bases de la administraciÓn de justicia
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BASES DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA
Prof. Enrique Letelier Loyola
Derecho Procesal I
Constituyen un conjunto de principios cuya finalidad es la correcta y eficiente
administración de justicia.
Su fuente se halla en el Código Orgánico de Tribunales (COT), en algunas normas
de la Constitución Política de la República (CPR) y en los pactos internacionales sobre la
materia, fundamentalmente el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP)
y la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH). También están recogidos en
algunas disposiciones del los códigos procesales, como el Código de Procedimiento Civil
(CPC) y el Código Procesal Penal (CPP), y del Código Penal (CP).
Esbozaremos algunas ideas relativas a estos principios.
1. PRINCIPIO DE LEGALIDAD.
Puede analizarse desde una doble perspectiva:
a) Legalidad del tribunal. Desde un punto de vista orgánico, la CPR garantiza que
toda persona tiene el derecho a no ser juzgado por comisiones especiales, sino por el
tribunal que le señale la ley, establecido con anterioridad a los hechos que motivan el
juzgamiento.
El repudio a las “comisiones especiales” es de antigua data en nuestra legislación.
La Constitución de 1822 (art. 199) indicaba: “Todos serán juzgados en causas civiles y
criminales por sus jueces naturales y nunca por comisiones particulares.” 1
El principio está garantizado por el artículo 19 N° 3 inc. 4° de la CPR, relacionado
directamente con los artículos 76 y 77 de la misma. Todo ello, debe armonizarse con las
normas sobre la legalidad de la actuación de los órganos del Estado, previstas en los
artículos 6 y 7 de la CPR. 1 Vide NOGUEIRA, Humberto et Al. Derecho Constitucional. T. I., Editorial Jurídica. Santiago, 2002, pág. 221.
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Se concreta también en la garantía del juez natural, establecida en el art. 2 del CPP.
Refuerza este principio su consagración supranacional en algunos tratados, como
el Pacto de San José de Costa Rica (art. 8 N° 1 CADH): “Toda persona tiene derecho a ser
oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley… .”. Ideas
similares contiene el art. 14 del PIDCP.
b) Legalidad del juzgamiento. Alcanza su consagración constitucional en la garantía
del debido proceso («due process of law», en el derecho anglosajón): “Toda sentencia de
un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente
tramitado. Corresponderá al legislador establecer siempre las garantías de un
procedimiento y una investigación racionales y justos.” (Art. 19 N° 3 inc. 5° CPR).2
La garantía comprende a todo órgano que ejerza jurisdicción, es decir, todo órgano
que ejerza la función pública de resolver una controversia en el orden temporal, tribunales
ordinarios, administrativos, Contraloría Genera de la República, Servicio de Impuestos
Internos, tribunales arbitrales, etc. (Sesión N° 103, Comisión Constituyente).
Los pactos internacionales también lo contemplan (art. 8 “Garantías Judiciales” de
CADH y art. 14 N° 1 y N° 2 letra c del PIDCP). El artículo 10 de la Declaración Universal de
los Derechos del Hombre (ONU, Diciembre 1948) establece: “Toda persona tiene derecho,
en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal
independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el
examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.”
En su sesión N° 103 la Comisión Constituyente acordó dejar en actas que entendía
por garantías mínimas de un racional y justo proceso (de acuerdo con la versión original
del artículo) permitir oportuno conocimiento de la acción adecuada defensa y producción
de la prueba que correspondiere. Es al Tribunal Constitucional, conociendo de una
cuestión de constitucionalidad, a quien le corresponde determinar si una determinada ley
cumple con la exigencia constitucional (art. 93 N°s 3 y 6 CPR).
2 Modificado por Ley 19.519, D. Oficial 16 de Septiembre de 1997. 4 Véase art. 78 CPR sobre nombramiento de jueces.
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Entonces, todo juez en la tramitación de los juicios como en el pronunciamiento de
la sentencia, debe ajustarse estrictamente a las normas que el legislador hubiere dictado,
cuando no se aparten de lo que el constituyente ha entendido como un procedimiento
racional y justo.
Los jueces que se aparten de estas normas pueden incurrir, incluso, en
responsabilidad penal (art. 79 CPR con relación a los artículos 223, 224 y 255 del Código
Penal).
