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Los Cuadernos de Asturias LAS UNIVERSIDADES POPULARES (Una acción educativa y una reivindicación cultural distinta a la Extensión Universitaria) Suel Rguez L a preocupación por la «educación de adultos» es una tarea que surgió en Europa a mediados del siglo XIX, en un tiempo en que los cambios industes y el ascenso de la clase obrera estab convulsio- nando el continente. Desde esta cha hasta pa- sada la II Guerra Mundial, peodo considerado como la eta heróica de la edución de adultos y de la cultura popul en Europa, todos los es- erzos e iniciativas llevados a cabo no respondie- ron a un plteamiento sistemático -los Pses Escandinavos serían una excepción-, sino que más bien eron simples impulsos reivindicativos en tomo a la cultura para el pueblo (1). La tensión Universitaria y las iversidades Populares serán dos importtes y fructíferos in- tentos del siglo XIX por acercar la cultura a los ambientes proletios. Ambas se diferenciaron en planteamientos ideológicos, en programas y en métodos. La tensión Universitaria («University Exten- sion») nació en Inglatea en 1871. Primero en Cambridge y luego en Oxrd y otras Universida- des inglesas. De lí pasó a Alemania, pmer ps del viejo continente en imit el modelo británico. Posteriormente se extendió a otros países, in- cluida España, siendo en Oviedo donde la Exten- sión Universitaria czaría más resoncia. Esta institución tenía como meta poner en contacto pueblo con las Universides. En una Europa in- quieta por el podeo que las erzas sindices est adquiriendo y donde se habían producido erentamientos de clase t sgrientos como la Comuna de Ps, la Extensión Universitia pre- tendía ganarse a las masas por medio de la cul- tura. Nació, pues, la Extensión con un fin mca- dente defensivo. Santio Melón la define como «un movimient. o de la burguesía universita- a que, con el libro en la mano, procura conven- cer obrero de que la violencia no es el camino para resolver cuestiones socies» (2). Los princi- pes promotores de la Extensión Universitia en Oviedo repiten continuamente esta preocupación. Adolfo Posada, en la inꜷguración de las clases de la «extensión» en el Ateneo Casino Obrero de La Felguera, durante el curso 1898-99, resaltó la im- 66 portancia de la educación postescolar «pa elev la cultura popular, crear ideas y aspiraciones no- bles y ev el triste espectáculo de la lucha de clases» (3). Por su pte, Aniceto Sela preguntaba a los ciudos que se quejab en los momentos de conflictividad soci: «¿ Cuántos millones ha- béis gastado en la eresa redentora de la educa- ción, para evitaros la pérdida de muchos s n- didos en la hoguera de las luchas socies? (... ) Teniendo los medios, no habéis sabido o no ha- béis querido emplearlos; porque habéis dejado que el pueblo haga por sí solo su educación y la ha parci y egoísta, siguiendo vuestro ejemplo y vol- viéndolo contra vosotros» (4). Estas pabras re- flejan clamente los intereses y los plteamien- tos ideológicos de clase que serví de apoyo a la Extensión Universitaria: superioridad del burgués sobre el obrero, p@emismo cultur ... Con un fin totmente diferente apecen l Universidades Populares. Nacen en Francia, promovidas por rge Deherme, un obrero tipó- gro. Desconocemos cuál es el momento exacto de su origen. Parece que existieron teriormente diferentes grupos preocupados con este problema, pero su vida e dificultosa. De todos esos eser- zos, en 1882 sólo quedaba una hoja volte, que Joe Deberme escribía, componía y reptía: « La Coopération des Idées» (5). En 1896, esta hoja volante se había convertido en una revista que aa a los intelectues, apoyada por el sociólogo Enrique Mazel. Dos años más tarde, la «Coopéra- tión des Idées» lanzó un «llamamiento hacia la enseñanza pop superior ético-soci» (6). Abogaba por una educación sindic, cooper@iva, política y soci, y desterraba los temas triviales para el pueblo. Se tratía de hacer «hombres de voluntad enérgica, conciencias tas y escleci- das, corazones ardientes, intelencias sanas», es decir, crear «una élite proletia, núcleo vivo de la socied tura» (7). Para Anatole Frce, las Universidades Populares nacen porque «el prole- tiado ha comprendo la necesidad de poner mo en la ciencia, y de amparse de las armas poderosas del pensamiento» (8). Con estos plteamientos, Deberme empezó su abo en un pequeño edificio, y poco tiempo después los progresos eran entores. En 1899 la «Coopération des ldées» se convirtió en una Sociedad de iversidades Populares que «había de oanizar y desenvolver en todo el país la en- señanza superior del pueblo y la educación ético- soci mutua, credo gpos de estudio en loca- les adecuos a sus aplicaciones» (9). En octubre de este mismo o, se inaugaba la primera Uni- versidad Popular en el brio obrero de Faubourg St. Antoine, en Pís. Las actividades que oecía eran: conferencias, cursos de lenguas, togra, cto, taquigra, dicción y costura, consultas médicas, jurídicas y económicas, servicio bato de rmacia, patronato para niños, oización de colonias de vacaciones, de mutuidades, de cooperavas, agencia de coloción, representa-

