santos benetti - ciclo a.cruzar la frontera

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1CRUZAR LA FRONTERA.Ciclo A.(Seleccin)Santos BenettiAdviento 1http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/ADVIENTO/01A/HO-1.htm1. Adviento..., una espera intil? Hoy comenzamos el tiempo de Adviento. La frase parece de rutina, como un boletn informativo de la radio o la televisin; una frase ms de tantas como se dicen para cubrir un espacio sin que nadie se sienta molesto o preocupado por la misma.En efecto: es de inters pblico que a partir de hoy llamemos adviento a estas cuatro semanas que preceden a la fiesta de Navidad? Se trata de una noticia histrica, como cuando se anuncia el comienzo de una conferencia internacional, o la feria del libro o la temporada invernal de esqu?Increblemente el inters suele radicar en que para muchos adviento y Navidad sugieren el pensamiento de las vacaciones invernales en el hemisferio Norte y veraniegas en el del Sur. Triste paradoja! Lo que debiera ser un tiempo tenso, de extrema vigilancia interior, de proyectos histricos, se ha transformado en tiempo de descanso, de relax, de despreocupacin. Y lo que la liturgia pretende celebrar como el principio de un nuevo ao -pues con adviento comienza el ao religioso- y, por lo tanto, de nuevas iniciativas y proyectos, se ha transformado en el final bullicioso del ao viejo, tiempo en que todos olvidamos los sinsabores pasados para, al menos, terminar en paz y felicidad, es decir, sin preocupacin alguna.As adviento, por esas ironas a las que ya nos hemos acostumbrado, se ha transformado en una verdadera contradiccin:cuando el mundo y los hombres dan por finalizado un ao, nosotros decimos que lo comenzamos;cuando todos hablan de descanso y vacaciones, nosotros pretendemos hablar de planes y proyectos divinos;cuando todos se disponen a celebrar el nacimiento de Jess, en gran medida como una fiesta semi-pagana, nosotros anunciamos hoy que debemos esperar a Jess que est para venir...En sntesis: tiene todava algn sentido que llamemos a estas semanas tiempo de adviento, es decir, de expectativa de una prxima llegada de alguien que est a punto de hacerse presente? Y qu pueden significar los textos que hoy hemos ledo o escuchado, a primera vista tan anacrnicos y utpicos?Ser muy difcil que hoy podamos dar respuesta a estos y a otros interrogantes, pero no est de ms que, al menos, los dejemos planteados con la suficiente sinceridad como para darnos cuenta de que es hora de que dejemos de hacer el ridculo. Fue el ridculo lo que hicieron los contemporneos de No cuando comenz a llover por largos das. Les falt perspicacia e intuicin como para darse cuenta de qu tiempo se les vena encima...Es esto lo que nos debe preocupar: qu tiempo histrico se nos viene encima a los hombres del siglo veinte? Qu significan nuestros tiempos litrgicos, nuestras fiestas, nuestras palabras y ritos en el contexto de este tiempo que estamos viviendo? Estamos preparados para afrontar ese tiempo o temporal, aunque sea metindonos en un arca? Porque el mundo sigue adelante y navega hacia un rumbo que quiz no corresponda al de nuestras consabidas frases.Efectivamente, sera muy cmodo decir hoy: Adviento es tiempo de esperanza. Los cristianos esperamos la venida del Seor. Mantengmonos vigilantes y atentos, pues el Seor, el Hijo del Hombre, llegar en cualquier momento y cuando menos lo pensemos. Desde nios escuchamos estas y otras expresiones similares, y los que las repiten tambin las escucharon de nios, y as sucesivamente hasta perdernos en el tiempo.Entretanto, el invitado no llega, pero tampoco eso ya nos preocupa. Seguimos con nuestro rito: lo invocamos, leemos algunos textos ms o menos hilvanados, decimos que lleg pero que est por llegar, y seguimos adelante para celebrar el tiempo siguiente, que puede ser de Epifana o de Cuaresma, poco importa. Nosotros hacemos el rito, hacemos que celebramos algo, sin perder la amarga sensacin de que todo es lo mismo, siempre la misma rutina, la misma misa, las mismas palabras. Y la vida sigue adelante... Y nosotros detrs. Muy detrs.2. Adviento: tiempo o actitud?Nadie duda de que la historia es sabia maestra y que siempre es bueno recordar sus lecciones. Por eso mismo la conocemos tan poco y tan poco nos interesa. Aprender sus lecciones puede suponer que tengamos que cambiar muchos de nuestros conceptos y, lo que es ms serio an, cambiar nuestras actitudes y nuestros hechos concretos.Cmo y cundo comenz esto del Adviento?Sin pretender ser exhaustivo, ser interesante que nos limitemos a sealar algunos datos altamente significativos.a) Durante los dos primeros siglos del cristianismo, y a partir de la muerte de Jess, los cristianos vivieron convencidos de que efectivamente les corresponda vivir un tiempo muy corto, pues el Seor Jess iba a llegar de un momento a otro como Juez universal, inaugurando una nueva etapa de la historia.Especialmente el primer siglo fue vivido todo l como un gran perodo de adviento, tomando esta palabra en su sentido ms literal: realmente ellos esperaban la venida (adventus) del Seor, venida imprevista, por sorpresa como la de un ladrn. Basta leer someramente los evangelios y las cartas de Pablo como las llamadas cartas de Judas y Pedro para convencerse de ello.El cristianismo nace pendiente de una inminente intervencin divina en la historia humana. Es ms: el mismo Jess, al igual que todos sus contemporneos judos, pareca estar seguro de que el punto apocalptico de la historia era algo inminente, a suceder antes de que concluyera esa generacin.Por todo eso se comprende cmo no exista una preocupacin seria por organizar una Iglesia como la que vendra despus, ni era preocupacin primordial la liturgia con sus fiestas, y menos los tiempos litrgicos, de tarda aparicin. Aquellos cristianos vivan convencidos de que ese tiempo real de los hombres estaba como un arco tenso para dispararse hacia un acontecimiento definitivo, que si bien ya haba comenzado con Jesucristo, an no haba conseguido su acabamiento. Importante detalle; el tiempo real de los hombres era todo l un tiempo religioso o, si se prefiere, un tiempo litrgico. En ese tiempo esperaban algo nuevo y decisivo.Poco nos importa ahora su error de ptica o su enfoque un tanto estrecho. El dato a recoger es ste: el tiempo religioso era el mismo tiempo de los hombres en cuanto era interpretado desde un ngulo distinto, el ngulo de Cristo Seor y Juez del mundo. Se viva un periodo histrico en tren de dejarlo muy pronto para comenzar la otra etapa, la definitiva, la de la paz y la justicia universales, tal como Isaas la haba anunciado.As, pues, tanto para Jess como para los primeros cristianos, el tiempo como realidad material no tena mayor importancia; s la manera de asumir ese tiempo; s la actitud interior con la que se viva ese tiempo. Y tiempo es historia: actitud con que saban enfrentar los acontecimientos histricos, profanos por cierto, que se interpretaban como guiados hacia un acabamiento que les dara sentido definitivo.En otras palabras: no interesaba el tiempo como simple transcurrir de das, sino el sentido de ese devenir constante; no los hechos materiales, triviales por otra parte, sino el sentido, la direccin a que apuntaban... Hacia dnde caminaba la historia. He aqu el gran interrogante, la pregunta clave.Fcil nos es ahora comprender el significado del evangelio con que la liturgia abre el adviento. Cuando se redact el texto, ya haba tenido lugar la persecucin de Nern y numerosos cristianos, entre ellos Pedro y Pablo, haban cado vctimas del anticristo; ya Jerusaln haba sido destruida con la consiguiente masacre juda y ulterior deportacin... Todos hechos que obligaban a mirar la historia con mayor preocupacin que nunca, tratando de avizorar en el horizonte la alborada que haba anunciado Isaas (primera lectura).El evangelio de Mateo, cualquiera que haya sido su redactor final, escribe su texto mirando fijamente los presentes acontecimientos y define una postura, una actitud de adviento: an hay que esperar en las promesas; no es tiempo de desaliento ni flojedad. Estad vigilantes, porque no sabis qu da vendr vuestro Seor.El evangelio define este tiempo, la vida del hombre, el tiempo de la historia, como un tiempo de vigilancia, de guardia con los ojos abiertos y las manos tensas. Es un tiempo breve, nico, decisivo, trascendental. Un tiempo que no ha resuelto an sus problemas, tiempo no terminado, no definitivo. Tiempo de hacer como No, el hombre previsor de la tormenta y de las lluvias; tiempo de hacer como el dueo que espera la llegada inoportuna del ladrn.En la misma tnica, aunque ms moralizante, se mueve el texto de Pablo a los romanos (segunda lectura): falta poco para que se aclare el sentido de esto que estamos viviendo. Vivamos en la luz para que no nos sorprenda la noche. Vistmonos interiormente de Cristo para que nuestro cuerpo sea su epifana o manifestacin luminosa.Resumiendo: cualquiera que haya sido el error de clculo de los primeros cristianos, hay un elemento que la Iglesia ha recogido como esencial para su existencia: los cristianos debemos mirar este tiempo que hoy viven los hombres con mirada atenta y vigilante, pues en este tiempo (mi tiempo, nuestro tiempo) se manifiesta el Seor. Cmo? Es lo que no se sabe... Posiblemente como un ladrn o una lluvia durante la estacin seca: de improviso, sin espectacularidad. Lo que se necesita, entonces, es cierta mirada interior, atenta, profunda, capaz de meterse dentro del tiempo y de sus acontecimientos para no perderse en ellos sino para saber hacia dnde va, qu direccin tiene, dnde puede finalizar este proceso...Si estas reflexiones tienen cierta validez, parece lgica la conclusin: adviento no se compone de cuatro semanas; tampoco de un siglo o de cincuenta aos. Adviento es una virtud, llammoslo as, por la cual somos capaces de interpretar los hechos cotidianos con cierta perspectiva que va un poco ms all de nuestras narices. El cristiano, fiel al pensamiento hebreo, no concibe la historia como un eterno retorno o un ciclo repetitivo y cerrado, sino como una lnea abierta hacia adelante. Hay un pasado que es nuestra raz; hay un presente que es nuestro compromiso; pero hay un futuro que da sentido, es decir, direccin al pasado y al presente.Lo dramtico -y lo tpico del existir humano- es que el futuro es siempre inaferrable. Podemos conjeturar sobre l, mas no tenemos ciencia o revelacin divina que nos diga qu ser y cmo ser. S es posible darnos cuenta de que al menos ser como nosotros hoy lo preparemos y segn cierto proyecto que hoy tengamos.Y es posible que ahora s estemos tocando el punto doliente de nuestro cristianismo: Qu proyecto de historia tenemos?Mas, antes de responder, conviene que escuchemos una vez ms a la madre historia.b) A comienzos del siglo cuarto, cambia radicalmente la situacin del cristianismo. Constantino, el emperador romano, se hace cristiano y comienza una etapa de favor y proteccin a la Iglesia. Los tiempos dejan de ser dramticos; la tienda de campaa de una iglesia peregrina se transforma en una casa de piedra, firme y slida. El cristiano se va acostumbrando, siglo a siglo y tras cruentos sucesos, a vivir este tiempo como el tiempo ltimo y definitivo, un tiempo con un proyecto acabado, terminado. El tiempo deja de ser