cambio climático: lo llaman alarmismo y no lo es

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1 Cambio climático: lo llaman alarmismo y no lo es Hugo González Mora 1 Recuerdo perfectamente la frase que catalizó mi interés por el cambio climático. Fue la frase del director del Tyndall Centre, un centro de investigación sobre cambio climático inglés: “Si pasamos de los dos grados descubriremos el infierno”. Se refiere al consenso de que si pasamos de un incremento de 2 ºC sobre la temperatura media preindustrial los daños van a ser muy, muy severos. Roberto Canogar, 2006. El clima ha conocido ya grandes variaciones, por ejemplo con épocas glaciales, pero nunca antes esas fluctuaciones se han dado en períodos tan cortos. Al parecer, la potencia, la eficacia y la generalización de nuestros útiles y tecnologías, es decir, el crecimiento, están en el origen de lo acelerado de ese cambio, vía emisiones de gas de efecto invernadero. Nicolas Ridoux, 2009. Marcott, 2013 2 1 Texto extraído del Diccionario crítico del mundo occidental [borrador en línea]. 2 Véase un resumen en: https://tamino.wordpress.com/2013/03/22/global-temperature-change-the-big-picture/

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Texto extraído del ensayo "Ave, Progressus: 50 razones que contradicen el progreso de la humanidad" (borrador en línea)

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Cambio climático: lo llaman alarmismo y no lo es

Hugo González Mora1

Recuerdo perfectamente la frase que catalizó mi interés por el cambio climático. Fue la frase del director del Tyndall Centre, un centro de investigación sobre cambio climático inglés: “Si pasamos de los dos grados descubriremos el infierno”. Se refiere al consenso de que si pasamos de un incremento de 2 ºC sobre la temperatura media preindustrial los daños van a ser muy, muy severos.

Roberto Canogar, 2006.

El clima ha conocido ya grandes variaciones, por ejemplo con épocas glaciales, pero nunca antes esas fluctuaciones se han dado en períodos tan cortos. Al parecer, la potencia, la eficacia y la generalización de nuestros útiles y tecnologías, es decir, el crecimiento, están en el origen de lo acelerado de ese cambio, vía emisiones de gas de efecto invernadero.

Nicolas Ridoux, 2009.

Marcott, 20132

1 Texto extraído del Diccionario crítico del mundo occidental [borrador en línea]. 2 Véase un resumen en: https://tamino.wordpress.com/2013/03/22/global-temperature-change-the-big-picture/

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A estas alturas todavía subsiste la idea, mal llamada «escéptica», de que caemos en el alarmismo ambiental y en el catastrofismo social quienes prevemos un futuro si cabe más trastornado que el presente. “¿Cuán apremiante es el riesgo?”, se preguntaba ya en 1998 el biólogo Edward Osborne Wilson. “Lo suficiente, creo, para que el pensamiento acerca de la preservación de la especie humana cambie de manera fundamental. (...) Desde luego, algunos dirán que (...) es alarmismo ambiental. Quisiera de veras que tal acusación fuera cierta. Por desgracia, es la opinión basada en hechos de la abrumadora mayoría de científicos de talla que estudian el ambiente”.

La argumentación del calentamiento global antropogénico no está basada en una votación a mano alzada, sino en la observación directa. Multitud de líneas de evidencia independientes apuntan a la misma respuesta. Hay consenso sobre la evidencia de que el hombre está aumentando los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera. Esto está confirmado midiendo el tipo de carbono en el aire. Lo que encontramos es más carbono proveniente de los combustibles fósiles.

John Cook, 2010. Según el IPCC, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, “de los doce

últimos años (1995-2006), once figuran entre los doce más cálidos en los registros instrumentales de la temperatura de la superficie mundial (desde 1850)”3. En total y desde finales del siglo XIX, la temperatura global ha aumentado unos 0,85 ºC4. En el caso de España, 1,5 ºC, y en el caso del Ártico, “hasta 5 ºC”5. Las causas principales de dicho aumento son antropogénicas, es decir, se deben al cambio en el uso de la tierra –deforestación mediante- y al uso masivo de combustibles fósiles por parte de los humanos –sobre todo carbón, petróleo y gas-, y en consecuencia al fuerte incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero, entre ellos el dióxido de carbono6. “Y es que, al parecer, las emisiones de más de 23.000.000.000 de toneladas métricas que por las actividades humanas se emiten anualmente a la atmósfera están desequilibrando un sistema que ha funcionado bastante bien los últimos 10.000 años”7. Comparado con las emisiones naturales procedentes de la respiración de las plantas así como de los gases oceánicos, que ascienden a un total aproximado de 776.000 millones de toneladas, parece poco. Sin embargo, ese «poco» es suficiente para desestabilizar un sistema climático que, sin nuestras emisiones, seguiría siendo relativamente estable. Según Cook, “la naturaleza absorbe 788.000 millones de toneladas cada año. Las absorciones de CO2 de la naturaleza, aproximadamente compensan las emisiones naturales. Lo que nosotros hacemos es descompensar ese balance” 8.

