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SOSTENIBILIDAD Y RESPONSABILIDAD SOCIAL EN EL SECTOR
AGROALIMENTARIO: RETOS DE FUTURO.
Autor: Antonio Blanco Prieto. Profesor asociado de Sociología en la Universidad de
Oviedo. Director de la Fundación Alimerka. Miembro fundador de la Alianza contra el
Hambre y la Alimentación en España. Contacto: [email protected]
Resumen: En coherencia con la estrategia de desarrollo sostenible para Europa
acordada en el Consejo de Gotemburgo de junio de 2001, la Comisión de la Unión
Europea presentó un mes más tarde un documento para fomentar un marco europeo para
la responsabilidad social de las empresas, conocido como el Libro Verde. En este
documento se exponía el propósito de transformar la economía europea en la más
competitiva del entorno global, capaz de generar, no sólo riqueza económica, sino
también bienestar social y sostenibilidad. Estos planteamientos nos retraen al postulado
característico de la economía neoclásica, recogido en el Informe Brundtland, que
defiende una relación proporcional entre sostenibilidad y desarrollo económico, una
relación positiva que habrá de llevarnos hacia un desarrollo sostenible.
Quince años después de la publicación del Libro Verde, son numerosas las iniciativas
de responsabilidad social que se han consolidado en las organizaciones empresariales,
algo que estimamos necesario para contribuir a la sostenibilidad de Europa en el futuro
desde su triple balance (económico, social y ambiental).
Tras la descripción de la situación actual, se plantea una reflexión sobre los retos que la
crisis social y económica contemporánea presenta al sector, retos que serán expuestos
de forma descriptiva. En este sentido, la información presentada en esta comunicación
puede servir como fuente de reflexión y debate sobre el tema, pero también como hoja
de ruta que ayude a los diversos tipos de empresas agroalimentarias a implantar una
política de RSE o bien de Acción Social en la organización, con objeto de contribuir a la
sostenibilidad de los sistemas alimentarios.
Palabras clave: responsabilidad social empresarial (RSE), sostenibilidad, triple
balance, acción social de la empresa, sector alimentario.
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Conciliación de ambiciones económicas, sociales y ambientales.
Cada vez más actores internacionales muestran apoyo al discurso y la práctica de una
relación equilibrada entre los balances económico, social y ambiental de las
organizaciones (Comisión de las Comunidades Europeas, 2006, 2002, 2001; CSR
Europe, 2005; Global Compact, 2007; OIT, 2001; OCDE, 2000). En el caso concreto de
la Unión Europea, un mes después de la presentación de la Estrategia de Desarrollo
Sostenible acordada en el Consejo de Gotemburgo de junio de 2001, la Comisión
publicó un documento para impulsar un marco europeo de la responsabilidad social de
las empresas, conocido como el Libro Verde. Este documento enfatizaba el propósito de
transformar la economía de los países miembros en la más competitiva del entorno
global, capaz de generar, no sólo riqueza económica, sino también bienestar social y
sostenibilidad medioambiental. La publicación en 2001 del Libro Verde. Fomentar un
marco europeo para la responsabilidad social de las empresas supuso un importante
respaldo institucional de la Comisión de las Comunidades Europeas a “un concepto con
arreglo al cual las empresas deciden voluntariamente contribuir al logro de una sociedad
mejor y un medio ambiente más limpio» (Comisión de las Comunidades Europeas,
2001: 4).
El 22 de marzo de 2006, se presentó una Comunicación de la Comisión al Parlamento
Europeo, al Consejo y al Comité Económico y Social Europeo, titulada “Poner en
práctica la asociación para el crecimiento y el empleo: Hacer de Europa un polo de
excelencia de la Responsabilidad Social de las Empresas”. En ella, se recordaba el
carácter voluntario de la RSE y se valoraba el papel activo que las organizaciones
empresariales podrían tener en la conciliación de las ambiciones económicas, sociales y
ambientales de la Unión Europea (Blanco, 2009). De hecho, se podrían establecer
relaciones directas entre los objetivos políticos de la Unión Europea y posibles prácticas
de RSE que, en el caso del sector alimentario, podrían ser la seguridad alimentaria, el
etiquetado y comercialización responsable, en relación con el objetivo de mejora de la
salud pública; o bien el desarrollo de nuevos productos alimenticios o nuevos sistemas
de distribución y conservación que respondan a necesidades de colectivos específicos,
en respuesta al objetivo de innovación, especialmente aquella que aborda problemas
sociales.
