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XXV CONGRESO LATINOAMERICANO DE PSICOANÁLISIS “Psicoanálisis en Latinoamérica Hoy. Teoría y práctica en
tiempos de crisis”
METAPSICOLOGIA (EJE II)
“UN MUNDO A LA DERIVA”
Susana Jallinsky APA
Abril, 2004
...La idea de Matrix es que resulta muy fácil vivir una vida sin cuestionarla.
Es muy fácil no estar despierto acerca de aquello que ocurre ahí fuera, en el
mundo...
Wachowski, Larry, Entrevista en Exploring the Matrix (2003)
RESUMEN
Este trabajo intenta reflexionar acerca de algunas de las cuestiones, a las que este Congreso nos convoca, haciendo un esfuerzo por comprender la relación entre la lógica del yo y la del “otro”, a través de la interrogación a la globalidad de la violencia intrínseca al mundo en el vivimos. Por ello, considero un imperativo bucear y revisar nociones tan complejas como: temporalidad, espacialidad, velocidad, desamparo, violencia y el tan repetido -pero no por ello suficientemente desarrollado- concepto de Mal. Hoy, el acontecimiento y la imagen están -simultánea e inextrincablemente- en primera línea, promoviendo un “plus de realidad” ligado a un hecho simbólico, tornándose ambos en “no representables” para discurso o interpretación alguna. Y esto, en razón que siendo la realidad también un principio es este mismo principio el que parece haberse perdido, por lo que el quehacer de los psicoanalistas resulta hoy fundamental para alcanzar su recuperación.
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En los parajes de la sinrazón
Los cambios que registra actualmente el mundo hacen coincidir, más que
nunca, su carácter extensivo y su alta velocidad. La globalización conjuga una
compresión radical del tiempo y del espacio, de modo que las transformaciones
que antes se producían en siglos o decenios hoy ocurren en escasos meses.
El colapso de los socialismos, puesto en escena por la caída del muro de
Berlín, expresa la consolidación de este nuevo paradigma productivo que liga la
aceleración del conocimiento científico y tecnológico, la microelectrónica, la
biotecnología junto con la apertura de la economía mundial, la des-localización
de las empresas y los cambios radicales en los mercados y prácticas laborales.
Así, se ha instalado un mundo único, un espacio económico global
extremadamente competitivo, en el cual se perfilan la posesión de la
información, del conocimiento y el desarrollo de la innovación como los factores
determinantes, para que cada individuo logre desarrollarse exitosamente. Pero,
verdaderamente lo que ocurre es el aumento del desempleo, la no disminución
de la pobreza y el incremento del accionar especulativo, que premia más el
capital que el trabajo.
Y, en simultáneo, una de las peores amenazas a las que el mundo actual se
enfrenta es efecto del desfasaje, creciente y progresivo, entre la complejización
de los medios de destrucción masiva y la, cada vez más, mediocre calificación
de las ideas y de los hombres. En un mundo gobernado por el horror al vacío,
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todo puede ser rápidamente conquistado por dogmas radicalizados, fundados en
unas lógicas puramente destructivas.
La indiferencia ha asumido, desde siempre, unos perfiles horrorosamente
reales y concretos, ante la absoluta inacción de las grandes potencias
mundiales. Ningún genocidio se lleva a cabo sin algún tipo de complacencia de
los aparatos de poder. Claro que para levantar la voz contra el horror -además
de los medios de información- es imprescindible tener la decisión y la voluntad
ya que, esa suerte de colaboracionismo pasivo, es uno de los ropajes con los
que el odio se va vistiendo. Tanto los ya múltiples atentados terroristas
consumados como los abortados recientemente han desbaratado y excedido las
peores predicciones, vislumbrándose la astuta combinatoria de una fuerte
dimensión simbólica y de un inusitado poder de devastación urbana. No se
necesita más que un puñado de “comandos suicidas” para detonar el terror...en
los tiempos de los misiles más sofisticados.
Por ello, la tarea de re-pensar los diversos sucesos de este mundo y, en
particular, los desarrollos teórico-clínicos del Psicoanálisis resultan un
imperativo, en tanto la clínica constituye “una exigencia de trabajo” para la
teoría. Ante determinados obstáculos clínicos ya la teoría resulta insuficiente, por
lo que es urgente reformular y continuar los desarrollos freudianos, como modo
de atravesar las “tensiones epistemológicas” que hoy se presentan. Y para esto,
es necesaria una mirada más despiadada que nunca -en momentos en los que
se han desmoronado las ilusiones de las grandes filosofías de la Historia-
persuadidas como estaban, de que las contradicciones de la realidad habrían de
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traer implícitas su propia superación y conducirían hacia un ineludible progreso.
Por el contrario, el devenir del mundo parece haber quedado a merced de una
imprevisible ebullición, que no es solo una tenebrosa perversión sino también el
impalpable soplo de la nada.
