proyecto de david
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Instituto Tecnológico Superior “Daniel Álvarez Burneo”
LA FAMILIA
David Isaac Cuenca Gualán
Adrian Leonardo Quizhpe Bustán
Físico - Matemáticas
Hermano Mariano Morante
3ro “G”
2010
Loja –Ecuador
1. TEMA
Las causas por las cuales los alumnos de los segundos cursos de bachillerato de especialidad
físico-matemático del Instituto Tecnológico Superior “Daniel Álvarez Burneo” de la ciudad de Loja,
dejan de acudir a la eucaristía y su influencia en la familia.
2. OBJETIVOS.
1.1 Objetivo General.
Demostrar que los jóvenes no se interesan en la eucaristía, y que esto afecta de algún
modo en su familia.
1.2 Objetivos Específicos.
- Demostrar la falta de preocupación por ir a la iglesia de parte de ciertos jóvenes.
- Comprobar que los ciertos jóvenes dejan sus creencias por desobediencia a sus
padres.
- Demostrar que los padres de ciertos jóvenes ya no inculcan valores católicos.
- Intentar descubrir los factores por los cuales los jóvenes no se interesen por la
eucaristía.
3. JUSTIFICACIÓN.
El tema elegido por nuestro grupo se basa en las causas principales por las cuales los
jóvenes dejan de ir a eucaristía y lo aplicamos a la sociedad lojana. Muchos jóvenes por
desobediencia hacia sus padres simplemente le quieren llevar la contraria en todo lo que
ellos digan o hagan y otros jóvenes nunca han recibido una educación religiosa de parte
de sus padres, este proyecto de investigación ayudara a entender mucho mejor la
situaciones por las que pasan algunos jóvenes que prefieren no ir a la eucaristía.
La principal razón por la que hemos elegido este tema es que nos intriga el que jóvenes
que se hacen llamar católicos dejan de practicar su religión.
Este proyecto ayudara a la sociedad lojana para entender un poco más acerca de los
jóvenes, y también ayudara a los padres o representantes de ciertos adolecentes, a que
los eduquen mejor en valores cristianos, ya que es obligación de ellos guiarlos por la
religión y encaminarlos por un proyecto de vida.
Con esta investigación queremos demostrar que es posible una mejor relación entre los
jóvenes y la comunidad religiosa católica, ya que los jóvenes de ahora se despreocupan
mucho por su proyecto de vida en cuanto a lo religioso.
A simple vista esto podría tornarse un proyecto sin ninguna utilidad, pero a largo plazo
se podrá ayudar a los jóvenes y a la sociedad a practicar mucho más la religión católica,
y a la educación de sus valores.
4. MARCO TEÓRICO.
La Eucaristía (del griego: Εuχαριστία eucharistia, "acción de gracias") es uno de los
principales ritos cristianos, llamado también en comunión, "Cena del Señor" o "Santa
Cena". Según la tradición del catolicismo, es "el sacramento del sacrificio del Cuerpo y
de la Sangre de Jesucristo, instituido por él mismo para perpetuar en los tiempos
venideros, hasta su segunda venida, el sacrificio de la Cruz".Quien realiza este acto es
únicamente el sacerdote y los materiales son el pan de trigo y el vino de vid.
En la Iglesia Católica Apostólica Romana y la Iglesia Católica Ortodoxa, la Eucaristía
es la fuente y culmen de toda vida cristiana. Es signo de unidad, vínculo de caridad y
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da
prenda de la vida eterna (Cfr. Compendio del Catecismo de Doctrina Católica n. 271).
Además del nombre de Eucaristía suele denominársele Santa Misa, Cena del Señor,
Fracción del Pan, Celebración Eucarística, Memorial de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor, santo Sacrificio, Santa y Divina Liturgia, Santos Misterios,
Santísimo Sacramento del Altar y Sagrada Comunión.
Teología de la Eucaristía
Se pueden considerar cinco elementos principales que han sido objeto de la reflexión
teológica acerca de la Eucaristía: la institución del sacramento, la Eucaristía como
sacrificio incruento, la Eucaristía como presencia real de Cristo, la Eucaristía como
comunión y la Eucaristía como prenda de la Institución del sacramento La teología
católica considera la Eucaristía como un sacramento y por tanto afirma que fue
instituida por Jesucristo durante la Última Cena. Ahora bien, esto se dio, según los
relatos evangélicos en un contexto amplio:
Cena Pascual. Se realizó durante una cena, una cena de intimidad, de despedida,
en un ambiente religioso. Si se trató realmente de una cena de Pascua parece
irresoluble con los datos disponibles debido a motivos de cronología y la escasa
información explícita que pudiera dirimir la discusión. La tradición apostólica, a
partir de Pablo, y después de Juan, considera la muerte de Jesús en cruz en clave
pascual: «Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado». La tradición patrística es
generosa al presentar la cruz, la resurrección y, por tanto, la misma cena del
Señor como realización de la Pascua.
Así se puede afirmar que la eucaristía fue prefigurada ya en el Antiguo
Testamento, especialmente en la cena pascual, celebrada por los judíos, donde
consumían pan sin levadura, carne de cordero asada al fuego y hierbas amargas.
Los elementos principales de la celebración de la Pascua judía se encuentran en
los siguientes textos bíblicos: Ex 12:1-8; Dt 16; Lv 23:5-8; Nm 28:16-25.
