péndulo21 116

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• PÉNDULO21 / 1 / ENERO2016 • La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. ENERO 2016 / Año 7 No. 116 CRÍTICA / COTIDIANEIDADES CONTENIDO: Andanzas por el Valle de San Bernardino. ENRIQUE LUJÁN SALAZAR Poemas de tarde nublada. CRESCENCIANO GRAVE La virtud de lo cotidiano. WALKIRIA TORRES SOTO De cómo el olvido no es cosa del pasado, sino cosa de todos los días. LUCÍA CAROLINA MUÑIZ LEAL Sobre los fantasmas y cosas semejantes. JORGE ALFONSO CHÁVEZ GALLO Para Martha Lilia Sánchez, mi nutrióloga. …la diferencia entre la escritura humana y la divina consiste en que el número de signos de la primera es limitado mientras que por eso el universo es un texto insensato que ni siquiera para los dioses es legible... La crítica del universo (y la de los dioses) se llama gramática. Octavio Paz, El mono gramático. Nadie sabe lo que un cuerpo puede. Baruj Spinoza D esde mi primera infancia me gustó ela- borar paisajes compuestos por árboles y montañas nevadas y alguno que otro río, sin faltar las chozas que, a lo lejos, se dis- tinguían por sus humeantes techos. Nunca fui hábil con el trazo creativo del dibujo, así que repetía imágenes comunes que aparecían en este libro o en aquella caricatura. Luego tran- sitaría a dibujar las órbitas celestes de nuestro sistema planetario solar, en el que no faltaban los asteroides, planetas y extraterrestres in- ventados por la propia imaginación… Ante el fracaso de estas habilidades, más tarde me refugié en los textos escritos, en los cuentos y en los pequeños guiones dramáticos que im- provisaba de manera oral cuando jugaba con mis hermanos menores, ya fuera a “indios y vaqueros”, o las “luchas entre superhéroes”… De alguna manera somos seres que nos - res y las palabras correspondientes, sin ellos nuestra mente y nuestro propio equilibrio psi- cológico naufragarían. La presencia de las cumbres nevadas y valles arbolados han per- manecido en mi imaginario a lo largo de mi vida como un escudo ante lo ordinario y las Andanzas por el Valle de San Bernardino Enrique Luján Salazar Con el paso del tiempo, desde el Valle de Aguascalientes, me fui aproximando a otros valles con sus respectivas cumbres y magní- han sido tan rápidos, tan llenos de lugares, gentes y cultura que apenas ha quedado tiem- po para apropiármelos, y me he dado cuenta que nunca tendré la habilidad kantiana de que, sin viajar, pueda describir tan pormenorizada- mente el curso del río Támesis, por ejemplo, y menos conjeturar la Teoría de las nebulosas; asimismo, tampoco me es posible tener el es- tilo onettiano para plasmar sólidamente en una sola página mi tránsito y experiencia vivencial al contemplar y transitar por esos espacios… Las vacaciones decembrinas pasadas me permitieron revisitar el Valle de San Ber- nardino en California. Las múltiples ciudades de los diferentes condados con sus free ways y sus ordinarios malls se convirtieron paradójica- mente en el espacio para huir de los múltiples - xico para vivir una especie de retiro espiritual en el que, en medio de la parafernalia consumista, la paz y el silencio formaron parte de esos días pretendieron atar los cabos sueltos del pasado con anterioridad o tratar de dar sentido a la po- lítica y economía que sufrimos los mexicanos. Me convertí sólo en un ambulante callejero que se detenía trémulamente ante cualquier detalle en el camino y se sorprendía por las pequeñas minucias y sonidos de las calles y los rastros de la naturaleza que congelaba los ánimos y - ban la luz solar. Las cumbres escarpadas que rodean el Valle de San Bernardino enmarcadas en un cielo azul bellamente acerado 1 fueron la vista Unirse a la naturaleza, escuchar el susu- rro silencioso del viento que cargado del frío que congelado enrojece la hojarasca de los árboles, son fenómenos que nos recuerdan nuestras débiles articulaciones orgánicas y reclaman tener presente esa parte natural del mundo en el que vivimos y del que formamos parte, dar cuenta de las propias fuerzas de nuestro cuerpo y de la capacidad de ubicarnos y darnos un mundo al que accedemos por la vía de la sensibilidad y de la materialidad. La nostalgia que envuelve estas viven- cias nutre no sólo el recuerdo sino también la imaginación para no permanecer atados al pasado sino transitar a horizontes futuros que nutran la esperanza. Que el nuevo año sea esta oportunidad para reintegrar en nuestra existencia esa parte necesaria que es la natu- que nunca habrá palabra que lo capture en su maravillosa y exquisita materialidad; quizá sólo susurros poéticos que nos permitan establecer puentes entre la sensibilidad, la imaginación y el entendimiento para dar cuenta del latido de la vida con el que la naturaleza, desde el prin- cipio de los tiempos, nos envuelve. 1 Tal como el color de unos ojos de mujer después del torrente de unas lágrimas. cotidiana de esos días; el reverberar blanque- cino en las copas de los pinos de los elevados bosques en los que los juegos con la nieve que continuamente reinventan los niños de cada generación llenaban de color, movimiento y alegría esos gélidos momentos.

