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APUNTE DE HISTORIA 24.El colapso de la Confederacion LOS PROBLEMAS DE DERQUI (La elección presidencial) La sucesión del general Urquiza en la presidencia dio origen a la primera campaña política por una elección presidencial, que conforme al estilo de la época, se desarrolló en el ámbito reducido de los “notables”. Ya al promediar el año 1858 comenzaron a barajarse nombres de candidatos. Santiago Derqui, ministro del Interior y el doctor Mariano Fragueiro, ex-ministro nacional y entonces gobernador de Córdoba. Derqui representaba el federalismo oficialista, en tanto que Fragueiro representaba el ala liberal. Producidas las elecciones, siguió el sistema de voto indirecto —por electores— establecido en la Constitución Nacional; Derqui obtuvo 72 votos contra 47 de Fragueiro Situacion de Derqui frente a Urquisa Derqui llegó a la primera magistratura en condiciones harto incómodas y que excedían las molestias de la lucha electoral. Urquiza, su predecesor seguía siendo el jefe del partido Federal y la primera figura en prestigio e influencia de toda la Confederación, además de ser gobernador recién electo de Entre Ríos. La designación de Urquiza como general en jefe del ejército y de su yerno, Benjamín Victorica, como ministro de Guerra, demostraron la dependencia del Presidente. Estos pasos provocaron la renuncia de Victorica al gabinete y una expresiva carta de Urquiza que trataba de aventar los temores del presidente Derqui: Soy amigo del Dr. Derqui y soy el subalterno más respetuoso del Presidente, que tiene su autoridad de la ley y del Congreso, que es el pueblo entre el que estoy con placer confundido. Pero a continuación agregaba la frase paternalista: Sé lo que valgo y aprecio mucho su juicio para creer que Vd. sabe que combatiendo mi influencia sacrificará el mayor elemento de su prestigio y el mejor apoyo de su autoridad. Poco después llegaría Derqui a referirse a su situación como a una “esclavitud y falta de independencia”. Dentro de este contexto se da su decisión de gobernar con el partido Liberal “donde están las inteligencias” , que lo lleva a una alianza práctica con Mitre Mitre gobernador de Bs As Casi al mismo tiempo que Derqui asumía la presidencia nacional, el general Mitre se hacía cargo de la gobernación de Buenos Aires para cumplir el Pacto de Unión Nacional. Los dirigentes políticos trabajaban en función de una base electoral reducida. En Buenos Aires, la ciudad más politizada del país, en 1864 sólo votó el 4% de la población. Libres de la tarea de tener que conquistar el apoyo electoral de la masa, los políticos eran elaboradores de opinión y “conductores de cuadros”. La organización partidaria era rudimentaria y consistía básicamente en una alianza más o menos circunstancial entre sujetos de ideas afines. . De ahí que la clave de cada partido estuviera en el o los “notables “que lo integraban. De los notables surgían las ideas rectoras, los planes de acción, a los que ayudaban el círculo de los amigos. Mitre había alterado la conducción del partido

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APUNTE DE HISTORIA

24.El colapso de la Confederacion LOS PROBLEMAS DE DERQUI (La elección presidencial)

La sucesión del general Urquiza en la presidencia dio origen a la primera campaña política por una elección presidencial, que conforme al estilo de la época, se desarrolló en el ámbito reducido de los “notables”. Ya al promediar el año 1858 comenzaron a barajarse nombres de candidatos. Santiago Derqui, ministro del Interior y el doctor Mariano Fragueiro, ex-ministro nacional y entonces gobernador de Córdoba. Derqui representaba el federalismo oficialista, en tanto que Fragueiro representaba el ala liberal. Producidas las elecciones, siguió el sistema de voto indirecto —por electores— establecido en la Constitución Nacional; Derqui obtuvo 72 votos contra 47 de Fragueiro

Situacion de Derqui frente a Urquisa

Derqui llegó a la primera magistratura en condiciones harto incómodas y que excedían las molestias de la lucha electoral. Urquiza, su predecesor seguía siendo el jefe del partido Federal y la primera figura en prestigio e influencia de toda la Confederación, además de ser gobernador recién electo de Entre Ríos. La designación de Urquiza como general en jefe del ejército y de su yerno, Benjamín Victorica, como ministro de Guerra, demostraron la dependencia del Presidente. Estos pasos provocaron la renuncia de Victorica al gabinete y una expresiva carta de Urquiza que trataba de aventar los temores del presidente Derqui: Soy amigo del Dr. Derqui y soy el subalterno más respetuoso del Presidente, que tiene su autoridad de la ley y del Congreso, que es el pueblo entre el que estoy con placer confundido. Pero a continuación agregaba la frase paternalista: Sé lo que valgo y aprecio mucho su juicio para creer que Vd. sabe que combatiendo mi influencia sacrificará el mayor elemento de su prestigio y el mejor apoyo de su autoridad. Poco después llegaría Derqui a referirse a su situación como a una “esclavitud y falta de independencia”. Dentro de este contexto se da su decisión de gobernar con el partido Liberal “donde están las inteligencias” , que lo lleva a una alianza práctica con Mitre

Mitre gobernador de Bs As

Casi al mismo tiempo que Derqui asumía la presidencia nacional, el general Mitre se hacía cargo de la gobernación de Buenos Aires para cumplir el Pacto de Unión Nacional. Los dirigentes políticos trabajaban en función de una base electoral reducida. En Buenos Aires, la ciudad más politizada del país, en 1864 sólo votó el 4% de la población. Libres de la tarea de tener que conquistar el apoyo electoral de la masa, los políticos eran elaboradores de opinión y “conductores de cuadros”. La organización partidaria era rudimentaria y consistía básicamente en una alianza más o menos circunstancial entre sujetos de ideas afines. . De ahí que la clave de cada partido estuviera en el o los “notables “que lo integraban. De los notables surgían las ideas rectoras, los planes de acción, a los que ayudaban el círculo de los amigos. Mitre había alterado la conducción del partido Liberal, que a partir del pacto de Unión Nacional se regía por la línea nacionalista. La nueva política de Derqui se adecuaba muy bien a esta línea y le abría amplias perspectivas.

Reforma constitucional

El año 60 había comenzado promisoriamente para la paz nacional. La Convención ad hoc, convocada en la provincia para proponer reformas a la Constitución nacional. El 6 de junio se firmó un nuevo pacto entre la Confederación y Buenos Aires que alteraba algunas de las bases del de Unión Nacional, fijaba la forma da concurrir a la nueva asamblea nacional constituyente, reservaba entretanto a Buenos Aires el manejo de la aduana y establecía un subsidio de la provincia a la nación de un millón de pesos mensuales. La Convención Nacional Constituyente se reunió en septiembre y aceptó casi por unanimidad las reformas propuestas por Buenos Aires, en lo que tuvo buena parte la influencia de Urquiza.

Sucesos de San Juan

El estado de armonía duraría bien poco. El interventor de San Juan, coronel Virasoro, se había hecho nombrar gobernador propietario, habia establecido una especie de dictadura local de hecho. Los tres hombres clave de aquellos días —Derqui, Urquiza y Mitre— se hallaban reunidos la San José cuando decidieron, en una carta conjunta, invitar a Virasoro e resignar el mando para evitar males mayores. Pero ese mismo día, 16 de noviembre, una sedición estallaba en San Juan y Virasoro era asesinado en su casa con varios de sus parientes. Inmediatamente asumió el mando

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provincial el jefe del partido Liberal sanjuanino, Antonio Aberestain. El hecho produjo estupor en todo el país. y el presidente nombra interventor al general Juan Saá, gobernador de San Luis, acoplándole dos consejeros liberales, para subrayar su ecuanimidad. Pero en Buenos Aires la reacción fue la de festejar el fin de un tirano y el triunfo de la libertad. Un ministro de la provincia, Sarmiento, hizo el panegírico del suceso, comprometiendo al mismo gobierno, lo que provocó su salida del gabinete.

El Plan Politico de Mitre

En 1861 una línea de provincias con gobiernos liberales o simpatizantes atravesaba todo el país de sur a norte y dividía en dos sectores a los federales: el Litoral, fuerte, y dirigido por Urquiza; el cordillerano, débil, y que aislado dejaba de ser temible. Córdoba, Santiago del Estero y Tucumán eran las provincias que respondían a la influencia liberal, en tanto Salta y Jujuy eran potenciales adherentes.

Rechazo de los diputados porteños y fracaso de la “entente”

No habia cesado la grita por los incidentes de San Juan, cuando la presentación de los diputados porteños al Congreso Nacional originó un nuevo choque. Elegidos según la ley provincial en vez de la nacional, sus diplomas fueron objetados. La cuestión era jurídica pero no fue encarada como tal, porque los porteños transformaron el asunto en una cuestión de honor. Derqui procuró la aceptación de los diputados, pero la mayoría, federal y urquicista, rechazó los diputados.

Intervencion de Cordoba

El presidente, realizó una maniobra magistral, el mayor y el último destello de su habilidad política: intervino la provincia de Córdoba, el 24 de mayo de 1861, cortando el “cordón liberal’ construido por Mitre en su punto más importante. Aislaba a los gobiernos liberales del norte. En definitiva, en el aspecto geopolítico, la intervención de Córdoba restablecía el esquema de los días de Cepeda.

La Ruptura distanciamiento Urquiza-Derqui

En los meses anteriores, el presidente Derqui había protestado lealmente ante Urquiza las presiones a que se sentía sometido. El gobernador entrerriano lo había tranquilizado, ratificándole su lealtad y su respeto. “Nadie ha de saber primero que Vd. lo que de Vd. me disguste”, le decía, asegurándole que no era hombre de actuar por detrás.

Existía en San José la sensación de la “traición” del presidente, Una vez rotas las hostilidades con Buenos Aires, al realizarse la conferencia de paz a bordo del “Oberón” el 5 de agosto, Derqui olvidó su gabán con cartas de Luque referidas al intento de neutralizar a Urquiza. Las cartas caen en poder de éste y el vencedor de Caseros se convence de que es traicionado.

La situación en Buenos Aires

En junio de 1861 cesó la correspondencia entre Derqui y Mitre. La intervención de Córdoba había sido el signo de la ruptura. Una ley del Congreso —5 de junio— declaró a Buenos Aires sediciosa y autorizó al presidente a intervenir la provincia. Pero Mitre sabía que las provincias aliadas, sobre las que tanto contaban sus amigos, sólo eran “aliadas en la paz”, pero que en caso de guerra no arriesgarían nada. Sabía el gobernador que la paz are muy difícil y se preparó para la guerra, saliendo a la campaña a formar un ejército, pero siguió trabajando por la paz, seguro da que ésta le daría, con menos riesgo, el fruto que otros buscaban en la guerra, A Sarmiento le escribía: ¿Se imagina Vd. Lo que sería Buenos Aires con 4 años de paz, desenvolviendo su riqueza, su poder, su libertad, su espíritu público...?

Pavón

En septiembre se pusieron en movimiento los ejércitos. Urquiza se situó entre las nacientes del arroyo Pavón con 17.000 hombres. Al sur del arroyo del Medio, Mitre contaba con 15.400 soldados. Secundaban a Urquiza, Saá, Francia, Virasoro, López Jordán. Acompañaban a Mitre, Venancio Flores, Paunero, Emilio Mitre —su hermano—.

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Lo encontró el 17 de septiembre, sobre el arroyo Pavón. Las previsiones del general porteño se cumplieron. Su caballería fue arrasada de entrada y sólo una pequeña parte se cubrió sobre la reserva. La infantería porteña, en cambio, pese a la obstinada resistencia federal, rompió el centro de la línea contraria y la desorganizó. El triunfo era tan completo en el centro como lo era la derrota en las alas. Pero ambos ejércitos no habían empeñado prácticamente sus reservas. Urquiza, que situado en un ala vio le derrota de su centro y carecía de noticias del otro extremo de su línea, supuso que aquélla también estaba en derrota, y cansado de una lucha que veía sin objeto, ordenó la retirada del ejército. . Urquiza, que situado en un ala vio le derrota de su centro y carecía de noticias del otro extremo de su línea, supuso que aquélla también estaba en derrota, y cansado de una lucha que veía sin objeto, ordenó la retirada del ejército. Los efectos políticos fueron aún mayores y permitieron al General Mitre una amplia explotación de la batalla. Urquiza, disgustado con el presidente, se retiró con las fuerzas entrerrianas a su provincia, separándose desde entonces prácticamente de la lucha, y sorprendiendo a todos con su actitud. Su alejamiento produjo tal desaliento que los esfuerzos de Derqui. El 4 de octubre, Mitre inició su avance sobre la provincia de Santa Fe; el 8 entraron en Rosario sus fuerzas navales y el 12 el ejército.

Acercamiento Urquiza-Mitre

Comienza una nueva etapa en las relaciones del triángulo del poder. Derqui—y su vicepresidente Pedernera— lucha desesperadamente y sin éxito por restablecer la situación y exhorta a Urquiza a retomar el mando supremo. Urquiza, deseoso de alcanzar la paz hace una apertura hacia Mitre por intermedio de Juan Cruz Ocampo primero y de Martín Ruiz Moreno después, mientras hace oídos sordos a los pedidos del presidente y de gran cantidad de gente de su propio círculo. En cuanto a Mitre, se decide a una política transaccional con Urquiza, a condición de que éste deje a Buenos Aires libre para derribar a las autoridades nacionales, actuar sobre las provincias interiores y “restablecer” la Constitución. A cambio de ello, no molestará en su propio dominio al gobernador de Entre Ríos, y hará la paz con esta provincia y Corrientes.

El Triunfo de Mitre

La victoria militar no iba a facilitar el camino político del gobernador porteño. Mitre contestó que la guerra se había hecho en nombre de la Constitución y de los derechos emanados de ella. Mientras tanto, mantuvo inmóvil al ejército a la espera de los acontecimientos.

Alejamiento de Derqui

En estas tratativas, el presidente Derqui, proceso político, pues carecia de poder efectivo alguno. El 6 de noviembre se refugió en el barco británico Ardent, anunció que presentaría su renuncia y se marchó del país. El 20 de noviembre partía Paunero con una división de ejército sobre Córdoba, donde estallaba una revolución liberal. El 22 los restos del ejército federal eran acuchillados en Cañada de Gómez por el general Flores. El colapso de la Confederacion era total e irremediable. El 1° de diciembre, Entre Ríos reasumió su soberanía y se declaró en paz con las demás provincias. El 12 de diciembre, el vicepresidente Pedernera, legalizando la situación de hecho existente, declaro caducas a las autoridades nacionales. El 28 de enero de 1862, adelantándose a las otras provincias, Entre Ríos encomendó al general Mitre proceder a la convocatoria e instalación del Congreso Legislativo Nacional.

Disolución de la autoridad nacional

Impusieron su política, o mejor dicho, Urquiza aceptó que Mitre impusiera la suya. En las elecciones de abril de 1862. El partido Liberal se escindió en Autonomista y Nacional, y si bien Mitre subió a la presidencia de la Nación. A la vez, la autoridad de Urquiza no se recuperó nunca del malestar producido por su alianza con los porteños. Casi una década después, su asesinato por los partidarios de López Jordán no es sino el acto final de este deterioro.

25. Mitre y la nacionalización del liberalismo

Imposición del liberalismo

Tras la disolución de las autoridades nacionales y del pacto de “neutralización” de Urquiza, Buenos Aires había recogido la bandera que había perdido en Caseros, y se disponía nuevamente a dictar su política al resto del país. Bartolomé

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Mitre iba a ser no sólo el inspirador de esa política, sino también su ejecutor. Sensible como hombre, como político era frío y sereno. Mitre había resumido su programa en el lema “Nacionalidad, Constitución y Libertad”: una Nación unida, eminentemente, superior a sus partes; una Constitución federal, garantía de los derechos de esas mismas partes; libertad política y civil. El programa mitrista suponía la existencia de un orden liberal en la República para desarrollarse armónicamente, lo que significaba que exigía como tarea previa crear ese orden, removiendo la mayoría de las situaciones provinciales manejadas por los federales. El general Mitre no quiso operar sobre el interior mientras no tuviera asegurada una base de poder en el Litoral. Para ello promovió una revolución en Corrientes que derribó a Rolón, ocupó la ciudad de Santa Fe, y nombró gobernador a Domingo Crespo; pese a alguna momentánea tentación, respetó el dominio de Urquiza en Entre Ríos, convertido en un aliado pasivo. Y Sarmiento, quien había acompañado la expedición como auditor, con el expreso designio de obtener la gobernación de San Juan que reclamaba a Mitre desde el día siguiente a Pavón. En el norte, Antonino Taboada derrotó en El Ceibal al gobernador tucumano Gutiérrez que fue reemplazado por Del Campo. El gobernador de Catamarca renunció para evitar la invasión; el de La Rioja, Villafañe, se pronunció por Mitre. Sólo Salta quedaba en pie para los federales, pero Marcos Paz, abandonando el difícil gobierno de Córdoba fue a Tucumán como comisionado nacional y logró un acuerdo pacífico (marzo 3 de 1862) ente los gobiernos de Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero y Salta, renunciando el gobernador de ésta última, Todd, que fue reemplazado por Juan N. Uriburu.

Alzamiento de Peñaloza (chacho) 1 levantamiento

El general riojano, Angel Vicente Peñaloza, apodado el Chacho, se rebeló contra la pasividad de Villafañe. Había luchado veinte años antes por la federación contra Rosas y volvía a hacerlo contra las tropas de Buenos Aires. Trató de invertir la situación tucumana pero las fuerzas de esa provincia lo rechazaron en Río Colorado (febrero 10 de 1662) y poco después fue batido por las tropas porteñas en Aguadita y Salinas de Moreno (marzo), siendo fusilados los oficiales prisioneros por orden de Sarmiento, convencido que civilizaba si no “ahorraba sangre de gauchos”.

Paz de la Banderita

Pusieron a Peñaloza en una situación desesperada y demostraron que la montonera gaucha, falta de recursos, no podía medirse con las fuerzas de línea. Con ese fin nombró una Comisión Mediadora, a cuyas instancias cedió Peñaloza, quien el 30 de mayo, desde La Banderita, declaró su sometimiento a las autoridades nacionales y se comprometió a pacificar la provincia.

Restablecimiento de las autoridades nacionales

Mitre había sido encargado por las provincias de reunir el Congreso Nacional y de manejar las relaciones exteriores. Convocó a elecciones y el 25 de mayo se reunió el nuevo cuerpo legislativo, con amplia mayoría liberal, que encargó a Mitre el ejercicio provisional del poder ejecutivo nacional.

Segundo alzamiento de Peñaloza

En junio, Mitre podía halagarse de la pacificación de todo el país, pero la paz del interior fue precaria. En marzo de 1863 Peñaloza, convencido de que el gobierno nacional se proponía tiranizar a las provincias, se sublevó nuevamente, e invitó a Urquiza a imitarle y asumir la dirección del movimiento. La rebelión riojana no estaba inspirada sólo en la resistencia a Buenos Aires o a doctrinas liberales que no importaban demasiado. La provincia, como sus hermanas cordilleranas, se debatia en la miseria. . Sin embargo, a falta de auxilios que Peñaloza esperaba del gobierno central, la faIta de comprensión de la situación riojana y las presiones políticas, se conjugaron para animar su rebelión y la de sus comprovincianos.

Mientras Urquiza respondía con el silencio a la invitación del Chacho, Mitre se dispuso a realizar una “guerra de policía” y encargó a Sarmiento su conducción política, convergieron sobre Peñaloza las fuerzas nacionales conducidas por Paunero, quien venció a los rebeldes en Lomas Blancas (mayo 20). Peñaloza se desvió sobre Córdoba, pero fue nuevamente batido en Las Playas (junio 28). Propuso entonces negociaciones, pero Paunero —irritado por el escaso fruto de la paz anterior— las rechazó. Menos las iba a aceptar Sarmiento, quien en la guerra además de los objetivos generales buscaba la reparación de las muertes de sus parientes, sacrificados por los hombres de Peñaloza. Vencido otra vez en Puntillas del Sauce, Peñaloza se refugió en OIta, donde fue tomado prisionero por los nacionales y ultimado

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por el mayor lrrazábal. La muerte de Peñaloza no iba a asegurar la paz por mucho tiempo, las levas para a guerra contra el Paraguay provocaron motines y deserciones, pues los provincianos no querían ir a pelear.

Rebelión de los colorados

Las guerras del Chacho iban a tener un eco tardío en 1866 con la “rebelión de los colorados” que estalló en Mendoza y se extendió a casi todas las provincias cordilleranas. El gobierno nacional declaró traidores a los revolucionarios y retiró 3.500 hombres del frente del Paraguay. El mismo Mitre regresó al país. Por entonces, Juan Saá había asumido la dirección de los rebeldes. Todo este período se caracterizó por una extensa agitación de las provincias, producto no sólo de las reacciones federales, sino de las luchas entre las distintas fracciones liberales y de los enfrentamientos personales. Renuncias, motines y conatos constituyen la historia provincial de aquellos años. En el norte, los cuatro hermanos Taboada y su primo Absalón Ibarra constituyeron una especie de dinastía que, adherida al régimen liberal. Manuel Taboada era el jefe del equipo y Antonino su brazo armado. Extendieron su influencia sobre Catamarca, La Rioja, Tucumán y Salta y dominaron en Santiago del Estero casi un cuarto de siglo. Por la ausencia del presidente Mitre que había asumido la conducción de los ejércitos aliados en la lucha contra Paraguay. Pero el presidente tenía una razón para asumir el mando aliado: que las tropas argentinas no estuviesen conducidas por un jefe extranjero, y ser la cabeza militar de la alianza. Era una cuestión de prestigio, pero encubría una razón de política internacional, pues revelaba la necesidad —sentida por Mitre— de no ceder posiciones frente al Brasil, apenas menos riesgoso como aliado que como adversario. Sólo a la muerte de Paz (enero 2 de 1868), se resignó a entregar el mando supremo militar al general brasileño Marqués de Caxias y reasumir la presidencia, que salvo el lapso entre febrero y julio de 1867, había abandonado el 17 de junio de 1865. Pese a tantas dificultades, al terminar su mandato en octubre de 1868.

Administración y política. Elección presidencial y ministerio

Encargado Mitre por el Congreso del ejercicio provisorio del poder ejecutivo nacional, convocó a elecciones presidenciales. Inmediatamente después de asumir el poder, en octubre de 1862, Mitre constituyo su ministerios.

Division del partido Liberal

No faltaron intentos de hacer de Rosario la capital de la República —proyecto de Manuel Quintana— pero la cuestión no se concretó porque Mitre vetó la ley en los últimos días de su presidencia, por considerar que tamaña reforma correspondía a su sucesor. Sarmiento dejó dormir el problema, que sólo tuvo solución violenta en el año 1880.

Obra Administrativa

Correspondió a Mitre —pese a las complicaciones políticas y bélicas de su gobierno— realizar una intensa labor administrativa especialmente hasta el año 1865. La primera de estas tareas fue la reconstitución de la Corte Suprema de Justicia y la organización y procedimiento de los tribunales nacionales. Tuvo Mitre el acierto de llamar a integrar el supremo tribunal a hombres ajenos a su línea política: Valentín Alsina (que no acepto). Vélez Sársfield—; se encomendó al segundo de ellos la redacción del Código Civil, obra monumental terminada en cinco años, que el Congreso aprobó a libro cerrado y fue promulgado por Sarmiento en 1869, y encargó a Carlos Tejedor la redacción del Código Penal. La enseñanza secundaria fue atendida, siguiendo las líneas del gobierno de Urquiza. Se reestructuraron los colegios nacionales existentes y se crearon otras en varias provincias. Poco se pudo hacer en materia de enseñanza primaria, obra que correspondería a la administración entrante.

El problema del indio, entretanto, se había agravado. Las tierras conquistadas por la expedición de Rosas se habían perdido progresivamente y desde 1854 los malones avanzaban cada vez más sobre estancias y poblaciones. Por ello, el plan originario de Mitre de llevarla ocupación nuevamente hasta los ríos Negro y Neuquén no encontró ocasión de realizarse y quedó en proyecto hasta el año 1879.

La sucesión presidencial

Llegado el año 1866, el problema de la sucesión presidencial comenzó a agitar el ambiente político. Para éste, Alsina encarnaba las peores corrientes del porteñismo, por lo que se manifestó dispuesto a entenderse con Elizalde, pero no se pusieron de acuerdo sobre el candidato a la vicepresidencia.En esas circunstancia, y cuando Elizalde parecía ser el

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hombre de las mayores posibilidades, Lucio V. Mansilla lanzó la candidatura de Domingo F. Sarmiento, entonces ministro argentino en los Estados Unidos. Esta candidatura había surgido en los campamentos militares en el Paraguay, a espaldas del presidente, y respondía a la idea de superar el antagonismo entre porteños y provincianos, consagrando a un político provinciano que gozaba de gran predicamento en Buenos Aires. Era la primera vez que se daba en el país una auténtica contienda electoral presidencial. Cuando las provincias cuyanas se inclinaron por Sarmiento, hasta entonces candidato sin partido, pero cuyas posibilidades crecían, Alsina consideró oportuno llegar a un acuerdo con sus sostenedores. De ese acuerdo surgió la fórmula Sarmiento-Alsina, que prestó al sanjuanino todo el apoyo del partido Autonomista y de los electores porteños. Llegado el momento de la elección, Sarmiento obtuvo 79 votos, para la vicepresidencia, Alsina logró 82 votos.

La política exterior y el mundo americano España y la nacionalidad

Cuando Bartolomé Mitre asume la presidencia en octubre de 1862, las relaciones argentinas con las potencias europeas pasan por un período de amistad y calma. Con la misma España se mantienen buenas relaciones que permiten rever parcialmente el tratado de paz firmado por la Confederación. En éste, Alberdi había admitido como principio de la nacionalidad el jus sanguinis, según el cual un nativo seguía la nacionalidad de sus padres, principio harto peligroso para un país que necesitaba de la inmigración y que ya entonces tenía dos tercios de extranjeros en la población de su ciudad más populosa. Mitre encomendó a Mariano Balcarce la revisión de ese aspecto del Tratado y, por uno nuevo firmado en septiembre de 1863, logró el reconocimiento del jus soli, que establece que la nacionalidad es la del lugar de nacimiento. Vinculaciones comerciales en las que Gran Bretaña ocupaba un destacadísimo lugar, que la Argentina estaba entrando en una nueva etapa de su desarrollo nacional.

El panorama americano. Estados Unidos

Los Estados Unidos, después da su guerra con México, y de su colosal expansión hacia el Pacífico, se habían visto envueltos en la guerra de Secesión, donde no sólo se jugaba el futuro de la esclavitud en el país, sino que se oponían los Estados industrializados del norte a los Estados rurales del sur, y los criterios progresistas y liberales de los primeros contra la mentalidad tradicionalista de los segundos. Esta guerra no careció de resonancias internacionales y obligó al presidente Lincoln.

Liberales y conservadores en América latina

Esta circunstancia fue aprovechada por Francia, donde la restauración napoleónica había insuflado nuevas tendencias imperialistas, a tentar suerte en México, donde apoyó al sector conservador, que con la adhesión de la Iglesia trataba de recuperar el poder que había pasado a manos del movimiento liberal, cuya cabeza era Benito Juárez. Se proponía Napoleón III establecer en México un antemural católico y latino a la influencia sajona y protestante de los Estados Unidos, del que Francia fuera el protector. Francia, que veía a la vez complicarse el horizonte europeo (guerra austro-prusiana) optó por retirarse y librar a Maximiliano al apoyo conservador, lo que determinó su derrota y fusilamiento. También en Venezuela se derrumba el conservadurismo hacia 1850 dando lugar a un liberalisnio federalista y anticlerical. Lo mismo ocurre en Colombia. El cambio operado en la Argentina en 1861-2 dentro de un movimiento continental proliberal. Los únicos países que se han sustraído a ese proceso son Bolivia, Perú y Ecuador. Bolivia se gobernó en esta época sobre la base de un poder militar, que se apoyaba circunstancial y alternativamente en elementos oligárquicos o populares. Perú respondió de 1845 a 1875 a una plutocracia conservadora.

Potencial de America

La producción agropecuaria argentina estaba todavía centrada en la exportación de productos del ganado bovino y ovino. América latina era en su totalidad éxportadora de materias primas cuyo principal comprador era Gran Bretaña.

Identificación con Europa y repudio del panamericanismo

La alianza estaba dirigida a contener a Europa y cuando el gobierno argentino recibió la invitación la rechazó, (noviembre de 1862), afirmando que respondiendo el proyectado Congreso a un antagonismo hacia Europa, el mismo no era compartido por el gobierno argentino, pues la República estaba identificada con Europa en todo lo posible , la posición de Mitre, que en su fondo es eminentemente pragmática, también refleja varias constantes de la política

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exterior argentina: en primer lugar subraya el predominio de la relación Argentina-Europa, que va a mantenerse sin interrupción desde su gobierno hasta el de Yrigoyen en el plano político y casi permanentemente en el plano económico.

26. La Guerra de la Triple Alianza Las naciones protagonistas Trasendencia de esta guerra

La guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay integra con las guerras de la unificación alemana y la guerra de Secesión norteamericana, los grandes conflictos bélicos de la segunda mitad del siglo XIX. El triunfo del binomio Bismarck-Moltke sobre Dinamarca, Austria y Francia 1864, 1866y 1870) condujo a la unificación alemana bajo la égida de Prusia, y al lanzamiento del nuevo Imperio Alemán a la conquista de la hegemonía económica y política de Europa, en abierta competencia con Gran Bretaña y Francia, proceso que desembocaría en la Gran Guerra de 1914-18. En cuanto a la guerra de la Triple Alianza, significó la destrucción de la única potencia mediterránea de Sudamérica y el último gran acto de una polémica secular: la disputa fronteriza entre los imperios hispanos y lusitanos y sus respectivos herederos.

Evolucion del Paraguay

Desde su segregación de la autoridad de Buenos Aires, en 1811, el Paraguay había vivido en una independencia de hecho de las Provincias Unidas, tanto en lo político como en lo económico. El doctor Francia, constituido casi inmediatamente en dictador, gobernó pacíficamente por muchos años, conservando la estructura social de la época española, acostumbrando a su pueblo a un autocratismo sin limitaciones y desarrollando al máximo su economia de tipo rural. El citado Francia impuso el aislacionismo como norma de política internacional. A su muerte, en 1840, esta especie de monarca republicano dejó una nación con coherencia interior, que desconocía las luchas y conmociones civiles. . Le sucedió como presidente Carlos Antonio López en 1844. . La primera preocupación de este mandatario fue superar los problemas de sus límites todavía no definidos con el imperio del Brasil y la Confederación Argentina, situación de las que temía complicaciones bélicas. . López realizó en lo económico una administración notablemente progresista. Organizó la explotación de las grandes tierras fiscales por vía de arriendo y estableció el monopolio estatal de la explotación del tabaco y la yerba mate, bases de la economía nacional. También el comercio exterior estaba monopolizado por el Estado y lo mismo ocurría con la explotación maderera. En suma, un capitalismo de Estado, insólito en el siglo XIX, Paraguay con un ferrocarril de Asunción a Paraguarí, un astillero, una fundición de hierro y un telégrafo de la capital a Humaitá. La estructura rural no impedía el nacimiento de las primeras industrias: papelera y textil. Las finanzas del Estado no tenían déficit y los 600.000 habitantes proveían 24.000 alumnos a sus 432 escuelas y 18.000 soldados a sus cuarteles. Paraguay ofrecía, pues, al observador extranjero, la fisonomía de una verdadera potencia mediterránea, libre de las presiones dl capital internacional, autosuficiente y aislada. En 1862, muerto López, le sucedió su hijo el general Francisco Solano López, le impulsó a abandonar el aislamiento en que hasta entonces había vivido su país porque en su opinión “había llegado la hora de hacer oír la voz del Paraguay en America.

Brasil

Brasil era un Imperio que en sus casi diez millones de habitantes reunía poco más de cinca millones de blancos, siendo el resto negros e indios. Sobre su frontera sur existen dos repúblicas pequeñas, Paraguay y Uruguay, segmentos separados del viejo Virreinato español. Sobre ellas trata de influenciar una vez que las circunstancia le han impedido absorberlos. . Su diplomacia es la mejor de América y trabajará en ese sentido. Su ejército es de más de 30.000 hombres, aunque la extensión del país le impedirá un aprovechamiento integral de su fuerza. En realidad, el Imperio es mucho menos sólido de lo que aparenta.

La situacion Uruguaya

En 1860 los blancos se afirmaron en el gobierno. Es el partido conservador y aristocrático —si cabe este último término—. Flores se exilió en Buenos Aires, combatió en Pavón y venció en Cañada de Gómez, sirviendo a Mitre. Entonces le recordó a éste que no olvidara a los orientales proscriptos que deseaban volver a la patria.

Mitre tenía que saldar la deuda e hizo la vista a un lado mientras que el general Flores planeaba desde Buenos Aires, en 1862, la revolución colorada en el Uruguay. Flores agradeció con su discreción y el 19 de abril de 1863, con sólo tres

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amigos se trasladó subrepticiamente al Uruguay, donde desembarcó proclamando la revolución. La prensa de Buenos Aires se declaró decididamente a favor del movimiento, pero los entrerrianos prohibieron al gobierno blanco de Berro. Buques nacionales transportaron al Uruguay contrabando de armas para la fuerza de Flores en abierta violación de a neutralidad argentina. Militares entrerrianos, entre ellos un hijo de Urquiza, reclutaron voluntarios y se incorporaron a las fuerzas blancas. Juan Bautista Alberdi para afirmar que en la Argentina nadie era neutral respecto del conflicto oriental.

Las relaciones paraguayo-brasileñas y paraguayo-argentinas

La existencia de una provincia brasileña a las espaldas del Paraguay—Matto Grosso— a la cual no se podía acceder sino a través de las vías fluviales que dominaban la Argentina y Paraguay, impulsaron a los brasileños a buscar un acuerdo con este último país sobre navegación y límites. . Después de variados incidentes, y cuando Brasil ya había logrado un acuerdo similar en 1856 con el gobierno de Paraná, se llegó a la firma del Tratado Bergés-Silva Paranhos por el cual se aplazaba la consideración de los limites por seis años y se convenía la libre navegación de los ríos, conforme a la reglamentación que hiciera el Paraguay. Pero López, en 1857, reglamentó la navegación de tal modo que importaba violar el Tratado. Lo que pasaba era que el presidente estaba convencido de que la guerra con Brasil era inevitable y buscaba las mejores condiciones para su iniciación. Mitre denunció los avances territoriales del Imperio y señaló que el Paraguay era el muro de contención con que la Argentina contaba frente a la expansión brasileña. Paraguay decidió estimular esta posición de Buenos Aires y se declaró neutral en el conflicto que se definió en Pavón.

El Protocolo de 1863 y sus derivaciones

El 12 de octubre de 1862 asumía la presidencia argentina el general Mitre y cuatro días después tomaba idéntico cargo en Paraguay el mariscal López. el presidente Mitre se declaró neutral en el conflicto del Uruguay. Pero la neutralidad argentina era sólo formal. En Junio de 1883 los uruguayos detuvieron al buque argentino “Salto” cuando transportaba contrabando de guerra para Flores, cuyo cansiller acababa de afirmar la neutralidad ante el gobierno de Berro. En octubre de 1863, se firmo entre el gob uruguayo y el argentino, un protocolo, que satisfacía los reclamos de ambas partes y se fijaban las bases de nuetralidad y se fijaba para el caso de futuras diferencias al arbitraje del emperador del Brasil.

Brasil toma la iniciativa Cambio de la diplomacia brasileña

En 1863, el nuevo gabinete brasileño, de tendencia liberal, se hizo eco de los reclamos de sus elementos riograndenses que deseaban extender u influencia sobre las praderas uruguayas. La diplomacia brasileña se movilizó entonces para tomar parte en el problema, siguiendo las más antiguas tradiciones nacionales. Vsi no se podía desplazar la influencia argentina, se intentaba al menos llegar a un empate: unir la propia influencia a la argentina para limitarla en el compromiso. Brasil se lanzó entonces a apoyar francamente a Flores y adoptó una diplomacia simpática hacia Buenos Aires.

La reacción oriental

El presidente Aguirre, que acababa de suceder a Berro, acorralado por la ayuda que recibía Flores, dio el paso desesperado pero lógico de pedir nuevamente el auxilio del Paraguay, mientras Mitre enviaba a Mármol a Río de Janeiro para definir la política brasileña y convenir las formas de una acción conjunta. En ese cuadro, se produjo en mayo de 1864 el ultimátum brasileño al gobierno blanco.

Invasión brasileña

Mientras el presidente paraguayo contestaba en ese mismo mes a su colega de Montevideo que el Paraguay cumpliría su deber de proteger al Uruguay, la flota brasileña atacaba un buque oriental y poco después Saravia daba el visto bueno para la invasión. El 14 de septiembre el ejército brasileño invadía el Uruguay. La alianza del Brasil y el general Flores comenzaban a operar.

Paraguay en guerra con Brasil

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La respuesta del mariscal López no tarda. El 12 de noviembre apresó un buque brasileño que navegaba hacia Matto Grosso, y al día siguiente informó al ministro brasileño que el Paraguay consideraba la cuestión como un “caso de guerra”. Inmediatamente López ordenó la invasión de Matto Grosso. El Paraguay, en cambio, se había preparado cuidadosamente para la guerra. Tenía 18.000 hombres en armas y una reserva instruida de otros 45.000, sin contar con las milicias departamentales que sumaban 50.000. Si bien éstas tenían muy escaso valor militar no puede decirse lo mismo de los 63.000 hombres que formaban la estructura militar paraguaya. Esta se complementaba con un sistema de fortificaciones en el ángulo de los ríos Paraguay y Paraná, y una fluvial de 15 naves capaz de disputar el dominio de los ríos a la escuadra brasileña. Con este poderío military une estructura industrial quela proveía de armas y municiones, se comprende que López no titubeara en hacer frente al Brasil. Ni siquiera la aproximación de éste a la Argentina le podía alarmar.

La intriga del litoral

Entre tanto, López confía en que al progresar el conflicto las tensiones internas de Argentina actúen a su favor. En efecto, sus agentes en Paraná y Corrientes han continuado trabajando para obtener la adhesión de los federales para que se pronuncien contra Buenos Aires, anulando así la acción presunta de Mitre y logrando la alianza de las dos provincias. Esta intriga demoró la acción militar paraguaya en auxilio del gobierno blanco uruguayo. El 20 de febrero se firma el acuerdo por el cual Flores asume la presidencia del Uruguay. En el momento mismo de comenzar la guerra, Paraguay ha perdido a su único aliado.

La guerra

López había intentado en todo momento evitar el arreglo entre Buenos Aires y el gobierno blancd de Montevideo, pues sólo la subsistencia del conflicto le daba la oportunidad de actuar como mediador, árbitro o aliado de una de las partes. El clima político de Asunción quedó asentado en la correspondencia del canciller Bergés: …por fin todo el país se va militarizando, y crea Vd. que nos pondremos en estado de hacer oír la voz del Gobierno Paraguayo en los sucesos que se desenvuelven en al Río de la Plata, y tal vez lleguemos a quitar el velo a la política sombría y encapotada del Brasil... El colapso blanco, sin embargo, dejaba a nuestro país interpuesto geográficamente entre los beligerantes. El 13 de enero de 1865, el secretario de la legación oriental en Asunción escribía a Montevideo: Es terminante, decidida, la invasión a Corrientes, si el “Tacuarí”no trae la respuesta a la nota paraguaya o sí la trae deficiente o evasiva. La nota en cuestión era el pedido de libre paso por el territorio argentino de los ejércitos paraguayos. La respuesta de Mitre fue negativa. Tal permiso significaba igual autorización para el Brasil y convertir el territorio nacional en campo de batalla.

El 17 de marzo, siguiendo los planes de López, el Congreso paraguayo declara la guerra a la Argentina, pero sólo se firma su notificación el 29 de ese mes. “El enemigo está en cama”, dijo López, y con la demora buscaba la sorpresa. El cónsul paraguayo recibió la nota el 8 de abril, pero conforme a las órdenes recibidas, no la comunicó al gobierno argentino hasta el 3 de mayo. Para entonces, la invasión se había producido. Un ejército paraguayo había ocupado sorpresivamente la ciudad de Corrientes el 14 de abril.

Hacia la Triple Alianza

Ya en 1865 Mitre pidió a Urquiza una declaración franca de cuál seria su punto de vista en caso de que fuera violado el territorio argentino. La respuesta —el 23 de febrero— es clara. No hay duda en ese caso sobre el camino a tomary el país marcharía unido a buscar la satisfacción del agravio. Y temeroso de la influencia brasileña agregó: Si la desgraciada hipótesis a que me he referido llegara a realizarse... la República no necesita buscar la alianza del enemigo de la potencia que lo agraviase, ni inmiscuirse en sus cuestiones internacionales o civiles.

El Tratado

Dice Mitre, que poco antes ha prometido al pueblo porteño: “En 24 horas en los cuarteles, en 15 días en Corrientes, en tres meses en Asunción”. Cuando Mitre dijo que si el mando supremo no correspondía al presidente de la República no había Alianza, Almeida cedió. Como compensación, Tamandaré recibió el mando supremo naval. El propósito confesado de la Alianza es “hacer desaparecer” el gobierno de López, respetando a “soberanía, independencia e integridad territorial” del Paraguay. En el Tratado, Mitre cometió un error se declara, en una frase elocuente y política, que la guerra es contra el gobierno de López y no contra el pueblo paraguayo. Cuatro años después, en la célebre polémica con

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Juan Carlos Gómez, Mitre debió rectificarse: los argentinos no habían ido al Paraguay a derribar un tirano sino a vengar una ofensa gratuita, a reconquistar sus fronteras de hecho y de derecho, a asegurar su paz interior y exterior. Impuso al mariscal López proponer una conferencia de paz al general Mitre, que se llevó a cabo en Yataití-Corá el 12 de septiembre de 1866. Mitre remitió a la decisión de los gobiernos aliados, pero la conferencia fue interpretada en Río de Janeiro como un intento argentino de negociar una paz separada contra lo estipulado en el Tratado. La derrota de Curupaity conmovió a los aliados que ya soportaban la presión internacional. Paraguay se presentaba al mundo como la nación pequeña y sufrida que soportaba el asalto de los dos colosos de Sudamérica. Las naciones del Pacífico la llaman “la Polonia americana” —antes alguien la llamó con igual o mayor acierto “la Prusia americana”. No sólo no se reponen las bajas argentinas, sino que la mitad del ejército es retirado para dominarla rebelión interior. Cuando por fin ésta ha sido contenida y Mitre vuelve a asumir el mando supremo aliado. La muerte del vicepresidente Paz obligó a Mitre a resignar el mando supremo, y ya no fue cuestión de plantear como en 1865 que el mando correspondiera a un general argentino. El mando correspondió al mariscal marqués de Caxias.

Las operaciones militares La ofensiva paraguaya

Inmediatamente de conocida la invasión al territorio argentino, se dispuso la formación de las fuerzas nacionales, cuya vanguardia se puso bajo las órdenes del general Urquiza. La invasión fue realizada por 31.000 soldados paraguayos, divididos en dos columnas: una de 20.000 (general Robles) avanzó bordeando el Paraná, la otra (coronel Estigarribia) buscó la costa del Uruguay. El plan de López era mantener separados a los aliados apoderándose de Corrientes y Entre Ríos. Se presume que pensaba batirlos por separado, pero para ello, dividió sus tropas, debilitándolas. Para colmo, el mando de las fuerzas paraguayas fue pésimo en el plano técnico. Robles se detuvo en Goya, sin ningún objetivo militar, abandonando a su suerte a la columna del Uruguay. Le ocupaban tal vez ambiciones políticas que luego condujeron a su fusilamiento. Estigarribia ocupó Uruguayana, en territorio brasileño, y se mantuvo a la defensiva. El proyecto paraguayo exigía el espíritu netamente ofensivo y aun audaz, pero nada de eso hubo y el generalísimo, mariscal López, no abandonó el territorio paraguayo. Los argentinos respondieron con un audaz golpe de mano de Paunero sobre Corrientes (25 de mayo) cortando las comunicaciones de Robles con el Paraguay, pero I falta de apoyo de la escuadra brasileña le obligó a renunciar a su objetivo. Paunero recibió entonces órdenes de incorporarse a Urquiza, pero se demoró y las tropas de éste se desbandaron en Basualdo, reluctantes a pelear contra el Paraguay ya favor de porteños y brasileños. Mitre, evitando caer en el mismo error que el enemigo, concentró sus fuerzas en Entre Ríos, donde el 17 de agosto, en Yatay, se dio la primera batalla de la guerra. Diez mil aliados al mando del general Flores, jefe -de la vanguardia en reemplazo de Urquiza, contra tres mil paraguayos sin artillería y mandados por un mayor, que fueron aniquilados totalmente. Los vencedores se cerraron sobre Uruguayana, donde Estigarribia debió rendir su división sin lucha el 18 de septiembre, al ejército ya comandado por Mitre. Estas operaciones pusieron fin irrecusable a la ampulosa ofensiva paraguaya con la que el mariscal López pensaba derrotar a los aliados. El 7 de octubre dio orden de retirada a la columna del Paraná donde el general Resquín reemplazaba a Robles. A fin de mes los paraguayos hablan recruzado el Paraná. Influencia decisiva en esta retirada fue la derrota naval del RiachueIo (11 de junio), donde el almirante Barroso deshizo a la escuadra paraguaya, lo que hizo temer a López que sus tropas fueran cortadas en su retirada. Pero la escuadra brasileña contempló inerte el pasaje de los paraguayos, error que costó cuatro años, de dura lucha.

Características de esta guerra

Al cabo de un año y mediante un tremendo esfuerzo habían levantado un ejército formidable. Los problemas logísticos que presentaba la movilidad, abastecimiento y batalla de semejante fuerza eran enormes, totalmente nuevos, y debieron ser resueltos por el general Mitre. Un clima tropical cuyas nefastas consecuencias pera la salubridad de las tropas pronto iba a sentirse: una guerra, en suma, especialmente de infantería. Además, los paraguayos contaban con un cinturón de fortificaciones que cerraba el camino hacia Asunción, , fue además una guarra sangrienta por la tenacidad de los contendientes. Combatir contra un tirano era un eufemismo de los aliados, pues el mariscal López tenía atrás a todo su pueblo, que invadido, defendió su terruño con vehemencia.

Cruce del Parana

El general Mitre planeé la operación, una de las mejores de la guerra. Muchos de sus ¡efes, acostumbrados a otro tipo de lucha, no comprendían lo que pasaba, y es ilustrativa al respecto una carta del general Flores: No es para mi genio

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foque aquí. Todo se hace por cálculos matemáticos; y en levantar planos, medir distancias, tirar líneas y mirar al cielo se pierde el tiempo más precioso. Ello de abril se inició el pasaje. El primer escalón (general Osorio, brasileho) debía contener la reacción enemiga, el segundo (general Flores) apoyarle. Osorio arrolló a los paraguayos que no adoptaron ninguna medida contraofensiva y se apoderó del fuerte de ltapirú. El 19, el grueso del ejército, protegido por esa cortina de 15.000 hombres, comenzó el cruce del Paraná.

Tuyuti

En Estero Bellaco (2 de mayo) caen 2.000 hombres por bando; en Tuyutí— la mayor batalta de Sudamérica— (24 da mayo) en cinco horas de lucha caen 13.000 paraguayos entre muertos y heridos y 4.000 aliados. Después de este tremendo fracaso, siguen Yataiti Corá y Naró. Mitre no aprovecha estos fracasos. Por fin, Mitre ordena atacar las trincheras paraguayas de donde parten los ataques de López. Las posiciones son fuertes y los brasileños fracasan frente al Boquerón (16 de julio) y los argentinos y orientales frente al Sauce (18 a 21 de julio).

Curupaity

El triunfo de Curuzú abre a Mitre la posibilidad de atacar Curupaíty. Este fracaso levanta una ola de recriminaciones. Mitre acusa oficialmente a Tamandaré de no haber cumplido con su deber. El ministro de Guerra del Brasil renuncia. Tamandaré y Porto Alegre son relevados. El marqués de Caxias es nombrado jefe de todas las fuerzas brasileñas. En Buenos Aires, acrecen las críticas contra la conducción de una guerra que el grueso del país rechaza y de la que Buenos Aires ya se canse.

El flanqueo de las fortificaciones

Mitre se dedicó a rehacer el ejército, que era además diezmado por el cólera, la disentería y el paludismo. El general argentino, considerando inexpugnables por el momento las fortificaciones paraguayas, proyectó un movimiento de flanqueo por el este, para interponerse entre las fortificaciones y Asunción. Pero las dificultades para remontar las tropas son muy grandes. Los argentinos deben retirar, a su vez, fuerzas para destinarlas al frente interno —revolución de los colorados— y Brasil debe recurrir a la manumisión de esclavos para cubrir las bajas. Las operaciones quedan interrumpidas hasta junio de 1867, en que Mitre inicia el movimiento de flanqueo proyectado. López trata de impedirlo y desde el 11 de agosto hasta el 3 de noviembre disputa encarnizadamente el terreno a los aliados que terminan por completar la operación de flanqueo éxitosamente (batallas de Paracué, Pilar; Ombú, Tay Tataiyba’, Potrero de Obella y Tuyutí). La muerte del vicepresidente Paz impuso a Mitre abandonar la conducción del ejército aliado, cuyo mando pasó al marqués de Caxias, López había quedado encerrado en su cuadrilátero fortificado.

La campaña de Pikysyry

El mariscal se retiró entonces a una nueva línea defensiva en Pikysyry, prácticamente inexpugnable. Caxias optó por franquearla por el Chaco. López en vez de retirarse decidió batirse en esa línea lo que fue un grave error. Sólo le quedaban 10.000 hombres de su otrora magnifico ejército, Caxias atacó con 24.000 hombres, Los paraguayos fueron derrotados en Ytororó (diciembre 6) y en Avahy (diciambre 11). Del 21 al 30 de diciembre se batieron bajo la dirección personal de López en Lomas Valentinas. Hasta niños de 12 años luchaban en sus filas. Cayeron 8.000 paraguayos y 4.000 aliados. El ejército de López había desaparecido y sus mínimos restos se rindieron en Angostura el 30 de diciembre de 1868.

Toma de Asuncion

El pueblo paraguayo había perdido el 90% de su población masculina según estimaciones respetables. Los mismos aliados se horrorizaban de su victoria. Aún hoy, el sacrificio dé aquel pueblo y las discutidas circunstancias en que la Argentina entró en la guerra hácen que muchos sectores cubran aquel acontecimiento con un silencio piadoso o con una crítica vehemente. López, con una tenacidad que se puede calificar de demencial, insiste en resistir con unas tropas hambrientas y desnudas. Es vencido nuevamente en Peribebuy y Rubio Ñu (12 y 16 de agosto). De allí López inicia un periplo por los cerros, sin ninguna esperanza. Sólo le quedan 500 hombres cuando el 1º de marzo de 1870 es alcanzado en Cerro Corá, donde es batido y muerto por los brasileños.

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27. Los años de transición.El cambio económico y socia.Una transformación lenta y múltiple

El gobierno de Mitre es el último estadio de la Argentina épica, donde ya se configuran razonamientos parciales que señalan el advenimiento de cambios mayores. Estos serán cada vez más varios y sensibles hasta configurar, hacia 1880, una imagen nueva y reconocible: la Argentina moderna. Las líneas paralelas interior-federal y Buenos Aires-liberal cesan de existir. El interior se torna liberal y el partido Autonomista se vuelve nacional, y con su conversión al liberalismo, los provincianos reconquistan la conducción nacional. En el plano económico y social el cambio es todavía más intenso, y como los cambios históricos no suelen ser violentos, sus primeros indicios se dan en la presidencia de Mitre: entre las guerras civiles se desarrolla el ferrocarril, mientras la guerra del Paraguay consume a los argentinos.

El censo de 1869

El censo nacional de 1869, el primero desde la Revolución de Mayo, tiene el valor de una radiografía nacional. 1.737.000 habitantes deos cuales 495.000 o sea el 28% del total, vivía en la provincia de Buenos Aires. La ciudad de este nombre tenía 177.700 pobladores y se destacaba con caracteres propios en el conjunto nacional. Sólo otras dos ciudades pasaban de los 20.000 habitantes: Córdoba con 28.000 y Rosario con 23.000. Los extranjeros constituían el 12,1% de la población del país, pero en la ciudad de Buenos Aires representaban el 47%. Este movimiento inmigratorio se habia iniciado tímidamente en la década del 50, había tomado impulso durante la presidencia de Mitre y crecido aún más durante la administración de Sarmiento. La disminución que se registró bajo Avellaneda se debió a la crisis de 1876-78, pero el impulso estaba dado y, desaparecido el obstáculo, tomó un ritmo creciente desde 1880.

La tierra pública

El problema de la tierra pública estuvo estrechamente ligado al de la inmigración y también al del desarrollo de la población rural nativa. Más del 15% de la población era rural. Estas resistencias provenían de los intereses de los terratenientes y especuladores de tierras, y muchos de ellos poseían grandes extensiones. Pero Sarmiento no se dio por vencido. Sostuvo que la tierra era un elemento de trabajo, un capital no desperdiciable. Se lanzó entonces a la formación de colonias, de las que Chivilcoy sería modelo. Sarmiento la calificó “el programa del Presidente” y se autodenominó “el caudillo de los guchos transformados en pacíficos vecinos”. Durante su gobierno y el de Avellaneda se fundaron, sólo en Córdoba y Santa Fe, 146 colonias. Su lema “alambren, no sean bárbaros” se hacía realidad. Sólo en 1877 y tras dos años de debates, logró Avellaneda la sanción de la ley de tierras públicas que trataba también de la inmigración, enlazando ambos problemas.

Agricultura

La afluencia de una nueva población rural aumentó el número de propietarios y comenzó el desarrollo agrícola del país. Dejó de importarse trigo y poco después el país se convirtió en exportador de harina. En 1875 los cereales eran el rubro de mayor crecimiento en las cargas del ferrocarril del Sur; en 1876 se exportaron 7.642 toneladas de maíz a Gran Bretaña y en 1878 se hizo la primera exportación de trigo, lo que Avellaneda consideró el acto capital de su gobierno. En cuanto a la ganadería, el vacuno había dejado de constituir el eje de la exportación, que se había desplazado hacia los ovinos: 57.500.000 cabezas, 85%.. El lanar también entraba en competencia con el vacuno en los saladeros, desplazándolo de su anterior dominio absoluto. La mestización del vacuno era mucho más lenta y en 1880 sobre un total de 13.337.000 cabezas no alcanzaba el 3%. Cuando en 1874 la Sociedad Rural Argentina hizo su primera exposición, se exhibieron 71 lanares y 13 vacunos, fiel reflejo de la importancia respectiva de esos ganados.

Industria

En 1874 se producen doscientas mil resmas de papel y hay en el país 70.000 máquinas y herramientas lo que supone un aumento respecto de 1868 del 1.200%. Las industrias del vino y del azúcar prosperan igual que los molinos harineros, las jabonerías, sombrererías y fábricas de ropa. Hacia 1880 se anotan también fábricas de fósforos, industria maderera, aceitera, mueblería, etc. En 1875 se crea el Club Industrial, que sería un promotor del proteccionismo industrial frente al movimiento librecambista predominante, fomentado por los exportadores.

En este esquema económico, el ferrocarril juega un papel fundamental. Dos son las principales creaciones del período que se agregan a la red del Ferrocarril al Oeste, propiedad de la provincia de Buenos Aires: el Ferrocarril al Sur y el

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Ferrocarril Central Argentino que unía Rosario con Córdoba y luego con Tucumán. Ambos eran de capital británico. El primero servía una necesidad preexistente de la campaña bonaerense, la de dar salida a la prdducción agropecuaria de la provincia. En cambio, el Ferrocarril Central Argentino fue una empresa de fomento nacional, tendiente a facilitar el arraigo de nuevos pobladores a aumentar la producción de la región por él servida.

