liderazgo y poder
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Weber y Foucault muestran como los conceptos de liderazgo y poder son similaresTRANSCRIPT
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UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR
SEDE ECUADOR
DOCTORADO EN ADMINISTRACIÓN
2011
MÓDULO PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO
TRABAJO FINAL DE MÓDULO
“LIDERAZGO Y EJERCICIO DEL PODER”
Autor: Marcela Pérez Pazmiño
Profesor: Dr. Fernando López Parra
NOVIEMBRE 2011
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¿Es el liderazgo organizacional un ejercicio del poder?
Resumen.
En este artículo se presentan las posturas de dos autores frente al poder. En primer
lugar, Max Weber, que hace una descripción del poder como una acción: “poder es la
posibilidad de que una persona, o varias, realicen su propia voluntad en una acción en
común, aun contra la oposición de otros participantes en la acción” (2006, pág. 45).
Desarrollando los tipos de poder según Weber, pretendemos establecer los motivos
que impelen a los ostentadores del poder a buscarlo, defenderlo y conservarlo.
En segundo lugar, el planteamiento de Foucault, expresado en “El Sujeto y El Poder”
(Foucault, El sujeto y el poder, 1988), mediante el cual intentamos una mirada externa
al poder para conocer, lo que el autor denomina “las relaciones de poder”.
Encontraremos que el liderazgo entendido como instancia de poder, surgiría en la
organización como resultado de su propia acción y de las instancias en las que se
ejerce. Lo que habría que analizar, no es el propio liderazgo sino las resistencias que se
presentan, porque en ellas estaría inserta la verdad. Un error común en nuestras
organizaciones es buscar al sujeto que se opone para aislarlo, siendo que en esa
oposición estaría la respuesta a la causa final de la organización.
Tanto Weber como Foucault concuerdan en que el poder existe porque hay
estructuras que lo soportan, porque hay agentes y recipientes, porque hay aceptación
de su existencia. En nuestra analogía de liderazgo-poder, podremos asumir que los
líderes son agentes del poder. Este hecho supondrá que tanto los recipientes como la
misma estructura, deberán aceptar al líder.
Palabras clave:
Liderazgo, Poder, Max Weber, Michel Foucault
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Introducción.
En este artículo se presentan las posturas de dos autores frente al poder. En primer
lugar, Max Weber, que hace una descripción del poder como una acción: “poder es la
posibilidad de que una persona, o varias, realicen su propia voluntad en una acción en
común, aun contra la oposición de otros participantes en la acción” (2006, pág. 45).
Desarrollando los tipos de poder según Weber, pretendemos establecer los motivos
que impelen a los ostentadores del poder a buscarlo, defenderlo y conservarlo.
En segundo lugar, el planteamiento de Foucault, expresado en “El Sujeto y El Poder”
(Foucault, El sujeto y el poder, 1988), mediante el cual intentamos una mirada externa
al poder para conocer, lo que el autor denomina “las relaciones de poder”.
Esta conjunción de autores nos encaminará a distinguir una suerte de características
que poseen o desarrollan aquellos que tienen el poder y ejercen relaciones de poder.
Si se logra esta caracterización, podremos insertarnos en la lógica que está por detrás
del concepto de “liderazgo”, buscando una definición que relacione el poder detrás del
líder y las estrategias que éste asume para el liderazgo.
Qué es el liderazgo… la búsqueda empieza y no termina. Los mismos autores declinan
una respuesta: “Like all terms in social science, the concept of leadership is obviously
arbitrary and subjective. ‘An observation by Bennis (1959, p. 259) is as true today as it
was many years ago: . . . the concept of leadership eludes us or turns up in another
form to taunt us again with its slipperiness and complexity. So, we have invented an
endless proliferation of terms to deal with it . . . and still the concept is not sufficiently
defined’ “ (Karp & Helgø, 2009, pág. 881) .
Para sortear esta deficiencia, proponemos abordar una conceptualización de líder y
liderazgo, ayudándonos de la historia de las palabras.
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Definición etimológica de líder y de liderazgo.
