la revista blanca

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  • arte ciencia literatura sociologa B A R CBLONA X f o a f7Q 24 DB ABRIL 1936 i-ll * :^ /5^

  • Ediciones de "La Revista Blanca" 25 por 100 de descuento

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    Han Ryner 2' Elseo Reclus (La vida de un sabio justo y

    rebelde),, por Max Nettlau. Dos tomos. El tomo 3*

    El Mundo bajo la tempestad, por Lcdif Nitram 4*!

    fuerza y maUria, por Luis Buckner. . . 2*25 Flor deshojada, por Federico Urales. . . i' Jess es un mito, por Gorge Brandes. . 1*75 ]iian sin pan, por Adrin del Valle. . . i' La indomable, por Federica Montseny. . . i' La mulata Soledad, por Adrin del Vall. 1*25 tLa Novela Ideal. Veintiocho tomos. El

    tomo ' . , ' . . ' . . . , . La reaccin y la revolucin, poi F. Pi y

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    el siglo XIX, por George Brandes. Dos tomos. Tomo I . . . . . . . . .

    Tomo .II . . * . . * .. ' . Los deportados, por Carlos Malato . . . Los grandes delincuentes, por Federico

    Urales ; . . i '

    I'1 o'8o} >'8o I '

    i"75 2'75 2'5o 3 ' -2 ' - 3 ' -

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    res 5' Mi vida, por Federico Urales. Tres tomos.

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    tomos 5' Nufragos, por Adrin del Valle . . 1^ . 2' Problemas trascendentales, por Tarrid del

    Mrmol . 2'r-Pensamientos revolucionarios, recopilados

    por Mateo Morral . . . ' o'8o Renacer, por Federico Urales (agotado) . . 2' Sembrando flores, por Federico Urales.

    Econmica 1*40 Ilustrada ' . . . 2*75

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    EdHoral S O P E A Dicciotmrio Ettciclopdico llustrcdo (La

    Fnente). Publicado bajo la direccin de D. Jos AUmaay

    Diccionario Enciclopdico Ilustrado de la direccin de D. )os Alemany y Boluer . .

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    F. ViLUBSPESA El Alc^tr de las Perlas. . . . . Ai^e Humeya. ' EX alma dd desierto

    VARGAS VILA Libre Esttica Verbo de y de Cotnbate.

    * CARU3S DltXENS El Mjo de la, parroquia David Copperfield, do tomos. El tomo.

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    por Po Arias Carvajal 3' 4*50 Tuberculosis. (Cmo se puede evitar y

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    la Ora. B. Mller 6o' La Plasmogenia, por el Prof. A. L. He-

    rrera 30' 40'

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    Dr. Wilhem Bolschc 3' El hombre prehistrico, por S. Zabo-

    rowski . 2' 3' Compendio de Gramtica castellana . 2' Compendio de Historia Universal, por

    Clemencia Jaquinet 2' 3' La Escuela Moderna, por Francisco Fe-

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    de lectura) 1*50 Primer manuscrito (Correspondencia

    Escolar), por Carlos Malato . . . 3' Segundo manuscrito, por Juan Grave . 3' Las Aventuras de Nono, por Juan Gra-

    ve 2' 3' Botiqun Escolar, por Andrs Martnez

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    Nicols Estvanez . . . . . . . 3' El origen de la vida, por J. M. Prgamt 3' Evolucin de los mundos, por M. J.

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    Paraf-Javal . . . . . . . . . . 3' Evolucin de los seres vivientes, por

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    Dr. C. M. Besside 2' 3' Floreal, por J. P. Chardon 1*50 El Catecismo de la Ciencia, por Ed-

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    Lbria 3 ' 4' Origen del cristianismo, por Malvert . a' 3' Breviario hito, por Antonio Otts-Ramos i'^

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    por Camilo Flammarion 6' 9'

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    potkine 2' 3* Humano, demasiado humano, por Fe-

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    Nitzsche . . . . . . . . . 2' 3' El viajero y su sombra, por Federico

    Nitzsche . 2' 3* Opiniones y sentencias, por Federico

    Nitzsche . . . 2' 3' El contrato social, o sea prirKpios del

    derecho poltico, por Juan Jacobo Rousseau 2' 3'^

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    seau 5' 7' La moral universal, por M. Deshum-

    bert y Miguel Morayta 3' 4*50 Las Ruinas de Palmira, por Conde Vol-

    ney . . . . . . . . . . . . 2' 3' iQuin fu Jesucristo'?, por el Barn de

    Holbach 2' f Servet, por Pompeyo Gener . . . . 3' 4'5o-Amigos y maestras, por Pompeyo Gener 3' 4*50 Francisco Perrer Guardiai el apstol de

    la Razn, por Ai Orts-Ramos y Fran-cisco Caravaca 3'' 4'50

    La Hija del Cardenal, por Flix Guz-zoni _. _. 5' 7'

    Mjteros de la Inquisicin, por M. V. de Ferral . 5' 7'

    La estepa, por Antn Tchekhov . . i* j '

  • Pesetas 'stca

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    I/ risa roja, por Lenidas Andreiev . Vida de jess, por Ernesto Renn . Los Apstoles, por Ernesto Renn. . San Pablo, por Ernesto Renn . . . El Anticristo, por Ernesto Renn . . Leyes del universo, por Jos Fola Igr-

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    tegazza (2 tomos). El tomo . . . . Fsica del amor, por Remy de Gour-

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    por Max Nettlau 3' Don Quijote de la Mancha, por Miguel

    de Cervantes Saavedra 17' Don Quijote de la Mancha (edicin p o '

    pular) 4' La Divina Comedia, por Dante / lighieri 7' El Paraso perdido, por John Milton . 7' Los Amigos, por Edmund de Amicis . 5' La Novela de un maestro, por Edmund

    de Amicis 4' Humo, por Ivan Turguenef . . . . 2' El misterio de las almas, por Antn

    Tchekov . . . . . . . . . . 2* Relato de un nihilista, por Antn

    Tchekov 2' Los salvajes, por M. P. Artzibachev . 2' La Rehquia, por Eja de Queiroz . . . 2' La ciudad y las sierras, por Eqa de

    Queiroz 2' E Mandarn, por E^a de Queiroz . . 2' La voz de las horas (pensamientos filo-

    sficos), por Vargas Vila . . . . 2' Sobre las vias muertas, por Vargas

    Vila 2' El Nabab, por Alfonso Daudet . . . Jack (2 tomos), por Alfonso Daudet. El

    tomo . . 2' El Judio Errante, por Eugenio Sue (dos

    tomos. El tomo . . . . . . . . 5' Los misterios de Pars, por Eugenio Sue

    {2 tomos). El tomo 5' El Jardn de los Suplicios, por Octavio

    Mirbeau 2* Memorias de una doncella, por Octavio

    Mirbeau 2 ' T -Fisiologa del matrimonio, por Hono'

    rato de Balzac . . . . , . , . . 3' La sociedad futura, por Guillermo Mo'

    rris . 3* Noli me tngete, por Jos Rizal (2 to-

    mos). El tomo . 3' El ftbusteTismo, por Jos Rizal (2 to-

    .mos). El tomo . . * EKtnor materrud en los amrttdles, por , Brnesto. Menault . . . . . . . .

    Siete ensayos, por R. U. Emerson (3 tomos). El tomo . . . . . . . 0*75

    L,aS:Uyes sociolgicas, por G. de Greef 0*75 Et siglo de los tos, por Ellen Key . 0*75 Los hroes, ti cuko de los hroes y lo

    heroico en la Historia, por T< Carlyle

  • ANO XIV BARCELONA 24 DE ABRIL DE 1936 Nm. 379

    LA REVISTA BLANCA SOCIOIOQIA, CIINCIA, ARTI SIMANARIO ILUSTRADO

    C O L A l O t A P O K i t CIENOA lOCIAl! Ma Natrio. U f l

    F*UH, Autel Gratt r Ht* TrMl. CWNOAS FSICAS r MORAUSI

    M M I CatUmi J * k Mu, lafW lUlfl* 1 CwntU BnMfi

    llWOtMACINt A I T I y ClfnCA UnKAUAi FWwiM Hri>Mr, F V * AUk. CariM MU r

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    TMBUCOONHi IMU C CmlU,

    S U M A R I O LA MISIN DE LOS ANARQUISTAS EN EL PERODO REVOLUCIONARIO, por X. X. X. RAFAEL DE URBINO, por Soledad Gustavo. Luis LPEZ ALLU, HERBOLARIO DEL SOMONTANO, por Felipe Aliz. Los ANAR-QUISTAS Y LOS PROBLEMAS DE LA REVOLUCIN, por Germinal Esgleas, UNIDAD, PERO TAMBIN LEALTAD. LAS AVENTURAS DE ANASTASIO, ,por Luis Calventus. SoBRE LAS JUVENTUDES LIBERTARIAS, por Un joven. DiDEROT, EL PRECURSOR ENCICLOPEDISTA, por F. Alba. CONSULTORIO GENERAL. LA DICTADURA DEL PROLETARIADO, por

    Federico Urales.

    Administraein: Eseornalboa (utM Gailiard), S7. Tdl. S17S0

    La misin de los anarquistas en el perodo revolucionario

    II

    En el perodo de sesenta y ms aos de antipata socialista contra el anarquismo, los libertarios re' accionaron mediante tentativas insurreccionales como la de la regin de Benevento en Italia (1877) con Malatesta y Caero, una accin tpica insurreccional; reaccionaron mediante hechos individuales, que abundaron en Francia sobre todo desde 1892 a 1894; reaccionaron dando apoyo vigoroso a la defensa obrera colectiva mediante la accin directa, muy sealada en Francia con su sindicalismo de 1904 a 1906; tambin reaccionaron tomando parte en he-chos de protesta popular: semanas rojas de Catalua y en Italia central en 1909 y 1904, respectivamente; reaccionaron vitalizando el antimilitarismo y ya es sabido que esta vtalizacin fu mirada con muy malos ojos por la socialdemocracia y buena prueba de ello fu el trato que dieron a Dmela Nieuwen-hus desde 1891; reaccionaron en airada e indoma-ble actitud de conducta que ha sido admiracin de los hombres de ciencia, de los artistas, de los verdaderos humanitarios. Tolstoi y Max Stirner aconsejaron que la primera tarea consista en anar-quizamos nosotros mismos y despus nuestra inme-diacin por lo que llamaba Ricardo Mella propaganda por la conducta, habiendo sido Eliseo Reclus uno

    de los ms eminentes ejemplos de esta propaganda por la conducta. Otros Tolstoi tambin pre-conizaron la resistencia pasiva, la desobediencia tan prxima a la huelga general y sin embargo desdea-dos por muchos como si la falta de aspecto violento constituyera un efectivo defecto.