Buenos Aires

Al terminar la presidencia de Avellaneda existían 2.475km de vías férreas en explotación y otros 381 km en construcción. Hacia 1870 aparecen las primeras líneas de tranvías para transporte de pasajeros en la ciudad de Buenos Aires que ofrece otras transformaciones básicas: se construyen con un empréstito las obras sanitarias de la ciudad, se instala el alumbrado de gas, aparecen los primeros edificios de cuatro plantas.

Crisis financiera

Hacia 1873 se advierten los primeros síntomas de una crisis provocada, aparentemente, por el exceso de circulante que produjo una euforia exagerada en los negocios. En 1874 el exceso de la importación condujo a la necesidad de exportar dinero en metálico. El gobierno nacional retirá fuertes sumas del Banco de la Provincia de Buenos Aires para pagar sus obligaciones, el Banco restringió el crédito y esto, unido a las fuertes inversiones especulativas, creó una escasez súbita de circulante, que trajo aparejada la paralización de los negocios, las quiebras, la reducción de la importación y la consiguiente fuerte disminución de las rentas del Estado. La situación se fue agravando hacia el año 1876, pero las bases económicas del país no habían sido afectadas por la crisis. El campo continuó aumentando su producción y eso permitió mantener un ritmo de exportación sostenido, en esta ocasión el campo salvo al país. El momento critico suspendio la convertibilidad de la moneda-papel en metalico para evitar la desaparición de este.

Hacia 1880 la crisis había sido totalmente superada, el país continuaba su desarrollo, y los bonos argentinos alcanzaban en Londres las máximas cotizaciones.

Educacion

El período de 1862-80 es también el de tos presidentes-escritores. El censo de 1869 reveló que el 82% de la población era analfabeta y el 19% no sabía escribir. Ese era el panorama que encontró Sarmiento al asumir el poder.

Sarmiento a menudo desaforado, era un maestro auténtico por vocación e hizo de la educación una de sus banderas de gobierno. “Educación, nada más que educación pare el país” , y al recibir le presidencia dijo: “Es necesario hacer del pobre gaucho un hombre útil a la sociedad. Para eso necesitamos hacer de toda la República una escuela”.

No fueron sólo palabras. Recibió el gobierno con 1.082 escuelas y lo dejó con 1.816, El alumnado primario se elevó de 30.000 a 100.000, los maestros pasaron de 1.778 a 2.868. Pero no terminó allí. Era necesario formar debidamente a los maestros y fundó las escuelas normales con ese fin. Destacó la importancia de la mujer en la educación primaria y contrató 65 maestras de los Estados Unidos, lo que le valió el calificativo de masón y anticatólico por sus opositores. Siguió la línea de Mitre en materia de colegios nacionales aumentando su número y creó las Bibliotecas Populares de las que se habían fundado más de cien cuando dejó la presidencia. Su brazo derecho en esta obra educacional, de proporciones insólitas para ese tiempo, fue su ministro de Instrucción Pública, Nicolás Avellaneda, quien continuaría su tarea al sucederle en la presidencia. Con su ayuda creó la Escuela de Niñas, el Colegio de Sordomudos, el Observatorio Astronómico, la Academia de Ciencias, la Facultad de Ciencias Físicas, el Colegio Militar y la Escuela Naval.

El ejercito

Sarmiento estaba empeñado en la reforma del ejercito. Sarmiento procuró superarla creando las escuelas especializadas que se han mencionado. Quiso un ejército técnico y un ejército técnico significaba para él un ejército subordinado, apolítico y disciplinado. El debía su presidencia en buena parte al apoyo militar; sin embargo, en 1813, propuso al Congreso una ley para impedirla intervención de los militares en la gestación de candidaturas políticas, ley que no prosperó. Exigió obediencia completa a los jefes y por la resistencia de éstos destituyó a varios en la guerra contra López Jordán, y cuando un militar a quien Sarmiento le predicaba el respeto a la autoridad le preguntó si debía

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obedecer si el presidente le ordenaba cerrar el Congreso, le respondió: “si le ocurre esa desgracia, hágase dar la orden por escrito y después péguese un tiro.”

El cambio político . Los partidos

Sarmiento, en cambio, llegaba a la primera magistratura sin partidos federales y nacionalistas, con sus candidatos vencidos, se situaron en la oposición y el partido Autonomista era conducido por el nuevo vicepresidente, Adolfo Alsina. La situación de Sarmiento no podía ser más incierta. . En cambio, el partido Autonomista tenía apoyo popular. Alsina se consideraba el “tribuno de la plebe”, aunque el núcleo de su fuerza no residía en elementos populares, sino en la pequeña burguesía formada por los empleados públicos, comerciantes menores y algunos profesionales.

Aquellos notables no eran sino Bernardo de Irigoyen, Vicente F Lopez, Tomas Guido, Saenz Peña, Terrero, Anchorena, Quintana, Pinedo, Saldias. Junto a ellos los jóvenes Roque saenz peña, carlos pelegrini, Aristobulo del valle.

El hombre y su programa (presidencia de Sarmiento)

Sarmiento es un presidente sin partido pero no sin programa. Al recibir el gobierno tenía 57 años. Ya no desprecia el gauchaje, y lo ve como una víctima de la ignorancia y la miseria de su medio, dando “lo único que posee, que es la vida, pues ni un nombre tiene el pueblo anónimo que en la guerra se llama soldado”. Quería convertirlo, en fin, en “ciudadano útil”, como dijo en Chivilcoy. No era fácil la posición de Sarmiento. Se sentía condicionado por la influencia de Alsina, a quien debía el único soporte partidario, y debió enfrentar la actitud del mitrismo cuya consigna fue “voltear el ministerio”. El ministerio exhibía, sin embargo, figuras con predicamento: Vélez Sársfield (Interior), Gorostiaga (Hacienda), Mariano Varela (Relaciones Exteriores), Avellaneda (Justicia e Instrucción Pública) y Martín de Gainza (Guerra y Marina). No era un blanco fácil para la crítica, que se ensañó en cambio con la persona del presidente. Pero éste demostró cuánto había cambiado desde los tiempos dala campaña contra Peñaloza. Fue prudente y optó por contemporizar. Esto sorprendió a los contrarios y lo salvó.

Acercamiento con Urquiza

Sarmiento inició una correspondencia de acercamiento con su anterior enemigo, Urquiza, notable por su franqueza, y logró un acuerdo que se materializó durante su visita a San José. Cuando abrazó a Urquiza y dijo: “Ahora sí que me creo presidente”, y Mitre salio de su papel opositor para saludar lo que ahora veía como “un presidente histórica”.

Asesinato de Urquiza y rebelión de López Jordán. La reacción entrerriana, incubada desde 1861 y alimentada en 1865, estalló en 1870, dirigida por Ricardo López Jordán. Dos meses después de la visita de Sarmiento, el 11 de abril, Urquiza y dos de sus hijos son asesinados, el primero en el Palacio San José. Es el último gran crimen político que registra nuestra historia. El jefe revolucionario se hizo nombrar gobernador, pero Sarmiento intervino la provincia y ordenó la reducción militar de la revolución, misión encomendada al general Emilio Mitre. . Por fin, el general López Jordán es derrotado en Naembe’ el 26 de enero de 1871. La larga rebelión ha sido vencida en gran parte por los progresos técnicos del ejército, el fusil Remington y los cañones Krupp. Con el de López Jordán desaparece el único ejército provincial sobreviviente en el país, cuyo poder hacía temible a su gobernador y jefe. Dos años después, en mayo de 1873, López Jordán invadió nuevamente Entre Ríos y alzó otra vez su bandera revolucionaria. Sarmiento recomendó la represión al ministro, general Gainza, y él mismo intervino en la planificación de las operaciones. Agregó al ejército as primeras ametralladoras que se vieron en el país y por primera vez se utilizó el ferrocarril para la concentración rápida de tropas. En Don Gonzalo la revolución fue vencida totalmente.

Conflicto con los Taboada

Le molestaba particularmente el “imperio” de los Taboada, prolongación del de lbarra, tío de aquéllos. Apoyado por el partido Liberal, constituía otra entidad intocable en la República contra la cual se lanzó Sarmiento con inesperada prudencia. Envió primero al norte al general Rivas como representante de él, , con la misión de dislocar la influencia de Taboada fuera de Santiago del Estero. Manuel Taboada fue quien primero perdió la paciencia y se quejó por carta al presidente en términos altaneros e hizo conocer su carta a Urquiza y otros políticos antes de ser entregada al destinatario. Sarmiento lo trataba como pretenso gerente de las provincias del norte, y añadía: Conozco medianamente su provincia, la tiranía cruel, horrible, estúpida del montonero Ibarra, a quien Vd. Su sobrino, ha sucedido

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inmediatamente, como al Dr Francia han sucedido los López, sus sobrinos, en el Paraguay, sin que nadie haya podido romper esas tradiciones de sumisión que dejen los tiranos. Esta ha sido la herencia de los Taboadas e Iba rras, hombres creados así en el seno de provincias apartadas, acatados por todos los que le temen, llegan casi infaliblemente en un momento dado, a creer que es estrecho el teatro de sus explotaciones, y empiezan a volver la vista en torno suyo para asimilar provincias o territorios al que consideran patrimonio; y entonces Corrientes, Maito Grosso, entran a formar parte de sus Dominios. Esto sucedió ya en el Para gua y-Guazú, e ignoro si aquel Norte de la República es ya el territorio destinado a redondear un bonito Paraguay-Mini. Taboada comprendió que no podía hacer frente a Sarmiento. Trató de mantenerse en su poder con calculada moderación y falleció en 1872. Cuando dos años después se produjo la sucesión presidencial, el sistema de los Taboada se había desintegrado y su influencia desaparecido.

La sucesión presidencial

Hacia 1874 el presidente controlaba todo el país y aseguraba este control con tropas de línea mandadas por jefes fieles. . La de Alsina fue proclamada, pese a su inconstitucionalidad, por Alem, Pellegrini y otros. Mitre, cuya popularidad había renacido desde el año anterior. Sarmiento, que se había definido como “provinciano en Buenos Aires y porteño en las provincias”, no veía con buenos ojos ninguna de las dos candidaturas, y promovió la de Nicolás Avellaneda. La cuestión decisiva se planteó con la elección de diputados nacionales por Buenos Aires. Esa lista era el símbolo de la alianza entre los autonomistas y el gobierno, o si se prefiere entre Alsina y Avellaneda. La elección de febrero de 1874 fue un verdadero escándalo por la violencia e irregularidad de su desarrollo. Los nacionalistas denunciaron el fraude y pidieron la anulación de los comicios. El congreso no supo que hacer con la elección. Por fin optaron por no anular pero si hacer un recuento de votos. Se anularon más de dos mil sufragios por partido con lo que la victoria quedó en manos autonomistas aunque por menos diferencia aún: autonomistas 12.906, nacionalistas 12.642.

La elección presidencial

En un clima de tensión y antes de que se hubiese aprobado la elección de diputados, tuvo lugar en abril la elección presidencial. La fórmula Avellaneda -Acosta logró 146 electores y la integrada por Mitre-Torrent, 79. En julio, el Club Constitucional, mitrista, lanzó un manifiesto que decía que había llegado el momento de que el partido aceptara la lucha en el terreno de la fuerza al que lo arrastraban los “opresores”. Aprobadas las elecciones en agosto, los nacionalistas inician tratativas con jefes del ejército para una revolución.

La revolución mitrista

El proceso tuvo un desarrollo aparentemente paradojal. Avellaneda habla proclamado antes de entonces: …el derecho electoral falseado, la soberanía del pueblo suplantada, trayendo representantes que no son la expresión de la mayoría...constituye una agitación peor que las revoluciones a mano armada. Un mes después, Avellaneda defendería la legalidad de la elección y fustigaría la revolución, mientras Mitre, tras aclarar que no cuestionaba la elección presidencial, iba a la revolución por fidelidad a sus partidarios. En realidad, Mitre no creía en la revolución, ni los móviles del nacionalismo vencido eran tan altruistas como se invocaba. Se renegaba al fraude, pero el sabor de la derrote era amargo para los vencidos.El gobierno nacional encomendó la represión al coronel Julio A, Roca en el centro del país y al teniente coronel Arias en Buenos Aires, Mientras Mitre realizaba un largo periplo y se reunía con Rivas para luego acercene a la Capital, Arias se trasladó a Mercedes en ferrocarril y se atrincheró en la estancia La Verde con sus 800 hombres armados con fusiles.Mitre atacó el 25 de noviembre con 4.000 hombres. Fue en vano, y luego se retirá. El 2 de diciembre capituló en Junín. Entretanto, Roca avanzó sobre Mendoza y en Santa Rosa el 7 de diciembre, con una hábil maniobra rodeó a Arredondo y tomó por asalto su campo.Avellaneda asumió el gobierno en medio de la revolución pero vencida éste pidió al Congreso una ley de amnistía. Iniciaba Avellaneda le primera fez de la política de conciliación. La tarea no era sencilla.

La consiliacion

La designación de Casares —autonomista moderado— como gobernador de Buenos Aires, facilitó los propósitos del presidente. En agosto de 1875 Bernardo de Irigoyen fue nombrado canciller, y comó segunda figura del autonomismo secundó la obra de conciliación.Los autonomistas se dividieron a su vez sobre el problema: los que seguían a Cambaceres apoyaron la política del presidente y los que acaudillaba Aristóbulo del Valle se declararon contrarios a la

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conciliación. En 1877 se dictó la nueva ley de elecciones que si no era una panacea satisfacía las exigencias más perentorias de los opositores. Propuso una politica de “liberal tolerancia”, amnistía total, reincorporación al ejército de los militares que actuaron en la revolución del 74. En fin, una política “para todos”. El 9 de mayo se entrevistaron Mitre y Avellaneda y resolvieron la situación: el gobierno garantizaba los derechos cívicos y el nacionalismo se comprometía a, actuar dentro de la ley. Avellaneda, que siempre había hecho profesión de antipersonalismo, inauguraba el primer gobierno con un sistema bipartito, propiamente dicho, de la República. Sin embargo, eso no alteraba la apatía política popular, que alarmaba a La Nación. Anunciaba que si la conciliación no se extendía a todo el país, la próxima elección presidencial no sería una elección sino una revolución. En ese panorama, la muerte de Adolfo Alsina, en diciembre de 1877, fue un explosivo político. Le sucedió el general Julio A. Roca en el Ministerio de Guerra. Los autonomistas conciliados o tejedoristas y los nacionalistas reconstruyeron el viejo partido Liberal, de donde habían nacido las dos fuerzas. El partido Republicano se desintegró.

Fin de la conciliación. El PAN

En septiembre de 1878, el general Gainza, convocó a una reunión para reconstruir el partido Autonomista. Concurrieron Sarmiento, Pellegrini, Sáenz Peña, Irigoyen, Rocha, Alem, del Valle y muchos otros. Sarmiento bautizó a la reunión Partido Autonomista Nacional. Desde otro punto de vista, era la muerte de la política de conciliación.

La tarea política y administrativa de este período terminó con la realizaciónde dos arduas empresas: la conquista del desierto y la paz con el Paraguay.

La conquista del desierto

El ministro de Guerra, Alsina, toma el asunto en sus manos y en 1875 propuso un plan de acción: avanzar la línea de la frontera sur ocupando lugares estratégicos y levantando en ellos poblaciones, de modo de hacer imposible a los indios permanecer en la zona. El avance debía hacerse por líneas sucesivas y el primero debía ocupar la línea Puán, Carhué, Guaniiní y Trenqúa Lauquen. La línea se comunicaría con Buenos Aires por telégrafo y se uniría entre sí con un zanjón que dificultaría el pasaje de los indios. Para los posibles entreveros se dotaba a la caballería de coraza y revólver. Consultado el general Roca, comandante de la frontera oeste y con larga experiencia en la materia no estaba de acuerdo con el proyecto, la líneas de fortines era ineficaz y dejaba al desierto a sus espaldas, era muy costosa y se necesitaba mucha tropa. La solución estaba en buscar a los indios en sus bases, por medio de una ofensiva continua de modo de no dar respiro a los indios para reponerse. De esa manera mucho mas eficaz que una zanja como obstáculo defensivo, podía empujárselos hasta el rio negro. Las opiniones se dividieron. Pero Roca era sólo comandante de frontera y se impuso el plan del ministro. El cacique Namuncurá Jefe de una verdadera confederación de tribus e informado de estos planes, quiso neutralizarlos con una gran invasión en el verano 1875-76. Cuatrocientas leguas cuadradas desde Alvear a Tandil fueron arrasadas por los salvajes que usaron en esa ocasión carabina y revólveres. Por fin, el 11 de abril de 1876, quedó ocupada a línea fijada porAlsina. El resultado fue superior al esperado, pues despojó a los indios de las mejores tierras de pastoreo para su ganado y su caballada de guerra. Alsina programó entonces la campaña primitiva inspirada en el plan de Roca, cuando le sorprendió la muerte.

El poder indígena había sido quebrantado definitivamente. Roca inició la segunda campaña en abril de 1879, que ahora constituyó un “paseo militar”. La expedición batió el desiertoen todas direcciones, acompañada —signo de los tiempos— por fotógrafo y corresponsal periodístico. En junio la campaña había terminado y estaba ocupada la línea del Río Negro. De los grandes caciques, sólo Namuncurá se había salvado, refugiándose en Neuquén, donde se rendiría en 1883. Con esta campaña, cuyo comando heredara de Alsina, Roca heredó también su popularidad, su partido y la presidencia nacional.

Cuestion de limites con Chile

Desde 1847 el gobierno de Chile había firmado sus derechos al estrecho de Magallanes donde en 1849 había fundado la población de Punta Arenas. Avellaneda, entonces exiliado en Chile, había defendido tal derecho. En 1856 ambos países firmaron un tratado, manteniendo el statu quo de los límites, que debían ser discutidos amigablemente más adelante y a falta de arreglo se sometería el asunto al arbitraje de una nación amiga. Pero en 1865 Chile denunció el tratado por transitorio y reclamó derechos sobre la Patagonia, siguiendo la tesis de Amunátegui expuesta por primera vez en 1853.

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Sarmiento contestó señalando que el límite entre los dos paises era la cordillera nevada y no la línea divisoria de las aguas. Se llegó finalmente a un statu quo: Chile continuaría con la posesión del Estrecho y la Argentina con la de Santa Cruz. Entretanto, nuestro gobierno crea una escuadra moderna y divide la Patagonia en las gobernaciones de Patagonia y Magallanes. La situación se complicó en 1876 cuando un buque chileno detuvo a una barca francesa en Santa Cruz alegando jurisdicción en esas aguas. En 1877 se repitió el incidente naval. Se estuvo al borde de la guerra. Avellaneda proclamó: “Tras los derechos que afirmamos, hay un pueblo”, y ordenó a la escuadra argentina estacionarse en Santa Cruz. Al mismo tiempo, el Congreso había dispuesto el avance terrestre hasta el río Negro. El incidente se resolvió en el tratado Pierro-Sarratea del 6 de diciembre de 1877 que mantenía el siguiente statu quo: Chile en el Estrecho, la Argentina en el Atlántico. En ese momento comenzó a agitarse en Chile a cuestión da los territorios salitreros del norte, que le disputaban Perú y Bolivia. el 5 de abril de 1879 lo condujo a la guerra contra la Confederación peruano-boliviana. Pero Avellaneda, siguiendo el ejemplo de Mitre en la cuestión hispano-chilena, se mantuvo neutral.

Paz con Paraguay y relaciones con Brasil

La Argentina sostiene que la ocupación del Chaco es provisoria y que discutirá los límites con el gobierno paraguayo constituido. Mitre entra en la discusión. Si la victoria no da derechos, ¿para qué se fue a la guerra? La victoria no da derechos nuevos, pero confirma los derechos pretendidos antes de la guerra. Entretanto, el Imperio mantenía la ocupación militar y formaba al gobierno provisional paraguayo. Sarmiento convocó a Mitre en una conferencia a consecuencia de la cual trató de enmendar su política; pero las nuevas instrucciones llegaron tarde a Asunción, pues ya entonces el gobierno paraguayo, apoyado en Brasil sostenía oficialmente su derecho a discutir los limites territoriales. Se envió a Derqui a Asunción y el 20 de junio de 1870 se firmó un tratado que importaba una modificación del de la Triple Alianza, nacido en el desea de neutralizar la influencia brasileña en Asunción. Paraguay aceptaba can reservas el Tratado de 1865, como condición preliminar de paz, pero dejando a salvo sus derechos en las cuestiones de límites que se declaraban expresamente no consentidas. Correspondió a Avellaneda firmar en febrero de 1876 el tratado definitivo de paz. Paraguay aceptaba los limites argentinos hasta el río Pilcomayo; al norte de éste, el territorio chaqueño sería sometido al arbitraje del presidente de los Estados Unidos; las islas del Cerrito y de Apipé pasaban a la Argentina, la de Yaciretá al Paraguay. Cláusulas sobre comercio, navegación y amistad completaban el tratado, que confirmaba los límites brasileños fijados en 1865. El 12 de noviembre de 1878 el presidente Hayes dio su fallo arbitral otorgando, sin exponer fundamentos, todo el territorio en litigio al Paraguay. Como dijo Cárcano, Paraguay había ganado en la paz lo que había perdido en la guerra.

28.De la argentina épica a la argentina moderna.El apogeo liberal.Europa y la expansión colonial

Hacia 1880 se perfilan en el mundo europeo y su área de influencia dos períodos definidos. El primero, signado por la diplomacia de Bismarck, extendiéndose entre 1871 y 1890. El segundo, caracterizado por un paulatino endurecimiento de las alianzas se traduce en crisis sucesivas que culminarán en la Primera Guerra Mundial. En el orden económico, la aristocracia de Estados que dominaba en Europa impuso en casi todo el mundo la división del trabajo internacional. Gran Bretaña, el primer Estado industrial con capacidad expansiva. Europa era el centro político, económico y financiero del poder mundial, y Gran Bretaña había maniobrado con habilidad durante los dos últimos siglos a través de la teoría del equilibrio de poder. A partir de 1871, la evolución de la política europea se asociaba con la excepcional personalidad de Bismarck.

La política Bismarckista

La acción del canciller prusiano significó, en ocho años y a través de tres guerras victoriosas, la unificación de Alemania, en favor de Prusia, cuyo rey se convirtió en el “emperador alemán”. Es la época clave de la industrialización alemana, y de un periodo que llegó a conocerse como el de la “Europa de Bismarck”. El desarrollo alemán, también el francés, se harían antes de la Primera Guerra Mundial, a partir de un “desarrollo planeado” en el que el Estado jugaría un papel decisivo como agente del proceso y como árbitro social. A eso añadía Bismarck la imagen de un militar triunfador e insaciable, dominado por la ambición guerrera. No obstante, era la imagen la que le servía para imponer la paz. Alemania llegaría a producir un modelo distinto al liberalismo económico clásico que evocaba la Gran Bretaña de los siglos XVIII y XIX, pero el mapa de Europa sufriría modificaciones constantes mientras aparecían y desaparecían Estados.

La expansión colonial

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La década del 80 será también, caracterizada por políticas de expansión colonial. En poco tiempo Africa y la península indochina pasaron a poder de los europeos. El proceso expansivo lo inició Francia en 1881 con la conquista de Túnez. Regía el sistema de “reparto’, se firmaban tratados fijando fronteras y se creaban pequeños “Estados-tapón” para evitar zonas de fricción entre las potencias coloniales, Francia, aislada por la política bismarckista, favorecía la neutralización recíproca de naciones hostiles entra sí. No había guerras entre Estados europeos y de esa manera se imponía una política de estabilización en el centro del poder mundial, favorable a la expansión económica.

Tensiones y conflictos

El 10 de junio de 1903 fue asesinado el rey de Servia por un grupo de oficiales ultranacionalistas llamado “La Mano Negra”, y hacia 1905 comenzó una serie de crisis —la franco-alemana, de origen colonial, y las austro-rusas, de origen balcánico—que condujo a la primera gran guerra.

Nuevas expectativas

En Francia se impuso la enseñanza gratuita y obligatoria en 1881; en 1882 se dispuso que fuera laica y se sancionaron leyes favorables a la libertad de reunión, prensa, de asociación sindical en 1884, y de organización municipal. Los británicos venían introduciendo de manera progresiva el sufragio universal, y la Ballot Act de 1872 establecía ya secreto del sufragio. Cuando promedian los años 80, le reforma electoral inglesa permitiría el acceso a las urnas de cinco millones de personas, cuando veinte años antes votaban algo más de millón. Hasta Alemania conoció un proceso limitado, de democratización, controlado por el emperador y los militares. Sólo la autocracia rusa trataba de desentenderse de las nuevas expectativas y de la presión de las masas, actitud que explicaría en parte la explosión revolucionaria socialista entrado el siglo XX.

La situación americana

El “industrialismo triunfante” era interpretado con la sensación deque la nación norteamericana tenía una misión internacional que cumplir para satisfacer lo que parecía determinado por un -j destino manifiesto”. La diplomacia trabajaría en el mismo sentido para proyectar a los Estados Unidos de América sobre el hemisferio e imponer su hegemonia. También planteó problemas estratégicos, políticos y económicos, y uno de los ingredientes que estimularían el sentimiento “anti-yanqui” en América latina. En ese entonces, y cuando el gran debate se abría, para la opinión pública norteamericana la guerra contra España se debía a la defensa “de la libertad y los derechos humahos”, como se sostuvo aún en la conversión republicana de 1900. Al estallar la rebelión de los boxers en China, en junio de ese año, Francia, Italia, Japón, Inglaterra y Rusia se enterarían que también eran parte de la política exterior de los Estados Unidos “salvaguardar la integridad territorial y administrativa de China”. La cuestión imperial sería, desde entonces, un tema americano. En el Brasil se vivía la agonía del Imperio, la destrucción del antiguo orden. El positivismo había entrado en la enseñanza y en la política, dominaba a la juventud intelectual y sería todavía el Imperio el que aceptase la introducción del sufragio universal. En el Uruguay suceden dictaduras militares y despotismos seudoliberales. Ecuador conoce experiencias como las del “liberalismo católico” de Borrero, la dictadura liberal de Urbina y el militarismo “constitucionalista” del general Veintimilla y entre luchas y conflictos feroces ve llegar al poder a un Flores Jijón, que había pasado la mayor parte de su vida en Francia, precediendo una larga época de “caudillos liberales”. En esos años se produce, incluso, un conflicto internacional significativo que sacude a la región: la guerra del Pacífico, entre Bolivia y Perú de un lado y Chile del otro. Sin armas ni soldados, con algún buque menor sin artillería, como el monitor Huáscar, los peruanos, pobres y en medio de disensiones internas, se enredan al lado de Bolivia en una guerra con Chile. Este era muy superior en recursos. Sus fuerzas aplastaron pronto a las de Bolivia y, tras una campaña larga y sangrienta, entraban en Lima. Chile se sentía asediado de su “loca geografía”, que lo impulsaba al desahogo expansionista. Logró anexiones territoriales importantes y adquirió la sensación de que podría imponer su política a la región. Mientras los argentinos miraban hacia Europa, los chilenos observaban a la Argentina con cierta dosis de prevención.

La Argentina en el mundo

Roque Sáenz Peña no dejó de recordar a España como “Madre Patria”, a Italia como “amiga” y a Francia como “hermana”, y al fin opuso el lema “América para los americanos” aquél más amplio y adecuado a la mentalidad dirigente argentina: “América para la humanidad”. A fines del siglo Carlos Pellegrini informaba a Miguel Cané el

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“desprecio cultural” que la clase dirigente argentina sentía hacia los norteamericanos y, al propio tiempo, la sobreestimación de sus propias cualidades: Habrás visto cómo han tratado los Estados Unidos a España. ¡Qué niños! El día que llegaran a tener el poder de Inglaterra, sino viene una reacción en los Estados Unidos, van a acabaren la locura. Un senador (norteamericano) acaba de pronunciar un discurso a favor del imperialismo y hablando del porvenir decía que el imperio yanqui llegaría a tener por límites al norte, la aurora boreal; al sur; el Ecuador; al este, el sol naciente; al oeste, la inmensidad ¡Felizmente para nosotros, se detienen, por ahora, en el Ecuador! El “antiyanquismo” había nacido ya, y no precisamente por razones ideológicas. Hacia América latina la clase dirigente argentina no era menos pesimista. Años antes, Roca había escrito al mismo Cané una buena radiografía de los sentimientos que animaban a quienes atendían los acontecimientos americanos: Mi estimado amigo: usted es un buen observador que no viaja impunemente, como tanto espíritu frívolo, y mejor narrador de lo que ve y observa. He leído, pues, con verdadero gusto su carta del 7 de octubre y no puede ser más interesante y fiel la pintura que en ella me hace del estado político, social y económico de Colombia y Venezuela que, por lo visto, recién ahqra van por lo mejor de esa vía crucis, cayendo tan pronto en el despotismo más brutal como en la demagogia más desenfrenada, de que felizmente nosotros hemos salido ya sin haber descendido tanto como ellas. Pero no hay que desesperar ni afligirse inútilmente. Esos pueblos que se revuelcan en la miseria con sus ilustres americanos, al fin se han de organizar y constituir, modificándose o (absorbidos) por la ola europea o yankee que no ha de tardar en hacer sentir su influencia. (...) Por aquí todo marcha bien. El país en todo sentido se abre a las corrientes del progreso con una confianza en la paz y la tranquilidad públicas y una fe profunda en el porvenir. Al paso que vamos, si sabemos conservar el juicio en la prosperidad, que no han sabido conservarlos chilenos en sus triunfos militares, pronto hemos de ser un gran pueblo y hemos de llamar la atención del mundo. Arrogancia, optimismo creencia en la fatalidad del progreso, sensación de dominio de la situación y del porvenir. Ni los rumores de una posible crisis con el Brasil inquietaban a una clase dirigente confiada en que controlaba la faz agonal de la política y en una era prolongada de “paz y administración”.

El liberalismo como ideología

Lo denominada generación del 80 creía o combatía en torno de una ideología liberal, es decir de la absolutización de una interpretación del liberalismo adoptado por el grupo dominante.

El “positivismo en acción”

Época del “positivismo en acción”, se ligaba a esta influencia el desarrollo económico del país, el predominio de los intereses materiales, la difusión de la instrucción pública, la incorporación de masas heterogéneas, la afirmación de la libertad individualista.

El liberalismo económico

Porque Inglaterra, que había utilizado el proteccionismo para consolidar su poderío, se convirtió en campeona de liberalismo económico. . El librecambismo como doctrina económica dominante se integraba con el positivismo, orientación político-cultural a la que adherían los sectores dirigentes decisivos. Aquél era la ideología comercial —aunque no necesariamente la práctica constante— de las potencias hegemónicas.

El proceso de laicización

Hubo, sin duda, períodos de conflicto agudo y de apaciguamiento, pero la ofensiva contra el “clericalismo” fue muy fuerte entre 1789 y 1886 y luego entre 1896 y 1901. La persecución, como la llamaban los defensores de la Iglesia, no procedía de una crisis general del Estado y de la sociedad, como aconteciera entre 1792 y 1799. Era una burguesía de abogados, de legistas, de hombres de negocios, de intelectuales, que perpetuaban en el poder dinastías que ellos representaban. Esa burguesía gobernante profesaba una filosofía que aceptaba el principio de la igualdad de los ciudadanos, recomendaba el trabajó, el ahorro y la frugalidad, creía en la ascención por el mérito,(ética protestante) prohibía la intervención del Estado en las relaciones entre los grupos de interés y desafiaba a la Iglesia Católica, a la que veían como una sobrevivencia del antiguo régimen vencido por sus mayores. La lucha ideológica y la cuestión religiosa eran facetas, pues, de la cuestión política según los términos en que se desarrollaba en tiempos del pontificado de León XIII, ydel liderazgo laicista de francmasón republicano Jules Ferry. Entre 1879 y 1886 y a través de la batalla por la escuela laica, se producía la paulatina secularización de la vida social francesa. No era ya el Estado laico, sino el laicismo

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como ideología militante y el anticlericalismo como postura de combate lo que traducían la cultura francesa y los emigrantes que portaban las banderas del resurgimento italiano.

La generación del 80 y una nueva “cultura política”

Alrededor del año 1880 se hallan signos de cambios profundos, tanto en el contexto internacional como en el contorno regional latinoamericano y en la sóciedad argentina. La escuela era, por su parte, vehículo de las nuevas corrientes ideológicas y cientificistas, también instrumento para la nacionalización cultural de un país de inmigración. Tanto por el predominio ideológico del liberalismo laicista como por el propósito manifiesto de “educar al soberano” el sistema educativo servirá a una política de nacionalización cultural, la enseñanza será obligatoria en el nivel primario, sus contenidos uniformes. La política exterior se adecua, por su lado, a la Argentina concebida como ‘granero del mundo” y como frontera cultural de Europa en América. La economía se encuentra aún en la etapa “primaria exportadora” pero se “preacondiciona” para el desarrollo económico, el desarrollo cultural tiende a institucionalizarse en academias e institutos orientados por maestros y artesanos italianos y españoles.

La identidad nacional en cuestión

La cuestión crucial de la identidad nacional. En Buenos Aires y en el Litoral, la gente padece el impacto inmigratorio que no llega a trastornar, en cambio, las costumbres y las creencias de los hombres del interior, la ‘versión politico-cultural del problema personal básico de la propia identidad”. Y en el paso de la sociedad tradicional a la sociedad moderna —paso que no toda la Argentina, como tampoco toda América dio a un mismo compás—, ocurrió que muchos argentinos padecieron el tránsito como una crisis de identidad, y que muchos otros temieron perder lo que creían haber conquistado definitivamente. En 1853 la población de la Argentina no llegaba al millón de habitantes. En 1910 la población se acercaría a los siete millones, habían entrado al país casi tres millones y medio de inmigrantes. Se vivía, según el observador, de modo patriarcal: todos se conocían, la vida era familiar, los modales campesinos. Una “aristocracia estanciera”, convivía con otra, burguesa: la “aristocracia comercial”. Según la original clasificación de Daireaux, la aristocracia comercial, formada tras el mostrador de la tienda o del almacén y afortunada —con la ayuda del Banco de la Provincia de Buenos Aires— , y para entonces se advertía que la ciudad iba dejando de ser española y patriarcal, aunque conservase muchas de las costumbres de antaño. Como ya no basta ser “persona conocida”—porque pocas eran las familias que no se habían unido a extranjeros y que no se hallaban “emparentadas con todas las razas del mundo”— la fortuna, sobre todo inmobiliaria, la técnica de los negocios de las finanzas, la fama literaria o artística, favorecían la formación de una “burguesía selecta” que tenía la apariencia de la antigua aristocracia desaparecida sin confundirse con ella.

Antiextranjerismo

Se producen reacciones antiextranjeras. Desde los sectores tradicionales de aquella antigua aristocracia comenzó la crítica sistemática al inmigrante—al principio dirigida especialmente a los ingleses y a los alemanes—; recrudeció el “antiitalianismo” y se manifestó el temor de que los argentinos fueran despojados de su patria por extranjeros. La cuestión de la identidad nacional interesaba, pues, tanto a los argentinos criollos que padecían una suerte de proceso de desnacionalización, como a los extranjeros, muchos de los cuales se consideraban aún leales a su patria de origen antes que a la de adopción. Transformada la estructura social de la Argentina, el liberalismo ideológico fue, a la vez, consistentemente antidemocrático. Los riesgos de los cortejos electorales y de la participación política fueron sorteados durante un extenso periodo por la alianza de los notabIes y del viejo patriciado.

La política del “acuerdo”

Los sectores dominantes pasaron a ser considerados como “oligarquías”. El régimen aparentemente sólido y estable construido por Roca vivió plenamente entre 1880 y 1890, pero fue más larga y notable su agonía. La nueva cultura política de los argentinos se había hecho más compleja y moderna, pero al mismo tiempo no llegaba a consolidar creencias en valores políticos. El país se dividió entre el “Régimen” y la “Oposición”. Aquél era padecido como una fuerza hostil y hermética, como el coto de caza de una oligarquía, y la oposición como expresión de incivismo frente a la ley.

Factores de transición

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Tres factores principales de cambio producen la transición entre la Argentina tradicional y la moderna: la educación, la inmigración y la política económica. Los otros dos factores se asocian con nombres decisivos. La política educativa con el de Sarmiento; la política inmigratoria con el de Alberdi. Es exacto que “la Argentina contemporánea no podría ser comprendida sin un análisis detenido de la inmigración masiva”.

La inmigración

Por más de setenta años el 70% de la población de Buenos Aires capital y casi el 30% de la población de las provincias de mayor peso demogréfico y económico, como Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. La “regeneración de razas” de que hablaba y escribía Sarmiento, la “europeización” de la Argentina.

Etapas de la inmigración

Hasta 1880 se trató de “poblar el desierto” y de promover la agricultura, la ganadería y la red de transportes con las dimensiones y calidades necesarias para la posterior industrialización del país. Casi la mitad de la inmigración era italiana —sobre todo del sur de la península—, una tercera parte española y el resto se distribuía entre polacos, rusos, franceses y alemanes. Luego de 1880 comenzó una segunda etapa. La tendencia fue la búsqueda de “mano de obra abundante para conseguir una producción masiva de productos agrícola-ganaderos”

Tierra e Inmigracion

El régimen dele tierra gravitó negativamente. El latifundio implicó la radicación de extranjeros en el campo y se multiplicaron las “colonias”. Pocos inmigrantes lograron ser propietarios de la tierra y de ahí las opciones que en su mayoría adoptaron: arriendo, salarios, retorno a la ciudad o vuelta a su país de origen. . Los criollos se desplazaban, en cambio, hacia las actividades de tipo artesanal, hacia la burocracia estatal o hacia el servicio doméstico.

La estructura social

El fenómeno inmigratorio significa un cambio en la estructura social de la Argentina que tendrá con el tiempo consecuencias políticas y económicas importantes. La sociedad argentina se hizo más compleja, por un aumento de los estratos populares, pero la clase alta se cierra al inmigrante. La estructura de clases de la Argentina moderna, a través de cuatro “categorías” aproximadas: la clase alta o “aristocracia”—que aún en 1914 representaba el 1% de la población—; la “alta clase media”, próspera pero con escaso prestigio social —que reunía el 8%—; la “baja clase media”, un 24% que poseía escasa fuerza económica y virtualmente ningún poder social, y la “clase baja”, en un 67% de la población hacia la época de la Primera Guerra Mundial, que ocupaba la base de la pirámide social. El gaucho, hábil y corajudo pero imprevisor y fácilmente irracional, se sintió acosado por la ciudad y por el extranjero y, en su ensimismamiento, fue cultivando resentimientos, soledad, individualismo, simbolizados en la vida nómada, en el cuchillo, en el caballo y la guitarra. Si permanece como “gaucho neto” según la aguda observación de Lucio V. Mansilla, termina en el desarraigo y si no, se hace “paisano”, hombre del país y del paisaje. La “clase dominante” constituida por estancieros, grandes terratenientes, ganaderos, grandes comerciantes, especuladores, reflejan las características contradictorias de una generación cuyos valores atributos y defectos se confunden: riqueza, sabiduría, sordidez, arrogancia, superficialidad, valentía. Las “clases medias”, alta y baja, llegaban a constituir la tercera parte de la población, e iban fraguándose con la integración paulatina del inmigrante a través de la penosa pero constante adaptación personal de éste. Las “clases bajas”, ajenas todavía al proceso de modernización de la Argentina, se hallaban no sólo en las grandes ciudades, sino en el interior, que marcaba la persistencia de un indicador de la complejidad del país: la dualidad regional. Debia apelar a la ambivalencia: predicar el liberalismo sin añadir una democracia efectiva, incorporar gentes e intereses sin ceder el poder político, pero la formula fundamental es la alianza de los notables.

29. La alianza de los notables (1880-1906)

El ciclo 1874-1 880, ya descripto, comenzó con una revolución mitrista y terminó con una rebelión bonaerense que, al ser derrotada por el gobierno nacional, dio paso a una consecuencia decisiva: la federalización de Buenos Aires. En términos de entonces: “la nación orgánica con su capital definitiva”.

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La “cuestión Capital”

La “cuestión Capital” era uno de los problemas nacionales más complejos y constantes desde la época de la independencia. Juan Bautista Alberdi, el viejo liberal confederado. Estaba por dirimirse la cuestión Capital y, estrechamente vinculada con ella, la sucesión presidencial. La situación económica era difícil. Se había legado a proponer una deducción del cinco por ciento en los sueldos de la administración; la pobreza aumentaba, no había suficientes fuentes de trabajo y el comercio padecía las consecuencias de le crisis política.

La “Liga de gobernadores”

Cuando transcurre el año 1878 se perfilan las candidaturas presidenciales: Laspiur, ministro del Interior, candidato del partido Nacional; Carlos Tejedor, gobernador de Buenos Aires, candidato de los autonomistas con la adhesión transitoria de los republicanos; y aun Sarmiento, Bernardo de Irigoyen y Dardo Rocha. En Córdoba, Juárez Celman trabaja en la formacion de una “liga” de gobernadores y levanta el nombre del joven ministro de Guerra Julio A. Roca.

El “poder provinciano”

Pasan los meses y sólo dos candidaturas se perfilan: Roca y Tejedor, mientras Sarmiento pretende demostrar que sólo él es indispensable. Es difícil de distinguir en el conflicto dónde terminan los motivos atribuidos a la cuestión Capital y dónde empiezan los que corresponden a la cuestión presidencial. Avellaneda insistía en su mensaje de clausura de las sesiones del Congreso de 1879 que la ciudad de Buenos Aires debe ser declarada capital de la República, señalándose al mismo tiempo en la ley un plazo adecuado para que el pueblo de esta Provincia manifieste su asentimiento o su denegación, después que se haya formado una verdadera opinión pública.

La revolución del 80 (los notables)

El gobierno nacional convoca a elecciones generales. Las candidaturas vuelven a circular. Los “republicanos” se dividen entre Sarmiento y Bernardo de Irigoyen. Avellaneda trata de convencer a Carlos Tejedor para que acepte la candidatura de su amigo José María Moreno, vicegobernador de Buenos Aires, como candidato de transacción. Sarmiento no vacila en atribuirse “la autoridad para todos, la constitución restaurada, la ley, la fuerza” y de paso añade que Roca es un general joven y un “hombre de circunstancias”. Los candidatos que polarizan sus fuerzas —Roca y Tejedor—, sino también las tentativas desesperadas de Avellaneda por evitar el conflicto. Reúne a los notables; Mitre, Sarmiento, Rawson, Alberdi, Vicente F. López, Frías, Gorostiaga. Mitre ataca a Roca. Avellaneda y Sarmiento lo defienden. Las líneas están tendidas. Sobreviene la ruptura que está en el ambiente, como otrora, en vísperas de Pavón. Se movilizan les fuerzas de Buenos Aires y de la Nación. Ninguna alusión a la “cuestión Capital”. Obsesiva mención de la cuestión presidencial. Mitre actuaba como porteño, pero sobre todo como jefe del partido Nacional.

El triunfo de Roca

Los comicios dan el triunfo a los electores de Roca. Era la victoria del gobierno nacional y el triunfo político de Roca. El nuevo líder explota con decisión ambas cosas. Domina el Congreso, expulsa a los diputados disidentes y reúne tras de sí el apoyo de Antonio Cambacares, Dardo Roche, Bernardo de Irigoyen, Aristóbulo del Valle, Eduardo Wilde, Juan José Moreno, Marcelino Ugarte, Hipólito Yrigoyen… Viejos patricios, nuevos notables, políticos en ciernes.

La federalización de Buenos Aires

Aunque Tejedor no era apoyado en todas sus actitudes por la opinión pública porteña los más lúcidos no se engañaron acerca del trasfondo del litigio. Alem, que en esos días pronunció en la Cámara de Diputados el mejor alegato en favor de la causa porteña, apasionado y sincero, parcial pero inteligente, lo vio así: ¿Rosas habría podido ejercer su dictadura sobre la República si no hubiera sido por el gobernador de Buenos Aires, teniendo bajo su acción inmediata ya su disposición todos los elementos de esta importante Provincia? Es claro que no... ¡Como no pudo ejercerla el general Urquiza desde Paraná; como no habría podido establecerla el general Mite si ésa hubiera sido su intención! Seamos francos alguna vez...: Liberales y demócratas mientras estamos abajo, unitarios y aristócratas cuando nos exaltamos al Poder...

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Alberdi advierte la importancia de la crisis del 80. Para él, la Revolución de Mayo había sido doble: contra la autoridad de España y contra “la autoridad de la nación argentina”. El “coloniaje porteño sustituyendo al coloniaje español había creado dos países: el estado-metrópoli, Buenos Aires, y el país-vasllo, a República. “El uno gobierna, el otro obedece; el uno goza del tesoro, el otro lo produce; el uno es feliz, el otro miserable; el uno tiene su renta y su gasto garantido, el otro no tiene seguro el pan”. Era, para Alberdi, la “nacionalización” del poder político y también el económico.

Alberdi y Leandro N. Alem

El análisis alberdiano, temático, ingenioso y profundo, fiel a la prédica de muchos años. El poder nacional se consolidó, pero haciendo de Buenos Aires sede del centralismo efectivo, del régimen unitario, la Argentina real frente a un federalismo “formal”. El puerto se nacionalizó, pero las rentas del comercio y de la industria favorecerían a los sectores vinculados con la situación porteña. El porteño Alem. En el Congreso diría: Estoy perfectamente convencido de que los perjuicios que sufrirá la provincia de Buenos Aires no los necesita la Nación para consolidarse y conjurar los peligros imaginarios sino que, por el contrario, tal vez ellos comprometan su porvenir. Alem introduce un argumento relativamente nuevo: la federación de Buenos Aires como factor de “gobiernos fuertes”.

Roca presidente

Cuando Roca llegó al poder fue considerado vencedor del localismo porteño y la ciudad de Buenos Aires se sintió vencida y despojada. El clima no era el más favorable para superar los enconos, pero la mayoría de los porteños lo consideraba la consecuencia natural de los sucesos. Cuando numerosos provincianos fueron ocupando cargos públicos, aquella sensación se difundió, mientras del otro lado los hombres del interior veían en los Cané, Pellegrini o del Valle sospechosos de querer reencarnar la hegemonía porteña a través del dominio de partido vencedor.

Geografía e ideología

Roca no ignoraba las tensiones, pero su instinto político la indicaba que el litigio entre porteños y provincianos perdería fuerza. El slogan de Roca —“Paz y Administración”— respondía bien a una aspiración colectiva y a una necesidad operativa.

Controversias

Liberales positivistas y católicos, al compás del tiempo según se vio al describirse el contexto internacional de la época, tomaban posiciones que culminarían en las arduas controversias de los años 80 en torno de lo que la Iglesia llamaba las “cuestiones mixtas” —familia, educación— y en la discusión sobre el avance del materialismo que un no católico como Alejandro Korn describió. Una Argentina épica que contrastaba con la Argentina moderna denunciaba sin embargo, una percepción selectiva de los problemas por parte de algunos miembros de los sectores dirigentes que explicaría conflictos futuros. Para esos hombres, incluso el alud inmigratorio desarraigado y versátil, dispuesto a “hacer la América”. El patriciado criollo dejaba paulatinamente su lugar a la nueva oligarquia que consideraba de buen tono la ostentación, el lujo, la opulencia. El proceso era advertido por los “criollos morales”, mientras los hombres que ocupaban el poder se sentían ocupados en una obra de progreso y de transformación del país bajo la conducción firme del gobierno nacional.

El presidente Roca

El presidente había nacido en Tucumán en 1843. Llegó a la jefatura de Estado a los 37 años y viviría hasta 1914. Su padre había luchado en las guerras de la Independencia y él en Pavón. En 1874 ganó los galones de general combatiendo la revolución que Mitre perdía en Buenos Aires mientras él derrotaba a Arredondo en Santa Rosa. Un hilo conductor no desdeñable se ve con claridad: Roca aparece siempre del lado del poder nacional. Su carrera militar le dio prestigio. General a los 31 años, desde la comandancia de la Frontera del interior criticó al plan del ministro Alsina para luchar contra los indios y adelanté las bases de lo que sería su plan de campaña para “conquista del desierto en 1878-79.

Desierto y política

El prestigio militar del presidente se había consolidado con la campaña del desierto, operación que terminó con cuatro mil indígenas y varios caciques prisioneros—entre ellos los famosos Pincén, Catriel y Epumer—. Entre abril y mayo de

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1879 el ejército ocupó la margen norte del río Negro. Poco antes se había creado la gobernación de la Patagonia y se había designado primer gobernador al coronel Álvaro Barros. Al mismo tiempo se adelantaron medidas que tendrían relación con cuestiones internacionales en potencia, específicamente, posibles conflictos con Chile. La campaña del desierto significó la definición de la cuestión india como amenaza constante y el dominio de territorio del ejercicio de la soberanía estatal. Favoreció la consolidación delas fronteras patagónicas e incorporó veinte mil leguas cuadradas de tierras aptas para la agricultura y la ganadería.

Las bases del régimen

El presidente Roca era un caudillo pragmático, un hábil político, un conservador inteligente y un conocedor sagaz de las debilidades ajenas. . La gente se acostumbró a llamarlo “el zorro”, habría de ser zorro y león a un tiempo, como quería Maquiavelo. El partido Autonomista Nacional —el famoso PAN— sirvió al presidente como plataforma, canal de reclutamiento de los dirigentes y medio de comunicación política. La Uga de Gobernadores, alianza táctica que usaron las oligarquías liberales del interior para imponer su candidato a los localistas porteños El ejército de línea, que Roca conocía bien y en el que había ganado justo prestigio, sería otra de las bases del sistema. Burocracia política, burocracia administrativa e incipiente burocracia militar, la vigencia del sistema político roquista durante toda su gestión constitucional. El “príncipe nuevo” echaría las bases de un poder nacional centralizado con una ideología de pretensiones homogeneizantes y la subordinación de la fuerza militar. Esto último imponía la desvinculación del ejército de la acción política. Roca y Pellegrini cuidaron que esa desvinculación fuera efectiva.

La Orden General prohibía a los militares en servicio activo formar parte de centros políticos o concurrir a reuniones de ese carácter, criticar públicamente al Gobierno o a los superiores o publicar bajo su nombre o seudónimo críticas a os actos que se relacionasen con el servicio.

La oposición

La oposición era permitida, pero no había fuerzas políticas articuladas en el orden nacional que pudieran rivalizar con un partido hegemónico como el PAN Las manifestaciones de una oposición extraña al sistema, como la que comenzaba a perfilarse en pequeñas organizaciones obreras eran entonces fácilmente neutralizadas. Estos no hicieron peligrar la estabilidad del régimen durante el período roquista, Por eso, éste no fue pródigo en intervenciones federales. La mayoría de los gobernadores pertenecía a las filas del PAN o regulaba el acuerdo con el partido oficial y con la voluntad presidencial para resolver los problemas dé transferercia del poder local Durante los seis años de gobierno de Roca sólo fueron intervenidas Santiago del Estero y Salta. El último mensaje de Roca al Congreso, el 10 de mayo de 1886, decía de la conclusión feliz de un gobierno que no había decretado “un solo día el estado de sitio, ni condenado a un solo ciudadano a la proscripción pública”. Era el apogeo del sistema y el mejor momento político de Roca.

La “cuestión social”

En 1871 se había creado la sección argentina en la Asociación Internacional de Trabajadores y siete años después la “Unión Tipográfica”. “El Perseguido”, “La Lucha Obrera”, “Le Prolétaire”, difunden en el idioma exigido por el público lector, os temas y problemas de un proletariado que carecía aún de organización y de capacidad operativa como para comprometer las bases del régimen roquista. Cuando José Manuel Estrada denunciaba la injusticia social y política y la desigual distribución de la riqueza, la “cuestión social”.

La “cuestión religiosa”

La “cuestión religiosa”, pues, se trataba de una verdadera cuestión religiosa. Por otro, de una cuestión política, en cuanto comprometía a hombres políticos y a eclesiásticos que se expresaban a menudo en términos de poder.

Con pasión, intolerancia recíproca y frecuente imprudencia, los protagonistas se enredaron en polémicas duras y a veces profundas en torno de una “serie de reformas (que) cambió la organización de instituciones fundamentales de la sociedad argentina y quebró, en aspectos íntimos, sus antiguos modales”. Miguel Cané lo dice a su manera en Juvenilia: Éramos ateos en filosofia y muchos sosteníamos de buena fe las ideas de Hobbe. Las prácticas religiosas del Colegio no nos merecían siquiera el homenaje de la controversia; las aceptábamos con suprema indiferencia…

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Consecuente con esa formación, había propuesto en la Legislatura de Buenos Aires, la separación de la Iglesia y el Estado. Estrada cerró la Asamblea Nacional de los Católicos Argentinos, el 30 de agosto de 1884, denunciando “la política predominante, con sus injusticias, su violencia, su soberbia (viendo) en ella el imperio del apetito, es decir, el lmperio del naturalismo”. Roca, alarmado, aconsejaba a Juárez Celman, que siendo ministro había tenido fricciones con monseñor Castellanos, que evitase conflictos si era necesario, “haga una Novena en su casa y muéstrese más catóIíco que el Papa”. Paul Groussac al regresar de Europa, en 1883, cree presenciar una “guerra de religión”.

Liberales y clericales

La cuestión religiosa introduce, por cierto tiempo, una cuña que divide a los “clericales” de los “anticlericales” o “liberales”. En el mismo año se realiza el Congreso Pedagógico y en él se plantea una contienda ideológico-religiosa en las escuelas que constituye un antecedente importante para comprender la sanción de la ley 1420. Los liberales gobernantes imponían, pues, su versión ideológica como doctrina de Estado, vulnerando incluso la libertad académica. Y la Iglesia padecía el esfuerzo de adaptación a nuevos tiempos de secularización a los que no estaba acostumbrada. La “guerra religiosa” culminó con la expulsión del nuncio Manera y con la suspensión de las relaciones oficiales entre el Estado argentino y la Iglesia Católica, que quedaron interrumpidas por largos años. Tocó al mismo Roca, en su segunda presidencia, reparar un exceso político que aceleró la cohesión del grupo católico, lo convirtió en partido político. El oficialismo recibió el apoyo de “El Nacional”, donde escribía Sarmiento, periódico fundado por iniciativa de Roque Sáenz Peña y Carlos Pellegrini.

La reforma educativa. Ley 1420

Vinculada con la cuestión religiosa y con influencias del contorno internacional. . El Congreso Pedagógico convocado en el 81 tenía un programa exigente: determinar el estado dala educación común en el país y las causas que impedían su mejor desarrollo; hallar medios précticos para remover tales causas; definir la acción e influencia de los poderes públicos en el desarrollo educativo, teniendo en cuenta el papel que las atribuía la Constitución y los estudios de la legislación vigente en la materia. Sus conclusiones señalaban la necesidad de que la enseñanza en las escuelas comunes fuera gratuita y obligatoria, que respondiese a un propósito nacional en armonía con las instituciones del país, incluso a la educación rural, a la enseñanza para los adultos, a la educación de sordomudos.

Derivasen hacia la discusión de la enseñanza religiosa en las escuelas y para que la fórmula que luego usaría a ley 1420 —que no impedía la enseñanza religiosa aunque la hacía optativa-. Cuando en 1883 se realizó el censo escolar nacional, se comprobó que sobre casi medio millón de niños en edad escolar había 124.558 analfabetos, 51.001 semianalfabetos y 322,390 alfabetos. La ley 1420 fue una dalas bases sobre las que se construyó un sistema educativo que situó a la enseñanza primaria argentina entre las de mejor nivel del mundo. A los diez años de su aplicación, el índice nacional de analfabetismo había descendido al 53,5% y en 1914 se hallaba en el 35%. , quizás debe merecerla atención del historiador una confesión deslizada por el diputado Lagos García en medio de los debates del Congreso: Debo decirlo con franqueza: la cuestión que se debate no es cuestión de escuela otee; no es tampoco cuestión religiosa siquiera… es simplemente una cuestión de dominación.

