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Fundación UNIR BoliviaDirector EjecutivoANTONIO ARAMAYO TEJADA

Área de Ciudadanía y ComunicaciónGerenteRENÉ ZEBALLOS CLAVIJO

Compilación, sistematización y redacciónMARÍA SOLEDAD QUIROGA

Coordinación de edición y publicaciónEquipo de Ciudadanía Intercultural

Diseño grá�coSERRANO Design

UNIR tiene el respaldo �nanciero de los gobiernos de Bélgica, Holanda, Suecia y Suiza, así como de la Unión Europea, Cristian Aid y Trócaire

Direcciones Fundación UNIRDISTRITAL UNO:La Paz – Beni – PandoSede: Ciudad de La PazAv. 6 de Agosto #2528, entre calles P. Salazar yL. GutiérrezTel. (+591-2) 2117069 – 2119767 – 2110665 – 2115096Tel./Fax: (+591-2) 215 3021Casilla [email protected]

DISTRITAL DOSSanta Cruz – Tarija – ChuquisacaSede: Santa Cruz de la SierraAv. Alemania, entre tercer y cuarto anilloCalle 10 Oeste Nº 3665Tel./fax (+ 591-3) [email protected]

DISTRITAL TRESCochabamba – Potosí – OruroSede: Ciudad de Cochabamba Calle Paccieri #772 entre Antezana y 16 de JulioTel./fax (+591-4) [email protected]

Imprenta Iniciativa PrintersTel.: 2223694 - 70654170

Tiraje2.000 ejemplaresSeptiembre de 2009

Número de depósito legal: 4-1-2078-09ISBN: 978-99954-727-3-3

www.unirbolivia.orgLa Paz -Bolivia

Esta publicación cuenta con el auspicio de:

Unión Europea

Contenido

La identidad, la sociedad

y la cultura

1. Autoidentificación

identitaria 3

2. Identidades étnicas 5

Los pueblos indígenas de la región andina 6

Aymara 6

Kallawaya 8

Quechua 8

Uru 10

Afroboliviano 11

Los pueblos indígenas amazónicos 13

Araona 13

Baure 14

Canichana 15

Cavineño 15

Cayubaba 16

Chácobo 17

Chimane 17

Esse Ejja 18

Itonama 19

Joaquiniano 19

Leco 20

Machineri 21

Moré 21

Mosetén 22

Movima 22

Moxeño 23

Pacahuara 25

Sirionó 25

Tacana 26

Yaminahua 28

Yuqui 28

Yuracaré 29

Los pueblos indígenas del Oriente 30

Ayoreo 31

Chiquitano 32

Guaraní 33

Guarasug’we’- Pauserna 34

Guarayo 35

Los pueblos indígenas del Chaco 36

Guaraní 36

Tapiete 38

Weenhayek 39

3. Identidades mestizas 41

Los mestizos en el Altiplano 43

Los mestizos en los Valles 43

Los mestizos en el Oriente 44

Los mestizos en la Amazonia 45

Los mestizos en el Chaco 45

4. Identidades de las élites 47

Las élites en el Altiplano 48

Las élites en los Valles 49

Las élites en la Amazonia 50

Las élites en el Oriente 51

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LA IDENTIDAD, LA SOCIEDAD Y LA CULTURA

María Soledad Quiroga

Fundación UNIR BoliviaDirector EjecutivoANTONIO ARAMAYO TEJADA

Área de Ciudadanía y ComunicaciónGerenteRENÉ ZEBALLOS CLAVIJO

Compilación, sistematización y redacciónMARÍA SOLEDAD QUIROGA

Coordinación de edición y publicaciónEquipo de Ciudadanía Intercultural

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www.unirbolivia.orgLa Paz -Bolivia

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Contenido

La identidad, la sociedad

y la cultura

1. Autoidentificación

identitaria 3

2. Identidades étnicas 5

Los pueblos indígenas de la región andina 6

Aymara 6

Kallawaya 8

Quechua 8

Uru 10

Afroboliviano 11

Los pueblos indígenas amazónicos 13

Araona 13

Baure 14

Canichana 15

Cavineño 15

Cayubaba 16

Chácobo 17

Chimane 17

Esse Ejja 18

Itonama 19

Joaquiniano 19

Leco 20

Machineri 21

Moré 21

Mosetén 22

Movima 22

Moxeño 23

Pacahuara 25

Sirionó 25

Tacana 26

Yaminahua 28

Yuqui 28

Yuracaré 29

Los pueblos indígenas del Oriente 30

Ayoreo 31

Chiquitano 32

Guaraní 33

Guarasug’we’- Pauserna 34

Guarayo 35

Los pueblos indígenas del Chaco 36

Guaraní 36

Tapiete 38

Weenhayek 39

3. Identidades mestizas 41

Los mestizos en el Altiplano 43

Los mestizos en los Valles 43

Los mestizos en el Oriente 44

Los mestizos en la Amazonia 45

Los mestizos en el Chaco 45

4. Identidades de las élites 47

Las élites en el Altiplano 48

Las élites en los Valles 49

Las élites en la Amazonia 50

Las élites en el Oriente 51

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1. AUTOIDENTIFICACIÓN IDENTITARIA

La autoidentificación identitaria, o el reconocimiento por las personas de su propia identidad, se introdujo en el país con el Censo Nacional de Población y Vivienda de 2001. Hasta enton-ces, los censos no planteaban la autoidentificación, sino la cla-sificación de la población de acuerdo a ciertos rasgos visibles, como las características faciales y la vestimenta1.

Durante la Colonia y en las primeras décadas de la República, los censos buscaban distinguir a la población indígena para el cobro del tributo. A partir del siglo XX se empezó a indagar sobre la raza de la población, clasificándola en las tradiciona-les categorías de indígena, mestiza, blanca y negra. El censo de 1950 dividió a la población en dos grandes categorías: indíge-nas y no indígenas.

El Censo de 2001, que buscaba el reconocimiento de la pobla-ción indígena, presentó dos tipos de preguntas, por una parte la de pertenencia a un pueblo indígena y, por otra, la de lengua hablada y en la que se aprendió a hablar. Esto tuvo un resultado importante: gran parte de la población se definió como indíge-na: 62% de los mayores de quince años declaró pertenecer a algún pueblo indígena, 31% al quechua, 25% al aymara y 6% al guaraní, chiquitano, mojeño y a otros nativos. El área rural se consolidó como un ámbito fundamentalmente indígena, y en el área urbana la población autoidentificada como indígena también resultó ser importante, especialmente en las ciudades de La Paz y El Alto.

La intención del Censo de visibilizar a la población indígena –que había estado oculta bajo el denominativo de campesino introducido por el Estado del 52– a fin de definir derechos dife-renciados para ésta, tuvo otro efecto: al no haber considerado otras categorías, como la mestiza u otra, introdujo un sesgo que opacó la presencia de otros sectores de la población boliviana no indígenas.

Si reconocemos que la identidad es una construcción social compleja, flexible y cambiante, que se transforma de acuerdo al contexto y que, por tanto, tiene límites poco claros, es evidente que en un trabajo censal se pueden obtener resultados diferen-

1 Molina y Albó, 2006.

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tes de acuerdo a la manera cómo se plantee el tema de la iden-tificación con una categoría étnica, racial, etc., y que ninguna de estas categorías permite establecer grupos poblacionales con límites claros y precisos2.

Esto se confirma con los resultados de encuestas recientes que incluyen preguntas de autoidentificación presentando alterna-tivas no restringidas a la indígena. Una encuesta realizada en 2004 mostró que 76% de los bolivianos se identifican como mestizos3, y otra que 60.6% se autoidentifica como cholo o mestizo, 19.4% como blanco, 15.6% como indígena y 0.5% como negro4. Otra encuesta de 2006 revela que 68.9% de la población se considera mestiza y que 65.5% se reconoce como indígena, y que la mayoría de quienes dicen pertenecer a algún pueblo indígena se identifican también como mestizos: 56.2% de los aymara se consideran mestizos, 40.8% indígenas y 2.1% blancos; 76.1% de los quechua se identifican como mestizos, 14.8% como indígenas y 8.5% como blancos; 71.8% de los guaraní se identifican como mestizos, 19.1% como indígenas y 9.1% como blancos; 79.2% de los chiquitano se identifican como mestizos, 0.3% como indígenas y 16.5% como blancos; y 76.4% de quienes dicen no ser indígenas se identifican como mestizos y 20.7% como blancos5.

En este sentido es importante considerar que si bien la identidad indígena está vinculada al origen, al idioma y a ciertos elemen-tos culturales, las personas que se identifican como tales pue-dan tener, al mismo tiempo, otros referentes culturales y sentirse también mestizas.

2 Lavaud, 2007.3 PNUD, 2004.4 Encuesta ILDIS, 2004 en Verdesoto y Suazo, 2006.5 Fundación UNIR, 2006.

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2. IDENTIDADES ÉTNICAS Indio es un término introducido en la Colonia y aplicado a la población autóctona, en general, independientemente de su ori-gen étnico. Era tanto una categoría racial como fiscal ya que los indios estaban sujetos al pago de un tributo a la Corona.

La estructura colonial distinguía a los indios nobles de los co-munes; éstos últimos estaban sujetos al pago de tributo y a la prestación de servicios en las minas, haciendas y obras públicas, su situación jurídico-legal era la de “miserables” en razón a su pobreza, sus limitaciones intelectuales, su reciente conversión a la fe y su incapacidad para gobernarse por sí mismos.6

En la República, indio dejó de ser una categoría jurídica con un fuero especial, aunque los indios continuaron pagando tributo y prestando servicios, en lugar de “miserables” fueron conside-rados como “pobres de solemnidad”.7 En las décadas de 1920 y 1930 empezó a considerarse indio a quien trabajaba en el campo, definiéndolo a partir de su ocupación y de la propie-dad de la tierra, lo cual condujo a una “indianización” de la población boliviana.8 En los años cincuenta los indígenas fue-ron considerados oficialmente campesinos, lo que se mantuvo hasta fines de siglo cuando se produjo un resurgimiento de las identidades étnicas vinculado con las políticas internacionales multiculturalistas y las luchas por la reivindicación de los dere-chos indígenas.

Como casi todos los grupos humanos, los pueblos indígenas están lejos de ser puros, sin mezcla. Desde tiempos remotos se produjeron distintos tipos de intercambio y relacionamiento entre pueblos y grupos, lo cual dio lugar a formas recíprocas de afectación. Antes de la Conquista, los pueblos originarios se mezclaron entre sí, posteriormente, se mezclaron con los espa-ñoles –quienes también eran producto de diversas mezclas– y con los inmigrantes de orígenes varios que arribaron al país en diferentes épocas. Esto no significa que los pueblos indígenas y la población boliviana en general se hayan homogeneizado y perdido sus identidades específicas, contra lo previsto por algu-nos pensadores de inicios del siglo XX, los pueblos indígenas perviven. ¿Cuáles son esos pueblos y grupos étnicos?, ¿cuál es su historia y situación actual?

6 Barragán en Calla et al., 2007.7 Ibidem.8 Ibidem.

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Los Pueblos Indígenas de la Región Andina

En la región andina (altiplano y valles) se encuentran asentados pueblos indígenas descendientes de la pluralidad de etnias exis-tentes en las épocas prehispánica y colonial. Actualmente, los aymara, quechua, uru y kallawaya constituyen un importante porcentaje de la población total de la región. Muchos de los rasgos culturales de estos pueblos no son propios de cada uno, sino comunes a los pueblos andinos en su conjunto.

Aymara

Los hablantes de una lengua de la familia jaqi aru o aymara eran pastores andinos que llegaron a la cuenca del lago Titicaca y a las zonas adyacentes después de los uru, en las postrimerías del imperio de Tiwanaku - Wari; probablemente la expansión aymara esté relacionada con la caída del imperio.

Hacia 1471 los distintos señoríos9 existentes en la región –ay-mara, caranga, sora, quillaca, pacaje y otros– fueron sometidos por los incas, lo que se mantuvo por alrededor de sesenta años, hasta la llegada de los españoles. Se llamaba aymara a la “gente de altura”, diferenciándola así de la que habitaba los valles, a quienes se denominaba runasimi o quischwa.10

Al parecer, en el período prehispánico la identidad social aymara se determinaba por la pertenencia a determinados ayllus11 o con-federaciones de ayllus. La Colonia desarrolló una identidad india, debilitando las identidades previas, concentrando a la población en las reducciones toledanas, rompiendo los vínculos internos de los ayllus y fortaleciendo la lengua con fines evangelizadores.

En el siglo XV, Killaka - Asanaqi era una federación de señoríos aymara que junto con Karanqa, Q’ara q’ara, Chicha y otras formaba la gran confederación Charka.12 Durante la Colonia

9 Señorío es el término introducido por los españoles –recuperando el vocablo medieval utilizado para el feudo– para denominar las unidades sociopolíticas mayores existentes en la región andina.10 Barnadas, 2002. 11 El ayllu es la comunidad familiar extensa que reconoce una ascendencia común y trabaja en forma colectiva en un territorio de propiedad común. En el Incario los ayl-lus eran la base del Imperio; los miembros de cada ayllu debían trabajar, además de su tierra, la del Estado para asegurar la alimentación de gobernantes, nobles, el ejercito y los artesanos.12 Barnadas, 2002.

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–bajo la estructura de las dos repúblicas: la española y la in-dia–, Killaka y Asanaqi eran naciones autónomas en cuanto a su gestión territorial y ejercían un poder autónomo fuera de los límites fijados por la Corona, situación que continuó vigente con pocos cambios durante la República.13

La República aceleró el proceso de desestructuración de las unidades político-administrativas prehispánicas; finalmente, la Reforma Agraria de 1953 introdujo un modelo distinto de asentamiento caracterizado por el establecimiento en la comu-nidad de escuelas, postas sanitarias y ferias como instancias del Estado y del mercado. Esta transformación estuvo acompaña-da por otros cambios importantes, como la conversión de los ayllus en sindicatos y el ingreso a las áreas rurales de nuevos actores sociales, como los transportistas y los intermediarios de la comercialización de productos.14

En algunos sectores aymara se conserva la organización del ay-llu y las autoridades tradicionales; mientras que en otros pre-valece la figura moderna del sindicato. El ayllu no tiene lími-tes fijos, en algunos casos coincide con la comunidad, pero en otros puede ser mayor o menor que ésta. Actualmente existen cerca de tres mil comunidades en las tierras altas del país que conservan algún tipo de autoridad tradicional. El ayllu –aun-que ya no se basa en el parentesco, sino en la comunidad terri-torial– sigue vigente en distintas zonas de los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí.15

En la actualidad, la población aymara se encuentra en las ciu-dades de La Paz, Oruro y especialmente en El Alto (la principal urbe aymara del país), en el altiplano norte de los departamen-tos de La Paz y Oruro, en la provincia Daniel Campos de Po-tosí, en parte de la provincia Tapacarí de Cochabamba, y en los valles y Yungas de La Paz.16 Además, debido al fenómeno de la migración, hoy puede encontrarse población aymara en lugares tan distantes de sus territorios originales como Santa Cruz, Pando y Tarija, desarrollando actividades agropecuarias y de servicios, especialmente comerciales. Los datos censales de 2001 muestran que 1,2 millones de personas se autoidentifica-ron como aymara.