La Pasión. Jesús ya está existencialmente en estado de pasión, de sufrimiento
cuando tiene la Última Cena con sus discípulos. Se subraya la conciencia que
Jesús tenía de su muerte y del tipo de pasión que sobrevendría, anunciada
también por medio de la Eucaristía. Se trataría incluso de una acción profética.
Jesús invita a comer, a participar y a hacer memoria de lo que Él realiza.
Servicialidad mutua. De acuerdo con el relato del evangelista Juan, antes de la
cena Jesús habría lavado los pies a sus discípulos y habría mandado a todos ellos
que siguieran ese ejemplo de servicialidad.
Ahora bien, a partir de esos contextos, la Iglesia católica afirma que la institución de la
Eucaristía por Jesucristo, tal como lo relatan los evangelios sinópticos, se realizó cuando
tomando en sus manos el pan, lo partió y se los dio a sus discípulos diciendo:
Tomad y comed, este es mi cuerpo que será entregado por vosotros para el perdón de
los pecados. Tomad y bebed todos de él porque esta es mi sangre, sangre de la alianza
nueva y eterna que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los
pecados. Haced esto en conmemoración mía.
Cfr. Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:19-20; ICor 11:23-26
Eucaristía como sacrificio
La profundización de este aspecto de la teología se debe, como en otras ocasiones, a las
herejías o negaciones que se han dado durante la historia. Quizás el mayor incentivo de
esta fue la negación de la transubstanciación y de la institución como sacrificio hecha
por Wycliff.
El concilio de Trento intervino reinstaurando la tradición ya contenida en los escritos de
los padres de la Iglesia acerca del sacrificio de la misa. Sin embargo, partió de allí
también la reflexión sobre la especificidad del carácter de tal sacrificio. Existe un
carácter sacrificial pero no queda clara la relación que existe entre el sacrificio redentor
de Cristo y el sacrificio eucarístico, cómo y en qué medida la Eucaristía es memorial,
presencia del único sacrificio de la cruz, y en qué medida este único sacrificio debe
hacerse presente en la Eucaristía por la Iglesia a favor de la salvación del mundo.
En los Padres de la Iglesia
En la Iglesia de los padres apostólicos y anteriores al Concilio de Nicea se trata siempre
de la Eucaristía como un sacrificio. Incluso la terminología relacionada con ella pone
inmediatamente en el contexto sacrificial.
Para referirse a la relación con el único sacrificio de Cristo, los padres usan de
terminología mistérica: imagen, semejanza, símbolo, tipo, misterio pues nos hace
presentes en el misterio de la muerte ya acaecida del Salvador.
En la escolástica
La teología medieval no ha progresado mucho en la reflexión sobre el sacrificio
eucarístico. Se profundiza en otros temas a partir del estudio del texto del canon
romano.
Pedro Lombardo afirma en el libro de Sentencias: «La misa es llamada 'sacrificio y
oblación porque es memoria y representación del verdadero sacrificio y de la santa
inmolación hecha en el altar de la cruz... él es inmolado cada día en el sacramento,
porque en el sacramento se cumple la memoria de cuanto ha sido realizado una sola
vez'» (dist. 12 7).
Tomás de Aquino usa el verbo «representante» para referirse a la Eucaristía en relación
con el sacrificio de Cristo.
Así, dada la dificultad de comprender el fondo teológico de la expresión «representar»
se fue pasando de la representación de naturaleza sacramental a una de tipo simbólico-
dramática que terminó por disminuir considerablemente la práctica de la comunión por
parte de los fieles.
Según el teólogo Max Thurian las tendencias interpretativas que dieron pie a las críticas
de los reformadores eran las siguientes:
Se minimizó el carácter cristológico del sacrificio y de la intercesión y la
unicidad del sacrificio de la cruz y el triunfo de Cristo sobre la muerte, por
medio de su resurección.
Se exageró la eficacia de los efectos de la misa «ex opere operato» pero sin
insistir en la participación activa y responsable en comunión con Cristo y su
sacrificio.
Se exageró el carácter propiciatorio de la misa para la remisión de los pecados.
Tanto, que se sobrepone la misa a la Pasión de Cristo.
En la Reforma Protestante
Martín Lutero, Philipp Melanchthon, Ulrico Zuinglio y Juan Calvino rechazaron
unánimemente el carácter sacrificial de la Eucaristía. Por lo mismo no aceptaron el
papel del sacerdote en la consagración de la hostia, sino que consideraron que leer las
partes de la Escritura correspondientes a la Cena del Señor y partir y distribuir el pan y
repartir el vino podían ser funciones asignadas a cualquier cristiano asistente a la Cena.
Lutero afirma que, dado que el hombre sólo es justificado por Dios a través de la fe y no
de las obras, la misa es una obra humana más sin mayor eficacia que el de aumentar la
fe. El sacrificio de Cristo es uno solo y la misa es un don recibido, no una ofrenda
sacrificial que podamos dar a Dios. Por ello, abolió el canon romano y las misas
privadas, dejando solo el recuerdo de la Cena.
Zuinglio, partiendo también del hecho de que el sacrificio de Cristo es único, afirma que
la misa es sólo un recuerdo del sacrificio, una garantía de la redención que nos obtuvo el
Señor.
