olivier clerc

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OLIVIER CLERC LA RANA QUE NO SABÍA QUE ESTABA HERVIDA...' yotMA ¿ectóoneé de, vida Título original: La grenouille qui ne savaitpas qu'elle était cuite et autres lecons de vie Diseño de cubierta: © OPALWORKS Imagen de cubierta: AGE FOTOSTOCK Queda terminantemente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. ) Editions Lattés, 2005 i de la traducción: J. A. BRAVO I MAEVA EDICIONES, 2007 Benito Castro, 6 28028 MADRID [email protected] www.maeva.es ISBN-10: 84-96231-99-2 ISBN-13: 978-84-96231-99-3 Depósito legal: M-643-2007 Fotomecánica: G-4, S. A. Impresión y encuademación: Huertas, S. A. Impreso en España / Printed in Spain OLIVIER CLERC LA RANA QUE NO SABÍA QUE ESTABA HERVIDA... Y otiuaA ¿ectio/m de vida Traducción: J. A. BRAVO MAEVA

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Page 1: Olivier Clerc

OLIVIER CLERC

LA RANA QUENO SABÍAQUE ESTABAHERVIDA...'yotMA ¿ectóoneéde, vidaTítulo original:La grenouille qui ne savaitpas qu'elle était cuite et autres lecons de vieDiseño de cubierta:© OPALWORKSImagen de cubierta:AGE FOTOSTOCKQueda terminantemente prohibida, sin la autorización escrita de los titularesdel «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducciónparcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidosla reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares deella mediante alquiler o préstamo públicos.) Editions Lattés, 2005i de la traducción: J. A. BRAVOI MAEVA EDICIONES, 2007Benito Castro, 628028 [email protected]: 84-96231-99-2ISBN-13: 978-84-96231-99-3Depósito legal: M-643-2007Fotomecánica: G-4, S. A.Impresión y encuademación: Huertas, S. A.Impreso en España / Printed in Spain

OLIVIER CLERCLA RANA QUE NO SABÍAQUE ESTABA HERVIDA...Y otiuaA ¿ectio/m de vidaTraducción:J. A. BRAVO

MAEVA

mDndlceIntroducción 71. La rana en una cazuela con agua:

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¿estamos ya medio hervidos? 132. El bambú chino, o la preparaciónen la oscuridad 413. La cera y el agua caliente:el poder de la primera impresión 654. La mariposa y el capullo:la ayuda que debilita y la dificultadque vigoriza 915. El campo magnético y las limaduras:modificar lo visible actuando sobrelo invisible 1156. El huevo, el pollo... y la tortilla:de la cascara al esqueleto 1497. La víbora de Quinton:medio exterior y fuerza interior 165Conclusión: ¿hervidos... o no? 193Notas 199«agí 5

Dv\Wo¿ucc\óv\J. odo es lenguaje, todo nos habla: los fenómenosnaturales, los experimentos de la Física,los comportamientos de los animales, etc. Loscientíficos, basándose en la observación delos hechos, extraen de ellos leyes. Los poetas, losfilósofos y los sabios, por su parte, observanlas correspondencias y las analogías entre fenómenosdiferentes, y las formulan en lenguajesimbólico, dándoles forma de metáforas y parábolasricas en enseñanzas. Ellas ponen demanifiesto la unidad subyacente de fenómenosque no parecen relacionados entre sí, pero regidosen realidad por los mismos principios.Como ha dicho O. M. Aivanhov:«ser 7

«El lenguaje de los símbolos, que es el lenguajeuniversal, representa la quintaesencia dela sabiduría. [...] Los símbolos son como semillasque se plantan; de este modo, uno trabajacon una decena de símbolos, y posee todas lasciencias. [...] Es importante profundizar en ellenguaje de los símbolos, porque al resaltar losvínculos, las correspondencias entre las cosas,nos descubre la unidad profunda de la vida.»1

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«La unidad profunda de la vida.» En eso consistetodo. Las metáforas y las alegorías subrayanque las mismas fuerzas, los mismos procesos,las mismas leyes actúan a todos losniveles: en nosotros y alrededor de nosotros, enel macrocosmos y el microcosmos, en todaspartes. El conocimiento que nos proporcionanno es analítico, sino sinérgico: pone en relación,reúne, revela vínculos.Otra ventaja de las metáforas, sobre todocuando derivan de la naturaleza, es que trasciendensiglos y milenios. Lo demuestran lasparábolas utilizadas por Jesús, que todavía noshablan como si fuesen de hoy mismo. Y lomismo los símbolos y las imágenes que se puedenencontrar en los Upanishad o en la tradi-8 **?

ción tolteca, por ejemplo. En comparación,¿han intentado ustedes leer un tratado científicodel siglo xx (sin necesidad de retroceder asiglos más remotos)?El saber envejece, el conocimiento no. Unsigno sufre el desgaste del tiempo, no así un símbolo.El fruto se corrompe, la semilla se conservadurante siglos. Porque al símbolo, a la imagen, losvivifica nuestra propia vivencia, nuestra experiencia,nuestro imaginario. De ahí la etimologíade la palabra «conocer», cognoscere, «saber con».El lenguaje simbólico es el verdadero portador deconocimiento. Nuestra participación es necesariapara que cobre vida.Los aficionados a la etimología no dejaránde advertir que la palabra «símbolo» tiene unsignificado contrario a la palabra «diablo». Symbolleinen griego significaba literalmente «echarjunto», con el sentido de reunir o asociar, mientrasque diabollein significaba separar, dividir.El diablo, pudiéramos decir, es el espíritu de ladivisión, de la discordia, más exactamente queun personaje con cuernos, pezuñas, rabo y lapiel roja. En una época dominada por el espírituanalítico, que favorece el individualismo asas? c>

ultranza, la fragmentación social, la reducción

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del mundo a cifras, a estadísticas y a datos sinvida, los símbolos nos permiten volver a introduciren nuestra vida la poesía, lo imaginario ylos vínculos, a fin de conferir un sentido almundo.Las siete metáforas y alegorías que he elegidopara este libro tratan de la conciencia, delcambio, de la evolución, y se inspiran por logeneral en fenómenos de la naturaleza o enexperimentos de Física. Como no podía ser deotra manera, sus mensajes se solapan, se complementan,se enriquecen mutuamente. En lavisión unitaria, que es la de los símbolos, nadaexiste completamente aislado de lo demás.Cada metáfora se presta, desde luego, avarias interpretaciones, a varias lecturas queno son mutuamente excluyentes, tal como elsímbolo del círculo con un punto central, porejemplo, puede representar tanto el sol, como elhombre, como en ocasiones el universo entero.Mientras lean este libro, ciertamente irán descubriendoen las alegorías ofrecidas otros significadosademás de los propuestos por el autor.10 ^Mejor así. Porque la intención es, precisamente,que cobren vida en los lectores y que éstos selas apropien. Que se empapen de la vida y delimaginario de ustedes, para poder así continuaralimentándoles, instruyéndoles, siéndolesútiles, tal como lo han sido y lo siguen siendopara mí.Sólo me queda desearles «¡buen viaje al Paísde las Alegorías!».OLIVIER CLERC«er 11

- 1 -La rana en una cazuelacon agua\ ¿estamos yamedio kervidos?Imaginen una cazuela llena de agua, en cuyo

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interior nada tranquilamente una rana. Seestá calentando la cazuela a fuego lento. Alcabo de un rato el agua está tibia. A la rana,esto le parece bastante agradable, y siguenadando.La temperatura empieza a subir. Ahora elagua está caliente. Un poco más de lo quesuele gustarle a la rana. Pero ella no seinquieta, y además el calor siempre le producealgo de fatiga y somnolencia.Ahora el agua está caliente de verdad. A larana empieza a parecerle desagradable. Lomalo es que se encuentra sin fuerzas, así quem^r 15

se limita a aguantar, a tratar de adaptarse y nohace nada más.Así, la temperatura del agua siguesubiendo poco a poco, nunca de una maneraacelerada, hasta el momento en que la ranaacabe hervida y muera sin haber realizado elmenor esfuerzo por salir de la cazuela.Si la hubiéramos sumergido de golpe enuna cazuela con el agua a 50 grados, de unasola zancada ella se habría puesto a salvo, saltandofuera del recipiente2.H/s un experimento rico en enseñanzas. Nosdemuestra que un deterioro, si es muy lento,pasa inadvertido y la mayoría de las veces nosuscita reacción, ni oposición, ni rebeldía pornuestra parte. ¿No es precisamente lo que hoyse observa en muchos ámbitos?La salud, por ejemplo, llega a deteriorarsede una manera lenta, pero segura. Muchasveces la enfermedad es consecuencia de unaalimentación desvitalizada, industrializada,cargada de grasas y tóxicos. Lo cual se une a la16 ^falta de ejercicio, al estrés y a una gestión desacertadade las emociones y de las relacionesvitales. Algunas enfermedades tardan así diez,veinte o treinta años en manifestarse. Lo quenuestro organismo resiste hasta llegar a lasaturación de toxinas, de tensiones, de bloqueos,

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de cosas que nos guardamos sin decirlasjamás, de anhelos reprimidos. Los pequeñosmalestares, sin darnos cuenta, van ejerciendosu efecto acumulativo, lo que, unido a la pérdidade sensibilidad y de vitalidad, determinaque no reaccionemos frente a ese debilitamientoinadvertido de nuestra salud. Hastaque aparecen patologías más profundas, másseveras y, sobre todo, más difíciles de tratar.Muchas parejas viven también una degradaciónprogresiva, pero de otro género. ¿Quiénpodría decir «esta pareja empezó a funcionarmal a partir del 23 de noviembre a las 15horas...»? No. La descomposición de unas relacionesque no se cultivan, ocurre lentamente.Los silencios, las incomprensiones, los rencoresse acumulan, sin recibir tratamiento, sin habersido comentados con franqueza para ponernosjuntos a buscar soluciones. Como un jardín«se* 17

desatendido en el que hacen su aparición lasmalas hierbas, en el que va cundiendo gradualmentela anarquía, la pareja que descuida surelación no se da cuenta de cómo ésta empiezaa declinar de modo imperceptible, pero constante,hasta el momento en que la situación sehace insoportable. De ahí los elevados índicesde divorcios que ofrece la sociedad moderna(por no hablar de las separaciones informales,que no figuran en las estadísticas).En el ámbito agrícola y medioambiental, laalegoría de la rana hervida nos habla de la intoxicaciónprogresiva de las tierras, del aire y delagua, muchísimo más insidiosa y peligrosa quelas grandes catástrofes de que se hacen eco losmedios de comunicación. Saturados de productosquímicos (abonos artificiales, pesticidas),los suelos pierden su masa mineral imperceptiblemente,año tras año. A medida que pasa eltiempo, se necesitan cada vez más estímulospara que la tierra siga produciendo. A estepaso, llegaremos a tener que aportarle más delo que produce en forma de cosechas. Igualmente,

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y además de las grandes contaminacionesque figuran como titulares de prensa, como18 ^la del Prestige, son mucho más de temer losvertidos cotidianos, las contaminaciones crónicasde que son víctimas los mares y los océanos.Porque su peligrosidad es mayor, tanto porel volumen acumulado como por su efecto gradual,lento, poco visible pero muy temible. Yque no ha provocado, de momento, ningún«brinco de la rana» que la saque (es decir, quenos saque a nosotros) de esas aguas nauseabundas.En el aspecto social, se observa una decadenciaconstante, incesante, de la moral y de laética. Año tras año prosigue esa degradación,aunque con lentitud suficiente para que pocosde nosotros nos inquietemos. Como en elsupuesto de la rana bruscamente sumergida enun agua a 50 grados de temperatura, bastaríatomar a un ciudadano medio de los añosochenta, por ejemplo, y sentarlo frente a untelevisor actual, o invitarle a leer los periódicosde nuestros días. Indudablemente, seríamostestigos de una reacción de asombro y de incredulidad.A esa persona le costaría creer que sehayan llegado a publicar unos artículos tanmediocres en el fondo y tan irrespetuosos en«SBf 19

las formas como los que hoy leemos con frecuencia,ni que pasen por la pantalla unas emisionestan descerebradas como las que se nosproponen todos los días. La creciente invasiónde la vulgaridad y la grosería, la desapariciónde los criterios de referencia y de la moral, elrelativismo ético, se han impuesto entre nosotrostan insidiosamente que pocos han reparadoen ello ni lo han denunciado. De talmanera que, si pudiéramos trasladarnos al año2025 para observar lo que ha sido de nuestromundo si se prolongan las tendencias actuales,probablemente nosotros también quedaríamosestupefactos. Tanto más, por cuanto pareceque el fenómeno se acelera (y lo que hace posible

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esa aceleración es la velocidad a la cual,bombardeados por las nuevas informaciones,desaparecen para nosotros todos los marcos dereferencia estables). Observemos de paso launanimidad del cine de ciencia-ficción, en elsentido de presentarnos unos futuros universos«hipertecnológicos» de lo más sombríos.Podría seguir exponiendo otros ejemplos delmismo fenómeno tomados de la política o de la20 *•*enseñanza, pongamos por caso. Pero el principiomismo es bastante patente, y cualquierapuede observar sus múltiples manifestaciones.Dicho esto, quede claro, sin embargo, que siinsisto en este proceso de decadencia no espara jugar al catastrofismo, ni para idealizar unpasado ya lejano en el que hubiésemos tenidomás salud, más armonía en las familias y unamoralidad ampliamente respetada. Eso seríamitificar ese pasado, obviamente. Lo que tratode subrayar con estas afirmaciones es quecuando una situación es la resultante de unaevolución que ha ido desarrollándose en unplazo muy largo, las soluciones de urgencia quetratamos de imponer suelen ser inadecuadas,por lo general, si es que a la larga no contribuyena empeorar esa situación en vez de ponerleremedio. Por tanto, no se trata de volver atrás,a un pasado supuestamente ideal, sino de distinguir,entre las tentativas de corregir el presente,las que no son más que autoengaño ypalos de ciego.Por ejemplo, en lo tocante a la salud,cuando nos negamos a tomar en cuenta esadegradación lenta nos infligimos un consumo*e<r 2 1

cada vez más grande de medicamentos y cuidadosde todos los géneros. El descomunal «costede la atención sanitaria» (aunque si fuéramosrealistas, diríamos que se trata de los «costes dela enfermedad»), lejos de ser la característica deuna sociedad saludable y que progresa, es elsíntoma de una política sanitaria que desconoce

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las causas profundas de la enfermedad yque, al no aportar más que soluciones rápidas,sintomáticas y superficiales, a largo plazo contribuyetanto a eternizar como a complicar laspatologías. Únicamente una política preventivay de educación sanitaria a largo plazo nos permitiríaempezar a contrarrestar establemente laderiva del sistema hacia la hiper-medicalización,teniendo en cuenta que debería transcurrirpor lo menos una generación antes de queempezasen a observarse los primeros resultadospositivos.De manera similar, en el terreno social, elcrecimiento de la violencia y de la delincuencia,estrechamente ligado a la pérdida de valoresque recordábamos en las líneas anteriores, nopodrá frenarse con la mera multiplicación delos medios represivos: más policías, más agen-22 ^

cias de seguridad, más cámaras automáticasde vigilancia. Mientras no tomemos en consideraciónlas causas globales y profundas de esefenómeno, que tiene ya varios decenios dearraigo, las soluciones puntuales que se adopten(y que por razones electorales han de serrápidas y eficaces, al menos en apariencia) notraerán más que un alivio efímero, para desembocaren una recaída a escala más grande. Así,la sociedad occidental moderna se parece a unglobo hinchado que se desinfla, y es como siquisiéramos mantener su forma exterior almidonándolo.Incapaces de insuflarle una dosisañadida de alma, a una sociedad que la necesitadesesperadamente, nos limitamos a darmás rigidez a las estructuras recargándolas deleyes y decretos de todas clases, cuya multiplicaciónmisma es un síntoma de mala saludmoral.Lo que nos enseña la alegoría de la rana esque siempre que existe un deterioro lento,tenue, casi imperceptible, tan sólo una concienciamuy aguda o una memoria excelente permitendarse cuenta de ello, o bien un patrón de<§^ 23

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referencia que haga posible valorar el estado dela situación. Pues bien, parece que estos tresfactores andan hoy día bastante escasos.1) Sin la conciencia nos volvemos menosque humanos, movidos únicamente por los instintosy los automatismos. La conciencia, portanto, es una condición sine qua non de nuestrahumanidad. Donde no hay conciencia, nohay pensamiento verdadero, no hay reflexión,no hay libre arbitrio. El hombre inconscienteestá dormido, en el sentido propio o en el figurado.Por eso, todas las formas de espiritualidadse centran en «el despertar»3.2) Si nos faltase la memoria, todos los díaspasaríamos de la luz a la oscuridad (y viceversa)sin darnos siquiera cuenta de ello, porquelos cambios de la intensidad lumínica sondemasiado lentos y demasiado débiles paraque los perciba la pupila humana4. Es lamemoria quien lleva a nuestra conciencia, aposteriori, la alternancia del día y de la noche.Igualmente, ella nos permite medir todas esasevoluciones sutiles que se producen a un ritmo24 -&&muy lento dentro de nosotros y alrededor denosotros. Sin memoria, no hay comparación,no hay discernimiento; luego, no hay evoluciónposible.3) Finalmente, una de las razones por lasque acaba cocida la rana sin darse cuenta es,por decirlo de alguna manera, que no tiene otrotermómetro sino su piel para apreciar la elevacióngradual de la temperatura. Es decir, carecede un patrón referencial fiable que le permitaapreciar cómo está cambiando la situación. ¿Ynosotros? ¿Qué patrón de referencia tenemos?¿Cómo valoramos la «temperatura ambiente»?¿En qué criterios nos basamos para determinarnuestra calidad de vida, nuestra salud y lasalud de la sociedad?Cuando uno quiere saber cuánto pesa,antes de colocarse sobre la báscula compruebaque la escala esté a cero. Antes de utilizar un

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instrumento de medida, hay que calibrarlo. Delo contrario, no sabríamos qué fiabilidad otorgara las indicaciones del contador o de laaguja. Pero ¿qué hay de nuestros propios «instrumentos» interiores? ¿Sabemos cuáles son•m& 25

las influencias socioculturales, familiares, religiosasy otras que han determinado su graduación,muchas veces sin que nosotros lo supiéramos?Lo que hace posible que las cosas se degradensin suscitar ninguna reacción por nuestraparte, sin duda es la confianza excesiva ennuestras propias valoraciones, necesariamentesubjetivas. Y, por otra parte, nuestra precipitadapuesta en discusión de los viejos patronescolectivos, reemplazados por otros de «geometríavariable». Por viejos patrones entendemoslos que habían establecido las religiones tradicionales,que acotaban los despeñaderos, poruna parte, rodeándolos de tabúes, y señalabanpor otra parte los ideales a los que era precisoaspirar. Cabría establecer una comparacióncon el modo en que se inventó el termómetro:con un tubo lleno de mercurio, anotando primeroel nivel que alcanzaba al sumergirlo enagua hirviendo, y luego en agua helada, paradividir después en una escala graduada el segmentoasí definido. Si la elección del sistema degraduación es arbitraria, el agua, por el contrario,hierve y se hiela siempre en las mismas26 ^condiciones, siendo indiferente si éstas seexpresan en grados Celsius o Réaumur. Demanera similar, y tomando como referencia talreligión o tal otra, los actos más loables y losmás criminales son los mismos, aunque cadatradición aporte sus propios matices. En cambiolos nuevos patrones morales y espiritualesno nos ofrecen ya ninguna perspectiva superior,y se contentan con indicar un nivel inferior.El juego, en la actualidad, consiste en irrebajando cada vez más el límite. El idealismosuena trasnochado a los oídos. «¿Se puede caer

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todavía más bajo?», parece ser la divisamoderna. La inmoralidad de hoy se convierteen la moral del mañana, en dantesca pendienteque lleva hacia los límites inferiores de lahumanidad.Con esto no postulo el integrismo, ni la afiliacióna las religiones institucionalizadas -sinrechazarlas tampoco, que conste-, sino la necesidadde dotarnos de un sistema de referenciaprovisto de un límite inferior no negociable, y,sobre todo, de un ideal hacia el cual elevarnos.Sin la visión de un mejoramiento posible,¿cómo vamos a progresar? Sin horizonte hacia^ec 27

el cual tender, ¿para qué movernos? Lo ideal esun remedio para el statu quo y también para ladecadencia.Resultados:- Aturdida por un exceso de estímulos sensoriales,nuestra conciencia se adormece.- Saturada por la plétora de informacionesinútiles, nuestra memoria se embota.- A falta de patrones de medida, carecemosde referencias estables.- Asfixiado por el materialismo y el consumismo,nuestro ideal cae en la banalidad yperece.Inconsciente, amnésica y embotada, a larana no le queda ya más que esperar pasivamentela cocción... Así es como una parte dela sociedad se hunde en la oscuridad moral yespiritual, con la desintegración social, ladegradación medioambiental, la deriva fáusticade la genética y de las biotecnologías, y elenvilecimiento de las masas, entre otros síntomasque traducen globalmente esa evolución.28 t?w

El principio de la rana en la cazuela de aguaes una trampa, de la que nunca desconfiaremosbastante si tenemos por ideal la aspiracióna la calidad, a la evolución, al perfeccionamiento,y si rechazamos la mediocridad, elstatu quo, la laxitud. En efecto, la materia

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abandonada a sí misma no puede sino obedecera la ley de la entropía. Lo que no se cuida,lo que se abandona, se degrada, da lo mismo sise trata de un cuerpo, de una relación, de unjardín, de la organización social de un país, etc.Todas las cosas necesitan cuidados, aporte deenergía, vigilancia, esfuerzo.¿Esfuerzo? Estamos convirtiendo ese conceptoen una palabra obscena: «Pierda peso sinesfuerzo», «Hágase rico sin esfuerzo», «Abratodos los chakras y alcance la iluminación sinesfuerzo»: estas consignas (tal vez en variantesapenas menos explícitas) se nos proponen através de numerosos medios. «Todo enseguida,todo sin esfuerzo... hasta gratis, si es posible»:ése es el ideal que pretenden vendernos. «Ustedtranquilo, que nosotros nos ocupamos de todo»,nos explican. ¿De veras...? Lo peor de todo esque ciertos autores no titubean en pervertir«ss^ 29varios principios espirituales para justificaruna forma teóricamente «iluminada» de abandono,que se supone ha de servir para que losadeptos consigan el éxito en todos los planos: laabundancia al alcance de la mano. Como sitodo el universo «conspirase» para hacernosricos y felices... Como ranas dóciles, sonmuchos los que se dejan persuadir y se quedanpasivamente a cocerse en su caldo. El cual,¡qué duda cabe!, va a convertirse en néctar dela salud y elixir de la inmortalidad. Todas ésasson necedades, evidentemente: en ausenciade esfuerzo, en ausencia de una aportaciónconstante de energía, las cosas nos abandonan,simplemente. Y la facilidad inmediataque se nos propone, la gratuidad, suele implicarpara luego la presentación de una dolorosafactura, tal como ilustra la historia deldoctor Fausto.El gran peligro del principio de la rana en lacazuela es que, conforme se deteriora la situación,las facultades que nos permitirían darnoscuenta de ese deterioro se alteran también.