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• PÉNDULO21 / 1 / ENERO2016 •

La Jornada Aguascalientes / Aguascalientes, México. ENERO 2016 / Año 7 No. 116

CRÍTICA/COTIDIANEIDADES

CONTENIDO:Andanzas por el Valle de San Bernardino. ENRIQUE LUJÁN SALAZAR

Poemas de tarde nublada. CRESCENCIANO GRAVELa virtud de lo cotidiano. WALKIRIA TORRES SOTO

De cómo el olvido no es cosa del pasado, sino cosa de todos los días. LUCÍA CAROLINA MUÑIZ LEALSobre los fantasmas y cosas semejantes. JORGE ALFONSO CHÁVEZ GALLO

Para Martha Lilia Sánchez, mi nutrióloga.

…la diferencia entre la escritura humana y la divina consiste en que el número de

signos de la primera es limitado mientras que

por eso el universo es un texto insensato que ni siquiera

para los dioses es legible... La crítica del universo (y la de los dioses)

se llama gramática.Octavio Paz, El mono gramático.

Nadie sabe lo que un cuerpo puede.Baruj Spinoza

Desde mi primera infancia me gustó ela-borar paisajes compuestos por árboles y montañas nevadas y alguno que otro

río, sin faltar las chozas que, a lo lejos, se dis-tinguían por sus humeantes techos. Nunca fui hábil con el trazo creativo del dibujo, así que repetía imágenes comunes que aparecían en este libro o en aquella caricatura. Luego tran-sitaría a dibujar las órbitas celestes de nuestro sistema planetario solar, en el que no faltaban los asteroides, planetas y extraterrestres in-ventados por la propia imaginación… Ante el fracaso de estas habilidades, más tarde me refugié en los textos escritos, en los cuentos y en los pequeños guiones dramáticos que im-provisaba de manera oral cuando jugaba con mis hermanos menores, ya fuera a “indios y vaqueros”, o las “luchas entre superhéroes”…

De alguna manera somos seres que nos -

res y las palabras correspondientes, sin ellos nuestra mente y nuestro propio equilibrio psi-cológico naufragarían. La presencia de las cumbres nevadas y valles arbolados han per-manecido en mi imaginario a lo largo de mi vida como un escudo ante lo ordinario y las

Andanzas por el Valle de San Bernardino

Enrique Luján Salazar

Con el paso del tiempo, desde el Valle de Aguascalientes, me fui aproximando a otros valles con sus respectivas cumbres y magní-

han sido tan rápidos, tan llenos de lugares, gentes y cultura que apenas ha quedado tiem-po para apropiármelos, y me he dado cuenta que nunca tendré la habilidad kantiana de que, sin viajar, pueda describir tan pormenorizada-mente el curso del río Támesis, por ejemplo, y menos conjeturar la Teoría de las nebulosas; asimismo, tampoco me es posible tener el es-tilo onettiano para plasmar sólidamente en una sola página mi tránsito y experiencia vivencial al contemplar y transitar por esos espacios…