La sociedad económica

Pero la balanza comercial de pagos pasó de un superávit de trece millones de pesos en 1880 a un déficit de cincuenta y cinco millones en 1855. Esto retrajo le inversión al promediar el gobierno roquista. Dejaron de entrar oro y divisas del exterior y el endeudamiento del Estado nacional provocó el aumento del circulante y una fuerte inflación monetaria a fines del 84. En septiembre, el Banco de la Provincia debió suspender los pagos en metálico y cuatro meses después, pese a los esfuerzos de Roca por sostener la convertibilidad, el gobierno debió decretar la inconversión y el curso forzoso de los billetes-papel, situación que se mantuvo hasta 1899. La administración roquista no se amilanó. Carlos Pellegrini viajó a Europa para acordar con los banqueros un préstamo que sacare al Estado de esa situación asfixiante y restableciese la confianza de los inversores, H.S. Ferns apunta que el arreglo entre Pellegrini y los banqueros parecía un tratado de derecho internacional. Las cláusulas de introducción estaban redactadas en un estilo por lo menos análogo. El acuerdo implicaba dar, a cambio de un préstamo de 8.400.000 libras, una primera hipoteca sobre la Aduana,y le promesa de que el gobierno argentino no tomaría en préstamo más dinero sin el consentimiento de los banqueros, El acuerdo fue repudiado por la opinión pública y por los críticos del gobierno, pero aprobado por Roca. La política

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ferroviaria seguía un camino paralelo. Las inversiones, de esa manera, estaban bien garantizadas. Las concesiones se multiplicaban sin pian ni concierto, aunque las vías convergían sobre el puerto de Buenos Aires. En 1882 se fundaron los dos primeros frigoríficos que trajeron consigo la reforma de los planteles ganaderos. El puerto de Buenos Aires era insuficiente por la existencia de un solo muelle y por su difícil acceso. En 1886 comenzó la construcción del Puerto Nuevo, obra singularmente compleja en cualquier lugar para cualquier equipo ingenieril del mundo, que condujo hábilmente Eduardo Madero hasta terminarse en 1897. La “gran capital de Sud America”, como se la llamaba entonces. La ampliación de las obras sanitarias, la incorporación de los barrios de Belgrano y parte de San José de Flores darían en conjunto la fisonomía de una ciudad potente, caótica y fecunda.

La política exterior

La conducción política de Roca llegaba hasta los confines de un territorio en el que la acción del Estado pretendía consolidarse. La disputa más seria estaba latente en el Sur, en torno de los límites de la región patagónica. Con la mediación de los embajadores norteamericanos en Santiago y en Buenos Aires, se negoció con Chile la firma de un acuerdo de límites que se perfeccionó en 1881. Las cumbres más elevadas de la cordillera de los Andes, que dividen las aguas, dieron un hilo conductor para la definición fronteriza, estableció también la frontera en al estrecho de Magallanes y se repartió la Tierra del Fuego. El estrecho quedó librado a la navegación, y la soberanía argentina sobre la Patagonia aparentemente fuera de cuestión. La creación de la gobernación de Misiones en 1882 impulsó las negociaciones con el Brasil para definir la frontera en la zona, que era motivo de fricciones. Y frente a Bolivia, respecto de los territorio del Chaco, la cancillería argentina reiteró principios de derecho internacional en materia de límites y ocupación señalados por Bernardo de Irigoyen años antes. Roca logró organizar el Estado nacional. Alentó una legislación abundante y trabada según la ideología dominante. Impuso una “paz” que disciplinó un partido hegemónico, subordinó al ejército y definió las fronteras nacionales.

El poder nacional consolidado

El “zorro” Roca, nuevo Hobbes, había sido artífice, el político que había dominado, y había echado las bases del régimen. En todo caso, de un régimen que contaba con el acuerdo o el consenso de los factores decisivos de la Argentina moderna que comenzaba su peligrosa y notable expansión.

La crisis de 1890

Cuando el primer período presidencial de Roca llegaba a su fin, el problema de la sucesión dividio al Partido Autonomista Nacional. Pero un cambio sutil se había operado en un aspecto de las prácticas políticas argentinas, en la zona de los sectores dominantes: hasta Roca, los gobernadores y los notables decidían sobre la candidatura presidencial. Roca usó de su influencia en favor de su concufldo, el ex gobernador de Córdoba, Miguel Juárez Celman. La mayoría del partido lo apoyó siguiendo las directivas de aquél y la opinión u opción de los gobernadores y su séquito en casi todas las provincias.

Articulación de la fórmula del PAN

Los convencionales del PAN por Buenos Aires proclamaron la candidatura de Pellegrini mientras el debate de las candidaturas se tomaba encarnizado. La prensa opositora denuncié al oficialismo por “encaramar parientes”, refiriéndose no sólo a Juárez Celman sino a Máximo Paz, candidato a la gobernación de Buenos Aires y también pariente de Roca. El 15 de mayo de 1886 Pellegrini escribió a Juárez Celman que si bien meses atrás había creído conveniente reservar la vicepresidencia.

Candidaturas de Gorostiaga y Bernardo de Irigoyen. Ocampo-García

La Asociación Católica, fundada por José Manuel Estrada para combatir a los “anticlericales”, levantó la candidatura de un viejo constituyente del 53 y presidente de la Corte Suprema: José Benjamín Gorostiaga. Este contaba con las simpatias de un importante sector del partido Nacionalista y quizás con las de Mitre. Rendido Mitre a la política de Roca y conocido el acuerdo de Pellegrini, la lucha electoral se definió de antemano. La circulación presidencial dentro del PAN siguió el curso calculado por Roca, quien hizo notar a su pariente y sucesor las condiciones en que dejaba el mando: “os trasmito el poder con la República más rica, más fuerte, más vasta, con más crédito y con más amor a la estabilidad, y

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más serenos y halagüeños horizontes que cuando la recibí yo”. Si “quien era el jefe del PAN, era el único en condiciones da repartirlo”, lo que había trasmitido Roca era en realidad la titularidad del gobierno, pero no el poder sobre el partido.

El Unicato (presidencia de Juarez Celman)

Con el triunfo de Juárez Celman sobrevino el desalojo de los “viejos” de importantes posiciones oficiales. El presidente asumió la jefatura del Partido Autonomista Nacional como “jefe único”, dio lugar al desarrollo del “juarismo” y discutió a los otros notables el dominio de todos los hilos de la situación. El régimen de cleusura política de esta nueva oligarquía dentro del sistema dominante llegó a tener su propio nombre: el “Unicato. La discordia produjo una fisura, que culminaron en la crisis del 90. Para los porteños, además, la presencia de Juárez Celman significó que el centro de poder se había desplazado nuevamente hacia Córdoba merced a la acción del “ungido”. Se sumaban factores de conflicto dentro y fuera del partido hegemónico.

Una autocracia liberal

Los hombres del régimen eran liberales, pero no eran demócratas. Pero las creencias públicas en sus prácticas y en sus valores estaban ya en crisis. Juárez Celman representó el punto crítico del tránsito. Frente al cambio del ambiente político. El político se diferencia sustancialmente del politiquero —escribe entonces—. El primero se prepara para la vida pública como se prepara todo hombre para la profesión que ha escogido... El politiquero, por el contrario, emprende su carrera con bagaje liviano, imitan do al corredor antiguo que se despojaba de todo peso inútil al emprender su hazaña. El politiquero no necesita profesar principios, pues que la mitad más uno tiene razón siempre...¿Era una descripción o una auto justificación?.

La “clase de los politiqueros”, como él la llamaba, se mantenía “en contacto diario con el pueblo por medio de los comités electorales —su campo de acción—y forma un ejército que marcha a la victoria y se prepara, sino nos ponemos en guardia, a apoderarse de la República”. Los comités eran “el cuarto poder de la República”. Había algo de profético en el análisis, si se eliminan los juicios de valor. Autócrata y liberal, Juárez Calman expresó con igual franqueza sus creencias económicas. Conservador liberal, en el estilo de la época, en cuanto al papel del Estado estaba convencido de que “la industria privada construye y explota sus obras con más prontitud y economía que los gobiernos. Más definidos desde la administración de Roca, mostraba los cambios operados en la demografía, las modificaciones en la ganadería, el surgimiento de una agricultura extensiva en el Litoral, al filo del 90 la agricultura cubrió el 14,1% de las exportaciones.

Economias y políticas especificas

El gobierno juarista acentuó el claroscuro. Hacia 1888 se cultivaban casi 2.400.000 hectáreas y había en los campos 23 millones de cabezas de ganado vacuno, 70 de lanares y 4 y medio de equinos. Sin embargo, la especulación con la tierra y en la Bolsa de Comercio hacía trepidar las bases financieras, la balanza çle pagos era francamente desfavorable y las transacciones con bienes raíces que en 1885 habían sumado 85 millones de pesos, llegaron a 300 millones cuatro años más tarde. La deuda pública, que llegaba a más de 117 millones de pesos oro en 1886, se triplicó casi hacia el 90, con cerca de 356 millones.

Politica ferroviaria y bancos garantidos

Dos temas concentraron la crítica opositora y las advertencias de algunos técnicos en relación con la economía : la ley de bancos garantidos y la política ferroviaria. La primera, proyectada por Pacheco, establecía en su artículo primero que “toda corporación o toda sociedad constituida para hacer operaciones bancarias podría establecer en cualquier ciudad o pueblo de la República bancos de depósito o descuentos, con facultad para emitir billetes, garantidos con fondos públicos nacionales”. se instalaron bancos en todos los centros urbanos de grande o relativa importancia. Bancos nacionales y privados emitieron moneda, el circulante se duplicó en poco tiempo y el signo monetario —191 clases de monedas diferentes entre 1887 y 1894 expresó a su modo el desconcierto de la conducción económica. El otro tema crítico fue la política ferroviaria. Juárez Celman permitió la venta indiscriminada de los ferrocarriles y la distribución de concesiones a empresas privadas a fin de evitar que el Estado tuviese otra intervención que la mera vigilancia de la economía y las vías férreas se extendiesen. La venta del ferrocarril andino fue justificada no sólo por razones de conveniencia económica. El criterio de Juárez Celman era la “privatización” allí donde pudiera darse. Las concesiones ferroviarias se otorgaron a granel, especialmente en el período 1886-1888.Tanto la política de los “bancos garantidos”

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como la de los “ferrocarriles garantidos” fue atacada y Aristóbulo del Valle puso de relieve en qué medida gravaba el tesoro nacional, favorecía con exceso los intereses Rivados y contribuía a la corrupción. Juárez Celman se equivocó al sostener que la “no intervención del Estado” en los asuntos económicos —mientras, en cambio, intervenía sin límites en el orden de lo político— no traería consecuencias socioeconómicas y a la postre políticas. La conquista del desierto y la inmigración favorecieron una suerte de “revolución en las pampas” en términos económicos, pero desde el punto de vista social aquéllas se mantuvieron fuera de la Nación “como una región explotada pero no poseida”. El agricultor tuvo poca o ninguna influencia política, y sólo los grandes terratenientes con intereses agropecuarios se organizaron en un grupo de presión significativo; la Sociedad Rural.

La crisis

El comportamiento de Juárez Calman motivó el recrudecimiento de la crítica opositora, afirmó la cohesión de los católicos contra las reformas liberales que proseguían. El Unicato engendró sus “incondicionales”, que ocupaban los mejores puestos de la Administración y aspiraban a un futuro de mayor podar. Uno de áquéllos, señalado con sus 29 años sucesor presidencial. Según Ramón J. Cárcano, en afecto, el presidente “contaba con las ocho décimas partes de las fuerzas electorales dominantes en al país”. El Unicato había llevado a Juárez Calman al enclaustramiento político, le había restado aliados y multiplicado adversarios dentro y fuera del Partido, y su estilo autocrático liberal propició una política conventual cerrada a las advertencias. “Nuestro país es tan rico y posee tanta vitalidad que no lo detienen en su progreso ni los mayores desaciertos de sus directores”, escribía José C. Paz a Miguel Cané. La banca internacional comenzó a suspender el crédito. Las amortizaciones en el exterior, los gastos y los intereses superaban el monto de fondos del mismo origen. De pronto, pues, el país apareció en situación de bancarrota. El gobierno intentó vender 24.000 leguas de tierras fiscales de la Patagonia y además hizo “ideología” para justificarse: decía Juárez Celman, sin plantearse siquiera el problema de cómo haría para convencer al “enérgico sajón” que había mejores motivos para soportar los vientos de la Patagonia que hacer fortuna carca del puerto bonaerense. La crisis económica era acompañada por la crisis social. A aquéllas se une la crítica política de la oposición. “La Nación” señalaba en 1888 . En 1890 hacía el inventario de casos de corrupción, el aumento en e! Costo de la vida, la multiplicación de las quiebras y el pánico que se difundía en los medios económicos. El exceso de poder del Unicato es demostrado a través de la intolerancia presidencial hacia los gobiernos provinciales díscolos. Ambrosio Olmos, de Córdoba, adicto a Roca, fue destituido por juicio político; Posse, en Tucumán y Benegas, en Mendoza, derribados por rebeliones. La crisis estaba a punto de estallar.

La oposición

A comienzos del 90 se cernía sobre el gobierno de Juárez Celman la tormenta económica, financiera, política, ideológica y social. Aristóbulo del Valle escribía a Miguel Cané en marzo que las cosas iban “de mal en peor en todo sentido” y que la única esperanza era la renuncia de Juárezy el cambio fundamental de la marcha del gobierno. El resultado del mitin en el Jardín Florida del 1° de septiembre de 1889 en el que habían estado presentes del Valle, Vicente F. López, Pedro Goyena y Leandro N. Alem convocados por la “Unión Cívica de la Juventud”.

Generó la Unión Cívica. Cané no se engañaba. Poco menos de un mes después recibía otra carta de del Valle, escrita luego del famoso mitin del 13 de abril de 1890 en el Frontón Buenos Aires, donde más de diez mil personas —cifra importante para una reunión política de la época— testimoniaron la constitución definitiva de la U.C. Parece otro el que escribe. Valle atribuía a los clamores de la opinión y a la proximidad del mitin la caída del ministerio de Juárez Celman, ocurrida el día anterior a la reunión popular. No sólo renunció el gabinete, sino que a proposición de Pellegrini, Roca y Cárcano retiraron sus candidaturas. Del Valle rescataba al Gringo” —así llamaban a Pellegrini— de tanta especulación”.

La caída

Al promediar el gobierno, la conspiración era un hecho. Un mayor Palma habría delatado el estallido de la revolución “tres días antes del 21 de julio, que era la fecha primeramente fijada, y el general Campos, jefe militar de la revolución, fue arrestado. Dentro de las filas del ejército se organizó una logia militar con 33 juramentados pertenecientes a distintas unidades, constituida en casa del entonces subteniente José Félix Uriburu. La logia se dispuso actuar en favor del movimiento cívico “para defender las libertades públicas como ciudadanos y como soldados de un pueblo libre, para quienes la Constitución era la ley suprema de la tierra”. En los medios civiles se discutía la formación de un “gobierno

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provisional”. En una reunión con jefes militares, la mayoría se decidió por Leandro N. Alem para la presidencia y por Mariano Demaría para la vicepresidencia, Hipólito ‘Irigoyen fue designado para la jefatura de policía. Entre los presentes, el general Campos y el coronel Figueroa votaron por Mitre. El 17 de julio los complotados se reunieron pare fijar la fecha del levantamiento. En principio se fijó el 21 de julio. El arresto de Campos y la delación de Palma obligaron a suspender el movimiento. El aparato represivo del gobierno se puso en marche para neutralizar la revolución. De pronto lo visitó Roca: estuvo a solas con él cerca de una hora. Visita decisiva y escrutable sólo por presunciones: Campos fue sorpresivamente liberado, la revolución se resolvió el 25 y estalló en la madrugada del 26 de julio. A las4 de la mañana pequeñas fuerzas de complotados se dirigieron hacia el Parque de ArtHleríe —emplazado donde hoy se encuentra el Palacio de Justicia—; una columna era encabezada por el coronel Figueroa —que también había escapado de sus custodios—, por el teniente Señorans, por el subteniente Uriburu y por los civiles del Valle, Lucio V. López e Hipólito Yrigoyen. Otra columna de cuatrocientos civiles llevaba a la cabeza a Leandro N. Alem. A la columna de Figueroa se incorporó el general Campos, con el 10 de Infantería, a la altura de la Recoleta. Cerca de mil hombres iban hacia el Parque, donde pronto reinaría cierta nerviosa algazara de gente cubierta con un símbolo provisorio adquirido en una tienda cercana: boinas blancas. Pero el movimiento revolucionario, recuerda de la Torre, se paralizó una vez llegado al Parque, “error que determinó la derrota”.

El triunfo y la victoria lloran (Byron)

El presidente vuelve a la casa de gobierno y comisiones mediadoras que integran Roca, Pellegrini, Roche, Alem y del Valle pactan una tregua para posibilitar un acuerdo. La revolución, perdida la ocasión de la sorpresa, habia fracasado, pero el gobierno estaba, muerto; había perdido toda “autoridad moral”. El 3 de agosto, Pellegrini y Levalle se reúnen en la casa de gobierno con el presidente. El sector autonomista nacional preparaba, mientras tanto, una presentación al presidente: “su renuncia es el único camino constitucional para salvar el país del peligro que lo amenaza...”. Cuando se reunían las firmas para remitir la carta a Juárez Calmen, llega su renuncie. El 6 de agosto de 1890, la renuncia es aceptada por 61 votos contra 22. Las calles porteñas celebran la caída del presidente: “¡Ya se fue, ya se fue, el burrito cordobés!” Un triste final para una autocracia soberbia e impopular.

La lección de los hechos: una revolución frustrada

Mejor decir “la crisis del 90”, que calificar los hechos como una revolución. La pérdida de recursos políticos por parte de Juárez Celman fue constante y sin pausa. La política soberbia de Juárez Celman y su intención de afirmar el Unicato sorteando las reglas implícitas del grupo gobernante, le hicieron perder el apoyo del PAN. Roca temía no sólo perder el dominio del Partido Autonomista Nacional sino “el coronamiento de Alem” lo que parece dar razón a la interpretación de de la Torre. Carlos Pellegrini, por su parte, quería evitar el ascenso de Cárcano y lograr el alejamiento de Juárez sin el triunfo de la rebelión. Como diría mas tarde, la del 90 fue “una revolución ideal en la que triunfa la autoridad y la opinión al mismo tiempo y no deja un gobierno de fuerza, como todos los gobiernos nacidos de una victoria...”. Juárez Celman había cometido un pecado imperdonable para la clase dirigente de la época: detener en su persona la circulación de la elite del PAN A la postre, se quedó sin el apoyo de los notables de su partido, y sin la fidelidad de un Congreso cuya mayoría no quería verse arrastrada por la previsible caída del presidente.

El poder militar

Tampoco contó Juárez Celman con el poder militar. Las fuerzas armadas e invocaban “la defensa de la Constitución”, y algunos de sus cabecillas militares, como el general Campos, se comportaron de modo que dieron lugar a interpretaciones por lo menos verosímiles, como la descrita por de la Torre.

El poder económico

La crisis económica y financiera restó a Juárez Celman el apoyo del poder económico, que permaneció expectante. Dicho poder económico respondería, en cambio, al llamado de Pellegrini a poco de asumir la presidencia. Una prueba de ello fue que la ineficiencia de la conducción económica juarista.

El poder moral

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En cuanto al poder moral, tanto el religioso como el ideológico estuvieron situados en la crítica cáustica y constante. La Iglesia Católica y los laicos militantes como Estrada, Goyena, Demaría y Nevares, mantenían la oposición insobornable de los tiempos del roquismo, y en el 90 el grupo se transformaría en un factor aglutinante y multiplicador. La protesta cívica, contó, además, con la adhesión de la prensa El movimiento obrero, si bien iba adquiriendo fisonomía propia en los años 80, no tuvo participación en una revolución que fue expresiva, sobretodo, de la burguesía porteña. La revolución se redujo, pues, a una crisis premonftoria. La elite dirigente tenía aún capacidad de dominio sobre la situación. Cuando los gestores de la Unión Cívica creían que el régimen claudicaba, verían aún dos hechos ejemplares: la discordia interna, que culminaría en la escisión, y la transferencia del poder al vicepresidente Carlos Pellegrini. Apenas había comenzado, en realidad, una guerra cívica de veinte años.

Los ochocientos días de Pellegrini

Miguel Juárez Celman se fue de la presidencia en medio de la soledad política. Nunca intentó salir de ella ni justificarse ante la crítica. Juan Balestra describió una parte del contorno de esa soledad y alguna de sus causas, a veces mezquinas. “Algunos por redimir la complicidad pasada con la severidad presente, lo convirtieron (a Juárez Celman)... en la víctima tradicional del error común.

Busqueda de un nuevo equilibrio

Carlos Pellegrini comenzó’ el gobierno del 6 de agosto” —como se decía entonces— con su lucidez característica, más nítida en momentos de crisis. Detrás del “hecho” Juárez Celman, la Argentina había cambiado. Los sucesos del 90 habían tenido algo de las crisis tradicionales —por ejemplo la reacción porteña frente a la soberbia del cordobés, que hizo a del Valle recordar el 80.El “Gringo” era visto como un porteño que retomaba el poder presidencial después de veinte años de gobierno de hombres del interior. Pellegrini advirtió, pues, que un equilibrio sutil se había roto y que era preciso restablecerlo si no se quería perder el control del Estado. Años después de la crisis del 90 y cuando ya no era presidente, revelaría uno de los ángulos poco conocidos de los sucesos, tal como él los había interpretado: Aquel triste día que acompañé al general Levalle a contener con un puñado de soldados fieles, al más formidable pronunciamiento que haya presenciado la Capital y que contaba con la simpatía casi unánime de aquella gran ciudad, allí se evitó que sobre los escombros de todo principio institucional, de todo poder organizado, se levantara una dictadura nacida en un cuartel en medio de la tropa sublevada, que hubiera impuesto a todos, como única ley, la voluntad de unos pocos, a título de regeneración que hubiera constituido al ejército en árbitro supremo de la bondad y existencia de los poderes, y haciéndonos retroceder tres cuartos de siglo, hubiera renovado a través de idénticas vicisitudes una época funesta de nuestra historia. Interpretación curiosa y sugestiva, mostraba un movimiento cívico-militar como prolegómeno potencial de una dictadura castrense.

El gabinete de coalicion

Pellegrini tradujo su diagnóstico íntimo de la situación en la formación del gabinete: Roca en el ministerio del interior. Un gobierno de coalición, con predominio porteño. Un gabinete de viejos “patricios”. Ademas, la incorporación del “mi- trismo” en la estructura de poder del autonomismo nacional, fue una maniobra hábil y la gratificación lógica para una actitud negociadora y reticente respecto de la revolución por parte del líder del mitrismo, que eliminaba una posible oposición y sería premonitoria de acuerdos políticos posteriores.

La restauración económica

Creadas las condiciones para restablecer alianzas políticas estratégicas y reimplantado el sistema de comunicaciones dentro de la clase dirigente, Pellegrini se lanzó a conquistar un objetivo económico inmediato: salvar al Estado de la bancarrota. Con Vicente López se dio a la tarea de preparar una serie de medidas económico-financieras, luego de haber sondeado con éxito a miembros destacados del poder económico. Cuando Pellegrini se reunía con un grupo de comerciantes, estancieros y banqueros a quienes reclamó dramático apoyo: la suscripción de un empréstito a corto plazo de quince millones de pesos para pagar un servicio de la deuda externa que vencía días después. La respuesta fue positiva. . En seguida, preparó con López un plan financiero y lo envió al Congreso. Autorizaba la emisión de billetes de Tesorería hasta la suma de sesenta millones de pesos para cencelar la emisión bancaria, la enajenación de fondos

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públicos que garantizaban los del Banco Nacional y proyectaba la creación de la Caja de Conversión. Cancelaba concesiones ferroviarias que no habían satisfecho las condiciones del contrato y volvía atrás con la oferta en el mercado europeo de las 24.000 leguas en la Patagonia. Entre septiembre y octubre el Congreso había aprobado los proyectos incluso el de amnistía política y militar que presentó Dardo Rocha. La acción de Pellegrini y López en esos meses de gobierno…pudieron capear el temporal económico con eficaces y enérgicas medidas, se fundó el Banco de la Nación sin más capital que un bono emitido por el gobierno; se creó la Caja de Conversión que fue la primera institución reguladora de la circulación en todo el país... se solucionó la situación con los acreedores del extranjero mediante una moratoria que fue cumplida... se estableció el sistema de los impuestos internos... El cuadro económico y financiero se aclaraba...” El colapso de los principales gestores de los acreedores ingleses: la casa Baring Brothers. Por eso McGann no vacila en subrayar el “primer acto” de Pellegrini al asumir el poder como una respuesta a los banqueros ingleses: Pellegrini rastreó todos los pesos disponibles en el naufragio financiero de la Argentina y los envió a Inglaterra, para atender las deudas de su país. Las medidas tomadas por Pellegrini durante su mandato, de agosto de 1890 a octubre de 1892, no restablecieron inmediatamente la prosperidad de la Argentina ni conservaron la asociación con Bering Brothers y Cía., que sucumbió por asfixia financiera, estrangulada por los títulos argentinos. La Banca Rothschild de Londres respaldó un empréstito consolidando una moratoria de tres años en favor de la Argentina que implicaba el embargo preventivo sobre los ingresos aduaneros de nuestro país. Le gravedad del compromiso hizo vacilar a un “piloto de tormentas” tan avezado y audaz; recordó la reacción de la opinión pública ante operaciones análogas en el pasado reciente, y sondeé en los Estados Unidos la posibilidad de una apertura financiera y económica.

La salida del marasmo

El país salía lentamente de su paralisis. La Argentina había vuelto al punto de partida. Cuando en Octubre de 1891, Estanislao Zeballos sucedió a Costa en el ministerio de Relaciones Exteriores. Con Zeballos había ingresado en el gabinete de Pellegrini el presidente de la sociedad rural. El nuevo ministro simpatizaba con EEUU.

Las líneas políticas

Tanto Roca, como Mitre y Pellegrini coincidían al menos en una cosa: evitar el riesgo de una ruptura total entre los notables que llevara la cuestión a un cotejo electoral.

Union Civica, Mitre-Irigoyen

El 17 de enero se reunió en Rosario a Convención nacional de la Unión Cívica. Proclamo la formula presidencial Mitre-Irigoyen. Las líneas esteban tendidas y la discordia era inminente en las filas de la Unión Cívica. Roca había retomado los hilos para desarmar a una peligrosa oposición. Pellegrini, al principio favorable a Vicente E López, pero neutralizando a Roca. Y Alem se convertía en el abanderado de la “intransigencia” de los cívicos que por primera vez habían elegido candidatos en una convención, y no los habían recibido de un acuerdo previo de dirigentes o de ligas de gobernadores. En todo esto importaba, naturalmente, le posición de Mitre

El “acuerdo”

Mitre no hizo cuestión de sus recelos hacia el viejo federal Irigoyen, pero se mantuvo firme en su posición negociadora en favor de una política que estaba en la lógica interna del proceso político según las actitudes de los “notables”: la política del acuerdo.

Escisión de la Unión Cívica: UCN y UCR

El 26 de junio 1892 se realizan dos reuniones paralelas de la Unión Cívica: una, presidida por Bonifacio Lastra, acepta el acuerdo y da origen a la Unión Cívica Nacional; la otra, presidida por Leandro N. Alem, subraya la actitud antiacuerdista e intransigente. A fines de julio, había nacido uno de los grandes partidos políticos argentinos: la Unión Cívica Radical. La escisión de los cívicos acerca a los notables y define las posiciones. La UCR vota una nueva fórmula presidencial: Bernardo de Irigoyen-Juan M. Garro. La UCN responde aceptando la renuncia de don Bernardo y proclamando la fórmula Bartolomé Mitre-José Evaristo Uriburu. Eso significa la lucha electoral. Mitre, consecuente con su advertencia, renuncia a la candidatura. Roca dela la presidencia del PAN y los gobernadores, que habían “boícoteado” el acuerdo en torno de Mitre. Julio A. Costa, de Buenos Aires, auspició la candidatura del joven Roque Sáenz Peña y desde el interior

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surgió la de Pizarro para ‘la vicepresidencia. En medio de la confusión política surgió el partido “Modernista” con la adhesión de muchos independientes y de gobernadores. Lo que se quiere evitar es la lucha del partido popular con los gobernadores y con el oficialismo, que quieren ¡mpedirle el acceso a los comicios y, por consiguiente, se teme que la lucha sea ardiente, que esté dispuesto a no dejarse sojuzgar, porque el oficialismo le dice: “O transáis y aceptáis el partido la imposición, o no os dejamos votar”.

El segundo acuerdo: Luis Sáenz Peña- José E. Uriburu (Presidencia de Pelegrini)

Roca y Mitre reasumen la conducción de sus fuerzas y van con listas mixtas a comicios de diputados en febrero de 1892. El pacto, el ejército de línea y la policía sirven de contexto al triunfo oficialista. Entonces, Pellegrini resuelve actuar y lo hace con dureza: manda detener a todos los jefes radicales menos a Hipólito Yrigoyen.44 Alem, Molina, Barroetaveña, Liliedal, Castellanos, Saldías, van a prisión junto con militares sospechosos de sublevación a bordo de “La Argentina”. Se clausuran periódicos y revistas satíricas y se dispone el estado de sitio. Cuando llega el día de las elecciones, la fórmula del acuerdo está sola: la votarán 9.420 personas en la Capital. El propio Pellegrinl, en mensaje al Congreso el 24 de mayo de 1892, registra “el silencio triste e imponente de una ciudad que espera por momentos ver sus calles y los atrios de sus templos convertidos en campos de batalla”. Frente a la amenaza de anarquía, ala violencia “revolucionaria” de los cívicos radicales, el gobierno actuó con discrecionalidad: armó una máquina electoral a marcha forzada, desarmó y dispersé transitoriamente a la oposición, y resucitó un acuerdo que llevó a la presidencia a un hombre bueno, de setenta años, respetado por los mitristas, simpático incluso a los cívicos radicales por su oposición a la política del acuerdo —que sin embargo no le impidió aceptar una candidatura que surgió de un segundo acuerdo—, ya los líderes católicos, pero sin autoridad sobre una opinión pública dividida y tensa. La experiencia de Carlos Pellegrini en sus ochocientos días de gobierno fue exigente, dura, de pronto admirable. Sólo el coraje sereno que expresaba el Gringo, acompañado por Mitre, detuvo el repudio de sus adversarios cuando iba a manifestarse en la agresión o el insulto, mientras ambos notables dejaban la casa de gobierno e iban a pie, como entonces se hacía, sin custodios, a sus domicilios.

La experiencia de Aristóbulo del Valle.La presidencia de Luis Sáenz Peña

Para juzgar a presidencia de Luis Sáenz Peña es preciso, pues, tener presente en qué condiciones llegó al poder. La política del “acuerdo” y su traducción en comicios con fraude y opresión oficialista dejaron al nuevo presidente solo en medio de facciones. Comenzó con un gabinete que no contenía miembros de los partidos acuerdistas dando una imagen de independencia que las circunstancias negaban.45 La situación en provincias del interior se hizo difícil de conducir. En Santiago del Estero, el gobernador Absalón Rojas fue echado por “tres docenas de civiles bien armados”, a los diez días de asumir el mando. El ministro del Interior Manuel Quintana renuncio a raíz de las secuelas de la intervención a la provincia, Roca enfrio sus relaciones con el presidente a partir de este episodio y parecio prestarle apoyo al designarse a un autonomista nacional en el ministerio dejado por Quintana. Pero sucesos críticos en Catamarca derivan en un voto de desconfianza de la mayoría roquista en el Congreso hacia el nuevo ministro y aparece Miguel Cané en el gabinete, a cargo de la cartera de Interior. Duró sólo doce días. Ni siquiera pudo sostenerlo Roque Sáenz Peña, que trabajaba detrás del poder presidencial. En un gesto desesperado, antes de la crisis de gabinete, Cané yal presidente reúnen a tres “notables’ decisivos: Roca, Pellegrini y Mitre. ¿Qué hacer? Nadie compromete su opinión. El Gringo, con insólita franqueza, termina la reunión: “Si no pueden gobernar—dice dirigiéndose a sus acompañantes— dejen al menos gobernar al doctor Sáenz Peña “.

1893: el “gabinete del Valle”

El objetivo de Roca era nuevamente neutralizar la influencia de Roque Sáenz Peña, que trabajaba tras la gestión de su padre y había sido responsable de la designación de su amigo Cané. Pero la designación de del Valle habría sido, a su vez, sugerencia de Pellegrini. una última posibilidad de reunir en torno de Luis Sáenz Peña a sectores cívicos radicales, a mitristas y a autonomistas, dándole la base política de la que hasta entonces había carecido. El prestigio de del Valle era grande. Su primer pensamiento fue para el partido Radical, su primera visita para el doctor Leandro Alem, la segunda para el doctor Bernardo de Irigoyen. Ofreció las dos carteras más importantes de aquel gabinete de cinco miembros, Interior y Hacienda, y ofreció lo que valía más que todas las carteras: la garantía de su honor sobre la política que iba a

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hacerse, política de verdad, de reparación de verdadera democracia. Todo le fue rechazado en nombre de la intransigencia.

1893: rebeliones y crisis

Valle intimó al gobierno bonaerense para que desarmare sus fuerzas militares, y lo mismo hizo con Corrientes. Además intervino el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Con la investigación de actos administrativos de los gobiernos anteriores en materia de ventas de tierras públicas, concesiones de ferrocarriles, gestiones bancarias, con el propósito evidente de perseguir severamente a los responsables. . No es difícil percibir que todo eso iba contra la lógica interna del Régimen y ponía en jaque la ‘alianza de los notables”. 1893 fue, en este orden de cosas, un año propicio para la acción revolucionaria.

La caída de Aristobulo del Valle

Aristóbulo del Valle fue a La Plata para sofocar la rebelión de los cívicos mitristas, pero a la vez la de los radicales. Del Valle intentó llevar adelante un plan político reformista y conciliador: evitar choques entre fuerzas revolucionarias, lograr el desarme total y reorganizar los poderes públicos produciendo el cambio de las oligarquías provinciales. Como primera medida, intentó asumir personalmente la intervención a la provincia de Buenos Aires, garantizando el desarme de las fracciones en lucha. Pero dentro dal gobierno se había iniciado ya la contraofensiva, encabezada por Carlos Pellegrini. Por su parte, los radicales advierten que los hilos de la trama se tendían en su contra y que, una vez más, una revolución con posibilidades de triunfo corría el riesgo de frustrar- se. Alem y Bernardo de Irigoyen incitaban a Del Valle a realizar un golpe de Estado desde dentro del gobierno y constituirse en “dictador”. La respuesta de Aristóbulo del Valle revela un estiloy una mentalidad que Carlos Pellegrini no desdeñó cuando propuso su nombre, y asimismo un pudor político que no se compadecía con actitudes revolucionarias a ultranza: “…No doy el golpe de Estado porque soy un hombre de Estado…”. Cuando del Valle regresó a BuenosAires, se encontró con el presidente rendidd una vez más a la habilidad de Peliegrini y sin apoyo para las fórmulas que creía aceptadas. Renunció. Su caída fue acompañada por la adhesión popular y su azarosa gestión.

El retorno de Quintana

El contragolpe de Pellegrini impuso nuevamente a Manuel Quintana en el ministerio del lnterior. Con él volvió la política “dura” y el estado de sitio, y la prensa ataco al presidente. , Quintana representó la contrarrevolución. Intervino las provincias sublevadas y el 24 de septiembre decretó el “estado de asamblea”. Roca fue nombrado general en jefe del ejército en campaña, mientras Leandro N. Alem fue encarcelado. Censurados o clausurados periódicos y revistas, como “El Nacional”, “El Diario” y “El “Quijote”, Buenos Aires fue militarmente sitiada y los focos da rebelión del interior sofocados.

La renuncia de Luis Sáenz Peña

En las provincias intervenidas se llamó a elecciones. Los radicales triunfaron en Buenos Aires, pero una hábil combinación en el Colegio Electoral, a la que no fue extraño Pellegrini, impuso como gobernador al mitrista Udaondo. En Santa Fe y en San Luis se impusieron gobernadores favorables al roquismo o al mitrismo. En Catamarca habían triunfado los radicales. Manuel Quintana logró su objetivo: restablecer el orden aun mediante la arbitrariedad. Y el radicalismo comenzó a participar en los comicios mucho antes de la vigencia de la ley Sáenz Peña, para volver luego a la conspiración sistemática. Pero Quintana sufrió el desgaste político y fue, al cabo, “chivo expiatorio” de un oficialismo a la defensiva. A raíz de un pedido de intervención federal de la Legislatura mendocina, con la oposición del gobernador “quintanista” Pedro Anzorena, el Congreso accede a aquélla sin hacer caso de la opinión del ministro del Interior. Quintana renuncie. Luis Sáenz Peña pierde con él a un defensor de sus poderes y queda a merced de Roca. Sitiado por los “notables”, asediado por los radicales, , por las ambiciones de poder, por actitudes mezquinas, y prisionero de la ambivalencia de su política, se niega a incluir en los temas de sesiones del Congreso del 94 un proyecto de ley de amnistía de los revolucionarios del 93. El gabinete renuncie y la Cámara de Diputados interrumpe las sesiones hasta que el Poder Ejecutivo Nacional “se pusiese en condiciones constitucionales”. Era el amargo final de una presidencia con precario origen. El 22 de enero de 1895 Luis Sáenz Peña, cansado e impotente, presenta su renuncia.

La sucesión de José E. Uriburu

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Aceptada la renuncia, lo sucedió el vicepresidente Uriburu. De antecedentes rnítristas, y permitió la acción concertada de tres de los dirigentes más constantes de la alianza: Mitre, Pellegrini y Roca. Mientras tanto, Juárez Celman y Luis Sáenz Peña habían desaparecido de la vida pública y en lasfilas dala unión Cívica Radical se producían hechos premonitorios de la carrera política de un gran caudillo, posición de líder de un movimiento en marcha: Hipólito Yngoyen.

La jefatura de la UCR: litigio Alem-Yrigoyen

Una nueva fuerza política, el socialismo, una nueva dimensión de la realidad traducida en la llamada “cuestión social’. El primer número de “El Obrero”, que se erigía según su director, el ingeniero O. A. Lalleniant—discípulo de Marx y Engels—, en “defensor de los intereses de la clase proletaria y órgano de la Federación Obrera” propiciaba desde diciembre del 90 la organización de la “clase obrera” en partido político. Interpretaba la crisis del 90 como “un episodio en la lucha de la burguesía argentina por el poder, dentro de un proceso singularizado por la interferencia del capitalismo internacional”.

Los Socialistas

La intervención decisiva de Carlos Pellegrini cuando expiraba el período presidencial de la fórmula Sáenz Peña-Uriburu y a raíz de la renuncie de aquél y de la enfermedad de éste queda en el mando un senador, vicepresidente de la Cámara Alta. Fueron los cien días de Roca, durante los cuales Pellegrini pronunció en el Teatro Colón una conferencia expresiva de la “alianza de los notables” propiciando la candidatura presidencial del general Roca. Dentro del partido (Autonomista Nacional) había que elegir a un ciudadano que tuviera la capacidad del gobierno, buscar a aquel que reuniera mayor suma de prestigio, mayor suma de voluntades, y con la experiencia práctica del gobierno, todos veían, salvo que la pasión pusiese un velo ante sus ojos, destacarse la figura del general Roca. Carlos Pellegrini recuerda los laureles del militar desde la conquista del desierto, omite sus propios ágravios, destaca lo que conviene para un momento en que las relaciones diplomáticas con la República de Chile habían llegado e un punto de peligrosa tensión. Sólo él evitará la guerra con Chile y esa cuestión es más importante que cualquier otro interés del país.” La candidatura de Roca se perfila, pues, por motivos muy próximos a los que hoy llamaríamos de “seguridad nacional”.

30. La agonía del Régimen. La vuelta de Roca

Desde 1880 había soportado tres crisis de distinta intensidad, el llamado Régimen fue efectivo y estable entre el 80 y el 90. Luchó por sobrevivir entre el 90 y 1910. La cuestión religiosa no logró producir, entonces, su fractura y la “cuestión social” recién comenzaba a plantearse. La cohesión necesaria para birlar a Roca su segunda oportunidad presidencial. En cambio, a fines de 1897 se habían sumado factores favorables para la candidatura del “zorro”, que Pellegrini no desestimó.

El regreso de Julio A Roca

La vuelta de Roca, doce años después, significaba para el presidente la vigencia del Régimen: Vuelvo doce años después. La centralización del sistema político se tradujo en el incremento del trabajo burocrático yen la gravitación del Estado. En 1898, el número de ministerios se eleva a ocho, en lugar de los cinco previstos en la organización constitucional. Aumentó sustancialmente el número de leyes nacionales y creció el presupuesto general en relación con el de las provincias.

Líneas parte de política exterior

La política exterior argentina se inserta, por su parte, en el contexto que había definido la generación del 8O. La Argentina tenía, según su parecer, tres opciones: la primera, vegetar como un país periférico con artesanías primitivas; la segunda, insertarse de la mejor manera posible en el esquema internacional imperante y convertirse en un eficiente país agroexportador periférico, desarrollando todos sus recursos para ser “cola de león” en lugar de “cabeza de ratón”; y la tercera, desafiar dicho esquema, y, por su llegada tardía a la eclosión industrial, edificar con enormes sacrificios una industria propia y una cultura relativamente autónoma respecto de la europea. los sectores dominantes de la

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generación del 80 se inclinaron por la segunda de esas opciones. Juan Bautista Alberdi había señalado en su Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina, , significaba por mucho tiempo “vivir mal, comer mal pan, beber mal vino, vestir ropa mal hecha, usar muebles grotescos...” Y entonces —según convenía a su política inmigratoria— “qué inmigrante sería tan estoico para venir a establecerse en un país extranjero en que es preciso llevar vida de perros, con la esperanza de que sus biznietos tengan la gloria de vivir brillantemente sin depender de la industria extranjera?” Esa hubiera sido, en la opinión de Alberdi. La politica exterior argentina de los años 80 era Consecuente con lá política interipr del grupo dirigente y adecuada alas solicitaciones de los Centros internacionales dominantes. De ahí ciertas constantes de la política internacional de la Argentina de la época, vigente durante los años siguientes: afiliación a la esfera de influencia europea —especialmente britanica—; aislamiento respecto de América; desinterés relativo o debilidad de la política territorial. Dentro de aquéllos lineamientos generales, la política exterior de Roca fue condicionada por el conflicto con Chile.

El conflicto con chile

Cuando Roca asumió el mando, la crisis parecía inevitable. Cumpliendo cláusulas y expresiones precisas de un protocolo firmado entre la Argentina y Chile en 1896, Roca procuró “advenimientos directos”, seguidos por la firma de dos actas sobre la Puna de Atacama, el 2 de noviembre de 1898, que confiaban la solución del entredicho territorial y fronterizo. Un encuentro de ambos presidentes, Roca y Errázuriz, en el estrecho de Magallanes, llevó alivio transitorio a las relaciones entre los vecinos.

Al borde de la guerra

En 1901 la cuestión fronteriza llevó a los dos países al borde de la guerra. Los aprestos bélicos eran alentados por la prensa y la opinión pública. A principios de siglo la Marina obtuvo la obligatoriedad de la conscripción. En 1901 se sancionó la Ley Orgánica del Ejército que establecía por primera vez el servicio militar obligatorio. El artífice de aquélla fue Martín Rivadavia. Ambos países adquirieron naves veloces y modernas, procurando la superioridad. La carrera armamentista se desarrollaba y se traducía en tonelajes y presupuestos militares. En Buenos Aires se movilizaron las ciases del 78 y del 79; los polígonos de tiro reclutaron socios y voluntarios y la reacción contra Chile. Mitre apoyaba a Roca en su temperancia, oponiéndose a la guerra; pero la opinión pública estaba enardecida y hasta la UCR interrumpió su acción conspirativa “en áreas de la seguridad nacional”.

Los “Pactos de Mayo”

La acción de todos se sobrepuso a los condicionamientos negativos del ambiente, y permitió que se concretaran los “Pactos de Mayo”, suscriptos por la Argentina y Chile en Santiago el 28 de Mayo de 1902, Eran cuatro instrumentos: “un Acta preliminar al tratado de arbitraje, llamada también acta o cláusula del Pacífico. Un Tratado General de Arbitraje; una Convención sobre Limitación de Armamentos Navales y un Acta pidiendo el árbitro que nombrara una comisión para fijar en el terreno los deslindes establecidos por la sentencia, Estos cuatro instrumentos se completaron más adelante con otros dos: un Acte adicional del 10 de julio de 1902, que aclaraba los Pactos anteriores y un Arreglo para hacer efectiva la equivalencia en las escuadras argentinas y chilena, suscripto el 9 de enero de 1903”.

Con Brasil

Pendientes relativas a los límites con Brasil a través de un Tratado suscripto en 1893 y que versó sobre la frontera oriental de Misiones; reanudó las relaciones con el Vaticano —rotas durante su primer gobierno—, y aprobó la Doctrina Drago. La cuestión con el Brasil se vinculaba con la época colonial, cuando España y Portugal acordaron por los tratados de Madrid en 1750 y de San Ildefonso de 1777 que el límite de esa región pasaría por los ríos Pepiry o Pequiry Guazú y San Antonio,11 pero la demarcación no llegó a hacerse y surgieron desde entonces problemas que continuaron durante la época de la Confederación. Los gobiernos argentino y brasileño firmaron el 6 de octubre de 1898 un tratado filando los límites de acuerdo con el laudo, para terminar la demarcación en 1904.

Con el Vaticano

La cuestión con el Vaticano se solucionó en un contexto muy diferente de aquél que provocó la ruptura, fue favorecido por la intervención personal del obispo salesiano monseñor Cagliero. Durante el pontificado de León XIII culminaron con

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la designación de un internuncio, lo cual permitió decir a Roca en 1903, en su mensaje anual, de la reanudación de las relaciones can la Santa Sede ydel “cariño paternal” que unía al Sumo Pontífice y a los “católicos argentinos”.

La “Doctrina Drago”

La Doctrina Drago fue anunciada en 1902 por el Ministro de relaciones exteriores argentino, Luis María Drago, en respuesta a la renuncia de los Estados Unidos a ejecutar la Doctrina Monroe durante el bloqueo naval contra Venezuela. Establece esta doctrina jurídica que ningún Estado extranjero puede utilizar la fuerza contra una nación americana con la finalidad de cobrar una deuda financiera

En cuanto a la llamada “Doctrina Drago”, expuesta por el ministro de Relaciones Exteriores que sucedió a Alcorta, se relacionó con el despliegue de fuerza con que las potencias dominantes de la época apoyaban a sus súbditos cuando se trataba de cobrar créditos a gobiernos regularmente deudores, táctica consentida por los Estados Unidos. Expuesta por Luis María Drago con la anuencia de Roca a raíz de! bloqueo y bombardeo de ciudades da Venezuela por escuadras combinadas de Inglaterra, Alemania e Italia, para imponer el cobro de créditos que tenían casas privadas de esas naciones contra el Estado venezolano.

De la política exterior a la cuestión social

La política internacional dio a Roca un factor de triunfo y un escenario para la acción. Pero la situación interna era agitada por la cuestión social. El año 1902 había sido económicamente crítico. En noviembre quedó paralizado el trabajo en el puerto por huelga de los estibadores, seguidos por los barraqueros del mercado central y por los conductores de carros.

Ruptura entre el anarquismo y el socialismo

Entre anarquistas y socialistas, que llegaron a la ruptura ese año de 1902 a raíz del Segundo Congreso de la Federación Obrera. La FORA queda en manos de los anarquistas y surge la UGT, conducida por los socialistas)2 El socialismo doctrinario se había difundido merced a la acción intelectual de juan B Justo.

Ley de Residencia y estado de sitio

Roca exhumó un proyecto, que en 1899 había presentado Miguel Cané como senador, sobre la residencia de extranjeros. Roca y su ministro del Interior, Joaquín V. González, deciden propiciarlo como base de la ley 4144, conocida como “de Residencia”, que autorizaba al Poder Ejecutivo a ordenar la salida del territorio nacional a ‘todo extranjero, por crímenes o delitos de derecho común” y a disponer la “expulsión” de los extranjeros cuya conducta comprometiese la seguridad nacional o perturbase el orden público. A esa medida legislativa siguió la declaración del estado de sitio, por ley 4145. Con esos instrumentos legales en sus manos, Roca organizó la represión.

La búsqueda de respuestas adecuadas. González y Pellegrini

En 1903 el presidente Roca abordó el asunto en su mensaje anual al Congreso, aludiendo a los movimientos huelguísticos como expresión de un problema que reclamaba la atención del legislador y como traducción de la acción militante de “elementos extraños” a los verdaderos intereses sociales. Durante el año 1902 se habían producido 27 huelgas violentas, que a su juicio justificaron las leyes represivas. Se trataba de defender al Estado y de restablecer “el tráfico comercial”.

Proyecto de Ley Nacional del Trabajo

Joaquín V. González elaboró un proyecto de Ley Nacional del Trabajo que en 466 artículos pretendía atender a casi todos los aspectos de la “cuestión social”. El proyecto, enviado al Congreso en 1904, no fue aprobado. Dentro del sistema por una “burguesía capitalista argentina (que) como grupo de presión e invisible gobierno paralelo impidió todo intento de cambio estructural dentro del régimen tradicional”. Proyecto que según Pellegrini una “olla podridra” en la que había de todo. El anarquismo repudio el proyecto, el socialismo de la UGT lo rechazo, el partido socialista lo acepto en general.

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Las ideas sociales de Pellegrini

En La Nación del 25 de diciembre de 1904 aludirá al doctrinarismo socialista y lo distinguirá de su estrategia de lucha militante: “todos somos socialistas—dirá—porque sostenemos algún principio de organización social”. Proyecta una nueva forma de relación entre capital y trabajo, distribución de beneficios proporcional al esfuerzo con que cada parte haya contribuido a la producción de bienes, coparticipación reglamentada en un régimen colectivo de empresa, puesto que para Pellegrini “capital y trabajo son socios” y no miembros de una relación entre “amo y sirviente”. denunció en 1902—sesión del 20 de diciembre en el Senado-- la corrupción y el fraude electoral que se hacía mediante registros fraguados en un noventa por ciento antes de las elecciones, “en que los círculos los agentes hacen sus arreglos, asignan el número de votos, designan los elegidos.

La crítica estudiantil

El ambiente universitario seguía entonces un compás análogo. Surgen reacciones contra la “oliarquia académica” y contra el “positivismo” del 80.Hacia 1903 en la Facultad de Derécho. El propio ministro de Justicia e instrucción Pública acepta cierta justicia en los planteos estudiantiles y se llega a perfilar un proyecto de reforma universitaria.

Una reforma electoral

La crítica de Pellegrini y los procedimientos electorales se hicieron en torno de la reforma de 1902, conocida como del “sistema uninominal”, que significó la descentralización de los comicios y la división por circunscripciones. Escenarios de comicios serian desde entonces no sólo os atrios, sino las escuelas ylos centros culturales. Por ese sistema llegó al Congreso, como diputado por La Boca, un joven socialista: Alfredo L. Palacios. Sancionada en 1902, aplicada en 1904, la reforma seria anulada en 1905 y sustituida por la “lista única”.

La agonía de un sistema

Las vísperas electorales denunciaron as fisuras del Régimen, disimulada por el comportamiento conspirativo del radicalismo, al cabo eficaz. Para revelar la influencia convergente de tres “notables” que él llamaba la “Trinidad gobernante”: Pellegrini, Boca y don Bartolo se han tomado la nación por su cuenta y constituyen un Gobierno real con las ventajas de/mando y sin los desagrados consiguientes (ésos son para mi)... La “Trinidad gobernante” había demostrado una curiosa funcionalidad. La inteligencia empírica de Roca, el equilibrio razonado de Mitre y la lucidez de Pellegrini.

El litigio presidencial

Carlos Pellegrini, por el PAN.; Manuel Quintana, viejo mitrista, por los Partidos Unidos; y Marco Avellaneda, ministro de Hacienda. Roca anunció que no iba a actuar en el litigio. Convoco a una convención de notables. El 12 de octubre de 1903 concurrieron, sin embargo, 264, y de esa “convención” salió el nombre del candidato presidencial oficialista; Manuel Quintana. Roca prefirió a un antiguo adversario, pero seguro conservador actual, para neutralizar la candidatura de Pellegrini, que vetó. Y Pellegrini representaba un peligro para su ambicion.

Figueroa Alcorta: hacia la transición política. Quintana y la revolución radical de 1905

Los comicios presidenciales del 10 de abril de 1904.Homologaron la fórmula presidencial. Quintana y Figueroa Alcorta asumieron el gobierno. El nuevo presidente, “dogmático y estoico ante el deber”, se declaró democrático, inclinado a la formación de “partidos orgánicos ”. A los setenta años de edad mantenía el temple de la década del 90, cuando debió resistir los embates radicales desde el gabinete de Luis Sáenz Peña, y venía decidido a “imponer orden”. Con Quintana el país vivió “un segundo auge económico, que duró de 1904 a 1912, y revivió la inmigración en la Argentina”,” Tanto fue así que la inmigración neta casi duplicó la de los años 80. Entre 1904 y 1913 la población argentina se vió aumentada por un millón y medio de europeos. El censo de 1914 mostró una Argentina de 8.000.000 de habitantes, de los cuales la tercera parte había nacido, en el extranjero. La Argentina moderna estaba, pues, en plena evolución política, económica y social. Quintana se aprestó a cumplir un programa que le venía dado con un gabinete fiel a sus propósitos. Trabajó para ordenar el sistema educativo y la ley 4699 aprobaría el convenio con la provincia de Buenos Aires sobre el establecimiento de la Universidad de La Plata. Las obras públicas se alentaron, las portuarias, mejorándose los puertos

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comerciales de Bahía Blanca y Quequén y resolviéndose la construcción del de Mar del Plata. De todos modos, la breve gestión de Quintana se vería alterada muy pronto por la conspiración radical de 1905. Era el estilo y el lenguaje do Hipólito Yrigoyen quien manejaba los hilos de la conspiración. Aparentemente, la revolución no podía fracasar, tantos eran los comprometidos y tan importantes eran los centros urbanos y militares que so confiaba caerían en manos de los revolucionarios y los sublevados en los momentos iniciales del movimiento. Sólo que el jefe de Policía Rosendo M. Fraga sabía tan bien como los conspiradores la hora dala revolucion y los cantones estratégicos que aquéllos intentarían conquistar. Quintana recibía desde informaciones militares y policiales, hasta esquelas anónimas de “esposas y madres afligidas” que le advertían sobre la revolución inminente. La revolución estalla el 4 de febrero en la Capital, Córdoba, Mendoza, Rosario y Bahía Blanca. Quintana da órdenes de este tenor: “Dígale en mi nombre (al ministro de Guerra) que a cualquier jefe u oficial del Ejército que tome sublevado, con las armas en la mano, lo fusile inmediatamente bajo mi responsabilidad.” La cosa no terminó ahí. En las provincias a revolución continuaba, mientras en la Capital había terminado. Los revolucionarios llegaron a tomar como rehén al propio vicepresidente Figueroa Alcorta, en Córdoba, y éste fue forzado a comunicarse con el presidente para interceder en favor de la apertura de negociaciones y del perdón a los sediciosos para terminar la lucha. La respuesta de Quintana ftie rotunda: respondió al vicepresidente que se negaba a pactar y calificó al movimiento como un “motín de cuartel’. Los revolucionarios habían secuestrado a Figueroa Alcorta, a Beazley, a Julio A. Roca (h.) y a otros personajes que confiaban jugar como cartas de triunfo para rendir al presidente. Este confesó que pasaba por un “cruel momento”, pero se mantuvo firme en la negativa de abrir negociaciones, redujo la “revolución” a un “motín” y ordenó al general Lorenzo Vintter atacar el foco rebelde de Córdoba reclamando “el sometimiento absoluto y discrecional de los autores y cómplices del movimiento”. La actitud resuelta de Quintana fue decisiva. Los revolucionarios quedaron perplejos y la conspiración se deshizo en mucho menos tiempo que lo que llevó articularla. Hipólito ‘Irigoyen se refugió en la casa de su hermana Marcelina, luego en una casa vecina y, por fin, se entregó a la Justicia haciéndose responsable dolos acontecimientos. El “duro” Quintana había triunfado y contragolpeó con el estado de sitio.

