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Ana Wortman* El desafío de las políticasculturales en la Argentina Introducción Reflexionar en torno a las políticas culturales en la Argentina contemporánea presupone un análisis cultural renovado de la sociedad, sus cambios y sus demandas. Para ello debemos tener en cuenta las nuevas formas de producción de la cultura a la par que las formas de constitución de los públicos de los productos culturales, así como también prestar atención a las formas en que se presentan dichos productos. En este proceso de producción, distribución, circulación y consumo cultural, es clave atender al modo que ha adoptado la globalización cultural en la Argentina. Por otro lado, nos interesa pensar el problema de formular políticas culturales en el nuevo siglo y la transformación de las relaciones sociales, esto es, de qué manera las políticas culturales estarían vinculadas con los efectos que el modelo neoliberal ha tenido en el tejido social, así como también con las formas institucionales y no institucionales que adopta la hegemonía cultural. El objetivo de este artículo consiste en dar cuenta, a partir del impacto del neoliberalismo en la crisis de los lazos sociales en un sentido fuerte, de los desafíos que se le presentan en la actualidad a las políticas culturales. Nos preguntamos, en este contexto de emergencia de identidades restringidas, al decir de Sergio Zermeño, aunque con rasgos de consumos globalizados, sobre las características que debería tener en el contexto actual un nuevo paradigma de acción cultural que integre las nuevas dinámicas culturales en un sentido democrático. De la sobredeterminación política a la escisión Históricamente, la noción de políticas culturales en América Latina ha estado connotada por los conceptos de cultura y política, ya que la organización de la cultura y la educación ha estado estrechamente vinculada con la constitución de los estados nacionales. Como señalan Sarlo y Altamirano (1983), desde los inicios de la Nación argentina se visualiza una preocupación por definir una cultura argentina, la cual luego se constituirá en objeto de disputas entre formas contrapuestas de interpretar el pasado argentino, paradojalmente en una sociedad con poco pasado. Una pregunta sigue en pie: ¿cuál es el origen argentino? ¿Cuál es su punto de origen y su mito de origen?

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VIVIENDA COMO TEMA SOCIAL

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Ana Wortman*

Ana Wortman*

El desafo de las polticasculturales en la Argentina

Introduccin

Reflexionar en torno a las polticas culturales en la Argentina contempornea presupone un anlisis cultural renovado de la sociedad, sus cambios y sus demandas. Para ello debemos tener en cuenta las nuevas formas de produccin de la cultura a la par que las formas de constitucin de los pblicos de los productos culturales, as como tambin prestar atencin a las formas en que se presentan dichos productos. En este proceso de produccin, distribucin, circulacin y consumo cultural, es clave atender al modo que ha adoptado la globalizacin cultural en la Argentina. Por otro lado, nos interesa pensar el problema de formular polticas culturales en el nuevo siglo y la transformacin de las relaciones sociales, esto es, de qu manera las polticas culturales estaran vinculadas con los efectos que el modelo neoliberal ha tenido en el tejido social, as como tambin con las formas institucionales y no institucionales que adopta la hegemona cultural.

El objetivo de este artculo consiste en dar cuenta, a partir del impacto del neoliberalismo en la crisis de los lazos sociales en un sentido fuerte, de los desafos que se le presentan en la actualidad a las polticas culturales. Nos preguntamos, en este contexto de emergencia de identidades restringidas, al decir de Sergio Zermeo, aunque con rasgos de consumos globalizados, sobre las caractersticas que debera tener en el contexto actual un nuevo paradigma de accin cultural que integre las nuevas dinmicas culturales en un sentido democrtico.

De la sobredeterminacin poltica a la escisin

Histricamente, la nocin de polticas culturales en Amrica Latina ha estado connotada por los conceptos de cultura y poltica, ya que la organizacin de la cultura y la educacin ha estado estrechamente vinculada con la constitucin de los estados nacionales.

Como sealan Sarlo y Altamirano (1983), desde los inicios de la Nacin argentina se visualiza una preocupacin por definir una cultura argentina, la cual luego se constituir en objeto de disputas entre formas contrapuestas de interpretar el pasado argentino, paradojalmente en una sociedad con poco pasado. Una pregunta sigue en pie: cul es el origen argentino? Cul es su punto de origen y su mito de origen?

En las llamadas sociedades de modernizacin temprana, cuya base poblacional ha sido mayoritariamente de origen inmigratorio, el Estado ha sido muy eficaz en la delimitacin de contornos, imaginarios, controles disciplinarios. En el caso de Argentina, la educacin pblica, fuertemente homogeneizadora a la vez que universalista, tuvo un papel esencial en la configuracin de subjetividades, espacio que se disput histricamente con el peso fuerte de la Iglesia Catlica en ese campo, y tambin en el control del espacio pblico. Al discurso cultural del Estado estuvo asociado el discurso mdico basado en la ideologa del higienismo. Sin embargo, esta capacidad del Estado argentino de moldear sujetos ha convivido en forma paralela con el dinamismo de la sociedad civil para generar proyectos sociales y culturales. Las artes en Argentina (King, 1984; Landi, 1984) se desarrollaron con el apoyo de la iniciativa privada, y podemos agregar junto con Sarlo (1997) que fue el Estado nacional, a travs de la figura de la maestra normal como intermediadora de la cultura, el que gener un vasto pblico lector consumidor de las ofertas que la incipiente industria editorial primero, y la industria cinematogrfica despus, colocaban en el espacio pblico.

Asimismo, diversas razones incidieron en la dificultad histrica de formar un campo cultural autnomo, en un sentido moderno. Las relaciones econmicas y polticas de las sociedades latinoamericanas no han permitido la formacin de un amplio mercado cultural de elite como en Europa, ni la misma especializacin de la produccin intelectual, ni instituciones artsticas y literarias con suficiente autonoma respecto de otras instancias de poder. Adems de la subordinacin a instancias econmicas y polticas de la propia sociedad, el campo cultural sufre en estas naciones la dependencia de las metrpolis, siendo una de sus consecuencias el debilitamiento de las instituciones del campo cultural nacional (Sigal, 1991: 33; Sarlo y Altamirano, 1983: 85-89; Ortiz, 1994).

Esta debilidad sin embargo tiene sus matices, ya que el campo cultural en todas sus dimensiones se desarroll por fuera de las instituciones del Estado (Sigal,1991). Por otra parte, en el anlisis de la cultura argentina propuesto por Svampa (1994) se alude a la existencia de ideologas y visiones de la historia contrapuestas y presentes en el campo cultural, a partir de la potencialidad de la matriz sarmientina Civilizacin o barbarie para interpretar las formas dicotmicas de lo poltico cultural. Esta imagen dividida de lo cultural se ha extendido hasta no hace mucho en una expresin enfrentada con connotaciones ideolgico-polticas entre cultura popular y cultura culta o cultura de elite1.

La sobredeterminacin extrema de la cultura por la poltica lleg a su punto mximo en los aos setenta, donde ya ninguna esfera de la vida social era autonmica de un discurso poltico revolucionario, imponiendo su lgica sobre las prcticas culturales2. La escalada de violencia que culmin con el golpe de estado de 1976 se inici por el accionar paramilitar contra hombres y mujeres de la cultura3.

El vnculo entre cultura y poltica en Argentina adopt nuevas significaciones en los aos optimistas de la transicin democrtica, donde se hicieron innumerables balances de la destruccin de la cultura y la educacin. Se confiaba en la cultura como modo de hacer poltica, en un sentido militante. Ciertas palabras fueron excesivamente repetidas: nueva cultura poltica, participacin, autoritarismo, democracia. La inestabilidad econmica y poltica que empez a empaar cierto clima optimista de los escasos primeros aos de la transicin puso en crisis valores fundantes de la identidad argentina, haciendo a la sociedad argentina eco de nuevos discursos del capitalismo en un sentido radical. Hago alusin aqu a la mirada negativa que comenz a tener el conjunto de la sociedad acerca del Estado y todo lo derivado de su esfera.

Fin de un vnculo, comienzo de otro: la puesta en escena de las relaciones entre cultura y economa

La reforma del Estado en su versin neoliberal lleg en dos momentos a la Argentina. Primero a travs de una dictadura militar, y ms adelante a travs de un gobierno democrtico. Esta se realiz con total consenso, en una sociedad castigada recientemente por los avatares de la hiperinflacin, con profundas consecuencias en la vida cotidiana.

Los efectos de una transformacin estructural se desplegaron plenamente con la poltica de privatizaciones de las empresas pblicas, entre ellas los medios de comunicacin. En este campo, la conformacin de conglomerados multimedia en Argentina form parte del proceso globalizador de la cultura en Occidente, el cual estuvo facilitado por las condiciones polticas vigentes, a la vez que por la debilidad del Estado para regular las transformaciones econmicas, que no estuvieron exentas de prcticas de corrupcin. En forma paralela comenz a generarse un nuevo fenmeno para nuestro pas como es el desempleo, cuyo impacto social redefine los vnculos sociales y las caractersticas de una extendida clase media, mito y fundamento de la identidad nacional. Consecuentemente se restringe el gasto en servicios sociales: entre ellos, el financiamiento de programas educativos y culturales, y la inversin para investigaciones cientficas (sobre todo aquellas de carcter no performativo).

As, comienza a configurarse un discurso hegemnico, a travs de intermediarios culturales de nuevo tipo, segn Bourdieu los periodistas, en el cual no hay espacio para voces portadoras de un discurso crtico. En este contexto se legitim un nuevo discurso cultural hegemnico. Al desaparecer un lugar para el Estado en la construccin de hegemona en un sentido de bien comn, se instala masivamente la iniciativa privada en el campo de la educacin pblica, con grandes consecuencias en el plano de la igualdad social. Pero esto supone la desaparicin de una idea de lo general cuando lo que domina es el paradigma empresarial en la lgica de la accin social: se impone la idea de la soberana del consumidor, un consumidor fuertemente pautado en sus formas de accin por el marketing y la accin de la publicidad.

Las formas actuales de la concentracin econmica han generado una sociedad mucho ms desigual que la dejada por el tipo de neoliberalismo implementado por la dictadura militar. Si bien podemos advertir claramente los efectos negativos de la implementacin de las polticas econmicas neoliberales, resulta ms difcil sacar conclusiones contundentes a partir de la observacin de modificaciones en las prcticas de consumos culturales. Si bien se constatan varios descensos en los consumos culturales, tambin es necesario tener en cuenta para el anlisis el impacto de las nuevas tecnologas, la dinmica laboral, y la emergencia de nuevos estilos de vida.

La lgica cultural del capitalismo contemporneo remite a transformaciones en lo macroeconmico, como tambin en la dimensin cultural de la vida social y econmica, en la reorganizacin del campo cultural y en la emergencia de nuevas subjetividades. Por eso en el contexto actual podemos advertir modificaciones en las prcticas culturales, ya que estamos hablando de otros sujetos y otra cultura.

