pizzorno. alessandro. modelos mundiales y participación social

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" Pl'ograma Editorial de la Sociedad Interamericana de Planificación I I /' Comisión Editorial: Alejandro Rofman, coordinador, Gerrnán Sarnper, Ralph Gakenheimer, Estefanía Chávez de Ortega, Carlos Acedo Mendoza, Martha Kaplan, Domingo Rivarola, José J. Villamil. Director Ejecutivo: Javier Lindenboim P ar'ticipación y cambio social en la problemática , contemporánea Ediciones Siap - Planteos I l' .

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Page 1: Pizzorno. Alessandro. Modelos mundiales y participación social

"Pl'ograma Editorial de laSociedad Interamericana de PlanificaciónII /'

Comisión Editorial:

Alejandro Rofman, coordinador, Gerrnán Sarnper,Ralph Gakenheimer, Estefanía Chávez de Ortega,Carlos Acedo Mendoza, Martha Kaplan,Domingo Rivarola, José J. Villamil.

Director Ejecutivo:

Javier Lindenboim

Par'ticipacióny cambio socialen la problemática

,contemporánea

Ediciones Siap - Planteos

Il' .

Page 2: Pizzorno. Alessandro. Modelos mundiales y participación social

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Diseño gráfico: Leopoldo DurañonaComposición e impresión: Talleres Gráficos Santo

Domingo

Distribuidor exclusivo: Ediciones Nueva Visión S. A.Tucumán 3748, Buenos Aires

Primera edición en español: diciembre de 1975

Tirada: 3.000 ejemplaresQueda hecho el depósito que marca la ley 11.723Copyrigth de todas las ediciones en español porEdiciones S.LA.P., Ramón Freire 1673Buenos Aires, Argentina

Indice

Presentación 9

Introducción al' estudio de la participación políticaAlessandrc Pizzorno 13

Modelos mundiales y participación socialMarcos Kaplan .83

La nueva estructura de la dependencia y losprocesos políticos de cambio social en América Latina

Manuel Castells 141

1

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Page 3: Pizzorno. Alessandro. Modelos mundiales y participación social

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I

INTRODUCCION AL' ESTUDIO DE LAPARTICIP ACION POLI'rIOA <)

Alessandt·o Pizzorno

Analicemos un conjunto, de comportamientos dondecada uno de los cuales, sugiera un determinado grado departicipación política, o de compromiso en la vida políti-ea, en un orden que abarca desde un grado mínimo hastaun grado máximo de participación:1. Exponerse a requerimientos de carácter político2. Votar3. Iniciar una discusión política4. Convencer a otro para que vote de un cierto modo5. Llevar un distintivo político6. Mantener contactos con un funcionario o con un di-

rigente político7. Hacer 'entregas de dinero 'a favor de un partido o de

un candidato8. Concurrir a un comicio o a una asamblea política9. Contribuir con tiempo de uno a una campaña po-

lítica10. Convertirse en miembro activo de un partido político11. Concurrir a reuniones en las que se tomen decisiones

políticas12. Solicitar contribuciones de dinero para causas po-

líticas13. Convertirse en candidato a un cargo electoral14. Ocupar cargos públicos o de partido.

o.La versión original en italiano de este artículo apareció enQuaderni di Sociologia, núm.- 3/4, Turin, 1966. Agradecemos a laCasa Editrice Taylor Torino la autorización para publicarlo encastellano, 'La traducción fue realizada por Marcela Milano.

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Esta lista fue compilada por Lester Milbrath 1 y resu-me los indicadores de participación política utilizados encasi todas las investigaciones realizadas hasta hoy sobreeste tema. Por lo tanto constituye una buena plataformade observación para orientarnos acerca de qué se entien-de por participación política en la tarea concreta de lainvestigación. Naturalmente, se trata de una lista de com-portamientos que 'en su mayoría adquieren un significadoparticular en la cultura política norteamericana, aunqueestén presentes también en otras partes (por ejemplo:llevar un distintivo o escarapela 'electoral; dar o solicitaruna contribución en dinero para un candidato). En efec-to, las investigaciones sobre la participación política fue-ron' efectuadas, en su mayoría, por los norteamericanos.Además, teniendo en cuenta las características de la vidapolítica norteamericana. casi todos esos indicadores pue-den considerarse en relación al proceso electoral. Unosolo, "mantener contactos con un funcionario o con undirigente político", representa, en forma un tanto gené-rica, un tipo de actividad política que acaso es la queprevalece en tiempos normales tanto en los Estados Uni-dos como en otras partes: es decir, la manifestación delas necesidades, de la demanda, de las presiones de lasociedad respecto de la organización política. A su vez,incluye una gama de fenómenos que abarca desde el sis-tema de clientela de un 'país pequeño, la acción de gruposde presión a nivel burocrático y ministerial o parlamen-tario, hasta alcanzar la acción sobre la opinión públicay sobre la clase política de las grandes asociaciones fun-cionales, de alcance nacional o internacional, y fenóme-nos similares.

Planteémonos ahora tres .problemas : a) & Cómo com-pilar una lista, de indicadores válida para condicio-

1 L. W. Milbrath. Polítical Participation, Chicago, 1965, pág.18. Este libro es un utilísimo inventario, en forma elemental,de todas las investigaciones realizadas hasta ahora sobrela participación política, con una clasificación de sus ,resulta-dos. A pesar de sus limitaciones, por ser un manual destinadoa estudiantes, lo tomo como punto de referencia porque cons-tituye una recapitulación de los conocimientos sobre el temaque nos ocupa.En '1950 J. L. Woodward y E. Roper ("Polítical Actioitu ,oi American Ciiizen", American Political Science Review.XLIV, 1950, págs. 872-885, reedítado: en Polítical Behaoior,

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• 1

nes políticas y sociales diferentes de aquellas a lasque se refiere la lista de Milbrath? b) Supongamos queen Norteamérica o en otro país nos hallamos frente a fe-nómenos no comprendidos en la lista y, sin embargo, re-lacionados de algún modo con aquellos, o cargados decierto tinte político, como por ejemplo: la participaciónen una huelga; en una manifestación callejera de protes-ta por las malas condiciones de una villa miseria; un lla-mado telefónico del presidente de una gran industria, deautomóviles al ministro de Economía (en ese caso : "con-tacto con un político") para tratar de disuadirlo delaumento del precio de la nafta; la participación en unareunión de industriales para decidir la transferencia alextranjero de unos cuantos miles de millones. o el cierrede algunas fábricas con el solo fin de obstaculizar deter-minado enfoque de la política económica gubernamental:l. cómo determinar si deben ser incluidos entre los hechosde participación política 1 e) Este último problema (osea, si ciertos hechos deben incluirse o no entre los departicipación política), y la misma necesidad de apelara una lista de- indicadores, no se plantearían si no fueraimplícito que denotar con un mismo término una seriede hechos significa admitir que los mismos poseen algu-na propiedad en común, y que, implícitamente, existenfactores (o condiciones) que actúan sobre todos ellos.Aparece entonces el tercer problema, a saber: ¿ cómolograr descubrir las condiciones que influyen sobre losmodos .de participación política?

a cargo de H. Eulau, S. J. Eldersveld y M. Janowitz,Glencoe, 1956, págs. 133-7), a los fines de ,IDa delas primeras grandes investigaciones empíricas sobre la parti-cipación política, establecían una lista de indicadores cue ellosmismos agrupapan en cinco "canales" de posible influenciasobre los legisladores y funcionarios gubernamentales. Estoseran: 1) votar; 2) sostener grupos de presión convirtiéndoseen miembros de los mismos; 3) comunicarse personalmentecon legisladores; 4) participar en actividades partidarias; 5)comprometerse regularmente en la difusión de opiniones po-líticas por vía verbal con otros ciudadanos. Quince años des-pués, la lista resumen de Milbrath muestra pocas variaciones,en el sentido de dar más importancia al proceso electoral ymenos a la presión política directa. Muy probablemente estono se debe a motivos conceptuales, sino s610 técnicos, rela-tivos a la situación de la entrevista y a la discriminaciónestadística de ciertos indicadores.

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Es posible respander a las tres prablemas elaborandoun cancepta de participación palítica que indique canqué sistema de variables debe relacianarse el fenómenoque 110SOcupa. Para formarse este concepto ante todo esnecesario sabor por qné y cómo nos planteamos el proble-ma de la parti(;ipación 1Jolftica. ¿ Por qué, en realidad, lalista de Milbrath adjudica tanta importancia al procesoelectoral7 Ademiís, ¿ por qué casi todos los fenómenos aohservm' son propuestos como para permitir una medi-ción de la intensidad del compromiso, de la intervenciónde In personalidad (" iniciar una discusión ... ", e contri-buir con el propio tiempo ... ", "exponerse a requerimien_-'- 'p" 11 di ti ti t ) . '. d 1LOS.", evar un 1sm 1VO... , e c. , en perJUICIO epeso de los efectos objetivos de determinado acto de par-tieipación? Porque tras la tarea de investigación que uti-Iizó dichos inc1icac101'esestaban sustancialmente el proble.tna del consenso. nrostado al sistema palítico, y el pro-blema de la función que cumple la actividad pública parala integración de la personalidad (o para la definición deuna" personalidad democrática"). Ambos son problemasde integración a nivel de la sociedad y a nivel de la per-sonalidad, y se sitúan en ese punto crítico de conjunciónentre sistema político :r sistema de la personalidad en elcual ciertos procesos del primero se vuelven funcionalespara la integración del segundo, y viceversa 2.

Sin embargo, el problema del consenso y el de la inte-gración de la personalidad no son los únicos que incitanal estudio de la participación política. Con este artículome propongo demostrar que existe por 10 menos otra di-Jllcmdón esencial qne elche tomarsc en consideración. Almismo ticmpo, espero c1emost.rar que la conciencia de losj'érminos histól'icos en que nparecc y se desarrolla. un pro-hlema determinado es indispensable en la construcciónde los instrumelltos conceptuales (definiciones, tipologías,hipótesis) para resolvoi-l¿ empíricamente.

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1

2 Es interesante notar que Milbrath clasifica en tres grupos losfactores con que hasta ahora se trató de explicar la partici-pación política: factores personales; ambiente político; posí-ción social (expuestos respectivamente en los capítulos III, IVy V, ob. cit.).

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. ,. d 1 problema de la1. El desarrollo histórico eparticipación política

.. "' olítica está vincula-El problema de la parücIPadc1Oll

1P 'a popular 1\'15,s. . ., l' d e so Jeranlc e •

do a la aparición de a 1 ~a Lrni 10 debe remen-,. ts demos decir que e mlsn . ,tecmcamen e po . de una r-epresentación portarse al momento del pasaJ.e, libre Durante el Estadomandato a .una :'e~l~es~~~\~C~f~lp~rti~ipación política noprérrevoluclOna.no, .. la -eal sto que como bien lotiene aún un significado lea, pue

111cI'a ~ntre posición

' 1 '11 la correspondeseñalo '1oc~u.e,vl e, , . rácticamente perfecta. Lossocia! y pO~lclOn pohc~lca :s o~" son representados antegrupos SOCIales, los cuerp '.,. de él Lo hacen

. b no participan .el Estado, sus rmem ros .. ., t 't' a los pares. rticipación au oma ICe,únicamente, y es una r:a ible que dentro de cadadel Reino. Por lo dem~s, -esj?bOlSelspúrti.dilJe del gobierno

. ,+ 111:'1111<>1'0Cte no <L •°'1'U110 eicrt o ~ . b n la prác-~ '. . lo) . sm em argo, e e(en una ciudad, por ejemp t' , tiea o sea' en función. : .. pre en forma au ama , . ~. ..tl.ca, sera siem ... , disfrutada en la sociedad ~lVÜ; adirecta ·de la poslcl~n. iores (compañías, comunidades,su vez, los cuerpos infer 'lo por representa-c?;.poraCeiOensess~e~~pt~~!l~~S~~~~~es~~:~~c~~npor mandato, ycion, quasí sucesivamente. .. d a ser

Conviene subrayar la cOl'respon.d~~cla, qu.e t~en e . lo.. , . 1 T pOS1CI011politica: y, pOI

total, entre P?S~CIOr:,soclat J .' tica existente en distintostI pariicipccum. au ama e , •tan 0, a d 1 TI' Y los burzueses de p10-. l tr 1 pares e .rcemo . bmve es, en le as ponente de los derechosvincia, que aparece ~omdou~:t~~l~ocial Cuando dicha co-atribuidos a determma o s e •

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rrespondencia automática cesa, la participación políticase convierte en un fenómeno significativo y comienza ae' ser problema". Ello acontece debido a dos procesos deorigen opuesto, pero convergentes¡ por un lado. a raízde una reivindicación desde abajo, popular, de amplia-ción de los derechospolíticos: por otro, en virtud de quelos grupos que están en el poder, dentro del Estado, tra-tan de fortalecerse, sellando alianzas con las nuevas fuer-zas populares y revistiéndose de nuevos fundamentos delegitimidad 3. Hay que tener presentes estos dos compo-nentes del proceso de ampliación de la participación, nosólo porque siguen caracterizándola en distintas fases-desde la alianza de la monarquía con la burguesía,para disminuir los privilegios de la nobleza, hasta laampliación del sufragio por intervención de los gobier-nos conservadores-, sino también porque en ellas arrai-gan dos elementos importantes de la participación polí-tica contemporánea. Uno de éstos es la formación deuna clase política profesional. Weber demostró cómo'lospolíticos de profesión -podían ser literatos, cortesanos,clase media, juristas o abogados- surgieron por volun-tad d-elos príncipes, con el fin de poseer un instrumentoestable de lucha contra los estamentos. En última ins-tancia, esta clase reniega de toda responsabilidad derepresentación y aparece responsable sólo .f'rente al so-berano. Las monarquías constitucionales, en las que elGobierno, a diferencia de las monarquías parlamenta-rias, no es responsable frente al Parlamento, ofrecen unejemplo casi puro de la existencia visible e institucio-nalizada de una clase política separada de este tipo.

La otra característica, vinculada a la ampliación delas reivindicaciones desde abajo, resulta más compleja.y, en cierto modo, contradictoria. Reivindicar una am-pliación de la participación significa reivindicar underecho de los ciudadanos comunes a acceder, en cuantotales, a la esfera política, es decir, a participar en laformación de las decisiones que funcionan como vínculode la comunidad nacional. Lo cual significa que el ciu-dadano común participa en la política' con su propia

3 Cf, S. Rokkan, "Mass St¡ffrage, Seoret Voting and PoliticalParucinauon", Archives Européennes de Sociologie, II, 1961pág. 138.

[1identidad, o sea: con el peso de la propiedad, el presti-gio, la capacidad de movilizar recursos y, en definitiva,con la [uerza que le corresponde en virtud de su posi-,ción personal 4. De ese modo, cada individuo participa,al menos potencialmente, con el coeficiente de diferen-ciación y de desigualdad (para no utilizar la palabralC privVlegio", que sabe demasiado a amcie» régÍ1ne) quecaracteriza su posición dentro del sistema de interesesprivados.

La ampliación de la participación manejada desdearriba alcanzaba de todas formas consecuencias iguali-tarias. Naturalmente, la igualdad que suponía era entre"súbditos ", y la desigualdad estructural implícita se-guía siendo la que existía entre la élite política y lossúbditos. La reivindicación iqualiiaria desde abajo im-plicaba paradójicamente consecuencias discriminantes,en la medida que favorecía 'al ciudadano que partici-paba en la política con los atributos y los recursos desu posición de' fuerza privada. Un emblema de seme-jante contradicción lo ofrece, dentro de la política nor-teamericana, la aventura jacksoniana. En efecto, ele e sistema de investiduras" expresa, en principio, unalógica auténticamente democrática: todos los ciudadanostienen derecho y capacidad para gobernar la comunidad;entonces no se justifica la existencia de ningún profe-sional de la política, ningún profesional del así llamadoCI gobierno sobre los demás"; de modo que: nada de cla-ses políticas, ninguna burocracia, ninguna carrera pú-blica; cada vez que un partido distinto del anterior ganalas elecciones, todos los cargos públicos deben cambiarde titular. En la monarquía constitucional el caso es elopuesto: allí la clase política está separada, se autoge-

, Tal reivindicación estaba implícita desde siempre en la actituddel Tercer Estado frente a la política, En el Estado prerre.,volucionario ello correspondía también a la actitud de los otrosestratos, y se oponía a la concepción de la política que teníanla monarquía y el grupo de políticos con el que ella tratabade gobernar. En el Estado de soberanía popular, la burguesíaconserva, a este respecto, la actitud que tenía antes de larevolución y que queda como constante característica de suestilo político, Paradójicamente, la visión marxista originariade la política, totalmente resuelta en las relaciones estructu-rales de la sociedad civil, encuentra sus raíces precisamenteen este "estilo" burgués, pre y post-revolucionario.

