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REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 69 (2010), 393-420 Recuperar los valores de la ciudad (Acercamiento bibliográfico interdisciplinar) IGNACIO HUSILLOS TAMARIT, OCD Monasterio del Desierto de Las Palmas (Benicasim, Castellón) «El espíritu del Concilio no es el de con- denar el mundo moderno, sino el de consagrar- lo y orientarlo hacia Dios. Si lo rechazamos, traicionamos nuestra misión» (Jean Daniélou, sj, peritus) 1 . «La verdad de la ciudad no reposa en ningún plano. Es poliédrica, hija de millones de ojos que la portan y la exportan» (Concha Mateos) 2 . PREáMBULO Planteamiento previo El emisor se dispone a producir un mensaje; piensa en los recep- tores (lectores); tiene sus bases y sus presupuestos desde los que parte 1 José Luis MARTíN DESCALZO, Un periodista en el Concilio, I, Madrid, PPC, 1963, pp. 251-252. Daniélou fue perito del Concilio Vaticano II; luego sería creado cardenal. 2 Concha MATEOS, «La comunicación poética y política de la ciudad. Análisis de la ciudad como argumento de información política electoral, frente a Las ciuda- des invisibles de Ítalo Calvino», Espéculo n. 23 (2003) en línea: http://www.ucm. es/info/especulo/numero23/ciudades.html (consultado el 20.05.2010).

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reVista De espiritualiDaD 69 (2010), 393-420

Recuperar los valores de la ciudad(Acercamiento bibliográfico interdisciplinar)

iGnaCio Husillos tamarit, oCD

monasterio del desierto de las Palmas (benicasim, castellón)

«El espíritu del Concilio no es el de con-denar el mundo moderno, sino el de consagrar-lo y orientarlo hacia Dios. Si lo rechazamos, traicionamos nuestra misión» (Jean Daniélou, sj, peritus) 1.

«La verdad de la ciudad no reposa en ningún plano. Es poliédrica, hija de millones de ojos que la portan y la exportan» (Concha Mateos) 2.

preámbulo

Planteamiento previo

El emisor se dispone a producir un mensaje; piensa en los recep-tores (lectores); tiene sus bases y sus presupuestos desde los que parte

1 José Luis martín DesCalzo, Un periodista en el concilio, I, Madrid, PPC, 1963, pp. 251-252. Daniélou fue perito del Concilio Vaticano II; luego sería creado cardenal.

2 Concha mateos, «La comunicación poética y política de la ciudad. Análisis de la ciudad como argumento de información política electoral, frente a las ciuda­des invisibles de Ítalo Calvino», espéculo n. 23 (2003) en línea: http://www.ucm.es/info/especulo/numero23/ciudades.html (consultado el 20.05.2010).

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a la hora de emitir el mensaje: la cultura y la contracultura recibidas y las delimitaciones espacio-temporales.

Delimitación espacial: hablar de la ciudad desde un «monasterio» (que en realidad es un convento) es una osadía; a sabiendas, me he atrevido a bucear en un mar que ya ha sido y está siendo investigado por todas las disciplinas del saber humano y cuyos resultados han dado y siguen dando muy interesantes respuestas y propuestas, antiguas y nuevas.

Delimitación temporal: el ecuador entre la primera y la segun-da década del siglo XXi, con la experiencia pasada de la caída de los imperios y de las ideologías y en plena crisis global —entendida como crisis de crecimiento y búsqueda de nuevos paradigmas y con-vicciones—; a distancia de 45 años del Concilio Vaticano II (y siendo nieto del Concilio, ni padre ni hijo) 3; en un momento en el que ya muchos han olvidado el amor primero, «el espíritu del Concilio» (cf. Daniélou), rechazándolo de diversos modos y traicionando, por tanto, la misión encomendada. Tiempo, también, en el que el pensamiento, debilitado por tantos pasos en falso y timorato, anda fragmentado entre «millones de ojos que lo portan y lo exportan», por lo que su verdad «no reposa en ningún plano» (cf. Mateos). No me identifico con la negatividad de ambas experiencias: pues estoy muy orgulloso de mi abuelo, el Concilio, aunque es de otra época (evidentemente, pues es mi abuelo); y mi pensamiento reposa sobre sólidas bases cristianas de vuelos personalistas (Ebner, Lévinas, López Quintás), con diversos matices e influjos (teresianos y sanjuanistas). Me quedo, por el con-trario, con la parte positiva de ambas percepciones: la pluralidad de lo poliédrico y holístico, tan propio de la ciudad (cf. Mateos) y la misión de consagrar el mundo a Dios (cf. Daniélou). Si la ciudad es entendida como secular, laica, lugar de la sociedad y también de la fe, creo que vale la pena esforzarse por mostrar que la ciudad era —y es— cosa de Dios. Como dijo el actual P. General OCD: «Las alternativas son dos: o se afronta la tarea de devolver sentido al mundo en el que vivimos, buscando asimilar su complejidad y repensar en ella la fe en Dios, o

3 Agradezco, como nieto, el esfuerzo prosopográfico del prof. Santiago Ma-drigal, sj, en mostrar y explicar el Concilio Vaticano II desde sus protagonistas en numerosos artículos y libros (2002, 2005, 2007, 2009, etc.).

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se busca la evasión en «otro» mundo, pero en realidad producto de las dinámicas históricas de las que se querría escapar» 4.

Puntualización del tema

El estado de la cuestión sobre la ciudad está en continuo cambio y renovación. Parece que la ciudad se plantea y replantea a sí misma sin cesar, su identidad y su estructura, creciendo sin parar y fagocitando su entorno, en un proceso descontrolado o previsto en planes y proyectos.

Tomar el pulso al tema de la ciudad en un artículo como éste es harto complejo: haría falta una colección unitaria de unos veinte vo-lúmenes para tener un cuadro aproximado a la realidad de la ciudad. En mi investigación he usado fuentes diversas: una gran búsqueda bibliográfica previa en dialnet, de la universidad de La Rioja (en línea), y anexos bibliográficos de algunas monografías 5; además del bis y búsquedas bibliotecarias (Desierto de Las Palmas, Teresianum, CITeS). una vez hecho el acopio de datos, he optado por ofrecer una interpretación personal del asunto resaltando los valores de la ciudad (especialmente los trascendentes) y buscando puntos de encuentro para todos, destacando sólo algunos ámbitos de la ciudad.

El mismo acercamiento a la ciudad es, de hecho, bipolar: algu-nos relacionan directamente la ciudad con Dios, con lo sagrado, y recuperan, así, los valores espirituales de la ciudad. Otros abordan la ciudad desde otras orillas: traen a colación conscientemente los valores humanos e intentan por todos los medios humanizar o rehumanizar la ciudad (en aquellos casos en los que la deshumanización es la ley reinante). Propongo, pues, desde el mismo planteamiento bibliográfico interdisciplinar, abrir cauces a la colaboración entre las diversas áreas del conocimiento humano interesadas en el tema de la ciudad. Y ya que de la ciudad se trata, comencemos por adentrarnos en el vasto paraje que supone la sola idea de ciudad.

4 Saverio Cannistrà, «Influjo cultural de la experiencia mística carmelitana», revista de espiritualidad 66 (2007) 463-477, cita: p. 473.

5 Como la de F. Floris (cf. infra nota 7). Ciertas editoriales italianas como Franco Angeli, Meltemi, Bollati Boringhieri o Dedalo tienen colecciones muy inte-resantes dedicadas al fenómeno urbano. Entre las editoriales anglófonas están MIT Press de Masachusets y la londinense Routledge; en España tenemos Gustavo Gili.

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1. la iDea De CiuDaD

La ciudad en sí es una idea, y de la idea al hecho hay un buen trecho. La cuestión es de dónde surge la idea (de la mente), dónde se fundamenta (en los valores), qué tipo de fundamentos escoge (¿valores o contravalores?) y cómo los ordena (en una escala de valores) y, por tanto, qué resultado de ciudad se obtiene, en qué tipo de ciudadanos se piensa cuando se habla de esta idea de ciudad o de la otra. Porque la ciudad (idea ya materializada) es y ha de ser para los ciudadanos; la conforman ellos y ellos se ven determinados por el mismo concepto previo. De ahí, que en la concepción de algo tan cotidiano como la ciudad —en sus distintas acepciones: área metropolitana, burgo, capi-tal, casco urbano, célula social, cosmópolis, megaciudad, megalópo-lis, megápolis, megaúrbe, metrópolis, pantópolis, población, sociedad urbana, sociópolis, tejido urbano, telépolis, urbe— se dirima algo tan importante como la vida misma 6.

De cómo sea el continente dependerán las diversas modulaciones del contenido, puesto que las estructuras, de hecho, influyen en el desarrollo de las personas (urbanizaciones, comunicaciones, paisajes, ordenaciones, expansiones, concentraciones de la ciudad).