Por un lado, las formas del campo cultural se han transformado por diversas razones. Con relacin a las industrias culturales, debe sealarse una nueva dinmica de la economa del capitalismo tardo que afecta el funcionamiento y la lgica de las industrias culturales (por ej. la industria del libro, de la msica, de la televisin4 y la prensa5, y la constitucin de los conglomerados multimedia6). En este campo, la embestida de las empresas de comunicacin e informtica7 ha incidido en la dinmica de la economa, como sealan autores como Castells (1997) y Lash y Urry (1997), pero tambin su presencia supone cambios culturales radicales ya que han modificado las relaciones laborales y el vnculo de los sujetos con el trabajo. En los usos del tiempo libre, as como en la relacin entre tiempo libre y tiempo de trabajo, han surgido nuevos consumos culturales, as como tambin se debe mencionar su articulacin con las formas actuales de presentacin del campo artstico8. Si bien este impacto es ms visible en el mbito del espacio privado, tambin debera pensarse en la relacin de la gente con la cultura en el espacio pblico (la proliferacin de cybercafs, el uso de Internet9 en lugares pblicos, as como la emergencia de nuevas formas de percepcin y apropiacin de los productos culturales, las megamuestras10, los bares culturales, los multicines).

Sin embargo, contradiciendo cierta imagen pasiva de un sujeto consumidor de cultura que acompaara esta dinmica cultural, se manifiesta paralelamente una respuesta positiva a actividades del hacer cultural en el espacio pblico. No contamos con estadsticas que confirmen esta afirmacin, pero podemos observar a partir de la prensa grfica, en publicidades en la va pblica, y en nuestra recorrida diaria de la ciudad, el creciente pblico de las ofertas de talleres del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA), emergencia de ONGs culturales que posibilitan la accin cultural de grupos de arte barriales, manifestaciones de teatro callejero11, proliferacin de talleres de murga, el creciente nmero de escuelas de cine. Estas formas de consumo cultural podran estar asociadas a la bsqueda de vnculos de carcter comunitario o, como se dice actualmente, a formas sociales de carcter local que se enfrentan a la propuesta globalizada de la industria cinematogrfica y televisiva.

Luego de un perodo de rotundo xito de la televisin, los aos noventa, asistimos a una vuelta a la seduccin del espectculo directo, as como a la prctica personal del arte (bailar, cantar, hacer teatro, etctera). Se podra afirmar que hay una mayor presencia del cuerpo en las manifestaciones culturales. El crecimiento de los hacedores de arte pone en cuestin miradas deterministas en torno a la presencia de los massmedia, y nos invita a la reflexin de la dialctica social.

Acerca del lazo social

Nos preguntamos sobre qu sociedad se asientan los cambios culturales. Es posible deslindar la cuestin social del impacto de la llamada globalizacin? Segn afirman diversos socilogos y cientistas sociales en general, ha entrado en crisis el concepto de sociedad en el marco de los procesos culturales globalizadores. Precisamente, el pensamiento sobre la sociedad surgi en consonancia con el de Estado nacin, hoy en franca reformulacin a la luz de la globalizacin econmica, poltica y cultural (Ortiz, 1994). Sin embargo este cambio de foco no supone afirmar que las sociedades han desaparecido. Se diluye la idea de sociedad como totalidad, concebida en un sentido homogneo, como modo de pensar lo social, ya que se lo reconoce atravesado por mltiples procesos de homogeneizacin y heterogeneizacin. Asimismo, como destaca Giddens, en el marco de la aceleracin de los procesos sociales de la modernidad tarda se viven de otra manera las temporalidades, y el espacio es menos relevante para pensar la sociedad, los lugares donde tradicionalmente se desarrollaban las culturas y las sociedades. En la actualidad, la lgica temporal de aceleracin rige nuestras vidas. Todos estamos atravesados por el corto plazo, pero compartimos con Lechner (1999) que no es lo mismo esa lgica de la accin en un ejecutivo que en un trabajador precarizado. Tambin en la idea de reflexionar sobre la relacin entre procesos de globalizacin y sociedad, agregara Garca Canclini (2000), los empresarios se desplazan, y las poblaciones y lo social despedazado, al decir de Zermeo, quedan.

El escenario social de nuestras sociedades es realmente preocupante. As como ha descendido la venta de libros, se han cerrado salas de cine12, y han crecido el desempleo, el subempleo, la precarizacin laboral, la explotacin, el trabajo infantil, grandes asentamientos de grupos sociales que viven bajo los niveles aceptados de pobreza13. Esta creciente dualizacin14 de nuestras sociedades es posible tambin en un contexto de crisis de los imaginarios vinculados a lo colectivo, a derechos de igualdad y participacin poltica. A la vez que se percibe a la poltica ms lejos de la sociedad, tampoco se cree en la posibilidad de una accin poltica diferente. Las voces en ese sentido son escasas y, siguiendo el caso argentino, de difcil articulacin. Las protestas sociales son fragmentadas, como fragmentadas son las identidades sociales. La pregunta de difcil respuesta es: cmo recrear formas de solidaridad social en tejidos sociales deshechos por la miseria y la violencia sin sentido? Qu relacin se puede establecer entre este problema y el sentido de las polticas culturales hoy?

En Argentina, la formulacin de polticas culturales en la transicin democrtica estuvo fundada sobre la base de valorizar la cuestin de los derechos humanos, por los efectos de las dictaduras. Si las polticas culturales al menos en el Cono Sur han sido exitosas en instalar en los aos ochenta la idea de resolucin de los conflictos y destierro de la violencia en el marco de un sistema democrtico, como resultado del neoliberalismo, sostenemos que la accin cultural debera orientarse en torno a nuevas significaciones de los derechos sociales, esto es, de ampliacin de la ciudadana. Se trata de reflexionar acerca de las consecuencias sociales, culturales y subjetivas de un orden sociopoltico fundado en la lgica del mercado y en la instalacin de valores competitivos y excluyentes donde la solidaridad y el sentido de pertenencia pierden sentido, se banalizan. Al menos, hoy el eje debera centrarse en promover una sociedad ms igualitaria, sin abandonar la emergencia de la diversidad y de la resignificacin de lo nacional.

En la actualidad la teora social reflexiona en torno a una nueva cuestin social15. En la segunda mitad de los ochenta, en el contexto latinoamericano, lo social da cuenta de la crisis de la modernidad, en el sentido de un cambio social visible material e imaginariamente. Se instala un pensamiento desesperanzado donde la accin poltica parecera no tener lugar: los chilenos hablan de una sociologa de la decadencia. Zermeo (1990) percibe la vuelta de los populismos, pero en el contexto de economas excluyentes y de ruptura del lazo social, de la emergencia de identidades restringidas. Hacia fines de los noventa asistimos a una forma de violencia simblica, la de sentirse de ms (Garca Raggio, 1998).

Nuevos contenidos de las polticas culturales en la Argentina que cambi

Uno de los objetivos de las polticas culturales en los setenta y ochenta en Amrica Latina consista en revalorizar identidades. En general se entenda por identidades a las identidades tnicas, las diferencias culturales, frente a cierto discurso cultural que consideraba jerrquicamente los bienes simblicos de estticas occidentales. Si en el resto de Amrica Latina esto era claro dado el componente mestizo de su poblacin, en Argentina esta meta era ms difusa, ya que las culturas indgenas y mestizas eran minoritarias y haban sido fuertemente desplazadas por el discurso estatal y las polticas inmigratorias. Este criterio, por cierto, debe ser revisado, o mejor dicho ampliado. La heterogeneidad de la supuesta identidad argentina no slo se hace visible a travs de las culturas y etnias postergadas. En la actualidad, la cuestin de la identidad asume nuevas complejidades. Por un lado, mantenemos los prejuicios raciales por el color de piel y el origen religioso. Siendo la Argentina el pas con mayor proporcin de poblacin juda en relacin con el resto de Amrica Latina, es llamativa la persistencia de fuertes prejuicios antisemitas, los cuales han existido siempre si revisramos la educacin que dan algunos de los colegios catlicos argentinos, podramos dar cuenta del origen y persistencia de estas creencias. El prejuicio tambin se mantiene en la formacin de los aparatos represivos del Estado como la polica y las Fuerzas Armadas. El hecho de que luego del atentado a la AMIA, nunca esclarecido, las instituciones judas hayan tenido que poner bloques de cemento en la vereda como un modo de advertir a los transentes que estn frente a algn peligro, o pueden ser vctimas de otra masacre, pone en evidencia la existencia de un fantasma de una poblacin que genera peligros y miedos. A su vez, persiste la descalificacin en relacin con la poblacin migrante del interior, en particular proveniente de provincias del Noroeste argentino con races indgenas. Asimismo, los prejuicios raciales se han hecho evidentes con la llegada de migrantes de los pases limtrofes (Bolivia, Paraguay, Per), quienes atraviesan discriminaciones en las instituciones educativas, hoy no preparadas para recibir a los extranjeros.

Asimismo, y por razones no del todo explicitadas, la sociedad argentina se est convirtiendo nuevamente en receptora de corrientes migratorias de diversos y remotos orgenes adems de las habituales de pases limtrofes. Ahora contamos con poblacin proveniente del Sudeste asitico, de Europa del Este, de los Balcanes, grupos sociales que ponen de manifiesto el impacto de las transformaciones econmicas y polticas del mundo globalizado. Qu sabemos de estos grupos? Qu caractersticas tienen estas migraciones? Podemos pensarlas con el mismo discurso homogeneizador de principios de siglo? Existe la creencia en estos grupos de un lugar que los cobije, existe la idea del arraigo en algn lugar? La cuestin de la identidad se plantea tambin en el plano social? Tienen identidad los excluidos, aquellos que no pueden trabajar? Es posible la configuracin de nuevos posicionamientos sociales en el contexto de la flexibilizacin laboral? O hay, como ya citramos, slo disolucin de lo social en el marco de la violencia cotidiana, el desempleo y la pobreza? Se configuran nuevas identidades sociales de la clase media empobrecida?

Estas transformaciones en el universo social cobran una significacin diferente a la de aos anteriores a partir de las representaciones e imaginarios que configuran los medios de comunicacin, y las industrias culturales ocupan un rol central en la vida cultural contempornea del capitalismo tardo. Dubet y Martucelli afirman que los medios son casi el nico espacio que produce y reproduce el orden social (2000), en un contexto de escasa participacin poltica y crisis del lazo social. Ante este nuevo fenmeno de hegemona cultural, un nuevo panorama se le impone a las polticas culturales. Por un lado vincularse a esta industria, y por otro producir entusiasmo por manifestaciones culturales de mayor densidad simblica.

