manual de comportamiento para gente formidable 3

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manual.

Page 2: Manual de comportamiento para gente formidable 3

Manual de Comportamientopara Gente Formidable

Volumen 3

Cómo encontrar tu dobleMónica Sánchez Lázaro

Cómo comprobar que estás vivoNorman García

Cómo agitar el agua bajo tu faldaMackyChuca

Cómo enmendar un corazón rotoDanilo Guio

Cómo perder la feLuis Noriega

Cómo fingir un orgasmo masculinoPedro Poitevin

Cómo querer de vez en cuandoAnaMaríaMesa

Cómo vivir infeliz por el resto de tu vidaJavier Avilés

Cómo comer chocolateMarta Peirano

Cómo limpiar la conciencia en 21 díasMaría Camila Vera

Cómo combatir al enemigoJavier Cozzolino

Cómo crear un silencio entre los dosGloria Esquivel

Cómo atardecer en SuburbiaMaximiliano Vega

Cómo quedarse solo en el intentoOscar Rodríguez

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Mi hermano mellizo se llamabaFelipe y vivió veintiocho días. Mimadre mantenía viva la llama de suexistencia mediante alusionesesporádicas que casi siempre eranmeramente descriptivas, pero esasdescripciones poseían un elementoperturbador. Me llegaban bajo lacondición del enigma, mecomunicaban una insatisfacción quemás tarde identifiqué como unaforma sutilísima del dolor. Habíamosnacido con cinco semanas deantelación. Eráis tan flaquitos los dos…él tenía los ojos más grandes. Despuésun silencio intergaláctico se posaba ensu rostro y yo me olvidaba de Felipe

por algún tiempo. Pero reaparecíasiempre entre los susurros de losmayores y por el tono irritado demamá yo a veces pensaba que papáera el responsable de que Felipe no sehubiera quedado con nosotros.

Luego fue papá quien no se quedócon nosotros. Comprendí que sehabía celebrado un juicio en el que yoera testigo mudo y falso culpable.Pero fue papá quien expió esa culpa.Nunca les perdoné que me dejaransola con mamá, indefensa bajo elsempiterno tsunami de su histeria.

Por aquella época sucedió algo quelo cambió todo de pronto. Unepisodio sonámbulo (el único

verdadero, aunque los trances serepitieron de manera sistemáticadurante algún tiempo por la vía de lasimulación) me dio acceso a una zonaantes oculta de la Realidad y mereunió de nuevo con Felipe.

Me levanté de la cama amedianoche y fui hasta el cuarto debaño. Me quedé quieta frente al hazde luz de la puerta entreabierta comoesperando una señal, dormida. Mamáya se había desmaquillado y orinabamuerta de sueño con la miradaperdida sobre los azulejos del suelo, lamano apoyada en la barbilla, camisónde raso blanco, las bragas en lostobillos. Entonces empujé un poco la

Cómo encontrar tu dobleMónica Sánchez Lázaro

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puerta y ella me vio. No dijo nada. Nodije nada. El cuarto de baño eragrande y tenía una luz poderosa.Estuvimos así , una frente a la otra, acuatro o cinco pasos de distancia, sindecirnos nada durante un lapso queme pareció de horas. Recuerdo elinstante como una transmutación porla impresión de tiempo dilatado. Digoque no sé cuántas horas cupieron enaquel medio minuto que debió tardarmamá en romper el encantamiento.Demudada, preguntó si tenía pis y yoasentí. Asentí para no contradecirla,supongo. Y porque no había coartadamejor para mi aparición intempestiva.El temor o la sorpresa le obligaron adeponer el tono tiránico y ahora,todavía sentada en la taza, mepreguntaba dulcemente si yo tenía pis.(Mamá, mi amor por ti era amargo.Mi pobre vida entera no alcanzabapara darte una pizca de alegría. Yo noera lo bastante buena para ti y nosupiste cómo ocultármelo). Me cedióel asiento y esperó la materializaciónde alguna cosa. Paralizaba susemblante algo que yo no sabía y quecomprendí luego, al regresar delsemisueño.

Tuve al día siguiente unaimpresión bastante nítida de lo quehabía sucedido. Prueba de ello es quenunca lo olvidé. Sentada en la taza meesforcé por hacer pis pero no logréque cayese ni una gota. Despuésregresé a la cama tranquilamente.Mamá jamás mencionó el incidente.Jamás contó a nadie que una noche,justo antes de irse a dormir, Felipehabía regresado y la había mirado sindecir nada con sus ojos grandes. Sehabía sentado, el pobre, en la tazacomo una niña, sin saber cómo hacerpis.

Hubo arrebatos de amor materno.Nunca mamá fue tan amable como en

los días que siguieron a misonambulismo debutante. En vista delresultado decidí repetir los episodios.El mismo silencio, forzando unaexpresión alucinada. El armariodonde mamá guardaba cosméticos,neceseres, lavativas y pastillas estabarevestido de espejo por tres de suscaras. Felipe vivía allí pero yo nunca lomiraba. Mamá seguía cualquiermovimiento mío con el respeto que seprofesa a un ídolo. Pobre mamá. Se lallevaron un día. Todo el mundomenos nosotros tres sabía que estabaloca.

Papá volvió. Ya nunca más mirémis ojos en un espejo. Eludía miimagen para que Felipe no se fuera,para que supiera que yo podíarenunciar a mí misma con tal de queél estuviera siempre ahí. Saber queFelipe estaba ahí me permitió teneruna infancia normal. Yo le ubicaba enun cuartito blanco a un lado delpasillo detrás del espejo y veníasiempre que lo llamaba. Dicen quetuve una adolescencia complicadapero yo me las ingeniaba paraparecerme más a Felipe. El psicólogono pudo disimular su alegría cuandoun día papá le habló de él, de "mihermano mellizo muerto con casi unmes". El psicólogo y papá opinabanque eso podía explicarlo todo.Admirable optimismo. Yo he odiadosiempre las explicaciones. Y entoncesyo respondía que sí, que claro, querecordaba a Felipe. Me obligaban averlo como a un recién nacidoescuchimizado que murió por precozy por selección natural, con ojosgrandes. Me obligaban a colocar surecuerdo junto al olor crudo de laplacenta, junto a la leche agria quetodos hemos vomitado sinaspavientos, como si nada. Pobreshijos de puta. Esquizofrenia

paranoide, dicen. Pero las palabras sonsolamente cosas.

Voy a morir antes de cumplir lostreinta. Algo en mi interior haempezado a pudrirse, dicen. Lo dicende otra manera. Mis células se handividido en bandos. Habrá unainvasión espectacular. Les ahorrocómo sucedió todo. Ahí están misdiarios y mis novelas. Puedenhojearlas cuando quieran. Lo cuentantodo las novelas: lo que ocurrió y loque se me ocurrió. No hay diferencia.Tengo que morir para que Felipe vivade este lado y mamá me quiera a mí.

Me despido. Termino con elmensaje de otro paranoico, de otroPhillip que sobrevivió a su melliza.Más tarde hablamos de él si lodesean. No me queda mucho tiempo.

Disculpen la traducción, que esmía: "Yo creo que en el instante posterior

a la muerte, la Realidadaparecerá por

fin frente a nosotros. Las cartas

quedarán boca arriba, la partida estará

terminada, veremos claramente lo que

sólo habíamos sospechado o entrevisto

borrosamente en un espejo. Lo dice San

Pablo. Lo dice elBardo Thodol. Lo dice

Winnie the Pooh: volveremos a

encontrarnos todos, en otro rincón del

bosque, siempre habrá un niño jugando

con su oso. En eso creo. En realidadno

creo en nada más. Yaunque me

equivoque y Lucrecio tenga razón ("no

sentiremos nada porque no estaremos")

no importa, porque ya no estaréaquí

para sufrir esa desilusión y habréganado

a pesar de todo. No se trata de una

apuesta; no tengo otra opción y ustedes

tampoco".

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Cómo comprobar que estás vivoNorman García

Acá.

Estar pendiente de la respiración es darse el crédito desaberse vivo, que uno tiene pulmones. Que uno no es eso,pero que todo eso hace parte de uno. Cuando piense enrespirar va a ser testigo de esa incómoda certeza de tenerque lidiar con un montón de cosas que uno encierra. Sentirel corazón. Escuchar la barriga con sus mareas, ver elpecho inflarse, rendirse ante el temblor de los labios, ocuando se encharcan los ojos, todos los sentidos dándosecuenta de los síntomas que hay cuando uno es ese otro, eldesorden de las cosas y el sentir la urgencia de repararlas.

Respirar es algo que hacemos automáticamente porquehay algo allá arriba que maneja eso y no deja que lohagamos a voluntad. Conscientemente nos ahogamos,administramos mal el espacio en el pecho, la profundidadde la exhalación, los movimientos que hacemos a diario sinpensarlo. A veces el proceso es asistido por el dolor y elresultado es un suspiro amargo que nos desinfla porcompleto, sin que este sea prolongado, o fuerte. Como sirespiráramos ya no con los órganos que cumplen esafunción, sino con algo que vicia todo el conjunto. Lo mástriste es pensar que ese elemento extraño sea justamenteuno mismo.

A veces despertar es saber que se está vivo. Sinimportar los abusos de la noche anterior, o de los mesesque han pasado. El dolor de cabeza producido por elalcohol no será nunca igual a la resaca de haber anheladoque no se volvería a despertar jamás y darse cuenta de locontrario.

Esta mañana desperté en medio de la conmoción de laalarma. El perro ladraba acompañando ese sonido,manifestando también su descontento ante la interrupcióndel sueño. El perro solo sabe ladrar. Ladra cuando tienehambre. Ladra cuando quiere salir. Ladra cuando quierejugar. Ladra cuando saluda. En su boca todo suena adenuncia, a pesar de que quiera expresar un rango deemociones tan variado y complejo como el nuestro. Estamañana el perro trataba de apagar la alarma ladrando.

Y nunca tuvo que detenerse para recuperar el aliento.

Allá.

En un lugar fuera del cielo y de los límites imaginableshay una nave flotando en el espacio y a veces apunta anosotros para tomarnos fotos, a más de mil millones dekilómetros de distancia. Nos vemos como un punto azul enlo oscuro de la nada. Fotografiamos el coloso en el queviajamos desde una distancia suficiente como para que nosconmovamos con su insignificancia.

Carl Sagan habló de los billones y billones de galaxiasque hay en el universo, y los billones y billones de estrellasque lo conforman. Tal vez a Sagan le gustaba laexageración de lo infinito, pero quería recalcar lo inocenteque es pensar que solamente en el remoto acá hay vida. Lacuriosidad, disfrazada de vanidad, llevó a que enviáramosmáquinas a lo desconocido, para no volverlas a ver nuncamás. Se despidieron con una misión simple: saber siéramos los únicos, si eso nos hacía especiales.

Aún hoy, treinta años después, transmiten lo que hanencontrado. Las señales atraviesan pacientemente enminutos, en horas, lo que a estas naves les ha tomadodécadas. Cuando llegan a casa, en esa exageración de loque conocemos como comunicación a distancia, los datossiguen revelando cosas que sorprenden a los expertos,prueban teorías con lo vivido a las orillas de la galaxia, peropersisten en la tristeza de su encargo: no han encontradonada.

Afuera.

A veces las mañanas llegan en algo parecido a unaemboscada.

El sol está allí cuando se abre los ojos, y el mundo no seha detenido, ni acabado, pese a las muchas advertencias. Elmundo sigue girando para que uno duerma detenido en unpunto, para despertar sin poder admirar el traslado del cualse ha sido viajero pero no testigo. Siempre el resultado esel mismo. Si se quiere cambiar el paisaje visible hay quehacer un recorrido por sí mismo, confiando en los inventosde otras épocas, o de las que no acaban de llegar. Cambiarlos paisajes naturales por los artificiales, ya no levantandola mirada para encontrar en el cielo algo maravilloso sinobajarla mendigando una sorpresa cualquiera en unapantalla que siempre podemos cargar. A veces para ver allíla imagen del lugar en el que vivimos.

