recuerdos de la convenciÓn de...

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RECUERDOS DE LA CONVENCIÓN DE AGUASCALIENTES Francisco VELA GONZÁLEZ Sociedad Neoleonesa de His- toria, Geografía y Estadística LA PODEROSA DIVISIÓN DEL NORTE, mandada por el general Francisco Villa, había dejado de obedecer al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, por causas que n o es posible analizar en la brevedad de esta exposición, por lo que el general Pablo González, jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, con el patriótico deseo de solucionar el conflicto, propuso, con aprobación del Primer Jefe, l a ce- lebración de unas conferencias que tuvieron lugar en la ciu- dad de Torreón, en julio de 1914, concertándose un pacto que de nada sirvió, pues el conflicto siguió en pie. 1 Es muy importante observar que uno de los artículos del citado pacto especificaba que, al tomar posesión de la presi- dencia provisional de la República, el Primer Jefe convoca- ría a una convención integrada por jefes del Ejército Consti- tucionalista, a razón de u n delegado por cada mil hombres de tropa. Esta convención tendría principalmente el objeto de formular el plan de Gobierno a seguir y fijar la fecha en que deberían celebrarse elecciones, pero lo raro del caso es que entonces ninguna de las dos facciones se acordó de la existen- cia del Ejército Libertador del Sur, mandado por el general Emiliano Zapata. A mediados de agosto de 1914, después de celebrados los tratados de Teoloyucan para la rendición y licénciamiento del Ejército Federal, Carranza envió una carta en la que pro- ponía al general Zapata una entrevista con miras a unificar las dos facciones. 2 Se debe advertir que ya desde el principio ele la Revolución, en mayo de 1913, Carranza había invitado al general Zapata a secundar el Plan de Guadalupe; 3 y su hermano Jesús Carranza, en julio de 1913, escribió desde Matamoros una carta muy conciliatoria en la que expresaba al general Zapata que su causa era "hermana de la nuestra", 4 pero nada bueno resultó de estos intentos de acercamiento. A fines de agosto de 1914, gracias a la intervención de

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RECUERDOS DE LA CONVENCIÓN DE

AGUASCALIENTES

Francisco VELA GONZÁLEZ Sociedad Neoleonesa de His­toria, Geografía y Estadística

L A PODEROSA D I V I S I Ó N D E L N O R T E , mandada p o r el general Francisco V i l l a , había dejado de obedecer a l P r i m e r Jefe de l Ejército Const i tucional is ta , Venust iano Carranza, p o r causas que no es posible analizar en la brevedad de esta exposición, p o r lo que el general Pablo González, jefe del C u e r p o de Ejército de l Noreste, con e l patriótico deseo de solucionar e l confl icto, propuso, con aprobación de l P r i m e r Jefe, la ce­lebración de unas conferencias que t u v i e r o n lugar en la ciu­d a d de T o r r e ó n , en j u l i o de 1914, concertándose u n pacto que de nada sirvió, pues el conf l icto siguió en p i e . 1

Es m u y i m p o r t a n t e observar que u n o de los artículos de l c i tado pacto especificaba que, a l tomar posesión de la presi­dencia p r o v i s i o n a l de la R e p ú b l i c a , el P r i m e r Jefe convoca­ría a una convención integrada p o r jefes del Ejército Consti­tucional ista, a razón de u n delegado p o r cada m i l hombres de tropa. Esta convención tendría p r i n c i p a l m e n t e e l objeto de f o r m u l a r el p l a n de G o b i e r n o a seguir y f i j a r la fecha en que deberían celebrarse elecciones, pero lo raro del caso es que entonces n i n g u n a de las dos facciones se acordó de la existen­cia del Ejército L i b e r t a d o r del Sur, m a n d a d o p o r el general E m i l i a n o Zapata.

A mediados de agosto de 1914, después de celebrados los tratados de T e o l o y u c a n para la rendición y l icénciamiento d e l Ejército Federal , Carranza envió u n a carta en la que pro­ponía al general Zapata u n a entrevista con miras a u n i f i c a r las dos facciones. 2 Se debe adver t i r que ya desde el p r i n c i p i o ele la Revoluc ión, en mayo de 1913, Carranza había i n v i t a d o a l general Zapata a secundar el P lan de Guadalupe; 3 y su hermano Jesús Carranza, en j u l i o de 1913, escribió desde Matamoros u n a carta m u y conc i l ia tor ia en la que expresaba a l general Zapata que su causa era "hermana de la n u e s t r a " , 4

pero nada b u e n o resultó de estos intentos de acercamiento. A fines de agosto de 1914, gracias a la intervención de

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J u a n Sarabia, viejo compañero de luchas del general A n t o n i o X. V i l l a r r e a l , se arregló que este ú l t imo y el l icenciado L u i s C a b r e r a fueran comisionados p o r el P r i m e r Jefe para i r a Cuernavaca a conferenciar con Zapata, con objeto de buscar l a unif icación revolucionaria .

Sarabia había encontrado a l general Zapata m u y i n c l i n a ­d o a u n e n t e n d i m i e n t o , pero cuando se presentaron los comi­sionados V i l l a r r e a l y Cabrera, estaba ya m u y cambiado de á n i m o , debido a la nociva i n f l u e n c i a de su secretario Palafox y de u n ex-federal de apel l ido Serratos, quienes insist ieron en q u e para i n i c i a r las pláticas de unif icación era preciso que Carranza y todos sus generales f i r m a r a n u n acta de reconoci­m i e n t o d e l P l a n de Ayala, sin cambiarle n i u n a coma. 5 Re­sul taba pues evidente que n o querían pactar con Carranza, pues ya estaban de acuerdo con la facción v i l l i s t a para uni f icar­se en contra del últ imo. Por invitación d e l general V i l l a r r e a l t u v e la o p o r t u n i d a d de v ia jar con ellos a Cuernavaca, donde e n conversaciones privadas con algunos de los jefes allí pre­sentes, p u d e darme cuenta de que estaban en favor de u n arreglo pacíf ico y m u y disgustados con l a camari l la de con­sejeros de l general Zapata, considerándolos indeseables.

E l general Álvaro O b r e g ó n , después de la ocupación de la c i u d a d de México , había sol ic i tado permiso del P r i m e r Jefe p a r a i r a C h i h u a h u a con objeto de solucionar el confl icto s u r g i d o entre e l general V i l l a y Carranza. Regresó portador de unas proposiciones f irmadas p o r V i l l a y él m i s m o , 6 las que d o n V e n u s t i a n o acordó poner en conocimiento de la Conven­c i ó n que estaba p o r reunirse en la capi ta l . A mediados de septiembre, contra las advertencias de muchos, volvió el ge­n e r a l O b r e g ó n a C h i h u a h u a t r a t a n d o de mediar en el con­f l i c t o con Maytorena , pero ya entonces hal ló que V i l l a había c a m b i a d o de opinión, a l grado de que estuvo a p u n t o de fusi­l a r l o , m o t i v o p o r el cual Carranza, a larmado, ordenó cortar e l tráfico con la región ocupada p o r la División del N o r t e . Esta m e d i d a hizo que el general V i l l a se v io lentara y l o des­conociera d e f i n i t i v a m e n t e el 22 de septiembre de 1914.7

L a Convención, acordada en los convenios de T o r r e ó n , fue convocada p o r Carranza para el día p r i m e r o de octubre. A e l la asistieron sólo gobernadores y generales leales a l P r i m e r Jefe, pues los de la Divis ión d e l N o r t e , aunque habían acep­tado c o n c u r r i r n o l o h i c i e r o n después de que el general V i l l a desconoció la a u t o r i d a d d e l P r i m e r Jefe. Los zapatistas tam­b i é n f u e r o n invi tados, pero n o c o n c u r r i e r o n . 8

Carranza se presentó ante la C o n v e n c i ó n de México el 3 de octubre, y después de leer u n i n f o r m e sobre la situación

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general de l país, terminó dic iendo que entregaba el poder a los delegados allí reunidos, que eran quienes se l o habían c o n f e r i d o . 9 E n vista de que la Convenc ión carecía de las re­presentaciones v i l l i s t a y zapatista, varios generales encabe­zados p o r O b r e g ó n y Blanco, de acuerdo con los principales jefes vi l l istas, d e t e r m i n a r o n proseguir las labores de la m i s m a en la c i u d a d n e u t r a l de Aguascalientes, a p a r t i r de l 10 de octubre , de manera que la renuncia d e l P r i m e r Jefe n o fue aceptada p o r l o p r o n t o para d iscut i r la en la nueva sede de l a C o n v e n c i ó n .

