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BS Don Bosco en Centroamérica 6 Tema del Mes El hombre moderno ha adquirido, indu- dablemente, una conciencia mucho más viva de la dignidad de la persona humana y de sus derechos inviolables. Hoy, se re- acciona vigorosamente contra la pena de muerte, la tortura, los malos tratos o cual- quier ofensa que degrade a la persona. Las legislaciones modernas y las disposi- ciones sociales recogen, de muchos mo- dos, esta exigencia de respeto a la perso- na y de defensa de la vida humana. Pero sería un error ignorar los atropellos que se siguen cometiendo contra lo que se proclama socialmente y lo que se codi- fica en las leyes. La vida humana es elimi- nada antes del parto mediante acciones abortivas; y lo mismo sucede en situacio- nes más o menos terminales, en virtud de una mal entendida «compasión» hacia el enfermo, o de una proclamada «muerte digna» o eutanasia. Es un escándalo que clama al cielo la exis- tencia de numerosos niños y niñas mal- tratados o de los que se abusa sexualmen- te, de mujeres obligadas a prostituirse, explotadas y esclavizadas por grupos or- ganizados al servicio del mercado del sexo. Particularmente desolador es el espectá- culo de tantas personas, especialmente jóvenes, metidos en el vértigo de la dro- ga, del consumo del alcohol, o que se entregan a un estilo de vida frustrado, desordenado e irresponsable. En una sociedad y en un mundo cada vez más desarrollados, en los que las posibili- dades de una vida digna son cada vez más abundantes, crece, a pesar de todo ello, el número de personas excluidas, obliga- das a vivir al límite de la subsistencia, na- ciones y enteros continentes explotados y olvidados, como si se tratara de seres de segunda categoría. El valor de la vida humana Proclamado y defendido, pero también agredido y amenazado Exigencia de respeto a la persona y defensa de la vida humana

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Tema del Mes

BS Don Bosco en Centroamérica6

Tema del Mes

El hombre moderno ha adquirido, indu-dablemente, una conciencia mucho másviva de la dignidad de la persona humanay de sus derechos inviolables. Hoy, se re-acciona vigorosamente contra la pena demuerte, la tortura, los malos tratos o cual-quier ofensa que degrade a la persona.Las legislaciones modernas y las disposi-ciones sociales recogen, de muchos mo-dos, esta exigencia de respeto a la perso-na y de defensa de la vida humana.

Pero sería un error ignorar los atropellosque se siguen cometiendo contra lo quese proclama socialmente y lo que se codi-fica en las leyes. La vida humana es elimi-nada antes del parto mediante accionesabortivas; y lo mismo sucede en situacio-nes más o menos terminales, en virtud deuna mal entendida «compasión» hacia elenfermo, o de una proclamada «muertedigna» o eutanasia.

Es un escándalo que clama al cielo la exis-tencia de numerosos niños y niñas mal-tratados o de los que se abusa sexualmen-te, de mujeres obligadas a prostituirse,explotadas y esclavizadas por grupos or-ganizados al servicio del mercado del sexo.

Particularmente desolador es el espectá-culo de tantas personas, especialmentejóvenes, metidos en el vértigo de la dro-ga, del consumo del alcohol, o que seentregan a un estilo de vida frustrado,desordenado e irresponsable.

En una sociedad y en un mundo cada vezmás desarrollados, en los que las posibili-dades de una vida digna son cada vez másabundantes, crece, a pesar de todo ello,el número de personas excluidas, obliga-das a vivir al límite de la subsistencia, na-ciones y enteros continentes explotados yolvidados, como si se tratara de seres desegunda categoría.

El valor de la vida humanaProclamado y defendido,pero también agredido y amenazado

Exigencia de respeto a la personay defensa de la vida humana

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LA VIDA

Al lado de tantos datos que demuestran cómo está creciendola estima por la vida humana, la consideración por cada vivien-te y el respeto al ambiente natural, por desgracia aumentantambién las manifestaciones de violencia cada vez más grave ydestructiva. Pensemos en las guerras y en el comercio de ar-mas que las sostiene, que siguen acumulando millares de vícti-mas inocentes; como también en los crueles combates entrepueblos y etnias, que obligan a enteras poblaciones a abando-nar los propios hogares y a buscar refugio fuera de la propiapatria; como también la creciente violencia xenófoba contralos inmigrantes, que son considerados como un peligro y unaamenaza, a los que se explota y a quienes se niega los dere-chos más fundamentales.

Durante mucho tiempo, la preocupación de los pueblos se cen-tró en asegurar las condiciones fundamentales e indispensa-bles para lograr subsistir. Era el único objetivo al que se podíaaspirar, cuando no había casi recursos para esperar mucho más.Desde hace algunos años, la calidad de vida se ha convertidoen una nueva meta de la sociedad y de los individuos.

Esta preocupación por la calidad la vida puede llevar a conse-cuencias muy diversas, según la intención que la anime: si seinspira en una voluntad humanitaria de desarrollar las condi-ciones más favorables a la expansión y al desarrollo de unavida digna para todos los seres humanos, o, en cambio, si seconvierte en una exigencia absoluta en sí misma, de inspira-ción utilitarista y hedonista, en base a la cual se mide, se valoray hasta se llega a excluir de la vida a los que no alcanzan undeterminado nivel.