Los estudios que se han realizado sobre los estomas de las plantas fósiles de los últimos 11.000 años muestran que, con toda probabilidad, los niveles de CO2 se mantuvieron en torno a las 305 ppm de media, pero también que las oscilaciones de 20 a 50 ppm fueron frecuentes, con niveles que iban de las 260 a las 340 ppm.

Teo Gómez y Pere Romanillos, 2012. 3 IPCC, 2007. 4 Bardi, 2013. 5 Leído en línea: “Cambio climático, calentamiento global y efecto invernadero”, Gobierno de Aragón. 6 “Existe una gran cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera. No obstante, la opinión pública prácticamente sólo habla de uno: el CO2. La razón es que más del 60% del calentamiento global se puede atribuir a este gas, lo que justifica que se le preste tanta atención” (Llebot, 2007). 7 Jiménez López, 2008. 8 Cook, 2010.

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En ciento veinticinco años, lo que va de 1770 a 1895, los niveles de CO2 en la atmósfera pasaron de 280 a 290 partes por millón en volumen (ppmv). Actualmente, un aumento igual de 10 ppmv tiene lugar cada seis años, es decir, a un ritmo veinte veces mayor que en el pasado y probablemente menor que en el futuro9. Dado que en el año 2013 llegamos a las 395 ppmv10, la “máxima concentración de los últimos 420 000 años”11, es previsible que a mediados de este siglo estemos más allá de las 450 ppmv y por encima de las 600 antes de acabarlo aun reduciendo nuestro consumo energético mundial. Según James Lovelock, los científicos “están razonablemente convencidos de que un ascenso del nivel del dióxido de carbono a 500 ppm, ascenso que ya es inevitable, irá acompañado de un profundo cambio climático”12.

Determinar con exactitud qué factor forzante, o temperatura o nivel de CO2, supone DAI (Dangerous Anthropogenic Interference)13, es una cuestión de la máxima importancia, que en este momento no puede ser contestada. Los estudios hechos desde los estamentos políticos, a menudo consideran que el umbral es 500 partes por millón de CO2 –aproximadamente el doble de los niveles preindustriales-, pero esta cifra parece que tiene mucho más que ver con lo que parece un objetivo socialmente factible que con lo que está científicamente demostrado. (…) Actualmente, muchos científicos del clima creen que 450 partes por millón de CO2 representa una estimación más objetiva del peligro, mientras que otros la rebajan a 400 partes por millón.

Elizabeth Kolbert, 2006.

IPCC, 2013 Incluso en el mejor escenario proyectado por el IPCC para el año 2100, ya de por sí

negativo, uno en el que el crecimiento de la población mundial se detiene y comienza a decrecer a mediados del siglo XXI y en el que los países desarrollados evolucionan hacia el decrecimiento económico, se cree que el CO2 se estabilizaría en torno a las 560

9 Respecto al metano, otro importante gas de efecto invernadero, hay que decir que durante el período preindustrial la concentración era de 650 ppbv (partes por billón americano), mientras que “en el año 2005 era de 1774 ppbv”. Según Josep Enric Llebot, “esta concentración excede, con mucho, la de los últimos 650 000 años”. 10 Consultado en: http://www.esrl.noaa.gov/gmd/ccgg/trends/global.html 11 Llebot, 2007. 12 Lovelock, 2007. 13 “Por ejemplo, un cambio climático lo bastante espectacular como para destruir ecosistemas enteros u ocasionar una extinción masiva o alterar el abastecimiento de alimentos del mundo” (Kolbert, 2006).

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ppmv, provocando una subida de temperaturas de “entre 1,9 y 2,9 ºC”14. Pero los escenarios más optimistas rara vez se cumplen, siendo más probable que para entonces ya hayamos superado las 600 ppmv. Hasta donde se sabe, dicho aumento supondría a la larga una subida de la temperatura global de entre 2,5 y 4,5 ºC, y en el caso especialmente desfavorable de España “hasta 4 grados en invierno y 7 en verano”15, más que de sobra como para dificultar gravemente la capacidad de adaptación16 de la mayoría de las especies del planeta durante los próximos milenios, entre ellas la nuestra, que tendría que hacer frente a sequías17, incendios forestales, huracanes e inundaciones18 (quizá también terremotos19) más frecuentes e intensos, a ecosistemas más pobres y vulnerables, a una menor disponibilidad de agua potable, al aumento de las enfermedades respiratorias e infecciosas20, a la pérdida de los asentamientos costeros por el crecimiento del nivel del mar21, a economías y gobiernos aún más tecnocráticos y autoritarios, a olas de calor más letales y a un aumento de los suicidios22, entre otras consecuencias que iremos descubriendo con el tiempo. Por ejemplo, “los científicos Richard Betts y Peter Cox, del Hadley Centre, concluyeron que un aumento global de la temperatura de 4 ºC bastaría para desestabilizar las selvas tropicales y provocar que, igual que el hielo de Groenlandia, desaparezcan y sean reemplazadas por matorrales o desiertos”23.

