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ODIN TEATRET NORDISK TEATERLABORATORIUM SæRKæRPARKEN 144 · POSTBOKS 1283 DK-7500 HOLSTEBRO · DENMARK TEL. +45 9742 4777 · FAX +45 9741 0482 [email protected] · www.odinteatret.dk HOLSTEBRO · JANUAR 2008 El libro de Ester odin teatret

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Page 1: ODIN TEATRET · El libro de la semilla es una larga carta para la niña que llevaba en su seno, una especie de diario en el cual los pensamientos gravitan alrededor de las expec-tativas

ODIN TE A TRETNOR DISK TE A TER LA BO RA TO RIUMSæRKæRpARKEN 144 · pOST BOKS 1283DK-7500 HOL STE BRO · DENMARKTEL. +45 9742 4777 · FAX +45 9741 [email protected] · www.odinteatret.dkHOLSTEBRO · jANUAR 2008

El libro de Ester

odin teatret

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El libro dE EstErDedicado a mi madre

con Iben Nagel Rasmussen

Elena Floris

Texto y dirección: Iben Nagel RasmussenArreglo musical: Anna Stigsgard y Uta Motz

Filmaciones: Halfdan Rasmussen y Jan RüszFoto: Jan Rüsz y Morten StrickerMontaje del film: Torgeir Wethal

Espacio escénico: Knud Erik KnudsenGráfica: Rina Skeel

Consejero de la dirección: Eugenio Barba

Cuando en el 2003 mi madre, de 85 años, se hundió en la demencia senil y fue recluida en un asilo de ancianos, decidí llevar a término el espectáculo

que había comenzado a esbozar: la historia de su vida.En el ambiente cerrado, atenuado y cómodo de un hospicio, madre e hija

dialogan. La acción física es mínima. Las palabras repetidas y los recuerdos obstinadamente evocados revelan los sueños, las conquistas y los naufragios

de la vida de Ester. Las canciones de una lejana juventud y las películas familiares vuelven a recorrer medio siglo de vicisitudes personales, entre los

sucesos históricos que sacudieron a su generación.La historia de mi madre es también una reflexión sobre el envejecer hoy en

Dinamarca, sobre la soledad y la separación. Nadie nace viejo.

He querido prolongar la voz de mi madre.

Soy el “Libro de Ester”

Odin Teatret: Eugenio Barba, Luciana Bazzo, Kai Bredholt, Roberta Carreri, Jan Ferslev, Adrian Jensen, Hanne Jensen, Donal Kitt, Soren Kjems, Tage Larsen, Else Marie Laukvik, Sigrid Post, Fausto Pro, Iben Nagel Rasmussen, Francesca Romana Rietti, Anne Savage,

Pushparajah Sinnathamby, Rina Skeel, Ulrik Skeel, Nando Taviani, Trine Schjaer Thomsen, Julia Varley, Torgeir Wethal, Frans Winther y Mogens Ogendahl.

Un agradecimiento a Klezmerduo y Claudio Coloberti.

Coproducción: Fundación Pontedera Teatro/Fundación Fabbrica Europay Nordisk Teaterlaboratorium

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Iben Nagel Rasmussen

los senderos ocultos de El libro de Ester

“Lo hemos hecho a propósito”, escribió mi madre en lo que ella misma llamó el Libro de la semilla. Lo que “habían hecho a propósito”, nueve meses antes del fin de la segunda guerra mundial, era yo. El libro de la semilla es una larga carta para la niña que llevaba en su seno, una especie de diario en el cual los pensamientos gravitan alrededor de las expec-tativas por la maternidad inminente, mientras la alegría y la esperanza chocan, literalmente, contra la guerra que está del otro lado de la puerta de la casa. En las fotografías y en los recortes de artículos que mi madre ha conser-vado, la guerra es omnipresente, con todo el horror de las cotidianas ejecuciones de partisanos. Hay imágenes de la gran huelga popular de Copenhague, y la descrip-ción del 5 de mayo de1945, cuando Dinamarca se liberó de los alemanes. Mi madre Ester era una escritora. Cuando me hice adulta le propuse pu-blicar El libro de la semilla. Rehusó. ¿Temía que la calidad literaria no estuviera a la altura, o no quería ser acuñada como una típica escritora “feminista”, concen-trada en pequeñas cosas? El libro de la semilla es un documento único: durante la guerra, una mujer encinta atiende un apartamentico de dos piezas en un quinto piso y le escribe al embrión de su vientre describiendo la vida de cada día, los sueños sobre el futuro, el terror de morir prematuramente. El tema y los materiales han esperado mucho tiempo. ¿Estaba segura de querer hacer un espectáculo sobre mi madre? ¿De querer zafar los hilos de su voz y los jirones de su historia de la oscuridad en que parecían haber estado sepultados? La pregunta, en realidad, no era si hacerlo, o por qué hacerlo, sino más bien: ¿cómo poner manos a la obra?

