían a gran

altura y que eran unas piedras verdes que se echaban al

fuego y no se consumían nunca.

-Eran piedras mágicas -decía el abuelo-. Pero no eran

piedras en realidad, sino arbustos. Había que sacarlas

con chuzos.

Al niño le gustaba saber de la vida en el desierto y sobr

todo compartir esa música con el abuelo, especialmente

cuando le daban cuerda a la vieja vitrola y escuchaban

discos en el viejo desván.

Page 7: La Mujer de Los Labios Rojos

_-1.!!J LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

11 U na Mujer en la Línea del Tren

Ya estaban casi todos en el auto. La señora Celia, incluso,

había echado unas flores de papel, porque deseaba que la

casa que iban a ver se viera alegre con la visita de los

antiguos dueños.

¡Tanto que les había costado a la familia Fuenzalida! Era

triste pensar que las minas del salitre cerraron un día y

ellos se tuvieron que ir, poniéndole un candado a la casa.

Ya nadie necesitaba ese polvillo blanco, semejante a una

"harina de luna llena" que, al ser mezclado con la tierra,

conseguía que las flores se abrieran con colores más

ht illnntcs. Las plantas y árboles se daban más frondosos,

l •l: 1¡111 11 m:ís a ltura y otorgaban mejores frutos. Pero un

111 u 111u11 y11 no fue necesario obtenerlo del desierto

1 111 , ll'ill .. 11.., propiedades en un laboratorio-,

tutt 'llll' ·1111 g rar al puerto o a otras

MANUEL PEIÍIA MUNOZ 11

Entonces tuvieron que irse de allí y cerrar la casa. Por

suerte el abuelo encontró trabajo como administrador en

la aduana y el padre de Alvaro en la bahía. Sin embargo,

cuando están en las faenas portuarias, miran de vez en

cuando hacia los montes, allá donde está el desierto, como

si quisieran volver al tiempo que vi vieron en la pampa.

- Son años que no se olvidan -le dice a menudo el padre

al pequeño Alvaro, con aire melancólico. Y al niño le

parece extraño, porque muchas veces, en lugar de hablarle

de las labores diarias del mar o de sus viajes en barco, la

111cnte de su padre, como la de su abuelo, se remonta allá

li·jos, al otro lado de las dunas, a la fantasmagórica Oficina

d1111de nadie, absolutamente nadie, vive durante el año.

N1 siquiera los perros.

h .11 n piensa que si existieran de verdad los fantasmas '

1111 (1111 l"cl ices este día del año, porque tendrían, por fin,

1 lt1P.. u quien asustar. Agitarían sus vestidos de sábanas

1 111 , .1hri rían sus ojos enormes y mostrarían sus dientes

l1l 1d11ii l'll medio de terribles carcajadas.

Page 8: La Mujer de Los Labios Rojos

. 12 1 LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Pero también está seguro que con sus amigos los

combatirían. Y entonces serían los propios fantasmas los

que se asustarían. Sí. Podría jurado. Entrarían a las

antiguas casas provistos de linternas, dispuestos a atrapar

al primer fantasma que se les apareciera. Quizás ellos

estarían bailando o durmiendo agazapados en una

telaraña ...

En todas estas aventuras imaginarias piensa Alvaro cuando

avanza con la familia en el viejo auto rumbo al desierto.

El papá va manejando. La mamá va adelante y detrás va

e l niño con el abuelo. Ahora suben por la pendiente,

horcleundo la línea del ferrocarril que bajaba el salitre

d1 !oidl• d desierto al mar.

1 l 1 l 11111.11whnca se ha disipado en hebras de bruma,

·-....... 1 1 11111 11hnjo la ciudad achatada y seca, con el

l t n lo l lu unos cuantos barcos diseminados

1 111 ' I"' ' 1111 l'X istan árboles en !quique!",

MANUEL PEÑA MUÑOZ 13

En su interior se imagina cómo debería ser una ciudad

rodeada de jardines, con plantas, fuentes , flores para

admirar y pájaros exóticos de plumaje multicolor. Pero

en !quique deben contentarse con las palmeras de la plaza

y con los jotes que por las tardes planean sobre el reloj de

la torre y vienen a dormir sobre las ramas cenicientas.

"De todas formas, tiene belleza mi puerto", piensa Alvaro,

recordando las casas de la calle Baquedano, sus porches

de madera y los paseos con el abuelo junto al mar.

El camino va avanzando en medio de los tamarugos, con

sus ramajes achaparrados por el viento. Ya se divisa a lo

lejos, recortada en el horizonte, como una triste silueta, la

torre de la Oficina Santa Laura donde se procesaba el salitre.

Queda justo enfrente de Santiago Humberstone y

tampoco nadie vive allí. Dicen que da miedo pasearse

por sus calles desiertas y que por las noches se escuchan

quejarse las puertas y escaleras ... Dicen que es el viento

que hace suspirar las veletas o que es el espíritu de los

..____ _ ____.

Page 9: La Mujer de Los Labios Rojos

14 1 LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS ,- ----'

duendes o de los enamorados que tuvieron que dejar un

día la Oficina Santa Laura.

-Aquí en el norte pasan cosas muy raras -dice el abuelo-.

Con decirles que allá en la iglesia de Parinacota tienen

amarrada con una cadena la pata de una mesa al altar,

para que no se arranque por la noche. La gente se esconde

detrás de los visillos cuando la ven avanzar a saltos por

los callejones desiertos, porque cuando se detiene en una

puerta es seguro que alguien muere. Eso yo lo vi cuando

anduve por esos lugares, trabajando en la Central

Hidroeléctrica de Chapiquiña.

