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LIBROS CRITICAS· RESEÑAS COMUNICACIONES PRESENTADAS AL 1 [11 Y ID] CONGRESO DE PROFESORES INVESTIGADORES l. Celebrado en El Puerto de Santa María, en los días 15 al 18 de septiembre de 1982 (2 vols. Sevilla, 1984, 289 + 233 páginas). II. Celebrado en Benalmádena, en los días 21 al 23 de septiembre de 1983 (Sevilla, 1985 , 448 páginas). III. Celebrado en La Rábida, en los días 27 al 30 de agosto de 1984 (Huelva, 1986, 430 páginas). Asociación de Profesores de Geografía e Historia de Bachillerato de Andalucía «Hésperides». La Asociación de Profesores «Hésperides» ha venido celebrando anualmente unos Coloquios metodológico-didácticos en primavera y unos Congresos de investigación en vísperas de otoño. Escapando por completo el interés de los primeros a las preocupaciones de los lectores de este BOLETIN, vamos a ocuparnos exclusivamente de los Congresos de investigación, cuyos trabajos entran desde luego en tales preocupaciones. Estos Congresos se han tenido cada año en una localidad de las distintas provincias andaluzas y han presentado una temática abier- ta, ya que la diversidad de residencia de los miembros de la Asocia- ción y los condicionamientos y limitaciones que les impone su labor docente en los Centros de Bachillerato han hecho hasta ahora invia- ble que sean convocados Congresos monográficos. Además, una de las finalidades de estas reuniones es la de conocer y posteriormente

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LIBROS CRITICAS· RESEÑAS

COMUNICACIONES PRESENTADAS AL 1 [11 Y ID] CONGRESO DE PROFESORES INVESTIGADORES

l. Celebrado en El Puerto de Santa María, en los días 15 al 18 de septiembre de 1982 (2 vols. Sevilla, 1984, 289 + 233 páginas). II. Celebrado en Benalmádena, en los días 21 al 23 de septiembre

de 1983 (Sevilla, 1985, 448 páginas). III. Celebrado en La Rábida, en los días 27 al 30 de agosto de 1984 (Huelva, 1986, 430 páginas). Asociación de Profesores de Geografía e Historia de Bachillerato de Andalucía «Hésperides».

La Asociación de Profesores «Hésperides» ha venido celebrando anualmente unos Coloquios metodológico-didácticos en primavera y unos Congresos de investigación en vísperas de otoño. Escapando por completo el interés de los primeros a las preocupaciones de los lectores de este BOLETIN, vamos a ocuparnos exclusivamente de los Congresos de investigación, cuyos trabajos entran desde luego en tales preocupaciones.

Estos Congresos se han tenido cada año en una localidad de las distintas provincias andaluzas y han presentado una temática abier­ta, ya que la diversidad de residencia de los miembros de la Asocia­ción y los condicionamientos y limitaciones que les impone su labor docente en los Centros de Bachillerato han hecho hasta ahora invia­ble que sean convocados Congresos monográficos. Además, una de las finalidades de estas reuniones es la de conocer y posteriormente

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difundir, a través de la publicación de sus actas, todos esos trabajos de sus asociados, cualesquiera que sean los temas que ellos traten.

Ello no quita que existan unos grandes campos de investigación en los que puedan encuadrar buena parte de las comunicaciones que se presentan en estos Congresos y, por supuesto, Jos más nota­bles son los ámbitos de la Historia y Ja Geografía andaluzas. Fuera de éstos, una pequeña parte trata del arte andaluz y de algo que podríamos en cierto sentido considerar como expansión andaluza, el tema americanista. También se han presentado unos pocos traba­jos sobre historiografía y metodología histórica o sobre aspectos históricos de otras regiones españolas, estos últimos elaborados bien por los propios miembros andaluces de la Asociación -<:así la tota­lidad lo son- o bien por algunos asociados de otras comunidades (Salamanca, Madrid, Badajoz).

Los temas de la Historia de Andalucía se refieren, como fácil­mente puede suponerse, algunos a temas generales andaluces, pero la mayoría versa sobre la historia particular de cada una de las ocho provincias en diversas épocas y con distintos enfoques. Aquí, con­siderando la localización de esta Real Academia, vamos a reseñar, junto con los andaluces en general, principalmente los tocantes a la historia sevillana y a su «prolongación» indiana y, debido a las lógicas limitaciones de estas reseñas, sólo veremos por ahora las co­municaciones presentadas en los tres primeros Congresos, que son Jos indicados arriba. En los próximos números, Deo volente, conti­nuaremos con ello.

En los temas generales sobre Andalucía destaca un interesante estudio de Aurelio Garcés Olmedo sobre Tráfico ferroviario y co­yuntura económica andaluza (1877-1935) (I, vol. 1.0

, 195-211), en el que se estudia Ja instalación de los ferrocarriles en nuestra región y el movimiento económico consecuente, así como otro de Manuel Moreno Alonso, titulado El nacionalismo andaluz (III, 363-378), en el que se expone la perspectiva histórica de este fenómeno naciona­lista.

La Edad Media sevillana sólo fue objeto en estas tres primeras celebraciones de una comunicación, Ja de Laureano Rodríguez Liá­ñez El monasterio de Santa Clara de Guadalajara y su relación con el de Santa Inés de Sevilla en la Baja Edad Media (II, 91-100), en el que se establecen las relaciones entre estos dos monasterios de

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clarisas, fundaciones de la familia de los Femández Coronel, cata­logándose una serie de documentos sobre ello, existentes en el se­villano , fechados entre 1339 y 1440.

La aportación más abundante se ha dirigido hacia las épocas mo­derna y contemporánea de la historia de Sevilla y su provincia. En­focados hacia. los mismos comienzos de la modernidad estuvieron los trabajos de Antonio Vicente Gómez Sevilla, 1507: perfiles de una crisis de régimen o tipo antiguo (1, vol. 1.0

, 127-148) y Política sanitaria de Sevilla frente al brote de pestilencia (1507) (III, 157-182), abordándose en el primero el estudio de unas variantes de la coyun­tura económica sevillana de los años 1500-1510, con las diversas fa­ses de la crisis que se inserta dentro de esta década, y en el segundo la epidemia del indicado año, que agravó la crisis señalada en el primero. Otra comunicación que también estudió una cuestión del XVI sevillano fue la de José Ignacio Martínez Ruiz Sobre la elección del receptor de los almojarifazgos a fines del siglo XVI: El caso de Andrés de Solórzano (III, 183-187), en la que, centrándose en este caso particular, se exponen los manejos que se producían alrededor de los arrendamientos de los alrnojarifazgos mayor y de Indias en la Sevilla de fines de siglo. Sobre arte sevillano de esta misma época se recoge en estas actas el interesante y documentado trabajo de Juan Luis Ravé Prieto El mecenazgo artístico de la casa ducal de Arcos en Marchena (1, vol. 1.0

, 273-289), que estudia el palacio de los duques en Marchena y enumera sus obras y fundaciones en los siglos XVI y XVII.

Referidas a los lugares de la provincia de Sevilla se recogen las comunicaciones de Juan Aranda Doncel La Inquisición de Córdo­ba: visita a Ecija en 1593 y actuación contra los judaizantes (I, vol. l.º, 73-83) , en la que se exponen los pormenores de dicha visita in­quisitorial a esa localidad sevillana; la de Gregorio García-Baquero López Una hermandad rural en el Antiguo Régimen: la «Misericor­dia» de Alcalá del Río en el siglo XVI (Ibídem, 99-112), en la que se expresan las circunstancias de su fundación y se estudian su es­tructura, funcionamiento y competencias, y la de Manuel A. Rincón Palacios Aproximación al estudio demográfico de Alcalá del Río (s. XVI y XVII) (1, vol. 2.0

, 109-120), que analiza la evolución de la población de esta localidad en dichos siglos, según los datos de los libros parroquiales.

