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62 La cita ilocutoria del sujeto Según Giorgio Agamben, la producción específica de la ley es un cuerpo biopolítico, el homo sacer, 1 tér- mino absolutamente contrapuesto con el de sujeto, tal como éste es concebido en psicoanálisis. 2 En opo- sición a los planteos del filósofo italiano, sostengo que la soberanía paradojal inherente a la enunciación de la ley produce un cuerpo pulsional, cuerpo de ley, voz y mirada intrincadas que no sólo no arrasan al sujeto sino que, al interpelarlo, lo hacen emerger. 3 La ley no se reduce a sus enunciados. En todo enunciado legal resuena, atronadoramente, el sollen kantiano, un incondicionado tú debes..., con valor de cita ilocutoria –expondremos más adelante las diferencias entre lo performativo y lo ilocuto- rio– del sujeto. La ley expone al hablante al golpe 4 (bando sobe- rano agambeniano), objetaliza, pero, al mismo tiem- po, ilocutoriamente, pretende producir sujeto; por- que “el tú debes” golpea pero llama, golpea pero invoca al sujeto, le dona la palabra. La ley cita al sujeto, lo llama a la existencia. Tenemos aquí una suerte de declinación de la soberanía y de la violen- cia, tanto en el sentido de lo que se despliega según variaciones, como de lo que decae. Hay en la enun- ciación soberana de la ley una violencia que no le hace lugar al sujeto, que no lo toma en cuenta o en la cuenta y una violencia condición, una violencia silenciosa pero interpelante, una violencia que induce al sujeto a comparecer.... y a interpretar. La regla fundamental Si nos trasladamos al campo del análisis, nos encontramos con la enunciación de una legalidad que Freud promueve desde el inicio y a la que nom- bra la regla fundamental de la asociación libre. A Un silencio invocante David Kreszes* * Psicoanalista (Ensayo y Crítica de Psicoanálisis). 1. Agamben, G., Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos, Valencia, 1998. 2. Esta afirmación debe ser relativizada. El sujeto lacaniano es al mismo tiempo un objeto caído radicalmente del campo del Otro (su estatuto real), como aquel que se hace representar por un significante para otro (su estofa significante). Es esta paradoja subjetiva la que no es tomada en cuenta por Agamben cuando resalta exclusivamente la producción por parte de la ley del homo sacer. 3. Kreszes, D., “Cuerpo de ley”, en Primer Coloquio Internacional. Deseo de Ley, Editorial Biblos y Deseo de Ley, Buenos Aires, 2003. 4. Emparento la exposición al golpe de la ley, con la producida por el bando soberano, el que Agamben identifica, a mi criterio errónea- mente, con la ley misma.

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La cita ilocutoria del sujetoSegún Giorgio Agamben, la producción específica

de la ley es un cuerpo biopolítico, el homo sacer,1 tér-mino absolutamente contrapuesto con el de sujeto,tal como éste es concebido en psicoanálisis.2 En opo-sición a los planteos del filósofo italiano, sostengoque la soberanía paradojal inherente a la enunciaciónde la ley produce un cuerpo pulsional, cuerpo de ley,voz y mirada intrincadas que no sólo no arrasan alsujeto sino que, al interpelarlo, lo hacen emerger.3

La ley no se reduce a sus enunciados. En todoenunciado legal resuena, atronadoramente, elsollen kantiano, un incondicionado tú debes..., convalor de cita ilocutoria –expondremos más adelantelas diferencias entre lo performativo y lo ilocuto-rio– del sujeto.

La ley expone al hablante al golpe4 (bando sobe-rano agambeniano), objetaliza, pero, al mismo tiem-

po, ilocutoriamente, pretende producir sujeto; por-que “el tú debes” golpea pero llama, golpea peroinvoca al sujeto, le dona la palabra. La ley cita alsujeto, lo llama a la existencia. Tenemos aquí unasuerte de declinación de la soberanía y de la violen-cia, tanto en el sentido de lo que se despliega segúnvariaciones, como de lo que decae. Hay en la enun-ciación soberana de la ley una violencia que no lehace lugar al sujeto, que no lo toma en cuenta o enla cuenta y una violencia condición, una violenciasilenciosa pero interpelante, una violencia queinduce al sujeto a comparecer.... y a interpretar.

La regla fundamentalSi nos trasladamos al campo del análisis, nos

encontramos con la enunciación de una legalidadque Freud promueve desde el inicio y a la que nom-bra la regla fundamental de la asociación libre. A

Un silencio invocante

David Kreszes*

* Psicoanalista (Ensayo y Crítica de Psicoanálisis).

1. Agamben, G., Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos, Valencia, 1998.

2. Esta afirmación debe ser relativizada. El sujeto lacaniano es al mismo tiempo un objeto caído radicalmente del campo del Otro (suestatuto real), como aquel que se hace representar por un significante para otro (su estofa significante). Es esta paradoja subjetiva laque no es tomada en cuenta por Agamben cuando resalta exclusivamente la producción por parte de la ley del homo sacer.

3. Kreszes, D., “Cuerpo de ley”, en Primer Coloquio Internacional. Deseo de Ley, Editorial Biblos y Deseo de Ley, Buenos Aires, 2003.

4. Emparento la exposición al golpe de la ley, con la producida por el bando soberano, el que Agamben identifica, a mi criterio errónea-mente, con la ley misma.

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los fines de la argumentación soslayaré la diferen-

cia entre ley y regla, en la convicción de que cuando

Freud propone a la asociación libre como la regla

fundamental del análisis no está pensando en una

ley degradada en regla, sino en las coordenadas

legales fundamentales de la escena analítica.

Inmediatamente se recorta una diferencia que es

necesario anotar. Si la enunciación de la ley pretende

producir explícitamente un sujeto responsable, la

formulación de la regla fundamental del análisis

paradojalmente lo irresponsabiliza promoviendo el

discurso indirecto. No hace al analizante responsa-

ble sobre lo dicho, sólo le pide que describa, como un

desapasionado observador o como un viajero que

relata lo que ve –lo imaginario es jerarquizado–, toda

ocurrencia que le venga en mente. Transcribo

exhaustivamente –aún a riesgo de excederme en la

extensión– dos de los diferentes enunciados de la

regla que Freud ha brindado en sus textos.

En “Sobre la iniciación del tratamiento” escribe:

“No interesa para nada con qué material se

empiece –la biografía, el historial clínico o los

recuerdos de infancia del paciente–, con tal que se

deje al paciente mismo hacer su relato y escoger el

punto de partida. […]

Lo único que se exceptúa es la regla fundamen-

tal de la técnica psicoanalítica, que el paciente

tiene que observar. Se lo familiariza con ella desde

el principio: ‘Una cosa todavía, antes de que usted

comience. En un aspecto su relato tiene que dife-

renciarse de una conversación ordinaria. Mientras

que en ésta usted procura mantener el hilo de la

trama mientras expone, y rechaza todas las ocu-

rrencias perturbadoras y pensamientos colaterales,

a fin de no irse por las ramas, como suele decirse,

aquí debe proceder de otro modo. Usted observará

que en el curso de su relato le acudirán pensamien-

tos diversos que preferiría rechazar con ciertas

objeciones críticas. Tendrá la tentación de decirse:

esto o estotro no viene al caso, o no tiene ninguna

importancia, o es disparatado y por ende no hace

falta decirlo. Nunca ceda usted a esa crítica; dígalo

a pesar de ella, y aun justamente por haber regis-

trado una repugnancia a hacerlo. Más adelante

sabrá y comprenderá usted la razón de este precep-

to –el único, en verdad, a que debe obedecer–. Diga,

pues, todo cuanto se le pase por la mente.

Compórtese como lo haría, por ejemplo, un viajero

sentado en el tren del lado de la ventanilla que des-

cribiera para su vecino del pasillo cómo cambia el

paisaje ante su vista. Por último, no olvide nunca

que ha prometido absoluta sinceridad, y nunca

omita algo so pretexto de que por alguna razón le

resulta desagradable comunicarlo’”.5

En el artículo “Psicoanálisis”, publicado en laEnciclopedia, se lee:

“La ‘regla técnica fundamental’, ese procedimien-

to de la ‘asociación libre’, se ha afirmado desde

entonces en el trabajo psicoanalítico. El trata-

miento se inicia exhortando al paciente a que se

ponga en la situación de un atento y desapasiona-

do observador de sí mismo, a que espigue única-

mente en la superficie de su conciencia y se obli-

gue, por una parte, a la sinceridad más total, y por

la otra a no excluir de la comunicación ocurrencia

alguna, por más que: 1) la sienta asaz desagrada-

ble, 2) no pueda menos que juzgarla disparatada,

3) la considere demasiado nimia, o 4) piense que

no viene al caso respecto de lo que se busca. Por lo

general, se revela que justamente aquellas ocu-

rrencias que provocan las censuras que acabamos

de mencionar poseen particular valor para el des-

cubrimiento de lo olvidado”.6

Freud apela al discurso constatativo para intentarburlar la censura. Por un lado, acuesta al yo de lasíntesis y la coherencia. Pero además, la regla de laasociación libre promueve paradojalmente un dis-

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F(r)icciones David Kreszes

5. Freud, S., “Sobre la iniciación del tratamiento”, en Obras Completas, Tomo XII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980. El subrayado es mío.

6. Freud, S., “Psicoanálisis”, en Obras Completas, Tomo XIII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1984. El subrayado es mío.

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curso al que se le ha sustraído su valor enunciativo.Freud parece asociarse a la puntillosidad y a lasconexiones de pensamiento del discurso obsesivo:todo lo que surge debe ser comunicado sin excep-ción. El escenario creado por la regla fundamentalse convertirá en el propicio lugar sobre el que seproducirá puntual y evanescentemente la emergen-cia del sujeto, justamente allí donde la regla ha ins-talado el reino de la irresponsabilidad. En las lagu-nas del discurso, en los silencios, en los lapsus, enlos olvidos, en resumen, en todos los lugares dondela natural continuidad del discurso promovida porla regla fundamental se ve interrumpida, adverti-mos la irrupción de una verdad censurada y conse-cuentemente del sujeto del inconsciente.

Ahora bien, en el curso del análisis, y a contra-pelo de la práctica discursiva de la constataciónpromovida por la asociación libre, Freud le reinte-gra su estatuto de acto a las cavilaciones obsesivas.El Hombre de las Ratas es anoticiado de que surevuelta o rechazo de ciertos pensamientos queirrumpían en la conciencia seguía la lógica del cri-men de lesa majestad. Relata Freud en el historialde su paciente:

“A los doce años de edad amaba a una niña, her-

mana de un amigo [...], pero ella no era con él

todo lo tierna que él deseaba. Y entonces le acu-

dió la idea de que ella le mostraría amor si a él le

ocurría una desgracia; se le puso en la cabeza que

ésta podía ser la muerte de su padre. Rechazó esta

idea en seguida y enérgicamente. Aún ahora se

defiende de la posibilidad de haber exteriorizado

con ello ‘un deseo’. Es que fue sólo una ‘conexión

de pensamiento’.

–Yo le objeto: Si no era un deseo, ¿por qué la

revuelta?

–Bueno, sólo por el contenido de la represen-

tación: que mi padre pueda morir.

–Yo: Trata a ese texto como a uno de lesa

majestad; según es sabido, se castiga igual que

alguien diga ‘El emperador es un asno’ o que dis-

frace así esas palabras prohibidas: ‘Si alguien

dice..., tendrá que habérselas conmigo’. Yo

podría, inobjetablemente, ponerle el contenido de

representación contra el cual se revolvía dentro

de un contexto que excluyera esa revuelta. Por

ejemplo: ‘Si mi padre muere, me mataré sobre su

tumba’.

Queda tocado, pero no resigna su contradic-

ción, por lo cual interrumpo la querella puntuali-

zando que la idea de la muerte del padre sin duda

no se presentó por primera vez en ese caso [...].” 7

La lógica de la lesa majestad nos introduce de llenoen las coordenadas inconscientes del masoquismomoral, pero tiene la virtud de denunciar que no hayconexión de pensamiento que no provenga dealgún acto enunciativo. Esto es, que la ocurrenciaque el analizante describe y de la cual informa a suanalista –en el caso del Hombre de las Ratas, laidea de que la niña le mostraría amor si a él le ocu-rría una desgracia, particularmente la muerte delpadre–, es un deseo y como tal un acto de palabra.Freud reconecta los enunciados descriptivos oconstatativos del paciente a la enunciación sustra-ída, otorgándoles valor de acto psíquico. Son dese-os, tentaciones, impulsos, reflexiones, dudas, man-damientos y prohibiciones.

En el apartado 2 del famoso historial escribe:

“De hecho, es más correcto hablar de un ‘pensar

obsesivo’ y poner de relieve que los productos

obsesivos pueden tener el valor de los más dife-

rentes actos psíquicos. Cabe definirlos como

deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones, dudas,

mandamientos y prohibiciones. Los enfermos se

afanan en general por atemperar tales definicio-

nes y por designar como ‘representación obsesiva’

el contenido despojado de su índice de afecto.

Ejemplo de ese tratamiento para un deseo, que se

rebajaría a mera ‘conexión de pensamiento’, es el

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David Kreszes F(r)icciones

7. Freud, S., “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, en Obras Completas, Tomo X, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980,p.141/142. El subrayado es mío.

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que nos ofrece nuestro paciente en una de las pri-

meras sesiones […].”8

Lo que Freud llama “el contenido despojado de su

índice de afecto” no es más que un enunciado al

que se le ha sustraído su marca enunciativa. La

regresión de la acción al pensar,9 expresión con la

que Freud caracteriza el discurso obsesivo, puede

ser entendida como una torsión que degrada los

enunciados performativos a expresiones meramen-

te constatativas.10

Estamos habituados a una operación discursiva

semejante cuando utilizamos la tradicional cita de

autoridad. Queda velada nuestra posición enuncia-

tiva detrás de la cita del maestro. El magister dixit

tiene por función poner a jugar la última palabra,

por supuesto en un escenario superyoico. La pala-

bra del Maestro es considerada siempre la última,

al estilo de “la única verdad es la realidad”. Sin

embargo, cuenta Borges en su conferencia sobre La

cábala,11 que en la época en que Pitágoras impartía

su enseñanza oral, era muy otro el sentido del

magister dixit. De ninguna manera era un cierre de

la discusión apelando a la palabra del Maestro. Si,

por ejemplo, un pitagórico proclamaba una doctri-

na ajena a la tradición pitagórica y era acusado de

no ser fiel a su Maestro, respondía magister dixit,

con lo que abría el espacio para la innovación. Al

contrario de la práctica actual, la cita invitaba a su

interrogación, discusión y polémica. El “maestro

dice” plantea explícitamente que se trata de un

acto de palabra pasible de ser interrogado.

Mucho antes de los desarrollos de la filosofía

analítica del lenguaje, Freud interviene teniendo en

cuenta la enunciación, tanto al plantear la regla

fundamental, como cuando le restituye su valor de

acto a enunciados que aparecían como simples

“conexiones de pensamiento” o cuando produce ilo-

cutoriamente un escenario transferencial adecuado

a la constelación fantasmática del analizante.12

A partir de los planteos de John Austin, muy

posteriores a la creación del psicoanálisis, la

dimensión de acto de los enunciados tomó el cen-

tro de la escena en las discusiones de la lingüística

y de la filosofía del lenguaje. Si a las ciencias del

lenguaje les ha sido de utilidad la particular prácti-

ca discursiva del psicoanálisis, la polémica que han

mantenido distintos lingüistas de fuste nos será

propicia en la delimitación de las singulares coor-

denadas de la dirección de la cura que queremos

subrayar.

De la concepción representacional del lenguaje a la performativa

Austin se opuso a la objetivación del discurso

que encontraba en muchas teorías del lenguaje

influidas por el positivismo lógico, el cual conside-

ra que el lenguaje es fundamentalmente descriptivo

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F(r)icciones David Kreszes

8. Idem, p. 173. El subrayado es mío.

9. “Mediante una suerte de regresión, actos preparatorios reemplazan a la resolución definitiva, el pensar sustituye a la acción y, en vezde la acción sustitutiva, se impone con violencia compulsiva algún estadio que corresponde al pensamiento previo de la acción. Segúnque esté más o menos pronunciada esta regresión del actuar al pensar, el caso de neurosis obsesiva cobrará el carácter del pensar obse-sivo (representación obsesiva) o del actuar obsesivo en el sentido estricto.” (Freud S., “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”,Op. cit., p.190.)

10. Edgardo Haimovich presenta la operación discursiva inherente al escenario superyoico como un borramiento de las comillas que habitual-mente se escriben para anoticiar al lector de que está en juego un acto discursivo. La inapelabilidad del superyó, su condición de emisorde la última palabra, radica en la sustracción de las comillas. Escribe Haimovich: “Al hablar en nombre de la realidad, [el superyó] apoyasu poder en la autoridad de los ‘hechos’ [...]. ¿No deberíamos considerar, entonces, al superyó como un enunciado que reniega de su enun-ciación?” (Haimovich, E., “Superyó, política de la herencia”, en Redes de la Letra N° 8, Ediciones Legere, Buenos Aires, 1998, p. 91.)

11. Borges, J. L., “La cábala”, en Siete noches, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.

12. En el historial escribe que ante la descripción por parte de su paciente del tormento de las ratas y la mención del carácter cruel delcapitán, le dijo al Hombre de las Ratas que él mismo no tenía inclinaciones crueles. Mediante una afirmación negativa, Freud se ubi-caba en la escena transferencial, paradojalmente en la serie del capitán cruel.

