trastornos para devenir: entre artes y políticas ...desde aproximadamente el comienzo de la década...

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Estamos pasando una página del calendario (no de la historia: la historia no se cuenta por páginas, ni se rige por calendarios), el año 1980 marca el final de una década, y comienza la cuenta atrás —a la una, a las dos, y a las tres…— para el año 2000, frontera del siglo y del milenio. ¡Qué gozada para todos los tontos del mundo! 1 Contra una historia imposible: de realidades perdidas y huellas recuperadas No podemos olvidar “al otro” para hablar solo de nosotras mismas, porque “el otro” sigue decre- tando lo que somos, lo que debemos ser, lo que hemos de hacer, y lo que no, con nuestros cuer- pos y nuestras vidas. Por ello, aunque es una cruz y una verdadera pesadez, constatamos una vez más que el oprimido no puede ignorar —estoica- mente, en su presunta cosmópolis ideal— al opre- sor, ni siquiera para acuñar su propio lenguaje. 2 Muchos factores hacen que este trabajo sea par- cial e inacabado, factores determinados por el mismo proceso de trabajo y por el contexto en que se enmarca el análisis: escasez de recursos, por una parte, y de tiempo, por la otra. Hay que tener en cuenta, además, que estamos hablando de una investigación que pre- tende cubrir casi cuatro décadas, y de un sujeto de análisis —los feminismos— muy complejo, cuando no contradictorio, en sus expresiones, relaciones e influencias. A eso hay que añadir que nuestra pre- tensión es interpelar críticamente a la historia, a la “historia oficial” , y a sus protagonistas, los “protago- nistas oficiales” . Súmese el hecho de que en el desa rrollo de la investigación hemos observado que estas tensiones —más o menos estructurales y que pue- den oscilar entre cuestiones teóricas, ideológicas y metodológicas— exceden el marco y el objeto de aná- lisis en sí mismas, y nos alcanzan a nosotras, las inves- tigadoras, al ser parte activa de lo que estamos diciendo, y a las personas e instituciones que ampa- ran el proyecto Desacuerdos, al ser ellos los gesto- res y promotores culturales, y también los primeros interlocutores y lectores de estas otras historias que queremos contar ahora, al inicio de este nuevo siglo. Nos encontramos, pues, con una doble misión: por un lado, documentar, hacer visibles y reflexionar sobre las políticas y las prácticas artístico-culturales feministas, bolleras y queer en el Estado español. Por el otro, dado que no es suficiente la recuperación del nombre y las obras de mujeres para hacer una his- toria crítica del arte y la cultura feminista, se trataría de emprender una deconstrucción radical de las bases teóricas y metodológicas sobre las que se asienta la disciplina; es decir, un cambio absoluto de paradigma, una desarticulación de los discursos y las prácticas de la propia historia del arte. En este sentido, por con- siguiente, entendemos que el feminismo, en su ver- tiente tanto política como teórica, establece nuevos códigos y, en este proceso de construcción, va limando los ya establecidos, hasta ahora incuestio- nados por las lógicas y las voces dominantes. En definitiva, estamos hablando de un lenguaje radicalmente diferente, que está problematizando esfe- ras diversas y que se erige para hablar con autoridad a sus interlocutores, para producir un debate que des- place el monólogo habitual, por otra parte ni inocente ni casual. Para comprender este nuevo lenguaje son necesarias varias premisas, y una de las principales consiste en desaprender lo aprendido, en ir borrando los propios límites que tradicionalmente nos susten- tan y constituyen. Debemos entender de una vez por todas que desde este paradigma revolucionario se nos está pidiendo, no tanto cambiar de chip, como for- matear completamente el disco duro. Tarea nada fácil, pero imprescindible para poder seguir leyendo este texto o cualquier otro producido en las claves de “feminista crítica” e “insistente bollera” . Digamos que el aspecto que homogeneiza a las tres autoras de este trabajo como creadoras de significados, nuestros significados, es una simple cuestión de dislexia. Solo haciendo este esfuerzo se podrá vislumbrar y situar algo de estas intrahistorias de mujeres con las teorías, las políticas y las representaciones. Solo así podremos comprender y, por lo tanto, desentrañar en toda su extensión, y por qué no, contradicción, los trán- sitos políticos, culturales y artísticos que se suceden en España desde los años setenta, e incluso antes. Los avatares políticos: entre los setenta y los ochenta Desde aproximadamente el comienzo de la década de los setenta, con el nacimiento y la consolida- ción de los women’s studies, el feminismo ha alcan- zado en algunos países occidentales un espacio importante en el mundo universitario. Habitualmente esta consolidación intelectual, respaldada por una 158 - 1969–... Trastornos para devenir: entre artes y políticas feministas y queer en el Estado español CARMEN NAVARRETE, MARÍA RUIDO y FEFA VILA

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Page 1: Trastornos para devenir: entre artes y políticas ...Desde aproximadamente el comienzo de la década de los setenta, con el nacimiento y la consolida-ción de los women’s studies,

Estamos pasando una página del calendario (node la historia: la historia no se cuenta por páginas,ni se rige por calendarios), el año 1980 marca elfinal de una década, y comienza la cuenta atrás —a la una, a las dos, y a las tres…— para el año2000, frontera del siglo y del milenio.

¡Qué gozada para todos los tontos del mundo!1

Contra una historia imposible: de realidadesperdidas y huellas recuperadas

No podemos olvidar “al otro” para hablar solo denosotras mismas, porque “el otro” sigue decre-tando lo que somos, lo que debemos ser, lo quehemos de hacer, y lo que no, con nuestros cuer-pos y nuestras vidas. Por ello, aunque es una cruzy una verdadera pesadez, constatamos una vezmás que el oprimido no puede ignorar —estoica-mente, en su presunta cosmópolis ideal— al opre-sor, ni siquiera para acuñar su propio lenguaje.2

Muchos factores hacen que este trabajo sea par-cial e inacabado, factores determinados por el mismoproceso de trabajo y por el contexto en que se enmarcael análisis: escasez de recursos, por una parte, y detiempo, por la otra. Hay que tener en cuenta, además,que estamos hablando de una investigación que pre-tende cubrir casi cuatro décadas, y de un sujeto deanálisis —los feminismos— muy complejo, cuandono contradictorio, en sus expresiones, relaciones einfluencias. A eso hay que añadir que nuestra pre-tensión es interpelar críticamente a la historia, a la“historia oficial”, y a sus protagonistas, los “protago-nistas oficiales”. Súmese el hecho de que en el desarrollo de la investigación hemos observado que estastensiones —más o menos estructurales y que pue-den oscilar entre cuestiones teóricas, ideológicas ymetodológicas— exceden el marco y el objeto de aná-lisis en sí mismas, y nos alcanzan a nosotras, las inves-tigadoras, al ser parte activa de lo que estamosdiciendo, y a las personas e instituciones que ampa-ran el proyecto Desacuerdos, al ser ellos los gesto-res y promotores culturales, y también los primerosinterlocutores y lectores de estas otras historias quequeremos contar ahora, al inicio de este nuevo siglo.

Nos encontramos, pues, con una doble misión:por un lado, documentar, hacer visibles y reflexionarsobre las políticas y las prácticas artístico-culturalesfeministas, bolleras y queer en el Estado español. Por

el otro, dado que no es suficiente la recuperación delnombre y las obras de mujeres para hacer una his-toria crítica del arte y la cultura feminista, se trataríade emprender una deconstrucción radical de las basesteóricas y metodológicas sobre las que se asienta ladisciplina; es decir, un cambio absoluto de paradigma,una desarticulación de los discursos y las prácticasde la propia historia del arte. En este sentido, por con-siguiente, entendemos que el feminismo, en su ver-tiente tanto política como teórica, establece nuevoscódigos y, en este proceso de construcción, valimando los ya establecidos, hasta ahora incuestio-nados por las lógicas y las voces dominantes.

En definitiva, estamos hablando de un lenguajeradicalmente diferente, que está problematizando esfe-ras diversas y que se erige para hablar con autoridada sus interlocutores, para producir un debate que des-place el monólogo habitual, por otra parte ni inocenteni casual. Para comprender este nuevo lenguaje sonnecesarias varias premisas, y una de las principalesconsiste en desaprender lo aprendido, en ir borrandolos propios límites que tradicionalmente nos susten-tan y constituyen. Debemos entender de una vez portodas que desde este paradigma revolucionario se nosestá pidiendo, no tanto cambiar de chip, como for-matear completamente el disco duro.

Tarea nada fácil, pero imprescindible para poderseguir leyendo este texto o cualquier otro producidoen las claves de “feminista crítica” e “insistentebollera”. Digamos que el aspecto que homogeneiza alas tres autoras de este trabajo como creadoras designificados, nuestros significados, es una simplecuestión de dislexia.

Solo haciendo este esfuerzo se podrá vislumbrar ysituar algo de estas intrahistorias de mujeres con lasteorías, las políticas y las representaciones. Solo asípodremos comprender y, por lo tanto, desentrañar entoda su extensión, y por qué no, contradicción, los trán-sitos políticos, culturales y artísticos que se sucedenen España desde los años setenta, e incluso antes.

Los avatares políticos: entre los setenta

y los ochenta

Desde aproximadamente el comienzo de la décadade los setenta, con el nacimiento y la consolida-ción de los women’s studies, el feminismo ha alcan-zado en algunos países occidentales un espacioimportante en el mundo universitario. Habitualmenteesta consolidación intelectual, respaldada por una

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Trastornos para devenir: entre artes y políticas feministas

y queer en el Estado español

CARMEN NAVARRETE, MARÍA RUIDO y FEFA VILA

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creciente e influyente producción teórica de caráctercrítico, ha ido precedida o acompañada de manifes-taciones políticas de profundo carácter revoluciona-rio. Y se ha infiltrado en las prácticas laborales,legislativas, familiares, etc. Por supuesto, esta influen-cia ha alcanzado también a todo tipo de manifesta-ciones culturales y artísticas, abundantementedocumentadas para el mundo anglosajón y, en con-creto, para el contexto norteamericano.

Con una perspectiva histórica de tres décadas,podemos afirmar que esta tradición, profundamenterevolucionaria en sus orígenes, se manifiesta de formadiferente en distintos contextos nacionales. Su idea-rio político, su corpus epistemológico y sus manifes-taciones se van diversificando con el paso del tiempo.Este conjunto de tránsitos y señas nos permite con-firmar la pertinencia del término en plural feminismos,así como la del más recientemente puesto sobre elescenario, y no menos polémico, posfeminismo.

Frente a la tradición que podríamos llamar anglo-sajona, se puede observar en otros países mayorita-riamente europeos, especialmente en los escandina-vos o en los Países Bajos, que el feminismo se abreun camino nítido dentro de las instituciones, el deno-minado feminismo de Estado. En el caso español, lasfeministas que apoyaron “la larga marcha hacia lasinstituciones”, iniciada en España casi al unísono queel proceso de la transición, apenas contaron con elamplio movimiento feminista que se fraguaba en tornoa la izquierda, especialmente en el conjunto de parti-dos minoritarios que nutría la izquierda radical y extra-parlamentaria (troskistas, maoístas, anarquistas, comu-nistas…). Pero además, y paradójicamente, cuandosurgió, este feminismo “oficialista” o “instituciona-lista” —las femócratas— no se presentó como verte-brado y sólido, sino más bien todo lo contrario; mani-festaba continuamente su debilidad: de programación,de estrategia y capacidad de negociación, y de influen-cia sustantiva dentro de las propias instituciones enlas que operaba. Muestra de ello es que el Institutode la Mujer fue creado en 1983 por tan solo un puñadode mujeres militantes del PSOE, y respondía más aun ideario político dominante en los países occiden-tales europeos y a una tradición socialdemócrata quea una teoría o tensión política feminista dentro de lasinstituciones que estaban surgiendo en la joven demo-cracia española. Por lo tanto, la peculiaridad del casoespañol reside en la escasa presencia del movimientoasociativo de mujeres en la fundación y posterior con-solidación del Instituto de la Mujer, o de lo que podríamos identificar como feminismo oficialista, que pasaa impregnar horizontalmente las instituciones surgi-das con la democracia.

La presente investigación pretende documentarque en países como el Estado español, sometido auna dictadura que se prolonga hasta bien entrada la

década de los setenta, el feminismo oficial apareciómás tarde que en otros contextos nacionales, y quela situación del país tampoco favoreció la revueltafeminista radical y autónoma que se estaba fraguandoa finales de los sesenta y durante la década de lossetenta, con su consiguiente explosión de manifes-taciones sociales y culturales: artísticas, teóricas, acti-vistas, etc. Pero también queremos mostrar que, através de manifestaciones esporádicas, clandestinas,mediante continuas fugas y escisiones, el lesbianismoy feminismo español más crítico y radical es cono-cedor y coetáneo del que surge en otros contextos.Sin embargo, su espacio de expresión y de influen-cia está doblemente colapsado, por la existencia deun “sistema patriarcal” y por la experiencia atroz decuarenta años de dictadura, que van a aplazar, ocul-tar o paralizar brutalmente las expresiones feminis-tas. Este último aspecto no ha sido estudiado nidocumentado de forma generalizada, siendo una tareatan necesaria como difícil que, muy tímidamente, seestá intentando abordar hoy día. Tarea difícil por ladispersión o la ausencia de registros, de ahí que lasautoras de esta investigación hayamos utilizado lasfuentes orales como proceso consustancial de lareconstrucción de la propia memoria e historia quevivieron y crearon sus protagonistas.

Por otra parte, las influencias de la teorías y de laspolíticas feministas en las prácticas de representa-ción fueron fragmentadas o difusas, o bien interpre-tadas en una única dirección, es decir, ignorandoaquellos aspectos que interpelan la identidad sexualy genérica preestablecidas, como ocurre para buenaparte de las acciones o performances que realizaEsther Ferrer en los sesenta y setenta con Zaj, perono por ello son expresiones carentes de significación,de situación y de circuito.

Naturalmente, yo soy feminista y he hecho todasesas cosas dentro del feminismo; pero cuando hayuna urgencia, y durante la dictadura franquista lahabía, se actúa sin reflexionar sobre los conteni-dos, porque existe esta urgencia de hacer, así quenosotros hacíamos. Con respecto a la lucha pura-mente feminista, creo que el hecho de que yohiciera ciertas cosas como Zaj, en España y en unmedio machista, ya era un acto de lucha feminista,teniendo en cuenta que a mí me llamaban puta enlos periódicos. […] En aquel ambiente yo hacía mitrabajo y estudiaba mucho, pero lucha feministade grupo no había, y yo me pasaba el día con hom-bres, con artistas que eran mis amigos. […] EnFrancia, a diferencia de lo que pasaba en España,el movimiento feminista empezó a tomar fuerzasobre todo después de mayo del 68, y se inició unalucha feminista real que se manifestó en la calle,en escritos, en revistas e incluso dentro de los par-tidos.3

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Estos aspectos se activaban y operaban en un con-texto de protesta pública, manifiestamente callejeray urbana (protestas, saltos, pintadas, boletines, revis-tas, carteles…) o bien clandestina, a través de la dis-cusión y celebración de encuentros furtivos, bolleros,de escritoras, de pensadoras… alejados del circuitoestablecido para y por el arte oficial (dentro del régi-men), al igual que también quedaban fuera, por“inadecuados”, del circuito que iban articulando suscolegas masculinos.

Por lo tanto no es de extrañar que, por ejemplo, sirevisitamos o reconstruimos una cartelera de temá-tica marica y lesbiana en torno a los años de la tran-sición, nos encontremos con filmes realizados porhombres: Mi querida señorita, Jaime de Armiñán(1971); Los placeres ocultos, Eloy de la Iglesia (1976);Me siento extraña, Enrique Martí Maqueda (1977); Eldiputado, Eloy de la Iglesia (1978); Ocaña, retratointermitente, Ventura Pons (1978); Un hombre llamadoFlor de Otoño, Pedro Olea (1978). Estos podrían sersus compañeros de habitación en algún caso, de par-tido, de universidad o de bar, en otros; pero nuncade mirada, y mucho menos compañeros que iban acompartir y a tener las mismas posibilidades y recur-sos para crear. Las alianzas, una vez más, quedabanrotas por la escisión insalvable, al menos en esemomento, entre lo público y lo privado, entre lo mas-culino y lo femenino, entre naturaleza y cultura, entrelo invisible y lo visible. Las alianzas quedaban rotas,y las pocas posibilidades de negociación, dentro yfuera del circuito oficial, son muestras claras de las

dificultades que tenía un movimiento feminista quecohabitaba con una izquierda española compleja, ya menudo sectaria. Un movimiento feminista quenunca logró alcanzar el grado de autonomía y radi-calidad con el que se articuló en otros lugares.

Por otra parte, bolleras, maricones y transexualesse unirán durante la década de los setenta en frentesradicales oponiéndose activamente al régimen; sinembargo, los sujetos visibles serán ellos, a través desus creaciones y acciones, y a través de las reaccio-nes ante las represiones y vejaciones que ostensible-mente sufren —aunque la Ley de Peligrosidad yRehabilitación Social (LPRS) actúa como aparato repre-sor hacia toda manifestación sexual disidente, elblanco principal van a ser los maricones—. El docu-mental histórico Sentenciados sin juicio, de Eliseo Blay(2002), se detiene en el período comprendido entre1970 y 1979, cuando en España se abrieron 3.600 expe-dientes policiales por homosexualidad, predominan-temente masculina. En este sentido, una de lasreflexiones que recorre esta época hasta los añosnoventa y que va a documentar el movimiento de gaysy lesbianas va a ser el artículo de Ricardo Llamas yFefa Vila “Spain: Passion for Life”, publicado en 1997.4

Franco murió en 1975, pero hemos tenido queesperar a la década de los noventa para documentary adentrarnos tímidamente en esa intrahistoria yrepresentación feminista y lesbiana que habitaba,creaba y contestaba activamente en la décadas de lossesenta, setenta e incluso ochenta, ocupando espa-cios extremadamente periféricos o fronterizos desde

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Esther Ferrer, A partir del punto O, sexo Zaj, serie “El libro del sexo”, 1983.