Como todo concepto, desde el punto de vista lingüístico, tiene sus sinónimos y sus opuestos: a ciudad se opone campo y sus deriva-dos (ciudadano a campesino): ámbito urbano ante ámbito rural; como sustantivo, también tiene sus adjetivaciones: ciudad abierta o cerrada; ciudad dormitorio o satélite, circular, infinita o postmoderna; ciudad caída o ciudadela, ciudad vital, moribunda o viviente; ciudad virtual o ciberciudad; ciudad-jardín, verde, lineal, universitaria, hospitalaria, agrícola, industrial; ciudad cultural, empresarial, ciudad hipermercado; ciudad creativa; ciudad perdida, subdesarrollada, campos de refugiados, excesos de ciudad… 7

6 J. A. minGolarra, «Prontuario interrumpido de la ciudad», revista interna­cional de estudios Vascos 51 (2006) 11-23; V. Guallart (ed.), sociópolis. Proyecto para un hábitat solidario, Barcelona, Actar, 2004.

7 Fabrizio Floris, eccessi di città. baraccopoli, campi profughi e periferie psichedeliche, Milano, Paoline, 2007, 174-180. Otros términos se hallan en la colección «Cuadernos del Instituto Juan de Herrera de la Escuela de Arquitectura de Madrid» y en el programa atributos Urbanos (2006) del Centro Andaluz de

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Y, por último, tiene sus partes: centro, periferia, extrarradio; co-nexiones urbanas, interurbanas, suburbanas; conurbación, etc. Sin ol-vidar nunca el «capital humano», los ciudadanos.

Ni la provincia ni la unión de varias provincias (comunidad autó-noma; región) ni partes de ellas (comarca, mancomunidad) han conse-guido la fuerza que la ciudad; es única y sin parangón. Tal liderazgo entre estructuras territoriales parece causar cierto «miedo a la ciudad»: nadie ha podido desbancar a la ciudad del primer puesto como núcleo socio-político y económico 8.

2. un Fenómeno Complejo De interés General

El fenómeno es complejo, tanto más cuanto la vida urbana abarrota el pensamiento occidental y también oriental 9. Es una cuestión esencial que ha de ser tratada con la calma y el sosiego necesarios. Por eso, la presente reflexión quiere ampliar las miras respecto de algo tan cotidiano y vulgar, tan profundo y trascendente, tan ajeno y a la vez íntimo como es la ciudad.

Cada disciplina se ha acercado a la realidad de la ciudad para reflexionar sobre ella. Filósofos, literatos, historiadores, cartógrafos, geógrafos, biólogos, políticos, artistas, sociólogos, arquitectos, ingenie-ros, urbanistas, arqueólogos, economistas, pedagogos, legistas, comu-nicadores, sanitarios, teólogos y psicólogos entre otros investigadores, se han preocupado de la ciudad. No podían faltar los especialistas en cosas del Espíritu para aportar su palabra.

En esta revista se escribió hace más de 40 años que «el cristiano es doblemente ciudadano de la ciudad temporal y de la ciudad eter-

Arte Contemporáneo, en http://www.atributosurbanos.es/glosario/ (consultado el 21.05.2010).

8 Ricard pérez CasaDo, el miedo a la ciudad, Madrid-Valencia, Hiperión, 1987.

9 Cf. Vittorio Franchetti parDo, l’invenzione della città occidentale, Milano, Jaca Book, 2008; Salma K. jayyusi (dir.), the city in the islamic World, 2 t., Leiden-Boston, Brill, 2008 (Handbook of Oriental Studies. Section 1: The Near and Middle Est, 94); Attila Hollo, citylization –the american idol. city life as a symbol of the modern World in 20th century american Fiction, Saarbrücken, Verlag Dr. Müller, 2008.

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na, pero, evitando siempre la dualidad, vivirá centrado en el mundo orientado hacia el Padre, siendo habitante de un cosmos único (…). Con todo, el hombre puede distinguir los dos órdenes, temporal y religioso, pero el cristiano contribuye unitariamente a la creación del mundo nuevo, aportándole la técnica, la humanización y sobre todo el Espíritu, y así comienza a transfigurarlo en Reino» 10. Creo que estas palabras son válidas hoy, en que disponemos de la técnica del siglo XXi, pero la manejamos con una mente, a veces, medieval. Este desfase inicial ocasiona otros desfases sucesivos al desarrollar las ideas y materializarlas. Por eso, propongo una mirada nueva de la ciudad.

3. una miraDa nueVa y antiGua: la santiDaD

La ciudad de dios, la Ciudad Eterna, la ciudad santa… La santidad de un lugar geográfico (llanura, montaña, río, casa, ciudad…) ha sido experimentada en las sucesivas civilizaciones, en las religiones y en el foro interno de las personas individuales 11. Pretender una ligazón estre-cha de algo tan cotidiano como una ciudad con lo trascendente, con la deidad o con lo divino responde a la necesidad que la humanidad como colectivo y la persona como particular han experimentado en carnes pro-pias de manera natural o innata desde tiempo inmemorial; concretando más: a veces necesidad, otras veces realidad con la que se encuentran sin pretenderlo 12. Al igual que los legistas hablan de derecho natural 13 y los filósofos de religión natural 14, así también los que investigan los orí-

10 Lorenzo alCina roselló, «Tiempo salvífico y tiempo litúrgico como norma de la vocación cristiana», revista de espiritualidad 28 (1969) 5-37, cita: p. 23.

11 Alister HarDy, la naturaleza espiritual del hombre. estudio sobre la expe­riencia religiosa contemporánea, Barcelona, Herder, 1984, pp. 124-127: lugares sagrados, antecedentes o desencadenantes de la experiencia.

12 Todos los casos, normalmente, expuestos en la obra de Hardy son de ex-periencias religiosas tenidas sin haberlas buscado de manera especial; de hecho, el carácter sorprendente de las mismas viene dado por el hecho de no haber sido pretendidas.

13 Cf. Jesús ballesteros, sobre el sentido del derecho. introducción a la filosofía jurídica, Madrid, Tecnos, 32002, pp. 102-110: cap. VI, §. «2. El derecho natural como fundamento ontológico del derecho».

14 Cf. Joseph butler, the analogy of religion, natural and revealed, Char-leston, BiblioBazaar, 2009.

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genes, el significado, la composición y la filosofía de la ciudad se topan con documentos, ideas y experiencias que descubren cierta preocupación metafísica, cierto deseo de trascendencia, un algo más que no se dice…

Imaginemos, por ejemplo, el trasfondo simbólico de la novela los pilares de la tierra 15, desde la perspectiva religiosa de la ciudad, en torno al ara de entonces (la catedral gótica), intentando adentrarse en el pensamiento medieval. Entonces, la arquitectura era el arte por excelencia y el arquitecto el primero de los artistas mecánicos: «Es, particularmente, el símbolo de Dios, arquitecto del universo, e imagen de Cristo que edificó la iglesia espiritual sobre los cimientos de la enseñanza apostólica» 16. Podemos pensar que éste era el arquitecto de aquella catedral, en el corazón de la ciudad, dándole vida, sentido y orientación simbólica (religiosa, social) 17. Corriendo el tiempo podría haber hecho un monasterio 18 o alguna escuela urbana (s. XII), lugares donde recobró vigor el pensamiento medieval 19. O incluso ser el artí-fice de la primera universidad española: Palencia, 1212 20. Y así, con el discurrir de los siglos, llegaríamos a hallar tal vez la relación de medievo y renacimiento más de lo que se suele señalar 21.

a) origen sagrado de la ciudad

Desde múltiples ámbitos se ha abordado el asunto, el tema, la rea-lidad, el concepto de ciudad. Por comparación o contraposición (v.gr.

15 Ken Follett, los pilares de la tierra, Barcelona, DeBolsillo, 32001. Cf. Isabel belmonte, los pilares de la tierra. la historia detrás de la novela, Bar-celona, DeBolsillo, 2007.

16 Edgar De bruyne, la estética de la edad media, Barcelona, Visor, 21994, p. 232.

17 Georges Duby, la época de las catedrales: arte y sociedad, 980­1420, Madrid, Cátedra, 1993.

18 Juan Mª De la torre, «Cister y Europa», cistercium n. 239 (2005) 527-547, en especial p. 545.

19 «En torno a las catedrales se encontraban en las épocas precedentes unas escuelas llamadas «capitulares». Tales escuelas van a alcanzar un notable desarrollo en el siglo XII». VV. AA., el pensamiento medieval, Valencia, Edicep, 1974, p. 94; cap. «4. Las doctrinas en las escuelas urbanas del siglo XII» (93-135).

20 ibíd., p. 642.21 Eugenio Garín, medioevo y renacimiento. estudios e investigación, Madrid,

Taurus, 2000.

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urbano vs. rural) y por relaciones muy dispares. Entre todo ello, destaco el origen sacro de la ciudad para poner fundamento en lo que sigue.

