stine r l - el chico que se trago fear street

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FANTASMAS DE FEAR STREET de R. L. STINE

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EL CHICO QUE SE TRAGO FEAR STREET

FANTASMAS DE FEAR STREET de R. L. STINE

EL CHICO QUE SE TRAG FEAR STREET1

-Sam, tienes que venir enseguida -me dijo por telfono Kevin, mi mejor amigo.

Por dcima vez, Kevin: no ir si no me dices por qu.

-Ya te he dicho que no puedo contrtelo -replic Kevin-. Entonces ya no sera una sorpresa.

Me llamo Sam Kinny, y lo primero que deben saber de mi es que detesto las sorpresas. Por qu? Pues porque no las aguanto.

Otra cosa que detesto es que la gente me pellizque las mejillas.

Mam y pap siempre estn pellizcndome las mejillas. Y tambin algunos de mis profesores. A lo mejor es porque tengo la cara totalmente redonda, el pelo rubio y lacio, los ojos grandes y azules, y largas pestaas. Pero lo peor de todo es que tengo unas mejillas muy sonrosadas. Todo el mundo dice que soy muy lindo. Y a continuacin me pellizcan las mejillas.

Nadie pellizca nunca las mejillas de Kevin. Kevin parece un tipo duro... que es lo que yo quiero parecer.

Kevin tiene el pelo castao y siempre revuelto. Y una pequea cicatriz en la mejilla derecha, de cuando su hermana Lissa lo ara accidentalmente mientras practicaban karate.

-Sam, tienes que venir -dijo Kevin-. Mam ha empezado a preparar la cena, y est cocinando uno de tus platos favoritos.

-De verdad? -pregunt-. Macarrones con queso? Y budn de arroz, con pasas blancas y almbar?

-S -replic Kevin-. Toda comida de color blanco. Como siempre.

-Qu quieres decir con eso de "como siempre"? -protest-. No siempre como alimentos blancos.

-Ah, no? -repuso Kevin-. Dime una sola cosa que comas que no sea de color blanco. Vamos, dime una.

-Coca-Cola -dije-. Me encanta la Coca- cola, y la Coca-cola no es blanca, es negra tirando a marrn.

-T nunca bebes Coca-cola -me record Kevin-. Bebes Sprite. Que es prcticamente blanca.

Muy bien. Qu poda decir? Kevin tena razn. Slo como alimentos blancos. Por qu?

En seguida lo dir.

Porque me gusta.

Algunos de mis amigos consideran que es un poco raro comer slo comida de color blanco. Pero Lissa no. Y ello se debe a que come lo mismo cada da. Manteca de man y jalea real. Nunca come otra cosa al medioda. Nunca.

-O sea que vendrs, no? -pregunt Kevin.

-Supongo que s -dije. Los macarrones con queso son mi comida favorita. No iba a rechazar esa invitacin de ninguna manera. Aunque eso significara ir a casa de Kevin y encontrarme con una sorpresa.

Baj corriendo las escaleras y agarr la campera del armario del vestbulo. A continuacin fui a la cocina para decirle a mam dnde iba.

Mam estaba sentada a la mesa de la cocina, cosiendo el pelo rubio de una gran mueca. Fred, mi pastor escocs, estaba sentado a sus pies. A Fred le encanta contemplar cmo fabrica mam sus muecas.

Mam hace muchas muecas. Y le salen realmente bien. Las hace de todos los tamaos: pequeas, grandes, algunas de mi misma estatura. Las vende por todo el pas. A la gente le entusiasman de verdad.

-Mam. Voy a cenar a casa de los Sullivan. Hay macarrones con queso. Est bien? -Mam sabe lo mucho que me gustan los macarrones con queso.

-Muy bien. -Mam levant la mirada y sonri.

-La cena? -Pap entr en la cocina con un destornillador en la mano. -Ya es hora de cenar?

-Casi -dijo mam-. Empezar a preparar la cena en cuanto me aprietes el codo izquierdo.

-Ningn problema! -replic pap.

Se inclin hacia adelante y apret el codo de la mueca... no el de mam. Pap es muy habilidoso. Puede arreglar cualquier cosa.

-Hasta luego! -dije mientras sala por la puerta de atrs.

Pens en los macarrones con queso y corr las cuatro cuadras que me separaban de la casa de Kevin. Cuando llegu, Kevin y Lissa practicaban karate en el csped.

-Ku! Dar! Fing! -gritaba Lissa.

-Kuon! Fo! Tu! -le replicaba Kevin tambin gritando.

Daban vueltas uno alrededor del otro, trazando crculos con las manos. Entonces, con un movimiento veloz, Lissa embisti contra Kevin y lo hizo volar por los aires. Kevin aterriz sobre la espalda.

Lissa tiene once aos, uno menos que Kevin y yo. Pero es un poco ms fuerte que nosotros. Tiene el pelo largo y castao, ojos grandes y marrones, y pecas en la nariz. Odia sus pecas tanto como yo odio mis mejillas sonrosadas.

-Vaya! Dnde has aprendido esa toma? -murmur Kevin, incorporndose y frotndose la espalda.

-Me la ense ta Sylvie -respondi Lissa sonriendo.

-Quin es ta Sylvie? -pregunt.

-Muchsimas gracias, Lissa -refunfu Kevin-. Ya me has echado a perder la sorpresa.

-No es culpa ma. -Lissa se apart el largo flequillo de los ojos. -T eres quien me ha preguntado por esa nueva toma.

-Chicos, quin es ta Sylvie? -volv a preguntar.

-Es nuestra ta abuela -explic Kevin-. Va a quedarse unos meses con nosotros. Ella era la sorpresa.

-Tu ta es la sorpresa? -pregunt incrdulo-. Qu clase de sorpresa es sa?

-Oh, ta Sylvie es realmente increble -alarde Lissa.

-Nunca has conocido a nadie como ella! -aadi Kevin-. La ltima vez que la vimos ramos muy pequeos. As que no hemos sabido lo fabulosa que era ta Sylvie... hasta ahora!

-Vamos. -Kevin se puso de pie de un salto. -Tienes que conocerla! -Fue delante de nosotros hacia la casa.

-Qu es ese olor? -pregunt oliendo el ambiente a medida que avanzbamos hacia la cocina.

-Ta Sylvie debe de estar preparando algo especial -respondi Kevin.

Desde luego, el olor de lo que preparaba ta Sylvie poda calificarse de especial. Tambin de ptrido.

-Ah est -susurr Lissa mientras permanecamos de pie en la puerta de la cocina.

Cuando vi a ta Sylvie ante la cocina, enseguida comprend que era distinta a cualquier otra ta que hubiera conocido antes.

Quiero decir que pareca una abuela, una especie de ancianita con el pelo blanco y la piel arrugada. Pero llevaba unas calzas de un vivo color rosa, un buzo naranja fosforescente y unas zapatillas deportivas de media caa negras. Y tambin llevaba una gorra de bisbol azul con la visera para atrs, igual que yo llevo la ma.

Estaba delante de una olla, removiendo el interior con una larga cuchara de madera. Sobre la mesada, junto a la cocina, haba montones de hierbas, especias y cosas duras y nudosas que parecan races de plantas. Tom una de las races y la acerc a la olla. Pero no lleg a echarla.

-No hay que poner raz de lirio de Florencia? -pregunt-. Oh! Claro que no! Tienes toda la razn! La raz de lirio de Florencia es para hacer perfumes, no para cocinar! -Ta Sylvie se golpe la frente con la palma de la mano. -Qu olvidadiza soy!

Estir el cuello y recorr la habitacin con la mirada. A excepcin de ta Sylvie, no haba nadie.

-Con quin est hablando? -pregunt.

-Oh, a ta Sylvie le gusta hablar con los muertos -respondi Kevin-. Dice que siempre dan buenos consejos.

-Que hace qu? -grit.

Ta Sylvie gir en redondo.

-Hola, chicos! La cena est casi lista!

-Ta Sylvie, ste es nuestro amigo Sam -dijo Lissa a modo de presentacin-. Esta noche cenar con nosotros.

Retroced unos pasos desde la puerta de la cocina. De ninguna manera iba a comerme lo que haba en esa olla. DE NINGUN.A MAN.ERA!

Kevin me agarr del brazo y me hizo avanzar.

-Vamos. Dile algo a ta Sylvie. Es genial.

-No preferira hablar con mi bisabuelo? -susurr, intentando soltarme-. Est muerto. Se lo presentar. Pero tengo que ir a casa primero, y enterarme de cmo se llamaba.

-Sam, no seas tmido. -Ta Sylvie se dirigi hacia m. A continuacin llev sus manos lentamente hacia mi cara... y me pellizc las mejillas. -Eres taaaan precioso!

Kevin y Lissa soltaron una risita.

Ta Sylvie tambin ri mientras me guiaba hacia la cocina. Tom la cuchara de madera y comenz a remover de nuevo el interior de la olla.

-Quieres probar un poco? -pregunt, sonriendo.

-NO! Quiero decir, no, gracias -respond, retrocediendo antes de que el olor me hiciera vomitar.

Ta Sylvie me tom de la mano.

-Vamos. Ven. Prueba slo un poquito! -me anim.

Levant la cuchara que haba dentro de la olla.

Y yo me qued boquiabierto.

Una criatura viscosa con brazos y piernas se me qued mirando. La observ horrorizado mientras el bicho intentaba huir de la cuchara.

-Prueba slo un poco -repiti ta Sylvie.

Empuj la cuchara contra mis labios.

Mantuve los labios sellados. Negu con la cabeza furiosamente.

Ta Sylvie me apret la mueca an ms fuerte.

Me mir a los ojos intensamente.

-Insisto! -dijo-. Abre bien la boca... AHORA!

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-Noooooo! -grit todo lo fuerte que pude.

Solt el brazo que ta Sylvie me tena agarrado y corr en direccin al vestbulo.

Pero Kevin y Lissa bloquearon la puerta de la cocina.

-Vamos, Sam! -Kevin me agarr por los hombros. -Contrlate! No tienes que probarlo si no quieres.

Mir hacia atrs. Ta Sylvie segua junto a la cocina, sonrindome.

-No pasa nada, Sam -dijo ta Sylvie-. Se me ocurri que a lo mejor te gustara probarlo. Es una receta muy especial que aprend en una pequea isla del sur del Pacfico. Calamares estofados. Un plato muy sabroso.

-A Sam no le gusta probar cosas nuevas -explic Lissa-. Slo le gusta la comida de color blanco.

Ta Sylvie me mir entrecerrando los ojos.

-Debes comer otras cosas -dijo.

-No, no -admit-. Slo como eso.

-No lo entiendes, Sam. -Su sonrisa se volvi glida. -No era una pregunta... debes comer otras cosas.

Ta Sylvie me dio la espalda y removi el interior de la olla.

-Vamos. -Kevin me empuj hacia el vestbulo. -Quiero que veas una cosa que hay arriba.

Kevin y Lissa consideraban que su ta era genial. A m me pona los pelos de punta.

-Qu quieres que vea? -pregunt mientras subamos las escaleras.

-La habitacin de ta Sylvie -contest Kevin-. Est llena de las cosas ms increbles que has visto nunca.

Entramos en la habitacin de ta Sylvie. Apenas unos das antes haba sido un dormitorio normal, con cuadros en las paredes, una gran cama con cabecera de roble y una vistosa alfombra en el suelo.

Ahora todo haba desaparecido. Incluso la cama.

-Dnde duerme? -pregunt.

Kevin me seal un jergn de paja que haba en el suelo.

-A ta Sylvie no le gustan los objetos. Dice que si te rodeas de demasiadas cosas, a los espritus les cuesta mucho encontrarte.

En ese mismsimo momento tom la decisin de llenar mi habitacin de todas las porqueras que encontrara.

-Mira esto. -Kevin me llam desde la otra punta del dormitorio. Seal una mscara de madera que colgaba de la pared. La boca estaba retorcida en una horrible mueca burlona.

-Un poco ttrico -dije, apartando la vista de las oscuras cuencas de aquellos ojos. Parecan mirarme fijo.

-No es ttrico -dijo Lissa-. Es una mscara de hechicero de una antigua tribu de las montaas. Ta Sylvie dice que si ests enfermo y te la pones, expulsa los grmenes de tu cuerpo.