Las vacaciones decembrinas pasadas me permitieron revisitar el Valle de San Ber-nardino en California. Las múltiples ciudades de los diferentes condados con sus free ways y sus ordinarios malls se convirtieron paradójica-mente en el espacio para huir de los múltiples

-xico para vivir una especie de retiro espiritual en el que, en medio de la parafernalia consumista, la paz y el silencio formaron parte de esos días

pretendieron atar los cabos sueltos del pasado

con anterioridad o tratar de dar sentido a la po-lítica y economía que sufrimos los mexicanos. Me convertí sólo en un ambulante callejero que se detenía trémulamente ante cualquier detalle en el camino y se sorprendía por las pequeñas minucias y sonidos de las calles y los rastros de la naturaleza que congelaba los ánimos y

-ban la luz solar.

Las cumbres escarpadas que rodean el Valle de San Bernardino enmarcadas en un cielo azul bellamente acerado1 fueron la vista

Unirse a la naturaleza, escuchar el susu-rro silencioso del viento que cargado del frío que congelado enrojece la hojarasca de los árboles, son fenómenos que nos recuerdan nuestras débiles articulaciones orgánicas y reclaman tener presente esa parte natural del mundo en el que vivimos y del que formamos parte, dar cuenta de las propias fuerzas de nuestro cuerpo y de la capacidad de ubicarnos y darnos un mundo al que accedemos por la vía de la sensibilidad y de la materialidad.

La nostalgia que envuelve estas viven-cias nutre no sólo el recuerdo sino también la imaginación para no permanecer atados al pasado sino transitar a horizontes futuros que nutran la esperanza. Que el nuevo año sea esta oportunidad para reintegrar en nuestra existencia esa parte necesaria que es la natu-

que nunca habrá palabra que lo capture en su maravillosa y exquisita materialidad; quizá sólo susurros poéticos que nos permitan establecer puentes entre la sensibilidad, la imaginación y el entendimiento para dar cuenta del latido de la vida con el que la naturaleza, desde el prin-cipio de los tiempos, nos envuelve.

1 Tal como el color de unos ojos de mujer después del torrente de unas lágrimas.

cotidiana de esos días; el reverberar blanque-cino en las copas de los pinos de los elevados bosques en los que los juegos con la nieve que continuamente reinventan los niños de cada generación llenaban de color, movimiento y alegría esos gélidos momentos.

• PÉNDULO21 / 2 / ENERO2016 •

Poemasde tarde nublada

Crescenciano Grave

La virtudde lo cotidiano

Walkiria Torres Soto

L -

y las “Memorias de otoño”, que es como titula el autor a algunas de las secciones de su libro. Poesía que indaga el sentido de las vivencias en los escenarios de la memoria recreados por la

una tarde/con olor a nunca/en la alacena del tiempo.

Luis de la Peña Martínez

Lo cotidiano puede asociarse con la mono-tonía, es decir, aquello que no genera sor-presa ni asombro por ser lo que forma par-

te del día a día. En cambio, lo inesperado es lo que rompe con lo usual provocando incertidum-bre debido a la pérdida súbita de una forma de vida o generar entusiasmo al haber tomado la decisión de cambiarla. Tanto en la rutina como en la ruptura se va entretejiendo la existencia, nuestros días se van en este vaivén, en este ir y venir entre lo cotidiano y su trasmutación.

Lo que más recordamos de nuestras vi-vencias es aquello que irrumpe, que nos las-timó o que nos provocó una dicha. A partir de un suceso trascendente narramos como dio un giro nuestra vida; esta clase de episodios se convierten en el parte aguas al narrar nuestra propia biografía. Parece que lo cotidiano care-ce de relevancia, no tiene nada que ofrecer-nos, ni decirnos acerca de quiénes somos. Sin embargo, esa casi imperceptible cotidianidad es en gran parte hacedora de nuestra existen-cia, pues los hábitos se gestan a través de su repetición ya sea que nos favorezcan o perju-diquen. Los cambios inducen e invitan a la re-novación pero ésta no se consolida si no pasa

-solidar nuevas costumbres.