Ahora bien, qu significa esta centralidad en el vasto abanico de los consumos culturales de los bienes producidos por las industrias culturales? Muchas son las implicancias de esta lgica, pero podemos mencionar brevemente algunas. El producto cultural cambia: ahora est estrechamente atravesado por las nuevas tecnologas, cambian las formas de presentacin y difusin del producto cultural, se modifican los espacios de circulacin de la cultura, as como tambin el sujeto que la consume. Por un lado, este formato dominante obstaculiza la posibilidad de democratizacin de la cultura, la condiciona. De qu manera pueden intervenir las polticas culturales formuladas por el Estado? En el caso del cine y del libro, podemos apreciar notoriamente el proceso de globalizacin cultural. Se ha impuesto un modo de globalizacin, de corte americano, produciendo un fuerte impacto uniformizador en las formas de difusin cinematogrfica y en el gusto por el cine. En relacin con el libro, podemos observar una disminucin de las ventas en el contexto de una profunda reorganizacin de editoriales en un intento de recuperar potencial econmico, a la vez que abandonando alguna idea de proyecto editorial o cultural como valor16. En el actual clima cultural parece imposible pensar en proyectos editoriales democratizadores de la cultura universal, con formatos populares para su venta en kioscos, dados tanto el ya sealado declive cultural como la incapacidad econmica de los sectores medios bajos y bajos, ms fuertemente castigados por los ajustes econmicos. Suele ser frecuente en Buenos Aires la realizacin de Festivales promovidos por las Secretaras de Cultura, como puntos fuertes de las polticas culturales actuales con el propsito de diversificar el gusto por un cine otro, as como las Ferias del Libro constituyen un espacio de revinculacin social con la cultura del libro. En estas propuestas, se impone hacer estudios del impacto de estas acciones, estudios de pblico de estos megaemprendimientos17?; logran las metas que se proponen, se adecuan los logros al gasto que suponen?

Por otro lado, si bien este formato meditico de la cultura es dominante y el ms prximo a la vida cotidiana de la gente, es el nico? As como, segn pareciera, los jvenes slo consumen MTV y msica bajada por Internet, debemos recordar que la creatividad social no cesa. Tambin resurgen formas de la cultura antiguas o que pertenecen a otras tradiciones, las que pareceran contraponerse a la lgica de la tcnica, como en el caso de la murga y el teatro callejero, el teatro con formato de circo, las artesanas, en fin, espacios donde se puede apreciar el sudor del cuerpo. En muchos casos la cultura, el hacer cultura, es una forma de vida. Es posible observar entonces mltiples lgicas de la vida cultural conviviendo en los sujetos contemporneos, aunque reconozcamos que la industria cultural produce las mscaras contemporneas al decir de Lash y Urry (1997). Es verdad que se debe potenciar la produccin local de la industria cultural, pero qu hacemos con aquello que no es industria? Qu hacemos con la experimentacin, las escuelas de arte, las orquestas de cmara, aquello que no es rentable, que no tiene lugar en el mercado, que no genera ganancia y que cada vez parece importar menos?18

El lugar que ocupa la cultura en las sociedades contemporneas19 exige redefinir el sentido de las polticas culturales. Sin embargo, la misma lgica del mercado genera distintas culturas. Entonces: de qu se ocupan las polticas culturales? Cul es su objeto? Si las industrias culturales capitalistas ocupan un lugar fundamental en el funcionamiento de la economa capitalista contempornea, de qu manera intervenir? Es la lgica del mercado capitalista la que define un direccionamiento de las polticas culturales hacia la industria cultural? Si la cultura no est sostenida por valores vinculados a un proyecto emancipatorio, sobre qu ejes debera orientarse? No podemos opinar sobre los valores? Sobre qu imgenes construir un sentido colectivo? Una vez comprendida la necesidad de reflexionar en torno al financiamiento en un contexto signado por la relacin costo-beneficio y el fuerte debilitamiento de nuestros estados, cul es el sentido de invertir en cultura? Esto nos lleva nuevamente a pensar a la cultura en trminos polticos, seguramente ya no vinculados al proyecto moderno del Estado nacin, pero es difcil en nuestros pases desvincularla de la idea de proyecto, as como tambin es impensable desvincularla del Estado, cuya funcin debera ser reformulada.

Cmo convencer a los empresarios del beneficio de la cultura? Las polticas culturales post-neoliberalismo, aunque situadas en sociedades donde el imaginario neoliberal dej profundas secuelas en torno a las formas bsicas del lazo social, deberan intervenir desde el Estado, en coordinacin con las iniciativas de la sociedad civil. Las polticas culturales deben reconocer las formas actuales de la cultura, pero no mimetizarse con la esttica del mercado y la lgica publicitaria; para ello debern contribuir a la conformacin de una identidad de los que constituyen las nuevas formas del campo cultural: espacios culturales, agrupaciones de artistas (teatro, cine independiente, msica alternativa, msica clsica, patrimonio, teatros nacionales, formas administrativas ms eficaces que convivan con el sentido artstico para el que fueron creadas).

Con el propsito de redefinir el sentido de la solidaridad, fundamento de un nuevo lazo social, se hace necesario pensar formas de articulacin de las polticas culturales con el sistema educativo (Bourdieu), a la vez que con polticas sociales. Aqu es fundamental investigar, relevar, qu pasa en las zonas pauperizadas. Los sectores marginales, excluidos, que se sienten de ms, tambin estn atravesados por el proceso de estetizacin de la vida cotidiana, por la presencia de los medios, la TV por cable; as como la relacin de sus jvenes con la msica, el intento muchas veces fracasado de formar una banda de rock, o de bailar y prepararse para ello, dan cuenta de la relacin de todos los sectores sociales con la cultura. Quienes investigamos sobre cultura siempre decimos que se la debe promover junto con las polticas de salud, asistencia social, etctera. Este propsito constituye un difcil desafo en momentos de anomia social y crisis de la funcin del Estado en el contexto de aplicacin de recetas econmicas fundadas en el control del gasto y la regulacin del dficit fiscal.

Sin embargo, parecen existir mbitos donde se reconstruyen formas de la solidaridad, por ejemplo los comedores escolares, de la tercera edad, de desocupados. Estas formas de socialidad de la pobreza deben ser tenidas en cuenta en las polticas culturales.

El disfrute debe acompaar la reproduccin material de la vida. Tambin el neoliberalismo ha producido un proceso de reculturalizacin, no slo por las caractersticas propias del capitalismo contemporneo, sino tambin por el fracaso de un modelo de vida diferente. El neoliberalismo mostr crudamente los lmites y desaciertos del Estado benefactor, as como el posmodernismo mostr los lmites y desaciertos de la modernidad. Ya no hay discursos homogeneizadores, no hay identidades totalizadoras. En torno al trabajo ya no se constituyen identidades colectivas (sociales, polticas). Pero cmo se construye un lazo social, un intercambio social ms igualitario, si no es a travs de recrear algn sentido de lo colectivo, que otrora generaban las identidades de clase y/o los partidos polticos, hoy tan cuestionados? Se ha demostrado que el hombre no es slo un trabajador, como lo era para cierto imaginario modernista. Sufre, se re, se divierte, goza, tiene mltiples alineaciones, se ha hecho reflexivo (Lash y Urry; Giddens), pero eso no quiere decir que no necesite un trabajo digno para vivir. Cmo pensar un nuevo sentido de lo colectivo con sujetos que se reconocen en identidades mltiples, pero que han perdido cierto bienestar material y lazos sociales? De qu manera una poltica cultural en Argentina podra incidir en la elaboracin de un nuevo modo de ser argentino, reconocer las diferencias, reflexionar en torno a los prejuicios raciales? Hay polticas que no son culturales pero que inciden en la cultura. En Argentina, la Iglesia Catlica est asociada al Estado: de hecho, un alto porcentaje del sistema educativo privado es catlico y est subsidiado. Aqu se impone construir un nuevo discurso sobre la historia argentina, de modo de desmontar los mecanismos racistas sobre los que se mont la construccin del Estado argentino que inciden en la existencia de prejuicios hacia los migrantes de pases limtrofes; por qu existen estos prejuicios, cmo se construyeron? Un conjunto de valores pugna por estallar, en el marco de una sociedad que atraviesa una profunda crisis social, cultural y fundamentalmente de identidad.

Para finalizar estas reflexiones, presiento que deberamos revisar la idea moderna del pblico, fundamentalmente habermasiana, de asistir a espacios donde se exhibe la produccin cultural como una manera de intervencin en la cultura. El incremento del hacer cultura podra estar indicando un nuevo modo del sujeto de vincularse con la cultura entendida como creacin, como una manera de hacer algo diverso en el marco de cierta uniformizacin del mundo. Hay una demanda de ser actor cultural. La llamada estetizacin de la vida cotidiana a la que alude Featherstone, como un proceso que se inicia con la modernidad, parece, en el escenario cultural contemporneo, extenderse a diversas esferas de la vida social, proceso del cual tambin forman parte los sectores excluidos. En ese sentido, las polticas culturales tienen mucho por canalizar y generar.

Ya no tiene sentido pensar las polticas culturales en relacin al Estado nacin, ya que, como se afirma, no existen ms las identidades nacionales. Ahora bien, cmo se vive lo nacional hoy? Cmo convertir lo nacional convertido en fundamentalismos en un elemento de una nueva ciudadana contempornea? De qu manera incorporar la cuestin nacional, expresada muchas veces en el ftbol y en ciertas figuras massmediticas, en una reflexin que recupere la memoria histrica, la memoria social y la memoria cultural de un universo no estrictamente local? En ese sentido me parece importante pensar la accin cultural en la perspectiva de generar un espacio pblico en trminos que incluyan las transformaciones de la cultura contempornea. Esto no significa abandonar el ideal habermasiano en cuanto a la preocupacin por una esfera pblica discursiva fundada en un paradigma letrado, pero este deber convivir con la perspectiva de un espacio pblico figural, permeado por las nuevas formas estticas y las nuevas narrativas contemporneas. Neoliberalismo, posmodernismo, nuevas subjetividades, nuevos estilos de vida, forman parte del desafo de la accin cultural. Pensar las polticas culturales no supone adoptar un sentido nostlgico en relacin a la existencia del Estado de bienestar. Reconocemos la necesidad de la intervencin en el plano de la desigualdad. En la sociedad capitalista, el Estado, dicho en trminos clsicos, tiene esa funcin. Sin embargo, debemos reflexionar en torno a las caractersticas del escenario social y cultural actual, que no es el mismo de los ochenta. Tambin el sujeto, productor y consumidor de la cultura, ha sido radicalmente transformado.

