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La gaviota Antón Pavlovich Chejov

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Cuento

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  • La gaviota

    Antn Pavlovich Chejov

  • (CHAIKA) Comedia en cuatro actos (1895) Traduccin de E. Podgursky PERSONAJES IRINA NIKOLAEVNA ARKADINA (por su ma-trimonio, TREPLEVA), actriz. KONSTANTIN GAVRILOVICH TREPLEV, su hijo. Un joven. PIOTR NIKOLAEVICH SORIN, hermano de Irina. NINA MIJAILOVNA SARECHNAIA, joven hija de un rico terrateniente. ILIA AFANASIEVICH SCHAMRAEV, teniente retirado y administrador de Sorin. POLINA ANDREEVNA, su mujer. MASCHA, su hija. SEMION SEMIONOVICH MEDVEDENKO, maes-tro. BORIS ALEKSEEVICH TRIGORIN, escritor. EVGUENII SERGUEVICH DORN, mdico. IAKOV, mozo. Un COCINERO. Una DONCELLA.

  • La accin tiene lugar en la hacienda de So-rin. Entre el tercero y el cuarto acto transcurren dos aos.

    Acto primero La escena representa un trozo de parque en la hacienda de SORIN. Al fondo, la ancha alameda que conduce al lago aparece cortada por un estrado provisional dispuesto para una funcin de aficionados que oculta totalmente la vista de aquel. A la derecha y a la izquierda del estrado se ven arbustos, varias sillas y una mesita. Escena I Acaba de ponerse el sol. En el estrado, detrs del teln, se encuentra IAKOV y algu-nos MOZOS ms. Se oyen toses y golpes; MASCHA y MEDVEDENKO, de vuelta de un paseo, aparecen por la izquierda. MEDVEDENKO.- Por qu va usted siem-pre vestida de negro?

  • MASCHA.- Llevo luto por mi vida. Soy desgraciada. MEDVEDENKO.- Por qu? (Despus de un momento de meditacin.) No lo comprendo... Tiene usted salud, y su padre, sin llegar a rico, es hombre acomodado... Cunto ms difcil es mi vida que la suya! No gano arriba de veintitrs rublos mensuales; me hacen, adems, un descuento de esa cantidad y, sin embargo, no me visto de luto! (Se sientan.) MASCHA.- El dinero no es todo! Tambin un pobre puede ser feliz! MEDVEDENKO.- Eso es en teora, pero en la prctica la realidad es esta: que somos mi madre, dos hermanas, un hermanillo y yo, y que en casa no entra ms sueldo que los veintitrs rublos!... Y acaso no hay que co-mer y beber?... Que comprar t y azcar?... Pues y el tabaco?... Esa es la cuestin! MASCHA.- (Fijando los ojos en el estrado.) La funcin empezar pronto. MEDVEDENKO.- S. Sarechnaia hace de protagonista, y la obra ha sido escrita por Konstantin Gavrilich. Con lo enamorados que estn, sus almas se unirn en un comn an-

  • helo por reproducir la misma imagen artsti-ca!... Para su alma de usted y la ma, en cambio, no hay puntos de contacto!... La quiero, y la tristeza no me deja permanecer en casa! Todos los das hago seis verstas a pie al venir aqu, y seis al volver, y no en-cuentro en usted ms que indiferencia! Y se comprende!... No tengo medios econmicos, y s una familia numerosa! Buenas ganas las de casarse con quien no tiene para comer! MASCHA.- Qu tontera! (Toma rap.) Su amor me conmueve, solo que... no puedo corresponder a l. Eso es todo. (Tendindole la tabaquera.) Srvase. MEDVEDENKO.- No me apetece. (Pausa.) MASCHA.- La atmsfera es sofocante. Esta noche, seguramente, tendremos tormenta... Usted se pasa el tiempo filosofando y hablando de dinero!... Segn usted, no exis-te desgracia mayor que la pobreza..., mien-tras que a m, en cambio, me parece mil ve-ces ms fcil el tener que ir vestida de hara-pos y el pedir limosna que!... No!... No iba usted a comprenderlo!

  • Escena II Por la derecha entran SORIN y TREPLEV. SORIN.- (Viene apoyndose en un bas-tn.) Yo, hermano, no me encuentro a gusto aqu en el campo..., y es natural! Nunca me acostumbrar a l!... Ayer, por ejemplo, me acost a las diez, y esta maana me he des-pertado a las nueve con la sensacin de que, de tanto dormir, los sesos se me haban que-dado pegados al crneo! (Re.) Pues luego, despus de comer, sin querer, volv a que-darme dormido..., por lo que ahora estoy deshecho! TREPLEV.- Es cierto. T necesitas vivir en la ciudad. (Reparando en la presencia de MASCHA y MEDVEDENKO.) Seores!... Ya se les llamar cuando vaya a empezar; pero, entre tanto, no se puede andar por aqu! Tengan la bondad de retirarse! SORIN.- (A MASCHA.) Mara Ilinichna! Si fuera tan amable de decir a su padre que sol-taran a ese perro que est aullando! Mi her-mana no ha podido dormir en toda la noche!

  • MASCHA.- Dgaselo usted mismo a mi padre. Yo no quiero. (A MEDVEDENKO.) V-monos! MEDVEDENKO.- (A TREPLEV.) Mndenos un aviso con alguien cuando vaya a empezar! (Salen.) SORIN.- Eso significa que otra vez se va a pasar el perro aullando toda la noche!... Nunca me he sentido a gusto en el campo! Cundo alguna vez se me ocurra venir aqu a descansar..., en unas vacaciones de vein-tiocho das..., era tanto lo que me molesta-ban todos con una serie de tonteras, que desde el primer da tena gana de marchar-me! (Re.) Siempre me march de aqu con gusto! Claro que ahora estoy retirado, y no tengo otro sitio donde meterme!... Lo quie-ras o no lo quieras..., hay que vivir! IAKOV.- (A TREPLEV.) Konstantin Gavri-lich! Nosotros nos vamos a baar! TREPLEV.- Bien, pero ya saben que dentro de diez minutos tienen que estar listos. (Con-sultando el reloj.) Pronto va a empezar. IAKOV.- Como usted mande. (Sale.)

  • TREPLEV.- (Con una ojeada al estrado.) Ah tienes ya el teatro... El teln, el primer bastidor, el segundo y, detrs, un espacio vaco... Ninguna decoracin... La vista se abre sobre el lago y el horizonte. Levantaremos el teln a las ocho y media en punto; hora en que la luna estar ya alta en el cielo. SORIN.- Magnfico! TREPLEV.- Claro que si Sarechnaia llega con retraso, todo el efecto se malograr!... Ya deba estar aqu... Su padre y su madrastra la guardan tanto, que para ella salir de casa es tan difcil como salir de la crcel. (Arreglando la corbata a su to.) Tienes despeinada la barba y el pelo. Deberas cortrtelo. SORIN.- (Atusndose la barba.) Esta ha sido siempre la tragedia de mi vida. Cuando era joven, mi exterior era el del borracho em-pedernido, por lo que las mujeres nunca me quisieron. (Sentndose.) Por qu est mi hermana de tan mal humor? TREPLEV.- Por qu?... Porque se aburre. (Sentndose a su lado.) Tiene celos. Se sien-te predispuesta contra m, contra la funcin, y como adems es Sarechnaia y no ella la

  • que va a representarla, contra la obra mis-ma... No la conoce todava, pero ya la aborre-ce... SORIN.- (Riendo.) Qu cosas dices! TREPLEV.- La enoja la idea de que en este pequeo escenario vaya a ser Sarechnaia, y no ella, la que obtenga un xito. (Consultan-do el reloj.) Mi madre es una curiosidad psi-colgica. Tiene indiscutible talento, es inteli-gente, capaz de verter abundantes lgrimas con la lectura de un libro, se sabe de memo-ria a Nekrasov , y cuida a los enfermos como un ngel, pero..., atrvete a elogiar delante de ella a la Duse!... Ay, ay, ay!... Solo se la puede ponderar a ella..., escribir sobre ella..., entusiasmarse con su extraordinaria manera de representar La dame aux camlias o La niebla de la vida..., y como aqu, en el cam-po, carece de esa droga, se aburre, se enfa-da, todos somos sus enemigos y todos tene-mos la culpa de todo... Tambin es supersti-ciosa; la dan miedo las tres velas y el nmero trece y, adems, es avara. En el Banco de Odessa guarda setenta mil rubios. Lo s con

  • seguridad; pero, eso s..., si le pides que te preste algn dinero..., se te echar a llorar. SORIN.- Lo que pasa es que se te ha me-tido en la cabeza que a tu madre no le va a gustar tu obra, y te has puesto nervioso!... Clmate!... Tu madre te adora! TREPLEV.- (Deshojando una flor.) Me quiere?... No... Me quiere?... No... Me quie-re... No... (Riendo.) Ves?... Mi madre no me quiere!... Ya lo creo!... Como que desea vivir, amar, usar blusitas claras; y yo, con mis veinticinco aos, la estoy siempre recor-dando que no es tanta su juventud!... Cun-do no estoy delante..., no pasa de los treinta y dos aos, y en mi presencia tiene que tener cuarenta y tres!... Por eso me aborrece... Sa-be tambin que no admito el teatro. Ella, en cambio, le adora y cree hacer un servicio a la humanidad sirviendo al sagrado arte, mien-tras que, en mi opinin, en el teatro contem-porneo todo es rutina y prejuicio... Se alza el teln, y en un cuarto de tres paredes, ilu-minado por luz artificial, ves a esos grandes talentos, a esos sacerdotes de arte sagrado, representando a la gente comiendo, bebien-

  • do, andando, vistiendo trajes de chaqueta... Yo, cuando los veo (a travs de cuadros y frases vulgares), esforzndose por exponer una moral floja, cmoda de comprender y til solamente para usos domsticos..., cuando me presentan en mil variaciones siempre lo mismo, siempre lo mismo, y siempre lo mis-mo..., me escapo como se escapaba Maupas-sant de la torre Eiffel, que deca aplastarle la sesera con su vulgaridad. SORIN.- Sin embargo, el teatro tiene que existir. TREPLEV -Pero hace falta introducir en l nuevas formas!... Hacen falta nuevas for-mas..., y, si no se encuentran..., qu utilidad es la suya? (Consultando de nuevo el reloj.) Quiero a mi madre... La quiero mucho, pero es una mujer de vida desbarajustada... Siem-pre se la ve acompaada de ese escritor, su nombre se desgasta en los peridicos y todo esto me cansa... Unas veces es el egosmo del simple mortal el que habla solamente en m..., otras, me da pena que mi madre sea una actriz clebre, y me parece que si fuera una mujer como otra cualquiera, yo sera ms

  • feliz... To!... Puede haber situacin ms necia y desesperada que la ma?... Cuando recibe la visita de toda clase de celebrida-des..., escritores, artistas..., el nico entre ellos que no es nada soy yo! Y si toleran mi presencia, es solo porque soy su hijo!... Y, en realidad, quin soy?... Qu represento?... Dej la Universidad al tercer ao..., no tengo ni talento, ni un grosch de dinero, y mi pasaporte me describe como meschanin de Kiev ... Mi padre, aunque tambin famoso actor, era meschanin de Kiev... Pues, como te iba diciendo..., cuando me ocurra ser ob-jeto, en su saln, de la atencin condescen-diente de todos esos escritores y artistas..., experimentaba la sensacin de que las mira-das de todos ellos medan mi nulidad... Adivi-naba sus pensamientos, y la humillacin me haca sufrir. SORIN.- Por cierto!... Dime, por favor, qu clase de hombre es el escritor ese? No se le comprende bien! Est siempre tan ca-llado! TREPLEV.- Es hombre inteligente, senci-llo..., un poco, dir..., melanclico..., pero de

  • espritu muy noble... Aunque todava tardar en cumplir los cuarenta, ya ha alcanzado la celebridad, y est satisfecho hasta el cuello... En cuanto a sus escritos.., cmo decirte?... Son agradables, se ve que tiene talento; pe-ro, despus de leer a Tolstoi o a Zola, no te quedan ganas de leerle a l. SORIN.- A m, hermano, me gustan los literatos. En otros tiempos, deseaba ardien-temente dos cosas: casarme y ser literato. Pero ninguna de las dos se me logr!... S... A fin de cuentas, aun ser literato de segundo orden es agradable! TREPLEV.- (Tendiendo el odo.) Oigo pa-sos. (Abraza a su to.) Sabes?... No puedo vivir sin ella!... Hasta el ruido de sus pasos es maravilloso!... Soy locamente feliz! (Avanzando apresurado hacia NINA SARECH-NAIA, que acaba de entrar.) Hechicera ma!... Ensueo!... NINA.- (Agitada.) No llego retrasada! Claro que no llego!... TREPLEV.- (Besndole las manos.) No, no, no...