Esther Ferrer, Íntimo y personal, 1987.

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los que se iban abriendo fisuras y caminos, y emi-tiendo señales de contagio a través de un procesopersonal y colectivo que ya no tendría vuelta atrás.5

¿Victoria? Más ínfima que pírrica, señalamos algunascuando observamos que todavía hoy las políticas degénero y la tan para-todo-usada “perspectiva degénero” alimentan discursos vacíos, instrumentali-zados desde las instituciones, que insisten en ahon-dar en el carácter legislativo, que, aunque pudieseabrir o impulsar un debate social, a menudo minacaminos que ya se transitaban con cierta libertad,devolviéndonos a la arena una vez más como vícti-mas asistidas y subvencionadas. Lo que parecedemostrar esta vía es la falta de imaginación y derecursos sociales efectivos que posibiliten la creaciónde comunidades activas y ciudadanías plurales concapacidad de propuesta y, sobre todo, de llevar ade-lante cambios colectivos profundos que afecten a losprincipales órdenes de nuestras vidas. Para las másoptimistas, será una victoria pírrica… En definitiva,es una victoria:

No estoy muy de acuerdo con eso que has dichode que los pactos de la Moncloa determinaran queel feminismo no pudiera crecer o evolucionar libre-mente. Al revés, creo que pasamos a tratar otrostemas. Si miras los documentos de antes de morirFranco, eran muy troskistas. […] Muchas de laspropuestas que venían de las asociaciones demujeres, respecto al aborto, respecto al divorcio,y que no eran las suyas, les olían a cuerno que-mado. Todo el debate de la sexualidad, que es muyfuerte en los ochenta, los partidos ni lo controlan,ni lo profesan, ni nada. Lo que pienso es que hahabido una descalificación del movimiento femi-nista, que no atribuyo exclusivamente al gobiernode la etapa de los ochenta, al gobierno del PSOE,aunque sí ha tenido mucho que ver. […] La polí-tica de las subvenciones, que no hemos analizadoexhaustivamente, ha tenido mucho que ver con laatomización del movimiento feminista. La políticaoficial durante muchos años ha sido fundamen-talmente en términos económicos.6

Diferentes estudios sitúan el arranque del movi-miento feminista en España en la década que va de1965 a 1975. En esta etapa, denominada por los his-toriadores tardofranquismo, las mujeres —aún enmayor medida— sufren la dictadura autoritaria,patriarcal y conservadora que conocemos, perocomienzan a experimentar los cambios que se pro-ducen como efecto de un desarrollismo acelerado.Esto les permitió mejorar algo su papel en la esferade la producción, venciendo resistencias familiares ysociales. Para el régimen significó una solución baratay relativamente fácil de gestionar socialmente. Se tra-taba de cubrir los puestos de trabajo que esta oleada

desarrollista demandaba. Así se promulgó en el año1961 la Ley sobre Derechos Políticos, Profesionales ydeTrabajo. Podríamos trazar así los orígenes del movi-miento llamado de liberación, el acceso para las muje-res al trabajo remunerado y la lucha por sus reivin-dicaciones (paros y huelgas en las fábricas).

Sin embargo esta genealogía está cruzada por múl-tiples historias, como el acceso aún muy limitado ala educación, o las vinculaciones del MovimientoDemocrático de Mujeres (MDM) con el PCE y el PSUC,y los diversos problemas que estos partidos teníanrespecto a la organización de las mujeres. El hechoes que en Cataluña el MDM desaparece en 1969, ini-ciándose un largo camino, y con ello una atomiza-ción de grupos, que serán la seña de identidad delmovimiento en años posteriores: militantes o no departidos y organizaciones políticas autónomas deautoconciencia, debatiendo y luchando por los pro-blemas de base que les afectaban como mujeres —como el aborto, el divorcio, la violencia, los anticon-ceptivos, las discriminaciones laborales, profesiona-les, legales y sexuales, etc.—, y algunas, además, condoble militancia, luchando junto a sus compañeroscontra la dictadura, por la amnistía de los presos ypresas políticas, por los derechos políticos, contra lacensura, etc. Más tarde, a finales de los sesenta oprincipios de los setenta, este movimiento tuvo unapresencia muy fuerte en las revueltas de estudiantes,interinos y PNN, como comenta Montse Galcerán,militante del PCE durante esa época:

Me licencié en el 1968 en Barcelona, desde el 1966participé en el Sindicato de Estudiantes de Bar-celona con la famosa Capuchinada […], despuésme marché a Alemania […], me tropecé con losrestos del 68, con todas las movidas que habíahabido, no solo en París, sino también en Alema-nia. Era un movimiento completamente distintodel nuestro. Aquí se trataba de un movimientoque inmediatamente se politizaba, porque encuanto hacías una asamblea, salías a la calle enmanifestación… y la represión era muy grande;en cambio allí, el movimiento entraba más en lacotidianidad de las gentes, de ocupar espacios,de hacer debates, de ocupar la universidad. […]Me mandaron a enseñanza y allí formamos ungrupo de profesores interinos que organizó lasprimeras huelgas de institutos de Madrid. […] Hici-mos una huelga en 1970 o 1971, fue una de lasprimeras, a raíz de la cual hubo cuatro mujeresdespedidas; eso tuvo como consecuencia un augedel movimiento de interinos. […] Seguí en el ins-tituto hasta 1975, y pasé a la universidad. Allí meintegré en el movimiento de penenes, que era tam-bién muy potente. A diferencia del movimientode enseñanza media, el de penenes era muchomás caciquil: así como el primero era más asam-

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bleario, con gran concurrencia de gente para dis-cutir temas, el de penenes era más personalizado,básicamente liderado por varones; era un movi-miento menos de base.7

Desde principios de 1975, después de las I Jorna-das por la Liberación de la Mujer celebradas enMadrid como réplica a las posturas oficiales repre-sentadas por la Sección Femenina en el Año Interna-cional de la Mujer, y de la celebración en el 1976 delas I Jornades Catalanes de la Dona, a las que asis-tieron unas cinco mil personas —en su mayoría muje-res—, los grupos y asociaciones de mujeres se mul-tiplicaron y se entró en los años más creativos yactivos del movimiento feminista. Destacables, tam-bién, las II Jornadas Estatales de la Mujer, celebradasen Granada en 1979, y las primeras Jornadas Les-bianas, este mismo año. Si las anteriores fueron cla-ves para conferir visibilidad y se convirtieron en impor-tantes foros de debate y reflexión, además de otorgarsolidez al movimiento feminista, las de Granada, tam-bién multitudinarias, ofrecieron nuevos enfoques —feminismo de la diferencia y de la igualdad, debateen torno a la pornografía— y marcaron una nuevaetapa para el movimiento. Para algunas participan-tes y analistas, sin embargo, iniciaron el declive delfeminismo organizado. Sin lugar a dudas, pasandoya a la década de los ochenta, el amplio frente femi-nista, sin la necesidad de la cohesión —aparente—que exigía la lucha por las libertades básicas y con-tra la dictadura, se va fragmentando lentamente. Másque el declive, supuso la reformulación de la políticafeminista sobre bases más plurales y diversas: dife-rentes ideologías, diferentes intereses de clase, diferentes identidades sexuales empezaban a coli-sionar en un espacio cada vez más fragmentado porexperiencias y deseos diversos. Era el anuncio de loque años más tarde sería la existencia de un ampliofrente de intereses políticos y de realidades a menudoencontradas que reclamaban un protagonismo y unaautoridad propias.

Nuevos enfoques, sin lugar a dudas muy creativospara el momento, ya que las estrategias de lucha y visi-bilización del movimiento feminista fueron realmentenovedosas para una izquierda bastante anclada enmétodos más tradicionales y en discursos dirigistas.Fue importante, fundamentalmente por lo que suponeen las luchas políticas y en el ideario de la izquierda,la formación de nuevos sujetos políticos que ya esta-ban siendo teorizados desde el posmodernismo y elposestructuralismo, aún lo suficientemente margina-les para formar parte tan solo de los debates en círcu-los reducidos. Esta peculiaridad permitió explorardiferentes formas de acción que dieron como resul-tado el desarrollo de tácticas y estrategias diversas. Entodas se pretendía adecuar el principio de que lo per-

sonal es político, intentando llamar la atención y con-siguiendo el apoyo de amplios sectores sociales.

En su apelación a los métodos tradicionales, lasfeministas recurrieron a la difusión de sus ideas pormedio de publicaciones: el temprano Los derechoslaborales de la mujer, de Lidia Falcón en 1962, el librocolectivo publicado en 1967 La mujer en España;8 lacreación de la primera editorial feminista, LaSal, quecomienza su andadura con La bolchevique enamo-rada de Alexandra Kollontai en 1978; las revistas Vin-dicación feminista (desde 1976), Poder y libertad(desde 1979), Dones en lluita (desde 1981) así comode numerosos panfletos, documentos y carteles. Tam-bién convocaron marchas y manifestaciones en res-puesta a hechos puntuales o en el marco de grandescampañas como la del aborto, y emprendieron accio-nes de choque, útiles para proyectar esa nueva ima-gen que el movimiento pretendía. En relación conestos actos, nos gustaría apuntar su creatividad alintroducir como formas de lucha callejera el happe-ning, la performance y otros modelos de acción queposiblemente en su momento no se podían concebirdesde esta perspectiva más artística. Lo que sí pode-mos constatar es la novedad que planteaban por suradicalidad y/o por su carácter lúdico, festivo y des-inhibido. Sería interesante, asimismo, realizar un estu-dio de los eslóganes o pintadas en la calle, queconfirieron una gran visibilidad al movimiento, aun-que su relación con los medios siempre fue difícil.

Este modelo relacional se tradujo en estructurasalternativas como comunas de mujeres, cooperati-vas, bares, clínicas, librerías, etc., creando una ver-dadera red con la que se pretendía no solo cubrirciertos servicios para mujeres, sino una transforma-ción radical de la sociedad.

El feminismo creaba un sujeto mujer a través deprácticas discursivas libertarias y utópicas definidascomo antiautoritarias, antipatriarcales, interclasistas,anticapitalistas e internacionalistas.9 La renovaciónactual de la historia, especialmente en sus aspectospolíticos, está poniendo de manifiesto que no se hanreflejado las experiencias específicas de las mujeresen relación con el poder, y desde luego faltan con-ceptualizaciones que las expliquen. La evolución dela historiografía hacia enfoques y objetos de estudiomúltiples y la recuperación de lo político en la histo-ria económica y social desde nuevas concepcionessobre el poder, cercanas a Foucault, vienen ahora acoincidir con los interrogantes planteados por el pen-samiento feminista desde sus inicios sobre lo polí-tico del género. No es el momento de hacer un aná-lisis en rigor del tema, pero consideramos importanteesta cuestión porque explica muchos de los debatesy reflexiones feministas, tanto desde la producciónteórica —igualdad/diferencia, modernidad/posmo-dernidad, construcción social del género/sexo, dife-

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rencia sexual—, como desde las prácticas políticas ysociales del movimiento feminista: desde el debatesobre la doble militancia y, por tanto, las difíciles rela-ciones con los partidos políticos y los grupos autó-nomos, a la no menos difícil relación con las dife-rentes instituciones del feminismo, tanto en launiversidad como en organismos gubernamentales.

Este sujeto, el sujeto “mujer” del feminismo libe-ral, para el caso español influenciado en parte por elfeminismo socialista, inspiró las primeras leyes anti-discriminatorias de la democracia. Pero con esto noestamos afirmando que haya participado activamenteen este proceso, y tampoco que se pronunciase enuna única dirección; más bien ocurría todo lo con-trario. Cabe destacar a un amplio sector de feminis-tas que, desde Madrid, impulsó un movimiento quepedía activamente el voto contra la Constitución enel referéndum de diciembre de 1976 por considerarlamachista y patriarcal:

Lo que se peleó en la Coordinadora Estatal deOrganizaciones Feministas del Estado español erael hacer un análisis desde el punto de vista femi-nista del proyecto de Constitución, señalando lascríticas, las insuficiencias y lo que representaba.Es más, tengo todavía guardado un recorte delperiódico Mundo Diario de Barcelona en el que,ante la presión del movimiento feminista por haberdejado en el cajón del olvido el tema del aborto enla elaboración de la Constitución, Jordi Solé Tura,entonces padre de la Constitución por el PSUC,tuvo que justificarse. Fue una crítica muy severaal texto constitucional, pero la Coordinadora notomó ninguna opción de voto. No podía tomarla

porque había una diversidad tremenda. Sinembargo, en Madrid, se hizo un acto contra laConstitución.10

En 1978 se produce la derogación del artículo 416del Código Civil, que condenaba el adulterio feme-nino, y se regula el uso de los anticonceptivos; la leydel divorcio fue aprobada en 1981. La ley del abortosigue siendo una asignatura pendiente, así comotodos aquellos aspectos que posibiliten conformar einformar en libertad los cuerpos y las vidas de les-bianas, maricas, transexuales, prostitutas, transgé-neros, intersexuales, etc.

En cuanto a la institucionalización, y siguiendo aFoucault, no tiene otra función que encubrir y legiti-mar como público lo que en realidad responde a otrosintereses, partidistas y/o individuales. Y lo que es másimportante, opera como mecanismo de sustitución:se transforman estos intereses de grupo en intereseso necesidades de las instituciones. También se refuer-zan los procesos sociales encaminados hacia la indi-vidualización, el confinamiento, el desarraigo y laexpropiación absoluta de la experiencia, como expe-riencia colectiva. Estas, entre otras causas —como ladesconexión entre prácticas y teorías, entre el femi-nismo académico y el de la calle, entre los diferentesgrupos y su nula participación en el proceso— van amarcar una etapa de crisis en el movimiento femi-nista hacia mediados de los ochenta.

Institucionalizar, algo se tenía que institucionali-zar; lo que pasa es que la parte que se asumió, seasumió muy mal. Y ahí la culpa la tienen los parti-dos de la izquierda parlamentaria. […] Los servi-

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Revista Vindicación Feminista, n.º 29, diciembre de 1979.

Asamblea de Mujeres de Euskadi, Bilbao, finales de los años setenta.

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cios de planning se montaron desde el movimientofeminista; eran centros de información sobre elaborto, la planificación familiar… se montó comoun servicio. Ahora que cualquier grupo tiene unaayuda pequeñita es difícil pensar que hubo unaépoca en que estas cosas las hacíamos con nues-tro dinero. Era un esfuerzo muy grande. Eviden-temente se quería trabajar de otro modo, que losrecursos públicos revirtieran en esto. Era una rei-vindicación. Pero cuando fue asumido por recur-sos públicos, durante un tiempo se pensó que laexperiencia, el saber de las mujeres, había sidoeliminado. […] Cuando se institucionaliza deja deasumirse de forma colectiva. […] Aunque a mí eltema de la profesionalización de la teoría absolutaasumida por las universidades me preocupa más-que las instituciones. Lo de las instituciones estámás claro, se ve, se sabe cuál es el espacio insti-tucional y cómo competir contra él en desigual-dad de condiciones; [sin embargo, el espaciouniversitario] llega un momento que se cierra ensí mismo. Por la misma necesidad de producir, lospropios estudios no están ligados a una prácticade transformación.11

Por lo que respecta a las relaciones entre femó-cratas y feministas, durante los años ochenta, noventa,e incluso ahora, han sido distantes y problemáticas,y raramente de estrecha cooperación y entendimiento.Como consecuencia, han perdido la iniciativa en mate-rias que constituían reivindicaciones básicas para elideario feminista. También dentro del propio movi-miento feminista van surgiendo escisiones, a la vezteóricas y políticas. Frente a la unidad inicial, unidadque se fraguó apasionadamente como resistencia ylucha antifranquista y bajo la influencia dominante delfeminismo socialista, una vez pasado el período detransición, el movimiento feminista, aunque unido enlas principales reivindicaciones —divorcio, anticon-cepción, aborto, violencia—, se va atomizando en dife-rentes posiciones, que describen y representan larealidad de la diferencia sexual en nuevos lenguajes.En este sentido, ha facilitado la pervivencia y el legadode un pensamiento vivo y de unas prácticas políticascríticas que emergen, cambiando de forma y en con-textos diferentes, generación tras generación.

