reseña larson brooke
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Brooke Larson, Indígenas, élites y estado en la formación de las repúblicas andinas 1850-
1910, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2002, 204 pp.
Sofía Blanco Ivanoff – UBA-
En el presente trabajo la historiadora estadounidense Brooke Larson presenta primeramente
una síntesis interpretativa que analiza la consolidación del estado-nación en las repúblicas
andinas durante el periodo 1850-1910 exponiendo como tópico principal la respuesta indígena
en relación a tal proceso. Para ello utilizará fuentes históricas, etnografías, diarios de viajeros y
bibliografía clásica y contemporánea sobre el tema, deviniendo finalmente en una síntesis
comparativa acotada a las realidades colombianas, ecuatorianas, peruanas y bolivianas.
Mas allá del que el texto fue pensado como un ensayo que formaría parte de una colección
sobre historias y culturas nativas de Sudamérica, para Larson, el objetivo principal fue reducir
tal investigación a la región comprendida entre Colombia y Bolivia, a fin de captar las
transformaciones que los pueblos de la sierra registraron durante la irrupción de una lógica
moderna liberal tanto a nivel económico, político y social; punto que le permitió a la
historiadora, desplazarse del lugar clásico que adoptó la historiografía andinista sobre el tema,
cambiando el famoso “largo siglo XIX” lleno de continuidades ligadas al pasado colonial, por
un “corto siglo XIX”, a fin de rescatar coyunturas y procesos amplios en los cuales las
comunidades campesinas fueron sujetos activos frente a las nuevas fuerzas históricas
mundiales. Larson, publicó dicha obra en al año 2002 y su marco teórico puede vincularse con
el marxismo, su inquietud principal fue ajustar a la realidad local la “teoría de la dependencia”,
pero lejos de verla como una teológica inalterable, se propone observarla como un proceso
histórico contradictorio y plagado de tensiones. Por lo tanto, la primera parte de su hipótesis
fundamental se centrará en que la introducción de un paradigma liberal moderno implicó un
nuevo periodo de sometimiento y conquista sobre los pueblos serranos, impulsado por un
proyecto imperial que demandaba la colonización de regiones y culturas que hasta entonces no
eran controlados por la civilización blanca criolla representada en el Estado.
En la introducción de su libro, Larson aclara sus objetivos fundamentales, así como las
premisas que guiaran su investigación. Propone introducir cuatro temas globales referidos a la
formación de un ethos discursivo basado en una polaridad racial y étnica para justificar la
existencia de límites en la pertenencia y la civilidad que legitimó la construcción de cada ideal
de nación; también revisará el rol fundamental que jugó la expropiación de tierras a las
comunidades indígenas a fin de implementar políticas económicas liberales censurando a los
poderes locales tradicionales, y con ello, destacará la creciente respuesta indígena, cargada de
demandas políticas, hechas en un lenguaje moderno que trataba de reinterpretar categorías con
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el fin de hacer justicia y de incluirse dentro del sistema; finalmente, rastreará los legados que
estas tres transformaciones impregnaron en los fragmentos de las incipientes naciones. El eje
que cruzará tales tópicos será el rol que desempeña el desmantelamiento del tributo indígena y
las controversias en torno a tal cuestión, ya que permitirá exponer claramente la necesidad que
tiene el Estado liberal de barrer con los resabios coloniales, pero sin desconocer el límite que
ésta política encontraba frente a las elites, dado a que los privaba de los ingresos que este
proveía, como frente a las comunidades, ya que cortó los lazos corporativos que los unían entre
si. Dichos temas ordenan la investigación para que en el primer capítulo la historiadora los
fusione a fin de plantear el nacimiento del “Problema indígena” para los distintos estudios de
caso que posteriormente tratará, asimismo, este apartado contextualizará al lector depositando
datos básicos sobre la realidad moderna mundial y su incidencia en América Latina.
Finalmente, completa su hipótesis principal afirmando que el ideal de nación moderna que las
elites de cada país impulsaron influidas por la lógica liberal, requirió de la exotización del
indígena; un “otro” totalmente diferente a ellos, de este modo, la colonización interna buscó
redefinir el lugar del indígena en la historia de cada nación, claramente apuntando a un ideal
mas que a una realidad observable. Por lo consiguiente, en los próximos cuatro capítulos
Larson constatará su hipótesis en los estudios de caso seleccionados.