Cualquier dogmatismo, en su ceguera, sacrifica toda noción de alteridad y ni
el prejuicio ni el apresuramiento ni el reduccionismo habrán de contribuir a hacer
más comprensible unas cuestiones tan complejas y oscuras. No hay más
espacio para la linealidad causa-efecto ni para fórmula alguna que nos facilite
eludir la ardua tarea de rastrear las señales, engañosas y enigmáticas, que nos
indiquen algún camino posible.
Considero imprescindible referirme a la etimología del término crisis (krinen).
El krinen pertenece al lenguaje médico -en tanto originario del Corpus
Hipocrático- y significa separación, desgarramiento que conduce a una
transformación renovadora, a un momento de verdad. Para Hipócrates y los
griegos, el Krino era el motor de la realización del correspondiente diagnóstico.
Y, precisamente, el problema hoy reside en las dificultades de efectivizar un
diagnóstico acertado, acerca del estado del mundo en el que vivimos.
Memoria sin fondo en la que las peores crueldades todavía no han sido
pensadas, lo que nos exige una toma de posición, en cuanto a continuar
sosteniendo la cualidad cuestionadora y subversiva del Psicoanálisis. El mundo
está en crisis y ésta ha alcanzado al pensamiento. Por lo tanto, resulta legítimo y
urgente interrogarnos acerca de nuestra capacidad de “pensarnos en crisis” para
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“pensar la crisis”, intentando sortear los obstáculos que nos conducen
directamente hacia una circularidad sin salida.
Después de siglos, la violencia tanto bélica como urbana no ha arribado más
que al caos y al desorden de las costumbres y de los psiquismos. Poco a poco,
la pesadilla va deviniendo más precisa e insidiosa. El infierno resulta así el
espejo de la vergüenza de la humanidad toda y este infierno se nos va pegando
a la piel, al modo de una segunda piel casi indestructible, adoptando todos los
matices de la angustia, que signa estos tiempos.
Los romanos, por lo menos, tuvieron la honestidad de ofrecer espectáculos
semejantes -el de las fieras y los gladiadores- sobre un escenario. En cambio,
hoy Occidente solo los ofrece entre bastidores, sin dejar -en simultáneo- de
reprobarlos y negarlos. Nada se hizo para eliminar del mundo los conflictos y
resentimientos, generados por la pobreza masiva y la contaminación ambiental.
Por el contrario, cada país desarrollado exacerbó la mirada sobre “su propio
ombligo”, en lugar de extenderla sobre aquellas regiones más desprotegidas y
explotadas que son, precisamente, el caldo de cultivo para el surgimiento y
difusión de fundamentalismos, terrorismos y violencias indiscriminadas.
Violencias que no solo se expresan, vía terrorismos varios, sino también
encubiertas en cuestiones sociales tan medulares como la educación, la salud,
la vivienda y la seguridad.
La reflexión a la que este Congreso nos convoca, no solo nos invita sino
también nos exige un posicionamiento en un “más allá”, para alcanzar una
renovada comprensión teórico-clínica entre la lógica del yo y la del “otro”. Por
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esto, resulta imprescindible bucear y revisar nociones tan complejas, como
temporalidad, espacialidad, velocidad, desamparo, violencia y el tan mentado -
pero no por ello desarrollado- concepto de Mal. Concepto ambiguo -desde
siempre- para todas las disciplinas científicas pero, muy especialmente, para el
Psicoanálisis. Será el poder del Mal la “re-encarnación” del poder divino? Si así
fuera estaríamos aceptando una proposición teológica, cuestión que carece de
puntos de articulación con los fundamentos y los desarrollos psicoanalíticos.
Entre el desencanto y la complacencia
...El horror es indisociable de unos acontecimientos que es necesario no olvidar
jamás...
Paul Ricoeur, Tiempo y narración III
Tal como ya lo afirmara al comienzo, la globalización afectó las categorías
básicas de nuestra percepción de la realidad, en cuanto transgredió la relación
tiempo-espacio y la re-inventa desde las condiciones de una aceleración
exponencial. Se comprimen las categorías de la realidad -vía la
microelectrónica- en un espacio reducido a la nada por la velocidad de la luz.
Esta aceleración temporal y este desplazamiento espacial se producen,
especialmente, en dos ámbitos: el de la circulación del dinero y el de la difusión
de las imágenes.
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La cuestión -que hace que los flujos de información y la circulación sean
instantáneos- imprime en quienes participan de ellos, unas percepciones
paradojales. Por un lado, la impotencia del sujeto ante un orden que lo supera
en volumen de información, transacciones, mensajes e innovaciones
tecnológicas y, por el otro, las tantas nuevas opciones de autorrealización. Todo
esto hace que, en la subjetividad se recombinen nuevas formas de ser activo y
de ser pasivo, nuevas formas de percepción del tiempo y el espacio (distancias),
nuevas representaciones del diálogo y la comunicación y nuevos modos de
relación con la información y el conocimiento.
