pedroni, j.c - mosaico del baptisterio neoniano, funcionalidad litúrgica y jerarquías espaciales

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Page 1: PEDRONI, J.C - Mosaico del Baptisterio Neoniano, funcionalidad litúrgica y jerarquías espaciales

Mosaico del Baptisterio Neoniano: funcionalidad litúrgica y jerarquías espaciales en relación al carácter sacro.

El Baptisterio de los Ortodoxos en Rávena, se organiza en una distribución

espacial jerarquizada, siendo culminación de la misma el mosaico en cuestión. El primer término está dado por la pila bautismal, siguiendo a este los relieves de profetas que flanquean las ventanas. Por sobre este conjunto, se extiende el mosaico, con el primer registro periférico, la franja de los apóstoles y la escena central del bautismo.

El total del mosaico en cuestión debe entenderse, en primer término, como elemento constitutivo de la liturgia del bautismo, importando un carácter sagrado fundado en la evocación de lo divino. En concordancia con esto, se entiende la obra como un medio para que el bautizado se acerque a la realidad representada. El valor sagrado del mosaico se activa y cobra sentido entonces, en tanto se relaciona con el catecúmeno (sujeto a ser bautizado), sirviendo como marco sacro de una experiencia de igual condición. A continuación se desarrollan los elementos, que con apoyaturas teológicas, hacen, junto con la disposición, a la sacralizad del mosaico.

La imagen ilustra, en cierta manera, la teología del bautismo en el cristianismo

temprano. La relevancia de la inmersión –y la consiguiente emersión- en el agua puede rastrearse en la transparencia con que se representa esta última. Esto hace posible enfatizar la interacción del bautizado con el río. Encontramos aquí un aspecto de los señalados por A. Grabar (2007) en lo que hace a la iconografía: la superposición de la materia (agua y cuerpo humano) como medio para la aparición de la idea pura (la cual es, en este caso, la transformación del pecado a la vida)

Podemos considerar, también, la figura del Espíritu Santo, como la más notoria

representación de lo Inteligible -siguiendo a Plotino- en el mosaico. El aplanamiento de la imagen obedece a erradicar lo que estorba –la profundidad- para la participación en la idea. El otro elemento presente es la luz, (la nube de un dorado plano y saturado), próximo a lo que el filósofo concibe como un ensayo de mostrar la imagen del Nous. Puede sugerirse que esta luz que desprende la tercera persona divina, encarnada en la paloma, está en íntima asociación con los dones que infunde en el cristiano, hábitos incompatibles con el pecado.

Cristo, en su doble vertiente: humana y divina –inextricablemente unidas- es

imagen de la rehabilitación de lo divino en la naturaleza del hombre. La asociación de esta restauración con el “nacimiento” del cristiano está marcada por un eje simbólico. El axis vertical que asocia la escena central del bautismo en la cúpula, con el sacramento que tiene lugar en la pila, señala que el iniciado participa en el acto de Cristo y en la recepción de los dones del espíritu santo.

El bautismo se presenta como la condición necesaria para que el fiel cristiano

resucite (a la vida piadosa) junto a Cristo, se integre al cuerpo de la iglesia y participe del reino de los cielos (Ruiz Montejo: 1991). Puede aventurarse que estas tres instancias son aludidas: 1) la participación en Cristo, con la inmersión simbólica en el agua, 2) en el cuerpo de la iglesia, con los apóstoles (en quienes esta queda fundada), y por último, 3) en el Paraíso (los jardines figurados en la franja periférica). Así, puede sugerirse que están presentes en el mosaico, a la manera de un derrotero del cristiano, las esferas en las que éste se inicia a partir del sacramento bautismal.

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Para finalizar, cabe hacer una referencia a la integración del mosaico en el espacio y la experiencia del catecúmeno en el mismo. Siguiendo la imagen del universo o cosmografía, que expone S. Kostof, (1985) el baptisterio coincide con el cosmos concebido como un cubo con una semiesfera superpuesta. De esta manera, el mosaico está inserto en esta cúpula celeste, comportando un elemento de sentido la ubicación en si misma, a la vez que reforzando el carácter sacro del espacio.

Por otra parte, teniendo en consideración el sacramento celebrado y el rol del mosaico en el mismo, es preciso hacer ciertas observaciones. La intensidad cromática y lumínica del mosaico, considerado en conjunto con los demás elementos del interior del baptisterio, ofrecen al iniciado una fastuosidad envolvente. La misma es aún más notoria si se la concibe en oposición a la rusticidad del exterior (carente de esculturas y agregados arquitectónicos). El panorama resultante de esta convergencia puede aproximarnos a otro aspecto funcional del mosaico, asociado a la vivencia del sacramento. Al ingresar en el baptisterio, el catecúmeno se vería inmerso en una inusitada experiencia visual, la cual no aparece siquiera insinuada en el exterior. Por lo que el surgimiento de la fastuosidad coincidiría con el pasaje al espacio sagrado, a la vez que con el pasaje constitutivo del sacramento (a la vida cristiana). En consideración de esto, puede aventurarse un sentido-función del mosaico como refuerzo del carácter de transición implicado en el bautismo.