  • NINA.- He pasado un da ms intranqui-lo!... Tema que mi padre no me dejara venir, pero acaba de marcharse con mi madrastra. El cielo se haba puesto ya rojo y empezaba a salir la luna, y yo..., venga arrear al caballo! (Re.) Qu contenta estoy! (Estrecha fuerte-mente la mano a SORIN.) SORIN.- Me parece que tienes ojitos de haber llorado! Vaya, vaya!... Eso no vale!... NINA.- No es nada!... Ves lo fatigosa-mente que respiro todava?..., pues dentro de media hora tengo que volverme. Necesitar darme prisa. No puedo estar mucho tiempo, as que, por el amor de Dios, no me reten-gan!... Mi padre no sabe que estoy aqu. TREPLEV.- En efecto, ya es hora de empe-zar. Hay que llamar a todos. SORIN.- Ya voy yo... Ahora mismo voy. (Se dirige hacia la derecha y canta.) En Francia, dos granaderos!... (Volviendo la cabeza.) Esto me recuerda que, en cierta oca-sin en que me haba puesto a cantar como ahora, me dijo un fiscal: Excelencia..., su voz es potente, pero... (Aqu se call y, des-

  • pus de pensarlo un poco, termin as...) desagradable!... (Sale riendo.) NINA.- Mi padre y su mujer no me dejan venir. Encuentran que la vida aqu es muy bohemia y tienen miedo de que quiera hacerme actriz... En cambio, a m el lago me atrae como a una gaviota!... Mi corazn est lleno de usted! (Mira a su alrededor.) TREPLEV.- Estamos solos. NINA.- Me parece que por ah anda al-guien. TREPLEV.- Nadie. (Le da un beso.) NINA.- Qu rbol es este? TREPLEV.- Un olmo. NINA.- Y por qu tiene ese color oscuro? TREPLEV.- Porque ya anochece y, al ano-checer, todas las cosas se vuelven oscuras... Qudese ms tiempo'. Se lo suplico! NINA.- Imposible! TREPLEV.- Y si me fuera yo con usted, Nina?... Me pasara toda la noche en su jar-dn, mirando a sus ventanas. NINA.- Imposible. Le vera el guarda. Adems, Tresor todava no le conoce, y em-pezara a ladrar.

  • TREPLEV.- La quiero!... NINA.- Tsss!... TREPLEV.- (Al or pasos.) Quin est ah?... Es usted, Iakov? IAKOV.- (Detrs del estrado.) S, seor. TREPLEV.- Que ocupe cada uno su pues-to! Ya es la hora! Est saliendo la luna! NINA.- A sus ordenes, seor. TREPLEV.- Hay alcohol?... Y azufre?... Cuando aparezcan los ojos rojos, tiene que oler a cera! (A NINA.) Vaya usted ya! Todo est preparado. Se siente nerviosa? NINA.- S, mucho... A su madre no la te-mo, pero estar ah Trigorin, y me da miedo y vergenza trabajar delante de l... Delante de un famoso escritor!... Es joven? TREPLEV.- S. NINA.- Qu cuentos tan maravillosos los suyos! TREPLEV.- Como no los he ledo, no los conozco. NINA.- Es difcil trabajar en su obra!... Sin personajes vivos! TREPLEV.- Personajes vivos!... No hay que representar a la vida como es..., ni como

  • va a ser..., sino como nosotros la vemos en nuestros sueos! NINA.- Adems, su obra carece de ac-cin!... Puede decirse que es solo un recita-do!... Tampoco, a mi parecer, en una obra debe faltar el amor!... (Salen ambos, y van a situarse detrs del estrado.) Escena III Entran POLINA ANDREEVNA y DORN. POLINA ANDREEVNA.- Se est levantando humedad. Vuelva, y pngase los chanclos. DORN.- Pues yo tengo calor. POLINA ANDREEVNA.- No se cuida usted nada!... Qu terquedad!... Es usted mdico, sabe perfectamente que el aire hmedo le es perjudicial y, sin embargo, le gusta mortifi-carme!... Ayer hizo usted a propsito el que-darse todo el anochecer en la terraza! DORN.- (Canturreando.) No te culpo, juventud..., de destruirme la vida!... POLINA ANDREEVNA.- Y es que estaba usted metido en una conversacin tan anima-da con Irina Nikolaevna, que no notaba el fro!... Confiese que le gusta!

  • DORN.- Tengo cincuenta y cinco aos!... POLINA ANDREEVNA.- Tonteras!... En un hombre, eso no es vejez!... Se conserva usted perfectamente, y todava agrada a las mujeres! DORN.- Y qu quiere que yo le haga! POLINA ANDREEVNA.- Siempre estn ustedes todos dispuestos a caer de rodillas ante una actriz!... Todos! DORN.- (Canturreando.) Ante ti otra vez estoy!... Mire... El que la sociedad quiera a los artistas y los acoja de manera distinta que acogera, por ejemplo, a un comerciante..., es natural... Idealismo puro! POLINA ANDREEVNA.- Y cuando las muje-res se enamoraban de usted, y se le colgaban al cuello..., era tambin idealismo? DORN.- (Encogindose de hombros.) Qu..., si no?... El sentimiento de la mujer hacia m fue siempre limpio. Lo que amaba en m, principalmente, era al mdico de exce-lencia... Hace cosa de diez o quince aos, se acuerda usted?..., en toda la regin no haba ms toclogo bueno que yo... Adems, siempre fui un hombre honrado!

  • POLINA ANDREEVNA.- (Cogindole una mano.) Querido! DORN.- Silencio. Viene gente. Escena IV Entran ARKADINA, del brazo de SORIN; TRIGORIN, SCHAMRAEV, MEDVEDENKO y MASCHA. SCHAMRAEV.- Ella, en el ao mil ocho-cientos setenta y tres, durante la feria de Pol-tava, tuvo una actuacin maravillosa!... Una verdadera maravilla!... No sabe usted tam-bin por dnde anda ahora Chadin, Pavel Semionovich..., el actor cmico?... En Ras-plaiuv trabaj de un modo incomparable!... Mejor que Sadovskii! Se lo juro!... Dnde esta ahora? ARKADINA.- Me pregunta usted siempre por personas antediluvianas!... Cmo voy a saberlo? (Se sienta.) SCHAMRAEV.- (Con un suspiro) Paschka Chiadin!... Ya no hay ninguno como l!... El teatro, Irina Nikolaevna, est en decaden-cia!... Donde antes haba fuertes robles, aho-ra no quedan ms que troncos!...

  • DORN.- Es verdad!... Sin embargo, hoy en da hay menos talentos brillantes, pero el actor medio es mucho mejor! SCHAMRAEV.- No estoy de acuerdo!... Claro que es cuestin de gusto! De gustibus aut bene aut nihil... (TREPLEV sale de detrs del estrado.) ARKADINA.- (A su hijo.) Hijo querido!... Cundo vais a empezar? TREPLEV.- Dentro de un minuto. Les rue-go un poco de paciencia. ARKADINA.- (Recitando.) Oh Hamlet..., tus razones me hacen dirigir la vista a mi conciencia, y advierto all las ms negras y groseras manchas que acaso nunca podrn borrarse! TREPLEV.- (Citando, a su vez, Hamlet.) Y por qu cediste al vicio y buscaste el amor en el abismo del crimen? (Detrs del estrado suena el toque dado con un cuerno de caza.) Seores! Va a comenzar! Les ruego presten atencin! (Pausa.) Empieza! (Da unos golpes con un palito y dice, alzando la voz:) Oh vosotras, honorables y viejas sombras que pasis raudas en la noche sobre

  • este lago!... Adormecenos para que podamos contemplar en sueos lo que habr de suce-der dentro de doscientos mil aos! SORIN.- Dentro de doscientos mil aos no habr nada. TREPLEV.- Representadnos ese nada! ARKADINA.- Que as sea... Nos estamos durmiendo. (Se alza el teln, descubriendo la vista del lago. La luna, alta en el cielo, se re-fleja en el agua. Sobre una gran piedra, y, toda vestida de blanco, est sentada NINA SARECHNAIA.) NINA.- Gentes! Leones! Aguilas y co-dornices!... Ciervos astados! Gansos! Ara-as! Peces silenciosos que poblabais el agua! Estrellas del mar y dems seres que el ojo humano no alcanza a ver!... Vidas todas, vidas todas, en suma..., que girasteis sobre vuestro triste crculo y os apagasteis!... Hace ya mil siglos que la tierra no contiene ni un solo ser vivo, y que esta pobre luna enciende en vano su farol!... En el prado, ya no des-piertan con un grito las grullas, ni se oye el chasquido del escarabajo en la arboleda de los tilos!... Fro, fro!... Vaco, vaco, va-

  • co!... Miedo, miedo, miedo!... (Pausa.) Los cuerpos de los seres vivientes desaparecieron en lo vano, y la materia los transform en piedra, en agua, en nubes..., mientras sus almas se unan hasta formar una sola!... Es-ta alma total del universo..., soy yo!... Yo!... En m vive el alma de Alejandro el Grande, de Csar, de Shakespeare, de Napolen y de la ltima sanguijuela!... En m, la conciencia humana se uni al instinto de los animales y lo recuerda todo, todo, todo..., volviendo a revivir estas vidas!... (Aparecen unos fuegos fatuos, semejantes a los que se ven en los pantanos.) ARKADINA.- (En voz baja.) Es algo deca-dente! TREPLEV.- (Con acento suplicante y en tono de reproche.) Mam! NINA.- Soy una solitaria! Solo una vez, cada cien aos, abro la boca para hablar! Mi voz resuena tristemente en el vaco y nadie me oye!... Tampoco vosotras, pobres luceci-tas, me os!... El putrefacto pantano os hace nacer en la madrugada, y vagis hasta el amanecer sin pensamiento, sin voluntad y sin

  • percibir el pulso de la vida!... El padre de la escoria eterna..., el diablo, temiendo que re-nazca en vosotras la vida..., os troca a cada instante (como a las piedras y al agua) en tomos, y os mudis sin cesar!... Solo en toda la eternidad permanece inmutable..., inalterable un espritu! (Pausa.) Como un prisionero arrojado a un profundo y vaco pozo!... Y yo no s dnde estoy, ni lo que me espera!... Lo nico que no me ha sido reve-lado es que, en la lucha cruel y encarnizada con el diablo..., he de vencer y que, tras esto, materia y espritu se fundirn en maravillosa armona, comenzando el reinado de la liber-tad para el universo!... Esto, sin embargo, no acaecer hasta que, poco a poco, al cabo de una hilera de millares de aos, la Luna, el claro Sirius y la Tierra se tornen en polvo!... Entre tanto, todo ser horror, horror!... (Pausa. Sobre el lago surgen dos puntos ro-jos.) He aqu que ya se acerca mi poderoso adversario!... Veo sus terribles ojos, color carmes!... ARKADINA.- Huele a azufre. Tiene que oler as?

  • TREPLEV.- S. ARKADINA.- (Riendo.) Qu efecto ms notable! TREPLEV.- Mam! NINA.- Se aburre sin el hombre!... POLINA ANDREEVNA.- (A DORN.) Ya se ha quitado usted el sombrero! Pngaselo, si no quiere coger fro! ARKADINA.- El doctor se ha descubierto ante el diablo!... El padre de la escoria eter-na! TREPLEV.- (Con sbito acaloramiento y fuerte voz.) Se acab el espectculo! Bas-ta!... Teln! ARKADINA.- Pero por qu te enfadas? TREPLEV.- Basta! Teln! (Este descien-de.) Perdonen!... No haba tenido en cuenta que escribir obras y representarlas es privile-gio de unos cuantos!... He interrumpido el uso de ese monopolio!... A m!... Yo!... (In-tenta decir algo, pero no puede, y con un ademn de enojo desaparece por la izquier-da.) ARKADINA.- Qu le pasa?

