poder cultura ciudadana e institucionalidad

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PODER, CULTURA CIUDADANA E INSTITUCIONALIDADPor: Fernn Gonzlez, Ingrid Bolvar, Tefilo Vzquez. La coyuntura actual de los escndalos de la llamada parapoltica, la permanencia de estructuras locales y regionales de poder ligados a los grupos paramilitares y narcotraficantes y las amenazas de las guerrillas en algunas regiones hacen evidente la necesidad de restablecer o crear relaciones de convivencia ciudadana y de fortalecer instituciones de carcter democrtico en regiones afectadas por el conflicto armado. Adems, una mirada de ms larga duracin nos lleva a la necesidad de considerar problemas ms estructurales de la vida poltica colombiana, como la persistencia de relaciones de tipo clientelista y de altos niveles de corrupcin o ineficiencia de las entidades estatales, que con frecuencia aparecen ligados a los problemas coyunturales arriba mencionados. Por eso, las investigaciones de la lnea poltica del Observatorio Colombiano para el desarrollo regional, la convivencia ciudadana y el fortalecimiento institucional de regiones fuertemente afectadas por el conflicto armado, ODECOFI, buscan detectar los obstculos, limitaciones y posibilidades que encuentran las regiones afectadas por el conflicto armado para el establecimiento o restablecimiento de la convivencia ciudadana y el fortalecimiento de instituciones democrticas. Se pretende superar la mirada voluntarista y un tanto mesinica, que pretende achacar la responsabilidad de esos problemas a la falta de voluntad poltica de los gobernantes, la inexistencia de lderes capaces o la falta de cultura poltica de la poblacin, para preguntarse sobre las razones estructurales de esos problemas, que estn ligadas a procesos polticos previos. De ah nuestro nfasis sobre la manera como esas regiones se fueron poblando y organizando, el estilo de como se fueron articulando o no a al conjunto de la vida nacional en lo econmico y lo poltico y el modo como sus pobladores experimentan y perciben su relacin con las instituciones del Estado y con las dinmicas del desarrollo nacional. Por eso, nuestras investigaciones se centran en la interaccin de los niveles nacional, regional, subregional y local de la vida poltica: ellas contraponen los cambios polticos del orden nacional y global con los desarrollos polticos del orden local y regional: los grandes cambios constitucionales y legales, las transformaciones econmicas, el desarrollo de proyectos de infraestructura, los cambios en las polticas pblicas y las transformaciones del rgimen poltico en el orden nacional tienen efectos diferenciados segn las condiciones particulares de regiones y localidades. Pero, a su vez, los cambios polticos, econmicos y sociales de regiones y localidades modifican la vida poltica, econmica, social y cultural del conjunto de la nacin. Adems de esta interaccin, nuestras investigaciones se interrogan sobre las categoras que sirven de punto de partida para el acercamiento a la vida poltica tanto por parte de los analistas como de la opinin pblica en general: el nfasis en la sociognesis de nuestras preconcepciones ayuda a entender la manera problemtica como la sociedad colombiana se enfrenta a la Poltica. Tambin dedican mucha atencin a la manera como las poblaciones interpretan y adaptan las reformas estatales a sus particulares contextos regionales y locales.

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En esa interaccin de lo global, nacional, regional, subregional y local se mueven los distintos proyectos presentados por los miembros del Observatorio, cuyas apuestas de investigacin sobre el Estado, el poder y la poltica a nivel regional y local merecen ser observadas en conjunto. En el ejercicio que se desarrolla a continuacin, se hizo un intento por articular las diversas preguntas y problemticas, y por demarcar unos puntos de partida que identifiquen a todos los proyectos. El ejercicio se compone de tres partes: una discusin de nuestros hbitos de pensamiento sobre el Estado y la poltica, que conducen a la necesidad de analizar la gnesis de esos preconceptos como parte integral del proceso de construccin simblica del Estado y de la poltica para mostrar su carcter histrico. Esto nos conduce a la segunda parte, que recoge anlisis clsicos sobre los procesos de formacin del Estado, con especial atencin al proceso de su formacin simblica y a los condicionamientos estructurales de esos procesos. Pero esa mirada sobre la gnesis del Estado en pases occidentales nos lleva a analizar la manera problemtica como las instituciones estatales desarrolladas en esos pases han sido trasplantadas a pases como los de Iberoamrica, cuyas condiciones sociales y econmicas distan mucho de las realidades de los pases donde surgieron originalmente dichas instituciones. Ese contraste ha llevado a muchos a interpretar la vida poltica de nuestros pases en trminos dicotmicos o dualistas, que contraponen tradicin y modernidad, clientelismo y ciudadana. Esta mirada dualista se esconde en muchos de los proyectos modernizantes, pensados desde la burocracia central, por lo cual sus resultados distan mucho de los planes previstos. Finalmente, la lectura de algunas investigaciones recientes sobre la Violencia nos han ido llevando a superar esa mirada dualista y dicotmica para sugerir un enfoque ms integrado, que hemos denominado presencia diferenciada del Estado para sugerir que las instituciones estatales tienden a comportarse de manera diferente segn las particularidades de las regiones y localidades, especialmente segn el grado y el momento de su integracin en el conjunto de la vida nacional. Esta diferenciacin del funcionamiento de las agencias del Estado se evidencia en diversos grados de estatalizacin e institucionalizacin nacional de la vida poltica, a los que responden distintos tipos de relaciones entre el Estado central y los poderes locales y regionales. Esta diversidad se refleja igualmente en maneras diferenciadas de ejercicio de la ciudadana y diversos estilos de cultura poltica, que rompen con la mirada abstracta y homogenizante de los textos constitucionales y de las teoras de la Ciencia Poltica convencional. Esta mirada diversificada permite un acercamiento ms complejo a la crisis de los partidos tradicionales, la situacin poltica de la actual coyuntura del segundo gobierno de Uribe Vlez y la crisis de la llamada parapoltica.

1. Nuestros hbitos de pensamiento sobre el Estado y la Poltica Los recientes escndalos sobre la llamada Parapoltica, que han conducido a la crcel a varios polticos y funcionarios pblicos, han reactivado las miradas catastrofistas y apocalpticas de buena parte de la opinin pblica, que normalmente pasa por alto que esos escndalos han evidenciado tambin la fortaleza de las instituciones en especial la independencia de la rama judicial, que evidencia la vigencia de la arraigada tradicin jurdica de Colombia. Por otra parte, la mirada de algunos expertos internacionales, que

3 contrastan la Violencia reciente y la presencia de actores armados ilegales en vastas porciones del territorio nacional con la concepcin clsica del Estado como detentador del monopolio de la violencia legtima y de la administracin de la justicia, han llevado a algunos a catalogar a Colombia en la lista de los Estados fallidos o colapsados, o, al menos en riesgo inminente de colapsar. A esta mirada catastrofista reciente se suman las tradicionales crticas a las prcticas inveteradas de corrupcin y a los manejos clientelistas, que han producido la deslegitimacin generalizada de la actividad poltica y el surgimiento de polticos, tradicionales o no, que hacen poltica con base en la llamada Antipoltica. Estas tendencias antipolticas consideran la actividad poltica concreta como esencialmente corrupta y a los polticos profesionales como dedicados a promover sus intereses egostas y asegurar a su propia reproduccin, muy lejanos de los intereses de los grupos y personas que dicen representar. De ah que se rechace todo intento organizado de actividad poltica y se busque elegir como representantes a personajes sin ninguna vinculacin poltica partidista, apelando a su carcter independiente o cvico: se contrapone as la sociedad poltica concreta a una sociedad civil, incontaminada, sede de todas las virtudes pblicas, por encima de los intereses egostas de los grupos de presin. Esta mirada catastrofista conduce a la necesidad de examinar las preconcepciones que maneja tanto el pblico en general como los especialistas en el tema: normalmente, las nociones que sobre el Estado y la poltica predominan entre estudiosos, funcionarios y ciudadanos, que se construyen tanto en las conversaciones del da a da como en los anlisis acadmicos, estn cargadas de deseos y juicios de valor basados en comparaciones de prctica reales con modelos abstractos1. Estas apreciaciones reflejan una idea predominante de Estado que lo piensa como un ente homogneo, diferenciado de la sociedad, coherente y unitario, que se erige como la autoridad por excelencia en el territorio, que debe tener el monopolio de la violencia y de la justicia, cuyas instituciones deben estar presentes de manera homognea en todo el territorio nacional y cuyas normas deben aplicarse por igual para todas las regiones, grupos y personas. Consiguientemente, se concibe que las polticas pblicas en materia econmica, social y poltica, las reformas institucionales y las normas oficiales deben producir los mismos efectos a todo lo largo del pas, sin consideracin de las particularidades regionales y locales, ni de la manera como son vividas y percibidas por el conjunto de la poblacin. Estas ideas preconcebidas reflejan lo que se considera bueno y deseable en materia de las polticas del Estado. Algo similar ocurre cuando se analiza la actividad poltica concreta. Se toma como punto de partida la idea de que la poltica es una argumentacin racional y construccin dialogada de consensos, que reflejan exclusivamente posiciones ideolgicas y concepciones tericas, dejando de lado la expresin de intereses, emociones y sentimientos. De ah que se considere, adems, que la vida poltica tiene lugar entre ciudadanos libres que sostienen adscripciones polticas desinteresadas y que toman decisiones racionales inspiradas en el bien comn. Se olvida entonces tambin que la misma definicin de la poltica y el mbito de la poltica son objeto de la lucha poltica, que slo comienza a considerarse una actividad poltica desde que el Estado ha logrado cierto monopolio de laLo que Ingrid Bolvar denomina en su proyecto imgenes modlicas del Estado, que son ideas sobre lo que el Estado y la poltica deben ser.1