Muerte de Quintana y presidencia de Figueroa Alcorta

En agosto, un anarquista español de 23 años intentó matar al presidente, que iba en coche de caballos por la calle Santa Fe hacia el sur El proyectil no salió y Quintana salvó su vida. Pero el 12 de marzo de 1906 falleció. Había gobernado diecisiete meses. El viejo porteño mitrista dejó su lugar al joven cordobés de 46 años, Figueroa Alcorta, con más de veinte años de carrera política, “modernismo” que encabezara Roque Sáenz Peña. La presión conspirativa del radicalismo con las pretensiones de Roca por un tercer período presidencial. Entre la UCR, el PAN controlado por Roca, el Autonomismo por Pellegrini, el partido Republicano por Emilio Mitre y los partidos Unidos acaudillados por Ugarte, el presidente produjo un cambio político importante al formar su gabinete con hombres que representaban una coalición de autonomistas y republicanos. El apoyo de Pellegrini significaba profundas reformas políticas.

Muerte de Carlos Pellegrini y de Bartolomé Mitre

En enero de 1906 murió Bartolomé Mitre y en julio Carlos Pellegrini. Fue un golpe demoledor para la “alianza de los notables, que sacudió al presidente y dejó un vacío que la “oligarquía” no pudo reemplazar. En su discurso de despedida de los despojos de Pellegrini: ”Ha caído el mas fuerte”.

Un presidente “bloqueado”

Figueroa Alcorta, sin Pellegrini, perdió el apoyo de los autonomistas y, luego, de los republicanos. Figueroa Alcorta se lanzó entonces a reconquistar las situaciones provinciales, en su mayoría dominadas por oligarquías roquistas. Estallaron conflictos en Mendoza, en Salta, en San Juan, en San Luis. El procedimiento de las intervenciones federales era propuesto y aplicado casi a discreción. Pero un conflicto en Corrientes produjo la renuncia del ministro del Interior Montes de Oca y la designación en su lugar de Marco Avellaneda, lo que implicaba un desafío a Roca. El presidente estaba bloqueado por una Legislatura que le negaba recursos y apenas trataba los asuntos pendientes, y se negó a brindarle el presupuesto para 1908. Fue entonces cuando Figueroa Alcorta convenció a sus ministros y adoptó una medida sorpresiva: clausuró las sesiones del Congreso. Este hecho provocó la reacción de los ugartistas, los roquistas y los republicanos, que desconocieron la decisión presidencial. El presidente siguió adelante: hizo amartelar las tropas, y

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ordenó al jefe de policía, coronel Ramón L Falcón, la ocupación del edificio del Congreso. Los congresistas no pudieron entrar.

La victoria política de Figeroa Alcorta

El presidente tomó por el atajo de dominar las situaciones provinciales. Conocía las oligarquias del interior. Sabía que si neutralizaba a los líderes opositores, aquéllas aceptarían la dirección política presidencial mientras se les asegurase cierta continuidad. Los que no se sometieron padecieron cambios. Seis constituciones provinciales, incluso, fueron modificadas durante el período presidencial de Figueroa Alcorta. Dentro de los lineamientos habituales de la política económica, la situación del país era, en ese orden, próspera. Ganadería y agricultura dominaban el panorama económico, multiplicadas las áreas cultivadas —que hacia 1910 llegarían a los 19 millones de hectáreas—y las cabezas de ganado.

Prosperidad económica y presión político-social

Un censo industrial realizado en 1908-1909 demostró la importancia adquirida por las industrias transformadoras, de materias primas. El 35% de las industrias estaba situado en la Capital Federal, y cubria el 45% de la producción anual. El comercio exterior dejaba saldos favorables y le moneda argentina era fuerte en el extranjero. Buenos Aires era, asimismo, la provincia más poblada del país, el litoral y la pampa humeda seguían creciendo.

La sucesión Presidencial

Prosperidad económica, buena conducción educativa, una política exterior consolidada en sus cursos tradicionales, pese a conflictos con Uruguay, Brasil y Bolivia. El presidente usó todos los recursos que su papel le permitió. A la técnica de las oligarquías políticas nacionales y provinciales respondió frente al desafio de las circunstancias, con técnicas similares. Creía en la necesidad de la reforma política e institucional, pero comprendía que debía optar, apremiado por el tiempo y atacar en todos los frentes a la vez o consolidar el poder presidencial para asegurar la sucesión. Eligió este último camino, destruyó el poder de Rtca en las provincias, y el de Ugarte en Buenos Aíres.

La candidatura de un reformador. La Unión Nacional

Un mes después, un núcleo político encabezado por Ricardo Lavalle auspició la candidatura de Roque Sáenz Peña. La Union Nacional, El candidato, apoyado por el presidente. Entre 1906 y 1910 se había desmantelado la estructura política de las fuerzas tradicionales. No sólo por la acción deliberada de Figueroa Alcorta, , los cuadros de los notables quedaron raleados por muertes ilustres. El año de 1906 fue, en ese sentido, trágico: en enero falleció Bartolomé Mitre, en febrero Francisco Uriburu, en marzo el presidente Quintana, en julio Pellegrini y en diciembre Bernardo de Irigoyen. Tres años más tarde, murió Emilio Mitre.

La Union Civica

La UCR resolvió, al filo de 1909, la abstención luego que el presidente se negara a satisfacer una petición formal de reforma electoral, , a una contienda entre los candidatos de la Unión Nacional y de la Unión Cívica, pero un comicio para electores de un senador nacional ocurrido el 6 de marzo de 1910 —una semana antes de la elección nacional— dio el triunfo a la Unión Nacional, y los cívicos denunciaron que su derrota fue consecuencia del fraude y la coacción del oficialismo. Sin adversarios el triunfo de la Union Nacional fue absoluto.

Triunfo de Saenz Peña: una nueva epoca

El Congreso proclamó presidente a Roque Sáenz Peña y vicepresidente a Victorino de la Plaza para el período 1910-1916. Figueroa Alcorta había usado los mecanismos del régimen para apurar su agonía. La “sociedad de los notables” había llegado a su fin, y con ella, la capacidad de los líderes para conducir el proceso más allá de las crisis de coyuntura. La nueva “sociedad de masas” dejaba atrás la “Argentina de los notables” para dar lugar a la transición hacia la “Argentina de los partidos, la necesidad de apoyo popular Los sobrevivientes del Régimen —Roca, Ugarte— carecían de él. La acción de Figueroa Alcorta sobre las oligarquías provinciales los privó de sus centros de poder El radicalismo, conducido por un extraño líder, adecuado a los nuevos tiempos y a la nueva sociedad, había llegado la hora de los reformadores y la labor difícil de la transición deliberada.

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31. Los nuevos rumbos. La Argentina de los partidos políticos. La Argentina moderna

El contecto internacional

Hacia 1918 ese nuevo mundo ha nacido ya. Para un argentino, la Argentina moderna fue concebida por los ideólogos de 1837 y hacia 1870 estaba en marcha. En 1930 habría muerto, para dar lugar a la Argentina contemporánea. El mundo comenzó a definir nuevos rumbos: 1890. Los nuevos rumbos fueron señalados por la Revolución Industrial y social de fines del siglo XIX y por el “nuevo imperialismo” que tomaba forma entonces. Casitodo eso comenzó a fermentar hacia 1890, y por lo tanto no es atribuible solamente a problemas nacionales que esa fecha haya sido crítica para varios países latinoamericanos, incluida la Argentina. Hacia fines de siglo había cambiado también la vida cotidiana. El hombre del 1900 parece más cerca del actual que de sus pañentes de 1870. Incluso las grandes metrópolis se habían multiplicado. No eran sólo París y Londres, como a mediados del siglo pasado, sino Berlín, Moscú, Viena,.Nueva York, Chicago, Río de Janeiro, Tokio... Buenos Aires. Y avanzaba el nuevo imperialismo que embarcaba a las potencias europeas, pero también a los Estados Unidos de América y al Japón.

El “nuevo imperialismo”

La idea imperial servía para la racionalización del dominio de las potencias principales. Los que padecían la política imperial sabían de su crudeza y cinismo. la visión del imperio como una “gran república comercial” y como una “unidad económica”, con sus fábricas en Inglaterra y sus granjas en ultramar. Sin embargo, un imperio es al cabo un gran sistema politico y económico, cultural e ideológico, como se vio en la formidable experiencia española. En un sistema imperial surgen problemas cuando se trata de conciliar los intereses de la metrópoli con los de las colonias o dominios. El centro de gravedad del mundo de habla inglesa se desplazaba hacia Estados Unidos de America.

Hacia la “democracia de masas”

El mundo presenciaba la aparición del “hombre prometeico” y la “rebelión de las masas”. Las revoluciones del nuevo siglo se caracterizarán tanto por la técnica en la toma del poder, fundada en la utilización de las masas, en el cultivo de las emociones y de las lealtades colectivas, cuanto por ser casi siempre terroristas y policiales: se avecinan revoluciones estatistas, autoritarias y, por su lógica interna, totalitarias. Se traducirán en el bolchevismo ruso, en el nazismo alemán y, en menor medida, en el fascismo italiano. Al lado de ellas, el franquismo parecerá un pronunciamiento tradicional” con dimensiones de una guerra civil.

La generalización del sufragio

Un hecho casi universal se difunde traduciendo en parte la masificación democrática. . Hecho consumado en el Imperio alemán y en la República francesa desde 1871; en Suiza 1874; en España en 1890; en Bélgica en 1893; en Holanda en 1896; en Noruega en 1818; en Italia en 1912; y ampliado en Gran Bretaña en 1918, que diez años más tarde incluía a las mujeres. Estados Unidos de América lo había introducido para los varones entre 1820 y 1840, y en 1920 lo había extendido a las mujeres. Era una transformación importante, potencialmente revolucionaria. operar lo que entre 1911 y 1915 un joven sociólogo alemán —Robert Michels— llamó la “ley de hierro de la oligarquia”.4 Esos no fueron, por cierto, los únicos datos indicativos de los nuevos rumbos. “Profetas” como Nietzsche hacia 1890 se habían convertido en genios inspiradores de las nuevas generaciones europeas: “¿Quieres una palabra para designar este mundo? ¿Una solución a todos sus enigmas? “este mundo es la voluntad de poder, y nada más.

La guerra europea y America latina

“Se iba a la guerra como quien se zambulle en lo desconocido.” El desorden mundial se había hecho incontrolable y en 1914. Creyeron en una guerra corta. Duró cuatro años terribles. Sabían que iba a ser sangrienta, pero nadie previó que costaría la vida a ocho millones y medio de hombres. Cuando la diplomacia fracasó, el pensamiento de los dirigentes militares se orientó hacia las formas de la guerra. Como señala Duroselle, los estrategas abrieron tres opciones: la ruptura, el desgaste y la diversión. La primera era el ideal de los jefes militares pero, dos años después, en 1916, la batalla de Verdún orientó a los jefes alemanes hacia la estrategia del desgaste. . Los enemigos usaron la de la diversión, pero además rehabilitaron los recursos de la diplomacia: Japón ingresa en la guerra de 1914, dirigiéndose a la conquista de las colonias alemanas del Pacífico; Italia se incorpora a la Entente en 1915, Rumania en 1916, Portugal en 1917;

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Grecia, China yvarias repúblicas latinoamericanas en los meses siguientes. La guerra se abrió en numerosos frentes y al llegar el año 1918 los jefes alemanes percibieron el estado de agotamiento de sus ejércitos.

Decadencia del influjo europeo y crecimiento del estadounidense en América latina

Las perspectivas mundiales se fueron haciendo complejas, junto con la guerra militar jugaba un papel cada vez más relevante la guerra económica, los EE.UU. Estos condujeron su política exterior hacia la articulación sólida del panamericanismo, “la influencia política, económica y financiera de los Estados Unidos”. El proyecto no halló resistencias serias en América central, pero sí en México y en América del Sur, en la influencia subsistente de intereses económicos europeos, especialmente ingleses. Ese panorama se modificó sustancialmente cuando las perspectivas de una guerra larga fueron claras para todos. Gran Bretaña y Francia acudieron al mercado americano —Alemania estaba paralizada por el bloqueo— por armamentos, petróleo y productos alimenticios. Eso comenzó a notarse en octubre de 1914 y a crecer mes a mes. “Las grandes bancas americanas estimaron necesario abrir créditos a los europeos. para permitirles efectuar esas compras y para evitar que dirigiesen parte de sus pedidos a otros mercados —Canadá, Australia, Argentina...— Los europeos no podían seguir pagando al contado. Estados Unidos de América tendía lazos financieros con los beligerantes y se convertía en proveedor y en acreedor de aquéllos. Su política de neutralidad ya no era —no podía seguir siendo— imparcial. Incluso, la cuestión dele “libertad de los mares” habría de adquirir, desde entonces, otra dimensión.

Repercusión de la guerra en América

Tuvo consecuencias decisivas todo en el orden económico y financiero. La Argentina era, sin discusión, “la gran proveedora de Europa Occidental”. Pero con el transcurso de la guerra las importaciones latinoamericanas en relación con Europa decrecieron, y los Estados Unidos fueron ocupando el lugar que los beligerantes dejaban. La guerra europea daba impulso a la vida económica estadounidense. Entre las causas de ese cambio no fue desdeñable la decisión alemana de reanudar la guerra submarina sin restricciones. Como las relaciones comerciales internacionales estaban vinculadas con la libertad de los mares. La gran masa de la población norteamericana permaneció ajena a la posibilidad de intervención en la guerra, hasta la decisión de los alemanes respecto a la guerra submarina, y un episodio —el del “telegrama Zirnmermann”— por el que se descubrió la intención alemana de apoyar a México en sus reivindicaciones territoriales contra Estados Unidos de América si éstos entraban en la guerra.

1917: los EE. UU. entran en la guerra. La revolución rusa

Y el 2 de abril de 1917 Wilson anunció que Estados Unidos entraría en la guerra con todas sus tuerzas. La mayoría de los países latinoamericanos adhirió a esa decisión. Los americanos dispondrían de un millón de soldados en 1918; de dos millones en 1919 y de un formidable apoyo industrial. El desesperado gesto alemán de favorecer la crisis interna de Rusia ayudando a Lenin para que se trasladase desde Suiza, atravesando el territorio alemán para ponerse a la cabeza de la revolución contra el zarismo. Antes de finalizar la guerra, Wilson definía su programa de paz en el mensaje del 8 de enero de 1918, en sus famosos Catorce puntos, que contenían por lo menos tres ideas esenciales: la intención de asegurarla absoluta libertad de la navegación marítima; el deseo de resolver los litigios territoriales sobre la base del principio de las nacionalidades; el establecimiento de una Sociedad de Naciones que diese a todos los Estados, grandes o pequeños, garantías mutuas de independencia política e integridad territorial,1t En agosto, después dele batalla de Montdidier, Ludendorff consideraba perdida la guerra, mientras la revolución de octubre de 1917 había derribado al gobierno ruso gracias a ala neutralidad del ejército.

Pocisión internacional de America latina

América latina fue transitada por las nuevas ideologías militantes y por los factores que influyeron en su posición internacional. En América Central, los Estados Unidos mantenían sólidos intereses. En América del Sur, terminada la guerra, los esfuerzos europeos por recuperar posiciones demostraban que, aunque debilitada, la influencia de Europa no había desaparecido. El aumento sustancial de las inversiones norteamericanas en América latina entre 1918 y 1928 es un indicador insoslayable. El avance norteamericano alarmaba, en aparente paradoja aunque por motivaciones diversas, a revolucionarios de izquierda y a conservadores que defendían las vinculaciones culturales, pero sobre todo económicas, establecidas con las potencias hegemónicas europeas desde la segunda mitad del siglo XIX. Mientras

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Estados Unidos busca una nueva fórmula para su política exterior respecto de Europa y América latina, capaz de atenuar el impacto negativo de un nuevo imperialismo, entre fines de siglo y 1930, en el contexto regional latinoamericano la: evolución política presenta en esta etapa tres aspectos distintos: es revolucionaria en México; en los países australes (Argentina, Chile, Uruguay), está marcada por la democratización pacifica de la vida política, acompañada del triunfo de partidos populares; el resto de Latinoamérica vive sustancialmente encerrado en las alternativas de oligarquía y autoritarismo militar; sin que falten situaciones intermedias.”

La Argentina del Centenario 1910

Es preciso decir que los argentinos tenían una visión parroquial del contexto internacional, aunque no faltasen hombres lúcidos que trataron de mantener la cabeza fría en tiempos que eran también difíciles en la Argentina. La Argentina se encaminaba —escribe McGann— hacia dos desenlaces, uno de ocasión fija y otro da oportunidad incierta. El primero era el Centenario de la Revolución da mayo de 1810; el segundo, la crisis política y social.” La crisis política y social fue esbozada en capítulos anteriores. Entre 1902 y 1910, el país padeció el estado de sitio cinco veces, presentó o participó, según los casos, en una frustrada revolución radical en 1905, acción anarquista como de la represión policial. Los cambios operados en la estructura social, producían fuertes fisuras en el sistema, tanto político como social. Los inmigrantes seguían ingresando, porque los conflictos europeos alentaban e los desesperados o a los perseguidos a buscar nuevos lugares de sobrevivencia y, quizá, de bienestar, el aumento incesante de la inmigración de ultramar entre 1900 y 1913. Baste recordar que al filo del siglo la población tuvo, por esa causa, un aumento neto de 50.485 personas; cinco años más tarde quedaron 138.850 inmigrantes; en 1906, 198,397; en 1907, 119.861; y siguieron ingresando por millares hasta el Centenario, cuando quedaron aquí 208.870 personas. Los índices de radicación de inmigrantes fueron positivos hasta 1913. La guerra del 14 no sólo impidió el flujo continuado de esa masa inmigratoria, sino que reclamó a los nacionales de los beligerantes. Eso explica que aquellos índices tuvieran signo negativo exactamente entre 1914y19l8, que recobraran tímidamente el signo positivo en seguida de finalizada la Gran Guerra, y que al año siguiente —1920— el flujo migratorio aumentara visiblemente hasta promediar los años 20.

La movilidad social

La movilidad social aumentó, aunque sin afectar profundamente la estructura económico-social. . Pero la Argentina del Centenario no contenía sólo a los inmigrantes de las últimas oleadas, sino a los hijos de los extranjeros de las primeras. Estos tenían entonces entre veinte y treinta y cinco años, edades proclives al impulso por el ascenso social y a la participación política. Muchos de ellos habían obtenido “titulos”; eran ingenieros, médicos, abogados, o daban forma nueva a los grupos intelectuales. Entre los años 1860-70 y 1910-20 la Argentina experimentó un cre cimiento extraordinario de su población, una expansión sin precedentes de su economía y un cambio drástico en el sistema de estratificación. El crecimiento de la población ocurrió en virtud del aporte inmigratorio, por medio del cual se pobló el país, y que hizo de la Argentina no ya una nación con una minoría inmigrante, sino un país con mayoría de extranjeros. La población urbana de la Argentina se duplicó respecto de la del censo de 1869—los centros de 2.000 habitantes o más que eran 27 en 1869, pasaron a ser 53 en 1914—, mientras la clase media veía crecer a sectores dependientes: trabajadores de “cuello blanco”, empleados y funcionarios, profesionales y técnicos de las burocracias públicas y privadas que modificaron sutil y significativamente su composición.

El orden social

En la Argentina del Centenario, sólo el 9% de la población electoral de más de 20 años participaba en elecciones. En 1916 la participación electoral llegó al 30% y en 1928 al 41%. Pero si en lugar de tomarse la población total se considera el total de los argentinos nativos, las diferencias son más notables: en 1910 votaban 20 de cada 100 adultos; en 1916 lo harían 64 y en 1928, 77 de cada cien.

Los argentinos del Centenario: devotos de si mismos

“No carecemos de afecto o amor por América; pero carecemos de desconfianza o ingratitud hacia Europa”, había dicho Roque Sáenz Peña en la Segunda Conferencia de La Haya en 190]. En Roma, siendo ya presidente electo, recibiría de los italianos una medalla, donde estaba grabada su gran frase: “América para la humanidad.

El cuadro rural

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Hacia 1910 se había realizado lo que Scobie llama “una revolución en la pampa”, era una región do campos cultivados, con ricos pastizales, principal exportadora mundial da trigo, maíz, carne vacuna y ovina y lana; hasta el chacarero terminó por hacerse escuchar a través de la Federación Agraria, , aunque los grandes terratenientes continuaban dominando parte del Estado desde la Sociedad Rural y ministerios adictos. El cuadro rural y la revolución en la pampa no modificaron sustancialmente otras características nacionales.

Rasgos de la época

Una vía de acceso a ciertos rasgos característicos de la época es, por ejemplo, la música popular. Esta, como la literatura y el teatro, traduce los cambios. . El tango es “la canción de Buenos Aires”, como certifica Ernesto Sábato, homologando lo que todo porteño siente desde entonces. Refleja el “hibridaje”, el resentimiento, la tristeza, la añoranza de la mujer —la inmigración, se ha señalado, era predominantemente masculina y la mujer seria en Buenos Aires “artículo de lujo”, El tramo entre la generación del 80’ y la del Centenario fue pintoresco, interesante y contradictorio, La riqueza, la sabiduría, la arrogancia y el optimismo de los dirigentes del 80’ se mezclaba, en los estratos dirigentes, con la prudencia, la autocrítica reformista, cierta soberbia constante y la búsqueda de uy apropiado realismo. El cuadro urbano del Buenos Aires del 900 era policromo. Los personajes d.e la vida porteña circulaban por un escenario otrora menos poblado. En los sectores populares cumplían su papel el cuarteador, el farolero, el milonguero, el payador. El Buenos Aires deI 900 era una mezcla de arquetipos que reunía a los viejos y nuevos “notables”, al malevaje—comunión de orillero con el gaucho en una misma identidad rebelde. “La restauración nacionalista”— y en la autoridad de Joaquín V. González. Los argentinos habían descubierto muchos d.e sus “males nacionales” —entre ellos la soberbia, el egoísmo y la indolencia favorecida por los inmensos recursos naturales—, y añadían otros más, como si fueran exclusivos de su carácter nacional —la coima y otros vicios de la corrupción política que no sólo afectaba a la “oligarquia”—. La Argentina del Centenario era una mixture extraña y singular de heroísmo cotidiano, vanidad, tense belicosidad, inteligencia y guaranguería.” En ese ambiente un grupo de hombres con sentido del tiempo y del Estado se disponía a conducir el cambio político.

32. La reforma política. El sistema político y la autocrítica de la elite

En 1910 simbolizo el fin de una época, el Centenario significo una suerte de frontera entre dos tiempos. El hecho de que Roque Sáenz Peña asumiera la presidencia en ese año, postulando una reforma política para entonces fundamental, fue uno de los signos premonitorios del cambio político. En octubre de 1910, en efecto, aparece la Revista Argentina de Ciencias Políticas, publicación fundada y dirigida por Rodolfo Rivarola, primera tentativa seria y constante de estudiar la política desde una perspectiva científica, Rivarola entendía que la política cobraba importancia en un país acostumbrado a considerarla “como término de acepciones tan lejanas del concepto científico, que personificadas la ciencia y la política se habrían mirado como dos seres de opuesta condición”. ”. El número de argentinos que podían aspirar a la presidencia de la República, comienza diciendo Matienzo en el capítulo VIII, “era muy restringido”. El pretendiente debía ser jefe de un partido o disponer de fuerzas políticas potentes, que se obtenían de ordinario con el cargo de gobernador de una provincia importante o de un ministerio nacional. A partir de 1862, en efecto, todos los candidatos presidenciales, salvo Juárez Celman, habían sido habitantes de Buenos Aires, y todos eligieron a sus ministros entre porteños nativos o provincianos con residencia y fama en Buenos Aires. Las profesiones habían dado tres presidentes militares (Urquiza, Mitre y dos veces Roca); un intelectual y activista como Sarmiento; cinco abogados (Derqui, Avellaneda, Sáenz Peña, Juárez y Quintana). De los diez vicepresidentes habidos hasta entonces, uno había sido militar (Pedernera), uno “propietario” (Madero) y los otros ocho abogados. En 1908 había en la Cámara de Diputados 53 abogados, 15 médicos, 5 ingenieros, 4 maestros de escuela, 17 hacendados, 5 militares, 10 industriales, 2 periodistas y 9 miembros “sin profesión conocida”. El reclutamiento de los candidatos y las diputaciones se hacía de ordinario entre los parientas y los amigos del gobernador. Y no era desdeñable en los momentos culminantes de los procesos políticos el papel de lo que Matienzo llama el “pistero”, personaje dedicado a descubrir la “pista” de la voluntad presidencial o gubernamental respecto de los candidatos en pugna. El periodismo no colaboraba para la formación veraz de la opinión pública.

Crítica al “cesarismo republicano”

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El sacerdote Gustavo J. Franceschi, comprometido en la experiencia social de la Iglesia, advertía que “desde 1810 hasta ahora no se ha puesto realmente en práctica el régimen democrático y que un cesarismo republicano es el que nos gobernó”. Según Franceschi, el pueblo observaba y perdía “lastimosamente su fe en la democracia”.

Roque Sáenz Peña: la concepción del cambio político

El Centenario adviene, pues, con la sensación de que era necesario el cambio político. La autocrítica y la crítica al sistema habían preparado el clima. La Revista Argentina de Ciencias Políticas realiza la primera encuesta política que se conozca en nuestro pais.

La primera encuesta política

Las respuestas, en las que gravitaron opiniones socialistas e “independientes” y retacearon las de núcleos conservadores según se deduce de la clasificación y comentarios de Rivarola, denunciaban las siguientes preferencias generales, mayoritarias respecto de las otras opciones: régimen constitucional unitario, con forma de gobierno parlamentaria, sufragio universal incluyendo a extranjeros, sistema electoral de representación proporcional, organización social “evolucionista” con un régimen económico de libre concurrencia, neutralidad religiosa del Estado e inclinación por un “nacionalismo progresivo” respetuoso de la “nueva composición étnica de la población”.

La opción del presidente Roque Saenz Peña

Se había entrevistado con Hipólito Yrigoyen siendo presidente electo asegurándole que llevaría adelante la reforma electoral. En su “discurso-programa” del 12 de agosto de 1909, cuando la Unión Nacional iba tomando forma y reuna adherentes, Roque Sáenz Peña había analizado la política argentina (la llamo democracia conservadora). . Sáenz Peña cree que el personalismo es un vicio político y llega a decir….dejadme creer que soy pretexto para la fundación del partido orgánico y doctrinario que exige la grandeza argentina. No es un revolucionario, sino un reformista, y se propone la “recta administración y el mejoramiento institucional”. Sabe que aspira al poder en tiempos en que se llega con influencias más bien que con votos. No es un ingenuo. Es un conciliador —lo que no significa un hombre que ceda siempre— es veraz y cree que su rol es hacer la transición. “Si hacéis triunfar a un candidato, dice a sus seguidores, no será seguramente para dejar derrotar a un presidente...”. Según su famosa expresión, de “crear al sufragante”. En ningún momento de su gestión, Roque Sáenz Peña faltó a su palabra o dejó de ser fiador personal de su política de reforma electoral. Incluso, se preocupó porque los gobernadores comprendieran su pensamiento y la decisión adoptada. El 17 de diciembre de 1910, el gobierno había enviado el proyecto de ley proponiendo el enrolamiento general de ciudadanos y la confección de un nuevo padrón electoral. Las leyes de enrolamiento general y de padrón electoral sobre la base del padrón militardebían poner al sufragante al abrigo del fraude. El proyecto que sigue a ambos es ya el del sistema electoral. Sufragio universal, secreto y obligatorio. Sistema electoral de lista incompleta, para asegurar la representación de la minoría. En octubre de 1911, a un año de haber llegado Sáenz Peña a la presidencia, el proyecto estaba en debate.

Ley 8871 o “Ley Sáenz Peña”

La ley 8871 de elecciones nacionales se sanciona, por fin, el 10 de febrero de 1912. Sería, desde entonces, la “ley Sáenz Peña”. En verdad, casi un año y medio de gobierno había costado al presidente imponer su “Programa de moral política”. Según los observadores de ese tiempo cumplio su palabra, romper con la “teoría del oficialismo”. El presidente produjo un “manifiesto” al pueblo de la República como un acto excepcional. En verdad lo era. Roque Sáenz Peña expuso en ól la trascendencia de la reforma. Ajeno a la “milicia partidaria”, esperaba el cumplimiento fiel de la ley, pero también la acción de partidos “de principios” y de partidos de “opinión”. Sáenz Peña sabía que uno estaba preparado —la UCR— advertía, pues, a sus amigos conservadores del peligro de la defección. El manifiesto, retórico pero franco, plantea las condiciones de la Argentina de los partidos…Sean los comicios próximos y todos los comicios argentinos escenarios de luchas francas y libres, de ideales y de partidos. , el presidente había logrado imponer la reforma electoral. Lo hizo con método: primero articulando los instrumentos para el enrolamiento ciudadano y la vigencia del padrón militar con la vigilancia del poder judicial; luego, entregando a éste, libre de influencias partidarias, la confección del padrón definitivo y la designación de los funcionarios que controlarían el escrutinio. Con la reforma electoral dejó planteado un problema singular: en primer lugar, la aceptación de las nuevas reglas de juego por todos los

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contendientes; en segundo término, el establecimiento de un sistema de partidos organizados, que no dependieran de la vida de un grupo de líderes o de un notable; y en tercer lugar, el desafío explicito a la “derecha” de entonces, de fundar una fuerza orgánica nacional capaz de competir por el poder con la “izquierda” popular y militante: el radicalismo.

El eclipse conservador

La primera experiencia electoral con la nueva ley ocurrió en la provincia de Santa Fe.’4 Participaron el viejo partido Nacional, un partido local—la Liga del Sur—y la Unión Cívica Radical, que de esa forma abandonaba la abstención revolucionaria y la actitud conspirativa.

Primera experiencia y triunfo radical

Los comicios no debieron ser hechos bajo la ley Sáenz Peña, pues estaban previstos para el 5 de marzo de 1911, pero sucedieron tantos conflictos institucionales, denuncias de fraude y querellas entre el gobernador y el Congreso provincial que llegó el final previsto: la intervención federal. Decretada e115 de abrilde 1911, el interventorAnacleto Gil ordeno con esfuerzo y eficacia la situación política provincial, y la convención del radicalismo decidió concurrir a los comicios, que se celebraron en 1912. De tal modo, nadie ignoró que la elección santafesina se transformaba en una experiencia ‘piloto”: la asistencia de votantes fue mayor que nunca y los comicios fueron limpios. Triunfaron los radicales.

Elecciones para diputados: nuevo triunfo radical

Las experiencias electorales previas a los comicios presidenciales que debían ocurrir mucho después fueron varias. Siguió la convocatoria para elección de diputados nacionales, elide abril de ese miámo año y volvió a triunfar con amplitud el partido Radical. Un año después, un analista político observaba que “la lista radical había obtenido el triunfo (en la Capital) con una mayoría tal que se veía claramente que una vasta corriente popular, no afiliada al partido, había votado por esa lista”. Juan B. Justo y Alfredo Palacios por el Socialismo, y Lisandro de la Torre por la Liga del Sur, llegaron al Congreso por esas elecciones.

Reacción conservadora

Córdoba, Tucumán y Salta señalaron, aparentemente, el camino de la reacción conservadora. Esta “concentró” sus fuerzas en Córdoba, para hacer frente a los radicales, que habían impuesto un extraño estilo político: su líder Yrigoyen iba a hacer la campaña electoral con sus fieles. Recorría pueblos y levantaba tribunas. Los conservadores resistieron. Triunfaron en Córdoba con Ramón J. Cárcano, en Tucumán con Ernesto E. Padilla y en Salta con Robustiano Patrón Costas.

El principio de legitimidad constitucional

Los radicales y los socialistas levantaban sus banderas contra la vieja oligarquía y contra el agónico régimen, pero los llamados radicales no querían cambiar las estructuras “de raíz”, sino afirmarle vigencia de la Constitución Nacional a través del sufragio libre. Los socialistas tenían un programe “máximo” de corte revolucionario, pero actuaban con un “programa mínimo” que los convertía en una suerte de radicalismo moderado. No era partido, pues era el nombre que habían tomado los sectores dispersos del PAN desde que fracasó su organización como “Unión Nacional” y se caracterizaba como un denominador común de resistencia al avance radical. Y no era conservador, pues se había convertido en “reformista, centralista y aristocrático.

Muerte de Roque Sáenz Peña

El 9 de agosto de 1914 fue un día “de meditación y de tristeza”, como alguien dijo. Días después de iniciarse la guerra europea, moría el presidente Sáenz Peña. En varias oportunidades el vicepresidente Victorino de la Plaza debió reemplazarlo.

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Aspectos de la gestión

Misiones encomendadas a Manuel A. Montes de Oca y Ramón J. Cárcano—éste en visita reservada al barón de Rio Branco— hacen ver la transitoria no viabilidad del llamado “pacto, ABC” entre la Argentina; Brasil y Chile, pero a la vez la coincidencia en una política de paz continental. Una diplomacia equidistante respecto de Bolivia, Perú y Chile evité conflictos y un tratado sanitario con Italia en agosto del año 12 puso término a controversias vinculadas con la inmigración peninsular. En junio de 1914, el censo nacional mostró una Capital con más de un millón y medio de habitantes y una población total de 7.888.237 habitantes, de los cuales 2.357.952 eran extranjeros. En 1912, habían entrado 379.117 inmigrantes, cifra récord. La situación económica y financiera se mantenía próspera, y los descubrimientos de yacimientos petrolíferos en Comodoro Rivadavia condujeron a un principio de definición de una política del petróleo cuya explotación fue alentada. El “estilo” político de Sáenz Peña, y se dedico a mejorar la administración publica. Cuando asumió la presidencia 2 temas ocuparon su atención: las resonancias políticas de la reforma electoral y las consecuencias de la 1 guerra mundial.

La presidencia. Victorino de la Plaza

Victorino de la Plaza aparecía ante la opinión pública como un conservador, a llevar adelante una política reformista que no compartía. Apertura de las seciones del Congreso el 21 de mayo de 1914—, correspondientes al año en que falleció Sáenz Peña, su posición quedó aparentemente definida, pero sus prevenciones también. Actuaba sustituyendo al presidente enfermo, por lo que consideraba que debla ajustar su conducta, “al programa por él formulado”. No era una adhesión entusiasta. Era el cumplimiento de un deber. Un año después, ya presidente, de la Plaza insiste en el “peligro” del avance radical y socialista. Pero el mensaje del 10 de mayo de 1915 ante el Congreso es igualmente claro en el aspecto decisivo: Victorino de la Plaza era un conservador agotado, o un sucesor fiel.

Cuestiones internacionales y situación económica

La cuestión internacional estaba vinculada con la cuestión económica. Por un lado, en 1913, el gobierno argentino se había manifestado disconforme con el propósito explicito de los Estados Unidos de intervenir en la guerra interna mexicana. En 1914, de la Plaza cedió a la presión norteamericana y según Ibarguren se embarcó con Brasil y Chile bajo la presión de los Estados Unidos en un atolladero enmascarado por la propaganda de ‘colaboración americana” en pro de la paz de México. Las relaciones económicas entre la Argentina y los Estados Unidos, se habían hecho frecuentes y estrechas. El pacto conocido como del ABC. —ratificado por nuestro Senado el 21 de septiembre de 1915—como un convenio de “filiación norteamericana”, McGann recoge el elogio de la prensa a la mediación de los tres países americanos y considera, como entonces La Nación, que la Argentina salía de su aislamiento. La mediación “era popular en la Argentina”, dice McGann. Para Joaquín V. González, que informó ante el Senado el pacto del ABC, se había iniciado “una política nueva en la Argentina”. Pero la cuestión económica, que se había hecho tormentosa, “se convirtió en huracán” aunque por causas que la Argentina no tenía bajo su control. Al día siguiente de declararse la guerra, el gobierno decreté una semana de feriado bancario. Luego una moratoria de un mes para las deudas privadas. Porfin, hubo un colapso de importaciones y exportaciones. Consecuencias provocaron inicialmente pánico financiero, y esto motivé las medidas drásticas del gobierno y el cierre de la Caja de Conversión. En poco más de un año, la economía comenzó a recobrarse lentamente. Sólo en 1917 la guerra produciría provechos extraordinarios a sectores conectados con la exportación, mientras las importaciones decaían notablemente. Victorino de la Plaza se movió con seguridad en medio de la confusión colectiva. El presidente no vaciló. En agosto envió un proyecto de ley prohibiendo la exportación de trigo y harina, para evitar que escasease en plaza y neutralizar la especulación de los acaparadores. En junio de 1915 prohibió la exportación de varios artículos —desde metales y productos químicos, hasta medicinas— para asegurar la salud de la población y de la economía. Siguieron “leyes de emergencia” para asegurar la recepción de oro por parte de deudores extranjeros, comprometidos a pagar con ese metal. El mecanismo era ingenioso y eficiente. De la Plaza demostró oficio y sentido del Estado, así como ideas claras respecto a la evolución de los asuntos económicos internacionales y aun de los riesgos que sucederían a la finalización de la guerra.

“Circunspeccion financiera”

La gestión de Victorino de la Plaza tuvo como rasgo relevante la preocupación por los asuntos económicos y financieros. Sólo si se considera el panorama completo de la economía argentina durante la Primera Guerra Mundial y los años

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inmediatamente posteriores —que comprenden parte de la gestión de Hipólito Yrigoyen— podría concluirse en que la guerra no contribuyó a un desarrollo significativo de la economía argentina, sino al provecho de algunos sectores —especialmente los vinculados con la exportación rural, fue una oportunidad que la Argentina perdió para lograr una mayor autonomía económica. Se verá también el aumento impresionante de las quiebras comerciales en 1914 y su progresiva reducción eh los años siguientes; el aumento de los salarios nominales, pero también el del costo de la vida; la reducción drástica de las inversiones extranjeras; la disminución de las construcciones públicas y privadas; y el aumento del porcentaje de desempleados que del 6,1% de las fuerzas del trabajo en 1913, asciende al 13,7, 14,5, 11,7 y 19,4 entre 1914 y 1917 y comienza a descender en 1918 —12%— para acercarse a los indices de preguerra en los años siguientes, 1919 y 1920. La depresión que comenzó en 1913 y fue agravada con la guerra a pesar de la rígida conducción financiera de la Plaza.

La sucesión presidencial

Pasado el primer año critico de la guerra. En 1912, 1913 y 1914 las experiencias electorales demostraron a los conservadores que las advertencias de don Victorino no eran triviales y procuraron reunir los fragmentos de su poder. En diciembre se logró la integración de ocho partidos provinciales: la Liga del Sur, de Santa Fe; los liberales y autonomistas, de Corrientes; el partido Popular, de Mendoza; la Concentración, de Catamarca; y la Unión Conservadora, de Entre Ríos, entre otros. Viejos y nuevos notables se unieran al esfuerzo: Joaquín V. González, José María Rosa, Lisandro de la Torre, Carlos Ibarguren, Julio A. Roca, Benito Villanueva, Indalecio Gómez. El líder virtual era Lisandro de la Torre. Sólo aparecía unida por un denominador común: resistir el avance radical.

El partido Demócrata Progresista

Cuando trató de hacer lo mismo con la Unión Cívica, pero la mayor parte de sus adherentes se fue volcando hacia el radicalismo. El partido Demócrata Progresista, surgido & la alianza de las fuerzas conservadoras del interior, proclamó en 1915 la fórmula presidencial: Lisandro de la Torre- Alejandro Carbó. Marcelino Ugarte, fiel a los viejos mecanismos de la política de los notables, confiaba en maniobrar dentro del Colegio Electoral, y decidió que su partido provincial se presentara sin candidatos a los comicios presidenciales. Si ha de creerse a L. de la Torre, Victorino de la Plaza no habría sido totalmente prescindente, pues favoreció las intrigas de Ugarte interviniendo Corrientes, ocupando militarmente San Luis, y creando condiciones para el debilitamiento del PDP.

Los socialistas: Justo-Repetto

El partido Socialista afirmaba mientras tanto su programa “mínimo”, inclinado hacia el socialismo liberal de Juan B. Justo, y soportaba no sólo crisis internas —Alfredo Palacios fundó el partido Socialista Argentino a partir de una cuestión baladí vinculada con el duelo, al que adhería contra los principios del partido— sino escisiones sindicales y sugerencias conservadoras que presentaban a los radicales como los “adversarios reales” del socialismo capitalino. Próximos los comicios, eligió también su fórmula presidencial: Juan B. Justo-Nicolás Repetto.

Los radicales: Yrigoyen-Luna

La Unión Cívica Radical consolidaba su estructura nacional con la jefatura de Yrigoyen y la disidencia de los santafesinos. Hipólito Yrigoyen aspiraba, en cambio, a obtener el poder por métodos revolucionarios o por un golpe de Estado. Se sometió al pronunciamiento de la mayoría, y la convención radical eligió la fórmula de candidatos: Hipólito Yrigoyen-Pelagio B. Luna.

33. La época radical. Hipólito Yrigoyen, caudillo popular

En 1918, triunfó el primer partido orgánico nacional nacido desde la oposición: la Unión Cívica Radical. Y con él llegó a la presidencia de la República uno de los líderes más notables y originales de la historia política argentina: Hipólito Yrigoyen. Las líneas maestras de la política nacional entre 1916 y 1930, época de predominio radical Las elecciones de 1916.Las elecciones de 1916 fueron reñidas, Sobre una población de 7.704.383 habitantes, estaban inscriptos y habilitados para votar 1.188.904 hombres. Los votos consagraban el triunfo radical, pero el mecanismo constitucional trasladaba la cuestión al Colegio Electoral. Cuando los votos se tradujeron en electores se comprobó que la UCR había obtenido 143, y la mayoría necesaria era de 151. Esto alentó las maniobras de Ugarte, frustradas por el radicalismo

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santafesino, que al fin votó en favor da Yrigoyen. La UCR logró, finalmente, 152 electores. Desde el punto de vista del mecanismo electoral, el triunfo radical fue ajustado. Si se juzga, en fin, la representatividad política del nuevo gobierno en función del sufragio universal cuya ampliación introdujo la ley Sáenz Peña, la elección de Yrigoyen fue un triunfo claro.

El caudillo

La personalidad de Hipólito Yrigoyen es un dato indispensable para comprender la política argentina de la época que tratamos. Este pasaje de los fundamentos del proyecto de ley de intervención federal a San Luis, escrito en 1921, contiene la concepción que Yrigoyen tenía de su “misión política”. No era un “doctrinario”. Era a la vez un luchador, que puso en la táctica intransigente más constancia que el propio Alem, y en la actitud permanente del conspirador que debía actuar desde un poder que hubiera querido conquistar por la revolución. Caudillo carismático, ségún la compleja clasificación de Max Weber hizo del silencio un gesto. Yrigoyen fue un factor de polarización política. Se estaba con él o contra él. El “yrigoyenismo” —luego el “personalismo”— atravesó las filas de la oposición y del propio partido Radical.

El partido y su elite

Octavio R. Amadeo llamó al radicalismo “la fracción española de la política argentina”. Porque el radicalismo yrigoyenista fincó su desarrollo en la crítica moral, para lo cual su credo político interpretado por el caudillo se transformó en ortodoxia, y en una suerte de antimaquiavelismo que vio en el realismo político un pecado y en la oposición una expresión larvada de la “razón de Estado”, traducida en alianzas contra el partido gobernante que su líder descalificaría con un término que hi’u ipoca: el “contubernio”. La UCR tuvo su origen en la época de los notables del 80, la asimilación al modelo europeo, es “moderno” allí donde la elite de 1880 era “tradicional” En cambio en lo económico, el silencio de la Unión Cívica Radical (hasta 1916 especialmente) frente a problemas clave del proceso económico y su reacción tipo “indignaión moral” frente al acento que sobre la actividad económica ponen sus opositores, representa en cierta medida un recurso a valores de tipo “tradicional”: es “tradicional” allí donde la elite de 1880 era ‘moderna”. El radicalismo representa, pues, una expresión de la participación política ampliada a sectores hasta entonces marginados por el régimen; demanda la vigencia de la Constitución y el sufragio libre y se incorpora al sistema político con una estructura partidaria orgánica y nacional.

La organización y el estilo

La conformación policlasista del radicalismo que contenía a hombres procedentes de todas los sectores sociales políticamente activos. Los cuadros dirigentes de la UCR estaban formados por muchos hombres pertenecientes, por sus actividades económicas o profesionales, ala denominada “elite tradicional”. Para explicar, en parte la afirmación del antipersonalismo dentro del partido Radical. Su base para la acción en el comité—el de la provincia de Buenos Aires fue por mucho tiempo el baluarte de las conspiraciones y de la acción política de Yrigoyen—, que servía de medio para el ascenso de una suerte de nueva clase dirigente que podía o no mezclarse con la tradicional. El comité —temido ya por Juárez Celman en escritos que citamos y conviene recordar— reemplazó al club, fue el instrumento de difusión del partido y la garantía de su unidad. . El principismo yrigoyenista operaba como un elemento galvanizador. El partido no era, para el caudillo, una “parte”, sino el intérprete de la razón pública y el representante de la soberanía nacional.

La gestión gubernamental (1 presidencia de Yrigoyen)

La primera presidencia de Hipólito Yrigoyen está condicionada por una preocupación dominante: consolidar la gravitación nacional del partido Radical y organizar definitivamente su estructura interna. Yrigoyen llega a la presidencia con 64 años. Para el primer objetivo usa el recurso dele intervención federal a discreción. Interviene provincias por decreto en quince oportunidades, y por ley del Congreso en cinco más. Para el segundo propósito emplea a sus fieles a través de los comités del interior. Ambos objetivos hallarán resistencias fuera y dentro del radicalismo, por calificar al presidente como un “autócrata”. Sin embargo, opositores y adversarios internos tuvieron durante su gestión absoluta libertad de expresión. Era presidente y jefe del partido, y no dejaría de cumplir ambos roles pese a les críticas de lo que con el tiempo constituiría el movimiento “antipersonalista”. El caudillo tenía su ritmo y su manera de entender la política, y con su estilo atravesó períodos difíciles y sucesos que podrían haber herido su popularidad. . Pero sise atiende al comportamiento presidencial, puede explicarse con alguna coherencia por qué ninguno de los sucesos que tuvo que

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superar fueron suficientemente decisivos como para afectar el liderazgo de Yrigoyen, por lo menos en los seis años de la primera presidencia radical.

Política y economía

Lo que caracterizó la elación de Yrigoyen con el mundo obrero fue una cuestión de trato. El presidente dialogó con frecuencia con dirigentes obreros y usó del arbitraje para tratar conflictos gremiales, pero el partido Radical no trajo consigo ningún programa de cambio económico-social que pudiese alterar la relación de fuerzas entre empresarios y trabajadores, pero no se introdujo en la compleja trama de intereses económicos que las organizaciones obreras, dirigidas por anarquistas o por socialistas. los datos que proporciona muestran a un Yrigoyen indeciso frente a conflictos concretos. En 1911, obreros de los principales frigoríficos intentan organizarse dentro de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y los dirigentes de Armour y Swift —norteamericanos--- los despiden. Las peticiones obreras se dirigían a obtener la jornada de ocho horas, el pago de horas extras, aumentos graduales de sueldos, el feriado del 1° de mayo... y frente a la posición rígida y agresiva de los frigoríficos, van a la huelga.

Esta progresa, y es apoyada por sectores portuarios. Los estancieros se unen a los frigoríficos y la Sociedad Rural auspicia una reunión de la que resulta un petitorio a Yrigoyen para que actúe contra la huelga conducida, según los empresarios, por “agitadores profesionales”. Intervienen los diplomáticos norteamericano y británico invocando la carestía de las provisiones para las tropas aliadas. El presidente envía a la Marina para romperla huelga. En el plano económico las discrepancias de fondo entre radicales y —conservadores serían, al fin, escasas. Frente al recrudecimiento de la “cuestión social” Yrigoyen deja operar al aparato represivo policial, como durante la famosa “Semana Trágica” del 19, suerte de putsch anarquista que ocasiona centenares de muertos y heridos por la intervención de la policía sin provocación obrera. . La palabra “tragedia” abundaba, como se advierte, en torno dolos problemas sociales de una época signada, además, porla repercusión de la revolución bolchevique y de la revolución mexicana. Frente a un proceso tan complejo, el radicalismo carecía de una política social y económica suficiente, pero el caudillo asimilaba las crisis.Un tema que conmovió a los argentinos, como a todo el mundo informado, fue la Primera Guerra. Las consecuencias de su desarrollo y proyecciones fueron esbozadas en torno del contexto internacional, y la actitud del presidente Yrigoyen —como antes la de Victorino de la Plaza— no fue ajena a las influencias ya apuntadas, sobre todo en el plano económico.

La neutralidad

En el plano político, el presidente sostuvo la neutra?idadde la Argentina a pesar de$resiones y de críticas de entidades, periódicos y sectores con influencia intelectual que pretendían la ruptura con Alemania. Cuando ésta decidió la guerra submarina a ultranza, algunos buques argentinos —el “Monte Protegido”, el velero “Otiana”, el vapor “Toro”—fueron al fondo del mar. La presión llegó a su límite a propósito de un episodio diplomático: la embajada de los Estados Unidos interceptó un telegrama enviado por el embajador alemán Karl von Luxburg en el que informa a su gobierno el rumbo de buques argentinos, recomienda su hundimiento y califica al ministro Pueyrredón de “asno”. Cuya expulsión inmediata decidio el gobierno argentino, Yrigoyen sorteo las demandas belicistas de la opinión favorable a los Aliados sacando provecho de la coherencia de los críticos, que habían aceptado las excusas británicas cuando el hundimiento del vapor argentino “Presidente Mitre”.

Yrigoyen interpretó a la mayoría, siguió en esto a de la Plaza y fue vocero del hombre medio. Se comportó otra vez como un principista, y acertó, pese a las críticas emotivas de muchos. Las instrucciones de Yrigoyen a la delegación argentina fueron que no se hicieran distingos entre neutrales y beligerantes, consagrándose el principio de la igualdad de los Estados. Otra vez aparece el principismo de Yrigoyen. Alvear, entonces embajador en París y miembro de la delegación, se opuso. Yrigoyen insistió en un telegrama de antología. Sólo Honorio Pueyrredón respetó las instrucciones. El 6 de diciembre de 1920 se leyó la nota señalando la posición argentina, y la delegación partió en seguida de Ginebra. Según Yrigoyen, el radicalismo tenía una misión para la Argentina, y ésta para el mundo. Ni más ni menos.

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El poder ideológico

En 1919 la tensión social culmina con hechos sangrientos y más de 350 huelgas, y una demostración de fuerza de la FORA, derivando hacia el comunismo anárquico. La renovación ideológica había llegado a los medios universitarios a través de la Reforma, que tiene su epicentro en Córdoba, entre 1917 y 1918. “El movimiento de reforma confiesa la doble inspiración rusa y mexicana; esos ejemplos le animan a luchar por una modificación de los estatutos universitarios que elimine el todo poder de los profesores obligándolos a compartir el gobierno con los estudiantes...” La Reforma universitaria se manifestó, pues, como una prolongación de la reforma política contra el “régimen”. Los radicales adhirieron a la Reforná e Yrigoyen pudo eludir así la crítica ideológica, para concentrar su trabajo en neutralizar a los críticos políticos. Al promediar el período presidencial, Yrigoyen había provocado un clima de crisis en su propio partido y el acercamiento de los partidos opositores.

El poder militar

Observar aspectos de una crisis futura, ahora profesionalizado: el ejército. Los militares aceptaron sin problemas el acceso pacifico de los radicales al poder y asimilaron el neutralismo rígido de Yrigoyen. Pasó por alto los reglamentos de promoción militar para rehabilitar a ex revolucionarios del 90, del 93 y de 190. Nada había por encima de la “Causa”, y esos militares habían luchado por ella. Eso provocó el brote de facciones militares. En 1920 surgió la Logia General San Martin. Varios factores incidieron en su formación: la tolerancia del ministro de Guerra hacia oficiales políticamente comprometidos con Yrigoyen y que demostraban públicamente su apoyo al presidente. La Logia General San Martín no surgió contra los radicales, sino por motivos corporativos fundados en políticas específicas que sus componentes no admitían. Estos hechos fueron, tal vez los primeros pasos concretos en un itinerario que llevaría a la politización del ejército en términos del siglo XX. En 1922, la Logia había impuesto a Justo como ministro de Guerra de Alvear. En 1918, Rodolfo Rivarola se lanzó a justificar la necesidad de un “tercer partido” en la política nacional, que reuniera a los que no eran radicales ni socialistas, y ésta produce un documento titulado “Programa y acción del partido Radical”, que acusa la derrota de los radicales capitalinos en manos del socialismo en ese mismo año y revela la crisis interna del partido oficial.

Elecciones nacionales

Yrigoyen, que impuso a su candidato en la Convención Nacional de marzo de 1922: el aristocrático, temperamental, inteligente y a veces trivial embajador en París; Marcelo Torcuato de Alvear. El radicalismo era mayoría, y la mayoría en el radicalismo había respetado una “vaga consigna” que circulaba desde fines del 21: El Viejo apoya a Alvear. La Convención radical eligió la fórmula Alvear-Elpidio González por 139 votos contra 33. Los argentinos que concurrieron a los comicios en abril de 1922 votaron por gran mayoría en favor de la UCR: 458.457 sufragios. El triunfo radical, esta ves fue rotundo.

Del paternalismo populista al aristocratismo popular. Alvear, presidente

Alvear una de las pocas familias argentinas que podía jactarse de una real aristocracia.” Alvear logró la confianza de “el Viejo” ya través de ella la adhesión prevenida de los yrigoyenistas. Pero era una personalidad diferente de la del “Peludo”, como el humorismo político llamó a Yrigoyen, quien quizá lo creyó “seguro, ornamental y manejable”. La elección de Alvear para la sucesión parece a primera vista inexplicable. Ángel Gallardo ministro de Relaciones Exteriores desde el comienzo de la gestión de Alvear sostiene que la intención de Yrigoyen fue integrar la fórmula con Elpidio González, porque consideraba a Alvear “fácil de desalojar”.

El hombre y su estilo

El viejo caudillo bien pudo preferir apoyarse en un hombre alejado desde 1917 de la política local —Alvear pasó esos cinco años en Francia como representante diplomático—, confiando en que aceptaría su tutela, o que no podría eludirla, un hombre que había comenzado su catrera política al lado de Alem y que había participado en las aventuras revolucionarias del 90, del 93 y de 1905, y conocido la cárcel y el confinamiento en la etapa conspirativa del radicalismo. Además, el afecto de Yrigoyen por Alvear fue constante y, hasta donde podía escrutarse una personalidad como la del caudillo, sincera. Alvear no era un principista, sino más bien un realistaque percibía la política como una mezcla de pragmatismo y compromiso. No era, pues, un intransigente, porque la vida política era para él la prolongación de su

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manera de ser y de ver la vida social. Pero guardando identidad de estilo con la elite social de la época y abierta comunicación con el establishment. Al cabo terminará por irritar a los yrigoyenistas, a la izquierda revolucionaria ya los nacionalistas de derecha. No fue la consecuencia de una táctica; menos aún de una estrategia. Fue el resultado de la lógica interna de un estilo político, que Alvear dejó andar, favorecida por la acción correlativa de sus “hermanos-enemigos”. Para la opinión popular, Alvear era sobre todo “el candidato de Yrigoyen”. Durante la gestión de Alvear hubo 519 huelgas en las que participaron cerca de medio millón de trabajadores. Fueron decretadas siete intervenciones federales y el Congreso dispuso tres más, pero salvo as situaciones de Córdoba y Buenos Aires, que dieron lugar a sucesos especiales, tales decisiones no privaron a la gestión de Alvear de elogios —procedentes de la opinión independiente y de la antipersonalista, sobre todo— ni del calificativo de “presidencia legalista”.