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o constatativo. Para esta línea filosófica, todas lasexpresiones se reparten entre verdaderas o falsas,según su adecuación o no al referente mayor, larealidad. La apuesta de Austin consistió en señalarque la mayoría de las expresiones, en tanto sonactos, no tienen que ver con la verdad o la falsedad.Denominó falacia descriptiva a la pretensión deconvertir a la representación en la función esencialdel lenguaje. Su tesis fundamental puede resumirseen que el decir es hacer. Su libro se llamó: Cómohacer cosas con palabras.13

A diferencia de los enunciados constatativos,que representan o describen un hecho distinto de él(ej.: el gato está sobre el felpudo), los performativoso realizativos no ponen en juego una independen-cia similar entre el hecho y el enunciado. Por elcontrario, decir, por ejemplo, “juro”, es al mismotiempo producir el compromiso. Su característicafundamental consiste en que su enunciación equi-vale a la realización del acto. Los enunciados queno describen sino que instauran no son ni verdade-ros ni falsos; o, en todo caso, si les acordamos unaverdad, ella será una verdad de instauración.Austin dirá que en lugar del criterio de verdad o fal-sedad se les debe aplicar el criterio de afortunado –infortunado. Se deben cumplir ciertas condicionesllamadas de felicidad o afortunadas para que unenunciado con pretensión performativa se realiceefectivamente.

Al principio de su desarrollo conceptual, Austinencuentra un criterio gramatical al que consideraindispensable a los fines de considerar un enuncia-do como performativo: primera persona del singu-lar, presente del indicativo, voz activa. Lo denomi-na autoreferencialidad. El juro nombra el acto queestá produciendo el locutor en el mismo momentoen que pronuncia juro. Pero una vez afinado el cri-terio que permite la división clara y distinta delcampo de los enunciados en dos zonas, la de losperformativos y la de los constatativos, comienzaen el análisis de Austin un movimiento en sentido

contrario. Se da cuenta de que ciertos enunciadosque no cumplen ese requisito pueden ser igualmen-te performativos al parafrasearlos. Enunciados cla-ramente constatativos, del estilo de “llueve”, pue-den parafrasearse en otros en los que el criterio gra-matical anteriormente mencionado esté presente:“afirmo que llueve”. El enunciado previamenteconsiderado constatativo se vuelve performativo entanto la enunciación ha penetrado explícitamenteen el enunciado. Advertimos que “llueve” ha sidoenunciativamente una afirmación y no una simpleexpresión descriptiva.

Austin también pone el foco en los imperativos.Plantea que también en estos casos la performati-vidad está asegurada mediante la operación deparafraseo. Uno de los ejemplos que toma es el delimperativo “¡ven!”. Si lo transformo en “te ordenoque vengas”, se evidencia su condición de perfor-mativo. Propone entonces una división interna alcampo de la performatividad entre los realizativosmás primitivos o primarios (el mencionado“¡ven!”) y los explícitos. Austin conjetura acerca dela aparición tardía de los segundos respecto de losprimeros en la historia de la lengua.14 La emergen-cia de los realizativos explícitos permitirá –según elfilósofo de Oxford– acotar la ambigüedad, equivoci-dad o vaguedad del lenguaje primitivo. La idea deprogreso y el ideal cientificista le impiden a Austindarle a la equivocidad y a la ambigüedad el carácterestructural y estructurante que el psicoanálisissupo descubrir. Por el contrario, encuentra unmovimiento progresivo en dirección de la reduc-ción de la ambigüedad, tendiente a hacer cada vezmás transparente la enunciación, como si en ellímite toda la enunciación pudiera pasar al campodel enunciado. Para Austin, la explicitación de laenunciación facilita precisar y delimitar las “dife-rentes fuerzas” que una expresión puede tener.Retomaremos las consecuencias de este planteomás adelante.

Respecto a dicha ambigüedad enunciativa, dice:

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David Kreszes F(r)icciones

13. Austin, J., Cómo hacer cosas con palabras, Editorial Paidós, Barcelona, 1990.

14. Idem, p.115/116.

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“Un ‘imperativo’ puede ser una orden, una auto-

rización, una exigencia, un pedido, un ruego, una

sugerencia, una recomendación, una advertencia

(‘vaya y verá lo que le pasa’) o puede expresar una

condición, o una concesión o una definición (‘lla-

memos...’), etc. Decir ‘estaré allí’ puede ser hacer

una promesa, o expresar una intención, o mera-

mente referirme a mi futuro. Entregar algo a otro

diciendo ‘tómelo’, puede ser hacer un obsequio, o

un préstamo o una entrega en alquiler.”15

Ahora bien, si admitimos el carácter realizativo deestos enunciados, la clase de los enunciados perfor-mativos comienza a abultarse desmesuradamente,tornando imposible la fijación de un criterio gra-matical para identificarlos, y, además, corriendo elriesgo de un borramiento de la frontera entre reali-zativos y constatativos, tan trabajosamente deline-ada; inversamente, si nos atenemos a rajatabla alcriterio gramatical, no podemos considerar, porejemplo, a los imperativos, enunciados verdadera-mente realizativos.

La polémica Austin-BenvenisteA diferencia de Austin, Emil Benveniste propone

despegarse de la clase ampliada de los performativos.Se niega a aceptar como realizativo al enunciado queno contenga la mención del acto, la indicación sui-referencial explícita. Además, niega particularmentela condición performativa del imperativo:

“[...] un imperativo no equivale a un enunciado

performativo, en razón de no ser ni enunciado ni

performativo. No es enunciado, puesto que no

sirve para construir una proposición con verbo

personal; y no es performativo, por el hecho de

que no denomina el acto de palabra por realizar.

Así, ¡ven! es una orden, sí, pero lingüísticamente

es cosa muy distinta de decir: Ordeno que vengas.

No hay enunciado performativo que no contenga

la mención del acto, a saber, ordeno, mientras

que el imperativo podría ser reemplazado por

cualquier otro procedimiento que produjese el

mismo resultado, un gesto, por ejemplo, y no

tener ya realidad lingüística”.16

Farnçois Récanati toma partido por Austin seduci-do por la posibilidad de transparentar la enuncia-ción. Afirma que Benveniste “ha creído ver unadiferencia de naturaleza donde sólo hay una dife-rencia de grado”.17 Se apoya en que –como lo afirmaAustin– todos los enunciados realizativos prima-rios pueden transformarse en explícitos parafrase-ándolos con la ayuda de los verbos realizativosexplícitos, esto es, introduciendo la indicaciónauto-referencial.

La importancia de laautenticación del acto

Se hace necesario no dejar pasar, sin interrogar-la, la afirmación de que la mención explícita delverbo realizativo en el enunciado es sui-referencial.Benveniste define la sui-referencialidad como lapropiedad del enunciado de referirse a una realidadque él mismo construye. Sin cuestionar lo afortu-nado o no del término mismo, en tanto pareceinducir a la creencia en una circularidad sin resto(al estilo de la ilusión que pone a jugar la prácticade la traducción o la operación de sinonimización),nos parece que la sui-referencialidad no es sino lalectura –autenticación– del acto que lo inscribecomo tal. La explicitación del performativo produ-ce, recién entonces, un sujeto del acto al sancionar-lo de dicha manera. De ninguna forma es lo mismo–y en esto concuerdo con Benveniste, pero por otrasrazones– un enunciado como “¡ven!” que “te orde-no que vengas” o “te suplico que vengas” o “deseoque vengas”. Y no se trata simplemente de que la

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F(r)icciones David Kreszes

15. Idem, p.121.

16. Benveniste, É., “La filosofía analítica y el lenguaje”, en Problemas de lingüística general, Tomo 1, Siglo XXI editores, México, 1991,p. 196.

17. Récanati, F., La transparencia y la enunciación. Introducción a la Pragmática, Hachette, Buenos Aires, 1981, p. 89.

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explicitación del verbo delimite mejor la operaciónenunciativa, sino de la importancia de un segundotiempo que inscribe al primero como primero.Lacan afirmaba que el acto está en la lectura delacto. Benveniste mismo afirma que “un enunciadoperformativo no tiene realidad más que si es auten-ticado como acto”.18 Es su lectura –en este caso laintroducción del verbo realizativo en el enunciado–la que le da al acto todo su valor. Entonces, no setrata de un movimiento circular, autoreferencial,transparente y reflexivo, sino de la temporalidadparticular del acto de palabra, de la imposibilidadde que el acto se realice en un solo tiempo. Te ne -mos dos tiempos, el segundo de los cuales otorgaestatuto de acto al primero. Podríamos decir, para-fraseando a Ducrot, que el realizativo primariotiene pretensión de performatividad, pero que lainstauración de una nueva realidad con un nuevoefecto sujeto sólo se realiza al enunciarse/nombrarse/inscribirse el acto de habla como tal. La lectura,tanto la proveniente del Otro –que, en sus diferen-tes declinaciones, incluye también las figuras delsemejante y del psicoanalista–, como de aquel queenuncia el performativo en tanto Otro de sí mismo–me refiero al locutor19–, es inherente a las condi-ciones de felicidad, a las condiciones de infortunioque hacen que un acto se constituya o no.

Seducción del performativo y del constatativo

La promoción del acto en psicoanálisis –Lacanle ha dedicado todo un año de seminario– ha sido

acompañada por un interés cada vez mayor en lanoción de performatividad. Eduardo Grüner hasostenido, con acierto, que el alto valor que se le hadado a la performatividad proviene de una suertede ilusión, la de realizar una “función de fusión, defantasmática identidad de la palabra con lo real, delenunciado con la enunciación”.20 Concluye de elloque se trataría de poner a jugar una suerte de “sui-cidio del sujeto” en tanto hace equivaler la perfor-matividad a un fantasma incestuoso.

Grüner redobla su apuesta crítica proponiendopara el performativo la notación pf. que alude a unasuerte de reverso de la función paterna cuya nota-ción sería fp. Si la función paterna inscribe la impo-sibilidad de la fusión entre el sujeto y el Otro, elperformativo pondría en juego un reverso, afirma-ría la posibilidad de dicha fusión. Acuerdo conGrüner en que el performativo permite recostarseen cierta satisfacción fantasmática, pero a condi-ción de resaltar que la performatividad misma, sueficacia, tiene por condición la función paterna.Anverso y reverso del padre están presentes en laperformatividad. Tomando en cuenta lo discutidoen torno a la idea de autenticación resaltada porBenveniste, tampoco concuerdo con Grüner en quela performatividad se agote en un fantasma defusión sin resto entre enunciado y enunciación,fantasma que también puede leerse en clave narci-sista –el yo se relame en el dominio aparente de laenunciación–.21 Su texto sólo resalta el plano rene-gatorio; en mi opinión, se debe destacar otro aspec-to fundamental: la sui-referencialidad o autentica-

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David Kreszes F(r)icciones

18. Benveniste, É. Op. cit., p. 194. El subrayado es mío.

19. Las marcas de dicha lectura que divide al que enuncia, son acompañadas de sorpresa o angustia. La sutura de dicha división subjetivaestá a cargo del yo, supuesto amo del discurso.

20. “De aquí en más, y para no ser menos, propongo para ‘performativo’ la notación (pf.), en la cual se podría leer el reverso de la funciónpaterna (fp.): a saber, una cierta función de fusión, de fantasmática identidad de la palabra con lo real, del enunciado con la enuncia-ción, por lo tanto –ya lo adelantamos– de una suerte de suicidio del sujeto”. (Grüner, E., “La seducción del performativo”, enCuadernos de Psicoanálisis, Año XII, N° 2, Helguero Editores, Buenos Aires, 1982, p.64/65.).

21. Hubo un período en la cinematografía en el que se puso de moda filmar la película de la película. Una de las más logradas ha sidoel film sobre el backstage de El último emperador, de Bernardo Bertolucci. Este género cinematográfico produce una ilusión de trans-parencia. Nada parece quedar fuera del alcance del ojo de la cámara. Las bambalinas son iluminadas e incluidas en la imagen. Se pier-de de vista entonces la presencia inexorable de un punto que siempre queda afuera, precisamente el ojo de la cámara. La práctica cine-matográfica de la película de la película nos plantea entonces la misma ilusión que el performativo: el acto se transparenta totalmentey se produce bajo nuestro entero dominio.

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ción dice del acto que hubo, ese del que se tienenoticia sólo a posteriori por mediación de la lectu-ra, y que afecta todo dominio y aspiración fusional.

Por otro lado, la concepción constatativa dellenguaje también es seductora, particularmentepara el neurótico. Se trata aquí de un fantasma dedesimplicación, de ausencia de enunciación. Elsujeto se identifica a un punto desde el cual todopuede ser abarcado y descripto en base a una supo-sición fundamental, la absoluta separación entrerealidad y fantasía. La ciencia, los enunciados cien-tíficos, ponen en juego una apuesta a la pura cons-tatación. No importa quien habla. Las leyes de laciencia son verdaderas o falsas, no importa quienlas enuncie. Esta es la apuesta, lo comentábamosantes, del Hombre de las Ratas cuando mencionasus conexiones de pensamiento. Eran para él ocu-rrencias sin ningún valor enunciativo. Es Freud elque lo introduce en las coordenadas del deseo parri-cida, apelando a la lógica de la lesa majestad.22

En la serie de las seducciones mencionadas,merece también un lugar la idea de corte radical, defundacional comienzo y de entera transformacióndel escenario discursivo, que la noción de acto yperformatividad parecen promover. En términos deJean-Michel Rey, aunque refiriéndose a la fascina-ción del original: “Hay aquí cabida para una sospe-cha referida a la originalidad que se autoenuncia,que llegado el caso se enfatiza, se anuncia, esa ori-ginalidad que adopta todo el aspecto de la primeravez, de lo inaugural, interesada en hacer valer con-tinuamente sus derechos. […] La originalidad pro-

clamada es susceptible de hacer olvidar –de apartar,de arrumbar– lo que formaba parte del uso en pro-vecho de otra cosa que no enuncia el tiempo de suformación.” 23

Rey parece aludir a la inevitable paradoja queconfluye en lo llamado original, sea un acto, untexto o una enunciación: que ligadura y desligadu-ra, continuidad y discontinuidad conforman unnudo inextricable. Lo fundacional pretende encu-brir aquello en lo que se enraíza lo nuevo. Rey agre-ga: “La originalidad no se proclama; de lo contrariopasa a ser un ‘ídolo’ que puede fascinar, más aúnpor no declarar su proveniencia y por dar al trastecon toda genealogía. A lo sumo, la originalidad seconstruye aprés coup, se desprende de todo lo quese presenta como réplicas suyas; […]” .24 En estepunto, si antes hablamos de un fantasma incestuo-so, se trata ahora de una fantasía parricida, de lafascinación por lo ex-nihilo.25

Del verbo al pronombre.El vaciamiento de la significación

Cinco años antes del artículo en el que discutecon Austin acerca de la pertinencia o no de laampliación del campo de la performatividad,Benveniste escribe otro artículo sumamente impor-tante titulado “De la subjetividad en el lenguaje”(1958). Allí afirma que “es en y por el lenguajecomo el hombre se constituye como sujeto”,26 peroespecificando la función fundamental de los pro-nombres personales en la constitución de la subje-tividad. “Los pronombres personales son el primer

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F(r)icciones David Kreszes

22. Un interesante análisis de las variadas intervenciones que realiza Freud con el Hombre de las Ratas puede leerse en: Forrester, J., “Loque hace el psicoanalista con las palabras”, en Seducciones del psicoanálisis: Freud, Lacan y Derrida, Fondo de Cultura Económica,México, 1995.

23. Cfr. su ponencia en: Laplanche J., Cotet P., Rey J.-M., Traducir a Freud: La lengua, el estilo, el pensamiento, Nueva Visión, BuenosAires, 2005, p. 64.

24. Idem, p. 67.

25. Cfr. con los interesantes desarrollos de Diana Sperling en relación a las fantasías de autoengendramiento presentes en Génesis XI.La operación de dar nombre, inherente al lazo filiatorio (hecho de la estofa de continuidad y discontinuidad), es comparada con la de“hacerse un nombre” (modo de renegación de la deuda filiatoria). (Sperling, D., “Paradojas del nombre”, en Filosofía de cámara,Mármol-Izquierdo Editores, Madrid, 2008).

26. Benveniste, É., “De la subjetividad en el lenguaje”, en Problemas de lingüística general, Tomo 1, Siglo XXI editores, México, 1991,p.180.

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punto de apoyo para este salir a luz de la subjetivi-dad en el lenguaje”.27 No le importan tanto los ver-bos como la presencia en la lengua de las formaspersonales, particularmente de los pronombres yoy tú. Ambos son instancias discursivas, no tienenotra consistencia que las que les otorga el hablamisma. Yo es quien habla en el momento en quedice yo y tú es el destinatario de la locución en elmomento en que se produce.

Es el interjuego de dichos pronombres en el diá-logo, lo que permite el despliegue subjetivo.Benveniste les sustrae toda esencia considerándo-los complementarios y reversibles, aunque le otor-ga primacía al yo en el comienzo del diálogo. El túemerge como eco del yo. Escribe:

“Es ‘ego’ quien dice ‘ego’. Encontramos aquí el

fundamento de la ‘subjetividad’, que se determi-

na por el estatuto lingüístico de la ‘persona’. […]

No empleo yo sino dirigiéndome a alguien,

que será en mi locución un tú.” Es esta condición

de diálogo la que es constitutiva de la persona,

pues implica en reciprocidad que me torne tú en la

alocución de aquel que por su lado se designa por

yo. […]El lenguaje no es posible sino porque cada

locutor se pone como sujeto y remite a sí mismo

como yo en su discurso. En virtud de ello, yo plan-

tea otra persona, la que, exterior y todo a ‘mí’, se

vuelve mi eco al que digo tú y que me dice tú. […]

[La polaridad de las personas] no significa

igualdad ni simetría: ‘ego’ tiene siempre una posi-

ción de trascendencia con respecto a tú; no obs-

tante, ninguno de los dos términos es concebible

sin el otro; son complementarios (...) y al mismo

tiempo son reversibles”.28

Si bien hacia el final de su artículo Benvenisteingresa en el campo de los verbos performativos,

aunque sin llamarlos con la denominación pro-puesta por Austin, rápidamente aclara que todo elénfasis debe ponerse en los pronombres y notanto en los verbos. La importancia de estos últi-mos, a los que define por su capacidad de denotarun acto individual de alcance social, queda subor-dinada a la instancia pronominal. La condición deidentificación entre la enunciación y el acto “noes dada en el sentido del verbo; es la subjetividaddel discurso la que la hace posible”.29 Años des-pués, será otro lingüista, Oswald Ducrot30 quienenfatizará ampliamente este deslizamiento desdela sui-referencia sintáctica (énfasis en la presenciadel verbo performativo en presente y en 1ª perso-na) a la sui-referencia pronominal (presencia delos pronombres yo y tú que caracterizan al locutory al destinatario).