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Adentro.

Antes de que llegue la mañana, acostado en la cama, enla oscuridad de la noche, se siente el peso del universo entodo el cuerpo. Los ojos fijos en el techo, la inmovilidadque no corresponde al desgaste físico. Las sombras se vanacentuando y los tonos se diferencian de otros por suintensidad. En la silenciosa oscuridad son bienvenidos lossusurros del mundo. El auto que pasa por la avenida, losanimales nocturnos que salen de caza, o de conquista. Losvecinos que discuten a tres muros de distancia, o menosfrecuentemente los que se aman sin pudor. Los rugidos dealgunos vuelos, o de las vigas de madera que se acomodanluego de estar todo el día sin hacer nada. La luz de la lunaque se cuela por la ventana, que trae consigo restos detodo lo que hay allí afuera, cosas que a la larga noimportan.

Acostado en la cama, con el mundo y todo lo demáspalpitando y haciendo lo posible para ser reconocido, loúnico que llama la atención son los sonidos de la máquinaque está en el pecho, algo que no va nunca a ningún lado.

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Considera la pelvis. Es un cubo, unbalde. Contiene aquello que llevas enel cuerpo que se parece más al mar.

Considera moverla. Si la basculashacia adelante o hacia atrás, elcontenido de tu pelvis puedederramarse. Es conveniente mantenercierta movilidad, pero en la postura depie, esa que los terapeutas corporalesdicen que es la posición de descansoabsoluto, tu pelvis debe contener elmar entero sin que se vuelque ni unagota.

Así debes ir, mujer, con la pelvis enperfecto equilibrio dentro de tucuerpo. Por no hablar del corazón. Elcorazón también debe colgar comouna manzana, mordida, comenzando aennegrecer por la oxidación, a puntode pudrirse tal vez, pero en perfectoequilibrio dentro de tu cuerpo.

Considera tu corazón. Dicen quetiene el tamaño de tu puño. Dicen quelos testículos de un hombre tienen eltamaño de su puño. Todo mentira.Mira de cerca puños y huevos, miraatentamente cómo se cierra el puñomientras los huevos son amados yelevados por el placer. El tamaño nosiempre es análogo. No podemossaber ahora mismo si la analogíatamaño de corazón-tamaño de puñoes verdad o mentira, no lo sabremoshasta que te abran el pecho, linda, con

una y griega de esas que sirven paraunir pero también para separar. Las ygriegas mantienen una distinciónentre las dos individualidades. Secomportan como bisturíes queseparan tejido y músculo, mí y tú, mimí de tu tú, yo y tú y tuyo y mío denosotros y lo nuestro. Así puedenvenir después los hombres sabios, losingenieros y cirujanos de esta vida, ahurgar dentro de tu pecho ycomprobar, de una vez por todas, eltamaño de tu corazón con respecto alde tu puño.

Considera el corazón de una vaca.No lo dudes: la vaca también tienecorazón. Mira a la vaca a los ojos. Losojos de una vaca son amor. Las chicasque ostentan pestañas sedosas ymiradas lánguidas han trabajadomucho por obtener esos ojos de vacafantástica. Los ojos lánguidos, laspestañas mojadas se obtienenlamiendo mucho, lamiendo fuerte,como vacas con corazón de león.

Considera el corazón, entonces, deuna vaca. Para ello tendrás quepalparle el pecho, si se deja. De locontrario, te aconsejo que vayas a unacarnicería y compres un corazón devaca. Siempre podrás dárselo decomer luego a tus gatos. Los gatosaprecian la textura gomosa, susmandíbulas agradecen el ejercicio. Esosi no son unos gatos modernos y

blandengues, alimentados conpiedritas desaboridas.

Verás que el corazón viene conuna coraza de grasa protectora.Piensa en ello. Corta en cubos elcorazón de la vaca para dárselo a losgatos. Mira qué resistente es el tejido,qué compacto. Que no te extrañe:debe bombear sin parar paramantener en movimiento a una molede dos toneladas. Debe mantenerirrigados sus siete estómaagosmientras ella rumia kilos y kilos depasto verde para que su carne sepabien para ti (eso si no es una vacamoderna y sometida a comer piensohecho a base de los huesospulverizados de sus hermanas,vacacaníbal).

Vuelve a admirar el tejido oscuroy elástico del corazón de la vaca. Esasí de fuerte porque debe mantenerirrigadas sus siete ubres, para que tútomes yogur griego con bífidus ycagues bien, para que puedas bañarcon yogur griego la profundidad detu vagina en caso de cándidas.

Aprecia nuevamente la capa degrasa que cubre el corazón. Hace faltamucho calor para fundir esaarmadura. Piensa en ello.

Aprecia el hecho de que esecorazón perteneció a una vacafantástica. Guarda un minuto desilencio por todas aquellas rumiantesde ojos lánguidos y pestañas mojadasque lamen y luego ofrecen el corazónpara que lo envuelvan en papel y se locoman los gatos y tú aprendas algo.

Considera estar embarazada.Imagínalo. Si no puedes imaginarloconsidera llevar un alien que crece

Cómo agitar el agua bajo tu faldaMackyChuca

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dentro de tu útero, que también eselástico, una criatura que te redondea,que estira la piel de tu vientre, quehace que tus costillas se abran, queempuja todos tus órganos hacia afueray arriba, que logra incluso que tucorazón se mueva dentro de tu cuerpo.Que ya no cuelgue, manzana mordida,oxidada, podrida, en perfectoequilibrio dentro de tu cuerpo.

Los hijos, los hombres de huevoscomo puños temblorosos, las chicascon ojos de vaca fantástica, todos ellostienen la particularidad de podermover corazones dentro de loscuerpos.

Demos gracias al Señor por laelasticidad de los materiales.

Considera tu pelvis. Tu pelvis ytodos los órganos que alberga sonelásticos, para poder contener aquelloque llevas dentro del cuerpo que másse parece al mar. Considera cómoquieres mover tu pelvis, y losrecipientes rosados que contiene.Considera cuánto mar estás dispuestaa mover en cada oleada.

¿Tienes el corazón losuficientemente compacto como paramover el mar?

¿Es la corteza de tu corazón losuficientemente gruesa como paraconservar el calor de tu tierra?

¿Conoces a algún cirujano quepueda hablarte sobre ello con palabrasdulces a través de la mesa de un café?

Considera tu falda. Es ropa, que alfin y al cabo es sólo harapo taparrabos.Es eso que nos ponemos paradisfrazarnos de personas, porque una

no puede ir por la vida con el culoenhiesto y bamboleante y desnudo,moviendo mares propios y ajenos. Oeso dicen. Dicen que una no puede, yuna no lo hace. Y así vamos,mirándonos con ojos de rayos equis yadivinando los mares debajo de lasfaldas, los culos debajo de la ropa, lospuños debajo de la carne.

Considera lo que hay debajo de tufalda. Tu pelvis, y los puños de carnerosada que guardas dentro, aquelloque eliges abrir cada tanto, para dar yrecibir. Abres los recipientes rosadospara dar agua, para dar mar. La faldaes el límite. La falda es la frontera.Más allá de la falda, los otros. Másacá, tú, la dueña de la fuente, yaquellos a quienes invitas a beber deesa agua.

¿Cómo agitar el agua debajo de tufalda?

Considera un dedo. Puede ser eldedo del cirujano, o el tuyo propio.Considera un dedo en el recipienterosado. Fuera, arriba, el interruptor delmar. Se abrirá aquello que llevasdentro de la pelvis y se agitarán lasaguas.

Considera dos dedos. Dentro ydentro atrás. Allí, donde el yoguramansa el bolo fecal, allí también hayinterruptores agitadores de aguas. Talvez tengas que contar con dedosprestados. Uno de ellos, o ambos.Puedes pedírselo prestado al cirujano,si aún no te has cansado de esos cortesprolijitos que aplica a tu raíz coninsistencia de maestro del bonsai.

Considera tres dedos. Dos dentroy atrás.

Considera cuatro dedos. Dosdentro, uno fuera, y atrás.

Considera toda la mano. Dentro. Yfuera. Cerrándose sobre lo rosado, loya muy rozado, lo muy acuático. Quese cierre y apriete y aguante. Descansa.Que se aquieten las aguas bajo tufalda.

No. No descanses ni te aquietes.Considera algo más grueso que undedo, o que tres. Hazlo tuyo y juegacon él. Paséalo junto al mar. Tienegracia.

¿Y el corazón? El corazón vienecon capa de grasa, como el antiguopatefuá. Como el jamón del diablo.Después de todo es una manzana quecuelga, mordida, oxidada, podre.

Después de todo este tiempo,venimos a enterarnos de que elverdadero fruto prohibido es el propiocorazón, y el diablo nos lo da amorder pero con capa de grasa, comoel corazón de las vacas. Las mujeressabemos morder igual, a través de lacoraza, y perdemos el equilibrio.Después vamos ofreciéndolo por ahí.A veces confundimos corazón con losotros recipientes. No. La capa de grasaresiste los embates y el embat, elviento térmico provocado por ladiferencia de temperatura entre el mary la tierra.

Es un problema cuando lostermómetros marcan temperaturasdiferentes. Cuando tu sensacióntérmica sea más alta que la de la vida,cuando los bisturíes abran y griegas entu esternón, cuando se te sequen losojos y no recuerdes cómo besar con laspestañas, considera agitar el aguadebajo de tu falda. Ya sabes cómo.

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Estás sentado en el bar, Martín, en medio de tus amigos. Levantas labotella de cerveza y tomas otro sorbo. Escuchas, como si hablara a travésde una pared, al Mono que cuenta de cuando hizo un viaje en moto poruna carretera gringa. Bajas la mirada y notas que el Mono no suelta lamano de su novia mientras habla. Obligas a tu mente a dar un rodeo,esquivar la trampa, evitar caer en lo mismo. Lo logras. Por un momento.Piensas en esa mano que tan bien llegaste a conocer. Recuerdas esemovimiento tan particular que hacía cuando caminaban de la mano.Tomas otro sorbo de cerveza y miras a tu alrededor, eres el que haceimpar el número de personas de tu mesa.

Ves parejas felices en todas partes. Las ves en el autobús, pegan laspiernas y miran por la ventana, en la biblioteca se sientan en la mesaescondida, la que queda casi debajo de las escaleras que unen el segundoy el tercer piso; en la calle caminan de la mano pisando las hojas secas,despacio como si hubieran olvidado al tiempo; a diferencia de ellos sabesque el tiempo es su enemigo, espera con paciencia en la oscuridad de lasnoches de domingo. Eres el doctor Jekyll y Mr. Hyde, los miras de reojo,con disimulo, con nostalgia y con rabia asesina.

Das el último sorbo a tu segunda botella de cerveza. Miras porencima de las cabezas de la gente, buscas a la mesera, le haces una seña,le coqueteas mientras le pides otra botella, sonríes y levantas una cejaporque alguien, no quieres pensar su nombre, te dijo que ese gesto legustaba mucho, sabes que la belleza de los gestos, y de todo en realidad,radica en quien mira; y la mesera no aprecia tu ceja levantada. Llevastres semanas sonriéndole a todas las mujeres solas que te cruzas, sabes

Cómo enmendar un corazón rotoDanilo Guio

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que estás buscando en el tiempo incorrecto; cuando tesonríen de vuelta te sientes culpable, como si estuvierashaciendo algo malo, como si estuvieras a otra sonrisa y unpar de frases ingeniosas de decepcionar a un fantasma.