Calvino afirma no sólo la unicidad del sacrificio, sino también del sacerdote que
excluye cualquier sucesor o vicario. Tras algunos titubeos, debidos a la claridad de los
padres de la Iglesia en este argumento, afirmó sólo el sentido de la Cena como recuerdo
dejado por Cristo a sus discípulos.
Recientemente algunos reformadores han vuelto a considerar la teología del sacrificio
eucarístico y en los documentos teológicos elaborados entre católicos y luteranos o
anglicanos hay diversas posiciones más o menos cercanas, aunque todavía no comunes.
En la Contrarreforma
El Concilio de Trento subrayó la teología de la cruz propia de la carta a los Hebreos. La
misa es una sacrificio visible, como conviene a la naturaleza humana y de la Iglesia, que
representa y recuerda el único sacrificio de la cruz y aplica su fuerza de salvación y
redención sobre los pecados de cada día. Sin embargo, hay una distinción de modo dado
que el sacrificio de la Cruz fue cruento y el de la Eucaristía es incruento.
Se siguieron varias teorías que partiendo de la definición de sacrificio dada por la
filosofía de la religión quisieron aplicar esa noción a la Eucaristía corriendo el peligro
de separarla de su relación con el sacrificio de la cruz.
En el magisterio del siglo XX
Pío XII en la encíclica Mediator Dei, retoma las afirmaciones tridentinas desarrollando
los fines del sacrificio eucarístico: latréutico, eucarístico, propiciatorio e impetratorio.
Pablo VI en la encíclica Mysterium fidei subraya la ofrenda de la Iglesia como parte del
sacrificio.
El Catecismo de la Iglesia Católica habla de un sacrificio sacramental que es memorial
del sacrificio de Cristo. Por tanto, la categoría que usa es la del memorial bíblico. Re-
presenta el sacrificio de la cruz siendo memorial de él y aplicando sus frutos. El
sacrificio de Cristo en la cruz y el de la Iglesia es un solo sacrificio; la Iglesia se asocia
al sacrificio de Cristo y se une en la ofrenda y en la intercesión, en la comunión de los
santos y por los difuntos.
En la Cena, Cristo anticipa sacramentalmente su sacrificio de la cruz y manda repetirlo
en el futuro como su memorial. En la cruz tenemos el misterio pleno y absoluto de la
oblación y de la inmolación de Cristo. En la misa se cumple el memorial de la cruz, a
partir del mandato de la cena y con su estructura de banquete sacrificial. Pero la misa no
representa la cena, sino la cruz en manera directa. La cruz es plenitud y punto de
referencia tanto para la cena como para la misa. Tanto por la naturaleza histórica y
visible del hombre y de la Iglesia como por los pecados cotidianos, es necesario que la
misa se celebre muchas veces.
Eucaristía como presencia real
La iglesia católica afirma que el pan y el vino consagrados se convierten en el cuerpo y
sangre de Cristo, respectivamente, pese a que los dos elementos (pan y vino) conservan
sus accidentes (color, olor, sabor, textura, etc). Esta teoría es llamada
"transubstanciación". Las Iglesias de Comunión Anglicana, sostienen que el pan y el
vino una vez consagrados, son el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sin analizar que pasó
con las substancias primarias, simplemente en las palabras del Señor Jesús: "Este pan es
mi Cuerpo", "este vino es mi sangre", por eso se le considera, Jesucristo Sacamentado,
Presencia Real del Señor Jesús en el Sacramento del Altar. La iglesia luterana, por su
parte, confiesa que en el sacramento el cuerpo y sangre de Cristo subsiste junto con los
elementos de pan y vino, denominándose esta teoría "consustanciación". La mayoría de
iglesias reformadas (bautistas, pentecostales, etc), creen que el pan y el vino no cambian
y sólo utilizan la eucaristía como una rememoración de la Última Cena.
En los Padres de la Iglesia
La teología de los padres de la Iglesia afirma con claridad la presencia del cuerpo y de
la sangre del Señor, y la dimensión sacramental del pan y del vino. El problema
entonces es explicar la relación entre la realidad y los signos sacramentales. Se habla,
como en los demás sacramentos, de verdad de contenido y diversidad de modo. Las
expresiones utilizadas para referirse al modo de realización de la presencia van desde el
«santificarse» o «eucaristizarse» hasta el más fuerte «llegar a ser» (γίνομαι). En cuanto
al pasaje de una realidad a la otra, los verbos usados son más descriptivos: hacer,
transmutar, convertir, transformar, etc.
La fe en la presencia eucarística se une a la fe en las palabras de la institución y esta
sostiene la creencia de que Cristo sigue estando presente sacramentalmente tras la Misa
y se puede conservar y trasladar la Eucaristía.
En la escolástica
En el medioevo la reflexión fue más rica en matices debido al influjo de la escolástica.
Hubo tendencias de realismo exagerado de tipo físico: la carne de Cristo en la Eucaristía
sería absolutamente la misma que tuvo tras su encarnación y la Misa sería un caso de
antropofagia querida por Dios. A los seguidores de esta línea se les llamó «cafarnaitas».
También se abrió paso la teología del símbolo sacramental que distinguía entre la
presencia del cuerpo y de la sangre del Señor tras su encarnación y el modo de su
presencia sacramental. Berengario de Tours fue todavía más allá subrayando de manera
extrema el simbolismo (cf. De sacra Coena) y por tanto, la subjetividad de la presencia
real que hacía depender de la fe. La Iglesia católica en diversos sínodos condenó la
posición de Berengario y se le obligó a suscribir profesiones de fe que se iban al otro
extremo.