4 violencia legtima. Todas estas posiciones pasan por alto el hecho de que la estatalizacin y nacionalizacin de la Poltica estn esencialmente ligadas a las vicisitudes histricas del proceso de configuracin de los Estados-Nacin, que se supone previamente consolidado. El contraste de nuestra realidad concreta con estas nociones de Estado y poltica hace que algunos concluyan que en Colombia se viven toda suerte de anomalas e irregularidades, pues se piensa que el Estado est en peligro constante de fracasar, no existen partidos polticos modernos y la ciudadana se encuentra restringida. Se piensa as, que los rdenes polticos que se construyen en las regiones del pas se distancian mucho del deber ser de la democracia: se considera que el Estado ha perdido el monopolio de la violencia legtima pues su control es desafiado por actores armados ilegales, sean paramilitares o guerrilleros. Y se critica la accin poltica concreta de los ciudadanos por haber perdido referencias ideolgicas y no expresar visiones coherentes del mundo. Este contraste de nuestra realidad concreta con las aspiraciones ideales sobre el Estado y la poltica ha producido una visin un tanto apocalptica sobre la sociedad colombiana. Esto hace que revistas internacionales como Foreign Policy hayan incluido a Colombia en los Estados a punto de colapsar, aunque en los ltimos dos aos ha mejorado su posicin en la lista. Otro de los inconvenientes de esta mirada ideal del Estado y de la poltica es la sobreestimacin de la capacidad de las reformas estatales para transformar la sociedad y la consiguiente diferencia entre las ilusiones reformistas y los efectos reales de esas reformas. La imagen ideal del Estado es asumida normalmente como base de los diagnsticos acadmicos, el diseo de las polticas pblicas, las directrices de gobierno y los planes estatales de desarrollo. De ah la distancia de los efectos esperados y planeados de esas polticas con sus efectos prcticos porque estos hbitos de pensamiento impiden captar que el Estado no tiene una presencia homognea ni monoltica en el territorio, ni reconocer las diversas percepciones que se construyen de ste y de la poltica, ni entender que sus instituciones no tienen el mismo funcionamiento en todas partes, ni dar cuenta de las complejas redes de poder por donde circulan la adscripcin poltica y los beneficios del desarrollo. Uuna concepcin de ese tipo impide percibir cmo las reformas emprendidas desde el centro poltico quedan supeditadas a esas configuraciones locales, lo que frecuentemente hace que las cosas no salgan como se planean (G y F-S). Entre la estatalizacin de la Poltica, la precariedad del Estado y la etnografa poltica Esta mirada ideal, que desconoce los procesos histricos de estatalizacin y nacionalizacin y las consiguientes transformaciones de la vida poltica, refleja con toda claridad el hecho de que las categoras con las que analizamos nuestros procesos sociales estn preadas de una aspiracin de estatalidad, o por lo menos, de una idea de que la poltica debe pasar o desembocar en el Estado (I). En ese sentido, conviene recordar, como nos previene Pierre Bourdieu, que las categoras con que solemos pensar al Estado provienen y son avaladas por el mismo Estado: el pensamiento de los funcionarios estatales y los escritos sobre la

5 Poltica y el Estado, sobre todo en sus fases de construccin y consolidacin, hacen parte del mismo proceso de construccin del Estado2. Por otra parte, el rechazo a la mirada estatalizante de la poltica y las resistencias de micropoderes a las reformas modernizantes del Estado pueden expresar cierta renuencia de la sociedad a dirimir sus tensiones por medio del Estado, por diferentes razones: unos lo consideran instrumento de las oligarquas y poderes econmicos y otros lo perciben como una limitacin de los poderes ya constituidos en regiones y localidades. Por eso, es bueno recordar las prevenciones de Bourdieu sobre el uso de categoras polticas producidas por los burcratas estatales: no se trata de un cuestionamiento poltico, inspirado en previas opciones polticas e ideolgicas sino de un cuestionamiento epistemolgico que nos previene contra concepciones que dan apariencias de naturalidad a un artificio cultural. Segn este autor, el problema se basa en que las propias ciencias sociales son parte integrante del esfuerzo de construccin de la representacin del Estado que forma parte del mismo Estado: por eso, es necesario despojarlas de todas las adherencias inconscientes al mundo de lo social que deben a la historia de la que son fruto3. Un ejemplo muy corriente de la mirada estatalizante de la poltica es la referencia a la precariedad o ausencia de Estado como explicacin de la violencia, olvidando que en muchas ocasiones poderes sociales existentes en localidades y regiones pueden suplir la existencia de la mediacin estatal de los conflictos. Otro sera el caso de la movilizacin social de muchas organizaciones que exigen la presencia del Estado para la solucin de sus necesidades, que reflejan igualmente esa aspiracin a la estatalidad. En ese sentido, podemos afirmar que buena parte de nuestras dificultades para la comprensin de algunas dinmicas del conflicto armado colombiano y de la relacin entre actores armados, redes locales y regionales de poder y poblaciones locales proviene de que la mayor parte de las categoras disponibles para el anlisis poltico tienden a diluir la poltica en lo estatal y a separar ntidamente el Estado de la Sociedad (I). Pero no todos se refieren a la precariedad del Estado en el mismo sentido: por ejemplo, Daniel Pcaut habla de la precariedad del Estado colombiano como contexto y no causa de nuestra recurrente violencia: para l, esta precariedad constituye el rasgo central de la poltica colombiana, pero ella no se identifica solamente con la ausencia de funcionarios y entidades estatales en vastas porciones del territorio nacional sino con la incapacidad de las instituciones estatales para regular la vida de la sociedad. Para sustentar esa afirmacin, Pcaut muestra los fracasos de los intentos intervencionistas del Estado colombiano en materia econmica y social, el peso de los partidos tradicionales como subculturas que escinden la unidad simblica de la Nacin y las prcticas polticas basadas en las transacciones y enfrentamientos entre los poderes de diverso nivel sin referencia alguna a una simbologa nacional. De ah deduce el autor la tendencia persistente de las polticas

Pierre Bourdieu, 2002, Espritus de Estado. Gnesis y estructura del campo burocrtico, captulo cuarto del libro Razones prcticas. Sobre la teora de la accin, Editorial Anagrama, Barcelona, pp. 91-96. 3 Pierre Bourdieu, 2002, o. c., pp. 92-97.

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6 clientelistas, el no surgimiento de movimientos populistas y la ausencia de gobiernos militares4. La ventaja que tienen los planteamientos de Pcaut es que centran el problema poltico en la relacin entre los aparatos del Estado y el comportamiento de la Sociedad. De ah la importancia de analizar esa relacin tanto desde el comportamiento cotidiano de la poblacin en esa materia como desde la mirada histrica de los procesos de construccin del Estado. En ese sentido, la etnografa del Estado y la historia poltica comparada buscan superar tanto la mirada abstracta y estatalizante de la Poltica como la exaltacin de los poderes locales y la renuencia a aceptar la regulacin estatal: se insiste as en que el Estado no es una construccin suprahistrica o supracultural ni una entidad separada o independiente de la sociedad (G), sino que est imbuido en la cultura y en una densa gama de relaciones sociales locales. En otras palabras, el Estado se aprovecha de previas relaciones de dominacin existentes en los territorios y transcurre dentro de otras formas institucionales que regulan las relaciones sociales, como la familia, la sociedad civil o la economa (Gupta). Esto ha llevado a los etngrafos polticos a insistir en la necesidad de estudiar los aspectos cotidianos y culturales del Estado, tales como las prcticas burocrticas, la recaudacin de impuestos, la asignacin de subsidios, la expedicin de documentos de identificacin, etc., con el fin de examinar las dispersas redes institucionales y sociales por las que la ley se coordina y consolida (Gupta, 9). Este acercamiento antropolgico permite acercarse a la constitucin cultural del Estado, que tiene que ver con la esfera de las representaciones sociales pero especialmente con la manera como las instituciones del Estado se encarnan en la vida cotidiana de la gente: la poblacin aprende sobre la existencia del Estado a partir de las prcticas cotidianas, como autenticar un documento en la notara, hacer cola para pagar impuestos o requerir algn servicio, ser multado por una infraccin del trnsito, conseguir un puesto en la escuela pblica, conseguir una cdula de ciudadana o un pasaporte. Estas prcticas aparentemente banales, rutinarias y repetitivas, de las burocracias van moldeando el significado real del Estado tanto para los funcionarios como a los ciudadanos en general. Sin embargo, normalmente este proceduralismo burocrtico es considerado como apoltico y meramente tcnico, a pesar de que sus prcticas permiten concretar las tareas polticas de la formacin del Estado y el ejercicio concreto del poder. En lo referente a ese ejercicio del poder, los estudios sobre etnografa poltica en la India permiten observar que el seguimiento estricto de las reglas burocrticas puede ir acompaado por altos niveles de corrupcin, que reflejan las prcticas del Estado realmente existente5. Adicionalmente a la necesidad del acercamiento etnogrfico a la manera concreta como funcionan las instituciones estatales, tambin es fundamental estudiar la sociognesis de algunas funciones estatales, como la construccin de redes de burcratas que reemplazan oDaniel Pcaut, 2001, Presente, pasado y futuro de la violencia, Populismo imposible y Violencia, Colombia. violencia y democracia, artculos recopilados como captulos del libro Guerra contra la Sociedad, Editorial Planeta Colombiana, Bogot. 5 Aradhana Sharma y Akhil Gupta, 2002, Introduction: Rethinking Theories of the State in an Age of globalization, en Aradhana Sharma y Akhil Gupta, 2002, The Anthropology of the State. A reader, Blackwell Publishers, pp. 11-12.4

7 no a los antiguos poseedores en propiedad de medios de dominacin poltica, que va acompaada por la diferenciacin de impuestos y la construccin de cuerpos armados estatales. Hace falta mirar la historia de los procesos por medio de los cuales van siendo expropiados o no antiguos poseedores de los derechos tradicionales para administrar justicia, usar la coercin y orientar la vida social (I) en beneficio de organizaciones estatales Esas sociognesis de funciones estatales responden a condicionamientos previos y a procesos de sedimentacin y jerarquizacin sociales, que tienen que ver con la construccin de poderes locales y regionales de hecho, que sirven de base para la articulacin de las poblaciones con el conjunto de la sociedad y las instituciones estatales Por eso, es necesario tambin analizar los procesos del surgimiento de esos poderes sociales y de su eventual articulacin con las instituciones estatales. Sin embargo, los anlisis centrados exclusivamente en la descripcin etnogrfica del funcionamiento de la burocracia y los poderes del orden local podran correr el riesgo contrario al antes sealado: pasar por alto las dimensiones nacionales y globales que estn afectando la poltica local y regional. Adems, un nfasis unilateral en la manera como funciona concretamente la Real Politik en las condiciones especficas de regiones y localidades, que podra conducir a la aceptacin pragmtica de esas situaciones como la manera como los sectores subordinados y dbiles reaccionan frente a la imposicin de normas y reformas concebidas desde el centro, que normalmente no suelen percibir sus particularidades especficas. Este nfasis en la resistencia de los subordinados y la idealizacin de la mirada local puede ser instrumentalizado por distintos intereses polticos, mediante la reedicin de las famosas contraposiciones entre un centro modernizador y unas regiones tradicionales o premodernas o entre un centro tecnocrtico y una provincia genuinamente poltica. Esta prescindencia de las dimensiones globales y nacionales de la vida poltica podra tambin reflejarse en la posibilidad de que las etnografas hereden preconcepciones de la poltica, el poder y la interaccin humana, exclusivamente centradas en el mbito local y regional, que subestimen el carcter altamente institucionalizado, formalizado y regulado de las relaciones sociales en la sociedad contempornea. Preconcepciones que niegan o reducen el lazo entre escala y complejidad social. Esto no equivale a contraponer niveles locales desregulados, simples o precariamente institucionalizados con niveles nacionales altamente formalizados y complejos. Ms que heredar esa contraposicin clebre por lo dems en las controversias entre socilogos y antroplogos esta precisin quiere recordar que una de las tareas pendientes es descifrar, de manera inductiva, cuales son los contenidos que asume la poltica en cada nivel territorial y cmo en cada uno de esos niveles se relacionan institucionalizacin y burocratizacin. Por otra parte, no se puede prescindir tampoco del impacto de los cambios de la poltica mundial en los mbitos nacional, regional y local, como han hecho evidente los anlisis de Gloria Isabel Ocampo, Robert Dover y Mara Clemencia Ramrez: en su anlisis de los cambios desarrollados en las relaciones de las Empresas Pblicas de Medelln con la poblacin, Ocampo y Dover muestran cmo se interrelacionan los cambios del nivel mundial con los poderes locales, tanto los tradicionales como los emergentes, lo mismo que