El psicoanálisis plantea un punto de inicio dife-rente Los lingüistas parten del acto de habla en elque el hablante enuncia en primera persona, a lavez que produce un destinatario en el tú. Hay unsupuesto de simetría, de reciprocidad, de intersub-jetividad en el diálogo yo-tú, aún cuandoBenveniste postula una posición de trascendenciade la primera persona respecto a la segunda. El psi-coanálisis, por el contrario, plantea un comienzoen el campo de la alteridad. El Otro antecede alsujeto. La emergencia del significante tú –endependencia del significante del nombre del padreal que Lacan invierte en padre del nombre–, cons-tituye un acto pretendidamente fundador de sujeto.Se trata del don del tú. El sujeto emerge en la inter-pelación y la cita de ese tú, el cual puede conside-rarse un nombre del sujeto vacío de toda referencia,de toda sustancia. Es un puro ilocutorio en tantono va acompañado de ningún saber, de ningunainformación relativa al sujeto como ente inmersoen una realidad objetiva.

70

David Kreszes F(r)icciones

27. Idem, p. 183.

28. Idem, p. 181.

29. Idem, p.186.

30. Ducrot, O., Decir y no decir, Editorial Anagrama, Barcelona, 1982.

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La redefinición de ilocutorioy la temporalidad del acto

Habíamos mencionado a Ducrot como aquélque habiendo subrayado un deslizamiento funda-mental desde la sui-referencia sintáctica a la sui-referencia pronominal, posibilitaba el vaciamientode sentido de la operación performativa. Dichoénfasis es acompañado por una redefinición del tér-mino ilocutorio propuesto por Austin:

“Austin descubrió, en primer lugar, la noción de

performativo, luego, la de acto ilocutorio, que

introdujo generalizando la primera, transformada

así en un caso particular. Trataré de demostrar

que la performatividad no es ni siquiera un caso

particular, sino más bien una consecuencia, o

mejor, una ilusión producida, en determinadas

situaciones, por la función ilocutoria de los enun-

ciados (posee, por lo tanto, el mismo tipo de rea-

lidad que un espejismo).”31

La ilusión producida, a la que se refiere Ducrot enrelación al performativo, radica en que el enunciadose presenta como si realizara el acto que parece des-cribir, cuando en realidad el ilocutorio, del que elperformativo deriva, sólo pretende realizar la acciónen juego. La transformación que el ilocutorio preten-de realizar tiene siempre un carácter jurídico: setrata de una creación de derechos y obligaciones paralos interlocutores (los participantes en el diálogo).Advertimos aquí una primera distinción: si el perfor-mativo pone el acento en la transformación del locu-tor, el ilocutorio incluye además al destinatario de lalocución, aquel a quién se habla y a la escena mismaentre ambos. Como lo plantea Ducrot, “lo propio deuna pregunta es, por ejemplo, conferir (pretenderconferir) al destinatario la obligación de responder,es decir, de elegir entre un abanico de enunciados

considerados como posibles respuestas”.32 Si se trata

de un acto ilocutorio de argumentación, este acto

consistirá en imponer –y Ducrot siempre aclara que

se trata de una pretensión– al destinatario una deter-

minada conclusión como la única dirección en la

que el diálogo puede continuar.

Detengámonos aquí un momento. El énfasis de

Ducrot en que el ilocutorio no transforma automá-

ticamente el escenario discursivo sino que sólo

enuncia una pretensión, nos devuelve al campo de

problemas anteriormente citados: la temporalidad

del acto. ¿La pretensión se realiza como acto cada

vez que un ilocutorio es formulado o también nece-

sita de un segundo tiempo de inscripción al estilo

de la autenticación benvenistiana? Tomemos los

ejemplos recién mencionados, los actos ilocutorios

de preguntar y de argumentar. ¿Cómo verificamos

que éstos han sido eficaces? Por el estatuto de lo

que retorna. Si al acto de preguntar le sigue una

respuesta, aún del orden del rechazo a responder,

concluiremos que la pregunta se ha instalado como

tal. Dicha respuesta (incluso el rechazo como res-

puesta) tendrá el estatuto de lectura/inscripción del

acto ilocutorio de la pregunta. En el caso del ilocu-

torio de argumentación, tanto una respuesta indu-

cida por dicha argumentación, como la manifesta-

ción de una resistencia a las conclusiones que ema-

narían de la argumentación enunciada, deben ser

consideradas marcas que confirman retroactiva-

mente el acto de argumentación.

Del pronombre de la segunda personaal don del silencio

Si trasladamos lo hasta aquí afirmado a la sui-

referencia pronominal, podremos concluir que la

pretensión ilocutoria de cita del sujeto a través de

la enunciación de un tú interpelante33, se realizará

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F(r)icciones David Kreszes

31. Ducrot, O., “Ilocutorio y performativo”, en Op. cit., p.259.

32. Idem, p. 251.

33. Aquí es donde el psicoanálisis se separa de la lingüística en tanto para Lacan –magister dixit– no hay intersubjetividad, o en todocaso, está sostenida desde Otra escena en la que se ponen en juego las relaciones del sujeto con la alteridad, no con otro sujeto sinocon el Otro como lugar de la palabra. Subrayamos entonces que este tú no tiene estofa intersubjetiva –como en los desarrollos deMartin Buber– aunque pueda manifestarse por medio de algún diálogo intersubjetivo.

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en la medida que pueda leerse alguna marca deemergencia subjetiva, tanto por la vía de la afirma-ción del sujeto de la enunciación (el yo puede con-cebirse como lectura/inscripción del tú) como de surechazo.34 Nuevamente una paradoja: ¿se le puededar al rechazo de la cita del sujeto, estatuto de res-puesta?

El tú, en tanto significante de la alteridad,arrastra consigo una extranjería radical e incondi-cionada. Las coordenadas que despliega Derrida ensu análisis de la idea de hospitalidad parecen sen-tarle bien. Porque, ¿qué mejor término –la hospita-lidad– para caracterizar la operación que del ladodel sujeto le hace lugar a la llamada encarnada enel tú? La hospitalidad brindada al extranjero esconcebida por Derrida de la siguiente manera:

“La hospitalidad absoluta exige que yo abra mi

casa y que dé no sólo al extranjero (provisto de un

apellido, de un estatuto social de extranjero, etc.)

sino al otro absoluto, desconocido, anónimo, y

que le dé lugar, lo deje venir, lo deje llegar, y tener

lugar en el lugar que le ofrezco, sin pedirle ni reci-

procidad (la entrada en un pacto) ni siquiera su

nombre. La ley de la hospitalidad absoluta ordena

romper con la hospitalidad de derecho, con la ley

o la justicia como derecho”.35

El don del tú va acompañado al mismo tiempo desilencio, el silencio que la palabra porta. Se trata deun silencio que acompaña la llamada y que la vacíade contenido. Es un silencio ilocutorio, silencio demuerte aunque no mortífero, que impide (pretendeimpedir) el cierre de la llamada en el campo de lademanda, en tanto la desborda (pretende desbor-darla). La sublimación es uno de sus productos. Lapulsión de muerte es allí una mudez que impide elcierre, la fijación fantasmática.

El advenimiento de un tú interpelante muñidode silencio, dice de la borradura del Otro, de laimposibilidad de saber sobre el ser. El tú sólonombra al sujeto como responsable, esto es, comoaquel que adeuda una respuesta. En este sentido,tú resulta equivalente a un tú debes…36 La apues-ta superyoica intenta suturar ese silencio sobre elser. Los enunciados del superyó, como lo decía-mos más arriba, son un ejemplo claro de unaapuesta a la última palabra sobre el ser por la víade la puesta fuera de juego del silencio invocante.La deuda impagable se transmuta en culpa mortí-fera. El rechazo del silencio que el tú conllevaretorna en el enmudecimiento del sujeto frente alas frases conclusivas que emanan de la instanciasuperyoica.

En su artículo “El motivo de la elección delcofre”, encontramos a Freud brindándole consejo alimprudente rey Lear. Antes de enunciarlo, recogedos sabias enseñanzas que, a primera vista, podrí-an parecer adecuadas a la situación de Lear: uno nodebe renunciar en vida a sus bienes y derechos, ydebe guardarse de confundir lisonja con buenamoneda. Sin embargo, Freud no cree que el propó-sito del poeta haya sido exponer esas enseñanzas;tampoco que se trate de una advertencia respecto aldesagradecimiento filial. Finalmente le dirige aLear su consejo: “Una sabiduría eterna, con elropaje del mito primordial, aconseja al hombreanciano renunciar al amor, escoger la muerte,reconciliarse con la necesidad del fenecer.” 37

Resulta pertinente interrogarnos por el destina-tario de esta pregunta. ¿A quién le dirige Freud elconsejo, al rey Lear en tanto hombre anciano o alRey Lear en tanto soberano? ¿Quién debe escoger lamuerte? ¿El hombre anciano que se anoticia de quees mortal y que está transitando sus últimos días?¿O ese consejo le está dirigido al Rey –con mayús-

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David Kreszes F(r)icciones

34. Nos referimos a la fenomenología alucinatoria en la psicosis. La cita del sujeto, rechazada en lo simbólico insiste en lo real alucinatorio.

35. Derrida, J., La hospitalidad, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000, p. 31.

36. Los puntos suspensivos son una de las maneras posibles de escribir el silencio en un texto.

37. Freud, S., “El motivo de la elección del cofre”, en Obras Completas, Tomo XII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980. El subrayadoes nuestro.

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culas– en tanto cuerpo político, y no al rey en tantocuerpo natural?38

La lógica de la transferencia no deja de tenerrelación con la soberanía. ¿Qué del lugar del analis-ta en relación al soberano? ¿Cuáles son los avataresdel llamado por Lacan sujeto supuesto saber?¿Cuál es la apuesta de un análisis en relación a estafunción? ¿De qué manera esta función queda afec-tada en el transcurso de un análisis? ¿Cómo se pro-duce, para tomar un término propuesto porKantorowicz en relación a la teoría de los dos cuer-pos del rey, la depuesta39 del sujeto supuesto saber?Escoger la muerte en relación a este lugar de laescena transferencial constituye uno de los mayo-res desafíos, si no el mayor, en la dirección de lacura. Si en un análisis se produce algún movimien-to que afecta la fijación fantasmática y el llamadopor Freud masoquismo moral, es porque el deseodel analista, en tanto envés del superyó, ha podidopresentificar ese silencio inherente a la pulsión demuerte en su función de causa del decir. El analis-ta, como soporte y encarnadura del tú y del silenciopulsional, habiendo escogido la muerte, hace sem-blante de extranjero y, como Edipo en Colona, aldecir de Derrida, parte “sin siquiera dejar unadirección para el duelo de las que lo aman” –sushijas–, es decir, privando de la posibilidad de unduelo, pero paradojalmente obligando a una suertede “duelo por el duelo”.40

ResumenEl artículo interroga la relación entre la regla

fundamental, el acto analítico, la transferencia y lanoción de performatividad. Recorre este últimoconcepto a partir de su introducción por el filósofoinglés John Austin, de la polémica con EmilBenveniste y de la redefinición por parte de OswaldDucrot de las relaciones entre ilocutorio y perfor-mativo. Las discusiones entre los lingüistas le per-miten al autor plantear para el performativo, aúnacordando con las críticas que se le han hechodesde el campo psicoanalítico, una temporalidadsingular: el acto (de estofa significante) se inscribee instala sólo a partir de un segundo tiempo de lec-tura, en palabras de Benveniste, su autenticación.Se enfatiza, además, un movimiento de vaciamien-to del sentido desde los verbos performativos, hastalos pronombres como realizativos de subjetividad.El pronombre de la segunda persona es subrayadoen su valor de llamada, la cual porta un silencio demuerte no mortífero, que impide (pretende impe-dir) su cierre en el campo de la demanda.

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F(r)icciones David Kreszes

38. Cfr. Kantorowicz, E., Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, Alianza Universidad, Madrid, 1985.

39. Idem.

40. Derrida, J., Op. cit.

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El tema de la comunicación inconsciente en el aná-lisis induce a los analistas “suficientemente sanos”(es decir, pienso yo, la mayoría de los que estánsuficientemente integrados) a una actitud funda-mental de estar abiertos y de suspensión, de“modestia resignada y prudente” en cada nuevoencuentro clínico: un verdadero analista sabe quesi la comunicación es principalmente inconsciente,tendrá que admitir una vez más lo poco que pode-mos esperar controlarla o dominarla usando crite-rios técnicos preconstituidos.

Un analista experto sabe de su no saber y éstaes, paradójicamente, su fuerza. Ésta es también larazón por la cual, por ejemplo en las supervisionesde los candidatos, estamos más interesados encomprender lo que está sucediendo en el desarrollode aquel particular tratamiento que de establecerreglas o parámetros predeterminados que, sinembargo, son útiles y los damos habitualmente enotros ámbitos (por ejemplo, en los seminarios teó-ricos) propiamente para no “inmovilizar” la explo-ración de eventos específicos y complejos –comouna sesión– con fórmulas demasiado generales.

Por cierto, hay momentos en que la comunica-ción es inconsciente para el paciente, pero no parael analista (y otros, más raros, en que puede sucederlo contrario); pero lo que sucede más frecuentemen-te es que la comunicación sea inconsciente para losdos, en cuyo caso el narcisismo técnico del analista–que quiere siempre dominar la escena– segura-mente será rebajado uno o dos niveles.

Desde otra perspectiva, la idea de que al lado de lacomunicación consciente y deliberada hay otros tiposde comunicación de los que no sabemos nada en unprimer momento hace que nuestra experiencia sea nosólo preocupante sino fascinante al mismo tiempo.

No podemos negar, sin embargo, que incluso lasorpresa –que muchos autores consideran positivaen psicoanálisis– frecuentemente causa un inme-diato e inevitable sentimiento subjetivo de intran-quilidad (pensemos en situaciones no afortunadasen las que cometemos una falla social), de desorga-nización (al menos momentánea) y de pérdida deuna estructura de referencia tranquilizadora, aun denaturaleza teórica: entonces el analista que abre lasventanas de su consultorio en la mañana, esperan-

Contratransferencia y atmósfera:una sesión con Antonia

Stefano Bolognini*

* Psicoanalista (Società Psicoanalitica Italiana).

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do tener un día de trabajo fructífero y tranquilo, seresigna al hecho de que tal “tranquilidad” segura-mente se acabará durante las horas siguientes y queno tiene otra alternativa que vivir con la implacable(pero no sin sentido...) discontinuidad del incons-ciente; tanto la suya como la de las demás personas.

Por otro lado, el “desamarrarse” uno (y dejarque a uno lo desamarren...), el revelar (y el dejarque a uno se le revele, a veces) y el intentar reco-nectarse –quizás con la ayuda de nuestros colegas–son una parte y un encargo de nuestra profesión.

En esta breve nota presentaré el material de unasesión analítica, prestando particular atención a dosaspectos específicos: el de la comunicación incons-ciente de escenarios internos que aún no están ade-cuadamente representados en la mente del pacientey la ensoñación del analista (“Reverie”) para traba-jar; y el del trabajo integrativo que es necesario paraco-experimentar, co-representar y luego para dar unsentido comprensible al material, tanto en el “aquíy ahora” como en la reconstrucción longitudinal delas fases constitutivas importantes de la relaciónentre el Self y el Yo defensivo del paciente.

Una sesión con AntoniaAntonia es una mujer joven de 27 años de edad,

alta y esbelta, que tiene una mirada profunda y tristey que hace un mes me pidió que la tomara en análi-sis, pues sabía de su condición neurótica de infelici-dad y lo inconducentes que eran sus relaciones y sutrabajo: su vida estaba “parada”, me decía durante laconsulta, “no despega, ni se va a ningún lado”.

Vivía con sus padres –empleados de gobierno–y ella misma trabajaba igual en una oficina, teníaun novio y siempre había sido muy religiosa, aun-que un poco menos últimamente.

Se describía a sí misma como una persona sus-ceptible, sensible, desconfiada y, al mismo tiempo,sincera y capaz de un gran entusiasmo.

No sabe lo que quiere: no sabe si quiere vivircon su novio, ni si quiere seguir trabajando en laoficina. No tiene idea clara de lo que quiere; sin

embargo, sabe exactamente lo que le fastidia y,además, en general, le es más fácil reconocer cosasdesagradables que cosas que le gustaría hacer.

Decidimos empezar un tratamiento psicoanalíti-co de cuatro veces a la semana, más o menos un mesdespués de que empezaron las primeras entrevistas.

Al llegar de su primera sesión, me saluda de unmodo gentil y sobrio, me da la mano y, mientrascamina por el pasillo que lleva hacia el consultorio,se fija en las figuras que están en la pared. Pude verque, por un instante, al pasar, su mirada se detienesobre una pequeña figura del siglo XIX que muestrauna iglesia en una colina (parte de una serie defiguras a las que quiero mucho, pues muestranescenas del lugar donde nací).

Como ya dije, Antonia es alta y esbelta y hoyme di cuenta de que hay algo un tanto solemne enel modo como anda.

Entra al consultorio, se acuesta, e inmediata-mente empieza a contarme su sueño:

P.: “Soñé que le traía a usted una vela de igle-sia, bien grande. Tenía miedo que hubiera muchas:había velas, sí, pero pocas”.

Me chocó lo “sagrado” de la imagen que quizásestuviera asociado al modo como la paciente habíaentrado al consultorio, casi como si estuvieraentrando a una iglesia. Me acordé igual de que las“velas de iglesia”, como señal de devoción, le indi-caban a ella la presencia de otros pacientes/herma-nos “fieles”, en la “iglesia”/el análisis, pero decidíesperar para ver las asociaciones que surgirían y mequedé callado mientras esperaba.

Después de algunos instantes la asociación llegóde modo totalmente distinto, pero más práctico:

P. (en tono pragmático): “Doctor, respecto alpago, ¿prefiere usted que le pague en dinero o concheque?”

Me sorprendió un poco el cambio de tono, enregistro y –al menos aparentemente– de grado deprofundidad.