Hay que esperar al siglo XIII para una reflexión teológica más equilibrada. De manos de
Alberto Magno, Buenaventura y Tomás de Aquino se abre paso la afirmación de la
presencia real y sacramental. Con la ayuda de la filosofía aristotélica –en especial la
distinción entre sustancia y accidentes– se elabora la teología de la
«transubstanciación».
Tomás de Aquino trata teológicamente del tema en la tercera parte de la Summa
Theologiae, cuestiones 75 a 77 y de manera espiritual y con lirismo en los himnos que
compuso para la misa de Corpus Christi, solemnidad instituida por el Papa Urbano IV
tras el milagro de Bolsena.
En el IV Concilio de Letrán se consagra la terminología escolástica: «bajo las especies
del pan y del vino se conviene verdaderamente, transubstanciados, en pan el cuerpo y en
vino la sangre por el poder de Dios» (DS 802). También en el II Concilio de Lyon: «en
el mismo sacramento el pan se transubstancia realmente en el cuerpo y el vino en la
sangre de nuestro Señor Jesucristo» (DS 860).
En el Concilio de Constanza se condena la posición de Wycliff que afirmaba una suerte
de «consubstanciación» debido, según su opinión, a la imposibilidad de permanencia de
los accidentes en caso de cambio de sustancia.
En la Reforma
Todos los reformadores rechazaron el dogma de la transubstanciación, por lo cual
descartaron al terminar la celebración de la Cena cualquier cuidado especial o
veneración especial por el pan o el vino sobrantes; por lo mismo eliminaron los
sagrarios y custodias, así como las patenas, pues en la Cena del Señor no se trataba de
venerar múltiples partes de la hostia convertidas cada una en Cristo, sino de hacer como
Jesús en la Última Cena, lo cual por lo demás no exigía usar copas de oro u objetos
especialmente valiosos, que en realidad se convertían en riquezas del clero.
Lutero, dado su rechazo de la filosofía de Aristóteles, criticaba ásperamente la teología
de la transubstanciación, aunque afirmaba la presencia real de Cristo en la Eucaristía en
una suerte de consubstanciación semejante a la afirmada por Wycliff –sin su base
filosófica– y que denomina «ubiquismo». Por ello negaba también la presencia real tras
la celebración de la cena.
Zuinglio negaba la presencia real, pues consideraba que Cristo está presente en la
celebración de la Cena solo espiritualmente para estimular la fe, de lo cual el pan y el
vino son un símbolo.
Calvino admite una cierta presencia («virtus spiritualis») durante la celebración de la
cena pero relacionada con la fe y niega la presencia después de ella.
Los anabautistas consideraron que la realidad del cuerpo y la sangre de Cristo en la
celebración de la Cena no está determinada por una transubstanciación, sino porque la
comunidad cristiana es el cuerpo de Cristo. que efectivamente comparte un mismo
alimento; y es su sangre porque cada integrante de la comunidad cristiana también ama
como Cristo amó, hasta entregar la vida por los demás. Así el vino y el pan que se parte
en la Cena, son unión comunitaria con la sangre de Cristo y participación de su cuerpo,
de manera que los que comparten el mismo alimento son un solo cuerpo ICor 10:16-17,
del cual Cristo es cabeza Ef 1:22-23 Col 1:18.
En la Contrarreforma
El tema se afrontó en la sesión XIII del Concilio de Trento en el año 1551, donde se
aprobó el Decreto sobre la Santísima Eucaristía.
Las cualidades de la presencia quedan fijados: «En el Santísimo Sacramento de la
Eucaristía, está contenido verdadera, real y sustancialmente el cuerpo, la sangre, el
alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por tanto, Cristo todo entero».
Aunque la expresión más usada es la de «presencia real», el concilio de Trento habla
más bien de «contiene» o «es contenido» (continetur) lo cual se ha de entender desde el
punto de vista sacramental (por la realidad del signo). Al acentuar que la presencia es de
alma y divinidad, en Trento afirma también un punto de vista más personal e íntegro
que cierto «cosismo» que se había venido desarrollando en la teología. Finalmente se
afirma tal presencia como debida a las palabras de la consagración.
Asimismo en relación con la transubstanciación, el Concilio afirmó: «Una admirable y
singular conversión de toda la substancia del pan en el Cuerpo y de la substancia del
vino en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, aunque permanezcan las especies de pan
y vino. A esta conversión, la Iglesia católica de manera muy apta llama
'transubstanciación'». La palabra «conversio» se toma en su sentido de mutación, a
partir de la filosofía pero hay que decir que se trata de una conversio única dado que se
cambia la sustancia y permanecen las especies, es decir, las propiedades sensibles de la
cosa. Por ello, los padres conciliares la llaman «admirable» y «singular». Se ha de notar
también que se afirma la conversio de toda la sustancia contra las teorías de
consubstanciación y ubiquismo.
Finalmente el Concilio de Trento reafirmó con fuerza la permanencia de la presencia
real tras la celebración de la Misa y, por tanto, el culto que los fieles podían dar a ella en
las iglesias. La presencia de «totus Christus» en cada especie y en sus fragmentos queda
dogma de fe que implica una especie de multipresencia misteriosa y sacramental.