En ocasión de los treinta y cinco años del Odin Teatret, se realizó en Holstebro, en 1999, un simposio internacional con el título “El conocimiento tácito”. A mí se me pidió preparar una intervención sobre este tema: ¿qué significa “enseñar”, trasmitir las experiencias propias o asumir, sin saberlo, la responsabilidad de una influencia?

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Tony D’Urso

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En el 2001 participé en Las ciudades invisibles, un gran proyecto del Teatro Pot-lach en colaboración con el Odin Teatret, durante la “festuge” (semana de fiesta) de Holstebro. Las ciudades invisibles incluye decenas y decenas de mini-espec-táculos, escenas, sucesos, situaciones improvisadas y tableaux vivants que trans-forman radical y mágicamente un vecindario. Contiene de todo: un oso polar que pesca en una balsa sobre el río, niños que realizan ejercicios de ballet entre los coches de un garaje, o una plaza completa animada por bailes de sociedad en pare-jas. La tarea que me habían dado a mí consistía en estar sentada sobre un camión militar. Por qué motivo estaba allí arriba y por tanto cómo debía comportarme, era algo que debía decidir yo. Imaginé que era un fugitivo de guerra. Una mujer anciana que ha sido apresada dentro de un camión militar. ¿O se halla en un vehículo abandonado? Sobre el piso de la carga, que estaba cubierto, arreglé un “saloncito” sen-cillo: una lámpara, una butaca, una caja llena de objetos domésticos y alguna foto. Una de ellas, enmarcada, era una imagen de mi madre joven. La fugitiva leía en alta voz El libro de la semilla. Pensaba que un fugitivo pierde también identidad y raíces, aparte de la casa y la familia. Cuando la gente pasaba o se detenía frente al camión militar, intrigada por mi saloncito, interrumpía mi lectura: ¡mira! No soy sólo lo que ves. “Fugitivo” es solamente una palabra. Yo, en cambio, tengo un pasado, una casa y una familia. Para visualizar estas palabras no pronunciadas, entregaba a cada transeúnte una hoja de papel. De un lado estaba la foto de mi madre cuando joven, del otro la primera página del Libro de la semilla. ¿Estaba en camino de un nuevo espectáculo?

En 1949 mis padres se fueron, con mucho retraso, en su viaje de bodas. A París. Habían ahorrado por mucho tiempo. Ester había tomado cursos de francés, y París era la ciudad de las ciudades. Habrían compartido el viaje de su vida. Sin embargo, no fueron la Torre Eiffel, ni el Sena ni el Louvre las cosas que conquistaron el corazón de mi padre, sino una cámara de cine expuesta en una vidriera. Desde el primer día comenzó a posar su mirada sobre este prodigio con ojos de enamorado, y cuando también el segundo y el tercer día continuó como en-colado a la vidriera, mi madre no pudo menos que decir: “De acuerdo, cómprala”. Lo que sucedió al instante, con la consecuencia de que el regreso fue anticipado y mi madre no pudo practicar su francés. Mi padre se reveló como un excelente fotógrafo, con un instinto natural para la composición, el ritmo y el encuadre dramático. Adoraba a Eisenstein. Con-servo todavía sus películas. Quizás hubiera podido utilizarse algún fragmento para reportar en vida las imágenes de aquel período, para hacer revivir a la jovencísima Ester, para evocar las calles sin tráfico, y un campo en el cual todavía los caballos