-¿Es cierto, abuelo?

-Sí. La gente del norte sien~pre cuenta hi storias

misteriosas, especialmente los habitantes del lago Cota

Cotani, donde están los flamencos rosados compartiendo

en amena charla con las vicuñas. Allá hay dos volcanes

nevados: el Parinacota y el Pomerame. Cuando no hay

niebla, se divisan unas escaleras largas en los lados del

MANUEL PEÑA MUÑOZ 15

Pomerame, que los antiguos indígenas construyeron para

esconder en el cráter el tesoro del inca Atahualpa.

- Ya vamos a llegar -dice la señora Celia, reconociendo

la querida chimenea oxidada de la Oficina Santiago

Humberstone, donde vivían tiempo atrás.

El automóvil enfila ahora hacia la línea del tren, que

debe cruzarse y que separa la vida de los recuerdos.

Una mujer de cejas pintadas y de labios muy rojos es la

encargada de levantar la barrera. Allí está, muy pálida,

con un vestido blanco que agita el viento. A Alvaro le

llama mucho la atención, especialmente su sonrisa un

poco triste.

Cuando pasan la línea del tren, ve un letrero que dice "Pare,

mi re y escuche".

-Hace mucho tiempo que no suena la campanilla, porque

ya no pasa el tren del desierto -dice el abuelo.

Page 10: La Mujer de Los Labios Rojos

14 16 / LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS ---

-Bienvenidos -les dice la mujer sonriente, mirando al niño

intensamente a los ojos, mientras entran a ese universo encantado.

Alvaro se asoma por la ventanilla y ve que la mujer le hace

un guiño cómplice. Luego la ve alejarse hacia atrás, como

desvanecida en el tiempo. Allá queda la mujer sonriente,

con una mano en alto. Luego cuando mira hacia adelante,

divisa la ciudad engalanada, con banderines de papel

recortado y guirnaldas que cruzan la calle de pared a pared.

Allí hay un vagón de tren pintado de azul y dorado con

sus asientos de madera. Unos niños suben y hacen

señas desde la ventanilla. Más allá, un nortino azuza los caballos que tiran por las calles un carro de

los que se usaban en el desierto para

transportar el salitre.

. z 17 MANUEL PEl'íA MUNO ~-11

ario salta en su jaula. Más allá los perros En una casa, un can . tanto que los gatos vuelven a recorrer sus barnos, en am inos

. . s tejados de siempre. Porque los p p reconocen sus vieJo d

1 áxima sensación

han traído hasta sus animales para ar a m

de vida a la ciudad.

. en la calle, mientras los niños En las veredas, las mujeres barr 1 Pareciera os de la p aza. salen con baldes a regar los tamarug . ue nunca

. . ran decirle a la cmdad q que todos qms1e

la han olvidado ...

Page 11: La Mujer de Los Labios Rojos

__ 18_,1 LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

111

Un Fantasma en el Teatro

Ya llegan a la calle Tamarugal. Es estrecha, con casas

bajas de fachada corrida, todas encaladas, con los marcos

pintados de verde y un pequeño farol a la entrada.

La mayoría tiene las paredes agrietadas o descascaradas.

Los visitantes de la ciudad dormida han escrito leyendas,

frases recordatorias y corazones atravesados por flechas.

Alvaro lee la frase que unos viajeros han escrito con

carbón en la fachada: "El pájaro de la melancolía ha bajado

sobre Santiago Humberstone. Pero no podemos permitir

que anide para siempre en nuestro corazón".

El niño se queda un momento reflexionando, mientras

el abuelo abre el grueso candado que cierra la puerta de

la casa.

- Ayúdame - le dice.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 19

Alvaro ayuda a

cargar la vitrola y

lleva hacia adentro/

los álbumes de

discos y las guirnaldas de papel, mientras

la madre baja las cajas con las provisiones del día.

El papá ayuda a descargar también, y cuando ve que

bajaron todas las cosas, va a buscar al auto la guitarra que

ha traído guardada cuidadosamente en su estuche.

A los pocos minutos abre los broches metálicos, saca el

instrumento y ya está afinándolo en el corredor para tocar

su repertorio de valses peruanos.

A la señora Celia -que es limeña, precisamente- le

encantan, porque la hacen recordar los tiempos de cuando

era niña y vivía en el barrio de Barranco, frente al Puente

de los Suspiros. Muchas veces habla de su barrio y de las

tierras que su familia tuvo un día cerca del río Rímac.

-Eran muy buenas las cosechas -dice.

.____ __

Page 12: La Mujer de Los Labios Rojos

__ 2_0~1 LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

La señora Celia cierra los ojos al compás de la música y

se deja transportar a una calle limeña, entrando a una casa

con postigos abiertos frente al mar, donde vuelve a ver a

su madre y a sus hermanas, bordando al sol tras una reja .. .

Como buen nortino, el papá de Alvaro es inmensamente

musical, además de tener buena voz como su padre.

- Yo heredé el gusto por la música. Por mis antepasados

que deben haber sido quechuas -le dice a su esposa con

unos ojos en los que brillan dos estrellitas.

Le gusta el repertorio popular, la música del carnaval

nortino y los instrumentos del altiplano, especialmente la

ocarina, que a veces toca los días de fiesta.

Pero su instrumento favorito es la guitarra, con la que se

acompaña cantando a dúo con su vecino, don Julio Zagal

Trincado, que también es músico y que también lleva

cada año su guitarra.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 21

Ahí está precisamente ensayando una canción, mientras

la señora Celia y el abuelo abren las ventanas y terminan

de ordenar un poco el interior polvoriento, limpiando las

telarañas.