De este modo se introduce una división, por ejemplo, entreenfermos que son curados con todo tipo de medios, y enfer-mos con escasa calidad de vida (ciertos discapacitados, ancia-nos sin familia, enfermos crónicos, etc.) que pueden ser des-atendidos y a los que se puede, en el límite, negar una terapia

más eficaz. Hay vidas que son con-sideradas menos importantes omenos útiles, vidas que sobran y quellegan al punto de ser consideradascomo una amenaza para el bienes-tar de los demás y por esto son eli-minadas.

Para consentir a unos pocos una altacalidad de vida, con mentalidad he-donista y consumista, se está favo-reciendo la degradación y la destruc-ción del ecosistema planetario (con-taminación en sus diversas formas,cambio climático, crisis de los recur-sos hidráulicos, reducción de la bio-diversidad, etc.), favoreciendo unmodelo de desarrollo no sostenibley que pone en grave peligro el fu-turo de toda la humanidad.

El aspecto que causa mayor preocupación es la difusión de unaforma de pensar, de valorar y de comportarse que aparece comonormal, presentada a veces incluso bajo especie de defensa dela libertad, y que, sin embargo, más que defender y promoverla vida, la está conduciendo hacia el deterioro, al vacío y, enúltimo término, hacia su misma eliminación. Es lo que el PapaJuan Pablo II llamaba una «cultura de muerte»: «Estamos fren-te a una realidad más amplia, que se puede considerar comouna verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizadapor la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en

Existen también otras formas de vio-lencia que provienen de una actitudanti-vida, producto de experienciasde frustración de las aspiracionesmás profundas de la persona; creceentonces en ella la hostilidad, el re-chazo y el odio a la vida de los de-más; se destruyen las cosas, se mal-tratan las personas, se hace dañogratuitamente. Este tipo de violen-cia es la que domina muchas vecesen las bandas juveniles o en gruposque promueven acciones violentasen las calles, etc.

muchos casos se configura comoverdadera ‘cultura de muerte’... Sedesencadena así una especie de‘conjura contra la vida’, que afectano sólo a las personas concretas ensus relaciones individuales, familia-res o de grupos, sino que va másallá llegando a perjudicar y alterar,a nivel mundial, las relaciones entrelos pueblos y los Estados».

Calidad de vida: una meta ambigua

Crecimiento de la agresividad destructiva

Una cultura anti-vida

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Por eso, lo primero que hay quehacer es gozar del mismo hecho devivir. El primer mandamiento querecibimos de Dios es el de vivir: unmandamiento que no está escrito entablas de piedra, sino esculpido enlo más profundo de nuestro ser.Nuestro primer gesto de obedien-cia a Dios es el de amar la vida, aco-gerla con corazón agradecido, cui-darla con solicitud, desarrollar todaslas posibilidades que se encuentrancontenidas en ella.

La Biblia pone continuamente derelieve la relación directa de la vidacon Dios. La vida del hombre vienede Dios; es, como hacía ver JuanPablo II, «un don con el que Dioscomparte algo de sí mismo con lacriatura». Dios es el único Señor dela vida; el hombre no puede dispo-ner de ella. Vida y muerte están enlas manos de Dios: «Él tiene en supoder el hálito de todo viviente y elespíritu de todo ser humano»(Jb 12,10). Toda vida viene de Diosy Dios la protege. No crea al hom-

bre para dejarlo morir, sino para queviva (cfr. Sab 2,23).

Precisamente por esto, el Dios de lavida es el «Dios de los pobres», queapenas logran sobrevivir; es el «Diosde la justicia», que defiende a losque están amenazados por los abu-sos y por las injusticias de los fuer-tes y de los poderosos (cfr. Códigode la Alianza, en Ex 21,1 - 23,9).Sólo el Dios fiel a la vida puede re-velarse a lo largo de la historia comodefensor de la vida del pobre, del

débil, de la viuda, del extranjero, delindefenso. Conocer a este Dios sig-nifica practicar la justicia que pro-duce vida y luchar contra la injusti-cia que mata. Creer en Él quieredecir promover la solidaridad conquien sufre y muere abandonado.Escuchar su voz es abrir el oído y elcorazón a su constante llamada:«¿Qué has hecho de tu hermano?»(cfr. Gn 4,9-10).

El Dios, que ya en el Antiguo Testa-mento se revelaba como «amigo de

El Diosque ama la vidaDesde las primeras páginasdel Génesis hasta la última páginadel libro del Apocalipsis, la SagradaEscritura manifiesta la fe y la convic-ción profunda del Pueblo de Diosde que la vida proviene de Diosy es preciso vivirla delante de Él,que la tutela y la protege. Es unabendición de Dios que hacebrillar en este don su amor y su generosidad. Es el mayorde los bienes que Diospuede conceder.

Toda vida viene de Dios y Dios la protege.G

AM

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LA VIDA

Éxito Fracaso

la vida», se encarnó en Jesucristo.En Él los discípulos han podido vercon sus ojos y tocar con sus manosal que es «Palabra de vida»(cfr. 1 Jn 1,1). Sus palabras y susgestos están orientados a promover,desde entonces, vida y salud en elser humano. En efecto, éste fue elrecuerdo que quedó de Jesús en laprimera comunidad: «Dios ha ungi-do con la fuerza del Espíritu Santoa Jesús de Nazaret, que pasó hacien-do el bien y curando a los oprimi-dos por el diablo, porque Dios esta-ba con él» (Hch 10,38).