Vidas paralelas: la sociedad política y la sociedad económica

Pasó a la historia como una presidencia tranquila y ordenada, progresista y conciliadora, de los “felices años 20”, con una buena administración. Hay otra vertiente de la presidencia de Alvear, quizás más fascinante: administración alvearista puede ser interpretada como una forma de morosa delectación en arreglos políticos que demoraron el despegue económico de la Argentina. Y para otros, el laboratorio de una polémica ideológica que atravesaría incluso a la “sociedad militar”, y daría el tono al proceso político de los años 30, durante la presidencia de Alvear la sociedad política y la sociedad económica siguieron vías paralelas. En la sociedad económica, la Argentina no mostró “una actitud industrialista”, la gestión de Alvear no fue sustancialmente diferente en este aspecto de lo sucedido en el período 1914/1930. Un estudio reciente en torno de las etapas del desarrollo económico argentino llama a dicho período, que extiende hasta 1933, “la gran demora”, luego de crearse condiciones para el “despegue” industrial de la Argentina: la Primera Guerra Mundial puso fin a la euforia económica del período de preacondicionamiento. El comercio exterior quedó dislocado, creándose una escasez de productos básicos sin los cuales la economía no podía funcionar “normalmente”, produciéndose así una crisis estructural. La gran demora se caracteriza por una contracción de la tasa de crecimiento de la inversión, particularmente de la inversión extranjera, y una detención en la evolución relativa entre la agricultura y la industria. Hacia 1922 el comercio de la carne pasa por una situación de crisis, pero Alvear tenía en Agricultura a un ministro ducho como Le Breton —quien como embajador en los Estados Unidos se había informado bien acerca de la inminente “guerra de la carne” entre británicos y norteamericanos—y por lo tanto adopta una actitud de intervención vigilante en el asunto. En la Sociedad Rural, un ganadero de Corrientes, Pedro Pagés, había logrado desalojar de la presidencia a un representante de los terratenientes bonaerenses. Eso facilitó la gestión de Le Breton. Cuatro leyes revelaron que Alvear tendría una política agropecuaria más decidida y precisa que Yrigoyen, se decidió la construcción de un frigorífico administrado por el Estado. La venta del ganado sobre la base del precio del “kilo vivo” y el establecimiento de un precio mínimo para el ganado de exportación y uno máximo para venta local. Publicado en 1927, fue titulado “El pool de los frigoríficos: necesidad de intervención del Estado”. Paralelamente, sin embargo, la Sociedad Rural difundía el lema “comprar a quien nos compra”, que en la práctica significaba alentar el retorno de las buenas relaciones económicas con Gran Bretaña y tomar partido en la “guerra dela carne”.

Las líneas internas. Hacia la escición radical

El gabinete de Alvear representó para el yrigoyenismo el signo de una “peligrosa tendencia”. En 1924, se forma en Buenos Aires el “radicalismo disidente” dirigido por Isaías Amado y Mario Guido. El nuevo ministro del Interior, Vicente Gallo, que trabajaría desde su incorporación en el gabinete de Alvear para desarticular el baluarte yrigoyenista que representaba Buenos Aires. La medida previsible era la intervención federal.

1924: cisma y articulación del “antipersonalismo”

El año de 1924 es decisivo: as elecciones de diputados incorporan ochenta legisladores radicales. Cincuenta, aproximadamente, pertenecen al yrigoyenísmo.

El “contubernio”

Era el “contubernio”, según el sambenito que el yrigoyenismo colgó a una nueva versión de la vieja “política del acuerdo”. Una suerte de asociación ilegítima entre sectores que a su juicio debían estar en posiciones contrarias, pero

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que aceptaban aliarse con el único fin de vencer al radicalismo yrigoyenista. El cisma radical era un hecho, aunque no definitivo.

1926: un “test” electoral

En 1926, elecciones nacionales de Diputados pusieron en evidencia el estado de la cuestión política. Intervino el radicalismo antipersonalista, la UCR tradicional. Si bien la UCR fue el partido que más votos obtuvo —335.840—, las fuerzas antiyrigoyenistas habían logrado cerca de treinta mil votos más. Mientras la UCR había obtenido las mayorías de la Capital, Buenos Aires, La Rioja y Catamarca, los demás grupos habían logrado el control de once distritos. Por un lado, pues, el yrigoyenismo había sufrido una derrota parcial y sus posiciones principales, como su reducto bonaerense, serían amenazados por un Congreso hostil. . El 27 de marzo de 1926 los diputados radicales yrigoyenistas dirigen una nota insólita al presidente, reclamando la intervención a Córdoba, donde se había impuesto el conservador Cárcano. La nota mencionaba las perspectivas amenazantes que ofrecían las renovaciones provinciales y nacionales, por parte de los gobiernos que traicionaron a la UCR y de los del “régimen…”Pero Alvear optépor contestarla, luego de una reunión de gabinete, con lo que dio al asunto un trámite irregular. Alvear sabía que la negativa a intervenir a Córdoba le costaría la hostilidad activa del yrigoyenismo, que posteriormente no haría quórum para votar leyes fundamentales para la marcha del Estado, como el presupuesto. Pero no intervino. Si Córdoba fue una prueba de los yrigoyenistas para Alvear.

La lucha por la sucesión

Cuando se iniciaba 1927, no era un misterio para nadie que la contienda electoral próxima habría de obedecer a una sola alternativa: con Yrigoyen o contra Yrigoyen. Nicolás Matienzo, que analizaba la situación de la fuerzas políticas y sus posibilidades para las elecciones de 1928, en “dos puntos: a) en atribuir 22 electores a los socialistas en el Colegio Electoral, y b) en no atribuirla mayoría absoluta a la única candidatura visible hasta hoy, o sea la del ex presidente señor Hipólito Yrigoyen...” Como se advierte, ambos argumentos eran favorables a Yrigoyen.

La campaña electoral de 1928

La campaña electoral mostró, en 1928, a una oposición segura del triunfo. Ante esas perspectivas los gobernadores de la mayoría de las provincias decidieron por apoyar a Melo-Gallo: sin recato alguno hicieron pública su adhesión a éstos los gobernadores de Santa Fe, Corrientes, Mendoza, San Juan, Córdoba. Entre Ríos, San Luis, Salta y La Rioja...

La fórmula antipersonalista

la influencia personal de Alvear, este se inclinaba por Leopoldo Melo, la convención antipersonalista proclamo, por fin la formula presidencial Melo-Gallo. El problema de la intervención a la provincia de Buenos Aires —que reiteraba, en vísperas de elecciones presidenciales, la tentativa de neutralizar el reducto principal del yrigoyenismo—, fue puesto en circulación por un proyecto de ley del diputado Dickman, el 1° de mayo de 1927. Fue el tema que condujo a la escisión.

Escisión en el socialismo

Los disidentes —entre ellos González Iramain y Federico Pinedo—formarían el partido Socialista Independiente, aliado inminente de conservadores y antipersonalistas. Los conservadores deciden apoyar la fórmula antipersonalista en una convención que se realiza en Córdoba, en agosto de 1927. En septiembre se proclama la fórmula antipersonalista en Santa Fe. En noviembre, en Córdoba. Pero las elecciones provinciales fueron mostrando que los pronósticos antiyrigoyenistas eran vulnerables: el personalismo —como se identificaba a la UCR comenzó el 28 ganando en Tucumán, en Salta, en Jujuy y “barriendo” los baluartes del antipersonalismo en Santa Fe y de los conservadores en Córdoba. , el antipersonalismo no neutralizaba la influencia de Yrigoyen ni siquiera con alianzas.

Impotencia electoral de la derecha política

En el “frente único” cundía a desesperación por la impotencia electoral. De ahí que sus protagonistas intentaran otra vez el atajo de la intervención federal a Buenos Aires como único medio para vencer al “Peludo”, Ante el riesgo de una segunda administración de Yrigoyen, la oposición no vacilaba en proponer formas de fraude. Alvear recibió a los representantes del “frente” que fueron a pedirle que decretara la intervención a Buenos Aires. El presidente remitió el asunto a una reunión de gabinete. Y Alvear cerró el debate en el gabinete diciendo que la intervención era

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improcedente y que eso era un “asunto concluido”. Era, también, la condición de la victoria para Hipólito Yrigoyen. La convención de la UCR, ésta votó por aclamación al caudillo, y con 142 votos a Francisco Beiró para la vicepresidencia. Pronto cumpliría 78 años Yrigoyen.

Triunfo espectacular de Hipólito Yrigoyen

En la hora de la verdad, el caudillo no haría autocrítica. Quería ser presidente, Eso era todo. Y Alvear, a pesar de sus predilecciones, fue un árbitro leal. La UCR obtuvo 838.583 votos. Su adversario más cercano, el Frente Único, 414.026. Esta vez el fenómeno político era diferente: no había triunfado, en rigor, un partido, sino un movimiento popular...

34. La Argentina alterada. La restauración neoconservadora. El fin de una época

La Argentina que sigue a la década del 20 será una Argentina crítica. Para algunos ordenada, para otros monótona. Para ciertos sectores, vivirá la restauración de la “dignidad perdida”. Para otros, la “década infame”, según una expresión que hizo época. Vivirán, en fin, una doble vida o una vida falsa.

El crash de 1929

Fue también un año que los economistas se apropiaron para explicar muchas cosas, porque en él comenzó” el más monumental suceso económico en la historia de los Estados Unidos: la penosa prueba de la Gran Depresión”. Baste decir aquí que el crash de Wall Street fue bastante más complicado que el resultado de la conspiración de aventureros tortuosos. — el poder del encantamiento se rompió, el sistema económico norteamericano comenzó a revelar serias fallas, muchos dirigentes y empresarios perdieron la lucidez elemental y el mercado de valores reflejó violentamente la situación. Luego sobrevino la depresión. En torno del 29 se tejió en Nueva York una leyenda que incluye a peatones “sorteando con delicadeza” los cuerpos de especuladores y financieros que se habían arrojado por la ventana. De todos modos, parece hoy claro que la economía norteamericana funcionaba en el 29 de modo incorrecto, sea por la pésima distribución de la renta, por la muy deficiente estructura de las sociedades comerciales, por la mala estructura bancaria, por la dudosa situación de la balanza de pagos y por los míseros conocimientos de economía de la época o, mejor, por todas esas causas a la vez. El problema más grave fue que la recesión económica duró mucho tiempo, hizo temblar a los sistemas económicos y políticos de la época y estimuló experiencias que, al cabo, se vincularían con la gestación de la Segunda Guerra Mundial. La crisis económica norteamericana se extendió a Europa, al Extremo Oriente y a América latina entre 1930 y 1932, Los norteamericanos habían hecho muchas inversiones en Europa —especialmente en Alemania, Austria y Gran Bretaña— que procuraron repatriar, desistiendo de hacer nuevas. El encadenamiento de consecuencias fue prolongado y dejó ruinas y tensiones. Transformó, también, el orden social y político.

El nacionalismo económico

los lineamientos de formas de economía dirigida que en los Estados Unidos se tradujo en el New Deal (1933) de Franklin Delano Roosevelt Gran Bretaña no sigue el camino tradicional del libre cambio, sino que se dedica a cultivar las relaciones comerciales con las regiones que se encuentran bajo su zona de influencia o su dependencia política: adopta el sistema de “preferencia imperial”, que en 1932 se proyecta en los acuerdos de Ottawa. Los puntos fundamentalesde los doce acuerdos que constituyeron el resultado de la Conferencia de Ottawa fueron los siguientes: “a) Gran Bretaña se comprometió a mantener la preferencia del 10% de la ley de 1932, ventaja que no podía modificar sin consultar con los Dominios; b) a establecer derechos sobre los productos extranjeros, y c) a establecer cuotas sobre dichos productos”. Por su parte, los Dominios se comprometieron a establecer preferencias reciprocas. Eso implicaba, asimismo, el propósito de restringir las importaciones de países que no formarán parte del Commonwealth. Entre ellos estaba la Argentina. La denuncia tuvo consecuencias graves para la economía argentina, afectada como todas las demás por la depresión.

El factor ideologico

Se encontraron, pues, con la década difícil y amarga del 30. Ala crisis económica y sus consecuencias agobiantes, se sumó el relieve militante de ideologías antiliberales pesimistas que ponían en cuestión la capacidad de los sistemas democráticos y parlamentarios para imponerse a la crisis y dominarla. Según algunos, se había llegado al apogeo de la “edad de las ideologías”. Mucha gente que consideraba al comunismo como antema, el elitismovoluntarista y eficaz . Si

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un pequeño grupo revolucionario había sido capaz de dominar el imperio ruso, ¿qué impediría a grupos creyentes en otras “religiones seculares” hacer lo mismo a partir de otras ideologías, también, intérpretes del sentido de la historia? La dictadura se les aparecía, como una forma adecuada a tiempos de crisis en los que los gobiernos constitucionales parecían impotentes. Surgió el fascismo sin ser al principio un movimiento internacional. Era necesario tener “suceso” en la conducción del Estado. Mussolini, en Italia, fue ejemplo para muchos. Pero el fascismo era ideológicamente débil. . Los socialismos se apoyan en una esperanza, y la porción de verdad que les corresponde se traduce en un programa y en una ideología optimista. Los fascismos, por el contrario, se originan en un sentimiento angustiado de decadencia y de ruina. A partir de ese sentimiento, sucede una suerte de retorno a lo elemental, a lo natural a lo instintivo: el carácter biológico de los fascismos, mezcla de lo sano y lo morboso, y la búsqueda de un “salvador” que enderece la historia entusiasmó en su momento a las generaciones jóvenes de la década del 30, acompañado de la pretensión de una profunda revolución social. En Alemania apareció un doctrinario, un fanático, un devoto de la ideología, Adolfo Hitler. Mientras el liberalismo y el comunismo se habían lanzado como creencias universales a la conquista de los hombres, un rasgo distintivo del nacional-socialismo de Hitler fue el mito de la raza, con el antisemitismo, satisfizo las expectativas. La ideología nazi tenía, además, un culto apropiado a la sociedad de masas. Descansaba en la visión racista de la historia, y por lo tanto, en una visión regresiva: necesitaba de un factor dominante e impulsor. Por eso, y por la influencia recíproca que existía entre un doctrinario fanático como Hitler y sus seguidores, la ideología nazi hacia tanto hincapié en el culto del jefe. En España, mientras tanto, con el triunfo de la República en 1931 comenzó la actividad política de un personaje singular. Se trata de José Antonio Primo de Rivera y Sáenz Heredia, nacido en Madrid en 1903, hijo del dictador Miguel Pruno de Rivera que gobernó a España entre l923yprincipios de 1938. José Antonio, como le conocían los españoles, fundó en 1933 la Falange Española y en1935 el Sindicato Español Universitario. En 1934 la Falange se fusionó con las J.O.N.S. (Juntas de Ofensivas Nacional Sindicalista) y fue perseguida luego del triunfo del Frente Popular en 1936, año en que, procesado, Primo de Rivera murió fusilado. El pensamiento de Primo de Rivera fue una versión del fascismo. Los textos dan para eso, pero también para interpretar una suerte de “centrismo” de José Antonio, situado entre el fascismo y el comunismo. Surgen las, “desviaciones de la izquierda”, como el socialismo trotskysta y la izquierda comunista internacional, que se proclaman observantes del marxismo integral y hacen suyas todas las posiciones doctrinales de Marx, Engels y Lenin, mientras acusan al partido Comunista y a Stalin de “desviaciones de derecha”. El “neo-liberalismo” rechaza, pues, la pasividad del Estado, los monopolios, el poder financiero, el espíritu conservador y la indiferencia frente a las consecuencias sociales de los desequilibrios económicos.

Hacia la segunda Guerra Mundial

En Estados Unidos de América, Francia y Gran Bretaña, la política interior y la política exterior seguían bajo el control de sistemas presidenciales y parlamentarios. En Alemania, la crisis política que siguió a la crisis económica y social condujo a Hitler al poder. En Italia, Mussolini procuraba para el Estado “el máximo de autonomía”. Atravesando la depresión, la Primera Guerra había dejado Estados vencedores y con poder de recuperación y Estados vencidos e insatisfechos, Entre éstos estaba Alemania, pues el régimen de Hitler.

La guerra española

En ese panorama crítico ingresó la guerra española, que estalló el 17 de julio de 1936. El conflicto español significó varias cosas a la vez. Fue un aspecto de los conflictos ideológicos que contraponían en Europa a los regímenes fascistas, comunistas y democráticos. En los orígenes de la guerra española, las potencias más activas fueron Italia y Alemania en favor del Movimiento, “nacional” español. Pero luego, todos los Estados europeos tomaron posición. Los nacionales se beneficiaron con la ayuda italiana y alemana; los republicanos, con la de los rusos y en menor medida con la de los franceses y otros gobiernos extranjeros. Así como el hecho de que Hitler y Mussolini pudiesen comprobar hasta qué punto franceses e ingleses se mostraban dispuestos a conceder para evitar una guerra general. El proceso internacional político y económico de la década del 30. En la mayoría de los casos, como en el de la Argentina, cambios en políticas específicas, como la política económica, fueron el resultado de esos factores más bien que de la decisión espontánea de sus conductores. Fueron, por lo tanto, respuestas dependientes, y no independientes o autónomas.

Hacia un nuevo orden

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El crash del 29 produjo en la economía latinoamericana consecuencias mucho más graves que crisis anteriores. Después del 29, y sobre todo de la Segunda Guerra Mundial, se advirtió que la prosperidad financiera de ciertos países latinoamericanos no era suficiente para hacerlos invulnerables a los peligrosos cambios operados en las relaciones económicas internacionales. Los sistemas políticos nacionales de América latina por la acción de los grupos de interés, sino que el factor ideológico operará como detonante de crisis políticas y sociales, la intervención de las fuerzas armadas en la política como rasgo, desde entonces característico, del proceso latinoamericano. En 1936 y en 1938 en Buenos Aires y en Lima—, los países americanos volvieron a reunirse bosquejándose paulatinamente un sistema panamericano que, sin embargo, dependía estrechamente del comportamiento de la potencia hegemónica de la región: los Estados Unidos. Para los norteamericanos, en efecto, el mecanismo panamericano sería desde entonces, y hasta su ingreso en la guerra, demasiado lento como para condicionar sus inminentes decisiones beligerantes. Sólo en 1942 se reuniría en Río de Janeiro una nueva conferencia panamericana, la que recomendó la ruptura de relaciones con el Eje. Los países centroamericanos declararon la guerra, México y Brasil lo hicieron poco después —1942— con lo que lograron explotar política y económicamente a su favor, en el contexto latinoamericano, la crisis internacional, sobre todo en sus relaciones con el “poderoso vecino del Norte”, mientras que la reticencia argentina, que luego se explicará, “no sólo se apoyaba —como querían los adversarios de su política— en el prestigio alcanzado por el Eje entre muchos de sus políticos conservadores y ¡efes militares: se vinculaba también con la perduración del ascendiente británico, opuesto entonces como antes a la inclusión total de la Argentina en el área de predominio norteamericano.

La fatiga del régimen

El contexto internacional esbozado es, a la vez, ambiente de la crisis de la Argentina de los partidos, de la restauración neoconservadora y del golpe de Estado de 1943 y sus consecuencias inmediatas.

Segunda presidencia de Yrigoyen

En la Argentina, el triunfo de Hipólito Yrigoyen en las elecciones nacionales de 1928. En realidad, era la primera experiencia contemporánea de los argentinos de lo que significaba un movimiento popular en acción. La Unión Cívica Radical no llegó a constituirse en un partido “burocrático” mientras dominó la jefatura personal de Yrigoyen. Su figura ejerció una influencia moral y legitimadora muy poderosa, carismática. Cuando sobrevino la reelección de 1928, se vio que la UCR debía organizarse como un partido de masas o correría el peligro de la desintegración, pues la vida de su jefe llegaba al ocaso. Sin embargo, la segunda presidencia de Yrigoyen no puede ser entendida sin atender a ciertos procesos gestados durante el período presidencial de Alvear, condicionados por el contexto internacional en transformación.

Procesos internos en marcha: el poder militar y el poder ideológico

Esos procesos se vinculan con casi todos los miembros de lo que se ha llamado la “constelación de poderes” de la sociedad argentina, pero hay dos que son especialmente relevantes para explicar el desenlace del 30: la influencia del factor ideológico el cambio de actitud operado en el poder militar. Ambos procesos se encuentran estrechamente relacionados. En primer lugar, con anterioridad a 1928 se gesta un movimiento ideológico complejo y militante conocido como nacionalismo de derecha, paralelo a los movimientos ideológicos europeos. En segundo lugar, antes de la segunda administración de Yrigoyen, se producen cambios significativos en las relaciones entre la sociedad militar y la sociedad política o, si se prefiere, entre las fuerzas armadas y la sociedad argentina.

Los Nacionalistas

El nacionalismo se diferencia en el tiempo y en las situaciones, hay nacionalismo y nacionalistas. Hay toda una geografía de la derecha todavía por hacer que, una vinculación estrecha entre la derecha nacionalista y el llamado integrismo católico que tubo señalada influencia en la década del 30. El nacionalismo dirá que ha llegado “la hora de la espada” y clamará por la intervención militar en la arena política para salvar la patria que considera amenazada por una conspiración internacional que los políticos profesionales y la democracia parlamentaria soles antojaba incapaces de neutralizar. Su temática intentará vincular tendencias e ideologías internacionales, como el fascismo, con fenómenos vernáculos como el rosismo y con actitudes de lucha frente al imperialismo, que durante más de una década estará representado por el predominio británico y luego también por los Estados Unidos. El nacionalismo retoma la bandera de

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la “hispanidad” y alienta toda una escuela histórica conocida como “revisionismo”. Pueden distinguirse antes del 30, pues luego se incorporará el falangismo, tres corrientes principales en el nacionalismo de derecha argentino: el nacionalismo fascista, el nacionalismo maurrasiano y el nacionalismo conservador. Los tres coinciden en la crítica a Yrigoyen. Pero los dos primeros coinciden, además, en la crítica feroz e la Argentina de los partidos. Uno de los protagonistas principales del nacionalismo de derecha fue Leopoldo Lugones. Sus ideas se difundirán a partir de la segunda elección d Yrigoyen, con “La Nueva República”, periódico que habían fundado eh0 de diciembre de 1927 los hermanos Julio y Rodolfo Irazuste, Ernesto Palacio. Si bien el fascismo, segmentos de la doctrina nazi y la evocación de Primo de Rivera transitaban por el ideario aparentemente nacional del nacionalismo, quizá ninguna doctrina perduró tanto como la de Charles Maurras. Charles Maurras no buscó determinar los fundamentos del poder, sino responder a la cuestión práctica de las condiciones en que el poder se podía ejercer normal y válidamente. Se hallan en su doctrina partes importantes de la construcción intelectual de los grandes reaccionarios del siglo XIX, pero amputada su pieza clave: Dios. Por eso se prestaba a críticas contradictorias: ¿laicista? ¿clerical? En rigor, una suerte de “teocracia sin Dios”.

Ejército y política

La crítica ideológica del nacionalismo de derecha no fue el único elemento apto para el desgaste del segundo gobierno de Yrigoyen. El general Mosconi, director de YPF entre 1922 y 1930, exponía la tesis de un incipiente nacionalismo económico. Paralelamente, no habían perdido vigor las ideas tradicionalistas en cuanto a un país básicamente agrícola. Las huelgas socialistas y los actos de violencia configuraban para los militares signos de desorden y de la potencial influencia comunista, luego que los bolcheviques habían tomado el poder en Rusia. Un general como José E. Uriburu veía más claro cuando demostraba su simpatía por regímenes como los de Primo de Rivera en España y Benito Mussolini en Italia. Para ese sector militar, ciertos intelectuales y políticos de la sociedad argentina que, como los militantes de la izquierda, veían al ejército en términos marxistas como instrumento de opresión de la clase dominante. Pero la posición crítica de ejército respecto de Yrigoyen empezó a crecer cuando su segundo período presidencial comenzó a caracterizarse por la inestabilidad y la ineficiencia política. Yrigoyen eligió como ministro de Guerra al general Dellepiane. El presidente “parecía ver al Ejército como una asociación de individuos, casi una familia o un club político, más bien que una institución jerárquica en la cual moral y disciplina se relacionan íntimamente con la cuidadosa observancia de normas establecidas...”. El descontento en los círculos militares fue estimulado por el favoritismo político de Yrigoyen en el tratamiento del personal militar, de las reincorporaciones, remociones y promociones, incluso retroactivas, que practicaba contra normas explicitas. La crítica militar fue asentándose. El tema militar se hizo casi obsesivo. Los oficiales identificados con ley citada Logia General San Martín o con los seguidores del ex ministro da Guerra de Alvear, general Justo, eran relevados, cambiados de destino o puestos en disponibilidad. Uriburu, también en retiro, se aprovechó de la desafección creciente entre los militares hacia la política de Yrigoyen para comenzar sus trabajos conspirativos.

La crisis de 1930. La oposición política

Hipólito Yrigoyen contaba con un fuerte respaldo en la Cámara de Diputados. Sus partidarios ocupaban 91 bancas; la oposición 67. Pero en el Senado las posiciones se invertían: lo apoyaban senadores. La actividad legislativa fue al principio de relativa colaboración: se sancionaron en 1929 leyes como la 11544 sobre la jornada legal de trabajo, la ley 11563 disponiendo el censo ganadero nacional y otras leyes previsionales y de alguna repercusión social, y el proyecto sobre nacionalización del petróleo que queda en el Senado “en carpeta”.17 Las obras públicas reciben algún aliento y se crea el Instituto del Petróleo en enero de 1929. Se fundan cerca de 1.700 escuelas y se mantienen en política exterior los lineamientos de la primera administración yrigoyenista. Del partido Radical: sin cuadros de conducción suficientes, fue ganado además por la corrupción. De los partidos de la oposición: encabezados por el partido Socialista Independiente, cuyos hombres fueron “los promotores principales de un vasto movimiento popular que había de acabar con Yrigoyen.

Marzo de 1930: elecciones

En marzo de 1930, los comicios de renovación parlamentaria demostraron que el yrigoyenismo acusaba los golpes. Sumados los totales, y comparados con los sufragios de 1928, las distancias se habían acortado:

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Unión Cívica Radical……………………….839.234(1928)…………623.765(1930)

Oposición……………………………………… 536.908(1928)…………..614.336(1930)

Diferencia a favor de la UCR……… 302.3026…………………..9.429votos

Hipólito Irigoyen se había quedado sin apoyo del poder ideológico —incluso buena parte del clero católico había sido ganada por el nacionalismo—; sin apoyo del poder militar —aunque no tenía tantos opositores como los nacionalistas creían, tampoco disponía de adhesiones entusiastas, sino en un sector reducido—; incomunicado y sospechoso para el poder económico y a merced de la oposición política.

La conspiración

La pregunta clave era, pues, en qué condiciones llegaba el presidente ‘Irigoyen al desenlace de una conspiración que preparaba, desde principios de 1930, el general Uriburu. El general Uriburu era sobrino de un ex presidente y miembro de una familia aristocrática; con amplios contactos en el mundo económico y social, entre las elites ideológicas del nacionalismo de derecha y con los círculos políticos opositores, y considerado según el entonces capitán Perón como “un perfecto caballero... un hombre puro y bien intencionado”, dio los últimos toques a la conspiración.

Entre la revolución corporativista y la reversión conservadora

Un grupo paralelo operaba bajo la inspiración del ex ministro de Guerra de Alvear, el general Agustín P. Justo. Ambos coincidían en el objetivo inmediato —derribar a Yrigoyen—, pero diferían en cuanto a los objetivos políticos mediatos y aun en sus ideologías correspondientes. En síntesis, Uriburu representaba la idea de una revolución de inspiración corporativa, en la línea del fascismo. Justo, el propósito de una reversión política, de una vuelta el pasado pre-radical, en una línea conservadora. Según el testimonio del propio Perón, la posición de Uriburu, a cuyo grupo estaba adscripto, tenía menos predicamento entre los oficiales dispuestos a participar en el movimiento que la posición del grupo de Justo. Perón tuvo le impresión de que el grupo de Uriburu carecía de habilidad para llevar a buen puerto la conspiración y buscó acercarse al de Justo, como escribe en sus memorias. La revolución iba “contra los hombres” y no tenía como finalidad cambiar las instituciones. En esto, la posición difería claramente de Uriburu, y su grupo.

Renuncia Hipólito Yrigoyen

El 5 de septiembre, Yrigoyen delega el mando en el vicepresidente Enrique Martínez —elegido en el Colegio Electoral a raíz de la muerte del candidato Beiró—, mientras la calle es tomada por manifestaciones estudiantiles. Sus autores discuten aún los términos de la proclama que fijaría los propósitos de la revolución, y Uriburu cede aparentemente a la insistencia de Sarobe y Descalzo. Pues días antes el ministro de Guerra Dellepiane no pudo convencer a Yrigoyen de tomar medidas militares y policiales para reprimir la conspiración en marcha. Dellepiane renuncia el 2 de septiembre. En la madrugada del 6, el gobierno está solo, el presidente ha enviado su renuncia manuscrita y el ejército, con la jefatura de Uriburu, toma el poder. Fue una operación política y militar, casi aséptica, preparada sin prisa y sin pausa, en la que los participantes tuvieron tiempo de pensar en lo que iban a hacer, pero sólo se pusieron de acuerdo en cuanto a la toma del poder. La primera prueba del ejército en el poder comenzó como un cuidadoso operativo militar y culminó en un “paseo” de seiscientos cadetes, novecientos soldados, decenas de automóviles rodeados por espectadores alborozados y un oficialismo paralizado. El orden constitucional estalló sin que muchos lo deploraran. Los argentinos apenas se dieron cuenta de que, entre todos, habían llevado a su patria a la crisis de la crisis.

La frustración de Uriburu

Tanto las causas como la calificación de los sucesos de 1930 son objeto de polémica. La crisis de ese año clave no sacudió sólo a la Argentina sino también a varias naciones latinoamericanas. Este fenómeno ha dado lugar a una amplia, aunque todavía insatisfactoria, literatura popular y erudita en torno de la intervención de los militares en política. A las preguntas clave: ¿Por qué los militares intervienen en la política latinoamericana? ¿Cuál será la orientación de esta intervención?” Por fin, los militares argentinos —aunque las diferencias entre los distintos períodos históricos y aun entre antes y después de la profesionalización son notorias—, tienen una tradición intervencionista que comenzó a afirmarse con las guerras de la Independencia. La crisis del 30 en la Argentina fue el resultado de una mezcla de

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factores. Algunos, como se ha visto ya, da naturaleza profesional o “corporativa” dentro del ejército, cuyas relaciones con Yrigoyen se fueron haciendo más y más tensas. Las motivaciones económicas del levantamiento se basan en presunciones intereses económicos extranjeros en la “financiación” del movimiento militar, atribuida sobre todo a la Standard Oil y a la embajada norteamericana.

El Plan de Uriburu

Los diecisiete meses del gobierno de Uriburu fueron ocupados por una lucha sorda respecto de la orientación definitiva del movimiento revolucionario y de la sucesión presidencial. Su gabinete representaba al conservatismo tradicional político y económico, y otros notorios nacionalistas de derecha, así como los tenientes coroneles Faccione y Álvaro Alsogaray, rodeaban a Uriburu en medio de franco predominio civil. Si bien el primer discurso de Sánchez Sorondo, en nombre del nuevo régimen, asociaba al movimiento con el 25 de mayo y el 3 de febrero como “revoluciones libertadoras” y prometía “conseguir que la República vuelva a su estabilidad institucional”, el objetivo político de Uriburu era producir cambios en la Constitución que introdujeran en el régimen político notas corporativas, evitaran el predominio que consideraba “nefasto” de los políticos profesionales e impidieran mediante la calificación del sufragio experiencias como la yrigoyenista. La restricción del voto y la representación funcional de grupos eran las líneas de fuerza del difuso programa de Uriburu. Sánchez Sorondo, por su parte, había concebido un plan político que permitiese el retorno gradual al régimen constitucional reformado. Comenzaría por elecciones provinciales, seguiría por la elección de congresistas; sometería a la asamblea las reformas constitucionales y luego se llamaría a elecciones presidenciales. El plan parecía impecable, pero suponía por lo menos dos cosas: que el partido Radical no tendría capacidad de recuperación, y que sus opositores políticos —que habían coincidido en el derrocamiento de Yrigoyen— estarían de acuerdo con la reforma constitucional corporativa.

El plan puesto a prueba: alianzas y oposiciones

Los presupuestos del plan eran frágiles. Aparentemente, el partido Radical estaba vencido. Desde la coqueta villa francesa Coeur Volant, Alvear había declarado aun periodista de La Razón sobre la revolución de 1930:Tenía que ser así Yrigoyen, con una ignorancia absoluta de toda práctica de gobierno democrática. Matías Sánchez Sorondo no contaba, ni con el hecho de que el partido Radical mantenía su estructura nacional pese a que su jefe y líder Yrigoyen se hallaba detenido en Martín García, y el presidente Uriburu operase con el estado de sitio y la ley marcial, En noviembre de 1930, el comité nacional de la UCR había decretado la “reorganización nacional” que comenzó a cumplir en forma aislada. Que había sido reconocido por la Corte Suprema en una “acordada trascendental”. Era un “gobierno de facto cuyo título no puede ser judicialmente discutido con éxito por las personas en cuanto ejercita la función administrativa y política derivada de su posesión de le tuerza como resorte de orden y de seguridad social”. El régimen de Uriburu tuvo el soporte fundamental de las fuerzas armadas, el apoyo del nacionalismo antiliberal y conservador y de las derechas provinciales, y la adhesión inicial del partido Socialista Independiente, del partido Demócrata Progresista, del partido Socialista, del antipersonalismo y de algunas organizaciones del movimiento obrero, mientras el poder económicoy la Iglesia.

Las elecciones de 1931

El golpe de gracia para el plan político de Uriburu fue dado por el experimento “piloto” que constituyeron para el gobierno provisional las elecciones del 5 de abril de 1931 en la provincia de Buenos Aires. El partido Radical llevó comocandidato a Honorio Pueyrredón, ytriunfó. De esta manera, se derrumbaba uno de los presupuestos básicos del plan político. Sobrevino la crisis del gabinete de Uriburu, y el precio principal fue el cargo de ministro del Interior. Sánchez Sorondo fue reemplazado por Pico, mientras el astuto general Justo y el honesto demoprogresista Lisandro de la Torre —candidato de Uriburu para la presidencia futura— rechazaban insinuaciones para incorporarse al nuevo gabinete y se aprestaban para la lucha política inminente. Justo empleó en el proceso su habilidad política, mostrando parte de sus cartas, alternativamente, al oficialismo y a los radicales. El 25 de abril de 1931 Alvear retornaba a Buenos Aires para encabezar la estructura radical. Como otro era Roca con Mitre, Justo fue a recibir a Alvear al puerto de Buenos Aires, para introducir una cuña entre el sucesor de un Yrigoyen preso y sus seguidores, Alvear no insistió en descalificar al yrigoyenismo, lo cual neutralizaba en parte la maniobra política de Justo. Desde el hotel City, el jefe radical publicó un manifiesto ordenando la reorganización del partido. Firmado por dirigentes “personalistas” y

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“antipersonalistas”, como Gallo, Mosca, Ortiz y Tamborini, y Ricardo Caballero, Güemes y Honorio Pueyrredón, el manifiesto de la “Junta del City”, como la llamaron los radicales, tendría mayor influencia que el producido por el resto del antipersonalismo, conservadores y socialistas independientes para apoyar a Justo desde la “Junta del Castelar”. Pero Justo no se amilanó. En julio de 1931 se produjo una conspiración militar dirigida por el teniente coronel Gregorio Pomar, en Paraná.

La represión antirradical

La rebelión falló y dio ocasión a Uriburu para perseguir al radicalismo: se clausuraron comités y periódicos partidarios; se deportó a los principales dirigentes radicales incluyendo a Alvear y poco después se vetó la posible candidatura de los participantes del gobierno de Yrigoyen. La lógica interna del proceso iniciado en 1930 se imponía a los actores: el radicalismo yrigoyenista no debía volver al poder. En octubre de 1931 se anularon las elecciones del 5 de abril ganadas por los radicales, y se vetó la fórmula Alvear-Güemes que la UCR habla elegido para los comicios nacionales convocados para el 8 de noviembre de 1931. El beneficiario principal de todo esto fue el general Agustín P. Justo.

Justo: el camino hacia el poder

El 8 de noviembre de 1931, la Concordancia, favorecida por el gobierno provisional y sus recursos, y sin la participación del radicalismo, triunfó sin dificultades. El régimen de Uriburu dejó marcados varios impactos en los argentinos: desde entonces, comenzó a advertirse una escisión entre la sociedad política y la sociedad militar. En ésta, el llamado “profesionalismo” había cedido a la denominada “politización” de las fuerzas armadas, que crearía —pese e esfuerzos para neutralizarla por parte de los gobernantes siguientes— oposiciones internas o fraccionales. Y por fin demostró que los argentinos, en su mayoría, seguían creyendo en valores políticos liberales, pero que no habían sido consecuentes con las reglas de juego de una democracia pluralista, y padecerían las consecuencias.

La administración de Justo

La presidencia del general Justo constituye, por sus notas características, uno de los períodos singulares de la historia de la Argentina moderna. Durante su gestión se insinuaron procesos que harían eclosión en la década del 40.

Rasgos significativos

Muy cerca de los 56 años, el presidente era el primer oficial del ejército profesional que legaba a aquel cargo desde Roca. Pero era, además, un ingeniero civil, natural del interior, vinculado con la “clase alta” de Buenos Aires. Su estilo fue muy diferente al de Yrigoyen, relativamente próximo al de Roca, Corpulento, jovial, paternalista, luchador, ambicioso, cauto, muy hábil, flexible y con la doble fisonomía de un Jano que miraba a un tiempo hacia la sociedad militar y hacia la sociedad civil, Justo fue el último gran dirigente político que produjo la derecha argentina La administración de Justo se caracterizó por ciertas notas significativas, en el fraude político, que fue una práctica a la que algunos adosaron un remedo de justificación ideológica menor: el “fraude patriótico”. Esa nota política impidió la legitimación del neoconservadurismo en el poder, lo cual explica en parte la persistencia de la crisis argentina.

Gabinete y fuerzas políticas

El gabinete del presidente Justo fue uno de los barómetros que permitían medir las alternativas de su política. Se inició integrado con dos miembros del antipersonalismo —el ministro del Interior, Leopoldo Melo, y el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Manuel M. de lriondo—; con un hombre representativo del partido Demócrata Nacional, que agrupaba a conservadores militantes —el ministro de Obras Públicas, Manuel Ramón Alvarado—; con la presencia singular del socialismo independiente a través del ministro de Agricultura, Antonio De Tomaso, quien con Le Breton sería recordado en el futuro entre los mejores hombres en su puesto.

Una gestión económica polémica y una administración eficaz

Las consecuencias de la depresión económica mundial coincidieron con los desarreglos en la conducción administrativa del último gobierno radical. La Argentina estaba inserta en un cuadro de la relaciones económicas internacionales controlado por los británicos, mientras la economía nacional se fundaba sobre todo en la exportación de productos agrarios y por lo tanto se hallaba “gravemente expuesta ante el reajuste económico de los mercados europeos”. Esos

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factores condicionaron la conducción política y económica de Justo. . El desempleo era cada vez mayor. El sistema bancario no estaba preparado para soportar la crisis y los ingresos del sector público eran tan escasos que no podía enfrentar ni el pago de sus empleados ni de sus acreedores del exterior. Para ello adoptó una serie de medidas controvertidas, que implicaban en algunos casos la decidida intervención del Estado en campos hasta entonces vedados por quienes, en el mejor de los casos, decían defender mecanismos económicos que sus mentores extranjeros habían abandonado sin demasiados escrúpulos.

El pacto Roca-Runciman (¿de final)

Justo se lanzó a la regulación del comercio exterior, a través de una de las políticas más controvertidas que culminó en el llamado pacto Roca-Runciman. Este convenio, conocido también como el Tratado de Londres del 2 de mayo de 1933, fue tramitado por una misión encabezada por el vicepresidente Roca, e integrada por Guillermo Leguizamón, Miguel Ángel Cárcano, Raúl Prebisch, Carlos Brebbia y Aníbal Fernández Beiró. La contraparte era encabezada por el ministro de Comercio inglés Walter Runciman. Roca llevaba dos instrucciones principales: ayudar a los ganaderos argentinos a que aumentaran su participación en el mercado del Reino Unido, y arrebatar el control del comercio de exportación al pool frigorífico anglo-norteamericano. Runciman era presionado por la Cámara de Comercio británica por varios motivos: la escasez de libras —pues los británicos querían “descongelar” 150 millones en pesos argentinos bloqueados desde el control de cambios impuesto en nuestro pais en 1931—, la necesidad de mantener y expandir mercados en el extranjero para sus productos manufacturados y proteger a los criadores británicos.

La bandera del anti-imperialismo

La bandera del antiimperialismo tenía un lugar donde clavarse, para ser agitada sin desmayo por el nacionalismo. En frases tan infelices como la de que “la Argentina se parece a un importante Dominio británico”, dicha por Leguizamón, oque “la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de visita económico, una parte integrante del Imperio Británico, repetida por Roca. Apoyadas en primer lugar en la creencia de que los principales beneficiarios del pacto eran los grandes intereses agrícologanaderos, que el gobierno de Justo identificaría con el interés general. En segundo lugar, de que dicho gobierno había pagado un precio muy alto para asegurar el acceso a los mercados británicos y, en tercer lugar, que una política dependiente siempre mantendría estrechos márgenes para le negociación. La influencia ola dominación británica, se vio, también, a través de la legislación bancaria, particularmente tras la creación del Banco Central, bajo el ministerio Pinedo y con el asesoramiento del experto británico Otto Niemeyer, y las medidas adoptadas en torno del sistema de transportes —tanto el ferroviario, que convergía desde el siglo pasado sobre el puerto, como el de la compañía de tranvías de Buenos Aires—, en general con equipos obsoletos. El gobierno de Justo se defendía de la crítica, y exponía sus progresos en obras públicas y en la construcción de caminos, que cubrieron más de 30.000 kilómetros sobre los 2.100 kilómetros que existían en 1932.

Un conflicto sensacional

El conflicto más sensacional que enfrentó la administración de Justo fue, sin duda, el debate sobre la política de la carne, sucedáneo de los entredichos en torno del pacto Roca-Runciman. El debate estalló en el Senado en 1935 a raíz de una denuncia de Lisandro de la Torre para que se investigara el comercio de la carne, que calificaba como un “escándalo nacional”, se insertó en la campaña “antiimperialista”. De la Torre actuó tanto en defensa de los criadores y de los pequeños productores, cuanto en su calidad de opositor político. Atacó al gobierno en lo político, y a los invernadores, frigoríficos y poderosos intereses que consideraba “cómplices” en el escándalo. La impasibilidad del presidente Justo se redujo al problema de las carnes. Había aprovechado bien sus recursos políticos, la superioridad de su coalición oficialista, la lealtad militar garantizada por la conducción del general Rodríguez, la debilidad de la oposición pese a la estridencia de los críticos y la división aún existente en el movimiento obrero.

Muerte de Yrigoyen

En julio de 1933 había muerto Hipólito Yrigoyen, en medio de la consternación de una multitud impresionante. Alvear estaba en el 34 camino a Europa, exiliado una vez más, y la UCR parecía desmantelada por la acción del “general Justo, Melo, Saavedra Lamas, y bella compañía”, como expresaba indignado don Marcelo en carta a María T. R de Alzaga.

El proceso político

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El 4 de mayo de ese año Alvear recibe carta de Manuel Carlés, quien le informa sobre la situación militar: Distinguimos para ser exactos: hay tres ejércitos. El dirigido por el Estado Mayor, cuya dignidad abochornada espera vincularse. El que vive como el perro en relación al amo, con los ojos puestos en el que manda para cumplir todas las consignas, desde el espionaje e la delación y el grupo militar que nostalgia la dictadura y mantiene latente el propósito de restaurarla. Enemigo éste de la democracia, aliado de la política situacionista, hostil al radicalismo.El análisis de Carlés reflejaba la realidad. Desde el principio de su administración, Justo se demostró muy atento respecto del soporte militar—que en rigor debía suplir la carencia de legitimidad del régimen—, y confiaba en la conducción castrense del general Rodríguez

La vuelta de los radicales

Había dos pinzas que podían cobrar con el tiempo simétrico poder: una, que simpatizaba con el radicalismo o compartía la opinión de que el gobierno de Justo era originalmente ilegítimo; otra, que seguía respondiendo a los ideales de Uriburu, consideraba que la “revolución de septiembre” había sido traicionada, y respondía a una mentalidad autoritaria. Hacia 1935, la presión dentro del radicalismo para que se levantara la abstención era muy fuerte. No eran los tiempos de Yrigoyen. En 1934 logra algunos triunfos locales; en 1935 rompe la política de intransigencia y concurre a elecciones para gobernador o diputados en Entre Ríos, Corrientes, Santiago del Estero, Santa Fe, Catamarca, Córdoba, Buenos Aires. Mientras tanto, renace en la UCR la rivalidad entre “alvearistas” o “legalistas”.

El fraude

“El fraude fue manifiesto, el gobierno permaneció impasible, o casi, frente a lo que constituía un presupuesto compartido por sus miembros principales: los radicales no volverían. El embalador norteamericano envió su comentario acerca de las elecciones en un despacho a Washington fechado el 22 de noviembre de 1935. Los conservadores no perdían oportunidad para advertir que a los militares no les agradaría retomar a los “años críticos” del 28 al 30. . Pero el fraude de 1935 hizo que los radicales reclamaran la vigilancia militar sobre los comicios, pedido que Justo rechazó haciendo mérito de los argumentos de Rodríguez. La muerte del ministro en 1936 dejó a Justo sin su mano derecha. . El presidente Justo forzó el retiro de Molina en mayo de 1937 y éste pasó a apoyar a Alvear y a los radicales, pero entonces era sólo un militar retirado.

Justo recobra el control del proceso

Luego de la muerte de Rodríguez y de las elecciones para diputados en las que la UCR ganó una docena de distritos creando un bloque en la Cámara baja conocido como el “frente popular” con socialistas y demoprogresistas, Justo se vio enfrentado a un período crítico en el que creció el hostigamiento de sectores nacionalistas, de FORJA —Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina— en la que actuaban Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Arturo Jauretche, Homero Manzi, Arturo García Mellid. Hacia 1937 el peligro habla pasado. El presidente se dedicó a pensar en la sucesión. Contaba aún con la mayoría de las fuerzas armadas a su favor, conformes con la conducción de los asuntos militares, con el presupuesto, con la modernización del ejército y la marina.

La política exterior y la situación interna

Justo había llevado una politice exterior aceptada por la mayoría de las naciones latinoamericanas y logrado que “la morosa tramitación de la paz del Chaco”, que puso fin a las hostilidades entre Bolivia y Paraguay, culminaraen Buenos Aires con un armisticio en 1935. Al año siguiente, Roosevelt había llegado a Buenos Aires en el acorazado “Indianápolis” para inaugurar la Conferencia interamericana extraordinaria, cuyo desarrollo mostró a la Argentina opuesta a la idea de una asociación americana. Se trataba de guardar la individualidad nacional de la Argentina, de no someterse a la hegemonía norteamericana y, sobre todo, de “no ofender a Europa”, a la que los argentinos seguían unidos por lazos económicos y culturales. Dentro de un régimen ilegítimo, desde el punto de vista sociopolítico, respecto del gobierno de Justo: subordinación del poder militar; apoyo del poder moral (la IglesiaCatólica y sus voceros principales); adhesión del poder económico; antagonismo del poder ideológico; débil oposición de fuerzas políticas neutralizadas por la fuerte articulación del oficialismo y por el método del fraude electoral.

La sucesión presidencial

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La Concordancia, controlada por Justo, designa la suya: un ex ministro de Alvear, antipersonalista y, como recordaba la izquierda, abogado de los ferrocarriles británicos pero militante radical hasta la “Junta del City” es candidato a presidente: —Roberto M. Ortiz— y un conservador catamarqueño, miembro del gabinete de Justo, completa la fórmula, Ramón S. Castillo, La Concordancia, con Ortiz y Castillo, obtiene 1.100.000 votos. La UCR, con Alveary Enrique Mosca, llega a los 815. 000 sufragios. En todo caso, la consagración del presidente Ortiz merecería de Federico Pinedo el siguiente comentario a propósito de los comicios y de las acusaciones de fraude.

35. La revolución social. La crisis de 1943. Los 900 días del presidente Ortiz

El presidente Ortiz llagó al poder en medio de ese ambiente, sin aparato político propio y merced al apoyo de Justo. Apenas importaba que las estadísticas le atribuyesen el 57% de los sufragios, si el régimen sobrevivía penosamente a una profunda crisis de legitimidad. Tenía a su alcance a un Leopoldo Melo, pero los hechos demostrarían que Justo aspiraba a retornar, como Roca e Yrigoyen, a la presidencia, En este punto se pueden anticipar algunos de los datos políticos previos a la crisis del 43, pues los protagonistas potenciales acaban de ingresar a la arena política: Justo, que trabajará en favor de su retorno; Ortiz, que significaba una garantía para aquél pero que se inclinará luego hacia los radicales alvearistas; Castillo, que sucederá a Ortiz. En 1940 se acentúa el declive: Ortiz desaparece de la escena y Castillo ocupa el poder ejecutivo hasta el desenlace de junio del 43. Pero en 1942 mueren Alvear y Ortiz,y en enero de 1943, Justo. De pronto, desaparecerán las fórmulas de equilibrio y quedarán en la arena Castillo—y su sucesor Patrón Costas—, el ejército y los nacionalistas. Ortiz llegó al poder enfermo —era diabático—, y con la aparente intención de jugar un papel análogo al de Sáenz Peña en un contexto profundament8 cambiado. Fue partidario del juego electoral limpio, se inclinó por el radicalismo antipersonalista encarnado por Alvear y procuró ganar la autoridadque los comicios ilegítimos no le habían otorgado. Al mismo tiempo, veríase necesitado del apoyo de las fuerzas armadas y del propio Justo, y asediado por los nacionalistas. Estos sufrirían el primer golpe cuando el presidente Ortiz firmó un decreto poniendo en “disponibilidad” al militar nacionalista Juan Bautista Molina a propósito de un discurso en torno de la revolución del 30. En febrero de 1940, Ortiz intervino Catamarca —la provincia del vicepresidente—donde los conservadores habían impuesto un gobernador mediante elecciones fraudulentas

Rasgos de Ortiz

El presidente Ortiz había mejorado su imagen —como se dice ahora—frente a la opinión pública aunque se enajenaba rápidamente el apoyo conservador y la con descendencia nacionalista.

Frente al conflicto europeo, el presidente siguió la tradición neutralista argentina aunque “su política exterior reveló cierta flexibilidad por su adaptación a los acontecimientos mundiales ya los compromisos interamericanos”. En Panamá en 1939 y en La Habana en 1949, la Argentina siguió siendo un partenaire difícil para los Estados Unidos, mientras el presidente sostenía ante el Congreso en su mensaje del 14 de mayo de 1940 que la Argentina era neutral, pero que la neutralidad no significaba “indiferencia absoluta e insensibilidad…” denunciando sus simpatías por las víctimas de la agresión nazi que siguió a la ofensiva de mayo de 1940. El presidente se presentaba, pues, como un liberal conservador, inclinado hacia los Aliados.

Castillo en el poder

La presencia de Castillo cambió las condiciones existentes y reveló la existencia de, por lo menos, tres líneas militares por las que discurrían combinaciones cívico-castrenses: una encabezada por el ministro de Guerra Márquez, otra por el ultranacionalista Molina y la tercera por el ex presidente Justo. El vicepresidente Castillo se inclinaba hacia los conservadores y nacionalistas, trataba de sortear el asedio de Justo y de evitar la vigilancia do Márquez. Entonces ocurrió el affaire de las tierras de El Palomar que complicó al ministro de Guerra. Sin embargo, la manipulación del asunto terminó con la censura de la mayoría del Senado al ministro de Guerra. Esto motivó una fuerte reacción del presidente que se definió en favor del censurado y trató de poner en evidencia la probable maniobra. En seguida, el 22do agosto de 1940, Ortiz envió su renuncia. El Congreso la rechazó por 170 votos contra 1, pese a que la renuncia contenía un apoyo explícito al ministro de Guerra. El voto solitario pertenecía a Sánchez Sorondo. El presidente ganó el favor de la opinión pública. La mayoría creyó, por fin, en sus intenciones democráticas. Pero, por otro lado, su enfermedad no cedió, fue imposible que retornase al poder para enderezar el proceso y al no reasumir sus funciones, Castillo quedó con el poder efectivo y un nuevo gabinete.

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1940-1943: intrigas y confusión

En septiembre de 1940, cuando Castillo se hizo cargo de la presidencia por delegación de Ortiz y designó el nuevo gabinete, su posición era débil. Pero el programa de Castillo apuntaba, paulatinamente, a cobrar fuerza en su posición y mantener la neutralidad argentina impidiendo que cayese en la esfera de influencia norteamericana. Elecciones en Santa Fe y en Mendoza, en diciembre del 40 y en enero del 41 demostraron, según La Prensa en su editorial del 6 de enero de ese año, que quizá habríamos “retornado al fraude como sistema político” lo que estaba cerca de los propósitos de Castillo, si del poder se trataba. La crisis que sucedió a esos comicios produjo las renuncias de Pinedo y Roca. . La guerra llegó al continente americano con el ataque japonés a Pearl Harbaur en diciembre de 1941, pero la Argentina se mantuvo circunspecta y en 1942, en la Conferencia de Río de Janeiro, su delegación afirmó la política de neutralidad. Esa afirmación fue impuesta por Castillo. La actitud del gobierno argentino provocó su aislamiento continental y el endurecimiento de sus relaciones con los Estados Unidos, que a su ver reaccionaron negando a laArgentina armamentos gestionados por la misión López-Sueyro por el sistema de Préstamo y Arriendo. La posición política de Castillo parecía más fuerte en 1942, año en el que mueren, con diferencia de tres meses, Alvear y Ortiz. La UCR queda sin un líder nacional —pues el liderazgo de Sabattini no tenía aún la difusión propia del sucesor natural de Yrigoyen—y en las fuerzas armadas disputaban tres líneas: la “justista”, la “nacionalista” y la “profesionalista”.

Ramírez en el gabinete. Muerte de Justo

Ni la información del alemán, ni las gestiones de Justo para obtener el apoyo concreto de la UCR, los socialistas y los antipersonalistas llegarían a verificarse: el general Justo murió por un derrame cerebral el 11 de enero de 1943.

El golpe militar del 4 de Junio de 1943

El candidato de la Concordancia convocaba la oposición de los nacionalistas y dolos oficiales pío-Aliados y, naturalmente, de los radicales y socialistas. En marzo de 1943 mientras tanto, se había constituido formalmente una logia militar cuyo papel sería decisivo, según todos los testimonios, en los sucesos críticos del 3 y 4 de junio de ese año: el GOU —Grupo de Oficiales Unidos—.