13 Fernández, 2000 citado por Arnold en Calla. et al., 2007.14 Ibidem.15 www.csutcb.org16 Montes de Oca, 1997.

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Kallawaya

Existen distintas hipótesis sobre el origen de los kallawaya. Se-gún algunos autores17, los kallawaya tuvieron vínculos con la población pukina de Tiwanaku, por lo que en su lenguaje médi-co especializado –la lengua secreta de los herbolarios profesio-nales de la región– perviven restos de la lengua pukina.

El Inca Garcilazo de la Vega relata que entre los incas vivían ka-llawaya o qollawayu (expresión que en aymara significa “por-tadores de hierbas medicinales”), que fueron reclutados por los incas en Charazani y que estaban encargados de atender la sa-lud y las necesidades religiosas de la aristocracia incaica.18 De esta manera asimilaron las prácticas de culto reservadas para el linaje real y el idioma sagrado de los incas, que fue conservado para comunicarse entre ellos de forma privada.

Otros autores sostienen que los kallawaya fueron asentados por los incas como parte de la nobleza –entre sacerdotes, astróno-mos, portadores de la litera real y otros– en la antigua provincia colonial de Carabaya, en la frontera entre los aymara y los leco, con la finalidad de crear condiciones para la expansión incaica. Desde la última etapa de la expansión incaica, los kallawaya habrían vivido en la región de Charazani, donde se especializa-ron en el arte de curar con plantas; al mismo tiempo, habrían sido mitmaqkuna que contribuyeron a la conquista de los habi-tantes de los Andes orientales.19

Actualmente, los kallawaya se encuentran asentados en los mu-nicipios de Charazani y Curva, en la provincia Bautista Saave-dra del departamento de La Paz. Continúan desarrollando su trabajo como médicos naturistas –transmitiendo su saber de pa-dres a hijos–, labor por la que son ampliamente reconocidos.

Quechua

Los quechua son el pueblo indígena más importante del país en términos demográficos; de acuerdo con el censo de 2001, su población alcanza a 1,5 millones de habitantes. Los quechua se encuentran establecidos fundamentalmente en los valles de Cochabamba, Chuquisaca y Potosí, así como en los distritos mineros de Oruro; aunque también hay enclaves quechua en

17 Oblitas 1969 y 1978 citado por Llanos y Spedding en Calla et al., 2007.18 Ibidem.19 Saignes, 1985 citado por Llanos y Spedding, ibidem.

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las provincias Inquisivi, Camacho y Muñecas del departamen-to de La Paz, y en el área de colonización de Santa Cruz.20 Al igual que los aymara, los quechua muestran alta movilidad en el territorio nacional; lo que ha determinado su presencia en distintas regiones del país, fuera de su territorio originario.

Entre los pueblos de habla quechua descendientes de las dis-tintas etnias que poblaron la región de los valles en la época prehispánica y durante la Colonia se encuentran los que actual-mente reclaman para sí una identidad propia, como raqaypam-peños, yampara, jalq’a y otros.

Probablemente Raqaqpampa, en la provincia Mizque de Cocha-bamba, es la zona donde más se ha desarrollado una identidad territorial indígena basada en estrategias productivas, tecnología agraria, lazos comunales y sistemas de reciprocidad que han sido propuestos como parte del patrimonio intangible de la región.21 Los raqaqpampeños han gestionado una Tierra Comunitaria de Origen sin renunciar a sus derechos de propiedad privada, lo cual es una figura interesante en una región donde prima la lógica de propiedad individual y de organización sindical. Las comunidades de Ayopaya han tomado un camino similar.

Los yampara son originarios de los valles chuquisaqueños (ac-tuales provincias Oropeza, Zudañez y Yamparáez), su asen-tamiento es anterior al Tawantinsuyu. Los incas introdujeron mitmaqkuna de distintas etnias en el territorio yampara, pos-teriormente se fundó la ciudad de Sucre en territorio de este antiguo señorío.22

Algunos estudiosos plantean que los jalq’a ubicados en los va-lles de Chuquisaca constituyen una etnia de reciente creación23; otros sostienen que en el pasado fueron parte de una unidad política mayor, junto con los yampara. Más allá de cuál haya sido su origen, lo cierto es que actualmente los jalq’a poseen una fuerte identidad étnica que se manifiesta especialmente a través de los textiles y de la música.

Aunque es probable que la población de los valles de Tarija ten-ga en parte ascendencia quechua y de otros grupos indígenas, no manifiesta reivindicaciones explícitamente étnicas. Seguramente esto se debe a que los campesinos chapacos hablan castellano,

20 Montes de Oca, 1997.21 Sánchez et al., 2008.22 Ibidem.23 ASUR citado en Sánchez et al., 2008.

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tienen una cultura distinta de las de los grupos indígenas del departamento y están inmersos en procesos de incorporación social urbana, por lo cual no se reconocen como indígenas.

Uru

En el período prehispánico los uru habitaban un extenso te-rritorio en el noroeste de Bolivia y sur del Perú, en torno a los lagos Titicaca y Coipasa y a lo largo del río Desaguadero. Según la historia oral uru24, sus antepasados llegaron a la re-gión del lago Titicaca desde las tierras bajas del Brasil, por lo que su lengua posee rasgos de las lenguas de tierras bajas. Uno de estos grupos se quedó en la zona del lago Titicaca y de la desembocadura del río Desaguadero; otros siguieron por el Desaguadero hasta llegar al lago Poopó, donde formaron los grupos uru-murato; otro grupo llegó por el río Lauca a Chipaya, en la actual provincia Sabaya del departamento de Oruro; otros habrían conformado la comunidad de Isluga en el actual territorio chileno y, al parecer, existen grupos uru en Ecuador, probablemente a causa del envío de mitmaqkuna en la época incaica.

Los uru se identifican con la civilización de Tiwanaku, al parecer fueron constructores de camellones y de complejos de drenaje (que suelen presentarse como tecnología aymara) en las orillas norte y sur del lago Titicaca, y son herederos de los saberes reli-giosos y médicos de los pukina. La identidad cultural de los uru se funda en este pasado común.25

Los distintos grupos uru se identifican por la lengua –la llaman pukina o uchu maa taqu, “nuestra lengua madre”–, por su ves-timenta (ira o túnica, qhawa o poncho corto, gorro blanco y pantalón de bayeta para los hombres; y allmilla, derivada del aksu incaico para las mujeres) y otros rasgos culturales, el más importante de ellos es su asociación económica y simbólica con el agua.26 Actualmente los uru conforman tres bloques:

Uru de Iruitu asentados en las orillas del río Desaguade-ro, en torno al eje que se extiende entre los lagos Titicaca y Coipasa, en la provincia Ingavi del departamento de La Paz, son llamados qut suñi “hombres de agua”.

24 Historia narrada por Lorenzo Inda de Irohito citada por Arnold en Calla et al., 2007.25 Saignes citado por Arnold, ibidem.26 Arnold ibidem.

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Uru murato distribuidos en comunidades en las márgenes del lago Poopó, en las provincias Sud Carangas, Poopó, Eduar-do Avaroa y Sebastián Pagador del departamento de Oruro.

Uru chipaya en una pampa irrigada por los tributarios del río Lauca, a 220 km al sur de la ciudad de Oruro y a 53 km de la frontera con Chile. La comunidad de Chipaya con sus cuatro ayllus conforma la tercera sección de la provincia Sa-baya de Oruro.27

A diferencia de los demás grupos uru, los uru chipaya todavía hablan su propia lengua; los niños aprenden la lengua en el ho-gar y castellano en la escuela, los viajes fuera de la comunidad y el relacionamiento con grupos vecinos les permiten aprender aymara y quechua, por lo que la mayoría es bilingüe (pukina y castellano), trilingüe (pukina, aymara y castellano) y, en al-gunos casos, hablan incluso cuatro lenguas (pukina, aymara, castellano y quechua).28

Actualmente la población uru-chipaya se encuentra marginada debido a la dificultad de acceder a tierras aptas para la agrope-cuaria y a las tensas relaciones con sus vecinos aymara, quienes los llaman chullpa puchu (sobra de los chullpas).29 Las pugnas por tierras son frecuentes y en los últimos años se han tornado más violentas, durante incursiones aymara se quemaron casas, lo que dio lugar a actos de revancha; en 2002, los dirigentes uru solicitaron al Presidente de la República el respaldo de las Fuerzas Armadas para proteger sus tierras.

Históricamente la población uru ha ido declinando. En la actuali-dad se distribuye en diez comunidades que suman de cinco a siete mil habitantes; aunque según las cifras oficiales apenas sobrepasan los dos mil habitantes.30 Algunas familias uru viven temporalmente en el Beni, los Yungas de La Paz y la región costera de Chile, por lo cual el pueblo uru puede concebirse en términos de territorios discontinuos, unidos por una cultura y una lengua comunes.31

Afroboliviano

La población negra existente en Bolivia no constituye un pueblo indígena originario, pero sí un grupo étnico con especificidades

27 Arnold ibidem.28 Ibidem.29 Wachtel, 2001.30 Censo 2001 citado por Arnold ibidem.31 Arnold ibidem

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que lo distinguen de otros. Su origen no está claramente defi-nido; si bien existe información sobre la presencia de negros esclavos en Potosí, al parecer fueron ocupados en la Casa de la Moneda, en el servicio doméstico o como artesanos urbanos, pero no en las minas ya que la abundancia de mano de obra in-dígena no hacía necesario importar negros esclavos –cuyo costo era elevado– para arriesgarlos en el clima hostil y las duras con-diciones de trabajo de las minas.32

La región de los Yungas de La Paz es la única del país donde actualmente se encuentra población afroboliviana agrupada; todas las comunidades con presencia afro son ex haciendas. Su presencia se remonta a la época colonial, algunas de las hacien-das tenían trabajadores negros, como Mururata, propiedad del Marqués de Pinedo, en las proximidades de Coroico. En los primeros años de la República también se introdujo población negra; el Mariscal Santa Cruz llevó negros del Perú a trabajar en las haciendas yungueñas.33 Los llegados al país eran negros ladinos (nacidos ya en América), más que bozales (traídos direc-tamente desde África).

Antes de la abolición de la esclavitud, que se produjo en 1856, los negros constituían un grupo específico que figuraba como tal en la documentación oficial. En el siglo XX ya no se podía distinguir una población afro en las ciudades y había desapare-cido de lugares donde antes se la encontraba (ex hacienda Chi-masi en Sud Yungas, Miguillas en Inquisivi), seguramente por la realización de matrimonios mixtos. Aunque no se dispone de datos oficiales, se estima que la población afroboliviana actual es de 20.000 a 30.000 personas.34

Siendo una población reducida, los afrodescendientes nunca llegaron a poblar haciendas enteras, ni eran suficientemente nu-merosos como para fugar y establecer comunidades libres de cimarrones, como ocurrió en el Perú. Convivieron con los colo-nizadores andinos, adquiriendo primero el idioma castellano y luego el aymara y sus prácticas culturales, como el masticado de coca, la adivinación con la hoja, el uso de pollera y trenzas entre las mujeres, entre otras.35

Un elemento distintivo de los afro es la música, especialmente la saya, y otras formas menos extendidas (como el mauchi o canto

32 Spedding en Calla et al., 2007.33 Ibidem.34 Hinofuentes en Gutiérrez y Escárzaga, 2006; Spedding en Calla et al., 2007.35 Spedding en Calla et al., 2007.

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funerario, al parecer limitado a la ex hacienda Tocaña en Nor Yungas). Hoy en día, la saya se ha convertido en un emblema de los afrobolivianos.

Los Pueblos Indígenas Amazónicos

En la Amazonia boliviana considerada en términos amplios –te-rritorios de los departamentos del Beni, Pando y el norte de La Paz y de Cochabamba– existen más de veinte pueblos indíge-nas, lo que representa más de la mitad de todos los pueblos indígenas del país.36 Varias de estas etnias tienen poblaciones muy reducidas, especialmente en el Norte amazónico, como re-sultado de su cuasi exterminación por la explotación gomera. Actualmente constituyen una proporción muy minoritaria de la población total y, en varios casos, se encuentran en situación de alta vulnerabilidad por su reducido número.

Los pueblos que fueron reunidos por los jesuitas en misiones pre-sentan características comunes en cuanto a su vida comunitaria y a sus principios religiosos, la mayoría son católicos y dan gran importancia a sus fiestas patronales; a diferencia de los pueblos que sólo tuvieron contacto con evangélicos, sin llegar a ser redu-cidos, o de los pueblos indígenas del Norte que fueron contacta-dos recién en el siglo XIX, a partir de la producción gomera.37

Araona38

Los araona, de familia lingüística tacana, no pudieron ser redu-cidos en el siglo XVIII , en el siglo XIX algunos grupos fueron agrupados en misiones del norte de La Paz. A partir de 1880 fueron enganchados para trabajar en las barracas gomeras, las duras condiciones de vida y las nuevas enfermedades termina-ron diezmando su población.

A principios del siglo XX, dos familias que huyeron de las ba-rracas formaron la comunidad de Puerto Araona, y posterior-mente se fundó la comunidad de Puerto Castañero. A fines de los años cincuenta, el Instituto Lingüístico de Verano estableció contacto con los araona; desde la década del sesenta, la misión evangélica Nuevas Tribus ha estado trabajando con ellos.

36 Molina et al., 2008.37 Ibidem.38 Teijeiro, J. et al. s/f., Lema, 1998, Molina et al., 2008.

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Actualmente, los araona habitan el municipio de Ixiamas en la provincia Iturralde del departamento de La Paz., con una población muy reducida. Según datos del Censo de 2004, rea-lizado por la Confederación Nacional de Nacionalidades In-dígenas y Originarias de Bolivia (CONNIOB), alcanza sólo a 200 personas. La comunidad más importante es Puerto Araona, núcleo aislado desde donde es difícil acceder a los centros ur-banos. Los araona están dispersos, aunque tienden a hacerse sedentarios con el objeto de acceder a los servicios escolares. Conservan su propio idioma. Su actividad económica principal es la recolección de castaña para la venta, practican también la caza, pesca y la agricultura para autoconsumo.