No creo que la gente piense que está todo conse-guido, pero sí creo que las personas han olvidadoque hay cosas que se han conseguido porque seha luchado. […] Como el tema de la violencia con-tra las mujeres: no lo han sacado a la arena losmedios de comunicación, sino que fue una luchahistórica de los movimientos feministas de lossetenta. […] Por un lado se ha perdido la historia,y es importante recuperarla, pero por otro ha que-dado un germen; la actitud de las mujeres espa-

ñolas en torno a la violencia no sería igual si nohubiera habido un movimiento feminista.12

Para el feminismo español, la transición marcarála polémica de la doble militancia y el análisis de hastaqué punto los partidos tradicionales asumían las reivindicaciones de las mujeres, y por tanto de la auto-nomía. Se recogía, igual que en otras esferas occi-dentales, el debate entre capitalismo y patriarcado, yse iban demarcando dos posturas: la de un feminismosocialista y la de un feminismo radical, que en elámbito anglosajón tenían referentes en autoras comoSheila Rowbotham y Shulamit Firestone,13 respecti-vamente, y que en España ya surge en las I Jornadaspor la Liberación de la Mujer celebradas en Madriden noviembre de 1975, como ya hemos apuntado enpárrafos anteriores. Pero las diferencias entre un femi-nismo socialista y otro radical o autónomo van a acen-tuarse originando un importante debate teórico —feminismo de la igualdad versus feminismo de ladiferencia— que surgió en las Jornadas Feministasde Granada en 1979 y se retomó en Barcelona en 1980en las Jornades del Patriarcat y en los EncuentrosFeministas Independientes. Esta polémica igual-dad/diferencia se expone ya en las ponencias pre-sentadas en estas jornadas y en diversas publicacio-nes de la época, revistas independientes del propiomovimiento feminista, pero también en la revista ElViejo Topo,14 con artículos de Genoveva Rojo, EmparPineda, Vicent Marqués y de dos de las principalesrepresentantes en España del feminismo ilustrado yde la igualdad, las filósofas Amelia Valcárcel y CeliaAmorós,15 entre otras.

Otro de los grandes debates de la época surgió entorno al origen de la familia y la configuración de la“naturaleza femenina”, en revisión de los postuladoseconomicistas, antropológicos y biologicistas; la edi-torial Anthropos publica cuestiones sobre este temaa inicios de los ochenta. En el terreno de las lecturasnoandrocéntricas del saber, cabe destacar La “otra”política de Aristóteles16, de Amparo Moreno (1988),donde se analiza el arquetipo viril y machista que sub-yace en la obra de este clásico y su tradición en elpensamiento occidental. Esta autora analiza tambiénel nacimiento del movimiento feminista en Mujeresen lucha: el movimiento feminista en España (1977),17

libro que se presenta intencionadamente como unode los primeros apuntes para empezar a rehacer unahistoria feminista, que en palabras de la propia escri-tora en el momento de publicar el libro, es una his-toria “hasta ahora silenciada e ignorada”.

En torno al feminismo de la igualdad, y formandoparte del seminario Feminismo e ilustración promo-vido por Celia Amorós, se van aglutinado toda unaserie de investigadoras, principalmente filósofas: Ame-lia Valcárcel, Alicia Puleo, Rosa Cobo, Cristina Molina,

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Luisa Posada, Neus Campillo, Ana de Miguel. CeliaAmorós será la primera directora del Instituto deInvestigaciones Feministas de la Universidad Com-plutense de Madrid.18

Dentro de los feminismos de la diferencia, un textobásico e inicial en España es Sobre diosas, amazonasy vestales, de Victoria Sendón (1981), línea que con-tinúa con su posterior libro Más allá de Itaca19 (1988).Siguiendo esta tradición encontramos a la historia-dora Milagros Rivera Garretas y a Fina Birulés, queagrupa a diferentes investigadoras —Rosa Rius, MercèOtero, Carmen Revilla…— en el seminario Filosofíay género de la Universidad de Barcelona.20 CarmenElejabeitia,21 representa un esfuerzo de síntesis entrelas tendencias de la igualdad y la diferencia.

Si en los años setenta el debate se inició con larelectura crítica del marxismo y el psicoanálisis, paraposteriormente repensar y reciclar, principalmentedesde el feminismo de la diferencia, las aportacionesnietzscheanas y posestructuralistas, a finales de losochenta el debate empezó a girar en torno a moder-

nidad/posmodernidad. Victoria Sendón, Estrella deDiego y Rosa María Magda22 serán algunas de lasautoras que aborden estos temas.

Tránsitos queer

La sexualidad comporta varias incoherencias en cadapersona, y esta característica es uno de sus rasgosmás positivos. Queer23 es una manera de apartarsede ideas fijas acerca de la identidad sexual, como la“heterosexualidad”, la “homosexualidad” o la “bise-xualidad”. Queer subvierte, retuerce el pensamientocategórico simple sobre la sexualidad y la identidad.De esta manera, queer se convierte en un proceso através del cual lo habitual se vuelve extraño, raro.

La identidad ha jugado un papel fundamental enla formación de los movimientos sociales contem-poráneos, sobre todo en los movimientos feministasy en los de lucha contra el racismo. Para poder ser,estos movimientos, al igual que otros “nuevos movi-mientos sociales” como, por ejemplo, el de la comu-nidad LGTTB (lesbiana, gay, transexual, transgenéricay bisexual), tuvieron que partir de una recuperaciónpositiva de la diferencia que a nivel social se les haatribuido y por la cual han sido objeto de exclusión,con el fin de reconstruir las imágenes negativas conque se había cargado su diferencia. Esta también fuela manera de encontrarse con otros y establecer redes,construir el “nosotras/os”, identificarse como perte-neciente a un grupo con el que se comparte la opre-sión y la exclusión. Estas cuestiones permitieron laconstitución y el desarrollo de estos movimientos:había cosas comunes que les unían. En el contextoespañol, además, les unía la lucha en y desde laizquierda contra el régimen franquista, de ahí que enla década de los setenta lesbianas, gays y transexualesaparecen juntos en frentes y en sintonía con la década,se autodefinían como revolucionarios y de liberaciónsexual: de esta manera el Movimiento Español deLiberación Homosexual (MEHL) que se había orga-nizado a principios de los setenta en Barcelona, a fina-les de 1975 y en línea con la evolución ideológica delos movimientos sociales en esta década pasa a lla-marse Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC),24

en Bilbao se forma Euskal Herriko Gay Askapen Mugi-mendua (EHGAM) que forma parte de la Coordina-dora de Marginados.25 En 1977 se forma en Madridel Frente Homosexual de Acción Revolucionaria(FHAR), surge del ámbito libertario y pronto se le unenmás grupos de tendencia radical y su actividad polí-tica comienza desarrollando diversas acciones con-tra la LPRS.

Ahora bien, el tema de la identidad es mucho máscomplejo. Por ello, la discusión acerca de la identi-dad y de lo que esta representa ha ido adquiriendopeso dentro de la teoría social y de la teoría feminista,y, más recientemente, juega un papel protagonista

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Cartel de Políticas de género, exposición en el Institut de laDona/Filmoteca de Valencia, 1993.

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en la teoría queer y en los discursos sobre la repre-sentación.

Hoy día, cuando nos topamos con posiciones quecuestionan las ideologías conocidas y sus lógicas tra-dicionales, nos encontramos también con una recon-ceptualización del sujeto. Para Foucault, la identidadno es más que el sistema de regulación y control delas subjetividades, de manera que los individuos res-pondan a los patrones de poder preestablecidos.Cuando yo digo: soy mujer, soy bollo, soy valenciana,soy artista… ¿a qué sistemas de representación demí misma estoy apelando? ¿Qué mecanismos de inte-ligibilidad estoy poniendo en marcha?

El sistema de construcción binario hombre/mujer,homo/hetero, blanca/negra, etc. ha operado en detri-mento de la posibilidad de opción de las personas,en detrimento de la necesidad de búsqueda y cons-trucción de subjetividades distintas, múltiples. Hasido una camisa de fuerza para la expresión mayús-cula y el respeto a las múltiples existencias, en tantoque solo acepta y permite determinadas identidades,prefijadas por el sistema. Digámoslo así: las diferen-cias pugnan por salir en un sistema que no las acepta,ni siquiera reconoce su existencia. La socialización yel proceso idílico de constitución de las identidadesde género, raza, etnia, etc. se convertirán en un ver-dadero ejercicio de represión, regulación y sujeciónde los sujetos. Como señala Teresa de Lauretis “essujeto en los dos sentidos del término: sujeto a lasrestricciones sociales y, no obstante, sujeto en el sen-tido activo de hacedor y usuario de la cultura, empe-ñado en la autodefinición y la autodeterminación. […]La conciencia no es el resultado, sino la condición deun proceso. La conciencia de sí, tanto como la con-ciencia de clase, de raza (por ejemplo, mi concienciade ser blanca), es una configuración particular de lasubjetividad, o de los límites de la subjetividad, quese produce en el punto de intersección entre signifi-cado y experiencia”.26 Habría entonces que llegar a laconclusión de que la identidad nunca será el fin, sinoel principio de la autoconciencia. Apelar a identida-des prefiguradas, señalizadas, polarizadas, no haríanada más que contribuir a perpetuar la lógica de opre-sión y dominación imperante.

Ejercitando la memoria, y más aún si interpela-mos la conciencia de experiencias propias, segura-mente descubriríamos que la identidad de los grupossubordinados y excluidos nunca ha sido autodefinida,y mucho menos se asemeja a la idea que tiene “elpoder” acerca de lo que son o dejan de ser tales gru-pos. En este sentido, una “mujer” no sería tanto loque es en sí misma sino un arquetipo fijado por loshombres, al igual que los “LGTTB” no son tantoLGTTB como lo que los discursos normativos hete-rocentrados y homófobos dicen sobre ellos, o los“negros” no son negros, sino sobre todo lo que los

blancos han dicho que son o deben ser las personasnegras. Así, Françoise Collin nos recuerda:

El sujeto es presa de otro, está alterado y por esomismo es por siempre inadecuado respecto de símismo. El procedimiento de dominación consisteen sustraerse a esta alteración, instituyendo al otroen lugar del objeto y sustituyendo al diálogo conel otro por un discurso sobre el otro. […] Los hom-bres, en lugar de ponerse a la escucha de lo quedice y hace una mujer, han querido decir secular-mente lo que es una mujer, lo que son las muje-res, asignándoles, a la vez una definición y un lugar,como si eternos destinadores de la palabra nopudieran volverse sus destinatarios. […] Paradóji-camente, esta incapacidad y este rechazo a oír loque no está ya preoído puede afectar también aaquellas o aquellos que se erigen en portavoces deun grupo minorizado, ya que todo “representante”se hace una idea limitativa de lo que representa.27

Con esto, sin embargo, no estamos descartandola posibilidad de construir identidades más allá deestos sistemas de opresión identitarios y binarios.Más bien queremos subrayar, coincidiendo con la teo-ría queer, que no sería posible la existencia de unsujeto que no sabe, al menos temporalmente, lo que

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La Radical Gai, De un plumazo, n.º 5, 1996.

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es o lo que no es (o quizá, mejor, en lo que está o enlo que anda). Lo que estamos tratando de afirmardesde una posición queer es la necesidad de evaluarla política de la identidad como restrictiva.

Hay un declive fruto de la crisis de un sujeto polí-tico monolítico: el sujeto mujer, que es el sujetopolítico del feminismo clásico. Y en estos tránsi-tos, ya a finales de los ochenta, surgen multiiden-tidades que ya no solo afectan a grupos; o sea,que una misma persona, de repente, se ve atra-vesada por muchos discursos… Eso es producto,por una parte, de nuevas lecturas, de nuevas teo-rías… pero también de nuestras propias realida-des y nuestras propias vivencias.29

En 1970 la poeta, militante y ensayista MoniqueWittig participa en la creación del primer grupo delesbianas en Francia, Les Gouines Rouges (Las bolle-ras rojas). En su ensayo más radical, La penséestraight (1980),28 Wittig subvierte la tradición del femi-nismo heterosexista y acuña la expresión que pasaráa la historia de la militancia bollera en el mundoentero: “las lesbianas no son mujeres”. Muestra que“la mujer” es una construcción o categoría políticaque surge en el marco de un discurso heterocentrado.El pensamiento de Wittig pasará años más tarde a seruno de los pilares fundamentales de la teoría queer.

En Estados Unidos, país donde vivió y produjo susprincipales trabajos, Wittig tuvo un enorme peso enla formación del lesbianismo radical. Sin embargo en Francia y en el Estado español su influencia fuemás bien irrelevante, aunque sí dejó una huella impor-tante en los primeros debates de los años ochenta,especialmente desde el Grupo de Amazonas de Bar-celona, liderado por la activista Gretel, recientementefallecida, al igual que Wittig. Su pensamiento tam-bién se dio a conocer a través de grupos de lesbia-nas más autónomos, como el Grupo de LesbianasFeministas de Bizkaia, formado en 1982, que publicótraducciones parciales de su obra en Sorginak, larevista que editaron hasta bien entrada la década delos noventa. En cambio en Nosotras que nos quere-mos tanto, la revista del Colectivo de Feministas Les-bianas de Madrid, una plataforma desde donde sedifundirán los principales debates en torno a las polí-ticas sexuales lesbianas, apenas si hay una referenciaa esta autora.

Tendremos que esperar hasta la década de losnoventa, con la proliferación de grupos activistasqueer, para que el pensamiento de esta autora pasea formar parte de los debates y los idearios políticos.En el Estado español serán el grupo LSD y La Radi-cal Gai los que introduzcan por primera vez, en 1992-1993, un debate activista y teórico queer, no solo res-catando la máxima de Wittig “las lesbianas no son

mujeres”, sino acercando al contexto del activismo yel pensamiento español a autoras por entonces prác-ticamente desconocidas, como Judith Butler, DonnaHaraway y Teresa de Lauretis, e iconografías comolas de Barbara Kruger, Barbara Hammer, Grace Vol-cano, Nicole Eisenman y Sara Shulman. Es un nuevoactivismo nutrido por una nueva generación que enta-bla redes más allá de las fronteras nacionales, desa-rrollando estrategias políticas, teóricas y de repre-sentación en conexión con Act Up, Queer Nation,Lesbian Avengers, Outrage, Guerrilla Girls, WAC(Women’s Art Coalition), etc. Esta nueva generaciónimpulsará en el Estado español la primera produc-ción propia de textos, que desde inicios de los noventaestá contribuyendo a alimentar la comunicación yagitar el activismo con las prácticas teóricas femi-nistas y queer. Algunos ejemplos, entre otros muchos:las tesis de Ricardo Llamas, Xosé M. Buxán y ElenaCasado; los ensayos de Juan Vicente Aliaga, JavierSáez, Ricardo Llamas, Paco Vidarte, Beatriz Preciadoy Beatriz Suárez Briones; los artículos de CarmenRomero, Fefa Vila y David Córdoba.30

Las artes de los feminismos. Los años setenta

y las artistas conceptuales

Desde los años setenta hasta nuestros días, uno delos principales problemas del movimiento feminista(en el que queda diluida —lesbofóbicamente— la les-biana) es no ser tomado en serio. Aunque si se com-para con la reacción conservadora que sufren enEstados Unidos en la década de los ochenta, cuyoobjetivo era devolver a las mujeres a sus roles tradi-cionales de madres, esposas y amas de casa, así comodesmantelar las políticas de igualdad y eliminar —aprovechando que la pandemia del sida pasaba porallí— al conjunto de minorías sexuales, podríamosdecir que en nuestro caso, tras la transición —y conella el pactismo y la desmovilización de la izquierda—el movimiento “homosexual” y, especialmente, elmovimiento feminista, nutrido en buena parte de unaimportante militancia lesbiana, toma el relevo en laproducción de discursos críticos y en el desarrollo deestrategias políticas opositoras, así como de ciertasexpresiones culturales desde el compromiso político,como el arte conceptual, pasando por el ColectivoCine de Clase (CCC) y, ya a comienzos de los ochenta,por las prácticas culturales despolitizadas, aunquerevulsivas para otros, integradas en lo que se vino allamar “la movida”.

En “Las lesbianas en el arte. Sobre la especifici-dad de las lesbianas en la historia del arte y de la cul-tura (algunas consideraciones metodológicas)”,31

Laura Cottingham expresa sus intenciones inicialesy constata una serie de resultados especialmente úti-les y pertinentes para nuestro caso:

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En este artículo me gustaría esbozar algunos delos supuestos teóricos que se deducen de las inves-tigaciones que estoy llevando a cabo para un tra-bajo colectivo sobre la cultura lesbiana, LesbianArt: A Sourcebook. Definidos por tres imperativoscategóricos: lesbiano, siglo XX e internacional, losparámetros de este libro lo sitúan en un equilibrioprecario entre la tendencia enciclopédica y el mues-trario sin profundidad. Pero si el alcance a la vezamplio y vago de estos términos puede hacer creer(como incluso yo misma he creído) que el proyectocarece totalmente de metodología, trabajar en estaobra me ha hecho comprender que es indispen-sable proveerse de una rigurosa metodología enla medida en que la historia cultural lesbiana estáfalta de teorización, y que no existe ningún métodopreestablecido.

Cuando digo que no existe ningún método paraestudiar “el hecho lesbiano” (y, por lo mismo, nues-tra historia cultural), me refiero, en primer lugar,a que nadie sabría definir a una lesbiana: y, a con-tinuación, a que los obstáculos que plantean lasinvestigaciones convencionales y las escuelasdominantes hacen que sea prácticamente impo-sible localizar “el hecho lesbiano” en la historia delarte, incluso aunque sepamos reconocer a una les-biana cuando la vemos.