Recientemente se reeditaba en castellano un clásico de los setenta sobre la ciudad: sus orígenes, ideas, estructuras básicas y primigenias 22. Su autor, el prof. Joseph Rykwert, evidencia el carácter trascendental y sagrado (y, por tanto, ritual) en los inicios de la ciudad en el mundo antiguo 23. El rito pone de manifiesto que ya existe cierta liturgia y que ello tiene especial importancia al hablar y referirse, muchas veces simbólicamente, a una realidad trascendente implícita, sólo insinuada a través de formas sencillas (cruz, círculo, cuadrado, triángulo), como apuntando al «arquetipo divino» de ciudad, en expresión de La Pira 24. La ciudad, pues, incluía en su definición, el lugar sagrado. Así ha descrito un historiador los inicios de la ciudad:

«En el origen hay una colina donde se refugian los habi-tantes del campo para defenderse de los enemigos; más tarde lo habitado se extiende en la llanura vecina y se suele fortificar con un cercado de muros. Se distingue, pues, la ciudad alta (la acrópolis, donde están los templos de los dioses y donde los ciudadanos aún pueden refugiarse para una última defensa) y la ciudad baja (el astu, donde se desarrollan los comercios y las relaciones civiles); pero son partes de un solo organismo, porque la comunidad ciudadana funciona como un todo único, cualquiera que sea el régimen político» 25.

Evidentemente, en la ciudad romana, en el cruce del cardo y el decumano (que marcaban los cuatro puntos cardinales, la orientación de la ciudad en el territorio) se hallaba el ara, el centro de la ciudad, cívico, político y religioso. Tener en cuenta el origen sagrado de la ciudad, y también la unidad primigenia de la polis, puede orientar

22 Joseph ryKWert, la idea de ciudad. antropología de la forma urbana en roma, italia y el mundo antiguo, Salamanca, Sígueme, 2002. (Orig. inglés: 1972; ed. española: Madrid, Hermann Blume, 1976.)

23 ibíd. [2002], pp. 39-54 (ritos) y pp. 89-117 (formas).24 Giorgio la pira, «Il mistero dei tetti di Firenze», Prospettive 11, n. 66-

67 (1979) 55; nº especial: il valore di Firenze e delle città. Cf. V. peri, la Pira, lazzati, dossetti: nel silenzio la speranza, Roma 1998.

25 Luigi beneVolo, storia della città, Bari, Laterza, 1986, p. 92.

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ulteriores reflexiones para ver o descubrir la unidad de la ciudad, la sacralidad de lo urbano 26 o la espiritualidad que en ese ámbito puede ser desarrollada y profundizada por sus habitantes, los ciudadanos 27. ¿Cómo hacer que la ciudad no resulte un desierto? 28 ¿Acaso oscurece algo el rostro de la ciudad, su santidad?

b) lo que oscurece la santidad de la ciudad

Las crónicas de sucesos (incluso en las cadenas de TV) muestran cada vez más a las claras la parte oscura, burda, oculta e indeseable de la ciudad 29; esa parte que muchos conocen pero de la que muy pocos hablan. Y en esa parte (o partes) de la ciudad los términos se difuminan y se mezclan unos ámbitos con otros 30: las bolsas de pobreza surgidas en las periferias o zonas periurbanas plantean serios problemas en las sociedades globalizadas del siglo XXI 31; el olvido a su suerte de la tríada niños-mujeres-ancianos (expresado, por ejemplo, en el trabajo infantil, el diversificado ataque a las mujeres y el extremo abandono de los ancianos por inservibles para el trabajo y molestos para la familia desestructurada, entre otros abusos 32); la propiciación de creación de grupúsculos que dan pie a sus propias subculturas variadísimas, con el

26 J. ryKWert, «El cielo en la tierra. La ciudad ideal en la Historia», arqui­tectura Viva 88 (2003) 42-45.

27 Los Padres del Desierto transportaron la idea de ciudad al desierto crean-do paradojas, oxímoros arquitectónicos y estilísticos como las lauras y los skits, entre otros asentamientos que intentaban conjugar lo eremítico, lo cenobítico y lo monástico. Dejaron de habitar las ciudades establecidas y crearon nuevas ciudades religiosas en el desierto. Lo apunté en «La ciudad en el Desierto», el carmelo, III/43 (nov.-dic. 2003) 25-28.

28 Michelle nauDin, «Madeleine Delbrêl: de l’Incarnation à la Croix, mystique et engagement dans le désert des villes», la Vie spirituelle 85 (2005) 215-223.

29 Josep Mª Català DomèneCH, la violación de la mirada. la imagen entre el ojo y el espejo, Madrid, Fundesco, 1993; Richard sennett, la conciencia del ojo. Proyecto y vida social en la ciudad, Barcelona, Versal, 1991.

30 Lo líquido es una nota de esa realidad; cf. Zygmunt bauman: tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre, Barcelona, Tusquets, 2007.

31 Daniel Camarero, «Globalización», en diccionario de misionología y ani­mación misionera, Burgos, Monte Carmelo, 2003, pp. 424-435; cf. pp. 504-509.

32 Comunità Di sant’eGiDio, Gli anziani senza amore muoiono, Milano, Leonardo International, 2005.

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intento de marcar las diferencias grupales en medio de una sociedad individualizada y encontrar cierto tipo de refugio en la ciudad anónima y despersonalizante 33; a ello coadyuvan los grandes movimientos migra-torios (especialmente, entre naciones de culturas diferentes) 34 que traen consigo el desarraigo y el trasplante de costumbres (de ahí, que se hable —en positivo— de mestizaje y de mezcla de culturas); la globalización fracasada en el intento de interrelacionar íntimamente las culturas y, en consecuencia, la creación de una amalgama en la que nunca acaba de desaparecer la sospecha del otro 35, sino que se conservan las diferencias escrupulosamente por miedo a perder la propia identidad.

Se suman a ello la violencia y la guerra 36, en forma de asesinato selectivo de líderes en las ciudades (JFK, Martin L. King) 37, así como también el terrorismo indiscriminado en las grandes urbes: las fechas de los atentados forman ya parte del calendario de funestas conmemo-raciones de las ciudades (11-S en Nueva York, 11-M en Madrid, 7-J en Londres), convirtiéndose en un fenómeno mundial que ha propiciado una serie de reflexiones en torno a la paz 38. Ese terrorismo se ha visto azuzado por el fanatismo religioso o la persecución de los que no profe-san el credo de los perseguidores y por el fundamentalismo ideológico, persiguiendo hasta la muerte a los de opciones políticas contrarias a la del fanático. Fred Halliday escribió lo siguiente siete años antes

33 En novela: Susana pérez-alonso, en mi soledad estoy, Barcelona, Monda-dori, 2005; José Ángel mañas, Historias del Kronen, Barcelona, Destino, 62004.

34 Tomás CalVo buezas, «Las migraciones en el contexto de la globalización: el drama humano de los «sin papeles»», confer 43 (2004) 283-304.

35 De nuevo, Z. bauman, miedo líquido. la sociedad contemporánea y sus temores, México, Fondo de Cultura Económico, 2007; iD., confianza y temor en la ciudad, Barcelona, Arcadia, 2006.

36 Desde el paradigma de la «ciudad masacrada»: «A partir de Hiroshima, la idea de que la humanidad pueda destruirse a sí misma no sólo ha pasado a ser concebible y planteable, sino crítica». Josef pieper, esperanza e historia. seis conferencias en salzburg, Salamanca, Sígueme, 1968, p. 14.

37 O el intento sobre Charles de Gaulle; cf. Frederick ForsytH, chacal, Bar-celona, Plaza & Janés, 1974.

38 Andrea riCCarDi, la paz preventiva. esperanzas y razones en un mundo en conflicto, Madrid, San Pablo, 2005; Roberto norieGa, «Madrid, ciudad de los hombres, ciudad de Dios. Reflexiones agustinianas en torno al 11 de marzo», religión y cultura n. 230-1 (2004) 687-714; Miguel Ángel sánCHez Gómez, «Esquemas de análisis y reflexión sobre los atentados del 11 de marzo de 2004, desde la perspectiva de la vida religiosa», confer 43 (2004) 407-422.

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del 11-S y diez antes del 11-M: «El fundamentalismo promete tener repercusiones todavía mayores en el mundo en los años por venir, y desde luego no va a desaparecer ni a apaciguarse» 39; y Finkielkraut ya había hablado del zombie y del fanático como una irónica metáfora macabra de aquello en lo que se había convertido la sociedad 40.

