tarea de historia

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Debido a la histeria masiva y la sugestión colectiva, en la Edad media cientos de miles de mujeres, hombres y niños fueron quemados en la hoguera, acusados de practicar la brujería. La Inquisición, actuaba basada en las supuestas pruebas ofrecidas por los testigos, que estaban seguros de la condición de “bruja” de las acusadas. Podemos afirmar, que la brujería es tan antigua como la existencia del hombre, y es a partir del siglo XIV y XV, cuando la “Santa Iglesia católica” a través de la Inquisición, se dedicó a la quema masiva de mujeres, acusándolas de brujas. Es a partir del año 1000, cuando la Iglesia se preocupa del protagonismo que adquirían las personas que se consideraban con poderes mágicos, por así decirlo. Esto se debe a que el brujo o bruja le restaba poder a la Iglesia, ya que las personas acudían a ellos para consultar problemas que tenían, en lugar de consultar al sacerdote. Esto rebatía la idea de que el clero era el único intermediario entre Dios y los hombres. Por este motivo, el clero comenzó una severa persecución por todas aquellas personas consideradas brujos, hechiceros, curanderos, etc. Se relacionaba a las brujas con la idea del diablo, y se apoyaron en instituciones creadas para la supresión de la herejía creadas por el pontificado en 1184 mediante una bula del papa Lucio III: la Inquisición. Es aquí cuando comienza una etapa de muertes, donde muchos niños fueron torturados con el fin de que acusaran a muchas personas de ser brujos. Realmente no hacía falta pruebas que demostraran que alguien ejercía la brujería, con la simple acusación de un niño bastaba para mandarlos a la hoguera. Es importante hablar sobre la aparición del exorcista, ya que se trataba de un personal del clero, que se dedicaba a arreglar esta situación. Gracias a la evolución de la medicina, se ha podido demostrar que muchos síntomas que se relacionaban con la brujería,

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Tarea Hecha

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Page 1: Tarea de Historia

Debido a la histeria masiva y la sugestión colectiva, en la Edad media cientos de miles de mujeres, hombres y niños fueron quemados en la hoguera, acusados de practicar la brujería. La Inquisición, actuaba basada en las supuestas pruebas ofrecidas por los testigos, que estaban seguros de la condición de “bruja” de las acusadas.

Podemos afirmar, que la brujería es tan antigua como la existencia del hombre, y es a partir del siglo XIV y XV, cuando la “Santa Iglesia católica” a través de la Inquisición, se dedicó a la quema masiva de mujeres, acusándolas de brujas. Es a partir del año 1000, cuando la Iglesia se preocupa del protagonismo que adquirían las personas que se consideraban con poderes mágicos, por así decirlo. Esto se debe a que el brujo o bruja le restaba poder a la Iglesia, ya que las personas acudían a ellos para consultar problemas que tenían, en lugar de consultar al sacerdote. Esto rebatía la idea de que el clero era el único intermediario entre Dios y los hombres.

Por este motivo, el clero comenzó una severa persecución por todas aquellas personas consideradas brujos, hechiceros, curanderos, etc. Se relacionaba a las brujas con la idea del diablo, y se apoyaron en instituciones creadas para la supresión de la herejía creadas por el pontificado en 1184 mediante una bula del papa Lucio III: la Inquisición.

Es aquí cuando comienza una etapa de muertes, donde muchos niños fueron torturados con el fin de que acusaran a muchas personas de ser brujos. Realmente no hacía falta pruebas que demostraran que alguien ejercía la brujería, con la simple acusación de un niño bastaba para mandarlos a la hoguera.

Es importante hablar sobre la aparición del exorcista, ya que se trataba de un personal del clero, que se dedicaba a arreglar esta situación. Gracias a la evolución de la medicina, se ha podido demostrar que muchos síntomas que se relacionaban con la brujería, como eran los ataques epilépticos, o de histeria, en aquella época eran considerados como personas que estaban poseídas por el diablo, siendo torturados y quemados vivos.

Todo esto provocó la muerte de miles de personas inocentes, sobre todo mujeres a las que acusaban de ideas absurdas como transformarse en animales, originar tempestades o enfermedades, etc.

Es a partir del año 1700 cuando esta situación comienza a deteriorarse, y los asesinatos descienden.

Inquisición y las brujas

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Se considera como tal a las actividades que tienen como común denominador el ejercicio de un poder sobrenatural siniestro, ejercido por personas que vivían sometidas al demonio. Generalmente sus practicantes, supuestos o reales, eran mujeres. También se le conocía como hechicería o magia negra. Entre las principales razones para acudir a la ayuda de las brujas predominan los desórdenes sexuales -tales como adquirir filtros para seducir a la persona deseada-, suscitar calamidades y daños contra enemigos o rivales, invocar a los muertos y, en general, para resolver todo tipo de problemas.

No todas las brujas seguían las mismas prácticas, pero las siguientes eran las más comunes: la bruja reniega de Cristo y los sacramentos realizando un pacto con el demonio, en cuyo honor realiza ritos diabólicos en los que hace una parodia de la Santa Misa o de los oficios de la Iglesia, adorando a Satanás, príncipe de las tinieblas, al cual le ofrece su alma a cambio que le diese poderes sobrenaturales. Así, la brujería está directamente relacionada con el satanismo.

"La hechicería se vivía como una verdadera amenaza en el seno de la comunidad, las convicciones relativas a la magia estaban profundamente arraigadas en la vida social. Para el hombre común la hechicería resulta un complejo ideológico capaz de aportar soluciones a gran parte de los problemas cotidianos. La acción del hechicero se desarrolla en dos direcciones, magia de protección y magia destructora: sanar enfermedades, deshacer hechizos, adivinar, proteger de los ataques, preparar filtros. Su posición social es ambivalente, el paso de una categoría benefactora a otra malhechora es producto del temor y sospechas que este poder levanta entre sus vecinos.

De acuerdo con este credo, los males no son un castigo de Dios por nuestros pecados, sino los ataques malintencionados de ciertas personas, y en consecuencia, se tomaba por muy real la explicación de que alguien podía estar provocando la desgracia. Quién mejor que el enemigo o el marginado para hacerse responsable del infortunio imprevisto, de su envidia o resentimiento podían ser víctimas no sólo personas adultas..." (2).

Este tipo de actividades se remonta a épocas inmemoriales y a las más diversas regiones del mundo a través de toda la historia de la humanidad. Coinciden con una concepción dualista. Según esta cada día y en cada lugar se enfrentan las fuerzas del bien (hijos de Dios) con las del mal (servidores del diablo). Cada una de estas tendencias efectúa sus ritos, tiene su organización, sus jerarquías y sus prácticas. Las brujas resultaban siendo servidoras del demonio, a quien le debían sus dones excepcionales. Según las creencias populares se les solía atribuir una serie de poderes, considerándolas capaces de producir plagas en las cosechas, tormentas, enfermedades o diversos tipos de daños en los enemigos de sus clientes incluyendo la muerte. Se les suponía expertas en la preparación de pócimas que tenían la facultad de hacer que el que las bebiese se enamorase u

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odiase a otras personas. Asimismo, se creía que podían transformarse o transformar a otros en animales, realizar vuelos nocturnos, hacerse invisibles, acceder a cualquier lugar por más lejano y seguro que fuese y que eran las responsables de las desgracias de los reyes, etc. Para realizar sus atrocidades se reunían, generalmente por la noche, en aquelarres, reuniones orgiásticas en las que se daba rienda suelta a todo tipo de abominaciones y que tenían como invitado de honor al propio Lucifer, representado por un macho cabrío. La brujería era una de las actividades más antisociales por lo cual, como sostenían Lutero y Calvino, se hacía merecedora de los más severos castigos.

"Las consecuencias que trae a una sociedad el hecho de que se crea objeto de actos mágicos constantemente son incalculables, pues todo su sistema de sanciones religiosas o legales, debe ajustarse al que podríamos llamar sentido mágico de la existencia" .(3)

Ya en el Antiguo Testamento se ordenaba que a las brujas se les condenase a muerte (Exodo, XXII, 18). Platón sostenía que a las personas que usasen de ella para hacer el mal se les debería aplicar igual sanción. Desde las más antiguas leyes romanas hasta las últimas previas a su cristianización se mantiene la condena más enérgica para estas actividades. Por mencionar tan sólo algunas persecuciones en contra de las brujas, que datan de entonces, podemos señalar las realizadas en la época de Constancio, Valente y Valentiniano I. En los primeros siglos del cristianismo fue muy poco reprimida pero, leyes como las del Codex Iustinianus (libro IX, título 18) sancionan con la pena capital a quienes celebran sacrificios nocturnos en honor del demonio.

A partir de la Edad Media la rigurosidad irá en constante aumento hasta llegar a su clímax en los siglos XVI y XVII. La brujería era sancionada indistintamente por las autoridades civiles como por las eclesiásticas. La persecución contra las supuestas o reales brujas fue una de las páginas más negras de la historia de la humanidad, que solamente en el siglo XVII en Inglaterra anglicana acabó con más de 50,000 personas quemadas en la hoguera mientras que, en Alemania la cifra se estima en 100,000. En este marco general cabe resaltar un hecho indiscutible: si en España y sus colonias no se llegaron a quemar brujas fue básicamente gracias al Santo Oficio.

