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RESEÑA DE LIBROS 351 ISSN 0213-9634 Minerva 29 (2016) 351-401 Jorge BERGUA CAVERO, Pronunciación y prosodia del griego antiguo. Guía práctica para la lectura de sus textos, Madrid, Ediciones Clásicas, 2015, 122 pp. ISBN 978-8-47-882744-2. n “Prefacio” de Emilio Crespo (7-11) abre este pequeño volumen, que consta de una “Introducción” (13-22) y tres capítulos: I. “Pronunciación de los fonemas” (23-39); II. “Prosodia, sobre el acento, la sílaba y la entonación” (41-78) y III. “El ritmo en poesía. Métrica y versificación”, dedicado a la recitación de la poesía (79-107). Se cierra (109- 122) con unas “Consideraciones finales”, sendas “Tablas” de pronunciación de los signos y de proclíticas y enclíticas (a las que habría sido deseable que se uniera otra con los sig- nos y claves del alfabeto fonético), un “Fragmento” de prosa transcrito prosódicamente y la “Bibliografía”. Desde las primeras palabras de la “Introducción”, el autor declara y a lo largo del libro da sobradas pruebas de respeto a esa declaraciónque no pretende ofrecer nor- mas de validez universal para la pronunciación y acentuación del griego antiguo, sino tan solo unas pautas de lectura destinadas dicea los hispanohablantes actuales; un propósito, a mi entender, demasiado poco ambicioso y que produce cierta decepción. Creo que habría sido deseable que el lector encontrara en él normas más estrictas, con criterios claros y ajenos a las variedades diatópicas de pronunciación. Bergua sabe que la lectura del griego antiguo parece la Torre de Babel: españoles, franceses, ingleses (y no solo estos) lo pronunciamos de modo diferente, según las pecu- liaridades de la lengua de cada uno. El intento de Erasmo de conseguir que todos los es- tudiosos europeos ¡cuidado, los occidentales!lo pronunciaran de una misma mane- ra tenía problemas de base: sus normas no conducían a una realidad que hubiera existi- do nunca y olvidaban que el griego antiguo representaba una fase perdida de una lengua que tenía tras de sí una evolución de siglos hasta venir a dar en aquel griego de los bizan- tinos, para quienes, no obstante, era su lengua materna. Erasmo despreció su pronuncia- ción, igual que hoy en día la Filología europea más prestigiosa (que no es la que se hace en Grecia) no acepta la costumbre de griegos y chipriotas de leer el griego antiguo como el moderno: ¡qué sabrán de griego esos griegos! No creo que todo hubiera sido igual de ser el francés o, sobre todo, el inglés las lenguas afectadas. Quien esto escribe aprendió a leer el griego a la erasmiana y en ella se mantiene aunque duda si esa pronunciación, que desde los tiempos del sabio holandés ha sido mo- dificada en mayor o menor medida por las circunstancias de lugar y tiempo, debe man- tenerse o si es preferible aceptar que el griego antiguo sea leído como el moderno, cuyas normas tampoco son ya las que tendría el bizantino de entonces. No debe entenderse, pues, que nuestra decepción proceda de que estamos a favor de la pronunciación a la moderna; pero analizando las dos opciones, hemos de concluir que, pese a que ni la una ni la otra reproducen la pronunciación del griego antiguo, si todos utilizáramos la pro- nunciación a la moderna, nos sería más fácil reconocer que estamos leyendo una misma lengua, en tanto que con la pronunciación erasmiana tendremos que admitir que su ver- U

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    ISSN 0213-9634 Minerva 29 (2016) 351-401

    Jorge BERGUA CAVERO, Pronunciacin y prosodia del griego antiguo. Gua prctica para la lectura de sus textos, Madrid, Ediciones Clsicas, 2015, 122 pp. ISBN 978-8-47-882744-2.

    n Prefacio de Emilio Crespo (7-11) abre este pequeo volumen, que consta de una Introduccin (13-22) y tres captulos: I. Pronunciacin de los fonemas (23-39);

    II. Prosodia, sobre el acento, la slaba y la entonacin (41-78) y III. El ritmo en poesa. Mtrica y versificacin, dedicado a la recitacin de la poesa (79-107). Se cierra (109-122) con unas Consideraciones finales, sendas Tablas de pronunciacin de los signos y de proclticas y enclticas (a las que habra sido deseable que se uniera otra con los sig-nos y claves del alfabeto fontico), un Fragmento de prosa transcrito prosdicamente y la Bibliografa.

    Desde las primeras palabras de la Introduccin, el autor declara y a lo largo del libro da sobradas pruebas de respeto a esa declaracin que no pretende ofrecer nor-mas de validez universal para la pronunciacin y acentuacin del griego antiguo, sino tan solo unas pautas de lectura destinadas dice a los hispanohablantes actuales; un propsito, a mi entender, demasiado poco ambicioso y que produce cierta decepcin. Creo que habra sido deseable que el lector encontrara en l normas ms estrictas, con criterios claros y ajenos a las variedades diatpicas de pronunciacin.

    Bergua sabe que la lectura del griego antiguo parece la Torre de Babel: espaoles, franceses, ingleses (y no solo estos) lo pronunciamos de modo diferente, segn las pecu-liaridades de la lengua de cada uno. El intento de Erasmo de conseguir que todos los es-tudiosos europeos cuidado, los occidentales! lo pronunciaran de una misma mane-ra tena problemas de base: sus normas no conducan a una realidad que hubiera existi-do nunca y olvidaban que el griego antiguo representaba una fase perdida de una lengua que tena tras de s una evolucin de siglos hasta venir a dar en aquel griego de los bizan-tinos, para quienes, no obstante, era su lengua materna. Erasmo despreci su pronuncia-cin, igual que hoy en da la Filologa europea ms prestigiosa (que no es la que se hace en Grecia) no acepta la costumbre de griegos y chipriotas de leer el griego antiguo como el moderno: qu sabrn de griego esos griegos! No creo que todo hubiera sido igual de ser el francs o, sobre todo, el ingls las lenguas afectadas.

    Quien esto escribe aprendi a leer el griego a la erasmiana y en ella se mantiene aunque duda si esa pronunciacin, que desde los tiempos del sabio holands ha sido mo-dificada en mayor o menor medida por las circunstancias de lugar y tiempo, debe man-tenerse o si es preferible aceptar que el griego antiguo sea ledo como el moderno, cuyas normas tampoco son ya las que tendra el bizantino de entonces. No debe entenderse, pues, que nuestra decepcin proceda de que estamos a favor de la pronunciacin a la moderna; pero analizando las dos opciones, hemos de concluir que, pese a que ni la una ni la otra reproducen la pronunciacin del griego antiguo, si todos utilizramos la pro-nunciacin a la moderna, nos sera ms fcil reconocer que estamos leyendo una misma lengua, en tanto que con la pronunciacin erasmiana tendremos que admitir que su ver-

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    sin a la espaola es tan justificada como la de los ingleses a la inglesa, pero es segu-ro que, cuando nos oigamos mutuamente leer un texto griego, no nos entenderemos.

    As pues, que en este libro se opte por la pronunciacin erasmiana parece respeta-ble; pero no son tan aceptables, a mi entender, las razones que justifican esa eleccin y las frecuentes incoherencias que esa forma de leer conlleva. En ellas radica la decepcin a la que aludamos arriba: no nos parece correcto reconocer que las normas de lectura que se proponen no solo no reproducen el griego antiguo, sino que no tienen en cuenta que en el amplio arco temporal que abarca esa lengua hubo una evolucin que diferen-ciara la pronunciacin de la poca arcaica de la de la clsica o de la helenstica, as como que fue distinta por mor de diferencias geogrficas o socioculturales. Tampoco lo es de-clararse consciente de esos problemas pero seguir adelante y decir que est bien que as lo hagamos los hispanohablantes (cada uno a su manera, adems), porque de esa forma nos es ms sencillo hacerlo. No es buen argumento, creo, aquel de Erasmo de que la pro-nunciacin de y haba de ser diferente porque lo es su grafa, cuando pocos his-panohablantes distinguen el sonido de y , por ejemplo, ni como hace Bergua frecuentemente aducir que pronunciar el griego antiguo como el moderno nos forza-ra a conocer la pronunciacin de este. Y qu? Eso hacemos cuando leemos o hablamos lenguas distintas de la nuestra. Se matriculara alguien en una academia de idiomas donde le dijeran: No se preocupe Vd., pronuncie a su manera.

    La decepcin, est claro, no procede de una incorrecta descripcin de cmo es o ha de ser la pronunciacin del griego a la erasmiana para hispanohablantes, porque eso se hace muy bien, sino de que se justifiquen sus defectos, de los que se es plenamente cons-ciente, sobre la base de lo difcil que sera subsanarlos o modificar nuestra propia pro-nunciacin para ajustarla a la que quiz tuviera el griego.

    Los ejemplos abundan en el captulo dedicado a la Pronunciacin de los fonemas. Se recomienda prescindir de la pronunciacin palatalizada de las oclusivas sonoras, un fenmeno apreciable ya en griego antiguo y que se da en griego moderno, por supuesto, y en muchas lenguas actuales, pero no en la mayora de las variedades del espaol, cuyas oclusivas mantienen su valor originario. Se aconseja desentenderse de pronunciar , y como oclusiva ms soplo sordo (/ph/ /kh/ y /th/ respectivamente) y usar las fricativas /f/, /j/ y /z/, porque a los espaoles nos resulta muy difcil aquella pro-nunciacin. Es incongruente y lo reconoce el autor de este librito, aunque inmediata-mente recomienda mantenerlo que leamos el diptongo como /ei/, pero como /u/: todos tranquilos, no pasa nada, sigamos as. La cuestin es si con esas razones po-demos estar tranquilos o si lo estaramos ms si no supiramos que leemos mal y ense-amos a leer mal a nuestros estudiantes. Por cierto, comparto la afirmacin del autor de que se lee poco en voz alta, pero me cuesta aceptar que alguien, como dice l, no haya odo leer as un solo verso griego en sus tiempos de estudiante de Mtrica.

    El captulo de Prosodia es el ms acertado del libro. Bergua utiliza con buen pulso y gran frecuencia la bibliografa ms relevante sobre el tema, de cuyo conocimiento da sobradas pruebas. Devine-Stephens y Allen son en conjunto sus principales apoyos, pero muchos otros dejan sentir su huella en este captulo y en todo el libro en general. Muy

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    tiles son el apartado dedicado a la slaba (incluye otros dos sobre el acento y la entona-cin) y las indicaciones sobre silabacin, son tambin completamente acertadas, entre otras, las explicaciones de la relacin entre cantidad y apertura de la slaba. Sin embargo, no est exento de la misma intencin de justificar el mantenimiento de la pronunciacin erasmiana a la espaola sin ms razones que el peso de la costumbre y la dificultad para hacerlo de otra manera. Y as se propone no atender a las posibles diferencias que en la lectura producira un acento agudo o un circunflejo, porque nuestra entonacin es in-tensiva y no musical, y tambin olvidarnos de leer de manera diferente largas y breves, porque esa distincin es irrelevante para nosotros y nos sera difcil realizarla. Y Bergua, que sabe muy bien que Teodorsson y otros han propuesto que la diferencia de cantidad, el itacismo y otros fenmenos remontan al siglo IV a.C., no se acoge a esa razn para re-comendar la desatencin a la diferencia de cantidades, sino a la costumbre y a la dificul-tad que nos supondra distinguirlas.

    El ltimo captulo se dedica a la lectura de los textos poticos. En l propone una lectura acentual: que la entonacin de las palabras no refleje el acento que les corres-ponde como tales, sino que se eleve la voz con un acento intensivo en aquellas posicio-nes que en el esquema mtrico del verso que se recita corresponden a slabas principes.

