los ascensores dormidos de la habana

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Losascensoresdormidos

deLaHabana

CarlosDíazDomínguez

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Notapreliminar

LosascensoresdormidosdeLaHabanafuepublicadaporlaEditorialArráezenelveranode2007.Frutodeléxitoquelanovelaalcanzó,apesardecontarunadistribuciónmuyreducida,fuereeditadaenelotoñode2008.Solosepublicóenpapel.Ahora,añosdespués,LosascensoresdormidosdeLaHabanavuelvenaponerseenfuncionamiento.

Enestetiempotodoshemoscambiado:laIsla,elpanoramaeditorialyesteautor. Cuando se desarrolla la trama de la novela, en Cuba había un régimensustentado sobre la monolítica figura de Fidel Castro. Hoy, con Fidel yafallecido,Cubaparecequequiere salirdel letargoalque fuesometidaduranteseis décadas. Si se transforma en un país democrático o permanece la actualdictadurasoloeltiemponoslopodráresponder.

Elpanoramaeditorialtambiénhacambiado,ysustancialmente.En2007elmercado digital no existía y la distribución se realizaba por medio de laslibrerías,casienexclusiva.Esohoyesmuydistinto.Unagranpartedelpúblicolee en soporte electrónico, desgraciadamente muchas pequeñas librerías hancerradoy losgigantesde ladistribuciónpor Internethancobradoun fortísimoprotagonismo.

Y este autor tampoco es el mismo. Cuando escribió estos Ascensorestodavíanohabíapublicadotítuloalguno.Enfebrerode2018salióalmercadomiséptima novela, al margen de tener publicados numerosos trabajos de menorextensión.

A la novela que tiene usted en sumano, amable lector, solo le he dadounaspequeñascorreccionesyaquehequeridomantenerelmismoespírituquetuvocuandoseescribió,nadamásregresardemiprimeryúnicoviajeaCuba;viajeque,comohacorroboradoeltiempo,acabóconvirtiéndomeenescritor.

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Lectores, con todos ustedes, Los ascensores dormidos de La Habana.BienvenidosalaCubade2005.¡Buenviaje!

Unabrazo,CarlosDíazDomínguez

DramatisPersonae

AdriáArmengol.Directordemarketingdelaeditorial.Agustín.Coordinadordetaxistascubanos.AlbertoRodríguez-Conde.Escritormadrileño.AlejandroTuero.HombredeconfianzadeFidelCastro.Andrade.GerentedelrestauranteLaTerraza,enCojímar.Anier.Pintorcallejero.AsnaldoCortiza.Economistacubano.BeatrizMolinero.CompañeradetrabajodeSofíaRobles.BernardoMonaga.Capitándelejércitocubano.Beylin.Cubana.AmigadeTati.CaridadCortés.TrabajadoradelMinisteriodeIndustriaBásica.DavidMuntaner.EditordeAlbertoRodríguez-Conde.Delio.CamarerodelhotelPresidencial.DiegoPérez.Transeúntehabanero.DulceMaríaBarros. Trabajadora delMinisterio para la InversiónExterioryColaboraciónEconómica.FélixTorres.TenientedelaseguridaddelEstadocubanoydirectordelcentroRubénMartínezVillena.GerardMaciá.Presidentedelgrupoeditorial.GilbertoOñate.DirectordelhotelPresidencial.HeribertoQuintana.RecepcionistadelhotelPresidencial.IrisAngerí.MulatadelMalecón.Iván.Buceadorcubano.

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JaimeEspinosa.Abogado.Amigo personal deAlbertoRodríguez-Conde.Julita.Transeúntecubana.JustoBravo.VendedordelibrosdelaplazadeArmas.LázaroMorales.VendedordeldiarioGranma.LinoValdor.Miembrodelaseguridaddelestadocubano.LisandroGálvez.Teniente.SubordinadodelcapitánMonaga.López-Perdices.Médicoforense.Lucila. Miembro del cuerpo especial de la seguridad del Estadocubano.LuisGarcía-Aldebarán.Directorfinancierodelaeditorial.Luré.Habaneracallejera.Mael.Buceadorcubano.MarciaLunas.CamareradelhotelPresidencial.ÑulberFerreira.Taxistacubano.Ollé.Médicoforense.OmaraCardoso.CamareradelhotelPresidencial.OneliaCalero.EmpleadadelmuseodelaCiudad.Orestes.CubanoquepululaporelParqueCentral.PabloOlivares.JefedeSofíaRobles.RafaelAngerí.EmpleadodelaseguridaddelEstadocubano.RolandoDíaz.JefedeSeguridaddelaeropuertoJoséMartí.RoselioMillán.Taxistacubano(2ºporordendeaparición).Sala.MaîtredelrestauranteLesTresClaus,deBarcelona.SofíaRobles.EsposadeAlbertoRodríguez-Conde.Tati(Luis).Taxista,amigodeBeylin.ToribioDuna.Profesoruniversitariocubano.Victoriano Parra Pérez. Empleado de la seguridad del Estadocubano.WalfridoRiva.Escritorcubano.

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William.TrabajadordelcentroRubénMartínezVillegas.

1Laluzdelaprimaveramadrileñaentrabaaraudalesysinpedirpermisoporlosampliosventanalesdeldespachodelabogado.

—¿Aquéhorasaleelavión?—preguntóelanfitrión.—Alasnueveycuarto—respondióAlberto.—¿Sabesaquévas?—Sí,ytútambién.Loscuatroojosestabancurtidosporlosañosquellevabanmirándoseyse

entendíansinnecesidaddepronunciarvocabloalguno.—DavidMuntanervaaproponertealgo.—Vaaproponermeelguióndeunlibro.—Esoyalosé.—Sí,yyotambién.Todoslosabemos,escasicomounjuego.JaimeEspinosa se encontrabadepie,mirandopor la ventana.Comoun

chiquillotravieso,habíacorridounodelosvisillosysefijabaenunaparejaquepasabaporlacalle.

—Alberto,¿porquénoescribesdeloquetegusta?—Porqueloquemegustanovende—contestórápidamenteelescritor,sin

poder ocultar la tristeza que le producía tener que emitir una afirmación tanrotundacomoverdadera.

Jaime sabía que era verdad, que en la vida de su amigo AlbertoRodríguez-Condehabíadosetapasbiendiferenciadas.Unaconaquellapequeñaeditorial, y otra la actual, al calor del grangrupodeBarcelona.En la primerahabía libros que hablaban de igualdad entre personas, de justicia social, de lasoledad del hombre en la sociedad. En la segunda había aventuras, acción,

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personajes buenos y personajesmalos.En la primera había precariedad.En lasegundahabíaunáticoenlacalleAlfonsoXII.

—Lascosashancambiadomucho—reconocióelletrado.—Amejor,Jaime,amejor—puntualizóAlberto.—Puedequetengasrazón.—Mira, tú y yo nos hemos ido adaptando a los tiempos. Atrás han

quedado los juegosdeniños.Túereshoyun importanteabogadoque tieneungrupodeclientesprestigiososentre losque tengoelhonordeencontrarme.Yosoy un hombre que no puede asimilar con facilidad en lo que le habéisconvertido.

—¿Lodicesconacritud?—Jaime, lodigoconadmiración.Siyomeapartasedemipersonayme

vieradesdefuera,tendríaquemaravillarmedequéclasedeescritorsoy.Mira,ellibro de Praga se vendió casi antes de lanzarlo. Eso tiene un nombre, bueno,tienevarios...

—Sí, no me los digas. Me imagino que hablas de las personas que teayudamos.

—Exacto.Soyconscientedequeentretodosmehabéisconvertidoenunhombrecondinero.Séqueamialrededorsemanejanbuenassumas,peroyonomequejo,alcontrario,atodosostengoqueestarmuyagradecido.

—Pero dime, Alberto, ¿dónde está El reino de Alphecca? ¿Dónde estáAliciaenlapenumbra?¿DóndeestáElpálpitososegadodeSergio?

—Yaséque tesabesmuybienmiobra,nohacefaltaquemedigasmástítulos.Porcierto,aversiporfin teenterasquelanovelase llamaSergioyelpálpito sosegado—Jaime sonrió—. Casi solo te ha faltado decirme la de lasLágrimasverdes...

—...sobrelaalmohada—interrumpióJaime,provocandoentrelosdosunasonoracarcajada.

—¡Quémalaeraesa!—Albertosecriticóconespecialdureza.—Noestoydeacuerdo.Noeramala,soloqueeramuydiferentealoque

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hoyescribes.AlbertoRodríguez-Condeseguíasentadoenlaampliabutacaquehabíaen

el despacho. Allí se sentía como en su casa. Jaime Espinosa no solo era suíntimoamigo,sinoqueeraademássuabogado,suasesor,suconsejero.

—Jaime,conaquellasnovelas seguiríapasandohambredeno serporelsueldodemimujer.

—Nosésitanto,peroestáclaroquedesdequeentraronentuvida...—...ennuestrasvidas—puntualizóAlberto.—Sí, tienes razón, en nuestras vidas, los de Barcelona, todo lo han

cambiado.HayquereconocerqueDavidesunapersonaconunagrancapacidaddeanálisisydevisiónparacolocarenelmercadoloqueestepideagritos.LaPróximaparada:CartujadeValldemosayCuandollegóaPragael20dejunio,hansidograndeséxitostuyos.

—Consuapoyo,noteolvides.—Sí,consuapoyo.AhorafueAlbertoelqueselevantóyseacercóhacialaventana.Cuando

estuvocercadesuamigoleconfesó:—Detodoesto,¿sabesloúnicoquenomehagustado?—¿Qué?—preguntóJaime.—Quetuvieraquecambiarmeelnombre.El amigo sabía la trascendencia quedaba a ese detalle e intentó restarle

importancia.—Tómalocomounnombreartístico.—Como nombre artístico, o como quieras, pero yo me llamo Alberto

RodríguezGarcía.YGarcíasellamabamimadre.YonosoyAlbertoRodríguez-Conde,comoquisieronnombrarme.

Sehizounsilencioentrelosdos.—Esmáscomercial—parafraseóelescritorlaspalabrasqueledijeronen

Barcelona hacía ya unos años—. Sí, será más comercial pero García seapellidaba mi madre y ahora ella no figura en mis libros. Parece que la he

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negadosoloporqueteníaunapellidocomún.Jaimepusounamanoensuhombroylomirófijamente.Atravésde los

cristales,elsollosiluminabaconunatonalidadespecial.—Alberto, no le des más importancia de la que tiene. Te lo digo

asépticamente y como hombre de negocios. No vas a olvidar las raíces de tumadreporquefigureonofiguresunombreentuslibros.¿Verdad?

Elescritorasintióconlacabeza.—¿Qué vas a hacer mañana en Barcelona? ¿Te han dicho el plan? –El

abogadocambióde tema,parano continuar conun asuntoque sabíadolorosoparasuamigo.

—Me imagino que como siempre. Primero, reunión en la editorial,después comida con David para hablar del lanzamiento del libro del ReyFernandoyluego...

—...elpaseo—Jaimeterminólafrase.—Sí,elpaseo—corroboróAlberto,volviendoasonreír.—¡CuidadoquetegustanLasRamblas!—Me encanta sentarme en uno de sus bancos y ver pasar a la gente.

Podríapasarhorasmirándolos.—Perdona,tehaspasadohorasmirándolos.—Escierto.Verlosandar,susgestosalhablar,losgruposqueformanlas

personasdetodaslasedades.Loquehacenyloquedicen.—Vamos,quealgunaveztehanllegadoainspirar.—ClaroquemehaninspiradoJaime,yocreoenlainspiración,ycadavez

lanecesitomás.Yteasegurounacosa:cuandomellega—decíalevantandoeldedo casi en tono amenazador—dejo lo que estoy haciendo yme consagro aella.

Jaime lomiraba con la verdadera admiración que sentía por un hombrecreativo,noél,quesepasabatodoeldíamirandoleyesynormativas,dictámenesysentencias.

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2—Nopuedotomaresaposición.Hacetreintaydosminutossí,peroahorano.

—Sofía,puedesuponermuchoparanosotros.—Justo lo mismo que para mí. Te repito que no, por lo menos por el

momento.VamosaseguiratentosalReuters,peroyateadelantoqueloveomuydifícil.

—Sofía,nopuedeshacermeeso.Laposiciónlatenemosquecubrir.—Raúl, es tu problema. Tenías que haber hecho la cobertura cuando te

dije,ynoquisiste.La mujer colgó a su interlocutor. A pesar del clima de confrontación

continua, aquel lugar proporcionaba a Sofía todo el aire que necesitaba pararespirar. Soñaba con la Sala deTesorería. Siempre había querido llegar ahí, ydesde hacía dos años ocupaba el puesto que tantos, y además solo hombres,habíananhelado.Enesosmomentos,eraellalaquecerrabalasposicionesmásrelevantes,laqueimpartíalasórdenesatodoelmundo,laquecuandohablabatodos callaban, la que intimidaba con sus palabras y sus silencios, con suimponentefigurademásdemetroochenta.

Unosminutosdespués,Raúlvolvióallamar.—Sofía,parecequeeldólarestárepuntando.¿Echamoscálculosdelcoste

estimado?—Novoyaecharningúncálculomientrashayaunsolopuntobásicopor

debajodelapar.Teaseguroquenovamosaperdernada.—Sofía,túpuedesvenderlaposición.—¿Meestástomandoelpelo?¿Creesquealguienvaacomprarmeduros

pagando seis pesetas? —para algunas expresiones la economista todavíautilizabalamonedaantigua.

Volvióacortarle.Trabajarcontantoshombreshabíamarcadomásaúnelcarácteradustode

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lajovencastellana.LachicadeArandadeDueronuncalotuvofácil.NicuandovinoaMadrid,nicuandosemarchóaLondresconaquellabeca.Tantosañosdesoledad delante de libros, delante de cintas de video para aprender el idioma,para educar su oído burgalés, tantas traducciones delFinancial Times. Luego,aquellosmesesenManhattan.Alfinalmereciólapena,oporlomenosesocreíaella.Ahoratodoerancomodidades.Sí,lajornadaeradedocehoras,peroteníadosmóviles,unbuencochequeleponíalaempresaydineroextraparagastosderepresentación. El problema de Sofía Robles era que teníamenos tiempo quedinero para comprarse ropa. Pero bueno, ella siempre decía que siDios habíacreadoeldomingoparadescansar,antescreóelsábadoparacomprar.Losniñosnoteníanaúnporquéllamaralaspuertasdesuvidapersonalysillamaban,ellanolosoíay,másquepreguntarse,secontestabaque,contreintaycuatroaños,todavía teníaqueandarmuchocaminoantesde tomarenserio todoesode losbiberonesylospañales,ydejar,aunquefueratemporalmente,losportátilesylosgráficos. Hoy le hacía mucha más ilusión quedarse sin dormir pensando quéevolución podía llevar la paridad Euro con el Dólar, que por una salida dedientes.«Cadacosaasutiempo»,pensabalaejecutiva.

SelevantódesumesaehizounaseñaaBeatrizMolinerollevándoselosdedos índiceypulgar juntoshacia laboca.Unavez lasdosen lamáquinadelcafé,Beatrizpreguntóasujefa:

—¿QuéqueríaRaúl?—Queperdieradinero.BeatrizsonriómientrasservíaazúcaraSofía.—¿Cuántohacequenosdejó?—preguntó.Sofíafruncióelceñoalavezquerepasóensumemoria.—Catorcemesesque,afortunadamente,nosdejócomodices.—¿Cómopuedesacordartecontantaexactitud?—PorquefuecuandoviajéaPragaarecogeraAlberto.—Porcierto,¿quéestáescribiendoahora?—Tienevariosproyectos.PrecisamentemañanasevaaBarcelonaahablar

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consueditor.Nosé.Yatecontaré.

3ElaviónhabíatomadotierraenelaeropuertodeElPrat.Eldíaerabueno,peroelmesdeabrilhabíaempezadollevandoaBarcelonaunafinalluviaqueparecíaretrasar laentradaefectivade laprimavera.EsoaAlbertono ledisgustaba.Elagualeencantaba,siempreyencualquiercircunstancia.

El taxi llegóalpaseodeGraciay, a lospocosminutos, sehallabaen larecepción,pasandoelfuertecontroldeseguridaddelaeditorial.

Comosiempre,DavidMuntanerleesperabaenlapuertadelascensor,consumejorsonrisa.

—¡Alberto!Alescritor leagradabaDavid,peronoera tandiplomáticocomoél,y la

sonrisaconquelecorrespondiónofuetanabierta.—¿Porquénomehasllamadoytehubieraidoabuscaralaeropuerto?—David,esunatontería,eltaximetraeenunmomento.—Yalosé,peromesabemalquetengasquevenirtúsolodesdeallí.Ambosempezaronacaminarhaciaeldespachodeleditor.Ladecoración

minimalista del edificio le daba un airemuy poco acogedor.El escritor pensóqueaquelnoeraunbuensitioparaquelasideasfluyeranconfacilidad.Cuadroscondosrayas.Paredescolorpastel,casidesteñido.Cortinasblancas.EsenoeraelespaciodondeAlbertosesentiríacómodoparacrear.

—¿Quémetienespreparadoparahoy?—quisosaberelreciénllegado.—Mira, tenemos una mañana algo intensa. Si te parece, primero nos

reunimos con Adriá Armengol, que quiere hablarte del calendario para lapresentacióndelodelReyFernando.Estámuyilusionado.

—¿Adriáilusionado?—cortóunAlberto,sorprendido.—¡Cómoeres!,elchicoespocoexpresivo,peroyoleconozcobienyse

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emocionaconsutrabajo.—¡VamosporDios,David!,nomedigasqueseilusionaconeltrabajo.—Te aseguro que sí, aunque tal vez que no lo exprese con mucho

entusiasmo. Bueno, como te decía, primero estaremos con el Adriá, y luegovendráGarcíaAldebarán.

—David,nohevenidoconJaime—volvióainterrumpirAlberto.—Nohacefaltaquehayastraídoatuabogado,solotienequecontartealgo

deunas liquidaciones.Hoynohayquenegociar nada.Por supuestoque siguetodoloacordadoelmespasado,¿notequejarás?

Alberto no se quejaba, entendía que la editorial se portabaeconómicamentemuybienconél,quelosporcentajeserancadavezmayoresyquehabía terminadoasociandoelnombredel financieroGarcíaAldebaráncondinero,conmuchodinero.QuizálaquejadeAlbertovendríamásporqueestabaconvirtiéndose en un hombre al servicio de la empresa. Empezaba a tenercomplejodenegro, soloqueestavezelnegrovivíaenunáticoysu tarjetadecréditocontabaconun límitemuchomayordelqueélpodíagastar.Unnegro,pensaba,connombreverdaderoyapellidofalso.Esto,GarcíaAldebaránnuncaloentendería,Davidigualloentendióalgunavezensuvida,perohoyeracomounDJ que solamente andaba pensando en listas de ventas, asimilando lomásoído a lomás leído. Sus gratificaciones variaban dependiendo de las semanasqueconseguíasituarentrelosdiezlibrosmásvendidosaundeterminadonúmerode losde sueditorial,y sehabíaconvertidoenunbuitrede laspublicaciones.Vistanolefaltaba,capacidadparaatendermuchosfrentesalavez,tampoco.

—Yluego,¿quémás?—Después he preparado una pequeña reunión con diez personas de la

editorial que tienen interés en verte. Los hemos seleccionado por ser losdelegados conmayores índices de ventas en sus zonas y queremos darles esepremio.Serámediahoracomomucho.Supongoquenoteimportará.

Puesnoleimportaba...,osíleimportaba.¿Quéqueríanhacerdeél?¿unídolodelaliteratura,envezdeunídolodelacanción?Albertosediocuentade

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que su vida profesional cada vez distaba menos de la que podía llevar uncantantepop.Alfinalestabaconvirtiéndoseenunproductodemarketing,soloque con alguna diferencia que no podía, no quería olvidar. «A mí, no mepreparanlascanciones,melaspreparoyo—pensaba—,amínometienenquemaquillarparaactuar,actúoenzapatillasdeestarporcasa,amíno tienenquebuscarme un romance, yo estoy con Sofía. Bueno, no es que estemos juntosmuchoquedigamos,perohoyporhoy,yesperoquepormuchosaños,estoyconella».

—No,porsupuestoquenomeimporta—respondiófinalmenteelescritor.—Bien,muchasgracias.Yluego,siteparece,nosiremosacomer...Davidmarcóunsilenciomedido.Semiraronlosdos.—¿Y...? —le preguntó Alberto sin saber muy bien por qué no había

concluidolafrase.—AlacomidavendráMaciá.—¿Elpresidente?—Sí,mehapedidounirseanosotros.—Peroélnuncacomeconlosescritores—recordó,desconcertado.—Alberto, tú no eres cualquier escritor y tiene ganas de charlar un rato

contigo.—¿Ydequévaaquererhablarconmigoelpresidente?—Nolosé,amínomelovaadecir,comotepuedesimaginar.Nosquiere

llevaraunreservadodelrestauranteLesTresClaus.¿Loconoces?—Sinomehasllevadotú,no.—Pues entonces no, porque allí nunca hemos ido. El presupuesto que

tengoenmidepartamentonomelopermite—seexcusóesbozandounamueca,principiodesonrisa.

Albertosehabíaquedadomuydesorientado.

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4Las reuniones con Adriá y García Aldebarán fueron enormemente aburridas,pero ya habían terminado. Con este último solamente habían hablado de unpequeñoinformequeincluíaeldesglosedeingresosqueportodoslosconceptosibaareportarlelapromocióndelodelReyFernando.Albertonoterminabadeacostumbrarse que se cobrara por todo. Que por dos horas firmando en unosgrandesalmacenesibaallevarseunacifraqueélpensabaeradesproporcionada,que una aparición en televisión para hablar de su obra, pero sobre todo de suúltimolibro,movíaunacantidadquesolocreíacobrabanloscantantesdeprimernivel.«Habráque irseacostumbrando—pensaba—ya lodecíaantes, todoeracuestióndedinero».

Peroantesdelareuniónconelfinanciero,latuvoconAdriá,conelAdriácomole llamabaDavid.Esehombre le incomodaba.Extremadamentedelgado,con un pelo pegado a la calva incipiente, sus pequeñas gafas, su trajecitoadherido al diminuto cuerpo, su vocecilla, parecía un muñeco. Pero bueno,deberíairsehabituandoaqueesapersonaeraunodelosartíficesdesuséxitos.«Vivimos enunmundodonde la imagen cuentamucho—razonabaAlberto—dondeunonoessolo loquevale,sinosobre todo, loquelosdemáscreenquevale.Y losdemássequedanen la superficie,eneldetalle,en laanécdota, sinentrar a fondo en el conocimiento de las personas. Tal vez sería por eso—continuaba—,queloslibrosquemássevenden,omejordicho,losquemássecompran, son los llamados comerciales, los que entretienen, no los quedenuncian injusticias sociales, esos que nos hacen incomodarnos en nuestrosillón.Sino fueraporqueelpoderde la imaginaciónesunanecesidaddel serhumano,habríaquepensarque,siloslibrostuvieranviñetas,todavíaseríanmássolicitados»,pensaba,conmuchatristeza.

La fecha que se había fijado para el lanzamiento del libro sería el

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veintinuevedeseptiembre,momentoyadeolvidodevacaciones,devueltaalanormalidadytambiéncuandolagentesedisponeadiseñarsupropioprogramadeactividadesparticularesdecaraalanuevatemporada.

Lode laproyeccióndeunaespadaconrayo lásersobreeledificiode laTorredeMadridnosabíasiconsiderarlocomoalgoexcesivamenteextravaganteocomounainiciativamuyoriginal.Posiblemente,sinofueraporquealpensarenelloindefectiblementeasociaríalaideaconlacaradeAdriá,llegaríainclusoacreerquehastaeraunabuenaocurrencia.Deberíaeliminarlanegatividadqueleproducía su aspecto y no hacer como lo que tanto criticaba de los demás,quedarseenlosuperficial.Tendríaquepensarqueesehombrecilloeraungranprofesional.

Después de terminar con Luis García Aldebarán pasaron a una sala dereuniones.Habríaallíunasdiezodocepersonas.DavidMuntaner,contodasupaciencia, fue presentándole uno a uno. Según los iba mirando ycorrespondiendoconunligeromovimientodecabezaalsaludoquecadaunolehacía,pensabaquequizáellostambiénteníansupartedeéxitoenlaventadesuslibros.

Estabantodosentornoaunamesalargadereunionesquepresidíanenunextremo David Muntaner y en el otro el propio Alberto. Pronto le llamó laatenciónunajovenmorena,quellevabaunvestidoblancoydiademaverdeenelpelo.Le pareció que no eramuy alta y calculó que todavía le quedaban unosañosparacumplirlostreinta.

Unodelosasistentesleformulóunapregunta:—¿YustedcreequeLosLibrosdelReyFernandovaavendersetodavía

mejorque lanoveladePraga?—nosabíamuybien,perodeesteúltimolibro,nadiedecíaeltítulocompleto.

—No lo sé. Lo que querría es que gustaramás que la anterior y amáspersonas.

—¿Quiere decir eso que tiende a que su literatura sea cada vez másuniversal?

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—No exactamente. No pretendo que la novela de Los Libros del ReyFernando guste a toda la población. Lo que quiero es que gustemucho a laspersonasquelalean.

Lajoventomólapalabra:—Alberto,¿esverdadqueencada librosu lenguajevavolviendosemás

sencillo,másaccesible?—Puedeser—admitió.Evidentementequesí,eraunadelassugerenciasqueDavidlehizocuando

le aconsejó que escribiera sobre Praga. Estaba seguro de que para lo delReyFernando el lenguaje se habría vuelto ya tan sencillo, que se podría afirmarrayabainclusoenlasimpleza.

Lareuniónsiguiómuchomásanimadadeloquepodríahaberimaginadoenunprincipio,ylaspreguntasquelehicieronlosdelegadosdenotabanmuchointerésnosoloporlaventadesdeelpuntodevistacrematístico,sinoqueparecíaque la literatura les interesaba por la aportación cultural que significaba. Peroentrepreguntaypregunta,contestaciónycontestación,Albertonohabíaparadodemirar la cara de la joven que había preguntado, sus ojos, su boca, inclusohabíasidocapazdeasomarse, lomásdiscretamenteposible,alpequeñoescotequedejabaentreversuvestidoblanco.

Daviddioporterminadalareunión,agradeciendoaAlbertosupresenciayaprovechandoparaecharunaperoratasobrecuántohabíaquevenderdelnuevolibro,de todo loque ibaaarrasarenelmercado,deque ibaaser laobramásleídadelotoño,dequesiseríaelregalodeReyesmáscomprado...

Una vez terminó de hablar, todos se levantaron y fueron acercándose aAlberto para estrecharle lamano, excepto lamuchacha que había intervenido,quelediounpardebesosquenoledejaronindiferente,quizáporeladerezodesu perfume. Después de los dos besos hubo tiempo para que, durante unasdécimasdesegundo,secruzaranunaúltimamiradadeincipientecomplicidad.

ConunAdeu!pronunciadoporAlberto,terminódemarcharseelúltimo.—¿Vamos para la planta noble?—propuso David—.Me dijo el señor

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Maciáquecuandotermináramosconlosdelegadossubiéramosquesusecretarialellamaría.

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5Segúnhacíacolaparaquelesirvieranelplatocombinadoqueseríasucomidadehoy,SofíaRoblespensabaencómoleiríaasumaridoenBarcelona.ConocíaaAlbertodesdelosdiecisieteaños,cuandolosdoseranlasjóvenespromesasdelcolegio.Habíanconstituidodesdeelprincipiolaparejaperfecta.Losdosbellos,losdosaltos,losdosmagníficosestudiantes.Sunoviazgofuealgológico,comosihubierasidofrutodelestudiodeunamáquinaquebuscalaparejaperfecta.

Sofíasabíaquesiemprehubodetodo, inclusoamor.Quelodelosniñosseríacuestióndeplanteárseloalgúndía,peroqueporelmomentolascosasibanmuybien,oporlomenosesocreía,yqueprofesionalmentenoparecíaquefueraelmomentomásadecuado.«No,másadelante—supuso—,quizáparadentrodedosotresaños,tresmejor.Cuandopaseestarachadetantotrabajo».Porqueellanoseveíanadamásquetrabajandoatodaslashorasdeldía.LlegandoacasayponiendolaCNNparaverquéhabíapasadoenel intervaloentrequeapagóelordenadoryelquellegóalhogar.Legustaballamarloasí,noporquelopensara,sinoporquelegustaríaquelofuera.

Yademásahoracon los líosde lamudanza.Todavía teníamuchascajascerradasysintiempoparaella,yeldomingonoibaalevantarsetempranoparaponerse a ordenar papeles. Sofía pensaba que lo podría hacer en unasvacaciones. Y además esperaba que Alberto le ayudara, que solamentecolocandosuslibros,sepasaríasemanas.Conesodequeteníalecturaatrasada,cuando terminaba de escribir un libro cogía cuarenta. Bueno, ya era así en elcolegioy, también,mientras estudiaban las carreras.Ély ella.Todo loquenofueraunsobresalienteeraunfracaso.Pero tampoco lepodía reprocharmucho.«Seguroqueélpiensalomismodemí»,sedijo.

Sofíasabíaqueseveíandemasiadopoco.Quelaspocasvecesqueestabanjuntosencasacadaunoseencontrabaenunahabitaciónconsuordenador.Creíaque a lo mejor un hijo cambiaría las circunstancias, pero esa no era razón

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suficienteparairabuscarlo.La última vez que viajaron juntos fue cuando semarcharon a esquiar a

Zermatt. Y de aquello habían pasado ya casi tres meses. Tampoco recordabaaquellos tres días con mucho agrado. Cuando llegaban al hotel cada tardedespués del esquí, él no quería salir nada más que a cenar porque tenía queterminardeleerunascosasyellaseponíaaresponderalmóvilhastalahoradecenar.

Sentada en la soledad del multitudinario comedor de empresa, Sofíarepasabatodoaquello,loscasiveinteañosquellevabanjuntosytodoloqueleshabíapasadoensuvida,sobretodoenlostresúltimosaños,dondeparecíaquesusrespectivosmundosprofesionalesempezabanareconocersusvirtudeshastaesemomentonodescubiertas.

Sedabacuentaquepensabacosasqueantesnoimaginaba.Talveztendríaqueorganizar suvidadeotramanera.Darunnuevoenfoque,yaqueel actualempezabaanoserdesuagrado.

«¿Yahoraunniño?—volvíaconeltema—No,ahoraunniñono,primerotengoqueordenarmisdíasylentificarlos,quizápasaraunavelocidadinferior.Ponerunpocoelfrenodemano».

6

—Perdona que os haya hecho esperar—fueron las palabras de salutación quepronuncióGerardMaciá,unhombredotadodeunincreíbleatractivo,quizáporsu trajeamedida,quizápor supeloblancoonduladoperfectamente recortado,quizáporelpañuelodesedaqueasomabaporelbolsillodesuchaqueta,quizáporserunodeloshombresmáspoderososdesusector.

Maciá les dirigió hacia unamesa de reuniones redonda que tenía en sudespacho. Nevera perfectamente camuflada dentro de un mueble de época,televisión en la pared, pequeñoordenador portátil en unamesa sin papeles, el

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presidentedelgrupoeditorialemanabavitalidadybuengustoentodoloquelerodeaba y, por supuesto también en sus gestos, a pesar de tener una edadpróximaalossesentaaños,segúncalculóAlberto.

—¿Quétalhaidolamañana?—La hemos tenido bastante ocupada —empezó a relatar David—.

PrimerohablamosdenúmerosydemarketingconAdriá.—¡Qué hombre ese Adriá! Es uno de losmejores profesionales que he

conocido—aseguróGerard—.Yademástotalmenteatípico.Recuerdoamuchosdirectores de marketing y casi siempre estaban todos cortados por el mismopatrón, pero con Adriá está claro que el molde debió romperse, ¿verdad?—preguntóalescritor.

—Esunapersonaconunasideasmuybrillantes—corroboróAlberto.—Luegohemosestadoconlosmejoresdelegados.—Muy bien —el presidente dio por zanjados los formalismos de la

llegada,yoptóporsermáspráctico—¿Quéosparecesinosvamosacomer?ElenormeLancialesesperabaenelgarajeconelchoferprestoaabrirla

puertaparaquesubieraelpresidente.DavidlehizounaseñaparaqueAlbertosesentaratambiénenelasientotrasero,situándoseéljuntoalconductor.

El gran coche azul oscuro con dos antenas y cristales tintados arrancó,saliendoporlarampadelgarajeparatomarlaGranVíadelasCortesCatalanas.Trasellos,lesseguíaunBMW.

—BuenoAlberto,yavesqueellanzamientodelodelReyFernandovaaconstituirunverdaderodespliegue.

—Seloagradezco.—Porfavor,tutéame,quetampocosoytanviejo.AMaciáleconocíadedosotresocasionesanteriores,peronuncalohabía

vistotanafablecomoaquellavez.Elescritorhizogaladeunpocodediplomacia:—Tengoqueestaragradecidoalaeditorialporlaconfianzaquedemuestra

enmilibro.

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—Creo que todos tenemos que estar agradecidos, Alberto. Nosotrossiemprehemosestadoenfocadosacubrir losdeseosdenuestros lectores, tantodesdeunpuntodevistahumanísticoyacadémico,comocultivandoigualmenteotro de los aspectos básicos inherentes a la condición humana, que es sunecesidad de entretenimiento, de distracción, de deseo de vivir otrosmundos,otrassensaciones—elpresidentefinalizólaperorataconuncumplidohaciasuinvitado—.Yparaesoestáisvosotros,losescritores.

El coche acababa de atravesar la plaza de Tetuán y el anfitrión seguíahablandomientrasDavidmirabahaciadelante.

—Queremosqueelescritorquecolaboreconnosotrosseencuentrecomoensupropiacasa.Paraesononosfijamosreglasynosadaptamosalosritmosquenospodáismarcar.

El presidente sabía que hablaba con una persona que pertenecía a uncolectivomuypocodisciplinado.Losescritoresengeneralnoteníanunhorariofijo, ni siquiera una temporada concreta para escribir.Tocaban los argumentosque lesparecíanoportunos,hacíanydeshacíanconsuspersonajesasuantojo.Incluso los temas económicos propios los solían tener delegados en otraspersonasdesuconfianza.¿Yel jefe?,¿quiénerael jefedeunescritor?Desdeluego no su editor ni su corrector de estilo. Ni su agente, en el caso de queAlbertoRodríguez-Condetuvierauno.¿Élmismo?PoresoGerard,quellevabavariasdécadasdentrodelmundoeditorialaunquejamáshubieraescritomuchomás allá de una tarjeta de felicitación navideña, conocía muy bien laidiosincrasia de los escritores en general, aunque no la de su invitado enparticular.Sabíaqueaunescritornuncahabíaquehablarledereglas,sinomásbiendecompromisos,deproyectos,deideaseinclusodeideales.

Llegaronal restaurante.Cuandoelvehículoparó,pasaronunos instantesparaqueunodeloshombresqueveníaenelcochetraseroabrieralapuertadeGerard.AAlbertoyaDavidnadielesabriólapuerta.

Un portero con gorra de plato les franqueó la entrada donde enseguidaaparecióunhombrebajito,prácticamentecalvosiexceptuamoslasdospequeñas

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matasblancasque teníaencimade lasorejasque,conunacartabajoelbrazo,estrechabalamanodelpresidentealavezquedabalabienvenidaalgrupo.

En unos momentos los tres estaban sentados en un comedor privadoescuetamentedecorado.Lailuminacióndelosfocoshalógenosinstaladoseneltechoyquesolamenteenfocabalamesa,dabaalapequeñaestanciaunaspectotenue, fantasmagórico, aunquenopodíadecirsenimuchomenosqueno fueraaquelunlugarperfectoparacelebrarunacomidadetrabajo.

Enbrevesinstanteslamesateníaunpardepequeñosplatosdeaperitivo,unascopasdevinoblancoyvariostiposdepanenunabandeja.

—Alberto, tenía muchas ganas de tratarte un poco más de lo que noshabíamos visto hasta ahora. David es quien más trata contigo, pero creo quepuedeserpositivoquenosconozcamospersonalmente.

—Estoydeacuerdo.ElinvitadoerademuchasmenospalabrashabladasqueGerard.—Alberto.Davidyyo—aunqueprácticamentenohabíahablado,Maciá

tambiénleinvolucró—queremoshacerteunapropuesta,paraquetelopienses.

7ElescritorseencontrabatodavíarecelosoanteelcomportamientodeunadelaspersonasconmayorpodereconómicoymediáticodeBarcelona,yesosenotabacadavezqueteníaquehablar.Selimitóaesperar.

Los dos se miraron, y pareció que el presidente tomaba aire antes deformularlapeticiónqueleibaarealizar.

—QueremosqueescribasunanovelaquesucedaenCuba.LasorpresasedibujóenelrostrodeAlberto.—No me extraña que te suene raro —reconoció el presidente, según

soltaba una pequeña sonrisa que no hacía otra cosa que demostrar el dominioqueposeíaenelcampodelasrelacioneshumanasvinculadasalosnegocios.

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—NuncamehabíaplanteadoescribiralgoambientadoenCuba—alcanzóareconocerelescritor.

—Contupermiso,megustaríadartealgunosdatos—prosiguióGerard—Enestosmomentoselnúmerodeespañolesquevisitanlaislasehaduplicadoenlostresúltimosaños.SomoselsegundopaísdelaComunidadEuropeaquemásturistasenvía.Elniveldegastomedioenqueincurreunespañolencadaviajeseha incrementado también en los últimos años un quince por ciento. Según lasencuestas de las agencias de viaje, para las personas que no conocen la islaconstituyenlaprimerapreferenciafueradelcontinenteeuropeo.

Rodríguez-Condeescuchabamuyatentamente lacascadade informaciónqueleofrecían,mientrasqueDavidMuntanerasentíasumisamentetodoloquedecíasujefe.

—Alberto—seguía el presidente—, cuando preguntas ¿dónde quiere irusteddevacacionesfueradeEspaña?larespuesta,despuésdeParisyRoma,esCuba. Estos son datos contrastados en encuestas de opinión dotadas de lamáximavalidezempírica.

Gerardsehallabaenlaprimerafasedesuataque.Sedetuvo,diounsorbodel Blanc Pescador de su copa, y continuó con su alocución. Se trataba deofrecer datos, de aturdir al escritor, y el presidente era consciente de que elproceso había empezado muy bien, pero que iba a llevar su tiempo deasimilación.

—Lostouroperadoresutilizanunaencuestainternaenlaque,demaneraaleatoria y siguiendo criterios estadísticos, pulsan la opinión de los clientes alcabo de unos días de haber regresado. Bien, el noventa y cuatro por cientoafirmaronquevolveríany,delotroseisporciento,casitodoshabíansufridounhuracán, por lo que su respuesta estabamuy condicionada. Aquellos que hanvisitado más de siete países, recuerdan el viaje a Cuba como entre los dosmejoresquehanhecho.Yelúltimodatoquetedoy,tengomásperonotequieromarear—reconoció, sonriéndose—,elochentay tresporcientodicenquehayquevisitarCuba ahora que estáFidel, que cuando las circunstancias cambien,

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todoserádiferente.Sehizounpequeñosilencio.—Esunaoportunidadquenopodemosdesaprovechar.Parecequeporese

paíshayunaurgenciaparaviajar.Algoquehaceque lagenteelijaesedestinoantesqueotros.

David miraba la cara de desconcierto que ponía Alberto, a la vez queenvidiabalacapacidaddeseduccióndesupresidente.

—¿Túsabes—Gerardcambiódetema—quealañodepublicarellibrodePragaelnúmerodeespañolesquevisitaronlaRepúblicaChecaseincrementóenundiecisieteporcientorespectoalmismoperíododelañoanterior?

—No,nolosabía—reconocióelaturdidoescritor.—¿YtúsabíasqueenlaIglesiadeSanNicolás,tresdecadacuatroturistas

sonespañoles?—Serácasualidad,oseráporquelahabíanrehabilitadorecientemente,no

sé.—¿Oseráporquetulibroterminaallí?Alberto,hantenidoqueponerun

vigilantejuntoalaestatuadeSanCirilo,enelAltarMayor.Al principio, Alberto oía y comía. Luego siguió oyendo, pero dejó de

comer.Sehizounsilenciosobrelamesa.—¡No sé!—volvió a decir el escritor, al que la incredulidad le invadía

todoelpensamiento.—Vivimosenunmundodetrivialidades,ynomeinterpretesmal,perola

gente no tiene mucha capacidad de pensar y prefiere que otros discurran porellos.Si lesdanunpocode imaginación,perdón, si lesvendemosunpocodeimaginación, pueden ser capaces de hacer grandes cosas, lo que ellos llamangrandescosas,comoporejemploirseaPragaporqueleshagustadounlibro,quecomoademáseselqueha leídonoséquiénen laoficinaono séquévecino,tambiénloquierenleerellos.YporesovanalatiendaycompraneldePraga,queesasícomoseleconoce.

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—Ya,esosílosabía.—Alberto,eldePraga—repitióelpresidente—¿Entiendes?Volvióahacerotrapausa,parapasarahoraaocuparunaposiciónsobrela

mesa,muchomásreclinadosobreella,claramentepersuasivasobrelapresaquehoyteníasentadaasulado.

—Nosgusteono,peroesoesasí.—Pero, si decidiera escribir de allí—dudóAlberto—, ¿qué quieres que

habledeCuba?EnesemomentoGerardconstatóqueelbotínhabíacaídoensusredes,por

loque tomóunaposturamuchomás relajada,volviendoa lacómodaposiciónanterior.

—Alberto,elescritorerestú,yosolosoyuneditor,conpermisodeDavid—segúndijoesto,estevolvióasonreírse—,queloúnicoquebuscaesqueloslibrosquevean la luz tenganuna rápidayelevadaventa.Ysinceramente,hoyporhoy,creoqueCubaytodoloquelorodeasonunmotivodeatenciónporelespañolmedioy,sobretodo,porelespañolconsumidormedio,esequecompralibrosparamontarseeneltrenoenelmetro,oporcumpleaños,oporReyes.Eseesnuestrotargetmarket,haciadondeestamosenfocados.

El escritor movía la cucharilla despacio, pensativo. El presidente semostrabasatisfecho,todohabíadiscurridosegúnelguiónmarcado.

—Alberto,estoesunpocofuertequetelodigayo,yquizámásquetúlooigas,perorespetandotodoslosargumentos,miinterésesqueseaúnenlostrespotencialescompradores:lagentequehaestado,losquetienenclaroquevanair y lo harán a corto plazo y, por último, los que querrían viajar en algúnmomentode suvida, es decir una cantidaddepersonasmuy importante, a losquehabríaquesumaraquellosquecompranelúltimolibrodeRodríguez-Conde,independientementedequétrate.

Albertolomirabaatentamente.Derepentelevinoasucabezaaquellodelnegro,delnegroescritor.Conático,peronegro.

—Hemospensadoenalgunos temasquepodríanserde tuconsideración

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—Davidfueahoraquiencontinuóconlaconversación.

8DavidexpusoaAlbertotodaunaseriedeideasparapoderescribirsobreCubaysobresuhistoria.DesdelodelainvasiónfallidadelaBahíadeCochinosenelaño1961,alprincipiodelsigloXXyelprotectoradoamericano,pasandoporlaRevolución de 1959 y hasta por la breve estancia de los ingleses en el sigloXVIII. A ese libro no le iban a faltar guiones. Hasta títulos. Un David condemasiada iniciativa ya le había buscado varios nombres: Calle Obispo, Unpaseo por Cojímar, El sombrío atardecer del Malecón, Lisé y la casa deHemingway.Esteúltimohechofueelquemásdisgustóalescritor.

—David,¿tambiénvasaescribirellibrotú?MaciáyMuntanersemiraron,incómodos.—Alberto, lo únicoquequería elDavid era ayudarte.El autor eres túy

tuyaserálaidea,eltextoyeltítulo,porsupuesto.Comosiempre.Elmadrileñolosmirócondetenimiento,mientraspensaba.—Loqueveoqueosinteresaesqueellectorsepadesdeelprincipioque

ellibroestáambientadoenCuba.—¡Exacto!—sentencióMaciá—aunqueyanosencargaremosdehacerle

lapromociónquesemerece.—Nosé.Megustaríapensarlounpoco.—Porsupuesto.Tómatetodoeltiempoquenecesites.Oye,comosinote

pareceoportunoescribirsobreloquetehemoscomentado.Nuestrasrelacionesvan a estar igual con este libro que sin él. Pero deja que te diga una cosa,nuestras relaciones sí, ahora, nuestras cuentas estaránmejor. Eso sí que te loaseguro.Porcierto—elpresidentevolvióahablarconunafingidaocurrenciadeúltimomomento—,¿conocesCuba?

—No,nuncaheestado—reconoció—.Yosoydelapartequesíquerríair,

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peroquetodavíanohaencontradoelmomento.—Puesestaépocaesfantástica.Enabrilomayotodavíanohacemucho

calor,nohayhuracanes,noson losmesesde las lluviasyvasa tenerelmejorclima.¿PorquénoosvaisSofíaytú?—propuso,sabiendoqueaquelloeraunimposibleyaque,porlaprofesióndelamujer,ellanosepodríaausentartantotiempodesutrabajo.

—Sí,yademásellatampocoloconoce.Mehahabladomuchasvecesdeirenalgúnmomento.

—BuenoDavid,yocreoquepodríamosinvitarles—propusosatisfechoymirandoaAlberto—, si aceptasclaroestá, apasarunosdías allí.Y luegonoscomentassiteanimasaescribirlo.

—No sé Gerard, no estaba preparado para todo esto que me habéiscontado.Tendríaqueverlaagenda...

—TenencuentaquetodoslosactosdepromocióndelodelReyFernandoseránparaseptiembreuoctubre,queyamelohacontadoDavid.

—Bueno,nosolotengoenmiagendalostemasdelapromocióndellibro.TendríaquehablarconSofía.Nosé.¿Telodigoenunosdías,David?

—Claro —contestó Gerard por los dos—. Tómate todo el tiempo quenecesitesparacontestarpero,encualquiercaso,¿porquénoosvaisSofíaytúallídosotressemanas?Laeditorialinvita—sentenció,mientrasapurabaelcafédelataza.

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9El Lancia se estacionaba en la plaza de Cataluña, en donde Alberto se bajódespués de una despedida afectuosa.El coche tomó luego el paseo deGracia,caminodelaeditorial.Davidhabíapasadoasentarseenelasientotrasero,juntoasupresidente.

—¿Quécrees?—preguntóMaciá.—Yocreoquebien—respondióeleditor.—Yotambiénporloquehepodidovery,sinconocerlemucho,pareceque

nohapuestoexcesivastrabas.—ParalodelReyFernandohuboqueconvencerlemuchomásyesoque

habíaqueviajarencocheporValladolidyBurgos,queenprincipionoparecequeseandestinostanatractivoscomoloesCuba.

—Eso seguro—corroboróGerard—.Loqueme llama la atención es lofácilqueesdemoldeartodaestagente.Lesdasunaidea,lesponesdineroenlamanoyhacesconellosloquequieres.

—Bueno presidente, no todos. Hay alguno que no es tan fácil deconvencercomohasidosiempreAlberto.

—David, permite que discrepe. Lo que no habremos sido capaces deencontrar entonces habrá sido la motivación adecuada para que nos respondaafirmativamenteantenuestraproposición.

—Puedeser.—No,seguro—recalcótajantementeGerardconlacertezadequiensabe

quealfinalvanaacabardándolelarazón—.Mira,esodequetodostenemosunprecio es totalmente cierto. Falso es si pensamos en que solo el precio eseconómico. Yo creo firmemente en los ideales y estoy seguro de que muchagentemoriría por ellos; pero en el terreno profesional, que es del que hemosestado hablando, lo que tendremos que encontrar será qué faceta habrá quetrabajar en cada persona. Enmuchos casos es el dinero, pero en otros será el

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deseodehacerse famoso,eldeque leconozca lagentepor lacalle, eldequesalgas en la televisión, la aparente sensación de poder, el tener algo de quépresumirfrenteatupadreotuvecino,¡nosé!Unasvecesestarámuyclaro,enotroshabráquetrabajarlomás,perotardeotempranoencontraremoslallavedecadacaso.

Mientraslapequeñacomitivaentrabaenelgarajedeledificioqueocupabala editorial, un hombre caminabaRambla abajo, dirección almar.Tal y comohabíaprevistoDavid,acababadedejardelloveryelsolasomabatraslasnubesqueibanabriéndosepocoapoco.

Albertoestabamuypensativo.«Laideanoeramala—razonaba—,porqueeramuyabierta».SololehabíanpropuestoqueescribierasobreCuba,nadamás.Reconocíaquecadavezleeranmásfamiliaresloscomentariosdelagentequeseibadevacacionesalaisla,porloquenodudóniuninstantesobrelosdatosqueMaciá le había enumerado durante la comida. Se hallaba confuso. Él yateníaalgunostemassobrelosquelehubieragustadoescribir,enespecialeldelMuro deBerlín y su peculiarmanera de narrar tanta historia que pasó por sulado,mejordicho,porsusdosladoseinclusoporencimaypordebajodeél,enlosveintiochoañosqueestuvoenpie.

Peroteníaquereconocerqueescribíaparaganardineroydeloquenolecabía duda alguna era que, trabajando de su mano, la editorial le habíaconvertido enunhombre rico, yahoy, ya en estemomento, cuando sus librostodavíaestabanlejosdehabersesaturadoenelmercado,cuandotodavíaningunade sus obras había sido llevada al cine, cuando durante un largo tiempo, suslibros iban a seguirle reportando unos sustanciosos ingresos recurrentes.«¿EscribirdeCuba?¿YquépuedoyoescribirsobreCuba?»

Cuandoel taxi ledejaba en elPuenteAéreo, sobre las sietede la tarde,Albertoestabaconvencidodequelaisla,supasadoypresente,podíanofrecerlemuchosángulosdesdedondepoderencontrarargumentoscomoparaescribirnouno,sinomuchoslibros.Perosololepedíanunoyapartirdeahoraibaatenerdos trabajos:porun ladodecírseloaSofíay,porotro,convencerleparaque le

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acompañara al viaje que le había propuestoMaciá, el todopoderosoMaciá enpersona.

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10Sobrelassieteycuarto,SofíarecibíaunallamadadesdeelmóvildeAlbertoenlaqueleproponíaquefueraabuscarlealaeropuerto.

Casi a las nueve la pareja se encontraba poniendo rumbo a uno de losrestaurantes de la calle Concha Espina, donde acudían habitualmente. Desdehacíavariosaños,alprincipiosobretodoporlosingresosdeellayluegoporlosdelosdos,habíanempezadoafrecuentarrestaurantesdeunnivelqueantesniseplanteaban.

—¿DeCuba?—Sí,elpresidentehaestadodándomeunosdatosdemoledoressobre las

relacionesturísticasdelosespañolesconelpaís.Porejemplo,¿sabíasqueenlosúltimostresañosviajaeldobledeespañolesdelosqueíbamosantes?

—Bueno,¿yqué?—Puesqueestándisparándose lospotenciales lectoresdeun libro sobre

Cuba.—¿PeronoibasaescribirdelodelMuro?—Bueno, era una de las ideas, nada definitivo, tenía otras, pero la de

Berlíneralaquehabíaempezadoamadurarmás.Sofíalomirabaatentamente.—A ver si yo lo entiendo. Vas a escribir sobre Cuba, en vez de sobre

Berlín,porqueallíveraneamásgente.—Sofía,tusdeduccionesaloabsurdomeparecenridículas.—Esverdad,elpróximolibrolovasaescribirsobreeldestinoquetediga

el de la agencia de viajes. ¿Por qué no escribes una historia que pase enBenidorm?Allívamuchagente,omejortodavía,escribesobreEurodisney,quesegurotelocompraríanmuchosniños.¿Teimaginas,unasesinatoenlamontañarusadeMickeyMouse?

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—Sofía, no te mofes de mi trabajo. ¿Soy yo el único que trabaja pordinero? ¿Es que tú no te mueves exclusivamente por esos objetivos, esosparámetros que nunca he entendido, por el hecho de cumplirlos, o porque tepaganporcumplirlos?

—Nohashechoningunaintenciónparaentenderlos.—Esenoesmimundo—recordóelescritor,incómodoporlaactitudpoco

comprensivaque,asujuicio,estabamostrandosuesposa.—Tumundoeralaliteratura—matizóSofía.—Mimundoeslaliteratura.—Voy a tener que acabar diciendo que tumundo fue la literatura. Hoy

siguesescribiendo,peronodeloquetegusta.—No dramatices, ellos solome han dado un tema, una idea, si quieres

llámalounasugerencia.—Noesunasugerencia,noseasingenuo—aclaróSofía.—Sí,loes,oporlomenosasímelotomo.—No te engañes, eso que te han dicho no es una sugerencia, y ¿qué

pasaríasihicierasvalertuideadeBerlín?Porcierto,¿quétedijeronsobreeso?—Nolodije—reconoció.—¿Porqué?—Noencontréelmomento.Sofíaconocíamuybienasumarido,ysucapacidadanalíticaparaescrutar

un gráfico e interpretarlo en instantes lo aplicaba algunas veces a su vidapersonal.IntuíaqueconAlbertohacíanloquequerían,queaéllepagabanmuybien,cierto,peronomenosciertoquecuando laeditorial tocaba lacorneta,sumaridoseponíafirmes.PasócuandolodeMallorca,ypasóenlosotros,tantoenlanoveladePragacomoenladelReyFernando.SeacordabadecuandoandabahaciendofotosporPeñafielySepúlvedaparaimaginarsecómoseríaunasaltoaunafortalezaenlaEdadMedia.

Sí,sereafirmabaenquelaeditorialhacíaconélloquequería.—¿YdequévasahablardeCuba?

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—Todavíanohedichoquesí.Sofíasoltóunalevesonrisa,peronoledijonada.Soloselimitóamirarlo

alosojossegúnlevantabalacopadevino.Albertopensabaqueesedíahabía tenidodemasiadosrestaurantes,yque

igualnohabíasidounabuena ideahaber idoacenarauno,siyahabía tenidocomida en otro. Y además, por lo visto, las dos comidas muy intensas y noprecisamenteporsucontenidogastronómico.

PaseabanporlacalleAlbertoAlcocercogidosdelamano.—¿HallovidohoyenMadrid?—No,estuvoalgonublado,peronollegóacaerniunagota.Laparejavolvióahacerotrolargosilencio.—Alberto,¿seguroquenotehaninsinuadoningúnargumento?—Ninguno.—Nome puedo creer que quieran que escribas sobreCuba solo porque

creenqueellibrosevaavendermuybien,yquelaúnicarazónseaquecadavezvayamásgenteaconocerla.Nosé,mepareceunarazónmuypococonsistente.

—Sofía,algoentiendodeliteratura,aunquetúdigasqueyano—segúnledijoestolamiróalacarayellaledevolvióunapequeñamuecadecomplicidad—, pero cada vez el marketing está entrando más en todos los mercados, yparecequeeleditorialeraunmundoqueseresistía.Elpoderdelaprensa,delosmedios de comunicación en general es a veces inimaginable. Son capaces decrear estados de opinión entre la población, en este caso entre los posiblescompradores,quenosquedaríamosheladossientráramosendetalles.

Despuésdeunpequeñosilencio,siguióhablando:—Mehaestadocontandoel responsabledemarketingde laeditorial,un

tal Adriá, lo que tienen preparado para el lanzamiento de Los libros del ReyFernando.Todoesoeraimpensablequesucedierahacesolodiezoquinceaños.¿Sabes que van a proyectar con rayo láser una espada de caballero sobre eledificiodelaTorredeMadrid,desdelaplazadeCallao?

Sofíalomiróperonohabló.Losdoscontinuaronandando.

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—MiraAlberto,yoloquequieroesqueyaqueencasahayunartista,quesigahabiéndolo.Denuestrasdosprofesiones,lamíasoloestáligada,comohasdicho antes cenando, a las cosas de mi mundo, pero ahí no hay arte, habráprofesionalidad,peronoarte.Paramí,elartistaesquiencreaalgode lanada,algoqueluegocontinuarácuandonosotroshayamosdesaparecido.Yennuestracasa ese eres tú.Yquieroque sigas siendo siempre así—segúnpronunció lasúltimaspalabras,lamujerseacercóylediouncálidobesoenlaboca.

Albertoibaaabrirconsumujerelsegundofrentequesehabíamarcado.Nosabíasieraelmomento,peroloteníaqueintentar.

—¿Meacompañaríasunosdías?Nospaganelviaje.—Meparecemuybienquenoslopaguen,pero¿ymitrabajo?¿Túcrees

que yo puedo marcharme así, de buenas a primeras? —Sofía pensaba queAlbertonoledabalaimportanciarealasuprofesión.

—No, piénsatelo. Yo tengo que ir, porque tengo que recabar muchainformación,deentradatengoquepensardequévoyaescribir,ydespuéstendréque trabajarsobreel terreno,comohehechosiempre.Notodoel tiempo,peroalgunosdíassíquemegustaríaqueestuvierasallí,conmigo.

—Nosé.Loveré.¿Cuándotienespensadomarcharte?—Aún no lo sé, tengo que hablarlomás despacio conDavidMuntaner,

tambiénquierohablarconJaime,queluegomedicequenocuentoconél.Meimaginoqueenunpardesemanas.MehandichoquetodalapromocióndelodelReyFernandoempiezaenoctubre,porloqueporahoranotengomuchoquehacer.Estamosacuatrodeabril.Sí,paraelveintequizá.

Laparejahabía llegadoal lugardondehabían aparcadoel coche.Eldíahabía sido muy largo y ya no daba para mucho más. Se había levantado enMadridyseacostabaenMadrid.Yentremedias,planes,reuniones,comidasycenas.

Cuandomontaron,ellatomóelvolanteyAlbertoaprovechópararelajarseenelasiento.Quizáeraelprimermomentodeldíaenelquepodíadescansar.

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11HabíanpasadoyadiezdíasdesdelaproposiciónyAlbertonohabíaperdidoeltiempo.Sehabíacomprado tresguíasdeviaje, tantogenéricasde la islacomoespecíficas deLaHabana, un callejero detalladode la ciudady había habladovarias veces con un exultante David Muntaner, que desde Barcelona le ibaorganizandotodoelviaje.

—VasairalhotelPresidencial,unodelosmejoresdeLaHabana.EstáenelParqueCentral,queeselcentrohistóricodelaciudad,juntoalCapitolio—lecontaba en la conversación telefónica que mantenían— con la fotocopia delpasaporte que nos has enviado, y por medio de mi secretaria, la agencia deturismovaaprepararteelvisadoparaentrarenlaisla.Porfin,Sofía,¿novaaircontigonisiquieraunosdías?

—De momento no, pero ya te lo confirmaré porque está intentandoarreglaralgunasfechasenmayo.

—Bien,porqueaunqueseapoco tiempo,seguroqueosvanavenirmuybienesaspequeñasvacaciones.

—Sobretodoaella.Enprincipiotengopensadoestardosotressemanas.—¿Vasatenersuficiente?—Davidnosetratadeescribirellibroallí,setratadetomarunasreseñas

ydespuésenMadridyaleirédandoforma.—Alberto, quédate mínimo un mes. Ya me lo dirás. Entre los cambios

horarios, las costumbres, el calor que hace que creo te deja aplanado, el quepienseselguiónylovayascomponiendo.Terepito,hazmecaso.Mínimocuatrosemanas.

—Buenonosé, también loquepuedohaceresestarun tiempo,volveraMadridyregresardespuésotravez.

—También,perocuentaconquetodoloquepuedasadelantarallí,mejorquemejor.Tevoyareservarunahabitaciónconcamadematrimonio.¡Averqué

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hacessinvergüenza!—Pues qué voy a hacer, ¡trabajar! ¿Crees que voy a ir de turismo? Si

acaso,escribiréparaincitaraotrosaquehaganturismo.—¿VesAlbertocómolohasentendido?

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12Enalgúnlugardelacalle21selevantabaunedificioconmejoraspectoqueloscolindantes.Aunquenopresentabaningún identificativoenel exterior, todoelbarrio sabía que era uno de los departamentos del Estado. En la planta bajapodíandistinguirseunosventanalesseguidosporunasgruesascortinasinterioresquenopermitíanquedesde fuerapudieraapreciarseabsolutamentenadadesuinterior.Laplanta superiorconservabaunamínima licenciaa laestética,yallílas cortinas sí se encontraban recogidas. Un pequeño jardín descuidadocircundaba la edificación. Bajo el rótulo: Centro Colectivo Rubén MartínezVillena, que ofrecía una información imprecisa sobre la actividad que en elmismo se desarrollaba, el joven Victoriano Parra Pérez franqueó la puerta deentrada.Erasuprimerdíadetrabajo.

LedijoalmuchachouniformadosituadoenlapuertaquehabíasidocitadoporeltenienteFélixTorres.Aquelllamóporunteléfonointeriorqueteníasobreuna vieja mesa. El chico estaba muy nervioso y se frotaba las manos por laespaldaparaaliviarlatensión.Mientrasesperaba,mirabaelomnipresentecartelenelque,bajoeltítuloHÉROESDELAPATRIA,figurabanlosdibujosdetodasaquellaspersonasquemurieronpor la libertady la independenciadeCuba.Sepuso a contarlos: uno, dos, tres... veinticuatro. Aunque llevaba viendo esoscarteles toda lavida,ahorasedabacuentaquesolohabíadosmujeres.Enesemomento,volvióaverlacaradelquedabanombrealpequeñoedificiodondesehallaba.

Elmilitarleordenó:—Subeporestaescaleraalpisoprimero,teestáesperando.Yesohizoelchaval.Lospeldañosdemaderacrujíancon lospasosque

ibadando.AlfinaldelosescalonesleesperabaeltenienteFélixTorres.—Victoriano,mealegrodeconocerte.—Igualmente —el joven se encontraba visiblemente inquieto. Era el

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primertrabajoimportantequeibaaacometerensuvida.—Tupadreytutíomehanhabladomuybiendeti.—Gracias.Perdón,graciastenienteTorres.—Acompáñame—lepidióelanfitrión,despuésdesentirsesatisfechoante

elarrebatoespontáneodedisciplinamostradoporVictoriano.El teniente comenzó a andar por un pasillo conmuy poca iluminación,

donde el suelo también iba crujiendo conforme pisaban las maderas viejas ymediocarcomidas.Elmuchacholeseguíaaunpardemetroseibamirandolopocoquepodíaver,yaquetodaslaspuertasestabancerradas.Lapinturaverdosade las paredes se encontraba muy deteriorada y en algunas zonas se estabadescascarillando.

Alllegaraunodelosdespachos,Torresabriólapuertaeinvitóalnuevomiembrodelcuerpoquedirigíaapasaralinterior.

Eldespachoeramuyaustero.Solo teníaunviejoarmariodemadera,unpardesillasyunabanderacubana.EnlaparedpresidíalaestanciaunafotodeunFidelCastromuysonrienteyvestidodemilitar.

El tenientesesentóenlasillaqueteníafrenteasumesadetrabajo,quealgúndíatuvoherrajesdorados,mientrasVictorianopermanecíadepie:

—Espero que sepas devolver la confianza que la Revolución estáponiendoentupersona.EsteesunlugardelaSeguridady,comotal,susceptiblede ser vigilado e incluso atentado. Sabes que hay fuerzas extranjeras quequerrían entrar aquí a ver lo que hacemos. Por eso solamente entramos loselegidos,losquehemosdemostradoelmayorpatriotismoentiemposdepaz.Depazrelativa,porqueelenemigosiempreestáacechandoyavecesdesdemuchomáscercadeloqueimaginamos.

—¡Sí,teniente!—¡Cuántoscubanosquerríanprestarsusserviciosa lapatriaenunlugar

comoeste!EstoysegurodequenovasadefraudaralaRevoluciónniasusmásinsignesbaluartes,comonuestropadreJoséMartí.

—¡No,teniente!

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—Bueno,elhorariodeentradaseráalasochodelamañana.¿Vivescontupadre?

—Síteniente,acincocuadrasdeaquí.—Bien. Ya sabes que trabajarás aquí todo el día, desde las ocho de la

mañanahastalascuatro,parandoalasdoceparacomer.Peroquieroquesepaschico,queaveceslapatrianospidesacrificiospersonalesalosquenopodemosnegarnos,yelhorariopuedealargarsesilastareasloexigen.

—Ningúnproblemaconmigoteniente,esperoestaralaalturadeloquemipaísesperademí.

—Bien,Victoriano,bien.Ahoraven,quieroenseñartetulugardetrabajo.La pareja entró en una sala donde estarían trabajando ocho o diez

personas, la mayoría hombres, cada una de ellas frente a una pantalla deordenadorenblancoynegro.Todossepusieronenpieconungranestrépitodesillas.Eltenienteordenóquevolvieranasuposicióndetrabajo.Teníanasuladouna serie de listas escritas de muy diversas maneras, unas a ordenador, otrasmecanografiadas sobre un papel amarillento y otras amano con bolígrafos devarioscolores.Apesardeloscuatroventiladoresdetecho,elcalorquehacíaenlaestanciaeradesagradable,peroVictorianocallóporqueestabaperfectamenteacostumbradoalatemperaturadesupaís,dondehabíanacidoydedondenuncahabía salido. Se fijó en que varios cristales de las zonas superiores de lasventanas estaban sustituidos por cartones, y otros seguían teniendo las cintasadhesivasmarronesqueponíanparaprotegerlosdeloshuracanes.

El teniente Torres fue presentando uno a uno al nuevo compañero quedestacabaentrelosdemásporvenirvestidodepaisano.

—Victoriano, mañana tendrás la ropa militar a tu disposición en lataquilla, pero recuerda que aquí todos entramos y salimos vestidos de calle.Jamásnosverásfueravestidosdemilitaresynuncanossaludamosenelexteriorguardando la ordenanza. Recuérdalo muy bien siempre. Tu seguridad y lanuestrapuededependerdeello.

—No se preocupe teniente, así será, teniente —corroboró el nuevo

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empleado.TorresdejóparaelúltimoaRafaelAngerí.—MiraVictoriano,RafaelAngeríseráentunuevaetapatuconsultante.Es

uncamajanysabemuybiensuoficio.Haztodoloquetediga.Élteenseñarátucometido.

VictorianodedicóaRafaelunapequeñasonrisaquenolefuedevuelta.ElrostrodeAngerí denotabauna aspereza innata quenodiomucha confianza alnuevoempleado.

—Bueno,osdejo.Rafael,aquítienesunnuevobaluartedelaRevolución.Esperoqueprontopuedaalcanzarlasmayorescotasdeconfianzaentrenosotros.

Nadamáspronunciarlaúltimasentencia,elteniente,marcial,abandonólasala.

Una vez hubo desaparecido tras la puerta, Rafael se dirigió al nuevocompañero:

—Chama,¿cuántosañostienes?—Diecinueve.—Bien. Eso que te ha dicho el teniente también me lo dijo a mí su

antecesorhacedeesoquinceañosyyaves,aquísigodejándomelavistaantelaviejapantalladeestecomputador.

Victorianonosupoquédecirle.—Tomaunasillaysiéntateaquíamiladoyjuntoaestapantallaquetela

voyaencender.¿Tehandicholoquehacemosaquí?—No,nadiemehadichonada.—Bueno,ellodemuestraqueporlomenosesolohacemosbien.Nosotros

somosundepartamentoquecompruebalasentradasdeextranjerosenelpaísconunos listadosquenosenvíandesdeotrassecciones.Enelcomputadorhayunabasededatos,yloquetienesqueirhaciendoesconfrontarunarelaciónconotrayponerunosnúmerosquetevoyairdiciendo.

RafaelAngerísacóunfolioytomóunbolígrafo.—En estos papeles están las personas que han solicitado el visado para

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entrarennuestropaís.Siempreestamoshablandodeextranjeros,nodegusanos,esos parece que los miran en otro lugar. Tú lees un nombre y el número deidentificacióny lobuscas en labasededatosdel computador,que tevaadarinformaciónsobreesapersona,opuedenodártela.Segúnloquetediga,haceslassiguientesanotaciones:ponesun0sieslaprimeravezquevisitaCuba,un1siyahaestadootravez...

—Yeso,¿cómolovoyasaber?—interrumpióVictoriano,que intentabaasimilarconceleridadlainformaciónquerecibía.

—Porelcomputador.Vamosaverunejemplo.Tesigodiciendo:ponesun2 si es la segunda o tercera vez que visita Cuba, independientemente de lostiemposquehayapasadoenlosviajesanteriores.Ponesun3sihavisitadolaislaencuatroocincoocasiones,tambiénindependientementedeltiempoquehubieraestado,yporúltimoun4sihavenidoseisomásveces.

—¿Nadamás?—No,nadamásno.Esotedaunaprimerainformación,luego,ysiempre

porloquetedéelordenador,anotasuncódigoquetesaldrácuandotecleessunombre.Silapersonaestásolicitandounaentradaenelpaísporquevaarealizaruna estancia de tránsito, queya sabes es undía, escribes junto al númeroquepusiste la letra A. Si su estancia va a ser inferior a diez noches en lamismaciudadodieciséis endosomás, ponesunaB.Esto es lomásnormalparaunturistamedio.Si suestanciavaa sermayor,ponesunaC,y,porúltimo,enelcasodequevayaaestarmásdetreintanoches,escribesunaD.

—Entiendo.Parecefácil.—Esfácil,perotambiénesfácilequivocarseyquesepasealgúndatopor

alto. Esto es muy importante para nuestra seguridad, porque queremos saberquiénnosvisita.Todoestoescruzarinformación.AlEstadonoleparecenormalvenir a Cuba más de un mes y haberlo visitado ya tres o cuatro veces. Esapersonaclaramentenoesun turista,y tenemosquesabercuálessuprograma.Todoesto,Victoriano,esporlaseguridaddenuestrasfamilias,detodonuestropueblocubano.

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—Estáclaro,Rafael.Bueno,¿cuándoempiezo?—Espera, falta loúltimo.Sielordenador tediceque lapersonaquehas

tecleado es unPPE, así llamamos a los periodistas, políticos o escritores, leshacesunamarcaconlápizrojojuntoalnombre.

—¿Yporqué?¿Porquésonlosquemáspuedenatentarcontranosotros?—No lo sé, nos dicenque así lo hagamos, y eso haremos.Bueno, toma

estoslistadosquesonunarelacióndevuelosquevanavenirlospróximosdíasconorigenenMontreal,LyónyLisboa.YoestoyconlosdeMadrid,quesondelasrelacionesmáslargas.Luegocuandolosvayasterminando, losvasdejandoen esta gaveta y después lo llevas al closed del fondo —explicó, mientrasseñalabaunajadoarmariodepuertasdemaderaquepermanecíacerrado.

Allí siguieron todos aquellos hombres delante de los obsoletosordenadores buscando nombres a los que ponerles números, letras o marcasrojas,bajoelsofocantecalordeunedificioconlasventanascerradas.

13Yporfin, llegóeldía.Unaoscilaciónnoprevistade lacotizaciónEuroconelFrancoSuizoimpidióqueSofíaacompañaraasumaridoalaeropuerto.ElaviónsalíaalaunadelmediodíayellahabíaquedadoenqueprimeroiríaalaSaladeTesorería,despacharíaunosasuntosrápidamenteydespuéslellevaríaaBarajas.Peronopudoseryladespedidaselimitóaunabreveconversacióntelefónica:

—Bueno,puesnada,queencuentresprontotemasobreelqueescribir.—Esoesahora loquemásmepreocupa.Llevo tanto leídoen tanpocos

días,queestoyhechounlío.Aversiallí,conunpocodetranquilidad,ordenolasideasyconsigocentrarme.

—YatedijequevoyaintentarportodoslosmediosirenelpuentedelaComunidad.Creoquelosabréaprincipiosdelasemanapróxima.

—Notedemores,novayasatenerproblemasparaencontrarbillete.

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—Poresonotepreocupes,seguroqueenlaempresameencuentranunoenalgúnvuelo,inclusoaunquenofueradirectodesdeMadrid.

Después de una cariñosa despedida, la pareja cortaba la comunicación.EranlasdiezdelamañanayAlbertoteníael tiempojustodebajaratomaruntaxi.Cargabadosmaletasmedianasperoviajabasinportátil.Demomentonolocreíanecesario.

AAlbertoelaviónnolegustabayunadelascausasporlasqueesteviajenolellamabalaatencióneraporlalargaduracióndelvuelo.

Perosíhabíaunarazóndeinterés.«Mehabíandicho—recordaba—queiraCubacon tumujerescomo iravendimiary llevaruvasdepostre».Todoelmundo coincidía en que allí las mujeres eran impresionantes. Bueno, Albertotampoco era de los que andaba perdiendo habitualmente el tiempo con unadeterminadaclasedechicas,inclusoahoraqueteníamuchodinero,peroalgunavez se había permitido alguna licencia. Le gustaba bajar a los abismos delpecado y entremezclarse con esas féminas, a ser posible de buen nivel. Eraasomarse a otro de los lados oscuros del ser humano y ver qué había allí. Sejustificabaconqueunescritortienequeconocercasidetodo.Ylomalo,teníaquereconocer,esquelegustaba,quedisfrutaba,queibademenosamás.Queelprimerdíalesupusounaverdaderacrisisdeconciencia,perolasúltimasvecesseencontrabayabastantecómodoconesasmujeres.Siemprepensabaqueteníaunaesposamaravillosa,muyelegante,conmuchoestilo,conmuchaeducación,peroquizádemasiadoelegante,condemasiadoestiloycondemasiadaeducación.

Perobueno,«¡centrémonos!»,sedijo.Allíibaaescribiryloqueteníaquehacerloantesposibleeraencontraruntema,unatrama.Pensabaquetodavíanohabía escritoniuna sola letrade lanuevanovelay todoapuntabaaque iba aarrasar en las listas de ventas. «¡Así funcionaba hoy en día el mundo de laliteratura!»,aseguraba.

Unosminutosmás tarde, elAirbus 330 tomaba la pista larga, previo almensajedelcomandantedelaaeronave:

—¡Despegueinmediato!

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14Enlacalle21lamañanapasabacomotodas,sinnovedades.EljovenVictorianoibahaciendosutrabajo,talycomolehabíaindicadoRafael,habiéndoletenidoquepreguntarenmuypocasocasioneslasdudasquelesurgían.

Sería media mañana cuando Torres entró en la sala. Se acercó al lugardondesehallabaelreciénincorporado.

—Rafael,¿quétalvatualumno?—Muybienteniente,estáconunalistadepresumiblesturistascanadiense,

francesesyportugueses.—¡Ah,esosportugueses!,antesnoveníaningunoyahoraestántodoslos

díasaquí,peroengenerallosportuguesessonbuenagente,nuncahemostenidoproblemasconellos.Ytú,Rafael,¿conquéestás?

—Yoestoyconunadeespañoles.—Esossíquesonunaplaga.Desdehaceunosañosparaacá,lostenemos

a todas horas. Los deben echar de España y poner a todos en el aeropuerto,empacanenlamaletaunacajadeprotexy¡hala!paraCuba.Nomegustan.Nocreanproblemas,peronomegustan.¡Nospuedenconvertirlavidaenunyogur!Se creen que esto todavía sigue siendo tierra suya y están muy equivocados.Cuba es hoy en día un país libre, gracias a nuestra Revolución y a gente tanvalientecomonuestrocomandanteFidelCastro.¿Verdadmuchacho?—preguntódirigiéndoseaVictoriano,mientrasleponíalamanoensuhombro.

—¡Sí,teniente!—¿Túlocreesasí?—inquirióTorres.—¡Porsupuestoteniente!—¿Aquécolegiofuiste,Victoriano?—AlConcepciónArenal—respondióeljoven,quesehabíapuestoenpie

parahablarconelsuperior.—Buencentroesese.Allíestudióunodemissobrinosyhoyendíaleveo

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muycentradoenlaRevolución.—Yotambiénesperoestarlo,teniente.—¡Bien,bien!Torresabandonólasala,caminodesudespacho,despacio,sinprisa.—Este tenientenosabehablardeotracosaquenosea laRevolución, la

RevoluciónylaRevolución.—Bueno,esnormal—justificóel joven laactituddesusuperioranteel

inoportuno,entendió,comentariodesucompañeroRafael.—NormalhastaciertopuntoVictoriano.Todossomosrevolucionariosen

Cuba,peronotenemosqueestarhablandodelsistemaatodaslashorasdeldía,comoparaquererjustificarnos.

—¿Túcreesqueeltenientetienequejustificarse?—Puesenciertomodosí.Ocupaunpuestoqueledamuchasprebendas,

aquíeseldueñodelapapeletayeslógicoqueloquieraconservar,meimaginoqueporesovatodoeldíaderevolucionario,sobretododepalabra.

Victorianocallóysiguiótrabajandoconlarelaciónquelehabíandado.PorsuparteRafaelseguíaconlalistadelosespañoles,poniendocomoel

reciénllegadoVictorianoycomotodoslosdemás,nombresyletrasy,enalgunasocasiones,muypocas,lamarcarojadelosPPE:

DanielBallesterosAguilar0B,LuisaPérezSánchez0B,MiguelÁngeldeAndrésVázquez 0B, Esther de PedroGarcía 3C, aquí no pudo pormenos depensarquelatalEsther,queyahabíavenidoalaislamínimocuatroveces,veníaaquí, ¡por lo que venía!Siguió con la relación:AlbertoRodríguezGarcía 0C.«Esteseestrenaconunabuenatemporada»,pensó,LuisGómez...

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15

Lo primero que sintió Alberto cuando se abrió la puerta del avión, ya en elaeropuertoJoséMartíyrespiróairecubano,fuelasensacióndehabersemetidoenuna inmensaestufa.Noeracalor loqueapreció,eracomounahogoque leimpedíarespirarconlanormalidadalaqueestabaacostumbrado.

Todo el pasaje fue abandonando el avión siguiendo a uno de losempleados del aeropuerto por la pista hasta el edificio de la terminal donde,después de subir unas escaleras y al fondo de lasmismas, les esperaban unaspequeñas cabinas, con policías en su interior, donde les iban a revisar ladocumentación.

Apesardetenermuypocaspersonasdelante,lafilasehacíacadavezmásymáslarga,alhabercoincididoconlallegada,minutosdespués,deunvuelodelaKLMy,sobretodo,porlaexasperantelentituddelempleadoaeroportuario.

Por fin, y tras esperarmás demedia hora, pasó el control para hallarsedespuésconotrarevisión,estavezparametales.Porúltimo,llegóallugardonderecogeríasusmaletas.

Estas también tardaron un tiempo en aparecer. Mientras, le dio lugar apasearporaquellasalalúgubre,dotadadeunatenueiluminación.Allínohabíamuchoquecuriosear:unpardetelevisionesretransmitiendounaentrevistaconFidel, una casa de cambio de moneda con un empleado adormilado y unosbancosparasentarsequeestabanllenosdeturistasque,comoél,esperabansusmaletas. Aprovechó para cambiar algunos euros por los pesos cubanosconvertibles. Alberto se extrañó de que este país tuviera en circulación dosmonedasalavez,elpesocubanoyelpesocubanoconvertible.

Mientras seguía esperando, le llamaron la atención las policías delaeropuerto. Vestían camisa verde, como los hombres, pero llevaban una faldaespecialmentecortayalgunadeellas,conunasmediasnegrasqueleparecieronpocoapropiadasparalasfuncionesqueestabanrealizando.

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Yaconlasdosmaletasensupoder,salióalagransaladelaeropuertoyseencontró con la enorme muchedumbre que había allí. Gente de todo tipomirando quién llegaba y muchos hombres con carteles para identificar a lospasajeros.Buscóyencontróprontoelsuyo.Unjovenmulatollevabaescritosunombreenunahojadepapel:AlbertoRodríguez-Conde.

Seacercóaélyseidentificópronunciandosunombre.—¡Holaseñor!,yomellamoÑulber.¿Quétalhatenidoelviaje?Cada uno tomó una maleta y salieron a la calle donde les esperaba un

Mercedes. «Estaba claro que en Barcelona pensaban en todo», pensó Albertoparasí.Enseguidasediocuentadequeeraelúnicocochenuevoquehabíaenelaeropuerto,destacandosobretodoslosdemás,queeranengeneralvehículosenmuymalestadocuandonoautomóvilesconmásdecuarentaocincuentaaños.

MetieronelequipajeenelmaleteroyenfilaronrumbonortedirecciónalcentrodeLaHabana.

Nomuy lejos de allí les había estado observando un hombre que habíatomadonotadelamatrículadelMercedes.Noeranmuchoslosvehículosdeesamarca que circulaban por la isla, pero prefería apuntarlo para no confundirse.«Lamemoriamevafallando»,pensaba.

AAlbertolellamólaatenciónqueenlascallesnohubierapublicidad.—Noveoningúnanuncio.—Noseñor,pareceserqueanuestroComandantenolegusta.—¿Qué no le gusta la publicidad? —al escritor español le extrañó la

ausenciadelashabitualesvallaspublicitariasqueseexhibíanentodoslospaísesquehabíavisitadoanteriormente.

—No,dicequeeslacontaminacióndelpueblo.Leparecióextraña laafirmaciónqueponíael taxistaenbocadelprimer

mandatario,ylereplicó:—Peroalfinalelpuebloeselquedecidequécomprar.—Peroélpiensaquenonosconviene.Por lo poco que acababa de hablar con Ñulber, entendía que el taxista

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comulgaba muy bien con el régimen, no teniendo sentido continuar con esaconversación.

Viouncartelqueseleía:Deberíatenerunastronuevocuandocaeenlapatria un hombre que la defiende. JoséMartí. Sintió la tentación de volver acomentarelcartelconÑulber.

—Martídebióserungranpensador.—ElmejorquehatenidoCuba,señor.—Porlopocoquehepodidoleerdeél,siempremehaparecidoquetenía

lapalabrajustaparaelmomentoadecuado—Albertorecordóhaberleídohacíamásdediezañosvariasobrasdelpoetacubano.

—Es así señor, es nuestro padre espiritual. Aquí le queremos, leadmiramos.Viveentrenosotros.

—Vamos,queleveneráis.—Noseñor—contradijoeltaxista—,seveneraalossantosyMartínoera

unsanto.Eraunbuencubano,peroniera,nihubiéramosqueridoquefueraunsanto.

Este hombre le daba una primera idea de lo que pensaban los cubanossobreelrégimenysobreMartí.Disimuladamente,elescritortomóunapequeñaagendadenotasyapuntolaidea.

Tras atravesar varias barriadas llegaron a la altura de un hospital que aAlbertoleparecióquesehallabaenruinas.

—¿Esehospitalestáenruinas?—No,estáenreparación.Le sorprendió la afirmación del taxista, porque allí no se veía ninguna

grúa,nicasetasdeobra,nimaquinariadeningunaclase.Porfin,elMercedesllegóalParqueCentralyaparcójuntoasuhotel.Antes de salir del coche, el taxista se le acercó y, con un tono de voz

muchomásbajodelquehabíamantenidoduranteeltrayecto,lepreguntó:—¿Querríaustedunospuros?—No fumo —respondió rápidamente el español, sumamente extrañado

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porlasingularoferta.—Bueno,peroparaalgúnpresente.—Nodeverdad,gracias,perotodalagenteconlaquemerodeonofuma.—Bueno, en cualquier caso, le repito que tenga una buena estancia en

Cuba.

En otro lado de la ciudad, un hombre mayor hacía una llamada deteléfono:

—Lachapa,azul,porsupuesto,es:HSG631Su interlocutor llamó enseguida a la central de taxis y después de

identificarsepreguntóquiénhabíarealizadoeseservicio.—ÑulberFerrera—leapuntaron.—Bien.¡Localícelo!Alinstantesonóelmóvildelcoche.—¿Sí?—¿Ñulber?—Sí,soyyo—respondióeltaxista.—SoyAgustín,¿estássolo?—Sí, acabo de dejar en el Presidencial a un español que venía del

aeropuerto.—Bien,tevanallamar.—¿Quién?—¿Quémás teda?, túcontestaa loque tepregunten,quesongentedel

Gobierno.Instantes después sonó nuevamente el móvil que tenía instalado en el

coche. Le preguntaron dónde le había dejado, qué habían hablado durante eltrayectoycómosellamaba.

—Repiteporfavorelnombre.—Lo que yo tenía escrito en la hoja, y él me confirmó, era Alberto

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Rodríguez-Conde.—¿Seguro?—Seguro—corroboróeltaxista,extrañadoantelainsistencia.—No puede ser, no tenemos petición de visado de ningún Rodríguez-

Conde—el interlocutor del taxista comprobó una relación de nombres que lehabíanpasado—LomásparecidoquetenemosesunAlbertoRodríguezGarcía.Derepenteseleocurrióunaideaypreguntó:

—¿Quéañostenía?—Cercadeloscuarenta.Menosquizá.—OkÑulber.Gracias.Elinterlocutoracababadecerrarelcírculodelaincógnita.Selevantóde

susillayfuealdespachocontiguo.—¡EseTorresesuncomemierda!—¿Por qué?—le preguntó el otro hombre que al igual que él llevaba

puestaropamilitar.—Porque no hace bien su trabajo. Nos envía un código 0C cuando en

realidadesun0Cenrojo.—¡Quémedices!—Sí,senoshacoladounPPEsinquenoshayamosenterado.Bueno,sí

nos hemos enterado, gracias al servicio que tengo puesto sobre los carrosespeciales,yesoquetúmedecíasqueloquitara.

—Pocasvecesnoshasidoútil.—Pocas, pero ahora ha sido una de ellas.UnPPE español, otromás y

encima,esuncódigoC,algoquenoesnormalparaser0.—Puesyasabesloquetoca.—¡Sí,loséperfectamente!

16

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Unavezqueel conserjedelhotel le acompañóa lahabitacióny se lamostró,Alberto empezó a deshacer el equipaje con orden y sistema, como hacíahabitualmente.

Lacercaníaalecuadorhacíaqueel sol seocultaraantesqueenMadrid,ciudadsituadaenunparalelosuperior.Elviajehabíasidomuylargo,porloquesedioprisaencolocar la ropaen lasperchasycajonesy,enunosminutos,seencontrababajounacálidaduchaqueleserviríapararelajarseantesdedormir.

AmanecíaenLaHabana.La luz ledespertó,yaquenohabía tomado laprecaucióndecerrarbien lacortinagruesaque tenía laventanaparafrenar losfuertesrayossolares.

«Bueno—pensaba—¡yaestoyaquí!,¡yamehantraídoaCuba!»Élsabíaqueenningúnmomentoselehabríaocurridoveniraestaislayquedenoserporaquella invitación—él prefería llamarla así—, que le hizo el señorMaciá, noestaría aquí. Pero eso ya pertenecía al pasado y había que afrontar la nuevasituación.Yloprimeroerabajaradesayunar.

Los interiores del edificio del fastuoso hotel Presidencial respirabanamplitud. Todo estaba restaurado y, aunque mantenía la estructura original,flotaba el olor a nuevo en cada rincón por donde pasara. Los desayunos losservíanenunode los restaurantesdelhotel, concretamenteenel situadoen laplantabaja.

Loprimeroquelesorprendiófuelosurtidoquelohabíanpreparado.Era,comoenlamayoríadeloshotelesquehabíavisitadoanteriormente,detipobufé,con platos fríos y calientes en abundancia. Alberto recordó que le habíancomentadoqueenCubahabíaescasezdealimentos,porloquelaprofusióndeplatosque semostraban ante él formaba, fundamentalmente, un contrasentido.Pensó que no podía fiarse de lo que le habían contado, ya que ese desayunoestabaalniveldecualquierhotelenunpaíseuropeo.