Voy a buscar a mis amigos -dice Al varo-. Tal vez y a

han llegado.

l•I año pasado llegó primero su amigo Osear que vive efl

1'1110 Almonte. Después fueron Pablo y Verónica Wong,

lit f'ocopilla. "Los chinos" como los llama la señora Celia.

' l11s Sanguinetti, hijos de unos italianos instalados con

111111 l111m:én en !quique.

11 1 Vl' pronto - dice la señora Celia.

di· '- llS vec inos.

Osear =

~--·

Page 13: La Mujer de Los Labios Rojos

. --__ 2_2~' LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Hay tiempo todavía para recorrer la ciudad y asombrarse

ante las familias que con escobas y plumeros sacuden

espíritus y duendes ...

Mientras llegan sus amigos a las otras casas, Alvaro

recorre las calles desiertas hasta llegar a la plaza. Allí

está, precisamente, a la sombra de unos tamarugos secos,

la paquetería de doña Victoria, con su letrero de latón

pintado y su largo mostrador de cristal, bajo el que se

ordenan hilos, agujas y alfileres.

De las altas estanterías de madera lustrosa cuelgan sedas

y telas muy livianas para el calor de la pampa.

Doña Victoria ha vuelto también y está allí, deseosa de

vender sus telas estampadas. Por eso limpia, saca brillo a

su caja registradora y se mira en el espejo, aguardando

con una sonrisa la llegada de las vecinas.

Alvaro la saluda, pero la mujer no le responde. Solamente le

sonríe con sus labios intensamente rojos y sus cejas depiladas.

MANUEL PEf:IA MUf:IOZ 23

¿Dónde ha visto antes ese rostro? El niño no lo sabe, pero

intuye que ya conoce a aquella mujer, que ahora sí le hace

una seña con una mano en alto.

-Adiós - le dice Alvaro, saliendo de la tienda.

Un poco más allá está el viejo mercado, donde las mujeres

de la pampa iban a comprar los víveres con fichas, ya que

a sus maridos les pagaban el sueldo con unas monedas de

baquelita. Los mismos niños debían comprarse con ellas

sus golosinas y juguetes. El abuelo tenía coleccionadas

estas monedas mágicas y muchas veces las sacaba y se

las mostraba a Alvaro, con amarga nostalgia.

Page 14: La Mujer de Los Labios Rojos

__ 2_4_,J LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

-No tenían ningún valor fuera de la salitrera -decía.

En un álbum de tapas de cuero las iba clasificando por

colores y valores, recordando el tiempo cuando él también

cambiaba esas fichas por azúcar, té o pescaditos de dulce

en el negocio de don Juan Chang, a quien llamaban

también "el Chino Chalupa".

-Este chino tenía la particularidad de que vendía "al peso"

-le cuenta a su nieto-. Es decir, usando sus manos como

pesas. ¡Y no se equivocaba nunca! Un cuarto de queso

de cabra era un cuarto de kilo de queso de cabra. Eso

costaba tres fichas verdes.

Hacía mucho calor esa mañana en la oficina salitrera. Un

sol implacable caía sobre la plaza en la que los primeros

niños se columpiaban. Tan oxidados estaban aquellos

fierros que las cadenas gemían ...

Alvaro decide entrar al teatro de madera de noble pino

Oregón ... Empuja la puerta desvencijada y entra a una

MANUEL PEÑA MUÑOZ 25 L-------

gran platea, con butacas de fierro y felpa roja ya arruinada

por el paso del tiempo.

Hay carteles desteñidos y fotografías añosas de antiguas

compañías de teatro. Desde lo alto, cuelga el esqueleto de

una lámpara de lágrimas. Por unas ventanas superiores, se

filtran unos rayos de luz que le dan un toque misterioso al

lugar. Pareciera, incluso, que se escuchara un vals a lo lejos ...

No hay nadie en aquel teatro. Sólo los espectros. Alvaro

parece sentirlos en la piel... Tiene Ja sensación de que

alguien mueve la gruesa cortina de terciopelo rojo, un

tanto raída, que cubre el escenario.

Es el vientecillo del desierto que se ha colado por las

rendijas y viene a juguetear con los fantasmas ...

Allí, en ese mismo escenario, actuaron las compañías de

teatro que venían de Europa. El abuelo le hablaba de Sarah

Bernhardt, una actriz francesa muy famosa que había

actuado en el puerto.

Page 15: La Mujer de Los Labios Rojos

• ___ 2_6_,¡ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

-Los iquiqueños la adoraban y fueron a buscarla a los

camarines, al término de la función, con una carroza de

toldo blanco -le cuenta siempre-. Cuando la diva subió,

desengancharon los caballos y entre todos los admiradores

la llevaron al hotel, arrastrando el carruaje por las calles

de la ciudad. Tenía el pelo completamente rojo.

Quizás aquella actriz actuó también en este teatro ... Allá

adelante, al niño le parece que se mueven las cortinas ...

Alvaro cree reconocer a la antigua actriz de la que le habla

el abuelo, con una túnica larga y una corona de laurel en

MANUEL PEÑA MUÑOZ 27

la frente. Allí está precisamente la diva, iluminada apenas

por un reflector que baja de un vitral.

-Soy el espíritu de una vieja actriz que actuó hace años

en este teatro -le dice con su ancha sonrisa, mostrándole

sus largas uñas-. Pero no temas. Soy un fantasma protector

que te cuidará ...