Quisieras contar tu historia Martín, pero no puedes, sete queda agarrada a las paredes de la garganta, es unahistoria tan normal, tan llena de clichés y de lugarescomunes que te emputas. No puedes creer que te tiemble lavoz al hablar de una historia que es igual a las otras, es tanigual a las demás historias que conoces, Martín, que todaslas canciones que suenan en la radio te salen. Y sinembargo es, fue, diferente, la mejor de todas. Nadie vivió loque tú, lo que ustedes. Aun no puedes sacar las palabras, nisiquiera le has contado todo al Mono. Todavía, por lasnoches, te acuestas con ganas de morirte un poquito, nomucho, lo suficiente para que ella, no vas a pensar sunombre, te llore un ratico. ¿Te estás escuchando Martín?¿Alguna vez has sido tan patético?

Sueltas la carcajada, te ríes porque todos en la mesaríen, no tienes ni idea de qué, no vas a preguntar, no vas adarle la oportunidad de que te pregunten por qué tancallado Martín, no te van a preguntar por ella, al menos,algo es algo, tus amigos saben que se te nublan los ojos yque te haces el fuerte. Das otro sorbo largo a tu cerveza,inclinas la cabeza para escuchar lo que dicen, no loconsigues, la música está muy fuerte, sonríes de medio ladoporque suenan los Stones, ¿adivina quién se muere por losStones, Martín? Miras hacia el techo y hablas con un sersuperior en el que crees cuando te conviene, le dices que note joda más, que te deje en paz, que tiene un sentido delhumor tan negro, tan cruel, que lo mejor es reír para nollorar.

Se te paraliza el brazo en la mitad del movimiento, labotella queda a medio camino de la mesa y tu boca. Laacabas de ver entrar. Con otro. No lo viste bien pero estásseguro de que es más pinta, más chévere y con más plataque tú. Martín, sabes que no es ella, no puede ser, sabes queentre sus muchas cualidades, que exageras e idealizas, noestá el don de la ubicuidad. Sueltas el aire que retienes entus pulmones y pones tus manos sobre las piernas, dondenadie vea el temblor que las ataca en este momento. Lanovia de Jota te pone la mano en el hombro, te dice queella también se espantó, que así de lejos y de lado eraidéntica al fantasma que no te deja dormir y que ves entodas partes.

Has intentado pensar en sus defectos, quieresmagnificarlos, asociar todo lo que te molestaba de ella al

recuerdo de su cara; tu cerebro, al parecer, no está deacuerdo con los reflejos condicionados, no esta vez; encambio estuvo feliz de asociar el endurecimientoinstantáneo de tu verga al sonido de su voz. O con el tactode la piel suave de su espalda, o con ese lunar tan bienubicado, la última parada antes del paraíso. Pero qué biense te da, Martín, esto de salir para despejarte.

La novia de Jota te compra otra cerveza, estás a dos deempezar a ver el celular con tentación, lleno de buenas ynovedosas ideas. Un mensaje de texto no le hace daño anadie. Lo apagas, evitas pisotear una vez más tu orgullo, yalo hiciste, ya enviaste mensajes de texto inofensivos y tequedaste hasta las cinco de la mañana esperando unarespuesta.

Dices que vas al baño, te levantas de la mesa y pides lacuenta de lo que consumiste. Quieres salir de ahí, necesitassalir de ahí, el calor del bar no es bueno para tu memoria, laestimula. El frío de la madrugada te va a ayudar a olvidar.Sales con las manos en los bolsillos, no te importa que seanlas tres de la mañana y que pueden matarte por robarte elcelular apagado que llevas en el bolsillo delantero de tuchaqueta. No te importa nada, Martín, lo único que deseases olvidar. Lo único que deseas es mandar a la mierda esaincomodidad que tienes en medio del pecho, es tan real eldolor que a regañadientes le das la razón a los poetas quenunca leerás. Tienes el corazón roto, Martín. No eres elprimero, ni el último, mucho menos el único. Veo como tealejas del bar en dirección a la avenida y lo único que puedodecirte es que con los días vas a encontrar las palabras, vas aempezar a dudar de ciertos detalles que en este momentorecuerdas como si los acabaras de vivir, vas a sentarte en esemismo bar y vas a contar toda la historia de principio a fin,sin temblores en la voz, sin ojos nublados. Cuando acabesde contarla, podrás brindar. Es, fue, una buena historia.

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La que habló fue mi suegra.

Cómo perder la feLuis Noriega

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Pensando en que María y yo nosalíamos de vacaciones desde quenació el chiquitín, dijo, se les habíaocurrido regalarnos un fin de semanaromántico en San Andrés, a cambiode que nosotros les regaláramos laoportunidad de quedarse con eseencanto de nieto, a saber, el mejornieto del mundo mundial.

Y en ese punto yo, encantado detener los suegros que tenía y echadoya mentalmente en las playas de laisla, debí desconectar porque diez díasdespués, cuando de camino a nuestroprimer fin de semana romántico enmás de cuatro años nos detuvimos ensu casa, no solo el mejor nieto delmundo mundial no se bajó del taxisino que su orgullosa abuela se subió.

La película se llamaba La isla de lapasión II: Mi mamá también viene, yaunque intenté decir que noshabíamos equivocado de sala, Maríame miró con cara de «nos estáninvitando, ni se te ocurra quejarte delas palomitas». En otra época, hacemuchos años, yo era un espectadorbastante exigente, pero para entonceseso era el pasado pasadísimo y llevabaun buen tiempo convertido en elcrítico pusilánime del ciclo que losdemás tuvieran a bien programarle.Mi encantadora suegra ocupaba unlugar destacado entre los demás.

He aquí lo que me había perdidocuando desconecté, según la versiónde María. Mi suegra, su madre,efectivamente dijo que, pensando enque no salíamos de vacaciones desdeque nació el chiquitín, se les habíaocurrido regalarnos un fin de semanaromántico en San Andrés, etc. Peroluego agregó que entonces se habíanacordado de que el mejor nieto delmundo mundial todavía no conocía elmar y habían decidido que qué mejorque conocer el mar con su abuelita

Úrsula, la ídem de ídem.Conclusión: nuestro primer fin de

semana romántico en más de cuatroaños se había convertido en un nuevofin de semana de soltero de misuegro.

Los problemas empezaron en elavión. Como mi suegra estabaempeñada en que su presencia y la deLucas no debían alterar la naturalezaromántica de nuestro fin de semana,nos sentamos separados, pero sinperder el contacto visual, porque losfines de semana románticos noempiezan con polvo en el avión, seentiende.

Y entonces descubrí que elprograma de a bordo incluía Laamenaza fantasma, el infameEpisodio I de Star Wars. Eso era casipeor que La isla de la pasión II. O,para explicarlo brevemente, si Lucashubiera nacido después y no antes deLa amenaza fantasma, se llamaríaBruno o Jacobo o Tomás, pero no,definitivamente, Lucas.

Pese a ese cisma, para los ateos demi generación, Star Wars seguíasiendo lo más parecido a una religióny yo tenía muy calculados los pasosque había de seguir mi primogénitopara acceder al misterio. Paraempezar, a los cinco años veríamosjuntos el Episodio IV, como yo lohabía hecho con su abuelo, y leregalaría su primer sable láser. Elresto seguiría el curso natural.Primero se identificaría con Luke, elhéroe integro; luego la vida seencargaría de enseñarle de que notodo es blanco o negro y entonces seidentificaría con Han Solo, que vienea ser algo así como el lado gris clarode la fuerza, un héroe más al alcancede los simples mortales y, lo másimportante, el que se queda con lachica (porque afortunadamente en el

universo según George Lucas el héroeíntegro resiste igual de bien latentación del lado oscuro y latentación del incesto). La catequesis,sobre todo, no incluiría la aberraciónque era el Episodio I. Ya lo vería élpor su cuenta, en la adolescencia, paraque tuviera algo de qué quejarse. Esaseran cosas que yo había hablado conMaría, o de las que ella me habíadejado hablar a mí, así que no penséestar pidiendo nada del otro mundocuando dije:

—Dile a tu mamá que no le dejever la película.

—¿Cómo así?—Es La amenaza fantasma. Solo

tiene cuatro años.—No te preocupes.—No quiero que la vea. Sabes lo

importante que es eso para mí.No lo sabía. De hecho, la frase

«sabes lo importante que es eso paramí» era una de sus frases de usoprivativo y, por tanto, funcionaba enuna sola dirección. Yo tenía que saberlo importante que era para ella queme aguantara los soporíferosmonólogos de su padre sobre políticainternacional, de la que no tenía niidea, o numismática, de la que teníaconocimientos enciclopédicos, peroella no tenía por qué saber quién sabequé trauma raro tenía yo con, en suopinión, una película de benedictinosespaciales armados con chispitasmariposa. Sin embargo, en vista de miinsistencia y mi amenaza nadafantasma de que los fanáticos de StarWars podemos montar escándalos a laaltura de los fanáticos del El profetade las huríes, accedió a decirle a sumadre:

—Mamá, no le dejes ver lapelícula.

—¿No es para niños?—Son cosas de Luis.

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«Son cosas de Luis» era otra frasede uso privativo de María. Según lascircunstancias podía significar «es unaestupidez, pero puede arruinarnos lasvacaciones», que es lo que yo esperabaque significara en ese momento, o «esuna estupidez, no le hagas caso», quefue lo que mi suegra entendió. Tanpronto anunciaron la película, leayudó a Lucas a ponerse los audífonosy siguió leyendo su absorbentecatálogo de ollas freidoras.

—Por favor —supliqué, pero yaera demasiado tarde.

Una vez más la política dehechos consumados que regía nuestraeconomía doméstica había triunfado,y a cualquier escándalo que yo pudieraofrecer, Lucas sin duda opondría unomejor si intentaba hacerle despegarlos ojos de la pantalla.

—Al menos dile a tu madre queme cambie de puesto: así lo distraigodurante la escena de losmidiclorianos.

No hubo forma. Con suerte, meconsolé, para cuando se estrenara elEpisodio III, mi hijo estaría caminode querer ser Darth Vader, lo que noestaba del todo mal. Y, sin duda, legarantizaría algunas noches deHalloween inolvidables.

Fue peor que lo peor que hubierapodido imaginar, una demostración deque, como diría mi sabiointergaláctico de cabecera, empeorarátodo lo que empeorar pueda.

La película le había encantado. Y,¿qué era lo que más le había gustado?

—¡Jar Jar!Jar Jar Binks, la prueba definitiva

de que nuestro líder espiritual, elotrora infalible George Lucas no soloera tan falible como cualquier papavulgar sino también tan insidioso,corrupto y cruel como RodrigoBorgia.

—¡Jar Jar!Una prueba de cuánto queremos a

nuestros hijos es que no dudamos deque sean nuestros ni siquiera enmomentos como esos.

Estaba tan contrariado quedespués de registrarnos en el hotel yrepartirnos las habitaciones acepté lainvitación de mi suegra a acompañarlaa buscar una freidora con tal dealejarme media hora del impío.

La media hora se transformó enhora y media y una conclusiónirrefutable:

—El contrabando ya no es lo queera.

El mar por suerte sí. Y ver a Lucassobrecogido ante el espectáculo delagua cristalina y la brisa y el horizontealivió mi ánimo para, era obvio,prepararlo para la tormenta.

La tormenta estalló en nuestrahabitación. Salía de la ducha, listopara mandar a Lucas a dormir con laabuela y empezar la primera de las dosnoches románticas a las que todavíateníamos derecho, cuando oí la fraseque lo cambió todo:

—¡Te dije que aquí no, Lucas!—dijo María.

Y entonces lo vi. Mientras yoperseguía a doña Úrsula por loscomercios de la isla en busca de unafreidora que hiciera honor a sus, yomismo reconocía, deliciosasempanadas, María le había compradoa Lucas un sable láser.

—¿Qué has hecho? —preguntéincrédulo.

La cara de María me dijo que almenos estaba al tanto de algunas delas cosas que eran importantes paramí.

