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Carrera de Sociología Seminario de Autor: Pierre Bourdieu La Sociología de Pierre Bourdieu como un paradigma. Alumno: Felipe Padilla Profesor: Omar Aguilar Fecha: 10 de Julio del 2006

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Carrera de Sociología

Seminario de Autor: Pierre Bourdieu

La Sociología de Pierre Bourdieu como un paradigma.

Alumno: Felipe Padilla Profesor: Omar Aguilar

Fecha: 10 de Julio del 2006

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1. Introducción

La Sociología como disciplina en el ámbito de la academia, se ha desarrollado en los últimos años de manera escindida: por un lado, la gran mayoría de los sociólogos se han encargado de investigar empíricamente distintas temáticas (inmigración, delincuencia, urbanismo, género, democracia, y un largo etc.), motivados por diversos fines y utilizando diversas metodologías de investigación. Al tiempo que un grupo sumamente reducido, ha enfocado su trabajo a lo que podríamos llamar una reflexión teórica en referencia a ciertos fenómenos empíricos. Es desde este segundo grupo de donde han surgido algunos de los nombres más ilustres de la disciplina en los últimos años: Jürgen Habermas, Niklas Luhmann y Pierre Bourdieu, por nombrar a los más contemporáneos (de los tres sólo Habermas sigue con vida, sin embargo aún no alcanza a ser una década desde la muerte de los otros dos).

No es novedad, entonces, que la sociología discurra por dos carriles muy

distintos: el de la investigación empírica y el de la reflexión teórica, ámbitos que no suelen tener demasiada comunicación entre sí, más allá de algunas ideas guías de un marco teórico y la formulación de ciertas hipótesis, proporcionadas por la reflexión teórica a la investigación empírica; o uno que otro fenómeno intrigante estudiado empíricamente, y que al no poseer una respuesta lo suficientemente sólida o cabal, ha motivado la reflexión en el ámbito teórico, siendo esta segunda instancia, muchísimo más escasa que la primera.

Ubico a Pierre Bourdieu en la segunda dimensión, por el simple hecho de que

es así como la sociología, al observarse a sí misma, lo ha descrito: como un teórico. Son autores similares dice la tradición, y las evidencias al respecto no son menores: la obra de cada uno de ellos tiene extensiones similares, y discurre en períodos de tiempo similares (segunda mitad del siglo XX). En cada uno se condensan, no sin menor gracia y reformulaciones, la mayoría de las tradiciones sociológicas anteriores: mientras Habermas es un heredero de la Escuela de Frankfurt, la Teoría Crítica y la fenomenología (europea y norteamericana); Luhmann reconstruye los planteamientos del Estructural Funcionalismo parsoniano, recogiendo a su vez la influencia de la cibernética y en cierto grado las tesis durkhemianas1 de la diferenciación social; y Bourdieu, por su parte, se alza como un claro heredero del estructuralismo levi-straussiano (con su propia reformulación de por medio), de la sociología francesa en general, y de referencias a Marx. Cada uno cuenta con un grupo de seguidores de sus obras, los cuales construyen su trabajo en torno a ellos, por nombrar algunos: Thomas McCarty y Manuel Jiménez Redondo en el caso de Habermas, Rudolf Stichweh y Günter Teubner en el caso de Luhmann, y Luc Boltanski o Loïc Wacquant, en el caso de Bourdieu; etc.

1 A lo que sin dudas le podemos agregar en forma de negación, todo lo que el llama la tradición veteroeuropea de la sociología.

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Sin embargo, a mi entender, hay algo que distingue a la sociología de Pierre

Bourdieu, de la sociología de Luhmann y Habermas. Mientras las obras de estos dos (y de la mayoría de sus seguidores) discurre en el nivel teórico, y lo más empírico que consiguen es releer reflexivamente, y bajo sus prismas, procesos históricos, que validan sus tesis2. Bourdieu consigue reconstruir sus influencias, generando tres conceptos fundamentales: habitus, campo y estrategias. Los cuales aplica en un nivel empírico, con una facilidad y una lucidez, sencillamente, abismantes. Utilizando métodos cuantitativos o cualitativos, y caracterizando de manera exquisita distintas facetas de lo que él entiende por sociedad francesa.

Entonces, qué es la sociología de Pierre Bourdieu, si ésta claramente supera

los límites de una teoría. Cómo le podemos llamar a su obra, en tanto recorre desde el nivel teórico hasta el nivel empírico. Me atrevo a afirmar, y acá lo central del presente documento, que la sociología de Bourdieu, como ejercicio de una disciplina, constituye dentro de la comunidad de la sociología un paradigma. 2. Bourdieu como un Paradigma

En su ya clásica obra “La estructura de las revoluciones científicas”, Thomas Kuhn plantea y desarrolla el concepto de paradigma, entendiendo por éste a: “[…] realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica” (Kuhn 1971: 13). La presente monografía plantea la tesis de que la obra del sociólogo francés Pierre Bourdieu constituye en sí misma un paradigma, y no una teoría sociológica, como se la tiende a identificar en la literatura de ciencias sociales. Es decir, la obra de Bourdieu, parafraseando a Kuhn, ha proporcionado modelos de problemas, y soluciones de estos, a la comunidad científica de la Sociología.

El problema que surge ahora es cómo argumentar el hecho de que la obra de

Bourdieu constituye un paradigma, mostrando empíricamente esto. Para ello me voy a basar en el trabajo de los sociólogos estadounidenses Egon Guba e Yvonna Lincoln, en particular de su texto “Competing Paradigms in Qualitative Research” (Guba & Lincoln 1994). En él, Guba y Lincoln, siguiendo la lógica de Kuhn, caracterizan cuatro paradigmas de la investigación social. Me interesa en particular, más que la relación que se podría establecer entre la obra de Bourdieu y cada uno de estos paradigmas, la forma en la que ellos constituyen a cada paradigma. Por paradigma entienden a “[…] un set de creencias básicas que proporciona principios últimos o primarios. Representa una visión de mundo, que define la naturaleza de

2 El caso de Luhmann es el más complejo, ya que sus obstáculos epistemológicos, devienen en obstáculos metodológicos, los cuales aún no es posible superar de forma cabal. Véase Mascareño, Aldo. “Sociología del Método: La forma de la investigación sistémica”, en M. Arnold & F. Osorio (eds.) “La nueva teoría social en Hispanoamérica. Introducción a la teoría de sistemas constructivistas”. Toluca, Editorial Universidad Autónoma de México (2006).

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éste, la presencia individual en él y el rango de relaciones posibles entre éste y sus partes, tal como lo hacen las cosmologías y las teologías” (Ibid: 107). Para ellos, la constitución básica de un paradigma se da en tres ámbitos, los cuales se relacionan entre sí, y se determinan mutuamente, a saber: un nivel ontológico, epistemológico y metodológico.

El nivel ontológico se constituye a través de la pregunta sobre la forma y

naturaleza de la realidad, y por tanto, qué es lo que se puede saber de ella. Lo epistemológico a través de la pregunta sobre cuál es la naturaleza entre el “conocedor” y lo que puede conocer, respuesta que queda determinada en el rango de posibilidades que otorga la pregunta ontológica. Y, por último, el nivel metodológico, construido por la pregunta sobre cómo puede el investigador ir buscando lo que cree que puede conocer, respuesta que también queda parcelada por las dos respuestas anteriores.

Este modelo resulta, entonces, factible de aplicar a la obra de Bourdieu, si

tenemos en cuenta las consideraciones que hemos hecho antes en comparación a la obra de Luhmann y Habermas3. Sin embargo, previamente, es necesario realizar una pequeña distinción que nos permita dirigir con mayor precisión la búsqueda del material textual que conduzca a resolver las dimensiones planteadas. Esta distinción es entre obra y sociología. La obra de Bourdieu corresponde al material textual que reúne todo su trabajo sociológico (quedan descartados de él sus escritos políticos, o columnas de opinión). La sociología de Bourdieu corresponde a todo lo que nosotros podamos observar, en términos de acción, con su quehacer sociológico. Distinguiendo por éste a toda acción (ya sea mental o física) destinada a responder a una pregunta por la sociedad, quedando acá incluidos, además de sus obras, sus escritos políticos, sus columnas de opinión y entrevistas. Sin lugar a dudas, esta distinción que hago puede dar lugar a críticas, y me escudo de ellas de antemano: la distinción es necesaria, porque se relaciona íntimamente con cada uno de los ámbitos. Mientras que la obra nos permitirá develar su concepción ontológica, la sociología nos mostrará los aspectos epistemológicos y metodológicos. El supuesto que hay detrás es que la dimensión ontológica se constituye de forma sumamente dinámica a través del ejercicio de la disciplina, por tanto se actualiza constantemente. Si nos remitimos a sus escritos políticos, entrevistas u opiniones, obtendremos un concepto estático, dentro del cual no podremos observar su construcción y dinamismo, por ello se extrae esas dimensiones.