-De verdad cree ta Sylvie que funciona? -pregunt, dndole la espalda a la mscara.

-No est del todo segura -replic Kevin-. Pero dice que es importante ser abierto de mente.

-S -acot Lissa-. Dice que incluso lo imposible es posible... sea lo que sea lo que signifique.

Recorr la habitacin. Clavado en la pared, sobre el jergn de paja, vi un atajasueos indio. El verano pasado hice uno en el campamento. Es un gran aro de madera en cuyo interior hay una especie de telaraa hecha de cuerda. Se supone que no deja pasar los malos sueos y s los buenos.

-Sam, mira esto! -Lissa me puso un espejo de plata delante de la cara. En cuanto divis mi reflejo en l, Lissa lo agit.

Me qued boquiabierto.

Una docena de ojos negros me estaban mirando!

-Los ojos estn labrados en la madera -explic Lissa-. Casi parecen reales, verdad?

A m me parecan totalmente reales, pero asent con la cabeza.

Recorr un poco ms la habitacin, estudiando la coleccin de objetos de ta Sylvie. Sobre el aparador haba un frasco de crema facial y docenas y docenas de cristales. De color rosa, prpura, verde, rojo... todos brillaban a la luz de la lmpara del cuarto.

Me encamin al otro lado de la habitacin, donde divis un acuario.

Escrut el interior.

Estaba vaco.

-Chicos, la cena est lista! -la seora Sullivan nos llam desde el piso de abajo. -Vamos! -dijo Lissa-. Tengo un hambre de muerte.

Lissa y Kevin salieron a toda prisa del cuarto, apagando la lmpara por el camino.

-Muy bien, chicos, gracias -dije, de pie en medio de una oscuridad total.

Camin hacia la puerta... y tropec con el jergn de paja.

"Oh, no. Estoy de pie sobre la cama de ta Sylvie. Con los zapatos puestos. Esto no va a gustarle.

-Sam! Date prisa! -Kevin me llamaba desde abajo-. Tenemos mucha hambre.

-Muy bien, Kevin -refunfu-. Ningn problema.

Pas por el jergn en puntas de pie.

Y entonces lo sent.

Algo que me suba por la pierna.

Cada vez ms arriba.

Me puse a correr sobre el jergn de paja.

Aparec en el pasillo iluminado.

Me mir la pierna... y grit de terror.

-Una serpieeeeente!

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-Una serpiente! Es una serpiente! -grit-. Aydenme!

Toda la familia Sullivan subi corriendo las escaleras.

-Qutenmela de encima! -chill.

Agit la pierna tanto como pude. Pero la serpiente se haba enrollado. Cada vez ms fuerte.

-Mi pierna... ya no la siento! -grit-. Qutenmela de encima!

-Oh, querida -murmur ta Sylvie. Ahora no llevaba la gorra de bisbol, y de la nuca le asomaban dos plumas largas y rosadas. Mene la cabeza y las plumas se agitaron.

-Shirley, cmo has conseguido escaparte? -Ta Sylvie movi el dedo ante la serpiente en un gesto de reprimenda. A continuacin se inclin hacia adelante y la desenroll de mi pierna. -Y ahora al terrario otra vez -dijo, besando la cabeza de la serpiente.

-No te parece una mascota genial? -exclam Kevin.

-Oh, s, realmente genial -dije con la esperanza de que la voz no me temblara demasiado.

-Creo que Shirley ha asustado a Sam. -La seora Sullivan me rode los hombros con el brazo. -Nos aseguraremos de que Shirley no vuelva a escaparse. Y ahora... todos a cenar.

Me pregunt si Shirley sera venenosa, pero decid que mejor sera no averiguarlo.

Todos nos sentamos a la mesa.

-Ven, sintate junto a m, Sam. -Ta Sylvie dio unos golpecitos a la silla que haba a su lado. -Lamento que Shirley te asustara.

-No me ha asustado -ment-. Slo me sorprendi, eso es todo.

-Te ha gustado mi pequea coleccin? -pregunt--. Estoy especialmente orgullosa de los cristales. Mucha gente cree que tienen poderes curativos. Pero a m me gustan sobre todo por sus bonitos colores.

-Ta Sylvie conoce todo lo que tiene poderes curativos -explic Lissa.

-Y sabe todo lo del mundo de los espritus -aadi Kevin-. Viaja por todos los pases y colecciona historias sobre antiguos espritus y hechizos mgicos.

Comprend por qu Kevin y Lissa consideraban que ta Sylvie era genial. Supongo que era fantstico tener una ta que supiera tantas cosas raras. Pero a m me segua poniendo los pelos de punta.

-Y maana empiezo mis nuevos estudios... en Shadyside. Es tan emocionante... me muero de ganas. -Ta Sylvie junt las manos dando una palmada.

-Qu va a estudiar en Shadyside? -pregunt.

-Fear Street. -Los ojos de ta Sylvie se iluminaron. -He ledo tantas historias sobre esa calle. Los fantasmas del bosque de Fear Street. Las casas de los rboles encantados. Una cueva misteriosa donde viven los hombres de sombra.

"La verdad es que jams he visto un fantasma -prosigui ta Sylvie-, pero he odo que en Shadyside muchas personas tienen uno. Sera tan emocionante conocer alguno!

-Espero que no sufras una decepcin -dijo el seor Sullivan con una risita-. Nosotros vivimos aqu... y nunca hemos visto un fantasma. Y Sam vive en Fear Street.

-De verdad, Sam? -Ta Sylvie se volvi hacia m. -Vives en Fear Street?

Asent.

-Y bien? -Ta Sylvie me miraba fijo.

-Y bien, qu? -dije, incmodo ante su pregunta.

-Alguna vez has visto un fantasma? -insisti.

-Mmm, no -repliqu-. Todo el mundo dice que te pasan cosas raras si vives en Fear Street. Pero yo he vivido toda mi vida en esa calle y nunca me ha pasado nada raro.

-Tienes razn, Sam -dijo la seora Sullivan-. Me temo que son slo historias. Historias ridculas.

-Tengo un hambre de muerte! -exclam Lissa-. Vamos a comer!

La seora Sullivan quit la tapa de una gran fuente humeante de calamares estofados.

-Yo... no tengo mucha hambre -dije, alejando la silla de la mesa-. Me disculpan?

-Desde luego que tienes hambre! -exclam ta Sylvie-. No te preocupes, querido. Esto no es para ti. Aqu est tu cena.

Ta Sylvie comenz a quitar la tapa de una fuente que haba delante de ella.

Contuve el aliento.

No quera mirar.

-Macarrones con queso -anunci Kevin en cuanto la fuente estuvo destapada-. Mira... ya te dije que mam los haba preparado para ti!

-Le advertimos a ta Sylvie que probablemente no comerlas de su estofado -dijo Lissa-. Le explicamos que eres un poco maoso.

Mientras me coma los macarrones con queso, senta los ojos de ta Sylvie clavados en m.

-A veces resulta inteligente ser un poco maoso -dijo con aire ausente.

-Qu quieres decir, ta Sylvie? -pregunt Lissa.

-Una vez le un cuento popular de Medio Oriente que trataba de un nio que coma lo mismo para desayunar, almorzar y cenar: arroz blanco y remolacha. Eso era todo lo que coma.

"Un da, l y otros dos chicos de su pueblo fueron a dar un paseo por el bosque, y all descubrieron un arbusto con unas bayas de lo ms extrao. Las hojas eran rojas. Y de cada hoja colgaba una diminuta baya negra. Ms pequea que una arveja.

"Sus amigos rpidamente engulleron un puado de bayas. Nunca haban probado nada tan dulce ni tan delicioso. Comieron y comieron hasta no dejar ni una.

. "Ms tarde, al llegar a su casa... se comieron todo lo que haba en la cocina. Da tras da recorran el pueblo buscando comida. Engordaban y engordaban, pero no podan dejar de comer.

"El maoso no poda creer lo que les estaba pasando a sus amigos. Los miraba aterrado mientras ellos devoraban hasta la ltima miga del pueblo.

'Sus amigos engordaron tanto que la piel no pudo soportar la tensin. Ya no poda estirarse ni un milmetro ms. Pero eso no les impidi seguir comiendo. Se fueron al pueblo de al lado y devoraron todo lo que encontraron. Y entonces ocurri.

-Qu ocurri? -Las cejas de Lissa se levantaron.

-Que los pobres chicos explotaron. -Ta Sylvie asinti con una expresin de sabelotodo. -Sus entraas se esparcieron por todas partes.

Un macarrn se me atasc en la garganta y empec a asfixiarme. La seora Sullivan me dio unos golpecitos en la espalda.

-Qu historia tan terrible! -exclam.

-S, eso pens yo tambin -concedi ta Sylvie-. Bueno, quin quiere postre? Apuesto a que quieres postre, verdad, Sam?

-No! Quiero decir, no, gracias -repliqu-. Estoy repleto.

-Tonteras! -dijo ta Sylvie-. Lo he hecho especialmente para ti. Budn de arroz. Tu favorito!

Ta Sylvie me puso una cucharada de budn de arroz en un bol y me lo coloc delante. Entonces se qued mirndome, esperando a que lo probara.

Tom un poquito y lo prob. Era delicioso. El mejor budn de arroz que haba probado.

-Es riqusimo! -dije, llenndome la boca.

Tom otra cucharada, esta vez con pasas.

Mastiqu las pasas... y grit de horror.

Sent cmo se me pona la cara roja.

La lengua comenz a arderme.

Toda la boca me quemaba!

4

-Socorro! -grit, ponindome de pie de un salto-. Toda la boca me quema!

La seora Sullivan me dio un vaso de leche. La beb de un trago. Enseguida alargu el brazo y agarr el vaso de leche de Lissa. Tambin me lo beb de un trago.

El ardor me pas a los labios y baj por la garganta. Hasta el pecho me arda, y mi lengua comenzaba a hincharse.

Me beb de un trago todos los vasos de leche que haba en la mesa. A continuacin agarr la jarra de leche y tambin me la beb en un abrir y cerrar de ojos.

-Te encuentras bien, querido? -pregunt ta Sylvie, dndome unos golpecitos en la espalda.

-Qu... ha... puesto... en... mi... budn? - balbuc, y con un movimiento brusco me alej de ella.

-Ta Sylvie no ha puesto nada en tu budn -dijo Lissa-. Lo ms seguro es que te hayas atragantado.

Los Sullivan y Kevin asintieron con la cabeza, pero ta Sylvie se dio unos golpecitos en la frente con el ndice.

-Mmmmm, djame pensar. Djame pensar -repeta una y otra vez.

Mientras ta Sylvie intentaba recordar, con la cuchara hurgu en la capa superior del budn.

Encontr arroz. Encontr budn.

Nada ms.

Hurgu un poco ms.

Aj! En el fondo del bol encontr lo que buscaba. Unos granitos pequeos y oscuros. Tan pequeos que al principio pens que se trataba de canela en polvo.

-Qu es esto? -le pregunt a ta Sylvie, sealando mi bol con un dedo tembloroso.

-El to Henry! -exclam ta Sylvie.

-Qu?

-Ahora lo recuerdo! Mientras estaba preparando el budn, vino el to Henry a charlar un rato -comenz a explicar ta Sylvie-. Y me sugiri que utilizara esa nueva especia que acabo de traer de Oriente.

Ta Sylvie nos ense un frasco lleno de granitos negros.

-Lo pas muy bien charlando con to Henry. -Suspir. -Hemos hablado tan poco desde que se muri.

-Ta Sylvie -la reprendi la seora Sullivan-, vas a asustar a los nios.

-Bah, tonteras! -dijo ta Sylvie con una risita-. iLos nios ya saben que soy una criatura muy extraa!

Todos rieron. Todos menos yo.

-Lamento que la especia te quemara la lengua. -Ta Sylvie se volvi hacia m. -Saba que era un poco fuerte, pero no imaginaba que picara tanto.

-Quizs estaba pasada -murmur.

Ta Sylvie tom mi bol de budn. Se lo llev a la nariz y lo oli.

-Huele bien, pero apuesto a que tienes razn. Probablemente se ha echado a perder. Voy a tirar el frasco... ahora mismo.