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Page 1: LAS UNIVERSIDADES POPULARESLos Cuadernos de Asturias Inauguración de la Universidad Popular de Mieres: J. D. José Fernández, director de la Universidad Popular.-2. D. Ser gio Sampil,

Los Cuadernos de Asturias

LAS UNIVERSIDADES

POPULARES (Una acción educativa y una reivindicación cultural distinta a la Extensión Universitaria)

Samuel Rodríguez

La preocupación por la «educación de adultos» es una tarea que surgió en Europa a mediados del siglo XIX, en un tiempo en que los cambios industriales

y el ascenso de la clase obrera estaban convulsio­nando el continente. Desde esta fecha hasta pa­sada la II Guerra Mundial, período considerado como la etapa heróica de la educación de adultos y de la cultura popular en Europa, todos los es­fuerzos e iniciativas llevados a cabo no respondie­ron a un planteamiento sistemático -los Países Escandinavos serían una excepción-, sino que más bien fueron simples impulsos reivindicativos en tomo a la cultura para el pueblo (1).

La Extensión Universitaria y las Universidades Populares serán dos importantes y fructíferos in­tentos del siglo XIX por acercar la cultura a los ambientes proletarios. Ambas se diferenciaron en planteamientos ideológicos, en programas y en métodos.

La Extensión Universitaria ( « University Exten­sion») nació en Inglaterra en 1871. Primero en Cambridge y luego en Oxford y otras Universida­des inglesas. De allí pasó a Alemania, primer país del viejo continente en imitar el modelo británico. Posteriormente se extendió a otros países, in­cluida España, siendo en Oviedo donde la Exten­sión Universitaria alcanzaría más resonancia. Esta institución tenía como meta poner en contacto al pueblo con las Universidades. En una Europa in­quieta por el poderío que las fuerzas sindicales estaban adquiriendo y donde se habían producido enfrentamientos de clase tan sangrientos como la Comuna de París, la Extensión Universitaria pre­tendía ganarse a las masas por medio de la cul­tura. Nació, pues, la Extensión con un fin marca­damente defensivo. Santiago Melón la define como «un movimient.o de la burguesía universita­ria que, con el libro en la mano, procura conven­cer al obrero de que la violencia no es el camino para resolver cuestiones sociales» (2). Los princi­pales promotores de la Extensión Universitaria en Oviedo repiten continuamente esta preocupación. Adolfo Posada, en la inauguración de las clases de la «extensión» en el Ateneo Casino Obrero de La Felguera, durante el curso 1898-99, resaltó la im-

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portancia de la educación postescolar «para elevar la cultura popular, crear ideas y aspiraciones no­bles y evitar el triste espectáculo de la lucha de clases» (3). Por su parte, Aniceto Sela preguntaba a los ciudadanos que se quejaban en los momentos de conflictividad social: «¿ Cuántos millones ha­béis gastado en la empresa redentora de la educa­ción, para evitaros la pérdida de muchos más fun­didos en la hoguera de las luchas sociales? ( ... ) Teniendo los medios, no habéis sabido o no ha­béis querido emplearlos; porque habéis dejado que el pueblo haga por sí solo su educación y la haga parcial y egoísta, siguiendo vuestro ejemplo y vol­viéndolo contra vosotros» (4). Estas palabras re­flejan claramente los intereses y los planteamien­tos ideológicos de clase que servían de apoyo a la Extensión Universitaria: superioridad del burgués sobre el obrero, patemalismo cultural ...