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Como un conductor fatigado que se duerme alvolante, cuanto mayor es su fatiga menos con-30 ^s»

ciencia tiene él de su pérdida de facultades, deque está a punto de dormirse, de que sus ojosen vez de parpadear como antes permanecencerrados durante unos intervalos cada vez máslargos. Como cantaba Georges Brassens enotros tiempos:Entre nosotros, buena gente,hay que reconocerlo:que nadie es inteligente,pero haría falta serlo.De manera similar, para comprender quesoy un inconsciente, debería ser consciente.Para darme cuenta de que he descuidado mivigilancia, habría sido preciso permanecer vigilante.La paradoja de la evolución personalconsiste en que, en cada etapa, voy tomandoretrospectivamente conciencia del grado enque, antes, yo no era libre, ni consciente, niilustrado, en relación con los niveles que healcanzado ahora. Sabiendo esto, lo inteligentesería reconocer el carácter relativo y limitadode nuestra conciencia actual, así como de laspercepciones y las apreciaciones que de ella«a^ 31derivan. Es decir, no concederles más créditoque el que merezcan, y tratar de superarnosconstantemente, a fin de alcanzar una concienciamás elevada y una percepción másjusta. O, dicho de otra manera, deberíamoscultivar una forma sana de la duda: no la queimpide progresar, que lo socava y lo criticatodo, sino la que no se conforma con las apariencias,la que nos incita a verificar, a ir máslejos, a poner las cosas en tela de juicio, acuestionarnos nosotros mismos, con nuestrascertidumbres.En un plano más general, ¿cómo evitaremoscaer en la trampa de la rana en la cazuela,tanto en lo individual como en lo colectivo?No dejando de ampliar y de acrecentar nuestra

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conciencia, por una parte. Ejercitandonuestra memoria para que ella conserve los elementosde comparación entre lo pasado y lopresente. Por otra parte, acudiendo a patronesfiables para la evaluación de los cambios,patrones que tendremos buen cuidado de elegirentre los menos sujetos a las fluctuaciones delas modas, de las épocas y de las tendencias. Y,32 - ^

por último, adoptando ideales elevados quesean como el combustible de una constantesuperación.No es casual que el entrenamiento y el desarrollode la conciencia figuren en el programade todas las disciplinas espirituales: concienciade sí mismo, conciencia del cuerpo, concienciadel lenguaje, conciencia de los pensamientosy las emociones, conciencia del otro,estados de conciencia superiores. Por encimade todo dogma, de toda doctrina, de toda ideología,es preciso estar atentos a ampliar y perfeccionarnuestra conciencia -que es muchomás que el mero desarrollo de las facultadesintelectuales-, haciendo de ello comportamientofundamental de nuestra condiciónhumana, así como motor indispensable denuestra evolución.Por lo que se refiere a la memoria, en unmundo sobresaturado de información es indispensableque sepamos establecer una jerarquíade nuestros recuerdos, marcando con el sellode la conciencia los que sean más importantes,al tiempo que practicamos el olvido selectivopara abrir espacios a lo esencial5. Hay en fran-«0 33cés dos expresiones que se refieren a la memorización:savoir de tete y apprendre par coeur.«Aprender de cabeza» es «tomar de memoria», yno suele resistir mucho tiempo al olvido: es lalección aprendida la víspera del examen y olvidadaen el momento de entrar en el aula. Encambio, lo «aprendido de corazón», lo «tomado apecho», subsiste durante muchos años. Es un

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recuerdo no únicamente aéreo y mental, comoun globo que se escapa volando así que lo soltamos,sino más denso, que penetra en nuestrofuero interno y nos empapa como una esponjaimpregnada de un líquido. Es una tinta quedeja marca profunda dentro de nosotros. Siqueremos recordar las cosas importantes, esnecesario que nos apasionemos por ellas, quelas «tomemos a pecho», tanto en el sentido propiocomo en el figurado.Finalmente, y para lo que corresponde a lospatrones y los ideales, no son referencias yfuentes de inspiración lo que falta. Claro está,puede ocurrir que yo haya dejado de identificarmecon la tradición en la que fui educado, oestimar que ciertos preceptos han caducado enlos tiempos en que vivimos. Pero, aunque cam-34 igsü

bie la forma, el espíritu permanece. No tiremosal bebé con el agua de la bañera. Tenemos lasuerte de vivir en una época en que la sabiduríade todas las culturas del mundo se halla adisposición del mayor número de personas, yademás los representantes de las diversas tradicionesestán realizando un esfuerzo por reformularel mensaje de una manera más adaptadaa nuestra época y accesible para todos6. Haypor tanto múltiples oportunidades para hallarreferencias e inspiraciones.Una palabra final antes de dar por terminadala alegoría. El principio general de estametáfora -de cómo el cambio gradual pasainadvertido, y por tanto no se produce la reacciónidónea- también funciona en sentido positivo,aunque quizá sería conveniente buscaruna alegoría más específica que no concluyesecon la imagen de una rana hervida. Es así quelos cambios que se producen dentro de nosotrosy a nuestro alrededor, a pequeña o a granescala, no son todos negativos. Pero, aunquesean positivos, de todos modos puede ocurrirque no los advirtamos. En el plano individual,por ejemplo, el mejoramiento buscado a través

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«^ 35de un esfuerzo cotidiano (trabajo interior, meditación,oración), no produce efectos visibles acorto plazo. De manera parecida, la evoluciónde los derechos cívicos o de las condiciones detrabajo ha ocurrido también lentamente, en eltranscurso de varios decenios. Sin embargo,cuando no tenemos conciencia de esos cambios-positivos en este caso- sufrimos también consecuenciasadversas, aunque distintas de lasque origina el fenómeno en su variante negativa.El que no ve los resultados de su trabajointerior, tal vez se desanima y abandona,siendo así que un poco más de perseverancia lehabría permitido hallar recompensado elesfuerzo. Igualmente, si no percibimos las ventajasque tenemos ni los derechos que disfrutamos,quizá nos dedicaremos a cultivar la ingratitudy el descontento, mostrándonos incapacesde apreciar los frutos de una evolución tal vezlenta, pero en todo caso demostrable.A tenor de lo dicho, el elemento más importanteen esta alegoría de la rana que se cuecees la no conciencia del cambio, sea éste negativoo positivo, porque la inconsciencia resultaperjudicial para nosotros en cualquier caso. El36 ^remedio que decíamos antes, por tanto, siguesiendo el mismo en ambas eventualidades: conciencia,conciencia y más conciencia. De elladepende todo lo demás: ¿de qué nos serviría lamemoria, ni un patrón justo ni un ideal, si nonos damos cuenta de nada?Aquí viene a propósito una anécdota de miprimer libro7. Cuando yo tenía veinte años, tratabade cobrar conciencia de mis sueños, con elpropósito de reproducir las experiencias leídasen diversos libros de espiritualidad. Ante elescaso resultado de los métodos propuestos enlos libros, decidí inventar un sistema propio.Lógicamente caí entonces en la cuenta de que,para tener más conciencia en sueños, conveníadesarrollar una conciencia más atenta durante

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la vida en vigilia. Con un rotulador me pinté laletra «C» en la mano derecha. Esto debía recordarmecon la mayor asiduidad posible la necesidadde mantener despierta la concienciadurante toda la jornada. Cada vez que veía elsímbolo (es decir, muy a menudo), me marcabauna «pausa de concienciación» durante variossegundos. Entonces interrumpía lo que estuviesehaciendo y tomaba conciencia de quién«er 37era yo, de dónde estaba, de las opciones de quedisponía, de mi libre albedrío, etc. Transcurridaapenas una semana desde el comienzo de estapráctica, empecé a hacer «pausas de concienciación» en sueños, lo cual me permitió tenerfrecuentes sueños conscientes que podía dirigira voluntad. Pero, a fin de cuentas, estos sueñoslúcidos eran sólo unos beneficios añadidos queme aportaba el hecho de haber mejorado minivel cotidiano de conciencia en todas las situacionesde mi vida. En los sueños, cuando seadquiere conciencia, todas las percepcionesse acentúan súbitamente: la luminosidadaumenta, los colores parecen más brillantes,los sonidos (y en particular el de la propia voz)más potentes. En el estado de vigilia, todoaumento de conciencia intensifica de modoparecido la calidad de lo que estamos viviendo.Desde la alegoría platónica de la cavernahasta la reciente trilogía de Matrix, pasando porla abundante bibliografía de la espiritualidad,se ha subrayado siempre con insistencia lanecesidad de ser conscientes, de «despertar», deno confiar en las percepciones oníricas. Ahoraque algunos procuran convertir al Homo38***sapiens en Homo zappiens8, es decir embrutecidopor medio de la televisión (versiónmoderna de la caverna de Platón, sustituyendopor imágenes de colorines las sombras proyectadasen las paredes), nosotros tendríamosmucho que ganar promoviendo al homo consciens,el hombre despierto y consciente, rescatado

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del caldo de la cultura ambiente y a salvode convertirse en hombre... rana.^ 3 9

- 2 -GX bambú ckino, o lapreparaciónen la oscuridad-L/icen que existe en China una especie debambú dotada de extrañas propiedades. Si sesiembra la semilla en terreno propicio, hayque armarse de paciencia... Efectivamente, elprimer año no pasa nada: ningún tallo se dignabrotar de la tierra, ni el retoño más débil. Elsegundo año, tampoco. ¿El tercer año? Nada.Entonces, ¿será a los cuatro años...? Quenadie lo crea. Hasta el quinto año no empiezaa asomar el brote por entre los terrones. Peroluego, ¡el bambú alcanza una envergadura dedoce metros en un solo año! ¡Qué «recuperación» tan espectacular! La explicación es sencilla:durante esos cinco años, mientras nom& 43ocurría nada en apariencia, el bambú va desarrollandoen secreto unas raíces subterráneasprodigiosas. Y eso es lo que, a su debidotiempo, le permite hacer una entrada triunfalen el mundo de lo visible, a plena luz.alegoría de la rana nos hablaba de un cambioque se producía de manera lentísima,imperceptible. La del bambú chino se refiere aun cambio súbito, rápido, espectacular. No obstante,la una va relacionada con la otra.El bambú chino nos transmite varias enseñanzasmuy importantes. Para empezar, nosdemuestra que, aunque no veamos nada, esono quiere decir que no esté ocurriendo nada. Acontinuación, indica que ciertos cambios bruscos,o tal vez instantáneos, pueden ser resultadode una evolución lenta, y que por esamisma característica no ha sido advertida por

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nosotros.Es lo que ocurre, por ejemplo, con el fenómenode la condensación en Química. Tenemosdos tubos de ensayo, cada uno de los cualescontiene un líquido transparente pero distinto

La44 ^^del otro. Echamos el contenido de un tubo en elotro, gota a gota, muy despacio. Nada sucede,hasta el momento en que, al verter una gotamás del primer tubo de ensayo en el segundo,una sola gota, ¡zas!, la solución cambia decolor, o cristaliza súbitamente. Quien nohubiese visto cómo echábamos las gotas anteriores,y hubiese asistido únicamente a la adiciónde la última, tal vez se apresuraría adeducir que una sola gota bastaba para desencadenarla reacción.Encontramos un fenómeno similar en loscondensadores eléctricos. Estos dispositivos(que están, por ejemplo, en los intermitentes olos limpiaparabrisas de los coches) acumulanla corriente eléctrica hasta que se alcanza undeterminado valor de la carga, en cuyomomento liberan súbitamente toda la corriente,y se acciona una bombilla o un motor.O, para terminar con los ejemplos tomadosde la ciencia, los electrones que giran alrededordel núcleo atómico lo hacen siguiendo distintasórbitas, a cada una de las cuales correspondeun nivel de energía. Ningún electrón puede gravitarentre órbitas. Lo cual significa que, para*S*?r 45

cambiar de órbita, el electrón debe acumulartoda la cantidad de energía que separa a la otraórbita de la suya. Si lleva el 90 por ciento de laenergía de la órbita siguiente, permanecerá enla que estaba. No podemos ver la energía acumuladahasta que el electrón «salta», cambiandosúbitamente de órbita, que es cuandoha traspasado el umbral de energía necesariopara dar ese paso. Esa cantidad de energía sellama un quantum, y por eso se denomina «salto

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cuántico» el cambio de órbita del electrón. Seha generalizado, por extensión, el uso de estapalabra para calificar todo cambio radical, quesólo se produce cuando se ha alcanzado ciertonivel umbral de energía acumulada. De maneraparecida, el bambú chino realiza su crecimientoexcepcional hasta doce metros de tallasólo después de desarrollar un sistema de raícessuficientemente extenso para proporcionarlela cantidad de savia que va a necesitarpara su hazaña.Podemos observar el fenómeno del bambúchino en numerosos ámbitos humanos diferentes.Ignorarlo suele conducir a interpretacionesequivocadas de determinadas situaciones. Por46 '^ejemplo, cuando nos alarmamos inútilmentepor la falta aparente de una evolución positiva.O, por el contrario, si buscamos tranquilidad yseguridad en la engañosa inexistencia de uncambio negativo, cuando en realidad éste sóloestá esperando un momento oportuno paramanifestarse.En materia de educación, por ejemplo, algunosniños progresan de una manera constantey regular, mientras otros parece que se estancan,que no evolucionan, y van acumulandoatraso. Sin embargo, entre éstos se encuentranmuchos «niños-bambú» que, llegados a uncierto estado de su imperceptible maduracióninterior, despliegan sus facultades y dan unrepentino paso de gigante en su evolución,alcanzando y en ocasiones incluso superando alos que nos servían como términos de comparaciónpara juzgar que aquéllos se atrasaban.Por citar un ejemplo, recordemos que Einsteinno rompió a hablar hasta los tres años de edady que a los siete sus maestros le juzgaban«retrasado»... Un mejor conocimiento de la psicologíade cada uno -se dispone de baterías detests de todas clases a tal efecto-9, debería per-«s^ 47

mitirnos distinguir entre esos niños y los que

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presentan un atraso real. Muchos padres ymuchos educadores se ahorrarían inquietudesinnecesarias. Y los alumnos de desarrollo cuánticodejarían de ser víctimas de presiones inútiles,por lo que se refiere a acelerar su evoluciónnatural, lo mismo que no serviría de nada vociferaramenazas contra una semilla que tarda engerminar.Volvemos a encontrar el bambú chino en elterreno del desarrollo personal, en el de la psicoterapia,e incluso en el de la espiritualidad. Adiferencia de los conocimientos intelectuales,que se adquieren de manera bastante lineal,por memorización y acumulación de datosdiversos, los cambios que afectan al psiquismo-es decir al corazón, a los sentimientos, a lasemociones, a las improntas del pasado- y losque conciernen a nuestra dimensión sutil -elalma y el espíritu- se producen más a menudocomo el crecimiento de nuestro bambú. De talmanera que, aunque hayamos entendido intelectualmentelos problemas psicológicos asociadosa nuestra infancia, eso no será casi nuncasuficiente para suscitar en nuestro interior el48 ~^cambio, la liberación. Sólo cuando la cargaemocional de nuestro pasado (volvemos a introducirla noción de carga que citábamos amanera de símil) llega a expresarse, súbitamenteaccedemos a un nuevo nivel de conciencia.Algunos psicoterapeutas incluso tratan defavorecer este proceso proponiéndoles a suspacientes una dieta abundante en frutas y hortalizascrudas. Esto se hace con la finalidad decargar el organismo de electrolitos, lo que facilitala liberación emocional mencionada10.Igualmente, muchos métodos de meditación,disciplinas o ascesis a los que se someten losadeptos, por lo general no producen resultadosinmediatos (o, peor aún, al principio dan laimpresión de que agravan el estado de los disciplinantes)11. Es necesario que transcurra porlo menos un mes, o, como sucede en la mayoría

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de los casos, varios años de práctica, paraque se manifieste una transformación, quemuchas veces reviste un carácter repentino.Los adeptos de una disciplina espiritual quedesconozcan esa transformación lenta e invisible,que preludia el acceso a un nuevo estadode conciencia, o el despertar de nuevas facultase 49des, están expuestos al desánimo. Tal vez sedigan que sus esfuerzos son inútiles e improductivos,cuando a lo mejor les falta poquísimopara verlos coronados por el éxito. Másallá del mero principio del bambú chino, hayque tener en cuenta otra cosa, y es que nadase pierde, que todo esfuerzo produce tarde otemprano un resultado. Aunque la mayoría delas veces no se sepa con antelación en qué vaa consistir.Por el lado negativo, no obstante, el principiodel bambú chino también puede reservarnosalgunas sorpresas desagradables, de unamanera que presenta varias semejanzas yvarias diferencias con la alegoría de la rana. Enésta, efectivamente, hay un cambio lento, peroque es perceptible para quien lo contempla conla conciencia lúcida o con buena memoria. Enel caso del bambú chino, por el contrario, esecambio no es perceptible, sino oculto y subterráneo.Para observarlo, sería preciso recurrir amedios específicos, como excavar la tierra, paraver lo que sucede en el plano sutil antes de quese concrete.50 ^En el aspecto de la salud, algunos comportamientos(fumar, por ejemplo), o ciertas carencias,como la de hierro, provocan una degradaciónlenta, que sin embargo sería observable sinos mantuviéramos atentos a ella. En este sentidoresponden a la alegoría de la rana que secuece. Otros cambios, por el contrario, entranen la categoría del bambú, al ser imperceptiblespara nuestros sentidos ordinarios. La revelaciónse produce entonces muy tarde, o demasiado

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tarde en el peor de los casos, y de modo brutal.Es el caso de la osteoporosis (fragilidad crecientede los huesos) o el de la degradación del sistemacirculatorio como consecuencia de una alimentacióndesequilibrada. Son los lentos preludiosde unas fracturas repentinas, o de accidentesvasculares que revelarán, de modo tardío y brutal,ese deterioro que había pasado inadvertido.Igualmente, en agricultura, el empleo deabonos artificiales y de pesticidas químicos produceuna desmineralización del suelo, imperceptiblepero no por ello menos peligrosa. Nadapermite adivinarla a simple vista12. Cuando serebasa determinado umbral fatídico, se entra enel proceso de desertificación irreversible que ha^^ 51descrito, especialmente, Philippe Desbrosses enLe krach cúimeniaire*. Regiones enteras correnpeligro de convertirse bruscamente en desiertos,según ha ocurrido ya, por otras causas, en lugaresque habían sido verdes y fértiles, como Iraqe Irán en la Antigüedad.O, dicho de otra manera, los peligros másgrandes a menudo no son los más visibles.Una mancha de petróleo en el mar es cosa quese nota enseguida. Pero cuando empieza aromperse el frágil equilibrio de las aguas delmar, de cuya composición depende la vida denumerosos vegetales, así como la de los pecesque de ellos dependen, nosotros no vemosnada. A veces, la súbita desaparición de unaespecie vegetal o animal es la señal de alarmaque nos indica una degradación antes ignorada,y que ha originado la desaparición deciertos nutrientes esenciales para la supervivenciade aquélla.La alegoría del bambú, por tanto, nosenseña a no fiarnos de las apariencias, en cuyoengaño a veces puede haber peligro. Desde los* Éditions du Rochen52 *&®gases con efecto de invernadero, algunos de loscuales tardan treinta años o más en llegar al

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nivel de la atmósfera en donde van a producirsu efecto destructivo, hasta la exposición cotidianaa líneas de alta tensión que dentro dealgunos años van a provocar cánceres, todo ellocorresponde a nuestra alegoría de los «efectosdiferidos», cuyas consecuencias funestas no seadvierten sino transcurrido cierto tiempo.También volvemos a hallar en la paráboladel bambú chino la noción de «masa crítica»,tan frecuente en las conversaciones de nuestrosdías. Cuando se trata de dar a conocer unaidea nueva, comprobamos que por lo generaltranscurre un período más o menos largo,durante el cual surten poco o ningún resultadolos esfuerzos dedicados a introducirla. Peroluego, cierto día -que nunca puede preversecon antelación- se traspasa un umbral, y desúbito la idea en cuestión se propaga como unreguero de pólvora, y todo el mundo se pone ahablar de lo mismo. Al poco, resulta imposibleimaginar que haya existido una época en queesa idea ni siquiera fuese conocida. Tomemos,por ejemplo, la pedofilia. En sí, no es ningún5H635T 5 3

fenómeno nuevo, ni está revistiendo de súbitoun carácter multitudinario. Lo que ha ocurridoen realidad es que los esfuerzos incansablesde algunas organizaciones para sensibilizar ala opinión pública han alcanzado de pronto la«masa crítica»; es decir, un número de personasinformadas suficiente para que la cuestiónsalga a plena luz de súbito, como el tallodel bambú, y todos tomemos conciencia deella.En otro registro completamente diferente,fijémonos en Élisabeth Kübler-Ross13. Esta pioneraen reconocer la necesidad de acompañar alos seres humanos en las fases terminales desu vida ha contado cómo se lanzó completamentesola a la batalla de sensibilizar a la clasemédica sobre dicha cuestión. Así peleó y luchóinfatigablemente para hacer comprender quelas últimas etapas de la vida precisan de unos

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determinados cuidados, en lo que no encontrósino oposición y vituperio. Hasta que, totalmentedesesperada y agotadas todas sus fuerzas,tomó la decisión de abandonar. Fue entonces,dice, cuando se produjo uno de losincidentes más increíbles de toda su vida. El54 19*^

mismo día en el que se disponía a presentarleal jefe su dimisión, se le apareció en su despacho(!) una de las personas a las que ella habíaacompañado hasta el desenlace final, pararogarle que no desesperase y anunciarle queestaba a punto de alcanzar el triunfo en sumisión. Sin esta intervención del más allá, ÉlisabethKübler-Ross nunca habría sabido locerca que estaba de recoger el fruto de susesfuerzos. No habría visto que su labor, lejosde ser inútil, había tejido una extensa red deraíces subterráneas, de la que no tardaría enbrotar y salir a la luz un tallo vigoroso. Y, enefecto, algunos meses después de este inquietanteacontecimiento su trabajo empezó a despertarun interés que no había conocidoantes, y que no ha dejado de crecer desdeentonces. A tal punto, que hoy el acompañamientode los moribundos nos parece normaly obligatorio.En una época que rinde culto a lo inmediato- a ultranza, «todo ahora mismo, todo sinesfuerzo», como he señalado anteriormente-, laalegoría del bambú chino viene a enseñarnos«ae* 55

paciencia, perseverancia, trabajo a largo plazo,frente a la resignación. «Se necesitan variassemanas para criar una escarola, pero cienaños para que crezca un roble», solía decirO. M. Aivanhov14. En la comparación con el roble,el bambú chino presenta la dificultad añadidade ocultarnos su crecimiento subterráneo encurso, con lo que nos hallamos en la imposibilidadde medir el progreso alcanzado. Es entoncescuando se revela el valor de la perseverancia,a falta de pruebas tangibles de la utilidad