EI GOU

El origen del GOU se relacionaba con esfuerzos encabezados por dos tenientes coroneles: Miguel A. Montes y Urbano de la Vega, aunque el grupo definió el sentido de su acción bajo la inspiración de Perón y otro grupo de oficiales. Montes habría actuado desde el principio como delegado de Juan Domingo Perón. La decisión de establecer la logia formalmente, en marzo de 1943, fue el resultado, según las investigaciones de Potash, de dos factores. Uno interno: el conocimiento de que la Casa Rosada usaría todos sus recursos en favor de la candidatura de Robustiano Patrón Costas. Otro externo: la política exterior estimulada desde el ejército cuando se conoció en febrero un memorándum trasmitido por el jefe del Estado Mayor general Pierrestegui —quien en agosto del año 42 había expuesto su alarma por la ruptura del equilibrio de fuerzas de la Cuenca del Plata. Que urgía un arreglo con los Estados Unidos para la dotación de armamentos. Añadimos una tercera: Justo había muerto. En mayo de 1943, el principal objetivo del GOU era impedir la candidatura de Patrón Costas. Cuando Castillo definió su posición favorable al político conservador salteño, el GOU inició contactos con opositores a través de González y decidió dar el golpe en septiembre de 1943, no obstante en el partido Radical ganaba posiciones la idea de la candidatura presidencial de Ramírez. Al mismo tiempo, corrían rumores do una conspiración radical. . Ramírez habría negado ser candidato radical o haber aceptado una proposición semejante, negándose a revelar otros detalles. Castillo esperó, a partir de ese momento, la renuncia de su ministro de Guerra. Pasaron dos días y nada de eso ocurrió. Entonces, Castillo encargó al ministro de Marina, almirante Fincati, el 3 de junio de 1943, la redacción del decreto dando por terminadas las funciones de Ramírez.

El golpe

La contribución de Rawson al golpe del 43 fue obtener la actitud neutral de la marina. Rawson, González y Carlos Vélez y que encabezó el coronel Elbio C. Anaya, con asistencia de jefes y oficiales superiores. El coronel Juan Perón no asistió a ella; según notas e informes, no pudo ser hallado desde el día anterior a la reunión y no reapareció hasta que la

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revolución hubo triunfado. Sólo quedó determinado que, esa vez el gobierno sería militar. Un manifiesto redactado antes de la reunión citada por Miguel A. Montes y Juan O. Perón en un departamento porteño, según las averiguaciones de Potash, anunciaría al pueblo que el golpe de Estado denunciaba el sistema de venalidad, fraude, peculado y corrupción del gobierno derrocado; que el movimiento era “esencialmente constitucional” y que lucharía para mantener una real y total soberanía de la nación. El golpe se llevó a cabo sin resistencia —hubo una sola acción contra una instalación naval, debida a la precipitación ya la confusión de los protagonistas—, sorprendió a todos, no fue rodeado por la atmósfera de excitación pública del 30, y el general Rawson se encontró en el poder con pocas ideas acerca de lo que habría de hacer con él.

Las 48 horas del presidente Rawson

El golpe de Estado del 43 había nacido en la cabeza de algunos coroneles; apenas habían participado algunos de los 37 generales de los cuadros superiores del ejército, ydio lugar a la lucha por el poder pocas horas después de haber llegado Rawson a la Casa Rosada. el presidente pasaba la noche cenando en el Jockey Club. Después de comer hizo su primera y última demostración de inhabilidad política: luego de un golpe formalmente anticonservador, ofreció a sus amigos José María Rosa y Horacio Calderón, conservadores de vieja data, el primero accionista de El Pampero y pro-Eje y el segundo pro-Aliado, las carteras de Hacienda y de Justicia. Cuando comunicó a los golpistas sus ofrecimientos cundió, parece, la consternación. La gestión de Rawson comenzó y terminó con la discusión de su gabinete.

La fugaz presidencia del general Ramírez

La experiencia presidencial del general Ramírez fue más prolongada que la de su predecesor, pero en todo caso fugaz, pues debió renunciar el 24 de febrero de 1944. Durante su gestión ‘comenzaron a definirse ciertas líneas de fuerza del proceso político inmediato. Las líneas se vinculaban con el conflicto interno por la dominación y con la política exterior. El gabinete de Ramírez dio, para los informados, las primeras pautas del sentido del conflicto interno: el ministerio de Guerra fue adjudicado al general Edelmiro J. Farrell, jefe de Perón. Era evidente que el GOU había obtenido una importante victoria.” Pero también que los coroneles tendrían importante participación en el gobiernoyque la división entre “neutralistas” o germanófilos. El coronel Perón encabezaba ya la secretaría del ministerio de Guerra, y se convertía en el segundo hombre de ese ministerio crucial.

La política exterior de Ramirez

Para los británicos, la neutralidad argentina no era una posición deleznable. De ahí su resistencia a romper relaciones con la Argentina o a bloquearla económicamente. Pragmáticos y lúcidos, los británicos tenían presente sus grandes inversiones en la Argentina, la necesidad que tenían del abastecimiento de carne para civiles y militares en lucha y, previendo la situación de posguerra. Stalin sería uno de los rotundos opositores al ingreso de la Argentina en condiciones aceptables a las Naciones Unidas, expresando a Roosevelt que si la Argentina hubiera estado en la zona de influencia soviética él sabría cómo sancionarla. La afilada navaja cortó el cuello del canciller Storni, quien debió renunciar. La contestación de Hull, “modelo detorpeza”, privó al gabinete argentino de uno de los factores de compensación frente a la presión creciente del ala derecha del ODU El 12 de octubre de 1943 Farrell era designado vicepresidente. La presión norteamericana aumentó; se dirigió incluso a los aliados y a los demás países latinoamericanos para coordinar un bloqueo político y económico a la Argentina.

La ruptura con el Eje. Ramírez deja el poder

El presidente Ramírez advirtió que la publicación de esa prueba yde otras relacionadas con la presunta intervención argentina en sucesos revolucionarios latinoamericanos —como el golpe de Estado en Bolivia ocurrido el 20 de diciembre. Para evitar, no tanto el bloqueo como la publicación de esa documentación por el Departamento de Estado, Ramírez decidió suscribir el decreto de ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania y Japón. Era el 26 de enero de 1944. El 25 de febrero, Ramírez “delegaba el mando” en el vicepresidente Farrell, frente a la crítica militar.

El predominio nacionalista de derecha y la carrera política de Perón

Entre los cambios de ese mes, la designación —según parece, la “autodesignación”— de Perón en el Departamento Nacional del Trabajo no sería el menos importante

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El tercer golpe

El presidente advirtió que el conflicto podría derivar en un enfrentamiento militar y no resistió la demanda de su renuncia que formuló un grupo de oficiales alentados por Farrell y Perón desde el ministerio de Guerra. Preparó el texto de su renuncia, fechada el 24 de febrero, dirigida al “pueblode la República”, yfundado en que había perdido el apoyo de los militares de la Capital, Campo de Mayo, El Palomary La Plata. En pocos meses, pues, se habían consumado tres golpes de Estado. El primero, contra Castillo, desde fuera del poder. El segundo y el tercero desde dentro, contra Rawson y Ramírez. El tercer golpe crearía, sin embargo, una complicación internacional. Para intentar evitarla, era preciso que no hubiera una discontinuidad formal entre Ramírez y su sucesor. Ramírez delegaba el poder en el vicepresidente Farrell, “fatigado” por la intensidad de sus tareas de gobierno.

Hacia el desenlace: la presidencia de Farrell

En el orden interno, el tercer golpe tardó en ser digerido. Los sectores políticos y militares calificados como “liberales” advirtieron que el proceso había entrado en una nueve y peligrosa fase, y procuraron convencer a Ramírez para que retornara el poder. . Con el general Farrell en la presidencia, parecía que las bases de su poder se habían consolidado definitivamente. Desilusionados con Perón, de acuerdo con muchos nacionalistas acerca de la equívoca postura de aquél respecto del proceso que condujo a la ruptura con las potencias del Eje e inquietos por sus relaciones con los gremios, esos hombres se movieron para detener la probable designación de Perón como ministro de Guerra. El coronel Perón fue designado, sin embargo, ministro de Guerra. Contaba con el apoyo del presidente, del jefe de Campo de Mayo, coronel Avalos y, desde el 29 de febrero de 1944. La carrera política del coronel Peron había comenzado. Durante la presidencia de Farrell, el aislamiento de los revolucionarios no podía ser disminuido por los conflictos internos que entretenían a sus protagonistas. Sea porque las consecuencias políticas de la Segunda Guerra habían dado nuevo impulso legitimador a la democracia, lo cierto es que al comenzar 1944 la Argentina buscaba una solución internacional satisfactoria y una fórmula política aceptable para salir del atolladero.En el plano internacional, el comportamiento escasamente hábil de la diplomacia norteamericana le brindaría la oportunidad de iniciar una contraofensiva a través de la Unión Panamericana, en octubre de aquel año, que culminaría con lo ocurrido en Chapultepec —México— en febrero-marzo de 1945. . El 27 de marzo de 1945, el régimen de Farrell declaraba la guerra al Imperio del Japón y a Alemania. Como señalan Conil Paz y Ferrari, el gobierno argentino ganaba más de lo que cedía: normalizaba sus relaciones americanas, se le aseguraba un lugar como miembro de la inminente conferencia de la Naciones Unidas. En el orden interno, “detrás de la máscara de un antipolítico”, el coronel Perón no sólo procuraba consolidar apoyos militares, sino hallar soportes en políticos profesionales. El pragmatismo del coronel Perón habría conmovido a los anglosajones. Según una información diplomática, en abril del 44 Perón habría ofrecido el ministerio del Interior al doctor Amadeo Sabattini. Este rechazó la oferta. Perón no ocultaba su respeto por el partido Radical ante sus camaradas. En Campo de Mayo habló del partido Radical como una fuerza “grande y poderosa, pero añadió que su líder era “anticuado”

Perón vicepresidente

El conflicto haría eclosión en julio, precipitado por Perón, a propósito de la vicepresidencia vacante. Convoca una asamblea de oficiales del ejército, de la que resulta elegido por un margen ajustado sobre Perlinger. Luego procede con rapidez: con el apoyo del ministro de Marina, almirante Teisaire, informa al ministro del Interior que el ejército y la marina demandan su renuncia. Como el general. Perlinger no halla apoyo en el presidente, deja el cargo. El 7 de julio de 1944, un decreto firmado por Farrell y Teisaire hace pública la designación del coronel Juan Domingo Perón como vicepresidente de la Nación. Retenía, a la vez, los cargos de ministro de Guerra y de Secretario de Trabajo. Nadie disponía de más recursos ni más poderes directos que Perón a mediados del 44: podía usarlos sobre la opinión pública desde la vicepresidencia. Como ministro de Guerra, produjo cambios favorables para les fuerzas armadas, cuyos estatutos profesionales fueron reformados, se amplió el número del cuerpo de oficiales y se aumentó la movilidad promocional dentro de las fuerzas. Por primera vez desde que el sistema de conscripción obligatoria tenía vigencia. La fuerza aérea, la rama más nueva de las fuerzas armadas, recibió especial atención, y fue considerada la preocupación de los militares hacia el desarrollo industrial. El Banco de Crédito Industrial data de ese año, mientras la Dirección General

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de Fabricaciones Militares recibía fuerte apoyo financiero. Al año siguiente: las medidas de política social producidas por el coronel Perón y su aliado, el teniente coronel Mercante, desde la Secretaría de Trabajo. Aumento de salarios, revisión de las condiciones laborales, estatutos destinados a la protección de trabajadores de gremios diversos, creación de los tribunales del Trabajo, reglamentación de las asociaciones profesionales, unificación del sistema de previsión social, extensión de los beneficios de la ley 11.729 a todos los trabajadores, y frecuentes entrevistas con los dirigentes de los niveles altos y medios de las organizaciones obreras, fueron hechos concretos.

Juicio de H. A. Murena opinión sobre el peronismo

Murena miraba hacia adentro y veía, además, a conservadores, radicales y socialistas acusándose mutuamente, quebrados en forma vertical y horizontal, de izquierda a derecha, jóvenes y vieja guardia. Escribía después de la caída de Perón, y éste se le antojaba un problema que debía dividirse en dos aspectos: “Perón como persona y Perón como momento histórico. En cuanto al primero, es razonable emitir una sanción moral terminantemente negativa. En el segundo, las sanciones morales son impertinentes. Significan lo mismo que decir que la historia es una ramera.” Las notas de Murena fueron escritas cuando aún estaba ‘caliente” lo que para los argentinos había sido el peronismo.

La sociedad en movimiento

El cuadro social del 45 no mostraba una sociedad fila, sino una sociedad en movimiento. Pero la movilidad social —en el sentido que los sociólogos la entienden, como un proceso por el cual los individuos pasan de una posición a otra en la sociedad, posicionesa las que se adjudican por consenso general valores jerárquicos específicos. . Esa movilidad parece haber sido todavía mayor desde los niveles populares hacia los medios y altos cuando Germani publicó sus investigaciones de 1960 y 1961 en Buenos Aires. Tambien el proceso de urbanización iba en ascenso constante. En 1914, la industria ocupaba a 380.000 personas. En 1944 a más de 1.000.000. En 1914 el 11% de la población activa trabajaba en la industria y el 27% en el agro. En 1944, aquéllas significaban el 48,5% y las ocupadas por el agro el 17,1%. Exactos o aproximados, los datos estadísticos y los estudios sociales traducen lo que sólo algunos advertían hacia el 45: la ciudad vivía “su” vida. En torno de ella se aglutinaban miles de personas de extracción social heterogénea. La sociedad argentina estaba, pues, en movimiento. Los sectores populares habían aumentado hasta adquirir dimensiones potencialmente formidables. Los sectores medios, resultado de un proceso de ascenso social todavía reciente, se habían integrado según es fama a través del radicalismo. La “clase alta” había desertado del liderazgo político, social y cultural hasta el punto que “al reanudarse la vida comicial en 1946.

Los que mandan

Pero la presidencia estaba reservada no sólo a los grandes políticos, sino a los políticos que perteneciesen al más alto estrato social. La nueva clase política que se instale tras el triunfo electoral peronista no reconoce valores adscritos, y el régimen de lealtades que instaure nada tiene que ver con el preexistente ... Los nuevos dirigentes peronistas de 1946 constituyen un grupo de “accesión” muy alto, abierto, extenso, basado en un reclutamiento amplio como hasta entonces no se había conocido. En 1945, todavía el valor para el ascenso era el exclusivo éxito personal. Pero este éxito previamente debía haberse producido en alguno de los cuatro compartimientos básicos, sobre los que se estructuraría el peronismo: la plutocracia, la actividad gremial y la política social, el comité y las fuerzas armadas. La plutocracia era un canal de ascenso relativamente nuevo, pero la novedad que introdujo el peronismo fue que el grupo era industrial, y no exportador o importador. El ascenso al poder por la carrera sindical era un fenómeno hasta entonces inédito, y el comité, base habitual de dirigentes marginales del radicalismo y de partidos menores.

Algunos sucesos

En el 45, en la casa rosada la situación era confusa. Habian ocurrido manifestaciones inequívoco fervor proaliado a raíz de la liberación de Paris y de la inminente caída de Berlin, temian manisfestaciones contra el gobierno.

Braden en escena

Cuando la situación del coronel Perón era más crítica, aunque aún no le había sucedido lo peor en esta parte del proceso, fue nombrado Spruille Braden embajador de los Estados Unidos en la Argentina. El nuevo embajador vino a la Argentina con una predisposición ideológica y política militante, más bien que diplomática. Sus opiniones políticas,

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participó de cuanta reunión le brindaba una oportunidad de expresar su repudio a la línea nacionalista, que identificaba con Perón, y se puso a la cabeza de una ofensiva destinada a derrocar al gobierno de facto. En julio, y a propósito de la comida de camaradería de las fuerzas armadas, el presidente Farrell anunció la convocatoria a elecciones nacionales antes de terminar el año: He de hacer todo cuanto esté a mi alcance para asegurar elecciones completamente libres y que ocupe la primera magistratura el que el pueblo elija. El asedio de los sectores militares sobre las posiciones de Perón fue abonado por la vinculación de éste con María Eva Duarte, al punto que se demandó que terminara sus relaciones con e lla, por cuanto “afectaban el código de honor militar”. Pero el hecho inicial de una secuencia que terminaría desalojando a Perón del gobierno, fue una petición del jefe de la Marina y de nueve almirantes, luego de una reunión en el ministerio del arma del 28 de julio; demandaba básicamente tres cosas: que las elecciones fueran convocadas inmediatamente, que ningún miembro del gobierno hiciera o condujera propaganda política a su propio beneficio, y que las facilidades o recursos oficiales no fueran puestos a disposición de ningún candidato. Al día siguiente, Farrell convocó a una reunión de almirantes y generales para discutiría situación política, y de la misma resultó un documento —porelcual 11 almirantes y 29 generales no tomaban posición a favor o encontrada ningún candidato, pero requerían la reorganización del gabinete y el alejamiento voluntario de los que intentaban ser candidatos “o de quienes las circunstancias indicaban que era un candidato”. La postura era en términos generales clara, y suponía además, que Perón debía renunciar. El documento, sin embargo, no tuvo consecuencias inmediatas. Antes bien, Perón recomendó para el ministerio del Interior —que desde hacía un año atendía Teisaire— a un viejo radical yrigoyenista del interior, Hortensio Quijano, que se había aliado a él. Semanas más tarde, otro colaborador radical de Perón, Armando Antille, ocupaba la cartera de Hacienda y a fines de agosto otro de sus amigos radicales, entonces conocido como pro-aliado, el doctor Juan Cooke, ocupaba el ministerio de Relaciones Exteriores. La oposición, pese al fracaso de las presiones para provocar la renuncia de Perón, reunió sus fuerzas: demandó la entrega del gobierno a la Corte Suprema de Justicia, unificó la dirección en una Junta de Coordinación Democrática,y mostró la concurrencia extraña y ocasional de fuerzas aparentemente tan disímiles como los conservadoras, los radicales, los socialistas y los comunistas, los universitarios y los representantes del poder económico. En la Iglesia habían surgido opositores al “clericalismo nacionalista” y había apoyos en el ejército y la marina.

La división social

La situación en las fuerzas armadas era tense, pero los objetivos no coincidían sino en la renuncie de Perón. Hubo algunas tentativas de golpe de Estado, como la encabezada por el ex presidente Rawson, pero no tuvieron eco en las fuerzas armadas. Perón creyó que debía ampliar su margen de maniobra, actuando en el campo sindical y reprimiendo a la oposición. El estado de sitio reapareció el 26 de septiembre, pero la oposición aumentó, sobre todo en las universidades, que fueron provisionalmente clausuradas. La tensión crecía, y los protagonistas corrían el riesgo de fallar en los cálculos de sus respectivas fuerzas. Perón sorteó por casualidad un atentado que se había preparado en la Escuela Superior de Guerra. Se estaba llegando al clímax. Cuando comenzaba octubre, Perón no había percibido aún las dimensiones de la oposición militar a su persona en lugares tan decisivos como Campo de Mayo.

9 de octubre: renuncia de Perón

El 9 de octubre, la noticia de la renuncia de Perón sacudió al país. Abandonaba todos sus cargos en el gobierno, pero no lo hacía silenciosamente. Sus adversarios, con el consentimiento de Farrell, le permitieron despedirse no sólo con un mensaje a trabajadores reunidos en torno de la Secretaría de Trabajo, sino al pueblo de la nación, a través de la cadena de radios. Lo más significativo fue recordar a los beneficiarios las medidas sociales que en adelante tendrían que defender, y que a él debían.

El 17 de octubre y un protagonista desconocido

Los sucesos posteriores pueden interpretarse como una nueva y última fase hasta las elecciones presidenciales. El 12 de octubre, el gabinete que tenía una orientación favorable a Perón es removido. Mientras tanto, Perón era detenido y enviado a Martín García. El 13 de octubre escribe una carta a su amigo, el coronel Mercante, y al día siguiente otra a María Eva Duarte. Aunque incomunicado, el detenido se las compuso para hacer llegar dos mensajes que, sin embargo, lo mostraban políticamente acabado. La carta a “Evita Duarte” traduce su cariño por ella, le hace saber que ha escrito a Farrell “pidiéndole que acelere el retiro”:...en cuanto salga nos casamos y nos iremos a cualquier parte a vivir tranquilos... Te ruego le digas a Mercante que hable con Farrell para ver si me dejan tranquilo y nos vamos al Chubut los dos... Tesoro mío, tené calma y aprendé a esperar .Esto terminará y la vida será nuestra. Con lo que yo he hecho estoy

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justificado ante la historia y sé que el tiempo me dará la razón. Empezaré a escribir un libro sobre esto... El mal de este tiempo y especialmente de este país son los brutos y tú sabés que es peor un bruto que un malo...

El arresto de Perón no había salvado la debilidad política del gobierno. Pero la noche del 17 de octubre y la plaza de Mayo servían de contexto a una enorme multitud. Se había formado lentamente desde el mediodía, con grupos que venían del “otro lado” del Riachuelo. Perón, que a la sazón estaba en el Hospital Militar, era reclamado por este nuevo protagonista que hizo su aparición en la escena casi espontáneamente, imponiéndose a los que dirigían entre bambalinas o desde sus despachos. Sólo algunos percibieron el significado potencial de ese acto político. Por supuesto, ni Álvarez ni Avalos. Apenas Eva Duarte y Farrell, quizá mucho más Mercante. Por lo pronto, el propio Perón debió ser convencido por sus aliados, especialmente por el último, para que concurriera a hablar a la multitud. Fue a las once de la noche, frente a un espectáculo insólito, en que sectores populares sin líderes revelaron a Perón sus aptitudes carismáticas. Incluso Avalos renunció a usar la fuerza contra esa multitud —hecha que, algunas creen, hubiera cambiado transitoriamente o por mucho tiempo el curso de los sucesos—, y cuando ese día terminó, se marchó a su casa. Las crónicas de los diarios opositores no revelan o no quieren advertir sobre la importancia política del 17 de octubre. Pero The Times, de Londres, acertaría una vez más con el título exacto: Full power to Perón (“Todo el poder a Perón”).

UCR Tamborini-Mosca

El antipersonalista José P. Tamborini candidato a la presidencia, y Enrique M. Mosca para la vicepresidencia. El candidato radical formuló muy pronto una frase de combate: “Seré, antes que nada, el presidente de la Constitución Nacional.” La mayor parte del periodismo prestó su apoyo a los candidatos radicales y los titulares de los diarios, grandes y pequeños, restaban importancia a la candidatura del coronel Perón: en parte, o en casos precisos, porque con eso exponían una posición y se inclinaban por una de las fuerzas.

Noticias Gráficas en la página tercera anunciaba “el fin de Franco” y en la última explicaba por qué las disensiones internas hacían “imposible el triunfo del continuismo”, es decir, del coronel Perón. Una pequeña fotografía de éste era precedida por un titular que decía: “un ligero análisis permite apreciar que no tiene a más remota probabilidad”

Las elecciones generales del 24 de febrero de 1946 se realizaron de acuerdo con las disposiciones de la ley Sáenz Peña y con la vigilancia de las fuerzasarmadas. La fórmula Perón-Quijano obtuvo 1.478.372 votos y los candidatos de la Unión Democrática 1.211.666. Cuando se reunió el Colegio Electoral, Perón contaba con 304 electores y su adversario con 72. Asimismo, la diferencia relativamente estrecha en los sufragios se tradujo de manera muy distinta en los asientos legislativos: las fuerzas peronistas comenzaron a gobernar con 106 diputados y la oposición con sólo 49. La mayoría que respaldaba al nuevo presidente era suficiente para responder y apoyar a sus designios políticos.

La mayoría de los seguidores del presidente vio claro que era preciso unificar las fuerzas y los sectores en una sola fuerza política con una denominación común. Luego de la victoria, las tensiones se hicieron más evidentes porque traducían la disputa «por situaciones de poder que el triunfo electoral ponía a disposición de la fracción que impusiese sus candidatos internos.

Las denominaciones propuestas traducían las preocupaciones dominantes y denunciaban conflictos internos. Cuando promediaba 1946, dos líneas sé perfilaban dentro del movimiento triunfante. Indicaban el tipo de reclutamiento político y social del oficialismo y, a la vez, la presencia de dos fuerzas paralelas que nunca dejarían de distinguirse aun en los tiempos en que la alianza era un hecho: el “grupo obrero” y el “grupo político”.

El partido Peronista

Se insinuó una suerte de política de las “paralelas”, patrocinada por el grupo parlamentario obrero que se reunía en la Confederación General del Trabajo y por el grupo político que componían radicales yrigoyenistas y sectores independientes que se reunían en residencias de legisladores. La “política de las paralelas” precedió al segundo gobierno de Roca. Sin embargo la jefatura carismática del presidente decidieron la disolución formal de los grupos y la constitución de un movimiento “personalista”. En 1947 quedó fundado el partido Peronista.

La victoria peronista fue, pues, completa, pero según le aconteciera a Yrigoyen en su primer período, no tan rotunda como el dominio parlamentario sugiere. Fue, en cambio, una victoria psicológica impresionante para esa época. El peronismo había ganado el interior, el proletariado rural, el cordón industrial, las aspiraciones de participación de grandes sectores sociales marginados y gravitación suficiente en el ejército. Durante el año 1946 Perón se propuso reunir todos los recursos políticos dispersos, organizar su movimiento, definir su programa deacción y ventilar sus slogans rezumados por tres ideas-fuerza de indudable eficacia proselitista y aptitud sintetizadora de los sentimientos populares: justicia social, independencia económica y soberanía política.

La “diarquía” (2 al mando: Perón-Evita)

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La época peronista fue un período singular caracterizado por la vigencia de un liderazgo bicéfalo —el de Juan Domingo Perón y el de María Eva Duarte de Perón—; por el control de un partido dominante —el partido Peronista—; por el papel protagónico del Estado en la economía y en la política.

Sin embargo, parece claro que el régimen peronista tuvo una etapa ascendente que culminó en 1949; una etapa de tensión que alcanzó el final del primer período presidencial en 1952, y una etapa de fatiga y crisis que comenzó luego de la reelección presidencial, se hizo visible a partir del receso económico en ese año y patente durante el conflicto con la Iglesia Católica en 1954. No es fácil discernir si la fatiga ganó al líder o al régimen, pues ambos se confundían.

El año 1952 es, si se quiere, clave para determinar el fin de una etapa de prosperidad económica. En ese año convergen tres hechos que permiten señalar la frontera entre un período durante el cual el presidente controló con cierta holgura el proceso sociopolítico y económico.

Esos tres hechos simbólicos fueron: la reelección de Perón, el fin de un período de fuerte expansión y distribucionismo económico y la muerte de Eva Perón.

Entre 1949 y 1952 se habían agotado los efectos dinámicos de una economía apoyada en buena medida en el contexto de la posguerra, y en 1951 una grave sequía castigó el campo y el año siguiente fue, por ésa y otras causas, el peor año del ciclo para la agricultura.

El segundo período presidencial de Perón no llegaría a los cuatro años. En 1955 cayó por una revolución militar. Desde entonces, ningún presidente—constitucional o “de facto”— llegó a cumplir cuatro años en el sillón de Rivadavia, como se usa decir.

En las elecciones nacionales da 1951, como en 1928 ocurrió a Hipólito Yrigoyen, el peronismo se mostró como un movimiento popular potente y aparentemente invencible. Si en 1946 apenas había sacado una ventaja de trescientos mil votos, en 1951 dobló los sufragios de la oposición. Perón-Quijano obtuvieron casi 4.700.000 votos contra 2.300.000 de Balbín-Frondizi. Esta vez, millones de votos, de hombres y mujeres, respaldaban la política peronista. Sin embargo, el peronismo vivía, en su mejor momento, el comienzo de su relativa declinación. El fin de la Argentina moderna, es preciso describir algunos rasgos relevantes: las características del liderazgo de Perón; los apoyos del régimen y la actitud de la oposición, y ciertos hechos y políticas significativas.

El líder

“Por sobre todas las cosas, Perón era un realista en política. Significa que Perón sentía físicamente la realidad política, y subordinó siempre todos sus actos. Las actitudes y, muchas veces, los discursos de Perón que pudieron parecer impolíticos a mucha gente, eran siempre eminentemente políticos con respecto al auditorio al que eran verdaderamente dirigidos.” No era sólo un realista, como señala Bonifacio del Carril y en todo caso un empírico, sino también un oportunista. En política, le parecía absurdo lo que no cambiaba —lema del oportunismo. “Rompo, pero no cedo” era la divisa. Perón, un ciclotímico habilísimo que sólo luchaba cuando era obligado por la intransigencia del adversario. Sólo en el ocaso de su régimen abandonó el realismo, cedió a la soberbia de su poder, y claudicó en su capacidad negociadora. Ocurrió entonces el conflicto con la Iglesia y el principio de su caída. Pero en su mejor momento como gobernante y en sugestión como líder exiliado, el realismo, el sentido de la oportunidad y aun el cinismo como apelación a la “razón de Estado” fueron sus características dominantes. Weber llamó el “carisma”. Tal vez la descubrió el 17 de octubre de 1945.

El mito del Jefe

Un juicio desapasionado de su personalidad es indispensable al historiador y al analista de nuestro tiempo para entender el fenómeno peronista. Porque a esas virtudes técnicas de la política, Perón unía el egocentrismo habitual en los caudillos, y el paternalismo que suele habitar en los personajes dominantes de nuestra historia. Esa circunstancia es la Argentina como “sociedad de masas”, y en ella un ingrediente sustancial fue el “mito del Jefe”. Ese mito no fue el resultado de una construcción cerebral. En la carrera política de Perón se conjugaron el ejército y Eva Perón. Nace, por decirlo así, con los sucesos del 30, según consta en sus escritos revelados por Sarobe en sus “memorias”, Y declina cuando el ejército lo abandona y sus adversarios militares triunfan en el 55. La presencia de Eva Perón es, asimismo, un factor relevante. Mujer singular, es una suerte de espontaneidad arbitraria que engendra adhesiones irracionales y odios también irracionales. La Argentina era —y es desde entonces— sociedad de masas, caracterizada porque un gran número de individuos reclaman participación en el gobierno. Época culminante de la Argentina moderna, prólogo a la vez de la Argentina contemporánea. El siglo XX presencia el advenimiento de las masas y de su papel político. La Argentina no es una excepción. El autoritarismo, la relevancia del igualitarismo, la tendencia hacia la colectivización, el “mito del Jefe”. Fenómeno ambivalente, porque es un fenómeno humano, en el que actúan hombres solicitados a la vez

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por los impulsos del instinto, por las presiones sociológicas, por los llamados del espíritu, por la toma de conciencia respecto de situaciones injustas. “Calibán no está remachado para siempre a la cadena de la subhumanidad, ni condenado a rodar de enajenación en enajenación.

El proceso político y social de la Argentina peronista está inserto en ese proceso más amplio. Pero tuvo sus propias características y limitaciones, y aun sus singularidades. Una de ellas, apenas explorada, es la concerniente al papel de Eva Perón.

El mito de la Madre

Una investigación relativamente reciente llama la atención sobre el “mito de la Madre” que representó Eva Perón durante la época en que compartió el poder con su esposo. Para una multitud de hombres y, especialmente, de mujeres, ella cumplía el rol de la “intercesora”, rompía las rigideces de la burocracia partidista y oficialista, como fenómeno psicosocial dicho rol implicaba una copia deliberada o inconsciente del Marianismo. A través de la Fundación que llevaba su nombre, Eva Perón cumplía una función de asistencia social no formal que afirmaba su carisma.

Llegó a constituirse, pues, una suerte de “diarquía” gobernante, en la que el papel de Eva Perón era decisivo para el dinamismo interno del régimen. De ahí que su muerte trastornase al movimiento peronista y al hombre conductor de masas.

El movimiento

Antes de constituirse en lo que se llama un “partido de masas”, el peronismo fue un movimiento. Tenía una meta definida pero ideológicamente difusa, y un programa suficientemente amplio como para reclutar gentes en un espectro amplio en el sistema de estratificación social. El movimiento peronista tardó mucho tiempo en constituirse en un partido político con bases amplias, en un partido político de masas, pese a que fue declarado formalmente como tal en 1947. Quizá pueda sostenerse que el partido Peronista fue realmente tal después de la caída de Perón.

Los apoyos

En primer lugar, el poder militar fue subordinado al poder político del candidato triunfante en 1946. El 28 de julio de 1945, oficiales superiores del ejército reunidos en el Salón de Invierno de la presidencia, adoptaron una resolución redactada por el general Humberto, Sosa Molina, que definía la orientación política del gobierno revolucionario pocos meses antes de las elecciones. El documento contenía compromisos tendientes a continuar “las gestiones de acercamiento, ya iniciadas, con el partido mayoritario (el partido Radical) y, en caso de no obtener resultado, promover la formación de un nuevo partido que levante la bandera de la revolución”. Se eliminarían del gobierno a los hombres con tendencias políticas opuestas a dichos objetivos y se favorecería la expresión libre y democrática del pueblo “de manera que el presidente que surja sea la expresión de esa voluntad popular”. Perón seria, pues, “candidato del ejército” en la medida que cumpliese aquellos objetivos, y así procuró conducir el proceso ante sus camaradas, neutralizando la oposición de la Marina y de sus adversarios dentro del Ejército, según se viera en capítulos anteriores.

Sancionado el triunfo del peronismo en elecciones formalmente libres, las fuerzas armadas adoptaron por largo tiempo la posición apropiada al sistema constitucional argentino, como poder subordinado que acepta la supremacía del poder político legalizado.

El “poder sindical”

Subordinado el poder militar, la pieza maestra del régimen fue la Confederación General del Trabajo (CGT). La CGT y por lo menos uno de los Ministerios, el de Trabajo y Previsión, fue ocupado por un representante gremial. La gestión política de Eva Perón se apoyó en el sindicalismo, con lo que éste pasó a constituirse en un factor de poder paralelo al Ejército dentro de la estructura del régimen. La CGT era socialista en 1929. Perón comenzó a trabajar en favor del sindicalismo desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Sostuvo que era preciso “sustituir la lucha de clases por la armonía, y se propuso conciliar las aspiraciones reivindicativas de los obreros con las expectativas de una reforma ordenada de los militares y los temores de un “cataclismo social” de los empresarios, según un discurso pronunciado en 1944 en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. El manifiesto de las fuerzas productoras del comercio y la industria de todo el país difundido el 16 de junio de 1945, contra la política social de la Secretaría de Trabajo, significaría, al cabo, un factor de apoyo para Perón al motivar la reacción inmediata de los sindicatos.

El sindicalismo tenía un intérprete político de carácter obrero, del cual Perón no era la máxima autoridad sino, como advierte oportunamente Fayt, el “primer afiliado”. El partido Laborista habría de obtener en las elecciones del 46 el 85% de los votos. Como se advierte, los sectores obreros no votaron con “irracionalidad”. Su voto fue deliberado, racional y

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adecuado a sus aspiraciones e intereses. Pero el presidente no era el candidato, y Perón se lanzó entonces a organizar una de las bases de su poder: la CGT única.

El poder moral

Más complejo fue el panorama que enfrentó el presidente respecto del poder moral. La Iglesia Católica fue, durante el período preelectoral y hasta la crisis de 1954, un factor positivo para la prédica de Perón y su afirmación en el poder. Difusora de los valores del catolicismo social, creía verlas traducidos en las proclamas del candidato oficial. A través de sus pronunciamientos pastorales, que significaban indirectamente la descalificación de las fuerzas políticas que contenían en su plataforma políticas favorables a la separación de ¡a Iglesia y el Estado, o medidas legislativas contrarias a la prédica de la Iglesia respecto de la educación y la familia así como a su libertad de acción en la sociedad, la Iglesia Católica había producido un documento en las vísperas de los comicios del 46. El mismo implicaba la recomendación de no votar por aquellos partidos que contradijesen en sus programas y en su ideología la prédica de la doctrina católica. En 1943, por otra parte, se había establecido por decreto-ley la enseñanza religiosa en las escuelas. El régimen peronista lo transformó en ley. El apoyo de la mayoría de los católicos al candidato oficialista en 1946 no fue, pues, un hecho insólito ni significó la adhesión de aquellos a todas ¡as manifestaciones del régimen.

Con el tiempo, la fuerza del antiperonismo más peligroso para el régimen no se hallaría en el poder económico, sino en el poder ideológico, en la Universidad, especialmente en las Facultades de Derecho y en la Corte. La tarea del régimen fue, en este orden de cosas, sistemática: la Corte Suprema de Justicia fue enjuiciada y los miembros que según Perón representaban el “último reducto de la oposición” fueron removidos. El titular del bloque peronista, Rodolfo A. Decker, fue designado para presentar el proyecto de juicio político. Fueron desalojados de sus puestos acusados, entre otras cosas, de haber “Legitimado a gobiernos de facto”. El sistema educativo fue, a su vez, paulatinamente “depurado”. A los renunciantes por oposición al régimen se sumaron los cesantes reemplazados por catedráticos adictos. La Universidad fue asediada, así como la prensa. Las imprentas de la oposición iban siendo clausuradas. Pero el hecho más espectacular sería la expropiación de La Prensa, en 1951, y su traspaso a la Confederación General del Trabajo. Mientras tanto, el régimen había montado un sistema eficaz de propaganda, formando una cadena de periódicos y de radios y silenciando a buena parte de la oposición. El monopolio da la información oral y escrita fue uno de sus objetivos, que legó a culminaren el episodio de La Prensa y en la instalación de un canal de televisión —el canal 7—cuya primera imagen fue una fotografía de Eva Perón. El peronismo había montado un Estado policial y condujo a la oposición a la resistencia civil, a la prédica clandestina. La política cortesana y la corrupción fueron él precio más alto que pagó un régimen fundado en el poder personal de Perón.

Políticas específicas

Pero también permitió que pasaran a ser leyes nacionales las medidas sociales adoptadas por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, decretos de reorganización de las fuerzas armadas y el establecimiento de la enseñanza religiosa en las escuelas del Estado.

El presidente se preocupaba por iniciar el año parlamentario cada 10 de mayo y tuvo la habilidad de defender al parlamentarismo ante un Congreso cuyas partidarios controlaban sin inconvenientes, y en el que las mociones de “cierre del debate” abundaban cuando el bloque peronista consideraba agotada, innecesaria o inconveniente la intervención de los opositores, En septiembre de 1947, la ley 11010 estableció el sufragio femenino y el derecho a la elegibilidad en favor de la mujer. Surgió en seguida el partido Peronista femenino, paralelo al masculino, que reconocía el liderazgo de Eva Perón y la fidelidad al presidente.

La reforma constitucional

El presidente teorizaba: …Yo veo un federalismo fraternal, no un federalismo político; porque es el federalismo fraternal el que va a conducirnos a la ayuda mutua a fin de que marchemos todos en un mismo pie de felicidad y de grandeza en el porvenir En tanto que en el federalismo político el egoísmo y las ambiciones de los hombres destruyen toda ayuda y toda unión.

Hacia fines del 47, ganó adeptos en las filas peronistas la idea de una reforma constitucional, divulgada antes de las elecciones y apoyada por la prédica nacionalista antiliberal tradicional, pero también conforme con quienes postulaban cambios técnicos o la incorporación de principios sociales y de nacionalismo económico. Sin embargo, el tema que en rigor promovió la reforma fue el de la reelección presidencial. A principios de 1948 se habían formado ligas, grupos y organizaciones de toda especie para proclamar la necesidad de que Perón siguiese en el poder. Su mandato expiraba en 1952, de acuerdo con el art. 77 de la Constitución Nacional, y la modificación de esa norma fue el objetivo aglutinante del peronismo, pese a que algunos de sus intelectuales difundían otros motivos. En el mensaje del 1° de mayo de 1948, Perón se manifestó en contra de la reforma del art. 77 con argumentos ciertamente interesantes, pero de dudosa

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sinceridad, a juzgar por lo ocurrido después: Mi opinión —dijo entonces— es contraria a tal reforma. Y creo que la prescripción existente es una de las más sabias y prudentes de cuantas establece nuestra Carta Magna. Bastaría observar lo que sucede en los países en que tal reelección es constitucional. No hay recurso al que no se acuda, lícito o ilícito; es escuela de fraude e incitación a la violencia, como asimismo una tentación a la acción política por el gobierno o los funcionarios. Y si bien todo depende de los hombres, la Historia demuestra que éstos no siempre han sido ecuánimes ni honrados para juzgar sus propios méritos y contemplar las conveniencias generales. En mi concepto, tal reelección sería un enorme peligro para el futuro político de la República. Es menester no introducir sistemas que puedan incitar al fraude a quienes supongan que la salvación de la Patria sólo puede realizarse por sus hombres o sus sistemas. Sería peligroso para el futuro de la República y para nuestro Movimiento si todo estuviera pendiente y subordinado a lo pasajero y efímero de la vida de un hombre...

Con la elección directa de las autoridades nacionales por el pueblo de la República se sancionó, sin embargo, la reforma del art, 77 de la Constitución, entre otras modificaciones de distinta importancia. Perón no se equivocó cuando criticó la reelección sin período intermedio y defendió el principio constitucional. Los comicios del 51, el peronismo no aceptaba otra conducción que la de Perón, y no confiaba en gestores que, asegurando la permanencia del partido en el poder. Los defensores de la reforma aludían al ejemplo estadounidense. Perón logró un fácil triunfo en 1951, pero sus palabras del 48fueron proféticas. Desde 1952, según observamos ya, ningún presidente argentino llegó a sostenerse cuatro años en el poder.

Con la sanción de la reforma constitucional del 11 de marza de 1949 y la posibilidad de la reelección, se manifestó en las filas peronistas la pugna por la candidatura a la vicepresidencia. Surgió la fórmula que debía institucionalizar la “diarquía” que de hecho gobernaba a la Argentina: Perón-Eva Perón. La candidatura de Eva Perón fue un hecho político singular. Movilizó muchedumbres, culminando en una impresionante manifestación convocada por la CGT el 22 de agosto de 1951. Significó, también, el desplazamiento del coronel Mercante, hombre de absoluta confianza y candidato natural para la vicepresidencia. Inquietó a las fuerzas armadas, desde donde habría de hacerse llegar al presidente la disconformidad que produjo el anuncio.

La conspiración de 1951 y la reelección presidencial

Mercante fue expulsado del partido Peronista —Perón lo consideraba un competidor para la sucesión—y Eva Perón renuncié a su candidatura.

Sin embargo, dentro de las fuerzas armadas, se percibían signos de insubordinación hasta entonces neutralizados por el control que Perón y la mayoría de los miembros de los cuadros superiores del poder militar. En la segunda etapa, el presidente se preocupó por el reequipamiento del ejército, de la marina y de la aeronáutica y por dotar a las fuerzas armadas de equipo suficiente como para recobrar la paridad de recursos con instituciones militares latinoamericanas de la envergadura de la brasileña, punto de referencia habitual desde la perspectiva castrense. Pero casi toda la marina de guerra mantenía un latente antiperonismo que haría eclosión años después. Perón ya no era el “candidato del ejército”, como en el 45, sino un líder con fuerza política propia y millones de votos tras de sí, sobre todo, de los afiliados de la CGT.

Entonces comenzaron a encontrarse los conspiradores: Eduardo Lonardi y Benjamín Menéndez en el ejército; Américo Ghioldi, Reynaldo Pastor, Horacio Thedy, Arturo Frondizi en los partidos políticos más representativos. El enlace entre militares y políticos fue encargado al capitán Julio Alsogaray. El 28 de septiembre de 1951 el general Menéndez decidió levantar a la Escuela de Caballería de Campo de Mayo, avanzar con treinta tanques, unirse al Colegio Militar presuntamente sublevado, tomar la base aérea de Morón y entrar a la ciudad de Buenos Aires con todos los efectivos para cruzarla y llegar a la Casa Rosada.

El golpe fracasó. De los treinta tanque Sherman apenas dos pudieron ser movilizados; doscientos jinetes de la Escuela de Caballería los seguían pero en el Colegio Militar no hallaron sublevados sino un director que se negaba a “hacer más revoluciones”; los suboficiales respondían en su mayoría a Perón y los jefes militares que condujeron le represión no tuvieron dificultades mayores para sofocar el levantamiento. Perón decretó el “estado de guerra interno’, la CGT convocó a “todos los trabajadores a Plaza de Mayo para expresar su adhesión al líder” y dispuso, un paro general de veinticuatro horas. El presidente explotó políticamente la situación: e lastres y media de la tarde se asomó a los balcones de la Casa Rosada y anunció que la chirinada había terminado con la derrota total de los insurrectos. Estos fueron juzgados y sentenciados a prisión, que debieron cumplir en el sur. El presidente demostraba tener el control del poder y la oposición conspirativa sufrió un golpe muy rudo que pronto sancionarían los comicios presidenciales.

La muerte de Eva Perón

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El 4 de junio de 1952, aniversario del golpe del 43, Perón asumía por segunda vez consecutiva el gobierno y poco más de un mes después —el 26 de julio— moría Eva Perón. Eva Perón había mantenido abiertas las vías de comunicación del presidente con los distintos niveles sindicales y políticos. Desaparecía con ella un elemento clave para la estabilidad y el dinamismo popular del régimen. Su muerte fue, según se señaló, uno de los hechos que contribuyeron al declive de la capacidad conductora de Perón. La corrupción llegó a amenazar los niveles de seguridad del sistema y el affaire Juan Duarte, hermano de Eva y aprovechado funcionario que se enriqueció escandalosamente hasta ser denunciado por el propio presidente y terminar muerto, en aparente suicidio, fue uno de los hechos reveladores de la fatiga del sistema cuando corría el año 1953.

La política económica y social

En el gobierno surgido del golpe de Estado de 1943, la CGT se constituyó en uno de los factores de poder del régimen y el proletariado industrial y rural en su principal clientela política. Esto no significa que el peronismo reclutara a sus adherentes sólo entre los sectores así llamados proletarios o ‘descamisados”.

El obrero tuvo la sensación de una participación efectiva en el sistema político, se sancionaron numerosas leyes sociales que lo protegían y hasta en las embajadas argentinas se creó el rango de “agregado obrero” con lo cual los observadores extranjeros se hicieron la imagen de que una suerte de “Estado sindicalista” se había creado en la Argentina.

Lo cierto era, sin embargo, que el régimen había jugado dos cartas complementarias: el sindicalismo era un miembro nuevo y pleno de la constelación de poderes de la Argentina moderna, pero a su vez el poder sindical era “encuadrado” por el Estado y controlado en su acción. Cuando algún sindicato traspasaba con su acción los límites de seguridad del régimen, como ocurrió con la huelga ferroviaria de 1951, aquél acudía a la movilización general o sometía a los obreros rebeldes al régimen militar.

Con la participación de José Francisco Luis Figuerola y Tresols, que Perón había conocido en 1943 como jefe de estadística del Departamento Nacional del Trabajo, se elaboró el llamado “Plan Quinquenal del Gobierno 1947-1951”. Según su autor; el plan inicial constaba de cuatro etapas esenciales: establecer les necesidades previsibles de materias primas de origen nacional; verificar el estado y grado de eficiencia de los sistemas de producción, explotación y distribución de esos elementos; proveer las obras e inversiones necesarias para asegurar en el término de cinco años un suministro suficiente de materias primas, combustibles y equipos mecánicos y desarrollar racionalmente la industria y la agricultura, y asegurar la descentralización industrial, la diversificación de la producción y el emplazamiento de fuentes naturales de energía, vías de comunicación, medios de transporte y mercados consumidores. Perón añadió otras medidas y objetivos, pero mantuvo la finalidad principal de evitar que la posguerra disminuyera en la Argentina la tasa de empleo, mediante la promoción de ¡a industria liviana.

La nacionalización de ciertos servicios públicos, incluyendo le adquisición de los ferrocarriles que pertenecían a capitales británicos. Cuando éstas se rehicieron, uno de los presupuestos de la política de Miranda faltó y con él se advirtieron las falencias, en el mediano plazo, de aquélla. Miranda renunció a fines del 949 yla conducción económica cambió de manos. Ramón Cereijo, Alfredo Gómez Morales y más tarde Antonio E Cafiero procuraron introducir racionalidad en la economía del régimen sin soslayar tino de los principios fundamentales de su acción, Señala Cafiero que “el Justicialismo sujeté el poder económico —hasta entonces invicto— a la autoridad pública y colocó la economía al servicio de la política. El primer gobierno de Perón se divide pues, en dos etapas, discernibles por el tipo de medidas adoptadas, el énfasis de las mismas y la personalidad da sus realizadores. Miranda trazó su política económica teniendo cuenta informes de los servicios de inteligencia de las fuerzas armadas que aseguraban una posguerra muy corta y un enfrentamiento inminente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. La guerra no se produjo, y en cambio el Plan Marshall trastornó por completo los cálculos de Miranda y descolocó a la Argentina en mercados internacionales, donde los Estados Unidos “regalaban lo mismo que nosotros tentamos que vender”. El nuevo equipo económico que sucedió a Miranda, tuvo que poner orden en una economía desquiciada. Arthur P, Whitaker resume en una paradoja los primeros seis años del peronismo: “prosperidad y bancarrota”.

Por supuesto, las opiniones están divididas. Partidarios y observadores extranjeros explican de manera positiva el rumbo de la política economica peronista, pero los críticos enfatizan otros aspectos de esa misma realidad y concluyen de manera diferente. Si el peronismo mantuvo una alta tasa de empleo mediante la promoción de la industria liviana, ésta ocupaba altos coeficientes de mano de obra con poca eficiencia. Sise rescataron inversiones extranjeras en servicios públicos—que darían pérdidas crecientes e incidirían en el déficit presupuestado— como los ferrocarriles, los teléfonos, el gas, se hizo mediante la aplicación de divisas que pudieron emplearse en inversiones básicas de industria pesada o infraestructura. Su política agraria impidió el aumento de la productividad, afectando las exportaciones y. por lo tanto, una de las bases para financiar el desarrollo. El segundo plan quinquenal pretendió cambiar el sentido negativo de algunas de las políticas del primero. Este habría sido guiado por premisas keynesianas más que por

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objetivos de una economía del desarrollo, que se trataron de practicaren el segundo período presidencial dePerón. En cambio, otros opinan que en 1945 nadie pensaba en la economía argentina con términos de subdesarrollo, sino de “dependencia-independencia” y de desigualdades regionales. De esta manera —opina Floreal Forni— la opción entre economía de desarrollo y keynesianismo nunca existió: dada la situación entonces vigente, el gobierno peronista fue una combinación pragmática de protección a la única industria entonces existente —la liviana— hasta llegar a la sustitución de importaciones. Como han hecho Guido Di Tella y Manuel Zymelman. En la periodización propuesta por éstos, el primer gobierno peronista se encuentra en lo que llaman “crecimiento autogenerado”. Después del periodo de prosperidad de 1948 y del receso de 1952, la economía evidenció signos de desajuste. A su vez, la intervención del Estado asumió proporciones hasta entonces inusitadas en la Argentina y la industrialización se apoyó en la provisión de divisas que brindaba el sector agrícola. La redistribución del ingreso del sector agrícola al industrial se hizo a través del IAPI. En 1949, la política oficial tuvo que invertirse por la caída de los precios internacionales; las reservas de divisas estaban agotadas y la Argentina se vio obligada a recurrir a un préstamo del Export-lmport Bank. La inflación —ya parte de una política, más bien que una tendencia— fue alentada no sólo como una forma de reorientar recursos de la agricultura hacia la industria, sino como una medida política relacionada con el nivel de los salarios.

Hacia 1955, Perón declaraba a los legisladores peronistas su optimismo respecto del futuro y trasmitía en sus discursos insólita e infundada seguridad: “Hemos hallado la solución al 90% de los problemas del país —decía a los legisladores el 29 de marzo—y hemos dado una solucióna la explotación del petróleo, e la energía eléctrica y a la siderurgia.” El 25 de abril, el ministro de Industria debía suscribir un acuerdo con la Standard Oil que preveía la constitución de la “California Argentina de Petróleo SA”. El peronismo confiaba en que el acuerdo. La oposición advierte que el peronismo ha abierto un flanco fácilmente vulnerable, mientras se ha desencadenado ya el conflicto con la Iglesia. En resumen, denuncia que en 49.800 km2 del territorio argentino una compañía extranjera era autorizada a constituir un “Estado dentro del Estado”, importando máquinas, trayendo su personal, exportando las sumas que percibiese, construyendo rutas y aeropuertos, telégrafos y comunicaciones fuera del control del Estado argentino. El acuerdo es ratificado por la mayoría peronista, pese a las protestas de la oposición encabezada por un diputado radical que había hecho del petróleo uno de sus temas polémicos predilectos y, a la postre, una cuestión insoluble en términos racionales para los argentinos: el doctor Arturo Frondizi.

Raúl Prebisch, entonces secretario general de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América latina, contiene une apreciación preliminar de las consecuencias de la política económica del peronismo que resumió así: La Argentina conoce hoy la crisis más aguda de su desarrollo económico, más grave aún que la que debió conjurar el presidente Avellaneda economizando sobre el hambre y la sed, más grave que la de 1890 ymás grave que la de hace un cuarto de siglo, en plena depresión mundial En estos tiempos, el país conservaba al menos sus fuerzas productivas intactas, No es el caso de hoy: los factores dinámicos de su economía están seriamente comprometidos y será necesario un esfuerzo intenso y persistente para restablecer su ritmo vigoroso de desarrollo…

La política exterior y la “tercera posición”

La política exterior procuró ser congruente con la fisonomía interna del régimen y con el realismo del caudillo. Polifacética y polivalente, recogió posturas y contenidos ideológicos de distintas corrientes, trató de conciliarlas con los condicionamientos objetivos de la situación internacional de posguerra, y con nuevas amistades internacionales. El resumen de todos esos factores, a menudo contradictorios y de expresión que el régimen introdujo como un segmento de su doctrina política: la “tercera posición”. Esta se presentó como una postura original, apropiada a la mística del peronismo.

Un gesto espectacular dio el tono a la política exterior de Perón: su ‘mensaje de paz al mundo”, leído el 6 de Julio de 1947. Antes habla sorprendido restableciendo las relaciones diplomáticas con la URSS, enviando como embajador en Moscú a un caudillo sanjuanino: Federico Cantoni. The New York Herald Tribuna ironizaba: “La Argentina ha obtenido la medalla de buena conducta y todo está olvidado... La delegación no había asumido, en realidad, ninguna actitud intransigente, sino cooperativa. El tercerismo parecía más bien retórico que efectivo, pero mientras tanto el presidente había enviado a su esposa a una gira por Europa, y había decidido una ayuda oportuna e importante a España, marginada del Plan Marshall por la adhesión de Franco al Eje. Esta actitud de la Argentina fue generosa, la decisión de Perón muy hábil y la repercusión internacional de la medida significó un éxito diplomático y una demostración de independencia relativa en la conducción de los asuntos internacionales. La “tercera posición” fue, pues, la manifestación ideológica de una política exterior pendular y ambivalente. Acercaba la Argentina a los países “no comprometidos”, sin comprometerla formalmente con los grandes bloques mundiales. Expresaba una posición realista hacía la URSS mientras renegaba del comunismo, y solidaria con Occidente y los Estados Unidos aunque predicaba contra el imperialismo.

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La caída

“La República se creía sana ysalva después de la muerte de Catilina. Nunca se había encontrado más enferma.” (Emilio Castelar La civilización en los primeros cinco siglos del cristianismo). Los grandes diarios, los partidos políticos tradicionales, los sectores sociales o la clase alta y la alta clase media reclutaban o representaban la oposición sistemática al régimen. A la izquierda del espectro opositor estaba casi todo el poder intelectual, los estudiantes universitarios organizados en la FUA, los profesionales y aun sectores de la clase media que si bien se habían beneficiado con la política económica del régimen, compartían valores no económicos que los acercaba a la oposición antiperonista. La política social de Perón, el estatuto del peón ola organización del poder sindical significaban la modificación inaceptable del statu quo. Muchos militares alternaban en esos círculos y escuchaban la prédica opositora, la crítica objetiva o la difamación. El peronismo no hubiera podido existir sin el apoyo del ejército, de la lglesia y de las organizaciones gremiales. Con el tiempo, sin embargo, la oposición entre el peronismo y el antiperonismo se fue haciendo una cuestión de “piel”, una cuestión social en el sentido más directo de la palabra. Mucha gente fue peronista. Pero muchos fueron antiperonistas desde el principio, se situaron en la oposición al candidato del ejército por antimilitarismo.