Para la historiadora estadounidense, la república colombiana es un emblema de cómo a través
del darwinismo social se trató la cuestión de las razas en éste país a fin de discriminar la
población afro-americana de la indígena. El mestizaje biológico fue fundamental y de la mano
del Estado la inmigración fue la base necesaria para apoyar el mismo. A su vez, como
contrapartida Ecuador fue víctima de un proyecto político liberal pero teñido por un régimen
conservador resabio de un pasado colonial latente, en el que la elite y la iglesia estuvieron a la
cabeza del proceso civilizatorio hacia el componente indio. En ambas regiones, lo que la autora
destaca es que si bien hay comunidades indígenas, éstas están bastante dispersas y han sufrido
un desgaste visible, aunque en Ecuador se registraron protestas por parte de los nativos.
En cuanto al caso peruano y boliviano, el análisis es puntilloso, ya que destacando la diferencia
entre la sierra norte y la sierra sur, Larson traza un corte que le permite analizar la dificultad de
estos países radicada en la preponderancia de la presencia indígena en la población total,
porque debido a ella la implantación de reformas por parte de la minoría blanca será a un ritmo
lento y con mecanismos diferentes a los de Colombia y Ecuador. Fundamentalmente, en Perú,
la historiadora pone énfasis en la Guerra del Pacífico como factor que puso en jaque a la elite
fortaleciendo el discurso sobre “el problema indígena”, dado a que la falta de conciencia y
unidad nacional que las comunidades tuvieron durante el combate había significando la
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derrota. Al mismo tiempo que Perú registraba estos cambios, en Bolivia las cosas no
marchaban diferente. Para Brooke Larson la particularidad que registra en este país se centra en
que existe entre el Estado y las comunidades un vínculo mediado por pactos de tinte colonial
que mantenían el control político de la elite logrando segregar a las comunidades de la escena
nacional.
Sin duda, Larson trazará un corte entre las repúblicas del Norte y el Sur incorporando el
componente étnico, porque será el factor que dinamice las relaciones al interior de cada nación,
demostrando que un análisis marxista netamente clasista de la realidad local no es posible sin
contemplar las formas cotidianas de subsistencia y resistencia campesinas arraigadas en un
pasado propio. Las sierras andinas hacia mediados del siglo XIX no eran un todo homogéneo y
las condiciones materiales que cada una percibieron marcaron significativamente el rumbo de
cada elite para diseñar políticas que tiendan a concretar sus proyectos liberales modernos. Por
lo tanto, “el problema del indio” para Larson, es una construcción de este grupo frente a una
realidad incontrolable, y las teorías basadas en oposiciones tajantes entre razas civilizadas y
razas salvajes solo sirvió como una ideología de la cual podían legitimar su avance sobre las
comunidades. Lejos de posar sus ojos sobre la elite de cada país, la autora oscila entre ésta y
los nativos, registrando un proceso mucho más complejo del que la historiografía tradicional
contaba; al intentar modernizar la sociedad el Estado excluyó a las mayorías indígenas
separándolas de la vida política y procurando que sean funcionales a un proyecto capitalista
que distaba mucho de su realidad cotidiana. La instrucción escolar fue fundamental para lograr
tal cometido pero su efectividad fue muy escasa, realmente el proceso de construcción de una
identidad nacional no podía llevarse acabo negando un pasado culturalmente denso. La
cuestión agraria queda en primer plano, revelando que ninguna política liberal podía sobrevivir
sin expropiar al campesinado y prescindir del tributo, factor que limitó a las aristocracias
obligándolas a romper con los lazos coloniales, que por el momento no era posible.
En conclusión, los aportes que la autora brinda a través del texto se centran en una ampliación
de las fuentes a tratar, logrando un trabajo interdisciplinario que enriquece el análisis de la
“cuestión indígena”. Asimismo, a través de un ensayo bibliográfico da cuenta del extenso
trabajo de recopilación histórica que revaloriza los trabajos tanto clásicos como actuales es pos
de abrir una discusión que parecía saldada. También, por medio de un lenguaje claro y
comprensible, que no disminuye el rigor científico del trabajo, logra que el texto pueda ser
comprendido por una persona ajena a la temática. El uso de imágenes enriquece el texto
dotándolo de dinamismo y amplitud. Sin duda, el objetivo que la historiadora se propone es
concluso y su aporte a la materia es significativo.
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