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de lo que estamos haciendo. O, dicho de otramanera, el bambú chino enseña a trabajar conel tiempo, Cronos, el viejo Saturno: sembrarhoy para cosechar más tarde, dentro de un día,una semana, un año... o más. Si los niños vivenen el presente -una espera de cinco minutos lesparece una eternidad, porque ellos quierenresultados rápidos, inmediatos-, nosotros, conla edad, y con la sabiduría que supuestamenteha de sobrevenirnos, aprendemos a trabajar alargo plazo. Con lo que el tiempo se convierte ennuestro gran aliado, y deja de ser nuestro peorenemigo. Observemos, de paso, que más allá delas opiniones y de las modas, más allá de las56 ^^apreciaciones fluctuantes de cada época, eltiempo sigue siendo el juez infalible de lasobras humanas, y el más intransigente. El desgastedel tiempo, sólo la calidad lo supera, lobueno, lo verdadero, lo justo. Eso es lo que sesalva, y lo demás perece.Por el contrario, cuando queremos ir demasiadodeprisa, sin dar tiempo a que se desarrollenraíces profundas antes de precipitarnoshacia el cielo, corremos el riesgo de produciralgo demasiado frágil y efímero, que nunca tendrásavia suficiente para echar ramas y producirfrutos. Esto es tan cierto para las plantascomo para los hombres y las obras que ellosdesarrollan.A la hora en que se habla mucho de inseguridadciudadana, tal como está ocurriendo enmuchos países europeos, se quieren multiplicarlos medios de represión, y se deploran las diversasformas de violencia y de delincuencia, seríaconveniente que nos preguntáramos, retrotrayéndonosmuy al origen de dichos problemas,cuáles son las condiciones para el arraigo denuestra progenitura en el terreno de la existencia,en el transcurso de los primeros meses de<sss^ 5 7

la vida. Con sólo dieciséis semanas de permisopor maternidad, al recién nacido cuya madre

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trabaja va a resultarle muy difícil desarrollar entan poco tiempo raíces que profundicen en elsuelo materno y le transmitan seguridad. Esorequiere un año como mínimo, pero idealmentedos o tres. En vez de eso, apenas el pequeñogermen humano ha empezado a construir losvínculos con su madre, lo desarraigan y lo condenana esa especie de cultivo hidropónico queson las guarderías, las aulas preescolares, lascanguros siempre renovadas. Ahí, en particular,es donde hay que buscar las causas profundasde la inseguridad y de las conductasasocíales que brotan más tarde, como nos loatestiguan los psicoterapeutas cuyo trabajocotidiano los lleva a tratar con muchos de esosadolescentes criados en las condiciones queacabo de describir. Ocurre, sin embargo, que eltiempo invertido en los cuidados y la educaciónde los pequeños no produce sus frutos inmediatamente.No será sino quince o veinte añosmás tarde cuando veamos las diferencias entrelos que cuentan con la ventaja de unas raícessanas, y los desarraigados. Este desfase crono-58 ^lógico es lo que explica el escepticismo de losque dudan de la relación entre los primerosaños de la vida y lo que va a suceder más tarde.Pero hoy día contamos con datos suficientespara persuadirnos de la relevancia de ese factordel arraigo en el desarrollo del «bambúhumano»15.Por el contrario, si conocemos el principiodel bambú chino y trabajamos teniéndolo encuenta, advertiremos que tiene gran interés.Antes de nacer, el niño pasa nueve meses en laoscuridad del vientre de su madre. Antes degerminar, toda semilla ha de pasar un tiempomás o menos largo bajo tierra, lejos de la luz. Yen el Génesis, toda jornada empieza por lanoche: «Hubo tarde y mañana, día segundo»,leemos, y de manera similar para cada uno delos días de la Creación. De parecida manera, lamayor parte de nuestras empresas y nuestros

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proyectos necesitan una fase más o menos prolongadade maduración en la oscuridad, antesde que nos sea posible presentarlos a pleno día.Si lo hiciéramos demasiado pronto, moriríanantes de nacer. Es verdad que la luz nutre yvivifica a todos los nacidos, pero puede también^^ 59matar y destruir las formas de vida embrionariasque necesitan todavía crecer y fortalecerseen el secreto reducto de la tierra, en unamatriz, o en nuestra imaginación. Como una filmaciónen película de emulsión química, que sesaca de la cámara para pasarla por variosbaños antes de que sea posible exponerla a laluz sin peligro (o sacaríamos una copia positivamás blanca que un sudario), nuestros proyectostambién hay que «revelarlos, fijarlos y lavarlos», bien empapados y nutridos con nuestrossentimientos, reforzados y concretados, antesde participar nada a terceros y exponerlos a laluz. La palabra inoportuna puede dilapidar lasavia de una idea o de un proyecto, y dejarlossin raíces.Cuando brota el bambú chino con toda lafuerza de sus poderosas raíces, su crecimientoespectacular lo defiende de los predadores. Encambio, las plantas que asoman demasiadopronto sus valerosos pero delicados vastagos seconvierten en aperitivo de algún herbívoro, oalmuerzo de insectos y parásitos. Descubrimosen la alegoría del bambú, por consi-60 ^s*guiente, el mérito de la preparación silenciosay secreta. No el secreto vergonzante de quiensiempre quiere hacerlo todo a escondidas, niel secreto malsano de las empresas criminales,sino el de la creación, el secreto del opusnigrum, la «obra negra» de los alquimistas, sinla cual no se obtendría el oro. Es el secretoprimordial del vacío, del que nació todo locreado.No es casual que los órganos reproductoresde la mujer estén ocultos, mientras que los del

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hombre son visibles. La esencia de lo secreto esfemenina. Es la matriz de los mundos, la tierranutricia, la oscuridad profunda de donde brotarála luz, el Verbo que antecede a la palabra.Así como la mujer guarda a su hijo en el vientredurante largos meses antes de presentarlo ala faz del mundo, así también el creador debesaber gestar su proyecto en el corazón y en elespíritu, alimentarlo largo tiempo con su amor,su inspiración y sus esperanzas, antes de exponerloa las miradas ajenas. Las ideas y los proyectosson semillas que se nutren de la savia denuestro corazón, a fin de cobrar vida entrenuestras manos y echar raíces en la realidad.«se? 61

Si nos limitásemos a dejarlas caer al suelo, sinenterrarlas, esas semillas volarían a impulsosdel viento, y nadie sabría en qué tierras remotasllegarían tal vez a sobrevivir.¡Rica alegoría la del bambú chino! Saber trabajardespacio y en secreto para que las cosascrezcan luego con rapidez, con fuerza, a la luzdel día. Tras la calma de las apariencias, aprendera distinguir cualquier evolución subterráneay silenciosa, sea ésta negativa o positiva.Hacer del tiempo nuestro aliado consciente, envez de enemigo inconsciente. Con el bambúhemos plantado un pie en lo invisible, en losutil. Nos hemos evadido un poco de la prisiónde lo manifiesto, para explorar la fuente de loposible. De los efectos aparentes hemos pasadoa las causas ocultas.Como el bambú, como los vegetales, el hombrees un mediador. De la observación de loshechos concretos, extrae conclusiones y leyes.Convierte lo espeso en sutil. Como el árbol, elaborasu fruto azucarado a partir de la saviabruta de sus raíces. Partiendo de ideas, de inspiraciones,el humano concreta sus proyectos,62 ^^da vida a sus sueños, y cuerpo a sus realizaciones...como el fruto se desprende del árbolpara que nazcan de sus semillas nuevos árboles.

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Al adueñarnos así del lenguaje simbólicode la naturaleza, comprobamos una vez másque los mismos principios actúan en todaspartes.*$m 63

- 3 -La ce^a y el aguacaliente16! el poder de laprimera impresión«ex.Imaginen un recipiente que contenga unacapa gruesa de cera enfriada, endurecida, conla superficie completamente lisa y plana.Tomamos una jarra llena de agua caliente yderramamos un poco sobre la cera. El aguapuede correr hacia donde quiera sobra esasuperficie horizontal y virgen, sin relieves.Pero, como está caliente, apenas entra en contactocon la cera ésta se funde, y quedaimpresa una huella poco profunda, como la delprimer esquiador que pasa sobre la nieve.Ahora la cera va a presentar una leve hondonada,abierta por el agua caliente, que pareceel lecho de un río. Si luego echamos de nuevo,^» 67en el mismo recipiente, otro poco de agua,¿qué ocurrirá? Dondequiera que caiga, elagua, algo menos libre que la primera vez, sedirigirá inexorablemente hacia la huella anterior,que moldeará su curso. Aumenta un pocola profundidad de la huella. Tantas veces comorepitamos la operación, el cauce se hará unpoco más profundo, y finalmente el agua notendrá libertad para tomar otro camino sino elque está ya marcado.¿\gué nos dice esta metáfora? Que una primeramarca, una primera impresión (en todoslos sentidos del término), deja una huella, y queésta tiene gran influencia en la formación de lashuellas siguientes. ¿No es así como se forman

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los arroyos, los torrentes, los ríos y hasta losbarrancos? Los relieves de la Tierra no han sidosiempre los mismos que conocemos hoy. Elagua de las primeras lluvias que cayeron sobreciertas regiones, hace millones de años, corrióbuscando siempre el nivel más bajo entre losrelieves que ya existían -montañas, valles,rocas diversas-, y su flujo o su acumulación en68 •&&distintos lugares dibujaron los primeros esbozosde los futuros cursos y extensiones deagua, encargándose el tiempo de definir suscontornos y su profundidad.¿Podemos nosotros cambiar tales huellasuna vez que ellas existen? Sí, y lo hemos hecho-aunque no siempre con acierto- modificandolos cursos de los arroyos y de los ríos, algunosde ellos muy caudalosos. Pero cuanto más profundoel lecho y mayor el caudal que acarrea,más importantes los medios que hay que poneren juego para cambiar el curso. Ésta es unaprimera constatación. La segunda, que unacosa es desviar de su lecho el curso de un río,y otra borrar las huellas del curso anterior. Pormucho que el agua emprenda en adelante unnuevo trayecto, el que le hemos impuesto por lafuerza, el trazado del lecho antiguo subsistedurante mucho tiempo, aunque se halle seco, ysiempre puede ocurrir algún imprevisto quederive otra vez las aguas tumultuosas hacia lacuenca por donde pasaban originariamente.Podemos observar cómo esta metáfora de lacera y del agua caliente reviste múltiples formas.Véase por ejemplo cómo la primera impretm69sión que nos causa alguien queda como un clichéque influye en todos los encuentros ulteriores,y que es muy difícil de borrar aunque comprobemosque ese primer juicio había sidoerróneo. Los anglosajones dicen que sólo setiene una oportunidad para causar una buenaprimera impresión. Es una perogrullada, sinduda, pero que subraya con acierto el impacto

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de toda primera vez, en tantas ocasiones subestimado.Porque una mala impresión, digan loque digan, nunca se borra por completo. Aunqueluego llegue a desarrollarse una relaciónexcelente pese al mal comienzo, años más tardecualquier incidente o cualquier torpeza puedenreavivar súbitamente la impresión negativa, eincluso conducirnos a poner en tela de juiciotodas las experiencias felices vividas desdeentonces. Cuando digo esto no me propongocultivar el fatalismo, evidentemente, sino latoma de conciencia, que es la constante de estelibro. En efecto, el conocimiento de ese principiotal vez nos incitará a estar más atentos, aponer más conciencia en cada comienzo, encada estreno, en cada desfloración de unasituación nueva.70 ^Los músicos avezados, por ejemplo, sabenque la primera lectura de una partitura escrucial y debe ser acometida despacio, procurandono incurrir en ningún fallo durante esainterpretación inicial. Si sale bien a la primera,las siguientes tenderán naturalmente alo mismo. Por el contrario, una nota mal ejecutada,una digitación mal elegida, tenderán enadelante a insinuarse automáticamente bajolos dedos tan pronto como la conciencia se distraigaun poco. Así, las manos del músico sonla cera en donde imprime su huella el caudal dela melodía, de manera que, en el futuro, lamemoria quinestésica (la memoria del cuerpo)hará que sus dedos caminen por las mismasnotas que la primera vez. Si la decodificaciónfue errónea, se necesitarán docenas o quizácentenares de sesiones de ensayo para modificarla impronta original. Y además el fallotiende a monopolizar la conciencia del músico,que debería centrarse en interpretar la obra,sin necesidad de atender a la mecánica de ladigitación.En un orden más general, se intuye laimportancia de esta imagen de la cera y del

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m% 71agua caliente en todo lo que toca a la educacióny al aprendizaje, bien se trate de deporte, debricolaje, de artes marciales, de danza, de conducirun coche, o de las maneras en que el niñoaprende a leer, a escribir, a atarse los cordonesde los zapatos y a ejecutar los mil y un gestosde la vida cotidiana17, o también de cómo utilizarlos programas de ordenador. La energía quegastamos en corregir lo mal aprendido al principio,puede llegar a ser un múltiplo de la invertidaen el aumento de atención y conciencianecesario para una realización justa la primeravez18. Querer correr demasiado al principio, esexponerse a volver una y otra vez sobre loaprendido, demorando la consecución delresultado deseado. «Conduce despacio quetengo prisa», solía decirle Churchill, sabiamente,a su chófer.Con la metáfora de la cera y el agua calientehemos descubierto la importancia de loscomienzos. Cuando uno dice, por ejemplo, que«se ha levantado con el pie izquierdo», quieredar a entender que ha empezado mal el día, yque eso le ha estropeado toda la jornada. Y, por72 ^s»

cierto, son muchas las religiones que proporcionannormas detalladas acerca de cómoempezar el día: con una oración, con un pensamientopositivo, con una bendición, con unaacción constructiva, cualquiera que ésta sea.Tener la conciencia alerta en todo momento noes posible: bien pronto nos absorben las tareasprofesionales o domésticas durante un ratomás o menos importante. Por eso, cuando deseamosiniciar consciente y positivamente unaactividad, trazamos este primer surco quemarca la dirección, en la que continuaremosmientras nos movemos en modo de «pilotoautomático».En una vida, e incluso en una jornada, haymuchos comienzos, desde el «buenos días» queintercambiamos por la mañana con nuestros

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allegados o nuestros compañeros de trabajo.Hay casamientos, inauguraciones de nuevasempresas, mudanzas, primeras reuniones deuna asociación recién creada, primeros documentos(logos, textos) en que se materializa laimagen de nuestro negocio, primeros anunciosque publicamos, etc. Materializar estos comienzosy dedicarles una atención preferente inte-^ 73resa, y es una política prudente que puede ahorrarnosmuchas complicaciones ulteriores. Porsupuesto, no será la panacea ni garantizaráque nunca tengamos un problema. Pero de esemodo ponemos las probabilidades a nuestrofavor desde el primer momento.En la medida en que remite a los comienzos,a los principios, a las primeras huellas, la parábolade la cera y del agua caliente trata implícitamentedel otro extremo: los finales. Cuandoalgo empieza, otra cosa ha terminado antes,como es lógico. Los finales y los comienzos seencadenan. ¿Qué es lo primero que pensamoscuando despertamos por la mañana? Nueveveces de cada diez, el pensamiento con el quenos hemos acostado. Por algo se aconseja a losestudiantes que repasen sus lecciones justoantes de tumbarse a dormir. El inconscientese encarga de grabar profundamente en lamemoria los últimos pensamientos que nosocupan. Y esa impronta, lógicamente, orientael rumbo de los primeros pensamientos queasoman dentro de nosotros a la mañanasiguiente.74 ^^Jesucristo instaba a reconciliarse con elprójimo antes de la puesta del sol. Muchas religionesrecomiendan perdonar todas las ofensasen el lecho de la muerte, a fin de morir en paz.La mayoría de las películas acaban en un finalfeliz. Las cartas se concluyen con una fórmulade cortesía, por desagradable que deba ser elcontenido. En las sesiones de meditación, generalmentese aconseja terminar antes de que se

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presente el menor asomo de fatiga o dolor.Abundan los ejemplos ilustrativos de la importanciade acabar bien las cosas, incluso aunquehayan comenzado mal, como puede ocurrir.Pues también los finales dejan una huella, unaimpronta. Recuerdo por ejemplo dos películas,El precio del peligro, con Gérard Lanvin, dirigidapor Yves Broisset (1983), y Brasil, de TerryGilliam (1985), cuyos respectivos finales, inusualmentesiniestros, quedaron grabados en miánimo durante mucho tiempo. Cuando un filmenegro tiene un final feliz, recordamos sobretodo este último detalle, que no tarda en borrarlas impresiones sombrías de los episodios precedentes.Y viceversa, después de ver una películaagradable pero que tiene un final trágicowssr 75

nos quedaremos con el nudo en la garganta...quizá por bastante rato. O imaginemos tambiénun concierto magnífico que ha concluidocon un error garrafal, una nota desafinada detoda la orquesta: ¿cuál es la impresión quequeda...?Los buenos finales, pues, predisponen losbuenos principios. Un buen comienzo favoreceun buen trayecto... y hace más probable unbuen final. Y así sucesivamente. Los dos instantesen que tenemos más probabilidades deejercer una influencia sobre los acontecimientosson, por tanto, el principio y el final. Son losmomentos en que nuestras elecciones conscientesvan a poder modificar la marcha de unasunto. Los editores y los escritores lo sabenbien, dicho sea de paso. Los primeros lodemuestran por la gran atención que prestan ala cubierta y al título de una obra, así como ala contraportada. En cuanto a los segundos,cuidan especialmente el principio y el desenlaceo conclusión.Sobre esto se cuenta que un sacerdote novelfue a solicitar consejo a un veterano acerca delas cualidades de un buen sermón.76 ^^

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-Un buen sermón debe tener un buencomienzo y un buen final -dijo el cura viejo-. Yluego... acercar el principio y el final cuanto seaposible.Continuando en plan anecdótico, observaremosque esto de los principios y de los finalestambién es aplicable... a la indumentaria. Elpeinado y los zapatos son, efectivamente, loselementos más importantes para nuestra evaluación,incluso inconsciente, de la eleganciade una persona. Un hombre en traje de calidadcorriente, pero con un peinado y un calzadoirreprochables, nos parece mejor vestidoque alguien que lleva unas prendas carísimas,pero va despeinado y usa calzado demala calidad. Como pasatiempo, puedenustedes comprobarlo en las personas que lesrodean.La alegoría de la cera y del agua caliente nospermite deducir además que muchos de nuestrosactos no son consecuencia de una elecciónconsciente e informada, fundada en un profundoconocimiento del tema, sino sencillamenteel resultado de nuestros hábitos, de lame% 77

inercia, que nos inducen a seguir automáticamenteel camino más trillado y más fácil.Incluso cuando éste sea completamente obsoleto,ineficaz y contraproducente.Un ejemplo. Estoy escribiendo estas líneassobre el teclado francés «AZERTY» de mi ordenador.Al igual que el teclado «QWERTY» de lossuizos y de la mayoría de los anglosajones, alemanes,italianos, etc., éste se concibió en laépoca de las máquinas de escribir mecánicas.En aquel tiempo, la disposición de las letras enel teclado debía servir para evitar dos inconvenientes:para empezar, la pulsación simultáneade varias teclas, lo que atascaba el teclado. Enefecto, al teclear demasiado rápido podía ocurrirque una de las palancas subiese a impactarsobre el papel mientras que la otra aún nohabía bajado a su posición de reposo, y entonces

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quedaban trabadas la una con la otra. Elotro problema que se buscaba evitar era queuna pulsación demasiado fuerte agujerease elpapel. No tenemos la misma fuerza en el meñiqueque en el índice, por ejemplo, comodemuestran además las diferentes intensidadesde impresión (letra más clara, letra más oscura)78 «^entre los caracteres de las cartas mecanografiadascon esas antiguas máquinas.Para resolver el doble inconveniente, se distribuyeronlas letras en el teclado de maneraque la pulsación resultase un poco retardada,limitando al mismo tiempo la utilización de losdedos más ágiles y más fuertes. De manera quela «a», letra empleada con gran frecuencia, nosólo corresponde al meñique, el dedo menoshábil, sino que además está en una líneasituada algo más arriba de la posición dereposo de las manos. La «q», mucho menosusada, está sin embargo en una posición similary se pulsa con el mismo dedo que la «a». Elíndice y el medio, más hábiles, tienen asignadasletras como «k», «y», «g», «v» o incluso «b»,bastante menos frecuentes.Así resulta que hoy día, en la época de laelectrónica y de los teclados ultrasensibles,continuamos escribiendo sobre disposicionespensadas para hacer más lenta la pulsación ydar trabajo a los dedos menos ágiles. Y ello pesea que todos los ordenadores permiten cambiar aun teclado de disposición diferente con un simpleclic del ratón. Un francés llamado Marsanim 79estudió la frecuencia relativa de cada una delas letras del alfabeto en ese idioma, después delo cual ideó un teclado que las distribuye demanera que se consigue un aumento del 30 porciento en la rapidez de pulsación de los teclistasprofesionales, lo que no es poco19. Pero lainercia y la costumbre, es decir la huella excavadaen la cera de nuestros teclados desde hacemás de un siglo, unidas a nuestra dificultad

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para replantearnos lo que parece consagradopor el uso, determinan que sigan fabricándosea millones unos ordenadores ultramodernos...dotados de unos teclados prehistóricos.En el mismo orden de ideas, a veces oímoscómo se repite aquello de que es de mala educacióncortar la lechuga de la ensalada con elcuchillo. La razón de ser de este consejo de«buenos modales» es que antiguamente loscuchillos no eran de acero inoxidable, y elvinagre de la ensalada los ennegrecía y estropeaba.Como habitualmente nunca nos interrogamosacerca de las razones de los comportamientosheredados del pasado, la ley delcauce excavado en la cera sigue prevaleciendoy perpetúa una serie de comportamientos y de80 ^costumbres que ya no tienen ninguna justificación.-¿Por qué no quiere usted comer carne? -lepreguntaron cierto día a uno de mis amigos.-Y usted, ¿por qué come carne? -replicó él,con ganas de provocar.¡Perplejidad! El primero en preguntar nohabía reflexionado nunca acerca de su alimentación,sino que reproducía por costumbre loaprendido en casa de sus padres y entre sufamilia. Pero, ¿era realmente la alimentaciónmás conveniente para él, o la más sabrosa...?¿Conocía las ventajas y los inconvenientes, lascualidades y los defectos de las distintas eleccionesalimenticias de que hoy disponemos?No. Él se limitaba a seguir el curso impreso enla cera familiar.¡Cuántas veces hacemos las cosas de estamanera, sin haberlas pensado nunca en realidad!En nuestras conductas profesionales, ennuestras reacciones emocionales, en nuestrasopiniones y nuestras creencias, ¿cuánta partecorresponde a la educación, reproducida mecánicamente,sin que nos las hayamos planteadonunca conscientemente?süasgr 8 1

