liderazgo y poder

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Weber y Foucault muestran como los conceptos de liderazgo y poder son similares

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Page 1: Liderazgo y Poder

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UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR

SEDE ECUADOR

DOCTORADO EN ADMINISTRACIÓN

2011

MÓDULO PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO

TRABAJO FINAL DE MÓDULO

“LIDERAZGO Y EJERCICIO DEL PODER”

Autor: Marcela Pérez Pazmiño

Profesor: Dr. Fernando López Parra

NOVIEMBRE 2011

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¿Es el liderazgo organizacional un ejercicio del poder?

Resumen.

En este artículo se presentan las posturas de dos autores frente al poder. En primer

lugar, Max Weber, que hace una descripción del poder como una acción: “poder es la

posibilidad de que una persona, o varias, realicen su propia voluntad en una acción en

común, aun contra la oposición de otros participantes en la acción” (2006, pág. 45).

Desarrollando los tipos de poder según Weber, pretendemos establecer los motivos

que impelen a los ostentadores del poder a buscarlo, defenderlo y conservarlo.

En segundo lugar, el planteamiento de Foucault, expresado en “El Sujeto y El Poder”

(Foucault, El sujeto y el poder, 1988), mediante el cual intentamos una mirada externa

al poder para conocer, lo que el autor denomina “las relaciones de poder”.

Encontraremos que el liderazgo entendido como instancia de poder, surgiría en la

organización como resultado de su propia acción y de las instancias en las que se

ejerce. Lo que habría que analizar, no es el propio liderazgo sino las resistencias que se

presentan, porque en ellas estaría inserta la verdad. Un error común en nuestras

organizaciones es buscar al sujeto que se opone para aislarlo, siendo que en esa

oposición estaría la respuesta a la causa final de la organización.

Tanto Weber como Foucault concuerdan en que el poder existe porque hay

estructuras que lo soportan, porque hay agentes y recipientes, porque hay aceptación

de su existencia. En nuestra analogía de liderazgo-poder, podremos asumir que los

líderes son agentes del poder. Este hecho supondrá que tanto los recipientes como la

misma estructura, deberán aceptar al líder.

Palabras clave:

Liderazgo, Poder, Max Weber, Michel Foucault

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Introducción.

En este artículo se presentan las posturas de dos autores frente al poder. En primer

lugar, Max Weber, que hace una descripción del poder como una acción: “poder es la

posibilidad de que una persona, o varias, realicen su propia voluntad en una acción en

común, aun contra la oposición de otros participantes en la acción” (2006, pág. 45).

Desarrollando los tipos de poder según Weber, pretendemos establecer los motivos

que impelen a los ostentadores del poder a buscarlo, defenderlo y conservarlo.

En segundo lugar, el planteamiento de Foucault, expresado en “El Sujeto y El Poder”

(Foucault, El sujeto y el poder, 1988), mediante el cual intentamos una mirada externa

al poder para conocer, lo que el autor denomina “las relaciones de poder”.

Esta conjunción de autores nos encaminará a distinguir una suerte de características

que poseen o desarrollan aquellos que tienen el poder y ejercen relaciones de poder.

Si se logra esta caracterización, podremos insertarnos en la lógica que está por detrás

del concepto de “liderazgo”, buscando una definición que relacione el poder detrás del

líder y las estrategias que éste asume para el liderazgo.

Qué es el liderazgo… la búsqueda empieza y no termina. Los mismos autores declinan

una respuesta: “Like all terms in social science, the concept of leadership is obviously

arbitrary and subjective. ‘An observation by Bennis (1959, p. 259) is as true today as it

was many years ago: . . . the concept of leadership eludes us or turns up in another

form to taunt us again with its slipperiness and complexity. So, we have invented an

endless proliferation of terms to deal with it . . . and still the concept is not sufficiently

defined’ “ (Karp & Helgø, 2009, pág. 881) .

Para sortear esta deficiencia, proponemos abordar una conceptualización de líder y

liderazgo, ayudándonos de la historia de las palabras.

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Definición etimológica de líder y de liderazgo.

Según Ricardo Socca, la Real Academia de la Lengua española, considera que “líder

proviene del inglés "leader", del mismo significado, y hasta no hace muchos años era

rechazada por los puristas como anglicismo”. Añade que “liderazgo” se formó en

español mediante la adición del sufijo -azgo. “La palabra inglesa se derivó a partir del

vocablo noruego antiguo laidjan que significaba "ir" y "hacer ir". No tiene ninguna

vinculación etimológica con el griego ni con el latín” (Socca, 2011).

