manuelita sáenz , una historia maldicha

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Jasbeidy Carolina Ramírez Quevedo 20051155066

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Jasbeidy Carolina Ramírez Quevedo

20051155066

Llevaba en sus venas la fuerza, orgullosa, convencida de sus principios de libertad, reía de sus alegrías conseguidas venciendo el chisme, la hipocresía y la pena. Era rebelde y bonita, cariñosa , criticona y poseía el don del orador.

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“ Don mateo y Joaquina discutían y rebatían, y terminaban, a la hora del chocolate, poniéndose de acuerdo en que el mundo estaba mal hecho y que era poco cristiano”

soltaba frases como “las beatas se confiesan para poder pecar”- “moral e hipocresía son hermanas” en esto no contaba con el entero convencimiento de su padre…sin embargo estaban totalmente en su amor a Quito por sus pintores, talladores y poetas, por sus calles empinadas y sinuosas de la ciudad.

Tal vez por la novedad o por el embrujo del olor y gusto del café que paladeaba, a

Joaquina ese hombre ambicioso, arrogante y con facilidad de palabra , se

convirtió en el merecedor de sus gustos y disgustos , de sus sueños y sus suspiros.

“Joaquina frente al espejo, miró su figura ensanchada. El espejo cómplice y testigo de sus ardores de amor, le devolvió la imagen de su culpa” aceptó lo único que

podía hacer prepararse para las lenguas viperinas, para el aislamiento y la envidia, para ser madre soltera. Pero

para una cosa no estaba preparada: su familia.

Cuando nació la niña su hermana Ignacia presionó constantemente para que la entregara en el convento y así evitar las criticas y las malas habladurías acerca de esta criatura bastarda, a Joaquina eso era lo que menos le preocupaba, su pensamiento estaba en la actitud de su padre frente a la situación…finalmente se dejó convencer por su hermano Domingo para llevar a la niña

Perdóneme papito, perdone su merced.

Impaciente por sacar la niña del convento, tomo valor . Oiría los reproches, soportaría los castigos, se doblegaría y mansamente pediría perdón. Para ablandarlo le enseñaría las huella de los piecitos de Manuel, grabados con carmín sobre un pañuelo de batista. Resuelta, Joaquina llego a la casa de los Aizpuru y se dirigió directamente a la biblioteca, sin detenerse ni vacilar. Entro sin llamar pero pausada. Caminó hasta frente la escritorio y temblando espero la reacción del padre. El levantó la vista de un texto que leía y la miro inmutable.

Le desagradaban las conversaciones despectivas en contra de los indígenas que trabajaban para que la clase alta pudiera estar resaltando su linaje en la sociedad.

Tenia principios de los cuales la lectura le había brindado muchos argumentos para seguir convencida de ellos.

No era una mujer tradicionalista, esto influyo en la crianza de Manuela.