Para entonces la Revoluc ión se encontraba peligrosamente d i v i d i d a en tres poderosos bandos: e l const i tuc ional ismo leal , e l const i tuc ional ismo en franca rebel ión c o n t r a l a P r i m e r a Je fa tura y e l zapatismo, p o r l o que la ambic ión m á x i m a de todos los revolucionarios sinceros era evi tar la lucha armada e n t r e las facciones, estando casi todos dispuestos para e l l o a sacrificar a los jefes que los habían conducido a l t r i u n f o . T a l era la situación cuando se i n i c i a r o n los trabajos de la G r a n C o n v e n c i ó n de Aguascalientes el día 10 de octubre de 1914, procediéndose desde luego a elegir nueva mesa direct iva, de l a cual resultó Presidente el general A n t o n i o I . V i l l a r r e a l , i n d u d a b l e m e n t e u n o de los hombres m e j o r preparados con q u e contaba la Revoluc ión.

Nuevamente f u i designado para acompañarlo a esa c i u d a d en u n i ó n de varios oficiales y su secretario p a r t i c u l a r , el v iejo per iodista Santiago R. de la Vega; p o r esto tuve la o p o r t u n i ­d a d de asistir a casi todas las sesiones, p r i m e r o como ayudan­te del general V i l l a r r e a l , entonces gobernador del Estado de N u e v o L e ó n , y después como delegado en representación del general tabasqueño L u i s Fel ipe Domínguez .

E n u n a de las primeras sesiones, el general E d u a r d o H a y p r o p u s o que la asamblea se constituyera en Convención So­berana, l o cual fue desechado p o r oposición del elemento v i l l i s t a , sólo para ser aprobado en la sesión siguiente, cuando fue propuesto nuevamente p o r el m i s m o general V i l l a r r e a l . L a prensa de la capita l criticó acremente l a soberanía de la C o n v e n c i ó n , m e d i d a que la mayor parte de los delegados esti­m a r o n indispensable para poder evi tar el choque armado entre las facciones. Es de n o t a r que los proponentes de esta idea eran de fi l iación "carrancista".

T a n t o Carranza como el general V i l l a f u e r o n invitados a t o m a r parte en la Convención, ya fuera personalmente o p o r m e d i o de delegados. E l p r i m e r o estimó n o ser conveniente su asistencia, pero V i l l a aceptó, presentándose en la sesión de l 17 de octubre, y aunque tenía representante personal, el

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coronel R o q u e González Garza, hizo la protesta de c u m p l i r los acuerdos de la Convención, f i r m a n d o en el blanco de la b a n d e r a como l o habían hecho con gran solemnidad todos los delegados desde el día en que la Convención se declaró soberana.

E l general V i l l a r r e a l quiso aprovechar el f i n de semana p a r a i r a Querétaro con objeto de cambiar impresiones con d o n Pablo González; y en el camino nos contó que en la se­sión de en la mañana, a la que n o pude asistir, e l general V i l l a había d i c h o más o menos estas palabras: " B u e n o , ya les firmé en la bandera y me r e t r a t a r o n , pero si sacan o t r a vez a Carranza, les advierto que habrá balazos, y n o me d i g a n después que soy t r a i d o r . ' , E n otros términos, todo l o que V i l l a esperaba de l a C o n v e n c i ó n era que le q u i t a r a n a Carranza de enmedio. Es m u y s ignif icat ivo que apenas in ic iada la Con­vención, es decir el 12 de octubre, V i l l a escribió a su amigo y proveedor de armas, Sommerfeld, diciéndole n o haber es­peranzas de evi tar e l conf l ic to , que él n o permitiría que Ca rranza siguiera en el poder y que p r o n t o se iniciarían las host i l idades . 1 0 A c t i t u d semejante había adoptado cuando se celebraban los convenios de T o r r e ó n , pues entonces telegra­f ió a su a d m i r a d o r y amigo el general Scott, i n q u i r i e n d o cuál sería la a c t i t u d d e l gobierno americano en caso de u n r o m p i ­m i e n t o d e f i n i t i v o con C a r r a n z a . 1 1 E n otras palabras, parece q u e la idea f i j a de l general V i l l a era e l i m i n a r l o a toda costa, s in reparar en la p o s i b i l i d a d de que él también podría ser u n obstáculo para la unif icación revolucionar ia .

E l general Fel ipe Ángeles, que d u r a n t e el gobierno ma­derista había c o m b a t i d o a l zapatismo en f o r m a m u y efectiva, fue comisionado para i n v i t a r personalmente a l general E m i ­l i a n o Zapata a que enviara u n a delegación a la Convención de Aguascalientes, fue r e c i b i d o con honores en Cuernavaca y logró su propósito, aunque si b i e n concurrió a Aguasca­lientes u n numeroso g r u p o de zapatistas, éstos l legaron con e l carácter de Comis ión Observadora y n o como verdadera delegación. Se les esperaba desde el 26 de octubre, pero es­t i m a r o n o p o r t u n o i r p r i m e r o a Guadalupe, Zacatecas, para presentar sus respetos a l general V i l l a .

T a n luego como f u e r o n recibidos en la Convención, el v ie jo periodista P a u l i n o Martínez, presidente de la Comisión, p i d i ó la pa labra para exponer los puntos de vista del ejército suriano, y después de atacar acremente a M a d e r o , lo que con e l t i e m p o habría ele costarle la v i d a , propuso se aceptara el P l a n de Ayala como condición prev ia para que el Ejército d e l Sur m a n d a r a sus delegados. L e siguió en el uso de la

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p a l a b r a el l icenciado A n t o n i o Díaz Soto y Gama, q u i e n con m u c h a p r u d e n c i a d i j o que se i n c l i n a b a reverente ante la me­m o r i a de M a d e r o , agregando que ellos solamente pedían la a c e p t a c i ó n de los pr inc ip ios de l P l a n de Ayala.

Q u i s i e r a hacer notar que cuando el general V i l l a r r e a l y el l i cenciado Cabrera fueron a Cuernava a conferenciar con e l jefe del ejército suriano, sus consejeros insist ieron en la aceptac ión i n c o n d i c i o n a l de l P l a n de Aya la t a l como estaba escrito, es decir, que Carranza y todos sus generales deberían subordinarse a Zapata, sólo p o r e l derecho de antigüedad, m i e n t r a s que ahora pedían la aceptación de sus principios únicamente. D e haber sido menos intransigentes, hubiesen pasado p o r México a saludar a l P r i m e r Jefe y ofrecerle sus buenos oficios para m e d i a r entre las dos poderosas faccio­nes constitucionalistas, l o cual sí h u b i e r a sido u n a labor verdaderamente patriótica y noble .

E N L A SESIÓN D E L 27 DE OCTUBRE, la p r i m e r a a la que asistió

l a comisión zapatista, el l icenciado Díaz Soto y Gama provocó u n escándalo t a l que m u y b i e n p u d o haberle costado la v ida , pues en el calor de su perorata estrujó v io lentamente la ban­d e r a nac ional próxima a la t r i b u n a , d ic iendo estas palabras: " Y o n u n c a firmaré en esta p i l t r a f a indecente" ( textual) . I n ­m e d i a t a m e n t e salieron a r e l u c i r muchas pistolas; e l orador fue i n s u l t a d o duramente , pero resistió e l embate y terminó su discurso en m e d i o de atronadores aplausos.