Otro autor, el filósofo argentino Hugo Landolfi, en su página web, concuerda en que la

etimología de la palabra “líder” proviene del inglés medio leden, que a su vez proviene

del inglés antiguo laeden, que a su vez encuentra su raíz en el indoeuropeo leit. “Si

profundizamos un poco más, podemos verificar que el término leader aparece

alrededor del año 1300 mediante el vocablo ladere, que se forma con el vocablo ya

mencionado leden, proveniente del inglés medio, sumado a la partícula –er, que

designa a una persona o cosa que realiza la acción del verbo. Leden aparece por

primera vez alrededor del año 1125 proviniendo del inglés antiguo ya mencionado

laeden, que significa acto de ir con alguien. Finalmente se llega al indoeuropeo leit,

significando avanzar o ir hacia delante (Landolfi, 2008).

Si nos atenemos a esta explicación, el líder sería el que “hace ir”. Buscaremos

entonces, mediante el análisis de los dos autores mencionados, Weber y Foucault, la

relación entre el que “hace ir” y el poder y sus relaciones.

El significado de poder según Weber.

En su obra “Sociología del Poder. Los tipos de dominación”, escrita en 1921, Max

Weber se ocupa de dos conceptos fundamentales: la dominación y la legitimidad.

Hemos tomado algunos párrafos de este libro, para comprender exactamente los

significados expresados por el autor.

En primer lugar, Weber plantea que su definición de poder, más cercana a dominación,

se refiere a “la probabilidad de que, en un grupo determinado de personas,

determinadas órdenes, o todas las órdenes, encuentren obediencia” (pág. 59). La

característica de voluntariedad del concepto, le diferencia del poder ejercido por la

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fuerza. Argumenta Weber, que este tipo de poder/dominación requiere de un aparato

administrativo para ser ejercida.

En el estudio preliminar que antecede a la edición consultada de la obra de Weber, se

explica que la validez de un orden está sujeta a la consideración del carácter

obligatorio del mismo, implicando la necesidad de que para que el orden sea legal las

normas deben ser formales y se debe cumplir un procedimiento que se considera

correcto. (Joaquín Abellán, Estudio Preliminar en (Weber, Sociología del Poder. Los

tipos de dominación, 2007), p. 13-15)

Según esto, el ejercicio del poder está condicionado a que: 1) haya un agente, el que

ejerce el poder, 2) haya uno o unos recipientes, quienes reciben las órdenes o sobre

quienes se ejerce el poder, 3) se considere legítima la agencia, 4) se cumpla un

procedimiento. Si nos remitimos a la etimología de líder, estaríamos contemplando

que al menos se cumplen las tres primeras condiciones: alguien que “hace ir”, alguien

que “es impelido a ir” y a quien se le puede “hacer ir”. Por lo tanto, desde esta primera

consideración, estaríamos considerando al líder como un agente que ejerce poder

sobre otros.

Como argumenta Abellán en el Estudio Preliminar: “El que los participantes en una

acción social actúen pensando en que existe un orden social legítimo, es decir, en que

existen una normas obligatorias para el comportamiento, aumenta la probabilidad de

que la acción vaya a ser repetida, incrementándose por consiguiente la estabilidad o

regularidad de la pauta de comportamiento” (Joaquín Abellán, Estudio Preliminar en

(Weber, Sociología del Poder. Los tipos de dominación, 2007), p. 13). Asumiendo

entonces, que el “hacer ir” del líder no es una acción aislada, se podría colegir que la

condición 4) también se cumpliría en la definición etimológica de líder.

Partiendo de esta primera apreciación, podremos hacer un intento de entender el

poder que acompaña al líder, siguiendo a Max Weber.

Se había dicho que, según Weber, el poder está condicionado a la existencia de un

ordenamiento legal existente en la comunidad. Weber hace una distinción entre dos

tipos de orden: El orden económico y el orden por “honor social” o prestigio. El orden

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económico se refiere al reparto de los bienes y servicios económicos; el orden social se

refiere al reparto del honor social. Tanto el orden social como el orden económico

están relacionados con el orden legal (Weber, Estructuras de Poder, 2006).

