creamosle a cristo stephen e. robinson

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    Cremosle a

    CristoStephen E. Robinson

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    PREFACIO

    Desde que llegu a la Universidad Brigham Young hace algunos aos, he notadoalgo sumamente peculiar e inesperado. Los estudiantes del primer ao llegan a launiversidad procedentes de barrios y ramas de toda la Iglesia. La mayora de ellos haestado en la Iglesia por una gran cantidad de aos, aun, dira yo, durante toda su vida, y

    generalmente estn bien entrenados en los contornos del evangelio. Es bastante lo quesaben sobre el diezmo, la Palabra de Sabidura, la genealoga, las normas de la Iglesia encuanto a la relacin con el sexo opuesto, el almacenamiento de alimentos y cosas por elestilo. Por cierto que todos stos son principios importantes para los Santos de los ltimosDas y constituyen una parte esencial de la plenitud del evangelio en los ltimos das.Pero stas no son las doctrinas centrales del evangelio segn se han enseado a travs delas dispensaciones desde el comienzo del mundo hasta su fin.

    Lo que not en mis estudiantes fue que, al extendernos en la clase de los asuntosque constituyen las doctrinas y las prcticas perifricas de la Iglesia, para tratar las

    doctrinas centrales del evangelio, muchos de ellos empezaron a dar ms y ms evidenciasde inseguridad en lo que respecta a s mismos demostraron que por dentro estabancrudos. Muchos se sentan aun ms cmodos definindose a s mismos en torno a aquelloen lo que no crean (la predestinacin, el pecado original, etc.) que en torno a aquello enlo que s crean. Una considerable minora no entenda doctrinas tales como la de lasalvacin por la gracia, de la justificacin por medio de la fe en Cristo, de lasantificacin, de la expiacin y del significado y los trminos del convenio del evangelio.Estaban bien educados en las generalidades mas no en los aspectos esenciales delevangelio restaurado.

    Seguramente casi todo esto est ms relacionado con la edad y la madurez que conla inteligencia y la capacitacin. Sin embargo, como resultado de este descubrimiento,decid escribir varias disertaciones con la finalidad especfica de satisfacer esta necesidadde mis estudiantes. Tales disertaciones tuvieron como fin explicar las doctrinas centrales,las verdaderas "buenas nuevas" del evangelio, de una manera clara y con lenguajesencillo extrado tanto de las Escrituras como de las experiencias prcticas. Fue debido alxito de dichas diserta dones que escribo ahora este libro, el cual es un resultado lgicode las mismas.

    Agradezco a aquellas personas que permitieron que me hiciera eco de muchasexperiencias que relato aqu, particularmente a Janet, mi esposa, por permitir que lascontara en este libro para que, tal vez, puedan ayudar a otras personas que quizs seencuentren en circunstancias similares. En aquellos casos que no tienen que ver con mipropia familia, he alterado algunos de los nombres, as como ciertos detalles descriptivos,aunque no las experiencias en s. En un caso en particular, combin en un solo personajelas caractersticas de varias personas con experiencias similares.

    Aqu debo hacer una acotacin al margen, puesto que una de las experiencias msimportantes, a la que har mencin ms adelante, atae principalmente a Janet y es pordems personal, y tambin debido a que alguien coment que el referirme a esa

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    experiencia, pone a mi esposa en una situacin un tanto comprometedora, al tiempo quehace quedar muy bien a su esposo a costas de ella. Janet y yo normalmente pensamos entrminos de nosotros y no en trminos de ella o yo, pero si hubiera necesidad de haceruna comparacin entre los dos, creo que la siguiente escena representa la cruda realidad.

    Si Janet se aproximara a la puerta de los cielos, el Seor dira algo as a losngeles: "Miren, aqu viene Janet Robinson! Janet finalmente est con nosotros!

    Vayamos todos a recibirla y a darle nuestra bienvenida." Pero al extenderle Sus brazos,tal vez se detendra y le preguntara: "Janet, quin es ese lamentable sujeto que vienedetrs de ti?" A lo cual ella responder, "Ah, l,' Es mi marido. Puede entrar conmigo?"Sin ella no tengo la ms mnima esperanza, lo cual podra confirmar cualquier personaque nos conozca bien a los dos.

    Siempre he sostenido que un libro sin notas corroborativas generalmente carece demayor trascendencia, puesto que la falta de documentacin indica que su contenido no esms que las opiniones personales del autor, sin ningn respaldo acadmico. En este caso,me declaro culpable, pues resulta muy difcil documentarse a uno' mismo o a sus propiasexperiencias, reflexiones y puntos de vista: As que dejo a criterio del lector el estar deacuerdo o no con mis opiniones, puesto que el material que contiene este libro espersonal, y me he esforzado por emplear el mismo estilo que empleara en el saln declase o en una conversacin, inclusive el lenguaje coloquial, as como las expresionesirnicas y sarcsticas. Por ello me disculpo ante mi profesora de ingls en el primer aode la secundaria, quien me ense a no cometer nunca este error. No me atribuyo ningunaautoridad que d mrito a estas opiniones particulares, a pesar de que he incorporadotantas notas corroborativas como me fue posible en un libro de esta naturaleza, el cual, apesar de ser intrnsecamente teolgico, es tambin modestamente espiritual. Es miintencin que el lector sepa que yo realmente creo en las cosas que he escrito en las

    siguientes pginas.Debo tambin aclarar que he escrito este libro como un creyente Santo de los

    ltimos Das que se dirige a un grupo integrado por otros Santos de los ltimos Dastambin creyentes. De ninguna manera, deseo aparentar que he ejercido la ms mnimaobjetividad acadmica en la materia. Si este texto fuera a publicarse para el beneficio demis colegas profesionales en el campo de la enseanza de la religin, tanto lametodologa como el tenor de esta obra seran considerablemente diferentes. Pero no haynada de malo en ser bilinge, y en este libro he decidido hablar el idioma de la fe.

    A menudo se me pregunta de dnde saca el tiempo el director de un departamento

    para escribir un libro. En este caso, la respuesta es bien sencilla: habra resultadoimposible sin la ayuda de mi secretaria, Joyel Woodbrey, quien me mantuvo protegido deaquellos asuntos que realmente no requeran mi intervencin.

    Una pequea parte de este libro fue presentada en mayo de 1990 en un discursoante el estudiantado de la Universidad Brigham Young, intitulado "Cremosle a Cristo-Un enfoque prctico de la Expiacin", y fue publicado en ingls tanto en la edicin denoviembre de 1990 de BYU Todas y en Brigham Young University 1989-90 Devotionaland Fireside Speeches (Provo: University Publications, 1990). Una versin un tanto

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    Captulo UnoEL GRAN DILEMA

    Para los seres humanos, el mayor de todos los problemas en el universo, la mayorcontradiccin o el ms grande de todos los dilemas, consiste en dos hechos concretos. El

    primero de estos dos hechos est claramente explicado en Doctrina y Convenios 1:31:"Porque yo, el Seor, no puedo considerar el pecado con el ms mnimo grado detolerancia."

    Parece ser un pasaje de Escritura lleno de dureza pues declara, sin dejar lugar adudas, que Dios no puede tolerar ningn tipo de pecado ni de conducta pecaminosa. Nopuede pasarlo por alto ni hacer de cuenta que no lo vio. No lo esconder debajo de laalfombra ni dir, "Bueno, es un pecado pequeo; no tiene importancia". La norma deDios -la norma celestial -es absoluta y no admite excepciones. No pasa nada por alto.

    Muchas personas parecen suponer que el juicio, de alguna manera, contemplar

    una cierta clase de equilibrio, con sus buenas obras en uno de los platos de la balanza, ysus faltas en el otro. Si sus buenas obras pesan ms que sus faltas, o si su corazn esbsicamente bueno y supera el peso de los pecados, entonces sern admitidos a lapresencia de Dios. Pero se trata de un razonamiento falso.

    Como queda indicado en Doctrina y Convenios 1:31 y en otros pasajes de lasEscrituras, Dios no podr ni querr permitir que ni el ms mnimo grado de imperfeccinmoral o de tica entre en Su presencia. No puede tolerar el pecado "con el ms mnimogrado de tolerancia". No se trata de pesar nuestras buenas obras contra nuestros pecados.Si existe, tan siquiera, un pecado en nuestro haber, es asunto terminado. La norma

    celestial es inocencia completa, ni ms ni menos, y ni una sola pizca de culpabilidad sertolerada en el reino de Dios. Ahora bien, por ms decepcin que sienta, por favor, sigaleyendo. Aun cuando puede resultar descorazonado comprender cun estrictas son lasnormas de Dios, ms adelante encontrar increbles buenas nuevas.

    El otro extremo del dilema, el otro hecho que transforma a ste en el mayor detodos los problemas del ser humano, es por dems sencillo tanto usted como yo, pecamostodos los das. Nadie es inocente en el sentido celestial. Unos ms, otros menos, todossomos imperfectos en forma regular. Nuestras acciones son incompatibles con laconducta que se requiere para que seamos dignos de ser admitidos en el reino de Dios.

    Uno de los muchos versculos que explica esto, se halla en Romanos 3:23: "por cuantotodos pecaron, y estn destituidos de la gloria de Dios".

    En otras palabras, todos los seres humanos, hasta los mejores de entre nosotros,hemos cometido pecados o hemos dado muestras de imperfecciones que no van de lamano con la norma celestial y que Dios no puede tolerar. En este caso como en otros,Pablo da a entender que slo hay dos categoras: Para l o uno es perfecto o en ciertogrado es pecador. No hay trmino medio en el asunto. Despus de todo, un pequeopecado bast para que Adn y Eva fueran expulsados del jardn de Edn y de la presencia

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    de Dios. Mientras fueron totalmente inocentes, podan caminar y hablar con l -una solatransgresin, y pasaron a la historia.

    Mas de estos dos hechos concretos la demanda de perfeccin absoluta de parte deDios y nuestra incapacidad tambin absoluta de lograrla deriva una conclusin ineludible:por ser, como somos, seres pecadores e imperfectos, no se nos puede permitir morar en lapresencia de Dios. Esta contradiccin entre las demandas divinas y nuestra incapacidad

    para cumplir con ellas representa el problema ms serio y las consecuencias msdramticas del universo.

    Hay veces que damos por sentado que todos cuantos nos rodean actan mejor quenosotros. Suponemos que todos los dems no son pecadores, que cumplen con losmandamientos constantemente, y nos sentimos compungidos al pensar que nosotros nopodemos hacer lo mismo. Como resultado de ello, muchos de nosotros, inclusive laspersonas ms buenas, nos decepcionamos ante lo que percibimos como un abismoimposible de cruzar entre lo que Dios demanda y lo que hacemos. Fue por esa mismarazn que el gran pescador, Pedro, dijo cuando se vio expuesto por primera vez al poderdel Maestro, "Aprtate de m, Seor, porque soy hombre pecador" (Lucas 5:8)

    Cuando vio el poder de Jesucristo y supo que en verdad haba sido enviado porDios, Pedro pudo llegar a una sola conclusin. "No soy digno. No deberas estar aquconmigo. Si supieras cun infame soy, comprenderas que todo esfuerzo es intil. No soycomo t; soy un pecador. As que no pierdas tu tiempo conmigo; mejor ve a buscar aalguien recto y religioso, alguien que pueda ser salvo. Alguien tan santo como t mereceun discpulo mucho mejor que este pobre desperdicio que soy." Nadie conoca mejor quePedro la vasta diferencia entre las demandas de Dios y la capacidad de los desvalidosseres humanos de cumplir con ellas. Y antes de enterarse de las buenas nuevas, esaparente que ni siquiera el gran pescador vea la ms mnima esperanza o la solucin delGran Dilema.