Cuidado debe tenerse al observar la figura de los jueces árbitros arbitradores; si
bien ellos, en la sustanciación de los juicios y dictación de sus fallos no pueden apartarse
de los principios y normas del debido proceso, no están sujetos a las reglas de
procedimiento que para los tribunales ordinarios establece la ley (artículos 636 a 643 del
CPC).
2. EL PRINCIPIO DE INDEPENDENCIA:
Este principio es heredero de la tradicional doctrina de la división de los poderes
del Estado. La función jurisdiccional, entendida como una función estatal, debe ser
ejercida libre de interferencias, presiones y revisiones por parte de otros órganos del
poder público.
A nivel constitucional, lo encontramos en el artículo 76 inc. 1° CPR, que inaugura el
Capítulo VI “Poder Judicial”. En el COT está en su artículo 12. Ambas disposiciones
consagran la independencia del Poder Judicial en forma positiva.
Tanto la Declaración Universal (art. 10), como el PICDP (art. 14) y la CADH (art. 8
N°1) garantizan el derecho de los justiciables a acudir ante un órgano independiente.
La independencia del Pode Judicial reviste un doble carácter: orgánica y funcional.
Desde el punto de vista orgánico, la independencia se relaciona con la autonomía
del Poder Judicial frente a los demás órganos del Estado. Este poder, no depende
jerárquicamente del Poder Ejecutivo ni del Legislativo. Por eso a la independencia
orgánica se la llama también independencia política.
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No obstante, el régimen de nombramiento de los jueces, que dependiendo del
cargo y escalafón intervienen los tres poderes del Estado, torna en no absoluta a la
independencia.4
Desde la perspectiva funcional la independencia se relaciona con la libertad de los
jueces para ejercer sus atribuciones en las causas que conozca, con la limitación de no
apartarse de la legalidad. Este aspecto se consolida con el reconocimiento constitucional y
legal de la facultad de imperio de los jueces (art. 73 inc. 3° CPR y art. 11 COT).
También la independencia puede ser vista desde un punto de vista positivo y otro
negativo. Hasta ahora, hemos visto el primero, desde la doble perspectiva orgánica y
funcional.
Negativamente, la independencia del Poder Judicial impide a los jueces intervenir
en las atribuciones de otros poderes públicos (art. 4 COT, con relación a los artículos 6 y 7
de la CPR).
3. EL PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD.
Este principio es una herramienta eficiente para evitar que el Poder Judicial se
transforme en un poder despótico. Salvaguarda los intereses de la colectividad y de los
particulares, asegurando la recta y debida administración de justicia.
Su consagración constitucional está en los artículo 79 y 80 inciso 1° CPR y,
legalmente, en el artículo 13 COT.
La actuación de los jueces puede llevarlos a incurrir en diversos tipos de
responsabilidades, de donde las clasificaremos en:
- Disciplinaria
- Penal
- Civil
- Política
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a) Responsabilidad Disciplinaria: Incurren en ella los jueces cuando cometen faltas o
abusos con ocasión de los actos propios de su ministerio, no constituyendo esos hechos
uno o más delitos.
Vela por la conducta de los jueces la Corte Suprema, a quien la ley le ha otorgado
la Facultad Disciplinaria (art. 82 CPR), reglamentada más precisamente en el Título XVI del
COT, párrafo 1, artículo 530 y siguientes, que establecen los mecanismos para hacer
efectiva la responsabilidad disciplinaria de los jueces y las sanciones aplicables.
Cabe tener en cuenta que cuando la responsabilidad disciplinaria del juez no se ha
hecho efectiva de oficio, las partes agraviadas por algún acto de un juez cometido en el
ejercicio de sus funciones, pueden deducir las correspondientes Quejas Disciplinaria,
conforme los artículos 536 y 537 del COT.
Si la falta o abuso se ha cometido precisamente en la dictación de una resolución
judicial, las partes agraviadas por ella pueden deducir el Recurso de Queja, de acuerdo con
los artículos 545 al 549 COT.
b) Responsabilidad Penal: Responden de ella los jueces que, ejerciendo sus funciones y en
los casos previstos por la ley, cometen algún delito.
