quemando almidón

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Quemando almidón La tarde caía lentamente como el crepitar del fuego. Una comitiva reunida, algunos rostros adustos, otros aburridos y toda la plana que contemplaba la escena. Era un miércoles de los últimos días de setiembre de 1990 , y en ese punto de la república, donde la tierra era y sigue siendo roja, los cedrales y los caminos interminables, dibujan paisajes silenciosos , en donde toda cosa que se coseche, crece y donde también hay muchos frutos prohibidos, como la cantidad de espiritus de quienes yacen chupando barro. El acto, por supuesto era oficioso y el calor reinante, la mala hora elegida para el efecto y el hecho de saber que todo era parte de una gran hipocresía, al hombre serio del norte lo ponía nervioso. Le hacía perder sus maneras conservadoras, y amenazaba con salir de él y transformarse en una demostración poco dada en su semblante, siendo que era conocido por lo prudente y educado de su gestión y sus conversaciones. “mister, quiere colocarse el tapabocas por favor” Suena la pregunta que corta el silencio. Una voz femenina, casi de locutora de radio le hacía replantearse si valía la pena decir en ese momento, y públicamente lo que pensaba de todo eso. “Muuuuy bieeen”.. Su castellano difícil, salía con esa fuerza que se traducía en cada informe que salía de su despacho y que periódicamente, sin pausa , enviaba a la gran potencia de la cual era representante. Cuando llegó recién al país pensaba que eran todos indios, predecibles y que el país realmente no estaba preparado para la transición democrática. Luego sus impresiones fueron variando y comprendió rápidamente que por más que tenía protección de sus

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Page 1: Quemando Almidón

Quemando almidón

La tarde caía lentamente como el crepitar del fuego. Una comitiva reunida, algunos rostros adustos, otros aburridos y toda la plana que contemplaba la escena. Era un miércoles de los últimos días de setiembre de 1990 , y en ese punto de la república, donde la tierra era y sigue siendo roja, los cedrales y los caminos interminables, dibujan paisajes silenciosos , en donde toda cosa que se coseche, crece y donde también hay muchos frutos prohibidos, como la cantidad de espiritus de quienes yacen chupando barro.

El acto, por supuesto era oficioso y el calor reinante, la mala hora elegida para el efecto y el hecho de saber que todo era parte de una gran hipocresía, al hombre serio del norte lo ponía nervioso. Le hacía perder sus maneras conservadoras, y amenazaba con salir de él y transformarse en una demostración poco dada en su semblante, siendo que era conocido por lo prudente y educado de su gestión y sus conversaciones.

“mister, quiere colocarse el tapabocas por favor”

Suena la pregunta que corta el silencio. Una voz femenina, casi de locutora de radio le hacía replantearse si valía la pena decir en ese momento, y públicamente lo que pensaba de todo eso.

“Muuuuy bieeen”..

Su castellano difícil, salía con esa fuerza que se traducía en cada informe que salía de su despacho y que periódicamente, sin pausa , enviaba a la gran potencia de la cual era representante. Cuando llegó recién al país pensaba que eran todos indios, predecibles y que el país realmente no estaba preparado para la transición democrática. Luego sus impresiones fueron variando y comprendió rápidamente que por más que tenía protección de sus pares y tenía una misión, debía cuidarse mucho entre esos indios antidemocráticos. Vietnam , el terrorismo y la guerra fría parecían una pesadilla alegorica que tendría continuidad en el país de las oportunidades. Suspiraba y pensaba que añoraba esos tiempos, donde el enemigo estaba identificado y que toda cosa tendría una justificación y que los buenos serian siempre los buenos y los malos serian malos..y sobre todo, que el bien triunfaría sobre el mal.

De momento , en esta misión, en este extraño país, el mal estaba ganando y por goleada.