Unjovenseleacercó:

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—¿Coffee?—Sí,gracias.Conlecheporfavor.Sefijóenloscamareros.Eranchicosychicasjóvenes,todosestaríanpor

debajodelosveinticincoaños.Ellos llevabanpantalónnegroychaquetaverdeoscura.Ellasvestíanunafaldanegracortamientraslaprendasuperioreraigualqueladeloschicos.Leparecieroncriaturasmuyhermosas.

Salió a la calleyvolvió a recibir labofetadade calorquehabía sentidocuando se abrió el día anterior la puerta del Airbus. Un mulato joven se leacercó:

—Taxi,sir?—No,gracias—declinóAlberto,sinfijarseenelmuchacho.—¿Español?—elcubanonosedabaporvencido.—Sí,soydeEspaña—larespuestadelescritorsonósecaytajante.Nole

gustabatenerqueestablecerconversaciónconundesconocidoenplenacalle.—¿Dequésitio?Alberto se giró ymiró con detenimiento almulato. Calculó que tendría

menosdeveinticincoaños,pelomuycorto,algorizadoyunacararedondeadadonde destacaba una boca que mostraba una amplia sonrisa. Al escritor lepareciósincera.Vestíaunospantalonesazules,muyviejos,yunacamisablancaremangada. Como calzado llevaba unas sandalias caladas sin calcetines.Respondióconalgomásdetranquilidad.

—DeMadrid.—YotengounamigoenMadrid—fuelamecánicarespuestadeltaxista.Alberto no supo que contestar. Se limitó a dar las gracias y siguió

andando.Caminabaporlaaceracruzándosecongentequeleparecíadiferentealo

conocido.Jamáshabíavistotantaconcentracióndemulatosydenegros.Siguió andando y se le acercó otro hombre. En esta ocasión la edad

duplicaríaaldeljovenanterior.—Whereareyoufrom?

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—SoyfromMadrid—respondióparafraseandolapregunta.—¡Madrid!,ustedesdelacapitaldelreino.—Bueno,vamosallamarloasí.—Oiga—ledijoelseñor,acercándoseunpocohaciaél,ybajandoeltono

devoz—¿querríaunospuros?¡SonCohíba!—Nogracias,nofumo.—Bueno,peropararegalaraalguienquizá.—No,todamigentenofuma—afirmó,untantoirritado.—Peroesquelostengomuybiendeprecio—elcubanoinsistía.—Deverdad,nolosquiero.Alberto continuó andando sin esperar que el otro le fuera a salir con la

réplicaaotranegativa.Sorpresivamente,selecruzóunamujerdeunaedadsimilaralasuya.—¿Notendráunpocodejabóndelhotel?—¡No,notengo!—elescritornosediocuentaqueelvolumendesuvoz

sehabíaelevadosustancialmente.«¿Y cómo podrán saber que soy extranjero?», se preguntaba. Aun sin

llevarlacámaracolgadadelcuellonielplanodeLaHabanaenlamano,loqueAlbertoentendíaque ledelatabaeraelcolorde lapiel.Esa texturaclarano latenían ni los cubanos blancos.Era como si fuera por la calle con un inmensocartelenelquedijera:Soyeuropeo.Yesoparaelhabaneroerasinónimodeunasituación económica que pronto empezaría a comprobar distaba mucho de lalocal.

Se hallaba en el centro del Parque Central, justo bajo la blanca einmaculadaestatuade JoséMartí,ElPadrede laNación, sedijo, talvezparaalardearanteélmismodequesabíaalgodelahistoriadelpaís.Separóunratoacontemplarla.Esculpidaenmármolblanco,formabaunconjuntomuyarmónicodentrodetodalavegetaciónquerodeabaalcentrodeesaplaza.

Enesemomentoseleacercóunjovennegromuyaltodeunaedadmenoralostreintaaños.

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—¿Dedóndeesusted?—Soyespañol.—¿Dequéparte?—DeMadrid—respondió,paciente.—AmímegustaelRealMadrid.—Esqueelfútbolnolosigomucho—Albertointentóquelaconversación

nodiscurrieraporelterrenodeportivo.—¡Aquíjugamosalapelota!—YoteníaentendidoqueeldeportequecuentaconmásaficiónenCuba

eraelbéisbol.—¡Eslomismo,hermano!,¿túnolosabías?—¡Puesno!,enEspañalapelotalollamamosaotrodeporte—elescritor

pensabaeneljuegodefrontóndelPaísVasco.Siguieronhablandoyelextrañoleinvitóaquesesentaranenunbanco,a

lo queunAlberto totalmente desocupado accedió.Le llamaron la atención lasfuertesyrobustasbotasquecalzabaylacamisaquevestía,lafamosaguayaberacubana.

Elque llevaba laconversaciónnoerael turista,yel jovennoparabadehacerlepreguntas:

—YtúenEspaña,¿aquétededicas?Alberto no tenía pensada la respuesta a esa pregunta que entendía que

alguienpodríaformularle,peronodesdeluegonitanrápido,nienesesitio,niporunapersonacomoesa.

—Soycomercialdeunacasadecoches.—¡Vaya!, ¡aquí tenemos unos carromatos! Si pudiéramos, podríamos

tenerlosmejores,perononosdejanesosimperialistas.Mejornodijonadayprefiriódevolverlelapregunta:—Ytú,¿quéhaces?—Yopinchoenunagro.—¿Endónde?

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—En un agro, en un almacén agroalimentario. Donde vendemos frutas,verduras,carne,detodoloquesecome.¿Cómolollamanustedes?

—Tiene varios nombres, quizá por lo que me dices, podemos estarhablandodeunsupermercado.

—¡Seráasí,hermano!,¡seráasí!—Bueno,tengoquemarcharme,nomehasdichotunombre.—MellamoOrestes.—MuybienOrestes,puesencantadodeconocerte.—Oyemadrileño,¿túnoquerríasunospuros?—¡Puesno!—¿Porqué?—Porquenofumo.—Peroparaalgúnregalo...—¡No,deverdad!—Bueno,oyequetelopasesbien.Ysiguiócaminando.Llevabaenlacalleunosminutosyyanorecordabala

devecesquelehabíanofrecidopuros.

17ElcapitánBernardoMonagateníasudespachoenlaplazadelaRevolución.Lacarreramilitar de este agramontino había estado plagada de hechos singularesquelehabíancolocadounavitoladehombretenaz,reflexivo,astutoyleal.Susmás de cien kilos de peso estaban consagrados a la Revolución, y a ella seencontrabatotalmenteentregado,igualquelohicierasupadre,alláporladifícildécadade loscincuenta.Subarrigay subigotealgodescuidado ledabana sufiguraunaaparienciauntantocómicaeimpropiaparalaimagenquetendríaqueofrecer,perotodossabíanqueparaeltrabajoquedesarrollabalomásimportantenoeraelfísico,sinoelintelectoyesteloteníaenperfectoestadoderevista.

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Su puesto le permitía tener aire acondicionado. Era un aparato muygrande,viejoyruidosoqueocupabaunaparteimportantedelaventana,peroledaba frío, que en definitiva era lo que buscaba. En esosmomentos se hallabasentadoasumesaleyendouninforme.Ellegajoconteníadosfotosdelachica,unadeellasdecuerpoenteroyotraunprimerplanode lacara,yvariashojasrellenasdediferentesformas,tantoaordenadorcomoamano.Lapuertasonódegolpe:

—¿Sí?—¿Dapaso,compañerocapitán?—¡Sí,adelante!Entraronenlahabitaciónunhombrebajitoacompañandoaunajoven,yse

situaronfrentealcapitán.—¡Déjenossolosygracias!Elhombresemarchóysequedólachica,quetambiénvestíadeuniforme.—¿Cómotellamas?—MellamoLucila.Eraunapreguntademasiadosimpleporqueteníaelinformedelante,pero

elcapitánentendíaqueporalgúnladohabíaqueempezarahablarconella.—¿Cuántosañostienes?—Veintiocho—respondió,resueltaysinapartarsumiradadelosojosdel

capitán.—Bien.Estoyleyendotuexpedienteyessensacional.—Gracias,capitán.—¡Erespalestina!—exclamó,queriendohacerseelgracioso.—NacíenHolguín,siesesoloquequieresaber—contestólamujermuy

cortante.Elcapitánprosiguióconlaentrevista:—VeoquetrabajastedosañoscomoPolicíaEspecializada.—Sí,enMatanzas.—Bien,yluegoestuvistecomoPolicíadeTránsito,aquíyaenLaHabana.

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—Sí,seismeses.—Bueno,yahoraacabasdeingresarenelCuerpoEspecial.—Sí, capitán.Esun inmensoorgullo el que laRevolución confié enmí

paramisionesdeEstado.La chica, cuando hablaba, miraba tan fijamente a los ojos de su

interlocutor, que casi le hacía ponerse nervioso. El capitán BernardoMonagasiguióleyendoellegajo:

—Eres una experta en informática, electrónica, fotografía ycomunicaciones.Lucila,¿sabesaloquellamamosunPPE?

—Sí, capitán. Se dicePPE porque quiere decir un periodista, político oescritor.

—¿YsabesporquélaRevoluciónlostieneenvigilancia?—Sí, compañero capitán. Son personas que obedecen a intereses

extranjerosyvienenaalterarnuestrasanaconvivencia.—¡Exacto! —Monaga se maravilló con la rapidez y claridad de las

respuestasdelamujerseleccionada.—Yademás—continuó—,normalmenteescribencalumnias sobre todos

nosotrosysobrenuestrahistoria.Sonvocerosalserviciodeabyectosmanejos.—¡BienLucila!,veoquesabesporquétenemosquecuidarnosmuybien

deestosPPE.Tehellamadoporquesetevaaasignarlavigilanciadeunoquellegóeneldíadeayer.Aunquehevistoquesabestres idiomas,novasa tenerqueutilizarlos.Esespañol.

—Sí,capitán.—Empezarásinmediatamente.Quieroqueestéscercadeél,quesepassus

movimientos,quéhaceenLaHabana,porquéhavenido,québusca.Lucila,nomegustaestagente, loshasdescritomuybienantes,nolosqueremosaquí,novienenmásqueatraernosproblemas.

—Sí,capitán.Sehizounsilencioentrelosdos.Monagamiróalachica,asucaraylo

quelamesapermitíadesucuerpo.

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—Lucila, esto es una misión secreta de Estado. Nadie debe saber quéhaces.¿Entendido?

—Sí, compañero capitán.—aunque llevaba un rato dándose cuenta queesaeralaúnicarespuestaquedabaaMonaga,tampocoseleocurríadecirotradiferente.

—Lucila,lapatriaavecespuedepedirnossacrificiosmuyaltos,ytenemosqueestarorgullososdeservirlaenlaformaenquesenospida.Lavigilanciaaunhombre solitario puede ponerte en situaciones personales difíciles, que esperoestésdispuestaaasumir.

—Lo sé, capitán y le aseguro que sacaré la cara ante usted y ante miRevolución.

—EstoysegurodeelloLucila.EltenienteGálveztedarálasinstruccionesmásconcretas.

—Sí,capitán.Eloficialdejó lospapeles sobre lamesa, cruzó losbrazosy seadelantó

unoscentímetros,siempremientraspermanecíasentado.—Lucila,¿tienesnovio?—No.—Bien—pensóqueasíseríamejor—.Puedesmarcharte.—Sí,capitán.La chica abandonó la habitación. Aunque la falda le quedaba un poco

ancha, al capitánMonaga le bastó para hacerse una idea de qué tipo tenía ypensóqueeraunapreciosidad,ynosolodecara.

El aparatode aire acondicionado seguía soltando frío.Hacía ruido, peroesonoleimportaba.LoquelepreocupabaaMonagaeraelporquéveníantantosPPE a Cuba. «¿Qué tendremos de interés para ellos? —pensaba— estánobsesionados con que tengamos elecciones presidenciales, pero ¿para quéqueremosnosotroselecciones?¿Paratenerunasociedadinjusta?¿Paratenerunasociedadqueprovocaelindividualismoylainsolidaridad?»

—¡TantoPPE,tantoPPE!,—exclamó,ensoledad.

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18AAlberto le extrañóque la calleObispo fuerapeatonal.Nocirculabaporellavehículoalguno,nisiquieralosinmensostriciclostiradosexclusivamenteporlapotenciadelaspiernasdeuncubanoquepaseabaaunooinclusodosturistas.

Eraunacallemuyanimada,quepresentabaungrantrasiegodegentequecaminabaenambasdirecciones,conmuchocomerciodegrancontraste.Algunosparecíaquehabíansalidodeunaavenidaimportantedeunaciudadeuropea.Sinembargo,lamayoríaseasemejabanmuchomásalosquehabíavistodesdequehabíallegadoaLaHabana:igualdeviejos,igualdesucios,inclusomugrientos.

A pesar de ser abril, le llamaba la atención que un gran número de loshombresfuerandesnudosdecinturaparaarriba,inclusomuchossincalzadodeningunaclase.Respectoa lasmujeres,enalgunaocasiónseempezabaaponerincómodoalcruzarseconalgunamulatadegranbelleza,sobretodoporsuformade vestir, o de medio vestir, como era en algunos casos. Intentó buscar lajustificaciónenelcalorreinante.

Veíacartelesmuypintorescosenlastiendas,comoenunaenlaqueleyóque se arreglabanespejuelos.Nopudo reprimir su curiosidad y se acercó a lapuertaparacomprobarsienunsitioasísearreglabanespejospequeños.Sediocuenta con sorpresa que los cubanos llamaban espejuelos a lo que él llamabagafas.Viootro cartel que también le llamó la atenciónparticularmente.Enunbar con bastante mal aspecto vendían perros calientes. Estaba claro que enEspañaalcanlehabíanquitadoaños,oquizáenvergadura.

Siguióandandocuandoseleacercóunamujernegraquemediríamásdeunmetrosetenta.Elpeloloteníarizadoyvestíacomoúnicaropaunapequeñafalda vaquera y una camiseta morada que dejaba ver el sujetador blanco quellevabadebajo.

—¿Dedóndeeres,miamor?—lepreguntó,aciertadistancia.—DeEspaña—respondióAlberto,rápidamente.

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Lamujer se fue acercando poco a poco,mirándolemuy fijamente a losojos.

—¿Yquéhacestansolo?Elescritorintentójustificarsupresenciaallídiciendoqueestabadandoun

paseoparaconocerlaciudad.Ellalepidióqueleinvitaraacomeralgo.—Bueno,talvezotrodía,ahoravoyconunpocodeprisa.—No te veía que fueras corriendo—repuso la desconocida, dejando a

Albertosinargumentos.Aunasí,intentóargumentarunaexcusa:—Esquevoyaquícerca.—¿Quieresque teacompañe?Hesalidode trabajaryno tengonadaque

hacer.—¡No,deverdad!Otrodíatebuscaré.—¡Ok!,¿cómotútellamas?—Alberto,¿ytú?—Luré.—ValeLuré,nosveremos.—Esoespero.Albertosiguióandandoalavezquepensabaenelcuerpodelajovenylo

llamativaquevestía.Nopudoreprimir la tentaciónygiró lacabezaparaverlapordetrás.Cuálfuesusorpresacuandocomprobóquenosehabíaido,yquesehabía quedado en el mismo sitio, en jarras, esperando una reacción que yaconocía.Elescritorsequedóparado,sinsabermuybiencómoreaccionar.

Cuandolasdosmiradassecruzaron,Lurélepreguntó:—¿Deverdadquenomevasaconvidaracomeralgo?Albertosonrióalavezqueclaudicaba.—¿Dóndequieresquevayamos?Empezaronacaminarylachicalecogiódelbrazo,algoaloqueélnose

resistió.—¿Ycuándotúllegaste?—Vineanoche.

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—¿Yvasaestarmucho?—seinteresólajoven.Aunque iba a estarmás tiempo,Alberto entendía que no siempre había

que contar todo lo que uno sabía, y menos si era de uno mismo y a undesconocido.

—Quincedías.—¿YdequepartedeEspañatúeres?—DeMadrid.—MehanhabladomuybiendeMadrid.—¿Loconoces?—¡Quédicesmiamor!,¿cómotúcreesqueyovoyaconocerMadrid?¿te

creesquenosotrosviajamosigualqueustedesquevandeacáparaallá?Albertoleaseguróquealgúndíaloconocería:—¡Nosécómo!¡Cuandoelmancoechededos!LaparejaseguíaandandocuandoAlbertovislumbróloqueparecíaunbar,

máspordeducciónalveralgunamesaenunestablecimientoquehacíaesquinaqueporquetuvieraelaspectodeloqueélentendíacomounbarobodega.

—Oye,y¿quéhacesenMadrid?—Trabajo.—Yameimagino,digoqueenquépinchas.AAlbertolehacíagracianosoloelacentoqueteníalamuchacha,sinolas

palabrasqueutilizaba.—Estoyenunacasadeventadecoches.—Vaya, y este viaje ha sido por vender muchos carros, ¿verdad? —

dedujo.—Sí,másomenos.—¿YhasvenidosoloaLaHabana?—parecíaquelamujerestabadeseosa

deobtenerinformacióndelturistaysucuestionarioparecíanotenerfin.—Sí.Conestaspalabrasllegaronaloquelachicallamababodega.—¿TúsabesporquéalaBodeguitadelMediolallamanasí?

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—Heoídohablarmucho,peronosénadadeella,¿Esesta?–preguntó.—¡Quédicesmiamor!,¿cómovaaserestalaBodeguitadelMedio?No,

estano sé si tienehastanombre.La llamandelMedio, porque antes todas lasbodegaslasconstruíanenlasesquinas,yesano.

—¿Estámuylejos?—¡Nomiamor!,aquíenLaHabanaViejaestátodocerca,perovamosa

quedarnosenesta.¿Oíste?Siempreque se reía,Lurédejabaverunaenormebocaconunosdientes

muyblancos.Almadrileñoaquelloleparecióqueeramuysensualpuesnoteníanadaqueveralasmujeresconlasquetrataba.

—Yometomaríaunguarapo,ytútambién—afirmómuyresueltalachica.—Gua...,¿qué?—Guarapo.Ysegúndijoesto,volvió lavistaal camareroy lepidióque trajerados.

LuegomiróaAlbertoy,alavezqueleguiñabaunojo,yletocabaelbrazo,lepidió:

—Siquierestúmandasenotrascosasperoenestodéjamequeseayoladueñadelapapeleta,quesegurotevaagustar.¡Estáparasabrosearse!

Eraevidentequelachicalehabíaenviadounmensajeclaroydirecto,perole llamaba laatención lapocaprisaquehabíademostrado.Siemprehabíasidoprotagonistadeproposicionesmásdirectas.

—Bueno,¿mevasaexplicarquéesesodelguarapoquenunca lohabíaoído?

—Teveomuypocopreparado,chico—reconociólamujer—.Elguarapoes zumo de caña de azúcar. Luego se le puede echar ron, pero eso ya no esguarapo,lollamanguararon.Amínomegusta.

ElcamarerolestrajoenunabandejasendosguaraposenunosvasoslargosconlaserigrafíadelronHavanaClub.

—Pero¿nomehasdichoquenollevaron?—Déjamequepruebe.

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Lachicasellevósuvasoaloslabiosyselosmojó.Paladeóyledijoconautoridad:

—No,nolleva.¡Estáquejode!CuandoAlbertofueacogerelsuyo,Luréleparósumanoderechaqueera

conlaqueibaatomarelvasoyleofrecióelsuyo.Élaccedió,perocuandofueatomarlo, la chica lo giró ofreciéndole para que bebiera por elmismo sitio pordondehabíabebidoella.

Albertolamiró,siguióeljuego,dandotambiénunpequeñosorbo.—Estámuyrico.Hicieronunpequeñosilencioquerompiólacubana.—¿Teimportaquepidaalgodecomer?—No,porsupuesto,pideloquequieras—elescritorseencontrabamuya

gustoconlacompañía.Selevantóyfuealabarra.Mientrashablabaconelcamarero,éllemiró

de espaldas y no sabía qué pensar de ella. En principio pensó que era unaprostituta,peroleparecíamuyraroqueunaprofesionalsetomaraconunclienteunabebidano alcohólica enunbar, rodeadosde todos los quepasabanpor lacalleObispo.

—¡Oyemiamor!,¿túquieresalgoparacomer?—lachicasehabíavueltoylepreguntabaavoces.

Por señas le dijo que no. «Pero por otro lado —seguía lucubrando—,luegoveníalodelaspecto,lodetantomiamorporaquíymiamorporallá,lodelvaso,lodecogerledelbrazo».Luréleteníatotalmentedespistado.

Lamujerteníauncuerpomonumentaly,además,eramuyalegre.Nuncahabíadejadodesonreír,enningúnmomento.Sehabíaquedadocautivadoporsumaneradehablar,por laentonaciónquedabaasuspalabrasypor laformaenquecaíansusojoscuandoledecíaalgo.Respectoacómovestía,nopodíadejardemirarlaescasalongituddelaviejafaldavaqueraconquetapabauntraseronomuypronunciadoparaserunamujerdecolor.Nosabíasielcruzarlaspiernas,según estaba en la barra esperando, significaría una postura preconcebida u

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obedecíamásaungestoespontáneo.Encualquiercaso, laveía increíblementeatractiva, a pesar de que no llevaba nada cuidado, ni su vestuario, ni su pelorizado.

Lachicavolviódelabarraconunplatodondehabíaunsándwich,connomuybuenaspecto.Sesentóotravezensusitioylosdossecruzaronunasonrisa.

Con bastante buen apetito empezó a morderlo agarrándolo con las dosmanos.Conungestoleofreció,declinandoéllainvitación.

—Bueno, ya sabes cosas de mí y yo solo sé de ti que te llamas Luré.¿Dóndevives?

—EnRegla.—Yeso,¿dóndeestá?—Alotroladodelabahía.—¿Ycómovashastaallí?Hizo una pequeña pausa mientras terminaba de tragar y, poniéndose la

manoparaquenosaltaraningunamiga,lecontestó:—EnunalanchitaquesaledelaavenidadelPuerto.¿Túsabesdóndeestá

elbarTwobrothers?—Te recuerdo que llegué anoche —el español justificó así su

desconocimiento.—¡Es verdad! Pues mira. Todo Obispo al final —indicó, haciendo un

ademánconeldedo.—¿Yquéhaces?—Artesanía.Mimadre tieneunpequeñohorno,y le ayudamosentremi

hermanayyo.Lachicavolvióadarotrobocadoalsándwich.Éllamirabacómocomía.

Eracurioso.Enprincipiolehabíallamadolaatenciónelcuerpodelamuchacha,y de repente se había dado cuenta que estaba mucho más centrado en laconversación que en los impresionantesmuslos que la corta falda dejaba ver.Ella,queyasehabíadadocuentadeldeambulardelosojosdesucompañía,lepreguntó,directamente:

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—¿Tegustanmispiernas?Albertoseincomodóenlasilla.—¡No te tiemblen laspiernasmiamorporque tehagaunapreguntaasí!

¿Oíste?—No,sinomepongonervioso—contestó,armándosedeunanaturalidad

de la que en esemomento carecía— pero vamos, a tu pregunta es imposiblecontestarqueno.

—¡Ah,bueno!—carcajeó,mientrasseterminabaelúltimotrozo—¡Oye!,¿yquétúvasahacerestosdíasenLaHabana?

—Todavía no lo tengo muy pensado, pero quiero conocerla lo mejorposible.

—Yo hay algunos días que vengo por la ciudad, si quieres podemosquedaryteenseñocosas.

—Nosé,¿notendrásotrosplanes?—No, vengo a hacer algúnmandado, pero siempreme sobra tiempo.Si

quierestedoymiteléfonoytúmellamas.Albertosacósupequeñalibretaytomóunbolígrafo:—Dime.—Mira,esel8606628—¿Tengoquemarcaralgúnprefijo?—Nomiamor,solodescuelgasyllamas.¿Fácil?Elescritorsehabíaenamoradodelabocadelamuchachacuandoreía.Su

narizeraunpoco respingona,elpelo lo llevabaamediamelena, rizado,y susdienteserantremendamenteblancos.ParaloscontaminadosojosmadrileñosdeAlberto, aquel resplandor era como un destello de frescura. Además, con esafalda, con esas piernas y ese sujetador blancoqueno tenía ni que imaginarse,contodoeso,sedabacuentadequeLuréeraunamujermuyhermosa.

—Bueno,mevoyatenerquemarchar—observólachica.SalieronlosdosotravezalacalleObispoysedespidieron.Élesperóaver

quéhacía ella.Luré lemiróy se acercóhacia su cara,manteniéndoseAlberto

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expectante sobre dónde dirigiría los preciosos labios que le habían regaladotantassonrisas.Contrariamentealoquehubierapodidoesperar,fueronaposarseensumejilla izquierda,cerrandoelescritor losojosduranteunos instantes,enunapequeñacomunióníntimaconlamujer.

Después segiróyconelbrazo levantadocerró sumanoa lavezque ledecía.

—Mellamas,¿oíste?—ysediolavuelta,haciendoAlbertolomismo.Albertonosabíaquéhacerahora.Sigirarseotravezono.«¿Ysiestáotra

vezamilado?»,pensó.Bueno,creíaquelaocasiónmerecíalapenayprobóadarse la vuelta para verle otra vez por detrás. Su falda vaquera y su camisetasobreelsujetadorblancocaminabanesbeltosporlacalleObispo.

Se reafirmaba otra vez en la hermosura de aquella negra, y se volvió apreguntarquétipodechicasería.

19SonabaelteléfonoenelviejodespachodeltenienteTorres,directordelCentroColectivoRubénMartínezVillena.

—¿Oigo?—¿Teniente Torres? —preguntaron desde el otro extremo de la línea

telefónica.—Soyyo.—SoyelcapitánMonaga.—Sí,capitán—Torresseirguióensusilla.—Torres,¿cómotrabajan?,¡seleshacoladounPPE!—¿Quémedices?—¡Sí!,Torres,unPPE,¡yencimaespañol!—Nosécómohapodidopasar—fueloúnicoqueseleocurrióresponder.—Porquenosetomansutrabajoenserio.

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—¡No compañero!, nosotros no haraganeamos, nos lo tomamos tan enseriocomotodobuenrevolucionario.

—Nomevengasconcuentos.Secreenque,porqueesténmetidosahíenunedificioapartadodelVedado,noporelloestánrealizandountrabajomenosimportanteparalaseguridaddelapatriaqueelqueestáhaciendocualquierotrocompañero,yustedescogenundiez,unveinteyhastauncincuenta...

—Nocapitán,esposiblequesenoshayapodidopasaralgúnnombre,loschicosavecesestáncansadosytienencalor.

—Me da igual eso, nome quiero berrear, ¡que se abaniquen!Quiero elnombredelquesehaequivocado.

—¡No!Monaga,¡nopuedodártelo!—¡QuieroelnombreFélix!Elnombresuyoo¡daréeltuyo!—Monaga,tendremosquedarleotraoportunidad.—¡No,Félix!Mehanpedidounnombreyelmíonolovoyadar.Sino

medasunodiréqueelnombrequebuscaneseltenienteFélixTorres.Sehizounsilencioentrelosdos.Eltenientevolvióahablar.—Monaga,dimecómosellamaeseespañolquesenoshapasado,quevoy

averquiéntrabajabaellistadoenelqueseencontraba.

20Después de seguir andando por la calle Obispo, Alberto llegó a la plaza deArmas.AquellugareraunodeloscentrosdelallamadaHabanaVieja,dondeselevantabaunconjuntodeedificiosdeorigencolonial,centroensudíadetodalavidapolíticayadministrativadela isla.RodeandolaestatuadeCarlosManueldeCéspedespodíadisfrutarsedeuna importantevegetación,queotorgabaa laplaza un aire de vergel que alegraba la vista solo con su contemplación.Próximosalosgruposdeturistastambiénsepodíaveramuchagenteguitarraenmano,tocandomelodíasqueelescritorespañoldesconocíatotalmente.Alcalor

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delamúsica,seveíaagentegordayrubiameneándosetorpementejuntoaloshabaneros, formando unos conjuntos inarmónicos que, sin embargo, alegrabanmuchoatodoslospresentes.

Le llamó la atención también ver varias estanterías portátiles en las quevendíanlibrosusados.Algohabíaleídoenlasguíasdeturismosobreelfamosomercado de esta plaza. Se acercó a curiosear y enseguida se le arrimó unvendedor:

—Whattopicareyouinterestedin?AlbertollevabaenLaHabanaunamañana,peroempezabaadesinhibirse

alahoradehablarconlaspersonasquelepreguntaban.—Iwouldprefertotalkinspanish,ifyoulike.Elcubanolemirófijamente,dándosecuentaalmomentodequépaísera

suinterlocutor.—¡Ustedesespañol!,¿dequéparteesusted?—SoydeMadrid.—¡Hombre,delacapitaldelreino!—Bueno, nuestro reino ya no es tan grande como lo era antes —

rápidamenteentendióqueesafraseenCuba,podíaherirsensibilidadesyestuvovivoencontinuar—.Afortunadamente, tenemos loque tenemosque tener.Porcierto,hablasmuybienelinglés.

—¡Porsupuesto,hermano!Aquínosenseñanenlaescueladesdechamitasahablaralgúnidioma.Casisiempreelinglés.

—Curioso—opinóelescritor.—Puessí,llevamostodalavidaenfrentadosconlosamericanosyaquíla

mayoría hablamos inglés y además muchas palabras nuestras vienen de eseidioma.

—Esotengoentendido.—¡Sí!,porejemplonosotrosalembraguedelcarrolollamamoscloche—

Albertosonrióenseñaldesorpresa—,aloqueustedesllamanrotuladornosotrosdecimoscentropenyalosjerseylesdecimospulóver.

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—Nosabíaquehubieratantas.—¡Haymuchasmás!—Porcierto,¿porquésabescómosedicenesaspalabrasenelespañolque

hablamosenlapenínsula?—Caballero, aquí leemos mucho. Libros tenemos pocos, pero los que

tenemos los compartimos entre la familia, los amigos, los vecinos. Bueno, ¿yllevamuchoaquí?

—Vineayer.—Puesaquíestamosplantadosvariosdíasalasemana.Ustedbusquepor

acáy,silegustaalgo,pregúntemeylediréprecios.Enmenosdeloquepestañeaunmosquitollegamosaunacuerdo—aseveróelhombre.

—Vale¿Cómotellamas?—JustoBravo,paraservirle.Curioseópor las estanteríasyenseguidacomprobóqueencasi todas las

filas de libros había un tema recurrente: la Revolución del año 1959.DifícilmentepodríancontarseloslibrosquehabríasobreelChe,FidelyCamiloCienfuegos.Ydespués,librosdelosataquesamericanosalaRevolución:quesilaplayaGirón,quesilosavionesespías,quesilaCIAcontraCuba...Bueno,erauntemacasiúnico.EncontróalgunodepoemasdeMartíyotrosdepensadores,además de novelas antiguas, encuadernadas en presentaciones que daríanprestanciaacualquierbiblioteca.

Seacercóaotrovendedor:—¿Estáisabiertosmañana?—Sí.¿Dequétemabusca?—Deningunoenconcreto.Quierovenirconmástranquilidad.Elhombre retrocedióhaciadonde se sentabay tomóunálbumsimilara

unodefotos.—¿Leinteresaesto?Abrióunashojasydentrohabíavitolasdepuros,sellosybilletes.—No, gracias, solo busco libros.Mañanavendré conmás tiempo, yme

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podréentretenerconcalma.—Y¿querríaustedalgunacajitadepuros?TengoCohíbasRobustos,muy

biendeprecio.—No, de verdad, ni para mí, ni para nadie —Alberto ya se había

aprendidolaréplica—.Gracias.Podía haber seguidomirando, pero empezaba a encontrarse cansado del

largo viaje del día anterior y prefirió dirigirse hacia donde se encontraba ElTemplete,queloconocíaporlasguíasdeturismoquehabíaleído,ytomarallíuntaxiquelollevaraderegresoalhotel.

CuandollegaronalParqueCentral,lellamólaatenciónqueelconductorsacara algo parecido a un estadillo en un papel arrugado y viejo, y con subolígrafo apuntara el origen y el destino de la carrera, lo que le cobró y elnúmerodepersonasquetransportó.Porloquepudover,llevabahaciéndolotodalamañana porque el papel tendría diez o doce líneas escritas. Se preguntó siaquelloeraporcontrolgubernativoounamaníadelchofer.

Después de comer algo en la cafetería, subió a la habitación y antes dedormirsecalmólasoledadacordándosedelsujetadorblancodeLuré,desufalday,sobretodo,desuspreciosaspiernas.Deahí,pasóalaevocacióndesuboca,amplia,sonrienteyfeliz.

Mástardeconcilióelsueño.

21El comedor del Rubén Martínez Villena se ubicaba justo debajo de dondetrabajabaelgrupo.Enunalargamesacomíanlasquinceodieciséispersonasqueallídesarrollabansulabor,entrelosvigilantesdelaentrada,unadministrativoylosdiezqueconfrontabanlaslistas,ochohombresydosmujeres.Unventiladorde techomovía un poco el aire que había en aquella habitación, que tambiénteníalasventanascerradas.

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Victoriano se sentaba entre Rafael Angerí y Lino Valdor. Estabanterminándose el plato de carne de cerdo que les habían servido acompañado,comosiempre,comotodoslosdías,dearrozconfríjoles.Linopreguntaba:

—Ytú,Victoriano,¿cuántosdíasllevasaquíconnosotros?—Pueshoyeselsextodía—respondióeljoven,noocultandosuorgullo.—¿Yquétal?—Bien,esuntrabajomuyinteresante.LinoyRafaelsemiraron.Esteúltimotomólapalabra:—Hombrechico, interesante, interesante..., sipor lomenosviéramos las

fotosdelosturistastodavíaseharíamásentretenido,peroyamedirásdespuésdequinceañosquellevoyo,quéinteréspuedetener.Queesuntrabajonecesarioparaelpaís,nomecabeduda,perodeberíamosestarmáscomputarizadosdeloqueestamos.

—Peronosotrostrabajamosconuncomputador.—Sí, pero lo que dice Rafael es cierto —interrumpió Lino—, esto

probablemente podría hacerse de formamás automática que no teniendo a ungrupo de personas todos los días comprobando las listas amano.Yo no llevotantos años como Rafael, pero para nosotros este trabajo no tiene nada deinteresante.

—Puesamídemomentomeestágustando.—Oye,¡quetedure!—ledeseóRafael.El teniente Félix Torres irrumpió en la sala y se acercó donde comía

RafaelAngerí.—Cuandotermines,pasapormidespacho.—Sí,teniente.Eloficialvolvióamarcharse,nosinantesdesearaloscomensalesunbuen

provecho.—Rafael,¿quéquerráeste?—preguntóLino.—¡Yoquésé!—exclamó,despectivamente.—¿Conquéestásenestemomento?

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—Conunosvuelosdeinglesesquelleganpasadomañana.—¿Yquémásdaconloqueestemoscadauno?—preguntóVictoriano.—¿Qué pasa chico? ¿Estás siguiendo al pie de la letra lo que te dijo el

teniente?—espetóLino.—Sí,eloficialmedijoquenoconvienequesepamoscadaunoloquehace

elotrocompañero.—¿Yquéproblemahayconello?—Nolosé,perosimelodiceelteniente...Rafaelselevantóyencaminósuspasosaldespachodelteniente.—¿Porquélehabrállamado?—preguntóVictoriano.Lino se encogió de hombros, pero no le gustó la inoportuna visita del

teniente.Eraalgoinusual.Después de subir las escaleras, llegó al despacho de Torres. Llamó a la

puertaypidiópermiso.—¡Pasa!Encimade lamesael teniente teníaunode los listadosen losquehabía

estadotrabajandoRafaelhacíaunosdías.—Rafael,¿cuántosañosllevasaquíconnosotros?—Enoctubreharélosdieciséisaños.—Rafael,¿cómoesposiblequesetehayacoladounPPE?—eloficialno

seanduvoconrodeos.Torresselevantóconunlistadoenlamano,airado.—¡Se te ha colado un PPE! ¡Eres un inútil!—el superior contuvo las

ganasdeabofetearlo,aunquenopudoreprimirsey le tiró la relacióna lacara.RafaelAngerísemantuvoenposicióndefirmes.

—Teniente,¿puedocomprobardenuevoellistado?Estaba claro que Torres no iba a dejar que Rafael viera nuevamente el

listado,ylarazónerabienclara.—Rafael,mehanpedidoelnombredelapersonaqueseequivocó.Rafaeltragósaliva.

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Elsuperiormirabafijamenteaunosojosquesemostrabanesquivos.—Probablementetellamaránmañanaparaquevayasaprestarserviciosa

otrodestino.—¿Aquélugar?—AVillaMarista.—¡AVillaMaristano,porfavor!,¡no!Torres llevaba muchos años con Rafael y lo apreciaba, pero no podía

evitarle lanoticiaqueestabadándole.Estabaen juego,osupuesto,oeldesusubordinado,yeltenientenoteníadudasantetaldilema.

—MiraRafael,laRevoluciónnosnecesitaatodosenconstantealertaynopodemosdescuidarningúndetalle.Sabemosqueentretodosesosturistasvienenvigilantes de potencias extranjeras que quieren socavar nuestra paz y nuestroideal,yconconductasnegligentescomolatuyaestamosponiendoenpeligrolaintegridadde laRevolución, y esopor nuestro sistema jurídico sabesque estácastigadoconlapenademuerte.

Seacercómástodavíayaescasoscentímetrosdelacaravolvióaespetarlafrase,llenadeperdigones:

—¡Lapenademuerte!¿Loentiendes?Seseparóunosinstantesydejópasaralgunossegundos.LacaradeRafael

Angerísehabíaquedadocompletamenteblanca.—Y da gracias que vas a ir al tanque de Villa Marista a vigilar a los

presos.Queelcastigológicoquetepodíahaberesperadoeracomomínimoestardentro, conunapena severapornohaberdesarrollado tu trabajo con atencióntotalenfavordelaRevolución.Heintercedidoporti—mintió—,ydemomentovas a ir de vigilante en el turno de noche. ¡Por tu bien, espero que sepascomportarte!

Rafael contenía las lágrimas. No podía entender cómo había sucedido,porqueélcomprobabatodoslosnombresdelaslistasconelordenadorynuncase le había pasado ninguno.No entendía por qué no le dejaba volver a ver ellistado.

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—¡Vuelveatusitio!,ymañanaporlamañanaprobablementetellamarán,eigualempiezasenuntilínenVillaMarista.

MientrasRafaelabandonabaeldespacho,eltenientevolvióasentarseensu mesa. Entendía la extrañeza de Angerí. Era lógico, pero más lógico eratodavía que él no le hubiera dejadomirarlo. Pero había una razón. El famosoPPEnodetectadoerauntalAlbertoRodríguezGarcía,queeracomorealmentese llamaba, pero la base de datos cubana le tenía identificado por AlbertoRodríguez-Conde, probablemente porque había habido un error en laintroducciónde losdatos, por loque aunque el listadohubierapasadopor losdiezdelasala,eratotalmenteimposiblequealgunolohubieraidentificado.

«Monaga,oalguienporencimadeél—pensabaTorres—,queríadarnosuntoque,unaviso,ylohabíanconseguido.Yahoraestepobredesgraciado—sedecía—va a tener que ir a vigilar a todos los disidentes de la cárcel deVillaMarista.Eldestinomásodiado,porque losqueestánallínihanrobadonihanmatado.Solohanpensado.Mal,distinto,confundido,perosolohanpensado».

22Albertollevaríadurmiendomenosdeunahoraymediacuandosedespertóquizáunpocomásdesorientadodeloquepodríaencontrarseantesdeacostarse.Teníalasensacióndenosabermuybiendóndesehallaba.

Se arregló y salió a la calle a dar un paseo, a seguir situándose en laciudad.

Encuantocruzólapuertadelhotelseleacercóunjovenmuysolicito.—¿Taxiseñor?,taxisir?—No,gracias.Ysiguióandandosindarlelaocasiónaqueleofrecierapuros,queseguro

leacabaríaofertando,supuso.AhoraibaavisitarlazonadelCapitolio,muypróxima.Empezóaandary

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seacordóotravezdeLuré.«Estachica—pensaba—nopuedeserunaprostituta,porquedeserlomehabríahechoenalgúnmomentoproposicionesdeacostarseconmigo,cosaquenohizo.Algorarosíes,poresaformadevestirse,dehablar,demirar,dereírse...».

Albertoseencontrabaenunaencrucijadaenlaqueinconscientementesepreguntabasidebíallamarlaono.Nosabíamuybienquéhacer.

Mientraspaseaba, se le acercóuna señoraconunaniñade lamanoy lepidióleche.Sinpararsesiquieraledijoqueno.Luegosequedópensandoquelaseñora no le había pedido dinero para leche, sino que le había pedidodirectamentelaleche,matizqueentendíamuydiferenciador.Volviólacabezayvioalaseñoracómocaminabaconlaniña.Lellamó:

—¡Oiga!Laseñoraseparóyvolviótrassuspasos.—¿Dedóndeeres?—preguntólamujer.—DeMadrid.—¡Ayquemajo!—alaseñoraseleiluminólacaramientraspiropeabaa

Alberto.Cuandoestuvootravezasualtura,laseñoraledijo:—Esquecon la lechequemedanpara laniñano tengosuficiente,y le

tengoquecomprarunpocomás,peroestoyencarne.—¿Ydóndepuedocomprarla?—¡Venconmigo!LaseñoraencaminósuspasosporunacallequesalíadelParqueCentral,

endondehabíaunapequeñatiendadealimentación.—¡Aquíes!,eneseminimax—indicó,señalandoaunapequeñatiendade

ultramarinos.—¿Yesalgunalecheespeciallaquenecesitalaniña?—¡No,queva!,cualquieralesirve.Alberto entró solo y la señora se quedó en la calle con la pequeña.

Preguntóalachicadelacajaenquémonedasepagaba,yestalecontestoqueen

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pesosconvertibles.Se encaminó a las estanteríasmedio vacías del fondo donde estaban las

cervezas,losrefrescosdenaranjaylimón,yloscartonesdeleche.Lesorprendióel precio, mucho más caro de lo que él acostumbraba a pagar cuando iba alsupermercado enMadrid. Tomó tres cartones y aguardó las dos personas queestabandelanteen lacola.Cuando le tocóel turno,pagóyal abrir lachica lacajacomprobóque todos losbilletesqueallí teníaneransimilaresa lossuyos,por lo que sí que era verdad que los precios estaban marcados en pesosconvertibles,algoqueenunmomentollegóadudar.

Después salió a la calle con los tres cartones y la señora se le acercódándolelasgracias:

—¡Gracias,mi amor!, no sabes cómo te lo agradezco, ¡con la brisa queestamospasando!

—No te preocupes, igual otro día tú me tienes que echar una mano.¿Cómotellamas?

—Mi nombre es Julita, y pídeme lo que quieras. ¿En qué hotel tehospedas?

—Enunodeaquícerca,porelParqueCentral.—¡Tomamiteléfono!Bueno,noeselmío,eseldeunavecina,perome

dejaquelodé.SiquieresalgodeLaHabana,¡llámame!Albertotomónotadelnúmeroysedespidiódelaseñoraydelaniñacon

unatorpecarantoña.No pudo por menos que volver a contemplar a aquella mujer cómo se

marchabaconlabolsaconsustrescartonesenunamanoyenlaotramano,laniña. Se quedómirándoles. Los precios le habían parecidomuy altos, inclusoparaunapersonaquevivieraenMadrid.Mientraspermanecíaallíparado,seleacercóunjoven,otrojoven—pensó—ylepreguntó:

—¿CuántotiempollevasenCuba?Albertolemiróysediocuentadequeempezabaaestarunpococansado

de no poder caminar por la calle tranquilo, sin que le estuvieran agobiando

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continuamenteconpreguntas.—Mira,lleguéayer,peronoquieropuros.—¡Bueno hombre!, ¡no te iba a vender puros!, pero que sepas que los

tengomuybaratosporqueunhermanomíotrabajaenunafábricadeViñales.—¡Queno,deverdad!—elescritorpensóque,decontinuarasí,acabaría

perdiendolacomposturaconlagentequeleabordabaporlacalle.Sedio lavueltayempezóaandar.El joven leacompañóalmismopaso

rápidoquellevabaAlberto.—Loqueteibaapreguntaressiqueríasunguíaparaverlaciudad,yaque

sillevaspoco,conmigotepuedeshacerunamejorideadeLaHabana.—Nogracias,noquieroguía—respondió,sinmirar.—Peroyonacíaquí,puedocontartemuchascosas.Tevoyacobrarmuy

poco,aunquetienestúpintadenoestararrancao.—¡No!—chilló,conlamáximarotundidadquepudomostrar.—¡Mira!,hacemosunacosaydejodeseguirte.Tomaporfavormitarjeta,

ysiquieresmellamas.Albertonodeclinóelofrecimientoylatomó:«DiegoPérez.Licenciadoen

Historia.CiudaddeLaHabana.Teléfono:860—2239».—ValeDiego,mequedoconella.Sedespidieron.Loquemás le llamaba la atenciónde todo loquehabía

escrito en la tarjeta era eso de Licenciado. «¿Realmente será este chicolicenciado?»—sepreguntaba.

Volvió a la zona delCapitolio y vio varios coches aparcados juntos. Seacercóaverlosyenunosinstantesseleaproximóunjoven,elenésimo:

—¿Taxi?—¡Nogracias!—¿Dedóndeesusted?—DeEspaña,deMadrid—respondió,llenándosedenuevodepaciencia.—DelRealMadrid,¡Elmejorequipodelmundo!—Si,bueno,yoelfútbolnolosigomucho.

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—¿Y no quiere un taxi? Le puedo hacer un recorrido por la ciudad.¿CuántollevaenLaHabana?

Elescritorrespondióquellevabasoloundía.—¡No me diga más! mire, tiene para elegir. El que menos tiene son

cincuenta años, este Dodge. El mío es el convertible aquél —especificó,señalandoaunrelucientecochedescapotable—,unCadillacde1952.LedoyunpaseodedoshorasylellevoporelpaseodelPrado,Malecón,BarriodelVedaoyunpuñaodesitiosmás.

«Pensándolobien—razonóAlberto—,noeramalaidea,asíporlomenosibaaconseguirdoscosas,situarmeespacialmentemásrápidoquesifuerasoloy,porotrolado,quedurantedoshorasnadiemeasaltaríaporlacalle».

—Venga,voyahacertecaso,pero¡avercuántomecobras!—¡Hermano!AunodeMadridletratarécomoprecioespecial.—¿Cómotellamas?—MinombreesLuis,perotodosmellamanTati.Alberto se sentó junto al conductor y pensó que, para ser un coche tan

antiguo,seencontrababastantebienconservado.Porlomenoslachapabrillabaconfuerzaalsoldelatardehabanera.

Elvehículoarrancóalaprimera.

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23Cuandollevabancirculandocercadeunahorahabíanvisitadoyamuchosdeloslugaresqueconocíaporlasguías.EnsusprimerashorasenLaHabanaAlbertose comportabanocomounescritor, sino comoun turista. «Esto es loprimeroquetengoquehacer—sejustificaba—.Sitodavía,noyaquenosepadequévoya escribir, sino que no conozco nada ni de la ciudad ni del país donde meencuentro,¿quévoyapodercontar?»

Tatiibaexplicándolemuchosdetallesyanécdotasdelossitiospordondeibanpasando,realizandocontinuasparadasparailustrarleoportunamente.

Cuandoseencontrabanenlacalle23,enlazonadelVedado,elchoferlepreguntó:

—¿Ysitúmeconvidarasaalgofresco?Podíadecirsequelehabíaadivinadoelpensamientoporquehacíamucho

calory,enelcochedescapotable, todavíamuchomás,por loque lasgotasdelpegajososudorlecaíancontinuamenteaAlbertoporsucara.

—Mepareceperfecto.¿Conocesalgúnsitioporaquí?—Sí, en la esquina con la 8 tenemosuna bodegaque está bien y, sobre

todolomejor,queestáalasombra.ElCadillacsedetuvojuntoaunlugarsimilaralquehabíavisitadoporla

mañanaensuencuentroconLuré.EstesellamabaLosParados.BajaronlosdosyAlbertopreguntóaTatiloquequería.—Unrefrescodenaranja.—Yotomaríaunguarapo—propusoelmadrileño,muydecidido.—¡Quédices!¡Esonolohacenaquí!—Tatinoreprimiólasonrisa—.No

tienentrapiche.—Yopensabaqueseservíaentodoslosbares.—¡Qué va! Para hacerlo hace falta la guarapera, que funciona con una

ruedaquesevagirando.Aquínolatienen.Vetesentando,queyopediré.¿Qué

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quieres?Elconductorseacercóa labarraapedirdosrefrescos,mientrasAlberto

fueaunadelasmesasqueestabanlibres.Almomento, se acercó el muchacho con las dos latas de naranja de la

marcaCiegoMontero.Ambosdieronuntragolargoquelesaplacóparcialmentelasedquetraían.

—¿Yeltaxiestuyo?—seinteresóelescritor.—¡Ojalá!,eltaxiesdelgobierno,comotodos,comotodo.—¿Aquícadaunonotienesutaxi?—¡No hermano, no! Todos trabajamos para el gobierno y cobramos el

míserosalarioquenospagan.—Bueno,noserátanmísero—Albertoqueríahacerlohablar.—¡Míserotedigo!Aquítodosestamosenlatea.Cuando le cuantificó el salario mensual, Alberto mentalmente echó

cuentasylocomparócondosentradasdecineenlaGranVía,oconunmenúdeldíaenunrestaurantedebarrio.

—Peroconesedineronohacéisnada.—Puesclaroquenohacemosnada.—Hoyheestadoenuna tiendadealimentacióny lospreciossonmucho

máscarosqueenMadrid.—¡Claro!,¡yencimaestamosenlainopia!—Pero vosotros manejáis más dinero que ese que os pagan —supuso

Alberto,intentandoprovocarlaconfesióndesuinterlocutor.—Bueno,elquemásoelquemenostieneotrosingresos.—¿Ycuálessonesosingresos?—¡Inventando!—respondió,sinvacilar—.Cadaunodeunamanera,aquí

ninguno nos hemos caído de la mata. Una parte importante de la gente tienefamilia enMiami y reciben dinero de ellos.Otros tenemos que buscarnos losbilletesen laspropinas,en lasventasdepuros,haciéndosepasarporguías,delospaladares...

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—¿Hablasdelosrestaurantes?—leinterrumpióAlberto.—Sí,lamayoríasonilegales,perohastaqueloscierran,eldineroquehan

sacadolessirveparatiraruntiempo.Ambosdieronotrotragoalabebida.—YtúenMadrid¿quéhaces?—Vendocoches.—¿Dequémarca?No tenía pensado que fueran a preguntarle ese detalle y contestó la

primeraqueseleocurrió.—DeCitröen.—¿Yquéhacestúaquí?—Estoydeviajeporhabervendidomuchoscoches.—¡Caray hermano!, ¿y cuántos has tenido tú que vender para que te

paguenunviajehastaaquí?Alberto notabaque empezaba ameterse en un callejónquepodría tener

muymalasalida,yquisocambiardetemarápido.—Bueno, no solo es vender coches, sino también repuestos y otros

servicioscomosegurosdeautomociónyetcétera—sabíaqueeletcéteramuchasveces ocultaba la ignorancia—. Oye Luis, y tú ¿llevas mucho tiempoconduciendoeltaxi?

—Si tengo veintiocho, desde los veinticuatro...¡cuatro años! Yo estudiéhistoria.SoyLicenciado.

—¿Yporquétrabajaseneltaxi?—¿Y en dónde voy a trabajar entonces? —Tati respondió con una

pregunta.—¡Nosé!,meimaginoquedandoclases.—Ese trabajo nome lo han dado,me dieron este, y tampocomepuedo

quejar.Tengocompañerosdelauniversidadquetienentrabajosmuchopeores,yotrosqueestáncomiendotajadasdeaire...

Albertoprefiriónopreguntarquétipodetrabajosseríanesos.

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Al escritor le llamaba la atención el acento que tenía al hablar, laentonaciónde suspalabrasy, sobre todo,el semblantequemantenía,queparanada reflejaba la áspera realidad que le contaba. Parecía como si hubiera unextrañocontrasentidoentre lasdesgraciasqueenumerabay la formaenque lohacía.

Enesemomentopasóunamulatamuyjoven,vestidaconunospantalonesvaquerosazulesmuyajustados,sobreloscualesAlbertoclavósumiradadeunaformabastantedescarada.

—¡... y dicen que en Cuba no hay carne, lo que no hay es lata páenvasarla!—soltóderepenteeltaxista.

AlbertosequedóatónitodelpiropoquehabíadichoTati,ymásaúnconlareacciónde lachica,quenofueotraquevolver lacaray regalarleunaampliasonrisa.

El taxista,quesehabía incorporadounpocode lasillaparaexclamarelcumplido,volvióasentarseyledijosonrienteasupasajero:

—¿Lequedanbienlaspitusas?¿Verdad?Miróalchicoysoltóunasonrisadecomplacencia.—¿Teníabuenfambecolaninfa?Noentendía exactamente loquedecía, peropor el contexto, se lopodía

imaginar. «Bueno—pensaba— estamos en el Caribe, y aquí ya sabemos quetodolodelsexoesespecial».

—¿Tegustanlaschicas,eh?Estaban dos hombres juntos y solos, y tampoco le parecía oportuno

andarseconrodeos,porloquelarespuestafuedirecta.—Mucho. Estoy quedándome sorprendido de lo guapas —prefirió

suavizarelcalificativo—quesonlascubanas.—A mí como me gustan más es cuando se ponen las lycras. ¿Qué te

gustanmás?,¿laslycrasolassayas?—Amímegustansiempre,ydetodaslasmaneras—reconocióAlberto,

queempezabaaanimarsecon laconversación, comosi estuvieraconunviejo

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colegaytuvieraveinteañosmenos.—¡Meparecequetúeresunpicaflor!—No sé que soy, te repito quemegustan, que siempremehan gustado

mucholasmujeres.—¿Yaquíhasvenidosolo?—inquirióeltaxista,conmalicia.—Sí,mimujersehaquedadoenMadrid.—¡Puesyasabes!¿Quieresqueteproporcionechicas?—¡No!,¡quédices!—lareaccióndelescritorfuefulminante.—¿Porquéno?—Tatilepreguntóconnaturalidad.Anteelsilenciodesu

pasajero, continuóhablando—.Puedopresentarte a una amiga, que puede ir ahacertecompañíaalhotel.

—Yoteníaentendidoquenodejabanentraraloscubanosaloshoteles.—Yesasí.Avercómolopodemosarreglar,¿enquéhoteltehospedas?Alberto dudó en responder, pero el calor del ambiente le estaba

transformando.Lonotabaacadahoraquepasaba.PorlamenteseleaparecióelsujetadorblancodeLuré,aquellafaldavaqueratancorta,otraschicasquehabíavisto en el paseo en el coche, la joven a la que Tati había piropeado, y sureacción... Respondió sabiendo que estaba entregándose con aquellacontestación.

—EnelPresidencial.—¡Vaya,casinolohaspodidoelegirpeor!—¿Tienenqueverloshoteles?—¡Claroquetienenquever!Oye,sitehospedarasenunodelasafueras,

sería más fácil, pero en los buenos del centro es más complicado. De todasformas,allícreoqueestádesegurosoelhermanodemivecino.Levoyallamar.

—¡No,deverdad!—pidió,conbastantepocaconvicción.—Túnotepreocupesporlodelaentrada,túmedasunapropinaqueyo

meencargodequepasesconmiamiga,mira,esunacamagüeyanamuchomáshembrona que esa que acaba de pasar. Yo alguna vez he ido con ella a unaposadayteaseguroquenotevaadefraudar.¡Esbuenahoja!

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—Peroesquenotraíaideadechicas—elescritorintentóretrocederdelospasosquehabíadado.

—Tevasaarrepentir.SellamaBeylin.¿Medejasquelallame?Viveporaquí cerca y a lomejor se puede pasar para que la conozcas. Esmulata. ¿Tegustanlasmulatas,oprefieresquemarpetróleo?

—¿Cuántosañostiene?Lapreguntaqueacababadeformularlehabíadelatadodefinitivamente,y

Tatiaprovechólaocasiónparatomarlainiciativa.—Veinticincooveintiséis.¡Voyalcarroaporelcelular!Ysindarocasiónparalaréplica,eltaxistaselevantóysefuealcochea

buscarelmóvil.Albertopensabaque igualnohacíabienasí, fiándosedelprimeroque le

proponíaunplan.¿QuéseríaTatiparalachica?¿Suchulo?,¿sunovio?,¿lasdoscosas?Porotroladoseimaginabaestarotravezconunachicajoven.Lapiellisaysuave,sinningunaarruga,conunospechosfirmesyredondeados,suponía,conunosmuslosdecarnefuerteydura.¡Unachica!,¡otravezconunachicajoven!

—Vamosaversiestá—deseóeltaxistamientrasmarcabaelnúmero.Esperaronunosinstantesyelchicoempezóahablar:—¡Beylin!,oyesoyTati.¿Estásentucasa?¿Sí?¿Porquénotevienesyte

presentoaunamigo?Lainterlocutorahizounapregunta.—EnlosParados—respondió.Taticolgólallamada.—Dicequeestáenquinceminutos.¿Pidootrorefresco?—Tati, enmenudo líomehasmetido.Yono teníaninguna intenciónde

llevarmehoyunachicaamihabitación.—Pero¿nomehasdichoquehasvenidosolo?—Sí,peroesonoquieredecirquehoymismotengaquevermeconnadie.

LleguéayeraLaHabanayyaandoaldíasiguienteconchicas.—¡Yaveráscómotevaagustar!Aquínadiesevaaenterarynadievaa

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decirnada,notepreocupes.Estamostodosacostumbrados.—¡Oye!,ydedineronohemoshablado.—¡Notepreocupesporeso!Mira,tútelallevas,leinvitasacenar,¡quese

tomeunbuenbuque!,lellevasluegoatupieza,pichicateáis,ledejasluegoquesemetaenelbañoyquesedecoba.Quesellevetodolodelascoloniasqueosponenyporúltimoledasalgodedinero,máscomodetalle,aunque¡túseguroqueestásenelbilletaje!

—¿Ydecuantoestamoshablando?Cuandoledijoelprecio,Albertocomprendióaquellodebuscarselavida

quelehabíadichoTatihacíaunrato.Esacantidadsuponíaelsueldodevariosmesesparauncubano,peroparaunespañoleraelpreciodeuncubiertoenunbuenrestaurante.

—Tati, ¡me has liado! —Alberto no podía ocultar la felicidad que leproducíaelinminenteencuentroconlachica.

—Voy a pormás refrescos, que la espera se te va a hacermuy tensa, o¿prefieresunaCristal?

—¿Quéeseso?—Unacerveza,quelatardesevaanimando.Albertoasintió.«Laverdad—pensaba—esquetodavíaelcalornomeha

alterado tanto la cabeza comopara no ver clara lamaniobra de este chico.Elpararmeen este lugar yproponerme tomar el refresco, unahoradespuésde irpaseandoenuncochedescapotablebajoelfuertesol.Esaextrañacasualidaddequeestebarestéalladodedondeviveoporlomenosdondeestabalachicaque,además,sehallabadisponible.Todoesonoeraelazar,perobueno,escomoaquídebenganarse lavida—seguía razonando—yal finyalcabonovoyahacernada que no hagamucha gente, y ¡ademásme apetece!, que hace demasiadotiempoquenomeacuestoconningunamujerquemetrateenlacamacomoyoquiero,yesonoestábien».

—¡Oye!,sinotienesprotex¡notepreocupes!,queellasiemprelleva—letranquilizóTatisegúnveníaconlasdosCristalenlamano.

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24PasaronmenosdequinceminutoscuandoAlbertoviopasarpor lacalleaunachicaquelehizomirarentresorprendidoytemeroso.«¿Seráesa?»,sepreguntó.

Tatisepercatódelamiradadelmadrileñoy,dándoleconsucodosegúnleseñalabaconlacabeza,exclamó:

—¡Estádebala!Aunquenosabíamuybienquéhabríaqueridodecirconesodelabala,la

muchachatenía,ajuiciodeAlberto,unafiguramonumental.Conunaampliasonrisa,seacercóalamesa,sinqueningunodelosdosle

hubieraquitadoelojo.Selevantaronasaludarle.DiounpardebesosaTati,yestelepresentóalescritor:—MiraBeylin,¡esteesmiconsorte!—Hola...—Alberto.—HolaAlberto—saludóella,sinapartarlamirada.Lamuchachaseacercóadarleunpardebesos.EnesemomentoAlberto

aprovechóparaaspirarsuperfume.Hacíatiempoquenoseencontrabatancercadefraganciasnuevas,deperfumesmásbaratos,notansofisticadoscomolosquehabitualmenteutilizabaSofía,yesoleexcitabamásaún.

Se sentaron los tres. Beylin era una hermosamulata con la que Tati sehabíaquedadocortoensudescripción.Teníaunpelorizadocastañoclaro,unosojospenetrantes,lanarizmuybienmoldeadayunabocagrande,dondetambiénledestacabanunosdientesmuyblancos.Ibavestidaconunacamisablancaqueparanadaocultabaelcolormoradodelsujetador,yunafaldalarga,abiertaporlos lados, también blanca. «Seguro que lleva las bragas a juego», imaginó elescritor.

—¿YquéhacesenLaHabanaAlberto?—indagóBeylin.—Estátomandounosdíasdereceso.Havenidoporvendermuchoscarros

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—intervinoTati,ansiosoporquererinmiscuirseenlaconversación.—¡Miraquébien!,asíqueeresunbuenvendedor.—Bueno,nosemedamal.—¿Ycuandoarribaste?—seinteresólamuchacha.—Lleguéayerporlatarde.—Ayer—repitióBeylin.—Sí,hoyestásiendomiprimerdíaenLaHabana.Lachicadebiódeempezaraecharsuscuentasyaqueconoceraunturista

condineroenelprimerdíadesuestancia,no teníanimuchomenos lamismaimportanciaqueconocerloelúltimo.

—¿Ycuantosdíasvasaestar?Aunqueibanasertressemanas,noquisodartantainformaciónyacortóel

plazo.—Diezdías.—Muy bienmi amor, ya verás cómo te gustaLaHabana, y espero que

sobretodo,tegusteyo.Según le dijo esto, Beylin aprovechó para guiñarle un ojo. No era el

primerencuentrodelachicaconunextraño—pensóelescritor.—¿Quierestomartealgo?—preguntóAlberto.—¿Ysimejornosvamos?—lerespondió,sinrodeos.—Yosiquieren—interrumpióTati—lesdejoenelhotel.—¡Mepareceuna ideaestupenda!—contestóBeylinsinapartar losojos

desucliente.—¡Venga!,¡vamos!—terminópordecidireltaxista.Lostresselevantaron.Albertofuealabarraparapagarlosrefrescosylas

cristales.Despuéssedirigieronalcoche.Antes,cuandoibanlosdossolos,Alberto

había viajado junto a Tati. Ahora la distribución sería diferente. El conductorseguíaensusitiomientrasqueelescritorleabríalapuertaaBeylinparaquesesentaraconélenlosasientostraseros.

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Cuandoentrólachica,comprobóloqueseimaginabay,efectivamente,lasbragasibanajuegoconelsujetador.

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25Lasdoscompañerashablabanjuntoalamáquinadelcafé.

—¿SabesalgodeAlberto?—seinteresóBeatriz,laamigadeSofía.—No,todavíanohehabladoconél—reconociólaesposadeAlberto.—¿Quéhoraesallí?—LamismadiferenciaquetenemosconNuevaYork.—Seishoras.—Sí,ahorasonallí lascincodelamañana.Bueno,esperoquemellame

hoy.Beatriz se interesó por la idea que tenía Sofía de viajar a Cuba para

reunirseconAlberto.—Nosé,creoquesípodréarreglarlo—dudó,contrariada.—Seguroquequienmásproblemas teponeparaabandonar tupuestode

trabajoesunatalSofíaRobles—bromeó.Sofíasonrióasuamigaycompañera.—Sabesquemegustatenertodoperfectamentecontrolado,yestamosen

unmomentoenelqueveolosmercadosmuyconvulsos.—Oye,¿ycuándohanestadotranquilos?—Enotrosmomentos.Ahora desde luego no.MiraBeatriz, elBrent no

consigue estabilizarse y de los derivados de las monedas no euro tampocopodemos predecir muy bien su comportamiento. Tenemos muchas posicionestomadas a plazos medio y largo, y hay que vigilarlas porque en cualquiermomentohabráquerealizar.

BeatrizMolineroseterminósucaféconlecheyledijoasujefa:—Sofía,siempreestánigual,sisupiéramosloquevanahacer,estaríamos

todoeldíaenlamáquinadelcaféynoenesamesacontresmonitoresycuatroteléfonos.

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DespuésBeatriz volvió a hablar de su hijo, e insistió en enseñarle unasfotos recientes. Sofía pensaba en el niño de su compañera y en las fotos queestaba viendo, y se reafirmaba en que no se veía en la playa llena de arenajugandoconunpequeño.«¿Quizáseríacuestióndeponerse?—pensaba—todosal principio lo extrañan y luego no hay nadie que no esté encantado con sushijos».

El temadelniñoeraalgoquegravitabaen sumentede formacontinua.Pensabaqueporsusexo,por laedadqueiba teniendo, lociertoeraquedeuntiempo a esta parte, casi empezaba a ser una cuestión obsesiva. «No sé —pensaba—estodelniño...»

Súbitamentepensóquepodría serun temadeconversaciónconAlberto,yaqueélnuncasehabíamostradocontrario.Parecíaqueélnoveíaelmomentodetenerlo,queeramuydiferenteaqueseopusieraalallegadadeunbebéaesacasa,aesehogar,comoaellalegustaballamarlo.

Ambas se dirigieron nuevamente a lamesa de tesorería, esa especie dejauladelocosdondeSofíasedesenvolvíacomounadomadoraenplenoéxtasis.Legustabamandary lohacía conenormeestiloy suavidad.Daba lasórdenesque parecía eran casi consejos de una amiga, pero ¡nada de eso!, eraninstrucciones inflexibles que venían de una mente absolutamente respetada ylúcidacomotodosconsiderabanalaseñoraRobles,comoalgunolellamaba,esosí,cuandoellanoseencontrabapresente.

Sesentóalamesa,allíjuntoatodos.Habíarenunciadoaldespachoqueleasignó Pablo Olivares, su jefe, porque siempre quiso estar en el centro delhuracán,cercadelosteléfonos,pegadaalosmonitores, juntoasugentecomoelladecía,yelloconformabasupersonalidad.

Se sentóunmomento,miróelparpadearde laspantallas, la sucesióndenúmeros y abreviaturas que iban cambiandode valor, incluso de color. Se diocuentadequelasveía,peroquenolasmiraba,yselevantócaminodeldespachodePablo.

—¿Sepuede?

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—¡Pasa,porfavor!Pablo Olivares tenía especial devoción profesional por Sofía y le

considerabacomounadelaspersonasmásválidasdelaempresa,yademásconlaedadjustaenelperfectoequilibrioentrelajuventudylaexperiencia.

—Pablo,pensabaentomarmeunosdíaslapróximasemana,aprovechandoquevieneelpuentedemayo.

—¡Me parece fenomenal! Aquí tienes gente a la que has formadomuybien,yseguroquevanasuplirtesinningúnproblema.¿Dóndevaisair?

—ACuba.—¡Vaya!,yoquieroiresteveranoaLaHabanayVaradero.Sofíasequedóunosinstantespensandoenaquelloquelehabíacontadosu

maridohacíaunosdías,lanocheenquefueabuscarloalaeropuerto,yrecordabatambién lo que le dijo que la próxima vez debía consultar con la agencia deviajessobrequéescribir.Searrepentíadeaquellaspalabras.

Al cabo de diez minutos, y de charlar durante nueve sobre asuntosprofesionales, Sofía salió del despacho con la conformidad a sus pequeñasvacaciones.

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26El día había empezado a clarear. Alberto se giró y se encontró a escasoscentímetros de la cara de Beylin. Descansaba plácidamente y el flequillo letapabaparcialmentelosojos.Mirócómodormíayviounapreciosacriaturaquelasuertehabíapuestoensucama.

Se levantóconmuchocuidadoysedirigióalbañoprocurandonohacerruido para no despertarla. A la vuelta volvió a meterse sigilosamente y, allevantarlasábana,pudoverquelachica,aligualqueél,sehallabadesnuda.Suspechos eran muy hermosos, abundantes, y su cintura parecía que tuviera lasdimensionesmásperfectasqueél jamáshubieraconocido.Ya lequedabamuylejossentirlatexturadeuncuerpojovenyellalehabíahechoexperimentarunassensacionesmuydiferentes.Esamañana,Albertosesentíaunpocomásjoven.

Beylin abrió un poco los ojos, lomiró y se volvió del otro lado, comoqueriendoapurarlosúltimosinstantesdeunanochequeyaterminaba.EllasabíaqueeracomounaCenicienta,quesusueño tenía lashorascontadas,queenelmejor de los casos tendría los días contados y que, luego, por algún siniestrolugar,sonaríanlascampanadasdelasdocedelanoche,quizáencarnadasenunúltimoavisodeunvueloquepartieradelJoséMartí,ylacarrozadesapareceríayvolveríaasusitio,alquelecorresponde,alquepornacimientolehabíatocado.Eseerasudestino,nolaampliahabitacióndeunlujosohotel,sinolatristezadeuna sucia taza de váter donde tenía que guardar turno para poder utilizarlocompartiéndolo con otros vecinos del edificio. Los minutos estabanterminándoseyporeso,instintivamente,Beylinhabíadadoesavueltaenlacamarematandosusueño.

Albertoestaba juntoaella,yahoramirabafijamenteal techo.Lascosashabían empezado en La Habana de una manera muy diferente a como podíahaber imaginado. Siempre pensó que aquí podría tener relación con algunachica,peronuncapodíaimaginarqueibaaserenlaprimeranoche,ysobretodo

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conunamujertanhermosacomolehabíaregaladoeldestino.«¿Seríaeltaxistasunovio?»,pensó.Bueno,ledabaigual,loquehabíaquehacer,yaestabahecho.

Y en esemomento venía una preguntamuy importante: y ahora, ¿qué?¿quésehacíaenCubaenesosmomentos?¿cuálesseríanlascostumbres?Teníavariasopciones, laprimeradeciraquellodequésedebeyadiós,y la segundatambiénpodría ser esperar acontecimientos.Total, tampoco teníamuchaprisa.En principio, la editorial pagaba todo lo que fuera necesario para que él seinspirase y estaba claro que junto a Beylin en la cama, los dos desnudos, lainspiraciónvendríaporañadidura,aunquetalveznoparaellibro.

DerepentepensóenSofía.Bueno,yahabíapasadootrasveces.Élestabaenamoradodesuesposa,desugransentidode la responsabilidad,desuestilocomopersona,desuinteligencia,peroloquehabíapasadosolounamujercomolaqueteníaenlacamaeracapazdeofrecérselo.

Beylinsegiróhaciaélyledioundulceycarnosobesoenlaboca.—BuenosdíasAlberto.Élnuncahabíatenidoundespertarasí.Sumujerjamáslehabíallamadode

esamaneraniconesadulzura,niteníaesacara,ni,porsupuesto,tampocoteníalaedaddelachica.Eltiempohabíaminadolossentimientosquealbergabahaciasumujer.

—Buenosdías,¿quétalhasdormido?—preguntóelescritor.—Bien,peromuypoco.—Laculpablefuistetú—susurróél,segúnleacariciabaelpelo.—Noquerendón,yoveníaaquíadormir,yfuistetúquiennomedejó.Sedieronotrobeso,peroestavezmuchomáslargo.Eltiemposedetuvo

para el escritor, al que le faltaban manos para envolver, para estrechar, paraabrazaralachica.

—¡Para!—lepidióBeylin—¡Cómoteponesporunmate!—¿Notegusta?—¡Sí, querendón! Me gustan los hombres románticos, besuqueadores...

comotú.¿Tienesprisa?

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EnesemomentoseacordódelaspalabrasdeMaciáydeDavidMuntaner,cuandoleanimabanaquesequedaraenLaHabanaeltiempoquequisiera.Optóporcontestaralachicasinpalabras.

Quizásellegaronadormirotravez.Beylinsereclinóparatomarsureloj,quelohabíadejadojuntoalamesilla,ysaltódelacama.

—¡Metengoquemarchar!—¿Cómo?—preguntóelespañolcasia lavezquepegabaunboteen la

cama.—Sí,nomepuedoquedarmástiempo.—¿No vas a desayunar? —Alberto no entendía la súbita reacción de

urgenciadeBeylin.—No,alrestaurantenopuedobajar,porquenometienesregistrada.—Da igual, te registro —el escritor quería retenerla como fuera, no

repararíaengastosporella.—¡No!—exclamócasiasustada.—¿Porquénotepuedoregistrar?—Porquenoquieroestarregistrada.Mira,yomevoyaducharydespués

memarcho.Alberto presenció cómo la chica se levantaba de la cama, recogía

atropelladamentesuropaysemetíaenelbaño.Pensórápidamenteensuspertenencias:ensucartera,ensupasaporte,en

el dinero, pero estabanmuybienguardados en la caja fuerte de la habitación.«Eracurioso—pensaba—perohepuestocomocombinación los seisnúmerosquerepresentaneldíademibodaconSofía».Seguroquecuandosecasónuncapodría haber imaginadoque esa fecha iba a acabar como combinación de unacajafuertey,además,puestaparaqueotramujernolepudieraquitarsusobjetospersonales. «Para pagarle tendré que recordar el día queme casé», concluyó,intentandoahuyentarcualquierremordimientoquepudieraasaltarle.

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Se quedó en la cama un ratomásmientras oía cómo caía el agua de laduchaenelcuartodebaño.Mirólahorayvioqueeranlasnuevedelamañana.«Las tres de la tarde en Madrid», calculó. Y pensó que cuando se marcharaBeylinllamaríaasumujer.LuegobajaríaadesayunarysedaríaotropaseoporLaHabana.

Cuandolachicasaliódelcuartodebaño,yavestida,Albertoseencontrabaasomado a la ventana viendo el continuo espectáculo en que se convertía unacalle habanera a primera hora de la mañana. El mar a lo lejos, mostrando lavariedad de tonalidades que las corrientes producían sobre su superficie, losautobuses de pasajeros, que recibían el nombre decamellos, circulaban por lacalle y los supuso atestados de gente, como los que había visto pasar por elParqueCentral,gruposdecolegialestodoscompletamenteuniformadoscaminode la escuela. El escritor encontraba en la mera visión de la calle el mayorespectáculodelaciudad.

Beylin se acercó al hombre. Según cruzaba la habitación él volvía acontemplarla y seguía sin poder creer que el azar le hubiera puesto ante unamujercomoella.Consucamisayfaldablancas,ysuropainteriormorada.

—¿Cómovoyahacerparapoderteverotravez?—¿Tedoymiteléfono?—preguntólamuchacha—.Esdenuestrovecino,

peronosdejautilizarlo.¿Quieresquenosveamosestatarde?—No,deja,yatellamoyo.Dimequeapunto—ydiciendoesto,sedirigió

hacia la mesa donde tenía extendidos algunos papeles. Pensó que otra nocheigualibaaserdemasiadoexceso.

Unavezquetomónotadelnúmero, laparejasevolvióadarunbeso,elbesomás largode todos losquesehabíandadovestidos, juntoalquiciode laventana.

Al salir de la habitación Beylin se cruzó con una de las camareras delhotel.Lasdossemiraron,peronosedijeronnada.Evidentemente,sobrabanlaspalabras.

Alberto, mientras, pensaba en el sujetador morado de Beylin, y en el

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blancodeLuré,yenlasofisticadaropainteriordeSofía.Cerrólosojos,segiróyvolviósuvistaotravezalacalle.AsentirelcalordeLaHabana,apercibirelolordeLaHabana,ahuirduranteunmomentode todo loqueenocasiones,yesaeraunadeellas,leatormentaba.

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27AlcapitánMonagalecaíaelsudorporlassienes.Pensabaqueenaqueledificiooficialtendríaquehaberunascondicionesdetrabajomejores,sobretodocuandotenían que ir vestidos de uniforme. Cuando su aire acondicionado llevabafuncionandounashoras,empezabaanotarlolentoyquenoemanabalacorrientedeairefríoquesudespachonecesitaba.

Teníasobresumesaun informedeseguimientode losPPEqueenesosmomentosseencontrabanenlaisla.EraelcometidoquelaRevoluciónlehabíaencomendado. No era cuestión de vigilar periodistas acreditados, ya que esecolectivoeragestionadodesdeotrodepartamento.Élteníalaresponsabilidaddela vigilancia de aquellas personas que, ejerciendo cualquiera de esas tresprofesiones que englobaban aquellas siglas, hubieran entrado en la isla sinidentificarsecomotales.

Tres eran españoles y uno francés. El último no le preocupaba ya quehabía venido con sumujer, teóricamente de viaje de bodas.Monaga nunca secreíanadaydesconfiabahastadeloqueparaotroseraevidente.Jamássuponíauna apariencia. Jamás. Pero en cualquier caso, esta situación le parecía quizámáscreíblequeotras,yaquehabíallegadoelmartesdía20eibaaestarenlaislasolamenteunasemana,sinmoversedelacapital.

Los españoles eran otro asunto. Uno era un político de un partidonacionalistaqueseencontrabaenunviajeteóricamentededescanso.LlevabaenLaHabanacincodíasyanteshabíaestadootroscincoenSantiago.Enprincipiolequedabantodavíacuatrodías,queelcapitánMonagaqueríaqueselepasaranlomásrápidoposible.

Le trajeron un café mientras examinaba las fichas que le habían idorellenando con la actividad diaria. «A priori—pensaba— su comportamientoestá siendo bastante normal. Similar al de cualquier turista: ha ido a variosmuseos,incluidoaldelaRevolución,sinrepetirenninguno,hacenadotodaslas

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nochesenunrestaurantediferente,siempreencompañíadelaquedicequeessuseñora».PeroloquemásleincomodabaaMonagaeraqueesepolíticohablabademasiado con la gente, y eso no le gustaba. Por el operativo que le teníanmontado,parecíaquemásquehablar,escuchabaaloscubanos,algoquedentrodelopeor,eralomenosmalo.

Elsegundoespañoleraunperiodistadeundiariodetiradanacional.Habíavenido solo ya que se había separado recientemente, según lo que le habíaninformadodesdeMadrid,yparecíaclarocuáleraelmotivodesuviajeaCuba.LlevabaunasemanaenLaHabanayteníacontratadaotramásenVaradero.«Porlomenos,nosemeandamoviendoporlaisla—sealegrabaMonaga—quenohaycosaquemásnerviosomepongaqueesosquenoparandeaquíparaallá,preguntandoalagente,ycontándolescosas».

Por último llegaba el nuevo, ese Alberto Rodríguez García, o AlbertoRodríguez-Conde,ocomosequisierallamar,maldijo.LeteníalocalizadoenelhotelPresidencial,perotodavíanoteníaningúninformesuyo.Tomóelteléfonoyllamóasuayudante:

—Gálvez,¡vengaamidespacho!En unos instantes apareció el teniente Gálvez en el despacho de su

superior.—Gálvez, ¿cómo va el operativo con ese escritor español que llegó el

pasadolunes?—Capitán,mepreocupamuchoesteescritor.—¿Porqué?—Monagaseinquietó.—Porquenohadichoqueesescritor.—¿Yquéhadichoquees?—Vendedordecarros.—¿Vendedordecarros?—Sí,esoestádiciendoquees—respondió,lacónico.MonagamiróelexpedientedeAlberto,ylorepasó.—¡Esehombreesungil!,comodiceahoralagentejoven.¿Quiénsevaa

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creer que un vendedor de carros se venga desde España a Cuba, durante tressemanas,aunhoteldelujo?

—Poresomepreocupa,capitán.—AmítambiénmepreocupaGálvez.Esunaexcusamalísima,infantil.Es

imposiblequealguienselocrea.—Ya,esopiensoyotambién.—Yeloperativo,¿cómomarcha?—Bien, ya lo tenemos montado, y a partir de mañana empezaremos a

tenerlosinformesporescritodesusmovimientos.—Gálvez,dedíquelea estapersona lamáximaatención.Haentradomal

ennuestropaís.Primeroconlaarguciadecambiarsedeapellidos,queunpocomás y no le detectamos.Y ahora contando eso de que es vendedor de carros.¡Tres semanas un vendedor de carros...! Ese hombre puede ser mucho máspeligrosodeloquenosimaginamos,porquehaentradoconfelonías.

—No se preocupe, capitán, haremos de él un seguimiento diario muycompleto.

—Esoespero,Gálvez.Esoespero.El teniente abandonó el despacho y el capitánMonaga se levantó de su

silla y se acercó a la ventana donde se hallaba el voluminoso aparato de aireacondicionado.

Miraba a la calle y pensaba en el trabajo que desempeñaba. Siemprepersiguiendoa lagente,persiguiéndolosen la sombra,persiguiéndolos sinqueellosseenteraran.Hastalavictoriasiempre,leíaelrótulodehierroqueteníaasuderecha.Estabaconvencidodequelavigilanciaformabapartedesuestilodevida,yqueencualquier lugarydecualquiermodopodíaaparecerelenemigo.Era evidente, pensaba, que la Revolución nunca estaría terminada, y que lapalabra siempre, que acuñó el Che Guevara, semantendría vigente día a día,semanaasemana,añotrasaño.

Volvió hacia su mesa y miró las fotos de Fidel Castro y de CamiloCienfuegos.Losdossonrientes,losdosguiándoleensuquehacerdiario.Eluno

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conlaluz,elotroconlasombra.Yenelcentrodelosdoscuadros,subanderacubana.Lamáslinda,pensó.

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28Sonaba un teléfono, unomás, en lamesa de tesorería. Sofía lo descolgó y nopudocontenersualegríaalcomprobarquiénerasuinterlocutor:

—¡Alberto!Casi atropelladamente, la parejamantuvo unas primeras frases de júbilo

por el encuentro.Sepreguntaronpor cómo se encontraba cadaunoySofía seinteresóporcómoestabainstalado.Después,algomáscalmada,lepreguntóporsufacetaprofesional.

—Bueno,¿yyasabesdequévasaescribir?—Demomento estoy tomando contacto con la gente, que por cierto es

bastante pesada. Cuando vas por la calle no paran de ofrecerte de todo—elescritorpensóenBeylin.

Lamujerleanunciólagrannoticiaquesuponíaparaellasuviajealaisla:—Hearregladolapróximasemana,yvoyairaverte,claro,simeaceptas

—bromeó,echándoleunbrindisalacomplicidad.Alberto se alegró, aunque comedidamente. Intentó que no se notara su

inquietud por el teléfono. Después de charlar de banalidades se volvieron adedicarunascariñosaspalabrashastaqueamboscortaronlacomunicación.

NadamáscolgarAlbertosesintióuntantodesorientado.Lachicadeayer,todas las otras personas que había conocido, el anuncio de la presencia de sumujer para la próxima semana, veía cómo las noticias se sucedían quizámásrápidodeloqueéleracapazdeasumir.

Saliódelahabitaciónysecruzóconlacamareraquemovíaelgrancarrode limpieza donde llevaba todos los útiles necesarios. Los dos intercambiaronunamiradacortés.Pensóqueigualhabíavistosaliralachicadesuhabitación,loquelehizosentirseunpocoincómodoantelamulatadeuniformequeledabalosbuenosdías.

Entróenelrestauranteysesentóalamismamesaqueeldíaanterior.Por

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lahora,erayadelosúltimos,yenelcomedorhabíamuypocagente.Seencontrabaconhambre, algoqueera lógicodespuésde lanocheque

había pasado con aquellamujer. Se sirvió del bufé.Al volver a sumesa se leacercóunacamareracondosjarras:

—Coffee,sir?—Oye,¿porquémetomáisporinglés?—preguntóAlberto,algoirritado

conlajoven.—Perdón,pensabaqueustederainglés—lamuchachaseruborizó.—No,soyespañol.—Bueno,puesselopreguntaréenespañol.Lachicadibujóunapequeñasonrisaalavezquelepreguntabaalturista:—Buenosdías,¿quiereustedcafé?—Sí,quierocafé.Conlechefría.—Perdone,solohe traídola jarrade la lechecaliente,voyapor lade la

fría.Albertosiguiócomiendomientrasveíacómo la jovendesaparecíapor la

puertadelacocina.Almomentoaparecióconunajarraencadamano.—¿Mepermite?Segúnleservíalaleche,aprovechóparapreguntarle.—¿Túnoestabasayer?—No señor —respondió la camarera—, libré, para mí fue día feriado.

¿Vinoustedayer?—Sí,fuemiprimerdía.¿Cómotellamas?—Marcia,señor.—Porfavor,nomellamesdeusted.—Esquenonostienenpermitidoquelengüeteemosconlosclientes.—Bueno,nadietieneporquésabersiestamoshablandodelaleche,osite

estoypreguntandoelnombre.—No,aúnasí,nopuedoenverdad.Siquierealgomelopide,yahora,con

supermiso...

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Alberto aprovechó la ocasión para mirar bien su cuerpo mientras semarchaba y seguir pensando que las mujeres que estaba tratando eran muydiferentesalasqueélhabíaconocido.

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29Elescritorsalióalacalleyvolvióarecibirlabofetadadecalor.Nadamáscruzarlapuertadelhotelseleacercóunjoven:

—¿Taxiseñor?—No,gracias.Fuelarespuestainstintivaquelediopero,alcabodeunosinstantes,pensó

queigualnoeratanmalaidealadeirentaxialaplazadeArmasparacompraralgunoslibros,paraempezarairtomandoideas.Sevolvióaltaxista.

—Sí,¿mepuedesllevaralaplazadeArmas?—¡Anjá!¡monte!EltaxieraunDodgemuyantiguo,preciosoymuybiencuidado.—¿De qué año es este coche? —se interesó, nada más acceder a su

interior.—Delcincuentaydos.El vehículo tomó el paseo del Prado y, por la avenida del Puerto, se

presentóenunosinstanteseneldestino,parandojuntoalTemplete.Despuésdepagarleloqueindicabaeltaxímetroydeclinarunofrecimientodepuros,Albertosaliódelcoche.

La plaza de Armas presentaba una gran animación, con todas lasestanterías móviles llenas de volúmenes y una multitud de personas mirandotantoloslibrosmásvinculadosalapropagandainstitucionalcomolosquemásvalor tenían y por lo que hacía que esemercado tuviera fama: los ejemplaresantiguos. En el centro de la plaza, junto almonumento a Céspedes, pudo verunos músicos que entonaban las notas de una canción que Alberto conocíaperfectamente:

...sequedalaclara,laentrañabletransparencia,

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detuqueridapresencia,ComandanteCheGuevara.

Mientras, un grupo de turistas inmortalizaba aquella escena en sus

cámaras.Llevaríamenosdecincominutosmirandocuandoseleacercópordetrás

unapersona:—¿Teacuerdasdemí?Alberto se volvióy reconoció a su interlocutor, aunqueno fue capazde

recordarsunombre.—¡Síhombre!,nosotrosnosvimosayeraquí.—Claro,ustedeselmadrileño,eldelacapitaldelreino.—Veoquemerecuerdasbien.—¡Porsupuestocaballero!¿Ydequétúquieresalgúnlibro?—Nosé,miraba—dudó—,¿quémepuedesofrecer?—Tengoaquívariosdehistoriaque tepueden interesar.Oye,porcierto,

¿túaquétededicasenMadrid?—Vendo coches Citröen —Alberto ya lo tenía tan completamente

interiorizadoquelodijosinpensarlo.—Puesmira,demáquinastengovariosquesegurotegustarán.Elhombreestuvoagachadobuscandoenunacajayenunossegundosse

incorporó con varios en la mano y se los entregó. Todos eran muy viejos yestaban relacionados con la automoción: Las carreteras de Cuba (1957), ElCadillac:unmitosobreruedas(1966),LoscochesdelaRevolución(1973)yLaamortiguación hidráulica (1981). Alberto se preguntó para qué podría quereresos libros. Pero, si iba diciendo a todos que trabajaba vendiendo coches, eratambiénmuylógicoqueesetemaletuvieraqueinteresar.