Salud pública, mercados laborales más integrados, mayores niveles de inclusión social,
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empleo más racional de recursos naturales o generación de actitudes favorables hacia el
espíritu empresarial, son otros objetivos de política comunitaria que podrían vincularse
con prácticas de RSE en el sector alimentario.
El planteamiento es coherente con la coordinación entre la empresa y la sociedad bajo
un prisma global de desarrollo sostenible. Los cambios vivenciados en el mundo en los
últimos años han transformado el rol de los diferentes actores sociales. Fenómenos
como la globalización, la crisis de los Estados del Bienestar o la revolución tecnológica,
han llevado tanto a los poderes públicos como a las empresas a replantear su papel en la
organización social, económica y política. Ante esta realidad podemos recordar la
perspectiva de la corriente contractual Business and Society, que partiendo de la
perspectiva sistémica, interpreta una interacción entre la empresa y la sociedad regulada
por un “contrato social” coherente con un principio de responsabilidad pública (Blanco,
2009, 2010). Un contrato social que habrá de vincular a la empresa con las necesidades
y demandas de su entorno.
Pacto Mundial
Kofi Annan daría el respaldo internacional a las políticas de responsabilidad social tras
proponer a las empresas, a las organizaciones civiles y laborales, la extensión de los
beneficios de la globalización a todos los seres humanos (Annan, 1999). El entonces
Secretario general de Naciones Unidas propuso reconciliar las fuerzas creadoras de la
empresa privada con las necesidades de la sociedad presente y de sus generaciones
futuras –en coherencia con el informe Our Common Future, más conocido como
Informe Brundtland, presentado en 1987 para defender un modelo de sociedad capaz de
satisfacer sus necesidades sin poner en peligro las capacidades de las generaciones
futuras para satisfacer sus propias necesidades-. Para que esta propuesta pudiese
transformarse en compromiso y acción, en el Foro Económico de Davos de 1999 se
firmó un Pacto Mundial (Global Compact) con nueve principios, ampliados
posteriormente a diez, referentes a la elusión de prácticas de corrupción y a la defensa
de los derechos humanos, laborales y medioambientales (Annan, 1999; Global
Compact, 2000).
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La adscripción al Pacto Mundial es voluntaria, comprometiéndose las empresas
firmantes a evaluar diversos indicadores relacionados con los diez principios. Los
resultados de estas valoraciones serán recogidos anualmente en un documento estándar
o Informe de Progreso, evaluándose de este modo el compromiso de las entidades
adheridas y su evolución en los diferentes indicadores con respecto a ejercicios
precedentes.
En el sector de la industria alimentaria, fueron pioneras las empresas Bodega Gosálbez
Orti, Ebro Food y Freixenet, al manifestar en junio de 2002 su compromiso con el
cumplimiento de los Principios del Pacto Mundial en calidad de socios fundadores de la
Asociación Española del Pacto Mundial. Si analizamos la evolución de la vinculación al
Pacto Mundial de diferentes tipos de empresas agroalimentarias a lo largo de una
década, podemos identificar que desde su lanzamiento en 2002 y hasta 2012 otras 45
organizaciones fabricantes y envasadoras de alimentos se han adscripto al llamamiento
de Naciones Unidades, evidenciándose un mayor conocimiento y aceptación de la
iniciativa a partir del año 2011, pues en dos años (2011-2012) se han vinculado al Pacto
el 47,92% del total de empresas adscritas del sector alimentario en la década analizada.
Los datos referentes a las actividades permiten observar una amplia pluralidad de
productos y empresas agroalimentarias, pero un dato es relevante: la elevaba
adscripción al Pacto Mundial de empresas de bebidas, tanto alcohólicas (vinos y
cervezas), con una presencia del 18,75% como, con el mismo porcentaje, empresas
embotelladoras y distribuidoras de bebidas no alcohólicas, refrescos y zumos.