Alvaro está petrificado, sentado en la butaca polvorienta.

No puede creer lo que ve ...

~---.

La mujer de Jos labios rojos baja los escalones. Avanza

hacia él muy lentamente ... Se parece mucho a la mujer

que subió la pasarela del tren en la mañana y a la que

ordenaba las sedas detrás del mostrador de la tienda .. .

No. No es la primera vez que ve un fantasma. ¿Será acaso

la misma mujer que ha visto ya tres veces durante la

mañana? Esta tiene el pelo suelto sobre los hombros ... es

una cabellera cobriza, las cejas muy delgadas ... los labios

muy roJOS ...

Page 16: La Mujer de Los Labios Rojos

Ahora viene hacia él, al compás de una hermosa

Cuando está a punto de

tocarlo con sus dedos

largos, siente una mano

fría sobre el hombro.

Alvaro se levanta dando

un grito y ve detrás suyo

a su amigo Osear.

-¡Me asustaste!

-exclamó Alvaro.

M ANUEL PEÑA MUÑOZ 29

-¡Tienes cara como que hubieras visto un fantasma!

-dijo Osear, abrazando a su amigo

-¡Lo vi! -contestó Alvaro.

-Ven, vamos afuera. Ya llegaron todos -y los dos niños

avanzan por el pasillo del teatro, pero antes de salir a la

plaza donde la banda está tocando una marcha, Alvaro

mira al teatro para ver si estaba otra vez el espectro de la

misteriosa mujer.

-Osear, vi a una mujer que bajó a verme desde el escenario

y me venía sonriendo con sus labios rojos. Era una mujer

fantasma.

Pero Osear no lo escucha. Ya está corriendo para darles

la bienvenida a sus amigos.

Alvaro se queda un momento pensativo y corre también

detrás de Osear para saludar a sus amigos Pablo y

Verónica, que vienen recién llegando de Tocopilla.

Page 17: La Mujer de Los Labios Rojos

30 j LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS 1---~

1 1

IV La Nadadora Invisible

Pablo y Verónica Wong son hermanos y, como Alvaro y

Osear, son hijos y nietos de gente de la pampa. Aunque

Pablo y Verónica son distintos, ya que tienen rasgos

ligeramente asiáticos, porque sus bisabuelos y tatarabuelos

fueron de los primeros chinos que llegaron a Tocopilla.

-¡Qué alegría verlos de nuevo!

Vecinos de los Fuenzalida en el pueblo salitrero, los Wong

han sido siempre buenos amigos, desde el tiempo en

que vivían una familia al lado de la otra, ayudándose y

compartiendo las mismas inquietudes de los hijos del

salitre.

Por eso , ya están saludándose en la vereda e

intercambiando impresiones, contándose qué les ha

sucedido en el último tiempo, desde que dejaron de verse,

hace hoy justamente un año.

1

'1

I_

g 1

MANUEL PEÑA MUliiOZ L 31 .___ __ - Vamos a la piscina - invita Osear.

Los cuatro niños van corriendo a ver la inmensa piscina

de fierro oxidado, completamente vacía, que está en un

costado del pueblo.

Numerosos visitantes del día mágico es tán allá,

recordando cuando se realizaban las grandes competencias

deportivas de natación, en medio del calor del desierto.

Los jóvenes ingleses daban saltos mortales en esos

altísimos trampolines, para caer en el agua de aquella

piscina donde hoy revolotean las hojas secas de los

tamarugos.

Alvaro levanta la vista y ve, allí en lo alto del trampolín, a

Ja mujer de los labios rojos con un traje de baño ceñido a

punto de lanzarse a la piscina llena de agua.

Alza los brazos al cielo, le sonríe desde lo alto y dando

un increíble salto se lanza a la piscina.

Page 18: La Mujer de Los Labios Rojos

__ 32_,1 LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

1 ·----

El niño cierra los ojos temiendo lo peor. Sabe con certeza

que sólo hay remolinos de pétalos secos girando al fondo

de Ja piscina. Siente, sin embargo, Jos aplausos en las

graderías repletas de gente, la música de un vals por los

parlantes y la alegría desbordante de los niños que

contemplan a las bañistas nadando en estiJo mariposa.

Ya va a caer la mujer de los labios rojos. Ya siente Alvaro

el impacto de los brazos de la mujer al introducirse en e]

agua, para verla después aparecer radiante en la superficie

con su sonrisa idéntica a las estrellas de cine que ha

admirado con su abuelo en el teatro del puerto. Pero al

abrir los ojos, nuevamente contempla la piscina vacía.

A su lado, los amigos están trepando por las graderías

- Ven, Alvaro. Sube. Desde aquí arriba se

divisa la casa del administrador.

Page 19: La Mujer de Los Labios Rojos

...

1 1

__ 3_4~' LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Alvaro sube los altos escalones donde se sentaban los

espectadores de las competencias de natación. Al llegar

al último peldaño, se reúne con sus amigos, pero prefiere

no decirles nada sobre la nadadora invisible.

No van a creerle si les cuenta que vio lanzándose por el

trampolín a la misma mujer que levantó la barrera del

tren esa mañana, la misma que ordenaba las sedas en la

tienda y la misma que actuó para él en el teatro con su cabellera cobriza ...

-¡Mira Ia casa! ¡Parece un palacio! -exclama Verónica

admirando desde la altura la casa del administrador.

-Vamos a las canchas de tenis -propone Osear.

Osear es el más decidido. Su padre es

almacenero en Pozo Almonte y

,

MANUEL PEÑA MUÑOZ LJ_s _ _

siempre ha vivido en la pampa, entre el viento y la arena,

sin siquiera conocer el mar ...