La organización araona está afiliada a la Central de Pueblos Indígenas de la Paz (CPILAP) y a la Central Indígena de la Región Amazónica de Bolivia (CIRABO). Cuentan con una TCO reconocida.

Baure39

Los baure pertenecen a la familia lingüística arawak. Los je-suitas que los contactaron los consideraron muy cultos y de-sarrollados. Se les atribuye, junto a los moxeño, las grandes obras hidráulicas realizadas en la época prehispánica, como los camellones y las lomas artificiales. En 1720 fueron reducidos en la misión jesuítica de Magdalena, junto con otros pueblos de lengua baure. Posteriormente se fundaron otras misiones en las que también ingresaron. La mezcla entre distintas etnias, la influencia misional y el arribo de gente desde Santa Cruz y otras regiones para explotar la goma fue debilitando su identi-dad indígena. Actualmente la lengua baure no se habla en las comunidades, sólo algunos ancianos la conservan como parte de su memoria histórica.

Los baure se encuentran asentados en los municipios de Baures, Huacaraje y Magdalena, gran parte de su población vive en la localidad de Concepción de Baures y el resto se distribuye en comunidades. Su población es de mil habitantes, según datos de su propia organización; aunque según el Censo Indígena Rural de Tierras Bajas (CIRTB) alcanzaban sólo a 590.

Las comunidades practican la agricultura complementada con la crianza de animales menores, algunas familias poseen tam-bién ganado bovino y elaboran artesanías, especialmente hama-

39 Ibidem.

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cas de algodón, sombreros y otros productos de fibras vegetales. En el área urbana realizan tareas domésticas y trabajan en es-tancias ganaderas.

Las comunidades baure conservan la organización colonial del cabildo indigenal. El conjunto de cabildos conforma la Subcen-tral Indígena del Pueblo Baure, con sede en la localidad de Bau-res y afiliada a la Central de Pueblos Indígenas del Beni (CPIB). Cuentan con una TCO.

Canichana40

Los canichana, de familia lingüística no clasificada, fueron re-ducidos en 1696 en la misión jesuita de San Pedro de los Cani-chanas, donde aprendieron oficios nuevos como la ganadería, carpintería y platería. En la época de la producción de goma, los canichanas fueron reclutados y destinados especialmente a la conducción de canoas.

Actualmente, y pese a la disgregación que han experimentado, se encuentran ubicados en el municipio de San Javier; su asentamien-to principal se denomina San Pedro Nuevo. La población canicha-na alcanza a 582 habitantes, según datos del CIRTB de 1996.

Sus actividades económicas se ven limitadas debido a la falta de tierras, por lo que practican una agricultura de subsistencia y la ganadería menor. Se emplean también como peones en las estancias ganaderas. Su organización es la Subcentral Indígena Canichana afiliada a CPIB. Este grupo étnico no ha presentado demandas territoriales en razón de la falta de tierras disponibles en la zona.

Cavineño41

Entre los pueblos más numerosos del Norte amazónico se encuentra el cavineño, perteneciente a la familia lingüísti-ca tacana, que ocupaba la zona de los ríos Beni y Madidi. En la segunda mitad del siglo XVIII ingresaron en misiones franciscanas. Posteriormente la explotación gomera tuvo un fuerte efecto en este pueblo que fue sometido a condiciones de semi esclavitud.

40 Teijeiro, J. et al. s/f. y Lema, 1998. 41 Lema, 1998 y Molina et al., 2008.

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En el siglo XX los religiosos de la orden Maryknoll realizaron una labor misional con los cavineño, y se apropiaron de parte de sus tierras. En la década del setenta, el Instituto Lingüístico de Verano trabajó con este pueblo promoviendo la educación bilingüe.

Su población actual alcanza aproximadamente los dos mil habitantes, que conforman seis comunidades pequeñas en los municipios de Riberalta y Reyes del departamento de Beni, y en Pando. La comunidad cavineña más importante es Puerto Cavinas. Practican una agricultura de subsistencia, cazan y pes-can y recolectan castaña, su principal actividad económica y su vínculo más importante con los mercados urbanos. También producen artesanías y venden su fuerza de trabajo. Conservan aún la lengua propia.

La organización cavineña está afiliada a la Central Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonia de Pando (CIPOAP) y a CIRABO. Los cavineño poseen una TCO compartida con el pueblo tacana en el departamento de Beni, y otra en Pando compartida con los pueblos esse ejja y tacana.

Cayubaba42

El pueblo cayubaba, de familia lingüística no clasificada, fue re-ducido en 1704 en la misión de Exaltación de la Santa Cruz, la que tuvo fuerte influencia en su cultura. Posteriormente fueron reclutados masivamente para la producción de la goma.

De acuerdo con el Plan de Gestión Territorial Cayubaba, la po-blación actual de esta etnia alcanza los 800 habitantes, distri-buidos en comunidades pequeñas en el municipio de Exaltación del departamento del Beni. El idioma cayubaba se ha perdido, únicamente algunos ancianos lo utilizan todavía.

Su actividad económica principal es la agricultura, también practican la pesca, utilizando canastas a manera de redes, y la ganadería en pequeña escala. Asimismo, venden su fuerza de trabajo en las estancias ganaderas. Actualmente se han inser-tado en el comercio legal de cueros de saurios. La organiza-ción cayubaba es la Subcentral del Pueblo Cayubaba, afiliada a CPIB. Esta etnia cuenta con una TCO.

42 Teijeiro, J. et al. s/f. y Molina et al, 2008.

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Chácobo43

Los chácobo, de familia lingüística pano, no fueron nunca re-ducidos. Habitan las provincias Vaca Díez, Yacuma y Ballivián del Beni.

En la actualidad, la población chácobo es muy reducida: no exis-ten más de quinientos habitantes asentados junto a un minúsculo grupo pacahuara en la margen derecha del arroyo Ivón y en sus alrededores, así como en los ríos Yata y Benicito. Las comunida-des tienden a adoptar un patrón seminucleado, la más importan-te es Alto Ivón. No mantienen una población urbana estable.

Aunque los chácobo pertenecen administrativamente a los mu-nicipios de Riberalta y Exaltación, sus comunidades se relacio-nan sobre todo con la ciudad de Riberalta; donde comercian y prestan servicios. El idioma chácobo aún se mantiene vivo en las comunidades. Practican la agricultura para autoconsumo, y recolectan castaña y palmito como fuente de ingresos. También practican la caza y la pesca como actividades complementarias.

El pueblo chácobo está organizado junto con lo que queda del pa-cahuara en la Capitanía Chácobo y Pacahuara, vinculada con igle-sias evangélicas, y en la Subcentral Chacobo - Pacahuara, afiliada a CIRABO. Ambos pueblos han obtenido, de manera conjunta, una TCO chácobo - pacahuara, la cual se encuentra titulada.

Chimane44

Desde la época prehispánica los chimane –de familia lingüística no clasificada– establecieron contacto y relaciones comerciales y culturales con diversos grupos, aunque no fueron reducidos en misiones. La misión evangélica Nuevas Tribus que trabajó con ellos ya en el siglo XX ocasionó fuertes cambios en este pueblo que nunca había tenido mecanismos de autoridad ni organización jerárquica.

Actualmente los chimane ocupan un área de serranía y pie de monte a lo largo del río Maniquí, en los municipios benianos de San Borja, San Ignacio de Moxos, Rurrenabaque y Santa Ana de Yacuma. Con seis mil habitantes, es el segundo pueblo amazónico por su importancia poblacional. Viven en asenta-

43 Ibidem.44 Molina et al., 2008.

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mientos pequeños de tipo nuclear, que integran comunidades conformadas por entre diez y veinte familias. Practican la caza, recolección, pesca y agricultura, debiendo estar en permanente movimiento. La identidad chimane se encuentra muy fortaleci-da, su idioma es hablado por la totalidad de los miembros de la etnia, lo que les otorga cohesión grupal.

La organización chimane se basa en el parentesco y la familia nuclear. En las comunidades la organización principal es la pro-pia comunidad y la autoridad es el corregidor. En 1992 se creó el Gran Concejo Chimane como representación territorial y étnica de todas las comunidades del área de San Borja. El pueblo chi-mane cuenta con una TCO con una superficie de 401.322 ha.

Una cuestión que ha limitado el acceso pleno de los chimane a los derechos ciudadanos es la carencia de libreta de servicio militar, ya que para ellos el desarraigo del hábitat es uno de los peores sucesos, razón por la cual lo jóvenes huyen del servicio militar que los obligaría a alejarse de su comunidad.

Esse Ejja45

El pueblo esse ejja pertenece a la familia tacana. Su territorio tradicional se ubicaba a lo largo del río Beni, en el municipio de Ixiamas de La Paz; aunque también existe población de esta etnia en Beni y Pando. Al parecer, en la época prehispánica la pobla-ción esse ejja sufrió la presión de los incas, por lo cual se trasladó desde sus territorios originales, en la ceja de selva, hacia las llanu-ras. En el siglo XVII, los franciscanos hicieron contacto con ellos. El enganche para la producción de goma afectó su población y su cultura. Ya en el siglo XX, el Instituto Lingüístico de Verano ejerció una fuerte influencia sobre los esse ejja.

Actualmente, su población es de algo más de setecientos habi-tantes46, viven en comunidades de entre cinco a veinte familias, la más conocida es Portachuelo Bajo. No poseen asentamien-tos urbanos, visitan por temporadas las ciudades de Riberalta y Rurrenabaque.

La caza, la pesca y la recolección son sus principales activida-des; aunque también practican la agricultura de subsistencia y recolectan castaña para el mercado. Una misión evangélica les ha prestado apoyo para la producción ganadera.

45 Molina et al., 2008.46 Información de la propia organización indígena.

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Tanto la lengua esse ejja como su sistema de valores se conser-van debido a que la etnia se mantuvo al margen del circuito económico de la región y a su espíritu guerrero e indomable. En la década de 1960 fueron sedentarizados por misioneros evan-gélicos. En 1997 se creó la Capitanía Indígena del Pueblo Ese Ejja de la Amazonía (CIPEA), que se encuentra afiliada a CI-RABO. Esta etnia posee una TCO compartida con los pueblos cavineño y tacana.

Itonama47

Los itonama, de familia lingüística no clasificada, habitaban tradicionalmente los llanos benianos. En 1704, el padre Legar-da encontró 26 aldeas de la etnia con una población de seis mil habitantes. Entre los siglos XIX y XX, la explotación de la goma afectó su población.

En la actualidad se encuentran asentados principalmente en la lo-calidad de Magdalena, en el municipio del mismo nombre y en los municipios de Huacaraje y San Ramón. Las comunidades están formadas por grupos de cinco a diez familias articuladas en torno al Cabildo, la capilla y la escuela. Según registros de la propia or-ganización indígena, la población itonama es de dos mil personas. La lengua itonama ya no se practica; únicamente algunos ancia-nos la conocen, pero no la emplean por falta de interlocutores.

La agricultura es la base de su economía. La pesca es también una actividad importante, ya que se encuentran asentados en las proximidades de los ríos Blanco y San Martín; también practi-can la caza y algunas familias son ganaderas en pequeña escala. Los itonama urbanos se dedican a la comercialización de leña y de animales menores, también venden su fuerza de trabajo en las estancias ganaderas. La Subcentral Indígena del Pueblo Itonama tiene su sede en la ciudad de Magdalena y está afiliada a la CPIB. Este grupo étnico cuenta con una TCO.

Joaquiniano48

El pueblo joaquiniano es descendiente de los baure que migra-ron desde Concepción de Baures hasta el río Machupo, en el actual municipio de San Joaquín, en el departamento del Beni.

47 Molina et al., 2008.48 Ibidem.

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Su población asciende aproximadamente a mil habitantes. La mayor parte se encuentra en la localidad de San Joaquín, donde desarrollan actividades domésticas, comercializan leña y pro-ducen ladrillos y artesanías; en el área rural se distribuyen en una decena de comunidades, con un promedio de diez familias cada una, que practican la agricultura y la crianza de animales menores y recientemente han iniciado la producción de choco-late ecológico para la exportación. También venden su fuerza de trabajo en las estancias ganaderas.

A partir de la marcha indígena de 1990, los dirigentes comenza-ron a hablar en nombre del “pueblo indígena joaquiniano”, que hasta entonces se había reconocido como campesino descen-diente de los baure, y como tal ha conseguido el reconocimiento de una TCO. La Subcentral Indígena Joaquiniana, con sede en San Joaquín, está afiliada a la CPIB.

Leco49

En el período prehispánico, el pueblo leco, de familia lingüística no clasificada, mantenía relaciones con los incas. Durante la Colonia constituyó una amenaza para las haciendas cocaleras de Yungas, entre los siglos XVII y XVIII se intentó establecerlos en misiones franciscanas, agustinas y dominicas, siendo final-mente reducidos por los agustinos.

Actualmente están asentados en los municipios de Guanay y Apolo, al norte de La Paz. No hay datos claros sobre su pobla-ción, lo que probablemente se deba a su intensa aculturación resultado de la mezcla con población de origen andino asentada en su territorio. Datos del censo de 2001 establecían una po-blación de 132 habitantes, pero el censo de 2004 realizado por CONNIOB señala una cifra de 2.700 personas.

Su actividad económica principal es la agricultura de arroz, maíz, yuca, cítricos y cacao; también realizan aprovechamiento maderero y muchos jóvenes venden su fuerza de trabajo para la minería aurífera.

Su organización era de tipo sindical, algunos se encontraban afiliados a los sindicatos de colonizadores, pero desde los años noventa conformaron organizaciones de carácter étnico: la Cen-tral Indígena del Pueblo Leco de Apolo (CIPLA) y el Pueblo In-dígena Leco y Comunidades Originarias de Larecaja (PILCOL),

49 Teijeiro, J. et al. s/f. y Lema, 1998.

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que forman parte de CPILAP. El pueblo leco cuenta con dos TCO, una en Apolo y otra en Larecaja.

Machineri50

Los machineri, pertenecientes a la familia lingüística arawak, llegaron al actual territorio boliviano desde tierras del Brasil y se establecieron en las márgenes de los ríos Purus, Tahuamanu y los tributarios del Acre. A fines del siglo XIX entraron en con-tacto con los caucheros que invadieron sus tierras.