adviento, en gran medida al menos, cuando se establece en Europa una cristiandad que se considera a s misma como el Reino de Dios establecido en medio de los hombres. Qu ms queda por esperar? Si esta historia es la ltima historia divina, si esta Iglesia es la definitiva realidad de Dios, slo queda una etapa, no histrica, sino trans-histrica: morirse para ir al cielo al gozo definitivo... Ms que pedir a Dios que enve a Cristo como Salvador -pues siempre el hombre necesita crecer en su liberacin-, se pide ahora poder salir de esta tierra para ir a Dios.Entretanto, el adviento se establece como tiempo litrgico: ya no es una actitud permanente con la que se mira la historia como en ascenso creciente; es un pequeo tiempo que se va insertando, poco a poco, en el ciclo cerrado del ao litrgico; tiempo que mira hacia atrs para festejar el nacimiento de Jess en Beln, el fundador de la Iglesia, el que ha establecido su casa en medio de los cristianos como un reino eterno y definitivo.As Adviento llega a ser un tiempo anodino, insulso, ms una preparacin a una fiesta que un compromiso con la historia presente para que d un paso hacia adelante hacia una forma ms perfecta.La ilusin de un Reino de Dios hecho carne definitivamente en el mundo fue maravillosa, pero pasajera... Siglos ms y los cristianos descubrimos, mal que nos pese, que la historia sigue su curso inexorablemente y que los hombres elaboran sus proyectos con los cristianos o sin ellos, poco importa. Entre tanto, nosotros todos los aos decimos celebrar Adviento..., y es claro ahora que ya ni sabemos qu celebramos ni para qu lo celebramos...Leemos los textos bblicos, escuchamos una predicacin ms o menos convencional, y volvemos a la rutina sin que adviento signifique nada en lo que a nuestra insercin en la historia se refiere. Es cosa de la liturgia; es cuestin de ir a misa o rezar un poco. Por lo dems... no nos dice casi nada, y menos le dice al resto de los hombres.La liturgia y la historia siguen cada una su camino como dos rieles paralelos. Y cmo cuesta caminar con un pie en cada riel, sobre todo cuando el movimiento de uno es ms rpido y veloz que el otro. Es algo as como sentirse descuartizado entre dos fuerzas: el quietismo cristiano, su marcha lenta y pesada; el dinamismo de la historia, su avanzar constante y casi vertiginoso.Qu puede significar, entonces, que hoy comencemos el tiempo de Adviento?3. Adviento: tiempo de compromiso histricoQuiz la primera lectura pueda ayudarnos a sacar alguna conclusin final: el autor, que se autodenomina Isaas, hijo de Ams, tiene su propia visin acerca de la historia de su nacin. Esa visin es un proyecto conforme al cual funda su fe y su esperanza. Ese proyecto trata de abarcar el hoy, el presente, desde el futuro: "al final de los das...". No importa si ahora las circunstancias son favorables o adversas, s darse cuenta de que caminan hacia un final de los das en que el Reino de Dios se establecer tanto para hebreos como para paganos; Reino de Dios que llega por la interioridad de la ley y de la palabra divina; Reino de Dios que transforma el campo de batalla en un camino de paz y de luz.No interesa preguntarnos si la visin histrica de Isaas fue exacta, si se ha cumplido, si an se tiene que cumplir, si fue slo una ilusin. Pudo haber acertado o pudo haberse equivocado, al menos en parte. Pero s es fundamental que nos demos cuenta de que su fe necesit una visin de la historia en perspectiva, hacia adelante, tratando incluso de verla desde un final de los das. Fue as como el pueblo hebreo aliment su fe: no como un conjunto de ritos y creencias ms o menos etreas, sino como una interpretacin de la historia que lo llev a una consecuencia importantsima: su compromiso histrico. Era un pueblo que saba lo que quera y luchaba por eso que quera.Insistimos: poco importa si su visin fue totalmente exacta y objetiva (acaso la tiene alguno?); lo que importa es que tuvieron un plan, un proyecto, una esperanza, un ideal de pueblo... y de esa forma su tiempo histrico transcurri como un verdadero adviento: no una expectacin pasiva de los futuros sucesos, sino una entrega activa y hasta violenta en pro de la realizacin de su proyecto histrico.As vuelve a aflorar esa dramtica pregunta: Cul es nuestra visin de la historia? Cul es nuestro proyecto histrico?Adviento no es un tiempo litrgico para autoconvencernos de que esperamos lo que en realidad no esperamos. Es slo una llamada de atencin para que descubramos esta dimensin de nuestro tiempo cristiano: su historicidad, su dinamicidad.Ya no podemos, como los primeros cristianos, pensar en que los ltimos das estn cercanos y que el Seor aparecer de un momento a otro como Juez universal.Necesitamos, por tanto, reinterpretar los textos evanglicos con una perspectiva mayor que la que tuvieron sus propios redactores. No nos atemos a los detalles propios de una cultura o de una poca; descubramos la esencia del mensaje bblico, esencia que fue predicada por el mismo Jess como realidad primordial de su Evangelio: eI Reino de Dios ya llega... Buscad el Reino... Pedid el Reino... Luchad por el Reino...En gran medida ese Reino es Cristo, pero an un Cristo incompleto, un Hijo del Hombre que todava no abarca a todos los hombres. Por eso seguimos esperando que venga el Hijo del Hombre o, si se prefiere, que salga el Hijo del Hombre de la misma tierra. Que emerja ese hombre-total, ese Cristo-universal, engendrado por una humanidad que busca por encima de todas las cosas la verdad, la paz y la justicia.Tenemos las lecciones de veinte siglos de historia como para no repetir errores anteriores: no confundamos el Reino de Dios con un Estado teocrtico como pretendan los judos y, entre ellos, los mismos apstoles; tampoco lo confundamos con la Iglesia establecida en el mundo, como se pretendi en los siglos de la Edad Media y como an muchos siguen pretendiendo hoy; tampoco lo identifiquemos con esa teologa o aquella filosofa o ese modo de concebir la vida... El Reino no es esto o lo otro; no es el fruto de la ambicin de los hombres. Es, precisamente, lo que est ms all, lo que an queda por alcanzar, lo que viene desde el futuro y que hay que hacer presente.Por esto, veremos que los textos bblicos de estas semanas nos exigirn una gran apertura a este Reino que ha llegado pero que an no lleg del todo; que es presencia, pero que tambin es ausencia; que es luz, pero an enmarcada entre tinieblas.Entretanto, comencemos por la primera tarea: miremos este tiempo que estamos viviendo. A lo largo de la semana, reflexionando solos o en grupos, nos podemos hacer algunas interesantes preguntas; por ejemplo:Cules son los acontecimientos histricos ms importantes de este tiempo, tanto en nuestro pas como en nuestro continente y en el mundo entero?Cmo hemos interpretado esos acontecimientos? Nos sealan alguna direccin o rumbo? Vemos que hoy los hombres se mueven y agitan: hacia dnde?, qu buscan?, qu ideales los inspiran?Qu signos del Reino de Dios estn presentes en ese agitarse del mundo de hoy? Dnde encontramos signos de unidad, de concordia, de hermandad, de solidaridad, de esfuerzo por la paz, de desinters, de entrega a los dems, de lucha por los derechos humanos y por una justicia integral?Consideramos que esos signos tambin estn presentes en el cristianismo o que los cristianos estamos comprometidos para ser signos del Reino de Dios?Como cristianos: qu tenemos para ofrecerles a los hombres que hoy tienen que hacer su historia? Somos capaces de dar nuestra propia visin de las cosas como un aporte ms en esta gran tarea de la construccin de un Cristo-total, de un Hijo del Hombre-universal? Esto es Adviento: darnos cuenta de que la historia de los hombres tiene an delante de s un largo recorrido, quiz miles y miles de aos, quiz por siempre.... que lo logrado por cada generacin es slo un escaln hacia el siguiente; que el hombre puede seguir perfeccionndose ms y ms. Que nuestro gran pecado, pecado contra la historia, pecado contra el Adviento, es decir: -Basta, es suficiente, ya est todo dicho, pensado y hecho.Que no nos encerremos entre las murallas de nuestra iglesia, de nuestro convento, de nuestra casa, de nuestro pas... Eso produce miopa, y la miopa es muy peligrosa para el espritu proftico, que debe ser el distintivo de los cristianos: ver, ver, ver siempre un poco ms lejos, ver ms all de estas coyunturas, ms all de cierto arrebato pasional con el que defendemos ciertos intereses nuestros como si fuesen los de Dios.Que no nos suceda, lo dice Jess, como a aquella gente que vivi en tiempos de No: eran miopes... y cuando vino la gran lluvia se encontraron desguarnecidos. Cuidado! Puede que ya est cayendo agua o haya aires de tormenta... Es Adviento: levantemos la mirada y miremos al horizonte: Qu tiempo tendremos maana?SANTOS BENETTICRUZAR LA FRONTERA. Ciclo A. Pgs. 16-28Adviento 2http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/ADVIENTO/02A/HO-2.htm1. El Reino est cerca...En la reflexin anterior considerbamos la necesidad de mirar nuestra historia para descubrir su sentido, la direccin hacia donde camina, viendo cmo el Reino manifiesta sus signos en ella. Y nos hicimos una importante pregunta: Cul es nuestro proyecto? Hoy nos encontramos con la figura y el mensaje de Juan el Bautista, quien, ciertamente, nos ayudar a ahondar en las respuestas.Quin es Juan el Bautista?Es un hombre de mirada especial, salido del desierto de la bsqueda; un hombre ntegro que se jug entero por una causa, no sin dudas y temores. Es un profeta, casi el prototipo del profeta: austero, inquieto, gritando a todo pulmn sus simples y estridentes verdades. Al igual que sus contemporneos, tambin a el le preocupaba el tiempo que viva su pueblo, tiempo de opresin religiosa y poltica; tiempo en que los intereses de algunos se hacan pasar por intereses de Dios.Mir el tiempo, mir hacia atrs (all donde est la raz de nuestra cultura y de nuestro pueblo), mir hacia adelante (all donde est la copa del rbol, verde y llena de pjaros) y habl, dio testimonio de lo que haba descubierto.Juan, el profeta. Por eso no muri en la cama. El opresor le cort la cabeza por haber dicho lo que estaba prohibido decir: que el rey de su pueblo le haba robado la mujer a su hermano. As mueren los profetas, bajo el hacha, en la cruz o acribillados a tiros. Por eso sus palabras todava llegan hasta nosotros; despus de dos mil aos, an podemos tener en cuenta lo que dijo este singular hombre, que recibi el mayor elogio de Jess, no por piadoso sino por valiente.Juan predica en el desierto. Obliga a la gente a retirarse de la ciudad o de sus campos para tomar distancia de la vida y poder verla as mejor. Oblig a la gente a mirar su propia vida y su propia historia desde el desierto: sin prejuicios, sin defensas, sin intereses especuladores.En el desierto el aire es lmpido, transparente, sin el humo de las chimeneas o de los carros de combate. Porque hay que mirar muy lejos para ver ms lejos an. Tambin eso es Adviento: tomar distancia de nuestra vida rutinaria para verla con objetividad y con perspectiva, sin el prisma de la polucin de dentro y de fuera. Ya estamos con Juan, ya hemos tomado distancia de nosotros mismos. Ahora nos invita a mirar a lo lejos...Qu vemos?El Reino de Dios est cerca...Es posible que esta expresin no signifique