La fuerza de la controversia llevó a que en ámbito católico algunos exasperaran las
expresiones sea de piedad (exagerando la presencia real del Cristo hombre) sea de
realismo (Dios mismo en el pan). También se produjeron problemas debidos a la nueva
noción de sustancia que se iba abriendo camino en la filosofía moderna.
En el magisterio del siglo XX
El Papa Pío XII en la encíclica Mediator Dei reafirmó la presencia real y el culto
eucarístico y en la encíclica Humani Generis condenó las posturas teológicas que
hablaban de presencia simbólica. Pablo VI en la encíclica Mysterium Fidei repropuso
las líneas principales de la teología tridentina y afirmó los diversos modos de presencia
de Cristo en su Iglesia, privilegiando el eucarístico.
En el Catecismo de Juan Pablo II, tras recordar las distintas presencias de Cristo en su
Iglesia (cf. número 1373), se recuerda la singularidad de tal presencia en las especies
eucarísticas y aclara que se le llama real no porque las otras sean irreales sino porque
esta es por excelencia. Afirma además: «La presencia eucarística de Cristo comienza en
el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan lasa especies
eucarísticas» (número 1377) para tratar luego las consecuencias que de ello se derivan
hacia el culto de la Eucaristía fuera de la Misa.
Eucaristía como comunión
Dado que la primera misa se tuvo en el contexto de una cena, la teología, en especial
tras el Concilio Vaticano II ha profundizado en el sentido de este convivió y en la
responsabilidad que se sigue de mantener la unidad para que el compartir el mismo pan
implique la unidad de corazón y de vida en el seguimiento de Cristo.
El misterio eucarístico que expresa y realiza la comunión con Cristo y entre nosotros,
requiere la participación digna y comprometida de los fieles en el banquete eucarístico.
La doctrina de los Hechos de los Apóstoles une la celebración de la fracción del pan con
la realidad de la comunidad cristiana y a sus compromisos de comunión hasta la
condivisión de los bienes.
En la época patrística la relación Eucaristía-Iglesia es muy sentido. La Iglesia se
presenta siempre entorno al único altar, en la perfecta comunión de fe, bajo la
presidencia del obispo con su presbiterio, como sugiere Ignacio de Antioquía. De la
Eucaristía fluye toda la vida y la acción de la comunidad cristiana, de la caridad social
hasta el martirio. La Iglesia se reencuentra en su signo propio y en su experiencia
fundante alrededor del misterio del cuerpo y la sangre del Señor.
Tomás de Aquino subraya que la gracia de la Eucaristía es la «unidad del Cuerpo
Místico», la comunión con Cristo y entre nosotros, la unidad del pueblo cristiano.
A este respecto, el Catecismo de Juan Pablo II afirma los siguientes frutos o efectos de
la comunión:
La comunión acrecienta la propia unión con Cristo.
La comunión separa del pecado.
Por la comunión se hace la Iglesia.
La comunión entraña un compromiso en favor de los pobres.
En la teología de la liberación
La teología de la liberación enfatiza el contexto de persecución e inminencia de la
muerte que celebró Jesús con los suyos la Última Cena. Se ve alegría por la nueva
alianza y la salvación y tristeza por la realidad de la muerte. Este conflicto no impide la
celebración sino que se supera con el amor de la comunión. La Cena es el compartir de
quienes se han reconciliadado y están entregando su vida por la reconciliación entre los
humanos y así, de todos con Dios. Por ello la Eucaristía no debe seguir siendo
manipulada para expresar una reconciliación inexistente. Como en Hechos 2:37-47 la
fracción del pan debe estar unida a la comunión de bienes materiales y a la unión de
corazones, la oración y el Espíritu.
Eucaristía como prenda de la gloria futura
Se trata de una expresión usada en una oración antigua: «... et futurae gloriae nobis
pignus datur» (se nos da una prenda de la gloria futura). Dado que la Eucaristía es
memorial no sólo del sacrificio de Cristo en la Cruz sino también de su Resurrección,
los que participan en ella reciben una anticipación de la gloria que experimentarán en el
cielo.
Así, según la teología católica, la Eucaristía aumenta la esperanza y es remedio de
inmortalidad, según la expresión de Ignacio de Antioquía (cf. Carta a los Efesios 20 2).
El texto de la tercera plegaria eucarística recoge admirablemente esta esperanza al hacer
la conmemoración de los difuntos:
[...] tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás
las lágimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para
siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas».
Elementos teológicos del sacramento católico
Los elementos esenciales para celebrar la Eucaristía son el pan de trigo y el vino de vid.
Sin embargo, conviene decir algo más sobre la materia y forma del sacramento.
Material
Se ha de usar pan ácimo. Los orientales han usado y usan pan fermentado. En el primer
milenio hasta el siglo XI también en Occidente se usó pan normal. En la Institución
general del misal romano se confirma el uso del pan ácimo (núm. 282). Ha de ser de
trigo y confeccionado recientemente.
El vino ha de ser puro, del fruto de la vid, natural y genuino, sin substancias extrañas y
no alterado. Se mezcla con un poco de agua. Se han dado tres interpretaciones para el
uso del agua (además del evidente para reducir su fuerza). El primero dependiente de la
reflexión sobre el agua y la sangre que salieron del costado de Cristo tras la lanzada (cf.