Para Jesús la vida es un don precio-so, «más que el alimento»(Mt 6,25). Salvar una vida prevale-ce sobre el sábado (cfr. Mc 3.4),porque «Dios no es un Dios demuertos, sino de vivos» (Mc 12,27).La defensa de la vida humana es unaidea central en el programa del Rei-no. Los dos aspectos - la proclama-ción del Reino y el cuidado por lavida del hombre - integran el con-tenido de su actividad mesiánica,como aparece siempre en los rela-tos evangélicos: «Jesús recorría todaGalilea... proclamando el evangeliodel Reino, curando todas las enfer-medades y todas las dolencias delpueblo» (Mt 4,23; 9,35; Lc 6,18).Es más, la actividad curativa es laque mejor caracteriza al Mesías. Esahí donde más inmediatamente semanifiestan las obras del enviado deDios: «Los ciegos recobran la vista ylos cojos caminan; los leprosos que-dan limpios y los sordos oyen; losmuertos resucitan y el evangelio esanunciado a los pobres» (Mt 11,5).

También en el evangelio de Juan lavida es el valor central. Jesús es por-tador y garante de una vida «eter-na» y definitiva, es decir, una vidaque Dios comunica a sus hijos y quetendrá su consumación última másallá de este mundo. Por esto el evan-gelista nos presenta a Cristo como«el pan de la vida» (Jn 6,35.48), «laluz de la vida» (Jn 8,12); «el cami-no, la verdad y la vida» (Jn 14,6);

«la resurrección y la vida» (11,25),hasta tal punto que todo hombre omujer «que cree en él, aunque mue-ra, vivirá» (Jn 11,25).

Esta vida eterna puede ser experi-mentada ya desde ahora por el cre-yente: «quien cree tiene la vida eter-na» (Jn 6,47); quien escucha su pa-labra «tiene la vida eterna... y hapasado de la muerte a la vida»(Jn 5,24); «quien come su carney bebe su sangre tiene vida eternay él lo resucitará en el último día»(Jn 6,54). Pero la experiencia fun-damental que garantiza la aperturay la orientación de nuestra vida ac-tual hacia esta salvación eterna essiempre el amor: «Nosotros sabe-mos que hemos pasado de la muer-te a la vida porque amamos a loshermanos. El que no ama perma-nece en la muerte» (1 Jn 3,14).

Jesús no sólo aprecia la vida y ladefiende, sino también da su mis-ma vida como servicio supremo deamor, a fin de que la humanidad notermine en la muerte y en la des-trucción definitiva. «Yo doy mivida... Nadie me la quita. Yo la doyvoluntariamente. Tengo el poder dedarla y el poder de volverla a tomar»(Jn 10,17-18). Si Jesús se da a sí

mismo hasta la muerte no es cierta-mente porque desprecie la vida, sinoporque ama mucho la vida y la quie-re para todos, también para los másinfelices y desgraciados, y la quieredefinitiva, plena y eterna.

Esta «vida crucificada» por amor es«escándalo y necedad» según losmodelos de vida hoy vigentes en lasociedad. Pero, desde el punto devista de la fe cristiana, constituye elcriterio último de toda vida quequiera ser plenamente humana y nodesfigurada o alterada por el egoís-mo, por la falta de solidaridad, porla injusticia. Es más, esta «vida cru-cificada» es para los creyentes larevelación suprema del amor de Diospara con el hombre y de su estima ydefensa de la vida humana: es el«Evangelio de la vida».

Este evangelio culmina en la resu-rrección. El Dios que resucita a Je-sús es un Dios que pone vida dondelos hombres ponen muerte. Así lopredican los apóstoles: «Vosotros lomatasteis... pero Dios lo resucitó»(Hch 2,23-24). El que cree en esteDios resucitador, «Dios de los vivos»,comienza a amar la vida de modoradicalmente nuevo y con un amortotal.

La fe pascual impulsa al creyente aponerse de parte de la vida dondeésta se encuentre agraviada, ultra-jada o destruida. Su lucha contra lamuerte no nace sólo de algún im-perativo ético, sino de la fe en esteDios resucitador, que quiere que elhombre participe por siempre de sumisma vida divina. «Así alcanza suculmen la verdad cristiana sobre lavida. Su dignidad no sólo está liga-da a sus orígenes, a su procedenciadivina, sino también a su fin, a sudestino de comunión con Dios ensu conocimiento y amor. A la luz deesta verdad San Ireneo precisa ycompleta su exaltación del hombre:‘el hombre que vive’ es ‘gloria deDios’, pero ‘la vida del hombre con-siste en la visión de Dios’».

Jesús ama la vida y la quiere para todos.

BSC

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El hombre se ha de concebircomo una persona solidaria.

Tal anuncio exige proponer con cla-ridad y decisión el carácter inviola-ble de la vida. La vida del ser huma-no es frágil, precaria y efímera, peroes una realidad sagrada e inviolable.Dios ha infundido su propio espíri-tu en el hombre, lo ha creado «a suimagen y semejanza» (Gn 1,27).Nadie puede disponer de la vida asu capricho, ni de la propia ni de lade los demás. Esta vida recibida deDios es el fundamento de la digni-dad constitutiva e indestructible detodo hombre, el primer valor en elque se basan y se desarrollan todoslos demás valores y derechos. Elmandamiento de Dios es claro e in-

Dejémonos guiar por el amor de Dios a la vida

equívoco: «No matar» (Ex 20,13).Aunque esté formulado de modonegativo, expresa el sentido funda-mental del valor de la vida y sigueestimulándonos a reafirmarlo hoy.