Un aumento del CO2 favorecería, en un principio, el crecimiento vegetativo de las plantas y, por tanto, aumentaría el rendimiento de las cosechas, pero, a partir de 3 ºC, la producción iría a menos. En zonas tropicales con lluvias estacionales, el rendimiento disminuiría a partir de un aumento de 1 ºC. La disminución de la producción no puede medirse, en todo caso, con medidas mundiales, pues las olas de calor o de frío y las inundaciones o sequías pueden tener una incidencia clave en este apartado. El ejemplo de Rusia, donde el verano de 2010 se perdió el 20% de la cosecha debido a una ola de calor, cuando lo previsible era una mejora del rendimiento, muestra que el incremento de los fenómenos extremos puede echar a perder las esperanzas de los que abogan por no hacer nada. Otro problema es la inundación de grandes áreas agrícolas, como son los deltas de los ríos o las zonas bajas de los continentes, que son las más productivas, ya sea por una subida del mar o por lluvias torrenciales.

Teo Gómez y Pere Romanillos, 2012.

14 Gómez, 2012. 15 Jiménez López, 2008. 16 La adaptación de la mayoría de las especies requeriría que el cambio climático fuese 10.000 veces más lento que el actual (Quintero, 2013). Y lejos de mejorar, “se prevé que durante los próximos 30-80 años su ritmo” sea aún “más rápido y más intenso”, un ritmo que podría provocar una extinción comparable a la de los dinosaurios antes del año 2100 (National Research Council, 2013). 17 García Casals, 2013. 18 “En Europa, las inundaciones graves se han multiplicado por seis. En Asia, por siete. Y en el continente americano, hay ahora catorce veces más inundaciones graves que en la década de los cincuenta” (Jiménez López, 2008). 19 Guillas, 2010. 20 Véase http://www.who.int/features/factfiles/climate_change/facts/es/index3.html 21 En el mejor de los casos, se prevé que durante este siglo y los siguientes el nivel de los océanos suba varias decenas de centímetros, y en el peor y más probable a mi juicio, varios metros, lo que desplazaría aproximadamente “al 10% de la humanidad” (Archer, 2009). Sea como fuere, lo que dice exactamente el moderado IPCC es que “es muy probable que el ritmo de elevación del nivel del mar sea mayor que el observado durante el período 1971-2010 debido al mayor calentamiento de los océanos y la mayor pérdida de masa de los glaciares y mantos de hielo” (IPCC, 2013). 22 Existe “una clara relación entre el índice anual de precipitaciones y la tasa de suicidio, estableciendo que la sequía aumenta la posibilidad de suicidio” (Carbonell, 2007). 23 Lovelock, 2007.

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Sin embargo, Svante Arrhenius pensó en 1903 que “mediante la influencia de una concentración cada vez mayor de ácido carbónico en la atmósfera, podemos esperar disfrutar de períodos con un clima más templado y mejor, especialmente en las regiones más frías de la Tierra, lo cual llevará a que la Tierra produzca mejores y más abundantes cosechas que incidirán en beneficio del género humano”. Arrhenius podría haber tenido razón si nuestras emisiones no nos hubieran hecho superar el nivel prudente que se alcanzó, por ejemplo, en el «período cálido medieval», pero como veremos, no solo lo hemos superado sino que comparado con lo que vendrá, aquel período nos parecerá una época relativamente fría.

En ese sentido, James Lovelock cree que la “edad cálida” en la que estamos

adentrándonos podría mantenerse “durante cien mil años o más”, anulando de esa manera la que se supone que iba a ser nuestra próxima glaciación24. David Archer va incluso más lejos al afirmar que, “si todas las reservas de carbón fueran usadas”, lo cual no es del todo seguro, la siguiente glaciación no tendría lugar hasta dentro de “medio millón de años”. Con razón dice Stephen Schneider que “lo que hagamos en unas pocas generaciones puede tener efectos imborrables en las próximas cien generaciones” o más.

Con respecto a los desastres naturales, según la International Strategy for Disaster

Reduction de las Naciones Unidas (UNISDR), estos han aumentado en relación a las décadas de los años setenta, ochenta y noventa, alcanzando el máximo en el año 2005 con más de 430 casos. La buena noticia es que desde entonces los números han bajado 24 “Durante los próximos 1000 años debería iniciarse un lento y suave descenso de la temperatura y un crecimiento de los glaciares, que llevarían (…) hacia una nueva época glacial que alcanzaría su máximo dentro de 100 000 años” (Llebot, 2007).

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hasta los 310 desastres naturales anuales. La mala es que, aun así, en tan solo treinta y cinco años hemos pasado de menos de 100 a más de 300, en parte debido a que “el peligro aumenta a medida que aumenta la población, y ésta a nivel mundial es cada vez más urbana, más concentrada y más dependiente de infraestructuras sofisticadas y vulnerables. Existen, al parecer, presiones tendentes a la ocupación progresivamente más intensa de áreas donde el riesgo es elevado”25. La otra mala noticia, según uno de los «libros blancos» de la Comisión Europea, es que “las pérdidas ocasionadas por fenómenos meteorológicos y climáticos han aumentado durante el período 1980-2007, pasando de un promedio por década de menos de 7.200 millones de dólares (1980-1989) a alrededor de 13.700 millones (1998-2007)”26. Los problemas se duplican.