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El ámbito sevillano en los siglos XVII y XVIII también fue objeto de diversos estudios presentados en estos Congresos. El autor de esta reseña presentó sendas comunicaciones bajo los títulos de La inversión de fondos eclesiásticos en préstamos hipotecarios en los si­glos XVII y XVIII. Análisis de un grupo de escrituras públicas (I, vol. l.º, 113-126), Una aportación de datos sobre la venta de alcaba­las (siglos XVI y XVII) (II, 117-139) y La crisis de 1709-1710 y los arrendamientos del mayorazgo de Gelo (III, 219-231), en los que se estudian respectivamente la imposición en censos consignativos de los fondos de diversas instituciones eclesiásticas sevillanas (conven­tos, hermandades patronatos, capellanías, fábricas parroquiales) , la venta de los derechos de alcabalas de los lugares aljarafeños efec­tuada en la época de los Austrias y los efectos de la crisis de prin­cipios del XVIII en los contratos de arrendamiento de la heredad de Gelo. El antes citado M.A. Rincón Palacios continuó dando aná­lisis demográficos en sus comunicaciones sobre Inmigración rural se­villana en el primer tercio del s. XVII: los casos de Gerena, Camas y Coria del Río (11, 267-281) y acerca de si ¿Hubo regresión pobla­cional en el hinterland sevillano en el s. XVII? (111, 419-430), en el que expone la evolución de la natalidad en dicho siglo en las pobla­ciones de Villanueva del Ariscal, Olivares, Benacazón, Alcalá del Río, Guillena, Gerena y Puebla del Río. Por último, en sendas co­municaciones María Dolores Arbolí Iriarte estudió Los orígenes de la Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País (1775-1778) (I, vol. 1.0

, 149-168) y Antonio Luis López Martínez Un caso de movi­lidad social a finales del Antiguo Régimen (11, 193-215), en el que detalla y analiza el caso, ocurrido en el XVIII, de ascenso social del panadero sevillano Juan Vázquez Peña, que teminó recalando en la clase hidalga.

La época contemporánea fue tratada en las dos comunicaciones de José Domínguez León Mortalidad y crisis social. Delincuencia en Sevilla (1865-1868) (11, 283-299) y Crisis y mentalidad, mendici­dad y marginación en Sevilla (1854-1868) (III, 279-298), en los que se estudian los temas indicados en sus títulos a base de la documen­tación del Archivo Municipal de Sevilla y de la prensa sevillana coe­tánea; en la de Josefina Reyes Soto La enseñanza de la Geografía y de la Historia en el Bachillerato. Andalucía Occidental (1845-1868) (III, 263-278) , que aporta numerosas noticias sobre los planes de

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Bachillerato y Centros y profesores andaluces del mismo, y en la de Eduardo Rodríguez Bemal, Las repercusiones de la crisis de 1929 en el tráfico comercial del puerto de Sevilla (I, vol. 1.0

, 247-271), que estudia dicho tráfico y la evolución del movimiento expor­tador-importador de los principales productos.

Dentro del estudio biográfico de personajes andaluces relaciona­dos con Sevilla se halla la comunicación de José Manuel Ramírez Olid Mariano Té/lez Girón. Claroscuros de un duque romántico (I, vol. 2.0

, 225-233), donde se recogen las excentricidades y despilfa­rros del patrimonio familiar efectuados por este XII duque de Osu­na del siglo XIX, y la de Antonio García Benítez Sánchez Rosa. Una escuela racionalista del anarquismo andaluz (II, 331-342), que trata de este apóstol del anarquismo, que plasmó sus ideas didácti­cas en varias Escuelas Racionalistas ácratas en la Sevilla del princi­pios de XX.

En esa mencionada «prolongación» americana se han de señalar la comunicación de José Cosano Moyano La implantación de la al­cabala y extensión del almojarifazgo en Filipinas en la segunda mitad del siglo XVIIJ: Análisis de su aspecto legal (I, vol. 2.0

, 187-202), que estudia esta cuestión dentro de la corriente centralizadora y ra­cionalista de la Hacienda borbónica, la cual provocaría un ruidoso litigio, y las dos de María Antonia Durán Montero Vistas de ciuda­des en la obra de Huamán Poma de Aya/a (Ibídem, 203-217) y La relación de la obra de Vitrubio con las disposiciones contenidas en las Leyes de Indias sobre urbanismo (II, 177-183), ambos interesan­tes y curiosos estudios de la urbanística americana.

Por lo reseñado en cada una de las comunicaciones señaladas puede deducirse fácilmente que se trata generalmente de investiga­ción de base, pegada a la fuente, al documento, lo que, si por un lado las limita en su alcance o ámbito tratado, por otro les confiere una solidez y una seguridad que le dan casi el carácter de piedras angulares para determinadas investigaciones posteriores de más am­plios vuelos. Muchas de ellas no son sino primeras muestras de tra­bajos más enjundiosos que tienen emprendidos sus propios autores y en general todas ellas presentan un notable interés para la historia de Sevilla y su provincia. En fin, como dice el profesor Domínguez Ortiz en el prólogo al primer volumen de estas actas, «el número y calidad de los trabajos presentados no hacen sino continuar la tra-

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dición investigadora del profesorado de Enseñanza Media, tradición alimentada por incontables figuras presentes y pretéritas», que se­guramente tendrán una digna continuación.

Antonio Herrera García

ICONOGRAFIA DE SEVILLA. 1400-1650 CABRA LOREDO, M.ª Dolores; SANTIAGO PAEZ, Elena M.ª. Prólogo de Antonio Domínguez Ortíz, Tomo I, Madrid, 1988, 226 págs. , 94 láms.

Un año más nos regala FOCUS con una obra que ha de ser capi­tal en la historiografía de nuestra ciudad. Este primer tomo de la «Iconografía de Sevilla» que comprende un cuarto de milenio (1400-1650), entre el Medioevo y la Edad Moderna, y anuncio de una serie cronológica comprensiva hasta nuestro siglo, constituye, sin duda, una obra de gran interés y atractivo, no solo para el his­toriador, el especialista, o para el sevillano amante de su patria chi­ca, sino para cualquier lector que sepa saborear un buen libro en una esplendida edición.

No ha regateado la entidad editora, la FUNDACION FONDO DE CULTURA DE SEVILLA, ni la calidad y proporción de las láminas reproducidas , ni el esfuerzo y acuciosidad para conseguir algunas de ellas que, conservadas en bibliotecas, archivos y reposi­torios a veces lejanos, siendo ejemplares raros o desconocidos, que aquí por primera vez se dan a la estampa, y que esto, precisamente ha constituido un obstáculo para su incorporación. La obra, escrita por dos autoras, María Dolores Cabra Loredo y Elena María San­tiago Paez, acreditan en ella su preparación, rigor y metodología artística e historiográfica. Está prologada por un historiador sevilla­no de excepción, que ha consagrado la mayor parte de su ingente producción bibliográfica a la historia de su patria, y especialmente a su ciudad de nacimiento.

Este libro aparece a los trece años del primero de este título, pu­blicada por ABENGOA, S.A. MONTAJES ELECTRICOS, que

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se debió a la pluma del gran maestro universitario e historiador del arte, Antonio Sancho Corbacho, y que constituyó, en su día, un hito singular en la historiografía sevillana.