3. El acceso a la estructura del paradigma

El supuesto que está operando detrás del presente proyecto, es que la obra de

Bourdieu posee una consistencia tal que le permite articular sus supuestos y afirmaciones conformando un corpus de “conocimiento” que se sustenta en sí

3 En el caso de estos autores, el modelo sólo se podría aplicar hasta un nivel epistemológico.

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mismo. No obstante, para demostrar esto es necesario separar este corpus en niveles, sin los cuales no podríamos hablar de paradigma. Como se describió en el punto anterior, estos niveles corresponden a la ontología, epistemología y metodología de la obra. Ahora bien, el problema inicial que enfrentamos es definir la lógica de acceso a la descripción de estos niveles. Si bien tenemos preguntas que abren el espacio lógico que ocupa cada dimensión desde el momento que intentamos contestarlas, no hay una indicación clara respecto por cuál pregunta partir.

El orden de la descripción que se llevó a cabo de las preguntas correspondía a

la sugerida por los autores que proponen el modelo de análisis, en este caso la intención de ésta investigación difiere en parte, de la intención de los creadores del modelo4. Por ende, se debe definir una lógica interna de funcionamiento de las preguntas, de modo de proponer un proceder para el cometido. Particularmente, la duda reside en si el acceso se elabora por la ontología o la epistemología. Se descarta previamente entrar por la metodología debido a que ello nos llevaría a no poder dimensionar correctamente los otros dos niveles.

Si volvemos sobre las preguntas que definen el campo lógico de cada

dimensión, podemos ver que la ontología remitía a la forma y naturaleza de la realidad; la epistemología a la naturaleza entre el conocedor y lo que puede conocer; y la metodología a la forma en la que el investigador va buscando lo que puede conocer. Esto puede ser refraseado definiendo lo ontológico como el modo de ser de un “algo”; lo epistemológico como el modo de relacionarse con el “algo” (no obstante, para el caso particular de las Ciencias Sociales, esa relación queda determinada por el modo de ser del “algo”, en tanto el “algo” incluye al conocedor); y lo metodológico como el modo de hacer para conocer el “algo”. En este caso, el “algo” remite a la sociedad de modo genérico5. Bourdieu, por tanto, debería tener una concepción respecto a lo que la sociedad es; sobre cómo el sociólogo se debe relacionar con ella al momento de investigarla; y respecto a cuáles son los procedimientos para llevar a cabo al momento de investigar.

Teniendo en cuenta el hecho de que este trabajo se sitúa dentro de lo que es

la sociología, ya que no es una reflexión particular ajena a lo social, sino que es el análisis de un producto social como la obra del autor. Considero, entonces, que el acceso debería ser por el nivel epistemológico, ya que de esta manera delimitaremos con claridad el único “objeto” del cual podemos dar real existencia, como sería el sociólogo. Para luego proceder a describir el espacio dentro del cual se da a lugar a la obra del mismo autor6, la sociedad, dibujando así, el “algo” respecto al cual su obra se constituye.

4 La intención de Guba y Lincoln es caracterizar a los paradigmas más utilizados dentro de la investigación social de la actualidad. 5 Utilizando el concepto de sociedad de forma libre e introductoria, ausente de todo afán conclusitivo. 6 Esto, bajo el supuesto de que las premisas de Bourdieu son aplicables a sí mismo.

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Al mismo tiempo, otro argumento que valida la necesidad de acceder por la epistemología, y no por la ontología, radica en el hecho de que la sociología, como tal, existe sólo cuando hay un investigador que pretende investigar un “algo”, y lo hace a través de ciertos procedimientos. Puede existir el “algo”, y pueden estar delimitados los procedimientos, pero si no existe un espacio dentro del cual estos se relacionen, no podemos hablar de paradigma, y este espacio no es otro que la epistemología.

Entonces, en los puntos siguientes se desarrollará la epistemología de la obra

de Bourdieu, el universo ontológico dentro del que se desarrolla y las herramientas metodológicas que se validan en ese espacio. Podrá ser demostrada la tesis del texto, si efectivamente se logra mostrar un desarrollo coherente, tanto interno como externo, de cada uno de estos niveles.

4. La epistemología de Pierre Bourdieu7

La presentación de la epistemología de Bourdieu, para éste, se desarrolla en

tres ámbitos: uno de ruptura con las prenociones y el sentido común; un segundo, que remite a la forma de construcción del objeto sociológico; y un tercero, que dice relación con las formas a través de las cuales se desarrolla la investigación social y el orden de éstas. Todo esto, para mantener siempre especial atención a lo que él denomina vigilancia epistemológica, la cual correspondería a la precaución que debe mantener el sociólogo de modo de evitar caer en las prenociones y el sentido común. Constituyéndose, al mismo tiempo, estas últimas dos, en los principales obstáculos para el despliegue de una verdadera sociología.

La concepción epistemológica de Bourdieu, resulta similar a la que hemos

planteado acá, en tanto especifica la forma de relacionarse con el objeto de estudio, al tiempo que también le permite mantener un control sobre el conocimiento, sus formas y sus límites. Esto se expresa, dentro del particular estilo del autor, en la siguiente cita:

“[…] es necesario someter las operaciones de la práctica sociológica a la polémica de la razón epistemológica, para definir, y si es posible, inculcar, una actitud de vigilancia que encuentre en el completo conocimiento del error y de los mecanismos que lo engendran uno de los medios para superarlo […] la epistemología se diferencia de una metodología abstracta en su esfuerzo por captar la lógica del error para construir la lógica del descubrimiento de la verdad como polémica contra el error y como esfuerzo para someter las verdades próximas a la ciencia y los métodos que utiliza a una rectificación

7 El desarrollo de esta sección queda referido, casi en su totalidad, a la obra de Bourdieu (et. al,) “El Oficio del Sociólogo”. Esto porque, a mi juicio, en ella se han sistematizado de forma clara todas las proposiciones epistemológicas del autor, las que también se encuentran en otras obras, pero no de forma tan patente e intencional.

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metódica y permanente. […] el sociólogo puede encontrar un instrumento privilegiado de vigilancia epistemológica en la sociología del conocimiento, como medio para enriquecer y precisar el conocimiento del error y de las condiciones que lo hacen posible y, a veces, inevitable.” (Bourdieu 2003: 14).

El afán epistemológico en Bourdieu, entonces, se constituye de forma tal que

da forma, sentido y dirección a lo que es el oficio del sociólogo. A continuación se exponen los puntos más importantes de cada una de las tres dimensiones que conforman su epistemología: a) ruptura, b) construcción del objeto y c) el racionalismo aplicado.

a) Ruptura

Ya desde el subtítulo de la sección en la cual Bourdieu desarrolla esta dimensión, podemos notar de forma clara a qué remite esta idea de ruptura: “El hecho se conquista contra la ilusión del saber inmediato”. Él, a través de esto que denomina ruptura, pretende separar el saber sociológico del saber social, entendiendo por éste último, a todo tipo de conocimiento sobre lo social que emana desde el sentido común. Sin embargo, esta no es una separación de los saberes que ya se “acumulan” dentro de la sociología, sino que apunta a la generación de nuevos saberes en ella. Es desde ahí donde hace el puente con la vigilancia epistemológica, en tanto la ruptura facilita la superación del saber que se genera por la vía de las prenociones, o del lenguaje común:

“[…] la familiaridad con el universo social constituye el obstáculo epistemológico por excelencia para el sociólogo, porque produce continuamente concepciones o sistematizaciones ficticias, al mismo tiempo que sus condiciones de credibilidad. El sociólogo no ha saldado cuentas con la sociología espontánea y debe imponerse una polémica ininterrumpida con las enceguecedoras evidencias que presentan, a bajo precio, las ilusiones del saber inmediato y su riqueza insuperable. Le es igualmente difícil establecer la separación entre la percepción y la ciencia […] como encontrar en su herencia teórica los instrumentos que le permitan rechazar radicalmente el lenguaje común y las nociones comunes.” (Op. Cit.: 27)

Bourdieu asume, de esta forma, que toda acumulación de enunciados sobre

algo que tenga espacio en la sociedad, remite a alguna forma de conocimiento social. Sin embargo, tal como Durkheim –una de sus principales referencias- separa con el hecho social a la sociología de la psicología y la filosofía, él redefine los contornos del saber sociológico distanciándose del folklore, la cultura, y el sentido común. Al tiempo que previene a los sociólogos de caer en este tipo de conocimiento ficticio.

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Dentro de esta concepción, las técnicas de ruptura que plantea Bourdieu dicen relación con una “[…] crítica lógica y lexicológica del lenguaje común […]” (Op. Cit.: 28) para, a través de ellas, sustituir las totalidades concretas y evidentes que se muestran intuitivamente al individuo, por criterios abstractos definidos sociológicamente (profesión, ingresos, nivel de educación, etc.) (Op. Cit.: 29). Esto permite acceder a relaciones de un orden superior a las observables por todos. El descubrimiento vendría a ser una ruptura con lo real (Op. Cit.), podríamos agregar: con la cotidianeidad de lo real.