—Muybien...—Bravo,JustoBravoparaservirle.—Eso Justo, ¡muy bien!, pero también querría de otros temas. Por

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ejemplo,dehistoria.Elhombresefuerápidamenteaotroexpositordemadera:—Aquí están los de historia, no son de historia del automóvil, pero te

puedengustartambién.—No,nosoloquieroleercosasdemiprofesión,quierointeresarmeporla

historiadeCuba.—PuesaquítengodelodelaplayadeGirón.Esteesmuybueno—tomó

unoenelqueseveíaenlaportadauntanqueapuntandoaunbarco—.YtambiéntepuedegustarlabiografíadeCamiloCienfuegos,unodeloscomandantesquenosllevóalavictoriafrentealatiranía.

—¿Latiranía?—Claro,latiraníadeBatista.—¡Ah, sí, claro!—Alberto recordó rápidamente la figura de Fulgencio

Batista,eldictadoraquienFidelCastroarrebatóelpoder.—Yaquí tengootro,sobre losavionesespíasamericanosconaquellode

losmisiles.Allíestuvounrato,quizádemasiadolargopensódespués,y terminócon

diez libros, cuatro de automoción y seis de historia contemporánea cubana.NegocióconJustoloqueledebía.

—Miramadrileño,más no te puedo bajar, pero te voy a regalar este depelota,queallíenMadridsolamentehabláisdefútbol.

Le puso sobre la mano uno del reglamento del béisbol, que hacía elnúmeroonce,yqueAlbertonorechazó.

—Conestomepagas,y¡aquípazyenelcielogloria!SedespidiódeJusto,queseofrecióparaacompañarleauntaxialverlo

cargadoque iba el turista español.Despuésde tomaruncoche, justodonde lehabíadejadoelanterior,ydehaberesquivadolainvitacióndetrespersonasparaquecomprarapuros,llegódenuevoalhotelcontodalacarga.

Al estacionarse el coche se acercó servilmente uno de los porteros queestaban en la entrada del hotel, y le ayudó a sacar las bolsas de libros. Le

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acompañóhastaelascensorhastaquetuvoquedecirlevariasvecesquenohacíafaltaqueleayudaramás.

Cuandosehallabaapocosmetrosdesuhabitaciónviolapuertaabiertaydentroalacamareraarreglandolacama.

—Perdón,meretiro—seexcusólachicaalverleentrar.—No,deje,solamentevengoadejarloslibros,continúeporfavor.SiguióhaciendolacamayAlbertonopudoesquivarlavistadelosmuslos

quelachicalemostraba,mientrassereclinabaparaponerlacolcha.Yasabíaquelalongituddelasfaldaserauncomúndenominador,ylacamareranoibaaserlaexcepción.

Cuando sevolvióapreguntarle, casi lepilló con losojospuestosdondeterminabalatela:

—¿Hapasadofríoestanocheoquierequelequitelasobrecama?—No,estábienasí.Oye,perdona,¿cómotellamas?—OmaraCardoso,señor.—Vengo de la plaza de Armas donde me han vendido un montón de

libros.—Sí,yaveoquevieneustedmuycargado—confirmólatímidamujer.—Noteníaintencióndecomprartantos,peroyasabescómoseponende

pesadostuscompatriotas.—Sí,melopuedoimaginar—acompañóelcomentarioconunasonrisa.Albertoextendióloslibrossobrelamesaquehabíajuntoalminibar.—Siquiere,deverdadquememarcho.—NoOmara,porfavor.Porcierto,tunombrenuncalohabíaoído.—EselfemeninodeOmar,queigualesenombresílohaoído.Sellamaba

asímimadre.Sedirigióhacialapuerta.—Bueno,adiósOmara.—Chaoseñor.DejóqueOmarasiguierahaciendolahabitaciónyvolvióasaliralacalle.

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30LasalidadelhoteldeAlbertofuesimilaralasanteriores:taxi,guía,puros...fuecuandotomólacalleNeptunocuandosesintióaliviadoporhaberselibradodelapresiónqueloscubanosejercíansobreelturista.Seríasuvestimenta,osutez,oelcolordesupelo,perosentíacomosillevarauncartelqueloseñalara.

Secruzócondosmulatas:—¡Chaolindo!—ledeseóunadeellas.Nocontestóysiguióandando.Elpocotráficoreinantehacíaquelagentenocaminarapor laaceray lo

hicieraporlacalzada.Derepentelevinounfuerteolor.Rápidocomprendiólaprocedenciacuandovioadospersonasqueestabantransvasandogasolinaentredosbidonesdeplásticoenelmaleterodeuncocheaparcado.

HabíapasadoelcruceconAmistadcuandoseencontróacuatropersonasquejugabanaldominóenunportal.Eraeljuegodemesaquemáslegustaba.

Seacercóamiraryrecibióelsaludodeunodelosjugadores.Yallevabanvariasvueltas,porquealgunosolo tenía tresfichas,mientras

que el que le había saludado todavía andaba con seis. Los cuatro estabansentadosensendosladrillosylatablaquehacíademesalateníansujetaporlasrodillasdetodos.Lellamólaatenciónlasgorrasdeviseraquellevabandosdelos jugadores con la serigrafía en la parte delantera de marcas de tabacoamericanas:Marlboro yWinston. Le pareció extraño.Otras dos niñas estabancomoél,mirando.

Las fichas fueron cayendo y, por fin, terminaron la partida. Uno de losjugadoresselevantóyanuncióqueseteníaquemarchar.

—¿DóndevasJulián?—preguntóunodelospresentes.—Tengoqueirme.Alaunaempiezoelturno.—Y,¿quéhacemos?—sepreguntóotro.Elquesehabíaquedadosincompañero,preguntóaAlberto:

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—Usted,¿sabejugar?Sindarmuchaopciónaquese lopensaran,sesentóen los ladrillosque

habíadejadolibreselquesehabíamarchadoyapoyósobresusrodillaselladodelatablaqueletocaba,encajandoperfectamenteenelgrupo.

—YomellamoAlberto—indicó,amododepresentación.Empezaronajugar,poniendolasfichashorizontales,envezdeverticales,

porlapocaestabilidaddeltablero.Lasdosniñasmulatassemiraronyserieron.Lapartidadiscurriómuyanimada, interesándose todos los jugadorespor

laprocedenciadelnuevocompañero, cuánto tiempo llevabaenLaHabana, enquéhotelsealojaba,quéhacíaenMadrid,siestabacasado,inclusohastarecibiódeunodeellosunaproposiciónparavenderlepurosmuybuenos,originales,quelossacabaunamigodesuhermanoquetrabajabaenunafábricadeViñales.

Pudoestarjugandoallícasiunahora,yenesetiemposefueronalternandoespectadoresdetodotipo,peroenningúncasoturistas.Tantomujeresmayores,como jóvenes, pero sobre todohombres.Lapresencia deun extranjero en esapartidahabíalevantadounainusualexpectación.

Cuando decidió marcharse, el que había sido su compañero le intentóconvencerparaquesequedaraunratomás.

—No,deverdad,yatengoquemarcharme.—Miramadrileño—leexplicóelcubano—nosotrosestamosaquímuchos

díasantesdecomer,perosobretodo,aúltimahoradelatarde.¡Llégueseynosechamosunpiténcuandoquiera!

Enesoquedó.Se levantóy si sehubierapuestoa contar cuántospodríahaber congregado la insólita partida, seguro que llegaría a las diez o docepersonas.Miróamuchos,peronosediocuentadequeaunoyaloconocía.

—¡Oiga!Segiróyviosucara,peronofuecapazderecordardóndelehabíavisto.—NosotrosnosvimoselotrodíaenelParqueCentral.¿Noseacuerdade

mí?—Si,símeacuerdodeti,loqueyanorecuerdoeratunombre.

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—Orestesmellamo.—¡Esverdad,Orestes!Losdosecharonaandarporlamismacallepordondehabíallegadoantes

Alberto.—Túeraselquetrabajabasenunagro.—¡Ciertohermano!,¡quémemoriaquetútienes!—Estoyconociendoamuchaspersonasyvaallegarunmomentoenque

novoyasaberquiénesquién.—Lodelospuros¿telohaspensado?—Nodeverdad,notengoaquienregalarle.Graciasotravez.SedespidieronyAlbertosiguióandandoporlacalleNeptuno,caminodel

hotel.Pensabaque sedespistabaunpoco,que llevaba todavíapoco tiempoenCuba, pero lo que estaba haciendo en la ciudad se alejaba diametralmente delobjeto real de su viaje. Había venido para escribir una novela y llevaba dosjornadasynohabíaavanzadonada.Solamentehabíacompradounoslibrosquetodavíanisiquierahabíahojeado.

Se cruzó con un chico joven que le ofreció puros. Los rechazó y elimprovisadovendedorlesiguióunosmetroshablándoledelasbondadesdeloshabanosquevendía:

—SonpetacasdecincoCohíbasPanetelas.—No,deverdad.—TengotambiénsiquierelosLanceros,peroesostienenqueserencajas

deveinticinco.Separóensecoyseencaróconelchico.—Mira, no me sigas más. ¡No quiero puros! —se ratificó, subiendo

ostensiblementeeltonodesuvoz.Eljovenseapartóydejódeseguirle.Nohuboandadomuchosmásmetroscuandosecruzóconunamulataque

lepreguntódóndeibatansolo.«Así—pensaba—,vaasermuydifícilquemeconcentre.Nopuedodar

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másdedospasos sinqueme salgaalguiencon lospuros, con la soledad, conaquelloquededóndevengo,queadóndevoy».

Alberto llevaba dos días y empezaba a estar un poco cansado de tantoacosopsicológicoquecreíaestarrecibiendo.

Segúncaminaba,recordabalapartidaytodoloquelahabíarodeado.Esoshombresdesocupados,esosladrillosutilizadoscomosillas,esatablaconvertidaenmesa, esasniñasmirando, era todocomo irreal, similar aldecoradodeunaobradeteatro.Ylascasas,todastansucias,faltándolesladrillosalasfachadas,barandillasalosbalcones,cristalesalasventanasyaveces,hastaventanasaloscercos. Parecía que, lo que había visto de La Habana, lo poco que todavíaconocíadelaciudad,comosifueraundecoradoviejoyderruidoenelqueenundía lejano rodaron algunapelículayque el presupuesto se acabó justo cuandollegó el momento de desmontarlo todo, y se quedó así, triste y ruinoso,desvencijado,olvidado.

Unhombremayorlellamódesdeunapuerta:—¡Oiga!¿Puedevenirunmomento?Albertoseacercóasulado.—¿Dedóndeesusted?—SoydeMadrid.—MiabueloeradeTarancón,enlaprovinciadeCuenca,eso¿estácerca

deMadrid,verdad?—Sí,acienkilómetrosmásomenos—calculóelescritor.—¿Ycuántollevaaquí?—Unpardedías.—Yasabequenodebecambiardineroporlacalle,soloenlascadecas.—¿Quéeseso?—Lascasasdecambio,lasquehayenloshotelesyenlacalleObispo.—Sí,esoesloquehago.Gracias.—¿YporquéhavenidoaLaHabana?—seinteresóelanciano.—Vengoapasarunosdíasdedescanso.

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—Laciudadestámuymal,estácomonosotros:¡Escachada!—Bueno,seveunpocodeteriorada.El hombre abandonó su puerta y le cogió del brazo, llevándole hacia el

centrodelacalle.Laásperapieldelamanodeaquelseñoragarrabaalescritorun pocomás fuerte de lo que hubiera sido normal y, bajando notoriamente eltonodevoz,murmuró:

—ElcaudillismodeFidelnostieneenlamezquindad.—Nodigaeso,yonoveoanadiepidiendo.—Nos tienen prohibido pedir a los turistas. Si te ven mendigando nos

llevanalaestacióndepolicía.—¡Quémedice!—aAlbertoleextrañólatajanteafirmacióndelviejo.—Sí,yyoyaestuveunavez...,ynoquierovolver.—¿Yporquélellevaron?—Pedíadineroparalecheparaminietaymeencanarontresdíasallí,yme

dierondepiñazos.Elespañolmirabaalhombreyleparecíaincreíbleloqueescuchaba.—Ustedes,consusvisitasaCuba,ayudanamantenerestesistema,yaque

vienen aquí a dejarle un platal con el queFidel nos oprime.Cuando vuelva aMadrid, cuente cómo vivimos, cuente lo que ve, cuente cómo están todas lascasas descascaradas, cuente que todo se cae a pedazos. No se quede con ladecoración del Floridita o con la música de Tropicana. Eso son fuegosartificiales,esosoncortinasdehumoqueponeel régimenparaqueustedessequedenconunapartede laverdad,pero laauténtica realidad la tieneustedenestas calles, en estas casas y en los ojos de nuestros jóvenes y en los de laspersonasdemiedad,losunossinfuturoylosotrossinesperanza.

—Tengo que marcharme —Alberto se sentía incómodo escuchandoaquello.

—Sí,váyase,peronoseolvidedeloquelehedicho.Prosiguióconsucamino,perovolviólavistaotravezhaciadondehabía

dejadoalviejo.

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—Oiga,¿cómosellamausted?Elhombrelomiróy,alavezqueextendíalosbrazosencruz,lecontestó:—¡Quémásda!

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31Cuandoentróenel restaurante sintióqueno teníamuchasganasdecomer.Laconversaciónquehabíamantenidoconaquelhombretodavíanoselehabíaidode la cabeza. Por la forma de sujetarle el brazo, sintió como si ese señor leestuvierapasandoalgúntipodetestigo.Comosieseancianoestuvieraenviandouna botella al mar con un mensaje, por si alguien alguna vez pudiera leerlo.Albertosintióqueélpodríaserelmar.

Se ubicó en lamismamesa en la que se sentó para el desayuno, y viocómoseacercabalamismacamareraquelehabíaatendidoporlamañana.

—Buenosdíasotravez,Marcia.—Vaya,veoqueseacuerdademinombre.¿Letraigolacarta?—¡Caray!,nuncavoyapoderhablarcontigomuchomásdedospalabras.—Esqueestoytrabajando,yyasabequeno...—Sí, ya sé que no os dejan hablar con los clientes cuando estáis

trabajando—terminólafrase.MientrasMarcia se fue apor la carta, aprovechóparamirarqué tipode

personasestabanenelrestaurante.ComosiestuvieraenlaGranVíadeMadridoenLaRambladeBarcelona,aquellugartambiéneraunbuenobservatorioparaescudriñaraotraspersonas.Loshuéspedeseranvariopintos:familiasconniñospequeños, mucha parejas, puede que de viaje de bodas, pensó, algún hombresolo, como él, y algún grupo de hombres o demujeres que se imaginaba quehabríanidoaCubaabuscarloquenoerancapacesdeencontrarensuslugaresderesidencia.

Marcia volvió con la carta en la mano y, según se la entregaba medioabierta,lepropuso:

—Le recomiendo la tortilla de camarones, que la hace el cocineromuybuena—lamuchachaseaventuróconlaproposición.

Despuésdemirarladetenidamente,pidióunaensaladaylafamosatortilla

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quelehabíasugeridolacamarera.Pensóenquéhabíahechodesdequehabíallegado,yconcluyóenqueasí

nopodíaseguir.Éleraescritor,yunescritorpreparaeltrabajo,piensasobrelaobraquetieneentremanospero,sobretodo,loquehaceunescritoresescribir,yesotodavíanohabíaempezadoahacerlo,yloqueerapeor,todavíanosabíanisobrequé iba a versar sunovela.Lasúnicas líneas quehabía plasmado enunpapel era enelpequeñodiarioque siempre le acompañabaydondeponíaunabreve reseñade loquehabíahechoeneldía,conquiénhabíaestadoyalgunareferencia de interés. Un diario de mentiras, o medias verdades, pensaba, undiariodondenoponíanuncalaverdad,porquejamásseleocurriríaescribirallíquehabíaconocidoaunamujercomoBeylin.

Seacordabadeella,ypensabaenelsujetadorblancodeLuré.Porcierto,¿quéseríadeella?Lecontóquetrabajabaconsumadrehaciendocerámicaqueluegovendíaen losmercadillos.Cayóen lacuentadequealdía siguienteerasábadoypondríanunocercadelaCatedral,yquealomejorlapodríabuscarporallí.PerotambiénrecordóqueBeylinlehabíadadosuteléfono.

Seencontrabaenunaencrucijada.

YmientrasAlbertocomíaenCuba,Sofíadejabael trabajocaminodesucasaparaprepararseunapequeña cena.No teníamuchoapetitoporque el día,como siempre, como todos los días, había sidomuy duro y ello le provocabainapetencia. Pensaba en su marido, en la pequeña conversación que habíanmantenido,ylenotabatodavíabastantedespistado.Ellasabíaquesilaliteraturafuera un tema suyo, a las seis horas de estar en La Habana ya tendríaperfectamente instalado en la habitación de su hotel todo un complejo deoperaciones,concincuenta ideas,veinteesbozosysieteguiones.Sofíaeraunamujermuyresolutiva,directayclara,comoledecíanensutrabajo.

Llegóa su casay sepreparóunos tomates conunpocode sal, como lehacíasumadrecuandoeraniña,seduchóysemetióenlacama.

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Hubo unmomento de aquel veintitrés de abril en el que elmatrimoniocoincidióenlacama.EnCubadesiesta,enEspañadenoche,perolosdosenlamisma posición, separados pormiles de kilómetros y solamente unidos por lapostura, pero por la cabeza de ambos discurrían ideas radicalmente diferentes.EnunladodelAtlánticolamujerpensabaenquetalvezlededicabaaltrabajodemasiado tiempo y pensamiento, y que descuidaba las verdaderas funcionesque le había encomendado la naturaleza. En el otro, el hombre se encontrabaconfusoporelviejoqueselehabíacruzadoenlacalle,porlapartidadedominó,por los librosdeautomociónquereposabanenlamesa,por loshombresyporlasmujeresquehabíaconocido,poresasfaldas,porlofácilqueeranlascosasallí, por lo sencillo que le había resultado llevarse a la cama a una mujerasombrosa.

Los dos en la cama, en camas distintas, y sus cabezas dando vueltas aideascompletamentedispares.Así,losdosviajarondelmundodelosdespiertosalmundodelosdormidos.

32Porlaluzquevioaldespertar,Albertoimaginóquehabíadormidodemasiado.Aun así se encontraba cansado.Sería por lo ocurrido la noche anterior, por elacuciantecalor,oporlapegajosahumedad,oporelimpactodetantagentequehabíaconocidoen tanpoco tiempo,perosucerebroparecíaunaollaapresiónllenadetodotipodeingredientesyapuntodeexplotar.Ledolíalacabezaysemaldecíaporqueempezabaapensarqueperdíaeltiempo,quellevabadosdíasyque nada de lo que había hecho entraba dentro de las razones que le habíantraídoaLaHabana.

Dudó qué hacer y anduvo un rato por la habitación, desnudo, como seencontraba ahora el estado general de sus ideas. Se asomó a la ventana y viopasaralagente.Eracurioso,peroparecíaquenadieteníaprisa,quelavelocidad

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de Madrid allí no existía. La gente caminaba más despacio, aventurándose apensarinclusoquepaseabanporlacallesinsaberadóndeiban.Pensóenelviejoquenolequisodecirelnombreysediocuentaquesuánimoseencontrabamásalicaído,más pesaroso,másmustio.Recordaba que, aunque toda la gente quehabía conocido parecía tener el semblante alegre, su aspecto era destartalado,conropasescasasyviejas,quizánosucias,perosíantiguas.

Luegopensabaenlospuros.Eraverdadquenadielehabíapedidodinero,peroelnúmerodepersonasquelehabíanofertadotabacoeramuyelevado,asujuicio,yademásentodaslascallesyentodaslascircunstancias.Yluegopensóenellas,enlasvecesqueselehabíaninsinuado.Jamáslehabíasucedidoalgoigualenningunaciudad,nideEspaña,nideEuropa.Albertoconcluíaconquelamendicidadteníamuchasformasdeexpresarse,ylaCubaqueestabaconociendolemostrabaotraformadistintadepedirdineroenlacalle.

Despuésdetomarunaduchasearreglóparasalir,peroantessesentóensumesapara hojear los libros quehabía compradopor lamañana en la plazadeArmas.Laamortiguaciónhidráulica,«¿paraquéhabrécompradoyoeste libroviejoeinútil?»,sepreguntó.Además,aAlbertonolegustabalamecánica,porloqueeseejemplarnoleserviríanisiquieraporcuriosidad.Tomólosdehistoriaysecentróeneldelacrisisdelosmisiles.Serepetíaquehabíaidoaesepaísaescribirunlibro,noapasear,noahacerelamor,noajugaraldominó.

La fórmula literaria que mejor le había funcionado siempre y que máshabíaencajadoaDavidMuntaner,habíasidolanarracióndeunhechohistóricoenlaprimerapersonadeunprotagonista.ElintentodeinvasióndelabahíadeCochinos,queenCubaseconocíaalmismohechocomoPlayaGirón,podíadarbastantejuego,yrápidamenteenumerólasposibilidadesquepodíatener:eraunincidenteocurridohacíapocomásdecuarentaañosporloquepodríaencontrarbastantegentequelohubieravivido,inclusoquehubieraintervenidoenél,tantoporCuba,comoporEstadosUnidos.Podíatambiénconectarlashostilidadesdela Guerra Fría entre las dos grandes potencias de la época, remarcando lospapeles del Che y Kennedy, ambos fallecidos y cargados de un magnetismo

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popularmuyacentuado.Encontrómuchosparalelismosnarrativos entre ambasfiguras, sobre todopor la temprana edad enquemurierony las circunstanciasqueconcurrieronenellas.Balas, sorpresay recuerdo.Muchorecuerdo,muchoiconoparavenderenlibreríasyencartelespublicitarios.

Sí, parecía que aquel tema podía ser una buena idea para una novela, yademás en la plaza de Armas había visto numerosa bibliografía que podríautilizarparadocumentarse.

Rebuscandoideasybuceandoenloslibroscompradosallíyenlasguíasquetraía,Albertopasógranpartedelatarde,yseplanteabaquéhacerelrestodeldía.SeacordódeBeylin,ytambiénseacordódeLuré.Teníasusteléfonos.Con la última había tenido una relaciónmuy diferente a la que se podría unoimaginarcuandoteencuentrasaalguienporlacalle.Alprincipiopensóqueeraunaprostitutaperoluegonosecomportócomotal.«¿Ysilallamo?»,pensó.

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33Justoa lasochoymediaenpunto,unahoradespuésdequehubieranhablado,LuréentrabaenlapizzeríadelpaseodelPradodondesehabíandadocita.

Nadamáscruzarlapuerta,Albertosepusodepieenelnaturalgestodelcaballero que se incorpora para recibir a su dama. Luré había venidodeslumbrante, con un vestido rojo ceñido y muy por encima de la rodilla,provocandounbuennúmerodemiradasacompañadasdegirosdecuello.

SeacercóaAlbertoycuandoestesedisponíaadarleunpardebesos,ellale plantó un beso en la boca que le dejó todavíamás despistado de lo que yaestaba sobre el comportamiento de la chica. Se sentaron uno frente a otro ycomenzaron una animada conversación, solo interrumpida por la llegada delcamareroconlacarta.

—¿Teimportasipidofiletederes?Aquíestánmuysabrosos.—Porfavor,pideloquequieras.La chica había hecho gala de buen apetito en línea con su primer

encuentroenelquetambiénhubocomidadepormedio.Ladecoracióndelapizzeríaeramuyaustera,lasparedesestabanpintadas

denegro, solamentemoteadasporunoscuadrospequeñosconunos lienzosdegruesos trazos multicolores. La iluminación era escasa y la principal fuentelumínicaveníadeloshalógenosquecaíandesdeeltechoacadamesa.Ahí,eneseentorno,labellezadelachicaseacrecentabaaúnmásysusojos,lascurvasdesusmejillas,subocaalsonreír,leteníanaAlbertototalmenteensimismado.

NohabíaquesermuyimaginativoparapensarcómoterminaríaesacenayAlbertoqueríadisfrutarcadamomento,cadaminutoprevioquepasaraconella.

—¿MedijistequétúhacíasenCuba?—Hevenidoconunviajequemehapagadolaempresa.—Porlodelaventadecarros.—¿Cómolosabes?—seextrañóelescritor.

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—Melodijistetú,¿noteacuerdas?—Es que en estos días he visto a mucha gente, me han hechomuchas

preguntasyyanoséloqueherespondidoacadauno.—¿Es que a cada uno le respondías cosas diferentes? —dedujo la

muchacha,muysonriente,comoerasuformahabitualdeser.—No,quierodecir...—Lurénoledejóterminar,ysoltóunaestruendosa

carcajada.—Notepongastúnerviosomiamor,queestababromeando.Albertoserehizo.—No,esverdad,enestosdíashe tenido lasensacióndequehehablado

con todo el mundo con el que me he cruzado por la calle y, sobre todo, hecontestadopreguntassuyas.

—Esnormalmiamor,paranosotroslosyumassoislanovedad,nosotrosyanostenemosbastantevistos.

Pensó que ella lo llamaba novedad, pero realmente tendría que haberlollamadodinero.Esaeralasensaciónquesacabadelamayoríadelosencuentrosconcubanos.Dineroydinero,laposibilidaddeobteneralgunasmonedasrápidasysencillas,yencimacerrarlaoperaciónconunasonrisa.

—Será—concluyóelescritor.El camarero interrumpió la conversación con los primeros platos en los

que ambos habían coincidido: espaguetis con langosta. La chicamiró el platoconbastantemásapetitodelqueestabamirandoAlbertoelgenerosoescotedeLuré.

—¿YtodatufamiliaesdeCuba?—Puesclaro,¿ydedóndetúcreesquepuedensersino?—¿Y te han hablado tus padres de lo de la playa Girón?—sondeó el

madrileño, que entendió que podría aprovechar la oportunidad para indagarsobresunuevoproyectoliterario.

—¿Dicesdeaquellodelainvasión?Yonohabíanacido.—Ya,poresotedigosituspadrestehanhablado,sisecomentaentucasa

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aquello.—No,lorecuerdodelcolegio,peroellosnomehanhabladonunca.PorlamaneraqueLurétuvodecontestarinterpretóqueeraposiblequeel

padrehubieraparticipadoenaquelepisodio,peronoparecíaquequisierahablardelasunto.

La mujer le contó que aquello de la playa de Girón fue un intento deinvasiónde la islaporpartedemercenariosasueldode losnorteamericanosyque el pueblo reaccionó valientemente, reduciendo a los intrusos ysalvaguardandolalibertaddetodosloscubanos.Solofaltódecirquehabíasidoen1961,peroelrestoeraloqueélyasabía,porlomenoslaprimeraparte.Lasegundaestabaclaroqueeraloquelescontabanenlasescuelascubanasyque,por lo visto, la chica había aprendido con gran aprovechamiento en sus añosjóvenes.

Albertonoquisocontinuaryprefirióhablarde las costumbresqueellostenían.LachicaledijoqueenCubasolamenteveníanlosReyesMagosacasadelosniñosricos.

—¿PeroenCubahayniñosricosyniñospobres?—Sí,haydiferenciaseconómicas,miamor.¡Comoenelpaísdeustedes!,

o ¿es que allí no hay ricos y pobres?Los que están cerca del turismo, suelenmanejar más pesos convertibles, pero en Cuba si eres un simple médico oingeniero,tevesaleteando.

LeextrañóaquellamaneradereferirseaprofesionalesqueenEspaña,conesastitulaciones,viviríancondesahogoeconómico.

—Ytú,¿quétaltemanejasconlacerámica?—Regular.TenemosunpuestoenelmercadodelaCatedral,¿loconoces?—No, todavía no he ido, yme han habladomuy bien—mintió, porque

nadie le había dichonada al respecto, pero entendía que a la chica le gustaríaoírlo.

—Pues tienes que ir, tenemos unas figuras de barro muy bonitas, quesegurotegustarán.¿Oíste?

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Siguieron hablando y en un momento la chica le habló del apagón demediatarde.

—No,porestazonanosehaidolaluz—asegurócategóricoelescritor.—Seguroquesísehaido.Cuandoseva,queestodoslosdías,lohaceen

todaLaHabana,loquepasaesqueentuhoteltenéisplanta,ynoosenteráis.—¿Planta?—Sí,planta,esosaparatosquefuncionancongasolinaparadarenergía—

lachicasereferíaalosequiposelectrógenos,peroélnolaquisocorregir.Elfiletedevacaibacayendocongranentusiasmoynosesabíamuybien

quiéndisfrutabamás,siLuréalcomerlooAlbertoalverlacomer.—¿Ytúbailas,oereszurdo?—No,todoelmundomedijoquecuandovinieraaCubavolveríabailando

hastaenelavión,perocreoquenovaapoderserposible.—¿Esquenotegusta?—Nomellamamucholaatención.—Podríamosirundíaamicasayallíorganizaríamosunafiesta,paraver

siaprendesalgoyasípresumesenMadriddetodoloquetehemosenseñadoenCuba.

Novenía rodadopor laconversación,peroel escritorpensóque seríaelmomentoyselosoltólomásdirectoquepudo:

—¿Vamosalahabitación?Lurélemirómuysería,tantoqueledejófríoporunosinstantes.Almomentocontestó:—Pero,¿mepuedoterminarelfiletederes,otienesmuchaprisa?Los dos soltaron una carcajada en el restaurante que provocó alguna

miradadelosotrosclientes.

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34TodavíaeramuytempranocuandoAlbertoselevantóyseasomóalaventana.La vida aún no había arrancado en la ciudad, pero ya se veía algo de tráficocirculandoyalgunapersonaandandoporlacalle.Mirabahacialacamayveíalamismaimagenqueeldíaanterioralamismahora.

Pensó que aquello no podía continuar así, que no debía seguir con eseejerciciodeirresponsabilidadniconlaeditorial,niconsumujer,nisobretodoconélmismo.Que allí nohabía ido anadade loque estabahaciendo, que elviajeteníaquesuponerunafuentedeinspiración,ynounafuentedeadulterio.

Miró a la chica.Su cuerpodormido sehallabaparcialmente tapado soloporunasábanayaquelloparecíauncuadrocongrancontenidoerótico,yaquelasensación de abandono en que se encontraba la mujer se combinaba con lasarrugasde la telay laendeble luzqueentrabapor laventana,mezcladaconelalborotadopeloquedejabacaersobrelaalmohada.

«Ayer fueBeylin,hoyLuré,ymañana,¿quiénserámañana?—pensaba—. Creo que Sofía no se merece esto y además si por fin viene la próximasemana, la situación se puede complicar, porque ya no es una, sino dos laspersonascon lasquepuedoencontrarmepor lacallequemepodríanponerenunasituaciónmuyembarazosa.Tres,sicuentoalnoviodeBeylin,esetaxista,eltalTati».

Volviólavistaalacalleysequedócontemplandoaunamujerquellevabaun destartalado cochecito de niño, y pensaba en lo reñida que podía estar lafelicidadconeldinero,oconlanecesidad.Lavozdelachicalehizovolverlavistaalahabitación:

—Alberto—nunca antes había escuchado su nombre recitado con tantadelicadezaytantamusicalidad.

—Buenosdías,Luré.Levantólacabezadelaalmohada,mirándoleatravésdelamatadepelo

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quelatapabalacarayquesololedejabaentreverunodelosojos.ConlamanoseseparólamelenayfueahícuandoAlbertopudoverelpreciosorostrodelamujeraldespertar.Eraunahermosacriatura,podríadecirquecomonuncahabíaconocido, pero no sería cierto. La del día anterior también lo era. En esemomentorecordóloshoscosdespertaresdeSofía, lossábadosodomingosqueeracuandocoincidían,porqueelrestodedías,cuandoélselevantaba,ellayasehabía marchado, y recordaba aquello que le decían que tenía unamujer muyelegante y muy inteligente. «Sí, sería todo eso —pensaba—, pero mi mujernuncameharegaladounacaracomoestaunamañanaaprimerahora».

Luréseincorporóparcialmente,quedándosedelado.Levantólasábanaymostrósucuerpocompletamentedesnudo.Leclavó lamiradaensusojosy ledijo, en un tono que sería irrepetible por cualquier otra persona, una sencillapalabra:

—Ven.Albertolamirabaysabíaqueesonopodíaser,queeraunafaltaderespeto

atodoaloquesedebía.Instintivamentemirólacajadepreservativosqueestabaenlamesilla.

Sedespertóconelruidodeladucha.Lachica,aligualqueBeylineldíaanterior, estaba dándose una larga sesión de cuarto de baño. Miró suspertenencias,elvestidorojo,laropainteriorblancayelbolsonegro.Lellamólaatenciónloordenadoquehabíapuestotodoencimadeunasilla,adiferenciadeladeldíaanterior,quelodejótodotirado.

AbriólacajafuerteyledejójuntoalbolsolamismacantidadquehabíadadoaBeylin,yfuealaventanapararespetarsuintimidad.

Laciudadseencontrabayacompletamenteviva,con todoel trasiegodevehículos haciendo unos ruidos infernales, fruto seguramente de su estadomecánico,sobretododelostubosdeescapeydegentequecaminabadeunsitioparaotroconlasensaciónqueteníadequenollevabanrumbofijo,quelohacían

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así porque el guión de la película sobre la que semontaba el decoradode lascasasderruidasasíloexigía.

LurésaliódelcuartodebañoyvolvióadedicarunasonrisaalosojosdelarrepentidoAlberto.Empezóavestirse,descubriendoelmadrileñoloeróticoquepodíaserveraunamujercomoellaponerse la ropa interior.Parecía,pensaba,que lo hacían adrede, que una mujer normal no se pone las bragas como loestabahaciendoestachica.Lurélemiróycreyóadivinarlelasintenciones:

—Nomemiresasí,quemetengoquemarchar.¡Quetúeresmuymachazoyteveoconganasdedarteunatrazadóndemí!

En esemomento lamuchacha formuló una pregunta queAlberto nuncapodríahaberimaginado.

—¿Quieresqueteregalemisblumers?—Luréseseñalabalasbragas.—¡No! —exclamó Alberto sorprendido y casi asustado— ¿Para qué

quieroyotusbragas?—Nosé,comomelashanpedidomuchasveces...Sin quitarle la vista ni unmomento, ni dejar de sonreír, la chica se fue

poniendoelvestidoyvolvióametersealcuartodebaño,aatusarseelpelo.LoqueacababadedecirLuréalescritor levolvíaaponer lospiesenel

suelosobredequémaneraseganabalavidalamujer.Éllosabía.Loquenolegustabaeraqueellaselorecordara.Siemprepreferíatenerlasensaciónestúpidadequelachicahabíaidoasuhabitaciónporsugracia,porsusimpatía,porsusdotesdeconquistador,ynoporloquerealmentebuscabaenél.

Cuandosaliódelaseo,cogióeldineroquelehabíapuestojuntoalbolso,lometió dentro de él, sinmediar palabra, y se acercó a su cara. Le volvió asonreírylediootrobesoenlaboca.

—¿Cuándonosvamosavolveraver?¿Estanoche?Asítedejodescansardurantetodoeldía,paraquecojasfuerzas.

Le pareció que esamujer no ponía fin a su capacidad amorosa. En esemomento se acordóde cómo le sentaba la ropa interior blanca sobre su negrocuerpo,unidoporsupuestoa loquemás leatraíadeella,quenoeraotracosa

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quelainmensafelicidadqueradiabaconsueternasonrisa,quenoperdióniuninstante.Noseleocurrióquécontestarleyselimitóaposponerladecisión.

—Yotellamo.—Sé un restaurante chino que te va a gustar mucho. Está por Zanja,

¿conocestúesacalle?—No,nosédóndeestá.—Muycercadeaquí,miamor.Séquea losespañolesosgustanmucho

losrestauranteschinos,yesteestámuybienporqueeschinoconcomidacubana.¿Aquéhoraquedamos?

—No,deja,yotellamo.—¿Yaquéhoratúmellamas?—Nolosé,amediatardequizá.—Me tienes que dar tiempo a darme coba. Por cierto, me podías tú

compraralgoderopa,queluegoséquetegustohastaconropa.Alescritormadrileñoleencantabanlasexpresionesdelacaraqueponíala

mujer. No paraba de preguntarse cómo podía ser capaz de insinuarse de esamaneratandirecta,ynoperderniunatisbodefrescuraensusemblante.

Luréleagarróporelcuelloyseacercódenuevoasubocadándoleotrobeso, esta vezmuchomás breve. Se separó, emprendiendo el camino hacia lapuerta.Antesdeabrirla,sevolvióyledijo:

—¡Chao,español!—¡Adiós,cubana!—respondióAlberto.Alsaliralpasillosecruzóconlacamareraquearrastrabaelcarritodela

limpieza.Lurélamiróconunciertotalantedesuperioridad,ylaempleadabajólavistaal cruzarseconella.Elvestido rojoceñidoymuycortoplanteabaunadesigualluchapsicológicaentrelasdosmujeres,ylaquesalíadelahabitacióndelturistasabíamuybienquiénganaba.

Al cabo de un rato, Alberto salió al pasillo camino del restaurante,pensandoqueigualyalohabíancerrado.

—¡Omara!—exclamó,alcruzarseconlaempleadadelhotel.

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—Veoqueseacuerdademinombre.—Sí.¿Sabesaquéhoracierranelrestaurante?—Alasdiez,perosillegaunpocodespués,seguroqueledejanpasar—

imaginólacamarera—.¿Levoyhaciendolahabitación?—Sí,porfavor,queluegovoyasubiryvoyapasarmeunratoenella.Alberto pensaba qué sentirían estas chicas cuando por las mañanas se

cruzabanconotrascompatriotas,nosiempremásguapasqueellas,peroconunaformadeentender lavidamuydiferente.Estabaclaroquién tendríamáspesosconvertiblesy,porconsiguiente,quiénpodríaaccederamuchasmáscomprasypasarmenosnecesidad.

Cuando llegó a la puerta del restaurante se encontró conqueunade lascamarerascerrabaenesejustoinstantelapuertadeentrada.

—¡Unmomento!—Esqueyaeslahoradecerrar.—¿Nomepuedotomaruncafé?Alolejosseoyóunavozquedabainstruccionesparaquelapuertanose

cerrara.Cuandoatravesóelumbralreconocióquienlehabíadejadopasar.—¡Muchasgracias,Marcia!—Nosésidebería—insinuólachica,conunasonrisamedida.—Solamentemetomaréuncafé.Mientrasqueelrestodecamarerosestabanrecogiendolasmesasyenel

salón solamentehabríamediadocenadepersonasapurando lasúltimaspastas,Marcialetrajoalescritorunabandejaconunsurtidodedulcesyunatazaqueyallevabaelcafé.

—¿Cuántaleche?Cuandoterminódeservírsela,aprovechóparapreguntar:—Oye,ademásdelaplazadeArmas,¿sabesdóndepuedoencontrarlibros

poraquícerca?—Sí,enlamismacalleObispotieneunalibreríamuygrandequesellama

LaModernaPoesía.Allíhaydetodo.¿Quéesloqueestábuscando?

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—Buscolibrosdehistoriacubana.—¿Esustedhistoriador?—No,soyvendedordecochesCitröenenMadrid.—¿Y por qué quiere libros de historia?—la chicamostró una graciosa

caradeextrañeza.—Porquetambiénmeinteresanlascosasquehanpasado,sobretodocómo

seenmarcaelvehículodentrode loshechosdel siglopasado.Porcierto,¿hoyestáshablandomuchoconmigo?

—Es que el jefe no está, pero me voy para dejarle desayunar —lamuchachahizounademándemarcharseyelescritorlasujetóporelbrazo.

—No,porfavor,notevayas.Lacamarerasequedódepiejuntoaél.—Tediríaquetesentaras,peroesoyavaaserexcesivo.—Sí,esonopuedo.—¿Sabesquéhorariotiene?— Por la mañana lo ignoro, pero por la tarde cierran a las seis. Lo sé

porqueyosalgoalascincoytengounahoraparacambiarmeeiracomprarunoslibrosquemehanencargado.

—¿Vasairestatarde?—Teníapensado.—¿Teimportasivamosjuntos?—Nosé—dudó,conpocaconvicción.—Sí,¡venga!,alascincoteesperoenlapuertadelhotel.—¡No,en lapuertano!,quenoestábienvistoquequedemosconnadie

ahí.Mejorvamosaquedarenlaentradadelalibrería.Notienepérdida,estáalprincipiodelacalleObispo,muycercadelFloridita.¿Loconoce?

—Sí,ayeroanteayerpaséporél.—Puesallíalascincoycuarto.Ydiciendoestosepusoarecogerelserviciodelamesacontiguadondeun

grupodeturistashabíaarrambladoconlasguayabas,losmangosylaspapayas.

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35Volvióalahabitaciónybarajólasalternativasqueselepresentaban.Enprimerlugarloqueteníaquehacereraactualizarsudiario,yaquenohabíaplasmadoenél losúltimosacontecimientos.Habíaalgunosquenolos ibaaescribir,porqueesasnotaspodríancaerenmanosdeSofía.

Mirólamesaconloslibrosydecidióquedarseatrabajarunrato.Apartólosdeautomociónysecentróenelquehabíacompradosobre laplayaGirón,encomendándoseasulectura.

Seríanlasdosdelatardecuandohabíarealizadoyavarioscroquisenunpapel y también había subrayado un importante número de palabras, datos ycifrasdel libro.Parecíaque aquello le empezabaa llamar la atención.Miró elrelojysediocuentadequeeralahoradecomer.

BuscóaMarciaconlamiradaperonolaencontró,sentándoseenlamismamesa que utilizaba habitualmente. A esa hora en el comedor no habíamuchagente ya que el turista normalmente utilizaba los servicios del hotel para losdesayunosy,siacasolascenas,perolascomidassolíanestarmenossolicitadas.Aun así, tardó un rato en llegar un joven negro con una carta. Se quedó conganasdepreguntarporlachica,peropensóquenoseríabuenaidea.

Todalacomidadiscurriósinquedejarademiraralapuertadelacocina,esperando que en cualquier momento apareciera Marcia con alguna bandeja;peronofueelcaso.

Cuandoterminóelcafésediocuentaquehabíaestadomásdeunahoraymediasentado.Sepreguntabacómopodíaemplearsetantotiempoencomer,si,además, no había tardado nada en tomar la decisión sobre qué platos pedir nierancomidasespecialmenteelaboradas.«Esto tampocopuedoconsentirlo—se

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decía—.Nopuedoperderaldíacasicuatrohorasenlascomidas».Albertoseencontraballenodesensacionesdeinquietud.Empezabaaestar

más incómodo en LaHabana de lo que le gustaría: los tiempos perdidos, lasmujeres deseadas, los charlatanes por la calle. Nada obedecía a sus planesiniciales.

Cuandosubióasuhabitaciónmiróelrelojyestecasimarcabalascuatrodelatarde.HabíaquedadoenencontrarseconMarciaalascincoycuarto,yelhechodequeno lahubieravistosirviendo lascomidasnoqueríadecirquenofueraaacudiralacita.Encualquiercaso,éleraelprimerinteresadoenvisitaresalibreríaporquenecesitabadocumentarseconelmayordetalleposibledetodolo sucedido en la Bahía de Cochinos, que no se encontrabamuy lejos de LaHabanayteníaqueiraconocerla.

Sehallabamuycansadoypensóecharsetrescuartosdehora,quepodríaseruntiemporazonableyseguroleayudaríaareposarunpocoladigestión.

EnlaterceraplantadelhotelPresidencial,unhombresedisponíaadormirunasiestamientras,porunadelaspuertaslaterales,otrohombre,elegantementevestido con chaqueta y corbata, indumentarias muy poco habituales en LaHabana,salíadelhotelysesubíaaunmodernocochequeleesperaba.

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36El capitán Monaga se secaba el sudor de su frente mientras esperaba que leanunciaranlallegadadeldirectordelhotelPresidencial.Todoslosdirectoresdelos hoteles deCuba estaban nombrados desde la plaza de laRevolución, y sudesignación venía directamente señalada por el órgano más importante delPartido.Algunacadenahotelerahabíatraídopersonasdesuorganización,perosus funcionesquedabancircunscritasa laorganizacióndegruposdepasajeros,montaje de excursiones colectivas, y diseño de interiores; pero los cometidosmásimportantes,comoeranlaseleccióndepersonal,laubicacióndehuéspedese instalación de la propaganda institucional, estaban reservados a los hombresdesignadosdirectamenteporelPartidoComunista.Losrequisitoseransiemprelos mismos: tenían que ser cubanos de nacimiento, que además no hubieranestudiadofueradelpaís,peroquesupieranunmínimodetresidiomasalmargendelespañol.

Estos directores además tenían que viajar con cierta frecuencia alextranjero, para asistir a los encuentros turísticos internacionales másimportantes:LaBITdeMilán,laITBdelacapitalalemana,laWTMdeLondresy, alguna vez, a la FITUR madrileña. Con los canadienses de la TTRAmanteníancontactosmáscontinuos,yaqueesepaíseraelquemayornúmerodeturistasaportabaa la isla.Siemprequesalíanalexteriorse lesacompañabadeunadotacióndemiembrosdelaseguridad,parasupervisarentodomomentoeltipodeencuentrosquecelebraban.

Además, por supuesto, la absoluta e inquebrantable fidelidad al régimentenía que estar demostrada y expresamente manifestada, no solo por elinteresado,sinotambiénportodasufamiliamáspróxima.

El nivel de exigencia se elevaba sustancialmente si hablábamos de loshotelesmásimportantesdelacapital,enconcretoelNacional,elParqueCentral,elSevilla,elSantaIsabel,elPlaza,elCohíba,elHabanaLibrey,porsupuesto,el

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hotelPresidencial.Con ellos celebraban reuniones regulares tanto colectivas como

individuales,enlasqueanalizabanlacontratacióndeempleados,elseguimientodelosturistasquemástiempohabíanvisitadolaisla,olosqueveníandurantemásdíasy,encapítuloaparte,siempresehacíaunasesiónmonográficasobrelosPPE.

El teniente Gálvez entró en el despacho deMonaga, que se encontrabaleyendolosúltimosinformesrecibidosensufax.

—Capitán,estáaquí.—Sí,quepase.Cuandoentróelhombreelegantementevestidoconsuchaquetaycorbata,

Monagaselevantóylediolamanoefusivamente:—¡Gilberto!—¡Capitán! —exclamó el recién llegado, mientras se daban un fuerte

apretóndemanos.—Pasahombre,¿cómotúteencuentras?—Muybien.—¿Cuántotiempollevasyaentunuevopuesto?—Desdeprincipiodeaño.—¿YestoesmejorqueelRiviera?—Es un hotel mucho más importante, y le estoy muy agradecido al

Partidoporlaconfianzaquepusoenmí.—¡Claroquesí,Gilberto!Nosotrossabemosqueustedes,losjóvenes,son

elfuturodelaRevoluciónytenemosquedarleslasmayoresresponsabilidades.ElhotelRivieratuvosumomento,perohoycadaveztienenmásimportancialosqueestáncercadelcentrodelaciudad,yporesoanuestrosmejoreshombreslostenemosquesituarenlospuestosmásrelevantes.

—Gracias,capitán.Tremendaresponsabilidad.—¿Quétalsiguetumujer?—Bien,elniñonaceráparajulio,yyasevaencontrandoalgopesada,pero

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vatodonormal.—Mealegro.Siéntate.Se fueron los tres a una pequeña mesa de reuniones. Monaga tenía

interiorizadasunasnormasdeseguridad,probablementemásqueabsurdas,pero,instintivamente,sesentóenlasillaquesesituabamásalejadadelasventanas,mientrasqueeldirectordelhoteltomabaasientoenlaqueestabamáspróxima,deespaldasaellas.

—Gilberto,mepreocupaeseturistaespañol.—¿ElseñorRodríguez?—Sí,elseñorRodríguezoRodríguez-Condeocomosequierallamar.—¿PuedopreguntarleporquéespecialmenteestePPE?—Porqueesunglobero.Primerofueconsuapellido,queleubicamosde

casualidadgraciasaunachivadaqueleproporcionaronaGálvez—aloíresto,eltenienteasintióconlacabeza,conciertoairedeagradecimientoporlaspalabrasque escuchaba— y en segundo lugar miente con su profesión. Dice que esvendedor de carros, cuando en realidad es un escritor, y ni mucho menoscualquierescritor.

Selevantódelamesaredondayfuealadesudespacho.Debajodevariosinformes tenía dos libros. Los cogió con la mano derecha y leyó los títulos:Próximaparada:CartujadeValldemosa,yCuandoel20dejuniollegóaPraga.

—Me han llegado esta mañana desde Madrid por nuestro conductoreservado.Ahoralosvoyaentregaralcomité,paraquehaganlavaloración.

GálvezyGilbertoOñatesemiraronconcaradesorpresa.—EstehombreesunodelosescritoresquemáslibrosvendeenEspaña,y

yahasido traducidoavarios idiomas,pudiéndoseencontrar susejemplaresenmuchospaísesdeAméricadelSur,ademásdeMéxicoyenEstadosUnidosdeNorteamérica.Señores, tenemosennuestracasaaunode losmayoresvocerosdelcapitalismo,ynosabemosniporquéhavenido,niquévaahaceraquí,niconquiénsevaaentrevistar.Gilberto,veoquetevasaestrenarenelpuestoconuncasomuydelicado.¿Seleharegistradosuequipaje?

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Gilbertonohabló,peroporsugesto,Monagaentendiólarespuesta.—¡MiraOñate!—ahoraMonagalehablabaporelapellido—laseguridad

denuestropaístieneunpuntodébil:elturismo.Porrazoneseconómicasqueyonoterminodecomprenderperoquetengoqueobedecer,nosvemosobligadosapermitir la entrada en la isla a demasiada gente. Y cada vez más. Y a vecestenemosproblemasparaefectuarlacorrespondienteidentificaciónyseguimientode los tipos sospechosos. ¡ConcientízateOñate!, este señor esunhombremuypeligrosoparalaRevolución.Mira,quieroquehagasuninformediariodeaquéhorasaledelhotel,aquéhoravuelve,conquiénseacuesta,aquiénllamayquédice cuando está al teléfono. Si comunica conEspaña, a qué número lo hace.Quieroquesepamostodoloquehaceenelhotel.DefueradelhotelseencargarálagentedeGálvez—estevolvióaasentirconlacabeza—queesperole tengacontroladocadaminutoqueestéenlacalle.¿Estáentendido?

Los dos contestaron con una leve aseveración.Gilberto tragó saliva.AldegradadohotelRivieranoacudíanadiedignodeinterés,por loqueallínosemontaban las medidas de seguridad que tenían que tomarse en los másimportantes, en los que utilizaban los extranjeros que podían complicar laexistenciaalgrupodelCentroColectivoRubénMartínezVillena.

—Ahora vamos a ver en detalle cómo tenemos el operativo:Gálvez, teescuchamos.

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37Faltaríanunosminutos para las cincoy cuarto cuando, por la puerta del hotelPresidencial, salía un aceleradoAlberto camino de la calleObispo.No queríallegar tarde y tampoco calculaba muy bien las distancias. Cruzó el ParqueCentral, dejando a su derecha la estatua de Martí, y se encaminó hacia LaHabanaVieja.

Según iba caminando le saludó una señora, pero no acertaba a recordarquiénera.Leextrañólafamiliaridadconquelohizoysequedópensativosobredóndelahabíavistoantes.

Cuando alcanzó la esquina de la calle Obispo, donde rápidamenteidentificólalibrería,recordóqueaquellaseñorafuealaquecomprólecheparasuhijo«¿oerahija?»yanorecordaba,elprimerdíaqueestuvoenLaHabana.

Segúnllegabaalestablecimientomirólahoraensurelojycomprobóquesehabíaretrasadosolodosminutos.Marcia todavíanohabía llegado.Tomóladecisióndequedarseunosinstantesaesperarallímismo,enlapuerta,despuésdecomprobarquecerrabanalasseisdelatarde.

Desdefueraevidencióquealalibreríalefaltabanlibros,oaesadotacióneditorialloquelesobrabaeratienda,porquelasensacióndedesabastecimientoeraevidente.Volvióamirara lacalleyvioa lagentepasar.Pordelantedeélcruzaronunseñorgordoconaspectonórdico,completamentecalvo,delamanode una joven que rozaría la mayoría de edad. Parecían una atípica pareja denovios.

Mientras esperaba, se le acercó un niño de trece o catorce años que lepreguntódedóndeera:

—Ytú,¿paraquéloquieressaber?—¿Y es que no me puedes decir de dónde tú eres? —respondió el

espabiladomuchachoconotrapregunta.—Soyespañol,deMadrid.¿SabesdóndeestáEspaña?

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—Sí, claro. En la escuela nos hablanmucho deEspaña—contestó, concaradesatisfacción.

—¿YquétecuentandeEspaña?—Que era el país que antes mandaba aquí hasta que conseguimos la

liberación.Alberto asumió la respuesta y tuvo curiosidad por profundizar un poco

más:—¿Ynadamás?—Sí,luegoheaprendidoqueesunpaísdedondevienenmuchosyumas.

¿Mepodríasregalartúalgo?—Notengonadapararegalarte.—¿Unbolígrafo?—No,solotengounoynotelopuedodar.—Nosé,otracosa—elchavalnosedabaporvencido.Habíaaprendido

cuáleralamejorarmaqueteníaqueutilizarconlosturistas:lainsistencia.—No,deverdadquenotengonadaparapodertedar.—¿Yquerríacomprarunospuros?Después de que se marchara el muchacho, Alberto se sentía un poco

culpabledelacortanterespuestaqueledio.Miró el reloj y comprobóque eran ya las cinco y veinticinco, yMarcia

todavía sin llegar. Cuando levantó la vista, tenía plantada delante de él a unachica negra que le miraba muy sonriente. No le hablaba y esa espera desegundoslepusonervioso.

—Perdónseñora,¿nosconocemos?—Todavíano,¿quieresquenosconozcamos,bacán?Entendió qué tipo de respuesta le daba, pero le parecía demasiado

descortésdarleundesplante,sinasegurarse.—Noentiendoquémedice.—Quesiquierescompañía.—No,gracias.

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—Puesnosabestúloquetevasaperder.Túeresunmaceta,¡gástateeldineroconmigo!

—Nodeverdad,noinsista.LamuchachasediomediavueltaypusocaminohacialaplazadeArmas.No podía continuarmás en la puerta y tomó la decisión de entrar en la

librería,yaquenecesitabamirarycomprarlibrossobrelaplayaGirón,ylodeircon la camarera le parecía una buena idea, pero su compañía no eraimprescindible.

Cuandofueaentrar,apareciópordetrásunaMarciajadeante:—Perdone,perdone,mecogiótardeycreíqueyanollegaba.—Tranquilízate, no te preocupes —al verla sin uniforme, casi no la

reconoció.—Sí,símepreocupoporquehabíamosquedadoaunahorayllegomucho

mástarde,deverdadperdone.—Enserio,dejayadelamentarteyvamosaloquehemosvenido,quenos

cierranenmediahora.—¿Quélibrossonlosquebusca?—preguntóMarcia.—Dehistoria.—Esos están al fondo —indicó, según señalaba con su mano—. Yo

mientrasvoyabuscarunodecosturaquemehaencargadomihermana.Los dos se separaron y cada uno fue a un lugar dentro de la espaciosa

librería. «En una superficie así, en España habría cuatro o cinco veces máslibros»,calculóelescritor.

EmpezóaverlaseccióndehistoriaycreyóquesehallabaotravezenlaplazadeArmas.EncontróprincipalmentelibrossobrelaRevolución,latomadelCuartel de Moncada, la acción de los aviones espía sobre la isla cuando losfamosos misiles, la vida del Che y de otros revolucionarios y, por supuesto,tambiénencontróloslibrosquebuscaba:LaplayaGirón:elfracasoamericano,Grandezasdenuestropueblo:Girón,MovimientosdelComandanteFidelenelataquealaplayaGirón,Kennedyysuataquemercenario,Girónyelespíritude

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laRevolución,yvariosmás,todoscontítulossimilares.Pudocontarhastatreintalibros sobre lo que siempre había conocido como la Bahía de Cochinos.Seleccionóseissinmuchocriterio,casialazar,yselosllevóalacaja.LosdejóallíyseacercódondeestabaMarcia.

—Nosécuálllevarme—dudabalachica,mientrasteníaunlibroencadamano—.Estelegustaría,peronotengodineroparaunlibrotancaro,lellevaréesteotro,queesmáspequeñoperoquesegurotambiénlevendrábien.

—Notepreocupes,simepermites,yotepongoladiferencia.—¡Ohno!,nopuedoaceptárselo.—Mira,sípuedesy,porcierto,loquedebeshaceryaesllamarmedetú,

tutearnosquedecimosenEspaña.—Es que no sé si me podré acostumbrar, a todos los clientes del hotel

siemprelosllamodeusted.—Meparecemuybien,pero¿creesqueahoranosestamoscomportando

comounhuéspedylapersonaqueleatiende?Lachicaseruborizóybajólamirada,paradespuésvolverlaaalzar.—No—musitó,casisinmirarle.—Puesentonces,detú,¿teparece?—Lointentaré—sonrió.—¡Asímegusta!Vamos,cogelosdosquetelosvoyacomprar.Salieronconlasdosbolsasysequedaronunpocodubitativossobrehacia

dóndedirigirsuspasos.—¿Tienesmuchaprisa?—Yoyanotengoserviciohastamañanaenlosdesayunos.—Porcierto,hoynotehevistoenlacomida.—Estaba en la cocina, nos vamos cambiando. Por eso he venido más

tarde,porqueallísesueleacabardespués.—¿Teapetecetomaralgo?—Simequieresconvidar...—Bueno,veoqueyametuteas.

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La chica le brindó una nueva pequeña sonrisa y la pareja empezó acaminarporlacalleObispo,direcciónalpuerto.

—¿Teimportaquevayamosporotracalle?Obispoyamelaconozco.—Me da igual, si quieres podemos ir porObrapía, que es paralela y al

finalllegaalmismositio.Caminabanpróximos,perosinagarrarse.—¿Yquétipodecosturahacetuhermana?—Trajes típicos que luego vende en el mercadillo del Malecón, ¿tú lo

conoces?—No,todavíanoheido.—Estámuybien,loponencercadelhotelCohíba.—Esodelmercadilloserárentable,ahímeimaginoquetodoslosingresos

sonlimpios.—¿Quéquieresdecirconeso?—Queloqueganáisesparavosotras.—Sí, es verdad, pero al gobierno hay que pagarle y hay veces que

perdemosdinero.—¿Peronocobransolosihaybeneficios?—¡Quéva!Elgobiernocobrasiempre,yelcubanopagatambiénsiempre.SeguíanandandoporlacalleObrapíadondesemezclabantranseúntesde

muy diversa naturaleza.Había algún turista,muy pocos, pero por contra sí seveíanmuchoschiquillosprácticamentedesnudos jugandopor lacallealguá,ocontablasconruedashechasporellosmismos.Otrosmirabanalagentepasar.Por la pequeña calzada se cruzaban algunas bicitaxis tiradas por sufridoshombres.Lascasasestabandesconchadasylaropatendidaenlosbalcones,losumbralesdelaspuertasacusabaneloríndelosperros,yporalgúnportalsalíaunolormuydesagradable.Albertocomprobóqueentodaslascasasvivíagente.

Unadolescentehablabaconunaparejadeseñoresmayoresque,porsutez,parecían del norte de Europa: In Cuba —decía el chico en un inglés muydeficiente—therearenotproblems:Therearethreemillionsofpeople:Halfare

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people,halfarepolice.Lafrase,queescucharonlosdos,hizoquesemiraranysonrieran:

—Marcia,¿sabesmuchoinglés?Lachicaseencogiódehombrosylecontesto:—Bueno,tengoquesaber.Aquí,todoslosquetrabajamosconlosturistas

tenemosquesaberinglés.Pasaron por un edificio muy grande en cuyo portal un negro había

instalado una silla de peluquero y ofrecía sus servicios con la mejor de sussonrisas.Detrás se podía distinguir un enorme ascensor quedebiódedejar defuncionarhacíamuchasdécadas.Yasehabíadadocuentaalgúndíaanteriorquelos ascensores de LaHabanaVieja debían llevar años parados. Al llegar a laesquina con Aguiar se encontró con un enorme inmueble con la fachadaadornadaporcolumnasjónicas,encuyofrisotodavíapodíaleerse,aunqueyasehubieracaídoalgunaletra:TheRoyalBankofCanada.Aquellosmurosqueensudíadebieroncontenermuchariqueza,hoynoeranmásquecaricaturasdeunpasadoyamuylejano.

—Esteedificio,¿quéseráhoy?—Nosé,vivirágente.—¿Noseutilizacomobanco?—¡Queva!En laHabananohay tantodinerocomoparaquehaya tanto

banco.Siguieronandandoyleyóunaspalabrasgrabadasenlaacera:BolsadeLa

Habana.—¿Yesto?—preguntóseñalandolaimponentefachadadeledificio.—Hoyseutilizacomocomedordeancianos.—¿A ti no te parece Marcia, que tu ciudad vivió hace muchos años

mejoresépocasquelasactuales?—Nolosé,yodepolíticanoentiendo.—Estonoespolítica,estoesvercómoestánlosedificios.Desdequehe

venidoaLaHabanahevistoarregladasunapequeñapartedelasconstrucciones,

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lasdemásestánparacaerse.—Aquíelclimaesmuymalo.—Eso es verdad, mucha lluvia y mucho sol, pero nada de cuidados.

¿Dóndesegastaelgobiernoeldinerodelturismo?—No lo sé, ya te digo que de política no entiendo —se reafirmó la

muchacha,quenolegustabaeltemadeconversación.Albertoprefiriócallarse.Siguieron andando y llegaron a la avenida del Puerto, donde tenían una

buenavistadetodalabahíaconelCristodeCasablancadominandolamontañaque tenían enfrente. Torcieron a la izquierda y pronto pudieron contemplar laFortalezadeSanCarlosdelaCabañayunpocomásalaizquierdaelCastillodelMorro.

—¿Hasvistolaceremoniadelcañonazo?—No, no la he visto, he leído que a las nueve tiran un cañonazo como

hacíanantes.—Sí,esalasnueve.Estábien,undíaquepuedas,acércateaverlo.La tarde iba cayendo y el sol empezaba a ponerse por el fondo del

Malecón al que ya habían llegado. Se sentaron en unmuro de piedra que selevantaba junto al Castillo de San Salvador de la Punta y permanecieron untiempodedifícilcuantificación.Ellugarteníaunpuntodemágicoycautivador.Latranquilidaddelatardesereflejabaenunascallescasisintráficonidecochesni de personas.A su espalda, el leveviento levantabaunas pequeñas olas querompíanplácidas,juntoalasrocasdelrompeolas.Asuizquierda,labocanadelpuertoofrecía elmismoaspecto solitariode todos losdías.Por aquel canal nisalía ni entraba ninguna clase de embarcación.Alberto se daba cuenta de queunodelosdenominadorescomunesdelaciudadera,engeneral,laausenciadeactividad.SepodíadecirqueenLaHabanapasabanpocascosas.

Marcia no le daba mucha conversación ni se le había entregado tanrápidamentecomohabíanhecholasotraschicas,peroaúnasí,oquizáporello,Alberto sentía una especial atracción hacia la muchacha tímida con la que

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llevabayaunratopaseando.—Cuando hay temporal en estemuro se concentran losmuchachos que

vienenaquelessalpiquenlasolas.—¿Sí?—Sí,sialgúndíaqueestésaquí,vesqueelmarseponebravo,nodejesde

venir a este sitio y verás lo divertido que es observar a los vacilones cómoesperan la pegada de la ola, mientras la policía intenta que se vayan de allíhaciendosonarlosaltoparlantesdeloscarros.

Permanecieronunratoensilencio,allí losdos,cadaunoconsubolsadelibros.Lachicavestíamuydiscreta,conunpantalónnegromuyamplioyunacamisaverdedescoloridadespuésde llevarmuchas lavadas con jabóndemuymalacalidad.

Enesemomento,laslucesdeLaHabanaseapagaron.—¡Anda,sehaidolaluz!—¡Comotodoslosdías!—Sí,esomehabíandichoya.¿Ysabesporquées?—Dicenqueporquetenemosproblemasdeenergía.Nopudoreprimirseymiróalachica,talvezconunosojosdiferentesalos

quehabíapuesto enotrasocasionesdesde su llegada.El entornonopodía sermáshermoso.LasúnicaslucesqueallíseveíaneranlasdelospocosvehículosquecirculabanporlaavenidayladelfarodelCastillodelMorro,quehacíaunosminutos acababa de empezar a enviar sus guiños al infinito.Nadamás. Sintiódeseosdebesarla.No sabía si intentarlo, no sabía si lo intentaba, quépasaría.Dudó.Selopensó.Selovolvióapensar.Seacercóasucara.Lamiró.Marciatambiénlomiraba.Porfinsedecidióyrecibiólacálidarespuestaqueesperaba.LabocadeMarciaeramuchomássensualquelasdelasotraschicasquehabíaconocido. Besaba mucho más despacio, con mayor ternura, demostrando uncariño infinitamente mayor que el que le habían mostrado tanto Luré comoBeylin.Entendíaquelaprofesionalidadqueteníanlasdosúltimasnolateníalamuchachaqueahorateníarodeadaporsusbrazos.Leparecíamenuda,comoun

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pequeño juguete que se abría para él. Lasmujeres que había conocido en LaHabanaerandeotrasdimensiones,peroMarcia...

Cerrólosojosyseconcentróenelbeso.Mientras, a nomuchosmetros y desde un Lada, una pareja de jóvenes

contemplabalaescena.

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38Cuandocaminabandevueltaalhotel,estavezyacogidosdelamano,Marciasesinceró directamente con el escritor y le habló de los apuros económicos quepasabasufamilia,ynoseavergonzóenpediraAlbertodineroacambiodesucompañía.

—Mifamiliayyonecesitamosdinerotodoslosmeses,yconelsalariodelhotelyloquesacamihermanaconlosbordados,nopodemosvivirloscuatro.

—No te preocupes, que tendré contigo un detalle, pero no me gustaríahablardeestoahora.¿Quierescenar?

—Nosé,bueno—contestó,encogiéndosedehombros.—¿Sabesdealgúnsitioqueestébien?—Haycercadeaquí,enelpaseodelPrado,unrestaurantequeestranquilo

yquesiemprequehepasadomehagustado,aunquenuncaheentrado.—Puesvamosaese.Continuaronandandoporelbulevardelpaseohasta llegaral restaurante

quedecíaMarcia,peronopudieronentrarporquetodavíanohabíavueltolaluzalaciudad.

—Conestosapagoneslosalimentosterminaránporestropearse—aseguróAlberto.

—Casitodaslascasastienenrefrigeradores.—Sí,peroesosaguantanlacomidauntiempolimitadoy,porlovisto,el

apagónpuededurarhoras.—Sí,hayvecesquetodalanoche.—Entoncessolamentetenemoslaposibilidaddecenarenalgúnhotel.—Medavergüenzairaunhotelacenar.—¿Porqué?—Porqueyovivodeeso,deservirmesasenunrestaurante,yonoestoy

hechaparaquemesirvan.

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—Pero no pasa nada. Podemos ir a uno que está junto alCapitolio queseguro te gustará. No he entrado, pero tienemuy buena pinta. Lo he visto alpasar.

Continuaroncaminandodelamanoy,despuésdeatravesartodoelpaseodel Prado por su bulevar central, ocultos del cielo por la frondosidad de susárboles, llegaron al restaurante que, como pertenecía al hotel, se hallabamuyiluminado. Entre la fuerte luz y la escasez de comensales, parecía que aquellugar tenía una amplitud mucho mayor que la que marcarían sus metroscuadrados.Quizáporello,ytambiénporlaausenciadecualquiertipodemúsica,elambientequeserespirabaeradefrialdadyhastaunpocodetristeza.

Lespusieronenunamesaparadospersonas:—¿Y por qué no os quejáis de cómo vivís los cubanos? —inquirió el

escritor,mientrasesperabanaquelessirvieranelprimerplato.—No lo sé.Nosotros aquí nopodemosdecir nada.Todo está prohibido.

Seguramentesipreguntamossipuedeuncubanosentarseconunturista,tambiénloesté,perohaceneltontoconlaschicas.Conlasjineteras.

Alberto sabía perfectamente el significado de dicha palabra, y le dolióoírlodelospequeñoslabiosdelachica.

—Nodigaseso,porfavor.—Esverdad,estoesprostitución—afirmóMarcia, conuna frialdadque

incomodóalescritor.—Noesasí,túyyonoscaemosbien.—Sí, pero yo estoy aquí contigo y dentro de un rato estaré en tu cama,

porquemedasundinero.Aloírdeesa forma tanexplícitacómo ibaacontinuar lacena,y loque

pasaría después en su habitación, el hombre notó que empezaba a ponerseespecialmente nervioso.No se imaginaba aMarcia desnuda nimenos todavíacómosecomportaríaenlacama.

—Sinotegustamicompañía—propusoAlberto—hacemosunacosa:tedoyeldineroy,siquieres,puedesmarcharte.

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Lachicasequedócalladayvolvióabajarlamirada.Enesemomentonopudo reprimir el llanto y por sus ojos empezaron a brotar unas pequeñaslágrimas que hicieron que Alberto se apresurara a sacar un pañuelo paralimpiárselas.Nosedijeronnada.

—¿Tienesnovio?Marciaseencogiódehombrosynegóconlacabeza.—Lotuve,peromedejó.Enesemomentotrajeronelplatodecarneripiadaquehabíanpedidolos

dosdeprimeroy,cuandosemarchóelcamarero,AlbertoledijoaMarcia:—No te has fijado, este no sabe de restauración, me ha servido a mí

primero,cuandohayqueempezarsiempreporlamujer.—No te engañesAlberto, sí que sabe. Ha servido primero a la persona

másimportante,yluegoalacubana.Elescritorlamentabalabajaautoestimadelamuchacha.Empezaron a comer y, al igual que había hechoLuré la noche anterior,

Marciademostró tenermuybuenapetitoycomíaconbastanteansia.Mientrasibanpinchando los trozosdecarneestofada, semantenían losdosenabsolutosilencio.«¡Quédiferencia!—pensaba—habíaentrelasdoscenas.Enladeayerla mujer no paró de reírse ni un instante, en cambio en la de esta noche, lapersonaquecompartemimesaydentrodeunratomicama,permanecellorosa,seriayensilencio».

Sin embargo, dudaba sobre cuál de las dos le atraíamás. Si la enorme,sonrienteyalegreLuré,olapequeña,tristeydesconsoladaMarcia.

Parecíaquelacomidahabíatranquilizadoalajovenyyahabíadejadodellorar.

—Ytú,¿viajasmuchoporCuba?—No, todanuestra familiavive enLaHabanayhe salidomuypocode

aquí.Además,yasabesqueparamoverseporlaislanecesitamosunpermiso.—¿Peronopodéismoverosadondequeráis?—No, hay que pedirlo, justificar la razón y esperar a que te autoricen,

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sobretodosiesparaentrarosalirdelacapital.La cena discurrió con preguntas por parte del escritor y respuestas por

parte de la camarera. Alberto se involucraba mucho más de lo que podíaimaginarenlaformadevidadeloscubanosyllegabaavariasconclusiones,ytodasleconducíanaconstatarqueunacosaeraloquefigurabaenlasguíasdeturismoyotra,muydistinta,larealidadqueestabanviviendo.

Cuandoterminarondecenarsalieronalacalleseparándose.Élentraríaalhotelporlapuertaprincipalyellaporladeservicio,reuniéndosearribadespués.

Nohabríanpasadomásdecincominutosdesdequeentróenlahabitacióncuandosonólapuertaconuntímidogolpedenudillos.Laabriósinpreguntarypermitióelpasodelachica.

—Recuerdaquemetengoquemarcharmañanamuytemprano,quesirvolosdesayunos.

Sindejarlehablarmás,Alberto laagarróyempezóabesarla.Conelpiecerrólapuertayllevóalamuchachajuntoalacama,sindejarniuninstantedetenerlabienrodeadaporlosfuertesbrazosenlosquelamujerparecíaencontrarcobijo.Lachicacerrólosojosmientrasjuntabasuslabiosconlosdelhombre.

Sesepararonduranteunosinstantesyelescritorpreguntó:—¿Querríasiralbañoantes?—Déjamecincominutos.MientrasMarciaseencontrabaenladucha,Albertopensónuevamenteen

lavidaque llevabaen laciudad,aunqueenningúnmomentose lepasópor lacabeza la idea de no continuar así. Era como una fuerza de gravedadincontrolada que ejercía sobre él una atracción con estas mujeres, estasdeliciosas criaturas, pensaba, que miran como ninguna, que hablan comoninguna,quebesancomoninguna.

LanocheconMarcia fuemuyespecialparael escritor.Cadavezque latuvogozóconellacomosifueralaprimeravezqueestabaconunamujer.

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Alascincode lamañana,ydespuésdehaberagotado lasexistenciasdecomidadelminibar,amboscayeronrendidos.

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39Enelmomentoenquesonóelteléfono,aAlbertoleparecíaqueatronabatodoelOcéano Atlántico en su cabeza. Comprobó sobresaltado queMarcia se habíamarchado.Miróelrelojyvioqueeranlasnuevedelamañana.Corrióacogerloycuandodescolgóreconociólavozalinstante:

—¿Tehedespertado,escritor?—No,quéva,yamehabíalevantadoeibaabajaradesayunar—contestó

trémuloAlberto,intentandoquesuvoznorevelaralaspocashorasquesucuerpollevabadormidas.

—¡Yalotengosolucionado!,elpróximomiércolesestaréallí.Seráncincodías.

—¡Fantástico!,¿ycuandodicesquellegas?—Elmiércolestreintaalascuatrodelatardehoratuya.—Muybien,iréabuscartealaeropuerto—aseguró.—Bueno,¿yquétalvatunovela?—Estoymuycontento,yalatengoencarrilada.Porfinhablarédelodela

BahíadeCochinos.Hecompradovarioslibrosyvoyaaprovecharparaleerloshastaquetúvengas,yluegointentaréencontrargentequehayapodidoestarallíymecuentesusexperiencias.

—Mealegro,seguroqueseráunéxito—leanimóSofía.—Esosdíasvanavenirtemuybien.Vasadescansarmucho.Vamosaira

laplaya.—Mepareceunagranidea,meapetecemuchísimobañarmeenelCaribe.Despuésdecolgardudóenseguirenlacamaobajaradesayunar.Sopesó

despuésdarseunbaño.Lasganasdevolver a ver aMarcia lo empujaron a lapuerta. Al salir se encontró con Omara, que le saludó con su habitualcordialidad:

—Buenosdíasseñor,¿levoyhaciendolahabitación?

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—No,déjala,porqueencuantosubadelrestaurantevoyairunratoalapiscina,¿yaestáabierta,no?

—Síseñor,desdelasnuevedelamañana.Enel restaurantevivieron tantoAlbertocomoMarciaunasituaciónmuy

singular. Alguna vez le había servido el desayuno la mujer con la que habíapasado la noche, pero nunca había sido estando vestida con uniforme decamarerayenelsalóndeunhotel.Sepreguntósiparaellalasituacióntambiénseríanueva.Supuso,categóricoyconciertatristeza,queno.

—¿Lalechecalienteofría,señor?—BuenosdíasMarcia, fría como siempre—la chica teníaun semblante

especialmenteserio.Segúnleservía,aprovechóparameterlediscretamenteunosbilletesenel

pequeñobolsillodesuchaqueta.—Perdona,peroayeralfinalnotedinada.Ella le miró y cambió la faz de su cara por una sonrisa discreta pero

franca.—Temarchastesindespedirtedemí.La chica lo miró y le regaló otra sonrisa. Cuando terminó de servirle,

tanteó alrededor y, después de comprobar que nadie losmiraba, se acercó unpocoy,envozmuybaja,lesusurró:

—Yaveráscómonoserepite.De forma casi imperceptible, la mujer notó cómo los dedos del turista

rozabanintencionadamentesumano.LoqueMarcianuncasabríaeraqueAlberto lehabíapagadoeldoblede

dineroquealasotrasdoschicas.

40—Avuielshirecomanounescostelletesdecabrit,moltbonesquem´hanportat

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especialmentperaclientscomvostes.—PorfavorSala,habletodoencastellanoquemiinvitadonoentiendeel

catalán.—Perdón,lesdecíaquetenemoshoyunascostillasdecabritoquemehan

traídoespecialmente.Maciámiróasuinvitadoylepreguntóconlamirada:—No gracias, por favor, tráigame la carta que yo le diré lo que voy a

tomar—aseveróelhombrequeleacompañabaenlamesa.Sala no medió más palabra y salió del comedor reservado en el que

estabanlosdoshombres.—¿Asíqueestelugarescompletamenteseguro?—Sí,aquívienendestacadosmiembrosdelaGeneralitatymuchasveces

acoge también a los políticos de Madrid. Me consta que todos los díascompruebanquenohayaningúntipodemicrófonosocámaras.

—Porsubien,esperoqueseaasí.—Seguro—reiteróMaciá.—Bien,presidente,porcierto,¿legustaquelellameasí?—Esquesoyelpresidentedeltercergrupoeditorialdelpaís.—¡Ya lo creo!, ¡ya sé que usted es un peje muy gordo! Nosotros

normalmente hablamos con las primeras empresas, pero en este caso hemoshechounaexcepción.Siquiere,comoledecía,lellamarépresidente.

—Dígame.—De momento, a su juicio, ¿va todo bien? ¿lo del portátil está

solucionado?—Sí,nosepreocupe.Nosotros,hoyporhoy,nopodemoshacernadamás.—Siempresepuedehacermás—aseguróelcubano.—Noséquémáspuedohacer.—¿Cuántagentesabeesto?—Soloyo—afirmóMaciá,categórico.—¿Nadiemás?

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—No,seguro.Nisiquieraeleditor jefe,queesunapersonaconungranascendientesobreelescritoryunodemiscolaboradoresmásfieles.

—Imaginoqueestetemanolohabráqueridollevarasuconsejo...—No,nolohellevado—reconoció.—¿Sabe una cosa, presidente?, siempre nos pasa igual. Nosotros

ofrecemosdosalternativasyustedessiempreeligenlamisma.Lediaelegiroelcontratodedistribucióndesuslibrosennuestropaís,oarreglarlosolamenteconusted.Yyasabemoscuálhaescogido.

—Supongoqueeslamássegura.—Ylamáslucrativa.—Esotambién,peroentiendoquecuantasmenospersonaslosepan,será

másdifícilquelacadenatengafisuras.—Que bien habla usted, señor presidente. Habla usted muy bien —

concedióirónicoelinvitado.Sehizounsilencioentrelosdoscomensales.Maciáteníaquesoportarla

sornade su interlocutor, algoa loqueevidentementenoestaba acostumbrado.Peronolequedabamásremedio.

Salairrumpióporlapuertaylespreguntósiyahabíanelegido:—Yo tomaréunaensaladade tomatesyde segundoun filetede ternera.

No sé si viene así en la carta, perome imagino que podrán preparármelo—supuso,sinhaberlaabierto.

—Porsupuesto,¿Conquéguarnición?—Conninguna.Entodossusañosderestaurador,Salanorecordabahaberseencontradoa

una persona tan sumamente agria y desagradable como el cubano que hoyacompañabaaunodesusmejoresclientes.

—¿YustedseñorMaciá?—Yo tomaré—detalló mirando la carta— unas alcachofas salteadas de

primeroydesegundoesascostillasquenosharecomendado.—Perfecto—concluyóSala,serioylacónico.

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—Yparabeber,¿quétomaránlosseñores?—Aguaparamí.Porfavor,labotellanomelaabra,queyaloharéyo.—Paramílomismo.—Muybien,muchasgracias—elmaîtreseextrañodelacomposiciónde

lacomanda.Cuandofuearetirarse,elinvitadoleapuntóaSala:—Cuandosalga,cierrelapuertay,sinotieneinconveniente,cadavezque

vayaaentrar,llameantes.SalamiróaMaciá,quehizounpequeñomovimientodehombros.—Porsupuesto,señor—contestóelmaîtredeLesTresClaus.Evidentemente,Sala entendíaque aquella erauna reuniónmuyespecial,

con una persona enormemente singular, ya que parecíamuy importante y, sinembargo, no había acudido con ningún servicio de seguridad personal. En surestaurantehabíaatendidoanumerosaspersonalidadesyconocíalosprotocolosdeprotecciónquellevaban.Peroelcubanoquecomíahoyconsuclientesesalíadetodanormaanteriormenteconocida.

—¿Tienelaconfirmacióndelatransferencia?—Sí, ya me llamaron de mi despacho de Luxemburgo y me lo

confirmaron.—Sabe que eso era el segundo veinte por ciento, pagadero cuando su

escritorllegaraaLaHabana.—Unaparteimportantedemitrabajoyaestáhecha.—¿Meestáinsultando,señorpresidente?—Enabsoluto—contestó,sorprendidoporlaafirmacióndesuinterlocutor

—loquequierodecirleesqueunodelosobjetivoseraqueAlbertoRodríguez-Conde llegaraaLaHabana,yallí se lohepuesto.Loconvencíenestamismasalaconunpuñadodedatosquemeinventé.

—Esonoesnada.Nosotrosnotenemosobjetivosparciales.Nosotrosnosmarcamos metas a larga distancia, y todos los planes intermedios carecen devalor sobre lagran idea fundamental.Enestecaso, amíme importaunbledo

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que ese sanaco esté en La Habana. Yo lo que quiero es ver el libro en laslibrerías,conlapublicidadquehemoshabladoyconelvolumendeventasquemehaprometido.Esoesloquequieropresidente,porlodemás,nocreonienlamadredelostomates¿entiendes?—conesapregunta,elcubanohabíaempezadoatutearleintencionadamente—,comosiellibroloescribetusecretariaotutía.¿Entiendesya,presidente?

—Eseeselprimerpaso.—¡Queno!,¡quenoteenteras¡,queestamoscomoelaceiteyelvinagre,

quenohaypasosintermedios—eltonodelavozibasubiendo—queestotieneque salir bien de una vez, que nos va a costarmucho dinero comprarte comoparaquenosquedemosalamitad,¿loentiendes?

Llamaronalapuertayuncamareroentróconlosdosprimeros:—¿Lostomates?—Sonparamí—repusoelcubano—ydilea tujefequelapróximavez

traigaéllosplatos.El camarero se quedó sin respuesta. Solo acertó a pronunciar una

afirmación,casibalbuciente.Cuandosemarchó,elinvitadosiguióhablando:—Espero que te quede claro,Maciá.Todavía no hemos hecho nada.Tú

has hechoya algo, y por eso tienes el dinero, dinero que estás ocultando a tuconsejodeadministración,atusaccionistasyatupaís.¡Quenoseteolvide!Esoenmipaís,seríapenademuerte.

Maciánocontestóyempezóacomerlasalcachofas.Despuésdeunbrevesilenció,elpresidentedelgrupoeditorialhabló:

—¿Puedo preguntarle algo? —el presidente seguía llamando a suinterlocutordeusted.

—Preguntaloquequieras—concedió,sonriente.—¿Hanhechomuchasvecesestascosas?—Señormío,¿enquémundovives?Mira,prefieroquenoscentremosen

comer loquenoshan traídoantesquehablarsobresiesto lohacemosmuchas

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vecesopocas.Nosotroscreemosenlaspersonas,yademássabemosquenonosvan a fallar, ¿verdad? Además yo creo en el mercadeo, en eso ustedes loscapitalistas sonverdaderosmechaos.Todavía tenemosmuchoque aprenderdeesodevenderhumo.Lohacenmuybien.

Maciáseguíasincontestar.—Esosítelopuedogarantizar,nuncanoshafalladonadie.Cuandohemos

apostadoporalguien,siemprenosharespondido.Seráquehemostenidosuerte.Yalavezquepronuncióestaúltimafrase,pinchóuntrozodetomateyse

lometióenlabocasoltandounarisasocarrona.

41En lapiscinadelhotelPresidencial habíamuypocos turistas.Enprimer lugarporquenoeradelasépocasdelañodemayorafluencia,ydespuésporlahora.Por la mañana la gente iba a visitar los museos, a tomarse mojitos en LaBodeguitadelMedioyaquelesvendieranpurosporlacalle.PorelloAlbertoseencontraba prácticamente solo, únicamente le acompañaban al otro lado de lapiscinaunaparejaqueparecíade reciéncasadosy, cercade la zonademenorprofundidad,ungrupodetresamigas.

Sehallabamuycansadoyentre lopocoquehabíadormido,eldesayunoque lehabíaservidoMarciayelsolque leatontabaunpocomásaún,decidióecharseunasiestamatinal,algoquenuncahacía.Cubriólatumbonaconlatoalladelhotelysetapólacabezaconlasuya.

Estaríaasícasitreshorasy,cuandosedespertó,sesobresaltóalverlahoraque era.La una, comprobó,Había pasado toda lamañana sin hacer nada útil,otramás sin afanarse al deber que le había traído a la ciudad, para lo que lepagabanyparaloquehabíadejadoasumujerenMadrid.Sola.Trabajando.

Pensóenella,yenquépasaríasisetopabaconalgunadelaschicasconlas que había estado. «Sería horrible—especuló—, ¿y si voy por la calle,me

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cruzoconBeylin,oconLuré,ymedicenalgo?,¿quélecuentoaSofía?Nocreoque pasara, pero ¿y si me levanto a lavarme las manos antes de comer yaprovechaMarcia,yledice:mireusted,elotrodíameacostéconsumaridoymepagótanto».Sabíaquecuandosecometíaunainfidelidadhabíaunaseriedereglasque teníaqueguardarsiempre,ycumplirlasescrupulosamente.Quizá laprimera seríano frecuentar losmismos lugarespordonde fueras con tuparejahabitual. Otra era cambiar incluso de estatus social, y subir o bajar algúnescalón, paraminimizar las posibilidades de encuentro o con la pareja, o conconocidoscomunes.

PretenderteneraSofíaenLaHabanapodíaconsiderarlocomounpeligropara su matrimonio, pero tampoco podía prohibirle que acudiera a verlo. Alcontrario, tendría que estar agradecido que hiciera un viaje tan largo y queapartara sus obligaciones tan importantes para estar con él. «No, no puedodecirle que no venga —extraía en conclusión—, tengo que mostrar un granentusiasmo, pero también tengo que sacarla de la ciudad el mayor númeroposiblededías.

Tuvo una idea y se levantó presto a subir a su habitación, arreglarse eintentarsolucionarloenelburódeturismoquehabíaenlarecepción.

En poco más de quince minutos se hallaba hablando con la señoritauniformadaqueledabatodaslasfacilidadesqueélbuscaba:

—¡Ningún problema! Si quiere estar usted unos días en Varadero lasemanapróximalearreglamoselhospedajey,cuandoregrese,seguiráteniendolahabitaciónconnosotros.¿Dequécategoríavaaquererelhotelallí?