La Asociación Española del Pacto Mundial, además del sector de la industria
alimentaria clasifica un sector agrícola y de medio rural, en el cual podemos identificar
12 empresas en la década 2002-2012, siendo pionera la microempresa SAT Algaida,
productora de fresas y frambuesas y miembro de la red española del Pacto Mundial
desde 2006. Es interesante destacar que, en este sector, el 83,33 de las empresas
adscritas son PYMES o microempresas, con lo que vuelve a manifestar el interés y
participación de las pequeñas estructuras empresariales en el desarrollo de la
responsabilidad social, en contraste con los datos arrojados por el Informe Forética 2011
de Evolución de la responsabilidad social de las empresas en España. Este informe
indica que el 83,2% de las medianas y grandes empresas estima una mayor importancia
de la RSE en los próximos años frente al 55,6% de las pequeñas empresas, pero los
datos analizados nos permiten comprobar que, en la práctica, en los años 2010 y 2011 se
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ha producido un mayor número de adscripciones al Pacto Mundial por parte de
microempresas y PYMES que de grandes entidades.
En el ámbito de la distribución alimentaria podemos identificar para el mismo periodo
19 entidades, desde grandes empresas cotizadas como DIA hasta microempresas cuya
misión es la distribución de alimentos ecológicos o procedentes del comercio justo,
como Equanum. En este grupo, Alcampo, El Corte Inglés, Grupo Eroski, Carrefour y
Euromadi Ibérica, son socios fundadores de la Asociación Española del Pacto Mundial,
siendo miembros de la misma desde 2002, uniéndose posteriormente en 2004 también
en calidad de socio fundador la cadena de supermercados El Árbol.
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En el año 2000 la declaración de los Objetivos de Desarrollo del Milenio supuso otro
hito destacado para el desarrollo de la sostenibilidad. Esta declaración exponía ocho
propósitos de progreso de desarrollo humano que los 189 países miembros de Naciones
Unidas habrían de alcanzar para 2015. Objetivos referentes a la erradicación de la
pobreza, la educación primaria universal, la igualdad entre los géneros, la mortalidad
infantil y la materna, el avance del VIH/sida y el sustento del medio ambiente, serían los
objetivos cuyos indicadores no fueron alcanzados según las previsiones por diferentes
motivos sociopolíticos y económicos. Por ello, lejos de abandonar el propósito, los
Objetivos del Milenio habrían de ser revisados y sustituidos en 2015 por los Objetivos
de Desarrollo Sostenible, 17 objetivos que integran 169 metas cuyo alcance espera
lograrse en 2030.
A diferencia de los Objetivos del Milenio, especialmente dirigidos a los gobiernos para
la intervención a través de hojas de ruta en sus respectivas comunidades y regiones, los
Objetivos de Desarrollo Sostenible parecen tener una relación más directa con los
actores de la escena global, entre los que se encontrarían las empresas. Tal como se
expone en el Proyecto de resolución presentado por el Presidente de la Asamblea
General de las Naciones Unidas para la aprobación de la agenda para el desarrollo
después de 2015 (Naciones Unidas, 2015b, 4): “Contemplamos un mundo en el que
cada país disfrute de un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible y de
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trabajo decente para todos; un mundo donde sean sostenibles las modalidades de
consumo y producción y la utilización de todos los recursos naturales.”
De hecho, si nos centramos en el análisis del sector agroalimentario, vemos que éste
podría asumir diferentes compromisos para cooperar en el cumplimiento de, al menos,
tres objetivos (tabla I).
Objetivo Algunas metas directamente relacionada con el sector
agroalimentario
Objetivo 2.
Hambre cero.
• Para 2030, duplicar la productividad agrícola y los ingresos de
los productores de alimentos en pequeña escala, en particular
las mujeres, los pueblos indígenas, los agricultores familiares,
los pastores y los pescadores.
• Para 2030, asegurar la sostenibilidad de los sistemas de
producción de alimentos y aplicar prácticas agrícolas
resilientes que aumenten la productividad y la producción,
contribuyan al mantenimiento de los ecosistemas, fortalezcan
la capacidad de adaptación al cambio climático, los
fenómenos meteorológicos extremos y otros desastres.
• Para 2020, mantener la diversidad genética de las semillas, las
plantas cultivadas y los animales de granja y domesticados y
sus especies silvestres conexas.
• Aumentar las inversiones, incluso mediante una mayor
cooperación internacional, en la infraestructura rural, la
investigación agrícola y los servicios de extensión, el
desarrollo tecnológico y los bancos de genes de plantas y
ganado, en particular en los países menos adelantados.