Al comienzo, me pareció que estaba en la criptade una iglesia medieval y, de pronto, me encuentro

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F(r)icciones Stefano Bolognini

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en el cajero de una oficina (¿quizás el de la oficina enque trabaja?).

Le contesto como si yo también estuviera en elcajero y le digo que un cheque estaría bien.

Espero un instante y después le pregunto si ellacree que hay una analogía entre traer una vela y traerel dinero para pagar: en esos dos casos hay un ofre-cimiento que representa un sacrificio económico...

La referencia de la vela la lleva a hablar sobrecuando ella iba a la iglesia, la cual era una alterna-tiva (más idealizada y quizás menos conflictiva delo que yo creía) a la familia (se me ocurre que almirar la figura de la pequeña iglesia en la colinaella ya estaba organizando una posible alternativade idealización para nuestra “realidad”).

Me dice que sus padres siempre trabajaron“como locos” y que, en realidad, fueron sus abuelosmaternos los que tuvieron el papel de padres y queahora estaban muy enfermos.

Al hablar de la salud de sus abuelos, ella sequeda visiblemente afectada y su voz se fragmenta(luego de unos instantes empieza a llorar).

En ese momento me acuerdo de que las velas sederriten y que la paciente en este instante está enpunto de “derretimiento/ruptura” o de llanto y quepierde su rigidez inicial; pero no se lo digo, pues meparece una referencia muy directa y un reconoci-miento demasiado prematuro del derretimiento desu defensa narcisista, pues aún no conozco muybien su nivel de fragilidad.

Además, recuerdo que durante nuestra primeraconsulta ella se define como una persona “suscep-tible y sensible”.

No estoy seguro de si Antonia siente el derreti-miento de la cera como una especie de “acto deconcesión” que se opone a la naturaleza rígida nar-cisista que ella considera ser una forma de solidez.Sin embargo, pienso que sería oportuno señalaruna posible conexión, una comprensible transiciónentre lo secreto de la atmósfera inicial y la huma-nización de sus sentimientos, cuya conclusiónparece que es un poco conflictiva.

En vez de ello, le digo en tono evocativo yhablando intencionalmente en sentido general, quela luz de la vela es débil pero fundamental para quenos ubiquemos en la oscuridad y que esa luz laayuda a vislumbrar las cosas “cuando no se laspuede ver claramente”.

Pienso que ello puede mostrar lo positivo del“derretimiento”, sin enfatizarlo demasiado, y sinnarcisísticamente afectar demasiado a la paciente,que parece valorizar la “dureza” (el no “derretirse”)como un atributo positivo.

P.: “La iglesia y lo sagrado tienen que ver espe-cialmente con despedidas... Soy menos religiosaahora, pero la idea de que alguien partirá, o de que yapartió, me asusta” (pausa) “Soy casi como una hijaúnica para mis abuelos, y tengo miedo de perderlos”.

A. (Haciendo asociaciones en voz alta, ahoraasociaciones más libres, con menos atención a lasposibles reacciones de la paciente, y aún teniendoen mente a las velas): “¿Sientes que eres “la luz desus ojos”...? ¿Y quizás tienes miedo de perder esa“luz”...?

P. (De modo seco): “Bueno, yo medio que hedesaparecido (nota del traductor: para decirlo usa unaexpresión idiomática en italiano que quiere decir lite-ralmente “me estoy eclipsando”). Los evito... igualque lo evitaba al cura de nuestra iglesia...”.

Me percaté de que quizás yo exageré al sugerirleque debería poner a sus sentimientos respecto a susabuelos bajo un foco “demasiado alumbrado”.

Tenemos que mantener una cierta oscuridad,necesitamos una “vela analítica” menos intrusiva yno una luz directa y potente. Me acordaré de elloen lo futuro.

Y así terminó nuestra primera sesión, durantela cual pude ver una profundidad muy compleja enla cuestión: la luz de las velas de iglesia, que ofre-cen ayuda y comodidad en la oscuridad; su rigidezfálica inicial, que se ablanda y derrite con el calor yel “sacrificio de uno mismo”; la “llama” que esnecesaria para tener esperanza, que es uno de loscomponentes de idealización al que a veces no le

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damos atención (las personas se van a la iglesia“cuando están desesperadas”, esperando recibirayuda “sobrehumana” de un gran padre supe-rior...); ansiedad sobre la pérdida de sus objetosbásicos (en este caso, sus abuelos), de la cualAntonia se defiende cuando “se eclipsa a sí misma”y cuando los eclipsa a ellos; y, al mismo tiempo, susentimiento de culpa por apartarse de ellos y de suspadres, al dedicarse más a su relación con su novioy a su propio futuro.

Mi intuición me dice que el miedo y la culpaserán piezas importantes para nuestro trabajodurante los próximos meses y años y que tendréque ser prudente, paciente y no pretender “alum-brarla ni derretirla” (como la vela de la iglesia) tantemprano durante las sesiones: tendré que aceptarmuchas veces que ella se “agotará” y “se eclipsará”,si es que pretendo que ella no me lo “evite” analí-ticamente, como al “cura de la iglesia”.

Me gustaría apuntar aquí a las tres “disconti-nuidades” inesperadas que se tomaron de sorpresaen la primera sesión y que tenían valor comunica-tivo específico a nivel inconciente:

1) su modo de andar solemne, como el de un

cura, del cual yo no me había percatado ennuestra primera consulta;

2) el instante breve, pero atento, en el que sedetuvo (sin interrumpir su caminar) delante

de la figura de la iglesia;

3) y el cambio “hacia un tono profesional y

seco, en la escena del pago”, tan distantedel resto de nuestra charla.

Respecto a este último punto, pienso yo que cuandovolvía Antonia en la noche a la casa de sus padresdurante sus años de infancia, ello “exigía” una súbi-ta mudanza de marcha y de atmósfera en la casa,con una transferencia muy pragmática y concretade la administración de la niña y de la organizacióndel día siguiente. Y, creo, que ese tipo de atmósferase mantenía durante el breve período de tiempo quese quedaba con sus papás, antes de irse a dormir.

Estoy interesado en este “cambio de marcha”no sólo en el sentido histórico-reconstructivo, sinotambién por la evidente continuidad entre su com-promiso como dispositivo intrapsíquico y comomodalidad interpsíquica de funcionamiento.

Efectivamente, ese cambio de marcha súbitoocurrió nuevamente durante los meses siguientes,incluso en la transferencia: en suma, yo era o unobjeto “sagrado” y sin vitalidad (bueno y confiable,pero viejo y con poco impulso, como sus abuelos) oun objeto estimulante, pero peligroso y no confia-ble, sin duda preocupado con mis propias cosas(como lo eran sus padres).

Es allí, en ese “switch” funcional imprevisto, enaquel cambio de atmósfera y de estilo, que creo sesituó una llave comprensible de la relación entre elYo defensivo de la paciente y su Self. Igual aconte-cía cuando llegaban los padres, una parte internade la paciente se identificaba con ellos: “toma a laniña”, “envuélvela”, llévala a casa “apartándose”por completo de la condición anterior.

El Self es “puesto a dormir” en una instanciaque es el resultado de identificaciones internas quereemplazan a la subjetividad de la paciente.

Del mismo modo, el Sí es “separado” y “envuel-to” y “apartado” –respecto a nosotros dos en lasesión– de su Yo defensivo/padres internos, que losubstraen de la emoción anteriormente compartidaentre nosotros.

Sin embargo, como pensamiento siguiente, creoque el análisis de los “abuelos” fue fundamental paraempezar: la “iglesia del siglo XIX” fue necesaria y elentrar a la misma con el modo de andar solemnecondensaba de modo inconsciente una mezcla denecesidad, respeto, miedo, desesperación y esperan-za; o sea, una vez más, lo que comunicaba incons-cientemente tenía sentido.

¿Cuánto había de acción y cuánto de represen-tación en la manera de comunicar de Antonia?

Desde la perspectiva teórica, quiero evidenciarcómo nosotros, los analistas, tenemos la tenden-cia de asociar indebidamente la actividad de

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“representar” y la actividad de “pensar”: dos cosasque no siempre coinciden.

La representación es frecuentemente un pre-

cursor del pensamiento integrado, mientras que lacomunicación frecuentemente se encuentra en unárea intermedia entre esos dos niveles.

Como algunos pacientes, muchos artistas, porejemplo quienes tienen el don de poder representarsu mundo interno y la capacidad de comunicárseloa los demás, no son conscientes con frecuencia delo que están comunicando.

En general, los seres humanos “actúan” todoslos días formas de representación y de comunica-ción complejas sobre sus realidades internas, sindarse cuenta de ello.

Es una tarea analítica la de transformar el repre-sentado en pensado.

En la sesión presentada, la oscilación complejade Antonia entre lo “sagrado” y lo “pragmático”, tanrica de significado potencial, fue entendida –una vezmás– a través del análisis de la contratransferencia.

Nada nuevo para nosotros. Pero nuevo cada vez.

Resumen

El problema de la comunicación entre pacientey analista es desarrollado por el autor tomandocomo eje la relación transferencia-contratransfe-rencia, en especial la cuidadosa observación de éstapor parte del analista, analista “suficientementesano”, es decir, suficientemente integrado.

Esta comunicación, que es inconsciente,requiere de una actitud de apertura y de “modestiaresignada y prudente”.

El analista deberá resignar su expectativa de untrabajo tranquilo y previsible, para encontrarse consentimientos de intranquilidad, de desorganizacióny de pérdida de las referencias teóricas organizado-ras en cada sesión.

Presenta una sesión, la primera de un análisis,centrando su descripción en dos ejes: el de lacomunicación inconsciente de escenario de lamente de su paciente, que aún no esta en condicio-nes de ser representado y la ensoñación del “reve-rie” del analista, y el de el trabajo integrativo quedeben realizar ambos, paciente y analista, parapara dar un sentido comprensible al material.

Advierte, luego de preguntarse cuánto hay deacto y cuánto de representación en la comunicaciónde la paciente, la tendencia de los analistas a homo-logar la actividad de “representar” y la actividad de“pensar”: dos cosas que no siempre coinciden.

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El colapso de los paradigmas modernos ha venido acolocar en un lugar de cuestionamiento a las teoríasy a las prácticas científicas mantenidas como “cer-tezas”, a veces por siglos. Por supuesto, lo mismoha ocurrido con el Psicoanálisis.

Y no es sencillo entendérselas con la incerti-dumbre. Una cosa es pregonar la necesidad de tole-rarla y otra, muy diferente, tolerarla de verdad ytrabajar cotidianamente inmersos en ella. Sin elfaro iluminador de los postulados convertidos endogmas, sin el conocimiento in-dudado de nuestrahabilidad para descifrar, uno por uno, todos losenigmas del inconsciente. Sin el marco protector(aunque sojuzgante) del superyó psicoanalítico quepor epocal (Waisbrot) ha caducado y nos ha dejadosin saber ya más “cómo debe ser” un psicoanalista.

Las alternativas ante las que nos encontramosparecen ser, al menos, dos: o nos recluimos enalgún claustro, empeñados en seguir sosteniendo lailusión de que todo nos sigue siendo otorgado porlos padres-psicoanalíticos-eternamente-proveedo-

res o nos transformamos, a nosotros mismos y anuestro quehacer, de modo tal que las teorías yprácticas que nos fueron transmitidas se convier-tan en herramientas heurísticas, usadas para creary descubrir lo que está por delante nuestro, nodetrás. Teniendo en cuenta que ello estará entra-mado en conflictos, impregnado de ambivalencia,con pasiones y con terror.

Nuestra identidad analítica se ha construido apartir de los cimientos brindados por los que nosantecedieron. Pero resulta imprescindible que pro-duzcamos transformaciones de lo recibido si preten-demos sobrevivir y servir para algo más que para for-mar parte de la historia. El contexto de la clínica conniños nos pareció particularmente propicio paraencontrar ejemplos de la necesidad de tales transfor-maciones y comparar distintas formas de abordarlo.

Así, nos encontramos con Pedro, un niño de 7años que, después de unos meses de psicoterapia,comenzó a negarse a entrar a las sesiones afirman-do enfáticamente que no quería ir más “porque no

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El niño de los imanes y la distancia óptima

Mónica Andreoli*, Julio Avalos*, Niris Peralta*,Amalia Giorgi** y Cristina Aguirre***

* Psicoanalista (APC).

** Psicoanalista (UES XXI).

*** Psicoanalista (UCC).

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le servía para nada”. Los padres habían recibidoverbalmente (de quien lo trataba) el diagnóstico depsicosis con la indicación de medicación y unacompañante terapéutico escolar. Atemorizadospor la gravedad, lo obligaban a asistir a las sesiones,hasta que en el último encuentro, en presencia delos padres y del propuesto acompañante terapéuti-co, el niño empezó a gritar, patear sillas y revolcar-se diciendo: “yo no quiero ir a la escuela connadie”, “yo no estoy loco, yo no estoy loco”, “mequiero ir”, mientras se tapaba la cabeza con elbuzo. Todo lo cual fue interpretado por su entoncesterapeuta como una confirmación del diagnósticodado y así fue dicho a los padres en medio del pan-demonium de gritos y puntapiés. Ante esta situa-ción, y atendiendo a las expresiones de Pedro (quelos padres entendieron como de angustia y desespe-ración), lo retiraron del tratamiento, pidieron uninforme por escrito y decidieron hacer otra consul-ta, ya que a ellos también les preocupaba el futuroescolar del niño y les extrañaba que en su casa élnunca hubiera tenido una conducta semejante.

El informe también había sido remitido a lainstitución escolar que, basándose en su contenido,había exigido a los padres que cumplieran con lasindicaciones so pena de no permitirle la continua-ción del cursado.

Hemos tomado algunos párrafos del escrito quefue entregado a los padres y a la escuela porque loencontramos una muestra ejemplar del uso de unateoría y una práctica al servicio del poder, un podersupuestamente basado en un cierto saber y del cual,es probable, todos hayamos hecho uso alguna vez.Las certezas son muy atractivas y nadie está exento.Pero entendemos que es una necesidad técnica yética desarraigar al analista del lugar del poder, paraubicarlo cada vez más en el lugar de la ignorancia,con todas las turbulencias que esto pueda conllevar.

Transcribimos algunos párrafos del informe:“Del material obtenido se arriba a las siguien-

tes características: el paciente presenta severo

trastorno de la personalidad caracterizado por un

déficit significativo en la constitución de su apa-

rato psíquico (…)La situación crítica de su estado

emocional podría posibilitar el desarrollo de deli-

rios y alucinaciones (…) Teniendo en cuenta la

edad cronológica del paciente y por tratarse de

un aparato psíquico en constitución, su psiquis-

mo se correspondería con un funcionamiento de

tipo psicótico”. Luego de recomendar la continua-ción de la psicoterapia (dos sesiones semanales) seagrega que debe incorporarse un acompañante tera-péutico escolar “y valoración psicofarmacológica

con un psiquiatra infantil con el objetivo de

reducir su impulsividad, posibilitar una mayor

organización de sus pensamientos y disminuir su

padecer psíquico”. (Fin de la trascripción).Los padres de Pedro solicitaron una entrevista

con otra profesional a la que explicaron la situa-ción. Negándose a leer previamente el susodichoinforme, ella aceptó conocer al niño y realizar unahora de juego.

A continuación, transcribimos la reconstrucciónque la profesional hizo de la primera entrevista querealizó con el niño y a la que tituló: “¡Sorpresa!!!”

“Pedro entra al consultorio y mira un poco lahabitación y los juguetes dispuestos pero no lespresta mucha atención. Ha traído de su casa unconjunto de 5 imanes, 3 con forma de esfera y 2alargados. Me los muestra y empieza a moverlossobre la mesa, los aproxima para ver cuál es elpunto de distancia en que se atraen mutuamente,qué efecto produce que los haga rodar, cuándo serepelen. Luego coloca algunos sobre la superficie dela mesa y otro debajo, los mueve para ver si laatracción se ejerce, de todos modos, con la maderaentre medio. Comenta: “el de abajo no se ve, peroigual tiene fuerza”, le digo: “sí, a veces pasan esascosas, hay unas fuerzas que no podemos ver peroque nos hacen mover sin que sepamos cómo”. Mepide que le tenga uno en la mano y él va acercandootros para ver cuándo se juntan con el mío, des-pués él tiene uno y le tengo que aproximar los otrosy va estimando algo así como la ‘distancia óptima’

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Mónica Andreoli et al. F(r)icciones

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a la que pueden permanecer sin ejercer influenciaunos sobre otros. Le hago comentarios del tipo: “asíes demasiado cerca, se pegan”, o: “ahora se hanalejado demasiado y no se pueden juntar”, etc…

Sobre una mesita cercana hay un montón declips de metal, me pregunta si los podemos usarpara ver qué cantidad puede alzar cada imán. Selos alcanzo y los somete a la influencia de un imán,para ver cuántos puede retener, primero uno, luegodos, hasta que junta los cinco y así consigue atraera todos los clips. Dice: “así son más poderosos”.

Prueba usando un imán para atraer todos losclips y se le caen varios, dice: “sí, uno solo no tienetanta fuerza”. Comento: “sí, a veces lo que uno solono puede hacer, entre varios sí se consigue”. Mepide que le sostenga los imanes y él acerca los clipsy luego nos los intercambiamos: él sostiene los clipsy le tengo que acercar los imanes hasta que losatraigan. Está muy atento a todo esto y lo sigue conmucho interés. Se me ocurre que está realizandouna investigación, una exploración acerca del espa-cio, de la fuerza de la gravedad, de los campos mag-néticos “invisibles” pero eficaces (pienso: ¡de tontono tiene nada!... pero no lo digo). Pienso también,que hay algo acerca de las fuerzas “invisibles” e“incoercibles” que ligan a las personas: cómo sepueden separar, cómo se pueden acercar sin “pegar-se”. Si muchos pueden sostener a uno, hasta dóndees posible sostener, cuánta fuerza hay que poseerpara sostener… ¿a quién?, ¿a cuántos?... algo deesto está en juego y me cuido de saturar rápidamen-te con la respuesta consabida: a la madre.

También está en juego algo acerca de investigarqué puede pasar entre nosotros, algo acerca deatraernos o repelernos, cómo mantenernos cercasin pegotearnos, qué puede esperar de mí y de estarelación que estamos iniciando… si me interesansus preocupaciones. Me está sondeando y tienerazón: no nos conocemos.