Entre las numerosas epifanías intelectuales quehe conocido a lo largo de mis investigaciones, meacuerdo de un breve encuentro con la historiadoraIlse Kokula. La historiadora de arte Gabriele Werneme había hablado de ella respondiendo a mi pre-gunta: “¿Conoces a alguien que pueda hablarmede las artistas lesbianas en Alemania antes de1970?” Famosa por haber dado a conocer al mundouniversitario el safismo de Jeanne Mammen, unaartista que desarrolló su trabajo en el movimientodadaísta en Berlín, Kokula era asimismo la traduc-tora al alemán de los escritos de las lesbianas sepa-ratistas americanas de principios de los añossetenta. Cuando la conocí en Berlín me sentía incó-moda por el carácter superficial de mis investiga-ciones para Lesbian Art: se había demostradoimposible llevarlas a cabo en las bibliotecas con-vencionales, y tenía que contentarme con peque-ños archivos incompletos, llamadas telefónicas,cartas y correo electrónico.

Dado su estatus de historiadora reconocida,quise llevar hasta el límite mi situación. Kokula memiró con un aire de superioridad y me dijo: “Todaslas investigaciones sobre nuestra historia carecende financiación y, como consecuencia, su alcanceresulta limitado.”

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Eulàlia Grau, Discriminació de la dona, 1977.

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Después del estudio realizado, y haciendo un reco-rrido a través del período mencionado, podemos decir—no sin ciertas dudas— que no ha existido un trabajosistemático, continuo y progresivo de mujeres artis-tas que se autodenominen feministas; es decir, un tra-bajo conscientemente político en este sentido desdelos años sesenta hasta la actualidad. Sin embargo exis-ten trabajos, personas y modos de hacer y negociarcon la institución artística —pública o privada— quenos parece muy pertinente incluir en una historiografíadel arte de mujeres en el Estado español. Algunos nose han podido rastrear por los propios límites de lainvestigación (en principio un abanico mayor de laindustria cultural, música, literatura, cómics…); otros,como las artistas conceptuales de los setenta, sí loshemos considerado casos de estudio.

Pensamos que en los años setenta nos encontra-mos por primera vez en el contexto español con unageneración de mujeres que no solo realizan un tra-bajo político en la esfera del arte, sino que tambiénintroducen modos de ver y hacer significativos, tantoen las formas como en los modos, incluso mucho másradicales que en los de sus compañeros de viaje. Porotra parte, la cantidad tanto de mujeres artistas comode trabajos confirma que se encontraban en activo almenos durante todo el decenio. Actualmente, muchasde ellas siguen trabajando, aunque con menor inten-sidad y, en ocasiones, con un cambio de registro.

La investigación ha sido compleja, hasta el puntode replantearnos el objeto y el sujeto de estudio pordiversas razones. En primer lugar, por la dificultad de

documentarse ante la falta de publicaciones, seanlibros, catálogos, revistas o periódicos, y lo inaccesi-ble de lo poco que se publicó en su día. Esta casiinexistencia de artículos y publicaciones críticas noslleva hacia un análisis sobre el sexismo del medioartístico, pero genera otras dificultades a la hora devalorar cuestiones centrales en nuestro estudio, comolas contaminaciones y contribuciones del feminismoy la producción artística. Por ello optamos por el con-tacto directo con las artistas, pero también esta esuna tarea compleja y que necesita de un tiempo yunos recursos que exceden el marco de esta investi-gación, que solo puede ser entendida como una pri-mera aproximación al tema propuesto.

Sería necesario seguir adelante de una forma másrigurosa de la que hemos podido realizar para estetrabajo. Estamos hablando no solo de recursos, sinotambién de la necesidad de producir discursos sobreel sujeto “arte y feminismo” que se ha dado muy tími-damente en nuestro país, sobre todo en lo que serefiere a los años setenta y ochenta, puesto que en ladécada de los noventa sí ha habido una conciencia,aunque tibia, que ha posibilitado replantear temasfeministas. Después de treinta años o más, pensamosque ya es tiempo de interrogarse sobre cuáles hansido las aportaciones de las mujeres en el medio artís-tico y el porqué de su invisibilización y falta de reco-nocimiento. Por esto agradecemos a Assumpta Bassasque nos dejara consultar la documentación obtenidapara su tesis doctoral; por el momento, uno de lospocos trabajos que se están realizando con profundi-

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Fina Miralles, Standard, 1976. Olga Pijoan, Herba, 1973.

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dad sobre este período, con la excepción de algunosescritos como los de Pilar Muñoz32 o Juan VicenteAliaga,33 publicados recientemente, en los que se apre-cia un interés por estas cuestiones. Pensamos que esciertamente urgente impulsar desde diferentes cen-tros de producción del saber, pero especialmentedesde el medio universitario, investigaciones críticasy rigurosas como las que se abordan para otras dis-ciplinas:

Las mujeres artistas tenían miedo de que el hechode meterse en grupos feministas las marginaratodavía más y que el mundo de las institucioneslas dejara de lado. […] Nos faltaba cultura histó-rica, nos faltaba conciencia y seguridad en noso-tras mismas para poder trabajar las cuestionesfeministas de una manera radical. […] El verda-dero problema para las mujeres artistas fue la faltade soporte teórico; el trabajo en profundidad quepodría haberse hecho de un modo colectivo nose dio.34

Aún así podemos constatar, a riesgo de contra-decir la opinión de sus propias autoras, que existentrabajos con un fuerte contenido de género o femi-nista, como los de Paz Muro: La mujer en la culturaactual, Mujeres Michelín; Eulàlia Grau: Discrimina-ción contra la mujer, El coste de la vida, ¿por qué?;Eugènia Balcells: Boy Meets Girls, Ophelia; algunasperformances de Esther Ferrer, también la serie delos juguetes educativos y 45 preguntas sobre el artede mujeres titulada Etes-vous d’accord?; Fina Mira-lles: Standard, Emmascarasts; los trabajos corpora-les de Olga Pijoan y Ángels Ribé, y las performancesde Dorethée Selz junto a Miralda.35

Como nos comentaba Mathilde Ferrer, “existe unaaversión a declararse feminista [¡cuánto más, les-biana!]. Se debe tener en cuenta que el feminismosupone un compromiso, un acto político, no es sim-plemente hacer arte en el sentido de una profesión”.¿Por qué ocurre esto? No se trata solo de una cues-tión personal —que lo es—, sino de una compleja redde situaciones en la que intervienen historiadores,críticos, teóricos, profesores, coleccionistas, artistasy público que favorecen o estrangulan, de una maneranada interesada, ciertos planteamientos críticos, per-sonales y colectivos.

En otros contextos la diferencia sexual, sus diver-sos contenidos —como la política de las identidades,la conciencia de la subjetividad y “el cuerpo comocampo de batalla”— han producido planteamientosmuy ricos que han interceptado e incluso provocadocambios importantes en las corrientes dominantes dela praxis y la teoría del arte. En el caso español estono se ha dado, debido, fundamentalmente, a un mediopoco permeable a los planteamientos políticos engeneral, y no digamos ya a los feministas. Esto debe-

ría hacernos reflexionar acerca de por qué ocurre asíen este país, al menos en los últimos treinta años.

Es una cuestión compleja. Quizá un camino fruc-tífero sería analizar si ha habido un período de tran-sición en las instituciones y en determinadas expre-siones culturales o si, por el contrario, ha habido una“in-transición”, utilizando el término de Eduardo Subi-rats.36 Esto podría explicar por qué, después de undécada —los setenta— de fuertes contenidos políti-cos, aunque marcados, también en la esfera artística,por “las urgencias”, los desinhibidos años ochenta,con la movida como movimiento enseña, renuncia-ron al look y al ideario de la política activista. Estehecho, visto por algunos como de fuerte carácter con-servador, desafía, para otros, los códigos más nor-mativos, tanto en lo personal como en ciertas prác-ticas artísticas.

Para algunos, los ochenta supusieron años de entu-siasmo y modernidad en una escena como la del arteen que ocurrían pocas cosas en el ámbito oficial, pero

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Eugènia Balcells, Boy Meets Girls, 1978.

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significaron también un desencanto y una rupturacon otras formas más críticas.

La irrupción de los noventa: permanentesfugitivas

Somos tu mejor sueño y su peor pesadilla.

ESLOGAN DE LSD, 1995

Las mujeres nacidas entre mediados de los sesentay principios de los setenta podríamos conformar elprimer grupo de artistas y teóricas feministas dentrodel Estado español, debido a una serie de factores(económicos, sociales, políticos, educacionales…)que confluyen en esta “generación de los noventa”.

Ajenas (o casi) a la doble militancia de nuestrasmadres y hermanas mayores, llegadas tarde a las uto-pías del 1968 y desmotivadas por unas formas polí-ticas que nos resultaban extrañas, pocas de nosotras,recién llegadas a la universidad y a las grandes ciu-dades, nos movíamos entre los últimos coletazos dela movida y la atomización y el declive del movimientofeminista heredado de los años setenta. Nuestra gene-ración es la generación de una década contradicto-ria, la década de los ochenta, que había pasadorápidamente una frontera —atravesados por la dis-continuidad— y que en último término redescubriríalo político a través de prácticas más cotidianas y dis-persas que ignoraban esa transición sin ruptura.

Teníamos noticias de los primeros encuentros yasambleas de mujeres del Estado español, desde lasrevueltas universitarias hasta las Jornadas de Gra-nada, pasando por la institucionalización del movi-miento de mujeres y las primeras expresionescontraculturales promovidas por mujeres que reivin-dicaban ser putas o bolleras en escenarios urbanos.

Nosotras habíamos crecido ya conviviendo conorganismos como el Instituto de la Mujer (creado en1983), a los que considerábamos, sin embargo, extra-ños a nuestros intereses. Esta institucionalización, juntocon el desencanto por las posibilidades de actuacióndentro del precario marco de la democracia española,hicieron que nuestros análisis y actuaciones girasenen direcciones distintas a las prácticas artísticas y a lasformas de reivindicación de la izquierda tradicional, dela que poco a poco nos iríamos alejando.

Un hecho fundamental para que esta primera gene-ración feminista se conformase y agrupase en colec-tivos minúsculos de lesbianas, mujeres autónomas—como las del Kolectivo Ligadura—, asambleas femi-nistas en la universidad, mujeres internacionalistas…o surgieran los primeros grupos musicales lideradoso formados estrictamente por mujeres (sin dejar desonar las Vainica Doble, sobre los escenarios actua-ban las Vulpes), fue la posibilidad de movilidad espa-cial y el encuentro y creación en espacios eminente-

mente urbanos, sobre todo en las grandes ciudadescomo Madrid, Barcelona, Vigo, Bilbao o Valencia. Tam-bién influyó el acceso masivo a la educación univer-sitaria por parte de mujeres de la clase media y de laclase trabajadora, y la radical transformación en loshábitos, tiempos y expectativas de las mujeres que,en buena medida, tenemos que agradecer a nuestrasantecesoras. El hecho de que estudiar, dedicar tiempoa la profesión o a los proyectos personales, o tenercapacidad de escoger ser madre o no, o vivir el les-bianismo abiertamente, o experimentar con prácticassexuales diversas se hayan convertido en opcionesposibles para las mujeres españolas es algo muyreciente (aunque no necesariamente asentado) ydemuestra la profundidad de unos cambios socialesen cierta medida heredados de las vindicaciones ante-riores, sin las cuales casi ninguna de estas opcioneshabría tenido posibilidades de desarrollo, ni siquieraen las condiciones actuales.

La información sobre las luchas, resistencias, ava-tares y logros de las mujeres que nos precedieronha sido muy desarticulada y confusa. Nuestra expe-riencia está, además, marcada, por un educaciónextremadamente parcial que naturalizaba, y siguenaturalizando, los metarrelatos, y que ignoraba, eignora, las variables de género, clase, nacionalidad,identidad sexual, etc. Apenas se ha hablado de LucíaSánchez Saornil, de Maruja Mallo o María Blanchard;salvo en círculos muy restringidos, tampoco de lashermanas Ferrer, de las conceptuales catalanas o delas protagonistas que abanderaron los movimientossindicales y las principales luchas feministas, o delas que impulsaron las primeras traducciones y difu-siones de textos clave e iniciaron en la universidad,o fuera de ella, una puesta en común y una revisióncrítica del pensamiento dominante. Tampoco ahorase habla lo suficientemente de estas mujeres, ymucho menos allí donde es urgente hacerlo.

Las mujeres de esta generación, de nuestra gene-ración, empezamos a nutrir nuestro bagaje intelectualy político con discursos básicamente anglosajones yfranceses, que, en gran medida, son los que siguensosteniendo nuestras principales aportaciones al femi-nismo y al joven desarrollo de prácticas y teorías queer.Y si las continuas aproximaciones, cuando no desem-barcos, para abordar críticamente los estudios degénero desde diferentes campos en los últimos añosen el Estado español no han producido los resultadosesperados, probablemente sea debido no solo a laescasez de recursos económicos, políticos y sociales,sino, sobre todo, a que el reparto de estos recursossupondría, sin lugar a dudas, una alteración sustan-cial, cuando no revolucionaria, de los tradicionalesequilibrios sobre los que se han establecido los pode-res (y las personas) a través de una legitimidad queal menos hasta el momento es cuestionable. Desde

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entonces, “los mismos” disfrutan del botín conquis-tado. ¿Hasta cuándo? Podemos explicar estos hechos,simplemente, porque hemos sido las primeras en teneracceso a ellos de una forma más o menos generali-zada, por tiempo, educación y oportunidad. Recorde-mos que los primeros textos de análisis político y derepresentación desde el feminismo empiezan a pro-ducirse en España en los años sesenta, y son here-deros de un pensamiento que en buena parte estáexiliado.37 La labor de traducción se inicia en los añossetenta. En este sentido cabe destacar Hablan lasWomen’s Lib,38 una selección de textos feministas nor-teamericanos con un epílogo de María José RaguéArias, publicado en 1972. Las traducciones anterioresa esta fecha son casi excepcionales: La mística de lafeminidad,39 de Betty Friedan, y las de Simone deBeauvoir,40 que empiezan a circular relativamentepronto en España.

Recordemos también el paupérrimo panorama dela crítica de la representación en España, donde latraducción de un texto fundamental como el de LauraMulvey, Placer visual y cine narrativo,41 se produceen 1988 dentro de la importante colección Eutopíasde la Universidad de Valencia.

Aunque no es nuestra intención extendernos eneste texto sobre el tema de las editoriales y colec-ciones, nos gustaría indicar que, en este esfuerzo detraducción/contextualización, a la pionera EdicionesLaSal debemos añadir Talasa, Revolución, la men-cionada colección Eutopías, de Episteme, y Feminis-mos, de Cátedra (donde se traduce a Donna Haraway,Iris M. Young y Judith Butler, entre otras), así comoel esfuerzo más reciente de Icaria, Traficantes de Sue-ños, Anthropos y Paidós por sacar a la luz no solo tra-ducciones: junto a la edición de textos autóctonossobre la redefinición de las identidades y los cuerpos,recordemos la traducción del libro de Carol VancePlacer y peligro,42 así como las publicaciones en cas-tellano de Jeffrey Weeks,43 en Talasa, y, aunque yaentrando en el nuevo milenio, las recientes versionesde los dos libros fundamentales de Judith Butler,44

Cuerpos que importan y El género en disputa.Esta era nuestra hipótesis de partida: los noventa

como primera —y tal vez última— generación demujeres con acceso a la educación de forma masivay con formación dentro de la tradición crítica femi-nista. Posibles causas de esta interrupción podríanser los cambios generados en la última década porel creciente neoliberalismo y otras influencias con-servadoras; la asimilación/invisibilización por partede la academia y otras instituciones de consenso —el museo, por ejemplo— de las críticas articuladasdesde el feminismo; la escasa capacidad, salvo esfuer-zos muy individuales, del pensamiento y la repre-sentación del feminismo español para intervenir endebates internacionales, o la incorporación, a veces

no bien contextualizada, de corrientes y fórmulasescasamente repensadas localmente.

Cuando a lo largo de esta investigación se ha pre-guntado en nuestras universidades por la oportuni-dad de establecer departamentos de estudios degénero como posibilidad de intervención en diversosámbitos de poder, ninguna tenía la certeza de quegenerar una mayor cantidad de textos teóricos máso menos brillantes llevase a la desnaturalización deun saber hegemónico profundamente arraigado, yseñalaban, por otro lado, las dificultades de la sinduda brillante producción anglosajona para interve-nir en las prácticas y en las acciones cotidianas.

Las prácticas artísticas y políticas en los noventa

Ejemplificadas en el impacto de la exposición El artey su doble, “algunas fórmulas del proceso de pos-modernización permiten a algunas mujeres artistasoponerse al giro hegemónico, basado en la alegori-zación y en un discurso despolitizado o antipolíticosobre la subjetividad y la subjetivación, mediante ungiro genealógico”,45 y debido a la utilización de cier-tas fórmulas y a la creciente incidencia en el análisisy generación de la representación, desde finales delos ochenta y principios de los noventa, el feminismose convierte en un factor significativo para la gene-ración de imágenes.

Temas y preocupaciones como la personalizaciónde lo político, el (bio)cuerpo como campo de batallay la vuelta a la performance, la crisis y reformulaciónde las identidades y el género/sexo, las nuevas tec-nologías o la visibilidad en el espacio público y entorno a la redefinición del trabajo (producción/repro-ducción)… toman protagonismo para múltiples per-sonas feministas, dentro de la escena del pensamientoy las imágenes, al tiempo que se asumen en las agen-das institucionales.

Es difícil saber cuándo se convierte el cuerpo enun debate posmoderno interdisciplinar, pero no cabe

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Marisa Maza, <sprach_räume #1> (conversación_espacios),2003-2004.