8 con los cambios polticos del orden nacional6; por su parte, Ramrez, analiza el impacto de los supuestos tericos de la Nueva Agenda de desarrollo para Estados en peligro de colapsar sobre las polticas nacionales y regionales de desarrollo en el Putumayo, ligadas a la lucha contra la produccin de drogas de uso ilcito y al combate contra la insurgencia: las polticas de buen gobierno otorgan un nuevo papel al Estado nacional para garantizar la estabilidad interna e impulsan una tendencia innegable hacia la nacionalizacin y estatalizacin de las relaciones con la sociedad civil7. La contraposicin de estos diferentes acercamientos muestra la necesidad de conjugar el acercamiento etnogrfico a las dimensiones cotidianas del funcionamiento de las instituciones estatales con el anlisis histrico estructural, de carcter comparado, de la manera concreta como se fueron formando esas instituciones. Ya que la anterior contraposicin de las imgenes del Estado y la Poltica hace evidente la necesidad de analizar los contextos donde se han originado los hbitos de pensamiento e imgenes modlicas del Estado a los que nos hemos referido anteriormente. Estas imgenes provienen, normalmente, de la idealizacin del resultado final del proceso desarrollado en algunos pases occidentales donde se ha consolidado el dominio directo de las instituciones estatales en sus sociedades y territorios, que hace abstraccin del proceso histrico, gradual, conflictivo y ambiguo que llev a la forma cmo el Estado y la poltica se volvieron lo que hoy son. Ese resultado final se constituy la meta ideal y el modelo terico de referencia para los anlisis polticos. 2 La discusin sobre los procesos graduales de formacin del Estado La lectura detallada de tericos sociales como Ernest Gellner, Norbert Elias, Charles Tilly y Max Weber, que han estudiado los procesos polticos de pases occidentales como Inglaterra, Francia y Alemania, demuestra que el Estado y sus atributos como el monopolio de la violencia-, son el resultado de experiencias histricas concretas, a veces de naturaleza violenta, que se dan en contextos muy especficos y requieren de condicionamientos previos. Presupuestos y procesos de construccin del Estado Para el acercamiento a los procesos de formacin de funciones e instituciones estatales, autores como Ernest Gellner han sealado cmo la construccin de aparatos que concreten la monopolizacin de la fuerza legtima y de la administracin de justicia depende de algunos condicionamientos especficos como la fijacin de la poblacin a un territorio delimitado, el consiguiente enjaulamiento o encerramiento de la vida social en eseGloria Isabel Ocampo y Robert Dover, 2006, Del Estado privado al neoestatismo: el caso de las Empresas Pblicas de Medelln como aproximacin a las relaciones entre Estado, empresa y poltica, en Fernn Gonzlez y Gloria Isabel Ocampo, editores, 2006, Globalizacin, cultura y poder en Colombia: una mirada interdisciplinaria, Universidad de Antioquia, Medelln y Colciencias, Bogot. 7 Mara Clemencia Ramrez, 2006, Significado de las acciones de la AID en el Putumayo en el contexto de la promocin de la seguridad global y del buen gobierno (Good Governance) en Fernn Gonzlez y Gloria Isabel Ocampo, editores, 2006, Globalizacin, cultura y poder en Colombia: una mirada interdisciplinaria, Universidad de Antioquia, Medelln y Colciencias, Bogot.6

9 espacio, el aumento de las interacciones sociales y econmicas de los pobladores de ese territorio, la monetarizacin de las relaciones econmicas, la integracin gradual de las diferentes regiones a la nacin y cierta articulacin de sus habitantes a la vida econmica y poltica de la misma. (IF). Sin la existencia previa de esos condicionamientos sociales de la vida poltica, el esfuerzo unificador de un lder o de un grupo poltico sera excesivamente costoso para valer la pena. En esas situaciones, sostiene este autor en otro trabajo, se produce lo que l denomina centralizacin incompleta, que puede ser territorial o cualitativa: la territorial se refiere a casos en que un Estado solo tiene un control parcial de algunas zonas distantes de su territorio y resulta antieconmico el intento de reforzar su autoridad en ellas; en esos casos, una buena solucin consiste en entregar poderes a individuos que en teora son representantes suyos pero que de hecho poseen una base local de poder, que los convierte en intermediarios entre las exigencias del poder central y los intereses locales. Y la cualitativa se refiere a situaciones en las que el Estado s tiene el control del territorio, pero carece de los recursos tcnicos necesarios para imponer su autoridad en algunos aspectos como la economa, la salud y educacin: en esta situacin, los intermediarios clientelistas pueden controlar beneficios que no pueden ser distribuidos eficazmente segn las normas oficiales. Tambin se da el caso del contraste entre el nivel alto de aspiraciones, creado por la ley o la competencia internacional, y las posibilidades concretas del Estado para satisfacerlas: por ejemplo, la creacin de sistemas universales de salud y educacin, sin suficientes mdicos y maestros, conduce a la aparicin de agentes informales que proporcionan el acceso a esos servicios escasos y tericamente gratuitos8. En estos casos, se presentan formas muy personalizadas de poder, basadas en el clientelismo, parentesco y patronazgo: Gellner aclara que esas formas estn presentes en todos los sitios y tiempos, pero no en el mismo grado: solo cuando el patronazgo y clientelismo es el estilo poltico predominante se puede caracterizar una sociedad como clientelista. Y este grado depende, segn esta autor, de la forma predominante de poder: el patronazgo es menos comn cuando el poder se halla fuertemente centralizado o, cuando, por el contrario, es muy difuso. Sociedades segmentadas con poderes muy dispersos, burocracias fuertemente centralizadas y economas de mercado controladas por Estados liberales dejan poco espacio al clientelismo; en cambio, estados escasamente centralizados, mercados defectuosos y burocracias ineficaces representan un espacio muy propicio para esas formas polticas9. Por otra parte, Norbert Elias ha mostrado que los procesos centralizantes de construccin estatal y nacional se concretan en una doble articulacin: la horizontal de diversas regiones y distintos territorios y la integracin vertical de estratos sociales, que hacen menos desigual las relaciones entre centro y periferia, gobernantes y gobernados. Esta menor desigualdad hace necesaria una accin poltica que logre algn grado de aceptacin de la legitimidad de esas autoridades y cierto grado de participacin de los gobernados en la8

Ernest Gellner, 1977, Patrones y clientes, en Ernest Gellner y otros, Patrones y Clientes en las sociedades mediterrneas, Ediciones JUCAR, Madrid, pp. 13-14 9 Ernest Gellner, 1977, o. c., pp. 14-15.

10 solucin de los problemas que les ataen. Estos procesos de integracin suponen entonces un cierto grado de democratizacin y ascenso social de grupos emergentes10. Cuando existe un gran desequilibrio entre gobernantes y gobernados, el monarca puede considerar al pas como su patrimonio personal y el grueso de la poblacin se considera excluida del Estado, pero la gradual y conflictiva integracin de los grupos marginados (alta burguesa, mediana y pequea burguesa, obreros y migrantes extranjeros), cuya evolucin dista mucho se ser unilineal y est sujeta a avances y retrocesos, va representando la creacin de entidades nacionales con las cuales se va identificando gradualmente el conjunto de la poblacin11. A este mayor fortalecimiento institucional corresponde, en ciertos pases, un trnsito gradual de lo que Charles Tilly denomina dominio indirecto del Estado a un dominio directo sobre el territorio y la sociedad: el primero se caracteriza por la mediacin de poderes existentes de hecho en regiones y localidades con los cuales coexiste el poder del Estado central, mientras que el dominio directo del Estado est caracterizado por el control ejercido por medio de una burocracia de funcionarios profesionales encargados de la administracin pblica, un ejrcito con pleno monopolio de la coercin legtima y una administracin impersonal de justicia, impartida de acuerdo a normas preexistentes. Al lado de esta expansin del gobierno directo del Estado, se presentaron algunos avances democrticos como la expansin de las consultas a la poblacin por medio de elecciones, plebiscitos y cuerpos legislativos, cuya organizacin era resistida por los gobernantes del orden nacional por considerarla una limitacin para su poder. Esta organizacin haca que la recoleccin de impuestos y el reclutamiento masivo tuvieran que ser negociados y pactados con la poblacin, o, al menos, con los sectores ms pudientes de ella, que normalmente dominaban esos cuerpos representativos. A pesar de su carcter elitista y oligrquico, estas instituciones representaban una transformacin importante de la vida poltica, que, adems, empezaba a ser acompaada por ciertos esbozos de poltica popular, que presionaban tanto a los gobernantes como a esos cuerpos representativos12. Estos cambios del Estado y de sus relaciones con la poblacin son analizados por Tilly a la luz del caso francs, donde la necesidad del reclutamiento nacional masivo oblig a los funcionarios estatales a negociar cierta ampliacin de la ciudadana. Esta ampliacin implicaba obligaciones mutuas entre pobladores y burcratas estatales y negociaciones entre gobernantes y gobernantes. Esta nueva relacin produjo tambin un aumento de las funciones estatales de bienestar, que llev a la necesidad de ampliacin de ciertas administraciones centrales como las encargadas de recoleccin de impuestos, los censos de poblacin y la educacin pblica. Y una centralizacin del control de la riqueza, la poblacin y el comercio dentro de un territorio delimitado. En resumen, la nacionalizacin de la guerra y la construccin de ejrcitos nacionales llevan consigo la nacionalizacin de la poltica y de la administracin pblica.