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Notas

*Sociloga. Magster en Ciencias Sociales, FLACSO. Investigadora del Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA).El presente artculo est incluido en la compilacin de Daniel Mato Estudios latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalizacin 2 (Caracas: CLACSO) agosto de 2001.1 Si bien esto llega a su paroxismo con el peronismo, ya haba comenzado con la contaminacin nacionalista de la cultura en los aos treinta. Reaparece en los aos setenta y desaparece casi definitivamente en los noventa, con la primaca de las industrias culturales en la escena cultural, donde aparentemente ya no existira una contraposicin entre alta/baja cultura. Tampoco el peronismo, en su actual versin menemista, se expresa en el plano de la cultura a travs de este tipo de representacin. Al no existir enfrentamientos ideolgicos en el campo cultural, este enfrentamiento pierde densidad, aunque algunos prejuicios sigan existiendo en el sentido comn y en el imaginario colectivo.

2 Como lo seala Sarlo (1984): Pero estas utopas arrojaron tambin otros efectos negativos en la conformacin del campo intelectual. Destruyendo el modelo de un mandarinato escindido de las grandes cuestiones, pretendieron anular las especificidades del campo. La poltica empez a imponer sus razones (no siempre buenas para la cultura), comenz a gobernar los paradigmas de la historiografa, y domin la discusin de las grandes cuestiones universitarias en nombre de la lucha contra el cientificismo.

3 Como afirma Landi (1984: 76): La verdadera novedad de su poltica (el ltimo golpe) fue asociar la posibilidad de cambiar los procesos de formacin del poder poltico a una serie de dispositivos de disciplinamiento y de reculturalizacin de los argentinos, ampliando de este modo el espacio del conflicto cultural.4 Argentina es el pas de Amrica Latina con mayor penetracin de la TV por cable, segun Private Advisor, febrero de 1999. En esa fecha la cifra alcanzaba el 54,5% en dicho pas, lo seguan Uruguay con el 42,4%, y luego Chile con el 22,6%. Con relacin al mundo, Argentina ocupa el cuarto lugar. El primero es EE.UU. con 64,8 millones de hogares, le sigue Alemania con 18 millones, luego Canad con 8 millones, y Argentina, con 5 millones (fuente Mercado del Cable, agosto de 1999, Anuario Clarn, 2000-2001). Sin embargo, luego de tener un crecimiento muy pronunciado en el primer lustro de los aos noventa, el nmero de abonados se ha estancado por diversas razones: la crisis econmica de los sectores medios y la competencia con la TV satelital (Anuario Clarn, 1999-2000).

5 Es de destacar en nuestro pas la diversificacin de peridicos en diversos idiomas, en particular en italiano, fenmeno que pretendera revalorizar los orgenes migratorios de los habitantes de nuestro pas, proceso en el cual los italianos fueron los ms numerosos.

6 En nuestro pas, el diario El Cronista pas a manos del grupo espaol Recoletos, que pertenece a su vez al grupo britnico Pearson. Por su parte, el empresario de medios dedicados al deporte compr el canal de TV Amrica.

7 Si bien las megafusiones son conocidas por todos a travs de informacin periodstica, constituyen una informacin que merece ser recordada en nuestro mbito de reflexin, ya que afecta y modifica la cuestin cultural de cada uno de nuestros pases. Podemos citar, entre otras, la compra que realizara la empresa de cable y entretenimientos Viacom, propietaria de la cadena musical MTV y los estudios Paramount, de la cadena de TV CBS. Esta nueva empresa disputar el primer puesto a otros dos colosos. Luego se produjo la fusin de la cadena NBC con Paxson Communications (Anuario Clarn, 1999-2000). En el ao 2000 la economa de los medios estuvo marcada por la megafusin entre el coloso Time Warner y la principal empresa proveedora de Internet, America Online. Esta unin fue la primera entre una empresa de economa virtual y un grupo de medios de los hasta entonces llamados tradicionales. Este acontecimiento a su vez posibilitar la convergencia entre distribucin, conectividad y contenidos, que facilitar una gama de nuevas aplicaciones para los usuarios, como el acceso a los programas producidos por Time Warner a travs de la Web o, al revs, la conexin a Internet a travs de la pantalla del televisor. Estas alianzas tuvieron impacto en la industria de la msica, ya que Bertelsmann, asociada a AOL, rompi con esta luego de la fusin con Warner y se ali con Napster, el popular servicio de intercambio gratuito de archivos musicales en la Web. En el intern del juicio que esta ltima debi soportar por violacin a las leyes de derechos de autor, sus usuarios empezaron a mudarse a otros sitios como Gnutella y Freenet (Anuario Clarn, 2000-2001).

8 El ahora multimedios del diario Clarn auspicia gran nmero de espectculos culturales, y produce pelculas, TV abierta, TV por cable, TV satelital, etctera.

9 Entre el ao 2000 y el 2001 creci notablemente el mercado de Internet en la Argentina, de 1,4 millones en el primer ao a 4,5 millones en el segundo (Anuario Clarn, 2000-2001).

10 La muestra del pintor argentino Benito Quinquela Martn se convirti en la ms visitada de la historia del arte en Argentina. En los tres meses que dur, asistieron ms de 400 mil personas.

11 Durante 1999 se prolong con gran aceptacin en Buenos Aires una tendencia que vena asomando en aos anteriores: la proliferacin de espectculos, en su mayora a la gorra, que se ofrecen para el pblico joven, de entre 14 y 25 aos. Suelen ser shows de humor y parodia, sesiones de unipersonales o series de improvisaciones con tema libre. Esta movida del teatro adolescente no surgi orgnicamente, no hay detrs una camada identificable de actores ni campaa alguna de marketing: el dato transmitido boca a boca ha llegado a provocar aglomeraciones (Anuario Clarn, 1999-2000).

12 Sobre este tema he escrito un artculo, Identidades sociales y consumos culturales en la Argentina: el consumo de cine, donde doy cuenta de la disminucin en el largo plazo de los pblicos de cine, que prximamente saldr publicado en la revista Intersecciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Bs. As. Si bien hay distintas apreciaciones sobre el fenmeno, ya que por un lado ha aumentado el acceso al cine a travs de la TV por cable y del alquiler de pelculas a domicilio, es sabido que hay cierto tipo de cine que actualmente tiene una mnima difusin en el espacio pblico, particularmente por la proliferacin de salas de cine en los shoppings, donde lo que ms se difunde es cine de origen americano. Por eso, a pesar de un leve repunte de asistencia al cine en los ltimos cinco aos, el nivel no llega a alcanzar pblicos histricos.13 Entre mayo de 1994 y mayo de 2000, 1.750.000 personas ingresaron en la pobreza. Tambin, dentro de este aumento de la pobreza, lo que ms creci fue la indigencia, lo que significa que una franja de pobres descendi un escaln ms y se transform en pobres estructurales: en 1994, el 3,3% de los habitantes porteos y del GBA eran indigentes, y en mayo de 2000 este porcentaje abarc el 7,5%, verificndose un aumento del 127%. La suba de la pobreza fue porque aument el desempleo y creci el nmero de gente que trabaja pocas horas. El 90% de la gente que trabaja recibi ingresos como asalariado o trabajador autnomo inferiores, etctera. Se estima que en la actualidad el 40% de los argentinos es pobre. As, sobre una poblacin de 37.000.000 de personas, habra casi 15.000.000 de pobres (Encuesta Permanente de Hogares, citada en el Anuario Clarn, 2000-2001).

14 En 2000 la distribucin de la riqueza se hizo ms desigual en Argentina y alcanz un nuevo salto. De acuerdo a las cifras oficiales de mayo de 2000, el 10% ms rico de la poblacin de la Capital y el Gran Buenos Aires recibi el 37,2% de los ingresos totales, mientras que en mayo de 1999 reciba el 16,3%. Y el 20% ms rico se qued con el 53%, cuando un ao atrs se quedaba con el 52,3%. El 60% de la poblacin con ingresos prcibe menos de 500 pesos mensuales.

15 Sugiero revisar en ese sentido el reading de Emilio de Ipola en torno al significado del lazo social, del vnculo social a la luz de la desaparicin del Estado social en las sociedades occidentales, teniendo en cuenta las diferencias de este proceso en los pases desarrollados con respecto a los nuestros (1998).16 Aqu hacemos mencin a editoriales como EUDEBA, o el Centro Editor para Amrica Latina, que en los aos sesenta y setenta lanzaban colecciones universitarias y literarias a muy bajo costo y con fuerte alcance editorial.

17 Todos los aos se realiza en la Ciudad de Buenos Aires el Festival de Cine Independiente, cuyo propsito es difundir el cine realizado por productores no vinculados con las grandes producciones americanas, y de esta manera reflotar el gusto por este arte, ms all de la espectacularizacin que domina las producciones y coproducciones actuales. Suelen aparecer en estos espacios pelculas de nuevos directores que cuentan con pocos recursos, y donde lo que ms se acenta son los recursos imaginativos en lugar de las producciones al estilo Hollywood. Asimismo, la Fundacin El Libro, con el apoyo de la Secretara de Cultura de la Nacin, realiza todos los aos la Feria del Libro, evento que convoca a una gran cantidad de pblico, pero que no tiene igual impacto en las ventas.

18 Nuestra preocupacin por los espacios de difusin del arte se funda en la lgica arrasadora del criterio abstracto del mercado, en el cual aparentemente desaparecen las jerarquas culturales. Nos estamos refiriendo a la desaparicin de criterios artsticos en la difusin de msica universal en las radios nacionales y a la falta de apoyo econmico para Radio Clsica, una FM que, si bien se dedicaba a difundir msica clsica consagrada, con algunos pocos espacios para el jazz, constitua prcticamente el nico espacio masivo meditico destinado a la difusin de esta msica. Esta falta de apoyo va a derivar en la venta, ms redituable y de dudoso valor cultural, de la FM mencionada a uno de los mayores empresarios de la industria televisiva, como es el conductor Marcelo Tinelli. Existen algunos trabajos sobre este nuevo intermediario cultural, el cual ascendi cultural y econmicamente durante los aos de la poltica menemista y est asociado a dicha esttica poltica. Hemos escrito sobre este empresario de los medios, Marcelo Tinelli, en TV e imaginarios sociales: los programas juveniles en Margulis (1996). Existe un trabajo de Carlos Mangone sobre el tema.

19 En la bibliografa reciente sobre las formas societales del capitalismo tardo se enfatiza la relevancia de la dimensin cultural. Si lo esttico constituye las identidades sociales, a travs de la fuerza de la industria cultural, coloca en un primer plano la relevancia de las polticas culturales en la produccin de lo social (Baudrillard; Featherstone; Lash y Urry). Dubet y Martucelli desarrollan el concepto de identidades mediticas (2000).

"Influjo del pensamiento cientfico en la arquitectura para la salud: Argentina, 1880-1930". Autor: Gustavo A. Brandariz, arquitecto.

