3. revelaciones sobre la vida despues de la vida

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Page 1: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida
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REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE

LA VIDA

A. EL REAL FIN DEL MUNDO Y EL JUICIO

UNIVERSAL

Precedencia del fin de los tiempos respecto al milenio,

luego del cual sigue el fin del mundo (5)

1. LA VENIDA DE CRISTO PARA EL JUICIO UNIVERSAL 17

Un último ciclo (2)

Llegada del fin del mundo tras el milenio. Vuelta de Jesús

entre las nubes tal y como fue anunciado para el

Juicio Final (7)

Colaboración de los ángeles en la siega (2)

2. RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS 23

Resurrección de todos los muertos de la historia, y juicio

de todos los seres humanos en el llamado Juicio

Universal (3)

Transformación de todos los cuerpos para la gloria o la

condenación (10)

3. JUICIO UNIVERSAL FINAL 28

Juicio de Jesús a cada uno y a la humanidad (4)

Cumplimiento de la justicia divina en cada uno según su respuesta personal, sus obras y omisiones (2)

Encadenamiento definitivo y total de Satanás en el Infierno (2)

Fin de la vida en la tierra (1)

B. REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA

VIDA

1. JUICIO PARTICULAR 31

Importancia de la conciencia acerca del tema de las

postrimerías (3)

La muerte según los diferentes estados del alma (5)

No existe la reencarnación (6) Cada uno es juzgado de inmediato a su muerte (Juicio

particular) (11)

Número, entre paréntesis, de los mensajes proféticos, bíblicos y de videntes trascritos en cada subtema

Page 4: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

4

2. EL PURGATORIO 44

Su existencia (4)

El sentido de la purificación (6)

Don amoroso de Dios (4)

Diversidad de niveles para diferentes grados de

Purificación requerida(5)

Diversidad en cuanto a la duración (2)

3. EL CIELO 55

Indescriptibilidad del paraíso celestial (8)

Plenitud de perfección y vida (5)

Felicidad eterna (6)

Diversidad en la gloria recibida (1)

4. EL INFIERNO 64

Su existencia revelada por Jesucristo mismo (11)

Realidad posterior a la vida terrenal (3)

Castigo justo, libremente escogido (5)

Eternidad del sufrimiento (5)

Diversidad de grados de sufrimiento según

merecimientos (3)

Realidad del fuego (5)

DOCUMENTO ADJUNTO: EL MISTERIO DEL MÁS

ALLÁ

A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE UNA VIDA DESPUÉS

DE LA VIDA 81

B. LA MUERTE 95

C. EL JUICIO PARTICULAR 109

D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL JUICIO FINAL 121

E. EL INFIERNO 135

F. EL CIELO 149

G. EL TERRIBLE ERROR DE LA CREENCIA EN LA REENCARNACIÓN 163

REFERENCIAS EN INTERNET SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS 178

Page 5: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

5

REVELACIONES DE JESÚS Y MARÍA SOBRE

ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS

La crisis econó-

mica mundial y sus graves con-

secuencias, iniciadas para el

mundo a finales del 2008, mues-

tran que entra-mos en un perío-

do crítico de

transición en la historia de la humanidad, denominado ―los

últimos tiempos‖, según múltiples profecías de origen católico, que la Virgen María pide,

sean divulgadas

La serie de la cual éste libro hace parte es el resultado de un estudio de las revelaciones

privadas sobre estos últimos tiempos que Dios ha tenido a bien dar a distintos tipos de perso-

nas (santos, místicos y católicos del común), en los 2000 años de la historia de la Iglesia.

Actualmente hay más de 1000 casos de reve-laciones privadas, serias, debidamente docu-

mentadas (en su gran mayoría apariciones marianas) en estudio en las oficinas de la

Congregación para la Doctrina de la Fe regen-tadas por el Cardenal Ratzinger antes de as-

cender a Papa. De estas hay cerca de 400 relativamente conocidas alrededor del mundo.

El estudio se circunscribió a algo más de 200 sobre las cuales es fácil recabar información.

En las siguientes páginas se ofrece un listado de ellas.

La muestra conseguida –las 200 revelaciones

privadas- representan dos milenios de profecía en los cinco continentes. Cerca de 40 de los

casos son de antes de 1850. Son revelaciones hechas a Padres de la Iglesia, santos y místi-

cos muy apreciados e incuestionados por ella.

Son muy explícitos al escribir las profecías que recibieron sobre ―los últimos tiempos‖.

Introducción común a todos los libros de

la serie

Hacia 1846 se inicia el ―boom‖ de las apari-

ciones Marianas con las de La Salette, en Francia, considerada por Juan Pablo II como

―la reina de las profecías‖. Es un punto de referencia clave porque plantea ya las grandes

líneas del panorama profético que desarro-llarán y ampliarán las profecías en los 150

años siguientes. De 1850 a 1900 se presentan unos 15 videntes muy apreciados por la Igle-

sia. De 1900 a 1950 se duplica el número de

las apariciones documentadas (35). Pero la explosión se presenta en estos últimos 50

años cuando se documentan 110 videntes concentrados en los últimos 25 años (75 ca-

sos).

Al estudiar estas revelaciones privadas se descubrieron grandes temas recurrentes, y se

agruparon según las distintas categorías. Para presentarlas se optó por separar más de 2000

citas. Paralelamente a este proceso se iba estudiando la profecía pública de la Iglesia, o

sea las Sagradas Escrituras, en busca de todo cuanto tenía que ver con los temas que se iban

estudiando. Así llegaron a identificarse más de 400 pasajes bíblicos proféticos. Todo lo

descubierto se iba comparando con las respec-tivas enseñanzas del Magisterio de la Iglesia.

Gracias a estas dos comparaciones todo lo estudiado ganaba en perspectiva, comprensión

y profundidad así como se iba encontrando la perfecta concordancia de todas las revelacio-

nes privadas con la doctrina católica.

Vista la claridad con que las revelaciones hablaban por sí mismas y sin necesidad de

comentarios o ampliaciones humanas, se optó por preparar un marco titular a toda la obra de

ordenamiento de los mensajes del cielo. Son

tan claros, completos y comprensibles las revelaciones y mensajes de Jesús, de la Vir-

gen María y de la Biblia que lo mejor para quien hace este tipo de trabajo parece ser

hacerse a un lado y dejar que todos ellos obren por su cuenta.

Page 6: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

6

RELACIÓN DE LAS REVELACIONES PRIVADAS SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS A

TRAVÉS DEL MUNDO Y DEL TIEMPO CONSIDERADAS, BASE DE LA OBRA

1. ITALIA 1938 Kerizien Juana Luisa Ramonet

410 Roma San Jerónimo 1941 Balain Maria Julia Janey

1150 Calabria Gioacchino de Fiore 1972 Dozule Madelain

1350 Italia S. Juan de la Piedra Hendida 1980 Galaure Marta Robin

1400 Italia San Francisco de Paula 2000 Francia J.N.S.R.

1665 Monfort S. Luis Grignon 3. ESPAÑA/PORTUGAL

1672 Italia S Margarita Mª de Alacoque 1401 Valencia San Vicente Ferrer

1776 Gezano Monje Capuchino 1665 Agreda Ven. Mª de Jesús de Agreda

1818 Roma Isabel Canori-Mora 1853 Zaragoza Madre Rafols

1837 Roma Beata Ana María Taigi 1917 Fátima Lucía, Jacinta, José

1837 Roma San Gaspar Búfalo 1927 Madrid Hermano Estanislao

1847 Paola Ven. Bernardo Mª de Clausi 1932 Ezquiologa Antonio, Andrés Bereciartua

1849 Italia Sor María Adalfone 1932 España Benita Aguirre

1872 Oria Palma María Mattarelli 1941 Monte Umbre Felisa de Arrieta

1878 Corato Luisa Piccarreta 1945 Condocera Marcelina Barroso y otros

1888 Italia San Juan Bosco 1961 Garabandal Conchita y tres niñas más

1884 Roma León XIII 1969 España M.F.M.B

1901 Luca Santa Gemma Galgani 1973 Ladeira Mª Concepción Méndez H.

1946 Bonata Adella Roncalli 1980 El Escorial Amparo Cuevas

1946 Italia Sor Consolata Betrone 1985 Madrid Leonor Muñoz

1947 Montichiari Perina Gilli (Rosa Mística) 1985 Palma de Mall. Anónimo

1947 Tre Fontane Bruno Cornacchiola 1987 Barcelona Consuelo

1950 San Giovanni Padre Pío 2001 España Pequeña alma

1951 Italia Teresa Musco 4. GRAN BRETAÑA /IRLANDA

1954 Calabria Madre María Aiellio 375 Essex, Bretaña Anónimo

1960 Italia María Valtorta 1139 Armach, Irlanda San Malaquías

1962 Italia Padre André Allthoffer 1874 Liverpool Teresa Higginson

1964 San Damiano Rosa Quatrini 1879 Knock, Irlanda 20 personas

1966 Porto Estefano Enzo Alocci 1940 Knock, Irlanda Anónimo

1968 Italia Mamá Carmela Carabelli 1985 Surrey, Ingl. Patricia

1970 Italia Padre Ottavio Michelini 1985 Melleray, Irl. Ursula O`Rouke

1971 Roma Marisa Rossi 1985 Ballinsplitte, Ir 2 mujeres

1972 Roma María Bordini 1985 Inchigeela, Irl. 3 niños 25 grutas

1972 Milán Padre Gobbi 1987 Mayfield, Irl. Sally Ann y Judy Considine

1978 Avezzano Elena Patricia Leonardi 1987 Beesbrook,Irl. Beaulah y Mark

1980 Bezano Gema 1988 Gortnadreha,Ir. Cristina Gallager

1985 Oliveto Citra 12 niñas y centenares 5. ALEMANIA / AUSTRIA / SUIZA

2. FRANCIA 1179 Alemania Santa Hildegarda

177 Lyon San Ireneo 1658 Birgen, Alem. Ven Bartolomé Holzhauser

1093 Bec San Anselmo 1774 Munster, Alem Ven. A. Catalina Emmerich

1280 Francia Juan de Vatinguero 1862 Tirol, Austria Clara Steiner

1700 Francia La Extática de Tours 1900 Alemania Ana Henle

1777 Francia Padre Nectu 1937 Heede, Alem. 4 niñas

1789 Bretaña Juana de la Royer 1946 Marienfried Bárbara Reuss

1804 Francia Hna. Marianne 1949 Duren, Alem. Gertrudis

1810 Francia Abate Souffrand 1950 Alemania Her. Adam Aschaffenburg

1811 Lyón Ven. Magdalena Porsat 1952 Baviera, Alem. Teresa Newman

1826 Namntes Padre Albert Sauvageau 1956 Eisenberg, Aus Aloisa Klettner

1830 Rue Du Bac Catherine Laboure 1960 Alemania Graf- Suter

1846 La Salette Melanio y Maximina 1962 Alemania José Irlamier

1850 Francia María de la Fraudais 1964 Friburgo,Suiza Anónima

1858 Lourdes Bernardette Soubirou 1982 Eisenberg, Aus Aloisa Lex

1848 Comings Bugs de Milas 1985 Suiza Vassula Ryden

1857 Francia Ven. Maria de Bourg 1990 Munich, Alem Josef Stockert

Page 7: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

7

6. BÉLGICA / HOLANDA/SUECIA 1992 Falmouth, Ken Sandy

1300 Suecia Santa Brígida de Suecia 1992 Enfield, Connen. Neil Harrington Jr.

1932 Beauraing, Bélg 5 niños 1993 Belleville, Illin Ray Doiron

1933 Banneaux, Bélg. Marietta Beco 1993 Cincinatti, Ohi Rita Ring

1940 Engghien, Bélg. Berta Petit 1993 Rochester,N.Y John Leary

1947 Amsterdam, H Ida Perelman 1993 Akron, Ohio Tony Fernwalt

1965 Bélgica Margarita 1994 EmmitsburgE.U. Gioanna Talone Sullivan

7. EUROPA ORIENTAL 9. HISPANOAMÉRICA

869 Bulgaria San Cirilo 1531 Guadalupe, Mex. Juan Diego

1904 Polonia Maximiliano Kolbe 1634 Quito, Ecuador M. Mariana de Jesús T.

1914 Hrushiv, Ucran 22 agricultores 1652 Coromoto, Ven. A indígenas

1937 Polonia Sta. Faustina Kowalska 1945 Ocotlán, México Portavoz de Jesus

1945 Hungría Hermana Marie Natalia 1945 Jalisco, Mexico Matiana

1945 Zagrb, Croacia Julia 1960 Ciudad de Méx. Mercedes

1951 Polonia Bárbara Klosowna 1965 Jalisco, México Madre Conchita

1954 Hungría Hermana Natalia 1966 Caracas, Ven. Sandra Boscón

1954 Seredne, Ucrani Hanya 1975 Pururán, México Gabina Sánchez

1958 Tzurzocka, Che Matías Laschut 1976 Finca Betania, V Mª Esperanza

1960 Ucrania Ana de Ucrania 1980 Cuapa, Nic. Bernardo Martínez

1962 Janonis, Lituani Ramute Mapiukaite 1983 Peñablanca chile Miguel Angel Poblete

1962 Skiemonys, Lit. Romana Francisc Macuys 1983 San Nicolás, Arg Gladys Quiroga de Motta

1970 Vladimir, Rusia Josyp Terelya 1983 Cali, Colombia Carmen Helena Garcés

1976 Yugoslavia Yulka 1987 Tierra Blanca, M Elba y Zendia

1981 Medugorje,Yug. Varios 1988 Ciudad de Méx. Anónimo

1986 Polonia Wladislav Biernack 1988 Huatusco, Méx. 4 personas

1990 Litmanova, Ch. 2 niños 1988 Guatemala Hermana Guadalupe

8. ESTADOS UNIDOS / CANADÁ 1988 Las Cajas, Ec. Patricia Talbot Patricia Talbot

1920 Verdún, Canada Emma Blanche Currotte 1990 Pereira, Col Luz Helena Valencia

1949 Mackencie, Can. Anónimo 1997 Centoamérica J.S.

1950 Winsconsin Mary ann Van Hoof 10. ASIA / AFRICA / OCEANÍA

1953 SabanagrandePR 3 niños 350 Egipto San Nilo

1954 Fosforia, Ohio Hermana Mildred Neuzil 370 Jerusalén San Cirilo de Jerusalén

1968 Bayside, N York Verónica 380 Constantinopla San Juan Crisóstomo

1972 Dallas, Texas Ray Stanford 390 Constantinopla San Metodio

1974 Canadá Hermano Joseph Francis 1878 Israel Myriam de Abellín

1980 Worcester,E.U. Eileen George 1948 Lipa, filipinas Teresa Castillo

1980 Estados Unidos Padre Michael Scanlan 1952 India P Luis María Shouriah

1984 Montreal, Canad Georgette Faniel 1955 Zululandia, Afr Hermana Reinolda

1985 Cleveland, Ohio Maureen Sweeney 1963 Vietnam Stephan HoNgoc Ahn

1987 Estados Unidos Mariamante 1966 Kenya Sor Anna Alí

1987 Conyers, Georgia Nancy Fowley 1948 Zeitun, Egipto A miles

1987 San Antonio, Tx Hermano David López 1973 Akita, Japón Sor Inés Sasagawa

1988 Phonix, Arizona Estela Ruiz 1974 Vietnam Stephan HoNgoc Ahn

1988 Scottsdale, Ariz. A varios 1980 Taiwán A 5 hombres

1988 Lubbock, Texas A varios 1980 Australia William Kamn

1989 Kettle River,Mss Steve Marino 1981 Kibeho, Ruanda A 6 jóvenes

1989 Marlboro, N. Jers Joseph Januszkiewicz 1982 Damasco, Siria Mirna Nazzour

1989 Ontario, Canad Jim Singer 1983 Australia Debra

1990 Hillside, Illin Joseph Reinholtz 1985 Naju, Korea Julie Kim

1990 Denver, color Teresa López 1986 Soubra, Egipto A miles

1990 San Diego, Cal Cindy Cain 1993 New S., Austral Mattew Kelly

1990 Georgia Raymond Shaw 1986 Manila, Filipinas A soldados

1991 Estados Unido Anónimo 1986 Camerún, Africa A 8 colegios

1991 Lincon, Nebra Dra Mary Jane Even 1990 Melburne, A Josefina María

Page 8: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

8

Se reducen a un mínimo del total de estas

páginas los complementos por parte del

compilador que se disponen en algunos

anexos. La obra es, por tanto, una compila-

ción de profecías hechas a miembros de la

Iglesia católica en estos 2000 años a lo

ancho de todo el globo, presentadas temáti-

camente. Viene a ser como una cátedra

sobre los últimos tiempos dada por Jesús y

por María, con la respectiva concordancia

bíblica.

Para facilitar su lectura y estudio la obra

está dividida en doce libros cuyos índices

vemos más adelante.

UNA PERSPECTIVA ESPERANZADORA

Una divulgación parcializada y

fatalista de los mensajes proféticos

Quien oye

hablar de

aparicio-

nes de la Virgen y

del mun-

do de las

profecías suele hacer la asociación con

mensajes apocalípticos que describen cala-

midades y catástrofes futuras. Mucho puede

leerse o escucharse en los ambientes católi-

cos sobre personas que han recibido revela-

ciones que advierten de unos últimos tiem-

pos muy difíciles para la humanidad y que,

según parece, coinciden con los de la época

actual. Teniendo en cuenta los tantos pro-blemas que la mayoría tiene es natural que

en el interior de muchos brote una resisten-

cia a escuchar mensajes pesimistas que

acrecienten el desasosiego que nos envuel-

ve, pero por poca atención que se preste es

fácil ver que muchas de las profecías que

circulan concuerdan con los titulares de los

medios de comunicación y que la factibili-

dad del cumplimiento de lo pronosticado es

cada vez mayor.

Es verdad que frecuentemente las profecías

aluden a las tribulaciones por las que pasará

la humanidad como consecuencia del grave

y culpable alejamiento de Dios, de sus

mandamientos, de la desatención a las ad-

vertencias y de haber seguido su loco cami-

no hacia el abismo. Pero todo esto, siendo

verdad, resulta ser verdad a medias, y ca-

rente de la debida perspectiva puede condu-

cir al error. Quien observa la gran cantidad

de advertencias y de mensajes proféticos

que el cielo ha regalado capta en primer

lugar que todo constituye un llamado a la

conversión, así como un más amplio pano-

rama de mensajes. Atender tan solo a un

aspecto de las profecías —de origen católi-

co—, aquel de ―malas noticias‖ puede in-

ducir al pesimismo, al fatalismo y a algo

aún peor: la desesperanza, todo lo contrario de la intención del Autor de todo cuanto

contienen estos mensajes. Como todo

Evangelio, el que este mundo profético

contiene es una ―Buena Nueva‖.

El mensaje esperanzador

Los mensa-

jes ―positi-vos‖ y espe-

ranzadores

que el Cielo

ha dado a

través de

revelaciones

privadas

exceden con

creces los negativos. Considérense dos

como ejemplo: cuando hay una tormenta o

una larga noche oscura el hombre se puede mantener firme bajo la seguridad del fin del

mal tiempo: finalmente debe amainar la

tormenta o llegar la claridad del amanecer.

Así ocurre a quien estudia cuanto está

anunciado. Los mensajes proféticos, tanto

Page 9: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

9

los de las Sagradas Escrituras como los

recibidos por distintas personas después

del siglo primero, describen un futuro ma-

ravilloso tras la purificación necesaria,

futuro del que podrán gozar en vida los que

sean preservados para él por el poder de

Dios. Un conocimiento sin duda esperanza-

dor para quienes vivimos estos tiempos

turbulentos.

De otro lado, en toda situación difícil por la

que pasa el hombre bien sea un peligro

físico, bien sea uno espiritual, bien sea de

ambos, necesita saber cómo salir bien de

ella. Los mensajes que el Cielo ha enviado

ofrecen una guía muy específica para en-

frentar las tribulaciones y pasar airosamente

las pruebas. El conocimiento y la acepta-

ción de ellos trae consigo paz, pues se con-

solida la confianza en el poder de Dios, que

todo lo sabe, todo lo puede, todo lo dispone para el bien de los fie-

les. Dios, Padre de Mi-

sericordia, ha dispuesto

las armas y las armadu-

ras para sobrevivir dig-

namente a las dificulta-

des de los últimos tiem-

pos anunciados y para

―pasar‖ con los nuestros

al reinado de paz y de

amor que Él tiene dis-puesto.

Una teología de la historia

Otros aspectos que no suscitan el suficiente

interés de algunos, quizás por falta de fe en

ellos, pero de los cuales las revelaciones

privadas ofrecen mucha información es el de las causas últimas —el por qué y el para

qué en los planes de Dios— de las tribula-

ciones: qué papel cumplen en el plan divino

de salvación .

Por lo demás, muchas preguntas surgen

cuando se busca por estos caminos el senti-

do del período que ya se vive, tanto en la

Iglesia como en el mundo. Por ejemplo:

¿Puede un católico respetuoso del Magiste-

rio de la Iglesia creer en las profecías pri-

vadas?

Las profecías bíblicas, ¿no son simples

figuras y géneros literarios?

¿La creencia en el milenarismo (la época de paz) no está prohibida por la Iglesia?

¿Cómo puede un Dios misericordioso per-

mitir tantas tribulaciones?

Si Dios quiere la conversión por amor y no

por miedo ¿por qué parece asustarnos con

advertencias de situaciones difíciles?

¿Qué tan cerca estamos del final de los

tiempos?

¿Cuál es la diferencia entre el fin de los

tiempos y el fin del mundo? ¿Cuál es su

relación?

¿Por qué tiene tanta importancia la Virgen María en estos últimos tiempos?

¿Es real la crisis profetizada para la Igle-

sia Católica para los últimos tiempos?

¿No será el Anticristo una figura literaria

bíblica más que una persona histórica

concreta ?

¿Deben divulgarse las advertencias y los

mensajes proféticos? ¿Quién debe hacerlo

y cómo?

Es consecuencia de la bondad infinita de Dios que Él quiere que sepamos todo cuan-

to hace falta conocer para nuestra salvación.

De allí que haya previsto esta necesidad y

se haya adelantado desde hace siglos ofre-

ciendo toda la información necesaria. Inclu-

so ha pensado en la respuesta a tantas ex-

presiones de in-

credulidad respec-

to a la veracidad

de las revelaciones

que Él hace en

todo tiempo.

Page 10: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

10

A medida que se conocen las revelaciones

se descubre una perfecta exposición de una

teología de la historia realizada por Dios

por diversos medios: la explicación de sus

planes amorosos con la humanidad, con

todos y cada unos de sus hijos.

CREDIBILIDAD DE LAS REVELACIONES

Al cruzar y organizar temáticamente las

citas proféticas recopiladas se encuentran

asombrosas ―coincidencias‖ como las si-

guientes:

Concordancia entre los videntes

Como podrá ver

cada lector la

concordancia y

armonía entre los

videntes es asombrosa. Con-

forman como un

gran rompecabezas del que cada revelación

viene a ser como una pieza que aporta algo

propio al total y que reitera de alguna mane-

ra los temas centrales pero con su propio

matiz, y todo ello develándose poco a poco

a lo ancho del mundo y a lo largo de la

historia.

¿Cómo explicar estas asombrosas ratifica-

ción y complementariedad sin aceptar su

origen sobrenatural? No hay explicación

―humana" posible. Por otro lado, tanto los

Padres de la Iglesia como los santos, y los

videntes de los últimos ciento cincuenta años no han sacado provecho alguno que

pudiera hacer pensar en algún deseo de

mentir, así como no han contradicho con

sus actos la honestidad con que ―predican‖.

Además, los fenómenos por los que ellos

llegan a saber lo que dan a conocer van

normalmente acompañados de manifesta-

ciones sobrenaturales que producen frutos

de conversión y santidad en ellos y en mu-

chos de los que los rodean.

Nadie podría decir con sensatez que toda

esta expresión profética —que cubre los

cinco continentes durante dos mil años—

sea información sin

sentido o una gran

patraña o conspira-

ción para desorientar

a los hombres, cre-

yentes o no, para

alejarlos de la verdad

proclamada por la

Iglesia, cuando evi-dentemente se puede

deducir lo contrario. Unas cuantas y su-

puestas apariciones de la Virgen a presun-

tos videntes, cercanos geográficamente y en

el tiempo, podrían ser consideradas como

histeria o sugestión colectiva. Pero un con-

junto tan grande de fenómenos, tan esparci-

do en el tiempo y en la geografía mundial,

no puede ser descalificado a la ligera con

una acusación semejante: el asunto adquiere

otro cariz y exige otra respuesta.

Del estudio de unos pocos casos aislados

podría no deducirse veracidad alguna, pero tras un análisis serio del gran conjunto

informativo recibido y dado por los viden-

tes la credibilidad en todo cuanto aseveran

toma una fuerza avasalladora.

Concordancia con el Magisterio de la

Iglesia

Se observa fácilmente que

de todo lo dicho en el gran

conjunto de mensajes, aquí trascrito, nada atenta contra

lo enseñado por el magiste-

rio infalible de la Iglesia. La

mayoría de los videntes de los últimos si-

glos son personas sin instrucción especial

(pastores, campesinos, muchachas de servi-

cio, amas de casa, niños) gente del común y

sin capacidades extraordinarias; sin embar-

Page 11: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

11

go, muestran en todo cuanto dicen una

sabiduría espiritual excepcional y un gran

conocimiento de los contenidos de la fe.

¿Cómo se puede explicar tanta sabiduría y

profundidad doctrinal en estos videntes si

sus mensajes no vienen del Cielo? ¿Dicien-

do que vienen del lado enemigo? Solo un

hombre realmente ciego podría afirmar cosa

semejante.

Concordancia con la profecía bíblica

Otro resultado asombroso

del estudio es la visión de la congruencia entre las

profecías bíblicas y las de

los videntes, entre la reve-

lación ―pública‖ con la

revelación ―privada‖. Y no podría ser de

otro modo teniendo ambas a Dios como

autor. En la presentación que estas libros

pretenden se intercalan las citas bíblicas en

concordancia con cada tema para que pueda

apreciarse su armonía y se logre una mayor

comprensión del contenido de los mensajes.

Puede decirse con seguridad que la revela-ción privada explica la revelación bíblica, la

hace más comprensible, la devela aún más

según la realidad histórica y el modo de su

cumplimiento.

Congruencia con el sentido común y

la lógica histórica

No se necesita ser un historiador para ver

en las simples noticias de diarios y televi-

sión que el mundo está entrando acelera-damente a la que podría considerarse como

primera etapa de la debacle. Ni se necesita

ser un científico social para darse cuenta de

que las proyecciones políticas, económicas,

culturales, religiosas y sociales permiten

deducir la facti-

bilidad de las

siguientes etapas

[en la lógica de

las profecías, siempre y cuando no haya una

radical e inmediata conversión mundial].

Coincidencia con otros mensajes

proféticos no cristianos

Causa cuando menos curiosidad y extrañeza

la similitud entre un gran conjunto de pro-

fecías

existentes

en casi

todas las

épocas y

culturas. Tanto en

las culturas prehispánicas centroamericanas

como la hindú, la judía, la egipcia, la euro-

pea antigua y la musulmana, a lo largo de

los siglos, todas coinciden en pronosticar

unos tiempos cataclísmicos históricos uni-

versales previos a un renacer esplendoroso.

En sus distintas cronologías todas predicen

una época de purificación y renovación que

coinciden con alto grado de aproximación

con el año 2000 de la era cristiana (pocos

años más o menos) y que se extiende por un corto período. También en los últimos años

todo un grupo de parasicólogos, de perso-

nas creyentes en los OVNIS y de gente

adepta al movimiento de la Nueva Era,

ofrecen profecías similares y unas cuantas

diferencias.

Estas similitudes (¿simples coincidencias?)

pueden o no aportar validez a las profecías

―católicas‖. Pero las diferencias sí pueden

resultar muy significativas para la fe católi-

ca y la salvación del alma. En el caso de las

profecías cuyo origen es el conjunto de

doctrinas y enseñanzas de la Nueva Era y

de los creyentes en Ovnis, podría decirse

que buscan imitar las profecías de origen cristiano y adaptarla para sus fines de con-

quista de adeptos a sus oscuros propósitos.

En el noveno libro puede verse el desarrollo

de este tema.

Page 12: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

12

DEDICATORIA

A los Cardenales, Obispos, Sacerdotes,

teólogos, estudiosos del tema y servidores

de grupos de oración y de comunidades a

quienes corresponde discernir los signos de

los tiempos y orientar el caminar del pueblo de Dios en esta turbulenta época de la histo-

ria.

A todos los buscadores de la verdad de

todas las religiones y creencias.

La información necesaria sobre el impor-

tante tema de las revelaciones privadas de

origen católico sobre los últimos tiempos es muy amplia y suele estar dispuesta de tal

forma que resulta difícil estudiarse en pers-

pectiva. Muchas veces sus ramas no dejan

ver el árbol con las consecuencias negativas

esperadas: una verdad a medias suele indu-

cir errores de apreciación. Es el deseo del

autor de esta compilación que su trabajo

contribuya al esclarecimiento de la Verdad

al respecto y que esta sea utilizada para dar

mayor gloria a Dios y facilitar la salvación

de muchas almas.

Agradezco mucho a Alejandro Pedraza,

Antonio Yague, Rafael Arango. José Galat,

Susana Díaz, Julián Gómez, Francisco y

Juan Carlos Sánchez-Ventura, Fausto Ga-

leano y a muchas otras personas que fueron

decisivas con su ayuda a la obra. Agradezco

sobremanera a mi familia su apoyo y com-

prensión, y solicito su perdón por el sacrifi-

cio en todos los aspectos a que se vieron

avocados por mi dedicación en exclusividad a este proyecto durante un largo período,

descuidando un poco mis deberes de estado.

DECLARACIÓN

Amparado por el decreto del 15 de No-

viembre de 1966 publicado en el ―Acta

Apostolicae Sedis‖ el 29 de diciembre de

1966 (Volumen 58, número 16) este libro

se publica sin necesidad de Censura Ecle-

siástica. Este decreto se basa en la deroga-

ción que hizo el Papa Pablo VI de los cáno-

nes 1.399 y 2.318 del Derecho Canónico

que exigían esta censura cuando se escribie-ra sobre temas referentes a nuevas aparicio-

nes y manifestaciones Divinas en lo que

conocemos como revelación privada.

En la actualidad los estudiosos pueden

editar escritos referentes a este tema sin el

conocido Imprimatur con tal de que se

ajusten a la moral y a la fe aceptada por el

Magisterio de la Iglesia.

De otro lado, de acuerdo al decreto del Papa

Urbano VIII al respecto, declaro que de

ninguna revelación privada consignada en

este documento afirmo su origen

ral, y al respecto me atengo al juicio de la Autoridad Superior Competente. No pre-

tendo, por lo tanto, adelantarme al juicio

definitivo de la Jerarquía Eclesiástica y me

someto incondicionalmente al dictamen

final y oficial de este Magisterio

PLAN DE TEMAS DE LA OBRA Como puede verse en la

página frontal la obra está

estructurada en cuatro gru-

pos de tres libros. Aunque

se puede leer cualquiera de

los libros en forma independiente y se pue-

de leer el total de la obra en cualquier or-

den, el diseño cuenta con una estructura

secuencial lógica que tiene una meditada

utilidad.

Page 13: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

13

REVELACIONES DE JESÚS Y MARÍA SOBRE

ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS

TÍTULOS DE LA SERIE DE LIBROS*

Trilogía de la Esperanza

1. LA MARAVILLOSA ÉPOCA DE PAZ Y AMOR QUE SE APROXIMA

2. ¿PUEDE UN CATÓLICO, RESPETUOSO DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA,

CREER EN LAS PROFECÍAS PRIVADAS?

3. REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA

Trilogía de la Fe

4. ¿COMO PUEDE UN DIOS MISERICORDIOSO PERMITIR TANTAS

TRIBULACIONES A SUS CRIATURAS?

5. UN GRAN PLAN DE DIOS PARA LA SALVACIÓN Y RENOVACIÓN DE ESTE

MUNDO EN CRISIS

6. INSTRUCCIONES DEL CIELO PARA PROTEGERNOS DURANTE LAS

TRIBULACIONES DE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS

Trilogía apostólica (primer libro)

7. LA PROFETIZADA CRISIS EN LA IGLESIA CATÓLICA Y SU RENOVACIÓN

Trilogía de la Caridad

8. LA CRISIS GLOBAL PROPICIA PARA EL SURGIMIENTO DE UN NUEVO

ORDEN MUNDIAL Y DE UNA IGLESIA ECUMÉNICA UNIVERSAL

9. EL CERCANO Y CORTO REINADO DEL ANTICRISTO PROFETIZADO

10. LA GRAN TRIBULACIÓN FINAL ANTES DE LA RENOVACIÓN DEL

MUNDO

Trilogía Apostólica

11. ¿DEBEN DIVULGARSE LAS ADVERTENCIAS Y MENSAJES PROFÉTICOS?

LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

12. MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA AL PADRE GOBBI SOBRE ESTOS

ÚLTIMOS TIEMPOS

______________________________________ *Ver índices más detallados de los libros y sus capítulos al final del libro

Page 14: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

14

Todo lo que el Cielo revele tiene como fin

fortalecer las tres virtudes teologales: fe,

esperanza y caridad, fundamento de todas

las demás. Por demás, todo lo que comuni-

ca el cielo tiene por objeto la salvación de

almas e implica para quien lo recibe la

responsabilidad de ser divulgador. Así se

conformaron las trilogías:

Trilogía de la esperanza

Necesitamos urgen-temente de esperanza

para seguir luchando

en la vida, tanto a

nivel humano como a

nivel espiritual. En el

primer libro La ma-

ravillosa época de

paz y amor que se aproxima las revelacio-

nes nos dan la esperanza cierta de un cielo

nuevo y la tierra nueva prometidos luego de

esta purificación. Su cercanía, y su disfrute con los nuestros debe llenarnos de alegría.

En el segundo libro ¿Puede un católico,

respetuosos del magisterio de la Iglesia

creer en las profecías bíblicas y privadas?

no solo encontramos respuesta afirmativa a

la pregunta, sino la explicación de cómo sí

es lícito de acuerdo al magisterio creer en

un milenio esplendoroso dentro de la

próxima historia de la humanidad. En el

tercer libro (Revelaciones sobre la vida

después de la vida) puede verse la diferen-

cia entre el fin de los tiempos y el fin del mundo; con ese conocimiento puede reno-

varse la virtud teologal de la Esperanza por

cuanto se recuerda el Cielo prometido a

quienes acepten la invitación de Dios a

compartir su feli-

cidad eterna.

Infinitamente más

importante que ser

merecedores de

participar en el maravilloso mile-

nio que se aproxima, que es temporal, es ser

considerados dignos de la felicidad eterna.

Trilogía de la Fe

El cuarto libro

(¿Como puede

un Dios miseri-

cordioso permi-

tir tantas tribu-

laciones a sus

criaturas?)

puede ayudar a

mantener la fe pues ayuda a

comprender

cómo esta puri-

ficación es per-

mitida —no causada— por Dios como una

expresión de su misericordia, aunque tam-

bién de su justicia; que Él no permite o

quiere nada que no sea bueno para sus

hijos, y si lo permite será para la salvación

de un mayor número de almas, para la glo-

ria de su nombre. El quinto libro (Un gran plan de Dios para la salvación y renova-

ción de este mundo en crisis) ayuda a to-

mar conciencia de cómo esta etapa de la

historia estaba prevista dentro del plan de

Dios para la salvación de la humanidad,

para la segura victoria de la Virgen María y

de su linaje sobre Satanás y sus huestes en

la gran batalla final profetizada en el libro

del Génesis (Gen 3, 14-15) y en el del Apo-

calipsis (Ap 13, 1-3, 13), base para la reno-

vación del mundo.

El conocimiento de esto debe ayudar a

aumentar la fe del creyente, del mismo

modo que el contenido del libro sexto (Ins-

trucciones del cielo para protegernos du-

rante las tribulaciones de estos últimos

tiempos) debe mover a la confianza aban-donada en Dios Padre de misericordia. Dios

ha previsto la protección de su pueblo du-

rante esta época de grandes tribulaciones

como expresión de su amor.

Trilogía de la Caridad

Page 15: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

15

Los libros

octavo (La

crisis global

propicia para

el surgimiento

de un Nuevo

orden mundial

y de una Iglesia

ecuménica universal), noveno (El cercano y

corto reinado del Anticristo profetizado) y décimo (La gran tribulación final antes de

la renovación del mundo) ofrecen una rela-

ción secuencial de los eventos históricos

advertidos por el Cielo para los próximos

años previos a la renovación del mundo. Es

la descripción de los duros hechos que han

de ocurrir, usualmente son los más divulga-

dos y su aceptación es la más difícil. Como

dijimos, ellos solos, sin aquello que los dota

del sentido querido por Dios en su plan de

salvación, pueden traer mucho desasosiego. Dios nos da esta información con el propó-

sito de conocer con anticipación los eventos

para entenderlos y poderlos manejar apro-

piadamente según sus instrucciones. No da

Dios sus dones para nuestra intranquilidad,

sino para nuestro bien. Lo nuestro es la

correspondencia.

Llamamos a esta trilogía de la Caridad, para

hacer ver que esto entra en los planes mise-

ricordiosos de Dios y que durante este per-

íodo va a ser necesaria en la Iglesia rema-

nente un despliegue especial del amor fra-

terno tendiente al apoyo mutuo para pasar

la dura prueba a la que vamos a estar some-

tidos.

Trilogía apostólica

El séptimo libro

(La profetizada

crisis en la igle-

sia católica y su

renovación) está

situado dentro de

la secuencia

anterior de la trilogía de los eventos de las

tribulaciones. Se hace así para mostrar la

relación causa - efecto entre esta descrip-ción de la Gran apostasía profetizada, las

tribulaciones y la aparición del Anticristo (1

Tes 2, 3-4). Son también mensajes de difícil

aceptación, quizás por el amor hacia nues-

tra Santa Madre Iglesia, y aún así es un

canto a la esperanza pues se cumplirá la

promesa del Señor acerca del que ―las puer-

tas del Infierno no prevalecerán contra

ella‖. La prueba por la que va a pasar el

cuerpo místico de Cristo, a semejanza de la

que pasó Jesús, su

Cabeza, tiene

un propósito,

y, como Él,

resucitará

hermosa-

mente renovad.

El libro undécimo (¿Deben divulgarse las

advertencias y mensajes proféticos? Los apóstoles de los últimos tiempos) presenta

una respuesta afirmativa a la pregunta y

ayuda a tomar conciencia de la urgencia de

la divulgación de los mensajes proféticos y

de un apostolado de los últimos tiempos. El

Cielo nos da toda una guía de acción como

parte del plan salvífico.

El último libro (Mensajes de la Virgen María al padre Gobbi sobre estos últimos

tiempos) documenta en forma temática

parte de los mensajes que la Virgen dio

durante 25 años al Padre Gobbi, quien guía

humanamente el Movimiento Sacerdotal

Mariano. Dejó estos mensajes y adverten-

cias proféticas consignadas en su libro “A

los Sacerdotes, hijos predilectos de la

Santísima Virgen”, editado con imprimatur.

En esta obra la Virgen presenta un panora-

Page 16: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

16

ma global completo sobre todos los temas

referentes a los últimos tiempos vistos en

los otros libros. Puede leerse a modo de

resumen.

Al Movimiento Sacerdotal Mariano están

adscritos más de 100.000 sacerdotes (casi

un 20% de los sacerdotes del mundo) y más

de 400 Cardenales y Obispos. Los siguen

millones de laicos que se reúnen semanal-

mente en cenáculos de oración y estudian

las revelaciones privadas recibidas. Aún así,

esta institución tiene detractores y ante él

algunos jerarcas reaccionan con increduli-dad.

Este ejemplo

nos permite

también mos-

trar la serie-

dad del tema y rebatir ataques simplistas

que descalifican a las personas que creemos

en estos planteamientos, y que nos tildan de

ignorantes, fanáticos y desobedientes a la

Jerarquía cuando los divulgamos.

Vemos los índices generales de los doce

libros al final de este libro.

PRESENTACIÓN DE LA OBRA EN VERSIÓN DE LIBROS

ELECTRÓNICOS PARA VER EN CUALQUIER COMPUTADOR,

CON IMPORTANTES COMPLEMENTOS

Los doce libros en versión digital en

PDF

Para versatilidad en el manejo de los doce

temas y libros se provee una presentación

de estos en versión electrónica (e-books) en

4 CD-Roms que agrupan tres libros en cada

uno, como se ve en la carátula interior (al

inicio). De esta forma el CD-Rom A agrupa

en la trilogía de la Esperanza que incluye

los libros 1, 2 y 3 de la serie, el CD-Rom B integra la trilogía de la Fe con los libros 4, 5

y 6, etc.

Los CD-Roms se abren desde cualquier

computador, en PDF, y se pueden leer en

pantalla, con la ventaja de que las ilustra-

ciones están a todo color en versión más

estética. Permite imprimir selecciones de

textos para fines de estudio personal o gru-

pal, aunque se pide respeto de derechos de

autor, en impresión en escala o con afán de lucro.

Presentación PowerPoint de resumen

y materiales de trabajo imprimibles

para estudio personal o para grupos

de estudio

En los CD-Roms se incluye un juego de

diapositivas en POWERPOINT como re-

sumen y presentación para cada uno de los

libros. Esto facilita en forma por demás

clara, gráfica y sencilla, el estudio de cada libro sea en forma personal o en grupos de

estudio. Cada presentación en PowerPoint

de cada libro tiene a su vez unos formatos

de trabajo en forma de guía de estudio que

facilita el manejo del tema en forma didác-

tica. Estos se pueden imprimir conforman-

do una especie de manual ilustrado de estu-

dio y trabajo de toda la obra.

Películas sobre las principales Apari-

ciones de la Virgen y de sus mensajes,

y de otras revelaciones privadas

Por último, se incluyen en cada uno de los

CD-Roms de una serie de clips sobre las principales apariciones de la Virgen María

y de otras revelaciones privadas, en videos

en formato MPG que se puede ver desde

cualquier computador. Esto termina de dar

una presentación agradable y pedagógica a

la obra.

Page 17: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

REVELACIONES SOBRE LA VIDA

DESPUÉS DE LA VIDA

A. EL REAL FIN DEL MUNDO Y EL JUICIO

UNIVERSAL

1. SEGUNDA VENIDA DE CRISTO AL FIN DEL MUNDO,

PARA EL JUICIO FINAL

PRECEDENCIA DEL FIN DE LOS

TIEMPOS AL MILENIO, LUEGO

DEL CUAL SIGUE EL FIN DEL

MUNDO

La Gran Tribulación es el primer

fin… Pero a vosotros los que habitáis

la tierra en este año 2000, os digo que

ese primer fin de este capítulo 24 de

San Mateo, lo tenéis ya mismo a las

puertas… A Pequeña Alma, España 2000: (J) “Mas el

que persevere hasta el fin, ese se salvará”

(Mt 24, 13).

¿De cuál fin se habla aquí?, porque en el

versículo siguiente 14, se habla de otro

“fin”.

En este versículo 13 se habla del fin de la

Gran Tribulación… o sea, la Gran Tribula-

ción es el primer fin.

A mis contemporáneos de Jerusalén les

prediqué este fin de su Gran Tribulación, la

cual vivieron con la destrucción del templo

y de Jerusalén, causada por los romanos

años más tarde, y que se contiene en los

versículos del 15 al 20.

Pero a vosotros los que habitáis la tierra en

este año 2000, os digo que ese primer fin de

este capítulo 24 de San Mateo, lo tenéis ya

mismo a las puertas… Y no podéis perseve-

rar en la verdadera fe de mi Iglesia Católi-

ca y llegar a él para salvaros, como no

hagáis caso de las palabras que mi Santa Madre os viene anunciando por todo el

mundo con sus manifestaciones y aparicio-

nes a niños, jóvenes, adultos y ancianos de

toda clase y condición social y religiosa…

Tendré que venir a reinar en la tierra

durante mil años, en los cuales

Satanás permanecerá encadenado en

el abismo… y cuando digo “mil

años”, quiero decir mil años, pues

Page 18: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

18

esto es Palabra del Padre y no tiene

ninguna intención doble o

interpretación simbólica o estilística,

sino que serán mil años del tiempo de

vuestra tierra y mundo (Ap 20, 2-3).

A Pequeña Alma, España 2000: (J) Tendré

que venir a reinar en la tierra durante mil

años, en los cuales Satanás permanecerá encadenado en el abismo… y cuando digo

“mil años”, quiero decir mil años, pues

esto es Palabra del Padre y no tiene ningu-

na intención doble o interpretación simbó-

lica o estilística, sino que serán mil años

del tiempo de vuestra tierra y mundo (Ap

20, 2-3).

Yo tengo que venir a reinar en la tierra,

como así os enseñé en la oración al Padre

Nuestro: “Venga a nosotros tu Reino”… y

esto aún no ha sucedido en la tierra de un modo universal. Y También dije que “El

Reino de Dios no vendrá a vosotros osten-

siblemente, ni podréis decir: -está aquí o

allí- , porque el Reino de Dios está dentro

de vosotros (Lc 17, 21)

...por el amor a su Venida Gloriosa e

Intermedia, como un anticipo la

última y definitiva, en la que por

ahora no tenéis que pensar porque no

la conoceréis en estos tiempos, pues

será en otros ya anunciados para el

Juicio Final

A pequeña Alma, España 2001: Esto te dirá mi Hijo... no lo dudes y sigue animando la

fe de tus hermanos y hermanas, que todos

los que estén esperando a Mi Hijo, cuando

vuelva les dará su premio a la fe y a la

constancia que han tenido sobrellevando la

incomprensión y burlas de los demás, por

el amor a su Venida Gloriosa e Intermedia,

como un anticipo la última y definitiva, en

la que por ahora no tenéis que pensar por-

que no la conoceréis en estos tiempos, pues

será en otros ya anunciados para el Juicio Final

“Yo creo por la Gracia de Dios, pero

esta noticia creo que muchos no la

van a creer en la Iglesia, pues en el

Magisterio se habla de dos Venidas

tuyas nada más, la Primera y la

Segunda y última en Gloria…”

A Pequeña Alma, España 2001 (J) “Ese

Hombre noble que se fue a un país lejano

para recibir el poder real y volver ensegui-

da” (Lc 19, 12) Soy Yo, que me fui al Padre

cuando resucité y ahora vuelvo como Rey

de Paz y de Amor, Es mi venida intermedia

antes de la final como Juez de vivos y muer-

tos.

¡Señor mío! Yo creo por la Gracia de Dios,

pero esta noticia creo que muchos no la van

a creer en la Iglesia, pues en el Magisterio

se habla de dos Venidas tuyas nada más, la

Primera y la Segunda y última en Gloria…

Sí hijo mío, y así es, pero está escrito en

San Lucas 18, 8: “Pero cuando venga el

Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la

tierra?”, y esa es una venida mía revelada pero no suficientemente explicada es ahora

cuando la estoy comunicando abiertamente

Page 19: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

19

a mi Iglesia a través almas pequeñas y no

de los sabios y entendidos… Ya es hora de

hablar de esto, mi Santísima Madre lo está

anunciando hace tiempo y no es escuchada;

no te extrañes tú, que tampoco te crean…

no es a ti, hijo mío, es a Mí a quien no

creen…

Esta Venida mía no tiene relación con el

pecado… Mi primera venida fue como Redentor del hombre; esta venida interme-

dia es como Rey de Paz y de Amor, y la

última y final será como Juez universal de

toda naturaleza humana y angélica.

Yo no puedo venir a reinar ahora, en Per-

sona y Resucitado a vuestro mundo… no

me aceptarías… pues salvo una muy pe-

queña minoría, la mayoría no aceptáis a mi

Santísima Madre, cuando se aparece a los

niños, a los jóvenes y a los ancianos… (Hch 2, 17-18). Yo también me aparezco y no me

aceptáis… porque ya no tenéis fe y estáis

tan corrompidos e insensibles a todo lo

espiritual y verdadero, que ya no tenéis

más fe, sino sólo en lo que veis y tocáis,

como el apóstol Tomás

Será el retorno de Jesús en su gloria,

antes de su última venida para el

Juicio Final, cuya hora sigue aun

escondida en los secretos del Padre

Al Padre Gobbi, Milan, Italia, 1972. Seme-jante a la primera será su segunda venida,

hijos predilectos. Como fue su nacimiento

en esta noche (conmemoración de la navi-

dad), será el retorno de Jesús en su gloria,

antes de su última venida para el Juicio

Final, cuya hora sigue aun escondida en

los secretos del Padre.

También en esta segunda venida, el Hijo

vendrá a ustedes a través de su Madre.

Como el Verbo del Padre se sirvió de mi

seno virginal para llegar a ustedes, así también Jesús se servirá de mi Corazón

Inmaculado para llegar a reinar entre

ustedes.

Esta es la hora de mi Corazón Inmaculado

porque se está preparando la venida del

glorioso Reino de amor de Jesús.

EL ÚLTIMO CICLO

Lo arrojó al Abismo, cerró con llave

y además puso sellos para que no

pueda seducir más a las naciones

hasta que pasen los mil años

San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Lo

arrojó al Abismo, cerró con llave y

además puso sellos para que no pueda seducir más a las naciones hasta que

pasen los mil años. Después tendrá que

ser soltado por poco tiempo.

Y cuando se terminen los mil años,

Satanás será soltado de su prisión,

Page 20: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

20

saldrá a engañar a Gog y Magog, es

decir, a las naciones de los cuatro ex-tremos de la tierra, una multitud tan

numerosa como las arenas del mar.

Invadieron el país entero y cercaron el

campamento de los santos, la Ciudad muy amada, pero bajó fuego del cielo y

los devoró.(Ap 20, 3.7-9)

Después de los mil años, cuando,

cuando sea soltado (Satanás), volverá

a seducir a los hombres desviándolos

de la Verdad de nuevo, y cuando una

vez más crea ganar la batalla a Dios,

descenderá fuego del cielo y los

devorará

A Pequeña Alma, España 2001 (J) Después

de los mil años, cuando, cuando sea soltado

(Satanás), volverá a seducir a los hombres

desviándolos de la Verdad de nuevo, y

cuando una vez más crea ganar la batalla a

Dios, descenderá fuego del cielo y los de-

vorará, “El Diablo, que los extraviaba,

será arrojado en el estanque de fuego y

azufre, donde también están la Bestia y el Falso Profeta, y serán atormentados día y

noche por los siglos de los siglos” (Ap 20,

7-15).

Después vendrá el Juicio Universal con mi

Venida como Juez de vivos y muertos…

pues esta venida intermedia mía, será como

Rey de Paz y Misericordia, y la última

como Rey de Justicia. (Mt 25, 31-46)

LLEGADA DEL FIN DEL

MUNDO TRAS EL MILENIO.

VUELTA DE JESÚS ENTRE

LAS NUBES, TAL Y COMO

FUE ANUNCIADO PARA EL

JUICIO FINAL

Después, cuando acaben los mil años

de mi Reinado en la tierra, subiré al

Cielo y volveré como Juez de vivos y

muertos, entonces será también el fin

de este mundo

A Pequeña Alma, España 2001 (J) Des-

pués, cuando acaben los mil años de mi

Reinado en la tierra, subiré al Cielo y vol-

veré como Juez de vivos y muertos, enton-

ces será también el fin de este mundo…

entended bien lo que os digo, porque algu-

nos sabios y prudentes están equivocados y

dormidos pensando que mi Venida en Glo-

ria está aún muy lejana y no cuentan con

esta Venida intermedia claramente anun-ciada en las Escrituras por Mí y el Espíritu

Santo.

Este segundo fin, es el último final de

la humanidad que concluirá con el

Juicio universal

A Pequeña Alma, España 2001 (J) “Será

predicado este Evangelio del Reino en todo

el mundo, como testimonio para todas las

naciones, y entonces vendrá el fin” (Mt 24,

14)

He aquí el segundo fin…

Este es un pasaje que lo entienden mal

muchos en mi Iglesia y les sirve para seguir

dormidos, ya que piensan que aún quedan

muchas partes del mundo sin conocer mi

Buena Noticia…como es casi toda Asia,

con la China y Japón, la India y otras na-

ciones… parte del África, donde apenas si

hay pocos misioneros cristianos… y por lo

Page 21: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

21

tanto aún queda mucho tiempo para que se

cumplan éstas mis Palabras y llegue el fin

de las cosas o del mundo.

Este segundo fin, es el último final de la

humanidad que concluirá con el Juicio

universal, y como muchos creen y piensan,

está aún lejano, por lo que no nos corres-

ponde ahora vivirlo, pues antes tiene que

ser predicado mi Evangelio por todo el mundo, y como he dicho antes, quedan

grandes naciones y lugares que aún no lo

han oído, y esto requerirá tiempo y trabajo

misionero, el cual está previsto por la pro-

videncia de mi Padre y el vuestro, para el

Reino de Paz en esos mil años anunciados

en Ap 20, 1-6. Leedlo, porque está muy

claro par los que atienden y escuchan los

mensajes de mi Santa Madre y míos en

estos últimos días… No vengo a deciros

nada nuevo que no esté escrito y revelado, sino que vengo a explicaros las Escrituras

a través de mis pequeños… pero no los

atendéis…

Y en ese preciso momento verán

al Hijo del Hombre viniendo en

la Nube, con gran poder e infinita

gloria (Jesús, Jerusalén, 33 d.c. Lc 21, 27)

Este que os ha sido llevado, este

mismo Jesús, vendrá así tal como

le habéis visto subir al cielo

Lucas, Antioquia, 81 d.c.: Y dicho esto,

fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando

ellos mirando fijamente al cielo mien-

tras de iba se le aparecieron dos hom-bres vestidos de blanco que les dijeron:

―Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al

cielo? Este que os ha sido llevado, este

mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo‖ (Hch 1, 9-

11)

Miren que viene entre las nubes, y

todos lo verán

San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Miren

que viene entre las nubes, y todos lo

verán, aun los que lo hirieron y llorarán por su muerte todas las naciones de la

tierra. Sí, así será.

Yo soy el Alfa y el Omega, dice el Se-ñor Dios, el que Es, el que era y el que

ha de venir; el Señor del Universo. (Ap

1, 7-8)

Mientras todas las razas de la

tierra se golpearán el pecho, verán

al Hijo del Hombre viniendo sobre

las nubes del cielo con el poder

divino y la plenitud de la gloria

Jesús, Jesrusalén 33 d.c.: Mientras to-

das las razas de la tierra se golpearán el

pecho, verán al Hijo del Hombre vi-

niendo sobre las nubes del cielo con el poder divino y la plenitud de la gloria.

Enviará a sus ángeles, que tocarán la

trompeta y reunirán a los elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un ex-

tremo al otro del mundo. (Mc 24, 30-

31)

Page 22: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

22

A Él se le dio poder, honor y

reino, y todos los pueblos y las

naciones de todos los idiomas le

sirvieron

Daniel, Babilonia, 590 a.c.: En las nu-

bes del cielo venía uno como hijo de

hombre. Se dirigió al Anciano y fue llevado en su presencia

A Él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos y las naciones de

todos los idiomas le sirvieron. Su poder

es poder eterno y nunca pasará; y su

reino jamás será destruido. ( Dan 7, 13-14)

COLABORACIÓN DE LOS

ÁNGELES EN LA SIEGA

La siega es el fin del mundo; los

segadores son los Ángeles

Jesús, Jerusalén, 33 d.c..:El que siembra

la buena semilla es el Hijo del Hombre;

el campo es el mundo; la buena semilla

son los hijos del Reino; la cizaña son

los hijos del maligno; el enemigo que la

siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los Ánge-

les; de la misma manera, pues, que se

recoge la cizaña y se quema en el fue-

go, así será en el fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus Ángeles que

recogerán de su Reino todos los escán-

dalos y a todos los obradores de la ini-quidad y los arrojarán en el horno de

fuego: allí será el llanto y rechinar de

dientes.

Entonces los justos brillarán como el

sol en el Reino de su Padre. (Mt 13, 37-

43)

Así sucederá al fin del mundo:

saldrán los Ángeles, separarán a

los malos de entre los justos y los

echarán en el horno de fuego

Jesús, Palestina, 30 d.c.: También es

semejante el Reino de los Cielos a una res que se echa en el mar y recoge pe-

ces de todas clases, y cuando está llena,

la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en

cestos los buenos y

tiran los malos. Así sucederá al fin del

mundo: saldrán los

Ángeles, separarán a

los malos de entre los justos y los echarán en

el horno de fuego, allí

será el llanto y el re-chinar de dientes (Mt

13, 44.50)

Page 23: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

23

2. RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS

RESURRECCIÓN DE TODOS

LOS MUERTOS DE LA

HISTORIA, Y JUICIO DE

TODOS LOS SERES HUMANOS

EN EL LLAMADO JUICIO

UNIVERSAL

El mar devolvió sus muertos, la

tierra y el abismo devolvieron a

sus muertos y todos fueron

juzgados según sus obras

San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Vi

luego un trono grande y resplandecien-te. Tierra y cielo se desvanecieron ante

la presencia del que estaba sentado

sobre el trono y desaparecieron sin de-jar rastro. Vi también a los muertos,

tanto a los poderosos como humildes,

que estaban de pie ante el trono. Se abrieron entonces los libros, se abrió

otro libro – el libro de la Vida-, y los

muertos fueron juzgados según sus

obras, conforme a lo que estaba escrito en los libros. El mar devolvió sus muer-

tos, la tierra y el abismo devolvieron a

sus muertos y todos fueron juzgados según sus obras.

Muerte y abismo

fueron arrojados después al estanque

de fuego; he aquí la

segunda muerte: el

estanque de fuego, al que fueron arro-

jados todos los que

no estaban inscritos en el libro de la

Vida. (Ap 20, 11-

15)

Llega la hora en que todos los que

estén en los sepulcros oirán su voz

Jesús, Jerusalén, 33 d.c..: En verdad, en

verdad os digo: llega la hora (y ya es-tamos en ella), en que los muertos oirán

la voz del Hijo de Dios, y los que la

oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le

ha dado al Hijo tener vida en sí mismo,

y le ha dado poder para juzgar, porque

es Hijo del hombre.

No os extrañéis de esto: llega la hora en

que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan

hecho el bien para una resurrección de

Vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de Juicio. (Jn 5,

21-29)

¿Os parece increíble que Dios

resucite a los muertos?

San Pablo, Jerusalén, 50 d.c.: Ahora estoy sometido a Juicio por confiar en

la promesa que hizo Dios a nuestros

antepasados, la misma que nuestras

Page 24: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

24

doce tribus, sirviendo a Dios asidua-

mente, día y noche, esperan alcanzar.

Por tener esta esperanza, majestad, me acusan los judíos. ¿Os parece increíble

que Dios resucite a los muertos? (Hch

26, 6-8)

TRANSFORMACIÓN DE

TODOS LOS CUERPOS PARA

LA GLORIA O LA

CONDENACIÓN

Y muchos de los que duermen en

el polvo de la tierra se

despertarán, unos para la Vida

Eterna, otros para la vergüenza,

para el castigo eterno

Daniel Babilonia, 590 a.c.: Y muchos

de los que duermen en el polvo de la

tierra se despertarán, unos para la Vida Eterna, otros para la vergüenza, para el

castigo eterno. Los sabios brillarán con

el esplendor del firmamento; y los que

guiaron a muchos por el buen camino, como las estrellas por toda la eternidad

(Dn 12, 2-3)

Todos los cuerpos resucitarán en el

último día: “los que hayan hecho el

bien resucitarán para la vida; los que

hayan hecho el mal, para la

condenación

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Los

apóstoles estaban reunidos en el cenáculo

y, por temor a los judíos, tenían las puertas

cerradas: “estaban hablando de estas co-sas, cuando él se presentó en medio de ellos

y les dijo: “la paz sea con vosotros”. So-

bresaltados y asustados, creían ver un

espíritu. Pero él les dijo: “¿Por qué os

turbáis y por qué se suscitan dudas en vues-

tro corazón? Mirad mis manos y mis pies;

soy yo mismo. Palpadme y ved que un espí-

ritu no tiene carne ni huesos como veis que

yo tengo.” Y diciendo esto les mostró las

manos y los pies. Como ellos no acabasen

de creerlo a causa de la alegría y estuvie-

sen asombrados, les dijo: “¿Tenéis ahí algo

de comer?” Ellos le ofrecieron parte de un

pez asado. Lo tomó y comió delante de

ellos. (Lc 24, 36-43)

Como has podido comprender, la diferen-

cia entre un cuerpo espiritual y un cuerpo

resucitado y glorioso es inmensa; por otra

parte, todos los cuerpos resucitarán en el

último día: “los que hayan hecho el bien

resucitarán para la vida; los que hayan

hecho el mal, para la condenación” (Jn 5,

29).