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nera y e t '1, , s po encia mente permanente Aquí la "~,caeron de 10f> pro O' ro' 'j' " " , re¡VIllCtl-

l '"r('"lf> as segun-a pl'oponiencl 1to ue los cargos electiyos v J li. " o e numen. los expresan políticamente, Este, fenómeno hace posibleen los Estados Uniclos 1"']" l' a 3m]1) J(~CI01l de su poder; que en la escena política se restablezca el peso de 1M1 '. u uc ia se iar» por la f .,e e una canera púLlica > ' "'. 'ormaClOn fuerzas, y por lo tanto de las desigualdades de la es-la al'bitral'ieclad de los tit y.el,]~a~ente, mdependiente de tructura social. Sin embargo, los efectos no se manifies-

. ' ¡ .u ai es ClClos cargos electorales s

di),/'C\"oe~11Toll0sSel(]e~'a, a 1·e:s,011v.eresta. c.ontra,' dicción 1 Ante to~ tan en nn solo sentido: los in tereses privados al adquir-ir• ¡Ul:' in 1 l' un modo de expresión política, adoptan también una

cita en la ext' ensl'o'nlPdIClD,JcLf'él. !O¡nCD lfnlalitm'ia, irnplí-. e su 1"]0'10 6 El . " .nueva dimensión aglutinante, un nuevo terreno de con-igual para todos libera La a re b .: ~ .0.1e1'c1clO del voto frontación y, por 10 tanto, nuevos criterios de evaluacióntura de clesi'J'ualdac1es ".ac1~ lJ1dl\rldl~O de la estrue- recíproca de las posiciones relativas (lo cual significaese modo ~~, R

C

1 '" propia (e la socIedad civil. De nuevos valores) ", naturalmente, nuevas posibilidadesd ' sog ~n ).,0 ;::kan, se constituia el rol d 1 . d .;

ano co~o ,U11ldad, en relación directa con el e cm ~-.' de modificar las posiciones de fuerza preconstituidas,Por lo nemas a esto cont ib ' ,Estado .- ¡ . es decir, capaces de superar desventaj as, así como de'0 ri uia no sólo 1 . 1 J ' ,sufragio, sino también la d . " d' a igua e ad del' ratificar y arraigar privilegios,

. ,', a 0PClOn el voto secretopermltla votar al rcszuardo d t d . ,qUe ' Los movimientos sociales y los partidos son la mayorlas oblio'ario 1 1 "'. e o o control social y de expresión de este fortalecimiento de la organización pri-p~ra p;ner' ('nnes,~e a soele~!jd. ¡>!vil. t Era sllficiente esto"lo '. 'd" Juque el prmclplO de la intervención de vada en la política y de su ambivalencia.

prrva o en política o sea l ') ilid ' Los movimientos sociales se caracterizan por ser, por;~a~~ía abierto para la bu~>gue~ía c1~ i~~~~~,l~)~~ti!uecos: lo menos en sus comienzos, totalmente externos a la so-

a la fnel'za de sus posiciones ac1c u" d,' ciedad política existente, y por lo tanto permanecenma civil de dcsi~llnld3,de~~ r ".' ! ~rl as en. el slste- ajenos al mismo juego parlamentario. Se proponen comola apertura o el ~'ef .': r.a 1 espucsta se brinda Con reforrnadores de la misma sociedad civil, y 110 sólo delnetración de lo e e r~:~~ll:;nto de un, l:uevo canal de pe- Estado, que a menudo, por lo menos en su forma vigen-ción de un nue T P, a "oe~l la polJtIca, con la forma- te, ellos tienden a negar. En su especificidad ellos son. . " .ievo instr uman to de pl'esellcia presíó:;nPoSlCl(~n ?~los intereses privados: es 10 q~e pod~~o: inestables; un "¡novimiento" es realmente tal sólo en

amar smtetlcamente el instrumento . ti ' . los comienzos, o por poco tiempo, Cuando tienen finali-zativ l' aSOCIa ,1VO-Ol'Q'al1l- d d ifi t' t ] b lIdo o, o sea e conjunto de Q'1'111)OSde ,.'0 a es especi .icas, se ex mguen ras la el' as a canza o01'0' ' . ,. ' , asoelaclones de (' 1 .' Ierni ] hibici )oal1lZaClOnes que aglutinan los intereses privado~, y ej.: e movirmento Terninista e pro 1 icionista, etc ..

En los casos más notables (movimientos religiosos-civi-s La atribución de 1J1'oU1'esista 1 l l les y movimientos de clase), se transforman en un tipo

ampliación del ci 'Z b '. a a l~Cla por la constitución y la1883) es tradiciOl;:;:¡ 7!,1'IJICe l,~a ¡pnmera ley constitutiva es de especial de partido, el mismo que Duverger denominafutada y ~lue a' l~en~dJa ~e Re, se, sa.be que la rnisma es re- "externo" (externo a la sociedad política), o de "movi-bossismu, del clientelismo 'de¡c¡nsldeJa que la función del • miento", que aparece hacia fines del siglo pasado y con-teamericana fue positiva ~n sen~dOlltltmo el~ ,la política nor- trihuyc a formar los modernos partidos de masa.~ob:e todo porque permiti6 el a o denlocn:ttc~ y popular, J..10Spartidos tienen una larga historia, durant-e la cualmshtuciones democráticas Cf cc~so. el os mmlgrados a lasLa edad de las reformas 'Bolo' ,pn~~~a mente R. Hofstadter, dejan S11 primera característica de partidos de notables

, rna, o, para pasar a ser partidos organizados de masa 8, Como, Que hubiese una lógica "expansiva" . partidos de notables, no son otra cosa que la "corte" poli-

meras extensiones del sufragio tá e d plesente desde las prí-por el hecho de que Tocque ~ll a elostrado, en todo caso,exactitud su éxito y sus VI e puc o prever con absoluta

consecuenCIas.7 S. Rokkan, arto cit., páZ. 133.

111 11'

"

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8 Estoy de acuerdo con G, Sartori (Partidos y sistemas de per-tido, Curso de Ciencia Política, Florencia, 1964-1965, pág. 38y sig.) sobre la necesidad de articular de manera más com-pleta la tipología clásica que se afirmó con Duverger, Peropara nuestros objetivos aquí es suficiente.

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Page 8: Pizzorno. Alessandro. Modelos mundiales y participación social

I,1,

\ tica de notables burgueses que tuvieron acceso al Estado.Son partidos" internos" a la sociedad política, y su rela-ción con la sociedad civil es sólo o-casional (generalmente,en vista de las elecciones). Reflejan una situación en laque los intereses y las posiciones privadas están presen-tes en la escena política en cuanto tales, más o menosdirectamente, con sus recursos particulares, y el partido(al que s610 genéricamente se lo puede llamar así, siendomás bien clientela) no hace más que seguir y ponerseal servicio de esta o aquella posición privada. Cuandocomienzan a organizar las masas (en oportunidad delas sucesivas extensiones del sufragio, en el siglo pa-sado), reflejan ampliaciones potenciales de la partici-pación, y al mismo tiempo reflejan' una situación enque la organización privada, en vista de la lucha polí-tica, se vuelve permanente y -en cuanto organización-es constitutiva de la sociedad política misma y no yamero apéndice de posiciones privadas preexistentes. Ala clase' política permanente pero Idilettante (que vivíaparo. la política, pero no de política, como decía Weber),seleccionada por opción estatal o gracias a vocacionespersonales que eran posibles en virtud de los recursosdel estamento, y que sin embargo permanecía desvincu-lada, por lo menos como principio, de toda posi-ción extra política, se va superponiendo la clase políticaprofesional, que funda sus raíces y su legitimidad enla representación de posiciones civihes, pero que asumeuna especialización abstracta con respecto a toda repre-sentación (repitiendo- lo que era cierto para la clasepolítica de origen absolutista) . Esta especialización sefunda esencialmente en el hecho organizativo, en la ex-periencia que ello nos transmite, en la selección quegracias al mismo se realiza, y sobre todo en la constitu-

. ción -de"capitales de confianza" que en las relacionesorganizativas se van acumulando. Son éstas las bases dela nueva clase política de su relativa autonomía y de sulegitimación técnica: 'queda demostrada la capacidadde gobernar el Estado sobre la base del éxito que seobtiene organizando una facción política.

Además de dar vida a una nueva clase política pro-fesional, 'la organización de masa -partidos o movi-;rniento- implica otra consecuencia permanente, por-

l'

1\,

22

que tiende a convertirse en una estruct~ra que tiene sufin en sí misma; entonces, no sólo es instrumento de par-ticipación, sino objeto, fin, de la. participación misma.La participación en la orgarnizaciÓin (aun antes que através de la organización) se asienta como una cualidaddistinta de la acción política y se torna, en última ins-tancia, concretamente separable y aislable como de "tipo"distinto. Se encuentran aquí las raíces de dos fenóme-nos que son hoy importantes: el de la burocratizccum,o sea 'el de la acción política que tiene como única fina-lidad la supervivencia del aparato organizativo en cuan-to tal, así como también en la abdicación de los finespolíticos originarios ;el otro fenómeno es el de la s-ub-cultura política, o sea de la participación asociativa enorganismos políticos de base, que se convierte en unarepetición de relaciones sociales de pertenencia y no enuna perspectiva de intervenir en las estructuras políti-cas. Pero sobre este análisis volveré más adelante.

Resumiendo las alternativas de la sucesión de los pro-cesos potencialmente igualitarios, y de los procesos dereestructuración de las igualdades, diremos: a la po-tencialidad igualitaria de las extensiones del sufragioelectoral, responde la organización política de los intere-ses privados y, consecuentemente, el afianzamiento, den-tro de la sociedad política, del sistema de desigualdadde la sociedad civil. A su vez, este mismo momento con-tiene una componente igualitaria, presente tanto en laacción de las organizaciones que apuntan a corregir coninstrumentos políticos la estructura de las desigualda-des, como en el mismo hecho de organizarse, que viene'a ser, en los comienzos, un asociarse entre iguales. Por

. su parte, el hecho organizativo fija y cristaliza nuevasdesigualdades, burocrátizándose por un lado, y, porotro, relegando en islas subculturales a estratos de base.

La revolución burguesa, al implantar el sistema de losintereses privados en la esfera del Estado, introduce enél la lucha. de clases. La lucha de clases nace fuera delEstado, contraponiendo grupos que se identifican sobrela base de las categorías de la sociedad civil; propieta-

. rios, capitalistas, obreros, campesinos, etc. En su origen,lleva en sí la aspiración a un conflicto revolucionario'universal, apenas influido por la realidad de los Estados

23

Page 9: Pizzorno. Alessandro. Modelos mundiales y participación social

nacionales, Conviene terierlid .1 1 en cucnta este o 'cua J au ext1'8cstataJ (ext " rigen y estade la lucha de clases )or' ranacionat, e~tl'aterritori81)boración de nuestro' 1n 'l,c"?anEto es esencial para la ela-

ti a ISIS ; s una luchCon ingente, o sea li ada " , a, en parte,ricas y, en parte, c~nstit~ ~r~~~:as cJrclms_ta~cias histó-nentc, que sobl'evive a J Yt ,:aract,enstIca perma-ción de la lucha de clas a adenuaClOn e Il1stitúcionaliza_P.';tataJes V que ele '1 • es entro de los ordenamientos

, , [t O'UJ]'lm 1'·1 ' 'Jncha política, b e el It a Impl'egna a toda la

Un elemento l1istóricamcnt "lar debilidad del Est ad c ~ontlI1gente era la pm'ticu-los modernos enfrent~mfel e;l e momento en que brotany ])1'oletarios: al no est 1 os, de clase entre capitalistastodavía lig'ado ~ al', aU,n totalmente ol'O'alüzado

a una Il1strtuclón t "" ,monarquía el Estado t 'f en re roceso como la, , enia rente '1VJgorosa, todavía joven e' a e una burguesíasólo a escala mundial s.' P, 1~ en ~ren de expansión noligada aún en buen~ I~~t:n ernaclOna,l (pues se hallabade cuanto habrá de s~rlo d:; C~me1'ClOmundial), másbUl'guesa basada en 1 ind pues la hegemóllica clase. d' a ll1 ustría La ' ,ll1 ustrla avudará entoi ',~xpanSlOn de laburguesía como al r 11Ct~S." nacwnaltza1' tanto a la

1, P o e ariado En 'pro etarlado era interna' ) ' J sus COlUlenzos elmoralmente y el1 ciert clOnta" porque no poseía nación', o sen Ido ' ti t ' ,Ú'agio etc.) quedaba f d 1 ' 111S1 uClonalmente (su-bUl'gu~sias' naciollales uIera e Estado, Sólo cuando las1, < c 10can en su cx:p , ,uemas buro'neshs nací les ' - ansion, Con las

cuando la bl1l'c"l'lCSí" 1) ~nt? ~s (y, llIás específica mente1") ," II 1il1Jca v fran e 'con los nuevos capi tal' . . ' ,(~ sa se en fren tan

d lS11l0, norteamel'lcan Iernáurante las prill1el":¡s c1éc d ~ 1 os y a eman,siglo pasado ,r de' 11' a as ue a segunda mitad del

'- 'J a 1 nace el impo '1' ) ,tonces deClamo, es cuan]] rra ismo , solo en-, e o cae a una de ellaspor conseo'uir los servi ' se preocupaEstado; e~ más: cuandc~o~~no J~e~amen,te policiales, delzas, y ella experimenta s oblelos afI~nzan sus fuel'-ración, es cuando se p una mayor necesIdad de colabo,nalizar en canales nor reot.cupa

lde atenuar e il1stitucio_

1 t ma IVOS a lucha de elo anto de nacionalizarla L ' , "ases, y poracontecerá después con '1 ~ na~lO~ahzaclOn definitivaGuerra Mundial:' e ac Venll11Jento de la Primcra

Sin embargo, la lucha de clases aportó a la lucha po-:24

lítica moderna un elemento univcrsalista que sigue ea-racterizándola. Retomemos nuestro análisis allá dondela ampliación de la participación aparecía como contra-dictoria, porque contenía una potencialidad igualitarin)', al mismo tiempo, una rcafirmución dc pr-ivilegios 1)1'i-vados: la lucha de clases constituye una de las alterna-tivas suscitadas por esta. igualdad, potencial pero cues-tionada, implícita en la ampliación de la participación.En efecto, frente a la igualdad formal constitutiva delEstado de soberanía popular, y a la desigualdad de he-cho por la penetración de las estructuras civiles en lasestructuras políticas, ante quien no tenía acceso al po-'del' se presentan dos líneas de acción: o jugar dentro (lelas reglas políticas, para extraer las consecuencias de supotencialidad igualitaria (por ej,: la lucha política par-lamentaria); o actuar dentro de la estructura de desi-gualdad para derribarla y quebrarla : y ésta es la alter-

-nativa de la lucha de clases. Pero un sistema de desigual-dad es se funda sobre ciertos valores compartidos quepermiten medir y adjudicar un precio a lo que es más ya lo que es menos, o sea a las posiciones desiguales, Estosvalores no son específicos de un Estado, de un territorioo de una nación: en el mundo moderno ellos constituyenel sistema económico y se plantean como universales 9,

Proponerse derribar a través de la lucha política estesistema significa otorgar a la lucha política un signifi-cado universal.

La universalidad do la lucha de clases, entonces, esatribuible, fundamentalmente, al hecho de que la mis-ma se desarrolla entre grupos que son definidos por ca-tegorías inherentes a un sistema extraestatal, y que porlo tanto se miden por valores propios, no ya de ciertacultura nacional o territorialmente definida, sino de al-cance universal. Esto corresponde al legado histórico quela lucha de clases había recibido de la ideología de laburguesía revolucionaria y de la concepción iluministadel hombre, y en nombre de la cual la burguesía habíareclamado el poder, Por otra parte, este legado históricocontenía una contradicción análoga a la que hemos se-

9 ¿Sólo del sistema económico capitalista o también del socia-lista? Según la teoría tradicional, sólo del primero, Pero se-gún los datos históricos, que por lo demás van acumulándosebajo nuestra vista, el discurso queda pendiente,

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ñalado analizando el fenómeno de la extensión de laciudadanía: el mismo implicaba un sistema de valores al'que correspondía la tarea de presuponer una potenciali-dad de igualdad universal, así corno la de medir lasdesigualdades de las posiciones particulares, las desigual-dades "privadas". La ideología de clase surge de esta.contradicción para negarla.

Lo dicho hasta aquí tal vez atribuya al fenómeno y altérmino lucha de clases un significado más amplio delque estamos a menudo dispuestos a atribuirle. Hoy setiende más bien a considerar a la lucha de clases como'una empresa inscrita desde el comienzo en un cuadronacional, dirigida hacia el único objetivo de obtener,para la clase obrera, el derecho de ciudadanía dentrode la comunidad nacional. Desde las afirmaciones sim-plificadoras de un Croce hasta los refinados análisis deUn T. H. Marshall o de un Bendix 10, se vino proponiendotoda una serie de interpretaciones que, si volvemos aexaminár ciertos desarrollos históricos, poseen la venta-ja de estar en condiciones de prever ex-post la caída o lainstitucionalización de la lucha de clases en las socieda-des industrialmente avanzadas, ilustrando sus razones.En realidad, dichas interpretaciones no me parecen sa-tisfactorias ni para explicar ciertos aspectos de las prime-ras fases de la lucha de clases, ni para prever ciertoscomponentes esenciales de la política contemporánea.La alternativa se puede formular con la pregunta si-guiente: ¡, la lucha de clases es simplemente una fase enla progresiva -adquisición de la ciudadanía y en el pro-gresivo ensanchamiento de la participación política; oes también una lucha entre grupos que, fundándose encategorías universales -no limitadas ni definidas porordenamientos territoriales- eran portadores de valo-res propuestos como universales? La primera hipótesises verdadera si es cierto que las reivindicaciones obrerasimplicaban el "reconocimiento" por parte de los otros(la burguesía y el Estado) de ciertos derechos "natu-rales ", 'como el derecho a la subsistencia, el derecho deltrabajador al goce del producto en su totalidad, y el dere-

10 Cf. T. H. Marshall, Class, Citizenship, and Social Deoelop-mento Nueva York, 1965, y R. Bendix, Nation-Building andCitizenship, Nueva York, 1964 y sobre todo el capítulo III.

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cho al trabajo para todo individuo capacitado 11. Unavez -obtenido el reconocimiento de estos derechos -o deotros equivalentes-, es decir, una vez conseguida la ple-na ciudadanía civil, política y social en el Estado, lasreivindicaciones generales cesan. La segunda hipótesis esválida sólo si la lucha de clases no implicaba solamentela necesidad de "reconocimientos" jurídicos, políticos osociales para la clase obrera, sino también la siemprere constituida contradicción de un sistema que puede fun-cionar sólo afirmando la igualdad y valorizando la dis-crimina.ción. Trabajando sobre la literatura ideológica, osea sobre las declaraciones de intenciones, una y otra,posición son ampliamente documentables. Una argumen-tación tajante puede llevar a un análisis acerca de lacoherencia interna de las hipótesis, así como de su ca-pacidad para interpretar el mayor número de conse-cuencias.

En cuanto a la coherencia, la primera hipótesis noexplica ni de dónde venían, ni en qué se fundamentabanesas exigencias de reconocimiento de los derech.o,s "n~-turales". ¡,No provenían acaso de una concepcion uni-versaÚsta del hombre, y no era ésta un efecto del nuevosistema burgués de valores! ¡, Y estas reivindicaciones,formuladas por las clases "internas" con respecto a lanación, o por clases de pueblos, no son acaso inherentesal sistema de valores burgueses en cuanto tal, o sea, encuánto universalista? .

