todos (o casi todos) contra el glifosato
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Todos (o casi todos) contra el glifosato
1'600.000 hectáreas han sido asperjadas con glifosato según cifras oficiales. Foto: archivo Semana.
Publicado el Lunes, 04 Mayo 2015 Verdad Abierta
Aunque el Ministerio de Salud recomendó suspender el uso de este
pesticida por considerarlo un posible cancerígeno, hay voces que siguen defendiendo su uso por razones de seguridad. ¿Qué impacto
han tenido las fumigaciones en el conflicto?
Desde que el Ministro de Salud, Alejandro Gaviria, le envió al Consejo
Nacional de Estupefacientes la recomendación de suspender el uso de glifosato por los posibles efectos nocivos en la salud, son varias las
voces que se han levantado en pro y contra de la sugerencia. El ministro de defensa, Juan Carlos Pinzón, aseguró por ejemplo que la
fumigación ha sido una herramienta exitosa en la lucha contra el narcotráfico. El procurador Alejandro Ordóñez ha dicho que por
razones de seguridad en algunas regiones del país las aspersiones son la única herramienta contra los cultivos ilícitos y que su
suspensión "conducirá a crear santuarios para el narcotráfico". Para el expresidente Álvaro Uribe es una concesión a las Farc que podría
desencadenar en que Colombia “se inunde de droga”.
Sin embargo, estudios académicos coinciden en que las fumigaciones
con glifosato no han sido una herramienta eficiente contra la erradicación de la droga, pues no ha dado los resultados esperados
para los billones de dólares invertidos y se enfocan en atacan a los pequeños cultivadores de coca, el eslabón más débil de la cadena.
Los habitantes de las zonas con mayores cultivos aseguran que desde 1996, cuando se dieron las primeras movilizaciones campesinas en
contra de las fumigaciones, han sido cada vez más estigmatizados en
medio de la guerra antisubversiva y el gobierno no ha cumplido con condiciones justas para la sustitución de cultivos.
Las fumigaciones y la guerra
El procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez; el expresidente y senador del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez; y
el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, se rechazaron que se suspendan las fumigaciones. Fotos: archivo Semana.
Las aspersiones aéreas con glifosato en Colombia llevan más de 30
años, pues el 22 de mayo de 1984 en un consejo de ministros del gobierno de Belisario Betancur se aprobó el uso de este pesticida en
aspersiones áreas para erradicar cultivos de coca, amapola y marihuana. Esto a pesar de las advertencias de varios organismos de
control que cuestionaban los efectos nocivos para la salud dichas fumigaciones.
Sin embargo no se trató de una fumigación a gran escala, pues,
según señalan estudios académicos, los cultivos de coca en el país
eran relativamente bajos comparados con países vecinos como Perú y Bolivia. Es a mediados de los 90 cuando Colombia pasó a ser el
principal productor de hoja de coca en la región Andina.
En 1996, bajo el gobierno de Ernesto Samper, mientras aumentaban
las hectáreas de coca y se impulsaban aún más las fumigaciones con glifosato, tuvo lugar la movilización campesina más grande del sur
del país: la marcha cocalera en Putumayo, Guaviare y Caquetá. Entre
junio y agosto cerca de 200 mil campesinos cocaleros llegaron a los cascos urbanos para rechazar las aspersiones áreas.
“Los paros son percibidos como una puesta en escena que develó al
país la importancia de los cultivos de coca en esta región, frente a lo cual el gobierno respondió criminalizando al pequeño cultivador y
adoptando medidas represivas en el marco de la lucha contra las drogas, sin considerar las condiciones socioeconómicas que llevaron a
los campesinos del Putumayo a su aceptación”, asegura el informe ‘El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo’ del Centro
Nacional de Memoria Histórica (CNMH). La investigación agrega que la marcha, igual que paros que se habían presentado previamente,
contaba con el visto bueno de las Farc.
Ese mismo año, y luego en 1998, también se levantaron los
campesinos que sembraban coca en el Catatumbo. Llegaron desde Tibú, el Tarra, Convención y Teorama a Cúcuta pidiendo es el cese de
las fumigaciones, mayor inversión y presencia del Estado y programas de apoyo para la sustitución de plantaciones de hoja de
coca. Demandas que no distan de las exigidas en el reciente paro de 2013.