• Corregir y prevenir las restricciones y distorsiones
comerciales en los mercados agropecuarios mundiales, entre
otras cosas mediante la eliminación paralela de todas las
formas de subvenciones a las exportaciones agrícolas y todas
las medidas de exportación con efectos equivalentes.
• Adoptar medidas para asegurar el buen funcionamiento de los
mercados de productos básicos alimentarios y sus derivados y
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facilitar el acceso oportuno a información sobre los mercados,
en particular sobre las reservas de alimentos, a fin de ayudar a
limitar la extrema volatilidad de los precios de los alimentos
Objetivo 12:
Garantizar
modalidades
de consumo y
producción
sostenibles
• Para 2030, lograr la gestión sostenible y el uso eficiente de los
recursos naturales.
• Para 2030, reducir a la mitad el desperdicio mundial de
alimentos per capita en la venta al por menor y a nivel de los
consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las
cadenas de producción y distribución.
• Alentar a las empresas, en especial las grandes empresas y las
empresas transnacionales, a que adopten prácticas sostenibles
e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de
presentación de informes.
Objetivo 14:
Conservar y
utilizar en
forma
sostenible los
océanos, los
mares y los
recursos
marinos para
el desarrollo
sostenible
• Para 2020, reglamentar eficazmente la explotación pesquera y
poner fin a la pesca excesiva, la pesca ilegal, la pesca no
declarada y no reglamentada y las prácticas de pesca
destructivas, y aplicar planes de gestión con fundamento
científico a fin de restablecer las poblaciones de peces en el
plazo más breve posible.
• Para 2020, prohibir ciertas formas de subvenciones a la pesca
que contribuyen a la capacidad de pesca excesiva y la
sobreexplotación pesquera, eliminar las subvenciones que
contribuyen a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada
y abstenerse de introducir nuevas subvenciones de esa índole.
• Para 2030, aumentar los beneficios económicos que los
pequeños Estados insulares en desarrollo y los países menos
adelantados reciben del uso sostenible de los recursos
marinos, en particular mediante la gestión sostenible de la
pesca, la acuicultura y el turismo
• Facilitar el acceso de los pescadores artesanales en pequeña
escala a los recursos marinos y los mercados
Tabla I. Retos del sector agroalimentario para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible. Fuente: Adaptado de Naciones Unidas (2015a).
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Retos de futuro.
Hemos visto que existen diferentes comunicados y programas de apoyo desde Naciones
Unidas y la Comisión Europea al desarrollo de la RSE. Junto con estas iniciativas,
hemos de recordar que el actual momento de cambio social y crisis económica presenta
una serie de retos sobre los que los diferentes públicos esperan una actitud decidida. Por
ello esta ponencia persigue el objetivo de contribuir a la exposición de aquellas
prácticas de RSE y de acción social capaces de responder a los retos de la sostenibilidad
en el sector agroalimentario. Estos retos responden a diferentes tendencias que definen
un nuevo entorno y un nuevo consumidor (MAGRAMA / FIAB, 2014).
Tipo de
entorno Tendencias destacadas
Entorno socio
demográfico
Crecimiento
poblacional Envejecimiento
Incremento
clase media
Abastecimiento
de materias
primas
Entorno de
consumo
Búsqueda de
precio
Salud y
bienestar Proximidad
Nuevas formas
de consumo
Entorno salud y
nutrición
Seguridad y
salud
Formación
nutricional
Lucha contra la
obesidad Trazabilidad
Entorno
medioambiental
Sostenibilidad
del entorno
Gestión
eficiente del
agua
Gestión de
residuos y
vertidos
Gestión de
fuentes de
energía
Entorno
normativo
Seguridad
alimentaria
Apertura de
mercados
Fiscalidad
sobre consumo
Dispersión
competencial
Entorno
científico y
tecnológico
Ciencias de
vida y
biotecnología
Conservación
de los
alimentos
Trazabilidad Sociedad de la
información
Tabla II. Tendencias del entorno de la industria alimentaria. Fuente: Marco estratégico para la
industria de alimentación y bebidas, Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente
y Federación Española de Industrial de la Alimentación y Bebidas (2014).
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De forma más esquemática, el punto de encuentro entre empresas de sostenibilidad
medioambiental y el sector alimentario, Envifood Meeting Point, ha concentrado en
cinco los retos que habrán de plantearse en un horizonte de 2020.