E l coronel Roque González Garza, representante personal d e l general V i l l a , t ra tando de ganarse la simpatía de los co­misionados zapatistas, d i j o con exagerados ademanes y gritos, q u e estaba de acuerdo con t o d o l o d icho p o r Soto y Gama y para demostrarlo pidió se pusieran de pie todos los dele­gados de la Divis ión del N o r t e que estuvieran de acuerdo c o n los p r i n c i p i o s del P l a n de Ayala, pero la astuta m a n i o b r a le fal ló r o t u n d a m e n t e , pues los delegados, sin excepción, se p u s i e r o n i n m e d i a t a m e n t e de pie.

E n las sesiones siguientes f u e r o n aprobados, sólo con mo­dificaciones en su redacción, los artículos del P l a n de Ayala q u e eran de p r i n c i p i o s , a u n q u e para el lo se perdió m u c h o t i e m p o en discusiones bizantinas y ataques personales.

E n la sesión de l 29 de octubre se leyó a l f i n u n interesan­te d i c t a m e n sobre el m e m o r i a l enviado p o r Carranza a la C o n v e n c i ó n e l día 23, en e l que, después de juiciosas con­sideraciones, ofrecía retirarse d e l poder, prev io el c u m p l i ­m i e n t o de tres condiciones, a saber: Primera.- que se estable­ciera u n g o b i e r n o p r o v i s i o n a l capaz de l levar a cabo las re-

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formas políticas y sociales que el país necesitaba; Segunda: que el general Francisco V i l l a renunciara a la j e f a t u r a de la Divis ión d e l N o r t e , retirándose como él a la v i d a p r i v a d a , o b i e n expatriándose ambos si l o acordaba la Convenc ión. Ter­cera: que e l general E m i l i a n o Zapata también saliera del país, entregando sus fuerzas a l gobierno de la C o n v e n c i ó n . 1 2

E l d i c t a m e n que recayó sobre el citado m e m o r i a l fue pre­parado p o r las Comisiones Unidas de G u e r r a y Gobernac ión, integradas ambas p o r elementos carrancistas y vi l l istas de re­conocido valer y prest igio como A l v a r o O b r e g ó n , R a ú l M a ­dero, Fel ipe Ángeles y otros, quienes de hecho aceptaron las condiciones impuestas p o r Carranza, sólo que se p r e c i p i t a r o n a cesarlo, j u n t o con el general V i l l a , es c ierto, pero antes de hacer efectiva la p r i m e r a condición.

E l d i c t a m e n en cuestión comenzaba con u n a declaración que m u c h o h o n o r hace a Carranza, a l decir: . . L a asamblea n o hace cargos a l C. Carranza y aprecia en l o que vale su la­b o r revo luc ionar ia , pero que cree indispensable la aceptación de que se re t i re de l poder para la organización f o r m a l del G o b i e r n o de la R e p ú b l i c a a base de la u n i d a d revoluciona-r i a . , , Seguían otras juiciosas consideraciones y t e r m i n a b a ofreciendo u n a serie de proposiciones concretas para ser dis­cutidas y votadas independientemente: Ia: Cesaban en sus funciones respectivas tanto Carranza como el general V i l l a ; 2a: Se proponía la elección de u n Presidente Provis ional ; en la 4a: se concedía a Carranza el grado de General de División a p a r t i r de la fecha del P l a n de Guadalupe, l o cual equival ía a hacerlo el d i v i s i o n a r i o de mayor antigüedad; en la 6a se su­pr imían las jefaturas de cuerpos de ejército y de divis io­nes, pasando sus jefes " e l general V i l l a inc lus ive" a depender de la Secretaría de G u e r r a del gobierno C o n v e n c i o n i s t a . 1 3 ( E l general R a ú l M a d e r o , según mis apuntes, f irmó " C o n la sal­vedad de l p r i m e r artículo, p o r encerrar dos proposiciones y estar i n c l u i d o el general V i l l a en e l art ículo sexto.")

T a l parece que R a ú l M a d e r o n o estaba de acuerdo con la separación de su jefe, lo cual me hace pensar que V i l l a , a pesar de todos sus defectos, tenía cualidades que fascinaban a sus subalternos, así como N a p o l e ó n fascinaba a sus gene­rales a t a l grado que u n o de ellos d i j o u n a vez: " . . . Yo n o temo n i a Dios n i a l d i a b l o , pero cuando me acerco a él t iem­b l o como u n c h i q u i l l o y me arrojaría a l fuego p o r él ." Quizá p o r eso los americanos l o l l a m a b a n el " N a p o l e ó n M e x i c a n o " y eso expl ica que generales de t a n t o mérito y t a n conscientes como Ángeles, A g u i r r e Benavides, R a ú l M a d e r o , el mi s mo coronel R o q u e González Garza, así como muchos otros jefes

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y elementos civiles hayan p o d i d o subordinársele en f o r m a t a n decidida.

Después de aprobado en l o general e l d ic tamen mencio­n a d o , se procedió a la discusión de cada proposición en par­t i c u l a r . I n d u d a b l e m e n t e la más debatida fue la p r i m e r a , re­l a t i v a a la separación de los dos grandes caudillos. E n la m a d r u g a d a del 31 de octubre u n a gran mayoría votó en favor d e l debat ido p u n t o . Sólo veinte , quizá t a n fanáticos como los vil l istas renuentes a la separación del jefe de la Divis ión d e l N o r t e , votamos en contra. E n la actual idad somos ya m u y pocos los supervivientes, entre ellos el general José I n o ­cente L u g o , e l profesor Fé l ix N e i r a Barragán, de Sa l t i l lo , los generales Samuel M . Santos, Salvador González y Federico Si lva, además del a u t o r de estas reminiscencias. L a acepta­c i ó n m a y o r i t a r i a del cese de Carranza y V i l l a de n i n g u n a m a n e r a significa que unos u otros hayan tra ic ionado a sus respectivos jefes, sino que t a n t o los "v i l l i s tas" como los "ca-rrancistas" estábamos convencidos de ser esa la única solución práct ica que se podía dar a l conf l icto , es decir que, cuando menos hasta all í , ambos grupos obraban con desinterés y pa­t r i o t i s m o .

E n la noche de l Ia de n o v i e m b r e se procedió, conforme a l a segunda proposición d e l d ic tamen, a la elección del Pre­sidente Provis ional de l a R e p ú b i c a , s in saberse p o r supuesto si los dos afectados i b a n a aceptar las decisiones de la Con­vención. H a b í a varios candidatos, entre los que f i g u r a b a n los generales J u a n C a b r a l , E u l a l i o Gutiérrez y A n t o n i o I . V i -l l a r r e a l , siendo este ú l t i m o evidentemente el más viable, pues contaba, p o r supuesto, con toda la delegación "carrancista" y muchos "v i l l i s tas" .

De resultar V i l l a r r e a l electo, el curso de la h is tor ia hubie­r a sido m u y diferente, pero p o r desgracia los "zapatistas", p r i n c i p a l m e n t e Soto y Gama, p o r a lguna razón, no l o acepta­b a n y habían i n t r i g a d o t a n t o contra él, que se v i o obl igado a r e n u n c i a r a la presidencia de la Convención. Después de largas discusiones p r e l i m i n a r e s , se acordó que la elección se­r ía a las 10 de la noche. Los zapatistas habían pedido v o t o p a r a la discusión de los p r i n c i p i o s del P l a n de Ayala, pero l o d e c l i n a r o n en la elección de Presidente Provis ional , p r i ­m e r o p o r q u e en r e a l i d a d n o eran aún delegados, y segundo, p o r q u e si V i l l a r r e a l t r i u n f a b a , como parecía m u y posible, n o estarían obligados a aceptar su elección.

R e c o r r i e n d o los c o r r i l l o s me d i cuenta perfecta de que el general V i l l a r r e a l tenía todas las probabi l idades de resultar electo, pero t o m a n d o en cuenta la a c t i t u d de los zapatistas.