Los huracanes extraen su fuerza de las aguas calientes superficiales del océano. Por eso se producen sólo en los trópicos y sólo durante la estación en la que las temperaturas son más altas. Lo previsible sería que el calentamiento global trajera consigo un aumento de intensidad de los huracanes (...). En 2005 –en realidad, unas semanas antes del Katrina- un investigador del MIT llamado Kerry Emanuel publicó un estudio de tormentas reales. El estudio, basado en datos reunidos por aeronaves, demostró que, a lo largo de los treinta últimos años, la potencia de los huracanes casi se había duplicado. (…) Al igual que Emanuel, el grupo de la Tecnológica de Georgia llegó a la conclusión de que los modelos [de simulación] no habían conseguido captar el impacto del calentamiento sobre la intensidad de las tormentas. Entre 1975 y 2004, las temperaturas de superficie de los mares tropicales subieron aproximadamente un grado. Durante el mismo período, la proporción de huracanes que llegaron a la categoría 4 o categoría 5 aumentaron en casi un 100 por cien.

Elizabeth Kolbert, 2006.

UNISDR, 2012

Para el National Hurricane Center, el problema no radica tanto en la frecuencia de esos fenómenos como en la incapacidad de los seres humanos para aprender de ellos: «En Estados Unidos, las zonas ribereñas del Golfo [de México] y del Atlántico, donde este país

25 Calvo, 1984. 26 Parker, 2013.

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ha sufrido la mayor cantidad de víctimas a causa de los huracanes, son también las que están experimentando un crecimiento demográfico más considerable», una sorprendente constatación del vigor de que goza la «cultura de la negación» imperante. (…) Parece que las medidas eficaces para evitar y mitigar los efectos de inundaciones e incendios sólo surgen después de que repetidos desastres de inusitada gravedad afecten a una determinada comunidad. Quizá esta deficiencia cognitiva de los seres humanos explique que, a pesar de que en 2010 se observaran las temperaturas en superficie más cálidas desde que se tienen registros (…), The Washington Post proclamara en 2011 que el calentamiento global se había convertido en un «problema de segundo orden».

Geoffrey Parker, 2013. Según Mark Lynas27, de llegar a las 1000 ppmv en algún momento del tercer

milenio, la subida global aproximada sería de unos 6 ºC28. Y lo que es peor, “no sabemos si ese nuevo régimen será estable a largo plazo”29. A la larga, quizá durante el próximo siglo, un aumento como ese podría incluso duplicarse al desencadenar la liberación masiva del metano atrapado en los fondos oceánicos, tal como se cree que pudo ocurrir hace 250 millones de años en lo que se conoce como la «Gran Mortandad» del Pérmico-Triásico. Según Joel Levy, “algunos paleontólogos creen que una gran liberación de metano hacia el final del período Pérmico podría haber reducido los niveles de oxígeno atmosférico entre el 35% y 12% durante veinte mil años, literalmente sofocando a más del 90% de los animales terrestres y alterando de modo radical también a los ecosistemas marinos”30. Las causas de una nueva liberación podrían ser diferentes a las de entonces (ayer pudo ser el vulcanismo, hoy podría ser el calentamiento oceánico antropogénico, tal como defiende la «hipótesis del fusil de clatratos»), pero las consecuencias serían probablemente similares: aumento del dióxido de carbono, anoxia y calentamiento global descontrolado31.

Cook, 2010.

Además, si la fotosíntesis es “la fuente principal del O2 atmosférico” y si “la

producción de O2 ha provocado la aparición de la capa de ozono que protege la

27 Vilar, 2009. 28 Se calcula que cada duplicación del dióxido de carbono se traduce en un calentamiento atmosférico de entre 1,9 y 4,5 ºC, si no más (Sherwood, 2010). 29 Lovelock, 2007. 30 Levy, 2005. 31 Para saber más, véase http://arcticmethane.blogspot.com.es/p/faq.html

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superficie terrestre del exceso de rayos ultravioleta”32, entonces es de suponer que una extinción masiva de especies vegetales liberadoras de oxígeno provocaría a largo plazo una extinción biológica aún mayor, especialmente fuera del agua, debido a la probable disminución de la capa de ozono. Asimismo, basándonos en el hecho de que la abundancia de seres vivos está detrás de algunas glaciaciones y de que por el contrario las extinciones masivas suelen provocar la subida de las temperaturas, debido esto último a que las plantas dejan de fijar CO2 una vez muertas, es previsible que una nueva gran extinción reforzara el calentamiento global en curso.

A partir del crecimiento sostenido de la luminosidad solar, la evolución de los seres vivos –en particular, el predominio o no de fijadores de carbonato- ha presidido las oscilaciones climáticas a través de la proporción de CO2, derivada de la abundancia y del tipo de acción ejercida por los seres vivos. Así las cianobacterias del final del Proterozoico consumieron mucho dióxido de carbono al atraparlo en los estromatolitos y provocaron la glaciación finiprecámbrica. La explosión de la vida en el Cámbrico, con la existencia abundante de esqueletos carbonatados, pudo representar una pérdida considerable de CO2. Por el contrario, (…) la extinción Permotriásica parece ser una de las causas del calentamiento de la superficie terrestre a principios del Mesozoico.