Jn 19 34). Cipriano interpreta el agua como la participación de la Iglesia en el sacrificio
de Cristo (cf. Carta 63 13). La tercera interpretación ve en el agua mezclada la doble
naturaleza divina y humana en Cristo (así en la oración que el sacerdote reza mientras
introduce el agua en el vino antes de bendecirlo).
En la tradición oriental se usa más bien vino purísimo.
No es lícito consagrar una materia sola durante la Misa o consagrar ambas fuera de la
Misa (cf. Código de derecho canónico, canon 927).
Forma
Teológicamente se puede afirmar que la forma del sacramento en este caso depende de
las palabras mismas de Jesús: «Haced esto en memoria mía» que involucrarían una
necesidad de repetir palabras y gestos en un ambiente de alabanza y de acción de
gracias. Ahora bien, las palabras de la consagración pronunciadas abiertamente son la
forma del sacramento.
Se discute todavía sobre el valor que hay que dar a la epíclesis y su relación con las
palabras consacratorias. Los padres de la Iglesia, tanto de Oriente como de Occidente
afirman que la transubstanciación se ha de atribuir a las palabras consagratorias y a la
fuerza del Espíritu Santo que es invocada, precisamente en la epíclesis.
Ministro
Sólo el sacerdote válidamente ordenado puede celebrar válidamente la Eucaristía. Para
la licitud se requiere además que no esté impedido por ley canónica. Aunque en el
número 902 del Código de Derecho Canónico se habla de la concelebración como una
posibilidad, la Instrucción general del misal romano alienta decididamente esta práctica.
Asimismo, se fomenta la celebración cotidiana aunque, con algunas excepciones, no
resulta lícito que un sacerdote celebre la Misa más de una vez al día.
Sujeto
Todo bautizado puede y debe ser admitido a la comunión a menos que tenga algún
impedimento. Para los niños se requiere que tengan uso de razón y hayan recibido
alguna catequesis acerca del sacramento.
Desarrollo del rito
En la Primera Apología de Justino (cc.LXV-LXVII) se describe la celebración
eucarística con las siguientes partes: liturgia de la palabra, homilía, oración de los fieles,
abrazo de la paz, presentación de los dones y plegaria eucarística, comunión eucarística,
comunión de bienes.
"65. Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de vino, y
tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su
Hijo y por el Espíritu Santo y pronuncia una larga oración de gracias, por habernos
concedido esos dones que de Él nos vienen... Y una vez que el presidente ha dado
gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman "ministros" o
"diáconos" dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre el
que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.
66. Y este alimento se llama entre nosotros "Eucaristía", de la que nadie es lícito
participar, sino el que cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el
baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que
cristo nos enseñó... cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: "Haced esto
en memoria mía, éste es mi cuerpo". E igualmente tomando el cáliz y dando gracias,
dijo: "Esta es mi sangre", y que sólo a ellos les dio parte.
67. Seguidamente, nos levantamos todos a una y elevamos nuestras preces, y éstas
terminadas, como ya dijimos, se ofrece pan y vino y agua, y el presidente, según sus
fuerzas, hace igualmente subir a Dios sus preces y acción de gracias y todo el pueblo
exclama diciendo "amén". Ahora viene la distribución y participación, que se hace a
cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío por medio
de los diáconos a los ausentes".
A partir del siglo III los testimonios acerca de la celebración de la Eucaristía son cada
vez más claros, sea en relación con el esquema celebrativo que permanece
sustancialmente el propuesto por Justino, sea por los numerosos textos de plegarias
eucarísticas para la celebración. Tales textos contienen una verdadera catequesis
teológica y de fe sobre la Eucaristía. En el libro de las Constituciones apostólicas se
indica el orden de la celebración: liturgia de la palabra, oración de los catecúmenos y
abrazo de la paz (los catecúmenos se retiran), presentación de los dones, anáfora o
plegaria eucarística, comunión, oración después de la comunión, oración de bendición y
despedida.
La plegaria eucarística consta de los siguientes elementos:
1. Acción de gracias que se expresa en el prefacio.
2. Aclamación de alabanza del pueblo con el sanctus.
3. La epíclesis para pedir la intervención del Espíritu Santo que transformará el pan
en el cuerpo y el vino en la sangre del Señor.
4. La narración de la institución con las palabras consacratorias.
5. El memorial o anámnesis del misterio pascual de Cristo.
6. La ofrenda de la Iglesia a través y junto con la víctima sagrada.
7. Las peticiones e intercesiones por los vivos y muertos.
8. La doxología final que glorifica a Dios.
Latinoamérica era formada por una sociedad católica en su mayoría y sobre todo con
familias católicas en toda la extensión de la palabra. Imperaba en las vidas de los padres
y los hijos de esas familias, una gran fe en Dios, en Jesucristo, Dios y hombre
verdadero, en su santísima madre la Virgen María y en todos los dogmas de la Santa
Madre Iglesia Católica, fundada por nuestro señor Jesucristo. Esa gran fe, producía en
ellos, el deseo de que antes que cualquier cosa, estaba la voluntad de Dios y que todas
las acciones de los miembros de estas familias debían de ser llevadas a cabo para
cumplir el fin para el que fuimos creados: Conocer, amar y servir a Dios y mediante
esto alcanzar la gloria y ahí ser felices con Él, en el Cielo, eternamente.