¡Fantástico!, pensó. En diez minutos había solucionado todos susproblemas. «¿No quería bañarse en el Caribe?, pues tendrá mar Caribe —aseguró—.Me ha dicho que vendría el miércoles por la tarde. El jueves nosvamosaVaradero.Vieneavermeyabañarse,pues... ¡lo tendrá!, ¡lounoy lootro!»

Miró lahorayvioqueyahabíagentequeentrabaenel restauranteparacomer. No tenía muchas ganas, porque sentía como si estuviera comiendo a

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todas horas.Pero frente a esa inapetencia estaba el deseode volver a ver a latímida e inocenteMarcia, la más sensual y diferente de las tres mujeres quehabíaconocido.Enellahabíaunasutilcandidezquenoconocióenlasotrasdosexplosivasmujeres,teóricamentemuchomásacostumbradasamanejarseenesassituaciones.Marcialehabíaparecidodiferenteentodo.

Por fin, venció la inercia y entró en el restaurante. Se sentó a sumesahabitualyesperóveralachica,alamujerconlaquehabíacompartidocamanohacíamuchashoras.

Para su desgracia, no la terminaba de ver, pormás que indagaba con lavista a todo el panorama de camareros que atendían la sala. «Estará en lacocina»,especuló.

Subióalahabitaciónydecidióquedarsetodalatardealeerloslibrosquehabíacompradoyquetodavíanohabíasacadodelabolsa.

Abril de 1961. Bien, esa era la fecha. Ahora había que buscar un hiloargumental que mantuviera el interés en esa historia, y a todos los lectores,pensó,yaquenovoyaescribirniunlibrodehistorianiunlibrodetexto.Loqueibaaplasmarsobreelpapeleraunanovela,ambientadaenunhechohistórico,perounanovelaalfinyalcabo,porloquetampocohacíafaltaquepusieratodolujodedatosalreferirseaaquelloshechosverdaderos.

Así, leyendopárrafosde los libros,haciendoesquemasypintandolíneasqueuníannombres,fechasylugaresselehizodenocheycomprobóquehabíallegadolahoradecenar.Nosabíasipedirquelesubieranlacena,obajaraveraMarcia.Lepasólomismoqueenlacomidayalfinalvenciólainicialdejadezysearreglóparabajaralrestaurante.

Peroaligualqueenlacomida,tambiéncenósolo.Leatendióuncamareroque nada tenía que ver con la sensual cara de la chica y el candor de supresencia.Subióalahabitaciónyestavezseacercóalamesanadamásqueparaapuntarensudiarioloquehabíahechoeneldíaqueestabaapuntodeacabar.Losacódelacajafuerte,locompletóylovolvióaguardarallí.

Leparecíamentirameterse en la cama así, en soledad.Habían sido tres

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nochescontresmujeresinolvidables,cadaunaensuestilo,yahoraseveíasolo,completamentesolo,enaquellacamatangrande.TeníalosteléfonosdeBeylinydeLuré,perolosdejódondeestabanyapagólaluz.

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42Elsábadoveintiséisdeabrilamanecíaigualquetodoslosdías.Confuertecalor,unaacusadahumedadypotentebrillodelsol.

ElcapitánMonagaacababadebajardelpisodoce.Noerahabitualquelellamaran desde esa planta y, siempre que subía, su semblante era depreocupación y su inquietud se hacía patente. Se consideraba un hombremuycuidadosoconsu trabajo,peronunca sabía sipodríacometeralgúnerror.Ysiesopasaba,selodiríanenelpisodoce.

Peroestavezeraparadecirlealgomuyatípico.PorsupuestodeunPPE,colectivo que gestionaba él desde hacía diez años y por cuyo trabajo inclusohabía recibido alguna condecoración. Era por ese escritor español. Ese talAlbertoRodríguez-Conde.

Se sentó a lamesa de su despacho y recapacitó sobre lo que le habíancontado.Leordenabanquealespañolledejarantrabajar,queescribieratodoloquequisierayquesalieraconquienleparecieraoportunoycuandolodeseara,peroquelevigilaranmuyestrechamentesiempresinqueéllosospechara,yquequeríanunreportediariodesusactividadesenlaislaydelaspersonasconlasquetuvieratrato.

EsoparaMonaganoeraunanovedad.Porunasrazonesquesolosepodíanachacarasumarcada intuición,yahabíamontadounoperativoespecial.Sabíacon qué chicas se había acostado, qué libros había comprado, a dónde habíallamado y quiénes y desde dónde le habían llamado a él, pero lo que no seimaginabaeraquelehablarandeeseescritordesdeelpisodoce.Entodocaso,lacorrientedeinformacióntendríaquehabercirculadodeabajoarribaynuncaalrevés.

Lo que le dejó más pensativo fue aquello de que esa persona veníaespecialmentecontroladadesdeelmayorórganodelPartido,yquese lehabíaconsiderado absolutamente prioritaria.Era, y condiferencia, el extranjeromás

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importantequeenesemomentoseencontrabaenCuba.Supresenciaenlaislaera del máximo interés porque había venido a realizar un trabajo que másadelante leespecificarían,peroqueahoranoera imprescindiblequeconociera.Elentramadodelespionajecubanomanteníaunasmáximassimilaresacualquierotraorganización.Elvetodeinformaciónentredepartamentos,laconcesióndeconocimiento hasta un determinado punto y las dependencias jerárquicaslimitadas al jefe inmediato también estaban implantadas por los servicios deinteligenciadelaisla.LoshombresquetrabajabanparaGálveznoseconocíanentresíynotodoslosmiembrosdeunoperativomontadoporMonagalosteníaque conocer su teniente. Igualmente le pasaba al propio capitán Monaga, elhombre experto en el seguimiento de las visitas que necesitaban una atenciónminuciosa. Había veces que al país arribaban personalidades que estaban porencimadesuscompetencias,yesteparecíaqueeraunodeesoscasos,pero loquenopodíaimaginarseeraquelapersonaencuestiónfueraunescritordeunatalla literaria tanmediocrecomoRodríguez-Conde.Lopodríaentendercuandohabía llegado alguna estrella de cine, o algún intelectual de renombreinternacional, pero en ningún caso podía imaginarse que ese mal escritor denovelas comerciales fuera a ser un protegido del Comité Central del PartidoComunistaCubano.

Vio los informes, las fotos, las cintas de las cámaras de video que lehabían pasado. «Tengo todo —aseguraba—, y lo mejor es que ya estáorganizado.Elreportediarionovaasuponermemontarnadaespecial.Loúnicoqueestáunpocomásenelaireeseltemadelhotel,peroahíestáGilberto,queparece lo está haciendomuy bien yme tiene losmovimientos interioresmuybiencentrados.UnchicoconfuturoeseGilberto—auguróparasí—.Pero¿porquéquerránenelpisodocequenosvisiteeseescritor?»

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43Alberto se despertómás temprano que otros días. Era sábado y no sabía quéambientetendríalaciudadesedíadelasemanaporlamañana.Latardeanteriorhabía empezado a sacar unas notas sobre los libros que había comprado, y sesentía un pocomenos culpable de todo el tiempo que había perdido. Por otrolado,teníaencarriladalallegadadesumujer,conesasalidaaVaradero.Decidióbajaradesayunarparaluegodarunavueltaporlacalle.

CuandosalióporlapuertasecruzóconOmara:—¡BuenosdíasOmara!—Buenosdíasseñor.—Alberto,mellamoAlberto.—Puesbuenosdías,Alberto—correspondiólajoven.—¿Quétaldíatenemoshoy?—Enestaépocadelañosiempresonbuenos.Lapeorestaciónnuestraes

desdejunioanoviembre,quenosvisitanloshuracanes,perofueradeesasfechassiempretenemossol.

—Ymientraslosdemásnosmarchamos,vosotrosatrabajar,¿no?—¡Asísonlascosas!¿Lehagoyalahabitación?—Cuandoquieras,voyapasartodalamañanafuera.—¡Quelopasebien,señorAlberto!Habíasidolaconversaciónmáslargaquehabíamantenidoconesachica,

quelerecordabaaMarcia,porlotímidaeintrovertidaqueparecía.Respectoalodemás, el cuerpo y la cara, intuía que era una criatura hermosa, peroAlbertopensóque la ropano le favorecía.No, lo que llevabapuestoOmarano era elvestido rojo de Luré. Se preguntó cómo le sentaría un vestido así a esaintrovertidacamarera.

EnelrestauranteAlbertosepasótodoeltiempomirandoalapuertadelacocina.Marciatampocoservíalosdesayunos.Volvióaespecularpreguntarpor

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ella,peroleseguíapareciendoimprocedente.«Bueno,igualtendráeldíalibre»,supuso.Apurósudesayuno,ysalióalacalle.

—Taxisir?—No,gracias.—¡Español!—Sí,perovoyconunpocodeprisa.—¡Chaoespañolconprisa!—ledeseóelcubanoqueofrecíasusservicios.Habíasidocapazdeganarelprimerasaltoal intensocombateque ibaa

disputarcontodoslosqueseleacercaran.Encaminó sus pasos hacia el imponente edificio del Capitolio,

construcciónatípicaenelCaribe,queseerigióhacíacasicienaños.Enelcentrodelaplazaseguíanlosmismoscochesdesiempreysevolvió

aquedarmirándolos.Seleacercóunhombrepordetrás.—¡Amigo!,¿quéteparecióBeylin?Lereconociórápidamente.EraTati.—Bien, una chica muy simpática —respondió con una mirada entre

cómpliceycompasiva.—Quenoteestoypreguntandoeso,tepreguntoquesitegustóenlacama.

¡Tedijequeerabuenahoja!La pregunta incomodó a Alberto, y quiso dar por terminada la

conversación.—Bueno,esquenotengotiempo,voyavisitarelCapitolio.—¿Quieresvisitarloconmigo?—No,deverdad.Prefieroiryosolo.Se imaginabanegociandopurosenel interiordeledificio,yademáscon

aquelchiconoteníamuchomásquehablar.Antesdesubirlaescalinataseencontróconunseñorquelequeríavender

elGranma.—Yalocompréelotrodía,esquetienemuypocaspáginas—seexcusó

conelvendedor

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—Aquípasanpocascosas—reconocióelcubano.«Habríaquepreguntaramásdeunosipasanpocascosas»,pensó.Dado

queademáselhombrenoleponíaprecio,sinoquelepedíalavoluntady,porlaedadque tenía,entendióquecomprarleelperiódicoeraasimilableadarleunalimosna.Adquirióunejemplar.

En esemomento se acordó de la otra tarde conMarcia, cuando estabansentadosenunodelosmurosdelMalecón,ypensóenlolinealdeloshechos,enlamonótonavidaoficialdelaisla.Estoeraunnuevoejemplodeaquello.

En la taquilla delCapitolio le preguntaron si deseaba la visita conguía.Porlapequeñadiferenciadeprecioaccedióairacompañado.

Le atendióunamujer próximaa los cuarenta años, vestidadeuniforme,camisaazulclarayfaldaazuloscura,muybajitaysinningúnpuntodeinterésfísicoparaél.Albertopensóqueasíseconcentraríamejorenlasexplicaciones.

Yesohizo.LamujerlehablódecuandoseconstruyóduranteladictaduradeMachado,yde todas las leyesencontradelpuebloquesehabíanaprobadoentreaquellosmuros.

—Pero antes, ¿había elecciones en Cuba? —Alberto quiso hacerse elignorante.

—Sí,habíaelecciones,lamayoríadelasvecesfraudulentas,quesiempreatacabanalosinteresesdelpueblocubano,ymásenelmachadato.Hoytenemosunosjefesquesabendarnostodoloquenecesitamos—asegurólamujer.

Por la contestación, prefirió no continuar hablandoyoptópor preguntarquiénpintóestoolootro,másquehablardeuntemaqueparalaseñoraeraunveto.Lamujertrabajabaparaelgobiernoyestabaanteunturista,porloquesusargumentosnopodíantenerotrocariz.

Dadoquela imagengeneraldeledificiopordentroeradeunaoscuridadcavernaria,cuandosalióalacalleunafuerteoleadadelaluzdelsoldevolvióalescritor al lugar donde se hallaba.Bajó la escalinata y compró una botella deagua, ya que el sudor le empapaba todo el cuerpo. Giró a la derecha y seencaminó hacia el Parque de la Fraternidad, donde vio a varios chicos jugar

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correteandoyagruposdepersonashablandomientrasseencontrabansentadosenbancos.Sefijóigualmenteendosjóvenesnegrosqueestabantocando,unodeellosalgosimilaraun tambormuyalargadoquesesujetabaal sueloconunaspatas,mientrasqueelotrogolpeabaconunaextrañacadenciadoscilindrosdemadera.

Seleacercóunoconunarevistay,sinmediarpalabra,sacódedebajodeellaunapequeñacajadepuros.Albertolediounanegativaconlamanoysiguióandando.

ElCapitoliolehabíagustado,peroeraunaconstruccióntotalmentefuerade lugarenunentornocomoaquel.Volvióarecordarelpaseode laotra tardecon Marcia y los imponentes edificios abandonados que descubrió cuandorecorrieron lacalleObrapía.«¡CuántodinerohuboenLaHabana!»,pensó.Leparecíaqueeraunaciudadquesehabíaquedadoparadaeneltiempo,dormida,echándoseunasiestaalsolyquetodavíanadielahabíadespertado.Eracomosielmundosemovieraasualrededoryellapermanecieracomounamujersentadaen un banco de una estación. Primero los trenes que pasaban eran de carbón,luegoelectrificados,despuésdealtavelocidady,sinembargo,esamujerseguíasentadaenelmismobanco,viendopasarlavida,mientraselgrilletequelateníaapresadaalandénno ledejabamoverse,onoqueríamoverse,o laperezay lainercia la impidieran que sus articulaciones reaccionaran. La realidad era queellaseguíasentadaenelimaginariobancodelahipotéticaestación.

Olíaelambienteyleparecíaquelaciudademanabaunolorespecial,unamezcla de gasolina y diesel sazonada con una pizca de petróleo o aceite. Lacapitalhedíajustodeloquecarecíaelpaís:decombustible.

Seleacercóunaseñoraquelepreguntósibuscabaunsitioparacomer:—Conozco un paladar muy bueno, muy cerca de aquí. Tienen langosta

frescaycarnedepuercoexquisita.—Nogracias,noestababuscandoparacomer.—Gallego,¿dedóndetúeres?—No,soydeMadrid.

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—¡Aymadrileño!Esperoqueustedesnosechenunamanocuandollegueelmomento.

—¿Dequémehabla?—Pues eso, que España sigue siendo nuestro gran país y que aquí nos

acordamosmuchodeustedes.—¿Ydequémomentomeestáhablando?—Hermano, algún día cambiará esto y mi tío se marchará, y ahí será

cuando nos tendrá que echar una mano todo el mundo, y espero que losprimeros,losespañoles.

—Pero yo esto no lo veo tan mal —Alberto mintió, pero quiso hacerhablaralaseñora.

—Esto está muy mal. No tenemos de nada, los edificios estándesarbolados, los que no son tembas cogen la patera cayendo como barajas,nuestros viejos mueren tristes, no tenemos esperanza, no tenemos futuro, notenemosnisiquieradignidad.

La mujer le hablaba a Alberto con un acento muy cerrado, y este noentendíaelsignificadodealgunadelaspalabrasquedecíamientrasleagarrabaconfuerzasumano.

—Nostienennegadotodo.¡Estamoshastaelcogote,hermano!Loúnicoque podemos hacer es bailar y cantar, y ver en la televisión los discursos deFidel.¿Quiereustedsabercómovivimos?

—Yaveoalgo.—No,ledigoquesiquierevercómoesmicasa.Enunprimermomentodudó,perodespués leparecióunabuena ideaya

quepodríacomplementarmuybienelconocimientodelagentey,sobretodo,decómovivían.Eracomolapartidadedominó,unasesióndecubanidadenestadopuro.

—Estaríaencantado,¿estámuylejosdeaquí?—No,adoscuadrasporZanja.Laextrañaparejaempezóaandar, siendosuspasosseguidosporunade

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lascámarasqueenfocabanalParquedelaFraternidad:—Orestes, ¿quién es esa mujer? —oyó el hombre que tenía puesto el

intercomunicadoreneloído.—Noloséteniente,nolaconozco—respondióelnegroquelesvigilaba

enladistancia.—¿Dóndevan?—Tampocolosé,iguallellevaasucasa.—¡No!,esonopuedeser,hayqueevitarlo.Esehombrevaameterseen

candela.¡Mandoados!SegúncaminabanAlbertoylaseñora,sinpronunciarpalabra,aparecieron

pordetrásdos jóvenesvestidosdeuniformedondepodía leerseenunpequeñorótulo:PolicíaEspecializada.

—Porfavor,¿medejanversuidentificación?—pidióelmásjoven.LaseñorasegiróymiróaAlberto,poniéndoleunacaradeangustia.—Suidentificación,porfavor—reiteróeldemayoredad.—Yolatengoenmicasa—sejustificólaseñora,quehabíapalidecidoen

unossegundos.—Yo lo único que tengo es la llavemagnética del hotel—respondió el

escritorque,aunquenolehabíanpreguntado,seadelantóenlacontestación.—¿Endóndesehospeda?—EnelPresidencial,aquímismo.—Señor,sabemosmuybiendóndeseencuentraelhotelPresidencialdeLa

Habana.El escritor sacó del bolsillo del pantalón la llave, que era similar a una

tarjetadecrédito.Elpolicíamayorlacomprobóyseladevolvió.—Bien,ustedseñoratendráqueacompañarnosalaestacióndepolicía.—Pero,sinohahechonada—Alberto intentóencararse.Noentendía la

razóndeladetención.—Caballero, no semeta en cuestiones internas de un país que no es el

suyo.Porfavor,circuleyprocurenohablarmuchoconlagentedelacalle.No

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respondemosqueellolepuedaocasionaralgunacontrariedad.—YonohesufridoningunacontrariedadenCuba.—Caballero, tómelo como consejo —la mirada del policía no admitía

dudaalgunadequeaquellonoera,nimuchomenos,unasugerencia.Sin mediar más palabra, cogieron a la señora por el brazo y pusieron

camino,segúndijeron,alacomisaría.Llevaríandiezodocepasoscuandolaseñorasevolvióyclavósumirada

enlosojosdeAlberto,queveíacómolastrespersonassemarchaban.Sequedóinmóvil,sinsaberreaccionar.

—Orestes,¿yaestá?—preguntóGálveza suhombre,quesemanteníaaciertadistanciaparanoservistoporelespañol.

—Sí, teniente.Ya se llevana la señoray el sujeto sehaquedadodondeestaba, parece que no va a hacer nada más. Yo me voy a retirar, que puedeverme.

—Sí,¡apártate!ysígueledesdelejos,quesihayalgotelovuelvoadecir.Nosotros,conlascámaras,letenemoslocalizado.

En esemomento, el tenienteGálvez se acordó del día que detuvieron aOrestescuandoesteeraundelincuentecomún,ylorápidoquepensóenélparareclutarlocomohombredecalle.Supersonalidad,enlafronteraentreelsadismoylaesquizofrenia,lesituabancomoelcandidatoperfectopararealizaraquellastareas para las que ese negromusculoso y violento parecía haber nacido. «LaRevolución—pensaba—tienequealimentarsedetodosloshijosdeLaPatria».

Lacomidafuemuy triste.Semezclabandossentimientosentrecruzados.La ausencia deMarcia del restaurante, otra vezmás, y lamirada de lamujercuandoselallevabanalacomisaría.«¿Porquéapareceríanaquellospolicías?»,pensó,sihallar respuesta.Parecíaquehabíansurgidode lanada,derepente,apedirlesdocumentación,porhaberhecho¿quécosa?

Despuésdecomer,subióaintentardescansar,actualizandoantessudiario.

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44Alberto no se encontraba muy cansado y prefirió quedarse a trabajar en loslibros.

Ibasubrayandolospárrafosqueleinteresabanytomabanotasdelascitashistóricas,delosnombresdelosqueparticiparon,delasfechasydelashoras.Pero sabíaque todoesoeranecesario,perono suficiente.Habíaencontradoelhecho histórico en el que desenvolver un relato, pero le faltaba saberexactamentedequéibaahablar.Desdeluegoteníaclaroqueaquelloquefueraaver la luz no sería un libro de historia, iba a ser una novela que sucedieramientraslosamericanosintentabaninvadirlaisla.

Sopesó varias alternativas, pero no terminaba de decidirse por ninguna.Pensó en fuentes de inspiración y sabía que, cuando se atascaba, la mejorsoluciónerasaliralacalleadarunpaseoeintentarbuscarahíelarranquedelaluzquelealumbrarasuproyecto.Enesemomentoseacordódelosdeldominóy,viendoqueerancercadelassiete,seleocurrióqueseríabuenaideaacercarsehasta allí, al hilo de la invitación que le había hecho su compañero de juego.Luegopensóenquéhacerporlanoche.TantoBeylinelprimerdía,comoLuréelsegundo,lehabíanentusiasmadoenlacamayselehacíamuydifícillaelección.TuvounrecuerdoparaMarcia,peroaquelloledejóunpuntodetristezaquenotuvieron losdosprimerosencuentros.«¿Ysimeaventuroaconocerunachicanueva?».

Porfinnollamóanadieyoptóporsaliraprobarfortuna.Lequeríadaralasalidaqueibaahaceresatardeunciertoairedeimprovisaciónydejarquelascircunstancias le escribieran el guión de las próximas horas. «Me extrañaríamuchoqueahoranosemeacercaranadie»,supuso.

Lainminentecaídadelatardehabíaamainadoligeramentelasensacióndecalor,porloquenorecibiólafuerteimpresiónquesufríaporlasmañanas.DoblóaNeptuno y continuó andando como siempre hacía, por el centro de la calle.

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Pasó junto a uno de los pocos coches que estaban aparcados y le llamó laatenciónque,enlugardeventanillasenloslaterales,teníasendosplásticosparaproteger el interior. Pensó que igual era por robo, o por la antigüedad delvehículo, que seguro mínimo no cumplía ya los cuarenta años desde sumatriculación.«¿Cuántotiempollevaráasí?»,sepreguntó.Tambiénsefijóqueelcapóloteníaaseguradoconuncandado.

Latardeeraagradableylatemperaturamuybuena.Pasadosunosmetrosvioaunaseñoramayorquellevabaunahueveraenlamano.Estaríaapuntodecruzarseconellacuandolaseñoratropezóporculpadelasirregularidadesdelacalzada,ysecayóalsuelocongranaparatosidad.

Corrióaayudarlaalevantarse,aligualqueotrasdosotrespersonasqueestabansentadasenlosbordillosdelaacera.

Lamujerseincorporócongestosdedolortocándoselarodilla:—¡AyDiosmío!—¿Ledueleseñora?—¡Sí, mucho! respondió la mujer que lo miraba con gestos de dolor

dibujadosensuarrugadorostro.—Deje,nosotrosnoshacemoscargodeella—aseguróunodeloschicos.—¡EslatíadeCosmen!—otrodelosquesehabíaacercadoconocíaala

señora.Lamujermirólapequeñahueveraestrelladaenelsueloyselamentódel

resultadodesucaída:—¡Carajo,loshuevosestánrotos!—Señora,nosepreocupeporloshuevos—pidióAlberto.—¡Mishuevos!—repetíalamujer.Entredosmuchachossujetaronalaseñoraporloshombrosyleayudaron

acontinuar,dejandoenelcentrodelacallelahueveraconlamediadocenarota.Unodeloschicosseleacercóyleexplicó:

—Señor,esaeralaracióndehuevosdesufamiliaparaelmes.Eljovenvolvióparaunirsealgrupoquesellevabaalaseñora.

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AlbertosiguióandandohaciaelcruceconAmistad,aversitopabaconelgrupodecompañerosdejuegoquetanamablementesehabíanofrecidoaecharunapartidaconél.

Notuvoqueandarmuchocuandooyóungrito:—¡Madrileño!Sevolvióyreconocióalapersonaquelellamaba.—¿Vaaquererjugaraldominó?—Si nos juntamos cuatro, por mí, ¡fenomenal! —exclamó Alberto,

encantadoconlaidea.—¡Depinga!Elhombresemetióenunacasallamandoavocesalosotroscompañeros.Enunmomentosalieronlosdosmismosjóvenesdeldíaanterior.Alverlo,

unosoltó:—¡Andap´alcarajo!,¡quéalegríavolveraverte!Ambosse fundieronenunabrazoqueaAlberto leparecióunaexcesiva

muestradealegríaparaunarelacióntancortacomolaquehabíantenido.—¡Qué!¿Quiereecharunapartida?—Sí,megustaría.—¡Esoestáhecho!Vamos,idaporeltablero.En unos instantes montaron todo el tinglado, el susodicho tablero, los

ladrillos-sillaylasfichasdeldominó,yotravezvolvióaformarseunpequeñoremolinodepersonasquesedisponíanavercómocorríanloslances.Paratodosellos era una novedad que un turista se pusiera a jugar al dominó con loscubanos,yqueríanverquépasaba.

—Madrileño,situviéramosronledaríamosunacopita,peroaquíloúnicoquetenemosesazuquin,yesoestámuybravo.

—No he traído bebida, pero si ustedes saben dónde pueden vender,megustaríainvitarles.

—Señor,yopuedotraerunabotella.—¿Tú?—preguntóalniñoqueselehabíaofrecido.

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—Sí,yosédóndevenden—respondióelvivochaval.—Pero¿noeresmuyjovenparasaberdóndevendenalcohol?—¡Deje al chico, que tiene que aprender a resolverse!—intervino una

señora.—Simedicecuántopuedecostar,yoledoyeldineroausted—propuso

Alberto,mientrasmirabaalaseñora.—¡Okseñor!,siquierevoyyoaporella.—¡Pero no traigas gualfarina! ¡Algo más suave! —pidió uno de los

jugadores.Le entregó el dinero que le pidió que, por cierto, le pareció excesivo, y

empezóajugarcomoelotrodía.Lapartidaseguíasucursoy,cuandolamujervolvióconlabotella,entró

en su casa y salió de nuevo con varios vasos. Al que primero sirvió fue aAlberto,quien levantóelbrazoenactituddebrindar,a loque leacompañarontodos,conunossemblantesmuyalegres.

Cada vez que terminaban jugada se cruzaban preguntas. El escritorindagaba y alguno le planteaba alguna cuestión. Almargen de las habituales,habíaotrasnuevas:

—YenEspaña,¿juegantambiénaldominó?—¿YporquéenEspañanosejuegaalbéisbol?—¿YesverdadqueenEspañanotodosloschicosvanalaescuela?—¿YesverdadquetodosustedestienenInternet?—laspreguntasdelos

cubanos se sucedíanuna trasotra.Lacuriosidadde loshombreseraenormeyqueríanconocerelmododevidaespañol.

Aesaúltimapregunta,contestóconotra:—Internet,tenemostodos,comomeimaginoqueseráaquí:pagando,¿no

esasí?Unode loscontrincantes ledijoqueno,queenCubaInternetsolamente

teníaelturistaenloshoteles.—Peroyolohevistoenalgunossitiospúblicos,comoenelCapitolio.

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—Perosolamentelopuedenutilizarlosturistas—leaclaróotro.El ron iba cayendo entre los cuatro jugadores,más alguno que también

arrimóunvaso,mientrasibanponiendofichatrasficha.Ungrupodetreschicasapareció por detrás, cantando una guaracha, que era tarareada por todos lospresentes,exceptoporAlberto,quese limitabaaoíryamoverseconbastantepocagracia.

Pudoestarmásdehoraymediay,cuandocasieranlasnueve,dijoatodosque por hoy estaba bien empleado el día y, ante la petición colectiva de suregreso, aseguró que volvería en breve. «No sé si lo que querrán será micompañíaomi ron—pensó—perobueno, al finyal cabo,hepasadoun ratoagradable con ellos, y voy tomando un poco de confianza ya que quieropreguntarlesmáscosascuandovealaocasión,comolodelaplayaGirón».

Despuésdedespedirsevariasveces,lasúltimasyahabiendopuestovariosmetrosdepormedio,tomóelMalecónqueaesahorasoloteníayalasescasaslucesquedabanlascontadasfarolasquesemantenían iluminadas.Le llamólaatención lacantidaddegenteque se sentabaenelmuroqueseparaba laaceracon las rocas que daban al mar, siendo una sucesión continua de personasformandodiferentesgrupos.Pensóqueeralocontrarioalasituaciónquevivíaen lasRamblas deBarcelona, solo que allí era él el que estaba sentado en unbancomientraslagentepasaba.EnCubalosespectadorespermanecíansentadosmientrasélandaba.Unacuriosainversióndelosactores.

Allí había todos los gruposhumanosqueunopudiera imaginarse, desdefamilias con los niños jugando, a señores mayores solos mirando, parejas denovios,chicosconguitarrascantandoybailandoy,porsupuesto,chicasalacazadeclientes.Esoeraloqueélibabuscando.

No tuvo que esperarmucho para que a su paso se le fueran ofreciendodiferentesalternativasaescoger.Alaterceraocuartaofertaparóycontemploalamuchachaque le insistía enpreguntar dónde iba tan soloyque, además, lahabíavistomásactivaeneldeseodecontactarconél.Eraunamulataqueteníaelpelomuy largo, teñidode rubio, sujetoconunadiademaverdequedabaun

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contrastemuyoriginalasucara.Vestíaunacamisatambiénverdeampliayunapequeña faldavaqueraquedejabaverunospreciososmuslos realzadospor loszapatos negros con algo de tacón.Quizá lo que desentonaba era el bolso quellevaba,másgrandedelohabitual.

—¿Dóndeestáshospedado?—EnelPresidencial,perolotengoarregladoparaquepuedaspasar.—Yantes,¿meinvitasacenar?—No, porquemañana te irás corriendopor lamañana—dijo en broma,

paraverquéreacciónteníalachica.—Simeechassímeirécorriendo,peronotengointención.Mejorloque

podríamoshacerdespuésdedesayunarseríairadarunpaseo.—Nolosé—volvióabromearconlachica—.Demomentositeparece,

empezamosporlacena,queyoyatengoganasdetomarmealgo.—¡Yotambién!—concediólamulata.Empezaron a andar y terminaron de recorrer elMalecón hasta tomar el

paseodelPradoyenfilarladireccióndelhotel.Enelcamino,ysegúnhablabaconIris,queeracomosellamabalachica,

a Alberto le pareció ver más policía que de costumbre, incluso algunosuniformadoscompletamentedenegroconperrossujetosconunafuertecadena.

—¿Nohaymuchapolicía?—Lo normal. Por la noche en La Habana hay más policía que gente

caminando.—Dedíaseven,peronotantos.—Denocheescuandomássalen,perotúnotepreocupes,eresturista.Estarían a la altura del hotel Sevilla cuando se les acercó una pareja

vestidaconelhabitualuniformedecamisayboinagris,ypantalónazul.EralaPolicíaEspecializada.Albertonotócómolachicaseinquietó.

Ese movimiento, unido al recuerdo de lo que le había pasado por lamañana,lehizopensarenlopeor.

—¿Mepermitenlaidentificación?

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—¿Quéhemoshecho?—preguntóAlberto.—Caballero, por la propia seguridad de todos ustedes, nuestro deber es

vigilarporelordenennuestrascalles,poresoefectuamoscontrolesperiódicos.—Yosolotengolallavedelhotel.—¿Encuálsehospeda?—EnelPresidencial—Albertohizoademándesacarlatarjetamagnética

delbolsillodesucamisa,peroelpolicíanolemostróatención.Nocabíadudaalgunadeacuáldelasdospersonasbuscaban.

—¿Yustedseñorita?—Yonolatengoaquí,ladejéenmicasa.—Puesentoncestendráqueacompañarnos.—¿Porqué?,¿nopuedeiruncubanoporlacalle?—preguntóelescritor,

visiblementecontrariado.—¡Tranquiloseñor!,claroquepuedecircularuncubanoporlacalle,pero

tienequeiridentificado,ylaseñorita—queestabacompletamentecallada—nolova,porloquetenemosqueidentificarla.

—¿Puedoacompañarlaalacomisaría?—No,losiento,nopuedeacompañarnos.—¿Porqué?—insistióelmadrileño.—Porqueustednopuedevenirconnosotros.¿Loentiendecaballero?—No,noloentiendo.EnesemomentoapareciópordetrásdeAlbertootropolicíaquellevabaen

sumanolacorreametálicamuycortaquesujetabaaunenormepastoralemáncon bozal. El animal se acercó a olisquear al escritor y este se retiróostensiblemente.

—¿Algún problema? —el rostro de aquel hombre no admitía ningunadudadequeconélsepudieramantenerlamásmínimadiscusión.

Alverlasituación,élallí,contrespolicías,conunachicaqueacababadeconocer...prefirióno insistiryvolvióaver lamisma imagenquehabíavividopor la mañana, cuando también la policía se llevó a la señora que quería

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enseñarlelacasa.Nosabíasieraunacoincidencia,perohastaeldíaanteriortodoelmundo

queseleacercabanoteníaningúnproblemay,sinembargo,hoysíparecíatenerdificultadderelación.

Continuó andando hacia el hotel, mientras se preguntaba qué hubierapasado si tanto la señora como la chica, hubieran llevado la documentaciónencima.

En ladistancia,enunsórdidodespachode laplazade laRevolución,elteniente Gálvez había sido informado con puntualidad de los hechos queacababandesucederenelpaseodelPrado.

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45LacenafueigualdetristequefuelacomidayaquetampocovioaMarcia,porloquevolvióaencontrarsesolo.Enelrestaurantedelhotelsefijóenvariasmesasenlasqueseencontrabaunturista,acompañadodeunapreciosamujer,mientrasque él tenía que tomarse la ensalada de camarones con la única compañíaesporádicadelcamareroqueleservía.PensóqueMarciahabíatenidoquedejarde trabajarenelhotel,oquepodríahaberenfermado,porqueeraanormalunaausenciatanlarga.

CuandosemetióenlacamaseacordódeIris,delalongituddesufaldaydesulargopeloteñidoderubio.Pensóensucuerpo,perotambiénpensóenella,ensuidentidadcomopersona,ysepreguntabadóndeestaríaenesemomentoyquélehabríapasadoenlacomisaría.Seibaadormirsinsabernadadeella.Sihubierapodidoasomarseporalgunarendijaalodesconocido,Albertosehabríaencontradomástranquilo.

La Policía Especializada se había llevado a la chica, pero a nomuchosmetrosdedistanciadedondelessepararon,elguardiamásjovenlepreguntóelnombre,ladirección,elnúmerodeidentificaciónylerecordóquedeberíallevarsiempreconsigosutarjeta.Lachicacontestóatodaslaspreguntasyaseguróquenodejaríanuncadellevarsudocumentación.

Sinmásdilación, los dospolicías dejaronque la chica semarcharay ledijeronquenoseacercaraalturistaconelquelehabíanvisto:

—Hemosrecibidoinstruccionesmuyconcretas—aclaróunodeellos—ynoqueremosqueningúncubanoseveainvolucradoenningúnjaleoconalgunaspersonas,comopuedesereseseñorconelqueibas.¿Équelecua?

Iris Angerí volvió a casa de su novio en la calle Lamparilla, de dondehabíasalido,conlatristezadenohaberpodidocumplirlamisiónencomendada.

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46Eldomingoamanecióconunsolradiante,algoquenoeranovedadparaAlberto,pero que sí constituía un aliciente después de cómo había terminado el díaanterior,conladetencióndeIris,lasoledaddesucenaylasoledaddesucama.

Laluzleanimó.Nadamássalirdesuhabitacióncaminodelrestaurantesecruzó,comotodoslosdías,conOmaraysucarrodelimpieza,ytalvezfueverlatranquilidadqueleproferíalaexpresióndelachica,oelnopensárselomucho,perosearmódevalorypreguntóalacamarera:

—Buenos días, Omara, ¿sabes dónde está Marcia, la camarera delrestaurante?

—No lo sé, somos tantos que casi no nos conocemos —reconoció laempleada.

—Es que llevo varios días que no la veo yme preocupa pensar que lesucedaalgo.

—Nosé,hayvecesquetenemosdíasdelicencia,ocontratosqueacabanyvolvemos pasado un tiempo, pero deMarcia no lo sé, yo con ella tengomuypocotrato.¿Levoytendiendolacama?

—Lo que quieras, no volveré hasta el mediodía—precisó Alberto, quetampocohabíaentendidomuybienlapregunta.

Mientrasdesayunabanodejódemirar lapuertadelacocina,despuésdeescrutar a todas los camarerasdel restaurantebuscando la tímidaexpresióndeaquellachicaque,condiferencia,fuelaquemáslehabíamarcadodetodasalasquehabíaconocido.

Nada más salir a la calle, un hombre levantó la mano para llamarle laatención:

—¿Taxi,señor?—No,gracias—contestórápidamenteparahuirdeldiscursohabitual.TomólacalleO´Rellydirecciónalpuertoyoptóporcaminarligero,como

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sillevaraprisa,pretendiendoasínodarlaimagendeextranjerodesocupadoquevadespistadoyser,portanto,menosvulnerablealasmuchasofertasquesegurolerealizarían.

DemomentolefuncionababienyasíllegórápidamentealaCatedral,queteníamuchointerésenconocer,yqueseencontrabaeneliniciodelamisamásimportantedelasemana.

Lellamólaatenciónlosventiladoreseléctricostanaparatososquehabíaninstalado en el interior y las personas que podrían estar allí congregadas. Nocreíaquelamisafueraseguidaportantofeligrés.

Se sentó e intentó observar a la gente y pensar en ella.Él era cristiano,como lamayoríade losespañoles,peronuncaasistíaamásmisasque lasqueexigíaelprotocolosocialmotivadoporalgúnevento,peropensabaquelaIglesiaera un buen lugar para reflexionar y contemplar a los que se encontrabansiguiendolaceremonia.Teníalaidea,peronecesitabaelargumentoparaescribirsunovela.

Nollevaríamirandomuchotiempocuandosefijóenunjovennegroquevestíacamisarojayquesehallabajuntoaunmulatoquellevabaúnicamenteunpetovaquero.Parecíaqueestabanjuntosypensóenlatraicióncomopilardesunovela.Enlatraiciónquepudocometerunodelosexpedicionariospagadosporlosamericanos,pasandoinformaciónaunfamiliarrevolucionarioenCubaydeesta manera alertar a las tropas castristas para tener montado el operativo dedefensadelaisla,justopordondeentraron,porlafamosaplayaGirón.«¡Sí!,porahípodríairlacosa—pensóalegrementealverseconlaideanuevaenlacabeza—sí,latraiciónsiemprehaformadopartedeunadelasfacetasmásoscurasdelserhumano,yesepodríaserelcamino».

Esperóaquelamisaterminara.—ElSeñorseacontodosustedes—concluyóelsacerdotequelaoficiaba.Salió junto a todos los asistentes y semostrabamuy contentopor haber

sacadoelprincipiodesunovela.«Sí,esopuededarmuchojuego—sedecía—,meimaginoponiendoalcubanotraidorparalosamericanosyfielalrégimende

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Castro,cómoseentrenabaconlosdemás,todosellospagadosporlaCIA,cómoobteníainformacióndetodoelplanycómolaenviabaparaelpaísparaelquetrabajabayparaelpaísqueteóricamenteinvadiría.YademástodoenmarcadoenlaépocadeKennedy,deMarilyn,delaGuerraFría...»

Alberto seguía creyendo en la inspiración. Sabía que no siempre veníacuando uno quería y que, cuando llegaba, había que aprovecharla, por lo quetomóladecisiónradicaldevolverasuhotelyponerseaescribir.

Abandonó la plaza de la Catedral por la calle Empedrado. No muchosmetros después de pasarLaBodeguita delMedio le asaltó unapersonapor lacallequelellamóporsunombre:

—¿Dóndevausted,señorAlberto?Sevolvióynopudoreprimirlaalegríaqueledabavolveraverla.—¡Luré!Seacercaronlosdosysedieronunabrazoespontáneo.—¿Dóndetútehasmetido?—Heestadovisitandolaciudad.—¿Yporquétúnomehasllamadoytelahubieraenseñado?¿Oíste?—Teníaquehaberlohecho.—Peroesotieneremedio,¿ahoradóndevas?—Vuelvoalhotel.—Perosisonlasonceymediadelamañana—lamujersesorprendióde

lahora.—Sí,perotengoquehacer.—¿Yquétienestúquehacertanimportante?—Tengo unas cosas que hacer, de verdad, ¿cuándo quieres que nos

veamos?—Cuandoquieras,¿estanoche?—Vale,alasochoymediateesperoenlaesquinadelCentroGallegocon

el hotel Inglaterra, ¿Lo conoces? —preguntó, satisfecho de ir conociendo laciudad.

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—¿Perocómotúcreesquenovoyaconocerlo?—Puesallínosvemos.—¡Ok!,yomellegoalahoraquemehasdicho.Sedespidieronconunpardebesos,siguiendoellaenelmismositioenel

quesehallabayélenfilandorápidamenteladireccióndelhotel.AlllegarallítodavíaestabaOmarahaciéndolelahabitación.—Perdone, no sabía que fuera a regresar tan pronto—la muchacha se

alteróconlallegadadelturistaantesdeloesperado.—Esquehecambiadodeidea.Siquiere,memarchoalvestíbuloysubo

enunrato.—Tardomenos,espéremefueraunpardeminutossidesea.Albertoestabamuycontento,habíaencontradoargumentoparasunovela

yesanocheibaatenerunencuentroconlaexplosivaysensualLuré.Todoibamucho mejor de lo que podría imaginar. Ese compromiso personal con laeditorial, esa ética como escritor, esa correspondencia con el dinero que leestabanpagando...Todosehabíaarreglado.Laluzsehabíaencendido.Sehabíavistoelfinaldeltúnel.

Sesentóenlamesa,tomólosfoliosenblancoquehabíatraídoyempezóaescribir.

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47El teléfono tuvo que dar cuatro timbrazos para que Alberto encontrara elmomentodesoltarelbolígrafoydescolgarlo:

—¡Buenastardes,escritor!—¡Sofía!¿Quétalteencuentras?—Yoyametidaen la cama,perocomoveíaquenome llamabas,yano

queríaesperarmás.Enesemomentomirólahoraycomprobóqueeranlassieteycuartodela

tarde.Calculóyexclamó:—¡PerosienMadridesmásdelaunadelamadrugada!—Yalosé,ademásmañanalunestengoundíaterribleporquehededejar

arregladasmuchascosas,peronoqueríadormirmesinhablarcontigo.—Tienesqueperdonarme,peroheperdidounpocolanocióndeltiempo,

fíjatequenohecomido...—¿Quenohascomido?—No,perotetengoquedarunagrannoticia:¡Yatengoargumento!—¡Bien!—Sí,estamañanaheidoamisa.—¿Amisa?¿Tú?—Sí,séquesuenararo,peroqueríaconocerlaCatedralconunamisa,y

allíempecéapensarenelargumentodelanovela.Yatelocontaré.—Sí,yotambiénquierohablartedealgo.—¿Dequé?—No,por teléfononoquierodecirtenada,ya lohablaremosenpersona.

Solotedigoquetengomuchasganasdeiraverteydeestarjuntosunosdías.—Bueno,venga,duérmetequeparatiesmuytarde.—Unbesomuyfuerte,Alberto,muyfuerte,elmásfuertequetehedado

entodamivida.

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Despuésdecolgar,Albertosequedópensandoenlasúltimaspalabrasdesumujer. Sofía no era una personamuy propensa a expresar cariños y no seabundabaenfrasesapasionadas,peroesoquelehabíadicho,ledejópensativo.

Selevantóunmomentoparadespejarseyseafanóenterminarelcapítuloqueescribía.Habíaencontradoenlatraiciónelhiloargumentalbásicoenelquehacerdiscurrir suhistoria.Pensóquepodríahablar dedos amigosde la niñezqueeldestinosituóenbandosopuestos.Chicosnacidosenladécadadelosañostreintayqueenelmomentoenquesucedieronloshechosestabanenlaplenituddesujuventud.

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48La noche se presentaba climatológicamente hablando muy atrayente, porquecorríaalgodeviento,queamainabalahabitualsensacióndecalorpegajosoquereinabasiemprealsurdelTrópicodeCáncer.

Seacercóalaesquinadondehabíaquedadoy,despuésdecontemplarlosazulejospintadosyencastradosquehabíaen laacera, separóaescucharaungrupomusicalqueamenizabaaloscomensalesdelhotelInglaterra.Erancincoy,exceptoelvocalista,losdemástocabanalgúninstrumento.Elcantanteteníaunavozmuyembaucadoraylosotroscuatromúsicosleacompañabanformandounconjuntointimistayseductor,porloquelaesperanoselehizopesada:

...paradoyoenunaesquinavipasarunamuchachaalmirarlameinspiré

ycompuseestaguaracha...

Elsentimientoquedesprendía la letrade lacancióneraacompañadoportodoslosmiembrosdelgrupoconunasmarcadasexpresionesensusrostros,locual sorprendió a un escritor que carecía de sensibilidadmusical y no estabaacostumbradoapresenciarunainterpretaciónendirecto.

Durante unmomento pensó en los últimos encuentros que había tenidoconlapolicíayleparecíararoqueenvariosdíasnohubierahabidoninguno,yqueeneldíaanteriorfuerandosveceslasqueseleacercaranaidentificartantoaélcomoasusacompañantes,casualmentemujereslasdos.

Especuló con que esa posibilidad le fuera a ocurrir también esa noche,algoquenoqueríaquesucedieraporquealmargendeloembarazosaeincómodadelasituación,alfinalesodesembocabaenquevolveríaapasarlanochesolo.Tresmujeresparatresnochesy,apartirdelatercera,yanohuboningunamás.

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Noestabadispuestoaqueserepitiera,porloqueoptóporplantearasupareja,en cuanto llegara, que semetieran rápido en el hotel, yaque ahí entendíaqueseríamásdifícilquepudieransermolestadosporesaPolicíaEspecializadaquetaninoportunamentehabíaaparecidoensuvida.

Seríanlasnuevemenoscuartocuandolavioaparecer,deslumbrante,comosiempre.Pensóenqueesamujernosecohibíaalahoradeponerselaropaparasaliralacalle,yseencontrabahastaviolentollevandodecompañíaunaparejaasí.

Luré apareció por los soportales del Centro Gallego vestida con uncortísimovestidonegrodeamplioescotequedejabaverunabuenapartedesuspechos,zapatosnegrosconunpocodetacónyunpañueloenlacabezaamododeturbante,rojoigualqueelbolso.Seríaporlaluzdelacalle,porlapieldesucuerpo,por lo finodelvestido,perose ledistinguíanperfectamente lasbragasblancasquellevabadebajo.

—¡Alberto!—exclamó,comosiempre,presentandosumejorsonrisa.—¡Luré!—respondióelescritor.Losdossedieronunpardebesos,abrazándosedesdeelprimer instante

comosideunaparejadenoviossetratara.—¿Quéteparecesivamosalhotel?—¿Sin cenar? —preguntó la chica, levantando las cejas en señal de

asombro.—¡No,mujer!,tepreguntoquesivamosalhotelacenar.—Ok,dondetúdigas.Allíseguroquetambiéndanbuencondumio.Ysinmediarningunapalabra,Albertotomóladireccióndesuhotelauna

velocidad mucho mayor de la que correspondería a dos personas que vanpaseando por la calle. Por la propina que había dado en alguna ocasión alportero,sabíaquenolepondríaningúnproblemaparadejarpasaralachica.

—¿Porquévamostanrápidos?—Porquetengohambre—contestóunAlbertoqueexteriorizabauncierto

gradodenerviosismo.

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Mientraslamujerechabaunarisaaparatosa,elescritormirabaatodoslosladosdelaplazaconeltemordeveraparecerporcualquierlugaralaparejadepolicíaquelerompieranuevamentelosplanesquehabíaestadodiseñando.

Cuando estarían a pocomenos de diez o quince pasos de la puerta delhotel,oyócómo lechistabanen ladistancia.Albertosedetuvoensecóynotócómosupulsoseleaceleraba.

Se giró despacio temiendo encontrar a otra siniestra pareja dispuesta adejarle nuevamente sin compañía. Cuando vio quién le llamaba, respiró mástranquilamente:

—¿Vaaquereruntaxiestanoche,señor?Suspiró,dandolanegativaconlamanoyganójuntoalachicalapuerta

delhotel,percibiendoquelatranquilidadhabíaalcanzadoasusemblante.—¡Yaestamos!—Alberto,túmehastraídoqueparecíaqueíbamosaapagarunfuego,¿te

pasaalgo?—No, en absoluto, esquehe estado casi todo el día enmihabitacióny

creoqueheextrañadosaliralacalle.Segúncaminaban,yamuchomástranquilosporelvestíbulodelhotel,el

escritormirabaa loshombresdeseguridad,queelegantementevestidosconsutraje azul oscuro, camisa blanca y corbata negra, controlaban todos losmovimientosde loshuéspedes,asícomoel trasiegodemaletasybultosde losviajeros.

—¿Yquéhasestadohaciendotútodoeldíaentuhabitación?—Bueno,enrealidad,heestadounaparteimportanteenlapiscina.—¿Peronomehasdichoquehasestadoentuhabitación?—Las dos cosas, Luré, las dos cosas —zanjó Alberto, con temor a

delatarseamásquehablara.Entraronenelrestaurantepreguntándoleselmaîtreparacuántosibaaser

lamesa.Lespusieronenunadiferentealaqueocupabahabitualmenteymirócasi

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instintivamentealrededormásquebuscandoaMarcia,comprobando,comoasífue,queesanochetampocoestaba.Parecíaevidentequehabíadejadodetrabajarenelhotel.

Luré era una mujer muy agradable y, al margen de ser una féminatremendamenteesculturalyprovocativa,loquemáslegustabaaAlbertoerasuforma de ser, su carácter dicharachero y divertido. Siempre con la sonrisadibujada en una boca que suponía lamayormezcla de alegría y erotismo quehabíavistoconjuntadasenunacara.

Al fondo del restaurante había un dúo cantando junto a la mesa de ungrupodeturistas.LestrajeronlacartayLurélepreguntósipodíapedirloquequisiera,aloqueAlbertocontestóconunasonrisa.Elfiletederesdesegundoylosespárragosblancosdeprimerofueloquepidió.

—¿YteestágustandoCuba?—Esunpaísfantásticoymeloestoypasandomuybien.—¿Inclusocuandonoestásenlacamaconmigo?Nuncahabíaconocidoaunamujertansumamenteprovocativa,directay

clara,comolaqueteníaenfrente.—Sí,Luré.MeestágustandoCubainclusocuandomedejasunratofuera

detusgarras—y,alavezquepronunciabalaúltimapalabra,marcóelademándearañarlaconsumano.

—¡Calla,canchanchan!Quizá no era del todo consciente de lo infantil que le convertía esa

compañía.Albertosefijóenquelosdosmúsicos,vestidosconunasampliascamisas

negrasdemangalargayportandocadaunounaguitarra,seacercaronasumesay,cuandosesituaronjuntoaellos,lescantaronlasestrofasdeunacanciónqueLurétarareabaconloslabios,sinquesalieraporellosningunapalabra...

...esasperlasquetúguardasconcuidadoentanlindoestuchedepelucherojo

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meprovocan,nenamíaellocoantojodecontarlasbesoabeso,enamorado...

Laescenaleparecióhermosa.Sacóunasmonedasyselasdioaunodelos

cantantes,agradeciéndoles lamúsicaque leshabían regalado.Conungestodeostensible agradecimiento, el dúo se marchó a otra mesa y Luré le hizo unapreguntaqueentendiófueradelugar.

—¿YporquévendescarrosenMadrid?—Esmitrabajo,ymegustaporquemerelacionoconlagente.Conocesa

muchaspersonasdiferentes.—Amítambiénmegustaeso.—¡Oye!,¿porquénomehablasdecuandoeraspequeña?Lamujersesorprendióporlapreguntaeindagóconcaraextrañada:—¿Quéquierestúsaberdecuandoerapequeña?Laparejaseguíahablandoenelrestaurantedelhotel.Enladecoraciónde

la sala había cuadros, había plantas, había escayolas en el techo, y también,perfectamentecamufladas,seencontrabanunaspequeñasbolasnegrasencuyointerior se escondía una pequeña cámara.En algún lugar de esamisma plantahabía unapersonaque seguía atentamente la situación, y gracias almicrófonoque teníancercade lamesadondeestratégicamente leshabíapuestoelmaître,podíaseguirlaconversacióndelosdosconbastanteprecisión.

GilbertoOñateteníaaldíasiguientedespachoenlaplazadelaRevolucióny llevaba perfectamente actualizados todos los movimientos del PPE que sealojabaensuhotel.Suambición leayudabaensudesempeñoprofesionalysehabía tomado este seguimiento como si de una misión militar estuvieratratándose,algoparecidoaunacuestióndeEstado.

Desde su despacho pudo comprobar que, al terminar de cenar, la parejaabandonó la mesa y puso rumbo a la habitación donde se encerraron. La

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conversaciónhabíasidograbadaysedisponíaaescucharladenuevo,buscandoalgoqueselehubierapodidoescapar.Noeralógicoqueunvendedordecocheshubiera realizado tantas preguntas sobre cuestiones de educación, cultura ycostumbresdelpueblocubano,quelaresueltachicalehabíaidocontestando.

Pensabaquizáqueselepasabaalgoporalto,porquesuopiniónpersonalsobre el escritor era especialmente baja y no le tenía en la más mínimaconsideracióncomopersona.QueríaentenderquesuPartidosepreocupaseporpersonalidades más complejas que por la de un simple escritor inocente ymujeriego.

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49—Ahora pasarás a ocupar el sitio que la historia te está reservando. ¡Cuantospatriotasquerríanestarsentadosdondetúlovasaestar!PerotuamoraCubateha llevado a situarte al frente de tan alta responsabilidad, que espero sepasrespaldar. Recuerda, William, que este extranjero hp lo tenemos acechante,dispuestoaentrometerseennuestromododevida,ennuestrossentimientosyennuestrahistoria.¿Entendido?

—¡Sí,tenienteTorres!—Vasapasaraocuparellugardondeesperoseascondecorado,comoles

ha pasado ya a muchos de tus antecesores. Tienes que sentirte lo que eres,miembrodeladirigenciadeseguridaddetupaísy,portanto,debesmanteneruncomportamientoexquisitoparacontodostuscompañerosyconlaRevolución.Estumomentodemeterelhombroytrabajar.

ElchicoescuchabamuyatentolasexplicacionesdeltenienteFélixTorres.Vestía de paisano y había acudido al centro Rubén Martínez Villena con lailusión que se tiene a los veintiún años. Sentía una gran emoción porque laspalabrasresponsabilidad,discreción,seguridadnacional,fueranasociadasconsupersonaenunedificiodelgobiernocomoeraeselugarenelVedado.

Despuésdelaspresentaciones,ocupóunasillaenlasaladondetrabajabaotrogrupodepersonas,todasdeuniforme,frentealapantalladeunordenador.Todos tenían a su lado una serie de relaciones en las que iban haciendoanotaciones.

Una vez que se sentó en la silla, tomó el listado que le había dado eltenienteyempezóaconfrontarenelordenadorcadanombrequeleveníaescritoenelpapelconlabasededatosqueleofrecíalapantallaenblancoynegro,yaponernúmerosyletras:OB,OB,1B,OB...

Asísepudopasartodalamañana,sinlevantarcasilavistadelospapelesque le habían entregado y mirando aquella pantalla mugrienta de ordenador

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soviético.Antesdecomer,aparecióelteniente:—William,dejaloqueestáshaciendoyponteabuscarenlosvuelosque

arribaránpasadomañanamiércolesalJoséMartí,unoenelquellegaunamujerteóricamentellamadaSofíaRoblesMartín.Necesitoquemeloconfirmesymeindiqueslahoraalaquellegaráysinosconstaesenombreporalgúnlado.

Victoriano y Lino se miraron con unos ojos que demostraban unacomplicidad impropia de dos personas que llevaban trabajando una semanajuntas.

Al cabo de unos minutos, William detectó el nombre en el listado, locomprobó en el ordenador, y subiódiligente al despachodel tenienteTorres ainformarle:

—Teniente, ¡aquí lo tengo! Sofía Robles Martín no figura en elcomputadory,porel tiempoquevaaestarylasvecesquehavenido,seríaunOB.

EltenienteTorresmiróellistadoydespuésalacaradeljoven.—MuybienWilliam,muybien.Contrabajosasíescomodefenderemosa

lapatriadelasinvasionesextranjeras.Nuncadebesbajarlaguardiaytienesqueestarsiempreconcuatroojos.Losenemigosdelpaíssevanenbarcaylleganporavión.Yparaesonoshapuesto laRevoluciónaquí,paradetectarsu llegadayobrarenconsecuencia.

—Pero,¿esaSofíaRoblesesunaespía?—NohagaspreguntasWilliam,aquínoestamosparainvestigarsinopara

cumplir órdenes. Se nos ha encomendado una importantísimamisión diaria ynuestraobligaciónescumplirlafielmente,peronodebemoshacerpreguntas.

Elchicoasintió.—¿Quétaltuscompañeros?—Torrescambiódetema.—Bien.EstoyalladodeVictorianoParra.—Muy bueno ese chico, y no tiene guayabitos en la azotea. Lleva con

nosotros muy poco tiempo también, pero te puede ser de gran ayuda. Aquí

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tenemos que colaborar todos con todos. Si no nos ayudamos entre nosotros¿quiénnosvaaayudar?

CuandoWilliamabandonólasala,Torrescogióelteléfonoyllamóaotroedificiogubernamental:

—¡Gálvez!, soyTorres.Mira, la personaquemehas dicho arribará estemiércoles a las cuatro de la tarde hora local. Está confirmado que nunca havenido a Cuba y va a estar hospedada en el hotel Presidencial durante cinconoches, según el visado que tiene tramitado, es decir, volverá a Madrid elpróximolunescincodemayoenunvueloquepartirádelJoséMartíalasochodelatarde.

EltenienteGálvezllamóalcapitánMonagaporelteléfonointerior:—Capitán,ya tengo la informaciónquemepidió,yestáaquíeldirector

delhotel,talycomolehabíamospedido.—Bien,pasadlosdos.Lastrespersonassejuntaroneneldespachodelcapitán,losdosmilitares

consusuniformesyGilbertoOñateconsucuidadotrajeycorbata.El director fue explicando el resultado de las gestiones que estaban

llevando a cabo en el hotel y, cuando terminó, el capitán Monaga se quedópensativo.Al cabo de unos instantes, levantó la vista de los papeles ymiró aGilberto.

—MuybienGilberto,muybien.Eresunbuen testimoniante.Señores—explicó, mirando a los dos— nos encontramos con una persona a la que elPartidoestáhaciendounseguimientoespecial.HavenidoaCubaa realizaruntrabajoquenosabemoscuáles,yademásnotenemosporquésaberlo.Nuestramisiónestámuyclara.Tenemosqueconocerentodomomentoconquiénhabla,conquiénestáydóndeva.Ydejarleescribir.Cuandonosdennuevasórdenes,obraremosenconsecuencia

Marcóunapausalargaeintencionadaycontinuóhablando.—¿AsíquesobrelaplayaGirón?Losdosasintieron.

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—Nollevamuchoescrito—puntualizóGilberto—peroparecequeesdeesosobreloqueestáescribiendo.

—Nome digas eso de queparece, amí sime llaman del piso doce nopuedo ir con suposiciones, tengo que ir con respuestas exactas ante preguntasconcretas.

—Sí,estáescribiendosobrelossucesosdelainvasión.¡Tremendo!—TienevarioslibrosquecompróenlaplazadeArmasyenlaModerna

Poesía,enlacalleObispo—apuntóeltenienteGálvez.—Sémuybiendóndeseubicaesalibrería—cortóelcapitán,seco—.Lo

que me estoy preguntando es por qué está escribiendo de aquello si ya hanpasadomásdecuarentaañosdelsuceso.Noloentiendo.

Sesecóelsudorysiguióhablando:—Yahoralodesumujer.—Efectivamente,compañerocapitán.Pasadomañanaalascuatrollegaen

vuelo regular procedente deMadrid, está confirmado que nunca ha estado enCubayque,adiferenciadesumarido,ellanosehacambiadolosnombres—aseguróGálvez—.LuegoestálodeltrasladoaVaradero.

—Eso,tampocoloentiendo—repusoMonaga.—Ya le dije capitán —intervino Gilberto— que en el buró de viajes

arreglóelhotelparacuatronochesenunodeVaradero,queríacinco,peronolepudimosencontrarcombinación.

—Gilberto,otravezquequieracinco,seledancinconoches.—Sí,peroesqueteníamosaungrupo...—¡Silencio!—Monaga interrumpióbruscamente ladisculpadel director

del hotel— si quería las cinco noches, por algo sería, aunque no entiendo larazón,porlotanto,habráquedarlelascinconoches.

GálvezyOñateveíanqueaMonagaesteasuntoleponíamásnerviosodelohabitual.

—¿Puedealgunoexplicarmequésentido tienequevenga lamujerdeunturista a pasar cinco días con su marido a La Habana, ciudad en la que

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teóricamentenuncahaestado,paraquenadamásllegarsevayaaotrodestino?Losdoslemiraronensilencioyningunocontestó.—Señores,notenemosnadamásquecontarnosporelmomento.Gilberto,

siguecomoloestáshaciendoyGálvez,manténeloperativoenfuncionamientolas veinticuatro horas del día, que no está el horno para galleticas. ¿Algunapregunta?

Elsilenciodelostresdioporterminadalareunión.Alsalirdeldespachode Monaga, el teniente Gálvez levantó las cejas a Gilberto en un gesto deincertidumbre.

—NuncalehabíavistoasíporunPPE—sesinceró.—Parecequeesteesuncasomuyespecial.—Sí.Porcierto,¿lehasvistoenpersona?—Ayermecrucéconélenellobby.—¿Yquétepareció?—inquirióelteniente,conalgodecuriosidad.—Por lo que está haciendo, nopuedodecir de élmuchomásque es un

jodedorqueestáintentandoencontrarmujeryque,devezenvez,seentretieneescribiendo.

—Esomismomepareceamí.Nocreoqueseaunapersonatanimportantecomoleparecealcapitán.

Despuésdevolverasecarseelsudor,MonagarecopilótodalainformaciónqueobrabaensupoderysubióalpisodoceaexplicarcómoestabalasituaciónconAlbertoRodríguez-Conde.«¿Yporquéquerrá laRevoluciónaunhombrecomoeste?»,tambiénsepreguntabaél.

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50AlbertosehabíadespertadoantesqueLuré,quetodavíacontinuabadormidaenla gran cama de la habitación. Se asomó a la ventana, costumbre que adoptódesdelaprimeramañanaenquehabíaamanecidoenLaHabana,yquenohabíadejadodehacerniunsolodía.

La vida que reflejaba la ciudad le indicaba que el fin de semana habíapasado ya que la circulación se había incrementado. Había más coches, máscamellostransportandoviajeros,mástaxis,másbici-taxis,máscoco-taxis,ymásgente pasando por la calle. Como siempre, sin ver grandes prisas pero sí unimportantetrasiegodepersonas.

SevolvióyobservóaLurédormir.Laluzqueentrabaporlaventananolahabía despertado y todavía tenía los ojos bien cerrados. Pensaba que la nocheanterior no había sido tan fogosa como resultó en el primer encuentro, perovolvióadisfrutarconaquellachica,nosoloporsucuerpo,sinoporlasimpatíaquedemostraba inclusoencontrándose totalmentedesnuda.Noparóde reír,deseryquererhacer feliza lapersonaque tenía la inmensafortunadecompartircon ella esosmomentos. Después de lo que le había pasado con Iris, y de ladesaparición de Marcia, tenía ganas de estar de nuevo en la cama con unacubana,confirmandounavezmástodoloquelehabíandichorespectoalamorenelCaribe.«¡Nadaqueverconeltemperamentolatino!»,pensaba.

Desnudo como se hallaba, se acercó despacio a la camay se situómuycercadelacaradeLuré,sintiendocómosurespiraciónleabanicabalasmejillas.Quizáesaproximidadhizodespertaralachica,queabriótímidamentelosojosyse encontró con la cara deAlberto a escasosmilímetros de la suya.Al verle,sonrióyleabrazóa lavezqueledabauncálidobesoenlaboca.Al terminar,volvióaabrirlosojosquehabíacerradopreviamenteymusitó:

—Buenosdías,Alberto.—Buenosdías,Luré.¿Quétalhasdescansado?

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—Mecansémuybien,ydescansémejor.El escritor pensaba que esta mujer le decía unas frases realmente

hermosas,sobretodoporelmomentoenquelaspronunciaba.—¿Querríasdesayunar?—¿Ahora?—Nosé.¿Seteocurreotracosaquepodamoshacer?Cuandoterminódepronunciarestafrase,Lurécerrólosojosylovolvióa

rodearconlosdosbrazos,llevándoleconsigoalmismolugarqueteníaellaenlacamayempezandounanuevasesióndeamoralaqueAlberto,sindudarloniuninstante,seentregóconabsolutoempeño.

Elescritorsequedótranspuestoy,cuandoselevantódelacamaparaverlahora,sediocuentadequeeranlasdiezdelamañana,porloquehabíaperdidoeldesayunoenelrestaurante,aunquelacausahabíamerecidolapena.

Se encontraba sentado en la cama y sintió cómo lo agarraban por laespalda,invitándoleotravezavolverallugardedondesehabíaincorporado.Segiróyvolvióarecrearseconlabellezadelamujerenvueltaentrelassábanas.

—¡Meencantaestacama!¡Esenorme!—¿Tegusta?—¡Ay,sí!Yoduermoenunapersonal,yestaesmuygrande.Setemplade

fábula.Por fin, se levantó y tomó el teléfono, preguntando si podían subirle un

desayunoparadospersonas.VolvióalacamaybesóaLuré.—¿Quétaltelopasasconmigo?—preguntólachica—¿Tegustomásque

tujeva?—¿Quiéndices?—¿Quesitegustomásquetumujer?—¿Quién te ha dicho que estoy casado?—Alberto se incomodó con la

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pregunta.Nolegustóquenombraraasumujer.—LamayoríadelosquevenísaCubaoestáiscasadosoestáisargollados.

Además,elanillodecasadoenEspaña,¿nosellevaenlamanoderecha?Alberto la miró y comprobó que la alianza le había delatado, aunque

tampocosehabíaplanteadoenningúncasomentiranadie.AnadieenCuba,seentendía.

—¿Yporquéhasvenidosolo?Pensóenesemomentocontarquesumujeribaaveniravisitarlodentrode

dosdías,peronoqueríadejarningúnresquicioa lamás remotaposibilidaddechantaje.

—EllanopodíaarreglarunosdíasdepermisoysehatenidoquequedarenMadrid.

—¿Ynotenéisniños?Continuaronhablandoun ratoyAlbertonocayóen lacuentadequeen

cualquier momento iban a llamar con el desayuno y todavía no se habíaarreglado.

Efectivamente, cuando tocaron la puerta, saltó de la cama y corrió alcuarto de baño para ponerse una toalla anudada a la cintura.Cuando abrió, lasorpresa, la perplejidad, la confusión, se cebaron en su semblante y no pudoarticularpalabra.

—Señor,sudesayuno—anuncióMarcia.Él seguía agarrado al tirador y permanecía atónito, como si presenciara

unavisión.Lamujercontinuabadepie,enelumbral,conunaexpresiónsevera.—Señor, ¿le paso el desayuno para dos personas que ha pedido o se lo

dejoenlapuerta?La cara de Marcia no reflejaba ningún sentimiento, era una fría e

inexpresivaefigieinanimada,casiimpersonal.Trasunosinstantes,AlbertoacertóadeciraMarciaqueledieralabandeja

queéllaterminaríadepasaralahabitación.—Gracias—consiguióarticularelescritor.

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—¡Pornada!CuandoLuré,queporlaformadelahabitaciónnohabíavistoconquién

habíahabladoAlberto,comprobóelcontenidodelabandejaexclamó:—¡Quéricoelcake!,¡conlodulceraquesoy!Ellasecomiócasitodoloquetrajeron.AAlberto,sinembargo,selehabía

marchadoelapetito.

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51CuandoLurésalióporlapuertadelhotelPresidencial,uncocheoficialdejabaenesemismomomento al flamante director quevenía de recibir el respaldoy lafelicitación de la plaza de la Revolución, algo que para una persona tanambiciosa como él significaba una importante satisfacción. No llegaron acruzarse,porquelachicahabíaabandonadoyaeledificiocuandoélentróporlapuerta, recibiendo el saludo de uno de los miembros de seguridad que teníasituadojuntoalasenormespuertasdecristaldelaentrada.

Arriba,unhombreseduchabapensandoenloquehabíapasadodurantelamañana.LainesperadaaparicióndeMarcialehabíasupuestounchoquementalmucho mayor del que podía imaginar. Ahora la cuestión era saber por quédesapareciódel hotel yporquévolvió a la escena, justamentepara llevarle eldesayuno cuando además tenía a otra mujer en su cama. No acertaba a darexplicacióndeaquello,remitiéndoseaalgunaenfermedaduotrotipodebajaporalguna razónquese leescaparayqueestabadispuestoa indagara lahoradelalmuerzo,siempreycuandolavolvieraaver.

Cuandoterminódearreglarse,salióalpasilloy,estavez,noseencontróaOmaraconsuequipodelimpieza.Labuscóporelrestodelaplantayjustoenelpasillo paralelo, situado al otro extremo, vio un carro solitario junto a unahabitación con la puerta abierta.AAlberto no le parecía oportuno asomarse yllamódesdefuera:

—¿Omara?Al cabo de unos instantes salió por la puerta la tímida e impasible

camarera.—¿Señor?—Voyamarcharmeadarunavueltaduranteunahora,¿podríaestarenese

tiempolahabitación?—Nosepreocupe,quemepongoconellaahoramismo.

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—Gracias.—Pornada,señor.Pensóque todo loque teníadeeducadaesta chica lo teníade sosayde

mohína.Cuandosalióalacallevolvióarecibirlasmismastressensacionesquele

habíanacompañadodurantetodaslassalidasdelhotel:elcalor,elolorapetróleoyelofrecimientodetaxi.

DecidióencaminarsuspasoshaciaelParqueCentralypensóenalgoqueen ningún momento se había planteado, pero los últimos acontecimientos lehabían llevado a una reflexión de la que había sido testigo el agua tibia de laduchaqueacababadedarse.

Se sentó en un banco, a la sombra, y permaneció allí durante un rato.MientrasveíacómounviejovendíasiropedefresaenvasosconhielopicadoalosturistasycubanosquepasabanporlasproximidadesdelaestatuadeMartí,pensabasisupermanenciaenLaHabanaeraimprescindible.Habíavenidohacíauna semana sin saber qué contar. Pasados los días, no solo ya sabía de quéescribir,sinoqueteníabibliografíasobreelparticularyademáshabíaempezadoa componer su historia. Su objetivo profesional estaba encarrilado.Personalmente había tenido relaciones íntimas con tres mujeres, cada unasobresalienteensufacetadeamantes.Sisequedabamásdías,podríaconoceramás, o repetir con lasmismas, pero las cosas que tienenunprincipio tambiéncuentanconunfinaly,enalgúnmomentotodoesotendríaqueacabar.Élqueríaasuesposa,aunqueavecesloqueentendíacomosuinnatasequedadcastellanalellevaraabuscaraotrasmujeres.PeroélseguíaqueriendoaSofíaytodaslaschicasquehabíanpasadoporsucamanolehabíanconseguidohacerolvidaralamujer con la que compartía ya muchos años de vida y muchos intereseseconómicos.

Por otro lado, los últimos acontecimientos le habían incomodado. LaaparicióndelaPolicíaEspecializadacasisecuestrandoalasdosmujeresqueleacompañaban, lo recordaba como un hecho muy desagradable y

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sorprendentemente repetitivo. Y, por último, la reaparición de Marcia. UnasituaciónasípodíaponersumatrimonioalbordedelarupturayseguroqueunamujercomoSofíanoconsentiríasemejantehumillación.

Quizá loquepodría faltar seríavisitar la famosaplayaGirónycompraralgo más de bibliografía ya que, además, la que podía adquirir en Cuba seencontraba intencionadamente sesgada, por lo que tendría que buscar otraslibrerías, evidentemente fuera de la isla, si quería conocer otros enfoques deaquello.

Sí, se reafirmaba en que su continuidad en La Habana no tenía mucharazóndeser.Élnohabíaidoaescribirunlibrodehistoria,loqueteníaquecreareraunanovelaquesucedieraenCuba,y la imaginaciónaquí tendríaquejugarunpapelpredominante.

Alberto pensaba en todo ello cuando se le acercó un hombrecillo bienentradoenaños,completamentecalvo,conunabolsadeplásticoenunamanoyunGranmaenlaotra.

—Buenosdíasseñor,¿quiereelperiódicoGranma?—No gracias, ya lo compré el otro día y nome parece que a eso se le

puedallamarunperiódico.—Estequeletraigoseguroquelevaainteresar.—Deverdadqueno,quenoquieroeso.ElhombreseacercóunpocomásaAlbertoyseagachóparaponerseasu

mismaaltura.—Créameenloqueledigo,miGranmadehoylevaaresultardemucha

utilidad.—Mire,porfavor,dejedemolestarme—Albertoestuvotentadodedarle

unempujón.Elseñorseenderezóylemiróporunosinstantes.—Solo lepidoque tomeelperiódicoypor favormire lapágina cuatro.

¡Tómelo!Leextendióelejemplar.

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Albertoperezosamentelotomóensumanoycuandolefueapreguntarloqueledebía,elvendedorlecontestó:

—Demeloquequieray,porfavor,leaatentamentelapáginacuatro.Ustedpuedeserunadenuestrasesperanzas.

Según dijo esto, y después de que le dieran una pequeña moneda, elvendedordiomediavueltaycontinuóandando.

Alberto,quenosehabíalevantadoenningúnmomento,tomóelperiódicoy la curiosidad le llevó a la página cuatro. Cuando lo encontró no pudo pormenosquequedarseheladoalverloqueallíhabía.

Conunacintadecelolehabíanpegadounpapelenelqueseleíaenunapreciosacaligrafíafemenina:Alberto,nomirealapersonaquelehadadoesteperiódico ni haga ningún gesto sorpresivo. Seguro que le están vigilando.Tenemosqueverlepronto.Mañanamartesacudaalas11.00a.m.alMuseodela Ciudad, allí recibirá información. Cuando llegue a su hotel, asegúrese dedestruirestepapelaconciencia.

Apesardeloqueledecían,evidentementeintentóbuscarcondisimuloalapersonaque lehabíadadoel periódico, peronopudoencontrar anadie.Selevantó y comprobó que todavía no había pasado la hora que le había dichoOmaraquenecesitabaparahacerlahabitación,porloquenosabíadóndeir.

En ese momento, Alberto era plenamente consciente de que la primerapartedesuestanciaenLaHabanahabíasidodeunamanera,yenestasegundaempezabanasucederacontecimientosquenopodíahaberimaginadocuandosuavióntomótierraenlacapitalcubana.

Volvió a mirar la nota y aprovechó para dar un repaso al periódicointentandoestérilmentebuscaralgunaconexiónconelpapelqueallí lehabíanpegado. Lo releyó de nuevo y se encontró incapaz de tomar una decisióninmediata sobre qué hacer. «¿Qué querría decir eso de tenemos que verlepronto?»,sepreguntabaquiénesteníanqueverleyparaqué.Además,lecitabanparaeldíasiguiente,undíaantesdelallegadadesumujer.

PusorumboalhotelconelGranmaenlamano.

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52En lacentraldelgrupoeditorialenBarcelonadoshombreshablabanentresíatravésdelhilotelefónico.

—¿QuétallevanlascosasanuestrohombreenLaHabana?—preguntóGerardMaciá,parafraseandolanoveladeGreene.

—Hablé con él la semana pasada—respondióDavidMuntaner— ymecontóqueyateníaesbozadalaideasobreloqueibaaescribir.

—¿Estássoloentudespacho?—Sí presidente, ahora estaba terminando de revisar el plan de cuentos

infantilesparaseptiembre.—¿Ysisalimosatomaruncafédemediatardealacafeteríadeenfrente?Sorprendido por la proposición, totalmente inusual, David tomó su

americanayseencaminóhacialosascensores.Al cabo de unos instantes ambos salían por la puerta de entrada del

edificio,acompañadosaescasosmetrosdedistanciapordosguardaespaldasdelpresidente.

—¿Siempretienenqueir?—Sí,eselprotocolodelacompañíadeseguridad,¡oye!,yunalata,note

dejansoloniunmomento.¡Menosmal—continuódiciendo—queporlomenossondiscretos!—ymientrasdecíaesto,guiñóunojoaDavidqueesteinterpretócomo una confirmación a los rumores que siempre circulaban por los pasillossobrelosconstantesdevaneosdelpresidente.

Después de pedir, se sentaron a una mesa lejos de la ventana, comotambiénmarcabasuprotocolodeseguridad,mientraslosdosguardaespaldassequedarondepieenlabarratomándoseotrocafé.

—¡Asíqueyatenemosargumento!—Sí, como le decía, hablé con él la semana pasada y le encontrémuy

contentoporqueyateníaunguiónpreeliminar.

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—¿Y de qué va a ir? —se interesó, mostrando una fingida especialatención.

—DelainvasiónamericanaalaBahíadeCochinos.—¡Muybien!—opinócasimecánicamente—.Esefueunacontecimiento

quelecostómuycaroaKennedy,quereforzóaCastroanteelmundoyvinculódefinitivamente la Revolución socialista cubana al régimen soviético. ¡Muybien!,esetemaenlaplumadeAlbertopuededarmuchojuego.Oye,¿entiendoquesellevaríaunordenadorportátil?

—Nolosé.—Puesdeberíatenerlo.¿Porquénoleenvíasuno?—Bien.Haréqueseloenvíen.—¿Yhasvueltoahablarconél?—No,tampocomeparecíaoportunollamarledenuevo,yesperabaaque

fueraélelquelohiciera.—Entiendo,meparecebien.Ysumujer,¿haido?,¿vaair?—Vaairestasemanaapasarunosdíasconél.—Bien,alomejorellapuedellevarleelportátil.MiraDavid,queAlberto

tampocovayaaestarmuchotiempoenCuba.Queempieceaescribirellibroesfundamental,peronodeberíaquedarsemuchomásdequincedías.Noesporeldinero, es que creo que lo que tenga que hacer allí, de tomar ideas, de visitaralgúnsitiopara inspirarse,ocompraralgún libro, lopuedehacerenesosdiez,quince, veinte días comomáximo. Luego puede continuar enMadrid. Sí quetienesqueasegurartequeempiezaa escribir lanovela.Anímaleaque lohagaallí, que se deje influenciar por el clima de la ciudad, por el acento de loshabitantes,porlabrisadeltrópico,porloquequiera,peroquearranqueellibroy,alcabodeunosdías,tráeleparaEspañaotravez.Cubatienemuchoscanalesde enfoque de su situación social, política, económica, y no sea que vaya adespistarsedesuobligación,queesladeescribirunlibro,queesparaloquelepagamos.

—Efectivamente—selimitóacontestarunDavidqueescuchabaasujefe

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conatenciónyverdaderaadmiraciónporlaformaqueteníadecomunicar.—Ytú,¿hasidopensandoyaenellanzamiento?—Creo que a lo mejor nos hemos precipitado con este viaje, porque

todavíaquedanseismesesparaellanzamientodellibrodelReyFernando.—Ya, a lomejor, peroesqueel tiróndeCubanovaa ser eternoy son

temáticastotalmentediferentes.Notevoyadecirdesacarlosdoslibrosalavez,peroalomejoradelantamosalgolasalidadellibrodelReyparaseptiembre,yaprovechamoslasnavidadesparavaciarnosconestenuevo.

Despuésdetomarunsorbodelcafé,elpresidentesentenció:—Albertoescasiúnico.—¿Enquésentido?—En todos David, en todos. Pocas veces un escritor tan mediocre ha

llegadotanlejosenestemundoeditorial.—EstáclaroquelacalidadliterariadeRodríguez-Condesiemprehasido

muydiscutible.—No, David, muy discutible no. Alberto es malísimo. Sus novelas son

cuentecitos simples que distraen a gente que habitualmente no lee y quepretenden acallar su incapacidad a enfrentarse con un libro, de silenciar suinculturaliteraria,diciendoatodosqueleen,yestossonlosqueeligenloslibrosde Rodríguez-Conde. Folletines patéticos, casi esperpénticos, con nulo fondoliterario.

—Perosonlosquecompran,presidente.—¡Efectivamente!,túlohasdichomuybien,sonlosquecompran,losque

regalan un libro pretendiendo darse la aureola de intelectuales y van a losgrandes almacenes y adquieren lo que está en el número uno de las ventas, ocogenunejemplardelatorremásaltaqueesperaencualquierlugardelatiendaaquevengaelprimereruditourbanoyespíesuspecadosantelaliteratura.

Seterminóelcafédeuntragoysentenció:—Albertotuvosumomentointelectual,sobretodocuandosemetíaenlos

ensayos,pero luegoen lanovelaesunverdadero inútil.Perovende.Túlohas

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dicho,vende—seratificaba.Selevantarondelamesayemprendieronelcaminodelapuertadesalida.

Elticketloatendióunodelosguardaespaldas.

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53EntróenlahabitaciónqueOmaralehabíacompuestoypensóenvariascosasalavez:lallegadadeSofíadentrodedosdías,elGranmaylaextrañacitaparaeldíasiguiente, laapariciónotravezensuvidadeMarciay,mirandoa lacama,pensóenLuré.

Sesentóasumesayvolvióamirartranquilamentelanotaypensóenlamanera de cómo se lo habían entregado, y eso de que le estaban vigilando.«¿Vigilarmeamí?—sonrió—.¿AunsimplevendedordecochesquevienesoloaCuba?»

Leparecía cómico.Empezó a barajar la posibilidadde quehubiera sidouna broma, un nuevo truco para venderle puros, para presentarle a una nuevajinetera,paraintentarsacarledinerodealgunaotraformanovedosa.

Por otro lado, no conocía el Museo de la Ciudad, situado dentro delPalacio de losCapitanesGenerales, y en algúnmomento tendría que verlo yaque en varias guías había leído que era el más importante de La Habana. Seencontrabadubitativo.Selevantó,arrancólanotaqueestabapegadaconceloaunadelaspáginasdelpanfletopolítico,queeracomoconsiderabaalGranma,yla rompió en múltiples pedazos. Los tiró al inodoro y se cercioró de quedesaparecieran.

Optóporolvidarsedeello,porlomenosdemomento,yseguirtrabajandoensunovela.Latomópordondelahabíadejadoydecidiónolevantarsede lamesa en el resto de mañana, aprovechar el tiempo y descansar a la hora decomer.

Poralgunaextrañarelacióndeideas,pensóquesiaMarcialahabíavueltoa ver al pedir que le subieran el desayuno a su habitación, no seríamala ideapedir que le subieran la comida y solicitar expresamente que fuera ella quienrealizaraelservicio.

Varias horas después llamaron a su puerta. Antes de abrirla,

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instintivamente se atusó el pelo en el espejo y agarró el tirador, cruzando losdedosporlaespalda.

—Buenosdías,señor.Elescritor,quecasihabíacontenidolarespiración,soltóunavaharadade

aireimpregnadoensatisfacción.—Buenosdías,Marcia.Estoysolo,pasaporfavor.La chica entró y preguntó, con el mismo tono de timidez que había

utilizadotodoslosdíasanteriores:—¿Dóndeledejolabandeja?Albertosedirigióa lamesa, llenadepapelesy libros, losapartó,ehizo

hueco.—Marcia,¿dóndehasestadotodosestosdías?—¿Quémásleda?,veoquehaestadomuyocupadosinmí.Aquellolesonóacelosdeenamorada.—¿Novasatutearmeahora?Latomóporelbrazosuavementeyleapartóunmechóndelpeloquese

habíaescapadodelcoletero,sinqueellaofrecieralamásmínimaoposición.Ellasedejóbesar.Fueunbeso intenso,conmuchocorazónysentimiento,comosihubieraestadoprecedidodeuntiempolargodeausencianodeseada.

—¿Porquénotehevisto?¿Nohasestadoenelhotel?—Nohepodido,ytampocoquieroquemepreguntesmás.Sevolvieronabesar.AAlbertolegustabamucholasuavidadydulzurade

Marcia.NadateníaqueverconlafogosidadeímpetudeBeylinodeLuré.Lodeesta chica era diferente, era el comportamiento más propio de una noviatradicionalquedeunaprostituta.

Albertoentendióquelasituaciónerapropiciay,cogiéndolelamanoconextrema dulzura, la acercó a la cama. Empezó a desnudarla quitándolegradualmente la ropa. Cuando la muchacha se encontraba solo con la ropainterior,elescritorpreguntó:

—¿Notevanaecharenfaltaenlacocina?

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—No,unacompañeravaacubrirmelaausencia.Esa respuesta denotaba que la chica estaba actuando con total

premeditaciónyquesehabíaimaginadoperfectamentequéibaasucedercuandosubieralacomida.

MientrasAlbertoseguíadepiejuntoalacama,lamulatasesentóenellayempezóaquitarlelaropa.

Después de la siesta que se echó al marcharse Marcia, el escritorcomprobóquese lehabíanidolasganasdecontinuarescribiendo.PensóenlanotadelGranmaytambiénreflexionósobrequépodíahacerelrestodelatarde,una tarde ahora incómoda, en donde se le juntaban los remordimientos deconciencia de haber perdido un tiempo que además le estaban pagando, dehaberlesidodenuevoinfielasumujerydehaberseacostadoconMarcia,unachicamuy diferente a todas las otrasmujeres que había conocido en su vida,especialmente a las cubanas, una mujer que cuando cogía los billetes se losllevabacasiasucorazónenungestoqueaélleparecíainusualdealguienquerecibíaundineroporvenderse.«Estabaclaro—pensaba—que,odisimulamuybien,oestamujerlonecesitamucho».Alfinal,pensóeneldominó.

Regresó a su casa al anochecer. El ron, sin ningún acompañamientocomestible, le había dejado un poco mareado, por lo que cuando llegó a suhabitación,actualizósudiarioysemetióenlacama.Eldíanodabaparamás.

54EltenienteGálvezhablabaporteléfono:

—Vamosaver,Gilberto,quenometerminodecopiar.¿Tieneustedalgúnmensajeque lehayanpodidohaberhecho llegaralPPE que tieneusted en suhotel?

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—No, teniente, mensaje no tengo. Lo que sí que parece es que en elGranmaqueledieronayeralhombredelqueestamoshablando,ibaunmensaje.

—¿Yporquépiensaeso?—Porqueenlapáginacuatrodelperiódicohabíaunrastrodequehubiera

estado pegado con scoch tape algún papel que posteriormente se habríaarrancado,yenelGranma,queyosepa,nuncaseadjuntanadaensuinterior.

—¿Ydequétamañoseríaesepapel?—Eramediahoja,másomenos.—¿Ysabeustedcómoconsiguióelperiódico?—No, se lo debieron dar en la calle. Cuando terminó de desayunar se

marchóy,alvolver,másomenosunahoradespués,yalotraía.—Muybien,Gilberto,muybien.Gálvezsepusoencontactoconotrohombrequetrabajabaparaél:—Orestes —llamó por el interfono que conectaba a toda la red de

personas que se hallaban posicionadas fuera del edificio de la plaza de laRevolución,dondeteníasudespacho.