Reconoce esta responsabilidad la misma norma del artículo 79 CPR, denominando
Prevaricación genéricamente a todas las conductas delictuosas que los jueces pueden
incurrir y que se encuentras tipificadas en los artículos 223 y siguientes del CP
(prevaricación y otros delitos).
Con relación a ello, debe tenerse en cuenta el artículo 324 COT, que hace
responsable a los jueces del “cohecho, la falta de observancia en materia sustancial de las
leyes que reglan el procedimiento, la denegación y la torcida administración de justicia y,
en general, toda prevaricación…”, de acuerdo con los preceptos del Código Penal.
En consecuencia no toda conducta de los jueces, ejerciendo sus funciones, genera
esta responsabilidad. De acuerdo con el artículo 13 COT, es la ley la encargada de
determinar los casos en que ello ocurrirá.
Respecto de los miembros de la Corte Suprema, la propia ley los exime de
responsabilidad penal por los delitos de falta observancia en de las leyes que reglan el
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procedimiento, la denegación y la torcida administración de justicia (art. 324 inc. 2° COT y
79 inc. 1° CPR)
Para hacer efectiva la responsabilidad penal de los jueces, es menester que ella
pase por un examen previo de admisibilidad (art. 328 COT), trámite denominado Querella
de Capítulos. Su regulación actual está en el Título V Libro IV del CPP, artículo 424 al 430.
La querella de capítulos, verdadera actividad prejudicial a un proceso penal, tiene
entonces por objeto “hacer efectiva la responsabilidad criminal de los jueces, fiscales
judiciales y fiscales del ministerio público por actos que hubieren ejecutado en el ejercicio
de sus funciones e importare una infracción penada por la ley” (art. 424 CPP).
Declarada judicialmente la responsabilidad criminal de un juez por un delito
cometido en el ejercicio de sus funciones, expira su cargo (art. 332 N°9 COT).
c) Responsabilidad Civil: Ésta es la responsabilidad que los jueces asumen para reparar los
daños que haya producido el delito o cuasidelito cometido en el ejercicio de sus funciones
(arts. 325 y 326 COT).
La responsabilidad civil puede afectar solidariamente a todos los miembros de un
tribunal colegiado (art. 327 COT)
Para hacer efectiva la responsabilidad civil de los jueces, también es necesario que
la petición sea sometida a un examen previo de admisibilidad (art. 328 COT); no obstante,
no se acude a la Querella de Capítulos, pues basta que la respectiva demanda contenga la
solicitud que se declare su admisibilidad.
Declarada judicialmente la responsabilidad civil de un juez por un delito cometido
en el ejercicio de sus funciones, expira su cargo (art. 332 N°9 COT).
d) Responsabilidad Política: Se denomina así a la responsabilidad que afecta a los jueces
de los Tribunales Superiores de Justicia, cuando incurren en notable abandono de sus
deberes.
Algunos han entendido que “magistrados de los tribunales superiores de justicia”
comprende a los ministros de la Corte Suprema, Cortes de Apelaciones y Cortes Marciales.
Pero una parte importante de la doctrina comprende en esta referencia sólo a los
miembros de la Corte Suprema.
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Es una atribución exclusiva de la Cámara de Diputados declarar si han o no ha lugar
las acusaciones constitucionales formuladas en contra de los magistrados de los tribunales
superiores de justicia –también del Contralor General de la República‐ por notable
abandono de sus deberes (art. 52 N° 2 letra c) CPR). Estas acusaciones y todas las que se
refieren en el artículo 52 CPR están reguladas en su tramitación, en los artículos 37 y
siguientes de la LOC 18.918 sobre el Congreso Nacional.
Aprobada esta acusación constitucional por la Cámara de Diputados, corresponde
al Senado, conociendo como jurado, pronunciarse sobre ella (art. 53 N° 1 CPR).
La declaración de culpabilidad de los magistrados en el marco de esta acusación
constitucional, provoca la cesación de sus cargos (arts. 53 N° 1 inc. 4° CPR y 333 COT).
4. EL PRINCIPIO DE PUBLICIDAD.
De acuerdo con éste, todos los actos procesales que se producen y ejecutan en los
tribunales son públicos. Es la regla general en materia de la actuación de los tribunales de
justicia (art. 9 COT, norma que debe relacionarse con el artículo 8 inc. 2° CPR).