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Intenté reconstruir públicamente una situación en la que, sin dar expli-caciones “pasaba” mi entrenamiento a Sandra Pasini, mi alumna de muchos años. La transmisión se desarrollaba en silencio, a través de la simple imitación – solo raramente aludía a algún punto de referencia o a algún principio. Presentamos toda la evolución del paso del entrenamiento, desde el inicio hasta la fase en que San-dra estaba ya en condiciones de inventar y desarrollar los propios ejercicios por sí misma y de descubrir diversas cualidades de energía. Mostramos el “cuerpo a cuerpo” entre maestro y alumno que yo misma había experimentado en los primeros años en el Odin Teatret y que todavía hoy practico en el entrenamiento vocal con los resonadores. Luego mostré algunas secuencias de mi entrenamiento, haciendo notar como en nuestro cuerpo se de-positan también, bajo la forma de conocimientos tácitos, ciertas experiencias de nuestra infancia. Recuerdo, por ejemplo, la moda de jugar con el aro del hoola hop en el patio de la escuela. No tocaba un aro desde entonces, pero bastó una media hora de ensayo y de pronto mi cuerpo recordó todas las variaciones: como hacer rotar el aro del hoola hop alrededor de la cintura o el cuello, cómo dejarlo resbalar a lo largo de un brazo, en movimientos rápidos, o hacerlo girar con las rodillas ¿Había otras formas ocultas -tácitas- en la memoria de mi cuerpo que podían haber influido en mi entrenamiento o en mi modo de actuar en escena? Había, por ejemplo, un ritmo especial, que regresaba siempre, tanto en el entre-namiento como en el modo arrítmico con que tocaba el tambor en las paradas o en los espectáculos de calle del Odin: stop, pausa, suspense. Quizás era sólo una fantasía, pero tenía la impresión de reconocer, en eso, el sonido y el ritmo de la máquina de escribir de mi madre: nos mecía, a mi hermano y a mí, mientras nos adormecíamos. Tenía la impresión de que ni siquiera las pausas de aquel sonido eran simples “agujeros vacíos”, sino que estaban, en cambio, saturadas de activi-dad mental, que conservaban la misma intensidad del ruido sordo y continuado de las teclas sobre el papel y sobre el rodillo. Le había pedido también a mi madre participar en la demostración. Ella vivía entonces en la parte del hospedaje del Odin Teatret que llamamos “Pavil-lon”. Al final de mi intervención, leyó la primera página de El libro de la semilla. Y de pronto se hizo evidente lo que se escondía detrás de los latidos y las pausas concentradas que había experimentado en mi infancia. Antes de iniciar la lectura, que se desarrolló sin el menor incidente, habían ajustado un micrófono a la blusa de mi madre. Cuando al final se levantó y se quitó, parándose, los espejuelos, se enredó con el cable del micrófono y lo hizo caer al piso. “¡No soy una actriz – reaccionó enseguida – soy sólo un viejo payaso!”… y los presentes estallaron en risas.

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mudas. La colaboración con Anna fue decisiva para el work in progress. Su pericia musical, su edad (podría ser mi hija), y sobre todo su experiencia de vida, tan dis-tinta a la mía, aportaron al espectáculo la frescura que buscaba. Disipé la tentación de replegarme en viejas escenas y personajes ya creados. Disipé también la idea de una expresión física vigorosa.

Antes de presentarlo en el Transit Festival, invitamos a Eugenio a ver nuestro mon-taje y a darnos una mano. Trabajó con nosotros sólo unos pocos días, pero acon-sejó cambios, propuso ideas, y – como ya tantas otras veces – gracias a simples soluciones las escenas conquistaron cohesión y coherencia. El libro de Ester ¿es un espectáculo o un cuento? ¿Su esencialidad y la renuncia a teatralizar, constituyen su fuerza o son el resultado del cansancio de una vieja actriz respecto a su propia profesión y a sí misma? ¿Qué importancia tienen preguntas como estas si la historia quiere, y puede, ser contada, y si alguien tiene el deseo de escucharla?

Iben Nagel RasmussenRyde, junio 2005

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eran legados al arado y a la trilladora. ¿Qué hilo podía inventar para enlazar las escenas del film? ¿Cómo juntar El libro de la semilla y la historia de mi madre? Y yo, como actriz, ¿qué hubiera podido hacer?