nada para muchos de nosotros, a pesar de que nos llamamos cristianos, y a pesar de que el Reino es la esencia de nuestro cristianismo, lo que le da sentido histrico.Tanto Juan como luego Jess no anuncian en primer lugar que est cerca la Iglesia o una nueva religin o cierta estructura poltico-religiosa. Quienes ven as son los miopes, los que no salen al desierto desprendidos de sus intereses; los que quieren ver el horizonte encerrados entre las torres de la ciudad o tras las paredes de sus casas o conventos. Juan descubre algo mucho ms trascendente que esto a lo que estamos acostumbrados: que Dios viene. No se sabe cmo ni dnde precisamente, pero viene. Viene entre los judos y entre los paganos, viene dentro y fuera de nuestras instituciones.Con mucha claridad se lo dijo el profeta a los fariseos y saduceos (la institucin religiosa): no creis que basta el nombre de creyente para tener a Dios con vosotros; El puede hacer adoradores suyos hasta de las piedras, es decir, de los mismos paganos o ateos. Dios no est encerrado en nuestros templos, ni siquiera en la Iglesia como pueblo institucionalizado. Su reinado no es un Iugar ni un Estado: es un nuevo modo de vida que surge de un cambio radical de pensamiento, actitud y conducta.El avizor Juan, hombre de larga mirada, nos obliga incluso a salir de la Iglesia para ver qu hay ms all, porque tambin la institucin religiosa es un ms ac; es la forma en que los hombres establecen sus relaciones con Dios y con los dems hombres, pero no es algo definitivo ni ltimo; tambin ella debe purificarse en su mirada, mirada que muchas veces est demasiado dirigida hacia adentro. (Este fue el drama de los judos: miraron adentro de sus cosas para convencerse de que Dios era sus cosas.)Mirar hacia el horizonte para descubrir el Reino de Dios es darnos cuenta de que todo (mundo, Iglesia, historia, credos...) tiene un punto de referencia ms absoluto an: una nueva existencia donde los hombres se encuentren consigo mismos y con los dems hombres con la misma transparencia del desierto.Ahora podemos releer la primera lectura del vidente Isaas (precursor de Juan): Dios quiere una humanidad sin fronteras, sin carros de guerra, sin lobos ni serpientes ni hombres violentos y despticos. La humanidad del equilibrio entre hombre y naturaleza, entre hombre y hombre, entre hombre y su propia interioridad. Humanidad regida por equidad y justicia, sin privilegios, sin pobres oprimidos, sin jueces venales. Una humanidad regida por el espritu de la sabidura, del discernimiento, del valor y del amor sincero. Una humanidad donde los credos no separen a los hombres; donde las montaas o los ros no separen a las naciones...Es esto una u-topa. En cierta manera lo es, aunque utopa necesaria como aquella frase de Jess: Sed perfectos como el Padre celestial es perfecto. Los hombres necesitamos estas utopas (estas cosas que aqu no tienen cabida...) para mirar siempre al horizonte, sin encerrarnos en el casco de esto que ahora vivimos y sentimos. La historia camina, camina inexorablemente hacia la utopa, hacia lo que ahora no es ni tiene cabida (como la justicia y la paz, por ejemplo) pero que debe tenerla entre los hombres.Y aqu encontramos nuevamente la paradoja: la Iglesia considerada por Jess como el conjunto de los hombres que miran siempre al horizonte para descubrir el Reino que est por delante (Que venga tu Reino...) puede ser un obstculo para descubrir ese Reino si ella misma se niega a mirar un poco ms all de sus fronteras, un poco ms all de sus atrios y sacristas, de su dogma y de sus ritos.Y si no, qu sentido tiene anunciar el texto de Juan el Bautista? No es el anuncio de todo texto bblico una actualizacin del mensaje? Leemos este texto slo para convencernos de que los nicos miopes fueron los judos? Pensamos que la rplica de Juan a fariseos y saduceos no tiene vigencia hoy para los cristianos? Hablemos claro: Jess, siguiendo la prdica de Juan, anuncia el Reino como lo absoluto, aquello a lo que todo debe supeditarse; tambin la Iglesia.Ms an: debe ser la Iglesia, es decir, la comunidad de los creyentes, la primera en dar testimonio de la bsqueda del Reino, de su propia relatividad y pecado, de su necesidad de conversin constante y radical, ayer como hoy, hoy como maana. La utopa divina est siempre por delante, como ese espejismo que obliga al caminante del desierto a dar un paso ms, porque el agua no est all donde parece estar o donde quisiramos que est. Hoy es Adviento: primera leccin de Juan: pongamos el Reino de Dios en el centro de nuestra mirada. Para eso: nada mejor que mirar desde el desierto, haciendo abstraccin de ciertos modos de pensar y actuar que nos encandilan y as nos producen una nefasta miopa.Alguno an preguntar: Pero qu es el Reino de Dios? Buena pregunta para pensarla entre todos. Ya en otras semanas los textos bblicos nos urgirn a profundizar en la respuesta. Dejemos por ahora la pregunta en el aire como un desafo, al igual que lo hizo Juan.Algo ya est claro: no es eso que nosotros queremos que sea para no tener que seguir buscando ms. No es nuestro pas con sus leyes e instituciones, no es la Iglesia con sus esquemas. Es lo que est un poco ms all en el horizonte... No importa hoy la respuesta; s mirar al horizonte. Desde el desierto...2. El Reino de Dios exige conversin...Para mirar al horizonte, all desde donde viene eI Reino, hace falta internarse en el desierto del espritu, desprendindonos de ciertas estructuras pesadas que nos agobian. A esto llamamos conversin...Convertos, porque el Reino de Dios est cerca...- "Preparad el camino del Seor, allanad sus senderos.Tambin estas frases son ya de rutina. Escuchamos a Juan pero suficientemente convencidos de que justamente nosotros no tenemos nada que cambiar ni que abandonar. No comprendemos, al igual que fariseos y saduceos, todo el alcance del mensaje de Juan. Tambin los fariseos exigan a sus adeptos la conversin: eran ellos hombres piadosos y exigentes cumplidores de la ley, y saban que el cumplimiento de la ley supone una conversin del corazn. Dnde est, entonces, la diferencia con la conversin preconizada por Juan?El punto anterior de nuestra reflexin nos ayuda ahora a comprenderla en toda su nueva dimensin. Los fariseos (los de ayer y los de hoy) exigen un cambio pero siempre dentro del esquema actual al que no se toca para nada. Convertirse (para ellos) es adecuarse ms y mejor al sistema cuyas leyes fijan hasta el ltimo detalle el criterio conforme al cual debe regirse la vida del creyente.Hoy podramos decir as: cambiemos los ritos de la misa y del bautismo, casmonos conforme a la nueva legislacin, eduquemos a los hijos segn este nuevo ordenamiento educativo, cumplamos con el Estado atenindonos al nuevo Gobierno, etc. Dnde est la novedad de la conversin predicada por Juan?En que exige el cambio a la misma institucin, tanto religiosa como poltica, para que no sea fin ni trmino de la actividad humana, sino que ella misma salga de s misma para mirar al horizonte. Es, por lo tanto, no slo un cambio de actos malos en actos buenos, sino un cambio de mentalidad: a partir de ese cambio, el centro es eI Reino de Dios y no las estructuras en las que pretendemos encerrarlo.Fue ste el cambio (conversin) que tanto cost en ser admitido por los apstoles, que slo entendan el Reino de Dios como un estado poltico-religioso-militar al servicio de los grandes intereses del imperialismo judo. Es se el mismo cambio que la Iglesia, a pesar de sus veinte siglos de trayectoria, no logra producir radicalmente en su mismo interior. Sin ese cambio, la religin acaba inexorablemente transformndose en una estructura de poder..., y cmo cuesta desprenderse del poder! (EI nio nacido en Beln y sobre el cual reflexionaremos mas adelante, es el signo evidente de que el Reino no tiene que ver nada con nuestra mentalidad religiosa tradicional, tan reacia a la voz de Juan.)Conversin significa cambio de mentalidad: es el paso de una mentalidad religiosa a otra: la mentalidad del Reino de Dios.Juan dice algo que pudo parecer hertico y blasfemo: hay que cambiar la misma forma de concebir la religin. Poco importa el cumplimiento de sus leyes y ritos si no se busca la quintaesencia de la voluntad de Dios: la unidad de todos los hombres, cualquiera que sea su credo, raza o nacin, alrededor de este Monte Santo desde donde se irradia el espritu del Seor (primera lectura).No hace falta pensar demasiado para asociar este texto y estas reflexiones con Pentecosts: montaa santa desde donde el Espritu de Cristo inaugura una nueva raza en la que todos los pueblos, sin distincin de raza o credo, hablan el mismo idioma de la paz. En otras palabras: los cristianos debemos abrir nuestras puertas, no tanto para que otros entren en nuestro templo, cuanto para que todos nos dirijamos hacia el gran templo de Dios, sin paredes ni barreras; templo del Espritu que no es concedido para privilegio de nadie. Y si hablamos del Espritu, cmo no hablar del Bautismo? Sigamos con la palabra de Juan.3. El Reino exige un bautismo en el Espritu, en el agua y en el fuego...Cuando Juan exige un bautismo, no inventa nada nuevo. Tanto los judos como otros pueblos antiguos tenan un rito de inmersin en las aguas como forma de purificacin de sus pecados y de abandono de una vida antigua para ingresar en una nueva. Precisamente por esto, el bautismo que anuncia Juan no es solamente en el agua, sino tambin en el Espritu y en el fuego. Cmo? Debemos bautizarnos tambin en el Espritu y en el fuego? Es ste el bautismo en el cual nosotros fuimos bautizados de pequeos? Es eso lo que conviene examinar, pues Juan nos ha dicho: Yo os bautizo con agua..., pero el que viene detrs de m os bautizar con el Espritu Santo y con el fuego...Vamos a inventar una nueva teologa bautismal? Es autntico el texto de Mateo que se ha ledo hoy?S, es autntico y est confirmado por los lugares paralelos de los otros evangelios. Que lo desconozcamos es mayor motivo para que nos demos cuenta de qu implica esta conversin al Reino que anuncian Juan y Jess. Intentemos ahora comprender este nuevo bautismo...Tanto el agua como el Espritu, como el fuego, son tres realidades o elementos de la naturaleza cuyo simbolismo es importante descubrir.a) El agua, smbolo tradicional de vida nueva, es tambin aqu smbolo de transformacin interior, como explica el mismo Juan: Os bautizo con agua para que os convirtis... El agua purifica, lava y destruye cuanto aparece a su paso avasallador. Luego penetra en la tierra, se oculta en ella y la hace germinar. Lo que vino del cielo entre nubes grises y vientos agitados renace ahora en una bella flor o en una espiga de trigo.Ms tarde Pablo, aludiendo al bautismo por inmersin en una piscina, dir que ser cristiano es como hundirse en la muerte del agua, como ahogarse en ella, para renacer como hombres nuevos con la vida de Cristo.b) El Espritu... En lengua hebrea viento y espritu son lo mismo. Busquemos, pues, el simbolismo del viento, ya que tanta importancia tiene en la fe cristiana el Viento-Espritu de Dios. No hace falta mucha imaginacin para descubrir que el viento es, antes que nada, smbolo de una fuerza, misteriosa e irresistible, que empuja las cosas hacia adelante... Es misteriosa por esa su cualidad de ser invisible e inaferrable, casi inmaterial. Por momentos