  • SORIN.- Irina!... No se puede, querida, tratar as al amor propio juvenil!... ARKADINA.- Pero qu le he dicho? SORIN.- Le has ofendido. ARKADINA.- El mismo nos haba adverti-do de que todo era una broma..., y yo, natu-ralmente, como una broma lo he tomado! SORIN.- De todos modos... ARKADINA.- Ahora va a resultar que ha escrito una gran obra!... Vaya por Dios!... Quiere decirse que, al organizar este espec-tculo y obsequiarnos con azufre, no se tra-taba de una broma, sino de una demostracin artstica!... Pretenda ensearnos cmo se debe escribir y trabajar en escena!... En fin!... Ya nos ha aburrido bastante!... Las salidas de tono y los alfilerazos aburren a cualquiera!... Es un chico caprichoso y sus-ceptible! SORIN.- El lo que quera era proporcionar-te un gusto. ARKADINA.- S?... Y, adems, no ha elegido una obra normal..., sino que nos ha obligado a escuchar todo un delirio decaden-te!... Como broma, estoy dispuesta a escu-

  • char incluso delirios..., pero aqu hay pre-tensiones a nuevas formas..., a una nueva era del arte!... A m me parece que lo que demuestra no es que ha encontrado nuevas formas, sino que tiene mal carcter. TRIGORIN.- Cada cual escribe como quie-re y como puede. ARKADINA.- Pues que escriba como quie-ra y como pueda; pero que me deje a mi en paz! DORN.- Te encolerizas, Jpiter!... ARKADINA.- No soy Jpiter..., soy, senci-llamente, una mujer... (Enciende un cigarri-llo.), y no me encolerizo! Pero s me enoja el que un muchacho emplee el tiempo en cosas tan aburridas... No era mi intencin ofender-le! MEDVEDENKO.- Nadie tiene el derecho de separar el espritu de la materia, ya que pue-de que sea el espritu el que mantiene unidos los tomos! (A TRIGORIN, y animando el to-no.) No le parece que no estara mal escribir una obra y representarla..., sobre cmo vivi-mos nosotros..., los maestros?... Ah!... Es una vida dura la nuestra!

  • ARKADINA.- Muy justo; pero no vamos a seguir hablando de obras ni de tomos... El anochecer est sumamente agradable! (Ten-dindole el odo.) Me pareca or cantar... Qu delicia! POLINA ANDREEVNA.- Es en la otra orilla. (Pausa.) ARKADINA.(A TRIGORIN.) Sintese a mi lado!... Har cosa de diez o quince aos..., aqu, en el lago, todas las noches, ininte-rrumpidamente, haba msica y canto... Es-parcidas por la ribera hay seis haciendas, y todava recuerdo las risas, el alboroto, los estampidos que se oan... Pues y las histo-rias amorosas!... El jeune premier, el dolo de todas estas haciendas, era entonces el aqu presente (Sealando a DORN.), doctor Evguenii Sergueich... Ahora es un hombre encantador, pero en aquel tiempo era irresis-tible!... A todo esto, la conciencia empieza a remorderme por haber ofendido a mi peque-o!... Me siento intranquila!... (Alzando la voz.) Kostia!... Hijo!... Kostia! MASCHA.- Yo ir a buscarlo. ARKADINA.- Hazme ese favor, querida!

  • MASCHA.- (Avanzando hacia la izquierda.) Uuuuu!... Konstantin Gavrilovich! (Sale.) NINA.- (Surgiendo de detrs del estrado.) Como seguramente no continuar, me figuro que puedo salir... Buenas noches... (Cambia un beso con ARKADINA y POLINA ANDREEV-NA.) SORIN.- Bravo! ARKADINA.- Bravo, bravo!... La hemos admirado!... Con un exterior y una voz tan maravillosos como los suyos, es imposible..., un verdadero pecado..., vivir escondida en el campo!... En usted hay talento!... Escu-che!... Tiene que trabajar en escena! NINA.- Oh!... Ese es, precisamente, mi sueo! (Suspira.) Pero nunca se realizar! ARKADINA.- Quin sabe!... Permtame que la presente: Trigorin, Boris Alekseevich. NINA.- Qu alegra para m!... (Turbndo-se.) Le leo siempre! ARKADINA.- (Hacindola sentar a su la-do.) No se azare, querida!... A pesar de su celebridad, es un alma sencilla!... Lo ve?... El tambin se azara!

  • DORN.- Creo que ya se poda levantar el teln. Impone verle bajo. SCHAMRAEV.- Iakov!... Levanta el teln! (Este se alza.) NINA.- (A TRIGORIN.) No es verdad que la obra es extraa? TRIGORIN.- No he comprendido en abso-luto nada. Sin embargo, la estaba viendo con gusto! Actuaba usted con tanta sinceridad!... La decoracin, adems, era maravillosa! (Pausa.) Con seguridad que en este lago hay muchos peces! NINA.- S. TRIGORIN.- Me gusta pescar. Para m no hay mayor placer que sentarse a una orilla al atardecer, y seguir con la vista el movimiento del flotador. NINA.- Pues a m se me figura que para el que ha experimentado el placer de crear. ya no puede existir ningn otro placer! ARKADINA.- (Riendo.) No le hable as!... Cuando le dicen cosas bonitas se queda pe-gado! SCHAMRAEV.- Recuerdo que una vez, en la pera de Mosc, cuando el clebre Silva

  • atacaba el do ms bajo de la escala..., se encontraba como a propsito en la galera uno de nuestros cantores sinodales. Pues bien..., figrense cul sera nuestro asombro al or un Bravo, Silva!, dicho desde arriba y en una octava todava ms baja... As... (En un hilo de voz bajsimo.) Bravo, Silva!... El teatro entero se qued petrificado! (Pausa.) DORN.- Ha pasado un ngel. NINA.- Tengo que marcharme. Adis. ARKADINA.- Pero por qu?... Por qu tan temprano? No se lo permitimos! NINA.- Es que me espera mi padre. ARKADINA.- Qu le vamos a hacer, en-tonces! (Cambian un beso.) Nos da pena dejarla marchar! NINA.- Pues si supiera la pena que me da a m irme! ARKADINA.- Alguien tendr que acompa-arla, pequea! NINA.- (Asustada.) Oh, no, no! SORIN.- (A ella en tono de splica.) Qu-dese! NINA.- No puedo, Piotr Nikolaevich!

  • SORIN.- Qudese una hora ms siquie-ra!... No?... NINA.- (Despus de pensarlo un momen-to, y entre lgrimas.) Imposible! (Le estre-cha la mano y sale apresuradamente.) ARKADINA.- En realidad. esta muchacha es una desgraciada!... Dicen que su difunta madre dej toda su enorme fortuna a su ma-rido. Toda, hasta la ltima kopeika!... Por eso, ahora esta nia se ha quedado sin nada, pues parece ser que su padre ha hecho tes-tamento a favor de su segunda mujer!... Es indignante! DORN.- S... El papato es bastante ani-mal..., la verdad sea dicha. SORIN.- (Frotndose las manos, que se le han quedado fras.) Vmonos nosotros tam-bin. Esto se ha puesto muy hmedo. Me duelen las piernas. ARKADINA.- Las tienes como de madera. Se ve que andas con dificultad... Vmonos, pues, viejo mo desdichado! (Le agarra del brazo.) SCHAMRAEV.- (Ofreciendo el brazo a su mujer.) Madame!...

  • SORIN.- Oigo otra vez aullar al perro. (A SCHAMRAEV.) Tenga la bondad, Ilia Afana-sievich, de decir que le suelten! SCHAMRAEV.- Imposible, Piotr Nikolae-vich! Me da miedo de que entren ladrones en el granero! Tengo all guardado mijo! (A MEDVEDENKO, que ha echado a andar a su lado.) Pues, como le deca..., en toda una octava ms baja!: Bravo, Silva!... Y no se trataba de ningn artista, sino de un simple cantor sinodal! MEDVEDENKO.- Qu sueldo es el de un cantor sinodal? (Salen todos, salvo DORN.) DORN.- (Solo.) No s... Puede que yo no entienda nada, o que me haya vuelto loco, pero la obra me ha gustado. Hay algo en ella... Cuando esa nia habl de la soledad..., y despus, cuando aparecieron los ojos rojos del diablo..., las manos me temblaban de nervioso que estaba... Es una cosa fresca..., ingenua... Aqu me parece que viene. Tengo gana de decirle muchas cosas gratas. TREPLEV.- (Entrando.) Ya no hay nadie. DORN.- Estoy yo.

  • TREPLEV.- Maschenka anduvo buscndo-me por todo el parque. Es una criatura inso-portable! DORN.- Konstantin Gavrilovich!... Su obra me ha gustado muchsimo!... Es un tanto extraa, y no he odo el final; pero, sin embargo, la impresin que produce es fuer-te!... Es usted un hombre de talento, y debe seguir escribiendo! (TREPLEV, tras estrecharle fuertemente la mano, movido de un arranque espontneo, le abraza.) Pues no est poco nervioso!... Si hasta se le llenan los ojos de lgrimas!... Qu otra cosa quera decirle... Ah, s!... As tiene que ser, porque la obra artstica debe, desde luego, expresar algn pensamiento grande... Solo lo serio es mara-villoso!... Pero qu plido est!... TREPLEV.- De modo que..., que usted opina que debo continuar? DORN.- Ciertamente! Ahora... eso s..., represente nicamente lo que es importante y lo que es eterno!... Usted ya sabe que he tenido una vida muy variada, y que he sido hombre de gusto!... Me encuentro satisfecho, pero si hubiera sentido alguna vez el impulso

  • espiritual que sienten los artistas en el mo-mento de la creacin, me parece que hubiera despreciado mi envoltura fsica, y todo cuanto esta supone, y hubiera volado a la altura..., lejos de la tierra! TREPLEV.- Perdone... Dnde est Sa-rechnaia? DORN.- Y esto, adems... En la obra tie-ne que haber un pensamiento claro y resuel-to!... Tiene usted que saber para qu escri-be!... De otro modo..., si sigue usted un ca-mino pintoresco, pero que no conduce a nin-gn fin determinado, corre el peligro de ex-traviarse, y de que su propio talento sea su destruccin. TREPLEV.- (Con impaciencia.) Dnde ests, Sarechnaia? DORN.- Se fue a su casa. TREPLEV.- (Con acento desesperado.) Qu hacer?... Quiero verla!... Es indispen-sable que la vea!... Me voy! Escena V Entra MASCHA.

  • DORN.- (A TREPLEV.) Clmese, amigo mo! TREPLEV.- No!... Me voy! Tengo que irme! MASCHA.- Donde tiene que ir es a su ca-sa. Konstantin Gavrilovich... Su madre le es-pera. Est intranquila. TREPLEV.- Dgala que me he marcha-do!... Les ruego a todos que me dejen en paz!... Djenme! No me sigan! DORN.- Pero, querido!... No se puede!... Eso no est bien!... TREPLEV.- (Entre lgrimas.) Adis, doc-tor!... Gracias! (Sale.) DORN.- (Suspirando.) Juventud, juven-tud!... MASCHA.- Cuando no se tiene otra cosa que decir, se dice: Juventud, juventud! (Toma rap.) DORN.- (Quitndole la tabaquera y tirn-dola entre los arbustos.) Me parece que en casa deben de estar jugando... Tengo que irme. MASCHA.- Espere! DORN.- A qu?

  • MASCHA.- Vuelvo a decrselo una vez ms!... Me gustara hablar con usted!... (Nerviosa.) No quiero a mi padre y, sin em-bargo, el corazn me gua hacia usted sin que yo mismo sepa la razn! Mi alma entera ve en usted un ser que le es prximo!... Ay-deme!... Si no lo hace, har yo de mi vida un escarnio y la destrozar!... No puedo ms! DORN.- Pues qu le pasa?... En qu puedo ayudarla?... MASCHA.- Sufro!... Nadie puede imagi-nar mis sufrimientos!... (Reclina la cabeza sobre el pecho de l, y aade quedamente.) Quiero a Konstantin! DORN.- Pero qu nerviosos estn todos!. Qu nerviosos!... Y cunto amor!... Oh, lago embrujado'... (Ca-riosamente.) Y qu puedo hacer yo, criatu-ra?... Qu puedo hacer?... Que?...