Sobre la temática brujeril tuvo especial importancia la gestión del Inquisidor General Alonso Manrique, quien, además, había ordenado en 1526 la recopilación de la normatividad del Tribunal, bajo el título de Instrucciones antiguas, las cuales correspondían a la época de Torquemada y Deza. Manrique convocó a una congregación de teólogos y juristas para saber cómo proceder con la brujería:

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"A pesar de esos amables magos (que son tal vez una excepción) la ideología «brujeril» es más a menudo maléfica que benéfica. A propósito de esto, Cohn ha incorporado algunos hermosos textos, brotados de la Suiza alemánica en los siglos XIV y XV. Encontraremos su equivalente más tarde entre los gascones en los tiempos de Carlos IX y de Enrique IV. Los brujos rurales de esas diversas zonas son siempre capaces de hacer el mal y el bien, a elección, sobre pedido. Pero se especializan de mejor gana en la primera rama de la alternativa; montan ataques, de cabo a rabo, contra el ciclo vital. Impiden el acto sexual por medio del anudamiento mágico de la aiguillette (rito de castración); luego matan al feto o al recién nacido (en las acusaciones de Sabbat, cocinadas por los inquisidores o los jueces laicos, ese crimen de infanticidio degenera en agravio fantasmático de antropofagia colectiva, la cual es practicada de manera ritual en contra de los niños pequeños). Los brujos la toman también con la salud de los adultos a los que gustosos les rompen los brazos o les destruyen la razón. La ofensiva contra la vida de los individuos se acompaña de un asalto general contra los bienes de la tierra. El brujo destruye las cosechas por medio del granizo, y las campanas por medio del rayo. Birla la leche de las vacas del vecindario para reforzar su propia producción lechera o mantequera. Da muerte por epizootias a los bueyes y ovejas de los ganaderos. La bruja vista por quienes la rodean toma pues la figura de una máquina de matar: ama de cría del bebé de su prójima, su leche se rebela mortal para el niño al que le da la teta; su aliento, su escupitajo, su mal de ojo aterran a los alrededores; las granjeras se quejan del deceso de sus perros de guardia, muertos por los mendrugos de pan que ella reparte en la perrera.

El brujo sin embargo no es sólo una fuerza de muerte: no pierde del todo los poderes de fecundidad que le asignaba Ginzburg. Como lo han mostrado bien las investigaciones realizadas en el Boscage normando, el brujo sólo se apodera de la fuerza del prójimo para acrecentar mejor la propia... hasta que surja un contra-brujo pagado por la víctima y que a su vez le sacará su fuerza al brujo para restituírsela a su primer propietario o para aprovecharla personalmente. Y así sucesivamente" . (4)

En España las primeras medidas represivas contra la brujería datan al menos de los siglos XIV o XV. Este tipo de actividades eran consideradas demoníacas. Se creía que las brujas realizaban en sus sesiones rituales nocturnas sacrificios humanos, especialmente de niños, invocaciones a los muertos, orgías que incluían la cópula carnal con el mismo demonio, quien solía ser representado en forma de un chivo. Parece ser que la peste negra, las epidemias, las sequías, etc., o, sencillamente, la crudeza de estos tiempos, hizo que se buscaran chivos expiatorios a los cuales responsabilizar por estos y otros males. Las supuestas brujas y los judíos resultaron siendo los principales perjudicados:

"No puede sorprender el que la Iglesia defensora del Dogma tuviese que adoptar una postura contra los hombres que se dedicaban al estudio o ejercicio de las artes o ciencias ocultas. Tal estudio podía crear la duda sobre lo que los libros sagrados indican sobre la historia de la creación; los pensamientos sobre espíritus astrales y humanos podían conducir a herejías, a buscar el trato

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con demonios o seres malignos, como brujos y magos intentaron hacerlo repetidas veces, y dar lugar a sectas que les rindieran culto" (5)

Sin duda alguna una de las páginas más vergonzosas de la historia de la humanidad fue la denominada caza de brujas que estalló con singular fuerza entre los siglos XVI y XVII. La locura colectiva provocada por aquella fue causa de la muerte de centenares de miles de víctimas inocentes, sobre todo en las zonas rurales, donde la ignorancia alimentaba todo tipo de supersticiones. El número total de las personas condenadas a la hoguera bajo este cargo en el siglo XVII, sólo en Alemania, ha sido calculado en más de 100,000; mientras en el mismo período para Inglaterra se estiman en cerca de 50,000. Anteriormente, en diferentes épocas, también se reprimió violentamente a las supuestas brujas:.

"Pero en Europa en su conjunto la locura brujeril tuvo su momento, particularmente después de haber recibido el apoyo de la autoridad de los reformadores protestantes. Lutero, Melanchton, Bullinger, Calvino y otros dieron su conformidad a persecuciones desconocidas en la Europa católica"... "Desde el siglo XIV al siglo XVII una autoridad pretende «que las víctimas... fueron millones, y se piensa que medio millón es una estimación muy moderada»" (6).

El primer brote brujeril de importancia en España surgió en la zona pirenaica y resultó decisivo para el accionar posterior del Tribunal. El juez Pierre de Lencre, consejero y parlamentario de Burdeos, sostuvo que numerosos demonios se habían refugiado en Labourd y el sur de Francia. Según dicho personaje, en estos sitios se estaban dedicando a sus oficios conocidos: matanzas de niños, destrucción de cosechas, celebración de aquelarres, etc. Una ola de pánico estalló en toda la región y repercutió en las cercanas localidades hispanas, extendiéndose a Zurragamurdi, el noroeste de Navarra y, seguidamente, a las Vascongadas y La Rioja. Una bruja arrepentida se presentó ante la Inquisición de Logroño y denunció a sus cómplices. Entonces el Tribunal comenzó inmediatamente a realizar las investigaciones que la situación aconsejaba, en el transcurso de las cuales más de 300 personas fueron inculpadas. De estas se detuvo y procesó a las que resultaron sospechosas, las que totalizaron 40. La lectura de las sentencias se realizó en medio de gran expectativa en el auto de fe efectuado el 7 y el 8 de noviembre de 1610, en que salieron un total de 53 sentenciados: 21 con insignias de penitentes, descubiertas las cabezas y con una vela en la mano (6 de los cuales tenían una soga en la garganta, señal de que serían azotados); 21 con sambenitos con aspas de reconciliados y una vela; 5 estatuas de difuntos; y 6 con sambenitos y corozas de relajados . De estos últimos al menos una, la bruja Endregoto, lo fue por haber matado a una persona, el conde de Aguilar. La vieja hechicera le había ofrecido al anciano -figura muy popular en la zona por sus obras caritativas- hacerle recuperar su perdida juventud. Lo que en realidad hizo fue darle a beber algunos brebajes, asesinarlo y hacerlo picadillo. El crimen despertó la indignación del Tribunal y la bruja fue quemada en la hoguera.

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La Suprema ordenó revisar las actuaciones del tribunal de Logroño. Con tal fin autorizó al inquisidor Alonso Salazar y Frías, quien era miembro del mismo tribunal pero se había mostrado disconforme con la actuación de los otros inquisidores y había trasmitido sus objeciones a la máxima autoridad inquisitorial. Ya el teólogo Pedro de Valencia se manifestaba en contra de estas creencias y prácticas, en las cuales veía una farsa montada con la intención de dar rienda suelta a las más bajas pasiones. Salazar coincidía con él y rechazaba el supuesto poder de la brujería como mero producto de la imaginación de mentes desquiciadas o con intenciones de ganarse algún dinero en base a la ingenuidad del común de las gentes.

"Baschwitz ensalza la figura de Alonso de Salazar y Frías sentando la afirmación de que su informe de más de cinco mil páginas representa un trabajo digno de admiración, que guarda hoy un real valor científico. Considera que la labor de Salazar fue imparcial en amplias averiguaciones ante gentes afectadas por el delirio de la brujería y frecuentemente con el sentimiento de una propia culpabilidad que les había vuelto locos; llevando en su labor al interrogatorio de 1,812 brujos y brujas confesas y arrepentidas, y niños de doce a catorce años. Ochenta y dos se vuelven contra sus anteriores declaraciones y otros no lo hacen, no fiándose de la promesa de impunidad que les había sido concedida durante el período en vigor del decreto de gracia.

También recoge el hecho -ya citado por distintos investigadores- de cómo Salazar controlará pacientemente los datos relativos a los vuelos nocturnos, aquelarres y relaciones carnales con el diablo. Jóvenes que le hablarán de que deben asistir a un aquelarre en un lugar y hora determinada, enviará Salazar a dos de sus secretarios, que atestiguarán que no se había celebrado. Un grupo de jóvenes confesas de haber tenido relaciones sexuales con el diablo, serán objeto de un examen médico que determinará lo contrario. Los ungüentos que las brujas decían ser recetas del diablo, fueron analizados por farmacéuticos y revelándose que eran incapaces de producir el menor efecto y Salazar terminará su trabajo señalando que no encontró ningún dato que pueda deducir que el menor caso de brujería hubiera tenido efectivamente lugar" (8).