Lina Della Roca, del Teatro Ridotto de Boloña, me había oído hablar de este espec-táculo cuando era un simple esbozo. Durante una permanencia en el Odin Teatret había encontrado al fotógrafo Jan Rüsz, a quien yo había llamado para filmar a mi madre en el jardín del Pavillon, detrás del teatro, y había visto a Torgeir (Wethal) seleccionar y montar algunas secuencias de las películas de mi padre. Me propuso presentar mi esbozo, como un work in progress en el Teatro Ridotto. Tenía poco tiempo. ¿Qué hacer? Podía mezclar las viejas imágenes en blanco y negro de mi padre con aquellas nuevas, en colores, de mi madre anciana. Podía leer algo de El libro de la semilla. Podía contar hechos de entonces, anéc-dotas de familia, episodios de varios tipos. Y como actriz, ¿qué hacer? Ah, sí. Escenas de los viejos espectáculos del Odin Teatret, personajes ya existentes: por ejemplo, el Trickster de Talabot, con sus hilos rojos y con su hijo de arena, que había ya utilizado en otras varias ocasiones. Les añadí también la escena de Mythos en la que Medea estrangula a sus propios hijos. Y presenté este primer bosquejo en Boloña, en el 2003. Reflexionando sobre esto más tarde me di cuenta, sin embargo, de que la estructura recordaba un poco demasiado a Itsi Bitsi. Aquel espectáculo se basaba también en una biografía, con textos personales, recuerdos, secuencias y person-ajes de espectáculos anteriores. Comenzaba a aburrirme esta actriz que siempre repetía hasta el infinito las mismas escenas. ¿Qué cosa nueva podía hacer? Julia (Varley) me pidió presentar los materiales de Boloña durante el Transit Fes-tival de enero de 2004, en Holstebro. Consentí, todavía sin saber qué cosa habría presentado. Faltaban los diálogos, se nesecitaba un texto más voluminoso. Mien-tras tanto, mi madre estaba internada en un asilo de ancianos en estado de demen-cia senil avanzada. Nuestras conversaciones eran conmovedoras, grotescas y tragicómicas a la vez, con ella que insistía en querer dejar el hospicio para venir a vivir a mi casa, quizás en un trailer en el jardín. Hilvané un diálogo partiendo de estas conversa-ciones, elegí fragmentos de El libro de la semilla y le agregué algún recuerdo de infancia. El primer esbozo de montaje textual estaba listo. No me pasó siquiera por la cabeza hacer un espectáculo sola. Yo y los ma-teriales que había recolectado necesitábamos de un partner que nos aportase algo imprevisto. Le pedí a Anna Stigsgaard - asistente de dirección de El sueño de An-dersen y una experta violinista- tocar el violín durante la proyección de los filmes, un acompañamiento que siguiese el ritmo, como sucedía en las viejas películas

Morten Stricker

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El libro dE EstEr

Iben entra, se sienta a una mesa sobre la que hay una maquina de escribir. Es-cribe… Se detiene, mira a los espectadores.

IBEN: ¿De dónde viene mi madre? ¿De donde viene tu madre?

IBEN: (con la voz de ESTER): Esta es mi máquina de escribir. Una Erika. Me la regaló mi padre. La compró a plazos. Seis cuotas, cincuenta coronas cada una. Era tanto dinero entonces… en 1937.

Sí... he escrito por años. Cuentos, novelas, radionovelas.

Arranca una hoja del calendario.

ESTER: El humo es fascinante, ¿No?

Prende fuego a la hoja como si fuera un cigarrillo.

ESTER: Primer día.

Entra Elena, (como Iben).

ESTER: ¿Qué lugar es este?ELENA: (como Iben): Es una casa de reposo, mamá. ESTER: En fin, un asilo para viejos. Entonces es aquí donde uno se tiene que quedar hasta la muerte. ELENA: Pero mamá, es un apartamentito tan agradable.ESTER: Hmmm… la antecámara de la muerte.ELENA: Mira, hay cortinitas doradas y una butaca nuevísima. Hemos puesto la mesa frente a la ventana para que puedas ver los árboles. No son bellos bajo esta la luz de otoño.ESTER: Esta lleno de fango.

ELENA: Sí… pero en primavera se plantarán hierba y flores.ESTER: Hmmm…Flores. Hierba.

Ester arranca una hoja del calendario.