Desde las conceptualizaciones freudianas sabemos de la existencia de un
cuerpo -de estructura compleja y fuente de excitaciones que requieren
tramitación- y de un sistema neuronal, también complejo, que recibe esas
excitaciones así como las provenientes del mundo externo, vía órganos de los
sentidos. Un fragmento de la superficie de este sistema neuronal aporta la
conciencia. El sistema neuronal es afectado por los períodos/ritmos mundanos,
generando la percepción. A la faz objetiva de este proceso se le agrega, como
complemento, una faz subjetiva, la conciencia (Freud, S., 1895 [1950]). Sin
embargo, las percepciones no son los primeros contenidos de la conciencia, sino
que lo son los afectos. Mientras las percepciones son contenidos de conciencia
del mundo externo, los afectos lo son del universo pulsional, que es más arcaico.
Esta conciencia de los estados pulsionales (afectos), en tanto matices afectivos,
se traspone luego -vía una proyección intrapsíquica- a la investidura de los
sistemas sensoriales, que de este modo adquieren cualificación y
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significatividad. ...Buena parte del carácter confuso con que se nos presenta
todo este cuadro proviene, además, de que no hemos considerado por separado
las alteraciones que las mociones pulsionales, originariamente nativas del ello,
acaso experimentan bajo el influjo del yo organizado...(Freud, S., 1933).
En razón de estas mismas formulaciones considero un imperativo revisar la
conceptualización acerca de la constitución psíquica hoy. Porque, podemos
seguir afirmando cuestiones, propias del siglo XIX, respecto a la percepción, la
conciencia inicial o sensorial, la organización de las huellas mnémicas/
representaciones de cosa/ representaciones de palabra, frente a la multiplicidad
de investigaciones científicas y las transformaciones espacio-temporales,
acontecidas en estos tiempos? Y ante a los recientes descubrimientos/
instrumentaciones vinculados con el genoma humano, la reproducción asistida,
los embriones congelados, por ejemplo? Las criaturas, producto de estos
embriones congelados, constituirán sus psiquismos del modo ya conocido?
Al respecto, si revisamos la teoría freudiana acerca de la estructuración del
universo simbólico, debemos reconsiderar la constitución de las huellas
mnémicas, que proceden de las percepciones, pero son también expresión de lo
pulsional. En tanto, en las vivencias se articulan la pulsión y las percepciones,
que devienen huellas mnémicas- representaciones, como delegadas de la
pulsión en lo anímico (Freud, S., 1895 [1950]). Pero, en el transcurso de este
proceso de constitución del universo simbólico cabe interrogarse cuánto es
aportado por lo pulsional y cuánto por lo perceptual/sensorial y los nexos
intersubjetivos. Es ante estas postulaciones que cabe cuestionar los modos de
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inscripción -desde la percepción/sensorialidad- y los tipos de representaciones
que se configuran hoy, frente al aluvión de estímulos externos violentos y frente
a la incertidumbre por la que transcurre el “otro significativo”, constituyente del
nexo intersubjetivo.
La espacialidad psíquica se compone no solo de la captura de
frecuencias/ritmos sino también de las cualidades aportadas por los diversos
canales sensoriales, que poseen un carácter diferencial. En los comienzos, la
exterioridad no se distingue del propio cuerpo y se mantienen nexos con lo
pulsional ajeno, no desprendido aún de lo propio, ya que no solo no se separa el
yo del ello sino que tampoco se distingue todavía el yo del mundo externo.
Por ello, considero ineludible para los psicoanalistas actuales, proponer y
discutir unos desarrollos más refinados de la teoría, para evitar decepciones y
los consecuentes descréditos de la teoría-técnica psicoanalítica, para el
abordaje de los cuadros clínicos contemporáneos. El mismo Freud, ya en 1927,
formuló el contraste entre las cosmovisiones (ideologías), por su misma
inclinación hacia las generalizaciones -en tanto expresiones de una ilusión
totalizadora yoica, proyectada en el mundo- y la ciencia, por su inclinación
intrínseca a la fragmentación, como expresión del reconocimiento del carácter
no unificado de lo anímico. Freud afirmó que la existencia de elementos diversos
pero afines promueven la creación de una tensión vital, complejizadora y abierta
a nuevos encuentros con la diversidad.