Los cuatro niños van ahora caminando en medio del viento

por el pueblo olvidado, divisando a ambos lados los restos

de zapaterías, jugueterías y fuentes de soda, que vendían

helados de canela para combatir el intenso calor de la

pampa.

A los niños les gusta pasearse por el viejo mercado, por

la puerta de la iglesia y por la plaza donde, como antaño,

los parlantes transmiten música suave.

-¡Subamos a la torre! -sugiere Alvaro.

Los arrugos lo siguen y suben a la Torre de la Recova,

para divisar desde lo alto la inmensidad del desierto Y las

tortas de ripio que circundan el pueblo.

Una vez arriba, después de subir por la estrecha escalera

de caracol carcomida por el tiempo, contemplan la

Page 20: La Mujer de Los Labios Rojos

1 1

_ __ 36_,¡ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

extensión de la pampa y los remolinos de arena que levanta el viento.

-Esas de allá son las casas de los obreros casados -apunta Alvaro.

- Y esa es Ja casona de los Campbell -señala Osear-.

Tenían casa de veraneo en Pica. La abuela se sentaba

siempre en ese corredor, en una siJla mecedora musical a contarles cuentos a los niños.

Cuando bajan, van a ver el rancho de los empleados,

completamente fantasmal y con los vidrios rotos. Pareciera

que por las noches deambularan extrañas presencias y

hablaran en sueños con las figuras de] pasado. Lo mismo

experimentan cuando van a ver el "buque de los solteros",

como llamaban a las dependencias de los trabajadores que estaban sin sus familias .

A ambos lados, en las veredas o bajo los

secos árboles de la plaza, las familias se

..

Page 21: La Mujer de Los Labios Rojos

...

____ 3_8_,¡ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

-Este era mi abuelo, comadre. Mire cómo está vestido

con chaleco y reloj de oro. Ganó mucha plata en la oficina.

Pero la perdió toda en Calama. Fue muy derrochador ...

- Y ésta es mi abuela, disfrazada para un Baile de la

Primavera. Mire las lentejuelas. Parecen de plata. En esos

tiempos, el casino se llenaba de gente. Viera usted cómo

se divertían los jóvenes. Después llegaban a la casa con

sus disfraces salpicados de papelitos de colores. Daba risa. ¡Si hasta harina se tiraban!

-Figúrese usted que en la pérgola donde se hacían las

fiestas, las mujeres tenían una libreta de baile para anotar

la lista de los novios que las sacaban a bailar el charleston.

Tenían que inscribirse con anticipación.

-Con decirle, señora, que las inglesas, aquí mismo, en

medio del desierto, bebían el té a las cinco en punto de Ja

tarde, con sombrero y guantes blancos.

MANUEL PEl'IA MU~OZ 39

_y sus maridos, en pleno verano, achicharrándonos de

calor, andaban de traje y corbata, porque decían que en

Londres era invierno. Increíble. En el desierto del sur del

mundo, seguían rigiéndose por las estaciones de Europa ...

Dentro, en las cocinas, las señoras preparan el ceviche de

albacora o el asado a la olla con chuño, como si nunca se

hubiesen movido de allí y todos los días cocinaran para

sus familias en el pueblo. Parecen fantasmas reales que

ese día hubieran tomado cuerpo ...

En una casa, un charango solitario interpreta

"Pájaro Chohuí" .

-Es el "Pájaro Campana" -dice

la señora Celia, que adora esa

pieza musical.

. ... •••

'-------11

Page 22: La Mujer de Los Labios Rojos

--~ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

: 1

Suenan los valses en las radios, pasan las comparsas por

las calles tocando sus bronces, se escuchan hermosas

canciones y sólo en la casa de Alvaro Fuenzalida, el abuelo

pone discos en la vitrola que ha instalado en plena calle

para que baile la gente.

Ahora que ya no trabaja, el abuelo disfruta oyendo los

gastados discos. A veces, solitario o con su nieto, sale al

muelle a ver los barcos. Sentado en un escaño, junto a la

vieja aduana, le gusta escuchar el sonido de las sirenas de

los buques, llamando a los marineros perdidos.

Una vez, vino también un viento juguetón y le voló el

sombrero. Alvaro fue a buscárselo mientras el vientecillo

frío que venía del mar se reía, haciéndoselo rodar por la

vereda ...

MANUEL PEl'lA MUf'IOZ 41

V

El Mágico Desfile

Ya es pasado el mediodía cuando los lliños llegan a las

canchas de tenis. Les parece acaso sentit el rebote de las

pelotas. "Tac-tac, tac-tac", un sonido monótono hace eco

en el vasto desierto.

Es curioso. Ya el pueblo está lleno de gente y por un

fenómeno acústico, tal vez producido PGr el viento, sólo

se escucha el silencio en este sector de la oficina. Hay un

quiosco de música destartalado y unas dependencias

elegantes, probablemente las que servía~ como casino o

salón de refrescos para los ingleses deportistas.

Page 23: La Mujer de Los Labios Rojos

:,~ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Mientras los niños inspeccionan instalaciones

abandonadas, Alvaro mira hacia la cancha y vuelve a ver

a la enigmática mujer de antiguas vestimentas y labios

muy rojos que le sonríe con una raqueta en la mano y Jo

llama para que vaya a jugar con ella.

-Ven. Vamos a jugar.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 43 '------1

¿Estará soñando? Quizás el sol del desierto le haya

producido ese efecto. Es la quinta vez en el día que tiene

visiones producidas por el calor. Pero esta vez, el rostro

de la mujer es más intenso, los ojos más pronunciados, la

sonrisa más esbozada, los labios más rojos ...