habla y silba, luego transcurre su rumbo silencioso, siendo percibido solamente cuando su brisa llega a nuestro rostro cansado. Pero, cuidado cuando se hace cicln o empuja las aguas del mar o aventa el fuego! Bastan pocos instantes para revolucionarlo todo. Tiempo despus llega la calma y observamos atnitos que la naturaleza ha cambiado. El viento ha hecho su obra...Comprendemos ahora por qu el Reino de Dios es obra del Espritu: es decir, es una fuerza misteriosa y tremenda qu transforma el mundo, hoy como brisa, maana como huracn.No basta el bautismo con agua. No basta nacer de nuevo. Hace falta bautizarse con el viento de Dios, dejarse llevar por esa fuerza que quiere transformar el mundo arrancando de raz el rbol que molesta, desmochando la arista de la montaa, llevando las aguas de un confn al otro.Por eso Pentecosts fue bautismo en el Viento divino: los apstoles, invadidos por su misteriosa fuerza, se dejaron llevar, casi arrastrar (porque a veces el Espritu tuvo que arrastrarlos) por su mpetu para sacar a la Iglesia del encierro judo y airear a los pueblos paganos diseminados por el imperio romano.Qu pas despus con ese viento? Sopla an en nuestros das? O sopla por otras regiones, porque nosotros nos hemos atrincherado en nuestras casas y hemos cerrado las ventanas?Siempre el bautismo fue considerado como bautismo en el Espritu; y para dar el Espritu a los que slo fueron bautizados con agua, viaj Pablo a Efeso, como bien lo relata Lucas en el cap. 19 de los Hechos. Pablo encuentra a algunos cristianos y les pregunta: --Recibisteis el Espritu Santo cuando abrazasteis la fe?Ellos contestaron:--Pero si nosotros ni siquiera hemos odo hablar de que exista el Espritu Santo. Pablo replic:--Pues qu bautismo habis recibido? Ellos respondieron:--El bautismo de Juan.Fue entonces cuando Pablo les cit el texto de Mateo sobre el que estamos reflexionando. Luego, nos dice Lucas: Les impuso las manos y vino sobre ellos el Espritu Santo... ( 19,1-7).Quiz ahora comprendamos por qu en el rito bautismal el sacerdote impone las manos sobre la cabeza del nio. Lstima que ese gesto pase tan desapercibido y se le d menos importancia que al chorro de agua que luego caer sobre l...!Qu le responderamos hoy a Pablo si nos preguntara con qu bautismo fuimos bautizados?... Tiene fuerza renovadora nuestro cristianismo? Respiramos aire nuevo o el olor a cosa vieja y gastada?El viento de Dios empuja hacia adelante... Es Adviento. Y cmo corre el viento en el desierto...! .Estamos descubriendo el increble alcance del texto de Mateo que hoy hemos ledo o escuchado? No hace falta esfuerzo intelectual para ello: basta con abrir las ventanas; tambin los postigos y las cortinas. Quiz haya que tirar alguna pared abajo o abrir un boquete en los muros. Aqu radica la novedad del bautismo cristiano: no en el agua. S en el Espritu. Un cristianismo que no empuja la historia ni la renueva, est muerto.c) Y en el fuego. El fuego quema lo que no sirve: la paja intil mezclada con el trigo, la basura y los residuos portadores de grmenes patgenos. El fuego es como el juicio de Dios -a eso alude Juan-, que discierne entre todos los hombres aquello que es puro de lo que es espreo.Tambin en ese fuego (fuego presente en Pentecosts...) debe ser bautizada la Iglesia y cada uno de nosotros. Fuego interior capaz de destruir las sutiles mentiras con que escondemos esa cara oculta de nuestra luna, siempre en sombras.En varias oportunidades y parbolas Jess alude a este fuego que a ha venido a encender en la tierra para que arda, queme e ilumine. De esta forma, los cristianos nacemos con cierta vocacin ms de incendiarios que de bomberos, si bien a veces la historia parece afirmar lo contrario. Y si ese fuego es avivado por el viento.... qu incendio puede producirse en el mundo cuando la presencia del cristiano se hace signo del Reino!Concluyendo...Imposible agotar en pocos renglones o minutos el denso contenido de la predicacin de Juan, el profeta del Adviento; el que nos hizo mirar hacia el horizonte porque el Reino est cerca, el que poco despus sealara con el dedo a Jess para afirmar: es El. El mismo que vosotros esperis, el anunciado liberador de los que caminan entre las tinieblas.Pero es posible que veamos un poco ms claro, en este complejo siglo veinte, que todava tiene vigencia la palabra proftica de Juan que nos exige, como condicin absoluta, preparar la llegada inminente del Reino de Dios.No nos acerquemos como aquellos fariseos para escucharlo pensando en nuestro interior: Bah! Nosotros somos cristianos, tenemos una larga tradicin que lo avala, instituciones y costumbres que lo atestiguan.Todo eso, tarde o temprano, ir a parar al fuego que consumir estos subproductos humanos que con tanta pertinacia intentan ocupar el lugar que le corresponde a Dios, Espritu que sopla donde quiere y que saca hijos de debajo de las piedras que nosotros pisamos.No nos vanagloriemos de nuestro bautismo, tan similar al de aquellos doce hombres de Efeso; bautismo aguado, incoloro, inodoro e inspido. No basta el agua. Hace falta viento y fuego...No basta el bautismo. Hace falta un cambio radical de mentalidad. Es Adviento. Salgamos al desierto. All no hace falta abrir las ventanas para sentir la brisa del Reino que sopla con fuerza insinuante, pero que no forzar la puerta trancada por dentro.SANTOS BENETTICRUZAR LA FRONTERA. Pgs. 35-47Adviento 4http://www.mercaba.org/DIESDOMINI/ADVIENTO/04A/HO-2.htm1. La identidad de JessEn nuestras anteriores reflexiones consideramos la tensin permanente de este tiempo hacia un futuro que nos impulsa a crecer como individuos y como pueblo. El cristiano, comprometindose con la historia, hace posible la presencia del Reino de Dios, presencia que se manifiesta fundamentalmente como una liberacin total del hombre.Precisamente hoy trataremos de ahondar en ese aspecto especfico del Reino: todo l se hace presencia por medio de Jess, el Salvador.Adviento sin Cristo es un tiempo vaco; o para ser ms exactos, un tiempo que soportara una sola tensin: la del futuro. Sin embargo, si nuestra esperanza es mirar hacia adelante, tambin es cierto que es reconocer que ya en el presente, aqu y ahora, algo est sucediendo, algo que cambia nuestra situacin.Adviento, sobre todo a una semana de Navidad, es colocar los ojos en Jesucristo. Pero, qu significa Jess en la historia humana?Tal es la pregunta que el evangelista Mateo trata de responder someramente al iniciar su evangelio, relacionando a Jess con el pasado y con el futuro, en el centro mismo de la historia. Poco importan a Mateo ciertos datos de curiosidad acerca del origen de Jess y sus primeros aos de vida; le preocupa, en cambio, encontrar el sentido ltimo y el significado de esa presencia que haba terminado por escandalizar a su propio pueblo y que entonces llamaba ya la atencin del mismo imperio romano.Nos interesa a nosotros responder a esa pregunta o nos contentaremos con un Jess inofensivo, vivo en el recuerdo de nuestra cultura y tradicin, recordado en los belenes, pero sin mayor significacin para este momento del siglo veinte?Una lectura superficial de los textos evanglicos puede encantarnos por ciertas ancdotas o por aquella ternura que siempre inspira un nio recin nacido o una mujer a punto de dar a luz. Pero Navidad, es algo ms que este dulce romanticismo? Es importante al respecto tener en cuenta lo siguiente: durante los primeros cuarenta o cincuenta aos del cristianismo primitivo, el nacimiento de Jess casi no ocupaba lugar alguno dentro de la predicacin de los apstoles, y nunca ser un dato esencial en el contenido del mensaje evanglico. Slo Lucas, y en menor grado Mateo, se ocuparn ms tarde de mirar la vida de Jess y su repercusin entre los hombres desde el nacimiento, a partir de su origen. Los relatos del nacimiento y de la infancia son como una sntesis de toda la trayectoria y misin de Jess; ms como una tesis que se desea desarrollar a lo largo del libro que como un primer captulo de una cronologa. Para entenderlo mejor: es exactamente al revs de lo que hemos hecho nosotros: miramos Navidad como un primer dato, una primera secuencia a la que se agregaran otras a lo largo de la pelcula. No: los textos relativos al nacimiento de Jess son mucho ms que eso. Los autores evanglicos procuran ver al Cristo total, a ese Cristo que saben muerto y resucitado, anunciado a judos y paganos, como el Cristo que se manifiesta en Beln. Era lgico pensar que Jess haba nacido como nace todo hombre, que haba tenido padres y una infancia similar a la de cualquier recin nacido.Pero en esto no se distingua de los dems mortales. Lo que distingue fundamentalmente a un hombre de otro es su propia identidad, caracterizada no tanto por los rasgos fsicos, cuanto por la manera de asumir la vida, por la forma de sentirse persona con las dems personas, por la misin que se ejerce en la historia, por la proyeccin que sus actos tienen en los acontecimientos que se desarrollan. Este es el planteamiento de Mateo, como tambin el de Lucas: descubrir la identidad de Jesucristo, su originalidad, su trascendencia en la historia.Qu papel juega Jess desde la perspectiva del Reino de Dios, que debe manifestarse como proceso liberador del hombre?2. Jess es el Dios-con-nosotrosSiempre es difcil hablar de Dios y siempre corremos el riesgo de terminar hablando de nosotros como si furamos dioses, o como si Dios fuese igual que un hombre. El Nuevo Testamento no dedica grandes reflexiones al problema de Dios, de su existencia, de su esencia o de su forma de vida. Sabe muy poco de Dios... Pero lo suficiente como para no perder el tiempo en discusiones intiles para la existencia del hombre. Sabe lo suficiente como para que el hombre descubra en s mismo aquella fuerza que lo debe impulsar a realizar esta gran obra que es su propia historia.Y esto tan poco que se nos dice de Dios, esto que alimenta nuestra esperanza, es que El se ha hecho totalmente presente en Jesucristo el Salvador. La frase, como tantas otras, puede ser convencional y puede sonarnos a cosa ya sabida y repetida. Haremos, pues, el gran esfuerzo de descubrir algo ms y algo nuevo en esta expresin.Es muy cierto que la liturgia de Adviento y Navidad todos los aos repite prcticamente los mismos textos, que casi los sabemos de memoria, y esto entraa una seria dificultad: la repeticin de los mismos textos nos deja la impresin de cierta pobreza de ideas, como si los cristianos no supiramos ms que repetir viejas frases y viejos ritos, careciendo ahora de originalidad. Es as como Navidad pasa como una fiesta ms sin repercusin histrica o social, y lo que es ms triste desde cierto punto de vista, hasta sin repercusin religiosa en los mismos creyentes.ENMANUEL: Un posible error de perspectiva de la teologa ha sido el de haber acentuado el valor y significado de Jesucristo, pero aislndolo de los hombres, presentndolo como un caso excepcional y sobrehumano, un ser lleno de privilegios, desde su nacimiento hasta su muerte. Algo similar sucedi con Mara, su madre.Sin embargo, leyendo atentamente los textos de hoy, particularmente los de Isaas y los de Mateo, tan ntimamente relacionados, podemos descubrir que la importancia de Jess radica precisamente en su significado para los hombres. El es llamado Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros. Dios