La publicidad de los procesos y de las actuaciones judiciales es un principio
recogido también en los instrumentos internacionales sobre garantías del debido proceso:
“Toda persona tiene derecho a ser oída públicamente…” (…) “…toda sentencia en materia
penal o contenciosa será pública…” (Art. 14 N° 1 PIDCP). “El proceso penal debe ser
público…” (Art. 8 N° 4 CADH).
Nuestro actual sistema procesal penal se caracteriza por la publicidad de sus
actuaciones, puesto que la mayoría de las decisiones que adopta el juez de garantía se
dictan en audiencias orales y públicas; asimismo, el juicio oral es una audiencia que se
caracteriza por su publicidad, oralidad y continuidad (arts. 44 y 289 CPP).5
5 En el antiguo sistema de juzgamiento penal, regido por el todavía vigente Código de Procedimiento Penal de 1906, la etapa de investigación o instrucción (sumario) es esencialmente secreta, aun para el inculpado. En el actual sistema procesal penal, las actuaciones llevadas a cabo por los tribunales son esencialmente públicas, pero la investigación misma, que dirige un órgano independiente del Poder Judicial, el Ministerio Público, es secreta para los terceros ajenos a la investigación (art. 182 CPP).
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El principio de publicidad admite excepciones, atendida la naturaleza de la materia
que se debate, de las partes en conflicto o del órgano que ejerce jurisdicción.
Excepciones:
a) Excepciones fundadas en interés de la moral, orden público, seguridad o derecho al
honor.
La publicidad de los procesos puede atenuarse por consideraciones de moral,
orden público o seguridad nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija en
interés de la vida privada de las partes (art. 14 N° 1 PIDCP). Por esas mismas vías discurre
el art. 289 CPP, que faculta al Tribunal de Juicio Oral en lo Penal para afectar la publicidad
del juicio oral disponiendo medidas necesarias para preservar la intimidad, el honor o la
seguridad de cualquier persona que deba tomar parte en el juicio.
b) Excepciones fundadas en interés de la justicia.
La publicidad de la actuación de los tribunales puede limitarse “en la medida
estrictamente necesaria (…) cuando por circunstancias especiales del asunto la publicidad
pudiera perjudicar a los intereses de la justicia…” (Art. 14 N° 1 PIDCP). “El proceso penal
debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la justicia.”
(Art. 8 N° 4 CADH).
La ley procesal faculta al tribunal que conoce de un juicio criminal, para prohibir al
fiscal y a los demás intervinientes que formulen declaraciones o entreguen antecedentes a
los medios de comunicación social durante el desarrollo del mismo, cuando se pretenda,
entre otros fines, evitar la divulgación de un secreto protegido por la ley (art. 289 c) CPP).
El secreto también puede fundarse, en asuntos penales, en el tipo de delito que se
investigue con relación al mejor resultado de la investigación; ocurre así, por ejemplo, en
la investigación de los delitos de tráfico ilícito de estupefacientes (arts. 38 y siguientes Ley
20.000)
c) Excepciones fundadas en la materia del debate o la calidad de las personas que
intervienen.
La minoría de edad de los intervinientes en un proceso, puede conducir a
exceptuar la regla de publicidad de los mismos (art. 14 N° 1 parte final, PIDCP).
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Hay excepciones a la publicidad fundadas también en la materia que es objeto del
debate. Ocurre así, por ejemplo, en los juicios sobre nulidad de matrimonio y divorcio (art.
86 Ley 19.947 sobre Matrimonio Civil).
d) Excepciones a la publicidad por la naturaleza del órgano jurisdiccional.
No son públicas determinadas actuaciones de algunos tribunales de justicia:
- Los acuerdos de las Cortes de Apelaciones se adoptan en privado (art. 81 COT).
- La misma regla se aplica para las deliberaciones de los Tribunales de Juicio Oral en
lo Penal (art. 19 COT).
- El libro que los tribunales llevan en razón de la facultad disciplinaria para castigar
las falta que se cometan en los escritos (art. 531 N° 2 COT).
- El libro de distribución de causas entre Juzgados de Letras que se lleva en la
respectiva Corte de Apelaciones (art. 176 inc. 2° COT).