Carcter del trabajo: artculo. In Memoriam

Dr. Alfredo G. Kohn Loncarica

Profesor y maestro inolvidable

* CECPUR- Centro para la Conservacin del Patrimonio Monumental Urbano-Rural de la Facultad de Arquitectura, Diseo y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Instituto de Historia de la Medicina del Departamento de Humanidades Mdicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Domicilio: Av. Maip 2391 7 C - B1636AAD Olivos, Provincia de Buenos Aires, Repblica Argentina Tel y Fax: 4794-2661 [email protected] ** Este artculo se basa en la presentacin de idntico nombre y similares caractersticas efectuada por el autor en las: XVII JORNADAS DE HISTORIA DE LA MEDICINAEuropa y Argentina en la Medicina y en la Ciencia Buenos Aires, 24-25 de Octubre de 2002 Sociedad Argentina de Historia de la Medicina (SAHIME) de la Asociacin Mdica Argentina (AMA)Revista de Historia y Humanidades Mdicas Publicaciones de la Ctedra e Instituto de Historia de la Medicina,Tercera poca, Vol. 1, Nro. 1, Buenos Aires, 2005.

RESUMENEl presente trabajo constituye una primera aproximacin hacia un objeto de estudio motivo de una investigacin en curso. El objetivo consiste en establecer los alcances y la importancia que han tenido el pensamiento cientfico y especialmente mdico en la evolucin de la teora y de las realizaciones de la arquitectura argentina entre 1880 y 1930. Si bien es sabido que tanto la ciencia como la arquitectura experimentaron una profunda transformacin durante el lapso fijado, habitualmente la historiografa arquitectnica ha venido privilegiando las consideraciones artsticas. Sin embargo, el influjo cientfico, hasta ahora poco considerado, merece una atencin ms profunda. El hecho se verifica claramente en la arquitectura escolar y seguramente presenta tambin aspectos crticos de inters en el campo de la arquitectura para la salud. Palabras clave: Arquitectura - Salud - Argentina - Historia de la ciencia - Historia de la Medicina - Hospitales - Siglo XIX - Susini - Pasteur - Tamburini Buschiazzo SUMMARY This paper is a preliminary attempt into the exploration of the influence of scientific and medical thought on the evolution of Argentinean architecture since 1880 up to 1930. Even if it is well known that both science and architecture experienced a deep transformation between those years, usually architectures historiography has been giving more relevance to the artistic matters. Nevertheless, scientific influence, which has been taken for granted, deserves more attention. This fact is certainly verified in school architecture and it will probably be in architecture developed in order to serve health purposes, as well.Keywords: Architecture - Health - Argentine Republic - History of Science - History of Medicine - Hospitals - 19th Century - Susini - Pasteur - Tamburini - Buschiazzo. Mots clefs: Architecture - Sant - Republique Argentine - Histoire de la science - Histoire de la mdicine - Hpitaux - 19me siecle - Susini - Pasteur - Tamburini - Buschiazzo NDICE DEL TEXTO La arquitectura en la historia. De la caverna a la high tech. Consideraciones acerca de la historiografa arquitectnica. Una nueva mirada hacia la historia de la arquitectura argentina De Lavoisier a Telmaco Susini Hospitales para una medicina racional Hospitales de Buenos Aires El Hospital de Tamburini. El Hospital de Buschiazzo Conclusin Bibliografa Todo establecimiento de ese gnero que no obedezca en su construccin a determinadas leyes de la ciencia, tiene que ser necesariamente malo.

Arq. Ernesto Bunge (1883)Mensaje al Dr. Jos Mara Ramos Mejaacerca del estado del edificio del Hospital San Roque

