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Los Cuadernos de Teatro ¡MAMA, EL NO NO LLORA! Carmen Resino Sin decoración específica. En escena EL PADRE, LA MADRE y EL NIÑO. Este, a pesar de las rerencias a su edad, tiene que ser representado por un adulto. Al empezar la acción se encontrá en el centro de la escena, sentado en una silla y con expresión de idiota. A su lado, El Padre intentará darle de comer mientras La Madre en el ángulo opuesto se mueve en un desorden de vestidos, zapatos y objetos de tocador. Padre.-(Con evidente paciencia). Mira, niño, no te pongas terco. Está muy bien que existas, aun- que yo personalmente creo que no, pero me estás haciendo demasiado la pascua. Vamos, come de una vez. De lo contrario, mamá te regañará. (A La Madre que no hace caso). ¿Verdad que le regaña- rás? Madre.-(Buscando y sin escuch al Padre). Mi sujetador... ¿Has visto mi sujetador? Padre .-(Sin prestar atención a La Madre y al Niño). Abre la boca... (El Niño la abre indi- rente). Así, así... espabila... Madre.-¿Oíste? ¿Que si no lo has visto? Padre.-(Cansado). ¿El qué? Madre.-Mi sujetador. Lo tenía aquí. (Revuelve entre las cosas). Padre.-¡Déjame en paz! ¡No toma la papilla! (El Niño niega riosamente con la cabeza). Madre .-(Sin dejar de buscar y con enorme des- precio). ¡Con siete años y tomando papilla!... ¡y biberón por la noche! Buena la hicimos teniendo a este idiota. Padre.-¡Tanto como idiota! Madre.-(Con ardor). Idiota, sí. Padre.-(Por lo bajo). No grites, que se entera. Madre.-Mejor. Así, se morirá antes. Padre.-¿Cómo puedes decir semejante burrada? Madre.-Es mejor para todos. ¿O no? (Vuelve a los vestidos. Se prueba uno ante un posible espejo ente al espectador). Convéncete: habrá que lle- varle a alguna institución benéfica. Padre.-Imposible: hay tantos idiotas que están todas copadas. Necesitaríamos un montón de in- fluencias. (Mientras tanto, El Niño sigue enorme- mente quieto, con la mirada fija en un punto concreto.) Madre.-...Pues de pago. Padre.-¿Tú sabes lo que cuesta? No tenemos suficiente dinero. (Al Niño otra vez). Venga, hijo, que tenemos prisa. (El Niño niega y empieza a hacer gestos de rechazo). ¿Por qué haces esos gestos? 14 Madre .-(Meditando mientras se observa en el espejo). ¿A qué restaurante podíamos llevlos? Hay que quedar bien. (Se prueba cosas). El de la esquina es demasiado barato y en el del bulevar, la comida es mala. Padre.-(Por la papilla). Lo escupe. ¿No te s- tidia? Madre.-(Sin mirar). ¿Y si le diéramos jugo de utas? Padre .-Tiene diarrea. Madre.-¡Qué porvenir de mierda nos espera! (Mostrándose al Padre con el vestido que se ha puesto). ¿Crees que voy bien así? (El Padre asiente distraído). ¡Si hubiera tenido más tiempo pa preparme! Padre.-(En su idea). ¿Sabes cuándo me di cuenta de que no era normal? Cuando comprobé que no lloraba. Madre.-(Despreocupada y también en lo suyo). Era un descanso. Padre.-...Pero debimos haber ido corriendo al médico y decirle: doctor, este niño no llora. Sólo nos mira. Madre.-(Colocándose ente al Niño). Y con· unos ojos abiertos, como platos. Sin expresión. Como ahora. Padre .-(Pa sus adentros). Sí, sí, debíamos haberle llevado. Madre.-¡Era tan cómodo dejarse llev!...

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Los Cuadernos de Teatro

¡MAMA, EL NIÑO NO LLORA!

Carmen Resino

Sin decoración específica. En escena EL PADRE, LA MADRE y EL NIÑO. Este, a pesar de las referencias a su edad, tiene que ser representado por un adulto. Al empezar la acción se encontrará en el centro de la escena, sentado en una silla y con expresión de idiota. A su lado, El Padre intentará darle de comer mientras La Madre en el ángulo opuesto se mueve en un desorden de vestidos, zapatos y objetos de tocador.