5. EL PRINCIPIO DE PASIVIDAD.
Los jueces sólo pueden ejercer jurisdicción a petición de parte interesada, salvo los
casos en que son facultados por la ley para proceder de oficio (art. 10 COT, consagra este
principio).
La pasividad de los tribunales es, por regla general, la nota distintiva en los asuntos
civiles. Por el contrario, en procesos en que se ventilan intereses más generales, como los
procesos penales, laborales y algunos de familia, la actividad oficiosa de los jueces es
mayor.
Siendo la pasividad la regla general en la actuación de los tribunales, su
inobservancia puede acarrear la nulidad del acto oficioso, de acuerdo con el artículo 10
COT relacionado con el artículo 7 CPR. Además, los actos del tribunal que superen lo que
las partes han solicitado en sus respectivas pretensiones y defensas, puede irrogar a la
sentencia definitiva de un vicio de nulidad (ultra petita) reparable sólo con la invalidación
del fallo por la vía del recurso de casación en la forma.
No obstante lo anterior, el ordenamiento procesal contempla importantes
excepciones a la pasividad de los tribunales. Anotaremos algunas:
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1) La declaración de nulidad absoluta de un acto o contrato (art. 1683 CC).
2) La facultad de corregir de oficio los errores que observe en la tramitación de los
procesos (art. 83 inc. 3° CPC y art. 163 CPP).
3) La facultad (poder), una vez citadas las partes para oír sentencia, de dictar
medidas para mejor resolver (art. 159 CPC).
4) La declaración de implicancia de los jueces (art. 200 COT).
6. EL PRINCIPIO DE INEXCUSABILIDAD.
Los artículos 76 inc. 2° CPR y 10 inc. 2° COT elevan a la categoría de principio el
deber de los jueces de ejercer jurisdicción, incluso cuando no exista una ley que resuelva
el conflicto.
La inexcusabilidad no siempre fue un principio reconocido en el ordenamiento
nacional. Por el contrario, la excusabilidad subsistió hasta el año 1875, cuando se dictó la
Ley de Organización y Atribución de los Tribunales. Sólo a partir de entonces se estableció
expresamente este principio, pasando luego al Código Orgánico de 1943. Antes, en 1851
se reconocía sólo implícitamente en la Ley sobre Fundamentación de las Sentencias.6
Hoy, reclamada su intervención en forma legal, los jueces no pueden dejar de
resolver un conflicto, pues de esta forma estarían violentando el principio de
inexcusabilidad. La falta o la insuficiencia de la ley no puede ser la excusa para ejercer la
función jurisdiccional, porque en último término habrá de acudirse a los principios de
equidad como fuente integradora (art. 170 N° 5 CPC).
Incurren en responsabilidad penal los jueces que maliciosamente nieguen o
retarden la administración de justicia (art. 224 N° 3 CP) o que por negligencia o ignorancia
inexcusable negaren o retardaren administrar justicia (art. 225 N° 3 CP).
6 TOPASIO, Aldo. Fuentes del Derecho Chileno en la Codificación. Edeval. Valparaíso, 1990, p. 110.
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7. EL PRINCIPIO DE TERRITORIALIDAD.
Cada tribunal debe ejercer su jurisdicción dentro de su correspondiente territorio:
su territorio jurisdiccional. La unidad territorial básica de un juzgado de letras, es la
comuna o la agrupación de comunas (arts. 27 y ss. COT).
El territorio jurisdiccional limita el ámbito de actuación de los tribunales de justicia
(art. 7 COT, que recoge el principio de territorialidad).
En los casos que un tribunal requiera practicar determinadas actuaciones en el
territorio jurisdiccional de otro, debe acudir a la figura de la competencia delegada, por
medio de los exhortos o cartas rogatorias (arts. 71 y siguientes CPC); pero esta situación
no es una excepción al principio de la territorialidad, pues el tribunal que requiere de la
diligencia no actúa directamente en otro territorio jurisdiccional, sino que ve cumplidos
sus propósitos por medio de la actuación de aquél que ejerce jurisdicción en su propio
territorio.
Excepciones al principio de la territorialidad:
Luego de las modificaciones introducidas al COT por la ley 19.665 de 9 de marzo de
2000, subsisten pocos casos que exceptúan la regla de la territorialidad7. Encontramos
uno en el artículo 403 inc. 2° del CPC, a propósito de la actividad probatoria denominada
inspección personal del tribunal.