Actualmente se encuentran en el municipio de BOLPEBRA en Pando, donde conforman la comunidad de San Miguel, además, tienen presencia en territorios de Perú y Brasil. Su población es sumamente reducida: alrededor de cincuenta miembros. Han perdido el idioma propio, que ha sido sustituido por el castella-no y portugués.

Sus actividades económicas más importantes son la agricultura de subsistencia (arroz, frijol, plátano, yuca) y la caza; además, practican la pesca y recolectan castaña para comercializarla en el mercado urbano. La organización del pueblo machineri está afiliada a CIPOAP, con sede en la ciudad de Cobija, y a CIRA-BO. Cuentan con una TCO conjunta con el pueblo yaminahua

Moré51

Los moré, pertenecientes a la familia lingüística chapacura, eran un pueblo cazador y guerrero. A mediados del siglo XVIII fue-ron reducidos por breve tiempo en la misión jesuítica de San Miguel, desde entonces continuaron su existencia dispersa.

Actualmente, la población moré alcanza sólo a doscientas per-sonas, establecidas en el municipio de San Joaquín, en la con-fluencia de los ríos Mamoré e Iténez, en la frontera con Brasil. También existen algunas familias en Puerto Siles y Guayarame-rín y en Costa Márquez, en el país vecino. Sus comunidades se hallan concentradas, la más importante es Monte Azul.

Practican la agricultura, junto con la pesca y la recolección de palmito y de castaña; actividades que los conectan con los mer-cados urbanos de las ciudades de Guayaramerín y Costa Mar-

50 Ibidem.51 Ibidem.

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quez, donde venden esos productos y ofrecen sus servicios. Por su ubicación distante de los centros urbanos, el uso del idioma propio es general y no corre riesgos de desaparición. Su organi-zación es el Gran Concejo Moré, con sede en Monte Azul, que está afiliado a la CPIB. El pueblo moré posee una TCO.

Mosetén52

La etnia mosetén, de familia lingüística no clasificada, fue redu-cida en la misión franciscana de Muchanes en 1804. Entre fines del siglo XIX y principios del XX, los mosetén fueron ocupados en la explotación de la quina. A mediados del siglo XX se vieron desplazados de su territorio por colonizadores de origen andino.

Los mosetén habitan actualmente las provincias Sud Yungas, Caranavi, Larecaja e Inquisivi de La Paz, Ballivián del Beni, y Morochata de Cochabamba. Sus comunidades principales son Covendo y Santa Ana de Mosetén. Según datos del censo 2001, su población era de 948 habitantes; pero el censo de 2004 de CONNIOB indica que son más de tres mil. Su actividad eco-nómica principal es la agricultura, adicionalmente practican la caza, la pesca y la recolección; recientemente han desarrollado actividades artesanales empleando fibras vegetales, y han in-cursionado en la producción forestal a través de un proyecto comunal de comercialización de madera semi procesada y de productos forestales no maderables.

Debido a la presencia masiva de colonizadores en su territorio, los mosetén temen que los inmigrantes terminen apropiándose de sus tierras mediante matrimonios con mujeres de la etnia; por lo que han establecido la endogamia como estrategia de-fensiva. La Organización del Pueblo Indígena Mosetén (OPIM) está afiliada a CPILAP. Su logro más importante es la titulación de una TCO con una superficie de 96.808 ha, en la que convi-ven con algunas familias moxeño trinitarias.

Movima53

En la época prehispánica el pueblo movima, de familia lin-güística no clasificada, ocupaba el territorio ubicado entre el río Iruyañes (al Norte), San Ignacio (al Sur), San Borja (al Sudoeste) y el territorio cayubaba (al Este). En el siglo XVIII,

52 Teijeiro, J. et al. s/f., Lema, 1998 y La Prensa, 2007.53 Lema, 1998 y Molina et al., 2008.

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se fundó la misión jesuítica de Santa Ana, donde se concentró la etnia.

Con el auge del caucho, muchos movima fueron enganchados y otros se dispersaron por la región. Posteriormente regresaron a su zona, produciéndose una especie de segunda fundación de los asentamientos. A lo largo del siglo XX, el territorio movi-ma fue ocupado por estancias ganaderas; esta ocupación ejerció fuerte presión sobre la población indígena, la cual se vio obliga-da a vender su fuerza de trabajo en las estancias.

Actualmente los movima se encuentran en el municipio de Santa Ana del Yacuma, en el departamento del Beni, aunque algunas familias conforman comunidades en los municipios de Exalta-ción, San Joaquín y San Ignacio de Moxos. De acuerdo con el CIRTB de 1996, la población alcanzaba los 6.516 habitantes, aunque según otros datos son más de diez mil. Su situación de-mográfica no es clara porque la mayor parte de los pobladores del municipio de Santa Ana del Yacuma se identifican como movimas, pero no como indígenas, lo cual da lugar a confusio-nes. El uso de la lengua movima ha declinado fuertemente, sólo los ancianos la utilizan actualmente.

En el ámbito urbano, los movima desarrollan actividades de servicios, como la venta de productos agrícolas y faenas ga-naderas. En las comunidades, la actividad principal es la agri-cultura, pero también se practica la cría de ganado menor y –en pequeña escala– de bovinos; además han incursionado en la comercialización de cueros de saurios.

La organización movima es la Subcentral Indígena del Pueblo Movima, cuya sede se encuentra en la localidad de Santa Ana, y está afiliada a CPIB. Los movima han demandado un pequeño territorio como TCO.

Moxeño54

Los moxeño son el pueblo indígena más numeroso del Beni, con cuarenta mil habitantes. Sus comunidades están dispersas en la provincia Moxos, en el sur y centro del departamento.

En la etapa prehispánica, estos pueblos de origen arawak, eran diversos y tenían distintas lenguas. Desarrollaron grandes obras hidráulicas, como las lomas artificiales y los camellones para evitar

54 Ibidem.

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que las inundaciones estacionales afectaran las áreas de cultivo y las viviendas. A partir de 1682 los moxeño formaron parte de las misiones jesuíticas de Trinidad, San Javier, Loreto y San Ignacio de Moxos. El apelativo moxeño fue introducido por los jesuitas para reducir la diversidad de nombres de los grupos locales. Con el paso del tiempo se fue perfilando una identidad vinculada a las misiones, lo que dio nombre a los distintos grupos: trinita-rios, ignacianos, loretanos y javerianos, unidos por la lengua y la cultura en lo que hoy se conoce como el pueblo moxeño.

Tradicionalmente los moxeño realizan migraciones periódicas –denominadas Búsqueda de la Loma Santa o mítica tierra de abundancia y libre de opresión–, que son resultado del entre-cruzamiento de la religión prehispánica (que consideraba que los dioses habían designado un territorio para cada pueblo), la influencia guaraní (con la búsqueda de la Tierra sin Mal) y la cristiana introducida por las misiones.55 Estas migraciones se vin-culan también con la necesidad de huir del acoso externo, como ocurrió en la época de auge de la producción gomera, cuando fueron “enganchados” hacia los centros de recolección.

Los moxeño trinitarios son la parcialidad moxeña más numero-sa (con treinta mil habitantes) y de mayor dispersión espacial, habitan en los municipios de Trinidad, San Andrés, San Ignacio y Loreto; también existen comunidades trinitarias en la zona de influencia del río Mamoré, en la frontera Beni - Cochabam-ba. Las comunidades rurales mantienen vínculos con Trinidad, visitándola con frecuencia. Los trinitarios urbanos se represen-tan por el Cabildo, institución introducida por los misioneros jesuitas; los que se encuentran en otros municipios pertenecen a la Subcentral del TIPNIS o al Cabildo de Puente San Pablo, afiliadas a CPIB.

Su actividad económica principal es la agricultura, comple-mentada con la pesca y la caza; también practican la ganadería bovina. Algunas familias participan en actividades de manejo forestal, y venta de cacao y cueros de lagarto. El uso del idioma moxeño trinitario es frecuente en las comunidades; aunque se reporta una pérdida de éste entre los niños en edad escolar, pro-bablemente por influencia de la escuela.

Los moxeño ignacianos se encuentran en el municipio de San Ignacio de Moxos, conformando barrios en la ciudad de San Ignacio. Su población alcanza casi a diez mil personas. Tienen las mismas formas de ocupación del espacio y las mismas auto-

55 Ibidem.

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ridades que los trinitarios: dependiendo de su localización, reco-nocen al Cabildo de San Ignacio, a la Subcentral de San Ignacio de Moxos o a la Subcentral del Territorio Indígena Multiétnico (TIM). La organización matriz de los moxeño es la Central de Pueblos Moxeños del Beni (CPMB), afiliada a CPIB.

La economía de los ignacianos depende fundamentalmente de la agricultura, actualmente están desarrollando también la ga-nadería y el manejo de lagartos, de peces y de madera. Aunque se reporta un uso frecuente del idioma ignaciano, dicha práctica no se verifica en las escuelas.

El pueblo moxeño cuenta con dos TCO tituladas: el TIPNIS y el TIM, las cuales comparten con miembros de los pueblos mo-vima, yuracaré y chimane.

Pacahuara56

En el período prehispánico, los pacahuara y otros grupos de la familia lingüística pano ocupaban la zona comprendida entre los ríos Acre, Abuná y Madera, desde su confluencia con el río Itenez hasta el lago Rogaguado.

Durante la Colonia, los pacahuara ofrecieron resistencia a las misiones. En 1785 algunos fueron reducidos en la misión de Cavinas, y posteriormente en Santiago de Pacahuara.

En la época de la producción de caucho, los pacahuara fueron enganchados para el trabajo en los gomales, lo que ocasionó la rápida declinación de su población que ya no pudo recuperarse, actualmente se encuentra al borde de la extinción, quedando únicamente dos familias de algo más de una veintena de per-sonas. Por ello se han asociado al pueblo chácobo junto con el cual se han organizado y logrado el reconocimiento de una TCO conjunta.

Sirionó57

Los sirionó, pertenecientes a la familia lingüística tupi – gua-raní, migraron desde los territorios actuales de Brasil y Para-guay antes de 1470. Hasta principios del siglo XX ocupaban un territorio entre los departamentos del Beni y Santa Cruz,

56 Teijeiro et al. s/f. y Molina et al, 2008.57 Lehm, 2004; Molina. et al., 2008.

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bajo un sistema de movilidad poblacional permanente. Aunque conocían la agricultura, dependían de los recursos del bosque, por lo que se desplazaban continuamente en pequeños grupos familiares para la caza y la recolección.

Puesto que su lengua era semejante al guaraní, algunos sirionó fueron incluidos en las misiones de Buena Vista y Santa Rosa de los Chiriguanos. En 1924 los franciscanos los concentraron en la misión yuracaré de San Antonio del Chapare; en 1927 un gru-po afectado por las enfermedades ingresó a la misión de Santa María en territorio guarayo. En la misma década se estableció una misión evangélica en la zona del Ibiato que reunió a dos-cientas familias. En 1937 se fundó la escuela de Casarabe, como una reducción laica del Estado boliviano, en la cual vivían 360 sirionó.58 Por otra parte, familias sirionó trabajaban en estancias ganaderas, y otras se mantuvieron libres en los bosques.

Actualmente los sirionó viven en el sudeste del Beni, con una po-blación de seiscientos habitantes agrupados en las comunidades de Ibiato y Pata de Águila. Practican la caza, pesca y recolección de miel silvestre, también realizan actividades ganaderas y agrí-colas en pequeña escala, y comercializan productos como miel de abeja, leche, leña y madera en la ciudad de Trinidad.

Su organización es el Concejo del Pueblo Sirionó, afiliado a CPIB. En 1990 se reconoció el Territorio Indígena Sirionó (TIS), con una extensión de 62 mil hectáreas; este derecho fue ratifi-cado en 1996 mediante la otorgación de un título de propiedad como Tierra Comunitaria de Origen. Su situación es frágil de-bido a que está rodeada de estancias ganaderas y a que la prin-cipal comunidad, Ibiato, se encuentra próxima a la carretera Trinidad - Santa Cruz y a la ciudad de Trinidad. Pese a que la vinculación con la capital beniana data ya de medio siglo, no se asumen como trinitarios, por su parte, la población trinitaria suele referirse a ellos despectivamente como “chori”.

Tacana59

Los tacana de la familia lingüística tacana ocupaban una ex-tensa zona ubicada al noroeste de Bolivia desde Apolo, al norte de La Paz, hasta el río Orthon. En la época prehispánica, eran intermediarios entre los incas y los grupos amazónicos, aunque algunos autores consideran que ofrecieron dura resistencia a los

58 Lehm, 2004.59 CIPTA, 2002 y Molina, et al., 2008.

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incas que no consiguieron dominarlos. Vivían en asentamientos comunales, eran agricultores, cazaban y pescaban, y mantenían frecuentes conflictos con los leco y mosetene.

Entre 1699 y 1721 miembros de diversos grupos étnicos de la familia lingüística tacana fueron concentrados en las misiones franciscanas de Atén, Santísima Trinidad de Yiariapu (actual-mente Tumupasa), San José de Uchupiamonas, y San Antonio de Isllamas (hoy Ixiamas)60 y otros huyeron a los bosques. La vida misional los transformó profundamente y dio origen a un grupo con un solo idioma y una sola cultura. A fines del siglo XIX, los cronistas franciscanos ya se referían a los pobladores de estas misiones con el nombre genérico de tacana.

El reclutamiento para la producción de quina y goma afectó severamente a la población tacana y ocasionó su dispersión y la formación de comunidades en las márgenes de los ríos Madre de Dios, Beni y Manuripi. En las décadas de 1930 y 1940, el establecimiento de escuelas rurales, la instalación de pistas de aterrizaje en Rurrenabaque e Ixiamas y la apertura de caminos, permitió una mayor vinculación con el mercado y la coloniza-ción de la provincia Iturralde por población aymara y quechua, lo que influyó en los tacana, que asumieron una identidad cam-pesina con el fin de lograr la dotación de tierras.

Actualmente, la población tacana es de seis mil habitantes, que se encuentran asentados en los municipios de San Buenaventura, Apolo e Ixiamas en la provincia Iturralde del departamento de La Paz, así como en Rurrenabaque y Riberalta en el Beni y en las provincias Madre de Dios y Manuripi en Pando. Sus principales comunidades son Tumupasa y San José de Uchupiamonas.

Los tacana practican la agricultura combinada con la caza y la pesca. Algunas comunidades realizan también aprovechamien-to maderero y de otros recursos forestales, como la vainilla y el copaibo. Asimismo producen artesanías con fines comerciales y desarrollan el turismo ecológico. Además existen comunidades recolectoras de castaña.