La cera representa lo inconsciente, así como

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el cuerpo es lo material. El agua caliente, porsu parte, simboliza la conciencia, la energía, loespiritual. Al principio siempre es el espíritu elque imprime forma a la materia. La concienciafija una orientación a los pensamientos, a losgestos. Es como el programador que crea unprograma informático. A continuación, larutina toma el relevo. El cauce ya está marcado,no hay más que seguirlo. Esto es ventajosopara los gestos correctos, los hábitosconvenientes, los comportamientos que deseamosreproducir. Pero, ¿qué pasa con los quenosotros no hemos elegido, los que estaban ahíantes que nosotros -en la familia, en la sociedad-,los que se han infiltrado gradualmente ennuestra vida cotidiana sin que nos diéramoscuenta, cuando teníamos bajada la guardia, yque ahora nos gobiernan con independencia denuestra voluntad? Hasta que llega el día enque, sin previo aviso, el cuerpo le dicta al espíritulo que puede hacer o no, el programa limitaal usuario vedándole otras posibilidades, loscomportamientos automáticos sustituyen alas elecciones conscientes.82 s»Fijémonos en el mundo de la empresa.Pedro ha creado una sociedad, por ejemplo. Éles el agua caliente. Él decide lo que quierehacer, y qué estatuto, qué forma jurídica quieredar a su empresa. Al principio, él moldea lacera según sus deseos, para que la sociedadsea conforme a sus sueños, a sus proyectos.Ahora bien, ¿qué es lo que ocurre a menudo, alcabo de algunos años? La cera se ha endurecido.La sociedad ya es una empresa estable, hacrecido, se ha reforzado, está bien implantada(no puede ser más elocuente esa expresión).Ahora es ella la que le dicta a Pedro lo quepuede hacer o no. La creación ha quedadoreemplazada por la producción, la administración,la gestión, que imponen su presencia. Laempresa tiene una vida propia, un metabolismo,unas necesidades. Llegados a este

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punto, a Pedro le resultaría muy difícil cambiarnada, aunque se lo propusiera, o intentar queevolucionase en otro sentido. La rutina presentauna resistencia obstinada. La cera ya noes tan maleable como al principio.Efectivamente, se necesita un gran talentopara mantener una empresa en estado de vita-^ 8 3lidad y movilidad, evitando los dos extremosque son, por un lado, el cambio permanenteque desconcierta a clientes y empleados, y porotro, la cristalización y el estancamiento que, apartir de un momento dado, determinan quecualquier cambio sea doloroso y difícil si noimposible. Cuando la arcilla se reseca, suforma se petrifica. Si se amasa y humedecedemasiado, no conserva ninguna forma y porconsiguiente no sirve para nada. La vida es unequilibrio entre cuerpo y espíritu, materia yenergía, automatismos inconscientes y eleccionesconscientes, y esos equilibrios han de reajustarseconstantemente. Siempre son necesariasambas cosas, la cera y el agua caliente.La metáfora de este capítulo nos invita, portanto, a distinguir en nuestra vida lo que sea «lacera» y lo que sea «el agua caliente», lo queresulta de las elecciones conscientes que continúanmereciendo nuestra aprobación, lo quehemos heredado inconscientemente del pasado(familiar, social, religioso), y por último, lo quenosotros mismos habíamos instituido voluntariamente,pero que hoy día ya no tiene razón de84 ^ser. A tal efecto, hay que echar de vez encuando una ojeada objetiva a lo que, sinembargo, tenemos ante los ojos todos los días.Nada debe aceptarse como definitivo. Es precisoconservar el sentido de la maravilla, laduda metódica, la curiosidad. Poner en tela dejuicio las evidencias. «Desgraciado el hombreque no se lo ha replanteado todo, al menos unavez en su vida», es una de mis citas favoritas dePascal. Replanteárselo Lodo: no sólo una o dos

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cosas, como las opiniones de nuestros mayores(en la adolescencia), las de nuestro patrono, olas del partido opuesto. ¡Todo! Nuestras ideas,nuestras creencias, nuestros conocimientos,nuestros hábitos. No permitir que ningún bloquede cera, ningún molde sigan influyendosobre nosotros sin que nos hayamos interrogadoen cuanto a su origen, su validez, su utilidad,su pertinencia.Pero, ¡atención!, que no se trata de cambiarpor cambiar, por mero afán de iconoclasia.Muchos de nuestros hábitos tienen su razón deser. Muchos de nuestros comportamientos sonpertinentes e idóneos. En este caso, al cuestionárnoslostomamos conciencia de ellos, los«m 85convertimos en elecciones deliberadas y conscientes,lo que es mucho mejor que continuarcon unos reflejos y unas costumbres desvitalizadas.Se trata de adueñarnos de nosotros mismos,para poder decirnos algún día que nosomos el mero resultado de unos condicionamientossoportados más o menos conscientemente,sino el fruto de unas elecciones deliberadasy adoptadas en plena posesión denuestros medios. Es un proceso que lleva sutiempo -semanas, meses, en ocasiones inclusoaños-, pero que es enriquecedor y liberador.«No se puede ser libre e ignorante», decía ThomasJefferson con acierto. La libertad no es undato previo. No se recibe, se conquista. Nuncaseremos libres si desconocemos las fuerzas ylos condicionamientos que actúan sobrenosotros, y que siguen influyendo en las decisionesque creemos «libres». Simbólicamentehablando, la libertad no consiste sólo en paseara capricho por los caminos trillados, sino en laposibilidad de dejar una huella propia.Se observará además que la mayor parte delos grandes inventos se debe a sujetos quesupieron asombrarse delante de lo que parecía86 iswnormal a todos los demás, o que éstos ni

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siquiera veían (o había dejado de llamarles laatención). Al regresar de un paseo por elcampo, ¿no se ha visto usted obligado a quitarselas bolitas verdes o pardas, llenas de pinchos,que se agarran a los calcetines? No escosa de mucha curiosidad. Pero alguien seentretuvo en pensarlo, en interrogarse sobre lacausa de que esas semillas tengan una adherenciatan fuerte. Ese alguien inventó el Velero,e hizo fortuna.El peligro de la cera es la trampa de larutina, del «piloto automático». Para evitarla, esbueno modificar conscientemente, de vez encuando, algunos de nuestros hábitos. Cambiarel recorrido. Comprar una revista que no habíamosleído nunca. Ensayar una cocina exótica, ouna dieta diferente. Sumergirse en las creenciasde otros pueblos, de otras religiones. Permutarcometidos domésticos durante unasemana con nuestra pareja. Comer con laizquierda (o con la derecha si somos zurdos).Ayunar un día entero. Guardar castidaddurante un mes. Permanecer en silencio todo<ms 87un día. Jugar un partido de baloncesto en sillade ruedas, como los hemipléjicos. Salimos delos caminos trillados. Echar agua caliente sobrenuevos territorios y crear nuevos surcos.Pero también puede ocurrir que pertenezcamosa ese otro grupo menos numeroso de losque son víctimas de la trampa contraria, la delagua caliente. Es lo que les ocurre a ciertos creadores,artistas o inventores. La trampa de losque prefieren crear infatigablemente pero noprofundizan, no llegan a imprimir una huelladuradera en las cosas, siempre dedicados aexplorar otros espacios, otras posibilidades,otras ceras vírgenes. A ésos les aconsejo que seimpongan una forma fija, lo que les servirá talvez para descubrir nuevas dimensiones de lalibertad y de la creación. La práctica regular deuna disciplina: artes marciales, masaje sedente(Amma), ejercicios de yoga o de meditación,

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música para varios instrumentos, teatro ocoreografía. Todo ello, por las limitaciones a quesujeta, puede liberar nuestra conciencia, comoocurre con el músico que repite incansable losmismos pasajes, pero dándole a la forma inmutablede la partitura una expresión diferente88 <^cada vez. En estos casos, nos aburriremos únicamentecuando no acertemos a insuflar unpensamiento consciente y dinámico en losactos repetidos muchas veces idénticamente,en cuyo caso el espíritu languidece adormecidopor la monotonía.Así, mientras nos ocupamos tan pronto delfondo como de la forma, de lo espiritual tantocomo de lo material, mientras alternamos entrecreación y reproducción, entre conciencia yautomatismos, todo se convierte para nosotrosen motivo para aprender e integrar, para crecery perfeccionarnos. Y si hemos dejado unabonita impronta en la sociedad, a lo mejor acabaremosteniendo una estatua... ¡en el museode figuras de cera!*«» 89

- 4 -La mariposa y el capullo:la ayuaa que debilita y ladificultad que vigorizactíÜI?V^uando la oruga se convierte en crisálida,prácticamente acabada su metamorfosis enlepidóptero, le falta todavía una prueba quesuperar para llegar a ser realmente unamariposa. Debe romper el capullo dentrodel cual se ha operado esa transformación,a fin y efecto de librarse de él y emprenderel vuelo.La oruga teje su capullo poco a poco, demanera progresiva. Pero la futura mariposa nopuede librarse de ese modo gradual. Es necesario

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que haya acumulado fuerza suficiente enlas alas para romper su cárcel de seda con lamayor rapidez posible.«ser 93Esa última prueba, precisamente, con lapotencia exigida a la mariposa y que éstahabrá acumulado previamente, garantiza quese haya desarrollado la musculatura que enseguidava a necesitar para volar.Si alguien, ignorando ese detalle importantey creyendo «ayudar» a la mariposa queestá a punto de nacer, se adelantase a romperel capullo, habría dado a luz un lepidópterototalmente incapaz de volar. Porque éste nohabría tenido ocasión de utilizar la resistenciade su sedosa prisión para desarrollar la fuerzaimprescindible a fin de librarse de ese impedimentoy echar a volar seguidamente. Unaayuda mal concebida puede así resultar perjudicialy, en ocasiones, incluso mortal.H e aquí una metáfora rica, aplicable a numerosassituaciones diferentes. ¿Qué descubrimosen ella? Por ejemplo, que en la vida determinadaspruebas son indispensables para elcrecimiento. Dichas pruebas sirven para desarrollardentro de uno mismo la fuerza indispensablepara acceder a la fase siguiente. Inversa-94 ^^mente, cuando pretendemos sustituir a otrapersona en una prueba que le estaba destinadaa ella, suprimiendo el obstáculo externo, enrealidad no hacemos más que perpetuar el problema,en vez de resolverlo auténticamente. Lasupuesta solución no es tal, sino ineficaz y porlo general contraproducente, al obtenerse unresultado contrario al que se esperaba. En vezde ayudar y liberar al otro, nuestra inadecuadaintervención tal vez impedirá su desarrollo, conposibles resultados de atrofia y muerte.Vista así, la idea que expresa esta alegoríapuede parecer obvia. Miremos a nuestro alrededor,sin embargo, y podremos observarcuántas veces se empeña la gente en «romper el

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capullo» para otros, a todos los niveles, con laconsiguiente perduración de los problemasque así se pretendía resolver. Veamos algunosejemplos.En su notable obra Pourquoi sont-üs sipauvres? (¿Por qué son pobres?)20, que contienemás de ochenta cuadros sinópticos, el exconsejero nacional suizo Rudolf Strahm ponede manifiesto cómo, después de diez años deayuda a los países del tercer mundo, a golpems? 95de miles de millones de dólares, se ha llegado alresultado global de que dichos países sean máspobres y hayan caído en un grado de dependenciay endeudamiento mayor que el de antes.Esta situación, por supuesto, admite toda unaserie de explicaciones: la corrupción de algunasautoridades de esos países, el coste exorbitantede la deuda, la deficiente gestión de las ayudas,las motivaciones a veces ambiguas de los mismosque las conceden y financian. Pero, apartede todos estos factores, sería preciso replantearsetanto la naturaleza de la ayuda concedida(generalmente material, financiera) comola manera de administrarla (creando relacionesde dependencia). Este replanteamiento ha sidoemprendido en la actualidad por algunas organizacionesno gubernamentales.A la luz de la alegoría de la mariposa, se adivinaque ciertos cambios, ciertas ayudas, nopueden provenir sino de lo interior. De maneraque cuando le aportamos algo exteriormente aquien no lo tiene (o que simplemente aún no lohabía madurado bien), en vez de ayudarle aobtenerlo por sus propios medios, hacemos deél un individuo dependiente y acrecentamos su9(5 -^m

debilidad. Por supuesto hay situaciones deurgencia que reclaman una ayuda exteriorinmediata, material, alimenticia o financiera.Eso es indiscutible. Pero salvo estos casos, laayuda desinteresada de verdad -es decir, laque no responde a una intención de quitarse

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excedentes, o de ejercer un control sobre laeconomía a la que supuestamente se socorredeberíaapuntar a que el necesitado vaya desarrollandola capacidad de ayudarse a sí mismo.Un ejemplo a contrario servirá para ilustrarcon claridad ese punto. Mientras las autoridadesestadounidenses condujeron una guerrafrontal contra las tribus amerindias, muchasde ellas, aunque diezmadas y desprovistas derecursos, se mantenían vigorosas. No esperabannada de nadie, ni contaban con otra cosaque sus propias fuerzas. En cambio, a partirdel momento en que esas mismas autoridadesadoptaron la política de «ayudar», firmando tratados,concediendo tierras, facilitando unmínimo de medios, esos pueblos empezaron adebilitarse, a languidecer (aunque siempre hayexcepciones). Estoy simplificando adrede paraque se vea mejor el principio básico de esta ale-<me* 97

goría. Cuando se aporta exteriormente algunacosa, privamos al beneficiado del esfuerzo debuscarla por sí mismo, esfuerzo que le infundiríavigor y le obligaría a superarse continuamente.Con esto no quiero decir que debamosrenunciar a ayudar o socorrer a los demás-interpretación que sería demasiado simplista-,sino que nuestra ayuda debe apoyar el esfuerzopermanente del otro, permitiéndole acceder asus recursos internos, en vez de ahorrarle porcompleto dicho esfuerzo reemplazándolo por lafacilidad y la dependencia exterior.En la medicina encontramos otra ilustracióndel mismo principio. Varias enfermedadesinfantiles, desde el simple resfriado hasta elsarampión o la tos ferina, para el organismo delniño son pruebas que le permiten desarrollar yreforzar su sistema inmunitario, como biensaben muchos médicos formados en la escuelahipocrática, los higienistas, los homeópatas ylos naturópatas. Cuando luchamos contraestas enfermedades, como lo prescribe imprudentementecierta medicina, privamos al niño

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de oportunidades para aumentar su inmuni-98 ^=dad, y lo criamos débil y dependiente de lasayudas exteriores (fármacos, antibióticos, etc.).Dicho sea de paso, algunos médicos avezadosconsideran que una causa principal de la multiplicaciónde todo género de alergias que estamospresenciando desde hace veinte años porlo menos, es precisamente esa sobremedicaciónde los niños, que les impide consolidar lasinmunidades y los hace vulnerables a todaclase de agentes.Por el contrario, si realmente deseamos«ayudar» a un niño que atraviesa una de esaspatologías infantiles, lo aconsejable sería:acompañar la enfermedad, vigilar para que norevista proporciones excesivas, y dejar tiempoal sistema inmunitario del niño para quetriunfe sobre ella y salga reforzado. Dejartiempo, ¡en eso consiste la clave! Cuando preferimoscortar la enfermedad enseguida para queel niño no falte a la escuela ni nosotros al trabajo,utilizamos medios que desde luego soneficaces en lo inmediato, pero que predisponenel terreno para complicaciones ulteriores, porquese perpetúa la debilidad y la fragilidad delorganismo infantil.<s«r 99El mismo principio se aplica a la fiebre,demasiadas veces contemplada como enemiga,cuando en realidad es el medio que utiliza elorganismo para librarse de los agentes patógenosagresores. Como ha dicho André Lwoff, delinstituto Pasteur y copartícipe de un premioNobel: «La fiebre es el mejor remedio. Porencima de una temperatura de 39,5° C quedaninhibidos o destruidos casi todos los virus.» YAndré Passebecq, uno de los padres de la naturoterapiaen Francia, agrega que en un niñocuyo hipotálamo no haya sido alterado por lasintoxicaciones (fármacos, vacunas), cuantomás altas las defensas inmunitarias máspuede aumentar la temperatura sin correr

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ningún riesgo, lo que asegura una luchaintensa y rápida contra los microorganismosinvasores. Passebecq subraya que «la fiebre notratada conduce rápidamente al restablecimientode la salud, sin riesgo de recaídas nicomplicaciones».Queriendo «librar» al niño de la fiebre, comomariposa extraída de su capullo, en realidad lohacemos todavía más dependiente de unamedicación ante la patología más banal. A conloo<**trario, los famosos «baños de asiento» -consistentesen abrigar bien al niño pero dejando aldescubierto las nalgas, que se sumergendurante dos o tres minutos en agua fría-, quepueden parecer una agresión infligida al organismo,en realidad contribuyen a potenciar susistema inmunitario y conferirle más resistencia.Así pues, la paradoja determina que ciertas«ayudas» sean perjudiciales de hecho, mientrasque las aparentes «agresiones» resultan salutíferas.No obstante, también conviene rehuir lasimplificación excesiva. Siempre es necesarioconocer al detalle los mecanismos que intervienenen cada uno de esos casos.Otros dos sectores en los que «rompemoscapullos» creyendo hacer un bien son: el de laeducación (en la familia) y el de la enseñanza(en la escuela). Como sucede a menudo, lainclinación de la balanza ha pasado de un platilloal otro en el término de menos de cincuentaaños. En otros tiempos, el niño no teníanada que hablar ni en casa, ni en la escuela.Nadie se preocupaba por escuchar sus afanes.Los padres y los maestros no se planteaban«r 101tantas dudas. Al niño le tocaba obedecer, adaptarse,desarrollarse... o sufrir las consecuencias.Como todo exceso invita a su contrario, lageneración siguiente halló en los trabajos dela psicología y del psicoanálisis una incitacióna conceder categoría de persona al niño desdela primera infancia, a prestarle más atención

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-en tanto que sujeto, que no objeto de la educacióno la pedagogía-, rebajando un gradotodas las formas de constricción, de autoridad,de exigencia. Jamás escuchado en otros tiempos,al infante ahora se le escucha demasiado.De ahí ha resultado esta generación de niños«reyezuelos» que tiranizan a sus padres y a susprofesores. Privado del capullo familiar y social,el menor busca en la sociedad y en el Estadounos padres sucedáneos y un marco de referenciasustitutivo. Es entonces cuando vuelvetorpemente contra éstos su rebeldía de adolescente-crisálida que no acaba de echar a volar,por no poder desenvolverse en condiciones normalesy a una escala adecuada.Nunca habían disfrutado los niños de tantosmedios, atenciones y posibilidades de todas cla-102 -^ses. Nunca se les había «ayudado» tanto. Sinembargo, el resultado de todas estas aportacionesexternas no ha sido el que se esperaba. Sinpintarlos como demonios con cuernos -entodos los tiempos, como nos enseña la Historia,los mayores han visto en los jóvenes todos losdefectos posibles- es indiscutible que los índicesde analfabetismo vuelven a subir, que lacalidad de la ortografía y de la redacción haempeorado bastante, que el índice del 80 porciento de aprobados del bachillerato no es sinoel resultado de una engañosa bajada del listón,que la delincuencia aumenta entre los jóvenes,que la fuerza moral disminuye (los conceptos«virtud», «dignidad», «honor» van desapareciendodel uso habitual). En una palabra, quela presión interior que induce a crecer, a formarse,adormecida por el exceso de facilidadexterior, decae constantemente. Dicho sea depaso, ¿no vemos el reflejo de la situación en esamoda juvenil de usar prendas de talla demasiadogrande...? Esas prendas que sus cuerposno acaban de llenar vienen a simbolizar las funcionesy los roles que les esperan, sin que ellostengan intensidad interior suficiente para asu-

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*» 103mirlos, como un globo que parece una bolsafloja mientras no exista en su interior una presiónsuficiente para llenarlo.Quede bien claro que cuando digo esto noestoy patrocinando un retorno al pasado, ni elrechazo de lo que pueden aportarnos y aportara los niños la ciencia, la tecnología y demásrecursos exteriores. Me limito a señalar que elfondo debe tener prioridad sobre la forma y precederla.El cuerpo ha de crecer antes que lasropas, las posibilidades interiores antes que losmedios exteriores. Inside out, de dentro afueraque dicen los estadounidenses. Las cosasdeben empezar desde dentro para salir luego yencontrar su correspondencia exterior.Así lo había comprendido aquel oriundo delsur de la India, que tenía alrededor de sesentaaños cuando lo conocí, hace diez. Venía a negociarla comercialización de unos aceites esencialesque fabricaba su empresa. Ese hombre,cuando tenía siete años había vivido la dramáticaexperiencia de la escisión india. Con suspadres recorrió a pie cientos de kilómetros, llevandoa cuestas lo más indispensable, porqueellos eran hindúes y era necesario salir cuanto104 ^antes de lo que iba a convertirse en Pakistán. Aesos escasos siete años empezó a trabajar. Convoluntad y obstinación, llegó a crear un día supropia empresa, que prosperó. En nuestra conversación,sin embargo, me confesó que pensabadejar toda su fortuna a la caridad, y quesus hijos no heredarían nada cuando él desapareciese.Esto me sorprendió.-Si tienen las mismas facultades que yo, nonecesitarán de mi dinero -explicó-, puesto quesabrán hacer fortuna por sus propios medios.Si no las tienen, mi fortuna no les sería másque perjudicial, puesto que carecerían de capacidadpara hacer buen uso de ella.O dicho de otra manera, dejaba a sus hijosel cuidado de hacerse sus trajes a la medida de

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cada uno, en vez de dejarles los suyos que a lomejor les quedarían demasiado holgados. Nodigo que acepte ese testimonio como un modelode conducta digno de ser imitado al pie de laletra, pero rae parece que tiene la virtud de respondera una coherencia bastante acorde connuestra alegoría de la mariposa. Atribuye laprioridad a las fuerzas interiores -energía,valentía, inteligencia, liderazgo, amor, capaci-««* 105dad de improvisación, espíritu emprendedor,entre otras muchas-, y considera los medios yel patrimonio material como concreción oreflejo exterior de esas cualidades.Que se tratase de un hindú, sin duda tienealgo que ver con su manera de considerar lacuestión, porque la India, aunque esté recibiendoalgunas influencias nefastas de Occidente,sigue siendo un país profundamenteespiritual. Entre nosotros, el materialismo propiode la cultura occidental estimula en todos lapropensión a buscar preferiblemente, en cualquierdominio, las soluciones materiales, exteriores,en vez de sondear en nuestro fuerointerno, al nivel sutil, para hallar recursos queno esperan sino a ser solicitados para hacersepresentes.Por otra parte, el relato de este hindú nodeja de recordar esos cuentos infantiles en queun rey entrega la custodia de su hijo a unoscampesinos subditos suyos, para que se críe elpríncipe ignorando sus orígenes reales, y paraque se familiarice con la tierra, los animales ylos humanos, y aprenda a cubrir sus propiasnecesidades. De este modo se desarrollarán en106 ^él las cualidades y los conocimientos que leharán luego un rey digno de su categoría ycapacidad para ejercer sus funciones.No se fabrica una mariposa pegándole alasa una oruga con un adhesivo, ni un rey colocandouna corona en la cabeza de un niño, niun hombre poniéndole a un muchacho prendas