Según Ricardo Socca, la Real Academia de la Lengua española, considera que “líder
proviene del inglés "leader", del mismo significado, y hasta no hace muchos años era
rechazada por los puristas como anglicismo”. Añade que “liderazgo” se formó en
español mediante la adición del sufijo -azgo. “La palabra inglesa se derivó a partir del
vocablo noruego antiguo laidjan que significaba "ir" y "hacer ir". No tiene ninguna
vinculación etimológica con el griego ni con el latín” (Socca, 2011).
Otro autor, el filósofo argentino Hugo Landolfi, en su página web, concuerda en que la
etimología de la palabra “líder” proviene del inglés medio leden, que a su vez proviene
del inglés antiguo laeden, que a su vez encuentra su raíz en el indoeuropeo leit. “Si
profundizamos un poco más, podemos verificar que el término leader aparece
alrededor del año 1300 mediante el vocablo ladere, que se forma con el vocablo ya
mencionado leden, proveniente del inglés medio, sumado a la partícula –er, que
designa a una persona o cosa que realiza la acción del verbo. Leden aparece por
primera vez alrededor del año 1125 proviniendo del inglés antiguo ya mencionado
laeden, que significa acto de ir con alguien. Finalmente se llega al indoeuropeo leit,
significando avanzar o ir hacia delante (Landolfi, 2008).
Si nos atenemos a esta explicación, el líder sería el que “hace ir”. Buscaremos
entonces, mediante el análisis de los dos autores mencionados, Weber y Foucault, la
relación entre el que “hace ir” y el poder y sus relaciones.
El significado de poder según Weber.
En su obra “Sociología del Poder. Los tipos de dominación”, escrita en 1921, Max
Weber se ocupa de dos conceptos fundamentales: la dominación y la legitimidad.
Hemos tomado algunos párrafos de este libro, para comprender exactamente los
significados expresados por el autor.
En primer lugar, Weber plantea que su definición de poder, más cercana a dominación,
se refiere a “la probabilidad de que, en un grupo determinado de personas,
determinadas órdenes, o todas las órdenes, encuentren obediencia” (pág. 59). La
característica de voluntariedad del concepto, le diferencia del poder ejercido por la
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fuerza. Argumenta Weber, que este tipo de poder/dominación requiere de un aparato
administrativo para ser ejercida.
En el estudio preliminar que antecede a la edición consultada de la obra de Weber, se
explica que la validez de un orden está sujeta a la consideración del carácter
obligatorio del mismo, implicando la necesidad de que para que el orden sea legal las
normas deben ser formales y se debe cumplir un procedimiento que se considera
correcto. (Joaquín Abellán, Estudio Preliminar en (Weber, Sociología del Poder. Los
tipos de dominación, 2007), p. 13-15)
Según esto, el ejercicio del poder está condicionado a que: 1) haya un agente, el que
ejerce el poder, 2) haya uno o unos recipientes, quienes reciben las órdenes o sobre
quienes se ejerce el poder, 3) se considere legítima la agencia, 4) se cumpla un
procedimiento. Si nos remitimos a la etimología de líder, estaríamos contemplando
que al menos se cumplen las tres primeras condiciones: alguien que “hace ir”, alguien
que “es impelido a ir” y a quien se le puede “hacer ir”. Por lo tanto, desde esta primera
consideración, estaríamos considerando al líder como un agente que ejerce poder
sobre otros.
Como argumenta Abellán en el Estudio Preliminar: “El que los participantes en una
acción social actúen pensando en que existe un orden social legítimo, es decir, en que
existen una normas obligatorias para el comportamiento, aumenta la probabilidad de
que la acción vaya a ser repetida, incrementándose por consiguiente la estabilidad o
regularidad de la pauta de comportamiento” (Joaquín Abellán, Estudio Preliminar en
(Weber, Sociología del Poder. Los tipos de dominación, 2007), p. 13). Asumiendo
entonces, que el “hacer ir” del líder no es una acción aislada, se podría colegir que la
condición 4) también se cumpliría en la definición etimológica de líder.
Partiendo de esta primera apreciación, podremos hacer un intento de entender el
poder que acompaña al líder, siguiendo a Max Weber.
Se había dicho que, según Weber, el poder está condicionado a la existencia de un
ordenamiento legal existente en la comunidad. Weber hace una distinción entre dos
tipos de orden: El orden económico y el orden por “honor social” o prestigio. El orden
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económico se refiere al reparto de los bienes y servicios económicos; el orden social se
refiere al reparto del honor social. Tanto el orden social como el orden económico
están relacionados con el orden legal (Weber, Estructuras de Poder, 2006).