Pese a la desarticulación de su entorno y la pérdida de sus prác-ticas culturales, los tacana conservan su identidad y tienen un alto grado de autoestima. Hablan la lengua tacana, aunque de manera localizada en las comunidades del norte de La Paz.

60 Ibidem.

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De acuerdo con su ubicación territorial, los tacana se afilian a la Organización del Pilón Lajas, al Concejo Indígena de Pueblos Tacana o a la Organización Indígena Tacana de la Amazonía: OITA (afiliada a CIPOAP de Pando, a CPILAP y a CIRABO). El pueblo tacana posee una TCO, titulada desde el año 2003.

Yaminahua61

Entre los grupos étnicos más reducidos de la Amazonia se en-cuentra el yaminahua, perteneciente a la familia lingüística pano. Los yaminahua nunca fueron reducidos; en la época de la producción de goma, huyeron hacia sitios inaccesibles para evitar el enganche. Recién en 1974 se los agrupó en la misión cristiana de Puerto Yaminahua.

Actualmente los yaminahua habitan la comunidad de Puerto Yaminahua, situada en el municipio de BOLPEBRA del depar-tamento de Pando, con una población de sólo sesenta personas. La lengua yaminahua se encuentra en proceso de extinción.

La recolección de castaña es su actividad principal que les per-mite generar ingresos monetarios; también practican la agricul-tura, la caza y la pesca. Los yaminahua frecuentan la ciudad de Cobija donde realizan trabajos eventuales. Su organización comunal está afiliada a CIPOAP y a CIRABO. Este grupo étnico posee una TCO compartida con el pueblo machineri.

Yuqui62

El pueblo yuqui pertenece a la familia lingüística tupi - guara-ní. Se encuentra ubicado entre los ríos Ichilo y Yapacaní, en el área de Chimoré, en la provincia Carrasco del departamento de Cochabamba.

Al parecer, los yuqui llegaron a la zona que actualmente habitan de-bido a conflictos suscitados al interior de su grupo guaraní original; tales conflictos los impulsaron a emprender la marcha hacia la re-gión amazónica y convertirse en nómadas. Posteriormente forma-ron una unidad con los sirionó, pero se separaron en la década de 1930. El proceso de sedentarización de los yuqui se llevó a cabo en la década de 1980, por la misión evangélica “Nuevas Tribus”, que si bien los salvó de la extinción, provocó su rápida aculturación.

61 Lema, 1998 y Molina et al., 2008.62 Lehm, 2004.

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A lo largo del siglo XX , la población yuqui fue mermando de-bido a la ocupación de su territorio por colonizadores, madere-ros, petroleros y cocaleros, con quienes se produjeron enfrenta-mientos, a la incidencia de la tuberculosis y de otras afecciones pulmonares, y la pervivencia del infanticidio (se acostumbraba dejar morir a las niñas recién nacidas).63 Actualmente, su po-blación es muy reducida; algunos informes señalan que oscila entre 150 y 200 personas64, aunque ellos mismos sostienen que alcanza a 300 habitantes.

Practican la caza, la pesca y la recolección de productos del bosque. También elaboran artesanías que comercializan en los pueblos del trópico cochabambino y que constituye su princi-pal fuente de ingresos. Los yuqui tienen una sola comunidad, Bía Recuaté. Están organizados en un Concejo Yuqui, afiliado a la central de Pueblos Indígenas del Trópico Cochabambino (CPITCO), que ha logrado la titulación de una TCO Yuqui-CI-RI, con una extensión de 116.000 hectáreas. Dentro de la TCO se encuentran asentados campesinos, colonizadores, cocaleros y madereros.

Yuracaré65

El grupo étnico yuracaré, de familia lingüística no clasificada, se encuentra asentado en el sur del Beni y norte de Cochabam-ba, en los municipios de San Ignacio de Moxos, Villa Tunari y Chimoré. Las comunidades que se ubican en Cochabamba frecuentan la localidad de Villa Tunari, y las que se encuentran en el Beni se relacionan con la ciudad de Trinidad.

Los yuracaré vivían dispersos, sin una organización jerarquiza-da. Desde el siglo XVIII se realizaron esfuerzos para reducirlos; ya en la República se establecieron misiones franciscanas, como la de San Antonio del Chapare, lo que junto con la coloniza-ción de la región, los obligó a dispersarse. En las décadas de 1950 y 1960 entraron en contacto con el Instituto Lingüístico de Verano y con la misión evangélica Nuevas Tribus, que ejer-cieron una fuerte influencia sobre ellos.

Su población actual es de aproximadamente tres mil habitantes distribuidos en comunidades dispersas, la más importante es La Misión. Practican la agricultura combinada con la pesca y, en

63 López, 2006.64 Montes de Oca, 1997 y López, 2006.65 Teijeiro et al. s/f. y Molina et al., 2008.

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menor medida, con la caza y recolección; algunas familias po-seen también ganado bovino. Debido a la necesidad de generar ingresos se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. Pese a que las misiones modificaron gran parte de su cultura, los yura-caré conservan su lengua, que sigue siendo de uso mayoritario y cotidiano entre la población adulta.

Las comunidades se organizan dependiendo de su ubicación en el Concejo Yuracaré, Concejo Indígena del Río Ichilo – CIRI y Concejo Indígena del Isiboro Sécure - Sur – CONISUR, todos afiliados a CPITCO. Los yuracaré poseen una TCO.

Los Pueblos Indígenas del Oriente

Los pueblos indígenas de la región del Oriente son descendien-tes de la diversidad de etnias nómadas que poblaban el territo-rio del Oriente en la época prehispánica. Durante la Colonia, entre los siglos XVII y XVIII, los jesuitas intentaron reducir y cristianizar a estos pueblos, pero sólo consiguieron concentrar en misiones a las etnias hoy conocidas como pueblo chiquitano. Durante el siglo XIX, los franciscanos redujeron a los guarayo; finalmente, ya en el siglo XX, los ayoreo fueron reducidos en misiones por evangélicos. Los guaraní nunca fueron reducidos.

Las misiones modificaron profundamente la forma de vida de estos pueblos, los religiosos les enseñaron la agricultura y la ganadería, unificaron sus lenguas y sus creencias religiosas, e introdujeron nuevas expresiones culturales y formas organizati-vas. El Cabildo Indigenal funcionaba bajo la tutela de los misio-neros con el objetivo de velar por el adecuado comportamiento de los indígenas, se llegaba incluso a aplicar castigos a quienes se apartaban de la moral religiosa.

La sociedad misional se encontraba organizada bajo un régi-men teocéntrico y paternalista. El producto del trabajo de los indígenas se distribuía entre la Iglesia y sus propias necesida-des: durante cuatro días a la semana los indígenas trabajaban colectivamente para la Iglesia, y por dos días lo hacían en sus cultivos individuales. Se producía chancaca, azúcar, algodón y otros productos para comercializarlos en Santa Cruz.66

66 Mihotek, 1996 citada en Peña y Boschetti, 2008.

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Ayoreo67

Los ayoreo, de la familia lingüística zamuco, eran un pueblo nómada dedicado a la caza y recolección y practicaban una agricultura muy reducida en claros del monte. Los lazos socia-les de los ayoreo derivaban del parentesco y de la pertenencia clánica68 A fines del siglo XVII, los jesuitas intentaron reducir-los en la misión de San Ignacio de los Zamucos. Su contacto con la sociedad nacional se produjo recién en 1948, cuando ingresa-ron en misiones evangélicas ante la situación crítica en la que se encontraban debido a la actividad petrolera, al establecimiento de grandes latifundios ganaderos y a la penetración de colonos del Paraguay que ponían en riesgo su territorio y supervivencia. El proceso de abandono del monte duró cerca de veinte años, concluyendo a mediados de los años sesenta del siglo pasado.69

Aunque no hay datos precisos, se conoce que son entre dos mil y dos mil quinientos habitantes ubicados en las provincias Chiquitos, Ñuflo de Chávez, Germán Busch, Ángel Sandoval y Andrés Ibáñez.70 Sus actividades económicas son la agricultura en chacras familiares, aunque tienen propiedad colectiva de la tierra, la caza que cada vez es menos importante, la extracción eventual de madera, la venta de su fuerza de trabajo para la za-fra de caña de azúcar y algodón, y la producción artesanal. Al-gunos ayoreo se dedican a la mendicidad y a la prostitución.71

La situación actual de este pueblo es crítica, su territorio tradicional ha sido afectado por estancias ganaderas y por la explotación petrolera, maderera y de piedras semi preciosas (La Gaiba), así como por la construcción de la hidrovía Para-guay - Paraná. La influencia de las misiones católicas y evan-gélicas ha ocasionado la pérdida de gran parte de su cultura, normas e instituciones tradicionales –aunque ha preservado los lazos de parentesco, la socialización de los recursos eco-nómicos y el apoyo mutuo, la acumulación individual de bie-nes sigue siendo mal vista–, lo que causa graves problemas de integración y control social interno y explica el alto índice de alcoholismo y drogadicción entre los jóvenes que viven en las ciudades y sus alrededores.72

67 Ibidem.68 Clan es un grupo humano unido por relaciones de parentesco, que reconoce una as-cendencia común, real o mítica, y un padre fundador que simboliza la unidad del clan.69 Riester y Weber, 1998 citados en Peña y Boschetti, 2008.70 Díez y Murillo, 1998, Riester y Weber, 1998 citados ibidem.71 Ibidem.72 Suaznábar, 1995 y Zanardini, 2003 citados ibidem.

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El pueblo ayoreo está organizado en la Central Ayoreo Nativa del Oriente Boliviano (CANOB), afiliada a la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC) y a CIDOB. Tienen cuatro TCO: Guaye con 97.743 ha, Tobita con 26.104 ha, San-ta Teresita con 77.545 ha y Zapocó con 43.344 ha.

Chiquitano73

Los chiquitano, pertenecientes a la familia lingüística chiqui-to, son el pueblo más numeroso del Oriente boliviano después de los guaraní, con 44.000 habitantes74, distribuidos en más de 300 comunidades en las provincias Ñuflo de Chávez, Velasco, Chiquitos, Ángel Sandoval y Germán Busch, en el área cruceña de transición entre el Chaco y la Amazonia.

La diversidad de pueblos existentes en la región fue reunida por los jesuitas y unificada y la lengua chiquitana fue impuesta por encima de las lenguas de los distintos grupos étnicos.75 Les ense-ñaron artes y oficios, como el tallado en madera, la talabartería, la fabricación de instrumentos musicales, la composición musi-cal y el canto. La agricultura y la ganadería se transformaron en las principales actividades económicas de estos pueblos, en desmedro de la caza, pesca y recolección. Con el advenimiento de la secularización, los chiquitano pasaron a depender de pa-trones mestizos, produciéndose así una continuidad de depen-dencia ideológica y económica que pervivió hasta el siglo XX.

Actualmente los chiquitano se dedican principalmente a la agri-cultura, también practican la caza, pesca y recolección, elabo-ran artesanías en madera, cerámica y tejidos de algodón, cuya venta constituye una importante fuente de ingresos. Cuando el año agrícola es malo, en el período entre la siembra y la cosecha se ven obligados a vender su fuerza de trabajo.

Aunque prevalece la familia nuclear muchas veces se recurre a la familia extensa como estrategia económica, al igual que a la minga (ayuda mutua) para la construcción de casas, el desmon-te y la cosecha. Actualmente se encuentran en proceso de cons-trucción de su identidad, aunque la misma se encuentra fuerte-mente mestizada.76 La organización tradicional del Cabildo se encuentra bastante debilitada, al igual que los sindicatos agrí-

73 Peña y Boschetti, 2008.74 Mihotek, 1996 citada ibidem.75 Díez y Murillo, 1998 citados ibidem.76 Ibidem.

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colas. Las organizaciones principales son las centrales indígenas comunales y la Organización Indígena Chiquitana (OICH), que agrupa a todas las organizaciones intercomunales y está afiliada a la Coordinadora de Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), la cual a su vez integra CIDOB. El pueblo chiquitano cuenta con la TCO de Monteverde.

Guaraní

El pueblo guaraní pertenece a la familia lingüística tupi - gua-raní asentada en la región del Chaco desde el siglo XVI. La migración guaraní de los grupos ava e izoceño hacia la ciudad de Santa Cruz y sus alrededores se incrementó a partir de los años cincuenta del siglo pasado debido a la presión sobre la tierra en la región chaqueña, a la oferta de trabajo temporal en los ingenios azucareros y a los desastres naturales, sequías e inundaciones, ocurridos en sus territorios.

Actualmente se encuentran asentados en barrios periféricos, como Villa Primero de Mayo, Plan 3.000, avenida Tres Pasos al Frente y Los Lotes, donde se emplean en diversos trabajos asalariados, generalmente de carácter precario. A diferencia de los que se encuentran en la ciudad, los guaraní asentados en Zonacruz viven en comunidad, cuentan con espacios para la siembra, caza y pesca; se dedican principalmente a la agricul-tura, aunque también se emplean como taxistas, obreros, etc.77 La titulación individual de tierras y la compraventa de éstas aumenta y, en general, la economía comunal va desaparecien-do en beneficio de una economía asalariada individual y de carácter precario.78

Aunque entre los guaraní de Zonacruz existe 80% de bilingüis-mo guaraní – castellano, hay una preferencia por expresarse en la lengua propia. La presencia de iglesias evangélicas no ha logrado eliminar la religiosidad tradicional, se mantienen las creencias en los espíritus de la naturaleza, el poder curativo de los chamanes, brujos y hechiceros.79

La organización continúa basándose en la comunidad. Cada una elige en asamblea a su dirigente; el conjunto de comuni-dades forma la Capitanía Grande encabezada por un Capitán Grande. Los guaraní de Zonacruz están organizados en una

77 Ros et al., 2003 citado en Peña y Boschetti, 2008.78 Ibidem.79 Ibidem.

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Capitanía Grande afiliada a la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) y a CIDOB.

Guarasug’wé - Pauserna

Este pueblo se denomina a sí mismo guarasug’wé, mientras que los mestizos y chiquitano los llaman pauserna (pau signi-fica madera, y cerne el interior del árbol o la parte dura de la madera) debido a la costumbre de plantar postes de madera en recordación de sus muertos y de las personas ausentes de la comunidad. Los guarasug’wé consideran este apelativo como un insulto.80 La migración tupi guaraní hacia el actual territorio boliviano a inicios del siglo XVI tomó diferentes rumbos: uno de los grupos se dirigió a la zona del Iténez - Paraguá - Campo Grande, y constituyó al pueblo guarasug’wé. Las primeras in-formaciones acerca de la existencia de este pueblo provienen del año 1741, cuando buscadores de oro brasileños se encontraron con guerreros guarasug’wé .81

Tradicionalmente, habitaban el norte de la provincia Velasco, entre los ríos Paraguá, Iténez y Pauserna, en una zona de monte denso y al borde de una gran pampa. Posteriormente se congre-garon en las cercanías del río Paraguá.