    Creo que no es una deficiencia, al contrario. La lucha violenta tiene un resultado ambiguo que es la victoria o la derrota, siendo estos dos resultados independientes del valor moral de una causa. Pero una negativa vigorosa, una desobediencia coloca al adversario en un estado de completa nulidad. Si hay lucha contra el Estado el resultado de esta lucha es aleatorio, inseguro. Pero si se les dice a los es-birros del Estado: no os conozco, no os debo nada, nada tengo que deciros, seguid vuestro camino como yo sigo el mo y si queris comer trabajad, los pa-rsitos no podrn subsistir y puede empezar la vida social libre. Ahora bien: mientras los socialistas endosan el hombre al Estado de la misma manera que los clrigos lo transfieren al cielo no habr emancipacin intelectual, moral ai econmica y todo rgimen sucedneo de otro conservando siempre el Estado ser, no cambio de rgimen sino de eti-queta. Respecto al Estado burgus, a> socialista, al

  • 322 L A R E V / S T A B L A N C A

    comunista y al fascista, puede decirse que si se su' ceden uno a otro, si cambian y alteran lo establecido no es porque sean distintos sino porque son, en esencia, lo mismo. Cuanto ms cambia una cosa ms se ve que es la misma.

    Privados los anarquistas de solidaridad socialista pusieron aqullos su esperanza en el pueblo con el propsito de que ste desbordaba a los jefes socialis' tas. Por ello, stos ltimos tienen miedo a la revolu' don popular temiendo que acabar con la vida re-galada que llevan. Si hay movimiento revolucionario lo paralizan antes imponiendo la estabilidad dic-tatorial como ocurri en noviembre de 1917 en Rusia.

    En opinin de Bakunin, que soaba en una re-volucin social radical de raz campesina y que haba visto los errores autoritarios de 1848-49, la misin de los anarquistas consisti en destruir for-talezas, recursos del Estado y del monopolio econ-mico, construyendo inmediatamente los ms fuertes soportes de la sociedad nueva, mediante autonomas locales establecidas con solidez y federadas para la comn defensa y mejor ordenacin de la vida econmica, intercambio, etc. Siempre se abstuvo de marcar ordenamientos ulteriores, creyendo que lo verdaderamente vital eran las autonomas elabora-das en comn, sobre las cuales podran desarrollarse coc amplitud y libertad las' distintas variaciones y cambios. Se trataba, para l, de quemar las naves, de imposibilitar un retroceso, de hacer habitable la atitonoma y posible la multiplicacin de acuerdos y federaciones. Esta solidaridad fu conocida por los internacionalistas espaoles y por Merlino con el nombre de pacto. La idea del Municipio Ubre con sus relaciones prximas y lejanas para satisfacer las necesidades ecpnmicas, corresponde a Bakunin, fundamento slido y amplio no cerrado a todas las variedades posibles.

    Fascinado Kropotkin por la Comuna de Pars y por la Revolucin francesa, viendo que se producan pocas insurrecciones agrarias, observando que ni siquiera se daban en Rusia, concentr su atencin ya desde el principio, en una posible revolucin de Pars, estudiando tambin el problema de contar con vveres suficientes el gran ncleo urbano sitiado militarmente o cercado por la hostilidad provincial o el boicot de los campesinos. De ah sus consejos elaborados en La conquista del pan que se consi-dera con error como esencia de su sistema. En otros trabajos de Kropotkin se le ve prever un pe-riodo revolucionario parecido al de 1788-1794 en Francia, parecido tambin al que vio iniciarse poste-riormente en Rusia hacia 1899 y continuar desde 1905 a los tiempos de la guerra de 1914. Supona que las autoridades centrales eran impotentes para dominar sucesivas revueltas si stas abundaban, sobre todo en el campo. El ejemplo de las luchas meji-canas agrarias en tiempos de los hermanos Flores Magn prevaleci en la mente de Kropotkin sobre el ejemplo de Pars, donde a pesar del volumen al-

    canzado en alguna poca por el sindicalismo no hubo verdaderas insurrecciones colectivas despus de la Comuna. Crea Kropotkin que el comunismo anar-quista no puede desarrollarse al principio sino al fin del perodo revolucionario. Preconiz, pues, la lucha permanente en este perodo para impedir cual-quier cristalizacin gubernamental y el empleo de la mayor descentralizacin de la actividad revolucio-naria.

    Malatesta haba vivido alrededor de 1870 la efer-vescencia social y poh'tica de Italia y vio tambin desencadenndose el fascismo, contemplando, ade-ms, las desorientaciones de buen nmero de socia-listas, sindicalistas y libertarios, o tenidos por tales. Vio esto ltimo desde 1917 a la fecha de su muerte en 1932. Comparti las esperanzas de Bakunin a quien iba a acompaar cuando este ltimo, en el verano de 1873, preparaba un viaje a Barcelona. Fu al campo como rebelde cuando se prepar la insurrec-cin general en 1874 y la de propaganda de 1877. Pero Malatesta era el primero en creer que parale-lamente a tentativas semejantes poco apoyadas, en verdad, por los elementos populares ni por los anarquistas era necesario crear un ambiente ms propicio a la propaganda, medante la mayor am-plitud de posibilidades en favor de esta misma propaganda. La amplitud poda hallarse en una Repblica capaz de gravitar menos, capaz de ser menos conservadora y menos estable que la realeza. Estaba dispuesto a cooperar contra la monarqua unido a socialistas autoritarios y aun unido a repu-blicanos. Esto resulta efectivo y documentado desde 1891, cuando se hubiera unido para el mismo obje-tivo y no para otro incluso con los blanquistas. En 1890-91, en tiempo del Congreso de Capolago, Ma-latesta y sus camaradas, con un grupo de socialistas revolucionarios, se unieron temporalmente tambin. Y en 1899 lanz su llamamiento desde Londres contro la monarchia. En 1913-14, cuando preparaba la insurreccin general italiana, trat de hacer entrar en su juego a republicanos, socialistas y sindicalistas, no sin xito, aunque efmero, como qued demostra-do con la semana roja (setrimana rossa) en junio de 1914, etc. No cedi en sus convicciones libertarias, aunque crey posible la colaboracin leal, no con jefes sino con militantes populares de las agrupacio-nes autoritarias, poniendo como nica condicin: autonoma y recursos sociales para los anarquistas despus del triunfo. Es decir, medios de propa-ganda, de experimentacin, de vida, tanto individual como colectiva en agrupacin libre y sin que se in-terpongan obstculos por parte del resto de los altados.

    Aqu es donde reside el punto neurlgico del problema. Yo, que comparto tal opinin, he pedido den veces que se me contestara al respecto y rogu tambin a los camaradas que dialogan con los socia-listas que obtuvieran de stos una satisfaccin. En vano fu siempre, tal vez por que la no respuesta equivale a una respuesta negativa. Es evidente

  • L A R E V I S T A B L N C A 323

    que si no hay convivencia entre socialistas tampoco la hay entre comunistas, puesto que stos acallan a fortiori la voz de cualquier disidente y lo confinan al extremo del inmenso territorio sovitico. Tambin es evidente que no hay respuesta para el sectario socialista totalista que no puede concebir a un camarada lejos de la correspondiente capilla personal, como el Khalif Omar no poda comprender la uti-lidad de un libro comparado con el Corn. Es com-pletamente intil dirigir la pregunta a los jefes, grandes o chicos, incapaces de comprender que haya vitalidad socialista ms que siguindoles los pasos. Pero hay un nmero considerable de seres modestos, hay jvenes capaces de contestar. Los que toleraron las deportaciones y Casas Viejas, pero han sufrido tanto en la represin Asturias, pueden tener pala-bras francas, verdaderamente humanas que con-testar, si as lo creen conveniente, como tambin pueden contestar muchos otros socialistas de buena f de otros pases que saben por experiencia a que estragos conduce el totalismo fascista o racista, que ven a sus jefes unidos con los comunistas en algn pas Francia, por ejemplo cuando los cama-radas de esos jefes socialistas en Rusia son proscri-tos por el bolchevismo gobernante.

    Entre el concepto libertario y el autoritario se in-terpuso desde 1894 aproximadamente lo que se llam sindicalismo revolucionario, que es un punto d vista totalitario ya en boga durante los aos de h Internacional en Blgica, en Suiza y sobre todo en Espaa, hasta que las ideas adquirieron altura en este ltimo pas en los aos de Acracia y de E Pro' ductor (1886-1893). El concepto afecto al sindicalis-mo fu considerado al principio como la anarqua misma; como modalidad realizadora del anarquismo colectivista en 1870 (Congreso de Barcelona). Este exclusivismo produjo al fin la protesta del anarquis-mo comunista (grupo de Gracia, Martn Borras...) y un renuevo de colectivismo (Pellicer Paraire) hasta el anarquismo sin adjetivos (Tarrida del Mr-mol, Juan Mbntseny). Al propio tiempo se hizo en Francia de nuevo el descubrimiento del viejo colectivismo exclusivista, estando muy en boga el sindicalismo revolucionario, sobre todo desde 1894 a 1906. Despus decreci en Francia y creci en Espaa, en Sueda, en Holanda y despus de la guerra en Alemania tambin. Nada fu tan fcil como hacer esquemas sindicalistas y cuadros de las mutuas relaciones mundiales, constituyndose algo tan complicado como una mquina de relojera, pero construida y manjada'por el relojero dictador excluyndose la intervencin humana, exceptuando los pequeos trabajos de montaje, estrictamente definidos por anticipado. Encerrar a la humanidad en una mquina es na de las utopas ms crueles, un totalismo insoportable y adems irrcalirable como el resto de conceptos totalitarios. Sera la tumba de todo socialismo, el sepulcro de toda aspiracin hu-mana individual. Si es conveniente en la lucha obre-ra actual la coalicin, no es tal conveniencia ccuno

    una razn para que la formacin semimilitar que re-presenta sea eterna sacrificando framente el senti-miento, la libertad, el pozo de la vida socialista y libertaria. Aquella mecanizacin fu rebajamiento y empobrecimiento, quedando disminuida propor-cionalmente la actuacin del socialismo libertario y confundindose a veces con el anarquismo la ad-hesin a un organismo de actividades organiza-cin, administracin, lucha de inevitable tipo au-toritario, soberbio y malsano, mientras se ostentaba una pretendida superioridad sobre el concepto que solamente es ideolgico... [Y cuntas se demostr la impotencia de los cuadros flamantes, ante las rea-lidades y ante los problemas vivos a pesar de ser impecables en el papel I Un reloj no puede utili-zarse como martillo, ni sirve partido en dos porcio-nes, ni puede concebirse una lucha de cien manos para ver quien era el batallador ms capaz de dar cuerda al reloj, hacer que los rodajes se movieran con mayor velocidad, etc. Convendra dejar al sindi-calismo su tarea de atender a las cuestiones actuales de trabajo no haciendo de l herramienta universal ni panacea del tiempo venidero para abandonar toda preocupacin propia de las ideas socialistas y anrquicas. Si ho se quiere pensar en ellas no hay ms que apartarlas de la mente abandonndose a la deriva sobre las olas del sindicalismo.