En cuanto a las consecuencias: ¿ cómo es que las na-ciones tienden a identificarse hoy con categorías de con-traposición universalista (desarrolladas y subdesarrolla-das, pobres y ricas, etc.) y algunas de ellas, aunque porrazones abiertamente propagandísticas, directamente tien-den a reproducir las identificaciones de clase? b Cómo esque se forman y se reforman (si son menos numerososque antes, no se pronostica para nada su fin) los mo~i-mientos de solidaridad internacional ~ ¡, Cómo es que exis-te quien se interesa políticamente por la creciente desi-gualdad entre las naciones? & A por el epartheid, en SUI~-áfrica o por la lucha de los negros en los Estados Uni-dos, o 'por el hambre en el mundo o la guerra en Vietnam?

II Cf. R. Bendíx, ob. cit., págs. 66-67. "i.

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¿No es éste el reflejo de aquclln virtualidad uni\'ers!l-lista que no podemos err[lllicar de nue.<;tra imaeen de lapartieipación llOlitica, que se opone a to.la rondición queimpida a ciertos homhres un idéntico acceso a todo aque-llo 11 que los demás tienen dCl'echo~ Esta es la herencia,aunque casi i1'l'econocible, de aquellas luchas, antes bur-g'llesas y c1cl::ipurs prolet:.1l'jnR, conti-, ciertos sistemas dedesigualdad; de macla que me parece apropiado consi-derar todas esas vicisitudes como un momento de la par-t i('iparián pol ít ica (InC se l'efiel'e al nrinci pío cxtrncsta-Inl de la lucha de clases, que no 1'cspo11(lc a ningún pro-blema de consenso Con respecto a ciertas instituciones,sino a un problema de igua ldad.

La pregunta era: i: en qué conaiciones surge el pro-blema de la participación polílicai La respuesta es que elmismo se vincula históricamente tanto a un modo deIundali1en11l1'!a leg-itimiclarl, y ]lnr consiguient·c a una veri-ficación del consenso, del JlUeyo Estado nacional desobel'anía PO))ular, como también a un modo de lu-char, con medios que 110y podemos llamar políticos, con-tra las condiciones dB desigualdad propias de la sociedadcivil. Por lo tanto, el problema de ID participación polí.tica es un problema de consenso y al mismo tiempo unproblema de igualdad, Lo cual significa que el mismo esel problema de los modos en qUB se lleva a cabo, en lapráctica, el consenso consciente de una población dentrode las institucion(l~ ~<;tatalcs que la l'ig-cn; ~- es el pro-blema de los modos de ol'ganización colectiva. que per-miten actuar sobre una estructura de desigualdadescuestionando, positiva o negativamente, los valores quela sustentan,

Pero el análisis histcJl'ico ])enniLió arribar también, ami modo de ver, a otros dos puntos, Ante todo, que de-hemos tener en cuenta di\"('l'sns tipos (le participaciónpolítica, con orígenes y características diferentes: la ac-tividad política profcsio1Jnl; la participación políticacomo expresión (le las posiciones de la sociedad civil; laparticipación política como hecho asociati\'o cerrado, máso menos aislado de las estructuras dominantes y quepuede ser o movimiCJ1to organizado, o -y veremos quéquiere decir exaetamente_ suhcultura,

En segundo lugar, debemos tener en cuenta que si la

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lJi:Ll'L1U1J<''''~'' 1-- - , ~ de aCClOn colectrva so ore J a t;:,-consenso, sino tam~len )01' olítica debemos en-tructura de las deSlgt:a1dad~~io 1que Paquello a lo que setender algo que es mas iroccso electoral, y algo que derefiere' normalme~te el~, , hi "n de cuanto repercutetodos modos es mas ampuo t aru l.:

1 t' "1' dad del Estado,en a ac n , .actit 1 lo que esf'ini t 'es con mas exa e 1 nc ,

¿ Cómo de' .11111' en °111C

e's:'! Cuando indicábamos que, enIíti , de lo que no o , e t 1po 1 ica , Iiti Ieben converzer tan o a1 . ión de la po 1 ica e b, " da concepc 1 Estado como una accion e1 1 'l poder en e J e , 1uc la pOI e '1' llamamos lucha de cases,

carácter más unrversa llSt~ q~e ci~]'t~t reconstrucción his-no fue 13610 sobre la )a~e «e el " lícitamente que en

' bi nsideran o imp 1tóriea, Sl1l~ tam le11, c.o 1 rno se diferenciaron dosel pensamien to pol~ tico m~c e ue ensó 1a po-filones largamente ll'reduct~bie~'e ~~~~c~ne/en el ámbitoIítica como un SIstema esreCla , omo expresión de lasdel Estado, el otro qLAle al' penso cahora -explícitamente,

' d lase na leemos c. , ,

relaciones e c " esta cuestión doctrinaria.aunque en forma concisa,

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2.. La discusión acerca de los límites de la política

Ya en el año 1931, un autor logró recopilar 145 defini-ciones distintas del término Estado IZ; no obstante,Easton agrega que es difícil comprender cómo seme-jante concepto jamás pudo ser considerado fructíferopara el trabajo científico 13. En cambio, no es difícilcomprender el sentido que tuvo, para una fase del pen-samiento científico, el hecho de asumir este término co-mo objeto definitorio de la investigación .." Los gobiernosterritoriales nacionales necesitan un concepto normativa-mente cargado de significados" para contraponer al de laIglesia, y lo encontraron afortunadamente en el concep-to de Estado, dice el propio Easton 14. Pero eso no es todo,porque limitándose a considerar como actividad políticasólo aquello que tenía atinencia con el "monopolio del usode la fuerza en un determinado territorio" 15 -en otraspalabras, l~ que quedaba dentro del ámbito del ordena-

12 Cf. C. H. Titus, HA Nomenclature in Political Scienye", Ame- .rican Polítical Science Review, XXV, 1931, pág. 45, citadoen D. Easton, The Political System, Nueva York, 1960, pág.107.

13 C. H. Titus, ob. cit., pág. 112.

14 lbidem:

15 La definición clásica es la de M. Weber en El laooro intellectualecome professione (trad. italiana), Turín, 1966, pág. 48. Cf. tam-bién Economía e societá (trad. it.), Milán, 1961, vol. 2, págs.203-4.

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miento normativo del Estado- se estaba en condicionesde excluir del objeto de la política la lucha entre losgrupos de la sociedad civil, y en particular la lucha declases. De ese modo, la ciencia política se convertía enuna ciencia jurídica.

En el extremo opuesto, la concepción clasista de lapolítica, que consideraba al Estado y a la actividad polí-tica institucionalizada como meros reflejos de la estruc-tura social, aspiraba a que el estudio de la políticacoincidiera con la "anatomía de la sociedad civil ", y porlo tanto con la economía.

Pero en la medida en que, de una u otra forma, lalucha de clases se inscribía dentro de las reglas del Es-tado, y éste la reconocía y la institucionalizaba; y en la.medida en que el Estado se impregnaba cada vez másde un contenido de clase, la escena política iba modifi-cándose de manera de poner en crisis tanto la teoría es-trictamente estatista de la política (yeso sobre todo porefecto de los diversos tipos de teorías pluralistas), así

. corno la teoría clasista (primero por efecto del revisio-nismo reformista y luego por el de las teorías de lasvías nacionales al socialismo, y del socialismo en un solo .

, t) 16pals, e c. .La ciencia política norteamericana se encontraba fren-

te a una situación de hecho distinta: la lucha de clases,aunque no inexistente del todo (ya que la misma fue du-rante cierto período inclusive más intensa que en muchospaíses europeos, pero al estar circunscripta geográfica-mente, no era capaz de generalizarse a toda la nación),no era sin embargo menos important~ que la presenciade una pluralidad de grupos heterogéneos, que luchabanentre sí, utilizando por un lado la instrumentación ju-rídica estatal, pero también directamente unos contraotrosP, y para lograrlo se valían de un monopolio pú-

16 Naturalmente se trata de doctrinas expresadas por corrientes yfracciones muy diferentes unas de otras y, cuando son contem-poráneas, en lucha entre sí. Pero resulta difícilmente refutableque todas ellas, como otras menores, constituyen un intentode interpretar, desde un punto de vista marxista, el fenómenocontemporáneo de las solidaridades nacionales,

17 Píénsese en las milicias privadas de los industriales, en la~ ac-ciones punitivas de los racistas en los estados del Sur y en nu-merosos casos análogos.

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hlico el uso de la. fnel'ZH muy descentralizado y arnbi,uuo 18 1"11 esa .... '1 ., 1 E,.., '." .•. u. .':illuaC'~lOn,n nocion e e ~stac1o (y aun lade gobierno) se volvía más abstracta que nunca e inade-clwda. para describir una rea lidad política tan poco sis-l·em~tlzablc. Con Bentley 19 CODlO precursor, y a partird?fllles de la década del 20 de una manera cada vez másd,lfusa, se desarrolla la teoría política que considera alc t grnpo" como unidad elemental de la ]ucha política vlo eleva a protagonista 20. •

E~ ~~tado, mismo es considerado como un grupo, oasoc:aclOn, solo 9ue más grande y más potente que losdemás; las relaciones entre los grupos son relaciones depoder; acci?l: política es toda acción con vistas al poder;el acto político elemental es el acto de ejercicio de unpoder.

¡, E.sta teoría da una respuesta a nuestra exigencia deampliar, pero de manera definida, el conjunto de losf,e1:ó~enos que deben .Plltr,nderse como participación no-lítiea? No, en la medida en que e-lla misma vuelve ex-tremadan:e~ltc difícil distinguir entre acciones políticas,y no políticas. entre grupos y solidaridadss políticasy grupos y solidaridades de otro carácter, y aislar la~relaeiones políticas de las demás· relaeiones de poder.Además, idéntica dificultad es observada en el seno mis-

10 Recuérdese además lo ya dicho sobre la inexistencia, en los orí-genes de la historia norteamericana, de un Estado separado dela s~?iedad civil, ?on personal propio y en busca de una legiti-macion popular aun no conquistada.

19 A. F. Bentley, The Process 01 Government, Chicago, 1968. Na-turalmente, justo por esos años, y durante toda la década ante-rior, dOl~inaban en Europa, sobre todo en las ciencias jurídicas,las C~)stlllt~s doctrinas pluralistas e institucionales que conse.!fundad mfluyeron sobre la teoría de los grupos políticos;~~lensese eJ~ Gierke y en su influencia sobre el mundo anglosa-!on a tJ:aves de Maitland. En nuestro medio piénsese en lainfluencia de Santi Romano. Pero Bentley tuvo el mérito deon~~tar su obra hacia el tratamiento empírico de fenómenospolíticos.

20 Después de Bentley, la teoría de los grupos políticos fue abor-dada en numeros?s. estudios y elaboraciones teóricas. Algunosde los nombres mas unportantes de esta escuela en Estados Uni-dos son E. E. Schattschneider, Donald C. Bbisdell, E. Latharny sobre todo D, Trurnan, por su sistematización teórica incluidaen The Gooernmentai Process, Nueva York, 1951.

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mo de la doctrina. Earl Latham 21 propone el conceptode oficialidad para designar ese tipo de relaciones, quepodríamos 11m11ar asimétricas, para dar les un nombre,en las que "resulta que un hombre que lleva uniformepuede impartir órdenes a otro sin uniforme, mientrasque no se da la relación a la inversa". Entre los teóricosdel poder, Lasswell trata de distinguir el uso del poderpolítico, del uso del poder que caracteriza a toda rela-ción social, atribuyéndole la propiedad de influir sobrela distribución y asignación de los valores en una so-ciedad 2:1. Por último, y precisamente el manera de su-peración de las teorías políticas de los grupos y delpoder, es elaborado el concepto de sistema político, queexplícitamente responde como primera exigencia a la dedistinguir la esfera de la acción política de las demásacciones sociales, sin recurrir al ambiguo concepto deEstado.

Pero si Easton dice que hay sistema político cuando hayuna autoridad que asigna los valores de manera vincu-lante para una comunidad, y que hay autoridad cuandoprevalece el sentimiento de que ciertas decisiones debenobedecerse 23, Almond le objeta ql~e si ésa es la defini-ción de autoridad no es sufici-ente para distinguir elsistema político de otros. como el de .Ia Iglesia, de unaempresa económica, etc. 24, Propone entonces sustituirel concepto d-e autoridad por el de coerción física legí-tima. De ese modo volvemos a acercarnos a Max Weber-y Almond es consciente de ello-, y la ventaja., con res-pecto a \\ eber, de estar en condiciones de incluir a los.istemas políticos primitivos, no es muy importante.Resulta importante, en cambio, que al volver a funda-

ai E. Latham, "The Group Basis of Politics: Notes for a Theoru",American Political Science Review, XLVI, 1952, págs. 376-97,reedit. en Political Parties and Pressure Groups, a cargo de F.Munger y D. Price, Nueva York, 1964, págs. 32-57.

22 Ver sobre todo H. D. Lasswell y A, Kaplan, Poioer and Society,New Haven, 1961.

23 D. Easton, ob. cit., pág. 121 Y sigo

24 G. A. Alrnond, "Introduction: A Functional Approach to Com-1Jarative Politics" en Tlie Politics of the Developing Afeas, acargo de G. A. Almond y J. S. Coleman, Princeton, 1960, pág.6 y sigo

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L • la especificidad de la política sobre. los criteriosmen al .' 'erde el sen-de la fuerza legítima Y del terrrtorio, se pl .tic10 de aquella compon~nte extrae~tatal Y, oxtraterrr-t . 1 de la acción pol itica que había penetrado CO~leloria . , d 1 burguesa o proletaria+-afirmarse de la nCClOn e case - .' ,

~ s valores que al no ser tomada en considerecióuv (Le su , u e, • ., d 1 hechostrunca cualquier explicación y previsión e ospolíticos contemporáneos.

ible a este punto elaborar sistemática-. Pero es pOSl , "" . ,m~nte una ampliación del. concepto de partl~lP~~lOIl pOilítica, cuya exigencia se 1l1S1l1UOhasta aqui so o en eámbito hisMl'ico~

3·1

¿ Qué debemos entender, por ejemplo, por los términossistema privado, sociedad civil, valores y similares quecon frecuencia nos tocó utilizar? Si la reconstrucciónhistórica puede habernos convencido de que la concep-ción de la, política debe abarcar tanto la, acción convistas al poder en el Estado, como la acción de clase

,con vistas a la afirmación de los valores universalistas,la misma no nos dice aún qué tienen en común estos dostérminos, clase y Estado, como para llamarlos a per-geñar el ámbito de la política; ni tampoco qué es lo quelos distingue entre sí. Está claro que no apuntamos adefiniciones formalizadas (éstas son útiles a un nivel degeneralización menor, cuando se preparan las distintasbúsquedas empíricas), sino a una reconstrucción racio-nal del término 25 que contenga implícitamente indica-ciones de las variables que se consultarán para formularun sistema de hipótesis.

.Uno y otro, clase y Estado, son sistemas de solidaridad.Eso significa que en su nombre es posible pedir y reali-zar una acción individual que identifique sus fines con tlos de los otros individuos. O bien, como diría Weber,ellos constituyen un tipo de relación social en que deter-

, 3. Una definición sistemática "'[

25 En el sentido que C, G. Hernpel da a esta operación (que llamll.también, siguiendo las huellas de Carnap, "explicitación") enLa [ormazione dei concetti e delle teorie nella scienza elflpirica(trad. it.), Milán, 1961, pág. 14. " .

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minadas formas de obrar de cada participante Son impu.tada.s a todo~ los. participantes (que se proponen como?so~Iacloi'i j:?hc1al"los) :.'6. 0. si no, como diría el poetaitaliano Giácomo Leoparrl¡ con más elegancia, son es-tados .en ,~ue '}J ~,mo.r.propio dilata lo más que puede~u o~J~to .7 el .1l1dI~lduo halla una comunión y unaIdentrflCaClOll de mteres con cuantos lo circundan" 27

Que lu solic~aril1ac1 sea espontánea, entusiasta o vice~versa, obter:-Ida mediante la organización,' o ~edianteel ordenamient¿ ~10:m~tivo coercitivo del Estado, porel momento son distinciones que no nos interesan.

Los sist~mas ,de solidaridad se contraponen a los sis-temas de =«. Esta es una distinción que podemosope~>ar -pel'SIg'lUendo nuestro objetivo, que es el es-t~lc1lO.de la partie-ipación polític::l- utilizando la largahistoria de la "dicotomías fundamentales" ilustrad;spor el ~ensamiento sociológico: sociedad civi] y E~-t~do,. socIedad, 3: comunidad, solidaridad orgánica y so-]¡clarl~lad mecaruca, actual' Con vistas al objetivo v actuarcon vístas al valor, sociedadcs profanas y so~iedadessacras.

La distinción debe hacersc exactamente entre un sis-t~ma de acción con vistas al interés del actor v unsistema de acción con vistas a la solidaridad entre losactores. Por interés de un individuo o de un grupo(que llamaremos actor, en. cuanto sujeto de h acción),debemos entende.r convencíonalmsnu, su disting'lli1"sa deotros .actores mejorando su posición rel ativa Tesperto del~~ mIsmos.. Cad.a acción tendiente a este fin de distin-r-IO~l y ~lleJoramlCnto l'clal"iyo es una acción con vistasal mteres. Para que la misma. sea posible es necesarioque sus re.,:ultados sean mensurables -o sea, valora-bles. en mejor ~ peor, en más o menos- y que estamedida sea comun al actor ~- a aquellos respecto de loscuale.,>.el actor quiera mejoral' su posición. E3 gracias aeste sistema de valoraciones comunes que la acción delact~l' es re~or:o.cida -nprec:iada o no (recibe un precio,recibe un JUlCIO)- .'- el actor se siente :.'ccnllocidf) enel resultado de la acción que se le atribuye. Un siste

26 Economia e societá, ob. cit., vol. 1, pág. 45.

%? Zibaldone, pág. 893.

ma de intereses implica. entonces un sistema de valora-ciones comunes que sirven a un conjunto de actorespara valorar los resultados de las acciones recíprocassegún ventajas comparadas. Que estos criterios de va-loración, que e,'tos valores, sean tam bién íntimamenteaceptados por el actor no es lo que aquí importa; le)

que importa es que sabiendo que él obra en funciónde estos criterios de valoración, nos pondremos en con-diciones, ya sea como observadores, o bien como otrosactores miembros del sistema, de prever con toda pro-babilidad su acción.