    Tal vez pueda ilustrar un poco mejor nuestra situacin con una analoga extrada demi propia experiencia como padre. Tengo cinco hijas encantadoras, pero slo un hijo,Michael. Reconozco que soy bastante duro con l porque lo quiero mucho y porque deseoque llegue a ser mejor que su padre. Cierto da, cuando Michael tena cinco 0 seis aos deedad, hizo algo que me pareci muy reprochable, as que lo reprend airadamente y lopuse en penitencia, dicindole: ";Y no te atrevas a salir de tu habitacin hasta que yo vayapor ti!"

    Las horas pasaron y me olvid de Michael. Recuerdo que estuve haciendo algunastareas alrededor de la casa y despus me sent en la sala a ver un partido de ftbolamericano por la televisin. All por comienzos del segundo tiempo o que se abra lapuerta de la habitacin de Michael al final del largo pasillo que separaba su cuarto de lasala. Fue en ese momento que me di cuenta de que me haba olvidado de mi hijo. De unsalto me puse de pie y sal corriendo hacia el pasillo. All, en el otro extremo, vi la tmidafigura de mi pequeo hijo. Tena los ojos irritados y la cara roja; las lgrimas an corranpor sus mejillas. Estaba obviamente nervioso, pues le haba dicho que no saliera de su

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    habitacin hasta que yo le fuera a buscar, pero lleno de inocente temor, me mir y medijo: "Papi, hay alguna forma de que podamos volver a ser amigos?"

    Dems est decir que el corazn se me parti en dos. Corr hacia l y, abrazndole,le asegur que no haba otro nio que jams hubiera sido tan querido por su padre comol lo era por m.

    Espiritualmente, todos nos encontramos en la misma situacin en que se

    encontraba Michael. Todos sabemos lo que se siente cuando se nos pone "en penitencia"espiritualmente, o sea, el estar distanciados de nuestro Padre Celestial, librados a nuestrapropia suerte y solos. Es en esta vida terrenal en donde experimentamos el dolor del GranDilema. Y conociendo mejor que nadie nuestras patticas ineptitudes, ciertas veces, aligual que Pedro, lo nico que se nos ocurre pensar es que el Seor nos abandona por otrapersona ms digna que nosotros. No es que con ello estamos negando o rechazando alSalvador, ms bien es una expresin de nuestro propio desaliento.

    Todos hemos hecho cosas que nos avergenzan, y todos hemos sentido el horrendopeso de la culpa, el remordimiento y el autorreproche. Hay pecados que nos daan

    espiritualmente; pecados que si bien no nos destruyen de plano, nos acosarn y nosanarn; pecados que nos hacen sentir cual si hubiramos bebido aguas cloacals ocontrado una enfermedad incurable, como si pudiramos lavarnos, sin jams llegar aestar completamente limpios. En medio de tales pecados, sumergidos en sentimientos deculpa y desconsuelo, en nuestra terrible soledad, apartados de Dios, elevamos los ojos alcielo y preguntamos llenos de angustia: "Oh, Padre, hay alguna forma de que podamosvolver a ser amigos?"

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    Captulo DosBUENAS NUEVAS

    La respuesta de todos los profetas y de todos los pasajes de las Escrituras a lapregunta del Gran Dilema es un resonante "S! Las personas que son imperfectas pueden

    reconciliarse con un Dios que es perfecto, y se les permitir morar en Su presencia." Y dela misma manera como l responde a nuestra pregunta, y por los mismos medios con quela contesta, Dios nos asegura que ningn hijo jams ha sido tan querido por padre mortalalguno como nosotros lo somos por l. De hecho, la dilucidacin del Gran Dilema, de laseparacin de seres humanos imperfectos de su Dios perfecto, es precisamente de lo que,de una manera u otra, dan testimonio las Escrituras. Y esa solucin es la expiacin deJesucristo.

    Expiacin significa limpiar a una persona de toda culpa por medio del pago de unasancin en su nombre. De ese modo, dos cosas que se haban separado o que se habanvuelto incompatibles entre s, como un Dios perfecto y un ser imperfecto como usted oyo, se pueden volver a juntar, reconciliando las dos partes por medio de una expiacin denuestros pecados. La palabra misma deriva de un prefijo y una palabra ms pequea,expiare (limpiar de una culpa), y la palabra que en latn significa expiacin, a menudo setraduce como "reconciliar". De este modo, a las dos duras realidades mencionadas antes yque aparecen en Doctrina y Convenios 1:31 y en Romanos 3:23, Jesucristo aade unatercera realidad: la Expiacin, la reconciliacin, las "buenas nuevas" del evangelio, 1 quea pesar de que nos hayamos apartado de Dios, hay una manera por medio de la cualpodemos volver a ser uno con l.

    Me resulta particularmente interesante el modo en que el Seor se refiere a esto enIsaas 1:18: "Venid luego, dice Jehov, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fuerencomo la grana, como la nieve sern emblanquecidos; si fueren rojos como el carmes,vendrn a ser como blanca lana." Quisiera referirme un poco ms a fondo en cuanto aeste pasaje de las Escrituras para que no perdamos de vista su importancia. Lo que elSeor dice aqu es lo siguiente: "No importa lo que hayas hecho; lo que haya sido, porms horrible o ruin, no tiene mayor trascendencia. Lo ms importante de todo es que,cualquiera que haya sido tu pecado, yo puedo borrarlo, puedo dejarte sin mancha yhacerte inocente, puro y digno, y lo puedo hacer hoy mismo; puedo hacerlo ahora."

    CREMOSLE A CRISTO

    Lamentablemente, hay muchos miembros de la Iglesia que no creen que esto seaposible. A pesar de que afirman tener un testimonio de Cristo y de Su evangelio,

    1De hecho, el trmino griego que en el Nuevo Testamento se traduce como

    "evangelio" (evangelio), literalmente significa "buenas nuevas".

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    rechazan el testimonio de las Escrituras y de los profetas en cuanto a las buenas nuevasde la expiacin de Cristo. A menudo, tales personas se aferran ingenuamente a posicionescontradictorias sin siquiera comprender la naturaleza de dichas contradicciones. Porejemplo, es posible que crean que la Iglesia es verdadera, que jess es el Cristo, y queJos Smith fue un profeta de Dios, mientras que al mismo tiempo se niegan a aceptar laposibilidad de ser completamente perdonadas y, con el tiempo, exaltadas en el reino deDios. Tales personas creen en Cristo, pero no le creen a Cristo. El Seor dice: "Si

    vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve sern emblanquecidos. Puedohacerte puro, digno y celestial", y ellas responden, "No, no puedes. El evangelio acta deesa forma slo en otras personas, pero no en m."

    No obstante, las "buenas nuevas" del evangelio son buenas nuevas para m, noporque prometen que otras personas mejores que yo se pueden salvar, sino porqueprometen que yo puedo ser salvo -pese a todas mis limitaciones e imperfecciones.,Mientras no acepte esa posibilidad, mientras no le crea a Cristo cuando dice que l puedellevarme a Su reino y colocarme en un trono, no habr aceptado completamente lasbuenas nuevas del evangelio; habr, ms bien, aceptado al mensajero y rechazado Su

    poderoso mensaje.La fe es el primer principio del evangelio, pero tener fe no significa simplemente

    creer en sus declaraciones histricas. Cree usted que la Iglesia es verdadera, que JosSmith fue un profeta, y que el evangelio ha sido restaurado en los ltimos das? Muybien, pero eso no es suficiente. El primer Artculo de Fe expresa claramente que debemostener fe en el Seor jesucristo. A menudo pensamos que tener fe en Cristo significa creeren Su identidad como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. Pero creer en la identidadde Jess como el Cristo, es apenas la mitad de este asunto. La otra mitad es creer en Sucapacidad, en Su poder de purificar y salvar -de convertir en personas dignas a los

    indignos hijos e hijas de Dios.No slo debemos creer que l es quien dice ser, sino que tambin debemos creer

    que l puede hacer lo que dice poder hacer. No solamente debemos creer en Cristo, sinoque debemos creerle a l cuando dice que puede purificarnos y hacernos celestiales. lnos hace saber que mediante Su sangre expiatoria, todo el gnero humano puede ser salvo(ver A. de F. 3/, y, lgicamente, en "todo el gnero humano" estamos incluidos usted yyo. As que, en tanto no aceptemos la posibilidad real de ser exaltados en el reino deDios, no podemos decir que tenemos fe en Cristo, y no podemos decir que creemos.

    En calidad de ex obispo y como consejero y maestro en la iglesia, he odo muchas

    variaciones en cuanto a la misma duda. Es posible que una persona diga, "No, obispo, nopuedo esperar recibir las mismas bendiciones que los miembros de la Iglesia que sonfieles; no puedo aspirar a ser exaltado en el reino de Dios puesto que he cometidopecados horribles. Usted tiene que comprender que hice esto o aquello. Claro que asistira las reuniones de la Iglesia y que tratar de mantener viva la esperanza de que el castigono sea espantoso, pero de ninguna manera puedo recibir la exaltacin despus de lo quehice."

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    Otro quizs diga: "Usted no me entiende. Mi vida es un fracaso total. Cuando erajoven tom decisiones que me llevaron por mal camino, y ahora, despus de todos estosaos, no hay manera de regresar a la senda correcta." Recuerdo que alguien me dijo unavez: "Qu va; no tengo la ms mnima esperanza de ser exaltado. No valgo nada. Soy unmiembro comn y corriente, un simple 'marca listas' de asistencia. Lo nico que he tenidoen la Iglesia han sido pequeos cargos; jams he sido un lder y no poseo ningn talento.Por cierto que jams ser obispo jo presidenta de la Sociedad de Socorro]. No tengo

    demasiado para ofrecer, as que tampoco espero recibir demasiado en la resurreccin.Slo espero alcanzar el nivel ms bajo del reino celestial, pero s que no voy a serexaltado."

    Un ejemplo tpico de este tipo de razonamiento fue el caso de un hombre que unavez me dijo, "Mire, obispo, no creo estar hecho para heredar la gloria celestial". Despusde un infructuoso cambio de ideas, un tanto impaciente,le dije: "Qu es lo que me quieredecir? Por supuesto que no est hecho para heredar la gloria celestial. Tampoco lo estoyyo ni lo est nadie. Esa es la razn por la que necesitamos la expiacin de Cristo, el cualpuede hacernos para que heredemos la gloria celestial. Por qu no admite su verdadero

    problema; que no tiene ninguna fe en Cristo?" Mi comentario ciertamente le enfad, yaque haba sido de la religin protestante antes de convertirse en Santo de los ltimosDas, y tanto como protestante y como mormn, l haba credo en jesucristo. "Cmo seatreve a decirme eso?" replic el hombre. "Yo s que Jess es el Cristo, el Hijo de Dios.""S", le contest, "usted cree en Cristo, pero no le cree a Cristo. El dice que puede hacerlepara que herede la gloria celestial, y usted tiene la audacia de sentarse all y decir 'No, nopuede'. No tengo duda de que usted cree -usted cree que Cristo hace promesas que nopuede cumplir."