    Juego peligroso este, ya que a mayor nmero de adherentes a los sindicatos ha correspondido pro-porcionalmente la represin fascista ms fuerte con-tra los enormes aparatos sindicales. El fascismo los absorbe, acapara y engulle. La mecanizacin favorece esta maniobra porque ofrece cuanto ms extremada es y ms cerrada menor resistencia a los embates del exterior. Tan slo individualidades de mente clara y sentimientos capaces de querer y obrar pueden resistir contra la presin enorme de la reaccin actual. Cuanto ms a salvo se cree el hombre en su organizacin, ms fcilmente se hunde todo, ca-yendo l en completa esclavitud.

    A base de las consideraciones precedentes he tra-tado de estudiar el problema contenido en esta pre-gunta. Cul ha de ser la misin de los anarquistas en el perodo revolucionario? En el sentido clsico del concepto revoludonario propiamente dicho, poco horizonte favorable rebelde se advierte en el mu^do si prescindimos de uno de los pases ms dotados en tal sentidos Espaa. No lejos se advierten fer-mentos reaccionarios. Los intereses antipopulares se atienden, y los populares no. Estn los pueblos ms aislados que nunca y se conocen poco. Los anarquistas viven tambin aislados. En quince aos no supieron establecer ni siquiera una cohesin in-ternacional nominal, habiendo absorbido esta fun-dn el sindicalismo neutro, como si la anarqua hubiera abdicado definitivamente. Aunque despus de todo, lo que* acabo de afirmar poco pesa en la balanza, Lo peor es que se nota en los distintos pases. Sin dejar de tener en cuenta b que pasa n todos es tan poco lo que se ve que inevitable-

  • 324 V I 5 T B N

    mente se considera el primer lugar fatalmente ex' elusivo de Espaa.

    No puedo menos de repetir que la lucha est hoy entablada entre el progreso y la ms audaz reaccin, empeada sta en contener el avance de la solidari' zacin e individualizacin de los hombres, su li-bertad social e intelectual, bases nicas de progreso moral por desarrollo de facultades que favorecen una vida social libre y digna. Est seriamente ame-nazado el progreso y el que lo ame tiene que defen-derlo por todos los medios, incluso los ms costosos. Los anarquistas tienen su sitio en la avanzada y afirmar que las cuestiones econmicas puestas hace tanto tiempo en primer plano deben ceder en la si-tuacin presente, A los que exigen argumentos ma-teriales persuasivos podemos contestarles que con-centrada y absorbida por entero su atencin en cues-tiones econmicas gastan y atomizan sus fuerzas; que empleando stas en propagar la libertad, la misma causa econmica que les preocupa se ver favorecida poco despus cuando ganada la libertad y consolidada afirmativamente dejen de existir los obstculos y prohibiciones de hoy. El adversario de lis reivindicaciones humanas quiere sobre todo ver frente a l movimientos de grandes masas concen-tradas y excitadas por cuestiones de poca monta; quiere que la muchedumbre se rompa los dientes, que pierda el tiempo y la paciencia en pequeos asuntos. Ya en tiempo de la Internacional haba ca-maradas deseosos de ver multiplicarse y consolidarse las secciones. Aquellos mismos camaradas se des-esperaron cuando unas cuantas huelgas absorbieron la atencin y los fondos de la colectividad, quedando bloqueado el progreso general de la Internacional. Haya, pues, una tregua, djense a un lado las pe-queas cuestiones transitorias. Tregua tambin so-bre las cuestiones de organizacin y sobre persona-lismos. Son estos temas de futuro histrico nada propios para ventilarse cuando el enemigo est en el umbral de nuestra casa.

    Cese tambin el resabio de disminuir las ideas o atenuarlas por motivos de supuesta conveniencia prctica. Estamos en momentos propicios para pro-fesar con gallarda las ideas precisamente en su for-ma ms atractiva, la que produjo solvencia y crdito pata esas mismas ideas porque stas supieron tener merecimientos. Un anarquista que suscita la cuestin de tomar parte en las elecciones rebasa las ideas y las hace tener en desconsideracin. Vota l por tal o cual motivo? Slo l ser responsable del acto y por cierto que no tendr polica de partido que le siga los pasos y le espe cuando vaya a depositar la papeleta. Pero no tiene derecho a insultar la idea que dice profesar preconizando estas miserias como cuestiones de tctica y redutando adeptos en favor de estas tremendas desviaciones... Y cese tambin toda aproximacin a los comunistas que son los ba-cilos de la dictadura. De la sovitica y de las que sigan.

    El objetivo verdaderamente nico | la tarea es

    enorme I para el perodo revolucionario tendra que ser, como pensaron y dijeron Bakunin, Kropot-kin y Malatesta, disminuir la autoridad efectiva residente en los ncleos dirigentes as como caba tambin disminuir la autoridad inveterada dispersa, muy efectiva tambin, esa autoridad que est en el espritu de los hombres que nos rodean ignorando ellos cmo se puede vivir sin directivas procedentes de una regin superior. Sobre esto tiene tanto terre-no baldo la propaganda educativa inteligente prc-tica y cuidada, que tal vez pueda influir en un im-portante sector humano. En realidad todos nosotros somos de una manera o de otra vctimas de la au-toridad. Aquella saludable influencia educativa po-dra contribuir a establecer autonomas, ampliada la solidaridad por la federacin. Estos esfuerzos en favor de ganar un terreno nuevo me parecen ms importantes que concluir alianzas precarias con los socialistas, los cuales se unen con los comunistas, respaldados stos por el Estado ruso, incapaz de que-rer la emancipacin de ningn pueblo ruso ni de otro cualquiera.

    Librmonos de los autores de programas. El pro-grama puede ser motivo de satisfaccin personal para su autor, aunque los vecinos prximos murmu-ran y contradicen y nada dice el programa a una colectividad densa. Suscitar las ideas: he aqu nues-tra ms necesaria y urgente labor. Si comprenden los hombres que son vctimas no slo materialmente, sino tambin intelectual y moralmente, si quieren emanciparse sin convertirse en explotados, ya son de los nuestros y no importa lo que en detalle pien-sen puesto que nuestro propsito no es atiborrar sus cerebros de doctrina ni queremos uniformar tales seres pensantes. Si nuestra propaganda no produce anarquistas producir elementos liberales, radicales en sentido social, tolstoianos, humanitarios, enemigos de las teoras monopolizadoras y totali-tarias. Se trata de plantar cara a los hombres me-canizados, fanatizados, uniformados, brutalizados; se trata de resistir a la masa petrificada, no desarro-llada, galvanizada contra nosotros por la reaccin.

    No creo que nunca pueda yo expresarme en sen-tido distinto. Estimo que los anarquistas represen-tan ms integralmente el progreso y pienso con mo-tivo de su idealidad que nohleza obliga. Estamos en la hora precisa para defender la buena causa. No puede surgir ninguna excusa por la preponderancia de las sugestiones de carcter econmico ni por me-nudos detalles. Es digno ayudar a los hombres a ser dignos, a fundar la Ubertad, a crear autonomas impregnables, a cimentar la solidaridad valindose de la federacin con dimensiones y modalidades li-bremente acordadas. La btiena causa ganar ms cada da su derecho de ciudadana. Aqu o all, en ms o menos extensin, podr decirse de este mundo desventurado que han podido elevarse los jalones de la felicidad futura.

    X. X. X. (Trad. de F. Al?.)

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    GALERA DE HOMBRES CELEBRES RAFAEL DE URBINO

    AKAEL Santi, que as se llamaba el msigne pintor, naci en Urbino por los aos 1483. Era entonces Urbino un centro artstico e intelectual que sin duda influy en Rafael para ser lo que fu. Su padre fu pintor y

    poeta, y bien visto por los artistas e mtelectuales de aquella poca; el hijo tena que recoger la bene-ficiosa influencia que debiera necesariamente ejercer el ambiente que le rodeaba.

    El joven Rafael march de triunfo en triunfo du-rante su efmera existencia, pues muri a los 37 aos de edad cuando el talento y el arte en un hombre estn aiin en sus comienzos.

    La mayora, por no decir todos sus lienzos, ver-san sobre asuntos religiosos. El Vaticano, el palacio Farnesio, el palacio Chigi. Cuadros mitolgicos; la vida de Cristo y de infinidad de santos; los Hc' chos de los Apstoles; los Planetas, mosaicos, tapices, toda una riqueza de arte. El cuadro. El sueo del ca-ballero, que existe en la Galera Nacional en Lon-dres, es un cuadro lleno de frescura deliciosa y que prometa ya muchsimo. Es uno de sus primeros cuadros.

    Los tutores de Rafael, comprendiendo que un ta-lento artstico como el del joven necesitaba otro am-biente que el que respiraba en Urbino, convinieron en que ingresara en el taller de un maestro clebre, Pedro Perugino. fundador de la escuela de Perusa. All Rafael pint varias Vrgenes, pero en La pre-sentacin en el templo, palpita entero todo el arte de Rafael, su poesa, su culto de la forma. Pero no era aquello lo que deba ejecutar su genio.

    En manos de Leonardo de Vinci y de Miguel ngel haba sufrido el arte una revolucin profunda y al ver Rafael los lienzos de aquellos clebres artis-tas, comprendi que descubra un nuevo mundo. Acababa de salvar el arte el crculo de hierro que le haba trazado el pensamiento sacerdotal de la Edad Media. Desde entonces Rafael buscaba en la naturaleza la verdad de las formas y en el fondo del corazn el sentimiento. Aspiraba a unir el na-turalismo con el idealismo, dice Pi y Margall en un admirable artculo hablando del cuadro La Perla, de Rafael. Desde aquel momento el arte de Rafael vari completamente. Con gran espritu de asimila-cin estudi el arte de los dos colosos, Vinci y Mi-guel ngel y cambi radicalmente su estilo. Fu tal la fuerza de creacin del gran artista que eclips a todos sus rivales. En el Vaticano pint todas las grandes escenas de la Biblia, los das de la Crea-cin, la cada de Adn, la rivalidad de Can y Abel, h corrupcin de las primeras generaciones, el dilu-

    r

    vio, los hechos de los patriarcas, las terribles crisis del pueblo de Israel, etc.. etc.

    Puesto ya en la carrera vertiginosa del arte, pint asuntos mitolgicos y asuntos de! natural como el incendio del Borgo. Los crticos moralistas le atacan porque pint algunas Vrgenes con el rostro de su querida la Fornarina. Todos los pintores hacen lo tnismo; el tipo c]U ms les sed'Uce, aquel es el modelo. Y si no, que miren los cuadros de Romero de Torres : de todas las mujeres all pintadas hay una que est en todos ellos. Qu de extrao era que Rafael pintara sus Vrgenes con el rostro de la mu-jer amada?