Bourdieu describe la existencia de lo que el llama “sociología espontánea”,

como la dimensión que acumula estas formas de conocimiento ficticio. Considera necesaria la existencia de una “[…] resistencia organizada de una teoría del conocimiento de lo social cuyos principios contradigan, punto por punto, los supuestos de la filosofía primera de lo social.” (Op. Cit.: 30). Sin esto la sociología, como distinción del sentido común, no sería posible. Esta resistencia organizada reside en lo que él llama “principio de la no-conciencia”, el cual sería la condición a través de la cual el investigador se acerca al mundo social sin preconcepciones de éste. Superando, de ese modo, la presencia de una ilusión de conocimiento mediante la reflexión personal en la vida diaria. La no-conciencia resulta un elemento clave para combatir las relaciones instintivas entre una sociología espontánea y una científica. Al respecto Bourdieu expresa:

“Contra este método ambiguo que permite el intercambio indefinido de relaciones entre el sentido común y el sentido común científico, hay que establecer un segundo principio de la teoría del conocimiento de lo social que no es otra cosa que la forma positiva del principio de la no-conciencia: las relaciones sociales no podrían reducirse a relaciones entre subjetividades animadas de intenciones o ‘motivaciones’ porque ellas se establecen entre condiciones y posiciones sociales y tienen, al mismo tiempo, más realidad que los sujetos que la ligan.” (Op. Cit.: 33).

El principio de la no-conciencia, tanto en su forma positiva, como en la

inversa, posibilita, como veremos más adelante, la afirmación de principios fundamentales en la obra del autor: vuelve imperiosa la necesidad de que el saber sociológico logre exponer “[…] el sistema de relaciones objetivas en el cual los individuos se hallan insertos” (Op. Cit.: 34), y que se expresa, de mejor forma, por medio de una economía o morfología de los grupos, que por las intenciones declaradas de los sujetos. Lo anterior trae consigo a otro principio que posibilita la ruptura y que también será de vital importancia más adelante: la verdad de un fenómeno social, no puede ser erguida como tal, si no se considera el sistema de relaciones históricas y sociales dentro de la cual es parte.

Para Bourdieu, todo lo anterior, aún no alcanza para liberar a la sociología de

los lastres ya mencionados. Esto debido a que, en contra de la sociología juega la

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relación particular, dentro de todo el espectro de las ciencias, que se establece entre la experiencia científica y la experiencia ingenua del mundo social. El problema reside ahora en el lenguaje común: este “[…] encierra en su vocabulario y sintaxis, toda una filosofía petrificada de los social, siempre dispuesta a resurgir en palabras comunes o expresiones complejas construidas con palabras comunes que el sociólogo utiliza inevitablemente.” (Op. Cit.: 37). Es necesario someter a crítica al lenguaje común, so pena de tomar por datos a objetos preconstruidos en y por la lengua común.

La ruptura, sin embargo, no dice relación solamente con las herramientas

esenciales8 con las cuales el sociólogo se acerca y se pronuncia sobre el mundo social, sino que también frente a algunos riesgos que se ciernen sobre éste, en tanto se encuentra imbuido y constituyendo su objeto de estudio. Para Bourdieu, este nuevo riesgo reside en la tentación del profetismo, como la posibilidad que tiene el sociólogo de observar y describir lo que la sociedad (motivada por intereses totalmente disímiles que los del sociólogo) quiere ver y cree saber, tentada por la sociología espontánea. El sociólogo se arriesga a satisfacer un humanismo, los derechos del hombre, o cualquier forma de lo “políticamente correcto”, en tanto ello reside en la sociedad anclado en conceptos de una fonética similar a los utilizados por el sociólogo, pero de un significado sumamente disímil. Al ser el lenguaje común muy cercano al sociológico (porque no hay dos formas de llamar a las cosas que son cosas), el sociólogo pierde la univocidad de sus afirmaciones ante el público lego, el cual al verse representado en esas palabras, no hace más que motivar al sociólogo a decir lo que ellos quieren escuchar. Al respecto Bourdieu es claro: “[…] todo sociólogo debe ahogar en sí mismo el profeta social que el público le pide encarnar.” (Op. Cit.: 43).

Siguiendo los planteamientos de Gastón Bachelard9, Bourdieu observa que la

teoría sociológica se le presenta al sociólogo como una tradición sociológica, más que como una teoría científica. Esto provoca que el sociólogo lleve a cabo su tarea completamente alejado de una teoría, o el caso contrario, que sólo se limite a desarrollar y confirmar el corpus de principios sobre el que descansa la teoría. Para él las dos posiciones son erróneas, al respecto dice:

“[…] la ruptura con las teorías tradicionales y la típica relación con las mismas, no es más que un caso particular de la ruptura con la sociología espontánea: en efecto, cada sociólogo debe tener en cuenta los supuestos científicos que amenazan con imponerle sus problemáticas, sus temáticas, y sus esquemas de pensamiento. Así,

8 Es importante no confundir a éstas con herramientas sociológicas, como el cuestionario, la entrevista, la estadística, etc. 9 “[…] Bachelard niega a la ciencia la seguridad del saber definitivo para recordarle que no puede progresar si no es cuestionando constantemente los principios mismos de sus propias construcciones.” (Bourdieu et al, 2003: 44). Es interesante mostrar la similitud de la proposición con la idea de una estructura de revoluciones científicas de Thomas Kuhn, mientras el primero lo deduce, el otro lo induce.

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por ejemplo, hay problemas que los sociólogos omiten plantear porque la tradición profesional no los reconoce dignos de ser tenidos en cuenta, no ofrece los instrumentos conceptuales o las técnicas que permitirían tratarlos canónicamente; inversamente, hay problemas que se exigen plantear porque ocupan un lugar destacado en la jerarquía consagrada de los temas de investigación. Asimismo, no hay denuncia ritual de las prenociones comunes que no termine rebajándose a una muy bien hecha prenoción escolar para desplazar del cuestionamiento las prenociones científicas. Si es preciso emplear contra la teoría tradicional las mismas armas que contra la sociología espontánea, es porque las construcciones más complejas toman de la lógica del sentido común no sólo sus esquemas de pensamiento sino también su proyecto fundamental […]” (Op. Cit.: 47).

Finalmente, en lo que respecta a la ruptura, Bourdieu hace referencia a la

relación que se genera entre la teoría sociológica que ha nacido como necesidad de ruptura, y la tradición sociológica que descansa en la acumulación de conocimientos de la sociología a lo largo de la historia. Esta relación se vuelve problemática cuando el positivismo (también lo llama “hiperempirismo”) asigna a la teoría que ha nacido de la ruptura, la función de la tradición sociológica: representar de la forma más completa y sencilla posible un conjunto de leyes experimentales, lo que, claramente, despoja a la teoría del motivo de su emergencia. A su juicio, el problema reside aquí en la confusión que existe entre la teoría de conocimiento sociológico, con las teorías parciales de lo social. Se intenta, de forma equivocada, que la teoría (parcial) defina a la realidad, para explicarla a través de los procedimientos utilizados, y al mismo tiempo se propone que la teoría del conocimiento sociológico se convierta en una teoría unitaria de lo social, y no en lo que efectivamente es: “[…] el sistema de normas que regulan la producción de todos los actos y de todos los discursos sociológicos posibles […] es el principio generador de las diferentes teorías parciales de lo social […] y por ello el principio unificador del discurso propiamente sociológico […]” (Op. Cit.: 50).

b) Construcción del objeto

Como vemos, los planteamientos de la ruptura son los posibilitantes siempre necesarios, para el ejercicio de una sociología. Sin embargo, el desarrollo de ésta no queda ahí, sino que esta ruptura conlleva a su vez una nueva forma de enfrentar al objeto de la sociología, y previo a ello una nueva forma de constituirlo como tal.

La sociología debe construir a su objeto en contra del sentido común y la

sociología espontánea. A esta sociología liberada Bourdieu la llama “sociología científica”, ya que toda disciplina científica se constituye como tal a través de la construcción de su objeto en contra del sentido común. Este nuevo objeto se entiende como un “[…] sistema de relaciones expresamente construido.” (Op.Cit.:

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52). El riesgo que corre el sociólogo, al no pasar por este proceso de construcción, es que el producto de su trabajo no vaya más allá de la sistematización lógica que cualquier “ser social” podría llevar a cabo respecto a su propia realidad. Bourdieu afirma: “[…] lo real no tiene nunca la iniciativa puesto que sólo puede responder si se lo interroga” (Op. Cit.: 55), podríamos agregar nosotros: y la respuesta sólo será aceptable en tanto se haya precisado una ruptura previa a la construcción de la interrogación.