-No va a probarla primero? -pregunt-. Quiz no est pasada. Quiz slo era demasiado picante para m.

-Probarla? -Ta Sylvie me mir boquiabierta. -Oh, no! No voy a probarla.

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-Qu? -grit-. por qu no va a probarla? -Me puse de pie de un salto.

Ta Sylvie no contest.

Fue hacia la pileta y vaci el frasco de granitos negros por el desage.

-Por qu no la ha probado? -pregunt.

-Oh, estos granitos son demasiado picantes para m. -Ta Sylvie sonri. -No me gusta la comida demasiado fuerte de sabor. Y ahora, quin quiere un poco de helado de vainilla? Apuesto a que te gustara, Sam. A que s?

Todos comieron helado menos yo. Aquellas partculas negras del helado probablemente no eran ms que vainilla ... pero no iba a arriesgarme.

Despus de cenar, Kevin, Lissa y yo jugamos al videojuego LaserBIast de Kevin. Generalmente gano yo... aunque no aquella noche. Tena el estmago revuelto y me senta raro. Un extrao calor me recorra todo el cuerpo.

-Nos veremos maana -les dije a Kevin y Lissa cuando lleg la hora de irme.

-Esplndido! -Kevin me acompa a la puerta principal. -Ta Sylvie tiene ms cosas fascinantes que debes ver!

-Y a lo mejor nos dejar jugar con Shirley! -dijo Lissa desde su cuarto.

No tena el menor inters en ver las dems posesiones de ta Sylvie... ni en jugar con Shirley. Y tambin estaba seguro de no querer volver a probar ninguno de sus platos.

Cuando llegu a casa segua teniendo el estmago revuelto, de modo que me fui directo a la cama. Me acurruqu bajo la manta, me tap hasta el mentn y me qued dormido al instante.

No s cunto tiempo pas hasta que me despert. Pero todas las luces estaban apagadas, y pap y mam en la cama.

Recorr el pasillo a oscuras, baj las escaleras y fui a la cocina. Tena el estmago mucho mejor. Y ahora estaba hambriento. Saba lo que quera: mi comida favorita: mayonesa con pan blanco.

La Luna llena brillaba en el cielo. Iluminaba la cocina con una luz tenue. "Mejor ser que no encienda la luz", pens mientras buscaba el pan por la mesada. "No quiero que pap y mam se despierten."

Tras encontrar el pan busqu en el armario el nuevo frasco de mayonesa: haba terminado lo que quedaba del anterior en el desayuno. Yo coma mucha mayonesa, ms o menos un frasco a la semana. No poda evitarlo. Me encantaba!

Ahogu un bostezo, y a continuacin, medio dormido, me prepar un sndwich. Cuando termin, le pegu un mordisco grande de verdad.

Delicioso.

Slo pan blanco, sin ninguna de las especias que se haba trado ta Sylvie de sus viajes por el mundo.

Di otro bocado. Y otro. Y otro.

Necesitaba beber algo.

Abr la heladera y tom una botella de Sprite. La luz de la heladera ilumin la mesada de la cocina.

Mi sndwich a medio comer.

Me qued mirando el sndwich.

Algo andaba mal. Muy mal.

Me frot los ojos y enfoqu. Y volv a mirar, esta vez con ms fijeza. An haba algo que andaba mal.

Acerqu la cara a la mesada de la cocina.

Entrecerr los ojos a muy poca distancia del sndwich. Y grit.

6

Eran esponjas, no pan!

Me haba preparado un sndwich con dos esponjas verdes y enmohecidas. Y me las haba comido. Y eran sabrosas.

Cmo era posible que me hubiera preparado un sndwich de esponjas? Cmo poda habrmelo comido? cmo?

La habitacin comenz a dar vueltas. Me agarr a la mesada de la cocina para no caerme.

Entonces vi un lquido amarillo que rezumaba de mi sndwich de esponjas.

"Oh, no", me lament. "Entonces con qu he untado las esponjas?"

No quera mirar, pero tena que hacerlo. Levant la esponja de arriba. Me temblaba la mano.

El lquido amarillo rezumaba de las esponjas y goteaba por todo el mrmol. Se me encogi el estmago.

Moj el dedo en el lquido. Lo ol.

Ola a limn. La textura era jabonosa.

Detergente al limn.

"Acabo de comerme un sndwich de esponjas y detergente. Y me ha gustado. Qu me pasa? Cmo puedo habrmelo comido?"

Tir inmediatamente las esponjas a la basura y sub corriendo a mi cuarto. Me zambull bajo las sbanas y me qued mirando el cielo oscuro y sin nubes a travs de la ventana.

44 Cmo he podido comerme eso? Cmo? Cmo? Cmo?", me pregunt una y otra vez.

Y entonces me lleg la respuesta.

Estaba sonmbulo. Eso era. Haba soado que tena hambre, haba ido sonmbulo a la cocina y me haba preparado un sndwich.

La luz de la heladera me haba despertado, y entonces me haba dado cuenta de lo que haca.

Esa explicacin tena sentido. Mam dice que pap suele andar en sueos.

Me senta mejor.

Me reclin sobre la almohada, cerr los ojos y me dorm.

-Sam! Es hora de levantarse! -mam me llamaba desde abajo-. Es hora de desayunar!

Me puse mi remera azul marino favorita y mis jeans favoritos, los que estn rotos en la rodilla. Me puse las zapatillas y baj corriendo sin atarme los cordones. Mam siempre me reta por eso. Dice que un da tropezar y me partir la cabeza. Las madres siempre dicen esas cosas a sus hijos.

Me sent a la mesa de la cocina y di un largo sorbo de leche.

-BUAGH!

-Qu pasa, Sam? -pregunt pap.

-La leche est agria! -me quej-. Tiene mal gusto.

-Debe de estar vencida -dijo mam-. Y eso que la compr ayer. La devolver y presentar una queja. -Hurg en la basura buscando el envase vaco.

Sac el envase del tacho de basura. A continuacin sac las dos esponjas verdes. Las dos esponjas verdes a medio comer.

Contuve el aliento mientras ella las estudiaba.

De ninguna manera iba a admitir que la noche anterior me haba comido una esponja, aun cuando lo hubiera hecho estando dormido.

-Dime, mam -dije para intentar desviar su atencin-. No ibas a comprobar la fecha de vencimiento de la leche?

Mi plan no funcion.

Mam segua mirando las esponjas. -Mam! Me muero de hambre! Qu hay para desayunar? Voy a llegar tarde a la escuela.

Eso funcion.

Mam devolvi las esponjas a la basura.

-Quieres copos de trigo? -pregunt. Se le form una sonrisa en los labios. Sabe que es mi desayuno favorito de siempre.

Asent con energa. Hay das en que me como dos platos de copos de trigo, uno por la maana y otro cuando vuelvo de la escuela.

Mam puso un bol delante de m y otro delante de pap. A pap le gustan los copos de trigo casi tanto como a m.

Un vapor blanco brot de mi bol de cereales. "Copos de trigo... qu bonitos, qu blancos", pens.

No poda esperar ms. De verdad me mora de hambre.

Met la cuchara en el bol.

Me llev la cuchara a la boca.

Los copos de trigo se deslizaron sobre mi lengua... y se me qued la boca abierta de horror.

-Pap! -chill-. No te comas los copos de trigo! No!

7

Demasiado tarde.

Pap se trag una enorme cucharada de copos de trigo.

-Pap, los copos de trigo...

-Estn deliciosos! -me interrumpi pap-. Qu problema hay, Sam? Los tuyos no estn buenos?

-Estn rancios -tartamude-. Como arena mezclada con vinagre. -Me volv hacia mam. -Qu les has puesto a mis copos de trigo?

-No les he puesto nada -respondi mam-. Los he preparado como siempre. Media taza de copos de trigo y media taza de leche caliente.

-Debes de haberlos preparado de otra manera -insist.

-No, Sam.

-Bueno, entonces alguien habr sido -razon-. Tienen un sabor horrible.

Fred entr en la habitacin con un trotecito. Puso la cabeza en mi regazo. Lo hace cada maana, con la esperanza de que comparta mi desayuno con l.

Moj un dedo en los copos de trigo.

Mir atentamente mientras Fred lo chupaba.

Mam y pap tambin miraban.

Fred lami hasta la ltima gota, a continuacin pidi ms meneando la cola.

Dej escapar un suave suspiro. -Come otra cosa -sugiri pap-. Quieres un poco de pan blanco con mayonesa?

-NO! Quiero decir, no, gracias. Ya no tengo hambre.

Empuj la silla hacia atrs y me encamin al living. Mir la hora en el reloj que hay sobre la chimenea. Todava tena tiempo antes de ir a la escuela. Poda ver un rato de dibujos animados. Fui hacia el televisor.

Lo encend y izzzz! Una leve sacudida me recorri la mano. Electricidad esttica.

Agit la mano para detener el hormigueo. Me sent en el sof. Fred salt a mi regazo y se rasc las picaduras de pulga. A Fred le encanta explorar el bosque de Fear Street, aunque al parecer lo nico que encuentra son pulgas.

Acarici la cabeza de Fred y izzzz! Otra sacudida.

Le di a Fred un fuerte empujn y salt de mi regazo. Se qued mirndome con tristeza.

-Lo siento -me disculp-. S que no ha sido culpa tuya.

Abrac fuertemente a Fred, a continuacin agarr mi mochila y me fui a la escuela.

Divis a Kevin y Lissa mientras suban la escalinata de la escuela.

-Eh, chicos. Esperen -los llam.

Cuando llegbamos a la puerta son el timbre. Agarr el picaporte y zzzz! Todo mi cuerpo se estremeci. Una fuerte convulsin me recorri de pies a cabeza.

-Uaaau! -grit, agitando brazos y piernas-. No puedo creerlo!

-Qu te pasa? -pregunt Lissa-. No es ms que electricidad esttica.

-S, pero es la tercera vez que me pasa la corriente esta maana -expliqu-. Y esta vez me ha hecho dao. -Todava senta el hormigueo en los dedos de las manos y los pies. -No les parece un poco raro... que te pase la corriente tres veces en una maana?

-Me parece muy corriente! -brome Lissa.

-Ja, ja, Lissa. Qu divertido. -Me volv hacia Kevin, pero l slo se encogi de hombros. Supongo que tampoco le pareca nada del otro mundo.

Y quiz no lo era.

Quiz slo era que yo estaba un poco raro. Bueno, y quin no lo estara despus de haberse comido un sndwich de esponja?

-Tengo que pasar por mi casillero -le dije a Kevin. l y yo vamos a la misma clase. -Te veo en el aula.

Tom la libreta que tena en el casillero y corr a mi aula. Encontr a Kevin esperndome afuera.

-Por qu no has entrado? -pregunt.

-Tengo una idea -susurr-. Toca a Lucas en la nuca. A ver si te pasa la corriente.

-Por qu? -pregunt, perplejo-. Dijiste que eso no era nada del otro mundo.

-Yo no dije eso -me record-, sino Lissa. Quiz s te pasa algo raro -prosigui-. Lucas lleva un aparato en los dientes. A ver si con el metal te pasa la corriente.

Me sent en mi pupitre. Lucas Johnson se sienta justo delante de m. Desde que hace tres meses empezaron las clases, le he visto mucho la nuca, pero nunca me ha dado ganas de tocrsela. Y en aquel momento tampoco me daban ganas.

Mir de soslayo a Kevin. Asinti con la cabeza, incitndome.

'Simplemente rozar la nuca de Lucas", me dije. "Y cuando Lucas se d vuelta me disculpar. Fingir que ha sido un accidente."

Me inclin hacia adelante.

Alargu los dedos.

Aun cuando no estaba muy seguro de lo que ocurrira, la mano comenz a temblarme.

La acerqu.

Mir a Kevin.

-Date prisa! -profiri-. Ahora!

Acerqu ms la mano: estaba ya a pocos centmetros de la nuca de Lucas.

Entonces lo hice. Toqu la nuca de Lucas.

Lucas tuvo un espasmo.

Todo el cuerpo se le puso rgido.

Entonces comenz a temblar, como si le hubiera cado un rayo.