Salvador Reguant, 2005.

Parece que a Gaia le gusta el frío, que es por lo que quizá durante la mayor parte de los últimos dos millones de años, y quizá desde hace mucho más tiempo, la Tierra ha permanecido en una edad de hielo. Creo que es importante que comprendamos que una Tierra cálida es una Tierra débil. En el planeta cálido, la vida en los océanos se limita a las orillas de los continentes, y las regiones desiertas de la tierra son enormes.

James Lovelock, 2007.

Si bien es difícil pronosticar el futuro por regiones, parece ser que a largo plazo (medido en generaciones) la península ibérica no será un buen lugar para vivir, debido al aumento progresivo de la desertización y desertificación33. Tal vez ni siquiera la lluviosa Galicia. En cambio, puede que Rusia y Canadá sí. No obstante, caben otras posibilidades, como la de que la velocidad de la corriente oceánica del Golfo se vea seriamente afectada en el futuro, lo que produciría, contrariamente a lo que se esperaría, “un enfriamiento muy importante en Europa Occidental” dentro del propio calentamiento global, algo similar a lo que pudo ocurrir hace 12.000 años en lo que se

32 Reguant, 2005. 33 García Casals, 2013.

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conoce como el «Dryas Reciente». “Uno de los peores escenarios imaginables es el desplazamiento de la masa de hielo de Groenlandia, de más de 2.000 m de espesor, y su derrumbe sobre el Atlántico. Además de la ola gigantesca que podría formarse, el deshielo añadiría una gran masa de agua dulce al Atlántico Norte, que detendría la corriente del Golfo y sumiría a Europa en una era glacial”34. La tercera posibilidad y la más deseada, aunque no necesariamente la más probable, no supondría ni un gran calentamiento ni un gran enfriamiento a escala regional, sino cierta estabilidad temporal respecto a otras regiones del planeta.

La tendencia más sensacionalista a menudo prefigura eso como una vuelta a condiciones árticas de Europa y la Costa Este de América del Norte. Pero para cuando eso suceda, el hielo del Ártico estará en proceso de extinción. Una posibilidad que no podemos dejar de considerar es que el clima de las islas Británicas y Europa occidental, que es hoy 8 ºC más cálido que el de las mismas latitudes en otras partes del mundo, quizá permanecería inalterable a pesar del calentamiento global, puesto que los 8 ºC que se perderían al desaparecer la corriente del Golfo serían más o menos la misma cantidad de grados que se predice que subirá la temperatura a causa del calentamiento global. Ojalá fuera así aunque, en ese caso, todavía tendríamos que enfrentarnos a la pérdida de tierra que la subida del nivel del mar comportaría.

James Lovelock, 2007.

En síntesis, con que las temperaturas suban solamente 2 ºC con respecto al siglo XIX, es decir, tan solo un grado más que ahora, es probable que terminemos provocando “lentas retroalimentaciones y un eventual calentamiento de 3-4 ºC con consecuencias desastrosas”35. ¿Cómo de probable es que alcancemos los 2 ºC hacia el año 2100, si no antes? Más que probable es prácticamente seguro, a juzgar por a) los últimos informes36, b) el pensamiento y comportamiento fundamentalmente cortoplacista de la mayoría de las personas, y c) la inercia de nuestros complejos sistemas sociales. En 2007, Mark Lynas escribía que “para evitar con seguridad el imparable efecto dominó climático de retroalimentaciones positivas, las emisiones globales de todos los gases de efecto invernadero deben alcanzar el cenit en 2015”, lo cual es ya imposible.

Hansen, 2013

Reducir las emisiones de dióxido de carbono en las magnitudes y plazos necesarios, no ya para estabilizar el clima del planeta, sino para frenar lo peor del calentamiento (reducir al menos un 5% anual durante casi cuatro decenios, de 2013 a 2050, de manera que en 2050

34 Gómez, 2012. 35 Hansen, 2013. Sobre las retroalimentaciones positivas, véase el resumen de Guy McPherson en http://guymcpherson.com/2013/01/climate-change-summary-and-update/ 36 IPCC, 2013.

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supusieran aproximadamente una décima parte de las emisiones de 2010-2011), no es compatible con mantener la rentabilidad que exigen los capitales privados en el sistema de producción capitalista.