no est en Jess para l o para otorgarle ciertos privilegios, sino para-nosotros. Jess es la manifestacin de que el Reino de Dios llega para todos los hombres, y que en todos los hombres Dios se manifiesta como liberacin y salvacin. Jess, desde esta perspectiva, es, al fin y al cabo, todo hombre en quien el Reino se interna como una semilla para producir el fruto de la vida nueva.Todo cuanto los textos digan de Jess lo estn diciendo, de una forma o de otra, de todos los hombres, cuyo prototipo es Cristo, el nuevo hombre, creado a total semejanza con Dios.Por lo tanto, cuando se afirma que Jess es el Emmanuel, se est afirmando algo de valor para los hombres: que no estamos solos, que la energa de Dios, la fuerza de su Espritu, estn dentro mismo de esta real y concreta historia que se est realizando. Afirmar que Jess es el Emmanuel, fue una gran novedad en su momento, y hoy lo es en la misma medida si queremos ver todo el alcance de la expresin.En efecto, en la antigedad cada pueblo pretenda tener un Dios a su solo servicio. La divinidad era siempre el protector de un pequeo pueblo que con su ayuda poda imponerse a los dems. Expresado esto mismo en forma un tanto psicolgica, diramos que la ambicin de poder de los pueblos se revesta con la forma de divinidad como para legitimar todas sus ambiciones. As los mismos hebreos, nada afectos al universalismo, consideraban a Dios, a Yav, como el Dios de los judos, el Dios de Sin, el monte santo, desde donde resplandecera la gloria, poltica por cierto, del pueblo, confundida con la gloria de Dios. Por esto ellos esperaban un Mesas al servicio de su afn imperialista. Jams podan pensar que su Dios era tambin el Dios de los paganos o gentiles. Era el Dios del ghetto, del pequeo crculo de los privilegiados.Cuando Mateo escribe su evangelio, es evidente que le da a su expresin un sentido totalmente distinto, aleccionado por cierto por la historia del cristianismo, ya abierto a los pueblos paganos. Jess no es el judo piadoso que atrae para su pueblo el apoyo de Dios; Jess es el hombre, cualquiera que sea su raza o nacin, que ahora cuenta con el Dios de la total liberacin.Desde esta perspectiva, cobra nuevo sentido el hecho mismo de la concepcin virginal de Mara: con ello Mateo, pretende darnos a entender, como tambin lo har Juan en el prlogo de su evangelio, que Jess es mucho ms que la herencia racial del pueblo judo. Si bien era judo, por haber nacido de padres judos, su verdadero Padre es Dios, que, al igual que hizo con Adn, crea una nueva raza de hombres donde los vnculos de la sangre poca importancia tienen. El papel poco grato que en el simblico relato juega Jos es, nada ms y nada menos, que la expresin parablica de la desilusin del pueblo judo (para quien el padre otorgaba la nacionalidad al hijo) al encontrarse con un Jess que no le perteneca como cosa propia y exclusiva, pues con l Dios introduca la gran revolucin racial de la historia: termina con Jess el dominio de una raza sobre otra, de una cultura sobre otra, de un pueblo sobre otro. A partir de Jess, todos adquirimos la ciudadana humana como primera y esencial, ciudadana que, automticamente, nos hace reconocer una sola fuente y origen de vida: Dios.Por qu afirmamos que es ste un concepto revolucionario? Porque as lo ensea la misma historia. Fueron los apstoles y los primeros cristianos judos los primeros reacios al Emmanuel al oponerse al ingreso indiscriminado de los paganos en la Iglesia, exigindoles, al contrario, la previa circuncisin. Su Jess era un Emmanuel recortado; era, s, Dios-con-nosotros, pero ese nosotros no llegaba ms all de las fronteras de Judea y Galilea.En cambio el Emmanuel del Evangelio, como lo pondr de relieve el mismo Mateo con el relato de los Magos que adoran al nio, es la manifestacin de la presencia de Dios en todos los hombres, sin importar su origen, credo o cultura.Es ste el Jess al que nosotros veneramos hoy? No hemos recortado tambin al Emmanuel encerrndolo en Occidente o en los crculos intelectuales o en cierta clase social? No hemos hecho de la Iglesia un nuevo Israel, mirando siempre hacia dentro y cerrando las fronteras a los de fuera, considerados ms bien como objetos de dominio? Hemos comprendido que el gran signo de Dios, dado siglos antes al rey Acaz y dado a todos nosotros en Beln, es la contradiccin a nuestro afn de tener un Dios a nuestra medida y a los solos efectos de que realice nuestros planes? Este es el cambio radical que introduce Navidad en el mundo: Dios no es el Dios de una religin, o de una raza, o de una cultura, ni siquiera de una Iglesia... Dios es el Dios de los hombres. Es el con-nosotros sin limitacin alguna.Esto es lo poco que nos dice de Dios el Evangelio; tan poco que an no lo hemos comprendido, y hasta es muy posible que tardemos mucho en comprenderlo. Por eso Jess fue rechazado por sus paisanos: era un traidor a la causa de la raza juda, un traidor a las ambiciones nacionales, un traidor al ghetto. Y al encontrarnos nosotros hoy con el mismo texto de Mateo, qu interpretacin le damos? Acostumbrados a que Jess es nuestro (un nuestro pequeo y cerrado), estamos dispuestos a compartirlo con los otros? En realidad, el problema es distinto: no necesitamos querer compartirlo. Jess es de todos... Est en todos los hombres que se abren al Reino de paz y de justicia. Ms que compartirlo o llevarlo a los dems pueblos, como tan generosamente intentaron hacer los misioneros, hoy quiz debamos descubrirlo en los otros.Ninguno de nosotros puede asumir la paternidad de Jess... El es la novedad absoluta: llamada a descubrir el rostro de Dios en cada hombre que pasa a nuestro lado. Alguien dir: Si esto es as, para qu somos cristianos? Precisamente para esto: para luchar por esta real igualdad de los hombres; para ayudar a los hombres a descubrir la energa divina que ya est obrando en ellos. Para combatir contra todo afn de dominio de unos sobre otros. Somos los mensajeros del Emmanuel. Debemos ser los primeros en decir: "Nosotros... los hombres". Un Nosotros grande, con mayscula, universal, sin fronteras.Estamos dispuestos a aceptar a este Emmanuel...?3. Emmanuel es el SalvadorYa en la reflexin anterior meditamos lo suficiente como para descubrir el sentido liberador del Reino, hecho presente ahora por medio de Cristo, en su misma persona. Agreguemos algunas breves ideas ms.El nio que va a nacer debe ser llamado Jess, es decir, Yav nos salva... Ahora bien: muchas veces se nos ha dicho que Jess nos salv... como si en la cruz hubiese realizado solo toda la gesta salvadora del hombre. Pero considerando que Jess es la permanente presencia de Dios en medio de los hombres y dentro de su historia, y que esa presencia siempre es liberadora, no ser ms preciso y exacto afirmar que Jess es el smbolo de esa salvacin que da a da, ao a ao, siglo a siglo se va realizando en un proceso lento que incorpora el esfuerzo de todos los hombres? El concepto puede ser confuso. Expliqumoslo un poco mejor: no tenemos la sensacin los cristianos de que, al hablar de Jess, solamente hablamos de Jess como individuo que carg sobre sus hombros todo el pecado del mundo? No es ms exacto descubrir en l al prototipo de un hombre que nace con l y en el cual siempre Dios se ha de manifestar como salvador? Alguien preguntar: Y qu cambia con esto? Posiblemente cambie nuestra perspectiva cristiana. Ya no miraremos tanto al pasado, al Jess de la cronologa, a los hechos que l mismo realiz como individuo, cuanto al Jess siempre presente y actuante en el hombre que ha superado las contradicciones de la raza, como asimismo otras barreras levantadas a lo largo de la historia.Celebrar Navidad, desde esta perspectiva, es bastante ms que mirar al Beln del pasado y al nio nacido hace casi dos milenios. Es descubrir que este tiempo, este real tiempo que estamos viviendo en el siglo veinte, es Navidad: es el nacimiento permanente del hombre Emmanuel, del hombre cuyo nombre original es Jess, el que salva. El concepto no es tan nuevo ni extrao: en esta misma lnea, san Pablo hablaba de la comunidad cristiana como el Cuerpo de Cristo, unido a Jess, la cabeza, como los miembros que se integran en una nueva humanidad que ha roto las barreras que los separaban.Dejaremos, entonces, de mirar a Beln y de contemplar al Jess histrico? De ninguna forma: necesitamos verlo para encontrar all el fundamento mismo de nuestro ser de hombres y de cristianos. Pero lo veremos sin dar las espaldas al presente o al futuro. Lo miraremos como quien mira al modelo a cuya imagen debe modelarse una nueva figura: la nuestra, que ms all de su originalidad e individualidad, ser siempre, a partir de Jess, un hombre "Dios-con-nosotros", un hombre Dios-nos-salva. Por esto decamos que Jess es el smbolo, la encarnacin primera y ltima de nuestro proyecto de hombre y de historia. Jess es la respuesta a la gran pregunta del tiempo-de-adviento: Cul es nuestro proyecto? Nuestro proyecto se llama Jess. E insistimos en seguida: el Jess total, cabeza y miembros; el hijo de Mara y nosotros todos los hijos de mujer.Ahora comprendemos por qu est bien que la Iglesia nos repita cada ao los mismos textos, porque ellos aluden a nuestra nica y misma esencia, que debe encarnarse aqu y ahora como presencia salvadora de Dios, segn las nuevas circunstancias y segn la perspectiva histrica cada vez ms amplia.Est bien y es necesario que cada ao nos hagamos un replanteamiento de nuestro ser de hombres que-siguen-a-Cristo. Este replanteamiento supone dos momentos: Primero: mirar a Cristo para ver quin es y cmo entendi su vida.Segundo: mirarnos a nosotros, Cuerpo de Cristo, para ver quines somos y cmo hoy y aqu debemos entender y realizar nuestra vida, que, desde aquel hermoso da del Beln de Jud, es vida que expresa y realiza la obra del Dios-con-nosotros, del Dios-que-nos-salva. Navidad es, entonces, el nacimiento de Jess y es nuestro nacimiento como cristianos, como personas que entendemos la vida como la entendi Jess.Navidad es mirar la historia desde el ngulo de Dios: como la irrupcin del Reino en un presente continuo hacia un futuro cada vez ms maduro, ms pleno de humanidad y de dignidad.Navidad es afirmarnos en nuestro origen histrico, en nuestra raz, en el fundamento de nuestra tradicin, para que el rbol no se detenga en el crecimiento. Ahondar en la raz es fortalecer el tronco y es proyectarse hacia la copa y los frutos.Pero tambin Navidad es sentir la paradoja: a pesar de los dos milenios desde el nacimiento de Jess, el Hombre Nuevo, sentimos la sensacin de que todava no ha nacido del todo, todava el nio est por llegar; an el pecado sigue clavado en nuestra realidad como una fuerza que intenta quebrar la direccin trascendente del hombre y de la historia. Celebrar Navidad es alegrarnos por el hoy de la salvacin; pero tambin, y en la misma medida, comprometernos con el maana de una salvacin ms plena y universal.En sntesis: cada ao se nos anuncia como un hecho actual el anuncio de Isaas que en su momento Mateo actualiz: Dios est con nosotros como salvador... Hoy se nos ha anunciado el texto de Mateo: hoy debemos actualizarlo. Hoy se nos dice que el Espritu est obrando en el seno de la humanidad como en su hora obr en el de Mara.Hoy ese mismo Espritu, viento impetuoso de Dios, quiere dar a luz al