lukacs. lucha de clases

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La lectura de mis artículos de aquel período no puede sino con­ afirmar esta existencia simultánea de contrastes netos. Si pienso, por ejemplo, en mis ensayos literarios de esa época, que no son muy numerosos ni muy importantes, encuentro que muchas veces el idealismo agresivo y_ paradójico que los matiza es superior,a[ de mis primeras obras. Pero al mismo tiempo avanza también el proceso irrefrenable de asimilación del marxismo. Así, si yo veo en •este dualismo desarmónico la línea fundamental que caracterizó las ideas de aquellos años no se debe llegar por eso al extremo opuesto, a presentar una especie de cuadro en blanco y negro, como si una positividad revolucionaria en lucha contra la negatividad de las supervivencias burguesas agotara la dinámica de estas oposiciones.

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INSTITUTO DEL LIBRO,LA H ABANA.1970

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EDITORIAL DE CIENCIAS SllelALB

Ttulo orig,nol en alemn : GESC:HICHTE UNO KLASS.lN

BEWUSSTSE I N

Traducc,n del francs: Francisco Duque, totejado con 1111

traduccin italiana por G1annina Bertorelli.

DISEO : ROBERTO CASANUEVA

Edicin: Teresa Blanco

Editorial de Ciencias Sociales del Instituto del Llbro, calle 19 Nro. 1002, Vedado, la Habana, Cuba.

NOTA A LA EDICiN

El nombre de George Lukcs se ubica entre los tericos ms des tacados del pensamiento marxista en nuestro siglo. N acido en 1885, se forma bajo la influencia del pensamiento de Georg Simmel y M ax Weber, y con este bagaje inicial aborda la proble mtica hegeliana y posteriormente la marxista.

Lukcs se vincula al movimiento revolucionario encabezado por Bla Kun que culmina en la formacin de la_ efmera Repblica , de los Consejos en H ungra, en 1919. En 1'9231 aparece Historila

y conciencia 'de clase, publicada por la editorial M alik de Berln. Forma el texto un conjunto de ensayos breves, que cons tituyen su obra ms influ yente y ms controvertida.

Historia y conciencia de clase retorna a la cuestin de la valida.. cin de la relacin objeto-su jeto en el sentido en que fue esbozada por M arx t que interviene en la creacin misma del materialismo histrico. Y lo hace en el contexto de la problemtica marxista madura, 1J vale decir de la problemtica marxista-leninista, pues to que Qu hacer? ha sido manejado por Lukcs. Al decir retor na se significa un hecho: el discurso sobre el tema en el perodo que media entre su tratamiento expreso por M arx {1845) y la pre paracin de la obra de Lukcs (1918-1922) se ha desenvuelto dentro de los lmites de una teora del conocimiento tradicional. En Historia y conciencia de clase reaparece el nexo objeto su,ieto considerado en la medida en que trasciende la relacin cognoscitiva monista a que haba sido circunscrito y en su verda dera dimensin estructural y funcional dentro de la dinmica del sistema social.

La posicin de Lukcs se enmarca en coordenadas estrictamente tericas y ocurre en un momento de caractersticas muy especiales que no pueden dejat se de reconocer. La crisis revolucionaria de princi pios de siglo ha tocado a su fin con el saldo siguiente: se consolida fa dictadura del proletariado y se inicia el proceso de construccin socialista en la URSS con la ausencia lamentable mente temprana de Lenin, su cabeza directriz insustituible, y sin punto de apoyo externo ya que los dems esfuerzos revolucio narios del perodo han fracasado. En el resto del movimier.to comunista europeo, especialmente dentro de la socialdemocracia alemana, su bastin ms slido, predomina una fuerte corriente reformista o aun en las fracciones de izquierda ms consecuentes, de impotencia casi absoluta. Frente a esto, en el plano terico es bien conocido el proceso que se inici, con la muerte de Lenin y que condujo a un conjunto de mecanismos de restriccin terica

que se harn tpicos y que encuentran explicacin en un cntexto

ms amplio de circunstancia s histricas. La obra de Lukcs, que ve la luz en este entorno, resulta condenada en el V Congreso de la Internacional Comunista en 1924, par boca de Zinoviev conjuntamente con Marxismo y filosofa de Karl Korsch, y le vale la expulsin del CC del Partido Comunista Hngaro.

La condenacin del libro y sus implicaciones inmediatas provocan en Lukcs un efecto singular. A diferencia de otros tericos marxistas de la. paca cuya produccin tuvo un destino semejante (Korsch, Bloch), Lukcs antepuso la defensa de su derecho de pertenencia oficializada al marxismo a la opcin de abandonar el reconocimiento partidario para concentrarse en un quehacer terico dentro de un marco ilusorio de liberta.des y de respons bilidades estricta.mente personales. Lukcs nunca dej de militar en las filas del partido comunista, y esto lo distingue definitiva

mente de Korsch, de Bloch y de otros contemporneos. Desde 1930 hasta la liberacin de Hungra vive y produce en la Unin Sovitica.

Sin embargo, el curso de su trayectoria terica queda marcado por los hechos de 1924. No le vale su brillante ensayo sobre Lenin ( que es a su vez una ratificacin de criterios en el len nismo) como crdito para una pasible rectificacin de la sancin oficial. Desde entonces su centro de atencin deriva cada vez con ms acento de la problemtica poltica y del pro yecto de realizacin revolucionaria hacia los problemas de la creacin art stica y literaria a los que ya haba dedicado trabajos de juventud .

Desde su ensayo sobre Lenin, Lukcs se aleja muy raras veces de la problemtica esttica, y solamente en dos ocasiones en empe os verdaderamente significativos. En El joven Hegel y los pro blemas de la sociedad capitalista, especie de saldo a una deuda de formacin. Despus de la II guerra mundial publica El asalto a la razn que pretende explicar el enraizamiento del nacional socialismo en la pers pectiva del irracionalismo alemn a partir de las doctrinas de Nietzsche y Schopenhauer. El texto de este ensayo tiene que ver mucho ms directamente con la historia de la filoso[ a occidental que con la problemtica ideolgica y pol- tica del nacionalsocialismo.

Por lo dems el recuento de su produccin importante a partir de la dcada del '30 lo dan los hitos siguientes: La novela histrica (1937), publicado por entregas en la revista L1teraturni Kritik, en la URSS. Los trabajos sobre Balzac, Goethe, Thomas M ann, el realismo alemn del siglo xrx. El grupo de ensayos que integran las Aportaciones a la historia de la esttica (1954) que fuerorl escritos entre 1932 y 1952. Los prolegmenos a una esttica mar

,ista, en que procura una fundamentacin a su monumental Estti ca, a la que parece haber decidido consagrar la ltima etapa pro iluctiva de su vida y que cuenta ya con cuatro volmenes publifa.dOs,

La extensa obra esttica de Lukcs -que interesa por su profun didad desde antes de Historia y conciencia de clase- constituye materia obligada de referencia, tal vez la ms completa en el gnero desde una ptica inequvocamente interna al pensamiento marxista contemporneo. Subyace a la obra el esfuerzo mi'cohe rente que se ha llevado a cabo hasta hoy por racionalizar la a[ir macin de un realismo supuestamente inherente a la creacin artstica y literaria en el mbito de las relaciones socialistas.

Desde la edicin original de Historia y conciencia d clase slo fue reeditada en 1957 en francs por ditions de M inuih>, sin la autorizacin d el autor. Recientemente fue publicad a en italiano, esta vez con el consentimiento de Lukcs, y con un pre facio que escribi a propsito en 1967, y en el que ser necesario detenerse.

A ms de cuarenta aos de distancia, Lukcs critica el libro desde sus actuales posiciones. Se entremezclan en el texto del pre[ acio un conjunto de argumentos crticos que si bien un0s pueden resultar vlidos, otros pueden estar sujetos a polmica. Sin embar go, se ha pre ferido la inclusin del mismo en esta edicin para que el lector tenga los elementos de anlisis, que toda lectura rigurosa supone para una cabal comprensin de los valores perdu rables que en la obra se encuentran; lo que motivan que la misma sea hoy nuevamente impresa.

EL EDITOR

PREFACIO

En un r,iejo escrito autobiogrfico (1933), he definido la primera etapa de mi evolucin como mi camino hacia M arx. Los ensayos reunidos en el presente libro caracterizan mis verdaderos aos de aprendiza je d el marxismo. Al recoger y publicar aqu los docu"' mentos ms importantes de ese perodo (de 1918 a 1930) quiero subrayar precisamente su carcter de intentos, sin atribuirles en modo alguno un significado actual en la lucha presente por un marxismo autntico. Esta puntualizacin es un imperativo de honrad ez intelectual si se tiene en cuenta toda la incertidumbre que hoy existe acerca de cul es el que debemos considerar como ncleo fundamental, y mtodo permanente del marxismo. Por otro lado, cualquier esfuerzo para captar correctamente la esencia del marxismo puede tener una importancia documental, a con.. dicin de qwe se logre mantener una actitlld suficientemente cr.. tica, tanto con relacin a esos esfuet ::os como con respecto a la situacin actual. Por consiguiente, los ensayos de este libro no ustran slo los momentos de mi evolucin personal, sino que muestran al pro pio tiempo las et.ar.as de un camino ms general: etapas que, una vez que se haya adoptado la suficiente distancia crtica, no carecen de significado tambin para comprender la si.. tu.a.cin actual y superarla.

Como es natural, no me es posible caracterizar correctamente mi actitud de 1918 con respecto al marxismo sin remitirme breve.. mente a su prehistoria. En el esbozo autobioqrfico que acabo de mencionar, he recordado que le algo de M arx ya siendo estu diante de bachillerato. M s tarde, en 1908 aproximadamente, tom en consideracin tambin E] capital para dar un fundamento sociolgico a mi monografa sobre el drama moderno. M e intere saba entonces sobre todo el M arx socilogo, que qo miraba a travs de lentes metodolgicas ampliamente condicionadas pot Simmel y M ax Weber. Reanud mis estudios sobre M arx du"' rante la primera guerra mundial, impulsado esta vez por intereses filos ficos generales y bajo el influ jo predominante, no ya de los, estudiosos contemporneos de las ciencias del espritu, sino de H egel.