8. EL PRINCIPIO DE GRADUALIDAD.
La gradualidad se plantea ante el tema de determinar si un asunto será resuelto
por sólo un tribunal, o bien la decisión final está sujeta a revisión por otro de mayor grado.
Nuestro sistema de enjuiciamiento se construye sobre la base de dos revisiones sucesivas,
es decir, de dos instancias. En consecuencia, este principio está estrechamente vinculado
con dos nociones: la jerarquía y la instancia.
7 El derogado artículo 170 bis del COT permitía al juez del crimen que conocía de delitos cometidos en diversas comunas, practicar directamente diligencias en cualquiera de ellas. Una norma similar contenía el antiguo inciso 2° del artículo 43 COT, respecto de los jueces del crimen de Santiago y San Miguel.
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La jerarquía es la relación de sumisión entre un tribunal inferior con respecto a su
superior, que puede aplicarle sanciones si aquél falta a las normas que imponen las leyes
en el cumplimiento de su cometido.
Sin embargo la jerarquía, que tiene su concreción en la estructuración del Poder
Judicial y en la facultad directiva y correccional de los tribunales superiores de justicia, no
debe incidir en la decisión que los tribunales adopten ejerciendo la jurisdicción, puesto
que en esta materia los tribunales son independientes para fallar de acuerdo con su
criterio. Pero ello no impide que la decisión adoptada por un tribunal pueda ser revisada y,
en consecuencia, enmendada, modificada o dejada sin efecto, por el tribunal superior
jerárquico.
Respecto de la instancia se ha planteado que es “la denominación que se da a cada
una de las etapas o grados del proceso, y que va desde la promoción del juicio hasta la
primera sentencia definitiva; o desde la interposición del recurso de apelación hasta la
sentencia que sobre él se dicte.”8. En nuestro medio se ha entendido a la instancia como
cada uno de los grados jurisdiccionales que la ley establece para que los tribunales puedan
conocer y fallar los asuntos sometidos a su decisión, con facultad soberana o plena para
pronunciarse sobre todas las cuestiones de hecho y de derecho que en ellos se
promuevan.
Lo que caracteriza a la instancia, es que en ese grado jurisdiccional el tribunal tiene
amplitud no sólo para resolver las cuestiones sobre la aplicación del derecho, sino
también para apreciar los hechos que se presentan en el conflicto, ponderar o valorar las
pruebas que se producen y determinar qué hecho se dan por probados y cuáles no.
En la actualidad, la mayoría de los sistemas procesales se construyen sobre la base
de pluralidad de instancia, planteándose la cuestión como “un poder de revisión de parte
de los órganos superiores de la jurisdicción.”9
Nuestros tribunales de justicia pueden conocer de los asuntos en única, primera o
segunda instancia; de ello dependerá que el asunto sea revisado por otro tribunal de
8 COUTURE, Eduardo. Fundamentos del Derecho Procesal Civil. Editorial Depalma. Buenos Aires, 1958, p. 169. 9 COUTURE, cit., p. 171.
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mayor jerarquía del que dictó la resolución (art. 188 COT). En efecto, es la posibilidad legal
de interponer un recurso de apelación, que el recurso que genera el conocimiento de un
asunto en primera instancia. Lo resuelto en única no es posible de ser revisado por la vía
de la apelación.
En legislador ha reservado el conocimiento en única instancias a pocos casos en
que lo debatido no reviste intereses de gran envergadura (Ej. Art. 45 N° 1 COT) o bien
porque no existe un tribunal superior jerárquico del que dictó la sentencia, que pueda
revisar lo resuelto por éste (art. 97 COT).
El tema de la gradualidad y la existencia de recursos para que un tribunal superior
revise lo resulto por su inferior, está vinculado con el derecho a los recursos, que algunos
instrumentos internacionales consagran como garantía del debido proceso, especialmente
como garantía de los justiciables en un proceso penal (art. 8 N° 2 h) CADH y 14.5 PIDCP).
En nuestro ordenamiento la segunda instancia opera con gran amplitud en
materias civiles. Por el contrario, en el proceso penal existe restringida a algunas
resoluciones judiciales, sólo cuando así lo autoriza la ley.