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Norbert Elias, 1998, Los procesos de formacin del Estado y construccin de la nacin, en Historia y Sociedad, # 5, Universidad Nacional de Colombia, sede Medelln, diciembre de 1998. 11 Norbert Elias, 1987, La Sociedad de los individuos. Ensayos, Ediciones Pennsula, Barcelona, pp. 238-243. 12 Charles Tilly, 1993, Cambio social y revolucin en Europa, 1492-1992, en Historia Social, # 15, Invierno, pp. 78-80.

11 As, los cambios polticos de la Revolucin francesa de 1789 y el Imperio napolenico, preludiados de alguna manera por las reformas del Absolutismo ilustrado, ilustran el funcionamiento del dominio directo del Estado. Antes del siglo XVIII, las ciudades-estado, los obispados autnomos y los pequeos principados se gobernaban de modo relativamente directo, mientras que los Estados mayores optaban por una forma indirecta de gobierno, que se basaba en la cooptacin de los seores locales, a los que el gobierno central confirmaba sus privilegios pero sin incorporarlos formalmente a los aparatos estatales. Este estilo de mediacin permita a los notables obstaculizar las polticas estatales que contradecan sus intereses a la vez que beneficiarse del ejercicio delegado del poder del Estado: los notables garantizaban la recoleccin de tributos y la docilidad de la poblacin subordinada frente al Estado, pero, al mismo tiempo, limitaban la cantidad de recursos que los gobernantes podan extraer de la poblacin, llegando incluso a aliarse con el pueblo llano para ese efecto. Obviamente, esta cierta autonoma de los notables contradeca los intereses de los gobernantes, especialmente en momentos de guerra con los Estados rivales. En ese sentido, el dominio directo de los notables mitigaba los efectos de la expansin del poder estatal pero poda significar a veces un dominio tirnico sobre sus sbditos: esta situacin ofreca posibilidades para la expansin del poder central, al ampliar el dominio de la justicia del rey como tribunal de apelacin contra los abusos de los seores locales. Segn Tilly, esta situacin se vio notablemente modificada con la aparicin de los ejrcitos permanentes, que oblig a crear administraciones militares estables y a optar por la conscripcin, sin recurrir a los intermediarios. Y el consiguiente aumento de los costos de la guerra condujo a la necesidad de aumentar los recaudos tributarios, unificar culturalmente a las poblaciones e ir instituyendo formas de gobierno directo. En ese sentido, el modelo revolucionario francs se convirti en el ideal por imitar: los abogados, funcionarios y otros burgueses desplazaron a los antiguos intermediarios de la Corona con las poblaciones: nobles, terratenientes, funcionarios territoriales, empleados venales, oligarquas municipales y clero. Profesionales urbanos aprovecharon la oportunidad para hacer carrera poltica mediante la creacin de una nueva mquina administrativa de funcionarios, que gobernaba sin intermediarios y reformaba el mapa de Francia con un sistema integrado y uniforme de departamentos, distritos, cantones y comunas. Esta reorganizacin uniforme del territorio alter la correlacin de fuerzas entre los poderes econmicos y polticos, que modific la estructura local de poder. Estas transformaciones fueron acompaadas por la imposicin de un sistema ms amplio y estandarizado de contribuciones, que abola privilegios, diezmos y derechos feudales. Esas transformaciones fueron aceleradas por las guerras de la Revolucin y del Imperio, que suaviz algunos cambios relacionados con la Iglesia. En su conjunto, estos cambios constituyeron una rpida sustitucin de un sistema de gobierno mediado por notables locales y regionales por un gobierno uniforme, centralizado y directo, ejercido en su mayora por abogados, mdicos, notarios, comerciantes y otros miembros de la burguesa. Pero estas transformaciones distaron mucho de ser pacficas: como el mismo Tilly hace notar, las historias locales y regionales de la Revolucin francesa funcionarios no corresponden a la imagen idealizada de un pueblo unitario que anhelaba y apoyaba reformas largamente esperadas sino a la de un esfuerzo voluntario de los revolucionarios por imponer su poder contra una tenaz resistencia popular, abierta u oculta.

12 La dictadura del Terror y la feroz represin de movimientos contrarrevolucionarios atestiguan el rechazo que encontraban los esfuerzos de los revolucionarios por instituir formas directas y centralizadas de gobierno. Sin embargo, a pesar de esas resistencias, la imitacin o imposicin de formas administrativas calcadas del modelo francs se extendi tanto por los pases conquistados por Napolen como por los que se oponan a l: haba comenzado la edad del gobierno directo, que se seguira expandiendo con el crecimiento de las fuerzas policiales, la intervencin del Estado en problemas laborales, el Bienestar de la poblacin, la educacin y la cultura como instrumentos de homogenizacin de la poblacin13. Este proceso de transicin al dominio directo implicaba, lgicamente, una cierta despersonalizacin del poder, pues supona la superacin del control inmediato y de la proteccin de poderes endgenos y personalizados, de carcter preestatal, como clanes, tribus o comunidades rurales, encerrados en mbitos locales y regionales, que son reemplazadas por un control de una jerarqua de funcionarios especializados, de origen predominantemente urbano, de agrupaciones estatales ms centralizadas, que administran justicia de acuerdo con normas preestablecidas y se mueven en sociedades ms diferenciadas14. Los Estados comenzaron a ejercer mayor control sobre la poblacin encerrada en un territorio delimitado por fronteras, lo mismo que sobre sus recursos y actividades: desarroll censos, catastros, sistemas de polica, etc. Segn un frase de Georges Burdeau, los hombres han inventado al Estado para no tener que obedecer a hombres: la imputacin del poder al Estado en abstracto permite someterse a una autoridad ineluctable sin sentirse sujetos a otras voluntades humanas: El Estado es una forma de Poder que ennoblece la obediencia porque representa a un Poder que funda la diferenciacin entre gobernantes y gobernadas no en las relaciones de fuerza sino en el consenso sobre la aceptacin de una autoridad considerada legtima15. La importancia de la concentracin del poder simblico De ah la importancia del nivel simblico o imaginario de los procesos de construccin del Estado, sealado por Philip Abrams, que distingue entre el sistema del Estado, o sea, el conjunto de las agencias, rutinas y prcticas, y la idea del Estado como artefacto ideolgico que atribuye unidad, moralidad e independencia a los actos desunidos, amorales y dependientes del ejercicio de un gobierno con el fin de otorgar legitimidad a su dominacin16. De ah el nfasis de los Estados nacionales en la homogeneizacin cultural de la poblacin de su territorio por medio de la imposicin de una lengua nacional regularizada sobre otras tradiciones previamente existentes, la creacin de sistemas nacionales de educacin y comunicacin, el impulso nacionalista a referentes histricos supuestamente comunes, la creacin de smbolos como banderas e himnos, lo mismo que aCharles Tilly, 1990, Coercin, capital y los Estados europeos, 990-1990, Madrid, Alianza editorial, pp. 159-177. 14 Norbert Elias, 1987, La Sociedad de los individuos. Ensayos, Ediciones Pennsula, Barcelona, passim, especialmente pp. 143-176. 15 Georges Burdeau, 1970, Ltat, Paris, Editions du Seuil, p. 18. 16 Philip Abrams, 1988, Notes on the difficulty of studying the State, en Journal of Historical Sociology, vol 1, # 1, March 1988.13

13 la idea de un futuro y presente compartidos, propios de la Comunidad Imaginada, segn la concepcin de Benedict Anderson. De ah el nfasis en las fiestas patrias, ritos, tradiciones folclricas, las Academias nacionales de la Lengua y de la Historia17, que sustentan la tendencia a pensar en la nacionalizacin y estatalizacin de la poltica. En ese sentido, ese tipo de acciones responde a una importante funcin del Estado: la creacin de integracin poltica por medio de la construccin de vnculos emocionales entre los ciudadanos y de ellos con el territorio nacional. A estos vnculos imaginarios deben corresponder polticas que construyan cierto equilibrio entre las regiones, las comuniquen, les otorguen igualdad de representacin y acceso a las riquezas de la nacin. Por eso, nuestra insistencia en la necesidad de analizar los imaginarios identitarios correspondientes a la manera como la poblacin experimenta y siente los procesos de la poltica y del Estado. En una direccin similar, Pierre Bourdieu muestra cmo la consolidacin del monopolio de la fuerza, junto con sus condiciones previas de instauracin de una fiscalidad eficiente y de la unificacin econmica del mercado nacional, son inviables sin la concentracin del poder simblico, que da legitimidad y reconocimiento a la recaudacin fiscal, la administracin de la justicia estatal, la coercin fsica y al aparato burocrtico18. Para este autor, la concentracin del poder simblico, cuyo anlisis suele estar casi siempre ausente de los estudios sobre la gnesis del Estado, es una condicin necesaria de todos los dems procesos de concentracin del poder. Esta concentracin de poder simblico es parte esencial de la emergencia de la burocracia moderna como campo administrativo relativamente autnomo, independiente de la poltica y de la economa, que obedece a la lgica especfica de lo pblico, con una perspectiva de racionalizacin y desinters. La necesidad de esta concentracin es evidente en el caso de los recaudos fiscales, que muestra cmo se va transformando la concentracin del capital econmico en capital simblico: inicialmente, esta concentracin se centraba en la persona del monarca, pero luego este uso patrimonial se va convirtiendo en burocrtico, hasta que se hace posible hablar de gasto pblico. Sin embargo, esa transformacin no se produce de manera automtica: el fraude y la evasin fiscales son sntomas de que la legitimidad del impuesto y de la autoridad del gobernante no pueden darse por supuestas; mucho ms problemtica an es la aceptacin de la autoridad de los numerosos intermediarios de esta recaudacin. As, la distancia entre el rey y sus intermediarios es el fundamento de las rebeliones fiscales al grito de Viva el rey y muera el mal gobierno. Pero, segn este autor, se va produciendo paulatinamente un desarrollo progresivo de la legitimidad de la recaudacin fiscal, generalmente asociado con ciertas formas de nacionalismo, que ayudan a generar la realidad y la representacin del Estado como territorio unificado por el sometimiento a las mismas obligaciones, impuestas por las mismas necesidades de defensa. Es probable, paraBenedict Anderson, 1985, Imagined Communities. Reflections on the origin and spread of Nationalism, London, Verso editions. Y Charles Tilly, 1993, Cambio Social y revolucin en Europa, 1492-1992, en Historia Social, # 15, Invierno, 1993, 18 Pierre Bourdieu, 2002, Espritus de Estado. Gnesis y estructura del campo burocrtico, captulo del libro Razones prcticas. Sobre la teora de la accin, Editorial Anagrama, Barcelona, pp. 91-125; Pierre Bourdieu, 2005, De la casa del rey a la razn de Estado. Un modelo de la gnesis del campo burocrtico, en Loc Wacquant, coordinador, 2005, El misterio del ministerio. Pierre Bourdieu y la poltica democrtica, Editorial Gedisa, Barcelona, pp. 43-69.17