La mayor parte de nuestros días se viven en la cotidianidad lo que nos permite presupo-

sabemos que esperar ante las circunstancias en las que nos encontramos inmersos. Incluso, podemos acostumbrarnos tanto a ver, sentir y hacer lo mismo que nos convertimos en autó-matas, entes que respiran pero que no sienten o piensan con profundidad. También, la rutina puede darnos motivos para el reproche, sentir-nos cansados e insatisfechos ante un estado de cosas que no cambia pese a los esfuerzos y el transcurrir del tiempo. Ante la adversidad no se debería elegir rumiar las frustraciones u optar por la inanición, sin intentar exagerar con una actitud positiva, tal vez sea mejor ha-cer algo al respecto, pues cruzarnos de brazos termina por amargar la existencia y en cierta forma un morir lentamente. La plenitud sólo es momentánea y la realidad es imperfecta mas eso no imposibilita que gocemos también de la vida. Las delicias del placer y el dolor son pro-piedad humana precisamente porque no son estados permanentes.

SIEMPRE VUELVE EL ALBA A MIS OJOS

Siempre vuelve el alba a mis ojos oscura iluminación embriagada.

Silencio cautivo en los íntimos caminos de mi propia ausencia.

Noche desbocada en los murmullos de la luna.

Oscura es el alba que siempre vuelve a mis ojos.

TENGO QUE INVENTAR UN ROSTRO

Tengo que inventar un rostroun rostro más sinceroque mi recuerdovestido de palabrasnecesito un rostropara alejar la ausenciaque emerge tibia de la constelación de tu silencio.Un rostro, sólo un rostro de agua y también de piedra de azul y de olvido.Un rostro, sólo un rostro para perderme no en el llanto sino en las miradas del alma nocturna.

EN LA SOMBRA DE TU MIRADA

En la sombra de tu mirada hay mar de tierraque enreda el destino del viento.

Los lirios caen de tus cabellosy el silencio de tus palabras se destila labrando tu ausencia.

El éxito, la felicidad, la perfección no son para siempre, son pasajeros. Los logros muy rápido forman parte del pasado, nos enrola-mos de nuevo en la rutina y por ello dejan de ser apreciados. Sin embargo, para conseguir un objetivo se requiere empeño, forjarlo a tra-vés de la constancia y en esto juega un papel muy importante lo que hacemos en nuestra cotidianidad. La rutina puede ser el tránsito para un cambio de rumbo para alcanzar algo anhelado, aunque también es el presente que merece nuestra atención; preguntarnos ¿cómo vivimos el día a día? es el estar despiertos y disponernos a disfrutar de ese momento que parecen sumergidas en la tranquilidad de lo que sigue un curso habitual, entenderlo como la oportunidad para fortalecernos, planear, construir, apreciar los lugares y las personas que amamos y que están ahí.

La virtud de lo cotidiano es que nos ofre-ce la posibilidad de degustar con mayor detalle aquello ya conocido, gozar el presente y desde ahí prepararnos para el futuro.

-

• PÉNDULO21 / 3 / ENERO2016 •

De cómo el olvido no es cosa del pasado,sino cosa de todos los días

Lucía Carolina Muñiz Leal

1. –Y esto es “tooodos” los días–

Olvidé las llaves. ¿Dónde dejé el celular? ¿Cómo se llama el actor de la “peli” de anoche, ése que sale en todas las películas de Wes An-

pasado…

Para muchos de nosotros el olvido y las distracciones son “el pan de cada día”. Pero, ¿es normal que olvidemos ese tipo de cosas? Es decir, a todos nos ha pasado y con mayor frecuencia de la que quisiéramos. Si no son las llaves, el teléfono o el nombre de alguna per-sona, son los lentes o el bolígrafo o cualquier otra cosa que dejamos de tener a-la-mano o se queda atorada en la punta de la lengua.

Estos fallos menores en la memoria son

deterioro en nuestras capacidades. Pero el ol-vido sí representa un modo de vida, y es ca-racterístico de nuestro momento histórico: el nuestro comprende un mundo saturado, hiper-comunicado y sobrepoblado.