Podría decir que es un encuentro exploratorioque despierta en mí más preguntas que respues-tas.” (Fin de las notas de la reconstrucción).

Pedro y sus imanes nos recordaron aquello deque el paciente es “una unidad satelital de navega-ción que nos informa constantemente acerca delfuncionamiento del campo” (A. Ferro). Considerarla situación analítica como “campo” implica enten-derla como co-construida, por paciente y analista,co-determinada por el funcionamiento psíquico deambos.

La nueva terapeuta se había negado a leer pre-viamente el informe, sin embargo… ¿por qué lasorpresa cuando entra el niño?, ¿algo de la “psico-sis” que los padres de Pedro le habían transmitidoverbalmente quedó ‘flotando’ en su mente?, ¿algoacerca de que era incapaz de aprender, cuando esti-ma para sí que: “de tonto no tiene nada”?, ¿por quédice que “se cuida” de no saturar con la respuestaconsabida: la madre?

Todos conocemos la recomendación técnica deBion acerca del ejercicio activo para disminuir lapregnancia de la memoria, del deseo y de lo “yasabido” para ejercer la práctica psicoanalítica.Pero… no es fácil actuar en consecuencia.

Por otra parte, ¿qué ocurrió en la primera entre-vista de la nueva terapeuta con los padres de Pedro?,¿qué le transmitieron para que él aceptara conocerlasin vociferar: “no quiero ir”, “yo no estoy loco”?

Este punto resulta interesante porque, tomandola teoría de la situación analítica como campo ycon especial referencia al análisis de niños, nosparece necesario incluir a los padres en su configu-ración. Aunque no estén físicamente presentes, loque ellos transmiten al niño (verbalmente o no,concientemente o no) también incide, a veces demanera determinante tanto sea para favorecercomo para obstaculizar la puesta en marcha y lacontinuidad de un proceso.

En este caso parece haber sido decisivo el modoen que propusieron a Pedro ir a otra consulta y,sobre todo, para que él acudiese con una actitud“exploratoria”, muñido de los imanes. Llama laatención cómo aparece interesado en investigar “dequién se trata”, “quién será” esta desconocida. En

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un movimiento de indagación recíproca, ambos seexploran mutuamente, al mismo tiempo que explo-ran las características del campo en construcción.

Volviendo a lo que se dice de Pedro en el Informenos interesa destacar que quien lo escribe, lo hacedespués de un tiempo de tratarlo y para entregar alos padres y al colegio. Entonces, la expresión “apa-rato psíquico” que remite a una teoría, la psicoana-lítica, ¿cómo puede ser entendida por los padres?,¿qué utilidad les presta el conocimiento de que suhijo tiene un “déficit significativo en la constituciónde su aparato psíquico”? ¿Debería primero explicár-seles el texto de “El yo y el ello? ¿Deberían sentirseinfelices (porque tienen un hijo de alguna manera“deficitario”) y, además, ignorantes y confundidosporque no entienden nada? Tampoco queda claro sies “deficitario” porque el niño tiene 7 años y aún noha finalizado su ‘aparatización’ psíquica o es defici-tario porque el niño es psicótico.

Pedro no presenta delirios ni alucinaciones en elmomento en que se hace el informe trascripto. Eluso del condicional “podría”: ¿debería tomarsecomo una hipótesis o como una amenaza?, ¿cuálesserían las condiciones necesarias para evitar que seproduzcan los mencionados fenómenos?, ¿acasoforzar al niño para que continúe en tratamiento conquien efectuó la evaluación? Si está enunciadocomo pronóstico ¿anuncia un brote psicótico? Enese caso ¿no podría usarse la descripción de conduc-tas que dieran cuenta de ello y pudieran ser ‘consen-suadas’ con los padres? Por otra parte, aunque sealude a una “valoración psiquiátrica”, en realidad yase está indicando medicación psicofarmacológica ypara qué. Además, la recomendación de acompa-ñante terapéutico tiene consecuencias difíciles decalcular en el ámbito escolar.

Finalmente, ¿hay dos niños?: ¿uno, el psicóticoy otro, el explorador? ¿Hay dos campos?: ¿el de lacerteza autoritaria y el de la expectativa no-satura-da co-construido con los padres? ¿Cómo y para quéson usadas las teorías por los psicoanalistas? ¿Paraejercer el poder sobre el paciente amparándose en

la transferencia? ¿Como dogmas, funcionando cualrefugios frente a los temores que produce el contac-to cercano con las emociones?

Hay momentos dogmáticos fundacionales, tantoen el desarrollo de una teoría como en el de cadaanalista. Deberían estar “destinados a desaparecerporque si no desaparece el analista” (Waisbrot).

Al modo de Pedro, el niño de nuestra viñeta, elanalista necesita realizar la tarea de acercamiento-alejamiento, probar la distancia óptima (como elniño con los imanes), para no quedar cegado porsus teorías y perder la mirada de lo que va suce-diendo en el encuentro privilegiado de la sesión.

BibliografíaBion, W. R

(1967) Notas sobre la memoria y el deseo. En: (1996)Cogitaciones (pp.404-409) Valencia: Promolibro

(1989) Addomesticare i pensieri selvatici. Milano: Franco Angelli

Ferro, A

(1998) La técnica en el psicoanálisis infantil. Madrid: BibliotecaNueva

(2009) Convergencias y divergencias en la práctica psicoanalíticay en las teorías que la sustentan. Revista de psicoanálisis deAPdeBA Vol XXXI-Nº1(pp.21-49)

Waisbrot, D (2002) La alienación del analista. Buenos Aires:Paidós

Baranger, W y M: (1969) La situación Analítica como CampoDinámico en “Problemas del Campo Psicoanalítico” – BuenosAires, Kargieman.

Resumen

Los autores presentan material derivado de laconsulta por un niño y comparan diferentes actitu-des clínicas posibles. Se preguntan cómo y para quépueden ser utilizadas las teorías, lo cual, sostienen,tendrá decisiva importancia en el desarrollo deaquellas actitudes.

Tomando la teoría de la situación analíticacomo campo y con especial referencia al análisis deniños, los autores proponen incluir a los padres ensu configuración, concepción que pretenden conti-nuar desarrollando en futuros trabajos.

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Palabras cruzadas

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Su último libro, Lacan, el inconsciente reinven-

tado,1 recorre la enseñanza de Lacan, desde su

retorno a Freud hasta el inconsciente-real. Podría

ser presentado también como la trayectoria del

inconsciente freudiano al inconsciente lacaniano

¿Está usted de acuerdo con esta formulación y

qué es lo que queda del inconsciente freudiano

luego de la reinvención lacaniana?

A decir verdad, hay un solo inconsciente y fue

Freud quien lo descubrió. El primer paso de Lacan

fue el de hacer valer que los procesos de lo que

Freud llama el “trabajo” del inconsciente eran pro-

cesos de lenguaje. De allí la expresión del incons-

ciente “estructurado como un lenguaje”. Mi tesis

es que Lacan es conducido al inconsciente-real en

función de las consecuencias y de las imposibili-

dades que implica la estructura del lenguaje, con

su lógica y su topología, que él construyó a lo largo

de los años.

Esto no constituye dos inconscientes, sola-

mente dos maneras de pensarlo, digamos, dos con-

ceptos. Por supuesto, podemos hablar de incons-

ciente freudiano. Lacan de hecho utilizó esta

expresión para designar lo que Freud había revela-

do y también hablar de inconsciente lacaniano

para designar ese complemento de inventario que

es el inconsciente real y que lo conduce a decir

parlêtre.2

Yo evito sin embargo expresarme en esos tér-

minos, ya que esto sugiere, como su pregunta pare-

ce hacerlo, que el segundo eclipsa al primero. No es

el caso, ya que en el análisis bajo transferencia lo

que está en juego necesariamente es el descubri-

miento de Freud de la verdad del deseo y del fan-

tasma que lo funda, así como el sentido del sínto-

ma. Que haya que dar un paso más para dar tér-

mino a este cuestionamiento, que en sí mismo no

tiene fin, no implica que se lo pueda cortocircuitar.

Además, cuando Lacan hace del sinthome el cuar-

to elemento –que anuda lo imaginario, lo simbóli-

co y lo real–, está indicando el anudamiento de los

dos conceptos del inconsciente.

Entrevista a Colette Soler

“La concentración del poder y de la orientación epistémica en manos de

una sola persona es antinómica con los fines del discurso analítico”

1. Soler, Colette, Lacan, l’inconscient réinventé, PUF, 2009.

2. N. del T.: (parler = hablar; être = ser). Se mantiene en francés el neologismo propuesto por Lacan para dar cuenta del ser parlante, delviviente atravesado por el lenguaje.

Realizada para Docta en París, en noviembre de 2009, por Federico Ossola Piazza, a quien pertenece también la traducción.

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A medida de que Lacan avanza en su enseñanza,se muestra cada vez más crítico en relación aFreud. Esto es palpable, por ejemplo, en su inter-vención en Caracas, en 1980. Pero él dijo tam-bién en esa ocasión “Yo soy freudiano” ¿ColetteSoler, es usted freudiana?

Por supuesto (risas). Creo que un lacaniano esnecesariamente freudiano, no se puede ser lacania-no sin ser freudiano. Un psicoanalista es siemprefreudiano, si es un psicoanalista o sino es otra cosa.Cuando Lacan decía “Yo soy freudiano”, creo queera verdad, que él lo pensaba así. Recuerdo una vezen Sainte-Anne, creo que fue el año sobre El saber

del analista,3 alguien le hizo una pregunta y estapersona comenzó diciendo: “Usted que ha cambia-do completamente la práctica del análisis…”. YLacan le respondió: “¡Para nada, yo no he cambia-do la práctica del análisis!”. Entonces, el núcleofreudiano no se puede eliminar. Es justamente asícomo empieza el seminario XI. Lacan establece loque él mismo ha aportado, es decir la referencialingüística, que indica que para captar lo que suce-de en un análisis hay que volver al inconsciente taly como Freud lo presentó. Esto no se puede esca-motear. En la palabra que surge en lo que se ha lla-mado la asociación libre, es antes que nada eso loque funciona. Un sujeto que habla, tratando devencer la censura, tiene sin embargo una palabraque no es libre, que está vectorializada por la bús-queda de la verdad de sus síntomas. Busca la causa,la fuente, hay entonces una interrogación en elanálisis. El sujeto busca entonces un significante,busca el sentido, y estamos en el inconsciente freu-diano. En el texto que comento en mi libro, aqueldel Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI,4

la primera frase es un modelo reducido del psicoa-nálisis. Todo comienza con el inconsciente-verdady normalmente debemos llegar a algo que detieneesta carrera hacia la verdad. No se puede no ser

freudiano. Es por ello que el calificativo de la gente

de IPA que se dicen freudianos y pueden llamarseasí, por supuesto, pero en fin eso quiere decir no-lacaniano, para marcar una oposición. Es comple-tamente falaz.

¿Cómo se articula entonces el campo lacaniano alcampo freudiano?

Le puedo recordar cómo tomamos ese término.El “campo freudiano” indica dos cosas. Es el campodel psicoanálisis tal y como Freud lo concibió yluego hay una institución de la AsociacionMundial de Psicoanálisis que se llama de esamanera. Nosotros tomamos el “campo lacaniano”para distinguirlo del campo freudiano como insti-tución y tomamos esta expresión de Lacan, élintrodujo este término en el seminario El reverso

del psicoanálisis, donde dice: “El campo lacanianoes el campo del goce”, entiéndase del goce reguladopor el lenguaje. También dice allí: “Hubiera queri-do construir ese campo, pero no tendré tiempo”.En el campo de la connotaciones epistémicas, setrata de tener en cuenta los pasos que Lacan diocon Freud y más allá de Freud. Todo lo que elaboróapunta a resolver aquello que condujo a Freud a laidea de que el análisis es infinito, de que un análi-sis puede detenerse, pero que no hay un fin natu-ral. Es un más allá de Freud, apoyándose en Freudy aún criticándolo. Hay una superación de Freud.Entonces, retomando el campo lacaniano, es estolo que teníamos en mente.

Su reflexión sobre el pase interroga la cuestión dela identidad, ¿hay también una reinvención a esenivel al fin del análisis?

El problema de la identidad se plantea al sujetoque habla y que representa un significante, ya queel significante no permite fijar la identidad. De allí,el tema que insiste en la enseñanza de Lacan, sobreel sujeto sin identidad, cuyo “ser está siempre enotra parte”, hendido entre dos significantes. Pero el

3. Seminario XIX, inédito.

4. Lacan, Jacques, “Préface à l’édition anglaise du Séminaire XI”, in Autres écrits, Paris, Seuil, 2001. Existe versión en español: “Prefacioa la edición inglesa del Seminario XI”, en Intervenciones y textos II, Manantial, Buenos Aires, 1988.

Colette Soler Palabras cruzadas

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sujeto tiene como soporte al individuo corporal,que está claramente allí, con su substancia de goce.Finalmente aquel sujeto “sin identidad” termina elanálisis encontrando su identidad en la modalidaddominante de goce, digamos, su síntoma. No hayallí una reinvención del fin, ya que Freud no inven-tó nada semejante, pero hay una invención quepasa más allá de la roca freudiana.

Sobre la identidad, lo que hace de verdaderonombre propio de un sujeto, único, que vale parauno y uno solo, finalmente es el síntoma, la confi-guración sintomática del goce. Pero pienso que hayque disociar el hecho de que haya una identidad yque se la conozca, porque de alguna manera, nosería excesivo postular que cada sujeto tiene una

identidad de goce y que eventualmente ésta es per-cibida del exterior. Esto no quiere decir que el suje-to puede identificar su identidad y nombrarla. Estaidea me vino leyendo el seminario Aún, dondeavanza la tesis que son los elementos de lalangue5

los que fijan el goce, él llama a esto “el Uno encar-nado”, es decir que se trata de palabra, motéralité,6

y de la substancia gozante. Lacan agrega, y esto hasido muy poco comentado, “El Uno encarnado enla lengua es incierto”, esto va del fonema a la frase,al proverbio, hasta todo el discurso. Pero incierto,quiere decir que no sabemos. No podemos decircon certeza, “esto es mi Uno de goce, mi letra degoce”, y cuando tratamos de decirlo, Lacan diceentonces “elucubración”. El inconsciente, tal como

Palabras cruzadas Colette Soler

5. N. del T.: En francés, langue = lengua. Neologismo construido por Lacan, con múltiples acepciones, entre ellas aproximable a lenguamaterna.

6. N. del T.: En francés, mot = palabra. Neologismo construido por Lacan donde conjuga palabra con materialidad.

Colette Soler

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lo desciframos, está elucubrado. Esto está conecta-do con el hecho de que la lengua es un principio deincertidumbre. Este problema me ha conducido ala idea de que hay un fin por identificación al sín-toma, el sujeto ha recorrido los baches de goce enlo que siempre cae y termina por decirse “es así, asísoy yo”, pero esto no quiero decir que pueda dar unelemento unario. Hay una configuración que yollamo “baches” porque es algo más extenso que elUno en cuestión, el bache no es la letra.

Cuando usted llega a decir “esto soy yo”, hayalgo que no ha logrado cambiar. El psicoanálisistiene efectos terapéuticos y es el único capaz deproducirlos a largo plazo y muchas cosas cambianen un análisis. Pero no hay sujeto sin síntoma, sillamamos síntoma lo que para un sujeto ordenasus goces, sus goces autísticos, solitarios, y susgoces en la relación al partenaire sexual. Se trata deun síntoma que no se moverá, que es una constan-te. Es esto identificarse al síntoma, es el síntomareal y supone un largo recorrido. Si tomamos elejemplo del Hombre de las Ratas, su obsesión noera el síntoma fundamental, real, sino una fijaciónen una escena de goce con las ratas que va a desa-parecer, pero no por ello está curado. Con Lacanhablamos de síntoma en un sentido que no es paranada el sentido común. El sentido común del sín-toma apunta a lo que no anda y que queremoscambiar, pero el síntoma, al final, es aquello quesabemos que no cambiará.

La roca freudiana es otra cosa, es la roca de lacastración, el miedo a la femineidad en el hombrey la reivindicación del pene en la mujer. Son dosconfiguraciones que apuntan al Otro, lo que supo-ne el mantener una relación del sujeto al Otrobarrado de quien se espera algo. Es el signo de queuna dificultad en la transferencia no fue percibida,no ha habido esa famosa caída del “sujeto supues-to saber”, que está programada en el análisis. Elatolladero freudiano está ligado a los límites delanálisis estrictamente freudiano, mientras queLacan dice que el síntoma es el nódulo inamovible

más allá de los efectos terapéuticos, propio a cadauno, ligado a las contingencias primeras de lainfancia. No se trata del sufrimiento que el sujetoremite al analista en la transferencia y que en el finse desconecta del lugar del analista. Cuando deci-mos síntoma real, se trata de un pasaje fuera de latransferencia.

El pase y una nominación implican la garantíadel Otro al que se le supone una cierta consis-tencia ¿Cuál es la naturaleza de esa garantía?

Es una garantía muy débil. Ser nombrado “Ana -lista de la Escuela” quiere decir que usted ha dadotestimonio de su propio recorrido, que ha encon-trado una manera de decir lo que ocurrió en su aná-lisis, a dónde lo condujo, cuál es el resultado, cuáles el cambio final y que un cierto grupo, el “Carteldel Pase”, ha sido convencido. Los analistas, escu-chando el testimonio, se han convencido de lo queLacan llama su autenticidad. Eso quiere decir quesuena verdadero, es creíble, no parece demasiadoelucubrado. Entonces esta garantía es muy débil,porque una nominación vale lo que vale ese Cartel,quien a su vez no tiene otra garantía que la de estarcompuesto por personas a las que una asociaciónha dado su confianza. Entonces pienso que lagarantía, no hay que ponerla en relieve, no es loque cuenta verdaderamente. Lo que debería contares el trabajo que esto permite hacer sobre el psico-análisis mismo. Estamos trabajando actualmentesobre esta cuestión para obtener Carteles que tra-bajen aún más, y luego está lo que pueden deciraquellos que han sido nombrados. Porque la nomi-nación tiene efectos, y la no-nominación también.En general, la no-nominación produce un descon-tento (risas), decepciones y efectos de inquietud,también están los que se indignan. Es un índice dela posición subjetiva muy interesante. Eviden te -mente lo que puede compensar estos efectos nega-tivos es una elaboración suficiente en la comuni-dad, para sostener ese deseo de trabajo y de fin deanálisis.