9. EL PRINCIPIO DE SEDENTARIEDAD.
Los jueces deben administrar justicia en lugares y horas determinadas. Así
entendido, este principio se relaciona con dos deberes que deben cumplir los jueces: el de
residencia y el de asistencia.
Del deber de residencia se hacen cargo los arts. 311 inc. 1° y 313 COT. Se refieren
al deber de asistencia los artículos 312 inciso 1°, 312 bis y 313.
Existen excepciones a la sedentariedad, en que los deberes de residencia y
asistencia cesan, al menos temporalmente. Encontramos los que siguen:
1) La autorización transitoria para residir en un lugar distinto al del asiento del
tribunal (art. 311 inc. 2° COT).
2) Los casos en que, por necesidades del servicio, el juez se constituye en lugares
alejados, fuera de los límites urbanos de la ciudad asiento del tribunal (art. 312 inc. 2°
COT).
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3) El período del feriado judicial (art. 313 COT), excepción que no se aplica a los
jueces con competencia en materia penal.
10. EL PRINCIPIO DE INAVOCABILIDAD.
Este principio limita la actividad de los tribunales sólo al conocimiento de los
asuntos bajo la esfera de su competencia, prohibiéndoles ejercer jurisdicción en causas
radicadas en otros tribunales.
La disposición del artículo 8 COT, que contiene el principio, se aplica a todo asunto
pendiente ante otro tribunal, sea contencioso o voluntario.
El artículo 76 CPR establece la limitación de la inavocabilidad además para los otros
poderes del Estado.
Después de las últimas modificaciones al COT (Ley 19.665 que derogó el art. 170 y
Ley 19.708 que derogó el art. 160) quedan pocas excepciones a este principio. Subsiste,
como excepción a la inavocabilidad, aunque discutible como tal, el caso de las visitas
extraordinarias de ministros de tribunales superiores a los juzgados de letras. En los casos
que ello ocurra (art. 560) las facultades del ministro visitador son las de un juez de letras
de primera instancia y “el tribunal respectivo designará las [causas] que deben ocuparlo,
quedando todas las demás a cargo del juez visitado.” (Art. 561 inc. 2° y 3°).
11. EL PRINCIPIO DE INAMOVILIDAD.
La inamovilidad es una garantía establecida en favor de los jueces, consistente en
que no pueden ser removidos de sus cargos mientras observen el buen comportamiento
exigido por la Constitución y las leyes (art. 80 CPR). Está íntimamente ligada al principio de
independencia del poder judicial, pues asumiendo que el nombramiento de los jueces
proviene de la voluntad a veces conjunta de los poderes Ejecutivo y el Legislativo, su
inamovilidad asegura que su actuar será independiente de los intereses de éstos.
No obstante, existen causas que hacen cesar la inamovilidad. Los casos de
amovilidad de los jueces son los que siguen:
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1. Por causas que dicen relación con su mal comportamiento: la remoción y la
sentencia ejecutoriada en juicio de amovilidad.
En cuanto a la remoción del juez, ésta debe ser acordada por la Corte Suprema en
los términos del los arts. 80 inc. 3° CPR y 332 N° 3 COT.
El juicio de amovilidad es instruido por los Tribunales Superiores de justicia,
terminando por la sentencia que declara acaso el juez ha tenido o no el buen
comportamiento exigido por la Constitución (véanse los arts. 332 N° 4, 337 que
contempla casos de presunción de mal comportamiento, 338 y 339 COT).
El procedimiento de remoción es más habitual que el juicio de amovilidad. Contra
los jueces de letras, el juicio de amovilidad es conocido en primera instancia por la
Corte de Apelaciones respectiva (art. 63 N° 2 c) COT). Contra los Ministros de las
Cortes de Apelaciones, conoce en primera instancia las causas de amovilidad el
Presidente de la Corte Suprema (art. 53 N° 1 COT).
2. Por notable abandono de sus deberes, declarado así en la acusación constitucional
promovida por la Cámara de Diputados y resuelta por el Senado de la República
(art. 52 N° 2 y 53 N° 1 CPR).
3. Por ser declarado penal o civilmente responsable por delitos cometidos en el
ejercicio de sus funciones (art. 332 N° 9).