    Acto segundo La escena representa un campo de cro-quet. En el fondo, a la derecha, casa con gran terraza; a la izquierda, el lago sobre el

  • que se refleja la luz brillante del sol. Plata-bandas de flores. Es medioda. Hace calor. Escena I En un banco, junto al campo de cro-quet, bajo la sombra de un viejo tilo, estn sentados ARKADINA, DORN Y MASCHA. Sobre las rodillas de DORN descansa un libro abier-to. ARKADINA.- (A MASCHA.) Pongmonos en pie una al lado de otra! (Se levantan.) Usted tiene veintids aos, y yo, casi el do-ble!... Y, sin embargo..., Evguenii Sergue-vich!... Cul es la ms joven de las dos? DORN.- Usted, naturalmente! ARKADINA.- Y por qu?... Porque yo trabajo..., porque yo respiro..., porque estoy siempre metida en el bullicio..., mientras que usted..., constantemente en el mismo sitio..., no vive!... Tengo por regla no mirar el futu-ro! Nunca pienso en la vejez, ni en la muer-te! Lo que tenga que ser, ser! MASCHA.- A m, en cambio, me parece haber nacido hace muchsimo tiempo! Arras-tro la vida como si fuera una interminable

  • cola de vestido! Me ocurre con frecuencia no sentir ganas de vivir!... (Se sienta.) Claro que son tonteras!... Cosas que hay que sa-cudirse y quitarse de encima! DORN.- (Canturreando bajito el aria de Fausto.) Flores mas, hablad de mi amor!... ARKADINA.- Luego, soy correcta como un ingls! Siempre, querida, estoy sobre m, y me visto y me peino de un modo muy com-me il faut! Jams me sucede el permitirme a m misma salir de casa, ni siquiera para ir al jardn, en blusa o sin peinar!... Jams!... Por eso me conservo bien! Porque nunca he sido desaliada, como lo son algunas!... (Le-vantndose, da unas cuantas vueltas por el campo de croquet, con paso airoso.) Me ven ustedes?... Igual que una jovencita! Capaz de representar papeles de nia de quince aos! DORN.- Todo eso estar muy bien; pero yo voy a seguir leyendo. (Coge el libro.) Nos paramos en lo del tendero y las ratas. ARKADINA.- Y las ratas?... Es verdad... Lea! (Se sienta.) O, si no..., deme, que voy

  • a leer yo! Me toca m el turno! (Coge el libro y busca con la vista en l.) Y las ratas... Aqu est. (Leyendo.) Y es natural..., ya que para la gente de mundo, el atraerse y mimar a los novelistas resulta tan peligroso como para un tendero criar ratas en sus almacenes. A pesar de esto, se les quiere. As, pues, cuando una mujer ha hecho de un escritor objeto de su eleccin, y desea atrarselo, le asedia por medio de elogios, amabilidades y complacencias... Eso ser entre los france-ses, porque entre nosotros no ocurre nada parecido! No puede haber programas!... En-tre nosotros, la mujer, por lo general, cuando se atrae a un escritor, es porque ya est enamorada de l hasta las orejas! No hay que ir muy lejos a buscar el ejemplo! Aqu estamos yo y Trigorin! (Aparece SORIN, apo-yndose en un bastn y llevando a su lado a NINA. Les sigue MEDVEDENKO, empujando un silln de ruedas vaco.) SORIN.- (En el tono mimoso con que se habla a los nios.) Conque hemos tenido una alegra?... Conque estamos hoy contentos por fin?... (A su hermana.) Tenemos una

  • alegra!... El padre y la madrastra se mar-charon a Tver, y nos vamos a ver en libertad durante tres das! NINA.- (Sentndose al lado de ARKADINA y abrazndola.) Me encuentro feliz! Ahora le pertenezco! SORIN.- (Tomando asiento, a su vez, en el silln.) Verdad que est muy guapita hoy? ARKADINA.- Ya lo creo!... Bien vestida! Interesante! Qu nia ms buena! (Besa a NINA.) Pero no la alabemos demasiado, no vaya a ser que le atraigamos la mala suer-te!... Dnde est Boris? NINA.- Pescando. ARKADINA.- Cmo no se aburrir? (Se dispone a reanudar la lectura.) NINA.- Qu? ARKADINA.- Sobre el agua, de Maupas-sant. (Lee para s algunos renglones.) Lo que sigue es poco interesante y, adems, injusto. (Cierra el libro.) Hoy no tengo el nimo tran-quilo!... Dgame!... Qu le ocurre a mi hijo?... Por qu est tan triste y con ese aire tan severo? Se pasa los das enteros en el lago y rara es la vez que le veo!

  • MASCHA.- No tiene paz de espritu! (A NINA, con timidez.) Lanos algo de su obra! Se lo ruego! NINA.- (Encogindose de hombros.) Realmente lo desea?... Es tan interesante! MASCHA.- (Con entusiasmo reprimido.) Cuando l lee algo, los ojos le brillan y se pone plido! Tiene una voz maravillosa y triste, y sus ademanes son los de un poeta! (Se oye roncar a SORIN.) DORN.- Buenas noches! ARKADINA.- Petruscha! SORIN.- Eh?... ARKADINA.- Te has dormido? SORIN.- Qu me voy a dormir! ARKADINA.- No te cuidas nada, y haces mal! SORIN.- Yo me cuidara encantado; pero el doctor no quiere cuidarme! DORN.- Cuidarse a los sesenta aos! SORIN.- Tambin a los sesenta aos se quiere vivir! DORN.- (Con enojo.) Bueno, pues..., t-mese unas gotas de valeriana!

  • ARKADINA.- A m me parece que no le sentara mal ir a algunas aguas. DORN.- Por qu no?... Puede ir y puede no ir! ARKADINA.- Hgase cargo! DORN.- No hay nada de que hacerse car-go! Est todo muy claro! (Pausa.) MEDVEDENKO.- Piotr Nikolaevich, debera dejar de fumar. SORIN.- Tonteras! DORN.- No; no son tonteras! El vino y el tabaco anulan la personalidad!... Despus de un puro o de una copa de vodka... ya no es usted solamente Piotr Nikolaevich!... Es us-ted Piotr Nikolaevich y alguien ms!... Su yo se ha derretido, y, dentro de s mismo, empieza usted a tener que considerar a una tercera persona: a l! SORIN.- (Riendo.) Usted habla muy f-cilmente! Como ha vivido su vida!... pero y yo?... He pertenecido al Organismo Judicial durante veintiocho aos, y esta es la hora en que ni he vivido ni he pasado por ninguna emocin!... Se comprende que tenga gana de vivir!... Usted es ya un hombre satisfecho

  • e indiferente, y por eso se inclina hacia la filosofa, pero como yo lo que quiero es vi-vir..., bebo jerez durante la comida y fumo puros!... Y punto concluido! DORN.- Lo que hay que hacer es tomar la vida en serio!... Cuidarse a los sesenta aos y lamentar no haber gozado mucho en la ju-ventud es, y perdneme, inconsciencia! MASCHA.- (Levantndose.) Ya debe de ser hora de almorzar. (Echa a andar con paso perezoso y lento.) Se me ha quedado dormi-da una pierna! (Sale.) DORN.- Cuando llegue, seguramente se beber dos copitas antes de comer! SORIN.- Pobrecilla! Felicidad personal no tiene ninguna! DORN.- Qu tontera, excelencia! SORIN.- Usted habla as porque es hom-bre satisfecho! ARKADINA.- Podr haber algo ms abu-rrido que este grato aburrimiento campes-tre?... Todo es quietud, ociosidad y filoso-fa!... Amigos mos!... En su compaa se est muy bien!... Es muy agradable escuchar su charla..., pero encontrarse en la habitacin

  • de la fonda estudindose el papel..., es mu-cho mejor! NINA.- (Con entusiasmo.) S, s!... La comprendo! SORIN.- La ciudad es mejor..., natural-mente! All, cuando ests en tu despacho, el criado no deja pasar a nadie que no se anun-cie!... Y luego tienes el telfono..., y en la calle, ischvoschik!.. DORN.- (Canturreando.) Flores mas, habladme de mi amor!... Escena II Entra SCHAMRAEV seguido de POLINA ANDREEVNA. SCHAMRAEV.- Aqu estamos! Buenos das! (Besa primero la mano de ARKADINA, y despus la de NINA.) Me alegra mucho ver-les con tan buena salud! (A ARKADINA.) Por cierto..., mi mujer me dice que pensaban us-tedes ir hoy juntas a la ciudad... Es verdad eso? ARKADINA.- En efecto, pensamos ir.

  • SCHAMRAEV.- Jem!... Magnfico! Solo que dgame, estimada seora..., cmo van a ir? Hoy estn ocupados todos los mozos con el acarreo del centeno... De qu caballos iba usted a disponer..., me permito preguntarla? ARKADINA.- Cmo que de qu caballos? Es que voy a saber yo los caballos que hacen falta? SORIN.- Tambin tenemos caballos de tiro! SCHAMRAEV.- (Nervioso.) De tiro, s..., pero de dnde voy a sacar los arreos?... Es-to es asombroso..., incomprensible!... Per-done!... Me inclino con admiracin ante su talento!... Estara dispuesto a dar por usted diez aos de vida, pero caballos..., no puedo darle! ARKADINA.- Tengo, sin embargo, necesi-dad de ir!... Qu ocurrencia!... SCHAMRAEV.- Estimada seora ma!... Usted no sabe lo que son las faenas del campo! ARKADINA.- (Acalorndose.) Eso ya es historia vieja; pero, bueno..., en tal caso, hoy mismo me marcho a Mosc!... Diga que va-

  • yan a la aldea y alquilen caballos para m! Si no lo hace, ir a pie! SCHAMRAEV.- (Acalorndose a su vez.) Si es as, renuncio a mi puesto! Bsquese otro administrador! (Sale.) ARKADINA.- Todos los veranos me ocurre igual! Todos los veranos recibo una ofensa! No volver jams a poner el pie aqu! (Sale por la izquierda, en direccin al lago; pero un minuto despus se la ve entrar en casa, se-guida de TRIGORIN, que transporta unas ca-as de pescar y un cubo.) SORIN.- (Tambin acalorado.) Es una frescura! Acaban por hartarle a uno! Que traigan ahora mismo todos los caballos! NINA.- (A POLINA ANDREEVNA.) Cmo puede negarse algo a Irina Nikolaevna?... A una artista clebre!... Acaso no son ms im-portantes cada uno de sus deseos y hasta el ltimo de sus caprichos, que las faenas del campo?... Es inverosmil! POLINA ANDREEVNA.- (Con acento deses-perado.) Y qu puedo hacer yo?... Hganse cargo de mi situacin! Qu puedo hacer?

  • SORIN.- (A NINA.) Vamos a ver a mi hermana! Le suplicaremos encarecidamente que no se vaya! No le parece?... (Mirando hacia el camino tomado por SCHAMRAEV.) Qu hombre ms insoportable!... Todo un dspota! NINA.- (Sujetndole para impedirle levan-tarse.) Siga sentado!... Le llevaremos en el silln! (Entre ella y MEDVEDENKO empujan a este.) Es terrible! SORIN.- Es terrible, s..., pero no se mar-char! Ahora mismo hablar con l! (Salen, quedando solos DORN y POLINA ANDREEV-NA.) DORN.- La gente es aburrida!... Lo que habra que hacer, en realidad, sera echar a su marido de aqu a puntapis..., pero todo acabar en que ese viejo calzonazos de Piotr Nikolaevich y su hermana le pedirn perdn! Ya lo ver usted!... POLINA ANDREEVNA.- Es que los caballos de tiro tambin los mand al campo... No hay da en que no surja una mala inteligen-cia! Si supiera usted cmo me alteran estas cosas! Me pongo mala! Lo ve?... Estoy

  • temblando!... No puedo soportar su brutali-dad!... (En tono suplicante.) Evguenii!... Querido!... Bien mo! Llveme con usted! Nuestro tiempo se va! Ya no somos jvenes, y no tendremos que escondernos ni que men-tir, aunque sea el final de la vida! (Pausa.) DORN.- Ya es tarde para cambiarla... Ten-go cincuenta y cinco aos. POLINA ANDREEVNA.- Ya s que si me rechaza es porque, adems de m, hay para usted otras mujeres!... Claro que no puede llevrselas a todas! Lo comprendo muy bien!... Perdone!... Le estoy aburriendo! (NINA aparece junto a la casa, y empieza a coger flores.) DORN.- No... Nada de eso. POLINA ANDREEVNA.- Los celos me hacen sufrir!... Ya s que como es usted m-dico, le es imposible dejar de ver mujeres!... Lo comprendo! DORN.- (A NINA, que se acerca.) Qu tal van las cosas por ah? NINA.- Irina Nikolaevna est llorando, y a Piotr Nikolaevich le ha dado un ataque de asma!