Sufri una sacudida hacia un costado y cay. Toda la clase se qued boquiabierta mientras l se derrumbaba.8

- Lucas! Lucas! -Me puse de pie de un salto. Me arrodill junto al cuerpo tembloroso de Lucas. -Socorro! -grit-. Que alguien lo ayude. -Agarr a Lucas de los hombros para impedir que su cuerpo siguiera estremecindose.

No sirvi de nada. Cuanto ms fuerte agarraba a Lucas, ms fuertes eran los espasmos.

-Idiota! -grit Kevin.

-No lo llames idiota! -grit-. No ves que est sufriendo?

-T eres el idiota -dijo sealndome. Entonces solt una carcajada.

Lucas tambin se ech a rer.

Solt los hombros de Lucas.

-Muy divertido -dije sentndome otra vez-. Son muy graciosos. -Con la mirada recorr la clase. Todos mis compaeros se rean.

-Oh, vamos -dijo Lucas-. Kevin me cont lo que te haba pasado esta maana. Alegra esa cara. Slo era una broma. Admtelo, ha sido divertido.

No poda creerlo. Estaba seguro de haber electrocutado a Lucas. Supongo que era muy divertido. Incluso consegu rerme un poco cuando volv a pensarlo. Y comenc a sentirme un poco mejor.

Y luego lleg la hora de comer.

Y las cosas empeoraron.

Y empeoraron mucho.

Cuando son el timbre sealando la hora de comer, todos los nios metieron los libros en el pupitre y corrieron a la cafetera. A pesar de no haber desayunado, no tena nada de hambre. Recog mis cosas lentamente.

-Vamos, Sam -me llam Kevin desde la puerta del aula-. Date prisa o seremos los ltimos. Y nos quedaremos sin papas fritas!

A Kevin le encantan las papas fritas. Todos los das se come tres bolsas en el almuerzo.

-Ve adelante -le respond-. No tengo mucha hambre.

-Todava ests enfadado conmigo -dijo Kevin-. No es eso? Por la broma que te hice con Lucas?

-No -le asegur-. Es slo que no tengo hambre. Ve sin m.

Kevin se encogi de hombros. Lo observ mientras se encaminaba a la cafetera.

-Sam? -La seorita Munson se asom por la puerta del aula. -Te encuentras bien, Sam?

La seorita Munson es la nueva profesora de arte de Shadyside. Antes daba clases en el jardn de infantes ABC de Shadyside.

La primera tarea que nos dio este ao en clase de arte fue pintar la bandera norteamericana... con los dedos. Supongo que la seorita Munson todava no est acostumbrada a dar clases en una escuela secundaria.

-Hoy no vas a almorzar? -me pregunt la seorita Munson.

-No tengo hambre -le respond.

-No ests enfermo, verdad? -pregunt.

-No. Slo que no tengo hambre -insist.

-Ests seguro? -pregunt.

No saba si se refera a si estaba seguro de no tener hambre o a si estaba seguro de no estar enfermo, pero de todos modos asent con la cabeza.

-Bien! -exclam-. Necesito tu ayuda. Sgueme!

Segu a la seorita Munson hasta el vestbulo, donde haba pegado en la pared una gran pancarta. LA ESCUELA SECUNDARIA DE SHADYSIDE DE LA BIENVENIDA AL OTOO!, se lea en grandes letras de molde.

-He recortado estas bonitas hojas de papel. -La seorita Munson seal un montn de hojas de colores que haba en el suelo. -Pero no tengo tiempo de pegarlas en la pancarta. Podrs pegarlas?

-Claro -respond.

-Maravilloso -canturre la seorita Munson. Me dio un pincel y un gran tarro de mayonesa lleno de engrudo. -Si me necesitas estar en el aula de arte, recortando los sombreros de peregrino para el Da de Accin de Gracias. Vas a estar precioso con un sombrero de peregrino.

Mientras la seorita Munson se alejaba por el pasillo, destap el tarro. Met el pincel y unt con engrudo la parte de atrs de una hoja de color rojo.

Pegu la hoja en la pancarta. La apret unos segundos. Entonces me apart un poco. Vaya! Me haba quedado muy bien.

Unt con engrudo el revs de una hoja dorada. El olor del engrudo me llen las fosas nasales. A decir verdad, no ola demasiado bien.

Como pueden imaginar, ola a engrudo.

Pero tena que probarlo.

Me llev el pincel a los labios.

"Vas a comer engrudo? Qu te pasa?"

Bruscamente dej caer el pincel en el tarro. Inhal profundamente... y volvi a llegarme el olor del engrudo.

Me qued mirando el tarro.

"Probar slo un poco", me dije. "Slo un poco."

Levant el pincel del tarro.

"Buah. Espera un momento", me orden. "Qu ests haciendo?"

Es decir, si me estuviera muriendo de hambre, quiz comera engrudo. Quiz. Pero tendra que tener mucha hambre.

Pegu la hoja dorada en la pancarta. A continuacin tom la siguiente hoja del montn y le puse pegamento.

Pegu muchas hojas ms. Estudi la pancarta. "Un trabajo muy bien hecho", me dije. "Bonito de verdad."

Mir a un extremo y otro del pasillo, buscando a alguien que admirara mi obra.

Nadie a la vista.

Mmmm. Nadie a la vista.

Tom un grumo de engrudo... y me lo llev a la boca.

Me lo tragu.

Tena un sabor asqueroso.

Pero lo hice otra vez.

Tom otro grumo, esta vez ms grande, y me lo tragu.

Tom y tragu. Tom y tragu.

Y cada vez agarr trozos ms grandes. Y me los fui metiendo a puados en la boca.

Me chup los dedos.

Me llen la boca con ms y ms engrudo.

Se me pegaba a los dientes y se me sala de la boca.

No poda parar de tragar.

Hasta que o una voz detrs de m que chillaba:

-Sam! QU ESTAS COMIENDO?

9

Me di vuelta.

-Sam. -Kevin me miraba con incredulidad. -Qu ests haciendo?

El corazn se me aceler.

Baj la mirada a la palma de mi mano. En el medio haba un grumo de engrudo.

Levant la mano... y me met el engrudo en la boca.

-Sam! -chill Kevin-. Basta!

Empec a sentir un sudor fro.

Quera parar, pero no poda. Me met otro puado de engrudo en la boca.

Kevin me mir con asco. De un tirn me quit el tarro de las manos. Intent volver a agarrarlo.

-Por qu comes engrudo? -me pregunt Kevin.

-Crea... crea que era mayonesa -dije sin pensar.

Kevin puso los ojos en blanco.

-Muy bien, saba que era engrudo. -Nervioso, cambi de pie de apoyo. -Y qu? Muchos nios comen engrudo.

-No cuando ya has pasado el jardn de infantes, Sam! -exclam Kevin.

-Bueno, tena hambre -ment-. Y era demasiado tarde para ir a la cafetera.

Kevin se qued mirndome, dudando entre si creerme o no. Pude adivinar que no me crea, pero me devolvi el tarro.

-Vamos -dijo, evitando mi mirada-. Llegaremos tarde al gimnasio.

Devolv el tarro de engrudo al aula de arte. A continuacin nos dirigimos al gimnasio. Mientras nos ponamos la ropa de deporte, me di cuenta de que Kevin me lanzaba miradas furtivas y negaba con la cabeza. No volvi a mencionar el engrudo, pero saba que no lo haba olvidado.

Yo, desde luego, no lo haba olvidado. Mientras me ataba los cordones de las zapatillas comenc a temblar.

"Me he comido medio tarro de engrudo? Y no poda parar. Qu me est pasando?"

-Muvanse, muchachos. Hoy subiremos las gradas corriendo! Todos fuera del vestuario. AHORA! -La voz del seor Sirk interrumpi mis pensamientos. El seor Sirk es el profesor de gimnasia. Hace muchas pesas... y se le nota. Camina sacando pecho para exhibirlo. A m no me importa. Si fuera como el seor Sirk, yo tambin sacara pecho.

Entr corriendo en el gimnasio. Me encanta subir las gradas corriendo. Soy el mejor de la clase. Podra pasarme el da subiendo y bajando las gradas.

-La semana pasada ya hicimos ese ejercicio dos veces -se quej Chris Hassler.

-Y esta semana lo repetiremos dos veces ms -anunci severamente el seor Sirk.

-No podramos jugar al ftbol? -pregunt Zack Pepper.

-Todava no estn en forma -replic el seor Sirk-. Tienen que perder los rollitos que engordaron este verano. Y para eso lo mejor es subir las gradas corriendo. Te pone en forma el doble de rpido que cualquier otra cosa.

Me gustaron sus palabras. Ese ao quera ponerme en forma de verdad. Saba que con unos msculos como los del seor Sirk y una cicatriz como la de Kevin parecera un tipo duro de verdad.

Zack y Chris refunfuaron, pero no discutieron. No tena sentido discutir con el seor Sirk. Jams cambiaba de opinin.

-Preparados, chicos? -grit el seor Sirk.

-Preparados! -gritamos todos.

-Adelante! Todos fuimos a la carrera hacia las gradas. Uno, dos, tres, cuatro. Sub las cuatro primeras filas y me puse primero enseguida.

Cinco, seis, siete, ocho. Ningn problema. Volaba! Oa a los dems chicos detrs de m, bufando y resoplando. Pero yo segua ms que fresco.

Cuando llegu arriba, me di vuelta y mir hacia abajo. Los dems chicos suban con mucho esfuerzo. Baj como un cohete. Como siempre, llegu antes que los dems.

-Bien por Kinny! -grit el seor Sirk-. Dos carreras ms!

"Dos carreras ms. Ningn problema. La semana pasada sub y baj seis veces y ni siquiera sud."

Comenc a subir de nuevo mientras los dems bajaban. Pero cuando llegu a la tercera fila comenz a faltarme el aire.

Sub dos filas ms y el corazn se me aceler en el pecho. Sub ms y ms. El sudor me caa en los ojos.

Los dems comenzaron la segunda carrera.

Unos cuantos me pasaron. Qu estaba sucediendo? Nadie me haba pasado jams.

Con esfuerzo hice dos filas ms, con las manos en los flancos y jadeando.

-Kinny, te encuentras bien? -pregunt el seor Sirk.

-Slo estoy recuperando el aliento -respond. Me sequ el sudor de los ojos. A continuacin salt a la fila de arriba... y me flaquearon las piernas.

Consegu ponerme de pie, pero las rodillas no paraban de temblarme.

"Qu me pasa hoy? Esto jams me haba ocurrido."

El corazn se me desboc.

Intent calmarme, pero no pude. Me vi a m mismo masticando el sndwich de esponja y tragando engrudo. Tragando engrudo... sin poder controlarme.

-Kinny! Qu esperas? -me grit el seor Sirk.

Cuando di media vuelta me temblaban las piernas.

Concntrate!", me orden. "Basta de pensar y corre.

Mir hacia abajo, a las largas hileras de gradas del gimnasio.

Intent aclararme las ideas.

Levant la pierna para dar el primer salto... y todo el gimnasio comenz a dar vueltas.

-Nooooo! -grit, y fall a la hora de poner el pie en la grada siguiente.

Caa. Caa.

No haba manera de parar.

Lo siguiente que recuerdo es que el seor Sirk estaba inclinado sobre m.

-Kinny! Te encuentras bien?

-Uf, uf. -Asent, intentando ponerme de pie. -Qu... qu ha pasado?

-Al parecer resbalaste -contest el seor Sirk-. Kevin, que estaba subiendo, impidi que cayeras.

Kevin me mir de una manera extraa... como si no me conociera.

-Normalmente eres capaz de subir y bajar media docena de veces -prosigui el seor Sirk-. Qu te ha pasado?

-No lo s -respond perplejo-. Ojal lo supiera, de verdad. Ojal lo supiera.

10

Cuando terminaron las clases, Kevin y yo volvimos a casa juntos.

-Qu te pasa hoy? -dijo Kevin. -A qu te refieres? -pregunt un tanto incmodo.

-Cmo que a qu me refiero? -contest-. Ya sabes a qu me refiero.

-Eh, chicos! Esperen! -Era Lissa, que vena corriendo detrs de nosotros.

-Sam, tienes que pasar por nuestra casa antes de ir a la tuya -dijo Lissa, sin aliento-. Tienes que ver nuestro nuevo golpe de karate. Verdad, Kevin?