—Era eso o una figurita del bagreparlante —se defendió.

Todavía con nuestra nocheromántica en mente me dije que quizá

pensaba que estaba eligiendo el menorde dos males, e incluso concedí que«el bagre parlante» era una buenadescripción del odiado Jar Jar Binks.Pero al instante recapacité. Lo queacababa de decirle a Lucas era «te dijeque aquí no». María era consciente delo que estaba haciendo, tan conscienteque había querido ocultármelo. Nosolo le había comprado a mi hijo suprimer sable láser sin consultar miopinión sino que le había dicho quejugara con él a escondidas, en lahabitación que compartía con suabuela. Eso, en mi ridículo mundo decrítico pusilánime (y padre y esposo yyerno pusilánime) era una traición conmayúsculas, a saber, la TRAICIÓN.

—Nunca pensé que serías capaz dehacerme algo así —dije y salí de lahabitación con la moral tan arrasadaque ni siquiera atiné a dar elobligatorio portazo.

Dos caipiriñas en el bar del hotelme convencieron de que arruinado ellazo paterno filial a tan tempranaedad lo único que me esperaba eranaños de decepciones antes de lapatada final de la adolescencia, cuandoLucas me reclamaría que incluso suprimer sable láser se lo habíacomprado su madre.

Una caipiriña más intentóconvencerme de que en realidad noera tan grave. Otra, de que inclusopodía discutir el tema de formaconstructiva con la divorciada tetonaque me miraba sugerente desde el otroextremo de la barra. La última,cortesía de la divorciada tetona, deque el lado gris de la fuerza conducíaa una habitación bastante másromántica y menos traicionera que laque había dejado antes de bajar al bar.

El lado gris de la fuerza, pordesgracia, está hecho paraespectadores exigentes y decididos, y

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recordando mi papel en La isla de lapasión II agradecí la invitación yregresé a mi punto de partida, dondeno una sino dos Marías me recibieroncon un:

—Perdóname.Recuerdo que ambas me

parecieron sinceras, no recuerdo a cuálde las dos abracé ni cuál me metió enla cama. En piyama.

Al día siguiente hubo tregua, asaber, un pacto tácito para nomencionar el «tema». Doña Úrsuladesistió de buscar su olla freidora,Lucas fingió que el sable láser noexistía, las dos Marías volvieron a seruna y los cuatro pasamos un románticodía en la playa nadando, haciendocastillos de arena y jugando al tiburón.A juzgar por la foto que la divorciadatetona nos hizo el favor de sacarnos,cualquiera diría que éramos unafamilia feliz, y en la noche María meacompañó al bar para que el milagrode la multiplicación de las caipiriñasno volviera a mandarme a la cama, almenos no en piyama.

El «tema» volvió a nuestras vidaspoco antes de salir hacia el aeropuerto.Ya con las maletas en el vestíbulo delhotel, descubrí que Lucas había estadollorando, pero cuando le pregunté quéle pasaba lo único que conseguí fueque se alejara de mí con un gruñido.

—¿Qué le pasa? —le pregunté aMaría

—¿Y tienes el descaro depreguntar? —me contestó ella.

Pues claro que tenía el descaro.Preguntar es el derecho inalienable delhombre traicionado. Por desgracia,responder con preguntas es el derechoinalienable de las esposas con alma dejesuita.

—¿Qué hiciste con la espadita?¿La espadita? ¡El sable láser! Un

arma noble para tiempos más

civilizados. María ni siquierasabía qué le había comprado.

Sin embargo, lo que me indignó nofue tanto su ignorancia como el quecreyera que yo había hechodesaparecer la «espadita» y, lo que eratodavía más ruin, que le dijera a Lucasque su padre no quería que jugara conjuguetes violentos (traducción: que supadre era un cretino de revista depsicología barata).

—El traidor juzga por su condición—dije—. Lo habrá perdido.

Como castigo tuve que hacer elvuelo de regreso con doña Úrsula, unaoportunidad inmejorable para que mecontara, catálogo en mano, lasvicisitudes de Los cazadores de lafreidora perdida. Y la condena seprolongó durante varios días.

Me enteré de que se me habíaconcedido un indulto cuando unanoche, al regresar a casa, María merecibió armada con una caipiriña paracada uno. En la sala me esperaba unacaja envuelta en papel regalo. Elregalo, sin embargo, no era para mí.

—¿Qué es?—El sable láser de Lucas.—¿Le has comprado uno nuevo?—No. Lo tenía mi mamá.

Perdóname. Es que estabas tanenajenado con eso que estaba segurade que se lo habías escondido tú.

—¿Tu mamá? ¿Y por qué lo teníatu mamá?

—Pensó que era un vibrador. Mivibrador. Se lo quitó sin que se dieracuenta para no tener que explicarle porqué no se jugaba con las cosas de lamamá.

La tentación de cobrarme lasemana de ostracismo fue irresistible:

—¿Y lo probó?María encajó la pulla con un

gruñido y alzó la caipiriña de la pazpara que brindáramos. Ambos nos

reímos.—¿Vamos a decirle que es nuevo?

—dije.—Bueno, pensé que te gustaría

entregárselo y recitarle alguna cosa.¿Alguna cosa como: «Usa la

Fuerza, mi joven padawan»? Nipensarlo.

Diez minutos después, viendo aLucas blandir el vibrador de su abuelapor toda la sala, oyendo zumbar elvibrador de mi suegra a cada salto,pensé en las consecuencias que esaescena tendría sobre mi precaria fe enla secta de los benedictinosintergalácticos y la encontré en francadecadencia.

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Los mejores orgasmos fingidos son el resultado de unminucioso proceso cuya finalidad es el meollo estratégicodesde el principio. No es lo mismo fingir un orgasmo conuna amiga pasada de copas que fingirlo con un prospectode compañera de vida, y si uno utiliza la técnica errónea,puede terminar con una amiga creyéndose prospecto decompañera de vida, o bien con una mujer codiciadaconvertida en triste prospecto de compañera de copas. Asíque lo primero, querido lector, es preguntarse si toca fingirun orgasmo atmosférico o bien uno cósmico.

Si se trata de un orgasmo atmosférico, asegúrese dellevar al menos unos diez minutos fornicando, porque losorgasmos antes de tiempo son muy mal vistosuniversalmente. Luego inhale como si necesitara todo eloxígeno del mundo en sus pulmones, acerque la nariz a laoreja de su compañera, y tras sostener la respiración unosdiez o quince segundos, exhale por la nariz no muy rápidoni muy lento, a manera de que la pequeña corriente de aireacaricie la superficie de la oreja. Deje pasar unos diezsegundos, y sin decir una palabra, muerda con los labios lanuca un par de veces, y suspire un simple “¡vaya!” en eloído de la víctima. Si, a pesar del plan inicial, usted haeyaculado, no se preocupe: los orgasmos atmosféricosfingidos son indistinguibles de los orgasmos atmosféricosverídicos toda vez que haya condón de por medio. Y si nolo hubiera, haga discreta alusión a su problema deeyaculación retrógrada y sanseacabó.

Ahora bien, si se trata de un orgasmo cósmico, todo esmucho más complejo, comenzando por la duración. Sibien un orgasmo atmosférico puede ocurrir diez minutosdespués de comenzar el coito, para lograr uno cósmico esnecesario prolongar la ficción por lo menos una hora.

Antes del hecho en el lecho, practique frente a unespejo algunos de los signos cruciales: abra la boca enforma de o y exhale; sonrójese; y consiga que sus pupilas sedilaten al menos unos quince segundos. Estas son lasseñales físicas que comunicarán, en el momento adecuado,que usted está teniendo un orgasmo cósmico y no unoatmosférico. Lo crucial, sin embargo, es saber cuándoexactamente simular el orgasmo. De nuevo, dése más deuna hora fornicando antes de simular un orgasmocósmico, pero asegúrese de que su pareja esté teniendo (oal menos simulando) un orgasmo antes de que ustedcomience a terminar. Cuando todo esté listo, siga lasinstrucciones del orgasmo atmosférico, pero tambiénsonrójese, dilate sus pupilas, abra la boca en forma de o, yexhale por la boca, no por la nariz. También cuídese de nodecir “¡vaya!” al final. En lugar de ello, transgreda algunamínima frontera: dé un mordisco feroz o una nalgada,arañe un hombro, inserte un dedo errante en algún sitio.

Contrario a lo que ocurre con los orgasmosatmosféricos, es muy importante que en un orgasmocósmico no haya eyaculación: recuerde que no hay gozomás esplendoroso que el que nos da la ficción. Por otrolado, si bien los orgasmos auténticos (y también losatmosféricos) suelen ocurrir en la posición de carretilla ouna de sus variantes, los orgasmos cósmicos tienen que serfrente a frente: no hay ficción más verosímil que la que sehace de frente. Por último, nada mata un orgasmo cósmicomás rápido que la dulzura: si usted de verdad quiereimpresionar, tiene que simular total abandono en losmomentos previos y posteriores al orgasmo cósmico. Yrecuerde, deléitese: un orgasmo cósmico masculino fingidobien logrado es lo máximo.

Cómo fingir un orgasmo masculinoPedro Poitevin

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Cómo querer de vez en cuandoAnaMaríaMesa

Arránquese el corazón. Deposítelo en un plato a unlado. No lo vuelva a determinar y déjelo irse arrugando.Examine semanalmente que sigue latiendo constante. Sinmucho cariño ni atención revise que todavía salte.

No se quite la sonrisa. No pierda la sonrisa. Lanecesitará para enamorarse. Entienda que para estirarunos músculos faciales solo se necesita la voluntad de quepermanezcan de esa manera, rígidos hacia los lados. Ríasecon la cara completa, no olvide los ojos y las cejas. Si no lologra imite a alguien. Si después de eso sigue sin sabercómo ejecutar una sonrisa honesta hágalo con el hígado,nadie notará la diferencia.

Y quiera. Desee. Déjese llevar por esa emoción que sellama enamoramiento. Pero no ame. Llénese deemociones que no encuentren dónde situarse. Sáquelastambién desde cualquier parte. El corazón no es el únicolugar de su cuerpo con la capacidad para sentir y eso Ustedlo sabe.

Cuando haga falta tome el corazón del plato. Póngaloen su lugar y déjelo que haga su parte. Por fortuna elcorazón actúa rápido. No lo deje más de media hora.Retírelo cuanto antes.

De manera simultánea apiádese de Usted mismo yevádase. Déjese ir. Esto no dura lo suficiente como paraque el desamor lo mate. Antes llegará un buen cáncer.

Y no llore, es receta para corazones débiles que nofrágiles.

Si ya entendió la mecánica lea nuevamente. Cámbielotodo, haga exactamente lo contrario. Deje de cuidarse concinismo el corazón y ame.

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Ese instante que te asalta desde elmundo real y que se clava en tupecho haciendo que tus ojoslagrimeen de pura envidia debesatesorarlo. En él se encuentra elmotor de la humanidad, aquello quenos ha impelido siglo tras siglo aavanzar, el deseo de poseer lo queotros poseen, el deseo de no ser yamás uno mismo para ser otro, ElOtro, al menos esa imagen ideal y

perfecta que la visión de los otros nostransmite en algunos momentos yque nos hacen querer ser en lugar deser.

No pierdas ese momento.Recuérdalo y reprímelo.Aquí no se trata de avanzar, de

“ser en lugar de ser”. Se trata de vivirinfeliz por el resto de tu vida. Nointentes conseguir esa fugaz,fantasmagóricamente ideal, sombra

de felicidad. Se trata de saber queestá ahí y que nunca la alcanzarás.Renuncia.

Inciso: La felicidad estásobrevalorada. Antropológicamentees similar al triunfo del más fuerte.¿Es el Macho Alfa feliz? Te diránque no, que vive acuciado por el stressde permanecer en lo más alto de lapirámide jerárquica. El resto vivimos

Frené bruscamente en el cruce y me quedé mirando fijamente la señal detráfico. El mío era el único vehículo que circulaba en un festivo por el polígonoindustrial. De todas formas, la advertencia bajo la anodina señal de Ceda el paso secernía siniestra como una tormenta en el horizonte.