Frente a los numerosos atentadoscontra la vida adquiere una impor-tancia decisiva el compromiso depromover una educación más sen-sible al valor de la vida, a su respetoy a su defensa; una educación ca-paz de ofrecer una visión integral dela vida y de la salud y de aportarsentido ético a la persona. Las nue-vas generaciones tienen necesidadde encontrar padres y educadoresque sean verdaderos «maestros devida». Tienen necesidad de que seles enseñe a ser agradecidos por lavida, a vivir de modo sano y mode-rado, a asumir la responsabilidad dela propia existencia, a construirla, aintegrar fracasos, dificultades, re-nuncias, sufrimientos, a celebrar lavida y al Dios que nos la da, a vivirlaen el amor y en la entrega.

Para cumplir este compromiso esnecesario recordar la vocación y lamisión de la familia. Su responsabi-lidad educativa brota de su mismanaturaleza y de su misión específi-ca; es decir, el hecho de ser comu-nidad de vida y de amor y de estardestinada a «custodiar, revelar ycomunicar el amor». La familiaanuncia el evangelio de la vida so-bre todo educando a los hijos en laveneración por la vida, enseñándo-los a ser agradecidos por este donde Dios. Se trata de un trabajo aten-to de formación de la concienciamoral. Con su palabra y su testimo-nio, en las relaciones y en las deci-siones cotidianas, la familia puedeenseñar, educar y ayudar a vivir losgrandes valores de la libertad, delrespeto a los demás, de la acogida,del diálogo, del sentido de la justi-cia, de la solidaridad, de la entregade uno mismo. De este modo, conconfianza y valor, los padres educa-rán a sus hijos en los valores esen-ciales de la vida humana.

El amor de Dios por la vida nos estimula al compromiso: atestimoniar, proclamar y amar el valor de la vida humana.Juan Pablo II ha escrito: «Es necesario hacer llegar el Evange-

lio de la vida al corazón de cada hombre y mujer e introdu-cirlo en lo más recóndito de toda la sociedad».

El fundamento último del valorabsoluto de toda vida humana.

¿Por qué toda vida humana mereceser defendida y respetada siemprey en cualquier situación y circuns-tancia? ¿Hay vidas que valen másque las otras?

¿Dónde se encuentra el criterio paradeterminar que una calidad de vidaes verdaderamente digna de la per-sona humana?

Retos e interpelacionesEl reto de la promoción de la vidapara todos, sobre todo para losmás débiles e indefensos.

¿Es humano que precisamente lagran sensibilidad del hombre con-temporáneo respecto de una vidamás plena y mejor se convierta mu-chas veces en la mayor amenazapara la vida de los más débiles e in-defensos?

El reto de la evangelización en estecontexto y en esta cultura.

¿Cómo afrontar esta cultura contra-ria a la vida y anunciar en ella el«Evangelio de la vida» como fuerzacuradora y vivificadora para todos?¿Cómo promover en nuestras co-munidades, en los jóvenes y en laFamilia Salesiana un estilo de vidasegún la propuesta de Don Bosco,que lleve a todos a amar, valorar,defender y promover la vida comodon y como servicio?

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LA VIDA

Éxito

Desde niño Don Bosco demuestrauna gran vitalidad; aprende de sumadre, Mamá Margarita, a descu-brir la belleza de la naturaleza y dela vida; sabe gozar del esplendor delpaisaje, de las colinas y de los cam-pos en flor que rodean «I Becchi»,contempla admirado las noches es-trelladas, se aficiona a un pajarito yle cuida con ternura. En todas estascosas su madre le enseña a descu-brir la obra de Dios creador que sepreocupa de sus hijos, su sabiduríay su infinito poder y, sobre todo, suamor. De este modo Juan se abre auna visión positiva y providencial dela vida, sabe gozar de los momen-tos sencillos de la vida campesina yafrontar, sin desanimarse, las dificul-tades que encuentra desde joven ensu misma casa. Con este espíritu tra-ta de comunicar la alegría a sus com-pañeros, entreteniéndolos los díasfestivos con una gran variedad dejuegos; pero actúa movido siemprepor una intención educativa: hacer-los mejores y ayudarlos a cumplir losdeberes del buen cristiano. Siendotodavía joven estudiante en Chieri,funda con sus amigos la «Sociedadde la alegría», cuya primera normaera precisamente la de estar siem-pre alegres y procurar no ofendernunca al Señor.

Ya sacerdote, recorriendo las callesde Turín y visitando las cárceles, DonBosco comprende que los jóvenesbuscan la felicidad, desean gozar dela vida, sentirse acogidos y aprecia-dos; y si a veces viven sus aspiracio-nes siguiendo caminos descarriadosque los llevan a la cárcel, no es por-que sean malos, sino porque no

encuentran personas que crean enellos y que los ayuden a desarrollarpositivamente las propias energíasy cualidades. Por esto, Don Boscoentrega su vida en su favor y creacon ellos un ambiente positivo devida, en el que puedan experimen-tar la alegría de vivir, con ampliasposibilidades de jugar y de divertir-se, de formarse y de encontrar tra-bajo, de sentirse amados, aceptadosy valorizados en un clima de fami-lia. El juego, la música, el teatro, lasexcursiones y los paseos son paraDon Bosco instrumentos importan-tes de educación y camino para con-quistar el corazón; y así poder ayu-dar a estos jóvenes a desarrollar lasmejores cualidades, a sentirse capa-ces de hacer el bien y de hacerseútiles a los demás y a la sociedad. Yde este modo Don Bosco los lleva aconocer y a vivir la amistad con Je-sucristo.

