los efectos secundarios de las relaciones industria-profesionales de la salud
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el CIMUN realizó una revisión de la evidencia sobre el impacto de las relaciones industria-profesionales de la salud y encontró información importante sobre los efectos negativos que estas relaciones pueden tener sobre la salud de los pacientesTRANSCRIPT
Sabía usted que ǀ Mayo 2012
Los efectos secundarios de las relaciones industria-
profesionales de la salud y los beneficios de la transparencia
La gran ola mediática que desató el proyecto de ley del Ministerio de la Protección Social para
la reglamentación de los registros sanitarios de productos biológicos y biotecnológicos en
Colombia, suscitó gran polémica al descubrirse que varios de los grupos de opinión que
atacaban el proyecto sostenían relaciones con la industria farmacéutica multinacional. Estos
grupos defienden que las relaciones económicas y académicas con la industria farmacéutica no
afectan la independencia de sus opiniones y que incluso, son necesarias para la investigación
biomédica y la gestión del conocimiento [1,2]. Al respecto, el CIMUN realizó una revisión de
la evidencia sobre el impacto de las relaciones industria-profesionales de la salud y encontró
información importante sobre los efectos negativos que estas relaciones pueden tener sobre
la salud de los pacientes.
El marketing farmacéutico dirigido a profesionales de la salud consiste en numerosas prácticas
dirigidas a favorecer la prescripción de los medicamentos y dispositivos médicos
promocionados. Éstas van desde pequeños obsequios, como esferos, tazas, calendarios y
carpetas; hasta la financiación de comidas, congresos y viajes, por mencionar algunos. Algunas
formas de marketing no muy conocidas por el público en general se describen en la tabla 1
[3]. A pesar de que muchos prescriptores afirman que estas prácticas promocionales no
afectan su criterio, se ha documentado cómo, hasta los más pequeños obsequios, pueden
influenciar la tendencia a prescribir un medicamento [4], como se verá más adelante.
Tabla 1. Formas no tradicionales de marketing farmacéutico [3]
Patrocinio de la industria a la formación médica y farmacéutica continua
Financiación a médicos “lideres de opinión clave”
Artículos en revistas médicas escritos por “autores fantasma”
Financiación para el desarrollo de guías de diagnóstico y tratamiento
Campañas de relaciones públicas con publicidad sobre tratamiento de enfermedades
sin citar marcas
Financiación de grupos de pacientes y sociedades médicas
Estudios de preparación del mercado (estudios de “fase IV” sin objetivos científicos
claros)
Publicidad en internet
Suplementos en revistas profesionales, revistas médicas gratuitas
Descuentos para las farmacias, vinculados al volumen de ventas
El problema radica en que las campañas de marketing de la industria dirigidas a los
profesionales de la salud y a los pacientes tienden a exagerar los efectos benéficos de los
fármacos y ocultar o subestimar sus efectos negativos. Además, la industria dirige y enfatiza su
promoción a los medicamentos nuevos, más caros, y no necesariamente mejores. De hecho,
para entrar al mercado, un medicamento no tiene que demostrar que es mejor que los
medicamentos previamente comercializados [3,5] y se ha documentado que gran parte de los
medicamentos que recientemente han entrando al mercado no suponen avances terapéuticos
relevantes, muy probablemente debido a una dinámica de innovación farmacológica que
responde aun mercado capitalista [3].
En muchos casos se ha observado también la promoción por parte de la industria de usos no
autorizados por la agencia de medicamentos local (off-label). En estos casos el fabricante no ha
demostrado frente al ente regulatorio que el balance riesgo/beneficio del medicamento es
adecuado en la indicación particular [6]. Esta práctica, ilegal en USA, fue responsable de la
mayor parte de multas instituidas por el gobierno federal de este país a la industria en los
últimos 20 años [7].
El esfuerzo económico de la industria puesto en la promoción es considerable, hecho que por
sí mismo sugiere su alta efectividad. En USA, el gasto de la industria en promoción
farmacéutica se estimó en 57500 millones de USD en 2004. En este año, las industrias de
investigación estimaron que cada dólar invertido en publicidad se veía reflejado en un aumento
de 8,34 USD de las ventas. Todos estos gastos, lógicamente, repercuten en el precio de los
medicamentos [3]
Revisiones sistemáticas han demostrado la relación directa entre la frecuencia de contacto
con representantes de la industria farmacéutica y la adopción de un comportamiento
favorable por parte de los médicos para la industria farmacéutica, como solicitar la inclusión
de los productos de los patrocinadores en los formularios hospitalarios. Además, los médicos
que pasan más tiempo con los representantes tienen una menor tendencia a la prescripción
racional, disminuyendo además la capacidad de reconocer las afirmaciones incorrectas acerca
de los medicamentos [8-12].
La financiación de la formación médica continua por parte de la industria aumenta la
probabilidad de prescripción de los productos comercializados por los patrocinadores. Esta
probabilidad es aun mayor cuando el profesional asiste a conferencias dictadas por líderes de
opinión clave que reciben financiación de la industria. La financiación privada de actividades de
investigación médica y farmacéutica se ha visto asociada fuertemente a sesgos que favorecen a
los patrocinadores, como se ejemplificará más adelante [3, 5,11].
En USA, una encuesta nacional mostró que el 94% de los médicos se involucraban en
campañas de marketing o en pagos directos de la industria para la promoción de los
productos [12]. En Colombia, la prensa ha documentado que son comunes e, incluso,
rutinarias este tipo de prácticas junto con la influencia económica en sociedades científicas,
con el objetivo de modificar la prescripción médica [13]. Sin embargo, no hay un registro
oficial de estas relaciones. La transparencia en esta información generaría beneficios
significativos, desalentando el sostenimiento de relaciones inadecuadas entre profesionales y la
industria, y permitiendo a lo pacientes y demás interesados vigilarlas más de cerca.