Esta suerte de incitación a lo real en transformarse en objeto, lleva aparejada

un conjunto de factores a considerar, particularmente la relación que él observa entre el positivismo y los datos. A su juicio, el positivismo cae en el error de la sociología espontánea, al considerar a los hechos como datos, sin haberlos cuestionado como tal. Esto genera que el sociólogo tienda a negarse como tal, en tanto sólo reúne datos y los articula en forma de respuesta a preguntas… desconociendo que “[…] los hechos no hablan.” (Op. Cit.: 57):

“[…] cuando el sociólogo quiere sacar de los hechos la problemática y los conceptos teóricos que le permitan construirlos y analizarlos, siempre corre el riesgo de sacarlos de la boca de sus informantes. No basta con que el sociólogo escuche a los sujetos, registre fielmente sus palabras y razones, para explicar su conducta y aun las justificaciones que proponen: al hacer esto, corre el riesgo de sustituir lisa y llanamente a sus propias prenociones por las prenociones de quienes estudia o por una mezcla falsamente científica y falsamente objetiva de la sociología espontánea del ‘científico’ y de la sociología espontánea de su objeto.” (Op. Cit.)

Resulta ingenua, a juicio de Bourdieu, la renuncia del positivismo o el

empirismo ante el privilegio epistemológico. Es imposible salir de las prenociones, por eso, y ante ellas, es necesario superarlas por la vía de las hipótesis teóricas. Cuando el positivista cree trabajar sin pesos ideológicos, no está haciendo más que reproducir y operar a través de sus propias prenociones, las que pertenecen siempre al sentido común. El sociólogo, por tanto, está obligado a moverse en “[…] un cuerpo de hipótesis metódicamente construidas con miras a la prueba experimental.” (Op. Cit.: 59). El registro sin supuestos es imposible.

Sin embargo, el problema anterior para Bourdieu no acaba ahí, sino que

motiva también un problema en la construcción de los instrumentos de recolección de información. A su juicio, la ilusión que crea el positivismo afirmando que las operaciones axiológicamente neutras, son también, espistemológicamente neutras, lleva al hecho de que el sociólogo antes de investigar, sólo se ocupe de neutralizar sus valoraciones –lo que ya vimos es imposible-, lo que esconde el deber de cuestionar el instrumental metodológico, ya que al quedarse la discusión en la neutralidad axiológica, esta nunca llega a la neutralidad metodológica de las técnicas.

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Toda técnica de investigación empírica, desde el cuestionario a la

observación etnográfica, está ausente de una neutralidad. La realidad social no puede ser captada neutralmente, ya que a esta se accede por un lenguaje que está socialmente situado. El sociólogo, por tanto, debe estar siempre consciente de la problemática que esconden sus preguntas dentro del mundo social, de la imposible univocidad de sus cuestionamientos. Sin embargo, aquí se llega a una paradoja, ya que al escapar del etnocentrismo lingüístico, se cae el riesgo de recurrir a la lengua empleada por los sujetos. La solución para Bourdieu radica en el establecimiento de “[…] la dialéctica que lleva a construcciones adecuadas por la confrontación metódica de dos sistemas de pre-construcciones.” (Op. Cit.: 65).

Otro problema que emerge en el proceso de la construcción del objeto,

proviene del origen de las taxonomías sociales. Cuando una muestra se divide en clases, se estratifica por niveles de estudio, etc., siempre, consiente o inconscientemente se está recurriendo a una teoría social. Cuando la división es consciente, es porque se han aplicado todos los procedimientos detallados anteriormente, cuando es inconsciente se puede hablar de una ideología. Como ya hemos visto, la solución para Bourdieu está o en convertir la ideología en teoría y hacerla explícita (solución que probablemente encasillaría a ese acto sociológico en la sociología espontánea); o en romper con la ideología por la vía del alzamiento de un planteamiento teórico que permita inquirir al mundo social.

Las técnicas, entretanto, además del problema de lenguaje que conllevan,

deben ser analizadas en su justo contexto en referencia a lo que se quiere conocer. Para Bourdieu toda técnica “[…] puede contribuir en medida variable y con desiguales rendimientos, al conocimiento del objeto, sólo si la utilización está controlada por una reflexión metódica sobre las condiciones y los límites de su validez, que dependen en cada caso a su adecuación al objeto, es decir a la teoría del objeto.” (Op. Cit.: 72).

Las hipótesis y las analogías también juegan un importante papel en el

proceso de construcción del objeto. Bourdieu observa que el positivismo utiliza sus hipótesis como el simple resultado de las relaciones entre hechos. Sin embargo, esto sólo conducirá a reafirmar lo que el intuicionismo, la sociología espontánea o la simple especulación pueden decir en referencia al mundo social. Superarlas es tarea del sociólogo, el cual se debe valer de una construcción deliberada y teóricamente orientada de hipótesis que vayan más allá de la simple relación entre hechos y que permitan mostrar las relaciones objetivables en el mundo social. Esto se consigue por la vía de la correcta combinación entre hipótesis y analogías:

“El razonamiento por analogía que muchos epistemólogos consideran el principio primero del descubrimiento científico está llamado a desempeñar un papel específico en la ciencia sociológica

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que tiene por especificidad no poder constituir su objeto sino por el procedimiento comparativo. Para liberarse de la consideración ideográfica de los casos que no contienen en sí mismos su causa, el sociólogo debe multiplicar las hipótesis de analogías posibles hasta constituir la especie de los casos que explican el caso considerado. Y para construir esas analogías mismas, es legítimo que se ayude con hipótesis de analogías de estructuras entre los fenómenos sociales y los fenómenos ya establecidos por otras ciencias […] En resumen, la comparación orientada por la hipótesis de las analogías constituye no sólo el instrumento privilegiado de la ruptura con los datos preconstruidos, que pretenden insistentemente ser considerados en sí mismos y por sí mismos, sino también por el principio de la construcción hipotética de relaciones entre las relaciones.” (Op. Cit.: 75-6).

Bourdieu analiza, finalmente, en relación a las formas de construcción del

objeto, la relación que subyace al “modelo” utilizado por el positivismo con la teoría. El observa que los modelos positivistas no son más que procedimientos de exposición, los cuales corresponden a la “[…] forma de un saber previo y que tienden a imponer su lógica propia, evitando así investigar la lógica objetiva que se trata de construir para explicar teóricamente lo que no hacen más que representar.” (Op. Cit.: 77). Para él, los modelos confunden la semejanza con la analogía, son modelos miméticos que no pueden ver más que semejanzas exteriores10. Es necesaria la existencia de modelos analógicos que “[…] buscan la comprensión de los principios ocultos de las realidades que interpretan.” (Op. Cit.: 78). Estos modelos analógicos son las hipótesis construidas por analogías que dan forma a la teoría, la que permite constituir un objeto superando las ilusiones sociales que sobre esta construcción puede hacer operar el sentido común.

c) El racionalismo aplicado

Habiendo visto cómo se construyen las condiciones que dan pie a un conocimiento social (ruptura) y cómo se construye el objeto que es conocido. Es necesario revisar también el ordenamiento que el proceder sociológico impone a la investigación. El proceder común de la investigación social (observación, hipótesis, experimentación, teoría, observación, etc.) no responde a un ordenamiento resultante de un cuestionamiento epistemológico –como el descrito en los dos puntos anteriores-, sino que, dice Bourdieu, a una división burocrática del trabajo científico11. Así también, la proyección sucesiva de la ruptura, construcción y prueba

10 A lo que cabría agregarle toda la lista de precauciones anteriores, en tanto no han sido resultado de una ruptura epistemológica. 11 Me permito la libertad de desviar al lector de la exposición principal del texto, para hacer referencia a algunas indicaciones que hace Bourdieu en referencia a la práctica de la investigación social en “equipos”, y que puede reflejar con singular similitud el caso chileno: “Es así como, según se ha visto, la división de las operaciones en la investigación utilizada como paradigma, al menos inconsciente, en la mayor parte de los investigadores, no es otra cosa que la proyección en el espacio epistemológico de un

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de los hechos, es errónea, ya que no es previa al proceder técnico en la investigación sociológica. Cada uno de los actos epistemológicos está presente en todo el ciclo del proceder técnico de la investigación. Son niveles distintos, pero interdependientes y necesarios. Ahora bien, independiente de las formas de relación entre los actos epistemológicos y el proceder metodológico, si existe lo que Bourdieu llama una jerarquía de los actos epistemológicos: sin ruptura no hay objeto, sin objeto no hay hechos que comprobar, sin hechos no hay sociología. De lo anterior deducimos, con claridad, cuál es esta jerarquía: ruptura, construcción y comprobación. A su vez la jerarquía de los actos epistemológicos es la que distancia a proceder que se relaciona a ella, del proceder de la sociología espontánea, el intuicionismo o el positivismo, rompe con la epistemología espontánea, es lo que Bourdieu conoce como racionalismo aplicado.