USTED NO TIENE LA PREFERENCIA,decía el cartel.Era eso… esa era la historia de mi vida revelada como una epifanía sórdida

sobre el asfalto.Todo se había ido al traste.Llevaba unos días intentando escribir sobre la infelicidad para una nueva

entrega del "Manual de Comportamiento para Gente Formidable".Estas eran las notas que había recopilado:

“Cómo vivir infeliz por el resto de tu vida”por Javier Avilés.

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igualmente en un estado depermanente tensión queriendo seralfa en lugar de Alfa, dejar de seriota, theta o alguna letra peor delescalafón.

Desarrollar: La ansiedad delstatus; La vida líquida.

Lema: No hagas nada. Que todosea un proyecto en ciernescondenado al fracaso.

Consejo: Ni se te ocurra escuchara bandas de dixieland con esaimpostada felicidad que trasciende latristeza y la fatalidad. ¡Olvídalas!

¿Por dónde íbamos? Renuncia,decía.

No actúes. Laméntate. Laméntatepor lamentarte.

Inciso 2: Ante El ángelexterminador de Luis Buñuel elespectador de segundo orden seinterroga sobre el significado de lapelícula. Eso es lo mismo que hacenlos personajes, preguntarse unos aotros y a sí mismos sobre el sentidode su encierro. La felicidad es ungrupo de corderos que chospan por lamansión. Para ser infeliz no hay másque preguntarse constantementesobre el sentido de esta absurda vida.

Renuncia, decía. Pero que turenuncia sea también insatisfactoria.

Nota para un relato: Un narradoren primera persona cuya infelicidaddesprende tal negatividad que elrelato no avanza hacia ningún lado.Sólo yo, yo, yo y yo y llanto yautocompasión. Mejor una colecciónde páginas en blanco. Seguro que ya

se ha hecho antes.

Ni siquiera renuncies. ¿Quésentido tiene?

Comprobar: ¿Aparece un oso quepersigue a los corderos en la películade Buñuel? Entonces, la felicidad-libertad que postula la imagenpastoril-gregaria es una nuevaimpostura condenada al fracaso.

Me pregunto si no serédemasiado desgraciado como paraterminar un decálogo sobre lainfelicidad. Ni siquiera intentarlo.

El éxito social es un absoluto quejamás alcanzarás. Olvida cancionesreivindicativas que intentan ironizarsobre ello. (“Usted puedepreguntarse, ¿Cómo funciona esto?;puede preguntarse, ¿dónde está esegran automóvil?; puede decirse a símismo, esta no es mi hermosa casa;puede decirse a sí mismo, esta no esmi bella esposa; puede preguntarse,¿de quién es esta hermosa casa?;puede preguntarse, ¿a dónde conduceesa carretera?; puede preguntarse,¿tengo razón, ¿me equivoco?”) Ynunca, nunca dejes que pasen losdías, ni siquiera por una vez en lavida. No olvides lo material, noolvides la posesión. No olvides nuncaque hay demasiados bienesmateriales por poseer de los quecareces. Llora por no tenerlos. Que elagua no fluya.

Ego in Arcadia not sum

Busca un trabajo que no tesatisfaga. Nunca lo abandones.

Recuerda que el talento siemprepertenece a los demás. Aprópiate del

talento de los otros, pero laméntatesiempre de hacerlo.

Nota sobre el Inciso 2: Respecto alas ovejas de El ángel exterminadoralgunos argumentarán querepresentan la libertad y felicidad deaquellos que carecen de raciocinio.La capacidad de pensar, entonces, note hace feliz, es más, pensar, aunqueen el reparto de la inteligenciahumana no hayas sido demasiadoafortunado, te condena a lainfelicidad.

Piensa y desprecia tuspensamientos.

(…)

Y ahora estaba allí, apoyado en elvolante con el coche en marcha,mirando hipnótico la señal,repitiéndome una y otra vez que YOno tenía la preferencia, que YOnunca he tenido la preferencia.

Entonces empecé a llorar.

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Cómo comer chocolateMarta Peirano

Aquellas navidades Julian fue apor un libro y volvió tres horas mástarde con un taladro, como es natural.Y no uno de esos taladros deFisherprice que son comodestornilladores pero van a pilas y sontan monos de colorines sino untaladro de albañil tatuado de lapedrera. Al volver a casa me enseñó eltaladro, yo asentí levantando elmentón y abriendo mucho los ojospara indicar interés y sorpresa y hastaahí bien con el taladro. Después dijoque tenía que "domar el potro"(posiblemente una expresiónneozelandesa que demuestraexperiencia manipulando dispositivosde alto voltaje y código rojo depeligrosidad) y se encerró en sucuarto a hacer agujeros. Como nohabía forma de trabajar mientras sedomaba el potro, decidí hacer lacompra. Antes de salir, me asomé a sucuarto y una nube de polvo macilentome gritó: ¡trae chocolate!

Lo bueno de hacer la compra conpremeditación en lugar de hambre esque acabas comprando comida. Latradición en mi casa es bajar acomprar cuando a) tenemos un antojomariano o b) llevamos más de ochohoras sin comer y uno de los dosempieza a sentir convulsiones. Encualquiera de los dos casos,invariablemente volvemos a casa condos pizzas, medio kilo de mozarellaen tiritas, cuatro bolsas de nachos conchipotle y siete Paulaners y el resto dela semana comemos falafel delantedel ordenador. Ese día, sin embargo,entré en el súper con el estómagolibre de angustia y, al llegar a la caja,

mi cesta era la de un monje budistametrosexual.

De haberle sacado una foto hoyseríamos trending en Twitter. Habíaespinacas, zanahorias, patatas, zumode arándanos, agua mineral, leche deavena, pasta fresca y cuatro variedadesde fruta de familias no relacionadasentre sí. Los feligreses miraban mitrozo de cinta deslizante conadmiración salpimentada de envidia.¡Ahíva una mujer que se sabe la tabla

de las vitaminas! -pensaban. ¡Seguroque prepara su propio turrón!, etc. Alllegar a casa y sacar el último objetode la caja, Julian sólo dijo: se te haolvidado el chocolate. Y cuando leexpliqué que había compradomandarinas me respondió: con másrazón.

En la vida hay cosas que llaman alchocolate. La regla, por ejemplo. Losviajes largos en tren, las noches sinsexo, los porros, los motocines. En elcaso de Julian, domar el potro; en elmío, un Ribera del Duero que podríaser mi padre. Yo me tomo una copa ya los diez minutos estoy aporreandola puerta de algún chino (que es comollamamos en Madrid al nobleestablecimiento regentado por unafamilia asiática numerosa que lomismo te vende el periódico que uncatamarán a las dos de la mañana unMiércoles de Ceniza) para que me delo que tenga, aunque sean M&Ms.Después hay licores que nacieron paravivir su corta vida dentro de unbombón relleno, como el licor decereza, el brandy o el licor de yema dehuevo, un brebaje muy popular en laDeutsche patria que por su cuentacausa quemaduras intestinales desegundo y tercer grado (no tanto porel alcohol como por los jugos

calcinantes que produce nuestroestómago intentando deshacerlo)pero que, con chocolate, reduce supeligrosidad y aumenta (de 0 a 40%)su delicioso sabor navideño. Yo no soyfan de la galleta con chocolate peroentiendo que tiene su público y meparece muy razonable el Nougat. Perohay cosas que no se toleran, diga loque diga la reina de Inglaterra.

El chocolate y la menta nodeberían estar juntos ni en la mismahabitación. Los After Eight fuerondiseñados para la clase de gente queguarda los vinos buenos para cuandohay una ocasión, que tiene vajilla deinvitados (que son gente que no es nifamilia ni amigos) y que compratarros de fruta confitada y jarras deaceite con pimientos rojos para quehagan bonito en la encimera de lacocina. Los After Eight son apuestasegura porque el envoltorio es mono ynadie en plena posesión del sentidodel olfato se comería uno después deromper el precinto. Es como comerchocolate y lavarse los dientes almismo tiempo. Simplementerepugnante.

El lugar de la menta está con losmojitos, las lentejas rojas y el cuscuslibanés. En el largo pasillo que separaa esa mala hierba del resto dedisparates que se encuentra uno en elcacao están también las pasas, la frutade la pasión y el romero, el chileserrano, las trufas y el azafrán. Segúnmi Biblia de los sabores, el chocolatecaliente es feliz con la pimienta negra,bañando peras verdes y crujientes ocerezas de temporada. Los chefsdicen de emparejarlo con crema ypistachos, lavanda y vainilla, guindillay semillas o nueces de Macadamia yplátano. Hay uno en Tucson que lo

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sirve con jalapeños y el de LeBernardin hace su tarta de chocolatecon aceite de oliva y sal. Yo en mihumilde cocina practico un truco queme enseñó mi amiga Adrienne paraconvertir el helado del Lidl en unHäagen-Dazs: lluvia de cacahuetespicados y sal de Maldon. Una vezprobé con pretzels y les anticipo queno es igual.

Incluir el chocolate con naranjaen la misma categoría que elchocolate con menta sería unaimperdonable: nada supera enmaldad al chocolate con menta. Yreconozco que hay ciertas clases dechocolate -negro y amargo tipo colade rata- que agradecen un toque sutil-sutil como en "no lo encuentro"- decorteza de naranja caramelizada paraexfoliar suavemente nuestras encíasdel manto de musgo alquitranadoque te deja el 80% puro, si eres de losque te gustan esas cosas. ¡Pero lamandarina! ¡La fresca, pura,aromática y virginal mandarina!

La mandarina es la golosinaofrecida sin malicia por la madrenaturaleza para que nos sintamoslimpios, purgados y nuestro alientosea eternamente fresco como unatarde haciendo largos en una piscinade agua mineral suiza. Másmanejable que la naranja, carente dela pretensión de la piña y sin laarrogancia ferrosa del mango, unabuena mandarina combina todas lascualidades y vitaminas de las reinasde las frutas y ninguno de susdefectos. Es fácil de pelar, no seespachurra en el bolso, deja olor ricoen las manos y se puede compartir enel patio y la oficina sin que estalle lamononucleosis. La mandarinadebería alternar con frutas de su

condición, seres un poco mágicos yestimulantes como las fresas o lascerezas. Mañana por la mañanadespierten a su amante con una tazade fresas cortadas en zumo demandarina y verán lo que les digo. Sino hay efectos inmediatos, el errorestá entre las sábanas: reemplacen alamante y vuelvan a probar. Medeberán dos favores.

El chocolate con mandarina es como

una guerrera de ébano

sobreoccidentalizada, filosofa Julian esamisma tarde tarde alternando gajos ycuadrados de Ritter Sport. Y despuésde pensarlo un rato, añade: comoNaomi Campbell. Asegura que lamandarina y el chocolate no es unmatrimonio de conveniencia para lasfiestas del embajador porque hay queentrenar al paladar para apreciar sus

complejidades. Y culmina: como eldiscoese tuyo del arpa. Y se refiere al discotriple de Joanna Newsom pero lo quequiere decir es que todos somos pijoshasta el ridículo de una manera uotra y no por eso deberían pegarnoscon una piedra en el ojo.

Mientras pienso en cómoresponder con algo que le procureuna úlcera instantánea, una seccióndel hipotálamo se me revela depronto diciendo: la violencia sóloengendra violencia. No seamosmezquinos, concedo graciosamente, yacepto que quizá su caprichosaelección sea un poco como la típicamodelo afroamericanasobreoccidentalizada, probablementebulímica, decididamente diabólica ycompletamente desequilibrada quetodo el mundo debería probar almenos una vez en la vida para queesa noche sean los gatos los queduermen en el sofá. Además, desde

que llegó a casa el taladro, Juliansiempre tiene razón.