ESTER: Segundo día. ¿No hay un cuartito en tu casa con un poco de espacio para mí? Podría vivir también en un trailer, en el jardín. ¡No los molestaré! ELENA: Sí, mamá. Pero ahora vives aquí. Y yo estoy casi siempre de gira con el teatro. No estamos casi nunca aquí. No habría nadie cerca tuyo. ESTER: Tampoco aquí hay nadie.ELENA: Pero sí que hay. Las enfermeras son muy amables. ESTER: Sí, pero no hay nadie que me conozca.ELENA: Mamá, ya te lo dije, casi todos los que conocías están muertos.ESTER: Podría tener un perro.ELENA: ¿Y cómo vas a ocuparte de él?ESTER: Un perro de guardia. Estaría frente al trailer.ELENA: Hace frío en un trailer, en invierno.ESTER: Se podría poner una estufa.ELENA: Haría frío igual, y después, ¿cómo harías con tus somníferos, quién te los iba a recordar? Sabes bien que no puedes dormir sin tus píldoras. ESTER: Oye… ¿no hay un cuartico, en tu casa, donde pudiera estar? O mudarme para un trailer. No voy a molestar. ELENA: Sí, mamá. Vamos a encontrar una solución este verano, cuando haga un poco más de calor.

Primera filmación. Imágenes de un encuentro de escritores.

ESTER: Encontré a Halfdan por primera vez en Copenhague, en el Club de los Jóvenes Artistas. Nos casamos tres años después, el 9 de abril de 1943, el aniversario del día de la invasión alemana, tres años antes.

Imágenes de un refugio antiaéreo en Radhuspladsen, en Copenhague.

ESTER: Eran tiempos locos para hacer hijos, sin duda. Pero también tiempos que apelaban al deseo de vivir. Mientras más muerte, miseria y locura veíamos, más vida, salud y normalidad anhelábamos. Amábamos la vida y la deseábamos con una intensidad hambrienta. No sabíamos si un día nos iba a alcanzar una bala en la garganta, si el plomo estaba ya fundido

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y estaba pasando de mano en mano para poner fin a nuestra vida. Nos habíamos vuelto optimistas adoradores del sol porque el cielo estaba muy bajo y cargado de nubes.

Imágenes de Ester encinta.

ESTER: Lo habíamos hecho a propósito, porque teníamos ganas, porque sentía-mos la urgencia, y cuando nos salió bien después de haber fracasado un par de veces, ¡parecía increíble! Era tan cómica y sorprendente la idea de andar por ahí con el germen de un ser humano dentro de sí, un niño que un día crecerá, se volverá independiente, y dirá “mis viejos” al hablar de Halfdan y de mí.

Iben y Elena cantan:

Oscuridad en torno. El miedo a morir. Una noche se volvió caricia: una semillita, el devenir.

El mundo estaba allá afuera. Noche. Alguien gritó.Óvulos y esperma juntos: una semillita surgió.

Semillita, sangre de nuestra sangre, ser viviente,has acogido los sueños de tantas horas, Ciegamente.

Quieta como un susurro te vas volviendo grandePrimero una semillita en el regazo de tu madre

Luego el cordón de tu madre partirásSemillita, ¿Niña o varón serás?

¿Ojos azules u oscuros tendrás?Será el mismo el cielo el que verás.

Si el mundo entero se ahoga bajo un estrecho corsé de tiras Tú llevarás la libertad cuando respiras

Si esclavitud te presentan, la muerte es mejorNadie puede encadenar la vida, mi semilla, nigún opresor

ELENA: ¿Mamá?

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ESTER: ¿Sí?ELENA: Léeme algo.ESTER: ¿Qué quieres que te lea?ELENA: El libro de la semilla. Léeme algo de El libro de la semilla. ESTER: El libro de la semilla. El diario que escribí para ti cuando todavía no habías nacido. Déjame ver…

20 de febrero de 1945. Cuarto año de guerra. “El mundo, en estos tiempos, es en verdad una locura. Cuando regresemos a la ciudad, probablemente no habrá ni luz ni gas. Ya casi no hay carbón en todo el reino de Dinamarca. Hay pocos trenes, la luz y el gas están racionados, faltan las papas, no hay nada, aparte de incertidumbre y disparos.

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y someter a juicio. Habrá pena de muerte para aquellos sinvergüenzas que a cambio de dinero u otras ventajas han denunciado a hombres y mujeres a los nazis, condenándolos a los campos de concentración, a la tortura, al hambre y a tratamientos inhumanos…

Paz. Semillita, ¿te das cuenta de lo que significa esta palabrita? No tener más miedo de las racias, nunca más tener que cerrar la boca acerca de lo que piensas y sientes, no estar preocupado por la suerte de los amigos y compañeros presos por la Gestapo y deportados al sur. Oh, sí, mi semi- llita, paz es una buena palabrita, y si alguien trata de decirte que la guerra tiene algún valor, que es algo grande y heroico, romántico y ex-citante; te está mintiendo como nadie te ha mentido nunca.