N aturalmente, aun esta influ 'encia hegeliana era muy discorde. Por un lado, Kierkegaard haba desempeado un pa pl importante en mi formacin iuvenil -en H eidelberg, en los ltimos aos de la preguerra me pro pona incluso ocuparme de su crtica a Hegel en un ensayo monogrfico- : por el otro, el carcter contradictorio de mis ideas sociopolticas me inclinaba hacia el sindicalismo y ' sobre todo la filoso fa de Sorel. Yo trataba de superar el radi,. calismo burgus, p_ero rechazaba l teora sodaldemcrata ( espe cialmente Za de Kautsk y ) . Erwin Szabe, gua espiritual de la

8 oposicin hngara de izquierda en la socialdemocracia, llam mi atencin sobre Sorel. Ad ems, durante la guerra le las obras de Rosa Luxemburgo. Todo esto daba como resultado una amal gama, internamente contrad ictoria en la teor a, que se volvera decisiva para mi pensamiento en los aos de la guerra y de la inmediata posguerra.

Creo que si quisiramos reconducir a un nico denominador desde el punto de vista de las ciencias del espritu- las patentes contra dicciones de aquel perodo, para reconstruir una evolucin espi ritual orgnica e inmanente, nos alejaramos de Za verdad efectiva. Si se admite, en el caso de Fausto, que un mismo pecho puede albergar dos almas, por qu no ha de ser posible reconocer la accin simultnea y contradictoria de tendencias espirituales opuestas en un mismo hombre, un hombre normal que pasa de una clase a la otra, en el proceso de una crisis mundial? Yo por lo menos, en la medida en que pwedo volver con la memoria a aquellos aos, encuentro en mi mundo ideal de entonces tendencias simultrveas, por un lado, hacia la asimilacin del marxismo y la activacin poltica y, por el otro, hacia una constante intensifi cacin de planteamientos caracterizados por un puro idealismo tico,

La lectura de mis artculos de aquel perodo no puede sino con firmar esta existencia simultnea de contrastes netos. Si pienso, por ejem plo, en mis ensayos literarios de esa poca, que no son T!i muy numerosos ni muy importantes, encuentro que muchas veces el idealismo agresivo y_ parad jico que los matiza es superior

,a[ de mis primeras obras. Pero al mismo tiempo avanza tambin el proceso irrefrenable de asimilacin del marxismo. As, si yo veo en este dualismo desarmnico la lnea fundamental que carac teriz las ideas de aquellos aos no se debe llegar por eso al extremo opuesto, a preentar una especie de cuadro en blanco y negro, como si una positividad revolucionaria en lucha contra la negatividad de las supervivencias burguesas agotara la dinmica de estas oposiciones. El trnsito de una clase a la clase que le s especficamente enemiga es un proceso muy comple jo. Si me iniro a m mismo hacia atrs en el tiempo, veo que mi actitud con respecto a Hegel, mi idealismo tico, con todos sus elementos de anticapitalismo romntico, contenan sin embargo algo positivo para la imagen del mundo qtte surga para m de esa crisis: desde fuego, tuve primero que superar esas tendencias en tanto que tendencias dominantes, y au11 codeterminantes, hasta que -modi ficadas varias veces radicalmente- se trasformaron en elementos de una nueva imagen del mundo, ya unitaria. Es ms, tal vez cabe afirmar aqu que mi pro pio conocimiento ntimo del mundo capitalista intervino en esta nueva sntesis como algo parcialmente positivo. Nunca incurr en 'el error, que he observado en muchos obreros e inteiectuales pequeoburgueses, un error impuesto, en ltimo anlisis, por el mundo capitalista. M e ha preservado de ello el odio que se remonta al perodo de mi adolescencia, un odio lleno de desprecio hacia la vida. en el capitalismo.

Pero no siempre la confusin es el caos. H ay en ella tendencias9 que, si bien a veces pueden reforzar temporalmente las contra dicciones internas, acaban sin embargo por hacerlas explcitas.

As , la tica representaba un estmulo haca la praxis, hacia la accin, es decir, la poltica., y por ende hacia la economa: todo esto llevaba a una pro fundizain teortica y finalmente a la filoso fa. del marxismo. Por supuesto, se trata de tendencias que habitual

mente slo se d esarrollan de una forma lenta y no homognea. Ya durante la guerra, despus de la revolucin rusa, empez a: hacerse sentir una orientacin de este tipo. Como observo en el pre facio de la nueva edicin, la Teora de la novela surgi cuando.

todava dominaba un estado de desesperacin general: no debe asombrarnos, pues, el hecho de que en ella yo viera el presente, al estilo de Fichte, como una condicin de contaminacin total,, ni de que cualquier pers pectiva o solucin resaltara una vana utopa. llna perspectiva para el futuro se abri ante m en la. propia realidad , slo con la revolucin rusa:, con el d errocmiento del zarismo y, con ms razn, con el del capitalismo. A pesar de que nuestro conocimiento de los hechos g los princi pios fuera tO.:. dava muy limitado y poco seguro, vimos sin embargo que -por fin!- se abra ante la humanidad un camino que nos llevara ms all de la guerra g d el capitalismo. Ciertamente, al hablar de este entusiasmo no debemos tratar de embellecer el pasa.do. Yo tambin

-y aqu hablo a ttulo exclusivamente personal- viv un breve momento de transicin, cuando las ltimas vacilaciones ante la decisin ltima y d efinitivamente correcta hicieron surgir prol'i swnalmente una malograda cosmesis espiritual, adornada con ar.. gumentos de complacida abstraccin. Pero la decisin ya era inevitable. El breve ensayo Tctica y tica muestra sus motivos humanos interiores.

En cuanto a los pocos ensayos del perodo de la Repblica H n.. gara de los Concejos y a su pre paracin, no hay mucho que decir. N osotros estbamos -y yo lo estaba tal vez menos que nad1e espirituamente muy poco pre parados para las grandes tareas que tenamos por d elante; nuestro entusiasmo trat, simple pero hones ta.mente, de sustituir a la dencia y a la experiencia. M e limitar a recordar los nicos hechos que aqu nos interesan en partcula : tenamos escaso conocimiento de la teora leninista de la rtevo

lucin, de su prosecucin esencial del marxismo en estos campos. Slo se haban traducido y nos eran accesibles pocos artculos y opsculos y, en cuanto a los hombres que haban partici pado en la re1J olucin rusa, algunos eran poco dotados desd e el punto de vista terico ( como Szamueli) y otros estaban, desd e el punto de vista intelectual, bajo la influencia de la oposicin msa izquierda. ( como Bela Kun ). Hasta la emigracin vienesa no me fue po

$ible alcanzar un conocimi'ento ms pro fundo de Lenin com terico, de modo que tambin en mi pensamiento de entonces hubo una operacin dualista. Por un [c,do, no logr asumir un actitud de princi pio correcta con respecto a los errores opor fr.tJ nistas fatales de la poltica de entonces, ni tampoco con relipect"

10a la solucin puramente socialdemcrata del problema agrario: por el otro, mis propias tend encias intecectuales en el dominio de la poltica cultural me impulsaban hacia una postura abstracta mente utopista. H oy, a la distancia de casi medio siglo, me pa rece asombroso que hayamos logrado dar vida a no pocas cosas susceptibles de d esarrollo. (Para no salirnos del mbito de la teora, quisiera recordar que ya en ese perodo estaba redactando los dos ensayos Qu es el marxismo ortodoxo? y El cambio de Euncin del materialismo histrico. Aunque los elabor luego para Historia y conciencia de clase, no modifiqusu orientacin fundamental.)

La emigracin a Viena inicia un perodo de estudios dedicados sobre todo al conocimiento de las obras de Lenin, estudios que desde luego no me alejaron ni por un instante de la actividad revolucionaria. Era necesario ante todo dar una continuidad al movimiento obrero revolucionario en Hungra, encontrar consignas g adoptar medidas que fueran capaces de mantener su fisonoma a pesar del terror blanco y promover el desarrollo, de recha2at las calumnias contra la dictadura -tanto las de la reaccin como las de los socialdemcratas- e iniciar al pro pio tiempo una auto crtica marxista de la dictadura del proletariado. Adems, en Viena nos encontramos con la corriente del movimiento revolu cionario internacional. En aquella poca, los emigrados hngaros eran tal vez los ms numerosos y los ms divididos, pero no eran los nicos. De una forma ms o menos estable, en Viena vivieron como emigrados muchas personas procedentes de los pa ses ba[.. cnicos y de Polonia: adems, Viena era un centro internacional de trnsito, donde entrbamos constantemente en contacto con co munistas alemanes, franceses, italianos, etc. N o debe extraarnos, pues, que la reoista Kommunismus, surgida en esas circunstancias, se convirtiera por algn tiempo en el rgano princi pal de las co- rrientes de extrema izquierda en la lll Internacional. Adems de los comunistas austracos y de los emigrados hngaros y polacos, que constituan el niideo directivo interno y el grupo de colabo radores permanentes, tambin simpatizaron con la revista, y apor taron sus esfuerzos, italianos de extrema Z tc/'zaron en

nosotros la conviccin de que la revolucin mundial se acercaba ll) rpidamente, de que la trasformacin total del mundo civilizado estaba prxima. Cuando hablamos del sectarismo del principio

de los aos veinte, no se debe pensar en aquella forma espectica de sectarismo que se desarroll en la praxis stalinista. Este ltimo se propona ante todo poner a salvo de cualquier reforma las re laciones de poder ya constituidas y, por consiguiente, tena un carcter conservador en sus objetivos y burocrtico en sus m todos. El sectarismo de los aos veinte, ten cambio, se propona objetivos caracterizados por un utopismo mesinico, y en el fondo de sus mtodos se encontraban actitudes antiburocrticas. Estas dos tendencias, sectarias las dos. tknen en comn nicamente la forma en que se designan; desde el punto de vista interno, pre sentan contrastes muy grandes. ( Que ya entonces se hubieran in troducido en la 1/1 Internacional las costumbres burocrticas de Zinol'ieiev y sus secuaces es ciertamente un hecho real. as como tambin es cierto que en los ltimos aos de su enfermedad Lenin se vio atenazado por la preocu pacin de cmo combatir, sobre la base de la democracia proletaria. la burocratizacin cteciente y espontnea de la Repblica de los Concejos. Pero aqu tambin es visible la diferencia entre el sectarismo actual y el de entonces. Mi ensayo sobre los problemas de la organizacin en el partido hngaro est dirigido contra la teora y la praxis de Zinovieiev y Bela Kun.)