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la menor duda de que la redefinición de la identidada partir de autores del posestructuralismo francés, ymuy especialmente la influencia de Michel Foucault,establecen algunas de las pautas fundamentales enla elaboración de textos e imágenes en torno a la cor-poreidad, donde el desarrollo del pensamiento y prác-ticas queer se erige como central en la capitalizaciónde estos discursos. El eje principal de este debate fue,sin duda, la desnaturalización del sexo, después dela desnaturalización del género, que ya se había dadodurante los años setenta y ochenta.

El cuerpo se había convertido, como decía BarbaraKruger, en un “campo de batalla”, territorio privile-giado del control y de lógicas disciplinares de primerorden, al tiempo que en el espacio de debate de lasnuevas identidades procesuales.

Es difícil decir con certeza cuándo comienza a serintroducido este tema en el arte español, pero es ciertoque grandes eventos internacionales como el ya men-cionado El arte y su doble, o el megalómano proyectode Dennis Hollier —aunque una década más tarde—Fémininmasculin. Le sexe dans l’art46 fueron algunasde las influencias para la orientación hacia un espa-cio de reflexión, el cuerpo, privilegiado por el femi-nismo desde finales de los sesenta.

En gran medida, el renacimiento de la prácticaperformativa en artistas euroamericanas —recorde-mos los nombres de Coco Fusco, Hester Scheurwa-ter, Terre Thaemlitz y Patty Chang entre las másconocidas desde principios de los noventa— estáestrechamente vinculado a esta reivindicación femi-nista y a la adopción de una genealogía entoncesconsiderada necesaria, aunque diríamos que en untono más construccionista que el de los años sesentay setenta, e incluso, en algunos casos, con fuertesinfluencias de la teoría y las políticas queer y de algu-nas variables introducidas por las tecnologías deúltima generación.

Es obvio que el cuerpo como eje temático y lareformulación de las identidades tuvieron en la prác-tica performativa uno de sus mejores instrumentos.Lo que no está tan claro es cómo llegaron estasinfluencias a las artistas de los noventa. Por una parteestaría la influencia norteamericana, tanto en elterreno del arte de acción y el activismo como por el bagaje en el campo de la videoacción, que se desa-rrolla en España en la década de los noventa. Estoexplicaría la convivencia de autoras como Eulàlia Vall-dosera o Carmen Sigler —que recogen una línea muyconcreta de la performance euronorteamericana, másesencialista y ritual—, junto a otras que deconstru-yen mitologías de la feminidad tradicional —mater-nidad, cercanía a la naturaleza, victimismo, maso-quismo etc.—, al tiempo que especulan sobre algunosconstructos políticos y discursivos a partir de la expe-riencia, y por lo tanto del cuerpo. Nos estamos refi-

riendo, sobre todo, a autoras que emplean el vídeocomo soporte, no como registro de sus trabajos. Entreellas cabe destacar a Marta Martín, Lucía Onzain, ItziarOkariz, Pilar Albarracín, Estíbaliz Sádaba y MaríaRuido.

Nos parece importante señalar “dos eslabonesperdidos” de nuestra genealogía, de alguna formarecuperados, aunque fuese tardíamente. Nos esta-mos refiriendo al trabajo de Zaj, y más especialmenteal de Esther Ferrer, al que ya hemos hecho referen-cia y que impartió un taller memorable dentro delproyecto Sin número, comisariado por Jaime Vallaurey Marta Pol i i Rigau en noviembre-diciembre de 1996en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, al cual asis-tieron algunas de las videoartistas hoy más rele-vantes.

La otra mujer que estaría en el comienzo del vídeoy la acción en el feminismo español sería la concep-tual catalana Eugènia Balcells, autora recuperada parael gran público en los últimos años, y especialmentea raíz de un programa de Metrópolis (TV2) del año2000, con guión de Susana Blas, donde se hace unrepaso de algunos de los trabajos de Eugènia Bal-cells, Eulàlia Valldosera y Carmen Sigler.

Otras artistas, como Esther Mera y Manuela Sáez,fueron programadas dentro del ciclo de vídeo Políti-cas de género, comisariado por Carmen Navarrete yMarcelo Expósito para el Institut de la Dona/Filmo-teca de Valencia en el año 1993, junto con autorascomo Ana Mendieta y Martha Rosler, que, como se

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El camino de Moisés, documental dirigido por Cecilia Barriga, 2003.

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explicaba más arriba, estarían en el centro del inte-rés por la recuperación de la performance como ins-trumento de análisis de las categorías sexuales eidentitarias, pero también como instrumento político.

No nos parece baladí subrayar que Metrópolis, unprograma de la televisión pública que lleva emitién-dose desde hace más de veinte años con un interéssostenido por los temas de actualidad, dedicó duranteese mismo año 2000 otros dos programas a cuestio-nes relacionadas con la identidad, el género y elcuerpo y sus redefiniciones: 010001111: Femenino/mas-culino y Cyborgs —también con guión de SusanaBlas—, que forman, junto con Mujeres y vídeo, delque hablábamos más arriba, una suerte de trilogía-resumen de algunos de los temas fundamentales conlos que daba comienzo el nuevo milenio en el ámbitode la representación.

En el Estado español, la gran diferencia entre lavideoacción de los noventa y la de los setenta estáen la propia idea de performatividad como herra-mienta política y su orientación construccionista, casisiempre reflexionada, frente a la reivindicación delcuerpo como sustrato esencial y significador queencontrábamos en los setenta.

Buena prueba del interés por la performance, porel feminismo y por sus relaciones con el vídeo enestos momentos sería el trabajo de Gabriel VillotaBodybuilding (1999), realizado para una de las edi-ciones del festival Jonctions de Bruselas, pero esteinterés, sobre todo, estaría ejemplificado por el pro-grama de proyecciones y por la publicación adjuntaque con el título de Luces, cámara, acción (…) ¡Cor-ten! Videoacción: el cuerpo y sus fronteras47 fue comi-sariada por Gabriel Villota en 1997. Entre los textospublicados en ese catálogo figuran los nombres dePat Califia y Kathy O’Dell, y entre las artistas progra-madas, autoras como Sadie Bennig y Suzie Silver,vinculadas a las políticas de representación y acciónqueer y a la contestación a ciertos planteamientosnormativos sobre el placer visual que tuvieron, comoabundaremos más adelante, relativo eco en España.Dentro de este programa figuraban también artistasespañolas/es como las ya mencionadas Eulàlia Vall-dosera y Carmen Sigler, SEAC y Sergio Prego.

En una línea muy diferente, pero también desti-nada a confrontar el trabajo de artistas españolas conotras internacionales en el terreno de la performancey la reflexión sobre la identidad, estaría el recienteprograma de Susana Blas para PhotoEspaña 2002Vídeos XX, donde figuraban: Estíbaliz Sádaba, ItziarOkariz, Mapi Rivera, Mabi Revuelta, Dora García,Susana Vidal, así como trabajos de Pipilotti Rist, SadieBenning, Coco Fusco y Sue de Beer.

Si bien la redefinición de las identidades sexualesy del propio cuerpo como elemento performativo,como “mascarada”, está ya presente en Claude Cahun

en los años veinte, y es continuada por autores comoPierre Moliner y, más tarde, por algunos hombrescomo Vito Acconci y Paul McCarthy, que desarrollansu producción en paralelo a mujeres como AdrianPiper, Martha Rosler y Eleanor Antin, en el Estadoespañol, esta reflexión construccionista solo se dadesde finales de los ochenta. Aunque nos gustaríareivindicar aquí la figura de Ocaña, dibujada por Ven-tura Pons en su Ocaña, retrato intermitente (1978),algunas obras de Juan Hidalgo, el trabajo fotográficode Carlos Pazos o ciertos aspectos de Xoán Anleo y deMiguel Ángel Gaüeca. La identidad masculina y susrepresentaciones está escasamente revisada en elEstado español, y muy especialmente la heterosexual;de modo que la mayor parte del legado y el repensa-miento sobre el cuerpo y el sexo como construcciónsocial y su asociación a la teoría de la performativi-dad se debe a un amplio movimiento de mujeres, les-bianas y heterosexuales, y a algunos gays. Comoexcepción, el caso reseñable de Publio Pérez Prieto,trabajando en colaboración con Marta de Gonzalo.

Solo nos gustaría señalar aquí el legado del grupobollero LSD en sus fanzines —Non grata— y proyec-tos activistas, especialmente Es-cultura lesbiana yMenstruosidades, que junto con los de La Radical Gai—De un plumazo— hacen un lúcido y temprano aná-lisis de los prejuicios y discursos en torno a la “homo-sexualidad” a través de la vertebración de unactivismo radical que se erige en primera persona enun contexto marcado enormemente por la pandemiadel sida. Las realidades bolleras y maricas se esta-blecen desde espacios de contestación marginal, nonegocian cotas de libertad, no dialogan con instan-cias de represión ni caen de lleno en la falaz visibili-dad que empieza a mostrarse imparable a través delconsumo, el llamado “capitalismo rosa”. Este últimoaspecto está muy bien estudiado, por ejemplo, en eltexto de la socióloga y actual activista en el Grupo deTrabajo Queer (GTQ) Carmen Romero titulado “Dediferencias, jerarquizaciones excluyentes y materia-lidades de lo cultural. Una aproximación a la preca-riedad desde el feminismo y la teoría queer”.48

Nos parece también significativa cierta aclimata-ción la aparición de algunas artistas y cineastas quese identifican a sí mismas con estos presupuestos.Nos referimos a Helena Cabello y Ana Carceller, de lasque hablaremos más adelante como comisarias de laexposición Zona F49 y autoras de vídeos como Unbeso (1996) —un claro homenaje a Linda Benglis—,Azucena Vieites y Itziar Okariz, en el terreno de lasartes plásticas, y a Cecilia Barriga y Virginia Villaplanaen el del vídeo y el cine. Ambas realizadoras hanhecho trabajos significativos en relación a la redefi-nición de la identidad. Destaquemos aquí Meeting ofTwo Queens (1991), de Cecilia Barriga, una pieza deexquisito desmontaje, o los trabajos Anonimous Film

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Portrait (2002) y Nuit (2003), de Virginia Villaplana, através de la experiencia musical de creactivistas comodrfloy, KO o Bongo. Además, también han llevado acabo recientemente dos proyectos audiovisualessobre la transexualidad en España desde dos pers-pectivas muy diferentes: nos referimos a El caminode Moisés, elaborado para TVE por Cecilia Barriga enel 2002, y Escenario doble (2004), proyecto de Virgi-nia Villaplana y Angelika Levi donde documentan elproceso de reelaboración corporal y vital a través deltestimonio de Marco, un transexual andaluz que tra-baja en la costa levantina y al que suman como con-traimagen, en un permanente diálogo, una perfor-mance drag king.

El último de los grandes temas en torno a la polí-tica corporal, la interrelación del cuerpo con lamáquina, ha tenido, hay que decirlo, un éxito cues-tionable en el Estado español.

No será hasta 1995 cuando se traduzca a DonnaHaraway50 por primera vez en España, precisamenteel año en el que Colaizzi publica, en inglés, The Cybor-guesque,51 un interesante análisis de las posibilidadespolíticas del cuerpo grotesco de Bajtin en relación alas “monstruosidades de la hibridación tecnológica”.La producción teórica del llamado ciberfeminismo enEspaña es escasa, y si bien la web www.estudioson-line.net ha sido fundamental a la hora de difundir losdiscursos de autoras como Sandie Stone, Sadie Plant,Rosi Braidotti y activistas en la red como VNS Matrix,Old Boys (OBN), etc., se puede decir que el resultadode la aclimatación al espacio local ha sido pobre. Podrí-amos hablar, en todo caso, de algunos textos de Clau-dia Giannetti, del proyecto online yopienso.com, deciertas acciones de Rosa Sánchez, como Donna-Matrix,y, en un tono mucho más acomodado, de las últimaspinturas y fotografías de cyborgs de Marina Núñez.

Para terminar con este breve recorrido por la con-fluencia entre las prácticas artísticas y políticas de losnoventa, cabe destacar la importancia que algunasteorías provenientes de diversos feminismos, o direc-

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Marta de Gonzalo y Publio Pérez Prieto, La force du biotravail, 2001.

La Radical Gai, De un plumazo, n.º 4, 1995.

LSD, revista Non Grata, n.º 1, 1995.

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tamente de la teoría queer, tienen en la actual com-posición del pensamiento y las prácticas políticas:véase el caso de Nancy Fraser y Judith Butler, IrisMarion Young y Saskia Sassen, y las autoras queemergen dentro del cada vez más fructífero debateposcolonial.

Si bien no siempre visibilizadas, las acciones yestrategias que algunas mujeres han llevado al espa-cio público reivindican una forma de intervencióndesde la corporeidad que interroga al sujeto políticouniversal, no solo desde la sexuación, sino desde unaconfluencia de diversidades.

En este sentido, hablar, dentro del Estado español,de algunos textos de mujeres como Cristina Vega,Marta Malo de Molina y Begoña Marugán, o de algu-nos colectivos como Sexo, Mentiras y Precariedad,GTQ y Precarias a la Deriva, todos ellos en Madrid,significa reflexionar sobre las formas de acción desdeel feminismo y ciertas posiciones queer hoy, significaredefinir la “esfera pública”, las fronteras del cuerpo ysus límites y controles, las formas de la producción yla reproducción, etc., de una manera decisiva para lasprácticas políticas contemporáneas, y muchas veces,incluso al mismo tiempo, como sería el caso del vídeode Precarias a la Deriva y la deconstrucción del DNIdel GTQ, realizado colectivamente. A la deriva por loscircuitos de la precariedad femenina52 significa tam-

bién repensar el lugar de la representación como esce-nario de intervención política, o sin más, el alcance yla responsabilidad política de las imágenes.

Los conflictos y tensiones que algunas compo-nentes de La Eskalera Karakola, existente desde 1997,exponían en su relato sobre la “okupación” a lo largode los noventa en Madrid son muy indicativos dehasta qué punto ciertos sectores de la “nuevaizquierda” siguen cuestionando algunas prácticaspolíticas, o las consideran “menores” por incorporaraspectos cotidianos, como la sexualidad, la repro-ducción o los cuidados, frente a los “grandes temas”de la política tradicional vinculada a un concepto com-pletamente restrictivo de esfera pública:

[…] Me acuerdo de una vez que la Radical y LSDhicieron una fiesta en la okupa de mujeres deMinuesa y fuimos todas las que andábamos poraquí, por Lavapiés. Nos disfrazamos, nos vestimosy empezamos a hacer el canelo allí. Un espacio enel que había que guardar cierta compostura,cierta… Es decir, toda una estética y una disciplinacorporal. […] Para mí, justamente, la Karakola fueeso, poder aprender a vivirlo de otra forma, derepente era como tener la sensación de “esta esnuestra casa”, y vamos a ver cómo queremos hacerpolítica, o sea, sin todo ese peso encima de lo quehay que hacer, ¿qué significa que yo me tome enserio la política o que me apasione la política?53

En esta misma línea de reflexión sobre los cuer-pos en el espacio público y la producción de plusva-lía económica y simbólica de los mismos dentro delos ya indistinguibles tiempos de ocio y de trabajo sesituaba el proyecto Cuerpos de producción, coordi-nado por Uqui Permui y María Ruido entre marzo de2002 y marzo de 2003, con intervenciones de diver-sas artistas: Carmen Nogueira, Xoán Anleo, intrépi-das&sucias, Erreakzio-Reacción, Fefa Vila, Marta deGonzalo y Publio Pérez Prieto, etc., en el espaciopúblico de Santiago de Compostela y un seminariointerdisciplinar.

La lucha por la visibilidad en el espacio público hasido una de las grandes batallas del feminismo yde todas aquellas teorías críticas contemporáneasque han sido conscientes de la calidad de las imá-genes como reflejo de los diversos ejercicios depoderes sociales: los espejos no reflejan sino aque-llo que es instituido, y nuestros ojos solo percibenlo que la luz de la mirada tradicional, una estruc-tura de dominio, estrechamente alumbra. […]

Conscientes del dominio que subyace a toda repre-sentación —como su propio nombre indica, una pre-sentación en lugar de— y conocedoras de la dinámicaneutralizadora de aquello que se hace visible, pero

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Azucena Vieites, fragmento del despleglable incluido en Transgenéric@s, 1998.

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también sabiendo que la permanencia en la negati-vidad absoluta, en el rechazo insistente, puede seruna acción defectiva inutilizada, nos planteamos: ¿esla visibilidad una meta política primordial?, y si lo es,¿qué visibilidad?54

La crítica de la representación y la práctica

teórico-historiográfica

A partir de la línea de Griselda Pollock y RosalynDeutsche, que en cierta forma recorre la última décadadel pasado siglo, nos gustaría desgranar algunas apor-taciones en torno a la redefinición y la crítica mismade la disciplina y el relato historiográfico desde la con-fluencia del género con otras teorías críticas.

Puede que esta línea haya tenido un impactomenor que algunas de las cuestiones anteriores sobreprácticas artísticas concretas, pero, por ejemplo, laintroducción de la teoría fílmica, la difusión de lostextos de Teresa de Lauretis, Griselda Pollock y KateLinker55 o el conocimiento de artistas como MarthaRosler,56 que han tenido una doble labor en la cons-trucción de un discurso desde la imagen y la palabra,son fundamentales para explicar cierta eclosión deescritos y trabajos plásticos, así como el desarrollodel vídeo de mujeres en España —y la reformulaciónde su producción, distribución y difusión—, o la apa-rición de festivales de cine específicos de mujeres yde gays y lesbianas.