El orden económico deviene la situación de “clase” en donde las personas buscan una
causa común relacionada con el reparto de los bienes y servicios. La situación de clase
privilegia a los propietarios y excluye a los desposeídos. Entonces, los propietarios
tienen mayor poder puesto que tienen mayores ventajas en la guerra de precios en el
mercado. La situación de clase, es situación de mercado, que es donde se da la guerra
de precios.
Por otra parte, el orden social no tiene su centro en las posesiones económicas, sino
en una estratificación por honor. La lucha de clases, a diferencia de las castas, se
generan por el orden social en la producción y uso de los bienes. Las clases se
estratifican según sus relaciones con la producción y obtención de los bienes, las castas
o grupos de status se estratifican de acuerdo a su consumo de los bienes, que se
simbolizan en “estilos de vida” específicos.
En una situación de liderazgo, por ejemplo en la conducción de una organización en la
que prima el orden económico, dice Weber, el poder puede surgir no por la condición
económica, sino por el poder existente por otros motivos, por ejemplo por honor
social. Entonces, si a quien se juzga como líder de la organización, busca
primariamente el reconocimiento social, no podrá al mismo tiempo, buscar el poder
económico. Esto se verá con más claridad cuando se expliquen los tipos de
dominación.
Los tipos de poder o dominación legítima.
Max Weber distingue tres tipos de dominación legítima, esto es, legalmente
reconocida: 1) de orden racional, se basa en la creencia de la legalidad del orden
establecido y del derecho a dar órdenes por parte de quienes tengan la competencia
para ejercer la dominación según ese ordenamiento (dominación legal); 2) de orden
tradicional, basada en la creencia del carácter sagrado de las tradiciones; y, 3) de
índole carismática (Weber, Sociología del Poder. Los tipos de dominación, 2007).
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1) Las categorías fundamentales de la dominación racional son: la existencia de un
órgano administrativo, es decir, la existencia de una organización jerárquica, reglada y
que usa los medios coactivos necesarios; y, una completa separación entre cargo
administrativo y propiedad de los medios. La forma que asume la dominación racional
es la denominada “burocracia”
La burocracia u orden de oficina es aquella en la que el funcionario es libre
personalmente, pero está sometido a las reglas que le impone su cargo, los
empleados están organizados en jerarquías, son elegidos por competencias
técnicas y ganan un sueldo por su trabajo, se somete a una disciplina y control
de su cargo. La administración burocrática es la forma más racional de ejercer
la dominación. Puede alcanzar el máximo grado de eficiencia en sus
actuaciones. (págs. 73-74)
El principal factor de superioridad de la dominación racional es la competencia técnica.
El poder o dominación racional atraviesa un sinnúmero de organizaciones modernas.
Desde las escuelas hasta los destacamentos militares, la configuración racional es la
forma más reiterada de conducción. Según lo explica Weber, el liderazgo en este tipo
de organizaciones se dará por el respeto ubicuo a la normatividad, la cual es fuente y
receptor de las acciones de la organización. En este tipo de organización, el liderazgo
será entendido como grado o jerarquía y su función principal será el cumplimiento
irrestricto del deber.
2) La dominación tradicional se basa en el carácter sagrado del poder. “El señor o
señores son designados en virtud de reglas consagradas por la tradición y mantenidas
en el tiempo”. La obediencia no se presta a las normas sino a la persona que ocupa el
puesto por la tradición o por haber sido designada por quien la tradición determina. El
aparato administrativo en la dominación tradicional no cuenta con una delimitación
clara de competencias, no tiene una jerarquía establecida racionalmente, no tiene
reglas de contratación ni de promoción, no cuenta con aprendizaje profesional y con
frecuencia no tiene salarios fijados o el trabajo no se paga con salario (págs. 85-89)
En las organizaciones de tipo familiar, se puede encontrar este tipo de dominación
tradicional. El líder (quien “hace ir”) es el dueño de la empresa o su principal heredero,
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es quien impone las reglas y además ostenta el “honor social”. Sus seguidores están
sujetos a la tradición y la aceptan como un medio de subsistencia en la organización.