Nuestra revista contribua al sectarismo mesinico porque ap{i.. caba el mtodo ms radical en todos los asuntos. proclamando en todos los campos una ruptura total con las instituciones y las formas de vivir heredadas del mundo burgus. Se trataba, puies, de reforzar una conciencia de clase sin falsi ficaciones en las van guardias, en los partidos comunistas y en las organizaciones ju venilres comunistas. Un ejem plo tpico de esta actitud es mi en

.sayo polmico contra la participacin en los parlamentos burgueses. El resultado de ese ensayo. la crtica de Lenin, fue lo

,que me impuls a tratar de superar el sectarismo. Lenin llamaba la atencin sobre una diferencia, o mejor dicho, una oposicin decisiva: el hecho de que una institucin est superada desde el

,punto de vista histrico universal -por ejem plo. de que el par .. lamento est superado por los soviets- no significa en modo al guno que se deba rechazar la participacin tctica en ella. sino todo lo contrario. Esta crtica, cuya validez reconoc inmediata mente. me oblig a establecer un nexo ms diferenciado y me

,diato entre mis pers pectivas histricas y la tctica cotidiana. y representa as el inicio de un viraje en mis ideas. Pero trataba de un viraje dentro de una visin del mundo que segua siendo sustancialmente sectaria. Esto se vio al ao siguiente, cuando, a pesar de quee consideraba crticamente algunos errores tcticos particulares de la accin de marzo">, la sostuve sin embargo en su totalidad con una actitud crticamente sectaria.

Aqu precisameni'e es donde llega a expresarse de modo directo

J. oposicin dualista. tanto objetiva como interior .presente en

12las concepciones polticas y filos ficas de entonces. M ientras en la vida internacional toda la pasin intelectual de mi mesianismo revolucionario poda desplegarse libremente, el movimiento co munista, que poc_o a poco se iba organizando en H ungra, me pona ante decision,es cuyas consecuencias de orden general y personal, inmediatas y a largo plazo, era necesario tener en cuen ta, para fundamentar en ellas las decisiones sucesivas. N atural mente, me encontr en esta situacin ya en la Repblica de los Concejos. Y ya entoncres la necesidad de no dejar que mi pen samiento se orientara nicamente segn pers pectivas mesinicas me impuso ms de una decisin realista, tanto en el Comisariado del Pueblo para la instruccin como en la circunscripcin de cuqa direccin poltica yo era responsable. La confrontacin con los hechos, la necesidad de buscar lo que Lenin haba llamad o el eslabn ms cercano de la cadena, lleg a ser para m, entonces, ms inmediata y urgente qwe nunca. El contenido en apariencia puramente emprico de esas decisiones influ y profundamente en mi actitud terica. Esta l tima tuvo que ajustarse a las tenden cias y situaciones objetivas existentes; si se quera llegar a !lna decisin correctamente fundamentada en princi pio, no se poda permanecer prisioneros de la inmediatez de los hechos: haba que tratar constantemente de poner al descubierto las mediaciones, a menudo ocultas, que haban llevado a esa situacin y sobre todo prever cules situaciones surgiran probablemente de ella, para determinar la praxis sucesiva. La pro pia vida me sugiri enton es una actitud mental que a menudo contrastaba con mi me sianismo revolucionario utpico de marca idealista,

El dilema se agudiza an ms por la presencia, en la direc cin prctica del partido hngaro, de una corriente opuesta, una corriente sectaria del tipo burocrtico moderno, es decir, el grupo del seguidor de Z inovieiev, Bela Kun. En el plano puram mte terico, hubiera podido refutar sus concepciones como concep ciones talsamente d1e izquierda, pero en la prctica sus pro posi ciones slo podan combatirse con un llamado a la realidad coti diana, que a menudo era muy prosaica y slo a travs de media ciones muy amplias poda relacionarse con la pers pectilJa de la re11olucin mundial. Como me ha sucedido con frecuencia. tam bin en ese caso tuve suerte: quien encabezaba la oposicin contra Befa Kun era Eugen Landler, un hombre dotado de una inteligencia notable, sobre todo prctica, y tambin de una gran sensibilidad por los problemas tericos, con tal de que estuvieran realmente ligados, aunque fueraindirectamente, a la praxis re volucionaria: un hombre cuya profunda actitud interior estaba determinada por su ntima compenetracin con las masas. Su protesta contra los proyectos burocrticoaventureristas de K un me conqmst inmediatamente y siempre estul' e a su lado a partir del momento mismo en que se inici la lucha de f racciones. No puedo detenerme aqu a hablar ni siquiera de los detalles m , im portantes, y a menud o tambin interesantes de5de el punto de tJlsta' tericc;, .de esta lucha interna ,de partido; quisiera recordar

sin embargo, que la escisin metodolgica en mis ideas se pro..13 fundiz y se trasform en una escisin terico-prctica: en las grandes cuestiones internacionales de la revoiucin segu soste niendo las tendencias ele extrema izquierda; pero como miembro

del partido hngaro me convert en adversario encarnizado d el sectarismo de Kun. Todo esto se hizo evidente en la primavera de 1921. En relacin con la lnea hngara yo sostuve, de acuerdo con Landler, una poltica enrgicamente antisectaria, mientras que en el plano internacional y en el terico era al pro pio tiempo un defensor de la accin de marzo. Esta simultaneidad de tenden- cias opuestas alcanzaba as su punto culminante. Cuando se agu.. dizaron las divergencias en el interior del partido hngaro y con los primeros movimientos espontneos de los obreros ms radi cales en Hungra, el influ jo de las ideas tericas correspondientes se reforz tambin en mi pensamiento aunque no lleg a adquirir la superioridad sobre todas las dems, y a pesar de que la crtica de Lenin haba sacudido con fuerza mis ideas acerca de la accin de marzo,.

En este perodo de transicin y de crisis interior surgi Historia y conciencia de clase, qU'e redact en 1922. Consista, en parte, en relaboraciones de textos anteriores: a los escritos de 1918 se aadi el ensayo acerca de la Conciencia de clase> (de 1920). Los dos estudios acerca de Rosa Luxemburgo, as como Lega lidad e ilegalidad se incluyeron sin modificaciones sustanciales. Totalmente nuevos son solamente los dos ensayos ms importan tes e indudablemente de mayor envergadura: La cosificacin y la conciencia del proletariado> y el estudio sobre las cuestiones organizativas (para este ltimo, el ensayo Cuestiones organiza tivas de la iniciativa revolucionaria, escrito inmediatamente des pus de la accin de marzo> y publicado en la revista Die Jn.. ternationale en 1921, me sirvi como estudio pre paratorio ). Por consiguiente, d1esde el punto de vista literario, Historia y con ciencia de clase representa la conclusin y la sntesis de aquel perodo de mi evolucin que se inici en los ltimos aos de a guerra. Conclusin que ciertamente ya contena en s , por lo me nos en parte, los primeros sntomas de un estado de transicin hacia una mayor claridad , aunque esas tendencias no lograran desplegarse de modo efectivo.

Esta lucha entre orientaciones opuestas, a pro psito de las cuales no siempre se puede hablar de una victoria o de una derrota, hace ms difcil hoy la tarea de evaluar y caracterizar de forma unitaria el libro. Pero se puede tratar por lo menos de poner de relieve sus motivos dominantes. Hay que observar ante todo que

-en discordancia total con las intenciones subjetivas del autor-, Historia y conciencia de clase representa objetivamente una ten dencia en la historia del marxismo, tendencia que, a pesar de diferenciaciones notables en la fundamentacin filos fica y en las consecuencias polticas, va dirigida contra los fundamentos de la ontologa del marxismo. Pienso en aquella inclinacin a interpre tar el marxismo exclusivamente como teora de la sociedad. como

1i filosofa d-e lo social, y a ignorar o rechazar. su posicin_ con respecto a la naturaleza. Ya en los aos anteriores a la primera guerra mundial, esta tendencia estaba representada por marxistas de orientaciones diversas como M ax Adler y Lunacharski; en nuestros das se le encuentra -probablemente no sin una cierta influencia de Historia y conciencia de clase- sobre todo en el existencialismo francs y en su mbito ideolgico circundante. Sobre este problema, mi libro asume una posicin muy d'ecidida: en varios pasa jes se afirma que la naturaleza es una categora social. y la concepcin global del libro est orientada en el sen.. tido de que slo el conocimiento de la sociedad y de los hombres que viven en elia -es filos ficamente importante. Ya los nombres de los defensores de esta tendencia indican que no se trata de una verdad-era corriente; yo mismo conoca entonces a Luna. charski slo de nombre y siempre he rechazado a M ax Adler pt kantiano y socialdemcrnta. Pero, si se mira ms de cerca, se descubren algunos rasgos comunes. Es evidente, por un lado, que esta concepcin materialista de la naturaleza conlleva una sepa .. racin realmente radical entre la concepcin del mundo burguesa y la socialista; sustraerse a esta problemtica significa atenuar los contrastes filos ficos y. por ejem plo, impedir una elaboracin decidida del concepto materialista de la praxis; por el otro, esta aparente superioridad de las categoras sociales repercute desfa .. vorablemente sobre sus funciones cognoscitivas autnticas; tam bin su carcter peculiar, espec ficamente marxista, resulta ate. nuado y a menudo se disminuye inconcientemente su superacin real del pensamiento burgus.