14 Bourdieu, que este sentimiento nacionalista se haya desarrollado primero entre los miembros de las instituciones representativas, ms dispuestas a conceder impuestos cuando aparecan motivados no tanto por los intereses privados del soberano cuanto por los intereses del pas Adems, sigue Bourdieu, la concentracin del capital y de la fiscalidad lleva consigo normalmente la concentracin del poder informacional y la unificacin del mercado cultural: los estudios sobre los recursos disponibles, los medios disponibles, los hombres reclutables, que introducen la necesidad de la contabilidad y de la estadstica, al lado de la unificacin de los cdigos, pesas y medidas, lo mismo que de los procedimientos burocrticos, las estructuras escolares y los ritos sociales. Adems del carcter legitimador que la concentracin de capital simblico otorga a la recaudacin fiscal y a sus consecuencias en materia de informacin, Bourdieu cmo ella permite al Estado ir moldeando las estructuras mentales e imponiendo visiones comunes a la poblacin: el Estado se convierte as en el lugar por antonomasia de la concentracin y el ejercicio del poder simblico. De ah la necesidad de superar la oposicin entre una visin fisicista, que concibe las relaciones sociales en trminos de relaciones de fuerza fsica, y una visin semiolgica, centrada en relaciones de sentido y comunicacin: las relaciones de fuerza son tambin simblicas y los actos de sumisin son tambin actos cognitivos, ya que los actores sociales construyen el mundo social por medio de estructuras cognitivas. Esas estructuras son formas histricas constituidas, de carcter arbitrario y convencional, cuya gnesis social se puede reconstruir. En sociedades diferenciadas, el Estado est en capacidad de imponer en un mbito territorial delimitado, de manera universal, estructuras cognitivas idnticas o similares, que fundamentan un acuerdo tcito y prerreflexivo sobre el sentido del mundo que permite experimentar el mundo como mundo del sentido comn. Por medio del marco que impone a las prcticas, el Estado inculca categoras comunes de percepcin y pensamiento, que son estructuras mentales de clasificacin, como fundamentos de una especie de consenso sobre evidencias compartidas, que constituyen el sentido comn. Para Bourdieu, este orden simblico se concreta en la imposicin de estructuras cognitivas al conjunto de la sociedad: la consistencia de dichas estructuras se debe, en buena parte, a su apariencia sistemtica y coherente y a su consonancia con las estructuras objetivas del mundo social. Esta consonancia no es un contrato explcito ni un acto libre y consciente a lo Weber, sino que tiene un carcter prerreflexivo: est arraigada en las estructuras incorporadas, que se han convertido en inconscientes, para atarnos al orden establecido. Por eso, para este autor, el Estado no precisa estar ejerciendo siempre la coercin fsica para producir un mundo social ordenado, ya que el orden establecido no plantea problemas de legitimidad salvo en momentos de crisis: se trata, en trminos del autor, de una sumisin dxica al orden establecido. El problema, segn Bourdieu, es olvidar que esta sumisin a una visin dominante en la sociedad es social e histricamente construida, que se ha impuesto despus de muchas luchas contra visiones contrarias: lo que hoy parece de sentido comn, algo natural ya dado antes de toda eleccin consciente, es el resultado de enfrentamientos entre dominantes y dominados. La asuncin de este orden simblico como algo ya natural remite al inconsciente y al pasado el recuerdo de las visiones descartadas en la lucha: de ah la

15 necesidad de analizar su gnesis histrica para comprender esta adhesin a las categoras comunes que el Estado impone y los fundamentos polticos de esta adhesin aparentemente natural. El proceso de construccin de este orden simblico muestra, segn Bourdieu, la manera como el punto de vista de los dominantes, de carcter particular, se impone como visin universal: el establecimiento del Estado responde a este proceso de constitucin del punto de vista de quienes dominan dominando el Estado como visin universal. De ah la importancia de considerar el papel de los agentes especializados de produccin de ese orden simblico, como los juristas y burcratas. El proceso de concentracin del capital jurdico permite objetivar y codificar el poder simblico: la justicia del rey va desplazando paulatinamente a la justicia de otras jurisdicciones como la de los seores feudales, municipios, gremios y autoridades eclesisticas, gracias a los recursos de apelacin. Para esta concentracin, los monarcas se apoyan en los juristas, que se van organizando y jerarquizando hasta constituir un campo jurdico autnomo, que va despojando a las jurisdicciones seoriales y eclesisticas en beneficio de la justicia real. De ah la necesidad de analizar el funcionamiento especfico del microcosmos burocrtico, la gnesis de los funcionarios como nueva nobleza del Estado, en especial del cuerpo de los juristas: el anlisis estructural del campo jurdico permite sacar a la luz los intereses particulares de los juristas y su relacin con el poder real: el inters de los juristas de dar forma universal a sus intereses particulares y elaborar una teora del servicio pblico buscaba autonomizar la Razn de Estado de la razn dinstica. Por eso, Bourdieu presta especial atencin al discurso de los juristas como creador del Estado: aparentando decir lo que el Estado era, los legistas conseguan que lo fuera diciendo lo que debera ser. El discurso sobre el Estado termina por constituirlo: el Estado va dejando gradualmente de ser una ficcin jurdica para convertirse en un orden autnomo, capaz de someter a la poblacin a la obediencia a sus funciones y autoridad. Para ello, los juristas inventan la Res Publica y la repblica como instancia trascendente a sus agentes que la encarnan provisionalmente, incluido el rey. Sin embargo, aclara el autor, el monopolio de lo universal solo puede conseguirse a costa de una sumisin, al menos aparente, a lo universal: la representacin burocrtica de lo universal debe aparecer como legtima y desinteresada. En contra de Marx, Bourdieu sostiene que la referencia obligada a los valores de neutralidad y dedicacin desinteresada produce efectos reales. Por eso, esta construccin de universalidad es uno de los motores histricos del progreso de valores universales, a pesar de las distancias de la prctica concreta con respecto a la norma oficial: los evidentes casos de utilizacin privada de lo pblico (malversacin de bienes y servicios, corrupcin o trfico de influencias) no deben hacer olvidar los efectos de la norma que obliga a los funcionarios a sacrificar sus interese privados a las obligaciones de sus funciones o, en forma ms realista, a los efectos del inters en el desinters que la lgica paradjica del campo burocrtico puede propiciar

16 La construccin del monopolio del poder simblico es analizado por el autor en torno al papel de burcratas y juristas en la transicin entre Estado dinstico y Estado burocrtico19: all precisa algunos aspectos como la relacin inicial de esos juristas con la casa real, todava de carcter patrimonial: el rey expropia los poderes privados en beneficio de otro poder privado, basado en el mrito y la competencia, lo que significa una redistribucin de las formas de poder simblico para conseguir una adhesin a su persona. Por otra parte, observa la permanencia de estructuras patrimoniales en los sectores burocratizados: el sistema de patronazgo y clientela subsiste bajo la fachada burocrtica y la importancia de clanes de base familiar, en apoyo al burcrata favorito, que contribuyen indirectamente a la burocratizacin. Y seala cmo el recurso del Estado dinstico a autoridades intermedias de personas que deben su poder a la persona del rey lleva consigo necesariamente una corrupcin estructural, ya que los funcionarios tienden a pagarse directamente por medio de sustracciones y desviaciones de recursos materiales y simblicos: la venta de informacin vitales a las autoridades superiores, la capacidad de acelerar o retardar un trmite, no transmitir una orden, o no tramitar una solicitud si no obtienen algn beneficio otorga grandes ventajas al funcionario subalterno Solo el lenguaje del derecho prepara la superacin de las ambigedades del Estado dinstico: la reflexin de los juristas sobre la idea de la Corona, como instancia autnoma y soberana, independiente de la persona del rey, combina la representacin dinstica de la casa real con la del Estado como cuerpo mstico, anlogo a la Iglesia. Para ello, acuden a los tratados sobre el poder, basados en la Biblia y los Padres de la Iglesia, especialmente al pensamiento de san Agustn y Aristteles: la realeza aparece como una magistratura, detentada por el monarca elegido por Dios, que debe tener en cuenta la ley natural y la razn para ser un buen guardin de la Res Publica. El recurso creciente al Derecho Romano en el continente europeo y el desarrollo de la Common Law en Inglaterra representan una laicizacin de estas ideas, al favorecer una interpretacin etnocntrica y laica de los textos jurdicos. As, el principio dinstico se convierte en estatal: el discurso sobre el Estado termina por constituirlo y ste va dejando gradualmente de ser una ficcin jurdica para convertirse en un orden autnomo, capaz de someter a la poblacin a la obediencia a sus funciones y autoridad. Adems, los juristas ayudan a construir el Estado por medio de una serie de prcticas racionales: la formalizacin de las sentencias, su registro, el estilo de pensamiento del derecho cannico y de la lgica escolstica, su modelo de argumentacin que pondera los pros y contras de cada decisin, la encuesta racional del problema (inquisitio). As, contribuyen, para Bourdieu, a la gnesis de un habitus burocrtico racional, basado en las virtudes de la prudencia, que domina las pulsiones afectivas, la inteligencia para actuar lcidamente y la cortesa como instrumento de regulacin social. Pero esta expansin del poder de burcratas y juristas se inserta en una lucha poltica por el poder entre clanes y familias: paradjicamente, las estructuras de parentesco y las luchas intradinsticas terminan por favorecer una autoridad independiente del parentesco, porque los lderes de las casas deben apoyarse en recursos de la centralizacin burocrtica para19

Pierre Bourdieu, 2005, De la casa del rey a la razn de Estado. Un modelo de la gnesis del campo burocrtico, en Loc Wacquant, coordinador, 2005, El misterio del ministerio. Pierre Bourdieu y la poltica democrtica, Editorial Gedisa, Barcelona, pp. 43-69.