En un instante, en un abrir y

cerrar de ojos, al son de la última

trompeta – pues tocará la

trompeta -, los muertos

resucitarán incorruptibles y

nosotros seremos transformados

San Pablo, Palestina, 50 d.c.: Mirad, voy a confiaros un misterio: no todos

moriremos, pero todos seremos trans-

formados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trom-

Page 25: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

25

peta – pues tocará la trompeta -, los

muertos resucitarán incorruptibles y

nosotros seremos transformados. Por-que es necesario que este ser corruptible

se vista de incorruptibilidad y este ser

mortal se vista de inmortalidad; enton-

ces se cumplirá lo que dice la escritura: la muerte ha sido vencida. ¿Dónde está,

muerte, tu victoria? ¿Dónde está muerte

tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y el pecado ha desplegado su

fuerza con ocasión de la Ley.( 1 Cor 15,

51-57)

Volvamos ahora de nuevo a las

Escrituras para que veáis la

diferencia entre un cuerpo espiritual

y un cuerpo resucitado y glorioso

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Los

ángeles son espíritus que no tienen “carne

ni hueso” y, sin embargo, estos seres celes-

tiales toman la apariencia humana cuando

tiene que realizar alguna misión en la tie-rra; y lo mismo que ellos lo hacen las al-

mas, que, en espera de sus cuerpos resuci-

tados y gloriosos, se revisten, cuando lo

han menester, de un cuerpo espiritual se-

mejante al cuerpo material. Esta virtud o

capacidad no solo la poseen las almas

glorificadas y los ángeles, como antes te he

dicho, tienen también esta capacidad – que

para ellos no es virtud, pues la emplean

para hacer el mal – los demonios que sien-

do espíritus, “se transforman muchas veces en ángeles de luz” (2 Cor 11, 14), en hom-

bres y en reptiles abominables.

Los santos que muchas veces se han mani-

festado a las almas no eran una sombra

indefinida, una luz o algo enigmático; su

presencia era como la de un hombre real,

casi la del mismo que una vez abandonó la

tierra; sin embargo, si el hombre favoreci-

do por esta visita hubiera tratado de tocar

a quien se le manifestaba, se habría dado

cuenta de que esta no tenía “carne ni hue-

sos”, porque era sólo una apariencia de la realidad. Volvamos ahora de nuevo a las

Escrituras para que veáis la diferencia

entre un cuerpo espiritual y un cuerpo

resucitado y glorioso.

Se siembra un cuerpo animal,

resucita un cuerpo espiritual

San Pablo, Palestina, 50 d.c.: Alguno

preguntará: ¿Cómo resucitarán los

muertos? ¿Con qué cuerpo volverán a la vida? ¡Insensato! Lo que tu siembras

no germina si antes no muere. Y lo que

siembras no es la planta entera que ha

de nacer, sino un simple gran de trigo, por ejemplo, o de alguna otra semilla. Y

Dios proporciona a cada semilla el

cuerpo que le parece conveniente.

Así sucederá también con la Resurrec-

ción de los Muertos. Se siembra algo corruptible, resucita incorruptible; se

siembra algo mísero, resucita algo glo-

rioso; se siembra algo débil, resucita

pleno de vigor; se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. (1

Cor 15, 35-40)

Él transformará nuestro mísero

cuerpo en un cuerpo glorioso

como el suyo, en virtud del poder

que tiene para someter todas las

cosas. (San Pablo Palestina, 61 d.c.

Fil 3, 21)

Page 26: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

26

¿Cómo y cuando resucitarán los

muertos? Como resucitó Cristo... En

el último día, cuando el ángel del

Señor llame a juicio a todos los

moradores de la tierra

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

¿Cómo resucitarán los muertos? Como

resucitó Cristo, “el primogénito de entre

los muertos, para que sea el primero en

todo” (Col 1, 15. 18). Cristo es “la Cabeza

del Cuerpo, de la Iglesia, y como resucitó

la Cabeza, así resucitarán los miembros,

apareciendo gloriosos con él. Por tanto, “si

el hombre cree que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios resucitará a

quienes murieron con Jesús” (2 Tes 4, 14)

¿Cuándo resucitarán los muertos? En el

último día, cuando el ángel del Señor llame

a juicio a todos los moradores de la tierra.

Así dice el Señor a estos huesos: “He aquí

que voy a hacer entrar el espíritu en voso-

tros y viviréis. Os cubriré de nervios, haré

crecer sobre vosotros la carne, os cubriré

de piel, os infundiré de nuevo un alma y sabréis que yo soy el Señor. Habrá un es-

tremecimiento y los huesos se juntarán

unos con otros. Y se levantarán sobre sí

mismos” (Ez 37, 5-6. 7. 10); y “los muer-

tos, grandes y pequeños, estarán de pie

delante del trono. Se abrirán unos libros y

luego se abrirá otro libro, que es el de la

vida; y los muertos serán juzgados según lo

escrito en los libros, conforme a sus obras”

( Ap 20, 12).

Su alma santísima entró en su cuerpo

inerte y con todo el poder de la

Divinidad lo revistió de claridad,

impasibilidad, agilidad y sutileza...

desaparecerán del cuerpo del hombre

glorificado el sufrimiento y el dolor

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

“Cristo murió y al tercer día resucitó de

entre los muertos, como primicias de los

que murieron” (1 Cor 15, 3.20)

Su alma santísima entró en su cuerpo inerte

y con todo el poder de la Divinidad lo re-

vistió de claridad, impasibilidad, agilidad y

sutileza. El cuerpo de Jesús resplandecía

más que muchos soles, habiendo desapare-

cido de Él todo vestigio de sufrimiento y de

dolor. Las heridas que le habían producido los azotes desaparecieron, lo mismo que

cardenales, hinchazón de ojos y rotura del

cartílago de la nariz. Su rostro era bellísi-

mo y tenía la serenidad y el sosiego de un

cielo en calma iluminado por “la gloria de

Dios”.

Lo mismo que desaparecieron del cuerpo

resucitado de Jesús todas las heridas como

consecuencia de los azotes, de la corona de

espinas y de la cruz, desaparecerán del cuerpo del hombre glorificado el sufrimien-

to y el dolor. Y de tal manera “obrará Dios

en el hombre maravillas”, que de simple

flaqueza se transformará en realeza, que-

dando el cuerpo material sublimado por la

Page 27: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

27

resurrección gloriosa. El

hombre quedará dignificado,

de forma que más que hombre

“parecerá un ángel en la

presencia de Dios”. Conser-

vará en su cuerpo resucitado

y glorioso todas las gracias

que había recibido de Dios

durante su vida, nada le será

quitado; al contrario, todo en él quedará enaltecido

Si el hombre murió

longevo, no

resucitará con su longevi-

dad, pues el deterioro del

cuerpo y su natural des-

gaste, lo mismo que el

sufrimiento, las enferme-

dades y la muerte, son

consecuencias del pecado A Consuelo, Barcelona, Espa-

ña, 1987: Si el hombre murió

longevo, no resucitará con su

longevidad, pues el deterioro del cuerpo y

su natural desgaste, lo mismo que el sufri-

miento, las enfermedades y la muerte, son

consecuencias del pecado. “Cuando la

Muerte y el Hades sean arrojados al lago

de fuego”, la muerte será aniquilada y, con

ella sus desastrosas consecuencias. La

apariencia del hombre resucitado y glorio-

so será la de Cristo, que murió en la pleni-tud; solo los jóvenes y los niños conser-

varán su misma presencia. Taras, mermas y

tachas serán subsanadas, pues la imperfec-

ción no tiene lugar en los cielos, donde

todo ha de guardar armonía con el Crea-

dor.

En el último día su cuerpo

resucitará; pero como carecerá de

gloria, no tendrá las cualidades del

cuerpo glorioso; no será un cuerpo

con claridad, pues no lo alumbra la

gloria de Dios; no será impasible al

dolor, ya que éste será su

alimento y el amigo fiel que lo acom-

pañará siempre

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Si su alma está lavando sus vestiduras en el

purgatorio, su próximo destino será el

cielo. Pero si el hombre murió impenitente

y se condenó, su alma estará en las caver-

nas infernales padeciendo las penas de

daño y de sentido, un sufrimiento que jamás

tendrá fin. En el último día su cuerpo resu-

citará; pero como carecerá de gloria, no

tendrá las cualidades del cuerpo glorioso;

no será un cuerpo con claridad, pues no lo

alumbra la gloria de Dios; no será impasi-ble al dolor, ya que éste será su alimento y

el amigo fiel que lo acompañará siempre.

Los condenados perderán, incluso la agili-

dad que ahora poseen para moverse como

“espíritus de demonios” haciendo el mal;

porque, cuando llegue el último día, “la

Page 28: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

28

muerte y el Hades serán arrojados al lago

de fuego y el que no esté inscrito en el libro

de la vida será arrojado con su cuerpo al

lago de fuego” (Ap 20, 14-15). Y la Muerte

y el Hades serán vencidos, porque habrá

llegado “la salvación, el poder y el reinado

de nuestro Dios y la potestad de su Cristo”

3. JUICIO UNIVERSAL Y FINAL

JUICIO DE JESÚS A CADA

UNO Y A LA HUMANIDAD

Hay tres juicios: el juicio particular,

el juicio de las naciones y el juicio

universal A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Dios

es paciente y espera,

porque “quiere que todos

los hombres se salven” (1

Tim 2, 4). Pero”llegan

los frutos a la sazón y hay

que segar el trigo” (Ap

14, 15) y vendimiar la

uva; “Los ángeles meten

la hoz y siegan la mies,

separan la cizaña del

trigo” (Mt 13, 39. 41). Ellos”recogen la uva de

las vides selecta y escan-

cian el vino, pisan en el

lagar de la ira de Dios

las uvas que van a la

perdición” (Ap 14, 19).

Hay tres juicios: el juicio

particular, el juicio de las

naciones y el juicio uni-

versal.

Todas las naciones

serán llevadas a su

presencia, y

separará a unos de

otros, al igual que el

pastor separa las

ovejas de los chivos

Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria

rodeado de todos sus ángeles, se sentará

en el trono de Gloria, que es suyo.

Todas las naciones serán llevadas a su presencia, y separará a unos de otros, al

igual que el pastor separa las ovejas de

los chivos. Colocará a las ovejas a su

Page 29: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

29

derecha y a los chivos a su iz-

quierda. (Mt 25, 31-33)

Porque quien se avergüence

de Mí y de mis Palabras, de

ése se avergonzará el Hijo

del hombre, cuando venga

en su Gloria

Jesús, Palestina, 30 d.c.: Porque quien se avergüence de Mí y de

mis Palabras, de ése se avergon-

zará el Hijo del hombre, cuando

venga en su Gloria, en la de su Padre y en la de los Santos Ángeles. (Lc 9, 26)

No todo el que dice: ¡Señor,

Señor! Entrará en el Reino de los

Cielos,

Jesús, Jerusalén, 33 d.c..: El árbol que

no da buenos frutos es cortado y arroja-

do al fuego. Por los frutos, pues los conoceréis. No todo el que dice: ¡Señor,

Señor! Entrará en el Reino de los Cie-

los, sino el que hace la Voluntad de mi Padre que está en los Cielos.

Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en tu Nombre,

y en tu Nombre expulsamos demonios,

y en tu nombre hicimos muchos mila-

gros? Yo entonces diré: Jamás os co-nocí; apartaos de Mí, agentes de iniqui-

dad‖. (Mt 7, 19-23)

CUMPLIMIENTO DE LA

JUSTICIA DIVINA EN CADA

UNO SEGÚN SU RESPUESTA

PERSONAL, SUS OBRAS Y

OMISIONES

Y éstos irán a un suplicio eterno y

los buenos a la vida eterna

Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: Entonces el Rey dirá a los que están a su derecha:

«Vengan, benditos de mi Padre, y to-

men posesión del reino que ha sido

preparado para ustedes desde el princi-pio del mundo. Porque tuve hambre y

ustedes me dieron de comer; tuve sed y

ustedes me dieron de beber. Fui foraste-ro y ustedes me recibieron en su casa.

Anduve sin ropas y me vistieron. Estu-

ve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver.» Enton-

ces los justos dirán: «Señor, ¿cuándo te

vimos hambriento y te dimos de comer,

o sediento y te dimos de beber? ¿Cuán-do te vimos forastero y te recibimos, o

sin ropa y te vestimos? ¿Cuándo te

vimos enfermo o en la cárcel, y te fui-mos a ver? El Rey responderá: «En

verdad les digo que, cuando lo hicieron

con alguno de los más pequeños de

estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.»

Dirá después a los que estén a la iz-quierda: «¡Malditos, aléjense de mí y

vayan al fuego eterno, que ha sido pre-

parado para el diablo y para sus ánge-les! Porque tuve hambre y ustedes no

Page 30: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

30

me dieron de comer; tuve sed y no me

dieron de beber; era forastero y no me

recibieron en su casa; estaba sin ropa y no me vistieron; estuve enfermo y en-

carcelado y no me visitaron.» Estos

preguntarán también: «Señor, ¿cuándo

te vimos hambriento o sediento, desnu-do o forastero, enfermo o encarcelado,

y no te ayudamos?» El Rey les respon-

derá: «En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más

pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo

a mí.» Y éstos irán a un suplicio eterno y los buenos a la vida eterna. (Mt 25,

31-33)

Entonces fueron juzgados los

muertos de acuerdo con lo que

está escrito en esos libros, es decir,

cada uno según sus obras

San Juan Isla de Patmos, 95 d.c.: Luego vi un trono grande y espléndido, y a

uno que estaba sentado en él; el cielo y

la tierra huyeron al verlo, sin que que-

daran huellas de ellos. Y vi a los muer-

tos, grandes y pequeños, de pie ante el trono, mientras eran abiertos unos li-

bros. Luego fue abierto otro, el libro de

la vida. Entonces fueron juzgados los

muertos de acuerdo con lo que está escrito en esos libros, es decir, cada uno

según sus obras. El mar devolvió los

muertos que guardaba, y también la Muerte y el Lugar de los muertos de-

volvieron los muertos que guardaban, y

cada uno fue juzgado según sus obras.

Después la Muerte y el Lugar de los

muertos fueron arrojados al lago de

fuego: este lago de fuego es la segunda muerte. Y todo el que no se halló inscri-

to en el libro de la vida fue arrojado al

lago de fuego. (Ap 20, 11-13)

ENCADENAMIENTO

DEFINITIVO Y TOTAL DE

SATANÁS EN EL INFIERNO

Entonces el diablo, el seductor, fue

arrojado al lago de fuego y azufre,

donde ya se encontraban la bestia

y el falso profeta. Allí serán

atormentados día y noche por los

siglos de los siglos. (San Juan Isla de

Patmos, 95 d.c.: Ap 20, 10)

Fue arrojado el que acusaba a

nuestros hermanos, el que día y

noche los acusaba ante nuestro

Dios

San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Ya

llegó la liberación por el poder de Dios.

Reina nuestro Dios y su Cristo manda.

Page 31: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

31

Fue arrojado el que acusaba a nuestros hermanos, el que día y noche los acu-

ba ante nuestro Dios. (Ap 12, 10)

FIN DE LA VIDA EN LA

TIERRA

Dios ha de intervenir con el fuego del

cielo (Ap 20, 9), y comenzar el Juicio

Final de vivos y muertos (Ap 20, 11-

15), después del cual la tierra será

lanzada al espacio muerta y sin vida

A Pequeña Alma, España 2001 (J) Todos

los pueblos caminarán a la Nueva Jeru-

salén que habrá bajado del Cielo (Ap, 21), Dios será reconocido, servido y adorado

como debe ser por todas sus criaturas… el

primer mundo de pecado habrá pasado, y

será sustituido por otro mundo nuevo du-

rante mil años ((Ap 20), hasta que Satanás

sea soltado de nuevo para extraviar a toda

la tierra ((Ap 20, 7-8), y Dios haya de

intervenir con el fuego del cielo (Ap 20, 9),

y comenzar el Juicio Final de vivos y muer-

tos (Ap 20, 11-15), después del cual la

tierra será lanzada al espacio muerta y sin

vida. No es necesario que sepáis más , hijos míos, lo sabréis todo cuando vayáis con

Dios al Cielo para la eternidad…

B. REVELACIONES SOBRE LA VIDA

DESPUÉS DE LA VIDA

1. JUICIO PARTICULAR

IMPORTANCIA DE LA

CONCIENCIA ACERCA DEL

TEMA DE LAS

POSTRIMERÍAS

Porque lo más importante de vuestra

vida terrenal, y el negocio más

importante, es salvar vuestra alma de

la condenación eterna en el infierno y

prepararla para ir al Cielo con la

Santísima Trinidad por toda la

eternidad, pues para ello habéis sido

creados… y todas las demás cosas y

negocios, son secundarios y deberíais

ordenarlos hacia este fin… (A Pequeña

Alma, España 2001)

Los ministros ya no hablan del alma,

ni de las postrimerías del hombre:

Muerte , Juicio, Infierno, Purgatorio,

Limbo y Gloria. ¡Pobres ciegos! Que

Page 32: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

32

guían a otros ciegos… ¿Hacia dónde

camináis…?

A Pequeña Alma, España 2001 (J) Mis

ministros ya no hablan del alma, ni de las

postrimerías del hombre: Muerte , Juicio,

Infierno, Purgatorio, Limbo y Gloria… les

da reparo predicar mi Palabra verdadera,,

porque como ellos, la gran mayoría, no

todos, han perdido la fe… piensan que si predican esto, nadie les va a creer ya… y

son ellos los que no creen; “piensa el

ladrón que todos son de su condición”, dice

el refrán…

¡Pobres ciegos! Que guían a otros ciegos…

¿Hacia dónde camináis…? ¿En qué creéis?

¿Acaso pensáis que Dios es como vosotros,

injusto y parcial?... ¡No!, os lo echaré en

cara y cada uno recibirá su premio o casti-

go… a Dios no podéis engañarlo como hacéis con los hombres…

No debéis vivir ajenos a vuestro fin eterno y

verdadero, en esta vida temporal y en este

mundo terreno, que es el paso a la eterni-

dad, la cual será como os la hayáis prepa-

rado en esta vida terrenal.

Es importante predicar sobre las

cosas finales para los seres humanos:

la muerte, el juicio final, el cielo y el

infierno

Al Hermano David López, San Antonio,

Texas, 1987: Del mismo modo deben predi-

car (los sacerdotes) sobre la preparación

para la muerte. Es importante predicar

sobre las cosas finales para los seres

humanos: la muerte, el juicio final, el cielo

y el infierno. Prediquen expresamente so-bre la necesidad de estar consciente del

pecado, especialmente del pecado mortal y

sus fatales consecuencias.

LA MUERTE SEGÚN LOS

DIFERENTES ESTADOS DEL

ALMA

Si un alma confía, tiene todavía el

camino abierto, pero si el demonio

consigue cerrar el corazón con la

desconfianza, cuánto me toca luchar

para reconquistar aquella alma

A Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J)

Escribe, Benigna apóstol de me Misericor-

dia, que lo principal que yo quiero que se

sepa es que soy todo amor, y que la pena más grande que se puede inferir a mi Co-

razón es dudar de mi bondad. El daño más

grande que el demonio hace a las almas,

después de haberles hecho cometer el pe-

cado, es la desconfianza. Si un alma confía,

tiene todavía el camino abierto, pero si el

demonio consigue cerrar el corazón con la

desconfianza, cuánto me toca luchar para

reconquistar aquella alma. Es cierto que

cien pecados me ofenden más que uno, pero

si este es la desconfianza, me hiere el co-razón más que los otros cien, porque la

Page 33: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

33

desconfianza hiere mi corazón en lo más

íntimo. ¡Amo tanto a los hombres!

Al infierno solo van las personas que lo

persisten en su alejamiento

La puerta de mi Misericordia no está

cerrada con llave sino solo

entreabierta. A poco que la empujen

se abre. Incluso un niño la puede

abrir, incluso un viejo sin fuerzas

Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J)

¡Mira, Benigna, aquel fuego! Sobre aquel

abismo he extendido una especie de red

protectora, con los hilos de mi misericor-

dia, para que las almas no cayesen dentro.

Pero aquellos que se quieren condenar van

allí por forzar con sus propias manos aque-llos hilos y caen dentro. Y una vez que han

caído ni siquiera mi bondad los puede sal-

var. Estas almas han sido “perseguidas”

por mi misericordia como la policía persi-

gue a un malhechor. Pero ellas han esca-

pado al influjo de mi misericordia.

La puerta de mi Misericordia no está ce-

rrada con llave sino solo entreabierta. A

poco que la empujen se abre. Incluso un

niño la puede abrir, incluso un viejo sin fuerzas. En cambio, la puerta de mi justicia

está cerrada y solo la abro a quien me

fuerza a abrirle. Espontáneamente no la

abriría jamás.

Que el pecador no tema acercarse a

Mí. Aunque el alma fuera como un

cadáver en plena putrefacción, si

humanamente ya no hubiera

remedio, no es así delante de Dios.

Las llamas de la misericordia me

consumen

A Santa Faustina Kowalska, Polonia, 1937:

(J) Que el pecador no tema acercarse a Mí. Aunque el alma fuera como un cadáver en

plena putrefacción, si humanamente ya no

hubiera remedio, no es así delante de Dios.

Las llamas de la misericordia me consu-men; deseo derramarlas en las almas de los

hombres... Para castigar tengo toda la

eternidad; ahora, en cambio, prolongo el

tiempo de la misericordia. Aunque sus

pecados sean negros como la noche, diri-

giéndose a mi misericordia, el pecador me

glorifica y honra mi pasión. En la hora de

su muerte Yo le defenderé como mi misma

gloria. Cuando un alma exalta mi bondad,

Satanás tiembla ante ella y huye hasta lo

más profundo del infierno.

Los mayores pecadores alcanzarían una

gran santidad si confiaran en mi misericor-

dia. No hago uso de los castigos sino cuan-

do los hombres mismos me obligan a hacer-

lo. Antes del día de la justicia mando el día

de la misericordia. A tales almas les conce-

do gracias que superan sus deseos... No

puedo castigar... a quien se refugia en mi

piedad...

Page 34: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

34

LA MUERTE SEGÚN LOS

DIFERENTES ESTADOS DEL

ALMA

En los postreros momentos

palpitantes de la voluntad, el hombre

se ve como forzado a decidirse y

permanecer en el mismo estado en

que estaba acostumbrado a vivir a lo

largo de su existencia. Una buena o

mala costumbre formó en él una

segunda naturaleza que lo arrastra

consigo a la eternidad

Alma de Clara a su amiga Anita, Wald-

friedhof, Alemania, 1937: Es cierto que

hasta el instante mismo de la muerte puede

uno acercarse a Dios o darle las espaldas;

pero también es cierto que, antes de expi-

rar, en los postreros momentos palpitantes

de la voluntad, el hombre se ve como forza-

do a decidirse y permanecer en el mismo

estado en que estaba acostumbrado a vivir

a lo largo de su existencia. Una buena o mala costumbre formó en él una segunda

naturaleza que lo arrastra consigo a la

eternidad. Así me sucedió a mí; años hacía

que vivía alejada de Dios. La causa de mi

ruina no fue el haber pecado muchas veces,

sino el no haber querido en vida levantar-

me de mi postración. Tu me aconsejaste

muchas veces que oyese sermones y leyera

libros piadosos. Siempre contesté lo mismo:

“No tengo tiempo.”

En cierta ocasión, habiendo visitado el templo del hospital, adonde tu me llamaste

hacia el medio día, sentí una llamada de la

Gracia con tal fuerza, que solo faltó un

paso para mi conversión; lloré, pero luego

estuve fluctuando hasta que los goces del

mundo vencieron el toque de la gracia; el

trigo quedó ahogado entre las espinas. Con

excusa de que la religión era asunto de

sentimentalismos según afirmaban conti-

nuamente en la oficina, rechacé una vez

más los movimientos de la Gracia, tal como había rechazado todos los demás.

Salir de la tibieza no es fácil, sobre

todo si la tibieza se ha hecho crónica

y ha tomado asiento en el alma. A

veces es más fácil que un pecador se

convierta que el que un tibio vuelva

al camino de la perfección

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

hombre tibio, mientras vive, juega con su

felicidad eterna y se pone en peligro de

condenación. La pereza, la inconstancia, la

cobardía y la infidelidad son las joyas fal-

sas que engalanan al tibio. Salir de la tibie-

za no es fácil, sobre todo si la tibieza se ha

hecho crónica y ha tomado asiento en el

alma. A veces es más fácil que un pecador se convierta que el que un tibio vuelva al

camino de la perfección.

El desorden interior y la pereza espiritual

me ha hecho pensar en la parábola de las

diez vírgenes, y quiero recordarla aquí

porque esto es lo que puede acontecer a

muchos de mis hijos que viven en tibieza, si

no se despabilan y se tornan de necios en

prudentes (Mt 25, 1-13).

Muchas son las vírgenes necias que viven sin pensar que antes o después vendrá el

esposo a pedirles cuenta. En esta última

hora se miran las manos y se las ven “vac-

ías” (Deut 16, 16), y un sentimiento de

culpabilidad se alza en su conciencia, y se

preguntan: ¿Y ahora que será de mí? Sin

Page 35: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

35

embargo, la misericordia de Dios, una vez

más, velará por ellas.

La tibieza al purgatorio, la

bondad al Cielo y la maldad al

infierno. En esto, hijo, está todo

A 4 personas, Huatusco, México, 1988:

Vosotros estáis en un grado medio, que es

la lucha entre el bien y el mal. Pero depen-

de de vosotros, hombres, si sois tibios,

buenos o malos: la tibieza al purgatorio, la

bondad al Cielo y la maldad al infierno. En

esto, hijo, está todo. En estos tiempos hasta los más fuertes caerán; así que necesito que

existan murallas de salvación, construidas

por piedras de oración y pegadas por la fe

y amor. Comprended que

no seréis libres, estaréis

sujetos a Mí y a Mi Hijo

Amadísimo. Pero hijo, si

no os mandara Yo os

mandaría el mal.

En el último momento

decisivo, el demonio

desencadena toda su

rabia contra el que se

está muriendo

Alma de Sor M.G. a la

Hermna. M de L.C. Pon-

tigny, Francia 1873: Co-

mo Ud. Lo sabe, yo no

tuve agonía. Pero le pue-

do decir esto: en el último momento decisivo, el

demonio desencadena

toda su rabia contra el

que se está muriendo.

Dios permite que las

almas pasen por estas

últimas pruebas para

acrecentar sus méritos.

Las almas fuertes y gene-

rosas, a fin de que obten-

gan un sitio más glorioso

en el Cielo, a menudo

experimentaron, al terminar su vida, y en el

momento de la muerte, terribles combates

con el ángel de las tinieblas. Pero siempre

salen victoriosas. Nunca Dios permite que

un alma que le fue devota en la vida perez-

ca en el último momento. Las almas que

amaron a la Santísima Virgen y la invoca-

ron durante toda su vida reciben de ella

muchas gracias durante sus últimas luchas.

Lo mismo para los que fueron realmente devotos de San José, de San Miguel, o de

quien sea de los santos.

Ya se lo dije: uno se alegra de tener un

intercesor con Dios en esos terribles mo-

mentos. Algunas almas se mueren con mu-

cha tranquilidad, sin padecer estas prue-

Page 36: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

36

bas. Dios tiene sus propios designios en

cada cosa. Hace o permite todo para el

provecho de cada alma en particular.

El hombre justo muere acompañado

de su ángel; éste “lo presenta,

juntamente con sus obras buenas,

ante la presencia de Dios”

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: La

muerte del hombre justo y temeroso de Dios

no debería llamarse muerte, porque más

que muerte es un sueño plácido del que

despertará para entrar en la vida eterna. El

alma ha dejado reposar su cabeza en el

costado de Cristo, y así, dulcemente, em-

prende su viaje a la casa del Padre. El

moribundo está rodeado de sus familiares y amigos. Él todo lo percibe, aunque a veces

no puede articular palabra, y en lo profun-

do de su corazón se pregunta: “¿Por qué

lloran? ¿Por qué están tristes? ¿Acaso no

comprenden que ha llegado mi hora y que

debo volver a encontrarme con Aquel que

me dio la vida? Por piedad, reprimid vues-

tro llanto y no me detengáis: “Ya que el

Señor ha dado éxito a mi viaje, permitidme

marchar para que vuelva con mi dueño”

(Gen 24, 56).

El hombre justo muere acompañado de su

ángel; éste “lo presenta, juntamente con

sus obras buenas, ante la presencia de

Dios” (Tob 12, 12). El moribundo va per-

diendo vista; un velo blanquecino empaña

su mirada; pero, según se cierran sus ojos

exteriores, se abren los de su alma; con ellos ve que una figura de forma humana se

le acerca e intelectivamente se pregunta:

“¿Quién es aquel que viene a mi encuen-

tro? Su ángel le contesta: es el Señor”

(Gen 24, 65). Al oír estas hermosas pala-

bras su cuerpo se estremece y deja escapar

su último aliento. El alma, como rayo lumi-

noso es atraída por la potente luz que la

envuelve; así abandona su morada.

El pecador empedernido es “herencia

del diablo”, y este luchará por él

como por cosa propia para que nadie

puede arrebatarle su herencia; si

pudiera le arrancaría el alma del

cuerpo, aún estando con vida, por

temor a que en el último instante el

hombre se vuelva pío y fiel, y se

convierta a Dios y le perdone

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Esta

muerte, en sí, es muy dolorosa, tanto para

el Señor como para el moribundo. Los

familiares y amigos muchas veces partici-pan de esta agonía cruel, con un final es-

pantoso. El alma transite a su cuerpo la

lucha feroz que está viviendo en lo más

íntimos de su ser. Luchas que se suceden

ininterrumpidas entre el ángel de su guarda

y los espíritus del mal. Jesús conoce estos

“altercados” (Jud 1, 9) entre el bien y el

mal; pero aún teniendo un poder inmenso y

un amor sin límites ni medida por el mori-

bundo, no puede salvarlo si él no hace un

mínimo acto de arrepentimiento y no vuelve sus ojos a Dios para pedirle perdón por

haberle ofendido.

Page 37: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

37

Satanás se disputa el alma, dice altanera-

mente que es suya, grita y forcejea, mien-

tras enseña un rollo donde ha ido anotando

todas las maldades y terribles pecados del

moribundo. “Satanás está allí como acusa-

dor” (Zac 3, 1). Y para que no tenga posi-

bilidad alguna de arrepentimiento, busca el

modo de acelerar la muerte de aquel desdi-

chado que le pertenece. El pecador empe-

dernido es “herencia del diablo” (Sab 2, 24), y este luchará por él como por cosa

propia para que nadie puede arrebatarle su

herencia; si pudiera le arrancaría el alma

del cuerpo, aún estando con vida, por te-

mor a que en el último instante el hombre

se vuelva pío y fiel, y se convierta a Dios y

le perdone.

El moribundo sufre, se debate entre la vida

y la muerte, negras pesadillas circundan su

muerte, y en lo más profundo de su corazón se alzan como una acusación constante

estas palabras: es muy tarde para ti, estás

condenado para siempre y ya no puedes

retroceder ni volver atrás de tantos peca-

dos como has cometido. El hombre se sien-

te preso dentro y fuera de sí mismo; no hay

lugar para pensar en su vida pasada ni

haya un instante para el arrepentimiento y,

encenegado de malicia, se abandona a su

suerte y viene a caer en manos de su más

terrible enemigo. “Tal es el fin de los que a Dios olvidan” (Job 8,13)

NO EXISTE LA

REENCARNACIÓN

Está decretado que los hombres

mueran una sola vez, después de

lo cual vendrá el Juicio

San Pablo, Roma, 66 d.c.:Y así como

está decretado que los hombres mueran

una sola vez, después de lo cual vendrá el Juicio, así también Cristo se ofreció

una sola vez para tomar sobre sí los

pecados de la multitud, y por segunda

vez aparecerá, ya sin relación con el

pecado, para dar la salvación a los que lo esperan. (Hb 9, 26-28)

Es falso enseñar a la gente que tu

renaces muchas veces y pasas por

diferentes cuerpos. Uno nace solo una

sola vez. Nunca más vuelves a la vida.

El hombre recibe cuerpo

transfigurado.

A Varios, Medugorje, Yugoslavia, 1981: Tu

vas al cielo con conciencia plena, como la

que tienes ahora. Al momento de la muerte

tu estás consciente de la separación del cuerpo y del alma. Es falso enseñar a la

gente que tu renaces muchas veces y pasas

por diferentes cuerpos. Uno nace solo una

sola vez. Nunca más vuelves a la vida. El

hombre recibe cuerpo transfigurado.

El alma es inmortal y no puede morir

nunca, y cuando abandona el cuerpo

tiene tres vías: la vía de la

Page 38: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

38

purificación, la vía de la gloria o la

vía de la condenación eterna, el

infierno. En estos tres lugares el alma

vive fuera de su habitación terrena,

porque su cuerpo ha quedado en la

tierra esperando la resurrección del

último día

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

alma es inmortal y no puede morir nunca, y

cuando abandona el cuerpo tiene tres vías:

la vía de la purificación, la vía de la gloria

o la vía de la condenación eterna, el infier-

no. En estos tres lugares el alma vive fuera

de su habitación terrena, porque su cuerpo

ha quedado en la tierra esperando la resu-rrección del último día.

Si su alma está lavando sus vestiduras en el

purgatorio, su próximo destino será el

cielo. Pero si el hombre murió impenitente

y se condenó, su alma estará en las caver-

nas infernales padeciendo las penas de

daño y de sentido, un sufrimiento que jamás

tendrá fin. En el último día su cuerpo resu-

citará; pero como carecerá de gloria, no

tendrá las cualidades del cuerpo glorioso; no será un cuerpo con claridad, pues no lo

alumbra la gloria de Dios; no será impasi-

ble al dolor, ya que éste será su alimento y

el amigo fiel que lo acompañará siempre.

Los condenados perderán, incluso la agili-

dad que ahora poseen para moverse como

“espíritus de demonios” haciendo el mal;

porque, cuando llegue el último día, “la

muerte y el Hades serán arrojados al lago

de fuego y el que no esté inscrito en el libro

de la vida será arrojado con su cuerpo al

lago de fuego” (Ap 20, 14-15). Y la Muerte y el Hades serán vencidos, porque habrá

llegado “la salvación, el poder y el reinado

de nuestro Dios y la potestad de su Cristo”

Seguía la opinión de todos los de la

oficina: el alma resucitará en otro

ser, y así seguirá peregrinando

indefinidamente. Con esto quedaba

solucionada la famosa cuestión del

otro mundo, y al mismo tiempo se

volvió inocua para mí. ¿Por qué no

me recordaste la parábola de Epulón

y el pobre Lázaro?

Alma de Clara a su amiga Anita, Wald-

friedhof, Alemania, 1937: Entre tanto, yo misma me había forjado una religión. Segu-

ía la opinión de todos los de la oficina: el

alma resucitará en otro ser, y así seguirá

peregrinando indefinidamente. Con esto

quedaba solucionada la famosa cuestión

del otro mundo, y al mismo tiempo se volvió

inocua para mí. ¿Por qué no me recordaste

la parábola de Epulón y el pobre Lázaro?...

El narrador, Cristo, al uno le hace descen-

der al infierno inmediatamente después de

la muerte; y al otro le hace subir al Cielo...

Pero después de todo,... ¿qué hubieras ganado con decírmelo?... Lo mismo que

conseguiste con tus conversaciones frailu-

nas.

Poco a poco me arreglé un Dios a mi gus-

to; suficientemente perfecto para poderse

llamar Dios, y manteniéndolo, al mismo

Page 39: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

39

tiempo, bastante alejado de mí para no

tener relaciones con él; bastante confuso

para dejarse diluir, según la conveniencia y

sin cambiar la religión, en el panteísmo

universal; o bien dejarse privatizar como

un dios solitario... Este Dios no tenía ni

cielo para regalarme ni infierno para cas-

tigarme. Lo dejaba en paz. En esto hacía

consistir mi adoración para él. “Lo que se

ama, con gusto se cree”. Con el correr de los años, llegué persuadirme de mi reli-

gión; con ella se podía vivir. Una sola cosa

hubiera podido destruir una religión tan

peregrina: largos y graves sufrimientos.

Pero estos no vinieron... ¿entiendes ahora

el significado de “Dios castiga y manda

tribulaciones a quien ama?...

Sepas que por estos lados se ha

establecido un abismo entre

ustedes y nosotros, para que los

que quieran pasar de aquí para

allá no puedan hacerlo, y que no

atraviesen tampoco de allá hacia

nosotros

Jesús, Palestina, 30 d.c.: Había un

hombre rico que se vestía con ropa

finísima y que cada día comía regia-mente. Había también un pobre, llama-

do Lázaro, todo cubierto de llagas, que

se tendía a la puerta del rico, y que sentía ganas de

llenarse de lo que caía de la

mesa del rico, y hasta los perros venían a lamerle las

llagas. Pues bien, murió el

pobre y fue llevado por los

ángeles hasta el Cielo cerca de Abraham. Murió tam-

bién el rico y lo sepultaron.

Estando en el infierno, en

medio de tormentos, el rico

levanta los ojos y ve de

lejos a Abraham y a Lázaro cerca de él.

Entonces grita: ―Padre Abraham, ten

piedad de mí, y manda a Lázaro que se moje la punta de un dedo para que me

refresque la lengua, porque estas llamas

me atormentan.‖

Abraham respondió: ―Hijo, acuérdate

de que recibiste ya tus bienes durante la

vida, lo mismo que Lázaro recibió ma-les. Ahora él aquí encuentra consuelo y

tu en cambio, tormentos. Sepas que por

estos lados se ha establecido un abismo entre ustedes y nosotros, para que los

que quieran pasar de aquí para allá no

puedan hacerlo, y que no atraviesen

tampoco de allá hacia nosotros.‖

Contestó el rico: ―entonces te ruego,

padre, que mandes a Lázaro a mis fami-liares, donde están mis cinco hermanos,

para que les advierta, y no vengan ellos

también a este lugar de tormento.‖ y Abraham contestó: ―Tienen a Moisés y

a los profetas; que los escuchen.‖ ―No,

padre Abraham, dijo el rico. Si uno de

entre los muertos los va a visitar, se arrepentirán.‖

Pero Abraham les dijo: ―Si no escuchan

Page 40: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

40

a Moisés y a los profetas, aunque resu-

cite uno de entre los muertos, no le

creerán.‖ (Lc 16,19-31)

Así le pasará al que amontona

para sí mismo en vez de trabajar

para Dios

Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: En seguid les

propuso este ejemplo: ―Había un hom-

bre rico al que sus tierras le habían pro-ducido mucho. Se decía a sí mismo:

¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde

guardar mis cosechas. Pero pensó: Ya

sé lo que voy a hacer: echaré abajo mis graneros y construir unos más grandes

para guardar mi trigo y mis reservas.

Entonces yo conmigo hablaré: Alma mía, tienes muchas cosas almacenadas

para muchos años; descansa, come,

bebe, pásalo bien.‖ Pero Dios le dijo: ―Tonto, esta misma noche te reclaman

tu alma, ¿quién se quedará con lo que

amontonaste?‖

Así le pasará al que amontona para sí mismo en vez de trabajar para Dios. (Lc

12, 16-21)

CADA UNO ES JUZGADO DE

INMEDIATO A SU MUERTE

(JUICIO PARTICULAR)

En las Sagradas Escrituras hablan

del juicio y advierten muchas veces al

hombre que después de esta vida hay

un juicio donde todos tendrán que

rendir cuentas a Dios

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En

las Sagradas Escrituras hablan del juicio y

advierten muchas veces al hombre que

después de esta vida hay un juicio donde

todos tendrán que rendir cuentas a Dios.

Este juicio será muy doloroso para algunos

y muy feliz para otros; todo depende de la

rectitud de intención y de la pureza de

corazón. Esta revisión de vida se llama

juicio porque ligado a las obras de cada

hombre hay siempre un premio o un casti-go. Esto no debe olvidarse. “Dios es un

Juez justo y veraz” (Ap 16, 7.)

El juicio que se pronuncia sobre las

almas, lo veo instantáneamente en el

mismo lugar en que se mueren los

hombres

Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Ale-

mania, 1774: El juicio que se pronuncia

sobre las almas, lo veo instantáneamente en el mismo lugar en que se mueren los hom-

bres. Allí veo a Jesús, a María, al Santo

Patrono de cada una de ellos, y a su Ángel

Custodio. Aún en el juicio de los protestan-

tes veo presente a María Santísima. El

Juicio concluye en breve tiempo.

¿Dónde se realiza el juicio? El juicio

tiene lugar antes de que el alma

abandone “la habitación terrena”

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

¿Dónde se realiza el juicio? El juicio tiene

lugar antes de que el alma abandone “la

habitación terrena” (2 Cor 5,1), aunque la

muerte aparentemente se haya producido.

Page 41: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

41

Este es un acto más de la justicia y de la

misericordia de Dios “Ante el cual nada

escapa ni pasa inadvertido” (Eclo 42, 20);

por eso es natural que el juicio particular

se realice teniendo en cuenta el ser comple-

to.

El hombre, después de su muerte ha

de someterse a juicio, y este se llama

juicio particular. Es el hombre

mismo quien después de su muerte

toma conciencia de su persona,

siendo este el primer acto que realiza

a la luz de la justicia divina

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El hombre, después de su muerte ha de some-

terse a juicio, y este se llama juicio particu-

lar. Es el hombre mismo quien después de

su muerte toma conciencia de su persona,

siendo este el primer acto que realiza a la

luz de la justicia divina. Todo él se ve des-

nudo ante los ojos de su alma y ve sus pe-

cados, defectos, flaquezas e imperfecciones.

Ahora no valen las propias apelaciones, no

hay excusas que alegar ni palabras para

justificar la propia conducta. La luz radian-te de la Santa Justicia ha iluminado lo más

recóndito del hombre y ha sondeado los

más oscuros pensamientos, las palabras

mejor guardadas y las obras, las buenas y

las malas, las que realizó y las que pudo

haber hecho y no hizo. No hay acción que

pase inadvertida ni pecado que no salga a

la luz. El alma todo lo percibe y todo lo ve,

no en enigmas sino como se ve a través de

un espejo. Y así ve el bien y el mal, la virtud

y el pecado, y los ve conforme están en la presencia de Dios en el instante de obrar.

Al momento de la muerte, Dios da a

todos la gracia de ver toda su vida,

para ver qué ha hecho y para

reconocer los resultados de las

decisiones que tomó en la tierra (A

Varios, Medugorje,Yugoslavia, 1981)

Se halla en una luz tan

desconcertante que, en un abrir y

cerrar de ojos, ve toda su vida

extendida (como en un mapa), y con

tal vista se entera de lo que merece Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C.

Pontigny, Francia 1873:¿Cómo puedo des-

cribirle lo que acontece después de la

agonía? De veras es imposible entenderlo,

a no ser que uno lo haya experimentado.

Cuando un alma abandona el cuerpo es

como si estuviera perdida, o si así lo puedo

decir, rodeada por Dios. Se halla en una

luz tan desconcertante que, en un abrir y

cerrar de ojos, ve toda su vida extendida

(como en un mapa), y con tal vista se ente-ra de lo que merece: esa misma luz pro-

mulga la sentencia. El alma no ve a Dios,

pero está anonadada en su presencia. En el

caso que el alma sea culpable, como yo lo

era, y por lo tanto merecedora del Purgato-

rio, queda tan oprimida por el peso de las

faltas que le queda todavía por borrar, que

se precipita en le Purgatorio. Solamente

entonces uno entiende a Dios y su amor

para con las almas, y cuán terrible mal es

el pecado a los ojos de la Divina Majestad.

Page 42: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

42

San Miguel está presente cuando el alma

abandona el cuerpo. Más tarde vi a mi

Ángel de la guarda. Con eso Ud. Puede

entender por qué se dice que “San Miguel

lleva las almas al Purgatorio”, porque un

alma no está tomada, sino que él está ahí

para la ejecución de cada sentencia. Todo

lo que acontece en este otro mundo de

nosotros, es un misterio para ustedes.

Cuando un alma merece ir directamente al

Cielo, su unión con Jesús sigue inmediata-

mente después de la muerte.

Pues todos hemos de comparecer

a descubierto ante el tribunal de

Cristo, para recibir cada cual lo

que mereció en la presente vida

por sus obras buenas o malas. (San

Pablo, Palestina, 56 d.c. 2 Cor 5, 10)

Como fuiste señor de tus actos

durante el transcurso de tu vida

terrena, asume ahora las

consecuencias de tus obras

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En

este descubrirse a sí mismo el hombre per-

cibe, de una parte, lo abominable del peca-

do y lo fea y estrangulada que queda su

alma, y, de otra, la hermosura de la gracia y la admirable belleza de un alma virtuosa.

En un instante todo lo ve y todo lo capta

con una claridad asombrosa; y mientras

que contempla lo que fue su vida, la voz de

Dios se deja oír y el alma, abismada en

esta luz celestial, escucha que le dice: Te

cree “a mi imagen y semejanza” (Gen 1,

26), ¿Qué haré contigo? ¿Desahogaré mi

furor en ti? No haré tal cosa; y puesto que

fuiste libre para obrar el bien y el mal,

sigue ejerciendo tu libertad; y como fuiste señor de tus actos durante el transcurso de

tu vida terrena, asume ahora las conse-

cuencias de tus obras, los extravíos de tus

palabras y la necedad de tus pensamientos;

y júzgate a ti mismo como corresponde,

pero júzgate a la luz de mi Santa Justicia.

En todo juicio está Jesús. Él es el

mediador y los hombres, y al

presenciar la actitud del alma deja

escapar su gran misericordia

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

alma inundada del amor de Dios, viéndose

vestida de pobres harapos, guarda silencio y se retira sin prorrumpir una queja; y si el

Padre le dijera ven y entra en mi casa, ella

seguiría viéndose vestida en forma indeco-

rosa, y no se atrevería a entrar en la man-

sión celestial.

En todo juicio está Jesús. Él es el mediador

y los hombres, y al presenciar la actitud del

alma deja escapar su gran misericordia.

Esta es como un manto que cubre su des-

nudez. Y las palabras que Jesús pronunció

desde la cruz se dejan oír de nuevo: “Pa-dre, perdónale” (Lc 23, 34). Esta voz es

como un eco que acompaña al alma al

lugar de purificación.

Page 43: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

43

No es el que me dice: ¿Señor!,

¡Señor!, el que entrará en el Reino

de los Cielos, sino el que hace la

voluntad de mi Padre del Cielo

Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: No es el que

me dice: ¿Señor!, ¡Señor!, el que en-

trará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del

Cielo. En el día del juicio muchos me

dirán: Señor, Señor, profetizamos en tu Nombre, y en tu Nombre arrojamos a

los demonios y en tu Nombre hicimos

muchos milagros. Yo les diré entonces: No los reconozco. Aléjense de mí todos

los malhechores. (Mt 7, 21-23

“hay un tiempo para nacer y hay un

tiempo para morir. No hay nada que

añadir ni nada que quitar. Y así hace

Dios que se le tema. Lo que es, ya

antes fue; lo que será, ya es”

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

hombre muere cuando Dios le retira su

soplo de vida. Entonces las tres potencias,

glorias del alma quedarán así: la memoria

para bien o para mal, contemplará sin

esfuerzo alguno y de forma perfecta las obras que realizó, lo mismo que los peca-

dos que cometió, y los conocerá tal como

fueron cometidos. El entendimiento que-

dará ilustrado y la voluntad ya habrá to-

mado asiento, pues esta obró, cuando hubo

de obrar, libremente.

Después del Juicio Particular el hombre no

puede desandar lo andado y de lo errado

no puede abjurar. Si el hombre tuviera

siempre la posibilidad de elegir y tiempo y

hora para arrepentirse los infiernos estar-

ían vacíos. Pero Dios marca las estaciones

y distribuye el tiempo entre los hombres, de

forma que “todo tiene su tiempo y cada su

momento bajo el cielo” (Ecl 3, 1)

El tiempo está fijado para todos los mora-

dores de la tierra y nadie puede añadir un

solo instante al tiempo de su vida marcado

para Dios, dueño de la vida y de la muerte. Por eso “hay un tiempo para nacer y hay

un tiempo para morir. No hay nada que

añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios

que se le tema. Lo que es, ya antes fue; lo

que será, ya es” (Ecle 3, 2. 14-15). De tal

forma que después del Juicio Particular no

hay lugar para el arrepentimiento. La vo-

luntad del hombre se hace inamovible, y

ésta aunque quisiera, no puede mudarse,

pues a su tiempo decidió libremente. Con

plenas facultades hizo uso de la libertad que había recibido, y sabiendo incluso que

aquello que elegía era para siempre. El

hombre, dueño de sus actos, eligió su desti-

no.

Page 44: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

44

2. EL PURGATORIO

SU EXISTENCIA

Las Sagradas Escrituras no hablan

de estos lugares de forma precisa y yo

me atengo a cuanto está escrito “sin

precisar más de lo que debiera sobre

misterios que el hombre ahora no

podría sobrellevar”

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

purgatorio es un lugar de purificación. Hay

diversos niveles de purificación, como hay

múltiples vías purificadoras. Las Sagradas

Escrituras no hablan de

estos lugares de forma

precisa y yo me atengo a

cuanto está escrito “sin

precisar más de lo que

debiera sobre misterios

que el hombre ahora no podría sobrellevar” (Jn 16,

12). Me detendré en alguna

cita del Antiguo Testamen-

to, donde Moisés dice:

“Señor, Dios misericordio-

so y clemente, tardo a la

cólera y rico en amor y

fidelidad, que mantiene su

amor por mil generacio-

nes, que perdona la iniqui-

dad, la rebeldía y el peca-do, pero no los deja impu-

nes” (Ex 34, 6-7). En el

Apocalipsis también dice:

“Nada profano entrará en

el cielo” (Ap 21, 27). Si

tenéis todo esto en cuenta,

podréis comprender que el

hombre que muere en gra-

cia de Dios, no puede, en

justicia, ir “al lago de

fuego y azufre” (Ap 20,

10); y, si su alma no está nítida, limpia y transparen-

te, ¿a dónde irá? Queda

claro que su lugar es el purgatorio y, a

través de una etapa purificador, “el alma

resplandecerá más que el mismo sol” (Mt

13, 43). Será como “un querubín de inigua-

lable belleza” (Ez 28, 12-14).

“La calidad de la obra de cada cual la

probará el fuego. Si la obra de uno cons-

truida sobre cimiento resiste, recibirá la

recompensa. Más aquel cuya obra quede

abrazada, sufrirá el daño. Él, no obstante

quedará a salvo pero como quien pasa por

el fuego” (1 Cor 3, 13-15). Este fuego no es

de castigo, sino “purificador” (Zac 13, 9),

Page 45: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

45

pues si fuera el fuego del infierno, no diría

“ quedará a salvo” porque quien tiene la

desdicha de caer en el fuego eterno, este

jamás tendrá salvación.

Te aseguro que no saldrás de ahí

sino cuando hayas pagado hasta el

último centavo

Jesús, Jerusalén, 33.d.c.: Llega a un

acuerdo con tu enemigo mientras van

por el camino, no sea que tu enemigo te entregue al juez y el juez al carcelero y

te echen al calabozo. Te aseguro que no

saldrás de ahí sino cuando hayas paga-do hasta el último centavo.(Mt 5,25-26)

María al mostrarles el purgatorio les

dijo: “Todas estas personas están

esperando sus oraciones y

sacrificios”.

A Varios, Medugorje,Yugoslavia, 1981:

María al mostrarles el purgatorio les dijo: “Todas estas personas están esperando sus

oraciones y sacrificios”. El purgatorio es

descrito como una gran oscuridad en la que

todos los rostros son vagos y difusos.

En el purgatorio hay distintos niveles; el

más bajo está cerca del infierno, y el más

alto se acerca gradualmente al cielo. No es

en el día de Todos los Santos, sino en el de

Navidad, que la mayor cantidad de almas

sale del purgatorio. Hay en el purgatorio almas que oran ardientemente a Dios, pero

por quienes ningún pariente o amigo reza

en la tierra. Dios hace que se beneficien de

las oraciones de otras personas. La mayor-

ía de la gente va al Purgatorio.

El infierno es como un mar de fuego, con

figuras oscuras moviéndose dentro. Muchos

van al infierno, unos pocos van directamen-

te al cielo.

Les fue mostrado en una visión del

infierno y del purgatorio

A 6 jóvenes, Kibeho, Ruanda, 1981: Tie-

nen que arrepentirse y pedir perdón, una

gracia que se obtiene por la meditación de

los sufrimientos y la Pasión de Jesús y de

su Madre. Y el desenlace, de no hacerlo así

... les fue mostrado en una visión del infier-

no y del purgatorio.

Pero cuando dejamos nuestra

cubierta de barro, y cuando nada

impide ya la libertad de nuestras

almas, por fin empezamos a conocer

a Dios, su bondad, su misericordia, su

amor... y se nos rechaza porque

todavía no estamos suficientemente

puras para gozarlo

Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C.

Pontigny, Francia 1873: Tenemos aquí un

conocimiento mejor y amamos mucho más

a Dios acá que el mejor conocimiento que

tengan ustedes de Él en la tierra. De hecho,

precisamente eso es lo que nos causa nues-

tro mayor tormento. En la tierra simple-

mente no conocéis lo que es Dios, o sola-

mente de acuerdo a su limitadísimo cono-cimiento. Pero cuando dejamos nuestra

cubierta de barro, y cuando nada impide ya

la libertad de nuestras almas, por fin empe-

zamos a conocer a Dios, su bondad, su

misericordia, su amor. Luego de esta vista

más clara y de la sed de unión, nuestras

almas suspiran por Dios. Eso es nuestra

verdadera vida y se nos rechaza porque

Page 46: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

46

todavía no estamos suficientemente puras

para gozarlo. En una palabra, he aquí

nuestro peor tormento, el más duro, el más

amargo.

¡Oh! Si solo se nos permitiese volver a la

tierra, después de conocer a Dios en la

realidad, ¡qué distinta vida llevaríamos!

Pero ¡qué inútiles esos lamentos! Sin em-

bargo, vosotros en la tierra no pensáis en esas cosas y vivís como si estuvieseis cie-

gos. La eternidad no tiene importancia

para vosotros. La tierra es la única meta a

la que se encaminan casi todos vuestros

deseos, y ni siquiera pensáis en el Cielo, y

Jesús y su amor quedan de todo en el olvi-

do.

EL SENTIDO DE LA

PURIFICACIÓN

Esta fue la razón por la cual Judas

ofreció este sacrificio por los

muertos; para que fueran

perdonados de su pecado

Judas Macabeo, 160 a.c.: Pero creían firmemente en una valiosa recompensa

para los que mueren en gracia de Dios;

de ahí que su inquietud era buena y santa.

Esta fue la razón por la cual Judas ofre-ció este sacrificio por los muertos; para

que fueran perdonados de su pecado. (2

Mac,12, 45-46)

Pero el pecado recae sobre el alma y

la deja deforme y malherida…

quedan siempre reminiscencias,

huellas o reliquias de los mismos, y

estas cicatrices son las que hay que

curar, “purgar y purificar”

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Lo

que el alma está pagando en el purgatorio

no es el pecado cometido contra el Altísi-

mo, pues el hombre, aunque quisiera, no

puede resarcir a la divinidad por sus peca-

dos, porque es humano y el ofendido es

divino. Jesús muere por los pecados de los

hombres, ha pagado por todas, está salda-

da la cuenta, y de tal forma que dice el

Señor: “Si el malvado se convierte, ningu-

no de los pecados que cometió se le recor-

dara más” (Ez 33, 14-16). Pero el pecado recae sobre el alma y la deja deforme y

malherida.

Por el Sacramento de la Penitencia se per-

donan los pecados cuando el penitente está

arrepentido; pero quedan siempre reminis-

cencias, huellas o reliquias de los mismos,

y estas cicatrices son las que hay que curar,

“purgar y purificar” (Zac 13, 9) antes de

entrar en el cielo, pues “no entrará nada

contaminado” (Ap 21, 27).

El alma tiene que perfeccionarse del

todo nuevamente, y amar y desear a

Aquel a quien no tuvo amor

suficiente en la tierra

Page 47: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

47

Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C.

Pontigny, Francia 1873: Mientras uno está

en la tierra, no puede verdaderamente

figurar o imaginarse lo que es Dios en

realidad. Pero nosotros (en el Purgatorio)

lo conocemos y lo entendemos por lo que

es, porque nuestras almas están libres de

los lazos que las encadenaban e impedían

que percibiesen la santidad y majestad de Dios, y su infinita clemencia. Somos márti-

res, consumidos, por sí decirlo, por el

amor. Una fuerza irresistible nos atrae

hacia Dios, que es nuestro centro; pero a la

vez otra fuerza nos rechaza a nuestro lugar

de expiación. Estamos en una condición de

no poder satisfacer nuestros ardientes de-

seos. ¡Oh, qué tormento es esto! Pero lo

deseamos y aquí no hay ninguna murmura-

ción en contra de Dios. No deseamos sino

lo que Dios quiere.

El alma tiene que perfeccionarse del todo

nuevamente, y amar y desear a Aquel a

quien no tuvo amor suficiente en la tierra.

He aquí la razón por la que la liberación de

algunas almas están postergada. Dios me

concedió una gran gracia, permitiéndome

pedir oraciones. No la merecía, pero sin

ella me hubiera quedado aquí, igual que las

más, de las que están aquí por años y más

años.

Muchas almas tienen su purgatorio

en la tierra... Todos los sufrimientos

como expiación de los pecados son

“ungüento saludable que cura y

cicatriza las heridas”

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: “La

calidad de la obra de cada cual la probará

el fuego. Si la obra de uno construida sobre

cimiento, resiste, recibirá la recompensa.

Mas aquel cuya obra quede abrasada,

sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a

salvo, pero como quien pasa sobre el fue-

go” (1 Cor 3, 13-15). Este fuego no es de

castigo sino, “purificador” (Zac 13, 9),

pues si fuera el fuego del infierno, no diría <quedará a salvo>, porque quien tiene la

desdicha de caer en el fuego eterno, este

jamás tendrá salvación.

Muchas almas tienen su purgatorio en la

tierra. Los hombres a veces se quejan de

los sufrimientos, de las enfermedades, de la

pobreza, de un sin fin de miserias humanas.

¡Tantas veces se revelan contra Dios! Di-

cen desesperadamente: ¿y por qué a mi?

No ven en la cruz más que un signo de castigo, cuando en realidad es un don y una

merced que, si pudieran comprenderla,

prestos se afanarían en dar gracias por tal

elección divina.

Todos los sufrimientos como expiación de

los pecados son “ungüento saludable que

cura y cicatriza las heridas” (Lc 10, 34) o

pequeñas lesiones, que toda falta infringe

al alma. La cruz, abrazada con amor y

aceptada con fe, obra el portentoso milagro de transformar al hombre. El hierro se

forja, se doblega, y se amolda al ingenio

del artífice en el yunque; y lo deforme ad-

quiere forma, gracias y belleza a fuerza de

golpes y temperaturas altas.

Page 48: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

48

Si es obra que se convierte en

cenizas, él mismo tendrá que

pagar. El se salvará, pero como

quien pasa por el fuego

San Pablo, Palestina, 55 d.c.: La obra

de cada uno vendrá a descubrirse. El día del juicio la dará a conocer porque en el

fuego todo se descubrirá. El fuego pro-

bará la obra de cada cual: si su obra resiste el fuego, será premiado; pero, si

es obra que se convierte en cenizas, él

mismo tendrá que pagar. El se salvará,

pero como quien pasa por el fuego.(1 Cor 4, 13-15)

DON AMOROSO DEL PADRE

El purgatorio es una gran merced, un

acto más de amor y de misericordia

de Dios. Bienaventurados aquellos

que han de morar en el purgatorio,

porque ir a este lugar es tener el

Cielo asegurado

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

purgatorio no es un castigo impuesto por

Dios a las almas. Es una vía purificadora

que las almas concientes de la justicia y de

la santidad divina aceptan con gran amor.

Ya te he hablado de cómo el alma, ante la

cercanía de Dios, adquiere gran sabiduría

y ciencia; tiene, por vía del conocimiento

de Dios, un sentido veraz de la justicia. Ve su vida en tres vertientes: pasado, presente

y futuro; como en un espejo, todo se mues-

tra ante sus ojos interiores y, viendo su

infidelidad pasada, busca afanosamente un

lugar adecuado para su purificación.