Así ha ocurrido en muchas sociedades: De ser pueblos idólatras, llenos de ignorancia y
de maldad, fueron evangelizados y bautizados para convertirse en hombres y mujeres
católicos, hijos de Dios, con amor y devoción por las cosas de Cristo y su Iglesia. La
religión Católica se había extendido a casi todos los rincones de la tierra y las familias
católicas formaban sociedades con una religión y una cultura predominantemente
católicas
.
El camino destructivo que convirtió a la mayor parte de los países de Latinoamérica,
que estaba formada por católicos fervientes, a Latinoamérica actual llena de ateos
prácticos; sin Dios o contra Dios, que es lo mismo. “Quien no está conmigo está contra
Mí…” (Lc 11-23).
Este camino o revolución destructiva se puede dividir en cinco procesos, los cuales se
muestran en los cuadros 1 y 2 (verlos al final del escrito).
Es evidente que todos estos procesos se imbrican en el tiempo. No existe una línea
divisoria claramente marcada y todos ellos persisten hasta la actualidad, en diversas
formas y manifestaciones, pero siempre igual de destructivos para nuestras sociedades y
familias católicas. Veamos como sucedió este cambio; como las cualidades o
características de Latinoamérica Católica fueron combatidas y disminuidas hasta acabar
con ellas.
En los cuadros, podemos ver como se ha dado este proceso de descristianización. Lo
debemos gravar bien en nuestras mentes. La sociedad católica de la edad media, fue
paulatinamente desintegrada. Pero esto no es solamente algo histórico, algo que ya pasó.
Este mismo proceso desintegrador se repite cada día en tu sociedad y en tu familia. Este
proceso destructivo de la cristiandad es igual al que sufre tu familia a diario.
El daño de los 5 procesos en la familia
Existe, sin duda, ese proceso antes mencionado y si no lo identificamos, no podremos
defender a nuestras familias. Podemos ver que tiene mil caras y usa del engaño como su
arma preferida. La familia es fervorosa y tiene a Dios por centro. Cuidado, el
humanismo con todas sus manifestaciones: artísticas, filosóficas, políticas, etc. tratará
de que los miembros de la familia tengan, en la práctica, sus vidas como el centro, y así
aflojarán en los ejercicios de piedad en casa y en el templo y poco a poco estarán listos
para el siguiente proceso y así, tal como lo vimos en Latinoamérica. Desgraciadamente,
en la actualidad, las familias católicas fervorosas y con vida sobrenatural son escasas. El
humanismo o primer proceso ha hecho bien su trabajo. Desde generaciones previas ha
tenido éxito y ha estado preparando el terreno para el siguiente paso.
El segundo proceso, el espíritu de protestantismo, también ha hecho deterioro en
nuestras familias, mediante miles de formas. Tiene que ver con la confianza y
obediencia a la Santa Iglesia Católica y con todo tipo de autoridades. Con la autoridad
paterna. Estimula la separación y el libertinaje de los hijos y deriva o da origen al
liberalismo y al supra-capitalismo en la sociedad. Nuestras familias están ya imbuidas
de liberalismo, el tercer proceso. Sus miembros aceptan a Cristo como Dios...pero en el
Cielo; no lo aceptan como Rey en la Tierra. Es muy comprometedor, puede llevar al
martirio y eso no va con el espíritu liberal. Numerosas familias juegan, como los
liberales, con dos amos: Dios y el mundo. El domingo a Misa, pero los viernes al
cabaret o al “table dance”. O bien, el sábado por la mañana comulgan, pero por la tarde
van y se visten a la moda (independientemente de que el vestido sea pudoroso o no).
Que no dejan de dar limosna a la Iglesia... pero no les pagan a sus empleados un salario
justo y decoroso.
También Latinoamérica ha estado bajo el yugo de gobiernos comunistas y sí ha habido
una influencia importante de la doctrina socializante en nuestros gobiernos y en nuestras
familias. La sociedad y el trabajo como el centro de la vida en vez de Dios. Por algo el
comunismo que corresponde al cuarto proceso ha sido condenado claramente por la
Iglesia (Pío IX, León XIII, Pío XI y Pío XII).
Ahora bien, así como los cuatro primeros procesos han actuado y siguen afectando a
nuestras familias, la quinta revolución o irrealismo también nos está afectando
constantemente. Tiene por objeto ser subjetivo siempre. Todo es virtual, puede o no
puede ser. Mezcla lo bueno con lo malo, lo verdadero con lo falso, lo bello con lo feo y
hace que perdamos los límites de las cosas. Vale la pena que nos detengamos un poco
más en este último proceso, que es el que más nos atañe.
Fases del 5° proceso de descristianización o la quinta revolución: el irrealismo
1.- Vida acelerada:
Para no tener tiempo de pensar en Dios. Para que no puedas meditar, para que no puedas
rezar, ni convivir con la familia. Para que no seas un hombre reflexivo. La vida de las
ciudades.
2.- Pérdida del pensamiento lógico:
Cada vez cuesta más trabajo platicar y entenderse con algún tipo de gente. Nunca en la
proporción que existe ahora.
3.- Sociedad de imágenes:
Ahora la mayor parte de las cosas nos entra por los ojos. Sí, también las cosas
intelectuales y las inmorales. La televisión es un ejemplo típico. No te das cuenta de que
además del problema moral, fomenta la pereza física y sobre todo la intelectual. Que
separa a la familia, que aísla a sus miembros. Pero no sólo la TV, sino todos los medios
publicitarios y pedagógicos. Compara un paisaje de la naturaleza, su belleza, con esta
publicidad basada en el atractivo hacia los objetos.