Es necesario agregar que hoy no se trata solo de la resurrección de una
violencia atávica sino de una violencia del terror. Violencia-simulacro que va
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mucho más allá de la pasión. Violencia que queda congelada y en potencia, en
el agujero abierto en la realidad psíquica de cada uno de nosotros. Tanto el
accionar terrorista como la “industria de los secuestros’’’ y la “toma de rehenes” -
tan difundidos en nuestros castigados países latinoamericanos- podrían ser
considerados actos políticos, si se correspondieran exclusivamente a las
acciones de los oprimidos desesperados. Pero, el chantaje es peor que la
prohibición y la disuasión es peor que la sanción. Y, como todo el “arte” del
chantaje y la manipulación reside en la incertidumbre, nada los diferencia de la
incertidumbre promovida por el terror.
El terror es obsceno porque pone fin a la escena de la prohibición y de la
violencia. El chantaje es obsceno en la medida en que pone fin a la escena del
intercambio. Y, hasta el mismo rehén resulta obsceno porque ya nada
representa, en tanto es arrojado a un estado de pura exhibición. El “chivo
emisario” (pharmakos) ya no es aquél sobre el que una comunidad se ensaña
para alcanzar su propia redención sino aquél sobre el que se llora.
“Lo trágico” es siempre impensable pero, a pesar de ello, resulta imperioso
pensarlo. Como el humano no se atreve a hablar de aquello que lo atemoriza, no
piensa ni habla de “lo trágico”. Pero se trata de un “no dicho” ensordecedor.
Sinergia del arcaísmo y sinergia del desarrollo tecnológico. Definición provisoria
pero, en consonancia, con el resurgimiento de ciertos fenómenos que otorgan un
lugar privilegiado a todo lo primitivo, “lo bárbaro”. Los “bárbaros” de este tiempo
carecen de una voluntad de invasión colonizadora. Ni siquiera se interesan por
las riquezas de Occidente. Pero no hay duda alguna acerca de su voluntad de
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destruir el orden establecido, erigiéndose en “mesiánicos elegidos” más que en
persuadidos, ante la perspectiva de su propia muerte. Su poder no radica ni en
sus armas ni en sus motivaciones sino que se funda en la ideología radical que
los sustenta y preconizan, ya que en un mundo que ha perdido el sentido de la
potencia de las ideas, esta ideología fundamentalista deviene arma mortal.
La voluptuosidad de la devastación
...Los hombres son cómplices
de los que los deja indiferentes...
Steiner, G., La muerte de la tragedia
Sobre las ruinas de las ideologías políticas del siglo XX irrumpieron
movimientos radicalizados, de orientación seudo-religiosa, que operan de modo
diferente a las organizaciones terroristas conocidas, ya que éstas no tenían
como objetivo los crímenes masivos e indiscriminados, hacia los que dirigen sus
operativos los terroristas hoy.
El pasaje de la violencia al odio caracteriza el paso de una pasión de objeto a
una pasión sin objeto. Violencia pura e indiferenciada. El odio es más irreal, más
inasible en sus manifestaciones que la simple violencia, por eso resulta tan difícil
enfrentarlo, ya sea vía prevención ya sea vía represión. No es posible castigarlo
porque se vuelve contra sí mismo, vía auto-inmolaciones. Mecanismo arcaico de
vuelta contra sí mismo, propuesto por Freud en 1914?
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El modelo terrorista actual adopta unas formas más temibles, en tanto se trata
de “estructuras en red”, amorfas, móviles, con una gran autonomía de decisión
en cada lugar en el que operan y poco contacto entre ellas. Pueden desplegarse
en cualquier lugar y en cualquier momento y la comunicación entre las diferentes
“células” se efectúa, a menudo, sin referencia a autoridad central alguna, de
modo que las entidades que se logran “desestructurar” pueden ser casi
instantáneamente reemplazadas. Esta “estructura en red” les permite contar con
varios miles de integrantes dispersos por el mundo, que utilizan la revolución
informática, dando forma a un nuevo tipo de conflicto (netwar). La mayoría de
estos integrantes son aficionados que -en nombre de Dios y con Él como único
juez- van radicalizando la violencia y reemplazando las ya vetustas ideologías
revolucionarias por el fundamentalismo religioso. De este modo, el homicidio
masivo se transformó en “deber” y el suicidio en una de las armas más eficaces
contra el hedonismo del mundo occidental, en tanto nada es más ajeno a los
países del “Primer Mundo” que esos sacrificios y homicidios, cuya única
explicación es la voluntad de aniquilamiento. Pura pulsión de dominio, pulsión de
poder o pulsión de crueldad (Bewaltigung).
Si interrogamos al Psicoanálisis acerca de la globalización, la palabra crueldad
habrá siempre de rondar toda argumentación. Por su parte, Freud la reinscribió
en una lógica de pulsiones destructivas, al aludir a ella en Por qué la guerra?