Para Bourdieu el aspecto esencial del racionalismo aplicado descansa en la

inversión que hace éste de la relación entre teoría y experiencia. La teoría sistemática permite a la observación obtener un carácter más científico (a diferencia de la observación positivista, ajena a toda preconcepción). Esto se aplica también para la experimentación. Al respecto dice Bourdieu: “[…] sólo la experimentación exitosa como ‘razón confirmada’ puede atestiguar el valor explicativo y el poder deductivo de una teoría, es decir establecer su capacidad de generar un cuerpo sistemático de proposiciones susceptibles de encontrar confirmación o invalidación en la prueba de los hechos.” (Op. Cit.: 87). Ahora bien, en los casos en que las hipótesis teóricas, no son confirmadas, ni estas ni la teoría que las sustentaba, pueden ser desechadas. Sino que debe ser evaluada la relación establecida de modo que se intensifique la dialéctica entre la razón y la experiencia (entre la teoría y la comprobación). Se debe observar porque los hechos obligan a decir no:

“En resumen, la dialéctica del proceso científico no puede ser reducida a una alternancia, incluso reiterada, de operaciones independientes, por ejemplo la verificación siguiendo a la hipótesis, sin mantener con ella otras relaciones que las de confrontación. No hay operación, por parcial que sea, en la que no se encuentre la dialéctica entre la teoría y la verificación.” (Op. Cit.: 89).

Así también se debe poner atención en los instrumentos a través de los cuales

se accede al objeto (y se comprueba), de lo contrario la dialéctica antes especificada, jamás tendrá siquiera posibilidad de existir. El investigador, dice Bourdieu, por lo

organismo burocrático. A las presiones de la organización se le agregan aquellas que imponen los instrumentos técnicos […] Si por último se agrega que la representación popular del autómata taumaturgo consigue imponerse a muchos investigadores, propensos a declinar responsabilidades de las operaciones en provecho de la máquina, y que los generales de la investigación tienden a dejar en los soldados el grueso de la batalla, es decir el contacto con los hechos (y entre otras cosas con los encuestados) para reservarse las grandes decisiones estratégicas, tales como la elección de muestras, la redacción del cuestionario o del informe, se aprecia que todo contribuye a favor de la dicotomía entre el empirismo ciego y la teoría sin control, la magia formalista y el ritual de los actos subalternos de la encuesta.” (Op. Cit.: 102-3)

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general no evalúa las condiciones de validez de sus técnicas dentro del caso particular en el que debe utilizarlas. Con ello se corre el riesgo de no poder determinar la reactividad de las técnicas en el medio social, y observar y determinar, constantemente, el comportamiento del objeto ante la técnica, que del objeto con su medio social.

Esta relación dialéctica que se articula entre teoría y confirmación teórica,

requiere de ciertas exigencias en referencia a la comprobación, para que la dialéctica pueda ser tal. Es necesario que la comprobación, no esté constituida por la comprobación sistemática de cada uno de los enunciados por separado, sino que evalúe la existencia de todos, al momento de la comprobación. Esto ya que no pueden encontrar su prueba de existencia, “[…] sino en la coherencia íntegra del sistema total de hechos creados por las hipótesis teóricas que trata de convalidar.” (Op. Cit.: 92).

El ejercicio constante que realiza Bourdieu, yendo del racionalismo a la

experiencia, o de la teoría a la comprobación (para el caso son lo mismo), es el que constituye la posibilidad de diferencia de su proyecto de sociología científica, con el positivismo o el intuicionismo12, (para qué decir de la sociología espontánea). Para él la diferencia radica en el dinamismo que se le otorga a su proyecto, en tanto nunca se queda detenido en la pura reflexión teórica, ni en la pura contrastación empírica, o, como dice él mismo, “[…] entre la teoría social sin fundamentos empíricos y la empiria sin orientación teórica […]” (Op. Cit.: 97), sino que renace y se rearticula en la dialéctica constante a la que se somete. Como veremos a continuación, esta relación se observa constantemente en Bourdieu al momento de construir los conceptos de su teoría, y, me atrevo a afirmar, es el motor que mantuvo constante su producción sociológica, hasta su muerte.

El resultado de lo anterior es para Bourdieu la silueta nítida que demarca los

límites del ejercer sociológico. Para nuestro caso, es la silueta que demarca los límites dentro de los cuáles operará el paradigma.

5. La Ontología de Pierre Bourdieu (o lo real es relacional)

Como se ha visto anteriormente el nivel ontológico de análisis que he propuesto para el presente escrito, remite a la constitución del modo de ser de del objeto de análisis en la obra de Bourdieu. Tomándome la libertad introductoria y explicativa, podría decirse que ese objeto de análisis de Bourdieu es el mundo social, por tanto lo que prosigue es la descripción de este espacio, el cual ya ha quedado limitado por la epistemología de su obra.

12 Si bien Bourdieu nunca habla directamente sobre qué entiende por intuicionismo (el positivismo se explica por sí mismo), a estas alturas, da la idea de que por él está entendiendo a todo ejercicio sociológico que va por la línea de la fenomenología, el interaccionismo simbólico o la etnometodología.

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En pro de la coherencia del texto, es necesario comenzar a aplicar las premisas sustanciales de la epistemología de modo de constituir la ontología, para ello nos valdremos de una idea que resulta fundamental para lo que sigue: la ruptura. Bourdieu reconoce que los límites entre la sociología científica y la sociología espontánea son demasiado imprecisos, de ello nace la necesidad, imperiosa, de una ruptura epistemológica como forma de distanciamiento (Op. Cit.: 99). Esta ruptura Bourdieu la realiza al configurar el mundo social a través del concepto de campo, atando a este los conceptos de habitus, capital, estrategias e intereses13. A través de estos cinco conceptos consigue dar forma al mundo social, una forma que lo diferencia del sentido común, y que le permite hablar con propiedad y abstracción (veremos que relativa) de la sociedad.

La constitución de “realidad” para Bourdieu, es una de las ideas más

interesantes que se pueden observar en la sociología, al respecto afirma:

“Podría, deformando la famosa fórmula de Hegel, afirmar que lo real es relacional: lo que existe en el mundo social son relaciones; no interacciones o vínculos intersubjetivos entre agentes, sino relaciones objetivas que existen ‘independientemente de la consciencia y la voluntad individuales’, como dijera Marx” (Bourdieu y Wacquant 1995: 64)

Este “sencillo” refraseo de Hegel, proporciona a Bourdieu toda la fuerza que

se desprende de su obra y, a través de éste, se libera de las lecturas “sustancialistas”, las cuales consideran a las prácticas sociales en sí y para sí (Bourdieu 2002: 14), al tiempo que da paso para introducir el elemento base de su teoría como es el concepto de campo.

a) Campo

Si bien Bourdieu reconoció haber estado trabajando en una obra en la que se presentaran en extenso las propiedades generales de los campos, esta nunca vio la luz. Por ende, el concepto debe ser reconstruido a partir de algunas entrevistas, textos dispersos, y aplicaciones analíticas del concepto. Bourdieu define campo como:

“[…] una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones. Estas posiciones se definen objetivamente en su

13 Bourdieu reconoce explícitamente que estos conceptos no pueden ser definidos ni presentados de forma aislada. A continuación se expondrán de forma diferenciada, sin embargo siempre será necesario adelantar algunas ideas de modo de poder conseguir exponer con claridad cada uno de los conceptos. Puede que en el transcurso de cada uno se observe una suerte de “cojera teórica”, dando la idea de que algo falta o algo sobra. Esta situación se superará, sólo en la medida que la sección sea leída y comprendida de forma íntegra.

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existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones, por su situación (situs) actual y potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital) –cuya posesión implica el acceso a las ganancias específicas que están en juego dentro del campo- y, de paso, por sus relaciones objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación, homología, etc.).” (Bourdieu y Wacquant 1995: 64)

Como podemos ver, la definición que nos entrega es bastante críptica y

requiere de otros conceptos para tomar verdadera forma y peso. Sin embargo, nos proporciona una idea de la potencialidad del concepto, como idea base para la articulación de una teoría de la sociedad.

El campo es un espacio dentro del cual se dan relaciones particulares a él, por

ende sólo puede ser definido de manera nominal a través de un ejercicio empírico que posicione, dimensiones y denomine a los conceptos14 que se desenvuelven en el campo y al mismo campo. Ahora bien, si operamos de manera abstracta, es posible identificar algunas características de los campos15: 1) El campo constituye un microcosmos social, el mundo es concebido como un espacio, y los campos sociales son microcosmos dentro del campo social; 2) El campo posee reglas específicas y detenta la existencia del capital que está en juego (o se disputa) en él, por tanto el campo es irreductible a otros campos; 3) El campo, como espacio, es un espacio estructurado, lo que permite observar posiciones diferenciadas que están relacionadas entre sí; 4) El espacio social es un espacio de lucha entre los distintos agentes que ocupan posiciones en el campo. Estas luchas son entre quienes buscan mantener la estructura del campo y quienes buscan cambiarlas; 5) Las luchas tienen por objeto del juego la apropiación del capital específico del campo, o la redefinición del capital del campo; 6) El capital siempre se encuentra desigualmente distribuido en el campo, lo que explica la existencia de dominantes y dominados en relación al acceso y distribución del capital: 7) La distribución desigual del capital determina la estructura momentánea del campo, esa estructura origina diferenciación. Podría agregarse a las anteriores, que el límite del campo queda determinado, por el fin de los efectos de éste (aunque en ocasiones también por barreras jurídicas).