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Día uno:

Mi psicóloga me ha mandado aescribir mucho. Debo responder unaspreguntas que ella me hizo,preguntarles otras a mis papás yhermanas y también puedo escribir loque se me ocurra. Se supone que latarea servirá para entender qué pasa ysolucionarlo. También debo seguir alpie de la letra las instrucciones delpsiquiatra. Tomarme las cincopastillas que necesito. Mi mamá separa todos los días al lado de mi camay me da las tres de la mañana. Luego,a las ocho, vuelve con las dos quefaltan. Ella insiste en que me pare dela cama los días en que no quieropararme de la cama, pero el psiquiatrale dijo que me podía dejar en paz.Que eventualmente me pararía.

Día dos:

Por qué no te paras de la cama esla primera pregunta que deboresponderle a mi psicóloga. Primero ledije que era porque no quería y medevolvió el papel en el que eso estabaescrito y pidió que le dedicara mástiempo y renglones a la respuesta.Tienes que dejarte ayudar. Yo nonecesito que me ayuden. Yo me tomolas pastillas que me mandan porqueno me dejan pensar. Yo me ayudosola. Siempre en la televisiónmuestran que la gente no se toma laspastillas que le mandan y las escondendebajo de la lengua y después lasbotan pero yo no lo hago porque yono quiero pensar y esas pastillas nodejan pensar. Creo que por eso es que

muchas veces no quiero salir de micama. En mi cama pienso menosporque solo veo el techo y la mesa quetengo al lado y las cobijas que tengoencima. Si me paro de la cama veo elcloset, veo la televisión, veo a mimamá, veo a mi hermana, veo a miotra hermana, veo las fotos que estánen la casa, los empleados de mi mamá,el carro de mi papá, a veces a mi papá,los libros, los juegos, los tapetes y todoes pensar, pensar, pensar y a mí no megusta pensar porque pensar me hacesentir y lo que menos me gusta en elmundo es sentir que estoy sintiendo.

Hoy quise pararme pero apenasme paré pensé más de lo que me gustapensar y eso siempre es malo porqueeso es sentir y a mí no me gusta sentiry me acosté de nuevo. Mi mamá lloróy amenazó con que me iba a mandar aun hospital. Uno de sus empleadosvino y me lavó la cara.

Día tres:

Hoy vino mi psicóloga. Yo noquería hablar con nadie entonces nome quité las cobijas de encima. Ellahabló, hizo varias preguntas, leyó unascosas y luego cogió la agenda en laque tenía anotado esto. Creo que mimamá me vio escribir en la noche y lecontó y como yo no quise salir de lascobijas, mi psicóloga me dijo que ellaiba a leer lo que yo había escrito y queno importaba si yo no le dabapermiso. Yo tenía mucha rabia perono dije nada porque me propuse dejarde pensar entonces lo primero paradejar de pensar y no tener conciencia

–que es lo que hace que uno sepa queexiste y esto y lo otro– es no hablarporque cuando uno habla tiene quepensar qué responder, incluso cuandouno no está poniendo atención tieneque pensar en una respuesta para quela gente no crea que uno no estáponiendo atención.

Día cuatro:

Hoy tuve que hablar porque vinoél. No dije mucho. Solo le dije quehabía decidido que lo mejor era dejarde pensar para así dejar de sentir yque para eso había decidido empezarpor no hablar, que era lo más básico ysimple pero que él lo debía saber paraque no se preocupara. Que solo a él lequería explicar. Él dijo que eso no ibaa solucionar nada y que más bien valíamorirme y yo lo miré y en esemomento pensé –para saber qué hacerpara dejar de pensar y sentir, me doypermiso de pensar– que es una buenaidea. Él se fue muy bravo pero me dioun beso en la frente antes de irse. Medijo que lo perdonara si era por él queyo no quería sentir o pensar y yo ledije que no, que no era por él, que yosolo ya no quería porque no es lógicoestar obligado a hacer cosas que a unono le gustan y si uno hace cosas estáobligado a sentir y pensar.

Día cinco:

Él llamó y habló con mi mamá.Creo que le dijo que no iba a volverporque oí que mi mamá le dijo queentendía y que no había problema, yeso es lo que dice la gente en las

Cómo limpiar la conciencia en 21 díasMaría Camila Vera

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películas y en la televisión y en loslibros cuando otra persona le dice queno va a volver a hacer algo. Luego deque mi mamá me dio las pastillas, vinoNancy, la empleada de mi mamá quemás me gusta, con sopa y yo decidícomérmela porque cuando a uno le dahambre se pone a pensar en el hambrey del hambre pasa a los niños enÁfrica que se mueren de hambre y yadespués piensa en que sería bueno ir aÁfrica y eso sería un plan y hacer unplan es pensar y desviarme de mi planinicial que es no tener conciencia, nipensar ni sentir, entonces me comí lasopa y dejé que Nancy me lavara elpelo.

Día seis:

Hoy volvió la psicóloga y decidíhablarle para que no leyera esto y noconstruyera teorías extrañas con mimamá. Ellas quieren que yo esté en unhospital pero mi papá no las deja y mimamá no hace nada sin que mi papá ladeje. Es un trato que hicieron hacemucho tiempo en el que mi papá ledijo a mi mamá que le daba toda laplata que quisiera y todos losempleados que quisiera y todos loscollares que quisiera si ella le pedíapermiso para las cosas importantes quela gente pueda ver. Mi papá no quiereque nadie nos vea mal porque nadiepuede saber que hay problemas. Y yoya decidí que para dejar de sentir,tengo que dejar de pensar y para dejarde pensar, tengo que dejar de existir ysé que si mi psicóloga lee esto como yalo leyó la otra vez va a hacer quealguien esté conmigo todo el día y noquiero que nadie esté conmigo todo eldía, ni él. Así que decidí responder suspreguntas de hoy. ¿Por quéno quieressentir? Porque me estorba. Me acuerdade cuando mi hermana me tiró unbalón en el estómago y yo no pude

caminar porque eso es lo que siento yno tiene lógica sentir para sentir algomal porque ya no siento nada que noesté mal. ¿Ni con él?Ni con él.

Día siete:

Hoy me paré y vi televisión con mimamá. Ella se sorprendió pero no dijonada. Luego comí con mis hermanas,me tomé las pastillas y acepté que mimamá pidiera una cita con el médicopara ir en dos días. Me preguntó que sipodíamos pasar antes a sacarme sangrey yo le dije que sí. También que siquería ir por un libro nuevo pero ledije que no porque no quiero leerporque leer es como pensar y sentir. Vitelevisión pero todo el tiempo estuvetratando de no pensar o tratando depensar en qué voy a hacer para dejarde pensar.

Día nueve:

Ayer no escribí porque paraescribir debo pensar, a veces más quepara hablar, entonces decidí que el díaque hable no escribo y el día queescribo no hablo y así ni mi mamá, nila psicóloga, ni mis hermanas, ni él–que ayer volvió–, se dan cuenta deque tengo un plan para dejar de pensary de sentir. Ayer él me pidió perdónpor haber dicho que prefería queestuviese muerta y yo le sonreí pero nopara perdonarlo sino para darle lasgracias. Claro que no le pude decir queen realidad le estaba dando las gracias.Ya después comimos juntos y esta vezme dio dos besos en la frente antes deirse y dijo que le alegraba ver que yahablaba de nuevo porque extrañabaque yo le hablara. Antes de quefinalice mi plan, voy a escribir unanota en la que le diga a mi mamá quele entregue este libro a él para que élsepa que no se tiene que sentir maldespués de que yo ya no sienta, ni

piense, ni esté.

Día once:

Como mi papá no dejó que mellevaran al hospital he decidido que novoy a morirme en un lugar donde hayagente que vea que soy la hija de mipapá. No puedo ni tirarme de unpuente, ni tirármele al metro, nitirarme por el balcón. Aunque vivo enuna casa que está sola, sin vecinos, elbalcón no es muy alto y es muyprobable que el golpe no sea el quenecesito. Puede que quede en coma yen coma uno no piensa y tampocosiente pero uno nunca sabe cuántotiempo quede en coma y eso es algoque no me puedo permitir. Ayer volviómi psicóloga y para que no sospecharanada le dije que probablemente enunos días volvería a la universidadporque me hacía falta ir a la fuente ytirarle comida a los peces, aunque yosé que está prohibido pero no megusta que a los peces les den la mismacomida siempre porque no es justo conellos y entonces yo les echo pan queme da Nancy.

Día trece:

Ayer le dije a mi mamá que yo mepodía bañar sola y decidí seguirbañándome sola todos los días paraque ella un día me deje sola del todo yyo pueda llevar a cabo mi plan. Escogíque me voy a morir en el baño perotodavía no sé cómo. Intentaré muchasformas de una vez pero no cortarmelas venas porque eso no funciona. Hoyintenté un rato pero no pude porque elúnico cuchillo que alcancé a cogercuando estuve sola en la cocina fue uncuchillo sin filo y solo me corté unpoco y me demoré mucho paraalcanzar ese poco y después intentécon una cuchilla de afeitar pero solohice que se me alzaran unos cueritos

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entonces supe que cortarme sedemorará mucho y si me demoromucho en el baño mi mamá entrará yse dará cuenta y me llevará al hospital.Como la única forma de no pensar yno sentir es no estar, he decidido queno vale la pena tratar de no hablartanto ni escribir tanto en estos díasque faltan. Lo único que tengo quehacer es actuar como si ya todoestuviera bien para que me dejen solacuando lo necesite. Hoy la psicólogano vino pero me llamó y me hizoprometer que leería algo y despuésconversaría con mis hermanas. Pero yome hice la dormida cuando mishermanas vinieron a conversar y creoque ellas lo agradecieron.

Día quince:

Como ayer vino él y yo lo hice reírmi mamá ha estado muy tranquila. Lepedí un libro y creo que con esobastará para que yo pueda bañarmesola hoy. El otro día ensayé morirmeahorcándome pero resulté un fracasopara colgarme y ya después intentéamarrarme una correa en el cuello yapretar muy fuerte pero no conseguímorirme porque me cansé de apretar ylo único que logré fue una marca rojaen el cuello que ahora está azul. Mimamá no la ha visto porque me hepuesto bufandas y he tosido para quepiense que estoy enferma. Como ya nohay un empleado de mi mamá afuerade mi cuarto todo el tiempo pude ir alcuarto de mi abuela a sacar unaspastillas y unas gotas que ella siempreguarda acá. Ella no vive acá pero tieneun cuarto en la casa para los días devacaciones y mi mamá no sabe nada deella porque es la mamá de mi papá yno le gusta saber nada de ella pero yosí sé que a la abuela no le gustaempacar entonces ella solo empaca losregalos y tiene en el cuarto todo lo que

necesita los días que pasa acá y laabuela necesita para dormir y para susnervios Rivotril y Zolpidem porque laabuela un día me dijo que a ellatampoco le gustaba estar pensandosiempre y que eso la ayudaba a nopensar siempre.