Jorge Riechmann, 2014. Algunos incluso pronostican que “si superamos los 400 ppm será inevitable alcanzar

los 2 ºC antes de 2050”37. Tal vez la fecha correcta se encuentre “entre 2045 y 2060”38, aunque no faltan quienes prevén un aumento de 4 ºC para antes de 2070 si no se emprenden a tiempo medidas extraordinarias39. Y por extraordinarias me refiero a medidas tan radicales e inmediatas que resultan prácticamente inimaginables. En cualquier caso, dos cosas están claras: que el límite de las 400 ppmv lo vamos a superar en 2016, y que en general, “lejos de ser «alarmistas»” o arriesgadas, las proyecciones de los climatólogos suelen ser más bien conservadoras40, debido entre otras razones a la presión institucional por mantener un determinado estatus socioacadémico. En nuestra sociedad está peor visto predecir cosas y equivocarse que no predecirlas y equivocarse por omisión. El mayor ejemplo de conservadurismo intelectual lo tenemos probablemente en el IPCC. En su Cuarto Informe de Evaluación del año 2007 afirmó que la probabilidad de superar los 2 ºC era inferior al 10%41. Sin embargo, lo que podría ser inferior al 10% es la probabilidad de no superarlos.

Los resultados de un reciente estudio que comparaba miles de modelos posibles empleando millones de ordenadores sugería que el PICC ha sido exageradamente conservador, y que las temperaturas podrían elevarse al menos en 2 ºC y quizá hasta 11 ºC en el curso del siglo siguiente. (…) Un aumento en las temperaturas de diez o más grados, junto con un incremento masivo de los niveles marinos, atentaría gravemente contra la agricultura global, hundiría a muchas de las zonas más pobladas de la Tierra y conduciría a extinciones masivas y cambios catastróficos en el ecosistema global. La humanidad ha sobrevivido antes a grandes cambios climáticos semejantes, pero no así sus civilizaciones.

Joel Levy, 2005.

Debemos tener en cuenta que aunque detuviéramos hoy mismo todas nuestras

emisiones, lo cual es sencillamente imposible (si ya cuesta ponerse de acuerdo con uno mismo, imagina lo difícil que será dentro de poco con ocho mil millones de personas a la vez, pese a que, como se suele decir, solo estamos a «seis grados de separación»), “la realidad es que el dióxido de carbono ya emitido continuará elevando la temperatura durante los años venideros (…) hasta por lo menos 0,6 ºC, y esto significa que ya estamos comprometidos a un incremento de 1,4 ºC independientemente de lo que elijamos hacer ahora. El calentamiento que estamos experimentando en estos momentos es el resultado de gases de efecto invernadero emitidos en los años 70”42. Además, si redujéramos, ya sea voluntaria o involuntariamente, la mayor parte de nuestras emisiones, provocaríamos paradójicamente una subida añadida de por lo menos 1 ºC

37 Canogar, 2006. 38 New, 2011. 39 Anderson, 2012. 40 Vilar, 2014; Wayne, 2013. 41 Anderson, 2012. 42 Hopkins, 2008. Predicción basada en el informe AR4 del IPCC (2007). Predicción, además, que el último informe parcial del IPCC, el Climate Change 2013: The Physical Science Basis, sigue manteniendo a día de hoy (pág. 1106).

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debido al “efecto enfriador de los aerosoles del carbón”43 que hemos estado emitiendo a la atmósfera junto a los gases de efecto invernadero. En definitiva, “incluso con una gran voluntad política, las posibilidades de cambiar el sistema energético mundial con la suficiente rapidez para evitar los 2 ºC son escasas”, siendo “mucho más probable”44 un aumento de al menos 3 o 4 ºC.

No es necesario ser fatalista para darse cuenta de que vamos a seguir emitiendo grandes cantidades de CO2 –unos más que otros- durante al menos varios decenios más, incluso a pesar del cenit venidero del petróleo (entendido como todos los líquidos del petróleo45), del gas, del uranio y del carbón, posiblemente en ese orden. Además, dado que las crisis económicas tienden a darse cada cierto tiempo y no en todos los países a la vez, en lugar de esperar hasta el último momento y explotar todas juntas poniendo fin al capitalismo para siempre, estas “les vienen muy bien a los negacionistas, ya que entonces el crecimiento se coloca por encima del conservacionismo, como sucedió con la propuesta de varias empresas californianas de aparcar las medidas restrictivas hasta que el paro descendiera por debajo del 5%”46.

A principios de los 90, cuando las conclusiones científicas aún no eran definitivas, la negación por parte del sector de los combustibles fósiles aún podría justificarse como la respuesta predecible del mundo empresarial. Pero desde que la ciencia aporta una información mucho más sólida y los impactos se han vuelto tan visibles, esta actitud constituye hoy en día un claro crimen contra la humanidad. La campaña [electoral] financiada por la industria del combustible fósil va más allá del tradicional circo mediático. Equivale a una privatización de la verdad.