AlcabodeunosinstantessonólavozdesuagenteenelParqueCentral.—Teniente,¡ordene!—Vamos a ver Orestes, ayer por la mañana se acercó un vendedor de

Granmaadarleunoalescritorespañol.¿Sabesquiénes?—¿Cómoera?—¿Cómoquecómoera,Orestes?¿Nosabesquépersonaseleacercóayer

porlamañana?—Ayer por la mañana solamente salió un rato y estuvo sentado en un

bancoduranteunamediahora,ynorecuerdoqueseleacercaranadie.—Orestes, en su habitación tenía unGranma, y si solo salió durante la

mañanaunamediahora,ahíse lodebierondedar.Hanmirado lacintaquesegrabódesdelapuertadelhotelymehanaseguradodesdeelPresidencialquesevequesalesinélyqueregresaconuno.

—Teniente,voyaintentaraveriguaralgoylellamo.

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Gálvez cortó la comunicación. Lo verdaderamente importante para eltenientenoeraquiénselohabíadado,sinoquéleponíanenlanota,queademáselescritoryahabíadestruido.

55—¿Lalechefría,comosiempre?

—Sí,gracias.MarciahabíavueltoalrestauranteyAlbertoseencontrabamássatisfecho

porello.Sepreguntaba la razónynoacertabaaencontrar respuestaadecuada,pero descubría que le inspiraba una cierta tranquilidad ver a Marciadesenvolverseconeseairetímido,quesolomanteníacuandollevabauniforme.Tenía que reconocer que le causaba una extraña excitación pensar que esamuchachaqueahoraibacondosjarrasenlamanosirviendodesayunos,nohacíamuchashorashabía estadoen su camahaciendoel amor enun sentido literal,muchomásqueconlasotras,conlasquesolamentehabíapracticadosexo.LasensibilidaddeMarciasuperabaaladecualquierotramujerquejamáshubieraconocido.

Cuandoseacercóaretirarleelplatodelafruta,lacamareranosehizoderogar.

—Yoyanovoyalibrarhastadentrodetresdías—detallólachica,envozbaja—.Cuando quieras, ya sabes que lo único que tienes que hacer es llamarparaquetesubanlacomida,queyoestaréatentaalaspeticionesdelserviciodehabitaciones.

Alberto asintió con la cabeza acompañando un guiño de complicidad.Cuandosemarchópensóqueéleraunextranjerocondinero,yqueesoyaerasuficiente para que muchas mujeres sintieran atracción hacia su persona.Tampocoibaacreerotracosa.

Cuandoterminódedesayunarpensóenquéhacerrespectoalmensajedel

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día anterior. Se reafirmaba en que efectivamente no conocía el Museo de laCiudadyqueentodosloslugaresquehabíaconsultadofigurabacomounlugardevisitaprioritaria.

SubióalahabitaciónysaludóaOmara,quesalíaconsuhabitualcarritodelimpieza,ysedirigióalteléfonoarealizardosllamadas.

Laprimerafueasueditor,suamigoDavidMuntaner,alquelecontóqueyahabíaempezadoaescribirellibro,quellevaríaescritasenpapelyabolígrafounacifrapróximaalascincuentapáginas.LeextrañóquealigualqueantesdesalirdeEspañaledijoquesetomaratodoeltiempoqueleparecieraoportuno,ahoraparecíaqueteníainterésenquenoestuviesemuchomásdedossemanas,yqueeltrabajopodríaterminarloenMadrid.

LuegollamóaSofía,calculandoqueseríanlascuatrodelatardeyqueyahabríaterminadodecomer.

Notóquesumujersehallabaunpoconerviosa,yfueellamismalaquelediolarazóndesuansiedad:

—Mañanaporlamañananotengoprevistoveniratrabajaryhoytengounmontóndeasuntostodavíaporresolver,peromedaigualaquéhoratermineestatarde,mañanamelevantomástranquilay,simequedaalgo,losolucionaréporelmóvil.

—Tengo que pedirte queme traigas el ordenador portátil, porque estoyescribiendoconbolígrafoyprefieroutilizarelteclado.

—Sí,mellamóDavidMuntanerymeaconsejóquetelollevara¿Tellevoalgomás?

—Mete también algunos discos vírgenes, para grabar lo que vayaescribiendo, ya que no quiero confiarlo todo al disco duro y que vaya a teneralgunasorpresaconelescánerdelaeropuertocuandoregrese.

—¿Sabesquetengomuchasganasdeverte?—Claro,yyotambién.Cuandocolgó,notóqueenestosdíasquehabíahabladoconellalehabía

sentidomuchomáscariñosaquedecostumbre.«Ladistancia—pensó—ledebe

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estarafectando».Ya tenía todohechoymiró lahora,viendoqueel relojmarcabacasi las

diezymedia.«Definitivamente,voya ir—aseguró, totalmente convencido—, total, lo

másquetengoqueperderesverelMuseoyseguroqueaprenderéalgomásdelahistoriadeestepaís».

Y, con ese ánimo, salió por la puerta dispuesto a cubrir andando ladistanciaquehabíaentreelhotelPresidencialylaplazadeArmas,lugardondesehallabaelPalaciodelosCapitanesGenerales.

56DelaprimerabofetadaqueledioOrestesaLázaroMorales lomandóalsuelocon gran estrépito, junto a todos los periódicos que llevaba en la bolsa deplástico.LosdosseencontrabanenesemomentoenelinteriordelportaldeunedificioenlacalleSanRafael.

Se agachóy le agarró por el pelo, soltándole otra demedio ladoque loenvióalaparedcontraria.

Elhombrelloraba:—¡EnverdadOrestes!,queayersolovendítresynofueaningúnespañol.—¡Eres un comemierda Lázaro!—chillabaOrestes a voz en grito, ¡Me

cagoenlaquecantaynopone!¡estásmatusalénynosabesloquehaces!Levolvióaagarrardelashombrerasdelaviejaguayaberaylezarandeó

contralapared.—¡Nocojaslucha!Deverdad,solovendítresynofueaningunapersona

queestuvierasentadaenningúnbanco.—Eresun jeringónyvas a ir al necrocomio.Tevoyaquitar la licencia

paravenderelperiódico—lasvocesdeOrestespodíanoírseamuchosmetrosfueradelportaldondeleestabapropinandolapalizapero,aunasí,nadieentróni

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salióporél.—¡No,porfavor!,¡esono!Seacercóalhombre,lolevantódelsueloylevolvióapegarotropuñetazo

en la cara que lo envió directamente al pie de los peldaños de la escalera. Elhombre,queparaesemomentoyateníalacaracubiertadesangre,sevolvióparaintentartranquilizarlo:

—¡NoteestoyvacilandoOrestes,enverdad!¡Nomedejessinlalicencia,quenotengodondeamarrarlachiva!

—¡Sí,ynomeberrees!¿Túnosabesqueelhpestáentodaspartesyquemuchos de los que te compran elGranma lo hacen para enterarse de cómovivimos, de qué hacemos y de qué cosas dice nuestro Comandante en Jefe?¡Cudango!

Elhombrecallabaytorcíalacarainstintivamenteesperando,resignado,lanueva bofetada del musculoso Orestes. La diferencia física, así como lajerárquica, lo conducían inexorablemente a saber que la única esperanza queteníaeraesperaraqueaquelhombresecansaradepegarle.

Ante la tunda que le estaba dando, Orestes empezó a pensar que hastapodía ser posible que aquel hombre estuviera diciendo la verdad, ya que lehablabadequesolohabíavendidotres.

—VamosaverLázaro,dicesquesolohasvendidotres—segúndecíaesto,leagarrabaparasentarlejuntoaélenelpoyeteinteriordelportal,bajolanubedecablesdeshilachadosquesalíanyentrabandelosviejoscontadoresdelaluzdelospisos.

—Sí, solo tres—concretó el hombre barbotando. El descomunal negrohabía dejado de chillarle y eso le daba unamínima esperanza de que tambiénfuera a dejarle de pegar. De reojo, miraba atemorizado las fuertes botas quecalzabaOrestes.Teníanfamay,enelfondo,ledebíaestaragradecidodequenolashubierautilizado.Porlomenostodavía.

—¿Yaquienesfueron?,¿cubanos?—SabesqueloscubanosnosuelencomprarelGranma.Fueatresyumas

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en la puerta del Payret. Luego estuve toda la mañana dando vueltas por lossoportales del Centro Gallego, del Kid Chocolate, del Inglaterra y no vendíningunomás.Devolvílosquemedieronmenostres.Otrosdíasvendomuchos,peroayersolofueronesostres.Tres.Yanadiesentado.¡Másnada!

Orestes se veía sin poderle dar respuesta a su jefe. Nervioso, agarrónuevamentedelpeloaLázaroyledioungolpeotravezcontralapared.

—¡Eresunguayabero!—¡No,esverdad!¡Pormimadre!—¿Notendrásunbisneconalguien?—¡Orestes,yosoymásrevolucionarioqueMaceo!Se contuvo en pegarle una nueva bofetada. Ese hombre no le mentía.

Entendíaquenadieaguantabaasíunazurra,ylecreía,aunquenoselofueraadecir.EraconscientedequeenelfondopagabaconaquelpobredesgraciadoeldespistequehabíatenidoaldejarqueseleacercaraalguienalPPEquevigilabasinqueélseenterara.Lomiróyleordenóquesefuera:

—¡Vetequemando!El hombre no se lo pensó dos veces y, sangrando continuamente por la

nariz,abandonóelportalpalpándoseconlalengualadentadurayalegrándosedequetuvieratodoslosdientesensusitio.

Orestes también salió a la calle San Rafael, donde había interrogado alhombre, y se quedó pensativo con sus últimas palabras: «...otros días vendomuchos», y en ese momento tuvo una ocurrencia. Tomó su teléfono móvil yllamóasujefe:

—¡Teniente!—¡DimeOrestes!—¿MedijoquefueayercuandoleentregaronelGranma?—Túdeberías saberlo—le recriminóel tenienteGálvez—,queparaeso

estásahí.Sí,fueayer,enlascámarasdelhotelseveperfectamentequesaleconlasmanosvacíasyentraconunejemplar.

—Perdonelapregunta:elGranmaquepareceserqueledieron,¿eraelde

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ayer?—preguntóOrestes.—¿Cómoquesieradeayer?—Sí,¿quesielejemplareradeldía28?Hehabladoconelrepartidoryme

haaseguradoqueayersolodiotres,yquetodosfueronentregadosenotrolugar.¿Sepodríacomprobar?

—¡Sí, hombre!, no tengo otra cosa que hacer que ponerme a ver máscintasdelasqueyaveo.¿Dicessielejemplareradeayer?Nolosé,losupongoporqueselodieronayer.¿Ynopuedeserqueseloentregaraotrovendedor?—preguntóGálvez.

—No, eso seguro que no, LázaroMorales es el único que vende en elParqueCentral,yyoaestehombre lecreo,esdemiconfianza.Pero loquesípudopasar es que se acercara alguien en un suspiro y le diera unGranmadehaceunosdías.¿Podemossaberesedetalle?

—Lo que tenías que haber hecho Orestes era hacer bien tu trabajo, eimpedirquetehayapilladofueradelabase,yalguienseacerqueatuhombreyleentregueunpapel.

Nadamáscolgarviolentamenteysindejarlereplicar,pensóquelateoríadeOrestespodíaseracertada.Paracomprobarlo,teníaquellamarasucontactoenelinteriordelhotelPresidencial.

El teléfonomóvil deLucila empezó a vibrar debajo del panty, donde loguardaba.Cuandotrabajaba,lollevabasinsonido,nofueranallamarlacuandoseencontraraenalgunalabordeseguimientoyresultaríamuyextrañoqueunasimple camareradehotel enCuba llevaraun teléfonomóvil.Al cabodeunosinstantes,contestólallamada.

—¿Aló?—Lucila.—¿Quiénes?—SoyeltenienteGálvez.¿Puedeshablar?—Sí,compañeroteniente,estoysola—confirmó,enunhilodevoz.—¿Recuerdas loquenosdijiste ayerdequehabíasvistoel rastrodeun

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posiblemensajeenunGranma?—Sí,ayerporlatarde,despuésdequeestuvieraenlahabitaciónconuna

camareradeaquí,delhotel,levolvíaregistraryfuecuandomeencontrélodelGranma.

—Sí,Lucila,pero¿dequédíaeraelGranma?—Nolosé.Elperiódicolotrajoayer.—Sí, esoya lo sé,peroestoypreguntándotedecuándoeraelperiódico,

quédíalopublicaron.—Supongo que ayer, pero estoy cerca de la habitación y ahora no está.

Voyacomprobarlo.Lucilasalióparalahabitaciónnúmero312conelmóvilenlamano,yla

abrióconlatarjetaqueguardabadebajodelacajadelosjabonesdesucarrodelimpieza.Entró,buscóyencontrórápidamenteelGranmaquehabíavistoeldíaanterior.

—Teniente,¡lotengoaquí!esdel25deabril,viernes.Teníaustedrazón,noeradeayer.

57LacalleObispomostrabasuacostumbradaanimacióndemediamañana.Sobretododeturistasque,consuscámarasdefotosydevideo,sesituabanenmitaddelacalzadaparatomarlasvistasdeunavíatantípicaenLaHabanaViejacomoeraesacallepeatonal.

Albertocaminabaabuenavelocidad,habiendoencontrandoenesemododeandarunbuenescudocontra toda la legióndepersonasque le interrogabansobresuprocedencia,duracióndeviajeylalargaletaníadepreguntasalasquetodavíanoterminabadeencontrartantosignificado.EncualquiercasoélestabaenCubaparaescribirunanovelaqueyahabíaempezadoy,porello, se sentíaespecialmenteorgulloso.Con laspersonasde laeditorial teníauncompromiso

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de lealtad que siempre había beneficiado a ambas partes, tanto a ellos por losingresos de sus libros como a él por las importantes retribuciones que habíaobtenido,yquesuamigoJaimeEspinosalehabíanegociadocontantoacierto.Serecriminópornohaberlellamadoniunsolodía.

Cuandollegóa laplazadeArmasvolvióasentir la frescuradeun lugartan encantador como ese, rodeado de una vegetación exuberante que permitíaunaumbríaquetransportabaalvisitanteaunlugartodavíamásidílico.

Caminó por los soportales del Palacio de los Capitanes Generales y seacercó a la taquilla. No había ningún turista y una mujer de uniforme lepreguntó:

—¿Una?—Sí,porfavor.—¿Conguía?Detuvosucuerpoysuspensamientos.Lehabíandichoquesepondríanen

contacto con él, y demomento esa señora no lo había hecho. Se cuestionó sirecorrer el Palacio con guía o solo. Entendió que, si alguien iba a ponerse encontactoconél,leinteresabaquenohubieratestigos.

—Démelasinguía—pidió.Despuésdeabonarelbilletesedirigióalpatiocentral,dondelaestatuade

Cristóbal Colón le dio la callada bienvenida. Se preguntó qué hacer ahora.Tampocoteníamuchasalternativas.SehabíaconvencidodequeaesesitiohabíaidoaverelMuseoyesoeraloqueibaahacer,peroloquenopodíaevitareramirara losojosde todas laspersonasqueveíaasualrededor, tantovisitantes,comoguíasocuidadoras,buscandounatisbodecomplicidadque,demomento,nohabíavislumbrado.

Empezólavisitasubiendolasescalerasquelellevabanalaplantaaltay,sin mucho interés, emprendió un recorrido que le conducía por vitrinas conjarrones, cuberterías, piezas decorativas, así como por las habitaciones dondehacían la vida los capitanes generales que enviaban desde lo que llamaban lametrópoli,lapenínsula;cuandoCubaeraunacoloniaespañola.

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Dado que no tenía muchas ganas de ver el museo, la visita le pareciópesada, pero la cabeza del escritor se hallaba llena de otras ideas yevidentemente no tenía la tranquilidad suficiente comopara ver con el interésquedeberíaunlugarcomoese.

Habíaterminadoderecorrerlapartesuperiorysedispusoabajarporlasmismas escaleras que había utilizado para ascender.Miró el reloj y comprobóqueeranlasonceymediaytodavíanadiesehabíapuestoencontactoconél.

AlpasarporlaGiraldillasecruzóconunamuchachadeunostreintaaños,vestidaigualquetodaslasguíasycuidadorasdelmuseo,queledijodepasadaysinpararse:

—Alberto, vaya al cuarto de banderas y quédese allí, que le buscarámihermana—ysiguióandando,sinrepararmásensupresencia.

Mirócómosemarchabaporunpasilloysequedóunosinstantessinsabermuybienquéhacer.¿Quiénsería?¿Quéquerría?¿Porquélebuscaban?

De repente se hizo una pregunta demayor calado. «¿Y si me vuelvo aEspaña con Sofía?» Sin saber por qué, empezaba a recorrerle una extrañasensación de miedo que le atravesaba todo el cuerpo. «¿Por qué tengo quemetermeyoenestelío?»,sedijo.

Comoatodobuscadordeideas,comoacasitodoamantedelaliteratura,lacuriosidaderaunade laspeculiaridadesde lapersonalidaddeAlbertoy,yaquesehallabaenesasituación,decidiócontinuar,porlomenosdemomento.

Volvió a subir a la planta alta. Cuando llegó a la Sala de Banderascomprobóquehabíaungrupodeturistasnórdicosquepermanecíanmuyatentosalasexplicacionesdesuguía.Sepusoacuriosearquéhabíaallí,fijándoseenlossuntuosos ejemplares con los escudos bordados amano demuchos países delmundo.Teníaquehacertiempoynosabíamuybiencómo.Cuandoterminódevertodasycadaunadelasenseñas,sepusoavercuadros.Podríacontarcomomínimomásdecincuentalienzosconlosretratosdecubanosfamosos,entrelosqueveíaporsupuestoaCéspedesyaMartí,personapor laqueseejercíaunadevocióninstitucional.

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Almarcharseelúltimo turistanórdicoseabrióunapuertapor laqueunbrazoleinstóaqueentrara.

Miró a ambos lados y, comprobando que no había nadie en la sala, nodudóysiguióladirecciónquelellamaba.

Al entrar en la pequeña habitación lo primero que se llevó fue unsobresalto,quelachicaentendió:

—Esquesomosjimaguas.Era la hermana gemela de la mujer que se había cruzado con él en la

escalerayelvolveraveraunapersonaigual,aunquevestidadiferente,lellevóaintranquilizarseunpocomásdeloqueyaestaba.

Aclaradoelparecido,lachicaleofrecióasiento.—Espere,queapartoelcubo.Lahabitaciónnotendríamásdecuatroocincometroscuadradosyeraun

cuartodeserviciodondesolamentehabíaunpardesillas,unaescalera,materialdelimpieza,ycuerdasycablescolgadosdeunosganchosenlapared.

—Tomeestebanquito,porfavor.Lamujerleofrecíaunpequeñotaburete, igualqueelqueellatomópara

sentarse.Lailuminacióndelahabitacióneraespecialmentelóbrega,yelescritorteníalasensacióndehabersemetidoenunrefugioantiaéreo.

—Alberto,me alegro de que ella esté aquí—manifestó la desconocida,conunasonrisaapagada,casiforzada.Ensurostroseleíalapreocupaciónquelecabía.

—¿Quiénesusted?—Esmuylargodecontar,noquiénsoyyo,quemellamoOneliaCalero,

sinoquiénessomosnosotros.—¿Quéesesodenosotros?—MireAlberto,somosungrupomuyimportantedepersonasqueestamos

tanto en Cuba como en el extranjero, firmes amantes de nuestra patria y quequeremosparalamismaelmejorfuturo.

—¿Sondelgobierno?—fuelaprimerapreguntaqueseleocurrióformular

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alsorprendidoeinquietointerlocutor.—No,porcontraestamosmuyperseguidosporelgobiernoactual,ysinos

cogenahoramismo,memeteríanenlacárcel.¡Estoycorriendopeligro!—¿Quéhacenustedes?—Nosotrosestamosbuscandoelmejorporvenirparanuestropaís,después

dequemueraelComandante.Ahíserácuandoentremos.—Pero,entodoeso,¿quépuedepintarunvendedordecoches?Lamuchachasesonrióyleaclaró:—Mire,AlbertoRodríguez-Conde, aunque en realidad se llamaAlberto

RodríguezGarcía,nacidoenMadridenlacalleLombía.Treshermanas.Escritorqueestáenlafama,quehaidopasandodelensayoalanovelacomercial,siendosusúltimoséxitos—segúnenumerabadatos,Albertoseibaquedandocadavezmásaturdido—loslibrosdeValldemosaydePraga,aunqueustedsesientemásorgullosodesuprimeraetapa,cuandohacíadenunciassocialesenLashormigasdelaLuna,oElpálpitososegadodeSergio.

Anteaquellademostracióndeconocimiento,Albertosolamenteselimitóacorregirelúltimotítulopronunciado:

—Sergioyelpálpitososegado.Unsobrecogedorsilenciocruzólaestancia.Notabaquehabíapalidecido.

Laperplejidadlehabíasumidoenelmásprofundodesconcierto.—Yonolepuedodecirmuchomásdeloquelehedicho,porquetampoco

losé.Nuestraorganizaciónestámuyfragmentada,yyosolamenteconozcounapequeñaparte.AmíhermanayamínosdijeronayerporlatardequeibaavenirustedalMuseodelaCiudad.Nosénadamás.

—Bueno,mehadichomuchascosasdemí¿Dedóndehasacadotodaesainformación?

—Me la transmitieron. En nuestra organización hay muchas personascomprometidas y algunos ocupan puestos importantes en el actual aparato delEstado.Gentequeestájugándoselavidaporelfuturodesupaís,porlasociedadde libertadesquequierenparasushijos.YnosoloestamosenCuba.También

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hay muchas personas fuera de nuestras fronteras, por lo que entiendo que subibliografíahabrávenidoporuncontactoquetengamosenEspaña.

—Pero,¿québuscandemí?—Mimisiónúnicamenteerahacerleunapequeñaintroducción,peroyoya

nopuedodarmásdatos.Hoyletengoqueproponerunacitaconotrapersona.Esde losnuestrosy le tendríaquepedirqueaceptara tenerunaentrevistaconél,paraquelecuenteporquéustedpuedesertanimportanteparaelfuturodeCuba.

—Señorita...—Onelia.—Sí, Onelia, ¿me quiere hacer usted creer que yo, un escritor español,

puedoserunapersonaimportanteparaelfuturodealgúnpaís,ymásCuba,endondesolollevounasemana?

—Sí,créame.Necesitamosqueseembullaconnosotros—rogólamujer,con ansiedad—. Todos somos muy importantes. Esto es como un inmensorompecabezasdondenopuedefallarningunapieza,ylasuya,comoladetantosotros,puedeservital.

—¿Yquécontactoesese?—Noesprecisoquesepasunombre.Lequierehablaraustedenunlugar

dondenopuedansermolestadosnivigilados.Espiados,comodicenustedes.—¿Espiados?—Sí, si no desde el primermomento que llegó, sí quemuy pocos días

después, estamos seguros que usted está siendo sometido a una estrechavigilancia.Entodomomentoelgobiernosabeloqueestáhaciendoyconquiénlohace.

LamiradadeAlbertoeraunamezcladedesconfianzayde incredulidad.«¿Espionaje?—pensaba—¿Dequémehablabaestachica?»

—Siento todoesto,peroes laverdad.En la isla sehaceunseguimientomuy cercano de todos los escritores que vienen. Temen que ustedes puedannarrarluegocómoseviveenestepaísylomalqueestáelsistema.Nosotros,loscubanos,lopensamos,peroustedeslosescritores,lejosdelaisla,puedencontar

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muchascosasytienenunacapacidaddeinfluenciaquenogustaalgobierno.Suaccesoalosmediosdecomunicacióndemasasylaposibilidaddecrearopiniónesinherenteasuprofesión.Poreso,losescritoresylosperiodistasnogustanenCuba, porque según el sistema, alteran y agitan a la población. Por eso lesvigilan.

Elescritorsesorprendíaconloqueescuchabaymásenellugardondelooía, en un pequeño cuarto de limpieza lleno de lejías y detergentes, y de unapersona que, por su aspecto, jamás podía imaginar que tuviera esa locuacidadverbal,eseléxico,nadacubano,exceptoporlaentonaciónquedabaacadaunade las palabras que decía.Veía que lamujer le hablaba con una sensación deangustia,dedesasosiego,quenosoloeracapazdeexteriorizar,sinoqueademásestabaconsiguiendotransmitir.

Semantuvopensativoduranteunosinstantes,mientrasmirabaalachica,hastaquealfinallepreguntó:

—¿Ydóndeseríaeseencuentro?—Enun taxi.Es unode los pocos lugares seguros dentro deCubapara

que dos personas puedan hablar. Un recorrido de algunos kilómetros podrábastar.

Leparecióunrazonamientomuylógico.—¿Ydóndecogeríaesetaxi?—Mañana,juntoalCapitolio.—Mañananopuedeser—reaccionóinstantáneamente—,vienemimujer

ynosvamosunosdíasaVaradero.Aunasí,quisodarunaalternativa.—Tendráqueserlasemanapróxima.—Noimporta.Yaentenderáporquénotenemosprisa¿Quédía?—Elmartes.Elpróximomartespodríaser.Mimujeryasehabrávueltoa

España.—Grábeselo, porque no se lo puedo dar apuntado. Usted acuda a las

escalinatasdelCapitolioalasdocedelamañana,yallíunapersonaseofrecerá

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parallevarleaCojímar.—¿ElpueblodondeseinspiróHemingwayparaescribirElviejoyelmar?—¡Équelecua!Cuandopronuncienesenombre,póngaseasudisposicióny

élleexplicará.—Yesapersona,¿esdesuorganización?—Sí, como muchos cubanos que nos estamos arriesgando en la

preparacióndeunasociedadmásjustaymásdigna.Comomihermanaycomoyo.Todosnosotrossomoselevadores,bueno,ustedesdiríanascensores.

—¿Ascensores?—Ya lo entenderá, y excúseme por haberle recibido en este cuarto de

desahogo.Lachicaselevantódelasillaysalió,dejándoleaAlbertounmomentoen

la habitación. Igual que había hecho para que entrara, metió el brazo por lapuertamientrassehallabaenlaSaladeBanderas,yanimóalescritorasalir:

—Ya.Segúnsalió,lachicavolvióameterseenelcuartitoysesobresaltócuando

oyóunavozenladistancia:—Lapuertadesalidaestásiguiendoaquellaflecha.VioalahermanadeOneliacómoseñalabauncartel,mostrandounrostro

decomplicidad.Sin darmás palabras que una breve de gratitud, pasó junto a su lado y

salió del edificio, recibiendode nuevo la frescura del ambiente de la plaza deArmas.

Seencontrabatotalmentedesorientado.Noentendíanada.Pensabaquesehabíancreídolodelaventadeloscochesyresultaqueenunaremotahabitacióndeunpaíssituadoamuchosmilesdekilómetrosdesucasa,unamujerlehabíacontadoloslibrosquehabíaescritoyleproponíaentrevistarseconuntaxista...¡ensutaxi!

Miróelrelojypensóquepodríavolveralhotelparadarseunbañoenlapiscina.Teníademasiadasideasqueaclarar.

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58Lucila, en su papel de Omara, había terminado de registrar la habitación delescritor español, como hacía todas las mañanas, desactivando la caja deseguridad y leyendo o fotografiando el diario que el huésped iba escribiendo.Despuéscontabaeldineroqueibagastandoparaquesupieranentodomomentoen la plaza de la Revolución si destinaba alguna cantidad diferente de la quepodían considerar normal para un turista. Por último revolvía en lamesa paraindagarquécomprashabíarealizadoy,porsupuesto,mirabaloqueescribía.Suprofesionalidadlallevabaadejartodoexactamenteigualacomoloencontró.

Con toda esa información bajaba a despachar con Oñate, que era lapersonaalaquelehabíadichoGálvezquereportara,terminandoahísumisión.Elrestodeldía,comounacamareramás,hacíacamas,limpiababañosyreponíalas bebidas de los minibares de las habitaciones del majestuoso hotelPresidencial, edificio de principios del siglo XX convertido en una de lasconstruccionesmásemblemáticasdeloqueseconocíacomoCentroHabana.

—Adelante—concedióGilbertoOñate.Lachicapasóaldespachodeldirectordelhotelysesentóenunadelas

sillasquehabíajuntoasumesa.—CuéntameLucila.La mujer le informó del número de páginas que llevaba escritas, la

cantidaddedineroqueteníaenunacarteraqueguardabasiempreenlacajadeseguridadylascomprasquehabíahecho.

—No,comprasayernohizoninguna—confirmólamujer.—Bien, Lucila, bien. De mujeres—Gilberto Oñate seguía hablando—,

según lo que me han pasado, ayer se acostó otra vez con Marcia Lunas, almediodía,peromehandichoquenointerfiramos.Supadreestámuyenfermoylachicalecompramorfinaaunoqueviveenlacalle19.Cuantomásseacueste

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conella,másdineroingresaremos,porloquedejémoslaqueleseduzcatodoloquequiera—afirmóOñate,riendo—.¿Ydelrestodemujeres?

—Yo solamente conozco a aquellas dos jineteras, que las había vistoanteriormenteenelhotel,perotampocosécómosellaman.

—Sí,séquiénesdices.¿Nohanvuelto?—Vinounadeellas,lanegramásalta,eldomingoapasarlanoche,pero

semarchóporlamañanadespuésdequeMarcialessubieraeldesayuno.Marciaestuvounosdíassinvenir.

—Sí,enprincipioseentendióquenodebíaaparecer,peroselaconsiderasinningúnpeligroparalaoperación.

Levantólavistadelospapelesyserecostósobresuasiento.—Muy bien, Lucila —el director se mostraba exultante—, lo estás

haciendomuybien.Nodejesqueporningunarazónpuedacogerteasandomaíz.Si quieres ayuda en algún momento, me lo dices y montamos algún tipo deoperativodedistracciónparaquetedélugaratrabajarconseguridad.

—No hace falta. Siempre que estoy dentro, cierro la puerta y desactivocualquiertipodetarjeta.Conunminutotengosuficienteyesimposiblequemepuedacogercontrolandosuscosas.

—ValeLucila,muchasgracias.La chica se levantó y salió de la habitación. A Gilberto le habían

asegurado que esePPE era extremadamente interesante para la Revolución yque tenía que hacerle un seguimiento especial, muy minucioso. Recopiló losnúmerosdeteléfonoalosquehabíallamado,laduracióndelasconferenciasy,como hacía todos los días, salió a la calle con las cintas en donde estabangrabadas las conversaciones telefónicas que habíamantenido, siendo recogidopor un coche oficial discreto que le llevó a la plaza de la Revolución paracelebrarsuhabitualdespachoconeltenienteGálvez.

59

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El despacho deWalfridoRiva era un sencillo lugar de trabajo.Como todo enCuba. Incluso las instalacionesdelgobiernoeran sencillas.Sencillasopobres,según se mirara. La diferencia a veces estaba en el filo muy delgado de unanavaja.Enlaislaeranconceptosquequeríanasimilarseperoque,vistosconunaperspectivamás abierta, eran totalmente antagonistas.Walfrido quizá pensaríaque tenía lo suficiente para ejercer su deber pero, en otro entorno, podríaconsiderarse que una persona con unamisión tan delicada debería tener otrosmedios.

Encualquiercaso,éleraunartista,yconloqueteníaquecontareraconlatranquilidad necesaria para ejercer la alta responsabilidad que se leencomendaba.Sabía que lo que tenía entremanosno era comocualquier otrodiscurso. Tampoco era una entrevista. Le habían trasladado el importantecompromiso que tenía con la Revolución, de la queWalfrido era uno de susmáximosideólogos,apesardecontarconmenosdetreintaaños.Era,sinlugaradudas, el miembro más joven de lo que se conocía como el Círculo delComandanteenJefe.

La maquinaria del régimen era un conjunto de piezas que funcionabanmilimétricamente.Cadaunodesempeñabasupapelconformealasórdenesquerecibíayconelabsolutodeberqueteníanparaconlacausa.

Todo se coordinaba desde el piso doce delMinisterio del Interior, en laplazade laRevolución.Uncomité,quepresidíaelpropioFidel, se reuníaconperiodicidad semanal para analizar con detenimiento todos los asuntosconcernientesalaseguridadenlaisla.Eranreunionesmaratonianasqueavecesdurabanmásdediezodocehoras.Cadacapitánexponíalascuestionesrelativasalasecciónbajosuresponsabilidad:relacionesconEstadosUnidos,emigraciónlegal y los ingresos que acarreaba, emigración ilegal, ingresos que suponían,Internet y servidores, emisoras de radio, fundamentalmente de Miami,transferencias de dinero desde el extranjero, y, por supuesto, turismo. Ahíinterveníanvariosdepartamentos.Seexponíancuestionesrelativasalaafluencia

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de turistas en general, países de procedencia, duración de las estancias,identificaciónde los cubanosquehubieran tenido alguna relacióndiferenciadaconalgunodeellosy,encapítuloespecífico, sehablabade losPPE, donde elcapitánMonagapresentabalasituaciónactualizadadetodosycadauno.Aunqueporrazonesqueelrégimennoentendía,másdelnoventaycincoporcientodeltiempoquepasabanenCuba,lohacíanenlaciudaddeLaHabana.

Esta vez se hizo un especial énfasis en la situación de uno de ellos enparticular, el que conocían como el escritor español. El Comandante habíanombradoaunode susmás íntimos colaboradores al frentede esteoperativo,quesolamenteconocíaunreducidogrupodemandatarios.

Cuando terminó la reunión, sobre las diez de la noche,AlejandroTuerotuvo un apartado con el Comandante donde le tranquilizó sobre los detalles,asegurándolequeabsolutamentetodoslosángulosdelaoperaciónestabanbajosucontrol.

Al preguntarle por el trabajo de Walfrido Riva, aseguró que ya teníapreparada la mitad del libro y sintió cómo le apremiaba para su conclusiónrápidayexitosa.

—Calculo que pueden quedar de siete a diez días —supuso Tuero, elfactotumdelJefedelEstado.

Ledijoqueerauntiempomuyjusto,queeramartesveintinuevedeabril,yqueteníaqueestarterminadonomástardedelviernesdíanuevedemayo.SeteníaprevistalafinalizacióndeloperativoparaesafechaylalabordeWalfridotenía que estar imperiosamente concluida ese día. Eran muchas las personas,mucho el interés y mucho el dinero que iba a poner la Revolución en esterevulsivocomoparaquealguienfallaray,eneseesquema,elpapeldeRivaeracrucial.

Nadamásabandonarlareunión,AlejandroTuerollamóalaeropuertoJoséMartí y habló con el jefe de seguridad. Le explicó que sobre las cuatro de latarde tomaría tierraunvueloprocedentedeMadriddondeviajabaunapersonaque tenía que tener el trato similar al de cualquier turista, es decir, que en

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absoluto se utilizara el circuito VIP, pero que no fuera molestada ni con sudocumentación ni, sobre todo, con su equipaje. Por las cintasmagnetofónicasque lehabían llevadosabíaqueelescritorespañolhabíapedidoasumujerunordenador portátil. El protocolo aeroportuario cubano indicaba que cuandoalguienentrabaenelpaísconunaparatoasísinhaberlosolicitadopreviamente,habíaqueinterrogarleencuartoprivadoparaaveriguarquéintencionestraíaaltransportarunordenador,profesiónespecífica,usoquedelmismoibaarealizary,porsupuesto,investigacióninformáticadelosarchivosquecontenía,sacandocopias de todos ellos para cotejarlos con los que sacara cuando abandonara laisla.

Enestecaso,alviajeroquehabíanindicadoaljefedeseguridadnoteníanquemolestarleenabsoluto,ordenándolequepusieraasusmejoreshombresenlizaparaasegurarqueelequipajedeSofíaRoblesMartínibaaatravesartodosloscontroles sinquenadie lepreguntaraabsolutamentenada.LosserviciosdeinformacióndeMadrid le habían facilitadounas fotos quehabíanobtenidodeellarecientementey,aldíasiguiente,recibiríaunallamadadecómoibavestidacuando llegara al aeropuerto de Madrid-Barajas, para que fuera un pasajeroperfectamente identificado por todas las personas que tomaran parte en elseguimientoaeroportuario.

Tueroeraunhombremuymetódicoquesehabíaganadolaconfianzadelamás alta instancia del país y se sentíamuy orgulloso por ello. Su posición lepermitía haber viajado en numerosas ocasiones al extranjero, la última vez aBarcelona,paraentrevistarseconelpresidentedeunodelosgruposeditorialesespañolesmás importantes, y conocía cuales eran los puntos demejora de laimagendelaRevolucióntraslasfronterasdelaisla.Ytambiénsabíalospuntosfuertes.EstamisiónquelehabíaencargadoelComandanteleeraespecialmentegratay lahabíahecho suyadesdeelprimerdía, comprometiéndoseconellayhaciéndolaabsolutamenteprioritariafrenteaotrasanteriores.

RecapitulólasituaciónyllamóaVaradero,alhotelJardinesdelaReina,parahablarconsudirector.

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60El baño en la piscina tampoco le sirvió a Alberto para aclarar las ideas queconvergíanensumente.Erandemasiadosimpulsosseguidosynoterminabadeencajar ninguna de las nuevas situaciones que vivía desde que llegó a LaHabana,hacíadeestosoloochodías.Habíavenidoenbuscadeunmotivoyunainspiraciónparaescribir,ysehabíaencontradoconunvolumendeinformacióny sensaciones que no era capaz de digerir con tranquilidad, incluidas lasdetencionesdelasdosmujeresquesehabíaencontradoenlacalle.

Para colofón, recordó los sucesos del señor mayor que le vendió elGranma, la entrevista con la chica aquella en el Museo de la Ciudad y, porúltimo,laproposicióndereuniónenuntaxi.

Ypor si fuerapoco, aldía siguiente llegabaSofía, con laquecasi teníaque salir huyendo.No, no podía consentirlo. Se lamentaba incluso de que nopudieran marcharse de La Habana nada más llegara su mujer y tuvieran quepernoctarunanocheenelhotelPresidencial,enellugardondehabíallevadoacabotodalacadenadeinfidelidadesdelasque,sinsabermuybienporqué,nose sentía tan culpable como debiera. Él quería a Sofía, pero entendía queaquellas relaciones con las prostitutas que habían compartido su cama eran elcomplementopersonalquesumujernolehabíadado.Quizá,decontinuarconese pensamiento, podría llegar a suponer que no fuera tan punible, dados losatenuantesdefrialdad,deinsensibilidadydeindolenciaquelehabíademostradosiempresumujerenellechoconyugal.

Sehallaba incómodoen la ciudad.Sehabíadadocuentadeque suvidaestabaalterada,tantoenlacalle,comoensuhabitación,tantosinsumujer,comocuando ella se reuniera con él.Nopodía salir sin que se sintiera visiblementeacosado e incluso, como le había afirmadoOnelia, espiado invisiblementeporgentedesconocida.

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Peroélsesentíaunprofesionalysedebíaa laeditorialquelepagabay,además,muy generosamente, a un proyecto literario y a un presidente que lehabíarealizadounencargoalcualnopensabadefraudar.Lasletraseransuviday,despuésdeloslibrosanteriores,pensabaqueconlanovelasobreCubaibaatenerelespaldarazodefinitivoconelquepretendíanodarunsaltocuantitativoen las listas de éxitos, algo que ya conocía, sino el cualitativo, ese que hacecardinalmentediferenteunaplumadeotra.

Optópornosalirdesuhabitacióncuandovolviódelapiscinaysequedótrabajandoduranteelrestodemañanaasícomodurantetodalatarde.Noquiso,nisiquiera, saliracompartir lapartidadedominó,ni tampocopidiónadaparacomernicenar.LegustabaMarcia,peroahoralatemía.Lehabíacogidomiedo,a ella y a todos y a todas.No se creía lo que le había contadoOnelia por lamañana,perotampocolodescartaba.SabíadelrechazoqueelrégimendeCastroprovocabaamuchaspersonasenelextranjero.Conocíalascifrasdecubanosquevivíanfueradelpaís,sobretodoenEstadosUnidos.Enalgúnlugarhabíaleídoqueunveinteporcientodelosisleñosresidíanfueradelaisla.

Ytambiénconocíalaexistenciadedisidentesenelinterior.Habíaleídodelaspersecucionesque losComitésdeDefensade laRevoluciónejercían sobreaquellaspersonasquesepermitíanlalicenciadeopinardeformadiferentealaoficial. Aquella Revolución, que nació como una esperanza para el futuro, sehabía convertido en una extrañamáquina del tiempo, parando para siempre elrelojdelaevolucióntemporal,delprogresointelectual,delasmejorassociales.RecordabaalseñorquelehablóaquellatardeenlacalleNeptunoyalaseñoraquesellevólapolicíacuandoibaaenseñarlesucasa,olamulatadelMalecón.

Todoello le llevaba apensar que igualOnelia le habíadicho la verdad,queeraciertoqueexistieraunaorganizaciónclandestinaquepretendieradarungiro a la vida política de la isla.Lo que no terminaba de comprender era quépodíaaportarélatodoello.

Latardelehabíacundidoylanochehabíaenvueltoalaciudad.PensabaenquéibaahacerconSofíaysopesabalasalternativasqueselepresentaban.Si

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lehablabadelaconversaciónconOnelia,talvezempezaraahacerledemasiadaspreguntasyaextraerexcesivasconjeturas.Decidióquenohablaríadeningunade las cuestiones que le preocupaban y que adoptaría una actitud propia delescritor que se encuentra concentrado en su trabajo, alejadodelmundoque lerodeayconsagradoasupensamiento.

Antesdedormirseteníacomoúnicapreocupaciónquéhacerlanochedeldíasiguiente,laúnicaqueestaríasumujerenLaHabana.Entendíaqueentrelahora de la llegada, y que tendría que pasar los lentos trámites aduaneros, nollegaríanalhotelhastalasseisosietedelatarde.Porlanochepodríallevarlaacenaralrestaurantedealgúnhotelpróximoyaldíasiguiente,aprimerahora,semarcharían a Varadero. El único fleco que le quedaba por concretar era eldesayunodeldíaunodemayo,enelhotelyconlamásqueprobablepresenciadeMarciacomocamarera.Esemomentoteníaquecuidarlo.Ibanaserlosúnicosinstantes donde podían verse las caras las dos mujeres. Evidentemente coninformacióndiferente,peronopodíaconfiarsoloenlapresuntabuenaactituddelaempleadadelhotel.

61EnelúltimodíadelmesdeabrilsenotabaunaactividadespecialenlaplazadelaRevolución.Lafestividaddeldíasiguiente,DíadelTrabajo,conllevabaquetoda la maquinaria propagandística del régimen se encontrara perfilando losactosqueibanacelebrarseyqueteníancomoeventocentraleldiscursodeFidelCastrobajo laestatuadeJoséMartí, juntoa la torrequeseconstituíacomo laedificación más alta de La Habana y que, contrariamente a lo que muchoscubanos pensaban, se había levantado durante los últimos años del dictadorFulgencioBatista,afinalesdelosañoscincuenta.

Por un lado podían verse tanto a los coordinadores de grupos, quienesrecibían instrucciones de dónde situarse, de qué pancartas exhibir, de los

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horarios que tenían que cumplir, como las reuniones de los miembros deseguridadpersonaldelpropioFidel,olasupervisióndelacoberturainformativa,tantotelevisivacomoradiofónica.

ElComandantehabíaencargadoaWalfridoRivaqueestavezsudiscursosecentrara,enunaparteimportante,enasociarelespíritupatrioenarboladoporMartí,heridoporlosataquesdetodaslaspotenciasextranjeraspoderosas,conlaculpabilidaddelasituacióneconómicadelaislayqueestasesolucionaríasilospaísesmásdesarrolladosentendieran los logros socialesde laRevolución.Losasesores personales de Fidel estaban terminando de retocar algúnmatiz de lamodélicasoflamaquehabíapreparadoelbrillanteWalfrido.

Con ese entorno, sin embargo, en el despacho de Alejandro Tuero serespiraba un cierto clima de distanciamiento respecto a los actos del díasiguiente. Él sabía que la misión que le habían encomendado superaba laimportanciainclusodeundíaprimerodemayo,yelcaladodelamanipulaciónquesetraíaentremanoslocalificabadecuestióndemáximaprioridadoficial.Seestabahablandodelaimagendelpaís,delaimagendesumáximomandatarioyde la imagen de unaRevolución que necesitaba alimentarse, también, y sobretodo,desdefueradelasfronterascubanas.Todoelplan,pensadoeideadoporelpropioComandante,seencontrabaenlasmanosejecutorasdeAlejandroTuero,hombreplenipotenciarioenelrégimenyenespecialdeestaoperación.

JuntoaélsehallabaelcapitánMonaga.Aunqueenesosmomentosenlaislahabíauntotaldecincopersonasconesamismaconsideración,eraevidentequelasituacióndelescritorespañoleralaqueocupólamayoríadeltiempodelareuniónqueestabanmanteniendo:

—¿Cree usted que Lucila está obteniendo toda la información quenecesitamos?—preguntabaTuero,queutilizabaonoeltuteosegúnleparecieraoportunomarcarlasdistanciasencadamomento.

—Sí.Esunamujermuymatraquillosaensutrabajoysiemprehacetodoalaperfección,conmuchodetalle.Laseleccionamoshaceyaalgúntiempoynoshademostradounavalíamuysignificativaen todas lasmisionesque lehemos

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encomendado.Tueromirabalosinformesqueteníasobrelamesa.—¿Yhoyvienelamujer?—Sí, dentro de seis horas —precisó, después de consultar su reloj de

muñeca—. ¿Ya habló con el José Martí para que no le molesten con loscontroles?

—Sí, Monaga, pero esa mujer seguro que no es tonta, a ver si va aencontrarquemientrastodoelmundosetiraunahoraparapasarloscontrolesdechequeo,porelcontrarioella tieneunaventanillaesperándolevacía.Arrégleloparaqueenelrestodelostrámitestodoseaabsolutamentenormal.

—Tantoenelchequeodepasaporte,comoenlaesperadelasmaletas,serácomounamás.Porloquehemospodidodetectardeunallamadatelefónicaquerealizóasumujer,ellavaatraeruncomputadorportátil.

—Losé.¿SabeMonagalointeresantequeesuncomputadorportátil?—aquello,másqueunapregunta,sonóareflexiónpersonal.

El capitán no conocía la operación en su totalidad. Solo sabía que elescritorespañoleraunPPEdeespecialseguimiento,porloquenoentendíalaspalabrasdelarroganteAlejandroTuerocuandolehablaba.Aúnasí,mantuvolacomposturay ledio la razón sobre loúltimoquehabíapronunciado, algoqueporotroladoeraevidente:unordenadoreraalgomuyinteresante.

—¿YluegosevanamarcharaVaradero?—Sí,sevanmañanadíaprimero,hastaelpróximodomingo,yaqueella

vuelveaMadridellunes.—¿Y no le va a extrañar a su mujer que nada más llegar se vayan a

Varadero?—Esomismopiensoyo.Tueroseguíaviendopapeles.—¡Esunjevoso!,sehaacostadocontres,¿no?¡Menudatarramentaleha

puestoalaSofía!¡Esunaaguantonadelapinga!—¡Sí!,primero fueconuna talBeylin,que se la trajoun taxista.Luego

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fueotraquesellamaLuré.Sonjineterashabituales.—Eso está bien, así las visten hermosas y cuando luego viene otro

extranjerohabladelabellezadelascubanas,selaspasaporlachágara,yasí,yasí.¡Esoestábien!¡Estábienquehablendelfuegouterinodenuestrashembras!Esonosdejamuchoschavitos.

—Efectivamente y, por último, se está acostando con una camarera delPresidencial,unatalMarciaLunas,ladelpadreconcáncer.

—¡Ok!, ¡esa déjala!Ahí cerramosmuy bien el círculo. El extranjero seacuestaconlachicayconloqueestarecibeacambionoscompramorfinaparasupadre.Déjalaquesigaasí,yquelodesupadresealarguelomásposible,quenecesitamos ingresos por todos los sitios. Lo de aquella otra chica fueinterceptado¿no?

—Sí,sellamabaIrisAngerí.Esanolaconocíamos.—¿Perolahabéisinvestigado?—Sí, Gálvezme dice que esa platinada está limpia, tanto ella como su

familia,perolaapartédeélporsiacaso.—Bueno, y de todas las relaciones con esas chicas, ¿tenemos suficiente

material?—másquepreguntar,Tueroafirmaba.—Sí,porsupuesto.Noenlahabitaciónyaqueretiramostodaslascámaras

delPresidencial,perosílostenemosenlosvestíbulosyenlosrestaurantesquehaidoconellas.Enelrestaurantedelhotelletenemosconlacamarera.

—Deesarelación,pocohabrá.—Sí,nadacomprometido.Sevesoloqueélhablaconunacamarera,pero

esasimágenesnodicenmucho.Además,elmicrófonotampococaptaconnitidezloquehablan.

—Bueno,yatenemosimágenesconlasotrasdoschicas.Demomentoconesonosvale.

Por suactitud,parecíaqueTuero ibaadarpor terminada la reunión.Seincorporóydejódemirarpapeles.

—Bien,Monaga,buentrabajo.Enestemomento lo importanteesque la

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mujersevayapronto,quenotenganningúnincidenteenVaradero...—Tengodestacadosacincoagentesallá—interrumpióelcapitán—,yhe

alertadoaldirectordelhotelmatancero.—Bien,muybien,decíaque lo importanteesqueno lespasenada,que

disfrutendesuestancia,quesebañen,quesingenyqueellasellevedeCubaunaimagenespecialmentebuena.CéntreseenelloMonaga.Nosvolveremosaverlasemana próxima. Le repito que esmuy importante que ella saquemuy buenaimpresióndel país, y ademásmealegrodeque estén recluidos enunhotel deVaraderoynocurioseandoporlascallesdeLaHabanaVieja.

—¡Asísehará!AlejandroTuerosesentíaespecialmentesatisfecho.Todosalíacomohabía

querido, incluso lo del ordenador. «No quiero pensar—se dijo—qué hubierapasado si el famoso escritor español no tuviera ordenador enCuba, pero todosalióalaperfección,ynosolofuncionaronlasinstruccionesqueledioaaquelpresidentetanmiserable,sinoquealfinallohaacabadopidiendoél».

Por unos instantes pensó enGerardMaciá y las dos veces que se habíaentrevistado con él. Por su actitud, le pareció simplemente un ladrón. «En unpaísdecentecomoelnuestro—sedecíaparasuinterior—unapersonaasíseríaargollada,ysipormífuera,públicamente.Estámanejandolaorganizaciónasuantojoyúnicamenteparasubeneficiopersonal.Esunametrallamierdera».

Olvidó a aquel presidente. Ahora se sentía orgulloso, según miraba latribunaqueestabanterminandodeinstalardelantedelmonumentoaMartí.«¡LaRevolucióntienevida!—pensó—.Sí,estámásvivaquecuandoaquelsátrapadeBatista huía aquella mañana del primero de enero del cincuenta y nueve.Entonceseraunaparteimportantedelpaíslaqueerarevolucionaria.Hoytodosloscubanossomosrevolucionarios.Todospensamosqueasílasociedadesmásjusta,queasí,lasociedadesmásequitativa».

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Albertoyanosabía siqueríaqueMarciaaparecierapor lapuertade lacocinacon las jarras de leche o si, por el contrario, deseaba que desapareciera parasiempre.Aesahora,Sofíayaestabadecaminoenelavión,peroeraverdadqueelsiguientelunessemarcharíay,alomejorenesemomento,sevolvíaaacordardelaternuraysensibilidaddelacamarera,cuandolasoledadvolvieraasusdíasenLaHabana.

AlsalirdesuhabitaciónpensóenOmarayvaloróelhablarconellaparadecirle que cambiara las sábanas, no fuera que sumujer, que iba a pasar unanocheentreellas,pudieradescubriralgúnrastrode la infidelidadcontinuaa laque le había sometido. Sabía que pormuy demáxima categoría que fuera elhotel,lassábanasnosecambiabantodoslosdíassinohabíacambiodehuésped,ynopodíaarriesgarse.

Encontróunabuenaexcusayrecordabalaconversaciónquehabíatenidocon la chica hacía unos instantes, antes de bajar a desayunar, cuando se laencontróporelpasilloconsucarrodelimpieza:

—¡Omara!—¿Sí,señor?—Lo siento, pero anoche seme derramó zumo de tomate ymanché las

sábanas.—¿Yporquénonosllamóyselashubiéramoscambiado?—Tampocoteníaimportanciaynoqueríamolestar,perosinoleimporta...Sí,pensabaquehabíasidounabuenaideahacerloasí,deesaformatenían

que cambiarlas forzosamente y se ahorraba dar explicaciones o pedir favores.AprovechóelmomentoparapensarenelcuerpodeOmarayhastaselepasóporlacabezalaposibilidaddehacerlealgunaproposiciónlasemanasiguiente.

Ahora,sinembargo,sehallabaenunatesituradiferenterespectoaMarcia.Loquehabíatenidoconellanosearreglabaderramandounzumodetomateyeramásqueposiblequeeldesayunodeldía siguiente,elprimeroyúnicoquetomaríaconsumujerenelPresidencial,selosirvieraella.Paralacenayatenía

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previsto llevarla a otro lugar, pero sería de muy difícil justificación que eldesayunonolotomaranenelhotelenelqueseencontrabanalojados.Pensóquehastaseríacontraproducente.

Despuésdelevantarseparaservirseunplatodefrutayunosbollosesperóaquesucedieraloqueestabaprevisto.Marciaaparecióconunabandejadevasoslimpios que puso junto a las jarras de zumo de naranja. Semiraron y a él leparecióqueconsusojoslachicalehabíaindicadoqueenunosinstantesiríaporsumesa.

Cuando lacamareraseacercócon las jarrasdeservirelcafé,Alberto lecontóquealdíasiguienteiríasumujer.Ellalemirófijamentepreguntándoleconlamiradaalgoqueélnosupointerpretar.

—Marcia,serásolomañana—elescritorseguíahablandoconvozbaja—porqueluegonosvamosaVaraderocincodías.Ellunesestaréotravezaquí.Yosolo —quiso remarcar ese extremo, marcando el acento de estas últimaspalabras.

—¿Cómo quiere la leche?—la pregunta fueron las únicas palabras quesalierondebocadelamuchacha.

—Fríaporfavor—contestóenuntonodeconversaciónnormal.Enesemomentoacercólamanoaunodelosbolsillosdelachaquetaque

llevabalacamarera,esamismaquehabíaestadocolgadaenunadelassillasdesuhabitación,eintrodujounbilletedeelevadovalor,alavezqueleanunció:

—Lasemanapróximavolveremosavernos.La chica le otorgó una leve y disimulada mueca de conformidad, y

continuóconsurondaporlasmesasbuscandoaquéturistalepodíafaltarservirelcafé.

AlbertosesentíacontentoypensabaqueMarciamantendríaladiscreción.Noguardabalógicaquepretendieraotracosa,porquedehacerlo,seguroquelapróximasemananocontaríaconsudinero,yconcluyóqueaunquesolofueraporuninteréscrematístico,susilenciolepodíasuponerunosingresosadicionalesalsueldomíseroquesegurocobraríacomocamareradelhotel.

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Al terminar,miró el reloj y decidió salir a la calle a dar un paseo cortoantesdesubiratrabajarelrestodelamañana,hastaquesefueraalaeropuertoparaesperarlallegadadelvuelodeSofía.

El cielo era un exponente de luz y de sol. La vegetación del ParqueCentralconstituíaungranoasisentretantaluminosidad,yalgúnhabaneromayorsecobijabadesufuriasentadoenunodelosbancosqueestabansituadosbajosusumbrías.

—¿Taxiseñor?Continuó caminandobajo los soportales del hotelPresidencial sin llegar

siquieraaresponderalofrecimiento.Nollevabarumbofijoydecidiócruzarhaciaelcentrodelparque,donde

sehallabalaestatuadeMartí.Allíseencontróconunacaraconocida:—¿Teacuerdasdemí?—¡Claroquemeacuerdodeti!TútellamasOrestes.—¡Muybien,hermano!,tienesbuenamemoria.—¿Yquéhacesporaquí?—Entroatrabajarenelagrodentrodeunrato.¿Qué,teestáatigustando

LaHabana?—preguntóelsonrientehombre.—Mucho, estoy conociendo unmontón de cosas, no paro en el hotel y

hastaahoratodoloquehevistomehaencantado.—Por cierto hermano, ¿sigues sin querer unos cohíbas? Tengo a muy

buen precio unos panetelas que a algún compañero tuyo vendedor de carrosseguroquelegustarán,yasílesllevasalgotípicocubano.

—No,deverdad,gracias,peronoquieropuros.Tengoquemarcharme.—¡Ok,hermano!¡Vengaunestrechóndemanos!Enesemomento,Albertonotolafuerzaqueteníaaquelhombre.«¿Cuánto

podrámedir?»—sepreguntó.Élmismoserespondióquesinollegabaalosdosmetros,pocolefaltaría.

Continuó andando y le parecía que el día iluminaba con una fuerzaespecial.Todoloteníaarregladoynadaibaainterponerseparaqueélysumujer

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pasaranunosdíasdevacaciones.«Nopiensoescribirnada—auguraba—,solomededicaréadormir,comerydescansar».

Creía que tenía un importante cansancio, más psicológico que físico, yempezaba a ver la visita de su mujer como una estupenda oportunidad dealiviarsedetantatensión.Lasemanasiguienteseríaotraacometidadiferente.

Despuésdetomarunpocoelairedelamañana,volvióasuhabitaciónysiguió escribiendo antes de la pausa de cinco días que iba a tomarse. Habíahabladoconlarecepcióny,dadoelcortonúmerode+turistasquehabíaenesosdías, le respetarían lahabitacióndurante lasnochesqueestuvieraenVaradero,por lo que no tenía que guardar el equipaje en ningún otro lugar ni sacar lascosas de la caja de seguridad. «Se están portando muy bien conmigo en elhotel»,pensabaelescritor.

63Cuandooyóelmensajedelatorredecontrol,miróelrelojycomprobóqueerancasilascuatrodelatarde.Yanoleasombrabalapuntualidadporqueesaeralatónica habitual de los vuelos conEspaña.RolandoDíaz llevaba como Jefe deSeguridad del aeropuerto internacional José Martí cerca de diez años. Sudiscreción,suimplacablecapacidadparaejecutarlasórdenesquerecibíadesdela plaza de la Revolución, su innegable astucia para gestionar cualquiereventualidad que se produjera en la terminal, unido a ser hijo de uno de losMártiresdelMoncada,nosololehabíanllevadoaesepuesto,sinoquelohabíamantenidoconindiscutibleautoridad.

LascomunicacionesconelMinisteriodelInterior,a travésdelaAduanaGeneral de Cuba, eran habituales y en alguna ocasión había sido invitado aasistira las reunionessemanalesdelComitédeSeguridadNacional.Sabíaqueera una de las cinco o seis personas del régimen revolucionario cubano másimportantes en esamateria.El jefe de la guardia personal delComandante, eldirectordeprisiones,eldirectordelacadenaestataldetelevisión...unpequeño

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grupo de elegidos entre los que Díaz se encontraba y en el que no estabadispuestoadejardeestar.

Por todoello,cuandorecibió las llamadas tantodeMonaga,comosobretodo de Alejandro Tuero, se encargó, como siempre hacía, de supervisarpersonalmente todo el proceso. Eran demasiadas prebendas como para estarausentedeeseselectoconjuntodehombrespoderosos.

ElAirbus330acababadetomartierraenlapistaysehallabarealizandolamaniobradeaproximaciónalaterminal.LehabíallamadoMonagaparadecirleque la pasajera sobre la que tenían que hacer el correspondiente seguimientovestíapantalónnegro, camisetablancayunachaqueta roja.Comoequipajedemanosolollevabaunpequeñoneceserverdeoscuro,delamarcaSamsonite,delmismocolorycalidadalamaletaquehabíafacturado.

Cuando salió el pasaje por la puerta de babor del avión fue mirandoatentamentelapantalladetelevisión,esperandoverencualquiermomentocómoSofíaRoblesMartínllegabaporprimeravezaCuba.

Según escrutaba la interminable procesión de turistas que salía por laúnica puerta que habían abierto, le pasaron una nota informándole que habíandetectado ya la llegada del marido en un taxi. Preguntó, en un arrebato decuriosidad,cómosellamabaeltaxistaehizomemoriaporsilehubierapodidoconocer,cosaquenosucedió.

Después de que hubieran pasado ya por lo menos cien personas por lapantalla,aparecióporfin laestilizadafiguradeSofía, laespañolasobre laquetenía que hacer seguimiento. A juicio de Rolando, aquella mujer tenía unosandaresmajestuosos,demostrandounestiloyunaeleganciamáspropiosdeunapersonaqueibaaasistiraunareunióndetrabajoqueladeunturistacorriente.Portaba su neceser verde oscuro y en lamano libre llevaba su chaqueta y unperiódicocolorsalmón.

Viocómosedirigíahacia lasventanillasdepolicía.Díaz comprobóquesolamenteestabanhabilitadastres,porloquehablóconelresponsableparaqueredoblara el número de funcionarios y así el tiempo de espera fuera menor.

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Después se comunicó con la sección donde inspeccionaban las maletas,advirtiendo nuevamente que la persona sobre la que habían recibido el avisohabíallegadoenelvuelodeMadridqueacababadetomartierra.

—Recuerda que lleve lo que lleve, no hay que molestar la maletaSamsonite verde oscura con las iniciales SRM—advirtió Rolando— ¡Eso sí!,quierofotodesucontenido.

Trasunaesperadeveinteminutos,lamujersesituóenelmostradordondeun policía, ya avisado, realizó la correspondiente y rutinaria comprobación depasaporte, visado de entrada y cara del pasajero. Sofía esperaba y, mientras,mirabainstintivamentehacialacámaraquesesituabajustoencimadelacabezadelguardia.Alotrolado,Rolandolaobservabacondetenimientoycomprobó,alverladesdemáscerca,laserenabellezadeaquellamujer.

Elpolicíadelacabinadechequeossediolasuficienteprisaparaqueellano tuviera que esperarmás de lo habitual, cruzando después la puerta que lepermitíaelpasoatierracubana.

Todavía quedaban tres últimos trámites. El primero era otro control demetales, por lo que la mujer depositó su neceser en los rodillos del escáner,atravesando sin problemas el arco de seguridad, que previamente había sidodesconectado a su paso. El hombre del escáner comprobó que en laspertenencias de la mujer había un ordenador portátil, pero siguiendo lasinstrucciones recibidas directamente del jefe de seguridad del aeropuerto, noactivó el protocolo que tenían establecido para la ocasión. Se limitó a dar labienvenidaaCubaquelamujercorrespondióconunapalabradegratitud.

Rolandoseguíaobservandoenlaspantallasdelasnumerosascámarasquetenían instaladasen todos los rinconesdelaeropuertocómolamujersedirigíahacia la cinta transportadora. Afortunadamente no tuvo que esperar muchosminutosparaqueaparecierasuequipaje.Sacólamanijaretráctily,ayudadadelasruedasincorporadasensumaleta,sedirigióhaciaelúltimopunto:elcontroldeequipajes.

Rolandopermanecíamuyatentoatodaslasevolucionesdelaturistayde

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su personal.Demomento todos estaban cumpliendo con lo ordenado, y ahorasolo faltaba el paso final. Como en la totalidad de los aeropuertosinternacionales,habíadoslugarespordondepodíansalirlospasajeros,segúnsiteníanonoquedeclarar.Latendencianaturaldetodoselloserairsiempreporlasegunda opción, pero el reglamento interno cubano hacía abrir siempre susmaletasatodoviajeroquellevaradosomásbultos,incluyendolosneceseresoequipajes de mano. En este caso se había dicho que no se molestara a laespañola,ladepantalónnegroychaquetaroja,segúnhabíaindicadoelpropioRolando mediante el interfono que comunicaba con el auricular del guardiaencargadodelárea.

Así, Sofía cruzó la última línea sin tener la sensación de haber perdidonada de tiempo en el aeropuerto y habiendo tomado de Cuba una primeraimpresiónpositivadeagilidadyeficacia.

Por las cámaras que daban al vestíbulo, pudo comprobar que la reciénllegadaseabrazabaefusivamenteconelhombrequehabíaidoarecibirla.

Rolando había ejecutado la nueva misión encomendada con absolutaperfección:«¡Comosiempre!»,pensó.

64Los dos salieron a la calle y Sofía notó de nuevo la bofetada de calor, dehumedadydesofocoqueinvadíaatodapersonaquenoestabaacostumbradaalclimatropicaldelaisla.

Alberto llamó a uno de los taxis que estaban aparcados en la parada ymetiódentrolosdosbultosquetraíasumujer:

—Al hotel Presidencial —ordenó al conductor del Mercedes— ¿Vas aquererdormirunratocuandolleguemosalhotel?

—Igualmedoyunaduchaydescansounrato.Bueno—supusosonriente—,meimaginoquetendrásyapensadoquévamosahacerestosdías.

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—¡Sí!,vamosamarcharnosdeLaHabana.—¿Quédices?—preguntó,sonrienteyuntantodesorientada.—Quieroquedescanses,quenopiensesennada.Quieroquecomas,que

duermas,quepaseemos,quieroqueestemoslosdossolos,quieroestartranquilocontigo,Sofía.Creoquenecesitamosplaya,tomarelsolyestarjuntos.

—Todoesomeparecemuybien—afirmódespuésdedarleunnuevobeso—peroesomismo,¿nopodemostenerloenLaHabana?

—No, aquí haymás follón en la calle, en el hotel.He reservado en unhoteldeVaraderoapartirdemañanahastaeldomingo.Estáahoraymediadeaquíporcarretera,ymehandichoqueparadescansaresúnico.

—Bueno, si tú lo prefieres..., yo he venido aquí para estar contigo. Ellugarmeresultaindiferente.Tenemosquehablar.

—¿De qué tenemos que hablar? —preguntó Alberto, sorprendido eintranquilo.

—Estanoche.Dime,¿dóndemevasallevaracenar?—Aunlugarquesegurotegustará.—¿Cómosellama?—Esunasorpresa,yaloverás.—Veoqueestamosdesorpresas,losdos...Laparejavolvióabesarse,mientrasélpensabadóndepodría llevara su

mujer que fuera imposible encontrarse con alguna de las chicas que habíaconocido,yademásniconeltaxistaquelepresentóaBeylin,niconIris.Erandemasiadas las personas de las que quería desaparecer. Incluso cabría laposibilidad de que se cruzara con las hermanas Calero. Eso a Alberto nuncaanteslehabíapasado.EnMadrid,jamáshabíatenidoquecambiardeacerapormiedoaencontrarseconalguiencuyapresencialeincomodara.

El taxi recorría los barrios que unen el aeropuerto con el centro de LaHabanasinqueellasefijaraenlapodredumbredelosedificios,enlosbaresconelmostrador vacío y llenos de gente, en los niños sin juguetes jugando en lacalle,enlasgasolinerassincoches.

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En un momento sí se fijó en los carteles publicitarios de propagandainstitucional, con exaltaciones a la política antiimperialista y a los líderes yafallecidosdelasdiferentesrevolucionescubanas:CheGuevara,Maceo,MartíyCéspedes.

—¿Porquénohayanunciosdepublicidadenlascalles?—preguntóSofíaalconductor.

—Porque a nuestroComandante no le gusta la publicidad—contestó eltaxista.

Albertoyallevabaelsuficientetiempoenlaciudadcomoparasaberqueelloobedecíaalapretensióncontinuadelrégimenporeliminarlanecesidaddeconsumodeunapoblaciónquenoteníacapacidadparaello.

Llegaron a una amplia rotonda donde se encontraba a la derecha unedificiocirculardegrandesdimensiones:

—¿Quéesesteedificio?—volvióaindagar.—EselPalaciodeDeportes,señora.Seveíaviejoyesolellevóarealizarotrapregunta:—¿Dequéañoes?—Noloséexactamente,debedeserdelosañossesenta.Albertotambiénsabíaquenoeradelosañossesenta,sinoqueselevantó

en los años cincuenta, cuando la ciudad de La Habana vivió sus mejoresmomentosenlaconstruccióndelasgrandesinfraestructuras,desdeesePalaciodelosDeportes,al túnelbajolabocanadelpuerto, inclusolamismísimaplazade laRevolución, lugar dondeFidelCastro atacaba continuamente a todos lospaíses extranjeros, acusándolos de querer empobrecer a su nación cubana. LaRevoluciónsehabíaapropiadodelaautoríadeunasconstruccionesquesololosviejosyloslibrosdehistoriaescrita,yhoyendíasituadosfueradeCuba,sabíanquenoeraverdad.Albertoconocíaquedesdeelaño1959,fechaenlaquecayóderrocado el dictador Batista, no se había construido ninguna edificación deimportancia.NisiquieralosedificiosdelVedado.

Peronoqueríahablarnadadeelloniconel taxista,niconsumujer.Ya

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desarrollaría loqueprocedieraensunovela.Sofíahabíavenidoparaverlo,nopara hablar de la historia de Cuba, ni de la viabilidad actual del régimencastrista. Tenía que dedicarse a ella y quería hacer un paréntesis en todo loanterior.

Cuando llegaron al hotel Presidencial salió enseguida un empleadouniformadoparahacersecargodelamaleta,algoqueAlbertorechazóconunapalabra de agradecimiento. Subieron a la habitación y ella corrió a la ventanaparacontemplarlasvistasdeunaciudadenlaqueibaaestarunashoras.«TeníarazónAlberto—pensaba—creoquevaasermuchomejorquenosvayamosalaplaya.Allídescansarémuchomás».

Siguiendoloquehabíanhabladoeneltaxi,lamujersediounaduchaysemetióenlacama.Unlechodondesumaridolehabíaengañadocontinuamente,ahoramudodehuellasgraciasaunasimplemaniobra.

Albertoaprovechóparaempezarapasaralordenadortodaslasnotasquehabía escrito a bolígrafo.Lavelocidadde su escritura permitió que adelantaramuchodurantelasiestatardíaqueseechósumujer.

65LanochehabíacaídosobreLaHabana.PorlascallesdelVedadosolamentesedejabaveralgúncochequepasabadetardeentarde,mientrasquelasacerasseencontrabantotalmentevacías.

Enla19nohabíaturistas.Loscircuitoshabitualespordondepasabanlosvisitantesobviabanlugarescomoese,inhóspito,desagradable,fríoapesardelacercanía del trópico. Por esa calle hoy se levantaban viviendas que fueronflorecientesenotraépoca,yahoranoeranmásquecaricaturasdeunpasadoquese plasmaba en una realidad construida por edificios desvencijados,descompuestos, echados a perder por tanta lluvia, tanto sol, tanta humedad,tantoshuracanesynulaconservación.Loscubanos, losmuchoshabanerosque

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vivíandentro,selimitabanacallar.La19,entrelascallesByC,sesituabamuylejosdelosFloriditas,delos

mercadillos de turistas, de los puntos donde se ponían los vendedoresambulantesdepuros.Allínohabíaespacioparaningunafachadaremozada.Allínohabíacantantesambulantesmendigandocalladamenteunapropinaconlaquepodervivir,conlaquepodersobrevivir.Allínadieofrecíataxianadie.Eselugareraunodelososcurosrinconesdondemuchaspersonasvivíansutragediadiariaenabsolutosilencio.

Las lucesde lasescasas farolas iluminadasvieronpasar la figuradeunamujer.Losandaresdelpequeñocuerponocreabanmuchassombras,porloquecasi podía afirmarseque,másqueunapersona, loque cruzaba la calle eraunespíritu. Caminaba a paso resuelto. Se veía que iba con prisa. No estaba enaquellazonade laciudadporcaprichoysuestanciaobedecíasolamenteaunarazónobligaday,además,muyimportante.

Tampocoibaconbolsonicargabaconningúnobjetoenlamano.MarciaLunas llevaba el dinero guardado dentro del sujetador. No podía evitar irintranquila.Lecostabamuchoesfuerzojuntarlocomoparaquepudieraperderlooqueselorobaran.Antesibaconsumadre,peroahoraesonopodíaser,yseveíaobligadaairsolaalacalle19,alasiniestracalle19.

Enelmomentoenquellegóaledificiosecruzóconotrajovenquebajabapor lasescaleras.Lasdospensaríanquehabían idoa lomismo.Lasdosquizápensarían que ganaban el dinero de idéntica manera, pero la vida había quedefenderlayelprecioapagarporellonosiempreerasuficientementealto.

Cuandobajóconlamercancía,sentía lamismarepugnanciapor lagentequeselavendíaqueportodoloquelesrodeaba.Absolutamenteportodo.

Los clientes sabían quién se escondía detrás de aquella morfina y losvendedores conocían de qué manera conseguían el dinero las mujeres que lacompraban.Eraunmacabrojuegoenelquetodosconocíanlasreglas.

Al día siguiente, todos oirían un discurso en el que se les hablaría delogrossociales,deigualdadentrelossereshumanos,desolidaridadydejusticia.

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Todos asistirían y, en no pocas ocasiones, tendrían que interrumpirlo con susaplausos, cuando los cederistas dieran la orden.Allí también tendría que estarella. Era algo obligatorio para todos los empleados del hotel que no tuvieranserviciodecomidas,comoerasucaso.

Ydentrodeunosdías,Marciasabíaquetendríaquevolveraesa infamecasa,aentregarelfrutodelossacrificiosdesucuerpoydesuvergüenza.

Muyalolejospudooírunadescargaalaqueestabaacostumbrada.Sabíade qué parte de la ciudad provenía y se imaginaba cuántos turistas felicesestarían agolpándose allí en ese momento, para retratar al cañón que daba lahora.Allítodoseríanrisas.Allílascarasdefelicidadestaríandibujadasentodoslospresentes.

«AquelloeraelFuertedeSanCarlosdelaCabaña,nolacalle19»,pensó.

66El sonido del cañonazo anunció a Alberto que eran las nueve de la noche.Levantó la mirada del teclado del portátil y comprobó que su mujer dormíaplácidamenteenlacama.Seacercóyestuvounosinstantescontemplandocómosusojospermanecíancerrados,mientrassucuerpoeraacunadoporsutranquilarespiración. Pensaba en las otras mujeres que había visto en una situaciónsimilar,enesamismahabitaciónyenesamismacama,ysepreguntabaporquéseríantanhermosaslasmujeresmientrasdormían.

Eran ya muchos años los que llevaba con su esposa, y los últimosacontecimientoslehabíanhechopensarsobresufuturoconella,sobresieraesalapersonaconlaquetendríaquecompartirelrestodesuvida.Asustreintaycincoaños,Albertosesentíaunhombrejoven,demasiadoligadoaunapersonaquehabíacopadolamayorpartedesuvidadeadulto,ysepreguntabasiesoeralo que tenía que seguir haciendo o, a lo mejor, tenía que dar un giro a esasituación en la que se encontraba sentimentalmente encasillado. Por mutuo

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acuerdo,Sofíatodavíanolehabíadadounhijo.Ellasiemprehabíaalbergadounexcesivo pundonor profesional, una absoluta dedicación al trabajo y habíaotorgadounaincuestionableprioridadaunadeterminadafacetadesuexistencia,tal vez abandonando otras que podrían tener una importancia igualmentefundamentalenlavida,comoeralaformacióndeunafamilia.

Pusounamanoensuhombroylamoviólevemente:—Sofía—susurró,envozqueda.El cansancio que llevaba acumulado en su cuerpo hizo que tuviera que

repetirlaoperaciónvariasveces,incrementandoelvolumendelavozconquelallamaba. Por fin, lamujer empezó a removerse en la cama. Cuando abrió losojos,loprimeroquepreguntófuelahora:

—Sonlasnueveydiez.Senosvaahacertardeparacenar.Sedesperezóy se incorporó instintivamente condiligencia.Ver aSofía,

inclusoenpijama,suponíaenfrentarsealamáspuraesenciadeldinamismo.Sefueparaelcuartodebañoy,almomento,volvióabriendosumaletaysacandodeellaunafaldayunacamisetaquenoconocíaAlberto.Pensóqueseríanfrutodelascomprasdelpasadofindesemana.

No habrían pasado muchos minutos cuando uno de los hombres deseguridaddelhotelabríalapuertadesalidadelvestíbuloalapareja.

Albertoibaintranquilo,aunqueprocurabadisimularsudesazón.—¿Dóndemellevas?—Vamosaquícerca,alhotelSevilla.—¿Aotrohotel?—Sí, aquí los mejores restaurantes están en los hoteles—se le ocurrió

decir—,yeldelSevillamehandichoqueesmuybueno—supuso,yaquehabíaleídoenalgunaguíaqueeseestablecimientocontabaconunrestauranteubicadoenelúltimopisoconunasmagníficasvistasyuninmejorableservicio.

ASofíalellamólaatenciónelelevadonúmerodepolicíasquepatrullabanlacalle,porparejas.Locomentóconsumarido,quetambiénlohabíaadvertido.

—Debeserporlodemañana.

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—Mañana.¿Quépasamañana?—QueeselDíaInternacionaldelTrabajo—respondióelescritor.—¿Yquépasa?—QueesfiestayqueFidelvaadarundiscurso.—Seríamuyoriginaliraverlo—propuso,divertida,mientrasledabaun

besoenlamejillasegúncaminabancogidosdelamano.Notabaquesumujerestabamuycariñosa,tantodeactitudfísicacomoen

complacencia, accediendo a todos los planes que él proponía con absolutadocilidad.

AtravésdelfrondosobulevardelpaseodelPradollegaronalhotelSevilla,ytomaronunodelosascensoresquelessubióalrestaurante.

Aquellugarlesimpresionóalosdos,algoquenoerafácilpuesllevabanuna temporada frecuentando buenos locales, y la capacidad de sorpresa ibareduciéndose.Solamenteestaríanocupadascuatroocincomesasyelcamareroles invitóaque se sentarandondequisieran.Albertoeligióunaque sehallabasituada junto a un balcón y que ofrecía una magnífica vista del Capitolioiluminado. La música clásica que interpretaba el cuarteto de cámara daba allugarunaspectosobrioyrománticoqueencandilóaSofía.

SeacercóuncamareroconlascartasyledioaAlbertounaconprecios,mientrasquelaqueellarecibiónolostenía.Comentaronelhecho.

Antesdequevolvieraypidieranlacena,lamujernoquisoesperarmás:—Bueno,tehedichoqueteníamosquehablar.—Sí, es verdad. ¿Qué cosa tenías que decirme que no podía ser por

teléfono?—Albertonoesperabaningunanoticiatrascendental.—Quieroquetengamosunhijo.Aunque la temperaturadel localeramuyagradable,elhombresequedó

completamentehelado. Intentó reaccionary loprimeroquehizo fuepedir unaaclaraciónaaquelloqueacababadeescuchar.

Lamujertomóunpocodeaire,lecogiólamanoeiniciólaargumentaciónquehabíarepetidoparasíennumerosasocasionesenlosúltimosdías.

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—Alberto, llevamos mucho tiempo casados, creo que tenemos lasuficiente estabilidad económica y profesional, y los años van pasando. Estoyhaciéndomecadavezmayoryllevountiempopensandoquenecesitaríamosunhijo.

—Pero¿lohaspensadobien?Esohayquerecapacitarloconcalma.—Sí,lohepensadomuybien.Además,loquieropronto.—Y yo... ¿qué pienso? —la expresión del escritor reflejaba el

aturdimientoenelqueseencontraba.—Eso es lo que quería preguntarte precisamente en persona, y por

supuestonuncaporteléfono.Tú,¿quépiensas?Durante unos instantes a Alberto le dio tiempo a escuchar la melódica

música del cuarteto, a mirar el Capitolio iluminado por las tenues lucesamarillas,queledabanunairemuchomásmajestuosoinclusoqueelqueexhibíadedíay,porsupuesto,tambiénlediotiempoparapensar.

—Pues no lo sé—su primera reacción, después de incredulidad, fue deduda—Noshemospasadotodalavidahablandodelalibertadqueteníamosporno tener niños, de lo atados que vivían los padres que habían formado unafamilia,deltiempoquetúteníasparatrabajaryparaestudiar,detodoloqueyopodíadocumentarmeyescribir,detodoloquepodíamosestarjuntos...yahoramediceslodelniño.

—Sí, sé que es algo muy importante, pero si lo queremos tener, nopodemos esperarmuchomás.Yo tengo treinta y cuatro años.Nos conocemoshacemucho.Creoqueestamossuficientementeconsolidadoscomoparejaparapoder afrontar esa responsabilidad —mientras hablaba, Sofía acariciabasuavementelamanodesumaridoconlasyemasdesusdedos.

Albertonuncalehabíaoídohablarenesostérminos.Parecíaotrapersona.Nosabíaquélehabríapodidopasarparaquehablaradeaquellamaneraymenoscon aquellas prisas. Sofía siempre había sido una mujer que presumía de susituación y ahora veía que, esa misma persona, le proponía meterse en unaaventuratotalmentedesconocidaparaambos.

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Él, sin embargo, nunca había adoptado una postura tan enfrentada a lapaternidadcomoella,yenalgunaocasiónlohabíapensado,perolaidea,dentrodelmarcodehechosqueestabansucediéndoledesdequellegóaLaHabana,laveíatotalmentefueradelugar.

—Hepensadoquepodíamostenerunhijocubano...—leespetó,mientrasclavaba fijamente sus ojos a la vez que seguía acariciando la mano con losdedos.

No recordaba a su mujer tan cariñosa como en aquella ocasión. Esaconducta eramuy diferente de la que conocía y por unmomento le asaltó laduda, absurda, de que hubiera sabido algo de los encuentros que había tenidoconlasotraschicas.

—¿Estásseguradeloqueestásdiciendo?—Sí.Completamente.—Sabesloquetevaacambiarlavida.—Alberto,estoydeseandoquelavidamecambie.Nosoloquieroseruna

buenaprofesionalyunabuenaesposa.Tambiénquieroserunamagníficamadre,contuayuda.

Las palabras de lamujer derrochaban una seguridad que asustaban a sumarido.Nopodíaimaginarsequeaquellasafirmacionespartierandesuboca.

ParaAlberto, lavueltaalhotel fuemuchomásagradableque la ida.Noiban cogidosde lamano. Iban completamente abrazados.Él había conseguidoabstraersedetodoloquelerodeaba,encontrándoseenesemomentomuyagustoconsuesposa.

Elcaminoeraunacontinuasucesióndeparadasparabesarse,paramirarsealacara,parapreguntarseafirmandolobonitoquepodríaserlapaternidad.

Sin sabermuy bien por qué,Alberto se había olvidado totalmente de laBahíadeCochinos,deldominó,deMarcia.NosabíasisehallabaenelpaseodelPrado de La Habana o en el paseo del Prado de Madrid. Se encontraba

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consagradoasumujerydescubríaqueeramuyfelizensucompañía.Cuandollegaronalhotelseaplicaronconafánenlabúsquedadelhijoque

querían.Antesdeempezar,Albertocayóenlaconsideraciónqueeralaprimeravezqueibaahacerelamorenesacamasinusarpreservativos.

67Eljuevesunodemayoeraundíamuyespecialenlacapitalcubana.Elrégimencastrista iba a aprovechar la fiesta para realizar una nueva exaltación de lasvirtudes del socialismo, y para ello necesitaba encontrarse arropado por unimportante número de personas que ofrecieran en televisión la mayordemostracióndeapoyopopular.

LosComitésdeDefensadelaRevoluciónhabíantrabajadodurolosdíasanterioresyhabíanformadoa laspersonasbajosuresponsabilidad,dándolesacadaunounabanderacubana,lacualtendríanquedevolveralfinalizarelacto.Por la calle podía verse a grupos de personas, con un importante número deniños, andando hacia la plaza de laRevolución, donde Fidel iba a realizar undiscursoque,porsupuesto,seríatelevisadoyradiadoendirecto.

Totalmenteajenosatodoaquello,AlbertoySofíaestabanarreglándoseensuhabitaciónparabajaradesayunar.Parecíanunaparejaensuviajedebodas.Susmiradas,susgestos,susairesdecomplicidad,chocabanfrontalmenteconlaideaquepodíatenersededospersonasquellevabancasadasunelevadonúmerodeaños.

—¿Estásya?Sofíasaliódelcuartodebañovestidaconunpantalónbermudasgranate,

porsupuestodemarca,yuntopblancoqueledabaunairemuyjuvenil.Despuésde darse un beso, salieron al pasillo donde no tardaron en encontrarse conOmara,queandabaconsucarrodelimpieza.

—Buenosdíasseñores.

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—Buenosdías—contestaronlosdos.—¿QuétalOmara?,hoytodosdescansandoyustedtrabajando—comentó

Alberto.—¡Yaveseñor!,alguientienequehacerlashabitaciones.Cuando tomaronel ascensorSofía lepreguntóquedequéconocíaaesa

chica.—Todoslosdíasmelacruzoenelpasillo.Esquienarreglalahabitación

—explicó.—Muyguapa,¿verdad?—Sí, lamujercubanaesengeneralmuyguapa—contestó,a lavezque

pensó que podía darse la paradoja de que su mujer pensara que había tenidorelacionesconunamujerdistintadelasquesítuvoensusbrazos.

Cuando llegaron al restaurante se sentaron a la mesa que solía utilizarAlberto,yenseguidaselevantaronparaservirselafrutaquelesteníandispuestaenlasenormesbandejasdelbufé.

Alberto explicó a su mujer qué fruta era cada una, ya que no conocíaalguna.

—¿Cómodeseanelcafé?—preguntóMarcia,casiconlamiradaclavadaenelsuelo.

—Yo,conlechemuycaliente—pidióSofía.Alberto, que lo único que quería era que la camarera no volviera a

aparecer,respondióloprimeroqueseleocurrió.Unavezquesirvióloscafésysehubieraido,Sofíalevolvióapreguntar:—Estachica,tambiénesmuyguapa¿no?—Sí.Yatedigoquelamujercubanaesmuyatractiva.Ella nunca había pensado mal de su marido y creía que le era

completamentefiel.Asujuicio,nolehabíadadomotivosparadudar.PeroCubaera un lugar especial y a Sofía no le gustaba que su marido estuviera tantotiemposoloenlaisla.

Cuandoterminarondedesayunarsubieronalahabitaciónybajaronconel

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equipaje,dispuestosatomaruntaxicaminodeVaradero.Alsaliralacalle,Albertovolvióaescucharlapreguntadetodoslosdías:—¿Taxi,señor?Comprobó que el chofer conducía un Mercedes, por lo que negoció el

precio, y semontaron en él, camino del túnel que discurre bajo la bocana delpuerto y, desde allí, a la provincia de Matanzas, donde se halla la localidadturísticadeVaradero.

De lo queAlberto no se dio cuenta era de que solo había un taxi en lapuertadelhotelyque,además,eraunvehículoconfortableenelqueeltaxistahizo un precio suficientemente bueno como para que el escritor español notuvieramotivosparabuscarotro coche.Sehabíanmontadoenunode losqueMonaga tenía para el seguimiento de susPPE, dotado demicrófono especial,paraseguirlaconversacióndedospersonassituadasenelasientotrasero,comoeraelcaso.

Lascámarasdelhotelhabíanseguidoelmovimientodelaparejay,cuandoestos fueron a salir a la calle, la policía ya había retirado a los otros taxis,dejando solamente el conducido por uno de los hombres del teniente Gálvez.Considerabanmuy importante tener cubiertos lamayoría de losmomentos enquelaparejaestuvierajuntayaqueAlejandroTueroqueríasaberquésedecíanelunoalotro.

Una vez el coche abandonó las proximidades del hotel, se celebró lareunióndiariaentreeldirectorylaagentedesignadaporelgobierno.

—Loúnicoquehatraídoelladignodeinteréseselcomputadorportátil,elrestoesropaylaspertenenciaspersonaleshabitualesparaencobarse.

—Lucila,¿hasregistradoelcomputador?—Sí, tiene cargados varios archivos con diccionarios. También hay

registrosdeotrasinformacionescomoalgunostextosymúsica.Sepodríadecirengeneralqueestábastantevacío.