Con un fin totalmente diferente aparecen las Universidades Populares. Nacen en Francia, promovidas por Jorge Deherme, un obrero tipó­grafo. Desconocemos cuál es el momento exacto de su origen. Parece que existieron anteriormente diferentes grupos preocupados con este problema, pero su vida fue dificultosa. De todos esos esfuer­zos, en 1882 sólo quedaba una hoja volante, que Jorge Deberme escribía, componía y repartía: « La Coopération des Idées» (5). En 1896, esta hoja volante se había convertido en una revista que atraía a los intelectuales, apoyada por el sociólogo Enrique Mazel. Dos años más tarde, la «Coopéra­tión des Idées» lanzó un «llamamiento hacia la enseñanza popular superior ético-social» (6). Abogaba por una educación sindical, cooperativa, política y social, y desterraba los temas triviales para el pueblo. Se trataría de hacer «hombres de voluntad enérgica, conciencias altas y esclareci­das, corazones ardientes, inteligencias sanas», es decir, crear «una élite proletaria, núcleo vivo de la sociedad futura» (7). Para Anatole France, las Universidades Populares nacen porque «el prole­tariado ha comprendido la necesidad de poner mano en la ciencia, y de ampararse de las armas poderosas del pensamiento» (8).

Con estos planteamientos, Deberme empezó su trabajo en un pequeño edificio, y poco tiempo después los progresos eran alentadores. En 1899 la «Coopération des ldées» se convirtió en una Sociedad de Universidades Populares que «había de organizar y desenvolver en todo el país la en­señanza superior del pueblo y la educación ético­social mutua, creando grupos de estudio en loca­les adecuados a sus aplicaciones» (9). En octubre de este mismo año, se inauguraba la primera Uni­versidad Popular en el barrio obrero de Faubourg St. Antoine, en París. Las actividades que ofrecía eran: conferencias, cursos de lenguas, fotografía, canto, taquigrafía, dicción y costura, consultas médicas, jurídicas y económicas, servicio barato de farmacia, patronato para niños, organización de colonias de vacaciones, de mutualidades, de cooperativas, agencia de colocación, representa-

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Los Cuadernos de Asturias

Aula de Extensión universitaria, en la que se impartieron clases de la Universidad Popular de Oviedo.

ciones teatrales, lectura de los clásicos, música, paseos por el campo, juegos, biblioteca (más de 3.000 volúmenes) y museo. En total la Sociedad contaba con más de dos mil socios, cada uno de los cuales pagaba una pequeña cuota. «Los que vengan -dice Deherme- traerán sus convicciones. Mejor; no nos proponemos cambiárselas; sino, sean cuales sean, fortificarlas, haciéndolas más sociales, más conscientes, dándoles un fondo mo­ral en el cual puedan prolongar sus raíces y con­vertirse en disciplinas fecundas. Es menester apa­sionar al pueblo» (10). Deherme rechazaba la cul­tura paternalista y de limosna que la burguesía y el Estado trataban de dar al obrero, y defendía una cultura autodidacta, auténticamente obrera, que los mismos trabajadores podrían adquirir sin la ayuda privada ( 11).

A principios de 1900, la primitiva Sociedad cambió su nombre por el de «Sociedad para la Enseñanza popular y la Educación mutua». Deherme, disconforme con los nuevos derroteros que se tomaban y creyendo que los objetivos ha­bían cambiado, no era ya su secretario. La «nueva» Sociedad cambió de residencia y se tras­ladó al «Hotel des Societés Savantes», autorizada por el gobierno. Sin embargo, en el primer edificio de la Universidad Popular, en el barrio de Fau­bourg St. Antaine, quedó «independiente, libre, el grupo carne y espíritu de Deherme» (12), defen-

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diendo los principios originarios que habían dado vida al movimiento.

En pocos años había cerca de cincuenta U ni­versidades Populares entre París y sus alrededo­res, nacidas casi todas de grupos de obreros, pa­trocinadas por sindicatos. logias, cooperativas, círculos políticos ... Todas vivieron en condiciones materiales difíciles. Palacios Morini las clasifica en dos grandes bloques:

l. Universidades Populares tipo «Coopérationdes Idées». Son independientes y no excluyen ninguna ideología. «Sólo perseguimos un objetivo -decía Deherme- la emancipación integral del pro­letariado por el proletariado mismo» (13).

2. Universidades Populares dependientes deuna tendencia política o doctrinal. Eran laicas y con fuerte matiz político (socialista, general­mente). Carlos :e uyeisse, secretario de la Socie­dad para la Enseñanza popular y la Educación mutua, definía la Universidad Popular como «una institución obrera organizada para la lucha de clase, para la conquista de un poder público, el de la enseñanza ... » (14).