La investigación del CNMH asegura que las marchas de los
cultivadores de coca fueron las que alertaron a Carlos Castaño del poder alcanzado por las Farc en el suroccidente. En 1997 ordenó la
incursión de los primeros grupos paramilitares que se concretó en 1999 con algunas de las peores masacres perpetradas en Putumayo y
Meta.
Alejandro Gaviria, ministro de Salud, alertó sobre los posibles efectos nocivos en la salud del glifosato. Foto: archivo Semana.
Los impulsores de las marchas en contra de la fumigación en Norte de Santander también fueron víctimas de los paramilitares. Según
denunció la Defensoría del Pueblo en mayo 1999, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia llegaron a Tibú, fueron asesinados
los líderes de la marcha cocalera, en su departamento son recordados como las primeras víctimas que fueron brutalmente descuartizadas
con motosierras.
Ese mismo año, en septiembre, el gobierno anunció el Plan Colombia como la nueva estrategia en la lucha contra las drogas que sería
financiada por el gobierno de Estados Unidos. Sus objetivos eran reducir la producción de drogas ilegales en un 50 por ciento en seis
años y mejorar las condiciones de seguridad en el país, atacando zonas donde hacían presencia grupos armados ilegales. El gobierno
norteamericano y el colombiano, de manera conjunta, gastaron 1.1
billones de dólares por años, entre el 2000 y el 2008 para fortalecer a las fuerza pública.
Para combatir la producción y tráfico de drogas la principal estrategia
fue la aspersión aérea de los cultivos de Coca. “La novedad del programa de fumigaciones del Plan Colombia era la intensidad de su
aplicación y la nueva mezcla utilizada. Ahora se trataba de eliminar en corto tiempo el mayor número de hectáreas posible, para lo cual
se aplicaría (de hecho, había comenzado a aplicarse ya) una nueva y más eficaz concentración de Roundup, la mezcla comercial sobre la
base de glifosato patentada por la firma Monsanto”, asegura un
estudio del Transnational Insititute (TNI), una red internacional de investigación que ha estudiado detalladamente el tema de las
fumigaciones en Colombia.
Sin embargo, según el investigador del TNI Ricardo Vargas, fue en el
gobierno del expresidente Álvaro Uribe en el que se utilizaron con más fuerzas las fumigaciones como una estrategia dentro de la lucha
antisubversiva. El argumento fue que atacando los cultivos de coca se atacaban las fuentes de financiación de la guerrilla.
“Más que de la política de reducción de los cultivos, la erradicación
aérea hizo parte de una estrategia contrainsurgente que une al pequeño productor como parte de la cadena criminal y de apoyo a la
guerrilla. Sobre los pequeños productores recae el estigma de la criminalización”. Agrega que bajo ese estigma varios de los
productores se vieron obligados a unirse a programas como el que en 2003 creó la extinta Acción Social llamado ‘Familias Guardabosque’,
donde asegura, eran utilizados como informantes.
Una herramienta ineficiente
Los objetivos del Plan Colombia fueron reducir la producción de drogas ilegales en un 50 por ciento en seis años y mejorar las
condiciones de seguridad en el país. Foto: archivo Semana.
A pesar de los billones de dólares invertidos y de que más de un
millón 600 hectáreas de cultivo de coca han sido fumigadas y otras
400 mil erradicadas manualmente, las investigaciones del Centro de
Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes (Cesed) han revelado que la producción potencial de cocaína entre el
2000 y el 2008 se mantuvo estable, pues los cultivadores se adaptan
con facilidad y diseñan mecanismos para ser más eficientes en la producción.
Estudios de la Universidad de California muestran además que por
cada hectárea asperjada, la reducción es de solo el 0,035 del cultivo, es decir, que para eliminar una hectárea de cultivo de coca, es
necesario que se fumiguen 30. A esto hay que sumar los altos costos de la aspersión, según la misma investigación, eliminar un sola
hectárea de hoja de coca cuesta alrededor de 72.000 dólares, mientras que la venta de esa hoja de coca sembrada en una hectárea
es de 400 dólares.