  • DORN.- (Levantndose.) Les daremos unas gotas de valeriana. NINA.- (Tendindole las flores que acaba de cortar.) Tenga! DORN.- Merci bien! (Se encamina hacia la casa.) POLINA ANDREEVNA.- (Siguiendole.) Qu bonitas flores! (Con encono, mientras se aleja en su compaa.) Entrgueme esas llores! Entrguemelas! (Con ellas en la mano, las rompe y las arroja a un lado. Ambos entran en la casa.) NINA.- (Sola.) Qu extrao resulta ver llorar a una artista clebre..., y adems, por una causa tan trivial!... Tambin se le antoja a una raro que un escritor famoso, favorito del pblico, sobre el que escriben todos los peridicos, cuyo retrato se vende en todas partes y cuyas obras son traducidas a todos los idiomas extranjeros..., se pase el da en-tero pescando y se ponga tan contento cuan-do coge dos carpas!... Yo imaginaba a la gente clebre orgullosa..., inabordable..., despreciando a la masa por conceder esta ms valor a la nobleza, a la casta, a la fortu-

  • na, y vengndose de ella con la gloria y el brillo del nombre!... Y, en realidad, lloran, pescan, juegan a las cartas, se ren y se en-fadan como todo el mundo! TREPLEV.- (Entrando sin sombrero, y lle-vando en la mano una escopeta y una gaviota muerta.) Est usted sola? NINA.- Sola, s. (TREPLEV deposita la ga-viota a los pies de ella.) NINA.- Qu significa esto? TREPLEV.- Comet hoy la infamia de ma-tar a esta gaviota, y la pongo a sus pies! NINA.- Qu le pasa? (Coge la gaviota y la contempla.) TREPLEV.- (Despus de una pausa.) Pronto, del mismo modo, me matar yo! NINA.- No le reconozco! TREPLEV.- Puede..., pero despus que yo he dejado de reconocerla a usted! Ha cam-biado tanto conmigo!... Su mirada es fra y mi presencia la molesta! NINA.- En este ltimo tiempo se ha vuel-to usted irritable! Se expresa siempre de un modo incomprensible y por medio de smbo-los! Tambin esta gaviota ser, seguramen-

  • te, un smbolo, solo que..., perdone..., no comprendo cul!... (Deja la gaviota sobre el banco.) Soy demasiado sencilla para com-prenderle! TREPLEV.- Todo empez aquel anochecer, cuando, de modo tan necio, fracas mi obra!... Las mujeres no perdonan el fraca-so!... Lo he quemado todo! Hasta la ltima hojita de papel!... Si usted supiera lo des-graciado que me siento!... Qu terrible frial-dad la suya!... Algo inverosmil!... Tan inve-rosmil como si, al despertarme, viera que de pronto este lago se haba secado o filtrado tierra adentro!... Acaba usted de decir que es demasiado sencilla para comprenderme!... Y qu es lo que hay que comprender aqu?... Mi obra no gust! Usted desprecia mi inspi-racin y me considera un ser vulgar..., nulo, como hay muchos! (Dando una patada en el suelo.) Qu claro lo veo! Cmo lo compren-do! Tengo clavado en el cerebro un clavo tan maldito como esta debilidad ma mental que me chupa la sangre..., que me la chupa como una serpiente!... (Al ver a TRIGORIN, que se acerca leyendo un libro.) He aqu el verdade-

  • ro genio!... Pisa como Hamlet y, como l, lleva un libro entre las manos! (En tono de mofa.) Palabras, palabras, palabras!... An no se la ha acercado ese sol, y ya le sonre y su mirada se derrite en sus rayos!... No quiero serla un estorbo! (Sale precipita-damente.) TRIGORIN.- (Anotando en el libro.) Toma rap y bebe vodka... Va siempre vestida de negro... La quiere el maestro... NINA.- Buenos das, Boris Alekseevich. TRIGORIN.- Buenos das... Las circunstan-cias se han puesto de tal modo, que parece ser que nos vamos maana... Pocas probabi-lidades hay de que volvamos a vernos, y lo siento!... No me ocurre con frecuencia el encontrar muchachas interesantes!... Por mi parte, he olvidado, y no puedo ya ni repre-sentrmelo con claridad, cmo se es cuando se tienen dieciocho o diecinueve aos!... Ese es el motivo de que, en mis novelas y cuen-tos, los tipos de muchacha suelan resultarme falsos!... Me gustara, aunque solo fuera por espacio de una hora, estar en su lugar, para

  • saber lo que piensa y, en general..., qu cosi-ta es usted!... NINA.- A m tambin me gustara hacer esa prueba; pero ponindome en el lugar su-yo. TRIGORIN.- Para qu? NINA.- Para saber lo que es sentirse es-critor de talento y clebre!... Qu se experi-menta con la celebridad?... Qu experimenta usted? TRIGORIN.- Que qu experimento?... Seguramente, nada. Nunca me he detenido a pensar en ello. (Quedando un momento pen-sativo.) Ser, tal vez, una de estas dos co-sas...: o que exagera usted mi celebridad o que, en general, la celebridad no se la siente de ninguna manera! NINA.- Y cuando lee usted lo que se es-cribe sobre su persona en los peridicos? TRIGORIN.- Si me alaban, me resulta agradable, y si me atacan, me paso un par de das de mal humor. NINA.- Es un mundo maravilloso! Si su-piera cunto le envidio!... La suerte no es igual para todos!... Los hay que apenas

  • hacen otra cosa que no sea arrastrar una existencia aburrida y oscura!... Se asemejan entre s, y son todos desgraciados!... Otros, como por ejemplo usted (uno entre un mi-lln), tiene una vida interesante, clara, llena de contenido!... Usted es feliz! TRIGORIN.- Yo?... (Encogindose de hombros.) Hum!... Me habla usted de felici-dad, de celebridad, de no se qu vida clara e interesante..., y para m, perdneme, todas esas bonitas palabras son como los bombones de fruta, que nunca los como!... Es usted muy joven y muy indulgente!... NINA.- Oh, no! Su vida es maravillosa! TRIGORIN.- Y qu hay en ella de espe-cialmente bueno?... (Consultando el reloj.) Perdneme... No puedo quedarme ms tiem-po... El caso es que (Riendo.) ha dado usted en mi punto flaco, y ya empiezo a excitarme y a enfadarme un poco!... Hablemos, pues! Hablemos de mi maravillosa y clara vida!... De manera que..., por dnde empezamos? (Despus de un momento de meditacin.) A veces se impone a uno, a la fuerza, un pen-samiento!... Le da a uno, por ejemplo, por

  • pensar de da y de noche en la luna!... Pues bien...: yo tambin tengo mi luna! De da y de noche vivo dominado por este pensamien-to fijo: Tengo que escribir! Tengo que es-cribir!... Apenas he escrito una novela, y..., sin saber por qu..., tengo que empezar otra!... Luego una tercera y despus una cuarta!... Escribo sin darme tregua, y no puedo obrar de otro modo!... Y qu, le pre-gunto yo, hay en todo esto de maravilloso o de claro?... Ah!... Qu vida salvaje la ma!... Aqu estoy ahora, hablando animadamente con usted y sin dejar, sin embargo, de recor-dar en todo momento que mi novela, an no terminada, me espera!... Si, por ejemplo, veo pasar una nube cuya forma recuerda la del piano, pienso que habr de sealar en alguna novela el paso de una nube semejan-te!... Huele a heliotropo..., y en seguida mi mente registra: Olor empalagoso, el color de la viudez, recordar citarlo en la descrip-cin de un anochecer de verano!... Cada una de sus frases o palabras o de las mas propias, es atrapada por m, que me apresuro a encerrarla en mi despensa literaria por si

  • algn da me sirve para algo!... Cuando ter-mino mi trabajo, corro al teatro o me voy a pescar! Aqu, donde debera haber descansa-do y olvidado..., no puedo ya hacerlo, pues dentro de mi cabeza comienza a dar vueltas otra pesada bala de peltre: un nuevo argu-mento!... Ya la mesa de despacho empieza a atraerme y de nuevo hay que escribir, que escribir y que escribir!... Y as siempre, siempre!... Yo soy el primer obstculo a mi tranquilidad! Siento que me devora la propia vida, pues para conseguir la miel que luego entrego a alguno de los seres que pueblan el espacio, he de recoger antes el polvo de mis mejores flores, destrozarlas y pisotear sus races!... Acaso no soy un loco?... Es la ac-titud de mis amigos y conocidos la natural para con un ser de espritu sano?... Qu est escribiendo ahora?, me dicen. Con qu nos va a obsequiar?... Siempre lo mis-mo! Siempre lo mismo!... Y llega a pare-cerme que todo: la atencin que me prestan los que me conocen, las alabanzas y los entu-siasmos..., es puro engao!... Se me figura que me engaan como a un enfermo y, a ve-

  • ces, hasta temo que se me acerquen a hurta-dillas por la espalda, me cojan y me lleven a un manicomio!... Aquellos otros aos, los mejores de mi juventud..., cuando empezaba mi carrera literaria..., fueron para m un con-tinuo martirio!... El escritor de segunda fila, sobre todo cuando la suerte no le acompaa, se antoja a s mismo inepto..., se considera de sobra. Sus nervios desgastados se man-tienen en constante tensin, y se pasa el tiempo vagando por los crculos literarios sin ser aceptado ni advertido por nadie. Teme mirar a los ojos de los dems, franca y vale-rosamente, como el jugador apasionado cuando no tiene dinero... Nunca he visto a mi lector, pero, sin saber por qu, la imagina-cin me lo representa predispuesto en contra ma y lleno de desconfianza!... He sentido miedo al pblico! Cuando llegaba el momen-to de representar una nueva obra, en cada estreno me pareca observar que los morenos me eran hostiles y los rubios framente indife-rentes! Qu terrible sensacin! Qu marti-rio!

  • NINA.- Perdneme..., pero...! Los mo-mentos de inspiracin y el mismo proceso creador no le han proporcionado minutos de felicidad? TRIGORIN.- S. Escribiendo paso ratos agradables... Tambin es grata la correccin de pruebas... pero, apenas la obra ha salido de la imprenta, ya la considero una equivoca-cin, no puedo soportarla, pienso que ms me valdra no haberla escrito, me enojo y me disgusto. (Riendo.) Por otra parte, el pblico que la lee se contenta con decir: Es simp-tico esto!... Tiene talento!... Lo que hace es simptico..., pero le falta mucho to-dava para llegar a Tolstoi!... O bien: Es una maravilla de obra..., aunque Padres e hijos, de Turgueniev, sea mucho mejor!... Y as sucesivamente, hasta la tumba. Todo se reducir al es simptico y al tiene talen-to... Solo al es simptico y al tiene ta-lento!... Cuando me muera..., los que me hayan conocido y pasen ante mi tumba..., dirn: Aqu yace Trigorin. Fue un buen escri-tor..., aunque escriba peor que Turgueniev.

  • NINA.- Perdone, pero me niego a com-prenderle... Lo que pasa es, sencillamente, que est usted demasiado mimado por el xi-to. TRIGORIN.- Por qu xito? Nunca me gust mi propia obra! No me quiero como escritor! Y, lo que es an peor..., me en-cuentro envuelto en una, dijramos, bruma y no entiendo lo que yo mismo escribo!... Amo esta agua, estos rboles, este cielo!... Siento la Naturaleza, que es la que excita en m la pasin y el deseo invencible de escribir!... Pero no puedo ser solo paisajista!... Soy tambin un ciudadano, amo a mi patria, al pueblo, y comprendo que, en mi calidad de escritor debo hablar de este pueblo, de sus sufrimientos y de su futuro!... Debo hablar de la ciencia, de los derechos del hombre, etctera... y hablo!... Todos son a meterme prisa, a enfadarse, y yo me agito de un lado para otro como el zorro acosado por los pe-rros! Veo que la vida y la ciencia siguen ade-lante, adelante..., que yo me quedo atrs, atrs..., como un mujik cuando pierde el tren..., y que, a fin de cuentas, solo s des-

  • cribir paisajes, y en todo el resto soy falso hasta la medula de los huesos! NINA.- Trabaja usted demasiado, y no tiene ni tiempo ni deseo de reconocer su pro-pio significado... Conforme!... Admito que est usted descontento de s! Ello no impide que para los dems sea usted grande y ma-ravilloso,... Si yo fuera escritor como usted, entregara a la masa toda mi vida..., pero reconociendo que el bien de esta masa esta-ra en elevarse hasta mi altura, y donde una vez en ella, me llevara un carro de triunfo! TRIGORIN.- Vaya, vaya!... Nada menos que en carro de triunfo! Es usted, acaso, un Agamenn? (Ambos sonren.) NINA.- Por la dicha de ser escritor, hubie-ra yo soportado el desamor de los mos, la necesidad, la desilusin!... Me hubiera ali-mentado de pan negro, sufrido el propio des-contento y reconocido mis perfecciones, pero, eso s..., a cambio de esto exigira la gloria! La autntica y estruendosa gloria! (Oculta el rostro entre las manos.) La cabeza me da vueltas!