En esta crtica, me limito naturalmente a Historia y conciencia de clase, pero con eso no quiero, en modo alguno, sostener que esta divergencia con respecto al marxismo en otros autores de actitud anloga haya sido menos determinante. En mi libro re.. percute inmediatamente, introduciendo confusiones decisivas, so.. bre la concepcin de la pro pia economa que, en relacin con el mtodo, hubiera podido representar aqu el punto central. Es cierto que se intenta hacer inteligibles todos los fenmenos ideo.. lgicos a partir de su base econmica; sin embargo, el mbito de ld economa queda reducido, ya qr.re se le sustrae su categota marxista fundamental: el trabajo como mediador del intercambio orgnico entre la sociedad y la naturaleza. Pero esta es la conse.. cu-enca obvia de una actitud metodolgica semejante. De ello se sigue que tambin se disuelven los ms importantes y verdaderos pilares de la 1Jsin marxista del mundo, y el intf!nto de sacar las ltimas consecuencias revolucionarias del marxismo con extremo radicalismo sigue necesariamente sin una autntica fundamenta .. cin econmica. Sobra decir que tambin se d isuewe aquella in. teraccin que subsiste entre el trabajo considerado en sentido au. tnticamente materialista y la evolucin de los hombres que trabajan. La gran idea de M arx, segn la cual la produccin por la produccin no significa otrfl cosa que el desarrollo de las

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queza de la naturaleza humana como fin en s, se encuentra15 fuera del mbito que Historia y conciencia de clase se propone considerar. La explotacin capitalista pierde este aspecto obje tivamente revolucionario y no se comprende el hecho de que este desarrollo de las facultades del gnero hombre, aunque se logre

sobre todo a expensas de la mayora de los ind ivid uos y de ciertas clases de hombres, acaba por romper este antagonismo y por coincidir con el desarrollo de[ individuo, de modo que un grado ms alto d e evolucin de la individ ua,idad slo se alcanza al pre. cio de un proceso histrico en el cual los individuos son sacrifi cados ( Teoras sobre la plusvala ) . De este modo, la presenta- cin tanto de las contradicciones del capitalismo como del revolucionamiento del proletariado reciben involuntariamente el acento de un subjetivismo dominante.

Se reduce as y se deforma tambin el concepto de praxis, que es fundamental para este libro. Tambin en relacin con este pro blema quise partir de M arx y trat de liberar sus conceptos de todas las deformaciones burguesas tardas, para hacerlos aptos a las necesidades del gran salto l'evolucionario en el presente. Ante todo, en aquel tiempo no me caba la menor duda de que era necesario superar de forma radical el carcter meramente con templativo d el pensamiento burgus. Por consigutente, la con cepcin de la praxis revolucionaria de este libro es algo excesiva, lo que estaba de act.terdo con el utopismo mesinico d el comu nismo de izquierda de entonces, pero no con la autntica- teora de M arx. Desde el punto de vista de aqu'el perodo histrico, es comprensible que, en la lucha contra las concepciones burguesas y oportunistas en el . interior del _movimiento obrero -que exal taba un conocimiento aislado de la praxis, presuntamente obje tivo pero separado efectivamente de cualqurer praxis- es com prensible que mi po/mica (justificada en gran medida) se dirigiera contra la exaltacin y la sobrestimacin de la contem placin. La crtica de Marx a Feuerbach reforz an ms esta actitud ma. Slo que no tu11e en cuenta que sin una base en la praxis real, en el trabajo como su forma originaria y su modelo, [{:). exaltacin del concepto de praxis se convierte necesariamente -en la exaltacin de una contemplacin idealista.

As quise distinguir de cualquier tanteo de opiniones empirista ( desde luego, esta expresin no estaba de moda entonces ) la justa y autntica conciencia de clase di?[ prolPtariado, confirin dole una irrefutable objetividad prctica. Pero no me fue posible lZegar solo a la formulacin de una conciencia d e clase otor gada. Yo tena en mente lo que Lenin afirma en Qu hacer? cuando dice que, a diferencia de la conciencia tradeunionista que

surge espontneamente, la conciencia de clase socialista es in troducida desde fuera, es d ecir, fuera de la lucha econmica, de :a esfera de las relaciones entre obreros lJ patronos ( Lenin: Obras completas, cd. Poltica, La H abana 1963, tomo V, p. 91 ) .

.As pues, lo que para m era una intencin subetiva. para Lenin

era. e,/ e,sultf do ,de,l anlisis autntieamente marxista de un mo.,,,

16 vimiento prctico en el conjunto de la sociedad; y en mi expo sicin se convirti en un resultado puramente espiritual. es decir, en algo esencialmente contemplativo. La conversin de la con ciencia otorgada en praxis revolucionaria aparece aqu -obje tivamente- como un puro milagro.

El hecho de que una intencin -correcta, en s misma- llegara a convertirse en su opuesto es una consecuencia de la concepcin abstractamente idealista, ya recordada, de la praxis misma. Lo prueba la polmica -una vez ms, no totalmente injusti ficada con Engels, que ve en el experimento y en la industria los casos tpicos en que la praxis se demuestra como criterio de la teora. Desde entonces comprend, como base terica de la imperfeccin de la tesis engelsiana, que en el trascurso de su desarrollo ( y sin que se modifique su estructura fundamental ) el terreno de la pra_. xis se hace cada vez ms amplio, ms comple jo y ms m-ediato que en el simple trabajo, de modo que el simple acto de produ cir el objeto puede convertirse en la base para la realizacin inme diatamente correcta de un supuesto terico, y en esta medida puede valer como criterio para determinar s es justo o falso. Pero no por eso la tarea que Engels le asigna aqu a la praxis inme diata, o sea, la de poner fin a la teora kantiana de la cosa en s inaprehensible, puede considerarse cumplida. Efectivamente, puede suced er que el trabajo no pase de ser una simple manipu lacin, pasando por alto, espontnea o concientemente, la solu cin del problema del en s, o bien ignorndolo totalmente o en parte. La historia nos muestra casos en que una accin prctica mente correcta tiene como base teoras totalmente falsas, que no contienen una .aprehensin del en s en el sentido de Engels. Ade ms, la pro pia teora kantiana no niega en modo alguno 'el valor cognoscitivo ni la objetividad de los experimentos de este tipo, slo que los relega al mbito de los simples fenmenos, mientras que el en s sigue siendo incognoscible. Y el fleo positivismo actual pretende apartar d'e la ciencia todos los problemas de realidad (del en s ), rechazndolos como no cientficos, a pesar de que

reconoce todos los resultados de la tecnologa y de la dencia na

tural. Para que la praxis pueda ejercer aquella funcin que En gels justamente requera de ella, tiene que elevarse -sin dejar de ser praxis y trasformndose incluso en una praxis ms amplia por encima de esta inmediatez.

M is perple jidades de entonces ante la solucin engelsiana no carecan, pues, de fundamento. Tanto ms falsa era, sin embargo, mi argumentacin. Era totalmente incorrecto afirmar que pre cisamente el experimento implica un comportamiento contempla tivo por excelencia. M i pro pia descripcin refuta esta argumen tacin. La creacin de una condicin en la cual las fuerzas naturales por investigar puedan actuar, sin que interfieran en ellas los momentos frenantes del mundo objetivo y los errores de ob servacin del sujeto, es una posicin teleolgica -al igual que el trabajo mismo-, naturalmente de un tipo particular, y por tanto es tambin praxis. Igualmente incorrecto 'es negar la praxis en la

industria y ver en ella en sentido histrico dialctico, slo el17

objeto y no el sujeto de las leyes sociates. Lo que en esta frase es -parcialmente, muy parcialmente- exacto, slo concierne a la totalidad econmica de la produccin capitalista; y no contra- dice la afirmacin de que, adems, de ser la s ntesis de actos de trabajo teleolgicos, todo acto de produccin industrial es al pro pio tiempo, y precisamente en esta sntesis, un acto teleolgico y, por consiguiente, prctico. Estos errores filos ficos tienen como resultad o que, al ana.izar los fenmenos econmicos, Historia y conciencia de clase no busra su punto de partida en el trabajo, sino slo en las estru.::turas ms comple jas de la economa mer cantil avanzada. De modo que, ya de entrada, se priva de pers pectivas el enfoque filos fico, de problemas decisiuos como el de la relacin entre la teora y la praxis, entre el sujeto y el objeto. En estas premisas sumamente problemticas y en otras anlogas se puede ver la herencia hegeliana no elaborada coherentemente en sentido materialista y, por consiguiente, no superada, en un doble sentido. Recuerdo una vez ms un problema central g de princi pio. Historia y conciencia de clase tiene sin duda el mrito de haber devuelto a la categora de la totalidad, categora que la apariencia cientfica del oportunismo socialdemcrata haba dejado caer en el olvido, aquel lugar metodolgicamente central que siempre ha tenido en las obras de M arx. Yo ignoraba en aquelia poca que en Lenin actuaran tendencias anlogas. (Los fragmentosfilos ficos se publicaronnueve aos despusde Historia y conciencia de clase.} Pero tambin en este problema Lenin renovaba efectivamente el mtodo de M arx, mientras que yo incurra en un exceso ( hegeliano) pues contrapona la im portancia metodolgica de la totalidad a la prioridad de la es- fera econmica. Lo que distingue de modo decisivo al marxismo de la ciencia burguesa no es el predominio de las motivaciones econmicas en la explicacin de la historia, sino el punto de vista de la totalidad. El carcter parad jico de esta metodologa au menta an ms porq,ue se ve en la totalidad el vehculo categorial 'del princi pio revolucionario en la ciencia: El dominio de la categora de la totalidad es el vehculo del princi pio revolucionario en Ia ciencia ( Historia y conciencia de clase ) . Sin duda alguna, estas parado jas metodolgicas han desarrollado un pa pel no in significante y en muchos aspectos incluso proqresivo en la accin ejercida por Historia y conciencia de clase. El recurso a la dia lctica hegeliana representa un d uro golpe contra la tradicin re visionista; ya Bernstein pretenda suprimir del marxismo todo lo que recordaba la dialctica hegeliana. Y nada les es ms aieno a sus ad versarios tericos, y sobre todo a Kautsk y. que la defensa de esta trad icin. Pra un retorno rei,olucionario al marxismo, renouar las tradiciones hegelianas del marxismo era, pues, un deber obmo. Historia y conciencia de clase representa un intento, tal vez el ms radica en aquella poca , de actualizar el aspecto revolucionario de M arx a travs de la renovacin q el desarrollo de la dialfrtica hegelt'ana y de su mitodo. Esta empresa era tanto tns oportun1. por cuanto ,que, al pro pio tiempo, en la filoso f

18 burguesa se hacan sentir, con fuerza cada vez mayor, corrientes que trataban d e renovar a Heget. Desde luego, estas corrientes nunca han dado un relieve fundamental a la ruptura filos fica de Hegel con Kant y, por otro lado, trataban -bajo el influ jo de Dilthey- de echar un puente, en la teora, entre la dialctica hegeliana y el irracionalismo moderno. Poco despus de la pu blicacin de Historia y concienc:ia de clase, Kroner identificaba a H egel como el mximo irracionalista de todos los tiempos y en la sucesiva exposicin de Lowith se hace de M arx y de Kierke gaard fenmenos 'paralelos, surgidos los dos de la disolucin del hegelianismo. El contraste con respecto a todas estas corrientes muestra cun actual era el enfoque de Historia y conciencia de clase. Desde el punto de vista de la ideologa del movimiento obrero radical, era actual tambin porque estaba presente en l aquel papel de mediacin que Feuerbach desempe entre Hegel y M arx, y que Plejanov y otros subestimaron tanto. La idea de la vinculacin directa entre M arx y Hegel la expres de forma ex plcita slo unos aos ms tarde, en el ensayo sobre M oiss Hess. mucho antes de la publicacin de los estudios filos ficos de Le n.in; pero, en realidad, esta misma idea ya constitua la base de muchas discusiones de Historia y conciencia de clase.