El orden económico deviene la situación de “clase” en donde las personas buscan una

causa común relacionada con el reparto de los bienes y servicios. La situación de clase

privilegia a los propietarios y excluye a los desposeídos. Entonces, los propietarios

tienen mayor poder puesto que tienen mayores ventajas en la guerra de precios en el

mercado. La situación de clase, es situación de mercado, que es donde se da la guerra

de precios.

Por otra parte, el orden social no tiene su centro en las posesiones económicas, sino

en una estratificación por honor. La lucha de clases, a diferencia de las castas, se

generan por el orden social en la producción y uso de los bienes. Las clases se

estratifican según sus relaciones con la producción y obtención de los bienes, las castas

o grupos de status se estratifican de acuerdo a su consumo de los bienes, que se

simbolizan en “estilos de vida” específicos.

En una situación de liderazgo, por ejemplo en la conducción de una organización en la

que prima el orden económico, dice Weber, el poder puede surgir no por la condición

económica, sino por el poder existente por otros motivos, por ejemplo por honor

social. Entonces, si a quien se juzga como líder de la organización, busca

primariamente el reconocimiento social, no podrá al mismo tiempo, buscar el poder

económico. Esto se verá con más claridad cuando se expliquen los tipos de

dominación.

Los tipos de poder o dominación legítima.

Max Weber distingue tres tipos de dominación legítima, esto es, legalmente

reconocida: 1) de orden racional, se basa en la creencia de la legalidad del orden

establecido y del derecho a dar órdenes por parte de quienes tengan la competencia

para ejercer la dominación según ese ordenamiento (dominación legal); 2) de orden

tradicional, basada en la creencia del carácter sagrado de las tradiciones; y, 3) de

índole carismática (Weber, Sociología del Poder. Los tipos de dominación, 2007).

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1) Las categorías fundamentales de la dominación racional son: la existencia de un

órgano administrativo, es decir, la existencia de una organización jerárquica, reglada y

que usa los medios coactivos necesarios; y, una completa separación entre cargo

administrativo y propiedad de los medios. La forma que asume la dominación racional

es la denominada “burocracia”

La burocracia u orden de oficina es aquella en la que el funcionario es libre

personalmente, pero está sometido a las reglas que le impone su cargo, los

empleados están organizados en jerarquías, son elegidos por competencias

técnicas y ganan un sueldo por su trabajo, se somete a una disciplina y control

de su cargo. La administración burocrática es la forma más racional de ejercer

la dominación. Puede alcanzar el máximo grado de eficiencia en sus

actuaciones. (págs. 73-74)

El principal factor de superioridad de la dominación racional es la competencia técnica.

El poder o dominación racional atraviesa un sinnúmero de organizaciones modernas.

Desde las escuelas hasta los destacamentos militares, la configuración racional es la

forma más reiterada de conducción. Según lo explica Weber, el liderazgo en este tipo

de organizaciones se dará por el respeto ubicuo a la normatividad, la cual es fuente y

receptor de las acciones de la organización. En este tipo de organización, el liderazgo

será entendido como grado o jerarquía y su función principal será el cumplimiento

irrestricto del deber.

2) La dominación tradicional se basa en el carácter sagrado del poder. “El señor o

señores son designados en virtud de reglas consagradas por la tradición y mantenidas

en el tiempo”. La obediencia no se presta a las normas sino a la persona que ocupa el

puesto por la tradición o por haber sido designada por quien la tradición determina. El

aparato administrativo en la dominación tradicional no cuenta con una delimitación

clara de competencias, no tiene una jerarquía establecida racionalmente, no tiene

reglas de contratación ni de promoción, no cuenta con aprendizaje profesional y con

frecuencia no tiene salarios fijados o el trabajo no se paga con salario (págs. 85-89)

En las organizaciones de tipo familiar, se puede encontrar este tipo de dominación

tradicional. El líder (quien “hace ir”) es el dueño de la empresa o su principal heredero,

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es quien impone las reglas y además ostenta el “honor social”. Sus seguidores están

sujetos a la tradición y la aceptan como un medio de subsistencia en la organización.