    Cada uno de estos casos representa una variacin de la misma ttrica idea. Todos

    se resumen a esto: "No creo que Cristo pueda hacer lo que dice poder hacer. No tengo feen su capacidad de exaltarme." Si se les preguntara a estas personas en qu consisten susproblemas espirituales, diran que son X, Y o Z -o sea, ciertos problemas singulares conlos que tropezaron en determinado punto de su trayectoria espiritual. Pero en ninguno deestos casos el verdadero problema es X, Y ni Z, ni tampoco es singular, ni tropezaron enalgn punto distante de su trayectoria. El verdadero problema lo tienen frente a la nariz,pues estas cuatro objeciones y muchas otras versiones que se podran citar, son manerasde simplemente disfrazar el problema bsico en s: falta de fe en el Seor Jesucristo.

    Estas personas simplemente no creen que el evangelio pueda tener efecto alguno en

    ellas. Y a menos que obedezcan el primer principio del evangelio, a menos que tengan fegenuina en Cristo, se privarn del poder y las bendiciones de la fe en Cristo o de losprincipios que le siguen a la fe: el arrepentimiento, el bautismo y el don del EsprituSanto. Aun cuando se consideren a s mismas miembros de la Iglesia poseedores deexperiencia y madurez, lo cierto es que todava no han nacido espiritualmente.

    Si slo creemos en Cristo sin creerle a l, es como estar sentados en casas fras yobscuras, rodeados de lmparas y calentadores, y creer en la electricidad sin aprove-charla. Ese tipo de personas a menudo tratan de convencerse a s mismas y de convencera los dems que el simplemente creer en la electricidad les proporciona calor y luz,

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    aunque continan tiritando en la obscuridad en tanto no enciendan la luz y loscalentadores. A pesar de que todos nuestros aparatos domsticos funcionen y lainstalacin est en perfectas condiciones, mientras no aceptemos el poder mismo de lacorriente elctrica, an cuando creamos en l en teora, no podremos disfrutar del efectode la luz y del calor. sa es la razn por la que la fe genuina en Cristo, o sea, laaceptacin activa de Su poder y no la mera creencia pasiva en Su identidad, es y debesiempre ser el primer principio del evangelio. No importa cunto aprendamos sobre el

    evangelio, ni cunto creamos en teora, en tanto no aceptemos la realidad de nuestrapropia salvacin, seguiremos en el fro y en la obscuridad.

    LA EXIGENCIA DE LA PERFECCION

    A menudo, la razn por la que algunas personas no pueden aceptar plenamente lasbendiciones del evangelio, es porque la exigencia de la perfeccin ha nublado porcompleto su visin. Errneamente creen que para que la Expiacin tenga efecto en suvida, deben, primeramente, alcanzar la perfeccin merced a sus propios esfuerzos. Pero

    quien haya logrado satisfacer este requisito no tiene la ms mnima necesidad de laExpiacin, pues tal persona ya estar reconciliada con Dios, habiendo alcanzado, por smisma, la norma de perfeccin celestial sin la ayuda de Cristo ni la de Su expiacin, locual no es posible.

    Quisiera recalcar una vez ms que las buenas nuevas no consisten en que laspersonas perfectas se pueden reconciliar con Dios, sino que aquellos que son imperfectospueden lograrlo. Cuando oigo a alguien decir que se va a perfeccionar a s mismo, me danganas de preguntarle: "Realmente piensa que el logro de la exaltacin es cuestin demeter la mano en sus entraas y sacar la energa y la determinacin necesarias para vivir

    una vida perfecta? Si as fuera, no necesita un salvador, ya que puede lograrlo sin laayuda de nadie."

    Es irrefutable el hecho de que para recibir la gloria celestial tenemos que llegar aser perfectos, y estamos siempre dispuestos a hacernos saber unos a otros cun perfectosdebemos ser. De hecho, hay veces en que, no obstante cun bien estemos actuando endeterminados aspectos de nuestra vida, nunca falta algn bien intencionado miembro dela Iglesia que nos indique que no somos perfectos y que debemos esforzarnos ms laprxima vez. Muchas veces somos nosotros mismos quienes nos imponemos tan severascrticas, y es as que, por muy bien que estemos haciendo las cosas, nunca nos permitimos

    la ms mnima y merecida satisfaccin personal.

    EL ATAJO A LA PERFECCIN

    Por cierto que somos muy buenos para decirnos unos a otros y a nosotros mismoscun perfectos debemos ser para heredar el reino. Lo que olvidamos a menudo es explicar

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    cmo se obtiene esa perfeccin. Lo cierto es que existe un pequeo secreto -un atajo, 2 ysi no conocemos el secreto o el atajo a la perfeccin, podemos terminar agotados trasintentar ser perfectos por nosotros mismos. El gran secreto es ste: Jesucristo compartircon nosotros Su perfeccin, Su pureza, Su rectitud y Sus mritos. En Su misericordia, nosofrece el beneficio de Su perfeccin, en ausencia de la nuestra, para satisfacer lasdemandas de la justicia.

    En principio, se nos considera perfectos, se nos acepta como perfectos, al ser unocon un Cristo que es perfecto. A la larga, esto hace posible que, en un futuro, lleguemos aser perfectos en base a nuestros propios mritos, pero ese futuro es mucho despus delJuicio y de que hayamos heredado el reino de Dios mediante el mrito, la misericordia yla perfeccin de jesucristo. As que la meta ms importante de esta vida mortal es llegar aser uno con Cristo por medio del convenio del evangelio y tener acceso a Su perfeccinpor medio de esa unin, en vez de permanecer separados y desorientados mientrastratamos ( en vano!) de generar nuestra propia perfeccin y, por consiguiente, desalvarnos a nosotros mismos.

    Permtanme darles un ejemplo. Hace unos cuantos aos, nuestra familia vivi enWilliamsport, estado de Pensilvania. Las cosas nos iban bastante bien all. Tenamosnuestro propio hogar en un vecindario muy agradable, y estbamos encantados connuestros vecinos. Yo tena un buen empleo en una universidad de la comunidad yprogresaba en mi carrera. Parecamos ser felices; tenamos la noche de hogar todas lassemanas, orbamos regularmente como familia, y mi esposa y yo tenamos nuestrasoraciones juntos todas las noches. Contbamos con la recomendacin para el templo yasistamos a l lo ms seguido posible. Yo era miembro del obispado de nuestro barrio ylanas, mi esposa, era la presidenta de la Sociedad de Socorro.

    Ese fue un ao particularmente memorable para lanas, Adems de ser presidenta dela Sociedad de Socorro, se recibi por segunda vez en la universidad (como contadora),aprob el examen profesional, empez a trabajar en una firma local, dio a luz a nuestrocuarto hijo (Michael)-todo eso en su tiempo libre, por supuesto. A decir verdad, lanas, seencontraba bajo bastante presin ese ao, pero, como sucede con muchos maridos, no medi cuenta de la inmensa presin bajo la cual se encontraba hasta que la situacin explot.Y qu explosin!

    Un buen da, las luces simplemente se apagaron. Fue como si lanas, hubiera muertoen cuanto a las cosas espirituales; estaba exhausta. Adopt una posicin pasiva hacia laIglesia. Cuando sus consejeras en la Sociedad de Socorro la llamaron, les dijo que podan

    hacer lo que quisieran y que ella haba pedido ser relevada de su llamamiento. Uno de lospeores aspectos de este repentino cambio fue que lanas, no tena inters en hablar delasunto; no estaba dispuesta a decirme lo que le pasaba.

    2Aqu, al igual que en otras partes, he empleado una expresin figurada para crearun cierto efecto. La verdad es que no existe tal "atajo". Cristo es el nico camino.

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    Finalmente, una noche, despus de casi dos semanas, y tras insistir en que sedesahogara, obviamente enojada me dijo: "Muy bien. Quieres que te diga lo que mepasa? Pues te lo dir: Ya no doy ms. Ya no puedo llevar mi carga; es muy pesada. Nopuedo hacer todo lo que se supone que debo hacer. Ya no puedo levantarme a las cinco ymedia de la maana y hornear pan, coser la ropa y ayudar a los nios con sus tareas de laescuela, adems de hacer mis propias tareas y de prepararles la bolsa del almuerzo; ydespus limpiar y ocuparme de mis deberes en la Sociedad de Socorro, estudiar las

    Escrituras, trabajar en mi genealoga, colaborar con la comisin de fomento de la escuelade los nios, organizar nuestro almacenamiento de alimentos, ir a las reuniones de estacay escribirles a los misioneros . . . " Empez a nombrar, una por

    una, todas las cosas que no poda hacer o que no poda hacer a la perfeccin todosaquellos ladrillos que haban sido colocados sobre su espalda en nombre de la perfeccinhasta que terminaron por agobiarla.

    "Trato de no gritarles a los nios", continu diciendo, "pero a veces no puedoevitarlo; me enojo y empiezo a gritar. Y trato de no enojarme, pero no hay caso. Trato deno tener malos sentimientos hacia ciertas personas, pero los tengo. S que no tengo unaactitud muy cristiana. Por ms que trate de amar a todos, es intil. No tengo el talento quetiene la hermana Fulana, y no puedo ser tan amorosa como la hermana Mengana. Steve,no soy perfecta; nunca voy a serlo, y no puedo seguir fingiendo que lo soy. Finalmente hellegado a la conclusin de que nunca alcanzar el reino celestial, entonces, para quseguir matndome intentndolo?"

    Y as fue que dio comienzo una de las noches ms largas de nuestra vida decasados. Le pregunt a lanas, "Tienes un testimonio?", a lo cual respondi, "Porsupuesto que s -eso es lo ms terrible de todo. S que el evangelio es verdadero, pero nopuedo vivir como se espera que lo haga". Le pregunt si haba cumplido con susconvenios bautismales, y me contest, "No. He tratado y vuelto a tratar, pero no puedoguardar todos los mandamientos en todo momento". Le pregunt si haba observado losconvenios que haba hecho en el templo, y otra vez me dijo: "Trato de hacerlo, pero porms que me esfuerce, no puedo hacer todo cuanto se me pide que haga."

    Antes de proseguir, quisiera aclarar que la razn por la .fue hace muchos aos lepropuse matrimonio a lanas, fue porque ella es la persona ms extraordinaria, dulce,genuinamente amorosa y abnegada que yo jams haya conocido. As que, lo que meestaba diciendo, sencillamente no tena sentido. La conversacin continu dentro de esetono - ella enumerando todas sus faltas e imperfecciones y yo tratando de hacerle

    reconocer que su autopercepcin era injusta y de encontrar la verdadera causa delproblema. Finalmente se me ocurri de qu se poda tratar y, a decir verdad, me sentcomo un tonto. Todo un experto en el campo de la religin y ni siquiera haba vistotamaa realidad ante mis ojos. Lo que por fin descubr fue que lanas, no entendaplenamente la mdula misma del evangelio -la expiacin de Cristo. Conoca losrequisitos pero no reconoca las buenas nuevas.