(1932 [1933]): ...placer que se obtiene de la agresión y de la destructividad...,
...innumerables crueldades de la historia...,...Atrocidades de la
historia...,...crueldades de la Santa Inquisición... Tanto Freud como Nietzsche -
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en su Genealogía de la moral (1887)- postularon que la crueldad carece de un
término contrario, en tanto irreductible, estaría ligada a la esencia misma de la
vida y de la voluntad de poder. ...No lleva a nada querer abolir las tendencias
agresivas de los hombres...Los bolcheviques también esperan poder hacer
desaparecer la agresión humana garantizando la satisfacción de las
necesidades materiales e instaurando por otra parte la igualdad entre los
miembros de la comunidad. Tomo esto como una ilusión... (Freud, S., Por qué la
guerra?, (1932 [1933]).
Las sociedades desarrolladas son, cada vez, más vulnerables a estas
ideologías radicalizadas contemporáneas pero si alguna formulación es posible
considerar, después de los ya numerosos monstruosos atentados, es que los
hombres siguen muriendo más por sus ideas que por sus intereses. Y, si bien la
dimensión fatalista de la existencia tiene “mala prensa” teórica -en particular
para el Psicoanálisis- no podemos dejar de reconocer que, en lo fáctico, resulta
una de las dimensiones que comandan la vida cotidiana. Fatalismo, término
instrumentado para subrayar la idea de destino, jamás totalmente erradicado del
imaginario colectivo. Pueblos enteros sin territorio, dispersados, sin coherencia
étnica, que parecieran aceptar fatalmente los “golpes de suerte”.
Para Ferenczi (1932) la ausencia de investidura de la sensorialidad mundana
introduce el intento de comunicación telepática, que se fundaría en el supuesto
del reestablecimiento de la unidad primordial con el otro significativo. La creencia
en los “golpes de suerte’, en la influencia astrológica y en el poder del destino se
correspondería con el criterio, según el cual los procesos pulsionales de
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diferentes “ellos” habrían de articularse entre sí, más allá de los diversos “yoes”.
Estos efectos recíprocos entre procesos pulsionales y afectivos intersubjetivos
resultan especialmente eficaces, en aquellas situaciones en las que cada yo no
alcanza a efectivizar las ligaduras psíquicas representacionales, con las
exigencias originarias del ello. De estas fallas, se derivan muchas de las
dificultades para elaborar proyectos, en tanto existe una alteración en la
constitución de la temporalidad. Toda exterioridad a la estructura conocida
irrumpe como un espacio radicalmente heterogéneo, del cual estaría
desprendido -al modo de una extranjería absoluta- con la consecuente carencia
de intercambios. Intercambios que son inscriptos en una lógica catastrófica. Esta
efracción absoluta, respecto de una exterioridad carente de cualquier otra ley
que no sea la de la irrupción violenta e indiferenciada, se constituye en un
sustituto de la siempre fallida barrera de protección anti-estímulo. Frente a esta
efracción, surgen unos afectos, de una magnitud tal que se tornan “no sentidos”,
carentes de un sujeto que los sienta. Estado afectivo desarrollado cuando otro -
con quien se mantiene una identificación imposible de ser disuelta- es
deshonrado en su nombre, honor o imagen pública.
Hasta el siglo XIII, Oriente fue considerado un territorio plagado de maravillas
y centro de una desmedida admiración, tanto que “las alfombras mágicas y
voladoras” fueron un invento occidental. Y así como Occidente inventó las
“alfombras mágicas y voladoras” también creó y contribuyó a la instalación del
terrorismo fundamentalista. Así crearon su propio Golem, ya que el terrorismo
islámico-fundamentalista nada tiene para transmitirle a la Historia porque
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pareciera no querer ni poder cambiar nada. Por lo tanto, solo destruye.
Característica observable, desde la misma inmolación de sus agentes. No existe
un futuro y solo se destruye un orden que no se sabe cómo transformar.
Cuenta la leyenda que el Golem llevaba escrito, en su frente, la palabra hebrea
EMET (verdad). Al observar, su creador, que la criatura adquiría un poder
desmesurado y se le escapaba de su control, borró la primera letra -una aleph-
de la inscripción original. Así la palabra devino MET: muerto. En ese preciso
momento, el Golem se desplomó sin vida, convirtiéndose en un montón de
arcilla. Pero una vez, uno de estos “criados animados” creció demasiado. Su
Amo, movido por un gran temor, ordenó a su criado que le quitase las botas,
pensando que al doblarse podría alcanzar su frente y así borrar la primera letra.
Ocurrió tal como su Amo lo planeara, logrando borrar esta aleph, luego de lo
cual el muñeco comenzó a deshacerse. Pero entonces, toda la carga de arcilla
cayó sobre el mismo Amo, aplastándolo.
Este nuevo Golem -al que Occidente le insuflara vida en otros momentos-
también hace que Occidente todo corra el riesgo de ser aplastado.