Padre.-(Con evidente paciencia). Mira, niño, no te pongas terco. Está muy bien que existas, aun­que yo personalmente creo que no, pero me estás haciendo demasiado la pascua. Vamos, come de una vez. De lo contrario, mamá te regañará. (A La Madre que no hace caso). ¿ Verdad que le regaña­rás?

Madre.-(Buscando y sin escuchar al Padre). Mi sujetador. .. ¿Has visto mi sujetador?

Padre .-(Sin prestar atención a La Madre y al Niño). Abre la boca ... (El Niño la abre indife­rente). Así, así. .. espabila ...

Madre.-¿Oíste? ¿Que si no lo has visto? Padre.-(Cansado). ¿El qué? Madre.-Mi sujetador. Lo tenía aquí. (Revuelve

entre las cosas). Padre.-¡Déjame en paz! ¡No toma la papilla! (El

Niño niega furiosamente con la cabeza). Madre .-(Sin dejar de buscar y con enorme des­

precio). ¡Con siete años y tomando papilla!. .. ¡y biberón por la noche! Buena la hicimos teniendo a este idiota.

Padre.-¡Tanto como idiota! Madre.-(Con ardor). Idiota, sí. Padre.-(Por lo bajo). No grites, que se entera. Madre.-Mejor. Así, se morirá antes. Padre.-¿Cómo puedes decir semejante burrada? Madre.-Es mejor para todos. ¿O no? (Vuelve a

los vestidos. Se prueba uno ante un posible espejo frente al espectador). Convéncete: habrá que lle­varle a alguna institución benéfica.

Padre.-Imposible: hay tantos idiotas que están todas copadas. Necesitaríamos un montón de in­fluencias.

(Mientras tanto, El Niño sigue enorme­mente quieto, con la mirada fija en un punto concreto.)

Madre.-... Pues de pago. Padre.-¿Tú sabes lo que cuesta? No tenemos

suficiente dinero. (Al Niño otra vez). Venga, hijo, que tenemos prisa. (El Niño niega y empieza a hacer gestos de rechazo). ¿Por qué haces esos gestos?

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Madre .-(Meditando mientras se observa en el espejo). ¿A qué restaurante podíamos llevarlos? Hay que quedar bien. (Se prueba cosas). El de la esquina es demasiado barato y en el del bulevar, la comida es mala.

Padre.-(Por la papilla). Lo escupe. ¿No te fas­tidia?

Madre.-(Sin mirar). ¿Y si le diéramos jugo de frutas?

Padre .-Tiene diarrea. Madre.-¡Qué porvenir de mierda nos espera!

(Mostrándose al Padre con el vestido que se ha puesto). ¿Crees que voy bien así? (El Padre asiente distraído). ¡ Si hubiera tenido más tiempo para prepararme!

Padre.-(En su idea). ¿Sabes cuándo me di cuenta de que no era normal? Cuando comprobé que no lloraba.

Madre.-(Despreocupada y también en lo suyo). Era un descanso.

Padre.-... Pero debimos haber ido corriendo al médico y decirle: doctor, este niño no llora. Sólo nos mira.

Madre.-(Colocándose frente al Niño). Y con· unos ojos abiertos, como platos. Sin expresión. Como ahora.

Padre .-(Para sus adentros). Sí, sí, debíamos haberle llevado.

Madre.-¡Era tan cómodo dejarse llevar!. ..

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Los Cuadernos de Teatro

Padre.-... ¡Vn día tras otro, sin soltar pasmo! Madre.-(Con resolución). La verdad, es que no

molesta demasiado. Sólo cuando hay que limpiarle y darle de comer. (Vuelve a lo suyo. El Padre, lo mismo).

Padre .-Anda, hijo, traga de una vez. Madre.-Abróchame la cremallera. Padre.-(Haciéndolo). ¿A qué hora dijeron que

vendrían? Madre.-Ya sabes cómo son: no tienen hora fija.

(Breve silencio. Vuelta a la situación anterior). Padre.-(Intentando que el Niño ·abra la boca y

ante la negativa de éste). Nada. Se nos morirá. Madre.-(Hacia el Niño resuelta). Déjame a mí.