Un ejemplo de sistema de intereses es el sistema eco-nómico. En conocimiento de que el actor económicotiende a maximizar su ventaja (rédito, utilidad, o co-mo quiera Ilamársele) , nosotros los observadores, ytambién los demás actores del sistema, estamos en si-tuación de prever su acción en circunstancias deter-minadas. Otro ejemplo puede ser la carrera en unaorganización, donde las ventajas que se quieren, maxi-mizar son de naturaleza monetaria y/o de prestigio, y/ode poder; dicho de otro modo: donde los cri terios devaloración del éxito de la carrera están constituidos opor los aumentos de sueldo, o por la adquisición deprestigio o de poder, o por todos estos elementos juntos.Algunos otros ejemplos: los concursos o las competen-cias deportivas, o el sistema de calificaciones escolares,o cualquier otro sistema de honores, etc.

Característica de un sistema de intereses es que loscriterios de valoración de la. acción sean compartidosobjetiva y funcionalmente por los miembros. El hechode que exista un complejo de valoraciones común noimplica, sin embargo, un sentimiento de pertenencia. aeste sistema, en contraposición a eventuales pertenenciasa otros. Esto significa que un sistema de intereses porsu naturaleza no se contrapone a otros. El mismo nogenera entonces una identificación específica con el sis-tema, con consiguientes fenómenos de contraposición oconflicto; la situación normal es, al contrario, la decompetencia entre los miembros del sistema mismo; ynaturalmente un constante limarse y renovarse de lasdesigualdades.

Estas características de pertenencia al sistema, de

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identificación con el mismo -de un miembro con eltodo- Y de separación, y eventual contraposición Yconflicto en relación a otros sistemas, son propias delos sistemas de solidaridad. La acción que les es espe-cífica es la que tiende a igualar para todos la perte-nencia' a determinada colectividad (grupo, clase, co-munidad, etc.), y no ya aquella que tiende a acentuaral máximo la distinción entre uno Y otro actor, Y amagnificar la ventaja de una posición relat~va. Sequiere ser reconocido idéntico a nuestros semeJantes ydistinto a los que l)ertenecen a otras colectividades; sededuce la propia identidad de la identificación con lacolectividad. La acción dentro de la unidad de perte-nencia, al no .aspirar más a distinguirse, se realiza enun ámbito de ig')Wldad de participación. E~tei:ltimoes el sistema puro de solidaridad, tal como el pnmeroera el sistema puro de intereses.

En la sociedad moderna, las familias, los grupos deamigos, las asociaciones voluntarias Y similares, sonsistemas de solidaridad. ~En qué se distinguen las cla-ses y el estado nacional, y por qué los llamam?s políti-cos~ Porque son constitutivos del sistema de mtereses,o sea, porque fundamentan los valores específicos querigen un sistema de intereses históricament~ det~rml-nado. No es concebible, por ejemplo, el funclOnaml.entodel- sistema económico sin la normación de un Est~do.A su vez las clases se forman y entran en conflIctoprecisame~te en relación a la conservación o a~ derrum-be de los valores -y por lo tanto de la partlcular es-tructura de dominio o de subordinación- de un deter-minado sistema de intereses. Dicho de otra manera:Estado y clases son sistemas de soli.daridad movilizadosen una acción que tiene como obJeto l?s valores delsistema de intereses' además, en la medida en que seexpresan en accion~ basadas en la solidaridad, consi-guen volver tácitos los intereses particulares 23.

28 Esta concepción de la relación entre sistemas de interés, es d~-cÍI economía y ámbito de la política, me parece. t?tal!?ente e~~ll-valen te a la que A. Gramsci e~.'presaba al escnblf: La políticaes acción ,pennanente y da nacimiento a organizaciones, perm,a-nentes en cuanto se identifica precisamente con la e~onomla.Pero también se diferencia de ella, y por eso puede hablarseseparadamente de economía y de política y puede hablarse de

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Esto ~s todo cuanto concierne a lo que es común aambos sistemas de solidaridad, el del Estado y el de lasclases. En cuanto a las diferencias, va fueron esboza-das y no !labria n:cesidad de insistir" si en este punto1-:0 ?,pareclera el riesgo de, que se inserte la vieja po-lémica sobre el Estado, como expresión exclusivamented~ una clase, etc. No necesitamos entrar en esta polé-rmca : .~ara nuest:o. tema es suficiente comprobar quel~ ~cclOn es específica deL y en 'el Estado, cuando estálimitada por los condicionamientos territoriales y porla presencia de otros Estados, mientras que la acciónd~ clase, lo repetimos, pertenece a una categoría poten-cialmente universal. Que concreta e históricamente seentrecru?~n no anula su distinción analítica. La mismaobservación con:~n de que la presencia de objetivos declase en la aCCIOndel Estado puede ser más o menosfuerte, confirma. la necesidad de distinguir analítica-mente l?s. dos, p.rincipio~ ,de solidaridad. Por otra parte,ello. esta implícito también en la historia de la ideologíaclasista, la cual pasa de una visión de la lucha de clasesdonde el Estado nacional prácticamente sólo puedeofrecer una resistencia técnica, hasta otra visión' de lalu~ha de clase~. que justamente se propone la con-qu!~ta y, en CIerto sentido, la realizacum. del Estadonacional.

En síntesis: la participación política es una aCCIOnque se cumple en solidaridad con otros, en el ámbitode un Estado o de una clase, con vistas a conservar omodi~icar la es~ructura (y por lo tanto los valores)del sistema de intereses dominantes. Que se trata deuna acción que se desarrolla dentro de las relacionesd.e.poder -como se pre~cupall por subrayar las defi-~lCIO:1~Sde la ciencia política contemporánea- quedaimplícito en el hecho de que las relaciones de un sis-tema de intereses son siempre' relaciones de poder.

"pasión política" como de impulso inmediato a la acción quen~ce en el terreno "permanente y orgánico" de la vida econó-mlc.~, pero lo supera, hac,iendo entrar en juego sentimientos yadsPlllacl?nes en cuya atmosfera incandescente el cálculo mismo

e .a vl~a .hwn~na individual obedece a leyes distintas de lasd.el interés individual, etc.", en Note sul Mnclüaoelli, sulla poli-tica e sullo Stato moderno Torino 1964 pá g 13 (H ' ,

11 1 1'. ' , , . . ay versión

caste ana (e Ec rciones Nueva Visión, Bs. As., 1972.)

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Además, ¡, qué significa "poder" si no la capacidad.de asignarse a sí mismos o asignar a los demás ciertosvalores o de privar de ellos? Los valores son la medidar¡ue permito sopesa r los resultados de las acciones enfunción de los intereses. La relación entre poder, valo-res e interés es entonces directa y necesaria. En esesentido, y sólo en ese sentido, el término valor sereintroclu<}.e en la definición de la política. Natural-mente, en una acepción distinta, aunque probablementeresponda a una exigencia que es análoga (o sea: darcuenta de la ideología en la política) a aquellas que leadjudican Easton, Lasswell, Almond y otros. Paranuestros objetivos, el término valor. no es usado paradesignar los ideales, las aspiraciones, la concepción deuna sociedad por realizar, la idea de lo que es buenopara la vida asociada, y similares (aun cuando puedaestar en el origen de todo ello) ;en la acción política,los ideales pueden muy bien no existir; 10 que en cam-bio ella contiene siempre es una solidaridad que sepropone tener consecuencias sobre los criterios de va-oIoración de los intereses, o sea, sobre los valores encuanto medida de los resultados de la acción de cadauno y, por lo tanto, en cuanto instrumento necesariode orientación y de previsión en las relaciones sociales.

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4. Las "áreas de igualdad"

La utilidad de esta tarea definitoria no surge tantode .sus conclusiones sino de las indicaciones que fue pro-porcionando en su procesamiento. !ndirectamente, fuesugiriéndonos los términos y las variables ~on lo~ cu~~esconstruir las hipótesis específicas para la investigación.

Cuando un sistema de solidaridad opera sob.re la, es-tructura y sobre los valores de un sistema de mtereses,el resultado es un proceso que podríamos llamar de for-mación de áreas de igualdad. En efecto, aquellos queparticipan en una comunidad solidaria, en cuanto talesse ubican como iguales frente a los valores de un deter-minado sistema de intereses. Esto es apenas 1~. tra-ducción en terminoloaía más específica, de la afirma

,\:) "} "ción que se fue divulgando después de Rousseau : raysociedad en la medida en que los participantes saben

. que existe alguna regla igual para todos. En otr~s pa-labras, dado que el sistema de intereses. es un slstem.ade desigualdades, se puede formar un SIstema de soli-daridad que actúe sobre él, en la medida en que, ~n unárea de acción -por mínima. que sea- las desigual-dades son negadas. .

El ejemplo más fácil es el de ~a ciudadanía en. elEstado nacional; ésta puede considerarse como 111velmínimo de igualdad, una especie de grado cero de laparticipación en el Estado, y está. situada en l~ ?at;ede los procesos de igualación que VImos en las pagmas

),.

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anteriores. En una escoja de intensidad de la sólida-ridad, siempre en lo concerniente al sistema del Estadonacional, en el polo opuesto podríamos considerar elcaso del estado de guerra. En esta situación el Estadonacional requiere el máximo de solidaridad entre todossus ciudadanos; callan las divergencias de intereses yse encubren las desigualdades o se vuelven irrelevantesfrente a la igualdad en que cada uno viene ubicadoteni~ndo en cuenta los valores prebélicos, porque la únic~medida que cuenta es la capacidad de contribuir al esfuerzod.~ superv~veI:cia de la nación. Esta, al menos, es la situa- 'CIOnen principio; en realidad persisten las viejas desigual-dades y además se forman otras nuevas, pero oficialmentedeben ser negadas o consideradas ilecí timas' en seme-. . b ,

JaI~te situación sólo conservan legitimidad aquellas re-laciones de poder y desigualdad que resulten estricta-mente funcionales para la acción colectiva.' Esto ex-plica, por ejemplo, por qué las guerras son a menudod~eadas por quien gobierna un Estado; en efecto, per-miten sofocar los contrastes internos que el desarrollodel sistema de intereses puede haber llevado a una fasede ru.ptura, y :r:>0rlo tanto hacen posible la integración.y. u.mdad consideradas indispensables para el mante-l1lmle~1to del sistema, También explica por qué, con fre-cuencia, son deseadas por una parte de los propios ciu-d~da~os;. porque muchos resultan gratificados por ladIsmmucIo~, por ~o menos aparente, de las desigual-dades medidas segun los valores del sistema de interesesy por el reconocimiento generalizado de la contribrició~de cada uno, que los nuevos valores de solidaridad hacenposible. Asimismo, explica por qué después de la guerrageneralmente son más comunes los movimientos revo-lucionarios y de participación generalizada, tanto losde naturaleza nacionalista como los de clase. Las ra-zOl~es ~on dos: P?r la costumbre de ejercer conductassolidarias, que es acostumbramiento a hacer callar in-tereses personales, y que termina por zenerar descon-fianza en el funcionamiento de cualquier sistema de. in-tereses, además de la falta de preparación para inser-tarse en ellos; y también por la reacción contra la reafir-mación o la develación al final de la guerra, de viejaso nuevas estructuras de interés. .

Respecto al sistema de solidaridad de clase, el dato

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de igualdad de base, algo así como el grado cero de par-ticipación, queda implícito en la misma posición labo-ral: una clase es ante todo, como decía Marx "claseen .sí." , o bien, en sentido .lat~, categoría profesional,-definida con uno u otro criterio de clasificación. Na-turalmente, la igual posición en la ocupación no tiene .'un valor sustancial mucho más grande, para el sistemade solidaridad de clase, que el que tiene el atributo dela ciudadanía para el sistema de solidaridad estatal'la solidaridad se torna concreta y estricta sólo con laorganización (sindicato, movimiento, partido, etc.). Tam-bién én este caso comienza a actuar el fenómeno de las"áreas de igualdad", como condición de la participa-ción: Dado que toda organización de este tipo, en suscomienzos, no puede constituirse sino como asociaciónentre iguales, sus miembros son iguales entre sí frentea los fines comunes que ellos se plantean. Teniendo encuenta que dichos fines, comprometen el sistema de in-teres~s, que es la fuente de la desigualdad, la asociaciónde fines anula, en línea general. la valorización de ladesigualdad, y coloca a todos lo~ participantes, lógica-:nente, y a veces hasta psicológicamente, sobre un nivelIgu~l en el quehacer organizado específico.

Esta observación resultará irrebatible mientras serefiera a un partido clasista, revolucionario o refor-mista: está claro que en el mismo se reúnen, en su ma-yoría, personas que ya en la sociedad civil viven en

. condiciones idénticas; en cambio, respecto a los que se'unen proviniendo de posiciones sociales distintas (bur-gues~s, intelectuales), la elección. ideológica afirma ysanciona la voluntad común de igualdad. Mas, ¡, seráesto igualmente cierto para un partido conserva.dor oburgués que acepte y defienda la estructura social ysus valores, tal como están en vigencia? Formalmentese podría responder que ya el simple hecho de la ins-cripción, del derecho a votar y a elegir los dirizentes, <:> ,asi como a ser electos, etc., constituye de por sí un, , ' l' Id d" S.area e e igua a . m em.bargo, se puede responderafirmativamente también con casos específicos ..

Para los partidos burgueses tradicionales el problemade la participación prácticamente no se planteaba: yasabemos que ellos se presentaban como pequeñas cortes

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de, :~ientes, c~ya organización no era muy estable; comomaxnno, yodla hablarse de organización (pero no siem-pr~), a my~1 de los ~rnpos parlamcntarios, ~¡ en ese casoel ~lea de 19u~ldad funcionaba pOI' sí sola. Cnando des-pues ]o~ partJdo~ conservadores se tornan partido 1mas~, tienden a coustituír en su seno áreas sociale;'3 h~~mo?~nea8, que evitan la percepción inmediata de lasd.eslg~l,aldades y su efecto desalentador sobre la partí.eipacion. De es~ modo, cuando después de la reformade ~86~, el partido cons€l'vDc1or británico fundó su or-gamZaclO.n de masa, la National Union formó en ellalos !~}or!~tn[Jm~n 's cl¡'t.bs, unidos en un~ especie de 01'-gal1lzaCIOn clasista nacional, que permitía rehuir el con-tacto y la confrontación, en un terreno de paridad for~mal, en el SCll0 del partido, entre gentilhombres yo!Jrel'os: AI;g~ muy semejante -a~nque con justifica-c:one8 Ideol.oglcDS más eIaboradas- succdió con los di _t111tOSpartidos cl:istiano-sociales (típico sobre todo 1:1caso belga) orgamzados sobre bases clasistas 29.

~n lo re~crente a los partidos burgueses nacionalistase~ ~rea de 19~1al~a~ es consecuencia de Ia primacía ideo~loglCa del. pl'l11~lplO de soljllaridad nacional por encima~1~cua 1qui er slst~ma de intereses. El partido o movi-1111: nt o ,une pl'ec1samente a aquellos que aceptan estannmacia y por lo tanto aceptan hacer callar las desi.gl1al(la~lfs que derivarían de sus respectivas posicionesen el SIstema de interesas.

Los. partidos cOllscn'ador, nacionalista, socialista oeomumsta eompnl'ten r11to11ces esta ex'¡o'en',,'a 1 fdI' . . - D' ,1< (e Ull-alJ1en~ar a pal'tIcljl<1ción sohre cierta área de igualdad.

y l~, sienten todavía 111:1S, cuanto mayor es SUb o~'O'a~1Í~z~clOn ~r cuanto más representan a partidos de ~asa.~1l1 eml?al'go; se trata de una exigencia que se vuelvr,lJnperat~v.a sO.I? en el momento de la formación, cuandola partlelpaClOl1, fundamentada en un reconocimientode 19ual~lad,.;s la principal fuerza del partido. Ademásla orgamzamón debe l'efOl'zarsc gracias a otros recursos' ,

29 Respecto a los datos sobre la National Union cf R T M K .B 'ti 1 P liti 1 P . . . . 1\ C enzie

TI IS tal tea arties; Nueva York 1963 pág 146 . R 't 1 tíd . l' '" y sig, es-l(ec O a os par 1 os socia ístas cristianos y otros partidos de este

tipo cf: M. Duverger, Los partidos políticos 1Iilán 19611, 1Jasstm, . , , , cap.

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o sea reintroduciendo un sistema de intereses privadosy por lo tanto de desigualdades: la organización debeentablar relaciones con la sociedad externa, utilizar susrecursos sometiéndose a los vínculos de propiedad, a losincentivos de los intereses, y debe por lo tanto diferen-ciarse en función de las diferenciaciones de la estruc-tura externa; y, además, en S1l interior se constituyen lasespecializaciones, las carreras y por lo tanto los interesesy las diferencias vinculadas con las mismas.