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m e acerqué a l general Obregón, q u i e n me escuchó con m u c h a atenc ión cuando expresé m i convicción de que si V i l l a r r e a l resul taba electo, n o habría u n i d a d revoluc ionar ia , pues era ev idente que los zapatistas n o lo aceptarían. Obregón, s in t o m a r u n segundo siquiera para pensarlo, me contestó con viveza más o menos así: "Sacaremos presidente a V i l l a r r e a l y si los zapatistas n o l o quieren, los bat iremos unidos con la Div is ión d e l N o r t e que tendrá que aceptar la elección."

C o m o n o me pareció m u y acertada la a c t i t u d del jefe sonorense, pues n o era m u y factible la u n i ó n que él proponía, n i justo que nos reuniéramos para lograr la unif icación revo­l u c i o n a r i a y luego resultar combat iendo a u n a de las faccio­nes, pensé i n m e d i a t a m e n t e en i r a la residencia del general V i l l a r r e a l para comunicar le mis temores y l o que pensaba O b r e g ó n . P r o n t o estuve a su lado, lo encontré m u y serio, d a n d o vueltas en su aposento y v is iblemente preocupado. ( A propósi to debo decir que n o d u d o que t u v i e r a esperanzas de resul tar electo, pero es absolutamente falso, como ha sido malévo lamente propalado, que ya estuviera vestido de etique­t a esperando ser l lamado.) L e conté l o que me acababa de dec ir el general Obregón; se q u e d ó v iéndome unos instantes y luego m e d i j o : "Si los zapatistas n o me aceptan, es preferi­b l e elegir a E u l a l i o que también es de los n u e s t r o s . . . Dígale usted a O b r e g ó n que voten por E u l a l i o y n o p o r mí para que n o haya más di f icultades." V o l v í c o r r i e n d o a la Convención, localicé a O b r e g ó n en u n o de los corr i l los y apenas le h u b e i n f o r m a d o l o que p o r m i conducto m a n d a b a decir el general V i l l a r r e a l , nuevamente sin pensarlo u n solo m o m e n t o y, sin d u d a , c o n f i a n d o en m i palabra, se puso activísimo, c o m u n i ­cando a todos los grupos la necesidad de votar p o r " E u l a l i o " . Protesto p o r m i h o n o r decir en todo esto la verdad y n o de m e m o r i a , pues d u r a n t e esos días tuve el cu idado de escribir notas breves que aún conservo y que después amplié, cuando estos acontecimientos estaban a ú n frescos en m i mente.

A veces he creído que quizá cometí u n error al haber i n ­f l u i d o de esta manera para hacer cambiar los acontecimien­tos, pues ahora creo que el general V i l l a r r e a l sí h u b i e r a lo­grado la separación efectiva tanto de V i l l a como de Carranza, pero p o r o t r o lado había la seguridad de que mientras el general Zapata tuv iera a su lado hombres como su secretario y algunos de los que m a n d ó a la C o n v e n c i ó n , n o hubiera sido posible la unif icación revo luc ionar ia . Si me equivoqué en esto, la responsabi l idad histórica recae sobre la Comisión Zapatista, que lejos de actuar como mediadores, lo cual hubie­r a sido su p a p e l patriótico, sólo f u e r o n a envenenar el am-

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b i e n t e y a aliarse con u n o de los bandos para c o m b a t i r a l o t r o . 1 4

Se l levó a cabo la elección y, como era de esperarse, resul­tó t r i u n f a n t e p o r mayoría abrumadora , la c a n d i d a t u r a de l general E u l a l i o , Gutiérrez, h o m b r e h u m i l d e , honesto y g r a n p a t r i o t a , de q u i e n m u c h o se esperaba, pues contaba con las simpatías de las dos facciones constitucionalistas y la aproba­c i ó n de los Zapatistas. N u n c a olvidaré mientras v iva , aquellos emocionantes momentos, pues todos, salvo m u y contadas ex­cepciones, creímos entonces que el horroroso fantasma de u n a g u e r r a de facciones se había desvanecido. Apenas se hizo la declaratoria de E u l a l i o Gutiérrez como presidente electo, cuan­d o todos, como u n solo h o m b r e , nos pusimos de pie, aplau­d i e n d o frenéticamente, muchos vert iendo lágrimas de alegría, g r i t a n d o vivas a " E u l a l i o " , a V i l l a , a Carranza, a Zapata, a M é x i c o y a l a Revoluc ión. Nos abrazábamos efusivamente unos a otros p o r q u e creíamos sinceramente haber o b t e n i d o u n gran t r i u n f o i n c r u e n t o sobre nosotros mismos.

U N POCO DESPUÉS DE M E D I A N O C H E , a l t e r m i n a r aquel la histó­r i c a sesión, salimos todos radiantes de alegría de l T e a t r o Morelos , sede de la Convención, para acompañar a l "señor Presidente" hasta su residencia, y u n a vez que l o h u b i m o s des­p e d i d o con nuevos abrazos, seguimos en ruidosa manifesta­c ión n o c t u r n a , g r i t a n d o constantes vivas y disparando a l aire las pistolas, mientras las campanas de las iglesias repicaban alegremente y las locomotoras de la estación atronaba e l aire con sus resonantes silbatos.

E n medio de u n a alocada gritería, llegamos frente a l edi­f i c i o del Banco N a c i o n a l , en cuyos altos estábamos alojados e l general V i l l a r r e a l y sus acompañantes, y tan luego como este úl t imo salió a recibirnos, t o m a r o n la palabra Eugenio A g u i r r e Benavides p r i m e r o y M a n u e l García V i g i l después, co inc id iendo ambos en p e d i r l e que r e t i r a r a su r e n u n c i a a la presidencia de la Convención, a lo cual contestó V i l l a r r e a l agradeciendo l a manifestación, congratulándose de la elección de E u l a l i o Gutiérrez y d ic iendo que nunca había t e n i d o las ambiciones q u e Soto y Gama le achacaba. Seguimos r u m b o a l m o n u m e n t o de d o n B e n i t o Juárez en donde hizo uso de la palabra el coronel R o q u e González Garza, pero como era ya m u y tarde y n o h u b o más oradores, all í se disolvió la b u l l a n ­guera manifestación y renació la calma en la amedrentada población, que p o r supuesto n o sabía la causa de t a n t o entu­siasmo y a t a n avanzada hora de la noche.

Desgraciadamente, como a l despertar de u n sueño agra­dable y darse u n o cuenta de que sólo ha sido u n sueño, p r o n -

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t o comenzó a decaer el entusiasmo pues el mismo día 1° de n o v i e m b r e salieron en la prensa de M é x i c o unas declaracio­nes del P r i m e r Jefe, en las que en f o r m a comedida hacía n o t a r a l a Convención que aún no había presentado su r e n u n c i a , sino que solamente había enunciado las condicio­nes bajo las cuales estaba dispuesto a hacerlo y t e r m i n a b a r a t i f i c a n d o su promesa f o r m a l de retirarse inmediatamente después de que se encontrara asegurado ante la " J u n t a " el c u m p l i m i e n t o de las condiciones que había f i j a d o para r e t i ­rarse.

A l día siguiente comenzaron a recibirse noticias de que e l general Francisco Coss y otros del m i s m o grado se nega­b a n a reconocer el "cese" de d o n Venust iano Carranza, p o r n o estar cumpl idas las referidas condiciones.