Daniel Mejía, director del Cesed, ha insistido en que parte de los pobres resultados de la política antidroga se debe a que se ha
enfocado en atacar al cultivador, que es el eslabón más bajo de la
cadena del narcotráfico y quien menos se lucra del negocio. De acuerdo con este centro de estudios los recientes resultados en la
reducción de la producción de coca son producto de un esfuerzo cada vez mayor en la incautación del producto y la destrucción de
laboratorios.
Los cultivadores en las mismas
A mediados de los 90 cuando Colombia pasó a ser el principal
productor de hoja de coca en la región Andina. Foto: archivo Semana.
Han trascurrido más de 20 años desde que ocurrieron las principales
marchas cocaleras del país, donde el gobierno se comprometió a apoyar los proyectos de sustitución de cultivos y mejorar la situación
de los cultivadores. VerdadAbierta.com habló con algunos líderes en
los departamentos donde hay mayores cultivos de coca y corroboró que dos décadas después las demandas siguen siendo las mismas.
En 1996 para poner fin a la movilización campesina en Putumayo,
Guaviare y Caquetá, el gobierno se comprometió a no fumigar los pequeños cultivos, sino a mejorar los programas de sustitución de
cultivos que se habían creado un año atrás, construir nuevas carreteras, programas de electrificación, hospitales y puestos de
salud.
Aunque los putumayenses se muestran optimistas con la recomendación de suspender el uso del glifosato, también son
conscientes de que sin una adecuada infraestructura estatal no es posible erradicar los cultivos ilícitos. “Esperamos que con la
manifestación del Ministerio de Salud el gobierno cambie su política
de fumigación por una de siembra. Pero eso sí, de nada sirve que paren las aspersiones si no hay inversión en todo porque en
Putumayo no hay carreteras y la salud es mala. Así no habrá cambio total”, aseguró Marco Rivadeneira, líder de la Asociación Campesina
del Suroriente del Putumayo (Acsomayo), que está en el corredor Puerto Vega - Teteyé que lleva a Ecuador.
En Tumaco, municipio nariñense que en su zona rural está sembrado
con varias hectáreas de cultivos de coca y sufre las consecuencias de ser un corredor estratégico de tráfico de drogas, la mirada va en ese
mismo sentido. “Recibimos complacidos una noticia de esas pero no es suficiente con que no haya fumigación. El Gobierno también tiene
que anunciar apoyo al campesinado para que podamos tener una forma de vida. De cierta manera no queremos sembrar más coca”,
aseveró Martín Cabezas, presidente de la comunidad afro Asomiruma,
en Tumaco, Nariño.
Hay que agregar que el presidente Juan Manuel Santos ordenó que en Putumayo fuera el centro de una experiencia piloto de sustitución
integral de cultivos sin el uso de las fumigaciones. Sin embargo, los habitantes aseguran que las aspersiones no han cesado, “Las
fumigaciones paran un mes y vuelven nuevamente. Sólo paran cuando la gente empieza a manifestarse. La zona más afectada es el
corredor Puerto Vega – Teteyé (en Puerto Asís) que comunica con Ecuador. Allá, no cesan las fumigaciones”, dijo a VerdadAbierta.com
Hernán Tabares, concejal de Puerto Asís, Putumayo.
Unos y otros coinciden en que hasta ahora los programas de sustitución de cultivos no han dado los resultados esperados. En la
siembra de caucho, arazá y pimienta los productores se sienten
abandonados por el gobierno porque no les aseguraron un comercio en el interior del país, ni hay una continuidad en la producción.
Insisten en que la sustitución debe ser voluntaria y los productos a
cultivar no pueden ser impuestos por las instituciones, sino que debe ser un trabajo conjunto. “Muchos ya definieron qué van a sembrar en
la sustitución pero no siembra por las fumigaciones”, contó Rivadeneira.