La población de esta etnia se ha reducido dramáticamente a lo largo de los años. En 1876 existían entre seis y ocho comuni-dades, pero la extracción de la goma afectó severamente a su población. En el año 1965 sólo existían 50 personas y en 1970 –después de la huída de parte del grupo a Brasil tras el asesinato de su capitán– quedaron reducidos a 39 habitantes.82 Debido a la pequeñez del grupo, los guarasug’wé se vieron forzados a buscar pareja fuera de su etnia, generalmente entre los chi-quitano, lo cual influyó en la pérdida de su identidad cultural. El Censo Indígena realizado entre 1994 y 1995 estableció una población de 46 habitantes83 y, según el censo realizado por CONNIOB en 2004 sólo quedan 31 personas de esta etnia.

Sus actividades económicas tradicionales son la caza, pesca y recolección de frutos del bosque y la pampa; también practican la agricultura en zonas de monte. Han gestionado la otorgación de una TCO en la zona del Alto Paraguá, donde conviven con

80 Riester, 1977.81 Ibidem.82 Ibidem.83 Ros, 2003.

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población chiquitana y guaraya. Debido a que no fueron evan-gelizados (tuvieron contacto esporádico con religiosos católicos y evangelistas), conservan sus creencias tradicionales y una rica mitología; creen que durante la vida es posible llegar a la “tie-rra sin mal”, donde habita Yaneramai, el deseo de llegar a este paraíso es el que impulsa las migraciones.

Guarayo84

El pueblo guarayo pertenece a la familia lingüística tupi-guara-ní. Llegó a la zona que hoy ocupa a inicios del siglo XVI pro-cedente del Paraguay85 en búsqueda de la “tierra sin mal”, un paraíso mítico que ha provocado movimientos poblacionales en distintas épocas. Los guarayo eran cazadores y recolectores, se organizaban en redes de familia extensa, creían en un dios supremo y poseían una amplia mitología.

Durante el siglo XVIII, misioneros jesuitas intentaron evangeli-zarlos; en el siglo XIX fueron reducidos en misiones francisca-nas que se mantuvieron hasta 1938.

La secularización de las misiones franqueó la región a la ocu-pación criollo mestiza y los guarayo fueron despojados de sus tierras y obligados a emplearse como peones en las haciendas.

Actualmente se encuentran en las provincias Guarayos y Ñuflo de Chávez, en la zona de transición entre la Chiquitania y el Beni, y en la frontera sur de la Amazonia. Los asentamientos más importantes coinciden con las misiones franciscanas de As-censión de Guarayos, Urubichá, Yaguarú, Yotaú, San Pablo y Salvatierra. En varias localidades benianas, como el municipio de San Andrés y la ciudad de Trinidad, se encuentra población guaraya. Existen diversos datos en relación a la población gua-raya: 13.000 habitantes,86 11.00087 y 7.200.88

La principal actividad económica de los guarayo es la agricul-tura, también crían animales menores, la caza sigue siendo una actividad importante, aunque han disminuido los animales de monte89, la pesca es una actividad tradicional, al igual que la recolección de cusi para hacer aceite. También producen arte-

84 Peña y Boschetti, 2008.85 Riester, 1977.86 Mihotek, 1996 citada en Peña y Boschetti, 2008.87 Díez y Murillo, 1998 citados ibidem.88 Censo Indígena de Tierras Bajas citado ibidem.89 Riester, Suaznábar, 1990 citados ibidem.

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sanía a través de cooperativas y con apoyo de instituciones de desarrollo que proveen material y aseguran mercados. El coro y la orquesta de Urubichá, el tallado en madera, la fabricación de violines y el turismo han permitido generar empleos e ingresos y fortalecer la identidad guaraya. Por otra parte, venden su fuerza de trabajo en estancias, aserraderos y para la zafra de caña y algodón, y las mujeres buscan trabajo como empleadas domés-ticas en pueblos y en las ciudades de Montero y de Santa Cruz.

Hoy el pueblo guarayo es culturalmente mestizo: la familia nu-clear es la base de su organización social, profesan el cristianis-mo y están organizados en sindicatos agrarios; sin embargo han dejado de lado su identidad laboral para reivindicar su derecho a la tierra y al territorio como pueblo indígena. Su organización es la Central Oriental del Pueblo Nativo Guarayo (COPNAG), que se ha dividido en dos fracciones, una reconocida por CIDOB y la otra cercana al Comité pro Santa Cruz. Poseen una TCO.

Los Pueblos Indígenas del Chaco

El Chaco boliviano está actualmente habitado por los pueblos indígenas guaraní, tapieté y weenhayek. De acuerdo con el Cen-so 2001, los pueblos originarios de la región constituyen 19% del total de la población chaqueña; el más representativo es el guaraní (con 32.217 habitantes), seguido por el weenhayek (con 3.104) y el tapiete (con sólo 120 miembros).90 Las mayores concentraciones de pueblos indígenas originarios de la región se encuentran en Charagua (7.579 habitantes), Gutiérrez (4.530) y Camiri (4.325).91

Guaraní92

El pueblo guaraní pertenece a la familia lingüística tupi - guaraní (compuesta también por los pueblos yuqui, sirionó, guarayo y guarasug’we), que ocupa territorios del Brasil, Pa-raguay, norte de Argentina y Bolivia, con más de tres millo-nes de hablantes y 60 dialectos.93 En Bolivia, el guaraní es el pueblo más importante de tierras bajas en términos demo-gráficos, con una población de 32.217 habitantes según el

90 SIGEL-PNUD, 2005 citado en Galindo et al. (doc. no publicado)91 INE, 2001. Autoidentificación étnica para habitantes mayores de 15 años, citado ibidem.92 Galindo et al. (doc. no publicado)93 Ibidem.

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CNPV 2002, y de 39.593 habitantes según el Censo indígena de 1994 – 1995.

A principios del siglo XVI grupos tupi guaraní partieron de la provincia Itatín (actual Río Apa en el Paraguay) y del Brasil y se dirigieron hacia las ramales orientales de los Andes, donde se establecieron. Durante la Colonia continuaron estos flujos migratorios94, los recién llegados fueron ganando espacio en-frentándose con los los gorgotoqui, chané y otros pueblos que habitaban la región.95 El apelativo chiriguano o guaraní – chi-riguano alude a su condición migrante y mestiza (siri significa irse, apartarse y expatriarse; guana era la autodenominación de los chané, etnia con la que se mestizaron).96

Desde la segunda mitad del siglo XVII, los jesuitas intentaron evangelizarlos, pero no tuvieron éxito debido a que las misio-nes no respondían a las expectativas de las comunidades, a que no hubo suficiente respaldo de la Corona española, a que los religiosos chocaron sistemáticamente con los colonos españo-les, y a que la urgencia geopolítica de establecer comunicación entre las misiones del Paraguay y del Perú no se avenía al ritmo de la evangelización.97

Durante la Colonia y en el siglo XIX se produjeron numerosos alzamientos guaraní. En 1892, a raíz de la violación y muerte de una mujer guaraní por el corregidor de Cuevo, se produjeron nuevos enfrentamientos; la batalla de Kuruyuki en la que mu-rieron casi un millar de indígenas puso fin a los levantamientos y se convirtió en un hito y un importante referente de la identi-dad guaraní.

En la primera mitad del siglo XX, un grupo guaraní emigró a Argentina y otro ingresó voluntariamente a una misión fran-ciscana y la mayoría fue sometida por hacendados, madereros, contratistas de la zafra y caucheros.98 La Guerra del Chaco co-locó a los guaraní en una situación muy difícil ya que su pobla-ción estaba asentada en Bolivia y Paraguay; entre diez y quin-ce mil guaraní fueron muertos, heridos o hechos prisioneros, y más de seiscientos isoseños se quedaron en el Paraguay, sólo novecientas personas regresaron a sus comunidades.99

94 Saignes, 1990 y Combès, 2005 citados en Galindo et al. (doc. no publicado)95 Pifarré, 1989 citado ibidem.96 Combès y Saignes, 1991 citados en Ros, 2003.97 Pifarré, 1989 citado en Galindo et al. (doc. no publicado)98 Saignes, 1990, Villavicencio, 1989 y Pifarré, 1989 citados ibidem.99 Villavicencio, 1989, Pifarré, 1989 citados ibidem.

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Actualmente los guaraní se diferencian internamente en tres grupos: ava ubicado en las provincias Cordillera de Santa Cruz y Luis Calvo y Hernando Siles de Chuquisaca; simba al sur de las provincias Luis Calvo y Hernando Siles y en las provincias Gran Chaco y O’Connor de Tarija; e izoceño o tapi en la provin-cia Cordillera, a lo largo del río Parapetí. Su actividad principal es la agricultura, pero también practican la ganadería, la caza, pesca y recolección. Las dificultades de acceso a tierras adecua-das, así como la disminución de las especies de flora y fauna tradicionalmente utilizadas, los han obligado a vender su fuerza de trabajo en el campo o a migrar a las ciudades. Se estima que más de dos mil quinientos guaraní sirven como mano de obra casi gratuita en haciendas del municipio de Huacareta, en la provincia Hernando Siles de Chuquisaca; trabajan durante más de ocho horas diarias, con un pago irregular y frecuentemente en especie, de modo que siempre quedan en deuda.100

La estructura organizativa guaraní parte de las comunidades o tentas, dirigidas por un Mburuvicha o Capitán y una Kuña Mburuvicha y los responsables de las áreas de producción, in-fraestructura, salud, educación, y tierra y territorio. El conjunto de comunidades definido por afinidad espacial conforma una zona, con su Mburuvicha Zonal y sus responsables de áreas. Las zonas conforman la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) regional y son parte de la APG nacional. Tanto los guaraní de Tarija como los de Chuquisaca están organizados en Conce-jos de Capitanes Guaraní. La Capitanía del Alto y Bajo Isoso (CABI) tiene como máxima autoridad a un Capitán Grande o Mburuvicha Guasu, cargo hereditario que ha dado lugar a una especie de “casa real”.101 Los guaraní cuentan con varias TCO en el Chaco cruceño, chuquisaqueño y tarijeño. Si bien hay rupturas en la memoria guaraní, en la actualidad existe un imaginario colectivo en torno a una identidad guaraní fuerte, articulada por la APG.

Tapiete102

Los tapiete son parte de la familia lingüística tupi guaraní. El término tapï ete significa “hombre libre”, y se origina en el some-timiento de sus ancestros chané por los guaraní entre los siglos XV y XVII, por lo que se trasladaron hacia la actual provincia

100 Entrevista a Gerardo Suárez, Capitán guaraní, en octubre de 2006 citada en Galindo et al. (doc. no publicado) Declaraciones del Viceministro de Tierras, Alejandro Almaraz en Observatorio Fundación Tierra, 11 de marzo de 2008.101 Combès, 2005 citada en Galindo et al. (doc. no publicado)102 Vargas, 2002 y Galindo et al. (doc. no publicado)

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Gran Chaco de Tarija, a la ex provincia Azero de Chuquisaca y al Chaco argentino y paraguayo.

Durante la Guerra del Chaco, la mayor parte de los tapiete mi-graron hacia Paraguay y Argentina. Actualmente los hombres migran en busca de empleo o de pareja debido a la falta de mujeres. Es costumbre que cuando alguna persona muere to-dos quienes habitaban con ella deben trasladarse a otro lugar. Desde la década de 1950, una misión evangélica sueca les ha prestado apoyo en salud, educación y provisión de materiales agrícolas e implementos de caza.

La población tapiete es muy reducida, sólo alcanza a ciento veinte habitantes asentados en cuatro comunidades, las cerca-nas a Villamontes son las más pobladas, aunque poseen menor superficie territorial y recursos más escasos debido a los des-montes realizados para las actividades petroleras. Son agricul-tores, producen maíz, poroto y anco o zapallo, practican la pesca temporal en el río Pilcomayo, y la caza que se encuentra en declinación. También elaboran sombreros, hamacas, arcos y flechas en fibra de caraguata y madera, los que intercambian por azúcar, harina y otros.

La organización tapiete se basa en la familia nuclear combi-nada con la familia extensa. Tienen una estructura organiza-tiva conjunta con el pueblo weenhayek, ORCAWETA, que ha conseguido la titulación de una TCO con una extensión de 24.800 hectáreas.

Weenhayek103

Los weenhayek pertenecen a la familia lingüística matako-mak’a, dividida en seis parcialidades. El nombre weenhayek está ligado con el proceso reciente de recuperación de su identi-dad, tradicionalmente eran denominados como “matacos”.

Este pueblo habitaba las márgenes del Pilcomayo y otros ríos chaqueños; era nómada, se movía de acuerdo a la necesidad de obtener recursos y a la presión de otros grupos étnicos, con los que se enfrentaba o celebraba alianzas. Misiones jesuitas y fran-ciscanas evitaron el exterminio de la población weenhayek, que durante la conquista del Chaco se vio amenazada. En el siglo XVII ingresó a la misiones de San Francisco del Pilcomayo (hoy Villamontes) y de San Antonio.

103 Galindo et al. (doc. no publicado)

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Su población actual es de tres mil ciento cuatro habitantes104 asentados en la ciudad de Villamontes, en comunidades de este municipio y a lo largo del río Pilcomayo. Sus actividades econó-micas principales son la caza y la pesca, también tejen la palma, aunque se realizaron esfuerzos para desarrollar la agricultura, éstos no prosperaron. En los últimos años han obtenido de las empresas petroleras que trabajan en la zona la dotación de vi-viendas, saneamiento básico e incluso vehículos.105

La organización conjunta de los pueblos weenhayek y tapiete, ORCAWETA, está establecida en la comunidad de San Antonio, en las afueras de Villamontes. Mediante la acción de ORCAWE-TA se ha logrado el reconocimiento de una TCO con una exten-sión de 195.659 hectáreas.

104 SIGEL, 2005 citado ibidem.105 Inspección ocular de Mario Galindo en diciembre de 2005 y septiembre de 2006 citada ibidem.