3) El reconocimiento de los seguidores es lo que determina la efectividad de la

dominación carismática. “Se llama carisma a la cualidad extraordinaria de una persona

individual”. Se considera que la persona que porta esta cualidad está dotada de

fuerzas o propiedades extraordinarias inaccesibles para otra persona, es por tanto, un

modelo o un líder. Si faltan pruebas duraderas del carisma es posible que la autoridad

carismática se pierda. En una organización de índole carismática no existe selección de

personas, ni jerarquías, tampoco profesionalización. Es el líder quien, en virtud de su

carisma, elige a quienes colaboran con él. No hay reglas, pues es el líder quien va

estableciendo mandatos, que son producto de su carisma (pág. 116)

Una forma que asume la dominación carismática es el poder patriarcal. Este tiene lugar

en estructuras económicas y se liga a la satisfacción de las necesidades periódicas y

normales de la vida cotidiana. En forma ideal, el carisma no es fuente de ingresos ni de

ganancias para sus depositarios ni para sus seguidores. El depositario del carisma y sus

seguidores deben estar libres de vínculos mundanos. Estas peculiaridades hacen que el

poder carismático sea inestable. (Weber, Estructuras de Poder, 2006, págs. 70-71)

El poder carismático es amenazado por la disciplina, que es la ejecución racional y

sistemática de la orden recibida. Las empresas económicas son factores de disciplina,

por lo tanto limitantes del carisma.

La organización carismática se opone a la organización racional y a la tradicional,

puesto que su carácter es “extraordinario”. El carisma puro es ajeno a la economía.

Desdeña el uso de los dones de la gracia para obtener bienes p. 118.

Es esta categoría en la que Weber introduce la palabra líder, para denominar a quien

es el depositario del carisma. El líder es entonces una persona única por sus

características personales y se deduce, por eso mismo, que estas características son

propias, no adquiridas.

Esta consideración deja de lado cualquier intento de hacer del liderazgo una

competencia alcanzable para aquellos que no sean los elegidos. En tal caso, la

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formación de líderes será únicamente competencia de la naturaleza. Sin embargo, lo

que llama la atención de la definición, no es el carácter sobrenatural del líder, sino la

oposición que hace Weber del líder carismático frente a la organización económica. Si

el líder se mueve a través de su carisma, su objetivo estará lejos de ser la acumulación

o la ganancia de bienes materiales. Esta asunción pone en aprietos a las

consideraciones del liderazgo como garantía de éxito para las organizaciones

económicas.

Las relaciones de poder en Foucault.

Dice Foucault que el tema general de sus investigaciones no es el poder sino el sujeto

(Foucault, El sujeto y el poder, 1988). Su punto de partida es entonces, la forma en que

este sujeto se opone o se resiste al poder. En otras palabras, “utilizar esta resistencia

como un catalizador químico que permita poner en evidencia las relaciones de poder,

ver dónde se inscriben, descubrir sus puntos de aplicación y los métodos que utilizan.

En lugar de analizar el poder desde el punto de vista de su racionalidad interna, se

trata de analizar las relaciones de poder a través del enfrentamiento de las

estrategias” (Foucault, El sujeto y el poder, 1988, pág. 5)

Foucault concibe a las luchas de poder no solo como luchas contra la autoridad. Señala

que la gente critica a las instancias de poder más cercanas a ella, y por eso son luchas

inmediatas, que no buscan al enemigo principal sino al inmediato. El objetivo principal

son los efectos del poder como tales, no buscan solucionar su problema en el futuro.

En este sentido son luchas anarquistas.

…son luchas que cuestionan el status del individuo, sostienen el derecho a ser

diferentes y subrayan lo que hace a los individuos verdaderamente

individuales. Atacan todo lo que puede aislar al individuo, hacerlo romper sus

lazos con los otros, dividir la vida comunitaria, obligar al individuo a recogerse

en sí mismo y atarlo a su propia identidad de modo constrictivo. Se oponen a

los efectos de poder vinculados con el saber, la competencia y la calificación.

Pero también se oponen la misterio, a la deformación y a las representaciones

mistificadoras impuestas a la gente (Foucault, El sujeto y el poder, 1988, págs.

6-7).

Foucault se concentra entonces, en entender las representaciones de Weber de los

diversos tipos de dominación, a través de mirar los efectos que producen en los que

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rechazan el orden impuesto. La búsqueda del sujeto se centra en reconocerlo más allá

de las estructuras en las que funciona, reconocerlo en los intentos por escapar de esas

estructuras y liberarse.