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Colette Soler Palabras cruzadas

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En Lacan, el inconsciente reinventado, ustedaborda las consecuencias políticas de la enseñan-za de Lacan e indica también cómo Lacan intro-duce una división en el campo analítico, unabipartición que terminará en dispersión ¿La esci-sión de 1998 se inscribe en esta lógica?

La bipartición IPA / Escuela de Lacan no pro-gramaba la dispersión. Es la disolución de laEscuela Francesa de Psicoanálisis antes de la muer-te de Lacan la que ha lanzado esta dispersión.Lacan fue sin duda empujado a esto, pero lo quiso.Su opción fue contraria a la de Freud. Freud, queconocía sin embargo los vicios de la instituciónanalítica internacional, se remitió a ella para pre-servar su descubrimiento. Lacan, que sabía porexperiencia propia lo que valía ese resguardo, eligiódeshacerse de su Escuela, lo que condujo a la dis-persión que siguió. Esta dispersión es tanto insti-tucional como epistémica.

Los alumnos de Lacan se encontraron confron-tados a la pregunta de cómo utilizar esta enseñanzaen la dirección de la cura. Algunos decidieron hacemucho tiempo que Lacan se detenía en 1964 y queluego es un delirio que comienza, como hemospodido leerlo en un diario como Le Monde, de lapluma de Elisabeth Roudinesco que releva allí vocesanteriores, la de su madre,7 la de Maud Mannoni yla de otros que sin duda se bloquearon ante la difi-cultad de la lectura.

Otros, al contrario, no están lejos de pensar quela referencia a lo real y al goce permite cortocircui-tar el inconsciente-verdad, transferencial, y hacende lo anterior el nuevo pulmón molieresco del psi-coanálisis, como sabe: “¡el pulmón, el pulmón, y

nada más que el pulmón!”8

Entre los dos, muchas variantes y, al final, elmovimiento lacaniano utiliza a Lacan como unavasta despensa donde cada uno elige lo que se leocurre o afirmando que toma todo, la heladeraincluida, y que nada se tira.

Lo mismo para las modalidades asociativas, quehan sido de hecho muy movedizas durante estasúltimas décadas en las cuales los reagrupamientosse han hecho y deshecho.

La escisión de 1998 encuentra su fundamentoen la articulación de la lógica institucional y deldiscurso analítico. La concentración del poder de

la gestión política y de la orientación epistémica

única en las manos de una sola persona, que habíaterminado por imponerse en la Asociación Mundialde Psicoanálisis y que allí perdura al punto de impo-nerse hasta en los carteles del pase, esto es propia-

mente antinómico con los fines del discurso ana-

lítico. Llegamos así a la paradoja de que mientrasque se supone que el análisis debe aflojar la regen-cia del Otro sobre el sujeto y devolverle un poco desu singularidad, la institución hace lo contrario:construida sobre un modelo totalitario, pretenderegular las conductas, los pensamientos y sobretodo las contribuciones, orales y escritas, al psicoa-nálisis. Es de hecho gracioso, puede tomar una desus revistas y se piensa a tal punto como un solohombre que basta con leer un artículo, cualquiera,para conocer la tesis del momento, ya que todos seemplean a desarrollar o ilustrar, a veces con talen-to de hecho, lo que han recibido del guía supremo.

¿Piensa usted que lo que ocurrió durante la esci-sión de 1998 corresponde a una excomunión?

Lo que ocurrió en 1998 utiliza todos los recur-sos de una excomunión. Yo tengo reservas paradecir excomunión porque es el término que utilizóLacan para sí mismo, es una coyuntura única yLacan es único. Fue excomulgado a causa de suenseñanza que era inasimilable en la IPA de aquelentonces. Cuando usted lee un artículo comoObservación sobre el informe de Daniel Lagache,9

es algo muy educado y cortés, pero al final noqueda nada de Lagache, está hecho polvo ¿Cómopodía ser soportado aquello? Es la innovación de su

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Palabras cruzadas Colette Soler

7. Jenny Aubry, psicoanalista y discípula de Lacan.

8. Molière, El enfermo imaginario.

9. Lacan, Jacques, Observación sobre el informe de Daniel Lagache, En Escritos II, Siglo veintiuno editores, Bs. As., 1991.

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enseñanza lo que fue la causa de esta excomunióny que no la justifica evidentemente. Utilizarontodos los medios posibles, denigrarlo, no permitir-le enseñar y publicar, que sus analizantes se fueran.

A mí me acusaron de plagiar, desde el momentoen que yo hablaba de Lacan, plagiaba. Por supuesto,Miller considera que todo lo que se dice de Lacan, esél quien lo ha dicho primero. Entre otros mediosempleados, que habían comenzado mucho antes de1998, borraron mi nombre de todas las referenciasbibliográficas. Tacharon todo, como en la época enque en Moscú había fotos, retratos que desaparecí-an progresivamente. Hoy, cuando alguno cita“Colette Soler” me lo dicen, ya que eso indica quehay una posición un poco particular ¿Cómo esposible que en el mundo analítico puedan emplear-se tales métodos? A veces es cómico, la revista La

Causa Freudiana me había pedido un artículo, queyo había intitulado Los mandamientos del goce. Larevista con ese artículo ya estaba en la imprenta yfue parada. Luego, la revista apareció al fin sin miartículo y quince días después, en una gran asam-blea en Barcelona, Miller dijo a la tribuna que sihay algo que es sagrado para él son los escritos, queél no podría jamás censurar un escrito, ni corregir-lo. Me llevó tiempo darme cuenta de las barrerascontra la publicación. Tenía muchos pedidos depublicación del extranjero, de Argentina justamen-te. Me proponían publicar artículos y una recopila-ción de todo lo que había dicho sobre el goce iba ahacerse y luego no oía hablar más del tema.Cuando preguntaba qué pasaba, me contestabanque había habido una “objeción”. Y así todo eltiempo. La campaña para que mis analizantes sefueran estuvo muy bien orquestada, “será el fin desu carrera, no tendrá una escuela, ni el pase”. Losmétodos eran los mismos, pero llegar a captar lo

que incomodaba a Miller de mi presencia o de mitrabajo, le confieso que es algo que sigue siendo unmisterio para mí. La única clave que tengo, es queél quiere estar solo, es difícil creerlo pero es así.Antes de 1998 tuvimos una conversación, aquímismo,10 en la que me dijo: “Entonces, ¿qué hace-mos ahora?”. Y yo le dije, “¿qué piensa usted quepuedo hacer? Si lo cito, si hablo como usted, lo pla-gio y si digo otra cosa, contradigo”. “¡Es eso!”, res-pondió, “Usted habla como yo, entonces quienesme quieren la quieren, y cuando usted no habla así,los que no me quieren la quieren, resultado, todo elmundo la quiere”. Yo me dije “Es una locura”.Miller quiere ser querido, había una rivalidadtransferencial.

Una década después de la publicación de El psi-

coanálisis frente al pensamiento único,11 ¿cómoconsidera la situación actual del psicoanálisis?

Usted me recuerda de hecho una historia queestá detrás nuestro, ya que estamos hoy más absor-bidos por nuestra contra-experiencia.

El mapa de grupos lacanianos no ha cambiadomucho en los últimos diez años: La AMP12 conti-

núa pretendiendo ser la única que sigue a Lacan y,por otro, lado cierta estabilización de las asociacio-nes puede percibirse. Lo que es formidable, es cons-tatar que no sólo se insiste sobre esta afiliación, loque no sería un mérito, pero se sigue leyendo aLacan, comentándolo, aprendiendo de él.

Evidentemente, para las asociaciones que noestán bajo el régimen reglamentario del Uno, estasituación no eclipsa las cuestiones de autoridad, yaque, en el psicoanálisis, ésta es esencialmentetransferencial, lo que está en juego no pasa por lagestión. Sobre este punto, podría describir el mapaactual diciendo que la repartición se hace entre la

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10. En el consultorio de Colette Soler.

11. El psicoanálisis frente al pensamiento único: historia de una crisis singular, SOLER, Colette; SOLER, Louis; ADAM, Jacques;SILVESTRE, Danièle; PIATIGORSKY, Jorge, Editorial Juan Ventura Esquivel, 2000.

12. NE: Asociación Mundial de Psicoanálisis, institución orientada por Jacques-Alain Miller a la que perteneciera Colette Soler (cf, másadelante: Leivi, Tomás, Colette Soler: esbozo de un recorrido).

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transferencia contenida por el reino del Uno (y nosólo en la AMP) y la que está en competición, diga-mos liberal, no dirigida.

Sin embargo ahora quisiera insistir sobre elhecho de que la situación del psicoanálisis global-mente ha cambiado desde la disolución y en losúltimos diez años. El psicoanálisis ha recibido losataques de la ideología conductivista, una viejaluna de principios del siglo pasado que hoy ha sidodesempolvada en el recurso a las ciencias neuro-cognitivas, de la escalada de los especialistas de lagestión de lo humano y de la locura de la regla-mentación que domina nuestra época y que elEstado pone en acto. Este contexto debería relati-vizar un poco las polémicas internas. Digo “debe-ría” ya que, según parece, la solidaridad necesaria

de los psicoanalistas frente a sus detractores no

atempera los griteríos y, al contrario, da una oca-

sión para algunos de avanzar un peón, parece quea un psicoanalista a la moda no le repugnan lasprácticas de lobby.

¿Cuál es el lugar hoy de la Internacional de losForos del Campo Lacaniano y cómo se sitúa ustedmisma en calidad de miembro fundador?

Yo quise estos Foros, esta Escuela, y no dejo detrabajar en ellos, por suerte se da el mismo casopara muchos en distintos países. Hubo en elcomienzo como un período de vacilación, que pro-venía de nuestro origen: salíamos de la AMP, dondeen el fondo cada uno sólo tenía que seguir las fle-chas, lo que puede ser muy confortable en efecto,aún cuando se protesta. Muchos se encontrarondesamparados pero no querían más un Uno y no lotenían, ya que yo nunca estuve en ese rol. Medivertía ver a qué punto me vigilaban en ese senti-do. Desamparados entonces, ya que no teníanexperiencia y todavía prisioneros de viejos esque-mas cuando se trataba de definir los medios pararealizar, en cada lugar, otro tipo de colectividad. Allíse acaba el confort, se lo puedo asegurar. Pienso queese tiempo encontró rápidamente un fin, hoy la

Escuela está focalizada en lo que está en juego: elpsicoanálisis y la formación de los analistas.

Lo que nos da una especificidad en el movi-miento actual se sitúa sin dificultad en relación alos extremos de ese movimiento: de un lado, el

fundamentalismo de la orientación dada por el

Uno gestionario y transferencial que transforma

cada voz en un eco de La voz; del otro, los gruposque tienen a Lacan como referencia, pero que, porrazones diversas, no apuntan y no cuestionan loque hace a la unidad de la opción lacaniana.Nosotros estamos entre los dos, seguimos apun-tando y cuestionando esta opción, pero sin el Uno,sólo con los recursos del debate. Es un instrumen-to que tiene sus inconvenientes, su lentitud sobretodo, pero también sus méritos, siendo el principalaquél de no impugnar los fines del psicoanálisis yde dar una vía posible a las singularidades.

Al principio había el miedo del regreso del Uno,la autoridad transferencial existe. En nuestraestructura, las decisiones son colegiadas. No digoque yo no tenga una influencia, pero desde 1998,mis colegas han evolucionado, han avanzado ensus análisis y no tienen ninguna intención dedejarme la palabra única, así como yo tampocotengo la intención de tomarla. A nivel del poderpolítico, no es posible situarse en ese fundamenta-lismo, es la palabra que corresponde. Con el tiem-po ese problema ya no está presente y los miedosde empezar la misma historia han desaparecido.

¿En qué medida el pensamiento de Lacan es com-patible con la institucionalización de los gruposde psicoanalistas? Él pudo decir que estaba soloen su relación a la causa psicoanalítica...

Estaba solo en su relación a la causa psicoana-lítica, pero no estaba solo, ya que creó una escuela.La pregunta que usted hace es muy vasta, pero paraser breve, pienso que la Escuela, su concepto diga-mos en la enseñanza de Lacan, no es un agregadoa su concepción del fin de análisis. Este últimoimplica la Escuela, que es necesaria no sólo para

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Palabras cruzadas Colette Soler

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autentificar el fin de análisis por otros, sino paraque los análisis mismos apunten a un fin y seencuentren así vectorializados. Soy extremistasobre ese punto: no creo en absoluto en el analistasolitario, aún cuando éste se gregariza en una aso-ciación sin escuela. No hay un todo, sólo “disper-sos desparejos”, dice Lacan, pero es justamente porlo que hace falta una Escuela.

¿En qué medida es posible un trabajo sobre los tex-tos de Lacan en el contexto institucional de la IPA,con el pasado conflictual existente? ¿Se puede ima-ginar un sintagma como “Lacan en IPA”?

El pasado conflictual no impide leer Lacan,sobre todo para los jóvenes. Esto produce a vecesefectos cómicos, por lo menos para aquellos queconocen la historia. Escuché por ejemplo a unaeminencia de IPA, no era un joven por supuesto,dar doctamente lecciones de ética del psicoanálisis;es gracioso si se piensa que, sin Lacan, nadie habla-ría de ética del psicoanálisis. Pero en fin, los textospertenecen a todos.

Sólo que esto no hace un “Lacan en IPA”, elhecho que se pueda pretender eso marca un desco-nocimiento. Mientras los textos no pasen a la prác-tica, mientras los estándares de la práctica, quenada fundamenta en la razón analítica, sigan into-cables e intocados, Lacan no está. Él no está en lostextos, él está allí donde alguien se instruye conellos para analizar, lo que es otra cosa que leerlos yrepetirlos y lo que no tiene nada que ver con losefectos de tribuna.

En su último libro, usted evoca un malestar en elpsicoanálisis y esa muerte anunciada que planeasobre él desde hace treinta años ¿Cómo ve ustedlas perspectivas para el porvenir del psicoanálisis?

Tengo inquietudes y al mismo tiempo una cier-ta confianza. Lo que hace existir al psicoanálisis,son los analizantes y por supuesto hacen falta ana-listas para escucharlos. Pero dado el estado delmundo, el estado de los síntomas subjetivos actua-

les, la dificultad para vivir de muchos sujetos, nocreo que el recurso al psicoanálisis vaya a periclitar.Luego, la cuestión es que hay una multiplicaciónde “psi” y que la gente se encuentra un poco perdi-da para saber adónde dirigirse. Recibimos gente queha visto ya un “psi” para esto, otro “psi” para aque-llo, que encontraron un cierto beneficio pero quepercibieron rápidamente los límites. Cuando lasdificultades continúan siempre hay alguien, unmédico, por ejemplo, que les dice “¿Y por qué noun análisis?”. Pienso que la necesidad de análisis esmás importante que nunca en el mundo actual,pero entonces hace falta que estas personasencuentren una vía para acceder a un analista. Losemprendimientos para realizar grandes shows psico-analíticos con mucha gente y con celebridades sonun arma de doble filo. Esto hace conocer el psicoa-nálisis, lo positiviza, pero lo hace tanto que comocontragolpe tuvimos “El libro negro del psicoanáli-sis” o retornos institucionales negativos. Hoy en díaexiste una tentativa de autonomizar las estructurasde formación y de difusión del psicoanálisis, lo quees prudente, ya que las instituciones del Estado

serán cada vez menos favorables al análisis. Ya eslo que ocurre en los dispensarios de salud mental yen los hospitales. Al mismo tiempo, el espíritu pre-dominante de la época, ese costado “¡Vivan losexpertos!”, “Hay un remedio para todo”, “Todo fun-ciona según las estadísticas”, el conductivismo, todoesto es poco favorable para el psicoanálisis.

Se nos prometen cosas útiles, eficaces, evidentesy esto elimina la idea de que hay un inconsciente.Un ser hablante tiene un cerebro, es un organismo,hay un real a ese nivel que las ciencias cognitivas tie-nen razón de estudiar, pero además ese ser hablantetiene un inconsciente. La división se acentúa yvemos bien que hay un corte entre todos los camposdonde queda un lugar para la subjetividad. El sujeto

que es entonces forcluido encuentra su espacio en

otro lado. El psicoanálisis está de ese lado y su pro-

blema es el de mantener su especificidad. Cuandoen el mundo actual, el deseo de reconocimiento

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Colette Soler Palabras cruzadas

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toma la forma de deseo de notoriedad, los psicoana-listas se convierten en sujetos del capitalismo. Estánen las antenas, al aire, en la prensa, de acuerdo,¿Pero para decir qué? Encuentro bastante deplorablelo que se escucha decir por parte de ciertos analistasen el espacio público y eso no sirve al psicoanálisis.Es tal vez más difícil ser analista en el marco del

capitalismo triunfante de hoy que en las premisas

del siglo pasado. Luego de la reciente crisis econó-mica, hay algo que se busca. No se puede predecir elporvenir pero, o nos dirigimos realmente hacia la

catástrofe o hay algo que va a modificarse. Allí haymuchas veleidades que se muestran y no sólo por losextremistas del anticapitalismo sin recursos al servi-cio de las ideas. Vemos reaparecer ideas comunistas,no en el sentido soviético, pero en el de la solidari-dad entre los hombres, vemos la indignación contralos perjuicios del capitalismo y la degradación delplaneta. Hay entonces muchas cosas que se buscany sería sorprendente que no se llegue a nada. No soypesimista, ni por el psicoanálisis, ni por el estado delmundo actual, ¡aún cuando sea duro!