Los campesinos también se preguntan quién va a responder por los
centenares de personas a quienes las fumigaciones les deterioraron la salud y la calidad de sus predios. Este es el caso de Rodolfo Guerrero,
un campesino de 60 años que trabajaba en la vereda Libertad en San Vicente del Caguán, Caquetá. El 16 de agosto de 2014 fumigaron un
pedazo de la finca de un vecino y cayó en sus linderos.
Solángel Gómez, esposa de Roldolfo, asegura nueve días después de la caída de glifosato su esposo quedó inmóvil y con su capacidad
mental disminuida. “Las plataneras y las yucas que sembramos, nos
las secaron. El paso se quemó y por eso me tocó sacar el ganado. He intentado vender la tierra pero nadie la compra porque es pequeña y
porque ya no hay pasto por las fumigaciones”.
Aún si el glifosato no fuera cancerígeno, las fumigaciones
aéreas todavía serían una mala idea
Por Adam Isacson, Coordinador Principal del Programa de Políticas de
Seguridad Regional. 30 abr 2015
Un hallazgo alarmante
El mes pasado, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el
Cáncer (IARC), que forma parte de la Organización Mundial de la
Salud (OMS), revisó la literatura científica y determinó que el
glifosato, un herbicida de uso general, es "probablemente
cancerígeno para los seres humanos." Este informe envió ondas de
choque a través de Colombia, donde durante los últimos 20 años un
programa respaldado por Estados Unidos ha rociado unos 1,75
millones de hectáreas de territorio rural donde los pequeños
agricultores cultivan la coca, la planta usada para hacer cocaína.
Colombia es el único país que cultiva la coca que permite la
fumigación aérea con herbicidas. Ante la posibilidad de que esté
rociando un químico carcinógeno sobre sus propios ciudadanos, el
Ministerio de Salud de Colombia emitió un comunicado en la noche
del lunes 27 de abril que recomienda que se suspenda el programa
de fumigación aérea.
La decisión para suspender el proyecto está en las manos del
Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que aún tiene que
hacer o programar un anuncio. Mientras tanto, las agencias del
gobierno colombiano que llevan a cabo el programa de fumigación no
demoraron en oponer una posible suspensión. "No podemos permitir
que se termine beneficiando a la delincuencia, la criminalidad y el
terrorismo", dijo el Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien
supervisa la Policía Nacional de Colombia y su cuerpo antinarcóticos
que realiza la fumigación. "Vamos a seguir procurando todas las
herramientas que ayuden a que se mantenga la seguridad de los
colombianos".
Oficiales del gobierno de Estados Unidos dicen que mientras que
respetarán la decisión soberana de Colombia, insisten en que el
glifosato es seguro y que prefieren no ver el final del programa de
aspersión. La Oficina de Asuntos Narcóticos Internacionales y
Aplicación de la Ley (Bureau of International Narcotics and Law
Enforcement Affairs, INL) del Departamento de Estado ha gastado en
entre US $ 1 mil millones y de US $ 2 mil millones de dólares en las
herbicidas, los pilotos de los contratistas y las mecánicas, los
helicópteros de escolta policial, combustible, equipos de búsqueda y
rescate y los costos de fumigación relacionados desde que el
programa comenzó en 1994.
¿Qué cambiaría si el glifosato fuera totalmente seguro?
La posibilidad de que la mezcla de herbicidas sea cancerígena debe
preocuparnos a todos nosotros. A diferencia del uso agrícola normal,
los aerosoles del programa de fumigación en Colombia son rociados
en altas concentraciones sobre zonas residenciales a decenas o
cientos de pies de altura.
Dejando esto de lado por un momento, ¿Qué pasaría si el glifosato
fuera realmente seguro? Imagínese que usted pudiera beber un vaso
de "Round-Up", el nombre de marca Monsanto Inc. para el herbicida,
y sufrir ningún efecto negativo. ¿Sería la continuación de la
fumigación aérea una buena política?
El gobierno de EE.UU. cree que sí. "Se ha demostrado ser la forma
más eficaz de luchar contra los cultivos ilícitos", dijo el subsecretario
de Estado Antony Blinken al diario El Tiempo de Colombia durante
una visita a Bogotá esta semana.