El Inquisidor General Manrique y los erasmistas creían firmemente, al igual que la mayoría de las personas de su tiempo, en la existencia de la brujería, sus aquelarres, ritos satánicos y celebraciones diabólicas. Por su parte, los anti-erasmistas sostenían que la brujería era fruto de la imaginación o la locura de las personas acusadas por tal motivo y que existía sólo en sus mentes. En 1526 el inquisidor general convocó en Granada una reunión especial de inquisidores para discutir el problema. Los informes del Inquisidor Salazar y Frías pero, sobre todo, su minucioso estudio de los sucesos de Logroño y la actitud de muchos ilustres teólogos y autoridades eclesiásticas e inquisitoriales, ánimo el debate. De tales deliberaciones surgieron algunas conclusiones significativas. Aunque la mayoría de los reunidos consideró como verdaderas las confesiones de las brujas, una minoría encabezada por el futuro Inquisidor General Valdés consideró que las confesiones eran poco más que engaños y, cuando tuvieron que decidir sobre la acción a emprender, la gran mayoría optó por una política benigna, incluyendo el envío de

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predicadores para instruir y evangelizar a la gente ignorante que era fácil presa de tales supersticiones. En la práctica la mayor parte de los testimonios de la existencia de tal delito fue rechazada por considerárseles engaños. Por lo tanto, contrariamente a lo que se cree, gracias al Tribunal del Santo Oficio, España se salvó de los furores populares contra las brujas y su quema, en una época en que tal conducta prevalecía en Europa. Ya Tuberville había señalado certeramente el significado que tuvo la reunión de inquisidores para el procesamiento de los casos de brujería por el Tribunal:

"En el momento en que en otros países de Europa se atribuía a las brujas el poder de producir la esterilidad y el tener costumbres de vampiros, por las cuales iniquidades eran quemadas, esta junta decidió que las brujas acusadas de maquinar la muerte de personas y de chupar la sangre de niños, no debían ser entregadas al brazo secular como asesinos, puesto que no había nada que probase en verdad que se hubiese cometido algún asesinato. Acordaron que la Inquisición era el cuerpo apropiado para conocer de los citados delitos de brujería, pero considerando que era mejor la prevención que la cura, llegaron a la conclusión de que el primer paso a seguir era el de enviar predicadores a que instruyesen al pueblo ignorante" (9).

Vale la pena recordar que aún en 1692, en Salem (Massachusetts), la sangrienta persecución contra las brujas cobraba nuevas víctimas. Indudablemente el puritanismo, con su remarcado énfasis en el pecado original y en el rol que desempeña el diablo, sirvió de alimento a las hogueras. Mientras tanto comparemos este accionar con el del Santo Oficio en estos casos. El procedimiento para los juicios por brujería difería poco del que se empleaba para los de herejía, con la sola pero importante diferencia de que la tortura estaba expresamente prohibida para el primer tipo de casos. Los castigos infligidos por la Inquisición eran mucho más leves que los que empleaban los tribunales seculares. En las Cortes de 1598 se acordó que los delitos de maleficios sean casos privativos de la Inquisición y que las demás autoridades judiciales se abstengan de intervenir en ellos. Después del famoso auto de fe de Logroño, realizado en noviembre de 1610, pocos juicios de brujería figuran en los archivos inquisitoriales peninsulares y no hay ninguno en el siglo XVIII. La conducta del Santo Oficio hispano frente a la brujería constituye uno de los más honrosos capítulos de su historia. Así, en el siglo XVIII, mientras...

"Las racionalistas Inglaterra y Escocia (con un total calculado en 300,000 víctimas), e incluso las colonias de América, quemaban brujas alegremente tras unos preliminares de repugnante crueldad, y Sir William Blackstone dictaba una ley en el sentido de que «negar la posibilidad, mejor dicho, la existencia real de la brujería es al mismo tiempo contradecir rotundamente la palabra revelada de Dios». En España, en cambio, la influencia moderadora del Santo Tribunal siguió predominando y, aunque ante él comparecieron unos cuantos casos, no se declaró culpable a ninguna de las acusadas.

Las brujas eran las Chamanas de la antigua Europa, herederas culturales espirituales de las civilizaciones pre-cristianas paganas.

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La palabra "bruja" en muchos casos coincide con el nombre de la Diosa local: Lamía, Maga Saga, Strega, Strix, Incantatrix, Lucína, Janara,… por nombrar algunos. En el idioma anglosajón la palabra med-wyf significaba “comadrona-bruja”. La actual palabra inglesa witch proviene del vocablo wicce que significa “sabiduría”. En la Inglaterra medieval las líderes de los clanes actuaban como los jueces de la comunidad. En la Carta Magna de Chester se las llamaba "iudices de wich" es decir “brujas-jueces”. Mantuvieron un elevado status social hasta bien entrado el Cristianismo, dado que desde tiempo inmemorial las Sacerdotisas de la Gran Madre tuvieron el monopolio de la justicia, la curación y la obstetricia. Esta última práctica, continuó hasta la Edad Moderna sin interrupciones dado que, para los médicos varones y para el clero, era tabú tratar cualquier tipo de trastorno femenino.En la Galia pre-cristiana y en Escandinavia, las artes de sanación estaban enteramente en manos de las brujas o mujeres sabias, comadronas, herboristas quienes continuaban la tradición atendiendo a sus pacientes en los lugares sagrados de curación antes dedicados a la Diosa. Estos conocimientos se basaban en tradiciones orales pasadas de madres a hijas que tienen su origen en los albores de la civilización del continente.

El pasaje bíblico No dejarás que la bruja viva (Éxodo 22.18) ha sido la base sobre la cual se erigieron siglos de persecución. Originalmente la Iglesia no condenaba la brujería como pecado, sin embargo la Bula Papal de 1484 del Papa Inocencio VIII denunciaba a la brujería como una conspiración del demonio que contra la paz y el orden común del Santo Imperio Cristiano y así se institucionalizó la guerra contra las mujeres.

Los resultados fueron devastadores. No solo por la cantidad de víctimas (que se calculan entre tres y nueve millones de las que el 80% eran mujeres) y su metodología de eliminación, sino porque las autoridades tanto seculares como religiosas que llevaron a cabo esta masacre, nunca se hicieron enteramente responsables de semejantes atrocidades. […] Las brujas (léase mujeres) eran torturadas por días con el más horrendo instrumental, el potro, sacaojos, hierros candentes, botas de hierro para romper las piernas, torniquetes de cabeza, sillas ardientes,… por nombrar algunos.Hasta el siglo XV, las curas con hierbas (transmitidas de generación en generación como recetas familiares) eran el único tipo de medicina conocida.  […] Contrariamente a lo que se cree, las brujas, curanderas y sanadoras no eran ignorantes a quienes los profesionales masculinos se impusieron gracias a su superioridad técnico científica. De hecho, se les atribuye el uso de multitud de remedios experimentados por siglos y siglos que aún se utilizan en la farmacología moderna. Poseían conocimientos fitoterapéuticos para tratar casi todo tipo de enfermedades. Paracelso (considerado el padre de la medicina moderna) admitió que las curanderas le habían legado todos sus conocimientos científicos y médicos. Agrippa von Nettesheim aseguraba que las viejas sabias y comadronas eran muy superiores en conocimiento a los médicos graduados. Los hombres que habían aprendidos sus artes médicas de las brujas eran libres de ejercer, mientras que las brujas que habían sido sus maestras eran perseguidas.Las Universidades y por ende la medicina oficial, estaba vedada a las mujeres. En el año 1322 una mujer llamada Jacoba Felicie fue arrestada y procesada por la Facultad de Medicina de la Universidad de París por practicar la medicina aunque el informe decía que: era más versada en el arte de la cirugía y medicina que el mejor médico graduado de la ciudad.

La medicina oficial estaba estrictamente supervisada por el clero, los estudios de medicina no podían contrariar a la doctrina de la Iglesia, como resultado, los futuros médicos tenían pocos conocimientos que hoy podríamos considerar científicos y una práctica experimental casi nula. Para sanar a un enfermo era poco lo que podían hacer salvo recitar fórmulas mágicas, recetar purgantes, sángralos y la aplicación de sanguijuelas.

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En contrapartida, las brujas en su práctica no estaban controladas por ninguna doctrina religiosa que coartara su libertad de indagar, basaban sus juicios en la experimentación y confiaban en su propia capacidad de curar utilizando medicinas para tratar las enfermedades, embarazos, anticoncepción, abortos y partos. También rituales y hechizos para activar la sugestión para el tratamiento de enfermedades psicosomáticas. Por ese motivo, a la luz de la medicina oficial, sus sanaciones y aciertos parecían milagrosos, como infundidas de un poder que, como ellos no podían explicar, denominaron maléfico. 

Las brujas fueron perseguidas por conocer y enseñar a otras mujeres cómo controlar su destino y sexualidad, el manual de la Inquisición el Malleus Maleficarum de los dominicos Kramer y Sprenger declaraba: "Toda maldad es poca comparada con la maldad femenina. La razón natural es que ella es más carnal que el hombre, lo que resulta claro si observamos sus muchas abominaciones carnales. Cabe destacar que hay un defecto intrínsico en la formación de la primera mujer, dado que fue hecha de una costilla doblada, es decir la costilla del pecho, que se curva en una dirección distinta a la del hombre. Y así, con esta malformación, es una animal imperfecto, siempre traiciona".