Podemos decir que Don Bosco vivecon sus jóvenes en Valdocco unaverdadera pedagogía de la vida, dela alegría y de la fiesta; es más, losinvita a comprometerse ellos mis-mos a promover entre los compa-ñeros este ambiente. Escribe en labiografía de Francisco Besucco: «Siquieres hacerte bueno practica sólotres cosas y todo irá bien (...). Helasaquí: Alegría, Estudio, Piedad. Éstees el gran programa, y si lo ponesen práctica, podrás vivir feliz y ha-cer mucho bien a tu alma». La ale-gría es característica esencial delambiente familiar y expresión delcariño, resultado lógico de un régi-men basado en la razón y en unareligiosidad, interior y espontánea,que tiene su fuente última en la pazcon Dios, en la vida de gracia. Poresto, la alegría es para Don Bosco,no sólo un medio para hacer acep-table la seriedad de la educación,

de los jóvenes sobre todo de los más pobres

Don Boscoamante y promotor de la vida,

BSC

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sino también una forma de vida quetiene en cuenta la realidad del mu-chacho y su deseo de vivir; Don Bos-co lo comprende y quiere que serealice plenamente, comprende quela exigencia más profunda del jovenes la alegría de vivir, la libertad, eljuego, la amistad.

Pero, sobre todo, Don Bosco comosacerdote cree profundamente queel cristianismo no es una religión deprohibiciones, sino, al contrario, esla religión de la vida, de la felicidad,del amor; por esto, mediante la pe-dagogía de la fiesta y de la alegríaabre los jóvenes a Jesucristo, losconduce a una relación personal deamistad con Él. Frente a una ima-gen de vida cristiana que estos jó-venes recibían de la sociedad de sutiempo como de una vida triste, car-gada de renuncias y de prohibicio-nes, una vida poco adaptada a lajuventud, Don Bosco les proponeuna forma de vida cristiana feliz ygozosa.

Don Bosco santificó el trabajo y laalegría. Era el santo de la jovialidadcristiana, de la vida cristiana activay alegre... Aquí radica su verdaderaoriginalidad. «En un impulso genialde su caridad llena de comprensiónhumana, convencido de las natura-les y honestas exigencias de la ju-ventud y de la vida sana, Don Boscosantificó, al mismo tiempo que eltrabajo, la alegría, la alegría de vi-vir, de trabajar, de rezar».

en la tierra y garantizar una felici-dad para siempre en la vida eterna.Por esto ponía - y lo proclamaba conclaridad - en la santidad el objetivoeducativo supremo; no como unameta para algunos privilegiados,sino como un ideal propuesto a to-dos, como decía en las «buenas no-ches» que movieron a Domingo Sa-vio a asumir el empeño de la santi-dad: «Es voluntad de Dios que to-dos seamos santos; es fácil conseguir-lo; a los santos les está preparado ungran premio en el cielo».

Es constante en él, sacerdote y edu-cador, la voluntad de valorar y dedesarrollar cuanto hay de positivoen la vida y en el corazón de cadapersona, de promover una vida cris-tiana capaz de gustar y valorar loque de humano, de positivo y denoble existe en la vida de cada día yen el corazón de las personas, in-cluso de las más desgraciadas, es-forzándose al mismo tiempo paraabrir la educación y la cultura a Je-sucristo, convencido de que sólo enÉl puede ser salvada plenamente.

Siguiendo, pues, a Don Bosco, comoFamilia Salesiana estamos llamadosa testimoniar y a anunciar que lavida humana es sagrada e inviola-ble, y que, por eso, no sólo no debeser suprimida, sino positivamenteprotegida y defendida. El valor dela vida es parte integrante del evan-gelio de Jesús. En una cultura y unacivilización que amenaza radical-mente la vida, la Familia Salesianade Don Bosco debe ser particular-mente sensible a un servicio educa-tivo que cuide y acoja toda la vida yla vida de todos; capaz especialmen-te de acompañar y proteger, ade-más de la vida en su origen, la vidaamenazada de tantos jóvenes quese debaten en la pobreza, en lamarginación, en el sufrimiento, enla falta de ideales y en el absurdo.Es, sobre todo, para la vida de estosjóvenes para lo que hemos sido lla-mados a ser «signos y portadoresdel amor de Dios».

Que los jóvenes puedan experimentar la alegría de vivir.

Don Bosco vive y sabe comunicar atodos sus hijos, colaboradores yamigos una visión positiva e integralde la vida; cree en la bondad y en ladignidad de toda persona humana,sobre todo de todo joven, de modoespecial del más pobre y en peligro;escribía: «El educador debe persua-dirse de que todos o casi todos es-tos queridos jóvenes tienen una in-teligencia natural para conocer elbien que se les hace, y un corazónsensible, fácilmente abierto al agra-decimiento». Por esto, cree en lacapacidad de recuperación de todojoven, en la eficacia del trabajo edu-cativo, cuando es vivido con entre-ga generosa y se sigue el métodode la razón y del cariño.