En este recorrido a grandes pasos, necesariamente sumario, es imposible una crtica concreta de las consideraciones particulares de este libro e indicar, por ejem plo, en qu punto la interpretacin de H egel es progresiva g dnde provoca confusiones. Si es buen crtico, el lector actual encontrar seguramente varios ejem plos de los dos casos. Sin embargo, en relacin con la influencia que ejerci en aquel ttempo, y tambin con una eventual actualidad suya en l presente, hay un problema cuya importancia es deter minante y va ms all de todas las consideraciortes menores: se trata del problema de la enajenacin que yo trato aqu , por pri., mera vez despus de Marx, como una cuestin fundamental de la crtica revolucionaria a[ capitalismo, al identificar sus races histrico-tericas y metodolgicas en la dialctica hegeliana. Des de luego, este problema ya estaba en el ambiente. Unos aos ms tarde, gracias a Ser y tiempo de H eidegger, lleg a ser e[ f:.je de tos debates filos ficos y lo sigue siendo hoy, sobre todo por la in[luencia de Sartre, de su escuela y sus opositores. La cuestin filos fica que Lucien Goldmann plantea cuando ve en algunos puntos de la obra de H eidegger una rplica a mi libro

-que, por supuesto, no cita- podemos pasarla por alto aqu. Afirmar que el problema ya estaba en el ambiente es ms que suficiente, sobre todo si se analizan minuciosamente -cosa que es imposible hacer aqu- las razones que haban llevado a esta situacin para aclarar su d esarrollo ulterior, es decir, la mcla. de ideas marxistas y existencia.listas sobre todo en Francia in mediatamente despus de la segunda guerra mundial. Prioridad,

influencias, etc., no tienen mucho inters en este sentido. Lo importante es que la enajenacin del hombre como problema fun damental del tiempo en que vivimos fue reconocida y admitida

tanto por pensadores burgueses como proletarios, de orientacin 19

sociopoltica de derecha o de izquierda. Por consiq_uiente, His- toria y conc1encia de clase eJerci una profunda influencia entre los jucnes intelectuales; conozco a muchos buenos comunistas que se ad hirieron al mouimiento precisamente pQr esta va. No cabe dud a de que el hecho de que fucz a un comunista el que planteara este problema hegeliano marxista contribuy en gran medid a a hacer que el influio ejercid o por esk librv rebasara con mucho los lmites del partido.

bn cuanto al entoque del problema mismo, hog no es difcil ver que se mueve puramente en el espritu de Hcgel. Ante todo, su ltimo fundamento filos fico lo constituye el sujeto-ob jeto idn tico que se realiza en el proceso histrico. Ciertamente, en Hegel surgi por motivos lgico-filos ficos, ya que el logro del mximo yrado del espritu absoluto en la filoso fa, con la desaparicin de la enajenacin, con el retorno de la autoconcienci.3 a s misma zealiza el sujeto-ob jeto idntico. En Historia y conciencia de clase, en cambio, este proceso debe ser histrico-social, culminando en el hecho de que el proletariado -en su conciencia de clase alcanza este grado trasformndose en sujeto-ob 'jeto idntico de la historia. De este medo, efectivamente, H egel resulta puesto nuevamente de pie; dirase que la construccin lgico-metafsica de la Fenomenologa del espritu ha encontrado en el ser y en la conciencia del proletariado una autntica realizacin en el terreno ontolgico, lo que a su vez da una fundamentacin filos fica a l tendencia histrica del proletariado: la de echar las bases de ,la sociedad sin clases a travs de su revolucin, la de cerrar la pre historia de la humanidad. Pero, en realidad , el sujeto-ob j?to idntico es algo ms que una construccin puramente metafsica? A travs de un autoconocimiento semejante -por muy justo qU'e pueda ser y aun admitiendo que est basado en el conocimiento del mundo social- es decir, en un autoconocimiento tan per fecto

puede efectivamente realizarse un sujeto-idntico? Es sufiriente

formular con precisin esta pregunta para ver que la respuesta ha de ser negativa. El contenido del conocimiento puede retro referirse al sujeto cognoscitivo, pero no por -eso el acto del cono cimiento pierde su carcter enajenado. En la Fenomenologa del espritu, Hegel rechaz justamente la realizaf,Pn mstico--.frracio nalista del sujeto-ob jeto idntico, la intuidn intelectual de Schelling, y plante la instancia de una solucin filos ficamente racional del problema. Su sano sentido de la realidad hizo que su instancia no pasara de ser una instancia: es cierto que su cons truccin general del mundo culmina en la pers pectiva de su reali zacin, pero nunca muestra de modo concreto, en su sistema. de qu forma pueda satisfacerse esta instancia. El proletariado como sujeto-ob jeto idntico de la historia de la humanidad no es, pues, una realizacin materialista capaz de superar las construc ciones intelectuales idealistas: se trata ms bien de un hegelia,. nismo ms hegeliano que Hegel, de una construccin que se propone objetivamente superar a su propio maestro en la audacia

20con que eleva su pensamiento por encima de cualquier realidad. Esta prudencia de H egel tiene su base intetectual en la aud acia

,Je su concepcin fundamental. H egel es el primero en enfocar el

problema de la enajenacin como problema fundamental de la posicin del hombre en el mundo y con respecto a l. Pero la enajenacin es para l, al pro pio tiempo, con el trmino de alii! nacin < Entausserung ) la posicin de cualquier objetiuidad. Si se la Concibe coherentemente, la enajenacin se identifica as con la objelividad . En la mi!d ida en que supera la enajenacin, el sujeto-ob jeto idntico debe superar al pro pio tiempo la objetivi dad . Pero puesto que el objeto, la cosa, existe para H egel solo como alienacin de la autoconciencia, su reasuncin en el sujeto representara el fin de la reaiidad objetiva y, por ende, de la realidad en general. Ahora bien, Historid y conciencia de clase se alnea con H egel en el sentido d e que tambin en este libro la enajenacin est sitinda en el mismo plano que la objetivacin (para usar la terminologa de los Manuscritos econmico filos ficos de M arx} . Este fundamental y burdo error contribui cier

tamente al xito de Historia y concienciaa de clase. Como qa di

jimos, desenmascarar la enjenacin era un problema que se estaba discutiendo IJ que poco despus se convirti en una cues. tin central de la critica de la civilizacin, que estudiaba la con. dicin del hombre n el capitalismo del presente. Para la crtica filos fico-burguesa -baste pensar en H eidegger- era absolu tarrrente obvio sublimar la crtica social en una crtica puramente fi,os fica, hacer de la enajenacin en su esencia social una eterna

condicin humana. para usar un trmino que se puso de moda ms tarde. Es evid ente que este modo de presentar las c9sas en Historia y conciencia de clase favoreci actitudes de este tipo. a pesar de que yo me pro pustera precisamente lo contrario. La enajenacin identificada con la objetivacion era entend ida s como una categora social -el socialismo hubiera debido superarla--, pero el hecho de que en fa5 sociedades clasistas fuese insuperable

y sobre todo su fundamentacin filos fica hacan que se le iden

tif icara con la condicin humana.

Tal fue la consecuencia de esa errnea identificacin entre con ceptos fund amentales opuestos, errnea identificacin en la que debemos insistir. En realidad , la objetivacines efectivamente una [orma insuperable de expresin en la vida social de los hombres. Si se considera todo lo que es objeto de la praxis, y por er..dc el pro pio trabajo sobre todo, es una objetivacin, q111? cual. quter torma de expresin humana, y por consiguiente tambin la lengua. Los prmsam1entos, los sentimientos humanos, son objeti vad os, etc., entonces es evid ente que estamos frente a una forma uniuersal mente humana de las relaciones de los hombres entre s. Como tal, la objetivacin carece de un nd ice de ualor; lo uerda. dero es una objetivacin al mismo ttulo que lo falso, la liberacin no menos que la subyugacin.Slo cuando las formas objeti vadas en la sociedad reciben funciones que ponen la esencia del hombre en conflicto con u ser, subyugando, deformand o y lace.-

rando la esencia humana a travs del ser social. slo entonces21 surge la relacin objetivamente social de la enajenacin y, como necesaria consecuencia, la enajenacin interna con todos sus as pectos subjetivos. En Historia y conciencia de clase no reconoc

esta dualidad. De ah su concepcin histrico- filos fica funda

mental falsa y deformada. ( Notemos ele paso que tambin el fen meno de la cosificacin, afn pero no idntico, ni social ni concep tualmente, al de la enajenacin es usado en el libro como sinnimo de sta.)