“Amor y verdad se han dado cita, justicia y

paz se abrazan” (Sal 84 (85), 11) y han

dictaminado que el alma, para asemejarse

a Dios, ser purísimo debe pasar “Como el

oro por el crisol” (Mal 3, 3) y, “como se

refina la plata” (Zac 13, 9), así debe ser purificada. El purgatorio es una gran mer-

ced, un acto más de amor y de misericordia

de Dios.

Bienaventurados aquellos que han de mo-

rar en el purgatorio, porque ir a este lugar

es tener el cielo asegurado.

Puedo decirte, hija mía, que es bien difícil

ir al cielo sin pasar por el purgatorio.

Es, por lo tanto, providencia divina

poder ir al purgatorio, porque el

tiempo pasa pronto y después vendrá

la corona de gloria

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

purgatorio a través de las llamas o del

“fuego purificador” (Zc 13, 9) es un dolor

constante, pero las almas sufren estas pe-

nas con amor y esperanza porque saben

que al final les aguarda la dicha eterna. Es,

por lo tanto, providencia divina poder ir al

Page 49: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

49

purgatorio, porque el tiempo pasa pronto y

después vendrá la corona de gloria. En ese

día maravilloso se hará realidad lo que

está escrito: “Uno de los ancianos tomó la

palabra y dijo: <esos que están vestidos

con vestiduras blancas ¿quiénes son y de

dónde han venido?> Yo les respondí <Se-

ñor mío tú lo sabrás.>Me respondió: <es-

tos son los que vienen de la gran tribula-

ción; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero>”

(Ap 7, 13-14).

Procuren estar en paz con todos y

progresen en la santidad, pues sin

ella nadie verá al Señor. (San Pablo,

Roma, 66 d.c Heb 12,14)

Si tenéis en cuenta los que se pierden

y lo fácil que es extraviarse, llegar al

purgatorio es una gracia que no

todos alcanzan

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Las

benditas almas del purgatorio son muy

amadas por Dios; ellas no gozan de la

visión beatífica, pero están en vías de al-

canzar la eterna dicha. Si tenéis en cuenta

los que se pierden y lo fácil que es extra-

viarse, llegar al purgatorio es una gracia que no todos alcanzan.

Las almas en estos lugares o etapas de

purificación sufren, pero con paz; conser-

van la esperanza y mantienen la alegría

porque conocen – pues se les ha dado inte-

lectivamente a conocer – la dicha sublime

que les espera.

Las benditas almas del purgatorio gozan de

muchos privilegios. En la Iglesia triunfante se celebran con gran honor y gloria los

misterios de la fe. Hay días muy señalados

en los que se conmemoran la Encarnación

del Hijo de Dios, el Nacimiento de Jesús, su

Pasión y muerte, y los santos que contribu-

yeron con su entrega a la obra redentora:

San Joaquín, Santa Ana, San José, los

Apóstoles, mártires y confesores de la Igle-

sia. Pues bien, en estas fiestas conmemora-

tivas suben muchas almas del purgatorio a

los cielos. En las festividades de la Inmacu-

lada, de la Asunción, de la Natividad y de

otras advocaciones marianas vuestra Ma-

dre baja al purgatorio y éste que da casi

vacío, si no fuera porque constantemente

las almas van entrando en él. Estos privile-

gios son obra de la misericordia de Dios, que anhela la dicha eterna para todos sus

hijos.

Todos debéis recordar, además, las muchas

gracias que se derivan de vuestra oración

del Santo Rosario, “gran cadena” (Ap 20,

1-2) con la que podéis someter en la tierra

a Satanás y con la que podéis ayudar a las

almas que sufren en el purgatorio. Orad, pues, por las benditas almas que allí se

encuentran y, al mismo tiempo, encomen-

daos a su intercesión.

DIVERSIDAD DE NIVELES

PARA DIFERENTES GRADOS

DE PURIFICACIÓN

REQUERIDA

Page 50: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

50

Las almas que son purificadas en la

otra vida después de la muerte,

sufren cada una según su necesidad

de purificación

A Pequeña Alma, España 2001 Hijo mío,

las almas que son purificadas en la otra

vida después de la muerte, sufren cada una según su necesidad de purificación… y

estas purificaciones pueden compararse

algo para el entendimiento humano, con las

enfermedades y dolencias de la vida natu-

ral.

Ya sabes que la enfermedad el hígado es

triste y muchas veces lleva a la muerte,

pero algunos se curan después de largo

tiempo y tratamiento.

Así hay almas en el Purgatorio que necesi-tan una larga y triste purificación, porque

aunque se han salvado por los pelos, la

necesitan, porque durante su vida no han

hecho nada o casi nada por su salvación y

la de los demás. Este es el caso de tu fami-

liar, necesita oraciones y oraciones…

En el Purgatorio no hay naturaleza,

ni árboles, ni frutos. Todo es

incoloro, claro y oscuro, según el

grado de purificación de las almas

Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Ale-mania, 1774: En el Purgatorio no hay natu-

raleza, ni árboles, ni frutos. Todo es incolo-

ro, claro y oscuro, según el grado de puri-

ficación de las almas. Los lugares donde

están las almas guardan cierto determinado

orden.

He visto muchos estados de purificación.

En particular he visto castigados a aquellos

sacerdotes aficionados a la comodidad y al

sosiego, que suelen decir: “Con un rincon-cito en el Cielo me contento. Yo rezo, digo

misa, confieso, etc.” Estos sentirán indeci-

bles tormentos y vivísimos deseos de bue-

nas obras y verán a todas las almas a quie-

nes han privado de su auxilio, y tendrán

que sufrir un desgarrador deseo de soco-

rrerlas. Toda pereza se convertirá en tor-

mento para el alma, su inquietud e impa-

ciencia, su inercia en cadenas, y todos estos castigos no son invenciones, sino que pro-

ceden clara e inadmisiblemente del pecado,

como la enfermedad y la causa que la pro-

duce.

Vi que las almas de los reyes y señores que

habían atormentado durante su vida mortal

a los demás, ahora servían humildemente

como siervos. He visto en el purgatorio a

protestantes que habían vivido piadosa-

mente en su ignorancia. Están abandona-

dos porque carecen de oraciones. Las sec-tas están allí separadas como aquí, y pade-

cen mucho más, porque no reciben en la

tierra sufragios de oraciones y misas.

Acercándose a las almas se conoce si son

hombres o mujeres. Se ven figuras más o

menos claras, cuyo rostro está infinitamen-

te afligido y dolorido, aunque en él se echa

a ver la paciencia con que llevan sus penas.

No es posible explicar la compasión que me

Page 51: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

51

causa el verlas. Nada hay más consolador

que contemplar la paciencia y ver cómo se

alegran las unas de la salvación de las

otras, y cómo se duelen a la vista de los

dolores de las demás que allí moran, y de

la aflicción de las que van llegando.

En cambio, el que, sin saberlo,

hace cosas que merecen castigo,

no será castigado con tanta

seriedad

Jesús, Palestina, 33d.c.: En cambio, el que, sin saberlo, hace cosas que mere-

cen castigo, no será castigado con tanta

seriedad. Al que se le ha dado mucho se le exigirá mucho, y al que se le ha con-

fiado mucho, se le pedirá más aún. (Lc

12, 48)

Además en estos tres departamentos

del Purgatorio, hay muchos grados

de variación. Poco a poco, al paso que

el alma se purifica más, se muda su

padecer

Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C.

Pontigny, Francia 1873: Hay larga distan-

cia entre el Purgatorio y el Cielo. A veces

tenemos el privilegio de echar una rápida

mirada a las alegrías de los bienaventura-

dos en el paraíso; pero es casi un castigo.

Eso nos hace suspirar por ver a Dios. En el

Cielo, puras delicias; en el purgatorio,

profunda oscuridad.

Le puedo decir algo acerca de los distintos

grados del purgatorio, porque he pasado

por ellos. En el Purgatorio mayor hay va-rios peldaños. En el más bajo y más dolo-

roso, parecido a un infierno temporáneo,

están los pecadores que cometieron terri-

bles crímenes durante su vida, y cuya muer-

te les sobrevino en tal estado. Casi por

milagro se salvaron, y muy a menudo por

las oraciones de los padres santos o de

otras personas piadosas. A veces ni siquie-

ra tuvieron tiempo de confesarse, y el mun-

do pensó que estaban perdidos, pero Dios,

cuya misericordia es infinita, les concedió, al momento de la muerte, la contrición

necesaria para su salvación, tomando en

cuenta una o distintas buenas acciones que

hicieron durante su vida. Para tales almas

el purgatorio es terrible. Es un verdadero

infierno, con la diferencia de que en el

infierno maldicen a Dios, en tanto que

nosotros le bendecimos, dándole gracias

por habernos salvado.

En seguida vienen las almas que, aunque no cometieron grandes crímenes como las

otras, fueron indiferentes con Dios. No

cumplieron sus obligaciones pascuales y

también se convirtieron al momento de la

muerte. Quizás no pudieron recibir la Sa-

grada Comunión. Están en el Purgatorio

por sus largos años de indiferencia. Pade-

cen inauditos tormentos y quedan abando-

nadas, bien sea por falta de oraciones, o en

caso que recen por ellas, no se les permite

aprovecharlas. En este tramo del purgato-

rio hay religiosos de ambos sexos, que fueron tibios, descuidados en sus obliga-

ciones, indiferentes hacia Jesús.

Estoy en el segundo Purgatorio. Desde mi

muerte, había estado en el primero, donde

Page 52: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

52

uno padece tantos tormentos. Padecemos

también en el segundo, pero ni siquiera

aproximadamente tanto como en el prime-

ro. He estado en el segundo Purgatorio

desde la fiesta de la Asunción. Ese día vi a

la Santísima Virgen por primera vez. En el

primer Purgatorio nunca la vemos. La

visita de ella nos anima, y esa querida

Madre nos habla del Cielo. Mientras esta-

mos viéndola, nuestros padecimientos se disminuyen muchísimo.

Los grandes pecadores que fueron indife-

rentes para con Dios, y los religiosos que

no fueron lo que deberían haber sido, están

en la grada más inferior del Purgatorio.

Mientras permanezcan ahí, las oraciones

ofrecidas en pro de ellos no se les aplica.

Porque rechazaron a Dios durante su vida,

ahora Él, por su turno, los deja abandona-

dos a fin de que puedan reparar sus vidas negligentes y sin mérito.

En el segundo Purgatorio, que es el purga-

torio todavía, pero muy distinto del prime-

ro, uno padece muchísimo, pero menos que

en el lugar mayor de expiación. Luego, hay

un tercer período que es el Purgatorio del

deseo, en donde no hay fuego. Las almas

que no desearon ardientemente el Cielo y

los que no amaron a Dios lo bastante, ahí

están. Estoy en ese lugar en este momento. Además en estos tres departamentos del

Purgatorio, hay muchos grados de varia-

ción. Poco a poco, al paso que el alma se

purifica más, se muda su padecer.

En el segundo Purgatorio están las almas

que fallecieron con pecados no del todo

expiados antes de la muerte, o con pecados

mortales que se les perdonaron pero de los

que no dieron entera satisfacción a la Divi-

na Justicia. En esta parte del Purgatorio

hay también distintos grados según los méritos de cada alma. Así que el Purgato-

rio de las almas consagradas o de los que

recibieron gracias más abundantes, dura

más tiempo y es mucho más doloroso que el

de la gente ordinaria del mundo.

Finalmente hay un Purgatorio del deseo

que se llama el umbral. Muy pocos son los

que se escapan de él. Para evitarlo del

todo, uno tiene que desear ardientemente el

Cielo y la visión de Dios. Esto es cosa rara

y aún más rara de lo que piensa la gente,

porque aun las personas piadosas le tienen

miedo a Dios y por lo tanto no poseen un deseo suficientemente poderoso para irse al

Cielo. Ese Purgatorio tiene un martirio

dolorosísimo igual que los demás. La pri-

vación de la vista de nuestro amante Jesús

añádase todavía al intenso padecer.

Era una fase profunda del

Purgatorio, pero no la peor. El nivel

inferior se denominaba “La cámara

del sufrimiento”

Cristina Gallager, Gortnadreha, Irlanda,

1988: Cristina, a quien al igual que a los videntes de Fátima, Kibeho y Medjugorje

se le concedió dar una mirada al purgatorio

y al infierno, indicaba que lo más importan-

te era proteger la eternidad del alma. Vio el

infierno como un lugar de ―llamas y más

llamas‖, fuego por todas partes y los cuer-

pos nadando en él.

“Eran muy negros, y parecía como que las

llamas se hacían tan enormes que se podía

apreciar su vigor. Jesús habló y dijo: “Este es el abismo del pecado, el lugar para to-

dos aquellos que no aman a Mi Padre”. Yo

pude mirar abajo y más abajo. Centenares

de condenados. Y todos sin esperanza.

Page 53: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

53

Tras su mirada al purgatorio Cristina fue

llevada a lo largo de un camino estrecho y

allí por unas escaleras hasta un túnel muy

oscuro. Al principio creyó que era el infier-

no por ser tan lúgubre, con puertas negras

y lleno de fango. Todo estaba en tinieblas.

Pero Cristina pudo distinguir a dos conoci-

dos suyos, un laico y un sacerdote.

Nos cuenta Cristina: “Yo ciertamente de-seaba desesperadamente que fueran libera-

dos. Entonces Jesús desapareció y parecía

como que yo hubiera sido arrojada contra

un muro de piedra –atrapada y sin poder

moverme- y había espíritus malos jugando

con el fuego. Sentí que el fuego me afecta-

ba. No me quemaba pero me hacía sentir en

agonía. Y exclamé “Jesús, quiero quedarme

aquí si con ello se salvan esas dos almas”.

Luego una gran bola de luz me envolvió y

todo se desvaneció. Más tarde la Santísima Virgen me informó que aquellas dos almas

habían sido liberadas.

Era una fase profunda del Purgatorio, pero

no la peor. El nivel inferior se denominaba

“La cámara del sufrimiento”. A niveles

más altos vio también el Purgatorio como

un área enorme de cenizas grisáceas en las

que ninguno se hacía visible. Eran los que

estaban aguardando su liberación.

DIVERSIDAD EN CUANTO A

LA DURACIÓN

Cada día miles de almas llegan al

Purgatorio y las más de ellas ahí

permanecen de treinta a cuarenta

años, algunos por períodos más

largos, otras por más cortos

Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C.

Pontigny, Francia 1873: Cada día miles de

almas llegan al Purgatorio y las más de

ellas ahí permanecen de treinta a cuarenta años, algunos por períodos más largos,

otras por más cortos. Se lo digo en térmi-

nos de cálculos terrenales, porque ahí la

cosa es distinta. ¡Oh, si la gente supiese y

entendiera lo que es el Purgatorio y lo que

es saber que aquí estamos por nuestra

propia culpa. Estuve aquí desde hace ocho

años y me parecen como diez mil años.

Acerca del momento de nuestra liberación

no sabemos nada. Si sólo supiéramos cuan-

do llegará el término de nuestros padeci-mientos, ya sería un intenso alivio, una

alegría para nosotros; pero no es así. Sa-

bemos bien que nuestros padecimientos

disminuyen y que nuestra unión con Dios se

hace más estrecha. Pero en qué día (esto es

según los cálculos de la tierra, porque aquí

no hay días), estaremos unidas con Dios, de

eso no sabemos; es un secreto. Las almas

del Purgatorio no tienen ningún conoci-

miento del futuro, salvo lo que a veces Dios

les concede.

Son muy poca la cantidad de almas que no

tengan sino algunos pecados veniales que

expiar. Estas no se quedan mucho tiempo

Page 54: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

54

en el purgatorio. Algunas oraciones bien

rezadas por ellos, algunos sacrificios, de

parte de personas de la tierra, pronto las liberan. Pero cuando se trata de almas

como la mía – y estas son casi todas las

almas cuyas vidas fueron tan vacías, que no

prestaron sino poca o ninguna atención a

su salvación-, entonces su vida entera tiene

que volver a empezar nuevamente en este

lugar de expiación.

En cuanto a la Santísima Virgen, la

vemos en su cuerpo. Baja al

Purgatorio los días de sus fiestas y se

vuelve al Cielo con muchas almas

Alma de Sor M.G. a la Hermna. M de L.C.

Pontigny, Francia 1873: Vemos a San Mi-

guel como vemos a los ángeles. No tiene

cuerpo. Viene a buscar las almas que aca-

baron con la purificación. Él es quien las

lleva al Cielo. Es el ángel más elevado en

el Cielo. Nuestros propios ángeles de la

guarda nos vienen a ver. Pero San Miguel

es mucho más hermoso que ellos. En cuan-

to a la Santísima Virgen, la vemos en su

cuerpo. Baja al Purgatorio los días de sus

fiestas y se vuelve al Cielo con muchas almas. Mientras ella está con nosotros no

padecemos. San Miguel la acompaña.

Cuando él viene solo, seguimos padecien-

do. El año en que me oyó gemir, cuando

empecé a hablarle, estaba todavía en ese

mismo lugar.

En el día de la fiesta de San Miguel, él

llega al Purgatorio y se vuelve al Cielo,

llevándose gran número de almas, en espe-

cial las que le fueron devotas durante su vida.

Page 55: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

55

3. EL CIELO

INDESCRIPTIBILIDAD DEL

PARAÍSO CELESTIAL

Fue arrebatado al paraíso, donde

oyó palabras que no se pueden

decir: son cosas que el hombre no

sabría expresar

San Pablo, Palestina, 56 d.c.: De cierto

creyente sé esto: hace catorce años fue

arrebatado hasta el tercer cielo. Si fue con el cuerpo o fuera del cuerpo, eso no

lo sé, lo sabe Dios. Y yo sé que ese

hombre, sea con cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, lo sabe Dios, fue arre-

batado al paraíso, donde oyó palabras

que no se pueden decir: son cosas que

el hombre no sabría expresar. 2 Cor 12, 2-4)

Esta sublime grandeza, que los

hombres algún día no lejano vivirán

en los cielos, es indescriptible; y aun-

que yo quiero acercarte a la realidad,

no me es posible

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Esta

sublime grandeza, que los hombres algún

día no lejano vivirán en los cielos, es indes-

criptible; y aunque yo quiero acercarte a la

realidad, no me es posible; porque no es

fácil expresar con palabras humanas reali-

dades sobrenaturales que, por serlo, esca-

pan a cualquier conocimiento, por ilustra-

do que éste fuere. Es tan elevada esta cien-

cia que es imposible darle término ni al-cance. La distancia es insalvable, porque la

mentalidad de muchos hombres es rastrera

y todo se visualiza, cuantifica, mide y pesa.

El racionalismo ha trocado al ser humano

en irracional. La razón, sinónimo de cordu-

ra, no cumple su oficio; porque muchos son

los hombres que, creyéndose sabios han

perdido la capacidad de razonar y ya no

razonan. Absortos en sus conquistas y su-

mergidos en la materia, ¿cómo pueden

estos hombres percibir el cielo? ¿Y cómo

pueden entender mis palabras y aprender

mis enseñanzas? Éstas serán, para la ma-

yoría, un género literario, para otros lucu-

braciones y fantasías; y créeme, cuanto

más elevado sea el contenido de este libro,

más cerca estará él de la realidad del cielo y, al acercarse a lo divino, más se apartará

del pensamiento humano y menos lo cre-

erán, porque la distancia entre el hombre

natural y el cielo será mayor, y “el hombre

nunca podrá discernir naturalmente lo

espiritual” (1 Cor 2, 14)

Si tú me preguntaras: ¿Qué es el cielo? Yo

te diría: el cielo es amor, y como Dios es

Amor, el cielo es la posesión de Dios. Y la

eternidad, ¿qué es la eternidad? Es la ple-nitud del amor de Dios en todas las almas.

En términos humanos, las palabras cielo y

eternidad se expresarían con la plenitud del

amor de un Dios que se da a los bienaven-

turados sin tasa ni medida. Y como Dios es

impenetrable, el amor no podría ser expli-

cado más que amando; y la eternidad,

tiempo sin fin donde el alma podrá vivir el

amor.

Page 56: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

56

El hombre, mientras lleva sobre sí “el

lastre de la culpa”, no puede

comprender lo que Dios le tiene

reservado en el cielo y aunque se

figure o imagine la gloria, esto sólo

sería la sombra de lo que en realidad

es la Casa del Padre...

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

hombre, mientras lleva sobre sí “el lastre

de la culpa”, no puede comprender lo que

Dios le tiene reservado en el cielo y aunque

se figure o imagine la gloria, esto sólo sería

la sombra de lo que en realidad es la Casa del Padre.

El Padre es inmensamente feliz haciendo

partícipe de su gloria a los hijos, y estos,

inmersos en el abismo infinito de todas sus

bondades, le alaban y bendicen eternamen-

te, viniendo a ser “uno con Él”. Y así como

Dios no puede crecer en gloria ni en per-

fección, porque Él es la Gloria inmutable y la Perfección absoluta que al darse no

sufre merma y al recibir no experimenta

crecimiento en sí mismo – pues Dios es

inmutable -, sin embargo podría decirse

que este aumento de gloria se da, no en

Dios mismo, sino en el hombre, gloria del

Padre, hermano del Hijo, renuevo del Espí-

ritu Santo, creado para resplandecer en la

gloria de Dios.

¿Cómo es, pues, esta alabanza? Es sublime,

maravillosa y excelsa, porque los que ala-

ban y bendicen a Dios, Trinidad indivisa,

con su alabanza no aumentan la gloria

divina, porque en el Señor está toda la

gloria, eternamente y de forma inmutable.

Dios ha creado al hombre no para aumen-

tar su propia gloria, sino para comunicar

al hombre su gloria y para manifestarle su

amor. Cuando el hombre alaba y bendice a su Hacedor, está participando de la gloria

divina y, como hijo adoptivo de Dios, con

su cuerpo glorificado está glorificando a

Aquel que lo glorificó.

La alabanza y la gloria en unión con los

coros angélicos, esto es lo más importante

en el cielo. Porque no es una alabanza ni

una gloria semejante a la que vosotros conocéis. Muchas veces los hombres llevan

a los labios lo que no siente su corazón. En

este caso todo se reduce a palabras “que

como tamo se las lleva el viento”. No en

vano está escrito: “Este pueblo me honra

con los labio, mientras su corazón está

alejado de mí”

Cuando el hombre se libere de “ese

lastre de pecado” que hace más

pesada, si cabe, su esclavitud, y parta

de esta vida a la casa del Padre,

entonces, sólo entonces,

comprenderá que la descripción que

os hice del cielo en consideración a

vuestra flaqueza natural, se ajustó

mucho al pensamiento humano; por

eso fue corta y bien mermada

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

¡Qué maravilloso es el cielo! ¡Y qué difícil

es para la mente humana pensar en él! El

hombre, desde su nacimiento, está sujeto a

unas leyes; salir de las coordenadas de

tiempo y de espacio es muy difícil para él.

Se imagina que no hay más belleza que

aquella que contemplan sus ojos, y no se ha

parado a pensar que todas las hermosuras

de la tierra, aunque describan la sublime

grandeza del Creador, no son más que

Page 57: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

57

leves pinceladas y pe-

queños reflejos de la luz

inaccesible y de la be-

lleza que ocultan los

cielos. Cuando el hom-

bre se libere de “ese

lastre de pecado” que

hace más pesada, si

cabe, su esclavitud, y

parta de esta vida a la casa del Padre, enton-

ces, sólo entonces, com-

prenderá que la des-

cripción que os hice del

cielo en consideración a

vuestra flaqueza natu-

ral, se ajustó mucho al

pensamiento humano;

por eso fue corta y bien

mermada. La Madre del

cielo quiso hablar a sus hijos de la tierra “sobre

grandezas que no comprenden y sobre

maravillas que les superan”; por eso bajó

hasta la pequeñez de aquel que balbucea.

PLENITUD DE PERFECCIÓN Y

VIDA

Ahora quiero mostraros cómo van al

cielo las almas después de su etapa

purificadora... Todo lo sabe y

comprende. El alma tiene gran

perceptibilidad, todo lo ve en un

instante, todo lo penetra y todo lo

entiende

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Ahora quiero mostraros cómo van al cielo

las almas después de su etapa purificadora:

en lenguaje humano, podría decir que lle-

van “una diadema de gracia y una corona

de gloria”. El alma, aunque ha sido creada

por Dios para habitar en el cuerpo, no

precisa de él para moverse en un plano

espiritual. Lo más importante del hombre

está en su alma, aunque el cuerpo ha sido

un siervo fiel que ha cumplido con la mi-

sión que se le había ordenado.

El alma llega al cielo, lugar de su destino,

acompañada siempre de su protector o

ángel de la guarda. Hay almas a las cuales

tengo la misión de acompañar. Otras, en

cambio, son liberadas de las penas del

purgatorio por Jesús. Estas almas fueron

muy devotas de su Corazón, del sacramento

de la Eucaristía y de su gran misericordia.

Fueron fieles a los primeros viernes de mes

y hallaron su recompensa.

Los familiares y amigos las reciben con

amor. El alma no necesita que les digan

dónde está ni que le expliquen nada. Todo

lo sabe y comprende. El alma tiene gran

perceptibilidad, todo lo ve en un instante,

todo lo penetra y todo lo entiende. El pasa-

do, el presente y el futuro están desnudos y

descubiertos ante sus ojos. Su estado de perfección es tal que todo lo que le rodea

no hace más que confirmarle la sublime

grandeza de Dios, de la cual ella participa.

Lo que más le sorprende a los hombres que

alguna vez han sido arrebatados al cielo, es

el amor, porque, viniendo de un lugar don-

de solo domina el egoísmo, el odio, la ven-

Page 58: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

58

ganza y la traición, es casi imposible com-

prender este amor entre el Padre y los

hijos, y esta comunicación entre las almas y

los ángeles.

En la Patria Celestial la memoria, el

entendimiento y la voluntad serán

como lumbreras, porque estarán

altamente sublimadas; no obrarán

porque las tres potencias entre sí

estarán en la presencia de Dios

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

¿Cómo subirá el alma a la gloria después

de su etapa de purificación? Hermosa,

limpia y resplandeciente más que el mismo sol. Las potencias, gloria del alma, quedan

refulgentes, como haz de luz.

En la Patria Celestial la memoria, el en-

tendimiento y la voluntad serán como lum-

breras, porque estarán altamente sublima-

das; no obrarán porque las tres potencias

entre sí estarán en la presencia de Dios

como “están los querubines blandiendo sus

alas” (Ex 37, 9).

No es preciso que el hombre se esfuerce en recordar, pues todo lo bueno y lo hermoso

que le proporcione felicidad, lo tendrá

presente; solo desaparecerán de su memo-

ria el dolor, las amarguras, las enfermeda-

des y la muerte. El entendimiento, sabia-

mente ilustrado por la luz divina, conocerá

y hasta comprenderá muchos y grandes

misterios; se irá dilatando constantemente

en el conocimiento de Dios, y cuanto más

penetre en el abismo insondable de su

amor, más inmensa será su gloria, que “irá creciendo en plenitud2 (Prov 4, 189 la

voluntad solo sirve para obrar aquí en la

tierra; más si el hombre vivió en Dios, por

Él, y para Él” (Col 1, 16), Ya desde su

cotidiano vivir rindió su voluntad a la vo-

luntad divina, aquel que ama al Señor sin

fingimientos, “Con todo su corazón, con

toda su alma y con todas sus fuerzas” (De-

ut 6, 59, no tiene voluntad propia no por-

que carezca de esa potencia, sino que sa-

biamente la ha trocado por el amor, y en

ese cambio el ser humano ha ganado con

creces.

La omnisciencia que se les concede a

ellos, a la libertad de que gozan por

la que no se les opone ninguna

distancia ni ningún espacio, su

clarividencia, por la que

experimentan grandes satisfacciones

Del alma de Fanny Moissieva, a un vidente,

Han-Kow, China, 1960: Me llegó una voz,

no se de dónde: “Arriba, despiértate, Fan-

ny, y mira alrededor atentamente. Escri-

birás de todo lo que veas... Almas descono-

cidas por mí vinieron a mi encuentro, leves

como mariposas, tanto que ni siquiera oía

sus pasos. Tenían vestidos multicolores y

sus miradas, llenas de felicidad, reflejaban

una bondad sin límites. Y me dijeron:

“¡Hermana, levántate!” Te acoge el Reino

del Padre cuyo espíritu vive en toda cosa. Estás aquí por su voluntad, para que el

hombre no se extravíe en la duda y en la

búsqueda inútil, para que puedas contar en

la tierra nuestra vida, por haberla visto”...

Nos acercamos a los bienaventurados que

se encontraban allí. Ellos contaban a un

nuevo huésped del Paraíso, llegado hacía

poco a la grandeza y la gloria del Señor, su

majestad, la omnisciencia que se les conce-

de a ellos, a la libertad de que gozan por la que no se les opone ninguna distancia ni

ningún espacio, su clarividencia, por la que

experimentan grandes satisfacciones. Pasa

el tiempo, los siglos se suceden, pero nin-

Page 59: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

59

guno teme a esta carrera y nadie tiene

enemigos

Aquí, en cambio, es el Paraíso, lleno

de toda perfección, y Dios reina en él

gloriosamente entre los dulces cantos

de los serafines, mientras que en

todas partes florecen y maduran

frutos

Del alma de Fanny Moissieva, a un vidente,

Han-Kow, China, 1960: Y yo volvía a de-

cir: “Allá abajo en el infierno he visto...”,

pero fui interrumpida: “No hables,. Noso-

tras sabemos ya todo. Allí no valen nada

las tribulaciones y los tormentos de los pecadores. Aquí, en cambio, es el Paraíso,

lleno de toda perfección, y Dios reina en él

gloriosamente entre los dulces cantos de

los serafines, mientras que en todas partes

florecen y maduran frutos. Aquí pueden

vivir solamente las almas santas; aquí está

la fuente de los pensamientos alados y de

las ideas sublimes. El agua de los arroyos

es pura y las alas de los ángeles tienen un

resplandor plateado. Aquí nadie se esfuerza

y todos gozan los bienes que han sido crea-

dos para los justos.

Volví la mirada y pensé: “¡Qué belleza

aquí! ¡qué aire balsámico y perfumado!

¡Qué hermoso jardín! ¡Qué espléndidos vestidos multicolores tienen las almas que

pasean por él! Y ¡Qué limpio y azul el cie-

lo! Ni una nube empaña la nitidez y la pu-

reza: solo lo atraviesan leves los ángeles,

desapareciendo por el azul inmaculado.

a hierba aquí es sutil, verde, deliciosamente

fresca, primaveral, adornada de flores y no

se dobla bajo el solemne pisar de los ánge-

les. ¡Qué agradables son los pequeños

senderos que los atraviesan. En todo alre-

dedor se erguían majestuosa palmeras que

murmuraban, movidas por el leve vienteci-

llo que hacía ondear sus hojas. Mi compa-

ñero me guiaba y me llevaba siempre ade-

lante, y mostrándome varios objetos para

mí del todo desconocidos me los iba nom-brando; pero yo no sabría darles un nom-

bre en nuestro lenguaje humano. Ni podría

describir su belleza, porque el lenguaje de

la tierra es demasiado pobre.

Fui enseguida impresionada por la belleza

y variedad e colores que poseían las flores

de aquel lugar, inocentes criaturas del

Señor. Algunas entre ellas eran tímidas y

modestas. Otras en cambio, bellísimas,

pero indiferentes a su propia belleza.

Ningún pintor sabría reproducir los tonos y los matices propios de esas flores. Nadie en

la tierra sabe preparar perfumes que pue-

dan igualar a los aromas dulces de las

flores del Paraíso. Estas flores no producen

embriaguez sino solo placer intenso. Y yo

respiraba con alegría no humana el aire

impregnado de aquel dulcísimo soplo.

LA FELICIDAD ETERNA

Yo vi cuán grande es la felicidad de

Dios, que reparte a todas las

criaturas haciéndolas felices

Santa Faustina Kowalska, Plonia, 1937: Hoy fui al Cielo, en Espíritu, y vi su incon-

cebible belleza y la felicidad que nos espera

después de la muerte. Yo vi cómo todas las

criaturas dan incesantemente glorias y

alabanzas a Dios. Yo vi cuán grande es la

felicidad de Dios, que reparte a todas las

criaturas haciéndolas felices; y entonces

toda la alabanza y gloria que viene de esta

felicidad, retorna a su fuente; y ellos entran

Page 60: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

60

dentro de la profundidad de Dios, contem-

plando su vida interior, al padre, al Hijo y

al Espíritu Santo, de quien ellos nunca se

separarán.

Estarán maravillados con esta

belleza. Ellos estarán siempre felices.

Visitarán todo el Paraíso, incluyendo

el Gran Salón del juicio, donde cada

uno será juzgado

A 12 niñas y centenares, Oliveto Citra,

Italia, 1985: La gente que ora no caerá en

ese profundo abismo que es el infierno, sino

que irán al Reino del Cielo, donde verán

esos magníficos campos de amor fraterno, y además podrán ver el Paraíso Celestial.

Estarán maravillados con esta belleza.

Ellos estarán siempre felices. Visitarán

todo el Paraíso, incluyendo el Gran Salón

del juicio, donde cada uno será juzgado.

Ellos se regocijarán, y con una alegría

inmensa reinarán a Mi lado con Dios por

toda la eternidad

Te serán concedidos los más mínimos

deseos, incluso podrás ver con cuánta

ternura el Eterno creó tu alma y

cómo, antes de que el mundo fuera

creado, Él pensó en ti, místicamente

te tomó en sus manos y te acunó so-

bre su Corazón

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En

el cielo se ven, se viven-cian y se disciernen todos

los misterios, ahora vela-

dos para el hombre. Si te

sientes atraída por el

instante sublime de la

Encarnación, podrás

místicamente vivir ese

momento glorioso. Y si

dices: me gustaría haber

conocido el nacimiento e

infancia de Jesús, tus deseos serán colmados.

Todo aquello que el alma

anhele, lo tendrá. Si tu gozo supremo es

contemplar a Jesús en el Santísimo Sacra-

mento, harás compañía a la multitud de

serafines que, juntamente con las almas

enamoradas de este admirable Portento, lo

adoran día y noche, muchos en el cielo y

otros en todos los sagrarios de la tierra.

Te serán concedidos los más mínimos dese-

os, incluso podrás ver con cuánta ternura el Eterno creó tu alma y cómo, antes de que

el mundo fuera creado, Él pensó en ti,

místicamente te tomó en sus manos y te

acunó sobre su Corazón. Y lo que te digo a

ti, lo digo a todos los hombres, porque

todos son amados por Dios, como si en

realidad fuera uno solo.

En el cielo no hay ansiedad, porque todas

las aspiraciones del alma están satisfechas.

El cielo no es un lugar monótono ni pesado, en él nadie puede sentir cansancio ni hast-

ío. En el cielo “hay muchas moradas”.

Jesús dice: Voy a prepararos un lugar”.

Todos son felices en la presencia de

Dios.; nadie desea más de lo que

tiene... “El cielo es el paraíso donde

corren ríos de agua, brillantes como

el cristal, y árboles de vida que dan

fruto todos los meses del año”

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

cielo es incomprensible para la mente

Page 61: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

61

humana y no hay palabras

sublimes capaces de definirlo.

A ti te digo: el cielo es un esta-

do de beatitud en el que el

hombre resucitado y glorioso

“participa” como hijo adoptivo

de Dios, “de la misma natura-

leza divina” (2 Pe 1,4)

“El cielo es el paraíso donde corren ríos de agua, brillantes

como el cristal, y árboles de

vida que dan fruto todos los

meses del año” (Ap 22, 1-2).

Todos son felices en la presen-

cia de Dios.; nadie desea más

de lo que tiene, porque “el más

pequeño en el reino de los cielos es mayor

que cada uno de vosotros” (Mt 11, 11).

Las moradas de los bienaventurados

se presentan bajo la forma de

palacios y de jardines llenos de flores

y de frutos maravillosos, según su

condición de beatitud

Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Ale-

mania, 1774: La celestial Jerusalén se me

aparece ordinariamente como una ciudad

donde las moradas de los bienaventurados

se presentan bajo la forma de palacios y de

jardines llenos de flores y de frutos maravi-llosos, según su condición de beatitud. Lo

mismo aquí, creí ver un mundo entero, una

reunión de edificios y de habitaciones muy

complicadas. Pero en las moradas de los

bienaventurados todo está formado bajo

una ley de paz infinita, de armonía eterna.

Todo tiene por principio la beatitud, mien-

tras en el infierno tiene por principio la ira

eterna, discordia y la desesperación.

En el Cielo son edificios de gozo y de ado-ración, jardines llenos de frutos maravillo-

sos que comunican la vida. En el infierno

son prisiones y cavernas, desiertos y lagos

llenos de todo lo que excita el disgusto y el

horror; la eterna y terrible discordia de los

condenados. En el Cielo todo es unión y

beatitud de los santos.

En estos campos y jardines, cuadros, plan-

tas y ramas, flores y frutos, vivía todo lo

mismo que en aquel jardín común. El gozar

de los frutos no consistía en comerlos, sino

en la íntima percepción de los mismos.

Vi a mi madre, hermosa como nunca,

alta, esbelta, envuelta en velos

vaporosos. Sus ojos eran idénticos a

los que había tenido en vida, pero la

mirada distinta

Del alma de Fanny Moissieva, a un vidente,

Han-Kow, China, 1960: Todo allí era bello.

Sin ruido, semejante a leves mariposas,

volaban los ángeles. De repente, a través

del follaje de la espesa vegetación, oí una

voz muy conocida para mí, y reconocí la

querida voz de mi madre. Me volví hacia aquel lugar. La voz querida conservaba el

encanto de otro tiempo, y desde ese mo-

mento yo no esperé otra cosa que el instan-

te de mi encuentro con ella.

Ante nosotros apareció un kiosco, esculpi-

do en piedra azul, similar a la turquesa; en

él vi a mi madre, hermosa como nunca,

alta, esbelta, envuelta en velos vaporosos.

Sus ojos eran idénticos a los que había

Page 62: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

62

tenido en vida, pero la mirada distinta.

Además tenía la cintura más delgada y los

cabellos más brillantes y peinados de otra

manera. Su rostro era todo liso, mientras

que alrededor de la cabeza le brillaba un

aureola. Y también brillaba una aureola en

torno a aquellos que estaban con ella. Ella

les hablaba y yo escuchaba ávidamente

cada sílaba suya. Después se levantó y

llamó a las amigas. Detrás les ondeaba un velo...

Podría pensarse: el cielo debe ser un

lugar estático y aburrido; sin

embargo, este concepto es humano y

no corresponde a nada a la realidad...

Cada alma tendrá el cielo que le ha

correspondido, según sus obras

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: En

el cielo nadie está inactivo. Los ángeles, los

santos, todos alaban, adoran y bendicen a

Dios. Después, cada cual tiene una misión

específica, que cumple con celo, cooperan-

do así al plan salvífico y redentor que Dios

tiene sobre la humanidad.

Jesús curó a un tullido en sábado. Los

judíos, por esto, trataban de matarle. Jesús

les dice”Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Jn

5, 17). ¿Cómo traba-

jan los moradores

del cielo? Espiri-

tualmente. De los

ángeles está escrito:

“Mira que envío

delante de ti a tu

ángel para que te

guarde en todos tus

caminos” (Ex 23, 20).

Y de los santos que

forman la Iglesia

triunfante se sabe

que instan al bien y

promueven acciones

santificadoras en los miembros de la Igle-

sia militante. Ellos oran e intercede cons-

tantemente ante Dios por los habitantes de

la tierra. Bien podría decirte, para que

mejor comprendas que la Madre de Dios y

de los hombres no está inactiva y ahora

mismo trabaja con gran amor por la huma-

nidad, para que se santifique con estas

enseñanzas que “como rocío cubrirán la

tierra. Soy Madre y Maestra, y ésta es la misión que el Altísimo me ha encomenda-

do; con gozo la cumplo y ene este servicio

pongo mi corazón y mi entrega generosa.

DIVERSIDAD EN LA GLORIA

RECIBIDA

¿Hay muchos cielos? Sí, hay diferen-

tes cielos o estados beatíficos. ¿Y

moradas? Hay muchas moradas,

tantas y tan distintas entre sí como lo

son las almas

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: “En

la casa de mi Padre hay muchas moradas,

si no, os lo habría dicho; porque voy a

preparaos un lugar, volveré y os tomaré

conmigo para que donde Yo esté, estéis

también vosotros” (Jn 14, 2-3).

Page 63: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

63

El cielo , la gloria, la casa

del Padre, la Nueva Jeru-

salén, el Paraíso, ¡Cuántos

nombres para definir la

eterna dicha, la plenitud de

Dios!

Jesús fue llevado al cielo y

Pablo fue arrebatado hasta

el tercer cielo (2 Cor 12, 2). ¿Hay muchos cielos?

Sí, hay diferentes cielos o

estados beatíficos. ¿Y mo-

radas? Hay muchas mora-

das, tantas y tan distintas

entre sí como lo son las

almas. Todo esto es muy difícil de explicar.

Por tanto, os advierto que sería bueno no

olvidar cuanto he ido enseñando referente

a ahondar en el espíritu y dejar en segundo

plano la letra, no fijando demasiado la atención en números concretos ni en fechas

determinadas, que muchas veces son más

simbólicas que representativas de una

auténtica realidad.

Mis palabras son como leves pinceladas

que sólo pueden servir para esbozar un

cuadro del cielo y para acercarnos un po-

quito a él; pero este magnífico lienzo sólo

quedará al descubierto y mostrará toda su

perfección y belleza cuando el alma esté en presencia de Dios.

El cielo es indescriptible y, aunque me

afanara para hacer llegar a ti tanta belleza

y hermosura, mi intento sería inútil, pues

“ni ojo vio ni oído oyó” (1 Cor 2, 9), por-

que es inmensa la dicha que espera a los

bienaventurados.

Pongo por caso tres vasijas de

distinta forma y al mismo tiempo

desiguales en capacidad. La más

pequeña está completamente llena...

La tercera, que es la mayor de toda,

está asimismo hasta los bordes.

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

Pongo por caso tres vasijas de distinta

forma y al mismo tiempo desiguales en capacidad. La más pequeña está comple-

tamente llena; en sí misma hay una pleni-

tud. La segunda vasija, un poco mayor,

también está a rebosar; segundo grado de

plenitud. La tercera, que es la mayor de

toda, está asimismo hasta los bordes. Si

humanamente te detienes a contemplarlas,

te darás cuenta de que hay una diversidad

dentro de la unidad y que cada una de ellas

retiene según su capacidad. Conservan su

forma, que es tanto como decir sus carac-

terísticas propias, y distintas entre sí. Y el recipiente aprehende según sus posibilida-

des; viniendo el contenido a tomar la forma

del recipiente, adaptándose a su capacidad.

Si estas vasijas pudieran hablar, en justicia

no podrían decir: deseamos más; porque en

todas ellas hay una plenitud, aunque ésta

sea diferente; en las tres hay abundancia,

pues las tres están al límite máximo de sus

posibilidades. Esto es un ejemplo de lo que

acontece en el cielo.

Page 64: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

64

En orden al sentido sublime de justicia, los

bienaventurados están participando de la

vida divina y en tal grado que no sienten

celos ni saben de envidias, no pueden más

que bendecir, amar y adorar a Dios por tan

inefable dicha.

Si pruebas a llenar una vasija de

cualquier sustancia líquida o gaseosa,

te darás cuenta que dicho contenido

se adapta a la capacidad del envase,

tomando la forma del recipiente. Así

sucede en el cielo: cada cual tendrá la

gloria que le corresponda; todo

depende del recipiente, que es tanto

como decir, de la capacidad de amar

y de asimilarse al Amor

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

Señor dijo: “El reino de Dios está dentro

de vosotros” (Lc 17, 21). Sencillamente, Jesús descubre al hombre lo que en sí es el

cielo, la vivencia de Dios en el alma: un

estado beatífico de múltiples matices y de

plenitud diversa como participación de la

plenitud absoluta, que es Dios. Por eso el

alma tiene el cielo según su capacidad

espiritual y, en esta capacidad, que puede

ser diversa, estará su plenitud. Si pruebas a

llenar una vasija de cualquier sustancia

líquida o gaseosa, te darás cuenta que

dicho contenido se adapta a la capacidad

del envase, tomando la forma del recipien-te. Así sucede en el cielo: cada cual tendrá

la gloria que le corresponda; todo depende

del recipiente, que es tanto como decir, de

la capacidad de amar y de asimilarse al

Amor.

4. EL INFIERNO

SU EXISTENCIA REVELADA

POR JESÚS MISMO

Algunos dicen que el infierno está en

esta tierra, pero no es así. Que el

infierno existe, lo ha dicho mi Hijo

A Miguel Ángel Poblete, Peñablanca, Chi-

le, 1983.: El demonio existe y trata de

hacer creer que no existe. Que no existe ni

Dios ni el infierno. Algunos dicen que el infierno está en esta tierra, pero no es así.

Que el infierno existe, lo ha dicho mi Hijo.

Por cierto, ¿de qué le servirá a un

hombre el ganar el mundo entero,

si pierde su alma? (Jesús, Jeru-

salén, 33 d.c. Mc 8, 36)

Page 65: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

65

No teman a los que sólo pueden

matar el cuerpo, pero no el alma;

teman más bien al que puede

echar el alma y el cuerpo al

infierno. (Jesús, Palestina, 30 d.c .Mt 10,

28)

Pues es mejor para ti que entres

con un solo ojo en el Reino de

Dios, que no con los dos ser

arrojado al infierno, donde el

gusano no muere y el fuego no se

apaga. Pues el mismo fuego los

conservará. (Jesús, Palestina, 30 d.c.

Jesús, Palestina, 30 d.c. Mc 47-49)

¡Ay de ustedes, maestros de la Ley

y fariseos hipócritas... ¡Serpientes,

raza de víboras! ¿Cómo lograrán

escapar de la condenación del in-

fierno? (Jesús, Palestina, 30 d.c. Jesús,

Palestina, 30 d.c. Mt 29. 33)

El Hijo del Hombre enviará a sus

ángeles para que quiten de su

Reino todos los escándalos y

saquen a los malvados. Y los

arrojarán en el horno ardiente.

Allí será el llanto y el rechinar de

dientes

Jesús, Palestina, 30

d.c.: Jesús les dijo: ―El que siembra la

semilla buena es el

Hijo del Hombre.

El campo es el mundo. La buena

semilla son los que

pertenecen al Re-ino. La mala hierba

es la gente del de-

monio. El enemigo

que la siembra es el diablo. La cosecha

es el fin del mundo. Los segadores son

los ángeles. Así como se recoge la ma-leza y se quema, así será al fin del

mundo.

El Hijo del Hombre enviará a sus ánge-les para que quiten de su Reino todos

los escándalos y saquen a los malvados.

Y los arrojarán en el horno ardiente. Allí será el llanto y el rechinar de dien-

tes. Al mismo tiempo los justos bri-

llarán como el sol en el Reino del Pa-dre. Quien tenga oídos, que entienda.

(Mt 13, 37-43)

Así pasará al fin del mundo:

vendrán los ángeles y separarán a

los malos de los buenos y los

arrojarán al horno ardiente,

donde habrá llanto y

desesperación

Jesús, palestina, 30 d.c.: El Reino de los

Cielos es semejante a una red que se

echa en el mar y recoge peces de todas

clases. Cuando está llena, los pescado-res la sacan a la orilla. Ahí se sientan,

escogen los peces buenos y los echan

en los canastos, y tiran los que no se pueden comer. Así pasará al fin del

mundo: vendrán los ángeles y separarán

Page 66: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

66

a los malos de los buenos y los arro-

jarán al horno ardiente, donde habrá

llanto y desesperación.

Preguntó Jesús: ―¿entendieron bien

estas cosas?‖ Ellos le respondieron:

―Sí.‖ (Mt 13, 47-51)

Y a ese servidor inútil échenle a la

oscuridad de allá afuera: allí

habrá llanto y desesperación

Jesús, Palestina, 30 d.c.: Quítenle, pues,

el talento y entréguenselo al que tiene

diez. Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no

produce se le quitará hasta lo que tiene.

Y a ese servidor inútil échenle a la os-

curidad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación. (Mt 25, 28-30)

Y éstos irán al suplicio eterno, y

los buenos a la vida eterna

Jesús, Jerusalén, 33 d.c.: Aquellos (los

malos separados a la izquierda) pregun-

tarán también: ―Señor, ¿cuándo te vi-mos hambriento, sediento, desnudo o

forastero, enfermo o encarcelado, y no

te ayudamos?‖ El Rey les responderá: ―En verdad les digo que siempre que no

lo hicieron con alguno de esto más pe-

queños, que son mis hermanos, conmi-

go no lo hicieron.

Y éstos irán al suplicio eterno, y los

buenos a la vida eterna.‖ (Mt 26, 44-46)

Los que hicieron el bien saldrán y

resucitarán para la vida; pero los

que obraron mal resucitarán para

la condenación

Jesús, Palestina, 30 d.c.: No se asom-

bren de esto: llega la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán mi

voz. Los que hicieron el bien saldrán y

resucitarán para la vida; pero los que obraron mal resucitarán para la conde-

nación (Jn 5, 28-29)

Por misericordia, muchas cosas están

ocultas; pues, si el hombre advirtiera

cuanto en su entorno se mueve,

moriría de espanto por el espectáculo

que contemplarían sus ojos

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: El

hombre que niega lo que no comprende y

que “injuria lo que ignora” (Jd 1, 10), es

un necio; y aquel que se resiste a creer

aquello que no ve, no es nada inteligente.

Por que si lo fuera, pensaría que no todo lo que existe puede ser visualizado.

Por misericordia, muchas cosas están ocul-

tas; pues, si el hombre advirtiera cuanto en

su entorno se mueve, “moriría de espanto

Page 67: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

67

por el espectáculo que contemplarían sus

ojos” (Deut 28, 67). ¿Y acaso habéis olvi-

dado lo que está escrito: “Despabilaos,

mirad que vuestro adversario, el diablo,

está merodeando en torno a vosotros con

deseos de devoraros”? (1 Pe 5, 8)

REALIDAD POSTERIOR A LA

VIDA TERRENAL

Algunos dicen que el Infierno está

aquí en la tierra, y otros dicen que

está en la misma persona, en la

mente… ¡No, hijos míos! El Infierno,

como el Purgatorio, como el Cielo,

son lugares muy concretos

A Pequeña Alma, España 2001 (J) Algunos dicen que el Infierno está aquí en la tierra,

y otros dicen que está en la misma persona,

en la mente… ¡No, hijos míos! El Infierno,

como el Purgatorio, como el Cielo, son

lugares muy concretos, pero no pueden ser

concebidos por la mente humana más que

por comparaciones de vuestro mundo visi-

ble.

Hasta muchos de vuestros teólogos no

creen más que en lo que puede comprender su razón, no creen en el misterio, ni en la

Palabra de Dios, han perdido la fe… ¡po-

bres hijos, qué siembran…!

Hijos míos, haced todo lo posible por no

perder la fe y por evitar el pecado… ¡Apar-

taos y dejad todo lo que hace pecar!

Muchos no sabéis ya lo que es pecado, y

viven constantemente en pecado mortal

como algo normal, porque otros lo hacen… y no saben o lo han olvidado, que si la

muerte les sorprende en ese estado irán al

infierno para siempre.

Pecado es faltar en algo a los diez Manda-

mientos… y odiar al prójimo, el que odia al

prójimo, odia a Dios y se está odiando a sí

mismo…

Debéis leer y repasar la Doctrina de la Fe

Católica, que también para eso vino mi

divino Hijo Jesús, para instruiros y quitar la ignorancia que el hombre tenía sobre

Dios, sobre sí mismo y sobre su existencia

terrenal… y lo que le espera después de la

muerte del cuerpo…

Os pido hijos míos, que roguéis a Dios por

vosotros mismos… que os preocupéis de

salvar vuestra alma, sois vosotros mis-

mos… porque el cuerpo de carne es como

un vestido que en la hora de la muerte

tendréis que dejar aquí, pero que os ha servido para hacer el camino de esta vida

terrenal y material.

Para que no compares tu estado con

el infierno, me dijo, voy a mostrarte

el infierno...

Ven. Ana Catalina Emerich, Munster, Ale-

mania, 1774: Hallándome una vez muy

turbada y abatida de la vista de las mise-

rias que me rodeaban y de tantas penas y

violencias que sentía, pidiendo a Dios que

Page 68: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

68

se dignara concederme siquiera un día

tranquilo, pues vivía como en el infierno,

mi guía me respondió muy severamente:

“Para que no compares tu estado con el

infierno, me dijo, voy a mostrarte el infier-

no... ” Cuando me acuerdo lo que vi, tiem-

blo de pies a cabeza. Todo lo vi en globo:

Allí había un abismo tenebroso, allí había

fuego, allí tormentos, allí noche. Los límites

del horizonte eran siempre tinieblas. Al acercarme vi un país de infinitos tormentos.

Todo procedía de la antítesis de la felici-

dad, esto es, de penas y tormentos. En la

mansión de los justos (otra visión) parece

todo formado según el fundamento y la

conexión de la paz infinita, de la perfecta

armonía y contento. Pero aquí todo nacía

de la perpetua cólera, de la falta de unidad,

de la desesperación. Como en el Cielo hay

magníficos y transparentes edificios, en donde las almas se alegran y adoran a

Dios, se veían aquí innumerables cárceles

tenebrosas, cavernas de tormentos, donde

se maldecía y reinaba la desesperación. Así

como allí se ven los más admirables jardi-

nes con frutos de gozo divino, así se veían

aquí los más espantosos desiertos y panta-

nos de tormentos, de penas y de todo lo que

puede causar horror, aversión y espanto.

He visto templos, altares, castillos, tronos,

jardines, lagos y torrentes de maldición; así como en el Cielo los había de amor, de

concordia, de paz y de felicidad. Aquí la

desgarradora discordia perpetua de los

condenados, allá la dichosa comunidad de

los santos.

Todas las raíces de la corrupción y del

error producen en el infierno el dolor y el

suplicio en número infinito de manifesta-

ciones y de operaciones. Cada condenado

tiene siempre presente este pensamiento:

Que los tormentos a que están entregados son el fruto natural y necesario de su cri-

men, pues todo lo que se ve y se siente de

horrible en este lugar no es más que la

esencia, la forma interior del pecado des-

cubierto, de esa serpiente que devora a los

que ha mantenido en su seno. Todo esto se

puede comprender cuando se ve, mas es

casi imposible expresarlo con palabras.

La mayoría de las almas que están

allí son aquellas que no creyeron que

el infierno existe

Santa Faustina Kowalska, Polonia, 1937: Y

estoy escribiendo esto por orden de Dios,

para que ninguna alma pueda encontrar

una excusa para decir que no existe el

infierno o que nadie ha estado allí, o nadie

puede decir cómo es.

Lo que estoy escribiendo es sin embargo,

una pálida sombra de lo que vi. Pero yo

descubrí una cosa: la mayoría de las almas

que están allí son aquellas que no creyeron

que el infierno existe

Hoy, yo fui llevada por un ángel a las puer-

tas del infierno. ¡Es un lugar de gran tortu-

ra! ¡Qué estremecedor, grande y extenso es

esto! Las clases de tortura que yo vi: la

Page 69: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

69

primera tortura que constituye el infierno

es la pérdida de Dios. La segunda, el per-

petuo remordimiento de conciencia. La

tercera es que esa condición nunca cam-

biará jamás. La cuarta es el fuego que

penetra el alma sin destruirla – un terrible

sufrimiento, teniendo en cuenta que es un

puro fuego espiritual, dejado allí por casti-

go de Dios. La quinta tortura es la continua

oscuridad y un terrible y sofocante olor, y sin importar la oscuridad, los demonios y

las almas se ven unas a otras, y todos los

demonios y a sí mismas. La sexta tortura es

la constante compañía de Satanás. La

séptima tortura es una horrible desespera-

ción, odio a Dios, palabras viles, maldicio-

nes y blasfemias.

Estas torturas son sufridas por todos los

condenados juntos, pero no es el final de

los sufrimientos. Hay especiales torturas destinadas a ciertas almas. Estas son tor-

mentos de los sentidos. Cada alma se su-

merge en un terrible e indescriptible sufri-

miento relacionado con la manera que ha

pecado. Estos son cavernas y puestos de

torturas donde una forma de agonía difiere

de otra. Yo habría muerto a la simple vista

de estas torturas si la omnipotencia de Dios

no me hubiera soportado. Dejo las almas

ahora, que serán torturadas a través de

toda la eternidad en aquellos sentidos que usaron para el pecado.

CASTIGO JUSTO,

LIBREMENTE ESCOGIDO

Ninguno de los que están condenados

en el infierno pueden reprocharle

algo a Dios, se han condenado por su

libre voluntad, Dios sólo ha dictado la

sentencia, y lo ha intentado todo para

salvarlos A Pequeña Alma, España 2001 (J)¡Rezad

por ello!, orad y orad para que despierten a

tiempo de reaccionar al menos espiritual-

mente, aunque no les de tiempo de hacer

penitencia por sus pecados en esta vida,

pero que se puedan salvar de la condena-

ción eterna en el infierno, hijos míos…

Cuando Dios en su infinita Sabiduría lo ha

creado, es porque era necesario que vivan

eternamente separados de Él, los que no lo

han amado… no quieren estar con Él… es

justo, Dios no obliga a nadie, y respeta la

libertad que le ha dado al hombre al crear-

lo semejante a Él, hasta el punto de que permite que se condene eternamente y des-

precie su salvación que le ha costado la

Vida y Sangre de su divino Hijo Jesús.

Ninguno de los que están condenados en el

infierno pueden reprocharle algo a Dios, se

han condenado por su libre voluntad, Dios

sólo ha dictado la sentencia, y lo ha inten-

tado todo para salvarlos.

Orad, hijos míos, orad por los pobrecitos pecadores que van camino del Infierno, que

viven en pecado mortal continuamente y en

el momento menos pensado les sorprenda

la muerte y el Juicio Particular ante Dios…

no tendrán respuestas ante el panorama de

su vida… tendrán las manos vacías, serán

Page 70: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

70

como el de la parábola que escondió el

talento…

Al infierno solo van las personas que

lo persisten en su alejamiento

Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J)

Escribe, Benigna apóstol de me Misericor-

dia, que lo principal que yo quiero que se

sepa es que soy todo amor, y que la pena

más grande que se puede inferir a mi Co-

razón es dudar de mi bondad. El daño más

grande que el demonio hace a las almas,

después de haberles hecho cometer el pe-cado, es la desconfianza. Si un alma confía,

tiene todavía el camino abierto, pero si el

demonio consigue cerrar el corazón con la

desconfianza, cuánto me toca luchar para

reconquistar aquella alma. Es cierto que

cien pecados me ofenden más que uno, pero

si este es la desconfianza, me hiere el co-

razón más que los otros cien, porque la

desconfianza hiere mi corazón en lo más

íntimo. ¡Amo tanto a los hombres!

Al infierno solo van las personas que lo

persisten en su alejamiento

Pero aquellos que se quieren

condenar van allí por forzar con sus

propias manos aquellos hilos y caen

dentro

Sor Benigna Consolata, Turín, 1900: (J)

¡Mira, Benigna, aquel fuego! Sobre aquel

abismo he extendido una especie de red

protectora, con los hilos de mi misericor-

dia, para que las almas no cayesen dentro.

Pero aquellos que se quieren condenar van allí por forzar con sus propias manos aque-

llos hilos y caen dentro. Y una vez que han

caído ni siquiera mi bondad los puede sal-

var. Estas almas han sido “perseguidas”

por mi misericordia como la policía persi-

gue a un malhechor. Pero ellas han esca-

pado al influjo de mi misericordia.

La puerta de mi Misericordia no está ce-

rrada con llave sino solo entreabierta. A

poco que la empuje se abre. Incluso un niño

la puede abrir, incluso un viejo sin fuerzas. En cambio, la puerta de mi justicia está

cerrada y solo la abro a quien me fuerza a

abrirle. Espontáneamente no la abriría

jamás.”

No hago uso de los castigos sino

cuando los hombres mismos me

obligan a hacerlo. Antes del día de la

justicia mando el día de la

misericordia

Santa Faustina Kowalska, Polonia, 1937:

(J) Que el pecador no tema acercarse a Mí.

Aunque el alma fuera como un cadáver en

plena putrefacción, si humanamente ya no

hubiera remedio, no es así delante de Dios.