    Quin hubiera pensado que despus de todas las reuniones y lecciones, despus detodos los testimonios y las noches de hogar, no haba captado la esencia del evangelio?

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    Tena un buen conocimiento y crea en todo, excepto en la parte ms importante. lanas,estaba tratando de salvarse a s misma; estaba tratando de hacerlo todo utilizando a

    jesucristo como un mero asesor; saba porqu podemos dar a Jess los ttulos deentrenador, alentador, asesor, maestro, hermano mayor, cabeza de la Iglesia y an deDios. Todo eso lo entenda, pero lo que no entenda era la razn por la que se le llama elSalvador.

    CREEMOS EN SER SALVOS?

    Pero, creemos los Santos de los ltimos Das en "ser salvos"? Si hago esa preguntaa mis alumnos en la universidad empleando un tono de voz caracterstico de los bautistasdel sur de los Estados Unidos, generalmente un tercio decididamente responder: "No.No creemos en 'ser salvos'. Nosotros no somos como esos evangelistas de los programasde televisin." Qu lamentable! Por cierto que los Santos de los ltimos Das creemos enser salvos. Lo creemos ahora y siempre lo hemos credo. Cmo podemos llamar a Cristoel Salvador si no salva a nadie?

    Eso es como tener un salvavidas que no est dispuesto a levantarse de su silla o amojarse; un salvavidas que dijera: "Miren, ah hay otro ahogndose. Qu fatalidad!" Esposible que hasta haya exclamado desde su silla: "Trate de nadar de espalda!", pero si nose tira al agua, de qu sirve? Y para qu sirve un salvador que no salva a nadie? E1mensaje central del Libro de Mormn, as como el de la Biblia, es que Jesucristo es elSalvador del mundo. S, los Santos de los ltimos Das creemos en ser salvos, pero lanas,al igual que muchas otras personas, estaba tratando de salvarse a s misma, mas no podahacerlo. De hecho, nadie puede, por mejores que sean.

    El hermano de Jared. Por ejemplo, echemos una mirada a ter 3:2 en el Libro deMormn. El que habla es el hermano de Jared, uno de los ms grandes profetas de todaslas pocas. Su fe era tan inmensa que, tal como podemos leer en ese captulo, pudopenetrar el velo y ver a Dios. Pero fjense cmo este buen y fiel hombre encar a Dios."Y ahora, he aqu, oh Seor, no te enojes con tu siervo a causa de su debilidad delante deti; porque sabernos que t eres santo y habitas en los cielos, y que somos indignos delantede ti." Imagnense! ste era uno de los ms grandes profetas de todos los tiempos, yempez su oracin disculpndose por su debilidad y su indignidad. Por cierto que deninguna manera se jactaba de ser perfecto.

    Y continu diciendo: "Por causa de la cada nuestra naturaleza se ha tornado malacontinuamente." Lo que esto quiere decir es que, como resultado de la cada de Adn, losseres humanos estamos sujetos a las condiciones naturales de la vida mortal. Mientraspermanezcamos en la carne, tendremos que luchar con la carne, con nuestra naturalezacarnal y, de vez en cuando, la carne triunfar sobre nosotros. Tal derrota es siemprereprochable y se nos har responsables por ello, pero habr de sobrevenirnos de tanto entanto.

    Esta lucha es algo a lo que debemos estar preparados para enfrentar a lo largo detoda la vida. Ningn ser humano se ve exento de este tipo de oposicin presentada por

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    nuestra naturaleza carnal. Por ejemplo, hay ocasiones en que le digo a mi naturalezacarnal, "Carne, hoy vamos a empezar una dieta!" a lo cual sta inevitablemente respondealgo as como: "Ni lo suees!", y despus empieza a susurrar despiadadamente,"Chocolate! Chocolate! Chocolate!" Esta oposicin de la carne, de nuestra naturalezacarnal, no es algo que podemos vencer definitivamente durante la vida mortal. A lo largode toda nuestra vida mortal, la naturaleza carnal estar continuamente sujeta a lo que esmalo, parafraseando las palabras del hermano de Jared.

    Personalmente, creo que al resucitar al fin venceremos la oposicin de la carne. Enla vida mortal, el espritu y el cuerpo son dos entes separados obligados a coexistir en lamisma persona. El nexo mortal entre ellos es tanto reciente como pasajero, por lo cualestn en constante pugna. Pero al resucitar, el cuerpo y el espritu pasan a ser una solacosa; estarn inseparablemente unidos, soldados el uno al otro, y hablarn con una mismavoz -la voz de esa unin que constituye el alma misma (ver D&C 88:15/. Pero hasta esemomento, debemos luchar con ese otro ente que es la naturaleza carnal y, de vez encuando, aun los mejores de entre nosotros, como el hermano de Jared, perderemos algunaque otra batalla.

    Pero sta no es la parte ms importante de lo que dice el hermano de Jared en ter3:2. Lo ms importante viene al final del versculo: "No obstante, oh Seor, t nos hasdado el mandamiento de invocarte, para que recibamos de ti segn nuestros deseos." A lalarga, no tiene importancia realmente el hecho de que el hermano de Jared sea indignodesde el punto de vista celestial ya que, en ese respecto, es exactamente igual a todos losdems seres humanos. El asunto es que Dios nos ha mandado hablarle en oracin, porms indignos que seamos, pues l ha dispuesto la manera en que recibamos lo queanhelamos a pesar de nuestra imperfeccin. Advirtamos que l dice: "segn nuestrodeseo" y no estrictamente "segn nuestros mritos" o "segn nuestras obras", ni segn

    otras condiciones que algunos de nosotros pudiramos esperar ver D&C 137:9).Lo que realmente importa es que mediante la expiacin de jesucristo, no obstante

    nuestra indignidad, podemos recibir lo que deseemos, lo que anhelemos -pero solo si enverdad es lo que anhelamos. Entonces, qu es lo que deseamos? Qu es lo querealmente deseamos? En Mateo 5:6 el Seor dice: "Bienaventurados los que tienenhambre y sed de justicia, porque ellos sern saciados." A menudo malinterpretamos esteversculo, pensando que quiere decir algo as como "Bienaventurados los justos", pero deninguna manera significa eso. Cundo tenemos hambre? Cundo tenemos sed?Despus de una suculenta cena? No, tenemos hambre cuando no hemos comido;

    tenemos sed cuando no hemos bebido, cuando nos vemos privados del objeto de nuestrodeseo.

    Esta bienaventuranza se refiere a personas corno nosotros que desean hacer locorrecto, que anhelan, que tienen hambre y sed de justicia la justicia pura de Dios, la

    justicia perfecta y la inocencia absoluta del reino celestial. Bienaventurados aquellos quedesean con todo su corazn ser justos tal como Cristo es justo, ser perfectos como l esperfecto, que lo anhelan y lo buscan, y que daran cualquier cosa por lograrlo. Cul es surecompensa? Por medio de la expiacin de Cristo, lo recibirn conforme a sus mayoresdeseos. En las palabras de la bienaventuranza, "sern saciados".

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    El ejemplo de Nefi. Veamos otro ejemplo proftico del Libro de Mormn. En 2Nefi 4:17-19, Nefi escribi: "Oh, miserable hombre que soy S, mi corazn se entristecea causa de mi carne. Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades. Me veo circundado acausa de las tentaciones y pecados que tan fcilmente me asedian. Y cuando deseoregocijarme, mi corazn gime a causa de mis pecados." Un momento; iniquidades?tentaciones' pecados? Ac tiene que haber un error. El que habla en este pasaje debe serLamn o Lemuel, los hijos inicuos; por cierto que no puede ser Nefi. Nefi era el hijo

    justo.No, por supuesto que no hay ningn error. Este es Nefi, otro de los ms grandes

    profetas que jams hayan vivido. Ni siquiera se trata del Nefi adolescente. Este pasajeproviene del 2 Nefi, cuando la familia ya estaba en el Nuevo Mundo. Este es Nefi en sumadurez, el Nefi de experiencia y sabidura, que nos revela los sentimientos de sucorazn. Y Nefi, al igual que el hermano de Jared o que el Apstol Pablo (ver 1 Timoteo1:15), no se jactaba de ser perfecto. Nefi saba y lamentaba el hecho de que, a menudo,haba perdido su batalla contra la carne, que haba sido fcilmente tentado y que habapecado.

    Pero tengamos otra vez presente que no tiene mayor importancia el hecho de queNefi fuera imperfecto, de que no pudiera alcanzar el reino de Dios en base a sus propiosesfuerzos y mritos y de que, en determinadas oportunidades, simplemente hubieraerrado. Ningn ser humano, con la sola excepcin de Jesucristo, ha guardado todos losmandamientos en todo momento. Es posible que fallemos en diferentes grados, perotodos fallamos. Esa es la razn por la que todos necesitamos ayuda, por la ,ene todosnecesitamos un Salvador, y por la que el necesita ayuda y un Salvador de ninguna maneraes una deshonra. Pero he aqu lo ms importante que dijo Nefi: "No obstante, s en quinhe confiado . . . Me ha llenado con ,u amor hasta consumir mi carne" (2 Nefi 4:19, 21 ).

    Aun cuando Nefi estaba descorazonado y deprimido ante la realidad de no podervivir una vida perfecta, confiaba en que el Seor de todos modos lo llevara hasta elreino. Confiaba en el Salvador y tena confianza en el amor del Salvador. A1 combinar,entonces, los tres versculos y frases, Nefi dijo, "No, no soy perfecto. S, mis faltas memolestan y, s, quisiera haber sido mejor. No obstante, tengo fe en Jesucristo; confo enl. l dice que puede llevarme a Su reino a pesar de mis imperfecciones, y yo le creo. Sque me ama, y confo en que continuar salvndome de todos mis enemigos".

    Lamentablemente, al contrario de la actitud de Nefi, muchos de nosotrossimplemente no confiamos en el Salvador. Creemos en l, pero no confiamos en l.

    Nuestras imperfecciones nos intimidan y nos atemorizan tanto que no podemos niimaginarnos cmo podra l salvarnos de ellas y nuestra fe se debilita. Pero si estosmagnficos profetas gozaban de una cabal percepcin de sus propios pecados ydebilidades, y aun as sostenan con plena confianza que haba para ellos un lugar en elreino de Dios, no deberamos aprender de sus ejemplos de confianza y seguridad de susejemplos de fe?

    Adems del temor a las imperfecciones propias, hay otras razones por las cualesalgunas personas no logran confiar en el Salvador. Muchos suponen que si se entregan a

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    un ocano infinito de bienes), la nueva cuenta tiene un saldo favorable no bien se abre, yla sociedad queda consolidada, aun cuando sus socios menores (nosotros) no podramosmantenernos solventes sin Su ayuda. A esto es a lo que se refiere el Apstol Pablocuando habla de ser "de jesucristo" / 1 Corintios 1:1) y a lo que Moroni llama ser"perfeccionados en Cristo" (Moroni 10:32).