Los jóvenes abandonados y desca-rriados debían ser ayudados a en-contrar el sentido más elemental dela vida; esto exigía suscitar en ellosel deseo de vivir para ganarse conel trabajo y con el sudor de la frentelos medios para mantener, ellos y susfamiliares, una vida digna. Para losque vivían con carencias afectivas,Don Bosco se proponía crear unambiente y una red rica de relacio-nes familiares y de amistad, capa-ces de recomponer una vida afecti-va llena de intensas implicacionesoperativas y emocionales. Además,Don Bosco estaba convencido deque la fe cristiana y la amistad conJesucristo constituyen la energíamás fuerte y eficaz para sostener elesfuerzo educativo y para conducira un estilo de vida alegre y feliz aquí

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LA VIDA

Las amenazas a la vida están adquiriendo dimensiones alarmantes.

La vida humana se ha vistosiempre rodeada de peli-

gros, amenazada de violen-cia y de muerte. Hoy las

amenazas a la vida no sólono han disminuido, sino

que están adquiriendodimensiones alarmantes,siendo incluso programa-

das de forma sistemática ycientífica. A veces se llega

al punto de considerarexpresión de progreso y de

civilización la muerteprovocada violentamente.

Persisten las antiguas amenazas, fru-to del odio, de la violencia o de in-tereses contrapuestos (homicidios,guerras, masacres), agravadas por eldesinterés y por la falta de solidari-dad. Al lado de estas formas, estála violencia practicada contra millo-nes de seres humanos que van ade-lante a duras penas y mueren dehambre, el comercio escandaloso dearmas que continúa a pesar de tan-tas denuncias, la descompensaciónde los equilibrios ecológicos, la di-fusión de la droga, los accidentesdebidos al tráfico, los atentados te-rroristas, que causan verdaderos ypropios estragos en la humanidad.Desde sus fases iniciales hasta losmomentos terminales, la vida huma-na sufre el incomprensible asediode los mismos seres humanos. Fren-te a su actual oscurecimiento, es ne-cesario y urgente como nunca de-fender el valor inviolable y sagradode toda vida humana. Para ello de-bemos promover entre nosotros yen los jóvenes una actitud positivahacia la vida. Esto presupone:

Defender el valorde toda vida humana

Considerar la vida como un donCon frecuencia la vida es conside-rada como un producto de la capa-cidad y del poder del hombre, másque como un don de Dios. Estamentalidad puramente productivainduce fácilmente a una sutil discri-minación respecto de las vidas nodeseadas, incómodas o ‘improduc-tivas’: niños no nacidos, ancianos,discapacitados físicos o mentales,vidas defectuosas. Considerar la vidacomo un don lleva a vivirla en acti-tud de gratitud, de alabanza y deprofunda alegría, a comprometer-nos a cuidarla y amarla, tratando dedesarrollar todas sus virtualidadespositivas.

Promover una visión integral dela vidaPara todos los seres humanos la vidaes mucho más que un simple bien-estar material o el progreso econó-mico; la vida es un itinerario haciala realización personal, una realiza-ción que abraza no sólo la actividadmaterial, económica o social, sinotambién el progreso en la vida espi-ritual. La defensa de la vida requie-re asumir la responsabilidad de cui-dar, amar y desarrollar todas las po-sibilidades de la vida y de la natura-leza, para conducirla a su plenitudy a la auténtica calidad humana.

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Como hijos e hijas de Don Bosco nossentimos particularmente llamadosa proteger y cuidarnos de la vida detantos jóvenes que deben abrirse uncamino en la pobreza, al margen dela sociedad del bienestar. Debemosser capaces de imaginar y de crearnuevas formas de presencia misio-nera en el mundo de la marginacióny de la exclusión. He aquí algunassugerencias concretas:

Cuidado de los jóvenes en peligro

Toda presencia salesiana debe com-prometerse a responder a los cre-cientes desafíos que nos presentanlos jóvenes que viven en la margi-nación o en situaciones de peligro:muchachos de la calle, sin familia olejos de ella, jóvenes sin formacióny sin trabajo; los inmigrados, sobretodo los jóvenes que llegan solos,sin su familia; jóvenes expuestos ala delincuencia o víctimas de la ex-plotación sexual, y tantas otras si-tuaciones degradantes, en las quela vida humana está expuesta alpeligro y a la ofensa.

Acompañamiento y ayuda a fami-lias en dificultad

Un cuidado particular merecen lasfamilias que viven graves tensioneso que ya se han roto, familias queencuentran enormes dificultadespara educar a sus hijos, y otras ensituaciones de malestar. En respues-ta al aguinaldo del año pasado hansurgido muchas iniciativas de apo-yo y de ayuda a los padres en sucompromiso educativo, apoyo yorientación de parejas en dificultad,creación de grupos y comunidadesfamiliares, etc. En el comentario alaguinaldo del año 2006 sugería unaserie de actitudes y de intervencio-nes, que os invito a consolidar. La

Proteger la vida de los pobres

Responder a los crecientes desafíosque nos presentan los jóvenesque viven en la marginación o ensituaciones de peligro.

familia es el ambiente primario parala defensa y la promoción de la viday, como tal, debe continuar siendoobjeto privilegiado de nuestro cui-dado pastoral.

Preciosa y digna de respeto es toda vida humana. Sesigue de ello que se justifica no sólo la vida sana, útil,feliz, sino también la vida disminuida, la vida en eldolor y en la enfermedad, la del niño no nacido y ladel anciano inválido. No sólo es preciosa la vida de lospoderosos; lo es también la vida de los pobres y de losabandonados.