Una mirada más cercana en el expediente, sin embargo, arroja serias
dudas sobre esa declaración. De hecho, la fumigación ha hecho muy
poco para disuadir a las personas que viven en los territorios sin
presencia del estado de no cultivar coca.
La fumigación ha tenido éxito en la reducción del cultivo de coca en
zonas específicas por determinados períodos de tiempo. Se ha
obligado a los productores a dispersarse por todo el país, en lugar de
concentrar la cosecha en algunas regiones remotas. Pero la
fumigación no amerita mucho del crédito por las recientes
reducciones en el cultivo de coca en Colombia.
Echemos un vistazo a la historia
1. Fumigación comienza 1994-2000
Con la presión fuerte de Estados Unidos, Colombia permitió el
comienzo de la fumigación en el 1994, al mismo tiempo que los
cultivos de coca empezaron a aumentar en el país. (Antes de eso, los
carteles de droga de Medellín y Cali habían fabricado la mayor parte
de su cocaína de coca cultivada en el Perú y Bolivia. A mediados de la
década de 1990, estos cárteles acababan de ser disueltos, y fueron
reemplazados por organizaciones más pequeñas que prefieren
comprar su materias prima en Colombia.) La aspersión se inició en
una base de la policía en el departamento de Guaviare, en lo que
entonces era el epicentro de la coca colombiana, a poco más de 200
millas al sureste de Bogotá.
(Nota: Aquí el gráfico circular representa 1999-2000, los datos por
departamento no están disponibles antes de 1999)
La fumigación no tuvo efecto en el cultivo de coca, que aumentó
rápidamente durante la segunda mitad de la década de 1990. Sin
otras oportunidades económicas legales en el centro-sur de Colombia,
una región sin carreteras ni gobierno, los cultivadores de coca se
establecieron más al sur, fuera del alcance de los aviones de
fumigación con sede en Guaviare.
Para el año 2000, la ONU midió unos increíbles 163.144 66.022
hectáreas de coca en el departamento de Putumayo, en la frontera
con Ecuador. Desde entonces, ningún departamento ha concentrado
tanta coca en un solo año.
2. Plan Colombia intensifica la aspersión 2001-2003
Como parte de una iniciativa llamada "El empuje en el sur de
Colombia", el paquete de ayuda del 2000 llamado "Plan Colombia" se
centró intensamente en el Putumayo. Aviones fumigaron 112.740
hectáreas de este departamento (el tamaño del estado de Maryland)
entre 2001 y 2003. Programas de desarrollo incompletos
suministraron la seguridad alimentaria y de desarrollo alternativo a
sólo una pequeña parte de los agricultores del Putumayo.
El resultado fue una fuerte caída el cultivo de coca en el Putumayo, y
como resultado en toda Colombia. El gobierno de Bush en
Washington y el gobierno de Uribe en Bogotá saludaron el éxito de
los esfuerzos de aspersión aérea.
Pero ese éxito resultó ser muy efímero. El cultivo de coca se movió
rápidamente a otros lugares.
3. Fumigación deja de funcionar 2004-2007
Como los programas del Plan Colombia continuaron siendo
implementados, la fumigación alcanzó niveles récord. En 2002-2006,
los aviones estuvieron rociando más de 320.000 130.000 hectáreas
por año, y en 2006 rociaron un récord de 172.000 hectáreas.
Pero la fumigación dejó de funcionar. En 2007, el gobierno
estadounidense midió casi la misma cantidad de cultivos de coca en
Colombia que en 2001, el peor año de la historia. El 2005 hasta el
2007 fue un período de aumentos constantes en el cultivo de coca.
Fue durante este período que un informe de la Oficina de Control y
Fiscalización del Gobierno de Estados Unidos (Government
Accountability Office, GAO) encontró que el Plan Colombia fue
convirtiendo en una estrategia exitosa de seguridad —la violencia
guerrillera estaba disminuyendo— pero no tenía tanto éxito como una
estrategia de lucha contra las drogas.