Entorno socio
demográfico
Abastecer de alimentos a una población creciente en un
entorno de escasez de recursos.
Entorno
medioambiental
Gestionar el agua de forma más sostenible, al ser el principal
factor limitante para la producción mundial de alimentos.
Mejora de la eficiencia de procesos y mitigación del cambio
climático, con especial énfasis en la reducción y
compensación de emisiones de gases de efecto invernadero.
Minimizar el impacto de los envases, mediante la innovación,
gestión de residuos así como mejora del incremento de los
ciclos de vida de envases.
Entorno normativo Mantener competitividad en un entorno de incertidumbre
jurídica y dependencia energética.
Tabla III. Cinco retos de la industria alimentaria en su relación con el medio ambiente. Fuente:
Conclusiones Envifood Meeting Point 2014 (Sánchez Pello, P. 2014).
Más concretas aún son las conclusiones por un futuro mejor alcanzadas en el 1er Foro
Nestlé de Creación de Valor Compartido, celebrado en el marco de The Alimentaria
Hub 2012 y que ha contado con la participación de destacados académicos y expertos1
que han concentrado en tres áreas los grandes desafíos para un futuro sostenible en el
sector alimentario (tabla IV):
Nutrición
Cumplir las necesidades del consumidor y de una sociedad
cada vez más envejecida, gracias a la investigación e
innovación de una nutrición avanzada y personalizada.
Consideración de la nutrición saludable como estilo de vida.
1 El Foro Nestlé de Creación de Valor Compartido ha reunido a destacados intelectuales, profesionales y académicos en un foro de reflexión para plantear los retos de un futuro sostenible en el sector de la alimentación, entre los que se encontraba John Elkington (SustainAbility), José María Ordovás (Tufts
University, Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares), Stuart Orr (WWF, Consejo del Agua – Foro Económico Mundial), o Ignasi Carreras (Instituto de Innovación Social, ESADE).
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Gestión del agua Gestionar el agua con criterios de ahorro y a favor del interés
público. Superación de una cultura hídrica obsoleta.
Desarrollo rural
Mejorar las condiciones de agricultores y ganaderos,
mejorando el rendimiento y reconocimiento su papel de actor
fundamental. Desarrollo de una nueva cultura rural.
Tabla IV. Tres áreas y tres grandes desafíos para un futuro sostenible en el sector alimentario.
Fuente: Conclusiones 1er Foro Nestlé de Creación de Valor Compartido, celebrado en el marco
de The Alimentaria Hub (Nestlé, 2012).
El análisis de contenido de los criterios de las entidades citadas en este epígrafe, nos
lleva a extraer cinco retos destacados del sector: a) la gestión sostenible; b) la gestión de
la producción y el consumo alimentario; c) el desarrollo normativo; d) la nutrición y
seguridad alimentaria; y e) la innovación e investigación. En el primer caso hacemos
referencia a la “sostenibilidad del entorno ambiental” para englobar todas aquellas
líneas de trabajo relativas a la gestión eficiente y sostenible del agua, de la energía y de
los recursos naturales, lo que permitirá la creación de nueva cultura rural –en especial
agrícola y ganadera- y el mantenimiento de la diversidad genética de los ecosistemas.
Un segundo reto estaría relacionado con la “sostenibilidad de la producción y el
consumo alimentario”. El objetivo final del Triple Balance o Triple Botton Line se
manifiesta en un balance equilibrado económico, social y medioambiental pues, a largo
plazo, la supervivencia de una empresa no está relacionada exclusivamente con su
solvencia financiera sino también con su responsabilidad medioambiental y con su
capacidad para responder a las expectativas que la sociedad pone sobre la misma (De
Geuss, 1997; Elkington, 1998; Savitz y Weber, 2006). Este enfoque triangular es
respaldado por los Objetivos del Milenio, fijados por Naciones Unidas para 2030 y
entre los cuales –principalmente en el objetivo 12 de “Garantizar modalidades de
consumo y producción sostenibles”- las empresas agroalimentarias deben jugar un rol
destacado como agentes implicados en el cambio de un modelo exclusivamente
productivo hacia un modelo empresarial sostenible. Para 2030 se estima necesario un
incremento del 50% del suministro alimentario para satisfacer las demandas crecientes
de la población mundial, lo que evidencia no solo la posibilidad sino la necesidad de
establecer acuerdos de cooperación entre las administraciones públicas, las
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organizaciones no lucrativas y las empresas del sector alimentario con ánimo de
responder a las necesidades de población y, de forma general, a un Desarrollo
Sostenible.