Considerado este asunto serenamente después de tantos años transcurridos, parece que el P r i m e r Jefe tenía toda la razón. Si las comisiones dictaminadoras habían aceptado de hecho las condiciones p o r él impuestas para entregar el poder, l o lógico era c u m p l i r l a s y n o t ratar de arrebatárselo p r e m a t u r a m e n t e . Si se h u b i e r a organizado u n gobierno pro­v i s i o n a l y en seguida i n v i t a d o tanto a Carranza como a V i ­l l a para que en u n acto solemne ante la Convención h i ­cieran entrega de sus mandos, podría haberse organizado u n homenaje apoteótico, imponiéndoles áureas medallas y despidiéndolos con todos los honores mi l i tares para des­empeñar honrosas comisiones e n e l extranjero. E l general Zapata quizá n o h u b i e r a aceptado entregar su ejército, pues l a h is tor ia demuestra su desconfianza a las promesas, pero sin d u d a h u b i e r a suspendido la lucha si de i n m e d i a t o se empe­zaba a r e p a r t i r tierras a sus sufridos coterráneos.

L a situación se agravó ese mismo día con la entrada de fuerzas vi l l istas a la c i u d a d de Aguascalientes. Los represen­tantes de la División del N o r t e , a l ser interrogados en la Con­vención sobre el m o t i v o de aquel la violación de la neutra­l i d a d , contestaron evasivamente que las tropas habían l legado en busca de provisiones, y cuando a lguien preguntó al general Ángeles si también los cañones buscaban provisiones, el ame­r i t a d o a r t i l l e r o , ya en traje de campaña, contestó furioso que sus fuerzas habían e n t r a d o para proteger a la Convención. (Este detal le no l o he visto mencionado p o r los escasos cro­nistas de la Convención) .

E l m i s m o día d o n Pablo González, desde Querétaro, envió u n telegrama para decir que, v i o l a d a la n e u t r a l i d a d de l a c iu­d a d de Aguascalientes con la entrada de fuerzas de la D i v i -

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sión del N o r t e , consideraba nulos los acuerdos de la Con­vención.

Y a para el 3 de noviembre se habían r e t i r a d o la mayor p a r t e de los delegados "carrancistas" y los pocos que cometi­mos la locura de quedarnos n o salíamos de nuestro asombro a l considerar las palabras del general Ángeles y ver que con­t r a e l acuerdo expreso de la Convención, sus fuerzas todavía permanecían en Águascalientes.

E n esa fecha fue leída u n acta según la cual los generales Ángeles y Robles habían pedido a V i l l a que enviara u n telegrama, d i c i e n d o estar dispuesto a retirarse del m a n d o de l a Divis ión del N o r t e , a cuyo r e q u e r i m i e n t o respondió que estaba no sólo dispuesto a el lo para la salvación de la p a t r i a , s ino que proponía que la Convención ordenara que tanto él como el señor Carranza fueran pasados p o r las armas. M e causó tanta indignación aquel la loca bravata, que inmediata­m e n t e pedí l a palabra y di je en f o r m a nerviosa y m a l h i l ­vanada que la proposición del general Villa era sólo una demostración de patriotería ridicula y para dorar la p i l d o r a agregué que t a n t o u n o como e l o t r o eran hombres necesarios para la R e v o l u c i ó n y que sus méritos n o deberían ser com­pensados con el fus i lamiento , r e p i t i e n d o a l f i n a l que la pro­posición era u n acto de patriotería r i d i c u l a . Después de la sesión varios delegados me recomendaron p r u d e n c i a en mis palabras, mientras u n j o v e n de la galería me felicitó dic iendo que así era necesario hablar .

M i representado, el general L u i s Fel ipe Domínguez , tele­grafió con instrucciones de que p i d i e r a la reconsideración del "cese" de Carranza y, en caso de n o aceptarse, me r e t i r a r a de la C o n v e n c i ó n . E l general José I . Robles negó su auto­rización a l telegrama en que contesté estar de acuerdo con la petición, pero que sólo m i f i r m a me retenía en la Con­vención. Samuel M . Santos sí autorizó el telegrama.

E l 5 de n o v i e m b r e , la Convención, ya enteramente d o m i ­nada p o r el e lemento v i l l i s t a , tomó el acuerdo de conceder a Carranza u n plazo que fenecería el 10 de n o v i e m b r e a las 6 de la tarde para reconocer a l general E u l a l i o Gutiérrez como Presidente Prov is iona l y entregarle el poder.

Gutiérrez t u v o u n a conferencia telegráfica el 6 de noviem­bre con Carranza asegurándole que Villa se había retirado de hecho y que t a n luego como él, Carranza, aceptara los acuer­dos de la Convenc ión , se retiraría de una manera absoluta (¡!). E l m i s m o día r i n d i ó su protesta ante la Convención, aunque el acto ya n o revistió la espontánea e m o t i v i d a d de la noche de su elección. U n a de sus primeras medidas fue l l a m a r a l licen-

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c i a d o José Vasconcelos para "hacerle frente a Carranza y a l b a n d i d o de V i l l a " . 1 5

Ese día fue leído u n a n o d i n o manif iesto en el que, s in derecho alguno, se i n c l u y e r o n las f irmas de todos los delegados a sabiendas de que muchos de ellos ya n o estaban en la Con­vención. ( E n el manif iesto que se ha publ icado f a l t a n las f i r m a s de los últimos delegados aceptados por la asamblea, i n c l u y e n d o a l autor de estas líneas q u i e n entonces n o usaba e l ape l l ido m a t e r n o . ) 1 6

C o m o la sesión permanente fue suspendida y se citó para e l día 8, e l doctor D a n i e l Ríos Zertuche y el que escribe aprovechamos el receso para i r a Silao, donde se encontraba d o n Pablo González, con propósito de hablar sobre la pel igro­sa situación a que nos estaban arrastrando los torpes acuer­dos de la Convención. " C r e í que ya n o volverían", nos d i j o d o n Pablo a l recibirnos con evidentes pruebas de afecto, pues los dos habíamos estado con él en M o n c l o v a al p r i n c i p i o de l a Revoluc ión. Se quejaba de tener dos deberes que cum­p l i r , p o r u n lado su lea l tad hasta entonces indiscut ib le a l P r i m e r Jefe y p o r o t r o sus compromisos con la C o n v e n c i ó n d e b i d o la f i r m a de su representante. N o estuvo de acuerdo c u a n d o le manifestamos nuestra intención de regresar a Aguascalientes, a r g u m e n t a n d o que si todos los leales a Ca­rranza nos retirábamos, entonces sus enemigos seguirían to­m a n d o acuerdos sin oposición, "pero ya que lo hacen — d i j o — , vayan inmediatamente a entrevistar a ' E u l a l i o ' y háganle ver la necesidad imperiosa de que V i l l a entregue sus fuerzas", y que entonces él, González; estaría con la Convención.

Convencidos de la gran i m p o r t a n c i a de la misión, regresa­mos a Aguascalientes y a la m a ñ a n a siguiente fuimos a h a b l a r con d o n E u l a l i o . Nos recibió con sus acostumbradas bromas: " Q u é m i l a g r o que v ienen en su j u i c i o " , d i j o , pero cuando ya en serio le t ransmit imos el mensaje de d o n Pablo González, nos contestó en f o r m a t a n evasiva que salimos de su casa decepcionados y convencidos de que el bueno de d o n E u l a l i o n o i b a a poder c o n t r o l a r a l indómito general Fran­cisco V i l l a .

Los generales Álvaro O b r e g ó n , Eugenio A g u i r r e Benavides, A n t o n i o I . V i l l a r r e a l y E d u a r d o H a y , fueron comisionados para entregar personalmente a Carranza la contestación que se daba a su m e m o r i a l de l 23 de octubre, es decir, el d ic tamen ya c i tado que comenzaba d isponiendo el "cese" tanto de él como del general V i l l a . D o n Venust iano dejó pasar unos días antes de rec ibir los , esperando se serenaran los ánimos;

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a l f i n los dejó pasar a Córdoba, donde los atendió el 8 de n o v i e m b r e .