Las llamas de la misericordia me consu-

men; deseo derramarlas en las almas de los

hombres... Para castigar tengo toda la

eternidad; ahora, en cambio, prolongo el tiempo de la misericordia. Aunque sus

pecados sean negros como la noche, diri-

giéndose a mi misericordia, el pecador me

glorifica y honra mi pasión. En la hora de

su muerte Yo le defenderé como mi misma

Page 71: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

71

gloria. Cuando un alma exalta mi bondad,

Satanás tiembla ante ella y huye hasta lo

más profundo del infierno.

Los mayores pecadores alcanzarían una

gran santidad si confiaran en mi misericor-

dia. No hago uso de los castigos sino cuan-

do los hombres mismos me obligan a hacer-

lo. Antes del día de la justicia mando el día

de la misericordia. A tales almas les conce-do gracias que superan sus deseos... No

puedo castigar... a quien se refugia en mi

piedad...”

Así llegarán hasta la condenación

todos aquellos que no quisieron

creer en la verdad y prefirieron

quedarse en la maldad

San Pablo, Palestina, 51 d.c. Al presen-tarse este Sin-Ley, con el poder de Sa-

tanás, hará milagros, señales y prodi-

gios al servicio de la mentira Y usará todos los engaños de la maldad en per-

juicio de aquellos hombres que han de

perderse, porque no acogieron el amor

de la verdad que los llevaba a la salva-ción. Por eso Dios les dirigirá las fuer-

zas del Engaño que los lleven a creer en

la mentira; así llegarán hasta la conde-nación todos aquellos que no quisieron

creer en la verdad y prefirieron quedar-

se en la maldad. (2 Tes 2, 9-12)

ETERNIDAD DEL

SUFRIMIENTO

Satanás toma a su victima y después

de burlarse de ella, de poner en

ridículo su torpeza y pertinaz

ceguera, la lleva a su caverna, una

caverna llena de almas que gimen

desesperadas A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

Después del juicio condenatorio, el alma se

aleja del cuerpo hastiada del fracaso de su

vida; con desesperación vuelve hacia esta

los ojos de su afeada alma, y es así, porque

lo que hace que un alma sea hermosa es la

gracia, y este divino don no se encuentra en

un alma condenada.

Satanás toma a su victima y después de

burlarse de ella, de poner en ridículo su

torpeza y pertinaz ceguera, la lleva a su

caverna, una caverna llena de almas que

gimen desesperadas. Están tan juntas como

la arena de mar, compactas como la resina,

oscuras como el petróleo y de hedor inso-

portable. Unos contra otros se lanzan im-

properios. El día se acabó para ellos y solo

queda sombras y oscuridad, tristeza y acer-bos sufrimientos.

Los condenados “serán atormentados

día y noche por los siglos de los

siglos”, serán condenados para

siempre, y este “siempre” es eterno y

no tiene ni tendrá jamás final

A Consuelo, Barcelona, España, 1987: Los

condenados “serán atormentados día y

noche por los siglos de los siglos” (Ap 20, 10), serán condenados para siempre, y este

“siempre” es eterno y no tiene ni tendrá

jamás final.

Dos son las penas que sufren los condena-

dos: penas de daño y de sentido.

Pena de daño: La pena de daño consiste en

carecer de la vista de Dios. Los condena-

Page 72: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

72

dos no podrán conocer a Aquel que los

creó. Saben que existe el amor, pero ellos,

con su dureza de corazón, se han incapaci-

tado para amar. Tienen inteligencia del

cielo, pero saben muy bien que jamás

podrán aspirar a él. Estos conocimientos

son como loza que los oprime y encoleriza.

“¡Hay si hubieras atendido a mis manda-

mientos! Tu paz sería como un río y su

justicia como las olas del mar; no serías extirpado ni aniquilado delante de mí” (Is,

48, 18.19). “Durante mucho tiempo guardé

silencio” (Is 42, 14), pacientemente te es-

peré; pero “tu me volviste la espalda” (Jer

15, 6) y “te prostituiste “(Ez 16, 15)

Pena de sentido: La pena de sentido consis-

te en sufrir tormentos indecibles. Los con-

denados son cruelmente tratados por los

espíritus malignos. El juez injusto que con-

quistó a las almas mintiendo y engañando, ahora imparte justicia entre sus víctimas.

Esto parece un sueño, pero por desgracia

es bien cierto. Satanás y sus secuaces, que

infringieron la justicia e hicieron mofa y

escarnio de esta santa virtud, allanando lo

más sagrado del hombre, su alma, y que-

brantando su conciencia, en los infiernos

paladines de justicia.

Pensad hijos míos, que aquí en la

tierra, todos vuestros dolores y

sufrimientos, tienen un término, y un

alivio con los calmantes, pero en el

Infierno no hay consuelo… ni

alivio… ni término… sino que es

continuo y eterno…

A Pequeña Alma, España 2001 ¡Hijos míos…!, los dolores y sufrimientos que

tenéis en la tierra, son nada comparados

con los que sufren las almas que están en el

purgatorio… Y los sufrimientos que tienen

las almas en el purgatorio, son nada com-

parados con los que tienen las almas en el

Infierno.

El Infierno es horrible… si pensarais un

poco nada más en lo que han escrito los

Santos que durante sus vidas tuvieron vi-

siones del Infierno, de los demonios y de los

condenados… Y si pensarais en lo que

dicen las Sagradas Escrituras: “allí será el

llanto y el rechinar de dientes…”, o sea, la

amargura y la rabia que sienten las almas

por haberse condenado libremente, cuando

tan fácilmente se podían haber salvado… “allí será el gusano que nunca muere…”, o

sea, la conciencia y la representación cons-

tante de los pecados cometidos que les

hicieron perder la felicidad del Cielo… La

sola visión de los demonios. Espíritus de-

formes y monstruosos, es espantable.

En el infierno todo es tinieblas y oscuridad,

no hay día ni noche, siempre oscuridad…

alumbrada sólo por las llamas y las almas

que arden sin consumirse, así como las que arrojan los demonios… Ríos y estanque

putrefactos que dan un hedor insoporta-

ble… y así todo horrible y horroroso…

Page 73: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

73

Pensad hijos míos, que aquí en la tierra,

todos vuestros dolores y sufrimientos, tie-

nen un término, y un alivio con los calman-

tes, pero en el Infierno no hay consuelo…

ni alivio… ni término… sino que es conti-

nuo y eterno…

Vuestra mente no puede concebir la eterni-

dad, porque estáis en un mundo donde todo

comienza y termina, y solo podéis pensar que la Eternidad es como un continuo pre-

sente donde nada comienza ni acaba…

Pero cuando en la hora de vuestra muerte,

os sintáis solos con vuestra alma… y veáis

a vuestro cadáver… entonces comenzaréis

a sentir que sois inmortales y que la muerte

del cuerpo es solo un paso a la eternidad.

No os quiero asustar con mis Palabras,

hijos míos, aunque muchos hombres y niños

de hoy, ya no se asustan de nada… Satanás ha conseguido en estos últimos tiempos con

sus mentiras e imágenes… distraeros y

acostumbraros a ver lo deforme y mons-

truoso, como algo normal y hasta distraído

y bueno, agradable, simpático y divertido.

Encadenados en espíritu tenemos la

mirada fija en nuestra vida

malograda, con un continuo “aullar o

crujir de dientes”... ¡odiando y...

atormentados... ¿Lo oyes?...

Alma de Clara a su amiga Anita, Wald-

friedhof, Alemania, 1937: Nuestra voluntad

está como petrificada en lo malo, en lo que

vosotros llamáis “malo”. También cuando

realizamos algo bueno, como yo hago aho-

ra, abriéndote los ojos acerca de la exis-

tencia del infierno, no lo ejecutamos con

recta intención.

Ojalá no hubiera recibido el ser ¡Ah!... ¡Si pudiese aniquilarme ahora!... ¡Escaparme

de estas penas!... Ningún placer sería capaz

de igualar lo que yo experimentaría si pu-

diese rasgar mi existencia como si fuese un

velo de ceniza, y que sus partículas se hun-

diesen en la nada... Mas... ¡tengo que exis-

tir! ¡Tengo que ser como yo misma me he formado!... ¡como el fallo absoluto de mi

existencia!

Nosotros no comemos, no dormimos, ni

andamos con los pies. Encadenados en

espíritu tenemos la mirada fija en nuestra

vida malograda, con un continuo “aullar o

crujir de dientes”... ¡odiando y... atormen-

tados... ¿Lo oyes?... Aquí bebemos el odio

como el agua... Nos odiamos unos a otros;

y el más odiado es... Dios.

Estando un día en oración, me hallé

en un punto, toda –sin saber

cómo- que me parecía estar metida

en el infierno...

Santa Teresa de Jesús, España, 1560: Es-

tando un día en oración, me hallé en un punto, toda –sin saber cómo- que me parec-

ía estar metida en el infierno... Los dolores

corporales, tan insoportables, que con

haberlos pasado en esta vida gravísimos, y

según dicen los médicos, los mayores que

se pueden pasar acá (porque fue encogér-

seme todos los nervios cuando me tullí, sin

otros muchos de muchos que he tenido, no

es todo nada en comparación de lo que allí

sentí), y ver que del agonizar del alma, un

apretamiento, un ahogamiento, una aflic-ción tan sensible y con tan desesperado y

afligido descontento, que no sé cómo lo

esclarecer.

Page 74: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

74

No hay luz sino todo tinieblas oscurísimas.

Yo no entiendo cómo puede ser todo esto,

que con no haber luz, lo que a la vida ha de

dar pena, todo se ve.

No quiso el Señor entonces viese más de

todo el infierno. Después he visto otra vi-

sión de cosas espantosas, de algunos vicios

el castigo. Cuando a la vista muy espanto-

sos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en

esta visión quiso el Señor que verdadera-

mente yo sintiese aquellos tormentos y

aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo

estuviera padeciendo. Yo no sé como ello

fue, más bien entendí ser gran merced, y

que quiso el Señor yo viese por vista de

ojos, de dónde me había librado su miseri-

cordia.

DIVERSIDAD DE GRADOS DE

SUFRIMIENTO SEGÚN

MERECIMIENTOS

¡No todas las almas sufren

igualmente. Con cuanta mayor

malicia y más voluntariamente uno

ha pecado, tanto más pesa sobre él la

pérdida de Dios

Alma de Clara a su amiga Anita, Wald-

friedhof, Alemania, 1937: Nuestra mayor

pena consiste en esto: el saber con certeza

que jamás veremos a Dios. ¿Cómo es posi-

ble que esto atormente tanto, si en la tierra

a uno lo deja indiferente?... Mientras el

cuchillo está sobre la mesa, a uno lo deja

indiferente. Se ve su filo cortante, pero no

se lo siente. Pero si el cuchillo penetra en

la carne, arranca un grito de dolor. Ahí es

cuando experimentamos y sentimos la

pérdida de Dios. Antes, la pensábamos

solamente.

No todas las almas sufren igualmente. Con cuanta mayor malicia y más voluntaria-

mente uno ha pecado, tanto más pesa sobre

él la pérdida de Dios, y tanto más le oprime

la criatura abusada. Los católicos conde-

nados sufren más que los de otras religio-

nes, porque recibieron mayores luces y

mayores gracias, y... ¡las pisotearon! Quien

sabía más sufre más intensamente que

quien sabía menos. Quien pecó por malicia

sufre más agudamente que quien cayó por

debilidad. Pero nadie sufre más de lo me-recido. Ojalá que esto no fuese verdad,

para tener un motivo más para odiar.

Infierno, como tal, solo hay uno; pero

cavernas, muchas…

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:

Infierno, como tal, solo hay uno; pero ca-

vernas, muchas.

Siguiendo este orden, es de justicia que

“quien más recibió, más debe correspon-

der” (Lc 12, 48) a la gracia recibida. Por

eso todos aquellos que fueron elegidos y

tuvieron más sabiduría y ciencia de Dios, si por desgracia caen en el abismo, serán

tratados conforme a su dignidad jerárquica

o elección divina. De la misma forma lo

serán todos “los bautizados, miembros del

Cuerpo místico de Cristo” (1 Cor 12, 13;

Ef 5, 30); y, aunque no son equiparables a

los ministros del Señor, también ellos han

recibido en el Bautismo, el don del Espíritu

Santo, y están llamados a la santidad. Por

todos estos bienes recibidos tendrán que

responder a Dios y, si no fueron fieles, serán severamente castigados.

Page 75: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

75

Hay otras cavernas, lugares de torturas,

para todos aquellos que recibieron sacríle-

gamente el Cuerpo Sacrosanto de Jesús. Ya

te dije que, para bien o para mal, no puede

borrarse del alma la huella de la divinidad

que en ella está indeleble.

En otras cavernas, se encuentran, “los

cobardes, los incrédulos y los abomina-bles” (Ap 21, 8), que en jactancia y vani-

dades pasaron su vida sin acordarse ni por

un instante de que eran “hijos de Dios y

herederos del Cielo” (Rom 8, 16-17). De

todo hicieron burla, mofa y escarnio; la

muerte les tomó por asalto sin tener en toda

su vida un acto de arrepentimiento ni un

deseo ferviente de hallar la paz. Vivieron

en la incredulidad, despreciaron el amor de

Dios y murieron sin esperanza. El infierno

existe, es de fe, y nadie sensato puede decir o pensar lo contrario.

Esto que has visto son las personas

que están en el infierno, pero en el

grado de condenación más leve,

porque las culpas por las cuales

fueron condenados no ameritan un

tormento más grande A 4 personas, Huatusco, México, 1988:

“Todo se oscureció y sentí caer en un hoyo

en forma de elipse. Caía a gran velocidad,

pero todo estaba oscuro. De repente oí

gritos y blasfemias. Llegué a una parte,

como caverna, no muy alta; solo a corta

distancia se veían resplandores. Avancé y

vi personas, cada una en un nicho, separa-

das entre sí. Vi cómo se queman, como si se

incendiaran; se revuelcan en el piso, se

muerden ellos solos y rechinan sus diente. Su aspecto es grotesco, ya no son caras

humanas; son caras llenas de odio, petrifi-

cadas en el odio y la blasfemia. Me acerqué

y uno de ellos se dio cuenta y se lanzó en

contra mía, con rabia, como queriendo

matarme. Solo que todos ellos están enca-

denados y no pudo hacerme daño.

Después sentí caer de nuevo como en un

abismo profundo y negro. En las paredes

de este también había nichos con personas

en igual manera que las viera anteriormen-

te. Ya no pude más ante esta impresión, así

que rogué a Dios que me sacara de ahí, y

sentí la mano de un ángel que se asió la

espalda y me dijo: “No temas, Dios está

contigo. Esto que has visto son las personas

que están en el infierno, pero en el grado

de condenación más leve, porque las culpas por las cuales fueron condenados no ameri-

tan un tormento más grande.

Cuando acabó de decirme esto volví en mí

y la Santísima Virgen me dijo: “Fue nece-

sario, hijita, que vieras esto para que co-

municaras que aunque crean que no hay

infierno, tú si lo sabes. Es necesario que

sepan que existe el mal, para que le tengan

en cuenta y vean que la lucha es contra él.

Si no creen que existe, ¿contra quién pele-

arán?”

REALIDAD DEL FUEGO

Si tomas como fuego lo que en la

tierra se conoce como tal, no. El

fuego del infierno es diferente; arde

sin que jamás se agote ni se consuma,

“no se apaga”

Page 76: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

76

A Consuelo, Barcelona, España, 1987:¿Hay

fuego en el infierno?

Si tomas como fuego lo que en la tierra se

conoce como tal, no. El fuego del infierno

es diferente; arde sin que jamás se agote ni

se consuma, “no se apaga” (Mc 9, 48). Por

otra parte cualquier cosa que sometáis a la

acción del fuego material queda carboniza-da, se destruye. En cambio, las almas so-

metidas al fuego del infierno no desapare-

cen; y, cuando “los que hayan hecho el mal

resuciten para la condenación” (Jn 5, 29),

sus cuerpos no se destruirán, quedarán

intactos. Se Trata de un fuego espiritual

que arde sin consumirse y que produce

dolor, desesperanza, angustia y desolación.

No es fuego purificador; no sirve, por tan-

to, como medio de salvación.

Ustedes han visto el infierno a

donde van a parar las almas de los

pobres pecadores

Lucía, Jacinta y Francisco, Fátima, Portu-

gal, 1917: La primera parte de este secreto

consistió en la visión del infierno, en la que

Nuestra Señora les mostró una luz que

emanaba de sus manos hacia abajo, hacia el interior de la tierra, y donde se manifes-

taba el infierno expresado por el dominio

infernal poblado por demonios y almas en

pena atrapados por una vorágine de furia

inflamable, “almas como si fueran brasas

transparentes y negras o bronceadas, con

forma humana que flotaban en aquel in-

cendio, sostenidas por las llamas que salían

del mismo con nubes de humo, cayendo en

todas partes como caen las chispas en los

grandes incendios: sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de desesperación

que horrorizaban y hacían temblar de dolor

y de espanto. Los demonios se distinguían

por sus formas horribles y repugnantes de

animales espantosos y desconocidos, pero

transparentes, como carbones negros, ca-

lentados al rojo vivo.

Ustedes han visto el infierno a donde van a

parar las almas de los pobres pecadores.

Para salvarlas Dios quiere establecer en el

mundo la devoción de mi Inmaculado Co-

razón. Si lo que yo te digo se hace, se sal-

varán muchas almas y habrá paz.”.

La pintura del infierno puede estar

equivocada pero jamás exagerada!

Alma de Clara a su amiga Anita, Wald-

friedhof, Alemania, 1937:... De este modo

rechazaba una vez más la Gracia que gol-

peaba a las puertas de mi corazón. Me

irritaban especialmente los cuadros del

infierno pintados en los cementerios y en otras partes durante la Edad Media. Cua-

dros que presentaban al demonio asando a

las almas en parrillas encendidas al rojo y

al blanco, y a los secuaces, de largas colas,

trayéndole nuevas víctimas. ¡Clara! ¡La

pintura del infierno puede estar equivocada

pero jamás exagerada!

Acostumbraba yo hacer frecuentes alusio-

nes al fuego del infierno. Una vez, muy bien

lo recuerdas, habiendo altercado acerca de

él, bromeando te apliqué a la nariz un fósforo encendido, y burlonamente te dije

“¿Huele así?”... Con movimiento rápido lo

apagaste. Aquí ¡nadie lo apaga!. Escucha

mi afirmación: El fuego de que habla la

Biblia no quiere decir remordimiento. Al

fuego lo llama fuego, y debe entenderse al

pie de la letra lo que dice. Aquel “¡aparta-

os de mí, malditos, al fuego eterno!” es al

pie de la letra.

Page 77: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

77

Cómo es posible, me preguntarás, que el

alma sea tocada por el fuego material?...

Te respondo: Cuando en la tierra metes un

dedo en la llama, ¡cómo puede sufrir el

alma!... El alma no se quema; sin embargo,

¡qué tormento experimenta toda la perso-

na!... De la misma manera nosotros esta-

mos aquí atados al fuego con nuestra natu-

raleza y nuestras facultades. Nuestra alma echa de menos su aleteo natural; no pode-

mos pensar lo que queremos. No leas fría-

mente estos renglones, pues este fuego que

a vosotros apenas os dice algo, a mí me

abrasa sin consumirme...

Pero a los cobardes, a los renegados,

corrompidos, asesinos, impuros,

hechiceros e idólatras, en una palabra, a

todos los embusteros, la herencia que les

corresponde es el lago de fuego y de

azufre

San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Feli-

ces los que lavan sus ropas; disfrutarán

del árbol de la Vida y se les abrirán las puertas de la Ciudad Fuera los perros,

los hechiceros, los impuros, los asesi-

nos, los idólatras y todos aquellos que

aman y practican la mentira.

Pero a los cobardes, a los renegados,

corrompidos, asesinos, impuros, hechi-ceros e idólatras, en una palabra, a to-

dos los embusteros, la herencia que les

corresponde es el lago de fuego y de azufre, o sea la segunda muerte. (Ap 22,

14-15. 21, 17)

Todos los que no se hallaron inscritos en

el Libro de la Vida, fueron arrojados al

lago de fuego

San Juan, Isla de Patmos, 95 d.c.: Des-

pués vi un trono espléndido, muy gran-

de, y al que se sentaba en él, cuyo as-

pecto hizo desaparecer el cielo y la

tierra sin dejar huellas. Los muertos, grandes y chicos, estaban de pie ante el

trono. Se abrieron unos libros, y des-

pués otro más, el Libro de la Vida. En-

tonces los muertos fueron juzgados, de acuerdo con lo que está escrito en los

libros, es decir, cada uno según sus

obras. El mar devolvió los muertos que guardaba, y lo mismo la muerte y el

Lugar de los Muertos, y cada uno fue

juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Lugar de los Muertos fue-

ron arrojados al lago de fuego. En esto

consiste la segunda muerte: el lago de

fuego. Todos los que no se hallaron inscritos en el Libro de la Vida, fueron

arrojados al lago de fuego. (Ap 20, 11-

15)

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78

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79

DOCUMENTO ADJUNTO:

EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ Por el Padre A. Royo Marin O.P.

Índice

A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE UNA

VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA 81

Introducción

Actitudes básicas frente a los temas

Demostración de que hay vida después de esta vida

B. LA MUERTE 95

Introducción

Características generales de la muerte

Distintos tipos de muerte según la preparación a ella

C. EL JUICIO PARTICULAR 109

¿Cuándo se celebrará el juicio particular?

¿Quiénes serán juzgados?

¿Dónde y cómo se realiza el juicio particular? ¿Cuánto tiempo durará?

¿Y qué veremos en ese corto espacio de tiempo?

El juez

Page 80: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

80

La sentencia irrevocable

Nuestra respuesta ahora a este hecho trascendental

D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL

JUICIO UNIVERSAL 121

La resurrección de la carne

Juicio universal y final

E. EL INFIERNO 135

Introducción

La existencia del infierno

Descripción del infierno hecha por Jesús mismo

Pena de daño

Pena de sentido

Eternidad de ambas penas

¿Cómo puede compaginarse esto con la misericordia de Dios?

F. EL CIELO 149

La felicidad eterna del cuerpo

La felicidad eterna del alma

La máxima felicidad: la visión beatífica

Nuestra respuesta

G. EL TERRIBLE ERROR DE LA CREENCIA EN LA

REENCARNACIÓN 163

Un terrible engaño que busca la perdición del alma

Parte de las mismas cuatro mentiras del edén

―No moriréis‖ - ―Sabréis el bien y el mal‖

―Seréis como dioses‖

―Serán abiertos vuestros ojos‖

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81

EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ

A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE UNA

VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA

Índice detallado

INTRODUCCIÓN

Porqué de la importancia del tema

Dos concepciones de la vida y la muerte: la materialista y la espiritualista

ACTITUDES BÁSICAS FRENTE A LOS TEMAS

La incredulidad de la ―cabeza‖ y la incredulidad del ―corazón‖

DEMOSTRACIÓN DE QUE HAY VIDA DESPUÉS DE

ESTA VIDA

PRIMER ARGUMENTO: EN EL PLANO DE LAS MERAS POSIBILIDADES

SEGUNDO ARGUMENTO: EN EL PLANO DE LA SIMPLE RAZÓN

NATURAL Y LA FILOSOFÍA

Pruebas de la existencia del alma y de su inmortalidad:

1) Argumento ontológico

2) Argumento histórico

3) Argumento de teología natural a. Lo exige la sabiduría de Dios b. Lo exige también la bondad de Dios c. Lo exige, finalmente, la justicia de Dios

TERCER ARGUMENTO: ¡LO HA REVELADO DIOS!

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82

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83

EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ

A. EXISTENCIA DEL ALMA INMORTAL Y DE

UNA VIDA DESPUÉS DE ESTA VIDA

INTRODUCCIÓN*

Antes que todo les voy a decir por qué he

escogido para compartir este tema. Son tres

las principales razones que me han movido a ello:

En primer lugar, por su trascendencia sobe-

rana. Ante él, todos los demás problemas

que se pueden plantear a un hombre sobre

la tierra, no pasan de la categoría de peque-

ños problemas sin importancia. No voy a

invocar una conversación tenida por un alto

intelectual. Salgan simplemente a la calle.

Pregúntenle a ese empleado que se dirige al

trabajo:

-¿A dónde vas?

Les contestará: ¿Yo?, a trabajar.

-¿Y para qué quiere trabajar?

-Pues para ganar un sueldo.

-Y el sueldo, para qué lo quiere?

-Pues para comer.

-¿Y para qué quiere comer?

* Para complementar el trascendental tema de la vida después de la vida, con una perspectiva de la teología de la Iglesia Católica, se transcribe un maravilloso documento del Padre A. Royo

Marín O.P. publicado originalmente por el Apostolado Mariano, Sevilla, con imprimatur. Viene totalmente al caso y muestra que este es el tema central de toda la obra y el libro más importante de la serie. Más importante que

todas las tribulaciones de los últimos tiempos, y que el ser considerados dignos de participar en el milenio antes del fin del mundo, es ser consi-derados ser dignos de entrar al cielo eterno prometido y evitar caer en la infelicidad eterna del infierno. Los subtítulos son del autor de la obra

-Pues… ¡para vivir! - ¿y para qué quiere vivir?

Se quedará estupefacto creyendo que se está

burlando de él. Y en realidad, esta última es

la pregunta definitiva: ¿para qué quieres

vivir? O sea, ¿cuál es la finalidad de tu vida

sobre la tierra?, ¿qué haces en este mundo?,

¿qué quieres tú? No me interesa tu nombre

y tu apellido como individuo particular:

¿quién eres tú como criatura humana, como

ser racional?, ¿por qué y para qué estás en este mundo?, ¿de dónde vienes?, ¿adonde

vas?, ¿qué será de ti después de esta vida

terrena?, ¿qué encontrarás más allá del

sepulcro?

Page 84: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

84

Éstas son las preguntas más trascendenta-

les, el problema más importante que se

puede plantear un hombre sobre la tierra.

Ante él, vuelvo a repetir, palidecen y se

esfuman en absoluto esa infinita cantidad

de pequeños problemas humanos que tanto

preocupan a los hombres. El problema más

grande, el más trascendental de nuestra

existencia, es el de los destinos eternos.

La segunda razón que me impulsó a escoger

este tema es su enorme eficacia sobrenatu-

ral para orientar a las almas en su camino

hacia Dios. Este tema interesantísimo no

puede dejar indiferente a nadie, porque

plantea los grandes problemas de la vida

humana. No se trata de una cosa fugaz y

perecedera. Se trata de nuestros destinos

inmortales, y esto, a cualquier hombre re-

flexivo tiene que llegarle forzosamente hasta lo más hondo del alma. Para encoger-

se de hombros ante él es menester ser un

loco o un insensato irresponsable.

La tercera razón, es su palpitante actuali-

dad. Porque si este tema no puede envejecer

jamás, por tratarse del problema fundamen-

tal de la vida humana, de una manera espe-

cialísima en estos tiempos que estamos

atravesando adquiere caracteres de palpitan-

te actualidad. No hay más que contemplar el mundo, para ver de qué manera camina

desorientado en las tinieblas por haberse

puesto voluntariamente de espaldas a la luz.

Es inútil que se reúnan los representantes de

los países, que se organicen en asambleas

internacionales. No lograrán poner en orden

y concierto al mundo hasta que se arrodillen

ante Cristo, ante Aquél que es la luz del

mundo; hasta que, plenamente convencidos

todos de que por encima de todos los bienes

terrenales y de todos los egoísmos huma-nos, es preciso salvar el alma, y se pongan

en vigor, en todas las naciones del mundo,

los diez mandamientos de la ley de Dios.

Con solo esta medida se resolverían au-

tomáticamente todos los problemas nacio-

nales e internacionales que tienen plantea-

dos los hombres de hoy; y sin ella será

absolutamente inútil todo cuanto se intente.

Precisamente porque el mundo de hoy no se

preocupa de sus destinos eternos, porque no

se habla sino del petróleo árabe, de la

hegemonía económica mundial de ésta o de la otra nación, o de cualquier otro problema

terreno materialista, en el horizonte cercano

aparecen negros nubarrones que, si Dios no

los remedia, acabarán en un desastre apo-

calíptico bajo el siniestro resplandor y el

estruendo horrísono de las bombas atómi-

cas.

Examinemos, entonces los datos fundamen-

tales del problema.

Dos concepciones sobre la vida y la

muerte: la materialista y la espiritua-

lista Desde la más remota antigüedad se enfren-

tan y luchan en el mundo dos fuerzas an-

tagónicas, dos concepciones de la vida

completamente distintas e irreductibles: la

concepción materialista, irreligiosa y atea,

que no se preocupa sino de esta vida terre-

na, y la concepción espiritualista, que pien-

sa en el más allá.†

La primera podría tener como símbolo una

sala de fiestas, un salón de baile, un cabaret,

† El autor no considera en su tratado (escrito originalmente en 1957) una “nueva” concep-ción pseudoespiritualista que está compitiendo actualmente con estas dos concepciones tradi-cionales en occidente: la reencarnación. Está

sustituyendo la materialista y haciendo muy fuerte competencia a la espiritualista de la tradición judeocristiana. Tiene implicaciones gravísimas para la salvación del alma. Se com-plementa este tratado al final, con un artículo de José Galat y otro del autor de la serie, para poner en evidencia la relación del tema con las postrimerías, y su gravedad y trascendencia.

Page 85: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

85

y sobre el frontispicio esta inscripción, estas

solas palabras: No hay un más allá. Por

consiguiente, vamos a gozar, vamos a di-

vertirnos, vamos a pasarlo bien en este

mundo. Placeres, riquezas, aplausos, hono-

res… ¡A pasarlo bien en este mundo! Co-

mamos y bebamos que mañana moriremos.

Concepción materialista de la vida…

Pero hay otra concepción: la espiritualista, la que se enfrenta con los destinos eternos,

la que podría tener como símbolo una gran-

diosa catedral en cuyo frontispicio se leyera

esta inscripción: ¡Hay un más allá! O si

quieren ésta otra más gráfica y expresiva

todavía: ¿Qué le aprovecha al hombre

ganar el mundo entero si al cabo pierde su

alma para toda la eternidad?

He aquí, la disyuntiva formidable que te-

nemos planteada en este mundo. No pode-mos encogernos de hombros. No podemos

permanecer indiferentes ante este problema

colosal, porque, queramos o no, lo tenemos

todos planteado por el mero hecho de haber

nacido: ―estamos ya embarcados‖ y no es

posible renunciar a la tremenda aventura.

Yo comprendo perfectamente la risa y la

carcajada volteriana del incrédulo irreflexi-

vo que se hunde totalmente en el cieno, que

no vive más que para sus placeres, sus ri-quezas y sus comodidades temporales. Lo

comprendo perfectamente, porque es un

insensato, un loco, que no se ha planteado

nunca en serio el problema del más allá.

Pero una persona que tenga un poquito de

fe y otro poco de sentido común, que sepa

reflexionar y se plantee el problema del más

allá y se encoja de hombros ante él y diga:

―La eternidad, ¿qué me importa eso?‖, eso

no lo comprendo, eso no lo concibo. Ante

el problema pavoroso del más allá no po-

demos permanecer indiferentes, no pode-mos encogernos de hombros. Tenemos que

tomar una actitud firme y decidida, si no

queremos renunciar, no ya a la fe cristiana,

sino a la simple condición de seres raciona-

les.

El tema, entonces de este primer aparte es

considerar el gran problema de nuestros

destinos eternos: del misterio del más allá.

En esta primera parte, voy a ceñirme exclu-

sivamente a poner en claro la existencia del

más allá. Nada más.

ACTITUDES BÁSICAS FRENTE

A LOS TEMAS

La incredulidad de “la cabeza” y la

incredulidad del “corazón”

No me voy a colocar en un plan apologéti-co. Tengo muy poca fe en la apologética,

como instrumento apto para convencer al

que no está dispuesto a aceptar la verdad

aunque brille ante él más clara que el sol.

Ya lo supo decir admirablemente uno de los

genios más portentosos que ha conocido la

humanidad, una de las inteligencias más

preclaras que han brillado jamás en el mun-

do: San Agustín. Un hombre que conocía

maravillosamente el problema, que sabía

las angustias, la incertidumbre de un co-razón que va en busca de la luz de la verdad

sin poderla encontrar, porque vivió los

treinta primeros años de su vida en las ti-

niebla del paganismo. Conocía maravillo-

samente el problema y sabía muy bien que

no hay ni puede haber argumentos válidos

contra la fe católica. No los hay, ni los

puede haber, porque la verdad no es más

que una, y esa única verdad no puede ser

llamada al tribunal del error, para ser juzga-

da y sentenciada por él. Es imposible, que

haya incrédulos de cabeza, de argumentos, incrédulos que puedan decir con sinceridad:

―Yo no puedo creer porque tengo la demos-

tración aplastante, las pruebas concluyentes

de la falsedad de la fe católica‖. ¡Imposible

de todo punto!

No hay incrédulos de cabeza, pero sí

muchísimos incrédulos de corazón. No

tienen argumentos contra la fe, pero sí un

Page 86: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

86

montón de cargas afectivas. No creen por-

que no les conviene creer. Porque saben

perfectamente que si creen tendrán que

restituir sus riquezas mal adquiridas, renun-

ciar a vengarse de sus enemigos, romper

con su amiguita o su media docena de ami-

guitas, tendrán, en una palabra, que cumplir

los diez mandamientos de la Ley de Dios. Y

no están dispuestos a ello. Prefieren vivir

anchamente en este mundo, entregándose a toda clase de placeres y desórdenes. Y para

poderlo hacer con relativa tranquilidad se

ciegan voluntariamente a sí mismos: cierran

sus ojos a la luz y sus oídos a la verdad

evangélica. ¡No les da la gana de creer! No

porque tengan argumentos, sino porque les

sobran demasiadas cargas afectivas.

Cuando el corazón está sano, cuando no

tenemos absolutamente nada que temer de

Dios, no dudamos en lo más mínimo de su existencia. ¡Ah, pero cuando el corazón está

corrompido…! No se han fijado cómo los

malhechores y delincuentes –jamás las

personas honradas- atacan a la policía o a

las autoridades?

San Agustín conocía maravillosamente esa

psicología del corazón humano y por eso

escribió esta frase lapidaria y genial: “Para

el que quiere creer, tengo mil pruebas;

para el que no quiere creer, no tengo nin-guna”.

Maravillosa frase. Para el que quiere creer,

para el hombre honrado, para el hombre

sensato, para el hombre que quiere discurrir

con sinceridad, tengo mil pruebas entera-

mente demostrativas de la verdad de la fe

católica. Pero para el que no quiere creer,

para el que cierra obstinadamente su inteli-

gencia a la luz de la verdad, no tengo abso-

lutamente ninguna prueba.

A es incrédulo de ―corazón‖, a ése que

lanza su carcajada volteriana porque ―no le

interesan las cosas de los curas y de los

frailes‖, a ése no tengo que decirle absolu-

tamente nada. Pero que no olvide, sin em-

bargo, la rase magistral de San Agustín:

“Para el que quiere creer, tengo mil prue-

bas; para el que no quiere creer, no tengo

ninguna”.

No me dirijo al incrédulo volteriano. Me

dirijo, sencillamente, al hombre de la calle,

que vive quizá olvidado de Dios, pero que

posee un fondo honrado y un corazón recto;

a es hombre bueno, honrado de corazón sincero, de corazón naturalmente cristiano,

pero irreflexivo y atolondrado, que no se ha

planteado nunca en serio el problema del

más allá. Con éste quiero hablar. Con éste

quiero entablar diálogo, y le digo: ―amigo,

escúchame, que estoy completamente segu-

ro de que llegaremos a un acuerdo, porque

te voy a hablar a la inteligencia y al corazón

y tu tienes una inteligencia sana y un co-

razón noble y me vas a escuchar con sincera

rectitud de intención‖.

DEMOSTRACIÓN DE QUE

HAY VIDA DESPUÉS DE ESTA

VIDA

Te voy a hablar de la existencia del más

allá. Voy a proponerte tres argumentos.

Sencillos, claros, al alcance de todas las

fortunas intelectuales. En el primero, nos moveremos en el plano de las meras posibi-

lidades. En el segundo, llegaremos a la

certeza natural, o sea, a la que corresponde

al orden puramente humano, filosófico, de

simple razón natural. Y en el tercero, llega-

remos a la certeza sobrenatural, en torno a

la existencia del más allá.

PRIMER ARGUMENTO: EN EL

PLANO DE LAS MERAS

POSIBILIDADES

Primer argumento. Nos vamos a mover en

el plano de las meras posibilidades.

Las personas cultas que me leen, saben muy

bien que Renato Descartes quiso encontrar

el principio fundamental de la filosofía

Page 87: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

87

planteando su famosa ―duda metódica‖. Se

propuso dudar de todo, incluso de las cosas

más elementales y sencillas, para ver si

encontraba alguna verdad de evidencia tan

clara y palmaria que fuera absolutamente

imposible dudar de ella, con el fin de to-

marla como punto de partida para construir

sobre ella toda la filosofía. Y al intentar

tamaña duda, escepticismo tan absoluto y

universal, se dio cuenta que estaba pensan-do, y al punto, lanzó su famosa entinema,

que, en realidad, no admite vuelta de hoja,

aunque no constituye, ni mucho menos, el

principio fundamental de la filosofía: ―pien-

so, luego existo‖.

Una duda real, absoluta y universal, que no

excluya verdad alguna, además de absurda

e insensata, es herética y blasfema. El mis-

mo Descartes, que era y actuó siempre

como católico, se encargó de aclarar des-pués que no había tratado en ningún mo-

mento de extender su duda universal a las

verdades sobrenaturales de la fe, sino úni-

camente a las de orden puramente natural y

humano.

Nosotros no vamos a dudar un solo instante

de las verdades de la fe católica. Pero va-

mos a fingir, vamos a imaginarnos por un

momento, que la fe católica no nos dijera

absolutamente nada sobre la existencia del más allá. Es absurda tal suposición, puesto

que esa existencia constituye la verdad

primera y fundamental del catolicismo;

pero vamos a imaginarnos, por un momen-

to, ese disparate. Y amontonando nuevos

absurdos y despropósitos, vamos a suponer,

por un momento, que la razón humana no

nos ofreciera tampoco ningún argumento

enteramente demostrativo de la existencia

del más allá, sino, únicamente, de su mera

posibilidad.

¿Cuál debería ser nuestra actitud en seme-

jante suposición? ¿Qué debería hacer cual-

quier hombre razonable, no ante la certeza,

pero sí ante la posibilidad de la existencia

de un más allá con premios y castigos eter-

nos?

Es indudable, que aún en este caso, aún

cuando no tuviéramos la certeza sobrenatu-

ral de la fe sobre la existencia del más allá,

y aún cuando la simple razón natural no nos

pudiera demostrar plenamente la existencia

y tuviéramos que movernos únicamente en

el plano de las meras probabilidades y hasta de las meras posibilidades, todavía, enton-

ces la prudencia más elemental debería

empujarnos a adoptar la postura creyente,

por lo que pudiera ser. Nos jugamos dema-

siadas cosas tras la posibilidad: no podría-

mos tomarla a broma.

Reflexionen un momento. Vean lo que

ocurre con las cosas e intereses humanos.

Existen infinidad de Compañías de seguros

para asegurar un sin fin de cosas inseguras, sobre todo cuando se trata de cosas que,

humanamente hablando, vale la pena asegu-

rar. El mendigo harapiento que vive en una

miserable choza a las afueras de la ciudad,

no tiene que preocuparse de asegurar aque-

lla miserable vivienda; pero el que posee

una magnífica vivienda que vale miles de

dólares, hace muy bien en asegurarla contra

un posible incendio, porque para él, un

incendio podría representar una catástrofe

irreparable. Ahora bien, ¿al hacer el seguro contra incendios sobrevendrá efectivamen-

te? ¡Qué va a estar convencido! Está casi

segur de que no se producirá, porque no

solamente no es infalible el que no se pro-

duzca, sino que ni siquiera es probable. Es,

simplemente, posible, nada más. No es cosa

cierta, ni infalible, ni siquiera probable,

pero es posible. Y como tiene mucho que

perder, lo asegura y hace bien.

Otros hacen seguro contra terremotos o

contra robo. ¿Es que están convencidos de que sucederá un cataclismo o que vendrán

los ladrones y se apoderarán de los bienes

de su casa? No. Están completamente con-

vencidos de lo contrario. No habrá terremo-

to y si lo hay, será suficientemente lejos de

Page 88: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

88

su área y no le arruinará su vivienda, ni

mucho menos. Pero para evitarse el posible

perjuicio aunque sea parcial, firman la póli-

za de seguro. No vendrá el ladrón, pero por

si acaso, aseguran sus bienes de fortuna.

Esta conducta, es muy sensata y razonable.

No se le puede poner reparo alguno.

Pues, traslademos esto del orden puramente

natural y humano, a las cosas del alma, al tremendo problema de nuestros destinos

eternos y saquemos la consecuencia.

Aunque no tuviéramos la seguridad absolu-

ta, ciertísima que tenemos ahora; aunque no

fuera ni siquiera probable, sino meramente

posible la existencia de un más allá con

premios y castigos eternos (fíjense bien;

con premios y castigos), la prudencia más

elemental debería impulsarnos a tomar toda

clase de precauciones para asegurar la sal-vación de nuestra alma. Porque si efectiva-

mente hubiera infierno y nos condenáramos

para toda la eternidad, lo habríamos perdido

absolutamente todo para siempre. No se

trata de la fortuna material, no se trata de

las tierras o de la magnífica vivienda, sino

nada menos, que del alma, y el que pierde

el alma lo perdió todo, y lo perdió para

siempre.

Aunque no tuviéramos certeza absoluta, sino sólo meras conjeturas y probabilida-

des, valdría la pena tomar toda clase de

precauciones para salvar el alma. Esto es

claro e indiscutible.

Escuchen una anécdota muy gráfica y alec-

cionadora:

Dos frailes descalzos, a las seis de la maña-

na, en pleno invierno y nevando copiosa-

mente, salían de una iglesia de Paris. Hab-

ían pasado la noche en adoración ante el Santísimo Sacramento. Descalzos, en pleno

invierno, nevando… Y he aquí que, en

aquel mismo momento, de un cabaret situa-

do en la acera del frente, salían dos mucha-

chos pervertidos, que habían pasado una

noche de crápula y de lujuria. Salían medio

muertos de sueño, enfundados en sus

magníficos abrigos, y al cruzarse con los

dos frailes descalzos que salían de la igle-

sia, encarándose uno de los muchachos con

uno de ellos, le dijo en son de burla: ―her-

manito, ¡menudo chasco te vas a llevar si

resulta que no hay cielo!‖ Y el fraile, que

tenía una gran agilidad mental, le contestó

al punto: ―Pero, ¡qué terrible chasco te vas a llevar tú si resulta que hay infierno!‖

El argumento, no tiene vuelta de hoja. Si

resulta que hay infierno, ¡que terrible chas-

co se van a llevar los que no piensan ahora

en el más allá, los que gozan y se divierten

revolcándose en toda clase de placeres

pecaminosos! Si resulta que hay infierno,

¡qué terrible casco se van a llevar!

En cambio, nosotros, no. Los que estamos convencidos de que lo hay, los que vivimos

cristianamente no podemos desembocar en

un fracaso eterno. Aun suponiendo, que no

lo supongo; aun imaginando, que no lo

imagino, que no existe un más allá, después

de esta pobre vida, ¿qué habríamos perdido,

con vivir honradamente? Porque lo único

que nos prohíbe la religión, lo único que

nos prohíbe la Ley de Dios es lo que degra-

da, lo que envilece. Lo que rebaja al hom-

bre al nivel de las bestias y animales. Nos exige, únicamente, la práctica de cosas

limpias, nobles, sublimes, elevadas, dignas

de la grandeza del hombre: ―Sé honrado, no

hagas daño a nadie, no quieras para ti lo

que no quieras para los demás, respeta el

derecho de todos, no te revuelques en los

placeres inmundos, practica la caridad, las

obras de misericordia, apiádate del prójimo

desvalido, sé fiel y honrado en los negocios,

sé diligente en tus deberes familiares, educa

cristianamente a tus hijos…‖

¡Qué cosas más limpias, más nobles, más

elevadas! ¿Qué habríamos perdido con vivir

honradamente, aun suponiendo que no

hubiera cielo? Y, en cambio, ¿qué habría-

mos ganado con aquella conducta inmoral

Page 89: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

89

si hay infierno y perdiéramos el alma por

no haber hecho caso de nuestros destinos

eternos?

Aún moviéndonos en el plano de las meras

posibilidades, les hemos ganado la partida a

los incrédulos. Nuestra conducta es incom-

parablemente más sensata que la suya.

SEGUNDO ARGUMENTO: EN EL

PLANO DE LA SIMPLE RAZÓN

NATURAL Y LA FILOSOFÍA

¡Ah!, pero tenemos argumentos mucho más fuertes y decisivos. Podemos avanzar mu-

cho más y hasta rebasar en absoluto las

meras posibilidades y entrar de lleno en el

terreno de la certeza plena. Primero en un

plano natural, meramente filosófico, y des-

pués en un plano sobrenatural, en el plano

teológico de la verdad revelada por Dios.

Primero, la filosofía. En el plano de la sim-

ple razón natural se puede demostrar como

dos y dos son cuatro, dos verdades funda-mentales: la existencia de Dios y la inmor-

talidad del alma. Estas dos verdades de tipo

filosófico, demostrables por la simple razón

natural. Hay otras verdades que rebasan el

marco de la simple filosofía y entran de

lleno en el terreno de la fe. Por ejemplo, si

el mismo Dios no se hubiese dignado reve-

larnos que es uno en esencia y trino en

personas, no lo hubiéramos sabido ni sos-

pechado jamás en este mundo. La razón

natural no puede descubrir, ni sospechar

siquiera, el misterio de la Santísima Trini-dad. Pero la simple razón natural, repito,

puede demostrar de una manera apodíctica,

ciertísima, la existencia de Dios y la inmor-

talidad del alma. Ahora bien, si Dios existe,

si el alma es inmortal, empiecen ustedes

mismos a sacar las consecuencias prácticas

en torno a nuestra conducta en la tierra.

La existencia de Dios y la inmortalidad del

alma se pueden demostrar con argumentos

apodícticos. No tengo espacio para hacer ahora una demostración a fondo de ambas

cosas; pero al menos, voy a exponer los

rasgos fundamentales de la demostración de

la inmortalidad del alma, ya que para negar

la existencia de Dios, hace falta estar ente-

ramente desprovisto de sentido común.

Pruebas de la existencia del

alma y de su inmortalidad

En primer lugar, ¿existe nuestra alma? ¿Es

del todo seguro e indiscutible que tenemos

un alma?

En absoluto. Estamos tan seguros, y más,

de la existencia del alma que de la de nues-

tro propio cuerpo. En absoluto, el cuerpo

podría ser una ilusión del alma, pero el

alma no puede ser, de ninguna manera, una

ilusión del cuerpo. Vamos a demostrarlo

con un triple argumento: ontológico, histó-

rico y de teología natural.

1) Argumento ontológico.

Es un hecho indiscutible, de evidencia in-

mediata, que pensamos cosas de tipo espiri-

tual, inmaterial. Tenemos ideas clarísimas

de cosas abstractas, universales, que esca-

pan en absoluto al conocimiento de los

sentidos corporales internos y externos.

Tenemos idea clarísima de lo que es la

bondad, la verdad, la belleza, la honradez,

la hombría de bien; lo mismo que de la

maldad, la mentira, la fealdad, la villanía, la delincuencia. Tenemos infinidad de ideas

abstractas, enteramente ajenas a las cosas

materiales. Estas ideas no son grandes ni

pequeñas, redondas ni cuadradas, dulces ni

amargas, azules ni verdes. Trascienden, en

absoluto, todo el mundo de los sentidos.

Son ideas abstractas. ¿Las ha visto alguien

con los ojos? ¿las ha captado con sus oídos?

¿las ha percibido con su olfato? ¿las ha

tocado con sus manos? ¿las ha saboreado

con su gusto? Los sentidos no nos dicen absolutamente nada de esto, y sin embargo,

ahí está el hecho indiscutible, clarísimo:

tenemos ideas abstractas y universales.

Page 90: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

90

Luego, si nosotros tenemos ideas abstractas,

universales, irreductibles a la materia, o sea,

absolutamente espirituales, queda fuera de

toda duda que hay en nosotros un principio

espiritual capaz de producir estas ideas

espirituales.

Porque, es evidentísimo que ―nadie da lo

que no tiene‖ y nadie puede ir más allá de

lo que sus fuerzas le permiten. Los sentidos corporales no pueden producir ideas espiri-

tuales porque lo espiritual trasciende infini-

tamente al mundo de la materia y es absolu-

tamente irreducible a ella. Luego, es indis-

cutible que tenemos un principio espiritual

capaz de producir ideas espirituales; y ese

principio espiritual es, precisamente, lo que

llamamos alma.

El alma existe, es evidentísimo para el que

sepa reflexionar un poco. Y es evidentísimo que el alma es espiritual, porque de ella

proceden operaciones espirituales, y la

filosofía más elemental enseña que ―la

operación sigue siempre al ser‖ y es de su

misma naturaleza: luego, si el alma produce

operaciones espirituales, es porque ella

misma es espiritual.

Tenemos un alma espiritual. Pero esto

equivale a decir que nuestra alma es absolu-

tamente simple, en el sentido profundo y filosófico de la palabra, porque todo lo

espiritual es absolutamente simple, aunque

no todo lo simple sea espiritual. Todo espa-

ñol es europeo, auque no todo europeo es

español. Lo espiritual es simple porque

carece de partes, ya que estas afectan úni-

camente al mundo de la materia cuantitati-

va. Pero no todo lo simple es espiritual,

porque pueden los cuerpos compuestos

descomponerse en sus elementos simples

sin rebasar los límites de la materia,

El alma es espiritual porque es indepen-

diente de la materia; y es absolutamente

simple porque carece de partes. Pero un ser

absolutamente simple es necesariamente

indestructible, porque lo absolutamente

simple no se puede descomponer.

Examinen la palabra descomposición. ¿Qué

significa la palabra? Sencillamente, desin-

tegrar en sus elementos simples una cosa

compuesta.

Luego, si llegamos a un elemento absolu-

tamente simple, si llegamos a lo que podr-íamos denominar ―átomo absoluto‖, habr-

íamos llegado a lo absolutamente indestruc-

tible. El ―átomo absoluto‖ es indestructible.

No me refiero al átomo físico. Dentro del

átomo físico, la moderna química ha descu-

bierto todo un sistema planetario. Son sus

electrones y demás partículas. La física

moderna ha logrado desintegrar el átomo

físico en sus elementos más simples. Pero

cuando se llega al ―átomo absoluto‖ –que

quizá no pueda darse en lo puramente cor-poral-, se ha llegado a lo absolutamente

indestructible. Sencillamente, porque no se

puede ―descomponer‖ en elementos más

simples. Sólo cabe la aniquilación en virtud

del poder infinito de Dios.

Ahora bien, éste es el caso del alma huma-

na. El alma humana, por el hecho mismo de

ser espiritual es absolutamente simple, es

como un ―átomo absoluto‖ del todo indes-

componible, y por consiguiente, intrínse-camente inmortal.

El principio de nuestra vida espiritual, el

alma, es por su propia naturaleza, absolu-

tamente simple, indestructible, indescom-

ponible: luego, es intrínsecamente inmortal.

Solamente Dios, que la ha creado, sacándo-

la de la nada, podría destruirla aniquilándo-

la. Dios podría hacerlo, hablando en abso-

luto, pero sabemos con certeza, porque lo

ha revelado el mismo Dios, que no la des-

truirá jamás. Porque habiendo creado el alma intrínsecamente inmortal, Dios respe-

tará la obra de sus manos. Lo ha hecho Dios

así y la respetará eternamente tal como la

ha hecho, no la destruirá jamás. Nuestra

Page 91: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

91

alma es, pues intrínseca y extrínsecamente

inmortal.

Además de este argumento ontológico pro-

fundísimo que deja por sí sólo plenamente

demostrada la inmortalidad del alma, puede

invocarse todavía dos argumentos en el

plano meramente filosófico y puramente

racional: uno de tipo histórico y otro de

teología natural. Veámoslo brevemente.

2) Argumento histórico.

Echen una ojeada al mapa-mundi. Asómen-

se a todas las razas, a todas las civilizacio-

nes, a todas las épocas, y a todos los climas

del mundo. A los civilizados y a los salva-

jes; A los cultos y a los incultos; a los pue-

blos modernos y a los de la existencia pre-histórica. Recorran el mundo entero y verán

cómo en todas partes los hombres –

colectivamente considerados- reconocen la

existencia de un principio superior. Están

totalmente convencidos de ello. Con abe-

rraciones tremendas, desde luego, pero con

un convencimiento firme e inquebrantable.

Hay quienes ponen un principio del bien y

del mal; ciertos salvajes adoran el sol; otros

a los árboles; otros a las piedras; otros, a los objetos más absurdos y extravagantes. Pero

todos se ponen de rodillas ante un misterio-

so más allá.

Se ha podido decir con la historia de las

religiones en las manos, que sería más fácil

encontrar un pueblo sin calles, sin plazas,

sin casas, sin habitantes (o sea, un pueblo

quimérico y absurdo, porque un pueblo con

tales características no ha existido ni exis-

tirá jamás), que un pueblo sin religión, sin una firme creencia en la supervivencia de

las almas más allá de la muerte.

Se dan cuenta de la fuerza probativa de este

argumento histórico? Cuando la humanidad

entera, de todas las razas, de todas las civi-

lizaciones, de todos los climas, de todas las

épocas, sin haberse puesto de acuerdo

previamente coincide, sin embargo de una

manera tan absoluta y unánime en ese

hecho colosal, hay que reconocer, sin géne-

ro alguno de duda, que esa creencia es un

grito que sale de lo más íntimo de la natura-

leza racional del hombre; esa exigencia de

la propia inmortalidad en un más allá,

procede del mismo Dios, que la ha puesto,

naturalmente, en el corazón del hombre. Y

esto no puede fallar, eso es absolutamente infrustrable. Todo deseo natural y común a

todo el género humano, procede directa-

mente del Autor mismo de la naturaleza, y

ese deseo no puede recaer sobre un objeto

falso y quimérico, porque eso argüiría im-

perfección o crueldad en Dios, lo cual es

del todo imposible. El deseo natural de

inmortalidad prueba apodícticamente, en

efecto, que el alma es inmortal.

3) Argumento de teología natural.

No me refiero todavía a la fe. Estoy mo-

viéndome todavía en un plano puramente

natural, puramente filosófico. Me refiero a

la teología natural, a esa que llamamos

teodicea, o sea, a lo que puede descubrir la

simple razón natural en torno a Dios y a sus

divinos atributos. ¿Qué nos dice esta rama

de la filosofía con relación a la existencia de un más allá? Que tiene que haberlo for-

zosamente, porque lo exigen así, sin la

menor duda, tres atributos divinos: la sabi-

duría, la bondad y la justicia de Dios.

a. Lo exige la sabiduría de Dios, que no

puede poner una contradicción en la natura-

leza humana. Como les acabo de decir, el

deseo de inmortalidad es un grito inconte-

nible de la naturaleza. Y Dios, que es infini-

tamente sabio, no puede contradecirse; no puede poner una tendencia ciega en la natu-

raleza humana que tenga por resultado y

por objeto final el vacío y la nada. No pue-

de ser. Sería una contradicción de tipo me-

tafísico, absolutamente imposible. Dios no

se puede contradecir.

Page 92: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

92

b. Lo exige también la bondad de Dios. Porque Dios ha puesto en nuestros propios

corazones el deseo de la inmortalidad.

¡Examinen, sus propios corazones! Nadie

quiere morir; todo el mundo quiere sobre-

vivirse. El artista, por ejemplo, está soñan-

do en su obra de arte, para dejarla en este

mundo después de su muerte, sobrevivién-

dose a través de ella. Todo el mundo quiere

sobrevivirse en sus hijos, en sus produccio-nes naturales o espirituales. Pero eso es

todavía demasiado poco. Queremos sobre-

vivirnos personalmente, tenemos el ansia

incontenible de la inmortalidad. La nada, la

destrucción total del propio ser, nadie la

quiere ni apetece. No puede descansar un

deseo natural sobre la nada, porque la nada

es la negación total del ser, es la no existen-

cia, y eso no es ni puede ser apetecible. El

deseo, o sea la tendencia afectiva de la

voluntad, recae siempre sobre el ser, sobre la existencia, jamás sobre la nada o el vacío.

Todos tenemos este deseo natural de la

inmortalidad. Y la bondad de Dios exige

que, puesto que ha sido Él quien ha deposi-

tado en el corazón del hombre este deseo

natural de inmortalidad, lo satisfaga plena-

mente. De lo contrario, no habría más re-

medio que decir que Dios se ha complacido

en ejercitar sobre el corazón del hombre

una inexplicable crueldad, una especie de

suplicio de Tántalo. Pero esto sería impío, herético y blasfemo. Luego hay que con-

cluir que Dios ha puesto en nuestros cora-

zones el deseo incoercible de la inmortali-

dad, porque, efectivamente, somos inmorta-

les.

c. Lo exige, finalmente, la justicia de

Dios. Mucha gente se pregunta asombrada:

―¿Por qué Dios permite el mal? ¿Por qué

permite que haya tanta gente perversa en el

mundo? ¿Por qué permite, sobre todo, que

triunfen con tanta frecuencia los malvados y sean oprimidos los justos?‖

La contestación a esta pregunta es muy

sencilla ¿Saben por qué permite Dios tama-

ño escándalo, injusticias tan irritantes? Pues

porque hay un más allá en donde la virtud

recibirá su premio y el crimen su castigo

merecido.

Un hombre tan poco sospechoso de clerica-

lismo como Juan Jacobo Rousseau, en un

momento de sinceridad, llegó a escribir su

famosa frase: ―Si yo no tuviera otra prueba

de la inmortalidad del alma, de la existencia

de premios y castigos en el otro mundo, que ver el triunfo del malvado y la opresión del

justo acá en la tierra, esto solo me impediría

ponerlo en duda. Tan estridente disonancia

en la armonía universal me empujaría a

buscarle una solución, y me diría: Para

nosotros no acaba todo con la vida; todo

vuelve al orden con la muerte.‖

¡Vaya si volverá! ¡Vaya si volverá todo al

orden más allá de esta vida! ¡En el plano

individual, en el familiar, en el social, en el internacional…! Todo volverá al orden

después de la muerte.

El vulgar estafador que, escudándose en un

cargo político o en el prestigio de una gran

empresa o de un comercio a gran escala, se

ha enriquecido rápidamente contra toda

justicia, acaso abusando del hambre y de la

miseria ajena… ¡qué se apresure a disfrutar

sin frenos ni cortapisas de esas riquezas

inicuamente adquiridas! Le queda ya poco tiempo, porque no acaba todo con la vida;

todo vuelve al orden con la muerte.

Y el joven pervertido, estudiante coleccio-

nista de reprobaciones que se pasa las ma-

ñanas en la cama, la tarde en el cine o en el

fútbol y la noche en la discoteca o en el

prostíbulo… Y la muchacha frívola, la que

vive únicamente para la diversión, para el

baile, el cine y la telenovela; la que escan-

daliza a todo el mundo con sus desnudeces

provocativas, con su desenfado en el hablar, con su ―despreocupación ante el problema

religioso, con…‖ ¡Que rían ahora, que

gocen, que se diviertan, que beban hasta las

heces la dorada copa del placer! Ya les

queda poco tiempo, porque no acaba todo

Page 93: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

93

con la vida, todo vuelve al orden con la

muerte.

Y el casado que pone a su capricho limita-

ción y tasa a la natalidad, contradiciendo

gravemente los planes del creador. Y el

marido infiel que le ha puesto un aparta-

mento a una mujer perversa que no es la

suya. Y el padre que no se preocupa de la

cristiana educación de sus hijos y se hace responsable de sus futuros extravíos y,

acaso, de la perdición eterna de sus almas.

Y tantos y tantos otros como viven comple-

tamente de espaldas a Dios, olvidados en

absoluto de sus deberes más elementales

para con Él… ¡pobrecitos! ¡Qué pena me

dan! Porque, por desgracia para ellos, no

acaba todo con la vida; todo vuelve al

orden natural con la muerte.