  • LA VOZ DE ARKADINA.- (Desde la casa.) Boris Alekseevich! TRIGORIN.- Me llaman. Ser, seguramen-te, para hacer el equipaje... No tengo ninguna gana de marcharme. (Volviendo la mirada hacia el lago.) Qu bien se est aqu! NINA.- Ve usted en la otra orilla una casa y un jardn? TRIGORIN.- S. NINA.- Es la hacienda de mi difunta ma-dre. All nac yo. He pasado toda mi vida jun-to a este lago, del que conozco hasta la lti-ma islita. TRIGORIN.- Qu bien se est aqu! (Re-parando en la gaviota.) Qu es eso? NINA.- Una gaviota... La mat Konstantin Gavrilich. TRIGORIN.- Es un pjaro bonito... En serio que no tengo gana de marcharme! Vea de convencer a Irina Nikolaevna de que se quede! (Anota algo en el libro.) NINA.- Qu escribe usted ah? TRIGORIN.- Nada... Tomaba una nota. Se me ha ocurrido, de pronto, un argumento. (Escondiendo el libro.) El argumento de una

  • novela corta... Ver... A la orilla de un lago, desde la infancia, vive una joven... Exac-tamente igual que usted!... Esta joven ama el lago y es feliz y libre como la gaviota...; pero un da..., de modo casual..., llega un hombre, la ve y, por hacer algo, la mata..., como mataron a esta gaviota... (Pausa.) Escena III ARKADINA en la ventana. ARKADINA.- Dnde esta usted, Boris Alekseevich? TRIGORIN.- Ahora mismo voy! (Se aleja, pero al alejarse vuelve la cabeza y mira a NINA. A ARKADINA cuando llega al pie de la ventana:) Qu hay? ARKADINA.- Nos quedamos! (TRIGORIN entra en la casa.) NINA.- (Acercndose a las candilejas, despus de haber permanecido un momento pensativa.) No estoy soando?

    Acto tercero

  • Comedor en casa de SORIN. A la izquierda y a la derecha, puertas. Aparador y armario con medicamentos. En el centro de la habita-cin, una mesa, una maleta y varias cajas de cartn. Se percibe un ambiente de preparati-vos de viaje. Escena I Sentado ante la mesa, almuerza TRIGO-RIN, y de pie, a su lado, est MASCHA. MASCHA.- Todo eso se lo cuento por ser escritor!... Puede aprovecharlo. Le dir, con franqueza, que, si se hubiera herido grave-mente, estara que no vivira!... De todos modos, soy valiente! He decidido arrancarme este amor del corazn, y me lo arrancar de raz! TRIGORIN.- Cmo? MASCHA.- Casndome. Me caso con Med-vedenko. TRIGORIN.- Con el maestro? MASCHA.- S. TRIGORIN.- No comprendo la necesidad! MASCHA. Amar sin esperanza!... Pasarse los aos enteros anhelando algo!... No!...

  • Cuando me case, ya no podr pensar en el amor! Las nuevas preocupaciones borrarn todo lo viejo! Siempre es un cambio! To-mamos otra? TRIGORIN.- No ser mucho? MASCHA.- Claro que no! (Llena las co-pas.)No me mire as!... Las mujeres beben con ms frecuencia de la que usted cree! La menor parte de ellas lo hace abiertamente, como yo..., la mayor, a escondidas!... (Cho-cando los vasos.) Le deseo toda clase de venturas!... Es usted un hombre sencillo y da pena separarse de usted! (Beben.) TRIGORIN.- Tampoco yo tengo gana de marcharme. MASCHA.- Pues pdala que se quede! TRIGORIN.- No. Ya no se queda... Su hijo se est comportando con absoluta falta de tacto. Lo mismo antes, cuando se peg el tiro, que ahora, proponindose desafiarme. Y por qu..., me pregunto yo?... Se enfada, refunfua, predica nuevas formas para el ar-te!... Si para todos puede haber sitio!... Lo

  • mismo para los nuevos que para los viejos! Por qu empujarse, entonces? MASCHA.- Celos tambin... Pero es asunto en el que no me meto. (Pausa.) Escena II IAKOV atraviesa la escena de izquierda a derecha transportando una maleta. Entra NI-NA y se detiene al lado de la ventana. MASCHA.- Mi maestro no es muy inteli-gente, pero es un buen hombre y me quiere mucho! Me da lstima de l! Me la da tam-bin su madre..., esa viejecita!... En fin! Permtame que le desee cuanto mejor pueda desearse! No guarde mal recuerdo de noso-tros! (Le estrecha fuertemente la mano.) Le estoy muy agradecida por sus deferencias conmigo! No se olvide de mandarme sus libros y, por supuesto, con una dedicatoria autgrafa! Solo que no vaya a poner: A mi estimada..., sino sencillamente as: A Ma-ra, la que no recuerda su nombre ni sabe por qu vive en este mundo. Adis! (Sale.) NINA.- (Tendiendo a TRIGORIN el puo cerrado.) Pares o nones?

  • TRIGORIN.- Pares. NINA.- (Suspirando.) No!... Lo que tengo en la mano es solo un garbanzo!... Estaba echando a suertes el hacerme o no artista!... Si tuviera a alguien que me aconsejara. TRIGORIN.- En eso no se puede aconse-jar. (Pausa.) NINA.- Vamos a separarnos, y quiz no nos encontremos ms!... Le ruego acepte como recuerdo este pequeo medalln!... Encargu grabaran aqu sus iniciales, y por este otro lado el ttulo de su obra Das y no-ches... TRIGORIN.- Muy fino!... (Besando el me-dalln.) Un regalo maravilloso! NINA.- Acurdese alguna vez de m! TRIGORIN.- Me acordar... Me acordar de usted como era en aquel claro da!... Lo recuerda?... Hace una semana. Iba usted ves-tida de blanco, y nos pusimos a charlar... Sobre el banco estaba echada una gaviota tambin blanca... NINA.- (Pensativa.) Una gaviota..., s! (Pausa.) Viene gente. No podemos seguir hablando... Antes de marcharse, concdame

  • dos minutos!... Se lo suplico! (Sale por la izquierda. En ese mismo momento entran por la derecha ARKADINA y SORIN; este vestido de frac y con una condecoracin en el pecho. Detrs, IAKOV, ocupado en la preparacin del equipaje.) ARKADINA.- Mejor sera que te quedaras en casa, viejo! Cmo vas a ir de visitas con tu reuma? (A TRIGORIN.) Quin acaba de salir de aqu? Nina? TRIGORIN.- S. ARKADINA.- Pardon entonces!... Hemos venido a estorbar!... (Se sienta.) Me parece que lo he empaquetado ya todo. Estoy cansadsima... TRIGORIN.- (Leyendo las palabras escritas en el medalln.) Das y noches... Pgina ciento veintiuna... Renglones once y do-ce... IAKOV.- (Quitando la mesa.) Y las caas? Quiere el seor que las meta tambin en el equipaje? TRIGORIN.- S... Las necesitar. Los libros puedes drselos a quien quieras. IAKOV.- Como usted mande.

  • TRIGORIN.- (Para s.) Pgina ciento vein-tiuna... Renglones once y doce... Qu habr en esos renglones?... (A ARKADINA.) Hay libros mos en casa? ARKADINA.- S. En el despacho de mi hermano. En el armario de esquina. TRIGORIN.- Pgina ciento veintiuna!... (Sale.) ARKADINA.- En serio te lo digo, Petrus-cha! Qudate en casa! SORIN.- Marchndoos vosotros, me ser muy penoso quedarme aqu! ARKADINA.- Y qu tiene de distinto para ti la ciudad? SORIN.- Nada en especial..., aunque (Riendo.) van a colocar la primera piedra de la Casa Provincial..., aparte de otras cosas ms!... Me gustara, al menos, distraerme dos o tres horas!... Salir de esta vida peque-a y montona!... Me paso demasiado tiem-po en el mismo sitio..., como una boquilla vieja que ya no usas!... He mandado engan-char los caballos para la una, conque nos iremos a la vez.

  • ARKADINA.- (Despus de una pausa.) Que te vaya muy bien..., que no te abu-rras..., que no pases fro y que vigiles a mi hijo! Cudalo!... Ensale a vivir! (Pausa.) Y pensar que me marcho as..., sin saber por qu quiso pegarse ese tiro Konstantin!... Me parece que el motivo principal fueron los ce-los...; de manera que cuanto ms pronto me lleve de aqu a Trigorin, mejor ser. SORIN.- Qu voy a decirte yo?... Tena tambin otros motivos! Es cosa comprensi-ble! Imagnate a un hombre joven e inteli-gente viviendo solo en el campo, en un rincn apartado, sin dinero, sin situacin y sin por-venir!... Carece de ocupacin, se avergenza de su ociosidad y la teme!... Yo le quiero muchsimo y l est muy unido a m; pero, de todos modos, a fin de cuentas, se considera un parsito..., un gorrn! La cosa es natural! Su amor propio!... ARKADINA.- Qu pesadumbre tengo con l! (Meditando.) Quiz le convendra encon-trar un empleo... SORIN.- (Silbando ligeramente primero y despus en tono indeciso.) Yo creo que lo

  • mejor sera que le dieras algn dinero!... Lo primero que tiene que hacer es vestirse humanamente!... Hace ya tres aos que lle-va el mismo traje, y no tiene abrigo! (Re.) Tampoco estara mal que el muchacho se divirtiera un poco! Que fuera, por ejemplo, al extranjero!... Eso no cuesta mucho! ARKADINA.- De ningn modo!... Quiz para un traje pudiera darle algo, pero para ir al extranjero!... No!... Ni siquiera para el traje puedo darle dinero ahora! (En tono de-cidido.) No lo tengo! (SORIN re.) No! SORIN.- (Despus de silbar un poquito.) Bien... Perdona, querida ma. No te enfades. Te creo. Eres generosa, y tienes gran nobleza de alma. ARKADINA.- (Entre lgrimas.) No tengo dinero! SORIN.- Si yo lo tuviera, claro est que se lo dara..., pero no tengo ni un piatachok .. Toda mi pensin se la lleva el administrador, que la emplea en faenas agrcolas, cra de ganado, abejas..., as que se me va intil-mente!... Las abejas se mueren, las vacas se

  • mueren, y no puedo conseguir nunca caba-llos!... ARKADINA.- S!... Yo s tengo dinero, pero soy artista!... Solo en trajes me arruino completamente! SORIN.- Eres muy buena, querida. Yo te aprecio. S que... Ay!... Otra vez me da algo!... (Tambalendose.) Se me va la cabe-za! (Sujetndose a la mesa.) Siento un ma-reo! ARKADINA.- (Asustada.) Petruscha! (Tra-tando de sostenerlo.) Petruscha!... Querido mo! (A gritos.) Vengan! Aydenme! (Entran TREPLEV, con la cabeza vendada, y MEDVE-DENKO.) ARKADINA.- Le ha dado un mareo! SORIN.- No es nada..., no es nada... (Sonre y bebe un poco de agua.) Ya se me ha pasado. TREPLEV.- (A su madre.) No te asustes, mam. No es cosa de peligro. Al to le ocurre esto a menudo. (A este.) To!... chate un ratito! SORIN.- Un ratito s, pero, sea como sea, ir a la ciudad... Me echar un poco y me

  • marchar despus a la ciudad... Claro que s! (Empieza a andar apoyndose en el bastn.) MEDVEDENKO.- (Llevndole del brazo.) A ver quin acierta esta adivinanza? Por la maana anda a cuatro patas..., a medioda a dos..., al anochecer a tres... SORIN.- (Riendo.) Justo!... y por la no-che est echado panza arriba... (A MEDVE-DENKO.) Gracias... No se moleste en acom-paarme. MEDVEDENKO.- Pues no gasta usted po-cos cumplidos! (Sale, acompaando a SO-RIN.) ARKADINA.- Qu susto me ha dado! TREPLEV.- No le sienta bien vivir en el campo! Se entristece!... Qu bueno sera, mam... que, de pronto, tuvieras un rasgo de generosidad y le prestaras mil quinientos ru-blos!... Con ese dinero podra vivir todo un ao en la ciudad! ARKADINA.- No soy un banquero..., soy una actriz! (Pausa.) TREPLEV.- Mam!... Cmbiame la ven-da!... Lo sabes hacer tan bien!...

  • ARKADINA.- (Sacando del armario de los medicamentos el yodoformo y la caja de ven-dajes.) El doctor se retrasa. TREPLEV.- Ha prometido estar aqu a las diez, y ya es medioda. ARKADINA.- Sintate. (Le quita la venda de la cabeza.) Parece que llevas un turbante. Ayer un hombre que andaba por aqu de paso pregunt en la cocina qu nacionalidad era la tuya... Si lo tienes ya casi cicatrizado!... Lo que queda es solo una insignificancia! (Be-sndole en la cabeza.) Dime! Ahora que voy a faltar yo de aqu..., no volvers a repetir esto! Verdad? TREPLEV.- No, mam... Aquello fue un momento de loca desesperacin, en el que no pude dominarme!... No volver a repetirse! (Besndole la mano.) Tienes manos de n-gel!... Recuerdo que, hace mucho..., en los tiempos en que trabajabas en el teatro del Estado era yo entonces muy pequeo, hubo una ria en el patio. Pegaron una gran paliza a una lavandera, tambin inquilina de la ca-sa... Lo recuerdas?... La levantaron del suelo sin sentido... T, entonces, ibas a visitarla...