4. Por haber sido condenado por crimen o simple delito (art. 332 N° 1 con relación al
256 N° 6 COT).
5. Por haber sido declarado en quiebra (art. 332 N° 1 con relación al 256 N° 7 COT).
6. Por haber sido declarado interdicto por demencia o por prodigalidad (art. 332 N° 1
con relación al 256 N° 1 COT).
7. Por haber sido mal calificado, figurando el lista Deficiente o, por segundo año
consecutivo, en lista Condicional (art. 278 bis COT). El COT establece el sistema de
calificación de los funcionarios del Poder Judicial desde el artículo 270 al 278 bis.
Existen casos en que los jueces son removidos de sus cargos, pero que no
constituyen propiamente excepciones a la inamovilidad:
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1. La edad. El artículo 80 CPR dispone que los magistrados cesan en sus funciones al
cumplir 75 años de edad, límite no aplicable al Presidente de la Corte Suprema
(tampoco rige respecto de los magistrados de los Tribunales superiores de justicia
que se encontraren en posesión de sus cargos a la fecha de entrada en vigencia de
la CPR, en los términos de su disposición Octava Transitoria).
No obstante esta causal no es propiamente una excepción a la inamovilidad,
puesto que el transcurso del tiempo no es un hecho imputable al comportamiento
de los jueces.
2. Las incapacidades legales sobrevivientes y la renuncia del juez (art. 332 N°s 1, 2 y 5
COT). Tampoco afectan la inamovilidad de los jueces, pues o guardan relación con
un mal comportamiento que se les pueda imputar.
3. Los traslados y permutas (art. 80 inc. final CPR).
12. EL PRINCIPIO DE LA GRATUIDAD.
En Chile es el Estado quien soporta la remuneración de sus jueces y funcionarios de
la administración de justicia. Sin embargo, las partes deben asumir en algunos casos el
pago de los gastos que benefician a ciertos funcionarios auxiliares, como receptores
judiciales, notarios públicos, conservadores y archiveros. Además, las partes pueden ser
obligadas a sufragar los honorarios de los abogados.
El juez tiene facultades para determinar quién de las partes, si no ambas, debe
soportar el pago de las costas de la causa, sean procesales o personales (arts. 138 a 147
CPC).
Por excepción, los litigantes pueden estar eximidos del pago de las costas de la
causa; ello ocurre en dos situaciones: o bien si el juez considera que el litigante, no
obstante ser vencido en el juicio, ha tenido motivo plausible para litigar (art. 144 CPC), o
bien si la parte goza de privilegio de pobreza.
El privilegio de pobreza puede tener diversas fuentes. Por una parte, se presume
legalmente pobre al litigante preso que solicita el privilegio (art. 593 COT). También existe
presunción legal de pobreza respecto de las personas representadas judicialmente por las
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instituciones destinadas a prestar en Chile asistencia jurídica y judicial gratuita (art. 600
COT).
De otra parte, el privilegio de pobreza, cuando no es presumido legalmente, puede
ser declarado judicialmente por el tribunal que conozca del asunto en primera o única
instancia (art. 591 COT; los arts. 129 al 137 CPC regulan el incidente de privilegio de
pobreza).
Para los asuntos penales, la Ley 19.718 (DO 10 de Marzo de 2001) creó la
Defensoría Penal Pública, órgano cuya finalidad es “proporcionar defensa penal a los
imputados o acusados por un crimen, simple delito o falta que sea competencia de un
juzgado de garantía o de un tribunal de juicio oral en lo penal y de las respectivas Cortes,
en su caso, y que carezcan de abogado.” (art. 2). En este sentido, se manifiesta el rol
subsidiario del Estado.
Los servicios que presta la Defensoría Penal Pública son por regla general gratuitos,
a menos que el usuario disponga de recursos para pagar la defensa total o parcialmente.
En estos casos, la institución cobra, proporcionalmente, un arancel fijado anualmente por
la misma (arts. 36 y 37 Ley)
La gratuidad es un principio que garantiza el debido acceso a la justicia de todos los
ciudadanos, por lo que es reconocida como garantía del debido proceso (art. 19 N° 3 inc.
3° CPR, art. 8 N° 2 letra e) CADH, art. 14 N° 3 letra h) PIDCP).
Nota: Todas las disposiciones citadas en este trabajo deben ser revisadas por el alumno.