Estos dos tipos de Universidades francesas tu­vieron, en cambio, una característica en común: nacieron y se desenvolvieron libremente, sin nin­guna relación con la Universidad oficial, ni con los poderes públicos.

Con estas dos últimas peculiaridades, pero con

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Los Cuadernos de Asturias

Inauguración de la Universidad Popular de Mieres: J. D. José Fernández, director de la Universidad Popular.-2. D. Ser­gio Sampil, representante del alcalde en el acto de la inauguración.-3. D. Fermín Canella, rector de la Universidad de Oviedo.-4 y 5. D. Enrique Benito y D. Rafael Altamira, catedráticos.-6. D. Vital Buylla, iniciador de la Universi­dad Popular.-7. D. Alvaro de Albornoz, abogado y publicista.

ideales mucho más conservadores que la «Coopé­ration des Idées», existieron Universidades Popu­lares en Italia, Polonia y Bélgica. Suiza y España también tuvieron algunas iniciativas. La Universi­dad Popular de Mickiewicz, en Polonia, nacida en 1898, fue creada por miembros de un partido obrero y ayudada por profesores de la Universi­dad. La de Turín, en Italia, surgió de las relacio­nes habidas en 1899 entre una sociedad cultural y una sociedad obrera. Bélgica contó con dos, y Suiza con una (15).

En España los promotores de las Universidades Populares no fueron los socialistas, sino los repu­blicanos radicales. Según José Carlos Mainer, los socialistas españoles tuvieron una actuación cultu­ral muy conservadora. Su política en este terreno no pasó de la simple afirmación sobre la necesidad de instrucción, dejando el trabajo de definir y promover una acción educativa en manos de un grupo de «socialistas de cátedra», que estaban fuertemente relacionados con la Institución Libre de Enseñanza y con el Instituto de Reformas So­ciales (16). En la creación de la Universidad Popu­lar de Madrid, fundada en 1903, participaron jó­venes ateneístas y ex-alumnos de Oviedo (17). Se constituyó en el Centro de Sociedades Obreras de Relatores, n.0 24, y las clases, nocturnas, se da­ban en las aulas de la Universidad Central (18). La de Valencia es de 1902. Fundada por Vicente

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Blasco Ibáñez, se estableció en el Centro de Fu­sión Republicana de Valencia. Entre sus profeso­res contó con la participación de Gumersindo Az­cárate, Luis Morote, Vicente Peset, Anselmo Arenas, etc. (19). Sus conferencias trataron temas históricos, médicos y otros más generales.

Un segundo modelo de Universidades Popula­res -aunque tuvieron ese nombre, no pueden con­siderárselas propiamente como Universidades Po­pulares del tipo de las francesas- son aquellas que mantuvieron una dependencia estrecha con la Universidad, defendieron sus ideas, ocuparon sus aulas y dispusieron de sus profesores y de sus métodos. Fueron, en resumidas cuentas, un apén­dice de la Extensión Universitaria. A este grupo pertenecen las de Viena y Turín. Y la de Oviedo, creada en 1901 por profesores de la propia Exten­sión Popular de Viena se financió con las cuotas de sus participantes, pero sobre todo con las apor­taciones del Ministerio de Instrucción Pública, de los más fuertes sindicatos obreros de Austria, de banqueros, de grandes señores y de compañías industriales. Parecido apoyo económico contaba la de Turín (20). La Universidad Popular de Oviedo fue una derivación de la Extensión Uni­versitaria. En su fundación no intervino ningún partido, ni ningún movimiento extrauniversitario. Sencillamente, fue creada por profesores de la Universidad. Se disponía de sus aulas, de sus pro-

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gramas y de sus métodos. La Universidad Popular de Oviedo -anunciada bajo la denominación de «Clases Populares de la Universidad de Oviedo»­se dirigía «al pueblo que desea una cultura más sistemática, una enseñanza más continua, más personal, que la que pueden procurar las confe­rencias públicas de la Extensión Universitaria» (21). Era una forma de hacer la labor de la Exten­sión Universitaria «más directa, más educadora y más ordenada». Se trataba de contrarrestar, de alguna manera, las deficiencias culturales y educa­tivas que podían conseguirse sólo a través de las conferencias extensionistas. La Universidad Po­pular, en fin, se proponía ofrecer un trabajo edu­cativo más intenso, por medio de clases más pe­riódicas, con unos programas concretos y con técnicas pedagógicas universitarias. De las mis­mas características que la Universidad Popular de Oviedo, fueron las de Gijón, a partir de 1902, y Mieres, que funcionó en la Escuela de Capataces, de 1907 a 1909, aunque esta última patrocinada por el Ayuntamiento (22) ._

Estas Universidades Populares, apéndice, repe­timos, de la Extensión Universitaria, defendían y se basaban en los mismos planteamientos que hi­cieron nacer a ésta: eran obra de la burguesía universitaria, con fines redentores y regeneradores.