Este texto nos muestra que la acusación que pesaba sobre ellas era la de poseer una sexualidad femenina. En las antiguas culturas pre-cristianas la sexualidad y fertilidad femenina eran reverenciadas como un don y la Iglesia Primitiva atacó vivamente las muchas tradiciones paganas que consideraban al sexo un sacramento, es decir la unión sagrada de la Diosa y su Consorte, la unión sexual ritual de la sacerdotisa y el sacerdote para garantizar la abundancia de las cosechas y el bienestar general.Las brujas eran las descendientes directas de esas sacerdotisas y por mucho que estas tradiciones fueron diezmadas y que las creencias se fueron diluyendo a través del tiempo, todavía la idea de la triple Diosa (la Doncella, la Madre y la Anciana), el culto a la fertilidad de la tierra y el Hieros Gamos (Matrimonio Sagrado), resonaba en las culturas de los campesinos de la Edad Media y Moderna (de hecho la palabra pagano proviene del latín paganus, que significa “campesino”) quienes aún sembraban, cultivaban y cosechaban siguiendo antiquísimas ceremonias lunares y estacionales.La bruja representaba al tercer aspecto de la Diosa, la Anciana Sabia, venerada hasta entonces por sus servicios a la comunidad, quien como consecuencia de las despiadadas persecuciones y el horror que provocaba la Inquisición comenzó a ser temida y repudiada por su gente.

Los campesinos vivían sus celebraciones con éxtasis y desenfreno, y tanto hombres como mujeres participaban de esas festividades que se perpetuaban a través de los siglos. La Iglesia vivía esta explosión de alegría con abierto desprecio, por ese motivo, copió las celebraciones

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extirpando su carácter sensual y en su lugar colocó las festividades cristianas más importantes. Así, desplazó el importante rol de lo sagrado femenino y reemplazó los antiguos lugares sagrados de la Diosa por espléndidos templos en donde se adoraba a una virgen que pudo concebir y ser madre sin tener relaciones sexuales, un ideal al que ninguna mujer normal puede aspirar.De acuerdo a la moral cristiana, la mujer trajo la muerte al mundo y el sexo la perpetuaba. Las mujeres estaban asociadas al placer indiscriminado y así contagiaban a los hombres con ese pecado. Toda mujer reaccionaria a esa moral, o que se negaba a rendirse a la disciplina del matrimonio, o que no aceptaba el celibato,  o peor aún se atrevía a vivir sola, podía ser acusada de brujería y ser ejecutada por ello, siguiera o no tradiciones paganas.

Como explica el Malleus Maleficarum: "Toda magia tiene su origen en la lujuria de la carne, que es insaciable en la mujer... Para satisfacer su lujuria, copulan con demonios... Queda suficientemente claro que no es de extrañar que la brujería contamine a un mayor número de mujeres que de hombres... Y alabado sea el Altísimo por haber preservado hasta el momento al sexo masculino de tan espantoso delito..."Otra de las acusaciones que pesaban sobre ellas era la de mantener las redes insurrectas que organizaban las rebeliones campesinas en contra del Reino de Dios en la tierra. Cada reunión estacional convocaba a miles de personas, atraían a los descontentos pero también mejoraban los lazos entre las aldeas, y establecían parámetros de solidaridad y autonomía entre los campesinos. No es difícil imaginar que las brujas fomentaran el derrocamiento de un régimen tanto político como religioso que, tanto ellas como los campesinos, consideraban injusto e invasor.El pueblo desconfiaba del doble discurso de la Iglesia, quien por un lado proponía una vida despojada para los campesinos y por el otro sus sacerdotes eran una corrupta clase privilegiada que los oprimía de acuerdo a un estándar de moral que ellos mismos no podían ni querían cumplir.

Cabe destacar que estos juicios a las brujas le reportaron un importante lucro económico tanto a la Iglesia como a los nobles locales, reyes, jueces, cortes y otros funcionarios quienes recibían una parte del botín de los inquisidores. Después del arresto, toda propiedad de la acusada era confiscada. Las autoridades papales sostenían que la confiscación era la primera arma contra la herejía. La confiscación ocurría antes de la sentencia dado que se tomaba por seguro que nadie escapaba. En algunos casos se confiscaban los bienes de la acusada antes de que ésta hiciera su "confesión". En el 1300 un noble de nombre Jean Baudier fué arrestado el 20 de enero. Se negó a confesar por mucho tiempo hasta que la tortura lo desmoronó el 5 de febrero. Fué condenado el 7 de marzo. No obstante, sus propiedades fueron vendidas el 29 de enero, es decir antes de su confesión.

Se esperaba que las acusadas pagaran los gastos de su juicio, hasta de su tortura y de su comida. Si no tenían dinero morían de hambre. El 15 de agosto de 1376 el Papa Gregorio XI comentó que había muchísimas acusadas que morían de hambre antes de su ejecución. La Iglesia no tuvo intenciones de procurar de sus propios fondos, no obstante, ofrecía indulgencias a quienes donaran comida para los muchos herejes que mueren de hambre en las cárceles esperando la piadosa generosidad de los creyentes que los ayudan por caridad.

La persecución de las brujas nos muestra la historia de hombres que persiguen a mujeres en pos de crear el monopolio masculino sobre profesiones rentables como la religión y la medicina. La bruja presentaba una amenaza al poder de la Iglesia por muchos motivos: era mujer y respetaba su sexualidad como sagrada. Era sabia y heredera de una tradición religiosa pre-cristiana. Era respetada por sus conocimientos médicos, y formaba parte de un movimiento de mujeres

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campesinas. Frente a la opresión clerical ofrecía la clara esperanza de un cambio basado en relaciones comunitarias.

Las brujas modernas reivindican a las que las precedieron como víctimas del patriarcado y re-crean una espiritualidad basándose en las tradiciones matrísticas pre-cristianas en donde: 

a) Se celebra la deidad como femenina y su consorte sagrado es su amante, su amigo, su compañero, pero la Diosa es el principio generador del Universo

b) Tanto cuerpo como alma son una unidad, el cuerpo femenino lejos de ser impuro, guarda el secreto de la creación y es el vehículo para conectarse con lo sagrado

c) La naturaleza es sagrada, por ende no se debe abusar de ella ni querer "conquistarla"

d) El tiempo no se vivencia a partir de una visión lineal sino circular y repetitiva. La figura de la Triple Diosa simboliza los ciclos de nacimiento-vida-muerte-vida.

e) El individuo tiene valor por si mismo, y no está subordinado a ninguna "revelación" que le ordene el deseo de la deidad.

f) No hay concepto de pecado original y el modelo ético se basa en "haz lo que quieras sin dañar a nadie"

g) La sexualidad, espontaneidad, el humor y la alegría se incorporan al ritual y el placer se vivencia como la fuerza positiva de la vida.

ANTES de entrar de lleno en el tema del Santo Oficio y la persecución de brujas en Europa, permitan mis honorables oyentes, que haga una breve introducción de la creencia en la brujería como un viejo fenómeno universal. Porque la creencia en las brujas, no fue - como mucha gente cree, y como puede leerse por ejemplo en la Enciclopedia de la brujería y demonología de Robbins (1959, 1992) - invención de la Iglesia.

La creencia en las brujas rebosa de elementos animistas, que revelan su antigüedad: Cuando la bruja se "come" a un ser humano, no es, así pues, la carne sino el "espíritu" de la carne, lo que devora. Pero esto se cree suficiente para que la víctima se consuma y muera. Parece que nos hallamos ante un único e idéntico complejo de tradiciones, difundido por todo el viejo mundo. Puede comprobarse lo mucho que tienen en común las creencias brujeriles europeas, asiáticas y africanas. Las ideas, por ejemplo, de juntas secretas de brujas, que en sus "aquelarres" nocturnos celebran banquetes a base de la carne de sus propios parientes; y la de que la brujería sea un poder innato para dañar a otros, transformarse en animales y volar por los aires, las comparten los tres continentes. Incluso algo tan específico como es el dejar en la cama un cuerpo fingido, en lugar del propio, mientras la bruja acude al aquelarre, lo encontramos tanto en Asia, como en Africa y Europa. Son especialmente asombrosas las similitudes entre las creencias en brujas de Europa y la India, las cuales, en ambos casos, se remontan a la temprana Antigüedad (Henningsen 1997).

PARA una mente teológica, la brujería, tal como lo concebía el pueblo, resultaba absolutamente inacceptable. Por eso la Iglesia desechó desde un principio estas creencias como supersticiones paganas. De ello tenemos ejemplo en Dinamarca. En el año 1080 escribió el papa Gregorio VII al rey Harald de Dinamarca quejándose de que los daneses tuviesen la costumbre de hacer a ciertas mujeres responsables de las tempestades, epidemias y toda clase de males, y de

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matarlas luego del modo más bárbaro. El papa conminaba al rey dano para que enseñase a su pueblo, que aquellas desgracias eran voluntad de Dios, la cual deberían complacer con penitencias y no castigando a presuntas autoras.

La sabiduría de esta postura se refleja también en una crónica eclesiástica, al referir el caso de tres mujeres, quemadas por envenenadoras y perdedoras de personas y cosechas en 1090, cerca de Munic, diciendo de ellas, que murieron mártires.