Estas relaciones, como se verá a continuación, han perjudicado directamente a los pacientes,
teniendo un impacto en salud pública que se estima considerable.
El caso más documentado, es el del analgésico rofecoxib (Vioxx®). Las agresivas campañas de
mercadeo de las que fue objeto este medicamento provocaron su sobre-prescripción, de la
que resultaron entre 88,000 y 140,000 casos serios de enfermedad arterial coronaria
atribuibles al consumo del medicamento. Su campaña publicitaria se basaba principalmente en
el beneficio de un menor riesgo gastrointestinal que los AINEs [14]. Sin embargo el
medicamento no proveía realmente beneficios substanciales frente a las opciones ya existentes
en el mercado [15].
En el caso rofecoxib se demostró adicionalmente la manipulación de resultados de los
estudios clínicos [16] y el pago a expertos para firmar algunos artículos científicos y de
opinión sin haber participado en la autoría de los mismos (ghostwriting) [17]. Existe una gran
preocupación por el desconocimiento de qué tan extendidas son estas prácticas en la
investigación biomédica.
Recientemente, los fabricantes de Vytorin® (Simvastatina/Ezetimibe) fueron demandados por
retardar dos años la publicación de un estudio que mostraba que el medicamento no era más
eficaz que la simvastatina, de la cual se disponía ya genéricos. Sin embargo, la combinación sí
era considerablemente más cara [18].
También se ha mostrado como en los ensayos clínicos y artículos científicos financiados por la
industria presentan mejores desempeños los medicamentos estudiados. Por ejemplo, una
revisión sistemática demostró que los ensayos clínicos financiados por la industria que
comparan las últimas estatinas autorizadas para entrar al mercado con otros fármacos para la
dislipidemia tenían tendencia a favorecer la estatina patrocinada [19].
Otro caso que conviene citar es el del drotrecogin alfa (Xigris®), un medicamento para la
sepsis severa, que fue retirado del mercado mundial después de 10 años de grandes ventas,
producto de una exitosa campaña de marketing, por falta de efectividad, además de los riesgos
de sangrado y aumento en la mortalidad que ya habían sido evidenciados. Paradójicamente,
unas reconocidas guías de práctica clínica publicadas en la revista Critical Care y elaboradas por
un panel de reconocidos expertos en el tema recomendaban su uso con un alto nivel de
evidencia, la cual había sido ampliamente criticada por otros expertos. Se cuestiona si el sesgo
en la publicación pueda estar determinado por el hecho de que el 90% de los recursos para su
elaboración haya sido financiado por el fabricante del medicamento [20].
En Francia, el antidiabético benfluorex (Mediator®) causó de 500 a 2000 muertes por su
toxicidad cardiaca y al menos 3500 hospitalizaciones por valvulopatías cardiacas,
constituyendo uno de los escándalos más grandes de salud pública que ha enfrentado este
país. La agencia regulatoria francesa (AFSSAPS) fue juzgada fuertemente por permitir que el
medicamento siguiera en el mercado años después de que fuera retirado de otros países por
sus altos riesgos y escasa eficacia. Pacientes y aseguradores demandaron al laboratorio
fabricante. La seguridad social francesa estimó haber rembolsado el medicamento por 423
millones de euros en total, de 1999 a 2009. Posteriormente, se evidenció cómo el fabricante
logró ocultar las propiedades adictivas y anorexígenas del medicamento y presionar a la
agencia para mantener el fármaco en el mercado. Más recientemente se establecieron vínculos
económicos entre el laboratorio fabricante y ciertos expertos que funcionaban como
evaluadores en la agencia del medicamento francesa [21, 22].
Otros casos como la rosiglitazona (Avandia®), dextropropoxifeno y sibutramina muestran
cómo su comercialización se mantuvo a pesar del balance riesgo/beneficio desfavorable,
ocultando información o alterándola, y ocasionando un número considerable de victimas
evitables [23-25]. En efecto, al privilegiar la información independiente en el momento de
evaluar el balance riesgo/beneficio de los medicamentos se hubiera evitado el sobreconsumo
de estos productos. Además, la transparencia en los pagos recibidos por expertos pudo haber
permitido detectar más fácilmente los sesgos en artículos científicos, guías de tratamiento
clínico y conferencias que contribuyeron a estos hechos.
En USA, the Patient Protection and Affordable Care Act hará obligatorios los reportes públicos
de transparencia desde septiembre de 2013. Una base de datos en línea diseñada para facilitar
la búsqueda será disponible y permitirá a cualquier persona interesada buscar por nombre del
profesional de la salud y verificar las cifras de dinero recibidas por el mismo, discriminadas por
rubro e industria aportante. Sería bastante beneficiosa la universalización de este tipo de
recursos, iniciativa que los gobiernos deben empezar a estudiar prontamente [26].
También es claro que el gobierno tiene la obligación de fortalecer sus capacidades regulatorias
para controlar la publicidad, la promoción farmacéutica y fomentar la transparencia, además
de facilitar el acceso a la información para la prescripción independiente. Entre tanto, Los
profesionales de la salud deben conservar su independencia, lo cual sólo se logra cortando las
relaciones con la industria y diferenciando información para la prescripción de la publicidad. La
financiación de la educación médica continua mediante recursos públicos solucionaría gran
parte de estos problemas y se vería recompensada con la disminución en los gastos que
ocasiona la prescripción irracional. Además se disminuiría el consumo innecesario de
medicamentos que desvía recursos sanitarios y evita el acceso a una gran parte de la población
a medicamentos esenciales.
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