Todo esto, por extraño que parezca, por anecdótico (de crónica negra) que resulte, es una realidad en la vida de la ciudad, forma parte de la coti-dianidad desgraciadamente. Todo ello prepara, en cierto modo, un ambiente falaz, inseguro, violento y temerario, que posee en su seno la semilla de la autodestrucción; algo que unos y otros han caracterizado con la imagen repetida hasta la saciedad de «la selva» y «la ley del más fuerte». Aunque todo eso pasa. Y, sin embargo, deja huella en las mentes, en las vidas y en las conciencias de quienes roza o rasga indefectiblemente la zarpa de la bestia… Por eso existen agrupaciones ciudadanas que intentan, en la medida de lo posible, paliar los efectos del paso de la bestia, curar las heridas superficiales y ofrecer terapias para las profundas (las que difícil-mente sanan y muy pocas veces se borran) por medio de la psicología, la justicia, el pensamiento, la sociología, la fe, la comunicación, etc. Son tan numerosas las experiencias que resultaría prolijo enumerarlas.

Algunos, tal vez, querrán recorrer, al discernir, el camino contrario con su intelecto: «debido a la falta de valores suceden estas cosas ho-rribles»; «a causa de la inexistencia de referentes sociales ocurre que cada uno tira por su parte y entonces viene el consabido ‘sálvese quien pueda’ y la desintegración de la sociedad, todo lo cual empieza en la ciudad, con la fractura de las relaciones interpersonales», etc. Tanto si se sigue este modo de pensar como el opuesto («las maldades repetidas consiguen ahuyentar las virtudes»), se habrá de convenir, en un caso y en otro, que los valores (o virtudes) es la gran cuestión pendiente de la ciudad. Al menos, recuperar aquellos valores perdidos 41, entre los que destaca el de la convivencia 42.

39 Fred HalliDay, «El fundamentalismo y el mundo contemporáneo», Papeles n. 52 (1994) 37.

40 Alain FinKielKraut, la derrota del pensamiento, Barcelona, Anagrama, 1987, p. 139.

41 Cf. Gilbert K. CHesterton, razones para la fe, Barcelona, Styria, 2008, pp. 37-39.

42 Andrea riCCarDi, convivir. realismo y esperanza ante un mundo plural, hacia una civilización de la convivencia, Barcelona, RBA Libros, 2007.

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Todo el conjunto de maldades va minando la otra realidad, que no se ve pero está: la espiritual. La realidad invisible del amor no pasa nunca (cf. 1Cor 13,8: «El amor no pasa nunca», o bien: «El amor nunca falla» 43). Esta realidad espiritual fundamenta los valores de la ciudad.

c) la vida interior o espiritual, principio para redescubrir la ciudad

El cardenal Martini tiene unas palabras clarividentes sobre la vida interior o espiritual y su relación íntima con la ciudad (y todo el resto de ámbitos de la vida humana y divinizada) 44. En ejercicios espiritua-les a sacerdotes, comentando algunos pasajes de la obra agustiniana, dice: «San Agustín afirma que la búsqueda de la vida «interior» es la búsqueda de la verdad, es decir, de las cosas tal como son». Y pro-sigue: «No es una huida, como podría sugerirnos la palabra interior, es hallar por dentro la raíz de todas las cosas, la sede de todas las elecciones, la motivación de todas las decisiones que se toman en el mundo y, por tanto, el lugar donde se construye la ciudad, la sociedad, la historia». No estamos, pues, ante una fuga mundi entendida como escape. De hecho, aclara Martini: «La vida interior no es un refugio, sino una actitud determinante para la historia humana». Y añade algo muy importante: «No hay historia humana si no es por las decisiones que los hombres maduran en su interior». Explica esto así: «Cuan-do alcanzamos y cultivamos la vida interior, alcanzamos también las raíces de toda decisión humana: social, económica, política, cultural, afectiva, religiosa». Retornando a Agustín, concluye el cardenal: «Por eso el descubrimiento que hace Agustín de la vida inte rior vale para el ser humano y para las leyes internas de la historia. Es la ventana desde la cual podemos contemplar las dos ciudades y las dinámicas de la historia, comprender el porqué de los imperios y de su caída, y de

43 La traducción es de Evaristo martín nieto (dir.), la santa biblia, Madrid, San Pablo, 162001, p. 1.630. Cf. José Ignacio González Faus, derechos humanos, deberes míos. Pensamiento débil, caridad fuerte, Santander, Sal Terrae, 1997. Puede pasar o fallar el pensamiento, pero no el amor.

44 Carlo M. martini, el presbítero como comunicador, Madrid, PPC, 21998, pp. 128-129.

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cómo se va formando el Reino de Dios en medio de los acontecimien-tos humanos. Podemos comprender cómo la Jerusalén celeste baja del cielo y está ya presente en la historia humana. La vida interior es el lugar que nos hace entender el porqué de todas las acciones que hacen la historia de los hombres que, a través de una serie de relaciones, construyen la humanidad nueva, la ciudad de Dios» 45.

4. reCuperar la santiDaD: los Valores De la CiuDaD

Se trata, pues, de recuperar los valores humanos (y cristianos) de la ciudad. Hablar de la ciudad como paradigma tiene su riesgo, por-que los paradigmas no existen sino en nuestra mente y en la teoría; mas en la práctica hallamos casos concretos de ciudad, experiencias particulares de ciudad 46. En este sentido, el título de la obra de Juan Bautista Libanio, las lógicas de la ciudad, puede parecer demasiado paradigmático y teórico; sin embargo, logra converger todas las lógicas posibles en la ciudad, incluyendo «las lógicas de los valores» 47.

a) acercamiento interdisciplinar

La ciudad interesa a todos. Y recuperar los valores fundamentales de la ciudad debiera preocupar a todos; o nos debiera preocupar el hecho de que no a todos preocupa: que aún hay muchos que no pien-san, no opinan («no sabe/no contesta») o que ignoran el tema ciudad.

«Hay que pensar la ciudad sin rehuir sus implicaciones po-líticas: corregir los desequilibrios urbanos, luchar contra una segregación cada vez más acentuada, sigue siendo una cuestión (dolorosamente) pendiente. Pensar la ciudad para dar un sentido a una tecnología cada vez más (interesadamente) autónoma. Pensar

45 ibíd., p. 129.46 En bisanzio, constantinopoli, istambul (Milano; Jaca Book, 2008) se destaca

el cambio de nombre-identidad de una misma ciudad a lo largo del tiempo.47 João Battista libanio, as lógicas da cidade. o impacto sobre a fé e sob o

impacto da fé, São Paulo, Edições Loyola, 2001, pp. 177-197.

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la ciudad porque su desarrollo compromete (inevitablemente) el porvenir del planeta. Pensarla, en fin, ensanchando horizontes, porque la ciudad requiere cada día miradas nuevas» 48.

La transversalidad del asunto merece, cuanto menos, un acerca-miento interdisciplinar 49. De ahí, que desde diversas ramas del saber humano se esté retomando el discurso de los valores, aplicado a la ciudad y a los ciudadanos. El prof. José Antonio Mingolarra (univ. País Vasco), ha mostrado que en el panorama internacional se está optando por los valores de la ciudad, a pesar de los muchos incon-venientes y dudas (miedos, vacilaciones, etc.) que emergen desde la ciudad. En este sentido ha llegado a afirmar: «La ciudad está en crisis permanente. Es un ente cambiante, lugar de miedos, peligros y pérdida de identidad pero también de libertad, sociabilidad e intercambio» 50. Veinte años antes, el alcalde de la ciudad de Valencia había escri-to: «La conciencia de que la ciudad puede constituir el elemento articulador del territorio, y a la vez la sede idónea para acoger las nuevas iniciativas en un momento crucial de la historia europea, se va abriendo paso» 51. En cierto modo fue profético, en cuanto que la ciudad se ha ido abriendo paso en las postrimerías del siglo XX y en los albores del siglo XXI. Con todo, son muchos los interrogan-tes que plantea. Por eso se hace necesario el abordaje de la cuestión «ciudad» por parte tanto de teóricos como de prácticos, de docentes/ponentes como de «actuantes», de voces autorizadas (que suelen venir del ámbito académico, político y económico) como de voces acalla­das y, en muchos casos, molestas para las primeras (aquellos que sufren las peores consecuencias de la ciudad; exiliados, inmigrantes,

48 Rosario Del Caz – Pablo GiGosos – Manuel saraVia, «Pensar la ciudad, precisamente ahora», revista de occidente n. 275 (2004) 6. Los autores han for-mado un grupo de reflexión en la univ. de Valladolid: «Los derechos humanos y la ciudad» (ver http://www.ciudad-derechos.org/). Sus estudios, en las notas 59 y 84.

49 un ejemplo de abordaje interdisciplinar es la revista Foco 76. ideas de ciudad (Santiago de Chile; cuatrimestral; n. 1: marzo 2006): forman su consejo editorial personas provenientes de arquitectura, urbanismo, ingeniería, sociología, filosofía, periodismo y literatura.