3) El reconocimiento de los seguidores es lo que determina la efectividad de la
dominación carismática. “Se llama carisma a la cualidad extraordinaria de una persona
individual”. Se considera que la persona que porta esta cualidad está dotada de
fuerzas o propiedades extraordinarias inaccesibles para otra persona, es por tanto, un
modelo o un líder. Si faltan pruebas duraderas del carisma es posible que la autoridad
carismática se pierda. En una organización de índole carismática no existe selección de
personas, ni jerarquías, tampoco profesionalización. Es el líder quien, en virtud de su
carisma, elige a quienes colaboran con él. No hay reglas, pues es el líder quien va
estableciendo mandatos, que son producto de su carisma (pág. 116)
Una forma que asume la dominación carismática es el poder patriarcal. Este tiene lugar
en estructuras económicas y se liga a la satisfacción de las necesidades periódicas y
normales de la vida cotidiana. En forma ideal, el carisma no es fuente de ingresos ni de
ganancias para sus depositarios ni para sus seguidores. El depositario del carisma y sus
seguidores deben estar libres de vínculos mundanos. Estas peculiaridades hacen que el
poder carismático sea inestable. (Weber, Estructuras de Poder, 2006, págs. 70-71)
El poder carismático es amenazado por la disciplina, que es la ejecución racional y
sistemática de la orden recibida. Las empresas económicas son factores de disciplina,
por lo tanto limitantes del carisma.
La organización carismática se opone a la organización racional y a la tradicional,
puesto que su carácter es “extraordinario”. El carisma puro es ajeno a la economía.
Desdeña el uso de los dones de la gracia para obtener bienes p. 118.
Es esta categoría en la que Weber introduce la palabra líder, para denominar a quien
es el depositario del carisma. El líder es entonces una persona única por sus
características personales y se deduce, por eso mismo, que estas características son
propias, no adquiridas.
Esta consideración deja de lado cualquier intento de hacer del liderazgo una
competencia alcanzable para aquellos que no sean los elegidos. En tal caso, la
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formación de líderes será únicamente competencia de la naturaleza. Sin embargo, lo
que llama la atención de la definición, no es el carácter sobrenatural del líder, sino la
oposición que hace Weber del líder carismático frente a la organización económica. Si
el líder se mueve a través de su carisma, su objetivo estará lejos de ser la acumulación
o la ganancia de bienes materiales. Esta asunción pone en aprietos a las
consideraciones del liderazgo como garantía de éxito para las organizaciones
económicas.
Las relaciones de poder en Foucault.
Dice Foucault que el tema general de sus investigaciones no es el poder sino el sujeto
(Foucault, El sujeto y el poder, 1988). Su punto de partida es entonces, la forma en que
este sujeto se opone o se resiste al poder. En otras palabras, “utilizar esta resistencia
como un catalizador químico que permita poner en evidencia las relaciones de poder,
ver dónde se inscriben, descubrir sus puntos de aplicación y los métodos que utilizan.
En lugar de analizar el poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, se
trata de analizar las relaciones de poder a través del enfrentamiento de las
estrategias” (Foucault, El sujeto y el poder, 1988, pág. 5)
Foucault concibe a las luchas de poder no solo como luchas contra la autoridad. Señala
que la gente critica a las instancias de poder más cercanas a ella, y por eso son luchas
inmediatas, que no buscan al enemigo principal sino al inmediato. El objetivo principal
son los efectos del poder como tales, no buscan solucionar su problema en el futuro.
En este sentido son luchas anarquistas.
…son luchas que cuestionan el status del individuo, sostienen el derecho a ser
diferentes y subrayan lo que hace a los individuos verdaderamente
individuales. Atacan todo lo que puede aislar al individuo, hacerlo romper sus
lazos con los otros, dividir la vida comunitaria, obligar al individuo a recogerse
en sí mismo y atarlo a su propia identidad de modo constrictivo. Se oponen a
los efectos de poder vinculados con el saber, la competencia y la calificación.
Pero también se oponen la misterio, a la deformación y a las representaciones
mistificadoras impuestas a la gente (Foucault, El sujeto y el poder, 1988, págs.
6-7).
Foucault se concentra entonces, en entender las representaciones de Weber de los
diversos tipos de dominación, a través de mirar los efectos que producen en los que
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rechazan el orden impuesto. La búsqueda del sujeto se centra en reconocerlo más allá
de las estructuras en las que funciona, reconocerlo en los intentos por escapar de esas
estructuras y liberarse.