—¿Seríamuycomplicadoquesacarascopiadeesosarchivos?—No, en absoluto, señorOñate. Puede llevarmeunamedia hora,más o

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menos.—¡Ok!,hazlo,queestatardetengoreuniónenlaplazadelaRevolucióny

seguroquevanapedírmelos.Méteteenlahabitaciónytrabajacontranquilidad,quevanaestarcuatronochesfuera,detodasmaneras,voyadarordendequesiaparecieranporlapuertaselesentretuvieraymedieranavisourgente.

—Perfecto.Gilberto Oñate se sentía satisfecho. La coordinación con la chica era

impecable y todo el aparato instalado en el hotel estaba funcionando según lodispuestoporMonaga.

Unavez la falsacamarerasehubomarchadodesudespacho,eldirectorencendiólatelevisiónparaseguireldiscursodeWalfridoRiva,enbocadeFidel.

68La estancia de cuatro días en Varadero supuso un paréntesis para todos, enespecialparalapareja.AlbertoySofíahabíanvividounasegundalunademiel,tal vez excesivamente tarde pero, no por ello, menos provechosa. Todos losrazonamientosesgrimidosporlamujerhabíancaladohondamenteensumarido,queseencontrabatotalmenteconvencidodequeunhijoensuvidaseríaahoraalgo que le ayudaría a complementarse en la única faceta que le quedabapendiente.Veíainclusounaaplicaciónliterariaalapaternidad,notantoporqueahora valorara la posibilidad de escribir libros sobre embarazos o niños, sinoporquepodríadarleunavisióndiferentedelavidaydelasrelacioneshumanas.Lo que significaba el valor de la descendencia o la importancia de laresponsabilidad.

Ella,porsuparte,habíarecibidolallamadadelamaternidadlacualhabíaatendidodeformainmediata.Eseavisohabíasidocapazdearrinconartodaslasatenciones que entendía necesitaba para cumplir con sus obligacionesprofesionales. Quizá por ello, Sofía se había convertido en esos días en una

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mujer mucho más dulce y sensible, más cariñosa y tierna. Alberto se sentíadesorientadosobresucomportamiento,peroloentendíacomounaconsecuencialógicaprovocadaporunapreguntaexistencialenunaedaddeterminada.Pensabaquetendríaqueserasí.

Duranteesosdíasnohicieronmuchomásquelevantarsetarde,bañarseenel mar, comer en la piscina, echarse una siesta, otro baño vespertino, y salirdespuésacenaryabailar.Losdosnoeranmuyamantesdeladanza,peroallísesintieronarrastradosporloscálidosritmoscaribeños.EnCuba,todoeradistinto.Inclusoellostambiénsesentíanotraspersonas.

Pero no para todo el mundo aquella estancia significó un remanso detranquilidad y relajo.El capitánMonaga había estado en contacto permanentecon el director del hotel Jardines de la Reina, que le mantenía informadodiariamentedelasactividadesdelapareja.AligualqueenelhotelPresidencial,lacamareraquearreglabalahabitaciónabríalacajafuerteyrevisabaloqueallíhabía. Nunca detectó nada anormal porque apenas gastaron dinero ya quehicieronlavidaenelhotel,dondepagaroncontarjetadecrédito.Peronohuboninguna mañana que el director, y por tanto el capitán Monaga, dejaran derecibirloscorrespondientesinformesdelaempleadaqueleshacíalahabitación,deunodelosasistentesdelapiscinaydelserviciodecámarasdevigilanciadelhotel, donde se había realizado un seguimiento expreso de la pareja.Monagateníamuchointerésenqueelmatrimonionofueramolestadopornadieyquelasconversaciones que mantuvieran con los cubanos fueran lo más breves eintrascendentesposible.EnVaradero,respectoaLaHabana,sejugabaconunaventaja adicional importante, y era que en el primer destino no había máscubanosque losque trabajanen lahosteleríaoactividadesrelacionadasconelturismo,por loque lacapacidadde relacióndeun turistacon lavida realquevivenlosisleñoseramuchomáslimitadaqueenLaHabana,dondeelvisitantecurioso podía llegar a conocer una realidad que en ningún caso interesaba alrégimen.

El departamento que dirigía Monaga preparó a Alejandro Tuero un

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informe acompañado de las correspondientes cintas de video. En dicho parterelataban los horarios diarios de la pareja, lo que desayunaron, comieron ycenaron,quétipodemúsicasbailaban.Nohabíaundetalle,pormuysuperficialquepudieraparecer,quenoleresultarainteresantealsagazdelegadodeCastro.

Fueenelpisodoceendondemantuvieronlareunióndetrabajo.—Entonces,¿nosalierondelhotelniunmomento?—No,inclusocompróalamujeruncollar,unvestidoyunasfiguritasde

cerámicaenlastiendasdellobby.—¿Ylascomidas?—Eldesayunoylacomidaloshacíanenelrestaurantedelapiscina.Las

cenas, sin embargo, se ibandentro, al que tieneunpequeño lago interior. ¿Loconoce?—preguntóelcapitán.

TueromiróaMonagaindiferente.Después,volvióaclavarlavistasobrelospapelesquelehabíanentregado.

—¿Ynohablaronconningúncubano?—Soloconlosdelhotel,ysiemprefueronpreguntassinimportancia.—¿Aquéconsideraunapreguntasinimportancia?—inquirióTuero.—Apreguntastalescomo¿aquéhoraabreelrestaurante?,¿quétiempova

ahacerhoy?,¿cómose llamalacanciónqueestá tocandoelconjunto?Deesetipo.

AlejandroTueroasintió.—Bien,Monaga.¿Ydelamarcha?—Sale en el vuelo que parte hoy del JoséMartí a las seis de la tarde,

directoaMadrid.—¿LosabeyaRolando?—Sí,habléconélymehadichoquevaareforzarelpersonaldechequeo,

paratardarmenosenlasalida.—El taxi tiene que ser como el del otro día, pero no el mismo. Sería

muchacasualidad.—Sí, pienso igual. Va a ser un carro más pequeño, unCitröen. Había

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pensadoqueelchoferlepreguntaraaquésededicabaenMadrid,paraverquérespondía.

Tueropensóunosinstantes.—No, no quiero provocar situaciones tensas. No sabemos lo que le ha

podidodecirélaellaalrespecto,yselepuedeponerenunaprieto.Y,además,surespuestanonosvaavalerdenada.Nosotros,Monaga,sísabemosmuybienquéprofesióntieneesegloberoquehavenidoaCubaaentrometerseennuestravidayennuestraRevolución.Nosotrossíleconocemosmuybienaél.Sabemosque es un jodedor, un vago, un despilfarrador y un pérfido con su mujer.Nosotrossísabemosquétipodepersonaesesehp.

—Sí,señor—ladurezadelaspalabrasdeTuerotransmitíanaMonagalamismaimagenqueélteníadeAlbertoRodríguez-Conde.

AlejandroTuerodioporconcluidalareuniónconunresumen:—Monaga, a esta operación no le quedanmás de seis o siete jornadas.

Ahora,queyahemospuestotodoenmarcha,nopodemosfallar.Lasmásaltasinstanciasdelpaísestánesperandoquetodosalgaalaperfección,ynopodemosdefraudarsuconfianza.

Cuando el capitán Monaga se marchó del despacho, Tuero llamó aWalfrido Riva y, después de felicitarle por el discurso que pronunció elComandanteelpasadoDíadelTrabajo,preguntócómollevabaeltrabajoquelehabíaencomendado.Después,Alejandroseacomodóensuasientoysefelicitópor la evoluciónde laoperación.Noera laprimeraque lehabía encargado elComandante,perodeesta se sentíaespecialmenteorgullosopor la repercusióninternacional que pensaba tendría una vez finalizada. Se acordaba deCapablanca,yleparecíaquetodoestoeracomounainmensapartidadeajedrezendondeélibamoviendolaspiezascomoleparecíamásoportunoparaponerenjaque a los individualistas, a los intrusos, a los imperialistas y a loscontrarrevolucionarios.

Enesemomento,tuvounaasociacióndeideasparacadauno:habíatorres,en referencia al teniente. Había alfiles, como Gilberto Oñate. Había caballos,

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pensandoenOrestes.Peoneshabíamuchos,peroreinasolouna,aunquetuvieradosnombres.

69EljefedeseguridaddelJoséMartíestabaperfectamenteinstaladoensupuestocuando vio por una de las cámaras de televisión cómo la pareja entraba en elvestíbulodelaeropuerto.Llevabanlosmismosbultosquecuandollególamujeryjuntossedirigieronalmostradordefacturación.Lafiladeturistasqueestaríanesperandono seríamuy larga, quizá seis o siete, algo que por supuesto ni erahabitualniobedecíaaunacasualidad.

Veíacómohablaban,aunquenopudoescucharlaconversación.—¿Nosabescuántomásvasaestar?—No creo quemucho.Ya te dije que estoy escribiendo la novela, pero

todoeldesarrollodetallado,correccionesyampliaciones,loharéencasa.—Porloquemedices,SanIsidrolopasamosjuntos.Elhombrecambiósúbitamentedetemadeconversaciónylesoltólamano

delaquehabíapermanecidoagarradotodoeltiempo,paraaferrarlalacinturayestrecharlajuntoaél.

—Sofía,hepasadomuybienestosdías.—Sí,yotambién—lamujersiguióhablandodespuésdedarleunbeso—

hasidounviajemuycansado,perohamerecidolapena.Algohabíacambiadoensurelación.Esosdesayunosjuntoalaplaya,esas

siestasdetreshorasdespuésdehacerelamorenaquellacamatanenormequeteníalaespaciosahabitacióndelhotelJardinesdelaReina,esasnochesbajolasestrellas tropicalesy losefluviosdeesosmojitosydaiquirisbien fríos,habíanhecho por la unión de aquellas dos personas mucho más que años deconvivencia.SeríadifícilpensarsiseríandospersonasdiferenteslasquefueronaVaradero,perosíquedeberíaafirmarseconrotundidadquelaqueregresóera

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otrapareja.Despuésdeobtenerlatarjetadeembarqueyfacturarlamaleta,llegarona

laentradaenlazonadetránsito,dondeélyanopodíaacceder.Ellasevolvióylediootrolargobeso.

Rolandoviocómoseseparaban.Alsaliralacalle,AlbertotomóelprimertaxiquevioypidióquelollevaraalhotelPresidencial.

Elconductorviocómosupasajero tenía lavistaperdidaenel infinitoydurantetodoelrecorridonopronunciópalabraalguna.

70—¿Yyasehamarchadosumujer?

—Creoquesí.Segúntengoentendido,hanestadounosdíasenVaraderoyahoraellasevuelveyélseguiráescribiendo.

—¿Peroesseguroquehavenidoaescribir?—Todohacepensarquesí.Lodequeesvendedordecarrosnoselocree

nadie.Aningúnvendedordemáquinaslepagalaempresaunviajetanlargoenunhoteldemáximacategoría.Estoyconvencidodequehavenidoaescribir.Tenen cuenta que las dos últimas novelas que ha publicado relatan aventuras deviajes, una discurre enMallorca y la otra en Praga.Nome extrañaría lomásmínimoquehayaelegidolaciudaddeLaHabana,oinclusolaisla,parasituarelescenariodeotrolibro.

—Podríaser—conjeturóelhombre,pensativo.—Además, cuando ha estado jugando las partidas del dominó, también

teníamos a un elevador que iba por allí, y me contó que mientras jugaba,preguntabamuchoporcostumbres,porcosasdehistoria.Espruebaseguraquehavenidoaenterarsededatosparaluegoescribir.

—¿Yleestánhaciendoseguimiento?—Seguro. No sé si desde la llegada, pero me dijeron que uno de los

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hombresdeOrestes iba tambiénpor donde jugaba al dominó, a ver dequé seenteraba.

El joven se acercó al que teníamás edad, como si le quisierahacerunagranconfidenciay,bajandoaúnmáslavoz,ledijo:

—Asnaldo, tenemos en Cuba a un escritor español con un granreconocimiento en su país. No es un buen escritor, pero vendemucho y estapersonanospuedeinteresar,puedehacerélmuchomásdesdeallíconsupluma,que todos nosotros juntos pudriéndonos en Villa Marista o en cualquier otracárcelpolítica.

Asnaldofruncióelceñodesuajadafrente.Enelfondo,loquemostrabaasuamigoycamaradaeraunaseñalquelasagacidaddeljovencomprendió.

—Lo que no podemos hacer en estosmomentos es cansarnos. Tenemosqueseguirluchando,comoanteslohicieronotrosmuchos—recordóeljoven.

Elhombretomóunpocodeaire.—Tienesrazón,Toribio.Llevamosmuchosañosenestabatallayeneste

momentonohayquedejarlo,sinocontinuar.¿Cómoestablecisteiscontactoconél?

—Porlasjimaguas.—¡Ay,quéchicas!—sonriómientrassoltóunaexclamacióndecariño.—Teóricamente se ha comprometido a acudir mañana a la zona del

Capitolioparacogeruntaxi.ElconductorseráRoselioMilián.Él leexplicará,perotútienesqueterminardeconvencerle.

—Sí—aseveró,totalmenteseguro—llevadleaLamparilla.—Bien, me parece un buen lugar aunque quizá demasiado céntrico—

razonóToribio—.Lomejoresquenoestámuylejosdesuhotel.—Perotienequesermuydemadrugada,antesdequepuedanorganizarun

seguimiento.—PorsupuestoAsnaldo.Se despidieron y Toribio Duna abandonó el despacho de su maestro

AsnaldoCortiza,expertoeneconomíayunadelasfigurasmásdestacadasdela

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organizaciónclandestinadelosascensores.ParaToribio no fue difícil entrar en aquella asociación.Había jugado la

bazadequesupadrefueunodelosdieciochomilcubanosquefueronalucharcontra las fuerzassudafricanasqueestabanapoyadaspor losamericanos,en laguerradeAngola,alláporelsetentaycinco.Esolevalióaél,comohuérfanodemártir, una consideración en su país pero, por las averiguaciones que hizodespués, se enteró que su padre había sido victima de una emboscada muydudosamenteorganizadaporelejércitoyanqui.Enpalabrasdeunodelospocosqueestuvieronallí,yqueseatrevióahablar,supadrefueutilizadocomoceboporunadelascolumnascubanasenunabatallaalsurdelpaís.

Entoncesélerapequeñoyloúnicoquerecordabadeaquellosdíaseralaimagen de su madre llorando a todas horas, metida en la cama, totalmentedestrozada,sinpodersacaradelanteasusdoshijosyconunmaridomuertoenuna guerra absurda, a la que le llevaron a la fuerza. Eso era lo que le habíaquedado,unodioancestralportodoslosconceptosqueenlaCubaoficialeranllamadoscomovalorespatrios.

Yasí,todoslosdíasteníaqueveraFidelportelevisión,oírleporlaradio,y leer la continua, extensa y repetitiva propaganda institucional, repartida encartelesportodaslascalles,todaslascarreteras.ElGranmajamáslocomprabaporque era ilegible. Enmuchos años, solamente lo había comprado un día y,ademásrecientemente,paraunamisiónespecial,comoéldecía.

ToribiosabíaquealgúndíaFidelCastromoriría.Deunamaneraodeotra,lamuerteacabaríaconsuvidayenesemomentosedeberíanabrirlaspuertasaunaevolucióndesupaíshacialalibertad.Esasmismaspuertasquehoyestabancerradasyquesololaesperanzadelainmensamayoría,ylaactividaddeunospocos, hacíamantener la ilusión de poder abrir. Ese día comenzaría un nuevotiempoy,enesemomento,tendríanqueactuarabiertamente,estandodispuestosa sacrificar incluso su vida. Sabían que el destino de los cubanos libertadoreshabíasidolaluchaporsuideal,yqueunagranpartedeelloshabíaencontradolamuertebuscandounmundomejor.Élestabadispuestoaello,perosabíaqueen

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lasituaciónactual,seríaunamuerteabsurdaysinsentido.Unomásenlaslistasque luego el gobierno tildaría de mercenarios al servicio de potenciasextranjeras.No,Toribio hablaba en su caso de unamuerte inteligente, de unamuerteútil.

Pero prefería soñar con una victoria para todos. Como su maestroAsnaldo, comootrosmuchos, albergaba la esperanzadequeCubavivieraunatransiciónhacialademocracia,enpaz,enunprocesosinmuertesnidisturbios.Eseerasuafán.Yeldemuchasotraspersonas.

Según bajaba la larga escalinata de la Universidad de La Habana, pasójuntoalaestatuadelAlmaMatery,comotodoslosdías,pidióporquealgúndíasupaísvivieseenlibertad.

71CuandoAlbertollegóasuhotelsehallabadesasosegado.Enquincedíaslavidale había cambiado completamente convirtiendo la estancia en la Isla en unasucesióncontinuadeacontecimientosenlosqueélsehabíaconvertidosoloenunespectador impasible,mientrasque losdemás tomaban la iniciativaenesasrelaciones. No había buscado a lasmujeres con las que se había acostado, nibuscado a nadie para que le contara cómo vivía, ni tampoco había pedidopaternidad a su mujer; tampoco se había dirigido a nadie para hablar deorganizacionesnimantenercitasextrañasenlugaresinsólitos.Tampocosugirióel tema de su próxima novela. Todos habían acudido a instarle a vivirsensacionesnuevasalasqueélsolomostrabasumássumisaconformidad.

Lepreocupaba esehecho.Era conscientedequenohabíadicho todavíaquenoanadanianadie,ysepreguntabalarazóndetantoconsentimiento.«Alfinyalcabo—pensaba—todaslaspropuestashansidomuybuenas,ynotengopor qué decir que no a ninguna. En realidad, las chicas —continuó con sujustificación—sehaninsinuadoynotengoningunarazónparaprivarmedeese

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placer.YosiemprehequeridoaSofíayloúnicoquehahabidoconesasmujereshasidounarelacióncarnalquejamásmehubieradadomimujer,porloquenoveoproblemaenhaberlasaceptado.Respectoa lodelhijo,creoqueesverdadqueyavasiendohora.Tengotreintaycincoañosynopuedoesperarmuchomássi no quiero queme confundanmás que con un padremayor, con un abuelojoven.Sofíatienerazón,unhijopuedeaportaramifacetadeescritorunnuevopuntodevistaque,además,serácoincidenteconlamayoríademislectores,yaquelagente,engeneral,tienehijos».

Los argumentos que Alberto iba dándose justificaban todo lo que leacontecía. Incluso la misteriosa cita de aquellas hermanas gemelas. «Sí, ¿quéproblematienequeacudaalacitaquemehanpropuesto?—sepreguntaba—,lomásquepuedepasarmeesquemesucedancosasqueluegopuedaescribirenminovela.Muchodeloqueherelatadoenmisnovelasmehanpasadodirectamenteamí,yestaveznotieneporquéserunaexcepción»,recordó.

Se sentóa sumesay retomó lanovelaque tenía totalmente abandonadadespuésdevariosdíasdeinactividad.TeníaquevolveraloquelehabíatraídoaCuba. Miró el reloj y comprobó que en ese momento su mujer estaríadespegandodelJoséMartí.«Todavíamequedantreshorasparacenar»,calculó.Se preguntó si le apetecía bajar a cenar o si, por el contrario, prefería que lesubieranlosplatos.Demomentoaparcóladecisiónyseconsagróensutrabajo.

Lanochehabíacaídoenlaciudad.Loscamellospasabanabarrotadosdepersonasquevolvíana sucasadespuésde interminables esperas aque llegaraaqueldenigrantemediodetransporte.Losquecontabancondinerotomabanuntaxi,algosolopermitidoalospocoscubanospudientesysiemprerelacionadosconpuestosdelaadministración.

Alberto comprobaba, preocupado, que la parada literaria había afectadonegativamenteasudinámicacreativayseencontrabaconquehabíaadelantadomuypoco.Mirósurelojytomóladecisiónquemásleapetecía.

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No habría pasado más de media hora cuando llamaron a la puerta. Elcorazóndel escritor se aceleró y los pasos que dio hasta abrirla se le hicieroneternos. Deseaba, anhelaba, que al otro lado de la gruesamadera estuviera lapersonaqueélquería.

Como si de dos enamorados se tratara, cuando se volvieron a ver sequedaron casi sin habla. Ella, haciendo un alarde de profesionalidad, anunciómuyseria:

—Señor,sucena.—Pasaporfavor—pidió.Alberto cerró lapuertanadamáspasarMarcia a lahabitación.La chica

miró hacia la cama, que estaba perfectamente compuesta y comprobó queestabanlosdossolosenlahabitación.Aúnasísequisoasegurar:

—¿Estáustedsolo?—preguntó,consuhabitualtimidez.—Síy,porfavor,nomellamesdeusted.—Loquetúquieras.Elsemblantedelachicaeradeabsolutaseriedad,exteriorizandolatensión

queleinvadíapordentro.Eratanevidente,queAlbertoseacercóaellayleayudóconlabandeja.

Despuésdedejarlasobrelamesa,latomóconlasdosmanosporlosbrazosylamirófijamentealosojos.

—Tranquila.Estamossolos.Laqueestabaconmigoeramimujer.Yatelodije,peroyasehamarchado.Aestashoras—supuso,mirandoelreloj—yadebeestarsobreelAtlántico...

A la chica le costabamantener fija lamirada en los ojos deAlberto.Élcompletólafrasequedejósinterminar:

—...ynovaavolveraLaHabana.Hevueltoaserunhombrelibre.LosojosdeMarciamostrabanunainterrogaciónsobrelaspretensionesdel

escritor.—Nohabráscenado—elescritorlodioporhecho.—No,¿porqué?

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—Como te habrás dado cuenta, he pedido un primero y dos segundos.Teníapensadopedirtequefuerasmiinvitadaalacena.

—Peronovoyapoderestartantotiempo.—¿Noestáesacompañeraquetecubre?—Sí,pero...Albertonodejóqueterminaralafraseyseacercóasuboca,dándoleun

brevebesoenloslabios.—¿Noteimportaráquelotomemosfrío?Marciaselimitóavercómoélleibadesabrochandounoaunolosbotones

de la chaqueta, después los de su camisa blanca, la cual dejó cuidadosamentecolocadaenelrespaldodeunadelassillasdelahabitación.

Lacubanaeracomounfrágiljugueteenlasmanosdeunniñocaprichosoy se atenía a loqueAlberto ibahaciendo en cadamomento, sin tomar lamásmínima iniciativayaqueél eraquienpagaba,y esoella siempre lo teníamuypresente. Cuando le quitó la falda, la cogió entre sus brazos y así, solamentevestidaconunashumildesbragasyunviejosujetador,larecostósobrelacamayempezóabesarlalentamente.

Marcia quiso llorar, pero afortunadamente para su integridad moral,consiguióquenosalieranilamásdiminutalágrimadesusojos.

72WalfridoRivayahabíaperdidolacuentadelashorasquellevabatrabajandoenel encargo que le había ordenado Alejandro Tuero. Le había pedidoinsistentementequeparaelseisdemayotuvieraunesbozodeltexto,yesedíaeraelsiguiente,porloqueseveíaenlaobligacióndetrabajaratodavelocidad.Incluso le había insinuado que el propioComandante tenía interés en leer losavances. En eso tenía que reconocer que era un privilegiado. Probablementeestaría trabajandoconunode lospocosordenadoresdeúltimageneraciónque

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había en Cuba. Trabajar en la plaza de la Revolución, pensaba, tenía susventajas,yunadeellaseraquecontabaconlosmejoresmediosconquepodíaposeer un escritor en la isla. En su pequeño despacho disponía de impresoraláser, de papel blanco en abundancia y sin ninguna limitación, de acceso aInternetparasuusopersonal,ydetodaunacoleccióndelibrosyenciclopediasdeconsulta,loqueleconvertíaenunadelaspersonasmásymejorinformadasdetodoCuba.Yporsitodoesonofuerasuficiente,podíapedirquelesubierancualquierperiódicodecualquierdía, de casi cualquierpaís, según los recibíanporvalijadiplomática.Habíaquetenerencuentaque,cuandoescribíaalgunodelos discursos que luego el Comandante hacía suyo, era imprescindible quedispusieradeinformaciónactualizadasobreloquesedecíadelrégimenallendelasfronteras.

Otrasveces,lainformaciónlaobteníaporelvisionadodelatelevisión.Enla plaza de la Revolución había un departamento donde se veían todos losnoticiarios, tanto de emisoras públicas como privadas, de quince países, entreellos figuraban, por supuesto, tanto España como los Estados Unidos. LasnoticiasconcernientesaCubasegrababanyseanalizabancondetenimientoporunreducidogrupodepersonasqueteníanlibertaddeaccesoaunainformaciónquesenegabaalrestodelapoblación.PorelpuestoqueocupabaWalfridoteníaterminantemente prohibida la salida de la isla, ni siquiera acompañado porpersonaldelaseguridad,ytambiénsabíaquesucorreoelectrónicosecontrolabaadiario, loquedesconocía eraquiénydesdequépartede la isla se llevabaacaboaquellalabordesupervisión.

En ese momento Walfrido estaba totalmente consagrado a esa tareaespecial que le habían ordenado y llevaba trabajando en ella más de tressemanas,inclusoantesdequellegaraalaislaelescritorespañol.Sehabíaleídosus dos últimos éxitos y había tomado apuntes sobre estilo, léxico y ritmoliterario.ÉltrabajabaparaTuero,noparaMonaga.TrabajarparaTueroteníasusventajas. Iba siempre por delante de todos.Alejandro era una de las personasmásymejorinformadasdeCubayélsabíaqueeraunodelospocosenlosque

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Fidel Castro tenía depositadas las mayores dosis de confianza. Pero elComandanteeraunhombrequesabíamanejarmuybienlascircunstanciasyenocasiones dejaba caer los nombres de Arnaldo Ochoa o Tony de la Guardia,fusiladoshacíaañosporelrégimen.Tambiénhabíansidopersonasdesumayorconfianza. Era un claro aviso para todos los que le rodeaban. Su posición deprivilegioeraunarmadedoblefiloyencualquiermomentopodríanointeresaralguna circunstancia relacionada con ellos. Todos los que trabajaban cerca deFidelsabíanqueteníanunaespadasobresucabezayqueencualquiermomentopodía formarse un pelotón de fusilamiento que apuntara directamente a sucorazón,destrozandonosolosuvida,sinotambiénsuhonoryeldesufamilia.

Aquí novalía pensar que él era elbrazoderecho de alguien, o de algo.Parecía que el régimen fuera como una estrella de mar: brazo partido, brazoregenerado.

Mirólahoraycomprobóqueeranlasoncedelanoche.Decidióquedarseadormirenlossótanosdelmismoedificio,dondeteníanasudisposiciónunaspequeñashabitacionesparacircunstanciasexcepcionales,muchomásfrecuentesdeloqueaéloasufamilialesgustaría.Aldíasiguienteselevantaríaalasseisde la mañana y encendería de nuevo el ordenador para seguir escribiendo elencargoquehabíarecibido,laordenquelehabíandictado.Cuidaríacadadetalle.Cuidaríacadafraseycadapalabra.Cuidaríacadatilde.Asíseríamásdifícilqueloúltimoqueescucharansusoídosfueraunadetonaciónyquesushijostuvieranquevivirconlavergüenzadehabertenidounpadretraidor,ynounpadrequelodiotodoporunaRevoluciónenlaquetodavíacreíafirmemente.

73Elmartesseisdemayoamanecióbajouncieloprimaveral.LasmañanasdeesemesenMadrideranespecialmentehermosas.Conlaabundantevegetaciónqueteníalaciudad,estaseponíasumejorgalaenelecuadordelaprimavera.

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El cochehabía cruzadoel túnelque atravesabapartede la ciudadyqueponíaasuconductorenelaeropuertodeBarajasenmuypocosminutos.

Había apurado demasiado y el veloz Audi llegó al aparcamiento de laterminaldevuelosinternacionalesconeltiempodemasiadojusto.Lodejóenelprimer sitio que encontró y casi a la carrera alcanzó la zona de llegadas. Setranquilizó al ver que el vuelo procedente de La Habana llevaba retraso, ydecidióacercarseaunade lascafeterías.Todavía tenía tiempopara tomarseelbuendesayunoquelaajetreadamañanalehabíahurtado.

Después de media hora pudo ver que el vuelo 9805 procedente de lacapitalcubanahabíatomadotierra.Sedirigióhacialapuertadesalidayesperópacientemente.

No tuvo que aguardarmucho tiempo para que apareciera una Sofía quereflejabaensucaraelcansancioacumuladodelasmuchashorasquellevabasinentrarenunacama.Levantóelbrazoylallamó:

—¡Sofía!La mujer, al verle, no pudo disimular la contrariedad que le suponía

encontrarle allí, aunque no constituía ninguna sorpresa. Después de conseguirdesmarcarsedelgrupodepersonasenelqueinvoluntariamenteseveíainmersa,seacercóalhombre.

—Jaime,tedijequenovinieras.—Solohevenidoparallevarteatucasa.Se acercó a darle un beso en la boca, pero ella giró la cabeza

ostensiblementeparaquesus labiosacabaranposándoseensumejilladerecha.Sequedaronquietosduranteunassignificativasdécimasdesegundo.

Jaime Espinosa cogió solícito lamaleta que llevaba Sofía y le pidió suneceser.

Tomaron la dirección del aparcamiento y fue en la pasarela mecánicacuandoempezaronotravezahablar:

—¿Quétalelviaje?—Muycansado,perobien.Déjameencasaquemecambio.Voyairala

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oficina—leordenó,cortanteyconlamiradapuestaalfrente.—PeroSofía,loquenopuedes...—lamujernoledejóterminar.—MiraJaime,túnovasadecirmeloquetengoquehacer.¿Vale?Novolvieronadirigirselapalabrahastaalcanzarelcoche.Eldíaanterior

a que ella tomara el vuelo, Sofía le había anunciado que aquello habíaterminado.

—DéjameenAlcaláesquinaaRuizdeAlarcón.Noquieroquenadieveaquemeapeodetucoche.

Él le ayudó a sacar el equipaje. Se quedaron mirándose sin pronunciarpalabra,muyfijamente,conojosdesconocidos,amargos,tristes.

—Jaime, te lo pido por última vez: no vuelvas a verme, no vuelvas allamarme, no vuelvas a hablarme.Olvídate de todo y solomantengamos anteAlbertounaactituddeamistad,siesquealgunavezvolvemosavernos.

LaflemáticaSofíaRoblestomósumaletaysuneceser,ypusodirecciónasucasa.Jaimelaviomarcharyvolvióasucoche.Sabíaquehabíahabladoconunaincómodaclaridad.

74ElseisdemayoamanecióenLaHabanaconelcieloencapotado,algobastanteinsólitoparalafecha.Albertosedespertómástardedelahoraqueteníaprevistaycomprobócómotodavíaestabansobrelamesalosrestosdelaensaladaydesulasaña,alaquesololehabíadadodosbocados.Elfiletedecerdo,quetampocohabíanprobado, no estaba, y el escritor supusoque sería la comidao cenadeMarcia.

Miróelrelojycorrióaasearseantesdebajaradesayunar.PensóenSofíayenqueya estaría enMadriddespuésde la larga travesíaoceánicaquehabíarealizadodurantetodalanoche,ysealegródehabertomadoconellaladecisiónde ir a buscar firmemente un hijo para la pareja. Se encontraba totalmente

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convencido de que era lamejor determinación que podían tomar para ellos, ydeseabaquetodofueralomejorposibleyquelaedadqueyaibanteniendonofueraunimpedimentoparaquesecumplieransuspretensiones.

Al salir de su habitación se encontró, como casi todas las mañanas, elcarro de limpieza, situado en las proximidades de una de las habitacionescontiguasqueestabaabierta.Segúnpasabamiróhaciael interiorysaludóa lachicaquetrabajabadentro:

—¡Buenosdías,Omara!La camarera devolvió el saludo desde el fondo de la habitación que

limpiabayseacercóhacialapuerta.—¿Vaasubirenseguida?—Sí.Estaréunratoenlahabitaciónyesposiblequememarchedespués,

sobrelasdoce.Mejorhágamelacuandomevaya.Lamujer viomarchar al escritor hacia los ascensores y esperó, junto al

carro y sin que él la viera, a que sonara el pequeño timbre que anunciaba lallegada delmismo. Cuando entendió que lo había tomado, se dirigió hacia elvestíbulo para comprobar que, efectivamente, descendía uno de ellos hacia laplantabaja.

EnesemomentosedirigióapasoresueltohacialahabitaciónqueocupabaAlberto y, después de sacar una llavemagnética que guardaba en uno de losbolsillosdesuchaqueta,abriólapuertadeentradaylacerrótrassuspasos.Laqueellateníapermitíaanularlacerraduraparaevitarqueentraranconotraalavez y le pillaran sin darse ella cuenta. Tomó su teléfono móvil e hizo unallamada:

—Delio¿estáahí?—Sí, tranquila, acabo de preguntarle el número de la habitación según

entrabaenelrestaurante.Sehasentadodondesiempre.—Estoydentrodelapieza.Cuandosalgatedoyuntimbrazo.Delio,elfielcolaboradordeGilbertoOñate,ayudabaalafalsacamareraa

desempeñarsutrabajosinquepudieransorprenderla.

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Lamujer tenía sistematizada sumisión en la habitación.Empezó, comotodoslosdías,conelarranquedelordenadorportátil.Mientrasesteseponíaenmarcha,sedirigióhacialacajadeseguridad,marcoelcódigomaestro19281967ylaabrió.«Seguroquesialguienmásconocieralacombinación—sedecíaasímisma—,me tildaría de patriota o de fanática por poner como referencia unafecha así, pero no puedo por menos que rendir de esa manera mi particularhomenajeanuestrocomandanteCheGuevara».

Sacó la cartera de Alberto y contó los billetes de euros y pesos quecontenía,yanotóelimporte.«¡Esunacana!Nosegastaaquínada—pensaba—solo lo que le paga a la camarera, que el muy pendejo la explota como uncanalla».Comprobóigualmentequeallínohabíanadanuevodignodeinterés,ylacerró.

Cuandoseacercóalamesa,elordenadoryaestabadispuestoparatrabajarcon él.Al no tener ningún código de acceso, el confiado escritor facilitaba eltrabajo a Lucila, aunque la espía no se hubiera parado por algo tan elementalpara ella. Entró en los archivos y sacó un copiador de discos portátil,enormementedelgadoyligero,quellevabasujetoconlabragayquecamuflabael pequeño delantal, enchufándolo en uno de los puertos USB del portátil.Transfirió toda la informaciónquehabíaenelmismo.Mientrasse realizabaelrápidoproceso,comprobóquenohabíaadquiridoningúnlibronuevoniquelahabitaciónrevelaramásinformaciónsignificativa.

Despuésdedesconectarelgrabadordediscos,ydeentraruninstanteenelsistemaoperativoparaque lamemoriadelordenadorborrara laúltimaentradaque había realizado, Lucila se acercó a la puerta comprobando que todo sehallaba igual que antes de que ella entrara. Llamó por su teléfonomóvil a sucompañeroDelio.

—Sigueaquítodavía,peronocreoquelequedemucho.Yatomóelcaféypareceestarpróximoalevantarse.

—Salgoyadelahabitación.Quehagaloquequiera.—PerfectoLucila.

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CuandoAlbertollegóasuplantasecruzóconlacamareraimpostora,quelepreguntóconunaenormedosisdetimidezañadida:

—¿Quétaldesayunóelseñor?—MuybienOmara,muchasgracias.«¡Quémujermásagradable!»,pensó.Lucilalevioentrarensuhabitación

ytomóunastoallasdesucarroparadisimular.Bajóporelascensordeservicioquerecorríatodaslasplantas,hastalabaja.Desdeallísedirigióaldespachodeldirectordelhotel:

Unavezdentro,sesentóenunadelassillasqueestabanjuntoasumesa.—El disco de hoy —señaló, mientras le entregaba el CD que llevaba

debajodesuchaqueta,sujetoconlacinturadelafalda.—¡Ok!¿Dedinero?—Igual,solofaltaloqueayerdebiópagaralostaxisqueutilizóparairy

veniralaeropuerto,yluegoloquelepagaraalacamareraesa.—Esehijodeputaselaestábailandomuybarato.Seguroqueconesoen

Españanotendríaniparaacostarseconunadrogadictaoconunpetardo,yaquívienenypormuypocoseacuestancontodoloquepillan.¿Tehapropuestoatialgo?

—Yati,¿quéteincumbe?—lepreguntóriendo,segúnselevantaba.Losdosecharonunapequeñasonrisa.—Miraqueseconsideraríaaltatraición.—El día queme veas con uno de esos, si quieres se lo dices almismo

Comandante—leespetóella,desafiante.—¡NinombresanuestroComandanteenestascosas!—Yononecesitonadaquemepuedadarunodeesosespíasextranjeros.

Yoamoamipaísmásquenadie.Gilberto aprovechó para mirarla descaradamente de arriba abajo, para

decirlafinalmente:—Estoy seguro que ninguno de esos te puede dar nada que tú puedas

querer.Yasabesqueparatodo,metienesamí...

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Lamujerlemiróconlamanoenelpomodelapuertaysedespidióconelevadasdosisdesorna:

—Porsupuesto,señordirectordehoteldemáximacategoría.Y,mientras lededicabaotra sonrisa, recogió las toallasyabrió lapuerta

cerrándolatrassupaso,nosinantesadvertirledequeelescritorlehabíadichoquesobrelasdoceteníaprevistosaliralacalle.

75DespuésdeestartrabajandocasiunpardehorasAlbertoselevantódesumesa,apagóelordenadorysedispusoaviviresaaventuraquehabíacomenzadoconlacitación pormedio delGranma y que continuó con lamisteriosa reunión conaquellasgemelas.Ahoratocabalodeltaxi.Leparecíatodoungraciosojuegoenel que, de momento, quería participar. Al fin y al cabo, «¡esto es Cuba!»,pensaba,comosiellofueranecesariamentesinónimodeaventurayatrevimiento.

El fuerte calor de la avanzada hora de la mañana lo sacudió nada másponerlospiesenlacalle.

—¿Taxi,señor?«Siempreigual—pensó—¿nosecansarán?»LehabíandichoqueseacercaraalasescalinatasdelCapitolioyhaciaallí

encaminósuspasos.Secruzóconungrupodeturistasnórdicos,todosconlatezrojaporelfuertesolqueleshabíasorprendidoenlaisla,pero,sobretodo,vioaunacorrientedemulatosynegrosdeambossexosquellevabanellentocaminarque les delataba como personas desocupadas, que cambian de lugar sin sabermuybienelporquédeello.

Ellugardeencuentroeracasiigualdemajestuosoqueelpropioedificio,queyahabíatenidolaoportunidaddeconocerantesdequelevisitarasumujer.Comprobóporsurelojqueseencontrabamuycercadelmediodía,ysedirigióhaciaelgrupomulticolordetaxisqueestabanaparcadosenelcentrodelaplaza.

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Sin mostrar especial interés por ninguno, se dedicó a caminar por lasproximidades con la esperanza de que alguno se le acercara y le dijera lacontraseñaacordada.

—Señor,¿querríaalgúntaxi?—No,gracias.—Mire,elmíoesaquelcarrodecaballos,¿conoceLaHabana?—No,deverdad,gracias.—¡Oiga!—seleacercóotroqueparecíahabíaoídolaconversación—yo

tengounoconaireacondicionado,yabuenprecio.—No,deverdad—Albertovolvióamostrarresistencia.Segúnmirabaaesetaxista,sequedóexpectanteaversiledecíaalgomás,

peroelchofersemantuvocallado,mirándoleconciertaincredulidad.Levolvióadecir:

—¿Deverdadquenoquiereuntaxiconaireacondicionado?—No—larespuestadelescritornopudosermásrotunda.Convencidodequeconaquellapersonanoteníanadamásquéhablar,le

comentó:—Demomentoprefieropasear.No sabía qué hacer, entendía que si alguien iba a buscarle, este habría

tenido que actuar ya, y no acertaba a comprender el por qué no había sido elprimeroenofrecerse.

Optóporvolverhacialazonadelasescalerasyfueallídondeseleacercóun hombre. Era unmulato muy delgado de una edad próxima a los cuarentaaños:

—¿Taxi,señor?—No,gracias.—¿LepodríallevaraCojímar?Albertoleclavófijamentesumirada.—¿Cojímar?—repitióelespañol.—Sí,esdondeHemingwaypescabapezespada.

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—¿Dóndetieneseltaxi?—Allí—señalóelhombre—justoalotroladodelParqueCentral.Ambosseencaminaronhaciadondedecíaquesehallabaelcoche,sinque

mediarapalabraalguna.AlllegarAlbertoseencontróconunvehículomuyviejo,llenodegolpesa

lolargodetodosucontorno.Nosabríaprecisarlamarca,perosinlugaradudasteníaclaramenteelpeoraspectodetodoslosquehabíavistoantes.

—¿Eseste?—Síseñor,perofuncionaperfectamente.Yaloverá.Los dos hombres se acomodaron, sentándose el escritor en uno de los

asientostraseros.Orestes tenía situadas a varias personas en la plaza para hacer el

correspondiente seguimiento de dónde iba el escritor español, alertados por elpersonaldelhotelPresidencialquehabíacontroladosusalida.

AltenienteGálvezselocomunicaroninmediatamente,instandoesteaquefacilitaran lamatrículadel taxia lospolicíasmotorizadosqueestabansituadosenlasprincipalessalidasdeLaHabana.

—Nohagas seguimiento del carro—ordenópor teléfono al coordinadordelosmotoristas—soloquierosaberhaciadóndesedirigen.

Después pidió que comprobaran qué coche era el que había tomado.Cuandolefacilitaronlamatrícula,GálvezentendióquehabíarazonessuficientesparaavisaralcapitánMonaga.

—Compañerocapitán,esmuyextraño.—Estoy de acuerdo Lisandro. No tiene sentido que una persona que se

hospedaenelPresidencialtomeuncarromatocomoese,yademásenunlugarqueestállenodecarrosmuchomásnuevos,mejoresyconaireacondicionado.

—¿Ytodavíanosesabequédirecciónhapodidotomar?—No, capitán.Tengodadasórdenesdequenoparena lamáquinani le

hagan seguimiento con caballitos, pero de que me avisen inmediatamentecuandodetectenquequieresalirdelaciudad.

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—Bien. Cuando lo sepas, montamos una patrulla camuflajeada deseguimiento.¡Vetepreparándola!

—Sí,capitán.—Porcierto,¿Quiéneselchoferhabitualdeesetaxi?—Lohemosmiradoya.SellamaRoselioMilián.

76Llevarían unos minutos dentro del coche y todavía Roselio Milián no habíapronunciado palabra. Alberto dudaba si ese era el taxi que tenía que habertomado.

Cuandoestabanpordebajodeltúnelquecruzabalabocanadelpuerto,elconductor,queparecíahaberleleídoelpensamiento,empezóahablar:

—Esté tranquilo,quenosehaconfundidode taxi.Esteeselque ledijoOneliaenelMuseodelaCiudad.Ahoravamosapasaruncontroldondesegurohaypolicíaqueyatendráelavisodelcarro.Nomeextrañaríaquenossiguieran.

Todo lo que le contó aAlberto le pareció de película barata de agentesbuenosymalospero,noobstante,nopodíadejardepercibirunaatracciónvitalhaciatodoloqueleacontecía.Él,queenmuchasocasioneshabíapuestoenlavidadeotraspersonassituacionesderiesgoyexpectación,ahoraseconvertíaenprotagonistadeunmomentototalmentenovedoso.

—¿Quenossiguieran?—repitióelescritor.—Entiendo que para usted todo esto sea muy nuevo, incluso igual le

parece que está viviendo una situación como la que le sucede a BrunoMaricevich con la persecución por las estrechas calles deMalá Strana, en sunovela de Praga. Pero créame, Alberto, mucha gente nos estamos jugandomucho para que usted y yo estemos ahora juntos. De momento, vamos acontinuar así, sin hablar.Cuando lleguemos al control nomire a los guardias,queseguroestarán.

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Elsemblantedelpasajerodiounvuelcoradical.Jamáspodríaimaginarsequeesehombrehubiera leídosuúltimo libropublicado,queademás lehabíandichoquenosehabíacomercializadoenCuba.Hizocasode loque ledecíaycomprobó,segúnmirabadereojo,queenlascasetasdelcontrolqueprecedíanalaentradaalaAutopistadelEstehabíaunpardepolicíasjuntoasusmotos,queteníanunpapelenlamanoyquemirabansindisimuloalgunoalvehículoenelqueélviajaba.

Alberto sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Fue en esemomentocuandoempezóanotarquesucedíaalgoincómodamentedistintoaloprevisto. Se había dado cuenta claramente de que aquellos policías estabanesperando ese coche, y él viajaba en su interior, acompañadodeun señorqueparecíacubanoyquesehabíaleídosuúltimolibro,nopublicadoenCuba.Pidió,rogó,queledijeraalgoqueletranquilizara.

—¿Dóndevamos?—preguntóelasustadoescritor.—VamosaCojímar,yasabe,dondeHemingwaypescaba.—¡Sí, esoya lo sé!Ya séqueErnestHemingwaypescabapeces espada

allí—chilló.Susnerviosempezabanaflorecer,ynopodíaocultarlo—.Peroloqueestoypreguntándoleesquévamosahacerenesepueblo.

—LedijimosCojímarporquenospermiteestarunratoconusted,sinquenosmolestenadieycon lacertezadequenovamosa tenerningúnmicrófonoquenosoiga.

—Pero ¿de qué micrófonos me está hablando? —Alberto empezaba aencontrase atenazadopor susnerviosypor el desconocimientode la situaciónqueestabaviviendo.

—DelosquetieneubicadosFidelentodaCuba.Esosquedelatantodoloquehablamosytodoloquecontamosalosyumascomousted.

Eltaxicirculabadespacioporlavetustaautopista.—Si le parece, y ya que como ve, en la carretera hay poco tránsito, le

cuentoelplan,ysinoloencuentracorrectoleretornoasuhotelPresidencial.Despuésdeloquelehabíacontadoydelgradodeconocimientoquetenía

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deél,porlomenosdeunodesuslibros,leparecióabsurdopreguntarlealtaxistaporquésabíadóndesealojaba.

—Dígame—invitóelescritor.—Recuerde que somos un taxista y un turista. Usted ha venido a La

Habana y quiere hacer una excursión a una población cercana que aparece entodas lasguíasque traenustedes.Hasalidode suhotel,haelegidounode losmuchostaxisqueselehanofrecidoyahoranosdirigimoshaciaallí.Sileparecebien,podemoscomerjuntos,yaqueesbastantehabitualqueelturistainviteasutaxista, y luego le dejaré de regreso en el hotel. Ese es el plan ¿le parececorrecto?

—Meparecebien.Leescucho.Alavezqueibahablando,eltaxistanoperdíadevistaelespejoretrovisor

interior,paramantenercontactovisualconsuinterlocutor.—Nosotros somos una organización que trabajamos al margen del

gobierno—empezóexplicandoRoselioMilián—.Desdequeseconstituyó,enelaño noventa y ocho, estamos considerados por la Revolución como un grupohostil a los intereses de la patria y, por ello, estamos perseguidos. Todostrabajamosenlamásabsolutaclandestinidad,sinconocernoscasi losunosconlos otros, para que si prenden a alguno, como de hecho ya ha pasado, ese nopuedasabernadadelrestodecompañeros.

—Ustedes están dirigidos desde Miami —interrumpió Alberto, que seencontrabaalgomástranquilo.

—¡No! —exclamó el taxista, negando con rotundidad—. Nuestradirecciónnosédóndeestá,perosíqueesseguroquenoseencuentraenEstadosUnidos.Nosotrosno tenemosnadaencontradelpueblonorteamericano,nidetodosloshermanosquesevieronobligadosacruzarelcanal.PerotememosquecuandomueraFidelCubapuedaconvertirseotravezenunjardínderecreo.

—¿Cuántaspersonasson?—Tampocolosé.Yoconozcoamediadocena,nadamás.—Peroyo,¿quépintoentodoesto?

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—Usted si quiere, puede tener un papel muy importante por jugar.Querríamosquedealgunamaneratrabajaraparanosotros.

—¿Quétrabajeparaustedes?—Sí, sé que va a resultarle extraña la petición, pero queremos que

colaboreconnuestracausa,quenoesotraqueelestablecimientodeunpaíslibreydemocrático.

—Pero,suorganización,¿quieremataraFidel?—¡No!,¡esojamás!LamuerteviolentadeFidelCastroabocaríaanuestra

patriaaotronuevocallejóndemuydifícil salida.No,nuestraorganizaciónnoquierequeelComandantetenganingúnatentadodeningunaclase.

Se hizo un pequeño silencio entre los dos. El coche no sobrepasaba losochentakilómetrosporhoray, enocasiones,Albertomirabahaciaatrásporelcristal, temiéndose encontrar con una patrulla de motoristas. Pero tras ellossolamentehabíaunacarreteravieja,conbachesyremiendos,vacíadetodotipodevehículos.

—Nosotrosqueremosqueusted,queestáenelhitparade,escribaunlibrosobrenuestraislaenelqueevoquelosvaloresdelalibertad,delaesperanza,delfuturoquetenemostodosloscubanospordelantedenosotros.Eseseríasupapelenestaorganización.Piénselo,queyanosvamosacercandoaCojímar.

El vehículo tomó la desviación deficientemente indicada a la derecha yabandonó la autopista,paraenfilardespuésunacarreteramuchomáspequeña,tambiénsintráfico.

Sehizoelsilencioentrelosdos.Pocoapocofueronllegandoalapequeñapoblacióncostera.

—Tenga en cuenta que el gobierno tiene la isla llena de informantes yvamosacomerenelúnicorestaurantequehayenelpueblodondepuedecomerunturista.Lológicoesquesedéustedsolounpaseoyluegoentremosenél.Siquiere,yoledejocercadelaplaya,ustedentraenelrestaurantequesellamaLaTerrazaypreguntasipuedecomer.Seguroquelevanadecirquesí.Dicequevaadarunavueltaydespuésdepasearhastaelpequeñopuerto,retornaaél.Antes,

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pasaráporeltaxidondeyoestaréesperándoleymedicedesdelacallesiquierocomerconusted.Dentrolecontarémáscosas.¿Leparecebien?

Evidentemente Roselio tenía todo perfectamente planificado y era muydifícil,llegadoestemomento,negarlelacontinuacióndelprogramaquesehabíatrazado.

—Meparecebien.Loharemosasí.

77—Alomejorloqueestápasandoesquenoséexplicarme.

Alejandro Tuero sabíamuy bien que la claridad con la que hablaba nodejabadudaasuinterlocutor,peroaúnasíquisosercortésconél.

—Yocreoquepuedeestarestasemana—respondió,casitemblando.—¿Quédía?—Sihoyestamosamartes—calculabaWalfrido—quizá,podemosestar

hablandodelsábado,aunquequedaríancorrecciones.—Poresotehedichoquenotienesquepreocuparte.Loimportanteesque

el hilo argumental esté suficientemente claro. Prefiero que pueda quedar algopendienterelativoalaterminaciónfinalquedarmástiempoaesteasunto.

Eldes pachodeAlejandroTueroenelpisodoceimponíarespetosoloconnombrarlo.Deesehombrepodíadecirsequeasustabaatodoaquelqueteníalamala fortunade trabajar juntoaél.Yeseeraelcasodel temerosoWalfridoRiva,unhombrequedestacódesdeniñoporsusrelatosprorevolucionariosyquehabíaacabadohaciendodeellounaverdaderaprofesión.Sabíaquerealizabauntrabajoenelquelosojosmásaltosdelrégimenteníanpuestasunasexpectativasexcepcionalmenterelevantes.

Tuerozanjólacuestión:—Mira,eldomingo.Yaestamosenlosdíasfinalesyvamosatomarese

díacomolafechaclave.Eldomingooncedemayo.Portanto,tienesquetenerlo

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terminadocomomuytardeelsábadodiezaúltimahora.¿Podrás?—Sí,cuenteconello—nolequedómásremedioqueafirmaralmedroso

escritor.—Si crees que necesitas alguna ayuda, dímelo hoy, no el viernes.

¿Entiendes?—Sí.Nocreo.Podréterminarloenteroyosolo.—¡Asímegusta!,Walfrido.Antesdemarcharsedesudespacho,AlejandroTuerolemarcóunguiñoa

lacomplicidad.—Creo que nuestro Comandante tiene pensado tener contigo una

importanteatención.Walfridocallóyescuchóatento.—Aunquenoseteolvidequetodoestoloestáshaciendoporeldeberque

tenemostodosloscubanosparaconnuestrapatria.—No,compañeroAlejandro,noloolvido.Cuandoelanfitriónvolvióaquedarsesolo,tomósuteléfonoyhablócon

su secretario, y le pidió que convocara para el día siguiente una reunión parapreparar la estrategia con el director del hotel Presidencial, con el capitánMonagaycondosdesushombresdeconfianza.

Sabíaquealguienpodríaestarqueriendocontactarconelescritorespañol,perodudaba.«AquellodelperiódicoquedescubrióLucila—recordaba—,¿quémensajelepasarían?»

SusrecelosseacrecentaroncuandorecibiólallamadadelcapitánMonaga,quelepedíaaudiencia.

Despuésdequelohicierapasar,estelecontólossucesosdeesamañana.—EnestemomentoestánenCojímar.Acabandellamarmeporelcelular.

Elescritorestádandounpaseoporlaplayayvacaminodelpuerto.Mientras,eltaxista le está esperando y todo apunta a que van a comer juntos, porque haentradoenLaTerrazaapreguntarsilereservabanmesa.

—¿Quiéntelohadicho?¿Andrade?

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—Sí.—¿Siguesiendoelqueregenteaelrestaurante?—Sí.Alejandro se recostó sobre suasiento,paravolver instantesdespuésa la

posiciónqueteníaerguida,solemne.—Habla inmediatamente conAndrade para que, si van a comer allí, les

sirvaalgunodesuabsolutaconfianza.Queintentenpedirplatosqueobliguenalcamareroapermanecerelmayortiempoposiblejuntoalosclientes,nosé,sopaquizá, o pescado que haya que preparar, ¿entiendes? Como ya no va a poderubicarmicrófonos, todo lo que copien nos va a valer. Una frase, incluso unapalabrapuedeserdevitalimportancia.Despuésdequeseacerquecadavezalamesa,quese locuenteaAndradeyqueeste te llamea ti.Si soncincoveces,como si son cincuenta. Y de todas formas luego, cuando partan, que hablecontigo el camarero y te lo vuelva a contar. Si es preciso, le citas aquí por latarde y le interrogas. Pero lo primero llamar al Edificio B para que envíeninmediatamente a los técnicos en telecomunicaciones de la calle 17 para queubiquen en ese carro una radioemisora que sea también grabadora, a ver sipillamos lo que hablan por lo menos en el viaje de regreso. Dales coberturasuficiente.¿Quéteparece?

MonagasabíamuybienqueunapreguntaasídealguiencomoTueroerauna orden implacable, y solo le restó pedirle permiso para abandonar sudespacho y salir lomás rápido que pudo amontar el operativo que le habíanindicado.

Cuando se quedó solo, pensó en qué estaría pasando. «EvidentementeMonagahabíaestadoacertadoconlapresunción—sedecía—dequeesanoeralaactitudlógicadeunturistaconelperfildeAlbertoRodríguezGarcía.NingúnviajeroquesealojaenunhotelcomoelPresidencialvaa realizarenCubauntrayecto de treinta kilómetros a las doce de la mañana en un coche sin aireacondicionado.Yesasuposiciónteníamuchamásfuerzainclusoaladequeeltaxistafueraunhombretotalmenteanónimo,esetalRoselioMilián,unapersona

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desconocida,sinningúntipodeantecedentesniél,nisufamilia.«Así pues—resumía los tiempos— nos quedan solo cuatro días y esto

terminará».AlejandroTuerosevolvióarecostarsobresuasiento.Satisfecho.

78Cojímar eraunapoblacióncostera cargadadehistoriapor los cuatro costados.Susplayas fueron testigosde la invasiónde la islapor los inglesescuando losespañoleseranlosamosdetodoelCaribe.Hoysereducíaaunpequeñopueblo,feoydestartalado,sinmásbellezaqueunasaguas tranquilasquelobañabanyunpequeñopuertoquealgúndía,yamuylejano,albergóyatesdelujo.

Despuésdedarunpaseopor la cortaplayaque separabaelpobladodelpequeño puerto pesquero, Alberto inició el camino de vuelta en busca delrestaurante donde iban a comer. La población le había decepcionado. Pensabaqueconlatradiciónpesqueraqueteníaeselugaribaaencontrarseallíconunaimportanteflotadebarcos,yaqueloúnicoquesobrabaenCubaeramardondefaenar. Igualmente pensó que podría encontrar también atracados barcosparticulares, más o menos lujosos, pero en mayor número, como parecíaindicabanlasguíasdeturismo.

EnCojímarnohabíanadadeeso.Nosolonohabíabarcospesqueros,eraquenohabíapuertodondealbergarlos.Nosolonohabíayatesderecreo,eraquesolamentepermanecían atracadosunospequeñosbotes, viejos y sucios, que sialgunaveztuvieronalgúnesplendor,estefuehacíamuchasdécadas.

SegúnseacercabaaLaTerrazacomprobóqueRoseliopermanecíadepiejuntoasutaxi.

Seacercóaélylepreguntóenvozalta:—¿Teapeteceríacomeraquí,conmigo?—Siustedmequiereconvidar,¡encantado!

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Entraronenelrestaurante,queestabaprecedidodelbar,dondetraslalargabarraqueselevantabaaladerechahabíadoscamarerosquelessaludaron.

Unavezllegaronalasalaque,haciendohonoralnombredelrestaurante,eraunaimpresionanteterrazaacristaladaqueseasomabaalabahía,vieroncómoelcamarerolesindicabaunamesasituadaenlapartederecha,cercadelapuertade la cocina. Cuando Alberto se dirigía instintivamente hacia ella, Roseliointervino:

—Señor,igualprefiereestaotramesa,queestáfrentealmar.—Estaotratambiénloestá—tercióelcamarero.El escritor entendió claramente el mensaje y obedeció a la velada

indicaciónquelehabíamarcadoeltaxista.Unavezsesentaronlosdosfrentealmar,Roselioleindicóquemejorse

sentaraenfrentedeél,ydeesaformaveríasillegabaalguienpordetrás.Seacercóunode loscamareroscondoscartasyempezóaenumerar las

recomendaciones.Albertolecortóensecoeindicóqueprimeroquerríamirarlacartayluegolediría.

—¿Quierencomerunsaladito?AlbertomiróaRoselioenactitudinterrogativa:—Yo quiero una cerveza, una Bucanero. Esta —justificó, mirando al

escritor—esmásfuertequelaCristal.Amímegustamás.—Tráiganosdos—resolvióelespañol.Unavezsemarchóelcamarero,eltaxistaempezóahablarlo,detú:—¿Qué talCojímar?¿Tehagustadosupuertodebarcaspescadoras?—

preguntó,dejandoentreverunapequeñasonrisa.—Perosinohayningunabarca.Roselioleindicóconlamanoquebajaramásaúneltonodesuvoz.—EstassonlasinfraestructurasconquenostieneFidel.—Pero aquí debería haber una flota pesquera importantísima. ¡Con ese

mar!—supusoAlberto.—Con ese mar, como dices y con esa riqueza de mar. Estamos en el

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OcéanoAtlántico.Todoesoestállenodepecesyyavesqueacánihaybarcos,niintencióndequeloshaya.

Aparecióelcamareronuevamente:—¿Ha elegido ya el señor?—el hombre preguntó al turista, ignorando

descaradamentealtaxistacubano.Sabíamuybienquiénibaapagarlafactura.—¿Quéleparecequepidamos?—preguntóaRoselio.—Estos señores preparan un exquisito pargo asado, acompañado de

malanga.Deprimeropodemostomaruncongrís.El camarero fue tomando nota de muy mala gana y aprovechó para

recomendarles la langostaalhorno,que luegohabríaqueprepararen lapropiamesadelcomensal.

—Si al señor le parece bien —propuso Roselio mirando a Alberto—comeremosloquelehepedido.

DespuésdequeAlbertoconfirmaralosdeseosdesuinvitado,yunavezsemarcharaelcamarero,Roselioretomólaconversación,enuntonodevozmuybajoyconlamanopróximaalaboca.

—Alberto, nosotros somos una organización que se creó en febrero delnoventayocho, justodespuésdelavisitaquenoshizoa la islasuSantidadelPapa Juan Pablo II. Muchos entendimos que aquello significó un antes y undespuésennuestrahistoriacontemporáneaycomprendimosque,desdedentro,teníamosqueempezaramovernosparacambiarestepaíscuandoFidelmuera.

—Pero¿soisunaorganizaciónreligiosa?—¡No, qué va! En absoluto. Fue durante aquellos días, como en otras

ocasioneshabrásidoporotrosmotivos.Nohuboningunaconexiónconaquellacomitiva. Lo que sí aconteció fue un hecho sociológico de trascendenciainternacional,quenopasóinadvertidoanadie.

Tal y como se habían situado, la única persona que podía escuchar aRoselioerasuinterlocutorenlamesa.Eltaxistasabíamuybiencómoesquivarloscontrolesque,seguro,lehabríanpreparado.

—Nosotrostenemosgentedispuestaendiversasposiciones,unacantidad

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importanteenCubayotratambiénenelexilio.—¿EnEstadosUnidos?—preguntóAlberto.—No, nosotros queremos desmarcarnos de los cubanos que viajaron al

norteydelpoderamericano.Nosécuántoconocesdelahistoriadenuestropaís.—Unpoco.—Puesentoncessabrásqueaquíhareinadosiempreunodiotradicionalal

quenosotrosllamamosvecinodelnorte.Desdemásdeunsiglo.Desdeantesdeque ustedes se marcharan de aquí. Entonces ya se veía a ese país como unaprovechado de las circunstancias, sin la vinculación histórica que tenía laEspaña de aquella época, que tuvo que salir de aquí corriendo.Luego vino elperíododeprotectoradoytutelaconlaproclamacióndeunaConstituciónhechaamedida de sus apetencias e intereses, incluyendo la famosa Enmienda Platt.¿Sabes lo que era aquello? Alberto negó con la cabeza admitiendo eldesconocimientoqueteníadeesacláusula.

—La Enmienda Platt significaba que Estados Unidos podía intervenirmilitarmente en la isla siempre que quisiera, a su antojo y sin contar con elgobiernoquehubiéramoselegidoencadamomento.

—¿Ylapusoenpráctica?—Cincoveces.Sehizoun silencioentre losdos.Enesemomentoaparecióel camarero

con una bandeja con las dos botellas. Sirvió parsimoniosamente, primero aAlbertoydespuésaRoselio,algoqueenningúnotrocasohubierahechoyaqueno era costumbre que un camarero cubano sirviera a un taxista que estabainvitadoporunturistaenunrestaurantedelujo.

Cuandosemarchócontinuóconlaconversación:—Despuésdelaabolicióndeesaestipulación,enelañotreintaycuatro,

empezamos con las sucesivas jefaturas de Batista, siempre apoyado por losyanquis.

Diounsorbodecervezaehizounparéntesis:—Cuando aparezca el camarero, hazme la seña que quieras, pero no

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quiero que me copie nada de lo que estoy diciendo. Seguro que es untestimoniante.

Albertoasintióconlacabezaylepidióqueprosiguiera.—Yluegoyalosabes.Fidelachacatodoslosmalesdelaislaalapresión

americana.PeorquediceseportalaadministracióndeWashingtonconnosotros,másseafincaenelpoder.Losyanquissehanconvertidoenelprincipalpuntaldelarevoluciónsocialista.Laexistenciadeeseenemigojustificasupresencia.Esopretendeporlomenos.Poresohoyendíapensamosquecualquiercambiopolítico creíble tiene que pasar necesariamente por un apoyo diferente alamericano.

—Yentonces,¿enquépaísopaísesosvaisaapoyar?—NosotrostenemoselpuntodemirapuestoenEuropa,yelcentrodeesa

relaciónrecaeeneltuyo.—¿EnEspaña?—elescritorsesorprendió.—Sí, en España, ¡quién lo iba a decir!Hace años queriendo huir de su

hegemoníayunsiglodespuéstenemospuestasnuestrasesperanzasenelpaísdeustedes.

Según hablaba Roselio, Alberto vio aparecer a dos camareros por lapuerta,porloqueintervinoparaalertarasuinterlocutor:

—¿YaquédistanciaestamosdeVaradero?—Apocomásdecienkilómetros—concretóeltaxista.Cuandoestuvieronasulado,unodeellospreguntó:—¿Losdosvanaquerercongrís?—Sí,porfavor—contestóAlberto,quenosabíamuybienquéplatohabía

pedidoRoselio.Alberto continuó hablando mientras el camarero seguía sirviendo

parsimoniosamenteelarroz.—EstuvehaceunosdíasenVaradero,peronorecordabaladistancia.La pareja continuó hablando banalidades haciendo tiempo, esperando

volveraencontrarsesolos.

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Cuando terminaron de servir a los dos comensales, los camarerosabandonaronlasalaporlamismapuertapordondehabíanentrado.

—ÍbamosporelapoyodeEspaña—recordóAlberto,bajandodenuevolavoz.

—Sí,tedecíaquenosotrostenemospuestasentupaísnuestrasesperanzasdeayudaparacuandolasituaciónpolíticalopermita.

—YpasaporlamuertedeFidel.—Sí,haceaños,muchos,habíaenlaislaunacorrientequepensabaqueel

Comandantepodríadarungiroasuformadeenfocarlajefaturadelestado,perohacecasidécadasaquelloquedóenunsueño.

Empezaron los dos a comer el arroz mezclado con los fríjoles negros,pimientosycerdo,ingredientesdelplatoquehabíanpedido.

—Roselio.Dimeexactamentequéqueréisdemí.—Paranuestraorganizacióntenerennuestropaísaunescritordeéxitoes

un privilegio. Una pluma que hace un tiempo estuvo comprometida con lajusticiasocial,conlabúsquedadelaigualdadyconladefensadelaslibertades.Todosnosotroshemosleídoclandestinamente libros tuyos.Lashormigasde laLuna o Sergio y el pálpito sosegado, son grandes obras. A mi modo de ver,muchomejoresquelasúltimas,máscomerciales,nadacomprometidas.

Cuando aquel hombre se ponía a dar detalles específicos de su obra, elescritor no podía evitar estremecerse al oír sus títulos a tantos miles dekilómetrosdesucasa.

—Roselio,losescritorestambiéntenemosquecomer—justificóAlberto,disculpándose.

—Sí.Notedigonada.Paranosotroscontarconalguienquefueracapazdeescribir un libro sobre la verdadera realidad de Cuba, y que esa obra seapublicada en un país libre como es España, es fundamental para crear allí unestado de opinión de cara a la situación con la que podemos enfrentarnos encualquiermomentodespuésdelamuertedeFidel.

AAlbertolellamabanlaatenciónlaspalabrasqueutilizabaelmulato.Por

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un lado, tenía un marcado acento cubano, que le sería muy difícil repetir,soltándolealgunasexpresionesdelasquedesconocíaexactamentecuálseríasusignificado.Peroluego,enelrestodelaconversación,utilizabaunléxicoquelellevaba a pensar que se encontraba sentado con una persona de muchísimomayorcaladointelectualdeloqueteóricamentepodíaesperarsedeuntaxista.

—Pero,¿qué libroeselquequeréisqueescriba?—preguntó, intentandoqueRoselioledetallara.

—El tema y el ritmo lo tienes que fijar tú, que eres el escritor. Yo soylicenciadoengeografíaehistoria...

—¿Tú?—le interrumpió Alberto, explicándose quizá el por qué de sumaneradehablar.

—Sí.Yaves,enCubaesmuycomúnquequien te llevaenun taxi,o tesirveenunrestaurante,seaun licenciado,un ingenieroounmédico.Conesasprofesionesseviveapretado,sinembargosiestáscercadelturista,siemprecaealgún chavito. Te decía que el libro lo tienes que escribir tú.Nosotros lo quequeremos pedirte es que colabores con un pueblo que está ahogado y quenecesitaconseguir,deunavez,suverdaderalibertad.

AlbertomiróaRoselioysiguiócomiendo,pensativoyensilencio.

79Cadavezqueel camarero regresabaa la cocina informabaa su jefede loquehabía pasado cuando se había acercado a la mesa. El reporte no aportabainformación alguna, ya que cada vez que se aproximaba, los comensales seencontrabanmetidosenunaconversaciónbanal.

Andrade se irritó, porque luego le llamarían desde la plaza de laRevolución y no iba a saber qué contar. En ese momento, sonó su teléfonomóvil.

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—¡Yaestamosaquí!—leinformaronalotroladodelalíneatelefónica.—¡Salgo!Eldirectordelrestauranteseencontróconuncochetipofurgonetaydos

personas vestidas con monos de mecánicos. Eran comones, expertos entelecomunicacionespertenecientesaunodelosdepartamentosdelMinisteriodelInterior.Lescondujohaciadondeeltaxistateníaaparcadoelcoche.

—Nohayningúnproblema.Desdedondeestánsentadosnoseveelcarro.Podéistrabajarcontranquilidad.

Los hombres portaban una caja de herramientas cada uno.Una vez queestuvieronjuntoalcoche,Andradelesdijo:

—Voy a volver al restaurante. Si hacen intención de salir, os doy untimbrazo.

—Perfecto—asintióunodeellos—.Tellamamoscuandoterminemos.No tardaronmásdediezminutosen instalarun transmisorenel interior

del coche, trincado debajo del salpicadero. Comprobaron que funcionabacorrectamente y abandonaron el lugar. Desde otra zona del pueblo, donde selevantabaunpequeñotempleteconelbustodelfamosoescritornorteamericano,llamaronaAndrade:

—Oye,yaestá todohecho.Hemoscomprobadoque laemisorafuncionaperfectamente.

80ElsegundoplatolegustóaAlbertomásqueelarrozconfríjoles,pormuybienpreparado que estuviera. Él nunca había comido pargo y se sorprendió por elmarcadosaboramarqueteníasucarne.

—Mi editorial en España no me impuso ningún tema en particular. LaúnicacondiciónesqueellibrotendríaquediscurrirenCubaymuyidentificableconelpaís,paraquepuedatenerelmayornúmeroposibledelectores.

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—Entiendo.—Veoqueambascosassoncompatibles,losinteresesdemiempresacon

losdevuestraorganización.—Solamente hace falta que también estés tú perfectamente identificado

conelproyecto.—Séloquédices.—Noterminodeverteconvencido—el taxistacomprobóqueelescritor

españolcarecíadelentusiasmoqueaéllegustaría.—MiraRoselio, todo esto esmuyconfuso.No sénadadevosotros.Me

traesaquí,mecuentascosas,ynoséquécreer.—TúhasestadovisitandoLaHabana.Llevasviviendoconnosotrosyaun

tiempo, ¿te gusta lo que ves, o sigues durmiendo de otro lado, como hace elgobierno?

Hizounsilenciomientrastomabaotrotrozodepescado.—No, no me gusta lo que veo, pero de ahí a tener que cambiar el

argumentodeminovelayhacermepensarqueyopuedoinfluirenelsupuestocambiocubano,haymuchadiferencia.

—Túnovasaserimprescindiblepero,mequieresdecir,¿quélibroconunaltovolumendeventassehaescritosobrelaisla,osobresuhistoria?

—Imaginoqueporesoelpresidentedemieditorialmelopidió,paraqueseamosnosotroslosquelollevemosacabo.

—Pues ahí lo tienes, ¿o es que no piensas que la literatura puede crearestadosdeopinión?

—Sí,silocreo.—Un libro con un importante volumen de ventas, escrito desde un país

comoesEspaña,dedondeesperamosayudacuandomueraFidel,puedeservitalparanosotros.

—Tengoquepensármelo.Losdossiguieroncomiendo.—Nosimaginábamosquenonosibasadarlarespuestahoy.Seguroquete

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interesaráconocermásafondonuestraorganización.Alberto vio en ello la oportunidad de profundizar en un supuesto guión

alternativo. Desde que conoció a las gemelas en aquel museo, el tema de laBahía de Cochinos había pasado a un segundo plano y pensaba en otroargumento mucho más aventurero e intrigante, siempre compatible con lapeticióndelseñorMaciá.

—Simplemente voy a darte unas breves pinceladas para que lasconsideres: Cuando muera Fidel suponemos que el poder pasaráprovisionalmente a unasmanos conun estilomás abierto,más dialogante.Novamos a esperar nimuchomenos cambios significativos, pero sí quequien sepongadehombrefuerteadmitalosconsejosdepersonaspróximas,preparadasydispuestas a implementar un enfoque diferente al gobierno. Ahí están losnuestros. Tenemos un pequeño grupo de prestigiosos hombres, personas muyacreditadas, capaces de encabezar, a cabalidad, a todo un pueblo, a los queespero se les pida consulta. Ellos son los nuestros. Ellos están ahí esperando,como todos nosotros. Todos esperamos. Sabemos que no podemos cambiartotalmenteencincuentasemanasloquehabráduradocincuentaaños,oinclusomás.

Albertoescuchabaconelmáximointerés.—Y cuando eso suceda, esperaremos contar con el apoyo de ustedes.

AlgunasdeestaspersonasyaestánenEspañay,segúnnoshandicho,hantenidocontactosconsusmásaltasinstitucionesypartidospolíticos,ytodosestánmuydispuestos a ayudarnos. Alberto, tenemos ya a muchas empresas listas parainvertiraquí,encuantolesdemosgarantíasjurídicasypolíticasdequesudinerovaaestarseguro.

Elescritorsequedópensativo,mientrastomabaotrotrozodelpescadoquetantoleestabagustando.

—Quieroveraalguienmásdetuorganización.—Bien.Lovoyadecir.Estásentuderecho,estamospidiéndotemuchoy

tienesqueconocernosmásafondo.Perotengoquedecirteunacosa.Creoqueen

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Cuba ya llevas demasiado tiempo.Al régimen le gustan los turistas que estánunaodossemanas,sedejanelmayornúmeroposiblededivisas,yvuelvenasutierra.Haztúlomismo.Cuandohayasvistoanuestragente,vuélveteaEspaña,no tequedesaquí.Noquieroocultartequequedarsepuede tener supeligro.Aestasalturasesmásqueposiblequesepanqueeresescritoryyahasvisto,porelpolicíadelcontrol,quetupresenciahasidoadvertida.

En el fondo, Alberto se emocionaba por lo que estaba oyendo. Siguiócomiendoelpargoysediocuentaqueacababadeencontrarelverdaderoguióndelanovelaqueestabapersiguiendo.EseeraelargumentoynoelviejotemadelaBahíadeCochinos,quepormuchoquelotrabajarandesdemarketing,aquellono interesaría anadie.Ese, el deunhombreque llega aCubay conoceaunaorganización subversiva que le busca y le quiere utilizar. Según empezaba apensar en ello, se iba animando con la idea. Además, en esa trama tambiénpodríahablardetodoesodelajusticiasocial,delaigualdadydelosconceptosquealgúndía fueronunadesus inquietudes.EnesemomentoseacordódesuasesorfinancieroyamigoJaimeEspinosa:

—¿Ydedinero?RoselioMiliánsonrió.—Contábamosconello.Sí,sabemosqueeresunescritorprofesionalyque

loque tú hagaspara nosotros tiene suprecioy estamosdispuestos a pagar enMadridunabuenacantidad,siempreycuando,yesotepidoqueloentiendas,tulibro nos ayude a fomentar la imagende necesidad de evolución que tenemosqueimplementarenCuba.

—Notepreocupesporello—respondióelcodiciosoescritor.Ahora estaba contento.Desde que había comido con el presidente de la

editorialnoparabadetenerbuenasnoticiasensuvida.Habíaconocidounpaíssorprendente como era Cuba, se había acostado casi gratis con verdaderaspreciosidades,mujeresactivasenlacamayconunoscuerposesculturales,habíatomado junto a su mujer una decisión de futuro muy esperanzadora e iba aingresarunacantidadmuy fuertede sueditorialyotra,que intentaría también

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que fuera sustancial, de este grupoque tampoco sabíamuybienquienes eran,pero eso no lo consideraba relevante si ponían suficiente dinero encima de lamesa.«Alfinyalcabo—pensaba—siseestántomandotodasestasmolestiasseráporquetienenellosbastantemásinterésenmí,queyoensuorganización,quenotengoninguno».

—¿Medejasquetecomenteelplanquevamosahacer?—Sí,porfavor.—AhoravamosaregresaraLaHabana,hablandodecosassuperficiales.

Nomefíodequemientrashemosestadocomiendohayanpodidohaceralgoalamáquina.

—¿Quécosa?—Ponerlealgúnmicrófono,orealizarlecualquiersabotajeparasaberqué

hablamossegúnregresamos.Porello,yporsiacaso—continuódiciendo—,enelviajedevueltavamosahablardelobonitoofeoqueesCojímar,deloricoqueestabaelpargoydeque lascubanasestánquepartenuncorojo.Esdecir,unaconversaciónnormalentreunturistaysutaxista.

—¡Perfecto!—contestóAlberto,entusiasmado.—Tú haz la vida normal en la ciudad y vamos a intentar que mañana

miércolesopasadojuevestengasesareunión.—¿Dóndeserá?—Tenemosquebuscarnosotrosunlugarseguro.Loquesítevoyapedir

esquetesacrifiquesconlahora.—¿Aquéterefieres?—A que la mejor hora para tener esa reunión sería a altas horas de la

noche.Alastresolascuatro.—¡Alastresolascuatrodelamadrugada!Lerecordóconlamanoquebajaraeltonodevoz.—De esa forma nos aseguramos que nadie va a seguirte. No llames al

despertadordelhotel¿Tútienesdespertador?—Puedousareldelmóvil.

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—¡Perfecto! Despiértate con él y sal a la calle por la puerta en la quehabrá un cevepé medio dormido. Dale una propina y dile que vas a dar unavuelta, mientras le recomiendas que si está callado, al regresar le darás otra.Intentairajugaraldominóhoyymañanayporalgúnladoseacercaráalguienavenderte puros, cómpraselos y en esa cajita irán las instrucciones. Acuérdate,comoeldíadelGranma.Tedaránunaclavequeentenderásrápidamente.

AlbertoasentíamientrasdisfrutabadelmagníficoguiónquehabíasurgidodelaconversaciónconRoselio.

—Ydespuésdeque tengas esa entrevista, lomejorquepuedeshacer esmarcharte.EnMadridconocerásamáspersonasdelaorganizaciónconquienespodrás hablar con total libertad, y ellos te indicarán más detalles de lo quequeremos,yteconcretaráneltemaeconómico.

Eltaxistaterminóconunmensajedepeticióndeayuda:—Alberto, necesitamos personas como tú, que tengan poder de

convocatoria e influencia en la sociedad y sean sensibles a las desigualdades,capaces de denunciar la pobreza y precariedad a la que nos ha traído estesistema, condenando a la población joven a una vida sin esperanza, amuchasmujeresaunaprostituciónindiscriminadayalosviejosaunamuertetriste.

Albertolooyó,peronoleescuchó.

81Cuando trajeron la cuenta se levantaron y fue cuando el camarero aprovechópara contarles que a La Terraza ibaHemingway con frecuencia,mostrándolestodaslasfotosqueteníanallídelescritoramericano,enalgunasacompañadodeunFidelCastromuyjoven.

Al salir,montaron en el taxi y tomaron la calle de salida para buscar laautopistadelEsteyretornaraLaHabana.

A varios cientos de metros les seguía un coche provisto de un aparato

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receptor y grabador donde iban registrando la insulsa conversación quemanteníansusdosocupantes.

Andrade, que era quien había hablado con ellos al final de la comida,observódetenidamentelamesa,comprobandoqueallínoquedabaningúnrestode interés salvo las dos tazas sucias con los posos del café. Ningún apunte,ningúnobjeto.

LlamóaMonagadesdesupequeñodespacho:—Capitán,yahanpartido.—¡Cuéntame!—Lessigueelcarroquevinoconloscomones.Hemiradoenlamesayno

dejaronnadadeinterés.—Ydurantelacomida,¿pudisteisenterarosdealgo?—Losientocapitán, intentécolocarlesenunamesadondetuvieravisión

deltaxista,peroesteleindicóalespañolquesepusieranenotra,yélestuvotodoel tiempode espaldas, por lo queme fue imposible ni siquiera leer sus labiosdesdeelfalsoespejo.

—Ycuandoibaelcamarero,¿qué?—Nada tampoco. El turista se sentó frente a la puerta y claramente

cambiabadeconversación,porquesiemprequefuimoshablabandetonterías.—¿Dequétonterías?—Puesdequesiestababuenoelpargoydequecómopodríaconseguir

entradasparaTropicana.—Entiendo—concedió,resignado.CuandoterminólacomunicaciónconCojímar,Monagaeraconscientede

queelescritorespañolestabasobreavisodequealgonuevosehabíaasomadoasuvida, que habíamuchos ojos quepodían estar observándolo desdedistintosángulos.Considerabaque,apartirdeesemomento,cambiaríadeactitudyqueseríamásdifícilrealizarleunseguimiento,puestoquelehabíanpuestoenalertaylehabríanaconsejadounaseriedeprecauciones.

Despuésestuvopensandoen la reuniónque ibana teneraldía siguiente

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conAlejandroTuero,enlacualperfilaríanlaactuaciónfinaldeestaoperaciónque se había convertido en una verdadera obsesión. «Cuidado que han venidoPPEaCuba—recordaba—,ynuncaunotandesconocidocomoestenoshabíagenerado tantas actuaciones. ¿Qué tendrá Fidel con este hombre?», pensó elcapitán.

82El taxi aparcó junto a la puerta del hotel Presidencial. Alberto subió a lahabitaciónyseechóunapequeñasiesta.

Aldespertarcomprobóquenoteníaningunaganadeescribir.Ahora,todalahistoriaquehabíaestadopreparandocarecíadesentido.Sepreguntabaaquiénpodía interesarle una aventura de traiciones ambientada en los primeros añossesenta. Quizá en su momento fue una buena idea, pero los últimosacontecimientoslehabíanllevadoacambiarfulminantementedeopinión.

Aúnasí,noleapetecíasentarsefrentealportátil.Laexcitaciónmentalquevivíaleincapacitabaparaconcentrarseyprefiriósaliralacalleadarunpaseo,ahoraqueestabadescansadodespuésdelasiesta,ytalvezecharunapartidadedominó.

—¿Taxi,señor?—No,gracias.Yasehabíaacostumbradoa lapreguntade rigorypensabaque lehabía

idomuybiencaminarligero,porqueasíseleacercabanmenospersonasquesiandabamásdespacio.

TomóelpaseodelPradoyllegóhastaelMalecón,dondeelmargolpeabacon furia los viejosmurosde la avenidaAntonioMaceo, que era así como sellamaba,aunquenadielaconocieraporelnombreoficial.

La luz del sol iluminaba cálidamente los edificios, mostrando toda lariqueza cromática que emanaba de aquella piedra vieja y desgastada por las

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inclemenciascontinuasdeunameteorologíaespecialmenteadversa.Caminabayamáspausadoyenalgunaocasióntuvoquesufrirelchisteo

dealgunajineterabuscandocliente.Albertonoqueríaningunacompañía,yaqueno paraba de pensar en la conversación con Roselio. Reconocía que,independientementedelaalegríaquelesuponíahaberencontradounguiónquele llenaba completamente, las posibilidades económicas que ese grupoclandestinopodíareportarleseríanmuyimportantes,yademáslascosasqueledijoel taxistaerandeuncaladoespecial.Lehabíahabladodelfuturopróximodeunpaísquevivíahoyendíaenunasituaciónprecaria,conungobiernoquelotenía alejado del mundo, sobre la base de represión, de coacciones y de undeplorablemanejodelosmediosdecomunicación.Bastabavercómoseofrecíaalaprostitucióntantajoven,cómomendigabanconlospurostantoshombresycómopodíaenumeraratantaspersonassinhacernadaporlacalle.Simplementesentados, sin trabajar, perdiendo el tiempo. Luego observaba los coches, losautobuses,elestadodelascasas,sincristales,ennegrecidasporlahumedad,conmuchosdelosbalconesdesaparecidos.

Para Alberto, el cubano vivía muy mal y, aunque no parecía que loexteriorizara, su calidaddevida eramuchomásbajade laque correspondía atodo ser humano civilizado, incluso la comparó con la que se vivía en laRepúblicaChecacuandolavisitóparaescribirel librodePraga,determinandoqueenlaislasevivíamuchopeorqueenlaantiguaEuropadelEste.

Lehubieragustadocaminarporlaaceraquediscurríaalladodelmar,peroel oleaje le impedía circular por allí. Le llamó la atención que, en algunaocasión,porlabocadelasalcantarillasrezumabaelaguadelmaralcompásdelasolas.VolviólavistaycontemplóelCastillodelMorroalotroextremodelabocanadelpuertoyseguíaconfirmandoquelaciudaddeLaHabana,eraunadelasmásbellasqueconocía.

Al llegar a la calleCampanario torció hacia la izquierda y continuó porellahastallegaraNeptuno,dondebuscóyencontrólacasadondesejugabaaldominó.

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Su llegadafuealertadaporunode losniñosquenormalmentepululabanporallí,yenseguidaempezóasalirgenteparavercómoseformabalapartiday,depaso,intentarquelescayesealgoderondelquetrajeraelmadrileño,queeracomoalgunolellamaba.

Sesentófrenteasucompañerohabitual,yparaesa tarde tuvieronaunonuevo:

—¿QuélepasaaAldo?—Hoyteníaquehacer—leaclaróunoponente.—YomellamoTeófilo—sepresentóanteAlbertounmulatoquesesentó

asuizquierda.Durante toda la partidaAlberto no dejaba demirar a todos los curiosos

queallíseagolpaban,esperandoaalguienqueleofrecierapurosy,sobretodo,qué consigna le daría. Incluso llegó a creer por un momento que el nuevooponenteseríasunuevocontacto.

«Todo esto —pensaba— está claro que lo incluiré en mi novela». Elescritor disfrutaba de todos esos momentos, sabiéndose protagonista de unoshechos que no podría contar como propios, porque nadie le creería. Sí podríapensarqueeranargumentosliterariosocinematográficosperoquetodoesoeraalgoquejamássucedíaenlarealidad.

Cuandoterminólapartidasedespidiódetodosellosasegurandoquealdíasiguienteacudiríadenuevo.Sucompañero,comoerausual,lediounabrazoaldespedirse.

—Una tarde—lepropuso—nos tienesquecontar cosasdeEspaña,quesiempresomosnosotroslosquetecontamoscosasdeCuba.

—Meparecemuybuenaidea.Cuandoempezóaandarpor lacalleNeptuno,devueltaasuhotel, se le

acercóunodeloscríosquehabíanestadomirando:—Señor, ¿querría unos puros?—el niño tendría seis o siete años, y sus

ojoseranvivoseinquietos.—¿Noeresmuypequeñotúcomoparaandaryaconeltabaco?

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—¡Yonofumoseñor!,buenodoyalgunacachada,peroyosolovendo.—Anda,veteajugarcontusamigos.—¿Yaquéjugamos?Lesorprendióesacontestaciónyloúnicoqueseleocurrióresponderleal

chico,delocualsearrepintiódespués,fue:—¡Yaseosocurriráalgo!,queloscubanossoismuyinventores.No,nohabíasidounabuenarespuesta.

Antesde entrar en el hotel separó a tomarun sándwichenunbarmuydesabastecidoquehabíaenlamismacalleesquinaaConsulado,ydeahísefueasuhabitaciónadormir.Eldíahabíasidomuyintensoenemocionesyteníaquerecapacitarsobrequéibaahacerenlaspróximasjornadasporquesepreguntabasi su estancia en La Habana tenía mucho sentido o, quizá, era momento devolverse a Madrid para reunirse con su mujer, con su cambiada y diferenteesposa.