    Es imposible hablar de la labor formidable de Ra-fael hecha en tan pocos aos. Abarc todas las es-cuelas pictricas de aquella poca : la perugma, la florentina, la veneciana, la romana y por ltimo es-tudi tambin el arte de Atenas. Sus reproducciones mitolgicas, de .asuntos verdaderamente atrevidos, dado el misticismo de la poca, prueban que para los maestros no exista la estrechez de miras que aplastaba a los que no eran maestros.

    Quin se atreva con Leonardo de Vinci? Quin con Miguel ngel? ltimamente, tampoco pudieron, ni siquiera los papas, atreverse con el divino Rafael de Urbino. EraY potencias tan fuertes como los poderosos de la tierra.

    SOLEDAD GUSTAVO

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    Tipo espaoles ^ |.us | . p e z A l l u , herbolario del Somontano

    NTRE los escritores peninsulares destacados que emplearon el castellano, hay cuatro casos in' teresantes de apego al terruo, y no precisamente como habi' litacin del terruo para tor-

    neos polticos. A fines del siglo anterior y principios del actual, Madrid era una sima de caudales y plumas, pero Jos Mara de Pereda no se movi de Cantabria, Gonzlez Anaya qued en la Andaluca mediterrnea, Gabriel y Galn en las dehesas del lejano Oeste, Luis Lpez Allu en las colinas del Somontano aragons.

    Los cenculos literarios madrileos vieron aparecer y brillar a Eusebio Blasco, a Luis Royo Villanova y a Mariano de Cavia, por no citar ms que tres aragoneses de vena periodstica amigos del humor. Estos tres in-

    fenios se adentraron por la venta destarta-ida que es la Repblica literaria unitaria y espaolista. Los provincianos de la Puerta del Sol conservan sta abierta para recibir de manera acogedora al primero que llega, escriba con las manos o con los pies. Lejos de la resignada bullanga madrilea qued Lpez AUu en los tozales del Somontano. Tal vez senta el vrtigo de Madrid, pero lo resisti. Por comodidad, por abulia? No. En el fondo se pareca Lpez Allu a aquel refinado amador descrito por Rene Bazin. Tambin Lpez Allu apeteca pocas cosas y las pocas cosas que apeteca las apeteca poco.

    Era tan despegado de Madrid como indo-lente en su tierra natal. De la tierra natal se dice que es desabrida. Nadie deja de repetir la chabacanera de que no se es nada ni se llega a nada en el solar nativo. Los acumu' ladores de tpicos estn siempre somo doli' dos, y ms que dolidos, resentidos porque no se le reconoce mrito en la comarca o pueblo que les vio nacer, crecer, emigrar, nadar y guardar la ropa. Casi siempre resulta que el uustre resentido se apart de sus paisanos corriendo tras la nmina, la intriga cortesana, el tapadillo poltico, la boda de ventaja o el negocio. Hay gesticulantes que viven en M-jico por propia voluntad y no dejin de llorar pensando con idolatra en su patria chica de Celtiberia despus de abandonar el territorio celtbero porque les dio la gana. De estas querencias bovinas se hace el regionalismo y se rehace el patriotismo totalitario.

    Luis Lpez Allu tena a su terruo la simpata suficiente para encontrarse bien en l tal como el terruo era y tal como tambin era Lpez Allu, sin alterar el nivel indolente de la vida de relacin, sin variar las peque-eces no siempre convencionales de la amis-tad, sin alterar tampoco la asiduidad vecinal ni la cordialidad dispersa que no lleva en volandas pero es ms reconfortante para los entendimientos claros y matizados que cual-quier apoteosis.

    El Somontano es como un prlogo del Pi-rineo. Tierra pobre, trabajada penosamente entre fro de cierzo y lentitud de cuadrante primaveral tan spero en heladas tardanas que destruyen los sembrados de manera ful-minante, no dejando granar las espigas cuan-do las pobres quieren empinarse con bro in-cipiente y ausencia desoladora de rebrigo.

    Pero en el mapa pobre del Somontano hay de vez en cuando unos oasis verdine-gros: mata baja, arbustos, plantas forestales, zonas de oliverio. Las vias tienen un verde ms alegre, pero tanto en unos oasis como en otros, la sobriedad parece de rigor, y sin saber cmo ni por qu, est proscrita en absoluto la escenografa.

    Estas pequeas Arcadias parciales parece que quitan la sed slo con verlas. Y cuando ya se cruz el rincn verde, chico a veces como un cado, vuelve la sed a nuestros labios de caminantes. Es entonces cuando se nos ocurre pensar en el sediento rgimen patri-monial de la comarca, rgimen todava de mayorazgo incluso entre parentela pobre. En la mocedad de Luis Lpez Allu, si qualquicr familia del Somontano tena cuatro hijos y reparta las tierras de cultivo entre los cuatro, ninguno poda vivir, por lo que se quedaba el heredero con todos los campos. Cada ajuste o contrato matrimonial era una disputa casi cruenta, porque cada contrayente era un liti-gante y a veces se deshaaa una boda por tres o cuatro kilos de lana prometida de ms o de menos.

    No hubiera sido mejor que los bdolentes patriarcales, las masas labradoras, se hubiera abstenido de multiplicar el censo de segun-dones? Unindose labradoras y labradores como hijos nicos a base de apoyo mutuo y trabajo familiar en comn con suelo suficien-te, el Somontano hubiera podido ser un pas de produccin cooperadora sin asalariados ni

  • B N 327

    burgueses. Al quedar desplazados los segn' dones, tenan que rendirse al salario que les regateaban sus propios familiares. Hasta 1914 el salario fu en Aragn la ruina de quien lo cobraba y en adelante la ruina de quien lo cobraba y de quien lo pagaba. Entindase esta afirmacin referida a los medios rurales. La indolencia del Somontano sigui aos y aos desde la juventud de^ Lpez Allu 1900 aferrada a la tradicin de mayorazgo y penuria, que se agrav con la filoxera, que-dando despoblada la comarca casi por com-pleto.

    Paralelamente a los salarios mezquinos, con pan duro para comer menos y vino cido para detestarlo pan sequ y vino agri aguantan la casa en pie, se dice en el So-montano emigraron algunos jvenes: los sin tierra y los segundones, excepcionalmente algn heredero ambicioso o algn segundn de casa grande pOr afn de tener carrera ms que con afn de saber, con ganas de ser es-tudiante ms que de ser estudioso. Entre los emigrantes pobres, pocos pudieron pasar de peones en la ciudacf o en carreteras, ca-minos y minas. Parecan indolentes de naci-miento en iniciativas y control directo. Iban al cuartel siendo estrechos de pecho. De la ciudad apenas devolvan a la aldea ms que chistes de cuadra cuartelera, no chistes de manceba. El Somontano es casto y ajeno a toda novelera sexual.

    La indolencia fatalista del Somontano era la misma indolencia de Lpez Allu, si bien ste conservaba la soltera recalcitrante y li-bre, no precisamente indolente, como era in-dolente el amor de los somontaneros. Nada tena de hurao el gran novelista, pero como prueba de actividad huraa figuraba, ms que nada conio pariente hurao o amigo . particular tambin hurao de los caciques, en el liberalismo de partido. Le daba igual que mandaran los liberales o que mandaran los conservadores. En periodismo fu mi primer padrino, y me public a toda plana cuentos anarquistas cuando diriga l un diario pro-vincial y filisteo hace veinticinco aos.

    ^No soy nada ms que lector deca. Sin embargo, apareci un da a mis ojos

    de crtico titulando el abominable cargo de juez.

    Soy juez me dijo, pero de paz, y ser pacifista es una eximente.

    Cmo? Puede haber un juez de paz? Cuando pleitean dos espaoles, son ms

    amigos que nunca, porque les molesta no tratarse. Y como yo lo s, descubro en pocos minutos el mvil oculto de los litigantes: acabar bebiendo juntos. Ya es bastante que sea yo amigable componedor completamente

    en seco, sin beber. En mi juzgado no se es-cribe nada ni se invoca ninguna ley... Lo que se invoca es la soberbia de los litigantes y... pleito concluido, porque se deja a salvo el amor propio.

    Pero a veces habr que ejecutar a algn deudor moroso.

    Nunca. jQu atrocidad! El acreedor que tiene un pagar vencido, sabe que pierde el tiempo y los estribos acudiendo a mi Juz-gado.

    No me convencan aquellas razones, y soS' tena mi brazo sin torcer.

    Y si apelan los litigantes? pregunt. Apelo yo antes a esa categora espa-

    ola que se llama hidalgua y que al fin y al cabo no es ms que tozudez. No hay quien deje de aceptar una transaccin propuesta por el juez siempre que empiece ste por apearse del cargo. En vez de excitar la tozu-dez de los espaoles, que es peligrosa como la de un toro, muchas veces manso, lo que hay que excitar inopinadamente y sin previo aviso, es su generosidad. Aunque no sean generosos los espaoles, cuando se maneja la cuerda sensible echan la casa por la ven-tana y no slo perdonan las ofensas, sino que se entregan al placer de reicindir en las ofensas por el placer de perdonarlas apa-ratosamente y volver a empezar... Los liti-gantes me confan sus cuitas por completo y desaparece la tensin entre ellos. Yo, enton-ces, condeno al acreedor aprovechando el momento sentimental. Lo condeno a no co-brar. Soy el juez Maynaud de Huesca y estoy en el centro de la balanza. Los pleitos des-aparecen en el perodo de incubacin.

    Eso es un procedimiento de arbitraje. Efectivamente. Algunos revolucionarios

    franceses de 1789 soaban con que la justi-cia fuera eso: arbitraje gratuito.

    S, pero cuando estaban borrachos de poder y autoridad, no practicaban el arbitraje, sino la dictadura. Ellos incubaron la contra-ofensiva de los moderados rabiosos y despus el absolutismo no menos rabioso de Napo-len.

    El novelista Lpez Allu me dio la razn. Al poco tiempo le encontr en su casa l-brega y descascarillada rodeado de arquime-sas, cuadros, tapices, tallas, quinqu, choco-lateras, reposteros, azulejos, sillones de cuero, jarras de Bautizo, hierros forjados y velones,

    Soy anticuario, amigo mo me dijo. Negociante? S, Voy por los pueblos y me gano to

    que pueda PEUPE ALIZ

    {Continuar}

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    ACTUALIDAD ^ Los anarquistas y ios probiemas de ia revolucin

    UANDO oponemos nuestras reservas a la elaboracin de programas ms o menos futuristas relacionados con la estructtira de la sociedad que ha de substituir al sistema capitalista-estatal, no menospreciamos el estu-

    dio de los hondos problemas polticos, morales y econmicos que entraa dicha transformacin. Les concedemos toda su importancia, y nuestra crtica se encamina a evitar la sistematizacin de progra-mas, su unitcralidad, que habra de ser altamente perniciosa, tanto ms cuanto mayores fueran sus pre-tensiones totalitarias, para el mismo desarrollo de la revolucin social.