  • Le llevabas medicinas y lavabas a sus nios... Ser posible que no te acuerdes? ARKADINA.- No. (Le hace un nuevo ven-daje.) TREPLEV.- Tambin entonces, en la mis-ma casa que nosotros, vivan dos bailarinas. Solan venir a tomar caf contigo. ARKADINA.- De eso s me acuerdo. TREPLEV.- Eran muy piadosas!... (Pausa.) En este ltimo tiempo..., en estos ltimos das... te quiero tanto!... Te quiero con tal ternura!... Lo mismo que cuando era nio!... No tengo a nadie ms que a ti!... Pero..., por qu..., por qu..., te sometes a la in-fluencia de ese hombre?... ARKADINA.- T no lo comprendes, Kons-tantin!... Es un ser de alma tan noble! TREPLEV.- Sin embargo, cuando le dije-ron que me propona desafiarlo, su nobleza no le impidi hacer el papel de un cobarde!... Se marcha! Qu huida ms infame! ARKADINA.- Tontera!... Yo soy la que le pide que se vaya de aqu! TREPLEV.- Alma noble!... Ahora mismo poco ha faltado para que t y yo riamos por

  • su culpa, y, mientras tanto, l... andar, se-guramente, por algn sitio... por el saln o por el jardn..., rindose de nosotros, instru-yendo a Nina y esforzndose en convencerla de que es un genio! ARKADINA.- Para ti es un placer decirme cosas desagradables!... Estimo a ese hom-bre, y te ruego no hables mal de l en mi presencia! TREPLEV.- Pues yo no le estimo nada! Pretendes que yo tambin le considere como un genio; pero..., perdona!... No s mentir, y te dir que sus obras me desagradan! ARKADINA.- Envidia!... A la gente sin talento y con pretensiones no la queda otro recurso que criticar a los que son talentos de verdad!... S que es un consuelo! TREPLEV.- Talentos de verdad!... (Con ira.) Yo tengo ms talento que todos voso-tros juntos, si vamos a eso!... (Da un tirn y se arranca la venda de la cabeza.) Vosotros, gente rutinaria, os habis adueado de la primaca en el arte, y solo consideris verda-dero y legal lo que es obra vuestra, al tiempo que oprims y estrangulis a los dems!... Yo

  • no os reconozco talento! No te lo reconozco a ti, ni se lo reconozco a l! ARKADINA.- Eres un decadente! TREPLEV.- S?... Pues mrchate, enton-ces, a tu querido teatro, y sigue representan-do papeles en mseras obras en las que el talento brilla por su ausencia! ARKADINA.- Nunca actu en obras seme-jantes! Djame! T s que no eres capaz de escribir ni el ms miserable vaudeville! Pequeo burgus de Kiev! Gorrn! TREPLEV.- Roosa! ARKADINA.- Harapiento! (TREPLEV se sienta y empieza a llorar bajito.) Intil!... (Despus de dar unos pasos por la estancia presa de fuerte excitacin.) No llores! No hay por qu llorar! (Llora.) No debes llorar!... (Le besa en la frente, en las mejillas, en la cabeza.) Mi nio querido!... Perdname!... Perdona a esta pecadora madre tuya!... Perdname, desgraciada de m! TREPLEV.- (Abrazndola.) Si t supie-ras!... Lo he perdido todo!... Ella no me quiere, y ya no puedo escribir!... Todas mis esperanzas se esfumaron!

  • ARKADINA.- No te desesperes! Todo se arreglar! El se marcha y ella te volver a querer! (Secndose las lgrimas.) Basta ya! Hemos hecho las paces? TREPLEV.- (Besndole las manos.) S, mam! ARKADINA.- (Con ternura.) Haz t tam-bin las paces con l! No vas a batirte! Ver-dad que no?... TREPLEV.- Bien..., solo que!... Permte-me, mam, que no le vea! Me resulta peno-so! Es superior a mis fuerzas! (Entra TRIGO-RIN.) Bueno... Yo me voy. (Recoge y guarda rpidamente en el armario todos los medica-mentos.) La venda ya me la pondr el doctor. TRIGORIN.- (Buscando en un libro.) Pgi-na ciento veintiuna... Renglones once y do-ce... Hela aqu... (Leyendo.) Si un da nece-sitas de mi vida..., ven y tmala. (TREPLEV recoge del suelo la venda y sale.) ARKADINA.- (Mirando la hora.) Pronto estar preparado el coche. TRIGORIN.- (Para s.) Si un da necesi-tas de mi vida, ven y tmala!...

  • ARKADINA.- Espero que ya lo tendrs to-do dispuesto. TRIGORIN.- (Con impaciencia.) S, s... (Pensativo.) Por qu en esta llamada de un alma pura me parece or hablar a la tristeza y mi corazn se contrae enfermizamente?... Si un da necesitas de mi vida, ven y tma-la! (A ARKADINA.) Quedmonos un da ms! (ARKADINA mueve negativamente la cabeza.) Quedmonos! ARKADINA.- Querido!... S qu es lo que te detiene aqu!... Conserva el dominio sobre ti mismo! Ests un poco embriagado!... Desembrigate!... Recobra la sobriedad! TRIGORIN.- S t tambin sobria! S inteligente y juiciosa!... Acepta esto con es-pritu de verdadero amigo! (La oprime una mano.) Eres capaz de sacrificio! S mi ami-go!... Djame! ARKADINA.- (Presa de fuerte excitacin.) Tan prendado ests? TRIGORIN.- Me atrae! Es, quiz, exac-tamente lo que yo necesito! ARKADINA.- El amor de una nia de pro-vincia?... Oh, qu poco te conoces!

  • TRIGORIN.- A todos nos ocurre, a veces, quedarnos dormidos de pie...; y as estoy yo ahora, mientras hablo contigo!... Durmiendo y parecindome verla en sueos!... Unos ensueos dulces y maravillosos se han apo-derado de m!... Djame!... ARKADINA.- (Temblando.) No!... No!... Soy una mujer vulgar!... No se me puede hablar as!... No me martirices, Boris!... Tengo miedo! TRIGORIN.- Si quisieras, podras ser una mujer extraordinaria!... Un amor joven, ma-ravilloso, impregnado de poesa, capaz de transportarnos al mundo de los sueos..., es lo nico que puede darnos la felicidad en la tierra!... Amor semejante no lo he experi-mentado todava!... En mi juventud me fal-taba tiempo! Solo lo tena para correr de redaccin en redaccin, y luchar contra la necesidad! Y he aqu que ahora este amor me llega al fin! Me llama!... Qu razn ten-go para huir de l? ARKADINA.- (Con ira.) Te has vuelto lo-co? TRIGORIN.- As ser!

  • ARKADINA.- Todos os habis puesto hoy de acuerdo para martirizarme! (Llora.) TRIGORIN.- (Cogindole la cabeza con las manos.) No comprende!... No quiere com-prender! ARKADINA.- Ser posible que sea ya tan vieja y tan fea que pueda hablrseme as, sin recato, de otras mujeres? (Abrazndole y be-sndole.) Oh!... Te has vuelto loco!... T, que para m eres el ser ms maravilloso!... Adorado mo!... Ultima pgina de mi vida!... (Se arrodilla a sus pies.) Mi alegra, mi orgu-llo, m beatitud!... (Le abraza las rodillas.) Si me dejaras..., aunque solo fuera por una hora..., no podra soportarlo!... Eres para m el ser ms maravilloso!... Dueo mo!... TRIGORIN.- Tsss! Puede entrar alguien! (La ayuda a levantarse.) ARKADINA.- Que entren! No me aver-genzo de mi amor hacia ti! (Besndole las manos.) Tesoro mo! Cabecita loca!... Pre-tendes hacer locuras, pero yo no quiero que las hagas! No te dejar! (Re.) Eres mo! Eres mo!... Esa frente, esos ojos, ese ma-ravilloso pelo de seda... son mos tambin!...

  • Todo t eres mo! Tu inteligencia es tanta!... Tanto tu talento!... Eres el mejor de los es-critores del da!... La nica esperanza de Rusia!... Hay en ti tanta sinceridad, sencillez, frescor!... Tienes un sentido del humor de tan sana calidad!... De una sola pincelada eres capaz de dibujar el rasgo que ms prin-cipalmente caracteriza a una persona o a un paisaje! Tus personajes parecen seres vi-vos!... Oh!... Es imposible leerte sin entu-siasmo!... Crees, acaso, que esto es incien-so?... Que te estoy adulando?... Pues mra-me a los ojos!... Mrame!... Tengo aire de mentirosa?... Ya lo ests viendo! Soy la ni-ca que aprecio tu valor! La nica que te dice la verdad!... Amado mo!... Mi adorado!... Te marchars?... S?... Vas a abandonar-me?... TRIGORIN.- No tengo voluntad propia! Nunca la tuve!... Y ser posible que un hombre sin energas..., siempre sumiso... pueda gustar a una mujer?... Cgeme!... Llvame contigo, pero no me dejes alejarme de ti ni un paso!

  • ARKADINA.- (Para s.) Ahora es mo! (En tono natural, como si nada hubiera ocurrido.) Por supuesto, si quieres, puedes quedarte!... Yo me marcho, y t llegars despus... La semana que viene... Qu necesidad tienes, en efecto, de darte prisa? TRIGORIN.- No... Nos marcharemos jun-tos. ARKADINA.- Como quieras. Que quieres juntos?..., pues juntos. (Pausa. TRIGORIN anota algo en el libro.) Qu ests apuntan-do? TRIGORIN.- Una bonita expresin que o esta maana, y que me puede servir..., Flo-resta de las doncellas... (Estirndose.) En-tonces hay que marcharse?... Otra vez va-gones de ferrocarril, estaciones, cantinas, chuletas y conversaciones! SCHAMRAEV.- (Entrando.) Tengo el honor de anunciarles, con gran sentimiento mo, que el coche est dispuesto!... Ya es la hora, mi muy estimada, de salir para la esta-cin. El tren llega a las dos y cinco minutos... Conque ya lo sabe, Irina Nikolaevna!... No olvide informarse de dnde se encuentra aho-

  • ra el actor Susdaltev!... Entrese de si vive y de si est en buena salud!... En un tiempo solamos vernos mucho!... En Asalto al co-che correo su actuacin era inimitable!... Recuerdo que entonces..., en Elisavetgard..., trabajaba con l Ismailov, el trgico!... Tam-bin una personalidad notable!... No tenga prisa, estimadsima...; todava disponemos de cinco minutos... Pues bien: figrense que una vez, representando en un melodrama una escena de conspiradores, y en el preciso mo-mento en que, al ser descubiertos estos, tena que decir: Hemos cado en el garlito!..., va y dice en su lugar: Hemos cado en el lirga-to!... (Riendo.) Figrense, En el lirga-to!... (Mientras habla, IAKOV ultima la reco-gida de las maletas, y la doncella trae ARKA-DINA el sombrero, el abrigo, el paraguas y los guantes. Todos ayudan a ARKADINA a prepa-rarse. Por la puerta de la izquierda asoma y entra despus, con paso indeciso, el cocinero. Luego, POLINA ANDREEVNA, SORIN y MED-VEDENKO.) POLINA ANDREEVNA.- (Con una cestita en la mano.) Aqu le traigo unas ciruelas para el

  • viaje. Son muy dulces. Quiz le agrade to-mrselas durante el camino. ARKADINA.- Es usted muy amable, Polina Andreevna! POLINA ANDREEVNA.- Adis, querida!... Si alguna cosa no fue de su gusto, la ruego me perdone! (Llora.) ARKADINA.- (Abrazndola.) Todo estuvo muy bien... Todo estuvo muy bien. No hay por qu llorar. POLINA ANDREEVNA.- Nuestro tiempo pasa!... ARKADINA.- Y qu le vamos a hacer! SORIN.- (Saliendo por la puerta de la iz-quierda con el sombrero puesto, los guantes en la mano y cubierto de un macferland) Ya es hora de marcharse, hermana..., si no quieres que lleguemos tarde. Voy a sentarme en el coche. (Sale.) MEDVEDENKO.- Yo ir a pie a la estacin a despedirles. Enseguida estoy all. (Sale.) ARKADINA.- Adis, querido! Si nos con-servamos en vida y con buena salud, el vera-no que viene volveremos a vernos! (La don-cella, IAKOV y el cocinero le besan la mano.)