De modo que una ley tendencial de las organizacionespolíticas es la red ucción progresiva de las áreas deigualdad inicial sobre las que se había. basado la parti-cipación, con la consiguiente caída de esta última: locual no excluye que en la vida de una asociación, laparticipación pueda reactivar e en determinados mo-mentos; pero muy probablemente será en virtud de laformación de nuevas áreas de igualdad. El conocimientoimplícito de esta ley regula en numerosas organizacio-nes el ceremonial celebrativo, el cual permite recons-tituir periódicamente las áreas de igualdad de maneraformal institucionalizada. El rito electoral en los es-tados democráticos (liberales o populares) representa

• también esto: una reafirrnación periódica de que todoslos ciudadanos son iguales frente a un acto fundamentaldel Estado. Se sabe que la elección representa sólo unode los significados del acto electoral; el otro es el dela confirmación de la solidaridad. De otro modo, lapersistencia de las elecciones en los sistemas de partidoúnico no se expliearía sino como una absurda hipocre-sía. Son también muy difundidos los rituales y otrasmanifestaciones del folklore de la igualdad en todas lasorganizaciones jerárquicas: celebraciones, fiestas, ani-versarios y similares, El uso del tuteo en los partidossocialistas es otro símbolo importante que confirma unaigualdad y solidaridad originarias. Todas estas cosasno son siempre hipocrcsia, al contrario: puede' decirseque existe una curva creciente de In. hipocresía a medidaque nos alejamos del acto constitutivo originario desolidaridad entre iguales. Además, a medida que nosalejamos de este acto, desciende la curva de la partici-pación. Como ya señalamos, 110 se trata de una curvaque simplemente refleja el desgaste del alejamiento de

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un punto de origen, casi por un envejecimiento fisioló-gico: la condición más importante es, en cambio, el ,abandono del aislamiento inicial constitutivo del hechoasociado. Por definición puede decirse que en el mo-mento de la fundación, la asociación se encuentra enrelación directa e ideal con sus fines' y no guarda rela-ción con ninguna otra cosa; después queda comprome-tida en los procedimientos y en los encadenados finescotidianos y se convierte en un eslabón entre otros dela estructura social. Para reactivar los momentos departicipación intensa, las técnicas, conscientes o no, sonnumerosas : grandes reorganizaciones, luchas de corrien-tes, escisiones. representan todas posibles condicionesde participación. Las luchas de corrientes, por ejemplo,'crean subáreas de igualdad y por lo tanto estimulanuna nueva y más intensa panticipación. Paralelamente.las mismas se proponen como fin la reorganización y elcambio del personal dirigente de toda la organización;ello acrecienta las perspectivas de ascenso interno de ciertonúmero de personas' (por cierto mucho más numerosas delas Que realmente podr-án ir ocupando nuevos puestos) ypor 10 tanto reaetiva los incentivos de participación. Uncaso límite. nero (:'11 virtud de eso útil 'para iluminar la na-turaleza del fenómeno general, es el del terror y laspurgas. Las ,!.'T:l1ldespurgas orsranizativas amplían lasáreas de igualdad entre los miembros: ellas permitenante todo pensar que los privilegios no son después detodo tan seguros y definitivos y que los valores sobrelos que se habían fundamentado las desigualdades in-ternas son superados; por otro lado, crean disponibili-dades nuevas en los cargos de poder y, por consiguiente,esperanzas de progreso; al mismo tiempo estas esperanzasson bastante inciertas, para que los miembros se sientanmancomunados y llevados a participar más intensamen-te, aunque de una forma más precaria,

Pero la técnica más certera de' reconstitución de laigualdad, de la solidaridad y la participación -ya lo'vimos a propósito del Estado nacional- es la creaciónde tensiones con el ambiente externo: la solidaridad en-tonces no se refuerza solamente por la amenaza de per-der ('~crt os valores com unes, sino también porq ue se re-

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vitalizan los. fine~ colectivos (aunque sea tan sólo el?e ~a. supervl:venCIa del grupo), frente a los cuales losl~dlVld~lOS miembros, por definición, se colocan en unpie de Igualdad. .

~a propuesta general que surge de todas estas obser-:TaclOnes es que sólo se paTticipa cuando se está entreiquales. ~~ ent~nces la investigación empírica la quedebe definir ~ual~ son los atributos que paulatina-mente han de incluirse en el área. de igualdad.

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5. El modelo de la conciencia de clase

En esta primera parte del trabajo Iui examinando losfundamentos históricos de la razón por la cual, comoreferencia para el estudio de la participación política,hay que tener en cuenta el sistema de solidaridad delEstado nacional y el extraestatal de la ('1ase, a í comolos fundamentos que derivan de la insuficiencia de lastcorfas hasta ahora formuladas, Pero desde el comienzotuve en cuenta la utilidad que estos dos términos, ade-más de todos los otros, adqu iririan a los efectos deagrupar en dos modelos mayores las hipótesis hastaaquí planteadas sobre el tema ..

La propuesta general relu ti va al primer modelo dehipótesis puede formularse de la siguiente manera: laparticipación política es mayor cuanto más grande (másintensa, clara, precisa) es 1a conciencia de clase. Perosi este último término debe tomarse corno una variable,debemos conocer los indicadores empíricos que la tornanobserva ble . (.qué es entonces, concretamente, la con-ciencia de clase? Ante todo ron viene precisar que eltérmino conciencia de clase, tal como nos fue transmi-tido llar la tradición marxista y de acuerdo a cómo fueobjeto de mil interpretaciones, exégesis y discusiones,no es rednctible a. datos psicológicos: es decir, no:::e trata de un estado de conciencia que puede cap-tarse independientemente de la acción que "objetiva-mente" le corresponde. Dicho de otra manera: no es

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posible llegar a saber si una p~rs?~a pose~, concienciade clase preguntándoselo. Y es inútil también pregun:tarle a qué clase siente o cree q~le pertenec~" con queclase se identifica, etc. 30: cualquier elaboración verbalque podamos obtener de det~rminada perso:r;a no n~sinformará acerca de una realidad que se esta deterrni-nando, y por lo tanto se puede conocer t~n sólo er: elpreciso momento de la. acción de clase : SI ella eXlst~,hay conciencia de clase, si no existe, no la hay. Pero SI,por definición, hay conciencia de clase ú~icamente. ~uan-do hay acción de clase, y si, como es ObVIO,la. accion ~eclase es un hecho de participación política, la hipótesisformulada más arriba se transforma en una tautología,En rigor es así; pero esto no priva de que la mismaconserve cierta utilidad tanto con fines científicos cuantocon fines de acción (y fueron los fines de acción los queindujeron a formular la). Porque dirigiendo. la.. aten-ción (y la acción) sobre el concepto de conciencia declase, queda implícita la tendencia a indicar que lafase que precede analítica, pero temporalmente, ~ laparticipación política, es la fase en q;le se forma CIertaconciencia de pertener a una clase SOCIal,y que entoncesla cuestión: "de qué modo se forma la conciencia declase" llega a ser la más importante para indiv:i~ua-lizar las acciones que tendrán efecto sobre la participa-ción política.

Pero antes hay que observar una conexión singular,que conocen bien todos los organizadores de partidos yde movimientos políticos colectivos en general, la cualpuede expresarse de la siguiente manera: la concienciade clase promueve la participación política, y a su vezla participación política acrecienta la conciencia declase. Con ello se afirma que cuanto más una persona

30 Aludimos a aquellas investigaciones que miden la "autoídenti-ficación de clase", el sentimiento de pertenencia y otros simila~res con preguntas de cue••tionario. Estas tienen su utilidad enla medida en que demuestran que estas variables son significa-tivamente correlatos de comportamientos electorales, etc. Peroel fenómeno que miden no es el que tradicionalmente alude elconcepto de conciencia de clase, Cf, el arto de G. Sivíni, "I'ml.ltamenti di voto e Tinteresse politico", aparecido en Quadernidi Sociologia, vol. XV, Turín, 1966.

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participa junto con otros de la acción, con vis.tas.aciertos fines colectivos, tanto más ella cobra conCIenCIade esos fines y se sentirá entonces aún más impulsadaa participar.' Se comprueba de este modo una cualidadacumulativa de la participación política, la cual es C01:n0si se nutriera a sí misma; y ello en virtud de esta va-riable que interviene en la conciencia de los interesescomunes de todos aquellos que participan.

Utilizando la terminología empleada antes, se puededecir que el que participa obtiene la confirmación deque también para los demás, de la misma forma quepara él, los valores del sistema de i~ter~es callan, ac-tuando tan sólo los valores de la solidaridad ; y esto lolleva a participar con más intensidad, y así sucesiva-mente.

Pero, el que participa, sigue planteándose el interro-gante: ¡, qué es lo que hace que se instaure esta "con-ciencia-participación" de clase! Sabemos que las res-puestas de la tradición marxista se .movieron entre dosextremos: en uno estaba la afirmación de que los fac-tores del surgimiento de la conciencia. de clase eran"objetivos", o sea, que la conciencia de clase brotaríaespontánea,mente, paralelamente al desarrollo de las re-laciones de producción hacia una polarización entrepocos capitalistas por un lado, y todos los prestatariosde trabajo, apareados en la misma posición estmcial enlas relaciones de producción, por el otro. Entre ellos-en esta inmensa área de igualdad que se vino for-mando- se habría intensificado la conciencia de lacontradicción, por lo tanto la conciencia de clase, ypor lo tanto la participación revolucionaria. En el otroextremo estaba quien proclamaba. que la conciencia re-volucionaria podía ser inculcada en la clase obrera sólodesde fuera, es decir por los intelectuales, por quienposeía la ciencia de la sociedad y no sólo la con-ciencia de una posición particular como la obrera. Es-tos intelectuales, junto con los obreros que lograbanponerse a su mismo nivel de conciencia, habrían .llega.doa constituirse en un partido fraterno de revolUCIOnarIOSprofesionales, iguales entre ellos en todo, gracias a esta

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común '.' ciencia-conciencia" y a esta común p1·ofesiónrevolucionaria 31.

Aun .d~ntro de una significación de largo alcance,las pOSICIOnes entre estos dos extremos contenían ele-mentos comunes respecto de lo que hipotéticamente fa-v.o:'ece .1}1 participación política, aunque el tipo de par-ticipación política que en los distintos casos funcionabacomo :nodelo podía ser bastante distinto. Es posibletraducir estos elementos en tres hipótesis, que denorni-

. naremos: 1) de la organización; 2) de la lucha de cla-ses; 3) de los estados revolucionarios. No se trata det~orías atribuibles a esta o aquella corriente o pensador,SlllO de elementos presentes también en el seno de unamisma posición doctrina y diferenciables por .análisis.

La primera hipótesis revela que sólo la oraanizaciónpuede permitir la adquisición de una conciencia declase, y que por consiguiente sólo ella puede intensificarla participación política. De ella se deduce que si lao~ga:l~zación es una condición necesaria para participar,significa que no basta un carácter objetivo y de algúnmodo dado por otros, tal como la posición en Ias rela-

.c,i~nes de producción, para expresar una voluntad po-lítica, es neces~l~lO pasar. de posiciones atribuidas ynaturales a pOSJClOneSelegidas, de liens de nécessité aliens de voVonté, como decía, muy sociológicamente, elsocialista Lagardelle ; este elemento de la opción seconvierte en uno de los componentes necesarios de laparticipación política. En otras palabras, la organiza-cion no sólo traduce la necesidades objetivas de unacategoría o de un conjunto de personas, sino que másbien las transjorma en fines que son, respecto de lasnecesidades objetivas, algo nuevo y diferente.

Por otra parte, si en la organización el individuorealiza un sacrificio de sus fines individuales, y losposterga o anula gracias a un proceso que en última

31 <;:f. V. 1. Lenin, ¿Qué !wcer? El hecho de que en sus orígenes la¡~ea del revolucionario de profesión estuviera explícitamentevmc.u1a~a.~ la situación de clandestinidad del partido en Rusiano impidió que la misma se estableciera come definición deun "tipo ideal" de participación política.

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instancia hace que él los identifique con 1011 fines dela organización, la misma organización en su desarrollopide a sus miembros la asunción de compromisos públi-cos, de conductas previsibles y de roles civiles especia-lizados 32; o sea que consigue que el indivíauo vuelvaa ser el elemento de una división del trabajo, con suestratificación y por lo tanto con la reaparición dc unsistema de intereses diferenciados.

Esta primera hipótesis indica a la organizaclOn comocondición de la participación sin darse cuenta de que.lo es sólo en su momento formativo. En efecto, si lasnecesidades no son simplemente traducidas sino trans-formadas, si la organización implica implícitamente es-tratificación y por eso mismo burocratización y desi-gualdades, ella, que se ofrece como condición de solida-ridad y de participación, contiene en sí también losgérmenes que la conducen a eselerotizar . la participa-ción misma.

La segunda hipótesis es la de la lucha de clases: laconciencia de clase, y por lo tanto la solidaridad, y porlo tanto la pal'ticipación, son más fuertes cuanto másfuerte es la lucha o la tensión en que la clase, o unaorganización de clase, se encuentra en relación a suadversario. Esta hipótesis es análoga a la que ya hemosseñalado a propósito del Estado, y corresponde a laobservación común de que cuanto más un grupo sehalla en oposición a otros, o al ambiente en que vive,tanto mayor solidaridad, cohesión -y por lo tanto, par-ticipación en la acción común-e- reinará entre sus miem-bros. La misma es válida también para la clase, y paralas relaciones que una clase tiene con las otras. Sinembargo, ella no está en situación de dar cuenta delfenómeno que denominamos "nacionalización" de la.clase. Si se diera el caso de dos o más clases en relaciónúnicamente entre si, en 1111universo que sólo contiene-·pnra los fines importantes de la lucha- nada másque estas claxes Y. sus reJ[1ciones, entonces sería indu-dablemente cierto que cuanto más intensa la lucha

32 Naturalmente son una excepción las organizaciones clandestinaso semiclandestinas, Esta es la razón de la preferencia que mu-chos jefes revolucionarios tienen por las formas clandestinas deorganización.

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-o cuanto más sometida una clase en relación a otra-tanto más fuerte sería la cohesión de clase y la parti-cipación en la acción común. Pero dad? que, comofuimos analizando hasta ahora, en las relaciones de clase-y más exactamente en la constitución ?: los valo:csque 'sirven como criterio para la evalua:IO:1 de los 1l1-

tereses y por consiguiente de las contradicciones de cl~-ses- interviene el Estado nacional, con sus requeri-mientos específicos de solidaridad, la hipótesis. de .unalucha de clase que determine el grado de solIda.rIdady por consiguiente de participación, queda. referida alos casos límite. Se advierte en ella un instrumentoconceptual para explicar ciertas situacior:es excepciona-les; pero resultan imprescindibles las variantes mas fre-cuentes.

La tercera hipótesis es la que podríamos llamar delos entusiasmos colectivos, o de la función de la revo-lución. El primer término es, como sabemos, de origendurkheimiano, el segundo proviene de la tradición ideo-lógica democrática y socialista. Pero en este nuestroanálisis es posible que podamos reunirlos temporal-mente. 'Durkheim indicaba con ese término las situa-ciones en que la conciencia colectiva (y, por .10 ~anto,dado el caso, aunque él no lo dijera, la conciencia declase) estaba más intensamente presente en todos losmiembros de un grupo; en él, los individuos anulabano cubrían sus propias diferencias y distinciones indivi-duales para identificarse tendencialment~ con l~ colec-tividad. Además, en las mismas y gracias a dicho es-tado de efervescencia colectiva, se fundamentaban losnuevos valores del grupo y por consiguiente los nuevosprincipios en que se basaba la solidaridad; el grupoprácticamente moría y renacía distinto. Para Marx .elmomento revolucionario aparecía cuando la contradic-ción entre las necesidades del mayor número y el sis-tema institucional que lo comprimía, alcanzaba su puntomáximo, o sea cuando era máxima la hostilidad del m.a-yor número convertido en una sola clase, contra. el. SIS-tema, y por consiguiente era máxima la potencialidadde cohesión y participación en un fin común. Am~osmodelos tenían necesidad de hacer referencia a una 111-

tervención externa para explicar el producirse de estas

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condiciones. Durkheim reconocía esa intervención externaen procesos demográficos tales como el aumento de den-sidad de la población, las migraciones, etc., que creabanesa densidad de relaciones y por lo tanto de comuni~a-cienes que conducía a la efervescencia colectiva. Enun segundo momento, la explicación durkheimiana sehace más sutil: habla de densidad" moral"; pero en estepunto la densidad moral-y la densidad de comunicacio-nes tienden a ser definidas con los términos con que sedefinen los estados de intensidad de conciencia colectivaque se tenían que explicar, de modo que la explicaciónse aproxima a la tautología, También l\Iarx tiene encuenta los factores demográficos, de aglomeración, talescomo la urbanización, la concentración de los obrerosen grandes fábricas, etc.; pero, por encima de todo ello,estaba el desarrollo del sistema tecnológico, que por otraparte asumía un valor condicionante sólo en la medidaen que se manifestaba en relaciones de producción de-terminadas .. Estas relaciones de producción obraban ensentido revolucionario en la medida en que daban lugara la lucha de clases. Pero la lucha de clases de por síno implicaba -ni llegó a implicar- consecuencias re-volucionarias, ni frecuencia creciente de estados de en-tusiasmo colectivo. Paradójicamente, podía darse lo con-trario: precisamente el desarrollo de la lucha de clases,que forzaba su institucionalización en el ordenamientodel Estado, contenía las antitoxinas contra la revolu-ción, que era absorbida, por así decir, en pequeñas do-sis, controladas y cotidianas 33.

La hipótesis de los entusiasmos colectivos es útil, en-tonces, pero sólo en parte. Ella converge con otras paradecirnos que las transformaciones rápidas y concentra-das en la estructura de las relaciones sociales procedenparalelas a la intensa participación; que el formarse denuevos sistemas de solidaridad está vinculado con elderrumbe de sistemas de intereses dominante Y de la

33 A este fenómeno se referían los partidos socialistas cuando sedefendían de los peligros de "trade-unionización"; Y Lenin cuan-do citaba y aprobaba a Kautsky, quien afirmaba que la luchade clases era una cosa y el socialismo otra; "nacen uno juntoa la otra y no uno de la otra; surgen de premisas distintas" (en¿Qué hacerr, ob. cit.).

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estructura de desigualdad que 10 caracteriza. Esta es enefecto la condición más general que precede a los estadosde entusiasmo colectivo, aunque pueda vinculársela afenómenos demográficos y/o de orden tecnológico. Perose trata de una condición rara.