Pese a que el acceso a la información no igual para todos, este universo de información se acrecienta a cada instante de la misma for-ma que el cosmos se expande constantemen-te. Pero la memoria no, la memoria se reduce, olvida, es celosa, indiferente y hasta desalma-da. – ¡no puedo recordar! Pero también, a ve-ces, quisiera poder olvidar –.

2. Memoria tecnológica y las cosas a-la-mano.

Si cuentas con un teléfono inteligente no ne-cesitas retener los números de teléfono de tus contactos o cargar una anticuada agenda. Si

Facebook tampoco es nece-sario recordar los cumpleaños de tus amigos o agendarlos en un calendario, Facebook se encargará de recordártelo, – sólo resta decidir si felicitarles o no –.

-vido? ¿Estamos acaso condenados a repetir la historia? – ¿Nuestras propias historias? – ¿Qué fue del hilo amarrado al dedo como re-cordatorio? Ahora, lo que tenemos a-la-mano es nuestro teléfono inteligente, contamos con

nuestras actividades diarias, calorías al comer, distancia promedio min/km al correr, incluso para nuestro ciclo hormonal.

de Ser y Tiempo, lo que está a-la-mano son aquellos objetos, en el mundo y en la existencia cotidiana, que descubrimos porque nos son úti-les como instrumentos que tienen un para qué. – Las cosas en nuestro mundo son desechadas

“para qué” en su reutilización o reciclaje pode-mos imaginarnos en dónde pararán –. Pero no sólo prescindimos a diario de las cosas sino tam-bién del contenido de nuestra memoria, como decíamos en un principio: lo que olvidamos.

Debido a la magnitud de nuestro mundo es imposible conservar todo aquello que perci-bimos. Puede resultarnos triste el hábito de ol-vidar y perder algunos recuerdos; no obstante, imaginemos el caso contrario y extremo: po-der retener en nuestra memoria hasta el más mínimo detalle percibido. Nuestra experiencia sería tan vasta como la de un ser inmortal y posiblemente tan desdichada como la de Irineo Funes, apodado El Memorioso, por el autor de la historia Jorge Luis Borges. Funes murió abrumado por la presencia inconmensurable

detalle, como en el perro visto a las tres y cuar-to, al que jamás podría olvidar.

3. De la información respaldada, si me acuerdo.

¿Cómo encontrar el sentido a nuestra existen-cia sin mirar al pasado? “El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados, sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo; y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.” Repi-to las palabras del escritor checo, autor de La insoportable levedad del ser.

¿Cómo mirar hacia atrás sin memoria?, a dónde voltear sino al celular, a las redes socia-les o a nuestros archivos almacenados en “la nube”. Es cierto que olvidamos a diario, pero no podemos renunciar a dejar nuestra huella en el mundo, casi con la misma frecuencia que olvidamos, ya sea a través una tarjeta micro SIM, una USB o cualquier dispositivo en la red de internet, seguimos almacenando y archi-vando como en nuestra propia memoria.

Resulta normal no recordarlo todo en un mundo intercomunicado tecnológicamen-te como el nuestro. Pero, aún en el escena-

no podemos olvidamos respaldar, más allá de nuestra memoria falible, como en la USB, el disco externo o “la nube”. Siempre habrá infor-mación trascendente que resguardar incluso con un “para qué”, no únicamente en el arte y la literatura, sino como para enviar al espacio exterior y compartir con otras formas de vida o con los seres humanos del futuro, incluso nuestros quehaceres más cotidianos.

El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados, sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo; y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede

mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido .oditnes us are láuc y

Milan Kundera

• PÉNDULO21 / 4 / ENERO2016 •

La Jornada AguascalientesPÉNDULO 21Publicación mensualEnero 2016Año 7, No. 116

116EDITOR

Enrique Luján Salazar

DISEÑOGenaro Ruiz Flores González

¿Por qué los fantasmas aparecen siempre de reojo, digamos, y no a plena vista? ¿Por qué siempre borrosos o indirecta-

mente, tirando cosas al suelo o con susurros apenas entendibles o cambiando de lugar las cosas que uno deja a solas en un cuarto o ha-ciéndole a uno cosquillas en los pies cuando ya está casi dormido?