C o n esa m i s m a fecha, sus ayudantes p r e p a r a r o n la res­puesta que f irmó y fue enviada a la Convenc ión. E n ella h a c í a varias consideraciones, cuya i m p o r t a n c i a merece u n es tudio detenido, para t e r m i n a r con dos proposiciones con­cretas que esperaba fueran recibidas con el m i s m o espíritu c o n que las planteaba, es decir, el de ahorrar a l país u n n u e v o sacrificio de sangre. Pr imera , entregaría el poder y el m a n d o de l ejército t a n luego como la " j u n t a " de Aguasca-l ientes designara a l Presidente que en definitiva se encargara de gobernar al país por todo el periodo preconstitucional necesario para llevar a cabo las reformas sociales y políticas que exigía la Revolución.17 (Decía " e n d e f i n i t i v a " p o r q u e e l general Gutiérrez había sido electo sólo p o r veinte días, a cuyo término se esperaba rec ib ir la aprobación del general Zapata) .

Debe notarse m u y especialmente que en esta segunda co­m u n i c a c i ó n Carranza se mostraba menos exigente, pues había r e t i r a d o la tercera de sus condiciones, o sea la referente a l r e t i r o del general Zapata. M e parece razonable i n f e r i r que c u a n d o los generales a r r i b a citados se entrevistaron con el P r i m e r Jefe, ya habían decidido n o volver a la Convención a pesar de su j u r a m e n t o y f i r m a en la bandera, pues tenían q u e haber considerado los siguientes puntos: i ° L a a c t i t u d del general Ángeles a l v i o l a r la n e u t r a l i d a d de l a c i u d a d de Aguas-calientes y declarar abiertamente que sus tropas habían venido a proteger a la Convención. 2? A l darse cuenta de que n o obstante los acuerdos de la C o n v e n c i ó n especificaban la fe­cha d e l cese t a n t o de Carranza como d e l general V i l l a para e l 5 de n o v i e m b r e , aún ese día 8 V i l l a estaba al frente de la Div is ión del N o r t e y ofrecía sus servicios a la Conven­c ión; en cuanto a Carranza, éste tenía la disculpa de que sus condiciones n o se habían c u m p l i d o y además la misma C o n v e n c i ó n le había prorrogado el plazo hasta el día 10 para l a entrega d e l poder. 3o Casualmente este u l t i m á t u m a Ca­rranza era o t r o de los motivos que los citados generales tenían para n o volver, pues hacerlo equival ía a entregarse a l enemigo; y 4o Colocados en l a d i s y u n t i v a de dec idir a cuál b a n d o debían afiliarse, era n a t u r a l que entre la " d i c t a d u r a " d e l P r i m e r Jefe y la v io lenc ia y el desenfreno d e l general V i l l a , n o h u b i e r a lugar a d u d a a lguna en cuanto a la elección, sobre todo para O b r e g ó n , q u i e n estuvo a p u n t o de ser fus i lado p o r el d i v i s i o n a r i o d e l N o r t e . N a t u r a l m e n t e ,

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e l general Eugenio A g u i r r e Benavides volvió al lado de su jefe , hubiera sido fácil n o hacerlo, pero es seguro que ya su leal tad estaba m u y m e r m a d a como lo veremos más ade­l a n t e .

E l mensaje de l P r i m e r Jefe fue leído en la m e m o r a b l e sesión del 1 0 de noviembre , pero la mayoría v i l l i s t a o p i n ó q u e no era de tomarse en cuenta, puesto que d o n V e n u s t i a n o n o tenía n i n g u n a representación en la asamblea. Para lograr su discusión fue necesario que el doctor D a n i e l Ríos Zertuche y e l autor lo calzáramos con nuestras f irmas, dando l u g a r a q u e el general Robles d i jera que yo n o tenía derecho a f i r ­m a r pues ya n o representaba a nadie, a l o cual contesté q u e estaba allí sólo para hacer h o n o r a m i f i r m a . L u e g o h a b l ó el ex-federal zapatista Serratos, dic iendo, sin v e n i r a l caso, que Carranza era culpable de que las avanzadas zapa-tistas y constitucionalistas se estuvieran host i l izando en X o c h i -m i l c o , y que Zapata era u n h o m b r e t a n bueno que había l l o r a d o de emoción el día en que l iberó a u n g r u p o de o f i ­ciales y soldados carrancistas en la c i u d a d de Cuernavaca. I n m e d i a t a m e n t e repl iqué que en cuanto a las fricciones en X o c h i m i l c o , podía pedirse explicaciones a l general L u c i o Blanco, allí presente, p o r ser jefe de las fuerzas constituciona­listas en d icho sector, y en cuanto a las lágrimas del general Zapata, sentía i n f o r m a r que faltaba a la verdad, pues durante el citado acto de liberación yo había tenido la suerte de estar junto al jefe suriano y no había observado tales muestras de emoción. Esto sucedió d u r a n t e la entrevista del general V i l l a -r r e a l y e l l icenciado Cabrera con Zapata. (Después de este inc idente me l lenó de satisfacción que d o n P a u l i n o Mart ínez se acercara para decirme que la Comisión Zapatista n o se ha­cía sol idaria con l o d i c h o p o r Serratos, a q u i e n calificó de "cómico") .

Después de estas acostumbradas aunque necias digresiones y ataques personales se empezó p o r f i n a d iscut ir el tele­grama de Carranza, cuyas proposiciones eran perfectamente factibles, y s in embargo f u e r o n rechazadas porque según los vi l l istas sólo se t rataba de maniobras di latorias del P r i m e r Jefe mientras se preparaba para la guerra.

E n la sesión vespertina sucedió algo m u y grave que l lenó de consternación a los pocos carrancistas que quedábamos all í : Se estaban discut iendo, como casi siempre, asuntos baladíes, cuando a lguien gritó en la galería: "¡Son las seis de la tarde!" D e manera i n s t i n t i v a todos los que tenían reloj lo sacaron para c o m p r o b a r la h o r a deseada p o r muchos y t e m i d a p o r nosotros, a l m i s m o t i e m p o que e l general Robles con m u c h a

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seriedad, poniéndose de pie , d i j o : "En estos momentos, la Convención Soberana de Aguascalientes declara rebelde al C. Venustiano Carranza" Entonces sucedió lo increíble, lo que n o era de esperarse ante t a n fatídica declaratoria, pues la intrans igente mayoría v i i l i s t a contestó con una sonora salva d e aplausos, como si se t ratara del anuncio de u n a g r a n v i c t o r i a sobre el enconado enemigo.

Esta declaratoria provocó intensa act iv idad telegráfica. L o s generales aún leales a l P r i m e r Jefe enviaban patrióticas excitativas a la Convenc ión , a l general Gutiérrez, a l m i s m o Carranza y a l general V i l l a , t r a t a n d o a toda costa de evi tar e l conf l ic to armado. E n l a Convenc ión , por supuesto, n o se h i z o caso a estos mensajes pues se seguía creyendo que sólo e r a n maniobras para ganar t i e m p o .

E l mismo día 10 de nov iembre , V i l l a se dirigió a Zapata c o m u n i c á n d o l e que a l día siguiente emprendería su avance sobre la c i u d a d de M é x i c o y le p idió su cooperac ión. 1 8 Obre-g ó n telegrafió a l general V i l l a diciéndole haber llegado el m o m e n t o de demostrar que era u n verdadero p a t r i o t a , que si se ausentaba t e m p o r a l m e n t e de l país el P r i m e r Jefe entre­gar ía el poder el día 20 de nov iembre , y ese gesto le conver­tiría en u n o de los más grandes hombres de la R e v o l u c i ó n y ya n o se dispararía u n solo c a r t u c h o . 1 9

E u l a l i o Gutiérrez cometió entonces el más grande e r r o r de su v i d a a l contestar a todos esos mensajes llenos de pa­t r i o t i s m o y deseos de paz, que a l iniciarse las hostilidades con Carranza, la Convenc ión había acordado n o m b r a r a V i l l a Jefe de las Operaciones contra los rebeldes a su gobierno-D o n Pablo • González contestó sin demora que desde ese m o m e n t o rompía con la C o n v e n c i ó n y se aprestaba a " . . . l u ­char contra bandidos v i l l i s tas" .