DE ACUERDO con esta postura de la Iglesia no encontramos nada sobre las brujas en los más antiguos manuales del Santo Oficio. En el más antiguo, escrito por el inquisidor Bemard Gui sobre 1324, bajo el título "De sortilegis et divinis et invocatoribus demonorum" se citan diversas prácticas mágicas y de adivinación, junto con algunos conjuros al demonio. Lo más que se acerca a las brujas, es al comentar sobre "fatis mulieribus quas vocant 'bonos res'que, ut dicunt, vadunt de nocte"l (Hansen 48). Las hadas que la gente con un eufemismo llamaba "la cosa buena" parece referirse a lo que en otro lugar he denominado "el aquelarre blanco" (Henningsen 1991).

El manual de Eymeric de 1376 tampoco entra en el terreno de las brujas, pero reproduce la condena que el Canon episcopi (incluído en el Decreto de Graciano 1140) hace de aquellas mujeres que se creen capaces de volar por las noches en el cortejo de la diosa Diana. Por añadidura, dicho manual de Eymeric incluye el decreto del papa Juan XXII, de 1326, contra diversas formas de culto al demonio.

En la versión comentada que Francisco Peña publicó en 1578 del manual de Eymeric, se habla bastante sobre la conjuración al demonio y la relación que con éste tienen los magos; pero la mención del aquelarre sigue brillando por su ausencia. En todos esos manuales es notorio, que el sortilegio ocupa el último lugar en la jerarquía de las herejías (Bethencourt 1994:180 f.).

POR desgracia, la sabia postura de la Iglesia cambia alrededor de 1400, al ser reinterpretada la noción popular de la brujería, de modo que ésta resultaba también posible desde el punto de vista teológico. Los detalles sobre lo que se consideraba una nueva secta de brujos los encontramos por primera vez, en dos tratados escritos a mediados de la década de 1430. El uno: Ut magorum et maleficiorum errores, por Clode Tholosan, juez seglar en la provincia de Dauphine. El otro: Formicarius, por el domínico Juan Nider. Con ambos se inicia la interminable serie de tratados demonológicos de los siglos X-V, XVI y X-VII. No es mi intención dar un repaso a esta literatura ahora. En su lugar voy a hacer una breve comparación entre la creencia popular en las brujas y la teoría demonológica, fundada en los principios teológicos de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, los cuales se mantuvieron casi sin modificación durante todo el periodo. El concepto popular de la brujería como poder natural innato de la persona, se seguía rechazando. Sin embargo se admitía la existencia de brujas. Mas dichas brujas, para poder obrar, tenían necesariamente que haber pactado con el demonio. Del mismo modo se redefinió el don brujeril de transformarse en animales. Que el alma humana pudiera meterse en un animal - desde un punto de vista teológico -era imposible. Si la bruja se creía capaz de algo así, se lo debía al arte ilusorio del demonio.

"A nadie le hagan creer, que un ser humano realmente pueda transformarse en animal", dice el Compendium maleficarum de Guazzo de 1608. A continuación siguen refinadas explicaciones de cómo el demonio puede inducir a una bruja a creerse transformada en lobo. Por ejemplo puede el demonio del simple aire crear una forma de lobo e introducirse él dentro de la misma, para hacer luego todo tipo de descalabros. Mientras tanto, yace la bruja en su cama y experimenta su apariencia de lobo como un hecho absolutamente real. En caso de que alguien consiguiese herir

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al ilusorio lobo, el demonio procuraría herir a la bruja del mismo modo y en la misma parte del cuerpo, de modo que la bruja, al despertar, crea firmemente que todo ha ocurrido en realidad (Guazzo 1929:51).

Un problema especial representaba para los teólogos el supuesto vuelo de las brujas. Según la noción popular, el alma humana abandona el cuerpo, dejando a este yacer como sin vida. Mas esta explicación era inaceptable para los teólogos. En tanto una persona no esté muerta, el alma y el cuerpo son inseparables. Si el demonio fuese capaz de extraer el alma del cuerpo de la bruja y devolverla luego a éste, sería un milagro - y no un milagro cualquiera - sería comparable al milagro de la Resurreción

La explicación ortodoxa demonológica surgió de la necesidad de resolver el problema: para ello hubo que admitir que la presencia de las brujas en el aquelarre, a veces era real (en cuyo caso era siempre también corporal), mas otras veces, sería irreal (cf Clark 1997:191).

La creencia de que las brujas se juntaban en asambleas nocturnas, como anteriormente se ha dicho, databa de muy antiguo. Pero la idea de que ocurriese bajo los auspicios del demonio, era innovación de los demonólogos.

Del mismo modo, la idea de que las brujas formasen parte de una secta, era totalmente ajena al concepto popular de la brujería. Probablemente debamos semejante sutilidad a la creatividad inquisitorial.

HORA es ya de que contemplemos la revisión cronológica que se ha hecho de la persecución de brujas en Europa. No hace aún mucho tiempo que los historiadores coincidían en culpar a la Inquisición del surgimiento de dicha persecución. Según Joseph Hansen la primera quema de una bruja habría tenido lugar en 1275, cuando la Inquisición de Toulouse condenara a una tal Angela de la Barthe por haber comido carne de niños y tenido relaciones con el demonio. Alo largo del siglo siguiente, o sea, durante todo el siglo XIV, de acuerdo con dicha gran autoridad alemana, cientos de hombres y mujeres, acusados de brujería, habrían sido quemados por las Inquisiciones de Toulouse y Carcasonne.

Apartir de Hansen se sugiere también la seductora idea de que la Inquisíión, tras haber exterminado a cátaros y valdenses, se volcó sobre las brujas para no quedarse inactiva. La investigación más reciente ha demostrado algo totalmente distinto. Todos los datos sobre la sangrienta caza de brujas en el sur de Francia se remontan a un libro de divulgación escrito por el novelista francés Lamothe-Langon (1829). A mediados de 1970 un historiador inglés y otro americano demostraron, independentemente uno de otro, que las fuentes medievales presentadas por Lamothe-Langon jamás existieron, sino que las había inventado él para sazonar su relato (Cohn 1975; Yieckhefer 1976).

A raíz de este descubrimiento, la cronología se ha retrasado con casi cien años. nueva imagen que se perfila se puede resumir como sigue: Los primeros aunque escasos informes datan de 1360. 0 sea, un siglo después de la supuesta quema en Toulouse. No fue la Inquisición quien inició la persecución sino la justicia civil en Suiza y Croacia. Resulta interesante ver cómo la Inquisición de Milán no sabía qué hacer con dos caminantes nocturnas, que en 1384 y 1390 confesaron haber participado en una especie de aquelarre blanco en el que el hada Madonna Oriente les instruía en la forma de ayudar a la gente a combatir la brujería.

Parece ser que la legalización de la caza de brujas tuvo su origen en las exigencias del pueblo, que presionaba a los tribunales civiles. Poco a poco, la Iglesia también hubo de adaptarse a esta

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corriente; pero la Inquisición no aparece involucrada en ese tipo de persecuciones con anterioridad al siglo X-V.

Con el fin de obtener una idea más exacta de la participación del Santo Oficio en la caza de brujas, he examinado la relación de procesos hecha por Richard Kieckhefer, y he podido comprobar que los procesos por brujería propiamente dicha -en tanto cuanto estos puedan diferenciarse de los procesos por magía-están repartidos entre tribunales civiles, episcopales y de Inquisición.

De un cálculo aproximado de 1000 causas, el 63% fue juzgado por las autoridades civiles; el 17% corresponde a tribunales episcopales, mientras que el 20% corresponde a la Inquisición. La mitad de las 200 causas de que se trata, se debieron al inquisidor Heinrich Institoris, cuya persecución de brujas en el año 1484 había sido autorizada por una bula del papa Inocencio VIII.

Teniendo en cuenta la gran inseguridad que mis cálculos nos ofrecen, a causa del material perdido y de la escasez de información sobre las cifras de las víctimas, todo parece indicar que la Inquisición no jugó tan importante papel, como invariablemente se le adjudica, en la persecución de brujos durante la Edad Media.

Bueno, eso en cuanto a la Edad Media. Pero ¿qué puede decirse de la Inqusición y la Edad Moderna?

Vewnos: Para el año 1525 aproximadamente, los tribunales inquisitoriales de Europa se habían extinguido y la Era del Santo Oficio medieval había tocado su fin. Entre tanto, una nueva fonna de Inquisición había visto la luz del día. Se trata de una Inquisición "moderna", instituida sobre bases nacionales. La primera de este tipo se estableció en España, en 1478, con bula papal. A la Inquisición española, le siguieron la portuguesa (1531), y la "romana" (1542)

ANTES de seguir adelante con la participación del Santo Oficio en los procesos contra las brujas en los siglos posteriores a la Edad Media, vamos a detenernos unos momentos para ver en cuánto se estima hoy, basándose en los resultados más recientes de investigación, el coste en vidas humanas de las modernas persecuciones. Se calcula que hubo cerca de 100.000 causas de brujería en Europa, de las cuales, la mitad, o sea, unas 50.000 personas acabaron en la hoguera. Pero, como podemos ver, la intensidad de las persecuciones varió mucho de país a país.