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Palabras cruzadas Colette Soler

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IOriginariamente, el término hermenéutica se usópara designar al arte o la ciencia de la interpretaciónde las Sagradas Escrituras. Por derivación semántica,y más cerca en nuestro tiempo, se la entiende másbien como la disciplina encargada de la explicacióny la interpretación de un pensamiento. A través deella, un texto de difícil comprensión, que, por sucomplejidad o por su oscuridad, requiere un esclare-cimiento, es transparentado por un exégeta más omenos iluminado que tiene a bien transcribir el sen-tido críptico que ese texto de todos modos destila.

El psicoanálisis, tal vez en una medida muysuperior a muchas otras disciplinas, ancla el saberproducido en su experiencia clínica en el texto pro-ducido por la palabra o la pluma de sus grandesmaestros. En un primer momento, aquel textosagrado lo constituía la obra de Freud. Pero, porparadójico que suene, siendo ésta una obra tanextensa, compleja y no exenta de tensiones y pro-blemáticas, los sentidos, las interpretaciones, las

lecturas de los hermeneutas se fueron multiplican-do, superponiendo, diversificando, dialogando,tomando distintas partes de aquella obra como deci-sivas, reinterpretándose a sí mismas y olvidando–en muchos casos– aquel texto original. Es decir,aquel texto freudiano original, complejo y no exen-to de dificultades, dio lugar a que el texto de los exé-getas, en tanto lecturas singulares, cobrara vida pro-pia haciendo olvidar, en muchos casos, el sentidooriginal de la instauración del discurso freudiano.Esta primera referencia, este primer lenguaje, gene-ró una multiplicidad dispersa de lecturas, de dialec-tos diversos.

Entre las distintas lecturas de la obra de Freud,existe una que sobresale por sobre el resto; por suextensión, su complejidad, su originalidad, su preci-sión y su rescate de la singularidad propia del dis-curso freudiano.1 Se trata de la obra de JacquesLacan, dispensada sin interrupción a través de casi30 años de seminarios semanales, tres voluminosascompilaciones de escritos y una multiplicidad nunca

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Colette Soler:El esbozo de un recorrido

Tomás Leivi*

* Psicoanalista. Docente e investigador (UBA).

1. Véase Foucault, Michel, “¿Qué es un autor?”, El cuenco de Plata, Buenos Aires, 2010. Foucault plantea que los grandes fundadores dediscursividad caen de modo inevitable en un olvido que no es contingente: ahí radica la necesidad periódica de volver a las fuentes, del“retorno a…”.

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bien sistematizada hasta el momento de interven-ciones, escritos, artículos, proposiciones. El doblemovimiento de Lacan –paradójico– consistió, bási-camente, en la invención de un discurso nuevo fun-damentado en lo que él denominara su “retorno aFreud”. Es decir, una creación desde un rescate. Unavanguardia que refiere a los orígenes. La producciónde un dialecto totalmente original sobre la base para-digmática del retorno a la letra del texto sagrado.Esta tensión paradojal quedará expuesta literalmen-te en el cierre mismo de su enseñanza, en su últimaconferencia, pronunciada en Caracas en 1981, en laque constituyó además su única incursión hacia estelado del Atlántico: “Si ustedes quieren pueden serlacanianos: yo sigo siendo freudiano.”2

Desde hace por lo menos 30 años existen enton-ces –sin desconocer, por supuesto, la existencia demuchos otros dialectos, de otras texturas– dos refe-rencias fundamentales en el discurso analítico: Freudy Lacan. O, para acentuar mejor aún la continuidad,podría decirse más bien: la obra de Freud, por JacquesLacan. O “La invención de Freud, por Jacques Lacan”,“Lacan, lector de Freud”, o bien “Lacan: lecturaestructuralista de Freud”.3 Las fórmulas pueden mul-tiplicarse. Lo fundamental consiste en advertir la pre-sencia de un diálogo teórico entre dos referenciasfundamentales. Un primer movimiento, freudiano,de creación y afirmación de un discurso. Un segundomovimiento, lacaniano, que, volviendo a aquel, creauna renovación original en la interpretación del pri-

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Palabras cruzadas Tomás Leivi

2. Véase la entrevista a Colette Soler, publicada en este volumen.

3. “Lectura Estructuralista de Freud” fue el primer título de la compilación de Escritos aparecida en 1966, actualmente editada y reedi-tada con el nombre, más escueto, de “Escritos”.

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mer movimiento. Es decir, un movimiento que creaa partir de la torsión compleja del retorno.

De acuerdo con la lógica del significante –a tra-vés de la cual Lacan se consagrará a la lectura pro-pia de los fenómenos del inconsciente– la introduc-ción de un significante en el aparato, “decreta, legis-la, ‘aforiza’, es oráculo”,4 se constituye como unareferencia destinada a comandar los efectos de sig-nificación que su presencia introduce. Se trata deun primer significante que, en tanto primero, solo yaislado, adquiere el carácter de amo. Es necesaria lapresencia de un segundo significante que entre enconexión asociativa con el primero para que se pro-duzcan efectos de significación, efectos de saber yaquel amo deje de ser omnipotente, en tanto únicosignificante. El segundo significante resignifica alprimero, ambos significantes “copulan” en elinconsciente produciendo efectos de sentido inédi-tos, novedosos. Freud, Lacan. Freud por Lacan.

La existencia de dos significantes produciendoefectos de sentido, de dos referencias fundamenta-les que dialogan conceptualmente, relativiza elcarácter sagrado y omnipotente de una escrituraabriendo a la diversidad de la producción de unsaber que ya no es total ni incuestionable. Pero, aligual que al momento de interpretar un textosagrado, la operación de lectura de un diálogo con-ceptual productor de un saber requiere de un ejer-cicio de lectura de ese saber producido por el juegomutuo de anticipación y retroacción de los dos tér-minos de la situación. No ya en el sentido de unahermenéutica que lee un texto sagrado, sino en elsentido de una lectura que interpreta el diálogoentre dos referencias. ¿Cómo “leer”, interpretar losefectos de sentido producidos por la prolífica rela-ción entre los significantes?

IILa obra de la psicoanalista francesa contemporáneaColette Soler se ubica, histórica y conceptualmente,como una lectura, a la vez prolífica y exhaustiva, delos efectos de sentido producidos por la interpreta-

ción lacaniana de la obra de Freud. Se trata de unalectura singular de ese diálogo teórico fundamental.De una obra que es testimonio privilegiado de losefectos de una lectura –lacaniana– sobre una obra–freudiana–. O de los efectos de una lectura sobreuna lectura de los fenómenos del inconsciente. Aveces haciendo mayor hincapié en la obra del fun-dador del psicoanálisis, otras privilegiando los desa-rrollos del maestro francés, nunca descuidando larevisión de las otras lecturas freudianas, siemprerealizando una genealogía conceptual extremada-mente rigurosa y sin concesiones a través de losmás de cien años de elaboración analítica, a lo quedebe sumarse la particularidad siempre novedosa desu propio sesgo, dotado de una encomiable claridadconceptual y expositiva, un buen ordenamiento alos fines de la transmisión y un estilo más fresco ymenos cerrado que el de la obra de Lacan –algo nomenor a la hora de pensar en el abordaje de su obra.

Siguiendo la mejor tradición socrática, retoma-da por Lacan, ligada a la transmisión oral del pen-samiento y la enseñanza, Colette Soler –dueña deuna retórica magistral, erudita y apasionada, capazde cautivar y mantener viva la atención de un audi-torio por largas horas– dispensa una parte sustan-cial de sus desarrollos a través de un seminariosemanal que se extiende ya por el curso de 3 déca-das. A ese seminario, estructura troncal de sus ela-boraciones, debemos añadirle los escalofriantesnúmeros de una producción impar, en la que suslibros publicados se cuentan por decenas y sus artí-culos y colaboraciones lo hacen por centenas. Sustemas de interés son tan diversos como los objetosdel psicoanálisis mismo, abarcando desde los pro-blemas planteados por las psicosis a los de la for-mación del analista y la ética del psicoanálisis, lasestructuras clínicas, la presencia del psicoanálisisen la cultura, la sexuación, la escritura, las muje-res, la angustia, el fin de análisis, las elecciones delser hablante, por citar sólo algunos.

Por otra parte, tratándose de una obra que seencuentra actualmente en marcha, en la plenitud

4. Lacan, J. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, Pág. 787. En Escritos II, Siglo XXI editores, 1987.

Tomás Leivi Palabras cruzadas

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de su producción, y que se desarrolla sin interrup-ción con un ritmo febril e incansable, no podemosconsiderarla un objeto de estudio cerrado a serindagado en sus trazos fundamentales. Por el con-trario, nos limitaremos a una presentación de sutrayectoria y a la iluminación de algunos de loshitos de su producción.

Con una sólida formación universitaria en filo-sofía,5 Colette Soler se acercó definitivamente al psi-coanálisis producto de su encuentro, a mediados delos años ‘60, con la enseñanza y la persona deJacques Lacan, de quien fue analizante y discípula.Este encuentro produjo un viraje decisivo en susintereses intelectuales desde la filosofía hacia psico-análisis, lo cual la llevó a diplomarse en psicopato-logía en la Universidad de París V y a obtener undoctorado en psicología por la Universidad de ParísVII. Sus extensos pergaminos docentes incluyen laenseñanza en la Escuela Normal Superior deFontenay-aux-roses, en la Universidad de París VII–en el Departamento de Psicología Clínica–, y comoencargada de curso en la Sección Clínica delDepartamento de Psicoanálisis en la Universidad deParís VIII, entre 1981 y 1998.

Se afilió formalmente a “la escuela de Lacan”, lamítica Ecole Freudienne de Paris en 1976,6 de la queparticipó activamente hasta su disolución –decididapor Lacan–, en 1980. Asimismo, tuvo un rol funda-

mental en la puesta en marcha de la escuela creadaen su reemplazo, la Ecole de la Cause Freudienne,de la que fue primero Directora Adjunta y luegoDirectora entre 1981 y 1983, miembro y presiden-ta de su Consejo, miembro de sus instancias degarantía (Comisión de la garantía y carteles depase). En 1992 pasa, además, a ser miembro de laentonces flamante Asociación Mundial de Psico -análisis (AMP, institución creada a los fines denuclear a las instituciones lacanianas de diversaspartes del mundo, suerte de versión lacaniana de laI.P.A.) y de cuatro de las escuelas que la componen.

Paralelamente, entre 1981 y 1998 contribuyó demanera continua al desarrollo de los seminarios delCampo Freudiano en el mundo. 1998 es un añoclave y decisivo en su trayectoria institucional y, porprocuración, verdadero plotpoint en la historia ins-titucional del lacanismo.7 La acusación de plagio(pompage) por parte del Delegado General8 de laA.M.P. respecto de comentarios realizados por élsobre la obra de Lacan durante el Encuentro deBarcelona9 supuso el punto de no retorno para lasálgidas tensiones institucionales que se veníanincubando desde hacía años, pero que habían teni-do un crescendo sostenido en el último lustro, par-ticularmente a partir de la Conversación deArcachon,10 luego de la cual sólo fue cuestión deprecisar la fecha del cisma.11

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5. A juzgar por varias indicaciones de Lacan, este rasgo debe ser considerado una virtud, y no un déficit, tanto para la interpretación dela obra de Lacan como para el ejercicio de la práctica analítica.

6. Recordemos que la E.F.P. fue la escuela creada por Lacan en 1964 como consecuencia de su “expulsión”, o su “excomunión” –segúnsus palabras– de la International Psychoanalytical Association. En términos estrictos, la escisión se produjo como consecuencia direc-ta de su baja de la nómina de analistas didactas de la sociedad parisina, hecho que obligaba incluso a los analizantes de Lacan a inte-rrumpir sus análisis.

7. Curiosamente, y a diferencia de la historia del freudismo, en donde las crisis se originaron en torno a conceptos psicoanalíticos fun-damentales –el lugar del inconsciente y el sexo, el complejo de castración, el método activo, el trauma del nacimiento, el lugar de latransferencia y la interpretación en el análisis de niños–, en la historia del lacanismo siempre primaron, por el contrario, las cuestio-nes vinculadas a la institución analítica, la garantía en la formación del analista, las características de la comunidad. Véase “El psico-análisis frente al pensamiento único”, JVE ediciones, Buenos Aires, 2000.

8. Jacques-Alain Miller, yerno de Lacan y verdadero deus ex machina del campo freudiano, designado delegado general de la A.M.P. desdesu fundación.

9. Tal acusación había sido ya lanzada, en idénticos términos, un año antes.

10. Publicada en español dentro del volumen “Los inclasificables de la clínica analítica”, Paidós, Buenos Aires, 1999.

11 “Para mí, Arcachon fue el momento de la decisión íntima. Me permito evocar aquí mi posición personal, pues, así como fui el pri-mer blanco, fui también el detonador de la crisis”. Colette Soler, en “El psicoanálisis frente al pensamiento único”, op. cit.

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Más allá de aquello que deviniera en el deto-nante último de la ruptura –la acusación de pla-gio–, las tensiones y diferencias de fondo no erannuevas, y tenían que ver con cuestiones referentesa la forma de conducir la política institucional y allugar que cada actor de la escena del lacanismoocupaba respecto de la palabra de Lacan.

En relación con la primera cuestión, las críticasde Soler recaían sobre la forma, manu militari, enque el Delegado General decidía omnipresenteacerca de todos los aspectos de la vida institucio-nal, en temas tan diversos como la autorización delos analistas a través del dispositivo del pase,12 elcontrol de las publicaciones, los encuentros cientí-ficos, las cuestiones administrativas. En relacióncon la segunda cuestión, siendo el de Lacan untexto críptico que requiere de un esclarecimiento,su exégesis devino centro de controversias respectoa la paternidad de las interpretaciones: “Si al prin-cipio, con todo derecho, se presentó [Jacques-AlainMiller] como el lector, el comentador de la obra deLacan, que supo encontrar y transmitir auténtica-mente algunos hilos de Ariadna (pues en Lacan nohay uno solo) que permitían orientarse en ella, esehombre dejó de conformarse con la orientaciónlacaniana, y comenzó a proponerse como….elinventor, el continuador inspirado”.13

Yendo un poco más allá en las razones que jus-tificaron su alejamiento del Campo Freudiano,Colette Soler esboza como una razón fundamentalla concentración en una persona –el DelegadoGeneral– de los dos tipos de poderes que a su jui-cio circulan por la dinámica de la institución ana-

lítica: el poder político institucional y el poder liga-do a la orientación de la doctrina14.

La consecuencia inmediata de la crisis deBarcelona fue la escisión del campo de analistaslacanianos en dos ámbitos de irreconciliable dis-tancia, y la paralela organización de un espacio detrabajo alternativo a la Asociación Mundial delPsicoanálisis, organizado a instancias y bajo la figu-ra de Colette Soler, quien fue seguida en su aleja-miento por un grupo de analistas de diversas partesdel mundo nucleados en torno a su figura. Muy rápi-do, antes aun de dejar Barcelona, comenzó a organi-zarse la Internacional de los Foros Lacanianos,donde, a caballo de las crisis vividas en la AMP, sepuso especial atención en la forma de organizacióninstitucional.15

La participación de Soler fue decisiva en la fun-dación, la orientación y el sostén de la Escuela delos Foros y de los Colegios Clínicos del CampoLacaniano, donde formó parte del Colegio deRepresentantes, de la Comisión de Garantía y dealgunos carteles de pase.16 Fue también directoradel Espacio-Escuela de los Foros del CampoLacaniano y representante para la zona de hablafrancesa de la IFL.

Más allá de su protagónica actuación institu-cional, ejerce continuamente su práctica del psico-análisis en el consultorio y en la escuela, seencuentra a cargo de la presentación de enfermosen el Hospital Saint-Anne, dicta seminarios enParís y en muchas otras ciudades del mundo, ense-ña en el marco de las Formaciones Clínicas delCampo Lacaniano, y cuenta con numerosísimas

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12. Situación que para Soler desvirtúa irremediablemente el dispositivo propuesto por Lacan, basado en el testimonio de aquel que seencuentra en el fin del análisis.

13. Op. Cit. Pág. 54.

14. “El líder sabio que se asegura el monopolio de la doctrina es una conjunción inédita, por lo menos en el psicoanálisis”. Op. cit., Pág. 54.

15. Leemos en su carta de Fundación: “Estos foros, múltiples y diversos, se definen en principio por una opción común en la crisis de laAMP, opción de la cual la Internacional de los Foros tomó nota. Se optó por una ruptura política de la AMP, por una crítica a su domi-nio sobre las Escuelas que la componen y, más en general, al abuso del Uno en psicoanálisis. El instrumento es el debate plural queya ha comenzado a ponerse en marcha en el conjunto de los foros. En el horizonte se visualiza una alternativa institucional que cons-tituya una verdadera comunidad psicoanalítica orientada por las enseñanzas de Sigmund Freud y Jacques Lacan.”

16. Método propuesto por Lacan para dar cuenta de la nominación de un analista como tal a partir de un testimonio realizado de su reco-rrido analítico.

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publicaciones bajo la forma de libros, artículos ocapítulos de libros.

Entre sus libros publicados en español se desta-can “Finales de análisis” (Manantial, 1988), “Lasvariables del fin de la cura” (Edita EOL, 1995), “Lamaldición sobre el sexo” (Manantial, 2000),“Estudios sobre las psicosis” (Manantial, 2001), “Laaventura literaria o la psicosis inspirada: Rousseau,Joyce, Pessoa”,17 “La repetición en la experienciaanalítica” (Manantial, 2004), “El inconsciente acielo abierto de la psicosis” (JVE, 2004), “¿Qué seespera del psicoanálisis y del psicoanalista?” (LetraViva, 2007), “Lo que Lacan dijo de las mujeres”(Paidós, 2008), “La querella de los diagnósticos”(Letra Viva, 2009), “Lacan, el inconsciente reinven-tado” (de próxima aparición).18

IIIEn relación con la elaboración conceptual deColette Soler, hay un ideal didáctico, de transpa-rencia, de simplicidad que no pierde ni la erudiciónni la inteligencia, y que acompaña toda su obra.Sus lecturas son de una célebre rigurosidad, capazde analizar a la letra el texto de Freud y Lacan, sustesis principales, pero también sus márgenes, susinconsistencias, sus implicancias y sus paradojas,ya sea para hacer fecunda la relación entre ambos,ya para complejizar una tesis y sus consecuencias,ya como para hacerla asequible.