Ambas obras representan un singular esfuerzo, y son exponente del momento historiográfico y de las disponibilidades materiales en el momento de su aparición. Más amplia la primera en su espectro cronológico, esta que ahora comentamos, mas limitada en su crono­logía, tiene, sin embargo, un repertorio mas variado y abundante en la etapa que cubre .

El libro lleva además un estudio inicial en el que Elena María Santiago Paez traza las líneas maestras en la evolución de la imagen urbana hispalense , con mención de los artistas propios y los visitan­tes extranjeros que nos han dejado su impresión de ella, entre los que merecen gratitud especial, el celebérrimo Joris Hofnagel, y An­ton Van den Wyngaerde, gracias a los cuales conservamos hoy una idea muy fiel de lo que debió ser la gran metrópoli en aquellos siglos.

María Dolores Cabra Loredo presenta, también al comienzo de la obra, el estudio histórico iconográfico, y señala la metodología documental, gráfica y manuscrita empleada en este libro, y el papel histórico que Sevilla desempeña en el momento objeto de estudio.

Ambas autoras hacen, con gran competencia y sistema, en cada una de las reproducciones, un estudio de la obra, autor, estilo, cro­nología, vicisitudes, etc. Pero no voy a extenderme mas en estas necesarias consideraciones previas, y solo quiero añadir que los es­tudiosos e investigadores de la historia de nuestra ciudad encontra­rán en ella fuentes documentales gráficas e información que consti­tuirán un valioso instrumento para estudios ulteriores, y no podrán ser ignoradas en aquellas monografías sobre Sevilla que pretendan tener el debido rigor científico.

* * *

Nosotros no hemos querido, en modo alguno, hacer ahora una investigación sobre esas fuentes que consideramos muy útiles, pero no hemos podido sustraemos a hacer en este comentario una clasi-

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ficación temática de ellas, que nos da a conocer mucho de lo que esta obra encierra en si.

Y a estos efectos señalamos como se va viendo la ciudad en sus planos y perspectivas, vistas, grabados, pinturas, relieves, xilogra­fías y dibujos. Y como existen en ella una serie de aspectos mas concretos que exigen una especial atención y en primer lugar su To­rre Mayor, la catedral, el Arenal, el puerto en esta margen del río, y cruzándolo el puente y el barrio marinero de Triana.

Sin dejar de darnos testimonios gráficos de lugares y edificios im­portantes, como son la Alameda de Hércules , el Hospital de las Cinco Llagas, las cárceles pública y de la Contratación, los molinos de pólvora, los caños de Carmona, y un poco más alejados la Car­tuja de las Cuevas y el Monasterio de San Isidoro del Campo. Todo ello incluso a través de la iconografía de la conquista de la capital por San Femando, y de alguna muestra de la arquitectura efímera.

Y como creo que esta obra lo merece, y el Boletín de nuestra Academia puede ser portavoz de algunas primicias sobre su estudio y aportación, es por lo que la lectura de sus textos y la contempla­ción de sus ilustraciones me ha llevado a intentar una sistematiza­ción que creo de utilidad, y que a modo de ensayo doy a continua­ción.

PLANOS Y PERSPECTIVAS. La primera perspectiva (1549) que preenta (14), mas imaginativa que real, está en un pergamino, y responde a un plano de Esmirna, reconstruido por Cook. Tiene todavía un acusado goticismo. La ciudad aparece con puertas y mu­rallas, y al fondo un edificio con una torre que debe ser la catedral, aunque no guarda semejanza con este edificio. La parte más real señala el río , el puente de barcas y el castillo de la Inquisición en Triana. Aguas arriba un edifico que puede ser la Cartuja, y una sie­rra la de Morón, con la Cabeza del Moro, y dos poblaciones, una más próxima, Alcalá?, Carmona?, Ecija?, y otra mayor, mas leja­na, que podía ser Córdoba.

Viene luego un plano capital, con perspectiva, (36), por la in­fluencia que ha de tener en otros posteriores si lo analizamos por su estructura, forma, trazado, calles, edificios, caserío e incluso las personas que aparecen en él. Es un grabado del pintor Ambrosio Brambilla (1585). Y con clara inspiración en el mismo, aunque con algunas variantes podemos reseñar el grabado anónimo (37), de

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1600, con menos detalles que el anterior; otro en color (38), de 1588, editado por Jorge Braun y Frans Hohenberg; el dibujo ( 42), y el grabado (43) del alemán Diego de Cuelvis, ambos de 1600; que vemos también en la incrustación en marfil de un bargueño de eba­no (44), obra anónima italiana, que las autoras sitúan en torno a 1590, con indudable influencia también en otra placa de marfil (45), también sobre ébano, de 1620. De este mismo año hay un dibujo y aguada, mas que un plano (57), que presenta una parte de Triana, y de la ciudad solo la Torre del Oro, y que no creo se pueda rela­cionar con la serie anterior, incluso por el lugar desde donde está tomada.

A esta serie hay que incorporar dos grabados de 1626. Uno de Francesco Valegio (62), y otro anónimo (63) que ilustraba la cono­cida «Cosmografía» de Sebastián Münster. Finalmente tenemos el grabado calcográfico (73) , de Giugelmus Janssonius y Joan Jacob Scciatori, de 1630 que, con otras ciudades, orlaba el mapa «Nova Regni Hispaniae Descriptio». Y aunque perteneciente a la serie del libro «El Fernando o Sevilla restaurada» de J . Antonio de Vera y Figueroa, en 1632, aparece otro plano de la ciudad (77) de la serie anterior como fondo de una escena de la reconquista de Sevilla.

VISTAS. Entre las Vistas de la ciudad, la serie de grabados es quizás la mas conocida, al propio tiempo que es la que mejor nos sirve para identificar como era Sevilla en los siglo XVI y XVII, y la evolución que posteriormente experimentó la ciudad.

Aparece, en primer lugar, el famoso grabado calcografiado (19) de Joris Hofnagel, de 1542, que ilustró Ja «Civitatis Orbis Terra­rum» de Braun y Hohenberg, que vimos editaron también el plano n.º 38 en su «Urbium praecipuarum Totius Mundi», en Colonia, en 1588.

Del propio Hofnagel es el conocido grabado calcográfico (20) de 1565, también de la «Civitatis Orbis Terrarum», con Sevilla al fon­do , que presenta en primer plano la censura y castigos de los vicios y pecados públicos , al mismo tiempo que es un elemento indispen­sable para conocer, tanto el atuendo de hombres como de mujeres de la época. Este, en su parte estructural, pudo servir de inspiración al grabado anónimo (51) de 1612, que aparecía en el ya citado mapa de la «Nova Regni Hispaniae Descriptio».

La más famosa y completa vista de la ciudad (56) es anónima,

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quizás inspirada en la de Van den Wyngaerde, y fue editada por Joannes Janssonius en 1617.

Con el conocido lema «Qvi non ha visto Sevilla non ha vista ma­ravilla», está el celebre grabado que, con un detalle y meticulosidad impar, nos lleva a conocer lo que era la ciudad a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, las dos centurias de su mayor esplendor ar­tístico y urbanístico. Y en íntima relación con este, creo que están los grabados de Mathaus Meriam (84) de 1538, y el anónimo (85) de 1643, probable copia del anterior, y ambos inspirados en el edi­tado por Janssonius (56) en 1617. Viene luego otro grabado alemán (61) , anónimo, de 1623, con carácter alegórico, y que presenta el recintado de murallas con el mayor detalle, y el también anónimo (83) de 1640? que debió conocer el de Hofnagel (20). Hay también unas vistas parciales de Sevilla (75, 76) en los grabados del libro de Vera y Figueroa «El Fernando o Sevilla Restaurada», de 1632, cuyo tema, como vimos es la reconquista de la ciudad, por lo que la ico­nografía de esta es meramente secundaria y decorativa.