¿Y por qué los Yetis y los monstruos del lago Ness y los extraterrestres que visitan la tierra siempre dejan nada más huellas, indicios de su presencia, puras interrogantes?

¿Por qué los milagros se confunden con casualidades? ¿Por qué si un ángel o algo así quiere aparecérsele a alguien acaba delinean-do vagamente su rostro en una tortilla o en el tronco de un árbol o algo así? ¿Por qué no se aparecen a plena vista y nos hablan directa-mente, sin ambigüedades, para que todos po-damos escucharlos sin interferencias ni obstá-culos demasiado grandes?

Paradójicamente, que no suceda así no

los fantasmas y fenómenos similares, sino que permite también comprender su proverbial por-fía: el hecho es que nos gusta que aparezcan así, el hecho es que necesitamos fantasear. ¿Que si los fantasmas existen? Sí, claro, pero nada más que como eso: meras apariencias o ilusiones (y por eso hay que incluir entre los fantasmas tanto al Yeti como a los extraterres-tres y hasta al mismo Dios).

No se trata de muertos que se quedaron atrapados en este mundo, por ejemplo, sino de algo que pareciera de algún modo serlo. Los milagros y las posesiones demoníacas no son, respectivamente, fenómenos provocados por una entidad divina y omnipotente (una que

supuestamente suele hacer, incluso en los lienzos imposibles en que supuestamente lo hace), ni la presencia de una entidad maligna, socarrona y políglota además, sino que son precisamente algo que pareciera serlo… Ni más ni menos. En todos los casos, sin embar-go, el fenómeno que parece una manifestación sobrenatural puede parecer otra cosa con igual naturalidad, de la misma manera en que una nube que parece un conejo comiéndose una

-

una cerca.

Las nubes son en ese sentido también fantasmas, pero de una manera más inocen-te digamos, aunque también podríamos decir que más honesta: se prestan a disfrazarse de algo sin pretender ser en realidad ese algo. Lo mismo que los niños cuando juegan. Y acaso esa es justo la diferencia entre algo como las creencias religiosas y las supersticiones, de un lado, y algo como el arte, por otro: lo prime-ro quiere suplantar la realidad, y para eso es el disfraz, mientras que lo segundo no deja de presentarse como un juego.

Los fantasmas son pues cosas que apa-rentan ser otra: una mancha en la visión que aparenta ser alguien, una mancha en la pared que aparenta ser un rostro. Pero, ¿qué son «en realidad»? Y aquí la respuesta no es la simplo-na del que se apega incluso imprudentemente a los hechos, del que no ve en la comida más que alimento, o en un retrato más que una co-pia, o en un mito un mero intento de explica-ción, o en la música nada más que una serie de

de que no es más que una mancha. A partir de ella se suele concluir que hay que dejarse de fantasías y atenerse a la simple y llana realidad, a los hechos desnudos (como si la realidad se develara a nuestro antojo y satisfacción). No, la respuesta es otra: en realidad los fantasmas son la vestimenta teatral de nuestras ansieda-des y deseos, también de los que querríamos mantener ocultos hasta para nosotros mismos. En parte, de nuevo, esto mismo es el arte, pero hay que decir que a nuestros afectos y pasio-nes les viene siempre mejor la vestimenta que el arte confecciona para ellos a la medida, que aquella otra que encuentran en la religión y la moral, que les queda grande muchas veces, y casi siempre apretada. Estos vestidos de la re-ligión se muestran toscos y torpes comparados con los del arte, además de deshonestos y tirá-nicos. De modo que nuestra conclusión no es que sea preferible descreer de los fantasmas, sino que hay que creer en ellos de una me-jor manera (una más honesta por mencionar algo), y preferir entonces los que el arte nos brinda (o brindaba).

COMITÉ EDITORIALIgnacio Ruelas OlveraRamón López RodríguezCarolina Sánchez ContrerasWalkiria Torres SotoLucía Carolina Muñiz Leal

Sobre los fantasmasy cosas semejantes

Jorge Alfonso Chávez Gallo