83

—Alberto,tenecesitoconmigo.Tequieromuchoyestoycomolocaporvolverteaver—lavozdelamujersonabaasúplicaatravésdelteléfono.

Elescritorestabaextrañadísimoconelcomportamientodesuesposa,peroloquenoibaahacererareprocharlasuexcesivaapetenciaamorosa,susataquesemocionales tanto en la distancia como en la presencia, porque su actituddurantelosdíasdeVaraderofueasujuiciosorprendente.

—¡Esperaunpoco!—pidióAlberto,riendo—IgualtesorprendoconunavueltamásapresuradaaEspaña.EsposiblequeestefindesemanaoaprincipiosdelasemanapróximaregreseaMadrid.¿Mevasairabuscaralaeropuerto?

—Aunqueesedíasecaigaelmundo.

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—Vengaanda,queteponesmuycariñosaporteléfono.Siguetrabajandoyaprovechahoyparamarcharteprontoyméteteenlacama,¡perosola!

—¡Quétontoeres!Cuandocolgaron lamujerpensóquesumaridonopodríasospecharque

más de una tarde de reunión interminable, en alguno de los muchos sitiosilocalizables que tenía la ciudad, en realidad estaba haciendo el amor con suamigoyasesor;quecuandoélteníaqueviajaraBarcelona,esedíaellatrabajabaporelmóvildesdealgúnhotelpróximoaMadrid,quemuchasvecessussalidasacomprareranencuentros furtivosmantenidosconsuamigodel alma,con sugranamigodelaniñez,esedequienmásdueleunatraición.

Perotodoaquellohabíapasadoya.Ahoraqueríaconsagrarseasumarido,quelehabíademostradoquelaqueríamuchoyquesolamentebebíalosvientosporsupersona.«¡Pobre!–pensaba—cuandomedicequememetaen lacamasola.Sihubierasabido...»

Alberto pensó que al día siguiente sería buenmomento para arreglar elbilletederegresoaMadrid.Loqueteníaquehacereraordenarsuvidaentornoasumujeryolvidartantasfacilidadesqueencontróenlaciudad.Deseabaquealdíasiguiente,cuandofueraajugaraldominó,lepasaranelcontacto.«AquíenLaHabananotengomuchomásquehacer»,concluyó.

La conversación telefónica había sido corta pero intensa en emociones,tanto para Alberto, como para Sofía. Cada uno se había quedado pensandodespuésenloquesehabíandichoyenloqueibanahacerenbreve.

Perotambiénhabíasidointensaeninformaciónparaelempleadodelhotelquehabíaestadoescuchandoygrabándola.Lehabíaparecidoquelohabladonosoloeraunasimpleconversacióndeunmatrimonioenamoradoseparadoporladistancia, sino que se había arrojado un dato de trascendental importancia: elhombreanunciabasuinminenteabandonodelpaís.

Nodudóniuninstanteyllamóasujefeparainformarledeloquehabíasucedido.Estepidióquelesubieralacintamagnetofónicaenlaquesereflejabalaconversaciónylaescuchóíntegramentevariasveces....igualtesorprendocon

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una vuelta más apresurada a España... Esa era una frase tremendamenteesclarecedora, en especial la palabra apresurada. Ahí estaba la clave de laconversación,yaqueel subconscientedelescritorhabía reflejadosuestadodeánimo.Noeraunasalidarápida,eraapresurada,yGilbertoOñatesabíaquenoqueríadecirlomismo,independientementedelosmaticesquepudieratenerunapalabraenelespañoldeEspaña,oenelespañoldeCuba.

DeinmediatollamóaLucilaparaquepusieraespecialcuidadoyatencióncuandoentraraesedíaenlahabitacióndelescritorespañol,ydespuéstelefoneóaMonagaparacontarlelasnovedades.

No pasaría más de una hora cuando un coche oficial, lógicamente sinningún signo externo, se estacionaba en el lateral del hotel Presidencial pararecogerasudirectoryconducirloalaplazadelaRevolución.

84AsnaldosalíadeimpartirsuclaseyseencontróenelpasillodelaUniversidadasujovencompañeroydiscípuloToribioDuna.Laexpresióndedesasosiegoquereflejabael rostrodeeste indicabaclaramentequenecesitabahablarconél.Alverlo,ysinqueletuvieraquedecirningunapalabra,locogióporelbrazoylepidióqueleacompañaraasudespacho.

Nunca tuvoninguna razónparapensarqueel régimen lequisieraespiar,pero tenía la costumbre demirar siempre debajo de lamesa, o en el armario,buscandounhipotéticomicrófonoquenuncaencontró.Esedíahizo lomismo,perocambiódeopiniónsobreelhechodemantenerlareuniónallí.

—Mejor,vamosadarunavuelta.Ambosempezaronacaminarporunlargopasillo.—Parecequeestádispuestoacolaborar—informóToribio.—¡Quémedices!—Asnaldonopudoocultarsusatisfacción.—Sí.AyerhabléconRoselioymehaconfirmadoqueestuvieronviéndose

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eneltaxi.—¿Dóndefueron?—ACojímar.—Entonceslesdiotiempoahablar—extrajoenconclusión.—EstuvieroncomiendoenLaTerraza.Se las arreglóparaquepareciera

queelturistainvitabaacomeraltaxista.—MuyocurrenteRoselio.—Sí.HapartidodeLaHabanaunosdías.Creoqueestamañanahanidoa

verleasucasalosdelMinint,paraverquéservicioshizoayer.Suesposalesdijoqueelestadilloloentregóenelparqueodetaxis.

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—¿Vaanecesitaralgo?—No, porque Roselio es así. Se escamó de que le habían puesto un

escuchaenelinteriordelcarro.Yestabaenlocierto.Unoquetrabajaallímeloha confirmado esta mañana. Está claro que el gobierno ha detectado a esteescritor,aestePPEcomodicen,yestánsobreél.

—Escurioso,eseAlbertoRodríguez-Condesehaconvertidoa lavezenobjetivodedosformasdiferentesdeentenderlasociedad.Aunquemepreguntoquesibiennosotroslotenemosperfectamenteclaroparaquélequeremos,nosémuy bien si lo de ellos al respecto obedece a un seguimiento rutinario, comohacen todas las semanas amuchos o, sin embargo, tienen por él algún interésespecial.

—¿Y qué interés pueden tener por él? ¿Extorsión?—preguntó inquietoToribio.

—Podría ser. Es un hombre con influencias y no debe de estar con elbolsillodelrevés.¿Esjodedor?

Toribioasintióconlacabeza.—¿Yestácasado?—Sí.—¡Nomedigasmás!Estosloquierenparahacerlechantaje.Letienenque

tener retratado en todas las posturas y le van a sacar los riñones, comohacensiempre.

—Perocontraeso,nopodemoshacernada.—Yaséquenopodemoshacernada.Peronoterminodeacostumbrarmea

queelgobiernodemipaísseaniveleconesasmaniobras.Elviejocambiódeconversaciónrápidamente:—Vamosaverleestanoche—sentenció—.¿Quéteparece?—Muybien,hayqueaprovecharqueahoraestádispuesto,noseaquese

enfríe.—Piensoigual—corroboróAsnaldo.—LepodemosvertúyyoenelsótanodeLamparilla.

Page 313: Los ascensores dormidos de La Habana

—Bien,aunquetucasameparecepeligrosa.Estámuycercadelcentroyallísiemprehaymáspolicía.

—Sí,perolevamosavermuydenoche,¿no?El hombre se quedó pensando. Por fin tomó la decisión que su joven

compañeroestabaesperandooír.—Cítalealastresymedia.¿Aquiénvasaenviarparaavisarle?—AYopal.—¿Conlostabacos?—Sí,conlostabacos.Asnaldoechóunasonrisa.—Esperoquenoseenterenensuhoteldelasalidaaesahora.Toribiolevantólascejasymentalmentecruzólosdedos.

85Laconversaciónconsumujerlehabíadejadounaurasentimental.Despuésdehablar con ella estaba tremendamente animado. Quería que el tiempo pasaradeprisa y no sabía muy bien la razón. «¿Por Sofía? —intentaba adivinar—¿porqueyateníaelverdaderoguiónquebuscaba?,¿porqueademásibaaobtenerun dinero extra?». Pensó en su amigo Jaime Espinosa y en lo orgulloso queestaríasilehubieravistosacandodinerodeunpozosinagua,comoéldecíaquehacíaavecesconlasfinanzas.¿QuépensaríaAlbertosisupieradedóndesalíanalgunasdelasjoyasqueteóricamenteSofíasecomprabaensussalidas?

Eramiércolesyteníaqueempezarafijarlafechadesalidadelaisla.«¿Dehuida?—pensabaenbroma—¿paracuándo?»Albertodisfrutabacomouncríocontodaesasituación.

Pensóenescribirunrato.Pensóensaliradarunavuelta.Pensóeniralapiscinaabañarse.¿Yeldesayuno?Sehabíaolvidadodedesayunar¿Cómoeraposible?¿YMarcia?

Page 314: Los ascensores dormidos de La Habana

Salió a toda velocidad de su habitación, pensando que el restauranteestaríaapuntodecerrar.NisiquieraleextrañónotenersuencuentrodiarioconOmara. Especuló con que había librado ya que, hasta donde le alcanzaba lamemoria,todoslosdíasquellevabaenLaHabanalahabíavistoconsuhabitualeinseparablecarrodelimpieza.

Enesemomentotuvounaocurrenciadechiquillo.«Puedequemequedentresdíasdeestarenestaciudad—sedijo—.Heconocidoatresmujeres.¿Ysicadadía...?»

86El semblante serio de Alejandro Tuero vaticinaba a los presentes latrascendenciadelareunión.Losseisseencontrabansentadosalrededordeunagranmesaredondaqueteníaensudespacho.AladerechadeTuerosesentabaelcapitánMonaga, seguidamente ocupaba su sitioGilbertoOñate junto aLucilaCardoso.A la izquierda deTuero había otras dos personas.Eran dos hombrespróximos a los treinta años, de complexión atlética, que no habían abierto labocadesdequesehabíansentadoallí.

—Señores—Tuero fue quien abrió la sesión— si ya nos temíamos queestábamos llegando al conteo regresivo de la operación, la llamada de largadistanciaqueharealizadoelescritorespañolestamañanaasumujer,yquehasidoeficazmenteinterceptadaporlagentequeestáaldeberdeGilberto—aloíresto,eldirectordelhotelhizounleveademándeagradecimientoconlacabeza—, va a acelerar irremisiblemente el desenlace.De aquí vamos a salir con unplandetalladoparacadaunoarealizarenlospróximosdías.Monaga,comienzatú:

—Gracias, compañeroAlejandro. Tenemos la firme sospecha de que haentrado en contacto con algún tipo de organización subversiva, ya que suconducta ha cambiado recientemente. Ayer martes estuvo en Cojímar con un

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taxista y durante la comida adoptó una posturamuy diferente de la que habíallevadohastaestemomento—elcapitánMonagahablabadespacio,mirandoacada uno de los compañeros de reunión—. Por cierto, hemos buscado a esetaxistay,demomento,nohavueltoasucasa.Lequeríamoshaberinterrogado—remarcó,mirandoaTuero.

—¡Vamos a ver!—exclamó Tuero, con los ojos puestos enMonaga—.Bajoningúnconceptoeseespañoldebeabandonarlaisla.IgualmentenopuedeabandonarLaHabanasinmiconsentimientoexpreso.Silointentarecógeloconlaexcusadequeseencuentraenpeligro.¿Deacuerdo?

Todoslospresentesasintieron.—Si estamos hoy amiércoles, no puede tener vuelo disponible hasta el

próximodomingo—ordenó—.¿EntendidoOñate?—¡Ok!—concedióeldirectordelhotel.Tuerosevolvióalosdoshombresquehabíanpermanecidoensilencioy

empezóahablarles.—Ustedestienenqueactuarelsábado.Asintieronalunísono.—Vamosarepetirlodelholandésdeenero.¿Dóndetenéispensado?—En Cayo Carolina —contestó uno de ellos, después de mirar al

compañeroenbuscadesuaprobación.—Bien.¿Hiciste túalgodeestocuandoestabasenelRiviera?—indagó

TueromientrassedirigíaaGilbertoOñateconsusojos.—Sí.Dosveces.—Las llevas muy contadas Oñate. ¿Te va a dar miedo? —inquirió,

desafiante.—¡Enabsoluto!—respondió,ofendido,procurandomostrarunaseguridad

ensímismodelaquecarecía.—Esoespero.Noesmomentodequeaningunonostiembleelpulso.Ha

llegadolahoradecisivayelComandantemepideprogresosdiarios.¿Entendéisloqueesosignifica,verdad?

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Todoslosasistentessemiraronsinpronunciarningunapalabra.—Una vez ustedes hayan concluido —explicó a los dos jóvenes, que

mirabanatentamente—, llamanaMonagaparaque él sehaga cargodel resto,comohacemosdecostumbre.Gilberto,encuantoelescritorespañolsalgaporlapuertadelhotel, llamasaLucila,que sabemuybien sucometido.Porque... elescritorespañoliráelsábadoaCayoCarolina.

Hizounapausa.Miróatodosunoauno,hastaquesusojossedetuvieronen los deGilbertoOñate. El semblante de Tuero era implacable. En el fondosentía desprecio por ese director que élmismo había nombrado. Por él y porotrosmuchosquenocomprendíanlaRevolucióncomoéllaentendía.

—¿VerdadGilberto?—preguntódirectamente.—Haremostodoloposibleporqueseaasí—contestóOñateconunavoz

muypococonvincente.Comosilehubieraactivadounresorte,AlejandroTueroselevantódesu

sillay,delantedetodos,leagarróporlassolapasdesuelegantechaquetaoscurazarandeándole con las dos manos. Aunque no era un hombre especialmentecorpulento,semanteníaenmuybuenaformafísica,yademáscontabaconqueelasustadoGilbertonoibaahacernadamásqueesperaracontecimientos.

—¡Mecagoenelcorazóndetumadre!¿Quévasahacertodoloposible?—lepreguntóaunpalmodesucara.

Todospermanecíanensilencio.LorompióelpropioOñate.—No se ponga bravo —rogó, con la voz entrecortada—, el escritor

españolestaráelsábadoenCayoCarolina.Seloaseguro.—¡Temandoparaelotroladocomonovaya!Tener el entrecejo de Tuero a centímetros del suyo hizo que Gilberto

notaraclaramentecómoletemblabansuspiernas.—Mira,¡portubien!—sentencióeldirectordelareunión.Según soltaba con desprecio las solapas de la chaqueta del director del

hotel,Tuerovolvióasentarseotravez,mandándolefueradesudespachojuntoaMonaga.

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—Convosotrosdosyaheconcluido.¡Volvedavuestrostrabajos!Monagayelquefueraorgullosodirectordehoteldeprimernivelsalieron

en absoluto silencio del despacho del piso doce. El capitán veía cómo elhumillado Gilberto intentaba componerse la chaqueta de las arrugas que lehabíanproducidolasmanosdeTuero.

Unavezsequedaronsolos,Tuerosedirigióhaciasusotrosdoshombres.—AmímegustahacervalerlaRevoluciónporelconvencimiento,porla

razón, pero algunas veces las órdenes hay que transmitirlas con suficienteclaridadcuandonoseentiendenconelrigorqueestánenunciándose.

Los dos hombres permanecían callados. En ese despacho solamentehablabaunapersona.

—Mael.Heestadoviendopersonalmentevariosvideoscon loquehacíaestehombreenlapiscina,tantoenladelPresidencial,comoenladelosJardinesdelaReina.Claramentelegustaelaguaylegustaelbuceo.Aveces,mientrassumujertomabaelsolenlatumbona,sehacíaalgúnlargopordebajodelagua.

—¿EnlapiscinadeLosJardinesdelaReina?—seextrañóMael,quenopudoocultarsusorpresamientrasmirabaasucompañeroIván.

—EnladelPresidencialysí,tambiénenladeldeVaradero.Enelvideoseveclaramenteyquieroqueustedestambiénlovisionen.

—PerolapiscinadelhoteldeVaradero—intervinoIvánporprimeravezenlamañana—esbastantelarga.

—Por eso se lo estoy diciendo. Estamos pues ante una persona conbastantebuenapreparaciónfísica.Tenganmuchocuidado.

—Nosepreocupe,nosamarraremoslospantalones.Losdosasintierondócilmente.—Enelcarroleacompañastú,Mael.Luegocuandolleguenalatracadero,

Iván,túpilotaráslabarca.Asegúratedellevartodoelequipocorrectamente.—Pensaba estibar también, si le parece correcto, otro completo de

repuestoporsifallaraalgo.—BienpensadoIván.Bienpensado.

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Según iba hablando, Alejandro sentenciaba con cada afirmación. Eradifícilcontradecirleporquesiemprellevabalosplanesmuybienestudiados.

—Meplanteo—hizounapequeñapausa—,llevarenlabarcaaunacuartapersona.

—¿Aquién,señorTuero?—preguntóMaelconelmayortactoposible,nofueraainterpretarsuinterlocutorqueestabametiéndoseenalgoquenofueradesuincumbencia.

—El escritor español ha resultado ser un jodedor. Sí, cuando estuvo sumujer permanecieron muy acaramelados pero, en su ausencia, no dejabaentrepiernaviva—sequedóunos instantescallado.Despuésmiróa lachica—igualterminabadeanimarsellevandoalaexcursióntambiénaunamujer.NomefíodeGilberto.

—Si el español es así, seguro que estará más interesado —confirmóLucila.

—Bien.RecuerdentodosqueLucilaestáalfrentedeestamisión.Ustedes—recordó,mirandoalosdoshombres—estánasusórdenes.¿Entendido?

AlejandroTueromandósalira todosdeldespachodespuésdeentregaraMaellascintasdevideoparaquesefamiliarizaraconloshábitosdelobjetivo.

Cuandosequedósolo,tomóelteléfonoehizodosllamadas:—Walfrido. El sábado no puede ser. Tiene que estar pasado mañana

viernesamediatardeenmidespacho,paraquelopuedarepasar.Envíameahoramismoloquellevas.

LoquepudierapensareljovenWalfridoRivaeraalgoqueaTueroletraíasincuidado.Loquefueraadormirenesosdosdías,también.

DespuésllamóalhotelPresidencial,paraordenarqueregresaradenuevosudirector.Elplaninicialibaasufrirunpequeñoperosustancialcambio.

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DuranteeldesayunoAlbertovioaMarciayquedaronenqueluegopediríaquele subieran la comida a la habitación, sin ningún rodeo.Hasta que llegara esemomento, optó por salir a pasear un rato, tomando uno de los taxis que se leofrecíanenlapuertaparaquelellevarahacialazonadelaplazaVieja,quenolaconocíayempezabaabarruntarque lashorasque lequedabandepasarenLaHabanaibanaseryamuyescasas.

La amplia, luminosa y remozada plaza Vieja le gustó mucho. Tenía unmarcadoairecolonialylabellezadelosedificiosquelacircundabanserealzabaconelfuertesoldelamañana.

Nosepercatódequeunjovenibaandandopróximoaél,dibujándoleconrotuladorenunapequeñacartulina.Cuandoterminó,seacercóyseloentregó.

—Doyou like it?—preguntóelchico,muydespacioydeletreandocadapalabra.

—Noteesfuerces,soyespañol.—¿Dequéparte?—elmuchachosemostróaliviado.—Aver,¿cuáleslacapitaldemipaís?—preguntóAlberto,bromeando.—¡Cuálvaaser,elRealMadrid!—ledevolviólabromaelpintor.Losdos

soltaronunacarcajada.Era palpable que Alberto se encontraba entusiasmado con los últimos

acontecimientos, y su estado de ánimo era excelente. Aprovechaba cualquierocasiónparareírseeirradiarunafelicidadquenopodíacontener.

—¿Cómotellamas?—Anier.—Puessí,nací,comotúdices,enRealMadrid.¿Cuántosañostienes?—Dieciséis.—¿Dedóndeeres?—Soyvillareño.—¿Yquéestudias?—CursoBellasArtes.Detalladamente,pintura.—Pueslohacesmuybien—lefelicitó,mientrasmirabaelrápidodibujo

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quelehabíahecho.—Gracias.—¿Dóndevasatrabajarcuandotermines?—EnMiami,aunqueluegomellamengusano.La contundente respuesta que le dio el muchacho dejó al escritor

momentáneamentedesconcertado,yaquenoselapodíaesperar.—¿Porquédiceseso?—Porque no quiero pasarme toda la vida haciendo esto con los turistas

parapodercomprarmeunosteniscomomisprimos.¡Aquípasamoslasmilyunanoches!

Era un argumento demasiado infantil, o quizá demasiado profundo. LociertoeraqueAlbertonoteníamuchasganasdeponersetrascendentalyoptóporterminar la conversacióndandoalmuchachopor el dibujounpardemonedasqueesteagradeciómuyefusivamente.

—Graciasporecharmeuncabo—ledijo,comodespedida.El resto de la mañana la pasó caminando por las calles de La Habana

Vieja, esquivando a los vendedores de puros, a alguna jinetera suelta que leofreciósucompañíayavarioscubanosquelepreguntarondedóndeera,cuántoibaaestarenlaciudad...

Volvió a su hotel por la animada calle Obispo, recordando que fue allídondeconocióaLuréaldíasiguientedellegaralaciudad,ynopudopormenosque acordarse de ella cuando pasó por el bar donde probó el guarapo, porprimerayúnicavez,mientraselladevorabaaquelsándwichquepidió.Parecíaquehabíapasadounaeternidaddesdeentonces.

Subió directamente a su habitación, que se hallaba perfectamentearreglada como todos los días, y tomó la carta del servicio de habitaciones,pensandoenloqueleapetecíaaél,yenloquetambiénquerríaMarcia.Porunmomento, se extrañó de lo fácil que le resultaba a ella zafarse de susobligaciones en el hotel. Pero, eso no era asunto suyo. Le quedaban ya muypocosdíasyeraneso,días,deloquedisponía,porquesesuponíaqueesanoche,

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yaquenofuelaanterior,seríacuandolecitaríanparaveraotraspersonasdelaextrañaorganización.«Ladehoymiércoles,seráparaMarcia—pronosticó—lademañanajuevesparaBeylinoLuré,ladelviernesparalaquenoseamañana,elsábado,¡yaveré!,yeldomingo:¡AMadrid!»

Pensó que sería bueno acercarse por el buró de turismo del hotel ygestionarelvueloderegresoaEspaña.Lorecapacitómejoryesperóacomer.

Parecía que el buen humor también había afectado a la camarera, puescuandoestaentróenlahabitacióndeAlbertosucarareflejabamayoralegríaqueen otras ocasiones. El escritor optó por no decirle nada de sumarcha porquesupusoquenoseríabuenanoticiaparaella.

—No puedo entretenerme, tengo que volver a la cocina —la chica seencontrabadesnuda,asuizquierda.Algoinquieta.

—Esperaunpoco.Cuéntamealgodeti.—No,mividatienepocodeinterés.—Todostenemosalgoquecontar.—No,deverdadAlberto,notengonadaquecontartequeseaatrayente.—¿Llevastrabajandomuchoenelhotel?—No,enverdad,noinsistas.Albertonohizomáspreguntasantelainsistenciadelachicaydejóquese

marcharaalcuartodebaño,conlaropacogidabajoelbrazo.Lehacíagraciaelcuerpomenudodelamulataysumaneradeandardesnuda.

Apuró una cerveza que había sacado del minibar y pensó lo que iba ahacerelrestodelatarde,hastaquesehicieralahoradeirajugaraldominóyrecibirlafamosacitasecreta,bromeóparasí.

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La siesta le había sentadomuy bien y seguíamanteniendo elmagnífico buenhumorconelquesehabíaacostado.

Searreglóparasaliralacalleytomóunodelosascensores,pulsandoelbotón del vestíbulo. En cuanto salió, y mientras se dirigía hacia el buró deturismo, se le acercóunode loshombresde seguridaddelhotelque rondabanporlaplantabaja:

—Perdón,¿esusteddonAlbertoRodríguez?—Sí,soyyo—respondiósorprendidoelescritor.—Mire, vengo de parte del director del hotel. Me ha comunicado que

tendríamuchointerésenconocerle.Lainvitaciónleextrañó,peroaccedióaella.El hombre, de complexión fuerte y embutido en un apretado traje azul

oscuro,loguióporunpasilloquepartíadelazonadelacafetería.Despuésdepasartresocuatropuertascerradas,separóenunaypidiópermiso:

—¡Adelante!—seoyódesdedentro.Eldirectorselevantódelamesayseacercóhaciaelhuéspedconlamano

tendida:—Buenas tardes, don Alberto. Mi nombre es Gilberto Oñate, soy el

directordelhotelPresidencial.Losdoshombressedieronunfuerteapretóndemanos.Unavezqueestuvieronsentados,eldirectorvolvióahablar:—¿Cerveza?,¿vino?,¿unrefresco?Unacerveza—pidióAlberto.Lehabíacaídobienelsonrientedirector.Tomóelteléfonointeriorypidióaunodeloscamareros.—Bueno, en primer lugar, quiero agradecerle que me conceda unos

minutos de su valioso tiempo. Siempre me gusta conocer en persona a loshuéspedesquellevanconnosotrosunosdíasparasaberdeprimeramanocómoseestáportandoelhotelcontodosustedes.

—Muybien.Notengoningunaqueja,alcontrario,estoyencantado.—¿Leatiendetodoelpersonaldelhotelasuenterasatisfacción?

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—Porsupuesto,todosmuybien—AlbertoseacordódeMarcia.—Tremendaalegría.EnCubaestamosparaservirlesaustedes.Queremos

quesuestanciaentrenosotrosconstituyaunaexperienciallenadesatisfaccionesyqueluegotodoslosmomentosfelicesquepasaronconnosotrosperdurenenelrecuerdo.

El escritor sequedómaravilladode laverborreade su interlocutor, peroadoptóentodomomentounaposturadeinterésportodoloqueoía.

—¿Quédíafueelquellegó?—Elpasadoveintiuno.—Muybien,¿yquéesloquemáslehagustadodeLaHabana?Despuésdequedarsepensativo,dijoloprimeroqueseleocurrió:—ElCapitolio.—¿ElCapitolio?—Sí,meimpresionó.—Lecontaríanqueyanoseutiliza.Seconstruyóduranteladictadurade

Machado.—Sí, yame lo dijeron cuando lo visité—quizá hubiera sido una buena

ocasión para inquirir a ese hombre por el lugar donde democráticamente seelaborabanlasleyes,peroprefirióseguirmanteniéndosepúblicamentealmargendelmododegobernarenlaisla.

—¿PuedopreguntarleaquésededicaenEspaña?—SoyvendedordecochesCitröen.—¡Quéinteresante!—exclamóGilbertoOñate.Enesemomentoentróuncamareroconunabandejaconunajarraydos

botellasdecervezadediferentemarca.—Lacerveza,¿cómolaquiere,suaveofuerte?—Prefierosuave.—DalelaCristal—ordenóalcamarero.Cuandosequedaronsolos,Oñatevolvióahablar:—Como director del hotel estoy autorizado para tener con usted una

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atención.EsosonabanuevoparaAlbertoyporelloprestóespecialatención.—Con todos los ilustres turistasque tienen laamabilidaddepermanecer

hospedadosconnosotrosduranteun tiempomayoralhabitual,queremos tenerundetalle.Enestaocasión,habíapensadoenunpequeñoviaje.

—¿Unviaje?¿Adónde?—Unviajeparaconocerunlugarpreciosodenuestraisla,ydepasohacer

unpocodedeporte.SeríavisitarCayoCarolinayhacerbuceoensusaguas.—¿Buceo?—Sí. Por supuesto todo sería gratuito para usted, incluida la equipación

completa:traje,botella,gafas,aletas...todolonecesario.Alberto no se esperaba en absoluto semejante ofrecimiento. Él nunca

habíabuceadoconescafandraautónoma,aunqueelagualegustabamuchoyseconsiderabaunbuennadador.Asílohizosaber.

—¿Nuncahabuceadousted?—¡Jamás!Algunavezmehepuestounasgafasyhemirado los fondos,

perodeahíaponermeunabotella,haymuchadiferencia.—Porsupuesto,señorRodríguez.Sepaqueentodomomentoestaríausted

acompañadodeuninstructorespecializado,comoesobligatorioaquíenCuba.Alberto pensaba en la oferta que le cursaba, a la vez que le llamaba la

atencióneltonodevozdelcubanoqueteníasentadoenfrente,unapersonaconmuypocoacentoyconunespañolprácticamenteigualalquesehablabaenlapenínsula.Enprincipio,noleatraíaelplanqueleestabaproponiendoporqueensucabezasolohabitabalaideadevolverasucasa,verasumujeryengranarunanovelaqueempezabaaabrirleunasenormesexpectativaspersonales.

—Tenga en cuenta—siguióGilberto— que jamás ha habido peligro enestaislaenlaprácticadeesefantásticodeporte.Yohebuceado—mintió—enCayoCarolinay leaseguroquesonunos fondospreciosos, llenosdepecesdetodosloscolores,conbosquesdecorales,quesegurolevanafascinar.

Despuésdepensárselounosinstantes,contestóaldirector:

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—No,deverdad,señor...—Oñate,GilbertoOñate.—No,señorOñate,seloagradezco,peroyatengoprevistovolverparami

paísylovoyadejarparaotraocasión.Gilbertopensabaenelzarandeodelamañanaytodavíasentíalaexpresión

delosojosdeTueroclavadosenlossuyos,yleparecíaseguiroliendosuolor.Lehabíaquedadomuyclaroquesinoconseguíaqueelescritorespañolaceptaraelofrecimiento, seguroque el partido le apartaríadelpuestopara el que tantotiempo había estado luchando, quizá como camino hacia algún cargo deresponsabilidadnacionalenlaplazadelaRevolución.

Gilberto apuró el último argumento, ese por el que Alejandro Tuero lehabía hechovolver a su despacho en lamañana.Era un desafío que le podríaresultarcontraproducente,perosabíaqueteníaenfrenteaunapersonaconescasapersonalidadyvulnerableadeterminadostemas.

—Señor Rodríguez, acaso usted tenga razón. A lo mejor es muyprecipitado,oigualnoseencuentraenlasmejorescondicionesfísicas—intentóapelarasuautoestima—,esposibleinclusoquesemareeenunaembarcación—continuó abriendo la brecha de la debilidad, en unamaniobra de premeditadaprovocación—.Vamosadejarloyselodiremosaotrohuésped,porqueademásenesteviaje teníamospensadopremiar tambiénanuestromejorempleadodelmes de abril, elegido por los clientes del hotel, e igual resulta incómodo paraustedtenerquecompartirlo.

LaspalabrasdeldirectorhabíancaladoenAlberto.—Por cierto —continuó diciendo Oñate—, me parece que al mejor

empleado del mes de abril le conoce usted. ¿No trabaja en su planta OmaraCardoso?

Albertotuvoquedisimularmuchoparaquenoselenotaraquelaideadeirabucearconlamujerquelehacíalahabitacióntodoslosdíaseraalgoconloquenohabíacontadoyquenoledisgustabaenabsoluto.

—Pero exactamente ¿qué plan sería, y qué día lo haríamos?—Gilberto

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procuródisimularsutriunfo.AlejandroTueroteníarazón.—Saldríaustedconlacamarera,sinotieneinconveniente,elsábadopor

la mañana, junto a un buceador profesional que les pondría el hotel. A sudisposición.IríandesdeaquíaMarinaHemingway,dondelesestaríaesperandounpequeñoyate,ypartiríanposteriormentehaciaCayoCarolinaquedistamediahora,aproximadamente.Cuandoterminenelbuceo,volveríaalpuertoytendríaunamesareservadaenunodelosrestaurantesparaqueusted,osiquieredejarseacompañarde la señorita,paraque losdosdegustenunode losplatosqueallíofrecen. Por cierto, le recomiendo la langosta fresca. Nosotros damos muchaimportanciaanuestrostrabajadoresyporesolosqueremostenerestimuladosensustareas—aclarócínicamente.

Albertopensabaenlasposibilidadesqueleabríaeseplan.—Yoteníaintencióndeirahoraalburódeturismoycerrarbilleteparael

domingo.—No se preocupe, señor Rodríguez, déjelo de mi cuenta que yo me

encargarépersonalmentedequeusted tengabilleteparaunode losvuelosqueparten desde LaHabana aMadrid. Bueno, ¿qué le parece?, ¿voy haciendo lareservadelyateydelrestaurante?,¿quévaaquerercomer?

—Mehanhabladomuybiendelalangostaconguindillapicante.Selevantódesusilla,yaquehabíaaprendidoenlosmuchoscursosqueel

régimen le había dado, que cuando el clientemostraba su conformidad, habíaquecerrar inmediatamente laoferta,evitandoasíqueseecharaparaatrás,y ledijosonriendo:

—¡Excelente elección señor Rodríguez! Tiene usted un gusto exquisito.Yolahetomadoenalgunaocasiónyestoyconvencidodequeleencantará.VerácómolegustatodoycuenteconsuvueloaEspañaparaeldomingo.

Los dos salieron por el pasillo y Alberto, que estaba totalmenteemocionadoyconunentusiasmoquenopodíadisimular,ledijoconmuypocagana:

—Y usted, señor Oñate, ¿no se animaría a venir con nosotros? —

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suplicando,pordentro,quedieraunaevasiva.—¡Oh,muchasgracias!, pero lasobligacionesdemipuestome retienen

continuamenteenmideber.En el vestíbulo del hotel Presidencial ambos volvieron a darse lamano,

quedándosecadaunomuysatisfechodecómohabíaidolapequeñareunión.

89Albertosalióalacallerebosantedealegría.Ibaaterminarsuestanciaenlaislacon aquella pequeña aventura, asegurándole además el director del hotel laconsecución segura de su billete. Siempre le había gustado el agua, y desdepequeñoyajugabaconsupadreabucearporentresuspiernas,enlapiscinadelBarrio de la Concepción, próxima a su casa. Pero lo que nunca se habíaterminado por decidir, había sido por cargar con una botella de oxigeno a laespalda.Enalgunaocasiónhabíaoídoqueerapeligroso,perosabíaquemuchagentelopracticabayatodoslesentusiasmaba.Yademás,élibaacontarconlacompañía,segúnlehabíadichoGilberto,deunespecialistaquesiempreiríaconél.

Detodasmaneras,loquealescritorterminóporconvencerleeraqueenlaproposiciónaparecíaOmara.Siemprelahabíavistojuntoasucarrodelimpiezaysehabíapreguntadocómoseríalaropainteriorqueocultabaeseuniforme.ConMarciasíhabíavividoelplacerdedesnudarla,de tomarlaensucama,pero laideadevercómoestaríaenbañadorlaeducadacamarera,leatraíatodavíamásquebajaralasprofundidadescaribeñas.

SegúncaminabaporlacalleNeptunosemarcabaelretodeacostarseconellaeldíadelaexcursión.«Sí,ladelsábadoserálaúltimanochequepasaréenCuba—calculaba—.Tengoqueintentarquelamañanadiscurralomásdivertidaposible.Luego,segúnmehadichoeldirector,comeremosjuntoseintentaréqueelmonitornoestéennuestramismamesa.Ydespués,vamosaversitengoun

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pocodesuerteyterminomiúltimanochecobrandolamejorpieza».Antes de llegar a la casa en cuyo portal se reunían a echar una partida,

compróunabotelladeronañejoparaamenizarlareunión.Alsalirdelapequeñatiendaseleacercóunhombreyleofreciópuros:—Caballero, ¿querríaunospurosde calidad?, quede algunamanerame

tengoqueresolver.—No,gracias—contestóinstintivamenteAlberto.—Señor,estossonespeciales—leaseguróaquelhombredemedianaedad

segúnleseguíaandando,yaqueAlbertonisiquierahizointencióndepararse.—Deverdad,muchasgracias.—EstossondeCojímar—elvendedorsequedóparadoensulugar.Aunqueibadistraídoynolehabíaprestadoningunaatenciónalcubano,al

oírelnombredelapoblación,Albertotambiénsequedófrenadoensusitio.—¿Cómohadicho?—pidióconfirmación,mientras sevolvía alhombre

quenohabíallegadoaver.—Señor,sonunospurosespeciales,noslostraendesdeCojímarentaxi—

concretó.Sin entender mucho lo que le decía, le preguntó por el precio, que le

pareciómuybajoparalascotizacionesquehabíaoídootrasveces,ylecogiólapequeña caja que contenía, según la rotulación exterior, cinco unidadesmarcaCohíbaRobustos. Sinmediarmucha despedida, los dos hombres se separaronguardándose el estuche bajo la camisa, sujeto por el calzoncillo. Pensó que lacallenoeraelmejorlugarparaponerseaabrirlacajaniexaminarsucontenido.

Sepreguntósiya teníamuchosentido ira lapartidadedominó,aúnasícontinuóelcaminoquellevaba.

De vuelta en el hotel, después de haberse reído un rato con suscompañerosdejuego,ytambiéndebeberquizáunpocomásdelacuenta,pensóentomarunaduchaparadespejarse,perolacuriosidadporloquellevaríalacaja

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eramayorquesudeseodeestarunpocomáslúcidoylimpio.Laabrióyenunprimermomentonoencontrónotaalguna,pensandoque

sehabíaequivocadoyqueloquehabíapasadoeraquehabíacompradounacajaaunodelosmuchosvendedoresambulantesquecirculabanporlaciudad.

Cuandosacólospuroscomprobóqueenlapartetrasera,ycomorefuerzodelapetaca,habíaunacartulinadoblada.Aldarlalavueltaseencontróconunmensajeescritoamano.Lalimpiaypulcracaligrafíalehizopensarqueaquelloeraobradeunamujer.

Leyó con sumo interés lo que ponía la nota:DonAlberto, le esperamosestanoche.Sigaatentamentelassiguientesinstrucciones:salgadesuhotelalastresyveintedelamadrugada,tomelacalleObrapíaycontinúeporellahastallegaralcruceconAguacate.GirealaderechayseencontraráconunacallellamadaLamparilla.Tuerzapor ellaa la izquierdayantesdeque lleguea lasiguienteesquina,alguienlellamará.Porsupuesto,nohableconnadiedeesteencuentro.Unsaludoymemoriceydestruyaestemensaje.

Elescritorsefijóquelanotanollevabafirma.Loprimeroquehizo fueacudir aunade lasguíasde turismoquehabía

compradoenMadridparasituarsepordóndeseencontrabaellugarconvenido.Calculóquepodríatardarandandohastaallíunosdiezminutos.Pensabaquenolehabíandichoelcaminomásdirectopor loqueentendióquepodríaserparadificultaralgúnhipotéticoseguimiento.«¡Quéemocionante!»,pensó.

Despuéssacódelacajafuerteelmóvil,quenohabíautilizadodesdequellegó al hotel, y semetió en la ducha.El ron, sin ningún acompañamiento, leteníalacabezaembotadaynosesentíabien.

Valoró la posibilidad de no bajar a cenar y tampoco pedir que se lasubieranalahabitación.Necesitabadescansaryestarlomáslúcidoposibleparalacitaqueibaateneresanoche.

90

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Talycomohabíaplaneado,alastresmenosdiezsonóeldespertadordelmóvil.Se incorporóy comprobóque las casi seis horas quehabía dormido le habíansentadomuybien.Saliódelahabitaciónconmuchosigilo,procurandonohacerningún ruido. Prefirió bajar por las escaleras, sin utilizar el ascensor. Todo elhotel permanecía en absoluto silencio, incluyendo el vestíbulo, que estabailuminadotansoloporunatenueluz.Enunprincipionovioanadieysedirigióhacia la puerta de la entrada.Cuando intentó abrirla comprobó que se hallabacerrada.Almoverlaparasalir,oyóunavozpordetrásquelesobresaltóhaciendoquedieraunpequeñorespingo:

—¿Quiénhayahí?Alavez,seencendieronunaslucesmásfuertesyunhombreapareciópor

lapuertaquedabaalarecepción.—Perdón—seexcusóelempleado—pensabaqueeraalguienquequería

entrardesdefuera.Elempleadodenochedelhotelestabaavisadodequeeraposiblequeel

huéspedde la312quisieraabandonar la instalación,enesecaso, teníaquedarparteinmediatamente.

—Queríasaliralacalle—anuncióAlbertoenvozbaja,comoparaquelaconversaciónnotranscendiera—ypasearunrato.Notengomuchosueño.

—¿Enquéhabitaciónestáusted?—Enla312.Elporterointentósacarprovechodelaocasión.—¿Cuántotardaráenregresar?—Meimaginoqueunpardehoras.AlbertorecordólaspalabrasdeRoselio.—Tenga,yno lediganadaanadie—lepidióel escritoresbozandouna

sonrisa,segúndeslizabaunbilleteenlachaquetadeaquelhombremenudo,congafas,alqueesanocheletocabaelturnodevigilante.

—Gracias,caballero.

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—¿Aquéhoravienenarelevarle?—Alasseis.—Nosepreocupe.Aesahorayaestarédevuelta.Ydiciendoesto,AlbertosalióporlossoportalesalParqueCentral.Pensó

que era la primera vez que ponía los pies en la calle sin que le ofrecieraninmediatamenteuntaxi.

LaHabanadormía.Lacalleofrecíaunaspectocasitétrico.Lamitaddelasfarolasestabanapagadasyen lasquehabía luzestaeramortecina, iluminandosolounospocosmetrosasualrededor.Enconsecuencia,habíamuchoslugaresqueestabanliteralmenteaoscuras,presentandounaspectoqueseasemejabaalde una película de terror.A lo lejos se veía algúnpeatón, y también vio unosfocos de un coche que se perdía por el paseo del Prado. El silencio eraprácticamente absoluto de no ser por los acelerados pasos de Alberto, quecaminabaabuenavelocidadhacialacalleObrapía.

Nunca podía haberse imaginado un contraste tan singular como el queexperimentabaLaHabana,unaciudadviva,dinámica,llenadeluzycolorporeldía,eraahoraunespacioqueinfundíaunimportanterespetoalmedrosoescritorespañol.

Unavezhubollegadoalaprimeradelascallesqueleindicaban,caminópor la pequeña acera para alcanzar, tal y como ponía en el papel, la calleAguacate.Eralasegundaytorcióaladerecha,yluegolaprimeraalaizquierda.Sentíainquietudcadavezquepasabajuntoalportaldeunacasa.Seimaginabaqueencualquiermomentoibaaabrirseydeallísaldríaunapersonaquesegurolepondríaenuna situación incómoda.Experimentaba la sensacióndequeunacosaeraelescribirsobrelassituacionesquesepuedenimaginarenlamesadeunescritor,yotramuydiferentevivirlasenprimerapersona.

Así, llegóa lacalleLamparillayahora loquefaltabaeraquealguien lellamaradesdealgúnlugar.

Laaparienciade lavíaera fantasmagórica.Si enelgranParqueCentralhabía poca luz, en esas calles pequeñas de la Habana Vieja la luminosidad

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literalmentebrillabaporsuausencia.Eramuydifícilircaminandoynotropezarconalgúnobjetoquepudierahaberpor lacalle.Aminoróelpasoesperandolocitaranenalgúnmomento,mientraslevantabalavistaymirabaalosbalconesyalasventanasapagadas,buscandoalgunaseñalquetodavíanosehabíadejadover. Lamparilla era larga y terminaba, como todas las que recorren esta zonadirecciónoesteaeste,enelpuerto.Seveíamuypoco.Noseoíanada.

De repente escuchó una voz que en un tonomuybajo le llamaba desdearriba, por sunombre.Por lopocoquepudover, yaque laoscuridad era casiabsoluta,eraunamujerqueleseñalabaconlamanolapuertaqueestabajustodebajodeella,a laalturade laacerapordondeélpasabaenesemomento.Seabrió yAlberto comprobóque en su interior no se veía ninguna luz.Unavozdesdedentroleinvitóapasar,aloqueelescritoraccediósinsaberdóndepodríaestarsemetiendo.

Cuandosehubocerrado,seencendióunaluzyseencontrócaraacaraconunapersonaquenuncahabíavisto:

—BuenasnochesseñorRodríguez.MinombreesToribioDuna—alavezque pronunciaba esas palabras, estrechó la mano de un Alberto que seencontrabavisiblementedesorientado.

Sucaradedesasosiegoyconfusióneratanpatentequeelhombrequelorecibióintentócalmarlo:

—Alberto,tranquilo.Estáustedentreamigos.Parecióqueestaspalabrastranquilizaronalgoalescritor,quenoparabade

mirar en todas las direcciones, intentando descubrir en aquella casa vieja larazóndelacita.

Conlamanolepidióqueloacompañaraporunasviejasescaleras.Enelsótanosevislumbrabaunaluzunpocomáspotente.

Cuando llegaronabajo,Alberto seencontróenunapequeñasalacon lasparedesennegrecidaspor lahumedad.Laescasezdemobiliarioacrecentaba lasensacióndehumildadqueparecíatenertodalacasa.Deltechocolgabauncableeléctrico, de donde pendía la única iluminación que tenía la estancia, lo que

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provocabaquelassombrasfueranmuydurasymarcadas.Elsuelo,quealgúndíatuvounalechadadecemento,ahorasedeshacía,loqueprovocabaqueestuvierallenodepartículasdetierraquesonabancuandoseandabasobreél.

Enelcentroestabaunhombredeavanzadaedadqueemanabaunairededistinción que contrastaba con el lugar donde se encontraban. El que le habíaabiertolapuertarealizólaspresentaciones:

—Señor Rodríguez, le presento al solemne profesor Asnaldo Cortiza,doctoreneconomía.

—Es para mí —dijo el hombre mayor, que poseía una profunda ymodulada voz— un verdadero honor que haya accedido a venir. Por favor,siéntese¿Quieretomaralgoaestahora?

—No,gracias.—¿Café?,¿té?,¿agua?—Nada,deverdad.—¿Yunacama?—preguntósonriente.—Nosepreocupe,estoybien.—En primer lugar, tenemos que disculparnos con usted por la hora de

nuestracita.Quizánosehayafijado,perotodaCubaengeneralyLaHabanaenparticular, están tomadas pormecanismos de información gubernamental.Haychivatos por todas partes, cámaras de vigilancia enmuchas esquinas y en lasterrazas de los hoteles. Ojos que nos ven y micrófonos que nos oyen. ¿Seacuerda del viaje que hizo a Cojímar? —Alberto asintió, cauteloso— puesmientrasustedescomían,alguiencolocóunagrabadoraenelcarro.Noslodijootrodeloselevadoresquetenemosendondeseparquean.

—¿Quéesesodelelevador,queyaseloheoídodeciraustedes?Asnaldonopudopormenosqueesbozarunapequeñasonrisa.—Bueno,loqueempezócomoanécdota,haacabadosiendounlema.Eso

melocontaronprecisamenteenMadrid.Creoqueyalehandichoquenosotrosnos creamos en el año noventa y ocho... del siglo pasado, no del anterior—volvióabromearelprofesor,mientrassuinterlocutormarcabaunasonrisaalgo

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más franca—. Pues bien, una vez que viajé a Madrid, un colega mío de laUniversidadComplutensemereconocióqueloquemáslellamólaatencióndenuestra ciudad era que todos los ascensores que había en La Habana Viejaestaban parados, ya que habían dejado de funcionar hacía muchos años, ycomparó el cambio político, económico y social que tendrá que experimentarnuestro país cuando muera Fidel Castro con el despertar de todos esoselevadores,bueno,ascensorescomodicenustedes.Enesemomento,volveráelesplendoranuestra tierray,comomayorexponente,anuestraciudad.Esedía,loselevadoresreparadosdenuestrosedificiosvolveránafuncionar.Esedía,losascensoreshabrándespertado.

Alberto escuchaba interesadísimo las amenas explicaciones de Asnaldo,quesehabíareveladocomounencantadorcontertuliano.

—Yporesonos llamamosasí,LosascensoresdormidosdeLaHabana.Porque no están rotos ni ellos ni nosotros, simplemente están como estamostodos, dormidos, dispuestos a despertar en cualquiermomento. Solo necesitanunaayuda,tambiéncomonosotros,paracomenzarsumovimiento.

ElimaginativoescritornopodíasospecharqueesafueralaexplicacióndeaquelloqueledijoporprimeravezlachicadelMuseodelaCiudad.

—Muycurioso—selimitóadecir.—Sí,aquelcompatriotasuyotenía,buenotiene,muybuenasocurrencias.MientrasAsnaldohablaba,Toribio,aligualqueAlberto,leescuchabacon

sumointerés.—Vamosaver.CreoqueRoselioenCojímaryalepusoenantecedentes.

Aunque Castro nos quiera ver como unos conspiradores, incluso como unosterroristas, términopor ciertoque legustapropalar con frecuenciapara llamarasíatodoelquenocompartesusideas,nosotrosnosomosnadadeeso.Nuestraorganizaciónlaformamosungrupodepersonaspacíficasqueloquehacemosesesperar a que Castro se muera. Nada más. El día que eso pase intentaremosentrar en el planteo de un gobierno provisional que dirija al país al cambiopaulatino que tenemos que afrontar. Y para eso, necesitamos inmediatamente

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variascosas.Una,desdeluego,sonfinanciamientos.Sinellos,novamosapoderhacer nada en ningún caso. Pero nuestros contactos están funcionando ycontamos ya con importantes ayudas para cuando llegue el momento. Losegundoquenecesitamossonapoyos,ytambiénlostenemos.

—NoenAmérica—intervinoAlberto.—No, en absoluto. Veo que ya se lo han dicho. Aunque no somos

antiamericanos, nos estamos centrando totalmente en Europa. Una parteimportanteenBruselas,peroelpaísenelquetenemosdepositadaslasmayoresesperanzasesenelsuyo.

—Pero,¿ustedquierequeyoreflejeesoenminovela?—Albertonosabíamuyquéqueríandeél.

—¡Ohno,porDios!Sunovelatienequesereso,unanovela.Dejequelediga.Lasdosnecesidades,laprimeraysegunda,erandineroyapoyospolíticos,pero la tercera que no le había dicho, es el estado de opinión de la gente. Esfundamental que cuando eso pase los ciudadanos de su país estén preparadospsicológicamente para ayudarnos, y eso se crea de muchas maneras. Una deellas,porsupuesto,esconlaliteratura.

—¿Conlaliteratura?—preguntóextrañadoAlberto.—Claro que sí. Necesitamos que se escriba la gran novela sobre Cuba.

Unanarraciónimaginativaenlaquesehabledelfuturodenuestropaís,elfuturoquenosotrosqueremos,paraquecuandoesopase,laconsecuencialógicanoseaotraqueungiropolíticoenelsentidoquehayanmarcadodiferentes líderesdeopinión, hombres públicos: políticos, periodistas, cantantes, actores y, porsupuesto,escritores.¡EsaserásuparcelaseñorRodríguez!

Alberto, quemostrabaun especial interéspor todo loque contaba aquelhombre,entendióperfectamentecuálerasucometido.Enesemomentonopudopor menos que sentir la llamada de la escritura de denuncia, de la escriturareivindicativa, aquellos mismos sentimientos que le llevaron un día, ya muylejano,atomarunbolígrafoyempezaraforjarsuoficio.

—Señor...¿cómomedijoqueerasuapellido?

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—Cortiza.—SeñorCortiza,necesitaríaquemeampliaraunpocoquétipodemedidas

tienenprevistoaplicarcuandosucedalamuertedeCastro.—Mire,nosotroshemosqueridoponernosencontactoconusted,aquí,en

LaHabana.PodíamoshaberesperadoaquellegaraaMadridyallí,alaluzdeldía y sin tener que andar con todas estas precauciones, explicarle todo lo quenecesitara, pero hemos querido que fuera aquí donde nos conociera, para quefuera conscientede la situación en la quevivimos losquenopensamos comoCastro. Y eso que nosotros no somos contrarrevolucionarios ni queremosopacarle. Somos simplemente personas a las que nos va a tocar vivir unasituaciónquetienequesernecesariamentedecambio.

—Pero¿porquénopretendenacabarconlavidadeCastro?—¡SeñorRodríguez!—exclamó,ofendido—Nosotrosnosomosasesinos

¿Qué quiere?, ¿que lo eliminemos? Si Castro sufriera un magnicidio,entraríamosenunprocesoinvolutivoquejamásnosllevaríaadondequeremos.Esonosotroslotenemosclaroycompartennuestraopiniónlosdiferenteslíderespolíticos europeos con los que nos hemos entrevistado. No tendría ningunautilidad para nuestra causa. Nuestro chance vendrá en el momento que le hedicho.

—Entiendo.¿Yquémedidaspiensantomar?—Muchas.Muchísimas.Haymuchagentemuypreparadafueradenuestra

isla,quellevatrabajandoduroparatenerunplanperfectamentedetallado.Yolediréalgomuybrevementeyamododeanécdota.Nuestrocambiotienequeestartuteladoporuniconocubano,ynohayotromejorque...

Cuandoibaadecirelnombre,Albertointervinobruscamente:—ElCheGuevara.—¡No,porfavor!Esemédicoargentinojamáspuedesericonodenadaen

elmañanadeestaisla.No,estoyhablandodeJoséMartí.—Pero parece que toda su obra ha sido escrita para la Revolución de

Castro.

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Asnaldosesonrióydirigiólamiradaasucompañero.—Porfavor,Toribio,leealgunosdesuspoemas:El ayudante tomóunpequeño libro y recitó varios de sus pensamientos

queteníasubrayados:—ElpoetadecíaquePatriaeseso,equidad,respetoatodaslasopiniones

yconsueloaltriste.¡Mireeste!:Meparecequemematanunhijocadavezqueprivan a un hombre del derecho de pensar y, por último, este otro: De losderechos y opiniones de todos sus hijos, está hecho un pueblo y no de losderechosyopinionesdeunaclasesoladesushijos.

Albertosequedópensativo.—Fraseshermosas—reconoció.—Sí,loson.Tieneustedrazón,pero¿lashavistoescritasenalgunavalla

oafichedelosqueutilizaCastroparaamenizarnoslospaisajes?Elescritornegóconlacabezamientrasencogíaloshombros.—Tenga en cuentaque tenemosquedevolver la pelota aCastro.ComodicenenEspaña,aplicarlesupropiamedicina.LaadmiraciónqueibasintiendoAlbertoporelhombremayorcrecíacon

el paso de la noche. Jamás podía haber imaginado que en aquel sótano, querozaba la insalubridad, fuera a estar escuchando unos razonamientos tan bienesquematizadosytanprofundamentetrabajados.

—Nuestro paquete demedidas es tremendamente prolífico y contárselasenestemomentopuederesultarlemuypesado,peroalmargendebuscarlatutelaespiritualdeunpoetacubanodegrancaladopopular,tenemosotrasmuchasmásconcretas, pero si quiere podemos comentarlas con mayor detalle mañana.¿Tendríaustedinconvenienteenrepetirnuestroencuentro?

—Asnaldo¿novaa serpeligrosovernosdosdías seguidosenelmismositio?—preguntóToribioantesdequeAlbertocontestara.

—Creoquevaaresultarpeorqueapuremoslahorayquenuestroinvitadose cruce con alguien que vaya después a la policía.Ya digo, esta ciudad estállenadeinformantesytodosestamosenpeligro.¿CuándosevaaEspaña?

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—Eldomingo.—No haga nada extraordinario. Cuanto más desapercibido pase estos

pocosdíasquelefaltan,mejor.Alberto¿mañanaalamismahora?—Perfecto—contestóelescritorsindudarlo.Pensóenhabercomentadolodelbuceo,peroprefirióguardarsilencio.Se

dieronunfuerteapretóndemanos.—Leesperomañanaaquíotravez,señorRodríguez.SubieronlostreslasescalerasyfueToribioquiensalióalacalle.Conla

manomandóaAlbertoqueesperara.Entrónuevamenteyledijoqueenvezdeirdirectamentealhotel,dieraunpequeñorodeo.

Una vez estuvo solo en la calle, empezó a pensar más despacio enAsnaldo. Le había parecido una personamuy respetable. Sus argumentos, lospocos que había contado, eran perfectamente coherentes con un proceso detransformacióndeunasociedad,quehabíasidogobernadadeunamaneramuypeculiar, hacia un país democrático. Y eso tenía que venir marcado por unprocesolento,sinrencoresysinrupturasemocionales.LeresultómuyoriginalutilizarcomopropagandadelnuevogobiernofrasesdeMartí,perootras,nolasqueutilizabaFidel,enfrentandoaldictadorcontraunodesusiconospreferidos.

La ciudad ofrecía el mismo aspecto que cuando entró en la casa, yentendíaquetomarantodaslasmedidasdeprecauciónposibles.Porello,siguióhacialaplazadeArmasy,sinllegaraella,volvióhaciaelParqueCentralporO´Relly,enprincipiomuchomástranquilaquelaparalelacalleObispo.

QuinceminutosdespuésdesalirdelacasadeLamparillasepresentabaenlossoportalesdelhotelPresidencial,cuyapuertaseguíacerradaconllavedesdedentro. Llamó con un par de pequeños golpes con los nudillos y enseguidaaparecióelhombremenudoquelefranqueólaentrada.

—Nosehaenteradonadie,¿verdad?—No,nihasalido,nihaentradoningunapersona.—Bien,muchasgracias.—Pornada—correspondióelvigilantenocturno.

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Y según dijo eso, volvió a darle otro billete del mismo valor que elanterior,algoqueelhombreagradecióencendidamente.

Dada lahora,yaunque suponíaque le costaríadormirse, semetióen lacamaparaintentardescansar.

91GerardMaciánoparabadepensar en cómo irían las cosas enLaHabana.Noqueríaexteriorizarenexcesoel interésque teníapor saberenquésituaciónseencontraba la novela de Rodríguez-Conde, y no tuvo mejor ocurrencia quellamaraDavidMuntanerparadespacharconéltodoslosproyectospendientes,incluidoporsupuestoelquemásleinteresaba.

Una hora después se encontraban los dos hombres en el despacho delpresidente,enunalaborquejamáspracticabaelprimerejecutivodelaempresa.

Primerotrataronlasituacióndelacampañaescolardelpróximocurso,lacual,comotodoslosaños,teníaqueestarperfectamentepreparadaparaenviaralos distribuidores a finales de mayo. Luego entraron en los detalles de LetraEuropa, galardónque la editorial concedíaparapremiar elmejor relatode loscientos que recibían. Este año iba a cumplirse el décimo aniversario y elpresidentequeríaquetuvieraunarelevanciaespecial.

Por último pasaron a despachar los nuevos proyectos editoriales adesarrollar en los próximos meses. Después de hablar de otros dos, por finllegaronalquemásinterésteníaparaelseñorMaciá.

—¿QuésabesdeRodríguez?—Hacedíasquenosénadadeél.Habléconsumujerymedijoquetenía

previstoregresarprontoaEspaña.—Por fin, la novela va a ir de lo deLaBahía deCochinos—afirmó el

presidente.—Sí.Amíme parece un buen tema, lo que pasa es que ya es un poco

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antiguo.—Estoydeacuerdocontigo.Estáenunlapsoquenopodemoscalificarni

dehistóriconidecontemporáneo.Perocreoquelosañossesentasiguensiendoun filón cultural y social todavía por agotar. Entre música y literatura siguecautivandoa lasgeneracionesquelovivieronya lasquesonmásjóvenes.DetodasmanerasDavid,nosdaigualdeloqueescriba.SabemosqueAlbertoesunautor que tiene un lenguaje que se vende y luego viene nuestra parte.Ahí nopodemosfallar.

—No,estáclaroquelafamadeestemadrileñohayqueseguirlaalentando.—Pensabaunacosa,averquéteparece.Siloquenostraenosgusta,¿ysi

cambiáramos el orden de publicación y antepusiéramos la novela cubana allanzamientodeldeLosLibrosdelReyFernando?

David sabía muy bien que cuando su presidente decía eso era que ladecisión estaba tomada, pero no le parecía que ese cambio de novela fueracorrecto,porloqueintentóexponerlelosmotivosdesudesacuerdo.

—Presidente, yo creo que no deberíamos alterar el orden. Según medijeron desdemarketing, ya tienenmuy avanzado el proyecto de presentacióndellibrodelReyFernandoy...

ElseñorMaciáleinterrumpió:—Perovamosaver.Loquetendránpreparadoseránfirmasdeejemplares,

apariciones en televisión, entrevistas en los medios. Para todo eso, yo mepreguntoquémásdaquehabledelcastillodePeñafielquedelMalecón.

—Señorpresidente,noesexactamentelomismo...Levolvióainterrumpir.—Enesoestoydeacuerdocontigo,claroquenoesigual,esmuchomejor

que hable de un tema que hoy tienemás gancho popular, respecto a otro quetieneelmismoesteaño,elquevieneodentrodediez.¿EstamossegurosqueelpróximoañoCubavaaseguirestandotandemoda?

—No.Nolopodemosasegurar—reconocióeleditor.—Mira David, vamos a esperar a ver qué nos trae y, si nos gusta,

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alteramoselorden.Elinterlocutorsabíaqueladecisiónestabatomadayquenoteníaningún

sentidoquecontrariaraasupresidente,quealfinalibaaacabarimponiendosucriterio.Comohacíasiempre.

Cuandoterminaronlareunión,DavidMuntanersepreguntabaporquéelpresidente de la editorial se interesaba tanto por ese proyecto.Nunca se habíaentrevistadoconunautorparainfluirleenelguióndesuobray,desdeluego,loquejamáshabíahechoeraquitarlelaautoridadqueélteníacomoeditorjefeparadiseñarelordendeedicióndeloslibrosquepublicaban.

Conociendo a su presidente como le conocía, llamó al director demarketingde laeditorialpara teneruna reuniónconél en lospróximosdíasyempezarareconvertirelplandelanzamientodeunlibroporeldelnuevogranéxitoqueibanapreparar.

92Como todas lasmañanas, la del jueves ocho demayo amaneciómuy soleada,conuncielolimpiomarcadoporunafuertetonalidadazuladaqueotorgabaalaciudadsuluminosidadhabitual.

Gilbertoempezabaunanuevajornadadetrabajoyloprimeroquehizoalllegarasudespachofuever lahojade incidenciasquetodos losdías le teníanpreparada con información relativa a la ocupación del hotel, al número deentradasysalidasdeldíaanterior,asícomolasprevistasparalajornadaentrante,turnos de empleados, incidentes de mantenimiento o de restauración, y otrasdiversas. Dentro de estas últimas siempre estaban los movimientos de loshuéspedesqueestabanenelhotelensituaciónespecial.AntesdeserdirectordelhotelRiviera, él lo preparaba para su jefe cuando prestaba sus servicios en elHabanaLibre,siendoentoncessubdirector.

Todoestabaenordenynohabíanadadignodemención.Alrato,recibió

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unallamadaensudespacho:—¿Oigo?—¿Gilberto?—Sí,soyyo,¿quiénes?—SoyeltenienteGálvez.¿Habéistenidoestanochealgúnmovimientode

entradaosalidadevuestrohotel?—Que yo sepa no compañero teniente. Me han dado la planilla de

movimiento fuera de horas, y... —según decía esto, volvía a comprobarlo—...efectivamente,veoquenohasalidonientradoningúnturistadesdelasdoceymedia que entraron los últimos hasta las seis ymedia que partió un grupo deitalianoshaciaelaeropuerto.

—Compruébalo bien, porque las cámaras del tejado del hotel Plaza hanregistradoauntipoandandoporelParqueCentralsobrelascuatrodelanoche.Ellosdicenquenoesningúnturistasuyo,yestoyllamandoa losotroshotelesdelParqueCentral.Porlaropanopareceuncubano.Asegúrate.

—Sí,compañeroteniente.Al colgar, llamó a la persona que se encontraba en la recepción y le

preguntóporquiénhabíaestadolanocheanteriordeservicio.—ElserenofueHeribertoQuintana,peroyasehamarchado.—¡Ok,noeraparanada!Porcierto,¿puedestraermelacintaquegrabala

puertadeentrada?A los diezminutos lo tenía en su despacho. La introdujo en el video y

pulsó la tecla de avance rápido.Llevaría un par deminutos viendo la imagencontinuadeunvestíbuloensoledadcuandoaparecióenlapantallaloquetemía.

Ante la gravedad de los hechos, no dudó ni un instante en llamardirectamenteaMonaga.

—¿Quémedices?¿Ynotehabíandichonada?La sorpresadel capitán encargadode la gestiónde losPPE dejó paso a

unos instantesdereflexión.Rápidamenteorganizóunareuniónensudespachode laplazade laRevoluciónen laquequeríaqueestuvieraeseempleado,que

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tuvieronqueirabuscarasucasa,eltenienteGálvez,eldirectordelhotelconelvideoyotrapersonadesuconfianza.

SeríanlasdocedelamañanacuandoHeribertoyacíaenelsuelojuntoaunOrestesque,depie,jadeabaporelesfuerzorealizado.

—¡Fíjate por qué poco guano has traicionado a tu país! —le espetabaMonaga.

El hombre, que casi no podía ver por los hematomas que tenía en lospárpados,intentabaintuirdedóndeveníalavozquelehablaba.

—Todostrabajandoporcuidardenuestrasfamilias,denuestrobienestar,de nuestro socialismo y ahora aparece una manzana podrida que se vende alextranjeroporunospocoschavitos.

Quienlanocheanteriorhabíaestadodeguardiaenlarecepcióndelhotelyanopodíapedirperdónunasolavezmás.Desuslabioseradifícilquevolvieraasaliralgunapalabra.Lasangreemanabaabundantementeporsubocaydebíatener afectados varios órganos vitales por las patadas que le había dado elhombredeconfianzaquesehabíabuscadoMonaga.

Heriberto había suplicado piedad, había implorado clemencia, inclusohabíallegadoaponersederodillas.Habíagemidoylloradosinparar,peronadahabíaablandadoelcorazóndeaquelimprovisadotribunaldejusticiapopular.

MonagamiróaOrestesyvolvióahablaralhombrequeestabatendidoenel suelo. En ese momento le formuló una absurda pregunta cuya respuestaprobablementenohubierainfluidoparalaconsecuencia:

—¿Tieneshijos?Elcapitánentendióqueconlacabezahabíacontestadonegativamente,por

loquecomprendióqueaquellapersonaeraprescindibleparaelsistema.HizounaseñaaOrestesqueesteentendióperfectamente.Actoseguido,la

fuerte bota del corpulento negro impactaba mortalmente en el cuello de unHeribertoque,antesderecibirelimpacto,yaseencontrabamentalmentemuerto.

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Elgolpehabíasidocerteroyenbreves instantesdejódeconvulsionarelcuerpo del que fuera empleado del hotel Presidencial. En esosmenesteres, elnegroeraunespecialista.

Siguieronunosinstantesdesilencioabsoluto.Monagasabíaqueélhabíafallado.Teníaquehaberprevistoquepudieraproducirsealgunacontingenciaytenía que haberse encargado de que alguno de sus hombres patrullara el hoteldurantetodalanoche,peronoestabadispuestoaadmitirenpúblicoaquelerrordeprincipianteehizoquetodaslasmiradassecentraranenunadirección.

—¡Gilberto! —chilló, mirando al director que había contemplado laescenaaterrado—noséquepensaríaelseñorTuerodesucapacidaddemandosilecontaralosucedido.

Elacusadotragósaliva.Segúnhabíaestadomirandolaescena,yporunaextraña asociación de ideas, también se vio en el suelo envuelto en su propiasangreconsuelegantetrajeycorbata,mientrassentíabiendecercalabotadelejecutor.

—Ha quedado patente —continuó el capitán—, que no tienes a tusempleados suficientemente disciplinados y me pregunto si controlas el hotelcomolaRevoluciónesperadeti.

El director prefirió callar, ya que, aunque se trataba de una situaciónpuntualconunempleadoquesedejósobornar,noparecíaquefuerabuenaideaintentardefenderseenesemomentodelasacusacionesqueleblandíaMonaga.

—MiraOñate,notequieroamarillear.Estoestáapuntodelaterminación.No quiero ningún otro error. Espero que lo hayas entendido con absolutaclaridad.

GilbertosiguiócalladomientrasselevantabaparaabandonareldespachodelcapitánMonaga.

—PorciertoOrestes—ordenó,antesdequesefueraeldirectordelhotel—quieroqueesto se sepa,noquehas sido tú,peroqueseconozcaqueen laplaza de la Revolución se ha vapuleado y ejecutado a un sinvergüenzurocontrarrevolucionarioquesevendióalcapitalextranjero.Esovienemuybiena

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nuestrosistema.Elnegroasintió.—¡Yrecogeeso!—gruñó,señalandoalcuerpodeHeriberto.

93Mientras Alberto estaba desayunando, la amable Omara estuvo haciéndole lahabitación.Después,sequedóallítrabajandoentodolonuevoquehabíaoídoyaprendido, en pos de su novela, de la nueva narración que tenía que prepararsobre la isla, satisfecho de que fuera a escribir una trama que comulgara losinteresesdesupresidenteconlossuyospersonales.

Sediocuentadequeahora,desdequesabíaqueelsábadoibaaestarconella en la excursiónmarina, amiraba con unos ojosmuy diferentes e intentóadivinar cuáles serían susmedidas completamente desnuda, que era sumayoraspiraciónantesdequeeldomingodespegaraelvuelohaciaMadrid.

«Realmente—pensaba,expectante—nomequedaenLaHabanamásquehacer,verestanocheaAsnaldoCortizaeintentaracostarmeconlacamarera.Loprimero seguroquepasaráhoy, lo segundo, esperoqueel sábadopor la tarde,despuésdelbuceo».

Lamañana pasaba y su cabeza se hallaba con la agitadamezcla que laciudadlehabíadeparado.Miróelrelojyvioqueeralaunadelmediodía.Pensóque,antesdecomer,levendríabiendarseunbañoybajóalapiscinaparanadarytomarelsol.Necesitabalasdoscosas,pararefrescarseyparatomarunpocodecolor,quedespuésdetantosdíasenelCaribeibaaregresaraMadridconunatezdemasiadopálida.Allípensóquelaideadecitarseconlasdosprostitutasqueconoció, Beylin y Luré, iba a ser un poco más complicada y que tenía a sudisposición a una chica maravillosa, que hacía el amor como ninguna y queademás siempre le visitaba acompañadadeunabandeja con exquisita comida.«Ytodoeso—terminabaderazonar—sinmovermeinclusonidemicama».

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Yesofueloquehizo.Alahoradecomerllamóalserviciodehabitacionesy,doshorasdespués, lachicasemarchabaconsusbilletesenelbolsillodesuchaqueta,yélsequedabaconmuypocodineromenos,perocontodosuapetitoyegoplenamentesatisfechos.

Despuésdelasiestaselevantóyfuealacajadeseguridad,estuvotentadode anotar en el diario todo lo que había hablado, tanto conRoselioMilián enCojímar,comoconToribioyAsnaldoenelsótanodelacalleLamparilla,perorecordóquelehabíandichoqueenMadridtendríannuevasreunionesparatratarenprofundidadtodoslosaspectosrelativosalaorganizaciónclandestina,porloque entendió que no tenía sentido tomarse la molestia de ponerse ahora aescribir.

Así, fue discurriendo la tarde hasta llegar al momento de la cena. Searregló para dirigirse a una pizzería próxima y tomar unos espaguetis conlangosta que tanto le gustaron cuando fue con Luré, y que no había vuelto aprobar.

Serían las diez de la noche cuando se metió en la cama. Programó laalarmadelmóvilparalastresmenosdiezdelamadrugada.

LaciudaddeLaHabanaprontoibaainiciarunsilenciocómpliceparalaocasión.

94Alamismahoraqueeldíaanterior,Albertocerrólapuertadesuhabitaciónconsigiloybajóalarecepciónporlasescaleras.Elhotelseguíatotalmentedormidoylospasillosteníanunaluzdepenumbra.

Cuando llegó al vestíbulo se sorprendió al ver a otra persona diferente.Había algo nuevo: este hombre no estaba en una habitación del interior de larecepción, sino que se encontraba de pie paseando por detrás de las grandespuertasdecristaldelaentrada.Sedirigióaél:

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—¡Buenasnoches!señor—saludóelvigilante.—Buenas noches. Querría salir a dar un paseo. Me han dicho que La

Habanaporlanocheespreciosa—seleocurriódeciralescritor.—Muybien,yademásselohandichoconrazón.Nuestraciudadgustaa

todaslashorasdeldíaydelanoche,¡cómono!Loqueocurreesquenotodaslaszonassonigualdeseguras.¿Pordóndepiensair?

—Por aquí cerca—siguiendo lo que le habían advertido, no quiso darpistassobresudestino.

—No,selodigoporque,segúndondevaya,lepuedoprevenirparaquenotenganingúnproblema.

—Ahoraveré—unsoplodeintuiciónledecíaaAlbertoquenoteníaquerevelar a nadie ni siquiera la zona de la ciudad donde iba a celebrarse elencuentro—demomentomequedaréporelParqueCentral.

—Muybien.¡Quedisfrute!Cuando fue a salir por la puerta, el vigilante se acercó a su oído y le

susurró:—Medijomicompañeroqueestuvoanochedeturno,queustederamuy

generoso.El escritor comprendió enseguida a qué se refería y sacó de la pequeña

cartera que llevabaunbillete igual al quedio la noche anterior, y que llevabapreparadopara laocasión.«Este,adiferenciadeldeayer—pensó—me lohapedidodirectamente».

Leabriólapuertayviocómoelescritortorcíaalaizquierdasegúnsalía.Al verlo abandonar el hotel, alguien que llevaba toda la noche en vela

desdealgúnlugardelParqueCentralllamóalaplazadelaRevolución.El portero del hotel no tardó más que segundos en correr literalmente

haciaeldespachodeldirector,quesehabíaquedadoapasarlanocheallí.—¡SeñorGilberto!—chillósegúnentró,sin llegar inclusoa llamarantes

deabrirlapuerta—¡SeñorGilberto!Gilberto Oñate se había quedado traspuesto en su mesa, frente a las

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pantallas de televisión de circuito cerrado que controlaban alternativamentediferentesestanciasdelhotel.Aloíralvigilante,pegóunbrincoensusillón:

—¿Quépasa?—lasomnolencialehabíaprovocadociertadesorientación.—Lapersonaqueustedmehabíaindicadoacabadesalirporlapuerta.—¿Paradóndehaido?—preguntó,mientrasseibacomponiendo.—Según salió, torció a la izquierda. Le intenté sacar para qué zona iba,

pero no quiso decírmelo. Dijo que demomento iba a quedarse por el ParqueCentral.

—¡Seguroqueesmentira!—Porcierto,talycomomeanunció,lehepedidoastillaymelohadado

sinrechistar,yademás,¡mire!Segúndecíaestaspalabraslemostrabaelbilletequelehabíadado.—Quien da una cantidad así, es que tiene algo que ocultar. ¡Voy a

telefonearytúvuelveallobby,porsiaparece!—¡Muybien,señorOñate!Cuandoelvigilante fuea salirpor lapuerta, sevolvióhacia su jefey le

preguntó:—¿Quéhagoconelbillete?Eldirector,queyateníaelteléfonoenlamano,lecontestóbruscamente:—¡Quédatelo,yvuelveatusitio!El empleado del hotel Presidencial volvió corriendo hacia su puesto de

trabajo,conlasatisfaccióndehaberprestadoalaRevoluciónunbuenservicioy,depaso,muybienretribuido.

Mientras tanto, el hombrequedesde la calle había visto salir al escritorhabíahabladoconsujefe:

—Nolesigas—ordenóeltenienteGálvez—peromirabienpordóndeva.Noquieroquesospeche.Tengolasensacióndequeestetiponosvaallevaraunpejemuygordo.Yhayquepillarloamasando.

CuandoGilbertollamóaMonaga,esteyaestabaaltantodelmovimientodel hombre y había iniciado todo el proceso previsto, que incluía la

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comunicaciónnadamásynadamenosqueconelmismoAlejandroTuero.Notardómásdediezminutosenllamaraotrastrespersonas,entreellasal

jefedelaSalaCentraldeVigilancia,dondecoordinabantodaslascámarasqueestabansituadasenlascallesdeLaHabana.Lasqueelgobiernoteníainstaladasen lugares tales como hoteles, aeropuertos, estaciones de tren o edificiospúblicos, estaban vigiladas por los propios responsables de cada uno de loscentros.

En menos de veinte minutos tenía montado un operativo en el que sehabíanmovilizadoamásdecincuentapersonas,todasellaspertenecientesalasTropasEspeciales, llegadasdirectamentedesdesucuarteldeMiramar,tantoenactividadesdepresencia,comodevisionadodecámarasdetelevisión.

—Monaga, en treinta minutos nos reunimos en mi despacho. Vamos amontarunabarrida.

—Sí,compañero—contestóelcapitánaAlejandroTuero.—Esteanticomunistanosvaallevaraalguien,seguro.¡Aquíhaygatoen

jaba!Noquierounsolobaleo.Quieroqueseidentifiquedóndeestá,conquiénestáyselerecojaconlaexcusadequeletenemosquesalvardeunapeligrosared internacional. Pero repito, no quiero una sola bala. Si alguien abre fuegoquierosunombre.

95AlbertosesobresaltócuandobajóalsótanodelacalleLamparillayseencontróadospersonasmásquelanocheanterior.

—Señor Rodríguez, aquiétese, quiero presentarle a dos eficientescolaboradoras que seguro le va a interesar conocer de cara a la novela que leestamospidiendoqueescriba.AmiizquierdaestáladoctoraCaridadCortés,quetrabajaenelMinisteriodeIndustriaBásica.YamiderechalepresentoaDulceMaríaBarros,queocupaunimportantecargoenelMinisterioparalaInversión

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ExtranjerayColaboraciónEconómica.AToribioDunayaleconoce.Unavezseestrecharontodoslamano,Albertocomentó:—Entiendoquetodosustedessontambiénascensores.—Nosotrosyasabequedecimoselevadores—aclaróCaridad,sonriendo.—Noterminodeacostumbrarmealapalabra—reconocióelescritor.ConunaseñadeAsnaldoloscincosesentaronalrededordeunamesaen

aquella tenebrosa habitación,muypoco iluminada por una bombilla de escasapotenciaque,solitaria,colgabadeltecho.Albertosepreguntabasiaquelseríaellugarparacambiarunpaís,aunqueteníaquerecordarquetodosellostrabajabanenlamásabsolutaclandestinidad.

—Tampocotenemoshoytodalanoche—recordóeldoctorCortiza.Sileparece,señorRodríguez,vamosaempezar.Leshepedidoadoscompañerasquevinieran para contarle algo más de los planes que tenemos preparados paracuandomueraFidelCastro.Yaledijimosayerquenuestraorganizaciónnotienepuesta lamiraenEstadosUnidos,yesoqueestaríamosencantadosdequeporprimeravezenlahistoriaaterrizaraenelJoséMartíelAirForceOne, sinoenEuropaysobretodoenEspaña,paraquenosapoyencuandollegueelmomento.Lasmedidas políticas que tenemos previsto tomar si, comopensamos, uno denosotrosconsigueganarselaconfianzadelórganoquesecreeparaeltraspasodepoderes,selasvaacomentarladoctoraCortés.

SegúnAsnaldo dijo esto,CaridadCortés, unamujer delgada,morena depelo largosujetoconhorquillas,dotadadeunavoz ligeramenteronca, tomólapalabra:

—Señor Rodríguez, lo primero que nos tenemos que ir ganando es lacredibilidad de los países democráticos. Y eso lo tenemos que conseguiraperturandoelpaísalalibertaddeexpresión.Iremosdandopasospocoapoco.Tenemosprevistoempezaraemitirpelículascubanashastaahoraprohibidasennuestropaís,asícomootrasquetenemospreparadasparasuemisión,producidasporEspaña,Méxicoypaíses hispanoparlantes.Autorizaremos la entrada en latelevisión de otras opiniones diferentes a las revolucionarias, siempre en línea

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conloquequeremoshacerenelfuturo,sincuestionarnoselpasado.Laaperturaen los noticieros de los medios de comunicación masivos, lo consideramosfundamental.Daremosamnistíaatodoslospresospolíticosquesehacinanenlascárceles castristas y empezaremos a gestionar la llegada de mandatariosextranjerosparalavarlaimagendeaislamientoquevivimoshoyendía.

Albertoponíasumointerésen todo loque lecontabaestanuevapersonaqueacababadeconocer.

—Las medidas económicas tienen una trascendencia vital —intervinoDulceMaría,quehastaelmomentohabíapermanecidocallada—,ylastenemosqueponernegrosobreblanco.TenemosquedevolverlapropiedadprivadaquelaRevoluciónexpropió impunementea susdueños.Sinohacemoseso,nuncaseentenderá que Cuba quiera ser un país libre y democrático. Además, si noretornamoslaspropiedades, jamásentraráen la islaeldineroquenecesitamos.Ya tenemosacuerdossecretoscondeterminadosconsejosdeadministracióndeempresas españolas, para que realicen inversiones importantes en plantas deensamblaje industrial. Aquí, la mano de obra será mucho más barata que enEuropa,ylasventajasestratégicasdenuestropaíssoninnegables.Tenemosqueliberarnuestrocontroladuanal.

El escritor estaba dándose cuenta del calado de este grupo. No podíaimaginarsequeenunaislatotalmentetomadaporunpoderabsolutistasehubieraconseguidocrearunaorganizacióntanimportante,capazdepodertransformareldestinodetodounpueblo.

—Las inversiones extranjeras vamos a realizarlas en régimen deconcesión, así el cubano nunca sentirá que vendemos su país, y el inversortendrá cien años para amortizar su dinero —explicó Dulce María, queacompañabasuspalabrasconunoságilesmovimientosdemanos,comosifueraunaprestidigitadoraduranteunaactuación.

—Puededecirseconelloquetodoscontentos—intervinoAsnaldo.DulceMaríaseguíahablando:—Tenemos establecidos también acuerdos con empresas alemanas,

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francesasyespañolasparalaconstruccióndediferentescomplejoshoteleros,asícomomarinasdeportivas,perosiempre,yrepitoesto,enrégimendeconcesión.Mi tíohaexplotadodurantemuchasdécadaselconceptodePatriayahoranopodemosvenderlasiqueremoscontarconunamplioapoyopopular.

—Me imaginoqueunaconcesióna tan largoplazo—razonóAlberto envozalta—noseráobstáculoparaelinversionista.

—¡Ninguno!,lotenemoshablado—aclaróCaridadCortés.—Hemos gestionado con Bruselas —siguió exponiendo Dulce María—

unos préstamos para realizar un crecimiento sostenido de los tres sectoresproductivos, así como para fomentar la extracción de níquel, la compra depescadorasparaaprovecharlosbancosquehoyendíaestánahí,esperandoaquevayamosaporellosy,porsupuesto,redimensionarelrendimientodelaindustriaazucarera.

—Hoy somos un país en el que un tercio de nuestras exportaciones loconstituyen productos básicos de alimentación, y eso hay que cambiarlo —aseguróCaridad.

—Veoquelotienentodopensado—confesóAlberto.—Nosésitodo,señorRodríguez—intervinodenuevoelviejodoctor—,

perocréamequeaunqueen loaparentesea teoría,yahayavancesconmuchasinstitucionesespañolas,noenvano,Españaeselsegundosuministradorcubano.

—Tenemos que mejorar —siguió diciendo Dulce María— lacompetitividad, algo que hoy en la isla no existe. Hay que suprimir lacoexistenciadedostiposdemonedasdiferentes.Esoesunahumillaciónparaelcubanoyundesconciertoparaelvisitante.

—Porlacallenopuedehaberdosclasesdepersonassegúnlamonedaquellevenenelbolsillo—aseguróAsnaldo—.EsonopasaenningúnpaísyCubanopuedeserunaexcepción.

Laconversacióncontinuabaentreloscuatro,porqueToribionohacíanadamásquemiraryasentircuandocorrespondía.

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96EntreMonagayGálvezhabíansituadoestratégicamentediferentesunidadesdelDepartamento de Operaciones Especiales sin que tuvieran ninguna noticia dedóndepodría estar el escritor español. «Pareceque se loha comido la tierra»,pensabaMonaga,peronoseatrevíaadecirloenvozaltadelantedeTuero,desdecuyodespachocoordinabanatodosloshombres.

—¿Handichoalgoendondelascámaras?—Nada.Parecequehaidoporotrositio,porqueestáfueradelplanodela

quelodetectoayer.—No es tan fácil tener lugares donde reunirse clandestinamente con un

extranjerosinquelohayaadvertidoalgúndelegadodelCDR—insinuóTuero.Monagapensóen loque lepasaríaaesedelegadosielencuentroalque

asistía el escritor español se celebraba en una de las casas bajo suresponsabilidad.

En ese momento sonó su teléfono móvil. Por el número, Monagacomprendióqueveníadeldirectordelhotel.

—¡Capitán!,acabandellegarlosdelosperros—informóOñate.Ungrupode tresguardiasuniformados totalmentedenegro,procedentes

de laEscuelaNacionaldeTécnicaCanina,hacían suapariciónenelvestíbulodel hotel Presidencial que, por la hora, seguía totalmente vacío. VelozmentesubieronlasescalerashastalaterceraplantadondeAlbertoteníasuhabitación,acompañados del director, que llevaba una llave magnética maestra. Losnerviosos canes imprimíanuna siniestra apariencia a aquel grupo. Irrumpieronenlamismayunodelospolicíasabriórápidamenteelarmarioincitandoalosperrosaqueolieranlasropasqueallípermanecíancolgadas.Tambiénolfatearonla mesa donde tenía situado el ordenador personal y la cama, que estabadeshecha.

Antes de que todos salieran, sin que en ningún momento pronunciaran

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palabra,Gilbertocomprobóquelahabitaciónsehabíaquedadoigualacomolahabíanencontrado,cerrandoelarmariotrasdesí.

Yaenlacalle, lostresperrossedirigieronhacialaizquierda,expresandosusadiestradoreslasatisfacciónporloqueparecíaelencuentroclarodelrastrodelapersonaalaquebuscaban.

Gilbertosedirigióhaciasupuestoy,tomandoelteléfono,llamóalaplazadelaRevolución:

—¡Capitán!—¡DimeOñate!—AcabandesalirlosperrosysedirigenhaciaLaHabanaVieja.Unavezcolgó,Monagasedirigióhaciasujefe:—ElhijodeputaestáenlaHabanaVieja.Comoallílascallessonmucho

más pequeñas y con tanta asquerosidad, va a ser más difícil que los perrosencuentrenlapista.

—Tranquilo, vamos a esperar —dispuso Alejandro Tuero, con unaparsimonia que envidiaba su interlocutor—. Yo confío en todos los cubanos,incluso en los perros, para pescar a ese resbaloso. Por lo pronto, acordona lazona.

Monaga tomó el teléfono y empezó a lanzar un torrente de órdenes aGálvez:

—Envíasunamonaacadaunadelascuatroplazasmásimportantes:ladeArmas,ladelaCatedral,ladeSanFranciscodeAsísylaVieja.¡Quevayanconcuatro policías!A lo largo deMuralla, pones una pareja en cada esquina y lomismohacesenlaavenidadelasMisiones.Loqueestáclaroesqueenbarcanova a abandonar La Habana Vieja pero, por si acaso, alerta a la perseguidoranáuticadelpuertoparaqueidentifiquenatodoloquefloteyseestémoviendo.Llama tambiéna losdelMuseode laRevolución,paraquedespiertena todossus hombres y que comprueben la identidad de cada persona que pase por lacalle.

LavozdeMonagasemanteníafirmeyparecíaquetodaesacorrientede

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mandamientos los tenía interiorizados como si ya los hubiera impartido conanterioridadosi,porelcontrario,formaranpartedeunodelosmúltiplesplanespreviamentediseñadosdesdelaplazadelaRevolución.