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de adulto. No se le puede conferir a otro loque nunca es sino resultado de una evolucióninterior, de una transformación estrictamentepersonal. Sin embargo, a nosotros nos pareceposible favorecer esa maduración interior,como cuando se riega una semilla para quegermine.La alegoría de la mariposa nos lleva a interrogarnossobre el problema del sufrimiento.¿Acaso no es disminuir el sufrimiento de eselepidóptero y que se libere más pronto, la razónpor la cual desearíamos ayudarle a romper elcapullo? En un sentido general, la ayuda quedeseamos aportar a otros, ¿no pretende, confrecuencia, evitarles padecimientos, facilitarleslas cosas? Ahora bien, ¿son necesariamentenegativos todos los sufrimientos? ¿Dónde está«er 107el límite entre el dolor del esfuerzo, aceptado eincluso buscado en el deporte, y el umbral apartir del cual el sufrimiento deja de ser aceptable?Como es obvio, esta cuestión no tieneuna respuesta sistemática.Lo cierto, en cambio, es que la opción «sufrimientocero» no es posible ni deseable. Sucedeaquí lo mismo que con otras muchas cosas.Hay sufrimientos buenos o malos, necesarios oinútiles, indispensables o inadmisibles. Lo quedistingue a los unos de los otros es el sentidoque tengan o no a ojos del paciente, o bien el quese consiga o no infundirle. «Dadme un "por qué"-ha escrito Nietzsche-, y soportaré cualquiercosa.»El sufrimiento de la futura mariposa tieneun sentido, puesto que nace del esfuerzo que vaa permitirle volar. Es el precio de su liberación.Es algo más que útil, indispensable. Así ocurretambién con la mujer que pare, puesto que eldolor acompaña al hecho de dar la vida21. Y esnecesario asimismo para el recién nacido, paraquien constituye una prueba que influye en laformación de su carácter, como ha demostradoGrof con sus estudios sobre las matrices peri-

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108 is»natales22. Lo es el sufrimiento del deportistaque supera sus propios límites y así bate nuevosrécords. Para citar un ejemplo extremo,Jesucristo dio un sentido a su martirio en lacruz y a su muerte.Por el contrario, padecer dolores terriblesbajo la fresa del dentista habiendo analgésicos,es algo que a priori no se justifica para nadie.Torturarse íntimamente durante años a causade las secuelas psicológicas de un traumatismoo de unas sevicias sufridas en la infancia,ahora que existen terapias que pueden remediarlo,tampoco tiene sentido. Un dolorpequeño pero absurdo se sobrelleva peor queotro más intenso, siempre que éste signifiquealgo para nosotros.Viktor E. Frankl, superviviente de los camposde concentración nazis, autor de obrasexcepcionales, ha escrito: «Vivir es sufrir.Sobrevivir es hallar un sentido al propio sufrimiento.» Y agrega: «El hombre no busca el placerni el sufrimiento, lo que busca es un sentidoa su vida.» A falta de sentido, el placer envilecey el sufrimiento destruye. Nuestro rechazo decasi todas las formas de sufrimiento (excepto el«** 109deportivo), y lo mismo nuestra frenética búsquedahedonista, que son rasgos característicosde la sociedad contemporánea, se presentanasí como reflejo de la pérdida de sentidoque muchos le diagnostican. En estas condiciones,el sufrimiento deja de ser el testigo de unesfuerzo que realizamos para superarnos enun dominio determinado, y se conceptúa únicamentecomo malestar inútil, desprovisto desentido y que debe ser eliminado acudiendo alos medios exteriores: aparatos, fármacos,drogas.En resumen, aquí no se recomienda «sufrirpor sufrir», ni condenar sin discriminación todosufrimiento para caer en un hedonismo primitivoy tan perjudicial, a largo plazo, como el

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exceso contrario. Lo que propongo es distinguirentre el sufrimiento que engrandece y el quedestruye, al igual que existe un fuego, el del sol,que calienta y madura los frutos, y otros fuegosque abrasan y carbonizan todo lo que tocan.Si realmente deseamos ayudar al prójimo,tendremos que plantearnos necesariamente lacuestión fundamental: ¿Por qué sufre ese prójimo?¿Qué gana o pierde con su padecimiento?110 ^*»El hecho de sufrir un poco, ¿le hace más fuerte,más inteligente, más resistente, más tolerante?¿O no? Todo padre, todo educador, todo entrenadoro líder han de enfrentarse tarde o tempranoal problema del sufrimiento ajeno, paraaprender a comprenderlo y a reaccionar. Ahorabien, lo mismo que el niño gusta de lo dulce ydetesta lo amargo que tal vez el adulto aprecia,es preciso que uno mismo haya destilado laamargura de su propio sufrimiento, y que hayadegustado luego el néctar precioso que seextrae de ello, para que le sea posible favoreceren otro, acompañándolo, el funcionamiento deesa alquimia interior que nos lleva a tolerar elfuego del sufrimiento, en vez de abalanzarnoscontra él extintor en mano.Existe en los códigos un delito de «inasistenciaa persona en peligro». De manera que noayudar a uno que sufre -por ejemplo, un heridograve en el escenario de un accidente- está castigadopor la ley. Pero, ¿no se observa a veces,también, un delito de «asistencia inoportuna apersona no amenazada» por ningún peligro? Eslo que ocurre con la mariposa de la alegoría,aunque ese delito no esté recogido en el Código<ser 111

Penal. Las consecuencias del primero de estosdelitos son obvias: el herido puede fallecer, oagravarse mucho su estado. Las del segundoson menos aparentes, porque no afectan alcuerpo, sino a las potencialidades de la víctima.Lo amenazado no es su vida, sino su porvenir,cuando se ahoga exteriormente lo que debía

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nacer desde el interior. La asistencia inoportunaa persona no amenazada es un delito contrala evolución personal, contra el crecimiento,contra la superación de sí mismo.Dentro de ese mismo espíritu, un gran terapeutapreocupado lo mismo por el alma que porel cuerpo de sus pacientes enseñaba que el verdaderomédico, cuando se dispone a tratar aalguien, debe procurar que la sanación hagarecorrer al enfermo el mismo camino que lehabría impuesto la enfermedad. A falta de locual, la mera curación física, a modo de liberaciónexterna de la mariposa, privaría a esepaciente de las alas que habría desarrollado en élla comprensión plena y entera de su enfermedad.Evidentemente la metáfora de la mariposaencierra mucha sabiduría. Subraya la primacía112 *•*de lo interior sobre lo exterior, de lo sutil, energéticoo espiritual sobre lo material. Inside out,que salga a la luz nuestro potencial interno.Favorecer la emergencia de nuestros recursosen vez de atrofiarlos con aportaciones externas.Así recuperan sus patentes de nobleza nuestrosesfuerzos en todos los dominios, e inclusonuestros sufrimientos, siempre y cuando seanútiles vehículos de un sentido, indicios de unaauto-superación, de una evolución. La metáforaevoca una pedagogía del acompañamiento,de emergencia a la luz, frente a las ayudas malentendidas que debilitan o destruyen lo quecreían salvar. ¡Qué gran símbolo!*et 113

5 -E\ campo magnético y laslimaduras: modificar lo visibleac\i\av\¿o sobre lo invisibleImaginemos una mesita plegable de campingcon su tablero de fórmica. Debajo de éstehemos ocultado un imán. A continuación le

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damos a alguien un salero lleno de limaduras dehierro, de color negro, y le pedimos que espolvoreela superficie del tablero. Entonces nuestroayudante experimentará la sorpresa de vercómo las finas partículas de hierro, en vez dedistribuirse irregularmente sobre la superficie,se organizan formando una figura ordenada,que no debe nada al azar. En efecto, el campomagnético del imán, aunque invisible, ordena ladistribución de las limaduras en función de laslíneas de fuerza que unen sus dos polos.«*?r 117

Si ahora esa persona no se contenta con eldibujo obtenido y lo barre con el dorso de lamano, para espolvorear de nuevo la mesa conotro salero conteniendo limaduras teñidas deazul, las nuevas partículas se organizaráninfaliblemente siguiendo las mismas líneas defuerza y se formará un dibujo muy parecido alanterior, aunque de color azul esta vez.En cambio, si acercamos o alejamos lospolos del imán dispuesto debajo de la mesa, oacercamos los polos del mismo signo de dosimanes distintos, al instante las limaduras dehierro, sean del color que sean, cambiarán sudistribución reflejando la subyacente delcampo magnético.H/ste experimento que hace las delicias de tantosniños en el colegio o en casa, es una excelentemetáfora de los fenómenos que se observanen numerosos dominios de la actividadhumana. Nos enseña, en efecto, que un acontecimientoperfectamente visible puede obedecera influencias invisibles, pero no por ello menosdemostrables. Cuando no tengamos en cuenta118 ^8»

esas influencias sutiles, serán infructuosos losintentos que hagamos con el propósito de modificarla parte manifiesta del fenómeno. Las mismaspautas se repetirán incesantemente. Paraobtener un cambio verdadero, en consecuencia,es preciso actuar sobre las causas profundas yno visibles23.

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El campo de aplicación de esta metáfora esinmenso, por lo muy acostumbrados que estamosactualmente a proponer soluciones superficialespara los problemas de fondo, de modoque no tenemos en cuenta sino la parte material,tangible y mensurable de los fenómenosque estudiamos. De tal manera que tanto enmedicina como en agricultura, educación opolítica, intentamos remediar las dificultadesque se presentan actuando sobre los síntomas,desatendiendo las causas profundas, de cuyaexistencia aquéllos no son más que reflejo aparente.Sin embargo, el campo magnético y las limadurasestán en cada uno de nosotros, y por esonos interesa poner de manifiesto lo uno y lootro. En nuestro caso, el campo magnético estáformado por el conjunto de nuestras creencias.m&f 119

Y no sólo las conscientes -cuestiones de religión,de filosofía, de las corrientes de pensamientode que somos partícipes-, sino tambiény sobre todo los apriori, los valores, las preconcepcionesy las creencias implícitas que hemosdesarrollado en el transcurso de nuestra formación(sin verificarlas), o recibidas del entornoen que hemos vivido (familia, mediosocial, país). Se cree en unos dogmas religiosos,pero también en los propios fantasmas, en loque le susurran a cada uno sus temores, enlo que dicen de nosotros y del mundo los demás.Creemos en ciertas ideas políticas, en una concepcióndeterminada de la medicina, en unosvalores culturales y sociales, en lo que sepublica en los periódicos, y en muchas cosasmás, inconscientemente la mayoría de las vecesexcepto si emprendemos su objetivación consciente.Nuestro «campo de creencias», como podríamosllamarlo, ejerce una influencia poderosa eincesante sobre nuestra manera de ser, sobrenuestras percepciones, y también sobre nuestramanera de pensar y de amar. La «libertad depensamiento» que nuestra sociedad dice reve-120 *»*

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rendar al más alto grado es un engaño, en granparte, y dentro del estado de cosas actual.Engaño característico de una época que rindeculto al intelectualismo y no presta atención,pese a los trabajos de la psicología y el psicoanálisis(y aun antes, las enseñanzas de lasdiversas tradiciones), a todas las influenciassubconscientes e inconscientes que recibenuestro pensamiento supuestamente «libre». Lomismo que la cabeza no puede vivir separadadel cuerpo, tampoco nuestro intelecto piensacon independencia de lo que ocurre en el corazón(la afectividad) y en el organismo, ni en elplano consciente ni en el inconsciente. En otraspalabras, nuestra libertad de pensamiento estáconstreñida en realidad dentro de nuestrocampo de creencias. Éste delimita un espaciode fronteras, no por invisibles menos infranqueables,más allá de las cuales el pensamientono llega a aventurarse. En la película La guerrade las galaxias, Lucas presentaba una secuenciaque ilustra a las mil maravillas esa relaciónentre campo de creencias y libertad de pensamiento:algunos planetas estaban rodeados deun escudo magnético, de manera que las naves«** 121del espacio sólo podían evolucionar dentro deesa esfera invisible, excepto cuando alguiendesactivaba la protección. Igualmente, lasnaves del exterior tampoco podían penetrar lafrontera invisible, pero tangible. A mi modo dever es una bella metáfora de esa otra esfera enla que evolucionan nuestros pensamientos,delimitada por nuestras creencias e impermeablea las ideas ajenas a su campo de influencia.Si para los poetas el pensamiento tiene alas,nuestro campo de creencias es la jaula y nuestrostemores sus más sólidos barrotes. Noexiste verdadera libertad de pensamiento sinlibertad de creencias, es decir sin una toma deconciencia en cuanto a las creencias queactúan en nosotros. No es necesariamentecuestión de renunciar a ellas sino, como

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mínimo, de objetivar la influencia que ejercensobre nosotros para no seguir siendo prisionerosde la misma. A este efecto, también hay quevencer los temores que galvanizan esa corazade creencias, en el interior de cuya esfera girannuestros pensamientos, y que nos impidendesactivarla a fin de explorar nuevos territorios.122 «wEn quien no ha hecho el trabajo de puestaal día de la malla invisible de creencias que hatejido dentro de él su educación, el pensamientoes como un pájaro con un hilo atado ala pata, que sólo puede revolotear dentro deun espacio circunscrito y limitado. Ningúncerebro, por brillante que sea y bien entrenadoque esté, se halla a salvo de esas influenciasinvisibles. En ciencia, en política, en economía,en todas partes abundan los ejemplos degrandes «pensadores», de hombres y mujeresgeniales cuyos trabajos exhibían no obstantela tendenciosidad, la limitación o la desnaturalizacióninfligidas por unos campos de creenciasde los que ellos no eran conscientes.Las biografías de personajes como Darwin,Mendel, Einstein, Freud, Pasteur y otrosmuchos no dejan lugar a dudas acerca de estepunto. No se les puede reprochar, en lamedida en que ni en sus tiempos se enseñabani ahora se les enseña a los científicos elconocimiento de sí mismos, lo que habría servidopara liberar a su pensamiento de esasinfluencias subterráneas que parasitaron sustrabajos.*» 123Si deseamos realizar en nuestro interior uncambio verdadero, hay que actuar sobre esecampo subyacente, en vez de quedarse en lasuperficie de las cosas. Uno puede cambiar detrabajo, cambiar de marido o de mujer, cambiarde país, incluso cambiar de religión, y quedarsesin embargo con el mismo campo de creencias...el cual reconstruirá a su alrededor, sinpérdida de tiempo, la copia conforme de la

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situación que uno rehuía o esperaba cambiar.La mujer maltratada se divorcia y se busca otromarido, que también la maltrata. El empleadoacosado deja su trabajo y recala en otraempresa donde se reanuda el acoso. El creyenteque rehuye las restricciones de su religiónadopta otra más exótica, pero no menos limitativa,y así sucesivamente. En todos estos casos,las limaduras de hierro han cambiado de color,pero no dejan de adoptar la misma configuraciónque antes. «Cuanto más cambia uno, máscontinúa en lo mismo», como solemos decir losfranceses, indicando hasta qué punto los cambiosque sólo afectan a lo superficial son inútiles.Hallamos ahí todas las limitaciones del trabajoexclusivamente consciente, el que se dirige124 «wúnicamente al cerebro: pensamiento positivo,análisis intelectual del comportamiento, afirmaciones.Si no toca a nuestro corazón, si notiene en cuenta las emociones, si no levanta losbloqueos, si los temores continúan acechandoen profundidad, si las creencias quedan en elplano inconsciente, cualquier cambio serásuperficial y poco duradero. Por este motivoson cada vez más las escuelas psicoterapéuticasque toman en consideración todas lasdimensiones del ser humano -la espiritual, laintelectual, la afectiva y la corporal-, a fin deobtener cambios en profundidad dentro de esoscampos de creencias.En la persona que se toma su tiempo pararealizar ese trabajo en profundidad y actuarsobre su propio «campo de creencias», los cambiosen superficie, por el contrario, tienden aaparecer de manera espontánea, como unaconsecuencia natural de las operaciones iniciadasen su fuero interno. Quien se transformaen profundidad, modifica las relaciones quemantiene consigo mismo, para empezar, y luegocon sus allegados, sus mayores, sus amigos ycolegas. En el transcurso de algunos años, a«» 125

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veces en muy poco tiempo, las personas querecorren esa metamorfosis interior compruebanque todo su entorno ha cambiado también,espontáneamente: nuevas oportunidades profesionales,nuevo marco de vida, nuevas relacionescon la pareja (o con la nueva pareja, según seanlos caminos que cada uno elige), sin necesidad dehaberlo decidido o deseado conscientemente.En un sentido general, la metáfora delcampo magnético y las limaduras de hierro nosenseña que los cambios superficiales duranmenos que una capa de pintura dorada sobreuna superficie no preparada para recibirla, acabandopor desprenderse. En el mejor de loscasos, cuando nos imponemos ese cambio,cuando injertamos a la fuerza una forma nuevasobre un fondo que no le corresponde, tendremosla ilusión momentánea de haber logradocambiar las cosas. Hasta que esa transformaciónsuperficial se deshoja, se marchita y desaparece,permitiendo ver otra vez el mismo fondo,que no ha cambiado.Es lo que ocurre, por ejemplo, y tal comonos cuenta André Giordan24, del Laboratorio de126 ^Didáctica y Epistemología Científica (LDES) deGinebra, cuando la escuela aplica un barniz desaber externo sobre las ideas preconcebidas delos niños, sin tomarse la molestia de identificaréstas ni procurar que evolucionen. Para ilustrarlo,Giordan recuerda la noción que tiene delcuerpo humano la mayoría de los niños.Sucede que muchos de ellos creen que la bocacomunica con una especie de tubo, el cual sebifurca en su parte inferior para evacuar por unlado la «caca» y por el otro «el pipí». Como laescuela no tiene en cuenta esta concepción delas cosas, los maestros se limitan a recubrirlacon una capa de pintura intelectual, cuandoexplican a los niños el funcionamiento del aparatodigestivo (esófago, estómago, intestinosdelgado y grueso, ano) que produce las heces, yluego el del sistema urinario (ríñones, vejiga,

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uretra). En sus estudios, Giordan ha mostradoel escaso arraigo de esas explicaciones. Resultaasí que muchos adultos, entre los cuales figuraincluso algún sanitario, cuando se les pide quedibujen el interior del cuerpo humano empiezanpor esbozar el esófago, el estómago, losintestinos... ¡y luego una división para evacuar«?y 127

la orina por delante y las heces por detrás! Lanoción infantil que nunca fue identificada, nidiscutida, ni puesta en tela de juicio, sale denuevo a flote años más tarde, por entre las grietasdel revestimiento intelectual. En cambio, elsistema de enseñanza propuesto por AndréGiordan y su equipo parte de las concepcionesque tienen los niños para estimular su evolución:el saber deja de ser algo que se aplicaexteriormente y se asimila por vía interna,como las plantas cuando absorben el agua ydesarrollan sus propias hojas a partir de lo quehemos puesto a su disposición.Otro ejemplo: hace algunos decenios sederrumbó un antiguo crucifijo en una iglesia deMéxico. Este incidente reveló que debajo de laimagen cristiana se ocultaba una divinidadazteca. Más tarde se descubrió el mismo fenómenoen otros muchos crucifijos de la época.Obligados a adoptar una religión que no era lasuya, los habitantes del antiguo México disimularonsus verdaderas creencias bajo laforma que se les imponía. Es decir, demostraronde la manera más literal que aquello no era128 *»*más que un revestimiento superficial, y que enel fondo seguían practicando la religión de susantepasados. Bajo las apariencias cristianascontinuaban venerando a sus propios diosesaztecas. Las «limaduras cristianas» no habíancambiado para nada el «imán azteca»; es decir,el campo de creencias que aquellas gentesseguían profesando en su fuero interno.De manera análoga, las tentativas realizadasen varios países del mundo en el sentido de

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imponer la democracia a unas poblaciones quehan vivido largos años bajo regímenes totalitarios,producen resultados bastante mediocrescuando dichas poblaciones no hanrecorrido previamente el trayecto interiorcorrespondiente a esa forma política. No se leaugura una duración estable al «motivo democrático» -la armonización de la estructura política-sino en los países donde las mentalidadesy el funcionamiento de la sociedad han idoevolucionando progresivamente hacia estosmodos. Tanto la regresión democrática ocurridaen Rusia, y que continúa en el momentode escribir estas líneas, como las considerables<sm 129dificultades que Estados Unidos encuentrapara llevar la democracia a Iraq, son ejemplostípicos de un intento mal aconsejado de reorganizarsuperficialmente la estructura política deun país. Para lo cual habría sido previamentenecesario -y es una empresa que exige muchotiempo- tutelar a las poblaciones de estos países,dándoles la posibilidad de evolucionar ensu conciencia social y política hasta el nivelcorrespondiente al espíritu democrático. EnBiología se dice que «la función crea el órgano».No sería mala idea inspirarse en este principiocuando queremos intervenir sobre el cuerposocial de un país, para no tratar de implantarleorganismos democráticos antes de que hayaevolucionado su funcionamiento hacia la democracia.En cualquier ámbito, a menudo queremospersuadirnos de que basta bombardear aalguien con argumentos, con datos objetivos,con pruebas convincentes -es decir, afirmar, ensuma, nuestra superioridad intelectual- paraque cambie de opinión y adopte la que deseamosimponerle. La realidad es muy distinta.130 ^Las creencias no pertenecen al orden intelectual,sino que tienen mucho de emocional eirracional. Por tanto, el raciocinio no suele sersuficiente para domesticarlas. Es verdad que a

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veces se logra que alguien cambie de opinión,cuando ya no consigue oponer el menor argumentofrente a nuestra batería de razones. Pero¿por cuánto tiempo...? Apenas le demos laespalda, nuestro interlocutor retornará a suscreencias anteriores, a las que se unirá la antipatíao el aborrecimiento que nos tendrá porhaberlo anonadado con nuestra sapiencia.Si no tenemos en cuenta este funcionamiento,nos exponemos a cometer muchoserrores, torpezas y desaguisados. En política,por ejemplo, algunos creen posible oponermejores argumentos a los de los partidos populistaso extremistas, de manera que persuadana los seguidores de estos credos y les haga cambiarsu voto a la hora de las elecciones. O, peoraún, cuando se piensa que ridiculizando a esoselectores, menospreciándolos y condenándolosde mil maneras se conseguirá que cambien debandería. En realidad sucede todo lo contrario:cuando la gente se siente atacada, tiende a*«* 131hacer pina y se reafirma en sus convicciones.Mientras tanto, nadie identifica ni tiene encuenta cuáles son sus aspiraciones, sus necesidades,sus temores, los factores determinantesprofundos que explican su adhesión a talprograma político o tal ideología. En estas condiciones,el resto de los partidos no proponeninguna alternativa para satisfacer esas necesidades,para disipar esos temores ni para respondera esos interrogantes profundos.Barrer con un gesto desdeñoso las conviccionespolíticas del prójimo sin tratar de comprenderel campo subyacente que ellas reflejan,es una estrategia ineficaz, como lo demuestranlos resultados crecientes de los partidos deextrema derecha a pesar de (o precisamentegracias a) las campañas denigratorias que sedirigen contra ellos. Por el contrario, la fuerzade un Gandhi consistió en tomarse el tiemponecesario para conocer en profundidad el pueblode la India -sus anhelos, sus sufrimientos,