.LA ARQUITECTURA EN LA HISTORIA. DE LA CAVERNA A LAHIGH TECH.Si aceptamos, an de un modo provisional y con simple propsito operativo, la caracterizacin antropolgica de que la cultura es la parte del ambiente construida por la accin transformadora -conciente e intencional- del hombre, incluyendo a sus productos tangibles e intangibles, convendremos que la arquitectura es un producto cultural de existencia fsica de caractersticas muy especficas por cuanto su destino esencial es la conformacin de espacios para la habitacin humana.A partir de esta precisin, deberemos aceptar que las primitivas cavernas, adoptadas por el hombre como habitaciones y dotadas por ello de un significado que trasciende su mera condicin natural, pueden ser tenidas como representaciones simblicas del origen histrico de la arquitectura. Con ms razn an, debern ser consideradas como expresiones tempranas de la arquitectura una serie de construcciones posteriores como ramadas, paravientos, carpas, chozas y otras edificaciones primitivas, que desde hace miles de aos han servido de cobijo, reparo o remanso, dando respuestas iniciales a las necesidades de proteccin, seguridad, acondicionamiento o intimidad, entre otras motivaciones psicolgicas luego devenidas en culturales. Paralelamente a la evolucin intelectual general del hombre, puede trazarse un derrotero de la arquitectura como producto y como prctica. Del mismo modo en que podemos hablar de una cultura mesopotmica con escritura cuneiforme y pensamiento algorrtmico, podemos hablar de una arquitectura babilnica con jardines colgantes y construcciones monumentales. La cultura egipcia se manifiesta en las estatuas de escribas tanto como en los templos y pirmides que todava encierran misterios que desvelan a los arquelogos. La Grecia clsica de Scrates, de Pericles y de Antgona, es tambin la de Fidias e Ictinos. En la medida en que el pensamiento racional ha ido vertebrando progresivamente a la cultura, tambin la arquitectura fue la expresin de cada estadio de desarrollo, de cada contexto social, de cada circunstancia histrica. Las catedrales gticas, la cpula de Santa Mara de las Flores, el Teatro Olmpico de Palladio, la Cpula de Miguel ngel, los retorcimientos de Bernini y Borromini, la solemnidad del British Museum, la transparencia etrea del Crystal Palace y de la Tour Eiffel o la exactitud hipertecnolgica de las obras de Norman Foster, son todos documentos que sirven como claves para descifrar rasgos esenciales de cada uno de sus contextos culturales. CONSIDERACIONES ACERCA DE LA HISTORIOGRAFA ARQUITECTNICACmo han visto las diversas y sucesivas aproximaciones historiogrficas a estas manifestaciones sobresalientes de la actividad arquitectnica a lo largo de la historia? Esta pregunta merece una detallada y prolija respuesta, ya que, a travs del estudio de la historiografa arquitectnica podemos hallar indicios importantes para analizar no tanto la produccin realizada y los impulsos creativos que la gestaron, como la forma en que esas manifestaciones de la inspiracin y su contexto fueron recibidas por la crtica especializada y por la opinin de legos y profanos a la especialidad. Desde esta perspectiva, tomaremos a la historiografa como documento en s, como fuente primaria. La historia de la historiografa arquitectnica no es muy larga y empieza en poca bastante reciente. Si bien hallamos en textos provenientes del mundo clsico referencias a la arquitectura, resulta razonable establecer que la historiografa arquitectnica es un derivado de la historiografa del arte, lo cual, de por s, implica afirmar que la mirada de los primeros historiadores de la arquitectura estaba fuertemente parcializada en favor de la apreciacin de los aspectos artsticos, o, mejor dicho, de los aspectos vinculados con la esttica, con el sentido de la belleza. Por otra parte la historiografa artstica es bastante posterior a la crtica de arte, cuyos orgenes remotos pueden ubicarse en la antigua Grecia, en el siglo III a.C. Desde aquella poca temprana, la reflexin crtica acerca del arte ha ido incorporando problemas como los que plantean las relaciones entre arte y fantasa, arte y placer, arte y belleza, belleza y geometra, progreso en el arte, imitacin y emanacin, y una cantidad de otros temas que han sido prolijamente expuestos por ensayistas e historiadores como Lionello Venturi (Venturi, 1982). Adems, desde Platn, Aristteles y San Agustn, hasta Croce, Bachelard y Baudrillard, el pensamiento de filsofos, ensayistas y semilogos ha tenido un influjo decisivo en las diferentes expresiones crticas de cada poca y corriente historiogrfica. En materia arquitectnica, una referencia obligada es Vitruvio. No es excesivo considerarlo la personalidad fundacional de la crtica y de la teora arquitectnica explcita. Se ha simplificado su mensaje atribuyndole una triloga de condiciones exigibles a la arquitectura: firmitas, utilitas, venustitas, esto es, la solidez constructiva o estabilidad, la utilidad y la belleza. Sin embargo, como tratadista que reuni ideas griegas y romanas, Vitruvio es ms amplio en conceptos, ya que su aprecio por la euritmia (la armona en el ritmo) trasciende el mero contenido esttico y avanza sobre una significacin moral muy romana. Vitruvio, que vivi en el siglo I a.C. fue un arquitecto poco importante en su tiempo pero tuvo una enorme trascendencia durante el Renacimiento porque su Tratado de Arquitectura, en diez libros, fue re-descubierto entonces y ha quedado como el nico texto de la Antigedad conservado ntegramente. En Vitruvio, la trasposicin al campo arquitectnico de ideas de origen artstico, es evidente y dominante, an cuando algunas ideas extra-artsticas aparecen confusamente esbozadas. A pesar de que el Gtico haba experimentado exitosamente con estructuras casi etreas como las de las Catedrales, con sus arbotantes y sus vitrales, a partir del Renacimiento la recuperacin del ideal clsico grecorromano implic un regreso al antropometrismo, al antropomorfismo, y a una obsesiva preocupacin por el carcter mimtico, imitativo o representativo de la forma arquitectnica, que por varios siglos fue olvidando con mayor frecuencia que tanto Brunelleschi como Miguel ngel haban sido inventores tcnicos con rasgos geniales. Prevaleci, en cambio, el criterio de que la arquitectura era representacin, alegora, ropaje lingsticamente expresivo de ideales artsticos. Y a pesar de que arquitectos barrocos como Borromini y Guarino Guarini fueron audaces y magistrales constructores, su tcnica qued oculta para la mayor parte de quienes los admiraron slo en sus resultados estticos finales. Posteriormente, nuevos ejes tericos siguieron afirmando el inters en la forma artstica pese al cambio sucesivo de ideales. En el Renacimiento, Len Bautista Alberti haba teorizado acerca de la belleza buscando un criterio objetivo para su medicin. Durante el Iluminismo, los arquitectos neo-clsicos tambin procuraron una objetividad racional y sistemtica asociada a concepciones alegricas a ideales morales e intelectuales. Pero es en este contexto evolutivo del lenguaje clsico recuperado por el Renacimiento y proyectado hasta los siglos XVIII y XIX, cuando nace y tiene su primer desarrollo la historiografa arquitectnica. Antonio Manetti (1423-1497), matemtico y astrnomo florentino, fue autor de una biografa de Filippo Brunelleschi, que probablemente constituya la primera historia monogrfica de un artista y especficamente de un arquitecto. Manetti se vale de su protagonista, tomado como artista-hroe, para ubicarlo en un contexto ms amplio: el de la evolucin de la arquitectura. Evidentemente, ms all de la simpata de Manetti por Brunelleschi, el caso elegido era el ms sugestivo y provocativo, ya que la rebelda de Brunelleschi frente a las Corporaciones define con toda nitidez la nueva actitud renacentista. Sin embargo, el escrito de Manetti queda como un simple primer ejemplo frente a la monumentalidad de las Vidas de pintores, escultores y arquitectos del manierista Giorgio Vasari (1511-1574). Y en este caso, nuevamente la arquitectura queda inscripta en el contexto artstico, visin que, por su enorme influjo y gran autoridad, implicar que durante al menos dos siglos la escasa produccin historiogrfica arquitectnica no se aleje del molde vasariano. Esto es: la descripcin por medio del recurso biogrfico, acentuando el carcter artstico de la arquitectura. Tampoco varan demasiado los enfoques al respecto cuando, al calor de la Ilustracin, aparecen los influjos del inters de Voltaire por las costumbres colectivas o el de la mirada arqueolgica de Winckelmann. El agrupamiento de la arquitectura con la escultura y la pintura derivaba del hecho de que en los tres casos los autores bocetaban. La utilizacin del dibujo como medio de prefiguracin pareca a tericos, crticos e historiadores un nexo fuerte aunque el destino utilitario de la arquitectura fuera algo muy distinto del destino habitual de la pintura de caballete o de la escultura de bulto. Igualmente, el romanticismo mantuvo a la arquitectura dentro de las artes. Ni Pugin, ni Ruskin, ni Hegel se alejaron de este esquema.Recin con los esquemas de Hiplito Taine (1828-1892), tan influidos por el Curso de filosofa positiva (1830-1842) de Augusto Comte, aparecern nuevos elementos de inters para precisar un cambio en la mirada historiogrfica: la interrelacin entre arte y contexto. Aunque la historia escrita por Taine sea visto hoy como un documento de su poca ms que como una interpretacin aceptable, su aporte fue decisivo para abrir nuevas lneas de pensamiento e investigacin.Hiplito Taine, al igual que Eugenio Manuel Viollet-le.Duc, Auguste Choisy y Sir Banister Fletcher, son figuras claves de la historiografa de la segunda mitad del siglo XIX. Taine y Viollet-le-Duc fueron contemporneos y coincidieron en muchos ideales, como el del libre pensamiento. Viollet-le-Duc naci en Paris en 1814; Taine, en 1828. En el mismo ao 1864, ambos fueron nombrados profesores de lcole des Beaux-Arts; Taine fue profesor de historia del arte y de esttica, en cambio, Viollet-le Duc debi renunciar por la oposicin de la Academia y de los alumnos a sus ideas. En 1868 Taine public Philosophie de l'art dans les Pays-Bas y al ao siguiente Philosophie de l'art en Grce ; en 1868, Viollet-le-Duc culmin la publicacin de su Dictionnaire raisonn de l'architecture franaise. Falleci en Lausanne en 1879, mientras que Taine muri en Paris, en 1893. Los casos de Fletcher y Choisy son muy representativos de la cultura finisecular y, al mismo tiempo son demostrativos de diferencias esenciales entre la tradicin empirista britnica y la racionalista francesa. Fletcher (1866-1953) fue un arquitecto prctico que, adems, escribi un libro eminentemente prctico. Adems de integrar el estudio de su padre, fue profesor en el King's College de Londres y en 1896 public "A History of Architecture", un monumental catlogo de imgenes y descripciones en el cual los "estilos" se estructuran en un relato historiogrfico desarrollado en forma de rbol genealgico. El historiador utiliza el "mtodo comparado" pero, adems, la enorme profusin de dibujos "a pluma" de los mltiples ejemplos de arquitecturas del pasado, dieron al libro la ventaja de un manual didctico que, ms de un siglo despus, sigue reeditndose con gran xito. Auguste Choisy (1841-1909) es, en cambio, un fiel heredero de la cultura francesa, racionalista y cartesiana. Ingeniero y arquelogo, fue profesor de arquitectura y en 1899 public su "Histoire de l'architecture", tambin reeditada desde entonces por su atractivo didctico. Valindose del sistema geomtrico desarrollado por Gaspar Monge, presenta los ejemplos paradigmticos de la historia de la arquitectura en modelos axonomtricos que aspiran a mostrar su materialidad tridimensional. Ambos libros apuntaban a la educacin histrica de los arquitectos y trascendieron el estricto ambiente de la especialidad. Sin embargo, en ambos casos, estos libros contribuyeron a reforzar la tradicin "historicista" del manejo de los "estilos arquitectnicos" como un catlogo de opciones formales descontextualizadas. As, por ejemplo, un "petit-htel" de 1900 tena la apariencia de un pequeo palacio de la poca de Luis XIV, como si las formas arquitectnicas no fueran expresiones de pocas e inspiraciones particulares. Con los libros de Fletcher y Choisy, multiplicados por las imprentas del siglo XX, se difunden enormemente los relatos historiogrficos que inscriben a la historia de la arquitectura dentro de un contexto artstico mayor. A pesar de las diferencias entre uno u otro autor, esta lnea de pensamiento se proyecta incluso a lo largo de todo el siglo XX y en ella se inscribe la mayor parte de la historiografa arquitectnica argentina elaborada por historiadores como Guillermo Furlong, Mario J. Buschiazzo, Federico F. Ortiz, Ramn Gutirrez o Alberto de Paula. Cuando en el contexto renovador de la Repblica de Weimar, Walter Gropius, al fundar la Bauhaus, estructur en 1919 un revolucionario plan de estudios para la formacin de diseadores y arquitectos a partir de innovaciones tcnicas y descubrimientos cientficos como el cine, la psicologa gestltica, la idea einsteiniana de espacio-tiempo y el pensamiento