La gestión de los dos retos citados nos lleva directamente a un tercer ámbito de trabajo:
el “desarrollo normativo”. Se manifiesta necesario regular y evitar los desajustes en la
cadena agroalimentaria internacional, con especial atención a la política de
subvenciones o medidas de similar efecto, así como regular todos los sistemas de
dependencia energética y la incertidumbre jurídica que pueda presentarse en el
escenario de las operaciones de comercio transnacional. El desarrollo normativo habrá
de velar, tanto por el desarrollo de prácticas éticas y eficientes de producción, comercio
y consumo alimentario como por el aseguramiento de la seguridad alimentaria para la
población y, por supuesto, la gestión idónea de las pérdidas y desperdicios generados a
lo largo de toda la cadena.
Un cuatro reto estaría vinculado con la “nutrición y seguridad alimentaria”, para
asegurar la alimentación equilibrada, nutritiva y de acceso directo para una población
creciente. En los países ricos, los factores implicados en la alimentación cotidiana,
principalmente los factores sociales y económicos, han impulsado un cambio desde una
sociedad con carencias alimentarias a una sociedad de sobreabundancia alimentaria
(Díaz Méndez y Gómez, 2008). Esta reflexión encierra una realidad crítica, pues una
alimentación sana y equilibrada conlleva el consumo de alimentos cuyo elevado coste,
en algunos casos, podría limitar su acceso por muchas familias con recursos económicos
limitados (Antentas y Vivas, 2014). En este sentido, en el Informe Anual del Sistema
Nacional de Salud (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 2012) se
registra una mayor frecuencia de obesidad según se desciende en la escala social, de
8,9% en la clase I a 23,7% en la clase VI (haciendo referencia a clases ocupacionales
utilizadas en la ENSE 2011/2012).
Además de la lucha contra la obesidad, y la gestión de la alimentación desde una
perspectiva sociológica que permita reducir desequilibrios sociales, es importante
destacar también el papel de la nutrición predictiva y personalizada capaz de lograr un
impacto positivo en nuestra salud y estilos de vida. Tal como manifiesta Ordovás
(2013), la nutrición necesita un cambio cualitativo para determinar la más apropiada
para las personas para afrontar enfermedades crónicas actuales como el cáncer o las
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cardiovasculares. Para ello habría de ampliar a la población general los resultados de la
investigación genómica, identificando rangos concretos de tipos de genoma hasta
determinar 10 ó 12 grupos de personas a los que ofrecer dietas lo más personalizadas
posibles.
Por último, identificamos un reto de “innovación e investigación”, vinculado
especialmente con el ámbito de la ciencia aplicada. La dualidad de la alimentación en la
sociedad contemporánea que fluctúa entre la opulencia y la carencia, nos lleva a
plantear la importancia del refuerzo de I+D+i para el desarrollo y mejora de productos,
envases, materias primas, tecnologías de proceso, valorización de subproductos, etc.
También hemos de destacar la aplicación de nuevas tecnologías a la industria y la
distribución alimentaria, con proyectos de desarrollo de canales de compra
personalizados, adaptados a personas con necesidades diversas, así como la mejora de
los espacios y momentos de consumo a través de estados vivenciales y emocionales. En
este sentido resulta oportuna la edición bienal de la “Guía para la Innovación en el
Sector Alimentario 2016” (7ª edición), editada por la Fundación Triptolemos para
ayudar al conocimiento mutuo entre universidades y empresas, identificando a los
expertos de toda España interesados diferentes temas. Veintiséis universidades, el CSIC,
consejos de organizaciones y seis empresas tractoras, forman parte del Patronato de este
proyecto que ofrece un sistema de clasificación propio, actualizado cada dos años, con
objeto de que cada sector productivo conozca de inmediato los expertos de toda España
interesados en el tema prefijado. Desarrollo de nuevos productos alimenticios.