Demócratas y liberales

Si bien en el sentido político no hay diferencia apreciable entre el Estado democrático y el liberal, en el sentido social (y económico) la democracia se entiende a menudo como una forma de gobernar la sociedad. Si el liberalismo es sobre todo la técnica de limitar el poder del Estado, la democracia es la inserción del poder popular en el Estado. En ese sentido —y quizás únicamente en ese sentido— el peronismo era demócrata. Aquél era indiferente respecto de la vigilancia del ejercicio del poder. Los demócratas se mostraban antiliberales o antipluralistas. Y los liberales cultivaban la antidemocracia por reacción. Desde el punto de vista de las relaciones sociales, sin embargo, la antinomia peronismo-antiperonismo se vivía de una manera más profunda aunque con manifestaciones también triviales. En ciertos sectores ser peronista era “mal visto”, y ser antiperonista era “bien”.

Autoritarismo y policlasismo

Cuando el peronismo fue una forma de autoritarismo basado en el poder de las masas, no fue un “partido de clase”, como no lo había sido el radicalismo en la época en que representó la vía de participación política de los sectores medios. Uno y otro fueron “policlasístas” y el hecho de que Perón se negara a cristalizar el movimiento en un partido Laborista exclusivamente obrero es un dato importante Este policlasismo se manifesté de maneras diferentes, y atravesó tanto a los sectores proletarios de las Zonas industriales Al mismo tiempo, en la medida en que Perón entendió que su autoridad indiscutible sobre una parte del pueblo debía ser aceptada coercitivamente por quienes no eran sus fieles, deriva hacia el autoritarismo y, a la postre, hacia una autocracia populista. Cuando Perón decía “el pueblo’, entendía la palabra en al sentido de un todo orgánico o de una mayoría absoluta. De ahí el “populismo» como expresión ideológica de la concepción romántica que conduce a que puedan ser sometidos uno por uno todos los miembros del pueblo efectivo.

El sistema: polarización centrífuga

Puede decirse que, por lo menos desde la ley Sáenz Peña, la última regla no fue satisfecha por el sistema de partidos de la Argentina, sea porque quien ganó trató por todos los medios de no perder el poder, sea porque quien perdió no tuvo posibilidades o fuerza propia para conquistarlo por medios lícitos.

Otra condición fundamental para el funcionamiento del sistema bipartidistaes que la actitud de los partidos sea competitiva y centrípeta. Que favorezcan un juego político ‘moderado” en el sentido de que no exasperen los conflictos ni los clivajes —fracturas— en la línea de división económico- social. Es la mecánica centrípeta del bipartidismo la que crea el consenso respecto del sistema. Si las actitudes de los partidos acentúan los conflictos, conducen a que el adversario sea tratado como enemigo y mediante la práctica de la injusticia política cierren el camino del poder al competidor. Se produce una polarización centrífuga que hace estallar el sistema por la distancia y la tensión ideológica que se crea entre los polos. Ese fue, parece, el rasgo relevante del comportamiento político durante el régimen peronista. Peronismo y antiperonismo fueron al cabo dos “polos”, no dos partidos. En ese contexto debe tenerse en cuenta, por fin, la incidencia polarizadora de la constante “personalista” que se manifiesta a través del liderazgo de Perón.

Hacia 1955, el régimen peronista había dado casi todo lo que podía esperarse. Había incorporado la clase obrera al sistema político y el poder sindical a la constelación da poderes de la Argentina. Había innovado en política económica: “los mecanismos de control legados por los conservadores fueron ahora utilizados para subvencionar no al sector

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primario, sino al industrial”.56 Había aplicado una política económica neoconservadora cuando pasaron los tiempos de prosperidad, sin que llegaran a advertirlo sus fieles.

La fatiga y la soberbia

La segunda presidencia de Perón comenzó con dos hechos críticos: la muerte de Eva Perón y el suicidio de Juan Duarte. Algunos opositores apreciaban que —no obstante el descrédito moral que significó el affaire Duarte y la ausencia de Eva Perón— la situación política era sólida, la inflación iba en camino de ser contenida y la posibilidad del acuerdo petrolero con la Standard Oil resolvería los graves problemas financieros del régimen. Lo cierto era que la gente no creía en la posibilidad de una crisis, que las posibilidades electorales del radicalismo eran muy bajas, al peronismo debilitando la influencia de éste en las fuerzas armadas, pocos indicios había de la proximidad del ocaso del régimen. Sin embargo, luego de la muerte de Eva Perón, el líder había caído en la concupiscencia según lo probaba, para los informados, el “aftaire UES”y hechos análogos. A su vez, una rígida burocracia sindical y política se interponía entre el presidente y sus seguidores, y el régimen ponía de relieve sus defectos: ineficiencia y mediocridad. La oposición ganaba las calles y los cuarteles, multiplicando las imágenes negativas del peronismo. El régimen aumentó la represión, y la oposición los rumores y la actividad conspirativa. Que los rumores tenían bases ciertas y que deterioraban al régimen, quedó demostrado por las reacciones de Perón en sus discursos, sobre todo a partir de 1953, en que dedicaba extensos pasajes a desvirtuarlos. A principios del 55 sin embargo, los rumores convergían en la crítica moral al régimen y a Perón —crítica que tenía como portavoces a dirigentes católicos y a sacerdotes—y en la crítica política yeconómica a propósito de los contratos petroleros —que penetró en los cuadros militares—.

El conflicto con la Iglesia

De pronto estalló el conflicto con la Iglesia Católica. Conflicto insólito, que las versiones oficiales asociaron con el presunto apoyo de la Iglesia al todavía nonato partido Demócrata Cristiano. ¿La irritación de Perón frente a los actos religiosos que eclipsaban —en Córdoba, por ejemplo— las manifestaciones de sus adherentes, sobre todo de la UES? El 27 de septiembre de 1954 una ley sobre asociaciones retira la personería jurídica “a las asociaciones constituidas sobre la base de una religión, de una creencia, de una nacionalidad, de una raza o de un sexo”. El 2 de diciembre se suprime la Dirección General de Enseñanza Religiosa. El 28 de diciembre son suprimidas las subvenciones oficiales a las escuelas privadas. El 29 se reforma la ley de profilaxis social permitiendo el ejercicio de la prostitución. La Iglesia, que había gozado de los favores oficiales del régimen desde el 43, comienza a conocer desde entonces el asedio y la hostilidad. El régimen “sacraliza” el culto a Evita y el 13 de mayo de 1955 es abrogada la ley de enseñanza religiosa en medio de declaraciones que denunciaban “la alianza funeste entre el clericalismo oscurantista y fanático y los últimos bastiones de la reacción anti-argentina”. Las sanciones a la Iglesia se sucedían, mientras el presidente procuraba añadir por todos los medios motivos de irritación —recibía cada día ministros de diferentes cultos, y aun a organizaciones teosóficas y espiritistas—,y el peronismo se aprestaba a una enmienda constitucional para separar la Iglesia del Estado. El conflicto con la Iglesia fue el principio del ocaso del régimen peronista. incluso, anticlericales que no los habían visitado antes. El antiperonismo desafió al régimen desfilando por las calles de Buenos Aires a propósito de la celebración de Corpus Christi. El gobierno envió al exilio al obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Manuel Tato, y a un canónigo de la Catedral, Ramón Novoa. Acusó a los católicos de haber quemado una bandera argentina y éstos acusaron a la policía. El 15 de junio la Santa Sede excomulgó a Juan Domingo Perón.

Hacia la revolución de 1955

El 16 de junio, una escuadrilla aeronaval que debía realizar un acto de desagravio al Libertador General San Martin, por ¡a quema de la bandera del 11 de junio, atacó la Casa Rosada. La primera bomba cayó a las 12:40 de ese día triste, en el que muchos inocentes murieron y la rebelión fracasó, bandas armadas que actuaban en la impunidad. El odio se manifestó entre los argentinos. Perón advirtió que todo había llegado demasiado lejos e intentó una “política de pacificación” apelando a la oposición. Pero las cartas estaban echadas. El régimen había perdido el apoyo del poder moral. La Argentina peronista era fuerte y fiel, pero quedó desconcertada ante el comportamiento de su líder.

La renuncia

Perón juega una carta que hubiera sido decisiva en la etapa de su ascenso político: presenta su renuncie —no ante el Congreso, sino ante el partido—y la CGT moviliza a sus organizaciones para exigir a su líder quela retire. En la fría tarde del 31 de agosto, día de la renuncie, Perón arenga a la multitud en la plaza de Mayo. Pronuncia el discurso más violento que haya dicho jamás y promete “responder a toda acción violenta con otra más violenta todavía”. Algunos observadores advierten que, antes de finalizar el discurso, algunos ministros habían abandonado el balcón. La noche cae y reina la calma en la ciudad, patrullada por fuerzas militares. El líder no había mostrado la tolerancia de los fuertes. . Surgió un jefe revolucionario en los cuadros superiores de la Marina —el contralmirante Isaac Rojas—y otro en el Ejército—el general Pedro Eugenio Aramburu—, pero la decisión del levantamiento militar pertenece a un general de

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origen nacionalista que había actuado en el 51: el general Eduardo Lonardi. El 16 de septiembre, a la una de la mañana, el general Lonardi y un grupo de oficiales acompañados por el coronel Ossorio Arana tomaron la Escuela de Artillería, en Córdoba. La situación militar era sin embargo angustiosa para los sublevados, aunque lograron convencer al jefe de la Escuela de Infantería cuando ésta no podía ser rendida por las armas. . El 19 de septiembre, Lonardi estaba copado y sin infantería; el general Lagos alistado en Cuyo pero sin salir de Mendoza; en el litoral, los conspiradores habían fracasado y la Marina no podía ayudar a los rebeldes mediterráneos. De pronto, llegó desde Buenos Aires la orden de tregua. Eso sorprendió a todos e indignó a los militares leales. La Flota de Mar bombardea las destilerías de Mar del Plata, amenaza La Plata y lanza un ultimátum al gobierno nacional. Fue seguido por dos más, hasta que un grupo de militares fue a parlamentar a bordo del crucero “17 de Octubre”. El presidente, en efecto, entregó un documento que —según él— tenía por objeto habilitar al ejército “para llegar a la terminación de las hostilidades”, pero quela Junta Militar interpretó como una renuncia. Perón se refugiaba en la embajada del Paraguay. El 23 de septiembre de 1955 la Plaza de Mayo se llenó con una multitud tan compacta e impresionante como la del 17 de octubre de 1945. Pero era la Argentina antiperonista. El poder ya no era de Perón, como doce años atrás, sino, otra vez, de las fuerzas armadas.

36. El antiperonismo gobernante. Los dilemas de la Revolución

El período 1955-66 implica una profundización de la crisis que venía padeciéndose desde 1930 y que alcanzaría su expresión culminante en la Argentina violenta de los años 1966 a 1983. La alteración no era sólo del Estado y de las instituciones, sino que alcanzaba a toda la sociedad. El régimen peronista había impreso al país una bipolaridad definida que lo sobrevivió. Había desaparecido el gobierno peronista pero al día siguiente de la Revolución Libertadora, se puso claramente de manifiesto que el peronismo era el vector que seguía dividiendo a la sociedad en partidarios y adversarios.

Lonardi y el“no peronismo”

El “no peronismo” aunque fue una actitud que cristalizó pocos años después y no tenía en ese momento existencia política, podría reclamar como antecedente la actitud del propiojefe revolucionario, general Lonardi, quien revivió la fórmula de Urquiza: “Ni vencedores ni vencidos”. Pero en 1955, como en 1852, hubo vencedores yhubo vencidos: las heridas estaban abiertas y eran pocos los dispuestos a olvidar los agravios recíprocos. Lonardi se propuso reunificar la sociedad política argentina llevando adelante un proceso de conciliación. De una honestidad sin tache, pero con escasa perspicacia política, llamó a colaborar con el gobierno a hombres de dos extracciones políticas diferentes: nacionalistas y liberales. Lonardi no pareció advertir la prevención recíproca, casi visceral, entre nacionalistas y liberales. Además, subestimó el hecho de que, frente al problema peronista, ambos grupos adoptaran posiciones opuestas. Los nacionalistas, entre los que no faltaban quienes habían tenido afinidades con el peronismo hasta 1954, eran proclives al esquema de conciliación del presidente, mientras que los liberales, dominados por el temor al retorno o al resurgimiento del peronismo, adoptaban una actitud marcadamente antiperonista, que les valió el apodo de “gorilas”. Perón, entretanto, comenzaba su periplo de exiliado, primero en Paraguay, luego en Venezuela y Panamá, yfinalmente en España. El presidente, acosado y enfermo, manifestó su intención de renunciar pero luego se retractó, por lo que el 13 de noviembre fue simplemente depuesto, acordándose que se informare al público que el cambio se debía a razones de salud.

La gestión de Aramburu

El general Pedro E. Aramburu asumió la presidencia. Además se creó el Consejo Militar Revolucionario, encargado de intervenir en la legislación. La CGT declaró una huelga general en apoyo de Lonardi, lo que confirmó las sospechas del antiperonismo militante de que el peronismo se reorganizaba a la sombra de la tolerancia del primer presidente revolucionario. El proceso antiperonista continuó entonces con la intervención de la CGT y la inhabilitación de sus dirigentes, la disolución del partido peronista y la inhabilitación de todos los que habían ocupado cargos políticos desde 1946. A partir del 13 de noviembre de 1955 el único lugar que le quedó al peronismo fue el de los proscriptos. La gestión presidencial del general Aramburu no fue sencilla. Para empezar, contaba con un poder revolucionario fracturado por la crisis política inmediata, mientras que el peronismo era —o aparentaba ser— monolítico. Aramburu sabía que estaba condicionado políticamente por el Consejo Militar y poco a poco fue haciéndose visible que el antiperonismo de la Marina y del vicepresidente era bastante más virulento que el del general presidente. La Revolución Libertadora, como las del 30 y del 43, se había hecho para restablecer el imperio de la Constitución, pero en la óptica de los nuevos gobernantes, la Constitución auténtica era la de 1853, no la promulgada por Perón en 1949, En consecuencia ésta fue anulada el 27 de marzo de 1956 y se reimplantó la de 1853. Es probable que Aramburu, a principios de 1956, se haya planteado el problema de si la dureza antiperonista no empezaba a producir efectos contrarios a los buscados. En efecto, un sector del peronismo pasó a la actividad conspirativa. Huelgas y sabotajes comenzaron a hacerse frecuentes y fueron el preludio del estallido militar del 9 de junio de 1956, dirigido por los generales Valle y Tanco, y secundado por varios oficiales, sindicalistas y simpatizantes. Lo curioso de este movimiento fue que actuaron con total independencia

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de Perón y sin consultarlo, El gobierno había tenido indicios de la posibilidad de un movimiento revolucionario y Aramburu, en un viaje a Rosario, había dejado firmado, sin fecha, un decreto declarando la ley marcial. Los sublevados fracasaron en Buenos Aires y sólo tuvieron éxitos parciales en La Plata y Santa Rosa, pero fueron dominados en la mañana del día 10. El gobierno tuvo un serio temor de que el conato pudiera transformarse en guerra civil y reaccionó con singular dureza, fusilando a los principales complotados y dando mucha publicidad a las ejecuciones que alcanzaron a 18 militares y 9 civiles. , Aramburu anunció que se llamaría a elecciones al año siguiente, y quese prohibían las candidaturas de militares. Eliminado el peronismo, la única fuerza nacional que podía aspirar a la presidencia era la Unión Cívica Radical, y en su convención de Tucumán, Arturo Frondizi maniobró mejor que su antagonista Ricardo Balbín y ganó la candidatura presidencial. El resultado fue la división del partido.

La división de la UCR

Se creó la Unión Cívica Radical del Pueblo que levantó la candidatura de Balbín, en tanto que los frondizistas, para diferenciarse, se denominaron Unión Cívica Radical Intransigente. Aparte de las discrepancias internas, quedó claro que la actitud ante el peronismo era uno de los factores divisorios de ambas fuerzas. Balbín apostaba por un antiperonismo decidido, con la aceptación de muchos militares y numerosos sectores civiles. Frondizi, en cambio, se pronunciaba por un “no peronismo” que se concretaba en la búsqueda de una alianza con los peronistas, prometiéndoles ciertos espacios de poder—político gremial— bajo su conducción. El plan de Frondizi fue conquistar el electorado peronista; el de Balbín, proclamar la necesidad de la unidad, ante el riesgo de una participación peronista en el gobierno. Mientras Frondizi lanzaba este audaz pero inteligente desafío, el antiperonismo gobernante no acertaba a encontrar un procedimiento para desperonizar la cuestión política. El peronismo se convirtió en un trauma para los militares, la dirigencia política y para muchos ciudadanos. Perón comenzó a sumar apoyos, con discursos diferentes para cada sector según provinieran del peronismo ‘histórico’, de la extrema derecha o de la extrema izquierda. Juego peligroso que condujo ala fractura del movimiento en 1973.

La reforma constitucional de 1957

Para regularizar la situación constitucional y para sondear la opinión pública, el Gobierno convocó a elecciones de constituyentes para reformar la Constitución, La Aeronáutica se retiró de la Junta Militar en desacuerdo con la fecha de los comicios, pero éstos se realizaron en julio de 1957, con el sistema de representación proporcional. Perón ordenó el voto en blanco, Frondizi anunció que sus partidarios electos pedirían la disolución de la Convención. En la votación, la primera minoría correspondió a los votos en blanco, seguidos de muy cerca por la Unión Cívica Radical del Pueblo. Más atrás se ubicó la UCRI. Mientras tanto, Aramburu cosechaba algunos frutos mejores fuera del campo político. La economía era conducida por un grupo con ideas liberales, atemperadas por la influencia de Raúl Prebisch y la CEPAL, el equipo económico logró, en ese período, aumentar la producción de petróleo en un 16%, y poner en marcha la industria automotriz. También se creó el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA). El gobierno se anotaba el magro éxito de presenciar la división del movimiento obrero entre las “62 organizaciones”, mayoritaria y de franco tono peronista, y “las 32”, que se autodenominaban democráticas. Al gobierno de la Revolución Libertadora sólo le quedaba administrar la transición hacia un gobierno constitucional, presidido por la Constitución de 1853 reformada, a la que se había agregado un artículo—el 14 bis— sobre las reformas sociales. La Convención Constituyente se clausuró en noviembre de 1957 y las elecciones generales se hicieron en noviembre del año siguiente. El candidato presidencial de la UCRI, Arturo Frondizi, siguió empeñado en captar los votos del vetado peronismo. Su intento se concretó en enero, cuando su enviado Rogelio Frigerio convino una alianza con Perón, en Caracas. Poco después Perón ordenó a sus fieles votar por Frondizi, pacto que aseguró la victoria de éste, pero que iba a complicar todo su futuro gobierno.

Frondizi y el Pacto. Victoria electoral de Frondizi

La victoria electoral de Frondizi fue notable. Las elecciones dieron además a la UCRI un claro dominio en los Congreso y todos los gobiernos de provincia. Pero este dominio del panorama político ere más aparente que real. Frondizi heredaba del gobierno militar, entre otros muchos problemas, dos cuestiones fundamentales: la militar y la peronista. La sospecha de ese “pacto”, que no había sido hecho público, Perón exigía las medidas de gobierno que recompensaran sus votos. Frondizi, político inteligente y moderno, pero con una fuerte tendencia a ideologizar todos los temas y a proceder con un pragmatismo no exento de cinismo, que le ganó la tacha de “maquiavélico. Frondizi fue un político brillante y audaz, que se propuso modernizar el aparato económico argentino e introducir modificaciones sustanciales en los hábitos políticos y educacionales. En su discurso de sunción del mando afirmó que había bajado el telón sobre todo lo ocurrido antes. Durante su gobierno, nadie sería perseguido por sus idees, su actividad política o gremial, que combatiría la burocracia, normalizaría el campo gremial y que aspiraba a que las fuerzas armadas estuvieran al servicio de la Nación y no actuaran como la guardia pretoriana del presidente.

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El presidente envió al Congreso un proyecto de amnistía general y poco más tarde obtuvo la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales, que restablecía la unidad de la representación sindical. Las primeras exigencias del pacto comenzaban a cumplirse. Pero, la verdadera sorpresa, fue la nueva política petrolera ya que, en contra de su prédica anterior y de lo sostenido en su libro Petróleo y Política (1954), Frondizi se propuso llegar al autoabastecimiento sobre la base de contratos con compañías extranjeras. No fue la menor de ellas la cuestión de la enseñanza, donde el ministro Mac Kay sostuvo la tesis de la libertad de enseñanza, apoyada por católicos, y combatida enérgicamente por la izquierda. Por fin el gobierno logró un triunfo atemperado y fueron autorizadas las universidades privadas.

En el campo económico se imponía la tesis del desarrollismo. Los hombres de armas más críticos rescataban la gestión económica del presidente. Lo cierto es que, durante su gobierno, la producción de petróleo se triplicó, aumentaron la producción de bienes y el salario real y disminuyó la desocupación. Mientras tanto, la situación política se complicaba. Por un lado, Perón presionaba para obtener nuevas concesiones y se iniciaron huelgas políticas como la de los petroleros y los trabajadores de los frigoríficos. Esto llevó a la ruptura del pacto Frondizi-Perón que éste hizo público, tal vez con la idea de crear nuevas dificultades al presidente.

Las crisis militares. Los “planteos”

Se produjeron crisis militares que causaron la renuncie de dos ministros de Guerra. El comandante en jefe del ejército era el general Carlos Toranzo Montero, líder de la posición “gorilista”, quien en octubre de 1960 exigió el alejamiento de Frondizi. Aunque la crisis se palió, Frondizi no releyó del mando a Toranzo Montero, con lo que perdió el apoyo de los moderados por un lado y de los peronistas e izquierdistas por el otro. Otro terreno en que la posición de Frondizi se hizo difícil fue el de las relaciones internacionales. Primero impulsó una intensa relación con los Estados Unidos, pero deseoso de demostrar independencia. La situación se complicó cuando Fidel Castro proclamó el carácter marxista de su gobierno y Frondizi sostuvo la inconveniencia de separar a Cuba de la Organización de los Estados Americanos. Pero el escándalo estalló cuando Ernesto “Che” Guevara, ministro de Castro, viajó secretamente a la Argentina y se entrevistó con Frondizi. La entrevista trascendió y toda la oposición civil y militar acusó al presidenta de criptocomunista, sayo que no pudo quitarse ni con su segundo viaje a Estados Unidos, donde adhirió a la Alianza para el Progreso lanzada por el presidente Kennedy. Fue así que, en las elecciones legislativas da 1960, se reprodujo prácticamente el cuadro de las elecciones constituyentes de 1957. En 1962, la UCRI logró aumentar su caudal hasta el 25% de los votos, pero lo hizo a expensas da la UCRP y partidos menores, más no del peronismo. Todavía se discute, entre partidarios y adversarios de Frondizi, cuál fue la causa da esta situación electoral. Nos animaríamos a resumirla en los siguientes factores:

a) los elementos antiperonistas de la sociedad sospechaban del presidente por su pacto con Parón y las medidas concretas de gobierno que beneficiaban a sus partidarios;

b) otros sectores de la franja central del electorado temían el posible criptocomunismo de Frondizi, atizado desde la oposición;

c) esto mismo y su política económica más abierta a las leyes del mercado le enajenaron las simpatías de los elementos democristianos y socialdemócratas;

d) los peronistas pasaban cada vez más a la oposición abierta. En estas condiciones el presidente, pese a su habilidad para superar situaciones difíciles, se encontraba cada vez más solo ante un ejército que hacia 1962 pretendía tutelarlo y más aún, hacerlo al instrumento da sus intereses corporativos y sus convicciones políticas.

La crisis del 62

Las elecciones del 18 de marzo, que acabamos de mencionar, fueron el detonante de la crisis final. Pero el factor decisivo en la reacción del antiperonismo fue el triunfo de Framini en la provincia de Buenos Aires. La oposición encabezada por los militares exigió que aquél cumpliera su promesa anterior de aplicar “remedios constitucionales”, o sea intervenir las provincias donde el peronismo hubiera triunfado. Frondizi aceptó esto como manera de sobrevivir, Vítolo renunció y el día 20 quedaron intervenidas esas provincias. Ante la crisis las soluciones iban desde forzar al presidente, rodeándolo de un gabinete de coalición antiperonista, hasta la asunción del gobierno por una junta militar. El mismo día 20 los militares deciden pedirle a Frondizi que renuncie, a lo que éste se niega, y el 23 reforma el gabinete para disminuir la presión. Al tiempo pide al general Aramburu que actúe como mediador. Varios militares y civiles ven en esta mediación la oportunidad de una salida de la crisis “a lo de Gaulle”: una coalición nacional a través del liderazgo unificador del general, lo que algún autor ha llamado la salida por “la dictadura constitucional”. La gestión mediadora de Aramburu fracasa porque nadie quiere comprometerse para salvar al presidente.

En ese ambiente enrarecido y previa renuncia de los ministros militares, los jefes de lastres armas exigenla renuncie de Frondizi bajo amenazada deponerlo. Mientras esto ocurre, el ministro de Defensa Rodolfo Martínez ejecuta una

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maniobra audaz: consulta a la Corte Suprema de Justicia si en caso de deponer al presidente, rige la ley de acefalia. La respuesta del Tribunal es positiva, y Martínez la comunica a los tres jefes, quienes ofrecen la presidencia al jefe provisional del Senado, José Maria Guido. Martínez había logrado salvar les formas constitucionales, pero no el espíritu de la Constitución. Guido juré aonio presidente el 29 de marzo de 1962 y para cumplir con las exigencias de los militares, procedió a anular las elecciones y a proscribir a los comunistas y peronistas de la actividad política y electoral.

El presidente Guido era prácticamente un desconocido para el grueso de la población. Senador por Río Negro. Llevado por las circunstancias a evitar un golpe militar abierto y a ejercer una suerte de presidencia “protegida” por el grupo militar predominante tuvo la habilidad de hacer de su debilidad un arma, y cada vez que fue presionado en exceso manifestó intención de renunciar, lo que le dio cierto escaso margen de maniobra, pues las facciones militares evitaban enfrentarse. La cuestión peronista había sido decidida por los colorados y sus aliados civiles con la exclusión política del peronismo. Pero la cuestión militar no estaba resuelta. Antes de un mes se hicieron evidentes en el ejército las divergencias entre azules y colorados. En agosto los colorados parecían dominar la situación. Los azules dominaban Campo de Mayo y el arma de caballería, y asíse produjo un curioso pronunciamiento. Campo de Mayo, con el general Juan O. Ongania, se sublevó para asegurar la legalidad y subordinar el ejército a la autoridad civil. Los colorados y la Marina respondieron con la violencia armada. Los azules lanzaron un operativo militar en el que demostraron superioridad de fuerza y superioridad táctica, arrollando a sus adversarias. A las órdenes de Onganía se destacaron el general Lanusse y el coronel López Aufranc. Mientras una ciudadanía inconsulta presenciaba atónita cómo los militares se agredían entre ellos y prescindían de la opinión civil, el presidente se acomodó a la nueva situación. Rodolfo Martínez fue nombrado ministro del Interior y se puso en ejecución el famoso comunicado 150 —obra del periodista Mariano Grondona— que resumía la posición de los azules en: prescindencia de los militares en política, subordinación al poder civil, profesionalismo y disciplina y el derecho al voto de toda la ciudadanía sin exclusiones.

Oscar Alende se separó del frondizismo y presentó su propia candidatura, al tiempo que los aramburistas crearon la Unión del Pueblo Argentino. En medio de la confusión popular, el gobierno llamó a elecciones generales. Poco después el Frente Nacional y Popular, siguiendo las directivas de Perón, anunció que votaría en blanco. El comunicado 150 había sido sepultado por sus propios autores.

Última experiencia antiperonista

Las elecciones llegaban en un momento de relativa tranquilidad económica, Pese a que desde 1960 se hacían sentir las restricciones derivadas de la creación de la Comunidad Económica Europea, se había conseguido incrementar la exportación agrícola con la consiguiente inyección de divisas en el mercado local.

Las elecciones de 1963 y el gobierno de Illia

Los resultados electorales sorprendieron a muchos, entre ellos a Ricardo Balbín que había rechazado la postulación presidencial de su partido no creyendo en su victoria. La fórmula Illia-Perette de la UCRP se impuso con 2.403.451 votos frente a 1.563996 de Alende (UCRI) y 1.326.855 de Aramburu. Los votos en blanco llegaron a 1.700.000 con el aporte de los frondizistas. Con ese difícil telón de fondo, Arturo Illia iba a realizar una gestión meritoria aunque fuera duramente combatida. Médico bonaerense con larga radicación en Cruz del Eje, Córdoba, afable y conciliador, de honradez intachable, y con una concepción muy personal del “tiempo político”, el punto débil de su gobierno consistió en quedar encerrado en las estructuras partidarias. Illia asumió la presidencia el 12 de octubre de 1963. Pero aquí se encontró el gobierno con la oposición simultánea del peronismo y de los militares. Parte del primero acusaba al gobierno de ilegítimo y anunciaba un plan de lucha, mientras que el ejército “azul” con su comandante en jefe el general Onganía, era un crítico expectante del gobierno.

Política exterior de Zabala Ortiz

Una de las áreas de mayor éxito de Illia fue la política exterior, donde era secundado por un avezado político, Miguel Ángel Zabala Ortiz. Este heredaba una actitud pronorteamericana en el asunto de Cuba, que mantuvo, reservándose cierta independencia. Cuando la intervención norteamericana en la República Dominicana en 1965. Zabala Ortiz manejó con mucho tino las cuestiones fronterizas con Chile y logró su mayor triunfo en el asunto de las islas Malvinas, cuando obtuvo de las Naciones Unidas la Resolución 2065—18 de diciembre de 1965—que incluía las islas en el proceso de descolonización y fomentaba las relaciones directas entre Gran Bretaña y la Argentina sobre el tema. Al mismo tiempo obtuvo en la OEA que no se permitiera el ingreso de miembros que no fueran parte de un litigio territorial entre un Estado miembro y otro no americano, con lo que se impedía la incorporación de un eventual Estado malvinero.

La cuestión económica fue encarada con relativo éxito. Representó un tramo positivo en un periodo de treinta años, en el cual casi todo el resto tuvo saldos negativos. Continuó la expansión cerealera iniciada en tiempos de Guido y el salario

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real creció un 6,4%. Anulando los contratos con las compañías extranjeras realizados durante el gobierno de Frondizi. Esto se palió parcialmente con una buena gestión de YPF, contribuyó al atraso final del sistema energético argentino.

Un frente difícil para Illia fue el sindical y el dictado de la ley del salario mínimo vital y móvil respondía en realidad a los enfrentamientos entre el peronismo ortodoxo y el neoperonismo de Vandor. Una lucha despiadada por lograr el poder sindical los llevaba a adoptar actitudes cada vez más duras frente al gobierno. Al mismo tiempo Perón amagó con regresar al país. Llegó hasta Río de Janeiro donde lo detuvo y obligó a regresar una gestión de Zabala Ortiz ante su colega brasileño. Illia estaba decidido a recuperar en el ejercicio del poder la legitimidad. Fue así que en noviembre da 1964 anunció elecciones legislativas y levantó las proscripciones contra peronistas y comunistas. Las elecciones se realizaron en marzo del año siguiente y dieron el triunfo a la peronista Unión Popular con el 29,6% de los votos, seguida por la UCIRP con el 28.4%.

En noviembre de 1965, el teniente general Onganía pidió el retiro, por desinteligencias con el presidente en cuanto a la elección del secretario de Guerra. En las elecciones para gobernador de Mendoza, en marzo de 1966, se, enfrentaron los dos grupos peronistas: los vandoristas sostuvieron a Será García frente al ortodoxo Corvalán Nanclares. Los candidatos sé presentaron separados y fueron vencidos por el conservador Jofre, pero Corvalán Nanclares derroté ampliamente al candidato de Vandor, con el apoyo expreso de María Isabel Martínez de Perón, tercera esposa del líder justicialista. Perón estaba en condiciones de reunificar el movimiento peronista. Onganía no estaba dispuesto a permitir el regreso de Perón. El acuerdo tácito entre peronistas y militares, aunque con objetivos distintos, se manifestó junto con las coincidencias corporativas entre gremialistas y militares. El 29 de mayo de 1966, el comandante en jefe general Pascual A. Pistarini realizó una severa crítica al gobierno. El golpe de Estado era prácticamente anunciado ante una sociedad que no percibía la gravedad del intento ni sus consecuencias. El 28 de junio, ante la pasividad civil, los comandantes de las tres armas derrocaron al presidente. La Argentina convertía su alteración en violencia. Casi todos los protagonistas e inspiradores civiles y militares de aquel golpe de estado —Lanusse, Grondona y otros— manifiestan hoy su arrepentimiento. El día anterior al golpe de Estado se conoció una reunión realizada entre el secretario de Guerra. Por eso el 27 de junio el comando en jefe del Ejército hizo pública la resolución del relevo del general Caro, el desconocimiento de la autoridad del general Castro Sánchez como secretario de Guerra, el acuartelamiento de las tropas y todo eso manteniendo “informado al pueblo”. Era el prólogo del golpe.

37.La argentina violenta. El régimen militar y la Argentina corporativa (1966-1 973). El recurso a la fuerza

En la historia de las ideas que han constituido el eje de las distintas teorías del Estado, tres conceptos por o menos han sido postulados por la experiencia: la fuerza, la ley, la legitimidad. Los tres conceptos —fuerza, ley, legitimidad— sirven para explicar el progreso o la degradación de una sociedad en términos de cultura política o de convivencia civilizada.

Nuestra historia contemporánea es, en ese sentido, una demostración de cómo se fue degradando la sociedad por el abuso del recurso de la fuerza, y cómo el progreso, en términos de calidad política, reclamaban la necesidad de consolidar un régimen democrático legítimo. Los 17 años que transcurren entre 1966 y 1982 contienen lecciones tan costosas y tan claras que, una narración necesariamente selectiva de hechos fundamentales en medio de anécdotas innumerables, explicará por sí misma por qué la enorme mayoría de los argentinos llegó a las elecciones de 1983 en búsqueda de dos objetivos centrales: la paz y el gobierno de la ley. Entre 1966 y las elecciones de 1983, que señalaron el comienzo dele transición hacia la democracia constitucional, pueden distinguirse tres etapas: la primera, recorrida por un régimen militar con tres gobiernos sucesivos, entre 1966 y 1973; la segunda, ocupada por el intervalo constitucional de los gobiernos peronistas entre 1973 y 1976, y la tercera, la del retorno a un régimen militar con varios gobiernos que se sucedieron entre 1976 y 1982, denominado por sus autores Proceso de Reorganización Nacional y conocido en expresión ceñida como “el Proceso”. Es, progresivamente, el tiempo de le Argentina violenta que en otro lugar hemos llamado “los años ciegos”, o la Argentina de los “partidos militares’, según una expresión empleada para describir la situación latinoamericana Argentina.

No sería inapropiado llamar a esos períodos según las etapas propuestas, pero formando parte de una suerte de Argentina militar interrumpida sólo formalmente por un tramo institucional, una Argentina militar que coexistió con otra Argentina “militante”, la de las guerrillas, en una polarización que fue desplazando la precedente entre peronistas y antiperonistas, para atrapar entre sus tenazas a una sociedad civil impotente en medio del “estado de naturaleza” en el sentido de la clásica descripción de Thomas Hobbies en el Leviatán, Las fuerzas armadas no actuaban como institución de le Carta Magna, sino como corporación encerrada en sí misma e imponiendo a la sociedad la lógica interne de sus valores, exponiendo le idea de “seguridad nacional’ como un absoluto.

El contexto latinoamericano

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Es preciso tener presente el contexto regional da los años 60 pare explicar le creciente militarización del lenguaje y de la vida política en América Latina.

La muerte del cure-guerrillero Camilo Torres en le Colombia de principios de 1965, le muerte de Ernesto Che Guevara en octubre de 1967. La Guerra de guerrillas (1960) del Che, la Révolution dans la révolution (1967) del francés Regis Debray, escritos a partir de la experiencia cubana de los años 1956 e 1959, se habían convertido en clásicos de la “guerra revolucionaria” en el mismo nivel que los Escritos militares de Mao-Tse-Tung.

Las guerrillas

Sin embargo, al éxito revolucionario de Cuba habían seguido los fracasos de la guerrilla revolucionaria. Después de los años 60. En todo caso parece suficiente señalar por un ledo que, salvo los casos cubano y nicaragüense, les guerrillas victoriosas en le historie contemporánea hicieron de la lucha revolucionaria, parte esencial de una lucha por la liberación nacional contra ejércitos extranjeros que ocupaban el suelo de la patria. Los escritos militares de Mao concernían ante todo a la guerrilla antijaponesa, la guerrilla argelina luchaba contra los franceses y la vietnamita contra los franceses primero y luego contra los norteamericanos.

El golpe del 66

En ese ambiente ocurrió el golpe. El digno y honesto presidente Illia, según tina versión poco discutida, recibió al general Julio Alsogaray, encargado de comunicarle su destitución el 28 de junio de 1966, con una expresión significativa: “Quién es usted?”, “Vengo a traer una orden del comandante en jefe...” fue la primera respuesta. “Yo soy el comandante en jefe de las fuerzas armadas y usted es un vulgarfaccioso que usa sus armas ysus soldados desleales para violar la ley. No es más que un bandido. Y le repito que yo soy el comandante en jefe y le ordeno salir”“Si insiste —respondió Alsogaray— nos veremos obligados a usar la violencia.”“Ustedes la han usado —dijo Illia— y la seguirán usando. Yo estoy aquí, no para defender intereses personales sino por haber sido elegido por el pueblo para defender la ley y la Constitución. Illia lo hizo apoyado en el brazo de su ministro de Relaciones Exteriores, Miguel A. Zabala Ortiz. Eran las 19:30 de la tarde. Veinte años después, el general retirado, Alejandro Agustín Lanusse, y el propio Perlingen, manifestarian su arrepentimiento por el hecho. La experiencia demostró que a Argentina militar no resolvería ninguna de las cuestiones que se habían invocado como causas del golpe. Pero los actores del 66 estaban atrapados por tradiciones encontradas, por ideologías de justificación creyentes en la “hora de la espada’ del nacionalismo antiliberal y por el “juego imposible” que la Argentina política practicaba sobre la regla no escrita que hacía del peronismo un dominador prohibido. Debe decirse que el año 1966 terminaría con un 32% anual de inflación. El acto revolucionario se había decidido con el “único y auténtico fin de salvar la República. El mensaje incluía las principales decisiones de la Junta revolucionaria compuesta por los tres comandantes en jefe —Pascual Pistarini (Ejército), Adolfo T. Álvarez (Fuerza Aérea) y Benigno I. Varela (Armada)—: la destitución del presidente, del vicepresidente, de los gobernadores y vicegobernadores; la disolución del Congreso Nacional y de las legislaturas provinciales; la separación de sus cargos de los miembros de la Corte Suprema de Justicia y del procurador general y la designación inmediata de sus reemplazantes; la disolución de todos los partidos políticos y la vigencia del estatuto de la revolución y de los objetivos políticos del movimiento militar.

La Junta anunciaba, por fin, que en nombre de las fuerzas armadas el cargo de presidente seria ejercido por el teniente general Juan Carlos Onganía. El suceso militar fue bautizado con una expresión quizá pretenciosa: Revolución Argentina.

Era la justificación del “golpe preventivo”, del golpe de Estado realizado antes de un nuevo triunfo peronista en elecciones relativamente próximas, apoyado en diversos argumentos, salvo el verdadero.

La autocracia militar

Del golpe del 66 emergió una autocracia militar No sólo un gobierno, pues, sino la semilla de un régimen. Dicha autocracia era expresiva de la Argentina corporativa. El golpe tuvo el apoyo de las fuerzas armadas, de buena parte de los dirigentes sindicales y de sectores significativos del poder económico. Era una “alianza objetiva” de los tres, con la marginación de los partidos políticos. Entre 1966 y 1973 tuvo tres presidentes: el citado Juan Carlos Onganía, el general Roberto Marcelo Levingston y el general Alejandro Agustín Lanusse.

La gestión del presidente Onganía comenzó el 29 de junio de 1966 yterminó por decisión militar el 8 de junio de 1970. Cuando Onganía fue derrocado por sus pares sería —contando a Rawson— el noveno presidente desplazado desde la crisis del 30. Sólo dos militares-presidentes habían cumplido un período constitucional completo: Justo (1932-1938) y Perón (1946-1952). En ese lapso, el promedio de desempeño presidencial apenas supera los cuatro años; los promedios ministeriales sólo superaban los doce meses.

El régimen militar

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Considerado por sus pares como un caudillo militar ascético y severo, Onganía procuró trasladar su imagen castrense de hombre de autoridad a la sociedad entera, donde la autoridad como teme político era cuestión compleja. Reclutó a sus colaboradores según ciertos valores compartidos: muchos de los nuevos funcionarios eran católicos; muchos de los católicos eran de filiación nacionalista; la mayoría de los funcionarios se titulaba apolítica y se consideraba anticomunista.

Antiliberales y neoliberales

Las tendencias de la gestión de Onganía hicieron visibles las contradicciones entre el modelo económico —neoliberal— y el modelo cultural —antiliberal. Álvaro Alsogaray fue designado embajador en los Estados Unidos. Pero en los ambientes culturales había desasosiego y oposición. La primera expresión detonante se produjo en la Universidad de Buenos Aires, en cuyo rectorado la intervención policial sin contemplaciones protagonizo’” la noche de los bastones largos” del 29 de julio. En términos ideológicos el gabinete era mixto. Una experiencia basada según Guido Di Tella en una “visión de un mercado más bien de tipo oligopólico e imperfecto, más parecido a la realidad que las visiones simplistas de los modelos ingenuamente liberales”, que en cierto sentido empalmó, por su flexibilidad, con las políticas radicales precedentes, también flexibles, permitiendo uno de os mejores períodos de crecimiento ininterrumpido en la Argentina de posguerra, desde 1963 hasta 1974. “La economía creció en promedio a la tasa nada desdeñable del 5,6% anual por más de 10 años”. Los rasgos señalados demuestran que el argumento económico del golpe de Estado no había tenido el sostén de la veracidad, y hacia el futuro, que la crisis política de 1969 que sacudió al gobierno de Onganía y fue el principio de su erosión definitiva, no es explicable por causas económicas.

El “cordobazo”

El “cordobazo” de 1969, en el ámbito internacional de las revueltas estudiantiles de 1968, ocurrió en la ciudad del interior relativamente más próspera; fue la culminación da un reguero de conflictos comenzados en comedores estudiantiles del Litoral; puso de manifiesto el activismo de la guerrilla urbana perotambién elfaccionalismo militar, pues el ejército actúo en la represión con llamativa eficacia, aunque luego de que la crisis política del gobierno nacional fuera manifiesta. El presidente Ongania concentró en su ministro de Economía responsabilidades que no le eran atribuibles, ya que la política de Krieger había Sido eficaz, y se desembarazó de éste tal vez cuando más lo necesitaba. El rumbo de los acontecimientos era el de la violencia abierta. El asesinato del dirigente sindical Augusto Vandor llevó a la declaración del estado de sitio. El secuestro y posterior asesinato del general y ex presidente Pedro Eugenio Aramburu condujo a la presentación pública del grupo guerrillero Montoneros, cuyos dirigentes justificaron el hecho con argumentos demostrativos de que la corrupción de los medios y el cinismo, eran parte de su patrimonio.

El 8 de junio de 1970, la Junta Militar se reconstituyó para demandar la renuncia de Onganía. Éste renunció “bajo la presión de las armas” según el texto de la renuncia —expresión un tanto obvia—, imponiendo a sus sucesores la responsabilidad de los acontecimientos por esa “triste noche”.

El interregno de Levingston

El régimen militar ya no era tal. La “revolución argentina” era una ilusión de preceptores intelectuales. Diez días después de la destitución de Onganía, por decisión de los tres miembros de la Junta fue designado un general con destino en Washington llamado Roberto Marcelo Levingston, para quien el nombramiento fue tan sorpresivo como para la opinión pública que lo desconocía. El 23 de marzo de 1971 renunció. En esos trescientos días, la gestión de Levingston mostró cómo podía llegarse a un cargo sin la percepción de los límites.

La primera tentación del nuevo presidente fue la de decidirse por la “profundización” de una revolución inexistente mientras había aceptado gobernar bajo la tutela de la Junta Militar en resoluciones de “significativa trascendencia” yveía crecerla violencia cruzada. La ola de asesinatos políticos arrasó, no sólo con Aramburu, sino con el importante dirigente sindical José Alonso, y sigui6 con al asalto de La Calera y Garín, atribuido a un grupo denominado Fuerzas Armadas Revolucionarias. En medio del asedio guerrillero, Levingston se proponía descabezar a los partidos, convocar a la “generación intermedia”, armar un nuevo modelo de país y retomar la ambigua idea de un “proyecto nacional”. En suma: el peronismo sin Parón, el radicalismo sin Balbín, y los partidos sin sus líderes.

La respuesta de los mediadores políticos fue un documento llamado La Hora del Pueblo del 11 de noviembre, en el que demandaban al cumplimiento de un plan político con llamado a elecciones libres y sin proscripciones, y el cambio de la orientación económica. La coalición objetiva que La Hora del Pueblo evocaba era, principalmente, la de peronistas y radicales. Al comenzar 1971, la designación como gobernador de Córdoba de un conservador reaccionario llamado José C. Uriburu. El 23 de marzo de 1971 la renuncia de Levingston puso fin a una dable aventura, la primera, una revolución que no fue; la segunda, la de un presidente que fue convocado para administrar una transición y quiso ser líder sin seguidores. Ambos fracasos dieron el argumento de la gestión del general Alejandro Agustín Lanusse.

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La gestión de Lanusse

La gestión de Lanusse comenzó el 26 de marzo de 1971 y terminó el 25 de mayo de 1973 con la entrega del mando presidencial a Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, electos en comicios libres y abiertos.

La presidencia de Lanusse comenzó con un buen diagnóstica de la crisis del régimen militar el problema era principalmente político; el principio de legitimidad democrático no tenía alternativas válidas.

La presidencia de Lanusse no fue, sin embargo, gestión sencilla. El 12 de abril de 1971, Mor Roig anunció el levantamiento de la veda política y días después designó una Comisión Asesora para el estudio de la Reforma Institucional dirigida a “crear las condiciones para el establecimiento de una democracia auténtica”. Se restituyeron bienes y se proveyó de fondos a los partidos políticos para su reorganización según el número reconocido de afiliados, y un nuevo estatuto reglamentó su funcionamiento interno. Quedaba a duda sobre una suerte de “poder de reserva proscriptivo alentado por el impedimento a la candidatura del entonces exiliado Perón.

Perón fue desafiado por Lanusse para un retorno, respaldado por sus hombres de confianza, Héctor Cámpora y el tortuoso José López Rega. El primer retorno, transitorio, ocurrió el 17 de noviembre de 1972 en medio de extraordinarias medidas de seguridad. Ese hecho, más la devolución del cadáver de Eva Perón el 3 de septiembre de 1971, reflejaron mejor que las declaraciones.

Lanusse advirtió que su estabilidad y su capacidad de conducción dependían de que fuese una suerte de fiador institucional. Mientras ese papel estuvo claro, el presidente tuvo aptitud de gobierno. Pero de pronto mezclé los roles, por decirlo así, y al de fiador institucional unió el de competidor o rival de Perón.

Las acciones terroristas no habían cesado desde antes de 1969, pero hacia 1971 la violencia cruzada era cosa cotidiana que mantenía en vilo ata sociedad. A los Montoneros se sumó el ERP—Ejército Revolucionario del Pueblo— que en abril del 72 secuestró a un alto funcionario de la Fiat y planteó con ello un conflicto nuevo por cuanto los protagonistas eran a un tiempo una organización subversiva, un Estado nacional y una corporación internacional. El 10 de abril fue asesinado en Rosario el jefe del II Cuerpo de Ejército, general Sánchez y la conmoción aumentó. Lanusse reaccionó con presteza, pero las contradicciones eran alimentadas tanto por la estrategia de Perón. Ultraizquierda y ultraderecha se enfrentaban, anunciando los choques que marcarían la década entera de los 70.

La economía

La economía fue excesivamente dependiente de la suerte del régimen militar, o de lo que quedaba del mismo a través de los años 1970,71 y 72. Las tendencias inflacionarias que alcanzaron niveles alarmantes hacia 1972, con un ritmo próximo al 100% anual y con un incremento del déficit fiscal del Sal 6% del producto bruto interno, aunque la situación externa era favorable con una moneda fuertemente devaluada. Vivir con Perón habría de ser una nueva prueba. La sociedad política y la sociedad civil dieron pruebas de racionalidad y Perón de moderación.

El 3 de octubre de 1972 se dictó la ley 19.862 sobre el régimen electoral nacional, con el sistema de elección presidencial directa por mayoría absoluta y doble vuelta, o ballotage en el que participarían solamente los dos partidos, confederaciones o alianzas más votados en la primera vuelta. Seguían otras disposiciones respecto del ballotage, y para los comicios de senadores y diputados. La adjudicación de las bancas de diputados sería por el sistema proporcional.

EL Beagle

El tratado de la Cuenca del Plata con Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay, aprobado por ley el6 de febrero de 1970, fue un hecho positivo encaminado a la integración de la subregión, mientras continuaban las gestiones para un acuerdo arbitral con Chile sobre la cuestión del Beagle, que culminó el 22 de julio de 1971 con la firma del llamado “Acuerdo para el Arbitraje”. Diez años después, este acuerdo abrió una peligrosa discordia. La cuestión de las Malvinas muy bien tratada por Illia en 1965, exhibió progresos a partir de 1971 y el gobierno de la República Popular China fue reconocido como “el único gobierno legal”. Pero si se observan los hechos a partir de la proclama revolucionaria del 66 y de su diagnóstico, el logro más importante de la autocracia militar organizada en un golpe preventivo contra un probable triunfo peronista fue el fin de la polarización centrífuga entre ardientes peronistas y antiperonistas. El gobierno de Lanusse sería recordado. La Junta de Comandantes procuró contener dentro de ciertos límites políticos el cambio probablemente anárquico que el retorno de Perón y el proceso político abierto insinuaban. Prohibió el regreso de Perón hasta la consagración del nuevo gobierno. El comandante en jefe del ejército, general Lanusse, propuso a sus pares un compromiso militar para influir en el comportamiento del próximo gobierno constitucional.

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El documento preparado por el estado mayor se titulaba ‘Compromiso de conducta que el ejército argentino asume hasta el 25 de mayo de 1977 para organizar la continuidad del proceso de institucionalización y la estabilidad del próximo gobierno”.

La victoria del Frente. El 11 de marzo de 1973 consagró la victoria del Frente.

El Frente Justicialista de Liberación, con la fórmula Héctor J. Cámpora-Vicente Solano Lima obtuvo el 49,56%. El Frente no había reunido la mayoría de los votos válidos emitidos. Pero la UCR reconoció su triunfo invitando al gobierno a que no recurriese a la segunda vuelta. El peronismo había triunfado a pesar de las especulaciones que en círculos no peronistas y antiperonistas había provocado la introducción de la segunda vuelta. Había triunfado Cámpora, sin embargo, y no el Perón verdadero. Esto presagiaba un conflicto. No era claro, después de muchos años de bloqueo político. El 25 de marzo el presidente electo viajó a Roma donde se fueron a Madrid, saludaron a Franco y Cámpora regresó Buenos Aires. Lo esperaba la Argentina violenta.

38. El tiempo del desprecio (1973-1982). “Cámpora al gobierno, Perón al poder”

A propósito de los totalitarismos, André Malraux escribió E/tiempo de/desprecio. Hacia 1977, Ernesto Sábato escribe sobre “Nuestro tiempo del desprecio” con pasajes tan duros y expresivos como éste: “Ese sujeto (...) mezcla delirante y de brujo de conventillo, de estafador y de sensiblero comediante, de hipócrita y de jefe de mafia…

Ese sujeto se llamaba José López Rega.

La proclamación de la fórmula Cámpora -Lima como presidente y vicepresidente electos no significó el cese de la violencia. La expresión un tanto simplista según la cual “la violencia de arriba es la causa de la violencia da abajo.

El gobierno que comenzó el 25 de mayo de 1973 fue un gobierno constitucional, pero el principio de legitimidad que invocaban la ultraderecha peronista —encarnada por el “lopezrreguismo” y sus seguidores—, ciertos sectores de las fuerzas armadas y la ultraizquierda —representada por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros así como otras “formaciones especiales”—, no era el principio de legitimidad de la democracia constitucional, sino alguna expresión de los totalitarismos del siglo.

Entre las elecciones y la asunción del mando presidencial por Cámpora, fue asesinado el almirante Hermes Quijada, el dirigente sindical mecánico Dirk Kloosterman, civiles, militares y militantes. El 25 de mayo la juventud peronista (JP) y grupos guerrilleros forzaron un indulto de Cámpora en favor de presos políticos, señal alarmante por el método y el contenido, y sobre todo, por las consecuencias. El Congreso dictó una presurosa amnistía y por los pasillos del penal de Villa Devoto salieron en medio de la oscuridad presos políticos y comunes, como algún famoso narcotraficante, confundidos o no con los liberados por la decisión presidencial.

El 20 de junio de 1973 retornó definitivamente Juan Domingo Perón.

El episodio de Ezeiza no fue una fiesta. Fue un combate. Un combate de crueldad inusitada, apenas sospechado por las trasmisiones de radio y entrevisto, en las escenas de la televisión que no abarcaban todo el campo mientras los camarógrafos cruzaban como podían entre las balas. Una multitud desordenada y entusiasta que quedó encerrada por el fuego entre lopezrreguistas y militantes guerrilleros. El Estado, como expresión del monopolio legítimo de la coerción, estuvo ausente. La lucha fue salvaje, la investigación que siguió a los hechos permaneció oculta al conocimiento público, y los documentos gráficos que se manifestaron muestran a seres extraños a las concentraciones populares argentinas.

El combate de Ezeiza reveló la intensidad y la profundidad de a crisis que atravesaba al movimiento peronista: crisis de gobierno, crisis de identidad y el discutible atributo de llevar esa crisis al Estado y desde el Estado a la sociedad entera. Perón no llegó al aeropuerto de Ezeiza. El vicepresidente Lima recomendó el desvió del avión hacia la zona militar de Morón. Se temía, con razón, un atentado y su consecuencia previsible, el caos. Perón supo que debía definir a enemigos y adversarios y distinguir entre linos y otros. Quien fuera descalificado como enemigo, debía saber que su vida estaba en peligro.

El “camporismo”

El camporismo era dominada por la ultraizquierda peronista, penetrada por la izquierda no peronista.

El 21 de junio Perón pronunció un mensaje decisivo para interpretar los hechos y hacer conjeturas sobre el futuro: declaró que lo sucedido ponía en peligro al Estado y la sociedad. La “razón de Estado”, en el sentido maquiaveliano, debía actuar. El 27 de junio Roberto Santucho, jefe del ERP, dio una conferencia que difundió la televisión. Criticó al

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gobierno y sobre todo o López Rega. La guerrilla estaba en el escenario y sectores del gobierno eran inspirados por los Montoneros.

El lema de la guerrilla que invocaba a Perón era, desde el triunfo del Frente Justicialista de Liberación “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Después de los hechos de Ezeiza, Perón reivindicó al Estado y dividió las aguas del peronismo, mientras el gobierno creía ser, también, el poder.

EL 13 de julio presentaron su renuncia el presidente Cámpora y el vicepresidente Lima. Fue aceptada sin mayor discusión por el Congreso Nacional. Antes, Perón se había entrevistado con Ricardo Balbín —la oposición leal—, con el general Carcagno —el poder militar—, con José Rucci —el poder sindical— y con José Gelbard, el mundo económico.