-Ven, Alvaro. Mira lo que encontramos.

-Alvaro entra al casino de los deportistas y contempla en

la pared, el mismo rostro femenino que ha visto durante

toda la mañana. Es un cartel publicitario ajado por el

tiempo, pero que aún conserva la nitidez de los colores

porque ha estado protegido del sol.

-Desde donde estemos parece que nos está mirando

-dicen los niños cambiando de posición y advirtiendo que

desde cualquier lugar, la dama del retrato con un refresco

en la mano, los observa ...

-Es extraña la sonrisa -dice Osear.

Page 24: La Mujer de Los Labios Rojos

-Parece que nos estuviera mirando -exclama Pablo Wong,

sonriéndose con sus ojos rasgados.

-Como si estuviera viva -dice su hermana, desde la penumbra del salón.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 45 '---------!-

-Es hora de irnos -dice Alvaro-. Tenemos que regresar a

almorzar.

Los amigos vuelven al pueblo bajo un sol que no proyecta

sombras. Al llegar, la música de las casas se confunde en

una loca algarabía de sonidos. Por las calles pasan

automóviles antiguos con parejas vestidas a la usanza de

la época del salitre, haciendo sonar las bocinas.

Las inmensas chimeneas vuelven a humear, difuminando

los contornos y otorgando al ambiente una sensación de

ensueño. Es como si, mágicamente, la ciudad se hubiera

transportado al pasado.

También por las veredas de madera pasean elegantes

damas de trajes largos, muy vaporosos, vestidas con sedas

italianas y portando frágiles sombrillas de encaje. Sus

enamorados, tomados del brazo, sonríen y llevan trajes

cruzados de lino blanco, con corbata pajarita y sombreros

del tiempo del charleston. La gente los aplaude y les hace

señas que las parejas responden con alegres reverencias.

Page 25: La Mujer de Los Labios Rojos

¿Es la realidad? ¿O es un sueño? Alvaro no lo sabe aún.

Tiene en su interior una confusión de sentimientos.

Especial mente cuando advierte que una de las damas

vestida al estilo de los años veinte, con largo collar de

perlas, le sonríe, lo mira intensamente a los ojos en forma

cómplice y le alza una mano enguantada.

- Adiós.

¿Es quizás la misma dama que ha visto varias veces

durante la mañana? Alvaro, le responde tímidamente el

saludo en medio de la multitud.

-¿A quién saludas? -le pregunta Osear.

-A nadie -responde el niño.

Algunas parejas bailan protegidas del calor, mientras una

niña come guayabas sentada en el umbral de su casa. En

los anchos corredores, las familias pelan mangos o

duermen la siesta en hamacas que cuelgan de los pilares.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 47 L---------

Les agrada estar en aquellas veredas protegidas por la

caña fiel de Guayaquil. Por las rendijas se filtra el sol de

oro que va dibujando estrías amarillas en el piso.

Alvaro está ahora allí, guardando los discos del abuelo en

sus sobres, en tanto que sus amigos están en las respectivas

casas, descansando, deseando que pase un poco el calor

para volver a salir otra vez a recorrer el pueblo, quizás a

visitar la iglesia, el hotel o la antigua estación del tren ...

Page 26: La Mujer de Los Labios Rojos

48 LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS _,,.--------'

VI En un Estudio Fotográfico

¡La estación de tren! Alvaro sabe que allí vive la mujer de

los labios rojos que le sonrió esa mañana apenas llegaron al

pueblo fantasma. La misma que vio pintarse en el espejo de

la vieja tienda de telas, actuar para él en el teatro, tirarse

desde el trampolín a la piscina, jugar en la cancha de tenis,

sonreírle desde un cartel y saludarlo en el desfi1e de ·los

disfraces antiguos.

Pero está tan lejos la mujer de los labios rojos ...

¿Tendrá valor para llegar hasta allá por la calle de la Recova

bajo ese sol de media tarde?

Alvaro camina por el pueblo silencioso. Pasa delante del

viejo taller de modas, donde hay un maniquí vestido en la

vitrina. Parece que le sonriera o le guiñara un ojo ... Sí, es la

mujer que ha visto repetidamente esa mañana y que ahora

está allí, sonriéndole otra vez con sus labios rojos y su mirada

triste, petrificada en el

escaparate, con un gran

sombrero de plumas de avestruz de

color amarillo azufre.

Alvaro se acerca y la contempla a través del cristal. Pero la

mujer está impávida, con su rostro de cera y sus ojos vidriosos

que parecen llorar ... Alvaro golpea el cristal con los nudillos

y se acerca para hablarle, pero la mujer contempla el mundo

desde la lejanía y simplemente lo mira a los ojos con su

sonrisa glacial.

Page 27: La Mujer de Los Labios Rojos

_2!J LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Alvaro prosigue el paseo, divisando más allá la

sombrerería y la peluquería, con su letrero de madera que

se mece con el viento.

Ahora se pone las manos a ambos lados de los ojos y

trata de atisbar el interior de aquella tienda vacía. Pero no

ve nada. Solamente mostradores abandonados y una vieja

silla de peluquero delante de un gran espejo quebrado.

Más adelante, en una calle solitaria, se encuentra con el

estudio de fotografía. Está intacto y pareciera que el

tiempo se hubiera detenido. ¿Tan prolijos son sus antiguos

dueños que han limpiado la tienda de modo que no parezca

un taller abandonado?