    Como en el caso de la pronunciacin de los fonemas, quien esto escribe aprendi a recitar los versos de esa forma y en su prctica docente habitual anima a hacerlo as a los estudiantes. Como regla mnemotcnica, les recomienda que identifiquen los troqueos (U) como ritmo de la monja; los yambos (U), como ritmo del jamn; dctilos (UU) y anapestos (UU) con los ritmos de plpito y palpit, y as con todos los ritmos. La propuesta de Bergua nos parece, pues, tan correcta como nos pareca la de la prosa: el ritmo se percibe muy bien. Pero somos conscientes y creemos que debe reconocerse explcitamente de que ese proceder es completamente convencional y ajeno al ritmo griego, cuyo sustento es la alternancia de cantidades, no de acentos intensivos que, adems, no coinciden con los acentos de palabra. Para empezar, los versos griegos, como la prosa, estn compuestos en griego, una lengua donde la estructura de las palabras combina largas y breves sin acumulacin excesiva de unas u otras: la diferencia entre formas como y as lo demuestra. Si prosa y verso se distinguen, no es porque empleen una lengua diferente, sino por la necesidad del verso de atenerse a determinadas combinaciones cuantitativas. Entonces, por qu pronunciarlas de modo distinto? Lo hacemos as en espaol? Hacen eso con la poesa griega los erasmopar-lantes de otros pases? Evidentemente, no; pero aunque no ser yo quien proponga que se deseche la pronunciacin acentuativa, creo que debemos ser conscientes de que es-tamos haciendo lo que nos parece. Por si lo dicho fuera poco, esa pronunciacin tiene una dificultad que no afecta a la de la prosa, donde un texto puede leerse sin ningn problema (con un poco de atencin a los signos de puntuacin para saber qu tipo de frase estamos leyendo), pero no es posible hacer lo mismo con los versos sin saber si te-nemos que leer con ritmo de monja, de jamn, de plpito o de palpit, por ce-irnos solo a los ms sencillos. En ltimo trmino, hemos de ser conscientes de que la comprensin de nuestra lectura de la poesa por un extranjero con esta modalidad acen-

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    tuativa ser an ms difcil que la de la prosa, porque los referentes de la poesa espaola a los que Bergua acude como apoyo para ciertas lecturas sern muy probablemente des-conocidos para quien est acostumbrado a otras poticas.

    En suma, se trata de un libro que explica muy bien cmo leemos y debemos leer los hispanohablantes actuales el griego antiguo siguiendo las normas de pronunciacin de Erasmo, pero que, aun siendo consciente de los defectos de esta, los asume como inevi-tables y sacrifica su solucin en aras de nuestras limitaciones en la pronunciacin.

    Luis M. MACA APARICIO Universidad Autnoma de Madrid

    Mnica DURN MAAS, Las mujeres en los Idilios de Tecrito, Zaragoza, Prensas Universita-

    rias de Zaragoza, 2014, 374 pp. ISBN 978-8-41-602830-6.

    nica Durn Maas dedica esta monografa a las figuras femeninas de Tecrito, el poeta griego helenstico que ha dejado una huella ms consolidada en la Tradicin

    Clsica por su obra buclica y el influjo de esta en las glogas virgilianas. En los Idilios, los poemas del corpus Theocriteum en los que se centra la investigacin, abundan las figuras femeninas de caractersticas diversas, adscritas a grupos de personajes tipo o bien indi-vidualidades de rasgos marcados. Sin embargo, el tema de la mujer en este corpus poti-co no haba sido an objeto de un estudio pormenorizado. El libro de Durn procura su-plir esta carencia.

    La obra consta de cuatro secciones bsicas: Introduccin (15-25), Grupos de mu-jeres (27-209), Mujeres singulares (211-320) y Reflexiones finales (321-333); a estas se aaden las referencias bibliogrficas (335-352), un ndice de nombres (353-359) y de pasajes citados (361-370). En la Introduccin, a la que precede un Abstract en ingls (11-14), la autora declara que su investigacin tiene como objetivo comprender mejor cmo concibe el poeta de Siracusa a las mujeres que aparecen en su poesa y enriquecer as nuestra comprensin de la personalidad del autor. Desde un punto de vista metodo-lgico Durn indica que su libro pretende ser un estudio fundamentalmente descripti-vo que busca la mayor objetividad posible (15), prescindiendo explcitamente de en-foques tericos en boga como los estudios de gnero, en apariencia tan adecuados a esta materia. La Introduccin discute otras cuestiones previas como los problemas de au-tenticidad del corpus Theocriteum o la seleccin de los poemas en que se basa el estudio; estos son el conjunto de los Idilios por la impresin de unidad que transmiten, con inde-pendencia de las dudas sobre la autora de algunos. Asimismo se explican los criterios que se siguen en la exposicin, se justifica el orden en que se discuten las figuras y se re-cuerda la necesidad de diferenciar entre las referencias en que la mujer se convierte en protagonista y aquellos lugares en que tan solo es objeto de una alusin.

    La segunda seccin del libro, la ms extensa, presenta nueve bloques temticos en los que se agrupan los distintos tipos de mujeres que la autora individualiza por su rele-

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    vancia. Esta tipologa distingue entre figuras del mito, madres, mujeres histricas, artis-tas, jvenes, vrgenes, mujeres en general, esclavas y viejas. Los nueve apartados se su-ceden en esta seccin segn el protagonismo relativo que les corresponde a unas muje-res y otras. Las mujeres mticas son las que tienen una presencia mayor y por ello ocu-pan el primer captulo (29-65). Es obvio que entre los grupos de esta clasificacin se pue-den producir solapamientos, segn sucede, por ejemplo, con las mujeres del mito que son al tiempo madres, como es el caso de Alcmena, de quien se habla entre las Mujeres del mito (42-49) y entre las Madres, en el subapartado Madres del mito (80-84); el centro del anlisis es en ambos lugares el Idilio 24 (El pequeo Heracles), texto del que se destacan los aspectos ms emotivos en el apartado Madres; aun as, queda la sensa-cin de que lo dicho en uno y otro lugar se podra haber unificado. Al final de cada uno de los nueve bloques temticos se presenta un resumen que ayuda al lector a seguir el hilo de la discusin a lo largo de la monografa.

    En la tercera seccin de la obra el estudio se centra en las mujeres con personali-dad individual que se resisten al encuadre en la tipologa precedente. Las figuras de las que se habla ahora son personajes teocriteos bien conocidos como Simeta (Idilio 2), Pra-xnoa y Gorgo (Idilio 15), mujeres como la pastora (la amada de Dafnis en Idilio 27) o bien Anaxo, Eunica, Clearista o Alcipa, quienes desempean un papel menor en los poe-mas 5, 9 y 20. Simeta, la enamorada que recurre a la magia para recuperar a su amado y cumple la funcin de narrador protagonista en Idilio 2, es de la que se habla ms en deta-lle (213-257). Como era de esperar, las mujeres que reciben despus ms atencin (259-291) son las dos protagonistas del mimo urbano y costumbrista conocido como Siracusa-nas (Idilio 15).

    Las reflexiones finales sintetizan los resultados del estudio. Durn recuerda que Tecrito ana, en sus imgenes de la mujer, la tradicin literaria y sus propias experien-cias. El universo femenino de su poesa refleja, en razn de ese componente biogrfico, tanto el ambiente social y costumbrista de la poca como el inters personal del autor por la psicologa de la mujer. Al hilo de la importancia del elemento biogrfico en el uni-verso femenino de Tecrito, cabe recordar que Durn recoge en este apartado (329-330) una hiptesis novedosa, expuesta ya en 256-257: que la Simeta del Idilio 2, personaje de rasgos masculinos y nombre parlante (cf. , chato), sea en realidad un trasunto del poeta, cuyo alter ego ha sido reconocido en el Simquidas del Idilio 7, otro personaje chato como quiz lo fuera el propio poeta; de ser cierta tal hiptesis, resultara tanto ms obvio que Tecrito habra reelaborado en el Idilio 2 experiencias de su propia vida. La ltima frase del libro propone un juicio audaz: que los protagonistas reales de los poemas del si-racusano no son los pastores o el paisaje, sino las mujeres contempladas como reverso del tema amoroso, tema que verdaderamente preocupa al hombre que se esconde tras los Idilios (333).

    La monografa reseada es un estudio bien justificado, fundamentado y desarrolla-do al que, pese a todo, se le pueden plantear ciertas reservas. Por ejemplo, habr quien discuta la decisin de centrar la investigacin en el conjunto de los Idilios, con indepen-dencia de las dudas sobre la autora de algunas composiciones, en especial si se aspira a

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    mejorar el conocimiento de la personalidad de Tecrito. Tambin puede ser discutible la confianza en el propio criterio que muestra la autora cuando propone la estructura que seguir en la exposicin de los resultados del anlisis: descarta una exposicin por poe-mas o una presentacin temtica, por considerar que ello no aportara una clasificacin operativa de las mujeres de Tecrito, y declara despus que presentar los distintos tipos femeninos segn las agrupaciones que nos han parecido ms productivas (22), con lo que introduce en su trabajo un sesgo subjetivo evitable. Aunque Durn tenga razn y no convenga una presentacin temtica de su investigacin para evitar reiteraciones, ha-bra convenido aadir al final del libro un ndice temtico que orientase al lector intere-sado en este tipo de lectura del mundo femenino teocriteo; tal ndice de temas figuraba, por cierto, en la Tesis original de Durn de la que surge la monografa (Mujeres y diosas en Tecrito, Universidad Complutense de Madrid, 2009, 625-634).

    En un libro cuyo pblico potencial estar compuesto ante todo por fillogos clsi-cos, bsicamente helenistas, se esperara encontrar ms texto griego impreso. Cuando se citan frases cortas, expresiones o trminos, estos aparecen traducidos y en la lengua ori-ginal; si la cita es de un grupo de versos, estos aparecen solo en traduccin. Se entiende que esta renuncia a la impresin en fuentes griegas obedece a un criterio editorial. Pero, dado que se ha dicho tantas veces que los textos poticos se deben leer en presencia de la versin original, no habra estado de ms presentar tambin esta junto a las traduc-ciones escogidas.

    La resea concluye indicando dos aspectos del trabajo que revisten especial impor-tancia. En la discusin de los textos concretos en que se apoya, Durn efecta, de princi-pio a fin, un anlisis riguroso que evidencia su competencia en el manejo del mtodo fi-lolgico y su conocimiento de la bibliografa relevante. Se ha de destacar asimismo la vena pedaggica que manifiesta la autora y convierte su obra en un texto fcil de seguir aun por un pblico no especializado en la Antigedad. Los resmenes parciales que jalo-nan el libro y sus reflexiones finales guiarn al lector a travs del mundo femenino del poeta de Siracusa.

    Jos B. TORRES

    Universidad de Navarra Michael VON ALBRECHT, Ovidio. Una introduccin. Traduccin del alemn A. Mauriz Mart-

    nez, revisada por F. Moya del Bao y M. von Albrecht. Presentacin F. Moya del Bao. Bibliografa ovidiana en Espaa E. Gallego Moya, Murcia, Universidad, 2014, 348 pp. ISBN 978-84-16038-74-9.

    orge Luis Borges en Las versiones homricas (Discusin, Obras Completas, vol. 1) vino a resaltar que en ocasiones una traduccin se acerca al original o podra vista al lado de

    otra aun superarlo. Incluso un film, visto dos veces, nos parecera mejor en la segunda ocasin. Resear la traduccin aparecida en 2014 de una obra escrita en 2003 (Stuttgart,

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    Reclam) no es tarea fcil. Ver si est todo Ovidio repasado en ella, cul era la intencin de su autor, quines seran los destinatarios de la obra resulta una tarea poco ms o me-nos vana. Cabra si acaso juzgar la oportunidad de sacar una versin espaola del ma-nual, comprobar la fidelidad de la traduccin a su original, resaltar los aadidos que con-tiene, etctera, y no mucho ms. Mis palabras por tanto no irn referidas a lo primero, cosa que las reseas pertinentes mostraran la obra fue saludada en Die Zeit, 23.10.2003, sino ms bien a lo segundo.