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LA VIDA

Educaren el valor de la vidaPara defender y hacerse cargo de la vida es preciso educar en el valor de lavida. Para ser verdaderamente un pueblo al servicio de la vida debemos,con constancia y valentía, proponer estos contenidos desde el primer anun-cio del Evangelio y, posteriormente, en la catequesis y en las diversas for-mas de predicación, en el diálogo personal y en cada actividad educativa.

Nuestras actitudes y nuestros ges-tos de cada día, aunque pequeñosy simples, deben ser para los jóve-nes una verdadera escuela de vida.Como educadores debemos tam-bién saber despertar en los jóvenesla alegría de vivir, el aprecio por losvalores humanos más profundos, elgusto del servicio gratuito a los de-más y hacia la naturaleza que nosrodea; debemos suscitar en ellos elsentido de la vida como vocación ycomo servicio y educarlos para serciudadanos responsables y activosen la construcción de una sociedadmás humana, más libre y solidaria.

Otro aspecto importante del com-promiso de educar en el valor de lavida es ayudar «a los jóvenes a com-prender y vivir la sexualidad, el amory toda la existencia según su verda-dero significado y en su íntima co-rrelación... Sólo un amor verdaderosabe custodiar la vida». Para ello, espreciso desarrollar una verdaderaeducación para el amor, según la ex-periencia típica de Don Bosco y loscriterios de su sistema educativo. Enla propuesta pastoral que acompa-ñaba el aguinaldo del año pasadose indicaban algunos pasos que daren este sentido; es importante to-marlos verdaderamente en conside-ración en todo el camino educati-vo.

Difícilmente se llegará a un verda-dero aprecio por la vida humana siésta no es apreciada en el ámbitofamiliar, si en él reina un clima deviolencia, si se presenta como signode progreso la interrupción de unavida incómoda o no deseada, si sevive teniendo como fin la competi-tividad, el éxito o el poder. La men-talidad y las actitudes se transmitenen sentido positivo o negativo a tra-vés del dinamismo cotidiano de lavida familiar. La familia educa o des-educa a través de la palabra y delejemplo, de las opciones y las deci-siones, de las relaciones, los gestosy los signos concretos.

Es éste un deber que nos compro-mete a todos: padres, educadores,profesores, catequistas, teólogos.Las nuevas generaciones tienen ne-cesidad de encontrar en sus padres,educadores y catequistas verdade-ros «maestros de vida». Buscan ennosotros no sólo ciencia, informa-ción o doctrina, sino personas queles muestren un camino positivo devida y los estimulen y los acompa-ñen en el desarrollo de sus mejores

cualidades y posibilidades. Connuestra vida y en nuestras palabrasdebemos ser capaces de poner derelieve el valor absoluto de la vida,comprometiéndonos a darle la máxi-ma calidad posible, promoviendosiempre una actitud de respeto in-condicional a las personas, suscitan-do una visión positiva y de esperan-za respecto de ellas y de su futuro,combatiendo todo lo que impidevivir con dignidad y solidaridad.

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Tema del Mes

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El anuncio del evangelio de la vidadebe conducir a los jóvenes al en-cuentro y a la relación personal conJesucristo, en el que encontrarán elmodelo, el camino y la energía parauna vida humana plena. Tal vez noha sido nunca tan urgente como hoyla evangelización, el anuncio de Je-sús, frente a un mundo que exaltamodelos engañosos y seductores,que no dan ni logran dar un senti-do a la vida.

Los jóvenes sufren muchas veces unenorme vacío interior, que intentancolmar con el placer, las diversiones,el sexo o la droga, o incluso reco-rriendo los caminos tortuosos de laviolencia y de la delincuencia. Peroni el placer, ni el consumismo, ni elaferrarse a diversos modos de ex-plotar el instante presente satisfa-cen sus aspiraciones y sus necesida-des. Son también muchos los jóve-nes que viven situaciones sociales yeconómicas de exclusión o gravesfragilidades personales, en un mun-do cada vez más duro. Es precisa-mente en estas situaciones dondedebe resonar como «buena noticia»el evangelio del Dios amigo de la vida,donde se debe hacer presente a Je-sucristo y su propuesta de felicidad.

Frutos del anuncio del evangeliode la vida son la alegría, la admi-ración, la alabanza, la gratitud aDios, amante de la vida, por sudon. El anuncio suscita una acti-tud profunda de celebración delevangelio de la vida. Toda vida, encuanto don de Dios, tiene no sólouna dimensión de compromiso y

Dar gracias por la vida y celebrarla

La evangelización es la me-jor propuesta de vida hu-mana plena y feliz. Poresto, debemos comprome-ternos a realizarla con fran-queza y entrega en todoslos ambientes juveniles.Dada la variedad de estosúltimos, la evangelizaciónexige propuestas diversassegún la situación de losjóvenes a los que nos diri-gimos. Indico tres impor-tantes:

-En los ambientes en quelos jóvenes viven en la in-diferencia y en la superfi-

Anunciar a Jesucristocomo sentido y fuente de vida

los ayudaremos a descubrir la per-sona de Jesús, a entusiasmarse conÉl, hasta promover en ellos una op-ción personal y decidida a seguirle,comprometiéndose en un itinerarioserio de educación en la fe.