El letrero de bronce reluce. Los cristales de las vitrinas

brillan. Hay una música de carrusel que proviene desde

el interior. Antes de entrar, atraído por la curiosidad,

Alvaro se detiene en el escaparate atiborrado de

fotografías de color barquillo, desde donde lo observan

MANUEL PEÑA MUÑOZ 51 .____ __ caballeros ceremoniosos de impecable chaleco, niños de

otro tiempo o distinguidas señoras de mirar inquisitivo.

Alvaro empuja la puerta giratoria y penetra a un recinto

mágico, al tiempo que suenan los cascabeles de la entrada.

-¿Hay alguien? -pregunta.

Pero la tienda está vacía y a través de un cortinaje

contempla un inmenso salón fotográfico lleno de telones

pintados que representan glorietas y jardines llenos de

palmas.

En un trono, vestida de reina y empuñando un cetro, una

mujer le sonríe.

-No se mueva -le dice un fotógrafo, oculto bajo un paño

negro.

La mujer queda estática, congelando su sonrisa, como en

un antiguo retrato. Alvaro ha comprendido todo de

Page 28: La Mujer de Los Labios Rojos

~--5_2_,J LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

inmediato. Es la mujer de los labios rojos cuyo rostro

imperturbable lo ha perseguido aquel día del salitre, la

misma que también le sonríe melancólica desde las

inmensas fotografías coloreadas que decoran el estudio

fotográfico.

Aquello le parece una pesadilla. El rostro se multiplica

como en un inmenso caleidoscopio. Alvaro experimenta

un sentimiento en el que se mezcla el estupor, el miedo y

la atracción.

Una fuerza extraña e irresistible lo mantiene hechizado '

inmóvil en ese salón, en tanto que otra fuerza

completamente contraria lo obliga a salir de aquel estudio

antes de que el fotógrafo advierta su presencia.

Una vez afuera, respira aliviado y corre en contra del

viento.

MANUEL PEÑA MUÑOZ t.._5_3_--1

VII Un baile de Carnaval

-¡Alvaro! -le gritan sus amigos Cha yapa, que ha visto otros

años y que tienen la piel morena y los ojos oblicuos de rasgos

indígenas, como muchos niños del altiplano-. ¿Qué te pasa?

Pareces asustado.

-No es nada-les dice, tratando de esquivar aquella presencia

huidiza que se le aparece y se le desvanece en la ciudad

perdida.

¿Será cierto que algunas casas y ciudades tienen la voz y la

figura de sus predecesores?

-Tengo que irme -exclama Alvaro.

Al doblar una calle, antes de salir del pueblo, divisa a sus

otros amigos que lo están llamando.

-¡Alvaro! ¡Dónde te metiste! ¡Te estábamos buscando!

Page 29: La Mujer de Los Labios Rojos

_ _ 5_4~¡ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Alvaro se une al grupo, sin poder desprenderse de la obsesión

que lo ha perseguido todo el día y sin querer explicarles que

ha estado en una tienda fotográfica donde se ha corporeizado

otra vez la invisible dama de los labios rojos.

En su mente y en su corazón lleva a fuego la imagen de

aquella extraña mujer que lo miraba en la vitrina del taller

de costura y que después le sonreía empuñando su bastáh

ante una vieja cámara fotográfica ...

Ahora los niños se encaminan al salón de baile al son de una

estudiantina salitrera. Antiguos caballeros de la pampa, vestidos

con chaquetillas listadas, con pequeños sombreros blancos,

van cantando viejas melodías por las calles de la Oficina, al

compás del banjo y la pandereta llena de cintas verdes.

Los vecinos siguen la comparsa musical. Y también los niños

que se dirigen al club social donde ocurrirá el baile general.

La pista está engalanada y en el centro, las parejas bailan

corridos mexicanos y charleston al compás de la música.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 55 L.--- --

Ahora hacen un ruedo, porque ya llega la Tuna de la Oficina

María Elena, que viene de visita del interior del desierto a

tocarles viejas canciones de amor a los pampinos.

En su mayoría son jóvenes y niños de Tocopilla adentro, que

vienen vestidos a la usanza española, con anchos sombreros

y capas de terciopelo negro cuajadas de cintas multicolores

bordadas.

Los pampinos aplauden, disfrutando las melodías de aquellas

bandurrias y guitarras que transportan a los pampinos a otra

época, más lejana, acaso más bella ...

Ahora se incorporan unos jóvenes iquiqueños vestidos de

blanco y con sombrero "hallulla" , haciendo cantar al público

al compás de las guitarras rítmicas:

"En un delicioso lago

de verde y frondosa orilla

en una frágil barquilla

una tarde te encontré ... "

Page 30: La Mujer de Los Labios Rojos

EJ sonido del banjo lejano, del

acordéon y la armónica tienen el misterioso

sonido de la nostalgia ...

¡Cómo disfruta del recital el señor Fuenzalida!

¡Y también la señora Celia, a la que se le ca<(un

lágrima de emoción, recordando su vida en aquel ~~~~~~

pueblo fantasma!

¡Qué hermosa música! Lástima que no está el abuelo. Alvaro

lo busca en la multitud y no lo encuentra. ¿Dónde estará? Es

extraño porque también le agrada mucho la música del

desierto ... ¿Por qué no estará cantando con la pequeña banda

musical?

Alvaro decide ir a buscarlo a la vieja casa familiar. Quizás

se haya quedado dormido allí ...