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sus aspiraciones, etc.- antes de elaborar unaestrategia política que tuviese en cuenta todoeso, y mientras el resto de los líderes políticosindios mantenía discursos intelectuales com-132 ^pletamente aislados de las realidades de susconciudadanos. Sin embargo, el planteamientode Gandhi tropezó también con sus propioslímites: la no violencia tampoco se le puedeimponer superficialmente al comportamientodel individuo. Es menester que sea el reflejoexterior de una transformación íntima. Lasactitudes postizas no perduran. Y por ciertoque ese postulado puede generalizarse a ciertosmétodos «no violentos» que enseñan cómo conducirsey qué formulaciones utilizar para comunicarsearmoniosamente con los demás, pero sinactuar sobre el lado oscuro del individuo, que esde donde emana su violencia. Así se produce elresultado paradójico de que algunos adeptos deesos métodos se manifiestan con una violenciainaudita en su práctica de la no violencia.Tomemos un último ejemplo de esta metáforadel imán y las limaduras: el de EstadosUnidos. El dinamismo mesiánico que presidióla formación de la sociedad estadounidense, yla misión de la que este país invariablemente seconsidera portador, en la actualidad sigueninfluyendo sobre el papel que pretende desempeñaren el mundo. Si dejamos a un lado esewer 133trasfondo religioso, nos privamos de la posibilidadde entender qué es lo que determina laslíneas maestras de la relación de Estados Unidosconsigo mismo y con el resto del planeta.Para empezar, no creamos que unas nuevaselecciones, que un nuevo presidente o unanueva Administración puedan acarrear uncambio verdadero y profundo en la políticaestadounidense. Sería como creer, continuandocon nuestra metáfora, que al cambiar las limadurasde hierro por otras de color diferente vaa formarse una figura distinta. La evidencia nos

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recuerda todos los días que no ocurre así, y queel dibujo sigue siendo el mismo aunque hayacambiado su color político.En una obra reciente sobre las diferenciasentre los sexos, Taking Sex DifferencesSeriously, de Steven E. Rhoads [Tomarse enseño las diferencias de sexo, Encounter Books,2004), encuentro inesperadamente otra ilustracióndel principio del imán y las limaduras dehierro. El autor explica en sus páginas que elfeminismo, considerado como reacción frente alos excesos de la sociedad machista de antaño,134 i^s»

ha propagado durante mucho tiempo la idea deque las identidades masculina y femenina noson más que arquetipos sociales, y que no tienennada innato ni biológico. O, dicho de otromodo, que la identidad sexual sería lo superficial,como las limaduras, no lo fundamental,como el imán. Por tanto, según las feministas,bastará proporcionar exactamente la mismaeducación a niños y niñas para que se desarrollende una manera idéntica, podríamos decirandrógina. De manera similar, los seguidores deestas teorías estaban convencidos de que educandoa un menor en una línea deliberadamenteorientada hacia determinado sexo, sería posibledesarrollar en él la identidad correspondiente, einhibir la otra, con independencia de si al principioera niño o niña.Numerosos hechos y experiencias, que en laobra de Rhoads se enumeran en detalle,demuestran con claridad lo contrario. Es decir,que desde el nacimiento los pequeños muestrancomportamientos innegablemente masculinoso femeninos, y que éstos se mantienencon independencia de la educación que recibanluego. Rhoads cita el caso de unos gemelos,use? 135

uno de los cuales sufrió un error médico en lacircuncisión y fue necesario amputarle el pene,y por último castrarlo. En vista de lo cual losprogenitores adoptaron la versión femenina de

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su nombre y recibió la educación que normalmentese daba a las niñas hacia comienzos dela década de 1960. Sin embargo, el experimentofue un sonado fracaso. El niño siguió mostrandocomportamientos típicamente masculinos,recuperó su nombre de pila inicial tanpronto como le fue posible, y algún tiempo despuésse casó con una mujer. Otros experimentosrealizados por madres muy feministas, queintentaron criar a sus hijos varones sin darlesjuguetes bélicos (como revólveres, arcos o fusiles),absteniéndose de estimular su agresividady su espíritu competitivo con la intención deque prevaleciese la naturaleza supuestamenteandrógina, también fracasaron y pusieron demanifiesto, por el contrario, la naturalezainnata de las características de género. No seobtiene un chico espolvoreando a una chicacon «limaduras» masculinas, y viceversa, no seconvierte a un chico en chica obligándole aadoptar comportamientos femeninos25.136 *»»En términos más generales, esta metáforanos permite comprender cómo una visión materialistay superficial del mundo nos expone ameternos en una vía muerta, por cuanto nosincita a ignorar los factores determinantes profundosu ocultos de los numerosos problemassobre los cuales pretendemos actuar. Con eseplanteamiento, los efectos de las solucionespropuestas no pueden ser sino superficialestambién, y por tanto efímeros. Bien se trate delos grandes retos ecológicos a que nos enfrentamoshoy, de la violencia, del hambre en elmundo, del desequilibrio Norte-Sur, o de losproblemas de la educación y de la escuela, lamayor parte de las soluciones que se proponense plantean modificar el dibujo de laslimaduras, es decir cambiar la parte aparentede esas cuestiones. Lo que digo puede pareceruna generalización precipitada y excesiva,pero es verdad. Tras la diversidad y la complejidadde esos problemas, está en tela de juicio

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el modo de funcionamiento del psiquismohumano, es decir nuestras maneras de amar yde pensar, y especialmente las relaciones quese establecen entre nuestro corazón y nuestroves 137intelecto, así como entre lo inconsciente y loconsciente.Miremos a nuestro alrededor. Todas lascosas que nos rodean, desde una casa hastauna figurilla de porcelana, desde un ordenadorhasta una taza, desde una carretera hasta unposte del teléfono, han sido deseadas y pensadasantes de que fuesen fabricadas. Es unaevidencia que olvidamos a menudo: estamosrodeados de deseos y de pensamientos materializados.Incluso nuestras leyes, nuestrosderechos, nuestros valores, esos elementosmás inmateriales que tanto influyen sobrenuestra existencia individual y colectiva, en unprincipio fueron concebidos por el pensamientoy criados por el sentimiento. Lo cual significaque las crisis y las dificultades mundiales quese nos plantean hoy, cualesquiera que sean losmodos de su materialización en nuestra vida,tienen su origen en una determinada manerade pensar influida, conscientemente o no, poruna coloración afectiva que aquélla reviste.Decía Einstein que la solución a un problemano puede provenir de la misma menteque lo planteó. Una misma disposición de los138 *•»polos magnéticos producirá siempre igual distribuciónde las limaduras de hierro. Por tanto,la intervención de otro pensamiento diferentees necesaria, pero no suficiente: debe cambiartambién la relación entre nuestros pensamientosy nuestros sentimientos, entre lo conscientey lo inconsciente, entre esos dos polos de nuestranaturaleza que son los progenitores denuestros actos y de nuestras realizacionesmateriales.Esa nueva relación se caracteriza principalmentepor la toma en consideración de esa

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dimensión femenina, oculta, sutil, que intervienesiempre en nuestras actividades, lo mismosi nos damos cuenta de ello como si no. El imánse ve, las limaduras también, pero el campomagnético no. Una idea puede ser expresada, ysu realización es perceptible, pero el deseo, lossentimientos que hicieron posible el paso de louno a lo otro, no son visibles. Sin ellos, sinembargo, la idea habría permanecido estéril,como una semilla que no puede germinar privadade agua. El intelecto, por brillante quesea, no engendra nada sin la energía nutriciadel corazón, del sentimiento, de la pasión, del*gss?r I 39

deseo. Sólo se realizan los proyectos que hanencontrado un corazón en donde establecerse ycobrar forma, por lo general, después de unperíodo inicial de oscuridad protectora yfecunda.La figura que adoptan las limaduras sólocambia cuando modificamos la disposición delimán, aumentando o reduciendo el entrehierro,acercándolo o alejándolo con respecto alsoporte donde se extienden las limaduras. Enel plano simbólico, los cambios auténticos yprofundos en las obras humanas dependen dela relación entre corazón e intelecto. La «guerrade los sexos», el eterno conflicto hombre-mujer,no es más que la reproducción exterior del conflictoque enfrenta a la cabeza con el corazóndentro de cada uno de nosotros, y que se reflejaen todo lo que hacemos exteriormente. Hoynuestra sociedad pretende haber abierto grandesespacios a las mujeres, pero ¿se hace algopara que la escuela no desarrolle sólo el intelecto,sino también el corazón, la feminidadinterior...? ¿Qué lugar concedemos a las emociones,a los sentimientos, en la escuela, en eltrabajo y en todas partes? Sucede así, con140 ***demasiada frecuencia, que la mujer no consigueabrirse paso en el mundo moderno sinocuando adopta actitudes masculinas, y que las

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emociones y los sentimientos no adquierencarta de ciudadanía sino racionalizándolos,aderezándolos con la salsa intelectual. Seríapreciso que la paridad se realizase, antes todo,en nuestro fuero interno. Lo que significa reequilibrarel intelecto y la afectividad. Y tambiénimplica conocer mejor, dentro de nosotros mismos,las relaciones que existen entre lo conscientey lo inconsciente, entre la luz y las sombras,entre el alma y el cuerpo. Mientrassigamos ignorando o menospreciando cualquiercomponente de estas dualidades internas,pagaremos el precio de esos desequilibrios ennuestro ser y en nuestra circunstancia, comovamos comprobando todos los días.Sin embargo, el cambio verdadero y profundoha comenzado ya, y está cobrando amplitud.El desarrollo personal, la psicoterapia, losdiversos métodos de comunicación van concediéndoleal corazón el lugar y la significaciónque le corresponden. La espiritualidad, presen-«§«er 1 4 1

tada bajo múltiples formas que son un buenremedio contra el pensamiento único, conoceun interés renovado tras largos años de serarrojada erróneamente junto con el agua (¿bendita?)de la bañera de la religión. Cada vez sonmás numerosas las personas que leen revistaso libros, escuchan emisiones, asisten a conferenciaso siguen cursillos donde aprenden aconocer lo «magnético», lo femenino, el corazón,lo oculto. Y comprobamos, sin sorprendernosdemasiado a decir verdad, que esas personasque trabajan las polaridades interiores -intelecto/ afectividad, consciente / inconsciente,espíritu/cuerpo- son las mismas que promuevennuevos planteamientos en educación, enmedicina, en agricultura, en las ciencias naturalesy en otros muchos dominios de la actividadhumana. El cambio interior se refleja y setraduce en lo exterior. Así va apareciendo progresivamenteuna nueva cultura o, mejor dicho,muchas culturas nuevas, en plural, como señalan

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Paul H. Ray y Sherry Ruth Anderson en suobra L'émergence des créatifs culturéis (El surgirde los creativos culturales)26. Según estosautores, en los países occidentales más de la142 -^cuarta parte de la población ha recibido ya lainfluencia de esa evolución. Esta vez sí se hacambiado ante todo el imán, obrando en profundidad.Y aunque las formas antiguas, algofosilizadas, opongan resistencia a las nuevascorrientes que las atraviesan, a largo plazo esinevitable su desaparición gradual, y la sustituciónpor estructuras nuevas en resonanciacon esos cambios profundos27.Por tanto, podemos utilizar la alegoría delimán y de las limaduras como un interesantefiltro para ver lo que pasa dentro y alrededor denosotros. Nos sugiere que no nos detengamosen las apariencias, en la superficie de las cosas.Que nos retrotraigamos a las causas primeras.Que actuemos sobre los determinantes profundosde lo que nos proponemos cambiar -ennosotros mismos, o en el mundo- en vez dedilapidar nuestro tiempo y nuestras energíasmodificando las formas, cuya ordenación respondede todos modos a unas influenciasocultas.A mi modo de ver, uno de los denominadorescomunes de la evolución humana desde<m&s 1 4 3

hace más de un siglo es precisamente que laatención se haya vuelto hacia la cara oculta dela realidad, la que no captan nuestros sentidos,pero cuyo papel e influencia no pueden pasarsepor alto. Freud, por ejemplo, pone de manifiestola noción de inconsciente, la parte ocultadel psiquismo. Pierre y Marie Curie abren laspuertas al estudio de la radiactividad en Física.Se ha revelado también la existencia de múltiplesondas, en las que se basa el funcionamientode muchos aparatos ya familiares paranosotros: la radio, la televisión, el teléfonomóvil, el radar, el sonar. Un biólogo inglés,

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Rupert Sheldrake, ha postulado la existenciade los «campos morfogenéticos», de naturalezay tipo de energía aún desconocidos, para explicarcómo se crea la forma específica de cada servivo (cuestión aún no resuelta en Biología), ymás allá de eso, cómo entre los animales y loshumanos se transmiten ciertas destrezasaprendidas entre el primer individuo y el restode la especie. Los estudiosos de la comunicaciónhan descubierto la gran importancia de lono verbal, de lo que no se expresa con palabrassino por medio de la mirada, las posturas1 4 4 -^m¡>

y la entonación. Hemos enviado satélites afotografiar la cara oculta de la Luna. Los biólogoshan revelado la influencia olfativa deciertas hormonas en dosis moleculares queescapan por completo a nuestra percepciónconsciente, pero que no por ello resultanmenos determinantes en nuestros comportamientos.Día tras día vamos descubriendo que elmundo es mucho más que materia, mucho másque lo que nuestros cinco sentidos nos permitenpercibir. La vista no capta más que unabanda muy limitada del espectro lumínico, talcomo el aparato auditivo sólo oye una parte delas frecuencias sonoras. Millones de informacionesque circulan en todo momento por eluniverso escapan a nuestros cinco sentidos, ysin embargo desempeñan un papel crucial en elfuncionamiento del mundo sensible.Cabe pensar que el mundo físico no sea másque la parte más densa, más compacta, de unarealidad que apenas hemos comenzado a explorar.Así nos lo venían sugiriendo las diversastradiciones espirituales de los cinco continentes.Y tal como el vapor, al enfriarse, primero se^ 145convierte en agua y luego en hielo, que es unsólido, quizá la materia no sea más que unacondensación de energías sutiles -lo espiritual,lo pensado, lo sentido- cuyo alcance sólohemos empezado a captar.

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Ayer actuábamos sobre el mundo mediantela fuerza física, construyendo, esculpiendo, trabajandola materia. Hoy, cuando las informacionescirculan por Internet, invisibles impulsoseléctricos afectan ya a la vida de millones depersonas. Mañana, un mejor conocimiento dela potencia creadora y formativa del pensamientoy del sentimiento, así como de las facultadesespirituales del hombre, suscitará otrasevoluciones más espectaculares todavía. Losvalores éticos, tan difícilmente respetados enun mundo en donde todo parece disperso ysometido a las leyes del azar y de la muerte, talvez serán mañana evidencias clarísimas paratodos, cuando hayamos desarrollado la concienciade la unidad de lo viviente y de unaenergía que, tal como el campo magnético sigueexistiendo aunque retiremos las limaduras,sobrevive a la destrucción de los cuerpos y a lasformas efímeras.146 ^La metáfora del imán, cuyo poder aparentementemágico fascina a los pequeños, nosinvita a explorar las dimensiones no visibles dela realidad, así como a aprender cómo se creaen los planos sutiles aquello que desearíamosver luego manifiesto en el mundo físico.«s«r 147

- 6 -G\ \\uavo, el pollo...y \a tortilla! de la cascaraa\ esqueletoXl/n el huevo, lo exterior es duro (la cascara) ylo interior es blando (la clara y la yema). Con sudureza, la cascara evita que el contenido líquidose derrame antes de que el embrión haya completadosu desarrollo dentro de aquélla.Si se incuba como es debido, bañado decalor, el huevo hará posible que su contenidose organice progresivamente.Cuando el embrión se haya desarrollado

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por completo dentro de la cascara, y convertidoen pollo, comprobaremos que lo interiores duro (el esqueleto) y lo exterior es blando(la carne y las plumas). Una vez adquirida esasolidez interior, que le permite prescindir de la*» 151protección, el pollo puede romper la cascara,librarse de ese entorno limitado que ha dejadode ser útil, y que resultaría sofocante si se prolongasela permanencia en él.Al romper la cascara, el pollo demuestraque ha completado su desarrollo, que ha interiorizadoen su esqueleto la rigidez que caracterizabala envoltura exterior del huevo.Ei paso del huevo al pollo es una metáforainteresante de otras muchas transformacionesque afectan a los humanos. La cascara delhuevo es un elocuente símbolo de las estructurasen cuyo seno se crían los niños. Es decir, elmarco (o el recinto) familiar, escolar, social, religiosoy político en el que nos desarrollamos.Durante los años de formación, ese marco noses necesario para estructurarnos, para construirnos.Necesitamos esos límites, al igual quenecesitamos, como el huevo, un calor -amoroso,en términos simbólicos- para que se desarrollenuestro potencial.La cascara, sin embargo, sólo es útildurante cierto tiempo. En su momento, tendre-152 «wmos que romperla puesto que ya no la necesitaremos,supuesto que hayamos adquiridonuestra fuerza interior propia. Los códigos religiososy morales, por ejemplo, que heredamosen el transcurso de nuestra educación, deberíanservir para desarrollar la «columna vertebral» de la «firmeza» moral y espiritual, según laanalogía corriente. Una vez construido eseesqueleto interior, el individuo ya sabe cómocomportarse, sin más necesidad de andaderasni muletas. Nuestra «firmeza» deriva de lo quenosotros mismos somos, no del temor a la autoridad,ni a las limitaciones que se nos impongan

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exteriormente, las leyes, las reglas, loscódigos morales28.El individuo que en el seno del huevo familiaro social ha sabido desarrollar su propioesqueleto, su osamenta psíquica y espiritual,sus valores, deja de necesitar la cascaraimpuesta y puede romperla libremente. En adelantehallará dentro de sí mismo las fuerzas ylos apoyos que le permitirán mantenerse «recto»y no caer a la primera oportunidad (o, en sucaso, levantarse en seguida). Incluso cuandotodas las estructuras sociales se hundan a su*» 153alrededor, en medio de la anarquía, del caos ode la guerra, e incluso aunque no corra ningúnpeligro de ser «pillado en falta» si hace algúndaño, esa persona seguirá comportándoseigual, porque su comportamiento le viene dictadodesde el interior, y sus propios valores lereconfortan. Hasta puede ocurrir -especialmenteen nuestros días- que estos individuos provistosde un espinazo moral posean valores más sólidosy más resistentes que los del ambiente quelos rodea. Sucede entonces que los allegados, lafamilia, el entorno profesional, buscan apoyo enesas personalidades... cuando no les echan encara la rectitud y la solidez de sus convicciones.Digamos también, de paso, que en todas lasépocas, lo mejor de la evolución social se debea estos individuos dueños de una fuerza interiorque les permite romper las cascaras exterioresde su tiempo, al reconocerlas como inútiles,y proponer a las generaciones siguientesnuevos modelos de organización social, políticao profesional... en espera de que éstos seanrotos a su vez por las nuevas «puestas», cuandonazcan de ellas los nuevos pollos.154 ^Pero no todos los huevos de gallina danlugar a un pollo, como se sabe. Si la cascara serompe prematuramente, el contenido no habrátenido tiempo para formarse y se vierte y desparrama.Así es como se hacen las tortillas o los

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huevos revueltos. En el plano humano seobserva lo mismo, especialmente en lo que conciernea los fenómenos colectivos. Hubo «tortillasocial» en mayo del 68, con la liberaciónconsiguiente. Al romper la cascara social excesivamenterígida de la época, los líderes deaquel movimiento abrieron una brecha pordonde se desparramaron muchos, algunos deellos portadores de nuevos valores, pero tambiénotros cuyo desarrollo interior no necesariamentehabía alcanzado un nivel suficiente. Ylo más lamentable fue que esa generación, talvez agotada por la lucha que condujo a la rupturade las sujeciones sociopolíticas y religiosas,no supo o no pudo proponer a la siguienteuna cascara mejor adaptada. Creyó posibleprescindir de eso por completo, y saltarse unaetapa, de la que sólo veía el aspecto restrictivo,desconociendo la dimensión formativa. Elresultado fue una «generación tortilla», a la que«sser 1 55

luego vimos buscando con desesperación unasreferencias formativas, unos esquemas estructurales,unas veces a través de los enfrentamientoscon la policía, y otras afiliándose abandas o sectas de todo tipo.Tras una generación de niños-reyes, deniños-déspotas, como titulaban reiteradamentelas revistas, asistimos al retorno de la autoridaden la familia y en la escuela, acompañadade un «permitido prohibir». Es un cambio todavíatímido, porque viene vinculado a unadudosa recuperación política (¿o es que la autoridades inseparable de la derecha?). Pero¿queda resuelto el problema con eso? No lo veotan seguro. En la Historia hay muchos ejemplosde esas oscilaciones del péndulo entreposiciones extremas, sin que se encuentrenunca un justo equilibrio. La «tortilla social» esuno de esos extremos. El otro, hablando en términossimbólicos, es el huevo con cascara yrebozado de cemento.Si la explosión de mayo del 68 fue tan

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intensa, ello se debió a que la rigidez del huevosocial revestía entonces proporciones mortíferas.Un pollo, en efecto, dispone de un tiempo156 ^concreto para desarrollarse, madurar, romperla cascara y nacer. Cuando las condiciones noson favorables, cuando el desarrollo se interrumpe,esa cascara será su ataúd, de dondeno saldrá nunca, o lo hará muerto en todo caso.Lo mismo pasa cuando las estructuras educativas,sociales o políticas no responden a lamisión que tenemos derecho a exigir de ellas.Algunas, como los sistemas totalitarios, procuranmás bien sofocar toda posibilidad de evolución,de cambio y de maduración en su seno.Otras, sin ser necesariamente tan deletéreas,simplemente no ofrecen a quienes viven dentrocalor suficiente para que puedan desarrollarsey madurar. También las hay que nunca hansido fecundadas por ese germen que le transmiteal huevo su esquema de desarrollo y queorienta su potencial a la realización de un sercompleto. De manera similar, algunas sociedadesse cierran herméticamente a todo pensamientonuevo, a los gérmenes de nuevas ideas,al aliento espiritual que podría revitalizar susposibilidades latentes. Tales sociedades sonestériles, espiritualmente hablando: «funcionan», hacen ruido, pero han dejado de crear, de^ 157regenerarse, y, sin ser conscientes de ellosiquiera, muchas veces han enfilado ya elcamino de su decadencia.Al igual que ocurre en cierto tipo de enfermedades,en las que el cuerpo no acierta a distinguirentre los gérmenes nocivos atacantes ysus propias «tropas», volviendo contra sí mismola defensa inmunitaria, tampoco el cuerposocial francés sabe ya realizar la distinciónentre las organizaciones o las ideas sectarias, yesos otros organismos y conceptos que quierenaportar un aire nuevo, y que podrían enriquecera toda la sociedad. El huevo social se encierra