La densidad de persecución de brujas en Europa (Behringer1998:65 f )2

País Ejecuciones (por cada mil) Habitantes c. 1600 Portugal 7 (0,0007) 1.000.000 España 300 (0,037) 8.100.000 Italia 1000? (0,076) 13.100.000 Países Bajos 200 (0,133) 1.500.000 Francia 4000? (0,200) 20.000.000 Inglaterra/Escocia 1500 (0,231) 6.500.000 Finlandia 115 (0,238) 350.000 Hungría 800 (0,267) 3.000.000 Belgica/Luxemburgo 500 (0,384) 1.300.000 Suecia 350 (0,437) 800.000 Islandia 22 (0,440) 50.000 Chequía/Slovaquia 1000? (0,500) 2.000.000

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Austria 1000? (0,500) 2.000.000 Dinamarca/Noruega 1350 (1,391) 970.000 Alemania 25000 (1,563) 16.000.000 Polonia/Lituania 10000? (2,941) 3.400.000 Suiza 4000 (4,000) 1.000.000 Lichtenstein 300 (100,000) 3.000

La mitad de las quemas de brujas se produjeron como vemos en los estados alemanes, donde fueron ejecutadas 25.000 personas. Mas poniéndo el número de ejecuciones en relación con el de habitantes, vemos que Lichtenstein es el lugar donde más cruda fue la persecución: 300 quemas con relación a 3000 habitantes, corresponde a un 10 % de la población. Ala cabeza del extremo opuesto de la escala, con una intensidad de un fracción de unidad por mil, encontramos a Portugal, España e Italia, los únicos países que conservaron la Inquisición, adaptándola a su nueva base nacional.

La documentación correspondiente a la primera parte de la Edad Moderna, que es la época que nos interesa, es tan abundante, que nos permite con gran seguridad decir cuántas de las quemas de brujas registradas se debieron a la Inquisición.

Las cifras, por inesperadas, resultan asombrosas. Para Portugal es 1. Para España, 27. Y para Italia, 8. El resto de un total de ca. 1300 ejecuciones, repartidas entre los tres países, se debieron a los tribunales civiles y episcopales de los mismos.

En ya anticuados estudios encontramos a menudo la suposición de que en España, Portugal e Italia, el Santo Oficio tenía tanto que hacer persiguiendo a judíos, mahometanos y protestantes, que no le quedaba tiempo para perseguir también a las brujas. La revisión sistemática de los archivos inquisitoriales nos demuestra algo muy distinto. Calculo que la Inquisición en los países católicos del Mediterráneo llevó a cabo entre 10.000 y 12.000 procesos de brujería, que, no obstante, fueron sentenciados con penas menores o absolución.

Es importante subrayar que las teorías demonológicas no fueron asunto exclusivo de la Teología. Filósofos, matématicos y físicos debatían seriamente dichas especulaciones en el seno de las universidades europeas más prestigiosas. Y el debate duró hasta principios del siglo XVIII. Todo al contrario de lo que generalmente se cree, la demonología fue una precusora de la ciencia moderna.

La explicación al hecho de que la Inquisición prestase tan poco interés al aspecto demonológico, nos la da un catedrático de la Universidad de Salamanca. Raphael de la Torre observa a principios del siglo XVII, que mientras los especialistas en Derecho Romano y los teólogos, nonnalmente opinaban que el aquelarre era un hecho real, coincidían casi todos los canonistas en rechazarlo como producto de la imaginación.

Notemos que precisamente era a canonistas, a quienes la Inquisición solía dar empleo. Esto podría explicar, por qué este sector seguía aferrado a la tradición medieval del Canon episcopi.

La cuestión del inexplicable escepticismo inquisitorial merece ser examinada a la luz de un amplio contexto histórico-teológico. Expondré aquí brevemente hasta qué punto el escepticismo inquisitorial repercutió en la situación de las brujas en España. Al principio, España siguió a la zaga de otros países. De 1498 a 1522, el Santo Oficio condenó a once brujas a la hoguera. Mas

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en 1526, la élite de teólogos española se reunió en Granada para elaborar unas nuevas instrucciones con respecto a la brujeria. Dichas instrucciones no tuvieron su igual en otras partes. ¿Dónde en el resto de Europa encontramos paralelos a ordenanzas como las siguientes?:

Cualquier bruja que voluntariamente confiese y muestre señales de arrepentimiento, será reconciliada sin confiscación de bienes, y recibirá penas salutarias para sus almas.

Nadie será arrestado en base de las confesiones de otras brujas.

Los Jueces averiguarán si las personas por ellos detenidas, ya han sido anteriormente sometidas a tortura por otras justicias.

Preguntando a los demás residentes de la casa os enteraréis de si dichas personas, en la noche que aseguran haber asistido a la junta de brujas, realmente se ausentaron de casa, o si, por el contrario, estuvieron en ella toda la noche sin salir.

Las instrucciones contenían también un párrafo, según el cual, todos los casos referentes a tan complicada materia, deberían siempre ser remitidos al Inquisidor General y su Consejo.

Con las instrucciones de 1526, se consiguió librar a España de la quema de brujas durante la mayor parte del siglo XVII.

Influída por Francia, en 1610, la Inquisición española volvió a introducir en el norte de España la pena de la hoguera. En total 7000 personas fueron acusadas de brujería. Todo ello podría haber terminado en un auténtico holocausto. Mas, por suerte, el inquisidor Salazar, encargado de las pesquisas, se había comprometido a conseguir pruebas sobre la existencia de la temida secta diabólica.

En su informe al Inquisidor General, Salazar concluye: "No hubo brujos ni embrujados hasta que se empezó a hablar y escribir de ellos." Dicha investigación contribuyó a la definitiva abolición de las quemas de brujas en todo el Imperio Español.

Permitanme referir un par de puntos del memorial de este, injustamente, aún poco reconocido abogado de las brujas. Oponiéndose a sus dos colegas del tribunal - quienes hallándose totalmente convencidos de la existencia de las brujas, deseaban acabar con ellas en el fuego - Alonso de Salazar expuso:

Mis colegas están perdiendo el tiempo al mantener que solamente los brujos alcanzan a entender aquello más dificultoso y especulativo, ya que han de sentenciarlo acá jueces que no son brujos (doc. 14.28).

Ni tampoco mejoramos nada con averiguar que el demonio pueda hacer esto y aquello, repitiendo a cada paso la teoría de su naturaleza angélica, y porque den también los doctores por asentadas aquellas cosas, ya que sólo sirve de fastidio inútil - pues nadie las duda. La cuestión es si en el caso concreto, ha pasado como lo dicen los brujos... porque ni ellos han de ser creídos, ni el juez dará sentencia mas que en lo que exteriormente sea verdad y de igual modo perceptible para cuantos las oyeren (doc. 14.29).

En otras palabras, Salazar sostenía, que el aspecto demonológico era irrelevante en los casos concretos de brujería. Sobre tal revolucionario postulado reposaba todo su método

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protopositivista, como muy bien podrímos llamarlo, puesto que el positivismo, como filosofía, nació más tarde.

De esta exposición histórica podemos sacar las siguentes conclusiones: 1. Mientras que la Inquisición solía mostrarse dura y tajante con judios, mahometanos y protestantes, se mostró inusitadamente blanda en cuanto al castigo de la brujería y otras formas de delitos mágicos. Tan blanda, que considerado con los ojos de un europeo del norte o del centro de Europa, debió resultar un escándalo.

2. La Inquisición podía haber causado un holocausto de brujos en los países católicos del Mediterráneo - mas la historia nos demuestra algo muy diferente - la Inquisición fue aquí la salvación de miles de personas acusadas de un crimen imposible.

La época medieval fue dominada por el sistema feudal y el papel de los caballeros medievales fue muy destacado, tanto que cuando pensamos en la época medieval el primer pensamiento a menudo que nos llega es el de los caballeros medievales y sus damas. El deber de un caballero medieval era aprender a luchar , a manejar las armas, para poder así servir a su señor feudal de acuerdo con el Código de la Caballería. La edad media fue una época muy violenta en la historia europea.

ORIGEN: Cuando los normandos (vikingos), dirigido por Guillermo el Conquistador invaden Inglaterra (900) , se necesitaban muchos y preparados hombres para proteger las tierras. Inicialmente, los hombres jóvenes hacían juramentos de fidelidad para proporcionar su servicio militar para proteger a un señor o noble. Con el tiempo estos hombres de servicio guerrero comenzaron a acumular riquezas y adquirieron su propia tierra lo que les permitió pagar los suministros necesarios para llevar a cabo campañas militares y mantener sus propios hombres ejércitos. En poco tiempo, los caballeros eran una clase de nobleza a todos a sí mismos.

En la práctica de armas se incluyen las habilidades en el manejo de las espada con ambas manos, del hacha, la maza, daga ylanza. De un caballero se esperaba que sea un guardia del castillo y en apoyo de su señor feudal en las guerras.

El caballero medieval fue uno de los tres tipos de hombres de guerra durante la Edad Media: caballeros, soldados de infantería, y arqueros. El caballero medieval era el equivalente del tanque moderno. Estaba cubierto de varias capas de blindaje, y era muy difícil enfrentarlo, y menos aun de a pie o de parado. Generalmente eran de una familia de buena posición económica, pues era sumamente caro conseguir las armaduras y el caballo ideal para la batalla. El caballo de batalla podría costar el equivalente hoy de un automóvil.