    La libertad sin base econmica asegurada, aun cuando la revolucin triunfara en el golpe de fu^-za inicial, hijo del impulso popular colectivo en momento psicolgico dado, que excluye toda deter-minacin previa si bien puede ser abonado por una preparacin inteligente en todos los rdenes, pere-cera, y el hecho revolucionario correra el riesgo de convertirse en reaccin. Pero este peligro, y no me-nor en importancia, lo correra igualmente la revo-lucin si careciera de base moral libertaria, y es lo que nos interesa tamlrin hacer observar por la trascendencia que tiene con relacin al desarrollo futuro de nuestras ideas y del mismo desenvolvi-miento humano, intelectual y moral, que no puede estar subordinado nicamente al hecho econmico.

    Es necesario asegurar a la revolucin social su base econmica y su base tica y poltica. Comunis-mo, ampliamente interpretado, sin exclusivismo que impidan otros ensayos con fines esenciales de libe-racin humana; comunismo y anarqua, repetimos, son la clave. El estudio de los problemas de la revo-lucin, econmicos o del orden que sea, ha de orien-tarse con miras a esas soluciones. Quedarse atrs, es querer prolongar la vida de la iniquidad y de la opresin, con viejos o nuevos nombres, y ello est reido en absoluto con lo medular de la tica anarquista.

    La revolucin social, hecha con miras a asegurar el pan y la libertad a todos y a cada uno de los hombres, as como no puede respetar privilegio al-guno econmico, tampoco puede conservar, aunque sea bajo nuevas formas, la estructuracin estatal, unitaria y centralista siempre. Al Estado no hay que substituirlo con otros rganos parecidos salidos de la revolucin. No todo lo que se destruye se substituye. Lo intil, lo daino no es ntesario ni conveniente substituirlo. Y al Estado, institucin artificiosa, parasitaria con relacin a la sociedad, es una necesidad urgente de la revolucin liberadora

    aniquilarlo, destruir de l hasta sus ltimos vesti-gios.

    Si los sindicatos, abierto el proceso revoluciona-no, si las juntas y comits sindicales tuvieran que asumir el papel de gobiernos y de autoridades sub-alternas, si la revolucin social ya desde el primer momento no rompiera abiertamente con el espritu autoritario, lo mejor del esfuerzo popular liberta-dor quedara malogrado.

    Por eso importa mucho que los anarquistas, y en Espaa cuantos trabajadores conscientemente revo-lucionarios militan en la C. N . T . , aparte aquellas individualidades libres que voluntariamente han de colaborar en toda obra de transformacin social y cuya aportacin no puede ser menospreciada, evi-ten que desde sus propios medios de influencia prenda el espritu autoritario y que una equivocada interpretacin determinativa del hecho revoluciona-rio les arrastre a erigirse en nuevo Poder provisio-rio, imponiendo formas previamente aceptadas de totalismo estructurador del nuevo sistema de con-vivencia social, cuya misma rigidez podra ser mo-tivo de tan cruentas como funestas y suicidas lu-chas fraticidas.

    La estabilidad del nuevo sistema social depende tanto de su base econmica como de su base moral y poltica. Es necesario matar el hambre, pero tam-bin lo es destruir la autoridad. Un pueblo que se conformara voluntariamente a vivir bajo una tira-na opresora con tal de tener asegurada su manu-tencin, sera digno de perecer, lo mismo desde el punto de vista de la dignidad humana que tenien-do en cuenta los elevados fines de la especie. El fomento de la mentalidad libertaria y las iniciativas prcticas en este sentido, la creacin y funcionamen-to de ncleos y de organismos autnomos y federa-listas, la descentralizacin en todos los rdenes de la vida social, econmica, debe ocupar la atencin y actividades de los anarquistas y ha de tener parti-cular preferencia en el estudio de los problemas in-mediatos de la revolucin.

    El peligro de los programas y de ciertos rganos funcionales de la sociedad futura, radica principal-mente en el arraigo que todava tiene la mentalidad autoritaria en gran parte de las masas populares. Y con el buen deseo de articular y de vertebrar el hecho revolucionario importa muchsimo que no sea-mos los anarquistas mismos quienes fomentemos un desvo favorable a una mentalidad Uamada a des-aparecer si se quiere evitar el estancamiento y el fracaso de la revolucin y de la obra de transfor-macin social que ella supone.

    Dentro de unos das la C. N . T . en Espaa, va

  • L A R V 5 T A N 329

    a ocuparse, en su Congreso extraordinario, de los problemas de reconstruccin social y creemos que algunas de las observaciones aqu apuntadas y mu' chas ms se tendrn en cuenta. Lo que dicho Con-greso concrete como concepto confederal del comu' nismo libertario, no podr tener la pretensin de servir de patrn nico. El concepto confederal del comunismo libertario podr ser o no reconocido por parte de todos. Pero que no se aspire a una unani-midad absoluta. Que no se erija en nuevo dogma. Desde ahora ya, que se reconozca el derecho a la discrepancia, lo mismo en puntos esenciales si la hubiese, que en los detalles. Esa discrepancia puede ser un signo de vitalidad. De robustecimiento sus-tancial del comunismo libertario. No ha de ahogarse como si se tratara de ima hereja. Esto creara una corriente de protesta, de descontento; generara la rebelda contra la imposicin rgida de una frmula susceptible de rectificacin y de mejora.

    Los sindicatos, descartado todo organismo poltico de tipo estatal, no son los rganos nicos ni los ms aptos en todos los rdenes para cimentar en ellos el mecanismo estructural de la nueva sociedad. Los sindicatos han de sufrir honda transformacin. En el orden de produccin y de relaciones econmicas, podrn tener su utilidad; pero querer convertirlos en eje de toda la vida social, pretender totalizar sta en ellos, aparte de ser de consecuencias desastrosas para la propia revolucin, estara en desacuerdo con la misma amplia concepcin del comunismo liberta' rio, que sabr aprovechar mucho de los vitales orga-nismos libremente desarrollados aun en la misma so-ciedad de nuestros das, desvinculados en absoluto de ramificaciones e influencias estatales, y sabr crear los que las necesidades de la revolucin y del nuevo sistema social reclamen y exijan, Al concepto confederal del comunismo libertario, aparte de su valor intrnseco como contribucin seria al estudio de los problemas econmicos de la revolucin y de los relacionados con la reconstruccin social, que no debe ser obra nicamente de los congresos, sino que cada sindicato, ncleo revolucionario e individuo consciente habran de realizarlo por propia cuenta, se le habr de considerar como un ensayo orienta-dor en el problema de estructuracin de la sociedad futura en el perodo inmediato de revolucin y de transformacin social, iio como programa nico al que han de ajustarse las directrices de todos los es-fuerzos revolucionarios.

    Para evitar la improvisacin, inevitable hasta cierto punto, no ha de matarse la iniciativa, la libertad de expcrmentacin. La revolucin y la transforma-cin social han de recibir su impulso desde abajo. Haiv de ser semilla vigorosa, esparcida en todas par-tes, que brote de la misma entraa social, dando sus frutos propios, tanto mejores segn sean las condi-ciones del terreno y el ambiente que le den vida. Ncleos autnomos, varios, diversos, concertados libremente, cooperando voluntaria y solidariamente a un fn comn. Esa es la corriente libertaria de la

    revolucin, que los anarquistas estn llamados a des-arrollar desde los sindicatos, desde los ateneos, en los lugares de produccin, en todas las esferas de acti-vidad social e individual. Pero que no se confunda un programa, el concepto confederal del comunis-mo libertario, con un credo ni con un dogma. No estancarse, tener abiertas de par en par las puertas de lo por venir, no limitar voluntariamente el ho-rizonte en una necesidad del desenvolvimiento hu-mano considerado en lnea ascendente y progresiva.

    Estdiense a fondo los problemas reconstructivos de la sociedad. Aprtense iniciativas y soluciones. No se eleve a definitivo lo que no puede tener ms que carcter provisional y lo que el tiempo y los hombres han de cuidar, de confirmar, de sostener, de rectificar o de mejorar. Vertbrese el movimiento social transformador, articlense los esfuerzos revo-lucionarios suscitando convergencias voluntarias, ar-moniosas, que ahorren la dispersin de energas, mas sea todo ello conservando sustancial fidelidad a nues-tra tica libertaria. Hay quien no concibe el socia-lismo sin Estado coercitivo y legislativo. Este socia-lismo, para nosotros nada tiene de comn con la interpretacin recta y verdadera del socialismo. El anarquismo que en la prctica no rompiera con ),i tradicin y con los mtodos autoritarios, podra lla-marse todo lo que quisiera pero en realidad dejara de ser anarquismo.

    En las relaciones individuales y colectivas, en un sistema de comunismo libertario, no puede haber unas normas nicas y ha de aceptarse la diversidad de criterios. Sistema alguno econmico puede llegar a implantarse integralmente. Se impone, pues, un amplio sentido de tolerancia. No autoridad. Liber-tad, pacto voluntario, federacin. Todo de todos y de cada uno. De todos segn su capacidad; a cada uno segn sus necesidades, son las lineas funda-mentales del comunismo libertario. La economa, la estructura social, organizadas y constituidas para satisfacer las necesidades de cada individuo y las de la colectividad han de tener en cuenta esos fun-damentos bsicos.

    Frente a un motor al que hay que poner en mar-cha, a un campo que ha de roturarse, las disquisi-ciones filosficas huelgan. Pero si no brilla la llama de la espiritualidad en los individuos, la dinmica social sufre un colapso, toda la vida de la sociedad resulta hondamente perturbada.

    La economa no ha de secar las fuentes de la idea-lidad. Bien que dejemos para maana ni para el da siguiente de la revolucin, aunque sea sobre clculos ms o menos hipotticos, el estudio de los problemas de transformacin social. Prestemos a los mismos toda la tencin que requieren. El mecanismo social y econmico es complejo: alimentacin, vestimenta, edificacin, transportes, comunicaciones, aguas, mi-nas, industrias electrotcnicas, papel, cueros, madera, industrias textiles, metalurgia, navegacin, combus-tibles, productos qumicos, cultivos, pesca, ganadera, canales de riego, materias primas, recursos naturales,

  • 330 N

    etctera; produccin agrcola e industrial en gene' ral; consumo, distribucin, intercambio de produc-tos ; organizacin del trabajo, jomadas; enseanza, sanidad, asistencia social; problemas de defensa re ' volucionaria son, entre otras, cuestiones importantes de las que la revolucin no puede desentenderse. Es muy conveniente conocerlas a fondo para asegU' rar la marcha del esfuerzo revolucionario. Pero ha de tenerse bien presente siempre que el fin de ste, para los anarquistas, tanto como asegurar a! indivi' do el pan y su independencia econmica, tambin es el de garantizar su libertad e independencia in-

    dividual en un medio social de convivencia comn. Con o sin estudios profundos, con asesoramientos

    y capacidad tcnica mayor o menor, con improvisa-ciones o sin ellas, la revolucin social en Espaa o en otro pas cualquiera se har, cuando Sea, como se pueda y como se sepa, mas el examen a fondo de sus problemas no ser nunca esfuerzo baldo si sabe acompaarse de una buena c intensa prepara-cin de conciencia libertaria, fluido energtico esen-cial sin el cual la revolucin quedara atascada ape-nas se iniciase la marcha.