    Al producirse esa unin, Cristo y yo formamos una nueva criatura. La antigua

    criatura, el yo imperfecto, deja de existir, ocupando su lugar una gloriosa nueva criatura,una sociedad perfecta. Al integrarnos en una entidad individual, los dos, Cristo y yo,somos perfectos. Con esto no quiero decir (he aqu algo muy importante) que podemosllegar a ser perfectos ms adelante. Lo que esto significa es que desde el precisomomento en que se forma la sociedad de buena fe, desde el instante en que tenemos fesincera en Cristo, en que nos arrepentimos genuinamente de nuestros pecados yrecibimos el bautismo y el don del Espritu Santo -a partir de ese momento, la sociedad escelestial. Los mritos del Socio Mayor la transforman en tal. Claro que no se trata de laperfeccin individual que, por cierto, vendr ms adelante mucho ms adelante, no quese trata de una perfeccin "en Cristo" (ver Moroni 10:32-33), mediante la cual nos

    beneficiamos con.(mritos de nuestro socio. No obstante, a partir de ese momento, elreino es nuestro, siempre y cuando mantenamos la integridad de la sociedad queformamos, observando el convenio del evangelio (ver 3 Nefi 27:16, 19-21).

    Es posible que se argumente que, a pesar de esa sociedad, sigo teniendo faltas ylimitaciones, y admito que si voy a ser juzgado individualmente y por separado, eso esverdad. Pero en la relacin del convenio, no ser juzgado individualmente ni porseparado sino como uno con Cristo. Considermoslo desde el punto de vista matemtico:Si Cristo es infinito e ilimitado, mientras que yo tengo fin y soy limitado, y llegamos aser uno, cul es la suma de Cristo y yo? Cul es la suma de una cantidad positiva

    infinita y una cantidad negativa limitada (- + -x)? Pues, infinidad, por supuesto! Y lamatemtica es la misma, ya sea que yo ala parte finita) fuera diez, cinco 0 uno, ya sea queyo fuera un profeta o un presidente de estaca o un miembro comn y corriente. Infinidad,ms cualquier cantidad, positiva o negativa, es igual a infinidad.

    Lo que realmente importa no es nuestro valor en la ecuacin, sino que podemosformar parte de la ecuacin al entrar en una relacin de convenio con un Cristo infinito,no obstante cun grandes o pequeos nos consideremos a nosotros mismos. Dos personascualesquiera que llegan a formar una unidad por medio de un convenio, son perfectas,siempre y cuando una de ellas sea Jesucristo.

    En Doctrina y Convenios 76:68-69, Jos Smith describe a los habitantes del reinocelestial en los siguientes trminos: "Son aquellos cuyos nombres estn escritos en elcielo, donde Dios y Cristo son los jueces de todo. Son hombres justos hechos perfectosmediante Jess, el mediador del nuevo convenio, que obr esta perfecta expiacinderramando su propia sangre." (Cursiva agregada.) Aquellos que heredan el reinocelestial son hombres y mujeres justos, o sea, hombres y mujeres que desean justicia, quetienen hambre y sed de justicia. Son personas buenas que actan de la mejor maneraposible. Esto les hace justos -buenas personas, que son hechas perfectas por medio de laexpiacin perfecta de un Cristo perfecto.

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    el equipo el que lo anota. En el caso del ftbol, cuando un delantero hace un gol, no tieneninguna importancia que el portero de su equipo no haya tenido nada que ver en la

    jugada, ni que los suplentes estuvieran sentados en el banco fuera de la cancha. Noimporta que el marcador de punta no hubiera estado cubriendo su sector; ni siquieraimporta que algunos de los suplentes no hayan jugado ni un minuto en lo que va de latemporada. Cuando un jugador de un equipo hace un gol, todo el equipo hace el gol. Enel momento de . Celebrar la victoria, no tiene importancia que seamos Delanteros o

    defensas o segundo suplente del portero; todo ;1 equipo sale victorioso, no slo eljugador que anota el gol del triunfo.

    A1 hacer el convenio del evangelio, pasamos a formar ;arte de un equipo cuyocapitn y jugador clave es Jesucristo, un verdadero astro que en cada jugada hace un Gol.Si jugamos en Su mismo equipo, saldremos campeones invictos. Aun cuando no estemos

    jugando muy bien, v hasta si me pide que est entre los suplentes la mayor fiarte deltiempo, mientras l est en la cancha, nuestro equipo ganar. Pero debemos estar en Suequipo; no en el mo propio ni en ningn otro.

    En ciertos casos, el convenio del evangelio se podra comparar a una carrera delarga distancia. Generalmente pensamos que hay un solo ganador en una carrera, pero enla carrera del evangelio, todos los que terminan son ganadores. Adems, la diferencia ensus tiempos es irrelevante. Habr quienes tendrn buenos tiempos y otros que no lostendrn, pero los nicos perdedores sern aquellos que se hayan dado por vencidos y sehayan retirado de la carrera antes de llegar a la meta final. En la carrera del evangelio nohay perdedores, sino quienes se dan por vencidos. Aquellos que cruzan corriendo la lneafinal en minutos, los que la cruzan caminando en horas e incluso aquellos que lo hacenarrastrndose en das, todos merecen el premio. Todos ellos perseveraron hasta el fin,conforme a sus talentos y destreza, con los ojos puestos en el Salvador. Pablo emple esta

    analoga cuando escribi, "Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,puestos los ojos en Jess, el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12:1-2). Somosdemasiados los que malgastamos nuestra energa preocupndonos por los tiempos en vezde mantener los ojos puestos en la meta final, dando un paso a la vez y perseverandohasta el fin.

    LA PARBOLA DE LA BICICLETA

    Cuando mi esposa y yo analizamos estas cosas aquella noche, hace ya algunos

    aos, pareca que no haba nada que la convenciera. Entonces record algo que habasucedido en nuestra familia unos meses antes y a lo cual ahora nos referimos en nuestrohogar como la parbola de la bicicleta.

    Una tarde, estaba leyendo el peridico en casa, y nuestra hija Sarah, que en eseentonces tena siete aos de edad, vino y me pregunt: "Pap, me compraras unabicicleta? Soy la nica en el vecindario que no tiene una." Le contest algo afirmativoentre dientes, pero Sarah levant el peridico y, mirndome a los ojos, me pregunt:"cmo y cundo?"

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    mientras yo conduca el automvil muy lentamente a su lado. Durante el trayecto se meocurri que sta era una parbola sobre la expiacin de Cristo.

    El asunto es que todos anhelamos algo desesperadamente, aunque no es unabicicleta; lo que anhelamos es el reino de Dios. Deseamos regresar dignos y sin mancha anuestro hogar celestial. Pero el tremendo precio un proceder perfecto est completamentefuera de nuestro alcance. En determinado momento de nuestro progreso espiritual, nos

    damos cuenta de cul es el precio para ser admitidos en ese reino, y tambincomprendemos que no lo podemos pagar, y entonces nos invade la desesperacin. Esa erala manera en que se encontraba lanas, aquella noche, desesperada ante la enormediferencia entre un rendimiento perfecto y lo que ella consideraba que poda hacer.

    Cuando por fin comprendemos nuestra incapacidad de perfeccionarnos y salvarnosa nosotros mismos, cuando nos damos cuenta de nuestra desesperante situacin en estavida mortal y la necesidad que tenemos de ser salvos por medio de una intervencinexterior, es en ese preciso momento que llegamos a apreciar plenamente a ese Ser queviene a salvarnos.

    Es entonces que el Salvador nos dice: "Has hecho todo lo posible y comprendesque no es suficiente . . . pero no te desesperes. Te dir lo que haremos; vamos a ver sipodemos llegar a un arreglo. Cunto tienes? Cunto es lo que razonablemente se puedeesperar de ti? Dame todo lo que tengas (por insignificante que sea, como los sesenta y uncentavos), y haz todo cuanto puedas hacer y yo me encargar del resto por ahora. Damelo que tengas y un abrazo y un beso (o sea, hagamos de sta una relacin personal), y elreino es tuyo. La perfeccin seguir siendo nuestra meta suprema, pero en tanto no laalcances por ti mismo, te dejar usar la ma. Qu te parece' T haces todo cuantopuedas, y yo har todo lo

    que t no puedes hacer an. Entre los dos nos haremos cargo de la situacin y testars cien por ciento justificado." -

    Al analizar todas estas cosas con mi esposa aquella noche, por alguna razn estailustracin particular le lleg al corazn. Cuando consider la Expiacin y el conveniodel evangelio de esta manera, comprendi cmo funcionaba, y tuvo lugar una maravillosatransformacin en su actitud. Recuerdo que entre lgrimas dijo algo as: "Siempre hetenido un testimonio del Salvador y he credo que l es el Hijo de Dios. Siempre hecredo que l sufri y muri por m. Pero ahora s que El puede salvarme, que me puedesalvar de m misma, de mis pecados, de mis debilidades y de mi falta de talento."

    Desde ese momento, la experiencia de lanas, ha ayudado a otras personas dentro yfuera de la Iglesia. La experiencia nos ha enseado que no es la nica que se ha sentidode esa manera, que hay muchas otras personas que desean servir a Dios y guardar Susmandamientos, que tienen hambre y sed de justicia, que debido a lo encomiable y noblede sus deseos, se desesperan ante la realidad de su rendimiento. A todas y a cada una deesas personas declaramos: "Cristo es la respuesta. l es el puente entre el lugar donde seencuentran ahora y el lugar a donde quieren llegar. l es la solucin al Gran Dilema."

    "Pedid, y se os dar; buscad, y hallaris; llamad, y se os abrir. Porque todo aquelque pide, recibe; y el que

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    busca, halla; y al que llama, se le abrir" Mateo 7:7-8/. Por cierto que stas sonbuenas nuevas.

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    Captulo TresEL CONVENIO

    Un convenio es un contrato, un acuerdo que consta de trminos y obligaciones quecomprometen a las dos partes. En la poca actual, validamos un contrato, establecemos la

    obligacin y lo legalizamos haciendo que las dos partes lo firmen. En la antigedad, losconvenios eran validados y se estableca la obligacin por medio de la sangre de unanimal sacrificado. Es de ah que la expresin hebrea para referirse a un convenio es"cortar un convenio". A la sangre de la vctima sacrificada se le llamaba "la sangre delconvenio", y cuando se le derramaba, los trminos del convenio se consideraban vigentesy se estableca la obligacin entre las dos partes contratantes.

    Una buena ilustracin de esto la provee el Antiguo Testamento cuando Dios hizo elconvenio del monte Sina con Su pueblo, por medio de Moiss. En ese caso se concret elconvenio por medio del sacrificio de becerros, y una vez que el pueblo estuvo de acuerdocon los trminos de ese convenio, se esparci sobre ellos la sangre de los sacrificios/verxodo 24:3-8).