Las escasas exposiciones feministas del Estadoespañol son un buen índice para reflexionar sobre elfeminismo en la historiografía y la crítica, y para verqué hay de verdad en la “herencia anglosajona” y sudesarrollo contextual.

Compartimos con Juan Vicente Aliaga el diagnós-tico de extrema pobreza que en su texto “La memo-ria corta”57 hace de la historiografía feminista enEspaña. Como él mismo subraya, la memoria críticadel feminismo español y sus relaciones con la repre-sentación está aún por hacer.

Nuestro conocimiento de los ejes temáticos fun-damentales y de los debates académicos es tardío yminoritario, debido, fundamentalmente, a la barreraidiomática. La mayor parte de los discursos homo-logados del feminismo están realizados —y son legi-timados como tales— por las universidades anglo-sajonas, salvando algunos casos que proceden delámbito francés e italiano.

De hecho, además de los escasos volúmenes eninglés que podíamos adquirir en estancias o viajes aLondres o Nueva York —recordemos que Internet haentrado en nuestras vidas hace solo un puñado deaños—, el acceso que durante años se tuvo a auto-ras feministas fue a través de traducciones francesas.Mencionemos aquí la impresionante labor de MathildeFerrer al frente de la École Supérieure des Beaux-Artsde París. Nos referimos, desde luego, a libros como

el editado por la propia Mathilde Ferrer e YvesMichaud Espaces de l’art. Féminisme, art et histoirede l’art,58 donde se puede encontrar a Kate Linker ya Griselda Pollock; a uno de los mejores compendiosde textos sobre vídeo: el editado por Nathalie Mag-nan La vidéo, entre art et communication,59 donde sepodía leer el artículo de Martha Gever sobre las rela-ciones entre el vídeo y el feminismo, y el conocidotexto de Martha Rosler “La disipación del momentoutópico”.

Después de un primer período a finales de losochenta y principios de los noventa en el que las úni-cas historiadoras cercanas al feminismo eran ErikaBornay, que edita en 1990 Las hijas de Lilith,60 y Estre-lla de Diego — recordemos la publicación de su tesisdoctoral sobre las pintoras españolas del XIX, perosobre todo el muy influyente El andrógino sexuado61

la historiografía feminista española empieza a enri-quecerse con algunas traducciones. El libro —muybásico— de Whitney Chadwick Mujer, arte y sociedad62

aparece también en 1992, coincidiendo con un giro enla producción de Estrella de Diego que la lleva a ale-jarse casi definitivamente de la conceptualización delgénero como una variable o sistema de análisis.

Si bien en los últimos años se han publicado algu-nos textos que podríamos llamar de revisión histo-riográfica desde el feminismo, prácticamente todosellos se mantienen al margen del contexto español,limitándose a recoger y/o traducir una serie de polé-micas que, insistimos, no se crean ni se destruyenaquí, sino que solo se reproducen.

Este sería el caso de la tesis doctoral de MaríaRuido, realizada entre 1996 y 1999 y publicada en 2003con el título de “Plural-líquida. Sobre el pensamientofeminista en la construcción de la(s) identidad(es) yen los cambios de la representación posmoderna”,63

donde aparecen apenas un puñado de artistas, poli-tólogas y realizadoras españolas; el caso, asimismo,del reciente libro de Patricia Mayayo Historias demujeres, historias del arte,64 resumen bien articuladodesde la más estricta historiografía del arte de unaserie de teorías anglosajonas, o el artículo “Comer oser comida”,65 donde se nos habla metafórica y real-mente de contextos que dificultan articular una his-toriografía del arte propia. Existen, no obstante,algunos ejemplos tempranos como el trabajo deinvestigación universitaria de Carmen Navarrete Tucuerpo es un campo de batalla. Las imágenes de lamujer en el arte posfeminista, que data de 1992.66

Completamente centrado en el contexto españolestaría, como apuntábamos atrás, Mujeres españo-las en las artes plásticas,67 de Pilar Muñoz, productotambién de su tesis doctoral, pero carente de unbagaje feminista sólido. Su interés a la hora de ana-lizar el contexto contemporáneo es, además, muyescaso, porque el recorrido cronológico empieza en

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el final de la Edad Media para detenerse, precisa-mente, en los años de la posguerra. La propia autoraconfiesa que esta detención es completamentevoluntaria, y que teme meterse en reflexiones o crí-ticas de artistas contemporáneas debido a sus posi-bles reacciones adversas; lamentable situaciónrepetida —y no es producto de la casualidad— porPatricia Mayayo. Este temor o incomodidad es índice,desde luego, de la escasa solidez de la crítica de arteen el Estado español, que no solo en el ámbito femi-nista o relacionado con las mujeres, sino en gene-ral, adolece de rigor y tiende a interpretarse casisiempre como un ataque personal; tal vez porqueen algunos casos se ha empleado con tal fin, tal vez porque se sigan confundiendo las discrepanciasteóricas o políticas con intrusismo personal; en cual-quier caso son aspectos que relevan tanto la fragi-lidad actual como el camino personal y colectivoque queda por delante.

Si el panorama historiográfico es exiguo, si notenemos departamentos de estudios de género dondeinvestigar, ni debate académico o social del cualnutrirnos y en el cual participar, los diferentes ámbi-tos de la crítica tampoco están mucho mejor, comose desprende ya de lo anteriormente apuntado.

No vamos a detenernos mucho en este aspecto.Simplemente recordar el lamentable uso que, engeneral, la crítica española ha hecho del feminismo—y más de los aspectos queer o lesbianos— desdeel desconocimiento y/o los prejuicios, convirtiéndoloen tópicos, estetizándolo, o simplemente ninguneán-dolo. Bien es cierto que actualmente hay una nuevageneración de curadoras y críticas que sostienen, almenos, una posición de respeto y entendimiento delfeminismo y de las críticas queer o poscolonialistascomo críticas de la representación inexcusable. Aun-que, por supuesto, la crítica más tradicional siguesiendo bastante obtusa; y el comisariado, incluso demujeres, utiliza normalmente este término como unaparte de la “cuota políticamente correcta” del mer-cado contemporáneo. Este sería el caso, por ponerun solo ejemplo, de la exposición FuturoPresente deAlicia Murría.

Entre las críticas/os de arte están las que mantie-nen una absoluta ignorancia, y hasta las que prego-nan una “normalidad cuantitativa” (¿heredera delposfeminismo de Dan Cameron?) “de mujeres y gays”altamente preocupante. Nos referimos, por ejemplo,al artículo de Rosa Olivares “Mujeres, al fin” (1998),publicado en la revista Lápiz, de la que entonces eradirectora.

Como ya apuntábamos, la inauguración en Madridy Barcelona en 1987 de algunos ejemplos de traba-jos de mujeres reconocidos por la historiografía y lacrítica internacional —Barbara Kruger, Cindy Sher-man, Sherrie Levine— con El arte y su doble, y el desa-

rrollo, por otra parte, de discursos que colapsabanlas posibilidades críticas (y políticas) de los feminis-mos a favor de una estetización poco molesta y desu instalación en el mainstream (nos referimos, sobretodo a Dan Cameron y su “Post-Feminism”,68 publi-cado en 1987 a coincide con la aparición de los pri-meros debates en torno a las aportaciones delfeminismo como crítica de la representación en nues-tro Estado.

Alimentados prácticamente por aportacionesextranjeras en su versión original o en sus primerastraducciones, las revisiones del psicoanálisis, el des-mantelamiento de los mecanismos legitimadores dela historia del arte y los primeros textos sobre teoríafílmica feminista —Laura Mulvey es traducida en 1988por Santos Zunzunegui— empiezan a calar en el dis-curso de algunas artistas, unidas por entender delfeminismo como teoría política y vinculadas, en algu-nos casos, al activismo y a sus prolongaciones en lasteorías y políticas queer.

Nos referimos a trabajos —de los que nombrare-mos solo algunos a modo de ejemplo— como la seriede Ana Navarrete Indispensable para las mujeres,desde 1994; Carmen Navarrete, Decaloge (1991), Lecabinet des estampes (1994); Estíbaliz Sádaba, La colo-nización del planeta P (1996); los dibujos de AzucenaVieites, desde 1994; las fotos y acciones de LSD, desde1993; Carmen Nogueira, el trabajo desarrollado parael proyecto Ecosofías, en el año 2000, en la Sala Ama-dís de Madrid; Begoña Hernández; Itziar Okariz, enconcreto la serie Meadas; Virginia Villaplana, Retroa-limentación (1997) realizado en colaboración con LSD,y María Ruido, La voz humana.

En un Estado como el español, donde las gentesque practican el arte no se caracterizan por la profun-didad y extensión de sus lecturas ni por su capacidadpara construir discurso —así lo reconoce, como caren-cia, la propia Mar Villaespesa en la elaboración de 100%,69 la primera exposición feminista, en 1993—, lasartistas vinculadas a la teoría y las que generan escri-tos críticos propios no son muchas, y casi todas tie-nen influencias similares; aunque pueden divergir lasposiciones y los resultados.

El influjo de Griselda Pollock es una constante, porsu decisivo desmontaje de la historiografía tradicio-nal y por su contestación a los marcos habituales delliberalismo, donde la confluencia de género y clasese naturalizan de la forma más falaz. Junto a ella apa-recen clásicas del pensamiento de la representacióndesde el feminismo como Lucy Lippard, Linda Noch-lin y Catherine de Zegher y, más tardíamente, AndreaFraser y Rosalyn Deutsche, conocida internacional-mente por su libro Evictions (1996), pero no traducidaal castellano hasta 2001. El texto escogido para su tra-ducción en Modos de hacer, “Agorafobia”, resumedesde nuestro punto de vista la lucha por la visibili-

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dad de las aportaciones de los feminismos, y exploracon gran certeza las críticas a la mirada tradicional ya los dispositivos de legitimación de las industriasculturales, al tiempo que pone de relieve el sexismo,el clasismo, el racismo y la homofobia que recorrenla institución del arte, incluso entre aquellos sectoresconsiderados de la izquierda radical; véase el debateentre las autoras y el historiador del arte Thomas Crow:

El masculinismo como posición de autoridad socialtambién tiene que ver, por último, con la autori-dad que se arrogan los intelectuales de la izquierdatradicional para explicar la condición política delmundo en su totalidad. […] Los fundamentos dela sociedad, lo público y el sujeto político —el ciu-dadano— deben considerarse certezas. Los cues-tionamientos que desde el feminismo y otrasposiciones se hacen de las exclusiones que cons-tituyen tales certezas, deben ser responsabiliza-dos de la pérdida de la política y excluidos de laesfera pública.70

Si bien la atención de las artistas españolas de losnoventa a la teoría de la representación o a la con-fluencia de la representación como espacio políticose transparenta en algunos nombres —Erreakzioa-Reacción, Ana y Carmen Navarrete, Virginia Villaplanay Carmen Nogueira— o se expresa en confluenciascon otras disciplinas —como es el caso de LSD, deBeatriz Preciado, de Cristina Vega y de Precarias a laDeriva—, en gran parte de la producción textual y

videográfica es mucho más patente la influencia dela teoría fílmica.

Ahí habría que contar también con algunos hom-bres, como el ya mencionado Gabriel Villota, quiencomenta la influencia de algunos textos y vídeos demujeres. Explica en la entrevista realizada la impre-sión que le causó el trabajo de Sadie Benning, asícomo la importancia que tuvieron para él algunosescritos, algunos publicados en la revista Off Video,trabajo que realizó en colaboración mayormente conMarcelo Expósito, con quien, además, llevó a caboalgunos programas durante los noventa.

Introducida en España de la mano de GiuliaColaizzi, recién llegada, como ella misma explicó, dela Universidad de Minessotta, la deconstrucción de la mirada tradicional desde la confluencia delgénero como factor político, y la aplicación de las lec-turas pospsicoanalíticas al cine y el vídeo, tienen enEspaña unos cuantos hitos fundamentales. Entre ellospodríamos destacar el citado Placer visual y cine narra-tivo de Mulvey; la aparición en castellano del texto deMarita Sturken “La elaboración de una historia: para-dojas en la evolución del vídeo”,71 la traducción en1993 de “Estética y teoría feminista. Reconsiderandoel cine femenino” de Teresa de Lauretis, en 100 %,donde la autora habla del concepto de “desestética”;la aparición del libro Feminismo y teoría fílmica72 en1995, publicación que recogía la intervención de Teresade Lauretis, Laura Mulvey, Yvonne Rainer, Ann Kaplan,Rey Chow, Paula Rabinowitz y otras en el seminariodel mismo título que tuvo lugar dos años antes en

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Carmen Navarrete, Cabinet des estampes, 1994.

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Valencia, coordinado por Giulia Colaizzi. Textos pio-neros a los que se suman algunos volúmenes edita-dos a lo largo de los noventa en Cátedra: El cine demujeres de Annette Kuhn, Alicia ya no de Teresa deLauretis (en la colección Feminismos) y Las mujeresy el cine de Ann Kaplan.73

Junto a estas publicaciones empezaron a desa-rrollarse en el Estado español festivales de cine yvídeo específicos de mujeres, en consonancia con losya existentes en otros países, como el Festival de Cinede Montreal, el Festival de Creteil y la Feminale.

Pionero de estos festivales en la península fue elde Madrid, que comenzó a mediados de los ochentay se interrumpe, por problemas políticos con la admi-nistración del PP, a mediados de los noventa. Pero hadejado huella en la memoria de varias generacionesde mujeres, que pudieron ver y discutir unas pelícu-las a las que, de otro modo, no hubieran podido acce-der fácilmente. Especial mención, en este sentido,merece la presencia en Madrid de la realizadora les-biana Barbara Hammer, que recibió el premio del fes-tival en una de sus últimas ediciones. Para seguir lospasos del certamen, marcado progresivamente poruna mayor calidad, que desafortunadamente no tuvie-ron en cuenta los gestores del PP, se puede recurriral material que se publicaba anualmente para cadaedición. La defunción de este Festival de Cine de Muje-res daría paso, años más tarde, al actual Festival deCine de Gays y Lesbianas, promovido desde hacenueve años con mayor o menor calidad y esfuerzopor la Fundación Triángulo.

Mucho más sencillo es reconstruir la memoria delfestival barcelonés que, desde 1992 y hasta ahoramismo, se viene desarrollando en paralelo a una seriede actividades educativas en el seno de la institu-ción/archivo Drac Màgic.

Marta Selva y Anna Solà, actualmente directora ygestora del Institut Català de la Dona, hablan de ante-riores jornadas de cine de mujeres durante finales de

los setenta y principios de los ochenta —vinculadasen casi todos los casos a la Filmoteca—, de la convi-vencia con el festival madrileño durante la primeraparte de los noventa, y del desarrollo de la ya asen-tada Mostra de Films de Dones, por medio de la cualllegan a España películas de Ulrike Ottinger, ChantalAkerman, Marguerite Duras, Agnès Varda, etc. quetanta influencia tendrían en algunas mujeres de nues-tra generación:

[…] Mi aproximación al feminismo se produce a tra-vés de las ideas y no tanto por militancia. Los pri-meros vínculos los establezco en la universidad ypoco tiempo después a través de la experiencia detrabajo con Marta en Drac Màgic y de la colabora-ción con otras mujeres de la ciudad que, finalmente,nos concentramos en el núcleo de Ca la Dona. Loque me interesaba eran las ideas, el análisis artís-tico, el estudio de la historia del arte y de la teoríadel arte; de hecho, en la universidad me especialicéen historia del arte. En seguida se me abrió un nuevoterreno de exploración que consistía en aplicar elpunto de vista feminista al análisis de los lengua-jes poéticos, al arte y a la interpretación del mundo.Uno de los momentos importantes en este procesoformativo, en este trayecto, fue el viaje a Montrealpara asistir al Festival de Cine. También fueronimportantes las lecturas de las italianas y los textosanglosajones que ellas habían traducido: textos fun-dacionales como los de Claire Johnston, Laura Mul-vey y Teresa de Lauretis. Esta fue mi verdaderaescuela, porque en la escuela oficial tenía la puertacerrada a todas estas influencias. Una de las tareasen Drac Màgic, que disponía de muy pocos refe-rentes, fue tomar como referencia a estas mujeresque conocimos en Montreal y que posteriormentepudimos volver a ver en Creteil. Pero entre Mon-treal y Creteil hubo un lapso durante el cual nues-tras únicas fuentes de alimentación fueron las visitasa Italia y la compra de libros.

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Ana Navarrete, Indispensable para mujeres, 1994. Estíbaliz Sábada, La colonización del planeta P, 1996.

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Hasta aquel momento la única vía de informa-ción eran los viajes a Creteil cada año… A Montrealfuimos en el 1987 y a Creteil en el 1988 o 1989… Porotro lado, todos los textos que acabo de citar eranextranjeros porque no había traducciones, salvo lasque hacían las mujeres de LaSal, centradas en teo-ría fílmica. Era estética feminista y nada más lo queconformaba las bibliografías que elaborábamospara nuestros cursos, no podíamos poner nada másporque en aquel momento los textos extranjeroseran inasequibles. Construimos la biblioteca en DracMàgic con el fin de tener acceso a esa bibliografíaextranjera. A través de los contactos con Montreal,París e Italia se empezó a formar una red de inter-cambio informal entre las mujeres que estábamostrabajando en la misma línea y entre centros de pro-ducción y distribución como Women Make Movies,CineNova, centros de París, de Alemania, la Femi-nale, Blik Pilotin, etc.74

Al influjo de la teoría fílmica habría que añadir laproyección de vídeo en forma de programas o ciclosmás o menos habitual en ciudades como Madrid yBarcelona. Esta nueva información visual de artistasextranjeras, junto con la evolución y contestación dealgunos de los artículos clásicos de los setenta (nosreferimos, por ejemplo, a la contestación de LauraKipnis a Laura Mulvey que Erreakzioa- Reacciónpublica en 1999 con el título de “Transgresión demujer”75) explican cierta ebullición del vídeo de muje-res en España durante los noventa.