50 J. A. minGolarra, «Prontuario interrumpido de la ciudad» (cit. nota 6), p. 11.

51 R. pérez CasaDo, el miedo a la ciudad (cit. nota 8), p. 17.

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pobres, sin-techo y un largo etcétera 52; aunque también, aquellas que han optado por callarse y, desde su silencio, ser ejemplos de vida, orientando a la sociedad urbana, a modo de velas encendidas en la oscuridad o desde el picacho donde mora el sabio-ermitaño cuyo testimonio sirve de referencia a los ciudadanos 53). Así, pues, se dan múltiples vías de acceso a la cuestión de la ciudad 54, por ejemplo, la filosofía, el derecho y la ética 55, la sociología y la pedagogía 56, la economía 57, la geografía 58, el urbanismo 59, la política 60, el arte y las ciencias naturales 61 o la comunicación 62.

En unas ocasiones, se parte de una óptica secularizada y aconfesio-nal 63, en otras, del pensamiento contemporáneo cristiano. Entre ambas vías se ubicó la obra-clave de Harvey Cox, que marcó una época:

52 Cf. José Antonio marina, «Las voces silenciadas en la era de la comuni-cación», en I. Husillos (ed.), el silencio. ii seminario desierto de las Palmas, Castellón-Burgos, Fundación Desierto de Las Palmas-Editorial Monte Carmelo, 2007, pp. 119-134.

53 Cf. ib., 35. Es la imagen usada en el profeta, de Gibrán Jalil Gibrán (Ma-drid, Edaf, 1994).

54 Cf. Horacio Capel, «una bibliografía para el estudio de la ciudad», biblio 3W 3/114 (1998), en línea: http://www.ub.es/geocrit/b3w-114.htm (consultada el 13.05.2010).

55 Marcos román burillo, Ética para jóvenes. de persona a ciudadano, Bilbao, DDB, 2006; Agustín DominGo moratalla, Ética de la vida familiar. claves para una ciudadanía comunitaria, Bilbao, DDB, 2004.

56 Henri bouCHé, educar para un nuevo espacio humano. Perspectivas desde la antropología de la educación, Madrid, Dikinson, 22004; A. DominGo morata-lla, calidad educativa y justicia social, Madrid, PPC, 2002.

57 VV. AA., social Watch repport 2006. imposible arquitectura, Montevideo, Instituto del Tercer Mundo, 2006.

58 VV. AA., Gobierno y gestión de las ciudades. Una visión desde las dos orillas del atlántico, Gijón, Trea, 2004.

59 VV. AA., «El retorno de la ciudad: elogio del urbanismo», revista de oc­cidente n. 275 (2004) 5-104.

60 Norberto alCoVer, «Los religiosos y las religiosas como ciudadanos y ciu-dadanas: por una encarnación política y democrática», confer 43 (2004) 351-368.

61 La conferencia (4.5.2010, en la Casa Encendida, Madrid): «Los paisajes de la naturaleza cotidiana en la ciudad», de Mariano Sánchez García, conservador del Real Jardín Botánico-CSIC.

62 Marta rizo GarCía, «La ciudad como objeto de estudio de la comunicolo-gía. Hipótesis, preguntas y rutas para la construcción de un estado del arte sobre la línea de investigación «Ciudad y comunicación»», andamios 1 (2005) 197-225.

63 un ejemplo entre muchos: V. Camps, Virtudes públicas, Madrid, Espasa-Calpe, 21993.

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la ciudad secular. secularización y urbanización en una perspectiva teológica (1965) 64. Cox fue un teólogo baptista que se adentró en el pensamiento político y social. Sobre el influjo que tuvo esta obra, habla un contemporáneo suyo:

«La base de la obra reposa sobre la aceptación de la «ciu-dad secular», de la secularización que ha rematado en un nuevo género de vida, que no es ya ni la vida tribal ni la de la ciudad tradicional (town culture), sino la vida de los grandes centros ur-banos caracterizada por la movilidad, el anonimato, la tendencia al establecimiento de relaciones humanas funcionales. Aunque el autor reconoce que surgen dificultades, por ejemplo las plan-teadas por el desenraizamiento, su juicio es muy favorable. La cultura urbana ha permitido una expansión de la libertad, que habría sido impensable en las aldeas o en las pequeñas ciuda-des. Es cierto que novelistas y sociólogos han denunciado la despersonalización de las metrópolis: ruptura de las relaciones personales, mutación de las estructuras familiares, ausencia de espíritu comunitario, factores todos que son considerados como destructores de los valores humanos. A veces los cristianos pare-cen aceptar esta situación de mala gana, subrayando el esfuerzo que se debe hacer para preservar los valores de la town culture» 65.

En este sentido, ver el breve análisis retrospectivo y actual que el teólogo católico Hans Küng, tan controvertido, deja por escrito en sus recientes memorias. Dice así:

«Recuerdo todas mis experiencias en el mundo occidental: resquebrajada me parece la gran ideología de una evolución tecnológica que, por sí sola, debía conducir a la plenitud de lo humano. El progreso de la ciencia, la medicina, la tecnología, la economía, la comunicación y la cultura modernas carece, sin duda, de parangón: supera las más atrevidas fantasías de Julio Verne y otros futurólogos. A pesar de ello, justo en las más

64 Original: New York 1965; ediciones: 1966, 67, 68, 69, 71. Trad. española: Barcelona 1968.

65 Jourdain bisHop, los teólogos de la muerte de dios, Barcelona, Herder, 1969, p. 160.

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avanzadas naciones industrializadas de Occidente se pone cre-cientemente en duda el dogma durante tanto tiempo aceptado: que la ciencia y la tecnología son la llave para la felicidad ge-neral del ser humano y que el progreso deriva de ellas de forma ineluctable y, por decirlo así, automática. Lo más inquietante ya no es el peligro de una aniquilación atómica de la civilización, todavía muy real, pero amortiguado por el acuerdo político de las superpotencias. Lo que más intranquiliza es la gran política internacional y económica y sus contradicciones, el creciente abismo entre pueblos ricos y pobres, todos los problemas de ámbito nacional que desbordan a los gobiernos. Y en especial preocupan los problemas locales, tal y como se manifiestan sin excepción en las grandes metrópolis del mundo en cuanto amenazador futuro para todas las aglomeraciones urbanas: tras el a menudo imponente perfil dibujado por los rascacielos, un paisaje urbano —que, en apariencia, se extiende ilimitadamen-te— de aire contaminado, aguas en mal estado, calles que se desmoronan, tráfico colapsado, escasez de vivienda, alquileres sobredimensionados, ruido generado por el tráfico y la cultura, daños sobre la salud, número creciente de agresiones y crímenes, aumento de los guetos, agudizadas tensiones entre razas, clases y grupos étnicos… todo ello con tendencia a empeorar. ¡en cual­quier caso no precisamente la grandiosa «secular city» (ciudad secular) con la que teólogos optimistas —tal mi interlocutor en la semana de montreal, el estadounidense Harvey cox— soña­ban a principios de la década de los sesenta!» 66.

Resulta que Cox se desdijo 30 años antes de estas palabras de Küng: dijo que había concebido su libro como una explicación de su autobiografía y no tanto como una tipología sociopolítica-religiosa; lea-mos sus palabras (con atención al «no» puesto en cursiva por su autor):

«Hoy en día no estoy muy seguro de todo esto. Cuando hace ya casi diez años escribí la ciudad secular, todavía estaba yo viviendo en el éxtasis impetuoso de mi escapada de Malvern

66 Hans KünG, Verdad controvertida. memorias, Madrid, Trotta, 2009, pp. 285-286. [La cursiva es mía.]

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[su pueblo natal], el pueblecito cerrado como una pecera y lleno de comidillas, donde todo el mundo se conocía. Llegué incluso a construir una tipología poco plausible de tribu - pueblo - tec-nópolis con el ostensible fin de darle algún sentido al desarrollo reciente de la historia del mundo; pero lo que probablemente yo estaba haciendo era tratar de dar sentido a mi propia auto-biografía. Últimamente me ha parecido que la tribu, el pueblo y la tecnópolis, aun cuando aparecen históricamente en este orden, no constituyen realmente estadios en la maduración de la especie. Se trata, más bien, de diferentes formas de estar en el mundo, cada una con sus riquezas y valores, cada una con sus faltas y limitaciones. En estos momentos hay en mí poco de todo esto» 67.

b) ideal de ciudad: entre el caos y la fascinación

un objetivo esencial de la ciudad es encauzar y dirimir el conflicto entre el caos y el orden y los tipos ideales y opuestos de ciudad para orientar su futuro desarrollo. La pregunta-clave podría ser: ¿qué ciu-dad queremos? ¿Acaso la Babel de antaño, la ciudad de la dispersión de nuestros padres (Gén 11,1-9) o tal vez la actual «aldea babel», la eternamente aldea fragmentada y confusa y desinformada 68? O bien ¿queremos Babel o Jerusalén? 69 Pero para hablar hoy de Jerusalén hace falta saber qué hermenéutica se le aplica, pues podemos entendernos

67 H. CoX, la seducción del espíritu. Uso y abuso de la religión del pueblo, Santander, Sal Terrae, 1979, pp. 22-23.

68 Javier martínez Cortés, «La Megápolis moderna: ¿una nueva versión de Babel?», sal terrae 84 (1996) 183-198. Cf. Carmen pérez babot (ed.), la aldea babel. medios de comunicación y relaciones norte­sur, Barcelona, Deriva-Intermón, 1994. La expresión aldea babel se hace eco e interpreta a su vez la de aldea global, acuñada por el sociólogo canadiense converso Marshall McLuhan (1911-80); cf. Patxi álVarez, «un paseo por las fronteras de nuestra aldea global», sal terrae 97 (2009) 275-286; Bruno Forte, «Hablar de Dios en la aldea global. La palabra de la fe entre la posmodernidad y el reverso de la historia», confer 43 (2004) 221-232.