Secuencia de imágenes de un hombre que toca un acordeón en una calle con una hoguera… los últimos días de guerra.

IBEN: Mi madre pertenecía a una generación de mujeres encerradas en su pa-pel de madre de familia. En Dinamarca, durante la ocupación alemana, hombres y mujeres combatieron juntos contra los nazis, en pequeños grupos clandestinos. “Sin embargo –decía mi madre-, ¿qué sucedió después? Hemos vuelto a servir el té a los hombres que discutían el destino del mundo, a remendar, a cocinar, a criar a los niños. Éramos libres sólo después de las ocho de la noche.”

Sólo de noche mi madre podía sentarse a escribir; y después que no-sotros, sus hijos, nos fuimos de casa, la vi volverse dura y amarga. Después de tantos años de paciencia y gentileza, saltó hacia fuera de repente la rabia, escondida y reprimida. Por demasiado tiempo no había podido realizar lo que quería. Cuando vi a mi madre tan cambiada, no la reconocí, y me dio miedo. Cuando descubrí en mí la misma tenden-cia, dije: no. Aunque se haga daño, aunque se pueda herir a los demás, prefiero vivir el dolor en su momento. No quiero que se acumule en un rincón y me espere al final de la vida.

ESTER: Tercer día. Dime, ¿vives cerca de aquí?ELENA: Sí mamá, muy cerca.ESTER: ¡Qué bueno que hayas encontrado tu lugar!ELENA: Sí, es una suerte.

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1ro de marzo de 1945.

He aquí una florecita, una campanilla de invierno, para indicarnos que la primavera está por llegar. Estará un poco marchita antes de que tú puedas apreciar las campanillas, semillita mía. Pero pienso que debe estar en el libro, como un minúsculo símbolo de optimismo. Veremos si por una vez el optimismo será recompensado.

Canción:ELENA (en danés).Nos atan boca y manosPero no pueden atar nuestro espírituNadie es prisionero si el pensamiento es libre,

En nosotros hay una fortalezaY su valor se refuerza Si luchamos por lo que queremos.

ESTER: 23 de marzo de 1945. Halfdan ha ido temprano a la ciudad para participar en una asamblea de

la Asociación de Escritores… Justo ahora he sabido que la situación es aterradora, con disparos por

todas partes, sin que nadie entienda quién le está disparando a quién. Ayer hubo un ataque aéreo de los aliados. El edificio de la Shell, la

casa de los ingenieros, el Instituto Tecnológico y otros edificios han sido alcanzados y destruidos. Cuando Halfdan va a la ciudad, y se acerca la noche, y sé que el tren ha llegado, no puedo quedarme tranquila hasta que no siento en el jardín su señal: “¡Cu-cu! ¡Cu-cu!” Entonces todo vuelve a ser seguro y familiar.

Imágenes de Berlín caída.

ESTER: 5 de mayo de 1945. Sí, al fin se ha terminado con la estirpe de los señores. Es una alegría sin fin, y en las calles los miembros de la Resistencia

aparecen en todo tipo de vehículos extraños, con cascos de acero y una banda en el brazo, a la caza de colaboracionistas que se deben arrestar

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del jardín, conversando con la abuela. La gran peonia, contaban, había florecido, y brillaba en la oscuridad con rojos pétalos perlados de rocío.

Era la imagen exacta de mi madre en aquellos años: una flor abierta en todo su vigor sobre un fondo negro.

No, no lo recuerda más. Ha olvidado también la casita del techo de paja en Ølstykke. “Vivíamos de la fertilidad de la tierra”, proclamaba, mien-tras trabajaba en la cocina fría, con un gorro de esquí con cubre orejas (sufría de otitis). A Gaspar, el gato siamés que le había regalado a papá para su cumpleaños, le encantaba subírsele al hombro o en el gorro, cuando ella, inclinada sobre la gran cocina de leña, hacía mezclas en ol-las y cazuelas, y colocaba los anillos de hierro sobre el fuego. Amasaba el pan, preparaba conservas, encurtidos y mermeladas y los pasaba a vasos y recipientes que alineaba en estantes sin fin.