    GERMINAL ESGLEAS

    Unidadi pero tambin lealtad El ttulo se refiere a la unidad sindical, deseada d parecer por marxistas y anar^

    quistas. Los hombres de la C. N. T. han defendido el criterio de que, paraumr a los

    sitidicatos obreros de Espaa, era preciso antes que no existieran ms que dos centrales obreras x la ya citada y la U. G. T. y que para que esa unidad fuese sencilla y eficaz, convena que los llamados sindicatos autnomos y los que se denominan de oposicin, ingresaran en la central que ms fuese de su gusto.

    Los sindicatos desprendidos de la C. N. T., o sea, los llamados de oposicin, en par' te, han atendido las indicaciones de la C. N. T. ingresando de nuevo en dicho orga-nismo! pero, por lo visto, los llamados autnomos, lo han entendido de otra manera, continuando siendo autnomos con el nombre de C. G. T. U. que deben ser las iniciales de Confederacin General del Trabajo Unitaria, remedo de la francesa que hace poco na dejado ce existir.

    Resulta, segn el llamamiento a los anarquistas que el seor Largo Caballero hito el otro dui, que la C. N. T. ha de unirse, no slo con la U. G. T., sino ade^ ms con la C. G. T. U.

    Y td pretensin, de existir, puede que no sea una maniobra, pero tiene todos los caracteres de ella. Si la C. N. T. volviese sobre sus acuerdos, que no volver, o sobre sus deseos, que tampoco volver, y aceptase la unin sindicd con la U. G. T. y con la C. G. T. U., se encontrara desventajosamente representada en el seno del Comit de unificacin sindicd que pudiera nombrarse para dar objetivo a la unidad.

    Si los socidistas han hecho la unin con los comunistas y se presentan unidos ante el pblico con el nombre de Unificacin Marxista, por que han de presen^ tarse como si fueran dos entidades diferentes individudmente ante la C. N. T.? Slo puede ser con el propsito de tener ms delegados, y, por lo tanto, ms votos en el Comit que podra representar a todas las fuerzas obreras de Espaa.

    Nuestros lectores recordarn que los llamados sindicatos autnomos, se_ sepa-raron de la U. G. T. por opinar de distinta manera sobre el hecho revolucionario ruso. As pues, si ahora opinan de igud forma y por opitvar de igud forma se ha conseguido la unificacin marxista por qu no dar por hecha esa unuiad, antes que se establezca o que se estudie el pacto entre la C. N. T. y la U. G. T.?

    Repetimos que ttu fdta de lgica slo puede ocultar una maniobra: la de atar d sindicdismo no poltico, a los intereses polticos marxistas. Y si as fuese, la unin sindicd no se hara. No se hara porque los hombres de la C. . T. no caeran en el lazo. La unidad sindicd puede hacerse a base de un pacto entre la U. G. T. y la C. N. T., acordado por un nmero igud de representantes y con si solo propsito de efectuar la revmucin socid, mantenieruio cada organismo sus puntos de vista ideolgicos.

    Unidad revolucionaria, s, pero tambin ledtad sindicd.

  • 2 I O JUAN G. DRAPER

    lia; en suma, el desarrollo de las lenguas europeas era el instrumento de su derrota.

    El desarrollo de la literatura polglota de Europa co-existi, por lo tanto, con el descenso del cristianismo papal. La literatura europea era imposible bajo la domina-don catlica. Una unidad religiosa, grande, solemne e im-ponente, haca necesaria la unidad de literatura, que im-plica el uso de Una sola lengua.

    Mientras que la posesin de un idioma universal tan sealadamente aseguraba su poder, el secreto real de gnm parte del influjo de la Iglesia descansaba en la vigilancia

  • 204 JUAN G. DRAPER

    cuando disputaban varios pretendientes un beneficio, des-posea el papa a todos ellos y lo daba a una hechura suya. Con frecuencia los candidatos perdan aos en Roma y mo' ran all, o volvan impresionados profundamente por tanta corrupcin. Alemania sufri ms que otros pases de estas apelaciones y procesos y f)or esto era el pas mejor preparado para recibir la Reforma. Durante los siglos xiii y Xiv hi-cieron los papas esfuerzos gigantescos para la adquisicin del poder. En lugar de recomendar a sus favoritos para los beneficios, los presentaban, im,ponindose. Sxis partidarios italianos deban ser recompensados y nada bastaba a satisfa-cer sus clamores j fu preciso entregarles los pases extranje-ros. Nubes de pretendientes moran en Roma, y el papa en-tonces se arrogaba el derecho a nombrar los beneficios. Al fn, se estableci que tena derecho a disponer de todos los oficios eclesisticos sin distincin, y que el juramento de obediencia que le prestaban los obispos implicaba su sumi-sin poltica y eclesistica. En los pases en que haba go-bierno dualista, se aument de este modo prodigiosamente el jxider espiritual.

    Derechos de todas clases para completar esta centra-lizacin se destruyen sin remordimiento, siendo para ello poderosos auxiliares las rdenes mendicantes. La corte ro-mana se haba apropiado los derechos de los concilios, de las iglesias metropolitanas y nacionales y de los obispx. Incesantemente contrariados stos por los legados, conclu-yeron fxyr perder todo inters en conservar la disciplina de sus dicesis. Incesantementes contrariados los prrocos por frailes mendicantes, quedaron sin autoridad entre sus pro-pios feligreses; su influencia pastoral fu completamente destruida por las indulgencias papales y por las absolu-ciones compradas, y el dinero, mientras tanto, entraba en Roma.

    Necesidades pecunarias obligaron a muchos papas a acudir a p>equeos expedientes, como pedir a un prncipe, obispo o gran maestre que tuviese autos pendientes ante sus tribunales, el regalo de una copa de oro llena de duca-dos. Estas necesidades dieron tambin origen a jubileos. Sixto IV fund colegios completos y vendi las sillas a

    CONFLICTOS ENTRE LA RELIGIN Y LA CIENCIA 209

    mo exclamaba: Si Cristo no liberta a su pueblo de esta mltiple tirana eclesistica, sena ms tolerable la tirana de los turcos. Se vendan entonces los cpelos cardenali-cios, y bajo Len X, los oficios eclesisticos y religiosos se sacaban a pblica subasta. La mxima de la vida era: pri-mero el inters y luego el honor; entre los oficiales no haba uno que quisiese ser honrado en la sombra, o vir-tuoso sin testigos. Las capas de terciopelo violeta y el blanco armio de los cardenales eran la verdadera librea de la maldad.

    La unidad de la Iglesia, y por lo tanto, su poder, re-queran el uso del latn como idioma sagrado. Por esto, Roma haba sostenido su actitud estrictamente europea y estaba en actitud de mantener una relacin internacional. Esto le dio mucho mayor poder que su autoridad espiri-tual; y, por muchas que sean sus pretensiones de haber hecho algo bueno, debe condenrsela, porque con tales elementos en sus manos, que jams volvi a tener ningn sucesor, no hizo mucho ms. Si no hubiesen estado los so-beranos pontfices tan ocupados en conservar sus emolu-mentos y temporalidades en Italia, habran podido hacer progresar al continente entero, como un solo hombre. Sus delegados podan atravesar sin dificultad f)or todas las naciones y comunicar sin tropiezos unos con otros, de Irlanda a Bohemia y de Italia a Escocia. La posesin de un idioma comn les dio la administracin de asuntos in-ternacionales, con aliados inteligentes en todas partes, puesto que hablaban la misma lengua.

    No era injustificado el odio que manifest Roma al renacimiento del griego e introduccin del hebreo, y la alarma con que not la formacin de los idiomas moder-nos, nacidos de los dialectos vulgares. No sin motivo se hizo eco la Facultad de Teologa de Pars del sentimiento que prevaleca en tiempo de Jimnez. Qu vendr a ser de la religin, si se permite el estudio del griego y el hebreo? El predominio del latn era la condicin de su poder, su abandono la medida de su decandencia, su desuso la seal de su limitacin a un pequeo principado de Ita-

  • 2o8 JUAN G. DRAPER

    gera, y un simple pensamiento, no traducido en signo 2guno exterior, era considerado como delito. Andando el tiempo se hizo esta prctica inquisitorial cada vez ms odiosa, y se aplicaba el tormento por la ms ligera sospe-cha. El acusado no poda saber el nombre del denunciador y no se le permita tener abogado. No haba, pues, apela-cin, y se mand a los inquisidores que no se apiadasen y que no aceptasen retractaciones. La inocente familia del acusado era despojada de sus bienes por la confiscacin; la mitad iba al tesoro papal, la otra mitad a los inquisido-res. Tan slo la vida, deca Inocencio III, deba dejarse a los hijos del descredo, y esto, por un acto de misericor-dia. Fu la consecuencia que papas como Nicols III, enri-quecieran a sus familias con los despojos de los desgracia-dos adquiridos por este tribunal, haciendo lo propio los inquisidores.

    La lucha que por la posesin del papado sostuvieron franceses e italianos, condujo inevitablemente al cisma del siglo XIV. Por ms de cuarenta aos, dos papas rivales es-tuvieron anatematizndose mutuamente; dos curias riva-les agobiaban a los pueblos para sacar dinero, y lleg a haber hasta tres obediencias, y triples contribuciones que sacar. Nadie entonces poda garantizar la validez de los sacramentos, puesto que nadie poda estar seguro de quin era el verdadero Papa. Los hombres se vean obligados a pensar por s mismos, y no podan encontrar quin era el legtimo pensador para todos ellos. Empezaron a ver que la Iglesia deba libertarse de la cadena curial y acudir a un concilio general; esto se intent una y otra vez, con la idea de elevar el concilio a parlamento de la cristiandad y hacer del Papa el jefe del poder ejecutivo. Pero los grandes intereses que haban crecido por la corrupcin de las edades, no pudieron derribarse tan fcilmente; la cu-ria recuper su ascendiente, y el comercio eclesistico em-pez de nuevo. Los alemanes, a quienes nunca se haba permitido entrar en la curia, se pusieron a la cabeza de los primeros que intentaron la Reforma. Yendo las cosas de mal en peor, se convencieron ellos tambin de que era imposible reformar la Iglesia por medio de concilios. Eras-

    CONFLICTOS ENTRE LA RELIGIN Y LA CIENCIA 2 0 5

    trescientos o cuatrocientos ducados; Inocencio VIII em-pe la tiara papal. Se dice que Len X haba disipado las rentas de tres papas: las de su antecesor, las suyas y las de su sucesor. Cre y vendi dos mil ciento cincuenta ofi-cios nuevos, que se consideraban muy lucrativos porque producan el doce por ciento, y el inters sala, por supuesto, de los pases catlicos. En ninguna parte mejor que en Ro-ma, donde se realizaban grandes sumas por las ventas de hipotecas y donde no slo se vendan, sino se revendan los oficios, pues se ascenda a las gentes para vender de nuevo sus empleos.