A pesar de esto, el general Gutiérrez hizo u n loable es­fuerzo más, pues en u n a conferencia personal que solicitó c o n el general González, logró convencerlo de que fuera a entrevistar a Carranza, concertándose u n armist ic io mientras d o n Pablo t rataba de lograr u n a solución pacífica del con­f l i c t o .

E l 14 de n o v i e m b r e d o n Pablo telegrafió desde C ó r d o b a , d ic iendo que d o n V e n u s t i a n o proponía en d e f i n i t i v a que t a n t o él como el general V i l l a salieran inmediatamente d e l país y que el general Gutiérrez asumiera la presidencia. Ésta fue la tercera t e n t a t i v a del P r i m e r Jefe para evitar u n a nueva conflagración. H u b i e r a sido sencillísimo c u m p l i r con l o p e d i d o , si e l general V i l l a p u d i e r a haber sido convencido, pero entonces esto parecía d e l todo Imposible .

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Las proposiciones del P r i m e r Jefe, algo modificadas pero e n el f o n d o las mismas, aparecieron confirmadas en la prensa d e M é x i c o e l día 15, y el general Robles, m i n i s t r o de Gue­r r a de la Convención, d i j o , como para dar e l t i r o de gracia a l a anhelada paz, que las condiciones últimas de Carranza n o eran aceptables, ¿por qué razón? Ese m i s m o día las fuer­zas del general V i l l a a r r o l l a b a n a las mandadas p o r e l general T e o d o r o El izondo, q u i e n perdió en esta acción cerca de 5,000 hombres entre desertores y prisioneros.

M i e n t r a s V i l l a avanzaba sobre M é x i c o y d o n Pablo Gon­zález se r e t i r a b a r u m b o a Pachuca, el gobierno convencionista se trasladaba a San L u i s Potosí; la Convenc ión , ya sin quorum l ega l , había elegido u n a Comis ión Permanente, que, como era de esperarse, resultó presidida p o r el coronel R o q u e Gonzá lez Garza, representante personal de l general V i l l a .

U N A VEZ O C U P A D A L A CIUDAD de M é x i c o p o r las fuerzas v i -vi l l i s tas y zapatistas, la Comisión Permanente de la Conven­c i ó n se trasladó de San L u i s a la capi ta l , reanudando sus sesiones en la Cámara de D i p u t a d o s el día 5 de dic iembre. E n la p r i m e r a sesión se presentó la proposición de elegir n u e v a mesa direct iva, a lo cual se opuso vigorosamente el c o r o n e l González Garza, d ic iendo en u n a de sus fogosas pero­ratas: " . . . O l v i d a n sus señorías que yo soy el representante personal del general Villa", pero a pesar de esta amenaza, l a proposic ión triunfó por nueve votos contra seis, resultando electos: e l general Mart ín Espinosa para presidente; G u i l l e r ­m o Garc ía A r a g ó n , vicepresidente; el profesor D a v i d G. Ber-langa, secretario, y Saúl V . Gallegos, tesorero.

L a situación en la capi ta l se estaba p o n i e n d o cada día más peligrosa pues ya para el día 7 había sido asesinado e l profesor Berlanga; el general Garc ía A r a g ó n se encontraba preso en el carro del general V i l l a para protegerlo de los zapatistas, que al f i n l o fus i laron; d o n P a u l i n o Martínez fue después asesinado p o r los vi l l istas, según parece, como conse­cuencia de su discurso contra M a d e r o en la Convención de Aguascalientes.

E n estas condiciones, los pocos carrancistas que aún está­bamos en la Convenc ión decidimos entrevistar al general Eu-l a l i o Gutiérrez , a q u i e n francamente manifestamos nuestros deseos de salir r u m b o al N o r t e para reanudar la lucha, en lo c u a l estuvo de acuerdo, pues nos facil itó su p r o p i o t r e n para que escapásemos, deplorando a l hecho de n o poder irse con nosotros. A l t ra tar l o referente a la conducta de V i l l a , nos

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d i j o estas palabras, que protesto haber escrito el m i s m o día q u e las oímos: . .Ustedes n o saben que cuando l o nombré Jefe de las Operaciones del Ejército Convencionista, t u v i e r o n q u e v e n i r l o a alcanzar hasta Lagos con la o r d e n , sólo así podía someterlo a la Convención." La orden era para que detuviera su m a r c h a y n o provocara u n conf l icto.

E l 21 de d ic iembre en la madrugada salimos de T a c u b a en el t r e n de l general Gutiérrez. Viajábamos en ese famoso tren de la Libertad las siguientes personas: general M a r t í n Espinosa, presidente de la Comisión Permanente; Saúl V . Ga­llegos, tesorero de la misma; general E n r i q u e W . Paniagua, corone l M . C. D a n i e l Ríos Zertuche, coronel M i g u e l A . Peral­ta , Agust ín Garc ía Balderrama, el doctor Fel ipe Gutiérrez de L a r a y el autor , pues aunque había pensado n o t o m a r parte en la lucha de facciones para volver a mis i n t e r r u m p i d o s estudios de m e d i c i n a , me sentí nuevamente arrastrado p o r la corr iente r e v o l u c i o n a r i a y además p o r q u e tenía motivos para temer ser sacrificado como lo había sido D a v i d G. Berlanga.

E l coronel V i t o Alessio Robles, entonces inspector de Policía, y D i o n i s i o Mar ines eran de los compromet idos a sal ir con nosotros pero n o se presentaron, agradeciéndoles, s in embargo, sobre todo a l p r i m e r o , que resultó ser más v i l l i s t a que V i l l a , el haber guardado el secreto de nuestra escapatoria.

H e q u e r i d o l legar a este p u n t o para demostrar pa lmar ia­m e n t e que desde esa fecha dejó de exist ir l o poco que queda­ba de la famosa Convención, p r i m e r o p o r q u e la gran mayoría de los delegados ya se encontraban ocupando sus puestos de combate en sus respectivos bandos y, segundo, p o r q u e en rea­l i d a d la C o n v e n c i ó n estaba i legalmente representada p o r su Comis ión Permanente, elegida en San L u i s s in quorum y además ésta q u e d ó desintegrada a l salir de M é x i c o , con nos­otros, el presidente de l a misma, general M a r t í n Espinosa, el tesorero Saúl V . Gallegos y a l haber sido v i l l a n a m e n t e asesi­nados en la m i s m a capi ta l el vicepresidente, general G u i l l e r ­m o García A r a g ó n y el secretario, teniente coronel D a v i d G. Berlanga.

A l l legar a San L u i s Potosí nos causó grave preocupación encontrar que el general H e r m i n i o Álvarez, gobernador del Estado, tenía órdenes directas del general V i l l a de aprehender a los "delegados prófugos que traían consigo la bandera y los fondos de la Convención"' . A f o r t u n a d a m e n t e el general Álvarez, a q u i e n debemos la v i d a y eterno agradecimiento, lejos de c u m p l i r la o r d e n , nos proporcionó u n a m á q u i n a para seguir r u m b o a S a l t i l l o y nos cambió p o r p a p e l moneda cons-

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t i tucional is t 'a los $ 6o,ooo que el tesorero Gallegos l levaba e n "sábanas" vil l istas.

F u i m o s recibidos cordia lmente en Sa l t i l lo por el general L u i s Gutiérrez, q u i e n estaba m u y disgustado por la conducta de su h e r m a n o E u l a l i o , y luego el general V i l l a r r e a l nos i n ­v i t ó a pasar a M o n t e r r e y donde también nos rec ibieron j u b i ­losamente.