-Desde luego -asinti Kevin-. Ta Sylvie dijo que la noche pasada se contact con el espritu de Bruce Lee. Tambin dijo que l le ense uno de sus increbles golpes. Entonces ella nos lo ense. Ta Sylvie es una karateca fabulosa. Quiz te lo ensee a ti.

-No podra verla maana? Le promet a mam que ira directamente a casa y la ayudara a ordenar el stano -ment. Las piernas an me flaqueaban, quera irme directamente a casa y no senta el menor deseo de ver a ta Sylvie.

-Muy bien -dijo Lissa-. Pero no te olvides. De verdad que tienes que ver ese golpe!

-Claro -dije mientras doblaba la esquina hacia mi casa-. Maana.

Cuando entr en casa, volv a sentirme el mismo de siempre. Las piernas estaban ms firmes, y me volvi el apetito... mi apetito normal, de comida de verdad.

-Mam! -grit-. Estoy en casa.

Nadie respondi.

-Mam! Estoy en casa! -grit ms fuerte-. Tengo hambre.

Ninguna respuesta.

-No he comido nada en todo el da, mam! -grit.

No haba razn alguna para contarle lo del engrudo. Verdad?

Verdad.

De todos modos, tampoco poda. Mam no estaba en casa.

Dej la mochila sobre la mesada de la cocina y abr la heladera. Pan de centeno, jalea de uva, chauchas que haban sobrado. Investigu los compartimentos y agarr dos huevos duros.

Me sent a la mesa de la cocina y separ la clara de la yema. En la silla que haba a mi lado se encontraba la nueva mueca de mam: la ms grande que haba hecho hasta ahora. Era ms alta que yo, y tena el pelo rojo y pecas. Casi estaba terminada, y slo le faltaban los ojos.

"A que s dnde ha ido mam , me dije. "A buscar unos ojos para la mueca."

Me llev un trozo de clara de huevo a la boca... y lo escup. Era amargo... y arenoso. Incluso me pareci que me haba raspado la lengua.

Se deba de haber pegado algo de cscara, reflexion mientras lo tiraba a la basura. Un huevo podrido con la cscara pegada... buah.

Mord el segundo huevo. Beeeh! Era incluso peor que el primero. Agrio y viscoso.

Qu estaba pasando?

Por qu la leche me pareca agria? Y tambin los copos de trigo? Y ahora los huevos?

Mi estmago dej escapar un sonoro rugido de queja.

Me mora de hambre.

Tena que encontrar algo de comer que no tuviera un gusto horrible.

Volv a buscar en la heladera... y nada.

Revolv la despensa. Sopa de lata. Galletas. Copos de maz. Chocolatines. Atn.

Decid esperar a que volviera mam. Le pedira que me preparara una gran fuente de macarrones con queso.

Mi estmago dej escapar otro sonoro rugido.

Para dejar de pensar en comida decid concentrarme en los deberes. Busqu en la mochila mi deber de ingls. Tena que leer tres captulos de Johnny Tremaine. La seorita Hartman iba a tomarnos un examen al da siguiente.

Abr el libro. La historia transcurre en Boston, durante la Guerra de la Independencia Norteamericana. Me encanta leer estas cosas, as que me sumerg en el libro. Cuando llegu a la parte ms apasionante, aquella en que Johnny se quema las manos, o unos ruidosos lametones.

Mir al otro lado de la cocina. Fred estaba devorando su comida para perro .

-Eh, Fred! Podras no hacer tanto ruido?

Fred levant la cabeza de su bol y se qued mirndome. De la boca le cay baba y comida para perros.

-Fred, eso es asqueroso -le dije. Fred mene la cola.

Regres a la lectura.

Slurp.Slurp.

-Fred, por favor!

Fred volvi a levantar la mirada, a continuacin hundi de nuevo la cabeza en el bol.

Slurp. Slurp.

El sonido de los lengetazos de Fred me daba nuseas.

Me levant de un salto y le quit el bol.

-Vete al living. Ve a la ventana y espera a mam. -Seal la puerta principal.

Fred ni se movi.

-Vete!

Fred se inclin lentamente sobre su bol.

Me agach y se lo puse ms lejos... y agarr un poco de comida.

Ola bien... la verdad que muy bien.

Mi estmago comenz a quejarse. Fred aguz las orejas cuando lo oy... entonces se alej de m.

Observ cmo me pona en cuatro patas.

Observ cmo acercaba la cabeza a su bol.

Avanz hacia m, intentando apartarme de su comida.

Lo apart de un empujn, y l comenz a gruir.

Intent apartarme de nuevo.

Le di otro empujn.

Baj la cabeza, cada vez ms cerca de la comida, respirando su aroma. Ese olor increblemente delicioso.

Y entonces me sumerg de cabeza en el bol. Saqu la lengua y comenc a lamer aquellos jugosos trozos de carne.

BASTA!, grit una voz en mi interior. "QU ESTAS HACIENDO?"

Me puse de pie de un salto y me lanc sobre la silla.

"No puedo creerlo! Casi me como la comida de Fred", pens horrorizado. Me vi a m mismo inclinado sobre el bol de Fred, y me vino una arcada. "Qu me pasa? Cmo se me ha podido ocurrir tragar esa comida para perros?"

Slurp. Slurp.

Fred haba regresado a su bol.

El olor a comida para perros flotaba hasta mis narices mientras l coma.

Ese olor tan delicioso.

Me aferr a la mesa con las dos manos, obligndome a seguir sentado. Apretaba tan fuerte que los nudillos se me pusieron blancos.

Fred lama cada vez ms fuerte.

Yo tena cada vez ms hambre.

Quera esa comida para perros.

Tena que comerme esa comida para perros.

La quera ahora.

-No! No! NOOO! -grit una y otra vez-. No me comer esa comida para perros!

Segu aferrado a la mesa hasta que Fred termin de comer. Entonces afloj las manos, que comenzaron a temblar. Me sent unos minutos sobre las manos para que pararan.

Inhal profundamente, a continuacin dej salir el aire con lentitud.

"Ya te ests controlando", me dije. "No te has comido la comida para perros. Ahora vuelve a tu libro. Todo va bien."

Me obligu a concentrarme en las palabras. Fred se estir en un rincn de la cocina, rascndose las picaduras de pulga.

-Eh, muchacho! -lo llam-. Siento haberte empujado!

Fred lleg con un trotecito y se tendi en el suelo, a mi lado. Lo acarici con una mano y di vuelta la pgina de mi libro con la otra. Era otra de mis partes favoritas, la que habla de Paul Revere y la batalla de Bunker Hill.

Completamente concentrado en la historia, segua acariciando a Fred y mordisqueando mi tentempi.

"Espera un momento", me dije. "Qu tentempi?" Busqu los huevos en la mesa. Entonces record que los haba tirado.

Baj la vista hacia la comida que tena en la mano.

"Por favor, que sean chocolatines", rec mientras levantaba la mano lentamente.

Puse la mano justo delante de los ojos.

Me qued mirando unas formas diminutas que haba entre mis dedos.

. Las mir mientras agitaban sus diminutas patas.

-Noooo -me lament-. Oooooh, no! Pulgas!

11

-Estoy comiendo pulgas! -chill.

Se me revolvi el estmago.

Me llev una mano a la boca para no vomitar.. y sent cmo una pulga me reptaba entre los dedos y me suba por la mejilla.

-Ajjj! -Le di un manotazo.

Pero algo me haca cosquillas en la garganta. No, no era un cosquilleo. Era ms bien una picadura.

-Oh, no! Tengo una pulga en la garganta!

Tos para expulsarla, pero sus afiladas patas se hundan cada vez ms.

Sub corriendo al cuarto de bao.

Tom el cepillo de dientes y me cepill la garganta frenticamente. Cepill y cepill hasta que dej de sentir la picazn de las patas de la pulga.

A continuacin me enjuagu y observ cmo la pulga caa por el desage.

Puaj.

Me cepill los dientes. Me cepill las encas. Me cepill la lengua. Me cepill el paladar.

No dej de cepillar hasta que me irrit tanto la boca que ya no pude seguir.

"Tengo que decrselo a Kevin. No hay duda de que algo me est pasando. Kevin me ayudar a averiguar qu es."

Me dije que no tena por qu contarle lo de las pulgas. Pero saba que no tena eleccin. Necesitaba ayuda... y pronto.

Marqu el nmero de los Sullivan. Ta Sylvie contest.

-Diga.

-Soy Sam Kinny -dije-. Est Kevin?

-Diga? Diga?

-Soy Sam Kinny -repet-. Est Kevin?

-Diga? Quin es? No le entiendo -dijo ta Sylvie.

"Debe de haber problemas en la lnea", pens. -Soy Sam Kinny -grit-. Estn Kevin o Lissa?

-Lo siento. No entiendo una palabra de lo que est diciendo -replic-. Concntrese. Intentar leer su mente.

Colgu.

Volv a marcar con la esperanza de que atendiera Kevin.

-Hola. -Ta Sylvie otra vez.

"Quizs es dura de odo", me dije.

-Soy Sam -aull-. Est Kevin?

-Ayyy! -grit ta Sylvie-. Me has destrozado el tmpano. Qu modales! -Y colg.

"Muy bien. De acuerdo. Llamar una vez ms y luego me rindo." Ta Sylvie tom el telfono antes de que acabara el primer pitido.

-Soy Sam Kinny -dije-. No quera lastimarla, slo pretenda hablar con Kevin. Es importante.

-Ms despacio! Ms despacio! Por favor! -dijo ta Sylvie.

Ms despacio?

A qu se refera... con ms despacio?

-Soy Sam Kinny-repet-. Quiero hablar con...

Caramba! Ta Sylvie tena razn. Hablaba deprisa. Realmente deprisa.

Inhal profundamente. Cont hasta cinco.

-Soy SamKinny.

Oh, no!

Volv a intentarlo.

-TengoquehablarconKevin.

Ahora ni siquiera yo poda entender lo que estaba diciendo.

-No estoy para bromas, jovencito -me rega ta Sylvie-. No vuelvas a llamar. -Colg con un fuerte golpe.

-Tsamny! Tsamny! -repet una y otra vez, intentando con todas mis fuerzas hablar ms despacio. Pero sin resultado.

Me concentr en mis labios. Mi lengua. Procur controlarlos.

-Soy Sam Kinn y quiero hablar con Kevin y Lissa.

Por mucho que lo intentara no haba manera de hablar ms despacio.

-Soy Sam Kinn y quiero hablar Kev y Lis. Soy Sam Kinn y quier ohabla reon Kev y Lis.

Oh, no! No poda dejar de hablar!

Me entr un sudor fro.

-Qu voy a hacer? -parlote-. Qu voy a hacer? Qu voy a hacer qu voy a hacer?

Me tom la mandbula con las dos manos y la cerr.

Fui a mi cuarto y me mir al espejo que hay sobre la cmoda.

Muy lentamente afloj la presin sobre la mandbula.

-Qu.

Antes de que mi boca pronunciara otra palabra, volv a apretar la mandbula con ambas manos.

"Muy bien. Tranquilo", me dije. "Ha salido bien. Slo has dicho una palabra."

Volv a aflojar la presin.

-Qu.

Lo dije otra vez. A continuacin apret las mandbulas.

Entonces afloj.

-Voy.

Apretar. Aflojar.

-A.

Una vez ms.

-Hacer.

12

-Qu voy a hacer.?

-Qu vas a hacer con respecto a qu, Sam? En cuanto mam entr por la puerta, comenc a contarle lo que haba ocurrido.

Procur hablar despacio, y esta vez lo consegu. Como si, fuera el Sam de siempre. Le cont que haba intentado hablar por telfono y que no consegua hablar despacio. Y que finalmente tuve que apretarme las mandbulas.

Me sent en la silla de la cocina, y mam se inclin sobre m, con el entrecejo arrugado de preocupacin.

-Cundo comenz exactamente todo esto? -pregunt.

-Hace ms o menos una hora -respond.

-Dur mucho? -pregunt.

-No, no demasiado. -Negu con la cabeza.

-Recuerdas si sudabas? -pregunt.

Intent recordar si sudaba.

-No -respond-. No sudaba.

Mam me toc la frente.

-Mmm. La temperatura es normal. No tienes fiebre.