Ølstykke, el campo, para nosotros los niños era el África. Grandes insec-tos volaban en la noche, enormes pájaros batían ruidosamente las alas sobre nosotros, mientras íbamos a la granja vecina a comprar la leche. Había serpientes, y ciruelas y avellanas… y zanahorias. Que no crecían, como pensábamos, sobre los árboles, sino que papá extraía de la tierra. Y luego… hongos, enormes bolas blancas que un día tío Jørgen encontró en un campo. “Miren, niños – se puso a gritar- encontré un montón de huevos de vaca”. Nosotros bajamos corriendo por la huella dando alari-dos: “¡Mamá, mamá, tío Jørgen encontró huevos de vaca!”

Pero fue en Saunte que ella encontró su casa, el lugar de su familia. El único lugar que recordaba y llamaba casa, aunque la había dejado, tras el divorcio, más de treinta años atrás.

Fin del segundo film. Ester arranca una hoja el calendario y la quema.

ESTER: Quinto día. Mi libreta de banco desapareció. Alguien la debe haber tomado.ELENA: Mamá, no creo. Una de las mujeres la habrá puesto en la caja fuerte. Estoy segura que fue así.ESTER: Me gustaría saber cuánto dinero tengo. Podríamos comprarnos una casa donde vivir todos juntos.ELENA: Sí, verdad. Pero no creo poder mudarme ahora mismo, mamá. Tenemos ya una casa.ESTER: ¿Y los libros? ¿No quieres algunos? Los de Troels Lund son muy

buenos. ¿Los quieres? Y la cómoda con las gavetas. Mira, está com-pletamente vacía.

ELENA: Gracias, pero no ahora. Podrías necesitar los libros y la cómoda.

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ESTER: Me preguntaba si podía mudarme contigo… o simplemente poner un trailer en el jardín…

ELENA: Pero mamá… ¿quién iba a cuidar de ti? Yo estoy fuera la mitad del año.

ESTER: Podría tener un perro. ELENA: ¿Y qué harías con las píldoras? ¿Quién te las daría?ESTER: ¡Ah! Me las arreglaría. ¿No crees que hay un cuartito en tu casa? No

molestaré.ELENA: Sí, mamá. Este verano, cuando haga un poco más de calor.

ESTER: Cuarto día. Lo sabes, tengo este viejo sueño: un viaje a pie desde el norte de Di-

namarca hasta la frontera con Alemania y luego atravesarla de costa a costa. Me llevaría la máquina de escribir.

ELENA: Pero mamá… ¿de verdad piensas poder caminar tanto? Es un viaje lar-guísimo.

ESTER: Puede ser… no quiero hacerlo ahora mismo, vamos a ver como se ponen las cosas. De cualquier modo, si tú tuvieras sitio en tu casa…

Comienza el segundo film

IBEN: Vesterbro, el barrio obrero de Copenhague; Virum, en los suburbios de la ciudad; Ølstykke en el campo cercano: lugares donde hemos vivido pero que ya no recuerda.

El violín acompaña las secuencias del film.

IBEN: La oscuridad estaba viva. En las tardías horas de la noche, mi hermano y yo podíamos oírlos hablar

bajito o escribir. El sonido de la máquina de escribir – el golpe de las teclas sobre el papel

y el rodillo- era nuestro arrorró. Con sus pausas –cargadas de pensamiento- entre palabras y frases,

creaba un ritmo calmo, tranquilizador: la voz confidente de la noche. Pocas veces salían juntos, pero una tarde fueron a una fiesta de carnaval

al Club de Jóvenes Artistas. Se quedó cuidándonos la abuela. Estábamos en la cama cuando vinieron a enseñarnos sus trajes hechos en casa. Mamá se había disfrazado de cuervo, con una crujiente falda de tafetán y grandes alas negras. Papá de duende, con una luz en el alto sombrero de punta. Estaban fantásticos… Regresaron de noche a través del sendero

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Ester arranca las hojas del calendario y las quema.

ESTER: Séptimo, octavo, noveno, décimo día. Días, días, días. Mi cabeza. Siento que me vuelvo tonta. Ya no logro comprender a qué

lugar pertenezco.ELENA: Porque tú no perteneces a ningún lugar, mamá. Eres una vieja gitana. Has vivido en tantos lugares… hasta en el trailer de Tom. ESTER: ¿Tom? ¿Mi hijo? Cuando viaje de vuelta… cuando desaparezca…

quédate con la cómoda. Está completamente vacía… Y los libros… No olvides los libros.

Tercera filmación. Arrorró.