Ross Gelbspan, 2004. Según Greenpeace, si los catorce proyectos industriales que recogen en su informe de

2013 fueran llevados a cabo, “crecerían en un 20% las emisiones globales de CO2” para el año 2020 y “nos encaminarían hacia un calentamiento de 5 o 6 ºC”. Su conclusión es que “una suma de CO2 de esa magnitud en los próximos años empujaría al clima más allá del punto de no retorno”. De manera similar, aunque posiblemente no tan pesimista con respecto al calentamiento global, Jorgen Randers considera que “el uso del carbón se expandirá dramáticamente durante los próximos veinte años”. No obstante, prevé que alcanzaremos el cenit de emisiones totales en 2030, de modo que en 2050 estas habrán retrocedido hasta los niveles actuales y continuarán descendiendo. Es decir, todavía tendríamos medio siglo más de abundantes emisiones. El único acontecimiento mínimamente probable que podría dar al traste con estos pronósticos sería un colapso financiero fulminante a escala mundial antes de terminar esta década. Sin embargo, aunque no es descartable47, hoy por hoy lo veo más improbable que probable. De cualquier modo, aun suponiendo que el colapso financiero mundial definitivo estuviera a la vuelta de la esquina, quién sabe si en la década siguiente, nada nos garantiza que no hayamos superado ya el punto de no retorno. La probabilidad de superar los 2 ºC seguiría siendo muy alta incluso si redujésemos las emisiones a un ritmo del “10-20% anual”, según Kevin Anderson48. Es decir, nuestras emisiones directas ya no serían el principal problema, sino el CO2 extra que hemos ido acumulando en la atmósfera

43 Vilar, 2012. 44 New, 2011. 45 Turiel, 2014. 46 Gómez, 2012. 47 Tverberg, 2014. 48 Anderson, 2012.

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durante décadas así como las emisiones naturales indirectas provenientes, por ejemplo, de la fusión del permafrost que puede que ya hayamos desencadenado sin posibilidad de reversión49.

En ese sentido, tampoco hay que ser fatalista para abrirse a la posibilidad de que “el impacto del cambio climático” llegue a ser “incluso considerablemente superior a lo mostrado por el peor escenario recogido por el AR5 del IPCC”50. Probablemente no tanto como augura Guy McPherson, al menos no en los plazos que él establece51, pero puede que más de lo esperado. Por regla general, los cambios en el clima transcurren a lo largo de miles de años de manera más o menos gradual, pero nuevos descubrimientos revelan que, bajo determinadas circunstancias, un aumento de 5 ºC podría volver a ocurrir en tan solo dos décadas52. Los cambios climáticos abruptos, como se los conoce en paleoclimatología, son una posibilidad muy real y sin duda la más peligrosa de todas. La incertidumbre que los rodea es proporcional a su poder.

Los sistemas que exhiben comportamientos de umbral nos son familiares. Por ejemplo, cuando nos apoyamos ligeramente sobre el extremo de una canoa, solo se produce una pequeña inclinación, pero si nos apoyamos un poco más, podemos acabar volcando (…). Si las actividades humanas llevan al sistema climático hacia uno de esos umbrales, aumentará la probabilidad de que ocurra un cambio climático abrupto en los próximos cien años o más. (…) La persistencia de cierto nivel de incertidumbre sobre los cambios climáticos abruptos en el futuro habla a favor de emprender acciones para mejorar la resiliencia y adaptabilidad de nuestras economías y ecosistemas.

Richard Alley, 2003.

Tampoco hacen falta números muy grandes para poner a media humanidad contra las cuerdas. Por ejemplo, “los inviernos entre 1654 y 1667 fueron, en promedio, más de un grado centígrado más fríos que los de finales del siglo XX”, lo que ha llevado “a los climatólogos a denominar este período la Pequeña Edad de Hielo”, seguramente “la peor catástrofe de origen climático del último milenio”53 y la mejor documentada. Se cree que pudieron morir tres de cada diez personas.

Los archivos humanos y naturales que nos han llegado ponen de manifiesto la existencia de grandes episodios de cambio climático en el siglo XIV y en 1816, así como en el siglo XVII. Una serie de artículos del historiador económico Bruce Campbell demuestran que durante las décadas de 1310 y 1340 se sufrió una situación de «extrema inestabilidad» climática y una enfermedad mortal (peste bovina entre 1316-1325 y peste bubónica entre 1346-1353), en una época en la que las poblaciones bovina y humana habían alcanzado densidades insólitas. Los excelentes registros que tenemos de Inglaterra sugieren que esos desastres naturales «redujeron [la población] a menos de la mitad».

Geoffrey Parker, 2013.

49 Vilar, 2011. 50 García Casals, 2013. 51 McPherson está convencido de que nuestra especie se extinguirá en un par de décadas debido a un “cambio climático global”, a un “colapso medioambiental”, a un “colapso nuclear” o a una combinación de las tres cosas. Creo que es un escenario perfectamente factible, pero difícilmente pronosticable. Se basa más en la intuición y en el principio de precaución que en la observación. 52 Branson, 2013. 53 Parker, 2013.

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Aunque lo llamen alarmismo, no lo es. Se trata simplemente de enfrentarse a los hechos y ser prudentes, virtudes en claro peligro de extinción. Si el futuro es, cuando menos, incierto tirando a preocupante, ¿a quién se le ocurriría prepararse para lo mejor y no para lo peor? ¿Seguiríamos durmiendo si el suelo de nuestra habitación comenzase a temblar, ya que lo mejor que podría ocurrir es que el edificio no se cayese, o buscaríamos un lugar seguro por si acaso? Los norteamericanos, principales causantes del calentamiento global y justamente por eso los mejor informados, cada vez lo tienen más claro: “Hope for the best but plan for the worst”54.