-Qu crees que me ocurre? -pregunt, nervioso.

Mam se sent a mi lado y sonri.

-No creo que te pase nada. -Me acarici la mano. -Quizs has comido algo que te ha cado mal...

Algo que com.

Engrudo, por ejemplo.

O pulgas.

'Ni hablar, me dije. "Ni el engrudo ni las pulgas me haran hablar de ese modo."

Y las esponjas?

No. Tampoco podan ser las esponjas. Tendra que ser algo ms raro.

Mucho ms raro...

Como esos pequeos granitos negros, los que ta Sylvie aadi a mi budn de arroz.

Esos granitos negros que me quemaron la boca y me provocaron aquella oleada de calor!

44 Eso es!", me dije.

"Ta Sylvie es la responsable."

Por qu no se me haba ocurrido antes? Record lo que dijo ta Sylvie despus de que Lissa le contara que yo slo coma alimentos de color blanco: "Debes comer otras cosas".

Y entonces meti esos horribles granitos en mi postre. Los que ella no coma. Y a partir de ese momento comenzaron a pasar todas esas cosas tan demenciales.

Un escalofro me recorri la espina dorsal.

Ta Sylvie es una experta en hechicera. Eso me dijeron Kevin y Lissa.

"Esos granitos negros deben de formar parte de un hechizo! Un hechizo diablico!"

"Tengo que hablar con Kevin. Le contar que ta Sylvie me ha echado una maldicin con esos granitos! Tengo que decrselo enseguida!"

Comenc a caminar hacia la puerta principal; enseguida me detuve.

No poda ir a casa de Kevin. Ta Sylvie estaba all, y no era un lugar seguro. Y tampoco quera llamar por telfono.

"Esperar hasta maana", decid. "Se lo contar durante el almuerzo."

Al da siguiente, en la escuela, miraba el reloj a medida que pasaban los segundos. Aquella maana pareca no acabar nunca. No poda concentrarme en nada, ni siquiera en el examen sobre Johnny Tremaine. Probablemente no aprobara. Pero no me importaba.

Lo nico que me preocupaba en ese momento era hablar con Kevin... y averiguar cmo poda librarme de la maldicin de ta Sylvie.

Cuando son el timbre, salt de la silla y aferr a Kevin.

-Aprate! Tenemos que ir a la cafetera enseguida!

-Muy bien! -Kevin lanz el puo hacia lo alto y lanz un grito de alegra. -Papas fritas, all vamos!

Cuando llegamos a la cafetera, intent que Kevin se sentara, pero insisti en que primero quera servirse papas.

Le guard una silla y lo esper. Abr mi almuerzo, pero fui incapaz de comer. Estaba demasiado nervioso. Me refiero a que estaba a punto de decirle a Kevin que su ta era un ser diablico. Que me haba echado una maldicin. No estaran nerviosos si tuvieran que decirle eso a su mejor amigo?

Por qu tarda tanto?", me pregunt. Lo busqu entre los que hacan cola en la barra, pero slo vi a Lissa. Me salud con la mano, luego se acerc y se sent a mi lado.

"Ahora tendr que contarles a los dos lo de ta Sylvie", me dije. Eso me puso an ms nervioso.

-Cmo es que no comes? -Lissa peg un buen bocado a su sndwich de manteca de man y jalea.

-No tengo hambre -ment mientras Kevin se sentaba a mi lado con tres bolsas de papas.

-Escuchen, tengo algo muy importante que decirles.

Kevin abri la primera bolsa de papas.

-Adelante, habla -dijo, comenzando a masticar.

Contarles eso a Kevin y Lissa iba a ser ms duro de lo que crea.

-Bueno, mm, ayer, despus de las clases, me pas algo raro.

-Vaya! -Lissa levant la mirada de su sndwich de manteca de man y jalea. -A nosotros tambin nos pas algo raro.

-Ah, s? -pregunt.

Quiz ta Sylvie tambin les haba echado una maldicin. Quiz todo sera ms fcil de lo que pensaba.

-S -dijo Kevin-. Despus de las clases Lissa y yo nos cambiamos de ropa para ir a dar una vuelta por el bosque. Cuando nos reunimos en el vestbulo llevbamos exactamente lo mismo. Suter negro, jeans negros desgarrados y medias rojas.

-Y nuestros jeans estaban rotos exactamente en el mismo lugar. Es raro, eh? -aadi Lissa.

-Mm, s -dije-. Muy raro. Pero a m me pas algo ms raro. Comenz hace un par de das...

-Necesito otra bolsa de papas. -Kevin se levant de un salto y se dirigi hacia la fila en la barra. -Vuelvo enseguida.

Tamborile nerviosamente con los dedos sobre la mesa.

"Vamos, Kevin. Date prisa. Tengo que contrtelo. Tenemos que saber qu hacer antes de que ocurra algo peor."

Kevin regres con otra bolsa de papas.

-Muy bien. Qu comenz hace un par de das? -pregunt.

Respir profundamente. "All voy', pens.

-Hace un par de das comenz a pasarme algo demencial... y es por culpa de...

-Ta Sylvie! -grit Lissa.

-S! -chill.

-Hola, ta Sylvie! -Lissa salud a alguien que estaba detrs de m.

Una mano hostil me apret el hombro con fuerza desde atrs.

La mano hostil de ta Sylvie.

-Hola, chicos. -Ta Sylvie dirigi una sonrisa afectuosa a Kevin y Lissa. A continuacin dirigi su mirada hacia m... y entrecerr los ojos. Me lanz una mirada severa.

-Ta Sylvie, qu vestimenta ms elegante -exclam Lissa.

-Oh, gracias -replic ta Sylvie. Dio una vuelta para mostrar su atuendo. Llevaba una especie de vestido de patinadora verde pastel, con un cinturn de piedras de fantasa de color prpura oscuro y unas medias de un prpura vivo.

En el pelo gris luca una rutilante diadema tambin de fantasa, cuyas piedras eran muy parecidas a las del cinturn.

-Iba a la pista de patinaje -explic-. Tengo que practicar el tirabuzn y la voltereta. Me encanta el patinaje artstico!

-Y por qu has venido? -pregunt Kevin. Ta Sylvie hundi an ms sus dedos en mi hombro.

-Tengo algo para Sam. -Me entreg una bolsa de papel marrn cerrada. -Algo para rematar el trabajo.

-Oh, noooo -me lament.

-Qu trabajo? -pregunt Lissa.

-Oh, Sam lo sabe -replic.

Me qued mirando a ta Sylvie.

Una sonrisa malvola le cruz los labios.

-Abre la bolsa, Sam! -me inst Lissa-. Quiero ver lo que hay adentro.

-La... la abrir ms tarde -tartamude.

-Dale -se quej Kevin-. No quiero esperar, brela ahora.

-De acuerdo -refunfu.

Puse la bolsa sobre la mesa

La abr.

Entonces mir en su interior.

13

-Aaaa! -Tir la bolsa al suelo.

-Muy divertido. -Lissa puso los ojos en blanco.

-Basta de tonteras -dijo Kevin-. Mustranos lo que hay adentro.

Antes de que pudiera impedrselo, Lissa se agach y agarr la bolsa del suelo.

-No mires! -grit-. No quiero que veas lo que hay adentro!

-Sam, clmate. -Ta Sylvie hundi los dedos an ms en mi hombro. -Hoy pareces un poco nervioso. -Entonces me dirigi una risa burlona.

Lissa coloc la bolsa sobre la mesa.

-Vamos a ver... -dijo, abrindola.

-No! -Le quit la bolsa de un manotazo.

-Son un par de ojos. Ojos humanos!

-No seas tonto. -Ta Sylvie ri entre dientes. Me quit la bolsa. -Esos no son ojos.

Meti la mano dentro de la bolsa.

-Ves? Son piedras. Dos hermosas piedras azules.

-Para qu son? -pregunt Kevin.

-Son para la madre de Sam -contest ta Sylvie-. Me la encontr ayer en el negocio de fantasas. Me dijo que estaba buscando unos ojos azules para la mueca que estaba haciendo...

-La madre de Sam hace unas muecas increbles -interrumpi Lissa.

-S. Eso es lo que me dijo el dueo del negocio. Bueno, le dije a la madre de Sam que ya no tena que buscar ms! Que haba conseguido las piedras azules ms bonitas del mundo -en mi ltimo viaje a Borneo. Perfectas para servir de ojos. Y aqu estn!

Ta Sylvie me devolvi la bolsa.

La tom con mano temblorosa.

-Sam, te encuentras bien? Por qu te tiembla as la mano? -pregunt ta Sylvie.

-Es que... ltimamente no me encuentro muy bien -le contest-. Desde la noche en que com aquel budn de arroz.

Ta Sylvie se inclin hasta quedar muy cerca de m.

Su cara estaba a pocos centmetros de la ma. Me mir profundamente a los ojos. Y se qued mirando, como si buscara algo.

-Aj! Eso es -susurr-. Saba que ocurrira!

14

-Qu? Que ocurrira qu? -Pegu un salto de la silla.

-Sintate! -me empuj.

Coloc las dos manos sobre mi coronilla y comenz a trazar crculos con los dedos. Pequeos al principio, luego ms grandes.

-Ooooom -canturre con voz profunda mientras apretaba mi crneo con los dedos-. Oooooom, oooooom, oooooom.

-Qu has visto, ta Sylvie? -pregunt Lissa-. Qu has visto en los ojos de Sam?

-Demasiado yin. Poco yang -replic.

-Y qu es eso?

-El yin es todo lo que es oscuro, fro y hmedo en la naturaleza. Y el yang es todo lo que es luminoso, clido y seco -nos explic-. Lo aprend cuando estuve en China. Sam tiene demasiado yin. Le falta equilibrio. Pero no hay que preocuparse. Creo que lo he curado. Aprend esta tcnica de un viejo hechicero chino.

-Un hechicero! -De una sacudida intent apartarme.

Ta Sylvie traz los ltimos crculos sobre mi cabeza.

-Dios mo! -Lanz una mirada al reloj. -Voy a llegar tarde a mi clase de patinaje.

Contempl a ta Sylvie salir de la cafetera.

"Por qu no pas ella misma por casa para darle los ojos de la mueca a mi madre? Por qu me los trajo a la escuela?"

"Qu raro", me dije. "La verdad es que es muy raro."

Tena que contarles a Kevin y Lissa lo de su ta ahora mismo!

-Algo me ocurre -comenc a decir-. Algo terrible.

Kevin y Lissa se quedaron mirndome, a la espera de que les explicara.

Agarr el pimentero que haba en la mesa y quit la tapa.

-No van a creerme -prosegu-, pero tienen que hacerlo.

Kevin y Lissa asintieron.

Me puse un poco de pimienta en la mano.

-Comenz la noche que cen en su casa.

-Sam, qu ests haciendo? -Lissa observaba la palma de mi mano.

Me llev la mano a la boca.

Lam la pimienta que tena en la mano.

-Sam! Eso es asqueroso! -aull Lissa.

Me llev el pimentero a la boca y comenc a llenarme la garganta de pimienta.

-SAM! Basta! -orden Kevin.

Yo quera parar.

-Intent parar.

Pero no pude. No poda parar por mucho que lo intentara.

Kevin alarg el brazo y me quit el pimentero de los labios de un manotazo. Hubo pimienta por todas partes.

-Devulveme eso! -le chill, intentando arrebatrselo.

Quera el pimentero.

Kevin lo mantuvo fuera de mi alcance.

Baj la cabeza y lam la pimienta que se haba derramado sobre la mesa.

-SAM! -vocifer Lissa-. BASTA!

-Quiero parar. Pero no puedo! -chill-. Eso es lo que intento decirles.

-Por qu no puedes parar? -pregunt Lissa.

-Porque estoy un poco alterado.

"Por qu he dicho eso? No era mi intencin. O s?"

La pimienta me quemaba la garganta. Beb un poco de leche.

-Necesito su ayuda! Son los nicos que pueden ayudarme.

-Te ayudaremos -dijo Kevin-. Pero tienes que contarnos qu te pasa.

-S que estoy actuando un poco alocadamente, y es porque estoy bajo...

-Bajo qu? -pregunt Lissa impaciente.

-Qu? -se hizo eco Kevin.