En el campo de un mayor aprovechamiento de alimentos a lo largo de toda la cadena
alimentaria, tanto para asegurar la sostenibilidad de la misma como para reducir las
pérdidas y desperdicios, el II Encuentro de la Alianza contra el Hambre y la
Malnutrición en España (ACHM-E, 2015), ha subrayado la importancia de la
innovación e investigación sobre los siguientes aspectos: a) Eficiencia del transporte y
logística; b) gestión informática de los inventarios de mercancías; c) tecnologías de
conservación para alagar la vida útil de los alimentos; d) ingeniería de procesos y
tecnología para disminuir mermas y aprovechar el desarrollo de subproductos; e)
formatos comerciales y envases, adaptados a las necesidades de los hogares y los
nuevos hábitos de consumo, así como investigación de envases que reduzcan pérdidas
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(por extracción total de productos, envases bioactivos, etc.); y f) vida útil de los
productos para una mayor precisión en las fechas de caducidad y consumo preferente.
Conclusiones
La corriente de pensamiento Business and Society parte de una perspectiva sistémica y
contractual bajo la cual se interpreta la interacción entre la empresa y la sociedad
regulada por un “contrato social” coherente con el principio de responsabilidad pública.
Podríamos decir que las organizaciones empresariales son titulares de la legitimidad que
les confiere la sociedad a través de sus relaciones continuadas con la misma y, por este
motivo, deberían valorar su responsabilidad social (Oberman, 1996; Lenn, 1996). Para
ello necesitan identificar el impacto de sus acciones tanto a nivel institucional como
organizacional comprendiendo el efecto de sus outputs al entorno y, a nivel individual,
aceptando que las decisiones directivas parten de actores sociales que asumen un rol
determinado en la organización y ante la sociedad.
En este sentido, la Comisión de las Comunidades Europeas recuerda el papel destacado
que las organizaciones empresariales podrían tener en la conciliación de ambiciones
económicas, sociales y ambientales, un equilibro que en el caso del sector alimentario
podría estar relacionado con la mejora de la salud pública, el desarrollo de nuevos
productos alimenticios o nuevos sistemas de distribución y conservación que respondan
a necesidades de colectivos específicos, así como un empleo más racional de recursos
naturales.
También Naciones Unidas, a través de la iniciativa del Pacto Mundial, refuerza las
prácticas coordinadas entre la empresa y la sociedad bajo un prisma global de desarrollo
sostenible. En sentido se presenta la posibilidad de vincularse a unos compromisos de
elusión de prácticas de corrupción y defensa de los derechos humanos, laborales y
medioambientales, vínculo que es posible mediante la adscripción al Pacto Mundial y la
presentación periódica de un Informe de Progreso que valore el compromiso de las
entidades adheridas y su evolución en los diferentes indicadores con respecto a
ejercicios precedentes. Tanto la industria como la distribución alimentaria han
manifestado su apoyo a esta iniciativa de Naciones Unidas desde su lanzamiento,
encontrándose empresas como Bodega Gosálbez Orti, Ebro Food, Freixenet o El Árbol
en calidad de socias fundadoras de la Asociación Española del Pacto Mundial.
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En el año 2000 la declaración de los Objetivos de Desarrollo del Milenio supuso otro
hito destacado para el desarrollo de la sostenibilidad, objetivos que serían revisados y
sustituidos en 2015 por los Objetivos de Desarrollo Sostenible cuyo alcance espera
lograrse en 2030. En el análisis del sector agroalimentario, vemos que éste debe asumir
diferentes retos para cooperar en el cumplimiento de, al menos, tres objetivos: Hambre
Cero (objetivo 2); Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles
(objetivo 12); y Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los
recursos marinos para el desarrollo sostenible (objetivo 14).