17 neutralizar a los rivales. El rey necesita apoyarse en sus ministros y funcionarios, hombres nuevos emergentes, para controlar el poder de sus hermanos y familiares, en los cuales se apoya para limitar el poder de sus ministros. Esto lleva a una transicin entre un modo de reproduccin familiar, que no distingue entre pblico y privado, y un modo burocrtico de reproduccin, basado en la escuela. El resultado de este proceso es la separacin entre lo pblico y lo privado en la esfera del poder, que lleva a la constitucin de un orden propiamente poltico de los poderes pblicos, con una lgica propia, basada en la razn de Estado y en la virtud del desinters del burcrata, que supone la disociacin entre el funcionario y su funcin y la separacin entre intereses pblicos y privados. Para Bourdieu, este nuevo orden poltico supone la superacin del patrimonialismo, apropiacin privada de lo pblico, que es una caracterstica del Estado dinstico, aunque pueda estar presente en otras fases del Estado. Y la expropiacin poltico de los poderes privados (administrativos, militares, financieros), que implica la ruptura de los lazos naturales (como el parentesco) y de los procesos naturales de reproduccin a favor de instancias no domsticas como el poder real y el sistema escolar. As, el Estado es instituido por la instauracin de una legalidad especfica que rompe con las fidelidades originarias basadas en la etnia, la casta o la familia. Esta desfeudalizacin del Estado va acompaada del modelo escolar de reproduccin y de una verdadera mutacin cultural: el surgimiento y desarrollo de las universidades, entre los siglos XII y XIV, el desarrollo de las rdenes mendicantes que generalizan la alta cultura en los medios laicos de las ciudades, la expansin de las escuelas urbanas en los siglos XV y XVI y la invencin de la imprenta. A este cambio cultural corresponde un cambio poltico: la nominacin de funcionarios no hereditarios por parte del poder real. Apoyndose en los trabajos de Marc Bloch, muestra a Inglaterra como el primer Estado unificado por la no identificacin plena del oficio pblico con el feudo, al basarse en la intermediacin de agentes locales pero nombrados y revocables por la Corona. Los terratenientes van dejando la formacin militar a favor de la formacin universitaria o cortesana y las tropas ya no son formadas por magantes con soldados propios sino por tenientes coroneles a rdenes del rey: los seores feudales se convierten en asalariados del rey y la Curia regis en administracin pblica. Desde el siglo XII, los monarcas ingleses comienzan a asesorarse por clrigos, que son luego reemplazados por letrados laicos por el desarrollo de la Common Law en Inglaterra y el Derecho Romano en el continente. Estos letrados, cuyo poder se basa en la competencia profesional, a la vez producen el Estado y son producidos por l, gracias a la correspondencia de sus experticias con las necesidades de la administracin (escritura y derecho) y su tendencia a la racionalizacin del poder. La ficcin legal del Estado contribuye a su produccin por medio de un discurso que pone en accin la cosa pblica aportando al nacimiento de las instituciones estatales con medios de pensar realidades todava impensables y tcnicas administrativas de funcionamiento, como productos de la laicizacin de prcticas eclesisticas. Sin embargo, Bourdieu insiste en que ni basta incorporar a la realidad analizada los conceptos que empleamos para comprender esa realidad de la que hacen parte y que han

18 ayudado a construir: esos conceptos no son solo descripciones tericos sino tambin prescripciones prcticas que buscan hacer existir una nueva realidad social. Por eso, hay que reinsertarlos en la empresa de construccin del Estado de la que hacen parte. Por eso, la posicin de los legistas vara segn su relacin con el poder real: el discurso absolutista representa la posicin de los juristas vinculados al poder central, que buscan establecer una divisin clara entre el soberano y los sbditos y hacer desaparecer toda referencia a cuerpos intermedios entre ellos, mientras que en el Parlamento pueden aparecer otras tendencias ms cercanas a los intereses de esos cuerpos. Adems, algunos de los conceptos utilizados, como el de utilidad pblica, son instrumentos para afianzar su poder por medio de la afirmacin del predominio del servicio pblico del que hacen parte. Se combina, concluye el autor, el genuino inters por lo universal con el inters privado por el bien pblico. Para Bourdieu, no basta describir la lgica de esa imperceptible transformacin del poder que conduce a la burocracia sino que hay que familiarizarse tambin con el sentido profundo de muchas invenciones prcticas como sellos, firmas, decretos, inscripciones y circulares, que van instaurando una lgica burocrtica, de un poder impersonal e intercambiable, de apariencia racional, que parece estar investido de eficacia mgica. Lo mismo que con la red impersonal de una larga cadena de funcionarios plenipotenciarios, organizados jerrquicamente, que reciben su autoridad de un superior, ante el cual son responsables. El anlisis de la evolucin de la prctica de los sellos reales en la historia constitucional inglesa, basado en Maitland, le sirve a Bourdieu para mostrar cmo la cadena de autoridades y responsabilidades genera un orden pblico, basado en cierta reciprocidad en las propias relaciones jerrquicas: el funcionario ejecutante es, a la vez, controlado y protegido por su superior, pero, al tiempo controla y protege al superior contra el abuso de poder y el ejercicio arbitrario de autoridad. Sin embargo, advierte el autor, esta cadena de responsabilidades no impide necesariamente la apropiacin privada del capital econmico y simblico: es ms, puede hacer que crezcan las posibilidades de corrupcin por exaccin directa, pues el patrimonialismo central puede coexistir con el local de los intereses familiares o gremiales de los funcionarios. La disociacin entre el funcionario y su funcin solo se produce gradualmente: la invencin de lo pblico sigue siendo difcil. Su construccin terica se basa en el trabajo interesado de los juristas, como jueces y parte; y su implementacin prctica depende del progreso imperceptible de la divisin del trabajo de dominacin, que depende de condiciones estructurales que lleven a la disociacin del inters pblico y privado y a la renuncia al uso privado de un bien pblico. La configuracin del campo burocrtico es el resultado de una lucha poltica, que convierte al Estado burocrtico en el lugar de la lucha por el poder estatal, lucha restringida de hecho a una minora con derechos casi heredados. La conclusin de Bourdieu es la doble cara del proceso de surgimiento del Estado: la universalizacin y la monopolizacin de lo universal. Esta larga referencia a los anlisis de Pierre Bourdieu sobre la gnesis simblica del poder estatal, inspirados en los casos de Francia e Inglaterra, los referentes a la monopolizacin de la coercin fsica de Norbert Elias y la relacin de la guerra con la centralizacin del poder administrativo, planteada por Charles Tilly, lleva a la necesidad de introducir una

19 serie de cuestiones sobre la validez universal de esta evolucin. Y, para el caso de los pases iberoamericanos, plantearse el interrogante sobre los efectos de la insercin de instituciones inspiradas en esa historia particular cuando son trasplantadas a realidades sociales con otras historias. La comparacin de los casos especficos de los procesos de construccin del Estado y los respectivos procesos identitarios en Francia e Inglaterra con otros pases hace evidente que ellos muestran caminos diferentes segn las particularidades regionales. Es ms, una visin comparada del caso francs con otros pases muestra, tambin, que no todos los pases logran necesariamente el monopolio de la fuerza y la justicia. Segn las modalidades de cada pas y la correlacin concreta de fuerzas entre las instituciones estatales del orden nacional y los poderes de hecho existentes en regiones y localidades, pueden presentarse varias situaciones: las instituciones estatales de carcter central pueden someter a los poderes locales y regionales, ser dominados por ellos o verse obligadas a negociar y coexistir con ellos, otorgndoles una especie de delegacin de poder, que solo confirma el poder de hecho que ya poseen. El trasplante de instituciones a realidades distintas: modernidad y tradicin Por eso, conviene tener en cuenta las referencias que el propio Charles Tilly tiene acerca de los casos de Rusia, Espaa, Portugal y sus herederos iberoamericanos, que han sido frecuentemente sealados como anmalos con respecto al modelo universal. En Rusia, el gobierno supuestamente autocrtico del zar dependa totalmente de la cooperacin de los nobles terratenientes y de una burocracia que poda consumir todos loes excedentes generados por el Estado20. Por su parte, Espaa y Portugal evitaron el fortalecimiento civil del gobierno como fruto indirecto de la guerra porque las rentas coloniales financiaban el gasto militar y los oficiales del ejrcito seguan proviniendo de las clases aristocrticas y representando a la Corona en las provincias y colonias, mientras que los soldados rasos seguan siendo reclutados entre los sectores humildes de la poblacin. Esto minimizaba la necesidad de negociacin con la clase subordinada para obtener recursos para la guerra, que llev en otros pases a otorgar derechos y concesiones a la poblacin. Tambin considera Tilly la posibilidad de que Espaa y Portugal hubieran cado en la trampa territorial: los costos de la conquista y administracin de tantos territorios podan estar ya consumiendo los beneficios producidos por ellos21. En ese sentido, este autor insiste en que no se pueden considerar los casos de Espaa e Iberoamrica como anomalas o excepciones a la regla general de los procesos europeos de formacin del Estado sino una variable de las mltiples combinaciones posibles entre coercin y capital. Para Tilly, la experiencia espaola e iberoamericana es comprensible en sus propios trminos aunque no se adapte a generalizaciones abstradas de las historias de Inglaterra, Prusia y Francia: el problema no est en Espaa sino en la generalizacin, ya que la combinacin de una estructura relativamente centralizada con serios obstculos para la accin unitaria del Estado no es una patologa sino la consecuencia previsible del tipo de20 21

Charles Tilly1990, Coercin, capital y los Estados europeos, 990-1990, Madrid, Alianza editorial, p.237 Charles Tilly, 1990, o. c.., p.189