    Que la oportunidad de sacar a la luz una traduccin de un manual de Ovidio en es-tos aos podra aparecer como una prolepsis del bimilenario de su muerte en Tomis que conmemoraremos el ao que viene, 2017, ya de por s justificara tal empeo, porque el desarrollo del libro puede abarcar tanto al lector curioso, como al fillogo ms avezado, no duchos en la lengua original. Por ello la oportunidad de encontrar autor y editorial dispuestos, traductor y colaboradores que acerquen el libro a sus potenciales lectores en lengua espaola y una editorial (universitaria en este caso) que lo hagan posible es siempre un motivo de felicitacin.

    Sobre la traduccin poco hay que decir, especialmente cuando el autor original y una filloga competente la han revisado. El traductor es fiel al original, dira que incluso que es fiel al estilo condensado de su autor. A veces, con todo, en el caso de algunos neo-logismos uno no sabe bien por qu Poetologie se traduce por metapotica, y no por un calco en poetologa, cuando ni el uno ni el otro son recogido por el DRAE y lo mis-mo hubiera sido objeto de una aclaracin por parte del traductor. Algo parecido ocurre en las pginas 62 y 63. En la penltima lnea de la pgina 62 se escribe mitopoiesis, pero en la 63 nos topamos con mitopoytica

    Hay que echar en el debe del traductor y de los revisores de la traduccin ciertas inconsistencias en la referencias dentro del texto. Me refiero en concreto a determina-das remisiones internas que no se ven cumplidas o ni siquiera corregidas. As en la pgi-na 38 aparece al final del primer prrafo de la siguiente manera: (uid. supra p. n.13), y no son mas las negritas. Algo parecido cabe decir de la remisin interna en la pgina 71, donde al final del primer prrafo se escribe: (sin embargo, vid. pp. 65 s). Uno busca all algo sobre el libro tercero del Arte de amar y no encuentra tal. De nuevo en la pgina 150 se remite a la pgina 141: (cfr. pp. 141 s.) para algo referido a la ruptura de la cro-nologa en el libro cuarto de Metamorfosis. Sin embargo es esa una remisin traducida del original alemn (vgl. S. 141 f.) que no encuentra contrapartida en el volumen en espa-ol. Ah en la pgina 141 no hay nada de eso. Hay que buscarlo en la pgina 155, donde igualmente se repite el error pero a la inversa: se nos pide ir a la pgina 137, que es la del original, cuando la remisin debe ir a la pgina 150. Y tambin una remisin poco acer-tada es la que aparece en la pgina 298, hablando de Pope, al final del segundo prrafo: (vid. infra p. 288 con n. 32). Las negritas no son tampoco mas. No parece lgico que se remita infra a una pgina 288 cuando estamos en la pgina 298. Se remite sin duda a la nota 32 que aparece en la pgina 304, donde vuelve a hablarse de Pope.

    No parece correcta tampoco la frase: A raz de su muerte, Tibulo le dedic, con to-da justicia, una elega magistral, amn de ubicarla en una de las posiciones centrales del

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    libro tercero (A 3,9), de la pgina 53, cuando por la mera referencia del final es Ovidio quien dedica a Tibulo dicha elega y no al revs.

    Las traducciones de las citas ovidianas, que vistas como traducidas desde el alemn son bastante fieles al latn, a veces mereceran ms detencin: en la pgina 174 se lee sino el hecho de que es todava (sea) un chiquillo, entendido como traduccin de sed quod adhuc puer est. Sin embargo el original alemn reza as: sondern die Tatsache, da er noch ein Knabe ist. No se aviene bien, pues, el parntesis (sea).

    Por ltimo, se observa una cierta incongruencia a la hora de trasladar al espaol algunos nombres de poetas medievales. Me parece bien que se diga Conrado de Hirsau, para Conradus Hirsaugiensis, Konrad von Hirsau, o que se traslade como Balderico de Bourgueil a Balderich von Bourgueil, o Baudri de Bourgueil o Baldricus Burgulianus. No se corresponde con ello, sin embargo, mantener Hildebert de Lavardin o Vincent de Beauvais, cuando son muy habituales y estn ya consagradas por la tradicin las formas Hildeberto de Lavardin (Hildebertus Turonensis o Hildebert de Tours), o Vicente de Beauvais, este ltimo llamado as en espaol ya desde el siglo XVIII.

    La obra se cierra con una bibliografa ovidiana en Espaa por Elena Gallego Moya dividida en Ediciones y Traducciones, y en Estudios. La primera parte es un sugerente resumen de cuantas ediciones y traducciones segn las diferentes obras de Ovidio han sido, y es destacable la anotacin de traducciones antigua an inditas. El apartado de Estudios, sin embargo, es una lista por orden alfabtico de autor de decenas de estudios publicados. No voy a entrar en si falta alguno o no la autora la plantea como un punto de partida, pero s creo conveniente resaltar que un mero listado alfabtico por autor es poco productivo: ms til habra sido organizar temticamente las aportaciones que se listan, pues no es lo mismo buscar aportaciones de crtica textual, de anlisis de mitos o de tradicin.

    Dicho todo esto, es momento de volver a felicitar a quienes tuvieron la iniciativa de traducir el libro y a quienes la han puesto en prctica para que la obra de Ovidio viva.

    Juan A. ESTVEZ SOLA Universidad de Huelva

    Marco Valerio MARCIAL, Antologa de epigramas, trad. y nota preliminar Pedro CONDE PARRADO,

    Gijn, Ediciones Trea, 2014, 134 pp. ISBN 978-84-9704-813-2.

    ste Marcial de Conde Parrado puede calificarse de traduccin en primera persona, en varios sentidos. El comienzo de la nota preliminar da la pauta: Gran pesar me ha

    causado. El lamento de Plinio el Joven por la muerte de Marcial marca esa primera persona, que se proyecta ms all de la cita, para irradiar al antlogo y al propio lector que acaba de entrar. Este principio, ms in ultimas que in medias res, consigue el curioso efecto de mostrar al poeta como alguien cercano. Su muerte parece recin ocurrida. Y el

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    antlogo queda retratado como una voz con entidad literaria para asumir los riesgos de esa aproximacin.

    Este planteamiento de audacia tranquila es propio de una filologa que combi-na el rigor cientfico con un nuevo humanismo, cada da ms necesario. Hacer una pe-quea antologa de Marcial tiene detrs un trabajo grande, que solo desde la propia filo-loga clsica podemos apreciar: en primer lugar, la seleccin de materiales, que en una obra tan extensa obliga a un verdadero despojo, ya que, como constat Montaigne (En-sayos 2,25), entre los epigramas de Marcial los hay de todo tipo.

    Plantea el antlogo una original lectura para el famoso juicio de Plinio el Joven: Puede que no sea eterno lo que escribi: tal vez no, pero l lo escribi como si fuera a serlo. Segn Conde Parrado, no estara referido a toda la obra de Marcial, sino nica-mente a lo que escribi sobre Plinio. En cualquier caso, ofrece un Plinio consciente de que l y Marcial son postclsicos, aunque no necesariamente menores. Ese como si fue-ra a serlo (tamquam esse futura [aeterna]) se parece mucho al sub specie aeternitatis con que se nos presenta la vida. Marcial escribi de un modo curioso: como los dems vemos la vida, as ve l la eternidad literaria. Con la misma fragilidad con que nos adentramos en la ficcin. Esa puede ser una de las claves del lado humansimo de Marcial. Esta inter-pretacin contempornea que est implcita en la hiptesis de Conde Parrado renuncia a las seguridades ureas o argnteas (tal vez no, non erunt fortasse), pero acerca mucho al poeta, como hemos visto. La eternidad quebradiza de los dos milenios es nuestra certi-dumbre.

    Con esa perspectiva distingue bien el antlogo los dos Marciales: el humorstico y el serio (incluso vulnerable o tierno) que se perfila por excepcin. A ambos les ha dado lugar y lenguaje, aunque en el serio, menos conocido y ms ntimo, ha puesto el traduc-tor lo mejor de su esfuerzo, como acreditan el epitafio de 2,34 o el arte de vida de 10,47. A cambio y es un logro ha excluido los poemas que nos resultaran lejanos o inasumi-bles. El resultado son doscientos poemas breves en un librito caleidoscpico que permite al poeta antiguo desplegar su gracia sin el sobrepeso de las explicaciones. No hay biblio-grafa, y las notas, relegadas al final, estn reducidas al mnimo (21 para 200 poemas). Es un minimalismo de la erudicin, no de la filologa, que concentra su accin vigorosa en la eleccin de poemas y en la traduccin misma.

    Habiendo optado por una presentacin narrativa, Conde Parrado enumera clara-mente lo que sabemos y lo que no sabemos, que es mucho en Marcial, y que en ambos casos nos remite a la obra. Esas zonas en sombra de la literatura latina son ms grandes de lo que Bardon esboz, y curiosamente resultan ser uno de los atractivos de los clsi-cos para el pblico actual, al que le interesa mucho lo que desconocemos, tal vez porque muestra la filologa clsica como work in progress.

    Para la eficacia potica de la antologa ha sido determinante la coleccin, que sita a Marcial en una serie inequvocamente literaria, junto a otros poetas. Ediciones Trea re-cibi en 2014, el ao de esta antologa, el Premio Nacional por su calidad cultural, crite-rio en el que entra de lleno este Marcial. En esa lnea debe reconocerse que publicase el texto bilinge, algo que facilita la lectura y otras consultas. La traduccin, al funcionar

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    perfectamente como poesa actual, tira del latn hacia el presente, no solo del latn de Marcial, sino de toda la lengua y la literatura latinas. Al valor del poeta se suma el del traductor. El resultado es un libro nuevo, una verdadera antologa esencial. Queda bien representado el epigrama especficamente marcialesco dentro de la larga tradicin del gnero, anterior y posterior. Es elogiable adems que los epigramas mantengan su for-ma, sin haber perdido su tensin potica.

    Las renuncias tienen tambin sus riesgos, aunque solo en el mbito filolgico, no en el literario. Conde Parrado no indica qu edicin latina sigue. S alude, sin embargo, a la edicin de Alma Mter, en la que su maestro, Enrique Montero, ha ejercido como tra-ductor. Esa, a todos los efectos, es la edicin que el lector percibe implcitamente como referencia de corpus completo, bibliografa actual y notas detalladas.

    A pesar de su brevedad, la antologa abunda en hallazgos: madurito para senior (3,69,6), lo que repercute en que all mismo amica se interprete como nnfula. El dimi-nutivo putitos para cinaedos (12,16), o cara de mandona para facies imperiosa (6,23,4); la literalidad no tiene por qu ir palabra por palabra: Auctoris ... garrulitatis sui: Si el que lo hace es un bocazas (5,56,8). A veces nace de un giro inesperado: Quis credat?: oh, sorpresa! (5,44,3).