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en sí mismo, se reviste de hormigón armadoy, temeroso de verse «infiltrado» por algún germendestructor, se cierra a la posibilidad de serfecundado por las nuevas ideas.El paso del huevo al pollo, por tanto, no estásistemáticamente asegurado, y requiere unacoyuntura de factores favorables. Según elestado de la cascara, la temperatura ambientey la presencia o ausencia de un germen, elhuevo actualizará o no al pollo, cuyo potencialestaba contenido en él.158 ***Otra noción importante que se encuentra enla metáfora del huevo y el pollo: la de la alternanciaentre los ciclos de creación y destrucción.Si no se destruye la cascara, el pollo nonace. Y si la nueva generación ya adulta, degallos y gallinas, no fertiliza a su vez una nuevaprogenie, faltará la próxima puesta. Pero, comoya hemos tenido ocasión de mencionar, lasociedad occidental moderna rechaza la muertey tiene, en general, una visión negativa de losprocesos destructores, que son, sin embargo,indispensables para toda nueva creación. Ellose observa, por ejemplo, en el encarnizamientoque demostramos con las personas en estadoterminal, con desprecio de la calidad de vidamuchas veces, e incluso de la simple humanidad.Pero también se manifiesta en la fosilizacióndel pasado, disfrazada comúnmente deinterés arqueológico o de afanes de conservacióndel patrimonio cultural. Estos pretextoshan cobrado hoy día dimensiones patológicas.¡Lejos de mí la idea de hacer tabla rasa delpasado y destruir todas las cosas antiguas!Entre las riquezas de la humanidad destacanlas culturas y los patrimonios cuyas huellasm&f 159

importa conservar... mientras ello sea razonablementeposible. Pero, ¿lo es siempre? ¿Nohay también una especie de encarnizamientoterapéutico en relación con las obras humanas?La catedral de México D. F., por ejemplo,

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está virtualmente difunta y sólo se sostiene afuerza de enormes andamios. ¿Tiene sentidoeso? Al mismo tiempo vemos que muchos serasgan las vestiduras ante el mínimo intento dederribar el menor edificio viejo (ni siquiera antiguo)para levantar en su lugar alguna obranueva. Se gastan fortunas en preservar de laruina del tiempo unas obras que ya superaroncon mucho el que tenían derecho a esperar...cuando esas mismas inversiones podrían servirpara alimentar creaciones nuevas, o respondera necesidades totalmente actuales, sociales,ecológicas u otras. Hay en esas actitudes uncierto rechazo frente a la vejez, al deterioro, a lamuerte... que paradójicamente se vuelve letal asu vez, por cuanto se opone a la renovación, alreciclaje, a la regeneración que pasan necesariamentepor el proceso de destrucción-creaciónde una nueva vida.160 «wPara ilustrar lo dicho citaré un caso ocurridohará veintitantos años en Ladakh-Zanskar,un pequeño país budista (tibetano) delnorte de la India. Una fundación europea descubrióallí, en un templo encaramado entremontañas, una magnífica y gigantesca estatuade Buda. Era muy antigua y empezaba a sufrirun serio deterioro. Según el dictamen de losmiembros de la fundación, precisaba de unarestauración urgente. Se reunieron los fondosnecesarios, que fueron remitidos al monasterioen cuestión. Los monjes aceptaron el dinero yse apresuraron... a demoler la estatua vieja deBuda para entronizar en su lugar otra delmismo tamaño, ¡y con los colores más frescos!En efecto, la noción de impermanencia es unode los conceptos básicos del budismo: nadapermanece eternamente igual, todo cambia,todo se transforma y todo muere y renace.¿Para qué conservar una estatua vieja? ¿Quéjustificación tenía ese apego, puesto que otranueva serviría para las mismas funciones?Esta historia ilustra de un modo casi caricaturesco

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las diferencias de mentalidad entreuna sociedad materialista que rechaza la<&& 1 61muerte, y una sociedad espiritualista que comprendelos ciclos eternos de la creación y de ladestrucción, de la vida y de la muerte.Aparte las cuestiones de arqueología y conservacióndel patrimonio, nuestra actitud antela muerte también condiciona la vida y lamuerte de las estructuras sociales, políticas,económicas o pedagógicas que hemos implantado.Obsesionados por el crecimiento y eldesarrollo, ya no sabemos destruir. Nuestrasociedad crece así como un tumor cancerosoque prolifera cada vez más, en detrimento delorganismo (es decir, en nuestro caso, de nuestromedio ambiente natural y social). No másmuerte, no más destrucción. Ni tampoco másregeneración auténtica: se contentan con unarehabilitación formal para hacer creer que algoha cambiado, como si pintaran un pollo sobrela cascara de un huevo para transmitir la aparienciade que hubiese nacido.Podemos, por tanto, leer algunas de las crisisactuales -la del sistema educativo nacional,la de la indiferencia cada vez mayor por la cosapolítica, las de los diversos conflictos económi-162 >§•*

eos- a la luz de nuestra incapacidad para romperlas cascaras viejas a fin de que nazcan formasnuevas. Éstas se ahogan entonces dentrode un huevo cada vez más petrificado. A lomejor deberíamos señalar una fecha de caducidada los sistemas que ponemos en pie, como sehace con los productos alimenticios. De maneraque, cuando hubiesen rebasado su período deutilidad, fuese posible desmontarlos fácilmentey reemplazarlos por otros más adaptados.Si bien ésa sería en efecto una buena solución,en realidad no es indispensable para quelas cosas evolucionen a pesar de todo. Nadapuede oponerse al cambio por demasiadotiempo, porque la vida misma es cambio, y sin

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él ninguna vida sería posible. La única elecciónauténtica que tenemos se refiere a la manera deefectuar los cambios necesarios: con suavidad,de manera constructiva... o brutalmente, por laruptura y la violencia. Cuando rehusamos lamuerte y la destrucción de las cosas cuyo plazoestá vencido, cuando nos oponemos al cambioy pretendemos inmovilizar el statu quo, nohacemos más que predisponer transformacionesbrutales y violentas. En estas condiciones,«ejr 163

nos arriesgamos una vez más a pasar de unextremo al otro, de un desequilibrio a otro,alternando entre «tortilla» y «huevo petrificado»,entre laxismo y autoritarismo rígido, en vez deprocurar la sintonía con los ciclos de la vida yla muerte que rigen todas las cosas. Desde elnacimiento de un sistema o creación hay queprever el deterioro y el final que no puedendejar de experimentar, llegado el momento. Esasí que la metáfora del huevo reviste un caráctercíclico -huevo, pollo, huevo, pollo, huevo,pollo, etc.-, lo cual nos recuerda que la vidafunciona por ciclos en todos los niveles, y no dela manera lineal con que nosotros vemos lascosas por influencia de la mentalidad racionalista.Tampoco la Historia es como una rectaascendente dibujada entre la abscisa y la ordenada,que partiese de la prehistoria para llevarnosa un porvenir radiante. Es una espiral en laque alternan sin cesar el día y la noche, veranose inviernos, construcción y destrucción,auge y decadencia, conflictos y paz, inspirar yexpirar. Toda tentativa por nuestra parte desuprimir un elemento de estas dualidades, estácondenado al fracaso y rompe... los huevos.164 ^

- 7 -La víbora de Quintos: medioex+eHo^ y fuerza tateHorH / l biólogo Rene Quinten (1867-1925), padre

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de la talasoterapia y también de la aviación civilfrancesa, y el héroe de guerra más condecoradode la Historia de Francia, fue un individuofuera de lo común en muchos sentidos29. ComoPasteur, no era médico pero un día tuvo unaintuición extraordinaria, que le hizo descubrirla aplicación del agua de mar a fines terapéuticos(bajo una forma especial llamada «plasmade Quinten», que ha salvado la vida a cientos demiles de personas).Los azares a veces incomprensibles de laHistoria han determinado que este personaje,más conocido que Pasteur en su época y consigas?167

derado como un bienhechor de la humanidad,haya quedado casi olvidado en nuestros días.El plasma marino se utiliza sólo en veterinaria,pese a representar un recurso terapéutico sinigual en medicina humana.A esta intuición asombrosa de Quintondedicaremos el presente capítulo, porqueaparte sus aplicaciones médicas, de por sí fascinantes,es también portadora de ricas enseñanzas,metafóricamente hablando.V^ierto día de otoño, mientras paseaba por elbosque, Rene Quinton se tropezó con unavíbora. Había refrescado mucho para la estaciónen que se hallaban, y de acuerdo con latemperatura ambiente, aquel reptil que en principiodebería haber iniciado ya su hibernaciónestaba muy aturdido y apenas se movía. Elsabio recogió la víbora, se la llevó a casa y ladejó cerca de la chimenea, donde tenía encendidoun buen fuego. Al cabo de unos minutos,la serpiente se animó al calor del hogar y recuperótoda su vitalidad y movilidad. Después deun rato incluso empezó a mostrarse agresiva.168 *^Al observarlo, Quinton se hizo la consideraciónsiguiente: «La vida no creó a la víborapara que estuviera letárgica y entumecida. Sihoy es así, ello se debe a que la especie aparecióen una época en que siempre hacía calor

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en la Tierra, en cuyas condiciones la vitalidaddel reptil se expresaría de manera óptima.»Basándose en esta primera intuición, elaboróla asombrosa teoría sobre la evoluciónde las especies zoológicas en la superficie denuestro planeta que se resume aquí.Las formas de vida más primitivas aparecieronen los océanos cuando éstos se hallabana una temperatura de alrededor de 43°,cuando la Tierra, que había sido en su origenuna bola de fuego, se había enfriado ya considerablemente.La Tierra continuó enfriándose,y la temperatura media de los océanos tambiéndisminuyó algunos grados. De pronto, lasprimeras especies que se hallaban en osmosiscompleta con su medio ambiente empezaron asentir el frío. La vida, sin embargo, se opuso aesta decadencia creando nuevas especies vivascapaces de resistir la bajada de las temperaturas,a fin de preservar las condiciones de vida«^ 169originales, que eran óptimas. Pero estas nuevasespecies ya no estaban en osmosis perfectacon el medio exterior. En adelante iban aposeer un medio interior, distinto de aquél, yque reproducía las condiciones biológicas originarias.Transcurridos centenares de miles de años,y mientras el océano seguía enfriándose, fueronapareciendo especies cada vez más complejasy capaces de mantener un diferencial detemperatura cada vez más importante con respectoal medio exterior30, mientras que lasespecies anteriores -como la víbora- quedabancondenadas a sufrir el deterioro del medioy vivían una parte del año en una especie de«animación suspendida».Así pues, a medida que el medio exteriorpierde energía y se degrada (entropía), la vidacompensa dicha degradación al interiorizar loque deja de recibir exteriormente, y desarrollarnuevas facultades. Cuando el medio exteriorllega a ser demasiado frío, las especiesaprenden a crear su propio calor. Cuanto más

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aumenta la concentración salina de los océanos,más conservan los seres vivos en su1 7 0 ^medio interior la concentración salina original.Y en los fondos abisales de los océanos,adonde no llega la luz, incluso aparecen especiescapaces de generar su propia iluminación.Aunque no era místico, llevando su razonamientoal límite se atrevió a postular que sialgún día llegase a desaparecer el sol, eso significaríaque las especies vivientes habríanintegrado en su interior toda la energía.rertinente o no desde el punto de vista zoológico31,en todo caso esta visión ofrece una interesantemetáfora de ciertos comportamientoshumanos.¿Qué es lo que dice Quinton?Afirma que el ser vivo, cuando nace (ocuando aparece la especie), se halla en osmosiscon su medio ambiente. Las características deese medio ambiente pasan a ser las suyas.¿Qué pasa, entonces, cuando ese medio sedegrada? Algunos seres decaen con él, porqueno logran desarrollar una autonomía propia.Otros resisten a esa degradación y adquierenuna independencia con respecto a las condicio-**?r 1 71

nes del medio exterior mediante la creación deun medio interior que puede soportar una diferenciamás o menos importante en relación conaquél. O, dicho de otra manera, que frente a ladecadencia de las condiciones de vida, ciertasespecies realizan un salto evolutivo, comparableal brinco que la rana, si no está entumecida,puede dar para escapar de un medio queha llegado a ser nocivo para ella.¿Qué surge al aplicar este principio a laexistencia humana?Como las especies que viven en el agua, loshumanos desde que nacemos estamos sumergidosen un medio que presenta determinadascaracterísticas. En el mismo prevalecen diversosvalores familiares, religiosos, relaciónales,

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políticos y culturales. De ellos absorbemos lamayor parte, no por la educación ni a través deuna enseñanza explícita, sino de manera indirecta,subconsciente, por osmosis con el medioen que vivimos. Sin que nos demos cuenta deello, nuestro espíritu queda configurado a laimagen más o menos fiel del contexto que nosrodea. «Nuestros» valores, «nuestras» creencias,«nuestro» concepto de la vida representan así,172 «••en buena parte, el reflejo osmótico de lo vividodurante ese período de inmersión que es lainfancia.Repito mi cita de Pascal, «desgraciado elhombre que no se lo ha replanteado todo, almenos una vez en su vida». Sí, ese replanteamientoes el único medio de que se disponepara efectuar una selección entre todas lascosas que hemos absorbido pasivamentecuando éramos niños. La parte que decidamosconservar, en adelante será nuestra conscientemente,al tiempo que rechazamos aquello queno deseamos asumir como propio. En tanto nose produzca esta selección, en apariencia tendremoscomo nuestros unos valores y unascreencias que mientras no se demuestre lo contrarioson meramente circunstanciales. Sihubiéramos nacido en otra familia, en otropaís, en otra cultura, ciertamente «nuestros»valores, «nuestras» creencias y «nuestra» visióndel mundo serían diferentes.De no producirse este replanteamiento deliberadode todo esto que nos constituye, tambiénuna modificación del entorno puede evidenciarsereveladora. Esto puede ocurrir de dos maneras:«er 173- que uno se encuentre de súbito en otromedio diferente, por ejemplo en ocasión de unviaje a otras culturas, bajo otros cielos;- o bien, que el mismo medio en que uno seha formado sufra una modificación rápida (guerra,depresión económica) o lenta (decadencia oevolución progresiva, como en el ejemplo de la

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rana).El hijo adolescente de unos amigos míos,por ejemplo, fue a residir durante un año aEstados Unidos, en casa de una familia.Sumergido en este nuevo medio, como contabamás tarde, perdió la obsesión por la higiene,que era uno de los rasgos de su familia biológica,a favor de una relación menos maniáticacon la limpieza. En cambio, ha perseverado ensu adhesión a la puntualidad, a diferencia de lafamilia de acogida. Es decir, que su estancia enotro país le ha servido para empezar a cobrarconciencia de los rasgos que son verdaderamentesuyos, dentro de lo que sus progenitoresy su país de origen le habían enseñado, y quéotros eran actitudes y comportamientos adoptadospor osmosis, pero que pudieran desapareceral hallarse en otro entorno familiar o social.174 ^En otro plano diferente, las guerras suelenser reveladoras de la presencia o ausencia deun rasgo en quienes las padecen. Algunos descubrenen sí mismos un espíritu heroico, y seoponen al salvajismo y a la cobardía ambientes.Otros hacen coro al diapasón general. Y otrosse ven desgarrados entre sus aspiraciones y loque consiguen efectivamente realizar. Peronadie puede saber de antemano cómo se comportaríaen semejantes circunstancias, salvo sihubiese vivido la misma prueba de fuego enotra situación anterior más o menos parecida.Sin embargo, y como hemos visto en el casode la rana, son los cambios lentos y gradualeslos que someten a más dura prueba la solidez yla constancia de nuestros valores y de nuestrascreencias. Si la sumergiéramos de golpe en elagua caliente, la rana daría de inmediato elbrinco salvador. Es fácil reaccionar frente aalgo que se opone violentamente a lo que creemos.Más difícil resulta descubrir una mínimadesviación con respecto al eje que nos hemosfijado para nosotros mismos... con el peligro deque la aberración pase a ser la norma del

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mañana, y de que ulteriores desviaciones,*m 175todas ellas anodinas, acaben creando unanueva norma mucho más alejada de la primera.Hasta el día en que la acumulación de desviacionesmenores nos lleve a una existencia tandiferente de la que había sido en principio lanuestra, como la de la víbora que pasa de unclima caliente, que le permite ser activa todo elaño, a otro templado que la obliga a permaneceren hibernación la mitad del tiempo.Desde puntos de vista diferentes, e iluminandodiversos aspectos complementarios,estas metáforas nos hablan de lo mismo: cómoser conscientes, cómo afirmar y desarrollar lospropios valores, cómo resistir a lo que contradiceel rumbo que nos hemos fijado, cómo aprovecharincluso las circunstancias adversaspara fortalecerse.La anécdota que acabo de contar ejemplificaclaramente nuestra época. Muchos, en efecto,la juzgan «apocalíptica», aunque no en el sentidocatastrofista que ha cobrado esa palabra,sino en su acepción original: reveladora.Desde hace más de un siglo, y tal comohabía profetizado Nietzsche en El ocaso de loslid ^ídolos, muchos esquemas y muchas referenciascolectivas han ido desapareciendo uno trasotro. Han caído numerosos tabúes y prohibiciones.No pasa año sin que se hayan relajado unpoco más las limitaciones de la investigación,de la moral y de la ética (manipulaciones genéticas,clonación, experimentos embrionarios,eutanasia, matrimonios entre homosexuales yadopción, apropiación de genomas, y en la televisión:violencia, sexualidad y situaciones extremasen los espectáculos de «telerrealidad»).El medio ambiente social, humano, económico,profesional, político, espiritual y relacionalen que estamos sumergidos (por no mencionarel medio ambiente natural) se modifica aun ritmo acelerado, como ya se advierte fácilmente

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de un decenio a otro, y tal vez pronto llegaráa notarse de un año para otro. Estos cambiosnos afectan a todos, pero ¿en qué sentido?Vale la pena plantearse esta pregunta. ¿Quéme dice esa evolución acerca de mí mismo? Aestas horas en que el clima social se enfría,¿soy como la víbora de Quinton que pierde sucalor como el medio ambiente, o me parezcomás a los animales de sangre caliente, y soy^ 177capaz de conservar mi propio fuego interior? Enun entorno humano caracterizado por la entropíay el oscurantismo espiritual, ¿voy a sumergirmeen la noche sin tener siquiera concienciade lo que está pasando, o llevo mi propia luzinterior, mi propia vida espiritual, independientedel contexto?De día nadie ve las estrellas. Sólo la nochepermite distinguir su brillo. De manera similar,es durante los fríos del invierno cuando se distinguemejor a los animales de sangre calientede los de sangre fría, puesto que éstos estáncondenados a reducir su actividad biológica ehibernar. De manera parecida, en un climasocial que preserva cierta luz intelectual y espiritualasí como una medida de calor -lazossociales, amor- no se distingue entre las personasque emiten luz y calor porque tienen recursospropios, y las que, como el fósforo y loscalientapiés, no hacen más que devolver la luzo el calor que antes tomaron del medioambiente. Pero cuando los valores colectivos yel clima social declinan, se conoce a los quesiguen irradiando gracias a poseer energíapropia.178 *•*De ahí la necesidad de plantearse esta otrapregunta: cuando las condiciones exteriorescambian, ¿qué puedo considerar verdaderamentemío? ¿Qué valores quiero reivindicar,qué posturas, qué opiniones o puntos de vista?¿Tengo yo un medio interior personal, independiente?¿Soy más bien reptil, como la víbora, o

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más bien mamífero...?En el plano colectivo, la buena noticia esque el número de personas capaces de resistirfrente a la degradación del medio exterior esmucho más importante de lo que quizá creeríamos,de hacer caso exclusivamente a losmedios dominantes. Al menos, es lo que resultade un estudio conducido por dos sociólogosestadounidenses y caracterizado tanto por sularga duración (casi catorce años) como por eltamaño del universo estudiado (unos 100.000individuos). Dicho estudio de Paul H. Ray ySherry Ruth Anderson se ha publicado en francésbajo el título de L'émergence des créatifsculturéis, ya citado anteriormente32.Esos creativos culturales son personascomo usted y como yo, pero que tienen unaparticularidad. Consiste en retirarse parcial-«•* 179mente de la cultura ambiente para consagrarsea alguna cosa más conforme con sus propiosvalores. Han elegido -como usted, tal vez- unamanera diferente de cuidarse, o de educar asus hijos, o unos criterios de consumo más exigentes(comercio justo, productos biológicos), otal vez un modo de vida diferente, una alimentaciónmás sana, etc. Resumiendo, han realizadouna elección personal contraria a los valoresdominantes, al menos en un aspecto de suvida, en vez de seguir la tendencia general porqueconsideraban que no les convenía.La misma terminología «creativos culturales» es interesante y reveladora. Sugiere que laspersonas que resisten frente a la degradacióncultural ambiente no lo hacen exclusivamente atítulo individual, sino que logran reconstruir-aunque sea a una escala pequeña, la de uncolectivo, una empresa o una población- unasnuevas culturas: plural precioso en estos tiemposde pensamiento único. Éste es un detalleimportante. En efecto, mientras Quintondemostró que la vida es capaz de resistir a laentropía creciente del medio, otros descubrimientos

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más recientes de la ecología van más180 ***lejos, y sugieren que las especies vivientes nosólo pueden resistir a la evolución del medioque habitan... sino incluso transformarlo a suvez. Por ejemplo, la asombrosa estabilidad de lacomposición mineral del medio marino -pensemosun momento en todo lo que recibe cadadía, lluvias, tierras de aluvión, desechos variossedebe a que las especies animales y vegetalesde ese medio, los peces, los crustáceos, lasalgas, etc., trabajan constantemente por mantenerel equilibrio que necesitan. En otras palabras,estas especies modifican el medio exterioren función de sus necesidades. Sabemos queexiste el mismo tipo de reciprocidad entre lasplantas y el clima de determinadas regiones:por una parte, el clima determina qué especiesvegetales se crían en esos lugares; por otraparte, esas plantas influyen a su vez sobre elclima que se establece alrededor de ellas.El ser humano tiene un poder parecido. Nosólo puede resistirse a los cambios sociales quecontrarían sus aspiraciones. Además es capazde modificar su entorno social, para que seamás conforme a ellas. Tal es, precisamente, laempresa a que se dedican los creativos culturase 181les, conozcan o no esa noción. Y no importa sitienen o no conciencia de estar desarrollando unproceso de resistencia individual y de transformacióncolectiva. La originalidad de su planteamiento,en comparación con otros parecidos peromás políticos, es que ellos parten inicialmente deun cambio interior, que en una segunda etapatiende a propagarse hacia el exterior.Se afirma que los creativos culturales representanya casi la cuarta parte de la poblaciónestadounidense adulta (44 millones de individuosa las fechas de conclusión del estudiocitado). Aunque no haya sido reproducida enEuropa esa investigación, muchos indicadoresnos permiten suponer que, entre nosotros, el