Llegados aquí, pues, parece clara la distinción entre Universidad Popular y Extensión Universi­taria (acompañada de «su» modelo de Universidad Popular). Las Universidades Populares fueron «una especie de capillas laicas, de acción orgánica social para la emancipación proletaria» (23), sin ningún contacto con la Universidad oficial o insti­tuciones públicas. Las Universidades Populares llegaron más abajo que la Extensión. Por otro lado, sus programas trataron temas vivos, de lu­cha, alternando con otras materias diversas. Deberme y su «Coopération des Idées» defendían la variación de programas, de métodos y de ideas entre los conferenciantes, y rechazaban la ense­ñanza reglamentada, buena para los profesionales del estudio, pero no para los obreros, con unas condiciones difíciles de vida y de trabajo. En cambio, los métodos y programas de la Extensión eran los propios de la Universidad. Por otra parte, mientras la Extensión Universitaria se benefició de una financiación abundante y variada, las Uni­versidades Populares -en Francia, por lo menos­vivieron con gran penuria (24). Para finalizar, se­ñalaremos la oposición que Santiago Melón ve entre una y otra institución: «La primera [la Ex­tensión Universitaria] está controlada por la bur­guesía que dirige sus esfuerzos a suavizar la cues­tión social. Las segundas [las Universidades Popu­lares] son una afirmación agresiva de la conciencia obrera que ve en la cultura una fuerza aprovecha­ble para su lucha contra esa misma burguesía. Se trataba de una diferente utilización de esa panacea decimonónica que llamaban cultura. Mientras la Extensión es en líneas generales, Universit�ia,

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las Universidades del pueblo viven de su propio esfuerzo, y se yerguen amenazadoras frente a toda institución oficial. El criterio conservador que anima a la Extensión contrasta con la vio-lencia revolucionaria y sincera que se al- eberga en estos viveros intelectuales del proletariado» (25).

NOTAS

(1) Antonio del Valle, «Cultura popular. Exigencia impera­tiva en una sociedad democrática», pp. 85-91. Madrid, 1971.

(2) Santiago Melón, « Un capítulo en la historia de la U ni­versidad de Oviedo. (1883-1910), p. 62. Oviedo, 1963.

(3) Anales de la Universidad de Oviedo. Tomo 1, año 1901.La Extensión Universitaria, curso 1898-99: Memoria leída por ·don Aniceto Sel a, p. 287.

(4) Ibídem. Memoria del curso 1900-1901, pp. 326-327.(5) Leopoldo Palacios Morini, « Universidades Populares»,

en Anales de la Universidad de Oviedo. Año II, 1902-1903. Oviedo, 1903, p. 259.

(6) Ibídem, p. 261.(7) Ibídem, p. 261. (8) Ibídem, p. 258.(9) Ibídem, p. 262.(10) Ibídem, p. 264.(11) Santiago Melón, op. cit., pp. 63-64.(12) Leopoldo Palacios Morini, art. cit., p. 264.(13) Ibídem, p. 271.(14) Ibídem, p. 271. (15) Ibídem, pp. 268 y ss.(16) José Carlos Mainer, «Notas sobre la lectura obrera en

España (1890-1930)», en «Teoría y práctica del movimiento obrero en España (1900-1936)», Valencia, 1977, p. 214.

(17) Ibídem, p. 214. (18) Andrés Saborit, «Asturias y sus hombres», pp. 54-55.

Tolouse, 1946. El propio Saborit participó en ella durante dos inviernos.

(19) José Carlos Mainer, ob. cit., pp. 214-215.(20) Leopoldo Palacios Morini, art. cit., p. 275.(21) Adolfo Posada, «Las clases populares de la Universi­

dad de Oviedo (Universidad Popular)», en Anales de la Uni­versidad de Oviedo. Año II, 1902-1903, pp. 276 y ss.

(22) Ibídem, pp. 278-279.(23) Leopoldo Palacios Morini, art. cit., p. 272.(24) Ibídem, pp. 274-275.(25) Santiago Melón, ob. cit., p. 66.