CUADROS. La amplia iconografía sevillana en la pintura es una de las novedades de esta obra. Se inicia con un cuadro (s.n.) de Pedro de Medina, por Julio García Condoy, en 1494, que represen­ta como escenario el río y la ciudad.

Y siguiendo la cronología hay, hacia 1500, una tabla del Maestro de Moguer, que representa a las Santas Justa y Rufina, y en el que aparece la zona de la ciudad proxima a la Giralda que aparece con su primer coronamiento cristiano.

Tres cuartos de siglo más tarde, en 1573, Hofnagel (35) nos ha dejado una miniatura sobre pergamino, en que la ciudad al fondo, con un primer plano al otro lado del río, que podía ser Santiponce, y con personajes semejantes a los del n. 0 20 del mismo autor.

Entre los oleos está el mas ilustrativo, a mi juicio, sobre todo en lo que hace referencia al Arenal (39) , anónimo, de fines del siglo XVI, y que se conserva en el Museo de América de Madrid.

Otro oleo, también anónimo, de mediados del siglo XVII presen­ta al rey moro, entregando a San Fernando las llaves de la ciudad (94) , con una vista de esta al fondo , en la que destaca la Giralda.

Entre las pinturas con autor conocido, y siguiendo un criterio cro­nológico, señalaremos, en primer lugar, las representaciones de Se­villa en cuadros de Francisco de Pacheco. Este autor hace una ima-

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ginativa representación de la ciudad al pie del cuadro de la Inmacu­lada Concepción (49), hacia 1610, presentando, muy distantes entre sí, a la Torre del Oro en primer termino, y a la Giralda al otro lado del cuadro.

Del mismo autor, y con el mismo tema inmaculadista, hay un lienzo (55), de 1617, que representa a Miguel del Cid a los piés de la Virgen. La Torre del Oro, en primer término, muy semejante a la anterior, y junto a ella la Giralda. El equilibrio compositivo que vimos hacía en el anterior la Giralda y una palmera, se representa ahora por un ciprés y otro arbol. Pacheco es también autor de otro

. oleo (60), de 1624, también de la Inmaculada, y en el que aparece Sevilla, con la Torre del Oro en primerisimo plano, una puerta con una torre que puede ser la de Jerez, y la Giralda con el frente de la Catedral.

Y con el tema principal de la reconquista, y la entrega al Rey Santo de las llaves de la ciudad, hay un cobre (78) , de 1634, que tiene a Sevilla como escenario, con las murallas y la Giralda cuya composición es semejante a un dibujo a pluma (79) de la misma fecha, atribuido al círculo de este pintor.

Guardando estrecha relación con estas dos últimas representacio­nes (78, 79), hay un oleo (88) de la primera mitad del siglo XVII, atribuido al círculo de Pacheco, en el que la ciudad, y sobre todo la catedral con la Giralda, el Arenal con el astillero, y la zona pró­xima a este tienen un gran valor iconográfico.

De Juan de las Roelas hay un oleo (54), con alegoría de la Inma­culada, de 1616, en el que un abigarrado conjunto de figuras parti­cipan en la procesión homenaje a la Virgen, y en el que la represen­tación de la ciudad es meramente complementaria del asunto prin­cipal.

De Francisco de Zurbarán hay tres cuadros con vistas de Sevilla. En primer lugar un oleo (66) de la Inmaculada, de 1630, con una vista de Sevilla con la Giralda, y en primer término una puerta que puede ser la de Jerez.

Del tema de la rendición y entrega de las llaves de Sevilla a San Fernando, hay otro oleo, también de Zurbarán, semejante en com­posición a los números 78, 79 y 88, pero invirtiendo la composición, y con el tema iconográfico de la ciudad muy en segundo término. Finalmente un oleo anónimo (80) , 1631-1640, atribuido por algunos

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a Zurbarán, titulado «El sueño de San Femando», en el que la re­presentación de la ciudad es también secundaria e imprecisa.

Finalmente hay un cuadro de Juan Luis Zambrano (82), entre 1635 y 1645, en el que San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced, muerto un año después de la reconquista de Sevilla, entrega a San Fernando una imagen con esa advocación de la Vir­gen.

RELIEVES. Dos bellísimos relieves policromados, obra de Pey­ter Dancart y Jorge Fernández (1482-1526), nos muestran a Sevilla y su recinto amurallado desde el sur (4) , y desde poniente (5) , en el Retablo Mayor de la Catedral de la ciudad.

XILOGRAFIAS. Hay dos representaciones xilográficas de Sevi­lla. La primera, de Pedro de Medina (13), en 1548, muestra una perspectiva que pudo ser la determinante del dibujo de la Real Cé­dula del año siguiente (14), y de los correspondientes al n. º 36, y los derivados de ellos. Creo que hay una indudable interrelación en­tre todos.

La otra xilografía anónima (32) fechada en 1570, es la vista de la ciudad, como es habitual desde Triana, y presenta la llegada de Felipe 11 por el Arenal.

DIBUJOS. En cuanto a los dibujos, el primero (24) es desde el Arenal de Sevilla y Triana, con su castillo de la Inquisición, y la panorámica del Aljarafe al fondo. Es de Antón Van den Wyngaer­de, y está hecho en 1567. También son de este autor, y de la misma fecha, otros dos dibujos, uno mas abocetado y de mas amplia am­bito panorámico (23 sic 24), y otro de Sevilla, con gran detalle y pormenor que permite las identificaciones de los templos y edificios al norte de la Catedral, que aparece mas imprecisa.

De Jeremías Gundlach es un dibujo a pluma en colores (46) , de 1606?, que tiene indudable parentesco con los grabados de Hofna­gel ; y también el que ya señalamos del círculo de Pacheco (79), con parte de la muralla de la ciudad en 1634, y con San Femando reci­biendo las llaves.

LA GIRALDA. Pasamos ahora a reseñar los edificios, lugares, etc., recogidos en este Iconografía , empezando , lógicamente, por los que hacen referencia exclusiva a la Giralda. Se inicia con un se­llo (1) del manuscrito del «Libro de las Dotaciones de la S. Eglesia de Sevilla», por Fr. Diego Martínez, en 1411.

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Siguiendo un orden cronológico, hay luego un dibujo a pluma con tinta negra (2), anónimo, que ilustra el manuscrito de la «Genealo­gía de los Reyes de España», de Alonso de Cartagena, hacia 1640.

Hace referencia, como otros que hemos visto, a la entrega de las llaves de la ciudad a San Fernando, y tanto la Giralda, como la ca­tedral, que en la época del manuscrito debía estar ya adelantada, pero no en el estado que muestra, son también representaciones imaginativas.

Viene luego un relieve en piedra (3). anónimo, que se encuentra en la lápida sepulcral del canónigo Rodríguez de Matencio, en 1499, en la iglesia de Villasana de Mena, y que es la primera que recoge la verdadera forma y decoración de la Torre Mayor de Se­villa.

Sigue otro relieve, también en piedra (8) de Diego de Riaño y Martín de Gainza, que se encuentra en la Sacristía Mayor de la Ca­tedral, hecho entre 1529 y 1543. Creo que está claramente influido por el anterior, aunque aquí aparece con mucho mas detalle, y una precisión mas real.

La primera representación pictorica de la Giralda está en el cua­dro de las Santas Justa y Rufina (15) de Hernando de Sturmio (1553-1555), que se halla en la capilla de los Evangelistas de la Ca­tedral.