(Se coloca ante el Niño con el plato en la mano). Bien, bastó de tonterías. Tu padre y yo vamos a salir; tenemos que salir. (Lo recalca. El Niño la mira con expresión ausente). Hay asuntos impor­tantes por medio. ¡Importantes!, ¿te enteras? y no nos los puedes estropear. (Le da comida. El Niño lo rechaza. Ella forcejea, le introduce la cuchara a la fuerza, El, lo escupe. La Madre lo abofetea furiosamente. El Padre la separa. El Niño hace muecas de sufrimiento). ¡Déjate de gestos! ¡Llora, llora, llora de una vez! (Se desespera).

Padre.-No te pongas nerviosa. Madre.-No puedo más: son años y años de

silencio ... (Al Niño que sigue gesticulante). Va­mos a ver: si no te gustamos, si esto no te gusta,

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¿por qué diablos no protestas, no chillas, no lloras como yo? ¡Yo sí chillo, yo sí protesto, yo sí lloro! (todo ésto muy exasperada) ¡Yo digo una y otra vez que estoy harta, harta, hartaaaa! (Le tira el plato a la cara. El Niño quedará todo manchado e impasible. El Padre la retira con suavidad). Es superior a mí... superior a mí... (Pausa). Será me­jor seguir con los vestidos o con lo que sea ... con lo que sea ... (se va a su desorden. El Padre limpia amorosamente la cara del Niño) ¡Y pensar que hasta me ilusioné cuando me salió barriga! (Se sigue acicalando: quiere superponer su imagen de mujer despreocupada a la de infeliz) ... Estaba re­donda como un bombo y me sentía orgullosa de estar preñada ... ¡qué estupidez!

Padre .-Sigo insistiendo en que debíamos haber ido al médico.

Madre.-¿Cómo me pongo el pelo? ¿Hacia arriba? (Lo hace. Se mira). Cuando tenía dieci­siete años lo llevaba así, con unos pelitos por la frente ... (Coloca el pelo en la forma que ha dicho. Rememora: quisiera ser aquella muchacha). Salía entonces con un tal Enrique y nos citábamos en los jardines oscuros ... (Ríe para sí).

Padre.-(En su tema). Mira hijo, tienes que ser obediente ... aunque no sé para qué.

Madre.-(Jovial) ... Algún guardia nos pitó y nos amenazó con una multa ... (Por supuesto, el Padre ni la escucha).

Padre.-Espera, espera que te ponga el orina­lito ... (Coge lo dicho y se lo coloca al Niño con mucho cuidado). Pero hijo, ¡cómo puedes echar si no comes?

Madre.-Para fastidiarnos. Así impone su pre­sencia. Creo sinceramente, que no le gustamos ni pizca. (Pausa). Habrá que llevarle a una institu­ción.

Padre.-No tengo influencias. Madre.-Esta misma noche se lo planteas a tu

jefe: él está bien relacionado. Padre.-Me da vergüenza: nunca se lo confesé. Madre.-(Al Niño que ha hecho un movimiento

brusco). ¡Estúpido, no tires el orinal! (El Padre quita al Niño el orinal, se lo lleva y le sienta de nuevo en su silla).

Padre.-Mi jefe no puede comprenderlo: no tiene hijos subnormales ...

Madre.-Este no es subnormal. Sólo que no llora.

Padre.-¿ Te parece poco? Madre.-Me parece perfecto. ¡Pues sólo faltaría

que llorase! Padre.-Claro, que por decírselo ... En esas insti-

tuciones están bien. Madre.-¡Mejor que en casa! Padre.-... Y quizás aprenda a llorar. Madre.-¿Para qué puñetas quieres que

aprenda? ¡No me da la gana! (Insiste en sus arre­glos).

Padre.-(Al niño). La verdad es que tu papá es un desgraciado: toda la vida lucha que te lucha por un puesto de mierda, para comprarle vestidos

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Los Cuadernos de Teatro

a ésa ... (Pausa. Con risita malévola). Eso es lo que no podrán hacer contigo, muchacho, ¡explo-tarte!. .. ¡como no sirves para nada!, ... aunque a lo peor también encuentran la fórmula ... ( esto último lo ha dicho con tristeza; más bien, con fatalidad).

Madre.-Tú tampoco sirves para nada: no tienes amor propio. En cambio aquel chico con el que salí, uno rubio con bigotito ... (Se pone nueva­mente a recordar).