  • No me olvidis! (Da un rublo al cocinero.) Aqu tenis un rublo, para que os lo repartis entre los tres. EL COCINERO.- Muchas gracias, seora. Feliz viaje. La quedamos muy agradecidos. IAKOV.- Vayan con Dios. SCHAMRAEV.- Una cartita suya nos hara felices. Adis, Boris Alekseevich. ARKADINA.- Dnde est Konstantin? De-cidle que ya me voy. Tenemos que despedir-nos... Que no guarden mal recuerdo mo! (A IAKOV.) El rublo que le he dado al cocinero es para los tres. (Salen todos por la derecha, y el escenario queda vaco. De detrs de este llega el ruido propio de las despedidas. La doncella entra de nuevo para recoger de en-cima de la mesa la cestita de las ciruelas, y vuelve a salir.) TRIGORIN.- (Entrando otra vez.) Se me olvidaba el bastn. Me parece que me lo he dejado ah..., en la terraza. (Al llegar a la puerta de la izquierda se encuentra con NINA, que entra por ella en ese momento.) Es us-ted?... Ya nos vamos...

  • NINA.- Presenta que habamos de volver a vernos! (Con agitacin.) Boris Aleksee-vich!... He tomado la decisin irrevocable de dedicarme a la escena!... Maana ya no es-tar aqu! Dejo a mi padre, lo abandono to-do, y empiezo una nueva vida!... Me marcho, como usted se march a Mosc! All nos ve-remos! TRIGORIN.- (Con una mirada a su alrede-dor.) Vaya a alojarse al Bazar Eslavo, y avseme enseguida a Molchavnovka - Casa de Grojolskii... Tengo mucha prisa. (Pausa.) NINA.- Un minuto ms! TRIGORIN.- (A media voz.) Es usted ma-ravillosa!... Qu felicidad pensar que vamos a vernos pronto! (Ella reclina la cabeza sobre el pecho de l.) Que volver a ver esos pre-ciosos ojos..., esa tierna sonrisa..., tan inex-plicablemente deliciosa!... Esas cndidas facciones y esa expresin de pureza angli-ca!... Amada ma! (Largo beso.)

  • Acto cuarto La escena representa uno de los salones de la casa de SORIN, transformado por KONSTANTIN TREPLEV en despacho. A la de-recha y a la izquierda, conduciendo a los apo-sentos interiores, hay puertas. Otra de crista-les, al fondo, abre sobre la terraza. Adems del mobiliario habitual de la sala, en el rincn de la derecha est instalada una mesa de escritorio. Junto al de la izquierda se ve un divn turco y un armario con libros. Ms de estos aparecen repartidos sobre los marcos de las ventanas y sobre las sillas. Es el ano-checer. Un quinqu encendido, que cubre una pantalla, envuelve en media luz la escena. Se oye el ruido de los rboles agitados por un fuerte viento que alla en la chimenea y el golpeteo del cayado del guarda recorriendo el jardn. Escena I Entran MEDVEDENKO y MASCHA. MASCHA.- (Llamando.) Konstantin Gavri-lich! Konstantin Gavrilich!... (Mirando a su

  • alrededor.) No hay nadie!... Y el viejo, ven-ga a preguntar: dnde est Kostia?... No puede vivir sin l! MEDVEDENKO.- Le asusta la soledad. (Tendiendo el odo.) Qu tiempo ms espan-toso!... Dos das ya que llevamos as! MASCHA.- (Avivando el quinqu.) En el lago hay olas. Y enormes. MEDVEDENKO.- El jardn est de una oscuridad!... Habra que decir que desmonta-ran el teatro... All sigue, desnudo y feo como un esqueleto, y con el viento sacudindole el teln... Anoche, al pasar por delante de l, me pareci or como si alguien estuviera llo-rando dentro. MASCHA.- Qu cosas! (Pausa.) MEDVEDENKO.- Mascha! Vmonos a casa! MASCHA.- (Moviendo negativamente la cabeza.) Yo me quedo aqu a pasar la noche. MEDVEDENKO.- (En tono suplicante.) Vmonos, Mascha!... Puede que nuestro chiquitn tenga hambre! MASCHA.- Tonteras! Matrona le dar de comer! (Pausa.)

  • MEDVEDENKO.- Da pena!... Esta es la tercera noche que va a pasar sin su madre! MASCHA.- Qu aburrido te has vuelto!... Antes, por lo menos, te daba por la filosofa; pero ahora ests siempre con que si el chi-quitn, con que si la casa..., y no se te oye decir ms que eso! MEDVEDENKO.- Vmonos, Mascha! MASCHA.- Vete t solo! MEDVEDENKO.- Pero tu padre no me de-jar el caballo! MASCHA.- S te lo dejar. Pdeselo, que ya vers cmo te lo deja. MEDVEDENKO.- Quiz me atreva a pedr-selo... Entonces..., vendrs maana? MASCHA.- (Tomando rap.) Bueno, s... maana. Qu pegajoso! Escena II Entran POLINA ANDREEVNA y TREPLEV. Este viene cargado con unas almohadas y una manta, y POLINA ANDREEVNA con las dems ropas de la cama. Despus de depositarlo todo sobre el divn turco, TREPLEV se dirige a la mesa escritorio y se sienta ante ella.

  • MASCHA.- Y eso para qu es, mam? POLINA ANDREEVNA.- Para Piotr Nikolae-vich, que ha pedido le hicieran la cama en la habitacin de Kostia. MASCHA.- Traiga. Yo se la har. (Se pone a hacer la cama.) POLINA ANDREEVNA.- (Suspirando.) Un viejo es como un nio!... (Se acerca a la me-sa escritorio y, apoyndose en ella, contempla los papeles manuscritos. Se sucede una pau-sa.) MEDVEDENKO.- Entonces, yo me marcho. Adis, Mascha. (Besa la mano a su mujer.) Adis, mam. (Hace ademn de besar la de su suegra.) POLINA ANDREEVNA.- (Con enojo.) Va-ya!... Vete con Dios! (TREPLEV le tiende en silencio la mano. MEDVEDENKO sale.) POLINA ANDREEVNA.- (Mirando los ma-nuscritos.) A quin se le iba a ocurrir pensar que de usted, Kostia, saldra todo un escri-tor!... Hele aqu ya, gracias a Dios, ganando dinero de los peridicos! (Le acaricia el cabe-llo con la mano.) Y, adems, se ha puesto

  • usted guapo!... Kostia! Querido!... Es usted bueno! Sea ms carioso con mi Mascheka! MASCHA.- (Haciendo la cama.) Djale, mam! POLINA ANDREEVNA.- (A TREPLEV.) Es muy buena! (Pausa.) A una mujer, Kostia, le basta con que la miren con cario! Juzgo por m misma! (TREPLEV se levanta de la mesa y abandona, en silencio, la estancia.) MASCHA.- Le ha enfadado usted! Qu necesidad tena de decirle todo eso? POLINA ANDREEVNA.- Me das lstima, Mascheka! MASCHA.- Y qu falta me hace drtela? POLINA ANDREEVNA.- Mi corazn sufre por ti! Lo ve todo! Todo lo comprende! MASCHA.- Tonteras!... El amor sin espe-ranza solo existe en las novelas! Tonteras! Lo que no hay que hacer es dejarse llevar y estar siempre aguardando algo!... Si el amor brota en el corazn, lo que es preciso es arrancarle de l!... Me han prometido trasla-dar a mi marido a otra regin. Cuando nos mudemos a ella, me olvidar de todo. Me lo arrancar de raz del corazn. (De un aposen-

  • to lejano llegan los compases de un vals me-lanclico.) POLINA ANDREEVNA.- Es Kostia el que toca. Ello quiere decir que se ha entristecido. MASCHA.- (Despus de dos o tres silen-ciosos giros de vals.) Lo principal, mam, es no tenerle delante de los ojos. Si conceden a mi Simion el traslado, crame que en un mes lo habr olvidado todo... No son ms que tonteras! (La puerta de la izquierda se abre, y DORN y MEDVEDENKO entran, empujando el silln en que est sentado SORIN.) MEDVEDENKO.- Tengo seis personas en casa, y la harina est a setenta kopeikas el pudd! DORN.- Pues redcete! MEDVEDENKO.- Le resulta a usted fcil tomarlo a risa!... Como a usted le sobra tan-to el dinero que ni las gallinas lo quieren! DORN.- Dinero?... En los treinta aos que llevo desempeando una profesin en la que no se tiene tranquilidad, ni se pertenece uno a s mismo, ni de da ni de noche, tan solo llegu a reunir los dos mil rublos que me

  • gast recientemente en el extranjero!... No tengo nada! MASCHA.(A su marido.) Pero no te hab-as marchado? MEDVEDENKO.- (En tono culpable.) Qu le voy a hacer si no me dan un caballo? MASCHA.- (A media voz, con amargura y enojo.) Si mis ojos no te hubieran visto!... (El silln es situado en la mitad izquierda de la habitacin. POLINA ANDREEVNA, MASCHA y DORN toman asiento junto a l. MEDVE-DENKO, con aire triste, se retira a un lado.) DORN.- Por cierto..., cuntos cambios habis hecho! Habis transformado el saln en despacho! MASCHA.- Konstantin Gavrilovich se en-cuentra aqu ms cmodo para trabajar. Cuando quiere, puede salir al jardn y medi-tar. (Se oye golpetear fuera el cayado del guarda.) SORIN.- Dnde est mi hermana? DORN.- Ha ido a la estacin, a buscar a Trigorin. Enseguida vuelve. SORIN.- El que hayan ustedes considera-do necesario hacer venir aqu a mi hermana,

  • significa que estoy muy grave! (Despus de un silencio.) Tiene gracia la cosa! Estoy gra-ve, y no se me da ninguna medicina! DORN.- Y qu quiere usted que le de-mos? Gotas de valeriana?... Bicarbonato?... Quina?... SORIN.- Ya empezamos otra vez a filoso-far!... Qu fastidio! (Indicando con la cabeza el divn.) Es para m para quien se ha pre-parado todo eso? POLINA ANDREEVNA.- Para usted, Piotr Nikolaevich. SORIN.- Muchas gracias. DORN.- (Canturreando.) Flota la luna en el cielo nocturno!... SORIN.- Quiero sugerir a Kostia un argu-mento de novela. Tiene que llevar este ttulo: El hombre que quiso... L'home qui a vou-lu... En mi juventud quise ser literato, y no lo fui. Quera manejar bien la lengua, y hablaba psimamente. No pasaba de frases como estas: De manera, seores..., o Como les iba diciendo...; y de ah no sala, por lo que, al llegar al resumen, estaba su-dando a mares. Quise tambin casarme, y no

  • me cas; quera vivir siempre en la ciudad, y heme aqu, terminando mi vida en el cam-po... DORN.- Quise ser consejero civil, y lo he sido... SORIN.- (Riendo.) Ese no fue afn mo! Cay por su propio peso! DORN.- Manifestar descontento hacia la vida, a los sesenta y dos aos..., convendr conmigo que no es generoso! SORIN.- Qu terquedad la suya!... Com-prndalo de una vez! Tiene uno ganas de vivir! DORN.- Pero es una inconsciencia!... Es ley de la Naturaleza que a toda vida le llegue un fin! SORIN.- Razona usted como hombre sa-tisfecho que es! Como lo est usted, toma la vida con indiferencia, y le da todo igual!... Claro que de morir s tendr usted miedo! DORN.- El miedo a la muerte es un miedo animal... Hay que aplastarlo. Solo los cre-yentes en la vida eterna, que sienten el temor de sus pecados..., temen a la muerte..., pero usted!... En primer lugar, no es creyente, y

  • en segundo, qu pecados tiene?... No haber trabajado ms de veinticinco aos en la ad-ministracin de justicia? SORIN.- (Riendo.) Veinticinco no, veintio-cho! (Entra TREPLEV y se sienta en un ban-quillo, a los pies de SORIN. MASCHA, durante todo el tiempo, no aparta de l los ojos.) DORN.- Estamos molestando a Konstantin Gavrilich en su trabajo. TREPLEV.- Nada de eso. (Pausa.) MEDVEDENKO.- Permtame esta pregunta, doctor. Qu ciudad del extranjero le gusta ms? DORN.- Gnova. TREPLEV.- Y por qu Gnova? DORN.- Porque su muchedumbre callejera es magnfica... Sale uno de la fonda y ve toda la calle inundada de gente... Luego, uno se mezcla a esta muchedumbre, camina entre ella sin rumbo, de