IBEN:Te llamo, amor

Y mira… mis manos pasanComo sombras sobre tu seno blanco

Y entre tus cabellos negros.

Tendido sobre las cándidas rodillas de la vidaBusco tu boca

Debajo de mí irrumpe la luz De la aureola de tus ojos

Me arrodillo en la hierba de la nocheY vivo este instante

Te llamo, amorY te encadeno a una semilla.

El frío vaga ciego esta nocheMañana comenzará el deshielo

La semilla creceráY el árbol morirá

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ESTER: No puedo llevarme tantas cosas cuando regrese.ELENA: ¿Regresar?ESTER: Sí, a Selandia… ¿cómo es que se llama ese lugar?ELENA: ¿Saunte?ESTER: Eso mismo. A Saunte.

ESTER: Sexto día. No te tomes tanto trabajo. Los cuadros… las fotos. Deja de clavar clavos

en la pared… Dentro de poco regreso a Selandia.ELENA: Pero mamá, tú allí no conoces a nadie.ESTER: Tampoco aquí conozco a nadie.ELENA: Me conoces a mí.ESTER: Sí, verdad. Mi libreta de banco se ha perdido. No está en la bolsa. Creo que me la

han robado.ELENA: No, no creo. Averiguaré.ESTER: Te adaptaste bien aquí.ELENA: Sí, mamá, estoy bien.ESTER: Qué bueno que tú hayas encontrado “tu” lugar…

Canción (en danés)

La vida es un momentoBueno y maloSi crees o esperasTe desilusionas.

Ahora te he dejadoAunque te quieroPor eso te digo:Si tú olvidas, yo recuerdo cada palabra

Recuerdas las alegrías que descubrimos juntosY los pensamientos que nos unían

He contado cada hora.Si tú olvidas, yo lo recuerdo todo.

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Las manecillas de la vida giranNos encontramos y nos separamosPrimero un dulce y placentero juegoY luego cada cual por su camino.

Todo se ha hundido, pero no le hace.Tengo el derecho de recordar los recuerdosTú nunca podrás quitármelos.

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Eugenio Barba

El regalo de Ester

Querida Iben,

cuando tu madre vino a vivir en el Odin, en el “pavillon” del teatro, a veces nos en-contrábamos en los pasillos. Por el modo en que me saludaba podía medir el estado de mi temperatura. Se daba cuenta enseguida, a primera vista, de las condiciones de mi humor. En los últimos años dejó de reconocerme si me volvía a ver después de una larga ausencia. También mi madre a veces no me reconoce más. La vejez las aleja. Pero en el dolor por la inevitable separación brilla una chispa de luz: las vemos como si estuvieran sin nosotros, antes que nosotros, sin ser todavía madres. Como si fueran las niñas que no hemos conocido, antes que de nuestra semilla no sólo se nutriera el retoño, sino la idea. Vuelven a estar solas, ellas cuyas vidas han estado por mucho tiempo ocupadas de nuestra existencia. Y nos dejan solos, incluso teniendo nosotros una edad avanzada. De esta distorsión natural tú has hecho un espectáculo humilde y alegre, sin senti-mentalismos y sin cinismos. Te estoy agradecido. Por eso he aceptado, por primera vez, no ser tu director. Lo he llamado “espectáculo”. Tú y yo sabemos que es otra cosa. Pero es justo callarla, nutriéndola cada cual con sus palabras. No todo se puede intercambiar.Fue justo que Ester viniera a vivir al Odin Teatret. Tú eres un regalo suyo. De lo poco que tú y ella me contaron a veces, he entendido que fue Ester la que te incitó a entrar en contacto con nosotros, hace muchos años, cuando tú eras poco más que una adolescente, al borde de la nausea ante a la vida. Tu madre no abrigaba ninguna pasión por el teatro, amaba la escritura. Supo captar en ti la chispa de un interés del que quería que tú aceptaras el reto. Has sido una actriz difícil. Yo, que no he tenido hijas, sólo puedo imaginar qué hija difícil y angustiosa habrás podido ser.En los últimos años, Ester se había puesto delgadísima. Parecía que la vida la había descarnado. Ahora me pregunto por qué tú y yo no pensamos nunca en darle las gracias juntos. Puedo muy bien imaginarme la escena: un brindis, tres vasos y la flecha infalible de su ironía.

Holstebro, 1º de marzo de 2006

Traducción del italiano: Freddy Artiles

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Tony D’Urso

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