Finalmente, todas las luchas actuales contra el poder se mueven en torno a la

cuestión: ¿quiénes somos?, rechazan a la violencia que ignora quiénes somos

individualmente y a la inquisición científica o administrativa que determina

quién es uno. En suma, se rechaza a toda forma de poder que transforma a los

individuos en sujetos: sometido a otros por control y dependencia o atado a su

propia identidad por la conciencia o el conocimiento de sí mismo. Ambos

significados sugieren formas de poder que subyuga y somete (Foucault, El

sujeto y el poder, 1988, pág. 7).

En los tres tipos de dominación de Weber, encuentra Foucault que lo que busca el

sujeto es liberarse de ser concebido como tal. Inclusive si lo que mueve al poder es la

salvación (en el sentido bíblico), como en el que denomina “poder pastoral”, se

encuentra una vocación de dominación individualizante (opuesta al poder jurídico),

oblativa (opuesta al poder político) y que se ejerce solo sobre la base del conocimiento

íntimo de cada sujeto.

Concibe así al poder pastoral como un poder que le arrebata intimidad al sujeto y le

hace perder la conciencia de sí mismo. Por eso, dice: “Sin duda el objetivo principal en

estos días no es descubrir lo que somos, sino rechazar lo que somos. Tenemos que

imaginar y construir lo que podríamos ser para librarnos de este tipo de “doble

atadura” política, que es la simultánea individualización y totalización de las

estructuras de poder moderno” (Foucault, El sujeto y el poder, 1988, pág. 11)

Su concepción del poder tiene dos aristas: por un lado es una cuestión de “capacidad”;

capacidad de modificar, consumir o destruir. Por otra parte, pone en juego relaciones

entre individuos o grupos. “Si hablamos de estructuras o mecanismos de poder, es solo

en la medida en que suponemos que ciertas personas ejercen poder sobre otras” (pág.

12). En este sentido, concuerda con Weber en que el poder no existe per se, es

necesario que hayan agentes y recipientes, y que los agentes tengan legitimidad.

Sin embargo, el énfasis de Foucault, como se señaló antes, está en las relaciones de

poder. Estas se ejercen mediante acciones de comunicación, pero deben distinguirse

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de las relaciones de comunicación o de las capacidades objetivas, si bien los tres tipos

de relaciones: poder, comunicación y capacidad están íntimamente relacionadas. Aquí

es donde Foucault se aleja de Weber, con lo que considera una “nueva mecánica del

poder”.

Esta nueva mecánica de poder se apoya más sobre los cuerpos y sobre lo que

éstos hacen que sobre la tierra y sus productos…Es un tipo de poder que se

ejerce incesantemente a través de la vigilancia y de obligaciones distribuidas en

el tiempo (Foucault, Microfísica del poder, 1992)

En este sentido, la relación de poder requiere que aquel sobre quien se actúa sea

totalmente reconocido y que haya respuestas, reacciones, efectos sobre la acción de

poder.

En suma, de lo que habla Foucault es de que las relaciones de poder se ejercen sobre

“sujetos libres”, que pueden tomar decisiones sobre su forma de actuar frente a

aquellas.

Debe existir libertad para que el poder se ejerza. En el corazón mismo de la

relación de poder, y provocándola de manera constante, se encuentran la

obstinación de la voluntad y la intransitividad de la libertad (Foucault, El sujeto

y el poder, 1988, pág. 17).

Uno de los puntos sobresalientes de esta conclusión, es que las instituciones deben ser

analizadas desde fuera de este encadenamiento de relaciones. Sería la única forma de

identificarlos, puesto que el que mira desde dentro, estaría inmerso dentro de esta

red.

En este sentido, el liderazgo entendido como instancia de poder, surgiría en la

organización como resultado de su propia acción y de las instancias en las que se

ejerce. Lo que habría que analizar, no es el propio liderazgo sino las resistencias que se

presentan, porque en ellas estaría inserta la verdad. Un error común en nuestras

organizaciones es buscar al sujeto que se opone para aislarlo, siendo que en esa

oposición estaría la respuesta a la causa final de la organización.