hombre-Jess, a la humanidad sobre la cual nadie tiene el derecho de ejercer la "paternidad"... Nuestro padre es el Espritu de la libertad.SANTOS BENETTICRUZAR LA FRONTERA. Pgs. 82 ss.VIGILIA DE NAVIDADhttp://www.mercaba.org/DIESDOMINI/NAV/NV/vp_homilia.htm1. Navidad, fiesta de la alianza amorosaJerusaln, ciudad destruida y prostituida por sus enemigos, desterrada y solitaria, infiel y pecadora, es, a pesar de todo, invitada por Yav a unirse a El en una alianza de amor, como una novia virgen y joven.Es sta una de las ms bellas imgenes de lo que es Navidad, da en el que brilla hasta el exceso el apasionado amor de Dios hacia los hombres; el total y absoluto amor, ms fuerte que la misma infidelidad.Hoy se nos dice que no es cierto que Dios castiga nuestro pecado y desprecia nuestra pequeez. El Dios de Jess, nuestro Dios, no conoce el resentimiento ni la venganza. Todo l vibra como un novio en la noche de bodas. Y en esta noche, la novia es la humanidad; mujer de cuyo seno brota y surge el bello fruto de la libertad, de la paz, de la justicia y de la alegra.El esposo divino hoy invita a su mujer a vivir amando, a amar gozando, a gozar entregndose. Bien lo intuimos al considerar este da como una de nuestras fiestas populares ms grandes y ms bulliciosas, como tambin ms ntima y ms familiar. Es la noche de bodas...Los cristianos, tan acostumbrados a llamar Padre a Dios, hemos olvidado este otro nombre con que la Biblia invoca a Dios: esposo. Es cierto que a los hombres nos cuesta sentirnos la esposa de Dios, cumpliendo un papel femenino ante su masculinidad. Pero ms all de las palabras, est la realidad profunda: dos esposos son dos seres que se unen en una empresa comn: amarse y gozar, crecer y hacer crecer. La figura de padre siempre nos deja la impresin de autoridad, de severidad, de poder, hasta de castigo. No as la de esposo: nuestro Dios se nos acerca seducindonos, sin gritos ni amenazas, enamorado de la raza humana, atrapado por nuestra condicin humana. Tanto se enamora que se vuelca totalmente y l mismo se hace hijo de la tierra, se hace hombre: es Jess. Sentir en esta noche a Dios como esposo, nos lleva, sin duda alguna, a un cambio muy grande en nuestra concepcin de la religin y de la fe. Al esposo se le habla de igual a igual, se le siente la otra parte de uno mismo, la otra mitad de nuestro ser. Slo en la unin con el esposo la mujer se siente entera, total. Y lo mismo le sucede al marido.Navidad nos muestra a este Dios presente en un nio, en todo igual a los hombres; necesitado de cario y afecto, de una madre, de gente a su alrededor... Dios necesita de los hombres. Y los hombres necesitamos de este Dios, interioridad de nuestra vida, plenitud de ser, totalidad de amor.Jess es el hijo de Dios, porque es su don, el fruto de su amor. Pero tambin es el fruto de la tierra, el don de la humanidad, la expresin de un profundo amor yacente en una mujer. As Mara, en esta noche, con ese amor delicado, ntimo y total, bien expresa lo que debe ser la comunidad cristiana: receptora del Espritu, dadora de vida.Celebrar Navidad es colocar en el centro de nuestro inters una sola cosa: el amor. El hijo de este amor es Jess. Poco importa quines son sus padres. Poco importa de dnde viene ese hombre o aquella mujer... Navidad nos ensea que todo hombre y toda mujer son expresin de amor y llamada al amor.2. Jess, el gran proyecto de la historiaA lo largo de las reflexiones del Adviento, hemos ido considerando este importante elemento de reflexin al que nos invita la Navidad.Hoy Pablo y Mateo insisten en l.Jess no llega de repente, como un fruto extico. Es el final de un largo proceso histrico que se inici con Adn, que tom fuerzas con Abraham, que se vislumbr con David y los profetas, y que, finalmente, de esta descendencia, Dios lo hizo emerger como Salvador, como bien lo recalca Pablo.Mateo, por su parte, al darnos la genealoga de Jess, lo entronca con hombres y mujeres que lo precedieron en una larga cadena que culmina en Jos y Mara (Mt 1,1ss). Jess pertenece a la historia de la humanidad, es totalmente hombre y con esa misma totalidad se comprometi con la historia de su pueblo. Jess no es una abstraccin, no es un mito o una leyenda, no es una abstracta doctrina ni un fro cdigo de moral... Es realidad histrica; es presencia salvadora, segn hemos reflexionado en el domingo anterior. Nadie puede afirmar que Dios sigue en las nubes o en los libros; que est alejado de nuestras preocupaciones o que slo nos espera en el ms all. El que me ve a m, ve a mi Padre, dir l mismo.Celebrar la Navidad con una liturgia, en una eucarista, no es para recordar solamente lo sucedido en el pasado. Hoy Navidad es presencia del mismo Cristo resucitado, que se rene en la mesa con los suyos. Hoy sigue presente en la historia a travs de su pueblo, un pueblo que a veces anda por las nubes y que necesita encarnarse entre los hombres, solidarizndose hasta las ultimas consecuencias.Por todo esto, el centro de la Navidad es el Hombre, porque Dios se ha hecho hombre. Un hombre-presencia-en-la-historia.Y se es el hombre al que estamos todos llamados a encarnar. No somos un simple instrumento en las manos de Dios; tampoco somos algo abyecto y miserable, como cierta mstica desencarnada quiso afirmar alguna vez.Somos los ejecutores de nuestra propia liberacin, como responsables, como seres adultos y conscientes de lo que somos y de lo que debemos llegar a ser y a realizar. No es minimizando al hombre como se engrandece a Dios. Es Dios quien hoy se minimiza para engrandecer al hombre.As Navidad nos da la base para elaborar un autntico humanismo, una teora cristiana sobre el hombre.Jess nace del s libre de Mara para ser libre. Y para ser libres -dicho en lenguaje bblico: salvados- se nos ha llamado.Si los cristianos viviramos Navidad, no como la fiesta del arbolito, sino como la fiesta del Hombre-presencia, ciertamente que nunca se hubiera dicho que nuestra fe es el opio del pueblo, ni los hombres hubieran tenido en ms de una oportunidad que renegar de Dios para construir su historia.Navidad hoy nos desafa. Dios nos desafa a ser hombres creadores de nuestra libertad. Dios desafa a los cristianos a que lo seamos por algo ms que el nombre. Jess recibi un nombre: Salvador. Los resultados? Muri clavado en la cruz.Nosotros somos cristianos... Cules sern los resultados?SANTOS BENETTICRUZAR LA FRONTERA. Pgs. 99 ss.Navidadhttp://www.mercaba.org/DIESDOMINI/NAV/NV/au_homilias.htm1. Navidad: nacimiento a la feTanto Isaas como Pablo nos invitan a vivir el nacimiento de Jess como nuestro propio nacimiento a una vida nueva. Navidad (nacimiento) es la celebracin del nuevo nacimiento que nos transforma en "pueblo santo".No cabe duda de que pretender revalorizar hoy el bautismo como el nacimiento del hombre nuevo es una de las tareas ms arduas, y quiz tambin menos convincentes. En efecto, qu nos puede significar un rito que realizamos casi automticamente y al que nadie le asigna trascendencia histrica ni en la vida del individuo ni en la vida de la comunidad social? No es un simple gesto tradicional que muy pocos asumen en serio? Y, sin embargo, para Pablo est claro que al sumergirnos en las aguas bautismales resurgimos como otros hombres, nuevos, distintos, santos. Tampoco hoy la palabra santo nos dice mucho. Y, sin embargo, ser santo es tener la cualidad o el estilo de Dios; es ser pertenencia del mundo divino, del Reino; es revolucionar totalmente los esquemas y modos de ser del mundo. Somos el pueblo santo, que el mismo Isaas traduce como pueblo redimido, pueblo liberado.Y es el mismo Pablo el que nos da el motivo por el cual nuestro bautismo se ha transformado en algo tan insulso y a-histrico. Nos dice que Dios nos ha salvado "con el bao del nuevo nacimiento y con la renovacin por el Espritu Santo". Ya hemos reflexionado en anteriores semanas acerca de este tema, mas no est mal que insistamos una vez ms.Toda Navidad es el fruto de la obra del Espritu que obra en el seno de Mara. Mara fue madre por su apertura al viento-fuerza de Dios que la llamaba para cooperar en la obra de la liberacin. Y si Navidad es el fruto del Espritu, si Jess nace por esa fuerza renovadora.... por qu, entonces, nos cuesta tanto aceptar que no puede renacer un hombre nuevo del bautismo si no dejamos que el Espritu de Dios lo renueve? Pablo habla de re-novar, es decir, hacer algo nuevo. Esto implica un proceso de transformacin y cambio.Bautizarse es decirle s al cambio total y profundo que Dios nos propone, as como la Navidad es introducir el cambio radical por medio de Cristo, cambio del que dan testimonio todas las pginas del Evangelio.El bautismo no dura diez o quince minutos. El nacimiento del Espritu es un proceso largo y lento que dura toda la vida. Nadie puede decir que est bautizado... Ms bien, que ha comenzado a bautizarse. Todos los das sopla el Espritu, y todos los das hay que renovarse, cambiar, transformar nuestro ser y los esquemas sociales en los que nos movemos. Navidad es el signo de cunta fuerza tiene el Espritu de Dios. Pero tambin de cunta necesidad tiene hoy la Iglesia de abrirse a su soplo para dejar incubar en su seno al hombre nuevo liberado por el Seor.2. Los pastores, prototipos del hombre creyenteLos pastores, el grupo social ms despreciado de su poca por su rudeza, ignorancia y falta de cultura, los marginados de la estructura poltico- religioso-social del judasmo, nos pueden ayudar a dar significado a esta celebracin navidea. Lucas los presenta como los primeros creyentes, los prototipos del cristiano, los re-nacidos a la luz de la fe.Cmo caracteriza Lucas la fe de los pastores?--Fueron hombres atentos a la palabra divina que les lleg de noche, en plena tarea de vigilancia. Nadie se interpuso entre esa palabra y el corazn de los pastores. Nuestra Navidad, tan preocupada por compras y alardes mundanos, puede ser una noche triste si no somos capaces de abrir el odo a un mensaje que nos quiere transmitir. Sin esa escucha no hay fe ni bautismo ni navidad. Sin palabra que d contenido a nuestros gestos, el cristianismo es simplemente un producto fsil.--Fueron hombres que dieron una respuesta pronta y sencilla; abandonan todo y corren al pesebre para encontrar al nio. No hay bautismo ni fe sin respuesta personal, sin opcin.--Fueron hombres llenos de un gran deseo de ver a Jess. Vieron, o sea, reconocieron al Salvador en el rostro de un nio tendido en la humildad de un pesebre. Dnde est Jess para que vayamos a verlo? Busquemos a ese nio que llora, a ese pobre que reclama un derecho, a ese anciano que se siente solo y abandonado: all, en esos rostros veremos a Jess.