Resultó que, a pesar de lo que los funcionarios estadounidenses
siguen diciendo hoy, la fumigación dejó de ser un elemento de
disuasión a nivel nacional para el cultivo de coca. En un país donde
más de la mitad del territorio nacional tiene poca o ninguna presencia
regular del estado, los productores encontraron varias formas de
adaptarse a la aspersión aérea.
1. Se comenzaron a cultivar en nuevas áreas. El cultivo de coca
ya no estaba concentrado en una parte del sur de Colombia. En
respuesta a la fumigación, la economía de la coca llegó, en menor
escala, en todo el país. El "empuje" de Plan Colombia en Putumayo
causó que la cosecha migrara hacia el oeste, hasta el departamento
de Nariño, en la costa del Pacífico, que ha sido desde entonces el
departamento número uno en términos de cultivos de coca en
Colombia.
2. Los productores comenzaron la siembra en parcelas más
pequeñas y más difíciles de detectar. La Oficina de Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (ONUDD) estima que el tamaño promedio
de cultivo de coca se redujo de 2,1 hectáreas en 2001 a 0,85
hectáreas en 2006. "Una posible explicación," señaló la ONUDD que
"podría ser que los agricultores redujeron el tamaño de sus campos
de coca para evitar la aspersión aérea".
3. Los productores adoptaron muchas otras estrategias para
reducir el impacto de la fumigación. Según informó ONUDD en 2013,
estos incluyen "cultivos intercalados o mezclado, la aplicación de
sustancias para aislar el área de la hoja de los efectos de glifosato, el
lavado de las hojas, el aumento de la cantidad de los rendimientos de
modo que no todos se ven afectados, rotar las parcelas dentro de un
productivo unidad y disminuir el tamaño de la producción, entre
otros. "También hemos escuchado del cultivo en la sombra, el uso de
variedades de mayor rendimiento y podar los cultivos
inmediatamente después de la aspersión.
Estas tácticas indican que la fumigación se mantuvo como un
inconveniente para los cocaleros; se les obligó a perder una cosecha
o dos, o incluso hacer las maletas y cultivar en otro lugar. Pero el
aumento en el cultivo de coca de 2004-2007 muestra que la
fumigación no desalentó un número significativo de agricultores
colombianos del cultivo de la coca. El programa no funcionó.
Esto no debería ser sorprendente, ya que la inmensa mayoría de los
que tenían sus cultivos rociados eran campesinos que vivían lejos de
los mercados agrícolas legales y de servicios estatales (incluida la
seguridad). Cuando hay una falta de presencia estatal, la coca es uno
de los pocos cultivos que ofrece un fácil transporte, un ingreso por
encima de la línea de pobreza y un flujo constante de compradores
que ofrecen crédito.
4. Erradicación manual trae reducciones 2008-2013
Colombia comenzó a experimentar reducciones en los cultivos de
coca después de 2007. La razón no fue la fumigación —que había
disminuido de manera constante desde 2007— pero un mayor control
del territorio por parte del gobierno, lo que permitió a los
erradicadores manuales trabajar en el campo.
A partir de 2004, y de manera más intensa en 2006, Colombia, con el
apoyo de Estados Unidos, empezó a enviar equipos de erradicadores
de coca a zonas despejadas, al menos temporalmente, de los grupos
armados. Este es un trabajo peligroso: Entre 2009 y 2013 62
erradicadores, o sus escoltas militares y policiales, fueron asesinados
y 387 heridos por francotiradores, minas antipersonales y artefactos
explosivos improvisados.
Sin embargo, resultó más eficaz que la fumigación. Se mata a las
plantas por completo, en lugar de interrumpir una cosecha o dos.
También, requiere que el gobierno sea físicamente presente en el
suelo en las zonas de cultivo de coca, en lugar de volar de forma
anónima por encima. Mucho de la erradicación manual a finales de los
años 2000 se produjo en el contexto de los programas, como el "Plan
Nacional de Consolidación", específicamente diseñados para
establecer una presencia gubernamental más permanente.