En ,c~njunto estas tres hipótesis son todas parcialmen-~e ~erIÍlcables. La parcialidad reside en el hecho de queindican, explícita o implícitamente, condiciones inesta-bles. (las fases iniciales asociativas del organizarse; o lastensiones de. clase), o incluso momentáneas (entusias-~no~ reVOlU?lOnanos) para la participación política.¿ Como explicar las variaciones del fenómeno en los de-más momentos? Además, implícitamente se limitan aciertos tipos de participación política ' (esencialmentea la participación a través de un movimiento colectivo:y, sólo ~e soslay~, a la participación política profel'lio~nal): ¿ Como explicar la participación política "civil" yla '~subcul:ural"1 De estas últimas nos ocuparemos 'deaqui en mas.

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6. El modelo de la "centralidad"

El segundo modelo de hipótesis se puede resumir enesta proposición general: la participación política' es ma-yor cuanto más elevada es la posición social de un indivi-duo. En las investigaciones que confirman esta proposi-ción, la "posición social" es medida de varias maneras:por la renta; por la posición profesional (según alguna

. escala de prestigio); por el grado de instrucción (esco-laridad, título de estudios); por el nivel del consumo; opor algún índice compuesto por dos o más de estos ín-dices simples. El grado de participación política es me-dido en general por los indicador es que citamos al prin-cipio, extrayéndolos del libro de Milbrath. Otras veces 34

se adoptan también indicadores que sólo en sentido latopueden considerarse de participación, tales como el cono-cimiento de problemas o de personajes políticos, el interéspor la política, etc. En general, estos indicadores de ac-titud están relacionados con la posición social en formaaún más prevaleciente 'que los indicadores de comporta-miento. .

Recientemente 35 los resultados que llevaron a estas pro-

S4 Por ejemplo en G. Almond y S. Verba, The Givic Culture, Prin-ceton, 1963. Y también, de manera un poco distinta en nuestrainvestigación sobre Milán. Cf. G. Martinotti "Cdracterísticasde la apatía politica", en Quaderni di Sociologia, vol. XV, Tu-rín, 1966.

.5 Cf. R. E. Lane, Political Life, Nueva York 1965 pág. )95 ysi~.; L. W. Milbrath, ob. cit., pág. HO y sigo '

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t,

posiciones fueron reunidos con otros y comprendidos den-tro de una hipótesis más general y abarcadora que haceuso de la dimensión "centralidad-perifericidad". La mis-ma se refiere a la posición de que goza un individuo enun grupo, y admite que según ella se puede medir la ma-yor o menor proximidad con respecto a un "centro" delgrupo mismo. Y admite además que pueden establecersediversas categorías de indicador es (y por lo tanto distin-tas variables), cada una de ellas en condición de ser si-tuada en un "radio" distinto, graduable desde el centrohacia la periferia. Los índices tradicionales de posiciónsocial son todos situables en tal dimensión: cuanto másalto el título de estudios de una persona, tanto más ellaestará próxima al centro; cuanto mayor el prestigio dela profesión, tanto más próxima al centro; cuanto másrica, tanto más próxima al centro, etc. Pero además deestos índices tradicionales se pueden adoptar otros, queaparentemente no deberían guardar relaciones con ellos:la duración del tiempo de residencia en cierta localidad;la posición sociométrica en un grupo de amigos o de so-cios (es decir, la atracción que se ejerce medida por elnúmero de preferencias de que se goza con respecto alos demás miembros); la posición jerárquica; y hasta laposición territorial 36. Ahora bien, el hecho de que todasestas variables se comporten similarmente en relación auna serie de fenómenos, entre los cuales el más importan-te es el de la participación política, las vuelve sistemati-zables en una dimensión más general, precisamente la dela "centralidad-perifericidad", la cual adquiere de estemodo un valor predictivo mucho más alto que el de lasdistintas variables componentes 37.

El interés y la utilidad de este término resultan ade-más acrecentados .por la particular correspondencia psi-cológica que el mismo sugiere. Estar en el centro o estaren la periferia de las sociedades no es sólo un dato mensu-

36 Es muy interesante a este respecto el estudio de S. Rokkan yH. Valen, "The Mobilization of the Periphery: Data on TUTnout,Parttj and Membership and Candidate Recmitment in Norway",Acta Sociológica, VI, 1961 (fase. 1-2), págs. 111-158.

37 En L. W. Milbrath, ob. cit., se encontrará un balance de losresultados obtenidos con este concepto operativo de aproxima-damente unas treinta investigaciones.

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rable objetivamente con indicador es construidos en for-ma convencional; hay también "un sentimiento psicoló-gico de estar lindando el centro de las cosas o, muy porel contrario, de estar fuera de él, enla periferia" 38. Des-de el punto de vista metodológico ello permite construirindicadores de actitud (de conciencia de posición), queeventualmente pueden confirmar, o especificar, las corre-laciones halladas entre los indicadores objetivos.

& Qué se encuentra en la base de este modelo de la"centralidad", tan rico en confirmaciones cmpírieas!¿ Cómo se explica semejante estructura de relaciones en-tre fenómenos aparentemente tan distintos'?

Para contestar,collvendrá ante todo distinguir entredistintos tipos de grupos o colectividades a los que se-mejante modelo puede ser aplicado; una cosa es la posi-ción de centralidad en un grupo intermedio (étnico, re- /ligioso, asociativo, etc.), y otra la posición de eentralidaden la sociedad nacional.

Intentemos entonces aplicar en modelo a la sociedadnacional: la imaginaremos como un círculo cuyos rayosrepresentan los canales de acceso al centro, graduablessegún determinados atributos (nivel de instrucción, ri-queza, posición en la profesión,etc.), tanto como parapoder medir a qué distancia del centro se halla ciertaposición individual. Los resultados de las investigacionesnos dicen que la correlación entre las diversas posicioneses, en general, muy elevada. Entre estos "canales" sepuede incluir el que está representado por la jerarquíade las posiciones de participación política (presencia enciertas decisiones, grado de influencia, cargos oficiales,etc.). También éste estará fuertemente relacionado contodos los demás. La participación política aparece asícomo un atributo entre los demás, sujeto a la misma re-gla, previsible según el mismo modelo y expresión de lamisma estructura fundamental. La explicación de todoel fenómeno no se puede buscar sino en la definición decierto tipo de estructura social y de cierta función de laparticipación política en la misma.

Examinemos antes, sin embargo, una aparente excep-ción a este modelo de estructura de correlaciones, que

38 Ibídem, pág. 111.

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p.~rece verificable s010 ~1asta cierto nivel de esta gradúa-cion desde una periferia a un centro: el' círculo de lasposiciones más importantes, aquellas próximas al centro,escapa, en apariencia, a la regla que las define como es-trechamente correlacionadas, Por ejemplo los individuosq~e están más alto en la jerarquía política no son tam-bién los más ricos, ni tienen los más altos títulos de es-tudios; d~ ~gual modo, los más ricos no son lbs más pode-ros?s políticamente, etc. En ciertos casos y en ciertospenados, parecerá que semejantes correlaciones se veri-f~can, pero es innegable que en los actuales países de ré-gimen democrático liberal ellas no son significativas. Elhecho es que .cuando se penetra en este círculo central,el concepto mismo de roles diferenciados y aislables dejade ser adecuado y caduca así todo problema de correla-ción o no entre los mismos. Más exactamente, los rolesque podíamos diferenciar sobre la base de cierta clasi-ficación estructural, a los niveles no muy elevados del~ divisi~n de las tareas sociales, tienden a juntarse, comoSI fueran un cuerpo único, cuando nos aproximamos alcentro, y las clasificaciones habituales -y hasta las quehacen un distingo entre actividades privadas y activi-dades políticas- tienden a resultar inadecuadas tantopara el obser:ador como para el sujeto mismo que orga-n~za. sus propios roles. En semejantes situaciones de pro-ximidad al centro, la, experiencia que se extrae de ciertaactividad se incorpora íntegramente a la experiencia dela actividad sucesiva 39; el poder que se realiza en ciertoámbito de relaciones sociales se revierte automáticamen-te sobre todos los demás ámbitos. Los roles, a veces (pue-den exceptuarse algunos menores, como los familiares,pero también éstos en general se vuelven funcionales conrespecto al rol principal, como está demostrado por la

'1

59 .Este fenómeno corresponde al de la acumulación de experienciaen la carrera, por el cuál a medida que avanzamos hacia losgrados más altos~ I encontramos caela vez más a "aquellos paraqu:enes la situación en un momento dado tiende a ser acumu-la~lva de todas las experiencias adquiridas durante el cumplí-~llento de ~odas ~as tareas de su vida laboral" (A. Pizzorno,Accumulatiori, lO!sl:~ et rappo:ts d~ =«: Esprit, junio 1959,

p. 1011). Cf. }ambwn la parcial critica de esta posición en J.R. '!'real;ton, Le concept de 'carriére' ". Reoue Franr;;(:ise deSociologie, 1, 1960, pág. 76 Y sigo

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importancia que la familia asume para la figura del po-lítico) tienden a fusionarse en un único rol totalizador,que se expresa, entre otras cosas, en la figura privadapuhlicitada. Eso significa que la distinción misma entreroles públicos y privados se oscurece, El gran adminis-trador privado, en el ejercicio de su rol, desarrolla acti-vidades que son de la misma naturaleza de las que des-arrolla el político de gobierno, y viceversa; y de la mismanaturaleza son sus poderes, El hombre de gobierno puedeser casi pobre, y el administrador privado no tener nin-guna posición política y, en última instancia, ni siquieraestar presente en las decisiones políticas; pero uno y otro,en el ejercicio de sus roles, gobiernan universos de fron-teras muy poco marcadas y que tendencialmente se su-perponen,

Estos dos aspectos de la participación política, que ¡apa:r~~e has~al cic!~to nivel como correlacionada con la "posición soeiai, mientras que deja de estarlo al aproxi-marse a las posiciones. centrales de la sociedad (o supe-riores, o dontinanies, como se quieran definir), son con-'tradictorios, pero .tan sólo en apariencia, Ambos aspectosdependen de la misma condición sistemática.: la especialrelación que existe entre el sistema de intereses dominan-te (sociedad civil) y la sociedad política, Esta relaciónpropone a la pal,ticipación politiea de los ciudadanos co-mo una función (en sen tido estadístico y en sentido fun.cioualista ) de la estructura de intereses de la sociedad.civil. Más exactamente, la posición política es uno de lostantos atributos posibles <le las pertenencias civiles (pri-vadas) de un individuo. Así se explica que cuanto másalta; es la posición social de un individuo, tanto mayores la probabilidad de que participe en decisiones políti-cas: en efecto, él tendrá ya sea una mayor capacidadcomo un mayor interés en particular en ella. Una mayorcapacidad, por cuanto el tipo de experiencia al que loacostumbró su posición privada. le permite intervenir endecisiones políticas, y además porque las personas y losambientes que su experiencia privada le permitieron fre-cuentar le vuelven más fácil y más eficaz el paso a laactividad política, Un mayor interés, porque las deci-siones políticas en las que puede participar están vincu-ladas de manera específica a lo~ problemas de su posi-

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ción personal dentro del sistema de intereses privados,Mas, de acuerdo con esta lógica, esta misma relación

funcional sugiere que cuanto más las decisiones privadasalcanzan una parte importante de la colectividad nacio-nal, tanto más se vuelven indisolubles e indiferenciablesde las decisiones políticas, A este punto, ya no es posiblehablar de participación política: la política está hechapor los políticos de-profesión, es, en suma, una "profe-sión", algo así como una especie de tarea en la divisióndel trabajo que caracteriza ese determinado nivel de es-tructura social. El origen social de los políticos, y porlo tanto la correlación entre posiciones sociales y gradode participación en cargos políticos, ya no son informa-ciones útiles para llegar a comprender la naturaleza delfenómeno 40, .

En síntesis, organizaremos el conjunto de las observa-ciones sobre la base de tres niveles (aun teniendo pre-sente que se trata de una realidad continua), para decirque:

a) al nivel más bajo, la actividad política tiene pocosignificado porque se tiene poca capacidad de participaren decisiones políticas, y en todo caso éstas no tendríanuna 'relación específica con la posición del individuo enel sistema de intereses;

b) al nivel medio, el carácter específico de las posicio-nes privadas hace relativamente fácil la. participación enlas decisiones políticas y acrecienta el interés por una uotra alternativa política;

e) al nivel más alto y central, toda posición privadaes susceptible de verse implicada en una alternativapolítica; a su vez está en condición de producir deci-siones de alcance político, o sea que comprometen una.

40 Esta consideración por cierto no quita valor a aquellos estudiosque, entre otras informaciones, se basan en el origen social delos dirigentes políticos 'para analizar un sistema político, (El"Who Governs" de R. Dahl sigue siendo una obra maestra enesta línea, que por lo demás supera al resto en distintos senti-dos). Pero nos sugiere que el estudio de las decisiones políticasy del poder debe hacerse a partir de un análisis de los efectosobjetivos de las decisiones, y no de la nresencía en su procesode esta o aquella categorías de personas: "[or whom they gooern"iésa es la cuestión!

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parte importante de la colecti vida.c1. Ya 110 se puedehablar de participación política propiamente dicha, sinode profesión política y de importancia política de lasdecisiones privadas.

Pero el modelo de la centralidad nos permite ilustrartambién otro fenómeno, distinto, pero concordante conla explicación general anterior. Hasta ahora aplicamosel modelo a la sociedad nacional en su conjunto,. con sudivisión de trabajo y su propia jerarquía de posiciones.Sin embargo, el mismo modelo sirve también cuando selo aplica a cada uno de los grupos intermedios 41. Cuantomás un individuo está inserto en un grupo homogéneo,tanto mayor, a paridad de condiciones, será su partici-pación política. Cuanto más un individuo se sienta mar-ginado de un grupo, y, en consecuencia, cuanto másesté sometido a presiones opuestas en cuanto a la lealtadpara con ese grupo 42, tanto menor será su participaciónpolítica .. Es por eSQ que, en los Estados Unidos, es mu-cho más probable que participe de la, actividad políticael polaco católico, que reside en un barrio polaco, queel po] aco ateo, que vive aislado de' su grupo étnico. Elsignificado de estas observaciones concuerda con lasinterpretaciones anteriores: la participación política esexpresión de pertenencia a un cierto grupo social; cuan-to más segura es la pertenencia, tanto mayor será laparticipación política. En una sociedad donde los gru-pos intermedios lleguen a ser fuertes, como en la socie-dad norteamericana, la correlación entre posiciones so-ciales -medidas únicamente por la escala de la cen-

41 Antes de que el concepto de centralidad fuera formulado explí-citamente, los estudios del grupo de Lazarsfeld y Berelson ha-bían sido 'decisivos para demostrar que las posiciones políticasdel elector norteamericano son función de su posición en elgrupo social, y para derribar 'por lo tanto la imagen de la opciónelectoral como opción racional entre dos o más alternativas deprogramas o candidatos. Cf. B. Berelson, P. F. Lazarsfeld y W.N. McPhee, Voting, Chicago, 1954; P. F. Lazarsfeld, B. Ba-relson y H. Gaudet, Tlie People's Choice, Nueva York, 2" ed.,1948. -

42 El significado de los resultados obtenidos en los estudios nor-teamericanos' utilizando el concepto de presiones opuestas puederesumirse así: si quien está sometido a presiones opuestas y a:conflictos por la existencia de divergentes lealtades a grupos

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tl:alic1ad nacional-e- y participación política debe corre-grrse en el s~nt.ido. de que grupos intermedios fuertespueden con~tltUlr Islas de participación política inten-sa. A. este tl~o de participación política se lo denominacon frecuencia :' participación subcultural ". Si su base'es una clase SOCIal ent.era (obrera o campesina, general-mente) ~uede s~bvertlr la correlación entre las posicio-nes .:nedId~s. segun la centralidad nacional y la partici-pacion política , .da lugar entonces a una nueva funciónde la partlcIl?acIón 43. ~i esta participación está organi-zada y se afirma mediante un sistema de valores ques~ opone a los de la sociedad nacional, tenemos un "mo-vímiento social", y los enunciados que nos permitenprever el desarrollo de la participación se convierten enaquellos que examinamos bajo el modelo de la concien-CIa de clase.

tiende a delsinteresarse de la política, a renunciar a informarsea caer en a apa tía la 1 . , Ii . ,

. , 1, e eccion po itica no puede ser más queexpresión de .l~pertenencia a un grupo. En efecto, si se tratarade :ma eleccl~n racional entre dos alternativas, quien está so-t~hd~ a pres~ones opuestas trataría de interesarse más, de in-Ol~alse ~lt.enOl:ment~, con el o?jeto de obtener instrumentos

GPalaS.S\lP.e¡arla incertidumbre. Véase asimismo el art citado de. WIllL ' .

43 ~na situación .de esta índole hasta ahora fue estudiada sólo enoruciga, gracias a las investigaciones comparadas de los gru-

pos e Rokkan y C~mpbell (cf. S. Rokkan y A. Campbell,~orw~y and the Umted States of America", lnternational So-

ciai Sclence [ournal, XII, 1960 pá<1s 6999) E tra Itigación sobre Milán 110S OCUP~1l10;~mpíiam~nt~ d~e:.: l~ves-análogas' los d t ,. ifi 1 aciones, a os mas sigru icativos aún deben ser publicados.

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7. Movimientos sociales y participación subcultural

Podemos decir entonces que la participación subcul-tural es del mismo tipo, pero se diferencia de maneraespecífica de la participación en un movimiento social 44.