Y al revés. El campesino enfermo que sien-te que se le acaban las fuerzas por momen-

tos y se ve obligado, a pesar de todo, a

seguir trabajando para prolongar un poco su

agonía con el mísero jornal que, al fin del

día, deposita en sus manos la injusticia de

una sociedad paganizada; la pobre viuda

madre de ocho hijos, que no tiene un peda-

zo de pan para calmarles el hambre… ¡que

no se desesperen! Si saben elevar sus ojos

al cielo para contemplarlo a través del cris-

tal de sus lágrimas, pronto terminará su martirio: porque no acaba todo con la vida;

todo vuelve al orden con la muerte.

Y la joven obrera, llena de privaciones y

miserias, y quizá calumniada y perseguida

porque no se doblegó ante la bestialidad

ajena y prefiere morirse de hambre antes

que mancillar el lirio inmaculado de su

pureza… ¡que tenga ánimo y fortaleza para

seguir luchando hasta la muerte! Porque,

para dicha y ventura suya, no acaba todo

con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.

Todo vuelve al orden con la muerte. Lo

exige así la justicia de Dios, que no puede

dejar impunes los enormes crímenes que se

cometen en el mundo sin que reciban san-

ción ni castigo alguno acá en la tierra, ni

puede dejar sin recompensa las virtudes

heroicas que se practican en la oscuridad y

el silencio sin que hayan obtenido jamás

una mirada de comprensión o de gratitud

por parte de los hombres.

TERCER ARGUMENTO: ¡LO HA

REVELADO DIOS!

Pero además de estos argumentos de tipo

meramente natural y filosófico tenemos,

señores, en la divina revelación la prueba definitiva o infalible de la existencia del

más allá. ¡Lo ha revelado Dios! Tierra y el

cielo, con todos sus astros y planetas, pa-

sarán, pero la Palabra de Dios no pasará

jamás.

La certeza sobrenatural de la fe es incompa-

rablemente superior a todas las certezas

naturales, incluso a la misma certeza me-

tafísica en la que no es posible el error. La

cresta metafísica es absoluta e infalible. Dios mismo, con toda su omnipotencia

infinita, no podrá destruir una verdad me-

tafísica. Dios mismo, por ejemplo, no puede

hacer que dos y dos no sean cuatro, o que el

todo sea mayor que una de la partes. Tene-

mos de ello certeza absoluta, metafísica,

infalible; porque lo contrario envuelve

contradicción, y lo contradictorio no existe

ni puede existir: es una pura quimera de

nuestra imaginación. La certeza metafísica

es una certeza absolutamente infalible.

Pues bien, la certeza de fe supera todavía a

la certeza metafísica. No porque la certeza

metafísica pueda fallar jamás, sino porque

la certeza de fe nos da a beber el agua lim-

pia y cristalina de la verdad en la fuente o

manantial mismo de donde brota –el mismo

Dios, verdad Primera y Eterna, que no pue-

de engañarse ni engañarnos-, mientras que

la certeza metafísica nos la ofrece en el

riachuelo del discurso y de la razón huma-

nas.

Page 94: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

94

Las dos certezas nos traen la verdad absolu-

ta, natural o sobrenaturalmente; pero la fe

vale más que la metafísica, porque su obje-

to es mucho más noble y porque está más

cerca de Dios.

Dios ha hablado. Ha querido hacerse hom-

bre, como uno cualquiera de nosotros, para

ponerse a nuestro alcance, hablar nuestro

mismo idioma y enseñarnos con nuestro lenguaje articulado el camino del cielo. Y

vean lo que nos ha dicho:

―Yo soy la resurrección y la vida: el que

cree en Mí. Aunque muera, vivirá.‖ (Jn 11,

25)

―Estad, pues, prontos, porque a la hora que

menos penséis vendrá el Hijo del Hombre.‖

(Lc 12, 40)

―No tengáis miedo a los que matan el cuer-

po, que al alma no pueden matarla; temed

más bien a Aquel que puede perder el alma

y el cuerpo en el infierno.‖ (Mt 10, 28)

―¿Qué le aprovecha al hombre ganar todo el

mundo si pierde su alma?‖ (Mt 16, 26)

―Porque el Hijo del Hombre ha de venir en

la gloria de su Padre, con sus ángeles, y

entonces dará a cada según sus obras.‖ (Mt 16, 27)

―E irán al suplicio eterno, y los justos, a la

vida eterna.‖ (Mt 25, 46)

Lo ha dicho Cristo, el Hijo de Dios vivo. Lo

ha dicho la Verdad por esencia, Aquel que

afirmó de Sí mismo: “Yo soy el Camino, la

Verdad, y la Vida.” (Jn 14, 6) ¡Qué gozo y

qué satisfacción tan íntima para el pobre

corazón humano que siente ansia y sed inextinguible de inmortalidad! Nos lo ase-

gura el mismo Dios: ¡somos inmortales!

Llegará un día en que nuestros cuerpos

rendidos de cansancio por las luchas de la

vida se inclinarán hacia la tierra y descen-

derán al sepulcro, mientras el alma volará a

la inmortalidad. Cuando el leñador abate

con su hacha el viejo árbol carcomido, el

pájaro que anidaba en sus ramas levanta el

vuelo y se marcha jubiloso a cantar en otra

parte. ¡Qué bien lo sabe decir la literatura católica en el maravilloso prefacio de difun-

tos. Con esa visión de paz y de esperanza

quiero terminar este aparte:

―Para tus fieles, Señor, la vida se cambia,

pero no se quita; y al disolverse la casa de

esta morada terrena, se nos prepara en el

cielo una mansión eterna.‖

Que así sea.

Page 95: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

95

B. LA MUERTE

INTRODUCCIÓN

La muerte: el momento más importante de nuestra existencia

Dos concepciones de la muerte: la pagana y la cristiana

CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA MUERTE

Ciertísima en su venida

Muerte natural, prematura, violenta y repentina

Moriremos una sola vez

DISTINTOS TIPOS DE MUERTE SEGÚN LA

PREPARACIÓN A ELLA

MUERTE SIN PREPARACIÓN PRÓXIMA O REMOTA

MUERTE CON PREPARACIÓN PRÓXIMA, PERO NO REMOTA

MUERTE CON PREPARACIÓN REMOTA, PERO NO PRÓXIMA

MUERTE CON PREPARACIÓN PRÓXIMA Y REMOTA: LA

MUERTE CRISTIANA

Morir cristianamente: en gracia de Dios, con derecho al cielo

Es el término del combate contra los tres enemigos del alma Es el arribo al puerto de seguridad

Es la entrada a la Vida verdadera

Morir cristianamente: con Jesús Sacramentado en el corazón

Morir cristianamente: con el deber cumplido

Page 96: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

96

Page 97: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

97

B. LA MUERTE

INTRODUCCIÓN

Planteábamos en la primera parte, el pro-

blema de los destinos eternos del hombre y

demostrábamos la existencia del más allá a

la luz de la luz de la simple razón natural,

y, sobre todo, a la luz sobrenatural de la fe

apoyada directamente en la Palabra de

Dios, que no puede engañarse ni engañar-

nos. Hay un más allá después de esta vida.

Ahora vamos a dar un paso más. Vamos a

hablar del momento de transición, del salto al más allá, de la hora decisiva de la muer-

te. Sé muy bien que el tema resulta muy

antipático a la inmensa mayoría de la gente.

―¡Por Dios!, padre: háblenos usted de lo

que quiera menos de la muerte. La muerte

es una cosa muy triste y desagradable.

Háblenos de cualquier otra cosa, pero deje

ese asunto tan trágico.‖

La muerte: el momento más im-

portante de nuestra existencia

Esta es una actitud insensata, una actitud

suicida y anticristiana. ¡Como si dejando de

pensar en la muerte pudiéramos alejarla de

nosotros…! Pero vendrá, sin falta, en el momento que Dios nuestro Señor ha fijado

para nosotros desde toda la eternidad: tanto

si pensamos en ella como si dejamos de

pensar. Y como resulta que ese momento es

el más importante de nuestra existencia,

porque es el momento decisivo del que

depende nada menos que nuestra eternidad,

vale la pena dejar a un lado sentimentalis-

mos absurdos y plantearse con seriedad

este tremendo problema de la transición al

más allá.

Decíamos atrás que se disputan en el mun-

do dos concepciones antagónicas de la

vida: la concepción materialista, que niega

la existencia del más allá y no piensa sino

en reír, gozar y divertirse, y la concepción

espiritualista, que, proclamando la realidad

de un más allá, se preocupa de vivir cristia-

namente, teniendo siempre a la vista la

divina sentencia de Nuestro Señor Jesucris-

to: ―¡Qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si al cabo pierde su alma

para toda la eternidad?‖

Dos concepciones de la muerte: la

pagana, y la cristiana

Pues así como hay dos concepciones de la

vida, también hay dos concepciones de la

muerte. La concepción pagana, la concep-

ción materialista, que ve en ella el término

de la vida, la destrucción de la existencia

humana, la que, por boca de un gran orador

pagano, Cicerón, ha podido decir: ―La

muerte es la cosa más terrible entre las cosas terribles‖; y la concepción cristiana,

Page 98: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

98

que considera la muerte como un simple

tránsito a la inmortalidad.‡

Porque, a despecho de la propia palabra,

aunque parezca una paradoja y una contra-

dicción, la muerte no es más que el tránsito

a la inmortalidad.

Qué bien supo comprender nuestra incom-

parable Santa Teresa de Jesús cuando de-cía:

Ven muerte escondida

que no te sienta venir,

porque el gozo de morir

no me vuelva a dar la vida

Tengo la pretensión, de presentarles una

visión simpática y atractiva de la muerte.

La muerte, para el pagano, es ―la cosa más

terrible entre todas las cosas terribles‖, tenía razón el gran orador romano. Pero

para el cristiano es el tránsito a la inmorta-

lidad, la entrada a la vida verdadera. Con-

templada con ojos cristianos, la muerte no

es una cosa trágica, sino al contrario, algo

muy dulce y atractivo, puesto que represen-

ta la entrada en la patria verdadera.

CARACTERÍSTICAS

GENERALES DE LA MUERTE

Vamos a ver, en primer lugar, las carac-

terísticas generales de este gran fenómeno de la muerte. Son tres, principalmente:

ciertísima en su venida, insegura en sus

circunstancias, y única en la vida. Vamos a

comentarla un poco.

CIERTÍSIMA EN SU VENIDA

Ante todo es ciertísima en su venida.

‡ Remitimos nuevamente al complemento al final de este tratado sobre el tema de la reen-carnación, una terrible tercera alternativa que se le está planteando a occidente actualmente.

La historia de la filosofía coincide con la

historia de las aberraciones humanas.

¡Cuántos absurdos se han llegado a decir en

el mundo en nombre de la ciencia y de la

filosofía! Y, sin embargo, está todavía por

nacer el hombre tan insensato que se haya

forjado la ilusión de que él no va a morir.

No ha habido ningún hombre tan estúpido

que haya lanzado la siguiente afirmación:

―Yo viviré eternamente sobre la tierra; yo no moriré jamás.‖

¡Pero si lo estamos viviendo todos los

días…! La muerte es un fenómeno que

diariamente contemplamos con los ojos y

tocamos con las manos. Cuando vamos al

cementerio, estamos plenamente convenci-

dos de la verdad de aquella inscripción que

leemos en cualquiera de las fosas funera-

rias: ―Hoy me ha tocado a mí, pero mañana

te tocará a ti.‖ Lo estamos viendo todos los días. No solamente los ancianos o los en-

fermos decrépitos, hasta los jóvenes se

mueren con frecuencia en la plenitud de su

juventud, en la primavera de su vida. Nadie

puede hacerse ilusiones, nadie se escapará

de la muerte. No vale alegar argumentos, es

inútil invocar el cargo o la posición social.

No les aprovechó para nada la tiara de los

Papas, ni el cetro de los reyes o emperado-

res ni el poder a Napoleón o a Alejandro

Magno, ni las riquezas a Creo, ni la sabi-duría a Salomón. Todos rindieron tributo a

la muerte:

San Pablo decía: ―Todos los días muero un

poco‖. Él se refería al desgaste que experi-

mentaba por el celo y solicitud de las Igle-

sias encomendadas a su cuidado; pero esto

mismo podremos repetir nosotros en cual-

quier momento de nuestra vida: todos los

días moriremos un poco. Los sufrimientos,

las enfermedades, el aire que respiramos,

los alimentos que ingerimos, el frío, el calor, el desgaste de la vida diaria, nos van

matando poco a poco. Todos los días mo-

rimos un poquito, hasta que llegará un

momento en que moriremos del todo.

Page 99: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

99

No hace falta insistir en este hecho tan

claro. La certeza de la muerte es tan absolu-

ta, que nadie se ha forjado jamás la menor

ilusión. Moriremos todos, irremediable-

mente todos.

Dios no hizo la muerte. La muerte entró al

mundo por el pecado.

¡Qué maravilloso el plan de Dios sobre nuestros primeros padres en el Paraíso

terrenal! Además de elevarlos al orden

sobrenatural de la gracia, los enriqueció

con tres dones preternaturales verdadera-

mente magníficos: el de la inmortalidad, en

virtud del cual no debían morir jamás; el de

la impasibilidad, que los hacía invulnera-

bles al dolor y el sufrimiento, y la integri-

dad, que les daba el control absoluto de sus

propias pasiones, perfectamente dominadas

y gobernadas por la razón. ¡Ah!, pero co-metieron el crimen del pecado original, y,

en castigo del mismo, Dios les retiró esos

tres dones preternaturales juntamente con

la gracia y las virtudes infusas. Y, al des-

aparecer el privilegio gratuito de la inmor-

talidad, el cuerpo, que es de suyo incorrup-

tible, quedó ipso facto condenado a la

muerte. He aquí, de qué manera la muerte

es un castigo del pecado; y como todos

somos pecadores, nadie absolutamente se

escapará de esta ley inexorable: ciertamente moriremos todos.

MUERTE NATURAL,

PREMATURA, VIOLENTA Y

REPENTINA

Pero si la muerte es ciertísima en su venida,

es muy incierta e insegura en su hora y en

sus circunstancias.

Es incierta en lugar, tiempo y modo, y la suerte que

nos espera. Dios ha querido ocultarnos estas cosas

para que en todo momento lo respetemos y temamos

como dueño de nuestra vida, y siempre estemos listos

a comparecer ante Él. El Señor nos dice en la Escritu-

ra que la muerte llegará como un ladrón, esto es,

cogiéndonos desprevenidos. Y la experiencia prueba

que con muchísima frecuencia acontece así (Lc 12, 39

Podemos catalogar y dividir las distintas

clases de muerte en cuatro fundamentales:

muerte natural, prematura, violenta y re-

pentina.

¿A qué llamamos muerte natural? A la que

sobreviene por mera consunción y desgas-

te, sin enfermedad alguna que la produzca

directamente. Se pregunta, a veces, la gen-te: ―¿De qué murió fulano de tal? nadie lo

sabe, ni siquiera el médico. ¿Cuántos años

tenía? Noventa y dos‖.

Está claro: ha muerto de muerte natural, de

senectud, de vejez, No se necesita nada

más.

Pero, a veces, ocurre todo lo contrario. Es

una muerte prematura. En la flor de la

juventud, en la primavera de la vida… ¡Cuántos jóvenes se mueren! No ya por

accidentes imprevistos –por un disparo

casual, por un atropello de automóvil, etc.-,

sino por simple enfermedad, en su cama, se

mueren también los jóvenes. No con tanta

frecuencia, pero se mueren también. En el

Evangelio tenemos algunos casos: elijo de

la viuda de Naím y el de la hija de Jairo. En

plena juventud, en la primavera de la vida,

se les cortó el hilo de la existencia: muerte

prematura. Las familias que hayan tenido que sufrir este rudo golpe, que llega a lo

más íntimo del alma, levanten sus ojos al

cielo y adoren los designios inescrutables

de la providencia de Dios. Él sabe por qué

los llevó allá. Acaso para que su pureza y

su candor no se agostaran algún día en el

clima abrasador del mundo. Dios les re-

clamó para Sí, y allá arriba nos esperan

llenos de radiante felicidad.

y 40). Dios lo quiere así para que estemos siempre en

su gracia y servicio. Si supiéramos el día de nuestra

muerte, dejaríamos tal vez de servir y temer a Dios

durante nuestra ida, en la confianza de tener a última

hora tiempo seguro para arrepentirse. Este arrepen-

timiento forzado y tardío Dios no pudiera aceptarlo.

Page 100: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

100

Otras veces sobreviene la muerte de una

manera violenta. Un agente extrínseco,

completamente imprevisto, nos arrebata la

vida en el momento menos pensado. Y

unos perecerán atropellados por un camión;

otros, ahogados en el mar; otros, fulmina-

dos por un rayo; otros, en un choque de

trenes; otros, al estrellarse el avión en que

viajaban, otros… No es posible enumerar

todas las clases de muertes violentas que pueden arrebatarnos la existencia en el

momento menos pensado. Un momento

antes, llenos de salud y de vida, un momen-

to después, cadáver. ¡A cuántos les ha

ocurrido así!

La cuarta clase de muerte es la repentina.

Muerte violenta, como hemos dicho, es la

producida por un agente extrínseco a noso-

tros, como en cualquiera de esos que acabo

de enumerar. Muerte repentina, por el con-trario, es la que sobreviene por una causa

intrínseca que llevamos ya dentro de noso-

tros mismos. Por ejemplo, una hemorragia

cerebral, un aneurisma, un colapso cardía-

co, una angina de pecho, pueden producir-

nos una muerte inesperada e instantánea.

Cuando menos lo esperemos: hablando,

comiendo, paseando, podemos caer como

fulminados por un rayo. He aquí la muerte

repentina.

¿Cuál será la nuestra?

¿Cuál será la nuestra? Nadie puede contes-

tar a esta pregunta. Para muchos de noso-

tros ya no es posible una muerte prematura.

Ya no moriremos en plena juventud. Pero,

¿Cuál de las otras tres, la violenta, la repen-tina o la natural en plena vejez, será la

nuestra? Nadie en absoluto nos lo podría

decir, sino únicamente Dios. Estemos

siempre preparados, porque aunque es

ciertísimo que hemos de morir, es insegura

la hora y las circunstancias de nuestra

muerte.

MORIREMOS UNA SOLA VEZ§

Pero lo más serio del caso, es que morire-

mos una sola vez. Lo dice la Sagrada Escri-

tura y lo estamos viendo todos los días con

nuestros ojos. Nadie muere más que una

sola vez. Es cierto que ha habido alguna excepción en el mundo. Ha habido quienes

han muerto dos veces. En el Evangelio, por

ejemplo, tenemos tres casos, correspon-

dientes a los tres muertos que resucitó

Nuestro Señor Jesucristo. Santo Domingo

de Guzmán, el glorioso fundador de la

Orden a la que tengo la dicha de pertenecer,

resucitó también tres muertos. San Vicente

Ferrer y muchos otros santos hicieron tam-

bién este milagro estupendo. Pero estas

excepciones milagrosas son tan raras, que

no pueden tenerse en consideración ante la ley universal de la muerte única. Morire-

mos una sola vez y en esa muerte única se

decidirán, irrevocablemente, nuestros des-

tinos eternos, Nos lo jugamos todo a una

sola carta. El que acierte esa sola vez,

acertó para siempre; pero el que se equivo-

que esa sola vez, está perdido para toda la

eternidad. Vale la pena pensarlo bien y

tomar toda clase de medidas y precauciones

para asegurarnos el acierto en esa única y

suprema ocasión. Yo quisiera, hacerlos reflexionar un poco en torno a la prepara-

ción para la muerte.

DISTINTOS TIPOS DE

MUERTE SEGÚN LA

PREPARACIÓN A ELLA

Podemos distinguir dos clases de prepara-ción: una, remota, y otra, próxima.

Llamo yo preparación remota la de aquel

que vive siempre en gracia de Dios. Al que

tiene sus cuentas arregladas ante Dios, al

§ Remitimos nuevamente al artículo complemen-

tario final sobre la reencarnación, creencia que niega esta verdad.

Page 101: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

101

que vive habitualmente en gracia, puede

importarle muy poco cuál sean las circuns-

tancias y la hora de su muerte, porque en

cualquier forma que se produzca tiene

completamente asegurada la salvación

eterna de su alma. Esta es la preparación

remota.

La preparación próxima es la de aquel que

tiene la dicha de recibir en los últimos momentos de su vida los Santos Sacramen-

tos de la Iglesia: Penitencia, Eucaristía por

viático. Extremaunción, e incluso, los de-

más auxilios espirituales: la bendición

Papal, la indulgencia plenaria y la reco-

mendación del alma. Esta es la preparación

próxima.

Combinando y barajando estas dos clases

de preparación podemos encontrar hasta

cuatro tipos distintos de muerte: sin prepa-ración próxima ni remota; con preparación

remota, pero no próxima; con preparación

próxima, pero no remota, y con las dos

preparaciones.

Vamos a examinarlas una por una.

MUERTE SIN PREPARACIÓN

PRÓXIMA O REMOTA

El primer tipo de muerte es la que sucede

sin preparación próxima ni remota, o sea,

ausencia total de preparación. Es la muerte

de los grandes impíos, de los grandes in-

crédulos, de los grandes enemigos de la

Iglesia; la muerte de los que no se han

contentado con ser malos, sino que además

han sido apóstoles del mal, han sembrado semillas de pecado, han procurado arrastrar

a la condenación al mayor número posible

de almas.

Estos no han tenido preparación remota:

han vivido siempre en pecado mortal. Y,

por una consecuencia lógica y casi inevita-

ble, suelen morir también sin preparación

próxima, obstinados en su maldad. Porque,

por lo general, salvo raras excepciones, la

muerte no es más que un eco de la vida. Tal

como es la vida, así suele ser la muerte. Si

el árbol está inclinado hacia la derecha, o

francamente inclinado hacia la izquierda, lo

corriente y normal es que, al caer tronchado

por el hacha, caiga naturalmente, del lado

que está inclinado. Esta es la muerte sin

preparación próxima ni remota. La de los

grandes impíos, la de los grandes herejes,

la de los grandes enemigos de la Iglesia.

Esta fue la muerte de Voltaire, el de las

grandes carcajadas: ―Ya estoy cansado de

oir que ha Cristo le bastaron doce hombres

para fundar su Iglesia y conquistar el mun-

do. Voy a demostrar que basta uno para

destruir la Iglesia de Cristo‖.

¡Pobrecito! Él sí que quedó destruido.

Escuchen. Les voy a leer la declaración del médico Mr. Tronchin, protestante, que

asistió en su última enfermedad al patriarca

de los incrédulos. Va a decirnos él, perso-

nalmente, lo que vio:

―Poco tiempo antes de su muerte, Mr. Vol-

taire, en medio de furiosas agitaciones,

gritaba furibundamente: -¡Estoy abando-

nado de Dios y de los hombres! Se mordía

los dedos, y echando mano a su vaso de

noche, se lo bebió. Hubiera querido yo que todos los que han sido seducidos por sus

libros hubieran sido testigos de aquella

muerte. No era posible presenciar semejan-

te espectáculo‖.

La Marquesa de la Villete, en cuya casa

murió Voltaire y presenció sus últimos

momentos escribe textualmente:

―Nada más verdadero que cuanto Mr.

Tronchin –el médico cuya declaración

acabo de leer- afirma sobre los últimos instantes de Voltaire. Lanzaba gritos des-

aforados, se revolvía, se le crispaban las

manos, se laceraba con las uñas. Pocos

minutos antes de expirar llamó al abate

Gaultier. Varias veces quiso hicieran venir

Page 102: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

102

a un ministro de Jesucristo. Los amigos de

Voltaire, que estaban en casa, se opusieron

bajo el temor de que la presencia de un

sacerdote que recibiera el postrer suspiro de

su patriarca derrumbara la obra de su filo-

sofía y disminuyera sus adeptos. Al acer-

carse al fatal momento, una redoblada

desesperación se apoderó del moribundo.

Gritaba diciendo que sentía una mano invi-

sible que le arrastraba ante el tribunal de Dios. Invocaba con gritos espantosos a

aquel Cristo que él había combatido duran-

te toda su vida; maldecía a sus compañeros

de impiedad; después, despreciaba o inju-

riaba al cielo una vez tras otra; finalmente,

para calmar la ardiente sed que le devoraba,

llevóse su vaso de noche a la boca. Lanzó

un último grito y expiró entre la inmundicia

y la sangre que le salía de la boca y de la

nariz‖.

Esta es la muerte sin preparación próxima

ni remota. Y conste, que yo no afirmo la

condenación de Voltaire; yo no digo que

esté en el infierno. La Iglesia no lo ha dicho

jamás. No sabemos lo que pudo ocurrir un

segundo antes de separarse el alma del

cuerpo, cuando se había producido ya el

fenómeno de la muerte aparente. Pero sa-

bemos lo que pasó en los últimos momen-

tos visibles de su vida, puesto que lo pre-

senciaron los testigos que acabo de citar. Si está en el infierno o no, eso no lo podemos

asegurar, puesto que la Iglesia no lo ha

dicho jamás. Pero, ¡qué terrible manera de

compadecer ante Dios; sin preparación

próxima ni remota!

MUERTE CON PREPARACIÓN

PRÓXIMA, PERO NO REMOTA

La segunda manera de morir es con prepa-

ración próxima, pero no remota. ¿Qué

significa esto? El que vive habitualmente

en pecado mortal, no tiene preparación

remota; pero por la infinita misericordia de

Dios, a veces ocurre que muere con prepa-

ración próxima. Uno que ha vivido en la

impiedad, incluso que ha combatido a la

Iglesia, puede ocurrir –y curre a veces,

porque la misericordia de Dios es infinita-

que a la hora de la muerte, cuando ve ante

sus ojos el espantoso abismo en que se va a

sumergir para toda la eternidad, movido

por la gracia divina, se vuelve a Dios con

un sincero y auténtico arrepentimiento, que

le vale la salvación eterna de su alma. Pue-

de ocurrir y ha ocurrido de hecho muchas veces, por la infinita misericordia de Dios.

Pero ¡Pobre del que confíe en eso para vivir

mientras tanto tranquilamente en pecado!

¡Pobre de él! Ese tal trata de burlarse de

Dios, y el apóstol San Pablo nos advierte

expresamente que ―de Dios nadie se ríe‖.

El que ha vivido mal por irreflexión, ato-

londramiento o ligereza, puede ser que a la

hora de la muerte Dios tenga compasión de

él y le de la gracia del arrepentimiento. Pero el que ha vivido mal, precisamente

confiado y apoyado en que a la hora de la

muerte tendrá tiempo de arrepentirse y

salvarse, y, mientras tanto, sigue pecando

tranquilamente, ese trata de burlarse de

Dios, y pagará bien cara su loca temeridad

y su incalificable osadía.

Sean pocos o muchos los que se salvan, ese

que trata de robar el cielo después de

haberse reído de Dios, es indudable que será uno de los pocos o muchos que se

condenen. ¡Ese se pierde para toda la eter-

nidad!

MUERTE CON PREPARACIÓN

REMOTA, PERO NO PRÓXIMA La tercera manera de morir es con prepara-

ción remota, pero no próxima. No jugue-

mos con fuego. Tengamos al menos la

preparación remota, por si acaso Dios no

nos concede la preparación próxima. Con

la preparación remota, tenemos asegurada

la salvación del alma; y para eso basta con

que vivamos sencillamente en gracia de

Dios. Si vivimos siempre en gracia de

Dios, si en cualquier momento de nuestra

Page 103: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

103

vida tenemos bien ajustadas nuestras cuen-

tas con Dios, si tenemos ese tesoro infinito

que se llama gracia santificante, nos puede

importar muy poco la manera, el modo y

las circunstancias de nuestra muerte. Es

muy de desear ý hay que pedírselo con toda

el alma a Dios- que nos conceda también la

preparación próxima; pero , al menos, si

tenemos la remota, lo tenemos asegurado

todo.

Tomemos esta determinación. Es preciso

formar algún propósito concreto para toda

nuestra vida, porque, de lo contrario, estas

luces que ahora nos da Dios, con esta lectu-

ra, no serán más que un castillo de fuegos

artificiales, una llamada fugaz y transitoria.

Es preciso que tomemos determinaciones

para toda nuestra vida. Y una de las más

fundamentales tiene que ser ésta: en ade-

lante no voy a cometer jamás la tremenda imprudencia de acostarme una sola noche

en pecado mortal, porque puedo amanecer

en el infierno.

Reflexione un instante: ¿Quién de ustedes

se atrevería a acostarse una noche con una

víbora venenosa en la cama? Hasta que no

le aplasten la cabeza no podrán conciliar el

sueño: es cosa clara y evidente. Y son le-

gión los que tienen una víbora venenosa en

su alma, los que viven habitualmente en pecado mortal con gravísimo peligro de

hundirse para siempre en el abismo eterno,

¡y ríen, y gozan, y se divierten! Y por la

noche se acuestan tranquilamente en peca-

do mortal y logran conciliar el sueño como

si no les amenazara daño alguno. ¿Es que

son malos? Tal vez no. Puede que no lo

sean en el fondo. Pero es indudable que son

atolondrados, irreflexivos, inconscientes; es

indudable que no piensan, que no se dan

cuenta del tremendo peligro que pende

sobre sus cabezas a manera de espada de Damocles. En el momento menos pensado

puede rompérseles el hilo de la vida y se

hunden para siempre en el abismo. Viva-

mos siempre en gracia de Dios y pidámosle

al Señor nos conceda también la prepara-

ción próxima para la muerte.

MUERTE CON PREPARACIÓN

PRÓXIMA Y REMOTA: LA

MUERTE CRISTIANA

Porque esta es la cuarta manera de morir y

la que hemos de procurar por todos los

medios a nuestro alcance: con la doble

preparación. Con la preparación remota del

que ha vivido cristianamente, siempre en

gracia de Dios, y con la preparación próxi-

ma del que a la hora de la muerte corona aquella vida cristiana con la recepción de

los Santos Sacramentos y de los auxilios

espirituales de la Iglesia: Penitencia, Euca-

ristía por Viático, Extremaunción, reco-

mendación del alma, bendición papal.

Preparación próxima y preparación remota.

Es la muerte envidiable de los Santos, de la

que dice la Sagrada Escritura que es pre-

ciosa delante del Señor.

Los Santos que han vivido intensamente

estas ideas, no solamente no temían la

muerte, sino que la llamaban y la deseaban

con toda su alma para volar al cielo. Porque

la muerte cristiana, tiene las siguientes

características que la hacen infinitamente

deseable y atractiva: morir en Cristo, morir

con Cristo y morir como Cristo

Morir cristianamente: En gracia

de Dios, con derecho al Cielo

En primer lugar, morir en Cristo. ¿Qué

significa morir en Cristo? Significa morir

cristianamente, con la gracia santificante en

nuestra alma, que nos da derecho la heren-

cia infinita del cielo.

¡Qué burla y qué sarcasmo, cuando en los

grandes cementerios de las modernas ciu-dades se ponen sobre las tumbas de los

grandes impíos aquellos epitafios rimbom-

bantes: ―Aquí yace un gran guerrero, un

Page 104: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

104

gran artista, un gran literato, un gran empe-

rador‖! ¡Pero los ángeles de la guarda que

están velando el sueño de los justos son los

únicos que pueden leer el verdadero y

auténtico epitafio de muchas de aquellas

tumbas que el mundo venera: ―Aquí yace

un condenado para toda la eternidad‖!

Ojalá que a cada uno de nosotros se nos

pueda poner este sencillo epitafio, pero auténtico, que refleje la verdad: ―Murió

cristianamente, con la gracia de Dios en su

corazón‖. Y que se lleven los mundanos los

mausoleos espléndidos, las flores que para

nada sirven, los homenajes póstumos que

nada remedian, las sesiones necrológicas,

los ridículos ―minutos de silencio…‖, ¡que

se lo lleven los mundanos! A nosotros nos

basta con morir cristianamente: nada más.

¡Morir cristianamente! ¿Saben lo que esto significa?

Es el término del combate contra los

tres enemigos del alma: En primer

lugar, es el término del combate. En este

mundo estamos librando todos una tremen-

da batalla –lo dice la Sagrada Escritura- con los tres enemigos del alma: mundo,

demonio y carne. Estamos librando un

combate. Pero llega la hora de la muerte, y

si tenemos la dicha de morir cristianamen-

te, nos convertiremos en el soldado que

termina victoriosamente la batalla y se ciñe

para siempre el laurel de la victoria. En

campesino, que después de haber regado

tantas veces la tierra con el sudor de la

frente, recoge los frutos de la espléndida y

abundante cosecha. En el enfermo, que ve terminados para siempre sus sufrimientos y

entra para siempre en la región de la salud

y de la vida. ¡Qué bien lo sabe decir la

Iglesia Católica cuando pronuncia sobre el

cristiano que acaba de expirar aquella

fórmula sublime. ―‖Descanse en paz‖.

Es el arribo al puerto de la seguri-

dad: En este mundo no podemos estar

seguros. Absolutamente nadie. Ni el Sobe-

rano Pontífice, ni los mismos Santos mien-

tras vivan todavía acá en la tierra: nadie

puede estar seguro de que morirá cristia-

namente. Dice el Concilio de Trento que, a

menos de una revelación especial de Dios,

nadie puede saber con seguridad si se sal-

vará o si se condenará; si recibirá de Dios

el don sublime de la perseverancia final, o

si lo dejará de recibir. No lo podemos sa-ber. Es un interrogante angustioso que está

suspendido sobre nuestras cabezas. Ni los

santos estaban seguros de sí mismos. Por-

que, aunque seamos buenos, aunque este-

mos ahora en gracia de Dios, ¿qué será de

nosotros dentro de diez años, dentro de

veinte, y sobre todo, a la hora de nuestra

muerte? Es un misterio, no lo podemos

saber.

¡Ah!, pero cuando se muere cristianamente, es el ruiseñor que rompe para siempre los

hierros de su jaula y vuela jubilosa a la

enramada. Es el náufrago, que después de

haber luchado contra las olas embravecidas

que amenazaban tragarle hasta el fondo del

océano, salta por fin a las playas eternas. Es

la caravana, que después de haber atravesa-

do las arenas abrasadoras del desierto, llega

por fin al risueño y fresco oasis. Es la nave

que llega al puerto después de una peligro-

sa travesía. Es emerger de la penumbra del valle y bañarse para siempre en océanos de

clarísima luz en lo alto de la montaña. El

alma que muere cristianamente queda con-

firmada en la gracia, ya no puede perder a

Dios, ya tiene asegurada para siempre la

felicidad eterna.

Es la entrada a la vida verdadera:

Por eso la muerte cristiana es la entrada en la vida verdadera. ¡Cuánta pobre gente

equivocada que ha vivido y respirado el

ambiente del mundo y está completamente

convencida de que esta vida es verdadera,

la que hay que conservar a todo trance!

¡Qué tremenda equivocación!

Page 105: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

105

¡Esta vida no es la vida! Un filósofo paga-

no exclamaba con angustia:

Ningún sabio satisface

esta duda que me hiere:

¿Es el que muere el que nace

o es el que nace el que muere?

No sabía contestar esa pregunta porque

carece de las luces de la fe. Pero a su brillo deslumbrante, ¡qué fácil es contestar a esta!

Pregúntenlo a Santa Teresa de Jesús y les

contestará con sublime inspiración:

Aquella vida de arriba,

que es la verdadera

hasta que esta vida muera ,

no se alcanza estando viva…‖

O quizá de esta otra forma

Vivo sin vivir en mí

y tan alta vida espero

que muero porque no muero.

Que se lo digan a Santa Teresita de Li-

sieux, la santa más grande de los tiempos

modernos, en frase del inmortal Pontífice

San Pío X. Cuando la angelical florecilla

del Carmelo estaba para exhalar su último

suspiro, el médico que la asistía le pre-guntó: ―¿Está vuestra caridad resignada

para morir?‖ y la santita, abriendo desme-

suradamente sus ojos, llena de asombro, le

contestó: ―¿Resignada para morir? Resig-

nación se necesita para vivir, pero ¡para

morir! Lo que tengo es una alegría inmen-

sa‖.

Los Santos, tenían razón. No estaban locos.

Veían, sencillamente, las cosas tal como

son en realidad. La inmensa mayoría de los

hombres no la ven así. No se dan cuenta de que están haciendo un viaje en ferrocarril y

no se preocupan más que del vagón en que

están haciendo la travesía: el negocio, el

porvenir humano, el aumento de capital.

Todo eso que tendrán que dejar dentro de

unos años, acaso dentro de unos cuantos

días nada más. No se dan cuenta que el

ferrocarril de la vida va devorando kilóme-

tros y más kilómetros, y en el momento en

que menos lo esperen, el silbato estridente

de la locomotora les dará la terrible noticia:

estación de llegada. Y al instante, sin un

momento de tregua, tendrán que apearse

del ferrocarril de la vida y comparecer

delante de Dios. Entonces caerá en la cuen-ta de que esta vida no es la vida. Ojalá lo

adviertan antes de que su error no tenga ya

remedio para toda la eternidad.

Morir cristianamente: Con Jesús

Sacramentado en el Corazón

La segunda característica de la muerte

cristiana es morir con Cristo. ¿Qué signifi-

ca esto? Significa exhalar el último suspiro

después de haber tenido la dicha inefable

de recibir a Jesucristo Sacramentado en el

corazón.

¡El Viático! ¡Qué consuelo tan inefable

produce al alma cristiana el simple recuer-

do del Viático! La Eucaristía es un milagro

de amor, de sublime belleza y poesía en

cualquier momento de la vida. Pero la Eu-

caristía por Viático es el colmo de la dulzu-

ra, de la suavidad y de la misericordia de

Dios. Poder recibir en el corazón a Jesu-

cristo Sacramentado en calidad de Amigo y

de Buen Pastor momentos antes de compa-recer ante él como Juez Supremo de vivos

y muertos, es de una belleza y de una emo-

ción indescriptibles. ¡Qué paz, que dulzura

tan inefable se apodera del pobre enfermo

al abrazar en su corazón a su gran Amigo,

que viene a darle la comida para el camino

– que eso significa la palabra Viático- y

ayudarle amorosamente en el supremo

tránsito a la eternidad!

Cuando, desde lo íntimo de su alma, el

pobre pecador le pide perdón a su Dios por última vez, antes de compadecer ante Él,

sin duda alguna que Nuestro Señor Jesu-

Page 106: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

106

cristo, que vino a la tierra precisamente a

salvar lo que había perecido (Mt 18, 11) y

en busca de los pobres pecadores (Mt 9,

13) le dará al agonizante la seguridad

firmísimo de que la sentencia que instantes

después pronunciará sobre él será de salva-

ción y de paz.

¡Y que una cosa tan bella y sublime como

el Viático estremezca de espanto a la in-mensa mayoría de los hombres, incluso

entre los cristianos y devotos! Son innume-

rables los crímenes a que ha dado lugar

tamaña insensatez y locura. ¡Cuántos des-

graciados pecadores se han precipitado para

siempre en el infierno porque su familia

cometió el gravísimo crimen de dejarles

morir sin Sacramentos por el estúpido y

anticristiano pretexto de no asustarles! Este

verdadero crimen es uno de los mayores

pecados que se pueden cometer en este mundo, uno de los que con mayor fuerza

claman venganza al cielo. ¡Ay de la familia

que tenga en su conciencia este crimen

monstruoso! El Viático no empeora al

enfermo, sino lo contrario, lo reanima y lo

conforta, hasta físicamente, por redundan-

cia natural de la paz inefable que propor-

ciona a su alma. Pero, aún suponiendo que

por el ambiente anticristiano que se respira

por todas partes en el mundo de hoy, asus-

tara un poco al enfermo la noticia que tiene que recibir el Viático, ¿y qué? ¿No es mil

veces preferible que vaya al cielo después

de un pequeño o de un gran susto, antes

que, sin susto alguno, descienda tranquila-

mente al infierno para toda la eternidad? ¡Y

que cosa tan evidente y sencilla no la vean

tantísimos cristianos que cometen la increí-

ble insensatez y el enorme crimen de dejar

morir como un perro a uno de sus seres

queridos! Gravísima responsabilidad la

suya, y terrible la cuenta que tendrán que

dar a Dios por la condenación eterna de aquella desventurada alma a la que no

quisieron ―asustar‖.

Escarmienten todos en cabeza ajena. Ad-

viertan a sus familiares que les avisen in-

mediatamente al caer enfermos de grave-

dad. La recepción del Viático por los en-

fermos graves es un mandamiento de la

Santa Madre Iglesia, que obliga a todos

bajo pecado mortal, lo mismo que oír Misa

los domingos o cumplir el precepto pas-

cual. Y como la mejor providencia y pre-

caución es la que toma uno sobre sí mismo,

procuren vivir siempre en gracia de Dios y

llamen a un sacerdote por su propia cuenta –sin esperar el aviso de sus familiares-

cuando caigan enfermos de alguna conside-

ración.

Morir cristianamente: con el de-

ber cumplido

La tercera característica de la muerte cris-

tiana es morir como Cristo. ¿Cómo murió

Nuestro Señor Jesucristo? Mártir del cum-

plimiento de su deber. Había recibido de su

Eterno Padre la misión de predicar el

Evangelio a toda criatura y de morir en lo alto de una cruz para salvar a todo el géne-

ro humano, y lo cumplió perfectamente,

con maravillosa exactitud. Precisamente,

cuando momentos antes de morir con-

templó en sintética mirada retrospectiva el

conjunto de profecías del Antiguo Testa-

mento que habían hablado de Él, vio que se

habían cumplido todas al pie de la letra,

hasta en sus más mínimos detalles. Y fue

entonces cuando lanzó un grito de triunfo:

¡Todo está cumplido!

Qué dicha la nuestra, si a la hora de la

muerte podemos exclamar también: ―He

cumplido mi misión en este mundo, he

cumplido la voluntad adorable de Dios‖.

Cierto que no podremos decirlo del mismo

modo que Nuestro Señor Jesucristo. Cierto

que todos somos pecadores y hemos tenido,

a lo largo de la vida, muchos momentos de

debilidad y cobardía. Cierto que hemos

ofendido a Dios y nos hemos apartado de sus divinos preceptos por seguir los antojos

del mundo o el ímpetu de nuestras pasio-

Page 107: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

107

nes. Pero todo puede repararse por el arre-

pentimiento y la penitencia. Estamos a

tiempo todavía.

¡Joven que me escuchas! Feliz de ti si a la

hora de la muerte, acordándote de tus años

mozos, puedes decir ante tu propia con-

ciencia: ―Lo cumplí. ¡Cuánto me costó

resolver el problema de la pureza! Mi san-

gre joven hervía en las venas, pero fui valiente y resistí. Invoqué a la Virgen, huí

de los peligros, comulgué diariamente,

ejercité mi voluntad, se lo pedí ardiente-

mente a Dios… Y ahora muero tranquilo,

ofreciéndole a Dios el lirio inmaculado de

mi pureza juvenil‖.

¡Padre de familia! Te entiendo perfecta-

mente. Cuesta mucho el cumplimiento

exacto de los deberes matrimoniales: acep-

tar todos los hijos que Dios mande, educar-los cristianamente, guardar fidelidad invio-

lable al otro cónyuge, cumplir exactamente

las obligaciones del propio estado. Pero

recuerda que estamos en este mundo como

huéspedes y peregrinos, que ―no tenemos

aquí ciudad permanente, sino que vamos en

busca de la que está por venir‖ (Hebr 13,

14). ¡Levanta tus ojos al cielo! Y, aunque te

cueste ahora un sacrificio, cumple íntegra-

mente con tu deber, para poder morir tran-

quilo cuando te llegue la hora suprema.

¡Comerciante, financiero, industrial, hom-

bre de negocios! El dinero es una terrible

tentación para la mayoría de los hombres.

Pero acuérdate de que no podrás llevarte

más allá del sepulcro un solo céntimo: lo

tendrás que dejar todo del lado de acá.

¡Gana, si es preciso, la mitad o la tercera

parte de lo que ganas ahora, pero gánalo

honradamente! Que no tengas que lamen-

tarlo a la hora de la muerte –cuando es tan

difícil reparar el daño causado y restituir el dinero mal adquirido- y puedas decir, por el

contrario: ―Me costó mucho, pero hice este

sacrificio; muero tranquilo; he cumplido

con mi deber‖.

Permítanme que les refiera un recuerdo

personal antes de terminar este aparte.

Tengo actualmente mi vivienda habitual en

el glorioso convento de San Esteban, de

Salamanca. En la actualidad somos más de

doscientos religiosos, la mayoría de ellos

jóvenes estudiantes de nuestra Facultad de

Teología que allí funciona. Pero en él está

instalada también la enfermería general de

la provincia dominicana de España. Allí vienen los padres ancianitos a esperar tran-

quilamente el fin de sus días, después de

una vida consagrada enteramente al servi-

cio de Dios y salvación de las almas. He

visto morir a muchos de ellos. He presen-

ciado, también la muerte de religiosos

jóvenes, que morían alegres en plena pri-

mavera de la vida porque se iban al cielo

para siempre. Y les confieso, que las emo-

ciones más hondas e intensas de mi vida

religiosa son las que he experimentado junto al lecho de nuestros moribundos.

¡Cómo mueren los religiosos dominicos!

Supongo que en otras Órdenes religiosas

ocurrirá lo mismo, pero yo cuento lo que he

visto y presenciado por mí mismo. Escu-

chen:

El religioso enfermo ha recibido ya, muy

despacio, los Santos Sacramentos y demás

auxilios de la Iglesia. Es impresionante, por

su belleza y emoción el espectáculo de toda la comunidad acompañando al Señor hasta

la habitación del enfermo cuando llevan el

Viático. Pero llega mucho más al alma

todavía la escena de sus últimos momentos.

Cuando se acerca el momento supremo, la

campana del convento llama a toda la co-

munidad con un toque a rebato característi-

co, inconfundible. Acudimos todos a la

enfermería y el Padre Prior, revestido de

sobrepelliz y estola, comienza a rezarle al

enfermo la recomendación del alma, alter-

nando con toda la comunidad. Y cuando se acerca por momentos el instante supremo,

el cantor principal del convento entona la

Salve Regina, que tiene en nuestra Orden

una melodía suavísima. Y arrullado por las

notas de la bellísima plegaria mariana que

Page 108: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

108

canta toda la comunidad…, con la paz de

su alma pura reflejada en su rostro tranqui-

lo, con una dulce sonrisa en sus labios,

serenamente, plácidamente, como el que se

entrega con naturalidad al sueño cotidiano,

el religioso dominico se duerme ante noso-

tros a las cosas de la tierra para despertar en

los brazos de la Virgen del Rosario entre

los coros de los ángeles…

Es preciosa delante del Señor la muerte de

los Santos.

¿Quieren morir todos así? Les acabo de dar

las normas para conseguirlo. Preparación

remota, viviendo siempre, siempre, en

gracia de Dios, cumpliendo perfectamente

los deberes de su propio estado; y oración

ferviente a Dios, por intercesión de María,

la dulce Mediadora de todas las gracias,

para que nos conceda también la prepara-

ción próxima: la dicha de recibir en nues-

tros últimos momentos los Santos Sacra-mentos de la Iglesia y de morir con sereni-

dad y paz en el ósculo suavísimo del Señor.

Que así sea.

Page 109: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

109

C. EL JUICIO PARTICULAR

¿CUÁNDO SE CELEBRARÁ EL JUICIO PARTICULAR?

Lapso entre la muerte aparente y la real en todos los fallecimientos

Valioso tiempo para asegurar todavía la salvación del alma del

fallecido

El juicio particular empieza en el momento de la muerte real

¿QUIÉNES SERÁN JUZGADOS?

¿DÓNDE Y CÓMO SE REALIZA EL JUICIO PARTICULAR?

Dónde se realiza

Cómo se realiza

¿CUÁNTO TIEMPO DURARÁ?

¿Y QUÉ VEREMOS EN ESE CORTO ESPACIO DE TIEMPO?

Veremos la película de nuestra vida

Registra loa actos externos que se vieron y los que ―nadie vio‖

Registra los sentimientos íntimos detrás de las acciones

Registra los hechos que deberíamos haber hecho y no hicimos

Muestra los pecados que indujimos a cometer a otros

EL JUEZ

LA SENTENCIA IRREVOCABLE

NUESTRA RESPUESTA AHORA A ESTE HECHO

TRASCENDENTAL

Page 110: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

110

Page 111: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

111

C. EL JUICIO PARTICULAR

Hablábamos atrás del problema formidable

de la muerte, y decíamos que, si considera-

da con ojos paganos, es la cosa más terrible

entre todas las cosas terribles. A la luz de la fe católica, contemplada con ojos cristia-

nos, es simpática y deseable, diga el mundo

lo que quiera. Porque para el cristiano, la

muerte es comenzar a vivir, es el tránsito a

la inmortalidad, la entrada a la vida verda-

dera.

La muerte es mucho más un fenómeno

aparente que real. Afecta al cuerpo única-

mente, pero no al alma. El alma es inmor-

tal, y el mismo cuerpo muere provisional-mente, porque un gran dogma de la fe cató-

lica nos dice que sobrevendrá en su día la

resurrección de la carne. De manera que en

fin de cuentas, la muerte en sí misma no

tiene importancia alguna: es un simple

tránsito a la inmortalidad.

Pero ahora nos sale al paso otro problema

formidable. Y ése sí que es serio, ése sí que

es terrible: el problema del juicio de Dios.

Está revelado por Dios. Consta en las fuen-tes mismas de la revelación. El apóstol San

Pablo dice que ―está establecido por Dios

que los hombres mueran una vez, y después

de la muerte el juicio‖. (Heb 9, 27). Lo ha

revelado Dios por medio del apóstol San

Pablo, y se cumplirá inexorablemente.

Hace unos años murió en Madrid un reli-

gioso ejemplar. Murió como había vivido:

santamente. Pero pocas horas antes de

morir, le preguntaron: ―Padre: ¿está pre-ocupado ante la muerte, tiene miedo a la

muerte?‖ Y el Padre contestó: ―La muerte

no me preocupa nada, ni poco ni mucho.

Lo que me preocupa muchísimo es la

aduana. Después de morir tendré que pasar

por la aduana de Dios y me registrarán el

equipaje. Eso sí que me preocupa‖.

Habrá dos juicios: el juicio particu-

lar y el juicio final o universal.

Habrá dos juicios. El juicio particular al

que alude San Pablo en las palabras que

acabo de citar, y el juicio universal, que

con todo lujo de detalles, describió perso-nalmente en el Evangelio Nuestro Señor

Jesucristo, que actuará en él de Juez Su-

premo de vivos y muertos.

Santo Tomás de Aquino, el Príncipe de la

Teología católica, explica admirablemente

el porqué de estos juicios. No pueden ser

más razonables. Porque el individuo es una

persona humana particular, pero además,

un miembro de la sociedad. En cuanto

individuo, en cuanto persona particular, le

corresponde un juicio particular, le corres-ponde un juicio personal que le afecte

única y exclusivamente a él: y éste es el

juicio particular. Pero en cuanto miembro

de la sociedad, a la que posiblemente ha

escandalizado con sus pecados, o sobre la

que ha influido provechosamente con su

Page 112: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

112

acción bienhechora, tiene que sufrir tam-

bién un juicio universal, público, solemne,

para recibir, ante la faz del mundo, el pre-

mio o castigos merecidos. Este segundo

juicio, el universal, será mucho más solem-

ne, mucho más aparatoso; pero, desde lue-

go, tiene muchísima menos importancia

que el puramente privado y particular.

Porque el juicio particular, señores, es

donde se van a decidir nuestros destinos eternos. El juicio universal no hará más que

confirmar, ratificar definitivamente la sen-

tencia que se nos haya dado a cada uno en

nuestro propio juicio particular. Por consi-

guiente, como individuos, como personas

humanas, nos interesa mucho más el juicio

particular que el universal. Y de él vamos a

hablar ahora. Les voy a hacer un resumen

de la teología del juicio particular, proce-

diendo ordenadamente con base en una

serie de preguntas y respuestas.

1) ¿Cuándo se celebrará el juicio

particular?

Inmediatamente después de la muerte real.

Después de la muerte real, digo, no de la

muerte aparente. Porque, señores, estamos en un error si creemos que en el momento

de expirar el enfermo, cuando exhala su

último respiro, ha muerto realmente. No es

así.

Contemplen los últimos instantes de un

moribundo. Su respiración es fatigosa,

anhelante; su mirada de asombro a los que

lo rodean, porque él se está ahogando, no

puede respirar y ve que los demás respiran

tranquilamente. Parece que está diciendo: ¿pero no se dan cuenta que falta el aire?

¿No notan que nos estamos ahogando? Es

él, pobrecito, el único que se ahoga. Y llega

un momento en que es tanta la falta de

oxígeno que experimentan sus pobres célu-

las, que hace una respiración profunda,

profundísima, hacia dentro, y, de pronto, la

expiración: lanza hacia fuera aquel aire y

queda inmóvil, completamente paralizado.

Y los que están rodeando el lecho excla-

man: Ha muerto, acaba de expirar.

Lapso entre la muerte aparente y la

real en todos los fallecimientos. Pero, en realidad, no es así. Han desaparecido,

sin duda, las señales o manifestaciones

externas de vida: ya no espira, ya no oye,

ya no ve, ya no siente, pero la muerte real

no se ha producido aún. El alma está allí

todavía; el cuerpo ha entrado en el período

de muerte aparente, que se prolongará más

o menos tiempo, según los casos: más largo

en las muertes violentas o repentinas, más

corto en las que siguen el agotamiento de la

vejez o de una larga enfermedad. El hecho de la muerte aparente está científicamente

demostrado, puesto que se ha logrado vol-

ver a la vida por procedimientos puramente

naturales y sin milagro alguno, a centena-

res de muertos aparentes; tantos, que ha

podido inducirse una ley universal, válida

para todos.

Ven lo que ocurre cuado apagan una vela,

un cirio. La llama ya no existe, pero el

pabilo está todavía encendido, está hume-

ante todavía, y poco a poco se a extin-guiendo, hasta que, por fin se apaga del

todo. Algo parecido ocurre con la muerte.

Cuando el enfermo exhala el último suspiro

parece que la llama de la vida se apagó

definitivamente pero no es así. El alma está

allí todavía. Hay un espacio más o menos

largo entre la muerte real y la muerte apa-

rente, que puede ser decisivo para la salva-

ción eterna del presunto muerto, puesto que

delante de él se le puede administrar todav-

ía los Sacramentos de la Penitencia y Ex-tremaunción.

Valioso tiempo para asegurar todav-

ía la salvación del alma del fallecido.

¡Cuántas veces ocurre, la desgracia de una

muerte repentina en el seno del hogar. Y

cuando ya no hay nada que hacer para devolverle la salud corporal, cuando el

médico ya no tiene nada que hacer allí

Page 113: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

113

porque se ha producido ya la muerte apa-

rente que acabará muy pronto en la muerte

real, todavía tienen tiempo de correr a la

Parroquia. Llamen urgentemente al sacer-

dote para que dé la absolución sacramental,

y, sobre todo, le administre el sacramento

de la Extremaunción, del que acaso depen-

da la salvación eterna de esa alma. ¡Corran

a la parroquia, llamen al sacerdote! Ya

llorarán después, no pierdan tiempo inútil-mente, acaso dependa de eso la salvación

eterna de ese ser querido. Claro está que

esto es un recurso de extrema urgencia que

solo debe emplearse en caso de muerte

repentina. Porque cuando se trata de una

enfermedad normal, la familia tiene el

gravísimo deber de avisar al sacerdote con

la suficiente anticipación para que el en-

fermo reciba con toda lucidez, y dándose

perfecta cuenta, los últimos sacramentos y

se prepare en la forma que les exponía antes al hablarles de la muerte cristiana.

Pero cuando sobreviene la desgracia de una

muerte violenta o repentina hay que inten-

tar la salvación de esa alma por todos los

medios a nuestro alcance, y no tenemos

otros que la administración sub conditione

de la absolución sacramental, y , mejor aún,

del sacramento de la Extremaunción, que

resulta más eficaz todavía en casos de

muerte repentina, puesto que no requiere ningún acto del presunto muerto, con tal de

que de hecho tenga, al menos, atrición

interna de sus pecados.

El espacio entre la muerte aparente y la

real, en caso de muerte violenta o repenti-

na, suele extenderse a unas dos horas, y a

veces, más. Pero en el momento en que se

produce la muerte real, o sea, en el momen-

to en que el alma se arranca o desconecta

del cuerpo, en ese mismo instante, compa-

rece delante de Dios para ser juzgada.

El Juicio particular empieza en el

momento de la muerte real. De manera

que a la primera pregunta, ¿cuándo se rea-

liza el juicio particular?, contestamos: en el

momento mismo de producirse la muerte

real.

2) ¿Quiénes serán juzgados?

La humanidad en pleno, absolutamente

todos los hombre del mundo, sin excep-ción. Desde Abel, que fue el primer muerto

que conoció la humanidad, hasta los que

mueran en la catástrofe final del mundo.

Todos: los buenos y los malos. Lo dice la

Sagrada escritura: Al justo y al impío los

juzgará el Señor (Ecl 3, 17), incluso al

indiferente que no piensa en estas cosas,

incluso al incrédulo que lanza una carcaja-

da volteriana: ―¡Yo no creo en eso!‖ Será

juzgado por Dios, tanto si lo cree como si

lo deja de creer. Porque las cosas que Dios

ha establecido no dependen de nuestro capricho o de nuestro antojo, de que noso-

tros estemos conformes o lo dejemos de

estar. Lo ha establecido Dios, y el justo y el

impío serán juzgados por Él en el momento

mismo de producirse la muerte real.¡Todos,

sin excepción!

3) ¿Dónde y cómo se celebrará el

juicio particular?

Dónde se realiza: En el lugar mismo

donde se produzca la muerte real: en la

cama de muestra habitación, bajo las rue-

das de un automóvil, entre los restos de un

avión destrozado, en el fondo del mar si morimos ahogados en él…, en cualquier

lugar donde nos haya sorprendido la muerte

real. Allí mismo, en el acto, seremos juzga-

dos.

Y la razón es muy sencilla. El juicio con-

siste en comparecer el alma delante de

Dios, y Dios está absolutamente en todas

partes. No tiene el alma que emprender

ningún viaje. Hay mucha gente que cree o

se imagina que cuando muere un enfermo

el alma sale por la ventana o por un balcón y emprende un largísimo vuelo por encima

de las nubes y de las estrellas. No hay nada

Page 114: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

114

de eso. El alma, en el momento en que se

desconecta del cuerpo, entra en otra región.

Pierde el contacto con las cosas de este

mundo y se pone en contacto con las cosas

del más allá. Adquiere otro modo de vivir,

y entonces, se da cuenta de que Dios la está

mirando. Dice el apóstol San Pablo que

Dios ―no está lejos de nosotros, porque en

él vivimos y nos movemos y existimos‖

(Hech 17, 28). Así como el pez existe y vive y se muere en las aguas del océano,

así, nosotros, existimos y vivimos y nos

movemos dentro de Dios, en el océano

inmenso de la divinidad. Ahora no nos

damos cuenta, pero en cuanto nuestra alma

se desconecta de las cosas de este mundo y

entre en contacto con las cosas del más

allá, inmediatamente lo veremos con toda

claridad y nos daremos cuenta de que es-

tamos bajo la mirada de Dios.

Pero me dirán: ¿El alma comparece real-

mente delante de Dios? ¿Ve al mismo

Dios? ¿Contemplaremos la esencia divina?

Claro está que no. En el momento de su

juicio particular, el alma no ve la esencia d

Dios, porque si la viera, quedaría ipso facto

beatificada, entraría automáticamente en el

cielo, y esto no puede ser –al menos, en la

inmensa mayoría de los casos- porque

puede tratarse del alma de un pecador con-denado o de la de un justo imperfecto que

necesita purificaciones ultraterrenas antes

de pasar a la visión beatífica.

¿Cómo se produce, entonces, el juicio par-

ticular? Escúchenme:

Cómo se realiza: Al desconectarse del

cuerpo y ponerse en contacto con el más allá, el alma contempla claramente su pro-

pia sustancia. Se ve a sí misma con toda

claridad, como nos vemos en este mundo la

cara reflejada en un espejo. Y al mismo

tiempo contempla claramente en sí misma,

con todo lujo de detalles, el conjunto de

toda su vida, todo cuanto ha hecho acá en

la tierra. Veremos con toda claridad y deta-

lle lo que hicimos cuando éramos niños,

cuando éramos jóvenes, en la edad madura,

en plena ancianidad o decrepitud: absolu-

tamente todo. Lo veremos reflejado en

nuestra propia alma. Y veremos también,

clarísimamente, que Dios lo está mirando.