Padre .-(Mirando a la Madre con rencor y al Niño). Son unas rameras, hijo ... todas unas rame­ras ...

Madre.-(Agresiva) ¡Y unas criadas! (Al Niño). Tú eres testigo aunque no entiendas. (Por el Pa­dre). ¿Quién le plancha la ropa, quién le hace la cama, quién le prepara los macarrones al horno? ... (Se mira de pronto una media). ¡Vaya, se me rompió la media! (Se las quita y busca otras afanosamente. Esto, la llevará un tiempo).

Padre .-(Ante el Niño y para sí). ¡ Si yo me pre­sentara un día en el departamento con la cabeza alta y exigiendo!. .. (se estira, se pone en situa­ción, pero sólo un momento. Con abatimiento) ... pero me da miedo la gente ... (Al Niño y como en secreto). ¿A ti también te da miedo la gente?

Madre.-¡ Cómo le va a dar si no sale! Padre.-La culpa es tuya, que te avergüenzas.

Tenía que salir y entrar como todos los niños. Madre.-Olvídate: no es como todos los niños.

(Pausa). Menos mal que ésos se retrasan porque encima este bobo no ha comido. (Sale un mo­mento. Vuelve con otro plato). Lo intentaremos otra vez ... El niño va ser bueno ... (Va a darle una cucharada. El niño niega furiosamente). ¡Venga, estúpido, traga! ¡te morirás si no comes!

Padre.-Si al menos llorara ... Madre.-Calla con lo del lloro, no seas gafe. Padre.-(Acercándose a la Madre). Eramos feli-

ces cuando éste no existía. El amor nos sabía a bastante más.

Madre .-Ahora, ni nos sabe. Padre.-¿ Te acuerdas cuando te iba a ver a la

pensión? (Ella ríe un poco histérica). Cantábamos en la cama, ¿no era chocante? (Ella sigue riendo. El la abraza). Había que hacerlo para despistar. .. A la bruja de la patrona le preocupaba que estu­viéramos callados: decía que estaríamos haciendo guarradas ... Fue entonces cuando se me ocurrió lo de cantar. ¿ Quién podía imaginar semejante cosa? (Ríen los dos. Siguen abrazándose. Caen por el suelo. El Niño sigue con su expresión ausente) ... Te juro que era dificil seguir cuando las cosas llegaban al punto culminante... (Continúan los abrazos) ... Jadeaba, sí, jadeaba (en realidad, ja­dea) y me salían gallos, pero cantaba de todas formas ... ¡ naturalmente que cantaba!

(El Padre y la Madre empiezan a cantar entrecortada y desajustadamente. Se be­san, se revuelcan, jadean entre el canto. El Niño, mientras tanto, inicia unas mue­cas. Su rostro se arruga. Cada vez más. De pronto, en medio del clímax amatorio

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de los Padres, rompe a llorar. Es un so­llozo breve pero agudo, taladrante, para en seguida, volver a su petrificación. Corte brusco en la acción. Espeso silen­c10.

Padre.-(Incorporándose). ¿Oíste? Madre.-¿Qué tengo que oír? Padre.-(Con tímido entusiasmo). El niño ha llo­

rado. Lo juraría. Madre.-No me compliques más. Son figuracio-

nes tuyas. Padre .-(Levantándola brúscamente). ¡Tienes

que admitirlo: alguna vez tiene que llorar! ¡ No puede seguir con esa indiferencia de idiota!

Madre.-(Feroz). ¡El es un idiota! Lo será siem­pre. Y es mejor así, ¿ te enteras? ¡ Sólo tenemos que darle de comer y limpiarle las cacas!

Padre.-... Pero debe llorar, como todos lo ha­cen. (Zarandeando al Niño con ternura). ¡Hijo, convéncela, reacciona, indígnate, di que sientes pena de ti, de mí, de tu madre!

Madre.-¡Estás loco! Hazle comer y déjale tran­quilo. Están a punto de llegar. (Va hacia su arre-glo). . . ,

Padre .-Te juro que no son alucmac10nes: le 01. Madre.-¡ Cómo ibas a oírle! ¡ Cantábamos a

pleno pulmón! (Pausa. Se cam1?ia de traje. Po,r elque se ha quitado). Este vestido se estropeo al lavarle.