Finalmente, todas las luchas actuales contra el poder se mueven en torno a la
cuestión: ¿quiénes somos?, rechazan a la violencia que ignora quiénes somos
individualmente y a la inquisición científica o administrativa que determina
quién es uno. En suma, se rechaza a toda forma de poder que transforma a los
individuos en sujetos: sometido a otros por control y dependencia o atado a su
propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí mismo. Ambos
significados sugieren formas de poder que subyuga y somete (Foucault, El
sujeto y el poder, 1988, pág. 7).
En los tres tipos de dominación de Weber, encuentra Foucault que lo que busca el
sujeto es liberarse de ser concebido como tal. Inclusive si lo que mueve al poder es la
salvación (en el sentido bíblico), como en el que denomina “poder pastoral”, se
encuentra una vocación de dominación individualizante (opuesta al poder jurídico),
oblativa (opuesta al poder político) y que se ejerce solo sobre la base del conocimiento
íntimo de cada sujeto.
Concibe así al poder pastoral como un poder que le arrebata intimidad al sujeto y le
hace perder la conciencia de sí mismo. Por eso, dice: “Sin duda el objetivo principal en
estos días no es descubrir lo que somos, sino rechazar lo que somos. Tenemos que
imaginar y construir lo que podríamos ser para librarnos de este tipo de “doble
atadura” política, que es la simultánea individualización y totalización de las
estructuras de poder moderno” (Foucault, El sujeto y el poder, 1988, pág. 11)
Su concepción del poder tiene dos aristas: por un lado es una cuestión de “capacidad”;
capacidad de modificar, consumir o destruir. Por otra parte, pone en juego relaciones
entre individuos o grupos. “Si hablamos de estructuras o mecanismos de poder, es solo
en la medida en que suponemos que ciertas personas ejercen poder sobre otras” (pág.
12). En este sentido, concuerda con Weber en que el poder no existe per se, es
necesario que hayan agentes y recipientes, y que los agentes tengan legitimidad.
Sin embargo, el énfasis de Foucault, como se señaló antes, está en las relaciones de
poder. Estas se ejercen mediante acciones de comunicación, pero deben distinguirse
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de las relaciones de comunicación o de las capacidades objetivas, si bien los tres tipos
de relaciones: poder, comunicación y capacidad están íntimamente relacionadas. Aquí
es donde Foucault se aleja de Weber, con lo que considera una “nueva mecánica del
poder”.
Esta nueva mecánica de poder se apoya más sobre los cuerpos y sobre lo que
éstos hacen que sobre la tierra y sus productos…Es un tipo de poder que se
ejerce incesantemente a través de la vigilancia y de obligaciones distribuidas en
el tiempo (Foucault, Microfísica del poder, 1992)
En este sentido, la relación de poder requiere que aquel sobre quien se actúa sea
totalmente reconocido y que haya respuestas, reacciones, efectos sobre la acción de
poder.
En suma, de lo que habla Foucault es de que las relaciones de poder se ejercen sobre
“sujetos libres”, que pueden tomar decisiones sobre su forma de actuar frente a
aquellas.
Debe existir libertad para que el poder se ejerza. En el corazón mismo de la
relación de poder, y provocándola de manera constante, se encuentran la
obstinación de la voluntad y la intransitividad de la libertad (Foucault, El sujeto
y el poder, 1988, pág. 17).
Uno de los puntos sobresalientes de esta conclusión, es que las instituciones deben ser
analizadas desde fuera de este encadenamiento de relaciones. Sería la única forma de
identificarlos, puesto que el que mira desde dentro, estaría inmerso dentro de esta
red.
En este sentido, el liderazgo entendido como instancia de poder, surgiría en la
organización como resultado de su propia acción y de las instancias en las que se
ejerce. Lo que habría que analizar, no es el propio liderazgo sino las resistencias que se
presentan, porque en ellas estaría inserta la verdad. Un error común en nuestras
organizaciones es buscar al sujeto que se opone para aislarlo, siendo que en esa
oposición estaría la respuesta a la causa final de la organización.