Vienen luego dos representaciones en las vidrieras, también de la Catedral, correspondientes a Arnao de Flandes (16) en 1554, y Carlos de Brujas (17), en 1558. Y de este último año es una xilogra­fía (18) que ilustra el «Missale Hispalense», impreso por Gregario de la Torre, y que ofrece escaso parecido con la realidad. De 1565 hay dos representaciones. Una es un dibujo a pluma (21), anónimo, inspirado en un grabado de Hofnagel (22), que apareció en la «Ci­vitatis Orbis Terrarum». Ambas presentan la torre con gran detalle, y el cornamiento de Hernán Ruiz.

En el Museo de Bellas Artes de Sevilla hay un frontal de azulejo (41), anónimo, de hacia 1598, que representa a las Santas Justa y Rufina con la Giralda. Es la única iconografía que de ella se ofrece en barro cocido y policromado.

Hay también una pintura muy fiel en otro cuadro de las Santas (59), por Miguel de Esquive!, hacia 1620.

Finalmente una xilografía (72), de autor anónimo, de 1632, que

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ilustró el manuscrito del «Teatro de la Santa Iglesia de Sevilla» de Alonso Sánchez Gordillo, y que presenta como novedad original la jarra de azucenas escoltada por dos Giralda, alterando la disposi­ción del escudo heráldico de la archidiocesis.

CATEDRAL Y GIRALDA. Un relieve en color de la Catedral y la Giralda (6) en el retablo del altar mayor de aquella, por Peter Dancart y Jorge Fernández (1482-1526), corresponde a los de las vistas de la ciudad ( 4, 5).

EL PUERTO Y EL ARENAL. Dos oleos anónimos (89, 90) de mediados del siglo XVII, nos muestran e ilustran sobre las activida­des del puerto y del Arenal de Sevilla, con curiosas escenas de gran valor histórico. Considero están en relación con el n. º 88.

LAS TORRES DEL ORO Y DE LA PLATA. De las Torres del Oro (9) y de la Plata (10) están los dibujos de Luis de Peraza, de 1535, que ilustran el manuscrito del «Antiquísimo origen de la ciu­dad de Sevilla ... ». Y de la primera hay también otro dibujo (26) de Antón Van den Wyngaerde, de 1567, menos detallado que los anteriores.

EL PUENTE DE TRIANA. Hay un grabado del proyecto de un puente de Triana (67), de Alardo de Popma, según dibujo de An­drés de Oviedo, en 1629-1630, y la copia anónima (68) de aquel en 1696?, a la que acompaña la documentación que sobre ellos se con­serva en el Archivo Municipal.

EL GUADALQUIVIR. Del río, aparte de las representaciones que hemos visto al señalar otros temas de esta Iconografía, hay una específica en el «Libro de las Grandezas y Cosas Memorables de España» (11), de Pedro de Medina , en 1548. Posteriormente, y has­ta su desembocadura, en unos dibujos del «Puerto de Santa María» (42) , y «Sevilla Ossum Hispalis» (43) del alemán Diego de Cuelvis , que ilustran el «Thesoro Chorographico de las Espannas» , y reco­gen su viaje en 1599-1600.

LA ALAMEDA DE HERCULES. De la Alameda de Hércules en la primera mitad del siglo XVII hay un óleo (91), atribuido a Martínez del Mazo; y otros dos (92, 93), con interesantes y distintas interpretaciones de las columnas de Hércules, y variadas escenas y atuendos de los personajes que en ellos aparecen.

EL HOSPITAL DE LAS CINCO LLAGAS. El Hospital de las Cinco Llagas aparece en dos oleos, ambos anónimos, de mediados

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del siglo XVII. La perspectiva es frente a la fachada principal, pero en uno de ellos (86) se muestra sólo el edificio y la explanada ante­rior; el otro incluye el arrabal de la Macarena, Hospital de San Lá­zaro, Monasterio de San Jerónimo, etc.

LA CARCEL PUBLICA Y LA CARCEL DE CONTRATA­CION. Hay cuatros aguadas de Juan Navarro que muestran la Car­cel Pública de Sevilla en 1569. Una de ellas es un diseño de la facha­da principal y de una lateral (27), de elegante trazado clásico. Las restantes corresponden a la fachada sur (28), la planta del edificio (29) y un corte de sección (30) que permite ver la distribución in­terior.

También en la Caree! de la Contratación hay dos dibujos (47, 48) de fachada y planta, hechos por Vermondo Resta (1608-1613), que recuerdan la fachada neoclásica que, hasta hace unos años, tuvo el edificio de la Contratación en la plaza de este nombre.

LOS MOLINOS DE POL VORA. Hay un dibujo en color, de los Molinos de Polvora (58) , anónimo, de 1620, complementario del plano de Triana (57), del mismo año.

LOS CAÑOS DE CARMONA. Del suministro de agua a la ciu­dad por los caños de Carmona hay un plano (52) de Aldana en 1612, y una planta (53), de 1620, del agua que iba a la Huerta del Rey.

LA CARTUJA DE LAS CUEVAS Y SAN ISIDORO DEL CAMPO. De estos monasterios, inmediatos a Sevilla, se recogen también representaciones iconográficas.

De la Cartuja de las Cuevas hay una tabla anónima, (64), de la primera mitad del siglo XVII, que representa la imaginaria trasla­ción de aquella con motivo de una arriada. La otra representación es un grabado (65) de Juan Méndez, en 1629, y se refiere a la fun­dación del monasterio.

Y del Monasterio de San Isidoro del Campo hay una xilografía del «Libro de las Grandezas y cosas memorables de España», de Pedro de Medina en 1548.

LA ENTRADA DE SAN FERNANDO EN SEVILLA. Sobre el hecho histórico mas importante de la ciudad, la conquista por San Femando, hay una serie de grabados calcografiados (74-77), de au­tor anónimo , que ilustran «El Femando o Sevilla Restaurada» escri­to por J . Antonio de la Vega Figueroa y publicado en 1632, que

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recogen distintos aspectos y lugares, algunos de los cuales hemos mencionado anteriormente.

Y sobre este mismo asunto, con representación iconográfica de Sevilla, está el oleo de Pacheco (78), en 1634; el dibujo (79), anó­nimo del círculo de este pintor, hacia ese mismo año; otro oleo anó­nimo (80) , 1631-1640; el cuadro de Zurbarán (81), de 1634; el de la Virgen de la Merced (82), atribuido a Juan Luis Zambrano, 1635-1645; el oleo del circulo de Pacheco (88), de la primera mitad del siglo XVII; y el anónimo (94) de mediados de la misma centuria.

LA ARQUITECTURA EFIMERA. Sobre la visita de Felipe II a la ciudad hay dos arcos de triunfo en xilografías anónimas (33, 34), de 1570; y un grabado de Pieter Van del AA, según un grabado desconocido de Diego López Bueno (40), preparatorio para la traza del túmulo efectuado por Juan de Oviedo en 1598.

Y para terminar el grabado anónimo de un arzobispo por la Puer­ta de la Macarena en Sevilla (71), ilustración del manuscrito del «Teatro de la Santa Iglesia de Sevilla», por Alonso Sánchez Gordi­llo, en 1632.

José Antonio Calderón Quijano

TOPONIMIA ESPAÑOLA EN EL NUEVO MUNDO CALDERON QUIJANO, José Antonio Sevilla, Caja de San Fernando, 1988, 376 pp.