De haber existido un Golem griego, en cuya frente se hubiera escrito la palabra
ALETHEIA, al borrarse la primera letra -alfa privativa- se leería LETHEIA: olvido,
ocultamiento. Este muñeco –cuasi humano- no hubiera muerto pero le hubiera
sido deparado un destino peor: quedar condenado a transitar, por la vida, en un
permanente estado de penumbra. No recordaría ni quién fue ni para qué hubo
de ser creado. En este caso, ya no se hubiera tratado de un “olvido originario”
sino de una doble pérdida. Al modo de la ceguera de Edipo -que llega
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demasiado tarde- porque el camino de la conciencia es irreversible, este Golem
griego tambaleante -que Occidente creara como caricatura de sí mismo- se
parece demasiado al hombre occidental contemporáneo, tanto en sus virtudes
como en sus fallos.
El acontecimiento y la imagen están hoy ahí, simultánea e inextrincablemente,
en primera línea. En el actual universo mediático, la imagen sustituye y agota al
acontecimiento, de modo que resulta la estrategia misma de toda información. Y
la imagen efectiviza una violencia que acciona contra el acontecimiento,
deviniendo ella misma acontecimiento. Se trata de un “plus” de realidad, ligado a
un hecho simbólico, tornándose tanto la imagen como el acontecimiento en “no
representables” para cualquier discurso o interpretación. Y, si se trata de lo “no
representable” es porque carece de realidad. Es, a la vez, no real pero también
más que real. Por lo tanto, en lugar de generar una información pretendidamente
verdadera, produce una intensa y extensa incertidumbre, al fracturar la sucesión
lineal y lógica de las imágenes.
Freud -fundamentándose en la epistemología kantiana- postuló que la
realidad es la construcción singular, efecto de un doble movimiento: la realidad
interna tanto como la externa, resultan en sí mismas una incógnita y aquello que
el humano conoce de la realidad está determinado por el modo singular de
aprehensión de ésta. ...Como lo físico, tampoco lo psíquico es necesariamente
la realidad según se nos aparece. No obstante, nos dispondremos satisfechos a
experimentar que la enmienda de la percepción interior no ofrece dificultades tan
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grandes como la de la percepción exterior, y que el objeto interior es menos
incognoscible que el mundo exterior...(Freud, S., Lo Inconciente, (1915).
...No importa lo que veas, importa lo que “creas que ves”... (Morpheus a Neo,
Matrix I, 2001).
Es que la realidad es un principio y es, este mismo principio, el que parece
haberse perdido, por lo que la tarea de los psicoanalistas resulta hoy
fundamental para su recuperación. Realidad y ficción resultan inextrincables y la
fascinación paralizante de las imágenes es siempre primero -por estructura-
fascinación de la imagen. Frente a estas cuestiones, un nuevo interrogante se
me impone: Se continúan erigiendo hoy y cómo, los consabidos “diques
sexuales” postulados por Freud en 1905, frente a las imágenes de una violencia
“aparentemente” ya naturalizada?
Intentaré esbozar una hipótesis. El momento de la producción de “lo diverso”
en lugar del heimlich, pareciera constituirse en el punto de discriminación entre
una voluptuosidad oral-canibalística y una sensualidad sádico-anal, regido por la
lógica de la contigüidad (sumatoria de la lógica de la simultaneidad con
pasividad y simultaneidad con actividad). Este punto de discriminación es
homologable al que Freud postulara en 1926, cuando sugirió que el surgimiento
del superyo sería el eje que distingue la represión primaria de la secundaria. A
partir de este punto, se produce la complejización del trabajo psíquico,
generando un objeto para la voluptuosidad anal y esta producción de objeto
queda signada por la ilusión de una omnipotencia motriz. Fascinación por el
encuentro con una imagen, construida vía proyección. Esta imagen visual
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contribuye a la conformación de un modelo motriz, del cual el yo se apodera vía
identificación, promoviendo como efecto un posicionamiento singular. Una
imagen propia sobre la que habrá de recaer la investidura. En 1918, Freud
destacó también el valor de la mirada pero, me importa en este momento del
recorrido teórico, subrayar el análisis freudiano respecto al fetiche (Freud, S.,
1927). Allí, conjeturó que, en determinadas circunstancias, un brillo o un
sombreado se genera por la propia mirada, que en esa cualidad, termina
encontrándose consigo misma. De este modo, si el yo se posiciona como objeto
para la mirada o para la palabra del otro, queda siempre expuesto a resultar
arrojado fuera del otro, que fue posicionado previamente como sujeto activo. Por
lo tanto, el yo se situaría ante la inminencia que su propio destino se decida en
otro lugar, de modo que en este otro lugar un sujeto no unificado conserve el
sentimiento de sí, la identificación con el ideal. Todo este proceso estaría regido
por la localización en el afuera, de la imagen del cuerpo del yo propio. Como
sabemos, la pantalla del televisor acciona como el reverso del espejo, por lo cual
en lugar de encontrarse con la propia imagen, el yo resulta arrojado a los objetos
del mundo, con el consecuente interrogante acerca del propio ser. Un tipo
particular de defensa, vinculada a la desestimación/ desmentida habría de
consumarse entonces fuera del yo, vía el accionar autoerótico y promoviendo las
respectivas fijaciones sádico-masoquistas.