Foucault llama a este ser “la plebe” a la que se hace objeto de los dispositivos de poder
(1992). La plebe no existe, pero sí sus efectos, que son los que oponen la resistencia,
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por las relaciones que establece para deshacerse del poder. Por ello, el análisis de las
relaciones de poder exige el reconocimiento de: las diferenciaciones, que son al mismo
tiempo condiciones y efectos de la relación de poder; el tipo de objetivos perseguidos:
mantener privilegios, acumular ganancias, ejercer una función u oficio; las
modalidades instrumentales: por la amenaza de las armas, por los efectos de la
palabra, por sistemas de vigilancia, etc.; las formas de institucionalización: dispositivos
tradiciones, estructuras jurídicas, costumbre o moda, dispositivos cerrados (como las
escuelas) o sistemas complejos con múltiples aparatos (como el Estado); los grados de
racionalización: el ejercicio de poder no es un hecho bruto ni una estructura, más bien,
se transforma, organiza y se provee de procedimientos que se ajustan a la situación
(Foucault, El sujeto y el poder, 1988).
En definitiva, lo que plantea Foucault es que la búsqueda del poder es inicua, porque
éste existe en función de las relaciones que se establecen. Son las relaciones las que
tienen que ser identificadas no como mecanismos de represión, sino de búsqueda de
la liberación y realización humanas.
Conclusiones.
El análisis del poder desde el pensamiento burocrático de Weber nos permite inferir,
no sin algún escrúpulo, que el liderazgo está afincado en el poder. El escrúpulo nace
porque el pensamiento administrativo actual ha utilizado el liderazgo como forma de
conducción de las organizaciones, mirándolo como un mecanismo de realización del
líder y de sus seguidores. Weber ataca esta forma de pensar estableciendo una clara
distinción entre la dominación por la búsqueda de objetivos económicos, frente a la
dominación carismática cuyos objetivos no son económicos, sino de honor social. Aún
en las organizaciones no económicas, la dominación carismática no tendría lugar,
debido a que su concepción teleológica es distinta del fin que persigue la organización.
La dominación carismática está lejos de ser una realidad en el mundo moderno, en el
que las organizaciones surgen como mecanismos de creación y uso de bienes y
servicios, antes que como sistemas ideales de realización humana. Por ello, describir al
liderazgo carismático como liderazgo organizacional es una ilusión romántica o una
trampa.
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Con Foucault aprendemos que el poder se manifiesta a través de sus relaciones y se
identifica mediante las resistencias que genera. El liderazgo como conducción de
organizaciones busca la movilización de las capacidades humanas en pos del fin
organizacional; pero no mira o no quiere mirar que esta conducción estaría desatando
estrategias que se van contra este fin.
Y, si acordamos con Foucault, que las resistencias existen donde existen relaciones de
poder, toda forma de conducción de las organizaciones estaría imbricada con su
“contra-conducción”. Esta revelación muestra que el liderazgo no está aislado, que
genera lo que se propone, pero que también conlleva lo opuesto. La dirección de
organizaciones entonces, deberá tomar consciencia de que la oposición no es maldad
ni mala voluntad, sino una consecuencia natural de ella mismo.
Tanto Weber como Foucault concuerdan en que el poder existe porque hay
estructuras que lo soportan, porque hay agentes y recipientes, porque hay aceptación
de su existencia. En nuestra analogía de liderazgo-poder, podemos asumir que los
líderes son agentes del poder. Este hecho supondrá que tanto los recipientes como la
misma estructura, deberán aceptar al líder.
Esta aceptación no significa seguimiento irrestricto, sino reconocimiento. Y en este
reconocimiento se plantea la contradicción de ser visto y aceptado, y, de ser visto y no
aceptado. La segunda condición puede generar estrategias de prohibición y castigo,
que aunque solapadas, se convierten en un freno o en un bloqueo a cualquier
bienintencionada búsqueda de parte del líder.
Este análisis del liderazgo frente al poder ha permitido comprender algunas falacias
que existen en la enseñanza actual de la conducción de organizaciones. Concebir al
liderazgo alejado del ejercicio del poder es ingenuo. Toda conducción es un ejercicio
de poder, todo ejercicio de poder genera relaciones y las relaciones generan
resistencias. La oposición a esta realidad enmascara una ficción.
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Bibliografía
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Weber, M. (2007). Sociología del Poder. Los tipos de dominación. Madrid: Alianza
Editorial.