69 Giordano Frosini, babele o Gerusalemme? Per una teologia della città, Cinisello Balsamo, Paoline, 1992. Frosini se basa en Joseph Comblin, théologie de la ville, Paris, Éds. universitaires, 1968.

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o desentendernos 70. Y toda «pastoral» ha de ser entendida ya desde la ciudad, para poder llegar al hombre-ciudadano; no ya rural-familiar, sino desestructurado…

Desde una perspectiva bíblica (neotestamentaria), hay que pasar por el «milagro» de Pentecostés, la reconciliación de las lenguas, de modo que emisor y receptor se entienden a pesar de usar un medio diferente. Algo así es lo que ha propuesto el lingüista Moreno Cabrera, en cuanto que denuncia la desaparición constante de las lenguas «mi-noritarias» (lo cual ya es una interpretación: pues la ciudad siempre e injustamente es «mayoritaria») 71.

Desde la vertiente arquitectónica, ofrezco una mirada retrospectiva, añeja (a inicios del s. XXi): la noticia de 1928 de la recepción en una revista carmelitana española de «un proyecto extraordinario de un arquitecto americano», es decir, de la aparición e incipiente desarrollo de los rascacielos neoyorquinos; el subtítulo de la noticia (dentro de la crónica universal) es: «Quieren intentar la construcción en Nueva York de casas de 60, 100, 150 y 200 pisos». La noticia dice así:

«un arquitecto norteamericano ha ideado la construcción de enormes edificios, de altura hasta ahora nunca alcanzada. Estos edificios constarán de 100, 150 y 200 pisos. A interva-los de veinte pisos se abrirán largas terrazas que rodearán el edificio. Estas terrazas serán verdaderos jardines, con plantas y árboles. Los felices ciudadanos que habiten estos paraísos podrán reposar dulcemente en estas terrazas de sus trabajos. Se establecerán en los monstruosos edificios aeródromos que permitirán el descenso de pasajeros en el piso sesenta o en el ciento cincuenta. El ruido de la ciudad no llegará a turbar la paz de los pisos altos. De casa a casa existirán puentes que comunicarán las terrazas.

70 Creo de grandísimo interés la experiencia comenzada en Israel por el domi-nico Bruno Hussar (1911-96), fundador de «Neve Shalom/Wahat al-Salam» (Oasis de Paz): una ciudad en que conviven en paz judíos, cristianos y musulmanes, entremezclando las nacionalidades israelí y palestina. Cf. B. Hussar, When the cloud lifted. Peace is Possible. the testimone of an israeli Priest, Dublin-San Francisco 1989.

71 J.C. moreno Cabrera, de babel a Pentecostés. manifiesto plurilingüista, Barcelona, Horsori, 2006.

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«Los iniciadores de este colosal proyecto dicen que las ciu-dades deben hoy crecer y extenderse hacia arriba y así podrán establecer los despachos en los pisos bajos y las viviendas en los altos, en donde el aire es más puro y la luz más intensa. En Nueva York se ha elevado un edificio que alcanza la altura de treinta y siete pisos y que tiene forma de pirámide. En la planta baja se establecerán tiendas y almacenes, luego despachos y Bancos, y a partir del piso veintitrés, confortables viviendas con jardines y terrazas. Pronto toda la ciudad de Nueva York se transformará en un conjunto de enormes casas y cada una de ellas constituirá una verdadera ciudad. Así, sus habitantes podrán vivir en ellas semanas y meses enteros, pasando de su despacho a su casa y de ésta a su jardín o a su restorán, sin bajar para nada a la calle ni tener el menor contacto con la tierra» 72.

Sin palabras… Paralelamente, en otras coordenadas artísticas —la literatura del humor absurdo español—, traigo a colación un ejemplo de Edgar Neville respecto de la fascinación ejercida por el barrio de los rascacielos de Nueva York y por todo el conjunto de la ciudad:

«A medida que avanzaba el barco faldeando la mole del barrio de los rascacielos [de Nueva York], Clorato, sobrecogido por la belleza urbana, le buscaba un punto de relación, o por lo menos algo a qué compararlo (…). Poco amigo de las des-cripciones y sí de las sensaciones, contemplaba en silencio el hermoso espectáculo, hirviendo en su interior lo sugerido por su contemplación. —Nueva York, Nueva York… —decía—. Aquí es donde hacen los muebles de acero para oficinas. —Después de aquella frase trascendental, desembarcó.

»Ni en el primer momento se sintió aplastado por la ciudad. El barullo no lo sumía en el anónimo, ni le anulaba la personali-dad. Tenía la sensación de que toda la ciudad estaba funcionando para que la viese él. Nueva York le resultaba grata, acogedora y feliz. Lo único fastidioso eran unas cositas negras que se le me-tían en los ojos. Por lo demás, acostumbrado al ruido de Madrid,

72 el carmelo I/66 (Valencia, mayo 1928) 156. En 1929 vino la gran depre-sión…

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le parecía aquello un grato refugio donde venir a descansar del ruido mundano y de la agitación» 73.

«Paseando a la sombra de los rascacielos, Clorato compren-día que los Estados unidos se habían desarrollado demasiado pronto, como los niños después de una enfermedad. Habían cre-cido, subido muy arriba, pero les faltaba desarrollarse en sentido de profundidad. El tope del rascacielos era el de su civilización (…). América, en 1928, estaba atravesando una triste crisis de bajo sentimentalismo. Era un pueblo demasiado joven, dema-siado tierno.

«Cuanto más paseaba por el país, dejando atrás la gran ciu-dad, y se asomaba a los pueblos y a las casitas de madera donde habitan los verdaderos americanos, más se daba cuenta de que aquella gente acababa de llegar a América, de que aquella gente acababa de nacer. (…). En aquella masa que habitaba lejos de las grandes ciudades, se habían desarrollado en gran manera los sentimientos más primitivos: un sentimentalismo desenfrenado, y un amor a la fuerza bruta. Este pueblo joven y vigoroso, por la mezcla de razas, tenía la pena de haber llegado tarde a la Historia, cuando ya se habían terminado las luchas con los romanos, con los bárbaros o con los árabes. Les hubiera gustado acompañar a los españoles en la conquista de América o a los romanos en la de Europa. Su distracción favorita era jugar a los soldados, hacer desfilar a los cadetes de West Point todas las semanas por la pantalla de los cines, seguir el galope de sus escuadras por sus dos Océanos» 74.

«Después de todo el esfuerzo, de todo el milagro americano, el ciudadano medio prefería el ejército al rascacielos, el vals a Chicago, la violeta al acero. Como en cualquier país balcáni-co. Por eso Clorato volvía siempre a la ciudad, con la alegría de contemplarla llena de sentido, de verdadero americanismo. Aquella masa cosmopolita de Nueva York daba a la ciudad el verdadero sello americano. La ciudad vivía perfectamente en su tiempo. Las doce del día en Nueva York eran las doce del día del

73 Edgar neVille, don clorato de Potasa, Madrid, Temas de Hoy, 2003, p. 183.74 ibíd., pp. 205-206.

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tiempo. La multitud era joven, alegre y rebelde. Bebía a torrentes para reírse de la ley absurda, y bailaba y reverenciaba el goce de la carne sin hacer caso a prédicas post-paganas. Grupos de jóvenes se alzaban en manifestación a favor del pequeño país con el que estaba en guerra. En las universidades se abrían debates entre estudiantes de los dos países, para ver quién tenía razón en derecho; y jurados eminentes e imparciales se atrevían a dar la razón al adversario» 75.

