mudra de siěntesis

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MUDRA DE SÍNTESIS I Desde el mudra de la oración tenemos un pensamiento y un sentimiento de simpatía, abrimos la tierra de la vida, separamos nuestros dedos meñiques, nos conectamos a toda la corriente de la vida, toda esa esencia de dios, el OM que vibra en todo cuanto existe. I Separamos nuestros dedos anulares, apaciguamos nuestras aguas experimentamos la serenidad de la total apertura emocional, con un sentimiento de empatía. I Abrimos nuestros dedos medios, experimentamos un sentimiento nuclear profundo de apertura del corazón. Encendemos nuestro corazón, visualizamos esa llama que se levanta desde el plexo solar y asciende hasta el corazón y enciende el corazón como una llama de amor viva. I Abrimos nuestras manos y hacemos el mudra del amor total, de la entrega, del amor incondicional, el mudra del guerrero, convertido en servidor. Proyectamos esa imagen hacia delante, como una llama que asciende, es nuestro propio corazón el que proyectamos, con el deseo más puro y más profundo de realización de nuestro corazón. I Contemplamos el horizonte de la vida, aquello que soñamos para dar la nota del Alma como si ya se hubiera realizado, atesoramos ese profundo deseo, esa ardiente aspiración del corazón y desde allí, de todo corazón, con profunda devoción por el pasado, por aquello que nos ha soportado, descendemos bendiciendo en nosotros esos estados de conciencia, reinos mutantes de la naturaleza, descendemos a través del cuaternario, los cuatro dedos hacia abajo, el pulgar hacia dentro, y vamos descendiendo a través del plexo solar.

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MUDRA DE SÍNTESIS

I Desde el mudra de la oración tenemos un pensamiento y un sentimiento de simpatía,

abrimos la tierra de la vida, separamos nuestros dedos meñiques, nos conectamos a toda la corriente de la vida, toda esa esencia de dios, el OM que vibra en todo cuanto existe.

I Separamos nuestros dedos anulares, apaciguamos nuestras aguas

experimentamos la serenidad de la total apertura emocional, con un

sentimiento de empatía.

I Abrimos nuestros dedos medios, experimentamos un sentimiento

nuclear profundo de apertura del corazón. Encendemos nuestro corazón, visualizamos esa llama que se levanta desde el plexo solar y asciende hasta el corazón y enciende el corazón como una llama de amor viva.

I Abrimos nuestras manos y hacemos el mudra del amor total,

de la entrega, del amor incondicional, el mudra del guerrero,

convertido en servidor. Proyectamos esa imagen hacia delante, como una llama que asciende, es nuestro propio corazón el que proyectamos, con el deseo más puro y más profundo de realización de nuestro corazón.

I Contemplamos el horizonte de la vida, aquello que

soñamos para dar la nota del Alma como si ya se hubiera realizado, atesoramos ese profundo deseo, esa

ardiente aspiración del corazón y desde allí, de todo corazón, con profunda devoción por el pasado, por aquello que nos ha soportado, descendemos bendiciendo en nosotros esos estados de conciencia, reinos mutantes de la naturaleza, descendemos a través del cuaternario, los cuatro dedos hacia abajo, el pulgar hacia dentro, y vamos descendiendo a través del plexo solar.

I Bendecimos esa inteligencia instintiva de la manada, de las alas, de las patas, del

movimiento, de todas las especies que nos precedieron, de aquello que nos liberó de las raíces.

I Descendemos ahora hasta las raíces vegetales, y honramos en nosotros el aroma, el

verde, la armonía, la belleza, el servicio y el sacrificio y la devoción del reino vegetal.

I Seguimos descendiendo hasta encontrar la quintaesencia mineral en la transparencia

de las gemas y la radiactividad de los minerales radiactivos y continuamos el descenso en toda esa corriente de conciencia.

I Nos sembramos en la Madre, nos sembramos en la Tierra. Escuchamos esa tierra viva,

el corazón ardiente de la tierra, su núcleo céntrico de fuego ardiendo. Sabemos que todos venimos de esa leche de la madre, que como una savia va ascendiendo a través de todos los reinos, y después de sembrarnos ascendemos a nacer de nuevo.

I Ascendemos a través del mineral. Los cuatro dedos ahora se

interiorizan, son los cuatro elementos. El éter, la conciencia, hacia arriba.