de la "visin en movimiento", no pudo hallar un solo texto de historia de la arquitectura que encuadrara dentro de esta nueva concepcin no-historicista del diseo y de la arquitectura. Recin en 1940 Siegfried Giedion, escritor, historiador y secretario de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, concluy el que resultara el primer libro realmente til para la formacin histrica de diseadores y arquitectos no empeados en remedar al pasado: "Space, time and architecture" se convirti desde entonces, no en un catlogo de imgenes sino en un ensayo provocativo para la reflexin acerca de los aspectos evolutivos de la arquitectura. Su autor no provena de la tradicin de la historia de las artes sino de la que nace del empirismo de la revolucin industrial y reconoce al Palacio de Cristal de la Exposicin de Londres, de 1851 y a los diseos de Peter Behrens para la AEG de Emilio Rathenau, como hitos fundamentales de un progreso que, lejos de las pretensiones artsticas, restituyen el sentido de servicio que la arquitectura haba de prestar al un mundo en vertiginosa transformacin. En aquel mismo ao 1940, J.M. Richards public "An Introduction to Modern Architecture", libro que participa del mismo espritu innovador de Giedion y, en donde, por primera vez en un "breviario" qued claramente delineado el valor extr-artstico de la arquitectura maquinista de la revolucin industrial, tema sobre el cual volvi Richards en su libro de 1958 "The Functional Tradition in Early Industrial Buildings", editado por The Architectural Press. Pero diez aos antes, Giedion haba publicado otro voluminoso texto de sorprendente contenido: "Mechanization takes command", en el cual, abismalmente lejos de la historiografa del arte, presentaba temas como la historia de mecanismos como las cerraduras de Linus Yale, de establecimientos industriales como el matadero de hacienda, del mobiliario y equipamiento interiores de la vivienda, de los coches-cama de George Pullman, de los electrodomsticos y de la mecanizacin del cuarto de bao. Eran stos, temas de historia de la arquitectura? Obviamente este tipo de enfoques sorprendan y quizs irritaban a quienes todava vean a la arquitectura como una de las artes. No slo el hecho produca un rechazo esttico y conceptual, sino que no hay que olvidar que la tcnica misma hubo de vencer enormes prejuicios como los que se opusieron largo tiempo a la introduccin en la vida cotidiana del aseo corporal, o los que movieron a los luditas a luchar contra el maquinismo. Todava en 1940 tenan mucha fuerza, entre los intelectuales y aristcratas las prevenciones contra el industrialismo abrevadas en la literatura romntica como la de Dickens. En cambio, cuando Reyner Banham public en 1960 "Theory and design in the first machine age", le recepcin fue mucho ms favorable, porque las ideas sociales haban cambiado. Y nueve aos despus, el mismo autor pudo publicar en un contexto ampliamente favorable "The architecture of the well-tempered environment", en el cual histori sistemas de ventilacin y acondicionamiento ambiental y revaloriz edificios como el Royal Victoria Hospital de Belfast (1903), poco importantes desde el punto de vista esttico pero formidablemente innovadores desde el punto de vista mecnico.Esta nueva perspectiva tambin arraig en nuestro medio. Entre 1965 y 1967 los arquitectos Jorge O. Gazaneo y Mabel M. Scarone publicaron, editados por la Facultad de Arquitectura de la U.B.A., tres libros que venan a introducir una nueva mirada a la historiografa arquitectnica argentina: "Tres asentamientos rurales", "Arquitectura de la revolucin industrial" y "Revolucin industrial y equipamiento urbano". Despus del libro de Richard, el de Gazaneo y Scarone fue el segundo, en el mundo, en abordar el tema de la arquitectura de la revolucin industrial, y es un producto notable de aquellos aos sesenta en que la Universidad de Buenos Aires ocup un lugar destacadsimo en el movimiento universal de las ideas progresistas.El anlisis de la bibliografa de los libros de Gazaneo y Scarone revela una importante presencia de fuentes extra-arquitectnicas: libros de historia de economa, de ciencias y de tcnicas. Editoriales como "Nueva Visin" tambin facilitaban la introduccin de un pensamiento innovador por medio de traducciones y ediciones cuidadosas. UNA NUEVA MIRADA HACIA LA HISTORIA DE LA ARQUITECTURA ARGENTINA A cuatro dcadas de aquellos desarrollos maduros de una historiografa arquitectnica alejada del molde de la historia del arte, es posible y necesario plantear otros enfoque que vayan ms all de los planteados por Giedion, Richards y Banham, pero que continen en forma creciente la reflexin acerca del influjo de las cuestiones tcnicas y cientficas relacionadas con la arquitectura. En el caso del autor, una combinacin de influjos provenientes de autores ajenos a la historia de la arquitectura, como Alejandro Korn y Gregorio Weinberg en el campo de la historia de las ideas y de Jos Babini y Francisco Vera en el campo de la historia de la ciencia y de la tcnica, conjuntamente con la orientacin de los arquitectos Gazaneo y Scarone y de Alfredo G. Kohn Loncarica, doctor en medicina, han contribuido de un modo preponderante a orientar sus bsquedas en direcciones no habituales para la historiografa arquitectnica fundida en el molde la historia del arte. En esas circunstancias, hallamos valores importantes en la estructuracin cientfica darwinista del Museo de La Plata, obra museolgicamente muy avanzada para su tiempo aunque poco innovadora desde el punto de vista estilstico. Con posterioridad hallamos puntos extremadamente interesantes en la Penitenciara Nacional diseada por Ernesto Bunge, de una esttica convencionalmente medievalista, pero claramente inspirada en el panptico y en la tradicin criminolgica innovadoras de Beccaria. Ms tarde, las poco llamativas casas para obreros municipales diseadas por Juan Antonio Buschiazzo -de las cuales casi no quedan vestigios tras la neogtica Facultad de Ingeniera de la Avenida Las Heras-, se presentaron como documentos valiosos del influjo del higienismo de Guillermo Rawson sobre el pensamiento urbanstico de la Generacin del Ochenta. En 1998, un libro, "La arquitectura escolar de inspiracin sarmientina" resumi ms de diez aos de permanentes hallazgos que permitieron establecer la trascendencia del influjo de la pedagoga y la higiene en la conformacin del prototipo de edificio escolar del Consejo Nacional de Educacin. Y dentro de esta lnea de bsquedas de fundamentos cientficos y tcnicos de las innovaciones arquitectnicas, este trabajo presente procura avanzar sobre algunos aspectos del "Influjo del pensamiento cientfico en la arquitectura para la salud", tomando como contexto espacial y temporal a la Argentina entre 1880 y 1930.DE LAVOISIER A TELMACO SUSINI Durante siglos, el hospital fue la antesala del cementerio. Pero desde mucho antes el hospital fue un espacio fsico ms que una institucin en donde se alojaban por igual y mezclados indigentes, enfermos, locos, desvalidos o simplemente extranjeros. La historia del hospital es paralela a la del deslinde de la medicina y su alejamiento de la magia, la supersticin y la brujera. Antes de la ciencia moderna, las antiguas prcticas mdico-quirrgicas griegas se envolvan en frmulas religiosas y se realizaban en templos dedicados a Esculapio, dios de la medicina. Luego, la medicina hipocrtica inici un camino de racionalidad que tardara mucho en adquirir fundamentos slidos, pero el hospital empez a distanciarse del templo. La evolucin de Hipcrates a Galeno marca esa direccin, pero con el advenimiento del cristianismo la nocin de caridad modific muchos enfoques greco-romanos, dando lugar al surgimiento de lazaretos y nosocomios de inspiracin tico-religiosa y asistencial. La Edad Media, en gran medida, vio a la enfermedad como una seal divina ms que como un proceso biolgico, pero esa inclinacin fue decisiva para que el hospital fuera reconsiderado y sacralizado como una especie de "casa de Dios", un "Htel-Dieu".Viejas abadas benedictinas se convirtieron en hospitales, con enfermeras separadas, escuelas, refectorios, jardines e incluso algunas primitivas instalaciones de desage que revelaban cierta comprensin de las necesidades de la atencin de la salud. Otras veces, construcciones sin plan ni criterio fueron ampliadas o remodeladas para albergue de enfermos. Tal es el caso del Htel-Dieu de Paris, construido a partir del siglo VII por el Obispo Laundry en la Isla de la Ciudad, extendindose en forma de doble puente sobre el Sena. Era un edificio insalubre, ttrico, laberntico, sin ventilacin ni iluminacin, y, como es lgico, los enfermos se contagiaban entre s en vez de curarse.El Renacimiento tuvo una nueva y distinta aproximacin al tema de la arquitectura hospitalaria como consecuencia lgica de una nueva visin antropolgica propia del humanismo. No es casual que la primera obra estricta y puramente renacentista del arquitecto Filippo Brunelleschi haya sido el Hospital de los Inocentes de Florencia. El edificio es un monumento de singular belleza y valor documental y es una obra exquisita de un diseador muy relevante. Sin embargo es en otra obra menor, el Hospital de Santa Maria Nuova de Florencia, en donde queda definido con toda claridad el prototipo de hospital moderno al modo renacentista, con planta en forma de crucero. Este esquema, con altar central y cuatro patios completando un cuadrado entre los brazos de la cruz griega, se convirti por cuatro siglos en el modelo clsico de hospital. La historia de la arquitectura registra las meditaciones sobre arquitectura hospitalaria de Len Bautista Alberti, los proyectos como el de Filarete para el Hospital Mayor de Miln y muchas otras obras en las cuales, a fuerza de mirarse sus escasos aspectos artsticos, rara vez se descubri un valor mayor. Durante el siglo XVII, especialmente en Francia, un nuevo prototipo tom fuerza: el hospital de planta cuadrada, con patio central y cuerpos de edificacin perimetrales. En gran medida fue el notable ingeniero militar Sebastin La Preste Vauban, que actu en tiempos de Luis XIV, quien difundi este tipo de hospitales convirtiendo al esquema en un tipo edilicio hospitalario militar. Mientras tanto, se multiplicaron las adaptaciones difcilmente beneficiosas. En 1547 Enrique VIII de Inglaterra, despus de disolver los monasterios y dotar al hospital de San Bartolom (St. Bart), en Smithfield, fundado en 1123 por Rahere, lo cedi al Lord Alcalde y a los ciudadanos de Londres convirtindolo en institucin laica. All ejerci como mdico Harvey. El edificio, sin embargo, careca de importancia en cuanto a su arquitectura. En 1693 fue fundado, en Londres, el Hospital de Santo Toms y entre 1719 y 1743 se fundaron en esa ciudad los hospitales de Westminster, San Jorge y Londres; posteriormente, durante el siglo XIX las fundaciones de hospitales se multiplicaron por los diversos barrios de la ciudad de Londres y se crearon tambin hospitales de especialidades como de maternidad, de nios, de ojos, de nariz y garganta, de enfermedades de la piel y para tuberculosos. Tambin se construyen hospitales en la mayora de las grandes ciudades inglesas.HOSPITALES PARA UNA MEDICINA RACIONAL Tanto en Gran Bretaa como en Francia, el Iluminismo fue un movimiento de las ideas fuertemente innovador y claramente volcado a introducir racionalidad en el pensamiento proyectual. John Pringle, mdico de la Armada britnica que ya haba dado normas sanitarias para barcos, crceles y minas, partiendo de la experiencia favorable del nuevo Hospital de San Bartolom erigido en Londres en 1750, propici la construccin de fragmentar el hospital en pabellones aislados, separando a los enfermos segn sus enfermedades. A su iniciativa se debe la construccin del Hospital Real de Plymouth, vinculado a esa base naval.Bajo el influjo de las ideas de Pringle, Jacobo Renato Tenon elabor las postulaciones que hizo propias la Academia de Ciencias de Paris. Sus "Mmoirs sur les hpitaux de Paris" tenan ese sustento terico para la crtica. Por entonces, el Htel-Dieux de Paris albergaba a unos 60.000 pacientes anuales en pleno hacinamiento, y la sensibilidad de personalidades como Susana Necker o Lavoisier hacan blanco de sus denuncias a estos establecimientos absolutamente irracionales y terribles. En 1786 la Academia de Ciencias de Paris propuso a Luis XVI la subdivisin del Htel-Dieu en cuatro establecimientos y en ese contexto design una comisin integrada por Lavoisier, Coulomb, Barcet, Dambeton, Lassone y Tillet, que redact un programa de necesidades basado en formulaciones cientficas, que implicaba un planteo arquitectnico enteramente nuevo y cuya vigencia se extendi por ms de un siglo. Jacobo Tenon fue el redactor del Informe final de la Academia, que es conocido como "Rapport Tenon".El planteo de la Academia propicia la descentralizacin y el alejamiento de las salas entre s, separando a los enfermos por enfermedades y buscando el mximo de luz y ventilacin. Esta obsesiva preocupacin por "airear" deriva de las creencias de la poca, que atribuan el contagio de muchas enfermedades a unas "miasmas" -impurezas, emanaciones, efluvios o partculas- dispersas en el aire, portadoras