20 negociacin entre soberanos y poderosos locales y regionales en el proceso de crear una estructura centralizada. En esa negociacin, los poderosos procuraban a los gobernantes los medios para ir a la guerra a cambio de mantener un poder local que obstaculizara el desarrollo de cambios ulteriores que los soberanos impulsaban para reducir ese poder. Adems, segn Tilly, la experiencia europea, bien entendida, clarifica la situacin de Amrica Latina, especialmente lo referente a la gran autonoma de los jefes militares y los grandes terratenientes en gran parte del continente. En ese sentido, concluye este autor, en el sistema iberoamericano de Estados pueden verse an los cadveres decapitados de los imperios ibricos22. Por otra parte, la referencia a los Estados iberoamericanos introduce una importante lnea de reflexin sobre la relacin entre instituciones polticas y la realidad social donde se insertan, lo mismo que por el tipo de sociabilidades polticas con las que estn asociadas, que han sido caracterizadas por el contraste entre modernas y tradicionales. Desde los orgenes de la repblica, las discrepancias entre Bolvar y Santander giraban en torno a esa relacin: Bolvar estaba convencido de que la implantacin plena de las instituciones liberales a sociedades jerarquizadas por el sistema de castas iba a producir el caos social y la tirana de los caudillos, mientras que Santander confiaba totalmente en el benfico efecto de las instituciones liberales para mantener el orden social23. En el mismo sentido, los contrastes entre estos diferentes estilos polticos y las correspondientes sociabilidades polticas han llevado a autores como Franois-Xavier Guerra 24y Fernando Escalante25 a reflexionar sobre el resultado de superponer formas e instituciones polticas abstradas de las experiencias histricas de Francia e Inglaterra a sociedades jerarquizadas segn un rgimen de castas y unas poblaciones organizadas segn un sistema de privilegios, precisamente cuando estos sistemas haban empezado a ser amenazados por el creciente mestizaje y la fundacin de nuevas poblaciones al margen de ese sistema de jerarquas. El contraste entre formas polticas inspiradas en Francia e Inglaterra y las realidades sociales de nuestros pases han llevado a algunos autores a hablar de ciudadanos imaginarios (Escalante) o de la ficcin democrtica de un pueblo terico (Guerra), para ilustrar el abismo entre el proyecto explcito que alegaban las elites y su proyecto real: las elites hablaban de un ciudadano libre de presiones pero necesitaban seguir controlando al pueblo por medio de mecanismos clientelistas. Esta ficcin, segn Guerra, haca necesaria la intermediacin del cacique para que pudiera funcionar el Estado moderno en medio de una sociedad tradicional, pero su poder indispensable era siempre ilegal, oculto, vergonzante26.22 23

Charles Tilly 1990, o. c, pp. 18.17. Fernn E. Gonzlez, 1997, El proyecto poltico de Bolvar: Mito y realidad, `en Para leer la Poltica. Ensayos de Historia Poltica colombiana, II tomo, CINEP, Bogot. 24 Franois-Xavier Guerra, 1988, Mxico. Del Antiguo Rgimen a la Revolucin, Fondo de Cultura Econmica, Mxico; el contraste entre una Francia moderna y una Espaa e Iberoamrica atrasadas ha sido sealado por este mismo autor en 1992, Modernidad e Independencias. Ensayo sobre las revoluciones hispnicas, Fondo de Cultura Econmica, Mxico. 25 Fernando Escalante, 1993, Ciudadanos Imaginarios, El Colegio de Mxico, Mxico y 1995, Clientelismo y Ciudadana en Mxico, en Anlisis Poltico # 26, IEPRI, Universidad Nacional de Colombia, Bogot, diciembre de 1995. 26 Franois-Xavier Guerra, 1988, o. c., tomo II, pp., 332-335...

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Esta distancia entre el discurso y la prctica poltica de las elites y la percepcin de atraso que experimentaban de algunos sectores de la intelectualidad y dirigencia de nuestros pases al contrastarlos con la realidad de algunos pases europeos han llevado a algunos a pensar la sociedad colombiana en trminos dicotmicos, como los que hemos sealado antes: esta mirada dualista contrapone un sector moderno, caracterizado por instituciones democrticas y legislaciones copiadas de la experiencia de pases desarrollados y Estados consolidados, y un sector atrasado, caracterizado por las relaciones cara a cara y poderes de corte gamonalicio y clientelista. En ese contexto, se concibe que una de las misiones del Estado central es modernizar la sociedad para introducir al pas en el concierto de los pases civilizados por medio de una serie de reformas modernizantes, de carcter tecnocrtico, pensados por una burocracia salida de sectores medios urbanos. As, el pas ha intentado varias veces la modernizacin de la sociedad y de la poltica, para poner al pas al da en relacin con los pases civilizados de Occidente y abrir nuestra economa al mercado mundial. Los intentos de modernizacin en el caso colombiano Estos esfuerzos del Estado por modernizar las sociedades consideradas atrasadas comienzan con las reformas borbnicas de mediados del siglo XVIII y continan en los comienzos de nuestra vida republicana en el siglo XIX: en ese entonces nuestros noveles gobernantes se enfrentaban al desafo de crear una nacin a partir de un territorio delimitado como una unidad administrativa del Imperio colonial de Espaa, que encubra regiones y sociedades muy heterogneas y articulaba poco a localidades y regiones muy aisladas entre s, con grandes distancias y una difcil geografa que dificultaba las comunicaciones entre ellas. Estos esfuerzos continan con los intentos reformistas de la llamada Repblica liberal de mediados del siglo XIX y su respuesta de modernizacin autoritaria e hispanizante de la Regeneracin de 1886; uno de los intentos modernizantes ms exitosos tuvo lugar ya en el siglo XX con la llamada Repblica liberal de los aos treinta, que tambin afront la reaccin de sectores del partido conservador y de la Iglesia catlica. Este contexto explica parcialmente el papel que desempearon los partidos polticos tradicionales como articuladores entre las regiones y el Estado central e intermediarios entre formas polticas de corte moderno, copiadas de naciones desarrolladas y Estados consolidados, y estilos polticos de corte tradicional en mbitos regionales y locales a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX27. La articulacin de las regiones por medio de los partidos, concebidos como confederaciones muy laxas de poderes regionales y locales, permita a las instituciones del Estado central ejercer algn tipo de presencia en las regiones27

Fernn E. Gonzlez, 1993, Tradicin y Modernidad en la poltica colombiana, en Violencia en la regin andina. El caso Colombia, CINEP, Bogot y APEP, Lima; 1997, Aproximacin a la configuracin poltica de Colombia en Para leer la Poltica. Ensayos de historia poltica colombiana, CINEP, Bogot; 2001; 1997, Crisis o transicin del sistema poltico colombiano, en Controversia # 171, CINEP, Bogot, diciembre de 1997; 2001, Ciudadana e Identidad nacional. Los desafos de la globalizacin y diferenciacin cultural al Estado Nacin a la luz de los inicios de nuestra vida republicana, en Controversia # 178, CINEP, Bogot, mayo de 2001.

22 y recibir informacin sobre las necesidades y tensiones de sus pobladores. Adems, los partidos permitan ir integrando a los estratos sociales emergentes en las ciudades y en el campo, como las Sociedades de artesanos urbanos y los grupos de poder que se iban consolidando en las regiones recin integradas al conjunto de la vida nacional. La gradualidad y conflictividad de esos procesos de integracin regional y social se expres en numerosos episodios de nuestra vida poltica, especialmente en las guerras civiles de carcter nacional, que se mueven en torno a las tensiones entre los polos nacional, regional y local28. Muchas de esas tensiones tienen que ver con las reformas modernizantes de los gobiernos liberales en la segunda mitad del siglo XIX y las resistencias que despertaban en el partido conservador y algunos sectores de la Iglesia: estas luchas culminan con la modernizacin autoritaria y centralizante de la Constitucin de 1886, que estaba acompaada de la Restauracin catlica del concordato de 1887 y que supona un intento de regreso a la tradicin hispnica. Un nuevo intento liberal de modernizacin poltica y social, liderado por Alfonso Lpez Pumarejo, de carcter ms secular y pluralista, produjo un ambiente de polarizacin social y poltica, que prepara el contexto de la llamada Violencia de los aos cincuenta. Sin embargo, ni el intento de modernizacin liberal ni esos episodios violentos significaron una ruptura del modelo bipartidista de intermediacin poltica. En cambio, ya en la segunda mitad del siglo XX, este modelo de articulacin poltica empieza a mostrar sus limitaciones con la resistencia de sectores de la sociedad, buena parte de los partidos polticos tradicionales y de sectores de los aparatos del propio Estado contra los intentos de modernizar la sociedad colombiana desde la accin de los aparatos estatales: los intentos reformistas del gobierno compartido del Frente Nacional (1958-1974) como la Reforma Agraria y las Reformas administrativa y constitucional de 1968, evidenciaron el contraste entre el diseo de polticas, de corte reformista, y los efectos concretos que producen en regiones y sectores de la poblacin. En este caso, estas diferencias llevaron a algunos autores, como Ana Mara Bejarano y Renata Segura, a hablar de modernizacin selectiva del Estado29, que mostraron el impacto diferenciado de las reformas en los propios aparatos del Estado y la distancia entre lo que los sectores reformistas haban planeado y los resultados concretos que produjeron. Por otra parte, la resistencia de algunos sectores econmicos y polticos a los intentos reformistas mostraba tambin diferentes correlaciones de fuerza entre instituciones centrales y los poderes existentes de hecho en localidades y regiones. Esta confrontacin fue produciendo la erosin gradual de las relaciones entre los jefes polticos del orden nacional y los poderes

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Fernn E. Gonzlez, 2006, Partidos, guerras e Iglesia en la construccin del Estado-Nacin en Colombia (1830-1900), La Carreta histrica, Medelln; para la visin de la historia poltica colombina desde la contraposicin de los polos nacional, regional y local, ver Fernn E- Gonzlez, 1997, Aproximacin a la configuracin poltica de Colombia, en Fernn E. Gonzlez, Para leer la Poltica. Ensayos de historia ooltica colombiana, CINEP, Bogot; para una lectura de las guerras civiles desde esos polos, son tiles los artculos de Stathis Kalyvas, 2001, La Violencia en medio de la guerra civil. Esbozo de una teora, en Anlisis Poltico, # 42, enero-abril de 2001 y La ontologa de la violencia poltica: accin e identidad en las guerras civiles, # 52, septiembre-diciembre de 2004. 29 Ana Mara Bejarano y Renata Segura, 1996, El fortalecimiento selectivo del Estado durante el Frente Nacional, en Controversia # 169, CINEP, Bogot, noviembre de 1996.