    Hallazgo es dar con un verso nuevo que en todos los rdenes (semntico, fnico con la aliteracin en s, sintctico en la biparticin) equivale al original (3,12,3): Res salsa est bene olere et esurire: Tiene guasa oler bien y pasar hambre. Nuestro Siglo de Oro es histricamente uno de los lugares de Marcial: Ya s: te atrapa mesa ms golosa, / cual perro preso de mejor cocina (5,44,7-8). As hay lneas de esta traduccin conectadas con Quevedo: querrs los huesos de las cenas de antes; con Gngora: campo, prtico, sombra, Virgen, termas, o con Lope: Maana vivir. Maana dices, Pstumo, siem-pre).

    Conde Parrado domina distintos registros de belleza potica, cosa imprescindible para un traductor de Marcial. Por un lado, el encanto tranquilo del invernadero (igual que refulge un cuerpo de mujer bajo la seda, / igual que un guijarro bajo las lmpidas aguas [8,68,7-8]). Por otro, el esplndido 10,34, cuyo inicio (Contigo treinta y cuatro primaveras) es un impecable y rotundo endecaslabo castellano, que no solo iguala el endecaslabo latino, sino que est a punto de saltar a la msica para ser cantado por al-guna garganta desgarrada, mejor mexicana que espaola. Conde Parrado no solo ha puesto aqu a Marcial. Tambin ha puesto letra al bolero que Marcial ni imagin: Lo dulce ha ido mezclado con lo amargo, / mas son los buenos ratos los que cuentan.

    La destreza del traductor consolida la percepcin de las figuras poticas, como la paradoja de 8,20,2: Tonto y listo eres a un tiempo (Non sapis, atque sapis). Tambin hace posible que nos lleguen los estereotipos, como el metrosexual del 12,38, con su bron-ceado de bote (niger unguento) y sus piernas bien lisitas (crure glaber). A propsito, no estoy seguro de que minga sea siempre la mejor opcin para mentula, pero es cierto que se trata de uno de los trminos en los que no hay un nico equivalente hispnico, ni mucho menos panhispnico.

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    Las lneas maestras de Marcial estn bien trazadas en esta antologa. El epicures-mo sereno y la acidez cnica. El humor. El origen hispano, los regalos, los espectculos (de cuyo libro se elige solo un poema, pero es absolutamente eficaz, puesto que es la inauguracin del Coliseo). Lo masculino y lo femenino (que pueden decidirse en una pa-ronomasia feliz, aadida por el traductor: y roce y goce mi lino sus nveos pechos [14,149]). Est el tono mayor que puede alcanzar, cuando quiere, un poeta mayor: como el magnfico 10,47, difcil en s mismo, y difcil por estar muy bien traducido (incluso re-creado recientemente otra vez, como en el clebre soneto de Vicente Cristbal). Conde Parrado traslada la sobriedad de los contenidos a las palabras, casi quevedescas: En me-sa sin boato frugal dieta.

    De hecho, es en la sintaxis donde se decide un poeta y donde se decide un fillogo. Combinar el significado con la articulacin de los vocablos acredita un conocimiento n-timo de los dos idiomas y una seguridad a la hora de mantener y de eliminar. Todos los mecanismos de la tradicin clsica pueden darse en una traduccin, empezando por la imitacin y la variacin. Por ejemplo, en 6,79,1: Tristis es et felix. Hay una oracin enuncia-tiva, el verbo es copulativo con dos atributos. Conde Parrado la convierte en interrogati-va, suprime el verbo es y la conjuncin et, utiliza una locucin para felix y adems lo vuelve ponderativo: Triste con tan buena estrella?. Y todo como si nada. Es imposible introducir ms cambios en menos palabras. Sin embargo, la versin es asombrosamente literal. A eso me refiero con la maestra de un traductor maduro, seguro.

    Si pudiera parecer que Marcial desafa solo las convenciones de su momento, de-bemos ser realistas. Sus provocaciones siguen intactas hoy, lo que debera hacernos pen-sar mucho en la necesidad de seguir haciendo legibles a los clsicos. El Marcial de Conde Parrado est llamado a conquistar un sitio entre las mejores traducciones del poeta. Por las virtudes que hemos enumerado tendr pblico literario, acostumbrado a la poesa, pero es til tambin por sus valores didcticos: por un lado, ticos, y, por otro, puramen-te filolgicos. Es perfecto para clase de textos y para clase de literatura, para talleres lite-rarios, para lectores jvenes y para lectores maduros.

    Hay un fuerte componente tico en Marcial, que se hace visible, por ejemplo, en el epigrama 5,20. Este fluye de principio a fin en la traduccin: vivir vida que sea en ver-dad vida ... /... si sabemos vivir, a qu esperamos?. Traducir es ser. Leer es ser. Una buena traduccin potica nos permite vivir mejor, con una sabidura que sin estos poe-mas es inimaginable.

    Juan Antonio GONZLEZ IGLESIAS Universidad de Salamanca

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    Gonzalo FONTANA ELBOJ, El Evangelio de Juan. La construccin de un texto complejo: orgenes his-tricos y proceso compositivo, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014, 301 pp. ISBN 978-84-16028-90-0.

    o hay corpus textual que haya sido ms estudiado desde todos los puntos de vista o que haya suscitado tan abundante y compleja bibliografa como el Nuevo Testamen-

    to. En nuestros tiempos podra parecer que poco ms se puede aadir a lo ya escrito so-bre el tema, pues no hay libro de este corpus ni pasaje de cualquiera de sus libros que no haya sido escrutado desde diferentes puntos de vista, ya sea el crtico-textual, el litera-rio, el histrico o el teolgico. Incluso orientaciones de estudio contemporneas se han sumado al inters por estos libros, como los estudios de gnero. Curiosamente, a pesar de la acumulacin progresiva de bibliografa sobre la cuestin que se produce ao a ao, siempre quedan resquicios que investigar, no porque tengan lugar inesperados hallaz-gos de nuevos testimonios que vengan a cambiar radicalmente el estado de la cuestin, sino porque la reinterpretacin de los datos existentes da lugar siempre a innovadoras hiptesis desde nuevos enfoques.

    En el estado de la cuestin sobre el corpus neotestamentario se ha llegado a ciertos acuerdos que ya gozan de una aceptacin casi generalizada entre los investigadores. El ejemplo ms patente es la interrelacin entre los evangelios sinpticos y la existencia de una fuente comn (Q). Sin embargo, hay una cuestin que an sigue estando candente: el cuarto evangelio, el de Juan, y ello no solo por las dificultades que presenta la inter-pretacin de su texto y de su contexto, sino tambin porque las conclusiones a que se lleguen sobre su autora, redaccin o lugar de procedencia repercutirn en los estudios sobre otros escritos que la tradicin atribuye al apstol Juan, como el Apocalipsis o las cartas. Y tambin encontramos que puede ocurrir lo contrario, es decir, que los avances en la investigacin sobre el Apocalipsis y las cartas jonicas repercutan en los estudios sobre el cuarto evangelio. En estos casos, como ocurre con muchos otros libros del Nuevo Testamento, la nica base de que se dispone para este estudio son los textos mismos, a fal-ta de datos externos que permitan contextualizar en un lugar o en un momento deter-minados la gestacin de estos escritos, las circunstancias en las que surgieron y quines fueron sus autores. Los textos y lo que ellos nos digan son, pues, casi en exclusiva las nicas fuentes de informacin disponibles, pero, como la investigacin ha demostrado, su interpretacin da para mucho cuando intervienen aunadas la filologa, la crtica tex-tual, la crtica literaria, la historia del Cristianismo primitivo y su relacin con el Judas-mo, y, por supuesto, la teologa.

    Una simple lectura de los evangelios pone en evidencia la gran diferencia que exis-te entre los sinpticos y el cuarto. Es opinin comn que el cuarto presenta una visin teolgica de los acontecimientos mucho ms avanzada que los sinpticos, y que tanto su concepcin como su finalidad diferan mucho de las que estaban detrs de estos. Pero hay mucho ms, puesto que el cuarto evangelio es, posiblemente, el ms complejo desde el punto de vista compositivo y quiz el que presenta ms problemas para el estudioso desde el punto de vista literario. Por ello constituye un campo de trabajo privilegiado en

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    el que aplicar metodologas de la crtica literaria que, por lo dems, tan productiva ha si-do en la investigacin sobre los textos bblicos no solo del Nuevo Testamento, sino tam-bin y especialmente del Antiguo a la hora de detectar los diversos estratos textuales que componen los libros del Pentateuco. Esta complejidad del texto del cuarto evangelio y especialmente su encaje en el contexto neotestamentario, explican que haya sido uno de los libros de este corpus que ms discrepancias y opiniones diversas ha generado en la investigacin desde antiguo.

    Precisamente la crtica literaria constituye la base del libro de Fontana Elboj que estamos reseando, y de ah precisamente su subttulo (La construccin de un texto comple-jo) y el objetivo que se marca su autor: formular una hiptesis sobre los orgenes y el proceso compositivo del Evangelio de Juan (19). Como ya hemos dicho, es muy difcil aportar algo nuevo a esta cuestin de tan larga y antigua historia de la investigacin. Quiz por ello este libro es ms una excelente visin sobre el estado de la cuestin que una innovacin interpretativa sobre el asunto. Pero tenemos que valorar positivamente su oportunidad puesto que en poco ms de doscientas cincuenta pginas este libro per-mite al lector tener una idea general sobre el problema del cuarto evangelio. Y, como es natural en un trabajo que se incardina en una historia de la investigacin tan larga y compleja, las fuentes bibliogrficas desempean un papel crucial. Al respecto el trabajo es muy exhaustivo y es patente que el autor en este aspecto no ha dejado ningn cabo suelto. Prcticamente las principales obras sobre la cuestin estn aqu presentes y son bien utilizadas y sometidas a crtica. Esta rica historia de la investigacin habra justifi-cado que el captulo Historia de la investigacin (19-20) hubiese sido algo ms prolijo, pues tal informacin resulta fundamental al lector para poder apreciar en su justa medi-da en qu va a consistir la aportacin de este libro y de qu manera este se imbrica en el panorama de estudios sobre la cuestin. Por otra parte, esto permitira valorar cmo hi-ptesis tradicionales reaparecen de vez en cuando en etapas posteriores de la investiga-cin y vuelven a retomar validez peridicamente reinterpretadas a la luz de nuevos en-foques.

    Sobre este cuarto evangelio (y tambin en parte sobre los sinpticos y sobre los restantes libros del Nuevo Testamento) solo se pueden construir hiptesis derivadas del estudio interno del texto. Pocas veces hay datos externos de los que echar mano para confirmar o para descartar aspectos determinados de tales hiptesis. Especialmente esta observacin se puede hacerse respecto a la cuestin de la autora, quiz el problema ms difcil del cuarto evangelio y el que presenta mayores implicaciones teolgicas e histri-cas no solo para este, sino tambin para las cartas 2 y 3 de Juan y el Apocalipsis. Al respec-to, sobre las fuentes antiguas que proporcionan datos sobre su autora, en la pgina 46 se cita entre los testimonios que aceptan la atribucin a Juan de este cuarto evangelio el Canon o Fragmento de Muratori (Miln, Bibl. Ambrosiana, J. 101 sup), de finales del si-glo II. Hoy resulta arriesgado aducir este escrito como prueba de antigedad para el Evangelio de Juan, puesto que su datacin en el siglo II es discutida. Se acepta esta data-

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    cin temprana, por ejemplo, en Roger Gryson1, pero otros autores le atribuyen una data-cin ms tarda, por ejemplo en el siglo III, como obra de Victorio de Pettau2, o incluso en el IV3.