de la enfermedad. Obviamente, an no se conoca la accin de las bacterias y se crea en la generacin espontnea. Frente al peligro de las "miasmas", el visiblemente insalubre Htel-Dieu, palaciego y laberntico, era un peligro para la salud. Pero tambin lo eran los planteos claustrales renacentistas y barrocos, ya que las salas o galeras no eran otra cosa que espacios de contagios longitudinales.El prototipo recomendado por la Academia, impregnado del higienismo revolucionarios, consista en pabellones pequeos, separados, con slo dos hileras de camas y con medidas y distancias proporcionadas en base a intuiciones sanitarias. Entre pabellones habra jardines, slo accesibles por convalescientes; la sala de muertos, junto a la capilla se ubicaran al fondo, en tanto que al frente iran los consultorios externos y al medio la internacin. El esquema sera simtrico, con pabellones paralelos y opuestos destinados a mujeres y hombres y dos calles o galeras de vinculacin. El hospital tendra tres plantas: a nivel del suelo, estaran los convalescientes, en un primer nivel la internacin en tratamiento curativo y en el tercer nivel los servicios. La preocupacin por la iluminacin y la ventilacin sera determinante, as como la orientacin. Si bien aparecen en el esquema espacios funcionales especializados como enfermera y lavandera, la nica sala especialmente diseada sera la de ciruga, concebida como anfiteatro para la enseanza anatmica y quirrgica, un modelo que perdur hasta fines del siglo XIX.La innovacin planteada por la Academia es mltiple y radical, pero tambin importa de un modo significativo sealar el hecho de que el factor catalizador para la aparicin de una nueva arquitectura hospitalaria no fue una evolucin terica interna de la arquitectura sino un influjo externo, proveniente de cientficos de ramas como la qumica. Tal es el caso muy representativo de Antoine Laurent de Lavoisier. Es justo atribuir a Lavoisier, en un tiempo en que todava la ciencia era bastante primitiva, el mrito de haber introducido en a qumica un riguroso control de las experimentaciones, acercando a esa rama cientfica a la precisin geomtrica. Lavoisier, por sus investigaciones, posea conocimientos muy avanzados para su tiempo en cuanto a la naturaleza del aire y su composicin. Cientfico empirista, era un hombre tpico del Siglo de las Luces, tan preocupado por la razn cuanto por las cuestiones sociales. Si muri vctima del fanatismo revolucionario fue porque los fanticos son siempre torpes para descubrir las verdaderas ideas revolucionarias y las de Lavoisier lo fueron en grado suma al introducir razn y experimentacin en campos del conocimiento antes librados a la imaginacin y la supersticin.HOSPITALES DE BUENOS AIRESEl 11 de junio de 1580 Juan de Garay fund la Ciudad de Buenos Aires y procedi, conforme a las leyes espaolas para el poblamiento de Amrica, a trazar la ciudad y efectuar el repartimiento de solares. En ese repartimiento original, Garay destin la manzana de Sarmiento, Reconquista, Corrientes y 25 de Mayo, para un hospital que habra de denominarse San Martn en homenaje a San Martn de Tours, que por sorteo haba sido designado patrono de la ciudad por el Cabildo, segn informa Alfredo Taullard. "La idea de Garay fue establecer el hospital cerca de una iglesia, para que pudiera sostenerse con las limosnas que los feligreses concurrentes a sta hubieren de proporcionar; pero, segn reza un acta del antiguo Cabildo". El Hospital de San Martn fue el primero de la ciudad de Buenos Aires. Fundado por Juan de Garay con aquel nombre "de San Martn", luego fue llamado "Hospital General de Hombres". Sus sucesivas ubicaciones fueron: Corrientes y Reconquista, luego Defensa y Mxico y ms tarde, desde 1806, la Residencia de los Jesuitas (solar que es hoy patio de educacin fsica, al lado de la Iglesia de San Telmo); a partir de 1806 tambin conocido como Hospital de los Betlemitas. Entre 1858 y 1859 lo remodel Prilidiano Pueyrredn. Fue demolido 1883. Era el lugar de prctica de los estudiantes de la Facultad de Medicina. Al desaparecer, se cre el Hospital de Clnicas en la Av. Crdoba. Siglo y medio despus, en 1743, fue fundado el Hospital de Mujeres de Buenos Aires. Su origen data de la creacin por la Hermandad de Caridad de una sala a la atencin de mujeres enfermas. El Hospital de Mujeres surgi al lado de la iglesia de San Miguel Arcngel. A fines de siglo dispona de un edificio en Esmeralda, entre Bartolom Mitre y Rivadavia y en 1822 pas de una orden religiosa al Estado. Desde 1852 dependi de la Sociedad de Beneficencia, que, en 1876 adquiri un nuevo terreno y lo traslad; desde 1887 lleva el nombre de Hospital Rivadavia.El influjo del Iluminismo fue muy tardo en la arquitectura hospitalaria de Buenos Aires, no as en la educacin mdica. El pensamiento cientfico innovador se hizo presente en la ms importante fundacin del Virreinato en este aspecto: en 1779 el Virrey Vrtiz cre el Protomedicato y design a su frente al Dr. Miguel Gorman (1749-1819). Irlands formado en Pars y en Reims, integr, en 1776 la expedicin de Cevallos que, por mandato de Carlos III lleg a Buenos Aires para organizar el recin creado Virreinato del Ro de la Plata, genuina fundacin iluminista.Cuando Gorman parti de Europa no estaban difundidas an ideas innovadoras sobre arquitectura hospitalaria. Peor an: en 1772 se produjo un gran incendio en el Htel-Dieu de Paris, pero, en vez de aprovecharse la oportunidad para reemplazarlo, se resolvi reconstruir el edificio originado en el siglo VII. Todava no existan tampoco las concepciones cientficas que iran a transformar la medicina a lo largo del siglo XIX. Edward Jenner haba nacido en Berkeley en 1749, pero todava no haba logrado hallazgos trascendentes. El cirujano francs Guillaume Dupuytren naci en 1777; Ren Laennec, el inventor del estetoscopio, en 1781. Todava la medicina navegaba entre la intuicin y la caridad.Pero en 1796 Edward Jenner, ya miembro de la Royal Society de Londres, descubre empricamente la vacuna antivarilica y el xito de sus comprobaciones, miradas con desconfianza por buena parte del medio profesional que no hallaba debidamente fundamentada la causa de sus resultados, se extendi velozmente y lleg a Buenos Aires en donde Gorman se convirti en un propulsor de la vacunacin. Y el mismo ao 1801 en que Dupuytren era nombrado jefe de trabajos prcticos de anatoma en la Escuela de Medicina de Paris y empieza a clasificar racionalmente las patologas, en Buenos Aires el Protomedicato inaugura los cursos de medicina en donde ejercen como profesores Agustn E. Fabre y Cosme M. Argerich, argentino formado en Barcelona.En 1805 Ren Laennec ya ensea anatoma patolgica en el Hospital Necker y en 1808, Guillaume Dupuytren es nombrado cirujano jefe adjunto del Htel-Dieu de Paris y convierte a la anatoma patolgica en la base de la investigacin quirrgica. Slo dcadas despus, el Dr. Juan Jos Montes de Oca logra introducir en el Hospital de Hombres de Buenos Aires esas prcticas quirrgicas creadas por Dupuytren en Paris. Si bien la Asamblea del Ao XII contina la poltica iluminista de perfeccionar la educacin mdica, creando un Instituto Mdico Militar que inicia sus tareas en 1815 y Saturnino Segurola es nombrado Director de la Vacuna para darlo renovado impulso a la prevencin, poco o nada se innova en materia de hospitales.Existe, en ese sentido, un claro hilo conductor entre la poca de Carlos III y el Virrey Vrtiz, la Revolucin de Mayo, la Asamblea del Ao XIII y el influjo de Rivadavia. En 1822 Rivero y Argerich son profesores de medicina en la Universidad de Buenos Aires y en ese mismo ao se reglamenta la profesin de la farmacia. Al ao siguiente aparece el nico nmero de los "Anales de la Academia de Medicina", con la colaboracin especial del doctor Manuel Moreno. En 1828 Madera informa que en los ltimos cuatro aos ha desaparecido la viruela en la ciudad de Buenos Aires. En 1832 Francisco Javier Muiz es designado miembro corresponsal de la Sociedad Jenneriana de Londres.Otros descubrimientos cientficos influyen en la medicina: en 1829 Faraday demuestra que el ter puede producir la prdida del conocimiento, aunque su descubrimiento no se aplic a la prctica mdica hasta 1846. En 1831 el qumico alemn Justus von Liebig, elabor por primera vez el cloroformo, sustancia a la cual no se le encuentra utilidad en lo inmediato, pero que ms tarde tendra tambin aplicacin mdica cuando James Young Simpson, mdico escocs y profesor de obstetricia de la universidad de Edimburgo, introdujo por primera vez la anestesia clorofrmica. En 1844 el dentista norteamericano Horace Wells experiment el gas hilarante como anestsico local para una extraccin dentaria y en 1846 W. Morton, dentista de Boston, empez a usar el ter sulfrico como anestsico. Por entonces, aparecieron en Buenos Aires los primeros hospitales nuevos, fundados por colectividades de inmigrantes: En 1842 la Sociedad Francesa de Beneficencia cre el Hospital Francs y en 1844 fue fundado el Hospital Britnico de Buenos Aires, en donde tres aos despus -muy tempranamente-, comienza a usarse el ter como anestsico.El romanticismo trae nuevas ideas sociales al Ro de la Plata. Su introduccin fue, en gran medida, producto de la experiencia vivencial de viajeros como Echeverra, Florencio Varela, Juan Mara Gutirrez, Juan Bautista Alberdi y, principalmente, Domingo F. Sarmiento. A travs de sus testimonios escritos, se comprueba fcilmente que el romanticismo implic una nueva aproximacin tica hacia las cuestiones humanas y especialmente sociales pero, adems de lo poltico, literario y figurativo, signific la apertura de un torrente de nuevas ideas prcticas, cientficas y tcnicas.La batalla de Caseros reabri la ciudad de Buenos Aires para la libre circulacin de las ideas, y, nuevamente, las innovaciones se introdujeron en el campo de la educacin mdica con la reorganizacin de los estudios de la especialidad en una Facultad de Medicina separada de la Universidad y la restauracin de la Academia de Medicina, que entr en funciones en 1856.Pero rpidamente tambin aparecieron novedades en el campo hospitalario. En 1854 se fund el Hospital de la Convalescencia, en donde el doctor Ventura Bosch introdujo mtodos modernos para el tratamiento de los alienados. Nueve aos despus, en 1863 bajo la direccin de Uriarte, se funda el Asilo de San Buenaventura, ms tarde Hospicio de las Mercedes. En 1865, con motivo de la Guerra del Paraguay, se funda en Buenos Aires el Hospital de Invlidos, ms tarde denominado Hospital Rawson. En 1869 se funda el "Hospital Espaol" y se inaugura el lazareto San Roque de las calles Mxico, Venezuela, Gral. Urquiza y 24 de noviembre, anexo al Hospital General de Hombres. Todas estas son fundaciones importantes e innovadores desde el punto de vista mdico pero no arquitectnico. Y es todava en el contexto mdico, farmacutico y bioqumico en donde, por una dcada ms, se produciran las ms notables novedades. La ciruga avanza en un sentido de racionalidad: en 1860 Joseph Lister us por primera vez el cido carblico diluido para impedir la infeccin en las operaciones y cinco aos despus hizo lo propio con el cido fnico para esterilizar heridas. En Buenos Aires, en 1864 apareci el primer nmero de la "Revista mdico-quirrgica" dirigida por Mallo y Gallardo y Esnaola. En 1871 Montes de Oca difundi en la Argentina el empleo de la anestesia e introdujo la antisepsia y la traqueotoma.Tambin existen avances, en ese sentido, en la farmacologa: en 1856 se funda en Buenos Aires la Asociacin Farmacutica Argentina y 1858 aparece la "Revista Farmacutica". En 1866 Murray escriba su Tratado de Farmacia y Farmacognosia.Otro aporte sustancial al progreso de la medicina proviene de la ciencia qumica. As como en Buenos Aires, en 1863 Puiggari cobra gran notoriedad al publicar sus "Lecciones de qumica aplicada a la higiene y a la administracin", en 1865 el qumico francs Louis Pasteur se convierte en una personalidad cientfica del mximo nivel al inventar la pasteurizacin para matar las bacterias de los alimentos. En ambos casos, la actividad de los cientficos no se limita a la investigacin bsica sino que se proyecta hacia la sociedad introduciendo conceptos destinados a la mejora de la calidad de vida y con repercusiones bastante directas en la industria y la organizacin social.Este clima cultural es nuevo, y puede referirse con precisin a las exposiciones universales que, a partir de la de Londres, de 1851, se convirtieron en grandes celebraciones del progreso y del turismo, pero que, en todo sentido, constituyeron una real y efectiva herramienta progresista por cuando sirvieron de incentivo y de examen pblico de las innovaciones en todos los campos del saber y del quehacer, potenciando sus efectos a travs de recursos didcticos pioneros que las convirtieron en grandes espectculos educativos. En 1867, en la gran Exposicin Universal de Paris, cuyo pabelln central fue diseado por Eiffel, el qumico Louis Pasteur recibi un Gran Premio por sus estudios acerca de la importancia del oxgeno del aire en el proceso de vinificacin, estudio que le fuera encargado por Napolen III para mejorar la capacidad industrial de Francia. Sarmiento, que por entonces era diplomtico argentino en Estados U