Foucault llama a este ser “la plebe” a la que se hace objeto de los dispositivos de poder

(1992). La plebe no existe, pero sí sus efectos, que son los que oponen la resistencia,

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por las relaciones que establece para deshacerse del poder. Por ello, el análisis de las

relaciones de poder exige el reconocimiento de: las diferenciaciones, que son al mismo

tiempo condiciones y efectos de la relación de poder; el tipo de objetivos perseguidos:

mantener privilegios, acumular ganancias, ejercer una función u oficio; las

modalidades instrumentales: por la amenaza de las armas, por los efectos de la

palabra, por sistemas de vigilancia, etc.; las formas de institucionalización: dispositivos

tradiciones, estructuras jurídicas, costumbre o moda, dispositivos cerrados (como las

escuelas) o sistemas complejos con múltiples aparatos (como el Estado); los grados de

racionalización: el ejercicio de poder no es un hecho bruto ni una estructura, más bien,

se transforma, organiza y se provee de procedimientos que se ajustan a la situación

(Foucault, El sujeto y el poder, 1988).

En definitiva, lo que plantea Foucault es que la búsqueda del poder es inicua, porque

éste existe en función de las relaciones que se establecen. Son las relaciones las que

tienen que ser identificadas no como mecanismos de represión, sino de búsqueda de

la liberación y realización humanas.

Conclusiones.

El análisis del poder desde el pensamiento burocrático de Weber nos permite inferir,

no sin algún escrúpulo, que el liderazgo está afincado en el poder. El escrúpulo nace

porque el pensamiento administrativo actual ha utilizado el liderazgo como forma de

conducción de las organizaciones, mirándolo como un mecanismo de realización del

líder y de sus seguidores. Weber ataca esta forma de pensar estableciendo una clara

distinción entre la dominación por la búsqueda de objetivos económicos, frente a la

dominación carismática cuyos objetivos no son económicos, sino de honor social. Aún

en las organizaciones no económicas, la dominación carismática no tendría lugar,

debido a que su concepción teleológica es distinta del fin que persigue la organización.

La dominación carismática está lejos de ser una realidad en el mundo moderno, en el

que las organizaciones surgen como mecanismos de creación y uso de bienes y

servicios, antes que como sistemas ideales de realización humana. Por ello, describir al

liderazgo carismático como liderazgo organizacional es una ilusión romántica o una

trampa.

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Con Foucault aprendemos que el poder se manifiesta a través de sus relaciones y se

identifica mediante las resistencias que genera. El liderazgo como conducción de

organizaciones busca la movilización de las capacidades humanas en pos del fin

organizacional; pero no mira o no quiere mirar que esta conducción estaría desatando

estrategias que se van contra este fin.

Y, si acordamos con Foucault, que las resistencias existen donde existen relaciones de

poder, toda forma de conducción de las organizaciones estaría imbricada con su

“contra-conducción”. Esta revelación muestra que el liderazgo no está aislado, que

genera lo que se propone, pero que también conlleva lo opuesto. La dirección de

organizaciones entonces, deberá tomar consciencia de que la oposición no es maldad

ni mala voluntad, sino una consecuencia natural de ella mismo.

Tanto Weber como Foucault concuerdan en que el poder existe porque hay

estructuras que lo soportan, porque hay agentes y recipientes, porque hay aceptación

de su existencia. En nuestra analogía de liderazgo-poder, podemos asumir que los

líderes son agentes del poder. Este hecho supondrá que tanto los recipientes como la

misma estructura, deberán aceptar al líder.

Esta aceptación no significa seguimiento irrestricto, sino reconocimiento. Y en este

reconocimiento se plantea la contradicción de ser visto y aceptado, y, de ser visto y no

aceptado. La segunda condición puede generar estrategias de prohibición y castigo,

que aunque solapadas, se convierten en un freno o en un bloqueo a cualquier

bienintencionada búsqueda de parte del líder.

Este análisis del liderazgo frente al poder ha permitido comprender algunas falacias

que existen en la enseñanza actual de la conducción de organizaciones. Concebir al

liderazgo alejado del ejercicio del poder es ingenuo. Toda conducción es un ejercicio

de poder, todo ejercicio de poder genera relaciones y las relaciones generan

resistencias. La oposición a esta realidad enmascara una ficción.

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Bibliografía

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Karp, T., & Helgø, T. (2009). Leadership as identity construction: the act of leading

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Weber, M. (2007). Sociología del Poder. Los tipos de dominación. Madrid: Alianza

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