El Caballero Medieval Historia de los Caballeros en la Edad Media

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El caballero era un guerrero a caballo de la Europa medieval que servía al rey o a otro señor feudal como contrapartida habitual por la tenencia de una parcela de tierra, aunque también por dinero o como tropa mercenaria. El caballero era por lo general un hombre de noble cuna que, habiendo servido como paje y escudero, era luego ceremonialmente ascendido por sus superiores al rango de caballero. Durante la ceremonia el aspirante solía prestar juramento de ser valiente, leal y cortés, así como proteger a los indefensos.

Convertirse en un caballero era parte del acuerdo feudal. A cambio de su servicio militar, el caballero recibía un feudo. En la Baja Edad Media, muchos caballeros prospectivo comenzó a pagar "dinero de protección" a su señor para que no tendría que servir en el ejército del rey. El dinero se utilizó para crear un ejército profesional que fue pagado y apoyado por el rey. Estos caballeros solían pelear más por el saqueo de los salarios del ejército. Cuando capturaron a una ciudad, se les permitió a saquear, robar los bienes y objetos de valor.

Convertirse en un Caballero: No había muchas formas en que una persona podía convertirse en un caballero, o era hijo de otro caballero, hijo de una familia aristocrática o bien había tenido una acto de valentía y honor en el campo de batalla, pero normalmente eran hijo de un un caballero o de noble que desde niño, de unos ocho años de edad, era enviado para que sea preparado en arte de guerrear. Pasaba mucho tiempo fortalecimiento su cuerpo, practicando lucha libre y montando a caballo. Aprendía a luchar con una lanza y una espada. Practicaba golpeando sobre una bolsa pesada con forma humana colgada de una cuerda.

Por otro lado también recibía instrucción intelectual, a leer , escribir, lenguas como latín y francés, a bailar, cantar y a comportarse en la corte frente a un rey.

A los 15 años podría convertirse en escudero al servicio de un caballero. Sus deberes incluían vestir al caballero en la mañana, servir las comidas al caballero, cuidar el caballo, y también la limpieza de la armadura y sus armas. Acompañaba al caballero a todos los torneos y ayudaba a su señor en el campo de batalla.

Un escudero también se preparaba para aprender a manejar la espada y la lanza mientras transportaba veinte kilos de armadura y montado en un caballo. A los veinte años, si se lo consideraba digno, el escudero podía convertirse en un caballero, mediante una ceremonia. La noche antes de la ceremonia, el escudero vestía una túnica blanca y roja. Debía ayunar y orar toda la noche para la purificación de su alma. El capellán le daba la bendición a su la espada que se la colocaba en el altar de la iglesia.

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Antes del amanecer, tomaba un baño para mostrar que él era puro, y se vestía con sus mejores ropas. Cuando amanecía, el sacerdote escuchaba la confesión de la joven, un rito contrición católica. Luego el escudero podía desayunar. La ceremonia se hacia al aire libre en frente de la familia, amigos, y la nobleza. El escudero se arrodillaba delante del Señor, y era ligeramente golpeado en cada hombro con su espada y se proclamaba un caballero, seguía luego una gran fiesta siguió con música y baile.

El Caballero Medieval Historia de los Caballeros en la Edad Media

Una de las habilidades más importantes de un caballero era su capacidad de combate montado en un caballo. Esta habilidad sobre un caballo le tomó muchos años de educación y además lograr los recursos necesarios como caballos, armas y armaduras. La carga en conjunto de estos caballeros montados con armas y armaduras metálicas eran muy efectivas para romper en los combates las líneas defensivas de soldados a parados.

El código de la caballería. Se comprometían a defender a los mas débiles, ser cortés con todas las mujeres, ser leal a su rey, y servir a Dios en todo momento. De los caballeros se esperaba humildad ante los demás, especialmente frente a sus superiores. Se esperaba también que no "hablara demasiado". En otras palabras, no se gloríe o tenga actitudes soberbias. El código de la caballería exigía que un caballero tenga misericordia de un enemigo vencido. Sin embargo, el hecho mismo de que los caballeros se formaron como hombres de guerra, muchas veces no se cumplía este código.

Este código de caballería no se extendía a los campesinos. Por "débil" se interpreta generalmente como "las mujeres nobles y los niños". Eran a menudo brutal con la gente común. A veces puede incluso violaban a mujeres jóvenes, campesinas sin temor a represalias, porque todos ellos formaban parte de la clase alta.

E1 ideal caballeresco se atenía a normas y estas llevaron a que se formularan distintos decálogos que las resumían. El famoso historiador francés Leén Gautier, sobre la base de fuentes medievales, reprodujo uno en su libro La caballería, publicado en 1895, que podría considerarse una síntesis de los conocidos.

Los caballeros también poseían mandamientos inquebrantables:

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Creer en todo lo que la iglesia enseñe y observar todos sus mandamientos.

Proteger a la iglesia.

Tendrás respeto por sus debilidades, las defenderás.

Amaras el país en que naciste

No retrocederás ante el enemigo

Harás a los infieles una guerra sin cuarteles.

Cumplirás tus deberes feudales si no contradice la ley de Dios.

No mentiras y serás fiel a tu palabra.

Serás generoso.

Mantendrás el bien frente a la injusticia y el mal.

A pesar de que procedían de familias ricas, muchos caballeros no eran primogénitos de sus familias y por lo tanto ellos no reciben una herencia. Así que se olvidaban de su formación y se transformaban en sanguinarios mercenarios. Saqueaban pueblos o ciudades que capturaban, y a menudo profanaban y destruían iglesias y otros bienes.

Armaduras y armas: Un caballero estaba armado y,.... hasta los dientes. Tenían tanta armaduras y armas que dependía de la ayuda de su escudero para mantener su armadura y armas limpias y en buenas condiciones de trabajo. Al principio, la armadura estaba hecha de anillos de metal pequeño llamado cota de malla. Un caballero llevaba una camisa de lino y un par de pantalones, así como los cojines de lana gruesa de metal debajo de la túnica de anillos. Un traje de cota de malla podía tener más de 200.000 anillos. Sin embargo, la cota de malla era pesada, incómoda, y difícil para mantener con el paso del tiempo.

Los caballeros estaban cubiertos con placas de metal, mediante armaduras muy costosas. Las placas le cubrían el pecho, espalda, brazos y piernas. Un cubo como el casco protegia la cabeza y tenía una visera de metal con bisagras para cubrir su rostro. La armaduras eran calientes, incómodas y pesada de llevar. Una armadura pesaba entre veinte y veinticinco kilogramos. Algunos caballeros itambien protegían a sus caballos con una armadura. Usaban un escudo al frente para mantenerse mas la batalla. Los escudos eran de madera o de metal o de ambos, y adornaban sus escudos con el emblema o escudo de la familia y el lema de la familia.

Su principal arma fue la espada, que llegaba a pesar unos quince kilogramo. Se usaba en su lado izquierdo, sujeta a la cintura. A veces un cuchillo se usaba en el lado derecho del caballero. Una

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larga lanza se utilizaba en las justas, también hachas de metal, martillos de guerra, pesadas mazas de hierro, para derrotar al enemigo.

Cuando el caballero no estaba peleando o guerreaba, mantenían y practicaban sus habilidades compitiendo en torneos y otras competiciones.

Esta cultura caballeresca medieval prevaleció durante centenares de años en Europa, y es la cultura de la armadura blindada asociada en las películas que solemos ver seguido. Con el tiempo se inventa el arco largo, consiguiendo una excelente combinación de precisión y potencia.

El arco largo inglés, es el refinamiento de una antigua tecnología galesa, y se convirtió en el último grito de la moda en armamentos durante el siglo catorce. Preciso y potente en manos de un arquero experimentado, el arco largo fue una razón adicional para que los caballeros usaran sólidas armaduras metálicas.

El arco largo era poderoso, pero tanto su precisión como su alcance eran limitados. El modelo inglés podía causar daño a una distancia de 225 metros y se recargaba rápidamente. No obstante, sólo un arquero experimentado podía manejarlo a cabalidad, de modo que Inglaterra exigía a los pequeños propietarios de tierras que se enrolaban como soldados, de ser necesario, como en la antigua Grecia y en Roma, un entrenamiento para adquirir buena puntería.

En la batalla de Crécy, librada en 1346 durante la guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia, los arqueros ingleses provistos de arcos largos derribaron las filas francesas una tras otra. Francia perdió ese día más de 1.500 caballeros y 10.000 soldados de infantería. Inglaterra perdió menos de 200 hombres en total, entre ellos solamente dos caballeros.

Hasta el siglo IX los nuevos centros de población no descubrieron la utilidad de las ciudades fortificadas. Los vikingos que sitiaron París en el 886-888 encontraron cortado el paso por las murallas. Más o menos en la misma época, Alfredo de Inglaterra ideó un procedimiento para cerrar las ciudades con murallas, que debían ser vigiladas por fuerzas de la propia localidad. Para levantar y defender fortificaciones de este tipo era preciso que las autoridades públicas obligasen a algunos habitantes a pagar, construir y encargarse de guarnecer dichas murallas.

Si el ejercicio de la autoridad pública recaía en manos que no fueran las de los reyes, cosa que ocurrió sobre todo en Francia durante el siglo X, estos personajes tenían poderes, y a menudo razones, para levantar estas fortificaciones por su propia cuenta.