Nos sentiremos prisioneros de Dios, bajo la

mirada de Dios, a la que nada absolutamen-

te se le escapa. Y ese sentirse el alma como

prisionera de Dios, como cogida por la mirada de Dios, eso es lo que significa

comparecer delante de Él. No lo veremos a

Él, ni tampoco a Nuestro Señor Jesucristo,

ni al ángel de la guarda, ni al demonio. No

habrá desfile de testigos, ni acusador, ni

abogado defensor, ni ningún otro elemento

de los que integran los juicios humanos. No

veremos a nadie más que a nosotros mis-

mos, o sea a nuestra propia alma y, refleja-

da en ella, nuestra vida entera con todos sus

detalles. Y al instante recibiremos la sen-tencia del Juez, de una manera intelectual,

de modo parecido a como se comunican

entre sí los ángeles.

Los ángeles, se comunican por una simple

mirada intelectual, no con un lenguaje

articulado como el nuestro –imposible en

los espíritus puros-, sino de un modo mu-

cho más claro y sencillo: simplemente

contemplándose mutuamente el entendi-

miento y viendo en él las ideas que se quie-ren comunicar. A esto llamamos en teolog-

ía locución intelectual.

Pues de una manera parecida recibiremos

nosotros, en nuestro juicio particular, una

locución intelectual transmitida por Cristo

Juez; una especie de transmisión intelectual

firmada por Cristo, que nos dará la senten-

cia: ―¡A tal sitio!‖ Y el alma verá clarísi-

mamente que aquella sentencia que acaba

de recibir de Cristo es precisamente la que

le corresponde, la que merece realmente con toda justicia. Y en esto consiste esen-

cialmente el juicio particular.

Page 115: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

115

4) ¿Cuánto tiempo durará?

El juicio particular será instantáneo. En un

instante, en un abrir y cerrar de ojos se

realizará el juicio y recibiremos la senten-

cia. Y esto nos es obstáculo para su clari-

dad y nitidez. Aunque el juicio durase un siglo, no veríamos más cosas, ni con más

detalle, ni con más precisión que las que

veremos en ese abrir y cerrar de ojos. Por-

que al separarse del cuerpo, el entendi-

miento humano no funciona de la manera

lenta y torpe a que le obliga en este mundo

su unión con la pesadez de la materia. Acá

en la tierra, nuestro entendimiento funciona

de una manera discursiva, razonada, lentí-

sima, por lo que conocemos las cosas poco

a poco, por parcelas, y así y todo, no vemos

más que lo superficial, lo que aparece por fuera; no calamos, no penetramos en la

esencia misma de las cosas. Pero el enten-

dimiento, separado del cuerpo, ya no se

siente encadenado por la pesadez de la

materia, y entiende perfectamente a la

manera de los ángeles, de una manera intui-

tiva, de un solo golpe de vista, sin necesi-

dad de discursos ni razonamientos.

Santa Teresa de Jesús, la incomparable

doctora mística, tuvo visiones intelectuales altísimas, como puede leerse en el libro de

su Vida, escrito por ella misma. Y, en una

de ellas, Dios le mostró un poco de los que

ocurre en el cielo, en la mansión de los

bienaventurados. Ella misma dice que aca-

so no duró ni siquiera el espacio que tar-

damos en rezar un avemaría. Y a pesar de

la brevedad de ese tiempo, se espantaba de

que hubiese visto tanta cantidad de cosas y

con tanto detalle y precisión. Es por eso. En

aquel momento le concedió Dios una visión intelectual, a la manera de los ángeles, y

contempló ese panorama deslumbrador de

una manera intuitiva, de un solo golpe de

vista. Lo vio clarísimamente todo en un

instante, en un abrir y cerrar de ojos. Esto

le ocurrirá a cada uno de nosotros en el

momento en que nuestra alma se separe del

cuerpo y tengamos nuestro juicio particu-

lar.

5) ¿Y qué veremos en ese tan corto

espacio de tiempo?

Esta es la parte más importante de esta

parte de la exposición, en la que quisiera

poner mi alma.

Escúchenme atentamente.

Veremos la película de nuestra vida:

¡Muchacha que me lees!, la frívola, la mundana, la amiga del espectáculo, de la

diversión, del cine, del teatro, del baile.

¡Cómo te gustaría ser una de las primeras

estrellas de la pantalla, aparecer en las

grandes películas, en la primera página de

las grandes revistas de cine, y que todo el

mundo hablara de ti como hablan de esas

dos o tres, cuyo nombre te sabes de memo-

ria, y a las que tienes tanta envidía! ¡Cómo

te gustaría! ¿Verdad?

Pues mira, no sé si lo has pensado bien.

Porque resulta que eres efectivamente la

protagonista de una gran película; de una

gran película sonora, en tecnicolor y en

relieve maravilloso: no te puedes formar

idea. Y eso que te digo a ti, muchacha, se

lo digo también a cada uno de mis lectores,

y me lo digo con temblor y espanto a mí

mismo.

Todos somos protagonistas de una gran

película cinematográfica. Todos en absolu-to, delante de nosotros, de día y de noche,

cuando pensamos en ello, y cuando no

pensamos en ello, está funcionando una

máquina filmadora. La está manejando un

ángel de Dios –el de nuestra propia guarda-

y nos está filmando en tres dimensiones y a

todo color toda nuestra existencia. Co-

menzó a funcionar en el momento mismo

del nacimiento. Y, a partir de aquel instan-

te, recogió fidelísimamente todos los actos

de nuestra infancia, y de nuestra niñez, y de nuestra juventud y de nuestra edad madura,

Page 116: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

116

y recogerá todos los de nuestra vejez, hasta

el último suspiro de nuestra vida. Todo ha

salido, sale y saldrá en la película sonora a

todo color que nos está sacando nuestro

ángel de la guarda, por orden de Dios

Nuestro Señor. No se escapa el menor

detalle. Es una película de una perfección

maravillosa.

El cine de los hombres ha hecho progresos inmensos desde que se inventó hace poco

más de un siglo. Desde el cine mudo, de

movimientos bruscos y ridículos, hasta la

pantalla panorámica, el tecnicolor y la

tercera dimensión, el progreso ha sido

fantástico. Sin embargo, el cine de los

hombres es perfeccionable todavía, no

reúne todavía las maravillosas condiciones

técnicas que se adivinan para el futuro; el

cine de los hombres tiene que progresar

mucho.

¡Ah! Pero el cine de Dios es acabadísimo,

perfectísimo, absolutamente insuperable.

No le falta un detalle: lo recoge todo con

maravillosa precisión y exactitud.

Registra los actos externos que se

vieron y los que “nadie vio”: En pri-mer lugar, los actos externos, los que se

pueden ver con los ojos y tocar con las

manos. Vuelvo a hablar contigo, muchacha

frívola y mundana. Aquel día, con tu novio,

¿te acuerdas? Nadie lo vio, nadie se enteró.

Pero delante de ustedes estaba el cine de

Dios; y en primer plano, con sonido y co-

lor, está recogido todo aquello. ¡Y lo vas a

contemplar otra vez en el momento de tu

juicio particular!

Es inútil, señores, que nos encerremos con

la llave en una habitación, porque delante

de nosotros se nos metió aquel operador

invisible con su filmadora, y lo que haga-

mos a puerta cerrada, y con la llave echada

está saliendo todo en su película a todo

color. Es inútil que apaguemos la luz, por-

que el cine de Dios es tan perfecto, que

funciona exactamente igual a pleno sol que

en la más completa oscuridad.

Pero no recoge solamente las acciones.

También capta y recoge las palabras, ya

que es sonoro. Ha recogido fidelísimamen-

te todas las palabras que hemos pronuncia-

do en nuestra vida, absolutamente todas:

las buenas y las malas. Las críticas, las

murmuraciones, las calumnias, las menti-ras, las obscenidades, aquellos chistes de

subido color, aquellas carcajadas histéricas

en aquella noche de crápula y de lujuria…

¡Todo absolutamente ha sido recogido! Y

en nuestro juicio particular volveremos a

oír claramente todo aquello. Y aquellas

carcajadas, aquellos chistes, aquellas ca-

lumnias, aquellas blasfemias, resonarán de

nuevo en nuestros oídos con un sonsonete

terriblemente trágico. Pero oiremos tam-

bién, sin duda alguna, los buenos consejos que hemos dado, el dulce murmullo de las

oraciones, los cánticos religiosos, las ala-

banzas de Dios… ¡Cuánto nos consolará

entonces!

Registra los sentimientos íntimos

detrás de las acciones: ¡Ah! Pero lo verdaderamente estupendo del cine de Dios

es que no solamente recoge las acciones y

palabras, sino que, además, penetra en lo

más hondo de nuestro entendimiento y de

nuestro corazón, para recoger los senti-

mientos íntimos de nuestra alma, o sea todo

lo que estamos pensando y lo que estamos

amando y deseando. ¡Cuántos pensamien-

tos obscenos, cuantos contra la caridad!

¡Cuántas dudas caprichosas, cuántas sospe-

chas infundadas, cuántos juicios temera-rios! ¡Cuántos pensamientos de vanidad, de

altanería, de orgullo, de exaltación del

propio yo, de desprecio de los demás! Y las

desviaciones afectivas, los amores perver-

sos. ¡Dios mío! Aquel casado que pasaba

como persona honorabilísima… y resulta

que además de su mujer, tenía dos o tres

amiguitas, aquella joven que parecía tan

modestica y se entendía con el jefe de su

oficina… Todo saldrá en el cine de Dios.

Page 117: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

117

Y los odios y los rencores, la sed de ven-

ganza, la envidia terrible que corroe el

corazón. Y la indignación contra la provi-

dencia de Dios cuando permitió aquel fra-

caso, que no era, sin embargo, más que un

pequeño castigo de nuestros pecados…

Absolutamente todo, ha sido registrado en

la pantalla de Dios y lo veremos en nuestro

propio juicio particular.

Registra los hechos que deberíamos

haber hecho y no hicimos: Pero hay

una cosa mucho más sorprendente todavía

que viene a poner el colmo a la maravillosa

perfección de la filmación de Dios. Y es que no solamente recoge todo cuanto

hemos hecho, dicho, pensado, amado o

deseado, sino también lo que no hemos

hecho, habiéndolo debido hacer: los peca-

dos de omisión, o sea todas aquellas buenas

obras que omitimos por respeto humano,

por cobardía, por pereza o por cualquier

otro motivo bastardo. Aquellas escenas que

deberían figurar, por extraña paradoja

figurarán también, pero en plan de omisión.

―Aquel domingo no pude ir a misa porque me fui de paseo!. ―El ayuno y la abstinen-

cia obligaban únicamente a los curas y a las

monjas‖. ¡Ah las omisiones! Y el padre que

no corrige a sus hijos, el que se limita a

decir malhumorado: ―A mí, ¿por qué me

complican la vida? Que hagan lo que quie-

ran. Ya van siendo mayorcitos‖. Eso no se

puede hacer. Tienes la obligación gravísi-

ma de educar a tus hijos. Tienes la obliga-

ción de corregirlos, y si no lo haces, pecado

de omisión: saldrá en la pantalla y lo verás en tu juicio particular.

Y de manera semejante podríamos ir recor-

dando los deberes profesionales, los debe-

res privados y los deberes públicos. Las

autoridades mismas, que por negligencia,

por respeto humano, por no meterse en líos,

no se preocupan por hacer cumplir las leyes

de policía encaminadas a salvaguardad la

moralidad pública, esos espectáculos inmo-

rales o centros de perversión que no se

clausuran, debiendo clausurarlos, de acuer-

do con la ley de Dios y las disposiciones de

la misma ley civil. Todo sale en la pantalla

y de todo se les pedirá cuenta en el formi-

dable tribunal de Dios.

Muestra los pecados que indujimos a

cometer a otros: ¿Qué más? ¿Qué más

puede salir en la pantalla de cine de Dios,

que recoge incluso las escenas que no se

realizaron, los pecados de simple omisión?

Pues aunque parezca inverosímil, todavía

hay más. Porque esa película de nuestra

propia vida recogerá también los pecados

ajenos, en la parte de culpa que nos corres-ponda a nosotros.

¡Qué terrible culpabilidad! ¡Empujar al

pecado a otra persona! ¿Qué pensarían de

un malvado que cogiera una pistola y se

pasara con ella por las calles más centrales

de una ciudad, disparando tiros a derecha e

izquierda y dejando el suelo sembrado de

cadáveres? Es inconcebible semejante

crimen en una ciudad civilizada. ¡Ah, pero

tratándose de almas eso no tiene importan-

cia alguna! ¿Qué importa que esa mujer ande elegantísimamente desnuda por la

calle y que a su paso vaya con su escándalo

asesinando almas, a derecha e izquierda?

¡Eso no tiene importancia alguna: es la

moda, es ―vestir al día‖, es el calor sofo-

cante del verano, es el ―todas van así, no he

de ser yo una rara anticuada!‖, etc. Pero

resulta que Dios ve las cosas de otro modo,

y a la hora de la muerte esa mujer escanda-

losa contemplará horrorizada los pecados

ajenos en la película de su propia vida. ¡Cuánto se va a divertir entonces viéndose

tan elegante en la pantalla!

Y el muchacho que le dice a su amigo:

―oye, ven conmigo; vamos a bailar, vamos

a ver a fulanita, vamos a divertirnos, vamos

a aprovechar la juventud‖, y le da un em-

pujón a su amigo, y este monigote, para no

ser menos, para no ―hacer el ridículo‖,

como dicen en el mundo, acepta el mal

Page 118: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

118

consejo y se va con él y peca. ¡Ah!, en la

pantalla de la vida del primero saldrá el

pecado del segundo, porque el responsable

principal de un crimen es siempre el induc-

tor. Y aquella vecina que le decía a la otra:

―Tonta, ¿no tienes ya cuatro hijos? ¿Y

ahora vas a tener otro? Deshazlo, y se

acabó Quédate tranquila, un hijo menos, no

tiene importancia alguna‖. Pero ante Dios,

ese mal consejo fue un gravísimo pecado, que dio ocasión a un asesinato cobarde: el

aborto voluntario. Y ese crimen ha quedado

recogido en las dos películas: en la de la

aconsejante y en la que aceptó el mal con-

sejo y cometió el asesinato.

¡Ah! ¡La de cosas que se verán y se oirán

en la película de la propia vida! ¡Cuántos

pecados ajenos que resulta que son propios,

porque con nuestros escándalos y malos

consejos habíamos provocado su comisión por los demás!

6) El juez

Y no olvidemos, que hemos de comparecer

ante Aquel que, por causa de nuestros pe-

cados, murió crucificado en el Calvario.

Hay en la Sagrada Escritura una página preciosa, de un dramatismo sobrecogedor.

Es el relato del encuentro de los hijos de

Jacob con su hermano José, constituido

virrey y superintendente general de todo

Egipto. Aquel José a quien, por envidia,

habían vendido a aquellos mercaderes

madianitas. Como saben por la Historia

Sagrada, los mercaderes se lo llevaron a

Egipto y pasaron sobre él todas aquellas

vicisitudes tan emocionantes, hasta que

llegó a ser virrey de Egipto, el privado del Faraón, el dueño de las vidas y haciendas

de todos los ciudadanos. Y cuando llegan

aquellos años de carestía y de hambre

anunciados por José al interpretar los sue-

ños del Faraón, y los hermanos de José, por

orden del padre Jacob, llegan a Egipto a

comprar trigo, porque en Israel se morían

de hambre, y en Egipto había trigo en

abundancia, José les reconoció al punto. Y

cuando después de aquellos incidentes

preliminares dramáticos, que es preciso leer

directamente en el Sagrado Texto, se deci-

de José a darse a conocer a sus hermanos, y

les dice, por fin, rompiendo en un sollozo:

―Yo soy José, vuestro hermano, a quien

vendisteis. ¿Vive aún mi padre Jacob?‖

Dice la Sagrada Escritura que sus hermanos

―no pudieron responderle pues se llenaron de terror ante él‖ (Gen 45, 3). No pudieron

responderle, porque cuando vieron que

estaban delante de José, a quien habían

vendido criminalmente y que ahora era el

amo de Egipto y podía ordenar que los

matasen a todos, fue tal el terror que se

apoderó de ellos, que la voz se les anudó en

la garganta y no acertaron a pronunciar una

sola palabra.

¡Ah! Cuando esta gente que ahora, co-locándose al margen de toda moral, de toda

preocupación religiosa, ríen a carcajadas

por los caminos del mundo, del demonio y

de la carne, burlándose de los Mandamien-

tos de la Ley de Dios y vendiendo a Cristo,

como los hijos de Jacob vendieron a su

hermano José; cuando en el momento en

que su alma se separe de su cuerpo compa-

rezcan intelectualmente delante de ese

mismo Cristo, a quien traicionaron y ven-

dieron como precio de sus desórdenes, y cuando oigan que les dice: ―Yo soy Cristo,

vuestro hermano mayor, a quien vosotros

crucificasteis‖. ¡Ah, el terror más horrendo

se apoderará de ellos, pero entonces ya será

demasiado tarde. Un momento antes, mien-

tras vivían en el mundo, estaban a tiempo

todavía de caer de rodillas ante Cristo cru-

cificado y pedirle perdón. Pero si llega a

producirse la muerte real, si el alma se

separa del cuerpo sin haberse reconciliado

con su Dios, eso ya no tiene remedio para

toda la eternidad

7) La sentencia irrevocable

La sentencia del juicio, será irrevocable,

definitiva. Por dos razones clarísimas:

Page 119: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

119

La primera, porque la habrá dictado el

Tribunal supremo de Dios. No hay apela-

ción posible. En este mundo, cuando un

tribunal inferior de una sentencia injusta, el

que se cree perjudicado puede recurrir al

tribunal superior. ¡Ah!, pero si la sentencia

la da el Tribunal Supremo, se acabó, ya no

se puede recurrir a nadie más. Este es el

caso de la sentencia de Dios en el juicio particular.

La segunda razón es también clarísima.

Sólo cabe el recurso contra una sentencia

injusta. Ahora bien: en el juicio particular,

el alma verá y reconocerá rendidamente

que la sentencia que acaba de recibir de

Dios es justísima, es exactamente la que

merece. No cabe reclamación alguna.

Y es sentencia justísima e inapelable que será de ejecución inmediata. Es de fe, lo ha

definido expresamente la Iglesia Católica.

El Pontífice Benedicto XII definió en 1336

que inmediatamente después de la muerte

entran las almas en el cielo, en el purgato-

rio o en el infierno, según el estado en que

haya salido de este mundo. En el acto, sin

esperar un instante.

Y no es menester que nadie le enseñe el

camino; ella misma se dirige, sin vacilar, hacia él. Santo Tomás de Aquino explica

hermosamente que así como la gravedad o

la ligereza de los cuerpos les lleva y empu-

ja al lugar que les corresponde (v.gr., el

globo, que pesa menos que el aire que

desaloja sube espontáneamente a las altu-

ras; un cuerpo pesado se desploma con

fuerza hacia el suelo): de modo semejante,

el mérito o los deméritos de las almas act-

úan de fuerza impelente hacia el lugar de

premio o de castigo que merecen, y el gra-

do de los méritos, o la gravedad de sus pecados, determinan un mayor ascenso o

un hundimiento más profundo en el lugar

correspondiente.

8) Nuestra respuesta ahora a este

trascendental hecho

Vale la pena, pensar seriamente estas cosas.

Vale la pena pensarlas ahora que estamos a tiempo de arreglar nuestras cuentas con

Dios.

En nuestro museo del Prado, de Madrid,

hay un cuadro maravilloso del pintor valli-

soletano Antonio de Pereda que representa

a San Jerónimo haciendo penitencia en el

desierto. Está desnudo de la cintura para

arriba. En su mano izquierda sostiene una

tosca cruz, que se apoya sobre el libro

abierto de las Sagradas Escrituras. Y, apoyándose con el brazo derecho sobre una

roca, escucha el Santo con gran atención el

sonido de una trompeta enfocada a sus

oídos. Es la trompeta de Dios, que al fin del

mundo, convoca a los muertos para el jui-

cio final. San Jerónimo se estremece al

pensar en aquella hora tremenda, y como

resultado de su meditación, se entregaba a

una penitencia durísima, a un ascetismo

casi feroz.

A nosotros no se nos pide tanto. No se nos exige que nos golpeemos el pecho desnudo

con una piedra, como hacía San Jerónimo.

Basta simplemente con que dejemos de

pecar y tratemos en serio de hacernos ami-

gos de Cristo, que será nuestro juez a la

hora de nuestra muerte. Santa Teresa del

Niño Jesús, que amaba a Cristo más que a

sí misma, exclamaba llena de gozo: ―¡Qué

alegría, pensar que seré juzgada por Aquel

a quien amo tanto!‖ Nadie nos impide a

nosotros comenzar a saborear desde ahora tamaña dicha y felicidad.

En cambio, el que ahora está pisoteando la

sangre de Cristo, el que prescinde ahora

entre risas y burlas de los Mandamientos de

la Ley de Dios y de la Iglesia, sepa que

tendrá también que ser juzgado por Cristo,

Y entonces caerá en la cuenta, demasiado

tarde, de que su tremenda equivocación no

tiene ya remedio para toda la eternidad.

Page 120: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

120

Estamos en el tiempo todavía. Abandone-

mos definitivamente el pecado. Procuremos

entablar amistad íntima con nuestro Señor

Jesucristo, para que cuando comparezca-

mos delante de Él, de rodillas, con reveren-

cia, ciertamente, pero al mismo tiempo con

inmenso amor y confianza, podamos decir-

le: ―¡Señor mío y Amigo mío, ten piedad

de mí!‖

Estaba muriéndose Santo Tomás de Aqui-

no, el Doctor Angélico, en el monasterio

benedictino de Fosanoa, en donde, sintién-

dose gravemente enfermo, hubo de hospe-

darse cuando se encaminaba al Concilio II

de Lyon. Pidió el Santo viático, y cuando

Jesucristo sacramentado entró en su habita-

ción, no pudieron contener al enfermo los

que lo rodeaban. Se puso de rodillas y

exclamó, con lágrimas en los ojos: ―Señor mío y Dios mío, por quien trabajé, por

quien estudié, de quien escribí, a quien

prediqué: venid a mi pobre corazón, que os

desea ardientemente como ciervo desea la

fuente de las aguas. Y dentro de unos mo-

mentos, cuando comparezca delante de

Vos, como Divino Juez de vivos y muertos,

recordad que sois el Buen Pastor y acoged

a esta pobre ovejita en el redil de vuestra

gloria‖.

Nosotros no podemos ofrecerle al Señor, a

la hora de la muerte, una vida inmaculada,

enteramente consagrada a su divino servi-

cio, como se la ofreció Santo Tomás de

Aquino, pero pidámosle la gracia de poder-

le decir con profundo arrepentimiento:

―Señor: El mundo, el demonio y la carne,

con su zarpazo mortífero, me apartaron

tantas veces de Ti. ¡Ah, si ahora pudiera

desandar toda mi vida y rectificar todos los

malos pasos que di, qué de corazón lo har-

ía, Señor! Pero siéndome esto del todo imposible, mírame con el corazón destro-

zado de arrepentimiento. Ten piedad de

mí‖.

Y Nuestro Señor Jesucristo –no lo dude-

mos-, en un alarde de bondad, de amor y de

misericordia, nos abrazará contra su Co-

razón y nos otorgará plenamente su perdón.

Para asegurarlo más y más llamemos desde

ahora en muestro auxilio a la Reina de los cielos y tierra, a la Santísima Virgen María,

nuestra dulcísimo Madre. Invoquémosla

todos los días de nuestra vida con el rezo

en familia del Santo Rosario, esa plegaria

bellísima, en la que le pedimos cincuenta

veces que nos asista a la hora de nuestra

muerte. Que venga, en efecto, a recoger

nuestro último suspiro y que ella misma

nos presente delante del Juez, su divino

Hijo, para obtener de sus labios divinos la

sentencia suprema de nuestra felicidad eterna. Así sea.

Page 121: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

121

D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y EL

JUICIO FINAL

LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE

El cuerpo duerme mientras espera la resurrección

ARGUMENTOS DE LA RAZÓN NATURAL QUE CONFIRMAN

LA VERDAD DE LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS

Argumento ontológico

Argumento de tipo moral

Argumento teológico

CÓMO Y EN QUÉ FORMA RESUCITAREMOS ¿Cómo es posible que resucitemos con nuestro propio cuerpo?

Nuestro cuerpo será transformado

JUICIO UNIVERSAL Y FINAL

Descripción del Juicio Final por el mismo Jesucristo

El porqué del juicio final según la razón natural

Para el triunfo público y solemne de Nuestro Señor Jesucristo

Por la necesidad del triunfo de la virtud ultrajada y el castigo del

vicio triunfante

Cómo se realiza el Juicio final

Evaluados en la caridad Evaluados en la justicia

Page 122: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

122

Page 123: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

123

D. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS Y

EL JUICIO UNIVERSAL

Les hablaba atrás del juicio particular. De ese juicio que todos y cada uno de

nosotros habremos de sufrir en el

momento mismo de la muerte, y en el

que contemplaremos la película de

toda nuestra ida, de todo cuanto hici-

mos a la luz del sol y en la oscuridad

de las tinieblas de nuestra niñez,

adolescencia, juventud, edad viril y

hasta en los años de nuestra anciani-

dad y vejez.

Pero ese juicio particular no basta. El

hombre no es solamente una persona

particular, sino también un miembro

de la sociedad, y, como tal, debe

sufrir un juicio público y solemne

ante la faz del mundo. Esto, que no

puede ser más razonable ante la sim-

ple razón natural, nos lo asegura

terminantemente la fe. Al fin de los

tiempos, tendremos que comparecer

todos juntos ante Dios en la asamblea

más solemne y grandiosa que jamás habrán visto los siglos: el juicio final.

Pero antes del juicio final se producirá otro

hecho tremendo, que constituye también un

dogma de nuestra fe católica: la resurrec-

ción de la carne. Y ahí tienen los dos puntos

que, a la luz de la teología católica, les voy

a exponer brevemente en este aparte: la

resurrección de la carne y el juicio final.

LA RESURRECCIÓN DE LA

CARNE Moriremos. Moriremos todos pero no del

todo. Lo mejor de nuestro ser –nuestra

alma, nuestro pensamiento y nuestro amor-

no morirá jamás. La muerte no tiene impe-

rio alguno sobre el alma.

Cuando el leñador, con los golpes del hacha, logra derribar el árbol, el pajarillo

que anidaba en sus ramas emprende el vue-

lo y marcha a posarse en otro lugar, porque

tiene vida propia, independiente, y no sigue

las vicisitudes de aquel árbol en que estaba

circunstancialmente posado.

Algo parecido ocurrirá con nuestra alma.

Cuando la guadaña de la muerte derribe por

el suelo el viejo árbol de nuestro pobre

cuerpo, nuestra alma volará a la inmortali-dad, porque tiene Vida propia y no necesita

del cuerpo para seguir viviendo.

El cuerpo duerme mientras espera la

resurrección

El alma, como decíamos antes, compare-cerá delante de Dios, y será juzgada. Nues-

tro cuerpo, mientras tanto, convertido en

cadáver, será llevado al cementerio.

Page 124: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

124

No se asusten con la palabra cementerio,

porque cristianamente considerada, no

puede ser más bella, ni más dulce, ni más

esperanzadora. ¿Saben lo que significa la

palabra cementerio? Proviene del griego

―kometerion‖, que significa dormitorio,

lugar de reposo, lugar de descanso.

¡Ah!, en los cementerios los muertos, en realidad están dormidos. Están durmiendo

nada más, porque la muerte, que no afecta

para nada el alma, tampoco destruye la vida

del cuerpo de una manera definitiva, sino

sólo provisionalmente: vendrá la resurrec-

ción de la carne. ¡Los muertos están dormi-

dos nada más.

Los cristianos deberíamos visitar con fre-

cuencia los cementerios. Es una meditación

estupenda, que eleva el corazón y el alma a Dios. Aquella paz, aquel sosiego, aquella

tranquilidad del cementerio, aquellos epita-

fios sobre las lozas sepulcrales, cargados de

luz y de esperanza; aquellos cipreses que se

yerguen hacia el cielo, señalando la patria

de las almas… ¡Cuánta belleza y poesía

cristiana, que nada tiene que ver con la

melancolía enfermiza de un romanticismo

trasnochado!

La palabra cementerio no tiene que asustar a nadie; es una palabra dulce, entrañable-

mente cristiana: es el dormitorio.

No emplees nunca la palabra ―necrópolis‖,

que prefiere la impiedad actual. La palabra

necrólpolis significa ciudad de muertos, y

eso no es verdad. El cementerio no es la

ciudad de los muertos. Es el dormitorio, el

lugar de descanso.

Nunca, he experimentado esta verdad con

tanta fuerza y con tanta suavidad y dulzura al mismo tiempo como visitando las Cata-

cumbas de Roma. Un grupo de jóvenes

dominicos españoles, que estábamos am-

pliando nuestros estudios teológicos en la

Ciudad Eterna, acudimos un día, por la

mañana temprano, a las catacumbas para

celebrar la Santa Misa junto al sepulcro de

los primeros cristianos. Satisfecha ya nues-

tra piedad, un guía hispanoamericano nos

acompañó por aquellos vericuetos subterrá-

neos, y pudimos contemplar por todas par-

tes los huesos de aquellos cristianos ente-

rrados allá en los primeros siglos de la

Iglesia, en la época terrible de las sangrien-

tas persecuciones. Al llegar al recodo, por encima del cual se filtraban, a través de una

claraboya, las primeras luces del amanecer,

apagó el guía su linterna al mismo tiempo

que decía: ―Oigan, Padres, oigan el silen-

cio‖. Escuchamos con atención, y, efecti-

vamente, no se oía nada; silencio, paz,

sosiego, nada más. Y nos dijo el guía:

―Duermen, duermen. ¡Ya despertarán!‖

Este es el sentido católico del cementerio:

un lugar de reposo, un dormitorio. Duer-men, pero despertarán al sonido de la trom-

peta.

Porque sonará la trompeta, lo dice el após-

tol san Pablo (1 Cor 15, 52). La trompeta –

aclara el evangelista San Juan- será la voz

de Cristo (Jn, 5 28), que dirá ―Levántaos,

muertos, y venid a juicio‖. E inmediata-

mente se producirá el hecho colosal de la

resurrección de la carne. Es un dogma de

nuestra fe católica, y en ese sentido tene-mos seguridad absoluta de que se producirá

la resurrección, puesto que la fe no puede

fallar, ya que se apoya inmediatamente en

la Palabra de Dios, que no puede engañarse

ni engañarnos. Estamos más ciertos, más

seguros de que se producirá el hecho de la

resurrección de la carne que de cualquier

verdad matemática o metafísica de eviden-

cia inmediata. El dato de la fe no puede

fallar. Pero como la fe nunca contradice la

razón, y la razón nunca puede contradecir a

la fe, los teólogos han encontrado fácilmen-te los argumentos de simple razón natural,

que muestran la altísima conveniencia y

maravillosa armonía del dogma de la resu-

rrección universal. Les voy a hacer un

brevísimo resumen de tales argumentos.

Page 125: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

125

ARGUMENTOS DE RAZÓN

NATURAL QUE CONFIRMAN LA

VERDAD DE LA

RESURRECCIÓN DE LOS

MUERTOS

Los principales son tres, que Santo Tomás

de Aquino expone con la maestría sin igual que le caracteriza. Les voy a hacer un re-

sumen de su magnífica argumentación.

Argumento ontológico

En primer lugar hay un argumento ontoló-

gico, de alta envergadura metafísica: por ser

el alma la forma sustancial del cuerpo.

El alma es una sustancia incompleta, y el

cuerpo también. Han sido creados y forma-

dos una para el otro, para completarse mu-

tuamente constituyendo la persona humana.

El alma dice una relación trascendental

hacia su propio cuerpo, una especie de

exigencia del mismo, y el cuerpo encuentra

en su propia alma el complemento adecua-

do que necesita para vivir. Son dos sustan-

cias incompletas, repito, que al juntarse y

unirse vitalmente constituyen la persona

humana. Al separarse se produce un estado de violencia, un estado antinatural o, por lo

menos, no natural, como decimos en filo-

sofía. Hay una tendencia del alma hacia el

cuerpo, y, en cierto modo, del cuerpo hacia

el alma, porque se necesitan y complemen-

tan mutuamente. El cuerpo separado del

alma no es una persona humana, es un

cadáver, y el alma separada del cuerpo

tampoco es persona humana. La persona

humana resulta de la unión sustancial del

alma y del cuerpo, de suerte que, al separar-se el alma y el cuerpo, queda rota nuestra

personalidad. El alma sin el cuerpo está

incompleta, le falta algo. Por consiguiente,

la sabiduría infinita de Dios, que ha puesto

en el alma esta tendencia trascendental a su

propio cuerpo, debe reunir otra vez los

elementos que Él ha creado para que vivan

juntos. He aquí una razón estrictamente

filosófica, ontológica, natural. En virtud de

la relación trascendental del alma hacia su

propio cuerpo es conveniente sobremanera

la resurrección de la carne. Una vez más la

razón confirma un dato de la fe.

Argumento de tipo moral

El segundo argumento es de tipo moral. El

cuerpo ha sido instrumento del alma para la

práctica de la virtud o del vicio. ¡Cuánta

mortificación exige la práctica del Evange-

lio, la auténtica vida cristiana! El cuerpo

tiene tendencias que tiran hacia abajo; la

virtud, exigencias que tiran hacia arriba. Y

ese contraste, ese antagonismo de las dos

tendencias, produce una lucha terrible, que

describe el apóstol San Pablo. Para practi-car la virtud hay que hacer un gran esfuer-

zo. Hay que mortificar continuamente las

tendencias malsanas del cuerpo. Y es muy

justo que el cuerpo que en la práctica de la

virtud ha tenido que mortificarse tanto

resucite para percibir el premio que le co-

rresponde. En realidad fue el alma la que

luchó y triunfó con la práctica de la virtud,

pero el cuerpo fue el instrumento del que

ella se valió para practicar sus actos más

heroicos. Es justo que también el instru-mento reciba el premio correspondiente.

El mismo argumento vale para reclamar y

justificar la resurrección del cuerpo de los

condenados, ese cuerpo que fue instrumen-

to de tantos placeres prohibidos por Dios.

La inmensa mayoría de los pecados que

cometen los hombres tienen por objeto

satisfacer las exigencias de la carne, gozar

de los placeres prohibidos. En realidad fue

el alma la que cometió formalmente el pecado, pero lo hizo empujada, y casi obli-

gada, por las exigencias desordenadas del

cuerpo. Justo es que, a la hora de la cuenta

definitiva, resucite el cuerpo pecador para

que reciba también su correspondiente

castigo. No puede ser más lógico ni natural.

Page 126: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

126

Argumento teológico

Hay, finalmente, un argumento teológico de

gran envergadura. Está revelado por Dios

que Cristo triunfó plenamente de la muerte

(1 Cor 15, 55). Triunfó de ella, en primer

lugar, resucitándose a Sí mismo, gloriosa-mente, al tercer día después de su cruci-

fixión y muerte. Y tiene que triunfar de ella

también en todos sus redimidos, buenos y

malos. Porque es de fe, que Cristo murió

por todos, no solo por los predestinados. Y

como la muerte es una consecuencia del

pecado, y Cristo vino a destruir el pecado,

es preciso que la muerte sea vencida en

todos sus redimidos, buenos y malos, ya

que el triunfo sobre la muerte corresponde a

Cristo como Redentor de todo el género

humano, independientemente de los méritos o deméritos de cada hombre en particular.

Estos argumentos, como se ve, manifiestan

la alta conveniencia de la resurrección de la

carne a la luz de la simple razón natural,

pero nuestra fe no se apoya en los argumen-

tos de la razón, aunque sean tan claros, tan

profundos y tan convincentes, sino en la

Palabra de Dios, que no puede engañarse ni

engañarnos. El cielo y la tierra pasarán pero

la Palabra de Dios no pasará jamás. Pode-mos estar seguros de ello.

CÓMO Y EN QUÉ FORMA

RESUCITAREMOS

¿Cómo es posible que resucitemos

con nuestros propios cuerpos?

¿Y saben cómo resucitaremos?

Maravillosa la teología de la resurrección

de la carne. En primer lugar, resucitaremos

con nuestros propios cuerpos, los mismos que ahora tenemos. Está definido por la

Iglesia. Inocencio III impuso a los valden-

ses la siguiente profesión de fe: ―Creemos

de corazón y confesamos con la boca la

resurrección de esta misma carne que ahora

tenemos y no otra‖. La Iglesia ha repetido

reiteradamente semejante rotunda afirma-

ción.

Es como para echarse a reír que alguien, en

nombre de una pretendida filosofía de una

pseudociencia trasnochada, se empeñe en

poner obstáculos a la resurrección del mis-

mo cuerpo numérico que ahora tenemos. Es

como para echarse a reír o, quizá mejor, para tener compasión de la estupenda igno-

rancia que con ello se pone de manifiesto.

¿Qué es más fácil, señores, sacar una cosa

absolutamente de la nada produciéndole el

ser en toda su integridad, sin ninguna mate-

ria preexistente, como ocurrió al principio

del mundo con el acto creador, o recoger

nuestras propias cenizas, que son algo tan-

gible y existente, aunque el viento las haya

dispersado a los cuatro puntos cardinales?

¡Si para Dios es ésta la cosa más sencilla del mundo!

Fíjense con lo que ocurre con un elec-

troimán. Aplicado a un montón de basura

no recoge, no atrae hacia sí nada más que

las limaduras de hierro; las selecciona ins-

tantáneamente y las atrae hacia sí, dejando

intacto todo lo demás. Algo parecido ocu-

rrirá con la resurrección de la carne. El

electroimán poderosísimo de la omnipoten-

cia divina atraerá desde los cuatro puntos cardinales, donde quiera que el viento las

haya dispersado, nuestras propias cenizas y

reconstruirá instantáneamente nuestro mis-

mo cuerpo. El mismo numéricamente, el

mismísimo que ahora tenemos, aunque

adornado de estupendas prerrogativas, co-

mo veremos más adelante.

La química moderna ha logrado desintegrar

el átomo. Pero desde mucho atrás sabíamos

ya que dentro del átomo existe todo un

verdadero sistema planetario. Millones y millones de electrones, que, girando verti-

ginosamente en trillonadas de revoluciones

por minuto, nos dan la sensación de la ma-

teria continua, cuando en realidad no existe

más que la materia discreta o discontinua.

Page 127: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

127

El mundo de la materia se reduce electrones

y protones y otras partículas subatómicas en

vertiginoso movimiento. Lo demás son

meras ilusiones ópticas. En un pedazo de

madera, que parece compacto y continuo,

hay trillonadas de elementos ultramicroscó-

picos, que están dando vueltas vertiginosa-

mente, a velocidades fantásticas, dándonos

la sensación de una cosa continua, cuando

en realidad no hay más que una danza gi-gantesca de partículas e intercambios de

energía.

Ahora bien: la omnipotencia de Dios, que

supo sacar de la nada esas partículas que

componen nuestro cuerpo, ¿no podrá volver

a reorganizarlo aunque sus componentes

estén dispersos en los cuatro puntos cardi-

nales del universo?

No se sigue inconveniente alguno de este hecho. Porque, como explica Santo Tomás,

para que resucite el mismo cuerpo numéri-

camente no se requiere que se reintegre a él

toda la materia que lo constituyó anterior-

mente. Basta con que se recupere la sufi-

ciente para salvar la identidad numérica,

supliendo la divina potencia divina lo que

falte. Pero aún en este mundo vemos que el

niño va creciendo y desarrollándose –

cambiando totalmente o en parte grandísi-

ma, cada siete años aproximadamente toda la materia corporal que lo constituye, sin

dejar de tener siempre el mismo cuerpo y el

mismo ser, con conciencia de sí.

Sin duda alguna que la resurrección de la

carne constituirá un gran milagro, que tras-

ciende en absoluto las fuerzas de la simple

naturaleza, Pero la omnipotencia divina lo

realizará con suma facilidad y sencillez.

Para el que supo sacar de la nada todo cuan-

to existe al conjuro taumatúrgico de su

palabra creadora, no puede ofrecer dificul-tad alguna la simple reorganización de una

materia ya existente, aunque el viento la

haya dispersado por el mundo, o haya sido

desintegrada en una explosión atómica.

Nuestro cuerpo será transformado

La segunda cualidad de los cuerpos resuci-

tados es la integridad perfecta. Ello quiere decir que resucitarán sin los fallos y defi-

ciencias que acaso tuvieron en este mundo

(deformidades, falta de algún miembro, o

facultad, etc.).

Y ¿por qué así? Santo Tomás expone tres

argumentos de alta conveniencia: porque la

resurrección será obra de Dios, que nunca

hace las cosas imperfectas; porque es con-

veniente que los buenos reciban en la inte-

gridad de su cuerpo la plenitud del premio, y los malos, la plenitud del castigo; y por-

que deben resucitar todos los miembros

que el alma tenga aptitud natural para in-

formar, con el fin de que no quede manca, o

imperfecta, esa tendencia natural.

Resucitaremos íntegros. Y según una opi-

nión probable, compartida por gran número

de teólogos y de Santos Padres, los bien-

aventurados resucitarán en plena edad juve-

nil, porque Cristo -modelo de los resucita-

dos gloriosos- resucitó joven, en la plenitud de su vida, y porque la juventud es la edad

más hermosa de la vida y es conveniente

que los eternos moradores del cielo resuci-

ten con un cuerpo hermosísimo, en el que

brillen todos los encantos de una perpetua y

radiante primavera. No así para los que

resuciten para la condenación eterna.

Repito, sin embargo, que esto no es un dato

de fe, sino una opinión teológica muy bella

y razonable.

No todos los hombres resucitarán en el mismo esta-

do, pues mientras los cuerpos de los réprobos apare-

cerán espantosos y llenos de ignominia, los de los

justos, a semejanza de Cristo resucitado, tendrán los

dotes de los cuerpos gloriosos, “Todos resucitaremos,

mas no todos seremos mudados”, esto es glorificados

(1Cor 15, 51). “Cristo transformará nuestro cuerpo

abatido para hacerlo conforme al suyo glorioso”.( Fil

3, 21)

Page 128: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

128

EL JUICIO UNIVERSAL Y

FINAL

Sublime el dogma de la resurrección de la

carne. Pero terriblemente trágico lo que

ocurrirá inmediatamente después de produ-

cirse ese hecho colosal. La asamblea de

todos los resucitados, buenos y malos,

comparecerá delante de Cristo Juez para la

celebración del tremendo drama del juicio

universal, en el que vamos a meditar unos instantes.

Descripción del Juicio final por el

mismo Jesucristo

Ha sido el mismo Jesucristo quien se ha

dignado describir con toda clase de detalles la escena del juicio final. No se trata de una

opinión teológica más o menos probable.

Son datos de fe. Constan expresamente en

el Evangelio.

En él se nos dice que aparecerá en el cielo

la señal del Hijo del Hombre –la santa cruz,

acaso la misma numéricamente en que se

consumó el sacrificio del Calvario- , y con-

templarán todos los resucitados al mismo

Hijo del Hombre, que vendrá sobre las

nubes con gran poder y majestad. Y ante Él caerán de rodillas todos los hombres del

mundo, los buenos y los malos, los bien-

aventurados y los condenados. Tendrán que

ponerse de rodillas ante Cristo glorioso los

que en este mundo le persiguieron, los que

le escupieron, los que le clavaron en la cruz,

los grandes perseguidores de la Iglesia, los

que intentaron borrar su nombre de la histo-

ria de la humanidad. Santo Tomás de Aqui-

no explica que hasta los mismos condena-

dos contemplarán aquel día la gloria radian-te de Cristo para su mayor vergüenza, es-

panto y confusión. Y es entonces es cuando

se realizará la separación tremenda y defini-

tiva. No quiero añadir un solo detalle por

mi cuenta. Escuchen las palabras mismas

del Evangelio:

―Cuando el Hijo del Hombre venga en su

gloria y todos los ángeles con Él, se sentará

sobre su trono de gloria, y se reunirán en su

presencia todas las gentes, y separará a

unos de otros, como el pastor separa las

ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a

su derecha y los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el Rey a los que estén a su

derecha: ―venid benditos de mi Padre, to-

mad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo…‖

Y dirá a los de la izquierda: ―Apartaos de

Mí, malditos, al fuego eterno, preparado

para el diablo y sus ángeles…‖

E irán al suplicio eterno, y los justos a la

vida eterna‖ (Mt 25, 31-46)

Estos son los datos de la fe, las noticias que

nos ha proporcionado el mismo Cristo, que actuará de Juez supremo de vivos y muertos

en aquella tremenda asamblea. Estos datos

se cumplirán al pie de la letra: la palabra de

Cristo no puede fallar.

El porqué del Juicio final según la

razón natural

Pero es conveniente que examinemos las

razones de altísima conveniencia que la

simple razón natural descubre ante el hecho

formidable del juicio final.

Para el triunfo público y solemne de

Nuestro Señor Jesucristo: La primera

de todas, e el triunfo público y solemne de

Nuestro Señor Jesucristo ante la faz del

mundo entero.

Tiene perfectísimo derecho a ello. Dice el

apóstol San Pablo que Cristo Nuestro Se-

ñor, siendo nada menos que el Hijo de

Dios, ―se anonadó tomando la forma de

esclavo y se humilló haciéndose obediente

hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual, Dios lo exalto y le otorgó un nombre

sobre todo nombre, a fin de que se doble

Page 129: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

129

ante Él toda rodilla en el cielo, en la tierra y

en los abismos‖ (Fil 2, 7-11).

Es necesario, en efecto, que Cristo sea exal-

tado sobre las nubes del cielo en justa com-

pensación de sus tremendas humillaciones.

Porque asusta, considerar hasta qué punto

quiso humillarse y anonadarse por nuestro

amor.

Cuando quiso venir al mundo, no encontró

siquiera un lugar decente dónde nacer.

Nació como un gitano -¡perdóname Señor!-

en una cueva abandonada en las afueras de

un pueblo y fue reclinado sobre unas pajas

en un pesebre de animales, ―porque no

hubo lugar para ellos en el mesón‖. Si San

José y la Virgen María hubieran poseído

grandes bienes de fortuna, ¡vaya si hubiera

habido lugar para ellos en el mesón! Pero

eran unos pobres aldeanos, no tenían nada, y Cristo tuvo que nacer en el portal de

Belén y ser reclinado sobre las pajas de un

pesebre.

Y poco tiempo después, la persecución de

Herodes. Y tiene que huir a Egipto como

un malhechor. Y cuando regresa a Nazaret

comienza su vida oculta, llena de privacio-

nes y trabajos. Nuestro Señor Jesucristo no

tenía las manos finas del señorito, sino las

ásperas del obrero manual: era un pobre carpintero.

Y cuando empezó a predicar el Evangelio,

derrochó bondad y misericordia, sanó a los

enfermos, devolvió la vista a los ciegos, el

oído a los sordos, el movimiento a los pa-

ralíticos y hasta la vida a los muertos. Pasó

por el mundo haciendo bien, y, a pesar de

ello, los escribas y fariseos le persiguieron

y calumniaron brutalmente: ―¡es un samari-

tano! ¡Hace los milagros en nombre de

Belcebú! ¡Es un embaucador de masas, está soliviantando al pueblo!! Y cuando logra-

ron crucificarle, -y esto ya es el colmo-, le

desafiaron burlescamente: ―¿Pues no eres el

Hijo de Dios? ¡Baja de la cruz y entonces

creeremos en Ti‖ Y Jesucristo pasó por esta

humillación suprema, aceptó aquellas bur-

las y carcajadas, aquel espantoso fracaso,

porque quiso salvarnos a todos con su

muerte infamante en la cruz. Nos amó tanto

que se olvidó de Sí mismo aceptando aque-

llos dolores y humillaciones inefables.

Y después de su muerte y a través de los

siglos de la historia, todavía se sigue persi-

guiendo en su Iglesia y en sus discípulos. Las catacumbas, los cristianos arrojados a

las fieras, las iglesias destruidas, los sacer-

dotes asesinados…, y eso no en una época

determinada de la historia, sino –con mayor

o menor intensidad- siempre y en todas

partes. Y todavía hoy, en los países comu-

nistas e islamitas, la Iglesia de Cristo sufre

y se desangra ante la indiferencia o la com-

plicidad de la mayor parte de las naciones

civilizadas.

Esto no puede quedar así. Es preciso –lo

exige la justicia más elemental- que caigan

de rodillas ante Cristo, por las buenas o por

las malas, todos sus mortales enemigos:

desde Anás y Caifás, hasta Nerón y Juliano

el Apóstata; desde Voltaire y Renán hasta

los corifeos de la masonería y del comu-

nismo internacional. Mal que les pese,

todos ellos caerán de rodillas ante Cristo y

reconocerán que es el Hijo de Dios y el Rey

de los cielos y de la tierra.

El triunfo grandioso y público de Cristo: he

ahí la primera razón del juicio final.

Por la necesidad del triunfo de la

virtud ultrajada y el castigo del vicio

triunfante: Pero hay una segunda razón que justifica plenamente ese juicio: el triun-

fo de la virtud ultrajada y el castigo del

vicio triunfante.

En este mundo, suelen triunfar los malva-

dos. Y la virtud ultrajada y escarnecida,

suele terminar en la cárcel, en el destierro,

cuando no en la más afrentosa de las muer-

tes. Los ejemplos históricos y contemporá-

Page 130: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

130

neos son tan abundantes y conocidos, que

renuncio a poner alguno.

No se escandalicen de este hecho. No les

cause extrañeza alguna, porque tiene una

explicación clarísima a la luz de la teología

católica y aún del simple sentido común.

Ha sido siempre así y continuará siendo

hasta el fin de los siglos: en este mundo

triunfarán siempre los malos y los buenos siempre serán perseguidos. ¡Siempre!

Que no les escandalice esto, ya que la ex-

plicación es sencillísima. Es una conse-

cuencia lógica de la infinita justicia de

Dios.¿Les extraña esta afirmación? Tengan

la bondad de escucharme un momento.

No hay hombre tan malo que no tenga algo

de bueno, y no hay hombre tan bueno que

no tenga algo de malo, Y como Dios es infinitamente justo, ha de premiar a los

malos lo poco bueno que tienen y ha de

castigar a los buenos lo poco malo que

hacen. Esto es cosa clara: lo exige así la

justicia de Dios.

Ahora bien: como los malvados, en castigo

de sus crímenes, irán al infierno para toda la

eternidad, Dios les premia en esta vida las

pocas cosas buenas que hacen. Y como los

buenos han de ir al cielo para toda la eterni-dad, Dios comienza a castigarles en esta

vida lo poco malo que tienen, con el fin de

ahorrarles totalmente, o en parte, las terri-

bles purificaciones ultraterrenas.

Ahí tienen la clave del misterio. La mejor

señal de reprobación, la más terrible señal

de que un hombre malvado acabará en el

infierno para toda la eternidad, es que sien-

do efectivamente un malvado, un anticató-

lico, un blasfemo, un ladrón, un inmoral,

etc., triunfe en este mundo y todo le salga bien. ¡Pobre de él! No le tengan envidia por

sus triunfos, ténganle profunda compasión.

¡La que le espera para toda la eternidad!

Dios le está premiando en este mundo lo

poquito bueno que tiene y le reserva para el

otro el espantoso castigo que merece para

toda la eternidad. ¡No tengan envidia de los

malvados que triunfan, ténganles profunda

compasión!

En cambio, no tengan compasión del bueno

que sufre, no compadezcan a los Santos que

en este mundo sufren tanto y son víctimas

de tantas persecuciones. Ténganles, más

bien, una santa envidía; porque esos fraca-sos y tribulaciones humanas dicen muy a

las claras que Dios les castiga en este mun-

do misericordiosamente sus pequeñas faltas

y flaquezas para darles después el premio

espléndido de sus virtudes en la eternidad

bienaventurada.

Los Santos, veían con toda claridad estas

cosas. Iluminados por las luces de lo alto,

se echaban a temblar cuando las cosas les

salían bien, pensando que quizá Dios les quería premiar en este mundo las pocas

virtudes que practicaban, reservando para el

otro castigo que los muchos defectos que en

su humildad multiplicaba y agrandaba. Y,

al contrario: cuando el mundo les perseguía,

cuado les pisoteaban, levantaban sus ojos al

cielo para darle rendidas gracias a Dios,

porque esperaban de Él el perdón y la re-

compensa en el cielo, por toda la eternidad.

Esto que los Santos veían ya con toda clari-dad en este mundo, es preciso que aparezca

con la misma evidencia palmaria ante la

humanidad entera.

Es preciso que se desvanezca el tremendo

escándalo del triunfo de los malos y el

fracaso de los buenos. Tiene que haber un

juicio universal y lo habrá. Entonces vol-

verán las cosas al lugar que les corresponde

y se verá claramente quiénes son los que

verdaderamente han triunfado y quiénes

han fracasado para toda la eternidad.

Esto que acabamos de decir en términos

generales, podría concretarse en infinitos

casos particulares. ¡Cuántas veces el justo e

inocente aparece ante los hombres como

Page 131: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

131

culpable y pecador. Errores judiciales, ca-

lumnias atroces que no se desvanecen,

virtudes heroicas ignoradas o perseguidas…

Las cosas no pueden quedar así. En el juicio

particular se hace justicia a todos, pero

únicamente en el fuero meramente indivi-

dual o particular. Es preciso que haya un

segundo juicio, público y universal, donde

aparezca radiante ante todos, la inocencia ultrajada de los justos.

Y, al contrario, ¡cuántas veces son tenidos

en este mundo por personas honorables los

más vulgares malhechores! El caballero

―intachable‖ que tenía tratos con una mujer

que no era la suya; el vulgar estafador que

pasaba por hombre honorable o comercian-

te ―inteligente‖; el joven disoluto que apa-

recía ante la sociedad como modelo y

ejemplo de buenas costumbres; el sacrílego que comulgaba con edificante piedad des-

pués de haberse callado, a sabiendas, un

pecado grave en la confesión; los crímenes

conyugales perpetrados en el seno del hogar

al amparo de las tinieblas… Todo aparecerá

ante la faz del mundo el día de la cuenta

definitiva.

Y los pecados colectivos de las naciones,

los grandes crímenes políticos, las injusti-

cias sociales, los negocios fabulosos, las recomendaciones injustas, las maquinacio-

nes tenebrosas d las sociedades anticatóli-

cas… ¿Por qué permite Dios tantas mons-

truosidades? Sencillamente porque habrá un

juicio final en el que Dios mismo echará

abajo las caretas y disfraces de tantos hipó-

critas enmascarados y pronunciará el ana-

tema eterno sobre tantos crímenes impunes.

Estas son, las razones principales que el

simple buen sentido descubre sin esfuerzo

para comprender lo justo y lo razonable del juicio universal. Nuestra fe, sin embargo,

no se apoya en esas razones, sino en la

palabra divina de Jesucristo. Lo ha revelado

Él: habrá un juicio universal y habrán de

comparecer en él todos los hombres del

mundo, sin excepción.

Cómo se realiza el juicio final

Pero todavía concretó mucho más Nuestro

Señor Jesucristo en el anuncio y descrip-ción del juicio final. Se dignó revelarnos,

con todo detalle, la sentencia misma que

pronunciará en aquella tremenda asamblea

mundial. Hela aquí, tomada textualmente

del Evangelio:

―Entonces dirá el Rey a los que estén a su

derecha: ―venid, benditos de mi Padre,

tomad posesión del reino preparado para

vosotros desde la creación del mundo. Por-

que tuve hambre y me disteis de comer;

tuve sed y me disteis de beber; peregriné y me acogisteis; estaba desnudo y me vestis-

teis; enfermo y me visitasteis; preso y vinis-

teis a verme‖.

Y le respondieron los justos: ―Señor,

¿cuándo te vimos hambriento y te alimen-

tamos, sediento y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos,

desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos

enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?‖

Y el Rey les dirá: ―En verdad os digo que

cuantas veces hicisteis eso a uno de estos

mis hermanos menores, a Mí me lo hicis-

teis‖.

Y dirá a los de la izquierda: ―Apartaos de

Mí, malditos, al fuego eterno, preparado

para el diablo y sus ángeles. Porque tuve

hambre y no me disteis de comer; tuve sed

y no me disteis de beber; fui peregrino y no

me alojasteis; estuve desnudo y no me ves-tisteis; enfermo y en la cárcel y no me visi-

tasteis‖.

Entonces, ellos responderán, diciendo:

―Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o

sediento, o peregrino, o enfermo, o en pri-

sión, y no te socorrimos?‖ él les contestará

diciendo: ―En verdad os digo que cuando

Page 132: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

132

dejasteis de hacer eso con uno de estos

pequeñuelos, conmigo lo hicisteis‖.

E irán al suplicio eterno, y los justos, a la

vida eterna‖. (Mt 25, 23-46)

Esto es dogma de fe, son palabras de Cristo,

no son opiniones inventadas por los teólo-

gos, no son ―cosas de curas y frailes‖, como

dicen insensatamente los incrédulos. Son cosas de Cristo, están en el Evangelio, se

cumplirán al pie de la letra.

Evaluados en la caridad. Es convenien-

te, que meditemos un poco en el verdadero

significado y alcance de esa fórmula divina

del juicio universal.

Sería un error pensar que en el juicio final se nos examinará exclusivamente sobre la

práctica de las obras de caridad. Es cosa

clara e indiscutible, que tanto en nuestro

juicio particular, como en el juicio univer-

sal, se nos juzgará acerca de todo el conjun-

to de la ley de Dios, sin excluir ninguno de

sus mandamientos. Pero no olvidemos que,

en cierta ocasión, los escribas y fariseos

preguntaron al mismo Cristo: ―Maestro,

dinos: ¿Cuál es el primero y más importante

de los preceptos de la Ley? Y Jesucristo contestó, sin vacilar: Amarás al Señor, tu

Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma

y con toda tu mente. El segundo, semejante

a éste, es: Amarás al prójimo como a ti

mismo. De estos dos preceptos penden la

ley y los profetas‖ (Mt 22, 35-40).

Con esta respuesta, Cristo quiso poner de

manifiesto que, ante todo y sobre todo, la

ley evangélica es una ley de caridad. Por

eso aludirá a ella especialisimamente en la fórmula del juicio universal. Se nos exami-

nará, sin duda alguna, de toda la ley y los

profetas; pero ante todo, y sobre todo, de la

caridad, que es su resumen y compendio.

Se nos preguntará, principalmente, si hemos

dado de comer al hambriento y de beber al

sediento; si hemos visitado a los enfermos y

presos; si hemos vestidos al desnudo y

hospedado a los peregrinos; si hemos ense-

ñado al que no sabe, corregido al que yerra

y dado buenos consejos al que los necesita-

ba; si hemos consolado al triste y hemos

sufrido con paciencia los defectos de nues-

tros prójimos.

Ante todo, y sobre todo, la caridad. Hay

mucha gente que está completamente equi-vocada; son legiones los que han falsificado

el cristianismo. No sin alguna razón nos

echan en cara por esos mundos de Dios a

los católicos, que hemos falsificado el cato-

licismo, que lo hemos transformado en una

serie de cofradías y capillitas, de procesio-

nes y desfiles espectaculares, y nos hemos

olvidado de la verdad, de la justicia y de la

caridad. Esto es lo que habría que hacer, sin

omitir aquello, como dice el Señor en el

Evangelio. Todo aquello está muy bien. Benditas cofradías, benditas procesiones,

benditos escapularios y medallas. Pero esto

sólo, ¡no! Esto solo, no es el catecismo.

Es catolicismo es, ante todo, y sobre todo,

caridad, amor, compenetración íntima en

Cristo de los de arriba y de los de abajo y

de los del medio: ―Ya no hay judío ni grie-

go; ya no hay esclavo ni libre; ya no hay

hombre ni mujer; todos sois uno en Cristo‖

(Gal 3, 28)

Este es el verdadero cristianismo. Ante todo

y sobre todo caridad. Que hay muchos

cristiano, que pertenecen a todas las cofrad-

ías, que andan cargados de escapularios y

de medallas y no tienen caridad. Y cometen

con ello un gravísimo escándalo, porque

hacen odiosa la religión a los fríos e indife-

rentes y esterilizan la sangre de Cristo sobre

tantos y tantos desgraciados.

Ante todo y sobre todo la caridad, La salva-ción del mundo, la salvación de esta socie-

dad pagana y alejada de Dios, no podrá

venir de otra manera que por la auténtica y

desbordada inundación de caridad por parte

de todos los católicos del mundo. Mientras

Page 133: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

133

no practiquemos la caridad no seremos

auténticamente cristianos, no podremos

llevar al mundo el auténtico mensaje de

Cristo. La caridad por encima de todo.