Los escenarios virtuales son capaces de agotar todas las eventualidades pero
jamás el acontecimiento en sí. Reales o virtuales, la mayoría de las cosas no
constituyen un acontecimiento porque las cosas responden al orden de la
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continuidad de las causas y efectos, mientras el acontecimiento responde -en sí
mismo- al orden de las discontinuidad y la ruptura
Fue durante la Modernidad cuando se instaló la cotidianeidad del tan mentado
Mal y es este el problema con el que nos enfrentamos. Se podría describir esta
neo-concepción del Mal como una “catástrofe civilizatoria” contemporánea que
apela al horror? En estos tiempos de mundialización neoliberal, casi once
millones de niños mueren de hambre, en medio de la obscenidad exhibicionista
del despilfarro de la “sociedad del espectáculo”, del armamentismo y de las
aventuras espaciales y extra-planetarias. Vivimos en un mundo de horrores
inexpresables y, precisamente por eso, hay que expresarlos y mostrarlos pero, a
la vez, su exhibición desmesurada pareciera eximir al humano de describirlos,
condenándolo a la incredulidad, cualidad intrínseca de todo aquél que no mira ni
escucha.
Por esto, considero que, en tanto psicoanalistas, deberíamos definir esa
“reconsideración” a la que me refiero, como un esfuerzo por tomar distancia,
para poder ver todo lo que hay de valioso todavía, ya que de lo contrario -en
este tiempo de desgaste de los ideales- el humano solo alcanzará la anulación
de su natural facultad de indignación y, si en algún momento y desde la
condición de psicoanalistas, alcanzáramos el tan humano y pretendido
“equilibrio estable” no habría más que elegir entre dos posibilidades. O ya
estaremos muertos o ya nos habremos abandonado a un particular estado
alucinatorio, clínicamente diagnosticable, en tanto vivir en la alucinación es vivir
en el mismo interior consolador de la ideología. Precisamente, éste fue el punto
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clave del viaje iniciático de Sócrates: hacia el saber sin expectativa alguna de
encontrar la verdad.
Re-inventando la realidad
Qué es entonces el tiempo?...Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si me lo
preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé...
San Agustín, Les Confessions II
El cambio de paradigma cultural que se está operando, consiste en el
deslizamiento de una concepción del mundo centrada en el yo hacia una
“teatralización de lo urbano”. Atractivo espectáculo de las neo-tribus juveniles,
que viven en el exceso y el desorden, en un mix sorprendente, donde la
proximidad de la muerte se liga con un intenso apetito por la vida y que, en el
mejor de los casos, lo liga con la búsqueda mística de la nada. De ese modo, la
muerte y el presente incesante se ubican en el mismo corazón de muchos de los
fenómenos contemporáneos.
Los videoclips, la publicidad, los juegos informáticos y las diversas formas del
cyberespacio resultan unas muestras, más que suficientes, del reingreso del
humano en los tiempos del mito. El reencantamiento del mundo proviene de la
conjunción del caballero medieval, de los antiguos cuentos y leyendas, con el
rayo láser.
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Sabemos que el tiempo determina y estructura a cada ser social. Pero
también sabemos -desde las postulaciones freudianas- que la construcción de la
temporalidad pertenece exclusivamente al registro conciente y además la
percepción del tiempo no puede separarse de la del espacio. Cuando la
conciencia de cada individuo comienza a instalarse, percibiría las diferentes
instancias internas como localizables en el espacio ...las interrupciones, que en
la pizarra mágica sobrevienen desde afuera, se produzcan por la discontinuidad
de la corriente de inervación; y la inexcitabilidad del sistema de percepción, de
ocurrencia periódica, reemplaza en mi hipótesis a la cancelación efectiva del
contacto. Conjeturo, además, que en este modo de trabajo discontinuo del
sistema P-Cc se basa la génesis de la representación del tiempo... (Freud, S.,
(1925 [1924]). Es una tensión que permanece indemne, siempre actualizada, en
tanto condiciona la relación del humano con el mundo y con los otros. De este
modo, mientras las sociedades tradicionales privilegian el pasado, la Modernidad
privilegió el futuro y el Renacimiento subrayó su presente.