La noción de campo es el resumen de múltiples formas de relaciones (entre

posiciones de capital, intereses, trayectorias, reglas del campo –o del juego-, etc.) y fuerzas que se entrecruzan. A pesar de que los límites de éste queden determinados por el fin de sus efectos, los agentes inmersos en él, pueden variar estos límites,

14 Podemos ver aquí como se vislumbra la dinámica dialéctica que surgía de la relación entre teoría y comprobación empírica. Ver supra pp. 15. 15 Omar, disculpa por la falta de prolijidad al recurrir a ti por una cita, pero a continuación describo las propiedades de los campos, del texto que tiene ese título, sin embargo el texto no lo pude conseguir, por lo que expongo lo anotado en mi cuaderno. En cualquier caso se que esto no se puede hacer así y que es necesario citarlo correctamente de la fuente indicada. Apenas consiga el texto lo haré.

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definir los requerimientos de ingreso, resituar las posesiones y posiciones para permanecer en él de modo de excluir a otro agente del campo y asumir el control o monopolio de un sector16. Este choque de fuerzas e intereses es lo que define la estructura del campo, la que se configura por “[…] la distancia o en los intervalos que separan a las diferentes fuerzas específicas que se enfrentan dentro del mismo.” (Op. Cit.: 67). Bourdieu recurre constantemente a la metáfora de que el campo es un espacio en el cual se juega un juego, “[…] un juego que nadie inventó, pero que resulta mucho más fluido y complejo que todos los juegos que se puedan imaginar.” (Op. Cit.: 69).

Respecto al análisis empírico del campo, Bourdieu entrega ciertas

indicaciones necesarias para el estudio de éste. En primer lugar se debe analizar la posición del campo dentro de campo de poder, observar si en una sociedad determinada17 el campo ocupa una posición dominante sobre otros campos, o una posición dominada. Luego se debe determinar la estructura objetiva del campo en cuestión: las relaciones entre las posiciones ocupadas por los agentes, las instituciones que discuten en él, o ambas. Por último, se deben analizar los habitus de los agentes, “[…] los diferentes sistemas de disposiciones que éstos adquirieron mediante la interiorización de un tipo determinado de condiciones sociales y económicas, y que encuentran, en una trayectoria definida dentro del campo considerado, una oportunidad más o menos favorable de actualizarse.” (Op. Cit.: 70). Si bien el campo sólo es asible a través del trabajo empírico, es posible, gracias a la abstracción de sus componentes, realizar homologías estructurales y funcionales entre los distintos campos, lo cual, en definitiva, otorga el argumento principal para la validación de un concepto como este: en la práctica sociológica es posible desplegarlo o retraerlo en el universo social, unirlo a los hechos o abstraerlo de ellos, de esta forma el concepto adquiere una operatividad de carácter universal dentro de contexto social.

Es interesante, también, el espacio que adopta el sujeto dentro del campo.

Para Bourdieu el verdadero objeto de la ciencia social, no es el sujeto, sino el campo. Los individuos quedan constituidos como agentes del campo, a través del ejercicio de ruptura, estos agentes han sido constituidos en el juego del campo, y se recurre a ellos para dar cuenta de los datos estadísticos que permiten configurar al campo empíricamente. Respecto a ellos Bourdieu dice: “[…] estos agentes son socialmente construidos como activos y actuantes dentro del campo, debido a que poseen las características necesarias para ser eficientes en dicho campo, para producir efectos en él.” (Op. Cit.: 70). Esta construcción social de los individuos como agentes, nos

16 Es probable que la misma obra de Bourdieu dibuje los limites del campo de la “Sociología Científica”, dentro del cual él tiene el monopolio del capital, y determina los límites de éste, etc. 17 Por lo general cuando Bourdieu refiere a una sociedad está mezclando limites culturales y políticos territoriales. Habla indistintamente, ya sea de la “sociedad francesa”, como de la “sociedad bearnesa”, a pesar que esta última se desarrolla dentro del espacio físico de la primera. Sin embargo en otros casos realiza comparaciones entre la “Sociedad Francesa” y la “Sociedad Japonesa”, pasando por alto las diferencias culturales, y operando esencialmente por la vía de una diferencia político-geográfica.

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proporciona el argumento para pasar al análisis de otro de los conceptos fundamentales en Bourdieu, y esenciales para entender la lógica de funcionamiento y reproducción de un campo, como es el concepto de habitus.

b) Habitus

Bourdieu observa, que tanto el objetivismo del estructuralismo, como el subjetivismo de la fenomenología, no consiguen explicar correctamente los procesos o sucesos del mundo social. Mientras por un lado el estructuralismo levanta a la estructura sobre la que descansan todos los significados sociales, como respuesta a sus interrogantes, quitando de sus análisis conceptos históricos o vivenciales. La fenomenología, por el otro, es incapaz de dar cuenta del mundo social, en tanto la dimensión individual en que se encuentra inmerso no puede observar el sistema de relaciones que lo subyacen. Sin embargo, de los dos rescata puntos que son importantes para una configuración del análisis del mundo social. Mientras que necesita de la objetivación estructuralista, considera necesario, que esta objetivación pueda estar mediada por la construcción intencional del actor y de sus vivencias18. Del puente entre las ventajas de cada postura, y el alejamiento de los ripios de cada una, es que nace el concepto de habitus como forma de ruptura epistemológica. Por él entiende:

“Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente ‘reguladas’ y ‘regulares’ sin ser el producto de la obediencia a reglas, y, a la vez que todo esto, colectivamente orquestadas sin ser producto de la acción organizadora de un director de orquesta.” (Bourdieu 1991: 92)

Es un concepto limitante y posibilitante a la vez, permite una libertad que queda limitada por la negación del espacio que no reconoce, es el resultado de la historia objetivada en el cuerpo, que a su vez objetivará las condiciones sociales del presente, para la reproducción de éste en el futuro de los agentes. Es el posibilitante de la producción de prácticas individuales y colectivas, ya que lleva en él todo el universo social que lo antecede, ya sea en principios de percepción, pensamiento o acción. Son disposiciones incorporadas a los cuerpos, las que se heredan a través de la sedimentación social a través del tiempo.

18 Sobre un análisis extenso al respecto véase: Bourdieu 1991: Capítulos 1 y 2.

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En el habitus residen todas las conductas razonables o de sentido común posibles dentro del espacio social que lo condiciona y reproduce (ya tenemos la idea de que ese espacio corresponde al campo, luego se explicitarán cómo se produce esa relación entre los conceptos). De cierto modo en él, se incorporan las “reglas del juego” para los agentes, es el que induce a cierta acción para cierto fin, y al mismo tiempo da espacio para una acción que antes no ha sido realizada para el mismo fin, en tanto presenta ante el actor todo el peso del espacio social, sobre el cual corre el riesgo de alterar el juego, o inclusive cambiar sus reglas. Le da al agente la capacidad de anticiparse a sus acciones ya que delimita con claridad el espacio objetivo dentro del cual se desenvuelve. Y otorga sin más argumento que el sentido común, todo el corpus de acciones reprobables o sancionables en el espacio social que produce y que, al mismo tiempo reproduce. El habitus es inseparable de las condiciones sociales en las que se puede observar. Es así como le otorga validez y existencia a las instituciones sociales en el tiempo (como el matrimonio o los funerales), y es, entre otro, uno de los factores que limita las posibilidades de encuentro entre espacios sociales diferentes (casamientos interclases, hijos de obreros con profesiones burguesas intelectuales). Es lo que determina la homogeneización de prácticas sociales sin un cálculo estratégico de estas. Las prácticas simplemente se dan por las similitudes de habitus, si son similares es porque las condiciones objetivas en las que se desarrolla son similares, por ende estamos hablando de espacios sociales similares. Sin embargo, el habitus no es tampoco pura limitación, sino que también se constituye en posibilidad, en tanto que define las condiciones objetivas del espacio social dentro de la que el agente se desenvuelve. La regla puede ser alterada, no obstante la infracción es reconocida, inclusive el mismo habitus puede ser alterado pudiendo cambiar las condiciones objetivas del espacio social. El habitus más que limitación, es potencialidad estatuida. En relación al análisis empírico del concepto (la constante dialéctica entre teoría y comprobación), el ejercicio sociológico descansa en gran parte, al momento de inquirir a la realidad, sobre el concepto. A través de su construcción teórica se permite la orientación de las observaciones en busca de respuestas, ya que la sociología homogeneiza a los individuos que son productos de las mismas condiciones objetivas, porque poseen el mismo habitus, y constituye una clase social. Sobre ello Bourdieu dice: son las estructuras objetivas que la ciencia aprehende bajo la forma de probabilidades de acceso a distintos tipos de capital, confieren una fisionomía a un entorno social delimitado, es la determinación de lo posible dentro de lo observable (Op. Cit.: 103). La pregunta que queda por responder, es cómo unimos los conceptos de habitus y campo. La respuesta para Bourdieu es sencilla: mientras que el habitus es

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la historia incorporada en el agente (ya sea individual: sujeto, o grupal: la clase), el campo es la historia objetivada en el espacio social. Mientras que el habitus proporciona a los agentes las reglas del juego, el campo despliega el espacio del juego, limitando las jugadas de los actores. La relación entre ambos es lo que “[…] hace posible la anticipación cuasi-perfecta del porvenir inscrito en todas las configuraciones concretas de un espacio de juego.” (Op. Cit.: 113).