Vaya, a modo de ejemplo paradigmático, laresolución expositiva con la que resume la articu-lación de la teoría de la angustia para Freud y paraLacan. Aun tratándose de un tema sumamentecomplejo, con diversas variaciones en el curso dela obra de ambos autores, Soler echa mano a lareferencia metafórica de la lógica atributiva fálicay al trasfondo filosófico en juego para ubicar laconsistencia de la angustia en una y otra teoría,sin por ello caer en reduccionismo simplista algu-

no: “En este nivel vemos que la angustia es unafecto que tiene un alcance ontológico. Hay unacierta afinidad entre los desarrollos de Lacan y lasfilosofías existenciales que han subrayado el papelontológico de la angustia. Piensen en Pascal, pien-sen en Kierkegaard o en Heidegger, aún más cer-canos. Aquí vemos una diferencia con Freud. Esuna dimensión –me parece– en la que Freud essiempre más sutil de lo que resumimos; pero sinembargo es una dimensión que él no captó, por-que Freud ha ubicado a la angustia más del ladode la falta de tener. Lacan se acercó al carácterontológico de la angustia, que refiere no a lo quetengo, sino a lo que soy –a lo que soy o lo que nosoy, a la falta en ser, o al ser que no falta–. El serde objeto no falta. Entonces todos tenemos laexperiencia salvaje de destitución subjetiva”.19 Setrata aquí de una forma de análisis comparativobasado en las diferencias.

También encontramos otras formas de análi-sis de la relación entre ambas teorías. Respecto dela clásica pregunta freudiana de “¿qué quiere unamujer?”, existe en Soler un planteo por el lado dela toma de relevo de una sobre la otra. Aquí esLacan quien sigue la pista de la investigaciónabierta por Freud, y no ya alguien que esboza unateoría que se diferencia en sus fundamentos. Solerinterpreta que Lacan responde a la pregunta freu-diana por medio de sus fórmulas de la sexuación:“Lacan relanzó el tema, hay que decirlo. Lo relan-zó y seguro que con las fórmulas de la sexuacióny especialmente lo que sigue al seminario Encore,no comparte de ninguna manera la posición freu-diana. Pero lo que descubrí desde el seminariosobre La maldición sobre el sexo es que si se leebien, Lacan ya había contestado la pregunta“¿Qué quiere una mujer?”, pregunta del Freud delúltimo período, con la cual confesaba no haberresuelto el problema.” 20

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17. Publicado en 2001 en Medellín, Colombia.

18. Todos estos títulos publicados en Buenos Aires.

19. Clínica de la destitución subjetiva, pág. 59. En “¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista?” , Letra Viva, Buenos Aires, 2007.

20. Entrevista publicada en el sitio web El Sigma, www.elsigma.com.

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IVUna mención especial merece, en la obra de Soler,la problemática del fin del análisis, tanto por laprofundidad como por la extensión con la que esabordada, sistemáticamente, en “Las variables delfin de la cura” y en “Finales de análisis”. Despegadala perspectiva analítica del criterio estrictamenteterapéutico, haciendo a un lado los criterios clási-cos de normalidad y patología, y erigiéndose el aná-lisis en una ética de lo singular en la que cada sub-jetividad se consuma más allá de las referenciasideales o clasificatorias, el sujeto que nace con el“Más allá del principio de placer” –estructuralmen-te imposibilitado del acceso a la plenitud del gocesexual, siendo la pulsión de muerte un dato nece-sario de la estructura– no puede conformarse con laremisión del síntoma que motiva una consulta.Porque se trata de un sujeto en el que un imposiblelógico forma parte de su estructura, lejos de cual-quier accidente. En él, un punto de exterioridad sevuelve un dato necesario de su propia estructura.

Freud tarda 17 años en acusar recibo del proble-ma que plantea el paso, en 1920, de un sujeto “neu-rotizado”, ya por un accidente, ya por una fantasía,a un sujeto en el que la neurosis en más bien laestructura y no sólo el producto de un encuentro.Esa respuesta es “Análisis terminable e intermina-ble”, texto que da comienzo a la problemática –pre-ponderantemente lacaniana– de qué es, a dóndeapunta, cuál es el horizonte de la práctica cuandono se trata ya solamente de remitir un síntoma,cuando el síntoma es más bien un dato de la estruc-tura imposible de ser eliminado. Es ahí donde lacuestión del fin de la cura –y, por lo tanto, del aná-lisis mismo– se erige en toda su dimensión. En lostextos citados, Soler lleva adelante un desbroza-miento exquisito del texto de Freud, mostrando lasobreimpresión de estas dos perspectivas en lo queconstituyó el famoso impasse freudiano respectodel punto de llegada de sus análisis didácticos.

Desde este análisis, prosigue ubicando en primerlugar la historia y la teoría del fin del análisis, para

seguir por medio del comentario de la tensiónestructural entre lo universal del lenguaje y lo sin-gular del sujeto, las particularidades del dispositivodel pase, la disimetría del fin del análisis en el hom-bre y en la mujer respecto de la castración, el esta-tuto del síntoma y del deseo en ese momento cru-cial de la experiencia (analizando las expresiones deLacan respecto de la identificación al síntoma y deldeseo decidido). Dado que las indicaciones de Lacanal respecto son fragmentarias y dispersas, en estostextos la autora intenta un ordenamiento y unesclarecimiento exhaustivo del problema, por otraparte imposible de ser agotado, en virtud del dispo-sitivo inventado por Lacan –el pase– cuyo objetivoprecisamente apuntó a iluminar ese momento deci-sivo.

El problema del fin del análisis reaparecerá enla indagación de Soler, aunque bajo otra perspecti-va, en “La repetición en la experiencia analítica”.Luego de analizar las tres grandes tesis de Lacansobre el tema –la repetición como insistenciamisma del inconsciente, la repetición como elencuentro siempre fallido con lo real y la repeticiónde la marca de una experiencia de satisfaccióncomo una “conmemoración de goce”–, los desarro-llos de Freud en torno de la compulsión de repeti-ción y algunas referencias filosóficas insoslayablescomo las de Platón y Kierkegaard, la autora abordala repetición en relación con el problema del desti-no y la eficacia del análisis en un camino que apun-taría a mostrar aquello que aparece como necesariobajo la forma de la repetición, como accidente bajola forma de la contingencia. Si la neurosis convir-tió la contingencia del accidente en necesidad deldestino, el paso del análisis debería marcar el cami-no inverso.

Pero si el dispositivo analítico está llamado a serel espacio en el que todas las repeticiones neuróti-cas han de actualizarse, el problema del fin del aná-lisis aparece aquí bajo las formas a través de las cua-les es posible de desarticular la repetición que se ha

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instalado con el analista mismo, y la trama de satis-facciones que el propio dispositivo necesariamenteha movilizado como forma de convocar algo del ele-mento libidinal presente en el síntoma.

VOtro tema clásico en la obra de Lacan, el abordajede los problemas teóricos y clínicos de la psicosis,no le es a Colette Soler ajeno en absoluto. Su expe-riencia clínica y hospitalaria se ve reflejada en “ElInconsciente a cielo abierto de la psicosis” y en“Estudios sobre la Psicosis”. En éste último libro,comienza preguntándose por la especificidad de laposición del analista frente al sujeto psicótico, pro-sigue analizando la consistencia del trabajo analí-tico en la psicosis, diferencia la manía de la melan-colía y la especificidad del delirio de ésta última–indigno y culpable– frente a su reverso en la para-noia –inocente y digno– para culminar ubicandolas deficiencias simbólicas estructurales de un psi-cótico tan célebre como genial: Jean-JacquesRousseau.

Las características tan impactantes de la obra deeste Ilustrado no son sino un testimonio vivo de supadecimiento psicótico: la necesidad de formularun contrato social viene a ser una respuesta de com-pensación tardía a la legalidad no instaurada niregulada por el Nombre del Padre que –forcluido–produce la inminencia de una anomia mortífera, deuna falta de regulación que induce a un apocalipsisen el que nada encuentra su lugar, verdadera sensa-ción de crepúsculo del mundo en la que activamen-te los sujetos deben regularse para evitar la lupini-zación hobbesiana. El contrato social aparece,entonces, como un intento de restitución metafóri-ca –y sublimatoria– de sus desarreglos simbólicosmás primordiales.

“El inconsciente a cielo abierto de la psicosis”es una suerte de compendio lacaniano sobre losdiversos problemas que plantea la psicosis. En pri-mer lugar, realiza un esclarecimiento de los fenó-menos de la percepción en la psicosis y del debate

filosófico que lo anima, haciendo accesible las den-sas y oscuras primeras páginas de “De una cuestiónpreliminar a todo tratamiento posible de la psico-sis”, célebre texto de Lacan sobre el tema. Por otrolado, analiza el caso princeps de psicosis, Schreber,para pasar luego a confrontar las diferencias entrelas estructuras del autismo y de la paranoia, ubi-cando el estatuto del cuerpo, el Otro, el lenguaje yla posición del analista en cada una de ellas. El tra-tamiento –tardío en la obra de Lacan– del caso deJames Joyce, no es tampoco ajeno a este texto, enel que realiza un contrapunto entre la experienciapsicótica de Joyce y la de Schreber, del arte y deldelirio como formas de tratamiento de lo real queinunda al psicótico, y precisando de este modo lasdiferentes formas de estabilización que son posi-bles en esta estructura.

VIEl problemático y controvertido tema de la mujer yla femineidad, clásico desde los inicios de la inda-gación freudiana, no es tampoco ajeno a la elabora-ción soleriana. “Lo que Lacan dijo de las mujeres”,recopila una serie de ensayos en los que el hilo con-ductor lo constituye la sexualidad femenina en suarticulación con el deseo femenino y los lugares clá-sicos en los que es ubicada –la madre, la histérica,La mujer– poniendo a prueba cada una de las tesisexpuestas por Lacan –todas ellas contrapuntos delas tardías elaboraciones freudianas– acerca de lamujer.

Justamente, siguiendo los desarrollos de Lacan,Soler se esfuerza por despegar a la mujer de ciertanormativización freudiana que la emparentaba conel lugar de la madre, o con el lugar de la histeria –elotro lugar con el que se la asociaba–, para definirlacomo un “ser dividido entre lo que es para el Otroy lo que ella es como sujeto del deseo”, cuya natu-raleza habrá de ser buscada en la naturaleza de sugoce femenino –“loco” y enigmático–, que no puedeser ligado ni a las formas fálicas ni al carácter mor-tífero del goce. Su dificultad de encasillamiento

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radica precisamente en su carácter ni simbolizableni pasible de ser contabilizado. El libro prosigueabordando temas tan diversos como la posición dela mujer frente al amor, su lugar en la civilizacióno las nuevas figuras de la mujer, para dirigirsesiempre hacia un norte muy preciso: mostrar lasolución que Lacan irá construyendo respecto de lamujer, básicamente como una respuesta diferente ala del atolladero al que parecen haberla conducidolos desarrollos del último Freud, en donde la lógicafálica adquiere un papel preponderante.

Además de la pregunta freudiana por lo quequiere una mujer, y sin abandonar la indagación dela compleja sexualidad humana, Colette Soler tam-bién se ocupará de abordar la célebre sentencialacaniana –“No hay relación sexual”– en el libro“La maldición sobre el sexo”.21 Allí ubicará tal sen-tencia en relación con el devenir de la civilización,para mostrar los diferentes momentos en que taldificultad inherente a la sexualidad emergió en eldiscurso. Esta dificultad, esta “cojera” de la sexua-lidad, no siempre fue formulada como queja: “Hayalgo que no funciona entre los hombre y las muje-res. No es una novedad, lo sabemos desde siempre.Y, sin duda, también lo sufrimos desde siempre;digo sin duda porque, si nos quejamos de ello, noes desde siempre. ¿Desde cuándo lo hacemos?Habría que estudiarlo, sería un trabajo de estudiode la civilización. En todo caso, esta claro que,desde Freud, nos quejamos; eso es seguro. A tal

punto que Lacan, sin pelos en la lengua, podíadecir, al hablar del dispositivo analítico: ‘En él sehabla de coger, y se dice que la cosa no va.’” 22

Sin embargo, esta idea de fatalidad le servirá anuestra autora para ubicar la idea de la maldiciónen torno a las figuras del sexo, del inconsciente yde Dios.

Por otra parte, dedicará una parte sustancial delcurso-libro a analizar las diferentes tesis que apare-cen tanto en Freud como en Lacan sobre el amor, laculpa y la sexualidad. Y siguiendo con el problemadel lugar del amor y el sexo en la civilización, asegu-ra que vivimos en una época en la que no existenmitos para el amor –el amor homosexual a la anti-gua, el amor cortés, el amor precioso, el amor divino,el amor glorioso– como consecuencia de los impera-tivos propios del discurso de nuestra época, en la queel superyó consumidor, los imperativos de mercado,la ética capitalista y los efectos de la ciencia pautanoperaciones y determinan las formas dominantes dellazo social y la vinculación con el otro.

La selección de textos precedente es –comotodas– sumamente arbitraria. Se trata tan sólo de unintento por brindar una referencia respecto de algu-nas de sus obras más importantes. De su últimolibro, “L´Inconscient reinventé” (PUF, París, 2009),23

texto que desde su publicación en Francia no hadejado de causar los más intensos, extensos e inte-resantes debates, ella misma nos señalará las pistasen el reportaje incluido en el presente volumen.

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21. De la misma forma que algunos otros hacen lo propio con otros cursos, este libro reúne el curso anual dictado por la autora en Parísentre 1996 y 1997.

22. Soler, C. “La maldición sobre el sexo”, pág. 9, Manantial, Buenos Aires, 2000.

23 Si bien todavía no se ha publicado en español, se encuentra ya traducido y es de próxima aparición.

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Una inquietud planea, puede sentírsela. Fue sin dudasiempre así, ya que desde la época de Freud la preo-cupación por su supervivencia estaba allí. La diferen-cia, sin embargo, es que ésta se traducía entonces enuna posición de combate –los textos y la correspon-dencia lo atestiguan ampliamente y lo mismo ocu-rrió con Lacan–. Hoy, algo ha cambiado en la civili-zación, pero no menos en los psicoanalistas.

No obstante, al psicoanalista se lo consume entodos lados. Es un signo del que no hay que dudar.France Info,2 una mañana: Una psicoanalista conuna voz y un caudal agradables, como conviene auna tan amplia audiencia, dispensa palabras desimple sentido común que no van más allá de bana-lidades consensuales sobre los menudos fenómenosde sociedad que le son presentados ¿Por qué haceremitir esto de la boca de un psicoanalista? ¿Habráque suponer que lo dicho por un psicoanalista tieneun aura especial, ya sea que lo sepamos o no? Heaquí lo que marcaría la presencia de una transfe-rencia colectiva. A menos que sea justamente locontrario ¿Pues, qué queda del psicoanalista cuando

se lo ha puesto en serie con todos los entrevistadosdel deporte, la medicina, las catástrofes del momen-to, los agresores y agredidos, los festivales, las ferianacionales, los hombres de la semana?

¡Y, por otra parte, cuantos titulares sobre el por-venir del psicoanálisis, para decir que no tiene nin-guno desde hace treinta años! La novedad de estosúltimos años es que se encuentran psicoanalistasque van a sumarse y firmar ellos mismos las ora-ciones fúnebres anticipadas. Tenemos ciertamentetodas las razones para suponer que el psicoanálisis,producto de la civilización, queda a merced de susevoluciones, pero aquí hay más bien un malestaren el psicoanálisis. Toma la forma, lo he dicho, deuna nostalgia del humanismo pasado, combinadacon la denuncia de la cultura contemporánea y delos sujetos modernos que ésta ha producido consus nuevos síntomas. Este fenómeno es reciente.No tiene nada que ver con lo que articularon Freudy luego Lacan. El primero diagnosticó el malestar,lo sabemos; el segundo cuestionó repetitivamente“los atolladeros crecientes de nuestra civilización”,

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1. Soler, Colette: Lacan, l’inconscient réinventé, PUF, 2009, p.215. Traducción de Federico Ossola Piazza.

2. N. del T.: Radio francesa.

Adelanto de Lacan, l’inconscient réinventé

Malestar en el psicoanálisis1

Colette Soler

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hasta considerar que podía “rendir las armas”, peropara fijar, al psicoanálisis, objetivos que se ajusta-ran al momento de su historia.

¿De hecho, hubo alguna vez sujetos que estu-vieran pre-adaptados a la subversión freudiana?Habría nuevamente que estimar la medida de lavoluntad que les hizo falta a los inventores –piensoen Freud, Melanie Klein y Lacan– para trazar susenda, para inventar o renovar la práctica en coyun-turas siempre adversas. Que se relean los textos deFreud describiendo cómo la técnica de la asociaciónlibre comenzó, de hecho, como una asociación for-zada, impuesta por Freud, ayudándose con la impo-sición de manos sobre la frente (!), para hacer quelos pensamientos secretos ligados al síntoma se for-mulen. ¿Y Melanie, cómo pudo reconocer en elniño la transferencia que nadie veía?

Es verdad que seguramente su propio fantasmatuvo algo que ver, ¿pero no es acaso sobre todo por-que ella osó llevar la interpretación allí donde ésta

nunca había llegado antes, en la lengua del juego yde la conducta del niño, allí donde Anna Freud ylos otros sólo veían un sujeto a educar, y porquerefutó en acto la existencia del primer supuestoinanalizable del psicoanálisis, el niño? Por suerte lacerteza de Melanie Klein logró extenderse comouna mancha de aceite y que la misma Anna Freudsupo reorientar posteriormente sus posiciones ¡Encuanto a Lacan! Me imagino lo que sería el psicoa-nálisis de hoy si él hubiera esperado que los sujetosdel capitalismo le hubiesen pedido ajustar los tiem-pos de la cura y de las sesiones a los tiempos delserhablante.

Una sospecha entonces: ¿Si el psicoanálisispierde hoy su posición de combate, no será porquelos mismos psicoanalistas forman parte de lossujetos transformados por el capitalismo de los quenos hablan? Los candidatos potenciales para hacerun análisis tal vez no son los únicos cuyo deseoestá trabajado por los valores del capitalismo.

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