-En cambio, para aquellos que yaforman parte de grupos o movi-mientos de formación cristiana pro-pondremos un camino sistemáticoque los ayude a personalizar cadavez más su fe, a celebrarla y a tra-ducirla en vida, hasta una opción vo-cacional madura de vida cristiana.

de trabajo que desarrollar, sino tam-bién de culto. Ya de por sí es mani-festación de alabanza, porque todavida humana es un prodigio deamor. Acogerla constituye ya ala-banza y acción de gracias. Celebrarla vida sugiere e impulsa a cultivaruna mirada contemplativa: ante lanaturaleza, el mundo, la creación,

la vida, para los que muchas vecestenemos actitudes utilitaristas o con-sumistas; ante las personas, con lasque con frecuencia mantenemosrelaciones superficiales o funciona-les; ante la sociedad y la historia, quetantas veces consideramos sólo se-gún nuestros intereses.

cialidad de una vida vacíao materialista, les propondremos uncamino gradual, que los ayude adescubrir y a apreciar los valores máspositivos y más profundos, a expe-rimentar la alegría de la interioridady del silencio, a despertar la «bús-queda de sentido», a abrirse a Dios,desarrollando la dimensión religio-sa de la vida.

-En cuanto a los jóvenes que vivenuna práctica religiosa rutinaria y su-perficial, o solamente al servicio delos propios intereses y necesidades,

La evangelización es la mejor propuestade vida humana plena y feliz.

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LA VIDA

El Dios biófilo (philópsychos es eltérmino usado por Sab (11,26) noama sólo la vida humana, ama todavida, porque toda la creación es obrade su amor. Junto al valor y la digni-dad de la vida humana, la SagradaEscritura expresa también, desde lasprimeras páginas, el reconocimien-to explícito de la bondad de la na-turaleza: «Dios vio todo lo que ha-bía hecho, y era muy bueno» (Gn1,31). Animales, plantas, firmamen-to, sol, océanos... todo es bueno,todo tiene valor en sí mismo. Peroeste reconocimiento es real sólocuando el hombre reconoce la dig-nidad de la tierra, respeta la natu-raleza, acoge y acepta la riqueza in-serta en las criaturas. Y sólo este re-conocimiento real conduce a la afir-mación de su valor y de sus dere-chos y, por consecuencia, a superarel abuso y el saqueo, e invita a undesarrollo respetuoso del ambientey a una convivencia armoniosa conla naturaleza.

La civilización industrial ha favore-cido la producción y la eficiencia,pero con frecuencia ha deshumani-zado al hombre, convirtiéndolo enmero productor/consumidor. La cul-tura de la vida nos lleva a una ver-dadera actitud ecológica: el amorhacia los seres humanos, los anima-les y las plantas, el amor a toda lacreación, el compromiso de defen-der todas las señales de vida contra

Preocuparse de la creación con amor

los mecanismos de destrucción y demuerte. Ante las amenazas de ex-plotación desordenada, de opresiónde la naturaleza, de desarrollo in-sostenible, es oportuno recordar laspalabras del Gran Jefe Seattle: el quehiere la Tierra, hiere a los hijos y lashijas de la Tierra.

La ecología constituye un auténticosigno de la solidaridad humana, queimplica obviamente la conservacióny el uso de los recursos de la Tierra -afirma la Santa Sede en un docu-mento redactado en preparación ala Cumbre Mundial sobre el Desa-

Ecología: el cuidado y el amor de lacreación.

rrollo Sostenible de 2002. Semejan-te desarrollo debe basarse en «va-lores éticos, sin los cuales ningúnprogreso será sostenible». Por esto,«el concepto de desarrollo sosteni-ble sólo se puede comprender en laperspectiva de un desarrollo huma-no e integral». En este sentido pideque se adopte el término de «eco-logía humana» que «implica asegu-rar y salvaguardar las condicionesmorales en la interacción de los se-res humanos con el ambiente». Elcuidado de la familia, la promocióny la protección del trabajo, la luchacontra la pobreza, el desarrollo dela educación y de los servicios sani-tarios, la solidaridad entre nacionesal servicio de un desarrollo humanointegral... son algunos de los ele-mentos que la Santa Sede presentapara una ecología digna de la per-sona humana.

El cuidado y el amor de la creación,el compromiso/preocupación por laecología, han de ser promovidos enel cuadro de la vida de cada día,educándonos y educando a los jó-venes a respetar la naturaleza y acuidarla, a usar de sus bienes (elagua, las plantas, los animales, lascosas...) con moderación y tenien-do siempre ante la vista el bien detodos, a suscitar un compromisopositivo de defensa y de desarrollosostenible de la tierra y de los recur-sos naturales.

Es preciso superar nuestros compor-tamientos egoístas para lograr unaactitud contemplativa, que compor-ta una mirada en profundidad paracaptar y admirar la belleza y la gran-deza del mundo, de las personas,de la historia. Hay que aprender aacoger, respetar y amar las cosas, laspersonas, la vida en todas sus for-mas. Es preciso saber gozar del si-

lencio, aprender la escucha pacien-te, la admiración y la sorpresa fren-te a lo imprevisto y a lo inimagina-ble. Hay que saber hacer espacio alotro, para poder establecer con éluna nueva relación de intimidad yde confianza. Desde esta perspecti-va contemplativa surge la alabanzay la oración. Celebrar la vida es ad-mirar, amar y rezar al Dios de la vida,

que nos ha entretejido en el senomaterno. Significa bendecirle yagradecérselo: «Te doy graciasporque me has hecho portento-samente; porque son admirablestus obras» (Sal 139,14). La vidadel hombre constituye uno de losprodigios más grandes de lacreación.