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3. IDENTIDADES MESTIZAS Durante la Colonia la categoría de “castas” era aplicada a quie-nes tenían ascendencia mixta de españoles e indígenas. Con fre-cuencia se los consideraba hijos ilegítimos, por lo que eran ob-jeto de discriminación jurídica y de desprestigio social.106 En las distintas ciudades coloniales y en los centros mineros de Potosí y Oruro se desarrolló una importante población mestiza debido a que muchos indígenas migraban a las ciudades y cambiaban sus rasgos distintivos para aparecer como miembros de castas mixtas y evadir las obligaciones fiscales, como demuestran do-cumentos del siglo XVII.107

En el siglo XIX se utilizó la categoría de “artesanos y obreros” para designar a la clase intermedia que atravesaba una situa-ción peor que la de los indígenas, quienes al menos disponían de tierras.108 Posteriormente se identificó como mestizos a los artesanos urbanos, que eran los pobres de la República.109

En los censos de la primera mitad del siglo XIX, los mestizos fue-ron contabilizados junto con los blancos, lo que determinó una cierta proximidad entre ambos. Se creía que los europeos habían engendrado criollos, los que si bien conservaban los caracteres físicos y la inteligencia, ya no tenían un color tan blanco ni toda la energía y disposición al trabajo de sus ancestros.110

A fines del siglo XIX, este sector cobró presencia en la burocra-cia estatal y en el gobierno de Belzu se enfrentó a las élites. Los registros censales empezaron a diferenciar a blancos y mestizos; la clasificación oficial unió la categoría racial con la ocupacional, por lo que un artesano era categorizado como mestizo, no como indígena ni como blanco.111 La “invención del mestizo” responde, pues, a la necesidad de una sociedad profundamente desigual y jerárquica de reinventar continuamente las diferencias y fronte-ras entre los distintos grupos.112

En las ciudades, el término mestizo era entendido como equi-valente de artesano, comerciante al menudeo y servidor domés-ticos mientras que en las áreas rurales hacía referencia a quie-

106 Barnadas, 2002.107 Ibidem.108 El Aldeano citado por Barragán en Calla et al., 2007.109 Barragán, ibidem.110 Baldomero Menéndez, 1860 citado ibidem.111 Barragán, ibidem.112 Ibidem.

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nes vivían en los pueblos.113 La población mestiza –identificada también como “clase media”– creció aceleradamente, especial-mente en regiones como Cochabamba.

A principios del siglo XX, con el auge del darwinismo social, la visión de los sectores dominantes sobre los mestizos era muy crítica; sin embargo, el mestizaje empezó a ser admitido con la finalidad de lograr que la población indígena dejara sus particu-larismos y se sintiera parte de la comunidad nacional, al menos en términos simbólicos.

Como crítica al Estado oligárquico, la revolución de 1952 formu-ló un discurso nacionalista en el cual el mestizaje tenía un papel central. Mediante éste se buscaba resolver el problema de la des-igualdad del país y avanzar en la construcción de una nación de ciudadanos homogénea, mestiza, con una sola lengua y cultura. Así, la figura del mestizo se convirtió en paradigma del boliviano. A pesar de ello, en los años cincuenta y hasta el presente la cate-goría de mestizo desapareció de la clasificación oficial.

Lejos de la pretendida homogeneidad que el discurso del mestizaje postula, los mestizos reales siguieron constituyendo una diversidad de grupos de orígenes distintos: descendientes de indígenas, de europeos, de africanos y de asiáticos; ca-tólicos, protestantes, judíos y ateos. Algunos viviendo como campesinos pobres y otros con una cultura más urbana y cosmopolita; divididos entre sí por el racismo de la colonia-lidad interna del país, los más blancos y ricos despreciando a los morenos y pobres.114

Aunque los sectores mestizos no gozaron de apoyo económi-co estatal privilegiado, fueron poco a poco ocupando espacios económicos importantes, especialmente en la intermediación comercial. Primero coparon la comercialización interna de pro-ductos, luego la articularon con el transporte provincial de pa-sajeros; incorporaron después el comercio de contrabando y, finalmente, se hicieron cargo del transporte pesado de mercan-cías y de pasajeros en largas distancias.115

En las últimas décadas, el paradigma del mestizaje cayó en des-crédito. Las organizaciones indígenas rechazan su integración al sector mestizo –su hibridación– y demandan, en cambio, el reconocimiento y el respeto de su diferencia cultural.

113 Ibidem.114 Navarrete, 2004 citado por Arnold y Spedding en Calla et al., 2007.115 Toranzo, 2006.

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Los Mestizos en el Altiplano

En el siglo XIX la población mestiza artesana paceña era im-portante, los hombres trabajaban como carpinteros, polle-reros, herreros, zapateros y sombrereros y las mujeres como costureras, chicheras, cigarreras, vendedoras en los mercados y empleadas domésticas, actividad en la que 73% eran mestizas y 26% indígenas.116

Actualmente el mestizaje en la región es muy amplio dado el con-tacto de la población campesina con las ciudades de La Paz, El Alto y Oruro y con las ciudades intermedias. Una encuesta de 2006 realizada a personas que trabajan en mercados y comercios informales117 estableció que la gran mayoría se identifica como clase media, sobre todo los comerciantes callejeros, mientras que en los mercados la identificación con la clase popular fue ligera-mente más importante. Las comerciantes se identificaron princi-palmente como mestizas (45%) y secundariamente como aymaras (25%). Entre la población identificada como mestiza, 63% decla-ró pertenecer a la clase media y 24% a la clase popular; entre la población identificada como aymara, 52% se consideró de clase media y 28% de clase popular. Esto implica que no existe una correspondencia entre categoría de clase y categoría de auto iden-tificación étnica. Los adjetivos calificativos que describen a la clase media son positivos, se sostiene que sus integrantes son humildes, amables, buenos, sencillos, sinceros y respetuosos, mientras que la clase alta y adinerada es criticada.118

La chola vendedora de mercado y comerciante es un emblema del mestizaje en la región andina, especialmente en las ciudades de La Paz y El Alto. La chola es un personaje paradójico, si bien se siente orgullosa de su pollera –que es símbolo de status–, espera que sus hijas puedan insertarse en el mundo criollo mediante la educación y el cambio de vestimenta.

Los Mestizos en los Valles

El mestizaje biológico y cultural iniciado en los valles en el pre-hispánico se profundizó en la Colonia, convirtiéndose en una estrategia de los indígenas para no pagar tributo y dando lugar a procesos de etnogénesis a través de las identidades mestizas.119

116 Barragán en Calla et al., 2007.117 Barragán, 2006 citada por Barragán y Solíz,en Calla et al., 2007.118 Ibidem.119 Gordillo, 1988 y Gordillo y Jackson, 1987 citados en Sánchez et al., 2008.

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En el siglo XIX aparecieron los piqueros, pequeños propieta-rios mestizos con una identidad distinta de la de los colonos mestizos adscritos a la hacienda, y se convirtieron en impor-tantes agentes políticos que posteriormente contribuyeron a la consolidación de la Reforma Agraria.120 El proceso de mestizaje continuó desarrollándose en la República, en desmedro de las identidades indígenas que fueron relegadas a la sierra sur y al trópico cochabambino.

La idea de que Cochabamba es una tierra de mestizos es par-te del imaginario nacional. La mayoría de los cochabambinos (80%) se consideran a sí mismos y a sus coterráneos como mes-tizos, ya sea por nacimiento o por opción.

Los campesinos cochabambinos se identificaban como mestizos y estaban organizados en sindicatos. Los del valle alto fueron la base de la Revolución de 1952 y rápidamente se convirtieron en una fuerza hegemónica121 que reivindicó una identidad campe-sina que servía para negociar mejor con las élites gubernamen-tales y políticas.122 Al transformarse en parte del proyecto hege-mónico de mestizaje y ser apropiada por las élites, la identidad campesina se debilitó como proyecto. La recuperación de la he-gemonía política por parte de los campesinos vallunos ocurrió recién con el surgimiento del movimiento cocalero, el cual se fue fortaleciendo a partir de las políticas estatales de erradicación de cultivos y desarrollo alternativo. Actualmente el movimien-to cocalero cuestiona la categoría de “campesino” y plantea la identidad de productor; categoría que aparece también en la identidad de los productores de leche, agrícolas y otros.

En Tarija el habitante rural valluno se ha identificado tradicio-nalmente como campesino, no como indígena, probablemente ello se deba a su origen mestizo y a que es hispanohablante, aun-que la lengua presenta algunas incorporaciones del quechua.

Los Mestizos en el Oriente

La figura central del Oriente boliviano, el camba –como se lla-man a sí mismos hoy los cruceños– es, según distintos autores, un mestizo que proviene de la unión de lo nativo y lo español.123

120 Azogue y Rodríguez, 1986, Gordillo y Jackson, 1987, Larson, 1992, Sánchez, 1992 y Rodríguez, 1995 citados ibidem.121 Pajuelo, 2004-6 citado ibidem.122 Gordillo, 2000 citado ibidem.123 Parejas, Peña y Prado en Sandoval, 2003 citado en Peña y Boschetti, 2008.

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El proceso de mestizaje en Santa Cruz se observa en todos los niveles y clases sociales. Mediante alianzas matrimoniales, la clase dominante cruceña ha incorporado a migrantes del occi-dente de Bolivia y de otros países; igualmente, la clase media está conformada por naturales de Santa Cruz, migrantes del occidente del país y de las provincias que desarrollan activi-dades en el área de servicios, son profesionales y empleados públicos. Actualmente, está dividida en dos tendencias: una que cree que es necesario superar la exclusión y desigualdad de la sociedad boliviana, y otra que piensa que el futuro de Bolivia está en el modelo capitalista y liberal, sueña con una actividad independiente, imitando a los sectores dominantes, y apoya a los cívicos.124

Los Mestizos en la Amazonia

Si bien en la región amazónica –como en el resto del país– el mestizaje es una realidad, no parecen existir colectividades que se autoidentifiquen como mestizas.

Desde el punto de vista indígena, el mestizaje implica la ne-gación de las particularidades y, en ese sentido, es una cons-trucción social que busca neutralizar el empoderamiento de los pueblos indígenas, probablemente por ello los indígenas no se asumen como mestizos. Solamente algunos sectores intelectua-les urbanos y políticos adoptan el discurso del mestizaje con el objetivo de restar fuerza al movimiento indígena al disolverlo en un todo mayor homogéneo.125

Los Mestizos en el Chaco

Parte importante de la población chaqueña rural se siente cam-pesina mestiza karaí y no indígena, porque su construcción territorial está relacionada con el municipio antes que con la noción de territorio y porque participa en organizaciones sindi-cales. Este sector mantiene fuertes vínculos con las ciudades por razones comerciales y por los estudios de los jóvenes, frecuen-temente los ganaderos envían a sus hijos a estudiar a Camiri, Yacuiba, Santa Cruz, Tarija y Sucre.

Para el imaginario regional, el chaqueño de “pura cepa” es el hombre del campo, el ganadero no indígena, con sombrero de

124 Lavaud, 1998 citado ibidem.125 Molina et al., 2008.

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ala ancha, que canta y baila chacarera, y toma mate. Ello no corresponde a la realidad de una región con presencia indígena y con un acelerado proceso de urbanización que ha conducido a que en los últimos años la mayoría de la población se encuentre en las ciudades126.

126 Galindo et al. (doc. no publicado)

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4. IDENTIDADES DE LAS ELITES Tradicionalmente las elites bolivianas se identificaron como criollas o blancas. La “raza española”, “raza blanca” o “casta blanca” era descrita como “la más bella, viril, de inteligencia natural y cualidades físicas superiores”, como “honrada y de estimación” 127. Esta categoría se encontraba en la cúspide de la pirámide social heredada de la Colonia y, al igual que la de indio, implicaba la homogeneización de una población que en realidad era diversa, y la eliminación de las diferencias existen-tes en España entre hidalgos y no hidalgos.128

En la República, los hombres blancos eran registrados por el ejercicio de profesiones liberales y por el comercio (importa-ción de diversos artículos y exportación de metales y productos agrícolas);129 y las mujeres como propietarias ya que administra-ban las haciendas como una extensión del trabajo doméstico.130

El Estado boliviano se constituyó sin la base de una aristocracia terrateniente ni de una burguesía portuaria –como ocurrió en otros países latinoamericanos–, ya que las sublevaciones indíge-nas de 1780 y la Guerra de la Independencia trastornaron las propiedades agropecuarias.131 Las elites construyeron su modo de vida en base a los ingresos que provenían de los recursos fiscales, desarrollaron una cultura rentista que en gran parte de-pendía del tributo indígena y de las manipulaciones de tierras. Esta clase social con poca iniciativa empresarial construyó un país sin crecimiento productivo.132

En la segunda mitad del siglo XIX, las elites nacionales esta-blecieron redes de parentesco, nexos entre comerciantes mayo-ristas y minoristas y redes regionales que burlaban el control estatal del comercio, con comerciantes europeos y de los países vecinos, por lo que los intereses políticos y económicos externos se impusieron a las necesidades propias del país133.

La precariedad de las elites se debe a la dependencia de los ci-clos del mercado internacional de recursos naturales: los pe-ríodos de auge las enriquecían y los colapsos las arruinaban, obligándolas a vivir de rentas acumuladas sin posibilidades de

127 Dalence 1848 -1975; diccionario de 1824 citados por Barragán en Calla et al., 2007.128 Barragán, ibidem.129 Crespo, 1909-1910 citado por Barragán, ibidem.130 Qayum et al., 1997 citada por Barragán, ibidem.131 Demélas, 2003 citada en Arnold y Spedding en Calla et al., 2007.132 Arnold y Spedding ibidem.133 Ibidem

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dinamizar su economía, así como a la ausencia de una estra-tegia empresarial planificada, la mayor parte de las fortunas provenía de descubrimientos fortuitos, lo que hizo que no se valorara el esfuerzo intelectual y no se invirtiera en la educación de los hijos para que ellos pudieran desarrollar las actividades económicas familiares.134

La revolución del 52 liquidó a la oligarquía minero feudal y se propuso desarrollar una burguesía nacional que permitiera la industrialización del país y la creación de un mercado interno. Sin embargo, lo que surgió fue una burguesía comercial especu-lativa con extensiones hacia el sector financiero que construyó su patrimonio comprando y vendiendo al Estado con recursos del propio Estado.135 Solamente se desarrollaron dos pequeños núcleos productivos: en el Occidente la “minería mediana” que progresiva y paralelamente al decaimiento de COMIBOL fue adquiriendo la estatura de gran minería, y en el Oriente la bur-guesía agroindustrial desarrollada a la sombra del Estado, apro-vechando los créditos y otras facilidades que éste le otorgaba.