Día veinte

No me morí porque decidí quemejor me moría en la cama y no en elbaño porque si sonaba mucho tiempola ducha se darían cuenta pero eso lodecidí cuando ya me había tomado lasgotas de Rivotril entonces pensé queera mejor bañarme y después irme ami cama y tomarme las pastillas y esohice pero cuando ya estaba por latercera pastilla tenía mucho sueñoentonces me quedé dormida y Nancyllegó con el almuerzo y llamó a mimamá y mi mamá llamó a mi papá ymi papá dijo que ya estaba bien y quedebía llevarme al hospital, aunque esoes solo lo que yo creo que pasó porqueestaba dormida y solo me desperté enel hospital al otro día con un tubo enla nariz que me sacaron antes detraerme acá. Eso fue hace cinco días.Estuve un día con el tubo y ahoraestoy en una casa de reposo que enrealidad es un manicomio. Aunque yallevo dos días acá solo puede escribirhasta hoy porque solo hasta hoy mimamá pudo venir, él me mandó unosdulces y una nota que decía quetambién vendría cuando pudieraentrar. Mi mamá me trajo la agendaporque fui muy calmada con el señorque cuida el teléfono y él me diopermiso de llamarla aunque yo nopodía llamar hasta cumplir más de 48horas acá y pude pedirle a mi mamá laagenda. Mientras yo llamaba, un niñoque está acá y que mi compañera decuarto me dijo que estaba acá porquehabía atacado a otro niño con unas

tijeras en el colegio, tumbó el televisoren el que todos los otros estabanviendo Amanda y yo tuve tiempo deesconder un lapicero para poderescribir por la noche porque acá nonos dejan tener lapiceros en el cuartoporque nos podemos hacer daño conestos pero yo sé que con un lapicero nome mataría entonces no lo intentaré.Ahora tengo otro plan que deboperfeccionar y así seguro dejaré depensar y de sentir, ya no me importa siquedo en coma porque seguro sirevivo, revivo enferma y me muerofácil. Mi compañera de cuarto se llamaJessica y parece de esas niñas que unoen el colegio nunca se imaginaríaencontrar acá. Hemos conversado estanoche. ¿Por quéestás acá? Porque mequiero morir, ¿tú? Porque quiero matar.

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Cómo combatir al enemigo(O cómo seguir viviendo sin tu amor)

A P.

¿Existe el enemigo? ¿Quién es mi enemigo? ¿Cómocombatir a mi enemigo? A la primera pregunta, ok, sí,existe. A la segunda pregunta, ok, es el demonio que llevoadentro. A la tercera pregunta, la respuesta se torna untanto difícil. Es preciso primero identificar con mayorclaridad al enemigo, a ese demonio interno. Exponerlo,que es lo que menos le agrada. Se trata de un serdesanimado, doctor, no digo sin forma, sino deprimido, unser que no puede consigo mismo, que tiene una ansiedad yuna angustia muy parecidas a las que padecen los ancianosabandonados en un geriátrico todas las navidades y quesolo disfruta cuando logra contagiarme su estado. Micerebro es un insecto al que tolero porque me habla, diceLuis Alberto Spinetta, que en paz descanse, en unacanción; en mi caso es muy distinto, mi cerebro es unvampiro al que le metería un balazo en medio de la frente.Hay psicotrópicos de última generación, pero no son todolo efectivos que juran ser, discúlpeme la sinceridad; algoamainan el centrifugado anímico, pero no logran combatirdecididamente al enemigo. Hay putas también, doctor,pero yo no estoy con la explotación sexual, soy católico,doctor, pero podría ser mormón, que es lo mismo, o ateo obudista, y además no hay puta, estoy persuadido de ello,doctor, que pueda combatir al enemigo, al enemigo no selo combate con sexo, doctor, no se lo vence con laexpulsión seminal, porque no hay en el semen angustia niansiedad ni desánimo que se lancen, sino la misma especie,con algunas modificaciones genéticas, que lanzan loscaballos, los gatos, los toros, las tortugas macho, protoseres.¿Qué hay, entonces, doctor, de efectivo para combatir alenemigo? ¿Psicoterapias? Está bien, son un alivio, ellicenciado H. es un buen licenciado. Hola, me llamo Javier,licenciado H., estoy deprimido, quiero ser feliz y no puedo,he perdido todo, no tiene sentido mi vida, ¿qué me dice atodo esto, licenciado H.?, ¿cómo puede usted combatirtodo esto?, ¿no se da usted cuenta de que usted no es unexorcista y que en mi adentro se encuentra el mismísimoSatán o un primo de Satán?, ¿cree que su ciencia y esafotografía de Freud ahí en su biblioteca podrán contratodo este enorme enemigo que albergo? ¿Queda entonces

la religión, doctor, oh, la vieja, la milenaria religión,doctor? No me responda, ya sé que usted piensa más bienque no, pero podría ser, por qué no pensarlo. Aunque, porsupuesto, comparto ciertas objeciones, incluso tengo mispropias objeciones, cosas de las que usted adolece por noestar ni un poquito así interesado en el plano espiritual,para usted, doctor, perdóneme otra vez, somos simplespoleas y engranajes químicos, y yo doctor lo que siento noes solo químico, ¡no lo es, no lo es, no lo es! ¡Silencio!¡Deseo brindarle mis objeciones a la religión! ¡Estoy aquípara hablar, para hablar y hablar y hablar! No estoyenojado con usted, doctor, sepa comprenderme, mi enojoes conmigo mismo, y con el demonio que me habita. Lareligión, doctor, más que hablar de combatir al enemigo, almenos mi religión, doctor, que puede ser la católica o la delos mormones o incluso la no-religión de los pobres tiposque vagabundean por ahí en buscade consuelo llenándosede vino, es una religión resignada, de cargar la cruz, deaguantarselá, y el problema es que así no se combate alenemigo, se lo tiene que uno cargar al hombro hastaencontrar el desfiladero de la muerte y recién ahí arrojarloal abismo a cambio de la santidad. Y está bien, doctor,quiero ser santo, un buen santo, un ejemplo para lahumanidad que alguna vez padezca lo que yo padezco,tener una estatua, quiero, que diga “Santo Anónimo”, nome interesa la gloria de los nombres y los bronces, o variasestatuas, quiero, en miles de iglesias, quiero, donde estévestido de franciscano o de jesuita, ¿sabe?, y que como SanRoque a mis pies haya un perro, me encantaría que así merecuerden, que así recuerden a San Anónimo, con un perroa sus pies, manso y fiel, pero en lugar de cargar al niñoJesús o de llevar una cruz, que San Anónimo tenga en susbrazos a un demonio al que está a punto de arrojar alabismo mientras le lanza un escupitajo, sería una granestatua, los fieles escupirían en la calle cada vez que merezaran, se realizarían ceremonias el día de mi muertedonde hombres y mujeres cargados de muñecos horrendosirían en busca de un desfiladero o de una barranca paraarrojar esos muñecos y escupirlos y luego quemarlos consaña, sería una fiesta muy bonita, doctor, ya la estoyimaginando, y una justificación a todo lo que hoy mesucede, esto de cómo combatir al enemigo; sería unaforma de vencer al enemigo al fin de cuentas, y de que laposteridad recuerde que al final de mi vida logré vencer ami enemigo realizando ese ritual con un enormeescupitajo y una tremenda puteada. ¿Pero y mientras tanto,doctor? Porque así no me puedo andar, ¿comprende?

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Usted me ve, usted no necesita comprender, a usted lo quele sucede es que no sabe cómo combatir al enemigo, ustedmismo me dijo la primera vez “Yo no curo, son lospacientes los que se curan”. Genial. Una genialidad. Unoviene cargado de expectativas y resulta ser que laresponsabilidad es de uno. Al fin y al cabo usted es comoel psicoterapeuta H., el licenciado, que no entiende quepreciso de un exorcismo de aquellos; usted no comprendeque con su ciencia y sus psicotrópicos de últimageneración no alcanza para vencer al enemigo, quenecesito una buena dosis de purgantes y también otraenorme dosis de amor, necesito mucho amor, el amor síque todo lo cura, ¿pero dónde conseguirlo, doctor, si estoysolo, si mi vida es una profunda y helada soledad?, lasoledad siempre es helada, de hecho se siente muchísimofrío. Oh, doctor, dígame ya, hace tanto tiempo escuchovoces, hace tanto yaaa. Eso canta Luis Alberto Spinetta,que en paz descanse, eso me pasa a mí. Y eso otro de noqueda más que viento, no queda más que viento, que escuando él va en busca del amor no correspondido y poreso ese amor no correspondido es eso, viento, solo viento, yentonces se plantea cómo va a seguir viviendo sin el amorno correspondido, que es lo que me pasa en el fondo a mí,doctor, qué le voy a andar explicando, tuve un amor, loperdí, no lo puedo recuperar, no puedo encontrarlo, no

queda más que viento, doctor, no queda más que viento yel demonio que albergo se me ríe a las carcajadas y mehace oscilar hacia delante y hacia atrás, hacia delante yhacia atrás, o me endurece las nalgas, una primero, otradespués, las dos juntas, y las piernas, bajé ya diez kilos,doctor, en dos meses, ¿no le parece que el enemigo me estáconsumiendo? ¡Respuestas, respuestas a cómo vencer alenemigo! ¿Están, existen? ¿Dónde, doctor? ¿En el yoga?¿En la meditación? ¿Se da usted debida cuenta de quedebo ser San Anónimo, que ese es mi único camino, amenos que el suicidio me sea convidado por mi demonioprimo hermano de Satán? ¿Se da cuenta de que la únicaforma de combatir al enemigo es la santidad, y que sersanto no es un asunto de estúpidos chupacirios sino degente con pelotas, de gente con enormes pelotas capacesde cargar monstruos hasta antes de ser echados en latumba? Porque seamos claros, doctor, es mi enemigo o soyyo, y este combate es a muerte. O me vence y me mata o lovenzo y antes de morir lo arrojo al vacío. Alabado seaJesucristo, por siempre sea alabado. ¿Tiene un té? ¿Mepodría ofrecer un té? Estoy exhausto. Y más medicación,súmeme más medicación, por el amor de Dios.

Javier G. Cozzolino

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Como crear un silencio entre los dosGloria Esquivel

1.

El silencio pequeño, o silencio ínfimo, puede ser el másindicado para quienes se inician en el arte de la jardineríade la afasia, pues es un silencio de cultivo rápido que nonecesita de mayores cuidados. Al no ser tan intrincado yoscuro como otros tipos de silencio, no interrumpe laconcentración de las tareas diarias y no requiere mayoreshabilidades para su mantenimiento. Para cultivarlo demanera eficiente se debe plantar con alguien que sea losuficientemente conocido como para que reconozcanuestra cara, pero con quien no se haya tenido ningún tipode intimidad. El amigo del amigo del amigo con el que secompartieron un par de chistes en una fiesta, la amablesecretaria que recibe las cuentas de cobro de artículosbimensuales sobre observación de pájaros o el profesor deun curso de extensión sobre cultura francesa que se tomadespués de la oficina pueden oficiar como suelos perfectospara el desarrollo óptimo de este silencio.

Primero se debe causar una buena impresión. Sonríaconstantemente en cada interacción que tenga con elsujeto con el que plantará el silencio y sea decididamenteamable. Luego debe ser paciente y esperar a que suceda unencuentro en algún lugar fuera del nicho en dondegeneralmente se da la interacción con esta persona. Unabolera, una clase de Pilates o un supermercado antes delcomienzo de la temporada escolar pueden ser terrenosmuy fértiles para este tipo de mutismo. Identifique alsujeto y vaya a su encuentro. Es muy importante que en sumirada haya un atisbo de reconocimiento, pero este atisbodebe ser pequeño, pues si se excede podría sofocar alsilencio y terminar cosechando una conversación torpellena de preguntas cortas. Haga contacto visual y, justo enel momento en el que el sujeto esté listo para hacer ungesto que inicie el saludo y lleve a la interacción, desplacela mirada hacia el fondo del salón ignorandocompletamente su presencia. Déjese revestir por laamnesia. Camine con la cabeza en alto, tenga un pasofirme y siga su marcha como si se encontrara frente acualquier otro extraño. Sienta como las pequeñas gotastibias que conforman este silencio se pegan a sus pestañas,justo en el momento en el que la otra persona también seentrega a la desmemoria y congela el saludo que estaba

preparando. Allí, sobre sus ojos, este pequeño silencio,cotidiano e incómodo, se asentará y lo acompañarámientras termina de hacer sus compras. ¿No era ese acasomi profesor de inglés? ¿Acabo de verlo en sudadera?¿Estuvo mal no saludarlo? y otras letanías similares seránlos susurros con los que este silencio lo acompañarán en lacaminata de vuelta a casa.