Ambas tienen en común el hecho de encontrarse fuerade la estructura de los canales convergentes que condu-cen hacia el Estado como normador del sistema de in-tereses dominante', y hacia el Estado funcionario de lasociedad civil. Significa que ambas responden a valoresdistintos, -y, de alguna manera, autónomos con respectoa los del sistema; pero mientras el movimiento socialpropone otros valores, la subcultura acepta, o padece,los valores de la sociedad global, elaborando sólo mar-ginalmente otros, que le permiten aislar a sus miembros,al menos parcialmente, de las consecuencias de relaciones

H El concepto de subcultura hasta ahora nunca fue definido demanera sistemática. Algunos indicios aparecen en M, M. Gordon,Assimilatiot» in American Li]e, Nueva York, 1964, pág. 34 Ysigs., quien, sin embargo, está más interesado en distinguir lasubcultura que canes ponde a la subsociedad, o grupo interme-dio, de la cultura de grupo que es la correspondiente a los pe-queños grupos (por ej., la cultura de las bandas criminales ju-veniles, etc.). En cambio, ahundan los estudios descriptivos decasos subculturales: el más famoso y que en cierto sentido daorigen al "género" es el de \V. F. Whyte, Street Comer Society,Chicago, 1945; una parte notable del mismo está dedicada altipo de participación .politica subcultural. Otro estudio de ciertaimportancia es el de H. J. Cans, Urban Villagers, Nueva York,1962. Cf. también el art, de L. Balbo, "La pm·tecipaz·iolle sub-culturale degli op€lrai americani, en Quademi di Sociologia,

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. que les SGn desfavorables. En efecto, una subcult:ll'aagrupa a individuos que según los valores prevalecien-tes se sienten en condiciones de inferioridad y que porlo tanto consideran más conveniente restringir sus re-laciones a un área homogénea -un área de igualdad-delimitada justamente sobre la base del atributo comúnque determina la real o presunta inferioridad. La. na-turaleza de ese atributo puede ser de distinto carácter:lingüística, étnica, de ocupación, política, a veces sim-plemente de generación (en el caso de las sub culturasjuveniles), etc. El hecho de agruparse permite a. quie-nes tienen dicho atributo en común sentirse entre igua-les y, gracias a él, identificarse y crear una solidaridad.Dentro de un pequeño círculo de encuentros, para unaparte de los comportamientos cotidianos, se anulan en-tonces lbs efectos del sistema imperante de desigualda-des. Los contactos externos son evitados por un cálculototalmente racional: la probabilidad, en todo contactoexterno, de encontrarse en· posición de inferioridad(por ej.: en situación de desprecio cultural o de some-timiento social) es mayor que la probabilidad de en-centrarse en posición de superioridad o de igualdad. Sedetermina entonces lo que algunos estudiosos de la claseobrera denominan el modelo cultural de la "preferen-cia por lo familiar" 45: se prefiere lo que se siente co-mo familiar, lo que ya se conoce, los viejos amigos, elvecindario se rehúyen las innovaciones: precisamente

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porque se sabe que lo nuevo puede provocar sorpresasdesagradables. Además, se sabe que la situación laboral

vol. XV, Turín, 1966. En cuanto a. los movimi.en~o~sociales(que están incluidos en lo que la llte~atura sociológica deno-mina movimientos colectivos), el tratamiento teonco y las obrasmonográfícas abundan. Entre las más recientes, la más sistemá-tica a nuestro criterio es la de N. J. Smelser, Theory of Coll~c-tive Behavior, Nueva York, 1963. Esta obra no anula las 111-

tuiciones agudísimas del capítulo XXII: "Social Mocements",de H. Blumer, en Principles of Socioiogü, a cargo de A. McClungLee, Nueva York, 1955.

45 Cf. A ..K. Cohen y H. M. Hodges, "Characteristics of the Lower-Blue Collar-Class", Social Problems, 10, 1963, págs. 334 yademás S. M. Miller y F. Ríessman, "The Worldng-Class Sub-culture: A New View", Blue-Collar World, A. B. Shostak yW. Gomberg editores, Englewood Cliffs, 1964, págs. 24-41.

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es siempre ocasión de experiencias de subordinació.n;no sorprende, entonces, que por lo. me.r:os en las re~aclO-nes no determinadas por la orgamzaClOn del. tra~a~o, seprefiera estar junto a personas que pueden ldentlflCarsecomo pares. . ,

Son éstas las bases de la subcul tura, .la cual, además,se forma porque el hombre no acepta Juzgar su propiaconducta como obligada; necesita justificarla, po.dérselaproponer como una. elección, corno una prefer~ncIa, ~ell-tirse, de algún modo, orgullosO de ella. D~ ahí provIenetoda esa elaboración subcultural que permite funda~en-tal' los criterios de juicio que valorizarán la capacIdadde aislamiento de la sociedad dóminant~, que :,l'an~fo~'-marán la derrota personal en preferenCIa, la mf.enon-dad en orgullo. Que construye imágenes Y mitos yfolkways para amortiguar los choques y mellar los va-lores que pueden herir. De ese I?-0do,. cuando ~a culturaexterna, en homenaje a las eeogenclaS del SIstema deintereses estimula el ascenso social, la. subcultum la, 1 1 "desprecia y ridiculiza: .el "hombre. que se race S? ose convierte en el "trepador", el chntbe1', y los amigos,que ya no se sienten sus "pares", si están en posesionde esta instrumentación subculturul, pueden llegar arechazarlo sin sentirse heridos 46. .

Pero los valores de la sub cultura son limitado's, porqueésta nunca se halla en condiciones, ni tampoco lo pre-tende, dé proponer valores válidos también para losdemás. En el fondo, el miembro de la sub cultura aceptaser miembro también de la sociedad global (de la so-ciedad na~ional), acepta las sentencias emanadas deljuego dominante de intereses; sólo trata de anular al-'g'Uil~OS de Sl1R erectos negativos para sí. y p~;'a algun~~otros a su alrededor. Cuando la sub~ultura hace politica ", al no poseer un sistema de valores 1?ara .co~Itra-poner que niegue la fuente misma de ~u. mfel'londad,.hará de ella una fuerza en el juego polltlco. El obr.erodel w01·king. nLe11.'S club del partido conservador, el lt~-Iiano del North End o el negro de Harlem, cuando uti-

"h ' "lizan su solidaridad subcultural para acer, I?-um~roen las competencias electorales o en las partlcIpacIOnes

46 Este es uno de los temas.dominantes de V\'. F. Whyte, ob' cit.,passim.

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organizativas, explotan el peso político de SUB atributosde inferioridad civil. Y extraen de allí sus ventajas en lamedida en que esos atributos de inferioridad son per-petuados. La diferencia entre la clientela negra de~ammany Hall y el movimiento de los civil 1'ights re-side en que la primera hace política por el atributoin~e~io~izante, de ~er negro, mientras' que la segund~reivindica la abolición de aquel atributo, Concretamen-te, las dos actitudes se pueden superponer, integrar, su-ceder la una a la otra, en la misma persona o en el mis-mo grupo. Tácticamente, la clientela sub cultural puedeser a veces preferible y más eficaz que el "movimien-to" 47 Pe tá 1 . .'. ro ~ a c aro que, como tipos Ideales, reflejanu.r:a dIfer~nCla fundamental: aquella entre participa-CIOn con fines particularistas y participación con finesuniversalistas.

La cualidad universalista del movimiento social esc?nnatural a su acción tendiente a sustituir por otrosCIertos valores de la cultura dominante. En efecto, si seproponen valores nuevos, significa que se está en con-diciones de valorar su superioridad con respecto a losviejos, o sea que se presume poseer un sistema devalores que abarca y supera al anterior, como lo uni-versal lo hace con lo particular. También cuando unareivindicación se refiere a una sola categoría de per-sonas, como en el caso de los movimientos feministasde comienzos de siglo, los valores que fundamentan lareivindicación son afirmados como universalistas frenteal particularismo de los valores a superar. El caso clá-sico 'es, naturalmente,. el del movimiento socialista tradi-c~onal, que reivindica una nueva sociedad y un nuevoSIstema de valores en nombre de la universalidad de laque es portadora la clase obrera en cuanto clase explo-tada y clase creadora de valores.

A veces el movimiento crea su propia subcultura.Pero la relación entre movimiento y sub cultura es com-pleja. El movimiento nacccon fines de transformaciónen momentos en que ya el estado de la sociedad tiende

47 El reciente movimiento del Black Power es un intento de exaltaruna situación subcultural y de organízarla en cuanto tal como"movimiento". Se trata entonces de un caso de combinación demovimiento y de subcultura.

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a expresar las premisas de la transformación; sus finesson por lo tanto una respuesta a dichas exigencias detransformación. Si los fines no son alcanzados en untiempo relativamente breve, el movimiento debe tratarde organizarse y estabilizarse. En caso de que se tratede un movimiento que se propone corno fin la transfor-mación global de la sociedad, y que entonces proponeun nuevo sistema de valores, tendrá tendencia a organi-zarse aplicando en lo posible esos valores, anticipandoasí in n'llce su realización. Los miembros del movimien-to, es decir sus militantes, valorarán sus propias accio-nes sobre la base de aquellos valores cuya realizaciónuniversal es el fin declarado del movimiento. En estesentido, el movimiento construye una subcultura propia,que sin embargo se contrapone, y no se somete a la cul-tura dominante: una" contra cultura ", podríamos decir(sólo que este término fue utilizado para un fenómenodiferente) 43; o una "contrasociedad", o una sociedad"en germcn"; o, como decía la tradición socialista, unEstad o "en germen".

Pero también ésta es una forma inestable. La "con-trasociedac1" está en realidad obligada a vivir en la so-ciedad, y por lo tanto a hacerse aceptar y a adecuarse,en mayor o menor grado, a las normas dominantes. Obien deberá aislarse, resguardarse de los efectos nega-tivos de estas normas, pero en ese caso renunciará a to-da eficacia de su acción en el alcance de los objetivos.

Para el movimiento que no consigue alcanzar en untiempo breve sus objetivos, quedan abiertas entoncesdos salidas: o insertarse en el sistema de los fines pri-vados de la sociedad civil, o bien encerrarse en la sub-cultura. A veces, una misma organización, una unidadsocial que lleva el mismo nombre, comprenderá en síambos momentos: será organización insertada y sus-tancialmente conforme a las normas del sistema, en su"parte alta", y en "la base", sub cultura encerrada entantas islas localistas 49. Sin embargo, en estos casos la

48 Cf. J. M. Yínger, "Subcultures and Contracultures", AmericanSocíologícal Review, XXV, 1960, págs. 625-35.

49 Los partidos de masa italianos se están adecuando actualmentea esta situación: son subculturas Q nivel de sección; son organi-

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existencia unitaria del movimiento es precaria, ella seráfavorecida por alguna incapacidad contingente de in-serción total (como lo fue para los socialdemócratas dela Alemania imperial) 50, pero apenas sea posible unainserción total, o se les ofrezca a cada uno de los miem-bros de las unidades sub culturales una alternativa depertenencia, el movimiento se disolverá.

La sub cultura, y, obviamente, el movimiento socialson' condiciones favorables para la participación política;pero de distintos tipos. Sin embargo, pueden ir asumien-do formas en que la participación política queda total-

.mente excluida, por ejemplo, formas religiosas en elmovimiento; apatía o comportamiento' desviacionista, enla subcultura,

zacíones insertadas en el sistema y orientadas por fines priva-dos desde la federación provincial en adelante.

50 Un célebre estudio de cómo la subcultura socialdemócrata sefue estabilizando en la Alemania imperial es el de G. Roth,The Social Democrats in Imperial Germany, Totowa, 1963.Se trata de uno de los mejores estudios de subculturas politi-zadas. En el mismo se subraya sobre todo c6mo el aislamientosubcultural de la clase obrera alemana fue funcional para la~stabili~ad y la integración nacional. Y, además, cómo la propiaídeología aparentemente revolucionaria actu6 en sentido esta-bilizador.

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8. Conclusiones y tipología

Si nos movemos en el ámbito de la literatura especiali-.zada en el tratamiento del problema de la participaciónpolítica, se experimenta muy pronto cierto malestarfrente a la insuficiencia o la dispersión de los instru-mentos conceptuales utilizados. La limitación de 'la no-ción misma es la primera causa de la insatisfacción.Ante la costumbre cultural europea de. concebir comopolitizada a gran parte de la vida social, la investiga-ción empírica, de inspiración norteamericana, se movióhasta ahora según exigencias opuestas, buscando unterreno firme pero limitado. Ambas exigencias son legí-timas: la de limitar el campo, pero también la de cap-tar toda la riqueza de motivos que adviene a la vidapolítica por las potencialidades universalistas de ésta ypor sus raíces en la lucha para llegar a superar las es-tructuras de desigualdad de la sociedad civil.

Otro malestar proviene de la inexistencia de un aná-lisis histórico del probbema de la participación política.Naturalmtmte, no se puede decir que estudiosos espe-cializadosen el tema que tratamos, tales como Robert "Dahl, Robert Lane, Seymour Lipset, Stein Rokkan yotros carezcan de un fundamento histórico, Pero lo queaún no fue aclarado es la manera de formarse y modi-ficarse de los términos con que, tanto el pensamiento

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político y la ideología, cuanto la ciencia política y lasociología, plantearon el problema de la participación.Este .n:e parece un análisis indispensable para podere.:~eCIflCar cuáles son los distintos tipos de participa-cion tomados en consideración por 'los diferentes trata-mientos e investigaciones. Aparte de algunos esbozosaportados por Stein Rokkan, se trata de una tarea to-talmente por hacer. . .,

Si el trabajo de reconstrucción histórica de los tér-minos no fue absolutamente abordado, tampoco est á~uy adelantado el de la reconstrucción racional. ¡, Cómovmcular el concepto de participación política a concep-tos más generales! b Cómo establecer por lo tanto unprincipio que pueda unificar las propuestas particula-res que deben someterse a la prueba de la investigación?¡,Y que permita, además, dar cuenta de la divergenciaentre modelos como' el de la conciencia de clase y el d'ela centralidad? La proposición de que, tendencialmente"se participa sólo cuando se está entre iguales ", conlas que de ella derivan, relativas a las condiciones de lasolidaridad, y el distinto peso de las fases de entusias-mos colectivos y las de organización, es una propuestaen esta dirección.

Acudir a una dicotomía fundamental de la accion so-cial, y distinguir entre raíces estatales y raíces clasistasde la lucha política, tenia la finalidad de hacer surgiry de fundamentar sistemáticamente una tipologia de laparticipación política. Hasta aquí mi descripción de susdistintos aspectos. Lo que sigue es una síntesis y pun-tualización de la misma: los tipos son cuatro y se fun-damentan en el comportamiento de las v~riaciones dela relación "acción de intereses-acción política" (esta-talo de clase) y de la relación" acción estatal (inserta-da én los fines del Estado) -acción estraesta tal (aj ena,por lo menos en sus origen es, a los fines del Estado)".El cuadro de la página siguiente ilustra la posición res-pectiva de los cuatro tipos:

71

(.

·1i

Page 33: Pizzorno. Alessandro. Modelos mundiales y participación social

Los tipos de participación política

la solidaridad la solidaridadpolítica prevalece privada prevalece

acción insertada profesionalismo participación civilen el sistema estatal político en la política

a b

acción extraestatal e d'movimiento social sub cultura

\1,

a) La participación profesional en la política es defi-nida por el hecho de vivir de la política. Por lo tanto,la misma implica que existe un sistema de división deltrabajo en el cual la función política sea reconocida es-pecíficamente como tal; además, está considerada comouna más entre las otras especializaciones de la divisióndel trabajo, y por lo tanto formando parte, al menos enun aspecto, de la estructura de la sociedad civil. Puestoque en otros aspectos ella forma parte de la organizacióndel Estado, su simple presencia, independientemente delas variaciones que adquiera, implica una cierta relaciónorgánica entre Estado y sociedad civil. Por lo demás,tanto histórica como lógicamente, puede ser consideradacomo 'una imposición del Estado a la sociedad civil.

Para el profesional de la política existe una coinciden-cia tendencial entre los valores que miden las accionescon vistas a su interés privado (en cuanto definido desdeadentro de su "pl'ofesión") y los valores que miden lasacciones con vistas a ésta o aquella solidaridad política(a distintos niveles: de grupo, de partido, de clase, de na-ción). El sistema de intereses de un político, en cuantopolítico, es definido, sin embargo, por las formas de so-lidaridad política operantes en un determinado momen-to, y no por el sistema de intereses de la sociedad civil.

Si existe una, proí'esionalización del quehacer político,es imposible evitar que Se forme también una ética pro-fesional correspondiente. Así como para el médico o elabogado que, aun cuando perfectamente justificados enel afán de obtener su interés individual en el ejercicio

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de su profesión, no pueden dejar de adecuarse a ciertasnormas profesionales específicas, del mismo modo exis-ten para la profesión del político, implícita o explícita-mente, normas éticas. Las mismas derivan de su situación(potencialmente contradictoria, pero no más que en otrasprofesiones) de ser representante de intereses privados(de su organización o de sus mandatarios), así como delos intereses de toda la colectividad nacional; ya sea quese trate del funcionario privado cuanto del funcionariodel Estado (en el sentido lato del término).

b) La participación civil 51 en la política es la que fueanalizada más extensamente en el presente trabajo. Tam-bién ella está integrada al sistema de relaciones que vincu-lan. a la sociedad civil con el Estado, pero es expresiónde la demanda y de las imposiciones que aquélla dirigea éste. Es, por lo tanto, una función de las solidaridadesque se forman en la lucha de los intereses privados. Sediferencia de la participación subcultural porque los in-tereses que ella expresa son los que reciben una aprecia-ción positiva en el ,sistema dominante. Además, por lasrazones analizadas hasta aquí, la intensidad de este tipode participación es función de la posición social, o seaque es mayor cuanto más elevada es la posición social;mientras que el caso de la participación subcultural esel opuesto. .

Esencialmente la participación civil se lleva a cabo convistas a una confirmación de la estructura social exis-ten te; esto no excluye la acción de modificación y correc-ción del funcionamiento del sistema, ni implica necesa-riamente la lucha contra los movimientos reformistas. Losindicadores más característicos de este tipo de participa-ción son la adhesión a partidos de opinión (electorales);la pertenencia a asociaciones voluntarias integrantes delsistema; las relaciones de negocios de amistad de con-, ,

51 No hace falta recordar que aquí no se le atribuye al término"civil" ningún valor positivo o negativo. Por. esto, entre otrascosas, no acercaría demasiado el concepto de "participacióncivil" al de "cioic culture", formulado por Alrnond y Verba,que sin embargo contiene algunos aspectos similares. Cf. G.A. Almond y S. Verba,' The Civic Culture, Princeton, 1963.

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sulta con políticos profesionales; la pertenencia a gruposcorporativos, de interés y otros similares. ., . , .