Entonces lo que verdaderamente importa es señalar las transformaciones del
tiempo. Se trataría del pasaje de un tiempo monocromo, lineal y seguro hacia un
otro tiempo: el de un tiempo policromo y trágico, por esencia. En estos
comienzos del milenio, una nueva concepción del tiempo está surgiendo: la de la
duración, plural y policroma. Y es esto lo que promueve esa posibilidad de
retorno de unos modos de ser y de pensar, que ya creíamos superados. Retorno
de los tiempos vergonzantes del oscurantismo medieval.
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Desafiando la visión de un tiempo lineal, las imágenes del horror que hoy
llegan -casi al instante de producido el acontecimiento, a todos los puntos del
planeta- genera unos tiempos de actualización y anacronismos que trastocan la
trama del tiempo, suscitando unos fenómenos psíquicos diferentes de los
conocidos. Estos fenómenos inconcientes no solo no se someten a los relojes ni
al tiempo lineal sino que aparecen como acontecimientos, que “hacen oír y
realizan” todo aquello que, en otras épocas, hubieran permanecido suspendidos
en el tiempo y en el inconciente.
Reconsiderar las formulaciones teórico-clínicas del Psicoanálisis implica poner
en cuestión sus propios presupuestos, esquemas de pensamiento, valores y
categorizaciones. Lo que ineludiblemente implica cuestionar veinte siglos de
cultura. Un mundo entero edificado sobre estos mismos fundamentos y además,
en última instancia, la estructura misma del propio pensar. De este modo,
podríamos afirmar con Nietzsche que lo que definiría esta toma de decisión sería
más que una voluntad de verdad. Sería una genuina voluntad de poder y, si
bien, la experiencia psicoanalítica es siempre indeleble y su cualidad subversiva
irreversible es imperioso considerar que, en tanto producto cultural, podría
devenir mortal.
Del mismo modo hay, en el discurso occidental, un verdadero desmentido de
las otras culturas. Verdadera re-negación, en tanto no solo es negado este
conocimiento sino que esa misma negación no es reconocida. Levantar esta
doble negación implica, por un lado, reconocerla y asumirla y, por el otro,
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intentar revertirla mediante la posibilidad de acceder -de modo claro y
desprejuiciado- al conocimiento de todo aquello que aún permanece ignorado.
Hay esperanza en esta desesperanza
Hoy ya no se trata ni del individuo aislado -puramente racional y dueño de sí- ni
del individuo que dominó todos los elementos naturales, en particular sus
pulsiones y afectos, sino de una persona plural. Cada elemento no vale más que
en relación al conjunto que le permite ser. Sentimientos encontrados, nostalgia,
tristeza y desamparo pero también capacidad de resistencia, ya que siempre se
trata de un punto de anclaje del que aferrarse. Comunicación no-verbal, que es
como el eco de una memoria inmemorial respecto de unos arcaísmos
arraigados, de mitos fundacionales y de otras formas irreales, de relevante
importancia en la estructuración de la realidad.
Alrededor del año 1200 a.C., el profeta persa Zarathustra profirió su gran
revelación: la maldad no es un aspecto del Dios bueno sino un principio
completamente separado. De ahí, nuestro horror frente a tanta devastación y
frente a la demente decisión de borrar hasta el porvenir y, con él, todo presente.
Este espanto ha silenciado hasta al mismo Zarathustra, mientras el humo y las
cenizas enturbian el aire y parecemos no saber dónde encontrar el oxígeno que
necesitamos...Existen predicadores de la muerte: y la Tierra está llena de
individuos a quienes hay que predicarles que se alejen de la vida...Están ahí los
terribles, que llevan dentro de sí el animal de presa...Inmersos en una densa
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melancolía y buscando con avidez accidentes diminutos, que ocasionan la
muerte, aguardan siempre, con los dientes apretados...(Nietzsche, F., 1887).
Tal vez, la globalización del dolor podría ser un atajo, un desvío frente a tanta
devastación. En la oscuridad de estos tiempos del Nuevo Orden Mundial,
compartir el dolor se constituye en condición esencial para la renovación de la
dignidad y la esperanza. Un exceso de dolor nunca es compartible, en tanto no
es tramitable por psiquismo alguno, pero sí la voluntad de compartirlo. Y
además, el capitalismo globalizado es un enfermo terminal, en razón de la
misma violencia y miseria que engendra, por lo que resulta imperioso
implementar unos caminos de salida para los pueblos, creando nuevas formas
de relaciones sociales si no queremos morir con él.
El riesgo de nuestra contemporaneidad, que ya ha pasado a ser realidad
efectiva, es el olvido. Y si esta verdad retorna, de modo incesante, debemos
considerar que la confrontación re-constructiva inexorablemente ha de
producirse en el territorio de las ideas. Para ello será imprescindible volver a los
orígenes de la vida política, que no se encuentra en Maquiavelo sino en Platón.
Recordemos que el otro título de su texto prínceps, la República es Acerca de la
Justicia.
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