    Por definicin, un convenio es una obligacin mutua. Por consiguiente, no esposible tener un convenio unilateral, un acuerdo que obligue slo a una parte. Una obliga-cin unilateral es simplemente una deuda, o esclavitud, ms bien que una relacin deconvenio. Una promesa puede ser unilateral, pero un convenio debe contar con unaobligacin mutua; "si t haces A, yo har B". En el perodo del Antiguo Testamento, losconvenios entre Dios y su pueblo siempre tenan trminos especficos, y mientras que elpueblo escogido cumpliera con su parte del contrato, Dios cumplira con la suya. Por otrolado, tambin suceda lo contrario, pues cuando el pueblo quebrantaba el convenio, Diosya no estaba obligado a l tampoco. Por ejemplo, en 2 Reyes 18:12 leemos que Dios nocumpli con su parte del convenio de salvar a Israel de sus enemigos porque Israel yahaba invalidado su contrato al desobedecer los mandamientos que se haba com-prometido a cumplir, segn xodo 24: 3-8. Dios est obligado por Su propia palabra acumplir con los trminos de Sus convenios, siempre y cuando nosotros cumplamos connuestra parte del trato /ver D&C 82:10; 84:39-40).

    En el Antiguo Testamento, el Seor le dijo a Israel que un da habra un nuevoconvenio o pacto una nueva relacin entre Dios y Su pueblo escogido superior al ofrecidomediante la ley de Moiss (ver jeremas 31:31-33). Esa promesa fue cumplida cuando el

    convenio del evangelio ocup el lugar del convenio hecho en el Sina; la promesa secumpli con la muerte y la resurreccin de Jesucristo. A1 igual que el antiguo convenio,este nuevo y sempiterno convenio tambin tiene una vctima sacrificada el mismoJesucristo, "el Cordero de Dios" /Juan 1:29) y "cordero inmolado" (Apocalipsis 5:6, 9,12). La sangre de jesucristo, vertida en Getseman y sobre la cruz, es la sangre del nuevopacto que, al ser derramada, valid el acuerdo (ver Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25).

    As como Moiss roci la sangre del antiguo pacto sobre el pueblo escogido (verxodo 28:8) como muestra de aceptacin del convenio, tambin aquellos que aceptan el

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    convenido, Israel sera el pueblo escogido de Dios, y El sera su Dios. Este convenioestaba basado en la estricta obediencia y en la ley de la justicia.

    En la prctica, los rabinos saban que nadie cumple con todas las reglas en todomomento. Pero a pesar de que prcticamente carecan del fundamento doctrinal yteolgico para creerlo, ellos confiaban en que la misericordia de Dios, de alguna manera,expiara sus pecados. Como queda bien claro en Deuteronomio 27:26, si uno obedece la

    ley un cien por ciento, es justo, pero si desobedece siquiera uno de sus componentes, esun pecador o un transgresor de la ley (ver tambin Santiago 2:10/. No obstante, bajo elantiguo convenio de la ley de Moiss, las personas podan, tericamente y merced a suspropios esfuerzos y mritos, ser contadas como dignas al obedecer continuamente todaslas reglas.

    En teora, no haba nada de malo con el antiguo convenio y con su ley. Era lapalabra de Dios y era justo. Si el pueblo hubiera cumplido con su parte del acuerdo,habran sido justificados por la ley. Despus de todo, aquellos que hacen absolutamentetodo lo que Dios manda son justos, an de acuerdo con la ms estricta de todas lasdefiniciones.

    Lamentablemente, result que nadie poda cumplir de esa manera. As como elpedirle a mi hija Sarah que ahorrara sus centavos para comprar una bicicleta pudo habersido algo razonable como teora aunque no como realidad, la justificacin por medio dela ley, a pesar de que tiene su validez como teora, en la prctica no satisface la realidaddel ser humano en su condicin actual. Debido a nuestras debilidades humanas y anuestro estado cado, el cumplimiento de los trminos de la ley de Moiss, el antiguoconvenio, est, sencillamente, fuera de nuestro alcance y, por consiguiente, no nos

    justifican. En teora, podran hacerlo, pero en la realidad no lo hacen. La justificacinmediante la obediencia a la ley, o la justificacin por medio de las obras es algoinalcanzable puesto que todos los seres humanos, menos uno, hemos sido desobedientesen alguna ocasin. Entonces no podemos esperar ser justificados por la obediencia si enciertas ocasiones somos desobedientes.

    Como lo indica Pablo, el tratar de cumplir con los mandamientos no tiene nada quever con cumplirlos realmente. Segn l, cualquier persona lo suficientemente tonta comopara confiar en su propia capacidad de obedecer todas las reglas, hace que la expiacin deCristo no surta ningn efecto en su vida (ver Glatas 5:4/. Lo que es ms, a cualquierpersona que quiera confiar totalmente en su propia rectitud se le debe recordar que larectitud por medio de la ley requiere una actuacin perfecta: "Porque todos los que

    dependen de las obras de la ley estn bajo maldicin, pues escrito est: Maldito -todoaquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fevivir; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivir por ellas"(Glatas 3:10-13; cursiva agregada).

    Pablo explica que cualquier alegacin de rectitud basada en esfuerzos personalespor guardar los mandamientos, requiere un historial perfecto. El ms mnimo traspi y sedeja de ser perfecto, se pasa a ser un pecador y en ese sentido, todos somos pecadores.

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    "Pues ya hemos acusado a judos y a gentiles, que todos estn bajo pecado. Como estescrito: No hay justo, ni aun uno . . . por las obras de la ley ningn ser humano ser

    justificado delante de l; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado"(Romanos 3:9-10, 20).

    En otras palabras, puesto que todos hemos quebrantado la ley, nadie puede decirque es justo en virtud de haber obedecido la ley. Para peor, la ley misma pronuncia la

    maldicin sobre todo aquel que no es perfecto en el cumplimiento de todos losmandamientos (ver Deuteronomio 27:26). An as, pese a nuestra naturaleza cada, habraresultado francamente imposible para los seres humanos guardar todos los requisitos delantiguo convenio. Por consiguiente, al menos segn la opinin de Pablo en el primersiglo, Dios, en Su misericordia, ha ofrecido un nuevo pacto, un acuerdo con trminos quepodemos cumplir. 3 Jesucristo es quien nos redime de la maldicin de la ley de laexigencia de un comportamiento perfecto ofrecindonos una nueva va de justificacin,no por medio de la ley (el obedecer todas las reglas en todo momento), sino mediante lafe en Cristo. Aun cuando parece que muchos ingenuamente intentan ser justificados porlas obras, o ser auto justificados, tal intento constituye una va falsa. Tanto la Biblia como

    el Libro de Mormn recalcan que la justificacin no se puede obtener de esa manera:Sabiendo que el hombre no es justificado por

    las obras de la ley, sino por la fe de [en]

    Jesucristo, para ser justificados por la fe de [en]

    Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto

    por las obras de la ley nadie ser justificado

    (Glatas 2:16).

    Y los hombres son suficientemente instruidospara discernir el bien del mal; y la ley es

    dada a los hombres. Y por la ley ninguna carne

    se justifica, o sea, por la ley los hombres son

    desarraigados . . . ninguna carne puede morar

    en la presencia de Dios, sino por medio de los

    mritos, y misericordia, y gracia del Santo

    Mesas(2 Nefi 2:5,8)

    3 De hecho, este nuevo convenio, al cual el Seor llam "mi convenio sempiterno,s, la plenitud de mi evangelio" (DyC 66:2), haba sido ofrecido a muchos en el pasado, aAdn, a Enoc, a No, a Abraham y a otros.

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    A modo de resumen, entonces, no podemos justificarnos a nosotros mismos pornuestros propios medios. No podemos ganarnos nuestra entrada al reino celestialmediante la obediencia a todos los mandamientos. En teora podramos, pero en laprctica no, porque ninguno de nosotros ni nadie ha obedecido todos los mandamientos.Esto resulta tan increblemente evidente y sencillo, que hay personas que no lo puedenpercibir. Analicmoslo por un momento. Ya hemos quebrantado algunos mandamientosen ciertos casos, por lo que no podemos decir que somos justos debido a haber obedecido

    los mandamientos. Ya hemos sido descalificados! Puede alguna persona, adems delSalvador, guardar todos los mandamientos en todo momento? Si nuestra nica esperanzade heredar el reino celestial se basa en la observancia de todas las reglas, de obedecertodos los mandamientos y de vivir todos los principios perfectamente, entonces todoshemos perdido nuestra oportunidad hace mucho tiempo. Es cierto que el evangelio ofrecearrepentimiento, perdn y expiacin, pero stos son remedios para la desobediencia envez de recompensas para la obediencia.

    Muchos miembros de la Iglesia confunden la meta a largo plazo de la perfeccinindividual con la necesidad ms urgente de perfeccionarnos en Cristo, concluyendo,

    errneamente, que se deben perfeccionar a s mismos

    EL CONVENIO

    Mediante sus propios esfuerzos antes de tener la esperanza de recibir el reino deDios. E1 lder Bruce R. McConkie se refiri a esta idea como una de las herejas mstrgicas de la Iglesia contempornea.' Si nos resultara posible perfeccionarnos a nosotrosmismos, hacernos a nosotros mismos dignos del reino de Dios, merced a nuestros propiosesfuerzos, no necesitaramos a Jesucristo para nada: "No desecho la gracia de Dios; pues

    si por la ley fuese la justicia, entonces por dems muri Cristo" (Glatas 2:21). Sipudiramos ser justificados por nuestros propios esfuerzos, entonces no necesitaramosun salvador, y el infinito sacrificio de Cristo habra resultado en vano.

    LA JUSTIFICACIN MEDIANTE LA FE EN CRISTO

    La nica manera de ser justificados, de ser declarados sin culpa ante Dios, esadmitir nuestras propias imperfecciones, reconocer que no podemos ser perfectos pornosotros mismos ni salvarnos por nuestros propios esfuerzos, y tener fe en Cristo, nuestro

    Salvador. Debemos aceptar Su ofrecimiento de ayuda entrando en un conveniocompletamente nuevo en el cual Sus esfuerzos se aaden a los nuestros y compensannuestras deficiencias. A esto llamamos justificacin mediante la fe en Cristo. 4

    4 Bruce R. McConkie, "The Seven Deadly Heresies", en Devotional Speeches ofthe Year (Provo; BYU Press, 1980) pgs. 74-80.

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    En el nuevo convenio de fe tambin se requiere perfecta inocencia, pero sta no seme requiere a m, individualmente, sino al equipo o sociedad que formamos Cristo y yo.Puesto que Cristo y yo somos uno en el convenio del evangelio, Dios acepta nuestradignidad total combinada, y juntos, Cristo y yo, somos perfectamente dignos. Comoresultado de ello, en Cristo yo soy limpio y digno hoy mismo. Mi actuacin perfecta enforma individual sigue siendo una meta personal a largo plazo y llegar a ser el resultadofinal de la relacin de convenio, pero no es un requisito para ser justificado a corto plazo

    mediante la fe en Cristo. " . . . sabemos que es preciso que todos los hombres searrepientan y crean en el nombre de Jesucristo, y adoren al Padre en Su nombre yperseveren con fe en Su nombre hasta el fin, o no podrn ser salvos en el reino de Dios. Ysabemos que la justificacin por la gracia de nuestro Seor y Salvador Jesucristo es justay verdadera" (D&C 20:29-30).