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Los castillos como lugares fortificados y ocupados permanentemente eran de piedra, material que desde el principio exigió la participación de albañiles especializados y exigió tiempo para su construcción.

Para construir rápidamente una obra defensiva bastaba con unos montículos de tierra provistos de una robusta empalizada de madera en la parte superior con la cual poder resguardar un pequeño destacamento de soldados. Es probable que las fuerzas invasoras llevaran consigo obreros especializados capaces de proceder de improviso a construir fortificaciones de este tipo, pero es probable también que se contratara localmente a los trabajadores encargados de hacer esos montículos de tierra.

Habría sido imposible levantar un castillo, por pequeño que fuera, sin que el señor que debía ocuparlo no gozara de grandes poderes, incluso temporales, sobre una zona local o sobre un contingente de soldados. Los castillos, una vez construidos, debían ser confiados a sus castellanos, que muy pronto descubrían que aquella fortificación podía convertirse en la base de una acción política independiente. El castillo, siempre que estuviera adecuadamente dotado de agua y almacenes, pasaba a proporcionar a algunos señores locales, a veces absolutamente insignificantes, suficiente poder para mantener una independencia efectiva.

Reyes provistos de grandes recursos militares y de una cierta visión política, como Enrique II de Inglaterra, parece que tuvieron la habilidad de influir en los castellanos que amenazaban su seguridad consiguiendo que desmantelasen los castillos sobrantes y buscasen castellanos leales para los restantes, pero los gobernantes de este tipo no abundaban y fueron muchos los castillos que subsistieron y se convirtieron en centros de estados autónomos.

La función básica del castillo era siempre defensiva. Se elegía el emplazamiento primordialmente por las ventajas que ofrecía el lugar como defensa: una lengua de tierra accesible únicamente a través de un camino, terraplenes empinados, incluso un peñasco rocoso.

Todavía pueden verse en toda Europa ruinas de estos castillos, a veces encaramados en lugares increíbles, hoy más pintorescos que amenazadores. La pólvora ha arruinado sus construcciones defensivas, pero sólo cuando las condiciones políticas y económicas ya habían minado su seguridad.

En el siglo XIII, la renovada importancia de las ciudades hizo que el acceso a ellas, si no su control, fuera indispensable para la preeminencia de la vida pública. Las ciudades desde el principio estuvieron provistas de murallas defensivas propias, murallas que debían ser permanentes y

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efectivas. Las técnicas de construcción de defensas de este tipo tenían que ver con la construcción de los propios castillos.

Eduardo I de Inglaterra, el inglés que construyó más castillos en Gales y Escocia, se sirvió de un arquitecto de Saboya, James of St George, quien demostró en Caernarvon cómo había que defender conjuntamente el castillo y la ciudad. De hecho, sólo una calidad de construcción de este género podía resistir los asaltos de los enemigos medievales. Y sólo castellanos situados en lugares aislados e inverosímiles podían preservar su independencia. En otros lugares el castillo había perdido todo su sentido para la política local. En los dos o tres siglos que duró su preeminencia, el castillo tuvo una profunda influencia sobre la vida y mentalidad de los señores, vasallos, soldados y habitantes de la localidad.

La finalidad principal de un castillo consistía en permitir que una guarnición cercada en él resistiese más que el sitio al que la podían someter sus enemigos. No había ningún castellano que tuviera interés en ganarse la enemistad de la población local ni en privarla del alimento y trabajo que pudiese encontrar en la inmediata vecindad. El castillo brindaba refugio contra las incursiones intermitentes, pero repetidas, de enemigos que venían de lejos, no contra la población local. Cuando se presentaba el enemigo, el castillo se convertía en refugio de hombres y animales de las cercanías y contaba con las provisiones suficientes para atenderlos.

El castillo, cuando se mantenía con propósitos que no fueran temporales y se convertía en una poderosa estructura de piedra, tenía la función especial de fortaleza para el vecindario o para la sociedad política. Guarnecido siempre con la fuerza mínima capaz de hacer frente a un Sitio, en ocasiones también podía acomodar a un gran número de personas, que no lo habitaban necesariamente en tiempo de guerra. Cuando llegaba a él el señor acompañado de su séquito, tenía allí su corte, recibía a sus vasallos y vecinos en la sala más grande, dando muestra de riqueza, munificencia y, en caso necesario, de justicia.

Al señor feudal le compete también la administración de la justicia en su pequeño Estado. Había un torreón donde se encuentran las estrechas, oscuras y húmedas celdas de la prisión. En ellas se encierra a los enemigos, a los súbditos que no han aportado el tributo al señor, y aun a los viajeros que han intentado evadir el pago de gravosos peajes. Junto a la prisión están las mazmorras donde se tortura a los prisioneros cuando se desea arrancarles alguna información.

A veces convocaba a los alguaciles locales para que expusieran sus alegatos, recibía a los nuevos arrendatarios, dictaba nuevas normas y dirimía antiguos litigios. El castillo era su casa de campo, su tesoro, su palacio, su casa temporal, el símbolo permanente de su poder y de su dignidad. En las islas británicas todavía siguen en pie suficientes castillos, algunos habitados aún, como Windsor o Warwick o Alnwick, que proclaman cuál era su propósito. Las reparaciones posteriores no han

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desvirtuado totalmente su aspecto original, aunque sería más difícil imaginar cómo debió ser su interior.

Las mejoras realizadas en el siglo XIII indican que sólo tardíamente su propietario adquiría casas más íntimas y confortables. El castillo era en gran parte un edificio público donde vivían aquellos que se tenían confianza mutua, donde comían y dormían, y donde sólo se encontraban especialmente recluidas las damas de alta alcurnia.

Los castillos, como los monasterios, eran lugares austeros en los que se había tenido en cuenta la importancia de la cuestión sanitaria, como lo demuestra su construcción. De la elegancia de los muebles, tapicerías o cortinajes que cubrían las paredes, de la comodidad de las camas y salones, sólo encontramos algunas alusiones en los romances. Su perfil dentado pretendía infundir miedo y respeto a los que se acercaban al castillo pero, así que penetraba en el patio, el viajero pasaba a formar parte de la gran familia del señor y vivían en él como miembro de ella.

cena medieval

En la noche la familia del castellano se reúne delante de un enorme hogar, en la cocina, espaciosa y oscura, del castillo. Se escuchan los relatos del trovador y se festejan las chanzas del bufón. Luego los pajes sirven al señor una última copa de vino: es el "vino del sueño". La castellana, el señor, las damas de la corte y los pajes, alumbrándose con velas, se dirigen a sus habitaciones, subiendo las empinadas escaleras de caracol; los siguen los galgos que, echados sobre los cobertores, calentarán las camas. La mesa está servida: se comen carnes vacunas, de jabalí, rebeco, cabra, carnero, peces y aves, cocidas al horno, guisadas y al asador. Para condimentar se usan fuertes salsas preparadas con pimienta, clavo de olor, nuez moscada, canela y jenjibre. No se usan cubiertos: los comensales toman los alimentos con las manos. Al finalizar la comida los pajes alcanzan jofainas con agua perfumada para lavarse las manos.

CABALLEROS & CASTILLOS DE LA EDAD MEDIA. Presentado por: -DavidGalindo -Katherine Ramírez -Daniel Leal Presentado a: Fabiola Pulido 10-02 Jornada Mañana

CASTILLOS En la época de la EDAD MEDIA los castillos eran fundamentales, ya que allí vivían los Reyes con toda su familia.

En la edad media los castillos eran construidos en lo más alto de las colinas con un objetivo que era tener una visión más clara de todo su entorno & poder alistarse con anticipación a la llegada de algún enemigo, o si era el caso de algún aliado o cualquiera que pasará por sus alrededores.

División de los Castillos Los castillos estaban divididos en: -Foso -Puente levadizo -Patio de armas -Torre de guardia -Almenas -Torre de homenaje -Mazomorras

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Todo castillo tenía como parte fundamental un foso, que era un tipo de canal lleno de agua rodeando las afueras. Para permitir el ingreso y la salida de el mismo, se dejaba caer el puente levadizo manejado por los guardias desde adentro, además de el puente la entrada también era protegida por una sección de rejas llamadas Rastrillo.

En la denominada ‘‘torre de homenaje’’ vivía el Rey o la nobleza y su familia, esta parte de el castillo era la más custodiada, aparte de el camino de ronda que eran los centinelas armados a lo largo de las murallas por todo el castillo. En el patio de armas se llevaban a cabo los entrenamientos de todos los que conformaban el elenco de lucha: Arqueros, jinetes, escuderos entre otros…

Como en todo lugar, en los castillos habían reglas que cumplir y por eso el que no acatara las mismas era encerrado en las mazmorras que eran un tipo de celdas ubicadas en los sótanos, casi siempre estaban copadas de enemigos condenados al ser atrapados por las tropas de el castillo en el que se encontraran, estas mazmorras estaban ubicadas en los sótanos de los castillos.

La vida en los castillos era algo incómoda ya que eran lugares muy oscuros y muy fríos, además de esto no había electricidad y por las noches la única luz eran las antorchas, no había agua limpia lo que ocasionaba epidemias con mucha frecuencia.