La noción de juego nos permitirá ahora, de introducir un nuevo concepto al análisis de la dimensión social como espacio ontológico, como es el concepto de interés19.

c) Interés (o illusio)

Bourdieu comienza a utilizar el concepto de interés, para originar una ruptura con la antropología física, en la cual se observa una concepción ingenua de la conducta humana (ejemplos de ella son afirmaciones como: el hombre se moviliza por motivaciones, o aspiraciones para sí), sin embargo con el tiempo este muta a la idea de illusio20, a través de la cual pretende aludir a “[…] intereses específicos que son, a la vez, presupuestos y productos del funcionamiento de campos históricamente delimitados.” (Bourdieu y Wacquant 1995: 79). Es el interés por el juego del campo, y la involucración en éste. A través de él, el agente se ve atrapado en el juego y por el juego.

Tal como el habitus es historia incorporada, y el campo historia objetivada, el

interés corresponde a una construcción histórica delimitada por el cruce entre habitus y campo, por el juego del juego y la reactivación y reactualización de éste en el tiempo. Cada campo define y activa, a través de sus agentes, una forma específica de interés, en el que se reconoce de forma tácita el valor del juego. Es la “[…] condición de funcionamiento de un campo […] en tanto que es el que ‘hace bailar a la gente’, lo que la hace recurrir, competir, luchar, y produce el funcionamiento de un campo.” (Bourdieu 1996: 108-9). Subyace, por tanto, una relación dialéctica entre campo e interés, que activa la existencia mutua de ambos.

Ahora bien, la pregunta que surge es sobre qué se posa el interés que

determina el sentido del juego, podría decirse también: para qué se juega. Es así como surge el penúltimo de los conceptos en ser requeridos para la exposición en curso, el concepto de capital.

d) Capital (económico, cultural y social) 19 Como se verá, los conceptos que siguen: interés, capital y estrategias, tienen un desarrollo mucho más sucinto que los de habitus y campo. Esto porque, si bien no tienen el peso explicativo, teórico y rupturista de los dos últimos, son sumamente necesarios para terminar de construir la propuesta del autor de forma coherente. 20 Como oposición al concepto de ataraxia que remite a una impasibilidad. La illusio es lo contrario, interés activo.

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Bourdieu observa que el capital puede presentarse en tres maneras

fundamentales, cada una de las cuales está condicionada por el campo de aplicación correspondiente, así como de las posibilidades de mutación de éste en determinados campos:

“[…] el capital económico es directa e inmediatamente convertible en dinero, resulta especialmente indicado para la institucionalización en forma de derechos de propiedad; el capital cultural puede convertirse bajo ciertas condiciones en capital económico y resulta apropiado para la institucionalización, sobre todo, en forma de títulos académicos; el capital social, que es un capital de obligaciones y ‘relaciones sociales’, resulta igualmente convertible, bajo ciertas condiciones, en capital económico, y puede ser institucionalizado en forma de títulos nobiliarios.” (Bourdieu 2001: 135-6)

Los tipos de capital son fundamentales ya que por un lado, hacen que la vida

social no parezca un simple azar, en los que siempre es posible la sorpresa. Y por otro determinan la estructura inmanente del mundo social, en un momento determinado de tiempo, dando lugar a un sin fin de fuerzas que se entrecruzan y luchan como vectores al interior del campo, y deciden, a partir del volumen, el éxito de las prácticas que adoptan los agentes. Es por ello que no se puede dar cuenta del funcionamiento y la estructura del mundo social (como hemos estado intentando hacer a través de los conceptos de campo, habitus e interés), sin remitir al capital en todas sus formas. Para ello, es necesario un análisis particular de cada tipo.

El capital cultural puede existir en tres formas distintas e independientes:

como capital incorporado, como capital objetivado y como capital institucionalizado. Cada uno de estos tipos tiene propiedades distintas dentro de la influencias sobre las fuerzas del campo. El capital incorporado, está estrechamente relacionado con el habitus, en tanto corresponde a disposiciones duraderas de capital incorporadas al organismo del poseedor, particularmente expresado en la forma de conocimientos. Éste supone la existencia de un proceso de interiorización, el cual ha sido posibilitado por ciertas condiciones objetivas en el campo dentro del cual se despliega sobre ciertos agentes, se excluye de él un principio de delegación directa, ya que el poseedor ha debido invertir tiempo en él, sin embargo Bourdieu reconoce que la existencia de las condiciones objetivas que lo posibilitan, vienen mediadas por la posesión ya sea directa (propia) o indirecta (de sus progenitores) de capital económico. Lo que ha sido incorporado se homogeneiza entre los agentes de modo de capital cultural, sin embargo lo que ha sido interiorizado difiere entre cada agente y entre cada campo (el capital cultural interiorizado en juego en el campo de la filosofía difiere del capital cultural interiorizado en el campo de la mecánica automotriz), lo que a su vez hace variar el peso relativo del capital en cada campo. “La desigual distribución del capital, esto es, la estructura total del campo, conforma

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así el fundamento de los efectos específicos del capital, a saber: la capacidad de apropiarse de los beneficios y de imponer reglas del juego tan favorables para el capital y para su reproducción como sea posible.” (Op. Cit.: 142).

Por su parte, el capital cultural objetivado corresponde, particularmente, a la

posesión de bienes culturales (cuadros, libros, música, etc.). Esto conlleva que sea transferible físicamente, sin embargo ello no determina que se vuelva posible la apropiación misma del capital en cuestión. Para su verdadera apropiación es necesaria la tenencia de cierto capital cultural incorporado, que proporcione las disposiciones necesarias en el agente, para hacer propio el bien adquirido. De esto se extrae el hecho de que el capital objetivado puede operar como capital cultural, sólo si hay un capital cultural incorporado previamente, o como capital simbólico (que vendría a ser la ostentación de la posesión de un tipo de capital, sin la posibilidad de ejercer el efecto que éste efectivamente puede ejercer, y delimitando su alcance y efecto sólo por la vía de la ostentación21) si no se cuenta con el capital cultural incorporado, pero si con el capital económico necesario para hacerse de él.

En tercer lugar, el capital cultural institucionalizado corresponde a la

objetivación del capital cultural incorporado, en la figura de los títulos o grados. Algunas de las propiedades que presenta este tipo de capital es que homogeniza a los agentes en el campo, y volverlos intercambiables. También estandariza la incorporación de ciertos capitales, en la forma de determinados habitus que posibilitan prácticas y desempeños particulares de los agentes que siguieron esas trayectorias.

Volviendo al análisis de los tipos generales de capital, vamos a describir las

características del capital social: “[…] está constituido por la totalidad de los recursos potenciales o actuales asociados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuos […] se trata de la totalidad de recursos basados en la pertenencia a un grupo.” (Op. Cit.: 148). Éste sólo puede existir dentro de un plexo de relaciones de intercambio materiales o simbólicas, que han institucionalizado ciertas prácticas en los habitus de los agentes relacionados en el espacio. Y pueden también, ser institucionalizadas por la vía de la pertenencia a determinados grupos, o por la participación regular de determinados actos delimitados en el espacio objetivo. El volumen general de este tipo de capital queda determinado por la extensión de contactos que posee el agente, como por los volúmenes de capital económico, social y cultural que detenta cada uno de estos contactos.

21 Ostentación que tiene un peso, debido a los habitus de los agentes, que ante la presencia de ejercicios simbólicos actúan de diferentes maneras dependiendo de las condiciones objetivas.

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Finalmente, el capital económico corresponde al capital a través del cual se pueden hacer intercambios económicos, y a la vez posibilita, en determinadas condiciones, variadas transformaciones entre los otros tipos de capital.