    En el Nuevo Testamento se hace referencia a las dos formas de justificacin, pormedio de la ley y por medio de la fe, como dos yugos o cargas separadas. La obligacinde la ley con su exigencia de obediencia perfecta se compar a un "yugo de esclavitud"(Glatas 5:1; ver Hechos 15:10/, mientras que a las obligaciones del convenio del

    evangelio con su arrepentimiento, perdn y expiacin se les denomina "fciles" y"ligeras": "Venid a m todos los que estis trabajados y cargados, y yo os har descansar.Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de m, que soy manso y humilde de corazn;y hallaris descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fcil, y ligera mi carga"(Mateo 11:28-30/.

    No hay yugo ms pesado que la exigencia de la perfeccin el peso de la ley. Ymuchos son los miembros de la Iglesia que todava batallan bajo su carga. Pero lasbuenas nuevas consisten en el hecho de que en Cristo quedamos libres de esa pesadacarga. l la llev sobre Sus hombros por nosotros, y Su actuacin perfecta, extendida y

    aplicada a nosotros, nos libera de un requisito similar en este momento. En el conveniodel evangelio, substituimos el peso del pecado por la obligacin de amar a Dios y anuestro prjimo, y de actuar de la mejor manera posible.

    LA OBEDIENCIA A LOS MANDAMIENTOS

    Pero, no nos es requerido, entonces, obedecer los mandamientos? La respuesta ess -y no. Cuando pregunto a mis alumnos si es necesario guardar los mandamientos paraentrar en el reino celestial, todos contestan que s con la ms absoluta certeza. Ellos saben

    que es as porque lo han odo de lderes y maestros en la Iglesia toda su vida. Pero cuandoles pregunto si alguna vez han quebrantado algn mandamiento, o si hay un ciertomandamiento que no estn viviendo cien por ciento en la actualidad, la mayora de ellosresponde afirmativamente. Generalmente, no ven mayor problema en responder que s aambas preguntas.

    Los Santos de los ltimos Das habitualmente usan la frase "guardar losmandamientos" de una manera diferente a su significado tcnico e histrico fuera de laIglesia. No se trata de que sea incorrecto, pero s es diferente, y por esa razn "guardar losmandamientos" es a menudo una frase ambigua y fastidiosa para los Santos de los

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    ltimos Das, particularmente cuando hablan con quienes no lo son. Generalmente nosreferimos a "guardar los mandamientos" cuando en realidad querernos decir "tratar entodo lo posible de guardar los mandamientos y tener xito la mayora de las veces". Si sele define de esa manera, la frase describe. el intento de obedecer que el nuevo conveniorequiere como muestra de nuestra "buena fe". A1 definrsele de ese modo, "guardar losmandamientos" es tanto posible como necesario; o sea, el tratar de guardar losmandamientos, el hacer todo lo posible, es un requisito del convenio del evangelio, aun

    cuando tener xito en este preciso momento en la obediencia de todos los mandamientosconstantemente, no lo es. sta es la razn por la que, adems de mandamientos, elconvenio del evangelio ofrece arrepentimiento y expiacin.

    Sin embargo, desde el punto de vista terico, este uso tan tradicionalmentemormn, es incorrecto. Si nos fijamos en los detalles, "guardar los mandamientos" quieredecir no quebrantarlos -ni uno solo de ellos, jams. Quiere decir obedecerlosperfectamente y, en la realidad, nadie lo logra. Tericamente, nadie puede afirmar queguarda los mandamientos en este sentido si aun quebrantara uno solo de ellos. A esto serefiere Santiago cuando dice en el captulo 2, versculos 10 y 11: "Porque cualquiera que

    guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el quedijo: No cometers adulterio, tambin ha dicho: No matars.

    Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de laley." La ambigedad entre el significado tradicional y el uso que los Santos de losltimos Das dan a "guardar los mandamientos" ha hecho que, en ciertas ocasiones, losmormones y otros cristianos discrepen, llevando a algunos que no entienden nuestrovocabulario teolgico a acusarnos de creer en la salvacin por las obras. Tambin hahecho que algunas personas en la Iglesia piensen incorrectamente que uno de losrequisitos del convenio del evangelio es un proceder perfecto, aun cuando todo se basa en

    establecernos las debidas metas y hacer todo lo posible por alcanzarlas. De hecho, elverdadero propsito de la expiacin de Cristo es ofrecer la va para que aquellos que nohayan guardado, que no estn guardando y que probablemente no guardarn todos losmandamientos en todo momento, puedan igualmente ser exaltados en el reino celestial deDios -en donde continuarn progresando en la eternidad hasta alcanzar la perfeccin-siempre y cuando sientan genuinamente hambre y sed de justicia.

    En el Nuevo Testamento, cuando Pablo habla acerca de guardar los mandamientoso de ser justificado por las obras, se refiere a guardar todos los mandamientos en todomomento. Por consiguiente, l llega a la acertada conclusin de que nadie puede "guardar

    los mandamientos" en ese sentido, que nuestra incapacidad para guardar perfectamentelos mandamientos nos condena, y que debemos buscar la salvacin por algn otro medio.

    Claramente hablando, entonces, no importa cules mandamientos guardemos ycules quebrantemos; si no los guardamos todos, somos transgresores -: culpables msbien que justos. Cuando se definen los trminos de esa manera, cualquiera que afirme sersusto por "guardar todos los mandamientos", debe obedecer todos los mandamientos entodo momento. Buena suerte!

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    LOS TRMINOS DEL NUEVO PACTO

    Mientras que los trminos del antiguo convenio, la ley mosaica, establecan unaperfecta obediencia a las reglas a cambio de la justificacin ante Dios, ser librados de lasmanos de los enemigos y heredar la tierra prometida, los trminos del nuevo contrato son11) fe en el Seor Jesucristo -creer continuamente en l y dedicarle nuestra vida, (2)arrepentimiento -un proceso continuo de rechazar nuestras faltas y de intentar una vezms, y (3) bautismo -una ordenanza simblica mediante la cual se nos libra de la culpa.Una vez que hayamos hecho todo esto, seremos dignos de (4) recibir el don del EsprituSanto.

    Al recibirse este don se verifica que el convenio es aceptado, que hemos quedadolimpios de nuestros pecados anteriores, y que, por lo tanto, somos dignos de la compaade este tercer miembro de la Deidad (ver 3 Nefi 27:19-21 ). Cuando guardamos el nuevopacto tambin recibimos justificacin ante Dios, quedamos libres de nuestros enemigos(nuestros verdaderos enemigos -el pecado y la muerte), y heredamos una tierra prometida(el reino de Dios). De ese modo, el nuevo pacto nos ofrece, en base a trminos quepodemos cumplir, todas las bendiciones prometidas, aunque inalcanzables, en el antiguoconvenio.

    Esta es una manera de entender el convenio del evangelio, lo que propone elSalvador -Su propuesta a Sus hijos amados. El convenio es un acuerdo, un acuerdo desociedad, entre nosotros y nuestro Salvador. Debemos creer en Cristo y debemos creer enla justificacin por la fe en Cristo. Debemos dedicarlo todo a ambas cosas. Al reconocerque no podemos hacer todo lo que ley requiri de nosotros, por medio del convenio delevangelio acordamos hacer todo cuanto podamos. Acordamos prestar nuestros mejoresesfuerzos ante nuestro Salvador y darle todo lo que tenemos. Aceptamos que laperfeccin es nuestra meta suprema y que nos esforzaremos junto a El para alcanzarla. Esas que la idea de "guardar los mandamientos" sigue siendo un componente vital delarreglo, pero "guardar los mandamientos perfectamente" no lo es, al menos no por elmomento. A cambio de esta maravillosa concesin, tambin acordamos arrepentirnostoda vez que no obedezcamos los mandamientos perfectamente y volver a tratar una yotra vez, si es necesario, sin darnos jams por vencidos en el arrepentimiento y en tratarde ser como l.

    A su vez, el Seor se compromete a hacerse cargo de nuestros errores mientrasaprendemos y progresamos. Aun cuando nuestra perfeccin privada e individual viene

    ms adelante, mucho despus del final de esta vida, la perfeccin de nuestra sociedad,nuestra perfeccin en Cristo, toma vigencia inmediatamente. Desde el momento mismoen que entramos en el convenio con el Seor, El se hace cargo de nuestros errores -somosperfeccionados en l siempre y cuando continuemos en la relacin del convenio, siempreque "perseveremos hasta el fin". Al ser considerados inocentes, limpios y dignos pormedio de la fe, el arrepentimiento y el bautismo, podremos recibir el don del EsprituSanto, el cual Dios nos concede como "arras" (ver Efesios 1:14; 2 Corintios 1:22; 5:5),una especie de garanta y pago inicial o prenda por las maravillosas bendiciones queheredaremos. junto con el don del Espritu Santo, Cristo tambin ofrece a Sus socios

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    menores una brjula que nos permita navegar mejor espiritualmente, con el consuelo deun testimonio, y con la seguridad de que, por cierto, hemos sido justificados a travs deSu convenio.

    Al igual que con el diezmo, los trminos de este convenio son, en cierto sentido,iguales para todos, aunque en otro sentido son diferentes de acuerdo con la capacidadindividual. Los trminos de la ley del diezmo son universales -el pago de la dcima parte

    de nuestros ingresos anuales (ver D&C 119:4). Sin embargo, esta misma frmula resultaen una cantidad de dinero diferente en cada persona. Lo mismo acontece con el conveniodel evangelio. El Seor requiere de cada uno de nosotros un porcentaje especfico: todocuanto tenemos, o el cien por ciento. Sin embargo, ese cien por ciento ser una cantidaddistinta de las respectivas de otras personas, en base al conocimiento espiritual y a lamadurez de cada una. Cun maravillosa flexibilidad -l nunca requiere ms de lo que unoes capaz de dar, y lo que l requiere de m est siempre en proporcin a mi conocimientoy circunstancias.

    sta es la razn por la que uno no debe sentirse descorazonado si no ha alcanzadotanto progreso como el hermano Fulano o la hermana Mengana. Mi responsabilidad esdar todo cuanto yo tengo, no todo lo que alguien ms tenga, ser lo mejor que yo puedaser, y no tan bueno como alguien ms. En Doctrina y Convenios 10:4 el Seor mismo nosadvierte que nunca debemos correr ms rpido de lo que nos permitan las fuerzas: "Nocorras ms aprisa, ni trabajes ms de lo que tus fuerzas y los medios proporcionados tepermitan." Tengamos fe en Cristo; hagamos lo mejor que podamos; no tratemos de hacerms de lo que est dentro de nuestras posibilidades.

    Los apstoles y los profetas son justificados por medio de la fe en Cristo dentro deexactamente los mismos trminos que yo lo estoy, y cuando yo alcance el nivel dedesarrollo y de madurez en el evangelio que ellos hayan alcanzado, se requerir de m elmismo grado de rendimiento que se requiere hoy de ellos, pero no sino hasta entonces.Por eso no debo desesperar por el simple hecho de que no parece que estuviera haciendolas cosas tan bien como otros las hacen, del mismo modo que no se puede pretender queyo pague la misma cantidad de diezmo que otros pagan. Lo que Dios requiere en amboscasos es justo y apropiado para cada persona.