No solo la performance, también otros géneroscomo el llamado vídeo experimental o el videoensayoy, posteriormente, el vídeo documental, reflejarán deforma más o menos fiel los debates teóricos a los queantes nos referíamos, adquiriendo entidad propia enlos trabajos de Cecilia Barriga (véase el ya comentadoEl camino de Moisés (2002) y todos los proyectos quehizo en colaboración con el Instituto de la Mujer enlos ochenta y primeros noventa) y en los de Nuria

Canal [Muchas veces mucho (1998)], Begoña Her-nández, Virginia Villaplana [Tras las fronteras del sueñode la inmigración. Sin papeles (1999)], Marta Volga[Mi tía (1994)], Sally Gutiérrez [la serie Tell, City GameTV (2002)], Marisa Maza [Conversaciones, diálogos,espacios (2003-2004)], María Ruido [La memoria inte-rior (2002) y Tiempo real (2003)], y otras.

Casi ninguna de las artistas citadas, por edad o porfalta de afinidad, había tenido relación con la primerageneración del vídeo español. Nuestros presupuestos,bagaje y preocupaciones eran muy diferentes, y elcuerpo, la identidad, la memoria y la subjetividad apa-recían en formas narrativas y vinculaciones muy dife-rentes al formalismo de los años ochenta.

Bien diferente también, pero estrechamente vin-culado a la desnaturalización de la mirada que aportala teoría fílmica, se desarrolla en España, poco des-pués que en Norteamérica y otros países europeos,el debate sobre el placer visual y la consabida pre-gunta “¿eres porno o antiporno?”, que parecía divi-dir a ciertos sectores del feminismo internacional-mente, y que en en nuestro pasado más reciente tienereflejos desde finales de los setenta y durante ladécada de los ochenta a través de una de las polé-micas feministas más acaloradas y prolongadas enel tiempo.

Muy bien recogido por el libro de Raquel OsborneLa construcción sexual de la realidad,76 el debate llegaal mundo de la representación a mediados de losnoventa, cuando Teresa de Lauretis y Annie Sprinkle,desde una óptica queer, introducen el término “pos-pornografía”.

Queremos recordar aquí la significativa aportaciónque para una lectura de las imágenes sexualmenteexplícitas tiene el texto de Linda Williams “Fetichismoy Hard Core: Marx, Freud y el ‘money shot’”, tradu-cido en el fanzine n.º 9 de Erreakzioa-Reacción en 1999,así como los artículos que sobre el tema escriben Car-men Navarrete, “Mujeres y práctica artística: algunas

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María Ruido, La voz humana, 1997. Virginia Villaplana y Angelika Levi, Escenario doble, 2004.

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notas sobre nuevas y viejas estrategias de represen-tación”,77 y María Ruido, “El ojo saturado de placer:sobre fragmentación, pornoevidencia y bricotecno-logía”,78 este último marco además de un trabajo vide-ográfico realizado para la exposición Lost in Soundsobre las relaciones de las culturas de club y el cuerpo,titulado Ethics of Care.

Para terminar con este breve recorrido por la his-toriografía y la crítica de la representación desde elfeminismo en los años noventa, nos gustaría hacerun escueto paseo por las escasas exposiciones femi-nistas que se producen en el Estado español, quearranca en 1993 con 100 %, comisariada por MarVillaespesa.

Titulado de esta guisa para contestar a la cuota del25 %, el proyecto se presenta como una exposición deartistas andaluzas —Victoria Gil, Pilar Albarracín y Car-men Sigler, entre otras más o menos al uso—, cuyoeje central, entonces en boga, era el cuerpo. La pecu-liaridad que le confiere un valor extraordinario, sinembargo, es que en su catálogo, hoy casi desapare-cido, se traducían algunos de los textos más signifi-cativos para la historia del feminismo y su relación conla mirada. En él figuraban autoras como Elaine Sho-walter, Amelia Jones, Teresa de Lauretis, Kate Linker yAbigail Solomon-Godeau, algunas de las cuales encon-trábamos por vez primera en castellano.

Si bien podríamos hablar de una gran cantidad deexposiciones de mujeres, la mayor parte de ellas nose definen a sí mismas como feministas. Sin llegaral extremo de reificación esencialista que presentanalgunas como la comisariada en el año 2000 enMadrid por José Manuel Álvarez Enjuto, expresiva-mente titulada Mujeres. Manifiestos de una natu-raleza muy sutil, o la también insistente (en losarquetipos, nos referimos) Cómo nos vemos. Imá-genes y arquetipos femeninos, generada por Victò-

ria Combalia para el Centro Cultural Tecla Sala deL’Hospitalet en 1998, existe una importante variedaden la que el eje central de la propuesta es, simple-mente, reunir trabajos realizados por mujeres, sinpararse a reflexionar sobre el propio constructo“mujer” o sobre la enorme diversidad de posicionesy necesidades que se desprenden de la, en todo caso,contingente identidad femenina.

Desde Territorios indefinidos, organizada por Isa-bel Tejeda en el Museo de Arte Contemporáneo deElche en 1995, que cuenta con Paloma Navares, ItziarOkariz, Marina Núñez y Carmen Navarrete, una de laspocas exposiciones que aportan textos de elabora-ción propios —en este caso de Estrella de Diego, Mªdel Carmen África Vidal y Helena Cabello/Ana Carce-ller—, hasta El bello género, proyecto de MargaritaAizpuru para la Sala de la Comunidad de Madrid en2002, existe un amplio abanico de posibilidades. Apa-recen Estación de tránsito, realizada por Nuria Enguitaen Valencia en 1995, Ricas y famosas (Santander, 1996),y un largo etcétera en el que no vamos a insistir.

De entre todas ellas, y por su especial interés en, almenos, algunos aspectos, destacaríamos tras 100 %el proyecto Transgenéric@s, comisariado en 1998 porla misma Mar Villaespesa y Juan Vicente Aliaga, y laexposición Zona F, realizada en 2000 para el Espai d’ArtContemporani de Castellón por Helena Cabello y AnaCarceller.

Transgenéric@s,79 proyecto en el que participanTxaro Fontalba, Eulàlia Valldosera, Alex Francés, JoanMorey, LSD, Estíbaliz Sádaba, Azucena Vieites, Car-men Navarrete y Jesús Martínez Oliva, entre otros,parte del bagaje de 100 % y explora lo que algunosaños después ocurriría en el mundo de la represen-tación en relación a la corporeidad: no solo la tran-sexualidad y la mutabilidad de los cuerpos a partir delas nuevas tecnologías y de Internet, sino las aporta-ciones conceptuales con la performatividad y la teo-ría y prácticas queer, y como su propio nombre indica,la transgeneridad e intersexualidad como cuestiona-miento de la polaridad sexual en un sentido cercanoal propuesto por el construccionismo sexual fou-caultiano.

Apoyan teóricamente este proyecto algunos artí-culos del catálogo de In a Different Light. Visual Cul-ture, Sexual Identity, Queer Practice (1995), en cuyaestela se inscribía Transgenéric@s. Absolutamentecentrada, sin embargo, en el Estado español, la expo-sición tenía su mayor talón de Aquiles, desde nues-tro punto de vista, en la selección de artistas, una“convivencia forzada” que alojaba trabajos de muydifícil explicación dentro de un ámbito eminentementeconstruccionista como el que se proponía. Nos refe-rimos, por ejemplo, al caso de Eulàlia Valldosera, y aotros completamente oportunistas, como por ejem-plo Joan Morey.

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Sally Gutiérrez, Tell, 2000.

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Por su parte, Zona F presenta un cariz diferente.Argumentada como una exposición que pretendereflejar las aportaciones del último feminismo enrelación a la representación posmoderna, tiene unabuena introducción de las comisarias (Cabello/Car-celler) y una valiosa aportación de textos propios, apesar de la inoportunidad de dos de ellos. Nos refe-rimos al recalcitrante argumento de Dan Cameron,que abunda en su línea “posfeminista” reaccionaria-posmoderna, y a la visión superficial y distópica deAna Martínez-Collado sobre el ciberfeminismo másinsustancial. La selección de artistas podría ser tam-bién discutible, especialmente los casos de SarahLucas y Alicia Framis.

Un caso completamente atípico dentro del marcodel Estado español y una de las más interesantes refle-xiones recientes sobre el feminismo y la representa-ción sería el taller-seminario organizado por elcolectivo Erreakzioa-Reacción Solo para tus ojos. Elfactor feminista en relación a las artes visuales, des-arrollado en Arteleku en el verano de 1997.80

Existente desde 1994, Erreakzioa-Reacción, for-mado por Estíbaliz Sádaba y Azucena Vieites, es uncolectivo constituido para visibilizar el arte producidopor mujeres. Llevan a cabo esta labor a través de unaserie de publicaciones y charlas en colaboración concomisarias y artistas extranjeras: las Guerrilla Girls,Bildwechsel y Ute Meta Bauer, entre otras. De algunaforma, sus esfuerzos se consolidan en el proyectocitado, donde exploran las relaciones concretas entrelas imágenes y el contexto político local. Además decontar con las intervenciones (y los textos) de FefaVila, Giulia Colaizzi, Claudia Giannetti, Bildwechsel,Ute Meta Bauer y Guadalupe Echevarría, la publica-ción posterior se enriqueció con la aportación de lasparticipantes en el taller, algunas de ellas artistas decierto recorrido ya en ese momento, como VirginiaVillaplana, Carmen Nogueira, Silvia García y LucíaOnzain.

Lo que distingue a este proyecto y lo convierte enun ejemplo diferente dentro del feminismo españolsería, en primer lugar, el hecho de no ser un proyectoexpositivo, sino reflexivo y procesual, en cuanto nose exponen resultados, sino que se elaboran traba-jos. Por consiguiente, abastece a las participantes deun marco reflexivo ausente en muchos casos, o pre-sente de manera muy superficial en el dispositivo dela exposición.

Otro de los elementos fundamentales de este pro-yecto es la mezcla de teóricas y artistas, y de muje-res y hombres de diversos contextos estatales, sinestablecer límites en la confluencia de sus discursos.El resultado es uno de los ensayos más enriquece-dores dentro del ámbito del feminismo español, aun-que con escasa continuidad.

No nos atrevemos a hacer un diagnóstico profundosobre la influencia y el futuro del feminismo españolo de la más reciente aportación queer en relación ala representación, y tampoco creemos que sea laintención de este proyecto sacar conclusiones, sinomás bien establecer algunos elementos de análisis ypotenciar genealogías diversas.

En este sentido, nos gustaría hacer dos observa-ciones. La primera de ellas es la preocupantementeescasa repercusión que en el mundo académico hantenido y siguen teniendo los feminismos a la hora de

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Helena Cabello y Ana Carceller, Un beso, 1996.

Cartel de Solo para tus ojos. El factor feminista en relación a las artes visuales, Arteleku, 1997.

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elaborar un discurso hegemónico. Tras empresas taninteresantes como las realizadas por Giulia Colaizzi através de los seminarios coordinados para la Uni-versidad Internacional Menéndez Pelayo y la Univer-sidad de Valencia a lo largo de gran parte de losnoventa y la labor emprendida por otras profesorasy profesores, los esfuerzos parecen haber dado esca-sos frutos en el ámbito académico, y continúansiendo, casi siempre, individuales, coyunturales y conun coste personal muy fuerte para sus protagonistas.Estas palabras, de una u otra forma, están en bocade Juan Vicente Aliaga, de Ana Navarrete, de PatriciaMayayo y de la propia Giulia Colaizzi, personas todasellas entrevistadas en el desarrollo de esta investi-gación colectiva.

El feminismo como teoría del discurso o como teo-ría crítica de los géneros/sexos sigue siendo prácti-camente ignorado institucionalmente, al tiempo quemanipulado y cosificado en gran parte de los casosen que se utiliza; aunque, nos parece justo decirlo,haya sido una fuente imprescindible de herramien-tas de crítica para una parte de las artistas, escrito-ras, activistas y teóricas de nuestra generación que,tal vez, no somos aún capaces de valorar.

Junto con la utilización neutralizadora de la aca-demia y la cosificación del feminismo como una teo-ría muerta, aparecen otras utilizaciones no menospreocupantes tanto en el Estado español como en

otros. Nos referimos al ya mencionado uso/invisibi-lización por parte de ciertos sectores de la izquierda—recordemos el análisis de Rosalyn Deutsche en“Agorafobia” y las palabras de las mujeres de La Eska-lera Karakola— y, sobre todo, a la asimilación del mer-cado y la institución del arte (el museo, la galería, lacrítica), responsable de una banalización temática delfeminismo —a la par le siguen recientes expresionesllamadas queer— que explica la aparición y el éxitocomercial de autoras como Susi Gómez, Ana LauraAláez o el reciente proyecto musical de la bilbainaBegoña, carentes completamente de una posiciónpolítica articulada en torno al género, pero conside-radas “feministas” o queer, en una muy interesadaconfusión entre los tópicos de la feminidad, la iden-tidad sexual y el feminismo o las expresiones políti-cas queer como teoría crítica e instrumento de análisisde la realidad. Esperamos que Desacuerdos noredunde en este sentido.

Fanzine Erreakzioa-Reacción, n.º 4.

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Agradecimientos

Este texto es producto de una investigación no terminada sobre lasrelaciones entre el arte, la política y los diversos feminismos en el arteespañol durante los últimos treinta años. No es una producción cerradani pensada como una conclusión, sino un breve esbozo de una inves-tigación que esperamos se mantenga, más allá del ámbito de Des-acuerdos. Damos las gracias a las mujeres y los hombres que hancolaborado en este inicio, necesariamente incompleto.

Grupo de discusión sobre los años setenta

Paloma González, ex militante de ORT; Empar Pineda, ex militante deMC; Justa Montero, ex militante de LCR; Cristina Garaizábal, ex mili-tante de MC; Begoña San José, ex militante de PCE; Raquel Osborne,socióloga y profesora de la UNED, y Luisa Posadas, filósofa y profe-sora de la Universidad Complutense de Madrid.

Grupo de discusión sobre los años ochenta y noventa

Begoña Marugán, socióloga y activista feminista; Silvia Dauder, pro-fesora de psicología y miembro actual de GTQ; Juana Ramos, militantedesde sus inicios del colectivo Transexualia; Susana Piedad, activistaanarcofeminista durante los ochenta y noventa en Ligadura, y RaquelPlatero, activista y promotora del colectivo gay y lesbiano de la UCM“rqtqr”.

Grupo de discusión queer

Javier Sáez, sociólogo, escritor queer y activista del movimiento deinsumisión en los años ochenta y noventa, actualmente codirector delseminario Olisbos; Beatriz Preciado, escritora queer; Mª José Belbel,militante de MC en los años setenta; Azucena Vieites, artista y miem-bro del Colectivo de Arte Feminista Erreakzioa; Sejo Carrascosa, acti-vista marica desde los setenta y miembro de La Radical Gai en losnoventa; Paco Vidarte, miembro de La Radical Gai, profesor de Filoso-fía en la UNED y codirector de Olisbos; David Córdoba, activista y teó-rico queer, y Desiré Rodríguez, activista y socióloga queer.

Entrevistas realizadas

Mireia Bofill, en la actualidad directora de la Francesca Bonnemaison;Judith Astelarra, catedrática de sociología en la UAB; Montse Galce-rán, catedrática de filosofía en la UCM; Marta Selva y Anna Solà, fun-dadoras de Drac Màgic, en la actualidad directora y gestora del InstitutCatalà de la Dona; Cecilia Barriga, realizadora de vídeo y cine; GiuliaColaizzi, profesora titular en la UV de Valencia; Erreakzioak, Colectivode Artistas Feministas: Estíbaliz Sádaba y Azucena Vietes; Bollus Vivendi:Gracia Trujillo; GTQ: Carmen Romero; Ana Navarrete, profesora en lafacultad de Bellas Artes de UCLM de Cuenca; Virginia Villaplana, reali-zadora de vídeos y profesora de Teoría de la comunicación en el UCHde Valencia; LSD: Fefa Vila; Esther Ferrer, artista-performer; MathideFerrer, teórica feminista; Gabriel Villota, realizador de vídeos y profe-sor en la Universidad del País Vasco de Bilbao; Susana Blas, comisa-ria y promotora cultural; Juan Vicente Aliaga, profesor de la facultadde Bellas Artes de la UPV de Valencia; Carmen Navarrete, artista y pro-fesora de la facultad de Bellas Artes de la UPV de Valencia; PatriciaMayayo; Pilar Muñoz; La Eskalera Karakola, colectivo feminista enMadrid. Patricia Mayayo, profesora de Historia del Arte de la Univer-sidad Europea de Madrid (CEES); Pilar Muñoz, historiadora del arte yprofesora de enseñanza secundaria; La Eskalera Karakola, colectivofeminista autónomo de Madrid.