Una amplia difusión de este tipo de partlC~paclOn .H~-

dica un alto zrado de integración entre sociedad CIvIly Estado; aus:ncia de polarización social de la política(las divisiones entre las partes políticas ~l?correspondena las divisiones de clase, o a otras divisiones radicales-por ejemplo religiosas o étnicas- presentes en la so-ciedad) ; una débil incidencia de los partidos de masa.

e) La participación ~n movimientos sociales se P~'opo-ne fines amplios o limitados de reforma de la socIe~ady puede ser considerada como "una empresa colectivapara establecer un nuevo orden de vida" .(Blun:~r). Valedecir que si el Estado es tomado en consideración por elmovimiento,lo es e11vista de su posible cualidad de agen-te movilizador del poder necesario para transformar lasociedad, y no como normador del orden civil exis~e~te;sus objetivos no pueden ser otros que los de modificarlos fines mismos del Estado, por lo menos tal como laideolozía del movimiento los interpreta. Al ser "unaemp1'e~a colectiva", se diferencia de la. subc.u~tura. Ade-más, plantea los principios mismos del Ide~tIf1carse y deagruparse de los individuos miembros, mientras que lasubcultura nace de una identificación ya dada, "natu-ral", atribuida por otros. De manera que, en la medidaen que es político, el movimiento hace prev.alecer unaidentificación Y solidaridad política por encima de lasidentificaciones Y solidaridades privadas de los miembros.

Aunque es mucho más fácil que los miembro.s de unmovimiento sean reclutados entre los estratos bajos y lasclases subalternas de una sociedad, es bastante probableque, dado su carácter potencialmente universal~sta, elmismo esté también en condición de reclutar miembrosde clases distintas. Fue así como el movimiento obreroreclutó burgueses e intelectuales; es más: se puede acep-tar la afirmación leuiniana de que cuanto más notableha sido el rol de los intelectuales, tanto más acentuadofue el carácter universalista de los fines que el mOVI-miento se propuso. .

El movimiento social no es una forma estable de partí-eipación : o bien alcanza sus fines o se transforma. Lascondiciones que lo hacen surgir pueden reSUm11'Seen las

7~

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de las situaciones de "movilización social" 52, que gene-oralmente conllevan mutaciones en la estructura de la so-ciedad civil; o mutaciones en las relaciones entre los Es-tados, y, en definitiva, la formación de nuevos estados yguerras,

d) La sub cultura está en la base de una participaciónque expresa posiciones y solidaridades privadas anterioresa la eventual acción política; pero, a diferencia de la par-ticipación civil, está excluida de los canales normales queacceden a las instituciones estatales y está en comunicacióncon los mismos sólo a través de intermediarios (el boss, elorganizador del partido de masa que ya no es "movimien-to", etc.). Resulta difícil señalar una línea de demarca-ción exacta de la participación de tipo civil; en cierto sen-tido, la. participación política 'de una subcultura es tambiénde tipo inestable, porque, o bien cae en la apatía o setransforma en participación civil (la cual, por otra par-te, es una conducta que generalmente permite salir dela subcultura). Pero el aislamiento politizado puede du-rar mucho. Quien piense en situaciones como las de los"círculos familiares" d-e la ciudad de Milán (Italia),con su red asociativa o cooperativa; en los clubs demo-cráticos de los inmigrantes de hace algún tiempo en Nue-va York; en las comunidades socialdemócratas alemanasdescritas por G. Roth, o en el "comunismo industrial"finlandés descrito por E. Allardt 53, puede reconstruirfácilmente las connotaciones de este tipo y las razones desu persistencia,

52 El concepto de "movilización" social usado ahora sobre todoen el estudio de las transformaciones políticas de los países sub-desarrollados fue propuesto y desarrollado por K. W. Deutsch,Nationalism and Social Communication, Cambridge (Mass.) ,1953, y por Gino Germani, Polftica y Sociedad en una Epocade Transición, Buenos Aires, 1962. '

53 Cf. E. Allardt, "Social Sources 01 Finnish Communism", lnter-national loumsl 01 Comparative Sociologu, V, 1964, págs. 49-71.

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, ,9. Los datos italianos

Los fenómenos de participación política de tipo' 'civil"son los que han dado origen, sin duda, a más datos cuan-titativos y analíticos. Los estudiosos norteamericanos ter-minaron por identificar este tipo con la participación po-lítica tout-court, renunciando a distinciones entre tiposdiferentes, también en lo que se refiere a la clasificaciónde indicadores que permitan exámenes comparativos. Lasbúsquedas sobre los movimientos sociales, sobre las sub-culturas y sobre la profesión política, aun siendo muy ri-cas, no fueron hasta ahora vinculadas sistemúticamentecon el estudio de la participación.

Lograr una visión unitaria del fenómeno y realizar es-tudios que tengan en cuenta las relaciones entre los dis-tintos tipos de participación es por lo tanto lo más ur-gente.

Los datos italianos a nuestra disposición no correspon-den aún a esta exigencia 54. Pero una parte de los mismos

5,1 Si bien muchos estudios en Italia tocaron indirectamente el fe-nómeno que nos interesa, casi ninguno posee datos confronta-bles a nivel internacional y utilizables para una teoría de laparticipación política. Sabemos que se está aprontando la pu-blicación de una investigación del Twentieth Century Fund,en colaboración con el Instituto C. Cattaneo, de Bolonia, queprobablemente aportará nuevos datos.

Entre los estudios más o menos directamente vinculados anuestro problema recordemos: A. Spreafico y J. La Palombara,compiladores de Elezione e comportamento político in Italia,

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sugiere desde ya revisiones de naturaleza técnica. ~est:-mo aquí en algunos puntos aquello que me parece sigm-ficativo en este sentido.

1. En Italia en muchos casos la correlación entre po-sición social y grado de participación política no se pro-duce. Los datos expuestos por G. Martinotti en su artículo(ee Características de la apa~ía po~ític?:") est~n extraídosdel modelo general de la investigación reah~ada en laciudad de Milán, y en este sentido resultan una el.araindicación. Es cierto que los mismos ideptifican la 111S-

cripción en los partidos políticos con .la inscripci~n. enlos sindicatos 55 y por lo tanto sobreestiman la participa-ción obrera; pero no es menos cierto que en Italia (hoyquizá menos que hace algunos años) la inscripción en elsindicato tiene carácter político. Que esta correlación, porlo menos en algunos casos, no se determine, se debe ob-viamente a la acción organizativa de los partidos de masade base clasista, y por lo tanto a la formación de sub-culturas fuertemente enraizadas -en general obreras(como en el caso milanés) -, pero a veces también pe-queño-burguesas o campesinas.

Las investigaciones sobre Génova de L. Cavalli, de hacealzunos años y lamentablemente interrumpidas, habíancomenzado a iluminar ejemplos típicos de sub culturasobreras. En sucesivos análisis de los datos de nuestrainvestisración sobre Milán nos proponemos ilustrar de0

1,

qué modo y en qué medida un a?;bient~ ~ubcultura ejer-ce sobre el individuo una presión politizante, de natu-raleza loealista y "cerrada" (en el sentido weberiano).

2. La situación anterior está ligada a otro fenómeno,

Milán, 1963; L. Cavalli, Quartiere operaio, .<?énova, 1959 (pa~~el problema de las subculturas ?br~ras pol~tizadas); G. SartOI~,compilador de Il Parlamento italiano; Napoles, 1963; J. LlPalombara Interest Groups in Italian PoZitics, Princeton, 1964(en lo concerniente a la participación en asociaciones politiza-das); G. Braga, Sociologia elettorale della Toscana, Roma, 1963.

y finalmente, .a .cargo de distintos autores, la investigaciónresumida en Tempi Modemi, 1, 1958, págs. 150-66, que es 1111poco el origen lejano de los estudios que se hicieron a partirde esa fecha.

55 Los datos aún no recopilados serán analizados en fecha próxima.

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que es probablemente bastante típico de la situación ita-liana postbélica (el mismo es verificable tanto a tra-vés d·e material inédito como por las monografias deI.L.S.E.S. por L. Fioretti y G. Pellicciari, incluidas enel informe de investigación) 56; la vida asociativa estácasi totalmente insertada en alguna matriz política (departido); yeso es más fuerte para los estratos subalter-nos que para los estratos elevados de la escala social. Lagran mayoría de las sedes de vida asociativa que hemosencontrado en nuestra investigación (desde los clubes debochas a la Cruz Verde, desde las sociedades de fomentoa las cooperativas de consumo), o bien pertenecían a 01'-

gani'3mos políticos o estaban más o menos abiertamenteinfluidas o controladas por los mismos. La paradoja desemejante situación está dada por el hecho de que lamisma va acompañada por difusas declaraciones de apo-liticismo y de desconfianza en las instituciones y en laacción política, por parte de la población que debieraestar potencialmente interesada en estas ocasiones de aso-ci.ación. Además, muy a menudo los vínculos son negadospor los mismos participantes 57.

Todo ello tiene fundamentos históricos y estructuralesbastante conocidos. Después de la guerra, la. vida asocia-tiva renació en Italia desde cero y cualquier agrupaciónque se formaba lo hacia en nombre de identificaciones po-líticas. Los partidos no sólo eran las primeras y principa-les 'organizaciones colectivas, sino que estaban práctica-mente en la raíz de todas las demás. Los entusiasmos co-lectivos con vistas a-una posible transformación radical de

. la sociedad, y el hecho de que los partidos se planteasencomo únicos posibles agentes de esta transformación, nosólo tornaban difundida e intensa la participación políti-ca, sino que seleccionaban para la actividad política a laspersonas más predispuestas a la iniciativa social y másdotadas para la organización colectiva. Por mucho tiem-po y, en parte, también ahora, frente a la necesidad dehacer surgir una iniciativa colectiva, el recurrir al par-

56 Cf. la presentación de Quaderni di Sociologia, vol. XV, Torino,1966.

57 Cf. J. La Palombara, ob. cit., pág. 134 Y sigs.

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tido, O a la persona de partido, se constituyó en norma.Nacían así formas de "incrustaciones asociativas ", paradarles un nombre; es decir, de organizaciones vinculadasy paralelas y po~ ~onsiguicnte. de pertenencia múltiple~e los ?1Is.mos individuos a las mismas asociaciones (par-tido, SlI1?lcato, cooperativa, club familiar, o parroquialo deportivo, etc.). Estas son las condiciones que unidasa las de continuidad residencial, conducen a formas desubcultura.

3. Si las sedes de vida asociativa y los posibles cri-terios de" pertenencia civil" tienen una matriz política,y si por consiguiente los grupos principales de la sociedadcivil tienen identificaciones políticas, la opción políticadebería prevalecer con respecto a las pertenencias civiles,y no ser e~presión de éstas, como en la situación de tiponorte.a~e.ncallo. Los datos analizados en el trabajo deG. S:VI~l, aunque inseguros respecto a la significaciónestadlstl~a y chstorsionados por. circunstancias contingen-tes, confirman esta hipótesis. Sometido a presiones en-c?ntradas y por lo tanto expuesto a situaciones de incer-tidumbro en cuanto al comportam'i,ento político que debecorresponder a sus. pertenencias civiles, el electo. nor-t~amencallo renuncia a la opción política. El elector ita-l~ano, en cambio, acrecienta su interés por las informa-cienes que le permiten discriminar diferentes alternativasy justificar así la opción. Si esta hipótesis es confirmadap.or otras investigaciones -que deberán ser más espeeí-ficas sobre todo en lo concerniente al mecanismo de laopción- nos encontraremos frente a un interesante de-safío teórico.

. 4. Otro tipo de datos obtenidos a menudo en nuestralllvestigaci~n, de manera bastante compacta, difícilmentepueda explIcarse por la particularidad de la situación ita-lIar:a; y debe ser interpretado con toda probabilidad es-pecificando el modelo "centro-periferia". Se trata de loslgUlent~: quienes tienen roles periféricos (aquellos que,por varias razones, están menos integrados en la socie-dad; y más exactamente, entre los examinados hastaaquí, los jóvenes, las mujeres, los inmigrados ) manifies-tan una participación media muy baja, pero muestranpuntas muy altas en correspondencia con ciertos carac-

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l.

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l.) . teres (sobre todo de instrucción superior). Así, los inmi-

grados participan -en promedio- menos que la pobla-ción urbana, pero si tienen una elevada posición socialy sobre todo una elevada instrucción, participan más quelos miembros correspondientes de la población urbana.Algo análogo ocurre con las mujeres (según elaboracio-nes aún inéditas) y tan sólo en ciertos niveles de partí-einaeión con los jóvenes. ¡, Cómo explicar un hecho se-mejante?

Si consideramos que las puntas de alta participación(entre la población periférica) se determinan sobre todoen correspondencia con el alto grado de instrucción, po-dríamos pensar que la instrucción -ya de por sí factorde participación- obra tanto más fuertemente cuantomayor es su concentración (o sea, cuando está distribuidade modo más desigual). Dicho de otro modo: en las ca-tegorías donde la elevada instrucción es más rara (estoes válido para las mujeres y los inmigrantes) sería ma-yor su influencia positiva sobre la participación. .

Ello debe interpretarse, pero en función de otro. hecho.Los roles periféricos que analizamos son todos roles atri-huidos (ascrib.ed); o sea que el individuo se los encuentraatribuidos sin haberlos elegido. (Esto es válido, contratodas las apariencias, también para el rol del inrnigrado,el cual lo es no porque haya elegido emigrar, sino porquelleva consigo un carácter distintivo -que los demás lehan adjudicado-s- que hace que él se perciba diferentede los demás). Si alguien, aun estando en desventajapor estos atributos, consigue posiciones sociales elevadas,alto grado de instrucción, etc., se encontrará actuando

,dentro de un sistema de valores que estima negativamen-te las cualidades que le son atribuidas, y positivamen-te las obtenidas 58. Resulta posible que la participación po-lítica sea entendida como instrumento para forzar unavaloración positiva de las cualidades atribuidas, mcdifi-cande, por lo menos parcialmente, .los criterios de valor.I.Jamujer altamente instruida, capacita.da para la política,utilizará esta capacidad suya para anular la desventajaoriginaria en la que cierto sistema de valores sitúa a la

58 Respecto a los fundamentos de estos conceptos, d. mi artículosobre las "incongruencias de status" (Quaderni di Sociologiavol. XV, Torino, 1966). '

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mujer en general; lo mismo para el inmigrado, etc. Enestos casos obraría pues una suerte de solidaridad gene-ralizada de pertenencia a ciertas categorías periféricas,la cnal estimularía la participación de los que están encondiciones de tcnerla, entre quienes pertenecen a ellas.

Resumiendo, se puede decir que en los roles periféricosse participa sólo por excepción, pero que precisamentelas condiciones de excepcionalidad estimulan puntas muyaltas de participación.

En general, cuando también se manifiestan otras cir-cunstancias favorables, se conforma un terreno propiciopara el surgimiento de movimientos sociales específicos.En Italia estos impulsos -aunque quizá no muy fuer-tes- fueron absorbidos por los partidos de masa, quelos canalizaron (citamos la U.D.I., el C.LF., los movi-mientos juveniles varios, etc.) y los llevaron al juego gu-bernativo o partidario.

5. Los datos analizados por 1\1. Paei (sobre todo losextraídos de la invest.igación de G, Almond y G. V erba )sugieren puntos de partida para la profundizaeión deotro aspecto de la- perifericidad en Italia: el aspecto geo-gráfico (o "provincial").

Las éiites sociales de provincia muestran más elevadaparticipación política que las éliie« sociales de las gran-des ciudades. i.Por qué? Son dos las explicaciones posi-bles : a) participan mucho por S11 posición de eentralidadlocal (según el modelo" centralidad-periferieidad vj , h)participan mucho por el desequilibrio en que se encuen-tran; localmente, posición central, y a nivel nacional, po-sición perif'ériea. La primera hipótesis parecería confir-mada por el hecho de que los intereses que manifiestanson sobre todo locales. La segunda Dar el hecho de quelas Pdes Cine ernizran conservan la elevada particinacióntambién en las grandes ciudades, donde claramente seencuentran en situación de desequilibrio,

Cuando la segunda hipótesis es cierta, resulta in-teresante señalar que habría razones para que la par-ticipación política se oriente tanto en sentido reaccio-nario como en sentido progresista. Reaccionario, si sebasa en la consideración de que la cualidad que el sistema

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. t bestima es una cualidad atribuida,de valores l1~p.~ra~o: :~ciales (por lo general, basados eno sea sus prrvi eg . ) Pro resista si se basa en lala propie~ad de tlerrals . temagl'mper~nte subestima una

id Sn de que e SlS . , '1consi eraclO. 11 posición que resulta inútiposición obtenida por e ItOS, na situación de desequi-en la medida en que es a a en u

librio. . lusiones : sonTodos estos datos aún no permiten c~~~imas in~esti-

únicamente una plataforma para las pgaciones.

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jMODELOS M.UNDIALES yPA'RTICIPACION SOCIALMarcos Iíaplan

A par'tir. de una posición crític(1 del llamadoModelo del M. I. T. - Club de Roma, ur{ gruppde científicos latimoamericanos, coordinados a tra-vés de la Fundación Bal'iloche, prepara des-de 1972 un Modelo Mundial A lten'bClitivo, El pro-yecto aspira a la vez a reflejar más adecuadamentela r'ec¿"Udad'Y la perspectiva de América Latina ydel Ter'cer- Mundo, 'Y a mostrar la posibilidad deuna alter-nativa que sea no apocaUp{ica y super-a-_domo Dentro de este grupo de tr'abajo he tenido ami cargo la preparacion. de Un tr'abajo referido alos aspectos sociopolíticos 'del modelo, El presentetr'abajo resume las ideas fundamer1Jt{lles contenidasen el informe prepa1"(J,do y presentado a la conei-demción del Gr-upo. Dado que el infor-l1ie final delM odelo no está todavía ter'mmado en el momento

. de escribir' esta advertencia, y que por- haber- tras-ladado mi reside1'/;cia a México no he podido par-ticipar' en la fase fin(1ll de~ urouecto, tanto esteartículo como el texto final de mi tr'abajo prese'l1r-tado al Grupo 1'efleian ,en principio mis ideas ex-clusivamen4e.

MARCOSKAPLAN

México p.F., 28 de agosto de 1975.

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