--Fueron hombres que dieron su testimonio fresco y alegre: manifiestan a todos cuanto han odo y visto y proclaman su gratitud al Seor. El cristiano es un testigo: busca, ve y comunica lo encontrado.Con Mara y Jos permanezcamos hoy en silencio, meditando en nuestro corazn cuanto nos va diciendo esta Navidad. Recordemos aquel da en que nacimos a la luz de la fe; recordmoslo tomando conciencia de algo que en su momento nos pas inadvertido. Como al anciano Nicodemo (Juan 3), esta Navidad nos invita a nacer de nuevo o, si se prefiere, a seguir el proceso de nuestro nacimiento.No digamos: soy cristiano. Mejor es afirmar: debo nacer cristiano. Me han sumergido en el agua. Ahora necesito renovarme por la fuerza del Espritu...SANTOS BENETTICRUZAR LA FRONTERA. Pgs. 110 ss.NAVIDAD MISA DEL DAhttp://www.mercaba.org/DIESDOMINI/NAV/NV/dia_ho_3.htm1. Dios nos hablaCon gran claridad, los textos ledos nos hablan de Cristo, Palabra del Padre. Posiblemente ya estemos bastante acostumbrados a or que Jess es la Palabra, pero tambin desconcertados acerca de su significado, ya que entre nosotros tal expresin no es precisamente muy usual y su sentido bblico parece escaprsenos. Es que para nosotros la palabra est siendo lo menos dinmico y comprometedor que existe en nuestra cultura.Generalmente decimos: "Hechos y no palabras", y llamar entonces palabra a Jess nos puede resultar chocante. Por otra parte, vivimos una poca en que la palabra se ha desvalorizado en un proceso inflacionario: se la usa tanto y de tantas formas, que nadie cree ms en palabras. Qu significa, por ejemplo, democracia, libertad, reforma, promocin? Desde que nacemos hasta que morimos nos encontramos con palabras: en documentos, en papeles de negocio, en trmites; en la casa, en las charlas con los amigos; en la escuela, en la calle, en la radio, en la televisin; palabra escrita en revistas, diarios y libros... En fin, tantas palabras como para que se nos diga que tambin Jess es palabra... Y, sin embargo, tal idea es casi la medula del evangelio de Juan.Tratemos, pues, de encontrar alguna pista para que tenga sentido llamar hoy a Jess: Palabra de Dios.Cuando la Biblia dice que Dios habla, dice muchas cosas al mismo tiempo. Palabra en lenguaje semita no es solamente emitir vocablos o enunciar ideas. Se trata de algo mucho ms rico y variado.Ante todo, si Dios habla es porque puede hablar. Es decir, es alguien que existe realmente, que conoce al hombre y que quiere relacionarse con l. Ms an: tiene algo que decirle al hombre. Los dolos, en cambio, son mudos, pura ilusin, simple creatura del hombre. Ya tenemos un buen punto de partida: Dios tiene algo que decirnos a nosotros los hombres. Y es algo importante: relacionado con nuestra vida, con nuestro destino, con nuestro proyecto humano y con nuestra historia. Por esto a esta Palabra de Dios la llamamos tambin Palabra de Sabidura, porque nos orienta acerca de problemas fundamentales de nuestra existencia.Pero hay algo ms an. Sabemos que hay muchas maneras de hablar; a veces hablamos por hablar, con palabras vacas que nada o muy poco expresan. Otras veces, en cambio, al hablar sacamos algo de nuestro interior, nos proyectamos hacia afuera tal cual somos, segn lo que queremos o sentimos. En tales casos, decimos palabras, gesticulamos, nos enardecemos y... acto seguido pasamos a la accin. La palabra es como el trueno que precede a la tormenta y la acompaa.Es decir: la Palabra es parte de una accin humana bien pensada, asimilada, expresada y puesta en marcha. De otra forma: la palabra pone en accin a todo el hombre. No es casualidad que antes de una batalla el general hable a los soldados; que en momentos importantes el presidente hable al pas, o el padre a sus hijos. La palabra, primero, saca de dentro de nosotros en forma simblica eso que somos nosotros y, luego, lo pone en ejecucin.Ahora podemos comprender mejor el sentido bblico de la expresin "Dios, que antiguamente habl a nuestros padres por los profetas, ahora nos ha hablado por su Hijo" (segunda lectura). Esto significa: siempre Dios actu en la historia de los hombres, y actu dando sentido a sus acciones, porque nacan de una idea, de un plan. Dios, empujado por sus pensamientos y sentimientos divinos, hizo cosas con nosotros, y su hacer total y definitivo se realiz por medio de Jess. As lo entiende Juan, cuando inicia su evangelio con un cntico a Jess Palabra de Dios. Y si es Palabra de Dios es pensamiento-sentimiento y es accin de Dios en medio de los hombres.2. Jess, una palabra comprometidaEs as como la Iglesia, en este da de Navidad, nos presenta a Jess con una imagen un poco distinta a la del Nio en Beln. No es que contraponga la imagen de Jess-Palabra a la de Jess-Nio, lo que sucede es que Juan ve a Jess en la totalidad de su obra, lo ve proyectado en el tiempo y en el espacio, lo ve actuando ya en medio de los hombres, entre los cuales ha plantado su tienda de campaa.Y no est de ms que contemplemos a Jess como el proyecto total del Padre, proyecto que nace en Beln y que halla cumplimiento en la Pascua. Sin la Pascua, Beln es un recuerdo folclrico...Pero hay algo ms an: este Jess no comienza en Beln. Viene de antes, desde siempre, porque desde siempre est junto al Padre aun sin manifestarse plenamente. "La Palabra estaba con Dios y por ella fueron hechas todas las cosas". Sin embargo, solamente se hace realmente Palabra cuando "al venir al mundo ilumina a todo hombre". En Navidad, Dios comienza a volcar toda su Palabra, encarnada en Cristo, que habla, piensa, siente y nace en nombre de Dios.Con Jess, el hombre tiene acceso a todo el proyecto de Dios sobre el hombre. Sin embargo, tambin esta palabra nos puede pasar desapercibida: puede estar entre nosotros y no ser conocida ni aceptada. Puede venir hasta nuestra casa y no ser recibida. Este es el otro elemento del evangelio de Juan: el drama de la Palabra o el juicio de la Palabra. Jess, por ser luz, separa lo tenebroso de lo luminoso; exige al hombre una definicin o respuesta, pues le exige que piense, sienta, hable y obre de determinada forma, hacia cierta direccin, colocando todo su ser bajo el prisma de la luz.Quienes reciben en s esta palabra y se unen a su proyecto, llegan a ser hijos de Dios, pues la misma Palabra los engendra con la fuerza del Espritu. De esta forma Navidad llega a su culminacin: Dios se hace hombre para que el hombre tenga acceso a la plenitud de la vida. Esta vida total es Dios.Siempre ser muy poco lo que sabremos de Dios. Pero siguiendo el proyecto de Jess llegaremos hasta El. Es cierto que Dios es inaccesible; pero si queremos tener una idea acabada acerca de qu piensa, siente, dice y hace Dios, nada mejor que ver qu piensa, siente, dice y hace Jess. El que me ve a m, ve a mi Padre. En Navidad, el primer proyecto divino de hacer un hombre a su semejanza, se hace realidad. Cristo es el hombre-imagen de Dios (segunda lectura); es la totalidad de un proyecto de Dios sobre el hombre. Dicho proyecto no consiste en que el hombre abandone su ser humano o su condicin histrica, sino todo lo contrario: que lo realice totalmente.Con Jess, Dios lanza su proyecto. Dicho proyecto no est en contradiccin con el proyecto del hombre. Al contrario: el plan divino se pone al servicio del plan humano. Por eso la Palabra se hizo hombre, para comprometerse hasta las ltimas consecuencias con la situacin histrica del hombre. Jess es Palabra, pero palabra comprometida. Bien lo dice Juan: "Se hizo carne"; expresin semita que significa: se hizo parte de nuestro ser, compaero de viaje, hermano de raza, solidario con todo hombre que pise el planeta.Los cristianos que hoy celebramos Navidad estamos llamados a decir nuestra palabra. No podemos quedar mudos mientras la humanidad bulle en uno de sus momentos ms cruciales. Pero: Cul es nuestra palabra? Qu pensamos, sentimos, decimos y hacemos los cristianos? Cul es nuestro compromiso con la historia? Un largo momento de meditacin ante el Nio-Palabra comprometida hasta la cruz puede, quiz, ayudamos a encontrar la respuesta.SANTOS BENETTICRUZAR LA FRONTERA. Pgs. 115 ss.1 enerohttp://www.mercaba.org/DIESDOMINI/NAV/1enero/HO-2.htm1. Doble concepcin de MaraA nadie -nos referimos a los cristianos- le extraa que llamemos a Mara Madre de Dios o Madre de Jess. Desde pequeos, en el rezo del Avemara nos hemos acostumbrado a esta frmula. Hoy procuraremos que la frmula sea algo ms. Por qu fue madre y en qu sentido? Qu papel jug Mara al lado de su hijo? Qu sentido tiene hoy el culto y la devocin a Mara? Muchas son las preguntas que nos pudiramos hacer. Sin embargo, todo lo que pudiramos decir o meditar sobre Mara reposa sobre una base fundamental: fue la madre de Jess.El evangelista que sigue todas las alternativas de esta maternidad es Lucas, quien, como ya hemos insinuado en otras oportunidades, presenta a Mara como modelo de fe. Fue la fe y no la carne lo que engendr en ella a Jess.Es evidente que Mara fue madre en el sentido comn y corriente de la palabra: gest el feto, dio a luz al nio, lo amamant y cri, etc.Pero Lucas nos urge a ir un poco ms al fondo de la cuestin: gestar a Jess no es un simple proceso biolgico. Es tambin un proceso de fe, para que el hijo sea realmente reconocido como Jess, el Salvador, tal como el ngel lo anunciara; es decir, tal como estaba en los designios de Dios.Como dice san Ambrosio: Por eso concibi doblemente a su hijo: por la fe en su alma y por la maternidad en su seno. Quiz a alguno le extrae que hablemos de la fe de Mara, por cierta imagen un tanto mitificada que tenemos de ella, como si hubiese sido un agente pasivo que recibi determinada visin divina, que comprendi todo en un instante sin necesitar, como nosotros, crecer en su fe, ni meditar, ni orar para descubrir el sentido de su misin de madre.Plantear as las cosas es negar lo que dicen los evangelios, por un lado; y por otro, es negarle a Mara una autntica personalidad y humanidad. Mara es grande y, como solemos decir, santsima, no porque todo lo recibi de arriba y sin mayor esfuerzo, sino porque a travs de un oscuro camino -lleno de lgrimas e incomprensiones- fue describiendo y aceptando su especfico papel en la obra salvadora, asumiendo hasta la cruz el proceso redentor de su hijo.El Hgase en m segn tu palabra es el resumen de las actitudes de Mara; es la manifestacin de su gran pobreza de espritu, de su disponibilidad, de su ofrenda, de su amor maduro, tal como lo vimos en la reflexin anterior. Por todo esto decimos que engendr en la fe a su hijo Jess. Siguiendo a los evangelistas podemos descubrir algunos elementos o pasos de esa fe.2. Fe en un camino oscuroUn primer elemento lo tenemos en la Anunciacin del ngel Gabriel. Mara se estaba preparando para su casamiento con Jos segn las normas hebreas. De pronto, Dios irrumpe en su vida y le revela un plan: engendrar por obra del Espritu a un nio, el Salvador. Mara se turba, se inquieta, se pregunta cmo podra ser tal cosa. Luego da su s. Pero un S que debe transitar por un camino oscuro. Mateo nos habla de la situacin que se le plantear a Jos al ver a su esposa embarazada.Cualquiera sea el gnero literario de estos relatos, nadie puede dudar de la intencin de Lucas: poner de manifiesto la disponibilidad de Mara, pero tambin la complicada situacin en la que se vio envuelta, caminando casi a ciegas bajo la gua del Espritu, que la orientaba hacia una empresa cuyos alcances an no vislumbraba.Mara, en aquella poca una joven casi adolescente, acepta con responsabilidad su misin, y como le dir Isabel: Feliz eres porque has credo que se cumplirn las cosas que te fueron dichas. Dios le exige una total entrega y confianza, le exige fe, y la fe ms difcil; una fe que debe superar problemas de relacin con Jos, con sus padres, con los vecinos...Lo que nos llama la atencin en esta fe es su transparencia, su total ausencia de clculos y especulaciones, su espera confiada, su desinters absoluto.Crey que nada es imposible para Dios: por eso crey en su maternidad y