En los últimos veinte años, las empresas transnacionales de hidro-carburos, comunicaciones, seguros y otras han tenido un rol fun-damental en la economía nacional. Estas empresas establecieron lazos con las elites nacionales, de modo parecido a lo ocurrido en el siglo XIX, que les aseguran la protección de sus intereses.136

Las Elites en el Altiplano

A principios del siglo XX, la elite paceña tenía intereses en las minas, bancos, ferrocarriles y en las líneas de vapores del lago Titicaca, estaba vinculada a la producción de coca en los Yun-gas, así como de quina y caucho en el Norte amazónico. Pero probablemente la mayor parte de sus ganancias provenía del comercio asociado con el contrabando, la especulación y el arriendo de los impuestos de la coca, los minerales, el alcohol y la importación de azúcar.137

Pese a que las haciendas cocaleras de Yungas eran, desde la Co-lonia, las más ricas del país y con un amplio mercado; no se desarrolló una elite terrateniente de carácter permanente. Cada década las haciendas cambiaban de dueño, únicamente Macha-

134 Spedding, 1999 citada por Arnold y Spedding, ibidem.135 Toranzo, 2006.136 Echazú, 1997 citado por Arnold y Spedding en Calla et al., 2007.137 Ibidem.

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qamarka, en Chulumani, estuvo en poder de una familia durante ciento veinte años. Los propietarios de haciendas de La Paz no acumularon fortuna, se enriquecieron con la venta de comunida-des indígenas a partir de las leyes de exvinculación de tierras.

Aunque las actividades más lucrativas de las elites eran las mi-neras, no se generó un empresariado consolidado. Tradicional-mente buscaron ocupar cargos directivos en el Estado, más que ocuparse del desarrollo de la industria, o de la agropecuaria, lo que no permitió un crecimiento de estos sectores.138

En las últimas décadas en La Paz y El Alto se ha desarrolla-do un empresariado aymara que controla la industria textil, la producción de medicinas en base a productos naturales, y que maneja circuitos comerciales vinculados con la piratería y la re-construcción de los automóviles llamados “chutos”. Este sector es muy emprendedor y genera nuevas industrias y empleos.139

Las Elites en los Valles

En los valles, las elites estaban tradicionalmente vinculadas con la tierra. Hasta 1952 este sector hacendatario –también vincu-lado con la administración del Estado– mantuvo relaciones se-mifeudales; la convivencia de los patrones con los trabajadores indígenas de las haciendas dio lugar a influencias mutuas y de-terminó que aquellos aprendieran el quechua, sin por ello acor-tar la distancia entre el mundo criollo mestizo y el indígena.

La fragmentación de las haciendas no implicó la desaparición del poder simbólico de las elites terratenientes; en la primera mitad del siglo XX las elites plasmaron su imaginario de mo-dernidad desarrollando un rápido proceso de urbanización fi-nanciado con la imposición de un impuesto a la chicha. Pero como estas inversiones eran improductivas no permitieron la consolidación de una elite empresarial local y el decaimiento del sistema de hacienda ocasionó el debilitamiento de todo el com-plejo agrario económico de la región.140 Actualmente las elites cochabambinas, ante la postración de la agropecuaria y la falta de desarrollo industrial, son “elites burocráticas” ligadas a la prestación de servicios en las entidades públicas.141

138 Arnold y Spedding ibidem.139 Ibidem.140 Rodríguez y Solares, 1990, y Solares, 1990 citados en Sánchez et al., 2008.141 PIEB, 2008.

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La ciudad de La Plata, como capital de la Audiencia de Char-cas, tuvo gran significación cultural en la Colonia, condición que se prolongó en la República y determinó que durante el siglo XIX y principios del XX las elites sucrenses mantuvieron una identidad vinculada con la idea de la “culta” e “hispana” Charcas, y la mirada volcada hacia Europa. Pese a sus limitacio-nes, estas elites lograron desarrollos significativos en las artes y permitieron la aparición de algunas personalidades artísticas importantes142.

El mestizaje y la democratización progresiva de la ciudad y de su cultura no eliminaron el complejo cultural y aristocrático de la mentalidad chuquisaqueña. Ya en el siglo XX seguían pesan-do en el imaginario de la elite el asedio indígena a la ciudad de La Plata en 1871 y la derrota de los jóvenes chuquisaqueños en la Revolución Federal.143 Otro elemento que se encuentra fuer-temente establecido en el imaginario de estos sectores dominan-tes es el reclamo de capitalidad plena, lo plantean empresarios, dirigentes de partidos políticos, líderes sindicales y comunica-dores sociales.

En Tarija las elites tradicionales eran agrarias y estaban vin-culadas fundamentalmente con la producción agropecuaria y de vino. Posteriormente incursionaron en la producción de ma-dera, lo que constituía un buen negocio dada la laxitud de las normas estatales en materia forestal; en los últimos años está surgiendo un nuevo y poderoso sector empresarial moderno, ligado principalmente con la industria de la construcción.

Las Elites en la Amazonia

En la Amazonia, el origen social de las elites es mestizo criollo y urbano. Son elites carayanas, de acuerdo con el denominativo usado principalmente por los indígenas para diferenciar al gru-po social que se atribuye ascendencia extranjera.

Los empresarios ganaderos, forestales y castañeros conforman las elites económicas y políticas de la región, que ejercen gran influencia sobre otros sectores de la población. Aunque desa-rrollan sus actividades en el campo, es en las ciudades y pue-blos donde conforman su colectividad y reproducen los lazos culturales que los configuran como grupo. La visión de estas elites respecto a la región es la de un territorio apto para la

142 Sánchez et al., 2008.143 Rossells, 1997 citada ibidem.

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extracción intensiva de recursos naturales, sin preocuparse por invertir para generar desarrollo.144

Los ganaderos y castañeros y, en menor medida, los madereros –de identidad todavía difusa y cuestionada por sus formas de aprovechamiento del bosque y su implicación en actos ilegales y de corrupción– gozan de reconocimiento social, pues las ac-tividades que desarrollan se consideran importantes y valiosas para la región. Los comerciantes tienen menor jerarquía frente a los otros sectores empresariales, no han logrado constituirse en verdaderas elites con incidencia en los espacios políticos145.

Las Elites en el Oriente

En el Oriente la elite es tradicional y moderna y tiene una sor-prendente capacidad para lograr integración, articulación eco-nómica y legitimación social, para generar hegemonía.146

La Reforma Agraria no afectó a los hacendados cruceños, pero los cambios sociopolíticos modificaron la estructura social y la forma de ser de las elites. En los años posteriores, familias rela-cionadas con el gobierno del MNR accedieron a extensas pro-piedades agrarias,147 iniciándose un proceso de concentración de tierras vinculado con la agricultura del algodón y la caña de azúcar y con la ganadería.

Durante los años setenta se produjo un crecimiento espectacular de la agroindustria cruceña (agricultura y producción forestal), que se extendió al sector financiero, a partir del apoyo estatal que permitió desarrollar una agricultura capitalista y constituir una nueva clase dominante.148

La elite cruceña está conformada por clanes familiares que en su mayoría provienen del ascenso social de la pequeña bur-guesía cruceña, del empresariado paceño y de inmigrantes ex-tranjeros149, que iniciaron sus actividades en la agropecuaria, luego pasaron a la agroindustria y de ésta al sector terciario (comercio, finanzas y medios de comunicación). La elite tiene una marcada tendencia a la concentración de la riqueza y del poder, está abierta a la innovación y al riesgo, es cosmopolita

144 PIEB, 2008.145 Molina et al., 2008.146 Peña y Boschetti, 2008.147 Lavaud, 1998 citado en Peña y Boschetti, 2008.148 Ibidem.149 Lavaud, 1998; Prado, 2008 citados ibidem.

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y políticamente conservadora. Tiene una gran capacidad para generar un proyecto político colectivo –presenta sus intereses de clase como los de toda la comunidad–, tiene gran capacidad para crear símbolos y mitos enraizados en la historia y la cultu-ra local, que son unificadores y movilizadores.150

Su participación en organizaciones empresariales, como la Cá-mara Agropecuaria del Oriente (CAO), la Federación de Gana-deros de Santa Cruz (FEGASACRUZ), la Cámara de Industria y Comercio (CAINCO) y la Cámara de Exportadores (CADEX), en asociaciones profesionales y agrupaciones sociales, entre las que destacan las fraternidades y comparsas carnavaleras, los clubes y los círculos sociales, es fundamental para construir y reforzar sus lazos.151

La migración de sectores profesionales, inversionistas y empre-sarios de clase media alta y alta del Occidente del país y de zo-nas como Vallegrande, ha dado lugar a una “burguesía chola” que si bien ha logrado un importante sitial económico, no tiene influencia política y social ni accede a los círculos dominantes, como ocurrió con el empresario Max Fernández.152

150 Prado, 2008 citado ibidem.151 Peña y Boschetti, 2008.152 Ibidem.

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PUEBLOS INDÍGENAS Y ORIGINARIOS DE BOLIVIA

PUEBLOS INDÍGENAS Y ORIGINARIOS

POBLA-CIÓN

UBICACIÓN LENGUASITUACIÓN

ACTUAL

REGIÓN ANDINA (ALTIPLANO Y VALLES)Aymara

1.525.321 Ciudades de La Paz, Oruro y El Alto, altiplano norte de La Paz y Oruro, provincias Daniel Cam-pos de Potosí y Tapacarí de Cochabamba, valles y Yungas de La Paz.

Aymara Se conserva

Quechua 2.281.198 Valles de Cochabamba, Chuquisaca y Potosí, distritos mineros de Oruro, provincias Inquisi-vi, Camacho y Muñecas de La Paz.

Quechua Se conserva

Kallawaya (*) Municipios de Charazani y Curva en la provincia B. Saavedra de La Paz.

Mach’ajuyay Se conserva para uso profesional

Uru (iruito, morato y chipaya)

1.795 Provincias Ingavi de La Paz, Sud Carangas, Poopó, Eduardo Avaroa, Sebastián Pagador y Sabaya de Oruro.

Pukina Se conserva en comunidades uru chipaya

REGIÓN AMAZÓNICA

Araona 200 Municipio de Ixiamas en la provincia Iturralde de La Paz.

Araona Se conserva

Baure 1.000 Concepción de Baures en el Beni. Baure Los ancianos, como memoria

Canichana 582 Municipio de San Javier en el Beni Sin información

Cavineño 2.000 Municipios de Riberalta y Reyes en Beni y Pando.

Cavineño No se conserva

Cayubaba 800 Municipio de Exaltación en el Beni. Cayubaba Se usa poco, sobre todos por ancianos

Chácobo 500 Municipios de Riberalta y Exaltación en el Beni.

Chacobo Se conserva

Chimane 6.000 Municipios de San Borja, San Ignacio de Moxos, Rurrenabaque y Santa Ana de Yacuma en el Beni.

Chimane Se conserva

Esse Ejja 700 Municipio de Ixiamas, en La Paz y en Beni y Pando.

Esse Ejja Se conserva

Itonama 2.000 Municipios de Magdalena, Huacarajey San Ramón en el Beni.

Itonama Se usa poco, sobre todo por ancianos

Joaquiniano 1.000 Municipio de San Joaquín en el Beni. Itonama Se usa poco, sobre todo por ancianos

Leco 132 Municipios de Guanay y Apolo en La Paz.

Leco Se conserva junto con el quechua

Machineri 50 Municipio BOLPEBRA en Pando. Se usa poco, sobre todo por los ancianos

Moré 200 Municipio de San Joaquín en el Beni. Moré o Itenez Se conserva

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Mosetén 948 Provincias Sud Yungas, Caranavi, Larecaja e Inquisivi de La Paz, provincia Ballivián del Beni y provincia Morochata de Cochabamba.

Mosetén Se conserva

Movima 6.516 Municipio de Santa Ana del Yacuma, Exaltación y San Ignacio de Moxos en el Beni.

Movima Se usa poco, sobre todo por ancianos

Moxeño trinitar.Moxeño ignac.

30.00010.000

Municipios de Trinidad, San Andrés, Loreto y San Ignacio en el Beni.

Moxeña (trinitaria e ignaciana)

Se conserva

Pacahuara 20 Municipio de Riberalta en el Beni. Pacahuara Casi desapare-cida dada la situación de la etnia

Sirionó 600 Pampas e islas de bosque del sudeste del Beni.

Sirionó Se conserva

Tacana 6.000 Municipios de San Buenaventura, Apolo e Ixiamas de la provincia Iturralde de La Paz, Rurrenabaque y Riberalta en Beni y Pando.

Tacana Se conserva

Yaminahua 60 Municipio BOLPEBRA en Pando. Yaminahua Sólo los ancianos, como memoria

Yuqui 150 - 200 Municipio de Chimoré en la provincia Carrasco en Cochabamba.

Guaraní Sin información

Yuracaré 3.000 Municipios de San Ignacio de Moxos en Beni y Villa Tunari en Cochabamba.

Yuracaré Se conserva

REGIÓN DEL ORIENTE

Ayoreo 2.000 Provincias Ñuflo Chávez, Germán Busch, Chiquitos Ángel Sandoval y Andrés Ibáñez en Santa Cruz.

Ayoreo zamuco Se conserva

Chiquitano 44.000 Provincias Ñuflo Chávez, Velasco, Chiquitos, Ángel Sandoval y Germán Busch en Santa Cruz.

Bésero Se conserva

Guarasug’we 31 Cercanías del río Paraguá en Santa Cruz. Guarasu Casi desaparecida dada la situación de la etnia

Guarayo 7.200 Provincias Guarayos y Ñuflo de Chávez en Santa Cruz.

Guarayo Se conserva

REGIÓN DEL CHACO

Guaraní 32.217 Provincias Cordillera en Santa Cruz, Luis Calvo y Hernando Siles en Chuquisaca, y O´Connor y Gran Chaco en Tarija.

Guaraní Se conserva

Tapiete 120 Municipio de Villamontes en Tarija. Guaraní Se conserva

Weenhayek 3.104 Municipio de Villamontes en Tarija. Weenhayek Se conserva

(*) En el censo de 2001 todas las mujeres de las comunidades kallawaya se identificaron como quechuas, mientras que los varones lo

hicieron algunos como kallawaya y otros como quechua.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de Arnold y Villarroel, 2005 en base a INE, 2003; Galindo et al., 2009; Lema, 1998;

López, 2007; Molina et al., 2008; Montes de Oca, 1997; Peña y Boschetti, 2008; Riester, 1977.

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