Tal fascinación por la ciudad neoyorkina (también por las ciu-dades de Los Ángeles y de Hollywood) hay que entenderla bajo la mirada del que encuentra en ella (en el país) la oportunidad para medrar y alcanzar el éxito que en su propia ciudad (Madrid) no ha-bía conseguido anteriormente; lo obtendrá después. De la mano de Charles Chaplin (a quien Neville dedica su don clorato de Potasa), hizo carrera y fue promocionado como dialoguista y guionista para versiones fílmicas al mundo hispano. Esto sucedía entre las décadas de 1920 y 1930 76.

c) acercamiento a los valores en la ciudad

Existe una multitud de valores contenidos en la ciudad y otros que van surgiendo o configurando a medida que las ciudades se reinventan a sí mismas; tenemos, por ejemplo, la cultura, el arte y el conocimien-

75 ibíd., p. 207.76 Sin embargo, dibuja otras sensaciones en ciudades europeas. Así, en París:

«—Bueno. ¿Queréis que sigamos viendo la calle?—. De nuevo se inclinaron sobre el negro y reluciente piso y se dedicaron a seguir con la mirada a los transeúntes, en ese momento abstraídos por sus ideas interiores, tan sinceras cuando se anda por la ciudad, que es cuando uno se siente más aislado. (…) —Vamos pronto a la calle a saturarnos de París —se dijeron. Y al poco tiempo estaban en la calle» (ib., p. 97). «—No puedo esperar un momento más sin saludar a un francés, sin presentarme a él para felicitarle por lo bien que les ha salido París —afirmaba Clorato, emocionado por la circulación» (ib., p. 98). Luego verá Clorato que en París hay muchos extranjeros mas no franceses, «que no salen de casa»; aunque: «Siguieron el paseo por los bulevares y pronto pudieron convencerse de que aquello era exageración, ya que de vez en cuando pasaba un francés o sonreía detrás de un mostrador» (ib., p. 99).

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to —se habla de ciudad del conocimiento—; también el trabajo, que Augusto Guerra analizó en esta misma revista 77, así como la educación en valores en los espacios de ocio 78; en este sentido, el encuentro apa-rece como gran valor: crear ámbitos de encuentro, como dice el prof. Alfonso López Quintás 79; y en relación con el encuentro, tenemos el diálogo (tema del III Seminario del Desierto de Las Palmas, 2006 80), la apertura o accesibilidad de las ciudades 81, la pasmosa movilidad 82 y la necesaria habitabilidad, además de la sincronía (o armonía) de los sistemas internos de la ciudad y la sostenibilidad de todo ello. De ahí, damos un paso a valores como el respeto y la tolerancia bien entendidos 83; la solidaridad, la justicia social —incluso aplicada al urbanismo 84— y el voluntariado 85, que llegan allí adonde los sistemas propios de la ciudad no alcanzan; todo lo cual mejora inmensamente la convivencia, valor fundamental que está en continua retroalimen-tación. Necesarios para que se dé el proceso de encuentro y diálogo son los valores del silencio y de la escucha 86 —ambos temas tratados respectivamente en el II Seminario (2005) y en el IV Seminario (2007) del Desierto de Las Palmas 87—; en definitiva, hacer de la ciudad un

77 espiritualidad del trabajo. Para un trabajo digno y dignificante, RevEspir 59 (2000) 85-103.

78 VV. AA., la educación en valores, Madrid, PPC, 42000.79 el encuentro y la plenitud de la vida espiritual, Madrid, Claretianas, 1990.80 Publicado en: Castellón-Burgos, Fundación Desierto de Las Palmas-Monte

Carmelo, 2008.81 Giovanni CalloCCHia, Progettare facile senza barriere architettoniche, Mo-

rena (Roma), Edizioni OCD, 2005.82 juan pablo II, redemptoris missio 37b; cf. José ValDaViDa, «Movilidad»,

en diccionario de misionología, p. 655.83 César tejeDor De la iGlesia – Enrique bonete perales, ¿debemos to­

lerar todo? crítica del «tolerantismo» en las democracias, Bilbao, DDB, 2006.84 R. Del Caz – P. GiGosos – M. SaraVia, la ciudad y los derechos humanos.

Una modesta proposición sobre derechos humanos y práctica urbanística, Madrid, Talasa, 2002.

85 Herminio otero, Parábolas de una nueva sociedad. educar en la justicia y en la solidaridad, Madrid, PPC, 2003; A. DominGo moratalla, Ética y volun­tariado. Una solidaridad sin fronteras, Madrid, PPC, 22000.

86 Joan CHittister, escuchar con el corazón. momentos sagrados en la vida diaria, Santander, Sal Terrae, 2005.

87 Cf. supra nota 52 (II Seminario); I. Husillos (ed.), la escucha. iV semi­nario desierto de las Palmas, Castellón-Burgos, Fund. Desierto de Las Palmas-Monte Carmelo, 2009.

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ámbito de libertad 88, con lo que eso supone de aventura 89… Incluso el saber mirar la ciudad con ojos transfigurados, percibiendo lo cotidiano como expresión de la trascendencia 90. Algunos indicadores apuntan en esta dirección al poner de relieve la tendencia a lo religioso en el ámbito de las ciudades:

«No deja de ser realmente notable el hecho de que la re-espiri-tualización de las sociedades occidentales parta de las ciudades. Las grandes ciudades y metrópolis pasaron por ser durante tres siglos focos activos de la secularización. Las regiones rurales se mostraron, por el contrario, religiosas y conservadoras de las estructuras. En la actualidad, este proceso se ha invertido de manera espectacular. La religión retorna precisamente desde el centro de las metrópolis. Según las cifras de los Estudios Europeos de Valores, este efecto es significativamente mensurable en las grandes ciudades europeas. Lo que a primera vista fue valorado como desconcertante y hasta sensacional, en realidad es únicamente la consecuencia lógica de los presentes efectos de la desaceleración. Y, naturalmente, éstos son mayores allí donde la aceleración es más perceptible. La resisten-cia contra la superficialidad banal y totalmente economicista de la vida cotidiana metropolitana, la funcionalización del ser humano, el vaciamiento de sentido o la nueva confusión empujan a los seres humanos de la gran ciudad, como es natural, a la búsqueda post-moderna de sentido. Lo mismo que en otro tiempo el ambiente de añoranza de una naturaleza intacta surgió para los verdes en las gran-des ciudades, así también sucede ahora con los neo-religiosos» 91.

88 A. DominGo moratalla (ed.), ciudadanía, religión y educación moral. el valor de la libertad religiosa en el espacio público educativo, Madrid, PPC, 2006.

89 Anselm Grün – Magdalena boGner, Vivir es una aventura. claves para la vida en familia, Santander, Sal Terrae, 2008.

90 Cf. supra nota 29; I. Husillos (ed.), la mirada. V seminario desierto de las Palmas, Castellón-Burgos, Fund. Desierto de Las Palmas-Monte Carmelo, 2010 [en prensa]; Santos urías, la sonrisa en la mirada, Madrid, PPC, 2007; Benjamín González buelta, «Ver o perecer». mística de ojos abiertos, Santander, Sal Terrae, 2006; Miguel márquez Calle, ¿Hacia dónde mirar? espiritualidad de la vida cotidiana, Madrid, EDE, 2002; René Voillaume, Ver a dios en la ciudad, Salamanca, Sígueme, 21977.

91 Wolfram Weimer, creer. el retorno de la religión, Santander, Sal Terrae, 2008, pp. 79-80 (cf. p. 24).

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d) la espiritualidad y la ciudad

Descubrir o redescubrir la «espiritualidad» en la ciudad, desde la ciudad, de la ciudad. De eso se trata 92. Lo natural es que el hombre se encuentre con Dios (oración) más fácilmente en la naturaleza (creación suya) 93 que en la ciudad (creación del hombre) 94. Sin embargo, no hay que resignarse con esto. ¿Y los ciudadanos? ¿Habrán de tener nostalgia toda su vida del campo, de una existencia en medio de la naturaleza? ¿Tendrán que emigrar de vez en cuando al campo, a la naturaleza, para recobrar lo que cada día han ido perdiendo en medio de la ciudad? ¿Es ésta la razón por la que muchas familias tienen la costumbre de adquirir una segunda casa: la primera en la ciudad (cotidiana) y la segunda en el campo (circunstancial)? 95

«La configuración del campo tiene el poder de predisponer nuestro ánimo a consideraciones diferentes a las de la ciudad. El mundo urbano a través de la continua constancia de la hue-lla del hombre, nos recuerda la omnipresencia del consorcio hombre-técnica 96. La filosofía del campo es otra muy distinta, la presencia humana queda relegada a posiciones más discretas, pierde su papel hegemónico. Todas las personas percibimos esa

92 Michael sieVerniCH, «Ciudad», en Grupo de Espiritualidad Ignaciana (ed.), diccionario de espiritualidad ignaciana, I, Santander-Bilbao, Sal Terrae-Mensaje-ro, 2007, pp. 326-329; cf. sal terrae 84 (1996) 219-234.

93 Daniel De pablo maroto, el camino cristiano. manual de teología espi­ritual, Salamanca, univ. Pontificia de Salamanca, 1996, pp. 195-198; A. HarDy, la naturaleza espiritual del hombre, pp. 125-126.

94 Daniel izuzquiza, rincones de la ciudad. orar en el camino fe­justicia, Madrid, Narcea, 2005; Carlo Carretto, el desierto en la ciudad. espiritualidad para el mundo urbano, Buenos Aires, Lumen, 2004 [1979].