Sin embargo, la erradicación manual no es una panacea. Llevado a
cabo por su propia cuenta, sin la seguridad alimentaria u otro tipo de
asistencia a la población local, la erradicación manual forzosa puede
producir resultados desastrosos para la estabilidad y la
gobernabilidad, así como empujar las comunidades hacia la pobreza.
Es una mala política para establecer una relación de confrontación
con las familias campesinas en un territorio donde el control del
gobierno en el territorio ya es tenue.
El camino a seguir
Más recientemente, la erradicación manual y aérea ha disminuido. El
resultado, al menos hasta ahora, es que el cultivo de coca en
Colombia se mantiene en los niveles más bajos registrados desde la
década de 1990. El Perú pudo haber superadoa Colombia como
primer productor mundial de coca.
¿Por qué ha regresado la coca en medio de una disminución en la
erradicación forzosa? Mientras que hay un largo camino por recorrer,
la razón más probable es que Colombia tiene más presencia del
estado en las zonas rurales de lo que solía. Lo clave es control
territorial permanente en vez de aspersiones aéreas rápidas.
La lección del programa de fumigación de Colombia es que no hay
sustituto para el desarrollo económico y la presencia del Estado en el
territorio nacional. Al contrario, volar por encima de forma anónima
y sin ninguna presencia en el terreno, hace que el comercio de la
coca migre y aliena a las poblaciones cuyo apoyo es necesario en
medio de un conflicto armado. Cuando no está coordinado con la
seguridad alimentaria y medias de vida alternativas, la fumigación da
a la guerrilla una herramienta de propaganda poderosa: las FARC y el
ELN han empleado el argumento de que la fumigación es una prueba
de que "la oligarquía" de Colombia no se preocupa por los
campesinos, o quiere despojarlos de sus tierras.
Así que incluso si el glifosato fuera realmente tan seguro como el
champú para bebés o agua de manantial, la aspersión aérea seguiría
siendo una política cruel e ineficaz. "Más allá de los riesgos
potenciales para la salud humana y el medio ambiente derivados de
la exposición a las sustancias químicas de herbicidas", WOLA señaló
en su informe de 2008 sobre la Estrategia Fallida, "existe una amplia
evidencia de que la fumigación pone en peligro los cultivos de
alimentos de las familias rurales e insta a los cocaleros a migrar y
cultivar el cultivo en nuevas áreas, difundiendo la destrucción del
medio ambiente que conlleva el cultivo de coca".
En cambio, Colombia debe prepararse para seguir el modelo
establecido en el acuerdo del año pasado entre el gobierno y las
FARC. Este documento compromete a los guerrilleros a ayudar a
erradicar la coca, y el gobierno a entrar en pactos de erradicación con
las comunidades que cultivan la coca, respaldados con la amenaza de
la erradicación manual. Esto, por supuesto, requiere que el gobierno
esté presente en su propio territorio, un paso que un acuerdo de paz
podría facilitar.
La fumigación, una reliquia de la “guerra contra las drogas”, no tiene
lugar en esta visión post-conflicto. No es un sustituto para la
gobernanza a nivel territorial, y las crecientes preocupaciones sobre
su impacto en la salud aseguran que ahora es el tiempo para
suspenderla.
(Para obtener la estimación de 4.340.000 hectáreas, consulte los
Informes de Estrategia Internacional de Control de Narcóticos del
Departamento del Estado que se remonta a la década de 1990)
Datos del Departamento de Estado de los EE.UU. (en hectares)
1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003
Cultivacion de Coca
44,700 50,900 67,200 79,500 101,800 122,500 136,200 169,800 144,400 113,850
Cultivacion de Coca
4,910 8,750 5,600 19,000 31,123 43,246 47,371 84,251 130,364 132,817
Cultivacion de Coca
- - - - - - - - - -
2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014
Cultivacion de Coca
114,100 144,000 157,000 167,000 119,000 116,000 100,000 83,000 78,000 80,500
Cultivacion de Coca
136,551 138,775 172,025 153,134 133,496 104,772 101,940 103,302 100,549 47,053 55,532
Cultivacion de Coca
6,233 32,705 41,346 66,385 95,731 60,954 43,986 35,203 30,486 22,056 11,702
Foto de InSight Crime