    En este aspecto, interesa comprobar en qu consiste la aportacin fundamental de este libro a la historia de la investigacin sobre el Evangelio de Juan. Tenemos que irnos para encontrar lo que podramos considerar el puntal de la propuesta del autor al punto 2.2.2 (Nuestra hiptesis: Una nueva propuesta estratigrfica). Llama la atencin que aqu se hable de una nueva propuesta cuando en realidad se asumen presupuestos e hiptesis de autores anteriores. Probablemente lo ms interesante es la discusin que se establece enfrentando las diversas hiptesis en liza y discutiendo sus puntos principales. Hay, sin embargo, algunas observaciones que se podran haber matizado mejor, como la que encontramos en la pgina 62: Segn se aprecia, todas estas propuestas [referido a las de autores como Bultmann, Dodd, Fenton y Brown] analizan el evangelio en trminos semnticos y, por tanto, sus resultados ya estn predeterminados por los criterios pre-viamente formulados por cada uno de los distintos autores. Realmente en muy pocos casos, en toda la investigacin sobre este evangelio o sobre el Nuevo Testamento, hay an-lisis que se cian estrictamente a trminos semnticos. La investigacin sobre este tema tiene una historia previa muy larga, y seguramente tendr mucha ms historia en el futuro, y este libro es una etapa ms que viene a recoger e interpretar lo ya dicho, porque en este campo de estudio es muy difcil introducir innovaciones, a no ser que en un momento dado tuviesen lugar descubrimientos de tan extraordinaria importancia como los ocurridos en Nag Hammadi para el Gnosticismo o Qumrn para la historia de la Biblia Hebrea y para Septuaginta.

    Sin embargo, ha habido descubrimientos que pueden incidir en la investigacin sobre el Nuevo Testamento, aunque a mucha menor escala que los de Nag Hammadi o Qumrn para sus respectivos campos de estudio. Un ejemplo es el Papiro Egerton (Bri-tish Library, Egerton Papyrus 2 [+ Kln, P. VI 255]) cuyo testimonio tambin Fontana El-boj incorpora muy convenientemente a su estudio sobre el cuarto evangelio (96ss.). Pero incluso en este caso el valor del papiro para determinados aspectos de la investigacin resulta, en nuestra opinin, muy controvertido a la hora de establecer la existencia de una versin antigua del Evangelio de Juan que habra sido conocida por el compilador del texto del papiro. Es posible tambin que el autor del texto del papiro Egerton tuviera acceso a materiales histricos que son comunes a los sinpticos y tambin, por supuesto, a los que encontramos en la base del Evangelio de Juan, sin que haya que presuponer que entre estos materiales figurase un protoevangelio de Juan. Al respecto, traigamos a colacin las observaciones de Kraus, Kruger y Nicklas: The thesis of mutual depend-ence between UG [= The Unknown Gospel on P. Egerton 2] and the fourth Gospel

    1 R. GRYSON, Rpertoire Gneral des auteurs ecclsiastiques latins de lAntiquit et du Haut Moyen ge, vol. 1, Freiburg, Herder, 2007, p. 167; 2 J.J. ARMSTRONG, Victorinus of Pettau as the Author of the Canon Muratori, Vigiliae Christianae 62 (2008) 1-34. 3 A.C. SUNDBERG, Canon Muratori: A Fourth-Century List, Harvard Theological Review 66 (1973) 1-41.

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    might be explained in different ways. The hypothesis that UG and John depend on a common written source is, however, not convincing. Today the existence of possible sources (besides the synoptic gospels) of the Gospel of John is regarded as more and more unlikely; in any case, we would have to assume these sources to be circulating at least for a certain amount of time within different groups, so that both authors (of the Fourth Gospel and the UG) would be able to use them for their texts4. A continuacin se reconoce la dificultad que supone adscribir una mayor antigedad al texto del Papiro Egerton o al Evangelio de Juan. Aadamos, ya que estamos en este punto, que quiz en algn momento se tendra que haber trado a colacin el testimonio del papiro Rylands (Manchester, John Rylands University Library, P 52), de la primera mitad del siglo II (quizs de finales), puesto que es considerado el ms antiguo testimonio de la existencia del Evangelio de Juan; y tambin el Papiro Oxyrrinco 840 que, aunque datado en la pri-mera mitad del siglo IV, transmite un texto muy antiguo en el que algunos autores han visto una posible fuente de este mismo evangelio5.

    Somos conscientes de que la carencia de datos tiene que llevar forzosamente a es-tablecer hiptesis an a sabiendas de que son de difcil demostracin. A pesar de ello, consideramos que hay que tener algunas precauciones a la hora de extraer ciertas con-clusiones. Por ejemplo, en la pgina 155 se dice: ... la existencia de Juan como gnero li-terario solo es posible gracias a Marcos. O de otra manera, el cuarto evangelio tuvo que ser compuesto en un mbito en el que Marcos estuviera ampliamente difundido. En la medida en que Marcos da lugar a Lucas en feso, bien pudo dar tambin lugar a Juan; y a continuacin: Esto significa que en una sola ciudad circularon simultneamente dos evangelios, lo cual necesariamente implica que esa ciudad contaba con dos comunidades cristianas bien diferenciadas: una de carcter gentil, fundada por la actividad misionera entre judos, metuentes y luego directamente gentiles, de Apolo y Pablo; y otra de carc-ter estrictamente judo. La prueba ms evidente de la existencia de esta doble comuni-dad en feso es precisamente el conjunto de cruces y mutuas influencias entre ambos textos. Quiz sera conveniente expresar estas afirmaciones como posibilidades (entre otras muchas), puesto que caben interpretaciones alternativas de los datos disponibles y, probablemente, la cuestin es mucho ms compleja de lo que se podra pensar.

    En general, tenemos que agradecer al autor esta sntesis tan interesante sobre la cuestin. Habra sido conveniente, en nuestra opinin, una estructuracin diferente del trabajo. Que todo el libro se divida en una Introduccin (captulo 1) de 23 pginas (19-42), en un punto 2 (La composicin del Evangelio de Juan: Una hiptesis estratigrfica) de 125 pginas (43-168), en un punto 3 (La trayectoria del grupo jonico en el siglo I: una hiptesis histrica) de 88 pginas (169-257) y en un punto 4 (Conclusiones) de 12 pginas (259-271), hace que la exposicin de la cuestin se resienta de falta de claridad en algunos pasajes, sobre todo en los puntos centrales (2 y 3) que constituyen el meollo

    4 T.J. KRAUS-M.J. KRUGER-T. NICKLAS (eds.), Gospel Fragments, Oxford, Oxford University Press, 2009, 39. 5 Ibid. 160.

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    de la obra. Una estructura diferente que hubiese compartimentado el punto 2 habra fa-cilitado mucho al lector el seguimiento de las argumentaciones de Fontana Elboj que, por lo dems, son muy acertadas e interesantes.

    El libro se completa con una exhaustiva bibliografa sobre el tema con las referen-cias imprescindibles para esta cuestin. Y volvemos a reiterarlo: no es fcil tener un buen conocimiento de una bibliografa tan vasta como esta, al igual que no es fcil abar-car todo lo escrito y tener la capacidad para discernir lo fundamental de lo secundario en un asunto sobre el que tanto se ha escrito. Pero, a pesar de estas dificultades, el libro de Fontana Elboj es ejemplar en este aspecto. Por todo lo dicho, tenemos que hacer una valoracin muy positiva de este libro, con el que Fontana Elboj nos proporciona un acer-camiento actualizado y riguroso a un tema tan complejo y que no cesa de generar bi-bliografa. As, por dar ejemplo, al ao siguiente de la publicacin del libro de Fontana Elboj apareca el volumen colectivo editado por Stanley E. Porter y Hughson T. Ong y ti-tulado The Origins of Johns Gospel (Leiden, Brill, 2015). Esto es una prueba ms de que la cuestin no est zanjada y de que an queda mucho por decir.

    Jos Manuel CAAS RELLO ILC (CSIC)

    Jos Miguel BAOS BAOS, Las oraciones causales en latn, Madrid, Escolar y Mayo, 2014, 203

    pp. ISBN 978-84-16020-22-5.

    iquidem ex fructu arbor agnoscitur (Matth. 12,33) es uno de los ejemplos citados por el autor (79). Y, al revs, cuando se trata de un investigador de la categora de Jos Mi-

    guel Baos sabemos, de entrada, que sus frutos van a ser buenos. El libro que nos ocupa es una nueva prueba de ello. El estudio, precedido por un Prlogo de Toms Gonzlez Roln (9-14) y una Introduccin del autor (15-16), se estructura en cinco captulos (17-172) y unas Conclusiones (173-175). Se completa con la Bibliografa (176-188) y unos prcticos ndice de autores citados (189-190), ndice de pasajes latinos citados (191-199) e ndice de materias (200-203).

    En poco ms de 200 pginas el autor condensa muchos aos de estudio sobre las oraciones causales, tema que le interes desde que era estudiante segn explica en la Introduccin y que haba abordado ya en varios trabajos anteriores: entre otros, su Tesis (1990), el captulo correspondiente de la Sintaxis que l mismo coordin (2009) y el de la obra colectiva New Perspectives on the Historical Latin Syntax, dirigida por Baldi y Cuz-zolin (2011)1. Y esta larga dedicacin se nota. En efecto, el trabajo es producto, por una

    1 J.M. BAOS, Estudio funcional del denominado quod completivo en latn arcaico y clsico: su distribucin tras verba af-fectuum, Madrid, Universidad Complutense, 1990; J.M. BAOS (coord.), Sintaxis del latn clsico, Madrid, Liceus, 2009, 601; Ph. BALDI-P. CUZZOLIN (eds.), New Perspectives on the Historical Latin Syntax. Volume 4: Complex Sentences, Grammaticalization, Typology, Berln-Boston, De Gruyter, 2011, 195.

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    parte, de un exhaustivo anlisis de los textos latinos y ms all, puesto que se incluyen tambin ejemplos de los resultados en las lenguas romances y se tienen en cuenta otras lenguas actuales; y, por otra, de una lectura crtica de los estudios realizados sobre el tema en particular y otras cuestiones lingsticas de mayor alcance, evidentemente no solo referidos al latn.

    Adems de la vasta documentacin, tanto cientfica como textual, en la que el au-tor sustenta sus razonamientos, si hay algo que caracteriza esta obra, y en general los trabajos de Jos Miguel Baos, es su claridad expositiva, tanto por lo que respecta a la organizacin de la materia, como al desarrollo de sus explicaciones. El resultado es un li-bro til para cualquier interesado en la cuestin, sea o no latinista, e incluso recomenda-ble para los universitarios de la especialidad, como fuente de informacin sobre las ora-ciones causales, pero tambin como modelo de investigacin seria en el terreno de la sintaxis latina. Vayamos por partes.

    En los dos primeros captulos se definen los conceptos generales de causalidad y de oracin causal: Causalidad y subordinadas causales (17-27) y Semntica y sintaxis de las oraciones causales (28-37). El autor establece su objetivo y la perspectiva desde la que va a trabajar: la descripcin funcional (sintctica, semntica y pragmtica) de las oraciones adverbiales que ... expresan en latn de manera general la causa (17). Al mis-mo tiempo plantea la necesidad de abordar la cuestin de manera sincrnica y diacrni-ca, pues las diferencias entre las principales conjunciones causales latinas (quod, quia, quoniam) se entienden mejor cuando se conoce el proceso de gramaticalizacin que ex-perimentaron. Igualmente la perspectiva histrica permite tener una visin de conjunto de cmo evoluciona el sistema en latn tardo, y de los resultados en las lenguas roman-ces. El autor recurre al cognitivismo para definir el concepto de causa, y a la tipologa para situar el latn, como una lengua ms, en un marco lingstico ms amplio. Aunque el lector no est familiarizado con el funcionalismo o el cognitivismo, o no sepa qu son los estudios tipolgicos, no encontrar en la obra terminologa o conceptos que no estn debidamente explicados. As, en esta parte inicial del trabajo se establece la diferencia entre oraciones causales internas o del enunciado (Llueve porque esta zona est cerca de la montaa [28]) y causales externas o de la enunciacin (Llueve, porque la gente lleva paraguas [29]). Esta diferencia, de validez interlingstica, que afecta al nivel de in-tegracin sintctica de la oracin y que puede tener reflejo en las conjunciones que in-troducen las subordinadas causales, es uno de los pilares del estudio, pues el autor anali-zar en el resto del libro cmo se materializa en poca clsica y cmo evoluciona en latn tardo.