Los historiadores que hacen vaticinios no suelen recibir mucha atención de sus colegas (ni de nadie más) y a quienes vaticinan catástrofes (sean o no historiadores) se les suele tachar de «quejosos»: hoggidiani, si queremos utilizar el término despectivo utilizado por Secondo Lancellotti [1583-1643] en su libro L’hoggidi… Sin embargo, los hoggidiani no siempre se equivocan.

Geoffrey Parker, 2013.

Si algo fuera este texto sería «apocalíptico», pero no en el sentido de un apocalipsis futuro, repentino y sobrenatural, sino de un apocalipsis presente, natural y tan gradual que la mayoría de las personas no son conscientes de él. Como escribe Riechmann, “lo que de verdad debería ocuparnos no son las fantasías del Armagedón final sino la omnipresencia del apocalipsis cotidiano. El daño a la biosfera y el socavamiento de la autonomía del ser humano se están produciendo ahora; el trabajo de los poderes económico-políticos contra las alternativas que nos salvarían está teniendo lugar ahora”55. Las consecuencias del cambio climático no ocurrirán algún día. Ocurrieron ayer, están ocurriendo hoy y seguirán ocurriendo mañana, y cada emisión que hagamos a nivel personal cuenta. Contó en la muerte de 30.000 europeos en el caluroso verano de 2003, en la muerte de casi 2.000 personas en 2005 por el huracán Katrina, en el inusual incendio de verano de 2007 en el Parque Indígena Xingu y en los consiguientes perjuicios para pueblos como el de los kamayurá56, en “la muerte prematura de 400.000 personas al año” según McPherson, en la muerte de tres millones de personas todos los años por culpa de la contaminación atmosférica57 y sin duda seguirá contando con mayor intensidad si cabe en el futuro.

En 2009, el World Wide Views on Global Warming encuestó a personas de todos los continentes y el resultado fue el siguiente: “Ciudadanos de todas las partes del mundo han exigido a sus políticos actuar rápida y firmemente en la COP15 [XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático de 2009]”58. Es decir, parece que al fin nos hemos concienciado y hemos pedido cambios. Sin embargo, el problema al que nos enfrentamos se debe menos a una falta de educación ambiental que a una falta de mecanismos políticos y estructurales para lograr llevar a la práctica toda esa concienciación de palabra. Prueba de que ya estamos bastante enterados del problema es el hecho de que entre el 72 y el 86 por ciento de las personas encuestadas en 2012 cree “muy probable” o “bastante probable” que en los próximos 20 años tenga lugar en España un aumento de las temperaturas, de las sequías, de los incendios forestales, de las inundaciones y de las enfermedades, así como un aumento del precio del agua potable y de los alimentos. De hecho, un 66% se muestran “preocupadas” o incluso 54 Chia, 2012. 55 Riechmann, 2010. 56 Kottak, 2011. 57 OECD, 2014. 58 En: http://losmonostambiencuran.blogspot.com.es/2010/12/el-cambio-climatico-y-la-falta-de-demo.html

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“alarmadas”59. Y eso a pesar de que, por regla general, “los encuestados de países ricos y de países que generan cantidades considerables de dióxido de carbono” muestran “menos preocupación por el calentamiento global que los de países pobres o aquellos que generan pocas emisiones de efecto invernadero (quizá porque resulta más difícil aceptar que el calentamiento global es un problema cuando hay que reconocer que en parte es culpa tuya, relación ésta que se ha calificado de «verdad incómoda»)”60.

Como trataré de probar en los apartados dedicados a la ciudad y a la democracia, no se puede esperar que nuestros representantes políticos tomen las medidas oportunas, sino más bien lo contrario, por lo que haríamos mejor en empezar a recuperar la confianza perdida en nosotros mismos. Desafortunadamente, autores tan influyentes y a veces tan lúcidos como James Lovelock proponen todo lo contrario. Para hacer frente al cambio climático no haría falta más democracia, sino menos61. Por su parte, el historiador Geoffrey Parker también sugiere que, para superar las catástrofes climáticas que vendrán, “hacen falta recursos que sólo los gobiernos centrales pueden recabar”, pues “una catástrofe natural” similar a la que tuvo lugar a mediados del siglo XVII, la cual “acabó prematuramente con la vida de millones de personas”, hoy día “acabaría prematuramente con la de miles de millones de personas”.

El cientificismo, del que hablaremos más adelante y que en parte está detrás de posturas centralistas y tecnocráticas como esas, puede conducir en las próximas décadas a un crecimiento del ecoautoritarismo por el bien común y de lo que algunos autores han llamado la “sumisión sostenible”62. Es necesaria una mayor educación ambiental, ciertamente, incluso psicológica63, pero lo que algunos todavía sostenemos es que esta no merecerá la pena si no se realiza desde abajo. Porque como dice Paulo Freire, “sería en verdad un actitud ingenua esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica”64.

59 Fundación Mapfre, 2013. 60 Parker, 2013. 61 Hickman, 2010. 62 Véase Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible de René Riesel y Jaime Semprún, editado por Pepitas de calabaza. 63 American Psychological Association, 2009. 64 Freire, 1968.

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