La presentación del autor, prescriptiva en toda reseña de libro , huelga en este caso. Desde la década de los 40 el Prof. Calderón Quijano figura muy unido al movimiento americanista español, siendo uno de los pilares de la escuela sevillana surgida y desarro­llada dentro de la Escuela de Estudios Hispano Americana, de Ja que fue Director, y la Universidad de Santa María de la Rábida. Estrechamente unido , por razón de magisterio y amistad entrañable con don Manuel Giménez Femández y don Diego Angulo Iñiguez, el Profesor Calderón Quijano integró el grupo matriz que reunió, para colocar los cimientos del americanismo hispalense actual, los

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nombres de Vicente Rodríguez Casado, Florentino Pérez-Embid, Manuel Gutiérrez de Arce, Manuel Hidalgo Nieto, Enrique Marco Dorta, Antonio Muro Orejón, Guillermo Céspedes del Castillo, Ja­vier Meneos Guajardo Fajardo, etc. Este inicial protagonismo, pre­sencia básica, se consolida cuando logra la cátedra de Historia de América de la Universidad Hispalense y se continúa a lo largo de 40 años de manera ininterrumpida. Secuela de ello son sus trascen­dentales aportes historiográficos y su magisterio traducido en toda una escuela. Nos parece que ningún historiador americanista puede exhibir un conjunto de seguidores y discípulos -entre los cuales nos encontramos- como José Antonio Calderón Quijano.

La nómina de su producción gana ahora un nuevo título que, aunque da la sensación de que nada tiene que ver con sus preceden­tes contribuciones, si que está relacionado. No se vincula, por su­puesto, a las historias de Belice, de las fortificaciones de la Nueva España, del Banco de San Carlos o de las defensas del golfo de Cá­diz, pero si que se emparenta con su valiosa aportación al campo de la Cartografía (Belice, Yucatán, Cádiz, Colima, Nueva Galicia). Este trabajo de ahora tiene mucho de labor cartográfica, y nos cons­ta la predilección que siente nuestro maestro por esta materia.

La temática de su nueva monografía fue abordada por el autor consciente de la inexistencia de algo similar. Y decidió emplear el concepto Nuevo Mundo y no el de Hispano América o lberoaméri­ca porque el mismo abarca las tierras que los españoles considera­ron Nuevo Mundo. Precisamente, y tras explicar el significado de la palabra toponimia, el autor insiste en una temática que le ha atraído en otras ocasiones: el análisis de los distintos nombres dados al continente americano. Luego, sabedor que la toponimia es un re­flejo del proceso descubridor-colonizador y que el gran instrumento de este último es el emigrante-poblador, expone una síntesis del fe­nómeno migratorio.

Los descubridores-colonizadores con el fin de no perderse, para moverse en un mapa que ellos iban haciendo, repartieron topóni­mos que frecuentemente coincidían con el santoral del día. Otras veces bautizaron con intenciones de perpetuar el recuerdo de su pa­tria chica. O siguiendo un afán de alzar una réplica del pueblo natal. Lo realizan, repetimos, para no extraviarse y, también, como un símbolo de posesión, haciendo caso omiso de las posibles designa-

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ciones indígenas. Porque indígenas son Cuba, Haití, México, Gua­temala, Panamá, Chile, Bogotá, Caracas, Nicaragua, Quito ... Es de notar que el cronista Fernández de Oviedo manifestaba en actitud crítica, que los accidentes geográficos del Nuevo Mundo poseían su propia personalidad y las nuevas denominaciones españolas eran equivocadas. Primero, afirmaba, cambian los apelativos indígenas y los sustituyen con una denominación hispana; luego, cambiaban esta, originando embrollos. Oviedo lamentaba, iguahnente, la repe­tición del topónimo y sugería que para distinguir un lugar de otro se le añadiere una especificación: Jerez de ... ; Santiago de .. .

El cuerpo de la obra que nos ocupa, se inicia a partir de la página 46, disponiéndose los topónimos alfabéticamente . Cada uno lleva su correspondiente explicación: quien, cuando, como, porqué se fundó la localidad; en que país actual se encuentra ; y la bibliografía de la cual han sido obtenidos los datos. Esta bibliografía aparece reunida al final.

No podemos decir mas de esta obra. Libro inmensamente util ; obra fruto de una tarea minuciosa, a la que tal vez alguien le exija unos mapas localizando tanto nombre patrio trasplantado al Nuevo Mundo.

Los alusivos a Andalucía o desprendidos del mapa andaluz son numerosos, y a ellos se refirió el autor en la ponencia presentada al IV Congreso de las Academias Andaluzas (1986).

ANTOLOGIA POETICA DIEGO, Gerardo Santander, 1988

Francisco Morales Padrón

Sería como llevar lechuzas a Atenas, subrayar la vinculación del poeta santanderino, casi jándalo, Gerardo Diego, con Sevilla. A la ciudad, sus monumentos, personajes, madeja histórica, dedicó no pocos de sus mejores poemas. '

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Antólogo pionero de la poesía española, ha sido antologizado ahora, con rigor y talento. La bellísima edición , patrocinada por la Diputación General de Cantabria, está al cuidado de Pablo Beltrán de Heredia y Castaño; las ilustraciones, evanescentes, luminosas acuarelas, son de Dionisio Ridruejo, hijo del gran Dionisia, esplén­dido escritor ya desaparecido, y pintor, también, muy inspirado; la introducción, de José Hierro, enorme, silencioso poeta; la selección poemática de Juan Carlos Temprano; y el exhaustivo estudio biblio­gráfico del profesor, en la Universidad de Extremadura, José Luis Bernal. Un libro , un primor o, como quería siempre Ors, obra bien hecha.

Rima (Bécquer, 1922); Rima penúltima (Antonio Bienvenida, 1936); Torerillo en Triana (1926); Elegía a Joselito (1941); Plaza vacía (1943); Cambio a muleta plegada (Antonio Bienvenida, 1944); La Giralda (1926) ; Oda a Belmonte (1941) ; Egloga de Anto­nio Bienvenida (1945). Estos son Jos poemas, elegidos, entre otros muchos, que el montañés dejó inspirarse Sevilla. Desde 1922 hasta 1955, abarcan largos años de estro alzado. El español Gerardo can­tó, además, a su tierra natal, Cantabria; a Soria y sus entornos he­róicos; un encendido. Santiago de Compostela; Burgos y el ciprés peregrino del ensueño; pero siempre vuelve, siempre, a Sevilla. Igual que sus paisanos y antepasados, reconquista la ciudad a los moros y deja encandilarse por éstos y sus actuales descendientes. José María de Pereda y Marcelino Menéndez Pelayo son hermanos mayores de su experiencia sevillana. El mar cántabro rodea una To­rre del Oro, enhiesta, firme, en el escudo de Santander. El Norte y el Sur están unidos, por encima de seculares litigios poéticos, en­carnizados y tan vanos: aquél mar, este otoño. «¡Cuánta otoñal in­mensidad sonora!».

GUIA NATURAL DE ANDALUCIA DUQUE GIMENO, Aquilino

El Duque de Alba

Sevilla, Inst. de Desarrollo Regional de la Universidad de Sevilla, 1986, 227 páginas, ilustraciones.

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Para hacerle una reseña crítica a este libro es necesario ser un científico, un especialista en botánica y en zoología andaluzas. Es posible que alguien al leer esto comente: para escribirlo también. Y aquí, Jo reconozco, es donde mi primera y tajante afirmación pierde pie, porque Aquilio Duque no es un científico ¿Y entonces? Pues no Jo sé. Tampoco lo era Manolo Ferrand y nos dejó un valio­so texto sobre Ja naturaleza en Sevilla. No hay que olvidar que Mae­terlink que era un poeta nos legó un fascinante estudio sobre Ja vida de las hormigas. Creo que en lo que acabamos de escribir está la clave: eran poetas.