I El vegetal en el segundo centro, el agua fluida. Un sentimiento

de fluidez que nos anima, y vamos ascendiendo hacia el fuego del reino animal que permite el ascenso a través del movimiento y el cerebro que permite la expresión de la conciencia y continuamos el ascenso de nuevo hasta ese punto crucial de cambio de polaridad en que nos humanizamos.

I Allí cambiamos la polaridad, las palmas hacia arriba, el mudra

de la cuna, desde el mudra de la cuna nos consagramos, nacemos a partir de este momento de Manos que terminamos para nacer, nacer al servicio, nacemos al ser nuevo y consciente que somos, como si nacieramos desde nuestro propio corazón, y llevamos las manos en el mudra de la oración,

I nos recogemos en el mudra de la oración atesoramos toda esa

corriente ascendente de la conciencia en nuestra conciencia reflexiva, conciencia de la conciencia, conciencia humana en

nuestro corazón, y vamos ascendiendo.

I Desde el corazón, proyectamos el aire al éter, al quinto centro,

desde el corazón ascendemos a ese lugar sagrado donde el verbo se hace carne y la palabra se encarna, y esa encarnación nos permite ser parte del proceso de la creación. Somos creadores, cocreadores, y desde allí ascendemos a la conciencia del Plan.

I La intuición, la visión total, el holograma de la creación plasmado en todo nuestro

campo neuronal a nivel del sexto centro.

I Y desde el sexto centro, nos proyectamos hacia la unidad.

I Visualizamos la joya en el loto de todos los centros

alineados.

I El séptimo centro que recoge la luz de todos los centros. El

centro coronario, que recoge la luz del corazón, y uniendo ese collar de joyas en el loto de los centros, ascendemos a través de los átomos permanentes.

I Conectamos nuestra conciencia a la conciencia física, al

átomo permanente físico.

I La conciencia emocional y el campo emocional al átomo

permanente emocional, como un punto de luz.

I Y la conciencia mental en ese punto de síntesis, el átomo

permanente mental.

I Y así visualizamos diez puntos de luz, los siete centros, los diez

puntos de luz y vamos ascendiendo.

I Proyectamos, consagramos hacia el undécimo punto de luz,

la joya en el loto del Alma, mientras repetimos mentalmente: “Yo soy una chispa en la llama del amor de Dios., Om Mani Padme Hum”.

I Colocamos las manos a nivel del 7º centro, proyectamos abriendo

nuestro corazón como una flor, como un cáliz y florecemos.

I Nos proyectamos desde ese undécimo punto de luz hacia la

mónada, la chispa divina, en el centro de la triada espiritual. Visualizamos esos doce puntos de luz alineados con el triángulo de la triada espiritual (Manas, Buddhi y Atma: Inteligencia, Amor y Voluntad espiritual),

I y vamos descendiendo como si pudiéramos descender la

Inteligencia, el Amor, la Voluntad espiritual a la cabeza, el triángulo magnético de la cabeza, como si pudiéramos

descender la energía de la mónada, la chispa, hacia la epífisis, en el centro de la cabeza, como si pudiéramos descender y proyectar la luz del Alma.

I Captamos esa luz, la energía del Alma, la inspiramos la atesoramos

en el mudra de la joya en el loto, hacemos el mudra del corazòn, y proyectamos la luz de ese mudra del corazón al centro de la cabeza, hacia la epífisis.

I Visualizamos la epífisis como un sol radiante al interior de la

cabeza. Proyectamos la luz de la epífisis, conectándola al chakra secundario entre los omòplatos hacemos el movimiento hacia atrás.

I Cargamos, imaginamos glóbulos de luz dorada, los devas

solares, el prana solar, que inunda todos nuestros triángulos de prana, se conecta el bazo, se conecta la energía telúrica, se conecta la epífisis y el timo, premitimos que esa energía circule, y ascedemos de

nuevo con esa energía construyendo un puente de luz posterior, a nivel de la columna cervical vamos ascendiendo, hasta la zona del alta mayor allí nos detenemos, y proyectamos esa luz y esa energía hacia arriba, como si la consagraramos al Espíritu Santo al espacio inteligente la Inteligencia Espiritual, e inundamos todo nuestro cuerpo con esa corriente de Inteligencia Espiritual.

I Descendemos al sexto centro, nos integramos, al quinto,

inundamos nuestro verbo con la energía del espíritu, y volvemos a nuestro corazón, para que florezcan los territorios, los pétalos del Alma en el corazón.