Por las calles desiertas carnina Alvaro, cruzándose en una

esquina con un niño que lleva puesta una gran máscara roja

de diablo.

pampinos,

recordando otros tiempos, al compás de las quenas y los

tambores, tocando música del altiplano y bailando las

diabladas con capas de espejos y vidrios de colores, en

tanto que otros nortinos han estado bailando el cachimbo:

"Baile de las salitreras

baile tradicional

baile de la quebrada

fiesta de Tarapacá ... "

Alú viene precisamente otro niño vestido de carnaval andino.

Ya se ha cansado de tanto bailar aquel radiante día de calor y

va con su zampoña a reunirse con los amigos al salón de

baile de la pampa.

Page 31: La Mujer de Los Labios Rojos

__ 5_8_,¡ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS

Al cruzarse, los niños se saludan. Luego, cada uno de ellos

continúa en dirección contraria, mientras el viento se aleja,

silbando una canción:

"Soy del norte de Chile, mi vida

Caliche soy

de punta y de taco

caliche es mi corazón ... "

Ya está atardeciendo en el pueblo salitrero. El sol tiñe de

púrpura y oro las casas encaladas. Ya nadie queda en ellas.

Se ha iniciado el retomo en la antigua Oficina Santiago

Humberstone.

A lo lejos se escucha una canción que es como un lamento.

Alvaro carnina por las calles desiertas, dejando atrás la música

que se pierde en la lejanía con rumor de castañuelas ...

MANUEL PEÑA MUÑOZ '-5_9_---l

VIII

La Despedida

Ahora viene una música lánguida y sentimental que proviene

de la casa familiar. Alvaro da vuelta la esquina y no puede

creer lo que ve. En la vereda, el abuelo sentado en su

mecedora, toca su acordeón, mientras aquella mujer de los

labios rojos que ha visto durante toda la mañana, está bailando

para él en plena calle, con un vestido largo lleno de flecos Y

amplias mangas que agita al viento de la tarde.

Oculto tras un farol, el niño observa los movimientos

insinuantes de aquella dama de largos dedos enfundados en

guantes blancos hasta el codo. Pero cuando se adelanta hacia

ella, desaparece en la esquina como si se tratara de una

aparición.

-Abuelo. Había aquí una mujer bailando sola en medio de

la calle.

El abuelo sonríe. Pliega el acordéon y la guarda en el estuche.

Page 32: La Mujer de Los Labios Rojos

-Hay que guardar las cosas para

regresar a Iquique, Alvaro. Pronto va a

niño entran a la casa y guardan los discos

en los sobres de color té con leche. En e] fondo de sus

corazones sienten una profunda tristeza. Algo se ha

desvanecido en la ciudad de los fantasmas ...

Ya regresan las familias por las calles solitarias. En la calle

Tamaruga1 se han juntado los niños para despedirse de

Alvaro. Allí están Osear, los hermanos Pablo y Verónica

Wong, los Chayapa y los Quelopana, con sus gorros

bolivianos cubriéndoles las orejas.

-¿Amigos?

-¡Amigos! ¡Hasta el próximo año!

Los niños se abrazan y regresan a sus casas para sacar sus

juguetes y guardarlos en los autos.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 61

Ya pronto volverán a Arica, a Mejillones y a Quillagua ...

El padre de Alvaro guarda ahora su guitarra y se despide con

un abrazo de su amigo músico de Antofagasta, con el que

toda la tarde ha estado cantando "Lunita Tucumana" ...

-El próximo año voy a venir con un compadre que tengo en

Salta-dice- . Sabe unas canciones argentinas lindas para que

las cantemos los tres.

Los amigos se abrazan, despidiéndose unos con otros.

-El próximo año, trae los trompos, Osear -dice Alvaro.

Ya pronto van avanzando lentamente por las calles del

pueblo, que poco a poco van quedando desiertas, con las

luces apagadas.

Page 33: La Mujer de Los Labios Rojos

__ 6_2_,/ LA MUJER DE LOS LABIOS ROJOS .,

~ Los fantasmas vuelven otra vez a sus nidos, sigilosamente

regresan a sus rincones a vagar por las casas muertas.

Al aproximarse a la línea del cruce del ferrocarril, Alvaro se

incorpora en el auto, al ver a la mujer misteriosa de los labios

rojos, levantando la barrera.

-Ahí está otra vez -dice. i

El auto cruza y la mujer le sonríe, guiñándole un ojo.

Alvaro saca la cabeza hacia afuera y le hace señas.

-¿A quién le haces señas?-pregunta su padre.

-A la mujer que levantó la barrera.

-La barrera siempre ha estado arriba, Alvaro. Hace mucho

tiempo que no pasa por aquí el ferrocarril.

-Pero en la mañana esa mujer subió la barrera.

-Ilusiones, Alvaro. Lo soñaste.

MANUEL PEÑA MUÑOZ 63

El automóvil enfila ahora por el camino recto, dejando atrás

chimeneas y fantasmas.

-Mamá. Esa mujer estaba bailando la música del abuelo hace

unos instantes enfrente de la casa ... Yo la ví.

-Alvarito, creo que tomaste demasiado sol. Recuéstate un

momento sobre el hombro de tu abuelo.

-Era ella, abuelo ¿verdad?

Alvaro siente en la cara el vientecillo frío que forma

remolinos en la pampa. Buscando cariño, se acerca al cuerpo

de su abuelo, mientras el automóvil avanza en declive por el

desierto, en dirección al mar.

-Abuelo. ¿Tú la viste, verdad? ¿Tú crees que haya sido la

misma mujer?

El abuelo sonríe con sus discos en la mano.

-Es posible, Alvaro. Es posible.

.._ __