Evaluados en la justicia. ¡Ah!, pero no

olvidemos que la caridad, la reina de las virtudes, no puede venir en suplencia de la

justicia, otra virtud fundamentalísima. La

caridad no puede ser el paliativo que encu-

bra los fraudes de la justicia, sobre todo en

lo social; tiene que venir a complementarla,

a darle su último toque, su esplendor y su

brillo cristiano. Hay que practicar la justicia

social en la forma proclamada en estos

últimos tiempos por los grandes Papas,

Vicarios de Cristo en la tierra. El obrero, el

trabajador tiene derecho a comer, no en

plan de limosna, no en plan de caridad: en plan de estricta justicia social. El obrero,

por su mera condición humana, por el solo

hecho de haber nacido, tiene derecho a

percibir –con base en su trabajo- el jornal

suficiente para vivir él, su mujer y sus hijos.

La doctrina social de la Iglesia está bien

clara: salario familiar, participación en los

beneficios de la empresa, introducción

progresiva en el contrato de trabajo de ele-

mentos de contrato de sociedad. Y el em-presario, el patrono, que pudiendo incorpo-

rar esta doctrina a su empresa o negocio –

aunque sea, naturalmente, disminuyendo

sus pingües ganancias, no lo hace, es un

mal católico y está quebrantando uno de sus

más gravísimos deberes.

Claro que el obrero tiene, por su parte, la

obligación de trabajar. Porque es preciso

reconocerle que se está abusando demasia-

do al proclamar exclusivamente los dere-chos de los obreros, sin hablarles jamás de

sus deberes. Es preciso proclamar bien alto

que los obreros tienen derechos indiscuti-

bles por exigencias de la ley natural: tienen

derecho al salario suficiente, tienen derecho

a comer. ¡Pero tienen también obligación de

trabajar! No es lícito boicotear a la empresa,

dejar de trabajar y exigir un salario indivi-

dual o familiar que no se ha ganado honra-

damente con el trabajo estipulado. ¡Que

trabaje el obrero y que el patrono le dé el

salario que necesita para atender a sus nece-

sidades! Los dos tienen que cumplir sus

deberes para que puedan reclamar sus dere-

chos. Eso es lo que pide y exige la justicia

más elemental y hasta la verdadera caridad

cristiana.

¡Ah, si practicáramos todos la verdadera

justicia social, completada por la más en-

trañable caridad cristiana! ¡Qué pronto

cambiaría la faz del mundo! Serían imposi-

bles los conflictos sociales, los cataclismos

internacionales, la amenaza continua de

guerra.

Cumplidas todas las exigencias de la justi-

cia social, todavía queda un amplio margen

para la caridad cristiana. ¡Cuántos sufri-mientos y dolores se pueden aliviar, cuántas

lágrimas enjugar con el pañuelo de la cari-

dad cristiana!

¡Ricos que me escuchan! Tienen en sus

manos un gran instrumento de salvación.

Utilicen esas riquezas para granjeros ami-

gos en el cielo, como dice Nuestro Señor

Jesucristo en el Evangelio. Utilicen esas

riquezas para practicar, con mano espléndi-

da, la limosna al necesitado, como pide la caridad cristiana. Justicia social, sin duda

alguna; pero ella sola no basta. La justicia

puede mitigar las luchas sociales, pero

nunca podrá realizar la unión de los corazo-

nes. Es preciso completar la justicia con la

caridad cristiana. Y entonces, sí. Cuando

los de arriba y los de abajo y los del medio

practiquemos la gran virtud, de la que están

pendientes toda la Ley, los Profetas, sere-

mos auténticamente cristianos y alcanzare-

mos, en el juicio final, la dicha inefable de

estar a la derecha de Jesucristo para oír de sus labios divinos la sentencia suprema que

habrá de hacernos felices para toda la eter-

nidad. Así sea.

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135

E. EL INFIERNO

INTRODUCCIÓN

Tema incómodo pero necesario

Un dogma católico que no se puede suprimir

LA EXISTENCIA DEL INFIERNO

El testimonio de Jesús mismo

Tipos de incredulidades respecto a la existencia del infierno

DESCRIPCIÓN DEL INFIERNO HECHA POR

JESÚS MISMO

PENA DE DAÑO

PENA DE SENTIDO

ETERNIDAD DE AMBAS PENAS

¿CÓMO PUEDE COMPAGINARSE ESTO CON LA

MISERICORDIA DE DIOS?

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136

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137

E. EL INFIERNO

INTRODUCCIÓN

Expusimos atrás, a la luz de la teología

católica, dos grandes dogmas de nuestra fe:

la resurrección de la carne y el juicio final.

Asistimos con la imaginación a aquella

escena tremenda, la más trascendental de la

historia de la humanidad, que tendrá lugar al fin de los siglos; y oímos la sentencia de

Jesucristo, sentencia de bendición para los

buenos: ―Venid, benditos de mi Padre, a

poseer el reino que está preparado para

vosotros‖, y sentencia de maldición para los

réprobos: ―Apartaos de Mi, malditos, al

fuego eterno.

No podemos rehuir estos temas trascenden-

tales que nos salen ahora al paso. Se trata

de dos temas importantísimos de nuestra fe:

la existencia del cielo y del infierno, el destino eterno de las almas inmortales.

Prefiero dejar para después, la descripción

del panorama deslumbrador del cielo. Será

una exposición llena de luz, de alegría, de

colorido, que expansionará nuestro corazón.

Pero ahora, no tenemos más remedio que

enfrentarnos con el tema tremendo, terri-

blemente trágico, del destino eterno de los

réprobos.

Tema incómodo pero necesario

Es un tema muy incómodo y desagradable,

lo sé muy bien. Me gustaría y les gustaría

muchísimo más que les hablara, por ejem-

plo de la infinita misericordia de Dios para

con el pecador arrepentido. Se ha dicho que

la sensibilidad y el clima intelectual moder-

no no resiste el tema del infierno tan in-

cómodo y molesto; que es preferible hablar de la caridad, de la justicia social, del amor

y compenetración de los unos con los otros,

y otros temas semejantes.

Son temas maravillosos, ciertamente; son

temas cristianísimos. Pero la Iglesia Católi-

ca no puede renunciar, de ninguna manera,

a ninguno de sus dogmas. Yo respeto la opinión de los que dicen que en estos tiem-

pos no se resisten estos temas tan duros;

pero no se puede cometer el grave pecado

de omisión de soslayar el dogma del infier-

no, que forma parte del depósito sagrado de

la divina revelación.

Un dogma católico que no se puede su-

primir

La Iglesia católica viene manteniéndose íntegramente, durante veinte siglos, en el

dogma terrible del infierno. La Iglesia no

puede suprimir un solo dogma, como tam-

poco puede crear otros nuevos.

Cuando el Papa define una verdad como

dogma de fe (v. gr., la Asunción corporal de

María) no crea un nuevo dogma. Simple-

Page 138: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

138

mente, se limita a garantizarnos, con su

autoridad infalible que esa verdad ha sido

revelada por Dios.

El Papa no crea, no inventa nuevos dogmas;

simplemente declara, con su autoridad

infalible –que no puede sufrir el más pe-

queño error, porque está regida y gobernada

por el Espíritu santo-, que aquella verdad

que define está contenida en el depósito de la revelación, ya sea en la Sagrada Escritu-

ra, ya sea en la verdadera y auténtica tradi-

ción cristiana. Se trata de una verdad reve-

lada por Dios, no de una opinión teológica,

inventada o patrocinada por la Iglesia. La

Iglesia no altera, no cambia, no modifica,

poco o mucho, el depósito de la divina

revelación que recibió de Jesucristo y de los

Apóstoles.

El dogma católico permanece siempre in-tacto e inalterable a través de los siglos. Si

la Iglesia alterara, reformara o modificara

sustancialmente alguno de sus dogmas, les

digo con toda sinceridad que yo dejaría de

ser católico; porque ésa sería la prueba más

clara y más evidente de que no era la ver-

dadera Iglesia de Jesucristo.

Este es precisamente, el argumento más

claro y convincente de que las Iglesias

cristianas separadas de Roma (protestantes y cismáticos) no son las auténticas Iglesias

de Jesucristo. Porque están cambiando y

reformando continuamente sus dogmas. Ya

creen esto, ya aquello; ya aceptan lo que

antes rechazaron, ya rechazan lo que antes

aceptaron, sin más norte ni guía que el

capricho del ―libre examen‖. Y así, se da el

caso pintoresco, de que ciertas sectas pro-

testantes que se separaron de la Iglesia

católica principalmente por no admitir la

doctrina del purgatorio ahora proclaman

que el infierno no es eterno, sino temporal. Con lo cual -como ya les echaba en cara,

con fina ironía, José de Maestre-, después

de haberse revelado contra la Iglesia por no

admitir el purgatorio, vuelven a rebelarse

ahora por no admitir más que el purgatorio.

Es que el error, conduce, lógicamente, a los

mayores disparates.

La Iglesia Católica, en cambio, ha manteni-

do intacto, durante los veinte siglos de su

existencia, el depósito sagrado de la divina

revelación; porque sabe perfectamente que

Jesucristo le confió ese tesoro para que lo

custodie, vigile, defienda y lo mantenga

intacto, sin alterarlo en lo más mínimo.

El dogma católico es siempre el mismo, el

dogma católico no cambia ni cambiará

jamás. Y precisamente por eso, en el siglo

veinte, lo mismo que en el siglo primero, la

existencia del infierno es un dogma de fe y

lo continuará siendo hasta el fin del mundo.

Les voy a hablar, del infierno con sereni-

dad, con altura científica, como debe hacer-

se hoy.

Por lo pronto, les advierto que rechazo, en

absoluto, las descripciones dantescas. ―La

Divina Comedia‖, de Dante, es maravillosa

desde el punto de vista poético o literario,

pero tiene grandes disparates teológicos.

Aquellas descripciones de los tormentos del

infierno son pura fantasía, pura imagina-

ción. El dogma católico no nos dice nada de

eso. Rechazo, en absoluto, las descripciones

dantescas. Voy a limitarme a exponerles lo que dice el dogma católico en torno a la

existencia y naturaleza del castigo de los

réprobos.

LA EXISTENCIA DEL

INFIERNO

En primer lugar, les voy a hablar de la exis-

tencia del infierno.

Lo hemos oído muchísimas veces: si un

personaje histórico conocido del mundo

entero (v. gr. Napoleón Bonaparte) viniese

del otro mundo y, compareciendo visible-mente ante nosotros, nos dijera: ―Yo he

visto el infierno y en él hay esto y lo otro y

Page 139: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

139

lo de más allá‖, causaría en el mundo una

impresión tan enorme y definitiva, que

nadie se atrevería ya a durar de la existencia

de aquel terrible lugar. ¿Por qué no lo envía

Dios, para bien de toda la humanidad?

Los que piden o desean esta prueba no han

reflexionado bien; no han caído en la cuenta

de que este hecho que reclaman se ha pro-

ducido ya y en unas condiciones de autenti-cidad que jamás hubiera podido soñar la

crítica más severa y exigente.

No voy a invocar el testimonio de alguna

revelación privada hecha por Dios a alguna

monjita de clausura. Ni siquiera voy a ale-

gar el testimonio de Santa Catalina de Siena

o de Santa Teresa de Jesús, a quienes Nues-

tro Señor mostró el infierno y lo describie-

ron después en sus libros de una manera

impresionante, Ni voy a citar en pleno siglo XX, a los pastorcitos de Fátima, que vieron

también, por sus propios ojos, el fuego del

infierno. Personalmente yo estoy convenci-

do de la verdad de estas visiones y revela-

ciones privadas que acabo de citar. Pero

nuestra fe católica, no se apoya en los tes-

timonios de personas particulares, aunque

se trate de grandes Santos canonizados por

la Iglesia. Nuestra fe se apoya, directamen-

te, en un testimonio mucho más fuerte,

mucho más inconmovible. Voy a decirles cuál es el gran testigo de la existencia y de

la naturaleza del infierno. Les voy a decir

quién es.

El testimonio de Jesús mismo

Jesucristo tuvo la osadía de decir que era el

Hijo de Dios, y lo demostró de una manera

aplastante y definitiva. El mismo Dios se encargó de confirmarlo desde el cielo,

cuando en el momento del bautismo de

Jesús se abrieron los cielos y se oyó la voz

augusta del Eterno Padre, que exclamaba:

―Este es mi hijo muy amado, en el que

tengo puestas mis complacencias‖. (Mt 3,

16-17). Éste es el que ha venido del cielo y

sabe perfectamente lo que hay en el otro

mundo, éste el que nos dice veinticinco

veces en el Evangelio que existe el infierno,

y que es eterno, que no terminará jamás.

―Que venga alguien del otro mundo a decir-

lo‖. ¡Ya ha venido! Y nada menos que el

que dijo y demostró que era el hijo de Dios.

¿Comprenden ahora la increíble insensatez

de la carcajada volteriana negando la exis-

tencia del infierno? Las cosas de Dios son

como Dios ha querido que sean, no como les antojen a los incrédulos.

Tipo de incredulidades respecto a la

existencia del infierno

¡Pobres incrédulos! ¡Qué pena me dan! No todos son igualmente culpables. Distingo

muy bien dos clases de incrédulos, comple-

tamente distintos.

Hay almas atormentadas que les parece que

han perdido la fe. No la sienten, no la sabo-

rean como antes. Les parece que la han

perdido totalmente. Pero desde el momento

en que buscan la fe, es que ya la tienen. Lo

dice hermosamente San Agustín: ―No bus-

carías a Dios si no lo tuvieras ya‖. Desde el

momento en que deseas con toda tu alma la fe, es que ya la tienes. Dios en sus designios

inescrutables, ha querido someterte a una

prueba. Te ha retirado el sentimiento de la

fe para ver cómo reaccionas en la oscuri-

dad. Si a pesar de todas las tinieblas te

mantienes fiel, llegará un día –no sé si tarde

o temprano, son juicios de Dios- en que te

devolverá el sentimiento de la fe con una

fuerza e intensidad incomparablemente

superior a la de antes. ¿Qué tienes que

hacer mientras tanto? Humillarte delante de Dios. Humíllate un poquito, que es la con-

dición indispensable para recibir los dones

de Dios. El gozo, el disfrute, el saboreo de

la fe, suele ser el premio a la humildad.

Dios no resiste jamás las lágrimas humil-

des. Si te pones de rodillas ante Él y le

dices: ―Señor: Yo tengo fe, pero quisiera

tener más. Ayuda Tú mi poca fe‖. Si caes

de rodillas y le pides a Dios, que te dé el

sentimiento íntimo de la fe, te la dará infa-

Page 140: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

140

liblemente, no lo dudes; y mientras tanto,

pobre hermano mío, vive tranquilo, porque

no solamente no andas lejos del Reino de

Dios, sino que, en realidad, estás dentro de

él.

¡Ha! Pero este caso es completamente dis-

tinto del de los verdaderos incrédulos. No

hay en este caso incredulidad, aunque de

momento falte el sentimiento dulce y sabro-so de la fe. Los verdaderos incrédulos son

los que sin fundamento alguno, sin argu-

mento alguno que le impida creer, lanzan

una insensata carcajada y desprecian olím-

picamente las verdades de la fe.

No tienen ningún argumento en contra, no

lo pueden tener. La fe católica resiste toda

clase de argumentos que se le quieran opo-

ner. No hay ni puede haber un argumento

válido contra ella. Supera infinitamente a la razón, pero jamás la contradice. No puede

haber conflicto entre la razón y la fe, por-

que ambas proceden del mismo y único

manantial de la verdad, que es la primera

Verdad por esencia, que es Dios mismo, en

el que no cabe contradicción. Es imposible

encontrar un argumento válido contra la fe

católica. Es imposible que haya incrédulos

de cabeza -como decíamos al principio,

pero los hay abundantísimos de corazón.

El que lleva una conducta inmoral, el que

ha adquirido una fortuna por medios injus-

tos, el que tiene cuatro o cinco amiguitas, el

que está hundido hasta el cuello en el cieno

y en el fango, ¡cómo va a aceptar tranqui-

lamente la fe católica que le habla de un

infierno eterno! Le resulta más cómodo

prescindir de la fe o lanzar contra ella la

carcajada de la incredulidad.

¡Insensato! ¡Como si esta carcajada pudiera

alterar en nada la tremenda realidad de las cosas! ¡Ríete ahora! Carcajaditas de enano

en una noche de barrio chino. ¡Ríete ahora!

¡Ya llegará la hora de Dios! Ya cambiarán

las cosas. Escucha la Sagrada Escritura:

―Antes desechasteis todos mis consejos y

no atendisteis mis requerimientos. También

yo me reiré de vuestra ruina y me burlaré

cuando venga sobre vosotros el terror‖

(Prov 1, 25-26). Y el mismo Cristo adierte

en el Evangelio con toda claridad: ¡Ay de

vosotros los que ahora reís, porque gemiréis

y lloraréis‖ (Lc 6, 25) Pues sigue gozando y

riendo tranquilamente. Estás danzando con

increíble locura al borde del abismo: ¡Es

hora de tu risa! Ya llegará la hora de la risa de Dios para toda la eternidad.

El infierno existe. Lo ha dicho Cristo. Poco

importa que lo nieguen los incrédulos. A

pesar de esa negativa, su existencia es una

terrible realidad. Pero es conveniente que

avancemos un poco más y tratemos de

descubrir lo que hay en él.

DESCRIPCIÓN DEL INFIERNO

HECHA POR JESÚS MISMO

El Catecismo, ese pequeño librito en el que se contiene un resumen maravilloso de la

doctrina católica, nos dice que el infierno es

―el conjunto de todos los males, sin mezcla

de bien alguno‖. Maravillosa definición.

Pero hay otra más profunda todavía: la que

nos dejó en el Evangelio Nuestro Señor

Jesucristo en persona. Es la misma frase

que pronunciará el día del Juicio final:

―Apartaos de Mi, malditos, al fuego eter-

no‖. En esta fórmula terrible se contiene un

maravilloso resumen de toda la teología del infierno.

Porque el infierno, fundamentalmente, lo

constituyen tres cosas y nada más que tres:

Lo que llamamos en teología pena de da-

ño, lo que llamamos pena de sentido y la

eternidad de ambas penas. Ahí tenemos

toda la teología esencial del infierno; todo

lo demás son circunstancias accidentales.

Pues esas tres cosas están maravillosamente

registradas y resumidas en la frase de Crsi-

to: ―Apartaos de Mí, malditos (pena de daño), al fuego (pena de sentido) eterno

(eternidad de ambas penas)‖.

Page 141: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

141

Maravilloso resumen el de Nuestro Señor

Jesucristo. Vamos a meditarlo por partes.

PENA DE DAÑO

Lo principal del infierno es lo que en teo-

logía llamamos la pena de daño. La conde-

nación propiamente dicha, que consiste en

quedarse privado y separado de Dios para

toda la eternidad. Eso es lo fundamental del

infierno.

Ya estoy oyendo la carcajada del incrédulo:

―¿De verdad Padre, que lo más terrible que

hay en el infierno es estar privado o separa-do de Dios para toda la eternidad? Pues

entonces, no tengo inconveniente en ir al

infierno. Porque en este mundo sé prescin-

dir muy bien de Dios, no me hace falta

absolutamente para nada. De manera que si

lo más terrible que me voy a encontrar en el

infierno es que allí no tendré a Dios, ya

puede enviarme allí cuando le plazca‖.

¡Pobrecito! No sabes lo que dices, ¡no sabes

lo que dices! Escúchame un momento, que

puede ser que dentro de cinco minutos hayas cambiado de pensar. Escucha.

Te gusta la belleza, ¿verdad? ¡Vaya que te

gusta! Sobre todo cuando se te presenta en

forma de mujer…

Te gusta el dinero, ¿verdad? Te gustaría

mucho ser millonario. Quien sabe si preci-

samente por eso: porque te gusta tanto el

dinero, porque has robado tanto, porque has

cometido tantas injusticias, no quieres saber nada de la religión y del más allá.

Si eres una muchacha frívola, ligerilla,

mundana ¡cómo te gustaría ser una estrella

de cine, aparecer en primer plano en todas

las pantallas, en las portadas de todas las

revistas de cine del mundo, ser una figura

de fama mundial, que todo el mundo habla-

ra de ti…! ¡Cómo te gustaría todo esto!

¿Verdad?

Pues mira: Todas esas cosas no son más

que ―gotitas‖, nada más; ―gotitas‖ de una

felicidad efímera que no llena el corazón.

¡Si lo sabes tu mismo de sobra! Nunca te

has sentido del todo bien, del todo satisfe-

cho, del todo feliz, ¡jamás! En los caminos

del mundo, del demonio, de la carne no se

encuentra la verdadera y auténtica felicidad,

¡lo sabes muy bien por experiencia!

Ahora bien: en el momento mismo de tu

muerte, cuando tu alma se arranque del

cuerpo, aparecerá delante de ti un panorama

completamente insospechado. Verás delan-

te de ti como un mar inmenso, un océano

sin fondo ni riberas. Es la eternidad, inmen-

sa e inabarcable, sin principio ni fin. Y

comprenderás clarísimamente, a la luz de la

eternidad, que Dios es el centro del Univer-

so, la plenitud total del Ser. Verás clarísi-mamente que en Él está concentrado todo

cuanto hay de belleza y de riqueza, y de

placer, y de honor, y de alabanza y de glo-

ria, y de felicidad inenarrable. Y cuando,

con una sed de perro rabioso, trates de arro-

jarte a aquel océano de felicidad que es

Dios, saldrán a tu encuentro unos brazos

vigorosos que te lo impidan, al mismo

tiempo que oirás claramente estas terribles

palabras; ―¡Apártate de Mí, maldito!‖

¡Ah! Entonces sabrás lo que es bueno, y

entonces verás que la pena de sentido, la

pena de fuego que voy a describir inmedia-

tamente, no tiene importancia, es un juguete

de niños ante la rabia y desesperación es-

pantosa que se apoderará de ti cuando veas

que has perdido aquel océano de felicidad

inenarrable para siempre, para siempre,

para toda la eternidad.

Dios, actuará sobre los réprobos como una

especie de electroimán incandescente: les atraerá y abrasará al mismo tiempo. En este

mundo no podemos formarnos la menor

idea del tormento espantoso que esto oca-

sionará a los condenados. Esto es lo que

Page 142: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

142

constituye la entraña misma de la pena de

daño.

Pero, me dirás: ―Padre, ¿y por qué rechaza

Dios a los que de manera tan vehemente

tienden a Él? ¿No supone esto, acaso, falta

de bondad y de misericordia?‖

De ninguna manera. Reflexionen un poco

en la psicología del condenado. El conde-nado no se arrepiente ni se arrepentirá

jamás de sus pecados. Tiende irresistible-

mente a Dios, al mismo tiempo que le odia

con todas sus fuerzas, Esa tendencia no es

arrepentimiento, sino egoísmo refinadísimo.

Tiende a Dios porque ve con toda evidencia

que, poseyéndole, sería completa y absolu-

tamente feliz, pero sin arrepentirse de

haberle ofendido en este mundo.

El condenado no se arrepiente ni puede arrepentirse, porque en la eternidad son

imposibles los cambios sustanciales. Nadie

puede cambiar el último fin libremente

escogido en este mundo. La muerte nos

dejará fosilizados en el bien o en el mal,

según nos encuentre en el momento de

producirse. Si nos encuentra en gracia de

Dios, la muerte nos fosilizará en el bien: ya

no podremos pecar jamás, ya no podremos

perder a Dios. Pero si la muerte nos sor-

prende en pecado mortal, quedaremos fosi-lizados en el mal, ya no podremos arrepen-

tirnos jamás.

El condenado tiende a Dios con un refinadí-

simo egoísmo. Esa tendencia inmoral, no

solamente no le justifica ante Dios, sino que

es su último y eterno pecado. Desea a Dios

por puro egoísmo, para gozar de la felicidad

inmensa que su posesión le produciría; pero

sin la menor sombra de amor o arrepenti-

miento. En estas condiciones es muy justo,

que Dios lo rechace: es necesario que sea así. Por eso les decía que Dios actúa sobre

el condenado como un electroimán incan-

descente: le atrae y le quema al mismo

tiempo. No podemos formarnos idea, acá en

la tierra, del tormento espantoso que oca-

sionará a los condenados.

PENA DE SENTIDO Y luego viene la pena de sentido, que, con

ser terrible, no tiene importancia, compara-

da con la pena de daño. Es la pena del fue-

go. Yo no sé, porqué la Iglesia católica no lo ha definido expresamente, si el fuego del

infierno es de la misma naturaleza que el

fuego de la tierra: no lo sé. Lo único que sé

es que se trata de un fuego real, no imagi-

nario o metafórico. Hay una declaración

oficial de la Sagrada Penitenciaría Apostó-

lica contestando a la pregunta de un sacer-

dote que preguntó qué tenía que hacer con

un penitente que no aceptaba la realidad del fuego del infierno, como si se tratase úni-

camente de una metáfora evangélica. La

Sagrada Penitenciaría contestó que ese

penitente debía ser instruido conveniente-

mente en la verdad, y si después de la debi-

da instrucción se obstinaba en no querer

aceptar la realidad del fuego del infierno,

había que negarle la absolución. Está cla-

ro…

El fuego del infierno es un fuego real, no metafórico, aunque no podemos precisar si

es o no de la misma naturaleza que el fuego

en la tierra. Desde luego tiene propiedades

muy distintas, porque el fuego del infierno

atormentará, no solamente los cuerpos, sino

también las almas; y no destruye, sino que

Todas las facultades tendrán en el infierno su castigo especial. Y si el castigo de los sentidos es el fuego, y el de la inteligencia y la voluntad

es la pena de daño, el castigo de la memoria es el remordimiento, y el de la imaginación es la desesperación. El remordimiento es la pena de

la memoria, que le recuerda al condenado los muchos medios de salvación que tuvo en la tierra, el desprecio que hizo de ellos, y cómo vino a condenarse sólo por su culpa. La deses-

peración es la pena de la imaginación, que le vive representando que sus tormentos durarán no por mil años, ni por millones de años, sino mientras Dios sea Dios, por la eternidad.

Page 143: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

143

conserva la vida de los que entran en sus

dominios.

Me acuerdo en estos momentos de aquel

pobre muchacho de la provincia de Santan-

der. Era un pobre vaquerillo que cuidaba las

vacas de su propia casa. Y un día, en el

establo de las vacas, se declaró un incendio.

El muchacho, que estaba viendo la catástro-

fe económica que se les venía encima, pe-netró en el establo ardiendo con el fin de

hacer salir las vacas por la puerta trasera. Y

como tardaba mucho en salir y el incendio

crecía por momentos, el padre del mucha-

cho quiso lanzarse también, ya no por las

vacas, sino para sacar a su hijo que iba a

perecer abrasado. Cinco hombres apenas

podían sujetarle. De pronto, el muchacho

salió gritando y con los vestidos ardiendo.

Él mismo se arrojó de cabeza a una poza de

agua que tenían allí cerca para abrevadero de las vacas y se hundió rápidamente en

ella. Cuando poco después salió del agua,

con quemaduras mortales, gritaba espanto-

samente al mismo tiempo que decía: ―¡Con-

fesión, confesión, que me quemo; confesión

que me abraso!‖ Pocas horas después de

recibir el Viático murió retorciéndose con

terribles dolores.

Yo no sé si el fuego del infierno es de la

misma naturaleza que el de la tierra, pero sé que es un fuego real, no metafórico, y que

atormenta a los condenados para toda la

eternidad. Lo ha revelado Dios y los mismo

da creerlo que dejarlo de creer. Las cosas

son así, aunque nos resulten incómodas y

molestas.

ETERNIDAD DE AMBAS

PENAS

Las penas del infierno serán iguales en duración

para todos los condenados, pues son eternas; pero en

cuanto a la acerbidad, serán diferentes, de acuerdo

con la gravedad de los pecados y el abuso de las

gracias recibidas. “Dios dará a cada uno según sus

obras”. (Rom 2, 6). “Cuanto se ha engreído y regala-

do dadle otro tanto de tormento y de llanto” (Ap 28, 7)

Pero lo más espantoso del infierno, es la

tercera nota, la nota característica: su eter-

nidad. El infierno es eterno.

¿Han contemplado la escena alguna vez a la

orilla de un río o de la mar? Cuando un

pescador nota que el pez ha mordido el

anzuelo, tira con fuerza de la caña y el pez

se retuerce desesperadamente fuera del

agua. Se está ahogando. Sus pobres bran-quias no están adaptadas para respirar direc-

tamente el oxígeno del aire: necesita absor-

berlo diluido en el agua. Su agonía es terri-

ble, pero dura unos momentos nada más.

Muy pronto da un nuevo y desesperado

coletazo y queda inmóvil: ha muerto aho-

gado.

Imaginen ahora, el caso de un hombre apa-

rentemente muerto que vuelve a la vida en

un sepulcro, y se da cuenta de que le han enterrado vivo. Su tormento no durará más

que unos minutos, pero ¡qué espantosa

desesperación experimentará cuando se

encuentre en aquel ataúd estrecho y oscuro,

cuando vea que no se puede mover, que le

es imposible liberarse de su espantosa

cárcel! ¡Qué angustia, qué desesperación

tan espantosa! Pero durará unos minutos

nada más, porque por asfixia morirá muy

pronto, esta vez, efectivamente.

Pues imagínense ahora lo que será un tor-

mento y desesperación eternos.

La eternidad no tiene nada que ver con el

tiempo, no tiene relación alguna con él. En

la esfera del tiempo pasarán trillonadas de

siglos y la eternidad seguirá intacta, in-

móvil, fosilizada en un presente siempre

igual. En la eternidad no hay días, ni sema-

nas, ni meses, ni años, ni siglos. Es un ins-

tante petrificado, es como un reloj parado,

que no transcurrirá jamás, aunque en la esfera del tiempo transcurran millones de

siglos.

¡Un trillón de siglos! Esa frase se dice muy

pronto, la palabra trillón se pronuncia con

Page 144: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

144

mucha facilidad. Ya no es tan sencillo es-

cribirla: hay que escribir la unidad seguida

de dieciocho ceros. ¿Pero saben lo que un

trillón da de sí? Si repartiéramos un trillón

de centavos entre todos los habitantes del

mundo, al terminar el reparto cada uno

tendría un millón de dólares. ¡Lo que da de

sí un trillón, aunque sea simplemente de a

centavos!

Pues cuando en la esfera del tiempo habrá

transcurrido un trillón de siglos la eternidad

permanecerá intacta, sin haber sufrido el

menor arañazo. El instante eterno seguirá

petrificado.

El infierno es eterno. ¡Lo ha dicho Cristo!

Poco importa que los incrédulos se rían.

Sus burlas y carcajadas no lograrán cambiar

jamás la terrible realidad de las cosas.

¿CÓMO PUEDE

COMPAGINARSE ESTO CON

LA MISERICORDIA DE DIOS?

Pero, quizá me digan: ―Padre: para noso-

tros, los católicos, no hay problema. Cree-mos en la existencia y eternidad del infierno

porque lo ha revelados Dios y esto nos

basta. Pero ¿no le parece que para el que no

tenga fe, el dogma de la existencia del in-

fierno es como para desanimarle a abrazar

el catolicismo? ¿Cómo puede compaginarse

esa verdad tan terrible con el amor y la

misericordia infinita de Dios, proclamados

con tanta claridad e insistencia en las Sa-

gradas Escrituras? Al incrédulo no le cabrá

jamás en la cabeza esta contradicción, al parecer tan clara y manifiesta.

Tienen razón, amigos míos. El dogma del

infierno, mirado de tejas abajo y prescin-

diendo de los datos de la fe, no cabe en la

pobre cabeza humana. Humanamente

Ver el libro No 4 “Cómo puede un Dios mise-

ricordioso permitir tantas tribulaciones a sus criaturas” de la serie

hablando, a mi tampoco me cabe en la ca-

beza. No me cabe en la cabeza, aunque lo

creo con toda mi alma porque lo ha revela-

do Dios.

Pero, ¿saben por qué a ustedes ni a mí nos

cabe en la cabeza?

Recuerden la bellísima leyenda. San

Agustín estaba paseando un día junto a la orilla del mar y pensaba en el misterio in-

sondable de la Santísima Trinidad, tratando

de comprender cómo tres personas distintas

sean un solo Dios verdadero. Y dándole

vueltas a su pobre inteligencia para desci-

frar el misterio, reparó en un niño pequeño

que acababa de excavar en la arena de la

playa un pequeño pocito que iba llenando

de agua trasladándola del mar con una pe-

queña concha. San Agustín le preguntó:

―¿Qué estás haciendo, pequeño?‖ Y el niño: ‖Quiero trasladar toda el agua del mar a

este pequeño hoyito‖. ―Pero, ¿no ves que

eso es imposible?‖ ―Más imposible todavía

el que tu puedas comprender el misterio

insondable de la Santísima Trinidad. ¿No

ves que el infinito no cabe ni puede caber

en tu cabeza?‖ Y desapareció el niño, por-

que, según la bella leyenda, no era un niño,

sino un ángel del cielo que Dios había en-

viado para darle a San Agustín aquella gran

lección.

Ésta es la verdadera explicación. Las cosas

de Dios son inmensamente grandes, nuestra

pobre cabeza humana es demasiado peque-

ña para poderlas abarcar. Es cierto que en la

Sagrada Escritura se proclama clarísima-

mente la misericordia infinita de Dios; pero

con no menor claridad se proclama también

el dogma terrible del infierno. ¿Qué cómo

se compaginan ambas cosas? No lo sé. Pero

ahí están los hechos, claros e indiscutibles.

Sin embargo, no deja de ser curioso que no

nos quepa en la cabeza el dogma terrible del

infierno, y nos quepan sin dificultad algu-

nas otras cosas incomparablemente más

serias todavía. Si lo pensáramos bien, el

Page 145: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

145

misterio inefable de la Encarnación del

verbo es incomparablemente más grande y

estupendo que el de la existencia del infier-

no. No nos cabe en la cabeza y aceptamos

plenamente que Dios Nuestro Señor se haya

hecho hombre y haya muerto en una cruz

para salvar a los hombres. Si un hombre se

transformase en hormiga y se dejase matar

para salvar a las hormigas, diríamos que se

ha vuelto loco. Y, sin embargo, entre un hombre y una hormiga todavía hay alguna

proporción, alguna semejanza; pero entre

Dios y las criaturas no hay ninguna seme-

janza ni proporción: la distancia es riguro-

samente infinita. Y Dios se hizo hormiga,

se hizo hombre, para salvarnos a los hom-

bres. Y no contento con esta humillación

increíble, se dejó clavar en una cruz por

aquellos mismos que venía a salvar. Y

permitió que su Madre santísima se convir-

tiera en la Reina y Soberana de los mártires, asistiendo a la terrible escena del Calvario,

donde, a fuerza de indecibles dolores, con-

quistó su título de Corredentora de la

humanidad.

Todo esto, nos cabe perfectamente en la

cabeza. Que Cristo esté clavado en la cruz,

que su Madre Santísima sea la Virgen de

los Dolores, con siete espadas en el Co-

razón; todo esto, que es inmenso, que reba-

sa la capacidad intelectiva del los mismos ángeles del cielo, que no lo podrán com-

prender jamás con su portentosa inteligen-

cia angélica. Esto, nos cabe perfectamente

en nuestras pobres cabecitas humanas. Pero

que ese mismo Dios que se ha vuelto loco

de amor por los hombres mande al infierno

para toda la eternidad al gusano asqueroso

que abuse definitivamente de la sangre de

Cristo, que traspase el corazón de la Virgen

de los Dolores con las nuevas espadas de

sus crímenes nefandos, ¡eso ya no nos cabe

en la cabeza!

Tenemos que reconocer que no jugamos

limpio. ¡No jugamos limpio! Nos cabe en la

cabeza cosas infinitamente más grandes,

porque no hacen referencia a castigos y

penas personales y no nos caben otras cosas

infinitamente más pequeñas cuando se trata

de castigar nuestros propios crímenes y

pecados. No jugamos limpio; hay aquí una

falta evidente de honradez.

―¿Pero no es Dios infinitamente misericor-

dioso?‖

¿Lo preguntas tú? ¿Cuántas veces te ha perdonado Dios? ¿Cinco? ¿Cinco mil?

¿Cincuenta mil? ¿Y todavía te preguntas si

Dios es infinitamente misericordioso? ¿Pe-

ro no sabes que si Dios no fuese infinita-

mente misericordioso, el mismo día que

cometiste el primer pecado mortal se hubie-

ra abierto la tierra y te hubiera tragado al

infierno para toda la eternidad? Precisamen-

te porque Dios es infinitamente misericor-

dioso espera con tanta paciencia que se

arrepienta el pecador y le perdona en el acto, apenas inicia un movimiento de retor-

no y de arrepentimiento. Dios no rechaza

jamás, al pecador contrito y humillado. No

se cansa jamás de perdonar al pecador arre-

pentido, porque es infinitamente misericor-

dioso, precisamente por eso. ¡Ah!, pero

cuando voluntariamente, obstinadamente,

durante su vida y a la hora de la muerte, el

pecador rechaza definitivamente a Dios,

sería el colmo de la inmoralidad echarle a

Dios la culpa de la condenación eterna de ese malvado y perverso pecador.

No puede tolerarse tampoco la ridícula

objeción que me ponen algunos: ―Está bien

que se castigue al culpable; pero como Dios

sabe todo lo que va a ocurrir en el futuro,

¿`por qué crea a los que sabe que se van a

condenar?‖

Esta nueva objeción es absurda e intolera-

ble. No es Dios quien condena al pecador.

Es el pecador quien rechaza obstinadamente el perdón que Dios le ofrece generosamen-

te. Es doctrina católica, que Dios quiere

sinceramente que todos los hombres se

salven. A nadie predestina al infierno. Ahí

está Cristo crucificado para quitarnos toda

Page 146: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

146

duda sobre esto. Ahí está delante del cruci-

fijo la Virgen de los Dolores. Dios quiere

que todos los hombres se salven, y lo quiere

sinceramente, con toda la seriedad que hay

en la cara de Cristo Crucificado. Dios quie-

re que todos los hombres se salven, pero

cuando obstinadamente, con toda la sangre

fría, a sabiendas, se pisotea la sangre de

Cristo y los dolores de María, y eso durante

toda la vida, e incluso a la hora de la muer-te, es el colmo del cinismo, el colmo de la

inmoralidad preguntar por qué Dios ha

creado a aquel hombre sabiendo que se iba

a condenar. Es el colmo de la inmoralidad.

Es ridículo, tratar de enmendarle la plana a

Dios. Lo ha dispuesto todo con infinita

sabiduría, y aunque, en este mundo no po-

damos comprenderlo, también con infinito

amor y entrañable misericordia. Más que

entretenernos vanamente en poner objecio-nes al dogma del infierno –que en nada

alteraran su terrible realidad- procuremos

evitarlo con todos los medios a nuestro

alcance. Por fortuna estamos a tiempo to-

davía. ¿Nos horroriza el infierno? Pues

pongamos los medios para no ir a él.

En realidad, como les decía al principio,

éste es el único gran negocio que tenemos

planteado en este mundo. Todos los demás

no tienen importancia. Son problemitas sin trascendencia alguna.

¡Muchacho, estudiante que me escuchas! La

reprobación, el quedar en ridículo, el perder

las vacaciones…,¡cosa de risa! No tiene

importancia alguna.

¡Millonario que te has arruinado, que vinis-

te a menos, que estás sumergido en una

miseria vergonzante…! ¡Cosa de risa! De-

ntro de unos años se acabó todo.

Tu, el que en una catástrofe automovilística

has perdido a tu padre, a tu madre, a tu

mujer o a tu hijo, permíteme que te lo diga:

¡cosa de risa! Allá arriba los volverás a

encontrar.

Y tú, la mujer mártir del marido infiel, o el

marido víctima de la mujer infame. Huma-

namente hablando, eso es tremendo; pero

mirado de tejas arriba, ¡cosa de risa‖ Ya

volverá todo a sus cauces, en este mundo o

en el otro.

La única desgracia terriblemente trágica, la

única absolutamente irreparable, es la con-denación eterna de nuestra alma. ¡Eso sí

que es terrible sobre toda ponderación y

encarecimiento!

¡Que se hunda todo: la salud, los hijos, los

padres, hacienda, la honra, la dignidad, la

vida misma! ¡Que se hunda todo, menos el

alma! La única cosa tremendamente seria:

la salvación del alma.

Estamos a tiempo todavía. Cristo nos está esperando con los brazos abiertos.

¡Pobre pecador que me escuchas! Aunque

lleves cuarenta o cincuenta años alejado de

Cristo; Aunque te hayas pasado la vida

entera blasfemando de Dios y pisoteando

sus santos mandamientos, fíjate bien: si

quieres hacer las paces con Él no tendrás

que emprender una larga caminata; te está

esperando con los brazos abiertos. Basta

con que caigas de rodillas delante del Cru-cifijo, y honradamente, sinceramente, te

arranques de lo más íntimo del alma este

grito de arrepentimiento: ―¡Perdóname

Señor! ¡Ten compasión de mí!‖ Yo te lo

garantizo, por la sangre de Cristo, que en el

fondo de tu corazón oirás, como el buen

ladrón, la dulce voz del divino Crucificado,

que te dirá: ―Hoy mismo, al caer de la tarde,

al final de esta pobre vida, estarás conmigo

en el Paraíso‖.

Pero para ello Cristo te pone una condición sencilla, facilísima. Que te presentes a uno

de sus legítimos representantes en la tierra,

a uno de los sacerdotes que dejó instituidos

en su Iglesia para que te extienda, en nom-

bre de Dios, el certificado de tu perdón.

Page 147: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

147

Basta que hables unos pocos minutos con

él. Te escuchará en confesión, te animará, te

consolará con inmensa caridad y dulzura. Y

en virtud de los augustos poderes que ha

recibido del mismo Cristo a través de la

ordenación sacerdotal, levantará después su

mano y pronunciará la fórmula que será

ratificada plenamente en el cielo. ―yo te

absuelvo, vete en paz, y en adelante, no

vuelvas a pecar‖. Así sea.

Page 148: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

148

Page 149: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

149

F. EL CIELO

LA FELICIDAD ETERNA DEL CUERPO

La claridad

La agilidad

La impasibilidad

La sutileza

La felicidad sensual

LA FELICIDAD ETERNA DEL ALMA

Los goces de la amistad y del amor humano

Cómo conseguir reunirnos con toda la familia en el cielo sin que falte

ningún miembro

Con los ángeles y los Santos Nuestro encuentro con Nuestro Señor Jesucristo

LA MÁXIMA FELICIDAD: LA VISIÓN BEATÍFICA

La visión beatífica

El amor beatífico

El goce beatífico

NUESTRA RESPUESTA

Page 150: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

150

Page 151: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

151

F. EL CIELO

Hemos llegado finalmente al tema más hermoso, razón de ser

de nuestra existencia. Vamos a

hablar del cielo. Voy a hacerles

un resumen de la teología del

cielo, siguiendo paso a paso, al

Doctor Angélico, Santo Tomás

de Aquino, que interpreta ma-

ravillosamente, con su lucidez y

profundidad habituales, los

datos que nos proporciona la

divina revelación en torno a la ciudad de los bienaventurados.

En nuestro lenguaje corriente y

familiar, la palabra cielo la

tomamos en sentidos muy dife-

rentes. Los principales son tres: el atmosfé-

rico, el astronómico y el teológico. Vamos a

echar un vistazo rápido a los dos primeros,

para detenernos en el tercer, que es el único

que alude al cielo de nuestra fe.

El cielo atmosférico, es uno de los espectá-culos más bellos que podamos contemplar

en este mundo. Cuando salimos a la calle en

la mañana espléndida de primavera solemos

exclamar entusiasmados: ―¡Qué día más

hermoso, qué cielo tan azul!‖

Es cierto –lo sabíamos muy bien aunque no

nos lo hubiera recordado Argensola- que

…ese cielo azul que todos vemos

¡ni es cielo, ni es azul!

Cierto que no. Y, sin embargo, a pesar de

que ese cielo azul que todos vemos no es el

cielo de nuestra fe, algo nos dice y algo nos

recuerda de él. Porque todo lo bello eleva el

espíritu y le habla de la suprema y eterna

belleza, de la cual las bellezas creadas no

son sino huellas, vestigios, simples deriva-

ciones y resonancias, a distancia infinita de

la divina realidad.

Pero más bello todavía, y desde luego mu-

cho más impresionante que el cielo at-

mosférico, es el cielo de los astros: el lla-

mado cielo astronómico. El espectáculo de

una noche serena, cuajada de estrellas, es de

los más deslumbradores que en este mundo

se pueda contemplar. Precisamente la con-

templación de una noche estrellada arrancó

a nuestro Fray Luis de León aquellas estro-

fas sublimes:

Morada de grandeza

templo de claridad y de hermosura,

el alma que a tu alteza

nació, ¿qué desventura

la tiene en esta cárcel baja, oscura?

¿Qué mortal desatino

de la verdad aleja así el sentido,

que de tu bien divino

olvidado, perdido,

sigue la vana sombra, el bien fingido?

¡Ay!, despertad, mortales;

mirad con atención a vuestro daño.

Las almas inmortales,

hechas a bien tamaño,

Page 152: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

152

¿podrán vivir de sombras y engaño?

Los Santos amaban la contemplación del

firmamento tachonado de estrellas. Estos

puntitos luminosos esparcidos por la in-

mensidad del firmamento como polvo de

brillantes, les hablaban altamente de Dios.

San Juan de la Cruz pasaba, con frecuencia,

las noches contemplando extasiado las

estrellas desde la ventanilla de su celda. San Ignacio de Loyola, contemplando una no-

che serena, desde la azotea de su casa pro-

fesa de Roma, les decía a sus hijos de la

Compañía: ―¡Oh, cuán vil me parece la

tierra cuando contemplo el cielo‖. A Santa

Teresita del Niño Jesús le gustaba, ya desde

pequeña, contemplar el cielo estrellado,

donde le parecía ver escrito su nombre.

Pero ese cielo tan deslumbrante no es nues-

tro cielo de la fe. El cielo de la fe, la patria de las almas inmortales está incomparable-

mente más arriba todavía. Ya es hora de

que comencemos a exponer la teología del

verdadero cielo. Hasta aquí me he limitado

a ambientar un poco la grandeza del cielo

cristiano hablándoles del cielo de los astros;

ahora voy a comenzar la explicación de la

teología del cielo de las almas, del cielo

sobrenatural que nos aguarda más allá de

esta vida.

Para poner orden y claridad en mis pala-

bras, voy a dividir mi exposición en dos

partes. En la primera les hablaré de la gloria

accidental del cielo, y en la segunda, de la

gloria esencial. Y en la gloria accidental,

todavía voy a establecer una subdivisión:

primero la gloria accidental del cuerpo,

luego la gloria accidental del alma.

LA FELICIDAD ETERNA DEL

CUERPO

Vamos a empezar por lo de inferior cate-

goría, por lo más imperfecto: la gloria acci-dental del cuerpo. Y les advierto, antes de

comenzar la descripción del cielo teológico,

que no voy a decirles absolutamente nada

que no se apoye directamente en la divina

revelación. No voy a proyectar ante ustedes

una película fantástica pero soñada. No son

datos de una mente enfermiza o calenturien-

ta; no son sueños de un poeta. Son datos

revelados por Dios. Los pueden leer en la

Sagrada Escritura: ¡los ha revelados Dios!

Lo único que voy a hacer es darles la inter-

pretación teológica de esos datos revelados, debida al genio portentoso del doctor Angé-

lico, Santo Tomás de Aquino. Pero, funda-

mentalmente, lo que les voy a decir no lo ha

inventado Santo Tomás ni ningún teólogo.

Son datos revelados en las sagradas Escritu-

ras.

Decimos en teología, y es cosa cierta y

evidente, que la gloria del cuerpo no será

más que una consecuencia, una redundancia

de la gloria del alma. En la persona huma-na, lo principal es el alma; el cuerpo es una

cosa completamente secundaria. El alma

puede vivir, y vive perfectamente, sin el

cuerpo; el cuerpo, en cambio, no puede

vivir sin el alma.

En este mundo, estamos completamente

desorientados. Concedemos más importan-

cia a las cosas del cuerpo que a las del al-

ma. Se pone el cuerpo enfermo y lo aten-

demos en el acto con medicinas y trata-mientos y sanatorios y operaciones quirúr-

gicas, y todo lo que sea menester para recu-

perar la salud. Y son legión, los que tienen

enferma el alma, y quizá del todo muerta

por el pecado mortal, ¡y ríen y gozan, y se

divierten y viven completamente tranquilos,

como si no les ocurriera absolutamente

nada! ¡Qué aberración! Cuando veamos las

cosas a la luz del más allá, veremos que las

cosas del cuerpo no tienen importancia

alguna; lo esencial es lo del alma, lo que ha

de durar eternamente.

En el cielo funcionan las cosas rectamente.

La gloria del cuerpo no será más que una

redundancia, una simple derivación de la

gloria del alma. El alma bienaventurada,

Page 153: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

153

incandescente de gloria por la visión beatí-

fica de que goza ya actualmente, en el mo-

mento de ponerse en contacto con su cuerpo

al producirse el hecho colosal de la resu-

rrección de la carne, le comunicará ipso

facto su propia bienaventuranza. Ocurrirá

algo así como lo que pasa en un farolito de

cristales multicolores cuando encendemos

una luz dentro de él: aparece todo radiante,

lleno de luz y de colorido. El cuerpo, al resucitar, al ponerse en contacto con el alma

glorificada, se pondrá también incandescen-

te de gloria, lleno de luz y de hermosura,

según el grado de gloria que Dios le comu-

nique a través de su propia alma. Por eso

les decía que la gloria del cuerpo será una

simple consecuencia de la gloria del alma.

Y sabemos por la Sagrada Escritura, porque

lo ha revelado Dios, que el cuerpo glorioso

tendrá cuatro cualidades o dotes maravillo-

sas: claridad, agilidad, sutileza e impasibili-dad.

La claridad. En primer lugar la claridad.

El profeta Daniel, describiendo el triunfo

final de los elegidos, dice que ―brillaran con

esplendor del cielo‖ y que ―resplandecerán

eternamente como las estrellas‖ (Dan 12,

3). Y el mismo Cristo nos dice en el Evan-

gelio que ―los justos brillarán como el sol en el reino del Padre‖ (Mt 13, 43)

Los cuerpos gloriosos serán resplandecien-

tes de luz, Si contempláramos ahora mismo

el cuerpo glorioso de Jesús o el de María

Santísima –únicos que actualmente hay en

el cielo-, quedaríamos deslumbrados ante

tanta belleza.

El cuerpo humano, aún acá en la tierra, es

una verdadera obra de arte. Los artistas –pintores y escultores- de todas las épocas y

de todas las razas han reproducido la belle-

za del cuerpo humano. Lástima que muchas

veces profanen una cosa tan bella como el

cuerpo humano para convertirla en una de

las más inmundas e inmorales, en una por-

nografía baja y desvergonzada. Pero no

cabe duda que, contemplado con ojos lim-

pios y finalidad sana, el cuerpo humano

constituye, aún acá en la tierra, una verda-

dera obra de arte maravillosa. Pues, ¿qué

será, el cuerpo espiritualizado, el cuerpo

glorioso radiante de luz, mucho más res-

plandeciente que la del sol?

Dice Santa Teresa que, en una visión su-

blime, le mostró Nuestro Señor Jesucristo

nada más que una de sus manos glorifica-das. Y decía que la luz del sol es ―fea y

apagada‖ comparada con el resplandor de la

mano glorificada de Nuestro Señor Jesu-

cristo. Y añade que ese resplandor, con ser

intensísimo, no molesta, no daña a la vista,

sino que al contrario, la llena de gozo y de

deleite.

La contemplación de los cuerpos gloriosos

resplandecientes de luz de millones y mi-

llones de bienaventurados, será un espectá-culo grandioso, deslumbrador, que llenará,

ya por sí solo, de inefable felicidad a los

bienaventurados.

La agilidad. La segunda cualidad del

cuerpo glorioso es la agilidad. Consta tam-

bién, expresamente, en varios pasajes de la

Sagrada Escritura: ―Al tiempo de la recom-

pensa brillarán y discurrirán como estrellas en cañaveral‖ (Sab 3, 7). Ello quiere decir

que los bienaventurados podrán trasladarse

corporalmente a distancias remotísimas casi

instantáneamente. Digo casi, porque, como

advierte Santo Tomás de Aquino, todo

movimiento, por rapidísimo que se le su-

ponga, requiere indispensablemente tres

instantes: el de abandonar el punto de parti-

da; el de adelantarse hacia el punto de lle-

gada, y el de llegar efectivamente al térmi-

no. Y eso puede hacerse, si quieren, en una millonésima de segundo, pero de ninguna

manera en un solo instante, filosóficamente

considerado. Pero ese tiempo tan impercep-

tible equivale, prácticamente, a la velocidad

del pensamiento. Con las alas de la imagi-

nación podemos trasladarnos en este mun-

do, instantáneamente, a regiones remotísi-

mas: de la tierra a la luna, a las más remotas

Page 154: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

154

estrellas; pero nuestro cuerpo permanece

inmóvil en el lugar donde nos encontramos

mientras la imaginación realiza el vuelo

fantástico. En el cielo, el cuerpo acompa-

ñará al pensamiento a cualquier parte donde

quiera trasladarse, por remotísimo que esté.

En esto consiste el dote maravilloso de la

agilidad.

La impasibilidad. La tercera cualidad es la impasibilidad. Eso significa que el cuer-

po glorificado es absolutamente invulnera-

ble al dolor y al sufrimiento, en cualquiera

de sus manifestaciones. No le afecta ni

puede afectarle el frío, el calor, ni ningún

otro agente desagradable. Metido en una

hoguera, no se quemaría. Sumergido en el

fondo del mar, no se ahogaría . En medio

del fragor de una batalla, los proyectiles no le causarían ningún daño. Las enfermedades

no pueden hacer presa de él. El cuerpo del

bienaventurado no está preparado para

padecer, es absolutamente invulnerable al

dolor. No es que sea insensible en absoluto.

Al contrario, es sensibilísimo y está maravi-

llosamente preparado para el placer: gozará

de deleites inefables, intensísimos. Pero es

del todo insensible al dolor. Esto significa

la impasibilidad del cuerpo glorioso. Cons-

ta expresamente en la Sagrada Escritura: ―Ya no tendrán hambre, ni sed, ni caerá

sobre ellos el sol ni ardor alguno; porque el

Cordero, que está en medio del trono, los

apacentará y guiará a las fuentes de aguas

de vida, y Dios enjugará toda lágrima de

sus ojos‖ (Ap 7, 16-17).

La sutileza. Aún hay otra cuarta cualidad:

la sutileza. Dice el apóstol San Pablo que ―el cuerpo se siembra animal y resucitará

espiritual‖ (1 Cor 15, 44). No quiere decir

que se transformará en espíritu; seguirá

siendo corporal, pero quedará como espiri-

tualizado: totalmente dominado, regido y

gobernado por el alma, que lo manejará a su

gusto sin que le ofrezca la menor resisten-

cia.

Muchos teólogos creen que, en virtud de

esta sutileza, el cuerpo del bienaventurado

podrá atravesar una montaña sin necesidad

de abrir un túnel, podrá entrar en una habi-

tación sin necesidad de que le abran la

puerta. Santo Tomás de Aquino –por el

contrario- piensa que la sutileza no es otra

cosa que el dominio total y absoluto del

alma sobre el cuerpo, de tal manera, que lo

tendrá totalmente sometido a sus órdenes. Es cierto, dice el Doctor Angélico, que los

bienaventurados podrán atravesar una mon-

taña sin necesidad de abrir un túnel, o entrar

en una habitación sin necesidad de que les

abran una puerta; pero eso será, no en vir-

tud de la sutileza, sino de una nueva cuali-

dad sobreañadida, de tipo milagroso, que

está totalmente a disposición de ellos. Co-

mo se ve, para el caso es completamente

igual. Como quiera que sea, lo cierto es que

podremos atravesar los seres corpóreos con la naturalidad y sencillez con que un rayo

del sol atraviesa un cristal sin romperlo ni

mancharlo.

La felicidad sensual

La Sagrada Escritura, nada nos dice acerca

de los goces de los sentidos; pero es indu-

dable que los tendrán también intensísimos y sublimes. No hace falta tener una imagi-

nación muy exaltada para comprender que

si el cuerpo entero ha de quedar beatificado,

los sentidos corporales tendrán que tener

sus goces correspondientes. Ahora bien; los

ojos no pueden gozar de otro modo que

viendo cosas hermosísimas, y los oídos

oyendo armonías sublimes, y el olfato per-

cibiendo perfumes suavísimos, y el gusto y

el tacto con deleites delicadísimos propor-

cionados a su propio objeto sensitivo. Nada de esto dice la Sagrada Escritura, pero lo

dice el simple sentido común.

De manera, que nuestro cuerpo entero, con

todos sus sentidos, estará como sumergido

en un océano inefable de felicidad, de

deleites inenarrables. Y esto, constituye la

gloria accidental del cuerpo; lo que no

Page 155: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

155

tiene importancia, lo que no vale nada, lo

que podría desaparecer sin que sufriera el

menor menoscabo la gloria esencial del

cielo.

LA FELICIDAD ETERNA DEL

ALMA

Mil veces por encima de la gloria del cuer-

po, está la gloria del alma. El alma vale

mucho más que el cuerpo. Acá en la tierra,

el mundo, el demonio y la carne no nos lo

dejan ver. En el otro mundo lo veremos clarísimamente.

¡La gloria del alma! Vayamos por partes, de

menor a mayor.

Los goces de la amistad y del amor

humanos. Empecemos por los goces de la amistad. Cuando dos amigos o una pareja

de enamorados se quieren de veras, cuando

dos corazones se han fusionado en uno

solo, la separación violenta, sobre todo si ha

de ser para largo tiempo, resulta siempre

dolorosa. Y si es la muerte quien se encarga

de separar para siempre, acá en la tierra, a

esos dos íntimos amigos, o novios , o espo-

sos, ¡qué desgarro experimenta el pobre

corazón humano! Pero queda todavía la

dulcísima esperanza: en el cielo se reanu-dará para siempre aquella amistad inte-

rrumpida bruscamente, Los amigos o los

enamorados volverán a abrazarse para no

separarse jamás.

En el cielo tendremos todo bien, toda felicidad, y la

realización de todo deseo, porque Dios es el bien

infinito. “Quedarán embriagados con la abundancia

de tu casa, y les harás beber en el torrente de sus

delicias”, dice David (Sal 35, 9). Ningún mal puede

haber en el cielo, ni dolor, ni inquietudes, ni siquiera

necesidades o deseos, porque todos se verán de ante-

mano satisfechos. No podemos comprender la felici-

dad del cielo, porque para ello necesitaríamos com-

prender la infinita bondad y belleza de Dios. Por la

palabra de Cristo sabemos que la felicidad del cielo

no tendrá fin, y será sin interrupciones y menoscabo

La amistad es una cosa muy íntima, muy

entrañable, no cabe duda; pero por encima

de ella están los lazos de la sangre, los

vínculos familiares. ¿No los recuerdan?

¿No los recuerda cualquiera que me esté

leyendo? Cuando se les murió su padre o su

madre, su esposo o sus hijos, experimenta-

ron la amargura más grande de su vida.

Cuando tenemos cadáver en casa, ¡qué frío

está el hogar! Y cuando se llevan de casa los despojos de aquel ser tan querido, nos

arrancan un jirón de nuestras almas, un

pedazo de nuestras entrañas. ¡Cómo nos

duele, aquella terrible separación!

¡Ah!, pero vendrá la resurrección de la

carne, y con ella la reconstrucción definiti-

va de la familia, ¡Qué abrazo nos daremos

en el cielo! ¡La familia reconstruida para

siempre! Se acabaron las separaciones:

¡para siempre unidos!

Pero quizá a alguno de ustedes se les ocurra

preguntar: ―Padre, ¿y si al llegar al cielo

nos encontramos con que falta algún miem-

bro de la familia? ¿Cómo será posible que

seamos felices sabiendo que uno de nues-

tros seres queridos se ha condenado para

toda la eternidad?‖

Esta pregunta terrible no puede tener más

que una contestación: en el cielo cambiará por completo nuestra mentalidad. Estare-

mos totalmente identificados con los planes

de Dios. Adoraremos su misericordia, pero

también su justicia inexorable. En este

mundo, con nuestra mentalidad actual, es

imposible comprender estas cosas; pero en

el cielo cambiará por completo nuestra

mentalidad, y, aunque falte un miembro de

nuestra familia, no disminuirá por ello

nuestra dicha; seremos inmensamente feli-

ces de todas formas. Pero, no cabe duda,

que si no falta un solo miembro de nuestra familia, si logramos reconstruirla entera-

mente en el cielo, nuestra alegría llegará a

su colmo y será inenarrable.