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Padre .-(Insistiendo nuevamente con la papilla). Toma hijo, aunque sólo sea por dejarme la con­ciencia tranquila. (Logra darle una cucharada pero el Niño siente arcadas). ¡No me vomites, por lo que más quieras! (Deja con desesperanza el plato. Breve pausa). Nada, se diría que está en huelga de hambre.

Madre.-Se ha propuesto fastidiar. ¡En lo que fue a parar mi barriga, feto de mierda!

Padre.-No te metas con él. Madre.-Me irrita su pasividad. Padre .-Pero te es cómoda. Madre .-Todo el día mirándonos fijo... como

acusándonos ... (Va hacia el Niño. Se le encara). ¿De qué tienes que acusarnos, imbécil? ¿De inten­tar no ser muebles, como tú? ¡Dímelo de una vez! ¿ De qué te has propuesto ser testigo? ¡ Quiero mi vida, necesito mi vida, y no pudrirla día a día un poco más!. .. (Breve pausa). Tengo treinta míseros años que no volveré a cumplir, ¿ te enteras, feto de mierda? ¡ no los volveré a cumplir! (El Niño se encoge temeroso. Se oirá un claxon. Transición). Ya están aquí. (Va corriendo a terminar su arre­glo. El Niño sigue a la Madre con la vista y se quedará mirándola insistente).

Padre.-(Por el Niño). Este no comió todavía. Madre.-Peor para él. No podemos esperar más.

(Al Padre e incómoda por la mirada del Niño). Pon a ése cara a la pared: no quiero que me

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observe. (El Padre lo hace a regañadientes) . ... Y trae que te ponga bien esa corbata. (El Padre se acerca a la Madre y ésta hace lo dicho. Suena un segundo bocinazo más insistente que el primero).

Padre .-(Para sí). ¡Gilipollas! Madre.-(Arrastrando al Padre). Vámonos ya.

Sólo faltaría que se enfadasen. ¿Llevas el dinero?, ¿las llaves? ... (El Padre no tiene tiempo para con­testar: mira al Niño que sigue de cara a la pared). ¿ Vienes o qué?

Padre.-Me da pena dejarle así. Madre.-Es su culpa: vámonos. Padre.-(Colocándose frente al Niño que estará

de espaldas al espectador). Observa ... (hace una señal a la Madre, para que se acerque) se diría que va a llorar.

Madre.-No puede. Está incapacitado. ¡Vamos! (Tira del Padre).

Padre.-No puedo moverme de aquí. Te digo que vamos a asistir a algo importante.

Madre.-Nunca llorará por más que te empeñes. Padre.-Manda a la mierda a esos de abajo. No

podemos dejarle solo en este momento. Madre.-¡Allá tú! (Hace intención de irse. El

Padre la sujeta). Padre.-Por favor, hijo, hazlo otra vez ... intén­

talo de nuevo ... cuando llores serás un poco libre; romperás tu muñeco.

Madre.-(Haciendo por desasirse y golpeando al Padre). ¡No quiero que llore! ¡No podría soportar su grito animal! (se tapa los oídos desesperada).

Padre.-(Zarandeándola). ¡Tú también le oíste! ¡ Confié salo!

(Suena el claxon con insistencia. La Ma­dre hace por irse y arrastrar al Padre).

Tenemos que quedarnos. Madre.-Si te quedas estás perdido: siempre se­

rás un don nadie. ¡Y te abandonaré! Padre.-(Débilmente al Niño). Escucha, tene­

mos prisa ... nos esperan ... ¡ hazlo pronto, ahora!. .. dame al menos una señal... (La Madre tira de él) ... una señal y me quedo. (Breve silencio).

Madre.-¿Te convences? ¡Ni se mueve! ¡Vamos de una vez!

Padre.-Entonces, no nos quedamos ... (Es casi una afirmación).

Madre.-(Con resolución y empujándole hacia el lateral). No. No nos quedamos.

Los Padres salen. Se hace un profundo silencio. Las luces irán concentrándose en el Niño que sigue de espaldas, inmó­vil. Poco a poco irá girando hasta colo­carse frente al espectador. Lentamente también, como fruto de una dolorosa me­tamorfosis, cambiará su inexpresión por gestos: arrugará la frente, las comisuras, y de pronto se desgarrará en un llanto estrepitoso, más bien un alarido de completa clarividencia y sole- edad. El grito de todos los anima-les y hombres de la tierra.