N o es posible agotar en pocas lneas esta crtica a los conceptos fund amentales. Pero aun si nos limitamos estrictamente a las cuestiones centrales, hay que recordar brevemente la negacin del carcter de reflexin en el conocimi:ento. Esta negacin tena dos motivos. El primero era la profunda aversin por el fatalismo mecanicista que acta habitualmente en el interior de aquel mate rialismo mecancista contra el cual protestaba apasionadamente

-una vez ms, no sin justi ficacin- mi utopismo mesinico de entonces, d predominio de la praxis en mi pensamiento. El se gundo motivo surga a su vez de no haber reconocido que la praxis se origina y radica en el trabajo. El trabajo ms primitivo, el pro pio acto de recoger piedras por parte efe[ hombre primitivo, presu pone una correcta reflexin de la realidad que est directa

mente en discusin. De hecho, ninguna posicin teleolgica puede I

lograrse con xito sin una imagen refle jada inmediata, por muy primitiva que sea, de la realidad que tiene prcticamente como objetivo. La praxis puede satisfacer la teora y ser su criterio slo porque en su base se encuentra, ontolgicamente, como presu puesto real de cualquier posicin teleolgica real, un refle jo de la realidad que se considera correcto. N o vale la pena examinar aqu ms de cerca los d etalles de la polmica que surgi acerca de este asunto, la legitimid ad de un rechazo del carcter fotogr fico en las teoras corrientes del refle jo.

No creo que el haber hablado aqu exclusivamente de los aspectos negativos de H 1storia y conciencia de clase est en contradiccin con mi conviccin de que, en su tiempo y a su modo, la obr{I haga tenido alguna importancia. El hecho de que todos los errores enumerados aqu tengan su origen, no tanto en la persona del autor sino ms bien en las grandes tendencias, a menudo intrnsi camente falsas, de aquel perodo confiere a este libro un cierto carcter representativo. En aquel tiempo. un momento poderoso, histrico-universal, de transicin trataba de llegar a su expresin terica. Y cuando una teora lleva a su expresin, si no precisa mente la esencia objetiva de una crisis, por lo menos una tpica posicin con respecto a sus problemas de fondo, puede histrica mente adquirir un cierto significado. H oy yo creo que este es el caso de Historia y conciencia de clase.

La presente exposicin no significa en absoluto que todas las ideas expresadas en este libro sean errneas necesariamente y sin. excepciones. No, por supuesto. Las propias observaciones que sirven de introduccin al primer ensayo dan una definicin de la

22 ortodoxia del marxismo que, segn mis convicciones actuales, no slo es objetivamente correcta, smo que pued e tener au,, ,,oy, en vsperas de un renacimiento d el marxismo, un significado de no table actualidad. Pienso en consideraciones como la que sigue:

Porque si se supusiera, aun sin admitirlo, que la investigacin contempornea hubiera demostrado la inexactitud "de hecho" de agunas de las afirmaciones de M arx, un marxista ortodoxo serio podr reconocer incondicionalmente todos esos nuevos resultados, y rechazar tot;1lmente algunas de las tesis de M arx, sin verse por ello obligado, ni un solo instante, a renunciar a su ortodoxia marxista. El marxismo ortodoxo no significa, por tanto, una ad hesin sin cttica a los resultados de la investigacin de M arx, no significa un "acto de fe" en tal o cual tesis, ni tampoco la exgesis de un libro sagrado". La ortodoxia en cuestiones de marxismo se refiere, por el contrario y exclusivamente, al "m todo", Implica la conviccin cientfica de que con el marxismo dialctico se ha encontrado el mtodo de investigacin justo, de que este mtodo slo puede d esarrollarse, per feccionarse y pro fundizarse en el sentido que le dieron sus fundadores; porque todas las tentativas de superar{o o de "mejorarlo" tuvieron y no pueden dejar de tener otro efecto que hacerlo super ficial, banal, eclctico. Y sin sentirme excesivamente inmod esto creo que se puedan en contrar en este libro muchas otras ideas justas. Slo recuerdo Za inclusin de las obras juveniles de M arx en el marco global de su concepcin del mundo, mientras que los marxistas de entonces, en general, slo vean en ellas documentos histricos de su evo lucin personal. Unas dcadas ms tarde esta relacin se invirti

!f muchas veces se present al joven M arx como al verdad ero

fiiso fo, pasando por alto sus obras maduras: de esto no es res ponsable Historia y conciencia de clase, puesto que en l la visin que M arx tena del mundo est tratada -con razn o sin ella como sustancialmente unitaria.

Tampoco se puede negar la presencia de muchos pasa jes que ofrecen pretexto para una presentacin de las categoras dialc ticas en su movimiento y en su objetividad rea[ y ontolgica. y remiten as una ontologa autnticamente materialista del set

' social. Por ejem plo, la categora de la mediacin es presentada en estos trminos: La categora de la mediacin como palanca metodolgica para la superacin de la simple inmediatez de la experiencia no es, pues, algo que fuera importado del exterior

( subjetivamente J a los objetos, no es un juicio de valor o un deber

ser, que se opondra a sll ser, es Za manifestacin de su propia estructura autntica 1J obietiva. O bien, en estrecha vinculacin conceptual con este -punto, la relacin ' entre la gnesis y la his totia: Gnesis e historia no pueden coincid ir o. para hablar ms exactamente, ser momentos del mismo proceso. saluo s. por una parte. todas las categoras f.'n las cuales se edifica la existencia humana aparecen como determinariones de esa misma existencia ( y no solamente de su comprensin posible ) y , por la otra, su sucesin, su unin y su conexin se muestran como momentos del

proceso histrico mismo, como caractersticas estructurales del pre.. 23

sente. Sucesin y unin internas de las categoras no constituyen, pues. ni una serie puramenie lgica ni un orden segn la f acti.... bilidad puramente histrica ( Historia y conciencia de clase ) . Esta idea desemboca consecuentemente en una cita extrada de la fa.. mosa consideracin metodolgica de M arx por los aos cincuenta. Pasajes anlogos, que anticipan una explicitacin, materialista 'dialctica y una renovacin de M arx. no son raros en el libro.

El hecho de que yo haya insistido aqu en la crtica sobre los as. pectos errneos tiene nicamente motivos prcticos. El que His,. toria y conciencia de clase haya suscitado y siga suscitando aun hoy una fuerte impresin en muchos lectores es un hecho cierto. En este caso, si ejercieran su infiuencia las ideas corrientes no habra nada que objetar, y entonces mi actitud de autor carecera totalmente de importancia con relacin a l. Pero yo s que, en virtud del desarrollo social y de las actitudes tericas producidas por l, lo que hoy considero como tericamente falso representa

a menudo uno de los momentos de influencia ms eficaces. Por consiguiente, a/ vo,ver a publicar este libro despus de cuarenta aos, me veo obligado a hacer estas observaciones, a referirme en primer lugar a Zas tendencias negativas del libro, y a poner al lector en guardia ante decjsiones errneas que, si entonces eran quizs difciles de evitar, hoy ya no lo son.

Ya hice notar que Historia y conciencia de clase, era, en cierto sentido, Za sntesis 'y la conclusin de aquel perodo de mi evo.. lucin que se haba iniciado en 19181919. Los aos posteriores lo demostraron con claridad. En primer lugar, el utopismo me.. sinico de ese perodo fue perd iendo progresivamente su terreno ( aparentemente ) real. En 1924 muri Lenin. Las luchas de partido despus de su muerte se concentraron en medida creciente sobre el problema de Za posibilidad del socialismo en un solo pa s. Desde luego, sobre esta posibilidad, como posibilidad terica y abstracta: el pro pio Lenin se haba pronunciado varias veces. Sin embargo, la pers pectiva aparentemente cercana de una revolucin mundial subrayaba entonces su carcter abstracto y meramente terico.

Y.a la discusin se verta sobre una posibilidad real y concreta, como lo demostr el hecho de que en aqui!llos aos ya no se pudo contar con una perspectiva prxima de revolucin mundial ( pers pectiva que slo volvi a asomar, temporalmente, a raz de Za crisis econmica de 1929). Ad ems, la II I Internacional haba justamente interpretado Za condicin del mundo capitalista como una condicin de relativa estabilizacin. Estos hechos me hi cieron sentir la necesidad de una nueva orientacin terica. Y el inicio de un viraje decisivo se vio claramente cuando, en las discu.... scones rusas de partido, me encontr del lado de Stalin, del lado de la afirmacin del socialismo en un solo pas.

Pero este viraje, en el fondo, estaba determinado de un modo di.. recto por la experiencia de trabajo en el partido hngaro. La po f .... tica correcta de la fraccin de Landler empez a dar sus frutos. El partido, que: trabajaba en una estrecha ilegalidad, tuvo un

24influ jo cada vez mayor sobre el ala izquierda de la socialdemo .. cracia, de modo que en 19241925 se hizo posible su escisin y la fundacin de un partido obrero radical, orientado en el sentido de la legalid ad . Este ltimo, dirigido ilegalmente por comunistas, se pro puso como tarea estratgica la instauracin de la democracia en H un,gria, tarea que culminaba con la peticin de la repblica, mientras que el partido comunista ilegal mismo se atena a la vieja consigna estratgica de la dictad ura d el proletariado. En aquel tiempo yo estaba de acuerdo, en el plano tctico, con esta de, cisin; pero quedqba sin resolver una serie de problemas relacio, nados con la justi ficacin terica de la situacin que se haba venid o creando.