95 Los casos típicos son las ciudades de montaña o marítimas; cf. Diego lópez (ed.), turismo en los espacios litorales. 9º congreso de turismo, Universidad y empresa (2006). «sol, playa y turismo residencial», Valencia, Tirant lo Blanch, 2007. En clave espiritual: Antonio almazora salom, la espiritualidad del tu­rismo, tesis doctoral, Barcelona, Parròquia de Sta. Ponça, 32006, que menciona la VIII Jornada Nacional de Pastoral del Turismo (celebrada en Sta. Cruz de Tenerife, 1979): la movilidad de la población en los fines de semana.

96 Sin embargo, cf. Myriam laiDet, «Huê, espiritualidad de una ciudad-jardín», revista de Patrimonio mundial n. 17 (2000) 56-67; Jean-Louis miCHon, luces del islam. instituciones, arte y espiritualidad en la ciudad musulmana, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, 2000.

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llamada al campo aunque quizás no sepamos precisar el porqué de esta atracción (…). Preferimos la ciudad pero deseamos ir al campo. No hay forma de decantarse por la una o por el otro. Estamos divididos: unas razones nos tiran hacia un lado y otras hacia el otro, y nosotros en medio, condenados a vivir siempre con esta escisión, recorriendo kilómetros de carretera yendo y viniendo, en una constante alternancia en busca de instalaciones diferentes. Este desencuentro ha entrado a formar parte de nues-tra vida y algunos han intentado solucionarlo yéndose a vivir a urbanizaciones cercanas a una gran ciudad. Sin embargo me temo que dado el deseo de disponer del máximo confort estas urbanizaciones se van pareciendo cada vez más a la ciudad y lo que de genuino tiene el campo se pierde en ellas» 97.

La vivencia de este cambio llegó a afectar a la liturgia cristiana postconciliar: «El Concilio está rematando el estudio del esquema de la liturgia. En las dos últimas sesiones se han puesto al tablero una serie de temas menores, pero interesantísimos (…). El tema del día festivo, en primer lugar. Los Padres han subrayado la necesidad de volver a dar a este día el respeto que siempre debió rodearle. Algunos Padres comprobaron la gran utilidad que habían demostrado las misas vesper-tinas y no faltó la curiosa petición de que el tiempo de cumplimiento dominical se extendiera desde la tarde del sábado hasta la noche del domingo: muchos excursionistas salen ahora a la montaña en la tarde del sábado, para pasar el domingo lejos de la agitada vida de las ciu-dades. ¿Por qué no podrían cumplir el deber de la misa antes de salir de excursión? una propuesta más que el Concilio valorará en su día» 98.

una perspectiva para descubrir el valor de la espiritualidad en la ciudad puede ser, precisamente, la contraposición campo-ciudad o desierto-ciudad. Desde la montaña (la altura del campo) se ve la ciudad con la suficiente distancia y espacio creativo como para poder reflexionar sin presiones ni prisas (como el movimiento slow down) 99:

97 M. Á. martí GarCía, el silencio. Un espacio para la intimidad, Madrid, Eiunsa, 2005, pp. 85-86.

98 J.L. martín DesCalzo, Un periodista en el concilio, I, pp. 217-218.99 VV. AA., clara de asís, amiga de la soledad, hermana de la ciudad, Bar-

celona, Herder, 2008; Luigi aCCattoli, «Vivere l’interiorità nella città mondiale»,

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desde la montaña se puede contemplar la ciudad y también descubrir los valores de la ciudad al aprender los valores de los diversos paisa-jes 100. Igualmente, desde el desierto se hace honda experiencia de Dios y del hombre, como Carlos de Foucauld, para luego salir del desierto a las ciudades 101.

La fuerza interior que da la experiencia de la contemplación es suficiente como para abordar la cotidianidad de la ciudad, por tanto, suficiente como para bajar de la montaña a la ciudad y meterse en la refriega rutinaria, de modo que en los pequeños momentos se re-aprenda la espiritualidad de la vida cotidiana 102. Eso forma parte de los orígenes del Carmelo Teresiano.

Desde la ciudad también se ve la montaña. Su sola visión da alas a la esperanza, de modo que se espera poder volar desde la ciudad y refugiarse en la montaña; no sólo da pie a la confianza (en la ciudad, cercana, mientras se camina a pie, viendo la silueta de la montaña) sino también da alas a la esperanza (de modo que la imaginación emprende el vuelo desde la acera por donde se camina a pie hasta la cumbre de la montaña avistada desde la ciudad). La montaña para la ciudad puede llegar a ser, tal vez, la santa montaña 103, algo así como

rivista di Vita spirituale 60 (2006) 525-531.100 Eduardo martínez De pisón, «Valores escondidos de los paisajes. Calida-

des ocultas de la ascensión a la montaña», en Id. – N. Ortega (eds.), los valores del paisaje, Soria-Madrid, Fundación Duques de Soria-universidad Autónoma de Madrid, 2009, pp. 9-44.

101 R. Voillaume, charles de Foucauld et ses premiers disciples. du désert arabe au monde des cités, Paris, Bayard, 1998 (trad. italiana: Roma, S. Paolo, 2001). Sobre el autor y todo su influjo, cf. Jesús Castellano CerVera, «P. René Voillaume y Hermanita Magdaleine. Memoria obligada de dos testigos de la espiri-tualidad del siglo XX», revista de espiritualidad 63 (2004) 123-138, en especial, pp. 123-125 y 130-137.

102 Francisco Javier Castro, la sabiduría de la humildad. espiritualidad de la vida cotidiana, Madrid 2006; Carlos F. barberá, soy lo que hago. apuntes para una espiritualidad de la acción, Madrid, PPC, 2004; M. márquez Calle, «La espiritualidad del desierto en la vida cotidiana», en I. Husillos (ed.), espiritualidad del desierto. i seminario desierto de las Palmas, Castellón-Burgos, Fund. Desierto de Las Palmas-Monte Carmelo, 2004, 159-185; iD., «¿Espiritualidad laical, secular, mundana?», revista de espiritualidad 59 (2000) 9-28; Carlos G. Vallés, elogio de la vida diaria, Santander, Sal Terrae, 22001; Pierre praDerVanD, el arte de bendecir. Para vivir espiritualmente la vida cotidiana, Santander, Sal Terrae, 72000.

103 Alfonso ruiz, la santa montaña. Vii ciclo de música sacra del desierto de las Palmas, Castellón, Impr. Sichet, 2006; ver iD. – I. Husillos, el desierto de

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un bastión espiritual que fortifica y da aguante en el desgaste continuo de la vida urbana 104.

5. ConClusión abierta

Desde la santa montaña del Desierto de Las Palmas sigo reflexio-nando sobre la ciudad. Creo que es posible que la ciudad recupere valores perdidos y gane nuevos en su evolución. El progreso se lleva por delante muchas cosas, entre ellas, algunos valores fundamentales. El esfuerzo común es necesario para que tal recuperación se haga efectiva y la investigación y propuesta de los nuevos valores sea más profunda. Es éste un camino imprescindible para lograr ciudades humanas reco-brando en su plenitud la presencia de lo sagrado en el ámbito urbano.

El presente artículo ha sido incluido en una línea descendente, en cuanto concretizadora, en este segundo número monográfico sobre Fe, sociedad y laicidad: «Caminos abiertos». Primero se ha planteado tan vasto asunto en clave de diálogo entre la ética y la moral, cosa que aquí se ha mencionado implícitamente a raíz de algunas notas bibliográficas. Después se ha hablado de las teologías radicales, dos autores de las cuales han tenido voz en estas líneas. Luego ha venido este artículo sobre los valores de la ciudad. Y, por último, el siguiente artículo, sobre las Fraternidades monásticas de Jerusalén, que es un modo de aterrizar el último epígrafe anterior: un modo de vivir hoy la espiritualidad en la ciudad. La conclusión queda abierta, como los caminos entre fe, sociedad y laicidad: están abiertos para transitarlos con sabiduría o para inventarlos o reinventarlos y corregirlos… hasta llegar al fin (telos), que es Dios.

las Palmas. Historia y vida, Castellón, Fund. Desierto de Las Palmas, 2008, p. 60.104 Desde la perspectiva de la inserción de los conventos en la ciudad: José

Javier azanza lópez, «La «iglesia en la ciudad»: arte, economía y espiritualidad en Navarra a la luz de las fundaciones conventuales barrocas», Príncipe de Viana 59 (1998) 579-616; la ponencia de Mons. Raúl Berzosa, Obispo auxiliar de Ovie-do: «Servicio y don: la casa «estratégicamente» inserta en la Iglesia local y en la ciudad» (7.3.2010, en la 39ª Semana Nacional de Vida Religiosa, la casa de todos. comunidad: misión y morada; Instituto Teológico de Vida Religiosa, Madrid); y la próxima exposición divina prisión. la ciudad conventual (Murcia, 25.10.2010-23.01.2011), comisariada por el prof. Cristóbal Belda, de la universidad de Murcia.