Aquilino Duque es un poeta, es un novelista y es un ensayista y estas actividades literaria suyas se transparentan en esta obra que, repito, no vamos a juzgar, sino simplemente a anunciarla exponien­do al mismo tiempo el deleite que nos ha causado su lectura. Por­que ese multifacetismo literario de Aquilino Duque se trasunta en sus páginas, que no están adornadas de un pesado rigor científico. Todo lo contrario.

Decíamos que habíamos disfrutado con Ja lectura y ahora quere­mos añadir que ha sido un goce similar al que nos produjo en su día los capítulos de Jean Sermet con su La España del Sur. El libro que nos ocupa en estos momentos no discurre por los vericuetos del de Sermet, tampoco por las sendas del de Ferrand. No es ni Jo uno ni lo otro. Ignoro si cuenta con antecedentes en la historiografía.

No sé porqué imagino que el autor, gran viajero por el mapa del mundo, se deleitó acumulando materiales y visiones para sus capí­tulos. Aunque Ja tarea no era nada fácil le debió de ocurrir algo similar a lo que Je sucede ahora al lector: que ha de leer todo para irse encontrando con esas magistrales descripciones, curiosas histo­rias, agudas críticas, etc. que aquí y allá va dejando Aquilino Du­que a lo largo de su texto. A título de ejemplo sugerimos compro­bar lo que acabamos de manifestar leyendo las historias de don Ra­fael Tornero y el Cerro de Mahoma (pág. 23), o la del Café Colón y Angelita Fornovi (pág. 34) , o Ja del ingeniero Alberto y el guarda Justo Cuadros. Son antológicas las descripciones de Ja Alhambra (pág. 57) y las consideraciones en torno a Jerez, toda una teoría sobre el ser de Ja ciudad (pág. 143). Bella la descripción de Alme­ría, y cuando hablando de su tierra afirma que «Todo el paisaje es una revolución petrificada», no podemos por menos de recordar a

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Unamuno hablando de «tempestad petrificada» ante la cumbre de Gran Canaria.

De soslayo se deja caer la crítica política (sobre Salmerón, pág. 14), o literaria (sobre Brenan y El Niño de la Bola). Y algunas des­cripciones van acompañadas de duras y severas consideraciones, como ocurre al tratar de Castellar (pág. 137) o de Baena (pág. 153). No duda en afirmar que sus paisanos, los andaluces, se caracterizan por tratar despiadamente a los ríos (a los árboles decía un viajero extranjero del siglo pasado), y que los pueblos andaluces resultan acogedores mientras uno no se acerque demasiado a ellos (pág. 51). Para el viajero actual continúan adoleciendo de los mismos fallos de hace mas de un siglo.

Concluimos reproduciendo dos o tres pruebas de la agudeza de sus observaciones y del mínimo y poético derroche que hace para plasmarlas: Decir Granada es decir agua ... La palabra Málaga es ya de por si una ráfaga de luz ... Decir Cádiz es decir ciudad y decir Jerez es decir campo. Olvera está puesta en el paisaje para ver y ser vista ...

El libro de Aquilino Duque es mas que una guía natural de An­dalucía; ha sido escrito para ser leido; y decir Guía natural a veces equivale a decir guía poética.

Francisco Morales Padrón

GUIA DE DULCES DE LOS CONVENTOS SEVILLANOS DE CLAUSURA FRAGA IRIBARNE, María Luisa Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1988, 68 pp.

Contaba Alfonso Reyes en un delicioso libro suyo titulado Me­moria de bodega y cocina el caso de una señora anciana que, a pun­to de morir, clamaba desde la cama: ¡El postre, el postre! Ni en aquel minuto postrero la buena señora quería prescindir de su pos-

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tre. Tal vez por eso de que era lo último. No cabe duda que es con­dumio para el viaje a la eternidad algunas de esas coronillas, pan de ángel, yemas y ¡más todavía! que las monjas fabrican en sus obradores.

Realmente esta Guía de dulces puede convertirse en una guía para pecar porque lo que aquí se describen son auténticas tentacio­nes. Estas monjitas dulceras, tan ajenas al mundanal ruido, no han caido en la cuenta que su artesanía pueden servir para que nuestras flaquezas queden al desnudo con mas frecuencia.

Para Antonio Gallego Morell, refinada sensibilidad y docto pro­fesional, en esta Guía se aborda definitivamente las esquinas, lo in­sólito, lo oculto de los conventos y monasterios sevillanos, gracias, añadamos nosotros, también a la curiosidad, desvelo y amor de Ma­ría Luisa Fraga de cuya mano recorremos sabrosos itinerarios. El primer paseo se inicia por el convento capitalino de San Leandro. ¡Cómo no! De aquí salen las famosas yemas que inspiraron a Luis Cernuda un párrafo antológico ... «Y las yemas de huevo hilado, los polvorones de cidras o de batata, obra de anónimas abejas de toca y monjil, aparecían en blanca cajilla desde la misteriosa penumbra conventual, para regalo del paladar profano .

En la vaga luz crespuscular, en el silencio de aquel recatado rin­cón, el exquisito alimento nada tenía de terreno, y al morderlo pa­recía como si mordiéramos los labios de un angel».

A partir de San Leandro la ruta prosigue por Santa Inés (bolli­tos), Santa Paula (mermeladas variadas, dulce de membrillo), Santa Clara, cuyas monjas solo trabajan la repostería en Navidad, San Clemente el Real. .. etc., etc. La autora, con las especialidades de cada cenobio ofrece a veces una receta. Curiosas las recetas de dul­ces perdidos donde María Luisa Fraga hace gala no sólo de su con­dición de ama de casa y de una gran habilidad como ella dice para mezclar el Arte con el arte culinario , sino de historiadora.

Fuera de Sevilla los monasterios que nos son dado visitar son doce: Carmona, Constantina, Ecija , Alcalá de Guadaira (a cuyas monjas agradezco desde el corazón y desde el paladar sus corazones de almendra), Arahal, etc. El mismo gusto -sumo gusto- quepo­seen todas las delicias monjiles que en esta Guía se nos van presen­tando, lo posee el repertorio de fotos-ilustraciones mostrando reci­pientes de barro, cobre o mimbre atesorando «tocinitos, castradas,

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tartas, pestiños ... y todo lo que ustedes quieran», como dice el pie de una de tales ilustraciones.

Al final se insertan las direcciones y los teléfonos de cada monas­terio, así como la relación de sus especialidades. Pero si Vd. tiene prisa y no quiere desplazarse, ha de saber que en el Pasaje de los Seises, en el mismo corazón de Sevilla, ha sido abierto un mínimo local -El Torno- en el que es posible adquirir riquísimas tortas de todas clases, variadas mermeladas, dulce de membrillo, bizco­chos, bollos, pastas, sultanas, etc., etc. Personalmente reconocemos que al degustar estas maravillas de las monjas dulceras de Sevilla, pierde fuerza la consideración de Santa Teresa de que la vida era una mala noche en una mala posada.

Francisco Morales Padrón

APARA TO PARA ESCRIBIR LA IIlSTORIA DE TRIAN A Y DE SU IGLESIA PARROQUIAL MATUTE GA VIRIA, Justino Edición facsimilar del «Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Sevilla». Sevilla 1988.

En la laudable actuación cultural del «Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Sevilla» , destaca la reedición facsimilar de obras sobre distintos aspectos de la ciudad de Sevilla, para cuya consulta sólo se pueden encontrar ejemplares en bibliotecas públi­cas, o en otras especializadas en temas sevillanos muchas veces de no fácil acceso.