    Aun contra la teora papal, que condenaba la usura, es-tableci) el papa un inmenso sistema de Banco, en relacin con la curia, en el que se prestaba dinero a un inters br-baro a los prelados, a los pretendientes y a los litigantes. Los banqueros del papa tenan privilegio; los dems eran censurados. La curia descubri que le importaba tener deu-dores eclesisticos en toda Europa, pues as eran ms fle-xibles, toda vez que los excomulgaba si no pagaban los intereses. En 1327 se calculaba que la mitad del mundo cristiano estaba excomulgado. Los obispos, por no acceder siempre a las exigencias de los legados, y los particulares por cualquier pretexto, con objeto de obligarlos a comprar la absolucin a precios exorbitantes. Las rentas eclesisticas de toda Europa se vaciaban en Roma, antro de corrupcin. Los papos, desde 1066, cuando empez el gran movimien-to centralizador, no tuvieron tiempo para dedicar su aten-cin a los asuntos interiores de su rebao particular en la ciudad de Roma. Haba millares de asuntos extranjeros y todos producan ms. Dice el obispo Alvaro Pelayo que en cualquier ocasin que entrase en las habitaciones de un dignatario del clero romano, lo encontraba contando dinero, que se ve en ellas a montones. Toda oportunidad que pudiera presentarse a la curia para extender su juris-diccin, era bien recibida. Las exenciones se daban con tal arte, que siempre era necesario renovarlas. A los obispos se les dieron privilegios contra los cabildos catedrales, y a stos contra los obispos; y a los conventos, obispos e indi-viduos contra las extorsiones de los legados.

  • 2o6 JUAN G. DRAPER

    Las dos columnas sobre que descansaba el papado eran el Colegio de Cardenales y la curia. Los cardenales, en 1059, haban llegado a ser electores de los papas. Hasta ese tiempo las elecciones fueron hechas por todo el cuerpo del clero romano, y era necesario el concurso de los magis-trados y de los ciudadanos. Pero Nicols II restringi las elecciones al Colegio de Cardenales; hwo que fuesen necesarios dos tercios de los sufragios, y dio al emperador de Alemania el derecho de confirmacin. Durante dos si-glos lucharon por la supremaca la oligarqua cardenalicia y el absolutismo papal. Los cardenales concedan de buen ^ a d o que el dominio del Papa fuese absoluto en el extran-jero, pero nunca dejaron de explorar su nimo antes de darles su sufragio, con objeto de conseguir de l cierta par-ticipacin en el gobierno. Despus de la eleccin y antes de la consagracin, juraba observar ciertas capitulaciones, tales como repartir las rentas con los cardenales; se obli-gaba a no alejarlos de Roma y a permitirles reunirse dos veces al ao para que discutieran si haba observado sus juramentos que eran quebrantados con gran frecuencia. Por una parte, los cardenales queran tener participacin en el gobierno de la Iglesia y en los emolumentos; y por otra, los papas rehusaban acceder a compartir ni el poder ni las rentas. Los cardenales queran ostentar una pompa y un lujo que les obligaban a gastar enormes sumas. En cierta ocasin, no menos de quinientos beneficios estaban ocupados por uno de ellos, y sus deudos y amigos eran mantenidos y sus familias enriquecidas. Se aseguraba que todos los ingresos de Francia eran insuficientes para cubrir estos gastos; sucedi a veces que, por sus rivalidades, tar-dronse varios aos en elegir Papa, y pareca como que trataban de demostrar que bien poda pasar la Iglesia sin vicario de Cristo.

    Hacia el fin del siglo xi, la Iglesia romana vino a ser la corte romana. En vez del rebao cristiano, que dulce-mente siguiese a su pastor en el santo recinto de la ciu-dad, haba una cancillera de escribientes, notarios y pro-curadores, que negociaban sobre privilegios, dispensas, exenciones, etc.; no se vean ms que pretendientes de

    CONFLICTOS ENTRE LA RELIGIN Y LA CIENCIA 207

    puerta en puerta, y Roma era el punto de cita para los aspirantes de todas las naciones. En vista de la enorme cantidad de autos, procesos, gracias, indulgencias, absolu-ciones, rdenes y decisiones dirigidas a todas partes de Europa y Asia, las funciones de las iglesias locales perdie-ron su importancia. Se necesitaban muchos centenares de personas en la curia, cuyo objeto capital era ascender, para lo cual hacan lo posible para aumentar los ingresos del Papa. Todo el orbe cristiano haba llegado a ser tributa-rio suyo. Todo vestigio de religin haba desaparecido de all; sus miembros estaban ocupados en poltica, liti-gios y procesos, y ni una sola palabra poda escucharse relativa a asuntos espirituales. Cada plumada tena su pre-cio; beneficios, dispensas, licencias, absoluciones, indul-gencias, privilegios, eran comprados y vendidos como mer-cancas; el pretendiente tena que gratificar a todo el mundo, desde el portero al Papa, y si no, perda su de-manda. Para los pobres no haba atencin alguna, ni espe-ranza, y el resultado fu que cada clrigo se crey facul-tado para seguir el ejemplo que haba visto en Roma, y a sacar provecho de su ministerio espiritual y de los sacra-mentos, por haber comprado este derecho en Roma y carecer de otros medios para pagar su deuda. La transfe-rencia de poder de los italianos a los franceses por trasla-cin de la curia a Avin, no produjo cambio; slo cono-cieron los italianos que el enriquecimiento de sus familias se escapaba de sus garras. Haban llegado a considerar al papado como su propia hacienda, siendo el pueblo escogi-do de Dios bajo la ley de Cristo, como bajo la mosaica lo haban sido los judos.

    Al concluir el siglo XIII se descubri un nuevo reino, capaz de producir inmensos ingresos. Este fu el Purga-torio, que se demostr que el Papa poda vaciar por indul-gencias. En esto no haba hipocresa alguna y se haca con el mayor desenfado; el germen original de la primaca apostlica se haba convertido ahora en una monarqua gigantesca.

    La Inquisicin haba hecho irresistible el sistema pa-pal. Toda oposicin era castigada con la muerte en la no-

  • R E V I S T B N 331

    UN CUENTO CADA SEMANA LAS AVENTURAS DE ANASTASIO

    j w NASTASIO era un muchachn de / ^ k nueve aos que cualquiera hubiera ^ ^ dicho al verlo que contaba por lo

    ^Mf^J^^^ menos doce. Tal era su desarrollo m^fyrK\J^ que le comparaban con Sansn y ^ ! ? ^ < ' B l * k - Hrcules. Sus padres, un matrimo-nio bastante rudo que tenan establecida una tahona en un pueblo rural, en donde sus trescientos veci' nos tenan que ir al homo del to Juan, que as se llamaba el padre de Anastasio, forzados por la ne-cesidad de tener que cocer su pan y no haber otro homo en tres leguas a la redonda.

    Anastasio haca varias faenas en su casa. Lo mis-mn hada las gavillas para caldear el horno, que iba a buscar, para traer a la espalda, sacos llenos de cascara de almendra que pesaban de ochenta a noventa kilos, como traa y llevaba a la cabeza ta-blas con catorce y diecisis panes de a cuatro libras cada uno.

    El to Juan y la ta Micaela, que as se llamaba a madre, estaban muy contentos por lo trabajador y forzudo que era Anastasio; pero no tenan un momerito de tranquilidad cuando el muchacho esta-ba en la calle. No pasaba da sin que hubiera seis u ocho quejas por el estilo de estas: que si Anas' tosi haba arrancado la puerta de la casa de Fulano y la haba hecho astillas, que si Anastasio haba volcado el carro de Mengano haciendo escapar a a mua, que si Anastasio por aqu y que si Anasta' sio por aU.

    Una cosa tena Atostasio que amaba la atencin de toda la gente, y era que jams haba pegado a nadie. Al contrario, quera mucho a todos los nios y nias, mediando siempre entre ellos para que no hubiera pendencias. Por esta razn Anastasio siem' pre llevaba tras de l un enjambre de chiquillos que le aplaudan cada vez que haca alguna de sus haZflas. Adems tena otra cualidad: que no ha-ba en todo aquel paraje quien le ganara a montar en pelo lo mismo a caballo que en mulo. En burro, jams quiso Anastasio montar. Deca que el ju' ment slo era propio para que montaran los mo' cosos.

    Un da, despus de volcar el carro de su vecino Alfonso, en vez de hacer a la mua por que escapara como era su costumbre, se mont en ella y la hizo galopar sin rumbo fijo lo mismo por el ano que por la montaa.

    El Alfonso, que se dio cuenta de la maniobra de Anastasio, se puso a gritar como un desesperado, consiguiendo tan slo que todos los vecinos salieran a la calle y fueran corriendo tras la mua, que Anas-tosi la aguijorieaba y corra como una exhalacin. Cidro es que ninguno podio alcarizarle; pero d gri-

    terio todos los habitantes de las casas por donde pa-soba se echaban a la calle e iban formando un cor-don interminable y as no se perdi la pista del intrpido jinete.

    Pero al pobre Anastasio le sobrevino un acciden-te que le pudo costar muy caro, a no ser por su fuerza y valenta. Sucedi que al bajar una alta montaa la mua tropez y fu dando tumbos hasta caer en el fondo de una sima. Sus perseguidores, que eran ya ms de quinientos porque se haban agregado ms de doscientos de otros lugares, al ver caer a Anastasio dieron un grito de espanto. Pero el valiente muchacho tambin les grit desde abajo:

    \'No os asustis, que esto no es nodal \Que no baje nadie, que subo yo en seguida]

    Se dispuso para emprender la ascensin, cuando se vio sorprendido por un sinnmero de fieras que amenazaban con tragrselo. l, sin asustarse, dio un brinco y se agarr a una mata. Mir hada abajo para ver en qu estado se encontraba la mua y vio con asombro que la devoraban las fieras.

    Esa fu su salvacin; pues si las fieras no hubie-ran encontrado con la mua en donde saciar sus ins-tintos, seguramente que el valiente Anastasio hu-biera pasado a mejor vida. Y a pesar de que l se vea capaz de salvarse, vacil; pues se avergonzaba nada ms que de pensar el presentarse arriba sin poder llevar con l a la desgraciada mua.