    El tercer captulo analiza las formas concretas en que se expresa la causa en latn: Formas de expresin de las oraciones causales en latn: origen y procesos de gramatica-lizacin (38-81). Se distingue entre conjunciones causales primarias (quod, quia) y se-cundarias, de origen temporal (quoniam, quando, cum, etc.) o de otros orgenes (modal: ut, sicut, etc.; condicional: siquidem, etc.). El autor explica el proceso de gramaticalizacin y de subjetivacin por el que las conjunciones adquieren un significado ms abstracto, ms subjetivo (60), proceso que tiene paralelos en otras muchas lenguas. Unos excelen-

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    tes cuadros sinpticos (41, 43 y 45) ofrecen una panormica global de las conjunciones latinas en las diferentes pocas de la lengua, as como de las conjunciones en las lenguas romances en relacin con su origen latino. El recurso a los cuadros y tablas de datos es constante a lo largo del libro (hay 16 en total) y resulta una herramienta eficaz para sin-tetizar datos y tambin para aportar transparencia a la investigacin, al proporcionar las frecuencias de aparicin de las formas estudiadas, su distribucin por autores y pocas, etc. El estudio no se ha hecho con un corpus cuya representatividad pueda ser puesta en duda, sino que, bien al contrario, es amplsimo y ha sido manejado por el autor con plena conciencia del extenso lapso temporal que abarca. Uno de los defectos que Baos seala como habitual en los estudios de sintaxis latina es el tratamiento no diferenciado de ejemplos procedentes de pocas muy diversas, de Plauto a la Vulgata, lo cual genera una pancrona de ms de seis siglos (38) que oscurece la comprensin de cmo evoluciona el latn. En este libro no sucede tal cosa.

    Despus de haber presentado las diversas formas de expresin de las oraciones causales, Baos las analiza detenidamente en dos captulos, uno dedicado al latn clsico (El sistema de las oraciones causales en latn clsico [82-133]) y otro a su evolucin posterior (Evolucin diacrnica de las oraciones causales [134-172]). En poca clsica existe una oposicin entre quod y quia (causales internas) y quoniam (causales externas), que el autor demuestra basndose en el distinto comportamiento de las conjunciones en aspectos como su aparicin como respuesta a preguntas, la capacidad de coordinacin, el empleo de correlativos, su posicin respecto a la principal, la posibilidad de focaliza-cin, el alcance de la negacin y el de la consecutio temporum, etc. En latn tardo se desdi-buja esta oposicin clsica al tiempo que las tres conjunciones empiezan a introducir completivas, por lo que surgen nuevas e inequvocas locuciones causales que acaban gramaticalizndose como conjunciones (eo quod, pro eo quod). Baos puntualiza algunas afirmaciones aceptadas en muchos estudios acerca de la frecuencia o el origen de de-terminadas locuciones, como pro eo quod, considerada generalmente como una hiperca-racterizacin de eo quod. El anlisis de Baos no corrobora tal interpretacin, sino que revela que ambas locuciones conjuncionales tienen distribuciones complementarias, y que entre ellas se establece una oposicin similar a la que mantenan quod/quia vs. quo-niam en poca clsica, es decir, causalidad interna vs. externa. Baos tambin rechaza que se produzca una continuidad entre locuciones concretas del latn tardo y las de len-guas romances. Se trata, ms bien, de la continuidad de modelos de gramaticalizacin, pues repiten los procesos de subjetivacin experimentados ya en latn.

    En cuanto al aspecto formal, el formato del libro es manejable y la tipografa clara. Sera deseable mayor esmero por parte de la editorial en la correccin de pruebas para que la forma est totalmente a la altura de la calidad del contenido. Dejo de lado las erra-tas de omisin de letras o acentos y voy a sealar algunas que pueden empaar la com-prensin, porque afectan a los textos en latn, a nombres propios o palabras extranjeras: lvarez Puerta > lvarez Huerta (12, l. 14); aduccti > adducti (30, ej. [19 a]); Santos Ros > Santos Ro (42, l. 13); ya que no quisisteis > ya que quisisteis (58, ej. [47]) y este ejemplo se repite con la misma errata en 146, ej. (207 b); aparece el trmino Manx,

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    nombre en ingls del idioma hablado en la isla de Man, el mans (59, ej. [48 c]), aunque se debera aplicar la misma convencin que con las dems lenguas y emplear la mins-cula y el gentilicio espaol man.; No es causal > No es casual (59, n. 66); se mencio-na al autor Vallauri (2000) (61, n. 69), que no est en la bibliografa bajo este nombre se trata de Lombardi Vallauri, que en la bibliografa figura como Lombardi; habra que uni-ficar la denominacin, y aadir esta referencia en el ndice de autores citados, donde so-lo aparecen las dos citas de Lombardi; placui > placuit (64, ej. [56 b]); optuma > optumae (64, n. 77); qui opus > quid opus (65, ej. [60]); especific > specific (68, n. 85); holdind > holding (ibid.); sicam > sciam (70, ej. [70 b]); dimisisseu > dimisisse (71, ej. [73 b]); presidi > praesidi (80, ej. [85]); de ah que se pueda preguntar sobre dicha relacin con quod y quia > de ah que se pueda responder sobre dicha relacin con quod y quia (83, penltima lnea del texto); propuli > populi (87, ej. [99 b]); existum > exitum (ibid.), ejemplo que se repite con las mismas erratas en pgina 99 con el nmero (127 b); toute le priode > toute la priode (93, l. 16); presque toutes les textes > presque tous les textes (93, l. 17); response > responso (100, ej. [130 a]); sino porque quera > sino porque no quera (102, ej. [137 b]), y la referencia no es Liv. 38.33.1 sino 38.33.11, que tambin hay que corregir en el ndice de pasajes citados (195); Los datos de Salustio se refieren a las Catilinarias > Conjuracin de Catilina (112, n. 158); necessse > necesse (117, ej. [153 b] y est > erat (ibid.), y la referencia no es Peregr. Aeth. 29.6 sino 4.6 en el ndice de pasajes tambin hay que suprimir la referencia a la pgina 117 para el ejemplo 29.6, y en cambio hay que aadir 4.6: 117; Hoffmann 1989 > Hoff-man 1989 (121, l. 27): se trata de M.E. Hoffman en el ndice de autores citados se le atribuyen dos apariciones, de las que solo es correcta la segunda (121); en la pgina 49 no hay ninguna referencia a M.E. Hoffman; continuun > continuum (126, epgrafe IV.1.9.6); Schriffin > Schiffrin (135, l. 13), que adems no est recogido en el ndice de autores cita-dos; hegotiis > negotiis (135, n. 189); prouinces > prouinciis (141, ej. [193 a]); qua > quae (142, ej. [195]); saturabantur > saturabuntur (142, ej. [196]); miserocordiam > misericordiam (ibid.); fiet > feit (145, ej. [206 a]); apud Mol 2006 > Moll (145, ej. [204]) este autor falta en la bi-bliografa y en el ndice de autores citados: F. de B. Moll (2006), Gramtica histrica catala-na, U. de Valencia; retuli > retulit (o rettulit) (149, ej. [212 a]); appellat > appellant (151, ej. [216]); gratis > gratias (152, ej. [220]); regum > regnum (157, ej. [226 a]); Mouton > Moulton (163); operrtum > opertum (163, ej. [235]); lumnis > lumine (ibid.); proptera > propterea (167, n. 246, antepenltima lnea); nacillam > ancillam (170, ej. [249 a]); spitius > spiritus (170, ej. [249 b]). En la Bibliografa: Licufer > Lucifer (177, en Bodelot 2009); falta cursiva en sentien-di, iudicandi (178, en Carvalho 1989); J. R. > J. P. (178, en Chausserie-Lapre); histoirens > historiens (ibid.); Dez > Diez (179, en Diez 1882); 2005 > 2006 (179, en Devine-Stephens); connectuers > connecteurs (179, en Fugier 1987); Gonzlez Loge > Gonzalez Lod-ge (180); ds > des (181, en Herman 1957); L. Melis-P. Vesmet > L. MelisP. Desmet (183) el mismo error en el ndice de autores citados; adems es incorrecta la referencia nu-mrica: dice 27, pp.97-111, y debe decir 36, pp. 13-26; Resultat > Result (184, en Penning-ton); indo-european > Indo-European (ibid.); quid, quia > quod, quia (185, en Roca 1997); Thompson-Longrace > Thompson-Longacre (187) este nombre aparece mal escrito en

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    todas las referencias (salvo en la de la pgina 58), as como en el ndice de autores cita-dos; Condictionals > Conditionals (188, en Wakker).

    Algo ms delicados son los errores relativos a la numeracin de los ejemplos. As, en 67, nota 83, se remite a los ejemplos (31 b-c), que no existen; en 81, los ejemplos (89) y (89) deben ser (89 a) y (89 b); en 97, lnea 3, se remite al ejemplo (119 c), pero no existe; en 122, nota 174, la alusin Por otro, en un ejemplo como (159 b) se refiere en realidad a (159 c), y el verbo gaudeo debe ser sustituido por laetor; en 125, antepenltima lnea, se dice que el ejemplo (166) ilustra un ablativo, pero no hay ningn ablativo en dicho ejem-plo; en 131 sobra el ejemplo (174 a), pues no ejemplifica quoniam, sino quia, y en el texto solo se alude a un (174), que se corresponde con (174 b); en 149 hay dos ejemplos nume-rados como (211 b); en 154, en la primera lnea, punto (v), se remite al ejemplo (221 a), cuando en realidad el ejemplo correcto sera el (212 b); y en esa misma pgina, en la se-gunda lnea, punto (vi), sucede lo mismo con la referencia al ejemplo (221 b), que debe ser (212 a); etc.

    Volviendo a la sustancia, el libro es ptimo y est destinado a ser una obra de refe-rencia en los estudios de sintaxis latina, y no solo en el mbito espaol. Con ella el autor demuestra que el latn es una lengua que no ha quedado al margen de la investigacin actual en lingstica. El mrito es, sin duda, de los investigadores que, como Jos Miguel Baos, saben aplicar la metodologa adecuada a una lengua de corpus y el rigor impres-cindible en cualquier trabajo cientfico para obtener resultados tan valiosos como los que nos ofrece en esta obra.

    Eusebia TARRIO RUIZ Universidad de Salamanca

    Rosario MORENO SOLDEVILA-Juan MARTOS (eds.), Amor y sexo en la literatura latina, Huelva,

    Universidad de Huelva (Exemplaria Classica. Journal of Classical Philology, Anejo IV), 2014, 267 pp. ISBN 978-84-1606-153-2.

    a no vale el tpico de la poca bibliografa sobre el erotismo en Roma, pero es notable su distinto calado y orientacin. Este mismo ao, por ejemplo, se ha publicado en

    Espaa la traduccin del libro de Alberto Angela titulado Amor y sexo en la antigua Roma1 con una orientacin decidida de tratado de realia. Ahora acaba de salir el libro que rese-amos con una orientacin claramente literaria.