-Bajo la influencia de un pastor alemn caniche chino.

Qu?

Por qu haba dicho eso?

De ninguna manera quera decir eso!

Kevin y Lissa soltaron una carcajada.

-Estoy bajo la influencia de un pequins bxer pastor terrier -dije.

"Oh no! Qu est pasando? S lo que quiero decir! Por qu no me salen las palabras que yo quiero?"

Son el timbre que sealaba el fin de la hora del almuerzo.

-Tenemos que irnos, Sam. -Kevin y Lissa se pusieron de pie.

"Dselo! Cuntales lo de la comida para perro y las pulgas!"

El corazn se me aceler.

Abr la boca.

Me saldran las palabras que yo quera?

Me concentr en lo que quera decir, y grit:

-Rin Tin Tin!

Kevin y Lissa recogieron sus libros.

-Bulldog! -grit.

Por qu no poda decir lo que quera?

Tena que decirles que ta Sylvie me haba echado una maldicin con aquellos granitos negros.

Por eso!", pens.

Por eso ha venido a la escuela! Sabe que he averiguado lo que me est haciendo. Y no quiere que se lo cuente a Kevin y Lissa! Por eso ha venido a la escuela y ha pronunciado ese extrao canto sobre mi cabeza... para reforzar la maldicin. Para asegurarse de que no pueda contrselo a nadie... Nunca!"

15

- Doberman beagle perro de Terranova -grit, pero mi intencin era contarles lo de ta Sylvie-. Labrador schnauzer Lhasa apso!

-Sam -dijo Lissa-. Por qu haces esto?

-Intento explicarles por qu! -grit. Pero todo lo que me sali esta vez fue: -Schnauzer galgo raza chancho!

-Basta! -Lissa neg impaciente con la cabeza.

-Pastor escocs ...

-Sam, basta. Lo digo en serio! -Lissa me dio un fuerte golpe en el brazo.

-Auuu! -grit-. Me doli!

-Lo siento -se disculp Lissa-. Pero tena que hacerte parar.

-No tenas por qu pegarme tan fuerte -dije, frotndome el brazo-. Podras haberme roto algo.

"Vaya! Estoy hablando!"

-De acuerdo, y ahora basta de bromas -dijo Kevin-. Dinos lo que queras contarnos.

-No estaba bromeando -protest-. Es parte de la maldicin.

-Qu maldicin? -pregunt Kevin.

-La que me ha echado ta Sylvie! -grit.

-Sam, ests realmente loco! -chill Lissa.

-No es verdad!

Les cont a Kevin y Lissa lo de las esponjas. Le record a Kevin lo del engrudo y que me haba pasado la corriente. Les cont que haba estado a punto de comerme la comida de Fred.

Les cont que ayer me haba dado por hablar muy rpido, tan rpido que ni yo entenda lo que deca.

Les cont que haba comido pulgas.

-Y todo eso comenz cuando ta Sylvie me puso aquellos granitos negros en el budn de arroz -conclu-. Antes estaba bien. Perfectamente.

-Pulgas! Comiste pulgas! -Lissa puso cara de asco. -Es repugnante.

-Pero todos comimos budn de arroz -dijo Kevin-. Y a nosotros no nos ha pasado nada raro.

-No es cierto -le record-. Yo fui el nico que prob el budn. Luego ta Sylvie tir los granitos por el desage. Recuerda que ella ni siquiera los prob. Simplemente los tir. Luego todos comimos helado.

-Y por qu ta Sylvie iba a echarte una maldicin? -pregunt Kevin.

-Porque no le gustan los maosos con la comida! -expliqu.

-Eso es ridculo -dijo Lissa.

-Entonces cmo explicas lo que me ha estado ocurriendo? -pregunt.

-No lo s, pero no es culpa de ta Sylvie -replic.

-Lo es! -insist, totalmente frustrado-. Ta Sylvie me ech una maldicin. Tienen que creerme. -Di un fuerte manotazo sobre la mesa.

-Cuidado, Sam. Te has cortado -me dijo Kevin, mirando mi mano.

-Qu me importa la mano! -grit-. Estoy bajo una maldicin!

-Mrate la mano, Sam! -exclam Kevin.

-Mira! -dijo Lissa, abriendo los ojos como platos.

Me mir la mano.

Sala sangre del corte y goteaba sobre la mesa.

Un grueso hilo de sangre.

De un vivo color azul.

16

-Sangre azul! -chill-. Tengo la sangre azul!

-Es... es de verdad? -tartamude Lissa.

-Por supuesto que es de verdad! -grit.

Tom una servilleta de la mesa y la apret contra mi mano. La servilleta se empap y al instante se volvi azul.

-Por qu... por qu es azul? -pregunt.

-No s por qu es azul -grit-. Algo... o alguien ha hecho que se vuelva azul.

Quit la servilleta de la mano y un grueso hilo de sangre azul sali a chorros del corte. Salpic la remera amarilla de Lissa.

-Ehhh! -Retrocedi de un salto. -Lmpiame esto!

Kevin tom una servilleta e intent secar la sangre de la remera de Lissa.

-Me creen ahora? -pregunt-. Algo raro me est pasando. Algo realmente raro! Y comenz cuando me com esos granitos negros.

-No puedo creer que sea cosa de ta Sylvie -dijo Lissa-. Ella no le hara dao a nadie.

Kevin estuvo de acuerdo.

-Pero apuesto a que es capaz de descubrir lo que te pasa -dijo-. Sabe un montn de cosas increbles. .

"Desde luego ", pens. "Por ejemplo, cmo envenenar a la gente."

Me mir la mano. Segua gotendome sangre del corte. Sangre azul.

-Me voy a casa! -les dije-. Tengo que encontrar a mis padres y decirles lo que ha pasado. Tengo que contrselo antes de que sea demasiado tarde.

Me puse otra servilleta en el corte y corr hasta mi casa.

-Mam! Mam! -la llam desde la puerta principal-. Ven, rpido.

Fred se acerc a saludarme con su trotecito. Me husme la mano vendada y retrocedi.

-Mam! Dnde ests? Te necesito.

Mam no estaba en casa.

Fui corriendo a la cocina a buscar el nmero de telfono de la oficina de pap. Lo llam, pero el hombre que contest dijo que pap se haba ido a almorzar.

"Qu voy a hacer ahora? No s dnde est mam. Ni cundo volver. No puedo esperar a que pap vuelva de almorzar.. no s cunto tiempo podr sobrevivir con la sangre azul."

-Un mdico! Eso es... llamar a un mdico.

Busqu uno en la agenda de mam.

Pero no encontr ni un solo mdico... slo el nmero del doctor Stone, el veterinario de Fred.

Ir al veterinario?

S. No tena otra eleccin.

Sal corriendo de casa y me tropec con Kevin y Lissa.

-Qu estn haciendo aqu? -pregunt.

-Hemos venido a ayudarte -dijo Kevin-. Dnde vas?

-Voy a ver al doctor Stone -dije.

-Dnde est Fred? -pregunt Lissa, buscndolo con la mirada.

-No... no voy a llevar a Fred. Voy a que me atienda a m.

-Vas al veterinario! -grit Lissa-. Eso es ridculo!

-No s qu otra cosa hacer! -vocifer-. Mam no est en casa. Pap se ha ido a almorzar. No encuentro el telfono de ningn mdico. Y an tengo la sangre azul! -Alc la mano y les mostr la sangre azul y seca.

-De ninguna manera! -protest Kevin-. No irs al veterinario. Vendrs con nosotros.

-No ir a su casa! -exclam.

-Algo te pasa, Sam -dijo Lissa-. Y ta Sylvie sabr qu hacer.

-Ya ha hecho suficiente! -chill.

-Podemos entrar a hurtadillas en su habitacin y buscar en sus cosas. A ver si encontramos algo que hable de la maldicin de los granitos negros -sugiri Kevin, poniendo los ojos en blanco.

Medit la idea durante unos segundos.

Quiz no fuera mala.

Quizs en la habitacin de ta Sylvie encontrramos el remedio para la maldicin.

Lo ms probable era que el doctor Stone no supiera nada de la maldicin de los granitos negros.

-Muy bien -dije-. Pero que ella no se entere de que estoy all. Entraremos sin que nos vea.

Kevin y Lissa estuvieron de acuerdo.

Mientras caminbamos por Fear Strect, divis un arce de bastante altura a escasa distancia de la esquina, en el jardn de los Knowlton.

Jams haba visto un rbol tan grande. Sus ramas se cernan sobre las casas vecinas.

-Cunto hace que est ah ese rbol? -pregunt.

-Quizs un milln de aos.

Levant la mirada y observ las hojas rojas y doradas que caan flotando al suelo.

-Me pregunto por qu nunca lo haba visto antes.

-Por qu iba nadie a fijarse en un arce? -dijo Kevin-. Todos parecen iguales.

-Cmo es posible que nunca lo hayan visto? -pregunt Lissa-. Debe de tener diez metros de alto.

Me detuve junto a la verja de los Knowlton. Empuj la puerta y entr en el jardn. Me qued mirando el suelo.

-Sam, qu ests mirando? -pregunt Kevin.

-Las hojas -repliqu-. Parecen tan suculentas.

Me arrodill... y comenc a llenarme la boca de aquellas hojas rojas y doradas.

Agarr del suelo puado tras puado. Me llen la boca de hojas. Estaban ms secas que la arena, pero no poda parar.

-Sam! -grit Kevin-. Levntate!

-Tenemos que detenerlo, Kevin -gimi Lissa-. Tenemos que hacer algo!

Me agarraron un brazo cada uno. Intentaron apartarme de las hojas.

-Djenme! -grit-. Tengo que comerme estas hojas!

Lissa me agarr la cabeza con una toma de karate y me apart.

-Por favor, slo una hoja ms -supliqu-. Slo una ms.

-No le creas, Lissa -grit Kevin-. Lo he visto comer engrudo. En cuanto empieza no puede parar. Si lo sueltas, se comer todos los rboles de Fear Street!

Lissa y Kevin me arrastraron hacia la acera.

Respir profundamente.

-Gracias. Ya me encuentro bien -les dije.

-Muchacho, necesitas ayuda de verdad -dijo Lissa, negando con la cabeza-. Eso ha sido asqueroso, Sam. Realmente asqueroso.

Me saqu una hoja de entre los dientes.

-Lo s -me lament.

Dimos unos pasos y pasamos justo por delante de mi casa.

Pens en ta Sylvie.

En su risa burlona. En su diablico canto.

Decid irme a casa.

-Oh no, de ninguna manera. -Kevin me arrastr. -Se te ha olvidado que vamos a mi casa?

Kevin me tir del brazo para que no entrara en casa. Pasamos junto al jardn de la seora Kowalski... y me lanc de cabeza. Directo a las flores de su jardn.

-Sam, por favor. Basta de comer hojas! -grit Lissa.

Nada de hojas, Lissa. Tierra. Una tierra hmeda, sabrosa y oscura.

Me tir al suelo.

Ni siquiera me molest en sacar la tierra con las manos.

Baj la cabeza hasta el suelo y la lam.

Una tierra deliciosa.

-Oh, nooooo -gimi Lissa.

No le prest atencin.

Aplast la cara contra la tierra y di unos buenos lengetazos.

Divis un crisantemo. Un hermoso crisantemo amarillo. Part el tallo y me met la flor en la boca.

Y entonces vi una lombriz. Una lombriz grande y jugosa.

Abr la boca y le acerqu mi lengua vida. Me la met en la boca. Senta su cuerpo viscoso arrastrndose entre mis dientes.

La mord.

Mmmmm. Tan hmeda. Tan sabrosa.

Volv a inclinarme a la bsqueda de otra... y de pronto todo se oscureci.

17

-Eh! Qu pasa? -grit, agitando brazos y piernas.

-Quieto, Sam -me orden Lissa-. Slo te he tapado la cabeza con mi campera. Es la nica manera de pararte.

Me palp la cabeza y percib la campera de Lissa. S, era eso. Estaba diciendo la verdad.

Kevin y Lissa me guiaron por la acera, cuadra tras cuadra, mientras yo segua cegado por la campera de Lissa.

-Te encuentras bien, Sam? -pregunt Lissa.

-No, no me encuentro bien. Qutame esto de la cabeza! Ahora!