    Por otro lado, lo contrario tambin es cierto. Del mismo modo en que no debodesesperar porque a otras personas les va mejor que a m, tampoco debo mirar condisplicencia a aquellas que no les vaya tan bien como a m. Los trminos del contrato soniguales para ellos y para m: "Dame todo cuanto tengas, por mucho o poco que sea, y yo

    me encargar del resto mientras t aprendes." No importa que uno tenga sesenta y Uncentavos, cien o slo dos -la oferta es la misma: "Dame todo cuanto tengas, y yo meencargar del resto." Puesto que todos nos quedamos cortos en cuanto a lo quenecesitamos, aun cuando las cantidades difieran, todos estamos en la misma situacin ynecesitamos la misma salvacin. Por lo tanto, el convenio del Salvador es el mismo paratodos.

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    LA ACTITUD

    Resulta obvio, entonces, que la consideracin crucial para determinar si tenemos ono un convenio vlido no debera ser nuestro proceder, ni siquiera cun "buenos" seamos,sino ms bien nuestra actitud -los deseos de nuestro corazn. Las Escrituras mismasaclaran este punto: "Por tanto, la redencin viene en el Santo Mesas y por medio de l,porque l es lleno de gracia y de verdad. He aqu, l se ofrece a s mismo en sacrificio porel pecado, para satisfacer las demandas de la ley, por todos los de corazn quebrantado yde espritu contrito; y por nadie ms se pueden satisfacer las demandas de la ley" (2 Nefi2:6-7)

    La actitud -la condicin de nuestro corazn -lo es todo. No importa cun orgullososnos sintamos de nuestra capacidad para guardar los mandamientos, mientras nuestraactitud no sea la debida, en tanto que nuestro corazn no est quebrantado y nuestroespritu no sea contrito, nuestra relativa bondad ser de escaso provecho. Por msimpresionante que sea el proceder relativo de una persona, sin el Salvador, tal procederno es suficiente para su salvacin; carece de la perfeccin celestial que se requiere paraestar en la presencia de Dios.

    Por otro lado, una vez que nuestra actitud sea la debida -es decir, cuando seamosde corazn quebrantado y de espritu contrito -nuestra relativa debilidad es igualmenteirrelevante, siempre y cuando aceptemos y guardemos el convenio. Cuando el costo de labicicleta es de ms de cien dlares, a la larga qu importa que a m me hayan faltado loscien dlares y que a usted le hayan faltado slo noventa y nueve? Los dos somosmendigos que estamos a la misericordia de Dios. Por lo tanto, no puedo sentirme superiorni siquiera al miembro que est pasando por mayores problemas. Puedo sentirnicamente empata por alguien que est en la misma situacin que yo ante Dios.

    LA SANTA CENA

    Dado que la conversin y el arrepentimiento no son elementos definitivos, y puestoque no podemos cumplir con todos los mandamientos continuamente, el convenio sedebe renovar y reafirmar en forma regular. A los seres cados como nosotros se nos deberecordar el convenio que hicimos y el cometido que expresamos en el momento delbautismo. Necesitamos oportunidades frecuentes para corregir el curso. En muchas sectasreligiosas podra parecer extrao que se ofreciera el sacramento del Seor todas las

    semanas. Sin embargo, los Santos de los ltimos Das sabemos que los seres imperfectosdeben reafirmar regularmente su meta personal de perfeccin, siendo justificadosmientras tanto por la expiacin del Seor.

    Es por eso que todas las semanas vamos ante el Seor al prepararnos para la santacena y, en esencia, decimos: "Padre Celestial, esta semana tampoco he sido perfecto, perome arrepiento de mis pecados y reafirmo mi cometido de guardar los mandamientos.Prometo volver a tratar con todo mi corazn, toda mi alma, mente y fuerza. Todavaquiero y necesito la purificacin que viene por medio de la fe, el arrepentimiento y el

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    bautismo. Te pido por favor que extiendas mi contrato, mi convenio del bautismo, y queme concedas las continuas bendiciones de la Expiacin y la compaa del EsprituSanto."

    El versculo 77 de la seccin 20 de Doctrina y Convenios, tal vez sea el msconocido para los Santos de los ltimos Das. Se ofrece esta oracin cada vez que losmiembros de la Iglesia renuevan su relacin de convenio con Dios: "Oh Dios, Padre

    Eterno, en el nombre de jesucristo, tu Hijo, te pedimos que bendigas este pan para lasalmas de todos los que participen de l, para que lo coman en memoria del cuerpo de tuHijo, y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno . . . "

    Al renovar el convenio del evangelio por medio de la santa cena, naturalmentedebemos hacerlo en memoria del Hijo que hizo posible el convenio. Entonces, teniendopresente al Salvador y Su sacrificio, testificamos ciertas cosas. Testificar quiere decir dartestimonio, jurar o afirmar. Por consiguiente, el "testificar ante l" introduce lasafirmaciones especficas, las consideraciones legales, de la oracin: " . . . y testifiquenante ti, oh Dios, Padre Eterno, que estn dispuestos a tomar sobre s el nombre de tu Hijo,y a recordarle siempre, y a guardar sus mandamientos que l les ha dado" (cursivaagregada).

    Por qu razn son tan necesarias en este caso las dos palabras "estn dispuestos"?Son importantes? Habra alguna diferencia si no se incluyeran estas palabras en laoracin y se dijera solamente: " . . . y testifiquen ante ti, oh Dios, Padre Eterno, que ellostoman sobre s el nombre de tu Hijo, y le recuerdan y guardan sus mandamientos que lles ha dado"? S, habra una diferencia. La diferencia est en que yo no puedo hacer estoltimo. No puedo testificar, afirmar o jurar que siempre le recuerdo y guardo Susmandamientos. Estara mintiendo a sabiendas -quiero hacer lo debido, pero hay veces queno lo hago. Esto es precisamente lo que hace que la expiacin de Cristo y el convenio delevangelio sean necesarios para m -que no puedo guardar todos los mandamientoscontinuamente por ms esfuerzos que haga. Por lo tanto, no puedo honradamentetestificar ante Dios que cumplir todos los mandamientos, cuando s que, al menos encierto grado, no lo har.

    No obstante, con la ms absoluta sinceridad puedo testificar que estoy dispuesto ahacerlo. Puedo jurar que tal es el deseo de mi corazn. Puedo afirmar que tengo hambre ysed de hacer estas cosas, que har todo lo posible por ser obediente. Entonces, aun deacuerdo con los trminos tericos de la oracin de renovacin del convenio, Dios mehace saber que la resolucin sincera de mi corazn y mis mejores esfuerzos son

    suficientes para dicho convenio a renovarse, y que el convenio de fe es, por medio de lagracia en Cristo, suficiente para justificarme ante Dios.

    LA ACEPTACIN DEL CORAZN RESUELTO

    Por sobre todas las cosas, Dios quiere nuestro corazn. El proceder imperfecto sepuede corregir, los pecados se pueden redimir, los errores se pueden borrar -pero Dios nopuede hacer nada con un corazn mal dispuesto y rebelde en tanto no se arrepienta. La

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    debilidad se puede salvar, la rebelin no. "He aqu, el Seor requiere el corazn y unamente bien dispuesta" (D&C 64:34).

    En Doctrina y Convenios 46:9 encontramos otro pasaje que indica cmo nuestrabuena disposicin y nuestro deseo sincero son aceptables para Dios en la ausencia de unproceder perfecto. Este versculo se refiere a los dones del Espritu recibidos por losmiembros de la Iglesia: "Se dan para el beneficio de los que aman y guardan todos mis

    mandamientos, . . . " Los dones del Espritu son para aquellos que aman a Dios yguardan todos sus mandamientos? No puede ser! Todos los mandamientos! Jamspodr lograrlo! Pero, aguarde, hay una coma! " . . . y de los que procuran hacerlo"(cursiva agregada). Demos gracias a Dios por lo que viene despus de la coma! Aun losque no somos perfectos podemos recibir los dones y las bendiciones del Espritu, siemprey cuando procuremos guardar los mandamientos hasta donde nos lo permita nuestracapacidad.

    De igual manera, en la Perla de Gran Precio leemos cmo el Espritu Santo leconfirm a Adn "que as como [haba] cado [poda] ser redimido; y tambin todo elgnero humano, s, cuantos quieran" (Moiss 5:9/. Advirtase que no dice: "cuantos seanperfectos". Este punto est claro: Adn no es perfecto; Adn es imperfecto y se encuentraen un estado cado (como usted y como yo). Por tal razn necesitaba un Salvador (comousted y como yo/. La promesa es para cuantos quieran -o sea, para todos los querealmente quieran ser redimidos de sus imperfecciones. Otra de las grandes promesas delnuevo convenio es que todos aquellos que realmente quieran alcanzar el reino de Dios yestn dispuestos a dedicar todas sus fuerzas para ello, por ms grandes o pequeas questas sean, heredarn ese reino.

    Esas s que son buenas nuevas.

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    Captulo CuatroSALDOS POR LA GRACIA

    A menudo les hago a mis alumnos la siguiente pregunta: "Cuando debancomparecer ante Dios en el Da del juicio, cuntos de ustedes querran tener la seguridad

    de que Dios habr de ser absolutamente justo con ustedes?" Normalmente todos levantanla mano. Despus los confronto con una cruda realidad al decirles: "Mejor pinsenlo bien.El que Dios sea justo equivale a que les juzgue segn la ley de la justicia y que lesconceda estrictamente lo que merecen. Pero a los seres imperfectos y mortales comonosotros no nos convendra recibir lo que merecemos; ms bien deberamos anhelar msque eso. No queremos que Dios sea simplemente justo cuando nos juzgue -queremos quetambin sea misericordioso." La expiacin de Cristo provee una manera de que Dios seaal mismo tiempo justo y misericordioso. Puesto que Cristo y yo somos uno en elconvenio del evangelio, y ya que en una sociedad de convenio no importa qu es lo quehace cada uno de los socios, Cristo puede satisfacer las demandas de la justicia por m y

    yo puedo recibir los beneficios de la misericordia de parte de l. Este es un arreglo quesatisface tanto la justicia como la misericordia.

    No obstante, algunas personas son tan adictas a la ley de la justicia que tienendificultad en aceptar la ley de la misericordia o de la gracia. Se resisten a ciertos aspectosdel evangelio y de la misericordia que les parecen injustos (en otras palabras,misericordiosos en vez de justos). Por ejemplo, en realidad no es justo que una personasufra por los pecados de otros; no es justo que haya personas que puedan cometercrmenes horribles y que ms tarde sean completamente perdonadas y absueltas sin tenerque sufrir por ellos. No es justo que aquellos que trabajan slo una hora reciban la misma

    paga que los que trabajan todo el da (ver Mateo 20:1-16). No, el evangelio a veces no es justo, pero eso es precisamente parte de las buenas nuevas. No es justo -esmisericordioso, y gracias a Dios que lo es, pues ningn ser humano puede resultarabsuelto de las demandas de la justicia absoluta. Desde el punto de vista de los seresmortales cados e imperfectos como nosotros, el ser