M i e n t r a s tanto el general E u l a l i o Gutiérrez se hal laba en grandes dif icultades con sus aliados vi l l istas y zapatistas, por l o que se preparaba para abandonar la c i u d a d de México , lo c u a l decidió el 16 de enero de 1915, a l enterarse que el día a n t e r i o r , su m i n i s t r o de G u e r r a José Isabel Robles, había r e c i b i d o órdenes directas del general V i l l a de pasarlo inme­d i a t a m e n t e p o r las armas. 2 0

E l hecho de que el general E u l a l i o Gutiérrez abandonara l a c i u d a d de México , de n i n g u n a manera puede considerarse c o m o u n a defección, como dice e l profesor Q u i r k , pues n o p o d í a deber n i n g u n a lea l tad a u n subordinado que, como V i l l a , en su p r o p i a casa l o había amenazado pistola en m a n o y, debiendo ser él q u i e n recibiera órdenes, llegaba a ordenar a l Presidente n o abandonar la c i u d a d de México sin su per­m i s o . 2 1

Los que se sustrajeron a la a u t o r i d a d del general V i l l a y en favor de l verdadero G o b i e r n o Convencionista fueron sus p r o p i o s generales Robles, A l m a n z a , A g u i r r e Benavides y e l m i s m o L u c i o Blanco, que ya había abandonado el C o n s t i t u ­c ional ismo, convencidos todos ellos, aunque demasiado tarde, de n o convenir a los intereses d e l país que u n hombre como e l Jefe de la Divis ión d e l N o r t e , a despecho de sus grandes méritos como soldado, se fuera c o n v i r t i e n d o en dictador.

E l general Gutiérrez, a l salir de M é x i c o con lo que p u d o salvar de su gobierno, n o renunció a la presidencia más o menos legal conferida p o r la C o n v e n c i ó n de Aguascalientes y n o entregó el poder hasta el 2 de j u n i o de 1915, cuando ya todos l o h a b í a n a b a n d o n a d o . 2 2

E n consecuencia, el gobierno establecido por el coronel R o q u e González Garza era u n a necesidad, pues la c i u d a d de M é x i c o necesitaba a lguna a u t o r i d a d ; desintegrada la Con­vención, n o había q u i e n le conf i r iera la presidencia, y a u n q u e h u b i e r a exist ido t a l cuerpo, n o podía n o m b r a r u n Presidente, p o r q u e el t i t u l a r , s in abandonar su invest idura, sólo había cambiado de residencia.

Unas cuantas palabras más para comentar la in f luencia desfavorable de la pol ít ica de los Estados U n i d o s con rela­ción a los conflictos internos de nuestro país, debida a que

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sus agentes confidenciales, dominados p o r e l poderoso mag­net i smo personal del general V i l l a , se hacían, quizá sin darse cuenta de e l lo , " t a n vil l istas como V i l l a , y l o presentaban ante su gobierno, como p o r ejemplo el agente C á n o v a d u r a n t e los días de la Convención de Aguascalientes, como " e l único h o m b r e capaz de establecer la paz y la confianza"; o p i n a n d o q u e su salida del país (como lo estaba p i d i e n d o Carranza) conducir ía a la anarquía, y que " u n a buena pelea" (casual­m e n t e l o que la Convención trataba de c o n j u r a r ) "sería benéf ica" , pues Carranza se encontraría con fuerzas i n s u f i ­cientes y tendría que salir fuera del país, si b i e n le i b a . 2 3

"Es irónico — d i c e el profesor Q u i r k — que mientras W i l -son y L a n s i n g buscaban la manera de e l i m i n a r a Carranza, el jefe r e v o l u c i o n a r i o que de veras luchaba p o r el establecimiento de u n gobierno de o r d e n y legalmente c o n s t i t u i d o , ellos m o s t r a b a n l a más extraña a f i n i d a d p o r V i l l a , e l más des­ordenado de los jefes de facción en l a R e v o l u c i ó n M e x i ­cana . 2 4

F i n a l m e n t e , y en h o n o r a l a verdad, deseo hacer patente e l hecho de que f u e r o n los generales constitucionalistas lea­les a l P r i m e r Jefe quienes en las Conferencias de T o r r e ó n , en Cuernavaca, en Zacatecas y después en Aguascalientes, hicie­r o n hasta el ú l t imo m o m e n t o los más encomiables esfuerzos para evitar e l conf l ic to armado, a u n a costa de sacrificar a su p r o p i o jefe, Carranza; pero todos sus esfuerzos se estrel laron ante la arrogancia del general V i l l a , q u i e n evalentonado por sus indiscut ibles y grandes t r iunfos m i l i t a r e s y p o r la adula­ción de los agentes del gobierno americano creía, t a l vez de buena fe, que era el escogido y e l único capacitado para restablecer e l o r d e n y la paz, mediante la lucha armada y la e l iminación de los que n o se sometieran a su auto­r i d a d .

Se e n f r e n t a r o n pues dos facciones c o n t r a u n a ; se ensan­grentó como nunca el suelo de la p a t r i a , pero a l f i n triunfó el verdadero const i tucional ismo y los ideales de la Revo­lución M e x i c a n a cristal izaron en la Const i tuc ión de 1917.

Siempre he creído que la desastrosa guerra que siguió a la C o n v e n c i ó n de Aguascalientes p u d o haberse evitado si se h u b i e r a hecho u n sincero esfuerzo p o r l legar a u n sano e n t e n d i m i e n t o entre las facciones, o si h u b i e r a h a b i d o menos intransigencia de parte de los que se creían más fuertes. Sigo sosteniendo que la a c t i t u d de l P r i m e r Jefe ante la Con­vención fue d igna y patriótica hasta el ú l t imo m o m e n t o , p o r eso he creído u n deber dar a conocer estos recuerdos de los acontecimientos de entonces, pues el t i e m p o vuela, ya somos

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m u y pocos los supervivientes de aquellas históricas jornadas y n o se ha hecho jus t i c ia p lena a d o n Venust iano Carranza, e l h o m b r e que fue sin l u g a r a dudas el más noble y el más esforzado paladín que haya p r o d u c i d o la Revoluc ión M e x i ­cana.

N O T A S

1 M . GONZÁLEZ RAMÍREZ (ed.): Planes políticos y otros documentos. México, Fondo de Cul tura Económica, 1954, pp . 152-157. (Fuentes para la historia de la Revolución Mexicana, I . )

2 Juan BARRAGÁN RODRÍGUEZ: Historia del ejército y de la revolución eonstitucionalista, México, 1946, V o l . I I , p . 11.

3 Isidro FABELA: Documentos históricos de la Revolución Mexicana: I . Revolución y régimen eonstitucionalista. México, Fondo de C u l t u r a Económica, 1960, p . 493.

4 Ibid., p . 95. 5 Manuel W . GONZÁLEZ: Contra Villa, México, Ediciones Botas, 1935,

6 ALVARO OBREGÓN: Ocho mil kilómetros en campaña, México, Fondo

de Cultura Económica, 1959, p p . 179 s s .

7 Ibid., p. 208.

8 Robert E. QUIRK: The Mexican Revolution, 19I4-19I5, Indiana

University Press, 1960, p. 6o.

9 El Pueblo, México, D. F., 4 de octubre de 1914.

10 QUIRK: ob. cit.¿ p . 103.

1 1 Ibid., p . 41. 1 2 Archivo Casasola: Historia gráfica de la Revolución Mexicana,

I I , p p . 834-837. 1 3 Francisco RAMÍREZ PLANCARTE: La ciudad de México durante la

revolución eonstitucionalista, México, Ediciones Botas, 1941, p. 205. 1 4 Martín Luis GUZMÁN: El águila y la serpiente, México, 1959, p . 315. 1 5 José VASCONCELOS: La tormenta, México, Edi tor ia l Jus, 1958, p . 122. 1 6 Archivo Casasola: ob. cit., p . 841. 1 7 Ibid., p. 845.

18 Isidro FABELA: ob. cit., p . 391. 1 9 Álvaro OBREGÓN: ob. cit., p . 122.

20 Robert E. QUIRK: ob. cit., p. 166.

21 José VASCONCELOS: ob. cit., p . 149.

22 Archivo Casasola: ob. cit., p . 948.

23 Isidro FABELA: ob. cit., I I . La intervención norteamericana en Ve-

racruz, p . 171. 2 4 QUIRK: ob. cit., p . 282.