-No creo que sea una buena idea, Sam -dijo Kevin-. Si te la quitamos, ya no podremos controlarte. Lo siento.

Supongo que no poda culparlos.

-Muy bien -dije-. De todos modos, con la campera cubrindome la cabeza ya no tengo ganas de comer ms tierra. Supongo que si no puedo verla, ya no quiero comrmela.

No poda esperar a llegar a casa de los Sullivan. Me mora de ganas de beber un vaso de agua que me'quitara el horrible y amargo sabor a lombriz.

Sabor a lombriz.

Puaj.

"No puedo creer que haya mordido una lombriz. Tengo que encontrar una solucin en el cuarto de ta Sylvie", supliqu. "Tengo que encontrarla!"

-Muy bien, Sam! -Lissa me quit la campera de la cabeza. Parpade ante la intensa luz del vestbulo de los Sullivan.

Vi mi reflejo en el espejo del recibidor. Tena el pelo lleno de barro. Y los labios, las mejillas y la nariz manchados de tierra. Qu horror!

-Hay alguien en casa? -dijo Kevin.

-Qu haces? -Le tap la boca con mi mano sucia. -Te he dicho que no quiero que ta Sylvie se entere de que estoy aqu.

Kevin me apart la mano.

-Reljate. Slo quiero asegurarme de que no est, eso es todo.

Ta Sylvie no respondi.

Ni nadie.

-Vamos. -Kevin nos empuj hacia la escalera. -Subamos al cuarto de ta Sylvie.

El cuarto de ta Sylvie era exactamente tal como lo recordaba. El jergn donde dorma en medio del dormitorio. La antigua mscara de hechicero y el parasueos indio todava colgados en la pared. Cristales de todos los tonos y matices se alineaban en el tocador.

-Dnde miramos primero? -pregunt.

-Los libros -sugiri Kevin-. Quizs en uno averigemos qu ha pasado.

Mir por toda la habitacin.

-No veo ningn libro.

-Aqu dentro -dijo Kevin, abriendo la puerta del armario de ta Sylvie.

Kevin encendi la luz. Hileras de estanteras llenaban las paredes del armario.

Saqu unos pocos libros de un estante.

-Vamos, empecemos a leer. -Le entregu un libro a Kevin y otro a Lissa. -Quizs en alguno encontremos la maldicin de los granitos negros.

Kevin ley el ttulo de su libro. Deje de susurrar: Cmo hablar con los muertos.

Y a continuacin Lissa ley el suyo: Hierbas y bayas.

El mo se titulaba La magia de las especias. -Eh! Seguro que averiguar lo que busco en el mo! -exclam.

Fui pasando las pginas con avidez. Pero slo encontr recetas para distintos males. Dolor de espalda persistente, sinusitis, tos seca. El libro tena remedios para todas las enfermedades.

Comprend que ah no encontrara lo que buscaba. El libro explicaba cmo curar a la gente, no cmo hacerla enfermar.

Kevin y Lissa buscaron en las estanteras.

-Ven algn libro sobre venenos? -pregunt.

-Todava no -contest Lissa.

-Sigan buscando! -supliqu.

Recorr el cuarto buscando una pista.

Me qued mirando la mscara de madera.

Una mscara de hechicero de una antigua tribu de las montaas.

Record lo que Kevin y Liss me haban dicho de ella. Al parecer poda expulsar los grmenes del cuerpo de una persona enferma.

Pero cmo funcionaba? Tena que llevarla la persona enferma? O tena que llevarla un hechicero y recitar algn extrao canto?

No lo saba, pero decid intentarlo. Quiz me fuera de ayuda.

Con mucho cuidado, apart la mscara de la pared.

Me la puse... y esper.

Poda ver a travs de los agujeros para los ojos. Y haba un agujero en la boca para respirar.

Pero no notaba nada raro.

Con la mscara en la cara, segu investigando por el cuarto. Pas los dedos por las plumas del atajasueos, por los cristales de ta Sylvie, sobre el frasco de crema facial que haba en el tocador.

Abr el frasco y moj los dedos en la crema. Entonces me chup los dedos.

Mmmm. Era tan suave. Tan rica.

Tom una buena cantidad y me la com.

-Ahhhl -grit Lissa.

Kevin se dio vuelta y se qued mirndome.

-Es Sam, que se ha puesto la mscara. Tranquila, Lissa.

-No es la mscara, idiota -grit Lissa-. Se est comiendo la crema facial de ta Sylvie.

Lissa y Kevin me arrojaron la campera sobre la cabeza.

-Scalo de aqu antes de que se acabe el frasco -dijo Kevin.

Me sacaron a rastras del cuarto de ta Sylvie. Me llevaron por el pasillo y escaleras abajo. Cuando llegamos a la cocina, me soltaron.

Me quit la campera de la cabeza.

-Ahora ta Sylvie se pondr furiosa -dijo Kevin-. Muy furiosa.

-S -dijo Lssa-. Esa crema tiene doscientos aos de antigedad. Nos dijo que contiene el secreto de la eterna juventud. Y era su ltimo frasco.

-Su nico frasco -Kevin corrigi a su hermana.

-Cmo pueden preocuparse por un tarro de crema? -chill-. Tu ta es un demonio. Me ha echado una maldicin!

Pero Lissa no me escuchaba. Miraba algo que haba a mi espalda, en la puerta de atrs.

Me volv y escrut el jardn.

Flores, rboles, arbustos, un banco de madera. Entonces la vi. Ta Sylvie.

Lissa me tom la mano.

-Tienes que decirle a ta Sylvie lo que te ocurre. Ella puede ayudarte! -suplic.

-NO! -exclam-. Nunca.

Lissa y Kevin me arrastraron hacia la puerta de atrs. Yo me resist.

Ta Sylvie estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados.

Seis serpientes negras se le deslizaban alrededor del cuello, los brazos, las piernas.

Observ horrorizado aquellos animales que se retorcan en torno de su cuerpo, aquellas lenguas largas y puntiagudas que salan disparadas como flechas.

Ta Sylvie se balanceaba hacia adelante y atrs, en un profundo trance.

-Ondu... ondu... ondu -canturreaba.

Agitaba las manos sobre una gran olla de hierro en la que borboteaba un lquido marrn oscuro.

Entonces alz una mscara del suelo. Una mscara de labios negros que se retorcan en una torva mueca. Se la coloc en la cara.

-Es una hechicera! -grit.

-Ta... ta Sylvie -tartamude Lissa-. Eres una hechicera?

Ta Sylvie se apart lentamente la mscara de la cara.

Sus ojos se abrieron en un parpadeo.

Se qued mirndonos fijo.

-S, querida, lo soy.

18

Ta Sylvie se puso de pie lentamente, como impulsada por un extrao poder invisible para nosotros. Cantndoles en voz baja a sus serpientes, se balanceaba hacia adelante y atrs, apoyada en los talones.

Las serpientes que tena en los brazos se le deslizaron por el tronco.

Ta Sylvie las acarici suavemente.

-Odru kan toka -les tarare.

La serpiente que tena alrededor del cuello agit la cabeza en el aire. Sac la lengua. Ta Sylvie le bes la coronilla.

-Odum ruba kantan -canturre en voz baja-. Odum ruba kantan haroo.

-Qu ests diciendo? -tartamude Lissa.

-Sssst! -susurr ta Sylvie, llevndose un dedo a los labios-. Rompers el conjuro.

Con mucho cuidado, ta Sylvie se quit las serpientes de los brazos y las piernas y las coloc en una cesta que haba a su lado. Pero se dej enrollada la serpiente que tena alrededor del cuello.

-Muy bien, nios. -Se volvi hacia nosotros. -Ahora pueden preguntar lo que quieran.

-En... en qu idioma estabas hablando? -pregunt Kevin.

-En la lengua de los hechiceros. -Ta Syjvie sonri y volvi a besar a la serpiente en la coronilla.

A continuacin avanz lentamente hacia m.

-Sam, te gustara conocer a Rabia Wan? -me pregunt, acariciando la serpiente-. Creo que an no la conoces.

Ta Sylvie se me acerc un poco ms. Y todava ms. Hasta que qued a muy pocos centmetros de m.

Entonces agarr la serpiente... y me la acerc ala cara. La lengua sali disparada de entre sus dientes, rozndome casi la mejilla.

-Veo que an ests un poco nervioso, Sam -dijo riendo ta Sylvie-. An te tiemblan las manos? Quiz debera recitar otro cntico.

-No me toque! -dije retrocediendo-. No se me acerque!

-De verdad eres una hechicera? -pregunt Lissa.

-Por supuesto que no soy una hechicera. -Esta vez, ta Sylvie ri an ms fuerte. -Pero en la tribu donde viv en Brasil crean que lo era. Les encantaba mi nmero de encantadora de serpientes. Lstima que a Sam no le guste. Siento haberte asustado, Sam.

-Slo estabas actuando? -pregunt Kevin-. No era de verdad?

-Oh, cualquiera puede aprender a hacerlo. -Ta Sylvie se quit la serpiente del cuello y la ech en el cesto. -Me lo ense el mejor encantador de serpientes de Ceiln... con estas seis preciosidades. Son totalmente inofensivas.

-Ves, Sam! -Kevin se volvi hacia m. -Ta Sylvie no es una hechicera. Ella no te ech ninguna maldicin!

-Sam! -exclam ta Sylvie-. Realmente creas que te haba echado una maldicin? Cmo se te ocurri pensar eso?

-Usted... usted me ech una maldicin -dije casi sin poder hablar-. Lo s! Me ech una terrible maldicin con esos granitos negros.

-Qu granitos negros? -Ta Sylvie finga ignorar de qu le estaba hablando.

-S! Los granitos negros que escondi en mi budn de arroz -dije-. Desde que los prob, ya no puedo comer comida de color blanco. Tiene un sabor repugnante. A todo le encuentro un sabor repugnante ... menos a las lombrices, las pulgas y la tierra ...

-Sam -me interrumpi ta Sylvie-, por qu iba a querer que comieras tierra?

-Porque est loca! Porque no le gustan los maosos! -grit.

-Qu tontera! -Ta Sylvie neg con la cabeza. -Pero quiz conozca un remedio para lo que te pasa. Deja que piense.

-Aljese de m! -chill-. S lo que pretende. Ya a recitar otro de sus diablicos cnticos para que yo no pueda hablar. Para que no pueda decirle a nadie lo que me ha hecho!

Ta Sylvie neg con la cabeza.

-Pobre Sam -dijo-. Puedes decir lo que quieras. Pero me temo que nadie creer una palabra.

-Puedes ayudar a Sam? -le pregunt Lissa a ta Sylvie-. Tienes idea de lo que le pasa?

-Bueno, quiz se haya contagiado una alergia. He visto alergias con sntomas muy curiosos. 0 quiz le ha atacado un virus. -Ta Sylvie se volvi hacia m. -Deberas ir al mdico, Sam. No es prudente dejar que esto contine. Quin sabe lo que puede llegar a ocurrirse?

Me alej corriendo de casa de los Sullivan.

Corr tan deprisa como pude... antes de que ta Sylvie me echara otro de sus diablicos conjuros.

Al doblar la esquina de mi cuadra, fren.

Algo me hizo frenar.

Algo les pasaba a mis pies... senta un hormigueo. Di unos pasos... y tambin sent el mismo cosquilleo en las manos.

Me mir los dedos... y me qued boquiabierto. Se me estaban hinchando los dedos. Observ aterrado cmo se hacan cada vez ms grandes. Ahora caminaba ms deprisa.

El hormigueo se extendi a las muecas y los brazos.

Los brazos tambin comenzaron a hincharse.

Tensaban la tela de la camisa.

O un sonoro desgarrn al romperse la tela delas mangas... que quedaron hechas trizas.

-Socorro! -grit-. Que alguien me ayude! Se est extendiendo, La maldicin se est extendiendo!

19

Me arrastr hasta la puerta de mi casa.

Las costuras de los pantalones y las zapatillas se abrieron ante la presin de las piernas y los pies. Unas piernas y unos pies enormes.

-Mam! Pap! Por favor, aydenme! -Me derrumb en la puerta, sin aliento.

El auto de pap estacion en la calzada. En cuanto me vio, salt del auto y v