Page 156: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

156

Cómo conseguir reunirnos toda la fami-

lia en el cielo sin faltar ningún miembro.

¿Quieren lograr esa sublime aspiración?

¿Quieren que no falte un solo miembro de

su familia en el cielo? Les voy a dar la

fórmula para alcanzarla: recen el Rosario en

familia todos los días de su vida. La fami-

lia que reza el Rosario todos los días tiene

garantizada moralmente su salvación eter-

na, porque es moralmente imposible que la Santísima Virgen María, la Reina y Madre

dulcísimo, deje de escuchar benignamente a

una familia que la invoca todos los días,

diciendo cincuenta veces con fervor y con-

fianza: ―Ruega por nosotros pecadores,

ahora y en la hora de nuestra muerte‖, Es

moralmente imposible, lo afirmo terminan-

temente en nombre de la teología católica.

La Virgen no puede desamparar a esa fami-

lia. Ella se encargará de hacerles vivir cris-

tianamente y de obtenerles la gracia de arrepentimiento si alguna vez tiene la des-

gracia de pecar. Es cierto que el que muere

en pecado mortal se condena, aunque haya

rezado muchas veces el Rosario durante su

vida. ¡Ah!, pero lo que es moralmente im-

posible es que el que reza muchas veces el

Rosario acabe muriendo en pecado mortal.

La Virgen no lo permitirá. Si rezan diaria-

mente, y con fervor, el Rosario, si invocan

con filial confianza a la Virgen María, ella

se encargará de que no mueran en pecado mortal. Dejarán el pecado, se arrepentirán,

vivirán cristianamente y morirán en gracia

de Dios. El Rosario bien rezado diariamente

es una patente de eternidad, ¡un seguro del

cielo! No se lo dice un dominico entusias-

mado porque fue Santo Domingo de

Guzmán el fundador del Rosario. No es eso.

Se los digo en nombre de la teología católi-

ca. ¡Recen el Rosario en familia todos los

días de su vida y les aseguro terminante-

mente, en nombre de la Virgen María, que

lograrán reconstruir toda su familia en el cielo! ¡Qué alegría tan grande al juntarnos

otra vez para nunca jamás volvernos a sepa-

rar!

Con los ángeles y con los Santos

Por encima de los goces de la familia re-

construida experimentará nuestra alma

alegrías inefables con la amistad y trato con

los Santos. En este mundo no podemos

comprender esto pero ya se les ha dicho que

en la otra vida cambiará por completo nues-

tra mentalidad. Allí veremos clarísimamen-

te que no hay más fuente de bondad, de

belleza, de amabilidad, de felicidad, que Dios Nuestro Señor, en el que se concentra

la plenitud total del Ser. Y, en consecuencia

lógica, aquellos seres, aquellas criaturas que

estarán más cerca de Dios contribuirán a

nuestra felicidad más todavía que los

miembros de nuestra propia familia. De

manera que el contacto y la compañía de los

Santos –que están más cerca de Dios- nos

producirá un gozo mucho más intenso que

el contacto y la compañía de nuestros seres

queridos en la tierra. Que cada uno piense ahora en los Santos de su mayor devoción e

imagine el gozo que experimentará al con-

templarles resplandecientes de luz en el

cielo y entablar amistad íntima con ellos.

Pero más todavía que con el contacto y

amistad con los Santos, quedará beatificada

nuestra alma con la contemplación de los

ángeles de Dios, criaturas bellísimas, res-

plandecientes de luz y de gloria. Dice Santo

Tomás de Aquino, y lo demuestra de una manera categórica, que los ángeles del cielo

son todos específicamente distintos. Lo cual

quiere decir que no hay más que uno de

cada clase. Imagínense, por ejemplo, que en

el reino animal no hubiera en todo el mun-

do más que un solo caballo, un solo león,

un solo toro, un solo elefante, etc., etc.; uno

solo de cada clase. Pues esto, exactamente,

es lo que ocurre con los ángeles: cada uno

de ellos constituye una especie distinta

dentro del mundo angélico, a cual más

hermosa, a cual más deslumbradora, pero totalmente diferente de todas las demás. No

hay dos ángeles iguales. La contemplación

del mundo angélico, con toda su infinita

variedad será un espectáculo grandioso.

Sabemos por la Sagrada Escritura que los

Page 157: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

157

ángeles, a pesar de la diversidad específica

individual, se agrupan en nueve coros o

jerarquías angélicas, que reciben los nom-

bres de ángeles, arcángeles, principados,

potestades, virtudes, dominaciones, tronos,

querubines y serafines. Lo dice la Sagrada

Escritura, lo ha revelado Dios, no son sue-

ños fantásticos de un poeta. La contempla-

ción de esas nueve jerarquías angélicas, con

el número incontable de ángeles específi-camente distintos que forman parte de cada

una de ellas, será un espectáculo maravillo-

so, sencillamente fantástico, del que ahora

no podemos formarnos la menor idea.

Mil veces por encima de los ángeles, la

contemplación de la que es la Reina y So-

berana de todos ellos nos embriagará de una

felicidad inefable.

¡Madrileños! ¿Se acuerdan cuando hace unos años vino a Madrid la Virgen de Fáti-

ma, aquella imagencita pequeña de Cova de

Iría, la auténtica, la que se venera en el

lugar mismo de las apariciones. Fue tal el

delirante entusiasmo que se apoderó de

ustedes, que hubo momentos en que detrás

de ella –lo están recordando todos- iban

cuatrocientos mil madrileños, porque la

Virgen de Fátima era un imán que atraía

irresistiblemente sus corazones. Y aquello

no era más que una imagen blanca, precio-sa, la auténtica virgen de Fátima, la de

Cova de Iría, pero una imagencita nada

más. ¡Qué será cuando la veamos perso-

nalmente a ella misma ―vestida de sol, con

la luna bajo sus pies y una corona de doce

estrellas sobre su cabeza‖ como la vio el

vidente del Apocalipsis! Nos vamos a vol-

ver locos de alegría cuando caigamos a sus

pies y besemos sus plantas virginales y nos

atraiga hacia Sí para darnos el abrazo de

madre y sintamos su Corazón Inmaculado

latiendo junto al nuestro para toda la eterni-dad.

Nuestro encuentro con Nuestro Jesús

Señor

Pero ¿quién podrá describir, lo que experi-

mentaremos cuando nos encontremos en

presencia de Nuestro Señor Jesucristo,

cuando veamos cara a cara al Redentor del

mundo, con los cinco luceros de sus llagas

en sus manos, en sus pies, y en su divino

Corazón? Cuando caigamos de rodillas a

sus pies y cuando Él nos incorpore para

darnos su abrazo de Buen Pastor y nos diga

con inefable dulzura: ―Pobre ovejita mía, ¡cuántas veces te extraviaste fuera del redil

de tu Pastor alucinada por el mundo, el

demonio y la carne! Pero yo morí por ti, yo

rogué por ti al Eterno Padre, y ahora te

tengo ya en mi aprisco para toda la eterni-

dad‖. El gozo que experimentaremos en-

tonces es absolutamente indescriptible.

LA MÁXIMA FELICIDAD: LA

VISIÓN BEATÍFICA

El panorama que hemos contemplado hasta

aquí, es verdaderamente magnífico y des-lumbrador. Y, sin embargo, todo esto cons-

tituye únicamente lo que llamamos en teo-

logía la gloria accidental del cielo: la gloria

accidental del cuerpo y la gloria accidental

del alma. Todavía no les he dicho ni una

sola palabra de la gloria esencial. Lo que

hemos visto hasta ahora no es más que una

antesala; no hemos entrado todavía en el

salón del trono. Porque lo que constituye la

gloria esencial del cielo es lo que llamamos

en teología la visión beatífica o sea la con-templación facial, cara a cara, de la esencia

misma de Dios.

Imposible, hacer una descripción de la

visión beatífica. No tenemos acá, en la

tierra, ningún punto de referencia para esta-

blecer una semejanza o analogía. Pero a la

luz de la teología católica voy a hacer un

esfuerzo para darles una idea remotísima,

palidísima, de aquella inefable realidad.

Desde niños hemos cantado todos el himno Eucarístico con aquella preciosa estrofa;

―Dios está aquí…‖, aludiendo al Santísimo

Page 158: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

158

adorable de la Eucaristía. Pero, también

desde niños, sabemos todos por el catecis-

mo que Dios está en todas partes. Dios está

en la Eucaristía y fuera de ella. En la Euca-

ristía está de una manera especial -

sacramentado-, pero fuera de la Eucaristía

está en todo cuanto existe, en todos los

seres y lugares de la creación, por esencia,

presencia y potencia.

Dios lo llena todo. Dios es inmenso. Está

dentro de nosotros y delante mismo de

nuestros ojos, pero sin que lo podamos ver

en el mundo, ¿saben por qué no podemos

ver a Dios en este mundo a pesar de que lo

tenemos delante de nuestros ojos? Se van a

quedar estupefactos creyendo que les estoy

gastando una broma. No le vemos, senci-

llamente porque está la luz apagada. Aun a

las dos de la tarde, y a pleno sol, está la luz

apagada para ver a Dios. Les voy a explicar este misterio.

Imagínense el caso de un turista que, en una

noche cerrada y oscura, sin luna, con densas

nubes que ocultan hasta el débil resplandor

de las estrellas, se acercara a la montaña

más alta del mundo, al monte Everest, que

tiene cerca de nueve mil metros de altura. Y

para contemplar aquella inmensa montaña

en aquella noche tenebrosa se le ocurriera

encender un fósforo. Diríamos todos que se había vuelto loco, porque un fósforo no

tiene suficiente luz para iluminar aquella

inmensa montaña, la mayor del mundo.

Pues algo parecido, nos ocurre en este

mundo con relación a la visión directa e

inmediata de Dios. Para iluminar a Dios, la

luz del sol es incomparablemente más pe-

queña y desproporcionada que el fósforo

para iluminar el monte Everest; ¡sin compa-

ración!

Para ver a Dios, hace falta una luz espa-

cialísima, que recibe en teología el nombre

de lumen gloriae: la luz de la gloria. Los

teólogos que me leen saben muy bien que el

lumen gloriae no es otra cosa que un hábito

intelectual sobrenatural que refuerza la

potencia cognoscitiva del entendimiento

para que pueda ponerse en contacto directo

con la divinidad, con la esencia misma de

Dios, haciendo posible la visión beatífica de

la misma. Si Dios encendiese ahora mismo

en nuestro entendimiento ese resplandor de

la gloria, el lumen gloriae, aquí mismo

contemplaríamos la esencia divina, gozar-

íamos en el acto de la visión beatífica, por-que Dios está en todas partes, y si ahora no

le vemos es porque nos falta ese lumen

gloriae, sencillamente porque está apagada

la luz

¿Y qué veremos cuando se encienda en

nuestro entendimiento el lumen gloriae al

entrar en el cielo? Es imposible describirlo.

El apóstol San Pablo, en un éxtasis inefable,

fue arrebatado hasta el cielo y contemplo la

divina esencia por una comunicación transi-toria del lumen gloriae, como explica el

Doctor Angélico. Y cuando volvió en sí, o

sea, cuando se le retiró el lumen gloriae, no

supo decir absolutamente nada (2 Cor 12,

4) porque: ―Ni ojo vio, ni oído oyó, ni el

entendimiento humano es capaz de com-

prender lo que Dios tiene preparado para

los que le aman‖ (1 Cor 2, 9).

San Agustín, y detrás de él toda la teología

católica, nos enseña que la gloria esencial del cielo se constituye por tres actos fun-

damentales: la visión, el amor y el goce

beatíficos.

La visión beatífica,. La visión ante todo.

Contemplaremos cara a cara a Dios, y en

Él, como en una pantalla cinematográfica,

contemplaremos todo cuanto existe en el

La visión beatífica es la visión directa e intuitia de

Dios. En este mundo no conocemos a Dios sino por

raciocinio, en cuanto las criaturas nos revelan su

existencia. En la otra vida “lo veremos tal como es”,

en su misma esencia y belleza infinita (1 Jn 3, 2). San

Pablo nos alerta que en esta vida vemos a Dios como

en un espejo y oscuramente; pero entonces le veremos

“cara a cara” (1 Cor 13, 12). Y San Juan nos enseña

que “lo veremos tal como es”

Page 159: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

159

mundo: la creación universal entera, con la

infinita variedad de mundos y de seres

posibles que Dios podría llamar a la exis-

tencia sacándolos de la nada. No los vere-

mos todos en absoluto o de una manera

exhaustiva, porque esto equivaldría a abar-

car al mismo Dios, y el entendimiento crea-

do ni en el cielo siquiera puede abarcar a

Dios. Pero una variedad casi infinita de

seres posibles, de combinaciones imagina-bles, las veremos en Dios maravillosamen-

te. Y desde luego, veremos todo cuanto

existe: la creación universal entera. ¡Qué

película cinematográfica! ¡Qué espectáculo

tan deslumbrador contemplaremos en la

esencia misma de Dios!

Y ese espectáculo fantástico durará eterna-

mente, sin que nunca podamos agotarlo, sin

que se produzca en nuestro espíritu el me-

nor cansancio por la continuación incesante de la visión. En este mundo nos cansamos

enseguida de todo, porque el espíritu está

pronto, pero la carne es flaca y desfallece

con facilidad. Imagínense en este mundo

una fantástica película cinematográfica, un

grandioso espectáculo que durara ocho días

seguidos, sin un momento de descanso. No

lo resistiríamos. En este mundo nos cansa-

mos, porque el cuerpo es pesado, necesita

descanso, y arrastra en su pesadez al alma.

Pero como en el cielo el cuerpo seguirá en todo las vicisitudes del alma –como les

expliqué antes-, no habrá posibilidad alguna

de cansancio, y, por lo mismo, no nos can-

saremos jamás de contemplar aquel es-

pectáculo maravilloso de variedad infinita.

Den rienda suelta a su imaginación, que se

quedarán siempre cortos. ¡Qué película tan

fantástica para toda la eternidad!

El objeto principal de la visión beatífica es Dios

mismo. Pero en la esencia divina verán las almas

cuanto les cause placer, como los misterios que creye-

ron sobre la tierra, y muchas verdades y sucesos de

este mundo de acuerdo con sus conocimientos, estado

y oficio.

El amor beatífico. El segundo elemento

de la gloria esencial del cielo es el amor.

Amaremos a Dios con toda nuestra alma,

más que a nosotros mismos. Solamente en

el cielo cumpliremos en toda su extensión

el primer mandamiento de la ley de Dios,

que está formulado en la Sagrada Escritura de la siguiente forma: ―Amarás al Señor, tu

Dios, con todo tu corazón y con toda tu

alma y con todas tus fuerzas‖ Solamente en

el cielo cumpliremos este primer manda-

miento con toda perfección y, en su cum-

plimiento, encontraremos la felicidad plena

y saciativa de nuestro corazón.

El goce beatífico. En tercer lugar, en el

cielo gozaremos de Dios. Nos hundiremos

en el piélago insondable de la divinidad con deleites inefables, imposibles de describir.

¿Han presenciado alguna vez un campeona-

to de salto alto en un club náutico? El tram-

polín se adelanta unos cuantos metros sobre

el mar. Y el competidor, a la señal conveni-

da, se lanza desde el trampolín y se hunde y

desaparece bajo el agua. A veces transcu-

rren bastantes segundos sin que se vea apa-

recer por ningún lado, y cuando la gente

que está contemplando la prueba comienza a contener con angustia la respiración cre-

yendo que se ha ahogado que ya no sale a la

superficie, allí lejos aparece, por fin, el

nadador y comienza a nadar con brazos

vigorosos hasta alcanzar la orilla.

Pues algo parecido ocurrirá en el cielo. Ya

podrán comprender, que esto es una metá-

fora que encierra una realidad sublime. Nos

La visión de Dios produce el amor beatífico. Cono-

ciendo su infinita bondad y belleza, no podemos menos

que amarlo con todo nuestro corazón. Nos advierte el

Apóstol que la fe y la esperanza desaparecen en la

otra vida. (en la otra no creemos, sino que vemos; ya

no esperamos, sino que poseemos); por el contrario el

amor en el cielo se aumenta y perfecciona. El amor de

Dios nos hará felices, porque comprenderemos que

Dios, infinito bien e infinita belleza, es nuestro propio

bien, esto es, se nos dará para saciar la sed de felici-

dad de nuestro corazón.

Page 160: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

160

subirán, por decirlo así, a un gran tram-

polín, y desde aquella atalaya contempla-

remos el océano insondable de la divinidad:

aquel mar sin fondo ni riberas, que es la

esencia misma de Dios, en el que está con-

densado todo cuanto hay de placer, y de

riquezas, y de alegría, y de belleza, y de

bondad, y de amor, y de felicidad embria-

gadora. Todo cuanto puede apetecer y lle-

nar el corazón humano, pero en grado infi-nito. Y cuando nos digan: ―¿Ves este es-

pectáculo tan maravilloso y deslumbrador?

Pues no es únicamente para que lo veas,

esto no es para que lo contemples a distan-

cia, sino para que lo goces, para que lo

saborees, para que te hundas en él‖. Y,

efectivamente, nos lanzamos al agua y nos

hundiremos en el océano insondable de la

esencia divina, y entonces nuestra alma

experimentará unos deleites inefables, de

los cuales en este pobre mundo no podemos formarnos la menor idea. Estará como em-

briagada de inenarrable felicidad, casi in-

cómoda a fuerza de ser tan intensa, Y para

colmo de todo nos daremos cuenta que

aquella felicidad embriagadora no terminará

jamás; durará para siempre, para siempre,

para toda la eternidad, mientras Dios sea

Dios.

NUESTRA RESPUESTA

Estamos a tiempo todavía. A través de este

documento me pueden estar leyendo miles

y ojalá millones de personas. Quisiera que

Los gozos en el cielo no serán iguales, sino en pro-

porción a los méritos de cada uno; de tal manera, sin

embargo, que todos serán eternamente felices con el

grado de gloria que les corresponda. Así como el

pequeño no envidia el vestido de su papá por verlo

más grande, así en el cielo, nadie envidiará un grado

superior de gloria, porque cada cual tiene lo que le

hace falta.

Algunos santos, tendrán, por méritos y victorias

peculiares, una recompensa especial, llamada aureo-

la. Se distinguen tres: la de los mártires, en premio a

su fortaleza; la de los doctores, en premio de su sabi-

duría; y la de las vírgenes, en galardón a su virgini-

dad.

todo el mundo me escuchara. Porque este

tema del cielo que acabo de resumir breví-

simamente es de los más alentadores, de los

más estimulantes para decidirse a vivir

cristianamente, cueste lo que cueste. ¡Lo

que pierden los pobres pecadores! Si algu-

no, después de haber leído este escrito,

resiste a la gracia y se vuelve todavía del

lado del mundo, del demonio y de la carne,

y llega a condenarse para toda la eternidad, estas palabras que estoy escribiendo en

estos momentos resonarán trágicamente en

sus oídos en el infierno, y se dirá a sí mis-

mo, en medio de una espantosa desespera-

ción: ¡imbécil de mí, que me lo dijeron a

tiempo! ¡Me lo dijeron a tiempo! Pero pudo

más aquella mala mujer, pudo más aquel

dinero mal adquirido, pudo más aquel odio

y aquel rencor. ¡No quise confesarme! Morí

impenitentemente. ¡Imbécil de mí, que me

lo dijeron a tiempo! Podría estar ahora mismo en el cielo, embriagado de una feli-

cidad inenarrable. Y ahora estoy condenado

por toda la eternidad‖.

Estamos todavía a tiempo. Les hablo en

nombre de Cristo. No soy más que un pobre

altavoz, un pobre misionero de Cristo.

Vuélvanse a Él, que los espera con su infi-

nito amor y misericordia. Cristo los espera

con los brazos abiertos, Aunque lo hayan

escupido, aunque lo hayan blasfemado, aunque hayan pisoteado su sangre. Hoy,

como en la cima del Calvario, nos mira a

todos con infinita compasión y dice: ―Pa-

dre, perdónalos, porque no saben lo que

hacen‖. ―Hoy mismo –si quieres- estarás

conmigo en el Paraíso‖

Invoquen a María, su dulce Madre: ―Hijo,

ahí tienes a tu Madre‖. Eviten la espantosa

desesperación eterna, que los hará orar

inútilmente ―Dios mío, Dios mío, ¿por qué

me has desamparado?‖ ―¡Tengo sed!‖

―Tengo sed de salvar sus almas. ¡Vengan

todos a mi Corazón para que pueda lanzar

otra vez mi grito de triunfo: ―Todo está

cumplido‖ Les prometo mi ayuda durante la

Page 161: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

161

vida y la gracia soberana de la perseveran-

cia final para que puedan exclamar en sus

últimos momentos: ―Padre, en tus manos

encomiendo mi espíritu‖.

Con esto, su muerte cristiana será para

ustedes el término de esta vida de lágrimas

y de miseria y la entrada triunfadora en la

ciudad de los bienaventurados, donde serán

felices para siempre, para siempre, para

toda la eternidad. Así sea.

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162

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163

G. EL TERRIBLE ERROR DE LA CREENCIA EN LA

REENCARNACIÓN

UN TERRIBLE ENGAÑO QUE BUSCA LA

PERDICIÓN DEL ALMA

PARTE DE LAS MISMAS CUATRO MENTIRAS

DEL EDÉN

“NO MORIRÉIS” - “SABRÉIS EL BIEN Y EL MAL”

El concepto de la muerte y del pecado en el cristianismo

El concepto de la muerte y el pecado en la Nueva era (Reencarnación)

Consecuencias espirituales de estos dos engaños

“SERÉIS COMO DIOSES”

El concepto de Dios en el Cristianismo y en la Nueva era El concepto de l hombre en el Cristianismo y en la Nueva era

Consecuencias espirituales del engaño de la Nueva era

“SERÁN ABIERTOS VUESTROS OJOS”

El concepto del poder de la mente y la voluntad en el cristianismo

El concepto del poder de la mente y la voluntad en la Nueva era y sus

consecuencias

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164

Page 165: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

165

G. EL TERRIBLE ENGAÑO DE LA CREENCIA

EN LA REENCARNACIÓN

UN TERRIBLE ENGAÑO QUE

BUSCA LA PERDICIÓN DEL

ALMA.

La reencarnación es la creencia de que el individuo vive y muere muchas veces en

toda una cadena de existencia sucesivas,

bajo diversos cuerpos cada vez, hasta per-

feccionarse y quedar libre de culpas, para

entonces llegar, o al nirvana (algo así como

el vacío o la nada), o a disolverse en el gran

todo del universo.

Para entender la reencarnación en todo su

significado, hay que tener presente que

cuando el demonio hizo caer en el pecado de autoidolatría a Adán y a Eva en el Paraí-

so, les prometió estas tres cosas: que serían

como dioses, que tendrían sabiduría y que

no morirían (Gen 3, 4-5). En nuestro tiempo

vuelve a tentar a toda la humanidad con el

mismo pecado de convertirnos en dioses sin

Dios y también nos promete la sabiduría

(gnosis, conciencia alterada o expandida,

meditación trascendental, Tao, control

mental, etc.) y por supuesto, la inmortali-

dad. Para esto último predica ahora la doc-trina de la ―reencarnación‖.

Ante la imposibilidad de negar el hecho

cierto e ineludible de la muerte, la Nueva

era, movimiento espiritual que se está to-

mando a occidente con increíble fuerza,

promete astutamente a sus adeptos una

fantasiosa reencarnación. Y esta no es sino

Este artículo de José Galat nos pone en pers-pectiva complementaria, el terrible engaño que el movimiento de la Nueva era está causando al esparcir con mucho éxito en occidente la creen-cia en la reencarnación, que contradice todo lo expuesto en este libro. Podemos ampliar el tema en el libro No 9 de esta serie “El próximo corto reinado del Anticristo profetizado”, en el capítu-lo correspondiente

una copia paupérrima de la inmortalidad.

Paupérrima, porque según el budismo y el

hinduismo, (de donde viene esta mentira

que adaptan maquilladamente a occidente), la reencarnación resulta ser más que una

bendición, una desgracia a que se ven so-

metidos los hombres por la llamada ley del

―Karma‖, según la cual hay que pagar en

vidas futuras los males hechos en vidas

pasadas.

Ahora bien, desconociendo la severidad y

seriedad que la doctrina reencarnacionista

tiene en las viejas religiones del extremo

oriente, los norteamericanos y europeos han

La vida así sería un largo purgatorio en ciclos

cuya máxima culminación aspira a ser un des-canso con la pérdida de conciencia de sí (nirva-na) y dilución en la energía del universo. ¡Qué remedo tan pobre del cielo prometido a los cristianos!

Page 166: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

166

elaborado una versión ―light‖ y bien tran-

quilizadora del ciclo de las vidas sucesivas.

Estas sirven, no tanto para pagar las culpas

de existencias anteriores, cuanto como

pretexto para seguir alegremente en los

vicios y pasiones vergonzosas, con la ilu-

sión de contar con nuevas oportunidades de

enmienda en reencarnaciones futuras.

De este modo, la desfiguración occidental de la reencarnación la convierte en estímulo

irresponsable para la inmoralidad: Puedo

seguir en una vida de depravación, porque

luego disfrutaré de otras existencias para

arrepentirme y, además, no hay purgatorio,

ni infierno como castigo eterno.

La reencarnación, pese a lo que pretenden

sus adeptos, no se ha corroborado científi-

camente. Se aducen las regresiones en tran-

ce hipnótico como ―prueba‖. Pero estas

experiencias son equívocas y en manera

alguna concluyentes. Hay, por el contrario, fuertes indicios de que una persona forzada

bajo el hipnotismo a hablar de sus supuestas

vidas pasadas, lo que hace es fabular, es

decir, que su inconsciente se ve obligado a

inventar fanstasías.

Otra supuesta ―prueba‖ es la sensación que

experimentamos a veces de ―haber vivido

antes‖ lo que ahora vivimos. Pero este

fenómeno es una simple ilusión de la me-

moria, que los psicólogos llaman ―param-nesia‖ y que nada tiene que ver con vidas

pasadas.

Por otra parte, las supuestas reencarnacio-

nes dejan al hombre sin identidad propia

¿Quién soy yo? El que fui en mi vida ante-

rior, en la trasanterior, o en la actual, o en la

futura? Y si antes fui persona y poco des-

Satanás, quien está detrás de este monumental engaño, se refriega las manos al ver que de este modo la persona pierde toda capacidad de arrepentimiento y al no reconciliarse con su Creador, muere en pecado mortal, perdiendo eternamente su alma en el infierno.

pués reencarné en un cerdo o en un asno,

quién o qué soy en definitiva? Y si me

como un buen bistec, ¿no estaré, de pronto

devorándome a la que fue mi abuela? A

todas estas consecuencias, inclusive ridícu-

las, se llega bajo esta doctrina.

La Nueva era fomenta la soberbia de sus

seguidores haciéndoles creer que son dio-

ses, o pueden alcanzar el estado divino, por cuenta propia y gracias a sus esfuerzos

personales. Pero esta descabellada doctrina

se estrella contra el hecho inevitable y cla-

ro, de que toda criatura algún día habrá de

dejar de vivir. La muerte, entonces, pregona

el fracaso de todas las autoidolatrías. Los

que se proclaman a sí mismo como dioses,

deben meditar en este inexorable destino, si

no quieren ver frustradas sus ilusiones.

Desde el punto de vista de la fe cristiana, la resurrección y no la reencarnación, es de lo

que habla la Biblia. Así, San Pablo, en la

epístola a los Hebreos (9, 27) declara que

―moriremos una sola vez y después viene

para nosotros el juicio de Dios‖. Y a peca-

dores notables, como el llamado ―buen

ladrón‖, no le dijo Cristo que viviera otras

vidas para pagar sus culpas, sino que le

prometió: ―Hoy estarás conmigo en el pa-

raíso‖ (Lc 23, 43). La parábola de las vírge-

nes prudentes y necias (Mt 25, 13), corro-bora la existencia de una sola vida. Calum-

nian, pues, a Jesús los que pretenden que Él

era reencarnacionista.

La doctrina de la reencarnación niega mu-

chos dogmas y verdades del cristianismo,

como el pecado original, la promesa de la

redención, las profecías mesiánicas y el

sacrificio redentor de Cristo, la salvación

por la gracia de Dios, la existencia del cielo,

del purgatorio y del infierno, etc.

Lo peor de la doctrina reencarnacionista no

es sólo fomentar la inmoralidad, so pretexto

de contar con varias vidas para rectificar

yerros, sino exaltar el orgullo del hombre al

hacerse éste y no Cristo, el artífice de la

Page 167: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

167

redención. El hombre se autopurifica y se

autoredime sin necesidad de la gracia y las

ayudas de Dios. Se cree autosuficiente y,

por eso, rechaza la salvación que Jesucristo

nos mereció con su sacrificio de la cruz.

El destino sombrío que la reencarnación le

promete al hombre, hace inútiles su liber-

tad, sus esfuerzos, sus luchas y sus sacrifi-

cios por mejorar y perfeccionarse. Si en definitia, todo es para nada y no hay felici-

dad eterna en compañía de nuestro Creador

y Redentor, la reencarnación no es una

bendición sino la más cruel y lúgubre de las

frustraciones.

Finalmente, una consideración estadística

que echa por tierra la reencarnación: En

épocas anteriores, había menos gente sobre

el planeta. Así, por ejemplo, en tiempos de

Cristo, hace 20 siglos, el mundo de enton-ces apenas contaba con unos cien millones

de personas. Pero ya, por ejemplo, a fines

de la edad media, en el siglo XI, los habi-

tantes del globo se acercaban a mil millo-

nes. Hoy son cerca de siete mil millones.

Ante estos hechos cabe preguntar entonces:

¿De dónde salieron más almas para ocupar

los nuevos cuerpos multiplicados de las

personas? ¿De dónde, por ejemplo, salieron

los novecientos millones de diferencia entre los cien millones del siglo I y los del siglo

XI? ¿Ya existían las nuevas almas, o no?

¿Salieron de la nada, o alguien las creó?

¿Quién?

No se responda, que las almas de los que

ahora son humanos también pudieron estar

antes alojados en animales, por efecto de

castigos debidos al ―Karma‖ y que de allí

pasaron a las actuales personas. Este argu-

mento no tiene consistencia, porque no sólo

los habitantes humanos de la tierra crecen o se aumentan con los años, sino que también

se multiplican los animales. Entonces, el

interrogante subsiste: ¿De dónde salen las

almas de las personas nuevas que vienen a

la vida con el crecimiento demográfico de

año en año? Seamos sinceros: Las estadísti-

cas le juegan una mala pasada a la doctrina

de la reencarnación.

PARTE DE LAS MISMAS

CUATRO MENTIRAS DEL

EDÉN

En el Libro del Génesis en el capítulo 3,

versículo 4 y 5, se nos narra el engaño de la

Serpiente a Eva, para hacerla desobedecer y

comer del fruto del árbol del bien y del mal,

prohibido, y que dio lugar al pecado origi-

nal:

“Entonces la serpiente dijo a la mujer: no

moriréis; sino sabe Dios que el día que

comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el

mal”

Satanás quiso hacer caer al hombre en los

mismos pecados que lo hicieron caer a él

del cielo: falta de fe, soberbia y rebeldía

ante Dios. Lo seduce a la desobediencia con

cuatro mentiras: ―no moriréis‖, ―sabréis el

bien y el mal‖, ―Seréis como dioses‖, y ―se

os abrirán vuestros ojos‖.

Veamos cómo la Nueva era no es sino un simple remedo de esta tentación original, y

que detrás de estas sutiles tentaciones Sa-

tanás quiere alcanzar su propósito constante

y final, o sea hacer perder el alma de los

que las sigan.

“NO MORIRÉIS”

“SABRÉIS EL BIEN Y EL MAL”

El concepto de la muerte y del pecado

en el cristianismo

Un último complemento del autor de la obra

que termina de poner en perspectiva lo malévolo de esta creencia reencarnacionista. Se amplía el tema en el libro No. 9 “El próximo corto reina-do del Anticristo profetizado”

Page 168: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

168

Los cristianos creemos en la inmortalidad

del alma y que en una sola vida podemos

ejercer nuestra libertad para escoger si

aceptamos o no la invitación de Dios a

disfrutar de la felicidad eterna a su lado

luego de la muerte – razón de ser de la

existencia –, o rechazarla.

Creemos que en el momento de la muerte

tenemos de inmediato nuestro juicio parti-cular, en el cual somos evaluados frente al

cumplimiento de los mandamientos de la

Ley de Dios. Denominamos pecado toda

falta contra esta Ley, dictaminada por Dios

en las Sagradas Escrituras y puesta en nues-

tra conciencia innatamente. Hay pecados

―veniales‖ y hay pecados ―mortales‖

Pecado mortal es una ofensa a Dios en

materia grave, con plena conciencia y plena

voluntad. Esto equivale a un rechazo a Dios y a su invitación. Siempre podremos en

vida arrepentirnos de cualquier pecado

mortal, aceptando su gravedad, sus conse-

cuencias, reconciliándonos con Dios y

recobrando un estado de ―gracia‖.

Si morimos en estado de gracia, pasaremos a compartir con Dios la felicidad eterna. Si

morimos en pecado mortal iremos irreme-

diablemente al infierno, la única otra posi-

bilidad de existencia postrera. Ha sido nues-

tra libre elección. Habrá un final del mun-

do, todos los muertos resucitarán, habrá un

Juicio Universal, y estaremos eternamente

en el Cielo o en el Infierno, en cuerpo y

alma.

A esto se reduce en esencia el drama de la existencia humana. Nacimos para tomar en

una sola vida la decisión de en dónde pasar

la eternidad.

El concepto de la muerte y el pecado

en la Nueva era

Como vimos, la Nueva era cree en la tras-

migración del alma luego de cada vida, y

que la calidad de cada encarnación depende

de cómo nos hayamos comportado respecto

al bien y el mal en la anterior.

La diferencia entre bien y del mal aquí es

muy difusa y cada uno obra de acuerdo a su

propio concepto y en forma muy elástica.

Hay algunas pautas obvias de criterios

respecto al bien y al mal que aceptan, por

ejemplo el respetar las leyes humanas lega-les, rechazar crímenes atroces, injusticias

exageradas, etc. Pero rechazan la idea de

pecado pues se relaciona con un Legislador

personal al que tendríamos que dar cuentas.

Son simples errores y experiencias de

aprendizaje sin consecuencias ante un Dios

que se ofenda o de un posible infierno de

castigo.

Creen que por una ley impersonal llamada

del Karma, reencarnamos en unas circuns-tancias más favorables si hemos avanzado

en el bien, o retrocedemos a otras circuns-

tancias más desfavorables en las que ―pur-

gamos‖ los errores. En casos graves se

puede inclusive devolver y encarnar nue-

vamente en formas infrahumanas. Pero

finalmente, después de reaprender de los

propios errores en muchas reencarnaciones,

todos tarde o temprano llegamos, creen, a la

plena realización en personas nobles y

buenas. Se termina el largo recorrido y pasamos al nirvana o paz absoluta en la que

nos diluimos en la energía cósmica de la

que salimos.

Consecuencias espirituales de estos

dos engaños El cristiano que vive con conciencia de la

gravedad de las consecuencias del pecado

mortal trata de evitarlo y si cae en él, busca

rápidamente reconciliarse con el Creador.

Quiere morir en gracia de Dios y conseguir

la felicidad eterna. Sabe que en una sola

vida se ―juega‖ su destino eterno. Y no lo

hace simplemente por miedo al castigo, o

por cumplir, sino que responde a Su amor y

a Su invitación a la felicidad eterna. Acepta

Page 169: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

169

los mandamientos del Creador amoroso, y

los acata con humildad.

Quien vive convencido de los principios de

la Nueva era no cree que haya una sola

muerte luego de la cual tenemos un juicio

ante el Dios legislador, que nos premia o

nos castiga según nuestra decisión personal.

Cree que la muerte física que todos sufri-

mos es aparente y temporal pues rápida-mente transmigramos a otro cuerpo. Ya

aceptó el engaño del ―no moriréis‖.

Quien vive de acuerdo a los principios de la

Nueva era, no acepta que haya un Legisla-

dor sino una la ley del Karma, impersonal.

No siente ningún temor especial si ha obra-

do mal en forma evidentemente grave y no

siente la necesidad de reconciliarse con una

energía que obviamente no puede ofender-

se, pues no tiene conciencia de sí misma, ni es un ser superior del cual depende. Tam-

poco cree que existan unas leyes fijas de-

terminadas por un Ser superior que den

lugar a una distinción clara de lo bueno y lo

malo, de lo grave y de lo atenuado. Cada

persona decide por su cuenta lo bueno y lo

malo. Ha superado los tan incómodos diez

mandamientos y los ha sustituido por otros

hechos por él mismo según sus convenien-

cias. Ya aceptó el engaño de ―Sabréis el

bien y el mal‖.

Así como todos tenemos un instinto de

conservación física que nos hace huir de los

peligros y buscar mantener la vida, y quien

lo pierde se vuelve un temerario o un suici-

da, así todos tenemos un instinto de conser-

vación espiritual, que busca la salvación del

alma. Este instinto espiritual se manifiesta,

por ejemplo en el arrepentimiento de los

pecados y en lo que llamamos el ―Santo

temor de Dios‖. La Nueva era puede hacer-

nos perder ese instinto de conservación espiritual. Sin conciencia y arrepentimiento

de los pecados, y sin temor a Dios, fácil-

mente podemos caer en un alejamiento tal

de Dios y sus leyes que nos lleve a que

pongamos en peligro nuestra felicidad eter-

na. Esto pasará si morimos en pecado mor-

tal sin reconciliación con Dios.

“SERÉIS COMO DIOSES”

El concepto de Dios en el

Cristianismo y en la Nueva era

Los cristianos sabemos que Dios es un ser

espíritu puro, totalmente diferente de su

creación -la que sacó de la nada-, y que no

se confunde con ella. Es un ser persona, con

inteligencia y voluntad, conciencia de sí,

omnisciente, omnipotente, providente, no una energía impersonal como lo concibe la

Nueva era.

Como vimos, el concepto de Dios que

―vende‖ la Nueva era en sus múltiples gru-

pos de expresión, es muy diferente del

concepto que tenemos de Dios los cristia-

nos. Aunque hablan continuamente de Dios

y nosotros creemos que estamos hablando

de lo mismo, no es así. Para la Nueva era

Dios es una energía impersonal que está detrás de todo lo que existe, materia y espí-

ritu. Esta energía es eterna y evoluciona de

lo material a la vida y de esta al espíritu. En

este sentido Dios es todo y todo es Dios.

Una mesa es Dios, la tierra es Dios, una

planta, un animal son dioses, yo soy Dios.

Es lo que se denomina el panteísmo. Por lo

tanto se termina adorando al sol, a la madre

tierra (Gaia, Pasha mama), a la naturaleza, a

los animales, etc., y se cae finalmente en el

politeísmo, como los hinduístas. No hay

creación porque no hay un Creador diferen-te de su creación. Todo es un eterno evolu-

tivo.

El concepto del hombre en el

Cristianismo y en la Nueva era El cristianismo cree que todos somos seres

creados por Dios para compartir su felici-

dad eterna. Nos hace a su imagen y seme-

janza y por lo tanto nos crea con libertad,

para que durante una sola existencia, esco-

Page 170: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

170

jamos libremente y aceptemos o no esta

invitación a la felicidad eterna a su lado.

Luego de la muerte viene un juicio particu-

lar, al final un juicio universal y la resurrec-

ción, y pasaremos la eternidad a su lado (en

el cielo), o lejos de Él (en el infierno),

según si hemos aceptado la invitación,

siguiendo sus mandamientos y muriendo

reconciliados o no con Él.

La Nueva era concibe al hombre como

parte superior de esa energía evolutiva que

se espiritualiza y reencarna multitud de

veces en unos ciclos de aprendizaje que lo

hacen ser más Dios, hasta llegar a serlo,

cuando finalmente se libera del cuerpo y

descansa en una paz tan completa (el Nir-

vana) que pierde conciencia de sí, y se

integra de nuevo con la energía espiritual

infinita. El hombre según ellos es Dios y su

evolución es llegar a desarrollarse como tal.

Consecuencias espirituales del enga-

ño de la Nueva era

El concepto que suelen tener todos los mo-

vimientos espirituales afines a la Nueva era,

sobre Dios, el hombre y su relación, pone en peligro la salvación del alma.

Cuando le preguntan a Jesús “¿Cuál de los

mandamientos encabeza a los demás?”,

contesta:

“El primer mandamiento es: Escucha Isra-

el: El Señor, Nuestro Dios, es el único

Señor.

Al Señor tu Dios amarás con todo tu co-razón, con toda tu alma, con toda tu inteli-

gencia y con todas tus fuerzas.

Y después viene éste: Amarás a tu prójimo

como a ti mismo. No hay ningún manda-

miento más importante que éstos.” (Mc 12,

29-31)

Dios le da a Moisés los Diez Mandamientos

y los encabeza con el primeo: “No tendrás

otros dioses fuera de Mí” (Ex 20 3)

Es muy difícil cumplir el primer manda-

miento de amar a Dios sobre todas las co-

sas, cuando todas las cosas son Dios y Dios

son todas las cosa indistintamente. Desde la

posición de la Nueva era no es fácil amar y

orarle a una fuerza impersonal. Se suele terminar adorando a todo en la naturaleza y

especialmente a uno mismo. Al fin y al

cabo, ¡Yo soy Dios! Las personas que más

ha ―evolucionado‖, con más reencarnacio-

nes exitosas hasta llegar a ser ―maestros

ascendidos‖ son expresiones más puras de

Dios y merecen con más razón nuestra

adoración.

El hombre intuye en su conciencia la exis-

tencia de un ser superior creador, al cual debe rendirle culto y reverencia. Si el obje-

tivo de Satanás es evitar que cumplamos

ese primer mandamiento de amar a Dios

por sobre todas las cosas, qué forma más

sutil de dirigir esta tendencia innata y lle-

varla más bien a adorar a sus criaturas. Y de

paso se consigue que tengamos muchos

dioses fuera de Dios.

La Nueva era lleva a adorar a muchos

dioses en la naturaleza, a adorarse a sí mis-mo, a rendirle culto a los ―maestros ascen-

didos‖ y especialmente a facilitar el camino

para adorar al Anticristo, cuando se aparez-

ca y reclame la adoración al hacernos creer

que él es el ser más evolucionado sobre la

tierra. Buena parte de la humanidad caerá

en esta tentación: ―Seréis como Dioses‖.

De otro lado en esta espiritualidad el se-

gundo mandamiento de amar al prójimo

como a sí mismo, se confunde y se iguala

totalmente con el amor a Dios, hasta susti-tuirlo. Valdría la pena ver los pasajes trans-

critos al respecto en el libro No. 7, para ver

cómo se consigue también evitar rendirle

culto de adoración al Dios totalmente otro,

Juez y Señor de toda su creación, y cómo

Page 171: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

171

podemos terminar adorando al hombre en

sustitución. Nuevamente caemos en el

―Seréis como dioses‖.

“SERÁN ABIERTOS VUESTROS

OJOS”

El concepto del poder de la mente y

la voluntad en el cristianismo

El sentido de la vida según el cristianismo está expresado muy bien en una frase de los

catecismos tradicionales: ―nacimos para

conocer, amar y servir a Dios, y después

verle y gozar de su felicidad en el Cielo‖.

Nos sabemos criaturas dependientes de un

Ser superior, que al crearnos a su imagen y

semejanza, nos ha dado muchas capacida-

des físicas, mentales y espirituales, espe-

cialmente la inteligencia y la voluntad que

nos diferencia de los animales, para cumplir

nuestros propósitos de ser felices eterna-mente. Estamos acá solo de paso. Conoce-

mos su creación por medio de la inteligen-

cia, y la utilizamos para nuestro bien y para

servirle en nuestros hermanos. Pero no solo

conocemos a Dios, nuestra naturaleza, sus

leyes, etc. por la sola inteligencia y la cien-

cia, sino a través de la fe. Sabemos que hay

misterios que no podemos comprender por

nuestras limitaciones, y aceptamos con fe

humildad la Verdad revelada en la Biblia.

Tenemos voluntad propia, pero la subordi-

namos a hacer la voluntad de Dios, o sea

cumplir sus mandamientos y conservarnos

humildemente dependientes de Él, con

conciencia de nuestras limitaciones. Tene-

mos muchísimos talentos por desarrollar y

los aplicamos para satisfacer nuestras mu-

chas necesidades físicas, emocionales y

espirituales en esta vida, como medios, no

como fines en sí, y para cumplir la ley del

amor sirviendo efectivamente a los demás.

El concepto del poder de la mente y

la voluntad en la Nueva era y sus

consecuencias espirituales

La Nueva era se empeña en hacernos abrir

nuestros ojos a nuestras infinitas capacida-

des mentales, y al conocimiento de verda-

des y técnicas para el manejo de la realidad

que supuestamente han estado ocultas por

la civilización cristiana. Suponen que así

podemos manejar esta realidad, y tomamos

poder sobre la naturaleza y satisfacer a

voluntad todos nuestros deseos. Pero lo más

importante es que lo podemos hacer sin necesidad de depender de cumplir la volun-

tad de un Ser superior, de un Dios diferente

de nosotros mismos.

Ofrece a sus iniciados por lo tanto toda una

―nueva tecnología‖ para liberar nuestras

capacidades infinitas descubriendo el dios

que tenemos en nuestro interior: psicotécni-

cas, métodos para liberar potenciales con

iluminación, visualización, etc. Ofrece

fórmulas cuasimágica y mágicas para ma-nejar las energías y facilitar el alcance de

cualquier deseo en esta vida, para auto

desarrollarnos, auto superarnos, auto reali-

zarnos.

Pero, ¿qué es lo que hay detrás de esta

actitud fomentada?

Ya no se trata de conocer, amar y servir a

Dios totalmente otro, de depender de Él

para nuestra salvación, de pedirle ayuda

como criaturas limitadas aún para nuestras necesidades en esta vida, con humildad. Se

trata de que yo mismo puedo ser mi mismo

Dios. Todo lo puedo alcanzar si descubro

los secretos esotéricos desconocidos para

los no iniciados. Lo mismo se aplica a nivel

social. Lo que se quiere hacer creer es que

se puede hacer un paraíso aquí en la tierra

con nuestras solas capacidades, sin necesi-

dad de referirnos ni depender de un Dios

diferente del que tenemos dentro de noso-

tros, ni de acuerdo a unas leyes inmutables,

Page 172: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

172

consignadas en la Biblia que debemos

cumplir.

En el fondo es un canto a la autosuficiencia,

a la soberbia, al vano orgullo y a repetir la

declaración de Satanás en el Cielo: ―¡No

serviré!‖ Haré mi propia voluntad, no la de

Dios. No acepto leyes impuestas por otro,

solo las que yo mismo me imponga. El

pecado que dio lugar a su caída fue uno de soberbia y rebeldía. Lo hizo repetir a nues-

tros primeros padres con la tentación del

Edén. Lo está ofreciendo nuevamente a esta

última generación: ―serán abiertos vuestros

ojos‖, y podréis conseguir todos vuestros

propósitos por vosotros mismos sin necesi-

dad de un Dios diferente del propio, inter-

ior. ―¡Seréis como Dioses!‖, haciendo vues-

tra propia voluntad, no la de otro, salvándo-

os a vosotros mismos de la ignorancia en la

que os ha mantenido el cristianismo, y todo

en una forma autosuficiente.

Con una actitud así, ¿Podremos salvar

fácilmente nuestra alma?

Page 173: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

REVELACIONES DE JESÚS Y MARÍA SOBRE

ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS

TÍTULOS DE LA SERIE Y SUS CAPÍTULOS

Trilogía de la Esperanza

1. LA MARAVILLOSA ÉPOCA DE PAZ Y AMOR QUE SE

APROXIMA

A. Venida intermedia de Jesús

B. Cielo nuevo, tierra nueva

C. Los hombres transformados

D. Una sola Iglesia renovada y triunfante

E. Una sociedad en paz, sin más guerras F. Un largo reinado efectivo de Dios sobre la tierra

Anexo 1: La Salette y sus mensajes para hoy. El arduo camino hasta el milenio católico

Anexo 2: El dilema del milenarismo herético vs. el milenarismo aceptable por el

magisterio de la Iglesia

2. ¿PUEDE UN CATÓLICO RESPETUOSO DEL MAGISTERIO DE

LA IGLESIA CREER EN LAS PROFECÍAS BÍBLICAS Y

PRIVADAS?

A. Jesús y la Virgen María solo reafirman y explican las profecías bíblicas 25

B. La incredulidad respecto a las profecías bíblicas y privadas y sus consecuencias 30

C. La interpretación racionalista de las profecías bíblicas y privadas y sus

consecuencias

D. El predominante milenarismo alegórico de San Agustín

E. El milenarismo herético y. el milenarismo carnal F. El milenismo católico. Solo uno de los tres enemigos del alma seguirá atacando

G. Aceptación histórica de las revelaciones privadas proféticas acerca del fin de

los tiempos por parte de la Iglesia

Anexo: El tercer mensaje secreto de Fátima

3. REVELACIONES SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA

A. El real Fin del mundo y el Juicio Universal 1. La Venida de Cristo para el Juicio Universal 2. Resurrección de los muertos 3. El Juicio Universal y Final

B. Revelaciones sobre la vida después de la vida 1. El Juicio Particular 2. El Purgatorio 3. El Cielo

4. El Infierno Anexo 1: El misterio del más allá (Las postrimerías según el magisterio la Iglesia)

Page 174: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

174

Trilogía de la Fe

4. ¿COMO PUEDE UN DIOS MISERICORDIOSO PERMITIR TANTAS

TRIBULACIONES A SUS CRIATURAS?

A. La condición presente: peor que la anterior al Diluvio B. El reinado actual de los siete pecados capitales

C. Advertidos. Rechazo a las continuas llamadas a la conversión

D. El respeto de Dios del libre albedrío humano

E. El origen no divino del mal. La permisión divina del mal para sacar de él, el bien

F. Las tribulaciones entendidas como manifestaciones de la Misericordia de Dios

G. Las tribulaciones entendidas como manifestaciones de la Justicia divina

H. La necesidad de la tribulación en el plan de salvación de muchas almas y del nuevo

comienzo.

5. UN GRAN PLAN DE DIOS PARA LA SALVACIÓN Y RENOVACIÓN

DE ESTE MUNDO EN CRISIS

A. Existencia de Satanás y de sus planes perversos

B. El encargo a la Virgen María en los últimos tiempos

C. El último ataque y su aprovechamiento para renovar el mundo

D. El gran plan estratégico de salvación y de protección para estos tiempos difíciles

E. Cercanía de la gran batalla final ¿Debemos temer?

6. INSTRUCCIONES DEL CIELO PARA PROTEGERNOS DURANTE LAS

TRIBULACIONES DE ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS

A. Estrategia y arma: la Oración

B. Un arma especial: el Santo Rosario

C. Provisiones: la Eucaristía y demás sacramentos

D. Coraza: la consagración a los Sagrados Corazones E. En la batalla: el camino de la Cruz y de la obediencia

F. Al combate en unión con los ángeles y en la comunión de los santos

G. Armadura: los Sacramentales

H. Contraseña: las marcaciones de la Virgen María

I. Contrainteligencia: los Exorcismos

J. Ayudas físicas en las crisis

K. El inevitable martirio de muchos

Page 175: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

175

Trilogía Apostólica (Primer libro)

7. LA PROFETIZADA CRISIS EN LA IGLESIA CATÓLICA Y SU

RENOVACIÓN A. Introducción: el Masterplan para destruir a la Iglesia

B. Olvido del fin de la vida y de las ayudas para salvarse

C. Crisis en los sacramentos y en la liturgia

D. Crisis en el sacerdocio y en los claustros

E. Preparación de la Iglesia ecuménica universal

F. La Gran apostasía profetizada G. Crisis temporal permitida para su renovación

H. El ―éxito‖ del modernismo

I. Crisis de autoridad y disciplina

J. El ―éxito‖ de la masonería

Trilogía de la Caridad

8. LA CRISIS GLOBAL PROPICIA PARA EL SURGIMIENTO DE

UN NUEVO ORDEN MUNDIAL Y DE UNA IGLESIA ECUMÉNICA

UNIVERSAL A. Razón de ser de las advertencias

B. Una nueva guerra y sus consecuencias

C. Una gran crisis económica y sus consecuencias

D. Desenlace de la crisis en la Iglesia

E. El Aviso y el cometa

F. Las tribulaciones consecuentes

G. Anarquía propicia para el surgimiento de un nuevo orden mundial y de una

Iglesia ecuménica universal

H. Grandes ayudas sobrenaturales: el Aviso, el Milagro y la última evangelización

9. EL CERCANO Y CORTO REINADO DEL ANTICRISTO

PROFETIZADO

A. El plan de Satanás para reinar mundialmente con el Anticristo

B. Preparación de una falsa Iglesia ecuménica favorable al Anticristo

C. Neutralización de las advertencias y llamados a la conversión

D. Ascenso del Anticristo

E. Dominio mundial durante tres años y medio F. La gran persecución a los cristianos

G. ―Al final mi Inmaculado Corazón triunfará‖

Anexo 1. La labor preparatoria del movimiento de la Nueva era

Anexo 2. Maitreya en sus propias palabras y en la de sus seguidores actuales

Page 176: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

176

10. LA GRAN TRIBULACIÓN FINAL ANTES DE LA RENOVACIÓN

DEL MUNDO

A. Causas y efectos de las tribulaciones permitidas por Dios

B. Señales y eventos previos C. Guerra mundial final: el Armagedón

D. El asteroide. Los cataclismos finales

E. Los tres días de oscuridad

F. La maravillosa época de paz y amor que surge a continuación

Trilogía Apostólica

11. ¿DEBEN DIVULGARSE LAS ADVERTENCIAS Y MENSAJES

PROFÉTICOS? LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

A Incredulidad a las advertencias y mensajes proféticos

B. Un llamado urgente a la divulgación de los mensajes

C. Los Apóstoles de los últimos tiempos

D. Dificultades y ayudas

E. Reunidos alrededor de cenáculos de oración

12. MENSAJES DE LA VIRGEN MARÍA AL PADRE GOBBI SOBRE

ESTOS ÚLTIMOS TIEMPOS

A. Un mensaje de esperanza para estos tiempos turbulentos 1. La maravillosa época de paz y amor que se aproxima para la humanidad 2. Instrucciones del Cielo para protegernos durante las tribulaciones de estos últimos tiempos

B. La comprensión del sentido de estos últimos tiempos profetizados 1. ¿Cómo puede un Dios misericordioso permitir tantas tribulaciones a sus criaturas?

2. Cercanía del fin de los tiempos ¿Debemos temer? 3. María, profetisa de los últimos tiempos, explica las profecías bíblicas 4. Un gran plan de salvación para la renovación del mundo en crisis

C. La crisis en la Iglesia Católica y el surgimiento de una Iglesia ecuménica universal 1. La crisis profetizada en la Iglesia Católica para los últimos tiempos y su renovación 2. El tercer secreto de Fátima se refiere a la crisis en la Iglesia y sus consecuencias para el mundo

D. El nuevo orden mundial y la aparición del Anticristo profetizado 1. El colapso mundial y la anarquía propicia para la subida de un ―salvador‖ 2. El Nuevo orden mundial: ascenso del Anticristo 3. El cercano y corto reinado del Anticristo 4. La gran tribulación 5. Renovación del mundo ANEXO: El dilema del milenarismo herético vs. el milenarismo aceptable por el magisterio de la

Iglesia.

Page 177: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

177

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA EN ESPAÑOL

La Librería Espiritual, de Quito, Ecuador es

la editorial que más ha editado libros sobre

el tema de los anuncios proféticos sobre los últimos tiempos y temas afines. Su catálogo

es amplísimo. Cuando no se refiere la edito-

rial, se asume que es editado ella.

El trueno de la justicia, Ted y Maureen Flynn, Maxcolm Communications, Inc.

La hora final, Michel H. Brown, Librería

Espiritual, Quito, Ecuador.

De la obra de Luis Eduardo López Padilla,

escritor Mexicano, excepcional y completa. Algunos de sus libros:

Los últimos tiempos

Advertencias de la Santísima Virgen

María a la humanidad

Tiempos de María

El Diablo y el Anticristo

La hora de la verdad

Garabandal, la última oportunidad

New Age, un engaño muy sutil

Apocalipsis, descubriendo el Plan de Dios

Juan Pablo II, en la encrucijada de los

últimos tiempos

De la obra de Francisco Sánchez Ventura,

prolífero escritor español, y de su hijo Juan

Carlos quienes editan la revista María Men-

sajera desde hace más de 30 años, sobre el

tema, algunos de sus libros (Editorial Círcu-

lo):

La Virgen llora en el Mundo

El secreto oculto de Fátima

El Diablo y sus secuaces

Hemos entrado en la década final

Dios avisa siempre

La purificación universal parece inmi-

nente

Las apariciones de la Virgen como fenó-

meno universal

Testimonios de fe

De la obra de Rafael Arango:

El fin de los tiempos

Voces del más allá

Señales bíblicas del fin

Una obra central, del Padre Gobbi:

A los sacerdotes hijos predilectos de la

Santísima Virgen, Centro internacional del

Movimiento Sacerdotal Mariano

Confidencias de Jesús a un Sacerdote,

Monseñor Octavio Michelini (ocho tomos)

Alerta humanidad Rachel Adams y Alfre-do Bonicelli

Reflexiones sobre los últimos tiempos

según notables profecías, Rachel Adams

Porque te amo te castigo. El Cielo nos avisa, Agustín Acosta y Padre Antonio

Apariciones de la Virgen María, Esperan-

za Ridruejo

A los umbrales de la Nueva era, Monse-

ñor Algo Gregori

La venida intermedia de Jesús, Monseñor

Aldo Gregori

La última batalla, Padre Ildebrando A.

Santangelo

Maran Ata, Eusebio García de Pesquera

Las señales, Antonio Dalmiro Atienza

Confidencias de Jesús y de la Santísima

Virgen María para los últimos tiempos,

Pequeña alma, España (cinco volúmenes)

La obra de Consuelo, dictada por María y

Jesús. Ediciones Consuelo, Barcelona:

María, Trono de la Sabiduría

María, estrella de la evangelización

María, puerta del Cielo

Maranathá

Reflexiones al hilo del Apocalipsis, Anto-

nio Yague

Page 178: 3. Revelaciones Sobre La Vida Despues de La Vida

178

REFERENCIAS EN INTERNET SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

(A TRAVÉS DE ESTOS SITIOS COMO

ENTRADA SE PUEDE ACCEDER A OTROS CIENTOS DE HOJAS (LINKS)

Apparitions of Jesus and Mary

http://www.marypages.com/indexEng.html

Appearances of Mary

http://members.aol.com/bjw1106/marian.ht

m

Better Get Ready

http://members.tripod.com/~supremefiat/m

ain.htm

Call to Christ

http://www.calltochrist.com/

Dr. Domínguez

http://www.biblia.com/dominguez/index.ht

ml

End Times Prophecy

http://conventhill.com/endtimes/

Etika

http://www.etika.com/index.htm

Marian Apparitions

http://www.geocities.com/Athens/Academy

/6002/links.html

Marian apparitions and Catholic apocalyp-

ticism

http://members.aol.com/UticaCW/Mar-

link.html

MaxKol

http://www.maxkol.org/index.html

Messages from Heaven

http://catalog.com/endtimes/links.htm

Our Lord and our Lady come to the world

http://198.62.75.1/www1/apparitions/http:/i

ndex.htm

Sign of the times apostolate

http://www.sign.org/index.phtml

The Catholic Prophets

http://myweb.tiscali.co.uk/praeternatural/T

he%20Catholic%20Prophet1.htm

The end days http://www.enddays.ws/

The Fatima Network

http://www.fatima.org/index.shtml

The Work of God

http://www.theworkofgod.org/index.htm

Los Ültimos tiempos

http://members.tripod.com/ultimostiempos/

Stepping Stones to Catholic Apparitions

http://www.geocities.com/Athens/Forum/2

735/

Apparitions of the blessed Virgin

http://www.immaculateheart.com/Ave%20

Maria/apparitions.

Apparitions and Eucaristic Miracles

http://198.62.75.1/www1/apparitions/

Marian Movement of Priests Official Web-

site

www.msm-mmp.org