4.- Cambio de las buenas costumbres:
Hay múltiples ejemplos; tomemos las reglas de cortesía, que traducen un respeto, una
cultura de damas y caballeros, algo elegante y bello que se va perdiendo. Y así las
modas en la ropa, en las diversiones, en el trato con los padres y maestros. Tal parece
que la moda es ser ahora todo lo informal que se pueda.
5.- La aversión al esfuerzo:
Esa es la no digamos la forma de tratar de vivir, sino el objetivo de vivir. Toda la
tecnología del hombre dedicada al menor esfuerzo.
6.- El acostumbramiento a lo feo.
La juventud latinoamericana a la punk, de pelos parados o a la darketo, todos de negro.
Para estar a la moda, para ir contra lo viejo. Para parecerse a quién… La música sin
ritmo y melodía es la mejor… Las mejores películas, las de acción matando a muchos
pero a muchos y en la forma más sangrienta y sádica, las cintas de degenerados o las de
terror diabólico. Y así en todos los campos… el caso es que le digan a lo feo, bonito; a
lo malo, bueno; y a lo irreal, real. En fin acostumbrarse a la presencia del demonio, para
que éste, por medio de sus seguidores, pueda continuar la última fase de la revolución:
7.- La aparición social del satanismo.
Desgraciadamente ya hay en el mundo y también en Latinoamérica, evidencias claras de
este hecho. La música de Rock pesado ya tiene muchas canciones dedicadas al diablo
abiertamente. Hay grupos con su nombre. En San Francisco y en otras ciudades de los
Estados Unidos hay una catedral o un templo para el culto del Diablo. El padre de la
mentira, poco a poco, (para él no hay prisa) va buscando su objetivo, que los humanos
cambiemos, que no amemos a Cristo, que los hombres no adoremos a Dios, sino que lo
odiemos desde el infierno como él mismo lo hace. Las sectas satánicas no son sólo un
elemento cinematográfico, sino una realidad que crece en la sociedad. La salvación es
un problema personal, pero mucho ayuda una familia verdaderamente católica.
Defiende a la tuya de sus enemigos. La Santísima Virgen que aplastó la cabeza de
Satanás ya una vez, lo hará de nuevo.
5. INVESTIGACIÓN.
4.1. METODOS
Como en toda investigación utilizaremos el método inductivo-deductivo, ya que partiremos
de las encuestas planteadas a ciertos estudiantes que serán comprobadas durante el desarrollo
del problema que ha sido planteado, de este modo se podrá arribar las conclusiones y
generalizaciones.
Concomitante con este método, utilizaremos también el método analítico-sintético porque
haremos un desglose de los diferentes aspectos incluidos en los diversos tipos de pensar de los
estudiantes.
4.2. TECNICAS
Para desarrollar el tema de proyecto utilizaremos la técnica de la observación, realizando
consultas bibliográficas en diversos libros, revistas y el internet relacionados con lo que son las
causas por las que jóvenes dejan de asistir a la eucaristía.
Posteriormente utilizaremos la técnica de síntesis donde se plasmarán las situaciones que
permiten el desarrollo de nuestro tema de investigación así como también nos otorgará la
facultad de discernir sobre los diversos factores que lo permiten.
Cabe recalcar que las técnicas utilizadas son apropiadas y consentirán nuestros objetivos de
investigación procurando que la misma sirva de soporte a nuestro mejor entendimiento y
desenvolvimiento en nuestra especialidad así como también servirá de apoyo para las
generaciones que necesiten de nuestra investigación.
6. CONCLUSIONES.
- Los conocimientos que hemos generado mediante este proyecto de investigación
permitirá que generaciones futuras puedan saber cuáles son las razones por las
cuales ciertos jóvenes dejan de asistir a la eucaristía.
- Mediante esta investigación se podrá detectar el o los problemas por los cuales
algunos jóvenes atraviesan y dejan de practicar la religión católica.
- También podemos detectar la desobediencia de parte de ciertos jóvenes hacia
sus padres o el conflicto que tienen los mismos para llevarles la contraria.
- En algunos casos se podrá detectar que algunos padres ya no inculcan ciertos
valores católicos en sus hijos.
7. RECOMENDACIONES.
1.- Una de las principales recomendaciones para trabajos futuros es el que se les brinde
a los estudiantes más tiempo para la preparación y entrega del mismo.
2.- Otra muy importante recomendación es que a los estudiantes se les brinde horas
clase para poder realizar en ciertos casos encuestas hacia otros cursos, ya que en recesos
los estudiantes se dispersan, y es casi imposible que profesores de otras materias nos
brinden este tiempo.
3.- Más preparación sobre qué tema debemos elegir.
8. Bibliografía.
1. Ousset J. Para que el Reine. Catolicismo y Política. Por un orden Social Cristiano.
Ed: Gráficas Lebrija, Madrid, 1972. Segunda parte, p 63 a 285.
2. Belloc Hillaire, Europa y la Fe. 3° edición. Ed: Sudamericana. Buenos Aires. 1967.
3. Bellloc Hillaire, La grandes herejías, 3° edición, Ed: sudamericana. Buenos
Aires, 1966.
4. Alvear Acevedo C. Historia General. Ed:Jus, México, 1966
5. Tam D, G. Notas sobre la revolución en la Iglesia.