Estas ideas comenzaron a minar los fundamentos espirituales del perodo entre 1917 y 1924. S e aadi el hecho de que la dismi nucin del ritmo de la re1Jolucin mundial, que se haba vuelto tan e1Jidente, impulsaba necesariamente a buscar la cooperacin con aquellos elementos sociales que estaban orientados de alguna manera hacia la izquierda, contra la reaccin que se aproximaba y se reforzaba. Para un partido obrero legal y radical de izquierda en la H ungra de H orthy, esto era algo totalmente obvio. Pero tambin el movimiento internacional mostraba tendencias en este sentido. Ya en 1922 se verificaba la marcha sobre Roma y en los aos posteriores Alemania ref orz el nacionalsocialismo y lleg a una creciente concentracin de todas las fuerzas reaccionarias. As, los problemas del frente unitario y del frente popular pa, saron necesariamente a un primer plano y fueron discutidos a fondo, tanto desde el punto de vista terico como estratgico lJ tctico. A este respecto muy pocas veces se poda esperar alguna orientacin de la II I Internacional, cad a da ms fuertemente in.

fluida por Stalin.sta oscil tcticamente entre derecha e iz, quierda, alternativamente. El pro pio Stalin intervino en el plano tcnico, con resultados fatales, cuando defini, aproximadamente en 1928, a los socialdemcratas como hermanos gemelos de los fascistas. Se le cerraba as la puerta a cualquier frente unitario de las izquierdas. Aunque yo estaba del lado de Stalin en cuanto la cuestin rusa central, esta actitud suya me choc profundamente

y contribuy a alejarme grad ualmente de las tendencias de ex, trema izquierda, no menos que la ad hesin al trotskismo -hacia el cual asum siempre una actitud de rechazo- por parte de la mayora de las agrupaciones de izquierda dentro de los partidos europeos. Cuando por ejemplo, en relacin con Alemania de cuya poltica me ocupaba especialmente, me encontr en oposicin con Ruth Fischer y M asslow, esto no implicaba ciertamente ninguna actitud de simpata para Brandler y Thalheimer. En aquel tiempo, yo buscaba un autntico programa de izquierda, que hubiera debido contraponer un tertium, por ejem plo en Alemania, ,a estos contrastes para llegar a una efectiva clarificacin y a una toma de consciencia poltico-terica.Pero. en ese perodo de transi cin, el sueo de esta solucin tericopoltica de las contradic ciones no pas de ser un sueo. N unca logr encontrar una salida

satis[ actoria, aunque fuera para m solo y por esta razn no me25 present nunca en ese perodo, ni en el terreno prctico ni en el terico, en Za escena internacional.

M uy distinta era la situacin en el movimiento hngaro. Landler mora en 1928 y en 1929 el partido preparaba su segundo con greso. Se me confi la tarea de redactar el pro yecto de las tesis polticas del congreso. Esto me oblig a afrontar mi viejo pro blema a pro psito de la cuestin hngara: Puede un partido proponerse al mismo tiempo dos objetivos estratgicos distintos ( en el plano legal, Za repblica; en el ilegal, la repblica de los concejos )? O bien, desde otro punto de vista, puede una actitud con respecto a la forma del estado ser el contenido de una fina lidad meramente tctica ( considerando as Za perspectiva del mo vimiento comunista ilegal como el objetivo autntico, y la del partido legal como una mera medida tctica)? Un anlisis minu cioso de la situacin socioeconmica de Hungra me convenci de que Landler, en su momento, con Za consigna estratgica de la repblica, haba instintivamente tocado la cuestin central de una justa perspectiva revolucionaria para Hungra: aun en el caso de una crisis del rgimen de H orthy, tan profunda como para pro ducir las condiciones objetivas de un vuelco radical, no hubiera sido posible en H ungra un1 trnsito directo a la repblica de los

concejos. La consigna legal de la repblica deba, pues, ser con

cretizada en el sentido definido por Lenin en 1905, el de una dic.. tadura democrtica de los obreros y campesinos.H oy para nosotros es ms difcil entender cun parad jica sonara entonces parecida consigna. Aunque el sexto congreso de la 111 Interna cional haba mencionado esta posibilidad como tal, se pensaba en general que, puesto que H ungra ya haba sido en 1919 una rep blica de concejos, este paso atrs seria histricamente imposible. No es este el lugar para detenernos sobre estas divergencias de opiniones, tanto ms que el texto de esas tesis, por muy capaces que fueran de llevar a un viraje en relacin con toda mi evolucin sucesiva, ya no puede considerarse hoy como un documento teri camente importante. Ad ems, mi exposicin era insuficiente, tanto en principio como desde el punto de vista de la concrecin. porque para hacer aceptable su contenido principal yo haba atenuado nu merosos aspectos particulares presentndolos de un modo der'tza..

siado genrico. Pero aun as la cosa provoc escndalo en el in terior d el partido hngaro; el grupo de Kun vio en esas tesis el ms puro oportunismo, y el apoyo de mi fraccin fue bastante tibio. Sucedi as que cuando me enter, de buena fuente. de que 8f,[a

Kun se dispona a hacerme expulsar del partido como liquidador, yo que conoca muy bien Za influencia de Kun en la Internacional renunci a la lucha e hice pblica una autocrtica. Desde luego, SC' gua convencido de que mi punto de vista era correcto. pero saba tambin -por ejem plo. por la suerte tocada a Karl Korsch que Za expulsin del partido representaba entonces la imposibilidad de participar activamente en la lucha contra el fascismo que se acercaba. Y redact esa autocrtica para pagar mi entrada en

26una actividad de este tipo, ya qrte Pn tales circunstancias no queria ni poda trabajar en el movimiento hngaro.

Cuan poco se tratara de una autocrtica efectiva lo demuestra el hecho de que el viraje en Za actitud fundamental que se encon traba en la base de las tesis, aun sin haber recbdo una expresin aun slo aproximadamente adecuada, constituy a partir de ese momento el hilo conductor de mi actividad sucesiva, tanto prc .. tica como terica. Obviamente, desarrollar, por muy concisamente que sea, este punto sera sa,irse del mbito de estas consid era ciones. Como prueba de que no se trata de fantasas subjetivas del autor, sino de hechos objetivos, quiero citar alpunas obser..

vaciones de Josef Rvai ( de 1950), que conciernen precisamente

a las tesis de Blum, y en las cuales Rvai, como gua ideolgica del partido, presenta mis concepciones literarias de entonces como consecuencias directas de esas tesis: Los que conocen la historia del movimiento comunist,a hngaro saben que las opiniones lite rarias sostenidas por el compaero Lukcs desd e 1945 hasta 1949 se encuentran estrechamente vinculadas con anteriores opiniones polticas, que sostuvo con respecto al desarrollo poltico en H un.. gra y a la estrategia del partido comunista a fines de los aos veinte (Josef Rvai: Literarische Studien, Berln, 1956, p. '235). Este problema tiene otro aspecto, para m todava ms importante, que le da a este viraje un.a fisonoma totalmente clara. El lector de estos escritos habr comprendido que fueron tambin motivos ticos los que me decidieron a adherirme activamente al movi miento comunista. Cuando lo hice, no sospechaba siquiera que con esto me convertira en hombre poltico por una dcada. Las circunstancias lo decidieron as. Cuando en febrero de 1919 el

Comit Central del partido fue detenido, consider que era mi

deber asumir el puesto que se ofreca en el comit sustitutivo semi Zegal. Se suced ieron en una continuidad dramtica el Comisario del Pueblo para la Instruccin en la Repblica de los Concejos y el Comisariado poltico en el Ejrcito Rojo, el trabajo ilegal en Budapest, Za lucha de f raccin en Viena, etc. M e encontr as de nuevo ante una alternativa real. La decisin vino entonces de mi pro pia autocrtica, privada e interior; si tena tan manifiesta mente razn como la tena, y sin embargo me vea obligad o a sufrir una derrota tan clamorosa, entonces mis capacidades prac ticopolticas deban ser muy problemticas. Por consiguiente, re"' nunci de buena fe a la carrera poltica para volver a dedicarme a la actividad terica. De esta decisin no me arrepent nunca. ( Slo en 1956 tuve que asumir un cargo ministerial. Pero antes de aceptarlo d eclar que lo cubrira por un perodo de transicin, el perodo de la crisis ms aguda; en cuanto la situacin se cons"' lidara, me volvera a retirar inmediatamente de la escena.)

En lo que concierne al anlisis de mi actividad pro piamente terica, despus de Historia y conciencia de clase salt una media dcada y slo ahora puedo volver a examinar un poco ms de cerca estos escritos. Esta desviacin con respecto a la cronologa est

justi ficada por el hecho de que el contenido terico de las tesis ,

de Blum, naturalmente sin que yo haya tenido la ms mrnima27 sospecha de ello, represent el secreto terminus ad queem de mi evolucin. A partir del momento en que logr superar d ecidida

mente -en relacin a una cuestin concreta e importante, en la que confluan decisiones y problemas muy diversos- el obstculo cons tituido por aquella oposicin d ualista que caracterizaba mi pensa miento desde los ltimos aos de guerra, se puede dar por termi-, nado mi perodo de aprendiza je del marxismo. Esta evolucin, cuya conclusin son precisamente las tesis de Blum, debe consi derarse ahora sobre la base de mi produccin terica de entonces. Yo creo que esto resulta ms fcil ahora que hemos fi jado con claridad la meta a la que llev este camino, sobre todo si se tiene en cuenta que en ese perodo dediqu todas mis energas a las tareas prcticas del movimiento hngaro, y mi produccin terica se li mit a simples trabajos ocasionales.

El primero, y por extensin el ms importante, de estos trabajos, el intento de trazar un retrato intelectual de Lenin, es a la letra, un escrito ocasional. Inmediatamente despus de la muerte de Lenin, mi editor me pidi una monografa sinttica de l: acog este estimulo y redact esa breve monografa en pocas semanas: con respecto a Historia y conciencia de clase. representa un pro greso, ya que el hecho mismo de fi jar la atencin sobre este gran modelo me ayud a captar el concepto de praxis en una conexin ms autntica, ontolgica y dialctica, con la teora. Natura( mente. la pers pectiva de la revolucin mundial era entonces la de los aos veinte; pero, en parte por las experiencias del breve pe rodo que acaba de trascurrir:, en parte por esta concentracin sobre la personalidad espiritual de Lenin, los rasgos ms pronun ciadamente sectarios de Historia y conciencia de clase empezaron a difuminarse y a separarse de los ms cercanos a la realidad. En el pre facio que escrib recientemente para la nueva edicin de este breve estudio, he tratado de poner en claro con cierta pre cisin lo que yo todava considero vital y actual en su actitud fundamental. Lo que importa es entender ante todo a Lenin en su verdadera peculiaridad espiritual, sin consid erarlo como un pro secutor rectilneo, en el plano de la teora, de M arx y Engels, ni tampoco como un genial y pragmtico poltico realista. De una forma ms concisa, se pod ra formular este retrato de Lenin como sigue: su fuerza terica descansa en el hecho de que considera cualquier teora -por muy abstractamente filos fica que sea desde el punto de .vista de su eficacia en la praxis humana y, al propio tiempo, lleva el anillisis concreto de l.a situacin concrfda dada en cada caso -and sis en el cual se basan constantemente todas sus acciones- atenindose orgnica y dialcticamente a los princi pios d el marxismo. De modo que no es, en el sentido pro pio del trmino, ni un terico ni un prctico, sino un pro fundo pensador de la praxis, un hombre que convierte apasionadamente la teora en praxis, un hombre cuya mirada penetrante se fi ja siempre en el punto en que la teora se convierte en praxis y la praxis en teora. Bl hecho de que el marco histrico-espiritual de

28este viejo estudio mo, en cuyo mbito se mueve esta dialctic lleve todava en s rasgos tpicos del marxismo de los aos veinte, altera indudablemente algunos elementos de la fisonoma inte,. lectual de Lenin quien. sobre todo en los ltimos aos de su vida, desarroll mucho ms de lo que lo haga su bigrafo la crtica del presente; pero reproduce tambin sus lineamientos fundamentales de una forma correcta, ya que la obra terico-prctica de Lenin es tambin objetivamente inseparable de los momentos prepara,. torios de 1917 y est asociada a sus necesarias consecuencias. Yo creo que si hoy tratramos de captar la peculiaridad espec fica de esta gran personalidad , sus rasgos seran no del todo idnticos, pero tampoco totalmente distintos, si la enfocamos a partir de la mentalidad de los aos veinte.