1. Jesús Ibáñez. “Cambios sociales en España en los años setenta:la realidad perdida y recobrada”, El Viejo Topo, 1980.

2. Celia Amorós. “Del feminismo al feminismo”, Debats n.º 27, 1987.3. Entrevista a Esther Ferrer, en Desacuerdos 1. Barcelona, San

Sebastián y Sevilla: MACBA, Arteleku y UNIA, 2004. 4. Publicado en Xosé M. Buxán (ed.). Conciencia de un singular

deseo. Estudios lesbianos y gays en el Estado español. Barcelona: Laer-tes, 1997.

5. En esta dirección es especialmente relevante la tesis doctoral deElena Casado, La construcción sociocognitiva de las identidades degénero de las mujeres españolas 1975-1995. Tesis doctoral, Universi-dad Complutense de Madrid, 2002.

6. Así se expresaba una de las integrantes del grupo de discusiónsobre los años setenta.

7. Entrevista a Montse Galcerán, autora, entre otros, de La inven-ción del marxismo. Madrid: Iepala, 1997.

8. Lidia Falcón. Los derechos laborales de la mujer. Madrid: Mon-tecorvo, 1962, y Mireia Bofill et al. La mujer en España. Barcelona: Cul-tura Popular, 1967.

9. Para adentrarnos en los principales debates de la época y laslíneas ideológicas que los atravesaban resultan reveladores los deba-tes, las ponencias y las comunicaciones que se presentaron en las Jor-nadas de debate sobre la corriente de feminismo socialista que tuvieronlugar en Madrid en enero de 1983. A estas jornadas asistieron unas qui-nientas mujeres de todo el Estado español. Se encuentran publicadasen Jornadas de feminismo socialista. Madrid, 1984.

10. De esta manera hablaba una de las personas que participó enel grupo de discusión sobre los años setenta.

11. Entrevista a Mireia Bofill.12. Así lo expresa una de las personas que conforma el grupo de

discusión sobre los años ochenta.13. Sheila Rowbotham. Feminismo y revolución. Madrid: Debate,

1978, y Shulamit Firestone. La dialéctica de los sexos. Barcelona: Kai-rós, 1976. Destacamos estas dos publicaciones de entre otros textosde las mismas autoras que también nutrieron el debate y las posicio-nes a las cuales aludimos.

14. El Viejo Topo, n.º 10, 1980. 15. Celia Amorós. Hacia una crítica de la razón patriarcal. Barce-

lona: Anthropos, 1985, y Amelia Valcárcel. Sexo y filosofía (1991); Delmiedo a la igualdad (1993, finalista del Premio Nacional de Ensayo1994), entre otras publicaciones de dos de las autoras más activas einfluyentes en el marco académico español.

16. Amparo Moreno. La otra política de Aristóteles. Cultura de masasy divulgación del arquetipo viril. Barcelona: Icaria, 1988.

17. Amparo Moreno. Mujeres en lucha: el movimiento feminista enEspaña). Barcelona: Editorial Anagrama, 1977.

18. Aunque el Instituto de Investigaciones Feministas se remontaal año 1983 en torno a disciplinas de Ciencias Sociales y Humanida-des, impulsado por la profesora de Historia Contemporánea Mª Car-men García Nieto, la creación propiamente dicha data del curso1988-1989. Comienza su andadura bajo la dirección de Celia Amorós,catedrática de Filosofía, y lo continúan posteriormente y hasta la actua-lidad: Concha Fagoaga, Cristina Segura, Ana Sabaté y Rosa GarcíaRayego. Destacamos, entre otras posibles, las siguientes referencias:Cristina Molina Petit. “Dialéctica Feminista de la Ilustración”, en Anth-ropos, 1994. Alicia Puleo. “Filosofía, género y pensamiento crítico” Uni-versidad de Valladolid, 2000. Luisa Posada. Sexo y esencia. Horas yhoras, 1998.

19. Victoria Sendón. Sobre diosas, amazonas y vestales. Madrid:ZYX, 1981, y Más allá de Itaca. Barcelona: Icaria, 1988.

20. El Seminario de Estudios sobre la Producción Filosófica de lasMujeres, Filosofía y género, creado en noviembre de 1990 en la Uni-versitat de Barcelona, en el marco de los departamentos de Historiade Filosofia, Estética y Filosofía de la cultura (Facultat de Filosofia) yFilología griega (Facultat de Filología). La coordinación de este semi-nario está en manos de Fina Birulés, de la Facultat de Filosofia, y Mont-serrat Jufresa, de la Facultat de Filologia.

21. Carmen Elejabeitia. Quizá hay que ser mujer. Madrid: ZYX, 1980,y Liberalismo, marxismo y feminismo. Barcelona: Anthropos, 1987.

22. Victoria Sendón. “La quiebra del feminismo”, en Debats, n.º 76,2002. Estrella de Diego. El andrógino sexuado. Madrid: Antonio Machado

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Libros, 1992. Rosa María Rodríguez Magda. “¿Feminización de la cul-tura?”, en Debats, n.º 76, primavera de 2002. Todas ellas son autoras dediversos libros y artículos, además de los citados.

23. La palabra queer significa “a través”. Procede de la raíz indo-europea twerkw, que dio lugar también a la palabra alemana Quer(“transversal”), a la latina torquere (“torcer”) y a la inglesa anthwart(“a través”). Véase Eve Kosofsky Sedgwick. Epistemología del arma-rio. Barcelona: Tempestad, 1998, p. 37. Para una reflexión crítica sobreel uso del término inglés queer, sus ventajas e inconvenientes teóri-cos y políticos al ser desplazado a otro contexto lingüístico, histórico,etc., véase Ricardo Llamas. Teoría torcida. Prejuicios y discursos entorno a “la homosexualidad”. Madrid: Siglo XXI, 1998, así como el artí-culo de David Córdoba “Teoría queer: Reflexiones sobre sexo, sexua-lidad e identidad”, en Introducción a la teoría queer. Madrid:Departamento de Filosofía de la UNED, 2003, pp. 3-65.

24. El FAGC, conjuntamente con otros grupos surgidos en el PaísValenciano y en Baleares, presenta públicamente un primer manifiestopolítico: El Manifest de 1977.

25. En noviembre de 1977 la Coordinadora de Marginados convocauna manifestación tras la muerte de una prostituta en Basauri, dete-nida en aplicación de la Ley de Peligrosidad Social (LPRS).

26. Teresa de Lauretis. “Queer Theory: Lesbian and Gay Sexuali-ties”, en Differences: A Journal of Feminist Cultural Studies 3. Indiana:Indiana University Press, 1991, pp. III-XVIII. De la misma autora, véasetambién Diferencias. Madrid: Horas y Horas, 2000; Alicia ya no. Madrid:Cátedra, 1992; y The Practice of Love. Indiana: Indiana University Press,1994.

27. Françoise Collin. “Praxis de la diferencia. Notas sobre lo trágicodel sujeto”, en Revista del Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer,n.º 1, agosto de 1995, p. 12.

28. Monique Wittig. La pensée straight. París: Balland, 2001. El textose publicó con anterioridad, en 1980, en Questions Feministes. Existeversión inglesa en The Straight Mind and other Essays. Boston: Bea-con Press, 1992, a la espera de la próxima y primera traducción en cas-tellano en la editorial madrileña Traficantes de Sueños. De la mismaautora véase también El cuerpo lesbiano. Valencia: Pre-Textos, 1977.

29. Así lo expresa una de las personas que participa en el grupode discusión sobre los años ochenta.

30. Destacamos de estos autores las siguientes aportaciones: XoséM. Buxán. Homoerotismo en la iconografía de San Sebastián Mártir.Una visión desde el presente. Universidad del País Vasco, 1996 (tesisdoctoral); Ricardo Llamas.Teoría torcida. Prejuicios y discursos en tornoa “la homosexualidad”. Madrid: Siglo XXI, 1998; Javier Sáez. Teoríaqueer y psicoanálisis. Madrid: Síntesis, 2004; Beatriz Preciado. Mani-fiesto contrasexual. Madrid: Ópera Prima, 2002; Ricardo Llamas y PacoVidarte. Extravíos. Madrid: Espasa Calpe, 2001; Elena Casado. La cons-trucción sociocognitiva de las identidades de género de las mujeresespañolas 1975-1995. Madrid: Universidad Complutense de Madrid,2002 (tesis doctoral); Carmen Romero. “De diferencias, jerarquías exclu-yentes y materialidades de lo cultural. Una aproximación a la precarie-dad desde el feminismo y la teoría queer”, en Cuadernos de relacioneslaborales, vol. 1, 2003; Beatriz Suárez Briones. “Desleal a la civilización.La teoría (literaria) feminista lesbiana”, en Xosé Buxán. Conciencia deun singular deseo. Barcelona: Alertes, 1997; Fefa Vila. “Contactar: BeyondPolitics. Women’s Actions and Artistic Politics”, en Baumann, Goehler,Loreck (eds.). Remote Sensing: Laboratories of Art and Science. Ber-lín: Vice Versa Verlag, 2002; y “Genealogías feministas. Contribucio-nes de la perspectiva radical a los estudios de mujeres”, en Política ysociedad n.º 32, Madrid: Facultad de Ciencias Políticas y Sociologíade la Universidad Complutense de Madrid, 1999; David Córdoba.“Identidad sexual y performatividad”, en Athenea digital, n.º 4,http://antalaya.uab.es/athenea/num4/cordoba.pdf

31. Laura Cottingham. Sobre la especificidad de las lesbianas en lahistoria del arte y de la cultura (algunas consideraciones metodológi-cas).

32. Pilar Muñoz. Mujeres españolas en las artes plásticas. Madrid:Síntesis, 2004.

33. Juan Vicente Aliaga. “La memoria corta: arte y género”, en Revistade Occidente, n.º 273, febrero de 2004.

34. Entrevista a Mathilde Ferrer para este proyecto.35. Véase Esther Ferrer. De la acción al objeto y viceversa. San

Sebastián: Koldo Mitxelena, 1997 (cat. exp.); Fina Miralles. De les ideesa la vida. Sabadell: MAS, 2001 (cat. exp.); Idees i actituds. Entorn del’art conceptual a Catalunya 1964-1980. Barcelona: Centre d’Art SantaMónica, 1992 (cat. exp.), entre otros.

36. Eduardo Subirats (ed.). Intransiciones. Crítica de la cultura espa-ñola. Madrid: Biblioteca Nueva, 2002.

37. Cabe destacar la reaparición en el exilio, en 1964, de la publi-cación Mujeres libres.

38. Naomí Weissten [et al.]. Hablan las Women’s Lib. Barcelona:Kairós, 1972.

39. El libro apareció en Estados Unidos en el año 1963 con el títuloThe Feminine Mystique y en seguida se difundió por todo el mundooccidental. Primera edición española: Betty Friedan. La mística de lafeminidad. Barcelona: Sagitario, 1965, con prólogo de Lily Álvarez. Supresencia en Madrid en 1977, en los momentos en que se iniciaba latransición política, dio lugr a una de las primeras manifestaciones públi-cas de grupos de feministas después de la Guerra Civil.

40. Simone de Beauvoir. El segundo sexo. Madrid: Aguilar, 1981.41. Laura Mulvey. Placer visual y cine narrativo. Valencia: Episteme,

1988.42. Carol S. Vance. Placer y peligro. Madrid: Talasa, 1989.43. Jeffrey Weeks. El malestar de la sexualidad. Madrid: Talasa, 1992.44. Judith Butler, Cuerpos que importan. Barcelona: Paidós, 2000.

Y El género en disputa. México: UNAM, 2001.45. El arte y su doble. Barcelona y Madrid: Fundació ”La Caixa”,

1987.46. Fémininmasculin. Le sexe dans l’art. París: Centre Georges Pom-

pidou , 1995 (cat. exp.).47. Luces, cámara, acción (…) ¡Corten! Videoacción: el cuerpo y sus

fronteras. Valencia y Madrid: IVAM y MNCARS, 1997 (cat. exp.).48. Carmen Romero, “De diferencias, jerarquías excluyentes y mate-

rialidades de lo cultural. Una aproximación a la precariedad desde elfeminismo y la teoría queer”, op. cit.

49. Zona F. Castellón: Espai d’Art Contemporani de Castelló, 2000.50. Donna J. Haraway. “Manifiesto para cyborgs”, en Ciencia, cyborgs

y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra, 1995.51. Giulia Colaizzi. The Cyborguesque: Subjectivity in the Electro-

nic Age. Valencia: Episteme, 1995. Ediado por la misma autora véasetambién Feminismo y teoría del discurso. Madrid: Cátedra, 1990.

52. Colectivo Precarias a la Deriva. A la deriva por los circuitos dela precariedad femenina. Madrid: Traficantes de Sueños, 2004.

53. Entrevista con mujeres de la Eskalea Karkola, en Madrid, paraeste proyecto.

54. Uqui Permui y María Ruido. “Cuerpos de producción. Algunasnotas sobre cuerpos, miradas, palabras y acciones en tiempos de(ins)urgencia y precariedad”, en Uqui Permui y María Ruido (eds.). Cor-pos de producción. Miradas críticas e relatos feministas en torno óssuxeitos sexuados nos espacios públicos. Santiago de Compostela:Concellería da Muller, CGAC y Galaxia, 2003.

55. Teresa de Lauretis, Alicia ya no: feminismo, semiótica, cine. Madrid:Cátedra, 1992; y Diferencias. Madrid: Horas y Horas, 2000. Otros artícu-los: Griselda Pollock. “Mujeres ausentes (un replanteamiento de antiguasreflexiones sobre imágenes de la mujer)”, en Estrella de Diego (ed.) Revistade Occidente n.º 127, 1991; Kate Linker. “Representación y sexualidad”, en100 %. Sevilla: Junta de Andalucía y Ministerio de Cultura, 1993.

56. Martha Rosler: Posiciones en el mundo real. Barcelona: MACBAy Actar, 1999 (cat. exp.). También se visionaron sus trabajos en el cicloPolíticas de género. Valencia: Filmoteca e Institut de la Dona, 1993.

57. Juan Vicente Aliaga, “La memoria corta: arte y género”, op. cit.58. Mathilde Ferrer e Yves Michaud (eds.). Espaces de l’art. Fémi-

nisme, art et histoire de l’art. París: École Supérieure des Beaux-Arts, 1995.59. Nathalie Magnan. La vidéo, entre art et communicatio. París:

École Supérieure des Beaux-Arts.60. Erika Bornay. Las hijas de Lilith. Madrid: Cátedra, 1990.61. Estrella de Diego. El andrógino sexuado. Madrid: Visor, 1992.62. Whitney Chadwick. Mujer, arte y sociedad. Barcelona: Destino,

1992.63. María Ruido. “Plural-líquida. Sobre el pensamiento feminista

en la construcción de la(s) identidad(es) y en los cambios de la repre-sentación postmoderna”, en Sagrario Aznar (ed.). La memoria pública.Madrid: UNED, 2003.

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64. Patricia Mayayo. Historias de mujeres, historias del arte. Madrid:Cátedra, 2003.

65. Begoña Pernas y Fefa Vila. “Comer o ser comida”, en Darío Cor-beira [et. al]. Comer o no comer. Salamanca: Centro de Arte de Sala-manca, 2002 (cat. exp.).

66. Inédito, publicado parcialmente en diversas artículos.67. Pilar Muñoz, Mujeres españolas en las artes plásticas, op. cit.68. Dan Cameron. “Post-Feminism”, Flash Art, nº 132, 1987.69. 100 %. Sevilla: Junta de Andalucía y Ministerio de Cultura, 1993. 70. Rosalyn Deutsche. “Agorafobia”, en Blanco [et al.] (eds.). Modos

de hacer. Arte crítico, esfera pública y acción directa. Salamanca: Uni-versidad de Salamanca, 2001.

71. Marita Sturken. “La elaboración de una historia: paradojas enla evolución del vídeo”, en El Paseante, nº 12, 1989.

72. Giulia Colaizzi (ed.). Feminismo y teoría fílmica. Valencia: Epis-teme, 1995.

73. Annette Kuhn. El cine de mujeres. Madrid: Cátedra, 1991; E. AnnKaplan. Las mujeres y el cine: a ambos lados de la cámara. Madrid:Cátedra, 1998.

74. Entrevista con Marta Selva y Anna Solà. Véase también MartaSelva y Anna Solà (eds.). La empresa de sus talentos. Diez años de laMuestra Internacional de Filmes de Mujeres de Barcelona. Barcelona:Paidós, 2002.

75. Laura Kipnis. “Transgresión de mujer”, en Erreakzioa/Reacción,nº 9, 1999.

76. Raquel Osborne. La construcción sexual de la realidad. Madrid:Cátedra, 1993.

77. Carmen Navarrete. “Mujeres y práctica artística: algunas notassobre nuevas y viejas estrategias de representación y resistencia”, enFuturoPresente. Madrid: Comunidad de Madrid, 1999 (cat. exp.).

78. María Ruido. “El ojo saturado de placer: sobre fragmentación,porno-evidencia y brico-tecnología”, en Lost in Sound. Santiago deCompostela: CGAC, 2000 (cat. exp.).

79. Transgenéric@s. Representaciones y experiencias sobre losgéneros, la sociedad y la sexualidad en el arte español contemporá-neo. Donostia: Koldo Mitxelena, 1998.

80. Erreakzioak, Solo para tus ojos. El factor feminista en relacióna las artes visuales. Donostia: Arteleku, 1998.

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