¿Todo el poder a Perón?

En apariencia el pasado retornaba en un ciclo alucinante. Casi 40 años después, había vuelto “todo el poder a Perón.

Desde su retorno, debía enfrentarse con la Argentina real y sus pruebas. Y la realidad de los años 70 era lo que alguna vez Paul Ricoeur llamó “libertad sin institución.

La renuncia de Cámpora llevó al gobierno transitorio de Raúl Lastir y luego presidente de la Cámara de Diputadas.

Ezeiza

El combate de Ezeiza llamó a Perón a la indócil realidad, buscó el apoyo de las fuerzas armadas que le devolvieron su grado militar, el del poder sindical y el de la oposición parlamentaria. El grupo Cámpora, mientras tanto, pagaba caro el error de creer que Perón era “rodeado” por contrarrevolucionarios alevosos.

La “guerra interna”

Un mes después de los hechos de Ezeiza, el presidente provisional Raúl Lastiri convoca a elecciones. El 23 de septiembre era la fecha de los comicios y el 12 de octubre debían asumir las nuevas autoridades constitucionales.

El partido justicialista proclama la fórmula Juan Domingo Perón-María E. Martínez de Perón. Perón-Perón: el resumen de la egolatría, según ciertos críticos.

Mientras tanto la violencia continuaba rampante. La guerrilla atacó un comando militar en plena Capital Federal cinco días antes de que en Chile los militares derrocasen al presidente SalvadorAllende y situasen en el gobierno de facto al general Augusto Pinochet Ugarte. El hecho tuvo repercusiones prolongadas en el cono sury en el mundo occidental. El 23 de septiembre se realizaron las elecciones nacionales. El voto por Perón fue arrollador. El matrimo1o obtuvo el 61,85% de los votos; Balbín-De la Rúa el 24,42% y Manrique- Martínez Raymonda el 12,1 9%.

Angustiada y fatalista (“el viejo sabe...”, como se decía en los círculos populares) la mayoría de la sociedad proporcionó a Perón la más importante victoria electoral de toda su vida pública. Dos días después Montoneros asesinaba al sindicalista Rucci. Se hablaba ya de la “guerra interna”.

Durante 1973 los argentinos tuvieron, en doce meses, 4 presidentes: Lanusse, Cámpora, Lastiri y Perón. Es difícil que pueda proporcionarse una prueba más clara y rotunda de lo que significa la inestabilidad.

El 20 de enero de 1974 un mensaje de Perón presidente denuncie las acciones de violencia añadiendo que “no es por casualidad que estas acciones se produzcan en determinadas jurisdicciones.

Durante el interinato de Lastiri se había declarado la ilegalidad del ERP. El gobierno de la señora de Perón al que nos referimos después haría lo mismo con Montoneros, declarando incluso el estado de sitio. Se decidió el “operativo Independencia” para la represión, circunscripto a Tucumán, y durante la gestión transitoria de Italo Luder se ordenaría “aniquilar” el accionar de los elementos subversivos en todo el país, disposición que daría motivo años después a polémicas sobre el sentido de la orden y sobre sus alcances a propósito del tipo de represión que se desencadenó, y que Luder habría de negar como propio dele disposición citada.

La política económica de las primeras épocas de retorno peronista estuvo signada por un “pacto social” conducido por el Estado. El acuerdo básico era respaldado por la CGT y la CGE. En un primer tiempo el pacto pareció exitoso y la pretenciosa campaña gubernamental en torno de la “inflación cero” se creyó lograda. Luego, los defectos técnicos y el asedio político, sobre todo el poder sindical que amenazó con retirarse del “pacto social”, llevaría el plan a sus límites. Perón salió a defenderlo públicamente, pero ya era tarde. La “guerra interna” atravesaba a la sociedad argentina. El furor de la violencia era un hecho cotidiano. La guerrilla era alimentada por los Montoneros —mezcla de la izquierda

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peronista y de jóvenes nacionalistas católicos cuyos dirigentes principales y sus ritos recordaban inspiraciones fascistas—. La juventud en gran medida, formaba parte de una generación idealista, atrapada por ideologías y utopías. El contexto latinoamericano antes insinuado proporcionaba lemas y banderas.

Muerte de Perón y sus consecuencias

El 1° de julio de 1974 murió Perón. Dos meses antes había leído su mensaje en el Congreso Nacional; horas después, habló desde los balcones de la Casa Rosada, pero detrás de un vidrio a prueba de balas. Recibió el calor de sus fieles y escuchó con irritación las silbatinas de los militantes de izquierda dirigidas a Isabel y a López Rega. Fue tan duro con ellos, que abandonaron la plaza, y quedó vacía hasta la mitad. Los incondicionales de los años de exilio se habían rebelado. Pero lo sucedido ese 1° de mayo, como lo que había ocurrido casi un año antes en Ezeiza, fueron símbolos de la crisis del peronismo.

Ricardo Balbín, líder de la oposición política, pronunció un breve discurso de despedida en el Congreso, una improvisación meditada, y tal vez el último servicio que el viejo líder radical, despidiendo los restos del “viejo adversario y del amigo”.

Crímenes en cadena

El 15 de julio Montoneros asesinó, en un acto de provocación gratuito, al ex ministro del Interior de Lanusse, el político radical Arturo Mor Roig. Des días después fue muerto el director del diario El Día, de La Plata, y antes de terminar el mes Montoneros se pronunció contra Isabel y López Rega. El 31 de julio fue asesinado Rodolfo Ortega Peña, de la “Tendencia Revolucionaria” de la izquierda peronista y en agosto se realizaron operaciones militares antisubversivas en Córdoba, Catamarca yTucumán. El 8 de agosto Nixon renunció a la presidencia de los Estados Unidos a raíz del desenlace de Watergate. Nuestra sociedad, sin aliento, vivía una escalada terrorista en la que morían gremialistas, funcionarios y ex funcionarios, militares.

La triple A, dependiente del lopezrreguismo, amenaza de muerte a varios actores que buscan el exilio, así como al ministro de Educación Jorge Taiana, al ex rector de la URA Rodolfo Puiggrós y otros. El Estado, el partido gobernante, la Universidad, ámbitos eclesiásticos, sindicatos y empresas son escenarios de violencia, de crímenes y de irracionalidad.

Isabel Perón abandonó los planes de su marido. La presidenta fue perdiendo rápidamente comunicación con su partido, con la administración —fuertemente influida por el sindicalismo—, con la oposición y, con la sociedad.

El 3 de enero de 1975 la presidenta designó a López Rega su “secretario privado”. El favorito de la presidenta se disputaba con el dirigente gremial Lorenzo Miguel las influencias sobre el rumbo del gobierno.

Desde la muerte de Perón, en un año se contabilizaron los asesinatos presuntamente políticos de 510 personas.

Una segunda etapa comenzó en junio con el apogeo del lopezrreguísmo, la conquista del ministerio de Economía y el conflicto entre aquél y el sindicalismo,que explota con el llamado “rodrigazo”. Guido Di Tella, que vivió de cerca el proceso, no le encuentra “explicación económica”. El nuevo ministro de Economía Celestino Rodrigo, reemplazante de Gómez Morales, fue a un reajuste que planteó una lucha abierta con el sector sindical. La inflación, que en 30 años se había movido en un nivel del 203% mensual, pasó a otro más cercano al 7 y 10% mensual.

La estrella de López Rega comienza a declinar, hay cambios de gabinete, a Rodrigo lo reemplaza Bonani, quien logra más desaciertos que su predecesor y a López Rega lo sucede un señor Villone, luego prófugo de la justicia, y a éste un señor Roballos, luego preso en Villa Devoto. López Rega es literalmente desalojado por la fuerza de la quinta presidencial de Olivos y enviado al exterior. En la tercera etapa de ese año crucial, el ejército se vio comprometido en las crisis gubernamentales.

El retorno militar y la elección de Luder

La señora de Perón delegó el mando y se fue a descansar. La presidencia provisional de Italo Luder representó una suerte de intervalo lúcido. No sólo ocupó el cargo sino que lo ejerció. Luder actuó con sentido del Estado en un momento en que según percibía la sociedad, el Estado parecía no existir. Cuando reasumió la presidenta, que pasaba sus días entre la quinte de Olivos y sanatorios privados, la sensación de la sociedad era de desgobierno, crisis del peronismo.

El 26 de febrero de 1976 la Cámara de Diputados rechazó un proyecto que, en medio de ese ambiente y de esos comportamientos, era demasiado racional: el juicio político a Isabel Perón.

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El Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983)

El 23 de marzo de 1976 por la noche, el helicóptero que transportaba a la presidenta hasta la residencia de Olivos aterrizó en el aeroparque de Buenos Aires y allí María Estela Martínez de Perón fue informada de que sería confinada en el sur.

El 24 de marzo los comandantes en jefe general Jorge Rafael Videla, almirante Emilio Eduardo Massera y brigadier general Orlando Ramón Agosti informaron al país los documentos institucionales básicos que habían preparado: la proclama, el acta con el propósito y los objetivos básicos del llamado Proceso de Reorganización Nacional.

Objetivos del golpe de estado

Los argumentos del golpe eran, básicamente, el vacío de poder, las contradicciones del gobierno, a falta de una estrategia global contra la subversión, el incremento de todos los extremismos, la corrupción, la irresponsabilidad en el manejo de la economía. Todo lo primero era cierto pero el remedio final se revelaría erróneo.

Los objetivos estaban señalados en el acta correspondiente, redactada previsiblemente según la factura de un documento militar. Las Bases del Proceso establecían su filosofía pública que se ejecutaría en tres fases “sin solución de continuidad ni lapsos de duración preestablecidos”: asunción del control, reordenamiento institucional y consolidación. Las tres fases serían explicadas “en su oportunidad”. La Junta Militar actuaba “en ejercicio del poder constituyente”. Era, con todo, un golpe de Estado.El régimen militarse estableció entre 1976 y 1983. Surgió a propósito de un diagnóstico político severo y de un diagnóstico económico y moral igualmente duro. Que derrotó a la subversión, con alto precio en vidas, pero que se discute aún la justificación de los procedimientos.

Que comenzó ganando cierto crédito internacional perdiéndolo todo en la guerra de las Malvinas, precisamente en el “mundo occidental y cristiano” desarrollado, donde quería insertar al país. Que el diagnóstico económico incluía el endeudamiento externo —hacia 1976: 9.000 millones de dólares. El gobierno militar había empeorado todos y cada uno de sus índices, demostrando quizá las raíces profundas de algunos de los problemas del país.

Política económica

La política económica fue dominada durante varios años del régimen por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz. La política inicial había sido prevista dentro de un neoliberalismo práctico con matices democristianos: se liberaron los precios, los salarios fijos significaron una reducción del 40% en términos reales y por lo tanto el nivel más bajo en una década. La inflación cedió al principio, pero luego trepó al 7-10% mensual y se aplicó una política de apertura económica que tuvo efectos duales, hasta que retornó la combinación de recesión con inflación, que acorraló al gobierno. En 1978 el conflicto con Chile a propósito del canal de Beagle estuvo a punto de tener un fatídico desenlace armado, que se evitó por la intervención del papa Juan Pablo II. Sus efectos desastrosos en el tema de la deuda externa y la corrupción son frecuentemente soslayados.

El tránsito entre el presidente Videla y su sucesor, el general Viola, fue relativamente traumático, y la intervención del ministro de Economía Martínez de Hoz de salvar “la subitaneidad del tránsito. El ministro de Economía de Viola, Lorenzo Sigaut, inició en 1981 una política que no fue luego fácil de encauzar. La deuda externa que el régimen militar había acumulado llegaba a los 36.000 millones de dólares a la que había que añadir la desconfianza internacional producida por la decisión militar en Malvinas.

Los gobiernos dentro del régimen

El régimen militar del Procesotuvo sucesivamente cuatro presidentes: Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone.

Jorge Rafael Videla fue comandante general del Ejército hasta 1978, entonces se retiró y continuó como presidente sin formar parte de la Junta Militar. Ésta designó en su momento sucesor al general Roberto E. Viola para “el período comprendido entre el 29 de marzo de 1981 y el 29 de marzo de 1984’. El régimen militar como tal no existía. La Marina reclamaba la presidencia para su caudillo el almirante Massera, y el general Galtieri, miembro de la nueva Junta, en alianza táctica con la Marina, presionaba con otros sectores para el desplazamiento de Viola. Este no permaneció en el gobierno hasta 1984 sino hasta el 11 de diciembre de 1981, días después de que fuera declarado enfermo y cesara en esa fecha por decisión de la Junta Militar. Quien debía cumplir el mandato castrense hasta el 29 de marzo de 1984 sería el presidente general Leopoldo Fortunato Galtieri. Tampoco llegó éste a esa fecha: ocurrió la guerra de Malvinas, la derrota de las fuerzas argentinas fue el trágico resultado y Galtieri fue pasado a retiro el 18 de junio de 1982. En la Junta Militar fue reemplazado por el general Cristino Nicolaides.

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En medio de sentimientos cruzados de humillación, de relativo fracaso, de crisis moral concurrente con la diagnosticada por los militares en la sociedad argentina, Nicolaides decidió por sí la designación como presidente del general Reynaldo Bignone. El objetivo de éste sería mucho más limitado, pero no menos difícil: clausurar el régimen militar y dar paso a un régimen constitucional.

Los presidentes del Proceso

Los presidentes del Proceso mostraron características personales diferentes. El general Videla llegó al gobierno respetado por sus pares por su sobriedad, su discreta inteligencia y su trayectoria institucional. Serio en sus intervenciones, procuró conducir a sus camaradas con autoridad sobre las otras fuerzas y dialogó con algunos sectores de la sociedad, especialmente el sector empresario. Acosado por el ambicioso almirante Massera e incapaz de contener los desbordes represivos de las fuerzas armadas. El general Viola era su delfín explícito. También él pasó por las contradicciones enunciadas y no pudo superarlas. Se decía de Viola que tenía habilidades políticas insospechadas, que sería capaz de producir la transición esperada. Nunca se supo cuáles eran esas ideas. Fue desplazado sin pena ni gloria. Su sucesor, el general Galtieri, llegó al mando nacional con su figura enérgica y altivez notoria, Estilo campechano, demostró en sus intervenciones públicas y muy limitados atributos intelectuales. El general Bignone era un moderado, con los atributos necesarios para ser confiable para la sociedad política y no faccioso pera la sociedad militar, cuando debió tender los puentes indispensables para la difícil y turbulenta transición democrática que comenzó con los comicios presidenciales de 1983.

Las presidencias del Proceso fueron políticamente irrelevantes. Pero demostraron por lo menos dos cosas: la primera, que un país puede funcionar con presidentes discretos y políticamente mediocres si existe un régimen político legítimo que compense las faltas. La mayoría de los países que funcionan lo hacen así. Cuando ese régimen falta, como era el caso argentino, estas personalidades representan un riesgo más. La segunda, que el régimen del 76-83 había penetrado en un mundo en cambio veloz y sustantivo —como lo demostrarían los sucesos de 1989.

La “guerra interna”

La guerra interna comprometió a esfuerzas armadas. El informe Nunca Más elaborado por una comisión presidida por Ernesto Sábato durante el primer gobierno constitucional, dio por comprobados casi 9.000 casos de “desaparecidos”.

El Estado militar instaurado en 1976 vería difícil ganar la paz y organizar ese monopolio en el sentido weberiano de la expresión. La guerrilla de izquierda actuaba, pero cuando el 4 de julio de 1976 fueron asesinados sacerdotes palotinos en la parroquia de San Patricio, en Buenos Aires, la autoría no fue reivindicada por aquélla ni atribuida a esos sectores, sino a lo que se conocía como “paramilitares”. En 1977 la Iglesia volvió a hablar: recordaba el documento de 1976 y añadía que “ninguna teoría acerca de la seguridad colectiva, a pesar de la importancia de ésta puede hacer naufragar los derechos de la persona”. Estaba ocurriendo, pues, la militarización de la sociedad. Era el pasado de un retorno cíclico revelador de la situación circular que bloqueaba a la sociedad argentina, como hemos expuesto antes de ahora.”

La cuestión era más compleja, porque la guerrilla no era el futuro sino la protagonista de fórmulas reaccionarias vestidas de revolución. Los dirigentes Montoneros —expresivos de un traslado ideológico de la extrema derecha, especialmente católica, a la izquierda extrema que encubría mentalidades y fórmulas totalitarias—. Algunos no habían sido ajenos a gobiernos militares; otros, arrastrados por la indignación, veían en la catástrofe o en la revolución la ruptura del bloqueo social y político, y todo ello motivó a comportamientos que buscaban incluso la justificación en una violencia que recalaba en una discutida y discutible teología política.

El régimen militar fue cambiando paulatinamente la estructura del gobierno. Creó ministerios y secretarías incluyendo una llamada Secretaría de Planeamiento y otra del Proyecto Nacional, dependientes a su vez de un nuevo Ministerio de Planeamiento.

El “Proyecto Nacional”

La lógica internada la idea llevaba, en germen, la consolidación de un régimen político totalitario, o cuando menos autoritario, para que la ciudad ideal fuese realidad cumplida. Esa lógica interior nunca fue discutida, ni por lo tanto ventilada, El estado de sitio, régimen de excepción, había sido declarado durante el gobierno de María E. Martínez de Perón en 1914 y prorrogado en octubre de 1975. El régimen militar no lo trató, por lo que de hecho continuó y sólo fue reglamentada a opción para salir del país. La “oportunidad adecuada” para levantar ese régimen de excepción fue hallada dos días antes de las elecciones nacionales del 30 de octubre de 1963. El régimen de excepción había durado nueve años. Luego del golpe de Estado, se dispuso la sanción contra personas que habían afectado los altos intereses de la nación. En junio de 1976 se sancionó a la ex presidenta, y en resolución separada a militantes y políticos como Juan Manuel Abal Medina, Héctor J. Cámpora, Diego Ibáñez, Raúl Lastiri, José López Rega, Carlos Saúl Menem, Carlos E

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Ruckaut, José Ber Gelbard y otros, En la mayor parte de esos casos, las medidas cesaron con el fallecimiento de los causantes —Cámpora, Bar Gelbard, Lastiri, por ejemplo— o por la resolución de la Junta Militar del 14 de abril de 1983. Se limitó la libertad de prensa, se clausuraron o prohibieron publicaciones, y se dictaron normas limitativas de la libertad de cultos y respecto de la situación de los “detenidos terroristas”, En septiembre de 1983 se indultó a la ex presidenta y en el mismo mes se dictó una ley de amnistía. Por entonces, el poder militar reconocía la existencia de excesos en la lucha contra la subversión.

Política internacional y crisis del Proceso

La capacidad de consolidación, que se había previsto en los documentos fundacionales como tercera fase del Proceso, la política internacional seria el flanco decisivo para su claudicación y la apertura de la transición democrática. La deuda externa, los derechos humanos, la lucha contra la subversión y la política internacional con Chile e Inglaterra. La deuda externa había crecido de manera impresionante, y mucho tuvo que ver en ello el armamentismo militar. Este, a su vez, se vinculaba no sólo con la lucha antisubversiva, sino con eventuales conflictos internacionales, como la cuestión del Beagle con Chile resuelta por la mediación papal y la guerra con Inglaterra por las Malvinas.

Derechos Humanos

Además del régimen militar, consideraban el tema de los derechos humanos como una materia que era esgrimida sólo por la subversión, se desentendían de las características de una lucha interna. Era cierto que la violación de los derechos humanos no era patrimonio exclusivo del régimen militar porque la guerrilla incurriría, aunque con menos capacidad de acción que el Estado, en esa violación. La violencia imperante durante muchos años había ofuscado los ánimos, y por el otro que la acusación de “terrorismo de Estado” era aceptada por los gobiernos democráticos.

La cuestión de los derechos humanos se había convertido en uno de los ejes de la discusión por el destino del hombre cuando se entraba en el último cuarto de siglo, siglo lleno de contradicciones.

El campeonato mundial de fútbol de 1978 fue organizado por el gobierno argentino en buena medida con propósito análogo. Hubo tregua guerrillera, pactada, según algunos; triunfó el equipo argentino en medio del delirio popular, y entre militares y ciertos periodistas, se extrajo la conclusión de que el objetivo de mostrar una Argentina en paz había sido logrado. Quienes seguían las trasmisiones en Europa, por ejemplo, sabían que no era ésa la imagen, y que el comportamiento impecable de multitudes no fue sólo por la alegría del triunfo. No había en el régimen militar ni entre sus comentaristas complacientes, comprensión adecuada de cuántas cosas habían cambiado en la sociedad. La Argentina “secreta”, la Argentina interior a la que se había referido Eduardo Mallea en escritos ya aludidos.

La cuestión con Chile

El conflicto con Chile parecía pertenecer a otro orden de cosas, pero no ocurría entre una dictadura y una democracia, sino entre dos dictaduras que representaban sin embargo posiciones contradictorias por un conflicto de antigua data.

Cuando el gobierno nacional suscribió el 22 de julio de 1971 el compromiso arbitral, invocó la necesidad de resolver el problema del Beagle a raíz de los múltiples incidentes que se sucedían en la zona.

Con Chile hay una frontera de 5.000 kilómetros aproximadamente, y había convicción sobre los derechos que nos asistían en la zona del conflicto por motivos históricos, territoriales y jurídicos. El problema era convencer a Chile de nuestras razones. En decisión unánime, la Corte Arbitral adjudicó a Chile las islas Picton, Lennox y Nueva haciendo hincapié como era previsible en el hecho posesorio. Mientras que la delimitación de las jurisdicciones en el canal de Beagle proporcionaba a la Argentina aguas propias navegables, o sea el libre acceso a Ushuaia.

El proceso arbitral se había iniciado en tiempos del gobierno de Lanusse, bajo la dirección del ministro de Pablo Pardo. Pero la cuestión estalló el 2 de mayo de 1971 cuando se difundió oficialmente el tallo unánime de la Corte Arbitral. Según algunos intérpretes, el tribunal hizo una consideración estricta del tratado de 1881. Se decidió que el canal de Beagle tiene dos brazos: uno norte, que corre entre la isla Grande de Tierra del Fuego y las islas Picton y Nueva, y otro sur, que corre entre Navarino y las islas Picton y Lennox. El tribunal entendió que el tratado de 1881 no contiene un principio de división oceánica Atlántico-Pacífico que gobierna el sistema de distribución territorial, por lo que la condición atlántica de algunas de las islas en disputa no basta por sí misma para que fueran adjudicadas a la Argentina tal como lo había reclamado nuestro país en sus alegatos.”

El 19 de enero de 1978 se reunieron los presidentes Vidala y Pinochet, sin resultados concretos. El 25 de enero el canciller argentino Oscar Montes difundió la decisión del gobierno militar declarando la nulidad del laudo arbitral. Casi un mes después se reunieron en Puerto Montt (Chile) Pinochet y Videla. El encuentro terminó en un acta ambigua, y luego con un discurso de Pinochet leído frente a Videla y desconocido por la delegación argentina, donde el jefe de

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Estado chileno ratificaba prácticamente el laudo. Videla improvisó un discurso de circunstancias y Massera se encargó de replicar desde Tierra del Fuego. Los habitantes del sur fueron testigo de tuerzas argentinas atravesando la frontera, y la guerra era casi un hecho cuando ocurrió la oferta de mediación del papa Juan Pablo II. Horas antes de la Navidad de 1978, el cardenal Antonio Samoré, representante papal, anunció su viaje para mediar y evitar una guerra inminente. El 8 de enero de 1979, la Argentina y Chile firmaban en Montevideo el acta que aceptaba la mediación de la Santa Sede. Hubo propuestas papales que Chile aceptó y la Argentina objetó. Habría que esperar hasta el 18 de octubre de 1984, en pleno gobierno constitucional, para que el mediador entregara su nueva propuesta. La guerra se había evitado, y la nueva propuesta sería sometida a la consideración de los ciudadanos argentinos.

La guerra de las Malvinas

Las relaciones con los británicos se habían deteriorado. Incidentes como el del “Shackleton” y una no informada operación hayal argentina en la isla Thule, del grupo de las Sandwich del Sur, a finas da 1976, defendida por la armada argentina como actividad científica, habían creado una tensión desconocida para la opinión pública.

Anaya y Massera en la Marina, Galtieri en la presidencia, reunían sus propósitos que creían apoyados por los Estados Unidos.” El general presidente había alentado una política exterior “secreta” que significó la participación Argentina en América Central —en Nicaragua, en Honduras, en El Salvador; en Guatemala se proveyeron armas y asesores—, y tanto el presidente como su canciller estimaron viable el proyecto de recuperación de las Malvinas por la fuerza militar y la neutralidad de los Estados Unidos en caso de guerra. (ERROR)

El 2 de abril de 1982 tropas argentinas recuperaron las Islas Malvinas. Comenzó una ardua batalla diplomática conducida por el optimismo del canciller Nicanor Costa Méndez. Pero las Naciones Unidas, por su Consejo de Seguridad, dictaron la resolución 502 con 10 votos en favor de Gran Bretaña, 4 abstenciones y 1 voto en contra (Panamá). La resolución demandaba el inmediato cese de las hostilidades, el inmediato retiro de todas las fuerzas argentinas en ¡as islas, y exhortaba a las partes a una “solución diplomática a sus diferencias y a res-petar integralmente los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.” Esta resolución era clave. Haig visitó Buenos Aires y Londres para terminar en Washington redactando un documento que proponía entre otras medidas el cumplimiento de la resolución 502, administración tripartita interina con las banderas de los intervinientes —la Argentina, Gran Bretaña y los Estados Unidos como garante—, consulta a los isleños y un sistema de negociación directa con la asistencia de los Estados Unidos y de las Naciones Unidas. Entre los militares argentinos había relativo consenso, pero en la Junta Militar, especialmente en Galtieri y Anaya, rechazo.

La flota británica había zarpado, recobrado las Georgias con la rendición sin combatir del grupo comandado por el teniente Alfredo Astiz y el 1° de mayo estaba bombardeando las Malvinas. Un día antes, los Estados Unidos habían dado por terminada su neutralidad. El presidente del Perú, Belaúnde Terry, presentó otra propuesta de mediación. Cuando se creía que los militares argentinos la aceptarían, los ingleses hundieron el buque General Belgrano. Estos se propusieron aislar las islas del continente, lo que lograron con apreciables pérdidas, para luego invadir con fuerza. Del lado argentino, como se confiaba más en una solución diplomática que militar, no hubo un plan estratégico definido; tampoco los planes tácticos parecen haber sido claros. Ante la inminencia de la invasión, se optó por acumular tropas en el archipiélago, se las dispersó en diversas zonas en vez de concentrarlas en puntos clave y se les dio una conducción estática. A esto se agregó la superioridad británica en armas, entrenamiento, medios técnicos militares y en el aire, más una concepción estratégico-táctica definida. Este cúmulo de ventajas del lado inglés no pudo ser compensado por el brillante desempeño de los aviadores argentinos —seis buques hundidos y varios averiados— ni por el valor de los combatientes de tierra en las batallas de Pradera del Ganso y Puerto Argentino. El 11 de junio, el papa Juan Pablo II llegó a la Argentina, donde la información del conflicto nada tenía que ver con la trágica verdad.

Nuestras tropas fueron finalmente arrolladas y su comando capituló el 14 de junio, con lo que terminó la confrontación militar. Una vez más, según se sabe, la derrota demostró ser huérfana. El presidente Galtieri intentó reivindicar la autoridad luego de la guerra perdida. Pero la autoridad efectiva no es el resultado de retóricas marciales. La crisis militar siguió a la derrota de Malvinas. El 23 de junio la Junta Militar que hizo la guerra se disolvió, el ejército se hizo cargo de la situación y designó presidente al general Reynaldo Bignone desde el 1° de julio para la institucionalización del país.

El 28 de abril de 1983, la Junta Militar dio a publicidad un documento que quiso ser “documento final” sobre lo ocurrido en el Proceso respecto del terrorismo y la represión, se daban por muertos a los desaparecidos, y se remitía a Dios y a la historia el juicio sobre los actos cometidos. El documento produjo reacciones encontradas, el papa Juan Pablo II se refirió en San Pedro en términos de adhesión a las familias de las víctimas desaparecidas, y el gobierno militar tuvo la percepción del aislamiento. El documento final no era sino el principio de una polémica profunda entre críticos y justificadores. El 28 de junio de 1983, reuniendo sus últimas energías, el gobierno militar convocó a elecciones para el 30 de octubre de 1983. Era el principio de una turbulenta y necesaria transición hacia lo democracia.

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39. La Argentina en las turbulencias internacionales. Breve memoria de un pasado crítico

Si se mira bien, entre 1930 y 1983 los argentinos no habían llegado a conocer la plenitud de la ciudadanía democrática.

La secuencia de una Argentina alterada e inestable culminó en la cultura de la violencia, de la militarización del lenguaje y de los comportamientos, de la subversión y de la dictadura, del terrorismo guerrillero y del terrorismo de Estado, y al cabo de la guerra no sólo interna, sino internacional, con la derrota catártica de Malvinas.

La instauración democrática de 1983

El 30 de octubre de 1983 triunfó la Unión Cívica Radical y perdió el peronismo en elecciones libres y abiertas por vez primera desde su creación, hegemonía, proscripción, diáspora y retorno. El 8 de diciembre se dio a conocer el acta de disolución de la junta militar delegando a un última presidente del Proceso sus facultades para el paso del mando al nuevo presidente constitucional, Raúl Alfonsín, el 10 de diciembre. Fue el fin formalizado del Proceso de Reorganización Nacional. El tiempo de la transición hacia una democracia constitucional.

Cuando volvemos hacia esa historia, la existencia de une Argentina democrática se nos antoja como una experiencia nueva, no como un retorno a un pasado interrumpido. Comprobación que as en sí misma polémica, queda como hipótesis de discusiones probables. ¿Existió, consolidada, una Argentina democrática? Sucedió, entre 1912 y 1930, lo que hemos llamado la “democratización” de la república de los notables, de la república conservadora restringida en la sociedad política, abierta en los inicios de la sociedad civil. Pero claudicó luego de su despegue, en la crisis del 30. Después hubo gobiernos con fraude, democratizaciones tendientes a una forme de democracia autoritaria, la crisis del 55, la polarización peronismo/antiperonismo, “entremeses” constitucionales —Frondizi, Illia—, y pretendidos regímenes militares que no fueron tales, sino sucesión de gobiernos sin capacidad de constituirse en regímenes. La crisis de legitimidad de la intentada Argentina democrática fue la constante. La incapacidad para establecer consolidado un régimen político democrático fue una de las manifestaciones incontestables de la declinación argentina.

La búsqueda de un “nuevo orden” internacional

La década de los años 80 resume las aventuras e ilusiones del hombre y de las sociedades durante el breve siglo XX según la propuesta de Eric Hobsbawn que lo condensa entre 1914—primera guerra mundial, o primera “guerra civil europea”— y 1989, cuando sucede la caída del muro de Berlín y el proceso que lleva a la no prevista implosión del imperio soviético. La historia contemporánea contiene tanto la emergencia de perversos regímenes totalitarios justificados por ideologías como el fascismo, el comunismo y el nazismo, cuanto fundamentalismos religiosos, luchas étnicas, al mismo tiempo que el reconocimiento creciente de los derechos humanos y del principio de los derechos de la conciencia humana.

La implosión del imperio soviético

En ese contexto sucedieron la caída del muro de Berlín, la imprevista desintegración del imperio soviético y la guerra del Golfo, en un eje temporal situado entre 1989 y 1991. La implosión del imperio soviético sorprendió por las características de un proceso que se produjo por la erosión interior y no por una guerra internacional como se creía propio de la claudicación de los regímenes totalitarios. El imperio, literalmente, se desmoronó. Con su fin terminó una época y con la caída de uno de los polos de la Guerra.

La guerra del Golfo

La guerra del Golfo, provocada por el afán expansionista de Irak y las ambiciones de su líder Saddam Hussein, comenzó con la invasión a Kuwait, cuya anexión es un propósito iraquí de vieja data. El intento iraquí fue detenido por una fuerza internacional encabezada por la fuerza y tecnología norteamericanas. Análisis complejos sugieren que la represión no fue más allá porque la inestabilidad que hubiera seguido a una posible victoria en esa región crítica del mundo aparecía como un costo peligroso para los triunfadores.

El nuevo orden internacional

Cierto realismo político lleva a reconocer que este nuevo orden es dominado por los países que controlan mercados, sistemas financieros, tecnología y fuerza militar.

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¿La primera guerra del siglo XXI?

Si la guerra del Golfo fue una experiencia dramática que cambió estrategias y tácticas militares, el siglo terminaría con el escenario de una última guerra europea, por sus características la primera guerra del siglo XXI: la guerra de Kosovo, la tragedia de la ex Yugoslavia. Guerra de orígenes y consecuencias polémicas: intervención de la OTAN sorteando la intervención del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas derivado de graves acciones contra los derechos humanos del pueblo kosovar, y acciones que habrían de contener todos los factores de conflicto conjeturables para los tiempos actuales: nacionalismos, politización de religiones, “limpiezas étnicas” de maniobra táctica a las fuerzas serbias del dictador Milosevic.

Las lecciones del siglo XX

El siglo XX también produjo un esfuerzo de síntesis —expresada en la democracia social yen el “estado providencia”— de valores sociales y liberales, de libertad individual y, sino de igualdad, al menos de bienestar.

Así como la emancipación de la mujer y la lucha contra la discriminación racial y por los derechos humanos como fenómeno universal. La década entera de los 70 en la Argentina es incomprensible sin tener en cuenta el escenario de la Guerra Fría en el contexto mayor y de la revolución cubana y sus resonancias en los conflictos ideológicos, militares y militantes en la subregión latinoamericana. Así también la influencia decisiva de una guerra internacional perdida —la guerra de las Malvinas—que condujo a la claudicación del Proceso militar en el plano interno.

Política exterior (1983-1999)

La Argentina debía remontar una fama oscura, imagen y sucedáneo de realidades que la habían marginado de la consideración de la mayor parte de las naciones democráticas.

Rupturas y continuidades en la política exterior

La política exterior de los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem exhibe rupturas y continuidades. Ciertas constantes de la política exterior que señalamos en su momento venían de antiguo.

El presidente Alfonsín introdujo cambios en la cuestión de la deuda externa. El presidente Menem terminó otorgando, luego de ambigüedades iniciales, prioridad al Mercosur. La Argentina aparecía objetivamente más inestable que sus vecinos latinoamericanos como Chile y Brasil.

Las políticas exteriores conducidas por los militares gobernantes hacía América latina fueron orientadas por una mezcla de real politik y una posición anticomunista que demostró ser extrema y explosiva. Por la violencia, la violencia propia. Ese precedente habría de contrastar con la política de paz y de confianza mutua que alentó incluso las políticas de defensa favorables a la consolidación dalas democracias y a la integración regional. Estas líneas de política exterior fueron compartidas, aún dentro de diferencias relativas, por las gestiones de Alfonsín y de Menem.

Durante la presidencia de Alfonsín se firmó el Tratado de Paz y Amistad con Chile (noviembre de 1984). En el año siguiente se hace notorio el sinceramiento de las relaciones con el Brasil. La gestión del presidente Menem mantuvo las líneas fundamentales de la política exterior de Alfonsín. Sostuvo la importancia de la integración regional en el contexto del Mercosur Suscribió con el Brasil en Foz de Iguazú (noviembre de 1990). Los derechos humanos y la disputa de la soberanía en Malvinas fueron aspectos salientes de “políticas de Estado”.

La política exterior de Alfonsín

El primer gobierno de la transición democrática, bajo la presidencia de Alfonsín y su ministro Dante Caputo debió evitar interpretaciones y traducciones que tenían cierta afinidad con mentalidades de ese y otros pasados, respecto de las relaciones Este/Oeste y de las relaciones Norte/Sur. Alfonsín dando perfil alto a su gestión exterior en América Central y en el Movimiento de los No Alineados, rompiendo relaciones diplomáticas con Sudáfrica.

Menem y la política exterior

El segundo tramo, con Menem en el gobierno, se diferenció en las relaciones con los No Alineados, que la Argentina abandonó; con la decisión de intervenir en la guerra del Golfo, en el desarrollo de lo que el canciller Guido Di Tella llamó alguna vez “relaciones carnales” con los Estados Unidos, y en la cancelación del proyecto Cóndor II.

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Con el último acuerdo limítrofe ratificado simultáneamente el 2 de junio de 1999 por los congresos de ambos países, se cerró una larga y peligrosa historia de conflictos. El acuerdo sobre los Hielos Continentales oHielos Patagónicos fue el último de una serie que llevó a solucionar 24 cuestiones pendientes sobre límites disputados desde el siglo XIX. En el plano económico, Chile es mercado importante para las exportaciones argentinas y principal inversor latinoamericano en la Argentina en sectores como el sector eléctrico y el de minería en zonas de frontera. No es dato menor señalar que en abril da 1995 chilenos y argentinos acordaron encomendar a intelectuales de ambos países armonizar versiones de sus historias nacionales con vistas a dar relevancia en cuanto la lectura de la historia contribuye a hacer de la región una comunidad de referencia superadora de nacionalismos excluyentes.

La región como comunidad de referencia

Ese es el contexto en el que las políticas exteriores de los integrantes del Mercosur—a quienes se sumó Chile en 1996—han acordado vigilarla marcha de los procesos de democratización y de ciertos aspectos de las políticas econ6micas. Suscribieron asimismo la llamada “Declaración de Malvinas” que sostiene los “legítimos derechos” argentinos y fue firmada sin reservas incluso por Chile. Declaración significativa fue el Compromiso democrático del Mercosur”: establece que cualquier interrupción del orden constitucional en los países del bloque o asociados constituye “un obstáculo inaceptable para la continuación del proceso de integraci6n”. Cuando terminaba el siglo XX todo lo que dicho compromiso evoca sería puesto a prueba.

La Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay procuran sortear asimetrías objetivas asumiendo el proyecto en su sustancia política aunque el nombre y los primeros tramos fueran gobernados por la economía. El ejemplo de la comunidad europea según sus padres fundadores —Adenauer, De Gasperi y Schuman—.

40. El gobierno de la ley. El triunfo de la Unión Cívica Radical

La guerra de las Malvinas, fue para los argentinos tiempo de euforia y tristeza, cuando se conoció la derrota. La derrota significó la claudicación definitiva del Proceso iniciado en 1976. Los temas de la campaña electoral abierta por el régimen en retirada estaban definidos por la biografía violenta de los años 70, por el recuerdo ominoso del gobierno de Isabel Perón dominado por el siniestro favorito López Rega y sus seguidores, y por la responsabilidad de las alianzas objetivas que habían protagonizado desde los años 60 los miembros plenos de la Argentina corporativa: el poder militar, el poder sindical y sectores significativos del poder económico, según fue explicado.

Cuando llegaron las elecciones nacionales de 1983, la memoria colectiva tenía identificados a los responsables del pasado crítico. Uno de los lemas de campaña del candidato radical Raúl Alfonsín fue la denuncia de lo que llamó con oportunidad el pacto militar-sindical. Fue la apetencia de la sociedad civil por el gobierno de la leyy la paz institucional que resumía la democratización. El peronismo había dominado casi cuarenta años el escenario político. Invicto en elecciones libres y abiertas sólo había sido sometido mediante la proscripción y el golpe de Estado. No había surgido, en décadas, una verdadera alternativa de gobierno. El primer cambio perceptible hacia 1983 era que podía esperarse una contienda electoral en la que el peronismo no fuera seguramente victorioso.

El segundo cambio tenía que ver con la solidez de la coalición social de base del peronismo histórico. ¿En qué medida esa coalición social permanecía fiel, no vacilaba en sus segmentos fundamentales y persistía sin deserciones?

En 1983 esa coalición social demostró ser vulnerable y fue perforada por una convergencia electoral alternativa.

La construcción de una ciudadanía democrática

El tercer cambio se dio en el mundo intelectual. Durante lustros la mayoría de los intelectuales, sobre todo en la izquierda del espectro ideológico, en la derecha liberal y en la que los italianos suelen llamar “liberista”.

En 1983 la mayor parte del mundo intelectual relevante había aceptado la lección de las consecuencias. El principio de legitimidad democrático se impuso sin alternativas atrayentes. La democracia era reconocida como aquél sistema político mejor dotado para guardar la dignidad de la persona humana. Fue una convergencia electoral, en expresión calificada de Edgardo Catterberg, más bien que la expresión de una coalición social persistente como quedaría demostrado por desplazamientos posteriores del voto ciudadano. Fuertemente centrista, mirando hacia la izquierda y la derecha constitucionales del panorama ideológico, como solía suceder en las transiciones democráticas en su primera etapa. En los treinta años anteriores a 1983 sólo sucedieron cuatro elecciones nacionales separadas entre sí por una década o menos: en 1957, en 1963 y dos en 1973. Diez años después el voto expresó cambios sustanciales en el país político. La UCR obtuvo e1 51,74% de los sufragios, el partido Justicialista —Ítalo Luder-Deolindo Bittel— el 40,15%.

Bipartidismo y polarización

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Se había votado a partir de una ley orgánica de los partidos políticos —22.627, dictada el 16 de agosto de 1982 durante el Proceso. El sistema electoral, según la ley 22.838 de 1983, fue por representación proporcional de diputados nacionales, electores de presidente y vicepresidente de la nación y electores de senadores por la Capital Federal.

Cuestiones pendientes

El trámite de esa empresa fue acosado por las cuestiones que el ciclo político descripto en los capítulos precedentes había dejado pendientes: la cuestión peronista, la cuestión sindical, la cuestión económica, la cuestión internacional.

La cuestión peronista era teóricamente ajena al gobierno radical. Sin embargo el Presidente fue tentado por la articulación de o que en algún momento se llamó el tercer movimiento histórico, intención que suponía la fractura definitiva del peronismo. La cuestión sindicalera una empresa compleja aunque necesaria, porque suponía desarmar o neutralizar uno de los factores de lo que hemos llamado la “Argentina corporativa”. El sindicalismo luchó por sus privilegios apelando abusivamente a la huelga general. En Semana Santa (abril de 1987), en Monte Caseros (enero de 1988) y en Villa Martelli (diciembre de 1988) hubo alzamientos militares que hicieron temer por la estabilidad institucional. Las fuerzas armadas eran cruzadas, la principal de las cuales se identificaba como la de los “carapintadas” produjeron los levantamientos citados.

El dominio total de las fuerzas armadas sin subordinarse al gobierno constitucional. Un golpismo de facto aparecía encubierto por una retórica constitucionalista mal disimulada, mezclada con el reclamo por la recuperación de la “dignidad” militar. La sociedad civil, que en el pasado se había mostrado dócil o resignada cuando no complaciente respecto de los levantamientos militares y los golpes de Estado, se movilizó aislando los golpistas o semileales. La gente salió a la calle pero no para vivar a las tropas sino para reclamar que volvieran a los cuarteles.

La cuestión militar mantuvo en vilo a la sociedad porque junto a la bandera de la protección de los derechos humanos y su reivindicación respecto del pasado, el gobierno de Alfonsín inició, el 22 de abril de 1985, proceso judicial a los integrantes de las tres primeras juntas militares que gobernaron el país desde 1916. ¿Por qué no a protagonistas anteriores responsables de la cultura de la violencia? Asunto polémico, no impide comprobar que por primera vez en la historia nacional —raro, si existente, en la experiencia comparada— un gobierno democrático decidió juzgar a quienes acusaba de graves violaciones a los derechos humanos. Comportamiento pionero, habría de distanciar a la sociedad militar respecto del alfonsinismo. Sería inútil que el Presidente procurase detener los castigos en el nivel de las cúpulas militares mediante recursos como las leyes de “punto final” y de “obediencia debida”. El proceso legal fue una mezcla inextricable y polémica —siempre difícil de evitar máxime en ese caso inédito— de justicia y política.

Los históricos fallos de la Cámara Federal y de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Fallos: 309) merecen lectura atenta, por cuanto describen con elocuencia el clima y los hechos que configuraron tanto las acciones terroristas “privadas” como el terrorismo de Estado, que sucede cuando el gobierno se transforma en agente del terror indiscriminado o difuso. La cuestión económica fue al cabo crucial para el primer gobierno de la construcción democrática por el “estado de naturaleza” política y económico. Por la necesidad de consolidar el gobierna de la ley y par la exigencia de hacerlo en medio de políticas “de ajuste”.

Ese dilema acompañó la presidencia de Alfonsín. Su gestión puede dividirse en trestiempos: hasta 1985, entre esa fecha y las elecciones intermedias de 1987 y entre estos comicios y la resignación del cargo presidencial en 1989. La política económica inicial cubrió el primer tramo de ocho meses con resultados desalentadores. El gobierno consumió recursos políticos importantes. Era preciso un corte drástico que dejase atrás la memoria del pasado inflacionario en dirección a la estabilidad. Ese fue el propósito del llamado PlanAustral, elaborado por el ministro Juan V. Sourrouilley un equipo técnico propio con aportes de especialistas que compartían las líneas fundamentales de acción. El cambio de moneda —del peso argentino al austral (junio de 1985).

La sociedad confió. Los comicios de ese año tradujeron esa confianza en votos y la sensación fue que se podía lograr un compromiso perdurable con la estabilidad. El Plan Austral fue inicialmente exitoso, pero se fue consumiendo. Contribuyeron factores técnicos, sociales y políticos. La estabilidad era un bien que los líderes políticos recién comenzaban a valorar. Habían terminado demostrando que cada política tiene su economía y cada economía su política, fracasando en ambas dimensionas. El gobierno de Alfonsín no adjuntó a su nuevo plan la preocupación por formar una coalición estabilizadora con apoyo en el Congreso.

La hiperinflación

Cuando Alfonsín y su gobierno comenzaban a expresar una nueva visión de la política económica a través de privatizaciones —bloqueadas cuando era posible por la oposición peronista—, reestructuración del Estado y apertura de la economía, el Plan Austral estaba políticamente agotado. Sucedieron los comicios de 1987 en ese contexto, y

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expresaron una fuerte sanción al gobierno radical. Entre el gobierno y la sociedad se abrió una enorme brecha de desconfianza. La sociedad se vio ante una experiencia dramática: el “estado de naturaleza” económico de la hiperinflación.

Pero la hiperinflación era una experiencia inédita, Habrían de comprobar que comienza con la degradación de la moneda, “muere el dinero” como decían alemanes y húngaros en crisis memorables con consecuencias siniestras. La hiperinflación es al principio degradación financiera; al cabo es degradación social y moral.

Una decisión amarga pero responsable fue adoptada por el presidente Alfonsín cuando resignó el cargo meses antes de cumplirse el mandato constitucional transfiriendo la presidencia al candidato electo: Carlos S. Menem.

La década del peronismo menemista

Volvamos a la inflexión de 1987: el mapa político del país se modificó profundamente. El partido Justicialista venció en elecciones legislativas en 17 provincias; el partido radical en 2 (Córdoba y Río Negro): en San Juan triunfó un partido local, el bloquismo; en Neuquén un partido provincial de tradición neoperonista, el Movimiento Popular Neuquino y en Corrientes el Pacto Autonomista Liberal. En 1988 los grandes partidos realizaron elecciones internas. El 3 de fuljo los radicales consagraron la fórmula Eduardo Angeloz-Juan M. Casella y el 9 de julio los justicialistas la fórmula Carlos Menem-Eduardo Duhalde. Había surgido una corriente llamada de los “renovadores”.

Los comicios de 1989

En todo caso, la cuestión del 89 no era un dilema de pergaminos, sino la degradación sufrida por el gobierno de Alfonsín con su dramático final señalado por la hiperinflación. Carlos Saúl Menem y Eduardo Duhalde ganaron con holgura los comicios con el 49,18% de los votos.

Comenzó enseguida de las elecciones lo que pocos o ninguno sospechaba: una década de gobierno con la titularidad de Carlos Menem. Dos períodos, reforma constitucional mediante en 1994, que permitió la reelección, que Menem habría de conquistar.

El liderazgo de Alfonsín

Raúl Alfonsín exhibió un estilo de liderazgo institucional. Hombre de partido, combinó su principismo de raigambreyrigoyenista con una vocación ideológica que intentó dar al partido Radical. Al tipo social de democracia evocado por Alfonsín y sus animadores intelectuales. Los críticos dicen que eligió al “primer Mitterand” como modelo, más bien que al segundo, modernizado con la aceptación del neoliberalismo económico moderado por el socialismo democrático.

Menem y el liderazgo carismático

La personalidad y el estilo de autoridad de Carlos Menem era muy diferente. Opuesta a lo que se ha llamado liderazgo “rutinario” se manifestó adscripto al estilo de los liderazgos carismáticos. Con la fisonomía del caudillo, con los rasgos escolares de Facundo Quiroga. Hizo campaña de político populista, actos públicos con la imagen impoluta de un pastor evangélico. “Síganme”, era la leyenda de los carteles publicitarios, llamando a la fe de sus seguidores. Con promesas tan audaces, en medio del clima del espanto hiperinflacionario, da un “salariazo” que pondría a los marginados en situación de ciudadanos participantes de una Argentina que prometía próspera. Sus sensibilidades innegables: el sentido del poder, tan apropiado a la naturaleza de una fuerza política “maquiaveliana” como el peronismo. Desde el triunfo electoral pasó a hacerse cargo de la presidencia en una situación crítica, y comenzó su —aparente— transfiguración.

Ni Alfonsín ni Menem habrían de gobernar de acuerdo con las tradiciones programáticas de sus partidos. Ambos debieron introducir cambios importantes en la economía y en la administración del Estado.

La gestión de Menem

La gestión del presidente Menem se caracterizó por tres rasgos nítidos: la radicalidad de sus decisiones económicas, la tendencia a la hegemonía política y la disposición transgresora en el plano moral.

En el gobierno de la economía pueden distinguirse un período de tanteo hasta 1991, año en que se establece el Plan de Convertibilidad; un segundo período signado por el desarrollo de un programa centrado en las señales del mercado y el peso de la inversión privada, y un tercer período —posterior a la renuncia del ministro de Economía Domingo Cavallo—dominado progresivamente por los conflictos políticos der vados de la pretensión, frustrada, de una segunda reelección. En el gobierno de la política un primer período crítico en el que Carlos Menem debe conquistar credibilidad, un segundo periodo de confortable liderazgo frente a una oposición que buscaba su rumbo como alternativa, y un tercer período

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sujeto a los avatares de la hegemonía que distrajeron energías y terminaron exhibiendo el lado oscuro de una gestión aplicada a guardar poder por medios propicios a la corrupción.

En el momento de la instalación de su gobierno Menem enfrentó dos desafíos que llamaban a respuestas audaces: “un problema macroeconómico de crisis fiscal y un problema político da credibilidad”. Comenzó designando ministros a ejecutivos de empresas transnacionales, logró del Congreso dos leyes estratégicas: la de Emergencia Económica y la de Reforma del Estado, y la facultad de legislar desde el Ejecutivo los detalles de las políticas económicas. Se elevaron a nueve los miembros de la Corte Suprema —que antes eran cinco.

Las privatizaciones transfirieron —en trámite discutible pero vertiginoso— casi todas las principales empresas públicas en los primeros doce meses, en relación de fuerzas desfavorables para el gobierno, necesitado de fondos y reputación y en desventaja para negociar con los nuevos propietarios, en muchos casos recipientes de beneficios monopólicos. Las privatizaciones fueron acompañadas por la liberalización comercial y por un tiempo el gobierno confió en que la estabilización económica se había logrado y las amenazas de quiebra fiscal se habían aventado. La experiencia —que Alemania y Hungría habían vivido pero después de dos grandes guerras— demostraría la necesidad de otra vuelta de tuerca. Entonces sucedió el plan Cavallo, la sanción con respaldo legislativo del régimen de convertibilidad y el cuadro de una reforma estructural que reunió las privatizaciones, la apertura comercial, la desregulación de la economía y la creación de una moneda convertible en una relación de 1 peso = 1 dólar con prohibición de toda emisión monetaria sin el respaldo de divisas en las reservas del Banco Central. Desde el punto de vista de los objetivos buscados, la política del “primer” Menem fue exitosa, así como la implementación de una segunda fase de estabilización y reforma estructural en la que se revisó al diseño de la primera. Hacia 1994, sin embargo, comenzaron turbulencias por la desaceleración de la economía, aumento de tasas de interés en los Estados Unidos y especialmente la devaluación mexicana, conocida como “efecto tequila”. Los presumieron la misma decisión devaluatoria, y escaparon en masa activos financieros con la crisis recesiva, fiscal y financiera consiguiente. Desde entonces, la gobernabilidad de la economía retornó los tiempos difíciles. En la década menemista el sindicalismo habría de respirar los aíres de un cambio de época y no de episodios coyunturales.

Los cambios y efectos sobre el sindicalismo producidos por el impacto de las reformas da mercado y el de la democratización política advirtiendo en el primer caso los efectos de la apertura comercial, el acelerado proceso de racionalización microeconómica en las empresas con el uso menos intensivo de la fuerza de trabajo, el desempleo creciente, la desmovilización obrera, el eclipse de la negociación colectiva descentralizada y ¡as consecuencias de la flexibilización laboral. En 1983 los delegados sindicales totalizaban el 30,8% de los miembros del Consejo Nacional, justicialista; en 1995, siendo Menem presidente del partido, sólo el 15,5%. En 1983, 29 diputados de origen sindical constituían el 26% del bloque justicialista de la Cámara de Diputados. Menem se decidió por una amnistía parcial que beneficié a militares que habían sido condenados por violación de los derechos humanos yotras penas, con exclusión de los miembros de las juntas militares. Cuadros medios hostiles se levantaron en 1990, pero el Presidente contó esta vez con fuerzas leales dispuestas a una severa represión. En 1991 Menem dictó un segundo y cuestionado indulto que ibaró a los ex comandantes del Proceso. Decisión de dudosa legitimidad social, obtuvo legitimidad militar.

La reforma constitucional

Las transformaciones institucionales parecieron culminar en la reforma constitucional de 1994 que sucedió al llamado Pacto de Olivos, que tuvo como protagonistas a Raúl Alfonsín y Carlos Menem.

Para Menem y el menemismo, el eje de la reforma pasó por la reelección presidencial. Para los radicales, en estrategia al cabo defensiva frente a las presiones menemistas, se trataba de exhibir cambios institucionales. El Pacto de Olivos fue un acuerdo hermético sin información ni debate público.

Carlos Menem se lanzó entonces a la búsqueda abierta de su reelección. Y no abandonaría la intención profunda: corno en la constitución de La Rioja, entre otras, su “ideal” era la reelección indefinida. La reforma constitucional incorporó la figura del jefe de gabinete. Introdujo el Consejo de la Magistratura. Se dio rango constitucional a los decretos de necesidad y urgencia con ciertas condiciones. Y se incorporó el ballottage, pero no a la francesa, el justicialismo que siempre se había opuesto a dicha fórmula, sometida ahora a la condición del piso del 40% y 10 puntos de diferencia con el seguidor, porcentajes que mucho tenían que ver con la meseta electoral histórica del peronismo. Estableció la elección directa del presidente y vice. Ambos partidos principales exhibieron la reforma como el triunfo de objetivos guardados por cada uno. La opinión pública tanto nacional como internacional, entendió que el proceso democrático no era amenazado por el riesgo de un golpe militar sino por lo que se coincidió en calificar -con dureza y precisión— un “golpe de Estado Jurídico” En ese contexto político critico se desarrolló el último período de la década menemista, una suerte de neoconservadorismo popular con un liderazgo fuerte y decidido, proporcionada por el llamado “modelo” neoliberal, sin embargo acotado por las limitaciones de un “capitalismo infantil” que no alcanzó la madurez necesaria

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para atenuar las consecuencias no queridas de la globalización. El periodo terminó con un final previsto: el triunfo de la Alianza para la Justicia, el Trabajo y la Educación—coalición de radicales, el Frente para un País Solidario (FREPASO).