2.

El silencio medio tiene un periodo de vida entre seismeses y dos años. Es doloroso, puede germinar rabia oplanes de venganza pero, por lo general, este tipo demutismo florece como una indiferencia tranquila y unasensación de nostalgia que se revela ante nosotros cuandose escucha un disco entero de boleros. Para este tipo desilencio lo más recomendable es conseguir una personacon la que se pueda establecer un lazo muy fuerte yprocurar tener experiencias únicas que se conviertan enrecuerdos-fósil. La niña de zapatos bien lustrados quevivía en un edificio cercano y con quien pasamos tardeseternas de ocio planeando coreografías de baile al ritmodel merengue house noventero; el chico con un leveparecido a Anthony Perkins que le tenía tanta fobia a lospoetas beat como al compromiso y a quien le entregamosel corazón neciamente; la prima que contrabandeó losprimeros cigarrillos que fumamos en la adolescencia alritmo de rock argentino y que ahora es una madre defamilia entregada al cristianismo que manifiesta su visiónpolítica de derecha en sus estados de Facebook: todoslugares llenos del sustrato y del abono propicios para estaempresa. El silencio medio es viscoso. Como un pantanoámbar en donde un barco navega sin mayor sorpresa,comienza a cosecharse cuando cada una de las partes se dacuenta de que la vida es mucho más tolerable cuando seestá con el otro. Ahí. Justo detrás de las rodillas de nuestracompañera de juegos. Dentro del molar izquierdo delchico. En esa zona sobre la nuca llena de una pelusa negradelgada que la prima dejaba al descubierto cuando serecogía todo el pelo: ahí es donde comienza a crecer estemutismo. Libélulas miniatura sobrevuelan el pantano.Cada una cargada con un gesto mal entendido. Unasonrisa no correspondida. Un plan de escape que jamás sellevará a cabo. El capitán del barco las espanta conestoicismo sin darse cuenta de que la superficie sobre laque navega se está solidificando, pues ha comenzado agerminar una muralla gelatinosa que atrapará a su barco.

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Inmóvil. Congelado. Sepultado dentro de un magmaquieto de correos electrónicos cortos que desean un felizcumpleaños o un sentido pésame. Con la certeza de quedetrás de cada uno de esosholaesperoquetodoestébienqueríadesearteunfelizcumpleañossaludoscordiales se esconden, agazapados y asustados, losrecuerdos de esa vez en la que miramos arriba de la faldade la niña y sentimos que la piel de sus muslos debía de serla carne más tierna con la que alguna vez podríamossaciarnos, o el día en el que en medio de un polvo rápido yanodino descubrimos que nuestro mentón encajabaperfectamente en la clavícula del chico y que su pechosería un gran refugio, o cuando besamos a nuestra primahasta casi romperle la boca una tarde lluviosa mientrasescuchábamos en loop un disco de Enanitos Verdes.

3.

El silencio largo no es la selva. Es los bordes de la selva.Tampoco es los muertos de mi padre. El silencio largo separece mucho más a los sueños de mitad de agosto en losque me despierta un dolor amarillo que golpea el cuerpo yme que clava las extremidades al colchón dejándomeinmóvil por un rato. El silencio largo jamás fue la escultura

de Richard Serra en la que nos perdimos. Fue mas bien elmapa de Manhattan al que Cy Twombly le arrancó unpedazo que va desde Union Square hasta la mitad deCentral Park y que tomó la forma de un rectángulo níveo ehipnótico que representa nuestro abismo. No es la sombrade las manos dobladas para simular la forma de uncocodrilo, proyectada sobre una pared al caer la tarde. Estetipo de mutismo no es nada más que la frontera quedelinea la sombra china y su oscuridad de brea sobre lablancura tibia de la pared. El silencio largo no permitegrises. No será jamás una edición subrayada de Losdetectives salvajes que prestamos a un gran amor y quedevoró con interés hasta que decidió irse. Tampoco unalectura compartida de 2666, ni el viaje a México que hizointentando escapar del sabor a cobre que le dejaban suserrores. El silencio largo se asemeja más a la lectura deaquel cuento de Bolaño sobre Acapulco y los balnearios yel padre y lo jamás dicho, una tarde de calor en diciembreen la que la culpa se sintió como una boa reptando encírculos sobre la rodilla derecha.

El silencio largo es también el filo hostil que seencuentra bordeando cada palabra aquí impresa.

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Cómo atardecer en Suburbia

El vecino de acá de al lado distrae sus horas de retiro en el garaje construyendocosas para otra gente. El otro día lo vimos armando un camarote para sus nietosmayores. También lo vimos armar una silla, para que una de sus hijas se sentara aamamantar al primogénito que ya venía para sorpresa de todos porquefrancamente aquí nadie pensaba que la doña fuera una de esas mujeres quequieren ser mamá pero vea cómo la vida lo va sorprendiendo a uno. En otraocasión lo vimos construir un escritorio enorme de esos que ya no se ven y que yano caben en ninguna parte y que aún si cupieran no dejan de ser un problema siuno digamos decide mudarse porque el alquiler está muy caro que para moverlonecesitas de todos tus amigos que de por sí no tienes muchos y los que tienes enrealidad no están, que las ocupaciones nunca faltan, los hijos y el trabajo y elocasional viaje a conocer las ruinas griegas, y al final te toca contratar a unacompañía de mudanza que te cobra la cuota extra porque es que mire que es unescritorio muy pesado y muy inconveniente y que por eso es que estos escritoriosasí ya no se ven pero no se preocupe que de todas maneras le hacemos esamudanza que esto es América, la tierra de los que pueden.

De vez en cuando la esposa del vecino aparecía en el garaje con té helado enlos días de calor, o chocolate caliente en el invierno a ver si de pronto el frío éstedel valle no le hace tanto daño con esa mala costumbre que tiene de hacerlo todocon la puerta abierta. Luego ella desaparecía con su cantaleta a hacer lo que seaque hacen las señoras en retiro. Siempre en la tardecita, la veíamos sentada en unamecedora en la acera leyendo novelas de misterio. “El romance no es lo mío”comentó una vez en un tono apropiado para una disculpa. Y durante todo esetiempo ninguno de nosotros sospechó que con esa rutina inofensiva en plenoapogeo sirviendo de música de fondo, la señora se estaba muriendo a toda prisa deun cáncer en quién sabe dónde. Nadie lo sospechó. Incrédulos seguimos inclusocuando llegamos de trabajar y vimos la caravana de carros ocupando todos losparqueaderos de la calle, que aquí nadie parquea en el garaje porque el garaje espara el reblujo o para distraer las horas del retiro cuando el retiro nos llegue, raropara ser un jueves que éste desorden tan de tercermundo solo se ve el sábadocuando se juega el campeonato infantil femenino de fútbol en el parque del barrioy llega la colección de padres suburbanos con sus sillas de playa y sus termosenormes de limonada y sus ansias de validación a destruirnos la paz. Incrédulosseguimos, incluso después de que Slava preguntó con su vozarrón uzbeko que porqué tanta gente que si quién se murió, éste Slava tan ocurrente, y hasta él se tardóun poquito más de lo promedio en reconocer la respuesta en el silencio y la miradabaja y la indignación y los ojos cansados de llorar de los otros.

La cosa es que uno se muere y deja de hacer las cosas que uno hacía, y querer ala gente que uno quería, y llevarle té helado a la gente con la que uno vivía. Y tododuele por un rato y después la gente se acostumbra al dolor porque la vidacontinúa qué le vamos a hacer, resignación, fuerza y fortaleza. Primero todo dejade ser y luego todo es como si nada.

Maximiliano Vega

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Elena dice que no puedeir conmigo a tomar café y adespués quién sabe porquejusto ese fin de semana se vaa la Florida y luego a escalaruna montaña. Ella dice queno es el Monte Elena, ¿nohubiera sido fantástico si loes? Yo sonrío neutralmente:nunca me gustaron lasmujeres literales. Son dossemanas en una comunidadde Jacksonville ajenos albullicio social. Luego un díaen un vuelo trasatlántico,luego un tren, luego un bote,luego otro bote y luego lamontaña. ¿Tú no tienesnovia? Esa pelirroja de peloen descontrol, los he vistosonrientes. Hay muchasmaneras de perder la cabeza,me dice, tal vez haya unpaisaje bonito, que meinspire, que me devuelva lailusión, tal vez incluso existala posibilidad de unaepifanía, pero la única razónque uno tiene para subirmontañas es para tenerlasque bajar.

Estábamos viendo“Sueños” de Akira Kurosaway estábamos, la ironía, todosdormidos. Ileana toma uncuaderno y escribe, despacio,que nunca se ha reído comocuando se ríe conmigo. Noestoy segura del todo porquecómo se puede estar segurade estas cosas pero sospecho,pienso, que ésta risa es lomás cerca que he estado de lafelicidad. Qué tanto más sepuede acercar, se pregunta.Yo leo la nota, pienso enKurosawa, vuelvo a leer lanota y decido que la leerémás tarde en un ambientemás reposado. Ya en la casa, ypor algún misterio que nuncaaclaró mi memoria, decidoguardar el papel debajo delcolchón en el que duermo.Minutos antes de partir aMedellín en lo que resultóser un viaje de una sola vía, yun año después del drama,mi hermana descubre elpapel. Desde ese momento lollevo siempre conmigo, ledigo a Ileana mientras esperapor el novio que acaba dellamar y que ya viene porella.

Diana lee el periódicomural que en secreto hicepara ella. Hay una historiadel recién presentado logo dePepsi y su parecido a lasniñas morenas de ojos negrosgrandes. Hay una crónica dela formación y clausura de laSociedad de EspíasAmorosos Anónimos. Hayuna crónica de un final feliz.Hay una historia sobre elgrupo Roxette que concluyecon la letra de su éxito“Listen to your heart” en elinglés original y acompañadode una traducción libre poreste servidor en carácteranónimo. Sobre la frase “Thescent ofmagic” escrita ennegrilla y además subrayada,se podía leer garabateado enlápiz, con pulso subversivopara evitar la condena de loseditores, la aclaración de queese olor es el olor de fresa detu champú de todos los días.Diana que leyó su periódicomural sin leerlo meencuentra una décadadespués en la red social.Tanto tiempo, cómo te va lavida, la mía va bien, gracias.Adjunta una foto, sonríecomo siempre, sostiene unaniña que por fortuna separece más a ella que al papá,en un jardín de Londres, consu esposo inglés.

Beatriz del barrioNovalito escribe en micuaderno de apuntes que nove con malos ojos que yo seasu tom cruise. Yo me río sinentender el chiste. Estamosen Medellín pero ambos nostenemos que ir, tal vezregresemos, tal vez no. Meescribe su dirección, meescribe su teléfono. Yo leescribo muchas cartas, ellame responde algunas. Ellaprefiere los hologramas. Yo ledigo que para tanto no mealcanza. En una cajitaempaco un libro de JairoAnibal Niño y un casete concanciones de Franco de Vitay Miguel Mateos. La cartaque los acompaña termina enplan de aventura. Sabesquien te quiere. Ella mepregunta después, mientrascomemos alfajor en lacafetería de la universidad ala que vamos si a la frase lefaltaba el signo deinterrogación, y se ríe,convencida de que no voy aresponder.

Cómo quedarse solo en el intentoOscar Rodríguez

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Manual de Comportamiento para Gente Formidable,Volumen 3

Una colección de textos de educación y cultura generalpara el ciudadano moderno.

Una idea de SantaMaradona, hecha posible por genteformidable de La Internet. Cuéntale a tus amigos.

Si quieres participar en el Volúmen 4, envía un correo [email protected]

http://santamaradona.org/manual/3Octubre, 2013