—Gálvez—seguíaelcapitán—,que loshombresquevancon losperrostengan una patrulla de seis personas, y que vayan bien armados.No sabemosjuntoaquiénpuedeestaresependejo.

Parecíaquelacadenadeórdenesnoteníafin.—Yenvía ados carrospatrulleros alParqueCentral.Unode ellos en la

puertadelhotelPresidencial.AlejandroTuero,quepermanecíaconunaaparienciamuy tranquila,veía

actuaraMonagaynopodíadejarqueseleescaparaunapequeñasonrisa.—Igualese tarruonosvaa llevaraalgobueno.Yaverás loque teestoy

diciendo. Por ciertoMonaga, si hay premio, arriba se sabrá, y ya sabes cómorecompensanuestroComandantealosquesoneficaceseneltratamientodelosindividualistasyanticomunistas.

Monaga,queseencontrabaenunasituacióndeextrematensión,agradeciócon la mirada las palabras de Tuero, pero seguía atentamente con los dosteléfonosquelehabíandispuestoeneldespachodelpisodoce.

—¿Cómovanlosperros?Suinterlocutorlecontóquehabíanhechotresgruposyquecaminabanpor

lascallesEmpedrado,O´RellyyObispodirecciónoesteaeste,peinandotodalazona.

—Señor—leanuncióunodeellospor teléfono—medicenqueelperroquevaporObisposeencuentramásexcitado.

—¡DejenEmpedradoyO´Rellyypasenalasdosparalelashaciaelsur!Colgóelteléfonoysequedópensativo.DirigiólamiradaaTuero:—¿CualessonlasdosparalelasalsurdesdeObispo?—Obrapía y Lamparilla. ¿En dónde tú tienes la cabeza?—le preguntó

tranquilamenteAlejandro.

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97Lapresenciadelosanimaleshabíaprovocadolosladridosdetodoslosperrosdelazona,dandoun inusualconciertoquepusoenguardiaa lamulata teñidaderubioquevigilabadesdeelprimerpisodelacalleLamparilladondeensusótanosecelebrabalareunión.

Se asomó al balcón y, al ver al fondo de la calle cómo se acercabacorriendoungrupodehombressiguiendoaunperroqueibaolfateandotodaslaspuertasdelaaceradondesehallabalacasa,bajócorriendoporlasescaleras.

—...recuerde,señorRodríguez,—ledecíaAsnaldo—quetodolotenemosque encajar dentro de lamentalidad de nuestra población.No solo se trata deCuba,setratadeloscubanos,eseeselmensajequetenemosquetransmitir...—elestrépitodeunapersonabajandolasescalerasatodavelocidadloenmudeció.

—¡Viene la policía con los perros! —exclamó la mujer, con el terrormarcadoensurostro.

Loscincoqueestabanenlahabitaciónsepusieronenpiecomoporobrade un muelle que cada uno tuviera en su asiento. El único que habló fueprecisamenteelescritor.

—¡Iris!—Albertolahabíareconocido.—¿Conoce usted a mi nieta? —preguntó Asnaldo— Es la novia de

Toribio.—Quisimos contactar con él por medio suyo —intervino el ayudante,

segúntorcíalacabezahaciaAlberto—perolapolicíaloimpidió.Elrestodelospresentessemirabanentreellosconangustia.—Nome dejaron citarle y tuvieron que intervenir las jimaguas—aclaró

Iris.—¡Tienequeirsedeaquí!—ordenóAsnaldo.—¿Yustedes?—Nosepreocupe.¡Corra!

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—Asociaciones socialistas envían sus azuzadores profesionales —recitóToribio,lacónico.

—¿Yeso?,¿esunafrasesuya?—preguntóAlbertosegúnhabíapisadoyaelprimerescalón.

—No,tambiénesunafrasedeMartí.Subiórápidamentelasescalerasacompañadodelachica.—¡No!, por ahí no —advirtió ella, señalándole una puerta cerrada que

habíaaladerecha—porahíespordondehaentradoydaaLamparilla.¡Vamosporestaotra!

Abrió la puerta y encendió la luz. Tenían ante sí un largo pasillo,débilmenteiluminado,dondealfinalparecíaencontrarseotrapuerta.Losdiezodocemetrosquehabríadedistancialoscubrieronlosdosalacarrera.Alllegar,Irisintrodujolallavequeteníaensumanoyabrióelportón.

—Esuntallerdeserigrafía.¡Vamos!Cruzaronlasmesasdetrabajo,dondehabíagrabadosamediopintar,ypor

fin llegaronaotrapuerta,quetenía la llavepuestaen lacerradura.Lachica laabrió diciéndole con lamano que esperara. Los ladridos de los perros parecíaqueseoíanahoramáslejanos.

Franqueólapuertaquedabadirectamentealacalleyledijoenvozmuybaja:

—Esta calle esCompostela.A la izquierda está Lamparilla.Vaya por laderechaycuandolleguealasiguiente,queesAmargura, tuerzaaladerechayllegaráalParqueCentral.

SedijeronadiósconlamiradainmediatamenteantesdequeAlbertosalieraalexteriordejandoallíalascincopersonas.

Unavez estuvo en la calle cumplió al piede la letra las indicacionesdeIris,ycontinuóandando,muydeprisa,pegadoalapareddelascasas.Mirabaatodoslossitiosycreíaqueenelumbraldecadaunadelaspuertasporlasquepasabapodríaestaralguienapostado.Creíaquelomirabandesdelosbalcones.Creía oír los ladridosmás próximos. Elmiedo le tenía atenazado y notaba el

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ostensible temblequeo de sus piernas, que se hacía más patente con suapresuradotrote.

Notuvoqueandarmuchocuandooyóunsilbatoseguidodeunavozqueleconminabaadetenerse.Hizocasoinmediatoy,enunosinstantes,unapatrulladedos hombres a la carrera se situó a su lado. Uno de ellos llevaba unaametralladoracolgadadelhombroyelquelollamóportabaunapistolafueradesufunda,sujetandounintercomunicadorenlaotra:

—¿Nospermitelaidentificación,caballero?—Lo siento, pero lo único que tengo es la tarjeta magnética del hotel

dondeestoyalojado—contestóAlbertoconunavoztemblorosa.Hasta esemomento todo le había parecido aAlbertomuydivertidoy se

sentía protagonista de una película de espías, pero cuando vio bajar por lasescaleras ladesencajadaestampade lachica, con losojosabiertosalmáximo,toda la gracia que le hacía vivir esa situación se vino abajo como si fuera uncastillodenaipesyaflorósuverdaderapersonalidad,miedosayasustadiza.

—¿Enquéhotelsehospeda?—EnelhotelPresidencial,aquíenelParqueCentral—detalló—.Estoyen

lahabitación312ylleguéelpasadodíaveintiunodeabril...—¡Cállese! —ordenó el que parecía mayor, que era el que llevaba la

pistolaenlamano.Mientras su compañero miraba en todas direcciones, Alberto no podía

parardecontemplardereojolasarmasqueportaban.Elpolicíallamóporelintercomunicador:—¡Tenemosconnosotrosaunturista!DiceestarenelPresidencial.Apartóelaparatodelaorejaylepreguntó:—¿Cómosellamausted?—AlbertoRodríguezGarcía.Soyespañol.NaturaldeMadrid,connúmero

depasaporte...El policía lemandó callar con lamano, a la vez repetía el nombre que

acababadeescuchar.

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ElmismoAlbertopudooírcómoledecíanqueacompañaranasuhotelalapersonaquehabíanencontrado.

—Señormedicenquetenemosqueacompañarleasuhotel.—MuyBien—concedió,sinrechistar.Mientras caminaban los tres por la calle Cuba pudieron oír cómo los

ladridosde losperros sehabían incrementadoal escuchar ladetonacióndeunarmadefuego.

—¿Yeso?—preguntóaterradoporaquelsonidoque,apesardelejano,selehabíaclavadoensusoídoscomounpunzón.

—No sé, tal vez algún contrarrevolucionario —respondió escueto elhombrearmado.

Cuando llegaron al Presidencial, en el vestíbulo podía apreciarse unpanoramacompletamentediferente al quehabíadejadocuando semarchóconsigilo, no haría ni una hora. En los soportales pudo contar varias patrullas dehombrestotalmentevestidosdenegro,fuertementearmados,algunodeellosconpastoresalemanessujetosporsuscorreas,quenoparabandeladrar.Igualseríaunasensaciónsuya,peroAlbertopensabaquetodoelmundolemirabayqueeraasupersonaaquienladrabanlosanimales.

Eldirectorseencontrabadepieenlacallejuntoalapuertadeentrada:—SeñorRodríguez¡tremendaalegríaporverle!—¿Quéocurre?—preguntóAlberto.—Pareceserquehanencontradoaungrupodeanticomunistasynoshan

pedidoquenosalganingunodenuestroshuéspedesalacalle.Mealegramuchoqueustedestéaquíenesteinstante,yaconnosotros.

—Habíasalidoapasearunpoco—seexcusó,contorpeza.—Yo lepediríaquehastaquenoseaclaren lascosasnosalgadelhotel,

porlomenossinprotección.—Nosepreocupe,demomentovoyasubiramihabitación,¿puedo?—Por supuesto, ¡esta es su casa! Si quiere salir, dígamelo que le

pondremosseguridad.EnLaHabanaúltimamente sehadetectado lapresencia

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degruposdeindeseablesyelgobiernoquiereprotegernosatodos,especialmenteaustedesquenosvisitan.

Procurandoquenosenotaralaendeblezdesuspiernas,Albertosedirigiódespaciohacialosascensores.Atrásquedabaunarecepcióndondepodíacontarcuatropolicías,dosdeellos armadosconun subfusil automáticoapoyadoa lacadera.Enlacalletodavíacentelleabanlaslucesazulesdeloscochesdepolicía.Leparecieronunosmacabrosjuegosluminotécnicos.En laplazade laRevoluciónunhombre respirabacierta tranquilidad.Hablabaporteléfonoy,cuandocolgó,sedirigióhaciaeldueñodeldespacho.

—SeñorTuero,yaletenemosenelhotel.—¿Y si le da por salir a pasear otro rato?—aventuró, con una sonrisa

irónica.—Nolohará.¡Seguro!MehadichoGilbertoOñatequeletemblabalavoz

al hablar y que parecía costarle trabajo articular palabra. Dudomucho que lequedenganasdevolveradejarelhotel.

—¿Yyaestá?—No,hanencontradoacinco.Unajinetera,doshombresydosmujeres.—¡Qué interesante! —consideró Alejandro, según se reclinaba en su

asiento—.¡Quéinteresante!

98Aunque intentó dormir algo desde que volvió a su habitación,Alberto no fuecapaz de cerrar los ojos ni un instante. Notó que seguía teniendomiedo, quetodavíaveíaaaquellachicabajandolasescalerasconlacarapálida,alertandodelapresenciaenlacalledelapolicíaconlosperros.SuexpresiónpersistíaensumemoriapueslosojosdeIrisreflejabansupropioterror.

Por otro lado, no paraba de dar vueltas a todo lo que le habían contadodurante la noche aquellas personas, desde Asnaldo a su ayudante Toribio.

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Pensaba en el taxista de Cojímar y en las gemelas del Museo. Le estabandemostrando la pavura en la que tenían que vivir todos los cubanos que noopinabanlomismoquelaRevolución.Esaquenohabíasidocapazdeconseguirque sus ciudadanos vivieran con la suficiente libertad como para no poderexponersusideasenotrolugarquenofueraunlúgubresótanoaaltashorasdelamadrugadapara evitar ser descubiertos. «Por cierto—pensó—¿cómo llegó lapolicíahastaallí?»

Fueenesemomentocuandorecordóqueelvigilantedelhotellepreguntóconcierta insistenciahaciadónde teníapensadodirigirse.«¿Ysiha sidoél?»,especuló. Luego se acordó de las cámaras de vigilancia que había visto enmuchasesquinasdelaciudad.

Albertoseguíateniendomiedo.DaríacualquiercosaporestarenelaviónrumboaMadrid.LaHabanaleparecíaunatrampayteníaunaextrañasensación,alimentadaportodosloshechosquesesucedíancontinuamente.

Seacordabadesumujer.Miróelrelojycomprobóqueeranlasochodelamañanayquellevabadandovueltasenlacamamásdetreshorassinsercapazdepoderdormirniuninstante.Pensóenllamar.

Sedirigióalservicio.Lesorprendíaelolorpeculiarqueahoratenía.Conladudasobreaquéoleríalaestancia,seacercóalamesaytomóelteléfono.

Notuvoqueesperarmuchoparaquelodescolgaran:—¡Alberto,quéalegría!¿Pasaalgo?—Loúnicoquepasaesqueeldomingovoyamarcharmedeaquírumboa

nuestracama.Sofía,queestabajuntoaotraspersonasdesutrabajo,intentómantenerla

compostura.—¿Aquéhora?—Nolosétodavía,perosehainteresadopormíeldirectordelhotelyvaa

conseguirmeelbillete.Estoycomolocoporvolveraverte.—¿Lodicesdeverdad?—Sí,¡comoloco!Esteviajevaaserelúltimoquehagosinti.

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—¿Seguroquenotepasanada?—quisoasegurarselamujer.Alberto realizó una espontánea declaración de amor que extrañó

sobremanera a Sofía. Terminó diciéndole que la llamaría al día siguiente parainformarladelahoradellegadaaMadrid.

Los dos rieron. La intensidad afectiva entre ambos había ganado con ladistanciayAlbertoyanorecordabaaquellamujertanindiferente,taninsensible,tan inexpresiva en el amor, como había sido Sofía. Quien no los conocieraparecería quehabía asistido a una conversaciónde unapareja de adolescentesenamorados.O,quizáporlaedad,dedosamantesfurtivosquetienenqueestarplaneandoesenuevoencuentroque,comotodos,serálaantesaladelmanifiestodeunapasiónoculta.

Eraviernesysemarcharíaeldomingo.Yanoerandías loque teníaqueesperarenLaHabana,sinohoras.Derepentelevinoalacabezalapreguntaquelehabíahechosumujerypensósinoseríamuyprontoparairaveraldirectordelhotelyaveriguarlasituacióndesuvueloparaeldomingo.

Gilberto Oñate lo recibió muy afectuoso en su despacho. El hombre semostrabacansadoperosatisfecho.

—Buenosdías,señorRodríguez.¡Paseporfavor!¡Siéntese!Alberto agradeció el ofrecimiento y tomó uno de los dos asientos de

confidente.—¡Quéprontoleveolevantado!¿Hapodidodormiralgo?—Siledigolaverdad,noheconseguidopegarojoniuninstante.—¿Yporquéquisosalirtandenoche?—Tenía ganas de dar una vuelta, y quería conocer La Habana de

madrugada.—Vivimos en una ciudad muy segura, pero también podemos estar

expuestos a que algún extranjero altere el pacífico convivir que nos brinda elsocialismo.

Albertoescuchópaciente laretóricadeGilbertoydespuéslepreguntóloquedeseabaaveriguar:

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—¿Tieneyamibillete?—¿Subillete?—Sí, mi billete de vuelta a España —el escritor no comprendió la

preguntadeldirector.—¡Ah,subillete!sí,esto...,¡yaestásolucionado!Parteustedenunvuelo

quesaleelmismodomingoporlamañana,directoaMadrid.—¿Aquéhora?—¿Lahora?—Sí,lahoraalaquesaleelavión.—¡Ah!,¡lahora!Sí,melotienenqueconfirmar,peroesporlamañana.—¿Peronoselotienenconfirmado?—No, vamos a ver. Está confirmado el que usted tiene billete para ese

vuelo.Loúnicoquetienenquedecirme,quenosé,esaquehorapartedelJoséMartí.

—¿Y cuándo lo sabré? —Alberto no entendía las imprecisiones de suinterlocutor.

—Sipuedoselodigodespués.¿Vaasalirdelhotel?—Nolosé.—Simepermite,teníaprevistoinvitarleacomernuestromenúespecial.—Yavanainvitarmemañanaalaexcursiónenelbarco.—Sí, señor Rodríguez, pero esta noche le hemos procurado demasiadas

incomodidadesyseríaunaatencióndelhotelydetodoCuba.—Hoyesmiúltimodíaenlaislayquerríacompraralgunascosas.—La tienda del lobby la tiene a su disposición.No tiene nadamás que

entrarycogerloquequiera.Eslomínimoquepodríamoshacerporusted.Alsalir,Albertoibasorprendidoporlacantidaddeagasajosquerecibíadel

hotel:laexcursiónenelbarco,elmenúespecial,latiendadelhotel.Pensabaquenosemerecíatanto.Alfinyalcabo,eraunvendedordecochesquepasabaunosdíasdedescanso.

Aúnasí,leextrañabanlascontestacionesquelehabíadadosobresubillete

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de avión. Le había visto inseguro, dubitativo. No le dio respuestas muyconcretas.Noentendíaque,acuarentayochohorasdepartir,todavíanosupieralahoradelvuelo.

Tampocolequisodarmuchaimportanciaysedirigióalrestaurante.

99LanochetambiénhabíasidolargaenelpisodocedelaplazadelaRevolución,peroAlejandroTueroparecíatenerunainfinitacapacidadderesistencia.Hacíaunosinstanteshabíarecibidola llamadadeWalfridoparainformarlequehabíaterminadocompletamentesutrabajo.

Ahora losdosseencontrabandelantede lapantalladelordenadordondeTueroleíalosúltimospárrafosquetodavíadesconocía.

Atentamenteibaescrutandolíneaalíneayasintiendoconlacabeza,señalqueera recibidaporWalfridocomounaverdaderabendición.Yano recordabadesdehacíacuantonohabíadormidomásdedoshorasseguidaspero,al final,había conseguido terminar la responsabilidad que la Revolución le habíaencomendadoy,porlovistodemomento,conéxito.

—¿Cuántaspáginasson?—preguntó,sinapartarlosojosdelapantalla.—Trescientastreintayocho.—Bien.Estádentrodelnúmeroidealsegúnlosestudiosquehanhechoen

Barcelona. Estos capitalistas tienen todo estudiado y saben hasta cuál es ladimensiónóptimadeunanovela—afirmó,mirandoaWalfridoyquitandounosinstanteslosojosdelordenador—.Medijoaquelhombrequeentretrescientasycuatrocientascincuenta,ytúlohasclavado.

LacaracansadadeWalfridoRivaagradecíalaspalabrasque,viniendodeTuero,alcanzabanunadimensióncasideimposicióndecondecoración.

Prosiguió la lectura y de vez en cuando dibujaba en su rostro una levesonrisa,quealternabaconunosmovimientosdeaprobación.

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—¿Hasrepasadotodalaacentuación?—Sí,ytambiénelléxico.—Deacuerdo—repuso,sinparardeleer.Alcabodeunratoseseparódelordenadorponiendolosojoseneljoven:—¡Muybien!Estoseajustaperfectamentealoquequeremos.¡Hashecho

ungrancometido!—Gracias,señorTuero.—Hastrabajadoduro.Vasairaunacasadeestímulo.—¡Graciasseñor!—Voyatramitarparaquetevayasunosdíasconlacompañíaquequieras.

¡Túeligeseldestino!—¡Oh,gracias!—PornadaWalfrido.Prepáramedoscopiasimpresasydosendisco.Paraterminarlareunión,sentencióconabsolutoconvencimiento:—Aestonohayqueañadirleniunacoma.Una vez se hubo marchado Walfrido, tomó el teléfono para hacer dos

llamadas. La primera era a Lucila, a la que ordenó que se presentara ante élinmediatamente.LasegundafuealComandante.

100Alospocosminutosdeentrarenelrestaurante,MarciaseacercóaAlbertoconlasjarrasdecaféyleche.Losúltimossucesoshabíanretraídosulibidoyahorano veía a la camarera con los mismos ojos que cuando la recibía en suhabitación.Siempre le resultóparadójicoacostarseconunamujer tanpequeñacomoeraMarciaenunlechodelasdimensionesqueteníaensuhabitaciónenelPresidencial.

Porotrolado,losnerviosvividoslanocheanteriorlehabíanconducidoaunaextrañauniónmentalconsumujer,yahorasesentíaculpablede todas las

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infidelidadesalasquehabíasometidoalapersonaconlaquesehabíapropuestotener un hijo que perpetuara unmatrimonio que quizá, en las últimas fechas,podríanhabertenidolosdosuntantocuestionado.«¡No!,todoesoyaterminó»,aseguró.Loquefaltabaeradecírseloalamuchacha.

—Hoynonospodemosver.—¿Yeso,porqué?—preguntólachicaenvozbajaymirandoalrededor.—Esquenopuedo,yatecontaré.Vamosadejarloparaeldomingoporla

noche.¿Quéteparecesienesemomentollamoalserviciodehabitacionesymesubeslasdoscenas?—propuso,guiñándoleunojo—¿Estarás?

—Sí,estaré.—Pueslohacemosasí.Marcia se fue resignada, sin saber muy bien por qué ahora tenía que

esperar al domingo para ingresar un dinero que para ella, para su padre, eraimprescindible.Hacíabastantessemanasquenoencontrabaaningúnturistaconel que tuviera una relación como la que tenía con Alberto, que le producíabuenosingresossintenerquesaliralacalleabuscarlos.Ella,queademássabíaque teníamuymalacomparaciónconotrasmujerescubanasy,másaún, si lasdiferenciassemedíanencentímetros.

Alberto no quería contarle a la chica que iba a marcharse el domingo,porqueentendíalaentristecería.PerotambiénpensóqueaLaHabanallegabantodoslosdíasmilesdeturistas,yqueloqueellaencontróconélnolecostaríamuchotrabajoencontrarloconotrohombre.Losdossabíanqueeraunarelaciónconunfinalciertoeneltiempo.

La tienda de turistas fue el destino de Alberto nada más abandonar elrestaurante. Comprobó que todavía permanecía cerrada. Tenía sueño y eldesayunonohabíahechomásqueincrementarlo,porloqueoptóporsubiralahabitaciónaintentardormiralgo,aunquenofuerahoraparaello.

Cuandoentrócolocóenelpomodelapuertaelcartelrojoqueindicabaalas camareras que nomolestaran al ocupante, e intentó dormir un poco. «Eracurioso,eralaterceravezquesemetíaenlacamaenlamismanoche»,pensó.

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Aún con el olor que habían dejado los perros en su habitación, y que élseguíasinsaberdedóndeydequépodíaproceder,notardóencaerrendido.

Se sobresaltó con el sonido del teléfono. Cuando lo descolgó comprobóqueeramediodíayquesehabíapasadotodalamañanadurmiendo.

—¿Diga?—¿SeñorRodríguez?SoyGilbertoOñate,eldirectordelhotel.—¡Ah,sí!Gilberto,dígame—pidió,untantodesorientado.—Es para anunciarle que su vuelo sale el domingo a las doce de la

mañana.Metraeránelbilletemañanasábadoporlatarde.Aligualquecuandovino,esasientodeprimeraclase.¿Quéleparece?

—MuybienGilberto,muchasgraciasporsuintervención.—Por nada señor Rodríguez, es para mí un tremendo placer atenderlo

comosemerecetodoturistaprestigiosoquenosvisita.—¿Prestigioso?—Sí,señorRodríguez—Gilbertoacababadedarsecuentadehaberdicho

algoquenodebía, yaqueunvendedorde cochesno esdepor sí unvisitanteprestigioso, como sí lo podría ser, por ejemplo, un afamado escritor, perodemostrótenerhabilidadparasalirdelasituación—,todoespañolquenosvisitaessiempreunturistaprestigioso.Aquíqueremosmuchoanuestramadrepatriaytodostenemosunpocodeespañoles.

—Ah,sí,muchasgracias.—Recuerdeseñor,quesideseabajaralrestaurante,letenemospreparado

en su mesa habitual nuestro menú especial. O quizá, ¿preferiría que se losubiéramosasuhabitación?

Despuésdepensarunosinstantes,Albertocontestó:—Prefieroquemelosuban.—Perfecto,¿leparecequevayadandoordenalserviciodehabitaciones?—Muybien—confirmó,despuésdecomprobarporlahoraquepodíaser

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buenmomentodecomer—aquíloespero.—Unsaludo,ymepermitorecordarlequemañanaalasdiezdelamañana

pasaránporelhotelabuscarleparallevarlealaMarina.Lesubiólacomidauncamareroqueseladejóenlamesa,enlacualtuvo

quehacersitioentretantopapelqueteníaextendido.Estaveznohabíasidoellaquienselohabíallevado,peronopodíallamarseaengaño;eraélmismoquienlahabíarechazado.

101Despuésdecomersequedóunratoviendolatelevisiónyactoseguidoseasomóalaventanaparaver,unavezmás,elestupendoescaparatequesuponíalavisióndelacalleenLaHabana.Despuésdeestarunratomirandoalagentepasar,alosturistas coger los coco-taxis, a los habaneros circular en los camellos, a lospolicías patrullar con normalidad, cayó en la cuenta de que, efectivamente, laciudad presentaba un aspecto de absoluta calma. La madrugada anterior eldirectordelhotel lehabíahabladodeunasituaciónmuyespecial,de tenerquesaliralacalleescoltadoyconprotección,yahínoveíaqueningúnturistafuera,porlomenosaparentemente,conseguridadadicional.

Miró la hora y al ver la cama tan deshecha salió al pasillo a buscar aOmara.Notuvosuerteniconellaniconningunaotracamarera.Volvióaentrarycogióelteléfonoparallamaralserviciodehabitaciones.

Alrato,aparecióunamujeralaquenuncahabíavistoynodesperdiciólaocasiónparapreguntarporlaquealdíasiguienteseríasucompañeradebuceo:

—¿YOmara?—Hoynohavenidoatrabajar.—Pero,¿estáenferma?—Noseñor.Erasudíalibre.Lehanconcedidounpremioporsueficiente

laborymañanatampocovaaestar.¿Laqueríaparaalgo?

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Alberto negó y abandonó la estancia. Cuando llegó a la planta baja sesorprendió de ver en la puerta del hotel a un vehículo militar. Dentro, podíadistinguirse la figura de varios hombres uniformados, supuso que tambiénarmados.

Segúnveíaaquello,oyópordetrásunavozqueleresultófamiliar:—¡SeñorRodríguez!—¡Gilberto!—exclamó,alvolverseyreconocerlo.—¿Quétalcomió?—Muybien,muchasgraciasporlaatención.Lalangostaestabaexquisita.—Es lo menos que podemos hacer por usted, después de todos los

incómodosdelanochepasada.—Veoque lapolicía todavíanoha terminado—señalócon lacabezaal

exteriordelhotel.—Noseñor.Parece serque están sobre avisode algo irregulary sehan

instaladoaquí,enelParqueCentral,paraasegurarlatranquilidaddetodos.—Siempredaunpocodeimpresiónveralapolicíaarmadaenlacalle.—Espor seguridad de los ciudadanos y los visitantes, señorRodríguez.

¿Vaasalir?—Teníaintencióndedarunpaseo,nocreoqueaestahoravayaahaber

algúnproblema.—Seguro que no pero, si no tiene inconveniente, le voy a hacer

acompañar de dos personas de seguridad del hotel, para que usted vaya mástranquilo.

—¿Creequeesnecesario?—Nunca son suficientes todas las medidas de seguridad que podamos

tomar.Leaseguroqueiránaunadistanciaprudenteyquenovanaentrometerseensuintimidad.

InstantesdespuésAlbertoabandonabaelhotelseguidoaunosdiezmetrospor una pareja de mulatos vestidos con ropas informales. Le parecía que lasituación era poco menos que ridícula, pero tampoco iba a poner ninguna

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objeción adicional. Iba a ser la última tarde que pasearía porLaHabana y noqueríacontradeciraldirectordelhotel,queademásestabahaciendounesfuerzoporprestarleunaseguridadquenoparecíaledieranalrestodeturistas.

SegúncaminabaporelcentrodelParqueCentral seencontró, juntoa laestatuadeMartí,aunrostroqueleresultabafamiliar:

—¡Asere!,¿seacuerdademí?—Sí,tútellamabasOrestes.El impresionante negro echó una gran sonrisa que dejó ver sus blancos

dientesquecontrastabanconlaoscuridaddesucara.—¡Quémemoriatieneshermano!¿TodavíaenLaHabana?—Sí,peroporpocotiempo,dentrodeunosdíasmevuelvoaEspaña.—ParaveralRealMadrid.—Bueno, ya veremos —pensó que la mayoría de los cubanos estaban

obsesionadosconelequipodefútbol.—¿YlehagustadoLaHabana?—Sí, me ha encantado. Me ha parecido una ciudad y un país

sorprendentes.—Mealegro.¿Piensavolver?—Por supuesto. Espero que en cuanto tenga la ocasión pueda tomar un

vueloyregresaraestagranisla—Albertosabíaperfectamentequementía,queunavezsepublicarasunovelaymientrasnocambiaraelrégimen,élnopodríavolveraCuba.

—Mealegraoírselodecir.¿Oiga,ynomepodríadaralgoderopa?—Notengo,perosiquieresycomoyamevoyamarchar,tecomprounos

puros.—¡Muybien,hermano!¿Cómolosquieres?—Orestesnoteníapurospara

vender,nuncasehabíadedicadoaello.—Meda igual, va a ser para regalárselos a un amigo enBarcelona.Tú

entiendes.Seguroquemedasalgobueno.Orestes se marchó dejándole junto a la estatua de Martí. A Alberto le

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llamaba laatenciónel fuerteacentoque teníaestehombre.Aveces lecostabatrabajoentenderloquequeríadecirle.

Apocosmetros seguían losdoshombresde seguridaddelhotel con losque el negro cruzóunamirada furtiva de complicidadque el escritor nopudoadvertir.

No tardaría más de cinco minutos en volver a aparecer corriendo laimponente figuradel sonrienteOrestes,conunacajaen lamano,yaqueno lefaltaban contactos para conseguirlos. Le llamó la atención el sonidometálicoespecialqueemitíanlashebillasdesusfuertesbotas.

—Toma,estosvanaencantarleatuamigodeBarcelona.—¡Oye, tencuidado!,creoquenoesbuenoqueexhibas tanto lapetaca,

queiguallapolicíapuededetenerte—quisoadvertirleAlberto.—¡Cojollo!, ¡esverdad!Mira, túno tepreocupes,nocreoque lapolicía

me vaya a detener —le dijo Orestes, mientras sonreía abiertamente— pero,graciaspordecírmelo.

Despuésdepagarunprecioque lepareciómuybarato, sedespidieronycontinuódandounpaseo,estavezenfilandolospasoshaciaZanja,entrandoenelBarrioChino.Adiferenciadeotrasciudades,elasíllamadonoeranimuchomenos un lugar donde se concentraba la prostitución, sino que el nombre levenía de la época en la que se concentraron en aquellas calles un númeroimportantedepersonasllegadasdepaísesasiáticos.

Le llamaba la atención que esta vez no se le acercara nadie a intentarvenderle puros, a preguntar de dónde era, en dónde se alojaba y todas esascuestionesporlasqueseinteresótantagenteenLaHabana.Esatardetodoeradiferente.

Sehallabamuyagusto,nohacíacalorytampococirculabamuchagentepor la calle.Pensabaque le cundíamás cuando lagenteno ibaparándole conpreguntas.

Aunquehabíadichoqueibaatardarunahora,elpaseoleestabaresultandomuyplacenteroyeraclaroquetardaríamuchomástiempoenvolver.Pensóen

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laparejaqueleseguía,perotampocosepreocupómuchoporellos,yaquealfinyalcaboeranjóvenesyestaríanacostumbradosahacerejercicio.

CuandollegóalaavenidadelosPresidentes,miróensuguíadebolsilloytorcióaladerechadirecciónalmar.Segúncaminaba,pensabaensumujeryenquetodoibaacambiarconsuvueltaaEspaña.Sentíaqueeraunmomentodeinflexiónensuvida.

PocoapocollegóalmonumentoaCalixtoGarcíay,porconsiguiente,alMalecón.Elmar se había calmadoy la tarde ofrecía unabellísima imagendetodaslasfachadasquedabanaesasingularavenida,conlaimagendelCastillodelMorroalfondo.Algunoschicosestabantirándosedesdelasrocasalmar.

Sesentóenelpequeñomuro,comohabíavistohaceramuchoshabaneros,mientrasquelaparejadeseguridadhizolomismoenlaaceracontraria.

Sentía que su viaje estaba terminando, que al día siguiente solamente lerestabarealizarlaexcursiónquelehabíanproporcionado,porlatardehacerlasmaletas y el domingo levantarse temprano para dirigirse al aeropuerto contiempoeiniciarunretornoquesehabíaconvertidoenalgomuydeseado,ymásaúndespuésdelosúltimosacontecimientos.

Elregreso lohizosiguiendotranquilamente todoelMalecón,disfrutandoconlacaídadelsolyconelincipienteanochecer.Cuandoarrancóailuminarelfaroquesesituabaenunadelas torresdelafortalezadeElMorro,sentíaqueestabaenun lugar totalmentediferenteal restode losqueconocía.LaHabanaeraunlugarúnico,llenodemagiacomopocos.

LacaídadelatardehabíapobladoelmurodelMalecóndegentequesalíaarespirarelairedelanoche.Lehubieragustadoquedarseunratoallíconellosyseguircharlando,disfrutandodesuagradablecompañía,sinpartidasdedominó,sinbotellasderonpormedio.Solopordisfrutardelplacerdelatertulia,peronohizointenciónycontinuóandando.

Aqueldíanodioparamás.Despuésdetomarseunbocadilloenunbardel

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paseodelPradollegóasuhotel,dondeencontróaGilbertoenelvestíbuloconsuhabitualeleganciaysuampliasonrisa.

—¿Huboalgúnproblema,señorRodríguez?—No,enabsoluto.Detodasmaneras,graciasporelservicioquemehan

prestado.—Nohayporquédarlas,señorRodríguez.—Gilberto,¿tieneyaelbillete?—Noseñor.Mañanamelotraenporlatarde,peroyacreoqueledijeque

elvuelosalíaalasdocedelamañana.—Sí,deesoyameinformó.Albertoleestrechólamano.Mientrasesperabalallegadadelascensorla

memorialerecordóalgodelanocheanterior.«Porcierto—pensó—¿cómolesiríaayeraAsnaldo,Irisytodosellos?»

Lo último que recordó antes de dormirse fue la cara desencajada de Iriscuandobajabaporlasescalerasparaadvertirdelapresenciapolicial.

102Le habían dicho que vendrían a buscarle a las diez de la mañana y se habíapuestoeldespertadoralasochoymedia.Losnerviosqueteníasemanifestabanen unamezcla de inquietud por el viaje, incertidumbre por la inmersión, algoque nunca había hecho y, lomás importante, porque al día siguiente volvía aMadrid.Searreglóybajóadesayunar,teniendoconMarcialafríarelaciónquenormalmentehayentrecamareraycliente.Volvió a lahabitacióny sintióunosdeseos irrefrenablesde llamar a sumujer.Miróelrelojycomprobóquetodavíaquedabanunosminutosparalasdiezdelamañana,porloqueenMadridseríanlascuatrodelatarde.Nodudóencogerelteléfonoymarcarlosnúmerosqueleseparabandesuesposa.

—¡Sofía!

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—¡Alberto,quéalegría!Leanuncióquesuvuelosaldríaeldomingoa lasdocedelmediodía.La

mujerlepreguntóconquécompañíaviajaba.—No lo sé. El director del hotel, muy amable, se ha molestado en

procurarmeelbillete,peronomehadichoconquiénviajo.—¿Peronotienestúelbillete?—seextrañólamujer.—No,estatardemeloda.Estoycomolocoporvolveracasa.La estancia en Varadero había sido el mejor bálsamo que necesitaba la

pareja.Estaban transformados, enamorados comoel primer día, y se deseabancomocuandoempezaronahacersusprimerosescarceosamorosos.Sedespidieronconunaspalabrasdeamorypasión,impropiasdepersonasqueya habían cumplidomuchos años dematrimonio, yAlberto le dijo que al díasiguiente,antesdesalirparaelaeropuerto,lallamaría.—¡SerámiúltimallamadadesdeLaHabana!—aseguró.

Gilberto le había indicado que se llevara en una bolsa otro bañador, latoalla y nada más, porque el resto lo llevarían los instructores. Terminó derecogertodoysalióilusionadohacialosascensores.

Sihubieratardadounpocomásenabandonarsuhabitaciónhubieraoídocómo sonaba el teléfono. Sofía le llamaba para decirle que había llamado alaeropuertodeMadridylehabíanconfirmadoqueeldomingooncedemayonoibaa salirningúnvuelodesde lacapitalcubanahaciaBarajasa lasdocede lamañana,horadelpaísdeorigen.Queesedía solooperabandoscompañíasenvuelosLaHabana-Madrid.Unosalíaalasochodelamañanayotroalasseisdelatarde.«Selohantenidoquedecirmal»,entendiólamujer.

El ascensor llegó al vestíbulo y, al salir de él, se encontró sonriente aldirector del hotel que le esperaba junto a un joven mulato de complexiónatlética:

—Buenosdías,señorRodríguez.LepresentoaMael.Ambosseestrecharonlasmanos.—Mael—continuódiciendoGilberto—esinstructordelaEscueladeLa

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Habanadebuceo.—¡Québolá!—exclamóeljoven.Albertonosabíamuybienquélehabíadicho,perolecontestó:—Yonuncahebuceado.¿Noserámuydifícil?—¡Oh no! es muy fácil caballero, lo aprenderá en menos de lo que

pestañea un mosquito. Yo voy a estar todo el tiempo junto a usted. Ya verácuántolegustaylorápidoquecogelamarchita.

—SeñorRodríguez—propusoGilberto—siquierenpuedenirsaliendoalcarroqueestáaparcadoenlapuerta.LaseñoritaOmaraseuniráaustedesporlapuertalateralenunosminutos.

Los dos hombres salieron a la calle y entraron en unMercedes que lesesperaba,talycomoleshabíananunciado.

Gilberto los despidió desde el vestíbulo y en ese momento tomó suteléfonomóvilehizounabrevellamada:

—Lucila.Yapuedesentrar.La falsa camarera del hotel Presidencial, que estaba esperando en las

proximidades de la habitación deAlberto, cogió su llavemagnéticamaestra yentró en ella. Por unos instantes la contempló en silencio. Miró el cuarto debaño,dondepermanecíantodoslosaccesoriosdeaseopersonal,talycomoloshabíadejado.OjeólamesaqueseguíallenadepapelesydelibroscompradosenLaModerna Poesía o en la plaza de Armas, y contempló la cama deshecha,aquellaquetantasveceshabíacompuestoenlosúltimosdíasyqueyanuncamásvolveríaahacerparaél.

Inmediatamente pasó a la acción.Marcó la clavemaestra que instaló entodaslascajasfuertesdelhotelyquesoloellayGilbertoOñateconocían:elañodenacimientoymuertedelCheGuevara,yrepasóloqueallíhabía.Tuvoensumano la cartera, pero no tomó ningún billete: «la Revolución necesita genteíntegra», se dijo para sí.Luego abrió el diario y lo fotografió. Por fin, pasó asentarse en lamesadonde se encontrabaelordenadorportátil.Mientras lo ibaencendiendo, se aseguróquehubiera elmismonúmerodediscosvírgenesque

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trajolamujerdesdeEspaña,ycomprobóquefaltabauno,segúnloscontóensumomento.Buscóy rápidamenteencontróenel armariounacaja sinel celofándondehabíaundiscomagnético.Delapequeñabolsaquellevabasacóellectorexterno, loconectóalordenadore introdujoesediscoenél,comprobandoquehabía hecho una copia de seguridad de todo lo que había escrito. «¡Quéprecavido!»,pensó.

Ensu lugarpusounovacíoqueella llevaba.Despuéscopióenundiscovirgen toda la información que conservaba el disco duro del portátil.Una vezqueelordenadordeAlbertosehabíaquedadosininformación,sacóeldiscoquelehabíadadoeldíaanteriorenmanoelpropioAlejandroTuero.Lointrodujoenelordenadorypasóacopiarlo.

Aquellosinstantesselehicieroneternos.Noseveíaenesasituación,noya por lo que hacía, sino por cómo estaba vestida, ya que allí siempre habíaentradoconsudisfrazdecamarera.

Porfinhabía terminadotodoelproceso.Ahoraenelportátilsoloestabaescrita una novela, la que escribióWalfrido Riva. Esamisma de la que en elarmarioseconservabaunacopiadeseguridad.Antesdecerrarloseaseguródeque cuando se volviera a abrir, el ordenador no ofreciera información de laúltimavezque se encendió.Eraun sencillo trucoque aprendióyque siempreponíaenpráctica.

CuandoAlbertovioentrarenelcocheaOmara,nopudoevitarqueporsucabezaempezaranotravezlosmismosfantasmasdeinfidelidadesquelehabíanasaltadodesdequepisóLaHabana.Además,lasonrisadelamuchacha,ampliaydesenfadada,leaugurabaqueaquellamañana,omejordicho,aqueldíaloibaarecordarmientrasviviera.

Unavezqueestuvierontodossentados,elchoferarrancóelcochecaminodelembarcadero,dondelesesperaríanparatomarrumboaCayoCarolina.

103

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El viaje estaba resultando encantador.Omara era una excelente compañera deexcursión,y laparejanoparóniun instantedeconversarsobreunabateríadetemas entre los que se incluían los bailes cubanos, la cocina de la isla y lascostumbres de los habaneros. Para mayor distensión del ambiente,Mael, queviajaba en el asiento delantero junto al conductor, contaba algunos chistesrelativos a Fidel que fueronmuy reídos por todos, en especial por el escritor.Alberto pensó que toda aquella gente, por su forma de opinar, tendría queencontrarsemuypróximaalascorrientesdedisidenciadelpaís.

Conocedoradeposeeruncuerpoexcepcionalquesuantiestéticotrajedecamareraleimpedíalucir,Omaranoparabadereírydemiraralosojosdesuinterlocutor con una cara que a Alberto le parecía la antesala de una claraprovocación. Pensó que ya estarían los días de Madrid para mantener unairrevocable fidelidada sumujer,peroaquel sábadoeraelúltimodíacompletoqueibaapasarenaquellaislaalaquesabíaqueyanuncapodríavolver.Apartirdel lunes que se reuniera con ella, tendría toda la vida por delante parademostrarlecuántolaqueríaylolealqueibaaser.

Transcurridaaproximadamenteunahoradeviaje,queaAlbertoselehizoespecialmentecorto,seapartarondelacarreteraquellevabaaLaBoca,cercadeMariel,ytomaronuncaminodetierraqueenunosminutoslesdejóenunazonadonde había unas casas bajas de madera, pintadas de muchos colores, que alescritorleparecieronbellísimas,nosabíasiporquelasveíaaplenaluzdeldía,oporquelasveíaencompañíadeunaespléndidamujer.

—¿EstoesMarinaHemingway?—No.ACayoCarolinasellegamejordesdeaquí—explicóMael.Aparcaron el coche y salieron los tres, quedándose el conductor en el

interior,ysepusieronacaminarporunsenderoquelescondujohaciaunlugarenlaplayadondeselevantabaunacabañajuntoaunpequeñoembarcadero.Enel extremo más próximo al mar abierto permanecía amarrada una pequeñaembarcaciónconcabinaqueAlbertocalculótendríaseisosietemetrosdeeslora.

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SalióasuencuentrootrojovenmulatoalquepresentóMael:—MireAlberto,esteesIván,elpiloto.—¡Québolá!—saludóIván.AlbertosediocuentadecómoeljovenmulatomiróaOmara.—Conelpermisodeustedesvoyaponermelatrusa—dijoOmaraMientras la chica se encontraba dentro de la cabaña, Alberto charló un

ratoconIvánsobrelaembarcación,lavelocidadquealcanzabaylopocoquesemovería,yaqueelmarpermanecíamuytranquilo.

EnunosminutosaparecióLucilaconundiminutobikiniamarillochillón,queconsistíaenunpequeñosujetadorquedejabaentreverunospechosmuybienformadosyuntangacomobraguita.Todoslamiraronylachicaaprovechóparadarungirocompletosobresímismaalavezquelespreguntabasilesgustabaelbañador.

Albertosehallabaviviendounsueño.Nopodíaimaginarsetodoloqueleocurríaypresentíaquelaspróximashorasibanaserenormementeintensasjuntoaaquellamujer.

—Sileparece,señorAlberto—volvióahablarIván—pasealacabañaaponerseeltrajedebuceo.Tenemosdevariasmedidas.Mireavercuállepuedeservir.

—Nosésivoyasercapazdeponérmeloyosolo,creoquequedanmuyajustados.

—Nosepreocupe,yoleayudaré—letranquilizóLucila.—¿Tútambiénvasabajar?—preguntóalachica,muysorprendido.—Nuncalohehecho,noséquéhacer.—¡Vamos,anímate!asínosayudamoslosdosaponérnoslos.Lamujer echóuna sonrisayprefirió esperar aque se lo rogaraunpoco

más.—No,prefieroquedarmeenlabarca,nosésivoyasercapaz...—¿Yporquéno?—ledijoAlberto—.Yonuncalohehechoyseguroque

noestandifícil.

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—¿Ustedes creen que podré? —preguntó la chica, mirando a los doshombres.

—¡Claromujer,noseasblandengue!Estodelsubmarinismoesmuyfácil—aseguróMael.

—Mira, te lo voy a preguntar en buen criollo: ¿Tú sabes respirar? —preguntóIvánalachicay,sindejarcontestar,leaseguró—¡puesesigual!

Albertotomósumanoylaanimóapasarotravezalacabaña.—¡Venga!¡Quénosediga!Entraron todos dentro del bohío donde colgaban de unas perchas un

elevadonúmerodetrajesdebuceo.Ivánmiródearribaabajoalosdosnuevossubmarinistasytomódosdeellos,mientraslespropuso:

—Mirenaverquétallesquedan.Entrerisasymiradas,laparejaempezóaponerselostrajes,comenzando

porlaparteinferior.Albertonopodíaimaginarsequeaquellofueratandifícildeponer.

—Entranmejorcuandoestánmojados—aseguróMael.DespuéssepusieronlaschaquetaseIvánlesadvirtió:—Nosesubanlaszíperparaquenotenganmuchocalor.Cuandosevayan

atirar,yoselorecuerdo.AlbertomirabaaOmaraylaveíaaúnmáshermosavestidaconaqueltraje

deneoprenototalmenteajustadoquerealzabalaespléndidacoleccióndecurvasqueformabaaquellamujer.

—Nosotros vamos a ir llevando las botellas y las fajas de plomos a laembarcación.

Aprovechando que se habían quedado solos en la cabaña, la chica seacercóalescritorylepasólamanoporlacaramientrasdecía:

—Graciasporanimarme.Despuésdeunosinstantesdesilencio,miróhacialadireccióndelapuerta

y,alcomprobarquenoestabaningunodelosdoshombres,lamujerseacercóalos labiosdelescritory lediounbesoquealhombre leparecióespecialmente

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belloytierno.Cuando separó su cara,Alberto le agarró por la cintura, sintiendo en su

manoelinmensoplacerquesuponíaestrecharaunamujervestidaconuntrajetansumamenteexcitantecomoelquellevabapuestolaempleadadelhotel,yledevolvióotrobesomuchomásapasionadoqueelquehabíarecibido.

Sequedaronmirándoseduranteunosinstantes,callados.—¡Ya verás cómo te gusta! —aseguró el escritor, dándoselas de

conocedordeldeporteenelqueseibaaestrenar.—Me han dicho que se produce una sensación fantástica en un

determinadomomento.—¿Encuál?—Cuandoestás abajo ehinchasbien lospulmones, quitándoteporunos

instanteslaboquilla.—¿Yquépasa?—Creoqueesunasensaciónsimilaraladehabertragadounacachadade

uncigarrillodemarihuana.SellamaVientodelastrespuntas.—Nuncalohabíaoído.—Yosí.Desdeniña.¿QuieresqueselopreguntemosaMael?—¡Vale!—aAlbertoleparecíatodaunanuevaexperienciafantásticayno

estaba dispuesto a renunciar a ninguna de las que se le iban presentando. Sesentíacomounchiquillotraviesoconaquellamujer,yparecíaqueahoratocabarealizarunanuevafechoría.

Agarraron las aletas y las gafas que les habían dado a cada uno, y sepusieron a caminar hacia el yate, al que llegaron cogidos de lamano sin queAlbertopudierarecordarcuáldelosdostuvolainiciativa.

—Mael—preguntólachica—¿cómoeslodelVientodelastrespuntas?ElinstructormiróaIványambosecharonunapequeñasonrisa.—¿Para qué tú lo quieres saber? ¡Eso es de cuando el Morro era de

madera!—Para que nos enseñes cómo se hace. Siempreme había dicho que lo

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haría.Lollevoescuchandotodamivida.Despuésdepensárselouninstante,Maellescontó:—SellamaVientodelastrespuntas,porqueesalgoquedicenrecuerdaa

lasensacióndefumarmaría.Sedebehacercuandoestásabajodeltodo.Enesemomento,túhinchasbienlospulmonesyalcabotequitasduranteuninstantelaboquilla.Pareceserqueescomositehubierasendrogado.

Lostreslemirabanconenormeatención.—¿Quierenquelohagamos?—preguntóelinstructor.Como una pareja de novios, ya que seguían cogidos de lamano, ambos

dieronsuconsentimientocon lacabeza.HacíamuchosañosqueAlbertonosefumaba un porro y le apeteció recordar de nuevo aquella sensación que letransportaríaasujuventud.

—¡Venga! —concluyó Iván— ¡Vale de tanto correr la rumba, que notenemostodoeldía!

Apremiadosporlavozdelpiloto,todossubieronalabarca.Maelayudóenlas labores de desatraque, y largó los amarres de los pequeños bolardos delembarcadero.

104Elmar estaba completamente en calma y la pequeña barca navegaba sinmásmovimiento que el propio que generaba su arrancada.Mael aprovechaba parairseponiendosutrajedentrodelacabina,mientraslaparejapermanecíasentadaenlabañeradepopa.

Una vez hubo terminado de vestirse, salió por la portezuela que dabaaccesoalexteriorconunpardecinturonesdeplomoenlamano.

—¿Esoesparalaflotabilidad?—preguntóelescritor.MaelmiróaIván,queibaalacañadeltimón.—Sí,paracompensarelmaterialdeltrajedeneopreno,porquesino,note

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hundirías,hermano.Tevamosametermás lastreparaquebajesmáscómodo.¿Nomehabíasdichoquedeestotúnosabíasnada?

—Y no sé nada. Solo había oído lo de los cinturones porque no meexplicabaparaquépodríanser,yunavezlopregunté.

Los dos hombres volvieron amirarse, reflejando en sus caras una ciertasensacióndealivio.Rápidamente,lachicaintervino.

—¿Tegusta?—preguntó,mientrasseñalabaalcayo.—Esprecioso,Omara.Nuncahabíaestadoenunacostatanhermosa.La embarcación había bordeado una barra de arena muy larga y ahora

estabanenfilandounapequeñaislarocosaqueemergíasolitaria.—Cuandolleguemoscercadelcayo,queestámarafuera—explicóMael,

enuntonodevozelevadoparaqueAlbertopudieraoírleconclaridadapesardelruidodelmotor—vamosabotarelancla.Comoporfinvanabajarlosdos,lehedichoaIvánquetambiénsesumerja,asícadaunodenosotrosestarájuntoaunodeustedes.¿Entendido?Ambosasintieron.

—Unavezestemosenelagua,nospondremoslaboquillayrespiraremosnormal, como ahorita mismo —el cubano hablaba dirigiendo la miradaalternativamentealapareja—.Setienenqueponerestechalecoparamejorarlaflotabilidadcuandoestemosdentro.¿Entendido?

—¿Exactamente,paraquéeseso?—preguntóAlberto.—Paramantenertealaprofundidadquequieras.Tienedosbotones.Uno

meteaireyelotrolosaca.Ustedesnolostoquen,loharemosnosotros.—¡Perfecto!—exclamaronlosdoscasialavez.—Porúltimo.Segúnvayanbajando,notaránunapresiónenlosoídos.No

sepreocupen,loúnicoquetienenquehaceresapretarlanarizconlosdedosysoplarporella—mientrasdabalaexplicación,lesenseñabalaformaqueteníanlasgafasdebuceo—.Alestartaponada,elaireintentarásalirporlosoídosyseabrirán.

Albertoseencontrabamuyfeliz.Ibaarealizarunaactividadquesiempre

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lehabía llamado laatención,enunparajepreciosoy,además,acompañadodeunadelasmásbellascriaturasquejamáshabíaconocido.

Mientras habían estado conversando llegaron a la isla e Iván buscó unabrigodondefondear.

—¿Quéprofundidadhay?—preguntóMael.Elpilotomirólasonda.—¡Sesentapies!LachicavioqueAlbertosequedabauntantopensativoconloqueacababa

deoíry,acercándoseasuoído,lesusurró:—Unosveintemetros.Sucompañerodeinmersiónlediolasgraciasconunpequeñomovimiento

de cabeza y una sonrisa. La mujer mantuvo fija la mirada y aprovechó ladistanciatancortaquehabíaentrelosdosparaprovocarleconunaligeracaídadeojos.Albertonopudoaguantaryacercósubocaalosatrayenteslabiosquelemostraba la que para él era Omara. Ya no importaba que alguien pudieramirarlos. Parecía que la pareja se había desinhibidode lo que le rodeaba y sedisponíaavivirunaexperienciaúnica.

El beso que estaban dándose no pasó desapercibido para los otros dosocupantes de la embarcación, que se miraron con complicidad y satisfacciónporquetododiscurríasegúnloprevisto.

Iván dejó por unos instantes el timón y, después de parar el motor, sedirigió por una de las bandas a la proa, abriendo el cofre donde se alojaba elanclaconsucadena.Lasacóylatiróconfuerzapordelantedelaembarcación.El sonido arrítmico de los eslabones metálicos según iban rozando con granestrépitolaproa,fueloqueseparólascarasdelapareja.

Maelhabló:—Mientras Iván se pone el traje, vamos a tirarnos tú y yo al agua. ¿Te

parece?—¡Perfecto!—exclamóAlberto,ilusionado.UnavezMaelseterminódeajustarlasgafasydespuésdehacerlomismo

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conAlberto,lepusoenlaespaldalabotellaamarilladeairecomprimidoquealescritorlepareciópesabamuchomásdeloqueseimaginaba.Leesperósentadoenlabañerayunavezelinstructorterminódeponerselasuya,sehicieronunaseñaconlamanoizquierdaformandolaletraoconlosdedosíndiceypulgar.

Casi a la vez, los dos se dejaron caer para atrás, penetrando en lascristalinas aguas caribeñas y salpicando a los que seguían todavía en laembarcación. El escritor había visto en las películas cómo se tiraban losbuceadoresdesdelasbarcasynoselopensóniuninstante.

Despuésdelchapuzón,ambosvolvieronasacarlacabeza.Maelseacercóalescritorylepreguntó:—¿VasaquererhacerlodelVientodelastrespuntas?—¡Sí!—contestócategórico.—¡Ok!Cuandomeparezcaqueesbuenmomento, teharéunaseñacon

los dedos, primeromostraré uno, luego dos y, cuandomarque los tres, tomasbiende aireyyo te apartaré laboquillaporun suspiro. ¡Verásqué sensación!¿Deacuerdo?

—¡Sí!,¡muybien!Maelmiróalaembarcación,porqueentendíaqueestabantardandomucho

enbajarse.Vioque Iván andaba con el reguladorde la chica en lamanoy seinteresóporello:

—¡Iván!¿Quépasa?—¡Nada!, que la chica tiene problemas con el regulador, en seguida se

dejacaerella,¡vayanbajando!Albertosevolvióhaciasuinstructor,esperandosusinstrucciones.—¡VengaAlberto!¡Vamosallá!Los dos hombres se ajustaron la boquilla y, cogidos por ambos brazos,

empezaron poco a poco a sumergirse mientras Mael le soltaba el aire delchaleco,advirtiendoAlbertoqueIvánacababadetirarsetambiénalagua.Pensóquelachicasetiraríadeunmomentoaotro.

Segúnibadescendiendo,empezóanotareldolordeoídosdelquelehabía

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prevenido Mael, e hizo lo que él había indicado, desapareciendoinstantáneamentelamolestia.Ambos,queseguíanfrenteafrente,sevolvieronamostrarlaseñadeokqueacababandepracticar.

Albertopensólosencilloqueresultaba,yaquesegúnibabajandoseguíahaciendolamaniobradelanariz,aligualqueveíaquetambiénlohacían,tantoMael como Iván, que se les había unido en el descenso. Tal y como le habíadicho su instructor era él el que iba presionando el botón negro del chalecohinchable,queestabaunidoporuntuboconlabotellaquellevabaenlaespalda.Cuandolopresionaba,elchalecoperdíaairey,enconsecuencia,volumen.

Le entusiasmaba la sensación de encontrarse a varios metros deprofundidad.Lafrescatemperaturadelaguaensurostroparecíaquelelimpiabalamenteyelespíritu.

Elsolsedejabaverapartirdelasuperficieysusrayospenetrabanenelaguacomounacortinadelluviaenunatardedeinvierno.Desdeabajopodíaverla quilla de la embarcación y la cadena que se perdía en el fondo, y sepreguntabaporquénobajabaOmara,talycomohabíanquedado,alavezqueleextrañaba que se hubiera tirado también el piloto.Miraba a los peces que seacercabanacuriosearalostresbuceadoresylasrocasdelfondo,quecadavezestabanmáscerca.

Enunmomentodado,ycuandoseencontrabanenelpuntomásprofundodelainmersión,viocómoMaelseponíafrenteaélgirándoleparaqueledieralacara. De esa forma, Iván quedaba a su espalda. Su instructor lemirómás decercay,porlaformaenqueponíalasmanos,entendióquesedisponíaamarcarcon los dedos para experimentar lo que la chica había contado en el bohío.«¿DóndeestabaOmara?»,sepreguntó,yaconinquietud.

Maelmarcóelnúmerounoconeldedoíndice.Seguidamenteextendióelcorazónparamarcareldosyporúltimolevantóelanularmarcandoel tres.Elinstructor realizó una aspiración profunda seguida de la retirada, con la otramano, de la boquilla del regulador de su boca.Alberto le siguió en todos susmovimientos.

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Enesemomentoy sin sabermuybienquéestabanhaciendo, el escritorvio cómoMael le tapaba la boca y la nariz con fuerza con sumano derecha,sintiendo también cómo Iván reforzaba con sus dos manos a su compañero.Simultáneamente y con unos movimientos perfectamente estudiados, elinstructor empezó a presionar el botón rojo del chaleco hinchable, empezandoesteaganarvolumeneinmediatamenteelgrupocomenzóaganaralturagraciasalosfuertesaleteosdelosdoscubanosenunamaniobrapremeditada.LlevaríandosotresmetrosdeascensióncuandoIván,queseguíaasuespalda,lequitóelcinturóndeplomos, loqueunidoa lapresiónque seguíahaciendoMaelenelbotónrojo,hizoquelavelocidaddeascensiónfueraenclaroaumento.Mientras,el escritor no podía soltar el aire y veía a su instructor, que era al que teníadelante, cómopor suboca abiertanoparabande salir contínuasburbujas, aireque él no podía soltar porque se lo impedían las tresmanos que lo sujetabanfirmemente.

Eldesconocimientodelasituación,laperplejidad,elequipoqueestrenabaydesconocía,lafuerzadelasmanosdeaquelloshombresque,provistosdeunosgruesosguantes,leimpedíanabrirlaboca,hacíaquenopudierareaccionar,quesusmúsculossemantuvieranrígidoseinmóviles.

Le empezó a aparecer un fuerte dolor en el pecho, llegando incluso apensarqueestabanclavándoleunpuñal.Albertoveíacómocadavez la luz sehacíamásintensaylatonalidaddelaguamásclara.Intentóhaceresfuerzosconsusatolondradasmanos,peroestas eran incapacesde librarsede lapresióndeaquellos dos hombres, mucho mejor preparados físicamente que él y muyacostumbradosalmedio.

Cuandoestabanapocosmetros le soltarony la inerciacon laquesubíaprovocóquesucuerpobrotaradelaguacasihastalaalturadelacintura,cayendoviolentamentedenuevoalasuperficie.

Inmediatamente,amboshombresemergieronlanzandolasgafasalinteriorde labañerade la embarcaciónyarrastrandoel cuerpodeAlberto,queemitíaunastosestremendamenteagudasalavezquemostrabaunarespiraciónrápiday

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superficial.Apesardeltrajedeneoprenosepodíaapreciarunaligerahinchazónensupecho,elcualseintentabaagarrarconsusmanos,enunaextrañaeinútilposturafetaldeprotección.

Al igualquecon lasgafas, hicieron lomismocon las aletasy,mientrasIvánsequedabaenelagua,MaelsedirigióalapopasubiendoalabarcaporlaescaleraquehabíaextendidoLucila.Sequitólabotellayayudóalachica,queya sehabíaquitadoelbikiniyahoravestíaunpantalónanchomáscómodo, aizaraunAlbertoquenoparabadetoser,sinemitirningunapalabrainteligible.

Le pusieron con cuidado en el centro de la bañera para impedir quepudieragolpearse.Lacontinuayestridente tosnoimpidióquepor lacomisuradeloslabioshicieraapariciónunhilodeespumablancaquesealternabaconlosespasmódicosmovimientosquehacíaenelsuelodelabarca.Laexpectoraciónera incesante.Mael y Lucila contemplaban lamirada perdida deAlberto, quepresentaba unos ojos vacíos de vida, interrogantes todavía por las razones detodoaquello.Sucuerposeagitaba,extendiendosusmanosenungestodeayudaquesoloeracorrespondidoporunamiradafríaeinsensibledelasotraspersonasquelecontemplabancómodamentesentadosenlaembarcación.

EnelmomentoenqueIvánsubióporlaescalerilla,elhombrequeyacíaenelpisolanzóunvómitodesangrequesalióporsubocacontalpresiónquellenólazonadellíquidorojo,loquesupusounfuertecontrasteconlablancuradelaembarcacióniluminadaporlapotenteluzdeldía.

Duranteunosminutosestuvo retorciéndosepor labañera, llevándose lasmanos al cuello y apretándose el pecho con la poca fuerza que albergaba sucuerpo.

Un par de fuertes convulsiones acompañadas de intentos de vómitosfueronlosúltimosmovimientosquerealizóAlbertoRodríguezGarcía,mientrasMael presionaba el botón negro del chaleco inflable, perdiendo este todo elimportantevolumenquehabíaganadoenlasubida.Laexpresióndelacara,conlos ojos fuera de sí y la boca abierta de par en par emanando unamezcla desangreysaliva,impresionabainclusoaaquelgrupodeejecutores.

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Los tres se quedaron en absoluto silencio, solo interrumpido por laexpresiónquesoltóIván:

—¡Diolapatadaalalata!—exclamó,mientrasmirabaelcuerposinvidadelturista.

La primera persona que semovió fueLucila que, sinmediar palabra, segirósobresímisma,dandolaespaldaalabañeraymetiendolospiesenelaguaparaquitarselasangrequelehabíasalpicado.

VolvióasuposicióninicialypidióaIvánelteléfonomóvil.—¿Vasallamaralossalvavidas?—No,esperaremosunpoco—respondió lamujer,a lavezquemarcaba

enelteclado.Mientras aguardaba a que contestaran contemplaba el cuerpo inerte del

escritorespañol,vestidoconsu trajede submarinista, consubotellaycon losplomosquelevolvíaaponerIvánensucintura.Elvientodelastrespuntas—recordabaLucila,escapándoseleunapequeñamuecadesonrisa.

—¿Oigo?—SeñorTuero,¡yaestácumplidalamisión!Suinterlocutorhizounsilencio.—Bien.Continuadconloprevisto—ordenóAlejandro.Sequedaron inmóvilesduranteun rato soloalteradoporqueLucila entró

en la cabina y sacó un cigarrillo. Después de una profunda calada, miró elcadáverqueyacíaenelcentrodelaembarcación.

—¿Tequitastelatrusa?—preguntóIván.Lamujerlemiróynisiquieracontestó.Efectivamente,yasehabíaquitado

ese horrible tanga al que tantamanía tenía porque le resultaba incomodísimo.Estabaconvencidadequeestamisión la ibaacatapultardirectamentehacia laQuintaDirección, el selectogrupode agentes ejecutoresdelEstado.Elmayordeseo de toda persona que ingresaba en elMinisterio del Interior.La carta enblanco.Elpoderabsoluto.

Graciasaella,elescritorestabaensusitioyeldiscoqueledioAlejandro

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Tueroenelsuyo.Solo seoía el leve rumorde lospantoquesde la embarcaciónalgolpear

conelaguayellejanosonidodealgúnavealpasar.Nadieporlosalrededores.Nadiequepudieracontarlosucedido.

Transcurridos diez minutos de la anterior llamada, en los que nadiepronunciópalabraalguna,Lucila tomóotravezel teléfonomóvilyse lodioaIván:

—¡Pon rumbo a la costa, llama al salvamento y diles que vayan alembarcaderoflotanteatodofull,quehahabidounaccidente!—ordenólamujer.

105Unaambulancia,quehabíasidoalertadaporelCentroNacionaldeCoordinacióndeEmergencias,ydoscochesdepolicíaesperabanlallegadadelaembarcación.

Elestruendodelasirenahabíaprovocadoquemuchagentesalieradesuscasas y se agolpara junto a la caseta, desde donde arrancaba el pequeñoatracadero situadoal abrigode labarrade arena. Ivánhabía imprimidoen losúltimosminutoslamáximavelocidadyparóelmotorcuandoseencontrabanaescasadistanciadellugardondeibanaatracar.

Elprimeroensubirfueunmédicoqueseacercóalcuerpodelbuceador,que yacía en medio de la bañera. La sangre que había vomitado todavía seencontradasalpicadaportodoelpiso.Eldoctorcogiósumanoeintentóbuscarun pulso que sabía, con total seguridad y por la simple inspección ocular, noencontraría.

—Estámuerto—confirmóelfacultativo.En ese momento, Mael le puso una toalla por encima de la cabeza y

Lucila, en una acción perfectamente preparada, estalló en un llanto quesorprendióalosdoshombresquehabíanidoconellaenlabarca.Mientrastodala gente que en gran número se amontonaba en el embarcadero de madera

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mirabacongraninteréslaescena,eldoctorseacercóaconsolarlaylepidió:—Tienesqueserfuerte.La chica lo miró con los ojos cubiertos de lágrimas, asintiendo con la

cabeza en señal de agradecimiento por el consejo. Tanto Mael como Ivántuvieronqueesquivarse lasmiradasparanodelatar la sensaciónque teníandeveralaactrizinterpretarperfectamentesupapel.

Entre el personal de la ambulancia y los dos compañeros de LucilarecogieronelcuerpoinertedeAlbertoRodríguezGarcíay,despuésdequitarlelabotella de aire y el cinturón de plomos, lo introdujeron en la ambulanciaembutidotodavíaensutrajedeneopreno.Seguidamenteelinstructor,elpilotoylachicaentraronenloscochesdepolicía,partiendotodosencaravanaalaqueseunióelcochequeloshabíallevadoalembarcadero.

Antes de abandonar el lugar, uno de los policías hizo varias fotos de laembarcacióndesdediferentesángulosy,juntoaotrocompañero,cargarontodaslasbotellasenunapequeñafurgonetaquellegódespués.Noeralaprimeravezque habían recibido una llamada así, pero el agente no quiso ni preguntar, nisiquierapensar.Selimitóaejecutaralpiedelaletralasinstruccionesquehabíarecibidosobrecómoactuarcuandosehubieraproducidounaccidentedebuceo.

Laambulanciapartióy,pocoapoco,lagentefuevolviéndoseasuscasas.Sobrelablancayrelucientebarcanoquedabanmásquelosrestosdesangredelbuceadorfallecido.

106Era primera hora del lunes doce de mayo. Un David Muntaner totalmentecompungidoseencontrabaeneldespachodelpresidentedelgrupoeditorial.

Lecontaba lospormenoresde lanoticiacon laque lehabíandespertadoesanocheaLuisGarcíaAldebarán.

—Pero,porfavor,vamosunpocomásdespacio—pidióelseñorMaciá—.

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¿PorquétellamóLuis?—Porque a él le llamó Jaime Espinosa, el amigo y asesor del pobre

Alberto.—Pero,¿porquénotellamóelpropioJaime?—Porqueélnoteníamimóvil,perosíeldeLuisporlasvecesquehabían

habladoconanterioridad.—¿Ydicesquefueelsábado?—Sí,sobrelasdocedelamañanahoradeallí,lasseisdelatardedeaquí.—¿Pero qué es lo que pudo pasar? —preguntaba con sumo interés el

presidente.—Loestáninvestigandolasautoridadescubanas,peroparecequefueun

accidentedebuceo.—¿YesqueAlbertobuceaba?—No, que yo sepa. Acabo de hablar con el director del hotel, un tal

GilbertoOñate,queestabadestrozado,ymehadichoqueno se lo explica—contabaunafectadoDavidMuntaner—.Albertoquisohacerelúltimodíaunaexcursión en barco que incluyera una inmersión. Me dice que él le intentódisuadirporelriesgoqueentrañabasiantesnosehabíarealizadoningúncursoni pasado un riguroso reconocimientomédico. Pero que se pusomuy pesado,diciéndolequecostaraloquecostara,deallínoseibaamarcharsinbucear.Poreso el hotel le buscónouno, sinodos instructores y un ayudante, para que lainmersiónnotuvieraningúnpeligro.Mehadichoquepareceser lediopánico—siguiórelatandoeleditor—yquesubiórápidamentesinqueledieratiempoavaciardeairelospulmones.Esosellamasobrepresiónpulmonar,mecontó,yesunaccidentemuyraroperoqueavecespasasinosetieneexperiencia.Tambiénmellegóadecirqueestuvoapuntodeahogaraunodelosinstructoresporlosmovimientosquehacíacuandosubía,mientrasestosleintentabanayudar.

—Pero¿murióenelacto?—Parece ser que sí.Levan a hacer la autopsia esta tarde.Mehadicho

también el director del hotel, que se ha portado por lo que se ve

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extraordinariamentebien,queellosnohantocadonadadelahabitaciónyquelaprimera persona que entró allí fue el Cónsul de España en La Habana,acompañadodeunospolicías,quesehahechocargodelasituación.

Enesemomentosonóelteléfonomóvildelpresidente:—Unmomento,David.Se hizo un silencio entre los dos y,mientras el uno estaba con los ojos

enrojecidos,moviéndoseinquietoensusilla,elotroescuchabaasuhombredeconfianzadesdeeldespachoque llevabasusasuntosprivadosenLuxemburgo.Le indicaba, en clave, que acababan de informarle que se había recibido unaimportantetransferenciaensucuentanumeradadeZurich.

Sininmutarelrostro,colgóysiguióhablandoconDavidMuntaner.—Sí,David,medecíaslodelCónsul.—Que a su habitación los primeros en entrar fueron los de la policía

cubanaacompañandoalCónsul.—¿Ysuscosas?—Mehadichoque,despuésde tomarunasfotos, lasrecogieron todasy

lashanguardadoenelConsuladoalaesperadeenviarlasaEspaña.Maciámeditóunosinstantes.—David,nopodemosabandonarahoraaAlberto.Élhasidomuchopara

nosotros y somos su verdadera familia profesional. ¿Cuántos años llevabapublicandoconlaeditorial?

—Cuatro o cinco—calculó David, que semostrabamuy nervioso y lecostabaconcentrarse.

—No,nopodemosdejarloallí.Deberíasembarcarenelprimeraviónquesalgahacialaislayhacertecargodelcuerpo,desuspertenenciasyrepatriarlo.Todotienequecorrerdenuestracuenta.Eslomenosquepodemoshacerporunamigo.

—Nomelopuedocreertodavía—eleditornegabaconlacabeza.—No nos lo podemos creer ninguno David, pero así es la vida y

posiblemente él, en búsqueda de nuevas aventuras, quiso experimentar una

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nuevasensación,encontrandolamuerteenello.En ese momento, David retomó por unos instantes su raíz editorial y

mercantil,yplanteóaMaciáunacuestión:—¿Yllegaríaaescribiralgo?—Nolosé.¡SoloDíoslosabrá!—Silediolugaraescribiralgo,quemedijoquesí—pensabaDavid—,

deberíaestararchivadoenelordenadorportátilquelellevósumujer.—¡Bien pensado! ¡Seguro que tiene que estar allí! —aseguró Maciá,

pensandoqueestabaescuchandojustoloquequeríaoír.—Seríaunanovelapóstuma...—Nunca hemos tenido la ocasión de poder editar una novela de un

escritor fallecido recientemente y creo que si lo que pudiera haber escritoestuviera suficientemente perfilado, deberíamos tener con él un recuerdo, unúltimohomenajeconsupublicación.

—Habráqueanalizarlo,peroseríaalgogrande.—Algocomoparapublicarlodeinmediato,ysituviéramosquepriorizar

sobreotraobra,lodeberíamosvalorar.Eleditor seacordóde laconversaciónque tuvieronhaciaunosdíasque

ahoraserevelabacomopremonitoria.—Loquealomejortenemosquetenercuidadoesconsumujer—supuso

Maciá, cauteloso—, es posible que ella no termine de entender la hipotéticapublicación de una última novela. Yo creo que cuando llegues a La Habanadeberías hacerte con esa información y tratarla nosotros aquí. Tampocodeberíamosacudiralcontrato,peroenunmomentodadopodríamosesgrimirlacesiónquenoshizodeunanovelaque sucedieraenCubayel anticipoque leabonamosporello.¿Lorecuerdas?

—¡Claroquelorecuerdo!PeronocreoqueSofíaloentendiera.—Insisto David, no vamos a enseñar ningún contrato, pero esto son

negocios, y espero y deseo que Sofía lo entienda —sentenció Maciá,concluyente.

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Cuando David Muntaner se marchó de su despacho, Gerard Maciá sereclinó sobre su sillón y pensó en lo terminada que podría estar la trayectorialiteraria de Alberto Rodríguez-Conde como escritor. «Con su calidad —aseguraba—bastantelejoslehemosllevadoybastantericolehicimos.Cuandoaquelcubanovinoaproponermeelplan,penséenseguidaenél.Eraunautordeéxito, enormemente comercial, que escribía en un lenguaje simple para unpúblico igual de simple, pero era la gente que compraba sus libros pararegalárseloslosunosalosotros,yocreo,sinleérselosninguno.Encondicionesnormales, Alberto habría tenido una caída de ventas segura, comomucho, enunoodostítulosmás,ydentrodeunosaños,nadieseacordaríadeél.Perohatenidolasuertedecruzarseennuestrocaminoyalomejorahoraacabasiendounreferenteenloslibrosdeliteratura.Seránuestromito,encumbraremosaeseinfelizalacategoríadeleyenda...»

107Días después, Jaime Espinosa yDavidMuntaner partían del JoséMartí en elmismoaviónenelqueviajabanlosrestosdeAlberto,despuésdequearreglaranelcomplejotrámitequetienelaIATAespecificadoparalaocasión.

Si hubieran paseado por las calles de LaHabana, algo que no hicieronporquetodosutiempolodedicaronaagilizarlaslentasgestionesadministrativasnecesarias, tal vez se hubieran cruzado con algún vendedor ambulante delGranma.Enesecaso,hubieranvistoqueenlaprimerapáginasehablabadelaIrreparablepérdidadelinsigneescritorespañolDonAlbertoRodríguez-Conde.Decía el artículo que el prestigioso autor había venido a visitar la isla ya quequeríaconocerafondolasociedadcubanayloslogrosdelaRevolucióndecaraa una novela que tenía muy adelantada en su país de origen. Enviamos —terminabadiciendolanota—nuestrasmássincerascondolenciasasuviudayatodoslosespañolesporlapérdidadeunapersonalidadtanrelevante.

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Esanoticiasíquelesresultaríallamativa,perootraqueveníaenlaoctavayúltimapáginadelperiódicodelÓrganoOficialdelComitéCentraldelPartidoComunista de Cuba quizá les pasó desapercibida, ya que ninguno de los dosconocía a sus protagonistas. Bajo el epígrafe de Sucesos, la pequeña reseñadecía: Lamentamos comunicar el fallecimiento del ilustre profesor de laUniversidad de La Habana, Doctor Asnaldo Cortiza, emérito maestro ycompetentelicenciado,queencontrólamuertejuntoaotrogrupodeprofesoresabordodelvehículoquemanejabasunietaIrisAngerí,quecarecíadelicencia.Loscincoocupantesfallecieronenelacto.

108Al día siguiente de aterrizar el avión en el aeropuerto deMadrid se inició laautopsia que, a instancias de Sofía, había tramitado Jaime Espinosa. Era lasegunda que se le iba a practicar al cuerpo del escritor, esta ya en territorioespañol.

LamujerdeAlbertonosecreyólaversiónoficialqueledijeron,porquesumaridonuncahabíapracticadoelsubmarinismoynoeranormalque,justoeldíaantesdemarcharsedeCuba,seleocurrierairaunaexcursiónqueincluyerauna inmersión, algo que además nunca le habíamencionado. Le parecíamuyextraño que allí no hubiera nadamás que tres cubanos a los cuales luego nopudieron encontrar ni Jaime, ni David Muntaner, cuando viajaron a por elcuerpo.Solamentehablaronconelchoferdelcochequelesllevó,queselimitóadecir que le vio muy animado y que luego, cuando regresó la barca a todavelocidad,yaestabaallípreparadalaambulancia.

Sofía tampoco entendía que el ordenador portátil que le trajo Jaimecontuvieraunanovelaperfectamente terminada.Eraverdadque lehabíadichoqueestabaescribiendo,peronosecreíaqueestuvieraacabada.Además,aunqueelestilosíqueeraelsuyo,elargumentoleparecíasorprendente,pensandocon

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rotundidadqueaquellonolopodíahaberescritosumarido.Recordaba que Jaime le había contado que David Muntaner tenía una

copia de seguridad de todo lo que estaba en la memoria. Le había referidotambiénuncontratoquefirmaronantesdequeAlbertosemarcharaaCuba,porlo queparecía era totalmente legal que tuvieran los derechos sobre lo que allípudierahaberescrito.

Lamañanaeramuycalurosa.SofíahabíaacudidoalInstitutoAnatómicoForensedelaCiudadUniversitariajuntoasucompañeraBeatrizMolineroysujefePabloOlivares.AunqueagradecióaJaimequeacudieraaCubaparatraerelcuerpodesumarido,paraesamañanahabíaelegidootrascompañías.

EstabanlostresenunapequeñasalitaqueleshabíanfacilitadoesperandoaquesalieranlosdoctoresOlléyLópezPerdices,médicosforensesyprofesoresadscritos a la Cátedra de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de laUniversidadComplutensedeMadrid.Lesprevinieronquelaautopsiapodíasermuylarga,porloqueSofíaacudióaúltimahoradelamañana.

Nollevaríanesperandomuchomásdemediahoracuandoentraronambosdoctoresyavestidosdecalle.

—¿Sofía?—preguntóelmayor.La mujer había acudido con un vestido totalmente negro, que se había

comprado para la ocasión, y llevaba unas gafas oscuras de gran tamaño queocultabanparcialmentesurostro.

—Sí,soyyo.Seacercóylediounbeso,presentandoseguidamenteasucompañero:—EldoctorLópezPerdices.Igualmentecruzóconlaviudaunpardebesosyalasotrasdospersonas

lesdiolamano.—Porfavor,¡sentémonos!EmpezóhablandoeldoctorOllé:

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—Hemos realizado una intervención que habrá tenido una duraciónpróximaalascuatrohoras.Estoquelevamosadecirnopodemosconsiderarlodefinitivo, toda vez que hemos preparado numerosas muestras de diferentestejidosyórganosparasuenvíoaanatomíapatológica.Nosotroshemostrabajadosobreunaseriedepruebasquehemosrealizadoenelcuerpo.

TantoSofíacomosusdosacompañantesescuchabanconsumaatención.—Señora —intervino López Perdices—, nosotros no tenemos ninguna

dudadequesumaridofallecióporunneumotóraxproducidoporlaroturadelapleura visceral que recubre los pulmones. Durante el ascenso sufrió unbarotraumaconelconsiguientedesgarrodelosalvéolospulmonaresyposteriorentradadeaireenlacavidadtorácica.

Lamujerteníaunaexpresiónquedemostrabaclaramentequenoentendíalaspalabrasdelforense.

Ollé se dio cuenta y, pidiéndole permiso muy diplomáticamente a sucompañero,lehablóaSofíaenotrostérminos:

—Nos explicaremos mejor con un ejemplo, si nos permite. Mire, elvolumen del aire y la presión se comportan inversamente proporcionales. Esdecir, amáspresión, el aire,quenodejade serungas,ocupamenosespacio.Todoapuntaaquesumaridodebióllenarlospulmonesenelfondo,quizáadiezoquincemetros,y subir a la superficie sin soltar el aire.Eneseascenso, al irdisminuyendo la presión, el volumen de los mismos se incrementópaulatinamente.

—¿Peroesopuedeprovocarlamuerte?—intervinoPabloOlivares.—Mire,ensolodiezmetros,elaireseexpandealdoble—explicóLópez

Perdices.—Peroyorecuerdohaberbuceadodejovenybajaramuchaprofundidad,

sinsoltarelaire,ynopasarmenada—indicóeljefedeSofía.—¿Conbotellaoapulmónlibre?—preguntóOllé.—Apulmónlibre—confirmóPablo.—Entonces es lógico que no le pasara nada, porque cuando bajó, los

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pulmonesseleencogieronalaumentarlapresión,peroestandoabajonometióaire.Elproblemaescuando,teniendolospulmonescontraídosporlapresiónqueejercelaprofundidad,semeteaireparadejarlosasuvolumennormal.Repito,alsubir,elvolumendelairecomprimidoquecontienensehamultiplicadopordosoportres.

Paradarunejemplomásclarificador,Ollédijo:—Escomosiaungloboqueestáhinchadoensuvolumennormal,sele

meteeldobledeaire.Parecióqueconaquellaexplicaciónloentendieronlostresconunamayor

claridad,yestohizoquepermanecieranunosinstantesensilencio.—Los buceadores —siguió hablando Ollé— lo llaman sobrepresión

pulmonar.VolvióaintervenireljefedeSofía:—¿Ynohayningunamarcaenelcuerpo?Despuésdemirarsemutuamente,Ollétomólapalabra:—Hemoshechounanálisisexhaustivoenbúsquedadeposiblesmarcasen

la piel, y no se aprecian huellas de violencia en ninguna parte del cuerpo, nihematomas, ni arañazos, ni restos en las uñas, ni parece que hubiera sidoenvenenadoonarcotizado.

—Faltanlosresultadosdelaspruebas—recordóLópezPerdices.—Efectivamente—corroboróOllémirandoasucompañero—,yahemos

dichoquevamosaenviarmuestraspero,porelmomento,nadarevelaquepuedaexistirelmásremotoindiciodeutilizacióndelafuerza.

—Sofía —concluyó López Perdices— su marido tenía los pulmonesdestrozados.Sonlesionesincompatiblesconlavida.

Quizá fue en ese momento cuando la mujer tuvo conciencia real de lamuertedeAlberto,y seríapor el calorde lahabitación,opor las impresionesacumuladasy las tensionesvividas,peroallímismovomitó lopocoquehacíamuchashorashabíadesayunado.

Despuésdequedarseunosinstantesenlasalitaybeberunpocodeagua,

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lostressalieronalacalleysedirigieronalcochedePabloOlivares.En el camino hacia su casa de la avenida de Alfonso XII los tres no

cruzaronniuna solapalabra.Lamujerviajabaenel asiento trasero juntoa suamigaycompañeraBeatriz.Sumiradaibaabsolutamenteperdidatraslasgafasnegrasquenosequitóniuninstante.

Cuandollegaronaldestino,Pablosebajóparaabrirlapuertaydijo:—Sofía,tómateeltiempoquenecesites.Lamujerlomirósindecirnada.—Mañanaestaremosallíparaacompañarte—asegurósujefe.—Pablo, muchas gracias—Sofía pronunciaba las primeras palabras en

muchosminutos—.Cuandotodoterminé,volveréconvosotrosalaSala.Sí,efectivamente,labrokerestaríaallíaldíasiguiente, laprofesional, la

economista,allíestarían todas juntas,pero laburgalesaque tantasaspiracionesteníaensujuventud,laquefuenoviadeaquelestudiante,laesposadeAlbertoyla recienteviuda, se darían cita enotro lugar, desgranando cadadetalle de losdíasquepasósumaridoenLaHabana,averiguandoquéhizoyconquién,ytodoconunfinúltimo:saberporquémurióyquiénoquiéneslomataron.Yloharíasola,paraesononecesitabaayudaalguna,peronoestabadispuestaaadmitirlaversiónoficialque lehabíandichoe ibaa trabajar,hastadonde ledejaran susfuerzas,paraaveriguarlaverdad.

109Amanece en La Habana llevaba camino de constituirse en el mayor éxitoeditorialdelgrupoquepresidíaGerardMaciá.LastímidascríticasquesehabíanlevantadocontraélensuConsejodeAdministraciónporlaapologíaqueellibrohacíadelrégimendeFidelCastrofuerondesmontadasrápidamenteporelhábilMaciá con las cifras de ingresos en la mano, no solo de esa novela y la delpróximoéxitodeLoslibrosdelReyFernando,sinoconunareedicióndetodasu

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obraanterior.Elqueenunosdíasaparecierannumerososartículosdeprensahablando

tantodellibrocomodesuautor,queentelevisiónpasarannumerososreportajessobrelaisla,quelasreservasparaviajaraCubaseincrementarannotablementey,pararemate, laproyeccióndelabanderacubanaconrayosláserrojo,azulyblanco sobre la Torre deMadrid desde la plaza de Callao, habían hecho quefuera,yconmuchadiferencia,ellibromásvendidoenelpaís.

Respecto a la crítica, había de todo. La mayoría trataba el libro conmenospreciotildándolodeguíadeturismoconargumentoodefolletíncastrista,pero otros medios, algunos del mismo grupo de la editorial que lo publicó,hablabandenuevosvientosenCuba,deunéxitoalargoplazodeunmodelodesociedad, y de las incertidumbres que se abrirían si no siguiera unmodelo degestiónsocialista.

La tarde del cuatro de octubre de aquel año era fría. El otoño habíaentradoconfuerzaylatemperaturahabíabajadodrásticamente.

El taxi cruzaba la ciudad que, a esa hora, se encontraba inmersa en suintensadinámicahabitual.Ensuinteriorunamujersedirigíaalacitaqueteníaconcertadahacíadossemanas.

La decoración de la sala de espera era clásica. Tanto en los sillones decuero con botones a juego como en las mesas de mármol blanco llenas deadornosantiguos.Losvisillosylasgruesascortinas.Losespejosyloscuadros.TodoibaenarmoníaconelbarriodondesesituabalacalleAntonioMaura.

Mientrasesperabasolaenaquellasalavacía,pensabaenelmesenelqueseencontrabae,instintivamente,empezóaecharcuentastantohaciaatrás,comohaciadelante.Enesemomento, entróunmatrimonio.Ella estaba embarazada.Siempre había pensadoque lo habitual era acudir al ginecólogo con la pareja,conelpadredelniño.

Lamujer,ayudadaporsumarido,sesentócondificultad.Alcabodeunos

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minutos,lareciénllegadapensóenmatarlaesperaconunratodelectura.Sacódesubolsounlibroysedispusoaleermientrassuparejaojeabaunperiódico.

Cuando Sofía vio la portada, cerró los ojos con fuerza y aspiróprofundamente.