    La razn es que este libro es producto de un ciclo de conferencias organizado por la Universidad de Sevilla y la Pablo Olavide de la misma ciudad el ao 2011 con motivo de la presentacin del Diccionario de motivos amatorios en la literatura latina, magna obra pro-

    1 Madrid, La Esfera de los Libros, 2015 (= Milano, Mondadori, 2012). Ha hecho de l una bien documentada resea E. Brchez Castao en Tempus 38 (2015) 78-88.

    Y

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    ducto de un ambicioso proyecto de investigacin, que marca un antes y un despus en los estudios sobre literatura ertica, en el sentido ms general del trmino. A partir de ahora la consulta de tal diccionario ser imprescindible para quien quiera aportar algo sustancioso en este campo.

    En este libro se recogen algunas de esas conferencias a las que se han aadido otros trabajos de la misma temtica, razn por la cual decimos que el libro que reseamos tie-ne una orientacin eminentemente literaria, pues se analizan una serie de tpicos y mo-tivos literarios documentados en la literatura latina. Por esa razn tambin el ttulo del libro podra llevar a engao, ya que el lector puede esperar encontrarse con una exposi-cin detallada y completa sobre el amor y el sexo, cuando lo que aqu tenemos son nueve exposiciones muy concretas de algunos de estos tpicos y motivos literarios. De la mis-ma manera, los trabajos recogidos tienen un enfoque diverso en mtodo, cronologa, orientacin y nivel, pues no son obra de un mismo autor.

    En consecuencia, como lo que se trata es de orientar al lector para que conozca el contenido y orientacin de este libro, lo ms oportuno parece exponer de la forma ms breve posible el contenido de cada uno de las contribuciones.

    Gabriel Laguna Mariscal en su contribucin Regalos para enamorar (munera amo-ris): un tpico literario de ayer y de hoy, expone los requisitos de contenido y forma del tpico regalos para enamorar, pero aade una exposicin de su recepcin desde el mundo griego al actual, en la que el trabajo cobra todo su esplendor. En esta exposicin se advierte que las razones para los regalos de los enamorados siguen vigentes en la ac-tualidad, as como tambin su falta de xito.

    En La avifauna en la poesa latina de amor de Miryam Librn Moreno se estudian las aves que mencionan los poetas y su relacin con la realidad. Es un trabajo bien do-cumentado que desvela si ese tpico es puramente literario o responde a hechos reales, como, por ejemplo, el canto del cisne antes de morir.

    Rosario Lpez Gregoris en la contribucin titulada Por qu lo llaman amor cuan-do quieren decir sexo?: sexo y matrimonio en la comedia latina, comenta la situacin en la comedia latina que tanto choca a la realidad de la esposa como madre, no ge-neralmente como objeto de amor o placer, que para eso est la meretriz. Es decir, en la comedia se muestra el matrimonio como institucin social, cuyo objeto es procrear ciu-dadanos libres. El anlisis de los textos en esta contribucin evidencia un conocimiento profundo de la comedia latina y, de paso, su originalidad, a pesar de tener modelos griegos.

    En La renuntiatio libertatis, un motivo dentro de un tpico, de Juan Antonio Est-vez Sola, se estudia dentro del tpico romano del servitium amoris, que no tiene antece-dentes griegos, la renuncia a la libertad para caer en la esclavitud del amor. De esta ma-nera el dominus pasa a ser esclavo de su domina como medio de lograr y mantener su amor, lo que se refleja en un lxico concorde con esa prdida de libertad. Poco se dice, sin embargo, del caso contrario, tambin vivo hasta la actualidad.

    Juan Antonio Bellido Daz en Cuando el amor se olvida, sabes t adnde va?: el desamor en la literatura latina, estudia el concepto de desamor, tan en boga hoy en da y que no tiene correspondencia lxica directa en latn. Tanto su sentido de ausencia de

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    amor como de prdida de afecto, que es el ms habitual, tiene amplia representacin en la mayora de los gneros literarios latinos.

    En el estudio Omnia ferre, si potest et debes o los lmites del officium de la clientela, Juan Carlos Tello Lzaro muestra ejemplos, no habituales por otro lado, de clientes que llegan a prestar servicios insospechados, como sustituir a su patrn en sus deberes mari-tales con su esposa, con el consentimiento del marido (algo ms que cornudo consentido).

    El motivo literario de la doncella inocente condenada a la prostitucin que man-tiene su honra es el objeto del estudio Sexo y castigo: el motivo de la prostitucin como condena, de Juan Martos Fernndez. Este motivo tiene una base real en la condena le-gal, por las razones que sean, a la prostitucin, como se ve repetidamente en la comedia. Lo curioso es que esta situacin salt a la literatura cristiana con la doncella que se niega a adorar a los dioses paganos y, a pesar de su condena, mantiene su virginidad, como por ejemplo Santa Ins.

    Y no poda faltar la censura en cuestiones de amor y sexo. Juan Fernndez Valver-de en su contribucin Casto expurgo de Marcial, un modelo a seguir por su rigor y cla-ridad, analiza los procedimientos de censura en la primera edicin espaola de Marcial: M. Val. Martialis Epigrammata ab omni obscenitate aliena de Diego de la Torre, publicada en Zaragoza el ao 1629. Lo ms llamativo es comprobar que la tcnica es la misma siempre: supresin de poemas enteros de tono subido, omisin de pasajes comprometidos y, por ltimo pero la forma ms cruel de amputacin (es decir, Marcial castrado), sustitu-cin a conciencia de los trminos ms fuertes por eufemismos.

    Por ltimo, Juan Francisco Martos Montiel, en Sobre las trbadas: una traduccin anotada del captulo VI del Manual de erotologa clsica (De figuris Veneris) de Friedrich Karl Forberg, nos presenta un traduccin del captulo VI (De tribadibus) perteneciente a este ya clsico de la literatura ertica, acompaado de unas notas complementarias al nivel de las de Forberg quien, probablemente aburrido de su larga tarea de bibliotecario de la Biblioteca ducal de Coburgo, public en 1824 a sus 54 aos el Hermaphroditus de Antonio Becadelli, el Panormita. A esta edicin aadi un apndice, que es el que se comenta aqu, destinado a convertirse en un clsico ertico por su riqueza de contenido y de lxi-co, que tras haber reposado siglos en los infiernos de las grandes bibliotecas europeas, donde yo pude consultarlo por primera vez en mis aos mozos (previo permiso espe-cial), salt a la fama y mereci el honor de ser traducido a varias lenguas, entre ella el espaol (2006), y que lo ser de nuevo, como promete el autor de esta ltima contribu-cin.

    Es de destacar en estos trabajos la franqueza con la que se habla y se traducen los trminos erticos. Fue siempre habitual la mojigatera que recurra a eufemismos en el tratamiento y traduccin de los trminos erticos, como an es observable todava en buena parte de nuestros diccionarios. Hoy da pudiera caerse en la tentacin de traducir estos trminos resaltndolos y hacindolos todava ms disfemsticos de lo que son en realidad, cayendo de este modo en el polo opuesto. Sin embargo, la verdad es que en Es-paa se ha llegado a un punto justo, tratando en la traduccin de reflejar la connotacin exacta de cada trmino. El caso de Marcial es ejemplar desde que apareci en 1991 la

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    traduccin de Dulce Estefana lvarez, seguida de la de Juan Fernndez Valverde y An-tonio Ramrez de Verger en 1997, hasta llegar a la ltima de Alma Mater en 2004-2005, que he realizado sobre el texto de Juan Fernndez Valverde, con introduccin de Rosario Moreno Soldevila. Me cabe el honor, en este sentido, de ser el pionero de esta tendencia con la traduccin de los Priapeos, los Grafitos amatorios pompeyanos, el Centn nupcial de Ausonio y otros textos similares en Gredos en el ao 1981 (en donde trat de aplicar el estudio de las connotaciones realizado en mi Tesis de 1973 sobre el latn ertico cuya segunda edicin de public en Sevilla en 1991), texto revisado por mi maestro y res-ponsable de mi introduccin en este tipo de estudios, Manuel C. Daz y Daz, en una co-leccin cuyo asesor era Sebastin Mariner Bigorra, que acept la traduccin haciendo gala de gran generosidad y altura de miras.

    Enrique MONTERO CARTELLE Universidad de Valladolid

    Jess HERNNDEZ LOBATO, El Humanismo que no fue. Sidonio Apolinar en el Renacimiento, Bolo-

    nia, Ptron Editore (Cultura Umanistica e Saperi Moderni 2), 2014, 222 pp. ISBN 978-88-555-3288-4.

    sta monografa de Jess Hernndez Lobato (en adelante JHL), que naci al amparo del doctorado internacional en Civilt dellUmanesimo e del Rinascimento de la

    Universidad de Florencia, nos ofrece un enjundioso y exigente de paciente concentra-cin al lector relato de la recepcin medieval y renacentista de Sidonio Apolinar, si queremos imbuirnos, al travs de las actitudes literarias que se suceden ante su hetero-doxa latinidad, de la diversidad cultural que caracteriza a un movimiento tan vasto co-mo el Humanismo del Quattrocento italiano, hasta diluirse y sembrar con sus ideas todo el Cinquecento europeo. Acaso este origen doctoral y su explcito ensamblaje por compen-dio de artculos (captulos 2, 3 y 4) sean los causantes de que afloren unas perifrsticas repeticiones, tanto ms molestas por concentrarse en las aperturas o clausuras de cap-tulo para facilitar las transiciones entre ellos, con excesos adjetivadores subrayando el esteticismo rebuscado y excntrico, que comparte Sidonio con el clasicismo del siglo XII y con los partidarios renacentistas del apuleyanismo en su polmica con los ciceronia-nos (captulos 4, 5 y 6). Esa impresin de libro con las costuras demasiado visibles puede despistar en ocasiones y obligarnos como lectores a un sobreesfuerzo para retomar el flujo narrativo. A ello contribuye en no poca medida una impaginacin muy compacta basada en una fuente tipogrfica sans serif, de ojo cerrado (una avejentada Helvtica o tosca Arial habiendo diseos humansticos como la Gill Sans o la Calibri?) y apretado in-terlineado, ms propia para titular o para textos breves o de manual, nada propiciadora de la legibilidad que reclaman los textos discursivos de un libro de ciencia humanstica.