Todo lo que escrib en los aos posteriores son trabajos ocasio nales, no slo exteriormente -se trata, las ms de las veces. de crticas- sino tambin desde un punto de vista interior, porque intent aclarar mi propio camino futuro, en mi bsqueda es,ontnea de una nueva orientacin, a travs de la delimitacin de las con... cepciones ajenas. En este sentido, la crtica de Bujarin es tal vez la ms notable por su contenido. ( Para el lector de hoy ntese que en 1925, cuando se public, Bu;arin era, junto con Stalin. la figura ms importante del partido ruso: slo tres aos ms tarde se verific la ruptura entre los dos.) El rasgo ms positivo de esta critica es la concretizacin de mis pro pias ideas en el campo de la economa, y se pone de manifiesto sobre todo en la polmica contra la concepcin muy difundida, tanto la del tipo comunista materialista-vulgar como la del tipo burgus-positivista, segn la cual se debe ver en la tcnica el principio decisivo, el princi pio objetivamente motor del desarrollo de las fuerzas productivas. Es evidente que de este modo se afirma un fatalismo histrico, una neutralizacin del hombre y de la praxis social. una accin de la tcnica como fuerza natural social, como legalidad natural:.. N o solamente mi crtica se desarolla en un plano histricamente ms concreto de lo_ que sucede generalmente en Historia y con ciencia de clase, sino que adems contrapone, en medida menor, al fatalismo mecanicista fuerzas contraras que son caractersticas de una ideologa voluntarista, mientras se trata ms bien de mos trar en las pro pias fuerzas econmicas el momento que, al desem pear socialmente una funcin de gua. determinl la pro pia tc.. nica. Una actitud anloga caracteriza la breve crtica del libro de Wittfogel. Ambas exposiciones dejan que desear desde el punto de vista terico, ya que en las dos el materialismo vulgar meca nicista y el positivismo son tratados indif erenciadamente como una corriente unitaria e incluso el primero se resuelve, en muchos as pectos, simplemente en el segundo,

M s importantes son los ensayos sobre la redicin de las cartas de Lassalle y de los escritos de M oiss H ess. En los dos pre valece la tendencia a dar a la crtica de la sociedad . al desarrollo social. una base econmica ms concreta de lo que haya podido hacer Historia y conciencia de clase, a poner la crtica del idea,.

li!mo, el desarrollo y la prosecucin de la dialctica hegeliana al 29

servicio de los nexos as adquiridos. Llegaba asi, como el joven M arx de La sagrada familia en su crtica a los presuntos supe.. radores idealistas de H egel, a la idea de que tales tendencias pre,. sumen subjetivamente que van ms all de H egel, pero objetiua,.. mente representan un simple retorno al idealismo subjetivo de Fichte. Por ejem plo, el hecho de que la filoso fa de la histora de H ege:l no vaya ms al, de la exhibicin d el presente en su necesidad corresponde tambin a los motivos conservadores de su pensamiento; y eran indudablemente elementos de un impulso subjetivamente revolucionario los que, en la filoso fa fichtiana de (a historia, presentaban el presente como una poca de total con.., taminacin, entre el pasado y un futuro filos ficamente -y pre- suntamente- cognoscible. En la cr tic de Lassalle afirmo que este rad icalismo es puramente pretencioso, que en el conocimientd del movimiento histnco real la filoso fa hegeliana representa un nivel ms alto que el de la fichtiana, ya que la dinmica de la mediacin histrico-social objetivamenteintencionada ( objektiv intentionierte ) . que produce el presente, est construida de modo ms real, menos ideal que la remisin al f11turo de Fichte. La simpata de Lassalle por este tipo de ideas procede en su visin global puramente idealista del mundo; se opone a ese ms ac que deba deriuarse coherentemente de un decurso histrico econmica.. mente fundado. Para poner de relieve la distancia que separa a M arx de Lassalle, mi ensayo cita la afirmacin de este ltimo, sacada de un coloquio con M arx: Si no crees en la eternidad de las categoras, tienes que creer en Dios. Esta enrgica denuncia

de los elementos filos ficamente retrgrados del pensamiento de Lassalle representaba entonces, al pro pio tiempo, una polmica terica contra las corrientes de la socialdemocracia que, en con- traste con la crtica que M arx ejerci con respecto a Lassalle, trataban de hacer de este ltimo el fundad or con igual mrito de la concepcin socialista d el mundo. Sin referirme directamente a ella, ,combat esta tendencia al aburguesamiento. Tambin e5ta intencin contribuy a hacerme llegar, en relacin con determi.. nadas cuestiones, ms cerca del M arx autntico de lo que logr hacer Historia y conciencia de clase.

M i ensayo sobre la primera recoleccin de los escritos de M oiss H ess no tena esta misma actualid ad poltica. Precisamente porque me haba guiado por las ideas d el joven M arx, tanto ms intensa se haca sentir la necesidad de definir mi posicin con repecto a los tericos del ala izquierda contemporneos de M arx, en el pro .. ceso de disolucin de la filoso fa hegeliana, y con respecto ?l

verdadero socialismo, a menudo directamente ligado a este con texto. Este intento contribuy tambin a impulsar an ms enr gicamente a un primer plano las tendencias hacia la concretizacin filos fica de los problemas de la economa y de su desarrollo social. Por supuesto, aqu tambin sigo consid erando a H egel de la misma forma acrtica: al igual que Historia y conciencia de clase, el ensayo sobre H ess toma como punto de partida la pre..

30 tendida identidad entre objetivacin y enajenacin. El progreso con respecto a la concepcin precedente resulta en una parado ja: por un lado, sita en primer plano, contra Lassalle y los jvenes hegelianos radicales, aquel enfoque de H egel que presenta las categoras econmicas como realidades sociales; por el otro lado presenta una actitud decidida contra el aspecto no dialctico de la critica feuerbachiana de Hegel. Este ltimo punto de vista con. duce a la afirmacin, ya subrayada, de una vinculacin directa entre M arx y H egelr mientras que el primero lleva a determinar con ms precisin la relacin entre economa y dialctica. As por ejem plo, en relacin con la Fenomenologa, se insiste en la acen tuacin del momento inmanente en la dialctica econmicosocial de Hegel con respecto a la trascendencia de todo idealismo subje tivo. Tambin la enajenacin es entendida de modo tal que no es ni una figura intelectual ni una realidad "execrable", sino la forma de existencia inmediatamente dada por el presente como momento de transicin hacia su superacin de s en el proceso histrico. Perfeccionaba as, en el sentido de la objetividad, el punto de vista relativo a la inmediatez y a la mediacin en el proceso de desarrollo de la sociedad expuesto en Historia y con ciencia de clase. El aspecto ms importante de estas ideas con siste en que culminan en /a instancia de un nuevo tipo de crtica que ya busca explcitamente un vnculo directo con la Crtica de la economa poltica de M arx. Una vez descubierto, en princi pio, lo que haba de errneo en todo el enfoque de Historia y conciencia de ciase, esta tendencia asumi la forma de un programa de an lisis minucioso de las vinculaciones filos ficas entre la economa y la dialctica; anlisis que ya fui esbozando al comienzo de los aos treinta, en M osc y en Berln, con la redaccin de mi dbro sobre el joven H egel ( terminado slo en octubre de 1937). Ahora, treinta aos despus, trato de llegar a un efectivo dominio de esta problemtica en la ontologa d el ser social, en la que estoy trabajando.

H asta qu punto hayan progresado estas tendencias en los tres aos que separan el ensayo sobre Hess de las tesis de Blum, no puedo decirlo con exactitud ya que no existe ningn documento al respecto. Pero me parece muy probable que el trabajo prctico de partido, en el que se presentaba constantemente la necesidad de anlisis econmicos concretos, haya sido estimulante tambin desde el punto de vista econmico-terico. De todos modos, en 1929 se verificaba el gran viraje ya mencionado, representado por las tesis de Blum, y en 1930 -cuando mis ideas ya haban cambiado en este sentido- inici mi colaboracin cientfica en el Instituto M arxEngels de M osc. La suerte me favoreci entonces con dos hechos inesperados: pude leer el texto, ya totalmente des cifrad o, de los Manuscritos econmicosf ilosf icos y conoc a M . Lif schitz: este encuentro marc el inicio de una amistad destinada a durar toda la vida. Con la lectura de M arx todos los pre juicios idealistas de Historia y conciencia de clase se derrumbaron de un solo golpe. Por supuesto, lo que me sacudi en el plano terico

en aquella circunstancia hubiera podido encontrarlo tambin en 31

los textos de M arx que haba ledo anteriormente. Pero el hecho e5 que no ocurri as, porque evidentemente esas obras las haba ledo desde el principio segn una interpretadn hegeliana, y un impacto de esa naturaleza slo poda producirse con un texto totalmente nuevo para m . ( N aturalmente, debo aadir que en aquel tiempo ya haba superado, en las tesis de Blum, las bases poltico sociales de este idealismo.) De todos modos, todava re cuerdo la impresin que dejaron en m las palabras de M arx acerca de la objetivid