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porcentaje de creativos culturales puede ser deuna magnitud parecida. La cuarta parte de lapoblación, es una proporción considerable,aunque ello no se traduzca (todavía) en unasestructuras sociales o políticas susceptibles deinfluir más directamente en la marcha de lascosas (comparemos ese porcentaje con losresultados electorales bastante más bajos queobtienen ciertos partidos extremistas entre laalarma de toda la opinión).182 ^Hablando en términos simbólicos, los creativosculturales tienen una biología de sangrecaliente, que por un lado y frente a la ubicuaentropía espiritual procura preservar un mediointerior provisto de su moralidad y sus valorespropios, es decir de un cierto fuego interior. Porotro lado, y en una segunda fase, trata de propagaresas cualidades interiores al medioambiente social, con el designio de cambiar elmundo exterior. Sin embargo, exteriormente nopresentan nada que los diferencie: ni se hanreagrupado bajo ninguna bandera única, ni seobserva ninguna uniformidad en sus elecciones,incluso cuando actúan movidos por unmismo impulso, por una misma voluntad deoponerse a la decadencia. La mayoría de ellosni siquiera sabe que han sido agrupados bajoesa denominación. Esta particularidad, laausencia de signos externos de reconocimiento,da mucho que pensar. Efectivamente, hastaahora el concepto de «mutación» se asociaba auna transformación exterior y visible de lasespecies, y así quedaba recogida en la visióndarwiniana de la evolución. Es posible que conla especie humana haya llegado el tiempo de lasver 183mutaciones interiores; es decir, las que afectanno tanto al aspecto físico ni a la fisiología, sinoprincipalmente a la visión de las cosas, a lasmaneras de pensar y de amar, a las relacionesque uno desarrolla consigo mismo, con losdemás y con el universo entero. También cabe

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imaginar que esa mutación, si es que puede llamarseasí, tenga que realizarse en el plano individual.Que cada persona deba efectuar la suya,sin que ésta sea transmisible automáticamentea la descendencia (aunque una educación apropiada,indiscutiblemente, favorecería esa propagación).Por último, podría darse el caso de queésa fuese la única solución verdadera a los problemasque enfrenta la humanidad actual. Laimplantación de nuevas leyes, de nuevas tecnologías,de nuevos remedios -derivados de lamentalidad que ha creado todos esos problemas-por sí sola no puede cambiar nada en profundidad,ni de modo duradero. El cambio interior-una nueva manera de pensar, de amar y deactuar- debe ser precursor e inspirador deldesarrollo de unas soluciones y unos mediosque sean realmente nuevos y adecuados paraatacar en profundidad los problemas actuales.184 ^s*Hasta aquí, hemos dedicado nuestra atenciónprincipalmente a lo que nos enseña lametáfora de la víbora de Quinton en cuanto a lacapacidad de la vida -individual o de grupoparaoponerse al deterioro de su medioambiente. En cierto sentido hemos subrayadocómo la excepción emerge de la regla cuandoésta ha dejado de ser admisible. Pero tambiénpodríamos estudiar esa misma metáfora desdeel punto de vista opuesto. En vez de subrayarcómo es posible que una oveja negra se aleje delrebaño que corre peligrosamente hacia el despeñadero,cabría interrogarse sobre el poder delrebaño, del entorno, del ambiente, la importanciadel contexto, la fuerza del número. Dehecho, lo primero que nos indica la teoría deQuinton es la tendencia natural del individuo aponerse en osmosis con su medio ambiente,cuyas cualidades y/o defectos adopta. Así lohicieron las primeras formas de vida que aparecieronen los océanos. Es también lo que hacela mayoría de los niños en el seno del mediofamiliar, religioso y sociocultural en que se

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crían. En el principio, la osmosis es la regla y laindividuación lo excepcional.*m 185Sabiendo esto, sería preciso prestar muchamás atención a las atmósferas y a los ambientesque creamos -o cuyo desarrollo, digamosespontáneo, consentimos con nuestra pasividad-en la sociedad, en la escuela, en la familia,en los diversos contextos por donde nosmovemos. Si creamos ciénagas, ¿nos extrañaremosde que éstas críen mosquitos ávidos desangre? Si permitimos que se acumulen lasnubes de tormenta, ¿debemos luego mostrarnossorprendidos porque están cayendo rayos destructores?Puesto que la norma nos dice que conformese degrada un medio ambiente dado, lamayoría de los individuos que lo habitan tiende adegradarse con él, deberíamos asignar prioridada la tarea de vigilar la calidad del medio, delambiente general, de las condiciones de vida.Una persona que viva en el medio rural, porejemplo, y que haga una visita a la capital,podrá comprobar cómo se transforma inmediatamentesu propio comportamiento bajo losefectos del estrés que caracteriza a la granmetrópoli: el visitante camina alerta, la musculaturaen tensión, más atento que de costumbrea sus objetos de valor (la cartera, las joyas,186 «wel bolso...). De manera parecida, el que se hospedadurante unos días en un monasterio,compartiendo la vida de los monjes, experimentaciertamente los efectos de ese mediocaracterizado por una rutina de cánticos, oraciones,silencios y trabajo consciente. En eseentorno, el huésped no se siente el mismo, y talvez toma conciencia de una dimensión queestaba adormecida en su interior y que no conseguíamanifestarse mientras él se movía ensus pautas de vida acostumbradas. Es unhecho comprobado: algunos ambientes despiertanen nosotros las más hermosas disposicioneslatentes, mientras que otros aguijonean

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peligrosamente la fiera oculta en lo más profundode cada uno de nosotros.Con frecuencia este fenómeno es más visibleen los niños, ya que la capacidad para oponersea las influencias del ambiente no se desarrollasino con la edad. Así, suele ocurrir que un niñocalificado de «difícil», «hiperactivo» o «turbulento» en un contexto dado (en la escuela, porejemplo) se muestre muy agradable, cooperador,de trato fácil, en otro distinto (actividadesextraescolares, cambio de colegio, etc.).*§*gr 187

Una cultura individualista, como lo es lanuestra, tiene sus ventajas y sus inconvenientes.Entre éstos destaca especialmente la muyescasa capacidad para crear y preservarambientes sanos y estimulantes dentro de losperímetros en que se mueven nuestra vida,nuestros estudios y nuestro trabajo. Se valorapor encima de todo al individuo, sin atender alcontexto general en que aquél evoluciona, pesea que la influencia de dicho contexto dista deser desdeñable.El malestar de la vida en compañía es unade las características principales de la sociedadoccidental moderna, y se traduce en unosambientes detestables, donde cada individuoprocura moverse como un aventurero en laselva. Si bien esto puede desarrollar efectivamenteen algunos un cierto género de fuerzainterior, desde luego no favorece la calidad de lavida colectiva.Ahora que ha cundido la moda del «desarrollopersonal», no estaría de más recordar que elindividuo sano y equilibrado que se hayatomado el tiempo necesario para cultivarse ydesarrollarse no existe en soledad, sino que188 ***evoluciona dentro de un medio social. Y quedicho medio quizás está enfermo, y ademáspuede evidenciarse patógeno para quienes lohabitan. Cierto que podemos tratar de no contaminarnos,como se ha comentado en los

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párrafos anteriores. Pero esa resistencia tieneun precio, porque requiere esfuerzo y una grancantidad de energía que, por consiguiente, nopodrá dedicarse a otras cosas. Además deldesarrollo personal sería preciso plantear un«desarrollo colectivo» o «desarrollo social», yponerlo en práctica. Se trataría de crear unmedio que respondiese a las necesidades propiasde ese individuo, pero favorecedor, almismo tiempo, del despliegue de las posibilidadesde los demás (y digo «favorecedor», porqueel individuo siempre queda en libertad de aceptaro de rehusar las influencias que recibe, aunlas positivas).Lo que pretendo subrayar aquí es, sencillamente,que conviene trabajar al mismo tiempoen lo individual -es el tema al que he dedicadoatención prioritaria en todo este libro- y en elplano colectivo. Puesto que no todo el mundotiene la misma capacidad para sacar partido detm 189las condiciones adversas a fin de confortarse yengrandecerse, importa asimismo trabajar paramejorar el medio en que estamos sumergidos,el contexto general, con objeto de favorecer laevolución de todos. La metáfora de la víbora deQuinton no debe interpretarse como una visiónelitista de la evolución, que dejase rezagados acuantos no lograsen emanciparse de unas condicionesexteriores difíciles. Sino que sugieretambién que los que han cumplido su obra deadelantados, de primeros en alcanzar unamutación interior, tienen luego el deber decrear mejores condiciones externas, que favorezcanla evolución de los demás.¡Cuánto camino recorrido con esta metáforade la víbora de Quinton! Hemos visto, paraempezar, que el medio ambiente ejerce demanera natural una influencia sobre quienes lohabitan y tienden a buscar la osmosis con él. Acontinuación, en un segundo momento, hemossubrayado la posibilidad de oponerse a ladegradación de ese medio, de conquistar una

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autonomía e independizarse de aquél. A continuación,superando, o mejor dicho prolon-190 ***gando el razonamiento de Quinton, enriquecidopor otros descubrimientos más recientes,hemos demostrado que el hombre, potenciadogracias a las transformaciones que ha inducidoen sí mismo para sustraerse a su medio, puedeluego transformar ese mismo medio parahacerlo más conforme a sus valores, y para quelos demás puedan beneficiarse también de susprogresos.«Lo que no me mata, me fortalece», escribióNietzsche. Lo que me falta exteriormente, lodesarrollo dentro de mí, decía Quinton a sumanera. Lo que he desarrollado dentro de mí, locomunico a mi alrededor para beneficio detodos, como demostraron los Jesús, Gandhi oMándela de la Historia. Recibir influencias parainfluir cuando llegue el momento. Alzarse porencima de los demás, para elevarlos luego. Eneso consiste el movimiento pendular entre loindividual y lo colectivo, que proporciona alternativasy ritmo a la evolución.«<gr 191

Conclusión! ¿lívidos... o ncúJTxemos llegado a la estación término de este«Viaje al País de las Alegorías» en siete etapas.Espero haber transmitido la afición a la metáfora,y una idea de las enseñanzas que podemosextraer de los fenómenos naturales, a pocoque nos tomemos algún tiempo para observarlos.La naturaleza es como un gran libro. Todoes símbolo, todo habla a quien poco a poco vadescifrando su lenguaje y aprendiendo a leerlas correspondencias entre todas las cosas. Allídonde muchos no ven más que caos y azar,otros distinguen orden y sentido. Fenómenosque a los ojos de algunos parecen distintos,separados, sin relación alguna, a los nuestrosmuí 193se revelan estrechamente vinculados, conectados,interdependientes. Los símbolos, las metáforas,

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nos sirven para reconstruir esos vínculosy enlazar -esta vez, conscientemente- con elmundo que nos rodea.No es casual el renovado y muy vivo interésque merecen actualmente los rituales, y que semanifiesta en libros, artículos y cursillos sobreel tema, dirigidos al uso personal, familiar o profesional.Precisamente los rituales se fundan enlos símbolos y en las correspondencias. La velaque encendemos simboliza la llama del espírituque deseamos encender dentro de nosotros. Losobjetos que enterramos representan los elementosde nuestro pasado de los que deseamos deshacernos.El árbol que plantamos evoca unanueva creación, un nuevo comienzo... Cadagesto que realizamos durante un ritual encuentrasu correspondencia en nuestro interior. Amedida que cobramos conciencia de que todoestá unido, vinculado, conectado, más nos inclinamos,como es obvio, a utilizar estas conexionessirviéndonos de los rituales para favoreceruna transición, marcar un tiempo fuerte, oficiarun duelo o celebrar un acontecimiento dichoso.194 -gsg»La primera etapa de nuestro trayecto, portanto, es la toma de conciencia. La concienciaactual, demasiado mental, analítica y narcisista-como Narciso, el hombre contemporáneose halla hoy absorto en la conciencia de símismo, que le confiere su capacidad para reflexionar-debe ser remplazada por una concienciamás intuitiva, sensible, profunda, que no sedetenga en las apariencias, que atraviese lasuperficie reflectante del espejo mental paraacceder a una percepción del mundo más ricay más completa. Narciso, que contemplaba supropio reflejo en el agua, acabó por caer en elestanque y se ahogó: ¡buena metáfora paranuestra conclusión! ¿Sabía usted que Narcisoha dado lugar a las palabras «narcosis» y «narcóticos»: aquello que duerme, que ilusiona, elsueño de la muerte (con narcisos se adornanlas tumbas)? El que elige ser consciente manifiesta

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preferir la vigilia al sueño, rehusa el aturdimientoy el embotamiento, prefiere la vida alos paraísos artificiales, a los universos virtuales.Es la elección de abrirnos a los demás, derestaurar lazos, al contrario que tantos juguetesactuales encaminados a aislarnos indivi-*meif 195dualmente en burbujas artificiales. Sí, Narcisodebe morir... pero morir para una existencialimitada e inconsciente. Sí, debe atravesar sureflejo, quebrar el espejo del agua... pero paraacceder a otra dimensión, a una concienciamás grande que la mera conciencia del yo. Elhombre adquirió la conciencia de sí mismo graciasa su córtex, a lo mental, y eso lo diferenciódel mundo animal. Pero esa individuación no esun fin en sí misma, como tampoco lo es elaislamiento de la crisálida en su capullo. Esel preludio de una nueva participación en elmundo, una vez roto el capullo y superado lomental. Las diversas disciplinas del yoga, laoración, la meditación y la contemplación liberanen nosotros otras tantas posibilidades, activanotras percepciones y despiertan funciones latentesque nos permiten trascender nuestro ego.Pero entonces, en fin de cuentas, ¿no estaremosya medio hervidos? Todavía no, indudablemente,pero el fuego está encendido debajode la cazuela. ¿Tendremos el final de la rana, onos liberaremos como la mariposa? ¿Moriremossofocados en el huevo, o romperemos la cascaracon la fuerza de nuestras conquistas inte-196 ^riores? ¿Daremos el salto evolutivo, o como lavíbora seguiremos siendo espiritualmente unosreptiles?Aunque esa elección le corresponde a cadauno individualmente, al mismo tiempo estaráinfluida por la proporción de los que, entrequienes nos rodean, hayan preferido la opciónevolutiva a la entropía mortífera. Es muy probableque, superada una determinada proporción(masa crítica) de individuos evolucionados,

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el cambio les resulte mucho más fácil a losseguidores, sin dejar de ser consecuencia deuna decisión consciente por parte de cada uno.Como nos ha enseñado el bambú chino, esposible que los cambios invisibles que muchosa nuestro alrededor tratan de realizar conduzcan,llegado el momento, a una transformaciónexterior sorprendente y rápida. Ésa es la esperanzaque me anima y el deseo que expreso.tm 197

Alafas1 Omraam Mikhaél Aivanhov, Le langage desfiguresgeometñques, Editions Prosveta. [El lenguaje delas figuras geométricas, Asociación Prosveta Española,2003.)2 Parece que esta alegoría fue propuesta por primeravez en el libro de Marty Rubin, The Boüed FrogSyndrome, publicado en 1987.3 Algunas, por cierto, llegan al extremo de enseñarcómo vivir los sueños conscientemente, por ejemplola vía tolteca descrita por Carlos Castañeda, o elbudismo tibetano y en especial las Seis Yogas deNaropa, una de las cuales se consagra especialmentea la actividad onírica.4 Dicho sea de paso, yo mismo descubrí las primiciasde esta alegoría de la rana durante mi pasopor el instituto, cuando se me encargó la iluminaciónde una función teatral. El escenógrafo me pidió que^ec 199todos los cambios de luces se realizaran de unamanera tan lenta, que no fuesen advertidos por el ojodel espectador. Y así aprendí, no sin asombro, queefectivamente, cuando la variación es muy lenta, pordebajo de un determinado umbral, únicamente lamemoria podría indicarnos por comparación que hacambiado algo respecto de la situación anterior.° Algunos estudios sugieren que nunca se olvidanada, y que todo deja una traza. Por «olvido selectivo»entiendo sobre todo el hecho de despejar la «memoriaviva», la que utilizamos más corrientemente, comocosa distinta de la «memoria muerta», del «discoduro» que contiene todos nuestros recuerdos, sumergidosa mayor o menor profundidad.6 Para poner algunos ejemplos, O. M. Aivanhovpara el mensaje cristiano, el lama Yeshé entre los tibetanos,

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don Miguel Ruiz para los toltecas, SobonfuSomé por la sabiduría africana, y tantos otros.7 O. Clerc, Vivre ses revés: techniques pour programmerses réves et induire des réves Incides,Helios, 1983.8 A este propósito se recomienda la obrita de ReneBlind y Michael Pool Éduquer Vhomo zappiens, EditionsJouvence.9 Lo que falta más que nada es tiempo y disponibilidadpara la detección de estos casos, teniendo encuenta que, sobre todo en la escuela pública, haydemasiados alumnos por clase para que el maestro200 » *pueda establecer con cada uno de ellos una relaciónpersonal.10 Sobre esta cuestión se puede leer con provechoa Andy Bernay-Román, Sentiments profonds, guérisonprofonde, Éd. Vivez Soleil, 2004.11 Esta agravación, la mayoría de las veces no essino aparente, y consecuencia de la mayor lucidez deconciencia que aportan las mismas prácticas.12 Salvo realizando un análisis edafológico delsuelo, o de los frutos y hortalizas que el mismo produce.13 Médica, tanatóloga y conferenciante sobre elarte de acompañar a enfermos terminales de origensuizo y autora de varios libros, entre ellos La muerte,un amanecer.14 Filósofo y pedagogo francés (1900-1986) de origenbúlgaro, autor de muchas conferencias y charlasbasadas siempre en el ser humano y su aspiración deconseguir una mejor comprensión de sí mismo y unamejor conducta en su vida.15 Léase especialmente Jean Liedloff, Le conceptde continuum, un supervenías en varios idiomas,publicado en francés por Editions Ambre en 2005. (Elconcepto del continuum: en busca del bienestar perdido,Editorial Ob Stare, 2003.)16 Esta metáfora está tomada de las obras deEdward De Bono Lateral thinking (El pensamiento«» 201lateral: Manual de creatividad, Ediciones Paidós Ibérica,1998), Serious Creativity, Five-day Course inThinking y también Why so Stupid?17 En las escuelas Montessori, por ejemplo, losniños dedican mucho tiempo a manipular objetosfrágiles, vasos, botellas, tazas de vidrio o porcelana,así como a realizar otros gestos cotidianos, de

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manera que aprendan a ejecutarlos con soltura yprecisión. De este modo salen mucho menos torpesque otros niños, con los que nadie se ha tomado lamolestia de enseñarles eso.18 De manera justa no es lo mismo que perfecta.La perfección sólo se consigue con las repeticiones yel entrenamiento. Se puede leer una partitura conjusteza desde la primera vez, pero será precisotocarla cientos de veces antes de pretender una verdaderainterpretación.19 Inventó además un teclado ergonómico, disponiendolas teclas en forma de «V» para evitar posturasantinaturales de las manos, que son causa frecuentede problemas en las muñecas.20 Éditions La Baconniére, 1992.21 Lo cual no significa que sea preciso renunciaral uso congruente de los medios disponibles para atenuarel dolor. Un sufrimiento insoportable puedetraumatizar tanto a la madre como al hijo. Pero, porotra parte, la ausencia de toda sensación (como sepretendía en los primeros tiempos de introducción de202 wla epidural) puede transmitirle a la mujer la impresiónde que le han «robado» su parto.22 Sobre esta cuestión véase S. Grof, Royaumes del'inconscient humain, Éditions du Rocher, 1983, y Psicologíatranspersonal: nacimiento, trascendencia ymuerte, Editorial Kairós, 2006.23 He empleado esta metáfora en una obra anterior,Médécine, religión et peur: l'injluence cachee descroyances, Jouvence, 1999, para explicar de quémodo la medicina moderna desde Pasteur recibe sinsaberlo la influencia de una poderosa corriente religiosaque afecta a sus dogmas, sus prácticas y susinvestigaciones.24 Pedagogo, profesor de enseñanza media y superior,director de investigaciones en el INRP y el CNRSde Francia, encargado de curso en París VII, en laactualidad André Giordan es profesor universitarioen Ginebra. Ha escrito entre otras obras L'enseignementscientifique a l'école maternelle, Delagrave, Uneautre école pour nos enfants?, Delagrave y Apprendre!,Belin.25 Este ejemplo, y ese libro, me parecen interesantespor cuanto opino que la postura actual consistenteen negar las diferencias, en vez de aprendera gestionarlas y aprovechar esa riqueza, conduce a

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un callejón sin salida. Esa postura es tan ineficazcomo la astucia que creyó descubrir el chófer de unautobús escolar en el que andaban a la greña todas lasmañanas los alumnos blancos y los negros. El con-««* 203ductor detuvo el autobús e hizo que se apearan todos,para explicarles que en adelante no habría blancos ninegros, sino que todos eran azules... antes de ordenarlesque volvieran a subir, los de color azul oscurodelante y los de color azul claro detrás.26 Éditions Souffle d'Or.27 Salvo catástrofe mundial, que algunos, dichosea de paso, profetizan. Pero el fin del mundo queanuncian quizá no sea más que el fin del mundo deellos. En espera de ver lo que nos reserva efectivamenteel porvenir, es preferible alimentar con nuestrasesperanzas una previsión optimista. Si dejamosque nos paralice el miedo, atraeremos precisamentesobre nuestras cabezas lo que más tememos. El porvenirserá lo que nosotros hagamos de él.28 Viktor E. Frankl, citado anteriormente, hallándoseen el campo de concentración elaboró una clasificaciónmuy simplificada de los seres humanos,que por cierto aplicaba lo mismo a sus compañerosinternos que a los guardianes: «Están los rectos[anstándig, en alemán), que saben comportarse conrectitud, y los que no saben.»29 Algún día, tal vez algún realizador se decidirá aobsequiarnos con una película dedicada a este personajeexcepcional de la Historia francesa, que sepresta muy bien a ello.30 En realidad, el medio interior permite mantenervarios parámetros originarios más, aparte la tempe-204 ^*»ratura. Aquí he simplificado para no alargar la explicación.31 Por lo general, se enseña sólo la teoría de la evoluciónsegún Darwin, que presenta notables diferenciascon la de Quinton. No me ha sido posible localizaruna crítica de fondo a la teoría de Quinton. Sinembargo, lo seguro es que presentaba, en su época,el «defecto» enorme de implicar algún tipo de intenciónen la aparición sucesiva de las especies, siendoasí que el objetivo de la vida, según Quinton, consistíaen preservar las constantes (temperatura, salinidad,etc.) del medio originario. Como sabemos, laciencia, por reacción frente a la religión, no escatimóesfuerzos por desterrar toda noción de teleología en

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la evolución de las especies. Pero más recientemente,algunos científicos como Michael Dentón, el autor deL'évolution a-t-elle un sens?, han aportado sólidosargumentos a favor de la idea de que la evoluciónpueda obedecer a una cierta intencionalidad, y noexclusivamente al azar. En cualquier caso, ese debatetodavía no está cerrado.32 Éditions Souffle d'Or. Original: The CulturalCreatives: How 50 Million People Are Changing theWorld {Los creativos culturales: Cómo 50 millones depersonas están cambiando el mundo), Three RiversPress, 2001.«•©• 205