    El rapidsimo captulo introductorio apenas esboza lo que sern las lneas principa-les de atencin y estudio del esteticismo tardoantiguo representado en Sidonio, porque

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    as lo demuestra la historia de su recepcin prehumanstica tras su muerte y para la re-cuperada sensibilidad literaria del siglo XII. Lo sustancial para JHL pasa por enunciar las razones postmodernas Lyotard mediante que le han llevado a preferir, frente a las grandes narrativas sistematizadoras, el petit rcit sidoniano desde donde asediar la fragilidad e inconsistencias de todo lo que era slido en la civilizacin renacentista: de explorar lo que de tardoantiguo y anticlsico hay en el seno del mayor Clasicismo (25). Quiz ha llevado hasta el extremo esta opcin por lo pequeo redactando este boceto, no obstante la irona tan postmoderna de haberlo titulado Aufstieg und Niedergang des Sidonius Apollinaris. Mis expectativas en este punto literalistas, lo reconozco, nada alegricas se han visto frustradas en la confianza de un minucioso repaso histrico y esttico de la potica sidoniana, de la que JHL es un consumado experto y sus artculos lo avalan (acerca, por caso, de la cfrasis visual de la catedral de Lyon [37, n. 37]), pero que realiza en captulo aparte (2. Aquellos). Puesto que el objetivo declarado es la recepcin humanstica por Giovan Battista Pio acaso hubiera sido para su narracin ms eficaz ha-ber fusionado los captulos 1 y 2 bajo el epgrafe celebrativo de la monumental enciclo-pedia sobre el mundo romano, y compactada en un solo bloque toda la franja prehuma-nstica. Entindanseme bien estas formalidades, pues no cuestionan su ncleo concep-tual y metodolgico, ni estoy sugiriendo reescribir el libro; solo someter a reflexin un andamiaje distinto que haga honor al saber y finura crtica que atesora, merecedores de una dispositio y elocutio a la medida de su metaliteratura, pero que su autor ha sacrificado a la sonoridad de un par de titulares (el segundo en homenaje a la famosa serie de los 80 The Wonder Years) y confiado a un inicial ndice de contenidos numricamente dis-tribuidos: estos cifrados enturbian ms que limpian la sinopsis argumental. Precisamen-te, la renuncia a elaborar y colocar al final unos pormenorizados ndices onomstico y temtico, que sacien la inmediata curiosidad por personas e ideas para luego demorar-nos en sus respectivos contextos, nos impide juzgar esta monografa de verdadero libro. Por la bibliologa sabemos que las formas imponen sentidos, y esa sensacin de relato al-go descosido y precipitado se aviva en las pocas erratas detectadas: que aboc al olvido (24: avoc), en la pluma de un poeta (31: pluma un), condescendiente con (34: concesivo con), dentro del genus (38: dentro el), predicador dominico (52: p. dominicano), Bernardo da Moglio (54: Bernado), en posesin de un profundo (55: posesin un profundo), lo sugiere su contenido (61 n43: los contendo), hbitos literarios (67: h. literario), rasgos esenciales (68: rasgo e.), a los que se suma (77: a. l. q. se se s.), serie de cualidades (93: serie c.), sin menoscabo (93: menosca-vo), el ms eximio (105: su eximio), lo acabarn confrontando con su maestro (121: l. a. enfrentando a s. m.), cometiendo (161: comentindo).

    Otra sugerencia, esta sobre la enciclopedia de enciclopedias que es la Lampas sive fax artium liberalium de Janus Gruterus o Jan Gruter (Frncfort, 1602). A la altura de 2015, cuando las grandes bibliotecas nacionales e histricas permiten el libre acceso en sus portales a muchos de los incunables e impresos ya digitalizados, no se entiende el uso innecesario de la Lampas, compendio de los principales annotamenta crticos, de que por ejemplo se sirve Ezio Raimondi para sus estudios sobre el humanismo bolos por evi-

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    dentes razones de comodidad y accesibilidad, en unos tiempos bien distintos de los nuestros1: la BNE y la Biblioteca Histrica Marqus de Valdecilla (Madrid), Bayerische Staatsbibliothek (Mnich), Gallica (Francia), etc., disponen de un amplio catlogo del que descargarse, por caso, las Annotationes doctorum virorum in grammaticos, oratores, poetas, philosophos, theologos et leges (Pars, Badio Ascensio, 1511), una enciclopedia de las princi-pales anotaciones crticas del Quinientos (Angelo Poliziano, Marco Antonio Sabellico, Fi-lippo Beroaldo, Domizio Calderini, Giovan Battista Egnazio, Giovan Battista Pio, etc.). La Biblioteca Histrica de la Universidad de Salamanca dispone de una similar coleccin In hoc volumine hec continentur Marci A. Sabellici annotationes... (Venecia, G. Tacuino, 1508, sign. BG/34181), as como una edicin de los In Carum Lucretium poetam commentarii a Ioanne Baptista Pio editi (Pars, Badio Ascensio-J. Petit, 1514, sign. BG/11323 y 12005). Es mejor y posible acudir a digitalizaciones de impresos histricos.

    Pero no nos dejemos atrapar por estas rudimentarias apariencias y centrmonos en la sustancia y en la forma de los apetitossimos contenidos de este microrrelato, que sin ningn afn totalizador invita a contemplar en sus menudos y extravagantes detalles la entera grandeza de la cultura humanstica. Porque JHL ha ledo en profundidad la lite-ratura primaria y secundaria de y sobre Sidonio Apolinar, sobre sus lectores, imitadores y detractores, para secundarla con buenas dosis de pericia filolgica y agudeza herme-nutica obteniendo as las jugosas interpretaciones que tratar de sintetizar en mi re-sea.

    Para cualquier lector interesado en la historia del humanismo y del comentario li-terario como su plucuamperfecta sincdoque (no tengamos miedo a las grandes narra-tivas y la transformacin experimentada por la enarratio auctorum as lo aconseja), la panormica medieval y la prehumanstica del Trescientos dibujada con multitud de de-talles por JHL se nos antoja un excelente mirador. Para la Escuela de Chartres Sidonio es autor cannico (esttica de la enumeracin retrica o congeries) y su sermo trabeatus o lenguaje de gala, diferenciado del sermo quotidianus, le provoca a Alano de Lille a la aemulatio: en punto a la prosopopeya de la Retrica (Anticlaudianus 3,137-271), resulta sagacsimo el anlisis de la metfora visual del pavo real resurtiendo en las palabras (33-37).

    Durante la segunda mitad del Trescientos las tornas cambian hacia la mera tole-rancia, cuando no rechazo, de la esttica de la prosa sidoniana, a partir de la malin-terpretacin de Petrarca (Sidonii temeritatem, illius stilii obice) achacando a Sidonio una su-puesta irrisio Ciceronis. Esto lo resolver JHL con inteligencia a partir de la pretericin si-doniana (de Marco Tullio silere melius puto: Epist. 1,1,1-2), muy oportunamente retomada y colmada en el anlisis de la glosa de Pio para canonizar a Sidonio (147-149). Pio relativi-zar el alcance de la crtica de Sidonio, restringiendo a la praxis epistolar lo que Petrarca haba entendido referido a la ntegra personalidad de Cicern. El captulo se cierra con otra bien nutrida historia del ansia canonizadora de Coluccio Salutati, construida por

    1 E. RAIMONDI, Politica e commedia, Bolonia, Il Mulino, 1972, 102.

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    JHL a partir del anlisis intertextual de la expresin que Salutati le dirige a Sidonio en su calidad jurdica de testem assiduum atque opulentum (57-58): en los adjetivos reverberan sendos tecnicismos literarios de Aulo Gelio (14,6,5 y 19,8,15). La perspicacia y matices in-terpretativos de JHL se aprecian respecto de otros intertextos de Sidonio en Salutati (61-63). As, el proverbial nullus scit, mihi crede, quanta nescit (Carm. 9,346), del que Salutati ha-ra uso con la variante michi conscius mientras debate la atribucin de las tragedias de Sneca (Epist. 5,18), en lo que JHL considera formulacin verbal bastante desusada en las letras latinas, y que remite a otro poema sidoniano (Carm. 16,85-86: Derigui, fateor, mihi conscius atque repente / tinxit adorantem pavido reverentia vultum): Quis autem auctor iste fuerit, viderint studiosi; nichil enim audeo in re tam obscura, ignorantiae mee michi conscius, af-firmare (Epist. 5,18, ed. Novati). Ahora bien, la sola expresin de confianza o consciencia vinculada a un yo autorreferencial es de uso habitualsimo entre autores clsicos, Cice-rn a la cabeza (mihi crede: Div. 2,36-37; Fin. 2,21,69; 2,34,113; 5,30,92; Off. 3,19,75; De orat. 2,72; Epist. passim; mihi conscius: Epist. 6,21,1; 13,8,1; Tusc. 2,4,10), pero la consciencia tambin en Livio (42,42,8), en Ovidio (Am. 2,7,11), muy abundante en Quintiliano (Inst. 6,64; 12,11,8) y luego entre los cristianos Ambrosio y Agustn. A mayor abundamiento y a propsito de la dialctica vetustas/modernitas, es consciente para Salutati la inferioridad de la modernidad (81-82), pero esta vez la expresin de confianza no se vincula tanto a la idea de pequeez o ignorancia, cuanto es sobrepujada por la casticsima oposicin sapientia/eloquentia, que Cicern formula a comienzo del tratado De inventione 1,1,1 (sa-pientiam sine eloquentia parum prodesse civitatibus, eloquentiam sine sapientia nimirum obesse plerumque, prodesse numquam), y san Agustn actualizar para su trasferencia medieval (Doct. 4,5). El texto de Salutati (Epist. 3,79, ed. Novati) dice as: Tenet gradum suum insupera-ta vetustas et in campo remanet signis immobilibus atque fixis. Et quidquid sibi de subtilitate so-phistica blandiatur modernitas, sapientia nos, crede michi, et eloquentia vincit.

    Con estas sosegadas finuras interpretativas llegamos al meollo del libro y a la vin-dicacin cuatrocentista de la potica tardoantigua (captulos 4, 5 y 6). La ampliacin cr-tica del canon con autores de la latinidad tarda Poliziano la fundamenta en su alteridad esttica. Con mucha sagacidad JHL aporta y comenta el pasaje de la Oratio super F. Quinti-liano et Statii Sylvis (93), donde Poliziano exhorta a una estimacin positiva del cambio es-tilstico (si rectius inspexerimus ... dicendi mutatum genus), y a no depreciar la diferencia (neque deterius dixerimus quod diversum sit). Para una cabal historia y crtica del universo literario de Poliziano, adems del divulgativo y generalista ensayo de Martin McLaugh-lin2, hubiera aadido el slido y convincente trabajo de Peter Godman sobre la potica y la historia literaria de Poliziano3. De esta lectura habra JHL ganado un ancho punto de vista cultural donde proyectar el sentido de la intertextualidad sidoniana en Poliziano. Porque la forma y funcin de los intertextos depende en una medida no chica de cul fuera entonces la estimacin prevalente del humanista: la imagen de un Poliziano pri-

    2 M. MCLAUGHLIN, Literary Imitation in the Italian Renaissance, Oxford, Clarendon Press, 1995. 3 P. GODMAN, Polizianos Poetics and Literary History, Interpres 13 (1993) 110-210.

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    mordialmente fillogo clsico y poeta romance de hoy en da4, contrasta con la del so-berbio prosista epistolar que admir su tiempo. Hubiera resultado entonces menos su-perficial y anecdtico el relato de la ponderacin intertextual, que con buen propsito anuncian los epgrafes de la sidonizacin programtica en el Poliziano epistolar (94-98), del tesoro lxico sidoniano en el fillogo (98-101) y del Virgilio sidonizado en el cuatrocentista tardoantiguo (101-105). Quiero decir que, si nos convence la argumenta-da funcionalidad de los intertextos aportados para epstolas y poesas, se nos antoja fr-gil reducir el lxico sidoniano a ese rarsimo scruta (Epist. 7,2,6: buhoneros, baratijas; especifico nmero de epstola y prrafo omitidos por JHL), pero presente tambin en Horacio (Epist. 1,7,65) y que Poliziano censa el primero en Miscellanea 30 (Cucuma-Proseucha-Scruta) sin explicar su significado falta que le afean Parrasio, Nebrija en Ter-tia Quinquagena y otras miscelneas quinientistas: me parece algo arriscada la sincdo-que, por excepcional y paradigmtico que sea el vocablo, clsico y postclsico a partes iguales. Indirectamente nos dice lo infructuoso de reducir el problema de la escritura y del canon bajo la estricta dualidad ciceronianismo/apuleyanismo. Los mejores humanis-tas fueron grandes escritores que abogaban por un sano eclecticismo reacio a cualquier compartimentacin: esta es la razn de su incomodidad por la actitud sorprendente-mente positiva hacia Sidonio de Ermolao Barbaro, uno de los triunviros humanistas junto a Poliziano y Pico, a quien sin atisbo de duda considera eminent