23 locales y regionales, que fue llevando al predominio de los llamados barones electorales de las regiones30. Esta tendencia a la diferenciacin de sectores y regiones se hizo an ms evidente con la reflexin e investigacin recientes sobre la Violencia colombiana, especialmente sobre sus diferencias regionales: el diferente desarrollo de los conflictos armados en el espacio y el tiempo muestra claramente las maneras diferentes como las instituciones del Estado se relacionan con las poblaciones de las diversas regiones y localidades segn su ubicacin geogrfica, su insercin en la vida econmica y poltica del conjunto de la nacin y las particulares condiciones de su organizacin social. En ese contexto, algunos hablaron de la ausencia de las instituciones estatales como causa y ocasin de la Violencia, mientras que otros se referan a la precariedad de los aparatos del Estado como mecanismos de resolucin de los problemas y tensiones de la sociedad. Otros hablaban de territorialidades blicas para definir la relacin de la poblacin bajo el control de uno u otro actor armado y de soberanas en vilo o en disputa para caracterizar los territorios donde ninguno de loa actores armados tena el pleno control de la situacin. Y otros autores relacionaban esta diversidad de situaciones como el contraste entre zonas ms integradas al conjunto de la regin o nacin y zonas perifricas o marginales, poblaciones disponibles para la insercin de actores armados ilegales. Este contraste ha obligado a matizar la concepcin ideal del Estado, como realidad homognea y claramente diferenciada de la sociedad, con pleno dominio sobre el conjunto de la sociedad, para evitar la tentacin a sobreestimar la capacidad de las instituciones estatales para la transformacin de la sociedad, que pasa por alto las limitaciones que las situaciones realmente existentes en regiones y localidades. Esta contraposicin nos ha llevado a la necesidad de combinar los anlisis polticos de tipo estructural e histrico con los anlisis sobre la manera concreta como se vive y experimenta la presencia del Estado realmente existente en regiones y localidades. Lo mismo que de un anlisis ms en profundidad de las particularidades regionales y locales que hacen diferentes los efectos de las reformas estatales pensadas desde el centro del pas. Lo mismo que del contraste la idea abstracta del Estado, la manera como funcionan concretamente sus aparatos en diferentes situaciones y el modo como son percibidos por diferentes poblaciones y regiones En ese sentido, el hecho de que el Estado colombiano nunca haya tenido control total del territorio y que nunca haya detentado el pleno monopolio de la violencia legtima, en vez de aparecer como anomala e irregularidad, aparece como parte de nuestro proceso particular de formacin de las instituciones estatales y de construccin de Nacin. Particularmente, fenmenos recientes como la violencia poltica, pueden ser vistos como parte de un proceso de integracin de territorios y pobladores a la vida nacional, y como intentos de sustitucin de una dominacin indirecta a una directa. Y los diversos intentos de modernizacin econmica, social y poltica, expresados en una serie de propuestas de reformas institucionales, reflejan diferentes momentos de proyectos de estatalizacin y

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Francisco Gutirrez, 2007, Lo que el viento se llev? Los partidos polticos y la democracia en Colombia, 1958-2002, Grupo editorial Norma, Bogot.

24 nacionalizacin de la vida nacional, que con frecuencia pasan por alto las particularidades de las situaciones regionales y locales. 3. La presencia diferenciada del Estado en Colombia Estas consideraciones previas sobre la relacin de las instituciones del Estado con diferentes regiones y sectores sociales, la distancia entre reformas modernizantes y sus resultados concretos, los correspondientes estilos polticos que se desprenden de lo anterior y los diferentes impactos de la Violencia han llevado a desarrollar el concepto de presencia diferenciada del Estado: esta conceptualizacin pretende dar cuenta de los distintos tipos y momentos de integracin -poltica, econmica y cultural- de las regiones y las poblaciones que existen dentro del territorio. Es as como hay regiones donde las instituciones estatales funcionan de manera aceptable segn los cnones burocrticos modernos y racionales, al lado de regiones donde las instituciones estatales son prcticamente inexistentes o reducidas a la dimensin militar; y zonas donde ellas deben negociar continuamente su funcionamiento con los poderes locales y regionales, de corte gamonalicio o clientelista. Adems, la mirada retrospectiva sobre esos territorios a lo largo de la historia permite detectar el carcter dinmico y cambiante de la relacin de esas instituciones con las diferentes regiones: algunas de las regiones, caracterizadas hoy por el funcionamiento burocrtico y la plena integracin al conjunto de la nacin, fueron en el pasado regiones conflictivas y marginales31. La diversidad regional del conflicto armado A esta diferenciacin de la relacin con las instituciones estatales corresponde tambin una diversidad de formas de violencia en relacin con el territorio: Mara Teresa Uribe ha elaborado as el trmino de territorialidades blicas para caracterizar los espacios donde la autoridad estatal no es soberana y existen poderes alternos que le disputan el control. En esas reas la soberana interna permanece en vilo: es la situacin de los territorios de refugio y resistencia de las guerrillas en su momento fundacional, situados en sitios de difcil acceso en regiones de colonizacin, donde las guerrillas proporcionaban cierto orden interno predecible al dirimir tensiones internas, controlar la delincuencia menor, definir derechos de posesin e impulsar la realizacin de obras de inters comn. Adems, en algunas de esas regiones de colonizacin, las guerrillas han jugado el papel de fundadores, lo que influye lgicamente en la conformacin de identidades locales y regionales. As, conforman un cierto embrin de estado al cumplir funciones de proteccin, control y seguridad, a cambio de lealtad y obediencia32. En una lnea muy semejante se mueve el anlisis de la justicia guerrillera de Mario Aguilera33.

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Fernn E. Gonzlez, Ingrid J. Bolvar y Tefilo Vsquez, 2003, Violencia poltica en Colombia. De la nacin fragmentada a la construccin del Estado, CINEP, Bogot... 32 Mara Teresa Uribe, 2001, Las soberanas en disputa: conflicto de intereses o de derechos?, en Nacin, ciudadano y soberano, Corporacin Regin, Medelln, pp. 251-261. 33 Mario Aguilera, 2001, Justicia guerrillera y poblacin civil, 1964-1999, en Boaventura de Sousa Santos y Mauricio Garca, El caleidoscopio de las justicias en Colombia, Colciencias, ICANH, Universidad de los Andes , Siglo del Hombre editores y Universidad de Coimbra, Bogot, tomo II, p.393.

25 Tanto la misma Mara Teresa Uribe como Daniel Pcaut sealan las analogas entre estos rdenes locales incipientes y las formas de patronazgo-clientela que acompaan la jerarquizacin social y econmica y la conformacin de poderes locales en las regiones de colonizacin que se articulan a la nacin por la va de las estructuras de los partidos liberal y conservador. La diferencia no reside en el orden interno que se configura sino en la articulacin o ruptura con los partidos tradicionales y los aparatos del Estado. Para Pcaut, esta continuidad hace posible que los habitantes de zonas de colonizacin acepten cierto grado de coaccin armada como parte de la integracin de sus regiones a la nacin. Sin embargo, este poder local de los grupos guerrilleros como protoestado o embrin de Estado, les permita a ellos, y a los grupos de milicianos a ellos vinculados, desarrollar micronegociaciones semiprivadas con alcaldes, concejales, juntas de accin comunal para reorientar, de manera ms o menos forzada, los proyectos locales de desarrollo y la inversin pblica34. Por su parte, Pcaut seala las implicaciones que tiene para la institucionalidad democrtica estas interacciones de jueces, alcaldes y concejales con los actores armados para definir las reglas del juego vigentes de hecho: la vigilancia de los grupos guerrilleros sobre las administraciones municipales les permita ejercer relaciones de patronazgo para el otorgamiento de viviendas, la legalizacin de barrios de invasin, las negociaciones de campesinos con los empresarios y los poderes locales35. Esta relacin de tutela sobre las administraciones locales es ms propia del estilo de presencia guerrillera en zonas ms integradas a la vida econmica y poltica de la nacin, como en zonas de explotacin petrolera o cocalera donde se presentan otras formas de imbricacin entre actores armados, movimientos sociales y agentes estatales. En el caso del movimiento de los campesinos cocaleros del Putumayo, Mara Clemencia Ramrez, muestra los conflictos de los miembros de la comisin del gobierno central con los funcionarios pblicos locales, las tensiones entre el gobernador y los funcionarios locales en las negociaciones, que ilustran el carcter no monoltico del Estado. En estas negociaciones, la imbricacin entre actores armados y autoridades locales no est muy lejos de la que supone la mediacin clientelista de los gamonales locales del conservatismo y liberalismo36. En el caso del Arauca, estas continuidades entre las prcticas de las guerrillas y las de los gamonales tradicionales sorprende mucho a Andrs Peate, que llega a hablar de clientelismo armado: su anlisis de la vida poltica local muestra las tensiones entre los grupos polticos rivales, su instrumentalizacin de los grupos armados, las rivalidades entre los grupos guerrilleros de diferente orientacin y sus relaciones diferenciadas con la poblacin civil. En el manejo de los recursos provenientes de la explotacin petrolera, el ELN copiaba las prcticas y los hbitos de la clase poltica, criticada por la opinin pblica, y se mezclaba en las luchas polticas del orden local37. En ese sentido, para Marco Palacios, es obvio que las guerrillas se apoyan en redes clientelares propias de la jerarquizacin de las sociedades rurales, en redes de parentesco y las dinmicas propias de compadrazgos,Mara Teresa Uribe, o. c., p.263. Daniel Pcaut, 2001, Guerra contra la sociedad, Editorial Planeta colombiano, Bogot, p.266, 36 Mara Clemencia Ramrez, 2001, Entre el Estado y la guerrilla: identidad y ciudadana en el movimiento de los campesinos cocaleros del Putumayo, ICANH, Bogot, pp., 228, 256. 37 Andrs Peate, 1999, El sendero estratgico del ELN: del idealismo guevarista al clientelismo armado, en Malcomo Deas y Mara Victoria Llorente, Reconocer la guerra para construir la paz, CEREC, UNIANDES, Editorial Norma, Bogot, pp. 79 y ss.35 34

26 amistades y odios entre familias y veredas. As pudo la guerrilla consolidarse como clase poltica local en regiones de reciente asentamiento como algunas comarcas del Arauca, Meta, Guaviare y Caquet38. Esta situacin de imbricacin con poderes locales se modifica con la expansin de grupos guerrilleros de su nicho original para proyectarse hacia zonas ms integradas, donde existan ya lazos de patronazgo y clientelas previamente constituidos. Las FARC, a partir de su sptima conferencia en 1982, empiezan una expansin territorial por medio del desdoblamiento de sus frentes y el acceso a los recursos del narcotrfico: se establecen as en zonas que experimentaron transformaciones en la estructura ganadera (Meta, Caquet, Magdalena Medio, Crdoba), agricultura comercial (zona bananera de Urab, reas de Santander y sur del Cesar), explotacin petrolera (Magdalena Medio, Sarare, Catatumbo), carbonfera (Cesar y Guajira), oro (Sur de Bolvar, Bajo Cauca antioqueo) y coca (Nario, Putumayo; Huila, Cauca, Tolima, Caquet y Guaviare, Sierra Nevada de Santa Marta y Serrana del Perij). Y en zonas fronterizas (Sarare, Norte de Santander, Putumayo, Urab) y costeras (Sierra Nevada, Urab, occidente del Valle), para buscar salidas para el contrabando de drogas y armas. Por su parte, el ELN tambin se reactiva en los aos ochenta, despus de su desastre en Anor en 1973, gracias a la extorsin a las compaas extranjeras que construan el oleoducto Cao Limn-