Nos queda entonces, ahora, introducir un último concepto, a través del cual

termina de tomar forma la estructura y funcionamiento de un campo, y a la vez termina de unir por completo los conceptos aquí expuestos. Si lo que se juega a través de los intereses son las posiciones de determinados tipos y volúmenes de capital, nos queda dar cuenta de cuáles son las formas de juego que se dejan entrever al interior de las fuerzas del campo, para ello recurrimos al concepto de estrategias.

e) Estrategias

La noción de estrategia también nace de una ruptura, en este caso con el punto de vista objetivista y la acción sin agente que supone el estructuralismo (Bourdieu 1996: 70). Los agentes poseen intereses en referencia a volúmenes de capital, ya sea que poseen o que desean poseer, a través de los cuales acceden a posiciones de dominantes o dominados. Para Bourdieu el vector ordenador de estos movimientos y choques de fuerzas, corresponde justamente a las estrategias, “[…] las líneas de acción objetivamente orientadas que los agentes sociales construyen, sin cesar en la práctica y que se definen en el encuentro entre habitus y una coyuntura particular del campo.” (Bourdieu y Wacquant 1995: 89). La estrategia nace como la el resultado del sentido práctico como sentido del juego en el campo, sólo se posibilita a través del habitus incorporado. Es la disposición máxima de las posibilidades otorgadas por el habitus o delimitadas por el campo, pero esa libertad está limitada por los límites del juego, que son los límites del campo, límites que determinan al habitus.

Toma forma definitiva entonces, el espacio de lo real en la sociología de

Bourdieu, ese espacio delimitado por las relaciones objetivables a través del campo, que a su vez es un espacio que se ha constituido por la objetivación de la historia, la cual se incorpora al cuerpo en el habitus, el que trae consigo las disposiciones relacionales entre los agentes en el campo por el capital y las posiciones, siendo las estrategias las que permiten las apropiaciones o los posicionamientos, un todo que nuevamente recrea una historia que se objetiviza en el campo y se incorpora en el habitus… Es imposible recurrir a un núcleo, no hay un centro desde el cual pueda emerger el la construcción que se hace de la realidad, el único núcleo al que se puede recurrir entonces, es a la conformación de los conceptos, de las relaciones, de las observaciones, por la vía de un acto original de ruptura con la tradición.

Nos queda entonces, buscar ese acto de ruptura a nivel metodológico, para

concluir la existencia coherente de un corpus de conocimiento que nos permitiría afirmar la existencia de la obra de Bourdieu como un paradigma.

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6. La metodología de Pierre Bourdieu

No me parece necesario iniciar el análisis en extenso de todos los procedimientos metodológicos que Bourdieu realizó a lo largo de su obra22, sino que más bien, creo necesario identificar y describir la justificación, del procedimiento que efectivamente da a lugar al principio a través del cual él lleva a cabo el acto de ruptura con el mundo social espontáneo, a mi entender la técnica que le permite acercarse a lo real a partir de las relaciones objetivadas de éste. La respuesta a esta interrogante, la entrega el propio autor:

“[…] si recurro mucho al análisis de correspondencias –más que por ejemplo, al análisis de regresión múltiple-, es porque se trata de una técnica relacional de análisis de datos cuya filosofía corresponde exactamente a lo que es, en mi opinión, la realidad del mundo social. Es una técnica que ‘piensa’ en términos de relaciones, que es precisamente lo que intento hacer con la noción de campo.” (Op. Cit.: 64).

El análisis de correspondencias, se alza por sobre las técnicas de análisis multivariado porque éstas al controlar las variables una a una, de modo de ver el peso directo que tiene cada una en el sistema de relaciones generales, ello no permite determinar la eficacia que puede tener un factor al insertarse en la estructura relacional general. Tal como veíamos en el punto anterior, no es posible aislar en un concepto, ni por conceptos (la muestra más patente de ello son las dificultadas presentadas al momento de comenzar a desarrollar los conceptos por separado), las dinámicas propias de un campo, los volúmenes de capital que se mueven por intereses, las distancias entre las distintas posiciones de los agentes, etc. Resulta prácticamente evidente, entonces, que el análisis de correspondencias es el único capaz de pasar la prueba epistemológica determinada en la jerarquía de los actos, ya que se relaciona de forma directa con la máxima sustancial: lo real es relacional, y al mismo tiempo se constituye en elemento directo de ruptura en este nivel final de análisis. El análisis de correspondencias múltiples, es caracterizado en la literatura especializada, como la técnica estadística que permite ver de forma gráfica las relaciones de dependencia e independencia de un conjunto de variables categóricas en conjunto. Determinando, a través del gráfico, la distancia que, refleja a su vez, la dependencia o independencia entre cada relación (Salvador 2003: 5). Para Bourdieu la utilidad de la técnica emerge con claridad en una obra como “La Distinción”, sobre la cual él mismo ha dicho que: “El título mismo de la obra está para recordar que lo que comúnmente se suele llamar distinción, es decir una calidad determinada, casi siempre considerada como innata, del porte y de los modales, de

22 Esto en referencia a las indicaciones que él mismo hace ante el proceder con el instrumental sociológico, y que fue desarrollado más arriba. Ver supra pp. 14-5.

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hecho no es más que diferencia, desviación, rasgo distintivo, en pocas palabras, propiedad relacional que tan sólo existe en y a través de la relación con otras propiedades.” (Bourdieu 2002: 16). Los resultados saltan a la vista, es gracias a la técnica que consigue graficar con una particularidad propia –a estas alturas ya casi un sello personal-, su concepto de campo como espacio de relaciones, luchas y juegos, mediados por habitus y estrategias, configurando agentes, sus disposiciones de capital, sus preferencias, etc. No queda más que entregarse a la comodidad (y asombro) de la configuración gráfica de lo relacional como realidad de una sociedad como la francesa en la década del 70’ (Op. Cit.: 17; 2003b: 124-5 y 259).

7. Coda Parece ser evidente, que la obra de Bourdieu contiene en sí los elementos necesarios que posibilitan, al menos, la constitución interna de la noción de un paradigma en ciencias sociales. La epistemología proporciona de una herramienta poderosa de diferenciación, quizás de “revolución científica” en un sentido kuhnniano, como la ruptura, epistemología que a la vez, deja trazada la silueta que vendrá a llenar la ontología con sus múltiples relaciones y la economía conceptual que destaca por la elegancia de sus requerimientos internos, y la certeza con la que logra dar forma al análisis sociológico, que se distancia, tal como Bourdieu pretendía al inicio de su obra, del objetivismo estructuralista y del subjetivismo fenomenológico. Sin embargo el trabajo no puede acabar acá, si bien están dadas las condiciones para hablar de la constitución de un paradigma, se debe comprobar empíricamente la existencia de una comunidad, y la relación particular que esta adopta cuando estamos hablando de un paradigma científico. Mientras tanto, sólo nos queda citar a Bourdieu, y objetivar sus intenciones en el campo científico:

“He llegado al término de esta especie de introducción a la lectura de la distinción en la que he tratado de enunciar los principios de una lectura relacional, estructural, adecuada para conferir todo su alcance al modelo que propongo. Lectura relacional, pero asimismo generativa. Quiero decir con ello que deseo que mis lectores traten de hacer funcionar el modelo en ese otro ‘caso particular de lo posible’ que es la sociedad japonesa, que traten de elaborar el espacio social y el espacio simbólico japonés, de definir los principios de diferenciación fundamentales […] y sobre todo los principios de distinción, los signos distintivos específicos en cuanto a deportes, cocina, bebidas, etc., los rasgos pertinentes que conforman con las diferencias significativas en los diferentes subespacios simbólicos. Así es en mi opinión la condición del comparatismo de lo esencial que deseaba ardientemente al empezar y, al mismo tiempo, del conocimiento universal de los invariantes y de las variaciones que la sociología puede y debe producir.” (Bourdieu 2002: 26)

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Bibliografía referida: Bourdieu, P. (1991). “El Sentido Práctico”. Editorial Taurus. España. ———, (1996). “Cosas Dichas”. Editorial Gedisa. Bacelona, España. ———, (2002). “Razones Prácticas. Sobre la Teoría de la Acción”. Editorial

Anagrama. Barcelona, España. ———, (2001). “Poder, Derecho y Clases Sociales”. Editorial Desclée de Brouwer.

Bilbao, España. ———, (2003). “El oficio del Sociólogo”. Editorial Siglo XXI. España. ———, (2003b). “La Distinción. Criterio y Bases Sociales del Gusto”. Editorial Taurus.

México D.F. México. Bourdieu, P. Wacquant, L. (1995). “Respuestas. Por una Antropología Reflexiva”.

Editorial Grijalbo. ———, (2005). “Una Invitación a la Sociología Reflexiva”. Editorial Siglo XXI.

Argentina. Guba, E & Lincoln, Y. (1994). “Competing Paradigms in Qualitative Research”. En

Denzin, N & Lincoln, Y (eds.) “Handbook of Qualitative Research”. Thousand Oaks, CA: Sage. Pp. 105-107.

Kuhn, T. (1971). “La Estructura de las Revoluciones Científicas”. Editorial FCE, México.

Salvador, M. (2003). “Análisis de Correspondencias”. En http://ciberconta.unizar.es/Leccion/correspondencias/correspondencias.pdf (Julio 2006).