las dos cerillas

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Las dos cerillas Robert Louis Stevenson “Cierto día, un viajero atravesaba los bosques de California en plena estación seca, cuando los vientos alisios soplaban con fuerza. Había cabalgado un buen trecho y sintiéndose cansado y hambriento, desmontó para fumar una pipa. Pero resultó que al llevarse la mano al bolsillo sólo encontró dos cerillas. Rascó la primera y no prendió. -Bonita situación -dijo el viajero-. Me muero por fumar y no me queda más que una cerilla. ¡Y seguro que no prende! ¿Hubo alguna vez hombre más desdichado? -Sin embargo -caviló-, supongamos que enciendo la cerilla, me fumo mi pipa y la vacío aquí, en la hierba: la hierba podría incendiarse, porque está seca como la yesca. Y mientras intento sofocar a manotazos las llamas de delante, escapan, me persiguen por detrás y prenden esas matas de zumaque. Habrían ardido antes de que pudiera alcanzarlas. Más allá de las matas veo un pino cubierto de musgo: también el pino se incendiaría al instante, hasta su rama más alta. Y la llama de esa larga antorcha… ¡los alisios la arrastrarían, blandiendo con ella el bosque inflamable! Ya oigo el bronco rugido que componen las voces combinadas del viento y del fuego. Ya me veo escapando al galope para salvar mi alma, mientras el incendio surca el aire en pos de mí y me encierra entre los montes. Ya veo arder durante este día este agradable bosque, y al ganado achicharrado, y las fuentes secas, y al granjero arruinado, y a sus hijos arrojados al mundo. ¡Todo un mundo depende de este momento! Y tras esto rascó la cerilla que no prendió.

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Las Dos Cerillas - Stevenson

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Las dos cerillas

Robert Louis Stevenson

Cierto da, un viajero atravesaba los bosques de California en plena estacin seca, cuando los vientos alisios soplaban con fuerza. Haba cabalgado un buen trecho y sintindose cansado y hambriento, desmont para fumar una pipa. Pero result que al llevarse la mano al bolsillo slo encontr dos cerillas. Rasc la primera y no prendi.

-Bonita situacin -dijo el viajero-. Me muero por fumar y no me queda ms que una cerilla. Y seguro que no prende! Hubo alguna vez hombre ms desdichado? -Sin embargo -cavil-, supongamos que enciendo la cerilla, me fumo mi pipa y la vaco aqu, en la hierba: la hierba podra incendiarse, porque est seca como la yesca. Y mientras intento sofocar a manotazos las llamas de delante, escapan, me persiguen por detrs y prenden esas matas de zumaque. Habran ardido antes de que pudiera alcanzarlas. Ms all de las matas veo un pino cubierto de musgo: tambin el pino se incendiara al instante, hasta su rama ms alta. Y la llama de esa larga antorcha los alisios la arrastraran, blandiendo con ella el bosque inflamable! Ya oigo el bronco rugido que componen las voces combinadas del viento y del fuego. Ya me veo escapando al galope para salvar mi alma, mientras el incendio surca el aire en pos de m y me encierra entre los montes. Ya veo arder durante este da este agradable bosque, y al ganado achicharrado, y las fuentes secas, y al granjero arruinado, y a sus hijos arrojados al mundo. Todo un mundo depende de este momento!

Y tras esto rasc la cerilla que no prendi.

-Gracias a Dios -dijo el viajero, guardndose la pipa en el bolsillo.

Seguro todos hemos tenido momentos parecidos al de este viajero y seguro algunos optaran por no encender la cerilla, o lo que es lo mismo, evitar.