A pesar de estas iniciativas, no hemos de olvidar que el momento actual presenta al
sector una serie de retos sobre los que sus públicos esperan respuesta y una actitud
decidida. Estos retos responden a diferentes tendencias que definen un nuevo entorno y
un nuevo consumidor (MAGRAMA / FIAB, 2014). De forma más esquemática, el
punto de encuentro entre empresas de sostenibilidad medioambiental y el sector
alimentario, Envifood Meeting Point, ha concentrado en cinco los retos que habrán de
plantearse en un horizonte de 2020, y el Foro Nestlé de Creación de Valor Compartido
ha resumido en tres grandes áreas los retos para un futuro sostenible del sector (Nestlé,
2012). En todos los casos, se identifica el reto de abastecer de alimentos a una población
creciente en un entorno de escasez de recursos. Para 2030 se estima necesario un
incremento del 50% del suministro alimentario para satisfacer las demandas crecientes
de la población mundial, lo que evidencia no solo la posibilidad sino la necesidad de
establecer acuerdos de cooperación entre las administraciones públicas, las
organizaciones no lucrativas y las empresas del sector alimentario con ánimo de
responder a las necesidades de población y, de forma general, a un Desarrollo
Sostenible
A modo de reflexión final, tras el análisis de contenido de los diferentes documentos
expuestos en esta ponencia, extraemos cinco retos destacados del sector: la gestión
sostenible, la gestión del de la producción y el consumo alimentario, el desarrollo
normativo, la nutrición y seguridad alimentaria, y la innovación e investigación (tabla
V). Gestión equilibrada de un triple balance económico, social y ambiental para poder
garantizar modalidades de consumo y producción capaces de caminar desde un modelo
exclusivamente productivo hacia un modelo empresarial sostenible, un complejo fin que
habrá de alcanzarse intentado “hacer más y mejores cosas con menos recursos,
incrementando las ganancias netas de bienestar de las actividades económicas mediante
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la reducción de la utilización de los recursos, la degradación y la contaminación durante
todo el ciclo de vida, logrando al mismo tiempo una mejor calidad de vida” (Naciones
Unidas, 2015).
En el ámbito más centrado en el trabajo académico, hemos de recordar la importancia
fundamental de la innovación y la investigación, tanto para el desarrollo y mejora de
productos, como para la aplicación de nuevas tecnologías a la industria y la distribución
alimentaria. También se presentan campos de interés para la investigación aplicada en el
ámbito del abastecimiento creciente de alimentos, con especial énfasis en la seguridad
alimentaria de los colectivos vulnerables de nuestro entorno y, en el campo de un mayor
aprovechamiento de alimentos, tanto para asegurar la sostenibilidad de la misma como
para reducir las pérdidas y desperdicios.
Concluimos exponiendo esquemáticamente los cinco retos destacados del sector así
como diferentes líneas de trabajo (tabla V) que suponen una pluralidad de temáticas
tanto para la implantación en organizaciones públicas y privadas, como para la
investigación multidisciplinar capaz de responder a las necesidades económicas,
sociales y ambientales de una población en continuo incremento que demanda unos
recursos alimentarios nutritivos, generados en unos entornos naturales en progresiva
explotación y decremento.
Retos destacados Posibles líneas de trabajo
Sostenibilidad del
entorno
medioambiental
• Gestión eficiente y sostenible del agua.
• Reducción y compensación de emisiones de gases de
efecto invernadero.
• Gestión sostenible de fuentes de energía.
• Uso eficiente de recursos naturales.
• Mantenimiento de los ecosistemas y la diversidad
genética de especies animales y vegetales.
Sostenibilidad de
la producción y el
consumo
alimentario
• Gestión sostenible del abastecimiento de materias primas.
• Gestión y reducción de pérdidas y desperdicios de
alimentos.
• Incremento de la productividad agrícola.
• Ofrecer nuevas formas de consumo, sostenible y de
proximidad, acortando dentro de lo posible la cadena.
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Desarrollo
normativo
• Corrección de los desajustes en la cadena agroalimentaria
internacional, con especial atención a la política de
subvenciones o medidas de similar efecto.
• Refuerzo de la seguridad alimentaria y salud pública.
• Regular y evitar la incertidumbre jurídica en el escenario
transnacional.
• Regular los sistemas de dependencia energética.
Nutrición y
seguridad
alimentaria
• Asegurar alimentación equilibrada y nutritiva para una
población creciente.
• Atención a la obesidad y el sobrepeso, con especial
atención a las desigualdades.
• Oferta alimentaria adaptada a las necesidades
económicas, físicas y de estilos de vida de la población.
Innovación e
investigación
• Investigación agrícola y desarrollo tecnológico, con
especial atención a países en desarrollo.
• Investigación agrícola para la adaptación al cambio
climático y desastres naturales.
• Investigación sobre la durabilidad y vida útil de los
alimentos.
• Investigación sobre gestión y reducción del impacto de
residuos alimentarios y sus envases.
• Aplicación de la genómica a la Nutrición y prevención de
enfermedades crónicas de la sociedad actual.
Tabla V. Retos y líneas de trabajo futuras en el sector agroalimentario. Elaboración
propia.
17
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