en la de Isabel, la anciana estril.Si para nosotros es un acto de fe descubrir en cada hombre el rostro de Cristo, fue acto de fe en Mara descubrir que lo gestado en ella era Jess, el Salvador de Israel. Otro momento de fe ya lo hemos reflexionado en el nacimiento de Jess, cuando los pastores cuentan todo lo que han visto y odo: Mara calla, acopia elementos y los medita.Lo mismo sucede ante el anuncio de Simen y cuando el nio, ya adolescente, luego de haber sido buscado angustiosamente por tres das, da aquella misteriosa respuesta: No sabis que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre? Y Lucas agrega: Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Lucas, que no hace historia en el sentido moderno de la palabra, sino teologa de los acontecimientos, nos deja as entrever el revs de la trama: la oscuridad en la que se movi Mara a lo largo de los aos de Jess, oscuridad de la que no la libr el mismo Jess, a tenor de los datos evanglicos.Mara no se desalienta y, al poco tiempo, la vemos acompaando a Jess en sus predicaciones. No dudamos en afirmar que fue la primera oyente de su hijo y la primera creyente, como asimismo la primera testigo de sus milagros; as lo seala Juan en el captulo segundo de su evangelio al referirse al primer signo de Jess en Can de Galilea. All recibi cierta respuesta de Jess que la debi dejar azorada, como cuando quiso apartar a Jess de la multitud ante la presin de los parientes, que lo consideraban loco, y recibi aquella otra respuesta: Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la practican (Lc 8,19-21).El mismo Lucas consigna otro significativo dato: cuando Jess escucha cierta alabanza que una mujer hizo de su madre, l replica: Felices ms bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en prctica (Lc 11,27-28).Todos estos datos condensados crudamente en los evangelios, lejos de aminorar la figura de Mara, le confieren toda su grandeza: si toda madre es grande a los ojos de sus hijos por el proceso de gestacin y crianza, cuanto ms grande es Mara por su fe al escuchar a su propio hijo y aprender de l mismo el lugar que le corresponda ocupar a su lado: lugar de discrecin y de bsqueda.En otras palabras: Mara recibe en su seno la Palabra de Dios que ir gestando en ella la figura de su hijo: el hijo de la fe.Descubrimos as otra faceta de este proceso: la misma Mara es engendrada a la fe por su propio hijo, a quien escucha y sigue, y a quien se asocia al pie de la cruz. Por eso los cristianos descubrimos en ella a la primera creyente y al modelo de todo creyente. Finalmente, como parte integrante de la comunidad cristiana y casi como smbolo de la misma, la vemos en Pentecosts, junto a los dems apstoles y discpulos, esperando al Espritu Santo, quien segn la promesa de Jess "les enseara todas las cosas".3. Comunidad y fePodemos ahora comprender mejor el texto de Pablo en su Carta a los Glatas (segunda lectura).Jess nace de una mujer y est sujeto a la ley. Es su nacimiento carnal por el que se transforma en hombre. Y contina Pablo: para rescatar a los que estaban bajo la ley y para que recibiramos el ser hijos por adopcin.Y somos hijos porque envi a nuestros corazones el Espritu de su Hijo que clama: Padre!.En su carta, Pablo nos hace descubrir que, a partir de la resurreccin de Cristo, ya no tienen valor los antiguos esquemas basados en la sangre, el parentesco o la raza, pues todos sin excepcin renacemos a la fe en Cristo por el mismo y nico nacimiento del Espritu.La comunidad cristiana, cuyo smbolo es Mara, es el nuevo seno que engendra a los nuevos hijos adoptivos de Dios por obra del Espritu Santo. As todo lo acontecido en Mara es figura simblica de un proceso mucho ms universal: todos somos los cristos nacidos a impulsos de la accin del Espritu.Mara, la primera creyente, la primera redimida por la fe, es el modelo de la comunidad cristiana que, haciendo suyos los sentimientos de Mara, puede tambin ella dar a luz al hombre nuevo, al hombre liberado de la ley, de la sangre, de la raza y del pecado.Concluyendo...A veces escuchamos a gente que dice: "A Mara le fue fcil creer, pues estaba muy cerca de Jess; en cambio, cunto nos cuesta a nosotros..." Hemos visto con datos de los mismos evangelios que los hechos contradicen tal afirmacin.Para ella, Jess fue como una espada de dolor y un signo de contradiccin: en el dolor descubri que ese cuerpo colgado en la cruz y abandonado por todos, era no solamente su hijo sino el Salvador del mundo.Hoy los cristianos debemos rescatar esa imagen de Mara, tal como la presenta la Palabra de Dios. Descubrir en Mara el modelo ms cercano a nosotros y ms accesible para nuestro camino de fe. Mara no es la semidiosa ni la figura etrea que en nuestra imaginacin hemos elaborado y que cierta teologa ha difundido. Mara es la creyente que, como en dos oportunidades lo dijo el mismo Jess, escuch la Palabra de Dios y la puso en prctica; o como dijo ella misma: Esta es la servidora del Seor: que se cumpla en m segn tu Palabra".Mara, en su escucha atenta, en su recogimiento, en su meditacin, en su espera y confianza, en su entrega generosa, en su dolor asumido valientemente..., hoy nos dice: Mi alma canta al Seor, porque ha puesto lo ojos en la humildad de su servidora... (Lc 1,46).SANTOS BENETTICRUZAR LA FRONTERA. Pgs. 138 ss.EPIFANA DEL SEORhttp://www.mercaba.org/DIESDOMINI/NAV/EPIFAN%C3%8DA/HO-4.htm1. El gran problema: la vigencia del cristianismoTodos los textos que hemos ledo estn dentro de un contexto histrico hoy ya superado. Sin embargo, el espritu de los textos, su mensaje esencial, tiene ms vigencia que nunca. En efecto, hoy nos podemos hacer la siguiente pregunta: Tiene futuro an el cristianismo o est atado irremediablemente a cierto aspecto de la cultura occidental? Estamos condenados a vivir en el encierro de una determinada forma cultural o tenemos otras perspectivas ms amplias y universales? Tenemos algo que decirles a los pueblos de Asia, frica, Oceana, Amrica Latina... y a los hombres de Occidente abiertos a nuevas formas de pensamiento? Esta misma pregunta se hizo Isaas ante las vicisitudes del pueblo hebreo: Slo un pequeo grupo de hombres tendr acceso a la Jerusaln de Dios, a su Reino de paz y justicia? Y su respuesta fue poco menos que revolucionaria en un momento en que los hebreos estaban reconstruyendo la ciudad santa despus del Destierro: Dios no est atado al solo pueblo elegido. Todos los pueblos vendrn al Seor: Los pueblos caminarn a tu luz... Todos ellos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan de lejos...Te cubrir una multitud de camellos y dromedarios, y vendrn trayendo oro e incienso para proclamar las alabanzas del Seor... El pensamiento de Isaas choca violentamente contra el nacionalismo judo y es la base sobre la que Mateo y los dems evangelistas desarrollarn el sentido universalista, no-racista, no-nacionalista, del cristianismo.Mas no todo fue tan fcil. Cuando Mateo escribe su evangelio, hacia el ao 80, subrayando la Epifana o manifestacin universal de Jess, cuyos primeros adoradores son algunos Magos llegados del paganismo, la Iglesia primitiva acababa de superar una de sus crisis ms significativas y casi dramticas para todo su futuro.En efecto, la pregunta que hoy nos acucia estar al rojo vivo cuando la Iglesia primitiva se plantee si el cristianismo deber seguir atado a Jerusaln y al judasmo o si deber encontrar un nuevo camino para los paganos.La Iglesia de Jerusaln (incluso Pedro) no slo no aceptaba una apertura al paganismo -cuyo contacto era impuro-, sino que exiga antes del bautismo el rito de la circuncisin. Nadie poda ser cristiano sin ser previamente judo por raza o por adopcin...Y Pedro se atrever a entrar en casa del pagano Cornelio y bautizarlo no sin previa visin y no sin ulterior explicacin a los hermanos de Jerusaln (Hechos 10).Slo con Pablo el problema toma un cariz ms drstico. l se siente elegido por Dios para anunciar el Evangelio especialmente a los paganos y sin previa circuncisin.As lo lemos en la segunda lectura: "Habis odo hablar de la distribucin de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelacin el misterio que no haba sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido ahora revelado por el Espritu a sus santos apstoles y profetas: que tambin los paganos son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partcipes de la promesa de Jesucristo, por el Evangelio." Fue en Damasco donde Saulo, el furioso perseguidor de la Iglesia, fue llamado por Dios para esta especialsima y delicada misin: "Yo te librar de tu pueblo y de los paganos a los cuales te envo para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz..." (Hch 9,15; 26,17-18).Pero la actitud de Pablo, tan radical y revolucionaria, traer serias consecuencias, tales como...--discusiones entre los apstoles, especialmente en el Concilio de Jerusaln;--lucha contra los judaizantes a lo largo de los aos restantes del primer siglo, cuyo mejor testimonio es la Carta a los Glatas;--y, especialmente, un tremendo esfuerzo por parte de la Iglesia por desprenderse de la "madre Jerusaln" y encontrar una estructura adaptada a los paganos.El libro de Lucas, los Hechos de los Apstoles, nos trae los primeros pasos de este doloroso proceso de apertura.Podemos ya extraer una primera conclusin: se fue tomando conciencia del carcter universal de la fe cristiana a lo largo de ms de medio siglo, no sin resistencias, luchas y hasta serias divisiones que culminarn con la aparicin de grupos cismticos. En los hombres es tan marcado el racismo y el nacionalismo, que costar muchsimo descubrir una forma nueva y distinta de obrar de Dios: a partir de Cristo ya no cuentan estas separaciones y barreras. La fe cristiana no presupone ni cierta raza o cultura, sino solamente una realidad universal: el hombre mismo.Si bien el cristianismo tiene su raz cultural en el judasmo, eso slo es un accidente histrico que no hace a su esencia. Dicho lo mismo con otras palabras: no debe confundirse la realidad universal del Reino de Dios con cierta forma particularizada de vivirlo; forma que, como es natural, se adapta a las condiciones culturales y raciales de cada pueblo.El universalismo de la fe no aniquila los particularismos propios de un pas o de una cultura; pero tampoco se casa con esos particularismos...2. La Epifana a los Magos: un criterio absolutoA partir de Constantino (fecha simblica) y por un largo proceso histrico gestado en los siglos segundo y tercero y desarrollado en los siguientes, el cristianismo se fue nuevamente encerrando, esta vez no en Jerusaln, sino en Roma y Bizancio; es decir, en la cultura greco-latina, y, finalmente, en el esquema de Europa. "Europeizar para evangelizar" pareci una frmula lgica en un momento en que el mundo conocido era Europa y en que los pueblos descubiertos de Amrica y Asia eran colonizados por pases europeos. Pero por algo Mateo nos escribi la pgina de los "Reyes Magos"...Los pueblos colonizados identificarn el cristianismo con la conquista; y cuando se rebelen por su libertad e independencia volcarn su odio tanto sobre los soldados europeos como sobre los misioneros. Y cuando las cosas no lleguen a tal extremo, al menos quedar la seria duda de si el cristianismo es compatible con otras culturas que no sean las occidentales...