Con el número 17 de sus reediciones ofrece esta obra de D. Jus­tino Matute y Gaviria, publicada por primera vez en 1818, impresa en la Imprenta Sevillana de Manuel Carrera con el título de «Apa­rato para escribir la Historia de Triana y de su Iglesia Parroquial».

Los ejemplares de la primera edición son sumamente raros, cons­tituyendo auténticas joyas bibliográficas. Con la que se comenta, que conozca, son tres las reediciones de la ya clásica obra de Ma­tute.

La primera reedición, no facsimilar, la publicó, prologó y anotó

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D. Aurelio Gali Lassaleta en 1912, impresa en la imprenta de la «Guía Oficial de Sevilla y su Provincia». El mismo Galí, había pu­blicado ya las «Antigüedades de Sevilla» de Rodrigo Caro y los «Anales Eclesiásticos y Seculares» de Ortiz de Zúñiga, en ediciones de no buena calidad pero también difíciles de encontrar.

En 1977 la «Sociedad de Bibliofilos Andaluces» editó una edición facsimilar de 1.030 ejemplares, realizada en «Gráficas del Sur>>. Como era costumbre en las publicaciones de la entidad patrocinado­ra, lo es exclusivamente de la obra, sin ningún aditamento explica­tivo.

La nueva reedición facsimilar realizada también en los talleres de «Gráficas del Sur», va precedida de una introducción de Francisco José Ruiz Torrent, firma que aparece en la prensa local, en artícu­los sobre temas sevillanos. A mas de unas sentidas y literarias alu­siones al barrio de Triana, ofrece una semblanza de la azarosa vida de D. Justino Matute, prolífico autor sobre asuntos de la ciudad. Atinadamente dice el prologuista que «junto con Peraza, Ariño, Rodrigo Caro, Morgado, Zúñiga, Espinosa y Carcel o Gestoso», el autor pone a disposición del estudioso rico material para «llevar a cabo una mas completa y actualizada Historia de Triana». Efectiva­mente aunque está por escribir una Historia completa de Triana, la obra de Matute ha sido y será venero de noticias, y siempre habrá de tenerse en cuenta para cualquier estudio sobre el famoso barrio , su historia, monumentos, costumbres, asociaciones, familias, etc.

El biógrafo de Matute Don José Vázquez Ruiz (Sevilla, 1888), juzga que «El Aparato para escribir la Historia de Triana, es un li­bro eruditísimo que nada deja que desear en su género, y que pue­de muy bien servir de norma a cuantos tratan de escribir monogra­fias de la misma índole».

La mayor parte de las obras de Matute fueron publicadas muchos años después de su muerte y se deben al mecenazgo de D. Juan Pérez de Guzman y Boza, Duque de T'Serclaes, destacando entre ellas la fundamental obra para conocer el siglo XVIII de Sevilla: los «Anales» (Sevilla, 1887). En su citada biografía se catalogan hasta treinta y nueve obras algunas sin publicar, y veintincinco com­posiciones poéticas insertas en el «Correo Literario de Sevilla».

Eduardo Ybarra Hidalgo

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LIBROS - CRITICAS - RESEÑAS

JUAN DE V ALDES LEAL V ALDIVIESO, Enrique

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Sevilla. Editorial Guadalquivir. 1988. 0 ,30 x 0,24 mts. 315 pp. 186 láminas (164 en color) más 253 microilustraciones en el Catálogo.

Valdés Leal, pintor, escultor, grabador y estofador, creo que fue, basándonos en su autoretrato y en el literario que le dedicó su ami­go Palomino, - partiendo de la tipología de Krestschmer-, un píc­nico de temperamento cicloide, habida cuenta de su «mediana esta­tura, obesidad, redondez de semblante, ojos vivos y color trigueño claro». Además todo ello coincide con la silueta moral que se puede deducir de cuanto de él sabemos, pues, fue de acusada virilidad, dinámico, con reacciones violentas e irritables, posibles crisis depre­sivas, dotes de organizador y notoria capacidad directora. Su vida de 68 años (1622-90) , estuvo marcada por el ambiente estético y ar­tístico de la época, capitaneada por Murillo, (conocidas relaciones cordiales con sus colegas, luchando noblemente por su entorno fa­miliar), entiendo que es hora -como logra Valdivieso- derecha­zar la «terribilitá» y necrofilia de su persona , producto de una fácil literatura, carente de seriedad y de verdad.

Su andadura se desenvuelve fundamentalmente en Sevilla, con estancias en Córdoba y en la Corte; debiendo destacar, en relación con esta, que no fue de larga duración, el enriquecimiento de su formación al contacto con los artistas castellanos y con las coleccio­nes reales, que sus obras acusan. Fue un artista estudioso, de espí­ritu abierto a cuanto le interesaba en el momento en que Antonio del Castillo, Zurbarán, Ribera, los Herrera, el viejo y sobre todo el joven, Rubens, Van Dyck y el propio Murillo laboraban, además de lo que contempló de italianos y flamencos, bien directamente o a través de grabados xilográficos y calcográficos.

Valdivieso, de modo exhaustivo , y con universitaria objetividad, recorre toda su producción, analizando los valores artísticos -dibu­jo, composición, paleta-, los iconográficos -temática religiosa, profana y aún retratistica- y las circunstancias temperamentales personales, familiares y sociales, que ayuden a formar juicio com­pleto de su personalidad, lográndolo con su bien probada compe-

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tencia a través de años de labor y contemplación directa de las obras en estudio, en sí mismas consideradas y en relación comparativa con las de otros colegas.

Es aleccionador seguir las series realizadas por el artista (Sta. Clara de Carmona, 1652-53; Carmelitas Calzados cordobeses, 1655-58; la sevillana del Monasterio de S. Jerónimo , 1656; S. Benito de Calatrava, 1659-60; la ignaciana de la Profesa hispalense, 1660-64; y la de Lima; la del hospital de la Caridad, 1670-72); y las obras sueltas, singulares unas ó despiezadas de retablos no pocas.

La maestría de quien fue presidente de la Academia de pintura y dibujo -antecedente indudable de la actual de Sta. Isabel- que­da asegurada en obras como el Ataque de los Sarracenos a la plaza de Asís; los desnudos jeronimianos; la Visión de la Storta; la Virgen camino del Calvario ; los Jeroglíficos de la muerte ; sus Purísimas y Asuntas; los retratos de religiosos y, muy especialmente el de Ma­ñara; las Alegorías, etc., etc.; otorgándole un puesto eminente en la escuela barroca sevillana, sin detrimento de nada ni de nadie.

Numerosos son los estudios realizados a través de los años sobre este insigne maestro sevillano, destacando las monografías dedica­das por José Gestoso (1916), E . du Gué Trapier (1960) y Duncan Kinkead (1978) , cada una signada por singulares metodologías y cir­cunstancias personales y epocales. Con la proximidad centenaria de su óbito, -en que se anuncia una gran exposición- el profesor Valdivieso, que repetidamente se ha ocupado de este artista en fo­lletos y artículos, nos regala con este valioso libro que pone al día los conocimientos sobre el artista, cataloga su P.roducción , no sólo la documentada y cierta, sino la atribuida, añadida con erudito apa­rato crítico, bibliografía, índices de artistas (porqué no de personas en general?), toponímico e iconográfico, como corresponde a una obra que será de necesaria consulta en el acervo cultural español.

Al felicitar muy sinceramente al autor, esperamos de su numen investigador y de su reconocida laboriosidad, nuevos frutos a sumar a su abultado y prestigioso curriculo.

José Hemández Díaz