    Entonces, con una mano asido a la mata, con la otra pretendi arrancar piedras y tirrselas a las fieras. Cuando trias atareado estaba arrancando una piedra, un tigre joven y hermoso como l, dio un resoplido a su espalda, y Anastasio, con mu agili-dad que su temible enemigo, cambi de postura y al mismo tiempo que saltaba de la mata su mano izquierda para agarrarse con la derecha, con la pri-mera di un tirn de la cola del tigre y lo lanZ al fondo del abismo.

    La gente desde arriba se daba cuenta del grave peligro que corra la vida de Anastasio, aunque tw poda ver la trgica escena por la semiobscuridad del profundo hoyo, y el mismo Alfonso, el dueo de. la mua, olvidndose de la bestia para salvar al muchacho, propuso que veinte hombres le prestO' ron sus fajas, y al momento, no veinte, sino todos los hombres que all haba se desliaron sus fajas, y comprendiendo la idea de Alfonso, se pusieron a anudarlas unas con otras, obteniendo en seguida una pieza interminable. El dueo de la mua avis tt Anastasio de que bajaba un extremo de la gran cuerda, y el valiente Zagaln dio otro salto hacia arriba logrando \;ogerse a la punta de la faja y, asi, pronto se encontr entre sus convecinos que aplau^ dan y bailaban de alegra.

  • 332 N

    Poco les dur aquel gozo. Ls fieras, jadeantes, estaban a punto de salir de la sima, y entonces Anastasio, dando un grito de horror, invit a la gente a que le ayudaran a arrojarles piedras. Las fieras huyeron al momento ante aquella espesa IM-via que las aplastaba, y para evitar que volvieran, Anastasio propuso prender fuego a todas las matas que haba en toda la orilla del precipicio. Asi se hizo, emprendiendo despus todos juntos el regreso en direccin del homo del to Juan.

    El padre de Anastasio ya se haba dado cuenta del laberinto que se haba armado en todo el pue' blo, aunque no saba de lo que se trataba, si bien presuma que sera algn disparate de su hijo. Como ya estaba acostumbrado a cosas por el estilo, no era cuestin de dejar que el pan se quemara para ir a ver cmo se rean todos los papanatas del pueblo, que eran ms culpables que nadie ni que nada de las barbaridades de su Zflgal, como l lla-maba a Anastasio.

    Al llegar a la puerta del horno todo aquel gento, la ta Micaela se alarm y llam a su marido para que viera si a su hijo le ocurra alguna desgracia. Sali el to Juan y al ver que su Anastasio estaba vivo y sano le hizo entrar en la casa diciendo a hs dems que se fueran a la porra, que estaba ms que harto de que se divirtieran con su Zflgal, que el que tuviera garuis de diversin que se comprara un mono.

    Una mua es lo que me has de comprar t a m, Juan dijo Alfonso con pausa.

    Una mua? le contest el to Juan con vi' veza , Por qu, chico, por qu? aadi.

    Pues muy sencillo, hombre; porque tu hijo me ha echado la rra a la sima que hay en el coto y se la han comido las fieras.

    Es verdad eso, Z

  • N 333

    Sobre las Juventudes Li Diferentes compaeros han preguntado desde las

    pginas de esta tenaz publicacin lo que son y sig' niean las llamadas Juventudes Libertarias o Anar^ quistas ( I ) .

    Creyendo que los editores de la combativa RE' VISTA BLANCA acogern con benevolencia estas cuar^ tillas y las publicarn, me atrevo a escribirlas y enviarlas.

    La causa u origen de la fundacin de las J. L. es la siguiente: despus de celebrado en junio d 1931 el Congreso Extraordinario de la C. N. T. en Madrid, varios jvenes de esta capital en contacto con otros de otras importantes poblaciones, vieron la necesidad imperiosa y apremiante de preservar a la juventud del morbo reformista apoderado en-tonces de la direccin confederal y con mayora sobre la tendencia anarquista anticolaboracionista.

    Arduamente trabajaron estos jvenes hasta con-seguir que se celebrase en Madrid, en el verano de 1932, el Congreso constitutivo de la F. I. J. L., en el cual se tomaron importantes acuerdos contra el treintismo, propagandas antifascistas, etc., etc.

    Las J. L. adems de contribuir a que la escisin confedera! no fuera tan dolorosa, han contribuido a ensanchar y a evitar que en la F. A. I. ingresen jvenes simplemente simpatizantes, lo cual a nues-tro entender est en contradiccin con los postula-dos anarquistas de la misma y que exige o debe exigir ms calidad que cantidad; as es que res-pecto a esta cuestin las J. L. son la antesala de la F. A. I. y los encargados de desenmascarar a las organizaciones juveniles polticas a fin de que no engaen a los jvenes y para atraerlos al anar-quismo. Y para que los compaeros sepan a qu atenerse copiaremos la carta 'Declaracin de prin-cipios de las J. L.: Con el nombre de Federacin Ibirica de Juventudes Libertarias, se constituye una entidad que tendr por objeto lo siguiente; Agru-par a los jvenes de ambos sexos, sin distincin de razas ni color, que sientan las inquietudes socia-les y el de una superacin que haga del hombre un ser libre, social e individualmente y un igual ante sus semejantes social y econmicamente. Para estos fines esta agrupacin luchar contra la propiedad, el principio de autoridad, el Estado, la poltica y la Religin. Contra la propiedad, porque es una injusticia inhumana que un hombre detente la ri-queza producida por otros hombres, o la tierra que slo a la humanidad pertenece y que es un atribu-to para la sociedad, tan sagrado cotno la vida lo es para el individuo. Porque tiene su origen en un

    (I ) Vase el Consultorio General en el nme-ro 298 de esta Revista.

    violento y criminal despojo del ms fuerte contra el ms dbil, creando la odiosa existencia de los parsitos de la colmena humana que no tienen otra misin social que vivir del trabajo ajeno mediante h explotacin y miseria de los dems.

    Porque crea el Capitalismo, y ste establece la ley del salario que condena al hombre a una per-manente esclavitud econmica y a los vaivenes y consecuencias de su desequilibrada economa.

    Porque es causa de la prostitucin, el ms infa-me y degradante ultraje que la sociedad infiere a la conciencia humana al condenar a la mujer a hacer objeto de mercantilismo las manifestaciones ms puras y de ms elevada sensibilidad humana que atesora el sentimiento tico y moral de los humanos; sus sentimientos de madre y sus amo-res de mujer.

    Contra el principio de autoridad, por suponer ste el relajan.iento de la personalidad humana al someter unos hombres a la voluntad de otros, des-pertando en ellos instintos que le predisponen a la crueldad e indiferencia ante el dolor de un se-mejante, y por ser la autoridad el instrumento que sirve para someter por la violencia al individuo a los intereses de la propiedad.

    Contra el Estado porque corta el libre desenvol-vimiento y normal desarrollo de las actividades ti-cas, filosficas y cientficas de los pueblos, y por ser el fundamento bsico que mantiene el principio de autoridad y defiende la propiedad mediante los cuerpos armados. Polica y Magistratura.

    Porque mantiene el Ejrcito y la Armada cuya mi-sin destructora es inhumana al lanzarnos unos pue-blos contra otros, destrozando los sentimientos de sociabilidad y solidaridad, propios del ser humano para convertirse en medio de dominacin de los pueblos fuertes contra los ms dbiles. Contra la poltica, porque presupone la anulacin de la in-dividualidad al entregar la voluntad propia a otra extraa, desvirta los intereses colectivos por una falsa mayora parlamentaria, y es el sistema para legalizar los intereses de la propiedad y las leyes para el cuidado y defensa del Estado.

    Contra todas las religiones, porque atentan el li-bre pensamiento del hombre, crendole una jerar-qua moral que le predispone a admitir sin protes-ta toda tirana y desvirtan las relaciones sociales por el terror y fanatismo, negador de la razn y el progreso cientfico.

    El esfuerzo de esta agrupacin tender a crear en los jvenes una conviccin libertaria a fin de prepararles individualmente para luchar contra to-das las formas autoritarias, tanto en el terreno sin-dical como en el ideolgico, para la consecucin de

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    u i medio social libertario en el que las funciones y actividades del individuo para la produccin no estn sujetas a ninguna tirana econmica, sino a sus posibilidades profesionales, asegurndose la igualdad econmica mediante la libre cooperacin y apoyo mutuo, y en sus relaciones a la libre afinidad sin otra ley que la solidaridad y el amor; llevando al nimo del pueblo en general y particularmente de sus componentes la conviccin de que mientras la igualdad econmica no sea un hecho, no ser posible la verdadera igualdad entre los hombres y que la igualdad econmica no ser tampoco posible mientras existan la propiedad y el Estado; y que, por lo tanto, la propiedad debe ser comn para el mejor aprovechamiento de los esfuerzos; sin otra traba entre el individuo y la comunidad que la ne-

    cesidad de cohesionar los esfuerzos para mantener la produccin industrial, y de las comunas en-tre s para las relaciones de intercambio y transpor-te, y en el orden material y en el orden moral por la afinidad entre los individuos y la solidaridad entre las comunas.

    Para lograr estos fines se realizar una activa propaganda por medio de charlas, conferenaas, m-tines, peridicos, folletos y cuantos medios haya a nuestro alcance.

    Por nuestra parte, no queremos decir ni podramos exponer mejor la misin asignada a las J. L. en la oDecIaracin aprobada en su primer Congreso, que es todo un bello programa y que el camarada lector debe meditar concienzudamente.

    U N JOVEN

    I . E X : D : LA REVOLUCIN DE OCTUBRE

    r""T"--"' u. H.P. QUINCE D AS DE COMUNISMO

    UBERTARIO EN ASTURIAS por Solano Palacio

    Tercera edicin, ampliada y corregida, con nuevos grabados

    3 pesetas ejemplar. De venta en todos los quioscos y libreras y en aj^dminis-tracin de LA REVISTA BLANCA, Escornalbou, 37, Barcelona

    DE UNOS A OTROS Contestacin a la pregunta: Sabis dnde se

    haa a la venta la leguminosa Haba^Soja'? Cultivo para dicha legumbre. Aplicacin que tiene la misma como aUtttento humano y alimento animal. Tierras apropiadas para su cultivo. Trigueros.

    La pregunta del compaero Trigueros, erKierra tres aspectos que, a excepcin de la primera parte, no se pueden contestar en pocas neos, sino que necesitamos hilvanar una docena de cuartillas, para darle cumpUda satisfaccin que servir de ilus' tracin cuantos lectores les interese el asunto

    y con la hospitalidad de LA REVISTA BLANCA, me

    permito hacerlo en dos artculos, comprendiendo: Primero, Cultivo de la Soja, 51 segundo. Aplicacio-nes alimenticias e industriales de la Soja.

    El HabO'Soja, puede adquirirse en Carlet {Valen' da), dirigindose al que suscribe, a o. pesetas kilo, ms los gastos de transporte. Enrique Llobregat.

    El compaero Oboe httr el favor de pasarse por esta Administracin, pues al manuscrito de su novt' Uta le falta alguna pgina 1 final.

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